velorio de campo

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Velorio de campo por Sandra Comino Este cuento fue leído por su autora durante la ponencia "Esto no es para vos" , pronunciada en la mesa redonda "Los temas recurrentes y las nuevas tendencias en los libros para jóvenes, realizada dentro del marco de las Jornadas para Docentes y Bibliotecarios "Libros infantiles y juveniles. Libros diversos, múltiples lecturas" de la 13ª Feria del Libro Infantil y Juvenil (Buenos Aires, julio de 2002), y que se reproduce en esta misma edición de Imaginaria. "Velorio de campo" fue extraído, con autorización de la autora y los editores, del libro El pueblo de mala muerte, de Ediciones Garabato (Córdoba, Argentina, 2002). Una de las costumbres más enraizadas y sistemáticas que mi familia transmite de generación en generación —y conserva intacta con mucho orgullo— fue, es y será llevar a los niños, desde muy niños, a cuanto velorio haya en el campo: un poco para acostumbrarnos a recibir dolor y otro poco porque es el único lugar donde la gente se abraza mucho. Tanto mamá como papá desearon que mi hermano y yo aceptáramos el padecimiento y al mismo tiempo tuviéramos afecto. Hombres y mujeres, niños y ancianos, cuñadas y vecinas, se fundían en una causa común, como si el llanto los hermanara y dejaban de lado, aunque más no fuera por un rato, las críticas destructivas. Así fue que cuando murió el tío Hilario, mamá y papá fueron los primeros en llegar con nosotros al velorio, para que acompañáramos a Martita y a su madre, mi tía Marta, en el transcurso de semejante suplicio. Me habían puesto el tapado nuevo, los zapatos de charol negro, las medias con puntillas y dos moños blancos en las trenzas. Mi mamá me recomendó no correr y tampoco perder el pañuelito blanco con iniciales rosas, que tía Marta me había regalado para el día del niño. A decir verdad, tía Marta siempre me regalaba pañuelos, aunque exigía a cambio una moneda de diez centavos, para evadir la mala suerte. Tenía en mi cajón de la cómoda cuarenta y cuatro pañuelos que había recibido a lo largo de mis once años, correspondientes a las once Navidades, a los once cumpleaños, a los once días de Reyes y a los once días del niño. A mi hermano lo vistieron con pantalones negros, camisa blanca y corbata; la misma ropa que usaba para ir a las fiestas. Mamá nos tomó de las manos, pero a él no le dio pañuelos, y le dijo: los hombres no lloran. Avanzamos. Tía Marta lloraba y lloraba. Martita, la flamante huérfana, nos convidó con

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a. Durini

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Velorio de campopor Sandra CominoEste cuento fue ledo por su autora durante la ponencia "Esto no es para vos", pronunciada en la mesa redonda "Los temas recurrentes y las nuevas tendencias en los libros para jvenes, realizada dentro del marco de las Jornadas para Docentes y Bibliotecarios "Libros infantiles y juveniles. Libros diversos, mltiples lecturas" de la 13 Feria del Libro Infantil y Juvenil (Buenos Aires, julio de 2002), y que se reproduce en esta misma edicin de Imaginaria."Velorio de campo" fue extrado, con autorizacin de la autora y los editores, del libro El pueblo de mala muerte, de Ediciones Garabato (Crdoba, Argentina, 2002).Una de las costumbres ms enraizadas y sistemticas que mi familia transmite de generacin en generacin y conserva intacta con mucho orgullo fue, es y ser llevar a los nios, desde muy nios, a cuanto velorio haya en el campo: un poco para acostumbrarnos a recibir dolor y otro poco porque es el nico lugar donde la gente se abraza mucho. Tanto mam como pap desearon que mi hermano y yo aceptramos el padecimiento y al mismo tiempo tuviramos afecto. Hombres y mujeres, nios y ancianos, cuadas y vecinas, se fundan en una causa comn, como si el llanto los hermanara y dejaban de lado, aunque ms no fuera por un rato, las crticas destructivas.As fue que cuando muri el to Hilario, mam y pap fueron los primeros en llegar con nosotros al velorio, para que acomparamos a Martita y a su madre, mi ta Marta, en el transcurso de semejante suplicio. Me haban puesto el tapado nuevo, los zapatos de charol negro, las medias con puntillas y dos moos blancos en las trenzas. Mi mam me recomend no correr y tampoco perder el pauelito blanco con iniciales rosas, que ta Marta me haba regalado para el da del nio. A decir verdad, ta Marta siempre me regalaba pauelos, aunque exiga a cambio una moneda de diez centavos, para evadir la mala suerte. Tena en mi cajn de la cmoda cuarenta y cuatro pauelos que haba recibido a lo largo de mis once aos, correspondientes a las once Navidades, a los once cumpleaos, a los once das de Reyes y a los once das del nio. A mi hermano lo vistieron con pantalones negros, camisa blanca y corbata; la misma ropa que usaba para ir a las fiestas. Mam nos tom de las manos, pero a l no le dio pauelos, y le dijo: los hombres no lloran. Avanzamos. Ta Marta lloraba y lloraba. Martita, la flamante hurfana, nos convid con granadina y jugamos a la rayuela, a las escondidas y a la mancha venenosa. Caminamos y miramos cmo la gente llegaba y lloraba. En un rato se pobl el campo de llorones. "Parece que no se da cuenta la chica" dijo una seora. "Ya va a caer le contest la otra, est atontada".Tambin vino mi otra ta, la ta Eulalia, que nunca regalaba pauelitos porque, segn deca, el efecto de la moneda no contrarrestaba la mala suerte. To Hilario haba sentido hacia m un cario muy especial porque yo era su ahijada, por eso tuve que enviar una cruz con flores rojas con una tarjeta con mi nombre solamente. Y qu fuerte impresin me causaba ver el dibujo de esas letras adentro de un cajn de muerto, desprovisto de toda compaa. Y ms terror an cuando pensaba que la cruz pasara el resto de las noches encerrada en el cementerio. Me haba pasado algo similar cuando muri mi madrina y me hicieron colocarle un corazn de claveles blancos sobre el pecho. Y bien que tard meses en olvidarme, porque cada vez que mi mam apagaba la luz, vena a mi encuentro la imagen de aquel rostro en el cajn y los claveles blancos. Mejor hubiera sido tener una madrina que no se muriera, pensaba yo, pero eso no se poda elegir ni prever porque morirse es imprevisible.No somos nada dijo mam.Cuando te toca te toca exclam un vecino.Y yo tuve miedo de que me tocara.En la casa haba sillas y banquetas por todos lados, pero no eran las sillas que tena la ta cuando no era viuda. Ahora que era viuda estaba al lado del cajn, miraba el piso, hablaba slo cuando alguien le hablaba y lloraba. Luego se quedaba quieta y callada.Viejo, por qu me dejaste?Las mujeres de los campos vecinos le decan: "No llors" o "llor, mujer, llor", y le ponan la mano en la cabeza, le preguntaban de qu se haba muerto el muerto, la acompaaban.Tarde o temprano, todos vamos a estar ah murmur una vieja mirando el cajn y tembl cuando o aquello.Ven me dijo otra vecina mostrando las paletas de sus negros dientes delanteros, no hagas caso.Y en un intento por consolarme asegur: No te asustes, la gente religiosa no muere. Hilario no muri, est con nosotros.Y quin est all adentro? y mir hacia todos lados.Nadie contest.Por qu dice que no muri pregunt a mam, si estamos todos ac velndolo?Hija, quiere decir que no muri espiritualmente, el alma sigue viviendo.Con el miedo que le tena a los espritus, ya no quise estar all y fui a tomar aire y a preguntarle a mi pap por qu, si nadie quera al to Hilario, todos lloraban en esa casa. El to Hilario est muerto hija, y ahora es bueno porque su alma est en el cielo.Eso me tranquiliz. Pero me dur slo unos segundos la tranquilidad, porque la vecina dentuda vino a conversar de nuevo; le preocupaba que no me explicarn bien las cosas.Querida afirm, y yo no poda dejar de mirarle los dientes, el alma de quien muere sin creer en Dios, no puede ir al cielo, y su espritu permanece suspendido unos das hasta que se reza lo suficiente y Dios lo perdona. Pero tu to Hilario era bueno y los buenos se van al cielo.El olor a crisantemos me descompona y qued en silencio. El viejo del bastn, del campo vecino, salud a mi ta:Queridita, se te fue el Hilario.Volv a tranquilizarme. Ya eran dos los que afirmaban la partida. A la noche hubo asado y vino para todos. Muchos vecinos se quedaron a comer y contaron chistes de velorios de campo. Pero lo peor para m fue dormir en la habitacin contigua al cuarto del velorio. Mam vino a darnos las buenas noches a todos los chicos que haba en el cuarto.Mi pap se fue al cielo? pregunt Martita. Tu pap subir cuando ustedes terminen de rezar todo lo que tienen que rezar amenaz mam.Yo no voy a rezar le contest, y mir a mi hermano.Vos vas a rezar porque si no, mi pap no sube.Yo no rezo.Vos rezs.Empez mi hermano y sigui Martita, llorosa por miedo a que por caprichosa yo no rezara. Mam repiti la orden y se fue, sin antes advertir:Hija, rez, porque si el alma no sube, se mete en el cuerpo de los que no creen.Mi corazn empez a cabalgar. Mir abajo de la cama, detrs de las cortinas y adentro del placard. Puse un papelito en el agujero de la cerradura, pero Martita dijo que las almas atravesaban las paredes.El silencio de la noche dejaba or los murmullos de los que quedaban en el velorio y algunas frases se filtraban por debajo de la puerta. Cada tanto, Martita, que rezaba, me deca que lo hiciera. Yo masticaba la sbana; no quera pensar en el muerto ni creer que su alma se asilara en mi cuerpo. Y le dije que s, que iba a rezar. Pero no rec.

Sandra Comino ([email protected]) naci en Junn, provincia de Buenos Aires, en 1964. Es escritora, docente y coordinadora de talleres de escritura y de promocin de la lectura, e investigadora de Literatura Infantil y Juvenil. Coordin la Biblioteca Infantil de la Fundacin El Libro de Buenos Aires. Forma parte de la Comisin Directiva de ALIJA (Asociacin de Literatura Infantil y Juvenil de Argentina), y es integrante del Comit Editorial de las revistas La Mancha (Argentina), RELALIJ (Fundalectura, Colombia) y Vagn Literario (Alfaguara, Mxico).As en la tierra como en el cielo (Grupo Editorial Norma), su primera novela, fue finalista en el concurso Premio Norma-Fundalectura 1998. Su cuento La enamorada del muro fue galardonado con el Primer Premio del concurso "A la Orilla del Viento" 1999 y publicado por el Fondo de Cultura Econmica de Mxico. Su obra La casita Azul (Nouvelle) recibi en 2001 el Premio Iberoamericano Para leer el XXI (Cuba) y ser publicada en Brasil, Canad y Cuba. En el mismo ao, por su trayectoria en la promocin de la literatura infantil, gan el Premio Especial La Rosa Blanca (Cuba).Ejerce el periodismo y colabora en medios grficos en crtica literaria. Entre otros medios, sus artculos se publicaron en Cronista Comercial, A-Z diez, La Nacin, Puro Cuento, Horizonte de Cultura, Planeta Urbano, Imaginaria y Planetario.Como investigadora, actualmente integra el equipo de Buenos Aires que desarrolla el Catlogo histrico, ilustrado y razonado, de las lecturas de infancia en el Ro de la Plata", junto a Graciela Montes, Nora La Sormani y Mara de los Angeles Serrano.

Esto no es para vospor Sandra CominoTexto de la ponencia presentada por la autora en la mesa redonda "Los temas recurrentes y las nuevas tendencias en los libros para jvenes" (Cmo entra la realidad en los textos. La aparicin de problemas sociales, histricos, la muerte, la enfermedad, la sexualidad, la pobreza en la ficcin para un receptor juvenil), realizada dentro del marco de las Jornadas para Docentes y Bibliotecarios "Libros infantiles y juveniles. Libros diversos, mltiples lecturas" de la 13 Feria del Libro Infantil y Juvenil (Buenos Aires, julio de 2002).La autora comenz su ponencia leyendo el cuento de su autora "Velorio de campo", que publicamos en la seccin "Ficciones".Voy a comenzar leyendo las respuestas a dos preguntas que responde Gustavo Roldn en una entrevista para el suplemento Cablenios (1):"Cules son los temas tabes en la literatura infantil?""El sexo, la muerte, las malas palabras, los grandes temas que les interesan a los chicos, ...la poltica. Vivimos en un mundo de polticos perversos que aparecen todos los das en los diarios y de eso nadie habla con los chicos.""Hay censura?" "La censura se ejercita de maneras muy perversas, porque est oculta. Un libro que queda en el cajn de un escritorio y no puede ser ni visto ni ledo por ningn nio, no existe..."Roldn en sus palabras resume un aspecto de lo que sucede en el campo de la literatura infantil y juvenil hoy en nuestro pas y habla de lo oculto y dice que aquello que queda oculto no tiene defensa posible. Sern la muerte, el sexo y la poltica temas prohibidos en la literatura infantil? Ser que hay que ocultar esos temas? En todo caso, alguien prohibe hablar de esos temas? Qu se puede decir y qu no en la ficcin en el 2002? Quin permite la circulacin de aquello que se dice y quin no? Es molesto hablar del hambre, del dolor, de la muerte? Tan molesto es hablar de la muerte? Todas estas preguntas surgen por la escasa incursin de estos temas en la amplia produccin de literatura infantil y juvenil hoy en Argentina. Esta produccin tiene dos brazos: uno que abarca la literatura fantstica y otro prematuro de corte ms realista donde se filtran algunos conflictos a veces de manera simblica y otras con un compromiso ms abierto. Hay autores que hace algunos aos incursionaron en este terreno. Los conflictos sociales aparecen tmidamente de la mano de algn editor que existe pero que no abunda. Estos temas tabes, por llamarlos de alguna manera no estn ausentes, pero tienen escasa presencia. Como consecuencia, aparece la palabra censura. Si de censura se habla a la hora de elegir ficcin para los ms chicos, las hay de varios modelos. A la hora de leer, la censura tiene reparos propios, ajenos, de la institucin, de los padres, del entorno. O nadie dud en leer La cancin de las pulgas (2) cuando Gustavo Roldn no solo se permite cantar pata, peta, pita, pota, puta sino que agrega repata, repeta, repita, repota y reputa? A la hora de escribir, la censura parece que no existe. Qu pasa a la hora de publicar?La censura a veces se ejerce por omisin. O nadie omiti alguna vez con los ms chiquitos la parte en que a Bambi se le muere la madre? Y eso que Disney no es literatura. Imposible olvidar en la infancia la muerte de Beth en Mujercitas que mi espritu trgico de escritora lea y rela slo para llorar. Cientos de veces me encontraba sin el libro porque al pobre lo culpaban de provocar ese terrible estado de nimo. La censura lleva la carga ideolgica de quien la emite y yo me preguntaba a quin poda molestarle que llorara. Pero para los adultos la muerte era un enemigo respetable, no queran que la leyera, pero durante el almuerzo se escuchaba el noticiero donde antes de las noticias el locutor enumeraba los muertos del da y eso para m era ms trgico que la muerte de Beth, porque a esa muerte, la de Beth, poda leerla y si se me antojaba la obviaba saltendome las pginas y si se me antojaba, la resucitaba con slo leer los primeros captulos. En cambio, los muertos de la radio se moran y all estaban en los velorios donde tambin me llevaban. Esto demuestra que la censura responde a los miedos de quien censura.Existe la censura en este pas? En mi opinin hay un tipo de censura vivita y coleando que es por omisin y est vinculada con la temtica. Es importante destacar que a la hora de seleccionar un libro es ms valioso que tenga un equilibrio entre la escritura y la historia y no importa si es de corte realista o de ciencia ficcin; da igual, ste no es el punto. El punto para detenerse es qu pasa con aquellos textos que hablan de temas que no aparecen demasiado en este campo de la literatura infantil y que s aparecen sin problemas en la literatura para adultos. Nadie dice esto no se publica hoy en Argentina, pero todos sabemos lo que no se publica.La contradiccin viene a cuento: Por qu en un pas donde la violencia es la tapa del da, es malo hablar de la muerte? Y cmo s que es malo hablar de la muerte? Porque no encuentro muchos libros que hablen de la muerte.El escritor est inmerso en un contexto histrico, social y su produccin tiene que ver con las condiciones de produccin de una poca determinada. Esto que dijo alguna vez Walter Benjamin es muy claro. El nio cuando construye una historia no admite censuras. Los chicos no se censuran. "As escriben sus textos, pero tambin los leen as..." La censura la ejerce el adulto. Y el escritor no dice "Hoy voy a hablar de la muerte" se sienta y escribe sobre eso. No. Eso no es literatura. Un escritor escribe y lo hace desde las entraas, con su historia, sus recuerdos, sus miedos, sus obsesiones, sus lecturas... Cuando un escritor escribe acerca de la muerte, de la enfermedad, de los desaparecidos, de la pobreza es porque pone en palabras aquello que no le cabe de otra manera en el cuerpo. Escribe lo que puede y lo que le sale. El entorno siempre repercute en la produccin por identificacin o por omisin. Todos sabemos que durante la dictadura en Argentina que abarc desde el '76 al '83 se prohibieron libros por decreto, se quemaron y censuraron libros, todo eso es demasiado conocido. Pero nos cuesta admitir que hoy existe una censura. La palabra censura trasciende los decretos, se instala en una sociedad que empieza a convivir con ella y se convierte en algo cotidiano y crece. Volviendo a la censura de la infancia, en la dcada del '70 no bastaba con lo prohibido por los decretos sino que la censura explcita o implcita estaba para no transitar la libre lectura. Estaba? "Esto no es para vos." Quin no lo padeci? Ser que no nos lo podemos sacar de encima? Siempre el adulto censura desde su ideologa por eso es tan difcil hablar de los criterios de seleccin. Volviendo a mi infancia que transcurri en el campo, la censura pasaba (adems de la muerte) por los temas relacionados con el sexo, por las novelas de Corn Tellado porque "describan" demasiado y segua su camino por las fotonovelas. Todo este recorrido, por suerte en mi historia, fue alterado por la curiosidad y por la aparicin cmplice de adultos que me ayudaron a cruzar el umbral de lo prohibido.La censura actual, no es por decreto, ni est masificada, est y, como dice Roldn, se produce por ocultamiento o por indiferencia a ciertos temas. Y esa forma de censura se ha transmitido de generacin en generacin, con tanto xito o ms que la narracin oral y est ajustado en la sociedad como un abrojo. Winicot habla del espacio transicional que es la zona entre la realidad y el sueo y all, en ese espacio ubica la creacin literaria. En los momentos de crisis donde la realidad sobrepasa los lmites y supera la ficcin, ese espacio creativo puede adoptar diferentes posturas: evasin, omisin o compromiso. De esto hablaron muchos pensadores. Bajtn dice que cada escritor escribe desde una ideologa que l llama cotidiana y que por ms que ese sujeto carezca de ideologa escribe desde un lugar donde plasma esa carencia y por lo tanto su ideologa es esa. No es intencional plasmar la ideologa se escribe as porque no se puede hacer de otra manera. Uno escribe desde su ideologa y desde la ideologa se lee aquello que no se escribi.La evolucin en el cambio histrico de la infancia, quiz influenciada por el consumo, hace que en la actualidad represente un gran mercado en general y dentro de ese mercado se encuentra el mercado editorial. En ocasiones se edita aquello que se sabe que se va a vender.Y esto circula de una manera extraoficial. La historia oficial habla de la libertad de prensa y publicacin. Tambin dice que vivimos en democracia. Un escritor sabe de antemano qu le podrn publicar y qu no. Hay escritores que se ajustan a lo publicable, estn los que tienen todo permitido por su trayectoria y reconocimiento y estn los que pululan por las editoriales y escuchan: "Tens que escribir otra cosa." "Por qu no escribs algo ms alegre?" Y como dice mi amiga Graciela Cabal: "No es mi caso, yo no puedo escribir de dinosaurios." Como una especie de pacto para proteger de antemano a los lectores, con el perdn de los presentes y sin nimo de ofender, creo que a veces el director de coleccin recorta o elige aquello que cree que va a ser ledo. Y all es donde el lector pierde libertad porque slo puede elegir lo que previamente ya est elegido. Y lo que no se lee, no se vende, y si no se vende no existe porque para la ley del mercado slo es bueno aquello que vende.Nios de shoping, de barrios cerrados y countries conviven bajo un mismo cielo con nios de la calle, analfabetos y trabajadores. Quines son los que leen? Y en todo caso, leen lo mismo? Un nio actual no es igual a un nio del siglo pasado, ni siquiera se parece a un nio de hace 10 aos. Hoy no todos tienen acceso a la educacin. El alto costo de la pobreza dice que el cociente intelectual de un nio pobre es un 20% ms bajo que el de un nio de clase media para arriba. Las cifras siempre son odiosas pero sta pone de manifiesto la desigualdad en trminos de estimulacin y adquisicin. Haber escuchado cuentos en la primera infancia ayuda al descubrimiento, no slo del lenguaje, sino de todo un mundo. La adquisicin del lenguaje trae consigo el poder comunicarse. Todo nio est entusiasmado por aprender a leer y por comunicarse. El desafo es leer para apropiarse de mundos. Muchas veces cuando termino de escribir un cuento me pregunto: quin lo leer?, lo podr leer un chico que espera la hora del almuerzo en el colegio porque en su casa no pudo cenar? O, en todo caso, qu derecho tengo yo de decir esto no lo escribo porque no me lo publican? Los chicos deben tener la posibilidad de elegir cuentos que le hagan olvidar por un rato lo que padecen o historias que le permitan identificarse o relatos que le dejen hundir su dolor o narraciones que lo hagan estallar de alegra, pero siempre de una literatura que haya sido escrita desde el corazn sin prohibicin alguna. El temor es que as como los diarios publican aquello que desean publicar; as como la televisin construye, deforma, esconde o muestra la noticia, desnuda lo que desea y tapa lo que no desea, el temor reitero, es que la literatura se acomode como los diarios y la televisin. Es una poca propicia para eso. En esta Argentina que atraviesa la peor crisis econmica y social que podamos recordar hay algo que s es para m y tambin para ustedes, para los chicos, para todos, aunque tengamos hambre y bronca: la literatura que es resistencia y esperanza.