V Cer tamen literar iode Relato breve

A.P.A. Departamento de LenguaSagrado Corazón Rosales

2015

Con la colaboración de

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Índice

Presentación 5

Categoría: A (1º a 3º de Ed Primaria) 8

Categoría: B (4º a 6º de Ed Primaria) 11

Categoría: C (ESO) 14

Categoría: D (Bachillerato) 17

Categoría: E (Familiar) 21

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Presentación

El Día de Libro invitamos a los alumnos del colegio y a sus familias a participar en

el Concurso Literario APA Sagrado Corazón. Como parte de la Comunidad Educativa

tenemos especial interés en promover iniciativas que ayuden a mejorar el uso del

lenguaje y fomentar los valores creativos y literarios entre los alumnos.

Contamos con la colaboración de los profesores del Departamento de Lengua y

Literatura del Colegio que tienen el reto de animar a los alumnos a escribir empleando

su imaginación y creatividad y poniendo su empeño e ilusión. Además, también colaboran

con nosotros dos expertos en literatura infantil que son los encargados de seleccionar

una obra finalista de cada categoría y que nos traen noticias de “El Dragón Lector”, un

dragón azul que no paraba de leer.

Como principal novedad, respecto a anteriores ediciones, este año se entregó además a

los premiados un ejemplar de la especial edición adaptada del Quijote (RAE, Santillana)

con prólogo de A. Pérez-Reverte, firmada por el académico, y un Diploma acreditativo.

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Los ganadores del Certamen este año han sido:

Categoría AELISA MÁRQUEZ SERRANO DEL HARO “Paseando con Camila” 3º A E Primaria

Categoría BLAURA SANHONORATO “¡Cómete las verduras!” 6º B EPrimaria

Categoría CLAURA NAVARRO “Lección aprendiada” 4º ESO

Categoría DEUGENIO ORTEGA Sin título 2º Bachillerato B

Categoría ECARLOTA GUTIÉRREZ VITOLA Y FAMILIA “La escalera mágica” 3º E Infantil

Presentación

Relato

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PASEANDO CON CAMILA

Camila es mi perrita. Me la regalaron mis padres cuando cumplí ocho años. Es decir, el año pasado. Y esta es mi historia con Camila.

Camila es de color canela, mi madre quería llamarla Canela pero a mí me parecía que esa era una mala idea, porque ya hay muchas Canelas y no tantas Camilas.

Y desde luego ninguna Camila como la mía.Es de raza mezclada, mi padre dice que tiene algo de perro japonés y mi madre

dice que es un chucho inglés. Para mí que Camila es de aquí, de Madrid, de Lavapiés que es un barrio muy limpio y muy nuestro.

Todos los días la saco a pasear antes de ir al colegio y después.Mi padre siempre va conmigo, o sino mi madre, pero ayer mi madre se quedó en el

trabajo hasta tarde y mi padre quería ver el fútbol y me dijo que si quería podía ir yo sola a pasearla.

La idea me encantó.Salimos a la calle y fuimos hacia el parque. A Camila le encanta hacer pis entre las

flores y tumbarse en la hierba, mientras muerde las nubes que pasan por el aire.

Estábamos tan a gusto y tranquilas que hice lo que mis padres me dijeron que “Nunca, nunca, nunca ¿Me oyes?” debo hacer, y le solté la correa.Por un momento Camila me miró a los ojos y en sus labios de

perro feliz vi aparecer una sonrisa maliciosa.Luego, como si me hubiese pedido permiso, echó a correr

como una loca…

Categoría A: 1º a 3º Ed. Primaria

Relato

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Dejo atrás el parque y dobló la esquina tan deprisa que solo vi su rabito alejarse.Eché a correr yo también detrás de ella, pero ni de broma la di alcance.Llegué a tiempo de verla entrar a toda velocidad en un super del barrio y no sé

lo que pasó, pero oí ruidos y gritos, vi unas latas rodando y en medio, Camila como Rompe-Ralph, salió perseguida por el tendero…en su boca llevaba un paquete de jamón cocido.

Asustada pero feliz, no paró ni un segundo y entró en el chino más cercano.Fui detrás, dispuesta a poner fin a su aventura, pero fue peor…se enredó en una

peluca muy negra y salió disparada con aire de Mario Vaquerizo…el chino me gritó algo que por suerte no entendí…y eso que Camila le había dejado dentro el jamón.

Luego, sin pausa en su loca carrera, entró en una peluquería para Señoras…yo me metí detrás…Enseguida oí gritos de ¿qué es eso?... Y la peluquera me dijo: ¡Qué perra más fea!...

No es fea…grité yo. ¡Es que lleva peluca!

Fui detrás, dispuesta a poner fin a su aventura, pero fue peor…se

enredó en una peluca muy negra y salió disparada con aire de Mario

Vaquerizo…el chino me gritó algo que por suerte no entendí…y eso

que Camila le había dejado dentro el jamón.

Relato

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Las señoras, incluso las que tenían papel de plata en la cabeza y parece que llevan disfraces de marcianos baratos, se pusieron todas a reír como si estuviesen de fiesta…yo me enfadé y les dije: ¡Las pelucas son la última moda!…Pero ellas reían y yo no entendía que les hacía tanta gracia, hasta que vi que la perra iba por debajo de las sillas acariciando con su rabo y la peluca, todas las pantorrillas.

Salió como un rayo pero me tiré sobre ella y paré el gol de Camila, casi igual que Iker y al agarrarla perdió la peluca que quedó en el suelo como un ratón muerto.

Le puse la correa y le dije: “Nunca, nunca, nunca ¿Me oyes?”La perra, cansada, en mis brazos, me sonreía con cara de no haber roto un plato.La misma cara que pongo yo cuando mis padres me lo dicen.

Elisa Márquez Serrano de HaroTercero A de Primaria

Relato

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¡CÓMETE LAS VERDURAS!

“… Diose a pelar la rueca tanta prisa, que hubo la madre de notar la sisa…” Buff, qué aburrido es este libro. ¡Ah, hola! Que estáis ahí. Os estaba esperando.

Me voy a presentar. Soy Laura, tengo 7 años y vivo cerca de Madrid, a unos 10 kilómetros. Lo que más me gusta es, cocinar… pero lo que más odio son las verduras [sin contar a mi bisabuela cuando me pellizca el moflete con sus manos rugosas].

Laura, baja a cenar –dice su madre mientras pone la mesa. Voy mamá- responde Laura.Y adivina lo que había de cenar. ¡Verduras! ¡No deberías de haber puesto verduras! –gritaba Laura mientras se ponía

roja como un tomate.

Laura se puso tan colorada que se desmayó. ¿Hola? ¿hay alquien ahí?- preguntaba desesperada. Laura empezó a caminar por ahí, pero no había ni una mísera hormiga. ¡Crack! – se oyó entre unos matorrales. ¿Hola?- preguntó Laura. Holi –dijo el bicho [digo bicho porque no sé lo que es]¡Un brócoli! ¡Qué alguien me ayude! ¡Me persigue!

Categoría B: 4º a 6º Ed. Primaria

Estaba a punto de engullirla, pero cuando Cherry lanzó una pepita

de su cuerpo a su garganta y se atragantó, Laura aprovecho para

escaparse.

Relato

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Laura consiguió huir de él. Como no sabía dónde se encontraba, pidió ayuda. De repente bajó la mirada al suelo. ¡Oh! Qué mono es este tomate. Espera, ¡odio las verduras!Laura salió corriendo, pero el tomate la alcanzó. ¿Qué haces tú aquí otra vez? ¡socorro!Espera, me llamo Cherry ¿qué es esa cosa que llevas en la espalda?So… son… son artilugios para defenderme de vosotros,- dijo asustada Laura. ¿Te parece bien si somos amigos?¿yo? ¿amiga de una verdura? Ja! Quien te crees que soy, ¿una coliflor?- dijo con tono

bastante irritante. Yo me voy de aquí- dijo Laura. Laura se fue a investigar el lugar y Cherry pensó: Laura es una niña muy lista, pero no se lleva muy bien conmigo. ¿qué puedo hacer?

Será mejor olvidarse del tema.Laura se adentró en una oscura cueva porque no tenía donde refugiarse. De repente

salió una chuleta. Hola señor chuleta. Niña, pareces muy tierna.¿Qué, qué está pasando? ¡Que me come que me come!Justo cuando iba a cogerla, apareció Cherry. Laura está en peligro, tengo que ayudarla- pensó.Estaba a punto de engullirla, pero cuando Cherry lanzó una pepita de su cuerpo a su

garganta y se atragantó, Laura aprovecho para escaparse. Muchas gracias, Cherry. Tú si que eres un amigo de verdad. Adiós. Adiós, Laura.

Relato

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Laura, Laura, despierta. Que… ¿qué ha pasado? He tenido un sueño muy raro. Ven a mi cuarto y me lo cuentas todo.

MORALEJA: Aprovéchate de los bienes de las verduras y no comaís tanta grasa porque las verduras os pueden salvar la vida.

Laura Sanhonorato6º. B E Primaria

Relato

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¿LECCIÓN APRENDIDA?

Alguien me dijo una vez: “lo entenderás cuando tengas mi edad”. Frase que casi todos, sino todos, hemos oído. Por lo general, suele ser una persona mayor la que nos da la lección pero, en mi caso, fue impartida por alguien que no ha vivido ni tan siquiera una década.

Un día, mientras jugábamos a un juego inventado por ella, dibujó algo en su cuaderno que yo no entendí. Entonces me miró muy seria y, como si de un reproche se tratase me dijo: “lo entenderás cuando tengas mi edad”. Después se echó a reír y me explicó su dibujo que resultó ser una ballena en bikini tomando el sol, ¡como para adivinarlo!

Pero, aunque ella me lo dijo imitando a esa persona que en toda familia repite la misma frase hasta la saciedad, me hizo pensar. Pensé en cómo cuando somos pequeños tenemos una hermosa percepción de la realidad que nos permite ver todo lo que para los que ya se acercan a una cierta edad, es invisible. Entonces deseé volver a ser pequeña, tener de nuevo esa percepción perdida con los años y, de pronto, comenzaron a pasar imágenes ante mis ojos como en una película y me sentí de nuevo como una niña.

Volví a ver hadas en las flores, ninfas en el bosque, magia en la ciencia e incluso monstruos en la oscuridad. Fui de nuevo capaz de construir fuertes con cojines, casas con cartones para las muñecas y varitas mágicas con el primer palito que encontré.

Adquirí la ya olvidada capacidad de soñar despierta y de convencer a todos de que “yo no había tirado el pegamento al suelo, había sido el monstruo que vivía bajo mi cama”. Volví a defender lo importante y, si alguien iba contra lo que me importaba,”era tonto del bote”.

Categoría C: ESO

Relato

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Sentí la ilusión de los Reyes Magos, la carta nuevamente hecha un mes antes(o dos). Deseé como nunca que viniera el ratoncito Pérez y, recordé que no nos arrancábamos los dientes porque nos daba demasiado miedo, que sino, habríamos acabado todos desdentados seguro.

Comprendí que, entonces, me importaba nada y menos si mis amigos eran altos, bajos, guapos, feos, buenos coloreando o malos recortando. Sólo me importaba que éramos “amigos para siempre”.

Releí El Principito y recordé lo siguiente: “A los mayores les gustan las cifras. Cuando se les habla de un nuevo amigo, jamás preguntan sobre lo esencial del mismo. Nunca se les ocurre preguntar: ‘¿Qué tono tiene su voz? ¿Qué juegos prefiere? ¿Le gusta coleccionar mariposas?’ Pero en cambio preguntan: ‘¿Qué edad tiene? ¿Cuántos hermanos? ¿Cuánto pesa? ¿Cuánto gana su padre?’ Solamente con estos detalles creen conocerle.”

Y, así, entre amistades que prometían ser eternas, mundos mágicos, creatividad ilimitada e ilusiones para dar, tomar y regalar, fui viendo cómo desapareció todo.

Dejé atrás las barbies porque “ya era demasiado mayor para las muñecas”.

Volví a ver hadas en las flores, ninfas en el bosque, magia en la

ciencia e incluso monstruos en la oscuridad. Fui de nuevo capaz de

construir fuertes con cojines, casas con cartones para las muñecas y

varitas mágicas con el primer palito que encontré.

Relato

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Fui consciente de cómo perdí la ilusión cuando descubrí ciertas cosas que, por respeto a la inocencia del que aún no las conoce, no revelaré. Cómo pasé de luchar con uñas y dientes contra el que decía algo que cuestionaba mis principios a, en muchos casos, simplemente “dejarlo correr”.

Mi realidad se distorsionó corriendo un tupido velo ante el mundo de las hadas, las ninfas y los monstruos y dejando ver ahora todo aquello que antes no parecía tener importancia como el físico, el dinero…

Entonces, las imágenes llegaron al momento en el que llegué a la adolescencia, en la que parecía que lo único que importaba era el futuro, mis amistades(que más valía que fueran buenas), mis notas y mi rendimiento.

Las imágenes se frenaron de golpe y, volviendo a la realidad, me vi reflejada en uno de los numerosos espejos que mi nieta tenía en su cuarto. No vi la niña que fui de joven, sino una anciana con una amplia y joven sonrisa en los labios. Esa era yo, pero me di cuenta gracias a la lección de alguien que aún no ha dado “el gran salto” en lo que a edad se refiere, de que hay que aprender a pararse de vez en cuando y pensar en todo lo que dejamos en el camino cuando damos ese salto porque hay muchas cosas que sólo se entienden con una cierta edad y, aunque parezca imposible, siempre hay momentos para volver a ser pequeños.

Laura Navarro 4º ESO

Relato

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SIN TÍTULO

El silencio le había requerido ante aquella puerta en otros días señorial (más preludio que puerta, cabe decir), de madera oscura y picaporte dorado, ajada ya por los latidos del tiempo. Latidos que parecían haber resonado con estruendo por aquel edificio entero; por aquel edificio entero y especialmente por aquel descansillo situ en el cuarto piso del número 5 de la calle […]. Se oían gritos abajo. Hizo una mueca, iban a despertar al hastiado heroinómano del portal cuya visión privilegiada del mundo había abocado a una jeringuilla. Con gesto rutinario se apartó un mechón de pelo rubio de los ojos y llamó al timbre. No funcionaba. Dio un par de golpecillos sobre el marco con los nudillos y aguardó.

Cuatro golpes. Espera. Nada. Cuatro golpes. Espera. Nada. Un perro ladró en la vivienda contigua. Echó una ojeada alrededor y su mirada

se detuvo a su izquierda, en unas plantas cuyos rebordes despuntaban amarillentos. Recibían una luz del ventanuco que, sobre ellas, filtraba la claridad exterior dando a la estancia tonalidades ocres. Herencia de su padre. A la muerte de este, se había resistido a librarse de ellas, y su cuidado se había convertido en la única rutina que

Categoría D: Bachillerato

Tosió y siguió hurgando hasta que un tacto metálico fue a lamerle

las yemas de los dedos. Asió la llave y se percató con horror de que

arrastraba consigo una minúscula araña.

Relato

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realizaba con casi enfermiza devoción, recreándose en el pasado. Se inclinó ante las macetas y palpó tras ellas. Polvo. Tosió y siguió hurgando hasta que un tacto metálico fue a lamerle las yemas de los dedos. Asió la llave y se percató con horror de que arrastraba consigo una minúscula araña. A un par de segundos de pánico en que el arácnido aprovecho para encaramarse en su índice le siguieron una serie de aspavientos tratando de quitarse lo de encima.

Con el corazón desbocado en el pecho por el repentino esfuerzo, se inclinó con las manos sobre las rodillas para recuperar el aliento. Un violentísimo ataque de tos le obligó a buscar el apoyo de la pared más próxima, mientras su espalda sufría bruscas sacudidas. Levemente recompuesto, se escupió en el dorso de la diestra y se ayudó del yeso para incorporarse. “O eres peluda o tienes ocho patas o crujes cuando te pisan, pero no todo a la vez”. Como se de volver a andar se tratara, dirigió sus pasos (los pocos que distaban) hacia la puerta.

La cerradura pareció percibir la llave con la nostalgia con que recibe Madrid el trino de las golondrinas. Abrió, y sus ojos necesitaron de unos segundos para acostumbrarse a la semi-penumbra en que se encontrada sumida la sala. Las persianas estaban bajadas, pero las rendijas entre estas dejaban pasar delgados haces de luz que moteaban paredes y suelos de pecas brillantes. La atmósfera, enrarecida, pausada, siguiendo un compás ajeno al mundo-más-allá-de-las-correderas. No había muebles; ni cuadros ni fotografía alguna. Quería sus recuerdos como tal, recuerdos. “¿Eugas?”.

Relato

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Avanzó por el estrecho pasillo que conectaba el cuarto de estar con las habitaciones. Pasado un aseo radiantemente iluminado por un tragaluz, se encontró ante dos puertas: la una, cerrada, la otra, entornada. Entró por la primera y se paró en el umbral. Allí estaba tirado en el suelo, más pálido aún de lo que recordaba.

Que te jodan.

Tenía echado por encima un grueso abrigo de plumas, al que parecía aferrado. Un Extraño y casi imperceptible aroma a tabaco y a perfume de mujer impregnaba el aire, que se había ido enturbiando según se acercaba a aquella estancia. El brazo izquierdo caía al desnudo a un lado del cuerpo. Por arriba del codo llevaba atado fuertemente un elegante cinturón de cuero negro, de hebilla plateada, cuya opresión sobre la piel había dejado un reborde morado a su alrededor.

¿Es realmente como dicen? ¿El mayor placer que has probado nunca?

Abrió, y sus ojos necesitaron de unos segundos para acostumbrarse

a la semi-penumbra en que se encontrada sumida la sala. Las

persianas estaban bajadas, pero las rendijas entre estas dejaban

pasar delgados haces de luz que moteaban paredes y suelos de

pecas brillantes. uñecas y varitas mágicas con el primer palito que

encontré.

Relato

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También en el suelo, junto a él, un pequeño libro de tapas verde oscuro, no más grande que dos cuartos de palmo, llamó su atención. Se acuclilló a un lado de su amigo y lo tomó entre sus manos con sumo cuidado, como quien toma un animalillo, perdiendo unos segundos en acariciar la cubierta aspera, sin prisa, y sintiendo entre la dermis de ambos, del libro y la suya propia, el calor de un familiar. “Poeta en Nueva York”, leyó en el lomo. Suspiró y lo acabó dejando sobre su silueta en el parqué, allá donde el polvo y el tiempo habían dibujado su contorno. Levantó la vista y en un rincón de la habitación apreció un viejo tocadiscos. No había nada más en derredor. Se acercó para descubrir que se encontraba ya listo para empezar a sonar, solo a la espera de que él accionase el mecanismo. Sonrió. Y lo accionó.

Se llevó la mano al bolsillo del pantalón y sacó la cajeta de tabaco y un mechero. Se sentó, de espaldas al misántropo,

Y se encendió un cigarrillo.

¿Te molesta?

Y se tumbó a su lado. Y allí tumbados, cabeza con cabeza, vida con muerte y muerte sin vida, el “Cry Me a

River” de Julie London de fondo, protagonizaron un último silencio.

Eugenio Ortega2º Bach. B.

Relato

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LA ESCALERA MÁGICA

Un día Carlina, una niña de nueve años, se encontraba en su casa aburrida. Empezó a preguntar a su madre, su padre y su abuela, que vivía con ellos, si querían jugar con ella o si la podían llevar al parque. Todos le decían muy rápidamente que estaban ocupados, sin ni siquiera dejar de hacer lo que estaban haciendo para escuchar lo que Carlina les decía. La verdad, es que parecían todos muy atareados yendo de un sitio a otro, estaban serios e incluso tristes. Entonces Carlina también se puso triste y salió a su jardín. El día tampoco ayudaba a animar a Carlina, ya que apenas se veía el sol. Pero de pronto, en el fondo de su jardín vio una escalera que subía muy alto, muy alto, tan alto que no se veía el fin de la escalera. Carlina empezó a subir la escalera. A pesar de que era una escalera muy larga, a medida que Carlina iba subiendo la escalera se sentía con más fuerza y energía. Y a medida que subía la escalera el sol brillaba cada vez más y más, y las nubes que había visto al salir al jardín ya no estaban, ahora era un día soleado.

Cuando por fin Carlina llegó al fin de la escalera, se encontró en medio de un campo verde lleno de flores, margaritas, lilas, amapolas, rosas de todos los colores, lavandas, y un sinfín de tipos de flores de los que Carlina ni siquiera sabía su nombre. Repentinamente, sin ver Carlina de dónde venían, aparecieron seis niños muy

Categoría E: Familiar

Y a medida que subía la escalera el sol brillaba cada vez más y más,

y las nubes que había visto al salir al jardín ya no estaban, ahora era

un día soleado.

Relato

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sonrientes con las caras redonditas y vestidos de blanco. Los niños comenzaron a hablarle dulcemente, sus voces hacían que Carlina se sintiera tranquila, y contenta. Los niños le propusieron a Carlina jugar sin tan siquiera preguntarle antes el nombre. No eran sus amigos, nunca antes los había visto, pero a Carlina le parecía que los conocía de toda la vida. Jugaron y rieron un montón. Jugaron a hacer carreras, al corro de la patata, a tumbarse en el césped boca arriba mirando el cielo y jugaron a hacer volteretas.

Después de pasar un buen rato jugando, Carlina empezó a notarse cansada, así que pensó que ya sería tarde. Miró su reloj y vio que era la hora de los baños…”uffff” pensó Carlina “se me ha pasado el tiempo volando”. Entonces sin ponerse triste por tener que irse, les dio un beso a sus nuevos amigos, y se decidió a volver a casa, para lo cual bajo nuevamente la larga escalera que había subido. Cuando llegó a su jardín, ya no le parecía que estuviera nublado. Se sentía contenta y tranquila. Cuando entró en casa, vio otra vez a todos tristes y estresados, y ella les dijo: “no hay que estar tristes ni acelerados, hay que estar tranquilos, sonrientes y sin prisa, hay que disfrutar de la vida que tiene muchas cosas muy bonitas, pero si vais tan rápido no veis las cosas tan bonitas que os digo”. Su mamá, su papá y su abuela se quedaron sorprendidos al oír a Carlina. Era una niña muy pequeña y sin embargo había dicho una cosa muy sabia. Los tres al oírla, dejaron de hacer lo que estaban haciendo, le sonrieron y le dijeron:

Su mamá, su papá y su abuela se quedaron sorprendidos al oír a

Carlina. Era una niña muy pequeña y sin embargo había dicho una

cosa muy sabia.

Relato

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“Es verdad Carlina, tienes razón”. Las palabras de Carlina les hicieron reflexionar, y tranquilizarse, ya era tarde, y pensaron que lo que estaban haciendo podía esperar al día siguiente. Así que sentaron juntos en el salón a charlar. Ese día cenaron los tres juntos, muy tranquilos conversando y riendo.

Al día siguiente, Carlina fue a su jardín para subir la escalera. Pero la escalera ya no estaba, al verlo se quedó decepcionada pero estaba contenta por lo que había aprendido. Desde ahora cada vez que se siente un poco triste piensa en las cosas bonitas que le gustan, y procura rodearse de gente que esté contenta y tranquila, y ayudar a los que la rodean para que estén contentos para que aprendan a ver las cosas bonitas de la vida.

Carlota Gutiérrez Vitola3º Infantil

Rosario Vitola Bianchi(mamá de Carlota)