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    La verdad o veracidad es la virtud que consiste en mostrarse verdadero en sus actos y ensus palabras, evitando la duplicidad, la simulacin y la hipocresa.+++

    El segundo mandamiento prohbe el juramento en falso. Hacer juramento o jurar estomar a Dios por testigo de lo que se afirma. Es invocar la veracidad divina comogaranta de la propia veracidad. El juramento compromete el nombre del Seor. AlSeor tu Dios temers, a l le servirs, por su nombre jurars (Dt 6, 13).+++

    VeracidadCon un estilo fluido, hermoso y profundo, caracterstico de alguna de sus

    obras ms conocidas, como El corazn, Dietrich von Hildebrand (con la

    colaboracin de su esposa Alice) describe en el delicioso texto Actitudesmorales fundamentales, algunas de las que una persona debe tener para

    que su vida logre una plenitud de sentido. La reverencia, la fidelidad, la

    responsabilidad, la bondad, la veracidad son algunas de esas actitudes

    cuya importancia resalta de modo especial en nuestro mundo

    contemporneo dominado, por el contrario, por valores como la utilidad y

    el hedonismo. Aqu reproducimos por cotesa de Ediciones Palabra el

    captulo Veracidad (*)

    Por Dietrich y Alice von Hildebrand

    La veracidad es otro de los presupuestos bsicos de la vida moral. La persona falazo mentirosa no solo encarna un gran disvalor moral, como la avariciosa ointemperante, sino que est mutilada en toda su personalidad, en toda su vidamoral: todo cuanto hay en ella de moralmente positivo est amenazado por sufalsedad y resulta incluso sospechoso; su postura hacia el mundo de los valoresest afectada en su mismo centro.

    La persona falsa carece de la actitud de reverencia a los valores: asume unaposicin de dominio sobre los seres, los trata a su antojo, como si fueran unasimple ilusin, un juguete de su capricho arbitrario; no percibe el valor inherente al

    simple hecho de ser ni la dignidad que el ser posee en cuanto opuesto a la nada; norespeta la obligacin fundamental de reconocer todo lo que existe en su realidad,de no interpretar lo negro como blanco, de no contradecir los hechos; se comportacomo si no existiera la realidad. Obviamente, esta actitud implica un elemento dearrogancia, de irreverencia, de impertinencia. Tratar a otra persona como si fueraaire, actuar como si no existieran otras personas, es quiz la mayor evidencia dedesdn y desprecio. La persona falsa adopta esta actitud con respecto a toda larealidad. El loco desprecia el ser en cuanto ser porque no lo capta. La persona falsas lo capta, pero rechaza dar la respuesta debida al valor y a la dignidad del sersimplemente porque le resulta inconveniente o desagradable. Su desprecio del seres consciente y culpable.

    El mentiroso considera que todo el mundo es, hasta cierto punto, un instrumentopara sus propios fines; todo lo que existe es solo un instrumento a su servicio:

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    cuando no puede usar algo, entonces lo trata como si no existiera y lo coloca enesa categora.

    Debemos distinguir tres tipos de falsedad. En primer lugar, la del mentirosoexperimentado que no ve nada malo en afirmar lo contrario de lo que es verdad

    cuando le conviene. Se trata de una persona que, claramente y conscientemente,engaa y traiciona a otras para conseguir sus objetivos, como Yago en el Otelo deShakespeare, o Franz Moor en el Robbers de Schiller, aunque en estos dosencontramos una especfica perversidad de intencin que no necesariamente tienetodo mentiroso: hay algunos cuyos objetivos son menos malvados.

    E1 segundo tipo es la de quien se miente a s mismo y, en consecuencia, a losdems: con la mayor tranquilidad borra de su mente todo lo que le resulta difcil odesagradable, y no solo esconde su cabeza como un avestruz, sino que se convencea s mismo de que va a hacer algo, cuando sabe perfectamente que no va a hacernada; no quiere reconocer sus propias faltas y, ante cualquier situacin que leresulta humillante o embarazosa, tergiversa enseguida su significado para

    disimularla. La diferencia entre este tipo de persona falsa y el hipcrita o mentirosoexperimentado es evidente: aquella defrauda, sobre todo, a s misma y soloindirectamente a las dems; se engaa primero a s misma y, luego, a las dems,parcialmente de buena fe; no posee ni la intencionalidad del mentiroso ni suclaridad de mente y, en general, le falta su malicia y su astuta mezquindad. En lamayora de los casos, suscita nuestra compasin. Pero no deja de ser culpableporque rehsa dar la respuesta debida a los valores y a la dignidad del ser, ytcitamente se arroga una soberana injustificada sobre el mismo ser. Por supuesto,no tiene la impertinencia respecto a la verdad propia del otro tipo de mentiroso: uncierto respeto le impide caer en la negligencia consciente y en la distorsin neta dela verdad. No se atreve a asumir su responsabilidad, y carece de la valenta del

    hipcrita. Se autoengaa para eludir el conflicto entre sus inclinaciones y el respetopor la verdad. Hay algo especficamente cobarde e inconsistente en su naturaleza:un ingenio ms instintivo sustituye a la astucia y a la sofisticacin del mentiroso.

    El verdadero mentiroso tiene plena advertencia del hecho de que miente; sabe queest ocultando la realidad. El segundo tipo de persona falsa, como viveconstantemente en el autoengao, no es consciente del hecho de que no percibe laverdad en juego. Precisamente porque distorsiona y malinterpreta los hechos, nopercibe ningn conflicto con la verdad cuando miente.

    A pesar de que este tipo de mentiroso es, generalmente, menos malvado (exceptoen el caso del fariseo, que no ve la viga en su propio ojo, y es malvado en el ms

    profundo sentido de la palabra) y habitualmente menos responsable, sin embargo,las consecuencias de su actitud insincera sobre toda su vida moral son inmensas:nunca podremos tomar en serio a este tipo de persona. Su accin moral puede sercorrecta en casos concretos, cuando la respuesta al valor no implica ningnconflicto con su orgullo o su concupiscencia. Pero en cuanto se le pide algo que leresulta desagradable, tratar de eludirlo, aunque no sea consciente de hacer odossordos a la llamada de los valores; se refugiar en la ilusin de que, por una raznu otra, tal exigencia no va con l o es solo aparente o ya la ha satisfecho. El interiorde tales personas es semejante a las arenas movedizas: no se puede hacer presaen ellas; siempre evitan encontrarse en un compromiso. Aunque el verdaderomentiroso, el que miente a sabiendas, es, desde el punto de vista moral, an ms

    reprensible que el otro, el que se engaa a s mismo, es ms fcil la conversin delprimero que del segundo. El interior de este ltimo est afectado por una gran

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    enfermedad: el mal ha tomado posesin del nivel psicolgico ms profundo; vive enun mundo de ilusin. Sin embargo, su falsedad lleva su parte de culpa, ya quepodra ser corregida por una conversin de la voluntad, por la aceptacin delsacrificio, por la entrega incondicional al mundo de los valores.

    En el tercer tipo de falsedad, la ruptura con la verdad es an menos reprensible,pero ms profunda, y se refleja todava ms en el mismo ser de los mentirosos deeste tipo: su personalidad es decepcionante; son incapaces de experimentar unaalegra verdadera, un entusiasmo genuino, un amor autntico; todas sus actitudesson fingidas y llevan el sello de la pura apariencia. Este tipo de personas nopretenden engaarse a s mismas ni defraudar o embaucar a los dems, pero sonincapaces de establecer un contacto verdadero y genuino con el mundo, porqueestn encerradas en s mismas, siempre mirndose a s mismas, con lo quedestruyen la substancia interior de sus actitudes. La falta no reside en su distorsindel ser, en su falta de respuesta a la dignidad de este, sino en el hecho de estarcentradas en s mismas, con lo que sus respuestas resultan vacas y supersonalidad fingida.

    Son como seres fantasmales, ficticios: aunque su intencin es recta, sus alegras ysus penas son artificiales. Su falta de autenticidad proviene de que todas susactitudes no estn realmente motivadas por el objeto y no surgen por el contactocon l, sino que son simuladas artificiosamente; aparentan conformarse con elobjeto, pero en realidad son solo fantasmas sin substancia.

    Esta falta de autenticidad se puede manifestar de distintas maneras y, sobre todo,puede asumir diferentes dimensiones: en primer lugar, la encontramos en lapersona amanerada, cuya conducta exterior, aunque no est simulada a propsito,es artificial, ficticia, sin naturalidad; en segundo lugar, la encontramos en las

    personas fcilmente sugestionables, cuyas opiniones y convicciones les sonimpuestas por otros, y que solo repiten lo que han dicho los dems sin dejarseinfluenciar verdaderamente por el objeto en cuestin; en tercer lugar, laencontramos en la persona exagerada, que lo magnifica todo: las penas, lasalegras, el amor, el odio, el entusiasmo; fomenta artificialmente todas estasactitudes porque se complace en ellas.

    Semejante falta de autenticidad, tal como la acabamos de describir en sus trestipos, es incluso menos mala que la del que se engaa a s mismo, pero la vidamoral no puede basarse en ella, porque tanto el bien como el mal resultaninvalidados por esa actitud artificial, que todo lo convierte en irreal, ficticio,inexistente. Esta falsedad substancial se considera tambin culpable porque

    proviene del rechazo definitivo a entregarse a los valores, de una actitudfundamental de orgullo.

    La persona realmente veraz es lo opuesto a los tres tipos de falsedad queacabamos de exponer: es genuina, no se engaa ni a s misma ni a nadie. A causade su profunda reverencia por la majestuosidad del ser, comprende la exigenciabsica del valor que inhiere en toda realidad, es decir, la obligacin de pagar tributoa todo objeto que existe, de conformarnos a la verdad en todas nuestrasafirmaciones, de abstenernos de construir un mundo de ficcin y vaciedad. Toma enconsideracin la situacin metafsica del hombre: no es omnipotente, por lo que elser no tiene que rendirse ante l como si fuese una simple quimera; se toma en

    serio la verdad no solo con respecto a cada una de las cosas y circunstancias que sele presentan a su mente, sino tambin con respecto a su existencia en el mundo.

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    Comprende el valor de la verdad y los valores negativos de la mentira, de lafalsedad y de la rebelin interior contra el mundo de los valores, en ltimainstancia, contra Dios, el Ser Absoluto, el Seor del ser. Comprende laresponsabilidad que el hombre, por su dimensin espiritual, tiene respecto a laverdad, y que debe estar presente en su capacidad para poner de manifiesto el ser

    en toda afirmacin que hace. Comprende la solemnidad inherente a todaafirmacin, porque estamos siempre llamados a dar testimonio de la verdad. Lapersona veraz pone las exigencias de los valores por encima de cualquier deseosubjetivo de su egosmo o su comodidad. En consecuencia, aborrece todoautoengao; percibe todo el sentido negativo que hay en la huida cobarde de lasexigencias objetivas de los valores; preferira conocer la verdad ms amarga quedisfrutar de una felicidad imaginaria; ve con absoluta claridad todo el sinsentido decualquier escapada a lo irreal, la completa inutilidad y futilidad de este tipo deconducta, la vaciedad y superficialidad de toda falacia.

    Adems, la persona veraz tiene una relacin clsica con el ser, es genuina yautntica en todas sus actitudes y acciones: no est dispuesta a aparentar, no

    embellece ni adorna las experiencias que verdaderamente ha tenido, no se retuercepara mirarse a s misma en lugar de mirar al objeto que le pide una respuesta. Esgenuina y honesta, objetiva en el ms alto sentido de la palabra; posee la actitudbsica de verdadera entrega a los valores; se mantiene libre de orgullo, de maneraque no se ve empujado a arrogarse otra posicin en el mundo distinta de la que lecorresponde. As, no falsifica el alcance de ninguna experiencia, sino que reconoceel carcter de cada una tal como es en realidad.

    La persona veraz no busca compensacin a sus complejos de inferioridad. Larelacin expresada con las palabras: ala humildad es la verdad, se puede formulartambin al revs: solo la persona humilde es realmente verdadera. La fuente de

    toda inautenticidad y de toda falsedad reside en el deseo orgulloso de ser algodiferente de lo que uno es. Por el contrario, la profunda aceptacin del ser, de laverdad, es el fundamento de todo lo genuino y verdadero. Esto no se entiende biencuando se considera como personas especialmente veraces al pesimista, alescptico, al que no quiere reconocer cualquier realidad por encima de lo palpable,al fatalista que renuncia a toda intervencin en el mundo y que desconfa de todoprogreso y todo desarrollo. Nos enfrentamos a un gran equvoco: tales personas noacogen toda la realidad, sino solo una parte; no perciben las exigencias de losvalores ni las promesas de cambio, desarrollo y elevacin del propio ser contenidasen ellos; menosprecian su sentido, que pertenece al mundo del ser tanto como lapiedra que vemos en el suelo o el aire que respiramos. Por consiguiente, no son deltodo verdaderos, porque dan su asentimiento solo a los estratos superficiales del

    ser y no a los ms profundos e importantes. Ahora bien, el desarrollo y latransformacin de un hombre deben tener lugar dentro del marco de supersonalidad y sus capacidades, es decir, deben ser ontolgicamente verdaderos yno consistir en una ilusin o en un escape a la fantasa. (Aqu, por supuesto, no merefiero a la transformacin moral, que es siempre asequible para cualquierpersona.)

    Hay varios elementos en el carcter especficamente negativo de la mentira,ejemplo clsico de falsedad. En primer lugar, constituye una rebelin contra ladignidad del ser en cuanto tal, una arrogancia irreverente, un desprecio de laobligacin fundamental de conformarnos al ser. Mentir representa un mal uso de la

    cualidad confiada a nosotros como testigos del ser en la palabra hablada o escrita.En segundo lugar, debemos tener en cuenta el engao a otra persona que supone

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    toda mentira. Engaar a una persona implica una falta absoluta de respeto; notomarla en serio; no reconocer el valor inherente a toda persona por su dimensinespiritual; despreciar su dignidad, su derecho fundamental a conocer la verdad;pero, sobre todo, pone al descubierto una profunda falta de caridad y un abuso dela confianza que la otra persona ha puesto en nosotros. Estos elementos estn

    presentes en todo engao deliberado a otra persona, especialmente en el caso deuna falsa afirmacin, de una mentira. La comunicacin por medio de palabras, ensentido propio, implica una relacin explcita Yo T; hace referencia de maneratan explcita a la confianza de una persona en otra, que la falta de caridad y latraicin a otra persona resulta, en este caso, ms sorprendente y ms significativaque en el caso del engao por medio de la ambigedad o de una conductaequivocada.

    Ahora bien, hay casos en los que el engao en cuanto tal est permitido, o inclusomandado. Por ejemplo, si un criminal nos persigue, es lcito engaarlo, de unamanera u otra, acerca de nuestro domicilio. Es obligatorio cuando podemos causarun grave dao, fsico o moral, a otra persona si decimos la verdad. En este caso, no

    es falta de caridad engaar; por el contrario, es una cariosa amabilidad. As pues,en algunos casos est permitido engaar a otras personas, y en otros estamosobligados. Pero esto lo podemos hacer solo por medio de nuestra interpretacin deuna determinada situacin, pero no por medio de una mentira.

    La veracidad es, como la reverencia, la fidelidad o la constancia, bsica para todanuestra vida moral. Como las otras virtudes, es portadora de un alto valor y espresupuesto indispensable de toda personalidad para que los genuinos valoresmorales puedan florecer en su plenitud. Esto es as en todos los mbitos de la vida:la veracidad es fundamental para una autntica vida en comunidad, para todarelacin interpersonal, para todo amor verdadero, para todo trabajo, para el

    verdadero conocimiento, para la auto educacin y para

    la relacin con Dios. En efecto, es un elemento esencial de la veracidad, en sentidopropio, su relacin con la Fuente absoluta de todo ser, Dios. En ltima instancia,toda falsedad significa una negacin de Dios, una huida de l. La educacin que nopone nfasis en la autenticidad y en la veracidad est condenada al fracaso.

    -.-.Actitudes morales fundamentales

    Ttulo original: The art of living

    Autor: D. y A. von Hildebrand

    Traduccin, introduccin y notas: Aurelio Ansaldo

    Coleccin: Biblioteca Palabra

    Ediciones Palabra, S.A.

    Publico: Pblico en general

    ISBN: 84-8239-759-1

    1 edicin 11,06 (sin IVA)

    Pginas: 192

    Tamao: 13 x 21

    http://www.hacerfamilia.es/default.asp

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    VERDAD Y LIBERTAD -

    http://www.hacerfamilia.es/default.asphttp://www.hacerfamilia.es/default.asp
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    Entre las enseanzas que Benedicto XVI ha sembrado durante su viaje apostlico alos Estados Unidos, merece destacarse la reflexin sobre la naturaleza de laverdadera libertad; y aqu verdadera debe entenderse como epteto redundante,pues en efecto no hay libertad sin verdad. Benedicto XVI cada da me encandila

    ms: su pontificado ser recordado como un retorno a los fundamentos ymanantiales de la fe, cuando el peligro de la mistificacin amenazaba con convertirla fe de muchos catlicos en un aguachirle mundano y contemporizador con lasmodas de cada poca. Porque, claro, los catlicos vivimos en el mundo y corremosel riesgo de contemporizar con sus modas, olvidando aquellas palabras de la Cartaa Diogneto, uno de los textos ms hermosos del cristianismo primitivo, en donde senos recuerda que nuestra misin en el mundo es como la del alma en el cuerpo:una misin ardua, a veces desgarradora, porque el alma ama al cuerpo, pero elcuerpo detesta al alma y la rechaza, obligndola a sentirse extranjera. Chestertonescribi que ser catlico es la nica manera de liberarse de la degradante esclavitudde ser hijos de nuestro tiempo; pero nuestro tiempo nos quiere esclavizados,puestos de hinojos ante lo que nos vende como ideas nuevas (y que, en realidad,

    no son sino las viejas herejas de siempre, como tambien nos recuerda Chesterton),y la tentacin de desistimiento es demasiado fuerte.Una de esas presuntas ideas nuevas que nuestra poca nos vende es la tancacareada libertad, enarbolada obsesivamente como talismn redentor delgnero humano por gentes variopintas que nicamente anhelan la destruccin delgnero humano. La idea de la libertad se nos presenta como una suerte depanacea para remediar todas las calamidades que afligen al hombre;

    cuando lo cierto es que ms bien es la causa de casi todas ellas, pues lo

    que nuestra poca llama libertad no es sino un sucedneo enloquecido que

    convierte a los seres humanos en criaturas dbiles, esclavas de sus

    caprichos y apetencias, arrojadas a un torbellino de contingencias. La

    libertad que nuestra poca nos vende, bajo promesa de convertirnos en soberanosde nuestras decisiones, no es, en fin, sino una forma refinada yextraordinariamente seductora de envilecimiento. La libertad cristiana, por elcontrario, slo nos promete cadenas; pero son cadenas que nos atan a algopermanente, como el naufrago se ata en medio de la tempestad al mstil que lomantiene a flote.Benedicto XVI lo ha explicado en Estados Unidos con palabras difanas yextraordinaiamente elocuentes: Han notado ustedes que, con frecuencia, seinvoca la libertad sin referencia alguna a la verdad de la persona humana?

    Qu objeto tiene una libertad que, ignorando la verdad, persigue lo que es

    falso o injusto? A cuntos jvenes se les ha tendido una mano que, en

    nombre de la libertad, los ha llevado al consumo de estupefacientes, a la

    confusin moral o intelectual, a la violencia, a la prdida del respeto por smismos, a la desesperacin?. Mientras escribo estas lneas, leo algunos pasajesde un caspossimo folleto gay en el que se exhorta a los jvenes a ponerse hastael culo de drogas mientras se dan por culo como descosidos: stas son las floresptridas de la libertad que ofrece nuestra poca, la libertad del nufrago extraviadoque en lugar de encadenrse al mstil del barco se entrega al mpetu del oleaje. Elgran Leonardo Castellani, en una de sus gloriosas diatribas contra el liberalismo,escribi: La verdadera libertad es un estado de obediencia. El hombre se liberta dela corrupcin de la carne obedeciendo a la razn, se liberta de la materiasujetndose al perfil diamantino de una forma, se liberta de lo efmero atndose aun estilo, de lo caprichoso adaptndose a los usos; se liberta de su infecundidad

    solitaria obedeciendo a la vida, y de su misma vida caduca y mortal se liberta, aveces, perdindola en obediencia a Aquel que dijo: Yo soy la Vida. La libertad del

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    cristiano, nos recuerda Benedicto XVI, nace de un descubrimiento feliz: laposibilidad de entender el mundo, la posibilidad de entender nuestro lugar

    en el mundo y el sentido de nuestra vida a travs del encuentro con la

    verdad de Jess. Y, cuando ese encuentro se produce, ya no necesitamos quenadie nos venga con la milonga de la libertad y toda su cochambre de flores

    ptridas. 2008-04-26 - POR JUAN MANUEL DE PRADA Esp.+++

    Vivir en la verdad

    2465 El Antiguo Testamento lo proclama: Dios es fuente de toda verdad. Su Palabra esverdad (cf Pr 8, 7; 2 S 7, 28). Su ley es verdad (cf Sal 119, 142). Tu verdad, de edad enedad (Sal 119, 90; Lc 1, 50). Puesto que Dios es el Veraz (Rm 3, 4), los miembros de

    su pueblo son llamados a vivir en la verdad (cf Sal 119, 30).2466 En Jesucristo la verdad de Dios se manifest en plenitud. Lleno de gracia y deverdad (Jn 1, 14), l es la luz del mundo (Jn 8, 12), la Verdad (cf Jn 14, 6). El quecree en l, no permanece en las tinieblas (cf Jn 12, 46). El discpulo de Jess,permanece en su palabra, para conocer la verdad que hace libre (cf Jn 8, 31-32) yque santifica (cf Jn 17, 17). Seguir a Jess es vivir del Espritu de verdad (Jn 14, 17)que el Padre enva en su nombre (cf Jn 14, 26) y que conduce a la verdad completa (Jn16, 13). Jess ensea a sus discpulos el amor incondicional de la verdad: Sea vuestrolenguaje: s, s; no, no (Mt 5, 37).2467 El hombre busca naturalmente la verdad. Est obligado a honrarla y atestiguarla:Todos los hombres, conforme a su dignidad, por ser personas..., se ven impulsados, por

    su misma naturaleza, a buscar la verdad y, adems, tienen la obligacin moral dehacerlo, sobre todo con respecto a la verdad religiosa. Estn obligados tambin aadherirse a la verdad una vez que la han conocido y a ordenar toda su vida segn susexigencias (DH 2).2468 La verdad como rectitud de la accin y de la palabra humana, tiene por nombreveracidad, sinceridad o franqueza. La verdad o veracidad es la virtud que consiste enmostrarse veraz en los propios actos y en decir verdad en sus palabras, evitando laduplicidad, la simulacin y la hipocresa.2469 Los hombres no podran vivir juntos si no tuvieran confianza recproca, es decir,si no se manifestasen la verdad (S. Toms de Aquino, s. th. 2-2, 109, 3 ad 1). La virtudde la veracidad da justamente al prjimo lo que le es debido; observa un justo medio

    entre lo que debe ser expresado y el secreto que debe ser guardado: implica la honradezy la discrecin. En justicia, un hombre debe honestamente a otro la manifestacin de laverdad (S. Toms de Aquino, s. th. 2-2, 109, 3).2470 El discpulo de Cristo acepta vivir en la verdad, es decir, en la simplicidad deuna vida conforme al ejemplo del Seor y permaneciendo en su Verdad. Si decimosque estamos en comunin con l, y caminamos en tinieblas, mentimos y no obramosconforme a la verdad (1 Jn 1, 6).+++SINCERIDAD Y VERACIDAD-- El "demonio mudo". Necesidad de la sinceridad.

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    - Amor a la verdad. Sinceridad en primer lugar con nosotros mismos. Sinceridad conDios. Sinceridad en la direccin espiritual y en la Confesin. Medios para adquirir estavirtud.- Sinceridad y veracidad con los dems. La palabra del cristiano. La lealtad y lafidelidad, virtudes relacionadas con la veracidad. Otras consecuencias del amor a la

    verdad.I. Nos dice el Evangelio de la Misa que estaba Jess echando un demonio que era mudo,y apenas sali el demonio, habl el mudo, y la multitud se qued admirada (1).La enfermedad, un mal fsico normalmente sin relacin con el pecado, es un smbolo delestado en el que se encuentra el hombre pecador; espiritualmente es ciego, sordo,

    paraltico...Las curaciones que hace Jess, adems del hecho concreto e histrico de lacuracin, son tambin un smbolo: representan la curacin espiritual que viene a realizaren los hombres. Muchos de los gestos de Jess para con los enfermos son como unaimagen de los sacramentos.

    A propsito del pasaje del Evangelio que se lee en la Misa, comenta San JuanCrisstomo que este hombre "no poda presentar por s mismo su splica, pues estabamudo; y a los otros tampoco poda rogarles, pues el demonio haba trabado su lengua, y

    juntamente con la lengua le tena atada el alma" (2). Bien atado le tena el diablo.Cuando en la oracin personal no hablamos al Seor de nuestras miserias y no lesuplicamos que las cure, o cuando no exponemos esas miserias nuestras en la direccinespiritual, cuando callamos porque la soberbia ha cerrado nuestros labios, la enfermedadse convierte prcticamente en incurable. El no hablar del dao que sufre el alma suele iracompaado del no escuchar; el alma se vuelve sorda a los requerimientos de Dios, serechazan los argumentos y razones que podran dar luz para retornar al buen camino.Por el contrario, nos ser fcil abrir con sinceridad el corazn si procuramos vivir esteconsejo: "...no te asustes al notar el lastre del pobre cuerpo y de las humanas pasiones:sera tonto e ingenuamente pueril que te enterases ahora de que "eso" existe. Tu miseriano es obstculo, sino acicate para que te unas ms a Dios, para que le busques conconstancia, porque l nos purifica" (3).Al repetir hoy, en el Salmo responsorial (el que se lee o canta en la misa u otrasfunciones litrgicas con respuestas aclamadoras del pueblo) Ojala escuchis hoy suvoz: no endurezcis vuestro corazn (4), formulemos el propsito de no resistirnos a la

    gracia, siendo siempre muy sinceros.II. Para vivir una vida autnticamente humana, hemos de amar mucho la verdad, que es,en cierto modo, algo sagrado que requiere ser tratado con respeto y con amor. La verdadest a veces tan oscurecida por el pecado, las pasiones y el materialismo que, de noamarla, no sera posible reconocerla. Es tan fcil aceptar la mentira cuando viene enayuda de la pereza, de la vanidad, de la sensualidad, del falso prestigio...! A veces lacausa de la insinceridad es la vanagloria, la soberbia, el temor a quedar mal. El Seorama tanto esta virtud que declar de S mismo: Yo soy la Verdad (5), mientras que eldiablo es mentiroso y padre de la mentira (6), todo lo que promete es falsedad. Jess

    pedir al Padre para los suyos, para nosotros, que sean santificados en la verdad (7).

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    Mucho se habla hoy de ser sinceros, de ser autnticos o de palabras similares, y, sinembargo, los hombres tienden a ocultarse en el anonimato y, con frecuencia, a disfrazarlos verdaderos mviles de sus actos ante s mismos y ante los dems. Tambin ante Diosintentan pasar en el anonimato, y rehyen el encuentro personal con l en la oracin yen el examen de conciencia. Sin embargo, no podremos ser buenos cristianos si no hay

    sinceridad con nosotros mismos, con Dios y con los dems. A los hombres nos damiedo, a veces, la verdad porque es exigente y comprometida. Y en determinadasocasiones puede llegar la tentacin de emplear el disimulo, el pequeo engao, laverdad a medias, la mentira misma; otras veces, podemos sentir la tentacin de cambiarel nombre a los hechos o a las cosas para que no resulte estridente el decir la verdad talcomo es.La sinceridad es una virtud cristiana de primer orden. Y no podramos ser buenoscristianos si no la viviramos hasta sus ltimas consecuencias. La sinceridad connosotros mismos nos lleva a reconocer nuestras faltas, sin disimularlas, sin buscar falsas

    justificaciones; nos hace estar siempre alerta ante la tentacin de "fabricarnos" la

    verdad, de pretender que sea verdad lo que nos conviene, como hacen aquellos quepretenden engaarse a s mismos diciendo que "para ellos" no es pecado algo prohibidopor la Ley de Dios. La subjetividad, las pasiones, la tibieza pueden contribuir a no sersincero con uno mismo. La persona que no vive esta sinceridad radical deforma confacilidad su conciencia y llega a la ceguera interior para las cosas de Dios.Otro modo frecuente de engaarse a s mismo es no querer sacar las consecuencias de laverdad para no tener que enfrentarse con ellas, o no decir toda la verdad: "Nuncaquieres "agotar la verdad". -Unas veces, por correccin. Otras -las ms-, por no darte unmal rato. Algunas, por no darlo. Y, siempre, por cobarda."As, con ese miedo a ahondar, jams sers hombre de criterio" (8) Para ser sinceros, el

    primer medio que hemos de emplear es la oracin: pedir al Seor que veamos loserrores, los defectos del carcter..., que nos d fortaleza para reconocerlos como tales, yvalenta para pedir ayuda y luchar. En segundo lugar, el examen de conciencia diario,

    breve pero eficaz, para conocernos. Despus, la direccin espiritual y la Confesin,abriendo de verdad el alma, diciendo toda la verdad, con deseos de que conozcannuestra intimidad para que nos puedan ayudar en nuestro caminar hacia Dios. "No

    permitis que en vuestra alma anide un foco de podredumbre, aunque sea muy pequeo.Hablad. Cuando el agua corre, es limpia; cuando se estanca, forma un charco lleno de

    porquera repugnante, y de agua potable para a ser un caldo de bichos" (9). Con

    frecuencia nos ayudar a ser sinceros el decir en primer lugar aquello que ms noscuesta.Si rechazamos ese demonio mudo, con la ayuda de la gracia, comprobaremos que unode los frutos inmediatos de la sinceridad es la alegra y la paz del alma. Por eso le

    pedimos a Dios esta virtud, para nosotros y para los dems.III. Sinceros con Dios, con nosotros mismos y con los dems. Si no lo somos con Dios,no podemos amarle ni servirle; si no somos sinceros con nosotros mismos, no podemostener una conciencia bien formada, que ame el bien y rechace el mal; si no lo somos conlos dems, la convivencia se torna imposible, y no agradamos al Seor.

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    Quienes nos rodean han de sabernos personas veraces, que no mienten ni engaanjams. Nuestra palabra de cristianos y de hombres y mujeres honrados ha de tener ungran valor delante de los dems: Sea pues, vuestro modo de hablar, s, s; no, no, que loque pasa de esto, de mal principio procede (10). El Seor quiere realzar la palabra de la

    persona de bien que se siente comprometida por lo que dice. La verdad en nuestro

    actuar debe ser tambin un reflejo de nuestro trato con Dios.El amor a la verdad nos llevar a rectificar, si nos hubiramos equivocado."Acostmbrate a no mentir jams a sabiendas, ni por excusarte, ni de otro modo alguno,y para eso ten presente que Dios es el Dios de la verdad. Si acaso faltas a ella porequivocacin, enmindalo al instante, si puedes, con alguna explicacin o reparacin;hazlo as, que una verdadera excusa tiene ms gracia y fuerza para disculpar que lamentira" (11).Otra virtud relacionada con la veracidad y la sinceridad es la lealtad, que es la veracidaden la conducta: el mantenimiento de la palabra dada, de las promesas, de los pactos.

    Nuestros amigos y las personas con las que nos relacionamos han de conocernos comohombres y mujeres leales. La fidelidad es la lealtad a un compromiso estricto que secontrae con Dios o ante l. A Jess se le llama el que es fiel y veraz (12). Yconstantemente la Sagrada Escritura habla de Dios como el que es fiel al pacto con su

    pueblo, el que cumple con fidelidad el plan de salvacin que tiene prometido (13).La infidelidad es siempre un engao, mientras que la fidelidad es una virtudindispensable en la vida personal y en la vida social. Sobre ella descansan, por ejemplo,el matrimonio, el cumplimiento de los contratos, las actuaciones de los gobernantes...El amor a la verdad nos llevar tambin a no formarnos juicios precipitados, basados enuna informacin superficial, sobre personas o hechos. Es necesario tener un sanoespritu crtico ante noticias difundidas por la radio, la televisin, peridicos o revistas,que muchas veces son tendenciosas o simplemente incompletas. Con frecuencia, loshechos objetivos vienen envueltos en medio de opiniones o interpretaciones que puedendar una visin deformada de la realidad. Especial cuidado hemos de tener con noticiasreferentes, directa o indirectamente, a la Iglesia. Por el mismo amor a la verdad, hemosde dejar a un lado los canales informativos sectarios que enturbian las aguas, y buscaruna informacin objetiva, veraz y con criterio, a la vez que contribuimos a la rectainformacin de los dems. Entonces se har realidad la promesa de Jess: La verdad oshar libres (14).

    (1) Lc 11, 14; Mt 9, 32-33.- (2) SAN JUAN CRISOSTOMO, Homilas sobre los Evangelios, 32, 1.- (3) J. ESCRIVA DEBALAGUER, Surco, n. 134.- (4) Sal 94.- (5) Jn 14, 6.- (6) Jn 8, 44.- (7) Cfr. Jn 17, 17 ss.- (8) J. ESCRIVA DE BALAGUER,

    Camino, n. 33.- (9) IDEM, Amigos de Dios, 181.- (10) Mt 5,37.- (11) SAN FRANCISCO DE SALES, Introd. a la vida devota, III,

    30.- (12) Apoc 19, 11.- (13) Cfr. Rom 3, 7.- (14) Jn 8, 32.

    +++

    En un mundo como el nuestro, en el que intereses contrapuestos amenazanfrecuentemente la estabilidad y la paz de las naciones, la labor del diplomtico adquiere

    un destacado relieve en las relaciones internacionales, sea a nivel bilateral comomultilateral. Si bien las decisiones ltimas estn en manos de los hombres de gobierno,

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    la actividad del diplomtico informando con veracidad y precisin, orientando haciacaminos de solucin, creando puentes de dilogo, negociado y entendimiento,representa un instrumento insustituible en el orden internacional.

    +++

    Las promesas hechas a otro en nombre de Dios comprometen el honor, la fidelidad, laveracidad y la autoridad divinas. Deben ser respetadas en justicia. Ser infiel a ellas esabusar del nombre de Dios y, en cierta manera, hacer de Dios un mentiroso (cf 1 Jn 1,10).+++Mandamiento terceroLa veracidad28, 1. "Me dice de nuevo: Ama la verdad, y que de tu boca salga toda verdad para que

    el espritu, que Dios hizo habitar en esa carne, sea hallado verdadero delante de todoslos hombres, y de esa forma sea glorificado el Seor que habita en ti.Porque el Seor esverdadero en todas sus palabras, y en l no hay engao ninguno. 2. As pues, losmentirosos reniegan del Seor y defraudan al Seor pues no le devuelven el depsitoque recibieron. Pues de l recibieron un espritu que no engaa.Si le devuelven unoembustero, violaron el mandamiento del Seor y se hicieron estafadores. 3. Cuandoescuch esto, romp a llorar con fuerza. Al ver que lloraba, me dice: Por qu lloras?.Contesto: Seor, porque no s si podr salvarme. Dice: Por qu?. Respondo:Seor, porque en mi vida todava no he dicho una palabra verdadera, sino que siempreconviv con todos de una manera astuta y a todos les present mi mentira como verdad.Y nadie me contradijo jams, sino que se dio fe a mi palabra. As pues, seor, cmo

    podr vivir despus de haberme comportado as?.4. Dice: Piensas bien y con verdad.Convena que, como siervo de Dios, hubieses caminado en la verdad, y que unaconciencia mala no habitase con el espritu de la verdad, y que no hubieses llevado latristeza al espritu santo y verdadero.Digo: Seor, nunca escuch palabras tanacertadas.5. Me dice: As pues, ahora las escuchas. Gurdalas para que las mentiras,que dijiste antes en tus negocios, sean dignas de fe al ver que estas palabras de ahorason verdaderas.Si las guardas y desde este momento hablas toda verdad, podrs

    procurarte la vida. Tambin el que escuche este mandamiento y se aparte de laperverssima mentira, vivir para Dios."

    El Pastor de Hermas, Mand.II, 27 Mand. III, 28.

    +++

    El sentido de la verdadPor Julin Maras, de la Real Academia Espaola

    Publicado en el diario ABC de Madrid, el 19 de diciembre de 1996

    Una vez le mostr a una amiga ya muerta, grafloga genial, una muestra deescritura de una persona conocida y prestigiosa. Me dijo: "Es un hombre que si dice"Buenos das" hay que decirle: "Mentira!" Me divirti, a pesar de la tristeza que

    aquel comentario envolva, el ingenio de la reaccin. Probablemente lo ms graveque sucede en el mundo actual, aunque no lo parezca ni sea melodramtico, es eldescenso del sentido de la verdad. Hay individuos, grupos, organizaciones, cuya

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    profesin es la mentira; a ella se dedican, la cultivan metdicamente, la difunden.Con eso hay que contar, y no se est en claro sobre lo que se puede y debe hacer.

    Pero sera un error creer que eso es universal, que no hay otra cosa. Cuando veo ajvenes, por ejemplo estudiantes, debidamente amaestrados, en grandes rebaos,

    saltando y coreando estupideces, siento depresin. Pero no acabo de tomarlo enserio. Estoy seguro de que muchos de ellos, en estado de libertad, es decir,aislados, como los individuos que son, estaran dispuestos a entender, a reaccionardesde s mismos; probablemente despus de los saltos y los gritos sienten ciertavergenza, tienen la impresin de haber sido utilizados.

    Es probable que nunca les hayan mostrado la diferencia entre la verdad y lafalsedad, entre la veracidad y la mentira. Se han nutrido de una enseanza de laque habra que hablar a fondo, resultado de decenios de manipulaciones sucesivas;ms an, de medios de comunicacin para los que la verdad no cuenta o es elenemigo, de programas en que no tiene el menor puesto, en que se da porsupuesto que todo vale, y en particular lo que es falso.

    Sera un error creer que esos jvenes y otros que no lo son ya son comoparecen. Creo que se trata de una suplantacin, de una mscara impuesta. Cadavez que he tenido ocasin de tratar directamente con ellos, en muchos lugares deEspaa, desde grandes ciudades hasta pueblos minsculos, que me parecen muyinteresantes, he encontrado una respuesta impresionante, a veces conmovedora. Yel rasgo capital era la reaccin a la verdad, la impresin de tropezar con ella,reconocerla, y sentir entusiasmo.

    He repetido esta experiencia muchas veces, en casi todas las regiones espaolas,en niveles sociales y culturales que presentaban considerables diferencias. Era

    sorprendente la uniformidad de la reaccin al contenido de verdad, a la posibilidadde tomar algo en serio, a la evidencia de que alguien estaba diciendo lo queefectivamente pensaba.

    No es sustancialmente distinta la reaccin a la palabra escrita; me refiero a la delos lectores individuales, solitarios, que se encuentran con un texto en el cualdescubren, en vez de engolamientos de voz o malabarismos, una mirada sobre larealidad, un intento de comprenderla y comunicarla. Sera del mayor inters saberde qu autores se fan los lectores, a quines tienen en cuenta; no son aquellos dequienes se habla ms, los que estn presentes a diario en los comentarios o lasentrevistas, o en los "coloquios".

    Si se hiciera un mapa real del estado mental de Espaa, se tendran muchassorpresas, y la mayora de ellas agradables. Se preguntar qu puede hacerse antela prdida del sentido de la verdad, incluso la profesionalizacin de la mentira. Seaducir el sacrosanto derecho a la libertad de expresin, que incluye ciertamente lade mentir.

    Pero debe incluir igualmente la de decir que algo es falso, y mostrarlo, y probarlo,con las consecuencias que ello tendra. Muy rara vez se hace. Hay una extraaatona que deja pasar todo sin la rplica adecuada. A veces basta con preguntar.Por lo pronto, hay que decir: Cmo lo sabe? Siempre me ha sorprendido el crditoque dan muchos historiadores a los informes de los embajadores extranjeros, sobre

    todo venecianos de los siglos XVI y XVII, que cuentan con pelos y seales lasconversaciones entre Felipe IV y el Conde Duque de Olivares. Evidentemente no

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    estaban all, y hay motivos para suponer que lo inventaban para mejorar su carreraante la Serensima.

    Hace poco, representantes de los sindicatos explicaron muy satisfechos en latelevisin que los equipos de propaganda, fomento y difusin de la "espontnea"

    huelga que preparaban comprendan 40.000 personas, y mostraron con satisfaccinenormes masas de pancartas, carteles y pegatinas destinados a ello. Hubieraparecido normal preguntar cunto costaba todo aquello, y quin lo pagaba. Ni unasola palabra, ni la mnima curiosidad.

    Es slo un ejemplo, que cito por su volumen y estar en la memoria de todos. Perose podran multiplicar sus equivalentes. Si todos ejercieran el derecho a la libertadde expresin, si no existieran tantos casos de mutismo, si se hicieran las preguntasque parecen obligadas, el clima intelectual y moral mejorara enormemente. Lamentira no debe quedar impune. Debe tener, no una responsabilidad penal, sinoalgo ms elemental y acaso ms eficaz: el desprestigio.

    A veces la mentira es manifiesta, y se expresa con la mxima publicidad: en laspantallas de televisin. No pasa nada, no tiene la menor consecuencia; ni siquierala que sera ms fcil: su repeticin, para que los espectadores pudieran reparar enella y extraer las consecuencias oportunas.

    Con todo, no es esto lo ms importante y necesario. Ms que mostrar la mentiraimporta decir la verdad. Hay que enunciarla, a propsito de todo, repetirla,

    justificarla, exhibir sus ttulos, habituar a lectores, oyentes y espectadores a supresencia, a su magia. Hay que restablecer el ambiente en que domina, y que es elnico respirable.

    Para muchos sera una experiencia nueva, incomparable. Pienso que suscitara nadamenos que entusiasmo. De nada esperara una renovacin ms profunda, positiva yvaliosa de la sociedad en que vivimos.

    Si se pudiera medir el nivel de veracidad de las distintas pocas o de diversospases comparables, la historia dara un paso gigantesco. Veramos cmo seiluminaban tantas cosas que permanecen oscuras, que no acabamos decomprender. Valdra la pena intentarlo.

    De momento, me contentara con algo mucho ms modesto y hacedero: intensificarel uso y expresin de la verdad entre nosotros, iniciar una reaccin ante la falsedady la mentira. No renuncio a la esperanza de poder respirar mejor en lo que me

    quede de vida. Y, aunque no es mucho, creo que casi todo lo dems se nos darapor aadidura.+++

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    Cristo funda la Iglesia y de ella es la piedra angular; desde hace veinte siglos ella, consu magisterio garantizado, vigila sobre la humanidad y la gua.A Jess, que le pregunta "Y vosotros quin decs que soy yo?", Pedro responde: "Teres el Cristo, el Hijo de Dios vivo" (Mt 16, 15-16). Acto seguido, Jess pronuncia ladeclaracin solemne que define, de una vez por todas, el papel de Pedro en la Iglesia:"Y yo a mi vez te digo que t eres Pedro, y sobre esta piedra edificar mi Iglesia (...). A

    ti te dar las llaves del reino de los cielos; y lo que ates en la tierra quedar atado en loscielos, y lo que desates en la tierra quedar desatado en los cielos" (Mt 16, 18-19).

    Las tres metforas que utiliza Jess son en s muy claras: Pedro ser el cimiento de rocasobre el que se apoyar el edificio de la Iglesia; tendr las llaves del reino de los cielos

    para abrir y cerrar a quien le parezca oportuno; por ltimo, podr atar o desatar, es decir,podr decidir o prohibir lo que considere necesario para la vida de la Iglesia, que es ysigue siendo de Cristo. Siempre es la Iglesia de Cristo y no de Pedro. As queda descritocon imgenes muy plsticas lo que la reflexin sucesiva calificar con el trmino:"primado de jurisdiccin".

    Esta posicin de preeminencia que Jess quiso conferir a Pedro se constata tambindespus de la resurreccin: Jess encarga a las mujeres que lleven el anuncio a Pedro,distinguindolo entre los dems Apstoles (cf. Mc 16, 7); la Magdalena acude corriendoa l y a Juan para informar que la piedra ha sido removida de la entrada del sepulcro (cf.Jn 20, 2) y Juan le cede el paso cuando los dos llegan ante la tumba vaca (cf. Jn 20, 4-6); despus, entre los Apstoles, Pedro es el primer testigo de la aparicin delResucitado (cf. Lc 24, 34; 1 Co 15, 5). Este papel, subrayado con decisin (cf. Jn 20, 3-10), marca la continuidad entre su preeminencia en el grupo de los Apstoles y la

    preeminencia que seguir teniendo en la comunidad nacida con los acontecimientospascuales, como atestigua el libro de los Hechos de los Apstoles (cf. Hch 1, 15-26;2, 14-40; 3, 12-26; 4, 8-12; 5, 1-11. 29; 8, 14-17; 10; etc.).

    +++

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    La presencia del mal en estado puro, sin mezcla ni atenuantes, aterra. No podemoscomprenderlo y, renegando del mundo, podemos llegar a interpelar a Dios y a suaparente silencio. Y, sin embargo, no es un misterio. El mal nace de los avataresdel albedro humano, de su uso perverso. Pues si no hubiera posibilidad de obrar

    mal, tampoco la habra de obrar bien. El bien y el mal se necesitan como el anversoy el reverso de la moral. Si no fueran posibles los terroristas, tampoco lo seraTeresa de Calcuta. Un autmata no puede ser malo, pero tampoco bueno. An as,nos espanta y sobrecoge la humanidad ausente en los terroristas. Los terroristasson los hombres sin atributos. Aristteles escribi que para descubrir qu esnatural, hemos de estudiar los seres que se mantienen fieles a su

    naturaleza y no aquellos que han sido corrompidos. Entre estos ltimos seencuentran, sin duda, los terroristas. Pueden ser ellos redimidos de su mal, peroste pervivir toda la eternidad. El perdn es infinito, pero no puede impedir que loque sucedi deje de haber sucedido. Toda ignominia como toda bondad soneternas. Acaso el infierno consista en la imperecedera conciencia del mal quehemos cometido.

    +++

    Usted no debe decirnos lo que dijo el soldado ni siquiera otra persona, seor,respondi el juez: Esto no es evidencia.

    +++

    La Tradicin apostlica va creciendo en la Iglesia con la ayuda del Espritu Santo;es decir, crece la comprensin de las palabras e instituciones transmitidas cuandolos fieles las contemplan y estudian repasndolas en su corazn (cf. Lc2,19-51), y

    cuando comprenden internamente los misterios que viven, cuando las proclamanlos obispos, sucesores de los Apstoles en el carisma de la verdad. La Iglesiacamina a travs de los siglos hacia la plenitud de la verdad, hasta que se cumplanen ella plenamente las palabras de Dios (Dei Verbum 8). Estas palabras preparanla afirmacin del nmero siguiente. ...Por eso la Iglesia no saca exclusivamente dela Escritura la certeza de todo lo revelado. Y as se han de recibir y respetar con elmismo espritu de devocin (ibid. 9). Concilio Vaticano II

    +++"El cristianismo no teme a la cultura sino a la media cultura. Teme lasuperficialidad, los eslganes, las crticas de odas; pero quien puede hacer lacrtica de la cultura puede volverlo a descubrir o seguir siendo fiel" JEANGUITTON filsofo fr.+++

    La tarde es tiempo propicio para considerar ante Dios, en la oracin, la jornada transcurrida. Es el momento oportuno "para dar gracias por lo

    que se nos ha dado o lo que hemos realizado con rectitud" (san Basilio, Regulae fusius tractatae, Resp. 37, 3: PG 3, 1015). Tambin es el

    tiempo para pedir perdn por el mal que hayamos cometido, implorando de la misericordia divina que Cristo vuelva a resplandecer en

    nuestro corazn.

    Sin embargo, la cada de la tarde evoca tambin el "mysterium noctis". Las tinieblas se perciben como ocasin de frecuentes tentaciones, de

    particular debilidad, de ceder ante los ataques del maligno. La noche, con sus asechanzas, se presenta como smbolo de todas las maldades,

    de las que Cristo vino a liberarnos. Por otra parte, cada da al oscurecer, la oracin nos hace partcipes del misterio pascual, en el que "la

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    noche brilla como el da" (Exsultet). De este modo, la oracin hace florecer la esperanza en el paso del da transitorio al dies perennis, de la

    tenue luz de la lmpara a la lux perpetua, de la vigilante espera del alba al encuentro con el Rey de la gloria eterna.

    La verdad nos hace libres, la mentira nos esclaviza y nos hunde en el rencor. Poreso es imprescindible revisar sin imposturas, todas las falsificaciones que nos han

    venido sirviendo en estos aos los historieteros de turno y charlatanes con poses ymohines.

    +++

    Seor, te necesito desde el inicio del da tanto como el aire que respiro, el agua queme calma y refresca y la caricia que pone vida en mi camino y horizonte en miesperanza.+++La Historia es testigo: autnticas joyas histricas y artsticas del patrimonio de lahumanidad, sobre todo cristianas-, han sido destruidos por los musulmanes, y enEuropa, con particular perfidia.

    +++Agarrapatas de la amnesia cuando solo calumnian las sectas

    Cunta protervia en el mal uso de la libertad. Tanta maldad y perversidad.

    Una libertad que no sabe hacia dnde va es peor que la ausencia de libertad,

    del mismo modo que la sofstica es peor que la ausencia de filosofao la supersticin es peor que la ausencia de religin.

    Cuando se encasquilla la razn se disparan las sectas.

    La Iglesia catlica ayud a salvar a Occidente, en las Edades oscuras,preservando lo mejor de la civilizacin griega y romana, y cmo los europeos,todava hoy, nos beneficiamos de instituciones sociales y de forma polticas deindudable origen catlico como los Parlamentos.La Iglesia no es enemiga de la historia, ni mucho menos. Es, si acaso en estosmomentos de memorias como amnesias y de amnesias como memorias, lainstitucin que, una vez ms, est empeada en salvar la historia, preservar la

    historia. A este paso, la verdad de la historia terminar por refugiarse entre losmuros de lo sagrado, como aquel tiempo en el que el saber clsico greco-latino serefugi entre las tapias de las abadas y de los monasterios. 2008-02-29+++La Iglesia no es enemiga de la historia, ni mucho menos . Es, si acaso enestos momentos de memorias como amnesias y de amnesias como memorias, lainstitucin que, una vez ms, est empeada en salvar la historia, preservar lahistoria. A este paso, la verdad de la historia terminar por refugiarse entre losmuros de lo sagrado, como aquel tiempo en el que el saber clsico greco-latino serefugi entre las tapias de las abadas y de los monasterios.

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    Seor, te necesito desde el inicio del da tanto como el aire que respiro, el agua que mecalma y refresca y la caricia que pone vida en mi camino y horizonte en mi esperanza.+++

    La Historia es testigo: autnticas joyas histricas y artsticas del patrimonio de lahumanidad, sobre todo cristianas-, han sido destruidos por los musulmanes, y enEuropa, con particular perfidia.

    +++La Iglesia catlica ayud a salvar a Occidente, en las Edades oscuras, preservando lomejor de la civilizacin griega y romana, y cmo los europeos, todava hoy, nos

    beneficiamos de instituciones sociales y de forma polticas de indudable origen catlicocomo los Parlamentos.

    La Iglesia no es enemiga de la historia, ni mucho menos. Es, si acaso en estosmomentos de memorias como amnesias y de amnesias como memorias, la institucinque, una vez ms, est empeada en salvar la historia, preservar la historia. A este paso,la verdad de la historia terminar por refugiarse entre los muros de lo sagrado, comoaquel tiempo en el que el saber clsico greco-latino se refugi entre las tapias de lasabadas y de los monasterios. 2008-02-29+++La Iglesia no es enemiga de la historia, ni mucho menos. Es, si acaso en estosmomentos de memorias como amnesias y de amnesias como memorias, la institucinque, una vez ms, est empeada en salvar la historia, preservar la historia. A este paso,la verdad de la historia terminar por refugiarse entre los muros de lo sagrado, comoaquel tiempo en el que el saber clsico greco-latino se refugi entre las tapias de lasabadas y de los monasterios.

    +++La naturaleza, las cosas y las personas, bien miradas, son capaces de maravillarnos por su belleza. Cmo no ver, por ejemplo, en un

    atardecer entre las montaas, en la inmensidad del mar o en el semblante de un rostro algo que nos atrae y, al mismo tiempo, nos

    invita a profundizar en el conocimiento de la realidad que nos rodea? Esta constatacin impuls al pensamiento griego a sostener

    que la filosofa nace de la admiracin, jams separada del encanto de la belleza. Tambin lo que sobrepasa el mundo sensible posee

    una belleza ntima, que impresiona al espritu y lo abre a la admiracin. Pensemos en la fuerza de atraccin espiritual que ejerce un

    acto de justicia, un gesto de perdn o el sacrificio a causa de un gran ideal vivido con alegra y generosidad. En la belleza se

    transparenta la verdad, que atrae a s a travs del encanto inconfundible que emana de los grandes valores. As, el sentimiento y la

    razn estn unidos radicalmente por una llamada dirigida a toda la persona. La realidad, con su belleza, hace experimentar el inicio

    del cumplimiento y casi nos susurra: "T no sers infeliz; la exigencia de tu corazn se realizar, ms an, ya se est realizando".

    Por venir a visitarnos, os agradecemos.-

    Benedicto PP XVI: 2008.I.01 Da mundial de la paz como cada primero de enero. Familia humana: comunidad de paz lema 01

    enero para el 2008. 40 aniversario de la celebracin de laprimeraJornada Mundial de la Paz (1968-2008) la celebracin de esta

    Jornada, fruto de una intuicin providencial del Papa Pablo VI.-

    Anno Domini 2008 - Mane nobiscum, Domine! Qudate con nosotros, Seor!.

    -.-

    http://www.vatican.va/holy_father/paul_vi/messages/peace/documents/hf_p-vi_mes_19671208_i-world-day-for-peace_sp.htmlhttp://www.vatican.va/holy_father/paul_vi/messages/peace/documents/hf_p-vi_mes_19671208_i-world-day-for-peace_sp.htmlhttp://www.vatican.va/holy_father/paul_vi/messages/peace/documents/hf_p-vi_mes_19671208_i-world-day-for-peace_sp.htmlhttp://www.vatican.va/holy_father/paul_vi/messages/peace/documents/hf_p-vi_mes_19671208_i-world-day-for-peace_sp.html
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    Por qu repetimos y recomendamos algunos libros? - No responde esta habitual insistencia a ningn imperativo ni legal, ni

    moral, ni de compromiso alguno. El nico compromiso es el del servicio a la conformacin de una cultura catlica que hoy es ms

    necesaria que nunca.

    1La gnosis eternaAntologa de textos gnsticos griegos, latinos y coptos (2 vol.).Francisco Garca Bazn (edicin y

    traduccin) - Trotta, Madrid, 2003 - Vol. 1:373 pgs. y Vol. 2: 238 pgs.

    Recomendamos vivamente:2 Europa y la Fe. Editor: Ciudadela Libros. Autor: Hilaire Belloc.

    Pginas: 237 - ISBN: 978-84-96836-23-5 -

    En esta obra se trata con un realismo histrico apabullante el tema de Europa y su relacin con la fe catlica. No se debera

    desconocer este ensayo histrico admirable en que su autor explica cmo la Iglesia catlica ayud a salvar a Occidente, en las

    Edades oscuras, preservando lo mejor de la civilizacin griega y romana, y cmo los europeos, todava hoy, nos beneficiamos

    de instituciones sociales y de forma polticas de indudable origen catlico como los Parlamentos. Es muy posible que no se

    haya escrito una mejor visin de conjunto de la civilizacin occidental que este libro.

    3 Jess de Nazaret Benedicto XVI. 2007;al siglo: Joseph Cardenal Ratzinger

    4 El Libro negro de las nuevas persecucionesanticristianas, Thoms Grimaux es el autor- Favre, 160 pginas. Valeurs

    Actuelles, 2008 -. Todo un acierto.

    Recomendamos vivamente: LA LEYENDA NEGRA, de PHILIP W. POWELL (1913-1987), publica la editorial ltera en su

    coleccin Los Grandes Engaos Histricos. 2008 Como tambin:

    LEYENDAS NEGRAS DE LA IGLESIA. Autor Vittorio MESSORI Editorial PLANETA-TESTIMONIO 10 EDICIN

    ptimo libro para defenderse del cmulo de opiniones arbitrarias, deformaciones sustanciales y autnticas mentiras que gravitan

    sobre todo en lo que concierne a la Iglesia.

    Grss Gott. Salve, oh Dios.