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V PREGÓN DEL CARGADOR a la Semana Santa de San Fernando Organizado por la Asociación "Jóvenes Cargadores Cofrades" J.C.C. bajo el lema "cuando el Cargador se hace pregonero o el Pregonero cargador" a cargo de D. Juan Mena Coello pronunciado en el Salón de Actos del Colegio de las Hermanas Carmelitas de la Caridad SAN FERNANDO 11 de abril de 1.987 Sábado de Pasión

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pronunciado en el Salón de Actos del Colegio de las Hermanas Carmelitas de la Caridad bajo el lema "cuando el Cargador se hace pregonero o el Pregonero cargador" SAN FERNANDO 11 de abril de 1.987 Sábado de Pasión a cargo de D. Juan Mena Coello A la Semana Santa de San Fernando Juan Mena Coello a cargo de ~ 2 ~ Querido mundo cofrade, señoras y señores:

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V PREGÓN DEL CARGADOR

a la Semana Santa de San Fernando

Organizado por la Asociación "Jóvenes Cargadores Cofrades"

J.C.C.

bajo el lema "cuando el Cargador se hace pregonero o el

Pregonero cargador"

a cargo de

D. Juan Mena Coello

pronunciado en el Salón de Actos del

Colegio de las Hermanas Carmelitas de la Caridad

SAN FERNANDO

11 de abril de 1.987 Sábado de Pasión

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V PREGÓN DEL CARGADOR

A la Semana Santa de San Fernando

Juan Mena Coello

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V PREGÓN DEL CARGADOR a cargo de

Juan Mena Coello

Querido mundo cofrade, señoras y señores:

Cuando los presentantes de la J.C.C. me invitaron a dar el Pregón de este año, tuve ciertas dudas de si yo podría estar a la altura de la confianza de que se me hacía objeto, sin embargo, me apoyé en mi entrañable cariño al mundo delicado y poético como es el de las cofradías. Puede que a más de una persona le haya extrañado este calificativo de poético, pero esta palabra será uno de los caballos de batalla de mi pregón. Ciertamente esta introducción se podría subtitular "Defensa de la Semana Santa", entendiendo esta conmemoración nuestra como un bellísimo engarce entre la Fe y la Poesía, porque, ¿ qué significa la magnificencia de la artesanía y de la música, de las flores y del incienso, del piropo y la saeta sino una cobertura de ingenio y recursos artísticos para ennoblecer y enaltecer a los protagonistas de nuestra Fe? Dentro, pues, de un contexto religioso de fe, los sentidos, la imaginación y el sentimiento del pueblo expresan, a su manera, las vivencias de su religiosidad, que es un sentir colectivo y anónimo, y las imágenes, son la clave, la materialización, o, mejor dicho, la personalización de una creencia concreta y palpable, sensorial y cotidiana; de este modo, Jesús y su Madre se parecen a nosotros, son como nosotros,. así los vemos sufrir y llorar, caminar por las calles de nuestra Isla, y los entendemos mejor y su Pasión no es una historia abstracta, sino un mensaje de carne y hueso al que pone en movimiento el entusiasmo del cargador.

Hay que tener en cuenta la incardinación afectiva que tiene el drama de la Pasión

en nuestras costumbres. Solamente así se puede comprender el llamado sentimentalismo que tan profundamente cala en las raíces del pueblo. Por eso nos tenemos que hacer pueblo, en el mejor sentido de la palabra, pueblo que cree y reza conservando una Tradición apoyada en la buena voluntad y en el sentimiento, y es entonces cuando hemos de considerar esa retaguardia, que es la cofradía, como culto externo. Y que es, hoy por hoy, la reserva espiritual de la Iglesia.

Como contexto de la Semana Mayor hay que contar con la idiosincrasia del pueblo andaluz y su enorme capacitación artística para darle colorido y dinamismo a las expresiones de sus sentimientos. Como dice Lope de Vega refiriéndose al amor, "quien lo probó lo sabe", lo mismo hemos de decir con respecto al mundo de las cofradías y de la mayor o menor suntuosidad del culto externo. En todo ese montaje accidental late una sustancia que no es precisamente la costumbre, sino un afán renovador que une los eslabones generacionales de un pueblo que nace, vive y muere rezando con su dedicación, su entrega al esplendor de su mundo, el mundo cofradiero, que es como decir la Iglesia en la calle, la Iglesia que sale a la calle para invitar a la gente a que participe, a que recuerde un hecho que cambió la historia del mundo. No se trata, pues, de una repetición mecánica, sino de una vivencia arraigada fuertemente en el alma popular y que se alimenta, no de una recreación pagana y exhibicionista, sino de un compromiso, puesto que las hermandades tienen, además de los cultos públicos, unas funciones sociales que se justifican por sí mismas, y así la caridad va unida a la manifestación de la fe, pero con la particularidad de que este exponente tiene unas

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peculiaridades que podemos considerar, sin miedo alguno, de extraordinario, aunque extrañe el calificativo. A quien no esté de acuerdo, hemos de decirle que nosotros no tenemos culpa de que siglos y siglos de civilizaciones acumuladas en el alma andaluza hayan conformado un poderoso instinto poético que nos permite, no sólo recordar la Pasión de Cristo, sino que nos faculta rememorarla con un estilo y una singularidad en los que está presente el imponderable factor humano con todo su riesgo de ambigüedad y de posible deformación porque conlleva la inevitable participación de las masas con todos sus peligros, y que no hay que tomar unilateralmente como un blanco de crítica negativa. Veamos, por lo contrario, el aspecto más noble y situémonos ya en el entorno de una Isla cada día más penetrada de esencias cofradieras, tanto en sus compromisos de fe como en sus logros de culto externo.

Pasada esta introducción, hemos de adentrarnos en la parte central del pregón, en la que veremos cómo el cargador empieza a sentir en su corazón el entrañable peso de su semana santa. He dicho en su corazón y no sobre su cuerpo, porque el cargador isleño lleva esa agradable carga del recuerdo todo el año como una bruma morada que flota como un palio tocado por los dedos salineros de un levante piadoso y sosegado en los días mayores de la Isla.

¡Cómo olvidar ese brillo solemne que tiene el domingo de Ramos cuando el Señor de la Borriquita entra en la Jerusalén blanca y azul que es nuestra ciudad, recortada en la tarde como una estampa infantil y poblada de niños cofrades y palmas jubilosas de promesas, como pórtico de esperanza para años venideros!

Por el cielo vespertino va la Virgen de la Estrella, como se merece Ella: con el cielo por camino va la Virgen de la Estrella.

¡Y cómo expresar la que se forma cuando la Virgen de la Estrella vuelve a su

templo!

Y cuando oscurece el día y se asoman los luceros, venid a la recogía ¡ que su cuadrilla la lía al son de campanilleros !

Hemos de ponernos de acuerdo: el paso es el centro vital de lo que llamamos

procesión. En consecuencia, los cargadores son los que humanizan y dan vida al cortejo procesional; ellos logran que Jesús y su santa Madre recorran las calles de nuestro pueblo como si se tratara de dos personas a las que podemos dirigirles la palabra mediante la saeta o la plegaria o el piropo y el aliento. El cargador le comunica un poderoso realismo a las imágenes, hasta el extremo de que nuestros Cristos y nuestras Dolorosas caminan con torpeza o vacilan en su zozobrante andadura, y todo ello se debe al amor que ponen nuestros cargadores, y habrá más de uno que le dirá a Jesús o a María estos versos con nuestras peculiaridades dialectales:

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Mientras que pueda, cada año por er favó que me has hecho te llevaré satisfecho con toíto los reaños que llevo dentro del pecho. Que toquen la levantá, o el "¿estamos?" cuando quieran que toa la madrugá, entre trepá y trepá, mi sudor quiere rezá con un canto a la maera.

Si nos asomamos por los respiraderos, que son como celosía de conventos,

como dice tan bellamente Salvador Caldelas, entonces quedamos sorprendidos viendo que ese todo que forma el equipo está integrado por hombres que individualmente van impulsados desde el fondo de sus vivencias personales e intransferibles, que podemos evaluar desde el sacrificio más íntimo hasta el entusiasmo cofrade, pero en el momento de "¡ Vámonos!" , o cuando la voz de cabeza dice: "¡Al cielo con Ella!", todos los corazones forman un apretado anonimato, un solo empuje con una sola intención que tiene que ser muy homogénea o, cuando, por ejemplo, en el llamado "pasito holandés", que es el andar muy cortito y a las bandas, hasta que las caídas rocen el suelo, o cuando hay que obedecer a: "¡Cabeza en la izquierda y colita a la derecha!", o cuando hay que evitar que el paso cabecee porque está vencida una banda.

El cargador, que ha estado amarrando la almohada al palo, rezó un padrenuestro

para que todo saliera bien y después, estoy seguro, le dijo en voz baja a Jesús atado a la columna:

Me ha de caer el sudor como a Ti la sangre a chorro, que con este sudor borro todo el hombre pecador que, bajo del cargador, mientras las calles recorro, aprende de tu dolor.

Quien no ha visto a la cofradía de Las Columnas bajar por San Nicolás,

Amargura y subir por Almirante Cervera camino de su templo no ha tenido la suerte de ver a la Virgen de las Lágrimas como la vio el cargador que salió de debajo del paso para dejar su sitio a un compañero de refresco, y fue entonces cuando le dijo a la Virgen estos versos:

Después de verte llorar, no me digan que creer, no me digan que creer, Madre mía, es afirmar lo que no se puede ver.

A mí siempre me ha impresionado la actitud severa y señorial de Jesús de

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Medinaceli. Hay en su silencio un terrible misterio de asumisión de su propio destino, un misterio que el escultor ha sabido plasmar en la imagen, que, de tan austera, me parece inexpresiva. Sin embargo, la Santísima Virgen de la Trinidad quiere comunicarnos ese Misterio:

Virgen de la Trinidad, Dios Padre en tus ojos llora al Hijo, que calla y ora en la misteriosa hora de esta su cautividad.

Lo que en esta Dolorosa es razón inexplicable, en María Santísima de la Salud es

contradicción porque ella verá cómo su Hijo es mostrado al pueblo para escarnio y prólogo del sacrificio:

María, que eres salud para el enfermo perdido, y con ser quien eres Tú verás morir en la cruz a tu Hijo destruido.

Por la Calle Bazán y la Plaza del Cristo la Amargura de los Afligidos pesa con

todo su rigor sobre el cuello y los hombros de los cargadores, pero durante varias horas ese Misterio del encuentro de Jesús Con su Madre camino del Calvario ha sido una realidad por las calles de la Isla, y todo el itinerario de esta cofradía es esa conmovedora estampa que nos ha legado la Tradición; de esta manera, mirando el dolor maternal, podemos decirle a Ella con todas las razones:

Esta calle en que Tú has visto cargar Con la cruz a Cristo, Madre mía, te tortura: se llamará en adelante la calle de la amargura.

Otro momento inolvidable del cargador isleño está en la bajada por la calle Ancha

de Nuestro Padre Jesús Orando en el Huerto y de María Santísima de Gracia y Esperanza, y desde ahí hasta su templo en la entrañable plaza de la Pastora. ¿ Qué poder decirle a Jesás en angustiosa Oración trasladada a una calle tan cofradiera?

Va en un olor de tibios bajamares y áspera reciedumbre de sapina. Calle San Rafael. Dobla la esquina donde aguarda una escolta de azahares. Agrios naranjos son, que no o1ivares, testigo de esta angustia que camina Con un grave compás que lo avecina a su barrio de esencias populares. Va empapando la cal de las paredes Con su sangre, los caños y las redes.

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Mancha a toda la Isla su agonía. Pero un consuelo anima a su tristeza, pues quien más y quien menos grita o reza ¡cuando él sale por Santa Rosalía!

A la misma hora en que el Huerto va llegando a su barrio, en otro punto de la Isla,

el Prendimiento hace realidad la imagen histórica del cautiverio en Getsemaní cuando Jesús, angustiado y entre las penumbras de los faroles del Parque, entra en el silencio de la noche y, teniendo un soberano poder que le ha dado el Padre desde lo alto, en cambio no hace uso de su realeza, e inspira estos versos lamentables:

Pare mío, atao vas, Tú, siendo rey de los cielos. Todos se han quedao atrás, y Tú, qué solito vas ¡ya rey de los desconsuelos !

La tirada de San Marcos y la subida por Comedias es una buena prueba para la

cuadrilla que va debajo de Caridad. Pero la empinada, lejos de ser un desafío, es un estímulo muy valioso del que se saca un provecho que tiene muy en cuenta el fervoroso público que llena de bote en bote la calle y premia con aplausos y saetas los exhaustivos esfuerzos de esos cargadores, que agradecerán la saeta última y culminante del Compare. Pero quién sabe si de entre el gentío hay unos labios que musitan unos versos dedicados a la Virgen del viejo barrio de San Francisco:

Aquel niño que meciste, Caridad, en tus rodillas, ahí está con sus mejillas negras de una muerte triste; Aquel niño que meciste, Caridad, en tus rodillas...

En el miércoles santo los cargadores del Gran Poder y de Nuestra Señora del

Amor tienen que alargar la arrancada y abrir el compás para la prueba maratoniana que supone venir desde la barriada Bazán hasta el centro de nuestra ciudad y, aparte del popular entusiasmo que despierta por la misma barriada, Carlos III y calle Carraca, a mí me impresiona cuando enfila la carrera oficial, después de cuatro horas de recorrido ya, y entonces parece que la figura de Jesús se inclina más hacia adelante, como si solamente encontrara la inocencia en los lirios silvestres que halla en su fatigado caminar:

Desde tu Bazán te trae la fe de una barriada y en tu larga caminada ni te cansas ni te caes. ¡Cómo no hemos de creer en tu empeño salvador si a Ti no te harán caer ni te vencerá el dolor

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porque te sobra el Poder y tras Ti viene el Amor!

Si anteriormente resaltábamos el heroísmo de los cargadores del Gran Poder,

ahora tenemos que destacar el extraordinario momento de la salida, desde su capilla, de la cofradía de la Vera Cruz; son bien conocidas las maniobras tan difíciles que tienen que realizar los cargadores debido a la estrechez de la puerta y a las proporciones majestuosas del paso:

Cargaores, con cuidao, que en este mismo momento Cristo, en todo su tormento, a su Madre nos dao como nuestra, y ha expirao. Sacadlo a pasito lento.

En la profundidad de la noche del miércoles santo hay una Mater Dolorosa que

expresa su dolor bajo una advocación de suma delicadeza. ¿Hasta qué punto una madre puede ser amable, o mostrarse circunstancialmente amable, cuando le llevan a su hijo muerto delante? Hermoso misterio el que representa esta cofradía que atraviesa las calles de la Isla con pisadas de paloma, de paloma enlutada en este caso, en una estampa sobrecogedora de silencio y humildad, sobre todo, entre la calle San Gaspar y el callejón de Ánimas, donde es sabido que el paso casi roza las paredes y una lluvia de pétalos de flores cae sobre la Virgen, mientras que como dedos de fervor y consuelo, los versos de una saeta le acarician su manto de luto:

Madre amable, este saetero no espera que Tú sonrías, pues todas tus alegrías yacen en ese madero ya comidas de agonías. Pero viendo tu tristeza más de uno se acongoja y al manto de tu pobreza, como flor que se deshoja, alguien sus penas te arroja cuando en silencio te reza.

Uno de los tres célebres jueves que relucen más que el sol encuentra en nuestro

pueblo un eco inconfundible y tiene un conocido poder de convocatoria. Eso es innegable. El jueves santo es la subida al Getsemaní de las aspiraciones cofradieras isleñas.Tanto hermanos de fila como hermanos cargadores respiran en este jueves el olor característico, el aroma inconfundible que llevamos en la memoria semanasantil y que en ese día sale al exterior impregnando todas las calles semanasanteras. Es como una especie de incienso que solamente los elegidos que degustan las excelencias de ese día perciben por obra y gracia de la sensibilidad. El jueves es como la víspera de algo inconcreto y grande que no sabemos explicar, pero que sí adivinamos.

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Para un enamorado de las expresiones plásticas de las muchas que hay en nuestros cortejos procesionales, existe una, entre otras, que este año contemplaremos de subida, y no de bajada, por la hermosa calle Ancha. Se trata de un conjunto de dos advocaciones tan íntimamente unidas que no es posible hablar de una sin que la otra nos venga a la memoria para complementarla: Misericordia y Piedad.

¿No sabéis que el azahar es primavera y concordia, y se inclina a consolar a Jesús que da al pasar toda su misericordia?

La dulzura de la imagen de este Jesús pastoreño se corresponde con la de su

Madre, que le sigue con una actitud de dolorosa clemente:

María de la Piedad, ¿quién te da un aliento, di? ¿Quién tiene piedad de Ti cuando vas llorando así en tan honda soledad?

Tocas las crueldades que se ensañan en la persona de Cristo quedan al cubierto

ante la ira justa de ojos mediante una frase que ha quedado como divisa de la innovación que el cristianismo supone en la Historia: "Padre, perdónalos, que no saben lo que hacen". La cofradía del Perdón, parecida en su humildad a la de Marter Amabilis y a la de Nuestra Señora del Rosario en sus Misterios dolorosos, conmueve, como aquéllas, por su austeridad. Cristo está a punto de agonizar y esa frase suya nos tranquiliza a todos, porque todos somos un poco deicidas y, sobre todo, fratricidas:

A la lumbre del hachón que le ilumina la faz, eleva al Padre el perdón ¡ y qué reconciliación nos llena el pecho de paz ! Traes, Jesús, tu agonía desde lejos arrastrando porque todo San Fernando cabe, Señor, en la hería de ese costado sangrando por toda tu Casería.

El Silencio, como la llamamos popularmente, no tiene un lugar fijo y determinado,

como ocurre con otras cofradías; por todas partes que pasa es sobrecogedor, porque sobrecogedor es el Cristo de la Expiración y conmovedora es la imagen de María Santísima de la Esperanza. De regreso a su templo por la Alameda, pasadas las tres y media de la madrugada, la expresión dolorosa de Cristo parece que no se aviene con la advocación de la Virgen de la Esperanza. Esperanza, ¿de qué? Pero sí hay esperanza porque María sabe muy bien lo que significa esa expiración:

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Señora de la Esperanza, lo que esperas, se ha cumplido. Ni el dolor más deprimido te espanta ya ni te alcanza: . tanto, María, has sufrido. Y a Ti, Señor, que te mueres pendiendo de ese madero, ¿qué te dirá el pregonero entre tantos misereres sino ser él el primero en pedirte por su gente: la que te ignora, o te reza, o está en paro y con tristeza, el viejo, el adolescente, el fervor y la tibieza? ¿Qué te dirá el pregonero en tu agonía, Señor, sino agradecer tu amor y esa escuela del madero para aliviar el dolor?

Si el Jueves Santo aparece ante los ojos cofrades como la víspera de una

hermosa y grande conmemoración, la madrugada del viernes mantiene en vilo la religiosidad popular, el sentimiento que hasta entonces estaba larvado o expectante, de pronto, se manifiesta con toda su fuerza y grados de emocionalidad. Es un tópico decir la noche grande de la Isla, la noche en la que el fervor se expresa pulsando todas las fibras más particulares y entusiastas del alma isleña. Yo diría más bien que la Madrugada es el eje devocional por donde pasan todas las coordenadas cofradieras de nuestro pueblo. Si al cuadro de imágenes veneradas añadimos la de otra hermandad que anuncia su salida también para la Madrugada del Viernes, la tensión emocional se hace mucho más vibrante. Con la veneración pública de Nuestra Señora de los Desamparados, actualmente en Junta Pro- Cultos, ganará la Madrugada del Viernes en quilates cofradieros.

Yo quisiera cantar en un tríptico de sonetos un poco de lo que se puede captar en esa noche. En el primero está sintetizada la impresión de la salida de Jesús, así, en seco, como se le decía en la Esquina del Gordo, cuando llegaba hasta el barrio que me vio nacer, el barrio en el que la Patrona ostenta su señorío gloria ennobleciendo, generación tras generación la quintaesencia de los más cariñosos tópicos isleños. Y ahora vamos a seguir el foco que ilumina la puerta de la Iglesia Mayor:

Son las dos. El murmullo de la gente por un momento se ha desvanecido. Un tambor su redoble ha endurecido. Esta noche es la noche diferente. Se emociona el gentío. De repente el paso del Señor ha aparecido. Un foco lo deslumbra y le ha tendido hasta su pueblo un luminoso puente.

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El fervor es latido y llamarada. Es mar de rezos y de aclamaciones y es lágrima que endulza las mejillas. Ya es cirio de emoción la madrugada. Abrid, isleños, vuestros los corazones y también recibidlo de rodillas.

En el segundo soneto se hace una meditación sobre Jesús a través del recorrido:

Jesús, el de mis padres, mis abuelos. Jesús de todas mis generaciones. Jesús del pueblo en peregrinaciones. Jesús de las promesas y consuelos. En tu altar, en tu paso y en el cielo, di, ¿cuántas penas, llantos y oraciones, confidencias y desesperaciones han corrido a tus pies en mudos duelos? La Isla se te ofrece en primavera, trepa por Ti y se hace enredadera con fino aroma de jaculatoria. ¿Qué boca isleña no te ha pronunciado, Jesús, qué corazón no te ha llamado, o te lleva escondido en la memoria?

Después de este soneto que nos ha ayudado a reflexionar durante el recorrido,

llegamos, bajo. la luz de un amanecer cuajado de saetas y de desordenados acompañamientos, a la recogida. En este tercer soneto el corazón cofrade ha querido, como en una película, recoger una sucesión de impresiones desde la bajada de la calle Ancha hasta la subida por Capitanía, cuando el palio de María Santísima de los Dolores arde con las primeras teas de la aurora y los cristales azulinos del día se rompen por del Puente Zuazo:

María, Tú, al trasluz de los albores, siguiendo a tientas las más nobles huellas, acompañada vas por las estrellas, por la candelería y sus temblores. María, Tú, arquetipo de las flores, pináculo de todas las doncellas, delicia de las marchas, las más bellas, y mimo y honra de los cargadores. Llama es tu palio que arde con la aurora y se cimbrea, junco delicado, cuando el aire no sé si reza o llora. Si durante la noche lo has buscado, ¡míralo aquí a tu Hijo, extenuado, que ya en tus brazos quiere echarse ahora!

La vocación Nazarena de la Isla es una evidencia que huelga mencionarla. A ello

contribuye, qué duda cabe, el carácter excepcional de la Madrugada, pero también está

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fuera de duda que Jesús Nazareno es una devoción acrisolada por dos siglos y por las adhesiones de una generación tras otra. El carisma nazareno es un hecho indiscutible y en ese acontecimiento está, con pleno derecho, incluido el cargador, o mejor dicho, los cargadores como conjunto responsable de una serie bien estudiada de movimientos. Los cargadores que contribuyen a la ilusión de hacer caminar al "Viejo" por las calles isleñas, sienten en sus corazones el latido de un privilegio que les honra de una manera particular:

Cargaores que dais vida a Jesús por nuestras calles, cuidad todos los detalles desde la misma salida, y durante el recorrío cuidad por Dios, el mecío y también la recogida, que sobre vuestras costillas lleváis nada más ni menos que a Jesús El Nazareno, Señor de los Cañaíllas.

Acortando distancias, en un oleaje de bambalinas y crujir de varales, con la

candelería parpadeante, María Santísima de los Dolores llega a la Plaza de la Iglesia, en la que ya ha comenzado a resplandecer el sol de la primavera, y ante esa carismática mezcla de belleza y cansancio, el saetero le canta:

Mare Mía e los Dolores, Lola, la mejó der pueblo, ¿pa qué te voy a echá flores si la aurora es ya un requiebro a fuerza de resplandores?

En .la tarde del Viernes Santo suena una música callada, como la que describía

San Juan de la Cruz, pero en nuestro caso se trata de una nostalgia, de una suave melancolía marcada por el diagrama descendente después del apogeo de la Madrugada. El luto de la Soledad y del Santo Entierro vienen a poner un epílogo que tendrá su broche excepcional con la Junta Pro-Cultos de Nuestra Señora del Rosario, en la madrugada del Sábado Santo. El lema "A pasito corto y a las bandas" no se cumple en los dos pasos de la Soledad. Por una parte el impresionante grupo escultórico y, por otra, la imagen de la Virgen desconsolada:

Soledad, qué sola vienes en medio de este gentío, aislada en el señorío de un silencio que contiene más llanto que agua en un río. Cargaor que has amarrado en el palo la armoá, al decir: " i vámonos ya! " también le dejaste atado

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el corazón ofrendado a tu Virgen Soledá.

La solera del Misterio del Santo Entierro es, como la del Nazareno, como la de la

Virgen del Carmen, una devoción que sobrepasa a muchas generaciones. El Señor, cumplida su tarea redentora, es conducido al sepulcro. Tras él, su Madre en la peor de las soledades. El último paso de palio que procesiona por nuestras calles lleva ese ritmo de bajel en marea bonancible, pero aquí el mecío se acompasa con una suavidad que quiere reproducir la congoja que embarga a María Santísima:

María, el mayor dolor para Ti estaba guardado. Es pesadilla y temblor darte consuelo a tu lado en esta tu hora peor.

Las características de la Virgen del Rosario en sus Misterios Dolorosos incorpora

a nuestros desfiles procesionales un matiz de acusada personalidad en la que están ausentes todos los componentes barrocos que abundan en las demás cofradías. Con el luto blanco y los brazos abiertos me la imagino en medio del Calvario, apenas han transportado el cadáver de su Hijo, como interrogando a la voluntad divina. A la más solitaria de las Dolorosas el pregonero le dice:

Soledá, la del Rosario, contando penas tras penas, toas las piedras del Calvario, ¡toas las piedras del Calvario y los granitos de arena!

Del Sábado Santo a la hora del repique de Resurrección hay unas horas de

reflexión y de acusada nostalgia. Los hermanos cofrades y los hermanos cargadores han visto cómo un nuevo año otra Semana Santa ha enriquecido sus corazones y sus experiencias cofradieras. En medio de todas las amenazas que, como espada de Damocles, penden sobre nuestras vidas, Dios ha permitido que este gozo, que no es un goce, se suceda de nuevo para nuestra alegría. Hemos visto una nueva Semana Santa y le pedimos y confiamos en que volveremos a ver otra. Pero hemos de ganarnos este don poniendo con nuestros testimonios de creyentes un común denominador de fe y buena voluntad en nuestras relaciones. Seamos de Medinaceli o de la Expiración, del Huerto o de la Misericordia; de la cuadrilla de la Borriquita o de la ACI, de la del Nazarero o de la JCC, de la propia Hermandad o de la cuadrilla de Nicolás Carrillo, somos ante todo y para bien nuestro, cofrades, o sea hermanos, hermanos de una misma devoción: Cristo y su bendita Madre María Santísima, porque el Domingo Jesús va a resucitar por TODOS, sin excepción, y es entonces cuando la alegría del pregonero será mayor que nunca, de manera que podrá exclamar con gran júbilo estos versos finales:

Porque ya has resucitado tu promesa se ha cumplido. Porque a la muerte has vencido,

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tu cuerpo has glorificado. La vida ya está elevada, como cumbre de la historia, a la altura de tu gloria. Tierra, ¿dónde está tu nada? Muerte, ¿dónde tu victoria?

Real Isla de León, 11 de abril de 1.987, Sábado de Pasión

Juan Mena Coello (Escritor)