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A. Ortega Gaisan

Valores humanos

Volumen I

 Novena edición

1966

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ÍNDICE

PRÓLOGO..........................................................................6

ABRIENDO PASO AL  TEMA........................................................8

LA CONQUISTA DE SÍ MISMO....................................................10

...................................................................................36

RESPONSABILIDAD...............................................................37

LOS  TALENTOS..................................................................51

LA JUVENTUD....................................................................73

EL CUERPO......................................................................83

LA BELLEZA CORPORAL.......................................................107

EL ALMA......................................................................124

LA VOLUNTAD.................................................................144

EL IDEAL.......................................................................160

LA PERSONALIDAD............................................................177

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A la santa memoria de mis padres, que me ayudaron a hacerme

hombre.

 Alejandro

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 N. 413223

Reverendo Señor:

He presentado al Augusto Pontífice el ejemplar de sus obras tituladas

“Valores humanos” y “La oración de los esposos” que Vuestra ReverenciaLe ha querido ofrecer como testimonio de su filial devoción.

Deseando llevar a las almas una orientación sana que las guíe en sucamino por esta vida, trata Vuestra Reverencia con estas publicaciones de proporcionar al lector el pensamiento cristiano que lo sostenga y aliente enla tarea de su propia santificación.

Que el Señor conceda a Vuestra Reverencia el consuelo de ver multiplicados los frutos de su ministerio sacerdotal. Así lo pide SuSantidad mientras, vivamente agradecido por su significativo homenaje,gustosamente le concede, en prenda de los divinos favores, la BendiciónApostólica.

Grato por el ejemplar que de sus libros me ha dedicado, exprésole lossentimientos de mi distinguida consideración con que soy

De Vuestra Reverencia

Seguro servidor 

--------------Revdo. Sr. D.

Alejandro Ortega

Calle Postas, 21Vitoria

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PRÓLOGO

DE LA PRIMERA EDICIÓN

Lector: D. Alejandro Ortega te ofrece este libro. Pienso que es el primero que publica; y, con ser el primero, verás, cuando lo leas, cómo esun libro de lograda madurez.

Un libro profundo y a la vez ameno, profundo por lo que dice yameno por el modo como lo dice y presenta.

En él ha logrado decir bellas cosas y profundas, que no es poco; y lasdice con amenidad y simpatía, que ya es más. Esa simpatía se la dan lafrescura y el optimismo de su espíritu joven; es fruto de su espíritu

sacerdotal, de su preparación, y sobre todo, de la experiencia de la vidarecogida en esos mil contrastes que ofrecen las modalidades con que se presenta.

Tienes un libro eminentemente formativo, denso de doctrina, a lavez que ameno y tratable.

Éste es, más que nada, libro de reflexión; en él se explanan las ideas para que se vean con claridad, pero el autor no quiere agotarlas; dejamucho de ellas para que el lector se sorprenda cuando se lo encuentre en elsosiego de una lectura meditada.

Por eso harás mal si lees este libro de corrida, porque no es para eso,sino para rumiarlo despacio; hay que leerlo, abriéndolo y cerrándolo, comoquien lo bebe a sorbos para mejor paladear su exquisito contenido.

Para la formación individual y para círculos de estudio no sé qué pueda haber nada mejor. Mucho se va publicando sobre estos temas queaquí se tratan, temas de actualidad siempre vigente; y es para bendecir a

Dios esa abundancia, porque toda es menester si se ha de orientar por buencamino a tantos desorientados que van sin rumbo en la vida. Este libro esuno más de esa literatura hoy en el campo católico tan floreciente; pero no

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es simplemente uno más, sino que, por fortuna, entre los buenos él es delos mejores.

Y aquí termino, porque ya el autor te espera.

Vicario General de la Diócesis de Vitoria.

Vitoria, abril de 1952.

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ABRIENDO PASO AL TEMA...

He preferido llamarlo así: «VALORES HUMANOS».

Porque he creído que nuestro ser, llamado a planos de ordensobrenatural, posee una base de orden natural. Las dos esferas debenatenderte suficientemente para lograr un verdadero cultivo de todos losvalores humanos.

En nosotros mismos se abren los manantiales de una vida mejor.Y esa vida mejor no llega a ser alcanzada, muchas veces, por 

descuido de aquello que es siempre lo «sustantivo» del hombre, su mismoser.

Se despliega la actividad educadora en muchos aspectos «adjetivos».Muy importantes todos ellos, pero que exigen —cada día más vivamente — un «ser perfectamente humano» en el cual se apoyen.

La perfecta vida humana es coronada por la vida sobrenatural.Sólo por ella, alcanzará el hombre su perfecta estatura moral, su

certera visión de la vida y sus problemas, el recto empleo de sus facultadesy el ejercicio «misional» de su profesión.

Pero lo «sobre-natural» significa algo que Dios construye, concolaboración del hombre, sobre el ser natural humano. Lo sobrenatural nodestruye la naturaleza; la eleva y perfecciona. Si lo natural es defectuoso,faltará algo para que lo sobrenatural alcance su madurez.

Lo «sobre-natural» puede significar, también, lo natural elevado por la gracia de Dios hacia horizontes nuevos y espléndidos.

Si lo natural es defectuoso, su elevación no resultará totalmenteeficaz.

Y también es cierto que la vida sobrenatural invisible se traduce alexterior a través de nuestro ser natural. Si el cristal está manchado o roto,la luz se traslucirá defectuosamente.

Por esto, he querido abrir paso al tema de «VALORES HUMANOS».

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* * *

 No es completo el temario elegido.Con la gracia de Dios, nuevos temas vendrán a redondear una

doctrina lo más entera posible. Ymás viva cada vez.

Presentar al hombre y a la mujer el cuadro de valores que siempre posee, más o menos desarrollado; siempre, educables. Este es mi fin.

Y se añade a cada capítulo una «Encuesta» sobre el tema, paraquienes prefieran emplear un sistema de círculos de estudio, osimplemente, encontrar modo de examen privado.

Tampoco puede decirse que «VALORES HUMANOS» esté dedicado a un  público elegido. Se ha ideado pensando en todo hambre y mujer,

 preferentemente jóvenes. Porque la juventud tiene un tiempo que puedeganar, preparando un porvenir más halagüeño y feliz.

Pero creo que a todo hombre y mujer conviene conocer valoresnaturales y sobrenaturales y entablar consigo mismo una leal tarea deenriquecimiento en lo que a todos nos es más vital y fecundo.

Su resultado debe ser una mayor quietud en los espíritus y un mássincero y sano saboreo de la vida.

Y, en fin, un mundo social mejor.

 El Autor 

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LA CONQUISTA DE SÍ MISMO

«El progreso no está en las cosas sino enlos hombres.

La felicidad no está en los bienes ma-teriales sino en nosotros.

El verdadero problema no está en laconquista del mundo sino en la conquista del

hombre».

( Pueyo Longos)

La más noble empresa —la conquista de una vida mejor, paranosotros y para los demás— depende, en gran parte de nosotros mismos.

* * * No hace falta recargar el cuadro con colores tenebrosos para poner de

relieve la actual desazón del mundo y de las almas.

El mundo no es feliz.

El alma no es feliz.

Y, sin embargo, el mundo y las almas cuentan con mayores mediosen todos los órdenes; nuestro tiempo ha heredado un rico legado de los

siglos anteriores. Se ha avanzado en toda la línea de la cultura material.Los inventos se prodigan. La vida es más cómoda y fácil. La ciencia vadescubriendo, día a día, agigantándose, los misterios de la naturaleza paraque ésta sirva mejor al hombre. La mente humana no cesa en su tarea dedesentrañar las riquezas que la naturaleza encubre; y ella, abundante ymaternal, se deja abrir y aprovechar por el estudio humano, entregando a laciencia todas sus riquezas ocultas.

Con ello, la cultura —cultura de ciencia y técnica, civilización y

 progreso— adelanta incesantemente. El mundo se mecaniza y facilita lasmás arduas tareas. Las máquinas se prestan y economizan esfuerzos,

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realizan más amplias labores y ganan tiempo y precisión en el trabajo,ahorrando al mismo tiempo el desgaste del músculo humano.

El hombre ha conquistado el mundo exterior.

Pero se ha estancado en el conocimiento y conquista de su propio

mundo. Los esfuerzos se han dirigido al estudio en otras direccionesexteriores; olvidaron su propio espíritu y la ciencia del propio corazón, delos ideales propios y de las íntimas aspiraciones y angustias, laenfermedad, el dolor, la muerte y las reacciones saludables que el almadebería adoptar frente a la vida y sus circunstancias, para mantenerse en ladicha y en la paz. Se ha procurado un mayor regalo y comodidad a la vidaque nos rodea, primeramente atendida porque se creyó la primeranecesidad; han variado los alimentos, las habitaciones, las ciudades, el

vestido, los innumerables instrumentos que aligeran la vida diaria.Y, sin embargo, hay menos fortaleza en el alma. En aquellas regiones

del espíritu donde el hombre se ve solo consigo mismo, donde ama ysuspira, tiembla o canta, agoniza o triunfa, no ha llegado a encenderse laluz salvadora que aclare el duro caminar de la vida.

Hay en el mundo una profunda crisis de valoreshumanos, una ausencia de valor personal y de sana

alegría de vivir.

El alma no es feliz.

El mundo no es feliz.

«Entretanto, seguimos descendiendo; estamos tocandolos límites del desastre, las consecuencias acaban ya sus posibilidades. La derrota de la humanidad es completa. Se ha

negado todo y el error se ha enseñoreado del mundo. Hanaufragado la fe de muchos y la fe no gobierna a los pueblos. No es la verdad, es el error el que empuja a los hombres».

(Pueyo Longas).

«En medio de un progreso material como nunca se habíaalcanzado, el hombre es terriblemente desgraciado. ¿Por qué?Porque este progreso desarrolló tan sólo una parte de nuestroser. Ha crecido la ciencia, creció nuestra técnica, crecieronnuestras fábricas... pero no creció la moral. La historia del

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último siglo es una apostasía continua».

(Spengler).

«Nos lucramos de la técnica y de las máquinas y,

materialmente, el mundo vive mor. Pero apenas queremossalvar los límites de la producción y queremos organizar alhombre, fracasamos; porque, como escribe Enrique duPassage, «todas las instituciones resultan ineficaces, cuandono pueden apoyarse sobre las almas y las conciencias».

(Pueyo Longas).

Los últimos descubrimientos de la ciencia vienen a certificar estaafirmación. Se llama atómica a esta edad que vivimos, por las enormes  posibilidades que el hombre ha alcanzado al descubrir las múltiplescombinaciones atómicas en favor de la industria y de la vida material. Perotodas esas posibilidades quedan apagadas; más aún, se convierten en un pregón de muerte y destrucción que amenaza al mundo, si los resortesatómicos caen en manos de un hombre o de un pueblo sin moral. ¿De quésirven los inventos, si el espíritu que los emplea carece de la cultura

humana, de deseo de colaboración entre las gentes y de superación moralconstante?

El factor humano es el primero de los factores que se han de tener encuenta en la construcción de una vida mejor. En nuestras manos estántodas las posibilidades; sobre todo, en nosotros radica la fuente de todo bien. Por eso, ha escrito Poincaré:

«El mayor azar es el nacimiento de un gran hombre».

Es el mayor azar, no sólo desde un plano puramente corporal, sino porque cada hombre lleva en si el germen de su propio destino y facultades para intervenir en el destino de los demás. Es en nosotros mismos dondehemos de buscar las fuentes del agua pura que refresque y conforte nuestra propia vida y el mundo. La dicha no depende del exterior, no está en lascosas ni en las circunstancias que nos rodean.

 No recuerdo el título de la película en la que se entabló el siguientediálogo. Son dos hermanas que habitan en una pequeña aldea; la mayor 

vive suspirando por salir de aquella soledad y llegarse a la gran ciudad  para ultimar su cultura de mujer moderna; la menor es una joven

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encantadora que pasa el día trabajando y riendo. A un empleo oficial de la pequeña aldea, llega un hombre que encarnará la principal acción de la película. Entre la hermana mayor y este hombre se habla así:

 —...y deseo liberarme y liberar a mi hermana, salir de aquí; remontar 

  paisajes y llegar a la ciudad. Allí, un elegante pensionado, será elinstrumento de la cultura que deseo alcanzar como lo exige una mujer moderna. Porque la aldea me hastía, me muero de aburrimiento.

El joven ha conocido, en pocos días, el diferente espíritu de las doshermanas. Y responde sabiamente:

 —Estimo que su hermana no se aburre aquí. En cambio, usted llevaráconsigo su aburrimiento a la gran ciudad.

Hay muchas almas que viven asomadas al exterior, culpando a lascosas y a los acontecimientos de la desgracia en que ellas viven; no caenen la cuenta de que primero han de educarse a sí mismas en la ciencia delvivir, hasta lograr que nada en el mundo nos robe la dicha y elcontentamiento.

«Las verdaderas vetas de riqueza son de púrpura, correna lo largo de las venas; las encontraréis en la carne, no en lasentrañas de la tierra».

( Ruskin).

Conozco a la joven que vive amargada todos los momentos de suvida. Su trabajo de oficina es un tormento; la ventanilla no es el despachode asuntos profesionales, sino la espita por donde llueve sobre el cliente elmal humor de aquel corazón; las compañeras de trabajo no la comprendeny, entre todas, se tiende un puente de frialdad y aversión, de altercados y palabras hirientes.

Esa joven no es feliz; vive acusando a la vida constantemente. Suhogar padece del mismo mal. La vida ha venido rodando siempre en contrade ello; porque ella no ha sabido que la vida tiene sus leyes, losacontecimientos se suceden empujados por fuerzas que no dependen denosotros y que la verdadera sabiduría de la vida consiste en preparar nuestro espíritu para que no nos hagan mella. En el mismo sitio y con lasmismas cosas hay quien ríe y hay quien llora. No deben ser las cosas; debeser el propio corazón.

Y llevada de su despecho, proyecta radicales cambios en la economíade la casa. Prolongó sus sueños hasta trasladarse a otro sitio donde pueda

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estar mejor, dedicada a una tarea de caridad heroica acaso. Probablemente,se perdió el aviso oportuno:

  —Y fracasarás también allí. Porque el disgusto es tuyo, cordial,contra todo lo existente. Si tu corazón no está sano, donde quiera que tu

corazón esté, rezumará malestar y acidez.Hemos olvidado esto. Nos volcamos en el exterior, vamosconquistando la vida; pero no nos hemos conquistado, no somos dueños denosotros mismos, no desplegamos todas aquellas posibilidades de dicha yde bien que el Creador sembró en nosotros. Una vez ganados nosotrosmismos, todo contribuirá a nuestra alegría.

El primer problema es el problema de vivir. Los demás problemas locompletan, pero no son su esencia. Lo sustantivo es nuestro propio yo y

sus capacidades de felicidad; todo lo demás es objetivo. En la máscompleta miseria, el golfillo de la calle pasa los días cantando. Diógenes esfeliz con su tonel y un rayito de sol. Los santos renunciaron a todo y su ser entero era una pura canción de dicha y alegría. En lechos de dolor inacabable, muchas almas sonríen incesantemente...

Y, a veces, en la mayor opulencia, las almas crujen de amargura.

«La paz, como la guerra, como la tristeza o la alegría,

como la diversión, el aburrimiento, no existen realmentefuera de nosotros, sino dentro de nuestra alma.El triste encuentra sus torturas en uno y otro sitio; y allí,

a la misma hora, el alegre cree y recoge la alegría que leviene de fuera».

(Rubio Coloma).

 No debe estar en las cosas la solución de estos problemas, sino en el

alma. Nos disculpamos, diciendo que los tiempos son malos y el mundoanda mal. No es verdad. Los tiempos los elaboran los hombres con suconducta; el mundo anda según lo lleva el hombre, que es su conductor.

Nosotros mismos vamos tejiendo nuestra historiay somos creadores de nuestra suerte.

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HACIA UN PERFECTO HUMANISMO

Hay que volver al cultivo de nuestro propio yo. Esto es trascendental,decisivo.

«Con nuestra propia naturaleza, la religión cristiana haceángeles».

(A. Nicolás).

«Nuestro tiempo exige hombres que huyan de la me-diocridad y busquen la perfección».

(Pío XII).

«Después de Dios, lo más importante es el hombre».

(Sánchez Marín).

 No podemos dar un paso, sin trabajar un perfecto humanismo. Elhombre completo no es sólo carne, ni mecánica, ni instrucción, nicomodidad. El hombre, además, posee un corazón lleno de resortesmisteriosos. Junto al cuerpo, posee un alma espiritual; y debe llegar 

también a ella la saludable salpicadura de la civilización y el progreso. Enese corazón y en esa alma se halla depositada por Dios la semilla de ladicha. Lo exterior, la técnica y la máquina, no llegan a ese mundo interior.Las dos elementos han de desarrollarse, cuerpo y alma, en perfectoequilibrio y mutua colaboración. Tenemos el grave deber y la tarea urgentede desarrollar nuestra personalidad completa, en todo nuestro ser, como lafloración de todas las primaveras rompe en colores y vida por todos los poros a la vez.

Ese perfecto Humanismo nos recordará lo que el hombre es y vale.Ha sido colocado en el mundo, con un alma despojada de unos

 bienes que le habrían dotado de perfecta armonía. Ahora, no; es bueno ensu raíz, pero tiende al mal porque su ser está debilitado por el pecado deorigen. Esto convierte en lucha su paso por la tierra, su tarea es laconsecución de un brillante destino.

Porque somos llamados a la filiación divina. Y ese tesoro lo lleva elhombre sobre el mundo, camino de un destino eterno. Dios le regalóenergías que le ayuden, ilusión y sentido por conocer el camino y amar laverdad, el encanto de la virtud y la nobleza de los altos ideales. Sólo

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después de esta lucha en su paso por la tierra, el hombre alcanza defi-nitivamente su vida.

Pero aquí la prepara, la busca y la conquista.

A esto se reduce el perfecto humanismo o ciencia del hombre.

* * *

Una condición: el afán de superarse.

La vida es lucha constante, afán de conquista ycrecimiento. Nada en el mundo está ocioso.

En el silencio de los inviernos, bajo el sudario de la nieve, duermenlos campos la riqueza escondida de las infinitas semillas depositadas en lossurcos. Allí, en lo profundo, la semilla desdobla energías misteriosas en busca del crecimiento. Cuando llegue el tiempo oportuno y los vientoscaldeados acaricien la tierra y sobrevenga el deshielo, la tierra se vestirá desuave verdor con las mieses que apuntan. Todo se logró en la aparentequietud de una vida pujante. Más tarde, granará la cosecha y brillarán lasespigas.

Así, por todo el haz de la tierra. Es una sucesión inacabable demovimientos vitales. Todo es un continuo sucederse y avanzar, variar paraconseguir formas nuevas y nuevos frutos y flores de colores vivos. Desdeel más pequeño brote hasta las grandes floraciones, todo se renueva, todoconquista, todo se mueve y alcanza nuevos grados de vida y color.

 Nada está quieto.

Los seres todos se mueven al mismo conjuro. Ruedan los astros yrelampaguea la luz, se multiplican las vidas en todas las especies. Los díasse turnan, los cielos cambian, se estremece el mar, las estrellas brillan.Todo parece alentar en una vida universal. Y, como signo de vida, todo escrecimiento y actividad.

Y surge un concierto admirable en la Creación.

La superación es el índice de la vida. Deberá ser también el signo de nuestra capacidad de vivir.

Sólo se estanca lo que muere.

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Penetrada de esta verdad, el alma comenzará por desear su propiocrecimiento, alentando afanes de conquista de valores nuevos y desarrollode sus facultades: si no lo quiere, se limitará a vegetar; ocupará en vano un puesto en el mundo, dislocada del conjunto de los seres y disociada de la

armonía y dicha de la creación. En su interior se sentirá muerta, achatada por falta de ideales, reseco el espíritu y arrugado el corazón... porque noquiso o no supo vivir.

El destino viene a caer, así, en nuestras manos.

Somos nosotros los que hemos de avivar el ideal de una vida mejor. No sólo en las condiciones materiales entre las que nos movemos. Todaconquista de bien es aceptable; pero no basta la conquista de un mundomaterial mejor. Cuando se predica el ideal de una vida mejor, se pretende

una vida mejor de un mundo absoluto en todos los órdenes, en ejercicio detodas las facultades. En el pensamiento y en el corazón, en la bondad y enla simpatía, en la alegría y en el gozo. En el terreno de nuestro cuerpo y,sobre todo, en la luz de nuestro espíritu y en los ardores intraducibles delcorazón, un librarse de la esclavitud de los propios complejos y defectos, para amar la propia excelsitud y el servicio entusiasta de los demás: dar significado a la vida, hermoseándola, y añadiendo al tesoro de bondad delmundo alguna monedilla más cada día.

 Nunca tan necesario como hoy, cuando, cansados de materialismo,anhelan los hombres —y acaso sin saberlo— ráfagas de espiritualidad quelos redima. Una nueva sociedad debe nacer y un mundo nuevo debe ser alumbrado; cada uno debe brindar su leal esfuerzo y su entusiasmodecidido. Hace falta un ardiente deseo de mejorar.

«La ley de la lucha por la vida debe ser obedecida. Ladegeneración del cuerpo y del alma es el precio que pagan losindividuos y las razas que han olvidado la existencia de estaley».

(A. Carrel).

Un decidido empeño de mejorar la vida interna de cada uno ydignificar nuestro trato con los demás, ensanchará al alma con unverdadero rejuvenecimiento de todo el ser. Mientras se tiene un empeñonoble y se lucha por él, nadie es mediocre ni envejece.

«No importa cuál es la edad, porque la juventud no es un periodo de la vida; es, sobre todo, una actitud mental sana».

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(Iserte).

Sólo un ideal así merece la pena de vivir.Esto supone una lucha constante por la propia superación. Mientras

se vive, se conquista algo. Y la vida no admite estancamientos; sería igualmorir. No deben admitirse estancamientos en esta lucha por la conquistadel propio ser mejor...

Pero es preciso saber comenzar, y comenzar muchas veces. Cada díasupone un verdadero comienzo en la lucha de toda la vida. En los avancesy retrocesos, en las caídas y levantamientos que todas las luchas traenconsigo, sólo pueden ser considerados como vencidos los que se dejanarrebatar la bandera y son expatriados; los que al dolor de la derrota

añaden la vergüenza de la cobardía y la entrega perezosa. En el camino dela vida, quien tropieza y cae, pero se levanta y sigue, apenas puede dolersede su calda. Sólo es vencido por la aspereza del caminar el que, caído, setumba en los charcos del camino desesperado y sin ánimos ya.

Saber luchar y saber comenzar muchas veces. Sólo los empeñosconstantes reportan, por fin, la victoria. Y ninguna lucha merece mejor nuestro esfuerzo que esta lucha por ganar una propia vida mejor, másexacta, ordenada y feliz, en lo que parece que todos los mecanismos del

alma y del corazón ruedan con armonía y precisión rebosantes de dulzura.La inacción lleva al aburrimiento del vivir. Al taedium vitae de quehabla Bossuet, como fondo del corazón humano irredento. En  Niebla, deSelma Lagerlöf, se traduce el alma del protagonista que se aísla delmundo, después de la experiencia de la guerra. Renuncia a la lucha por lavida y a la colaboración por el bien de los demás; busca la comodidadcomo base de su propia dicha. Pero... termina loco. La inacción es unamanera equivocada de vivir; esquivar la lucha, renunciar a la conquista de

una vida mejor, termina en el embotamiento del sentimiento y en el fríodel alma.

Si queremos vivir, saborear la vida, sólo tenemos un medio: vivir. Yvida es lucha y deseo de conquista y superación.

CONOCERSE

Y, como en toda empresa, se requiere también aquí conocer los

medios con que se cuenta.El hombre que pretende levantar un edificio —dice el Señor— 

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considera antes el costo global de la obra y mira si cuenta con mediossuficientes para la empresa, no sea que, comenzada la obra, tenga quedejarla sin concluir.

Primero es conocerse el hombre a sí mismo.

El consejo del mundo clásico cobra siempre una viva actualidad.Dentro de nosotros hay un mundo que no conocemos, somos extraños anosotros mismos. Somos mejores y peores de lo que suponemos. Y si noacertamos a dar la cifra de nuestro interior, es porque nos desconocemoscasi totalmente.

 No vale, en este conocimiento, reducir cantidades y suprimir factoreso resaltar otros. Se ha de llegar al propio conocimiento con la mayor lealtad, señalando virtudes y cualidades, vicios y quiebras. No se ha

apagado el eco de las palabras que tantas veces recomendaron el silencio,como vivero de grandes ideas, de grandes conocimientos: «El Reino deDios está dentro de vosotros»; sólo nos falta asomarnos lealmente alinterior del alma, buscarlo y conocerlo.

En todos hay muchas posibilidades de bien, ignoradas.

 No faltan, tampoco, raíces de mal, disimuladas, a veces, en la marañade egoísmos que pretenden sincerar actitudes poco nobles.

Si sólo viésemos el mal que entenebrece nuestro espíritu, caeríamosen un pesimismo infecundo. Y si apreciamos sólo el bien, disculpamos elmal con apariencias de bien, no llegaremos jamás a querer la propiasuperación. En las cuentas del alma, las pérdidas y las ganancias debenconsiderarse por igual.

A) HACE FALTA SINCERIDAD.

 No es en vano esta llamada a la sinceridad. Padecemos un conjuntode factores pasionales que nublan la serenidad del juicio. La ley desimpatías y antipatías nos estorba para conocer a los demás; el egoísmodificulta el conocimiento propio, por la natural inclinación a disculpar losíntimos desfallecimientos.

Esta falta de sinceridad encuentra distintas oportunidades endiferentes espíritus. Particularmente, la mujer es su víctima más frecuente.Su psicología está empapada de un subjetivismo que, muchas veces, es

decisivo y nubla la sinceridad, aun involuntariamente. Su carga afectiva esmuy crecida, y toda carga efectiva altera el conocimiento y la apreciaciónreal de las cosas y los hechos. Más que en ningún otro asunto, es verdad

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aquí el dicho popular de que todo es según el color del cristal con que se

mira.La mujer que quiere conocerse, deberá primero limpiar el cristal de

sus golpes afectivos. Deberá objetivar sus impresiones, analizando motivos

e intenciones, aprendiendo el valor de confesarse a sí misma en la desnudaverdad de su mundo interior.

Ayuda mucho el consejo y la dirección; y para que en ellos no quepatampoco el cambio de color  por el cristal de lo subjetivo y pasional,convendrá repasar no sólo los actos realizados, sino las intenciones quefueron su inspiración. Realmente, no importa tanto conocer lo quehacemos o no hacemos; importa sobre todo saber  por qué lo hicimos o lodejamos de hacer .

El «por qué» y el «para qué» califican nuestros actos.

El conocimiento de nuestras intenciones y finalidades nos abre a lasinceridad con nosotros mismos.

B) A LA SINCERIDAD, VAYA UNIDA LA ACTUALIDAD.

Un factor importante es el examen diario. Antes de entregarnos aldescanso, repasemos lealmente el día. Algunas almas han alcanzado lafacilidad de recogerse detrás de cada acción importante, para lograr undominio pleno y no dejarse sorprender por golpes de pasión. Cada acto,acrisolado pronto por un examen consciente de intenciones y finalidades,ha ido dando a esas almas la facilidad de conocerse y vivir sobre sí, sudecisión no ha de resbalar fácilmente, el corazón no se desmanda confrecuencia, sus juicios son pausados y ponderados.

Esto no se adquiere sino por la costumbre del examen diario de lavida. Cosa no acostumbrada en el mundo de hoy, tan desbordado hacia loexterior. Sin embargo, el hábito de recogerse unos instantes para atender ala propia estima y calificación desarrolla el poder de observación, ladisciplina de los sentimientos y aquieta el nerviosismo.

"Un día, sin un trocito o dos de soledad, es como un«cóctel» sin hielo».

(Juan Struber).

«Cual oasis en medio del árido desierto donde el viajero fatigado

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encuentra la sombra acogedora y el agua fresca que le reaniman, así lameditación, después de una ardua jornada de trabajo, le hará ver conclaridad los problemas del día, que no habrá podido apreciar debidamenteen medio del laberinto de la vida moderna».

(S. Iserte).

Así, la vida debe florecer.

La visión diaria y sincera de nuestro espíritu debe ir animada del afánde corregir, sanar y elevar.

El bien y el mal ante nosotros. Ni nubla el orgullo —porque el mal posible nos amonesta humildad— ni el pesimismo angustia —porque el  bien realizado anima y levanta los deseos—, sino que en un seguro

equilibrio el alma comienza a sentirse afanosa de superar sus quiebras. Seaasí la consigna:

«Hoy, mejor que ayer; mañana, mejor que hoy».

Serán victorias pequeñas, acaso imperceptibles pero de muchas cosas  pequeñas resultan las grandes cosas. Con pequeñas piedras vaempedrándose la calzada, y ladrillo a ladrillo, se levanta el edificio. Latido

a latido, va la vida y corre la sangre por las venas. Imperceptible, elcrecimiento convierte al niño en hombre y la planta se robustece en árbol poderoso. El pasado debe quedar atrás.

«En el cuadrante de cierto reloj de sol se lee la ins-cripción siguiente: Horas non numero nisi serenas (no cuentomás que las horas soleadas). No deje en su corazón el más pequeño rincón para el odio; la edificación de su carácter lo

exige. La vida es demasiado corta para pasarla recordandocosas viejas; extraiga la quintaesencia del pasado, laslecciones de la vida y prosiga su marcha».

(S. Isera, «LA CONQUISTA DE LA VIDA» ).

Y que el alma se libere de su peso con alegría y humildad. El pasadoencierra una lección. Si el remordimiento lo revive, que la contricióncordial lo purifique. Y, entretanto y siempre, que el alma vaya recogiendolas lecciones que el pasado encierra y las aproveche en la construcción dela propia historia, donde cada página sea escrita con más entereza ycompendie realidades puras.

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Cada día es un comienzo. Es la página en blanco de un libromisterioso. Aunque ayer la página se emborronara, comencemosanimosamente el día de hoy.

El arte de luchar y vivir es el arte de saber empezar.

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ENCUESTAsobre

La conquista de sí mismo

VER:¿Ha avanzado el mundo en progreso material?

Principales aspectos en que ha progresado.

Efectos beneficiosos de ese progreso.

¿Ha ganado algo el hombre para su felicidad?

¿El mundo es hoy más desgraciado? ¿Más feliz?¿Rasgos principales de la falta de dicha: en los individuos, en lasfamilias, en la sociedad, en el mundo?¿A qué puede atribuirse esta falta de dicha, en medio de tanto progreso material?

¿Cuál será el fundamento de esa alegría?

JUZGAR 

¿A qué llamas «cultura humana» o «cultura de valores humanos»?

¿Cómo entiendes el verdadero humanismo, en un plano puramentenatural y a la luz del Cristianismo?

¿Importa educar los valores propios? ¿Por qué?

ACTUAR:

  Nada está ocioso en la naturaleza. ¿Tratas de superarte? ¿Estásconvencido de que tu destino está en tus manos? ¿Te preocupa tudestino material o profesional más que tu destino humano? ¿Y a los

que te rodean?

¿Importa para esto el conocimiento propio?

¿Qué medios sugieres para lograrlo?¿Cómo despertar en los demás la sana inquietud por la propia dicha?

Normas para la acción

Convicción intima de estas verdades.—Trabajar el conocimiento delas propias cualidades y defectos, para comenzar el cultivo de un perfecto

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humanismo.—Vigilar toda nuestra actividad; nuestro proceder en sociedaddebe contagiar de estas convicciones.

Examinar estas normas

* * *

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La frivolidad

Buscad la verdad clara que vivifique vuestra mente;tendréis la ciencia y la fe. Moved la voluntad con seguridad,carácter y aplomo en busca de la mejor realización de la vida.

Trabajad por llegar al fondo de las cosas en el constanteanálisis y búsqueda de lo estable y profundo.

Amad el vértigo glorioso de las pequeñas o grandes

responsabilidades.

El mayor tropiezo en la vida es la frivolidad. De ahí, la falta desentido de la responsabilidad y, de consecuencias, la conducta turbia —nomala acaso— con escándalo de muchos y nulidad de trabajo por causasnobles.

Remedio: Prevenir contra la frivolidad, educando el sentido de laresponsabilidad.

* * *

 Frivolidad es la palabra francesa: una palabra de significado vago eimpreciso, pero que abarca y define el primer mal con que tropieza paratoda labor eficaz. Nos interesa, más que la palabra, la realidad que bajoella se guarda. Todo un mundo de fenómenos espirituales y morales, deevidente trascendencia en la vida social, principalmente.

Por frivolidad, se desconoce el verdadero sentido de laresponsabilidad de nuestros actos y de nuestra vida; se cometen muchos pecados de omisión; se vive una vida egoísta, se producen actitudes y posturas inmorales, criterios equivocados e ideas turbias, con evidenteescándalo para las almas.

Por eso, interesa conocer todo el mal que se encierra en la frivolidady trabajar por curarlo.

De ello depende un gran bien espiritual y humano para cada uno y ungran fruto de actividad social de todo orden.

Bajo la palabra  frivolidad  se encierran demasiadas cosas y

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demasiados males para que pueda definirse fácilmente. Es tan variado sucontenido, que dificulta su exacta comprensión.

 No es incultura. Hombres cultos, acaso son frívolos. La cultura dealgunas épocas (Renacimiento, por ejemplo) y, dentro de la cultura,

algunas de sus ramas están dañadas o son propicias a la frivolidad. Se puede saber sin profundizar. Y, muchas veces, confunde la ciencia de unhombre frívolo que, por su ciencia, influye en los demás, y por frivolidad,influye para mal.

Más aún, la cultura es para el hombre frívolo un medio valioso queabrillanta más su frivolidad y le hace más atrayente.

Tampoco es falta de ingenio o agudeza. Los frívolos suelen ser, por el contrario, hombres de chispa y golpes muy buenos. La frivolidad, que

mira más a lo exterior y superficial de las cosas que a su contenido profundo, encuentra en lo exterior matices y ángulos que se prestan a laagudeza o a la visión rápida y terminante de un detalle. La brillantez deaquel detalle no supone siempre profundidad de conocimiento ni seguridadde visión, sino, a veces, falta de comprensión de un conjunto.

Tampoco es frivolidad lo mismo que insensibilidad. El sentimiento puede y suele jugar un papel importante en la frivolidad; fácilmente seapodera del alma el sentimiento y fácilmente se salta de uno a otro, aun

siendo contrarios. De la risa al llanto, hay un paso breve para el frívolo.Recoge pronto un sentimiento, para prontamente dejarlo o perderlo y denuevo dejarse sorprender por otro distinto. El sentimentalismo suele ser uncaso de frivolidad.

DEFINIENDO

Diríamos que la frivolidad se caracteriza por la superficialidad.

Analizando la palabra  superficialidad , nos encontramos con que lafrivolidad es inclinación —temperamental, educada o aprendida— aquedarse en la superficie de las cosas, sin profundizar en ellas.

En lo espiritual, se poseen conocimientos que no cuajan en verdaderaciencia ni en convicciones firmes. Se sabe mucho, pero no se llega alfondo de nada. Se conocen cosas, pero no se llega a dominarlas.

En lo moral, falta carácter y seguridad y aplomo. Arrastran más las

cosas brillantes y sugestivas sin tiempo para pensar si su aparente bellezarespalda una positiva bondad.

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Fiestas, vestidos, modas, doctrinas, ideas... Seduce más lo exterior  brillante que la verdad real.

En lo intelectual, es el mariposeo sobre varias materias antes que laverdadera ciencia que estudia causas y efectos, realidades actuales y

 posibilidades futuras, deducciones lógicas, más que alegres afirmacionesno contrastadas.

En lo sentimental, arrastra más lo emotivo que lo bueno. Ejemplos desuperficialidad sentimental nos ofrece el variadísimo espectáculo dealgunos movimientos del alma producidos en tiempos de consolación:ejercicios y colegio, aparentes fervores y entusiasmos de un día. Lossentimientos se dieron, pero no perseveraron.

Si buscamos un símil que, fijando nuestra atención, nos brinde una

figura de la frivolidad, encontramos muchos.El alma frívola es como el barco velero. Se ignora el tiempo de la

travesía y la ruta precisa que seguirá. Su viaje depende, en gran parte, delviento que sople. Un ligero viento de popa facilita la travesía; más difíciles el viaje, si el viento es huracanado, de proa o de costado; y se detiene elvelero, a merced de las corrientes, si se calma el viento. Casi totalmente,depende del exterior.

Por el contrario, el alma llena de convicciones y segura en suconstancia es como un hermoso transatlántico moderno. Naturalmente, latravesía es más agradable si ayudan el viento y el mar. Pero, aunque éstosno ayuden, el gran transatlántico sigue, seguro, su ruta, porque llevaencendidas sus calderas. Y del fuego interior produce su movimiento yavanza. Casi totalmente, posee dentro de sí mismo la fuerza que le permitemarchar y apenas depende en nada de los elementos exteriores.

El alma frívola es como lluvia aparatosa de aguacero. El día

amaneció brillante, pero pronto se agolparon las nubes que traían en suseno la tormenta ruidosa. La tierra, debajo, está sedienta. Cayó de pronto,torrencialmente, el agua; se formaron charcos e inundaciones. Despejómás tarde el cielo y volvió a brillar el sol. La tierra seguía seca y sóloquedaban aquellos charcos que dificultaban el caminar. Es que el agua nocaló, resbaló. Llenó charcos, pero no humedeció hondamente la tierra quequedó otra vez sedienta.

Es mejor el agua suave y fina, que en gotas menudas y constantes,

sin ruidos ni aguaceros, va calando la tierra pausadamente.La semilla depositada en el surco encuentra entonces la suave

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humedad apetecida. Cuando llegue el tiempo oportuno, granará unaespléndida cosecha.

Así en las almas. No es el sentimiento rápido y aparatoso lo quesalva. Sino ese suave y constante humedecer nuestro interior con doctrina

sana y rectas convicciones, que vayan empapando al alma. Parecerá que elalma no recibe, pero llegará un día en que la vida interior acumuladaromperá en una espléndida cosecha de ideas y sentimientos, de ciencia ode santidad.

El Evangelio ha reservado una de sus más bellas parábolas para poner de relieve los engaños y peligros de la frivolidad: la parábola de lasvírgenes necias. Diez vírgenes esperaban al esposo. Las diez eran vírgenes,todas igualmente presentaban seguras la nítida limpieza de su túnica. Pero

no triunfaron las diez, ni fueron las diez recibidas en la fiesta de las bodas.Porque cinco de ellas, frívolas, se hallaron desprovistas de méritos cuandollegó el esposo. ¡Qué dolor —dolor de fracaso y de espanto, ante lodefinitivo— encierra el gesto de las manos vacías que recoge para la pantalla la cinta «Balarrasa»!

¡Cuántos ejemplos podríamos entresacar de la vida ordinaria! Losmás amargos desengaños y los fracasos más crueles se han recogido por una siembra de frivolidad.

En aquel pueblecito veraniego descansaba sus últimas horas devacaciones Matilde.

Espiritual, inteligente, educada con esmero y atención en un ricoambiente familiar.

Pero... frívola.

 —Mañana termina mi veraneo.

El coro de amigas cortó terminantemente.

  —¡Imposible! Mañana será la gran fiesta de verano. Está todo preparado. Y, este año, con la sorpresa de Carlos.

 —No me importa Carlos. ¿Por qué he de quedarme?

 —¡Mujer! ¡Si Carlos es todo un plan! ¡Si se lo rifan todas! Y bienque lo sabe, como que presume que ninguna se le resiste.

 —¡Bah! No lo conozco, ni me creo atada para quedarme.

Pero, al fin, Matilde cedió. No por Carlos, sino por carácter 

acomodaticio y demasiado flexible. Carlos supo la indiferencia de Matilde por él y por la fiesta. Y se dedicó toda la fiesta a Matilde. Matilde bailó

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con Carlos. Habló largamente con Carlos. Le embrujaba la labia deCarlos...

Matilde no marchó tampoco al día siguiente. Cuando dio por terminado el veraneo, fue porque Carlos había marchado también. Ya eran

novios. Se apresuraron fechas, regalos, saludos. Se anunció el noviazgooficialmente y, pronto la boda.

Carlos era un calavera. Pero... ¿y qué? ¿Los demás son acaso santos?Y mujeriego y despilfarrador. Sabía de todos los desórdenesorgullosamente proclamado por él mismo y tristemente confirmados por sus víctimas. La salud se le inclinaba en minas prematuras. Joven de edad,era ya muy viejo por los quebrantos de los vicios.

El padre de Carlos, compadecido de Matilde, habló con ella. Nada

 pudo. Visitó a los padres de Matilde: —Es terrible para mí tener que hablar así de mi hijo. Pero debo

hacerlo. Que mi hijo no destroce a Matilde. Mi hijo es un canalla. Procurenustedes que Matilde no llegue a entregar su vida a quien no sabrá guardarlani respetarla.

Contra todos, Matilde se casó con Carlos. La brillantez de suapariencia la seducía, sin pararse a comprobar la verdad de aquellosvalores exteriores.

Hoy, Matilde llora sola, abandonada, vuelta de nuevo a su casa.Carlos... sigue su camino de vergüenza real encubierta por una brillanteexterioridad.

También él, Carlos, llevan consigo su irresponsable frivolidad, sinmirar jamás hacia atrás para contemplar las consecuencias lamentables desu vida divertida. Cuando, sin duda, se sienta aplastado por el peso de losaños gastados sin fecundidad, también él lamentará el vacío de unos años

de «figurón» y el remordimiento de muchas ruinas.* * *

La frivolidad es herencia del antiguo paganismo, con su ignorancia práctica del alma y de los valores espirituales, con su culto a la forma, alcuerpo, a la carne y a lo exterior. Pura y primitiva sensibilidad del hombresin cultivo; vida sensorial derramada sin esfuerzo sobre lo que es materia yapariencia exterior, color, peso y medida. Materia, en fin. Admiración por la destreza del músculo y la armonía de los cuerpos, en la elegante yretórica Grecia clásica. Culto a la fuerza en la Roma viril, la del peso

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militar de las legiones y de la maestría utilitarista de la política...

El Cristianismo logró vencer aquella frivolidad pagana; al menos, sudoctrina sustanciosa y profunda pudo servir de contrapeso a las tendenciasinstintivas del mundo. Enseñó cómo llenar el pensamiento de cosas graves,

de ideales de cielo y de verdades enteras y sublimes. El hombre aprendió a pensar más en lo sobrenatural, que es el pensamiento más denso y macizo,y el espíritu del hombre recibió la invitación para recorrer todo lo ancho ycalar todo lo profundo de las verdades rotundas. La voluntad, por lagimnasia del desprendimiento y la victoria sobre el egoísmo, aprendió agobernar instintos y a dominar pasiones. La vida revistió gravedad yrumbo divinos, entendida y amada como tarea grandiosa que el hombre — todo hombre— ha de realizar. Todo fue adquiriendo orientación de

eternidad.Luego, se fue entibiando el Cristianismo.

Y al comenzar las primeras literaturas, algunas (la Provenza, por ejemplo) se inclinaron por los géneros ligeros y frívolos, puro sonsonete deversos y cadencias, palabras armoniosas sin apenas contenido. En general,las literaturas incipientes se entregaron con preferencia a los ideales de laépoca: el género épico, los asuntos caballerescos o religiosos. Hasta que, paso a paso, se adentró lo lírico profano.

El Renacimiento supuso una grave crisis en la vida de su época.Todo un mundo ideológico anterior terminaba, casi por completo, yempezaba algo nuevo; grave, como todo lo nuevo y poderoso. Se volcó elcorazón del hombre sobre todo lo terreno y transitorio. Hasta entonces, loshombres respiraban más las auras del espíritu. La tierra —aun creyéndosecentro del mundo— vivía orientada hacia el cielo. Templos de fuertesmuros, sin adornos, de grandes piedras y mucho recogimiento. Obrasdensas como la «Divina Comedia» y la «Summa». Empresas inspiradas en

un ideal grandioso e imposible, como las Cruzadas. Todo, con la ilusión de«Hacer algo que mereciese la pena, vivir como para morir, saberse peregrino hacia Dios y pasar por la tierra mirando al Cielo...»

El Renacimiento enseñó al hombre a amar también el «paraíso de latierra». Los templos se hicieron esbeltos y floreados, atravesados de lucesmulticolores y transparentados por rosetones inmensos y bellos. El adornose sobrepuso a la fría materia y a la línea austera: en la liturgia y en lamúsica, en las construcciones y en el vestido. La poesía aprendía más elgracioso decir que el decir algo enjundioso. Se aprendió el buen vestir ycomer, la belleza y el color, la línea y la forma. En el teatro, comenzaban

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las primeras piezas de amoríos —muy audaces para su tiempo— y seempezaban a desplazar los «misterios» y los «autos sacramentales».Llegaban los temas del momento, las costumbres de la época, la trama delas cambiantes pasiones humanas, dejando arrumbados los temas eternos y

trascendentales.Estas ideas y estos sentimientos cunden luego en el alma popular.Aun las almas entregadas a lo sustancial y divino, sufren dentelladas deeste espíritu frívolo que todo lo invade. Ya el mundo no volvería atrás...

La mal llamada «Reforma», de Lutero, proclamada aparentementecontra el desorden, lleva estas ideas hasta las últimas consecuencias.

El siglo XVIII francés las consagra en el mundo. Desde los tiemposde Luis XIV, Francia venía gozando de su puesto preeminente entre los

 pueblos. Se iniciaba el «siglo de oro» francés, que desembocaría en elsiglo XVIII por los cauces de una frivolidad creciente en la clase dirigente para terminar en la sacudida de la Gran Revolución Francesa. Hasta esemomento, la Corte y la aristocracia hicieron gala de una elegantefrivolidad cuyas salpicaduras llegaron al pueblo. Se contagiaron lasinteligencias. Su fuego sería la Enciclopedia y su fruto el manojo de todoslos liberalismos. Y el «siglo de oro» comenzaba a ser francés. Cuando unanación vive su «siglo de oro», influye en otras muchas naciones

inyectándoles su espíritu. La época toda, no solamente la nación, secontagia de unas maneras de pensar y vivir. En aquel siglo XVIII, Españase encogía ya de su antigua grandeza. La decadencia debilitaba con suvirus la vida de la que fue gloriosa nación y madre de pueblos.Frívolamente, contagiada de «afrancesamiento» mal entendido, echaba por la borda el rico tesoro de una larga tradición...

Entretanto, Francia alcanzaba su mayor altura política y sedesbordaba su poder, su brillo y su riqueza, salpicando a todas las naciones

de Europa. Pero la corte francesa era una corte frívola que contagió a todaslas demás naciones. Era frívola —ideológicamente, lo que es más grave— la Gran Revolución Francesa. Todas las naciones europeas se contagiaronde frivolidad y, desde las zonas del pensamiento, se fueron contagiandotodos los estratos de la vida en todas las clases sociales.

Después de tantas salpicaduras, el mundo no puede fácilmente curar su frivolidad. La naturaleza humana, herida y debilitada, se deja fácilmentearrastrar por lo sensible y por lo exterior. Vivimos una época recargada desacudidas sentimentales y de estridencias. Lo emocional está a flor de piel.Todo en los ambientes —ideas y cosas— invita a la superficialidad. Cada

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vez es más difícil el recogimiento, el silencio, la profundidad.

Las almas están demasiado enfermas.

Hoy, con la civilización actual, la frivolidad es el peor de los males.Parece que todo invita (cine, radio, novela, teatro...) a no pensar en nada

serio. Abundan los «movimientos de evasión»: el gesto de multitudes quesólo busca evadirse de responsabilidades y quebrantos, que quiere dejar aun lado el pensamiento serio y busca en todo la suave distracciónintrascendente. Se vive demasiado aprisa. Se revolotea por todo y pocosson los que aciertan a «posarse» en algo para aprovecharloexhaustivamente.

Cabezas bonitas, pero huecas; vestidos preciosos, pero cuerpos sincorazón; erudición amplia, pero farragosa y altisonante y hueca; se lee

mucho, más que nunca, pero insustancialidades y ligerezas y, lo que es peor, se cree saber mucho porque se lee mucho o «se está enterado» demucho. Se estudia sin disciplina, sin constancia; se prefieren novelas«rosas» o no, revistillas sin trascendencia, reportajes rápidos ysuperficiales, noticias escuetas y sorprendentes, deportes y... poco más. Elestudio serio y reposado aburre. El saboreo de las cosas estables y eternascansa.

En lo moral, faltan principios y convicciones arraigadas. La «ley de

la masa» tiene más influencia que nunca y la desaparición de la personalidad entre la multitud es el peligro más serio. Las cosas «no tienenimportancia» cuando «todos lo hacen». Faltan caracteres que sepan,quieran y puedan llevar a la práctica la verdad y la virtud sin variantes nirecortes.

La piedad es más sentimental y entregada a lo emocional, totalmenteindividualista en la mayor parte de las gentes, sin ganas de «ser más», sindeseos de «meterse en líos». Cuesta salir del «yo» para llegar al«nosotros»; porque cuesta acostumbrarse a ver como propias, inmensasresponsabilidades sociales. Y esto —un hermoso dato positivo— cuando elmundo va hacia un mayor sentido comunitario del hombre.

Por frivolidad, quedan sin pasar examen los incontables «pecados deomisión, que cometemos todos: el bien que dejamos de hacer. Unamplísimo capítulo de posibilidades que transformaría al mundo. Que cadauno procure imaginarse cómo es el mundo actual —por lo menos el mundo

que cada uno vive— y piense luego cómo podría llegar a ser ese mismomundo si cada cual... no sólo evitase hacer el mal, sino que corrieseapresuradamente —de prisa, pero en paz—a hacer todo el bien posible.

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Pero esta visión del bien posible queda nublada por exceso defrivolidad.

* * *

En la mujer —sobre todo, en la juventud— el peligro es mayor. La psicología femenina es terreno abonado para la frivolidad. Predominan enella las facultades que llamaríamos «ligeras» sobre las cualidades  profundas. La imaginación y la intuición, más que la inteligencia; elsentimiento, más que la voluntad; lo concreto e inmediato, más que loabstracto y futuro. Es una marcada inclinación instintiva hacia la frivolidadque, bien administrada y entendida, es un don de Dios que ayudaría a lamujer para dominar amorosamente las costumbres y educar al hombre.

Por otra parte, la mujer recibe generalmente una educación másligera y frágil, más consentida. Lo cual, añadido a su psicología, hace quela mujer sea más fácil presa de la frivolidad del ambiente.

* * *

Y si la mujer es frívola... el mundo anda mal.

Porque antes apenas influía la mujer en las costumbres y en la vida

social. Si era frívola, ella cargaría con las consecuencias de su frivolidad o,a lo más, salpicaría a quienes con ella convivieran: su matrimonio, suhogar, su familia...

Ahora, en cambio, desde los «años veinte», se viene realizando un profundo cambio en el mundo de la mujer. La mujer interviene, cada vezmás, en la vida y, necesariamente, influye en las costumbres: la oficina, eltrabajo, la Universidad, las relaciones sociales, las fiestas, la calle, sonambientes en que la mujer no sólo es admitida, sino que constituye el

centro de la atención de muchos. La elemental e innegable influencia de lamujer en la vida del varón, con las inevitables repercusiones en lasociedad, es ahora un fenómeno de trascendental evidencia. Por eso, de suformación o de su frivolidad, se habrán de originar muchos beneficios ograves daños para las almas y para la vida social, familiar y laboral.

Y, de ahí, una grave responsabilidad.

* * *

Una grave responsabilidad que obliga a buscar ardientemente elremedio para curar el peligro de frivolidad. En principio, la norma no

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  puede ser otra que ésta: desarrollar el sentido de la responsabilidad.Acostumbrar a las almas a pensar hondamente y ser constantes. Las doszonas más altas de la persona —la inteligencia y la voluntad— trabajadashasta llevarlas a su mayor eficacia. La verdad —inteligencia—y el bien — 

voluntad— como instrumentos que lleguen a dominarse y manejarse consoltura y seguridad.

Realmente, aquí se abre cauce al trabajo en busca de una perfecta personalidad. Esta es la base de un carácter perfecto.

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ENCUESTAsobre

La frivolidad

VER:

¿En qué crees que consiste la frivolidad?

¿Has visto muchas personas frívolas? ¿Qué rasgos las caracterizan?

¿Pueden coincidir en una persona frívola algunas magníficascualidades?

¿Podrías poner algunos ejemplos?

¿Qué comparaciones te ayudarían a comprender y hacer comprender la frivolidad?

JUZGAR:

¿Qué ideas crees que han originado la frivolidad?¿Estás convencido de que su fuente se abre en el terreno de las ideas?

¿Cuál te parece que habrá sido la época del mundo menos frívola?

¿Podrías aducir algunos acontecimientos históricos de distintasépocas, en testimonio o en contra de la frivolidad?

En la sociedad cristiana, ¿qué ideas y qué costumbres dieron auge ala frivolidad?

¿Crees que hoy hay mucha frivolidad? ¿Cuál puede ser su causa?¿Sus manifestaciones?

¿Crees que la frivolidad es más fácil en la mujer? ¿Por qué? ¿Y más

 peligrosa? ¿Por qué? ¿Qué consecuencias puede traer la frivolidad?

ACTUAR:

¿Cómo puedes guardarte tú de la frivolidad?¿Ayuda el ambiente a curar la frivolidad? ¿Cómo reaccionar entonces?

¿Cuál crees que es el mejor remedio para curar la totalidad en los

demás?

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Normas para la acción

Adquirir convicciones firmes y sentimientos constantes.—Vigilar la  propia inconstancia y superficialidad.—Amar las pequeñas o grandesresponsabilidades.—Despertar inquietudes en los demás, con suavidad y

constancia.—Encomendar a los que tenernos cerca tareas deresponsabilidad.

Examinar estas normas

* * *

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R ESPONSABILIDAD

De ti y de mí no depende acaso el que otros hagan.Pero de ti y de mí depende el que hagamos nosotros o

dejemos de hacer, hagamos el bien o hagamos el mal. Yde que hagamos o no hagamos... dependen grandes cosas.

 No estamos en la vida para nuestro egoísmo y propia contemplación.La vida es tarea y conquista, servicio y misión. Hay algo y alguien,

además de nosotros, y a ello y a ellos nos debemos. Nuestra vida es, puesuna gran responsabilidad.

* * *

La reunión terminó inesperadamente y de un modo brusco.

Era un grupo de buena amistad, amigos todos, ellos y ellas. Sereunían de cuando en cuando para hablar de temas que importasen a todos.Puro afán de encauzar sus años jóvenes y llenar su espíritu de ideasexactas y valiosas. Se rozó, y cada día con más ahínco, la idea delapostolado y de la responsabilidad «hacia las cosas» y «hacia los demás».Como todo noble ideal entusiasma, aquellos cinco jóvenes se iban«calentando». Pero aquella tarde «saltaron», nerviosas, Conchita y Luchy.Estaba suficientemente claro que la doctrina sana reclama una misteriosa«pluralidad» y que no son suficientes los estrechos límites de cualquier egoísmo; y era también evidente, gracias a Dios, que el mundo se vienearmando, cada día más, en el plano de las responsabilidades sociales, quesaltan hechas pedazos muchas «cuadriculas» que nos dividían, que searrumban muchas fronteras espirituales y sociales que nos separaban.

Pero estas realidades exigen una modificación personal. Nuevos puntos de vista. Medidas nuevas de las cosas, más humanas y eficaces.

Y esa modificación supone la renuncia a todo egoísmo. Por esohabían «saltado» aquel día las dos amigas:

 —Yo no quiero meterme en «líos», ¿sabes?

Se había disuelto el grupo. A la animada conversación siguió uncorto silencio cargado de pena y fracaso, siquiera aparente. Eran dos almas

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 jóvenes que «se escapaban» para no atender las exigencias imperiosas dela mejor edad.

A la salida, ya en la calle, Alberto cogió de nuevo el hilo de laconversación:

 —No habéis hecho bien. No es gallardo el gesto de romper con uncompromiso que se ve evidente. Porque toda la vida, no sólo la vida delalma, nos está exigiendo cargarnos de responsabilidad. Y no es razonable —ni elegante— encogerse de hombros y no querer meterse en «líos»; porque lo primero que interesa es saber si podemos o no dejar caer lacarga. Yo creo que la carga no es voluntaria desde que el Creador nos pusoen la vida y destinó al hombre para trabajar la tierra. ¿Entendéis? Trabajar la tierra. Toda ella. Transformarla y mejorarla. Aunque haya que

descender a sus más profundos estratos. Nos dio la vida para eso: «Ahítienes tu vida y, en torno a ti, el mundo y las cosas y las gentes. Llena deentusiasmo tu corazón y... trabaja todo eso hasta donde lleguen tusfuerzas». Creo que... no está en nuestras manos querer o no querer colaborar al bien de los demás.

 —Pero eso supone llenarte de preocupaciones. Y yo, al menos yo,«no estoy por la labor».

 —Mira. Los americanos suelen enseñar a sus pequeños una norma de

actividad que, aproximadamente, dice así:

Hacer más, hacer por los demás, hacer con losdemás.

Así puede empezar a educarse el sentido de responsabilidad.

«Hacer más» supone querer superarse siempre y no quedarse jamás

contento con lo realizado hasta hoy; porque siempre hay algo que puedemejorarse. Hoy, mejor que ayer; mañana, mejor que hoy. No contentarsecon medianías y con un «ir tirando» por la vida sin hacer más que sombray simplemente ocupando un sitio en la tierra. La vida debe ser algo más.La vida es grave, porque es corta y por las enormes posibilidades que nosofrece.

«Hacer más» supone... pedir a Dios «alma de más». No podemosolvidar que el profeta Daniel fue escuchado en su oración «porque fue

varón de deseos». ¿Habéis pensado lo que quiere decir eso? Y la paz de latierra se prometió a las almas cargadas de buena voluntad, de sincera

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voluntad, de fecunda voluntad... Oí alguna vez clasificar las almas en doscategorías: almas «maximistas» y almas «minimistas». Interesan siemprelas almas maximistas, las almas que buscan siempre el máximo de sus posibilidades, las que desean desarrollar todas sus facultades hasta el más

alto grado posible, en toda honesta y sana dirección. Las almas amigas del«sí» y desconocedoras del «no», las almas que siempre aceptarán la tareao, por lo menos, no se esconderán en un rincón cuando la tarea lasreclama. Creo que esto mismo, proyectado hacia lo alto, quiere decir elSeñor con aquello del «hambre y la sed de la justicia».

 —Mira, Alberto, me aburría ya oyendo el sermón; pero has tocadoun punto de interés que nunca entendí bien del todo.

  —«Hambre y sed de justicia» quiere decir un gran deseo — 

semejante al hambre y a la sed— de alcanzar la perfección en todos susgrados. Y pensad que no llama el Señor ya bienaventurados a los quellegaron a la justicia, sino a aquellos que no pusieron tope al deseo cordialy sincero, a los que quieren sinceramente, en todos los órdenes, llegar a la perfección.

Todo esto exige «hacer más», querer «hacer más».

Todo esto excluye, desde luego, la postura cómoda y achatada de lasalmas que se cierran y empequeñecen, cortando altura al ideal.

«Hacer por los demás» es sentir en la propia vida la vida de los otrosy la extraña solidaridad que nos tiene a todos ensamblados mutuamente.Darse a otros, sacrificarse por otros, prescindir de nuestra comodidad yentregarnos al servicio de los demás. Menos egoísmo y más auténticacaridad que es, ante todo, amor cálido y eficaz más que simple limosnadejada caer en la boca hambrienta. Romper los límites estrechos de nuestro«yo» con sus «cosacas», con sus pequeños placeres e intereses, y darnoscuenta de que formamos parte de una comunidad humana en la que todostenemos nuestro compromiso con todos, todos estamos para todos.

  Nosotros mismos somos deudores a generaciones anteriores quetrabajaron para nosotros. Los que nos legaron la civilización quedisfrutamos, no quisieron descansar en su egoísmo; velaron muchos días ymuchas noches en un trabajo acuciante, sin mirar ni a su propia vidamuchas veces, con la ilusión de aportar algún beneficio a la Humanidad ydescubrir un poco más sus incontables misterios. Simplemente, trabajaron

 para desbrozar más los caminos de la vida y hacer más conocido el mundoy mejorar la tierra y levantar la postración del hombre. Nosotros, ahora, no podemos cometer el gran pecado de pasar por el mundo disfrutando de

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todo, sin ayudar a que los demás disfruten sobre todo de la verdad y de lavirtud. Hay que hacer «por los demás».

Aunque parezca que sus problemas no nos tocan. Aunque no noscarguen de culpabilidad ni exijan de nosotros una solución inmediata o

imposible. Pero nada de lo que es humano puede ser ajeno a cada uno. Loque toca a la gran familia humana —y a la tierra misma— donde fuere, esalgo que de algún modo y en una medida nos toca a todos. Que hayahambre de pan y que haya hambre de verdad y de cultura y que hayahambre de Dios; que los cuerpos o los espíritus, las almas o los corazones,no hayan alcanzado su alimento conveniente... es algo que ha deimportarnos, algo que debe acusarnos aunque no sepamos ahora de maneraconcreta qué es lo que cada uno de nosotros podemos hacer. Podemos

hacer mucho: enterarnos, poner los ojos en las realidades de los demás,saber nuestro mundo y sus cosas, interesarnos de veras y estremecernoscordialmente de gratitud por lo que hemos recibido y de espanto por ladiferencia acusadora establecida entre nosotros y los demás. Detrás denuestro interés, descubriríamos los remedios. Pero hay que prepararse a«hacer algo por los demás».

«Hacer algo con los demás» es poner nuestras ideas y actividades encontacto con las ideas y actividades de los que nos rodean o trabajan con

nosotros; contrastar nuestros modos y maneras, darnos cuenta de que losdemás también existen y trabajan y aciertan.Esto es lo mismo que «colaborar», trabajar juntos. Porque,

evidentemente, nuestras posturas e ideas pueden —en muchas ocasionesopinables— no coincidir con lo real o con lo mejor. Los demás tienentambién sus ideas y sus modos y, con nosotros, acumulan también sutrabajo y experiencia en el acervo común de la Humanidad. Sólo fracasaráel que se aísla, encasquillándose en su egoísmo. Para él, el mundo tiene

una sola dimensión; las cosas, sólo un color; los trabajos, sólo unamanera... Es necesario ponernos al lado de los demás con deseos decomprenderlos, de asimilar sus ideas, si es posible, o inyectarles lasnuestras si aquéllas son erróneas...

En cualquier caso, es necesario salir de nuestro egoísmo y encararnoscon los demás en un amplio gesto de entrega y colaboración.

LOS «POR  QUÉ».—LIBERTAD

La conversación continuaba. Mejor dicho, ya sólo hablaba Alberto. A

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su lado, las dos «egoístas miedosas» de «meterse en líos» y los demás delgrupo escuchaban silenciosos:

  —Y todo esto que os digo supone un fino sentido de laresponsabilidad. Son realidades que existen fuera de nosotros, querámoslo

o no, son exigencias que se nos imponen sin dejarnos lugar a elegir uopinar.

Para comprender mejor esta responsabilidad que, en mayor o menor grado, tenemos todos, hay que tener en cuenta varios elementos:

Primero, la idea de libertad. En el concierto universal de los seres, elCreador ha querido señalarnos un lugar determinado: ni piedra, ni flor, nianimal. Nos ha dado el «ser racional» que se apoya, principalmente, en lalibertad.

Muchas veces habréis oído hablar de libertad. Se ha escrito mucho yse ha gritado sobre el tema. Sobre todo, desde que los hombres creyeronfatuamente que habían descubierto la libertad con el nacimiento del sigloXIX, triste y pesimista y orgulloso. Parecía que «se estrenaba entonces» ladichosa libertad y los hombres la festejaron y la malgastaron exactamentecomo un chiquillo lo hace con sus zapatos nuevos. La libertad es otra cosamás seria y fecunda que lo que entonces se proclamó. Es un don realmentedivino, que califica nuestra vida y da valor a nuestro esfuerzo. No hemos

elegido nosotros este puesto en el mundo, ni podemos rechazarlo.Querámoslo o no, somos seres libres. Por lo tanto, responsables.

La libertad supone que depende de nosotros el bien o el mal quehagamos, porque ninguna exigencia interior nos obliga al bien o al mal.Observad los animales: no eligen por su propia cuenta, vienen y vanimpulsados por algo irrefrenable, son movidos por el instinto sin que aellos se les conceda el derecho de opción. Pero «delante del hombre está el pecado y la virtud; él elegirá el camino que prefiera». Y, una vez que elige,se hace responsable de la elección efectuada; precisamente porque nadie leobligaba, porque quedaba libre para preferir el camino opuesto.

Por esta libertad, es evidente que podemos hacer o no hacer; hacer el bien o preferir el mal. Pero seremos responsables del camino que hayamoselegido en cada instante.

Si hacemos, desarrollamos nuestras actividades, hacemos producir anuestros talentos y se perfecciona nuestro ser porque todos los seres se

 perfeccionan con el ejercicio de sus facultades. Rendimos, primero, gloriaa Dios que nos ha puesto en el mundo para que trabajemos según nuestracondición de seres racionales, para que hagamos con nuestro trabajo que

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las gracias de Dios —dejadas en nosotros como una semilla— fructifiqueny rindan abundantemente y, aunque no hubiese en ello ninguna otrautilidad, nada quede inactivo ni infecundo de cuanto Dios nos concedió.

Pero, además, el desarrollo de nuestras cualidades trae consigo un

  beneficio propio y una ganancia para los demás. Nosotros mismos,situados en esta coyuntura del mundo y de la historia, si hoy tenemos algoy nos vemos rodeados de comodidades y disfrutamos de la vida«civilizada», es porque «otros» hicieron algo antes que llegáramosnosotros, y no quisieron detenerse en la ociosidad. Inventaron cosas. Esdecir, «buscaron con afán hasta encontrar» aquello que servirá a losdemás: radio, teléfono, electricidad, televisión, estilográfica, imprenta,reloj... ¡Cuánto debemos a «otros»! Hemos llegado a este mundo y nos

hallamos instalados en él, en medio de una cantidad innumerable de«cosas» que nosotros no hemos trabajado ni merecido; sino que «estabanya aquí» porque otros, trabajadores activos, se sintieron empujados por laresponsabilidad y aprovecharon sus talentos.

Y nosotros, ¿qué hacemos? Si aquéllos hubiesen preferido, comodecís, no hacer nada y «no meterse en líos», vivir sólo para sus gustos yllevar una vida sin responsabilidades ni complicaciones, nosotros no

disfrutaríamos de la mayor parte de los beneficios que tenemos y el

mundo habría permanecido estancado en su barbarie.He aquí una fuente de enorme responsabilidad: nuestra libertad.

Porque entre todos los seres de la Creación, sólo nosotros podemos influir vivamente en la marcha de las cosas, sólo nosotros podemos orientarnos —y orientar al mundo—en un sentido o en otro. Y como podemos elegir entre varias posibilidades, de ahí la enorme responsabilidad de haber elegido una cosa y no otra.

Y, si preferimos no hacer nada, caeremos en una dejadez criminal.

Criminal, porque es realmente un crimen abstenerse de influir de unamanera o de otra cuando tanto se puede hacer; porque muchas cosas noserán jamás si nosotros no las hacemos; porque en muchas decisionesnadie puede suplirnos; porque dejará de producirse mucho bien si no lo producimos nosotros. Otros podrán hacer lo suyo; pero lo nuestro, lo quedepende de nosotros, eso no lo puede hacer nadie por nosotros.

Si preferimos hacer el bien, nuestra vida entra por cauces deapostolado. Porque tan cercanos estamos y tanto nos influimosmutuamente, que el bien que hagamos nunca queda en nosotros solamente,sino que se esparce y salpica con gérmenes de bondad y virtud a los que

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están a nuestro lado. Ha dicho, creo, Isabel Lesseur:

El apostolado que hoy se pide es un apostolado de

influencia más que una profesión de fe.

Y haciendo el bien es como mejor se va ejerciendo esa misteriosainfluencia que, como el agua suave en la tierra, va empapando las almas delos que están cerca de nosotros... hasta depositar en ellas gérmenes de unafutura floración de virtud.

¡Qué pena, en cambio, si preferimos hacer el mal! Porque la mismainfluencia —más fácil, acaso— se ejerce por el escándalo de nuestra vida poco ajustada, poco limpia. Tampoco nuestro mal es sólo nuestro; sino quesus salpicaduras llegan también a los demás y abren una nueva fuente deresponsabilidad grave.

En todo caso, ¿hemos pensado que, mientras vivimos, siemprehacemos esto o lo otro? ¿Y os parece que es igual que hagamos de una ode otra manera? Querámoslo o no, hacemos, vivimos. Responsabilidadnuestra es la orientación que demos a nuestra vida, la dirección que demosa nuestra acción.

EL DEBER 

  No solamente, por ser libres, somos responsables. Somosresponsables, también, porque nos obliga un determinado deber.

El deber es un vínculo, una atadura moral que no anula nuestra

libertad, sino que la dirige y regula.El deber pesa sobre todos; responde al puesto que en la creación

ocupamos cada uno y supone una ley moral, como los demás seres quesuponen unas leyes físicas que regulan y dirigen «su número, peso ymedida».

Observad esta gradación:

Existen unos seres puramente materia. Caen sobre ellos unas leyes deorden físico: sólo mediante esas leyes físicas, los seres materiales encajan perfectamente en el orden universal y colaboran a la armonía general delUniverso.

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Existen unos seres vegetativos. La materia se ve penetrada de unavida elemental. Y otras leyes superiores, todo un complejo bio-químico,vienen a regular y armonizar la vida vegetal: a través de esas leyes, losvegetales se suman, armoniosamente, al concierto universal.

Existen unos seres animados de vida sensitiva: los animales. Lasleyes del instinto regulan sus actividades todas, los dirigen, llevándolosindefectiblemente a su propio desarrollo y cumplen necesariamente sucometido.

Todas esas leyes son ciegas, porque todos esos seres carecen delibertad. Todos siguen, de un modo ciego y fatal, las normas que elCreador les impuso.

 Nosotros somos hombres, seres dotados de razón. Participamos de

todas las otras leyes; pero el Creador ha dispuesto para nosotros unas leyesdiferentes, acomodadas a nuestra condición de «seres libres». A nosotrosse nos impuso una norma o ley, no fatal y determinante, sino moral yadecuada a nuestra libertad. Esta ley es nuestro deber: el conjunto deobligaciones y actividades que exige este bendito «metro cuadrado» queocupamos en el mundo.

Luego no podemos vivir llevados de nuestro capricho. Tenemos undeber que atender. Y se nos pedirá cuenta del cumplimiento de nuestro

deber.

Todos los seres cumplen «su puesto» en laCreación: los astros, sus leyes; los animales, sus

instintos... ¿Nosotros?

 No somos sólo materia y, por eso, no nos bastan las leyes físicas; no

somos sólo carne y nos bastan, por eso, los instintos. Somos seres dotadosde alma, razón y libertad, y nos corresponde una ley moral, un deber quehemos de cumplir de un modo racional, moral, voluntario, consciente yalegre.

Quien se deje llevar del instinto se asemeja a la vida animal y se dejacaer del alto rango que el hombre tiene entre los seres. El antojo, las«ganas», son lo único que tenemos de común con los seres inferiores. Sólosomos verdaderamente humanos cuando obramos iluminados por la razón

y movidos por la voluntad, no empujados por los caprichos.

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DIOS, SEÑOR 

«Responsabilidad» puede significar, por fuerza de la palabra,«obligación de responder ante alguien».

¿Veis? Cuando la vida discurre por los cauces del capricho, pareceríaque hemos borrado de nuestro horizonte a cualquiera que pretendieracruzarse en nuestro camino y pedirnos, con autoridad, las razones denuestro proceder. Olvidamos entonces que hay «alguien» además denosotros; alguien que puede preguntar y reclamar; alguien ante el cualtenemos que «responder» de lo que hacemos o dejamos de hacer.

  Nuestro error está en que consideramos la vida en el mundosolamente a base de dos personajes: yo y las cosas, yo y lo que fuere. Pero

la vida reclama siempre tres personajes que actúan constantemente juntos:yo, las cosas... y Dios. Y este «tercer personaje» es el personaje principal,la clave de todo, único que puede dar sentido a la vida.

Si consideramos quién es ese Alguien ante el cual hay que responder de nuestra vida, se perfila aún más nuestra responsabilidad.

Si no tuviéramos a ese Alguien, superior infinitamente a nosotros,Creador y Señor absoluto de nuestro ser y de todos los seres, Legislador yJuez supremo, sería muy escasa nuestra responsabilidad y muy pobres las

razones que nos movieran a cuidarla. Pero hemos de llegarnosfrecuentemente a los pies de Dios y «tomarle en serio». Nos convendríarepasar frecuentemente las principales parábolas del Evangelio, como ladel administrador infiel, en las que Dios ha querido poner de relieve su«presencia implacable» y el ejercicio de su soberanía única y absoluta.Caeríamos en la cuenta de que somos «administradores» de los dones deDios; que nuestra vida no es nuestra, sino regalo suyo para que, trabajandocon nuestra vida en el tiempo, podamos luego llegar a responder ante El

del servicio que le hayamos prestado, de la administración que hayamoshecho de sus dones.

Pero pecamos mucho por pecados de olvido y negligencia. Dejamosa Dios arrumbado muy lejos, inaccesible y desdibujado. Aunque creemosen El, vivimos sin que El «cuente» para nada en nuestras determinacionesy actividades. Y hay que comenzar alguna vez por creer en ese Dios «queanda por la tierra y se mete en nuestras cosas», un Dios que nos espera alotro lado de la muerte; pero que es compañero y testigo de todos mientras

andamos por la tierra. ¿Amigo o no? Eso... depende de nosotros. No podemos hacer «lo que nos da la gana», porque no somos dueños

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de nosotros mismos. Hemos de vivir, pensando en «responder» de nuestrasvidas delante de Dios, que es el Señor de todo y de todos».

TRASCENDENCIA

Por otra parte, nuestra vida alcanza una trascendencia que exigetambién responsabilidad.

«Trascendencia» es lo mismo que «alcance de horizontes más omenos amplios, rebasando los estrechos límites del momento y del yo».Trascender quiere decir «pasar más allá»; lo cual supone que nuestrasacciones no quedan en nosotros, sino que «trascienden» o ascienden másallá de nosotros mismos y descansan su eficacia o su repercusión en otros.

 Nuestros actos van siempre «más allá». Y esta trascendencia y suresponsabilidad admite grados, correspondientes a los diversos puestos queen la vida ocupamos.

Hay, en primer lugar, una «trascendencia social». Es claro quequienes ocupan en la sociedad puestos de relieve —autoridades, personasinfluyentes, etc.— causan en los demás una repercusión, con sus actos, queno alcanzan las personas en situación vulgar. Esas personas ocupan lugares«altos» y «son más vistos». El pecado o la virtud de sus actos, «se ven

más», son de efectos más hondos y graves que el pecado o la virtud deaquellas personas cuya vida no trasciende en lo social.

Que Dios haya colocado a alguien en un lugar de altura... es unagrave responsabilidad.

Repercute en lo social el pecado o virtud de una autoridad.

Repercute en lo social el pecado o virtud de un sacerdote. Repercuteen lo social el pecado o virtud de los puestos dirigentes.

Repercute en lo social el pecado o virtud de un apóstol, de una persona piadosa, de un militante de Acción Católica...¡Cuántas veces la conducta equívoca o cobarde o no consecuente de

algunas personas aparentemente buenas ha causado grave escándalo enmuchos! Es cierto que la Verdad debe ser servida por sí misma, por lafuerza de su luz; pero también es cierto que, para muchos, esta verdad se presenta hecha carne en la conducta y en la vida de aquellos que «sedicen» convencidos de la Verdad.

Cuentan, de la vida de Alejandro el Magno, que le fue presentado unsoldado de su ejército, bajo la acusación de cobardía en la batalla.

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medida para lo eterno.

He aquí una gran responsabilidad. Nuestros antepasados, sobre todoen los tiempos cargados de Fe, medían su vida terrena con la medida de loeterno. El «pondus aeternitatis» —la plomada de lo eterno— era la cuerda

tensa que les servía para ir levantando rectamente la pared de sus méritos.Si pensáramos más en lo eterno y viviéramos la tierra con aquella medida,comprenderíamos pronto esta «trascendencia» y su correspondienteresponsabilidad.

Si no se comprende..., es por «postura de comodidad» en queinstintivamente nos colocamos. Queremos que el mundo gire en torno anosotros y que todo nos sirva. No queremos tener cosas que hacer, porquehay que salir de uno mismo para volcar afuera el calor de nuestro interés.

 No queremos tener nada de qué responder. Nos agrada poco deliberar ylevantamos muy de prisa la hoja del calendario para ver la «solución,mañana» de todas las dificultades.

Somos egoístas. Y nos estrechamos en el «yo» encogido y raquítico.Sentimos pereza ante cualquier esfuerzo. Nos dejamos llevar del capricho,como norma.

  Nos invade la frivolidad con su inconstancia. Padecemos unaeducación fácil y aniñada y no nos ensayamos en el tesón y en el

vencimiento.Pero ¡qué vida tan hermosa y llena, una vida de actividad plena! ¡Y

qué escuela de carácter, y qué sensación de felicidad, cuando se pasa por lavida derramándose hacia los demás en busca de su mayor bien!

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ENCUESTA

sobreLa Responsabilidad

VER:¿Crees que tienes alguna responsabilidad? ¿Y los demás?

¿Cuál te parece a ti que es la primera responsabilidad, la másevidente?

¿Por qué te parece que somos responsables?¿Qué tienen que ver con la responsabilidad las ideas de libertad,

deber, Dios y eternidad?¿Por qué los demás no son responsables?¿Cómo definirías la responsabilidad?

JUZGAR:

¿Crees que las gentes sienten su propia responsabilidad? ¿Cuáles sonlos principales estorbos que lo impiden?

¿Qué clase social te parece que siente más la responsabilidad?¿Por qué?

¿Tiene que ver con esta falta de sentido de responsabilidad laeducación recibida?

¿Y el ambiente en que se vive? ¿Y el egoísmo? ¿Y la pereza? ¿Por qué?

¿Crees que, para la vida, tiene sus ventajas el sentimiento de la

responsabilidad?¿Cuáles juzgas las más evidentes?

ACTUAR:

¿Tienes entre manos alguna tarea de responsabilidad?¿Estás contento de haberte cargado con alguna responsabilidad?

¿Tu vida se siente más completa, más llena y más feliz al sentir 

responsabilidad?¿Qué crees que se puede hacer para despertar en los demás este

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sentido?

Si la vida humana tiene un destino glorioso, ¿no crees que merezca la pena esforzarse por empaparla de una gloriosa responsabilidad?

Normas para la acciónRevisar nuestras tareas y deberes para desarrollar el sentido de la res-

  ponsabilidad.—Despertar en nosotros el afán de superación por eldesarrollo de las propias facultades.—Comprender la grandeza de nuestralibertad, la gloria del deber, la nobleza de servir a un Dios y la nostalgia deun Cielo.—Estudiar las maneras de despertar inquietudes en las almas paraafinar su sentido de responsabilidad.

Examinar estas normas

* * *

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LOS TALENTOS

«Trabaja como si Todo dependiera de ti. Ten confianzaen Dios como si todo dependiera de Él».

(S. Ignacio de Loyola).

El Evangelio ha reservado una de sus hermosas parábolas parainculcarnos la responsabilidad. La materia de responsabilidad laconstituyen los diversos dones de todo orden que Dios nos concedió. Estos

dones —talentos— exigen nuestra atención (Mat 25, 14 ss.).* * *

El Señor reservó dos parábolas, principalmente, para inculcar y precisar la idea de responsabilidad; la parábola de los talentos (Mat. 25, 14ss.) y la parábola de las minas (Luc. 19, 11-27) que son en sustancia,expresión de un mismo pensamiento.

Siguiendo su costumbre de poner las ideas materializadas en objetos para mejor aclarar aquéllas, el Señor elige los talentos y las minas paracomponer su comparación con la doctrina importante de laresponsabilidad.

Los talentos y las minas son pesos o monedas. Objetos, al fin, con losque cada uno puede negociar. En la parábola, riqueza de la propiedad delseñor que, ausentándose, la encomienda a sus servicios para que negociencon ella y ganen.

La aplicación de estas parábolas es clara. El señor es Jesucristo quese ausenta visiblemente. Los siervos del Señor habrán de responder ante Elun día inesperado.

Los talentos y las minas son, en nosotros, las gracias de diversoorden que Dios nos concedió. Todos poseemos algunas, pocas o muchas,más o menos valiosas; sobre esas facultades recae la responsabilidad detodos. Como un administrador tiene responsabilidad sobre las riquezas quesu señor le encomendó.

La administración puede ser buena, mala o nula; las dos últimastienen su castigo.

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ENSEÑANZAS

Tienen estas parábolas unas claras y ricas enseñanzas.

La primera es la humildad, el reconocimiento exacto de las

cualidades que Dios nos ha concedido y el origen o propiedad de esascualidades. Porque no es humildad negar las gracias que poseemos. No eshumildad pregonar que no somos nada y no valemos para nada.

Dios no pone en la creación seres inútiles. CuandoDios nos concedió la vida, señal cierta es de queesperaba algo de nosotros a nuestro paso por la

tierra.

Humildad es lo mismo que verdad. Conocer la verdad de lo quesomos y tenemos. Conocer la verdad del origen y propiedad —divinos— de todo lo que somos y poseemos.

Somos, simplemente, administradores de unas piezas de todo orden; pero el dueño es Dios. Todo lo hemos recibido y no es nuestro. Nos dirá, por eso, San Pablo: ¿Qué tienes que no hayas recibido? ¿Y, si todo lotienes recibido, por qué te glorías y usas de ello como si fueses tú el dueño

y no lo tuvieses recibido? No sería humildad en el pavo real negar la brillantez y los colores de

su cola abanicada; la humildad sería confesar su brillo, recrearse en elcolor hermoso y dar gracias a Dios que así lo adornó..., mirando al mismotiempo cómo servir con su belleza y color los deseos de su Dueño.

¿Y teniéndolo todo recibido, por qué despreciar a los que recibieronmenos? Todos coincidimos en la misma categoría de siervos del mismoSeñor. Y más motivos de humildad tiene quien recibió más gracias; porqueestá obligado a mayor servicio y rendirá más cuenta en el día de la vueltadel Señor.

Pero humildad nos enseña también la parábola por el premio que lossiervos fieles reciben. Diferente cuantía en los talentos recibidos y, por lomismo, un servicio materialmente mayor o menor; pero un premio igual entodos ellos. Si Dios premia por igual, iguala con el mismo rasero a lossiervos si éstos le sirvieron con igual buena voluntad. Porque, al fin, lo que

 premia el Señor no es el resultado de nuestras actividades, sino el buenespíritu y la recta intención puestos en el trabajo. ¡Cuántas vidas que parecen nulas, sin relieve ni brillantez, nos sorprenderán en el cielo con

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altos grados de gloria ganados por un recto amor a Dios y un servicio en lo

que se pudo!

A las puertas de Dios llegó, un día, un alma pequeña.

Se abrieron, de par en par, las puertas y aquella alma niña fue

subiendo, subiendo... No se detuvo sino arriba, muy cerca de Dios.La miraban todos los santos con curiosidad. Vinieron luego, como

 bandadas de palomas, a preguntar al Señor:

 —¿Quién es ésta que tan alto sube en el cielo?  —Esta es un alma pequeña; no hizo en la tierra nada que se

distinguiera, fue vulgar y corriente. Hizo, solamente, lo que tenía quehacer; lo hizo bien, con recta intención, y amó mucho a su Dios.

¡Qué claridad y consuelo derrama sobre muchas vidas escondidas einútiles la doctrina de la Ascética cristiana sobre la recta intención y elvalor de nuestros actos, por pequeños que sean, cuando van empapados de puro amor de Dios!

Suele, por eso, decirse que

Dios no mide ni cuenta nuestros actos; los pesa.

 No los cuenta, para ver si son muchos. No los mide, para ver si son grandes.

Los pesa, para ver si son densos de contenido, y la densidad denuestros actos depende de la lealtad y amor que pongamos en el servicio.

Por eso, los siervos del Sector que recibieron menos que otros pueden, sin embargo, ser premiados como los que más recibieron.

* * *Una segunda enseñanza es la responsabilidad de los talentos que

hemos recibido.

El Señor está ausente, en apariencia. Y nos ha dado sus gracias  para

negociar con afán. He aquí una finalidad y un destino espléndido denuestras facultades.

Tenemos que negociar con nuestras facultades, pocas o muchas. Eso

es todo.Porque, no siendo nuestras, no podemos usarlas a nuestro antojo.

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Volverá el Señor cuando no lo esperamos. Y se encenderá su ira sobre sussiervos, si encuentra dilapidada su fortuna y perezosos a los encargados develar por sus talentos. Ni siquiera los hemos recibido para nuestro regusto personal, sino para trabajar con ellos animosamente y redondear la gloria

de Dios y el bien de los demás.A nuestro lado, los malos trabajan infatigablemente. Hay muchostalentos puestos al servicio del mal y del error, del vicio y de la mentira.Tienen ellos, para el mal, un sentido de universalidad más amplio ycombativo que los buenos para el bien. Buscan amigos, trabajan,conquistan, emplean dinero y simpatía, tiempo y actividad, con tal deextender un poco cada día el reino del mal. Mientras, los buenos estánociosos.

Se reproduce, de nuevo cada día, la escena de Getsemaní; arriba, losmalos planean la entrega de Cristo por traición; abajo, en el huerto, elSeñor agoniza solo. Entre tanto, los buenos viven satisfechos pensando queno están con los malos... aunque tampoco se aprestan a sostener y ayudar asu Señor.

Y no hay peor sueño que el sueño del egoísmo y de la pereza. No basta ser personalmente buenos y distanciarse de la caterva de Judas. Es preciso velar, poner en juego nuestras posibilidades y sacarles todo el

rendimiento posible en mayor ganancia y servicio del Señor que nos creó.He aquí la fuerza que tiene esta idea para encender afanes de

apostolado. Nuevamente, se vislumbra la idea del Rey Eternal que llama asus caballeros pidiéndoles su prestación combativa. Los caballeros que setengan por bien nacidos y nobles, desenvainarán su espada y la pondrán adisposición del Rey. Se aprestarán no a no luchar contra El, sino a luchar  junto a Él para conquistar toda la tierra de los enemigos.

Nuestro cristianismo debe ser combativo yapostólico.

Es claro que, de entre todos los siervos, tendrá mayor responsabilidadaquel que recibió más y mayores dones.

  No somos todos iguales, porque el Señor repartió sus dones condiferencia; pero somos todos iguales en la obligación de negociar y rendir 

cuentas. Con la variante de que habrá de trabajar más y será másresponsable aquel que mayores dones recibió... que para eso los recibió.

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¡Cuántas obras buenas no quedarían estancadas, si las sirviesenaquellas almas dotadas espléndidamente por Dios!

* * *

A la luz de estos pensamientos, he aquí un bello ideal. Suelen decir que

La vida no merece la pena de ser vivida, si no espara quemarla en aras de un noble ideal.

Somos lo que sea nuestro ideal.

Demasiadas almas caminan por el mundo, achatadas con ideales denada. Hacen falta almas que no tengan miedo a un ideal elevado; cuantomás elevado, más elevador. Por fuerza de  pensar en ello, decía Newtonque había descubierto sus famosas leyes físicas. Y, con una simpáticaexageración llena de profundo sentido, dijo un psicólogo que si

 pensásemos mucho en el cielo, llegarían a brotarnos alas.He aquí un ideal noble: gastar la vida en servicio de Dios,

aparentemente ausente. Este servicio tiene su encanto, porque se le sirve

con alta intención rectísima de quien, sin ver ahora el regalo y el premio,trabaja sin embargo por amor puro de Dios. Es una belleza como aquéllade los amores ocultos e imposibles de aquellos caballeros que marchaban agrandes empresas por Dios y por su dama, despreciando el bien pasar de laCorte.

Y acrecienta la belleza de este ideal la esperanza en la pronta venidade Cristo. Sólo resta que en previsión de este momento —que puede ser hoy— esté siempre el corazón dispuesto... y no vacías las manos.

DETALLANDO

Tiene esta parábola algunos detalles importantes.

Se dice que el Señor dio los talentos y marchó en seguida. Entonces,el que recibió cinco talentos, se puso a trabajar...

Hay quien lee el mismo verso de diferente manera. Una: ...el Señor 

marchó en seguida. El que recibió cinco talentos trabajó con ellos y ganó

otros cinco. Otra: ...el Señor marchó. En seguida, el que recibió cincotalentos trabajó con ellos y ganó otros cinco.

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Según la colocación del adverbio en seguida, se ve una nuevaenseñanza.

1.—   El Señor se marchó en seguida. Es decir que nos dejóaparentemente.

2.—  El Señor se marchó. En seguida... Es decir, que el siervo trabajóurgentemente, sin dejar para mañana su decisión; y trabajó con constanciay rapidez, aprovechando el tiempo con santa avaricia.

Al que escondió el talento, se le quitó. Porque advierte el Señor quequien trabaja recibe cada vez más. El que desprecia las gracias de Dios yno las hace fructificar, recibe cada vez menos. Se ve esto, sobre todo, enlas almas tibias y egoístas; van dejando las cosas, se van enfriando yterminan por perder todo y dejar lo poco que tenían de vida espiritual.

El Señor maldijo a la higuera estéril, símbolo del almavoluntariamente improductiva. Convendría meditar que la postura másdesairada y comprometida es la postura del alma con las manos vacías, la postura del siervo perezoso y comodón.

* * *

Pero debemos elevar un poco más nuestra intención la trabajar los

dones que el Señor nos dio.Olvidemos, por exceso de frivolidad, que el Señor viene. Como el

 pueblo judío, a la sombra del monte de Dios donde Moisés recibe lasllamaradas del contacto divino, nos sentamos a la mesa de la comida y del placer. Vivimos como si nunca fuésemos a morir, como si fuéramos aquedarnos eternamente en esta tierra que, sin embargo, pasa como unasombra.

Por esto, también, se reservan en el Evangelio unas cuantas parábolas

 para prevenirnos sobre la venida de Cristo.El vendrá como un ladrón, porque siempre sorprende su encuentro y

la muerte nunca nos viene a la hora deseada. Pero esta esperanza en lavenida de Cristo a recoger nuestra pobre vida y nuestra actividad ha sidosiempre la de las almas nobles. Esperar el Reino de Dios —y el encuentrocon El, al fin de la vida, es uno de sus grandes momentos— habrá de ser la postura racional de un alma exacta; que, al fin, romeros somos que caminoandamos y en la vida sólo nos detenemos un instante; luego, de

madrugada, hay que partir de nuevo hacia lo eterno. Nos advierte por eso el Señor que vivamos preparados porque no

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sabemos su momento; no por escrúpulo, sino por la gallardía de llevar lasmanos llenas de buenas obras como garantía de una vida bienaprovechada. Es la alegría del siervo trabajador que goza viendo rebrillar en sus manos aquellos otros cinco talentos que él, con su esfuerzo, había

conquistado: —¡Mira, Señor, me diste cinco y he ganado otros cinco!

* * *

Mientras llega la hora de la venida del Señor, ganaríamos ensantificación propia. Nuestro carácter y nuestras facultades humanas, lagracia interior y los dones del alma, crecerían en perfección y méritos.

Ayudaríamos, al mismo tiempo, a la santificación y beneficiotemporal de los demás. Y ése sería el modo mejor de copiar el modelo dehombre perfecto, que es Cristo, ya que su misión fue  por los demás, en untrabajo constante de Redención.

Acumularíamos riqueza espiritual. ¿No se afanan los hombres por lariqueza material? Las grandes industrias, casas de banca, negociosfabulosos, abarcan grandes esfuerzos de muchos hombres y exigen a vecesla entrega de la vida. ¡Y al fin, esa riqueza material va a quedar aquí!

¿Por qué no trabajamos con el mismo afán para acumular riquezasespirituales, que duran eternamente?

* * *

Y en la actual coyuntura del mundo, la parábola de los talentos tieneexigencias mayores. Estamos en época de actividad febril, de movimientoincansable, de agrupaciones gigantescas y empresas que parecían sueñosde locura.

Las fuerzas del bien y del mal claman con voces de angustia pidiendoel esfuerzo de sus afiliados. Grandes organizaciones nacionales einternacionales ruedan por los caminos del bien o del mal, pretendiendollevar en su movimiento a la Humanidad entera.

Los malos se esfuerzan y trabajan. Mucho, muchísimo. Y se fatigan.Se han rebasado ya los límites de cada uno y se trabaja por empresasmundiales. El bien o el mal que se fabrique, tendrá a todo el mundo como

campo de aplicación. Se fatigan los hombres mundanos en busca de placer y los aventureros por afán de oro o emociones. Hay frívolos campeonatosde baile, en que los hombres quedan rendidos por el esfuerzo.

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Si se esfuerzan los malos, los frívolos, los mundanos, losaventureros... sin un alto fin que ennoblezca sus vidas, ¿por qué no trabajar nuestros talentos hasta rendirnos por la causa de Dios? Más noble esterminar nuestra vida, rendidos de fatiga, por haberla consumido en un

noble ideal, negociando los talentos, buscando con avidez dónde y cómo ya quién podemos hacer el bien.

Sería un completo ideal: Agotarnos en servicio deDios, único que sabe agradecer, pagar y amar.

 Nos vamos todos consumiendo como un cirio. Lo importante es,como el cirio, brillar y orientar mientras nos consumimos.

A esta empresa nos llama constantemente el Señor por boca de suVicario en la tierra. Cada vez son más apremiantes las invitaciones delPapa para que todos nos aunemos en el trabajo generoso y sin reticencias.Hacen falta almas maximistas que sepan ponerse incondicionalmente enservicio de la causa del bien. Nos está necesitando una sociedad que va perdiendo la orientación y el quicio; siempre podemos añadir algún bien almundo todo. Por eso, decía Isabel Lesseur:

Cuando un cristiano se eleva, eleva a todo elmundo consigo.

  Nos está reclamando la causa de una redención que no admite

vacaciones. El bien y el mal nos salen al paso, invitándonos; hemos de pasar por la vida cogiendo con cariño todas las oportunidades de bien,evitando el mal, como se van recogiendo las mejores floresentresacándolas de matorrales.

 No hay tiempo en que las almas no nos necesiten, ni el bien se puededejar para más tarde. En el mundo donde las almas viven, se salvan o secondenan, no hay horas de oficina; es toda la vida una jornada intensiva.Siempre y en todas partes se nos pide rendir mucho, hacer cada uno lo que pueda en favor del bien.

Y esto, sin tacañerías, sin malos gestos, sin cobardía, porque hayaque sacrificar placeres o amar renuncias.

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ENCUESTA

sobreLa parábola de los talentos

VER:¿Cómo expones tú la parábola de los talentos?

¿Cómo la explicas, aplicándole la doctrina de la responsabilidad?

¿Qué enseñanzas más evidentes sacas de ella?

¿Crees que todos los hombres han recibido algún talento?

¿Los aprovechan, multiplicándolos por el trabajo?

¿Has comprendido el castigo de la inacción o pereza cobarde?¿Qué ideal despierta en ti esa parábola?

JUZGAR:

¿No crees que la humildad debe ser el primer escalón para el alma?¿Por qué?

¿No somos todos administradores de algo que no es nuestro?

¿Qué consecuencias sacas de ahí?¿Crees que todos daremos la misma cuenta?

¿Por qué premia Dios el trabajo más que el éxito?

¿No es verdad que para negocios mundanos somos más diligentes?

¿Por qué te parece que los hombres sienten pereza para ese otronegocio espiritual?

ACTUAR:

¿No crees que el desarrollo de tus talentos te daría mayor perfección personal? ¿Y podrías ayudar más a tu prójimo? ¿Y servirías mejor ala sociedad?¿No te parece que es deplorable dejarse llevar de le pereza, mientraslos malos no descansan?

La redención no descansa ni admite vacaciones. ¿Puede haber lugar a perezas?

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Normas para la acción

Alcanzar el conocimiento propio para ver las propias cualidades otalentos.—Huir de la falsa humildad de quien cree que «no vale paranada».—Comenzar ahora mismo a poner en juego nuestras cualidades,

superándonos constantemente y no resistiéndonos nunca a la acción buenaque nos piden.—Despertar responsabilidades en nosotros y en los demás.

Examinar estas normas

* * *

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La Vida

«¿Qué espera Dios de ti?»Piensa en las posibilidades del plan divino.

Compáralo con lo que eres.

Y ponte a trabajar «para no defraudar las esperanzas queDios ha puesto sobre ti».

El primer talento o don recibido —talento natural— es la vida, base y

cimiento de todos los dones, porque lo primero de todo es vivir.

* * *

El primer talento o don recibido de Dios —don natural— es la vida.Y bueno es comenzar por él, puesto que es la base y cimiento de todos losdemás dones. Lo primero es vivir, ser.

Abarca a todos los demás. Ya que todos los demás dependerán del

destino y orientación que se dé a la vida. Aquí, como en ningún otro tema,la idea tiende al acto y nuestras vidas son engendradas por nuestras ideas.Si empapamos el alma de un noble ideal del destino y finalidad de la vida,todos los demás dones que poseemos y todas las restantes actividadesestarán enfocadas debidamente y enderezadas con rectitud.

* * *

A quien quiera pensar, un primer interrogante se le presenta en

respuesta de una legítima curiosidad. Nacemos en medio del mundo. Nos rodean por todas partes seres que

 parecen infinitos en su número, color y dimensión, en sus movimientos ycategorías de vida y ser. Toda una magnífica creación, hecha antes quenosotros, sobre la que nadie nos consultó, y que parece un magnifico palacio preparado por algún rey misterioso en homenaje a nosotros sushijos.

Esa creación se nos antoja muy nuestra; pero, a la vez, tan lejana quenosotros apenas podemos conocer —y nunca dominar del todo— sus leyesmisteriosas. Todo está ordenado, preparado y regido, sin que nosotros

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hayamos tenido parte en ello.

¿Qué representan todos esos seres? ¿Quién los gobierna? ¿Cuál es sufinalidad?

EL MISTERIO DE LA VIDA

Entre todos ellos, el alma se siente vivir. Es un ser más, con todos losseres, pero totalmente distinto. El alma  se sabe viviente, conoce, aspira, proyecta, sufre y ama, ríe y llora... Todos los deseos y apetencias del almano son sino manifestaciones de lo más íntimo de su ser; el ansia de vivir, eldesarrollo de esa vida y todo un mundo interior de impulsos misteriososque bullen, sobre todo, en la juventud.

 No es solamente el ansia de vivir durante mucho tiempo; es, sobretodo, el afán de vivir con intensidad la vida, la sed de sentirse plenamentesatisfecho viviendo y amando. Se siente arrastrada por una fuerza deilusión innata a preferir una vida donde el amor y la alegría, la pureza y la paz, sean una verdad siempre.

El alma del joven es casi nueva aún, sólo ha empezado a vivir.Dotado de cuerpo y alma, el joven tiene también un corazón que ha sidohecho para ser centro de todas las virtudes.

El joven será feliz según eduque su corazón.

Dios, que no ha hecho nada sin razón suficiente y sin finalidadconcreta, ha hecho al joven así para que esos deseos un día lleguen a ser una realidad. Dios ha dado al pájaro alas para volar, y le ha puesto un ciclodonde pueda ser feliz extendiendo sus alas. Dios ha hecho al pez paranadar, y le ha creado los mares y los ríos donde el pez sea feliz cumpliendosu destino. Dios ha hecho la semilla para que germine, y ha puesto paraella una tierra que le preste el calor del surco donde germinar.

Dios, que ha puesto en el joven tantos afanes, habrá determinadotambién un modo de vida donde esos afanes puedan saciarse.

Lo que importa es encauzarlos. Toda fuerza es buena, si se encauza bien. El agua, desbordada, arrasa y destroza. La misma agua, canalizada,fecundiza los campos.

He aquí la primera gran interrogante frente al hecho de nuestra vida.¿Qué es todo esto que vemos y qué finalidad tiene? ¿Y por qué ese mundo

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interior de sentimientos y afanes, de ideales y deseos?

* * *

«¡El misterio de la existencia...! Porque, misterio lo hay.Con una lucecita en la mano vamos caminando casi a tientas,con un paso inseguro, como en las tinieblas de un inmenso  palacio cuyas salas estuviesen llenas de sombra.Ansiosamente protegemos con la mano la llama vacilante quenos permite entrever un muro por aquí. Una escalera sobre elabismo apaga la luz que nos iluminaba, y nos apaga anosotros mismos, antes de que hayamos tenido apenas tiempo para ver algunas cosas.

Era una puerta cuya llave no hallé nunca,era un velo cuya punta no levanté jamás.Un tiempo se hablaba de mí y de ti;luego, ya no se habló ni de ti ni de mí...

¡Oh, viejo Omar Khayymann! (1) «Ven —me dices—,deja a los labios que hablen. Una cosa es cierta, el resto no es

más que mentira: la rosa que ha florecido no volverá aflorecer jamás... En la gran posada de la vida cuyas puertasestán abiertas día y noche, sólo paramos una hora y luegohemos de partir...».

Así canta el viejo Khayymann... Su canción es triste ydesesperada. «Todo pasa, todo huye. Hacemos alto unosmomentos en el desierto, bebemos un instante de la fuente dela vida... Las estrellas palidecen y las caravanas se alejan

hacia la aurora del no ser». «Hay una mano que juega connosotros sobre un tablero de ajedrez de noche y día; y cuandose come una ficha, se la echa a la caja de donde no vuelve asalir…»

¡Pobre viejo Khayymann! «Un pan, una botella de vino,un libro de versos, y tú que cantas para mí bajo las frondas...¡Eso es el paraíso!».

Ante la pavorosa certidumbre de la muerte, el viejoKhayymann, que después de la vida sólo aguarda la nada, no

1 Poeta persa, 1017-1123, aproximadamente.

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halla consuelo alguno. «Sé valiente —dice—, y cuando lle-gue la muerte con su amargo brebaje, apura esa copa comohas apurado las demás».

Una noche, a últimos del mes de Ramadán, está Omar en

la tienda del alfarero y escucha lo que hablan entre sí lasánforas en sus estantes: las ánforas que son para honor y lasánforas que son para oprobio. «Si estamos contrahechas — dicen éstas—, es culpa del alfarero. Nosotras no nos hemoshecho a nosotras mismas. Si salimos mal, es porque a «él» letembló la mano».

Pero con estas palabras pasa Khayymann a una  filosofía

del todo distinta. «No nos hemos hecho a nosotros mismos,

luego nos ha hecho otro. Si somos criaturas es que hay unCreador; y así comienza Khayymann, lo mismo que en ellibro de Job, el diálogo entre el ánfora y el alfarero. Lasolución del problema de la vida que ofrece el viejo Khayy-mann es falsa: entre otras razones, porque no estamos solosen la existencia. Hay Uno, además de nosotros, y con eseUno debemos entendernos. Debemos tomar una actitudrespecto a Él. Él está con nosotros en el camino desde el

 principio hasta el fin. ¿Cómo vengador o cómo amigo? Eso...depende de nosotros.Esto no lo sabía el viejo Omar Khayymann. «Lavad mi

cadáver con vino —dice—, enterradme envuelto en pám-  panos, en el jardín en que los otros, numerosos comoestrellas, descansan sobre el césped. Y cuando tus níveos pies, ¡oh amiga!, pasen rápidos por el sitio donde yo solíasentarme, apura una copa a mi memoria...».

Acaso lo hizo así, en un principio, la servidora amiga yse le olvidó muy pronto.

Mas, sobre la tumba del difunto poeta, en el jardín de lataberna, brilla y centellea cada noche la misteriosa escrituraen las estrellas, como versículos de oro del Corán en la cúpu-la azul turquí de la mezquita de Omar... Cuando se haapurado la última copa y se ha extinguido bajo el follaje elúltimo farolillo de colores, cuando los labios están saciadosde besos y el cuerpo harto de deleites; cuando los pétalos dela rosa se han marchitado y han enmudecido el son de la lira,

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queda aún allá arriba esa misteriosa escritura de estrellas,como las estrellas que escribió la mano en el palacio de Bal-tasar. Y las palabras escritas son las mismas: la condena decuantos buscan la solución del misterio de la vida en el placer 

de la orgía. ¡Mane, Thecel, Phares! Te han pesado en labalanza y no llegas al peso exigido por la justicia de Dios».

(J. Jörgersen, «VIAJE A TIERRA SANTA» ).

SOLUCIÓN FRÍVOLA

Una primera solución —falsa solución— de tipo materialista.

Si a aquella interrogante fuese a contestar un joven frívolo y buscador de placeres, sin traba ni medida, respondería: Todo eso se saciaen el pecado, todo está empujando al pecado y sólo en el pecado seaquietan esos afanes escondidos.

Pero el pecado es antinatural y, por ello, no puede sino abrir unafuente de desdichas.

Los seres todos se mueven ordenados por unas leyes que regulan suarmonía. El grandioso espectáculo de la creación, ajustada y exacta en su

ser y movimientos, adquiere su maravillosa precisión apoyándose en unasleyes siempre cumplidas. El Creador dispuso así a los seres; los seresruedan por los espacios, completando la policromía del conjunto, sin rocesni estancamientos, en virtud de aquellas leyes perfectamente cumplidas.

 No es natural que un ser se escape a esas leyes. No puede ser natural que el hombre se escape de las leyes morales

que Dios le impuso. Que no son para coartar o estorbar sus movimientos,sino para regirlos sabiamente y proporcionarle aquella suavidad, sin roces

ni golpes atropellados, que todos los demás seres disfrutan por leyes paralelas.

Cada ser —diríamos— «es feliz» porque vivesegún su ley propia.

El alma será feliz, siguiendo su ley. El Creador no se equivocó,cuando a cada uno de los seres dio el número peso y medida ajustados a él.

Y si una criatura cualquiera rompiera sus leyes propias ellaterminaría destrozada, salida de su quicio y rodando sin rumbo en los

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espacios inmensos.

Imagen de lo que el alma es cuando, rotas por el pecado las leyes quela gobiernan, pretende salirse del quicio en que Dios la ajustó.

El pecado es antinatural. Y, por ello, fuente de desdicha para el alma.

Las mayores tragedias en la vida provienen del pecado. Hasta la fuentemisma del verdadero gozo se seca, cuando el alma se lanza por derroteros prohibidos.

* * *

Pero si a aquella interrogante respondiera un joven de mundo, ligeroy despreocupado, respondería con toda la audacia de la juventud aúninexperta: Todos los afanes del alma están buscando el placer.

Entonces, la vida se trocaría en un movimiento egoísta, en una búsqueda incansable de la propia satisfacción, excluyendo por sistematodo aquello que suponga dolor y vencimiento.

Pero no puede olvidarse que la vida, ahora, está regida por la ley delsufrimiento. Hay luchas interiores, tentaciones y angustias, dolores físicos,espirituales o morales que no pueden soslayarse. No es pecar de pesimistasel decir esto; es recoger un dato importante de la vida, con todo el

optimismo que la fe derrama luego sobre esa amarga realidad.Más aún, se observa que cuando un alma rechaza el dolor y busca por 

todos los medios el placer egoísta, siempre el dolor se hace más instante ymás opresor. La sombra de la cruz se agranda cuando huimos de ella. Eldolor no lo han inventado los pesimistas. El dolor  está ahí , nos sale al paso, va señalando las principales etapas de nuestra vida.

Desde los comienzos del mundo, una culpa —misteriosamenteuniversal— desequilibró al hombre. Y sus legítimos afanes de gozo están,

desde entonces, interferidos por las angustiosas punzadas del sufrimiento.Y sus sueños de ángel se ven salpicados de instintos de barro.Frecuentemente, sus fuerzas heridas llegarán a la mitad de las alturassoñadas por el alma.

 No podemos olvidar la realidad, profundamente humana, del pecadooriginal.

* * *

Tampoco tendría razón el joven idealista que respondiera así aaquella primera interrogante: la vida del joven aspira a la conquista de

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ideales humanos, hermosura, poder, influencia, dinero, saber...

Porque muchos de esos ideales —casi todos, si no sirven a otrosuperior— rebajan el idealismo del corazón. Y, desde luego, no sacian; elcorazón humano jamás dice basta, nunca está quieto. En la carrera de las

cosas humanas, el que ha escalado alguna cumbre aspira a otra superior,como en el camino del placer nadie llega a saciarse y siempre se sufre por falta de hartura.

Todo lo que no es Dios ha sido enjuiciado así por Blondel:  Dos

 perros se pelean por un montón de basura, en el que nada encuentra el vencedor .

PIRÁMIDES TRUNCADAS

 No puede ignorarse, sin embargo, que el ideal común acerca de lavida coincida con alguna de esas soluciones presentadas.

La consecuencia la tenemos al alcance de la mano y cae bajo la luzde nuestra mirada. La mayor parte de los jóvenes viven hoy —y llegan a lamuerte— sin terminar, como una pirámide truncada.

Me imagino al hombre como una pirámide sobre un mundo de arena.Sobre la arena del desierto, es la pirámide una afirmación de permanencia

en la movilidad resbaladiza de la arena. Y sobre el mundo y las cosas, es elhombre, por su alma, lo más hermoso y trascendental.

Sólo que, frecuentemente, a esta pirámide del hombre le falta suvértice, está truncada.

La pirámide se levanta por sus cuatro lados, anchos y extensos, sobrela arena, buscándose a sí misma, hasta coincidir en este punto quellamamos vértice. Así el alma del joven ha nacido para extenderse en la

tierra en la variedad casi infinita de ocupaciones y tareas; pero buscandosiempre la altura, tendiendo y anhelando siempre hacia ese punto únicoque la completa y da sentido a su vida toda. Ese vértice ha de ser Dios.

Y, al olvidar a Dios, la pirámide truncada ha perdido elevación yhermosura...

Y las almas escriben su historia sin unidad de tema, sin continuidadde vida. Es como una historia escrita en dos tomos diferentes de contenidoy finalidad y, acaso, opuestos. En el primero, todo es de Dios; comprende

esos momentos primeros de todos los días, con los ejercicios de piedad,acaso con meditación y comunión y dirección espiritual...

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Pero el segundo tomo de la historia de esas almas comienza enseguida; es diariamente opuesto o marcadamente distinto. El alma del restodel día —casa, oficina, paseo, distracción, fiestas— en nada se parece aaquella que por la mañana se arrodillaba y hablaba con Dios.

La que hablaba con Dios por la mañana no sabe hablar con loshombres durante el día.

La que antes se humillaba ante Dios no sabe recibir la vida conhumildad.

La que tanto empeño ponía por la mañana en sus rezos no sabe luegocumplir con santo empeño su deber.

La que vivía alegremente la meditación por la mañana no sabesobrellevar con alegría la menor prueba o trabajo que le envía Dios.

La que adoraba y amaba a Dios unos instantes no se acuerda duranteel día del Dios que la creó.

La que entraba por la mañana en recogimiento busca luegoafanosamente el placer...

¡Y, sin embargo, es la misma alma, el mismo joven!

Ha quedado truncada la pirámide, ha perdido elevación y rumbo. Deaquí, una manifiesta inconsecuencia en muchas vidas, libros escritos en

muchos idiomas a la vez, luz y oscuridad, trigo y cizaña, barro y alma,todo revuelto y mezclado en la misma vida...

Se impone lo divino, si queremos dar a la vida unarecta orientación. Porque «todo es frívolo, excepto

lo eterno». Renán.

Cuando pase todo, sólo quedará lo que el alma haya hecho por Dios ysegún Dios. La hermosura de la pirámide se lanza hacia su vértice como asu complemento.

Dios y el alma. He aquí las dos realidades fundamentales. Sobre ellasse apoya la vida. Mi creador y yo, decía el Cardenal Newman, todo lodemás es nada. Hay, pues, Alguien con quien nos hemos de entender. Nosrodea un mundo en el que se multiplican, coloreadas de mil formas, lasrealidades que sacuden nuestros sentidos. Las almas —en la juventud,

sobre todo— se dejan llevar por lo que se ve, sin caer en cuenta de que loque no se ve es más real y durable que lo que se ve. Vidas ajetreadas yllenas de movimiento y ruido, sin descanso para el espíritu, sin tiempo para

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 pensar en las realidades durables y definitivas.

Todo está en que sepamos de manera viva y acendrada que, ademásde todo esto que vemos, hemos de mirar también a otra realidad. Hay

 Alguien además de nosotros y de las cosas, Alguien que tiene todos los

derechos sobre nosotros... y ¡es el más olvidado!Mi Creador y yo. Es éste, cabalmente, el fundamento de toda vida. Se

es más o menos feliz, en la medida en que toda la propia vida, toda la propia actividad, se dedican a Dios y se viven según Dios.

Porque no estamos solos en la vida. Hay Otro que nos mueve y nos presta su aliento. Ese es nuestro Creador, el que nos señaló el momento yel sitio, nos fijó condiciones y leyes de vida. Él ha contado nuestros días y pide el servicio de la vida que nos prestó generosamente...

Y aquí descansa la recta solución a nuestra primera interrogante. Larespuesta religiosa que, ante la inquietud del joven por vivir, no respondesólo con simple y total negación. La religión no es negativa, ni estorba para vivir, ni encajona con su moral las rectas aspiraciones del joven. Por el contrario, encauza y da más fuerza al ansia de vida, porque la explica ydirige y orienta hacia un ideal completo e infalible.

LA

 RELIGIÓN

 Y

 LA

 VIDA

Por eso, lejos de condenar a la vida, la religión fomenta y bendicetodas las honestas actividades humanas. La juventud importa toda entera; ytoda entera la toma la religión para dar una respuesta clara y orientadora atodo lo que le es al joven legítimamente humano. La personalidad, elamor, el hogar, la maternidad, la abnegación, tienen en la Fe su única,completa y luminosa explicación.

Y cuando la vida se enfrenta con la sombra del dolor, la Fe lo suavizacon el bálsamo de las mejores virtudes. Y, sobre todo, orienta la vida.

El mundo tiene ya su destino. No es un conjunto abigarrado de seres,sino una magnifica creación, dedicada a un fin concreto y hermoso, en elcual todos los seres se ajustan y perfeccionan porque todos tienen su sitioque ocupar y su misión que cumplir. No rueda el mundo al azar, llevado por la fuerza loca de los acontecimientos; un orden divino lo preside y unaProvidencia amorosa lleva las riendas de los seres que jamás tiemble el pulso de la Mano divina que los conduce. Todo gira, ordenado, en torno ala gloria del Creador que, por los seres creados, manifiesta su hermosuraen infinitas imágenes.

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La vida tiene también su fin. Un fin terreno que la sirve de pedestal para ganar su fin eterno.

La gloria de Dios, porque la vida ha sido creada para Dios, comotodos los seres.

La gloria de Dios que se logra agradándole también, recogiendo susafanes de vida en este encauzamiento ideal: ser agradable al Dios quecuenta sus pasos y pulsa sus alientos y enciende sus ideales y bendice susamores; sirviendo por amor la misión que Dios encomendó a cada uno...

Y, con la gloria, su propia dicha.

  No se trata de la dicha eterna solamente que, por aparentementelejana, mueve a veces demasiado lentamente a las almas. Se trata de ladicha sin condiciones; de la alegría de vivir y de la eternidad lograda; delmundo gozado sin temores y del cielo abierto como fuente de inacabableesperanza...

Entonces el alma se siente en su quicio y no paladea el amargor de losuficiente, y la vida tiene un sentido, un rumbo, una orientación.

La pirámide se asienta segura y fuerte, buscando altura, aunque a sus pies el mundo parezca la arena movediza del desierto encendido...

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Normas para la acción

Examen y reajuste de las propias ideas.—Vigilar nuestrossentimientos y acciones para no caer en ideas (aunque sean parciales)materialistas o insuficientes.—Por el contrario, hacer que la propia vida

traduzca la alegría de una religión bien comprendida y practicada.— Contagiar a los demás con nuestra propia seguridad en la fe y la claridadde nuestros ideales.

Examinar estas normas

* **

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LA JUVENTUD

Una hermosa vida es un hermoso ideal concebido en la juventud y realizado desde pronto hasta siempre.

«¡Esperanza de mi patria, juventud incontaminada!

¿No se estremece, oh jóvenes, vuestro corazón, no sealza vuestro espíritu por encima de la vida diaria, no percibísla palabra divina al sentir la misión a que sois llamados desalvar a un pueblo y elevar a una grandeza ideal esta naciónque no ha logrado todavía su plenitud?

¡Sois llamados a ser dueños de un porvenir risueño... si‘os atrevéis a ser grandes’!».

(Srechenyi)

La vida se condensa, principalmente, en la juventud, en ella sesiembra y germinan las más prometedoras esperanzas, ella es el tiempocrucial de la vida. He aquí un nuevo talento natural del que hemos deresponder ante Dios.

* * *

EL AROMA DEL PRIMER  VINO

En el reparto de los talentos del Señor entre sus siervos, he aquí unoque se nos concedió a todos. No seremos, acaso, responsables de otros

talentos; sencillamente, porque no los tuvimos; riqueza, poder, mando,etc., no son de todos ni para todos. Pero todos hemos llegado a esta alturade la vida que se llama Juventud que es, ya en sí, un rico talento puesto en

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nuestras manos por el Señor para que trabajemos con él.

De él, por lo tanto, habremos de dar cuenta ante Dios.

La vida se condensa, principalmente, en la juventud. En ella sesiembra y germinan las más prometedoras esperanzas, ella es el tiempo

crucial de la vida. Dice un verso de Horacio que la tinaja difícilmente perderá el aroma del vino primero que la ocupó. Y en la vida marca unsello inconfundible aquel primer vino que el alma saboreó en los añoscruciales de la juventud.

Están, entonces, en auge todas las potencias físicas y espirituales. Elcuerpo crece y alcanza vigor; el corazón funciona con plena normalidad yfuerte empuje; la sangre y la vida circula por todo el organismo con alegríasaltarina. Las potencias del alma se desenvuelven; los estudios y conoci-

mientos se aclaran y certifican; la voluntad comienza a perfilarse y sedibuja la personalidad y la independencia de nuestro ser. Al mismotiempo, los sentimientos, el sentido moral, las pasiones, los primerosamores matizan y perfilan una vida cuyo fruto se ve ya próximo.

Toda la vida está allí. Un día, como un capullo que rompe sucerrazón, la madurez abrirá la vida joven. Entonces, esta vida aromará almundo con las esencias que haya recogido en su juventud.

 Nunca meditaremos bastante, por eso, en la trascendencia que tieneel recto aprovechamiento de ese lapso de la vida, la debida formación de la juventud, la responsabilidad que encierra.

* * *

Mirando al tiempo, la juventud supone, elementalmente, breve lapsode vida transcurrido.

Es como un tesoro que a todos se nos concedió —con la vida—, del

cual aún se ha gastado poco. Un tesoro cuyos destinos dependen denosotros, únicos administradores de la riqueza que ese tesoro encierra. Sudespilfarro, la ruina total, la economía avara o el recto uso de ese tesoroestán en nuestras manos. Y tan nuestro es, que nadie, por ningún motivo, puede estorbarnos su administración.

Llegó a la ruina la larga riqueza heredada por una familia noble. Aella se habla ido acumulando el esfuerzo, la virtud y la honradez degeneraciones pasadas. Ahora, el último heredero —hijo único, solo en todala heredad de sus mayores— despilfarra las riquezas de sus padres yantepasados. Muchos años de nobleza se apolillaban por las calaveradas

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del último varón...

Fueron desapareciendo las fincas, transformadas rápidamente entierra de labor por los nuevos dueños; se vendieron tapices y objetosvaliosos, todo se perdía por la brecha abierta de una vida desarreglada.

Aquel joven —ruina de la tradición de su hogar—quedó, al fin, solocon la casa solariega. También la casa solariega, con sus grandes cuadros yamplios salones y jardines hermosos, fue vendida y transformada.

El joven quedó en la miseria.

Todos los días se acercaba a la reja de su jardín, mirando connostalgia lo que fue la casa de sus mayores. En los jardines de antaño, lasmáquinas del campo transformaban los jardines en rica tierra de labrantío.Las yuntas pasaban y repasaban, abriendo surcos humeantes de prometedora fecundidad...

Un día, los bueyes que arrastraban los arados se detuvieron. Habíatropezado la reja del arado con algún estorbo que impedía la marcha;cavada la tierra, los trabajadores sacaron con esfuerzo un gran arcón. El joven, pegado el rostro a la reja, miraba asombrado qué podía ser aquello...¡Y era un tesoro!

Un tesoro que, de haberlo conocido antes, habría remediado su ruina,

 pero ya no le pertenecía. Y lloró amargamente su desventura: —¡Qué dolor, pensar que en mi propio campo tenía yo el mejor tesoro!

Y como aquel joven, cuando muchas vidas llegadas a la madurezcontemplen el despilfarro de su juventud malgastada, llorarán condesabrimiento.

 —¡Qué pena, pensar que en mí mismo, en el campo de mi juventud, poseía yo el tesoro que habría enriquecido mi vida para siempre!

Pero luego no es tiempo ya. El caudal de la juventud se va gastando.Cree el joven que la riqueza de esa edad nunca se acaba. ¡Pero... es untesoro de la vida, del que aún se gastó poco, pero cuyo totaldesconocemos!

Y, por desconocido, ha de ser aprovechado, moneda a moneda.

* * *

Para ello la juventud supone una salud y fuerza mayores que en otrasépocas de la vida. Vigor, sangre, economía corporal, regularidad de

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funcionamiento en la sangre y en todo el organismo; bulle la vida en elcuerpo y está más clara la mente y más despierto el sentimiento. Es la edaddel coraje y la voluntad, del crecimiento y desarrollo, del deporte y de lavitalidad que no conoce cansancio.

Se está entonces perfilando todo un porvenir realizable. Realizar quiere decir que puede llegar a ser realidad todo lo que más

 bello parezca y que... puede llegar a no ser realizado jamás. En la edadmadura ya se ha hecho casi todo lo que se tenía que hacer y no puedevolverse atrás. En la juventud pueden siempre concebirse ideales yesforzarse en lo mejor  porque todo está aún por alcanzar .

Es comparable a una semilla; acaso, luego no dé la semilla el frutodeseado; pero el labrador que sembró la semilla sueña con el fruto que

 puede dar mañana.Es comparable a un capullo; la rosa ya lograda tiene su matiz y su

color determinado. Mientras es capullo nada más, podemos soñar para ellalos colores más brillantes y los pétalos más finos de la rosa futura.

Es comparable a una primavera; acaso, luego, la sequía o el pedriscoasolen los campos; pero la primavera nos permite siempre esperar lariqueza de un verano con cosecha hermosa y bien ganada.

Así es la juventud y la edad madura. Mientras la juventud es semilla,capullo, primavera, siempre podemos buscar para ella —para cuando seafruto, rosa y cosecha— los mejores ideales. Mañana... ya no podremossoñar ni hacer realidades nuestros sueños.

EL MUNDO, DIOS Y LA JUVENTUD

Es trascendental, por eso, el enfoque que se dé a la juventud.

El mundo con sus ideas y frivolidad, se echa encima de esa juventud para desviarla. Invita a gozar de ella sin responsabilidad, como aquel jovengastaba su tesoro sin previsión. Para el mundo, la juventud es el tiempo degozar, apurando con urgencia las copas del placer que a cada momento sevan ofreciendo.

«Oigo una voz, la de Heine: «Demos el cielo a losgorriones y a los ángeles. Nosotros queremos champagne,rosas y la danza de ninfas sonrientes...». Para el que no tiene

  para pagar el vino, las rosas y las ninfas, no queda otroremedio que alejarse un poco —bastante para no estropear la

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alegría de los demás— y poner en sus sienes el cañón de una pistola. Un hombre se va, un átomo menos. ¡Poco importa!La naturaleza es eterna, la fuerza de las pasiones esinagotable; el sol sale por las mañanas para madurar nuevos

racimos, nuevos hombres, nuevas rosas y nuevas mujeres. Yel caos crepuscular continúa su regocijada zarabanda, comoun torbellino de polvo en un rayo de sol...».

( J. Jörgensen, «VIAJE A TIERRA SANTA»).

Con ello, ofrece agradables caminos de egoísmo, sin ideal. Cuando la juventud explota de vida y, por su vigor interior, está exigiendo horizontesamplios y cielos azules de ideal sobre los cuales tender sus vuelos, he aquíque el ideal se seca en la mejor edad y se cierra en el estrecho círculo de la propia comodidad y placer. Podía haber sido la juventud la edad de lasgrandes empresas; por lo menos, el tiempo de un gran ideal a cuya luz sefuera cincelando una vida espléndida, cargada de un rico porvenir.

Pero el mundo agostó la flor de la vida.

Como se agostan las flores de los árboles frutales cuando prematuramente abiertas, son sorprendidas luego por las heladas tardías; lahermosa floración de aquella primavera anticipada, gozosa y feliz, termina

en ruina porque aún no era el tiempo de la floración.«¡Es una compasión ver a las almas hechas para Dios,

  plegar voluntariamente las alas, prefiriendo el cieno alhermoso azul del cielo!».

( Hoornaert, «EL COMBATE DE LA PUREZA»).

* * *

También el Creador, que regaló a la vida la época fecunda de la  juventud, ha trazado su sueño sobre ella y ha enfocado con su luz losmejores años.

Para Dios, nuestra juventud es un camino de posibilidades infinitas.El rico campo de siembra que sólo quedará en erial si el sembrador no esdiligente en su tarea. Todo puede esperarse, porque todo puede germinar,en la juventud. Lo que en la juventud no se haga, difícilmente se hará

después; y lo que después se logra quedó ya sembrado en los primerosaños. Solía decir Don Bosco:  El joven que a los 15 años no es apóstol,

dadlo por perdido para la causa del bien. Da pena ver las masas de

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  juventud, viviendo sin ideal, vegetando sobre la tierra en planes delmomento, de cine y novela, de modas y fiestas, sin nada enjundioso ydefinitivo, sin ideales nobles que vayan incubando un mañana mejor,gustando el momento presente sin preparar el momento venidero.

Dios también  se echa encima de la juventud. Le concede un vigor físico y espiritual mayor y un corazón capaz de ideales para que pueda el joven caminar ese camino de posibilidades sin cuento. Nunca sabemoshasta dónde puede llegar un joven; pero si puede saberse que no llegará anada, si ahora no trabaja su juventud perfeccionándola y creciendo en todo

lo bueno.En la edad madura —y más aún, en la vejez— el corazón se

encuentra muchas veces penetrado de desilusión. Los más bellos sueños

han quedado acaso en meros sueños, y acaso también terminaron engrandes desengaños. Las arrugas de la vejez —arrugas de corazón— no permiten ya una visión esperanzadora de nuevos horizontes. La vida y elvigor están declinando, llevando consigo el lastre de lo que fueron antes, bueno o malo, mucho o poco.

En la juventud, no. En los mejores años, el corazón se mantieneentero, está nuevo aún, sabe de sonrisas y esperanzas, olvida pronto losincipientes fracasos y se renueva constantemente en sus afanes. La

 juventud es la edad sin cansancio, el campo florido donde siempre puedegerminar la ilusión y el amor a los más nobles ideales.

Por eso, Dios concede a la juventud más salud y más ánimos, uncorazón fuerte y entero, hermoso y noble, sin pesimismo ni cobardías.

* * *

Pero, de ahí, la responsabilidad de la juventud.

La razón nos dice que la juventud es una semilla; luego es claro quesu fruto, como fruto encerrado en todos los gérmenes, puede malograrse.Pero puede también multiplicarlo, espléndido, el cuidado del labrador.

He aquí la fuente de responsabilidad que se abre con los mejoresaños de la vida.

Suelen decir que se crece en lo que se es.El árbol es el niño que creció... en lo que ya era.

Así la madurez de la vida es el desarrollo de lo que en la juventudfue.

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¿Qué quieres ser mañana? Lo que hoy eres, pero«en más». Luego de ti depende un mañana

espléndido en todo, si en la juventud te procurasese «todo».

Los vicios o defectos de ahora, pequeños y aparentemente sin relieve,crecerán con la edad y el hábito. Hoy, cuando hierve en la vida la  juventud, importa ganar virtudes y desarrollar facultades, si queremosalcanzar mañana una vida plena.

 No extraña, por eso, las preferencias que Jesús tuvo para la juventud.El Evangelio reserva páginas hermosas para poner de relieve su amor de predilección por esa edad y ese vigor, por esas promesas que pueden ser 

aquellas realidades gloriosas del mañana más o menos cercano.Parece que fuera inspirado por la juventud aquel bello sueño de Dios

escondido en la imagen de la viña escogida y de los frutos esperados conilusión. Dios plantó la viña de la vida en el terreno fecundo de la juventud,y abonó el campo con todas las gracias. Y esperó luego —en esasmagníficas esperas iluminadas por las ilusiones de Dios— que la viña

escogida de la juventud le diese un día dulces racimos.

¡Qué desilusión para Dios y qué fracaso para el joven, si esos frutosse tornan como amargos agraces! Porque El esperaba...

¿Has pensado, joven, cuánto esperaba Dios de ti? Medita las posibilidades del plan divino sobre tu vida. Compáralo con lo que eres.

Y... ponte a trabajar, para no defraudar las esperanzas de Dios sobre

ti.

SUEÑOS Y REALIDADES

Aprovechar la juventud es amar el crecimiento, que es señal de vida;el ser que no conquista, no vive. Y la conquista supone la adquisición,crecimiento, alcance más alto de nuestras facultades todas.

Principalmente, importa educar el corazón, porque:

«Se es lo que se es, según es el corazón»

Importa, entonces, llenar el corazón de un gran ideal de superación yconquista.

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Trabajar para alcanzar la mayor elevación posible individual; es decir Ser más en todo y siempre. Cultivar todo lo que es el bien y la verdad y la  belleza. Es difícil detallar aquí cuáles habrán de ser, una a una, lasconquistas del alma en la juventud y los grados de crecimiento que

adquiera en todo. Basta caer en la cuenta de la trascendencia de este ideal;crear en el alma una atmósfera donde el bien, la verdad y la bellezaembalsamen todo. Iluminar el corazón con un afán de bien a todo trance, yde verdad entera, y de belleza moral...

¡Vivir la juventud hambreando todo lo que es nobleza y virtud!

Y debe ser la juventud el tiempo de un bello ideal social. Desde losmejores años, va el joven alcanzando perfección moral y social,desempeñando del mejor modo posible el puesto que en el mundo ocupa.

Aquí pueden sembrarse las primeras raíces de lo que luego habrá deser virtud de la justicia social y política, del espíritu de colaboración ycaridad, de simpatía y comprensión.

Porque existe una virtud social que nos obliga y cuyo cumplimientoha de aprenderse en la juventud, cuando la vida social empieza.

El puesto que ocupamos en el mundo —en casa, en sociedad, en eltrabajo, en el deber de cada instante...— es el camino que Dios nos traza para ayudar al bienestar del mundo. Todo estaría completo y perfecto, sitodos cumpliesen con exactitud y alegría la tarea que en el mundo se nosencomendó.

Y si todos los miembros del cuerpo viven vida sana, el cuerpo enterogozará de esa plenitud. La sociedad es el cuerpo que se compone dediversos miembros. ¡Que ninguno de ellos sea torpe o perezoso! ¡Queninguno sea nocivo a la vida de conjunto! Entonces se aprenden lasmejores virtudes sociales y lograremos —por lo que a nosotros toca— un

mundo mejor para todos.Por todo esto, suelen decir que una hermosa vida es un hermoso pensamiento de la juventud, realizado en la edad madura.

* * *

Los ideales de la juventud traen las realidades delmañana. Lo que hoy es germen, mañana será flor.

El capullo de hoy, es la rosa del futuro.

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ENCUESTAsobre

La Juventud

VER:¿No te parece que le juventud es la mejor época de la vida? ¿En quésentido?

¿Qué transcendencia tiene y qué responsabilidad?¿Qué comparaciones hallarías para explicar mejor la importancia dela juventud?

¿No suele ser ésta la época peor aprovechada?

¿Cuál puede ser la principal causa de ello?

JUZGAR:

¿Cómo presenta el mundo el ideal de la juventud?

¿No crees que el ideal de egoísmo sin responsabilidad hace fracasar la juventud?

¿Es le juventud le edad mejor para concebir un alto ideal?

¿Qué sentido puedes dar a lo que se llama «edad generosa»?¿Por qué concedió Dios a la juventud mayor vigor y sentimiento?

¿Cuál sería a tu juicio, el ideal de una perfecta juventud?

ACTUAR:

A la luz de la razón, ¿no tiene la juventud una gran responsabilidad?

A la luz de la fe, ¿cómo se precisa esa responsabilidad? ¿Conoces la parábola de la «viña escogida» del profeta Isaías?

¿Cómo la aplicarlas a la juventud? ¿Qué hacer para no defraudar lasesperanzas del Creador?

¿No crees que hace le falta a la juventud un ideal de perfección personal constante y de ayuda a la perfección social?

¿Cómo inspirarlos y conseguirlos?

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Normas para la acción

Repasar nuestra idea sobre la juventud y penetrarnos bien de suimportancia.—Trabajar incesantemente por la mayor perfección personalen el bien, en le verdad y en la belleza.—Procurar el mejor desempeño del

 puesto que ocupamos en el mundo, por pequeño que sea.—Avivar el deseode contribuir de un modo eficaz al bienestar y mejoramiento de los demás.

Examinar estas normas

* * *

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EL CUERPO

«Para el joven vicioso el cuerpo es el instrumento del placer.

Para el que trabaja es le máquina que ha de funcionar 

 para darle a su vez sustento a fin de que siga funcionando.Para el cristiano, además de ser en lo físico el órgano desus actividades, es en lo moral lo que con frase maravillosadicen los cristianos: templo sagrado que ha de conservarselimpio para atender a fines sagrados también.

Respeta tu cuerpo y el de los demás. Un gesto ineducadoy lascivo resulta una profanación y un sacrilegio».

(Azpiazu)

Compuestos de alma y cuerpo, es frecuentemente el cuerpo ocasiónde que el alma sea olvidada y, acaso, perdida. Puede, en cambio, servir a lacausa del bien. Un talento, pues, del cual debemos responder un día.

* * *

Una vez más, la eterna disculpa, la queja de siempre. ¡Si notuviéramos cuerpo!

La virtud choca violentamente con el peso de la carne y los buenosdeseos se estrellan contra su dureza. Nos sentimos compuestos; hay ennosotros mucho de espíritu... y mucho de barro, trigo y cizaña, luz ytinieblas. Y, en nosotros mismos, sentimos violento el choque entre estosdos mundos y sus naturales tendencias.

Sin embargo, el Señor ha querido que tuviéramos cuerpo; no somosángeles ni animales sólo. Por algo lo quiso así el Creador.

Muchas veces —es verdad— el cuerpo presta ocasión de que el almasea postergada y, acaso, manchada y perdida. Porque nuestra inclinación a

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lo exterior nos empuja fuertemente a cuidar y mimar el cuerpo y no prestar la debida atención al alma, que es inmortal.

El cuerpo es, entonces, la salpicadura de barro que entorpece las alasdel espíritu. Podría ser también el montoncito de polvo en que el espíritu

se apoyara para alcanzar las alturas.

DE LA NOCIÓN DEL CUERPO

El cuerpo es el vestido del alma.

Cuando, llegada la noche, nos retiramos en busca del descanso,abandonamos nuestros vestidos sobre una butaca o en una percha. Cuandollega la noche de la vida, dejaremos también el cuerpo para que el alma

descanse en lo eterno.El vestido envejece, se aja, se rompe, pierde color; al fin es polvo. El

cuerpo termina, al fin, en el polvo de la muerte, después de haberseenvejecido y ajado por el trabajo y la edad, por las enfermedades ysufrimientos.

El cuerpo, pues, vale poco; es una cosa que debía hacernos pensar cuántos cuidados y preocupaciones damos a este pobre cuerpo y cuyovalor depende del alma que lo alienta. Como el asnillo del domingo de

Ramos cargado con la divina persona de Jesús, así el cuerpo se va por loscaminos de la vida llevando encima la carga del alma eterna.

Mi cuerpo es como el barro del diamante; y el alma el diamantemismo. Es como planta que parece hermosa por su flor; pero que sesostiene por la vida y, sin ella, se marchita. Y el alma, es la vida de la flor del cuerpo y ella es quien le presta valor, color, hermosura...

Y el valor, color y hermosura se trasparentan, principalmente, por la

virtud que radicando en el alma como en su trono, se manifiesta al exterior a través del cuerpo.

Porque es el cuerpo el puente misterioso por donde el alma secomunica con lo exterior y lo exterior viene a nosotros. A través de lossentidos habla el alma, en la expresión del rostro y de todo el conjunto sereflejan los distintos estados afectivos y pasionales; en el brillo de lamirada y en la tersura de la frente noble se refleja la claridad de la pureza yla luz del amor; en la sonrisa, la alegría y la comprensión, la simpatía y la

amabilidad; en las lágrimas, el sufrimiento y en todo el conjunto,compasado, alegre y armonioso, el equilibrio admirable de la virtud y del  perfecto humanismo. La palabra traduce nuestras ideas; nuestros

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sentimientos y movimientos afectivos se plasman y encarnan en laexpresión corporal; en el cuerpo se encarna la penitencia aunque en elespíritu se enraíce para producir fruto abundante; y la oración, movimientodel alma que se eleva para entablar diálogo con Dios, va componiendo las

 blancas perlas de nuestros rezos; perlas desgranadas por nuestros labios yabrillantadas por el espíritu que las inspira.

Así se hermanan cuerpo y espíritu para servirse mutuamente devehículos y compañeros. Aunque el espíritu es quien da vida, es el cuerpoquien la manifiesta o le ofrece hermosa base. Es del alma la virtud, pero enel cuerpo se levantan las tapias de la castidad que la guarden; y en el almadescansa la gracia del Espíritu Santo, pero el agua del Bautismo baña lacabeza del niño; bendiciones de lo Alto, recibidas del Espíritu, traerá el

sacerdote en sus manos de barro consagradas...Y, a la vez, el mundo todo exterior se nos mete en el alma a travésdel cuerpo por los sentidos. Cinco ventanales tenemos abiertos a todasensación exterior; por ellos, pasan al espíritu las cosas materiales y losconocimientos experimentales para que, luego, el alma trabaje sobre ellosel edificio de la ciencia o del sentimiento.

Por todo esto, el cuerpo puede ser índice de virtud. Puede ser,también, ocasión de pecado.

Y siempre le ronda el peligro de frivolidad; esos cinco ventanalesabiertos, por donde el mundo entra en nosotros, pueden ser cinco grietas por donde el espíritu pierda su vigor, se exteriorice.

Por eso suelen decir:

«Se termina pensando como se ve, cuando se vecomo se piensa».

Lo exterior —frivolidad, ligereza, materia, tentación...— llega aempapar nuestra mente, si antes nuestra mente no posee ya un mundo deideales y sentimientos claros y hondos, fecundos y ardientes, a través delos cuales comprendamos y enfoquemos el mundo de lo exterior.

PAGANISMO

El acuerdo de los males morales de los hombres es una certificacióndel peligro de frivolidad que el cuerpo ofrece. El cuerpo ha jugado un papel decisivo —a veces, hasta de verdadera obsesión carnal— en los

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modos de pensar del mundo. Épocas y culturas enteras han podidocalificarse según su filosofía acerca del cuerpo. El paganismo antiguo,como el de nuestros tiempos, tiene en el cuerpo su ídolo y, en las cos-tumbres, su templo. Todo es para el cuerpo y todo se le ofrece y todo se

mide por sus exigencias; apenas queda tiempo ni sitio para el espíritu que, paulatinamente, amortigua su luz y acaso termina por apagarse totalmente.

Queda entonces la carne, sola la carne. Y, por ella, toda unaliteratura, una ordenación de las costumbres, una filosofía de todo carnal,dedicada a exaltar el cuerpo.

Todo es culto a la línea armoniosa, al color y lo exterior; el cuerpoofrece alimento a los sentidos y el hombre entero se vuelca en adoración ala carne. Las modas paganas, de antes y de ahora, no tienen otra

finalidad... No son el gusto en la variedad y el ornato —gusto legítimo,auténticamente femenino, y que debe servir de mayor encanto de la virtud —; sino la exaltación de la línea y la forma, la ordenación de una industriay de un modo de pensar dedicados totalmente a presentar el cuerpo y lacarne como únicas realidades que importan. El lujo añade sus brillos yriquezas. No importa ya la desnudez ni los desafueros del impudor; semira, entonces, al cuerpo y se le trata no según la verdad de su valor, sinoconforme a la ley carnal, dándole culto como a un ídolo.

El camino que el paganismo ha seguido en todos los tiemposcomienza por la exaltación de la carne para desembocar en sumenosprecio. Ya San Pablo hablaba de aquellos que tenían como Dios a sucuerpo, aquellos que obran como si el hombre no tuviera otro destino quesatisfacer sus apetencias carnales. De este palacio, que es el hombre —enimagen de Santa Teresa—, se quedan solamente en la contemplación ycerca que lo rodea, sin llegarse a penetrar en el interior para admirar susgrandes riquezas ocultas.

«Gran bestialidad hay en nosotros cuando no procuramossaber qué cosa somos, sino que nos detenemos en estoscuerpos».

(Santa Teresa, «MORADAS PRIMERAS», c.).

Es herencia del paganismo. A través de su filosofía y de suscostumbres, pretende alcanzar la superficie un deseo ardiente deespiritualidad que queda apagado rápidamente por la carnalidad. Se llega auna tergiversación de valores, se olvida la natural jerarquía de nuestro ser y se postergan los positivos valores ante las exigencias de nuestra

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carnalidad. La palabra alma no llega a ser en el paganismo la realidadespiritual, valor supremo en el compuesto humano.

«Para el paganismo el hombre lo es todo en la creación yen la vida. Pero en el hombre lo es todo el cuerpo. Ni aun a

los dioses acierta a concebirles sin cuerpo».(Castro Albarrán).

Y este concepto pagano del cuerpo, aparentemente olvidado alsobrevenir la espiritualidad cristiana, rebrota de pronto con el culto a lasconcupiscencias de la carne y pone de nuevo en vigor la idea y la prácticade que el hombre no es sino cuerpo.

  No es, claro, que las mentes cristianas admitan la ideología

materialista del paganismo; pero pensando en cristiano y, muchas veces,  practicando el cristianismo al menos en sus ritos y prescripcionesexteriores y formulistas, lo cierto es que en nuestros tiempos se ha vuelto prácticamente a rendir culto al ídolo del cuerpo; la belleza, el vigor, lalínea, la armonía de los miembros, un ideal puramente estético que buscaabsolutamente la gracia de la carne. Las costumbres establecidas por el paganismo clásico se reproducen en muchas vidas cristianas de hoy; vidasde las que podríamos decir, en frase de Galeno, que consisten únicamenteen comer, beber, dormir y revolcarse en el polvo y en el cieno.

«Todo se nos va —dice Santa Teresa— en la grosería delengaste o cerca del castillo que son estos cuerpos».

El lujo, el afán de comodidad, la exagerada preocupación por lasmodas y la línea, los placeres de la carne y la búsqueda afanosa dediversiones y estilos que alimentan las concupiscencias, el horror a lamortificación, suelen terminar en los dos pecados de la instintiva

exaltación de la carne: la gula y la impureza.Analizando el sentir y el actuar de la gran masa de nuestra juventud,

encontraríamos como remate esta obsesionante preocupación carnal; losgrados son diversos, pero es idéntico el pensar. Preocupación por elcuerpo, visión exclusiva del mundo material y terreno, olvido de loespiritual. Aquí, como en tantas otras ocasiones, se olvida que lo que no seve tiene más realidad que lo que se ve. Pero lo que se ve es más inmediatoy más colorista y más agradable y arrastra lamentablemente nuestra

mentalidad.Prácticamente, el alma queda olvidada y la carne endiosada.

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«Dos poderes disputándose el mundo: la luz contra laobscuridad, el Bien contra el Mal. Una, proponiendo lafelicidad, la rebeldía contra la desgracia, la búsqueda delgoce, el sexualismo, la divinización de la humanidad, del

despilfarro sin freno con la superproducción hasta lo infinito,la uniformidad de los hombres, de las naciones, de los sexos,de las viviendas, el colectivismo, de los habitáculos, de loshospitales, de los asilos, de la caridad pública.

El otro, presentando la vida como una prueba, preparación de otra vida mejor, que sólo puede merecersemediante la sujeción de las leyes naturales, con frecuenciaduras, pero siempre útiles y provechosas; y a fin de cuentas,

la resignación, el sacrificio, la existencia enteramenteaceptada, sin elección ni negativas; trabajo, familia, hijos,sobriedad, continencia, renuncia...

 No obstante, tras ese rudo esfuerzo, sin haberla buscadoni pedido, existía la felicidad, felicidad, la única felicidadterrenal, humilde y verdadera que al hombre le es dado poseer».

(Van der Meersch, «CUERPOS Y ALMAS»).

ZANCADILLA MORAL: ESCÁNDALO

Pero es lamentable, y abre una fuente de responsabilidad, el dañosocial que produce esta exaltación del cuerpo.

Es el triunfo del egoísmo, limitada la atención a las reducidas líneasdel propio yo en lo que más reducido tiene el yo, el cuerpo.

Pero es aquí donde encaja con toda propiedad la doctrina sobre el pecado de escándalo. Los moralistas lo llamaron maximum et horrendum peccatum. Jesucristo habló duramente contra ese pecado. De él provienenlos desastres morales y la ruina espiritual de gran número de almas. En éldesemboca el peligro de la frivolidad.

El escándalo viene a ser, en lo moral, la zancadilla que un alma ponea otra para hacerla caer.

Puede ser que, diabólicamente, se ponga esa zancadilla con intención

maligna de provocar el pecado del prójimo. Entonces, el pecado deescándalo se comete en toda su malicia y gravedad. Puede ser que sin

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 pretenderlo directamente, pero por irreflexión, por egoísmo o ligereza, laconducta equívoca de algunos provoque el pecado de los demás.

En ambos casos hay oportunidad para la meditación y debe medirsela responsabilidad. Porque el espíritu humano se rige por unas leyes que, si

no lo determinan ciegamente, le empujan con mayor o menor fuerza endeterminada dirección. Una vez puesto un excitante, la consecuencia va aseguirse o, al menos, costará impedir que se logre. Como en el mundofísico hay unas leyes naturales que se cumplen fatalmente —el fuegoquema, aunque no lo queramos; el agua arrasa contra nuestro deseo; elcuerpo dejado en el vacío tiende a su centro de atracción— así en el ordenmoral existen unas leyes ajenas a nuestra indiferencia que buscanfatalmente su cumplimiento.

Esas leyes son de orden, preferentemente, sentimentales y afectivas.Puesto un excitante a nuestros sentidos, todo el mundo pasional reaccionaconforme a ese excitante. No podemos evitar esa reacción, aunque podamos vencerla por la fuerza de la voluntad y ayudados por la gracia,como pueden vencerse todas las tentaciones. Ante la visión de una escenainconveniente en la que se conculcan las leyes de la moralidad, las bajastendencias del hombre se aprestan a reaccionar de conformidad con aquelexcitante. Al espectáculo de la playa y del cine inmoral, del vestido

deshonesto o de la postura frívola, de la diversión sensual o de la carneimpura, el alma se siente avasallada por reacciones instintivas de lanaturaleza inferior.

El ser humano se mueve, como barquilla empujada por dos remos, por la combinación instintiva de dos clases de fuerzas o facultades quemutuamente se corresponden.

Posee un conjunto de facultades cognoscitivas —por las que elmundo exterior entra en la mente— y de facultades apetitivas —por las

que el hombre se lanza a la conquista y apetencia de lo exterior.De estas facultades son las más vivas los sentidos y la imaginación

  —cognoscitivas— a las que ciegamente sigue, por instinto, elcorrespondiente apetito sensible o la pasión correspondiente.

Puesto el excitante, sigue el apetito y se enciende la pasióndeterminada por aquel excitante. Queda, siempre, libre la voluntad paraguiar o cercenar o apagar la reacción instintiva del apetito. Pero la

sacudida se produce siempre, con peligro de sucumbir las voluntadesflojas. Porque los apetitos, en sí, son ciegos. Es decir, que correspondenciegamente al excitante presentado por las facultades cognoscitivas,

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 principalmente a los sentidos y a la imaginación.

Estas leyes no pueden ignorarse. El mecanismo de nuestro espírituenlazado a nuestro cuerpo no es tan simple como parece, ni podemosfácilmente permitir la producción de excitantes diversos, queriendo

desconocer luego la natural excitación de los apetitos correspondientes.Al fin, la voluntad, señora por su libertad, consentirá o no en aquellosapetitos. Pero la lucha está entablada en las peores condiciones para esavoluntad, cuando se han dejado producir innumerables excitantes de bajosapetitos.

Frívolamente, el joven que busca la exaltación y mimo de su propiocuerpo, va levantando a su paso por el mundo verdaderas oleadas desentimientos turbios y tentaciones inconfesables. Y es que, muchas veces,

descansa esa frivolidad en la aparente quietud exterior del mundo social enque nos movemos; pero se olvida que, además del mundo de los sentidos,existe el mundo de los sentimientos y de la imaginación, los instintos y los pensamientos. Y que también se delinque en el secreto de la mente, en lasllamadas del sentimiento y en los alborotos de la imaginación que..., más omenos pronto, habrán de provocar el desorden moral exterior.

Y estas leyes son así y se rigen por reacciones instintivas. Y no sirvedesconocerlas y preterirlas. Son realidades que se dan, independientemente

de nuestro querer; pero se pondrán en juego según sea nuestra postura enel mundo.

A esto conduce la obsesionante preocupación por el cuerpo.

Las palabras del Señor son extremadamente duras:

«Dada la condición de los hombres, es necesario que enel mundo se produzca el escándalo. Pero ¡ay de aquel por quien el escándalo venga! ¡Más le valiera atarse una piedra

de molino al cuello y tirarse al mar!».¡Cómo caerían estas palabras —dardos de fuego— sobre las

costumbres paganas de hoy en los vestidos inconvenientes, en las modasdeshonestas, en las playas y piscinas, en bailes y diversiones!

El hecho cierto es que muchos pecados no se cometen sin lainvitación instintiva de otras almas de conducta equívoca; luego laresponsabilidad de la carne exaltada está medida por la ruina moral que en

muchos corazones —jóvenes, sobre todo— se causa por esta invitación almal que supone el orgullo del cuerpo. ¡No llegan a pensar muchas mujeresde la vida cristiana de hoy cuántos males morales se van produciendo por 

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ellas, cuántas oleadas pasionales van levantando a su paso por el mundo,mientras reciben acaso aplausos a su hermosura, a su color y a la armoníalujuriosa de su carne!

Y es fácil comprender la dureza de aquellas palabras del Señor. Él ha

venido a la tierra, cargando con el peso de misterios inefables, paraenseñarnos el valor del alma y redimirla. Por las almas, ha llegado el Señor desde la humillación de Belén hasta la tremenda Pasión del Calvario.Podría decir luego a la Beata Angela de Foligno, manifestándole el amor alas almas que brilla en la Cruz. ¡Yo no te he amado de broma! ¡Y,realmente, la Redención no es cosa de reír! El precio de las almas no es precio pequeño, ni aquello fue un juego. El Cristianismo es una doctrinacargada de una honda seriedad... Comienza en un patíbulo y es la

institución más abundante en martirios. ¡No; no es cosa de broma el preciode las almas!¡Y que las almas le hayan costado a Cristo tantos dolores y agonías, y

que El haya venido a la fierra —con todas las consecuencias— por ganar las almas y que, después de todo, una muchacha cualquiera le robe a Cristoesas mismas almas, escandalizándolas por la zancadilla de un vestido, deuna diversión, de un gesto frívolo...!

* * * No debe extrañar, por eso, la energía con que el Señor exige alejar el

 peligro de escándalo.

El escándalo puede ser activo o pasivo.El escándalo activo está descrito más arriba. Su gravedad, queda de

manifiesto. ¡Más valiera atarse una piedra de molino al cuello y arrojarseal mar! Al fin, sería la ruina de la propia alma pecadora, pero no arrastraría

en su condenación un gran número de almas, como el pecado deescándalo.

El escándalo pasivo está en quien recibe la incitación al pecado por elescándalo de otro. Y advierte el Señor:

«Si tu pie o tu mano o tu ojo te escandalizan —es decir,si te ofrecen ocasión de pecado—, arráncatelos y tíralos lejosde ti. ¡Te es mejor llegar a la vida eterna con tus miembrosmutilados que no, íntegro tu cuerpo, ser condenadoeternamente!».

¡Energía y urgencia para rechazar el pecado de escándalo! Y si el

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Señor habla, en metáfora, de nuestros miembros más queridos, podemoscolegir con qué vigor se expresaría el Señor si hubiese de decir: «¡Siaquella amistad, aquel vestido, aquella diversión, aquella frivolidad te sonocasión de pecado..., arráncatela y tírala lejos de ti!».

¡Obra enérgicamente, pronto, sin dejar paramañana el rompimiento con aquello que encadena

a tu alma y te empuja al mal!

¡Te es preferible privarte de algún capricho ahora, te es mejor llegar al cielo tras algún dolor o mortificación, que no —aplaudida, exaltada,mimada por la esbeltez de tu carne—ser sepultada en la condenación!

El maximum et horrendum peccatum exige este rigor. Es la frivolidadla causa de la mayor parte de estos pecados y es urgente que las almasentren en la meditación de sus responsabilidades.

¡Cuántas veces una conducta que aparentemente es inofensiva, causadolorosos desastres en las almas! La exaltación del cuerpo, el paganismode la carne, lleva necesariamente a este fin. Se olvida nuestro destinoeterno y nuestro ser más íntimo, espiritual, que ocupa el primer puesto y elmáximo valor; y este olvido del espíritu hace que, a lo largo de una vida

frívola, el alma termine malparada, cargada con sus propias culpas y con lacarga tremenda de los pecados que en las demás almas pudo causar.

«¿No es verdad que ese triunfo moderno del lujo, de losadornos, de los aliños de la mujer... tienen también lugar, conno menos idolatría del cuerpo, en las que podemos llamar nuestras mujeres, es decir, en las que se vanaglorian de ser  perfectas cristianas, en las piadosas, en las que comulgan?...

¡Porque viven como si no fueran sino cuerpo!...¡No eran, por cierto, así, nuestras mujeres de antaño!Grita doña María la Brava, en el drama de Tirso «LA PRUDENCIA DE LA MUJER »:

Tres almas viven en mí;la de Sancho, que Dios haya;la de mi hijo que vive

en mis maternas entrañasy la mía, en quien se sumanesas otras dos; ved si

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 basta a la defensa de un reinouna mujer con tres almas.

De ser mujer con tres almas se gloría esta mujer española. Muchas de nuestras mujeres se han olvidado de quetienen una».

(Castro Albarrán).

MONTONES DE RUINAS

Pero el paganismo tiene también sus contrastes amargos

«...los jóvenes, envejecidos prematuramente por el viciocambian rápidamente de carácter... Su comunicabilidad conel exterior se atrofia; sus pupilas, antes grandes y brillantes,se obscurecen; sus corazones no cantan».

( Azpiazu, «JÓVENES Y JUVENTUDES»).

El cuerpo, a los pocos años, se convierte en un montón de ruinas.Aquellos que sólo esperaron en la carne, se ven tristemente defraudados

cuando la carne ya no es nada; sólo enfermedad, hermosura perdida, graciaapagada.Y, con ello, el recuerdo infecundo de una vida estéril. El cuerpo,

antes mimado, queda ahora despreciado como un despojo, atravesado por la amargura del remordimiento producido por una vida que  sólo pensó en

la carne y se olvidó de ahorrar para la eternidad .

«El joven que ha conservado hasta los veinte años suinocencia es el más amante y más amable de todos loshombres».

( Rousseau).

 No puede concebirse fracaso más hondo que el de aquel que hayavivido adorando su cuerpo; porque pasa pronto la edad de la carne y del placer, de la hermosura y de la gracia corporal, como adelantando elfúnebre anuncio del destino natural del cuerpo.

«¿No habéis encontrado nunca a alguno de esos hombresque, en la flor de la edad y cuando apenas se han vistohonrados con las señales de la virilidad, muestran ya las

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heridas de los años; de esos hombres que, degenerados antesde haber alcanzado el desarrollo total de su ser, con la frentesurcada de precoces arrugas, con los ojos inseguros yhundidos y con los labios capares de dibujar una expresión de

  bondad, arrastran debajo de un sol siempre joven unaexistencia caduca? ¿Quién ha herido a ese muchacho? ¿Quiénle ha robado la lozanía de los años? Víctima de sudepravación, el desdichado ha vivido solitario; no ha aspiradomás que a emociones egoístas y a espasmos horrorosos que elhombre y el cielo no quieren ver; y vedle ahora, embriagadocon el vino de la muerte, conducir con paso perezoso sucuerpo al sepulcro, donde dormirán con él sus vicios,deshonrando sus cenizas hasta el día postrero».

( Lacordaire).

En la cámara de los Reyes de El Escorial yacen los restos de losgrandes monarcas de nuestra historia; testas que fueron coronadas dediamantes y brazos fuertes que empuñaron el cetro del mundo. En undescansillo de la escalera que conduce a la cámara, se ve una gran puertatapiada de ladrillo y, sobre ella, se lee: Pudridero. Allá han de reposar loscadáveres de los reyes hasta que, convertidos en polvo, puedan ocupar susitio en la tumba real. Ese pudridero es una meditación constante.

Allí puede recordarse aquello de«Recuerde el alma dormidaavive el seso y despiertecontemplandocómo se pasa la vida,cómo se llega la muertetan callando...¡Cuán presto se va el placer...!».

¡Allí termina el paganismo del cuerpo!

Más de una vez sentirá el joven en su carne los pinchazos de la pasión que empuja, los excitantes de los sentidos y de la fantasía quedespiertan los apetitos. Más de una vez resbalarán por su alma y por sucorazón inexperto suaves palabras con que ellos y ellas convidan al mal, por la exaltación viciada de la carne.

Sólo entonces debe el hombre sentirse orgulloso: divina soberbia querecuerda al joven que es hombre, criatura libre, con alma inmortal, hijo de

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Dios, el más perfecto de los seres de la creación visible, destinado a unaresurrección gloriosa y a una vida eterna... ¡Debe entonces sentirseorgulloso y no ceder jamás!

LA CARNE GLORIFICADA

Hay todo un mundo de idealismo que proyecta su luz sobre nuestrocuerpo. No todo es materia y barro; todavía brillan las lucecitas de lasalmas entre las cenizas de nuestras costumbres paganas; hay aún claridaden las miradas para ver lo espiritual; y son muchos los que, al mirar su propio cuerpo, han comprendido la finalidad con que Dios lo concedió.

Unos sacrifican su cuerpo por la ciencia, dejando atrás tiempo y

 placeres —y acaso la misma vida corporal— por arrancar a la naturalezaalgún nuevo secreto. ¡Gesto sublime de los hombres que merecen bien dela humanidad!

Y hay quienes, olvidando bienestar y egoísmos, entregan su cuerpo alesfuerzo y al dolor de la guerra por defender la Patria.

Muchos cuerpos, doblados por el trabajo y la privación, se entregarona una muerte lenta y a una abnegación continuada por una familia,  perdiendo juventud y vida para mejor sostener y cuidar de pequeños

huérfanos.En un grado más alto, otros dan por bien empleado lo que al cuerpo

quitaron con tal de contar con méritos mayores de penitencia y virtud,haciendo que el cuerpo sirviera de fiel compañero del alma, sin jamáscomprometerla ni desbandarse de su camino, sino aprendiendo su misiónleal y mortificación ardiente para que engrose el ánima, como diría SantaTeresa.

Al menos, debe el joven mirar su cuerpo a través de la finalidad queese cuerpo tiene señalado por el mismo Dios. Dios ha dado a la mujer uncuerpo ordenado a la maternidad; ese cuerpo necesita siempre salud yequilibrio de virtud y pureza. La madre futura necesita armonía pasional yno alboroto de cansancios y asedios. El pudor de ahora, guardador celosodel ministerio de un cuerpo maternal, será la garantía de un corazónsuficientemente grande, puro y gozoso, para desempeñar más tarde esafunción de gloriosa maternidad, sin vulgarizada. El cuerpo, fábricamisteriosa de la cual Dios hará brotar la vida, tiene un destino hermoso yreligioso a la vez, que se agiganta cuando me cuerpo sabe entregarse yservir a Dios y a más altos ideales que los que el mundo, ramplón y

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vicioso, le puede ofrecer.

La joven de hoy es la madre de mañana; pureza, alegría, abnegación,recato... En su interior y abrigado por todo ello, alentará el magníficocorazón capaz de maternidad.

* * *

Pero la Fe completa la exacta visión del cuerpo.

 Nosotros, por el Bautismo, somos raza santa; nuestra alma y, por ella, nuestro cuerpo están penetrados en una divina luminosidad. El soloanuncio de esa claridad bastaría para rendir nuestras resistencias pasionales.

Pero parecería que nos asusta nuestra propiagrandeza y tenemos miedo de elevamos sobre lo

vulgar.

Sin embargo, nuestro cuerpo es templo de Dios.

Suelen decir que el hombre es el ser que tiene el triste privilegio de pasar cerca de las grandes realidades sin sentir la llamada de sus abismos

grandiosos. Nuestro cuerpo es templo de Dios.

«Cuando entendí que estas palabras —decía Sor Isabelde la Trinidad— había que recibirlas en su sentido propio,comprendí ya fácil el camino de la santidad».

«El templo de Dios —decía San Pablo— es algosagrado; y ese templo sois vosotros mismos».

El templo es lugar de santidad, de recogimiento y de oración; eslugar sagrado. Y harto más que nuestros templos de piedra, lo es estetemplo de nuestra carne, de paredes vivas y convertido todo él en sagrarioviviente. Se impone una mentalidad de ideal santo al mirar nuestro cuerpocomo poseedor de valores eternos, y se descubre la anormalidad moral quesuponen nuestras costumbres actuales, solapadamente entronizadas en elmundo cristiano. La exaltación del cuerpo se alcanza aquí por otradirección. Si el mundo de la fe nos fuese patente como el mundo de los

sentidos, nos confundiría el espectáculo de tantos  sagrarios vivientesrepartidos en fiestas profanas, bailes, exhibiciones de playas y piscinas,

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vestidos inconvenientes...

El dogma tiene sus exigencias.

Exigencias trascendentales —además de gloria inefable—tiene eldogma de la presencia de Dios en nosotros...

Obliga esta verdad a vivir una vida interior, vida de alma en la queDios descansa y vive realmente por la gracia. Nuestra carne se convierteen algo santo, traspasada por la presencia de lo más santo, que es el mismoDios. Vivir esta presencia cordial de Dios asegura contra todo y da lamejor religiosidad.

Al mismo tiempo, el cuerpo deberá vivir en postura de continuaofrenda a ese Dios íntimamente presente como una hostia blanca y pura y

agradable al Señor, que decía San Pablo.El paganismo reclama que el cuerpo esté hermoso a los ojos de los

hombres y rechaza todo aquello que pueda afearlo; si mirásemos que Diosnos mira, haríamos de nuestro cuerpo esa hostia agradable a Dios.

Y puede servir de penitencia. Cuando nos lamentamos de tener uncuerpo pesado que tanto estorba, a veces, a los deseos del espíritu y quetan cargado camina lleno de quebrantos, no pensamos que, si notuviésemos cuerpo no podríamos sufrir y perderíamos con ello una

hermosa manera de merecer en nuestro servicio a Dios.El mismo Jesucristo nos ha enseñado, en su primer latido humano, eldestino de hostia que nuestro cuerpo tiene. En las luminosas profundidadesde la Encarnación, se ha visto amasado en la carne y sangre humanas. Conla humanidad, ha cargado también las pesadumbres que acarrea:cansancio, tristeza, dolor y quebranto, agonía y muerte, en todo semejantea nosotros —menos en el pecado— y modelo de todos los hombres.Cuando, en el balconcillo del tribunal, Pilatos lo ha mostrado a la plebe, ha

 profetizado al Señor como tipo ideal para todos: Ecce homo: Este hombre.Y al tomar sobre sí el peso del cuerpo, el seno virginal de María

quedó constituido en primer templo de Dios verdadero; sobre el ara deaquel corazón purísimo, Jesucristo aceptó su cuerpo y lo ofreció así:

«Te han cansado, Padre, de todas las víctimas antiguas y pides hostias nuevas. Me has dado a mí un cuerpo capaz desentir dolor y, en la primera página del libro de la vida, hasescrito para mí: Haz la voluntad de Dios. Entonces te digo:Aquí estoy, Padre, dispuesto a cumplir tu voluntad».

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Por eso, sin salir de nosotros, hallamos la materia apta para amasar nuestra ofrenda, como el Señor. En vosotros vive Él; nuestro corazón es elaltar; nosotros, la hostia: nuestro cuerpo, nuestra virtud, nuestras penitencias, nuestra vida esforzadamente honesta.

DE LA MORTIFICACIÓN DEL CUERPO

Y entramos, con ello, en la doctrina —cristiana y racional— de lamortificación del cuerpo.

Esta palabra suele recibirse con recelo; el paganismo la rechaza conobsesión para buscar el placer de la carne... Sin embargo,

Quien quiera construir su vida sobre la base seguray alcanzar altura, deberá aprender a

<<vencerse a sí mismo».

«Ni las victorias de los Juegos Olímpicos, ni las de loscampos de batalla, dan al hombre la felicidad. Únicamente selogra quien a sí mismo se vence. Las tentaciones y lascontrariedades son los verdaderos combates ¿Quedastevencido una, dos, tres, veinte, cien veces? Sigue luchando.Cuando, por fin, venzas, serás tan feliz como el que siemprevenció».

(Epíeteto).

Esto es el ascetismo, la ordenación cristiana de la vida espiritual que, por los combates contra nuestras bajas tendencias, pretende purificar elalma y hacer que el cuerpo la sirva. No saciando la carne condescendiendo

con ella —dice San Agustín—; y sí, en cambio, resistiendo a sus bajos ins-tintos. Vencerse a sí mismo era ya una sabia consigna en la antigüedad;ahora, una clara finalidad de la vida espiritual a través de los Ejercicios deSan Ignacio; siempre la base para un triunfo en la vida.

Sobre todo, cuando se intenta alcanzar virtud. Virtud —del latín vis ode vir  — suena lo mismo que esfuerzo, fortaleza, hombría. Es la fuerza quehabrá de hacerse el hombre para no caer derrotado por sus bajos instintos. Nuestra carne padece de un desequilibrio original, producto del primer  pecado que a todos nos alcanzó; en nuestras carnes va, desde entonces, in-crustada la amarga lucha por recobrar, en lo posible, el equilibrio perdido.

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De una parte, el apetito de la carne siempre insaciable reclama su presacon pasión; de otra, la verdad y la virtud exigen frenar la carne y moderar sus instintos. Por oso,

El vencimiento de nuestros caprichos instintivos yexigencias carnales ocupa el primer plano de cual-quier intento de elevación moral o religiosa.

 No podría faltar en el Cristianismo, la religión de la pureza y de lavirtud, un llamamiento a la mortificación de cuerpo y sus exigencias. Elhombre no es sólo carne y la vida no se llena con satisfaccionessensoriales. El hombre posee valores espirituales lanzados a lo alto por una

vocación d eternidad. El cuerpo es el vaso frágil que guarda un ricocontenido. La tierra es camino; y sus vicisitudes, gozos, dolores, trabajos ytriunfos, son etapas —pero nunca final—de una ruta cuyo destino está alotro lado de este mundo, la ciencia verdadera consiste en llevar nuestrotesoro espiritual en nuestros vasos de barro sin que aquél se pierda omistifique.

Pero esto exige vigilancia y lucha. El Cristianismo es religión devalientes, de héroes y mártires.

No nos tocará a todos, acaso, la hora del martiriosangriento; pero todos hemos de estar dispuestos

a vivir con vocación y estilo de mártires.

Recientemente, en el XXV Aniversario de las Jóvenes de A. Católica

Española, se ha adoptado como consigna la predicación de San Pablo: Sed testigos de Cristo, la misma que el Señor encomendó como su testamento,momentos antes de la Ascensión: Seréis testigos míos. Y oportunamente seapunta que la palabra latina testis —testigo—, suena en griego martyr .

Si el cristianismo ha de ser testigo de Cristo en la tierra,necesariamente su carne y sus exigencias instintivas habrán de teñirse conel color del martirio, por el vigor y la fortaleza puestos en juego paraacrisolar la virtud.

Por eso, Jesús insiste. Se trata de negarse el hombre a sí mismo,tomar su propia cruz y seguir al Maestro. Es toda la ascética cristiana,

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lección repetida de austeridad, desprendimiento de malsanas avideces,invitación radiante a una acrisolada castidad.

San Pablo comparaba a los cristianos con los luchadores de sutiempo; aquellos atletas se imponían privaciones y esfuerzos por mantener 

su cuerpo en la debida armonía de músculos y ligereza de movimientosque les permitiese alcanzar el premio en los ejercicios del circo, ante laexpectación de las gentes que llenaban las tribunas. Y en el momento de lalucha, tensos los músculos y fija la atención, los luchadores se entregabancon ardor a la conquista de los primeros puestos. Los aplausos de lamuchedumbre y el laurel de vencedores era el premio de su esforzadaentrega.

El Apóstol extiende ante nuestros ojos la página brillante de aquellos

 juegos pasados. Y, de su colorido, concluye una bella enseñanza. La vidaes una lucha misteriosa sobre este gran circo del mundo, toda la tierra es palestra. Los cristianos somos luchadores en busca de una victoria final; pero entretanto, somos un espectáculo ante la expectación del mundo quenos contempla. Importa alcanzar el aplauso definitivo y la ovación cálidaque rubrique el real esfuerzo del cristiano en su lucha con las pasiones.Arriba, en el palco presidencial de su eternidad, Dios tiene en sus manosel premio para los valientes.

Pero... necesariamente, por el mundo que nos contempla, por losángeles que nos acompañan y por el Dios que nos espera, será siemprenecesaria la lucha.

 Nada más lejos del verdadero cristiano que la vida fácil y sensual.

 Nada más contrario a Cristo, cuya vida —desde Belén al Calvario— es toda cruz y dolor.

 No es la negación de la alegría de vivir; es, por el contrario, el

vencimiento de lo que —pronto o tarde— acaba por secar las fuentes de laalegría que perdura. Al cristiano le están abiertas las fuentes del gozo, ymás abundantes que al mundano; pero necesita, como todo hombre, nomirar sus caprichos carnales —de cualquier color que sean—, si quieregozar a pleno pulmón la alegría de una vida sana, de un corazón sin nubesy de un ideal que conforte.

* * *

La doctrina de Cristo Místico proyecta una nueva luz sobre la pobremateria de nuestro cuerpo.

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Como los sarmientos a la cepa, como nuestros miembros a nuestrotronco, así nuestros cuerpos —por el alma— están unidos a Cristo de unmodo misterioso —místico—, pero real.

Los dogmas son para ser vividos. San Pablo recordaría con

frecuencia santamente machacona, que   somos miembros del cuerpo deCristo, de su carne y de sus huesos, porque somos el Cristo y, en

 particular, miembros unos de otros con Cristo como cabeza. De ahísacaría las normas morales más claras y elevadoras: ¿No sabéis quenuestros cuerpos son miembros de Cristo?

«Porque así como en un solo cuerpo tenemos muchosmiembros y no todos tienen el mismo oficio, así muchossomos un solo cuerpo en Cristo y cada uno es miembro de

otro».(Rom. 12, 4).

El Bautismo al hacernos cristianos, nos injertaba en Cristo. Entoncesnos revestimos de Cristo, en frase del Apóstol, de suerte que ya se vea ennosotros una semejanza de Cristo y aún seamos de alguna manera otrosCristos.

La Eucaristía, tantas veces recibida en nuestra vida, es la comunión —la común unión— con Cristo y con todos los fieles de Cristo, paraformar —reforzar— el

«Un solo cuerpo que todos formamos con Cristo» y«dejar de ser ceniza y tierra para convertirnos en el Cuerpo deCristo».

(Crisóstomo).

En el ofertorio de la Misa diaria, el sacerdote prepara el cáliz dejandocaer una gota de agua sobre el vino que será consagrado. La mezcla delvino y el agua significa la unión del cristiano con Cristo. Nosotros somosesa gota de agua; Jesucristo es el vino del cáliz. Como la gota de aguadesaparece para quedar convertida en sangre de Cristo, juntamente con elvino, así nosotros desaparecemos —debemos desaparecer—en Cristo paraconseguir que todo nosotros sea Cristo.

Por todo esto, San Pablo reclama que la vida de Cristo salga al 

exterior a través de nuestros miembros; se nos debe conocer, en nuestravida diaria, que hemos comulgado con Cristo. Como el racimo, en la cepa,

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su mano a los que fueron sus miembros; los trabajos del cuerpo que ayudóal alma en la virtud serán entonces coronados de gloria...

En el Cuerpo de Cristo resucitado —tipo ideal del cristianismo— lasheridas de la Pasión brillaban como luceros. Era el mismo cuerpo que,

horas antes, caía postrado en agonías infinitas; eran las mismas heridas por donde se derramó la vida en rescate de las almas. Era el mismo Cristo.

Pero esa misma carne, y esas heridas, alcanzaban en la mañana de pascua una luz inefable y consoladora.

Es todo un símbolo. Por eso, el paganismo procura apartar delhombre toda atención a los grandes misterios que se realizarán en la propiacarne. Porque de nosotros depende que, un día, nuestros cuerpos gocen deuna resurrección gloriosa o padezcan la vergüenza de su carnalidad

anterior. El esfuerzo que durante la vida hayamos hecho por la virtud,aunque nos haya costado sangre, será en la resurrección un motivo más degloria y de triunfo.

Los misterios, recordémoslo, son para ser vividos. Estas maravillosasgrandezas que Cristo nos mereció son para nosotros, posesión nuestra ydestino de nuestra vida. Caminar de un modo divino por el mundo es lavocación de nuestros cuerpos, atendiendo no a las realidades del momentoy las llamadas pasajeras del placer y del egoísmo, sino levantando nuestra

mirada y nuestro corazón para contemplar el espléndido horizonte donde  brillan las luces de nuestra legitima grandeza y de nuestra victoriadefinitiva.

¡Esta sí es una exaltación de la carne! ¡Esto sí ayuda a contemplar nuestro cuerpo como porción santa llamada a un destino del cielo! ¡Y esto pide un modo y un estilo, una postura y un programa de vida que nos permita pasar por el mundo sin perder el sentido de lo eternamente grandeque hay en nosotros!

* * *

El cuerpo, en fin, por todo esto, es un magnífico instrumento deapostolado.

El cuerpo es la manifestación del alma, el puente por donde el almase llega a lo exterior y lo exterior se viene a nosotros. Suele decirse que el 

rostro es el espejo del alma. En gran parte, la expresión es verdad. Porque

necesariamente son nuestros cuerpos los instrumentos que nos relacionancon lo que nos rodea. La virtud ha de hacerse visible a nuestro exterior. Y

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es incalculable el bien que puede lograr en los demás, aquella alma quehaya sabido hacer de su cuerpo un constante servicio del bien y unaluminosa y radiante traducción de la virtud.

La virtud debe de hacerse amable, antes de ser predicada.

El apostolado que más eficacia logra es el apostolado de lainfluencia. Y la influencia es un algo sutil y delicado, agra dable y lleno desimpatía, que va calando en los corazones d los que nos rodean... Y setraduce a través de nuestro exterior 

Por eso, el concepto pagano del cuerpo llega hasta el pecado del

escándalo y la ruina de muchos.Pero, en cambio, la simpatía, la hermosura y la gracia, la honestidad

alegre y el limpio y airoso exterior... ¡cuántas conquistas pueden lograr  para Dios!

* * *

¡Nuestro cuerpo, pobre montoncito de polvo!

Unos, enlodados en ese polvo, entorpecen sus alas y achatan suvuelo.

¡Otros se apoyan en ese montoncito de polvo y saltan sobre él, paraalcanzar en su vuelo mayores alturas!

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Normas para la acción

Revisión de ideas y costumbres propias.—No lamentarse por el paganismo del ambiente, sino buscar remedio—La murmuración ante el pecado de escándalo social es inútil.—Aprendamos a «glorificar y llevar a

Dios en nuestro cuerpo» de una manera digna y, a la vez, agradable a losdemás.—Alcanzar el sentido de esta frase de Jesucristo: «Que los hombresvean vuestras obras y, viéndoos, alaben por vosotros al Padre Celestial».

Examinar estas normas

* * *

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LA BELLEZA CORPORAL

«El verdadero cristianismo consiste en el predominio delespíritu sobre el cuerpo.

Y esta ley debe presidir lo mismo en las funciones elevadas del alma

que en las minucias del vestir pues hasta en los pliegues de vuestro vestido podemos, según el Apóstol, glorificar y llevar a Dios. Alma, cuerpo,alimento, vestido: tal es la jerarquía de valores de la vida, sancionada por el mismo Jesucristo nuestro Maestro: ‘¿Por ventura el alma no es más quela comida, y el cuerpo más que el vestido?'».

(Card. Gomá)

La belleza es un hermoso don natural; gracia que sirve para llevar al

 bien por la fuerza de su simpatía, o que despierta al mal por el brilloengañoso de su atracción. He aquí una razón de la responsabilidad queencierra.

EL DON DE BELLEZA

El cuerpo se reviste de color, forma y línea. Su conjunto armonioso

constituye el don natural de la belleza. He aquí un talento concedido por Dios al hombre —preferentemente, a la mujer— que, como todos lostalentos, le ha sido concedido para que negocie con él y pueda rendir cuentas del uso que de ese don supo hacer.

Porque la belleza es un hermoso don. Y aunque se advierte muyfrecuentemente que toda gracia es engañosa y la hermosura es vana, sinembargo, es evidente la influencia, muchas veces decisiva, que la bellezaejerce sobre el mundo.

Puede arrastrar al bien, despertar virtud o animar entusiasmos. En losdías amargos del asedio de Troya, mientras los ancianos deliberaban sobre

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la suerte de la ciudad, pasaba la bellísima Helena cuya presencia animabahasta el punto de hacer exclamar a Hornero:

«Nadie puede echarnos en cara que, por tal belleza,toleremos y hagamos sufrir a la ciudad padecimientos de

tantos años».Tampoco puede olvidarse que la mujer, por su belleza y la atracción

que ejerce la hermosura, por los dones de influencia y simpatía que Dios leconcedió, puede arrastrar al hombre hacia el mal. Ya desde el Paraíso, elhombre Adán sentirá la influencia de la mujer Eva. La culpa, jurídicamente, será de Adán y, por su pecado, la humanidad entera quedarácontaminada. Él es la cabeza de las gentes y en sus entrañas hierven todaslas vidas; en él se abre el manantial del río humano, en él se hunden lasraíces del árbol donde todas las vidas florecerán. Lo que él haga serádecisivo para todos los hombres que habrán de nacer de él. Él es la cabezadel mundo y su pecado lo cometió él, cargando las consecuencias fatalesderivadas para todos, de aquella primera acción de rebeldía.

Pero, a su lado, Eva será la insinuadora. Suave y dulcemente,iluminada por el fresco color y leve aroma de la fruta prohibida,mostrándose en su mano frágil... Eva arrastrará a Adán.

Parece que, desde entonces, se estableció esta ley: El hombre hará loque la mujer quiera, si la mujer pone en juego todas las gracias de simpatíay atracción que Dios le concedió.

 No es poca la responsabilidad de este don. Las infinitas posibilidadesque ofrece, para el bien o para el mal, para propia satisfacción y paraaliento de los demás, es motivo suficiente para dedicarle la atención y procurar su equilibrio.

* * *La belleza corporal puede considerarse como la gloria de la carne,

que resulta de la justa proporción y armonía de los miembros, de la salud yel color, de la línea y la forma de un organismo vivo.

Como descansando en la carne, la belleza seguirá su misma suerte.Y, repetidamente, trata de convencer al mundo la escritura de que todacarne es como la flor de un día.

«El heno se marchita rápidamente y cae su flor».(Is. XL, 6).

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una verdadera preocupación. Su persona y su vestido, la casa y lahabitación, las muñecas y los muebles, todo le sirve para ir plasmandonuevas realidades de su inventiva en el arte de agradar y embellecer. Sumisma psicología la empuja a una suave preocupación por los detalles y

las baratijas, el brillo y el color de las cosas; está hecha más para estos puntos concretos que para las grandes abstracciones y difíciles ideas delhombre que, a su vez, siente que se le escapan a su atención tantas

 pequeñeces como constituyen la tarea de embellecer que la mujer domina.El hombre agradecerá luego aquellos detalles; pero le pasarán inadvertidosantes.

El hombre está hecho para la fuerza y el vigor y la lucha por la vida.

La mujer está hecha para agradar y, agradando, animar al triunfo.

Todo ello cristaliza en un culto a todo lo bello y a todo lo bueno; lo pide la misma psicología femenina, aunque, a veces la mujer —llevada por el afán de belleza— olvide alcanzar con ella la bondad. De la mujer  perfecta en su feminidad se ha dicho que irradia armonía. Le toca muy decerca, pues, todo lo que supone armonía, equilibrio, belleza.... Y la primera belleza es la belleza de la virtud, fuente de toda armonía.

Hará bien la mujer en atender este culto a lo bello y a lo bueno,amando la armonía en todos los órdenes, no sólo la armonía resultante de

la belleza corporal y del vestido, de los colores y del hogar, del adorno yde los muebles; sino, sobre todo, la armonía interior del alma, de la quetoda otra armonía depende. Mientras que atenta contra esta armonía un mal pensamiento o una postura interior ineducada; una falta de amor o de bondad, un detalle de egoísmo, un carácter intemperante o belicoso, laenvidia y la tristeza… todas estas manifestaciones son  feas, están mal ycarecen de armonía. Por eso decimos que este instintivo impulso a la belleza que Dios depositó en el alma de la joven debe traducirse por un

afán de belleza universal: belleza en todo, repudio entero y eficaz de todolo que está mal y desentona. Hasta el menor detalle en el vestir y en el ser,hasta un ligero movimiento del cuerpo y del rostro, hasta un parpadeo o un pensamiento, un deseo o un plan, un ideal o un proyecto, todo en findeberá ajustarse a esta medida ideal:

La mujer perfecta irradia armonía.

Dios concedió a la mujer este instinto de belleza, con fines de perfeccionar la familia. Ocupa un puesto principal en la vocación natural a

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que la mujer ha sido llamada, como ayudadora del hombre y suavizadoradel rigor de la vida, vocación que termina en la abnegación y ternura, llenade armonía, de la maternidad. Parece que hacia el ideal de maternidaddesemboca y en él se centra ese impulso instintivo femenino; amor, al fin,

ternura y delicado matiz de sentimientos, armonía de espíritu y de corazón.La fortaleza del hombre, empeñado en la lucha de la vida, no estaría  bien si sólo fuese el único don. Dios ha querido dotar a la mujer deaquellas dotes que atemperen las cualidades del hombre y las eleven y, juntamente con él, haga a la mujer cumplir la más alta misión natural de latierra. Para esto ha puesto Dios en la mujer este instinto de belleza; comoel insecto a la flor, así el hombre se sentirá llamado, instintivamentetambién, hacia la mujer; ella tiene en si el don de atracción; ella puede y

debe orientarlo al fin propuesto por la misma naturaleza, elevando alhombre, dulcificando las aristas duras de la vida, llenando de aroma elamor y convirtiendo el hogar en un nido de dicha y virtud.

Porque, indudablemente, el amor y el hogar tienen también alma. Unalgo misterioso que no está en lo material, no lo componen los muebles nilas habitaciones ni el decorado. Algo que se siente flotar y se respira en loshogares sanos, un tonificador de los que habitan la casa, un espírituimpalpable y sutil, imperceptible a los sentidos, pero que se recoge en lo

más íntimo del espíritu propio, allá donde se siente burbujear la felicidad.Y aquel algo no depende de grandes cosas: depende de esa armonía de lamujer perfecta en la que ocupa la mayor parte el instinto de belleza bienencauzado y vivido.

* * *

Es empresa femenina conocerlo y dirigirlo.

De ella va a depender el hogar y el hombre, el corazón de lasgeneraciones futuras y un mundo mejor.

Gran dolor será desvirtuarlo o perderlo, a impulso de egoísmos; oamenguarlo, limitándolo solamente al corto horizonte de lo exterior; no se puede restringir ni acortar. Ha de ser en la mujer una tarea constante, hastallegar a cumplir del mejor modo el ideal perfecto de una belleza total en

cuerpo y alma, en sentimientos y actitudes, en vestido y en ideas. La mujer  perfecta, toda entera, irradia armonía. La mujer que quiera ser perfecta ha

de trabajarse esta armonía completa con verdadero afán y celo vivo.Porque, desvirtuándolo, se convierte este instinto en el más grave

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que arrastra con su vértigo. A un golpe de imaginación, es fácil suponer lahermosura del mundo, si la mujer tuviera conciencia de su poder y sedeterminara a ejercerlo con gracia y fortaleza a la vez.

De ahí, que los poderes más amplios de la tierra dediquen sus

 preferencias a la conquista de la mujer.Las doctrinas disolventes de la sociedad buscan a la mujer como su primera presa; porque presienten que, conquistada la mujer, el mundo todoqueda fácilmente al alcance de la mano. Disolución de costumbres, pérdidade pudor, sensualidad a todo trance, afán de gozar siempre a cualquier   precio, independencia engañosa en lo económico y social, todo vieneconducido a enturbiar esa armonía perfecta de la mujer ideal. Perdida ella,todo será ya campo conquistado.

Conquistar a un hombre para el comunismo, es conquistar a unhambre para el comunismo. Pero conquistar a una mujer para el 

comunismo es abrir una escuela de comunistas, suelen decir los propagandistas de ese ideal.

Y para ganar el mundo, saben la importancia decisiva que en lascostumbres tiene la mujer; de ella depende el hombre, el hogar y lasociedad.

Pero para conquistarla a ella, el mejor camino es aprovechar eseinstinto de belleza que Dios le concedió. Arruinar el pudor, abrir brecha enlas murallas de su natural honestidad, familiarizarla con el fácil halago y por el culto a la línea y al color, a trueque de pérdidas morales que se pretende ignorar porque no se cuentan por dinero...

El mundo, luego, pagará las consecuencias de haber dejado perdersea la mujer en lo que ella tenía de más instintivo y valioso.

LA BELLEZA Y EL BIEN

Por eso, el poder del bien dedica su atención a la mujer.

Porque ese don de atracción, orientado rectamente puede ser unahermosa traducción de virtud que el mundo necesita.

La virtud debe presentarse amable antes de ser predicada.

Y ese instinto de belleza, empapado de virtud, rectamente conocido yordenado por la mujer, la llena de una simpatía decisiva. Simpatía es lo

mismo que sentimiento conjunto, y es que la belleza hace que los demáslleguen a sentir al unísono, atraídos por el encanto inefable de lo hermoso

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y de lo bueno.

A través de esa belleza, coronada de simpatía, la influencia se ejercecomo eficacia. Es incalculable el bien que puede hacer una mujer hermosa,culta y virtuosa; aquella que sabe reunir en su personalidad todas las

cualidades que requiere la armonía de la mujer perfecta. Como una lluviasuave que, apenas sin mojar, va calando la tierra haciéndola fecunda, así lamujer va haciendo calar la belleza de la virtud trasparentada en suhermosura. La virtud no es fea ni tiene nada que ver con la belleza. Nitiene que ocultar la mujer su hermosura con disculpas de virtud, cuando lahermosura puede servirle de un estimable instrumento de apostolado, siviene empapada y vivificada por una virtud real y seria.

El mundo necesita de estas influencias del bien y de la gracia. No es

llamada la mujer a las grandes batallas religiosas, con brillantes discursosapologéticos o discusiones acaloradas.

«A la mujer —dice Isabel Lesseur— se le pide unainfluencia, más que una confesión de fe».

Es la influencia de un encanto personal perfectamente armonioso, através del cual, la fe y la virtud se predican en el estilo claro y lúcido del propio pasar por la vida. La belleza atrae los sentimientos, interesa las

 pasiones, mueve el corazón. Y, una vez interesado el corazón, la virtud setrasparenta y cala hondo en los demás.

Pero, como toda armonía, requiere ésta una delicada atención.

Se le pide a la mujer cristiana un exterior gracioso que apenas sediferencie en el conjunto social y que, desde luego, no desentone; pero, enlo interior se le pide una virtud de mártir, una auténtica vida del alma, unardiente deseo de que la virtud se trasparente a través de la hermosuracorporal.

Dice Pío XII:

«...graciosa, pero modesta; bulliciosa, pero recatada;chispeante de ingenio, pero obsequiosa y sumisa a lasverdades de la fe sinceramente vividas. En el cristiano hogar español, cuenta todavía con más influencia decisiva parahacerle seguir siendo el santuario cristiano que siempre fue.Ahí está la base de esa restauración religiosa...».

* * *

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Conocí inesperadamente la vida de un joven mundano. Dinero,simpatía, una brillante carrera y una edad en plena sazón.

Un alma recomida de vicios y perezas inconfesables; más que vivir,aquel joven se arrastraba por los caminos de la vida. Sobre su mal, añadía

la consciencia de su enfermedad moral y vanamente intentaba luchar contra ella. No tenía fuerzas, ni entusiasmo, ni ideal. Terminó...entregándose sin lucha.

 —Y aún me sostengo —me decía— porque me queda un alarde defe. Pero mi vida no tiene objeto, me desprecio a mí mismo, me sientoabominable... y no puedo querer dejar de serlo.

Pasaron algunos meses.

Lo encontré de nuevo lejos de su residencia habitual.Sonriente, feliz, lleno de color y expresión... Se sentó a la mesa

conmigo en un rincón del comedor del hotel, y fue relatando lacontinuación de su historia desde el punto en que la dejó, meses antes.

 —...Y ahora me encuentro renovado. Lo que yo creía un imposible,me ha venido a las manos. ¿Quiere creerme que ahora me confieso cadaquince días y apenas tengo nada de qué acusarme? Vuelvo a sentirme llenode vigor, he roto sin esfuerzo con todo mi pasado, no creía yo antes que la

virtud fuese tan hermosa y tan... fácil.Quedó un momento gozándose en su propia alegría. Y terminó,sonriente:

 —Claro, lo que sucede es que tengo novia. Pero tengo por novia una

mujer entera. ¡Eso es una mujer!

La conversación entraba ahora por cauces más alegres, por caminosllenos de amenidad.

 —Desde el primer día en que me interesó, me sentí atraído por unimán. Supo mi vida entera a los pocos días; me parecía hacer con ella mi primera confesión general. Ella era guapa, alegre, graciosa y buena. Meescuchó, me habló muy poco. Los demás días, hasta hoy, han transcurridofelices. Voy a casarme pronto. Soy otro. No sé qué tiene esta chica, perosoy otro, totalmente otro... Y de esto hace ya mucho tiempo y no mearrepiento de lo que dejé, porque soy espantosamente feliz.

Es preciso repetirlo.

Es incalculable el bien que puede hacer una mujer 

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hermosa, culta y virtuosa.

LA MUJER  BENDITA

El horizonte de la historia está lleno de los resplandores de María, la primera mujer que en el mundo despertó afanes de espiritualidad.

Llena de gracia, su hermosura se entró en el corazón del hombre. DeElla hemos aprendido, acaso sin saberlo, lo mejor que conocemos ysentirnos. De Ella aprendió el mundo las virtudes sociales más nobles.

Cuando el Cristianismo tropezaba con los pueblos de sus primerostiempos y con las costumbres bárbaras duras y feroces; cuando la Iglesia

quiso suavizar aquellas costumbres y enaltecer a la mujer que tan hondainfluencia había de ejercer en los pueblos cristianos, no usó de discursosaltisonantes. Iba a levantar a la mujer de la postración en que estuvosumida en el mundo pagano, del desprecio en que malvivió en Roma yGrecia, de la dureza de condición entre los pueblos bárbaros. Entonces, elCristianismo mostró a María ante la humanidad que comenzaba a ser cristiana; vieron los hombres la hermosura de la Virgen, y todo lo demássiguió como una consecuencia lógica.

La influencia de María es decisiva en todas las almas.Porque la virtud se hace en Ella y se transparenta en su estilo de viva

castidad y bondad amable, haciéndola la síntesis de todas las virtudes.

En su actividad social, el ideal se centra en su función decolaboradora de Cristo para el bien de los hombres. Engendrándolo, lo dioluego al mundo; porque la verdad ha de engendrarse primero en el corazón para luego brotar al exterior, siendo la mujer una perfecta colaboradora del

 bien. Es su misión: misión de amor y de verdad, de ternura y abnegación,de hermosura y delicada maternidad. Llena de su gracia natural y de suvirtud interior, para darla luego al mundo por los caminos amenos de suhermosa influencia.

Coma en María, la hermosura y la gracia deberán servir para inspirar virtudes. Suelen decir que, por el Cristianismo, toda mujer tiene mucho deMaría, como si Dios hubiese querido hacer a la mujer en un mismo molde.Ella es la bendita entre todas, para que todas —al mirarla— comprendan

cuál es el ideal de perfecta feminidad. He aquí entonces, el ideal de mujer:tener todo lo posible de María para iluminar al mundo con el resplandor dela virtud.

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Cuentan, acerca de este ideal, la Historia de los Tres Espejos.

Ella se llamaba como la Virgen y cumplía sus años en el día de laInmaculada.

Su madre le había regalado una pequeña arquita con tres

departamentos. Con la prisa de la ilusión, la joven María abrió el primer departamento.

Contenía un espejo, con marco de plata en el que se leía estainscripción: Lo que eres.

El segundo departamento guardaba una calavera de marfil; en su cajase decía: Lo que serás.

Abrid el tercer departamento. Una copia de la Inmaculada, bella de

color y expresión, con un marco de oro en el que se leía: Lo que tienes que ser.

Una perfecta orientación del instinto de belleza que anida en el almade la mujer. No es un mal ver  lo que se es, puesto que Dios lo quiso así,  pero debe alejarse el peligro de una vana presunción o de un cultoexagerado a la belleza que convierta el cuerpo en un ídolo, pensandotambién en lo que será. La filosofía de la muerte, que nos recuerda la nadade la carne y su belleza, no estorba al sano optimismo y la perfecta alegría.

Para corona, el ideal deberá centrarse en la tarea que ocupe la vida entera: Lo que se debe ser.

He aquí el ideal de perfecta feminidad, a través del instinto debelleza universal .

Lo explotaron muchas mujeres cuya influencia ha sido manifiesta enla marcha de la historia. Santas o reinas o simples mujeres del pueblo,sencillas jóvenes, han torcido para muchos pueblos y para muchoshombres el curso de la vida. No hace falta ocupar un alto puesto en la

sociedad, no es el rango ni el dinero; la influencia se ejerce en todos losórdenes de la vida, en todos los ambientes... Y lo que pudieran hacer unaIsabel de Castilla o una Teresa de Jesús, lo puede hacer toda mujer en elreducido ámbito en que su actividad se encierra. En todas las partes hayalmas y cada hogar es un pequeño reino.

LA MEJOR  MANERA

Para ayudar a la belleza hay muchos medios.Todos ellas se comprenden en la moda y el lujo.

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Como la belleza es un don natural concedido por Dios —y, por ello,es buena en sí—, de la misma manera podemos juzgar del vestido y de losadornos que contribuyen a realzarla.

La moda añade a todo ello la variedad y el gusto; o mejor aún, el

gusto en la variedad. La prudente combinación de colores y línea, deadorno y forma, es la base de la moda; en sí, es también algo bueno oindiferente, por lo menos, ya que la mujer puede usarlo para muchos finesy de diversas maneras.

Sobre la moda, el lujo aprovecha la riqueza y el brillo para dotar a lamujer de nuevos encantos que realcen su natural hermosura.

La moda y el lujo son, pues, medios artificiales ordenados a poner derelieve la natural belleza de la mujer.

 Ni pueden ordenarse sin más, ni tampoco aprobarlos sin condición.Porque pueden servir para el bien o para el mal. Entra mucho en su

calificación la intención que anima a la mujer que emplea estos medios, la preparación del espíritu para conocer su recto uso, la moderación con quese emplean.

De una mujer hermosa habla la escritura con encomio. La hermosaJudit se viste espléndidamente para ir al encuentro de Holofernes. Los

Libros Sagrados describen minuciosamente los cuidados de Judit pararealzar su hermosura y los ricos adornos que la embellecen.

Y en añadidura,

«Dios abrillantó su hermosura; porque todo su ornato procedía de la virtud, no de vanidad pecaminosa; por estoaumentó Dios su belleza, para que pareciera incomparable alos ojos de todos».

Pero puede emplearse el lujo para mal, y generalmente, éste es elmayor pecado de la mujer que lo goza.

El cuerpo queda convertido en su única preocupación hasta el puntode olvidar el sentido moral y económico. Las pequeñas piezas del lujoamontonan grandes cantidades de dinero, y sobre todo, parecen unadedicación fervorosa de la mujer a su propio cuerpo como a un dios. De laacendrada preocupación por el lujo, a la adoración del cuerpo que seembellecerá con él, hay poca diferencia.

Y por el lujo, se abre una brecha en el alma, inclinándola hacia lasensualidad. Importa el brillo de la carne, el adorno del cuerpo, el realce de

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una belleza fugaz. Todo se admite, mientras todo pueda contribuir ahermosear la propia figura.

 No es menor el peligro de despilfarro y quebranto de la economía delhogar. Porque la carrera del lujo es como una suave pendiente, fácil y

agradable, por la que cada paso que se da acerca más al abismo. Porque,abierta la avidez del lujo, es difícil conformarse con el más o menosreducido presupuesto familiar; la joven, que no sabe aceptar esta medida,ajena a otras preocupaciones saludables y llevada sólo de su egoísmo, noteme cargarse o cargar a su casa con los gastos de mil caprichos. Se restade otras necesidades más perentorias, pero menos visibles; se buscaagradar sólo al exterior, en la calle o en sociedad, mientras dentro de lacasa la necesidad verdadera se agudiza, se produce el desequilibrio, se

 pierde la paz del hogar...Pero, sobre todo, la joven que cae en este mal, difícilmente sabrá prepararse para su hogar futuro; porque la vida no es aquel capricho que lailusionó. Es una grave tarea donde los deberes se escalonan y lasnecesidades se jerarquizan.

El pecado de escándalo, fácil por los desórdenes del lujo, completalos males que éste ocasiona.

Casi lo mismo puede decirse de la moda. El gusto en la variedad, que

sirve para realzar la belleza, es —en sí— bueno. Responde al naturalinstinto por la belleza que tiene la mujer.

Pero los desórdenes que se cometen en nombre de la moda, bienvalen una medida de recto sentido.

La moda, en sí, es buena. La joven cristiana, en el apostolado quehoy se le exige, debe no desentonar; al contrario, buscar la recta medidade buen gusto y alegre variedad que la haga más agradable al hombre y le

facilite la influencia de apostolado que ella puede y debe realizar.La medida de recto sentido será, entonces, que la moda nodesequilibre el presupuesto económico del propio hogar y que no estorbe ala virtud. Dentro de estos límites, queda un hermoso campo donde la jovencristiana puede trabajar su buen gusto, realzar su belleza y manifestar un perfecto sentido común y cristiano.

La razón no condena el derecho del arte en el vestir, tanentrañablemente unido al instinto de belleza peculiar en la mujer.

Si el hombre y la mujer son las criaturas más nobles de la creaciónvisible, también parece justo que, en parte, esa nobleza se manifieste en el

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más bien un tono más vivo de la misma hermosura natural.

Por eso, aquella sensación de agrado que se experimenta ante una belleza natural, cuyas gracias se manifiestan con sencillez cuidada, y eldesencanto y aun el cansancio que se siente ante cualquier belleza

demasiado recargada, donde apenas aparece la verdad de lo natural propio, donde asoma por todos los colores el temor al desengaño y ladesilusión.

«  Natura paucis contenta, decían los antiguos: en lasobriedad se satisface la naturaleza... El vestido de lanaturaleza es sobrio: un manto azul para los cielos y unaalfombra de esmeralda para la tierra, un mismo sol que cruzacada día todos los horizontes destrenzados a su paso, los

rayos de la luz blanca sobre la tierra y un mismo mantoobscuro, recamado de las mismas luces que guardan, lossueños y el reposo de la noche. La naturaleza no fatiga, notiene estridencias ni notas chillonas; y por un arteverdaderamente divino, de tal manera se armonizan en ellaformas, contrastes, colores, fuerzas y movimientos que todo parece recogerse y refundirse en el seno de una unidad serenay plácidas.

(Card. Gomá).

La naturalidad seduce por su apostura y sencillez de gestos y coloresy, sobre todo, porque lleva en sí misma el sello de la verdad.

Como profundo sentido común, dice la copla popular:

«¿Con qué te lavas la cara,

que tan reguapita estás?¡Me lavo con agua claray... Dios pone lo demás!»

¡Y hace falta eso! ¡Una hermosura natural, graciosa, espontánea,ligeramente ayudada —si es preciso— con elementales retoques, sencillos, pero —sobre todo— hermosura de agua y jabón, brillo natural de limpiezade oro en las mejillas y de luz alegre en la mirada!

Un cuerpo, en fin, de tal manera limpio, brillante, adornado y alegre,que todo él parezca un ascua donde parpadea el fuego de un buen gustointerior, de una virtud y naturalidad que embelesan...

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ENCUESTAsobre

La Belleza Corporal

VER:¿La belleza corporal es una auténtica preocupación en las jóvenes?

¿Crees que esta preocupación es algo instintivo en ellas?

¿Es la principal preocupación que tienen o no?

¿Si es instintiva, crees que esa preocupación tiene un fin providencial?

¿Cuál?

JUZGAR ¿Qué valor tiene a tus ojos la belleza corporal?

¿Se engañan muchas y se pierden por ella?

¿Qué peligros crees que puede ocasionar la excesiva preocupación por la belleza?

¿Podrías citar algunos casos particulares? ¿Y en la vida de lassociedades?¿Qué piensas de la influencia moral de la joven en el mundo?

¿La belleza corporal no puede ser también un instrumento de bien?¿Por qué?

¿Conoces la influencia de alguna mujer en este sentido?Además de los peligros morales, ¿qué otros peligros pueden darse?

ACTUAR 

¿Qué piensas del lujo y de las modas? ¿Y de sus ventajas? ¿Y de sus peligros?

¿Crees que el Cristianismo condena la belleza corporal?

¿Qué límites te parecen justos para la belleza, las modas y el lujo?

¿Qué ideas cristianas avalan el cuidado legítimo del cuerpo?

¿Cómo crees que la belleza corporal puede servir mejor al bien?

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Normas para la acción

La santidad no está reñida con el bien parecer.—Explica el sentido deestas palabras y examina cómo las cumples en la práctica corriente.— Limita tus gastos a tus posibilidades.—No comprometas ni la cantidad más

 pequeña prestada por afán de lujo.—Dentro de tu rango y condición, sin pretender salirte a lo que no pueda corresponderte.—Da ejemplo a losdemás por tu discreta elegancia y sencillo cuidado de tu exterior.

Examinar estas normas

* * *

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EL ALMA

Alma buena, cargada con ilusiones de transparenciainfinita, tendrás que rozar a tu paso por la vida con otrasalmas que no son como tú quieres ser.

La vida, en el mundo, es el paso por un lodazal; y hayquien pasa con presteza espiritual, casi sin rozar la tierra. Yhay quien goza metido en el fango, cargado del barro que leimpide ver lo alto, gustando con fruición los cadáveres devicios y vicios, como el cuervo que soltó Noé y no volvió...

Con todas has de rozar. No te contamines, no temanches, levanta bien el vuelo.

Pero no odies ni desprecies. Nadie hay del todo malo, nidel todo bueno. Los que viven en el mundo no son ángeles nidemonios. Son... hombres.

El alma preside la vida del hombre. Dotada de potencias naturales ycon fuerza y luz sobrenaturales, el alma puede ir fabricándose su vida parasiempre.

* * *...Y es semejante el Reino de los Cielos a un campo en el que se halla

un tesoro.

Y se parece también el Reino de Dios a una piedra preciosa, pequeñaen tamaño, grande en valor.

Y el hombre sabio no duda; sino que se apresurará y va a su casa yvende cuanto tiene, y con la venta de todo lo suyo, recaba dinero suficiente

 para comprar aquel campo o aquella piedra preciosa.Con estas imágenes del campo y de la piedra preciosa, el Señor quiso

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 poner de relieve el valor del alma. Gran parte de la predicación de Cristo yde la doctrina de su Iglesia, está dedicada a resaltar el valor inmenso delalma olvidada. Como el hombre de aquellas parábolas, debemos estar dispuestos a renunciar a muchas cosas, a conquistar otras, para ganar el

alma. El alma, que es la parte principal de nuestro ser. Tanto, que presidela vida y sostiene el cuerpo y le da color y movimiento y hermosura yarmonía. La muerte, con la fealdad que trae aparejada para el cuerpo, essimplemente la separación del alma; entonces queda patente cómo era elalma el todo en la vida del cuerpo. Como el cuerpo, al fin, es polvo —cal,hierro, grasa, magnesio, potasa...—, el cuerpo, al separarse el alma, quedaen lo que es: polvo.

LO MEJOR  DE NOSOTROS

La experiencia íntima nos enseña a cada uno el fenómeno de unnoble conocimiento que se alcanza.

Conocemos las cosas exteriores concretas y limitadas, por su tamaño,color, cualidades exteriores; para este conocimiento, nuestros cincosentidos están capacitados y desarrollan una labor característica. Existeuna exacta relación entre esos objetos y las facultades que llegan a

conocerlos. El ojo recibe la luz y el color; el oído percibe los sonidos; el paladar saborea el gusto; el aroma nos llega por el olfato; las superficies,durezas y suavidades se alcanzan por el tacto. Todo ello, se enmarca en elcuerpo dotado de vida.

Pero existe otro modo de conocer. Se alcanzan otros objetos — lejanos, pasados, espirituales...— o se perciben los mismos objetosmateriales de modo más espiritual. A este conocimiento ha de responder otra facultad que lo ejercite: el alma.

 No es sólo el mundo de la imaginación y la memoria, la fantasía o laestimativa. Todas estas facultades sirven para recoger las impresiones delos sentidos, o para retenerlas, o para perfeccionarlas, o para clasificarlas.Además, existen conocimientos y experiencias de tipo totalmenteespiritual; a este conocimiento se exige una facultad también espiritual,que guarde relación con los actos que produce. Y así, desde aquelconocimiento parcial y concreto de los sentidos —corporales—, pasando por la imaginación y fantasía, llegamos al trono del alma, cámara real,

donde se registran los fenómenos más hermosos y ricos de nuestraespiritualidad: el conocimiento de lo espiritual, el amor, la virtud, la

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señores que niegan la dualidad humana, a ver si me explicande dónde sale este dolor sin igual que deja incólumes todoslos miembros del organismo, y desgarra, taja y descuartizaalgo muy adentro de los misterios de nuestro ser. A ver qué

es eso que duele, y cómo duele y por qué duele».( Pérez y Pérez, «MARIPOSA»).

Deducimos la espiritualidad del alma por sus actos. Sabemos deciertas cosas que no son materia, sino ideas espirituales que no se apreciancon los sentidos. Tales son la idea de verdad, de bien, de belleza, de ideal,de deber... Estas ideas que no se alcanzan por ninguno de los cincosentidos, exigen en nuestro ser aquella facultad —espiritual, como ellas— que las alcance.

Es simple, es decir, que no tiene partes, como el cuerpo.Y es inmortal.

He aquí una cuestión grave que importa siempre.

«Nuestro primer interés y nuestro deber primordial esilustrarnos sobre esta materia de que dependerá toda nuestraconducta... Bien está que no se profundice más en la opinión

de Copérnico; pero en ésta, es de importancia decisiva saber si el alma es mortal o inmortal».

(Pascal).

La inmortalidad es la supervivencia del alma que, a la muerte delcuerpo, continúa viviendo su propia vida, en posesión de toda su lucidez yfacultades.

Porque es simple, no puede morir por descomposición, como el

cuerpo.Porque es espiritual, no depende del cuerpo ni puede éste arrastrarlaen su ruina.

Pero, además, el sentimiento de la inmortalidad va impreso ennuestro corazón. Junto al sepulcro en que descansarán los restos delcuerpo, el hombre canta a la inmortalidad. El hombre no quiere morir y,  por todos los medios, sueña con inmortalizar su vida y su nombre ysobrevivirse a sí mismo. Es uno de aquellos anhelos y nostalgias de lo

divino que duermen en el corazón de todos los hombres. Como si ennosotros viviese un ser misteriosamente más elevado que nuestro cuerpo,

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de condición más noble y rica, que —obligado a encerrarse en la carne por un tiempo— suspira siempre y recuerda con nostalgia su divina condición,su rango y nobleza. Y desde la ceniza de nuestro cuerpo se sientenllamaradas de aquel fuego interior que busca alturas e inmortalidad; aun

entre el lío de negocios humanos y de pasiones y caídas, esa centellica delo inmortal y divino que anhelamos lanza sus parpadeos de vida luminosa.

El hombre se presiente a sí mismo proyectado a unmundo que pasa las fronteras de la muerte.

Porque a todo esto añade ese mundo íntimo de búsqueda afanosa dela felicidad, que es el fondo de toda la vida humana. Vamos por la vida

impelidos hacia la dicha y el gozo llevados por una fuerza misteriosa que —por ser natural—debe responder a la verdad. Ese instinto nos define; elanimal no sueña con ideales, no se eleva sobre lo material y concreto, nosospecha que existe un mundo donde el amor y la paz y la felicidadhabitan. El hombre, sí; lo presiente, suspira por él, se siente llamado por lavoz de su corazón que siempre anhela y busca, hambreando siempre unaregión superior donde sus anhelos se aquieten satisfechos.

El poeta Marquina recogió así este sentir íntimo de nuestro ser:

«Una fuente escondiday caminar con sed.Y, al final del camino,encontrarla y beber.»

Sedientos de un agua inacabable y confortadora, vamos caminando por la ruta de esta vida; presentimos que, en algún ameno recodo delcamino, sombreada de dicha, se abre la fuente de vida inacabable y gozo

cordial; anhelamos llegar a ella y, sentados en el plácido gozo de la dicha, beber... Beber afanosamente, saciándonos.

¡Pero, en la tierra, todo es caminar!Dios ha puesto en nuestro corazón esas ansias para dejarlas

insatisfechas. Si en el alma nos hierve el anhelo de una dicha que presentimos, es que en alguna parte, y de algún modo esa dicha existe ynuestro anhelo será satisfecho. Luego hace falta un mundo nuevo donde elalma alcance su deseo; una vida sin fin donde la felicidad no se vea

turbada por el temor de un acabamiento; un clima donde lo mejor que hayen nosotros —nuestros sueños de verdad y de infinito— se vea plasmado

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en una estupenda realidad.

Como el pajarillo anhela volar, y existe el cielo para que puedaextender en él sus alas...

Como ansía el pez nadar, y Dios le ha puesto mares y ríos para su

gozo...Como la semilla contiene fuerzas íntimas de fecundar y germinar, y

la tierra le abre sus surcos para que lo logre...

Así, el ansia de inmortalidad y dicha que alienta en el alma ha detener su cielo, su mar y su tierra cálida y abierta donde alcanzar su ideal.

LO MEJOR  DEL ALMA

Imagen de Dios, guarda en su ser el alma tres facultades: la memoria,imagen del Padre en quien todas las cosas son; el entendimiento, imagendel Verbo que es la Verdad; la voluntad, imagen del Espíritu Santo que esel amor.

Y el alma, así constituida y servida, la empapa por el Bautismo larealidad luminosa de la vida de la gracia que la eleva a un plano superior,abriéndola a una capacidad sobrenatural. Por esta elevación sobrenatural elalma —sin perder su ser— se siente invadida de la claridad de Dios que lahabita. Como el hierro, en la fragua, se deja empapar del fuego y llega a parecer fuego. Como la nube se deja iluminar por el sol que la penetra.Como el Cielo, al llegar el día, se siente inundado de la luz y del color. Asíel fuego y el sol y la luz de Dios irradiando en el alma, la tornan luminosay la llenan de hermosura.

El mismo Dios, por la gracia, se constituye en habitante del alma yen ella asienta su trono como en un palacio de un muy claro cristal, en

cuyo centro está el sol .Las facultades del alma, dispuestas para alcanzar las cosas naturales,conocerlas y combatirlas, alcanzan entonces las altas verdades de la fe por la luz que Dios les da. La misma vida íntima de Dios es manifestada alalma por la revelación de ese Dios que decide entablar diálogo con loshombres y ayudarles para que puedan conocer y gustar y amar las verdadessobrenaturales y los goces perfectos.

Es como si... con la simple vista no alcanzo altos horizontes, no

descubro los astros; pero mis ojos se ven de pronto ayudados por un potente telescopio y entonces veo lo que antes no alcanzaba. Hay un

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horizonte pequeño —de las cosas materiales— al que alcanzan nuestrossentidos y del que no pueden pasar. Hay otro horizonte superior —de losseres e ideas espirituales— al que llegamos con el alma por sus tresfacultades o potencias. Pero existe otro horizonte más alto —el horizonte

de Dios— al que no llegaríamos por modo alguno, si el mismo Dios nonos concediese una facultad superior, una  gracia de vida y luz capaz de ponernos al alcance ese horizonte sobrenatural .

Esta esta elevación de la gracia que nos permite alcanzar horizontesinsospechados.

El hombre completo, por la gracia del Bautismo, ocupa entonces tres planos: el plano sensible o material —los sentidos—; el plano espiritual eintelectual —las potencias del alma—; el plano sobrenatural —el alma

iluminada y ayudada por la gracia.De ahí el valor incalculable del alma sobre todos los valores del

mundo.

* * *

Importa, por ello, educar el alma en todos sus planos, en todas susfacultades.

La memoria es la facultad del alma por la que se conserva y renuevaen la mente lo que alguna vez se ha conocido por cualquier medio. Comouna placa fotográfica o como un cuadro pintado, va recogiendo lasimpresiones de los sentidos y los conocimientos que a lo largo de la vidase van recibiendo en la mente. Y, más o menos, según su vigor y potencia,los conserva y los reproduce en el momento oportuno. Coger y retener deun modo rápido y fiel: reproducir y recordar. He ahí las funciones propiasde la memoria; de una importancia tal que podemos decir que —de modo

 práctico— 

Sabemos cuánto recordamos.

 No vale la disculpa del saber sin recordar; es como quien posee untesoro que ignora dónde está o no puede disponer de él; prácticamente escomo si no lo poseyera.

Y en la vida nos situamos frecuentemente en planos de inferioridadcon respecto a nuestros semejantes, a las profesiones o a la carrera de  puestos deseables, precisamente porque no hemos cultivado

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suficientemente esta facultad de retener tantas cosas como hemosaprendido alguna vez; se nos van los recuerdos, no se fijan en nosotros, parecería que el cerebro padece de frivolidad y superficialidad... Energíasque un día se produjeron para perderse después; conocimientos que un día

 pudieron sernos útiles y que se volatizaron por falta de atención y excesode descuido de esta primera facultad del alma. No lo olvidemos. Tanto sabes cuánto recuerdas.

El cultivo de la memoria rinde un gran servicio al cultivo general denuestra personalidad y cultura y nos abre caminos insospechados; puedeser la primera base de nuestros conocimientos, no sólo en el orden naturalsino en todo orden. Que, al fin, cuando el alma trabaja lo hace siempre consus tres facultades aplicadas a diversos órdenes.

a) Para aprender y recordar hay que hacer frecuentemente ejerciciosde atención y observación.

Primero es coger y retener . Es el sentido de la palabra aprender,

tomar como con la mano y guardar lo que se ha cogido. Pasamos por lavida sin caer en la cuenta de tantas cosas que nos rodean. No nos fijamos.La palabra  fijarse, tantas veces empleada en la conversación corriente,significa quedarse fijo,  pegarse a las cosas que se observan, evitar ladistracción que es la violencia que el cerebro padece al sentirse traído por 

dos o más cosas a la vez . Es el defecto principal de nuestra mente. Ladisipación de cinco sentidos abiertos al exterior facilita la distracción delalma; y al no  fijarse en las cosas, es difícil luego recordarlas; puesto queno se puede retener lo que antes no se supo coger bien. Lo primero, pues,es aprender, coger, fijarse, poner atención.

Es importante para todos los trabajos del alma.

El estudio se torna imposible, si el cerebro trabaja distraído.

Los trabajos manuales se realizan más pronto y mejor cuando laatención se concentra en aquello que las manos hacen.  Age quod agis

(estate a lo que estás), que aconsejaba San Agustín, es un remedio dehigiene mental y de equilibrio de nervios saludables. El cerebro descansamejor; los ejercicios de atención discreta, pero concentrada; evitar distracciones hacia el pasado —remordimiento, nostalgias...—, o hacia elfuturo —preocupaciones, temores, pesimismos...—, o hacia lo ausente ylejano, para ocuparse en el momento actual y en la actual tarea, es la

 primera medicina.

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En este momento actual reside la vida y la santidad,la voluntad de Dios y el mérito.

Por esta falta de atención, muchas almas fracasan en los trabajos de

vida espiritual. No están acostumbrados a  fijarse; y los actos deespiritualidad padecen del mismo mal de falta de recogimiento, dedificultad para recoger y retener y recordar. Las ideas se esfuman, los propósitos languidecen y se olvidan, el alma se distrae y no llega a vivir aquello que debe ser una auténtica vida espiritual y no sólo un conjunto decumplimientos exteriores y formularios.

La vida de sociedad, la amistad, el hogar, padece de las mismasdistracciones que originan no pocos disgustos y contratiempos, faltas de

delicadeza y atención, pequeñas heridas que hacen verdadero aquel dicho: Los malos matan; pero los buenos... mortifican. Con razón suele decirsetambién que lo más bello de la vida es el amor; y lo mejor del amor esadivinar . Pero para llegar a adivinar, se necesita una atención delicada ycordial, imposible en las almas distraídas.

Comencemos por hacer pequeños ejercicios de atención. Leccionesque hemos recibido, círculos de estudio a los que asistimos, libros queleemos, escenas y tipos de películas... Arraiguemos la costumbre deanalizar, repasar, comparar, fijar en nosotros el porqué y el cómo de tantascosas; hagamos nuestro aquello que se nos da como alimento de la mente.

Observación de tipos, dichos, situaciones, acontecimientos, modos deser... No  pasar  por las cosas sin verlas. Hay mil maravillas que nosservirían para conocer mejor al mundo y a su Creador, y alabarle; que nos prestarían ocasión de ciencia, oración y gratitud, dicha y contento; queirían logrando en nuestra mente y sentimientos un maravilloso control yarmonía. Para eso derramó Dios tantas cosas bellas en la Creación.

 b) Ejercicios de repetición; repasar, hacer intentos de recordar.

Por ejemplo, ayuda mucho —después de bien hecha la meditación, fijándose  —, recordar luego su contenido y resultado; ello puede ser materia de ofrenda para nuestro sacrificio diario, ocasión de verdaderacomunión de espíritus con Cristo en nuestra comunión sacramental tantasveces recibida con escaso fruto, motivo de una visita cordial después ymateria de examen al acabar el día.

  No sólo todas estas cosas; el examen mismo resulta difícil si nosabemos repasar el día.

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Hay que conseguir que las ideas alcanzadas no se desvanezcan;mejor aún, hay que lograr que se hagan sangre y vida en nosotros. Lasideas sirven de poco mientras no llegan al corazón y se transforman envida y acto. Y para esto, hay que volver sobre ellas y revivirlas, cotejarlas

y desarrollarlas, hasta terminar por ellas convencidos. No hace falta que la mente se detenga en largas repeticiones; elcerebro mantiene su frescor poco tiempo sobre una misma cosa. Pero puede volver frecuentemente sobre sus ideas y, a pequeños esfuerzos,clavarlas definitivamente en nuestra vida.

c) Asociar nuestros conocimientos combinándolos mutuamente.Cada cosa sabida, revistió un conjunto de accidentes que le dieroncolorido, cosas que ocurrieron al mismo tiempo y en el mismo lugar o

tuvieron alguna relación recíproca. Nos gustó aquella representación, lectura, escena, tipo; nos gustó por 

aquel detalle concreto y precisamente  por aquella frase que no debemosolvidar. Y aquel detalle y esa frase guardan relación, acaso con otrosconocimientos que tenemos, con la meditación que hicimos, con unconsejo que se nos dio o tenemos que dar, con una conversación quehemos de sostener. Recordamos los que, juntamente con nosotros, presenciaron lo mismo que nosotros hemos visto y la impresión que a ellos

les ha causado, los comentarios que hicieron; comentarios idénticos odispares que facilitan el cotejo de ideas y sentires y nos ayudan a conocer las reacciones diferentes que un mismo suceso puede provocar.

Asociar conocimientos, revestirlos de circunstancias. Porque losrecordamos más fácilmente. A veces sólo recordar una circunstancia provocará el recuerdo completo.

* * *

La educación del entendimiento pide, primero, no atrofiarlo.

Y se atrofia el entendimiento por una excesiva fantasía que ocupecasi totalmente la actividad mental. Los castillos en el aire, por hermososque sean, no responden a la verdad que fortifica la mente. La verdad en lamente debe guardar una exacta relación con la realidad objetiva de lo queconocemos. Dejarse llevar de la fantasía y adornarse la vida a capricho dela imaginación, es caer en un mundo equivocado de subjetivismo

 peligroso.Algo semejante ocurre con la novelería. Así como puede educar la

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lectura ordenada y bien escogida de novelas, atrofia la mente el embrollode argumentos y tipos descritos sin garbo, presentados para provocar situaciones excesivamente emocionales y falsas, y para ocupar acaso elalma con un mundo totalmente fantasmal. La vida se presenta totalmente

irreal; las reacciones de los personajes, ficticias o violentas, desusadas yanormales... Todo ello roba espacio a la mente para conocer con equidad laverdad de la vida normal, que es la que hay que vivir.

Y desemboca en el sentimentalismo. El alma vive de impresiones, sinun fondo permanente de conocimientos y de ideales, sin objeto concretosobre el mundo y sin apego a la propia tarea diaria. Cansa la labor de  perfeccionamiento propio y de cultivo de las propias facultades y sereciben innumerables heridas y raspaduras que lastiman el amor propio y

roban la paz.Un peligro hay que evitar en la cultura del entendimiento: el orgullo.Parece exclusivo del hombre que embriagado del saber, puede caer envanidad y suficiencia exagerada. Pero aún es más lamentable este peligroen una joven, si llevada de afán de intelectualismo, atrofiase su corazón ysu modo de ser femenino. La ciencia que todos debemos, en lo posible,alcanzar no debe abrir en el alma las fuentes de un orgullo insano; ni debeempujarnos a una malsana curiosidad que, por afán de saber, se lance por 

cualquier camino de ciencia sin control o sin preparación.

La ciencia no es sólo saber: es, sobre todo, saber bien, dejándose dirigir y orientar,

  bebiendo a pequeños sorbos el caudal de la sabiduría, sin detener suatención en las cosas creadas sino procurando alcanzar, a través de ellas, laimagen de Dios que las creó.

La educación del entendimiento comienza por la convicción de laalta perfección que se alcanza al saber; conocer el mundo, conocer a Dios.Conocerlos cada día de modo y por medios más perfectos, más claros yconfortables. Ir llenando la mente de alimentación sana de verdad y belleza, de conocimientos que vayan abriendo ante nosotros el arcano delos seres y nos vayan manifestando las riquezas escondidas en las cosas.

Este afán legítimo de desentrañar la verdad, hace al hombre

 progresar. Nuestra vida se hará ascensional superándose en perfeccióncada día, porque a cada conocimiento alcanzado responderá en el almasana una más legitima admiración de Dios que hizo las cosas y una mayor 

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satisfacción y contento. Y si, a través de las cosas sabidas, aprende elhombre a distinguir los rastros del Dios que las hizo, el hombre seconvierte en el profeta de la creación; es decir, en el cantor de lasmaravillas de Dios, a quien vislumbra en todos los seres, apreciando en

ellas la perfección recibida de la Mano divina. Todo ayuda entonces a unacomprensión mejor de los misterios de Dios y de su bondad y belleza,facilita toda una mayor presencia de Dios y una unión con El más íntima...Por la escala de los seres, va el alma ascendiendo hasta los últimos peldaños sobre los que se asienta el trono de Dios.

Esto se alcanza por un conocimiento bien sabido. Saber, pero saber  bien.

Se hace consciente por un saber bien conservado y debidamente

acumulado por días.Se traduce en la luz y gloria por un saber traducido en vida; que las

verdades aprendidas por la mente, pasen luego al corazón y empapennuestros actos.

* * *

De las tres facultades, la voluntad es la reina del alma; ella califica al

hombre y le hace bueno o malo, feliz o desgraciado.Durante mucho tiempo se discutió sobre la primacía delentendimiento o de la voluntad; la facultad de alcanzar la verdad o el poder de querer y amar. San Agustín, alma de querer, responde: ¡La voluntad esla decisiva!

Porque el saber puede ofrecerle al alma ventajas intelectuales,teóricas o profesionales. Un hombre que sepa mucho será un castigo de lahumanidad si su voluntad es mala. Sabiendo menos, un hombre de buena

voluntad hará un bien incalculable y será más feliz. Si además del corazóny la voluntad, posee la ciencia... el resultado es completo.La voluntad nos hace hombres, nos califica en buenos o malos, nos

capacita para la dicha o la desgracia.

Un aviso general debe presidir la educación de la voluntad: amar todo lo noble y rechazar todo lo innoble.

Para lo innoble nunca debe haber disculpas.

Enamorados del ideal de nobleza y virtud, buscar ávidamente el

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alimento de lo espiritual bello, virtuoso y ennoblecedor. Y esto, sindetenernos ahora en casos concretos, hasta crear en el alma una costumbre,un clima de nobleza que sea como el aire que constantemente respiramos.La mentira, las bajezas, el desamor, el egoísmo, la envidia... todo lo que

rebaja debe estar lejos del alma que busque la felicidad y cultive el amor ala propia excelsitud.

Esto supone un esfuerzo, porque las concupiscencias nos inclinanmuchas veces a actos innobles y el egoísmo siempre amenaza y no se sacia jamás. Las pequeñas ventajas alcanzadas de momento por nuestras bajas  pasiones satisfechas —amor propio, desamor, etc.—, van hiriendo demuerte al alma que, al principio, creyó triunfar  saliéndose con la suya;

 pero, a la larga, la inutilizan y la atrofian, rebajándola y haciéndola sentirse

menos amable y, por ello, menos feliz...Se impone, por esto, la educación del carácter. Carácter significa sello, modo fijo e inquebrantable de vida legítimamente ordenada a unideal. Acaso podría definirse así:  Hacer lo que nos da la gana, sabiendoantes qué es lo que debe darnos la gana. Es decir, ver primero lo quedebemos hacer, no lo que la pasión nos sugiere, no lo que el egoísmo nosofrece. Luego... hacerlo con gusto, con gana.

a) Superación. Ver lo más y amarlo, atreverse a lo que parece difícil

 porque supone vencimiento, ir avanzando esforzándose por adquirir lo quees más noble y virtuoso, no ceder a exigencias de los bajos instintos quenos asedian.  Hacer muchas reces lo contrario de lo que gusta, vencer caprichos, anular reacciones instintivas,  saber sufrir, aguantar sonriendo,

aprender a adaptamos a situaciones duras y ásperas, saber recibir .

Decía ya el Kempis:

«Tanto vales, cuanta sea la violencia que te hagas».

Y, si bien lo pensamos, no es verdaderamente triunfador ni  se ha salido con la suya quien cedió a impulsos pasionales; sino quien supofrenar su baja naturaleza y superarse en busca de una virtud mejor y másnoble.

El esfuerzo cuesta; pero así se van forjando los caracteres quemañana triunfarán. Y no es con blanduras y vida fácil, conconsentimientos y regalos, como el alma se forja para la vida. La flor deestufa vale poco y no tiene el aroma de la flor que coloreó al sol y a las

lluvias. Por eso, cuando el esfuerzo logró el vencimiento puede el almasaborear la alegría de saberse capaz de anear y ser dueña de sí misma y de

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las situaciones.

 b) Superarse con constancia.

Se trata de hacer muchas veces lo contrario de lo

que gusta.

 No es un esfuerzo aislado ni una penitencia inspirada en un fervor   pasajero. Sino concebir una vida noble y hermosa, elegantementeespiritual y alegremente abnegada, y sostenerla a todo trance, por muchasque sean las dificultades que se presenten. Y si alguna vez el alma resbala por la fácil pendiente de los caprichos, tomar pronto camino de ascensión.

El esfuerzo aislado, momentáneo, fruto de impulso fervoroso que  pasa pronto, agota más que alienta: destruye energías y no destruyecarácter. La constancia normal perseverante, segura, vencedora deobstáculos es la única garantía d victoria en la educación de la voluntad.

c) Educar la bondad, sobre todo a través de los actos positivos,voluntarios y alegres de auténtica caridad.

 Nunca se perfecciona tanto la voluntad como amando Porque cadaorganismo se perfecciona en la medida en que ejercita de modo racional

sus facultades. La voluntad es sobre todo la facultad de querer y amar. Nada tampoco más necesario en el mundo actual, nada tan vital y urgente,nada tan educador y confortable. El amor es la respiración de la voluntad,su ejercicio propio, su actividad esencial.  Amar todo, amar a todo trance,amar siempre... con una única excepción: el pecado —que no es amable,

 por ser el mal— y lo que a él lleva.En todo lo demás, es incalculable el bienestar del corazón y la

sensación de plena salud mental que el alma alcanza por el amor bien

ordenado. Es como un ambiente de aire sano que purifica constantementela sangre del alma, aclara los sentimientos y da sosiego al espíritu. Es bañarse en el propio elemento y alcanzar la impresión de alegría, dicha yseguridad por hallarse envuelto el corazón en su atmósfera propia; lasideas se clarifican y, espontáneamente, las cosas vienen rubricadas por lasonrisa de un hondo contentamiento; la vida es colorista y feliz; el pesimismo se ahuyenta; las cosas todas al conjuro de la bondad vivida, parecen vivir y cooperar al estado del espíritu. Nada cansa, nada agobia,

todo está traspasado de claridades y méritos.En los cuentos de nuestra edad primera, la varita mágica del  Hada

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madrina transformaba todo. Unas piedras quedaban convertidas enmagnífica carroza; unas alimañas en briosos corceles; de allá, surgían loslacayos; girones de nubes misteriosas trenzaban ricos vestidos; una pobreCenicienta quedaba convertida en hermosa princesa...

La voluntad posee esa varita mágica de la bondad que todo lotransfigure. Nada queda en las obscuridades de lo vulgar, porque todo  puede trocarse en placentero y animado, todo puede ser colorista yconfortador.

Por la bondad a todo trance —mientras no se juegue la gloria deDios—, la voluntad respira su ambiente lleno de higiene saludable delespíritu y la vida se torna risueña y agradable.

Escribía en su diario, un alma buena:

«Tres cosas hay que no recuerdo haber hechonunca: llorar con rabia, hacer sufrir y dejar de

perdonar».

Pensemos que el mundo necesita, más que nada, bondad y amor.

«No sabemos el bien que hacemos, cuando hacemos

 bien».( Isabel Lesseur ).

SOBRE LA MARCHA...

Pero las facultades del alma —como los miembros del cuerpo— tienen sus leyes. Y es preciso conocerlas y atenderlas.

Poseen, primero, la potencia para actos determinados. La potencia esla condición por la que una facultad determinada puede llegar a producir determinados actos.

Cuando la potencia entra en acción y produce su efecto propio, hadado origen a un acto determinado.

Cuando los actos se han repetido y prodigado de un modo racional yconstante, han llegado a crear hábitos o costumbres.

La costumbre hace ya fácil el ejercicio de aquellos actos. Es —se ha

dicho muchas veces— una segunda naturaleza; es decir, un nuevo modofácil y constante de obrar determinados actos. La facultad de escribir 

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queda infecunda hasta que comienza a ejercitarse escribiendo. Al principio, los actos de escritura son aislados y más o menos costosos; amedida que de un modo ordenado y consciente vienen repitiéndose, selogra que la escritura llegue a ser algo espontáneo, fácil y agradable. Se ha

alcanzado el hábito de escribir .Lo mismo ocurre en cualquier otro ramo del saber o del obrar. Lafacilidad se alcanza con el hábito. Y todo resulta costoso —más o menos — hasta que la potencia ha llegado a conseguir la costumbre de obrar susactos propios.

El hábito se alcanza por la repetición libre y constante de actos.

Estos hábitos o costumbres pueden ser buenos o malos, virtudes ovicios. La virtud es una disposición del alma que hace fácil y agradable la

realización de actos buenos; se ha adquirido —aparte la ayuda de la gracia — por la repetición esforzada y constante de esos actos, hasta que lafacultad de producirlos se ha acostumbrado. El vicio es la misma dispo-sición para realizar actos malos; y se ha conseguido por el mismo procedimiento, con la salvedad de que siempre el alma —por la caídaoriginal— se muestra más inclinada al mal que al bien, abandonada a sus propias fuerzas.

Conociendo este mecanismo de nuestro espíritu, es claro que interesa

sobre todo crear en la voluntad hábitos buenos, costumbres de hacer el bien.

Todo esto —dejando, por ahora, la ayuda de la gracia—supone unejercicio habitual y constante de la voluntad, un vencimiento alegre yseguro, constante y eficaz, para ir logrando repetidos actos de virtud, desuperación, de ennoblecimiento. Una vez que el alma ha conseguidohabituarse a ello, el esfuerzo es menor y la bondad saludable viene a ser elclima natural y espontáneo en que el alma puede moverse con anchura.

ALGO DE LO SOBRENATURAL

Pero, además, no podemos olvidar que la gracia supone una ayudareal y efectiva para el alma.

La gracia habitual santifica al alma, disponiéndola mejor pararealizar los actos de virtud. Dios habita en el sagrario del espíritu y le vainspirando las determinaciones saludables.

Sobre esta gracia habitual —que no se pierde, después del Bautismo,sino por el pecado mortal y, una vez perdida, se recobra por la contrición y

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el sacramento de la penitencia—recibe el alma ayudas insospechadas yconstantes por la gracia actual  sin la cual no podemos ni comenzar, nicontinuar, ni terminar nada conducente a la vida eterna.

En la educación de nuestra personalidad, contamospoco con la realidad de la gracia. Y sin embargo, esuna ayuda concreta con la que siempre podemoscaminar y triunfar, si respondemos con confianza

y generosidad.

Por eso, además de la tarea natural de cultivo de la voluntad que

arriba queda esbozada, queda siempre todo un mundo de vida y actividaden el aprovechamiento de la gracia.

Se alcanza, sobre todo, por la vida sacramental, porque lossacramentes son las fuentes de gracia establecidas por Dios para nosotros. No es sólo el golpe sentimental que el alma puede experimentar en unacomunión fervorosa o en una confesión emotiva. Es la gracia querealmente, a pesar de aparentes frialdades del espíritu, se proyecta sobre elalma por la acción de los sacramentos recibidos en las debidas dispo-

siciones. Constituyen el verdadero alimento del alma, su fortaleza ycrecimiento en su vida propia; como el alimento corporal va fortificando elcuerpo y dotándole de mayor vida y capacidad de obrar.

Sobre los sacramentos, la oración y la fe. La  gracia, como el nombrelo indica, es un don; y Dios lo concede a quien lo pide con humildad ycolabora con recta intención. La fe en Dios es capaz de trasladar montañas;todo un filón de posibilidades insospechadas tenemos a nuestro alcance, sienseñamos al alma a orar y confiar haciéndole caer en la cuenta de la ne-cesidad urgente que tenemos todos del auxilio de Dios que desciende paraayudarnos. Una fuente de energía se ha titulado un libro sobre la eficaciade la oración. Y es, realmente, una fuente de energía cuya abundancia noaprovechamos porque nos falta la fe y no enseñamos a las almas sueconomía y distribución.

Es incalculable, realmente, la eficacia de un alma

que supiera contar siempre con la ayudade lo divino.

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Y, bajo la inspiración de la gracia, los sacrificios personalesanimados de la recta intención.

El alma que, conociendo este mundo sobrenatural, supiera explotarlo,sería de veras invencible.

Ahí se lograría el perfecto cultivo de este valor que Dios nosconcedió y al que llamamos alma. Una palabra; pero todo un mundo demaravillosas realidades que deciden toda una vida.

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ENCUESTAsobre

El alma

VER:¿Crees que la idea del alma es consciente en la mayoría de las personas?

¿Se tiene en cuenta al alma en la vida corriente?¿Qué ideas tienes su sobre el alma y sus cualidades y facultades?

¿Podrías citar algunas manifestaciones particulares de la vida delalma?

¿Conoces, a grandes rasgos, la grandeza natural y sobrenatural delalma?

¿Podrías citar los puntos principales en que se apoya esa grandeza?

JUZGAR:

¿Creel que la mayoría de las almas educan sus facultades? ¿Y tú?

¿Por qué no? ¿Por qué no las conocen? ¿Por qué lo impide la pereza?

¿No crees que en la vida es frecuente sentirse en inferioridad por ello?

¿Qué harías para cultivar la memoria?

¿Y el entendimiento? ¿Y la voluntad?

¿Crees que la voluntad es la reina de las facultades?¿No observas que, generalmente, falta carácter en las almas? ¿Y enti?

ACTUAR:

¿Das a los hábitos toda la importancia que tienen?

¿Conoces el «juego» de potencias, actos y hábitos?

¿Conoces la trascendencia de la gracia sobrenatural para el cultivodel alma?

¿Cuáles te parece que son las fuentes de la gracia?

¿Estás dispuesto a aprovecharlas?

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Normas para la acción

Hacer que la propia vida esté prácticamente presidida por el alma.— Dar preferencia a los valores espirituales sobre los materiales.— Aprovechar todos los medios de educar la memoria, el entendimiento y la

voluntad, hasta alcanzar un carácter lo más completo posible.—Despertar en los demás el hambre de la propia y completa perfección humana.

Examinar estas normas

* * *

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 problema de su voluntad. Por el entendimiento, el hombre alcanzará la perfección profesional, el conocimiento de la fría verdad, comprenderá elmundo. Por su voluntad, el hombre se conquistará a sí mismo, serádesgraciado o feliz, honrado o canalla.

Diríamos que la voluntad es la facultad más vital y decisiva.La verdad sola, servida acaso por una voluntad depravada, causarádesastres en el hombre y en el mundo.

Una voluntad firme y leal, al servicio de una inteligencia acaso más pobre, sembrará la vida de constantes bienes de felicidad.

LA VOLUNTAD DECIDE

La facultad más noble, puesto que de ella depende el saber deliberar y decidir.

Frecuentemente, los caracteres débiles dejan deslizarse la vida —  perdiendo las más bellas ocasiones—, por falta de deliberación y decisión.Vidas estropeadas por movimientos precipitados o por indecisiones queretardan; con ello, angustias del espíritu, siempre al vaivén de su propiainseguridad o sometido a las sacudidas de la actividad indeliberada...

 Nos salen al paso varias resoluciones posibles, en distintas épocas dela vida. Como si el camino que llevamos se abriese de pronto en unabanico de nuevos senderos innumerables, cada uno de los cuales tiene su paisaje diferente y su meta distinta. Y, colocados frente a todos ellos,tenemos que deliberar y decidir por uno solo.

En el camino de la vida, nadie puede estancarse;hay que decidir.

Las mismas cosas, a veces, se nos presentan bajo el disfraz demotivos diversos, de excitaciones acuciantes. Como si cada objeto oacción parpadease en infinitos guiños pretendiendo interesar a las distintasfacultades, apetitos o pasiones del hombre. Y tenemos que elegir y decidir,descartando unos motivos y aceptando otros, apagando el griterío de las pasiones, dejando campo abierto a la verdad y al bien...

Y, esto, constantemente, con certeza y claridad. Porque,

constantemente, el movimiento de la vida nos arrastra y nos obliga aenfrentarnos, a deliberar y a decidir.

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El valor supremo del hombre descansa en el momento de la decisión.Mientras el hombre no decida, todo está por hacer. En las decisiones quecada uno sepa adoptar, va todo el valor de la propia vida.

Pero... hasta que llegue el instante de la decisión, mil factores

insospechados juegan con la inteligencia del hombre y con su voluntadreclamando aquella decisión a su favor.

Es evidente que lo primero que reclama la atención del hombre y sudecisión es el valor de una cosa. Cada cosa ante la cual deliberamos, tieneen sí un determinado valor, real o aparente. Si la voluntad decide consentir en el pecado, es porque la tentación le ha presentado un valor determinado,concreto —real o fingido—, que mueve a la voluntad a consentir.

Y decimos que este valor puede ser real o aparente, porque a veces,

en nuestro aprecio, se clasifica como valor, algo que no lo es en realidad; pero a nosotros nos lo parece por efecto de mil circunstancias que se irándetallando.

Hay, por lo tanto, dos cosas que evidentemente entran en juego anteuna decisión: el valor de una cosa y nuestras facultades que perciben esevalor y sobre él deciden.

Pero se interfieren otros factores: nuestros apetitos y pasiones, queciegan o nublan el conocimiento de aquel valor de las cosas. Ocurrefrecuentemente en la tentación, sobre todo en determinadas tentaciones. Elentendimiento, en frío, alcanza la falta de valor del objeto propuesto por latentación; pero el apetito o la pasión —sensualidad, odio, impureza...— nublan en aquel momento a la inteligencia y logran que aparezca más vivoel pretendido valor de la cosa. Entonces, la voluntad, cegada por la pasión,decide en falso y peca.

Tampoco deben descuidarse las impresiones incontroladas que

 pueden precipitar nuestras decisiones.Y, sobre todo, la voluntad tiene en cuenta su dictamen de conciencia,la obligación del deber y el imperio de las leyes.

Entre todo ello, la voluntad, como señora y reina, decide. En elinstante de esta decisión, se desvanecen todos los otros motivos que se  presentaron reclamando la atención de la voluntad, y ésta se quedasolamente con aquella que eligió.

Puede percibir el valor aparente de una cosa, creyendo ser verdadero,

 pero en cambio no decidir a favor de él, sino a favor de una ley que lareclama contra aquel pretendido valor. En una tentación de robo, se

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 presenta a la voluntad el aliciente del valor real de una cosa apetecible. Lavoluntad puede vencerse, despreciándolo, y decidir en cambio a favor de laley moral que le prohíbe robar.

Pueden las pasiones nublar el conocimiento o hacer temblar la

voluntad; pero queda libre la voluntad para imponerse sobre ellas y elegir certeramente lo que es justo y verdadero. En momentos de formar un  juicio, la simpatía o antipatía pueden deformarlo; puede también lavoluntad tener fortaleza bastante para elegir justamente, sin dejarse llevar de las pasiones. La voluntad dirá siempre la última palabra. Y, mientrasella no decide, los actos no se producen ni adquieren moralidad.

* * *

Como son diversas las ideas que se tienen acerca de la personalidad,así discrepa el sentir de las gentes sobre lo que es voluntad.

Hay quien la confunde con el sentimiento vivo que domina amuchos, o con la pasión. Particularmente, cuando el sentimiento esvehemente o la pasión parece de torrentera, y el alma se deja arrastrar impetuosamente sin que ningún obstáculo pueda oponérsele... suelen decir que esa alma tiene una voluntad que no se tuerce.

La voluntad no es el sentimiento ni la pasión.Tampoco es el vigor físico.Más aún, encontramos frecuentemente hombres y mujeres de salud

  pobre, dotados, sin embargo, de una voluntad firme y constante. Sonmuchos los que, destruida la salud por la desgracia, han sabido rehacer suvida y llegar a altos puestos de influencia y personalidad. No les haencogido la desgracia ni la enfermedad les amilanó. Supieronsobreponerse, esperar, aprovechar las ocasiones, admitir el quiebro que la

vida les hizo y reponerse pronto por el mismo o por otro sendero de losmuchos que la vida ofrece hasta el triunfo.Mucho menos puede llamarse voluntad al capricho servido fielmente,

ardientemente.

  Ni es voluntad la terquedad con que se mantienen las posturaselegidas, sin haberlas previamente examinado para contrastar sulegitimidad.

La voluntad es una facultad del alma que produce

«...un acto cualquiera de tendencia consciente que se

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dirige hacia un objeto propuesto por el conocimientointelectual».

(P. Palmés).

Hay que atender estos factores principales:

a) La bondad objetiva o valor real del objeto que se pretende y quellama a las puertas de la decisión de la voluntad.

 b) El conocimiento que de ese valor alcanza el alma a través delentendimiento.

c) La decisión última de la voluntad que tiende hacia ese objeto presentado.

QUIEBRAS DE LA VOLUNTAD

En cualquiera de estos tres factores puede saltar el estorbo para quela voluntad se ejercite libre y firmemente.

El valor real del objeto es captado por el alma a través delconocimiento.

Pero este conocimiento puede ser defectuoso.

Y he aquí el primer estorbo para una sana voluntad. Porque lavoluntad se lanza siempre hacia el bien, hacia lo que el entendimiento le propone con el colorido de lo agradable y bueno. Pero si el conocimientose engaña y no percibe con exactitud el objeto propuesto, la voluntad seengañará queriendo por bueno lo que no lo es en realidad, teniendo por orolo que no es sino oropel.

Y el conocimiento puede ser defectuoso por muchas causas. El pecado original ha herido al alma en todas sus facultades.

Debajo de lo espiritual, trabajando subrepticiamente, no descansanunca el apetito sensible cuyas punzadas sentimos todos. A veces, eseapetito sensitivo estorba la recta apreciación del objeto. La manzana delParaíso puede presentársenos a nosotros con un colorido más vivo yexcitante a los sentidos, dificultando que el alma la perciba en su exactarealidad. Entonces, el conocimiento es defectuoso; los rasgos exteriores oaparentes de las cosas, o el placer o la comodidad, pueden desviar alconocimiento puramente espiritual.

Por otra parte, en un plano ligeramente superior, las pasiones nublanel conocimiento recto de las cosas. No cabe duda que la simpatía nos

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inclina a disculpar faltas que vemos en la persona amiga, y la antipatía, por el contrario, recarga los trazos pesimistas sobre la persona no amada.

El juego de las pasiones y su influencia sobre el conocimiento y lavoluntad puede ser decisivo, si no se acierta a ordenarlas con libertad.

La voluntad seguirá siendo la soberana de la vida, porque elladecidirá siempre; pero sus decisiones pueden ser despóticas o fracasadas  por quiebra de un conocimiento equilibrado de las cosas que se le proponen a su tendencia.

Por influjo de estas pasiones,

«...la falta de carácter se presenta corno si fuese discretaadaptación. El miedo, como delicado miramiento. La

ambición, como celo del bien público. La pereza cree ver unaimposibilidad donde existe sólo una dificultad. La cobardíatrata de negar el molesto deber cuyo cumplimiento le arredra.La mezquina codicia se justifica como legítimo interés. Ladelicadeza o excesivo pundonor como necesaria defensa de la propia dignidad. La envidia habla de imparcialidad, justicia yamor a la verdad. El fariseísmo se engaña a sí mismo, con laobservancia de todas las exterioridades, sin detenerse ante la

violación de los mandamientos más importantes».(Przibilla).

En la vida diaria podríamos encontrar, dentro de nosotros mismos,una cita tan abundante como la anterior. Porque el hombre es fácil a creer y admitir lo que le es agradable y es fácil también a disculpar —conrazones fuertes y de peso— el incumplimiento de aquello otro que lemolesta.

Hay pocos espíritus libres de sí mismos, de suspasiones y apetitos.

Entonces, la decisión de la voluntad va a ser, necesariamente,equivocada y falsa.

La ignorancia y el error aumentan las fuentes de los estorbos que lavoluntad encuentra de parte del entendimiento. Es preciso conocerse a sí

mismo, calibrar con exactitud el poder y la libertad de acción de todasnuestras facultades, examinar con sinceridad los motivos verdaderos que

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impulsan nuestro obrar.

Sin el conocimiento propio, es imposible el cultivo de la voluntad.

Pero los estorbos pueden estar también en la misma voluntad. Lavoluntad ha sido herida más que el entendimiento por la culpa primera. Y

esa herida ha causado en la voluntad estos dos males fundamentales:a) La inconstancia.

 b) La debilidad.

Hay voluntades que saben querer; quieren firmemente, con entereza.Pero esa fortaleza se quiebra pronto; es un querer y dejar de querer enseguida, querer hoy para no querer mañana lo que hoy se quiso, formular  propósitos firmes que después se olvidarán o se abandonarán a la primera

caída.Almas que creyeron que bastaba querer firmemente, proponer congenerosidad. Vieron los propósitos como un anuncio de conquistasrealizadas y no como un programa de batallas duras. Y en las batallas delespíritu, como en las batallas de los pueblos, a veces se avanza y se triunfa,a veces se retrocede con derrota.

 No basta querer; es preciso seguir queriendo con la misma ilusión yentusiasmo con que se empezó a querer.

Solamente puede considerarse derrotado el que vuelve, cobarde, laespalda.

En el camino de la vida, no fracasa el que cae, si luego se levanta.Fracasa aquel que, caído, se tumba en las charcas del camino para novolver a caminar.

Por esta falta de constancia, tenemos

«...vidas que están siempre empezando y que lo mismo

da estudiarlas a los veinte, a los cuarenta, o a los sesentaaños; siempre el mismo horizonte impreciso, la mismavoluntad, la misma inconstancia. Cada época suma susdebilidades y desorientaciones a la pasada y siempre es lavoluntad el juguete de las mismas tendencias, de los mismoserrores, de idénticos engaños».

(Pueyo Longas).

Acaso mayores males causa a la voluntad y a la vida la debilidad delquerer. Por falta de esfuerzo.

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«...Hay muchos miles y aun millones de hombres queestán enfermos del espíritu y no quieren reconocerlo;enfermos, en la resignación, sin conformidad, sin fuerza devencimiento, sin alegrías».

(Hilty).

Y es que

«...nuestro tiempo sólo conoce caracteres de goma; ya nosabe lo que es el acero y el bronce de las voluntades».

(Didón).

MÉTODO DE LA VOLUNTAD

Es fácil, con esto, llegar al remedio y al método de una rectaeducación de la voluntad.

Hace falta el esfuerzo, la superación propia, el vencimiento de unomismo.

La vida está en el movimiento; y este movimiento supone superacióny conquista. Quien se abandona a la inacción y a la pereza, se degrada.

 Nada hay más humillante que ceder a las impresiones de nuestro apetitosensible, de nuestra comodidad y gusto del momento. La voluntad se vaentregando a manos de quienes deben ser sus servidores fieles; la señoradel castillo interior queda a capricho de sus esclavos; la soberanía hadejado su corona y su cetro, con los que juegan los criadillos de la corte.

Una llamada de atención a los educadores. La vida debe hacerseligeramente difícil al niño, si queremos que al llegar a hombre triunfe congloria. Los atletas y deportistas se dedican con empeño a la dura tarea de

los entrenamientos, donde el esfuerzo mantiene vigorosos los músculos yflexibles los miembros para el salto o la carrera. El triunfo se disputará deverdad en contados días; pero, antes, habrá debido preceder todo un arduotrabajo de disciplina y ensayo, tan duro como el mismo partido final de uncampeonato. Y todo triunfo dependerá de la sabiduría y rectitud que presidieron los entrenamientos del deportista.

Es preciso entrenar a la voluntad en el esfuerzo, en el vencimiento.Simplemente, es necesario enseñarle a querer , superándose.

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Si la voluntad ha de ser soberana de la vida, debe—desde pronto— aprender a ejercer su soberanía

sobre el capricho y las pasiones.

 Nadie puede negarse a la acción. Todos estamos llamado a ella, por lo mismo que vivimos. Nos rodea un mundo que ofrece infinitas  posibilidades al trabajo, por nosotros y por los demás. Frente a este programa espléndido de la vida, la pereza es cobarde; el placer que en estemomento nos proporcione, es el veneno que lentamente agotará nuestravida racional

  No importa, sobre todo al principio, esperar éxitos. Loentrenamientos piden solamente el esfuerzo. Pero debemos tener en cuenta

que

El esfuerzo vale más que el mismo éxito y que esaquél y no éste lo que vigoriza a la voluntad.

Es así como se desarrolla la personalidad; más agradable puede parecer dejarse llevar del vaivén de las impresiones y de la suerte, pero

más fecundo y saludable es tejer nosotros mismos nuestra dicha, pasandosobre el azar.Parecerá más agradable dejar el barco velero al empujón cambiante

del viento y de las olas. Más airoso será ver que el propio balandro, bajo lamano experta de la voluntad, surca el mar con un rumbo glorioso y feliz.

CONDICIONES

El entrenamiento de la voluntad está sometido a condiciones.Entendamos primero la importancia de las cosas pequeñas. Demuchas menudencias está empedrada la vida. Si una de esas piedras selevanta, el tropezón es casi cierto. Romperá, al menos, la armonía de todolo empedrado.

Ladrillo a ladrillo se va levantando el edificio de la vida. Las  pequeñas ocasiones importan; las ocasiones extraordinarias —por ser extraordinarias— acaso no se presenten nunca. Y si llegan a presentarse,

fracasaremos ante ellas si no hemos aprendido a triunfar en las ordinarias pequeñeces.

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El esfuerzo no debe dejarse para mañana. Debe empezarse ahoramismo, queriendo de veras y firmemente vencer. Es esta ocasión que se presenta, la primera, la inmediata, sin permitir a la pereza ni una solaconcesión.

Las pequeñas victorias conseguidas irán creando hábitos ycostumbres que harán más fáciles las victorias siguientes. Cada acto devoluntad debe reforzarla. Sobre todo, en la lucha de las pasiones, es preciso recordar lo que ha dicho alguien: Porque ha cedido, la voluntad sedebilita; porque la voluntad está débil, cede.

Todas las artes y oficios se aprendieron por la repetición constante delos esfuerzos convenientes.

«La vida se compone, ordinariamente, de pequeñossucesos, de mil menesteres cotidianos, de problemasnormales. No se trata de mudar de sitio una montaña ni decambiar el curso de un río caudaloso. Levantarme a una horafija determinada, cumplir mi deber de cada día, ser cortés ydelicado, humilde y sencillo, vivir honestamente, hacer misejercicios de piedad, estudiar mis lecciones, preparar misdiscursos, frenar mis apetitos...».

(Pueyo Longas).

«En esta materia el dominio del momento significa eldominio de toda la vida».

(Fassbender).

Tiene gran importancia la ordenación del tiempo. Una cosa en cada sitio y un sitio para cada cosa. Una acción en cada tiempo y tiempo para

cada acción. Esto es el orden y el tiempo ordenado. Las torrenteras del  Nilo se distribuyen por los varios canales abiertos en su delta. Asídistribuida el agua, se convierte en rica abundancia lo que podía haber sidoimpetuosa riada destructora.

Distribuir en pequeños canales la actividad del día es base del tiempoordenado. Se van sucediendo suaves y normales las ocupaciones y deberes.Y la voluntad, como sin esfuerzo, va desembarazándose de todo suquehacer, poco a poco y con orden.

Si viésemos en conjunto todo el trabajo que se realiza durante un mesen una fábrica, en un campo o en una oficina, quedaríamos abrumados de

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su volumen.

Ese mismo trabajo ordenado y distribuido lo va realizando untrabajador, un oficinista o un labrador.

Importa mucho cada acción presente. Como cada día time su afán,

cada momento tiene su ocupación.  Haz lo que haces, recomendaba SanAgustín, estate a la que estás, haz que la voluntad se vuelque toda entera,con interés y alegría en la acción en que trabajan las manos. La distracciónes nociva porque lleva el espíritu lejos de donde el cuerpo trabaja y elhombre se divide. Estorban las distracciones hacia el pasado —escrúpulos,recuerdos indiscretos...— y hacia el futuro —preocupaciones, temores,angustias por la tarea que espera....

En el momento presente descansa la vida y el mérito. Cumplamos el

momento presente con la tarea actual, con alegría y voluntad plena.El momento siguiente traerá su tarea propia.Vendrá con ella también la gracia de Dios que ayude al alma.

Y no basta hacer lo que hay que hacer en cada momento. Esnecesario que la voluntad se ejercite para convertir el trabajo en placer.Todo depende de nuestra postura mental. Muchas pequeñas tareas nosresultan enojosas porque las hacemos con espíritu disconforme; esto

termina por agotar. Nada hay tan perjudicial como hacer las cosas a lafuerza y a contrapelo.

Lo que has de hacer, hazlo cantando.

Dispón la voluntad en una postura sana y alegre, y convierte estatarea actual en el mejor placer de este momento.

La carga más pesada se convierte en agradable cuando la hacemoscon gusto. Mil veces, por capricho o afición, nos imponernos verdaderostrabajos pesados que se nos antojan fáciles y amenos sólo porque son denuestro agrado.

Acaso una carga insignificante nos parece insoportable, sólo porquenos la han impuesto sin quererla nosotros.

Hagamos todas las cosas con entusiasmo. Y una vez que vamos ahacerlas porque tenemos que hacerlas, movamos nuestro espíritu para

querer hacerlas.Pudo alguien decir: Yo hago siempre lo que quiero... porque quiero

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 siempre lo que hago.

Finalmente, quitemos de nosotros el fantasma aterrador de lo difícil...haciéndolo cuanto antes. El paso difícil es el paso que hay que dar primeroy con mayor decisión. Si dejamos lo difícil para un luego indefinido, nos

sorprenderá ya cansados y angustiados por el trabajo anterior y por la preocupación de lo que fuimos dejando para después.

Ese mismo trabajo difícil puede suavizarse aligerando nuestradisposición mental. Si queremos, no será tan difícil ni enojoso...

* * *

Todo ello se encuadra en un método simple, pero constante.

Es necesario haber logrado la unidad interior; unidad de ideal y de  propósito, hacia el que converge el trabajo ordenado que nos hemos propuesto.

La voluntad, iluminada por el ideal, discurre sobre el orden deltrabajo como una máquina sobre sus railes. Todo se torna suave yllevadero.

Como importan las primeras impresiones, importa sobre todo laimpresión primerísima del día. Madrugar es poner la primera piedra del

edificio de la voluntad. Una vez que se ha concedido al cuerpo el descanso  preciso —ocho horas de sueño, y las mejores horas de la noche— levantémonos pronto, sin discutir con la pereza, sin reñir con las sábanas.

 Debes despertarte ya en el suelo.

 Debes levantarte con alegría.

La disposición de estos primeros momentos ejerce una marcadainfluencia en el resto de la jornada. Cada día es como una página en

  blanco. Empecemos de nuevo, recojamos nuestro espíritu en nuestrasdecisiones y hagámoslas reverdecer por el entusiasmo y la alegría con quede nuevo las recojamos. Esta primera página en blanco queda delante denosotros para que estampemos en su blancura las impresiones mejores. Noamarguemos el día, no nublemos el cielo azul con que amanece,despertemos plenamente al entusiasmo y comencemos de nuevo.

El arte de saber triunfar es el arte de saber empezar 

muchas veces.

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En fin, que la vida toda transcurra encauzada en un orden racional.

El desorden produce mal humor. Las cosas y trabajos se amontonan,entorpeciendo todo, como el tráfico de una ciudad populosa cuyacirculación no estuviera regulada; las calles se taponan, los coches y

carruajes se estorban, los peatones no pueden apenas andar ni cruzar lascalles. Todo rodaría suavemente si la circulación se ordenase; cada coche por su lado a la velocidad debida, guardando fielmente los pasos y señalesde tráfico...

La vida de muchos hombres se parece a una de esas calles taponadas.Las tareas se suceden sin orden ni concierto; se van dejando las másenojosas, por preferir las más agradables o las más fáciles, o simplemente, por dedicar ratos prolongados a la perezosa contemplación de ensueños...

Pero el día tiene su tope.Y contra ese estrecho límite de las horas, tropieza por fin el hombre

entre la baraúnda de tareas amontonadas; los nervios se alteran, no se lleganunca a nada ni para nada hay tiempo... y salta, por fin, el mal humor queamarga la vida.

Por otra parte, entre el barullo de tareas acumuladas en el desordende la pereza y flojedad, el hombre termina por perder su libertad interior;se siente apresado por las cosas, como si su actividad se produjese bajo el peso de cadenas invisibles que le arrastran. Todas las cosas resultan comoforzadas, como hechas a rastras, por el empujón de lo que no hay másremedio que hacer, pero no se hizo en el tiempo justo y en el orden debido.

* * *

 Naturalmente, no basta saber.

Pueden conocerse con perfección las bases de un cultivo afectivo dela voluntad y del carácter... Y, sin embargo, puede no conseguirse sufinalidad.

Como pueden conocerse las recetas de la medicina para cadaenfermedad.

Hará falta, luego, aplicar esas recetas con constancia y buen deseo.

El cultivo de la voluntad no es cosa de un momento, de unos días

animosos y eufóricos. Es preciso saber aplicar las normas para esaeducación de las más grandes de nuestras facultades.

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Con constancia alegremente machacona.

Sin permitirnos una sola excepción al esfuerzo ordenado. En unaanimosa postura espiritual.

Bajo el control de un orden racional y liberador.

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ENCUESTAsobre

La voluntad

VER:¿Sabes lo que es «consentimiento» o la «decisión voluntaria»?

¿Crees que el secreto de la vida está en la certeza de nuestrasdecisiones?¿Te vence la indecisión o la inconstancia?

¿Influyen en tus decisiones la impresión, las apariencias, las pasioneso el deber, la conciencia, la ley?

¿Qué es lo que corrientemente influye en las decisiones que tomanlos demás?

¿Cómo definirías tú a un «hombre de voluntad»?

¿Y qué sentido darías a la «buena voluntad» que pide el Evangelio?

JUZGAR:

¿Distingues bien los diversos elementos que influyen en una

decisión?El conocimiento que la precede puede ser interferido de muchasmaneras. ¿Se dan en tus conocimientos esas interferencias:apariencias, egoísmos, simpatías... que dificultan la visión exacta delas cosas?¿Confundes la voluntad con la terquedad o con el sentimiento?

¿Eres inconstante, indeciso, perezoso...?

¿Estás convencido de que te interesa sobre todo educar la voluntad?

ACTUAR:¿Eres tibio ante un esfuerzo que has de realizar?

¿Desarrollas tu personalidad por medio de vencimientos superándotey ejercitándote?¿Crees que lo pequeño tiene una importancia decisiva?

¿Ordenas el tiempo y la tarea que se te ha encomendado?¿Te vuelcas totalmente en cada acción, como si cada acción fuese el

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resumen de la vida?

¿Trabajas por convertir la tarea difícil en agradable, corrigiendo tuactitud espiritual frente a ella?

Normas para la acción No pases ningún día sin poder contar en él algún vencimiento.—Haz

muchas veces lo contrario de lo que te agrada.—Si aún no lo tienes,concibe un ideal, ordena tu tiempo y endereza la acción hacia ese ideal.— Madruga, después del legítimo descanso, con alegría y presteza—Evita eldesorden y el barullo.

Examinar estas normas

* * *

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EL IDEAL

«Muchos, con sutil mirada,quisiéronme penetrar.

 No saben que de este hogar 

tengo la puerta cerrada.Quien se acerque a la morada

de mi castillo interior,

donde yo soy el Señor,

ha de quedarse en la puertaque sólo la dejo abiertacuando pasa un gran amor».

(Ricardo León)

Tener un ideal es tener un motivo para vivir. Ese ideal —verdad y

  belleza buscadas— es quien califica a las almas, dándoles categoría. Nuestra marcha por la vida tiene el calor y el colorido del ideal que nosanime.

* * *

El por qué y el para qué califican nuestros actos.

 No importa la vida, sino la razón por la que vivimos y luchamos. Deahí, la necesidad de un ideal.

El ideal, bastardo o elevado, único o disipado, confuso o brillante, preside siempre nuestra vida; porque siempre que nos movemos a obrar como seres racionales lo hacemos en nombre de alguna idea o intenciónque nos mueve a la acción.

Cuando vamos a hablar de la necesidad de un ideal no queremosdecir que haya almas que no tienen un ideal suficientemente sano yconfortador, elevado y claro, hermoso y limpio que llene de cielo azul la

región alta de su corazón. Nuestros actos todos son, al fin, el producto de un determinado modo

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de pensar. Se centra aquí una de las más esenciales leyes de la psicología;su olvido, estanca muchas vidas o les impide vivir con amplitud y alegría.Y, por tratarse de una ley, su contenido se cumple, aunque sea ignorada.Su fuerza va labrando nuestra vida, porque inspira nuestros actos. Importa

conocerla; y, puesto que esa ley existe y se cumple, aprovecharla yaplicarla can un mayor éxito y eficacia.

LA MÁS IMPORTANTE LEY PSICOLÓGICA

Es, acaso, una de las grandes adquisiciones de la psicología modernael haber llegado a establecer —en leyes precisas— un ciclo de cultura denuestro ser más íntimo. Ciclo, cuyo comienzo se establece en esta leyfundamental:

Toda idea tiende al acto por ella representado, y asu desarrollo.

Entre la idea y el acto realizado, sólo la voluntad puede poner obstáculo. Por eso, la ley dice que la idea tiende al acto, aunque nosiempre llegue a realizarse ese acto.

Una tarea urgente, de fecundidad magnifica, se nos ofrece, por tanto,en el mundo de las ideas. Llueven incesantemente sobre nuestra mente.Lecturas y escenas, objetos y juegos de la fantasía, van llenando el armariomisterioso de nuestro pensar; se va cargando una fuerza extraordinaria quegerminará al exterior en un modo de vida. Por eso decimos que siempreobramos movidos de alguna idea o motor, cuando obramos como seresracionales.

Todos vamos almacenando elementos de juicio y de ideal que, luego,

empujan a obrar, sin que acaso nosotros caigamos en la cuenta de sufuerza. Puede establecerse la categoría moral intencional de la vida de cadauno, sabiendo su manera de pensar, los ideales que su mente encierra; lavida vale según valen nuestros pensamientos.

Por eso suele decirse que se termina pensando como se ve, cuando nose ve como se piensa.

Lo que se ve, se oye y se percibe a través de los sentidos, o lo que la

inteligencia o la memoria y fantasía reproducen; es decir, todo aquello que pasa a ser en el alma una idea un pensamiento, una percepción retenida,tiene una fuerza motriz que lleva a la acción. Lo que vemos va creando un

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modo de pensar... si anteriormente —conociendo la gravedad de la ley psicológica— no trabajamos por crear en el alma un modo determinado de pensar, noble y hermoso, que determine nuestra vida exterior después.

 No puede desconocerse la realidad tremenda de esta ley, por más que

se descuida generalmente estudiarla. Nuestra conciencia va elaborando sumundo; a veces, aunque la conciencia parezca dormida. Obscuramente losarmarios de la mente se repletan de imágenes y de ideales; luego, los actosexteriores surgirán espontáneamente, como sin esfuerzo, maleados ovivificados por la idea que los inspiró.

«El hombre, como la sociedad, es, dejando a salvo sulibertad, una máquina movida por un resorte: la idea. El  pensamiento abre la corriente afectiva y conduce casi

fatalmente a la acción».(A. Bonet).

«Conscientes unas, inconscientes otras, nuestra fantasíase llena de imágenes a lo largo de la vida, que ejercerán suinfluencia indudable en toda ella. Nada se pierde, podemosdecir. Ningún receptor más sensible que nuestra imaginación;todo lo recibe y recoge, lo guarda y lo conserva. Todas lascosas que veo, sensaciones, objetos, pasan a mi interior, loshago míos, se introducen en el campo de la conciencia y allíquedan, aun cuando las cosas hayan desaparecido y no tenganya existencia real».

(Pueyo Longas).

Así se establece una corriente de mutua influencia entre nuestramente y nuestro obrar, entre la idea y el corazón. Parece, a veces, que unaconducta turbia termina por desbaratar las ideas sanas que antes setuvieron; es el caso de muchos desvíos de la juventud. La vidadesarreglada siente el estorbo de ideas sanas y termina por suprimirlas dela mente; pero, primero, fueron otras ideas obscuras las que fueroninspirando los actos inmorales.

La idea enturbia el corazón; y, luego, el corazón enturbia las ideas.

APLICACIONES INMEDIATAS

Esta ley psicológica tiene múltiples aplicaciones y podrían prodigarse

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los ejemplos que prueban su eficacia.

En los estados anormales del alma —sugestión, hipnotismo, sueño... —, cuando la voluntad está anulada o mediatizada y no puede poner obstáculo a la marcha de la idea, ésta sigue su camino fatalmente hasta

 producir el acto representado en la mente.Pero también en los momentos normales del alma estos ejemplos sedan abundantemente, y se sacan aplicaciones múltiples para educar nuestra propia personalidad.

La idea impura es la que preside la gestación de una vida impura.Cuando, de algunas bocas, se oye decir que la pureza es imposible, lamisma psicología da la respuesta. Mientras se lee lo que se quiere, y se piensa lo que se quiere... la pureza, claro, es imposible o muy difícil.

Aquella lectura y aquel descuido de los sentidos y en la imaginación ofantasía, aquella conversación y aquel cine, aquella escena o figura, hanido almacenando en el alma las cargas de determinadas ideas que —por ley fatal— tienden al acto.

La voluntad —ayudada por la gracia— queda como único obstáculoa su realización; pero aun determinada la voluntad a la resistencia contra elacto provocado por la idea, esta idea se lanzará contra las murallas de lavoluntad, empujando a un consentimiento que termina en el pecado. ¿Por 

qué no cuidar primero la carga que almacena la mente? Abriendo de par en par las ventanas del alma, ¿cómo queremos que no entre el huracán quetodo lo turba? Las ideas empujarán siempre al acto; y cuando antes seacogieron en el alma ideas de color determinado, nada tiene ya deextraordinario que el alma sienta los empujones de la pasión que pretendeatropellar a la voluntad.

Aplicaciones de varios tonos para todos los órdenes de la vida.

Aunque parezcan inofensivas, todas las impresiones recibidas marcanun sello a nuestra alma. El cine, con sus escenas y colorido; el teatro, laslecturas, las amistades con la conversación frecuente y tan variada detemas, el ambiente en que se vive, los pensamientos que reciben abrigo enla mente... todo ello desemboca en una presión sobre el sistema afectivo,que —tarde o pronto— lleva a la acción.

Se ha destacado sabiamente la influencia del cine, por ejemplo —y, particularmente, de determinados cines— sobre determinadas conciencias.

Las impresiones recibidas y las ideas captadas pasan al campo de laconciencia y toman posesión de él. Inmediatamente, comenzará a ponerseen movimiento ese ciclo psicológico que comenzando por el mundo de las

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ideas, llegará a cristalizar en una conducta determinada.

La tristeza, los odios, el pesimismo, la indiferencia religiosa, lafrivolidad y ligereza de costumbres y, de otra parte, el equilibrio nervioso,la alegría y la bondad, el espíritu de colaboración y la simpatía... todas esas

 pasiones obedecen a la misma ley.Es tal la influencia de la idea sobre la acción, que es inútil comenzar cualquiera obra de educación —del carácter, de la moral, etc...—, sin tener en cuenta el mundo de la imaginación y de la inteligencia.

Es esto, ni más ni menos, proclamar y fundamentar el predominio enel hombre de la parte cognoscitiva sobre la sensitiva y mecánica, de lainteligencia sobre el sentido, de la cabeza sobre el corazón.

El corazón —la pasión, el sentimiento, la acción— es una fuerza poderosísima puesta por Dios en nuestras manos., que empuja siemprehacia una meta: la felicidad. No hace más que cumplir con su deber:empuja hacia adelante, con un esfuerzo firme y recio, como el de unamáquina empujada por el vapor. Y, como toda máquina, es fuerza ciegaque necesita vigilancia y pericia de un buen maquinista que regule la presión del vapor y la velocidad que la máquina debe desarrollar, las pa-radas que debe hacer... En manos del maquinista está la facultad deacelerar o frenar y dirigir la marcha de la máquina.

El maquinista es la idea, la inteligencia.De nosotros depende situar la vida del corazón —las pasiones, la

acción, los sentimientos— donde le corresponde. Es posible gobernar lavida por medio del ideal.

Es verdad que la vida sufre pesos y lastres que la inclinan en unsentido; el temperamento, la educación y el ambiente, la herencia denuestros mayores, pesan sobre nosotros. Encierra nuestra vida como en un

círculo del que nos resulta difícil salir, nos empuja con una fuerza que parece a veces un determinismo brutal; para más forzar esta inclinación,vivimos en el mundo dentro de un ambiente, rodeados —más que de otrasgentes— de opiniones y modos en todas sus variantes, del común sentir y pensar que se nos infiltra, aun sin quererlo nosotros, como una lluvia finaque va calando la tierra.

Pero, encima de todo ello, queda la libertad del hombre, dueña yseñora del ser, llamada a dirigir la vida.

El agua desbordada —sentimiento, corazón, acción—puede asolar los campos.

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La misma agua, encajonada por un experto ingeniero —la idea— sirve abundantemente al bien de las gentes para obras de riego y saltos deagua.

El caballo, desbocado, es ingobernable.

El mismo caballo, montado por un buen jinete, ganará el mejor  premio en las carreras.

Llevamos en nosotros mismos, por eso, un germen de lucha ydivisión. Porque somos dos y uno a la vez, par e impar, alma y barro, trigoy cizaña, materia y espíritu, pasión e ideal.

Y acaso esta lucha íntima entablada en lo más secreto de nuestraconciencia y de nuestro corazón es una de las cosas más grandes que Dios puso en el mundo. La victoria del ángel es más clara. La victoria delespíritu sobre los actos, en el hombre, es más grandiosa y está salpicada aratos con salpicaduras sangrientas de heroísmo.

La idea debe gobernar los actos. En nuestra manodebe estar, pues, el control de las ideas, si

queremos gobernar la vida.

FUENTES DE IMPRESIÓN LEYES Y APLICACIONES

Las fuentes de impresión de las ideas son varias: los sentidos, lafantasía y el pensamiento, principalmente.

Pero conviene recordar que una misma idea puede impresionarse enla mente por varios caminos a la vez. Entonces, su fuerza motriz es mayor 

  para promover el acto correspondiente. No cabe duda de que unaimpresión cualquiera recibida —una palabra que despierta una idea— sehace doblemente activa cuando, a la vez, entra por varios sentidos. La ideasuscitada por la palabra cobra mayor viveza si, además, se ve representadaen una pantalla; el sentido de la vista es una nueva fuente de impresiónque, a su vez, es más viva si la escena se presenta en colores, puesto que laidea así representada cobra más relieve y sus detalles se distinguen más. Sitodo ello se ve en la escena, y no en la pantalla, la impresión es mayor. Y

aumenta cuanto más numerosos sean los detalles que recortan con precisión la idea. Así, los sentidos, porque recogen más particularidades delos objetos y todo su colorido y relieve, impresionan más vivamente al

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alma. La fantasía, dotada de poder adornar las imágenes que le suministrala imaginación, ofrece un peligro semejante y una idéntica fuerza; el pensamiento es, en sí, más neto y menos recargado. En la vida real, vemosque la vida de sentidos y fantasía arrastra más fácilmente que la vida

espiritual.Al hablar de las condiciones del ideal, se hará notar la convenienciade que ocupe también a la imaginación. El mal suele entrar por lossentidos y la fantasía; es luchar con fuerzas desproporcionadas, pretender oponer puras ideas a imaginaciones cargadas de viveza; vence siempre, enesos casos, la imaginación.

En la vida diaria podemos clasificar numerosas fuerzas de impresióny, por ellas, las numerosas maneras de obrar de los hombres.

La idea tiende al acto por ella representado y a su desarrollo; perouna idea arrastra con más fuerza cuando ha entrado en la conciencia por más fuentes de impresión a la vez, o por fuentes de mayor viveza ycolorido.

Las aplicaciones a la educación del individuo son innumerables.

Convendrá conocer el ambiente en que un alma se mueve; en eseambiente pululan ideas y conceptos, imágenes e impresiones que han idomoldeando aquella alma, presionándola en un determinado modo eintensidad hacia una determinada manera de obrar y concebir la vida. Ydel mismo modo, para crear maneras determinadas de vida y conceptosdeseables sobre el mundo, habrá que ir suministrando a esa alma otrasimpresiones, ideas y conceptos que, a su vez, vayan moviéndola al modode obrar que se busca.

Ignorar esta ley es pretender disipar las tinieblas a manotazos...cuando tan fácilmente puede encenderse un foco de potente luz.

* * *

 No puede ignorarse otra ley que preside nuestra vida interior: todo ennosotros tiende a la unidad.

De tal manera que, radicada en la mente una idea poderosa, toda laactividad del hombre tiende a agruparse polarizada en torno a esa idea, secentra en ella y atrae consigo anhelos y emociones, tendencias y proyectos,deseos e ilusiones.

Se observa la eficacia de esta ley, cuando la idea entronizada en lamente es suficientemente entrañada. Entonces, se producen los hombres de

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un ideal y de una acción avasalladora, constante y tenaz. Toda la personagira en torno a aquella gran idea motriz, para el bien o para el mal; la vidatoda parece puesta a su servicio y el corazón respira a través de aquelideal.

El ideal —escribe Eymieu— tiende a incautarse detodo».

Y en esta ley se basan todas las místicas políticas o sociales delmundo de hoy. Como se basaron las grandes construcciones de todos lostiempos.

Aquellas que podemos llamar  ideas-madres, en San Pablo, polarizaron a su servicio la actividad toda del Apóstol; su dogma y su

moral, su conversación y sus viajes, sus emociones y sentimientos, todo enél estará presidido por la gravedad de sus grandes ideales; le sirven paratoda su actividad y él los sirve enteramente porque le ocupan por entero.

La misma fuerza, con otras ideas, nos dará un Hitler o un Stalin, undescubridor o un héroe, un santo o un canalla.

Calcúlese la eficacia de esta ley, si lográsemos que un ideal centraseen cada alma toda su actividad.

Calcúlese, al contrario, la aridez de muchas almas dispersas; vidas

atomizadas, que viven sin un rumbo en la vida, sin que un gran pensamiento o una gran intención agrupe todas las energías del ser haciauna meta gloriosa.

La vida no subirá nunca más alto que el idealpropuesto.

SELECCIÓN DE IDEALES

Si somos hijos de nuestras ideas, se impone la selección de esasideas; he ahí la razón de un ideal.

Las ideas —el ideal— son la medida del ser. Las ideas abaten oelevan, vivifican o matan, coronan al hombre de gloria o le hunden en elabismo.

Ideal de barro, vida de barro. A fuerza de vivir en el cieno, sin idealsuperior, parece acostumbrarse el impuro a no ver encantos fuera de laimpureza.

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Ideal torpe, acciones torpes.

«Que nada, ni la sombra de un mal pensamiento, manchey profane los dinteles del alma, y menos penetre hasta lointerior del santuario. El espíritu es rey; no lo hagáis plebeyo

y servil, no arrastréis por el cieno la púrpura y armiño de sumanto, no arrojéis tal margarita al animal inmundo... Es todonobleza y semejanza de Dios».

(Suárez, «LEVÁNTATE Y ANDA» ).

Un hombre sin ideal es un hombre que vegeta. Más: es una estaca plantada en medio de la vida que no recibe la savia que la haga florecer...Una vida sin ideal no merece el nombre de vida.

Un ideal bajo da inexorablemente una vida ramplona y achatada.Un santo ideal hace siempre santos.Da pena ver esa masa de almas sin ideal, viviendo a empujones de las

infinitas impresiones que reciben a lo largo de la vida. Ni saben por quéviven ni por qué sufren o trabajan. Ni saben por qué dejaron el sueño paraentrar de lleno en la actividad del día; se ignoran a sí mismas e ignoran loque de más grande pueden guardar. El  por qué del vivir el ideal que las

vaya conduciendo y alentando, polarizando toda su actividad, motivandolos más bellos ensueños del corazón y sosteniendo su pulso.

¡Pobres barcos sin rumbo, dejados siempre al empujón del viento quesopla, sin timón ni brújula que les guíe y sin ver, a través de la bruma, el puerto salvador adonde deben llegar y rendir el viaje del éxito y de ladicha!

* * *

La tarea educadora más valiosa es crear un ideal.Pero el ideal deberá, primeramente, estar ajustado a la perfección

humana completa que se desea. Porque

«El ideal es la verdad vista de lejos».

(Lamartine).

En él, ha de encontrar el alma el constante aliciente de lo bello y

verdadero, la luz que orienta y el alto fin que todo lo explique y dignifique.El entendimiento, el corazón y los sentimientos, la pasión y los anhelos del

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hombre, todo en él ha de ir envuelto en la misma atmósfera de verdad yvirtud, única educadora. La alegría de vivir, el espíritu de colaboración, la bondad y la comprensión, el amor a la verdad, todo ello deben encontrar sucuadro de oro en un ideal elevador.

Esta verdad vista de lejos cumplirá su oficio de ideal, si el alma lededica lo mejor de su atención, hasta hacerlo penetrante. La idea tiende alacto por ella representado y a su desarrollo. Cuanto más se fomente laidea, más ésta se va enraizando y con más seguridad inspirará el actocorrespondiente. No basta que una idea noble descanse por brevesmomentos en el alma; es preciso mirarla; saboreada, dedicarle nuestraocupación, hacerla revolverse y presentarse de todas las formas posibles,llegar a interesar en ella nuestra atención hasta hacerla llenar el

sentimiento y el corazón. Es entonces cuando la idea se haceformidablemente activa; pero hasta que llega al corazón e inspira lossentimientos y enciende la pasión, hay que dedicarse a ella.

La belleza del ideal es factor decisivo para ello, porque la bellezaarrastra.

«Creo que si miráramos siempre al cielo, llegarían asalirnos alas».

(Flaubert).

Los ideales más altos, acariciados atentamente por nuestra alma,llegan a producir aquella belleza y entusiasmo que en esa brillanteexageración apunta Flaubert.

«Toda buena acción y todo pensamiento puro estampa enla persona y en el rostro el sello de su belleza».

(Ruskin).

Esto exige constancia en la dedicación de nuestro ser al ideal. A Newton le preguntaron cómo habla llegado a dar con la ley de gravitaciónuniversal:   Pensando siempre en ella, respondió el sabio. Es el idealacariciado durante mucho tiempo, empapando nuestro pensar y atrayendohacia sí nuestra atención, nuestros sentimientos y planes, haciendo de éluna suave obsesión que todo lo inspire. Un día florecerá en lo exterior; parecerá que aquella brillante acción ha sido inspirada en un momento de

arrebato glorioso. No. Durante muchos días —y, acaso años—, veníaincubándose en la parte más noble del ser aquello que luego ha florecidocon una rapidez aparente.

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El ideal ha de ser sugestivo, cautivador, capaz de entusiasmar yenamorar al alma. Tanto, que llene el alma de satisfacción por vivir, quelleve al mayor grado de perfección sus más nobles facultades, que sirva deorientación en la vida.

Es el ideal sugestivo de Colón que le lleva a atravesar los marestenebrosos y seguir rutas nuevas; el ideal de los caballeros que luchan por  Dios y por la dama y, si no tienen dama a quien dedicar el ardor en la batalla, se la imaginan y sueñan con el amor; es el ideal del heroísmo ycaballerosidad, de santidad y conquista que inspira las Cruzadas, o lallamarada de ardor místico que plasma en un lienzo la estampa graciosa deuna Inmaculada, de Murillo; es, en fin, la belleza con sus colores másvivos y atrayentes.

Todo esto supone un ideal elevado, que descuella grandioso entre lavulgaridad de la vida y de la masa. Si el ideal da la medida del alma y de lavida, y nuestra vida no subirá más alto que el ideal propuesto, cuanto másalto sea el ideal más arriba subirá el valor de la vida que le sirve. Harto padecemos al chocar diariamente con ideales ramplones, de almas que noaspiran a más: ideal de avaricia, de egoísmo, de placeres, de belleza física,de bienestar comodón, de plegamiento cobarde al dictado de lo fácil. La  juventud —y por ella, todo el mundo— está hambrienta de ideales

elevados, plenos de grandiosidad, que despierten los arranques generosos.Es la juventud la edad de todas las posibilidades: no se apaguen esas posibilidades, sino enciéndanse en ardores inacabables, si queremos lograr vidas de un nivel elevado y confortador.

Pero el ideal no será tan elevado que resulte de imposibleconsecución, sino accesible.

Tan accesible que, en su misma grandeza, anime a la lucha por alcanzarlo. Primero, por la imitación. La idea tiende al acto; y si un ideal

se mantiene en el alma de manera persistente, moverá a la accióncorrespondiente a la idea propuesta, se seguirá —intensiva y penetrante— una tarea de imitación del ideal. La amable grandiosidad del ideal pro- puesto animará a luchar por alcanzarlo; porque su misma belleza y suatracción y simpatía arrastra al esfuerzo cuyo premio será la conquista del bien después de una lucha consciente y tenaz por alcanzarlo.

Pero toda idea se hace más firme cuando hallegado a interesar al corazón.

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Tener un ideal, por grandioso que parezca, no es suficiente, mientrasqueda en las regiones de lo puramente teórico. La pasión —para cualquier empresa— es factor decisivo. Nuestra vida está llena de experiencia de quesólo se llega a triunfar por un fin metido en la entraña y convertido como

en vida y sangre propia. Entonces, no sólo se tiene al ideal, sino que sesiente y se vive y agita las pasiones y el entusiasmo. El ideal debe ser  perseverantemente amado, ahincadamente amado, celosamente amado.

Un ideal amado entrañablemente ha creado a los héroes, a los santos,a los artistas. El ideal propuesto fue en ellos pasión y sentimiento, corazónvivo y sangrante, tranquila obsesión dulce e hiriente a la vez, que abría enel alma esa herida que sólo puede cerrarse con la conquista implacable delideal soñado. Puede tener entonces plena acomodación aquello de San

Agustín:  Ama y haz lo que quieras; o el verso de Teresita de Lisieux: Amar es faena de todos los días. No se ven tus obras. Cuando así te digan,responde: Amo mucho. Esa es mi divisa.

Porque, cuando se ama, las obras surgirán pronto. Y, sobre todo, elalma se bañará en la íntima satisfacción de la vida bien cumplida. Quienama nunca es mediocre; mientras hay en el alma la chispa de un idealhondamente sentido y entrañablemente amado, siempre es joven y siempretiene la vida un alto motivo de lucha, afán y conquista.

Y, en fin, que la imaginación y la fantasía colaboren para adornar conlos más vivos colores el ideal. Se nos enfrentarán imágenes concretas queentran por los sentidos, recargadas por el variado colorido de todos susaccidentes y circunstancias: línea, perfil, gracia, cuerpo... Materia, en fin,concreta y tangible que, al entrar por los sentidos, ocupa el alma precisa-mente por los muchos factores que acompañan a cada impresión. Contra laimagen así revestida, no puede lucharse con ideas puras; es preciso que laimaginación colabore para adornar su ideal, revistiéndolo de matices y

color. Entonces el ideal es algo que parece tangible, es imagen tambiénque sacude los sentidos y mueve la fantasía para llegar a interesar alcorazón, a la pasión, a los sentimientos.

Es el alcance que tiene, por ejemplo, en las juventudes el ideal de pureza y amor encarnado en María. No basta la idea pura y espiritual de lacastidad, de la bondad, de la humildad. El joven y la joven necesitan,además, ver  esas virtudes en color y relieve, en línea y perfil, en losdivinos matices de la mujer que encarnó maravillosamente las virtudes

más amables. He ahí, resumidas en María, las notas de un bello ideal. Ellaes la verdad y virtud vista de lejos; penetrante, por su belleza y por la

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constancia con que las almas pueden trabajar su devoción. Por todas partesse asoma la luz de una mirada totalmente limpia en cuyos ojos parece queencontró balcón la primavera toda; la llena de gracia mueve con su bellezay arrastra y subyuga, orientando la vida con dulce violencia de

amabilidades. El joven, ve en ese ideal cl prototipo de la mujer perfecta,casta y buena, cuya imagen pueda luego proyectarse en el sendero delamor. La joven aprende, con sólo mirarla, cuál es la verdadera gracia y la belleza perfecta, en el gesto todo de humildad y de amor, de suave pasiónde Dios y de bondad sin hiel que ofrece María. Descuella grandiosa, comola bendita entre todas las mujeres; pero tan accesible, tan humana, tanmujer, que nos la imaginamos en el trajín vulgar de la vida diaria, llenandocon su virtud una casa y un taller sencillos de una pobre aldea, ocaminando por los senderos polvorientos que recorre su Hijo, o en elsilencio doloroso de su amarga soledad. Y viéndola así, anima y llama aser imitada, a luchar por llegar a Ella, a vencer para brindarle el ramo deflores de las victorias morales; se mete en el corazón, porque todo loamable despierta amor. Y por su imagen —colores de pincel y estrofas de poetas y armonías musicales—, se hace tangible y cobra perfil y color, para que la imaginación y la fantasía, como la mente y el corazón, la pasión, en fin, se enciendan con sus llamaradas de virtud.

Frente a la ciudad de Granada, ocupada aún por los moros, elcampamento cristiano de Santa Fe, con la reina Isabel como capitana.

De entre los caballeros cristianos, salió un día la genial idea en honor de la Madre de Dios. Pérez de Pulgar quiere rendir un homenaje deenamorado y caballero, a la Virgen María. Y tomando un puñado devalientes, decide penetrar en la ciudad mora, hasta la mezquita, en elcorazón de la ciudad. La noche andaluza contempla con entusiasmo elheroísmo de aquel grupo de caballeros cristianos que juegan con los

riesgos y con la muerte. Si cayeran en la empresa —ramillete de floresardientes para María— sus vidas se entregarían como una ofrenda a suDama, la Madre de Dios.

Pero aquella noche puede contemplar la alta luna, en la puerta de lamezquita de Granada, un pergamino clavado con una daga. El pergaminodice sólo: Ave, María.

Y el puñado de valientes vuelve gozoso al campamento cristiano.

La mañana siguiente. Un sol espléndido espolvorea de oro el campoentre los dos campamentos. De las puertas de la ciudad un moro gigante,montando en hermosa yegua, pasa entre los dos ejércitos llevando

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arrastrado de la cola del animal el pergamino que la noche anterior cantabaa María en la puerta de la mezquita.

Otro caballero español salió en su caballo por vengar la ofensa delmoro a la Madre de Dios. Fue tremendo el choque del combate; saltaron

astilladas las lanzas, se rompió la espada del caballero cristiano...Milagrosamente, con su espada rota, triunfó de su enemigo. Y,ensangrentado y sudoroso, con el pergamino clavado en el muñón de suespada, volvía feliz a su campamento.

Es un símbolo. Clavar el ideal en la puerta de la mezquita delcorazón: un ideal preciso, concreto, elevado. Luchar luego por defenderloy airearlo triunfante después de conseguida la victoria.

El corazón salta de alegría y la victoria hierve de entusiasmos...

LA VIDA VALE LO QUE VALE SU IDEAL

La vida se encuadra en su ideal.

Frente a las vidas disipadas y disgregadas que caminan por el mundosin una ruta fija y noble, el alma del ideal siente enardecer sussentimientos, porque el corazón está ocupado por un ensueño confortador.La vida está encauzada, pues tiene su   por qué vivir . Se vigoriza el

esfuerzo, porque nunca se cobra mayor ánimo al luchar que cuando se sabe por adelantado las mieles de la victoria soñada.

La vida vale lo que vale su ideal.

Cuentan la siguiente leyenda.

La Europa cristiana era una llamarada de lanzas, camino de laconquista de Tierra Santa. El ideal de liberar los lugares santificados por lavida del Señor llenaba los corazones nobles. Las Cruzadas estaban en

marcha, enarbolando —resumen de todo ideal— aquella Cruz que les diosu nombre.Entre los nobles, un caballero florentino montó su corcel.

Antes de partir para la batalla, había hecho una promesa: Si llego a

 ser el primero en escalar las murallas de Jerusalén, prometo encender una lamparilla en la capilla del Santo Sepulcro y traerla encendida hasta

encender con ella la lámpara del sagrario de la Catedral de Florencia.Este caballero era de costumbres ligeras. Mujeriego, bebedor,

 blasfemo, pendenciero... Pero marchó a las Cruzadas, armado de su afán yde su voto.

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Frente a Jerusalén, enardecida su fe cristiana, peleó como los héroes.Y en la arremetida que sus tropas dieron contra las murallas, saltó entremuertos y heridos para apoderarse de la escala de cuerdas, trepar por ella ysaltar, el primero, con unos cuantos valientes, dentro del recinto de la

Ciudad Santa. ¡Su deseo estaba cumplido!Terminada la batalla con la victoria de las tropas cristianas, encendiósu lamparilla en el Santo Sepulcro del Señor. Fueron incontables loscuidados que aquella lamparilla encendida exigía para que su llama nolanguideciera ni se apagara a través de las largas marchas por toda Europa,desde las remotas regiones de Palestina.

Pero el caballero cumplió su promesa. Vigiló ardientemente sulamparilla; desplegó por ella cuidados maternales; no la abandonó... Y

cuando llegó a Florencia y encendió con ella la lamparilla del Sagrario dela Catedral, el milagro se había hecho.

Aquel caballero bebedor, pendenciero y mal hablado, violento ymujeriego, se había trocado totalmente. Era apacible, sufrido y pacífico.

Todo lo había hecho la lamparilla. Había tenido que sufrir por ella, sehabía mantenido en equilibrio de nervios y pureza de costumbres, porqueun descuido podía equivaler a romper sus promesas y ver la lámparaapagada. Y todos aquellos cuidados le habían hecho, en fin, olvidarse de sí

mismo y amar la atención y la constancia para mantener la llamaradaalegre de su lamparilla.

Así es el ideal. Por una lámpara, pueden ganarse muchas virtudes.

Por la dedicación a un ideal, todas las buenas cualidades se polarizany se resumen. ¡Parece que se lucha por un solo objeto... y se consigue unavictoria total!

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ENCUESTAsobre

El Ideal

VER:¿Se puede vivir noblemente la vida sin un noble ideal? ¿Quétrascendencia tiene el ideal sobre la vida?

¿No es verdad que, si la idea tiende al acto, nuestra vida seráconforme sea el ideal que la inspire?

¿Cómo entiendes el ideal y su fuerza de acción?

¿Crees que la preocupación por un ideal está extendida en la

 juventud?

JUZGAR:

¿Conoces diversos ideales que predominan en ella? ¿Cuáles?¿Crees que es suficiente un ideal puramente humano o natural?

¿Qué juicio te merecen los ideales vulgares o egoístas?

¿Qué condiciones crees que debe tener un ideal para elevar la vida?

¿Cómo harías para que el ideal llegase a interesar el corazón?¿Entiendes, cómo a través del ideal, se hicieron los santos y loshéroes?

ACTUAR:¿Qué papel puede desempeñar la imaginación, y aun los sen-

tidos, con respecto al ideal?

¿Qué ideal eliges para ti?¿Cómo crees que, por tu ideal, puedes influir en los demás?

¿No crees que el mundo, cuanto más materializado, más necesita deideales valientes y nobles?

Normas para la acción

Aprovecha todas las ocasiones pan inculcar ideales elevados. Para

ello fórjate primero tu ideal en esas condiciones. Luego, sé consecuentecon tu ideal, sirviéndolo siempre con entereza y alegría.—Demuestra ante

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el mundo que tu vida está encuadrada y feliz, precisamente porque sirves aun noble ideal.

Examinar estas normas

* * *

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LA PERSONALIDAD

«Es fácil, en el mundo, vivir según la opinión del mundo.Es fácil, igualmente, en la soledad, vivir según nuestra

 propia opinión.

El más grande hombre es aquel que en medio de lamultitud, conserva con perfecta serenidad y gentileza lamisma independencia de que hubiera disfrutado en soledad».

(Anónimo)

La tarea humana más fundamental del hombre es el desarrollo plenode su personalidad.

* * *

Se habla mucho de la personalidad.

Y pocas veces se acierta con la idea exacta de lo que la personalidadsupone.

Una joven vive aureolada de una pretendida independencia. Hace ydeshace a su capricho. Imposible señalarle normas ni aconsejarleconductas. Es, en todo esto, una positiva excepción. No se parece a nadie.En el hogar, en el ambiente de la familia, su estilo suelto e incontrolable, laconvierte en inabordable. Sus hermanos y hermanas reciben —más omenos— la influencia de la casa; particularmente, del padre o de la madre.

Con ella no se puede.Es muy suya, tiene sus ideas, hay que dejarla porque ella es así .

Y suelen decir de ella:  —Es que tiene mucha personalidad. ¡Tiene una personalidad

bárbara!

Y eso no es personalidad.Acaso, es capricho, impresionismo, desenvoltura, inadaptabilidad...

Aquel joven se ha abierto un triste camino de popularidad a fuerza dedesplantes. Ha copiado —pretendido copiar—, acaso, las genialidades de

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hombres que se hicieron famosos en la vida social por sus salidas de tono.Sus respuestas son verdaderos desplantes y, bien miradas, resultan unamanifiesta falta de educación.

Pero se ha ido haciendo su propio ambiente en torno a su extraño

modo de ser. Se cree un hombre de cuerpo entero, inabordable, porque legusta chocar y raspar con su proceder y con sus opiniones hirientes. Esmolesto, como una lija sobre la piel.

 —Es todo un carácter, tiene una gran personalidad. Y eso tampoco es personalidad.

Son marcadísimos los rasgos temperamentales de aquel otro joven.Sus pasiones —buenas o malas, bien o mal encauzadas— presentan un perfil perfectamente definido, casi hiriente de dureza, espontaneidad y

violencia. Empujado por esas pasiones, salta de una a otra impresión conviveza y ardor, dejando atrás consejos y prudencias. Es realmente muy

distinto de todos, apenas conoce el justo medio de las cosas, su actividadse parece a una torrentera... por lo rápido, variable y ruidoso.

Y dicen de él:

 —Es una personalidad acusadísima.Y eso no es tampoco personalidad.

El otro es tenaz en sus opiniones y maneras, en sus gustos y preferencias. Hace gala de su persistencia en sus criterios y dice —y todoslos demás lo saben— que no cede fácilmente a las sugerencias de los quele rodean...

Aquel de más allá es violento en sus reacciones, serio y entero, difícila bromas y a disculpas, tajante y seco en sus palabras, nada adaptado a lascircunstancias.

Tampoco es personalidad todo eso.

Y sin embargo, en todos estos tipos —y otros muchos que podríancitarse—, la palabra  personalidad pretende explicarlo todo. Se ha creídoque la personalidad consistía, sin más, en tener un modo propio de ser. Yesto, que es verdad bien entendido, no es toda la verdad como sueleentenderse.

CAMINO DE UNA DEFINICIÓN

La personalidad envuelve, sí, la idea de independencia. Pero de unaindependencia bien entendida.

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La joven caprichosa vive en una lamentable esclavitud con respecto asus inclinaciones y tendencias instintivas. Se independiza de los demás; pero lleva dentro su tirano, no es libre. Después de verla gozarse en  ser así 

y tener  sus ideas propias, la veréis acaso en crisis de lloros cuando alguno

de sus caprichos no ha podido ser satisfecho.He conocido a muchachas de dieciocho a veinte años... amargadas  por la vida, cuando aún no han empezado a vivir. Se quebraron suscaprichos, cuando la vida comenzaba a enseñarles el sendero florido yardiente, grave y lejano de la verdadera misión del hombre en el mundo.Se creyó que tenía personalidad; leía mucho y de todo, captaba bien lo queleía, se hacía instintivamente mujer mayor por todo ello...

Luego, se amargó pronto. No tenía personalidad.

 Ni puede decirse que la tenga el joven que goza en distinguirse por sus salidas de tono. Es posible que, en el fondo de sí mismo, se encuentreesclavizado por la manía de vanidad, saboreando sus desplantes sociales ysus cosas raras.

Menos puede hablarse de personalidad cuando las pasiones arrastranincontrolables, aunque esas pasiones parezcan ardientes. Y cuanto másardientes e impetuosas, menos desarrollo ha de tener la pretendida personalidad; porque la pasión la amortigua o la anula en la medida en que

se encuentra libre para disponer de las reacciones de los jóvenes.

Mal puede llamarse independiente, señor y dueño,quien comienza a ser esclavo de sí mismo.

La terquedad no es tesón ni entereza, puede ser —suele ser— tozudez e ignorancia presuntuosa. Tampoco puede ser personalidad.

 Ni la violencia. Ni las rarezas. Ni las excentricidades. Ni el egoísmo. Ni el aislamiento. Ni la insociabilidad...

* * *

Tanto se habla de la personalidad, tanto debe interesar.

 No se exagera cuando se dice que es la principal de las tareas que unhombre tiene en la vida; la raíz de su triunfo personal y social, la fuente dela dicha y de la alegría.

Importa conocer los rasgos principales de una perfecta personalidad.

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«En esta hora portentosa del mundo, la mayor necesidadde la humanidad de mediados del siglo XX es la creación de  personalidades selectas. Y si la civilización no quierehundirse, tendrá que reconstruir la individualidad; su objeto

 primordial deberá ser formar hombres selectos».(S. Iserte, «LA CONQUISTA DE LA VIDA» ).

PRODUCCIÓN «EN SERIE»

Tanto más, cuanto que la vida moderna en todos sus matices vasocavando a las almas y dificulta el desarrollo de la personalidad.

Desde los más simples detalles. Las grandes construccionesmodernas, hechas con miras a la utilidad más que a la belleza y distinción, pretendiendo aprovechar terreno y material han logrado las largas y altasmanzanas de construcciones en bloque. Todas son iguales, apenas sesalvan algunos matices que distingan unas y otras viviendas. Si  pudiéramos hablar de la personalidad de las cosas, diríamos que lasconstrucciones han perdido personalidad y distinción. Con ello, han perdido independencia y hermosura, línea y estilo.

Había un aroma agradable en las grandes salas de antaño y en loscuartos de estar, bellamente inútiles pero magníficamente acogedores ycoquetones. Ahora, no. Interesan los huecos precisos, bien medidos, losarmarios empotrados para economizar espacio, las camas plegables y losmuebles simples. Las construcciones modernas son útiles, pero feas eindistintas. Han perdido personalidad .

Siguiendo esta norma, se ha trabajado en las  producciones en serie.Coches idénticos todos los del mismo modelo, producidos sobre la base de

su industrialismo y economía; prendas de vestir fabricadas en serie;máquinas construidas en serie. Se llenan grandes almacenes de todo y todoen serie, sin la discreta variedad que daba la antigua artesanía a cada cosafabricada. Diríamos que la fabricación pierde personalidad .

Las comunicaciones modernas —uno de los mayores inventos—, conla ventaja de acercar las distancias y simplificar el mundo en su comercio, política y amistad, han logrado grandes y valiosos bienes; las gentes seconocen, las costumbres se ven, se visitan todos los rincones del universo.

Pero ha borrado desigualdades de tipo psicológico y racial, desaparecen lasamables diferencias de las regiones y latitudes, se extiende el afán de copia

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de lo extraño y también los pueblos van perdiendo personalidad .

En las almas, los efectos de muchas causas son más evidentes.

Particularmente en la edad joven, y más en ellas que en ellos, ejerceuna influencia marcada la atracción por los espectáculos brillantes

 particularmente del cine.Insensiblemente, el alma de los jóvenes se siente invadida de un afán

instintivo de imitación. Se copian, a veces sin procurarlo, gestos ymaneras, vestidos y ademanes, opiniones y posturas, sonrisas ymovimientos, costumbres y estilos del galán o de la estrella de moda que,naturalmente, contagia su simpatía.

En apariencia inocente, esta influencia va robando modos propios y personales. Parece que la imitación se reduce a cosas puramente exteriorese intranscendentales: vestidos, peinados, sonrisas, maneras... De hecho esel pensar y el sentir lo que se va transformando para adoptar formas ajenasque, por muy buenas que fuesen, son al fin ajenas y no personales.

Es innegable esta influencia. Extremadamente intensa, porquearranca de un espectáculo de vivo colorido y atracción; en su escena, se  juega con todas sus ventajas la simpatía o la belleza y el éxito del personaje preferido. A través de los adelantos modernos en este terreno, lasonoridad del cine, su colorido brillante y la perfección fotográfica y de loscontrastes, hacen que esa atracción sea más sugestiva.

El alma, entonces, se siente —instintivamente—  cogida por esaatracción. Va bebiendo lo que la pantalla le ofrece. Por la amabilidad deesa simpatía, el alma aprende aquellos detalles que ve y que —en el personaje— encajaban acaso perfectamente, pero —en ella— son acasoinadecuados e inoportunos.

Se vacía la propia personalidad y el gusto propio y el alma se

contagia de imitación.Un fenómeno semejante proporciona la tiranía de la moda.

Buena en sí, necesita que el buen gusto de cada cual sepa adaptarla alas condiciones personales. Pero de ordinario termina igualando de talmodo a las gentes que las convierte en idénticas como si también ellashubiesen sido producidas en serie.

Vestidos y calzados, modos y detalles que, serenamente, habrían sidorechazados por ridículos, son aceptados plenamente por multitudes al solodictado de la moda. Parece que la moda sea la encargada de calificar lascosas. Se ha hablado mucho sobre los desastres de la moda en el terreno de

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la moral. En verdad, nunca se hablará bastante. Pero no es menor el dañode la moda en este otro terreno puramente psicológico, en el que vemosque las almas pierden el gusto y la personalidad.

Todo se traduce en un afán insaciable de imitación. Con ello, las

 propias cualidades físicas y morales se diluyen. Lejos de aprender a ser cada cual lo que por sí mismo se aprende —o pretende— a ser lo que otrosson. Sin pensar que, al hacerlo así o imitado siquiera, se pierde el mayor tesoro que poseemos en lo humano: la propia personalidad.

Porque cada cosa es buena para cada cual.Lo que al personaje admirado aureolaba de simpatía, se adapta

 perfectamente a las condiciones que él tiene. No a las de otra persona. Y lomismo puede decirse de todos los demás detalles que rodean nuestra vida.

Lo importante sería ser y apreciar lo atrayente y agradable y virtuosoque vemos en los demás. Y, luego, tratar de adaptarlo a nuestro ser connuestras peculiaridades propias. No menguar nuestra personalidad paraadaptar lo ajeno; sino adaptar lo ajeno en la medida en que ha de servir  para desarrollar nuestro propio valor sin mengua de nuestra personalidad.

* * *

Las consecuencias son graves.Es evidente la falta de sentido de responsabilidad. Al perder la propia

 personalidad, el alma vive pendiente de factores ajenos a ella, a los cualesimita y sigue sin tener en cuenta del alcance de esa imitación.

Hay almas que viven sólo dedicadas a imitar. No cabe en ellas el sentimiento de empresas personales, de tareas

nobles y de constancia en el cuidado de sí mismas, en favor de suscualidades físicas, morales o intelectuales.

La vida languidece por vacío interior.

Restallando de matices —aprendidos y copiados— en lo exterior elalma se aburre por falta de ideas propias y de sentimientos legítimos.Como todo lo imitado, las ideas y los sentimientos pecan de la falta dearraigamiento y originalidad. Lo prestado nunca puede satisfacer porque

no nos pertenece. Lo exterior nunca puede contentar e iluminar nuestrointerior. La vida se caracteriza por movimiento de dentro a fuera. Y estafalta de personalidad trueca la dirección porque todo pretende producirse

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de fuera a dentro.

Las vidas se desarrollan vacías, sin objetivo ni ruta definida, sin idealni motivo estimable que justifique el vivir y el amar y el sufrir...

Las impresiones rigen los movimientos del corazón.

Vacío de contenido, sin el vigor interior de un ideal poseído y amado,el corazón vivirá expuesto a los embates de impresiones encontradas,carece de personalidad y ejerce sobre él una poderosa influencia elambiente que le rodea; en este momento será la tristeza que muy prontoromperá en carcajadas; hoy es la pereza que se trueca mañana por unaactividad ardorosa. Los sentimientos constantes, arraigados y fecundos nollegan a lograrse nunca...

El espíritu se torna extravertido, volcado hacia lo exterior, frívolo ysuperficial. Adolece de falta de rumbo y finalidad, nada le atrae que le seaentrañablemente propio y necesita de lo exterior para alimentar su afán devida. Se hace difícil el recogimiento y el pensamiento fecundo y la ideaviva. Porque todo eso ha de anidar en nuestro interior, iluminándolo deorientación y actividad. Y, sin ideas propias, ha de buscar la causa de susreacciones espirituales, en los motivos exteriores, variables e insuficientes.

Así el alma se hace vulgar, la persona se convierte en una máquinade movimientos instintivos y mecánicos, sin originalidad ni contenido, sininiciativa ni vigor.

El mayor mal que aqueja al mundo actual es el de las almas vulgares,ramplonas y achatadas.

Queda sólo una discreta minoría que no ha puesto en venta su propia personalidad.

Minoría de los que sueñan con ser cabeza y no cola. Cabeza de ratón,si no se puede más; pero con el ideal de que un día pueden llegar a ser 

cabeza de león. Minoría que se hace más relevante entre la mayoría vulgar que se contenta con un puesto comodón después de haber renunciado a lagloria de una personalidad destacada. Almas que viven viviendo, entreotras almas mínimas que viven sin vivir, contentas con seguir la corriente,formando número en el aburrido rebaño de la masa sin ideal, ni fuego, nicolor.

Esta minoría la forman los que han sabido educarse manteniendo ydesarrollando su independencia propia, sus propias convicciones e ideales;

que han trabajado, a veces con dolores de parto, la adquisición de un modode pensar o de una ciencia entrañablemente aprendida; que, en medio de la

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 postura acomodaticia de los cobardes han querido ir tallando su propia personalidad, a golpes constantes de cincel, hasta alcanzar el dominio desus pasiones y el vigor de su voluntad, el encauzamiento de sutemperamento y la paz de sus nervios, la alegría de vivir y el tesón frente

al trabajo, la constancia en los propósitos y la perfecta armonía moral, lahonradez a toda prueba y la verdad sin reticencias.

Hacen falta almas de iniciativas y de libertadinterior. Hacen falta almas no vendidas a

influencias extrañas.

LA VERDADERA PERSONALIDAD

El remedio estará en descubrir la propia personalidad.En la reacción, nada es igual a nada. Cada ser tiene su perfecta

individualidad. Dios ha creado cada ser con sus individualescaracterísticas, dándoles a todos el número, el peso y la medida que les pertenece. Dios no ha creado nada en serie. Cada hoja de árbol es unamaravilla nueva y cada estrella es distinta de las demás. Cada rayo de sol

lleva su luz propia y cada color tiene su brillo y su intensidad. La vidaalienta en todos los seres, rompiendo en la maravilla de miradas de maticesdiferentes, propios, determinados, inigualables.

La armonía de todo el conjunto creado se forma de las infinitasindividualidades de todas las cosas.

También nosotros tenemos nuestra propia individualidad.Pero hay que educarla y formarla, después de descubrirla.

En todos los seres, la diferencia es la ley fundamental de la vida.Cada ser es él y no es otro distinto de él.Así, los hombres tienen su característica personalidad, su

individualidad bien definida. En cada uno se encierran todos los tesoros propios que pueden lograr la dicha perfecta del hombre. De cada hombre,en concreto. Cada uno en su propia medida y en sus propias condiciones,con las virtudes propias y con los propios elementos. Nos pasamos la vidacontemplando con envidia la heredad del vecino, creyendo que la hierba de

sus campos tiene un verdor más sedoso que la hierba propia. Entretanto,descuidamos la propia heredad y los campos se agitan. Siempre nos ha parecido más agradable y mejor coloreada la vida de los demás; mientras,

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nuestra vida se agosta por abandono. Como nos ha parecido siempre másllevadera la carga de los otros, mientras perderíamos magnificasoportunidades para aprender a llevar bien la carga propia. Entendimos quela suerte alfombró de mimos los senderos que los demás caminaban, y no

supimos aprovechar el camino que delante de nosotros se abría.Hemos olvidado la ley fundamental de la vida. Cada uno ocupa en elmundo su  propio metro cuadrado. Y, en él, cada uno lleva consigo losfactores que pueden labrar la propia dicha. Lo que es cierto siempre,grabémoslo bien.

 No seremos felices nunca con la felicidad ajena, ni el triunfo de losdemás nos dará a nosotros la dicha, ni son nuestras las cualidades que otrostienen ni en la misma medida serán nuestras.

Seremos felices con la felicidad propia, desarrollando nuestras propias fuerzas según la medida que Dios nos señaló; alcanzaremos untriunfo si sabemos   ser nosotros mismos con nuestras cualidadesdesarrolladas y perfeccionadas gradualmente.

Conozcamos nuestra personalidad. No nos avergoncemos de ser como somos; y trabajemos para sacar de nuestro tesoro interior todas lasinfinitas ganancias que se nos prometen.

En el organismo vivo, cada célula tiene su función propia. No todas pueden ser iguales ni están destinadas a la misma finalidad ni se rigen por las mismas leyes. La maravilla del organismo viviente dependerá de quecada célula cumpla bien con su propia misión. Si todas se empeñaran enser como las demás, el organismo vivo resultaría monstruoso.

Los hombres somos las células vivas de una sociedad. Cada uno tienesu propia misión y su personalidad propia. No todos estamos regidos por un mismo temperamento, como no hay dos rostros perfectamente iguales.

La armonía social de un mundo mejor dependerá de que cada uno sedetermine a ser lo que es en una gradual perfección constante.

* * *

Se necesita poseer una idea clara de lo que es la personalidad.

La personalidad hace relación a la persona; es preciso conocer losrasgos fundamentales que constituyen a la persona, para —de ahí— deducir lo que será una perfecta personalidad.

La persona se apoya en el ser individual. Muchas veces  persona seconfunde con individuo.

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El individuo es un ser determinado y concreto que coincide con otrosen los rasgos característicos, y forma con todos ellos una única especie porque todos provienen de un mismo e idéntico tronco, de una fuentecomún.

La especie humana es el conjunto de todos los individuos quellamarnos hombres; todos ellos coinciden en los rasgos característicos — animal racional—, aunque se diferencien en un sin fin de detallesaccidentales. Todos arrancan de la misma fuente y, a través degeneraciones innumerables, se han ido perpetuando en los hombresnormales los rasgos característicos de la especie.

Las especies animales —innumerables— están también formadas por individuos que arrancan de un mismo origen y coinciden con los mismos

rasgos característicos trasmitidos por generación.La persona es el individuo racional. Un hombre, una mujer,

individuos de la especie humana, son personas humanas.La filosofía describe así las características propias de la persona

humana.

a) Es un ser capaz de conocerse a sí mismo. La reflexión laintrospección, la consciencia es rasgo fundamental del ser racional. Uno delos rasgos que más diferencialmente nos distinguen de los demás animales, por más que algunos de ellos pretendan acercarse a la especie humana.

En el conocerse a sí mismo, descubre la persona todo un mundointerior de maravillas espirituales sobre las que trabajan las tres grandes potencias del alma. El hombre goza y tiene conciencia de su alegría; sufrey tiene conciencia de su dolor. El animal, no.

 b) Se conoce a sí mismo como un todo completo y uno. Aunque lasactividades de la persona son varias —aparentemente opuestas—, el

hombre tiene conciencia de ser uno solo y sin división. El andar y el pensar, el amar y el reír, el sufrir y el soñar, el comer y el odiar... sonactividades diferentes y acaso, dispares; pero el hombre tiene interiormenteconciencia de que es uno mismo el que anda y piensa, ama y ríe, sufre ysueña, come y odia... Sobre las distintas operaciones, prevalece siempre laconciencia de un  yo único y entero que asume la responsabilidad —elmérito o la culpa— de las distintas actividades de la persona. No sufre lamano herida, sino la persona a quien pertenece esa mano; ni se cansan los

 pies que caminan, sino aquel a quien pertenecen los pies; ni se castiga a lamano que asesinó, sino al hombre a quien pertenece aquella mano.

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Es que en el hombre, en la persona, se resume un todo completo yentero sin división, él es el herido, el caminante, el asesino...

c) Distinto de los demás. Esta distinción se hace abismal en losfenómenos interiores sobre todo. Hay momentos en que una persona se

siente hondamente sola, incomprendida y lejana, aunque esté en medio deuna gran muchedumbre. Indudablemente, mi dolor es mío, exclusivamentey sin comunicación; como es mío mi remordimiento o mi proyecto, misuerte o mi desgracia.

Soy ineludiblemente distinto a los demás.d) Idéntico a sí mismo. No sólo a través de las diversas actividades,

sino a través de los tiempos, la persona se sabe siempre la misma. Es una permanencia admirable, por la que tiene consciencia de su propia identidad

a través de las edades: niño, joven, edad adulta, ancianidad... con todas suscircunstancias cambiantes, siempre   se siente el mismo y nunca otrodiferente.

Si aplicamos estas notas de la persona a la idea de personalidad,descubriremos las primeras consecuencias que nos llevan a entenderlamejor.

El conocimiento del propio ser se supone como base de una perfecta personalidad.

Si todos los seres se individualizan y la ley de la vida es ley dediferencia; si cada célula tiene su propia función para colaborar al  perfeccionamiento del organismo entero..., lo primero esencial paraalcanzar una personalidad perfecta es conocer el propio tesoro decualidades que constituyen mi diferencia típica y mi individualidad.

Es inútil pretender personalidad sin este propio conocimiento.¿Cómo alcanzar a desarrollar la personalidad sin conocer aquello en que se

apoya la propia individualidad, el propio ser? Típicamente,temperamentalmente, cualitativamente, los individuos se diferencian y unono es otro; en más o en menos, para mejor o para peor, todos losindividuos tienen sus límites propios y definidos, y dentro de esos límitesalienta toda su individualidad.

Es preciso conocerse a sí mismo.Pero se impone, luego, la unidad interior; unidad de ideales o

 proyectos, constancia en las convicciones y seguridad interior, vocación

definitivamente humana a la que todas las facultades converjan. No alcanzan personalidad los espíritus disparados en mil direcciones

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y cambiantes. Por el contrario se impone el conocimiento consciente ydefinido de la orientación que en la vida se adopta; saber el  por qué y el

 para qué de nuestros actos, haciendo que todo obedezca a un imperativoconsciente interior, a un ideal claramente percibido, a una convicción

 perfectamente asegurada y contrastada.Se afina más el concepto de personalidad en el rasgo de distincióncaracterístico de la persona. Está, desde los comienzos, condenada laimitación servil a los modos ajenos. No quiere esto decir que una sabiaimitación de las buenas cualidades de otros pugne con una perfecta personalidad. La imitación puede ser buena y es una norma excelente deeducación y cultivo del propio carácter.

Pero esta imitación debe hacerse al modo propio. No se puede imitar 

  —no es la cuestión—  lo que hizo Javier o Teresa o Pablo; sino que,haciendo nosotros lo nuestro, lo hemos de hacer  como lo hicieron Pablo,Teresa o Javier. No se trata de una imitación servil y a la letra. Cada santotiene un modo peculiar y en todos ellos se revela una acusada personalidadque le distingue de los demás. Forman todos como los variados colores deuna cristalera maravillosa. Cada uno ha puesto  su color propio y se halogrado el dibujo perfecto con todos.

Menos aún cabe la imitación servil de los modos y gestos puramente

humanos y superficiales que se ven en el ambiente, en la pantalla o en lamoda, en la novela o en la revista. El éxito dependerá de que cada unocultive lo que le es propio con la mayor perfección posible.

La personalidad exige esta independencia y distinción delicada.

Pero la quiebra más grave para la personalidad está en la falta deidentidad consigo mismo.

Falta de constancia, pensamientos e ideales que no llegan a

convicciones, proyectos que se atascan porque se rompe la continuidad delesfuerzo, verdades que ayer se creyeron y hoy se rechazan, antipatías dehoy que mañana son justificadas simpatías o interesadas amistades, entregade la propia identidad al parecer de los demás, a las obligaciones sociales,a la preocupación del qué dirán, etc...

Estos rasgos fundamentales que constituyen la persona y sirven de base a la personalidad suministran materia para un profundo estudio yexamen, particularmente los dos últimos. Son muy pocas las personas que

saben salvar su distinción con respecto a las demás: su independencia. Sonmuy pocas las que viven regidas por convicciones claras y seguras a lasque se decidan a servir hasta sus últimas consecuencias. Al contrario, la

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masa vive pendiente del exterior, obligada contra su voluntad por atadurasque debieran romperse, escasa de sinceridad y envuelta en un constantefingimiento y cobarde hipocresía, plegadas a exigencias ajenas por menguadel propio carácter...

Falta personalidad.

CAMINANDO HACIA LA PERSONALIDAD

¿Cómo conseguir una perfecta personalidad?

Ante todo, hay que evitar la imitación servil de lo ajeno.Principalmente, en el terreno de las ideas.

Que cada cual se ejercite en ser  pensador por cuenta propia. Que es

triste ver un mundo que habla de todo y pretende entender de todo, y semueve siempre al conjuro de unas cuantas ideas prestadas, más brillantesque verdaderas, sin haberlas examinado fríamente y haberlas contrastadohasta convertirlas en ideas propias.

Unas veces es el fondo del periódico, o el rumor del reportaje ligero ysuperficial; en otras ocasiones, son los datos confusos y cogidos  por los

 pelos suministrados por una crónica de una agencia informativa; acaso, lalectura de una revista escrita sin responsabilidad, frívola y entretenida,

hecha para agradar y no para informar...Más frecuentemente, son ideas audaces lanzadas de manera brillante

y segura, que en su mismo atrevimiento encuentran el mayor motivo paraentrar en conciencias indefensas. No nos damos cuenta del mal, pero elmundo está lleno de almas que no saben pensar por cuenta propia, que sonincapaces de pensar por su propio riesgo. Es más cómodo recibir y repetir sin controlar aquello que se recibió.

Así se hablan solemnes inexactitudes, ridículas afirmaciones... Sincalar el peso de lo que se habla, sin ponderar las consecuencias de la ideaque se repite.

Para alcanzar una perfecta personalidad, se ha de empezar por elespíritu. Debe haber en nuestra mente un servicio de aduana por donde pase todo cuanto entra, todo cuanto se lee y oye. Y antes de dar blandoacogimiento en el espíritu, hacer que el servicio de aduana revisediligentemente las valijas de cuantas ideas pretenden penetrar en el

santuario interior. Hay que revisar lo que puede haber de falso o deincompleto en tanta mercancía intelectual  que constantemente se nosofrece en los mercados del mundo.

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Y, una vez revisadas las ideas, asimilarlas con el lento trabajo del propio pensar, hasta lograr convertirlas en ideas propias.

Pocos hombres llegan a elaborar ideas absolutamente suyas,exclusivamente propias. Nuestra alma se va alimentando del pensamiento

de todos, transmitido por innumerables medios de comunicación en libros,revistas, artículos, estudios, conferencias, conversaciones... Lo que seelabora en los talleres mentales de los hombres de ideas propias, es luegoun proceso de asimilación de las ideas recibidas de muchos modos. Hastallegar a dotarlas de la propiedad personalísima del pensador, se ha hechonecesario un trabajo de examen y cotejo, se ha ido vinculando a la propiaconvicción todo el material recibido, se le ha transformado con el estilo personal... Y, cuando esas ideas han vuelto al exterior, han salido vivas y

convincentes, empapadas de la vida que alcanzaron en el hombre que lasalimentó en su mente. No admitir, sin más trabajo, ideas prestadas ni —menos—vivir en

ellas.

 No repetirlas sin comprobarlas.Pensar por cuenta propia.

* * *

Pero es, acaso más importante —mejor aún, la base de todo ello—,alcanzar una perfecta independencia exterior.

El hombre que pretende alcanzar personalidad, no puede vivir   pendiente de lo que le rodea, ni dejarse influir por los cambiantesambientes del mundo. Porque lo exterior es tornadizo y frívolo, vulgar yligero. Pender de opiniones, de respetos humanos, de falsos compromisos,sentirse ligado por lo que nos rodea... es exponerse a una inestabilidad

vergonzosa.El hombre debe tener sus convicciones interiores, bien contrastadas y

ciertas. Con ellas, una unidad interior —unidad de propósito y de ideal, deconstancia y de acción que oriente su vida. Sus actos todos serán el naturaldesenvolvimiento de esos principios internos. Deberá estar siempre pendiente de ellos.

Pero ninguna otra fuerza exterior puede violentar al hombre quemantiene su personalidad. No debe haber fuerza exterior capaz dedoblegarnos. Es cobarde la postura acomodaticia del que siempre coincidecon la opinión ambiente; sin valorarla primero; caracteres débiles que se

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doblegan, esclavizándose, a la adulación o al interés o al compromiso;voluntades de flojo acero que prefieren doblarse en todas las direcciones,aunque con ello pierdan fortaleza.

Hacen falta almas independientes de lo exterior, enteramente

entregadas a unas convicciones ciertas y seguras, que hagan suyo el lemadel mejor acero:

Me rompo, pero no me doblo.

Ser uno mismo siempre.

«Hay que vivir por uno mismo. El que de tal modo

depende de los demás que no se atreve a expresar una idea propia, ni a respirar con independencia, no merece figurar entre los vivientes...

Un hombre que no tiene más convicciones que las que le proporciona la lectura del periódico o la opinión de la masa...es una sombra homérica que no debe calificarse de vivo».

(Weis).

* * *

El mayor mal de todos los tiempos, el egoísmo, es la primera semillade la propia desdicha. Es preciso vencer el egocentrismo. Naturalmente, por sensualidad innata, el propio interés y la propia comodidad se colocanfrecuentemente en el primer plano de nuestras preocupaciones.

Pero el egoísmo estrecha, arrincona, encoge.

Mientras la atención a los intereses de los demás ensancha yrobustece al desarrollar una acción expansiva.

Es preciso olvidarse de sí mismo.

Porque la excesiva atención hacia el propio  yo, cuando es por sensualidad, hace al alma comodona y vulgar. Atrofia las más bellasiniciativas del corazón, cuya función propia es amar. Y el amor esexpansivo, nos saca hacia el exterior, hasta colocarnos en una causa dignay noble.

Y si la preocupación del propio interés es por meticuloso mimo denuestra vida —enfermedad, salud, tristeza, etc...—, agiganta nuestras

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 pequeñas cruces y las hace más dolorosas, mientras entenebrece el espírituy nos evita contemplar claridades que nos serían consoladoras.

La mejor manera de ser feliz es atender a hacer felices a los demás.

Cada miembro o facultad alcanza su plena armonía ejercitando su

 propia función. El entendimiento, en el estudio; la memoria recordando; elcuerpo, en el discreto ejercicio físico y en el deporte; los pulmones, en larespiración profunda y alegre...

La función propia del corazón es el amor.

Es preciso olvidarse de sí mismo para atender a una causa noble enfavor de los demás. El egoísmo es la telaraña del corazón, la polilla de ladicha.

 No debiéramos pensar en nosotros mismos más que en el momentode hacer nuestro examen para lograr conocernos mejor. Y aún ese examensería más completo si lo hiciéramos contrastándolo con el ideal propuesto.

Así el corazón estaría siempre proyectado hacia una finalidadennoblecedora.

Sin miedo al esfuerzo, sin atender gratitudes inmediatas, sin medir elegoísmo de los demás...

* * *Hasta alcanzar la perfecta unidad interior.Unidad de ideales y de acción.

Entonces, la vida será como el desarrollo expansivo de la fuenteinterior de la dicha. En nuestras entrañas se abre el manantial, apenas perceptible. Sus aguas son puras y claras, y el camino que han de recorrer está sembrado de colorido y de primavera.

Dejemos que esa agua interior brote abundante. Mientras el alma serecrea en el sonsonete alegre del riachuelo cantarín de la dicha, podremos ver cerca de nosotros cómo florecen los campos dondeotras almas viven y ríen, gracias al esfuerzo generoso de nuestraconstante y delicada caridad.

Y, todavía, el agua vivificante de la generosidad sabrá embalsarse  para devolvernos en todo momento el beneficio de consolacionesinsospechadas.

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ENCUESTAsobre

La Personalidad

VER:¿Qué idea tienes de lo que es personalidad?

¿Ves muchas almas con verdadera personalidad?

¿Por qué se parece que no la tienen?

¿Cuáles te parecen los principales estorbos?

¿Conoces muchas almas que quieran ser «algo más» de lo que son?¿Conoces muchas que se conforman con un buen pasar de la vida?

JUZGAR:

¿Cómo descubrir la propia personalidad?

¿Crees que ello es posible sin llegar al propio conocimiento?¿Estás convencido de que cada uno tiene sea individualidad, base deuna exacta personalidad?

¿Te conoces a ti mismo? ¿Mantienes tu unidad espiritual a base de unideal? ¿Reconoces lo que te distingue de los demás y lo aprovechas bien? ¿Eres constante y consecuente contigo mismo?

ACTUAR 

¿Son muchos los que piensan por cuenta propia?

¿No te parece que el mayor mal es vivir de ideas prestadas que sereciben sin controlar y se repiten sin comprobar?

¿Sabes pensar por ti mismo? ¿Sabes hacer propias las Ideas querecibes?

¿Mantienes tu independencia de todo lo que te rodea?

¿De tal modo que tus acciones estén determinadas por la concienciay no por el ambiente?

¿Te mantienes totalmente sumiso a tu ideal y a tu deber?

¿Piensas mucho en ti mismo?

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