vedda, miguel - introduccion y caracterizacion de la narrativa policial alemana

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Vedda, Miguel - Introduccion y Caracterizacion de La Narrativa Policial Alemana. (digitalización de una introducción a una Antología de narrativa policial alemana)

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Cuentos de Crimen y MisterioSeleccin, traduccin, introduccin y notas: Miguel Vedda.

Obras en esta antologa:-Meiner, August Gottlieb, Narracin criminal.-Spie, Christian Heinrich, Marianne L. Una historia veridical de 1788.-Kleist, von Heinrich, El duelo.-Temme, Jodocus Donatus Hubertus, Un duelo.-Halm, Friedrich, Liese Mazapn.

AAVV, Cuentos de crimen y misterio. Ed. y trad. de Miguel Vedda. Buenos Aires: Biblos-Universidad Nacional de San Martin, 2009.

Miguel Vedda.Introduccin: Anatoma del crimen y el misterio. Caracterizacin de la narrativa policial alemana.

Vedda, Miguel, Introduccin: Anatoma del crimen y el misterio. Caracterizacin de la narrativa policial alemana.. En: AAVV, Cuentos de crimen y misterio. Ed. y trad. de Miguel Vedda. Buenos Aires: Biblos-Universidad Nacional de San Martin, 2009.

I

La narracin de crimen y misterio constituye la modalidad especfica que adopt en los pases de lengua alemana, ya desde mediados del siglo XVIII, el gnero policial. En los aficionados a este gnero, la postulacin de una variedad alemana del policial provocar quizs extraeza, y ello no slo por el desconocimiento que en general existe acerca de autores como Meiner, Feuerbach o Temme: la imagen que poseemos acerca de los orgenes del gnero se encuentra a tal punto signada por el modelo del policial clsico y sobre todo, el anglosajn, que puede parecer inslita la simple alusin a una tradicin diversa. Lo llamativo es que la ausencia de un trmino de comparacin apropiado ha hecho que la propia forma clsica fuera entendida a menudo en forma distorsionada. De ah que pueda resultar provechoso tratar de comprender cabalmente tal forma, con vistas a describir luego, por contraste, la especificidad del policial alemn. Para comenzar a resolver este problema, convendra detenerse en una cuestin que ha dado lugar a reiteradas discusiones: la afinidad entre narracin policial y democracia. Se ha llamado la atencin sobre el hecho de que los totalitarismos del siglo XX mostraron escasa simpata por el gnero, o han intervenido aun activamente para censurarlo; Karl Anders afirm que la novela policial y su detective slo son posibles en un mundo que no est sometido a la omnipotencia del Estado, de la Gestapo o del Comisariado Interior para Asuntos Internos. En un Estado policial, un Sherlock Holmes es impensable, aun como personaje literario[footnoteRef:1]. Ms precisa y polmica es la posicin defendida en su estudio (ya clsico) sobre el policial, Asesinato por placer, por Howard Haycraft. Segn ste, el gnero detectivesco nicamente podra florecer en una sociedad en la cual las simpatas del pblico lector estn dirigidas hacia la ley y el orden, y se hallan en contra del criminal que procura eludir la justicia. Tanto la deteccin como el cuento de detectives, pues, progresaran en la misma proporcin en que lo hacen la tradicin democrtica y la decencia esencial de las naciones; cuanto ms se aproximen los gobiernos al gansterismo legalizado y a la conduccin a travs de la fuerza, menos verosmil ser que encontremos una investigacin criminal consciente o algn corpus de literatura detectivesca competente.[footnoteRef:2] [1: K. Anders, Der Kriminalroman, en J. Vogt (ed.), Der Kriminalroman. Zur Theorie und Geschichte einer Gattung, 2 vols., Mnich, Wilhelm Fink, 1971, vol. II, pp. 533-545; aqu, p. 541. Salvo indicacin diversa, las traducciones son mas, M. V. (Miguel Vedda).] [2: H. Haycraft, Murder for Pleasure. The Life and Times of the Detective Story, Londres, Peter Davies, 1942, p. 317.]

Fair play, justicia, negacin de la violencia, serian, pues, atributos que comparten la tradicin democrtica y la ficcin policial. Pero este alegato incondicional y exaltado a favor del gnero, justificable a partir de las condiciones histricas en que fue compuesto y publicado,[footnoteRef:3] merecera un examen ms minucioso, que coloque como punto de partida un agudo comentario de Thomas Narcejac que alude a la circunstancia de que, en los alegatos a favor del policial, suele hablarse de democracia, pero no se nos dice de cul de ellas.[footnoteRef:4] No sera errado afirmar que la democracia a la que aluden las narraciones de Edgar Allan Poe (1809-1849) o Arthur Conan Doyle (1859-1930) es la democracia inglesa de los aos 30; es decir, una democracia en que el establishment marcaba el tono y el policial pasaba por un juego de seor a ojos de aquella casta de gente culta, rica y un tanto hastiada que despreciaba el thriller por ser la distraccin favorita de la vulgar multitud; a cualquier precio haba que eliminar de la novela policaca toda huella de vulgaridad.[footnoteRef:5] Ms precisa es la tesis que sostiene que el policial es un hijo del capitalismo liberal: Surgido en los pases ms avanzados del capitalismo premonoplico en Inglaterra y en Estados Unidos en la segunda mitad del siglo XIX, asumi su configuracin clsica a finales del siglo XIX y comienzos del XX.[footnoteRef:6] Pero, una vez reconocida esta afinidad, habra que rehuir a cualquier suposicin de que la correspondencia entre el policial clsico y la sociedad capitalista liberal denota que el primero es un simple y puntual reflejo de la segunda; en todo caso, cabra decir que, si la narracin policial clsica expresa la estructura social mencionada, lo hace de manera compleja, insidiosa. [3: Cabe recordar que el libro apareci durante la Segunda Guerra Mundial.] [4: Th. Narcejac, Una mquina de leer: la novela policaca, Mxico, Fondo de Cultural Econmica, 1986, p. 207.] [5: Ibdem.] [6: E. Kaemmel, Literatur unterm Tisch. Der Detektivroman und sein gesellschaftlicher Auftrag, en J. Vogt (ed.), ob. Cit., vol II, pp. 516-523; aqu, p. 517.]

La categora de modelo [Modell], tal como fue empleada por Bertolt Brecht, sobre todo durante el exilio, puede ayudar a comprender mejor la correspondencia indicada. Brecht sostena que la obra literaria y el drama slo podrn ser legtimamente realistas en la medida en que operen una reduccin de lo real: la obra esttica, a semejanza del experimento cientfico, no es, entonces, un simple reflejo de la realidad en toda su extensin, sino una seleccin y un realce de determinados fenmenos, que son colocados en una constelacin diferente de la originaria por efecto de la intervencin del escritor; el trabajo de ste no es algo natural sino un artificio: el resultado de una simplificacin y concentracin de fenmenos reales. Lo que debera realizar en forma consciente y deliberada el escritor proyectado por Brecht, lo hace de un modo casi espontneo el autor del policial clsico: el experimento efectuado por ste consiste en intensificar la accin narrativa, no solo evitando la introduccin de tramas secundarias sino tambin confinando los acontecimientos dentro de un espacio fsico reducido e involucrando al menor nmero posible de personajes. Al realizarse esta concentracin extrema de los elementos de la narracin, queda eliminados una vez ms: como en la experimentacin cientfica las fuentes de perturbacin. El propio Brecht ha sealado, en sus consideraciones acerca de la popularidad del policial, que el mundo por ste configurado manifiesta una coherencia que buscaramos en vano en la realidad emprica; en la vida cotidiana, no podemos aducir motivos unvocos ni siquiera para nuestras propias decisiones, para no hablar de las que toman los dems. Las circunstancias con las que nos enfrentamos son sumamente equivocas, encubiertas, confusas. La ley de la causalidad funciona, a lo sumo, de manera parcial. [footnoteRef:7] En el mundo del policial, en cambio, nos enfrentamos con segmentos de realidad delimitados; pequeos complejos de acontecimientos aislados, restringidos, en los que funciona de manera satisfactoria la causalidad.[footnoteRef:8] [7: B. Brecht, Uber die Popularitat des Kriminalromans, en Ausgewahlte Werke in sechs Banden, Jubilaumsausgabe zum 100. Geburtstag, vol VI, pp. 379-385; aqu, p. 384.] [8: Ibdem, p. 382.]

La eliminacin del azar, de las fuentes de perturbacin que presenta en una medida abundante la vida cotidiana, crea la ilusin de la existencia de un mundo sometido a leyes racionales, cuyo cumplimiento garantiza la existencia de un orden justo y estable. En el fondo, el mundo as configurado es la realizacin pleno de los principios del liberalismo clsico; para ste, el universo se encuentra fundado en leyes perfectamente racionales y congruentes entre s: en una armona preestablecida que slo de vez en cuando es estorbada, y que puede ser restaurada merced a la intervencin de un elemento externo, superior, que a semejanza del Dios de Leibniz interviene como un deus ex machina con vistas a restituir el orden interrumpido. De un modo parecido conceba la economa poltica liberal el funcionamiento de la sociedad burguesa: como un sistema armonioso de leyes frreas que slo se ve espordicamente afectado por la arbitrariedad de particulares o grupos, cuya influencia nociva debe ser forzosamente conjurada. No en vano la moral burguesa aspiro tambin a crear un sistema de leyes tan rigurosas como las que presuntamente regan la mecnica celeste; as, para la tica kantiana, las instituciones y los preceptos de la sociedad burguesa son acordes con las exigencias de la razn, y no pueden entrar en contradiccin entre s; si los hombres obedecieran a los imperativos morales, no existiran conflictos: el problema es que el egosmo y los apetitos sensibles suelen desviar a los sujetos del camino prescripto por la razn.La narracin policial se asienta, inicialmente, en una visin liberal del mundo en el momento histrico en que los fundamentos mismos del capitalismo liberal estn comenzando a conmoverse, es decir: a mediados del siglo XIX. La afirmacin de un orden social justo y natural, y la fe en su posible continuidad indefinida, al margen de las crisis, resultan cada vez menos crebles; de ah que el regreso al orden natural se presente a menudo, en el policial clsico, como el final de un ilusorio cuento maravilloso, y sobre todo que la conjuracin del caos requiera de la intervencin de un personaje dotado de capacidades sobrehumanas. La necesidad de acudir a elementos exgenos, destinados a encauzar la accin hacan un happy end, tiene que poner, cuando menos, en duda la identificacin racionalista de leyes de la lgica con las leyes del universo. Pero no es infrecuente que el detective se empee en sostener enfticamente la armona universal; as, por ejemplo, Auguste Dupin dice, en El misterio de Marie Roget:

Mi corazn no posee fe alguna con respecto a lo sobrenatural. Ningn hombre capaz de pensar puede sentirse inclinado a negar que la Naturaleza y Dios no forman un todo nico. Que ste, habiendo creado a aqulla, puede a su voluntad gobernarla o modificarla, es cosa tambin fuera de toda duda. He dicho a su voluntad, porque es una cuestin de voluntad y no de poder []. No se trata de que la Divinidad no pueda modificar sus leyes; pero imaginando una necesidad posible de modificacin, la insultamos. Desde el origen han sido creadas estas leyes para abarcar todas las contingencias que puedan contenerse en lo futuro, porque para Dios es presente.[footnoteRef:9] [9: E. A. Poe, El misterio de Mara Roget, en Cuentos, Introd. De J. Preucho, Trad. de J. Gmez de la Serna, Barcelona, Planeta, 1983, pp. 428-473; aqu, pp. 471-472. La traduccin ha sido modificada.]

El hecho de que se afirme la coherencia del mundo en una poca en que un postulado semejante resulta ya casi insostenible contribuye a explicar la funcin consolatoria[footnoteRef:10] que viene a cumplir el policial: en virtud de su concentracin y del empeo en crear un mundo regido por una causalidad frrea, proporciona una va de evasin respecto de una realidad cotidiana contrapuesta a tal modelo; en ese sentido, parece acertada la tesis de Borges segn la cual la narracin policial cuenta con el mrito de salvar el orden en una poca de desorden[footnoteRef:11]. Si muestra hechos enigmticos o trgicos y la amenaza de una cada en el caos, lo hace solo con vistas a mostrar que caos y tragedia pueden ser subyugados; y en tal manera, que es posible aplicar a ella lo que ha escrito Umberto Eco a propsito de la novela de folletn de Eugene Sue y de Alejandro Dumas, a saber: que superpone la propia justicia a la comn, destruye a los malvados y recompensa a los buenos, restablece la armona perdida; por ende, no es revolucionari[a], es caritativ[a]; consuela a los propios lectores con la imagen de una justicia ficticia[footnoteRef:12]. [10: En Il superuomo di masa, Umberto Eco sostiene que la novela popular apunta a producir en el lector una catarsis consolatoria en la medida en que, desde una perspectiva socialdemcrata-paternalista, solo abre crisis que pueden ser sanadas. La novela problemtica propone, en cambio, finales ambiguos, de modo que una vez concluido el libro, el lector permanece enfrentado con una seremi de interrogantes sin respuesta (U. Eco, Le lacrime del Corsario nero, en Il superuomo di masa. Retorica e ideologa nel romanzo popolare, Miln, Fabbri, 1978, pp. 7-18; aqu, p. 10).] [11: J. L. Borges, El cuento policial, Obras completas, 4 vols., Buenos Aires, Emec, 2007, vol. 4, pp. 229-240; aqu, p. 240.] [12: U. Eco, Ascesa e decadenza del Superuomo, en Il superuomo di masa, pp. 89-114; aqu, p. 106.]

Pero de la mano de la caracterizacin de la sociedad burguesa, y aun del universo in toto como esencialmente armnicos y ordenados, va la asociacin de lo natural-irracional con el mal o su rebajamiento a la condicin de mera fuente de error. Hemos visto que la tica de la burguesa en ascenso asociaba el mal con la incapacidad para someter bajo leyes imperativos sensibles; en concordancia con este imperativo funcionan las narraciones de Poe, cuyos dos polos, como ha sealado Helmut Heissenbuttel, son los extremos antitticos de ratio e inhumanidad, ejemplarmente representados por el puro razonador Dupin y el orangutn asesino de Los crmenes de la calle Morgue. Acorde con semejante racionalismo es la aversin por cualquier expresin extrema de sensacionalismo: escaso derramamiento de sangre, desinters por la descripcin de torturas y mutilaciones, ausencia de crmenes sexuales y de sadismo, son rasgos que caracterizan al policial del periodo, y que se alteraran en la evolucin ulterior del gnero. En el mismo sentido se mueve el austero ascetismo del detective, entre cuyos atributos ms representativos se encuentran la impasibilidad, la misoginia, la misantropa, el espritu de sistema; su actitud se adecua a la orientacin desantropomorfizadora que define a la ciencia moderna: Gracias a la medicina legal [] el detective puede librarse de todo lo que en el corre el riesgo de ser demasiado humano; prejuicios, pasiones, etc. Ya no es ni polica, ni juez, ni tampoco conciencia: ya es solo el lugar mental en que la verdad se formula poco a poco.[footnoteRef:13] El alejamiento del detective respecto de la vida cotidiana que se deriva de su naturaleza de mquina de pensar se halla reforzado an ms por su condicin de outsider, que permanece apartado de los horarios y la rutina habituales de la vida laboral burguesa. Este atributo del detective clsico se muestra ya en el Dupin de Poe, quien lleva una existencia marcada por la reclusin y la ms plena bizarrerie: a la vez modesto y refinado, Dupin vive, en compaa del narrador, en un rincn retirado y desolado del Faubourg Saint-Germain; durante el da, los dos amigos crean una noche artificial cerrando los slidos postigos de la casa, de modo que esta es como el estuche o acaso ms apropiadamente la cripta de sus habitantes; durante la noche, ambos salen a recorrer las calles desiertas. Este talante bohemio, saturado de rasgos aristocrticos, procurar excluir de la existencia del detective todos los rasgos de vulgaridad que singularizan al mundo del trabajo alienado y de la acumulacin del capital. A partir de Arthur Conan Doyle, el modelo asume trazos ms acusadamente burgueses: Holmes es ya un especialista que tal como se ve, con particular nitidez, en Un estudio en escarlata (1887) ha desarrollado en una medida extrema los saberes y las capacidades propios de su mtier, prescindiendo, con raras excepciones, de los que incumben a otras profesiones.[footnoteRef:14] De esto tena que derivarse un esquematismo al que solo extraordinariamente consigui sustraerse el gnero; si, en Poe, la impersonal abstraccin era un atributo de la masa, cuyos integrantes se comportan a la manera de autmatas, afectados (como ha sealado ejemplarmente Walter Benjamin) por la experiencia del shock,[footnoteRef:15] a partir de Conan Doyle tambin el detective se convierte en una figura susceptible de ser identificada y catalogada aunque sin perder su condicin de outsider, y de degenerar en formula. [13: Th. Narcejac, ob. cit., p. 29.] [14: Vase la lista de saberes y desconocimientos de Holmes que elabora Watson en la novela indicada; el medico advierte que su amigo posee nulos conocimientos acerca de la literatura, filosofa, astronoma (por ejemplo, ignora la Teora Copernicana y la composicin del Sistema Solar. Que un ser humano civilizado, en este siglo XIX, no estuviera enterado de que la Tierra viajaba alrededor del Sol, me pareci un hecho tan extraordinario que apenas si poda aceptarlo); pero domina en profundidad la quima y la literatura sensacionalista. El ttulo del captulo es, sugestivamente, La ciencia de la deduccin (A. Conan Doyle, Sherlock Holmes: The Complete Novels and Stories, Introd. De L.D. Estleman, 2 vols., Nueva York, Bantam, 1986, pp. 11-13).] [15: Vanse los anlisis de El hombre de la multitud, de Poe, que se despliegan en la seccin El flaneur de El Paris del Segundo Imperio en Baudelaire y en Sobre algunos temas en Baudelaire (Incluidos en W. Benjamin, Iluminaciones II. Poesa y capitalismo, Trad. de J. Aguirre, Madrid, Taurus, 1972)]

II

Para especificar esto, convendra retomar la ya apuntada afinidad entre policial clsico y democracia (burguesa), indicando que los lmites del democratismo del gnero son, en ms de un aspecto, los del liberalismo burgus; entre ellos se encuentra el engaoso carcter democrtico de un mtodo de deduccin que, puesto, en apariencia, a disposicin de todos, solo es utilizado eficazmente por ciertos individuos excepcionales; Erich Thier desde una perspectiva en ms de un aspecto inaceptable[footnoteRef:16] ha subrayado esta paradoja comn al capitalismo liberal y al policial clsico; segn l, la invitacin que realiza la narracin detectivesca para que cada lector se convierta en detective es una de las ficciones democrtico-liberales. Todos son aceptados en el crculo en el que, en apariencia, se toman las decisiones, pero el circulo no es tal, y las decisiones se toman en realidad en otros lugares.[footnoteRef:17] Pero no solo en el hecho de que muchos sean los llamados y pocos los elegidos se percibe la citada homologa; tambin y ante todo en el formalismo, ligado con la obsesin por mostrar la permanente victoria de la ratio abstracta sobre el informe caos de lo irracional. De ah el automatismo, y, a la vez, la inverosimilitud que distinguen a la ficcin detectivesca, derivados de la necesidad de poner escena a caracteres que se asemejan ms a funciones lgicas que a seres humanos reales. En tal sentido, ha apuntado Roger Caillois que el policial clsico tiende a eliminar toda vida, toda humanidad, y precisamente su vicio original, que no puede desarraigar, consiste en no poder librarse completamente de ambas y verse obligada a poner en escena hombres de carne y hueso, sensibles y apasionados, y no automticas, cifras o piezas de ajedrez, cuya conducta o carcter, absolutamente calculable, no conservara la tara de seguir teniendo, por ms que se haga, un carcter imprevisible y caprichoso, por poco que sea. Esta libertad caracterstica de las acciones de una criatura viva, de la cual no puede privar el autor a sus personajes, introduce un intolerable margen de inseguridad en el razonamiento del detective ms matemtico. El elemento humano es necesario y sigue siendo irreductible.[footnoteRef:18] [16: El artculo fue publicado originariamente en la Alemania nazi, lo cual explica, seguramente, muchas de las afirmaciones que se hacen en l; por ejemplo, la primera nota: La sociedad burguesa aparece como unitaria cuando se la contrapone con el orden popular nacionalsocialista. En s, presenta muchas capas. La clase media burguesa ilustrada, por ejemplo, remite a un nivel muy distinto que sociedad capitalista-burguesa (Uber den Detektivroman, en J. Vogt, ed., ob. cit., vol. II, pp. 483-499; aqu, p. 499, n. 1).] [17: Ibdem, p. 494.] [18: R. Caillois, Acercamientos a lo imaginario, Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 1989, p. 280.]

Tanto la modificacin de las estructuras sociales como el desgaste tenan que incitar la bsqueda de variaciones o alternativas. Entre ellas se encuentra el policial negro, tal como floreci, inicialmente, en Estados Unidos a travs de escritores como Dashiell Hammet (1894-1961) o Raymond Chandler (1888-1959); pero detrs de estas figuras de primer orden se aglomera el inmenso volumen de hard-boiled fiction que permiti que irrumpieran con violencia los contenidos reprimidos en la forma clsica. Se ha coincidido en sealar como figura de transicin a Edgar Wallace (1874-1932) en quien la figura del detective independiente es reemplazada por la del oficial de Scotland Yard que resuelve sus casos, no por sus excepcionales conocimientos y talentos, sino por ser parte de una organizacin poderosa y ubicua.[footnoteRef:19] El cambio de personaje no acarrear un mayor respeto por las leyes y el fair play, sino la exposicin de una alianza ms estrecha entre orden jurdico y violencia; de ah que, como seala Orwell, el tono de las narraciones torne bastante visible que la admiracin que Wallace experimenta por la polica es pura veneracin de la matonera; el detective del Scotland Yard es la clase de ser ms poderosa que l puede imaginar, en tanto el criminal figura en su mente como un forajido contra el cual todo est permitido, como los esclavos condenados en la arena romana.[footnoteRef:20] Lo que aqu se insina alcanzara la plenitud, no solo en obras como las de James Hadley Chase (1906-1985) y Frdric Dard (1921-2000), sino an ms en las de una plyade de autores menores cuyas ficciones detallan las ms variadas y extremas posibilidades del sadismo. El mundo al que estas obras remitan ya no el del capitalismo liberal, sino el del capitalismo monoplico: un mundo en que la violencia desnuda institucional o privada ha quebrado los marcos de la legalidad precedentes, y en que, como seala Rudolf Schenda, se proporcionan satisfacciones sustitutas para un pblico que no tiene nocin, ni quiere tener ningn conocimiento, acerca de una accin racional, y que se evade prvidamente en el mundo perverso de la violencia extrema con vistas a tolerar, silenciosamente y sin protesta, apticamente y sin reflexin, los conflictos menos intensos de la realidad cotidiana.[footnoteRef:21] [19: Vease G. Orwell, Raffles and Miss Blandish, en The Collected Essays, Journalism and Letters of George Orwell, Ed. Por Sonia Orwell y Ian Angus, 4 vols., Harmondsworth, Penguin, 1968, vol. 3, pp. 246-260, especialmente pp. 256-257; E. Kaemmel, ob. cit., p. 525.] [20: G. Orwell, ob. cit., p. 256.] [21: R. Schenda, Violenz im popularen Roman, en Die Lesestoffe der Kleinen Leute. Studien zur popularen Literatur im 19. und 20. Jahrhundert, Mnich, Beck, 1976, pp. 105-120; aqu, p. 111.]

El cambio de funcin en la figura del detective en la evolucin que, pasando por los agentes de Wallace, va de Dupin al comisario San Antonio puede constatarse tambin en la del delincuente: la historia del policial ha mostrado un desarrollo que, partiendo de un ladrn de guante blanco como el Raffles de Ernes W. Hornung (1866-192), llega a un criminal desprovisto de parmetros ticos como el Fantomas de Pierre Souvestre y Marcel Allain. Un punto intermedio dentro de esta lnea corresponde al Arsene Lupin de Maurice Leblanc: un delincuente que revela ya la proclividad al sadismo y la voluntad de poder, pero que conoce an reglas y lmites estrictos. El despliegue de la violencia explcita y desmedida en un vasto sector del policial propio del capitalismo tardo puede explicarse bien a partir de la categora, acunada por Herbert Marcuse, de desublimacion represiva; segn Marcuse, la sociedad industrial avanzada ha generado una literatura que suprime los tabes propios de pocas precedentes, pero sin que ello signifique el desvanecimiento de la represin; en esa literatura todo es infinitamente ms realista, osado, desinhibido. Es ua y carne de la sociedad en la que los hechos ocurren, pero no es su negacin en ningn lado. Lo que ocurre es sin duda salvaje y obsceno, viril y atrevido, bastante inmoral y, precisamente por eso, perfectamente inofensivo.[footnoteRef:22] De ah que el elenco de personajes que pueblan esta ficcin algunos de los cuales, como podr verse, son figuras representativas del policial en su forma no clsica sirvan como elementos afirmativos de la sociedad contempornea: [22: H. Marcuse, El hombre unidimensional. Ensayo sobre la ideologia de la sociedad industrial avanzada, Trad. de Antonio Elorza, Barcelona, Planeta De Agostini, 1985, p. 107.]

La vampiresa, el hroe nacional, el beatnik, la esposa neurtica, el gangster, la estrella, el magnate carismtico, representan una funcin muy diferente e incluso contraria a la de sus predecesores culturales. Ya no son imgenes de otra forma de vida, sino ms bien rarezas o tipos de la misma vida, que sirven como una afirmacin antes que como una negacin del orden establecido.[footnoteRef:23] [23: H. Marcuse, ob. cit., p. 89.]

El retorno irracional de lo que haba sido reprimido por la sociedad burguesa temprana se asocia con una proliferacin de la violencia explcita que, segn Marcuse, desemboca en una justificacin del statu quo; y, sin embargo, cabra acordar que la aun no agotada vigencia de personajes como los de Fantomas o San Antonio no se debe solo a su proximidad a la realidad contempornea, sino acaso an ms al hecho de encarnar un modo de vida alejado, e incluso contrapuesto, a la cotidianidad burguesa.

III

El itinerario del policial que hasta aqu hemos descripto parece sugerir un curso de desarrollo unilineal, que progresivamente se aparta de la sublimada forma clsica para desembocar en la pulp fiction. Ello comportara omitir que, a lo largo de la evolucin recorrida por el policial clsico, existieron modelos alternativos, que procuraron eludir el esquematismo de la narracin-problema; un ejemplo saliente lo ofrece el policial francs, que gesto una variante dotada de probada identidad. Hemos visto que, en la variante anglosajona, la condensacin narrativa, la consecuente exclusin del azar y el trabajo con personajes estereotipados podan degenerar en automatismo; de ah que, de los polos entre los cuales, segn indicaron Pierre Boileau y Thomas Narcejac, se mueve la narracin el razonamiento y la verosimilitud, los discpulos de Poe y Conan Doyle, y en ocasiones aun estos mismos, hayan fomentado el primero a expensas del segundo.[footnoteRef:24] Es caracterstico que, en este caso, la figura del criminal aparezca totalmente desleda, o se presente como encarnacin casi alegrica del Mal. Pero si, en la narracin-problema, el criminal permanece oculto detrs del crimen, cabe imaginar un modelo en que el acto delictivo retrocede detrs del malhechor, de modo que las motivaciones psicolgicas y sociales de ste pasen a ocupar el primer plano. Esto es lo que ocurre con el policial francs ya a partit de mile Gaboriau (1832-1873); su detective, el inspector Lecoq, no es una Thinking Machine (Futrelle) ni un investigador independiente, sino un polica talentoso que, con frecuencia, realiza deducciones erradas, y que apela recurrentemente a sus intuiciones; por eso es ms verosmil que Dupin. Sus pesquisas no tienen por finalidad desentraar misterios tan impenetrables como los del local cerrado, sino que tratan de revelar caracteres. El enigma no se encuentra en las cosas sino en los seres. Es, en parte, psicolgico.[footnoteRef:25] Aun un detective ms prximo al modelo anglosajn, como lo es Rouletabille de Gaston Leroux, diverge de sus modelos en la medida en que, de novela en novela, va alejndose de la obsesin por tomar el hilo de la razn por el lado correcto, para convertirse en una figura cuya biografa personal va cobrando creciente importancia. Por lo dems, su principal enemigo Frdric Larsan posee rasgos y una historia precisos, que a su vez se hallan inextricablemente vinculados con los del detective. El exponente ms significativo de la escuela francesa es, bajo este aspecto, el escritor belga Georges Simenon (1903-1989), cuyo comisario Maigret no se destaca por sus dotes intelectuales sino por la capacidad para asumir la perspectiva del criminal, comprendindolo y entrando en emptica con l. El delincuente es, para Maigret, ms importante que el propio delito, y por ello, no comporte en modo alguno el criterio de sus colegas. No es ni cazador de hombres ni perro guardin; en ocasiones, Maigret traiciona una secreta simptica hacia el culpable que apresa, esta vez simplemente humana y no artstica y distante como la de su mulo, el aficionado distinguido. l [] toma los reglamentos a beneficio de inventario y pone con gusto la piedad sobre el deber.[footnoteRef:26] [24: Vase P. Boileau y Th. Narcejac, La novela policial, Trad. de Basilia Ppastamatin, Buenos Aires, Paids, 1968, 1968, pp. 48-49.] [25: Ibdem, p. 47.] [26: R. Caillois, ob. cit., pp. 286-287.]

IV

Como el policial francs, tambin el alemn posee caractersticas distintivas, y cabe indicar que stas sealan una mayor distancia respecto del modelo del policial clsico. Hemos sealado que ste postulaba, con fines consolatorios, la existencia de un universo ordenado, cuyo custodio y garante es el detective independiente; tambin aludimos a las correspondencias existentes entre el modelo de la narracin-problema y la ideologa del capitalismo liberal. Ambos elementos tienen que ayudarnos a entender por qu esta variedad del policial tena que encontrar serias dificultades para germinar por ejemplo en sociedades como la alemana o la austraca, en las que persisti tenazmente, hasta bien entrado el siglo XIX, el absolutismo feudal.A esto se aaden otros factores. Se ha sealado que una de las condiciones bsicas para el surgimiento del gnero policial ha sido la desaparicin de una cultura tradicional y la transformacin de los individuos en sujetos privados, burgueses; en tales condiciones la experiencia se privatizo, reducindose al ms estricto mbito personal. En las grandes ciudades los sujetos pueden mantener un relativo anonimato, escamotear aspectos de su personalidad o de su vida pasada ambas cosas pueden significar exactamente lo mismo; el criminal obtiene, de estas posibilidades, un provecho que no podra extraer en la pequea ciudad o en la aldea. En El Paris del Segundo Imperio en Baudelaire, Walter Benjamin cita la declaracin realizada en 1798 por una gente secreto parisino segn la cual es casi imposible [] mantener un buen tren de vida en una gran concentracin de poblacin, donde cada individuo es, por as decirlo, un desconocido para todos los dems y, por ende, no necesita avergonzarse ante nadie.[footnoteRef:27] La masa comenta Benjamin, que es el asilo que protege de sus perseguidores al asocial, ha revelado bien temprano sus flancos peligrosos. Ella est en el origen de la narracin detectivesca.[footnoteRef:28] El contenido social originario de esa narracin es el desvanecimiento de las huellas del individuo en la multitud de la gran ciudad.[footnoteRef:29] A partir de esta afinidad entre la gran ciudad y el crimen ha conseguido crear el policial clsico una nueva poesa; no en vano ha sostenido Gilbert K. Chesterton: [27: W. Benjamin, Das Paris des Second Empire bei Baudelaire, en Gesammelte Schriften, Unter Mitwirkung von Theodor W. Adorno y Gershom Scholem hrsg. von Rolf Tiedemann und Hermann Schweppenhauser, 7 vols., Frncfort del Meno, Suhrkamp, 1991, vol. 1-2, pp. 511-604; aqu, p. 542.] [28: Idem.] [29: Ibdem, p. 546.]

El primer merito esencial de la narracin detectivesca reside en que sta es la primera y nica forma de literatura popular en que se expresa algn sentido de la poesa de la vida moderna. [] Esta nueva representacin de la gran ciudad como algo salvaje y obvio ha encontrado su Ilada en la narracin detectivesca. [] Esta percepcin de la poesa de Londres no es un detalle menor. Una ciudad, hablando en sentido estricto, es an ms potica que el campo; pues mientras la naturaleza es un caos de fuerzas inconscientes, la ciudad es un caos de fuerzas conscientes. [] No hay una sola piedra en la calle ni un solo ladrillo en el muro que no sea, de hecho, un smbolo deliberado un mensaje de algn ser humano, como lo son un telegrama o una tarjeta postal.[footnoteRef:30] [30: G. K. Chesterton, The Defendant, Rockville, Wildside Press, 2005, p. 106.]

Es en si significativo que Chesterton llame la atencin sobre la ntima racionalidad y legibilidad del escenario urbano; la conveccin acerca de la existencia de un orden coherente y benvolo se aviene muy bien, en todo caso, con la filosofa de su propia detective, quien con frecuencia formula una visin del mundo acorde, en lo fundamental, con la que vimos expresa por el Dupin de Poe; as, en La cruz azul:

La razn y la justicia imperan hasta en la estrella ms solitaria y ms remota; mire usted esas estrellas [] Imagnese usted la geologa, la botnica ms fantstica que se le ocurra; piense usted que all hay bosques de diamantes con hojas brillantes; imagnese usted que la luna es azul, que es un zafiro elefantino. Pero no se imagine usted que esta astronoma frentica pueda afectar a los principios de la razn y de la justicia.[footnoteRef:31] [31: G. K. Chesterton, El candor del padre Brown, Trad. de Alfonso Reyes, Barcelona, Bruguera, 1981, p. 11,]

Una conjuncin semejante de elementos resultara prcticamente impensable en una sociedad que, como la alemana, se mantuvo durante mucho tiempo apartada de las vas que identifican a las sociedades burguesas desarrolladas; ante todo, la inglesa o la francesa. Un conglomerado informe de pequeos Estados, supeditados a una legislacin y a una administracin judicial arbitrarias y anacrnicas, no ofrece un terreno propicio para la formulacin de un mundo ficcional como el que encontramos en las narraciones de Poe, Conan Doyle o Chesterton.Un cotejo sumario con una figura representativa de la narrativa alemana podra contribuir a poner en claro las diferencias. Uno de los ms importantes escritores alemanes del periodo clsico, Heinrich von Kleist 1777-1811, ha escrito una serie de narraciones que se encuentran entre los exponentes ms destacados de la Kriminalgeschichte alemana; la ms clebre de ellas, Michael Kohlhaas 1808, cuenta la historia de un comerciante de caballos pacfico y honesto que, despus de haber sido vctima de la justicia arbitraria de los Junker, decidi rebelarse, y en tal medida que su sentimiento de justicia hizo de l un bandido y un asesino.[footnoteRef:32] La circunstancia de que la accin narrativa no se desarrolle en la modernidad burguesa, sino en tiempos de Lutero, es tan caracterstica como el hecho de que otra de las grandes narraciones criminales alemanas La seorita de Scuderi 1819, de E. Th. A. Hoffmann 1776-1822 est ambientada en la Francia de Luis XIV; no hay aqu inters alguno en extraer una poesa de la gran ciudad como la que adverta Chesterton en las detective stories inglesas. De hecho, cabe apuntar que, en la correspondencia kleistiana, se detallan exasperadas diatribas en contra de las grandes ciudades burguesas (ante todo, Pars), como mbitos en que solo podra gestarse la depravacin moral; as, en carta a Karoline von Schlieben del 18 de junio de 1801, escribe Kleist: [32: H. von Kleist, Michael Kohlhaas, en Samtliche Werke und Briefe in vier Banden, Ed. Por L-M. Barth et al., vol. 3: Erzahlungen, Anekdoten, Gedicht, Schriften, Frncfort del Meno, Deutscher Klassiker, 1990, pp. 11-142; aqu, p. 12.]

Pues, en las capitales, los hombres son demasiado cautelosos para ser francos; demasiado refinados para ser autnticos. Son comediantes que se engaan mutuamente y hacen como si no lo percibieran. Pasan framente junto a los dems; uno se desliza por las calles a travs de una multitud de hombres, a las que nada les resulta ms indiferente que sus semejantes; antes de que uno haya captado el aspecto de una persona, sta ha sido desplazada por otras diez; all uno no se relaciona con nadie, y nadie se relaciona con nosotros; se saludan con cortesa, pero el corazn es aqu tan intil como un pulmn bajo una campana en la que se ha hecho el vaco; y si se escapa algn sentimiento, ste suena tal como un sonido de flauta en medio de un huracn.[footnoteRef:33] [33: H von Kleist, Werke und Briefe in vier Banden, Ed. Por S. Streller en colaboracin con P. Goldammer et al., Berln, Aufbau, vol. 4, p. 232.]

Y en carta a Wilhelmine von Zenge, datada en Paris el 15 de agosto de 1801, comenta en estos trminos la impresin que le produjeron Francia y su capital:

Oh, no puedo describirte la impresin que me produjo la primera visin de la inmoralidad ms elevada en medio de la ciencia ms elevada! Adnde ha conducir el destino a esta nacin? Dios lo sabe. Est ms madura para la decadencia que cualquier otra nacin europea. [] E incluso este estudio de las ciencias naturales al que se ha entregado toda la intelectualidad de la nacin francesa con fuerzas casi coligadas, adnde conducir? Es que le interesa a l la verdad? Al Estado? Un Estado no conoce ningn otro beneficio que el que se puede calcular en porcentajes.[footnoteRef:34] [34: H. von Kleist, Werke und Briefe in vier Banden, vol. 4, p. 253.]

El nfasis puesto en la depravacin de la nacin burguesa y de Paris, como su emblema ms representativo, se extiende tambin, como se ve, al fan de saber y sobre todo de riquezas, entendido como un fin en s mismo, y al margen de todo provecho social. Ya este escepticismo ante el pensamiento discursivo contrasta con la tendencia del policial clsico; an ms sensible se torna la divergencia cuando se piensa en que la obra kleistiana insiste en presentar el universo como un caos de fuerzas irracionales, gobernado por un Dios que segn sostiene Kleist en carta a Karl Freiherrn von Stein del 4 de agosto de 1806, puede no ser ningn espritu malvado, pero es, en todo caso, un espritu simplemente inconcebible.[footnoteRef:35] Un papel sustancial en la consolidacin de semejante escepticismo ante la coherencia y comprensibilidad del mundo tuvo la aproximacin a la filosofa de Kant; en este haber dado Kleist con la confirmacin de que no es posible encontrar verdad alguna en este mundo;[footnoteRef:36] en carta a Wilhelmine von Zenge del 22 de marzo de 1801 comenta: [35: Ibdem, p. 352.] [36: Ibdem, p. 200.]

Hace poco me puse en contacto con la filosofa reciente, as llamada kantiana; y ahora tengo que comunicarte un pensamiento extrado de ella [] Si todos los seres humanos, en lugar de ojos, tuvieran cristales verdes, tendran que juzgar que los objetos que perciben por ese medio son verdes; y jams podran decidir si sus ojos muestran las cosas tal como son, o si les aade algo que no les pertenece a ellas, sino al ojo. Lo mismo sucede con el entendimiento. No podemos decidir si lo que llamamos verdad lo es realmente, o si solo nos parece serlo. Si es este ltimo el caso, entonces la verdad que acopiamos en este mundo ya no existe despus de la muerte y es vano todo empeo en procurarse una posesin que tambin nos acompae a la tumba.[footnoteRef:37] [37: Ibdem.]

En consonancia con una visin del mundo semejante, tanto Michael Kohlhaas como una entera galera de personajes kleistianos el prncipe de Hamburgo, la marquesa de O, Jeronimo y Josefa en El terremoto en Chile (1807), o Littegarde en El duelo, perciben el carcter indescifrable de un universo que parece sustraerse a toda lgica. Acaso ms significativo aun es el hecho de que el Kohlhaas narre la biografa de un criminal, ante todo por cuanto una peculiaridad especifica del policial alemn es el inters puesto, no en el detective que certifica y protege la armona, sino en el criminal que delata la arbitrariedad y el caos de un orden social inocuo. Ya se percibe esto en una obra que, sin ser el primer exponente del gnero,[footnoteRef:38] es en todo caso el primero que haya alcanzado un reconocimiento y una influencia decisivos: El delincuente por culpa del honor perdido (1787), de Friedrich Schiller 1759-1805. En esta narracin, la introduccin de un narrador objetivo que, a la manera de un cronista, se oculta detrs de los hechos que detalla, y el afn de verosimilitud anunciado enfticamente en el subttulo: historia verdadera [wahre Geschichte], anticipan ya a Kleist. La propia caracterizacin del protagonista, Christian Wolf, inaugura una tradicin que tendr luego sealados exponentes en el ya mencionado Michael Kohlhaas de Kleist, en El haya de los judos 1842 de Annette von Droste-Hulshoff 1797-1848, o en Un doble 1887 de Theodor Storm 1871-1888. La oscilacin entre la objetividad del informe y la subjetividad del relato en primera persona es uno de los indicios que revelan la determinacin utpicamente realizada al final de establecer una conciliacin entre el individuo y el orden social; tal como seala Winfried Freund: [38: Winfried Freund sostiene, sin embargo, que la novela corta de Schiller inaugura la tradicin de la narracin criminal en Alemania (Die deutsche Kriminalnovelle von Schiller bis Hauptmann: Einzelanalysen unter sozialgeschichtlichen und didaktischen Aspekten, 2a ed. aumentada, Paderborn, Schoningh, 1980, p. 12). No queda claro en qu sentido ha de entenderse esta afirmacin, ante todo en la medida en que existe, en Alemania, una abundante produccin de Kriminalgeschichten antes de la aparicin de El delincuente por culpa del honor perdido.]

A partir de la narracin moral, Schiller desarrolla una novela corta en el sentido clsico, en la medida en que le muestra al individuo el camino que conduce hacia el todo. La sociedad solo puede cumplir con sus tareas humanizadoras cuando toma en serio y atiende en concordancia la necesidad de proteccin e integracin que experimenta el individuo.[footnoteRef:39] [39: W. Freund, Novelle, Stuttgart, Reclam, 1998, p. 68.]

Hemos visto que el policial francs sola aproximar entre s a las figuras del detective y el criminal, con vistas a destacar las motivaciones psicolgicas y la esencial humanidad del segundo; la lnea alemana exhibe toda una serie de obras que procuran, asimismo, entender y humanizar al criminal, pero eliminando parcial o enteramente la mediacin que, en autores como Gaboriau o Simenon, establece el personaje del detective: adems de las obras ya mencionadas de Schiller y Kleist, de Droste y Storm, cabra nombrar aqu, como ejemplos de relatos centrados en el estudio del criminal, la Historia del bravo Kasperl y la bella Annerl 1817 de Clemens Brentano 1778-1842, La seorita de Scuderi de Hoffmann, El convento de Sendomir 1827 de Franz Grillparzer 1791-1872, Bajo el peral 1885 de Theodor Fontane 1819-1898, Stopfkuchen 1891 de Wilhelm Raabe 1831-1910, adems de varias de las narraciones incluidas en el presente volumen. En vista de semejante estado de cosas, no puede resultar llamativo que el trmino empleado corrientemente para designar el gnero sea narracin criminal [Kriminalgeschichte].

V

El delincuente de Schiller contribuy a la consolidacin del genero al sustentarse en una forma objetiva, distanciada, que busca intensificar por todos los medios el efecto de realidad; no es ocioso que Schiller se base en un caso real, no menos que buena parte de sus sucesores, quienes se apoyan en sucesos verdicos, o al menos emplean estrategias narrativas enderezadas a legitimar la (ficticia) autenticidad de los hechos narrados.[footnoteRef:40] Tambin Kleist ofrece, en el Kohlhaas, una construccin en la cual el narrador que le da la espalda al pblico (W. Kayser); une, en su afn de concisin narrativa, el estilo de la crnica al del documento jurdico;[footnoteRef:41] slo que, en esta narracin criminal, el sobrio objetivismo se funde, en las ltimas pginas, con la apelacin a lo mgico-sobrenatural. La confluencia es significativa en la medida en que el policial alemn, en general privado de mquinas de pensar y de explicaciones sustentadas en el arte de la deduccin, ha tendido a polarizarse en torno a dos extremos: por un lado, un crudo objetivismo, que aproxima el relato al estilo del archivo policial o las actas judiciales, y lo coloca en un espacio lindante con el de la no ficcin exponentes tpicos de este modelo lo ofrecen las narraciones de Paul Johann Anselm von Feuerbach 1775-1833, o el Der Studentenmord in Zurich [El asesinato de un estudiante en Zurich] 1872, de Jodocus Donatus Hubertus Temme; por otro, un aprovechamiento de motivos mgicos y sobrenaturales que aproxima la narracin criminal al cuento de fantasmas o a la novela corta fantstico (como puede verse, por ejemplo, en la mencionada Annerl y Kasperl de Brentano). No es, por lo dems, infrecuente que, como en el Kohlhaas, las dos vertientes confluyan en una misma obra (as, en El haya de los judos). En s, pareciera como si la Kriminalgeschichte estuviera concentrada en la representacin de una realidad prosaica y desprovista de consistencia; una realidad en la cual, o bien queda en manos del lector la posibilidad de encontrar sentido y justicia (Schiller), o bien estos son introducidos desde afuera a partir de una intervencin portentosa (Brentano). En todo caso, con fatal reincidencia se exhibe y aqu puede verse otra radical divergencia respecto del policial clsico la incapacidad de las instituciones sociales para administrar eficazmente la justicia. [40: Vase W. Freund, Die deutsche Kriminalnovelle von Schiller bis Hauptmann, pp. 9-10.] [41: Kindlers Literatur Lexikon, Mnich, dtv, 1974, vol. 15, s. v. Michael Kohlhaas.]

Puede entenderse que, en sus versiones ms banales, la narracin criminal haya recado en los extremos aparentemente contrarios de una explotacin efectista de lo truculento y de una apelacin trivial a soluciones providenciales, orientadas a consolar al pblico por las insuficiencias de la realidad emprica. En sus expresiones ms importantes, en cambio, el gnero se endereza, no solo a un cuestionamiento del sistema judicial y del concepto de justicia pertenecientes a la sociedad absolutista feudal, sino incluso a una crtica de la violencia jurdica tout court. Esta particularidad seala el punto en que las narraciones criminales de digamos Schiller o Kleist se distancian de la literatura de divertimento para acercarse al Dostoievski de Crimen y castigo o al Kafka de El proceso. La circunstancia de que el canon de la narracin criminal incluya obras de primer orden que no dejan de contener los atributos definitorios del gnero es una peculiaridad de las literaturas alemana y austraca, y en ese sentido puede tener razn Thier cuando, refirindose a la tradicin Schiller, Kleist, Droste-Hulshoff, afirma que Occidente no tiene para presentar nada que pueda compararse con semejante tradicin.[footnoteRef:42] Pero corresponde destacar, en este aspecto, un trazo ms de la Kriminalgeschichte: como en otros planos, puede verse en ella hasta cual punto escritores y pensadores de Alemania y Austria, a pesar (o, quiz, a causa) de las condiciones de atraso social y econmico en que vivan, lograron captar y cuestionar aspectos del capitalismo que tenan que pasar desapercibidos a los intelectuales de los pases avanzados. En cuanto a la literatura, esto se advierte con nitidez en la literatura fantstica, en la cual aparece la vinculacin entre la economa mercantil y, ante todo, su emblema ms caracterstico: el dinero y el mal metafsico. Ya a fines del siglo XVIII, pero an ms a travs del XIX, vemos en forma recurrente la figuracin del espritu capitalista como mal.[footnoteRef:43] Pero el nimo burgus suele aparecer asociado, no solo con el mal metafsico, sino tambin con un crimen contra la naturaleza; de ah que la vieja campesina que narra las historias de los dos protagonistas, en Historia del bravo Kasperl y de la bella Annerl, invoque, al decir de Alexander von Bormann, un orden natural y una justicia ms elevada frente a la corrupcin de la capital.[footnoteRef:44] En la narracin criminal, a estas crticas se aade el cuestionamiento del capitalismo entendido en cuanto potencia perversa que pone en riesgo la estabilidad de la pequea comunidad tradicional y que conduce a los hombres a la codicia y el individualismo, a la impersonalidad y el anonimato, y en ltima instancia al crimen y a la iniquidad pblica y privada; ello explica que entre las motivaciones ms usuales para el crimen se encuentre, en las obras pertenecientes al gnero, el afn desmedido de riquezas.[footnoteRef:45] [42: E. Thier, ob. cit., p. 498.] [43: As, por ejemplo, en el espritu maligno de Eine Geschichte vom Galgenmannlein [Una historia sobre el hombrecito de la horca] (1810), de Friedrich de la Motte Fouqu; en la figura del Alraun que prodiga riquezas a la protagonista de Isabel de Egipto (1812), de Achim von Arnim; en el personaje enigmtico que compra la sombra del narrador en La historia prodigiosa de Peter Schlemihl (1814) de Adalbert von Chamisso, en El corazn fro (1827) de Wilhelm Hauff, en el tio Simon en El haya de los judos (1842) de Annette von Droste-Hulshoff.] [44: A. von Bormann, Romantische Erzahlprosa, en H.-A. Glaser (ed.), Deutsche Literatur. Eine Sozialgeschichte, vol. 6, Vormarz, Biedermeir, Junges Deutschland, Demokraten 1815-1848 (ed. von Bernd Witte), Reinbek bein Hamburg, Rowohlt, 1985, pp. 112-133; aqu, p. 116.] [45: Vase W. Freund, Die deutsche Kriminalnovelle von Schiller bis Hauptmann, pp. 82-83.]

Sigfried Kracauer ha sealado que la realidad representada por el policial clsico corresponde a la sociedad desrealizada que, partiendo de la comunidad existencial, surge a travs de la absolutizacin, impulsada al extremo, de la ratio.[footnoteRef:46] La forma clsica del policial no aspira, pues a ofrecer una reproduccin exacta del capitalismo desarrollado sino a destacar el carcter intelectualista de esa realidad: a presentar un estado de la sociedad en que el intelecto desarraigado ha alcanzado su victoria final, una yuxtaposicin y confusin de los personajes y las cosas que resulta plido y desconcertante, ya que distorsiona hasta la caricatura la realidad artificialmente suprimida.[footnoteRef:47] No es este universo racionalizado el que presenta usualmente el policial alemn, sino la comunidad amenazada por el capitalismo; el empeo en conjurar el progreso de la ratio burguesa, y en sostener la imagen de la vida tradicional, concede a la narracin criminal ese componente de aleatoria contingencia que la emparienta con la novela de aventuras.[footnoteRef:48] [46: S. Kracauer, Der Detektiv-Roman. Ein philosophischer Traktat, Frncfort del Meno, Suhrkamp, 1979, p. 30.] [47: S. Kracauer, ob. cit., p. 10.] [48: Dietrich Naumann ha destacado la importancia de esta afinidad para la narracin criminal en el anlisis de Der Diebsfanger [El cazador de ladrones] (1860), de Heinrich Ritter von Levitschnigg; en esta novela la inteligencia no es el principio que todo lo permea, sino que slo se manifiesta en forma ocasional []. En su lugar aparece el descubrimiento inmediato de los golpes criminales a travs de la mascarada. Esta aparicin espordica del trabajo detectivesco une esta novela con las novelas de aventuras de Karl May y la novela del lejano Oeste. La revelacin de los asesinatos enigmticos, sin duda, no es, en la accin, sucesiva, rectilnea en la secuencia lgica; no culmina en un clmax sorprendente como en la novela detectivesca (Zur Typologie des Kriminalromans, en H. O. Burger, ed., Studien zur Trivialliteratur, Frncfort del Meno, Vittorio Klostermann, 1968, pp. 225-241; aqu, pp. 231-232).]

VI

Las obras aqu incluidas muestran con diversos grados de eficacia ideolgica y esttica las cualidades hasta aqu sealadas. Las de Augusto Gottlieb Meiner 1753-1807 y Christian Heinrich Spie 1755-1799, que abren el volumen, ilustran, respectivamente, las tendencias, ya hacia una imbricacin entre la narracin criminal y la historia de fantasmas (Narracin criminal), ya hacia un realismo efectista y truculento (Marianne L.). La narracin de Meiner, en concordancia con lo antes sealado, se encuentra centrada en la figura del delincuente; anticipando, como veremos, a una obra clsica del gnero como lo es Liese Mazapn, se contrastan aqu dos mentalidades: por un lado, la perspectiva calculadora y arribista del conserje; por otro, la actitud confiada y paternalista de los patrones, con cuyo punto de vista se identifican el narrador y el autor implcito. El estatuto impersonal y casi invisible que los patrones poseen en el relato se revela en el hecho de que ellos solo se expresan metoncamente por intermedio de sus decisiones y opiniones, o a travs de aquellos personajes que obran como guardianes de sus intereses: su mujer y el servidor honesto que toma a su cargo la investigacin de los robos. El relato tematiza uno de los motivos asiduos en la literatura policial, a saber: la cada de un delincuente que, pese a haber planeado escrupulosamente sus crmenes, fracasa merced a la irrupcin de un detalle imprevisto.[footnoteRef:49] En una obra perteneciente a un autor de policiales clsicos, habra bastado con presentar el imprevisto y fatal descuido del criminal,[footnoteRef:50] o con establecer un enfrentamiento entre ste y el fisgn;[footnoteRef:51] pero Meiner juzga que estos factores son insuficientes, y ve la necesidad de introducir un agente sobrenatural; y ello a pesar de que el narrador insina que la intervencin del fantasma puede ser explicada a travs de una pizca de psicologa, sin que haya por qu inmiscuir a un espectro real.[footnoteRef:52] [49: El narrador destaca la hybris en que incurre el conserje cuando apunta que resulta asombroso que l, que hasta entonces haba eludido a menudo tan venturosamente el riesgo, fuera a caer precisamente ahora en una trampa de la que ya no podra escapar, y que no pudo intuir en lo ms mnimo (infra, p. 58).] [50: Un ejemplo tpico de esto lo ofrece El gato negro, de Poe.] [51: Un fisgn que, por lo dems, en este caso no se destaca por ningn talento o saber particular; slo por el empeo en resguardar la propiedad de sus patrones.] [52: Infra, p. 58.]

Las copiosas intervenciones del narrador, que evalan y explican el comportamiento de los personajes y detallan juicios morales genricos y triviales, muestran en qu medida nos encontramos ante un relato popular encaminado a promover una tica esencialmente conformista y un modelo de conciliacin entre clases y estamentos: hecho que, en un autor entroncado, como Meiner, con la Ilustracin, delata muy bien la debilidad y timidez de la burguesa alemana. En trminos de tcnica narrativa, el breve relato est muy lejos de la sobria objetividad de las narraciones de Kleist. Sera, en relacin con ello, productivo compara la obra de Meiner con la ms breve de las novelas cortas kleistianas: La mendiga de Locarno 1810. Lo que aqu se narra es la historia de un marqus italiano que expulsa a una mendiga del lecho de heno que le haba preparado su mujer; al huir, la anciana se resbala, se golpea y muere. Cuando, anos despus, el marqus trata de vender su castillo, un fantasma se manifiesta para espantar a los compradores. El propio marqus, en compaa de su mujer y su sabueso, se ocupa de investigar el suceso; a medianoche, todos perciben un crujido en el heno, un ruido de pasos que recorren el cuarto, una sucesin de gemidos. El perro y la marquesa huyen, aterrorizados; el marqus enloquece, incendia el castillo y muere entre las llamas; de acuerdo con el comentario final del narrador, los restos del marqus aun yacen en el rincn del cuarto del cual haba expulsado a la mendiga. Eludiendo valoraciones y comentarios expresos por parte del narrador, Kleist retoma aqu un tema tpico de las sagas populares: la aparicin espectral de un desposedo, que interviene con vistas a vengar la iniquidad cometida por los poderosos. La historia tiene una finalidad consolatoria proveer una solucin imaginaria para los conflictos reales, y es explicable que se haya querido inferir de ella una crtica social;[footnoteRef:53] pero la narracin de Kleist rehsa fijar una interpretacin univoca, y elude determinaciones histricas y sociales precisas. A contrapelo de todo este trabajo, Meiner acumula comentarios a fin de persuadir al lector respecto de la legitimidad de un castigo dirigido hacia aqul que se atrevi a alterar la movilidad social, atentando en contra de sus superiores. El convencionalismo moral no contradice el hecho de que el esquema planteado por esta narracin sea comn a numerosas narraciones criminales, y que lo reencontremos, mutatis mutandis, en la novela corta de Halm. [53: Vase W. Freund, Moralisches Erschrecken Heinrich von Kleist: Das Bettelweib von Locarno (1810):, en Literarische Phantastik: die phantastische Novelle von Tieck bis Storm, Stuttgart, Kohlhammer, 1990, pp. 27-34.]

Marianne L., de Christian Heinrich Spie, pertenece a la lnea de narraciones criminales encaminadas a excitar la fascinacin de los lectores hacia lo pattico y sangriento; buen ejemplo de ello lo ofrecen, tanto la descripcin del cadver de Marianne, como la relacin acerca del asesinato de sta y, por ltimo, acerca de la ejecucin del criminal. Ms all de sus debilidades estilsticas,[footnoteRef:54] la narracin revela una tentativa para emplear en forma efectiva y efectista las expresiones y los giros caractersticos de las actas judiciales. La bsqueda de credibilidad que esto implica se exterioriza, asimismo, en el fingido empeo en ocultar el nombre de la ciudad y los apellidos de los implicados, como tambin en el subttulo de la narracin (Una historia verdica de 1788), y en la estrategia de indicar, al final, el lugar preciso en que se sita el lugar del crimen. Es, asimismo, tpico que se narren los abusos y el asesinato perpetrados por un joven acaudalado, en perjuicio de una joven perteneciente a una familia burguesa empobrecida: el cuadro de la veleidad e incontinencia de Wilhelm y la perversidad absoluta de su hermano parecen remitir a la tradicin del drama burgus alemn[footnoteRef:55], con la importante diferencia de que, en ste, la burguesa apareca como vctima de la perfidia de los aristcratas, mientras que en Marianne L. el conflicto se ha desplazado hacia el interior de la propia clase burguesa. El contraste entre un segmento de esa clase bsicamente conformista y regido segn parmetros morales, y otro arribista e inescrupuloso, se halla configurado, en el trasfondo, mediante la oposicin entre los extremos de la degeneracin fsica y material (La familia L.) y la depravacin moral (La familia S.). En el primer plano, en cambio, el contraste se expresa a travs de dos modos diversos de relacin entra formas y contenidos: de un lado, vemos una hermosura externa que condice con la integridad moral (Marianne); por otro, una bella apariencia que disimula inmoralidad (Wilhelm). La anttesis entre el encanto de las apariencias externas y la corrupcin encubierta ha sido emplead de ordinario por la alta literatura realista con vistas a cuestionar las contradicciones del capitalismo, segn puede verse en autores como Balzac o Dickens; particularmente, en aquellas obras de estos autores que ms se aproximan al policial.[footnoteRef:56] Pero, por otra parte, la incongruencia entre apariencia y realidad es un componente de la novela de folletn que en poco tiempo pas a convertirse en pieza recurrente y decisiva del policial. An ms importante es la presencia de otro motivo cardinal en el gnero: la inclusin de elementos que, desatendidos en razn de su aparente banalidad, terminan delatando fatalmente la identidad del culpable. Ernst Bloch, lector entusiasta de policiales y autor de un Anlisis filosfico de la novela detectivesca, sealo en Spure [Rastros] una coleccin de fragmentos cuyo ttulo remita ya al mundo de la novela de aventuras y al del policial que hay que prestar atencin a las cosas pequeas, no hay que perdrselas de vista. Lo que es superficial y singular, es lo que nos lleva ms lejos.[footnoteRef:57] En un registro diferente parece expresarse aqu la certeza proustiana de que la verdad del pasado que encerrada en los objetos en apariencia ms insignificantes; en la evidencia de que ese objeto es tan pequeo, est tan perdido en el mundo, hay tan pocas chances de que se encuentre en nuestro camino,[footnoteRef:58] se cifra el temor ante la imposibilidad de capturar una verdad que es, por definicin, evanescente. Para un temor semejante trata de proporcionar un consuelo Spie al mostrar que no solo la vestimenta, sino sobre todo el botn y el mechn de cabellos hallados en la mano de la vctima, son los encargados de revelar al asesino. Como es usual en la Kriminalgeschichte alemana, no es el talento de un fisgn, sino un hallazgo casual lo que permite dar con la solucin, en vista de que, con la magnitud que haban alcanzado las actas de la instruccin, al tribunal le haba pasado inadvertido que ese botn y ese mechn de cabellos podan tener otra utilidad que reforzar la demostracin de que la desdichada haba sido violentamente asesinada, y as fue como esos objetos cayeron en el olvido.[footnoteRef:59] El asesinato de Marianne presenta algunas ostensibles semejanzas con El misterio de Marie Roge, de Poe; y, sin embargo, las similitudes sirven para que se acenten an ms ntidamente las diferencias entre ambas narraciones. En Poe, el escenario del crimen es la gran urbe, con su anonimato y su misterio; en Spie, la pequea ciudad provinciana, en que el criminal cuenta con menos oportunidades de pasar desapercibido; si, en el primer caso, la ineptitud de los policas es compensada merced a la intervencin del puro razonador, en el segundo, la ineficacia de las instancias burocrticas para dar con la verdad es conjurada a travs del azar. [54: Vanse las frecuentes y machaconasrepeticiones de palabras; as, por ejemplo, infeliz [unglucklich], que aparece con inusitada insistencia a lo largo de la narracin. ] [55: El ejemplo por excelencia es el drama Emilia Galotti (1772), de Gotthold E. Lessing.] [56: En el caso de Balzac, esto puede verse, por ejemplo, en Un asunto tenebroso (1841); pero tambin ilustra esta dialctica de bella apariencia y esencia diablica el personaje de Vautrin que no en vano termina sus das como jefe de polica; fsicamente repulsivo, pero genial, Vautrin busca siempre ampararse tras la fachada de jvenes hermosos: Rastignac, Lucien de Rubempr. En cuanto a Dickens, un ejemplo eminente lo ofrece el fragmento novelstico El misterio de Edwin Drood (1870): uno de los protagonistas de la novela, Jasper, divide sus das entre su trabajo como organista de la catedral de Cloisterham y sus crimines vinculados con la adoracin de la diosa Kali.] [57: E. Bloch, Spuren, 7a ed., Frncfort del Meno, Suhrkamp, 2000, p. 16.] [58: M. Proust, Contre Sainte-Beuve, Pars, Gallimard, 1987, p. 43.] [59: Infra, p. 68.]

VII

El duelo, de Heinrich von Kleist, es una de las narraciones criminales ms importantes y complejas de la literatura alemana. Como otras obras del autor, sta presenta un contraste entre la virtud inquebrantable de los hroes aqu, Littegarde y von Trata y la perversidad de un orden social empeado en excluirlos y hostigarlos. Para el hroe kleistiano, el mundo se presenta como un orbe enigmtico y arbitrario, frente al cual solo es dado hallar un refugio estable en el sentimiento de la propia firmeza moral; si no puede extraer ventajas prcticas, ni obtener un conocimiento capaz de ser aplicado, el justo obtiene, en Kleist, un slido sentimiento del ser; de ah que sea capaz de ofrecer resistencia a una realidad que se le opone: precisamente esa autonoma que, segn Rousseau uno de los pensadores de mayor influencia sobre Kleist, se ha perdido con el desarrollo de la cultura. No en vano entiende Kleist que las instituciones sociales (y, entre ellas, la justicia publica) son ficciones orientadas a ocultar el poder del destino. Marco Aurelio haba comparado al sabio estoico con la roca, que se mantiene indiferente e inclume ante los embates del destino; en La familia Schroffenstein, el personaje de Sylvester dice que el roble enfermo y seco se mantiene inclume ante la tormenta, mientras que el sano se derrumba, ya que ella puede hacer presa en su copa[footnoteRef:60]: critica que se dirige tanto contra el confort de la cultura cuanto contra la frondosidad del discurso cientfico, contrapuesto a ala austera simplicidad del hombre salvaje. Por un lado, una actitud como sta supone una importante medida de pasividad y resignacin, puesto que se basa en la creencia en que el destino es inmodificable y solo es posible obtener, frente a l, una seguridad interior, de orden espiritual; por otro, implica una honda critica a la sociedad burguesa, a la confianza de sta en las virtudes del conocimiento cientfico y del progreso ilimitado. As, cuando muestra que el sentimiento del ser del hroe es ms noble que la depravacin de la colectividad que lo condena, lo hace a partir de la conviccin de que, en la sociedad burguesa, la vox publica representa las creencias de una sociedad masificada, carente de autonoma intelectual y sentimental, entregada a la desidia y a la concupiscencia; en tanto los valores autnticos estn emplazados en el retraimiento de los hroes. [60: H. von Kleist, Die Familie Schroffenstein, II acto, esc. 2, vv. 961-963, en Werke und Briefe in vier Banden, vol. 1, p. 135.]

Todos estos elementos se hallan presentes en El duelo. En las primeras pginas de la obra nos encontramos con algunos de los componentes ms caractersticos de la narracin criminal: un homicidio enigmtico, una investigacin que incluye un minucioso anlisis de las pruebas, la identificacin de un posible culpable y la invalidacin de los resultados de la pesquisa a partir de la coartada presentada por el sospechoso. A partir de all, la obra abandona el avance lineal y la temtica criminal stricto sensu a fin de concentrarse en la figura de Littegarde y sus tentativas para probar su inocencia, no ya de un crimen, sino de una presunta falta moral. La atencin puesta en los dilemas que deben enfrentar la protagonista y su defensor le permite a Kleist establecer una anttesis entre los individuos virtuosos y un orden social depravado tal como el que se advierte en otras obras. En El duelo la oposicin se sustenta en una estructura recurrente en la tradicin de la novela corta: el contraste entre apariencia y realidad, que aqu se revela como una oposicin entre el derecho positivo sostenido por la sociedad y sus instituciones, y el sentimiento interno de la justicia en el que se afirman Littegarde y von Trota. Cuando el administrador le dice a aqulla: En mi pecho habla a vuestro favor una voz mucha ms vivaz y persuasiva que todas las aseveraciones, e incluso todas las fundamentaciones y pruebas que [] podis quizs reunir para defenderos ante el tribunal[footnoteRef:61], concede expresin a ese sentimiento interno de la justicia.[footnoteRef:62] El episodio del duelo, que representa el clmax de la narracin, enfrenta a los exponentes paroxsticos[footnoteRef:63] de las dos concepciones de la justicia: el conde Barbarroja y von Trota. El desenlace del combate ilustra la dialctica de apariencia y realidad, tal como Kleist la concibe: en tanto el conde, como representante del derecho positivo, obtiene en apariencia un triunfo que, a la larga, se revela falaz, la confianza inconmovible del administrador en su propio sentimiento de justicia le permite, al final, obtener la victoria y la resolucin del enigma criminal. Pero no es ste el nico contraste que se manifiesta simblicamente, en el duelo; como seala Freund, ambos contendientes son representantes de la controversia entre la orientacin materialista y egosta, y aquella tica que solo puede ser experimentada en trminos ideales y desinteresados. La imagen que Friedrich ofrece durante el duelo como alguien, en lneas generales, desamparado, es sintomtica de la deficiente capacidad que la justicia genuina posee para realizarse en este mundo, el que, por ende, se ve sometido a una amplia desvalorizacin moral.[footnoteRef:64] [61: Infra, p. 87.] [62: Vase W. Freund, Die deutsche Kriminalnovelle von Schiller bis Hauptmann, pp. 23*24.] [63: La caracterizacin paroxstica, como rasgo definitorio de la novela corta, ha sido descripta por Florence Goyet; segn sta, el escritor de novelas cortas necesita realzar la excepcionalidad de sus historias seleccionando personajes desprovistos de matices psicolgicos y elevados al rango de representantes por antonomasia de la especie a la que pertenecen. Los personajes de la novela corta son prodigiosamente lo que son; cada estado, cada cualidad, cada sentimiento son llevados a su paroxismo (F. Goyet, La nouvelle 1870-1925, Pars, Presses Universitaires de France, 1993, p. 17)] [64: W. Freund, Die deutsche Kriminalnovelle von Schiller bis Hauptmann, p. 27.]

Precisamente, la carencia de valor de la justicia terrena explica que en consonancia con lo ya visto acerca de la especificidad de la Kriminalgeschichte alemana el final feliz slo pueda ser resultado de un hecho que pertenece al orden de lo milagroso o maravilloso,[footnoteRef:65] y que descamina un desarrollo que, de otro modo, habra desembocado en la tragedia. El cierre de la historia, con la presencia del emperador que rescata a Littegarde y von Trota del suplicio, los conduce al castillo, restituye la herencia a Littegarde y abre, con todo ello, las puertas para las bodas entre los hroes, se asimila menos a los hechos precedentes que a un final propio de un cuento maravilloso. Puede verse aqu en qu medida el final feliz posee una funcin consolatoria, pese a que su carcter artificial, portentoso, ofrece a diferencia de lo que ocurre en obras triviales un dbil contrapeso para la tragicidad de la accin precedente. Sera oportuno destacar las semejanzas que El duelo tiene con una de las novelas cortas ms conocidas de la obra kleistiana: La marquesa de O; ante todo, en ambas obras encontramos, como protagonista, a una mujer virtuosa que se convierte, de un modo para ella inexplicable, en objeto de una acusacin de inmoralidad; las dos mujeres padecen las injurias de sus familiares y la exclusin de su medio de origen, y encuentran auxilio en un hroe con el que terminan desposndose. Acaso ms importante que todo esto sea el hecho que tanto la marquesa como Littegarde se sienten ms seguras de s mismas en el momento en que sus respectivas situaciones resultan ms intensamente enigmticas; la condicin de ambas es comparable a la de ese arco que, como dice Kleist, se sostiene porque cada una de las dovelas quiere desplomarse. As, como en Littegarde, vemos que, a medida que su situacin se torna ms confusa, y especialmente desde el momento en que su familia decide expulsarla, la marquesa de O. se torna consciente de su valor, de modo que sbitamente, y como por su propia mano, resurgi desde la profundidad a la que el destino la haba precipitado; su dolor dio lugar ntegramente a la resolucin heroica de prepararse a resistir con orgullo los ataques del mundo.[footnoteRef:66] [65: El narrador habla del prodigioso restablecimiento de la enfermedad del administrador; de una prodigiosa salvacin de los hroes al final de la obra (nuestro subrayado).] [66: H. von Kleist, Die Marquise von O, en Samtliche Werke und Briefe in vier Banden, vol. 3, pp. 143-186; aqu, p. 167.]

VIII

Feuerbach y Temme, como hemos dicho, han forjado un modelo de narracin criminal en el cual la construccin de una trama lgica y consistente es reemplazada por una configuracin realista, que pretende aproximarse a la contradictoriedad y contingencia de la vida corriente. Este afn de veracidad desva la narracin de la condensacin propia de la novela corta clsica y la orienta hacia una forma prxima a la de la no ficcin. En el caso de Temme, el efecto de verosimilitud se logra, a menudo, gracias a la erudicin jurdica y a la amplia experiencia poltica del autor, que le permiten desarrollar una eficaz critica de las condiciones contemporneas, particularmente en Prusia. Pero, aun cuando no deja de presentar elementos que responden a tal modelo, Un duelo incluye toda una serie de elementos novelescos que remiten a la tradicin de la literatura sensacionalista y de folletn. Ello se advierte ya en la caracterizacin paroxstica de los personajes, cuya exageracin se aparta de la verosimilitud propia de una narracin documental: as, la belleza y la lozana casi ideales de Robert von Neurode y de Emma von Holzhaufen contrastan de un modo demasiado intenso con la debilidad mental y la deformidad fsica del marido de la segunda; no menos extremos resultan la audacia de la baronesa y la inteligencia y perversidad de von Rohner. La configuracin de los campesinos sediciosos, que se alzan contra el despotismo de la baronesa en las vsperas de las rebeliones de 1848, tiende igualmente al estereotipo: los insurrectos son intemperantes, arrebatados, ingenuos. El enfrentamiento entre la inflexible severidad de la baronesa y la impaciente ofuscacin de los campesinos se recorta en forma negativa frente a la funcin que debera cumplir la ausente clase burguesa, hacia la cual se dirigen las simpatas del autor y a la que pertenece, en esta novela corta, los nicos personajes ntidamente positivos: el administrador de cuentas y el mdico militar, en quienes la honestidad no aparece enturbiada, como en los aristcratas de la narracin, por un falso sentido del honor. Por otra parte, estos dos personajes promueven una resolucin conciliatoria no trgica de los conflictos. De aqu se infiere un paradigma de cohesin social que impulso, durante el siglo XIX, un amplio sector de la burguesa alemana.Al enfrentamiento entre los campesinos y la aristocracia corresponde agregar el que se advierte entre la burocracia judicial (personalidad en el consejero en lo criminal de B.) y von Rohner; la anttesis que existe entre una y otro es cotejable con la que el policial clsico establece entre la policial y el detective independiente digamos: entre Lestrade y Holmes; en efecto, el consejero de cmara exhibe una capacidad para interpretar indicios inadvertidos por la polica que lo convierte en uno de los exponentes ms conspicuos que la literatura alemana posee del arte de la deteccin. Pero es sugestivo que von Rohner no sea un instrumento de la justicia, sino un personaje de acusados rasgos diablicos, cuya doble funcin verdugo o asesino? recorre, como Leitmotiv, la narracin. La amalgama de la mentalidad calculadora y una irracional fascinacin hipntica convierte al consejero en perfecta anttesis del mdico militar; de hecho, el duelo que constituye el clima de la novela corta no enfrenta solo a los contendientes Langenfeld y Neurode, sino tambin al humanismo y la prudente sensatez del mdico con el irresistible poder de sugestin que ejerce von Rohner, quien, en palabras del doctor, es un canalla [] que sin embargo domina a todo el mundo de una manera imposible de entender; es un demonio, pues hay que ser un verdadero demonio para gobernar al mundo.[footnoteRef:67] Original es el modo en que Un duelo presenta dos elaboradas y fracasadas tentativas para construir un crimen perfecto: en primera instancia, el asesinato de la baronesa, descubierto sagazmente por von Rohner; en segundo lugar, la muerte en duelo de von Neurode, pergeada por el propio consejero. Apuntemos que dos elementos recurrentes en el gnero policial aparecen en el asesinato de la baronesa: por un lado, el problema del recinto cerrado, en la medida en que parte del enigma consiste en indagar el modo en que el asesino ha podido entrar y salir del lugar del crimen; por otro y a semejanza de lo que hemos advertido en Marianne L. de Spie, la importancia de los objetos: en este caso, la aguja, que permite el inequvoco reconocimiento del culpable. [67: Infra, p. 136.]

IX

Sin formar parte del canon fundamental de la narrativa breve en lengua alemana, Liese Mazapn ha logrado ganarse un lugar propio como una de sus ms celebres narraciones criminales. Sera justo asignarle un lugar intermedio entre la intricada perfeccin de las novelas cortas kleistianas, y la elemental simplicidad y el afn sensacionalista de los esbozos de Meiner; en tal sentido, la obra de Fridrich Halm encarna de manera genuina la esencia de la mejor literatura de diversin a la que pertenecen, en el plano internacional, Conan Doyle y Verne, Wilkie Collins y Karl May, Salgari y Leblanc; o aun una porcin de las obras de Poe, Wells o Chesterton. Es curioso que, clebre en vida como poeta dramtico, Halm haya quedado luego en la historia de la literatura austraca como autor de una narracin criminal; de todos modos, puede verse que el escritor ha sabido trasvasar a su prosa narrativa recursos propios del drama. Testimonio de ello lo ofrece la construccin de la trama, que detalla el ascenso y la cada de Franz y de sus planes en casa de Paul Horvath; el punto de giro entre ambas etapas se encuentra en el centro mismo de la novela corta, en la cena en que Steidler cuenta la historia del asesinato de la anciana Liese y del desvanecimiento del criminal. Hemos dicho anteriormente que entre los temas centrales de la Kriminalgeschichte y de la narrativa fantstica alemanas se encontraba la crtica de un capitalismo que corrompe y destruye la pequea comunidad tradicional, y que promueve la avidez de riquezas y, como medio para obtenerlas, el crimen. De ah que el espritu capitalista aparezcas encarnado en personajes que no pertenecen a la comunidad, o que se aslan de ella; de manera recurrente, se identifica con figuras dotadas de rasgos perversos, o aun diablicos venidas del exterior, que afectan, o amenazan con afectar, el mundo tradicional. Acorde con esto, Liese Mazapn muestra el antagonismo entre la mentalidad tradicional y la capitalista mediante una estructura antittica[footnoteRef:68] que enfrenta, en primer trmino, a dos modelos humanos a nivel de las clases dominantes: los que representan Paul Horvarth y Liese Mazapn. El primero personifica el modelo del comerciante tradicional: en cuanto hombre de negocios, acta sobre la base de mtodos y principios que, hasta el momento en que se inicia la narracin, le permiten sustentar una slida y persistente fortuna; en cuanto pter familias y patrn, acta de un modo sin duda desptico, pero indulgente: de acuerdo con uno de sus subordinados, es un seor a veces terco e irascible, pero con todo benvolo y amistoso.[footnoteRef:69] La cena en que Steidler cuenta la historia de Liese es de por si elocuente: en torno a la mesa familiar, presidida por Horvarth, todos los integrantes de la casa tienen su lugar, pero este lugar es fijo y no admite alteraciones.[footnoteRef:70] Frente al paternalismo de Horvarth, Liese encarna una mentalidad especuladora que ve en la acumulacin de riquezas un fin en s mismo, al margen de toda consideracin por la utilidad familiar o social; a diferencia del comerciante, la prestamista no tena hijos ni familiares, y ningn ser humano sabia quien habra de quedarse con toda la riqueza.[footnoteRef:71] Si la expresin ms imponente de la opulencia de Horvarth son sus stanos atestados de provisiones, la expresin de la fortuna de Liese es, ante todo, su acopio de dinero, ya que, en comparacin con ste, lo dems no era para ella ms que mazapn.[footnoteRef:72] Pero, en segundo trmino, la anttesis se reproduce tambin en el estamento de los servidores, segn puede verse en la oposicin que la novela corta establece entre los personajes de Antal y Franz. El administrador de la casa, a travs del cumplimiento escrupuloso de sus obligaciones, de su lealtad y franqueza, pero tambin de su propensin al chisme, es la encarnacin misma del espritu estamental tradicional. Franz, en cambio, es la representacin paroxstica del arribismo y la ambicin desprovistos de toda medida y ajenos a cualquier parmetro moral; sutilmente se subraya este rasgo en la primera aparicin del personaje, cuando, atemorizado por la aparicin de Horvarth, Franz detiene su huida al ver que ste le ha arrojado una moneda: un objeto simblico[footnoteRef:73] que acta como sincdoque de las aspiraciones de Franz. As como el palpable patrimonio de Horvarth contrasta con la esencia casi etrea del capital financiero acumulado por Czenczi, vemos tambin que el vigor fsico de Antal (que ya no era joven, pero que se encontraba rebosante de fuerza y salud)[footnoteRef:74] contrasta con la disposicin enfermiza y con la entrega exclusiva a tareas intelectuales que definen a Franz.[footnoteRef:75] [68: Florence Goyet destac la presencia de una estructura antittica como elemento fundamental del gnero novela corta: Al erigir a todos sus personajes en paroxismos, la novela corta hace de ellos [] los representantes ejemplares de su categora []. Lo esencial ser ahora la estructura en la que la novela corta habr de utilizar estos personajes. En la casi totalidad de las novelas clsicas, esta estructura se encontrar fundada sobre una anttesis (ob. cit., p. 28)] [69: Infra, p. 172.] [70: De ah el empeo que el comerciante pone en determinar el matrimonio de su hija con un hombre de su misma condicin, y consecuentemente en impedir que progresen las relaciones entre Czenczi y Franz.] [71: Infra, p. 179.] [72: Infra, p. 179.] [73: La presencia del objeto simblico [Dingsymbol] ha sido sealada, desde Paul Heyse, como rasgo fundamental de la novela corta; se trata siempre de ciertos objetos dotados de un valor simblico [] cuya omnmoda presencia concede a la narracin una individualidad inconfundible. [] Si el mundo moderno priva de individualidad a las cosas al degradarlas a la categora de mercancas intercambiables, la narracin breve se empea en conceder importancia a objetos a menudo desprovistos de utilidad econmica, pero dotados de una significacin esttica, mtico-religiosa o afectiva que los vuelve insustituibles y les otorga un valor cualitativo inestimable (M. Vedda, Elementos formales de la novela corta, en F. Aren, S. Rotemberg y M. Vedda, eds., Antologia de la novela corta alemana. De Goethe a Kafka, seleccin, traduccin, estudios preliminares y notas de F. Aren, S. Rotemberg y M. Vedda, Buenos Aires, Colihue, pp. 5-24; aqu, p. 23).] [74: Infra, p. 172.] [75: Esto se destaca al comienzo, cuando, ante la alusin de Horvath a las manos finas y delicadas de Franz, ste responde que con la pluma podan realizarse ms trabajos que con el hacha (Infra, p. 166).]

No menos significativo es el antagonismo entre la transparencia del orden social al que corresponde la casa Horvarth (como tambin la actitud franca y aun predecible de sus miembros) y la clandestinidad de Franz, quien requiere siempre de la ocultacin y el disfraz. Si, como sostiene Benjamin, el habitante de la gran ciudad ilustra la mxima goetheana segn la cual todo hombre, tanto el mejor como el ms miserable, encierra un misterio que, de hacerse pblico, lo tornara aborrecible a los ojos de todos los dems,[footnoteRef:76] la narracin de Halm circunscribe esta condicin al personaje de Franz, nombre que, traducido luego a Ferencz, oculta en verdad al asesino Anton Lenhart. Un recurso que distingue a ste del hosco laconismo y el tono apodctico de Horvarth es el empleo de los medios de la persuasin con vistas a engaar a quienes lo rodean y, ante todo, a Czenczi; su proceder frente a la ingenuidad de los moradores de la casa y del propio patrn evoca los tiempos en que el viaje civilizado engaaba a los salvajes, a los que ofreca bolitas coloreadas a cambio de marfil.[footnoteRef:77] El candor de una pequea comunidad regida, aun, por principios morales ancestrales, fijados a travs de sentencias y refranes, y por una economa expuesta aun a las contingencias que se derivan del desorden, se contrapone con la astucia sin escrpulos y el dominio de los clculos aritmticos y la contabilidad[footnoteRef:78] por los que descuella Franz. Resulta explicable que un personaje tal se haya consagrado a la proyeccin de crmenes perfectos que, a pesar de la minuciosa planificacin, culminan en la aniquilacin del autor. Respecto de sta, por un lado, cabe llamar la atencin sobre el refugio en el que se recluye Franz para disimular su permanencia en la casa: el cuarto del stano recuerda esos recintos cerrados que recorren la obra de Poe, y que fluctan entre el hogar, la crcel, la sala de torturas y la cmara mortuoria: pensemos en los escenarios que presentan narraciones como El barril de amontillado, El entierro prematuro, La cita, o el Arthur Gordon Pym. Por otro, es caracterstico que la causa inmediata de la muerte del criminal se relacione con la intervencin de un espectro: como en Meiner, como en kleist, la conviccin acerca de la ineficacia de la justicia humana torna necesaria, a fin de que se alcance el consolatorio happy end, la intrusin de un elemento sobrenatural (en el caso de que se d por cierta la intervencin de un fantasma), o de un providencial engao psicolgico (en el caso de que se interprete la aparicin fantasmagrica como una ilusin de los sentidos de Czenczi). La evidencia de que el castigo del culpable ha sido logrado al precio de la destruccin de la familia Horvarth mitiga el carcter consolatorio del final de la narracin, concedindole a sta un matiz problemtico. No menos que en otras novelas cortas alemanas del periodo, es aqu notoria la determinacin de identificar el crimen con la economa mercantil y, ante todo, con la entronizacin del dinero como una potencia muerta, inorgnica, que asume las formas de la vida, convirtindose en la autntica fuerza impulsora de las acciones humanas. Doce aos antes de la publicacin de Liese Mazapn, el joven Marx haba definido al dinero como el mundo del revs, la confusin y la mezcla de todas las cualidades naturales y humanas;[footnoteRef:79] y se asemeja, en verdad, a una reflexin sobre el destino que acaece a los personajes de la novela corta el comentario marxiano acerca del necesario triunfo del capitalista; es decir, de la propiedad privada desarrollada sobre la no desarrollada, a medias, sobre el terrateniente; como, en trminos generales, tambin [] la victoria del movimiento sobre la inmovilidad; de la bajeza ostensible y consciente sobre la encubierta e inconsciente; de la codicia sobre la concupiscencia; del admitido, diligente, diestro egosmo de la ilustracin sobre el local, mundano, honesto, indolente, y fantstico egosmo de la supersticin; como tambin el dinero debe triunfar sobre la otra forma de la propiedad privada.[footnoteRef:80] [76: W. Benjamin, Das Paris des Second Empire bei Baudelaire [El Pars del Segundo Imperio en Baudelaire], p. 540.] [77: M. Horkheimer y Th. Adorno, Dialektik der Aufklarung. Philosophische Fragmente, en Gesammelt Schriften, Hrsg. Von R. Tiedemann unter M. von Gretel Adorno, S. Buck-Morss und K. Schultz, Darmstadt, Wissenschaftliche Buchgesellschaft, 1998, vol. 3, p. 66.] [78: Infra, p. 166.] [79: K. Marx, Manuscritos econmico-filosficos de 1844, precedido de F. Engels, Esbozos para una crtica de la economa poltica, Intr. De Miguel Vedda, Trad. de F. Aren, S. Rotemberg y M. Vedda, Buenos Aires, Colihue, 2004, p. 130.] [80: K. Marx, ob. Cit., p. 130.]

El horror ante los efectos generados por la devocin del dinero entendido como capacidad enajenada de la humanidad (Marx) explica que los dos personajes femeninos ms importantes de la narracin Liese y Czenczi, pese a representar valores contrapuestos desde el punto de vista tico y el intelectual, desde las perspectivas de la edad y de la apariencia fsica, concluyan sus vidas legando sus respectivas fortunas a la beneficencia: como si la toma de consciencia acerca de la afinidad entre capitalismo y crimen debiera producir, catrticamente, la compasin y el temor. Discite iustitiam moniti:[footnoteRef:81] esta sentencia, que parece ilustrar el comportamiento de amabas mujeres, es aqu el complemento de aquel principio, enunciado por Horvarth, que sostiene que nada se encuentra tan hbilmente escondido que no salga al final a la luz del sol. [81: Aprended la justicia, una vez que habis sido advertidos; la sentencia es pronunciada por Flegias en Eneida VI, 620.* Profesor titular de Literatura Alemana (Facultad de Filosofa y Letras, Universidad de Buenos Aires) e investigador del Conicet.]

Miguel Vedda*

BIBLIOGRAFA

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