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UvA-DARE is a service provided by the library of the University of Amsterdam (http://dare.uva.nl) UvA-DARE (Digital Academic Repository) Monólogo uno. La instancia dramática de la enunciación en el poema Fernandez-Jauregui Rojas, C. Published in: Dialogía Link to publication Citation for published version (APA): Fernández-Jáuregui Rojas, C. (2013). Monólogo uno. La instancia dramática de la enunciación en el poema. Dialogía, 7, 147-173. General rights It is not permitted to download or to forward/distribute the text or part of it without the consent of the author(s) and/or copyright holder(s), other than for strictly personal, individual use, unless the work is under an open content license (like Creative Commons). Disclaimer/Complaints regulations If you believe that digital publication of certain material infringes any of your rights or (privacy) interests, please let the Library know, stating your reasons. In case of a legitimate complaint, the Library will make the material inaccessible and/or remove it from the website. Please Ask the Library: http://uba.uva.nl/en/contact, or a letter to: Library of the University of Amsterdam, Secretariat, Singel 425, 1012 WP Amsterdam, The Netherlands. You will be contacted as soon as possible. Download date: 29 Sep 2018

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    UvA-DARE (Digital Academic Repository)

    Monlogo uno. La instancia dramtica de la enunciacin en el poema

    Fernandez-Jauregui Rojas, C.

    Published in:Dialoga

    Link to publication

    Citation for published version (APA):Fernndez-Juregui Rojas, C. (2013). Monlogo uno. La instancia dramtica de la enunciacin en el poema.Dialoga, 7, 147-173.

    General rightsIt is not permitted to download or to forward/distribute the text or part of it without the consent of the author(s) and/or copyright holder(s),other than for strictly personal, individual use, unless the work is under an open content license (like Creative Commons).

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    http://dare.uva.nl/personal/pure/en/publications/monologo-uno-la-instancia-dramtica-de-la-enunciacion-en-el-poema(4b0113a5-a0ff-4a84-934c-4ac33309f86b).html
  • Monlogo uno. La instancia dramtica de la enunciacin en el poema

    Carlota Fernndez-Juregui Rojas Universiteit van Amsterdam

    El pensamiento, catico por naturaleza, se ve forzado a precisarse al descomponerse.

    (Ferdinand de Saussure, 1945: 137)

    Resumen: En este artculo se describe la naturaleza dramtica del poema desde cuatro perspectivas teatrales: aparte, parte, interpretacin y papel dramtico. Partiendo del estudio de la condicin monologal del poema, se aborda en segundo lugar la confusin pronominal que se da entre el yo del poema y el t del lector para as, abordar en la tercera seccin, a partir de la lectura del Convivio de Dante, la semejanza entre el poema y la lectura, o entre la cancin y el comentario, desde su capacidad reversible de hablar el uno por el otro. Este hecho nos remite nuevamente a una identificacin, en la soledad del monlogo, del poema con su intrprete. La divisin de dos direcciones (apelativa y referencial) nos permite, finalmente, establecer una serie de figuras retricas dependientes de las cuatro actitudes enunciativas. Palabras clave: monlogo, apelacin, postura, quironoma, interpretacin. Abstract: This paper describes the poems dramatic nature from four different points of view: aside, part, interpretation and role. Having in mind the study of the poem as a monologue, we undertake the pronominal confusion that appears between the I of the poem and the readers you. Considering Dantes Convivio we focus on the similarities between the poem and its reading too, due to its reversible ability to

    [Dialoga, 7, 2013, 147-173]

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    speak one to the other. This fact refers, as previously stated, to an identification of the monologue as solitude and the embodiment of the poem with its reader. Finally, the division of the appellative and the referential directions let us to establish different rhetorical devices that depend upon the four attitudes of the enunciation. Key words: monologue, appellation, posture, chironomy, interpretation.

    1. Uno: aparte. La falacia de la comunicacin Cuatro son las posturas impostoras de la lengua. Pero, a no ser que queramos acabar enmudecidos, sujetndonos sin motivo uno de los dedos de la mano, hay que seguir la leccin de la experiencia que dice que es mejor no enumerar. Mejor ser dejarlo en uno. Y slo en un monlogo solo, pues lo que es uno no puede destruirse salvo por s mismo, capaz de alzar la palabra y fracturarse en dos. Sin embargo, incluso cuando uno habla consigo mismo no se dice nada que su conciencia no supiera. Uno habla, y se rompe, porque uno se piensa. Porque la pregunta quebranta la cosa que pregunta. Porque pensar es la impostura de fingir que no se sabe; de fingir, estando dentro, que se est fuera. Arriesgumonos a la mortal enumeracin al decir que cuatro dgase cuatro con la rara fuerza del ltimo aliento, con el nfasis de aquel que teme quedarse slo con tres son las cosas que uno puede hacer con la lengua. Uno: afirmar; dos: exclamar; tres: negar; cuatro: interrogar.

    Pero, existe el lenguaje en soledad? Las ciencias humanas se han pensado siempre a partir de la comunicacin entre dos elementos, desde el despliegue de la comprensin, siendo mouere, metaphor y traditio los tres ejes de toda una serie de tropos propios de la retrica, de la potica y de la historia, que han dibujado la forma de la comunicacin como proyeccin y continuidad. Parece que uno lanza y que otro recoge, aunque esto no sea sino fruto de un espejismo. Incluso podemos ingenuamente pensar valga el oxmoron, que el lenguaje existe porque existe en sociedad, porque los hombres tienen como necesidad vital la comunicativa, porque uno habla cuando quiere decir algo a otro, es ms, porque ms all de uno hay siempre otro que recibe nuestras seales e

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    interpreta nuestros signos, nuestras afirmaciones y negaciones, todas nuestras interrogaciones y exclamaciones, intermitencias que lanzamos a la oscuridad como luces esperanzadas de un navo a la deriva. Pero existe, cabe insistir, el lenguaje en soledad? Hay que separarse y retirarse de s, escribe Michel de Montaigne (2007: 325), que se habla a s mismo desde la forma del ensayo esa forma que nace del lmite y que no tiene lmite para evitarse a s mismo. Creemos que no todo monlogo es un falso dilogo (que diran las ciencias del lenguaje siguiendo a Bajtn) sino, ms bien, y funestamente, que todo dilogo es monlogo en soledad. El monlogo es, como el grado mximo de la verdadera oracin segn expresa Hugo de San Vctor en De modo orandi, un arte de la yuxtaposicin, de la acumulacin, un habla inconexa en la que desde el principio se atisba el final, que transcurre con la falsa impaciencia de querer saber lo que ya se sabe. Hablar con otro es prolongar esa falaz espera, desplegar y poner en orden el monlogo en el negocio de un simulado dare et accipere. Y escribir es adoptar esa postura vectorial que finge evitar el dao de la verdad ltima que supone decir que estamos solos y que nuestras palabras son el signo excesivo de nuestra carencia. Sin alguien a quien interpelar, nos quedamos sin gemido. Y, si desaparece la subordinacin, desaparece el sujeto: El sujeto es una figura de la sntesis vectorial de la transitividad del sentido, el presupuesto del tropismo de la predicacin, de la naturaleza posicional y proposicional de la sintaxis, escribe Jos Manuel Cuesta Abad (1998: 380). Entonces, sin un t al que darse, el yo se sustrae al darse a s mismo; sin otro logos que sirva de destino, no hay posicin sino pose o postura, la pose impar que nadie escucha, que nadie ve, que nadie entiende ni transmite; una pose que es siempre ltima y no tiene fin, un aparte que es slo para nosotros, para nosotros que es uno, que somos monlogo uno: nunc duo concordes anima moriemur in una (Ovidio, 2007: III, 473). El tropo conlleva en s una torcedura una inflexin o giro, y supone el quebranto de la torsin o desenvolvimiento de la forma entrelazndose en unin con la lectura. El yo y el t se arroban el uno al otro, como los ladrones del Infierno dantesco (XXV, 58-

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    57). No ser que uno recoge lo que uno mismo lanza?, no ser que omos el eco de lo que decimos, que slo leemos lo que queremos leer, lo que hubiramos escrito? ci chidico un semplice lume, dir Dante en el Paraso (XXXIII, 90). Y no ser la lectura la tragedia de un pronombre en danza?

    Como entre el yo y el t en el monlogo, la lnea divisoria entre la lectura y la obsesin ser tambin imprecisa: del mismo modo que la imagen viene dirizzata al ojo enamorado de Beatrice, para imponerse como nica visin, en lnea recta a la pupila como si se tratase de un dardo directo a su destino, el poema se impone como nica verdad en la que el lector se obsede y, ajeno de s, cree estar pronunciando en la conciencia de su propia boca, como un cautivo posedo por Amor. Esta obsesin amorosa de la lectura nace de la identidad entre cancin y comentario, tal como aparecen en el Convivio: el poema es capaz de personarse, transformndose endiabladamente en aqul que lo recibe, de modo que el ojo se enamora del ojo que lo mira, es decir, de s mismo:

    E qui si vuol sapere che avvegna che pi cose ne locchio a unora possano venire, veramente quella che viene per retta linea ne la punta de la pupilla, quella veramente si vede, e ne la imaginativa si suggella solamente. E questo per chel nervo per lo quale corre lo spirito visivo, diritto a quella parte, e per veramente locchio laltro occhio non pu guardare, s che esso non sia veduto da lui, ch, s come quello che mira riceve la forma ne la pupilla per retta linea, cos per quella medesima linea la sua forma se ne va in quello chello mira: e molte volte, nel dirizzare di questa linea, discocca larco di colui al quale ogni arme leggiere. Per quando dico che tal donna li vide, tanto a dire quanto che li occhi suoi e li miei si guardaro (Dante, 2005: II, IX, 4-5)1.

    1 Sobre este proceso, escribe Klein (1980: 44): Dante slo conoce un nico

    spirito visivo que sale de los ojos o que corre por el nervio ptico para transmitir una imagen a la imaginativa. Y sabe por tanto que su explicacin de la fascinacin y, consecuentemente, de los efectos del amor, exigen que todos los espritus de los sentidos externos o internos, as como los espritus visuales del corazn, sean en el

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    El comentario se dirige a la cancin y la cancin al contenido, obsesionados y fascinados el uno por el otro, identificados el uno en el otro, de-s-a-s. El monlogo representa la apelacin del yo hacia s mismo, dirigindose hacia su propia imagen resonante: iste ego sum: sensi, nec me mea fallit imago (Ovidio, 2007: III, 464), donde el hablar hacia y el hablar desde se ven identificados y revertidos y el auctor es el nico de los dramatis personae presente en la escena. El amoroso indirizzare de Dante es el deuten que Gadamer describiera como sostn dectico entre las acciones de poetizar e interpretar pues, como veremos, el comentario lleva sobre s pherein al poema, como llevan la imagen la metfora y la difora en su transferencia dectica.

    La personificacin del yo en el monlogo adquiere tintes fnebres pues, si apelar supone apeldar los pronombres para poder pasar por encima de sus formas en cada nueva apelacin, al preterirlos y dejarlos de lado, el yo pasa y deja atrs al yo ya sido en la mudanza de su larva histrionalis: Maisquest-ce quun masque? Il nous reste dire le mmoire de laveugle comme exprience du masque (Derrida, 1990: 48). El poema se persona en la retirada: Asir el Esto, ser-el-aqu es posible nicamente pasando por la experiencia de la Voz, es decir, del tener-lugar del lenguaje en el quitarse de la voz (Agamben, 2003: 68). La voz irrumpe y, al hacerlo, usurpa a la persona. Si la persona que habla-hacia es la que habla-desde esto supone una inmediata aniquilacin.

    La persona del monlogo se presenta a s misma como un fantasma o huella de un t anterior, pues la mscara que se lleva supone una dualidad de la persona la misma que implican los larvae, o almas separadas y, con ella, en la posibilidad de hacer sonar su voz bajo la mscara, tanto en el escenario como en la escritura, el hombre se presenta en sociedad ante los otros, se persona:

    fondo de idntica naturaleza. En la cada del alma o la reencarnacin, pero tambin otros procesos como la premonicin o el sueo, se articula la querencia entre dos partes, vinculadas entre s por mutua atraccin o fascinacin. El dilogo entre el cuerpo y el espritu hace necesario un tercer elemento, el alma, capaz de contemplar la relacin y de permanecer en la migracin.

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    All donde hay comunicacin entre individuos, y surgen las relaciones humanas, el hombre no puede menos de presentarse como persona. La misma idea de presencia, es decir, de presentacin, lo que supone otro hombre ante el que aqulla se produce, postura ya el reconocimiento de una personalidad. La lengua espaola refleja muy expresivamente este carcter personal de toda presencia al hacer sinnimos los verbos personarse y presentarse. El verbo personare latino, cuyo significado de hacer sonar est en la raz de la palabra persona como instrumento de la locucin dramtica, ha venido a adquirir en espaol, en esa forma reflexiva, personarse, el sentido de aparecer como sujeto con voz, es decir, como ser racional. Esta voz no presupone necesariamente una actividad parlante, pues puede referirse a una presencia silenciosa, sino que la voz esencial est ya, y slo puede estar all, en la atribucin de un nombre personal. En efecto, quien se persona, aunque nada diga, se presenta ya como un sujeto con nombre. Esta voz radical es precisamente el nombre de cada persona. La presencia personal del personarse no es, pues, un puro acto fsico, sino un acto moral, de aparecer como persona, es decir, como portador de un nombre. (DOrs, 1980: 378-379).

    As, los pronombres del poema por va de la prosopopeya que al fingir ponerse en el lugar de la persona usurpan ese lugar2implican una pareja despersonalizacin. Y, al ser apeldados, reciben el apellido: T: Nadie, en la ms definida indefinicin pronominal. En su soledad, el yo finge que hay un t y esa es su

    2 La Prosopope [...] consiste mettre en quelque sorte en scne, les absents,

    les morts, les tres surnaturels, ou mme les tre inanims; les faire agir, parler, rpondre, ainsi quon lentend; ou tout au moins les prendre pour confidents, pour tmoins, pour garants, pour accusateurs, pour vengeurs, pour juges, etc.; et cela, ou par feinte, ou srieusement, suivant quon est ou quon nest pas le matre de son imagination (Fontanier, 1977: 404); Daher wird man Bedenken tragen mssen, die oder fictio personarum als Sinnfigur zu betrachten, d. h. diejenige Form der Darstellung, beiwelcher der Redner einer andern, sei es wirklich vorhandenen oder blos fingirten Person, eine krzere oder lngere Rede in den Mundlegt (Volkmann, 1887: 489).

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    tragedia. La mscara del pronombre persona, y la de la muerte asemeja, suponiendo el acontecimiento un inmediato descaecimiento: Semejarse no es otra cosa que ser s mismo o lo mismo que s. Lo que el cuadro pinta es esta mismidad. Pero la mismidad es la remisin interminable de una mirada sobre s a una mirada fuera de s y a una exposicin de s, escribe Nancy (2006: 47).

    Por tanto, nos preguntamos, con renovada insistencia: puede existir un verdadero dilogo?; se puede acaso repetir un yo?; tiene rplica lo que es irrepetible? El lenguaje presenta su acontecimiento, caso que acontece a suceder, que se dira en el Guzmn de Alfarache3, poniendo el dedo en la llaga de la posible diferencia entre suceso y acontecimiento o acaecimiento. Nos recuerdan Corominas y Pascual sobre acaecer que lo que entonces sucedi podra pasar otra vez pero, por muy caedizo de un suceso, lo que una vez ha cado no puede volver a caer, no al menos en los mismos parmetros. El suceso, por tanto, podr darse repetidamente, y sera propio del descaecimiento o escaecimiento, de la cada, ocaso en progresin; el acontecimiento, sin embargo, ser puntual e irrepetible, propio del encaecimiento o parto y del acaecimiento o muerte4. Sucede lo que se sucede. Acaecimiento es una palabra-bisagra, situada entre lo llegado y lo ido, e implica por tanto un solapamiento adversativo sobre s misma, sea en una como en otra direccin, es decir, en ambas lecturas, como un hpax que acontece cuando acaece5 en su acont(a)ecimiento. Supone

    3 Tomamos la expresin del Captulo VIII, cuando acontecen a suceder tales

    casos (Alemn, 1996: 385). En efecto, si rastreamos la aparicin de acontecer en el texto podemos concluir que parece darse cierta subordinacin temporal y causal de acontecer a suceder como si el segundo fuera el inicio o desencadenante del primero, el germen abstracto de su materializacin y que explicara el retrucano acontecer a suceder.

    4 Seala Cuervo que en el periodo anteclsico se usaba el eufemismo: si algo acaeciese de l (si quid eiaccideret) en el sentido de: si viniese morir. Acaecer es, pues Hallarse presente, encontrarse, concurrir, y relata despus toda una serie de ejemplos tomados de textos anteriores al siglo XV en los que acaecer supone tanto aparecer, suceder, como desfallecer o morir.

    5 Decir el acontecimiento es tambin decir lo que ocurre, e intentar decir lo que est en el presente y ocurre en el presente, por lo tanto, decir lo que es, lo que

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    tanto la aparicin de aquello que se haya presente como la falta de lo que fallece, y el acaecimiento slo puede darse referido, en el mbito de la tercera persona. Lo que ya ha sido puede volver a ser,

    hpax que da la muerte, como en Odisea XII, 22, adverbio referido para los que slo mueren una vez: Desdichados! Bajasteis en vida a la casa del Hades; habis muerto dos veces y el hombre se muere una sola!. Por ello, el poema es una sucesin del acaecimiento, un acontecimiento puesto en cadencia: el poema, es decir, recidiva del decir el acontecimiento, al decir de Derrida6.

    2. Dos: parte. El yo apel(d)ado Todo poema recita su parte. El poema es interpelado al asumir su naturaleza pronominal, es decir, la capacidad para ponerse en el lugar, de la que disfrutan los pronombres. Esta situacin pro-nomen de todo poema interpelado o interrogado, se presenta como una instancia instancia enunciativa para Benveniste, instancia judicativa para Derrida (2011: 15) en el discurso. As, el pronombre, se concibe para evitar la tediosa y fastidiosa repeticin nominal Pronomen dictum, quia pro vice nominis ponitur, ne fastidium faciat nomen ipsud dum iteratur segn San Isidoro en sus Etimologas (I, VIII, 1), fruto de la tendencia, heredada de las retricas latinas clsicas, a evitar la aliteracin como vicio estilstico. El pronombre puede ponerse en el lugar de un nombre para representarlo pero puede, tambin, ponerse en el lugar de otro pronombre. De ese modo yo y t pueden intercambiarse los papeles, sustituyndose el uno al otro, haciendo las veces el uno

    viene, lo que llega u ocurre, lo que pasa. Es un decir que est prximo al saber y a la informacin, al enunciado que dice algo acerca de algo. Y adems, hay un decir que hace diciendo, un decir que hace, que opera (Derrida, 1977, ed. digital).

    6 En el caso de considerarse el pronombre bajo un uso referencial y no dectico, se diluye la accin, alejndose el pronombre y disminuyendo su implicacin o su responsabilidad en esa misma accin. La identificacin del uso dectico con el presente (aqu y ahora) de yo soy se diferencia del uso referencial de yo en, por ejemplo, he sido yo.

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    por el otro. Se dara en este caso una sustitucin de tipo pronominal, que entendemos como la sustitucin del papel dramtico, la posicin o instancia de su parte en el discurso. Estos dos pronombres son en ese sentido primigenios, son proto-pro-nombres y hacen un uso que se denomina propiamente dectico. Pero, en el caso del resto de pronombres, parece existir una situacin un tanto hbrida pues, si bien pueden ir asociados a un uso dectico en el acompaamiento de un gesto ostensivo, puede tambin observarse en la tercera persona cierta sustitucin transitiva, no del lugar o instancia de la enunciacin, sino del objeto referenciado ya que, al decir l, ella o ello traemos un elemento ausente que se desliza al espacio inmediato del yo y del t. Si los pronombres yo y t, en cuanto personae, se caracterizan frente a los nombres por no tener contenido semntico, mostrando la transparencia actuante entre la persona y la mscara inseparable que la representa, la tercera persona es la no persona pues no remite al enunciado, sino a una situacin objetiva (Fernndez Soriano, 1999: 1213), mostrando, por tanto, una doblez transitiva formada por el contenido nominal que existe bajo el pronombre del que pronombre y antecedente son correferentes. As, ante una oracin como Juan dice que no ha sido l, el pronombre puede asumir una interpretacin dectico-ostensiva, que requerira del gesto indicativo, o una interpretacin referencial, siendo el pronombre correferente del nombre (Fernndez Soriano, 1999: 1215). El caso extremo de este uso referencial vendr dado cuando el pronombre remita a alguien, cualquiera, dejando de ser una interpretacin referencial para convertirse en una interpretacin indefinida, y en ese caso la no persona pasar de estar alejada para estar necesariamente ausente, camuflada en la desinencia verbal.

    Existira, bajo esta visin, una accin de sealar ostensivamente en el primer caso (al mostrar) y de referir en el segundo (al indicar). Pero, aunque se d esta transparencia en el caso de los pronombres de primera y segunda persona, el hecho es que existe tambin en ellos una representacin bajo la mscara y, en consecuencia, un yo y un t pueden ser referidos o al menos sealados por otro yo y por otro t. No se trata, por tanto, de que

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    bajo el pronombre exista una realidad identificable, un nombre o un significado extralingstico que lo pro-mueva; se trata en cambio de que exista un silencioso PRO-pronombre mayor y anterior que, al apelarlo, le d un lugar en el discurso. As, un yo puede ser un t, un l o un ella, formar parte de un nosotros, de un vosotros o encontrarse en cambio entre los ellos. Todo depende de quin diga yo, pudiendo tener todo pronombre, y no slo los de tercera persona, un uso referencial7. Este hecho sera el que delimitara las expresiones decticas del resto de expresiones referenciales: las primeras pueden remitir y ser remitidas; las segundas slo pueden ser remitidas por otro elemento antecedente pese a que esto, no obstante, sea garante de su libertad, de su independencia como palabra. Los pronombres, por tanto, remitirn adems de a s mismos a otra cosa; no son en este sentido palabras, creemos con Carlos Piera (2009: 28), por no cumplir el requisito imprescindible de tener absoluta independencia, a no ser que dentro del concepto de palabra se establezca la consideracin de una palabra gramatical y de una palabra fonolgica o prosdica.

    Por su parte, en el caso del resto de pronombres personales se dara en cambio una sustitucin de tipo nominal, una sustitucin transitiva. El resto de pronombres personales (l, nosotros, vosotros y ellos) est representado por l, ms prximo de ser nombre que de ser pronombre8, y por ello, a diferencia de t y de yo, tiene flexin (y por tanto la posibilidad de declinarse

    7 Benveniste (2004: 177) entiende esta circunstancia del pronombre de tercera

    persona como una funcin de representacin sintctica que se extiende as a trminos tomados de las diferentes partes del discurso y que responde a una necesidad de economa, remplazando un segmento del enunciado, y hasta un enunciado entero, por un sustituto ms manejable. Esta representacin sintctica del pronombre de tercera persona es la que se concibe como anfora.

    8 Leemos en la Gramtica de Bello (1984: 101): El pronombre, se dir, tiene una cosa que lo diferencia, que es ponerse en lugar del nombre para evitar su repeticin. Pero tomar el lugar y hacer el oficio del nombre, y esto no accidentalmente, sino por su naturaleza y por la constitucin del lenguaje, no es serlo verdaderamente?.

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    mediante preposiciones, sustituto de los casos: {a, en, de...} l/ella/ellos; *{a, en, de...} yo/t). O, dicho de otro modo, yo y t son actantes en el discurso, se sealan ostensivamente en la enunciacin y, cambiando de lugar, cambian de persona; en el resto de pronombres se realiza una indicacin ausente, dada en el enunciado, no de tipo dramtico-dectico-ostensivo sino narrativo-anafrico-referencial aunque esto ltimo sea tambin una indicacin si la comprendemos como deixis anafrica. En el caso de la indicacin lrica o sui-referencial, el yo se apel(d)a al yo, mediante el injerto de l en yo: el acto de indicacin diegtico referencial (la no persona de la tercera persona) es el que permite el acto sui-referencial de la indicacin de uno hacia el uno mismo. As, el sujeto del monlogo deber retirarse hasta el acaecimiento, como peda Montaigne para, una vez fuera, poder referirse a s mismo.

    Lo que parece unir a las personas es la apelacin pronominal que realizan las unas sobre las otras; segn Nebrija: Las personas son tres: primera, que habla de s; segunda, a la cual habla la primera; tercera, de la cual habla la primera. Tomando su parte, papel, y lugar, y considerando que el poema encuentra su ser slo en el pice del lmite, y que un pronombre acaba donde otro comienza, puede hacerse una divisin dramtico-pronominal entre la palabra que habla a y la palabra que habla de. Pero, como veamos, adentrarse en la instancia dramtica que engendra todo poema supone observar la danza de pronombres, tanto en su unin amorosa como en su separacin mortal. Habra en primer lugar, para ello, que retomar el poema lrico como manifestacin dramtica; as, escribe Langbaum (1996: 121):

    No conozco mejor manera de describir el modo peculiar de enunciacin del poema lrico especficamente romntico que parangonarlo a la mitad de un dilogo, quedando la otra mitad sobreentendida en el efecto que produce. El poeta habla a travs del observador del poema lrico romntico del mismo modo que un dramaturgo habla por medio de uno de sus personajes en la medida en que el observador avanza a travs de una serie de oscilaciones intelectuales hacia un objetivo del que no es consciente en ningn punto del proceso.

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    El injerto dectico del ver aqu como desde all, de hablarse a

    uno como si fuera otro, de lastrar la cancin al arrojar el comentario y, en definitiva, del interpretar como poetizar, pares que cobijan la posibilidad misma de la pre-comprensin hermenutica y del pre-supuesto semntico, es algo que slo es posible dentro de la perspectiva dramtica que permite el poema, apropindose la palabra de la apelacin y del estilo directo que pueden a su vez ser referidos. Del mismo modo, lo que se rumorea en un poema puede mostrarse tan presente como lo que se dice y, como si se tratara de un monlogo dramtico y de un soliloquio intermitente, pueden superponerse estas dos instancias dramticas en la misma enunciacin lrica, dos direcciones de una misma deixis:

    La perspectiva particular es especialmente llamativa en el monlogo dramtico, en cuya lectura adoptamos claramente el punto de vista del hablante, tanto visual como moral, como entrada nuestra en el poema. De ello resulta una limitacin o incluso distorsin de la verdad fsica y moral, fenmeno que cuenta ente los placeres ms significativos del poema. [...] Al ver lo que el poema ve, podemos identificarnos con l, ocupar su puesto y, consecuentemente, ocupar tambin ese interior del poema en el que reside el significado (Langbaum, 1996: 239-240).

    Frente a la continuidad del soliloquio y sus isotpicos querer

    decir y decir, desentendidos de la existencia de un tempo da parlare y un tempo da tacere (Dante, 2005: IV, II, 8), en el monlogo dramtico, siempre interrumpido e incompleto, hay una escisin del pronombre, pues el hablante habla para entender algo sobre s mismo (Langbaum, 1996: 312).

    Si bien, resulta demasiado evidente, la obra dramtica contiene elementos gestuales que no estn fsicamente visibles en el texto y que slo aparecen en la representacin, eso no quiere decir que la palabra fijada en la escritura no contenga, como aqu se viene reclamando, la misma posibilidad de realizarlos pues, si la gestualidad dramtica es un hecho que se puede aislar, observar, y

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    sealar, su permanencia slo tiene lugar durante cada una de sus representaciones, y algo as sucede con la gestualidad potica que se realiza en el poema cuando recita su parte en la interpretacin de cada lectura. 3. Tres: interpretacin. Quironmica potica El hermeneuta aporta con su comentario al poema lo que las manos a la significacin: O bien reafirma en su misma forma las cosas que la lengua dice; o bien transfiere las que la lengua dice; o bien aade las que la lengua no dice, y completa la oracin, segn Caramuel (2008: 159). Comencemos a tratar la transferencia de la interpretacin con una palabra que, hasta donde hemos podido averiguar, se considera un hpax de la lengua griega; se trata del trmino , y es prenda pretoria en el contrato martimo y terrestre por receptum, suponiendo las arras el smbolo de aceptacin de las mercancas, asumiendo con ello la responsabilidad y el peligro, a saber, la responsabilidad recepticia en el derecho romano. Aunque deba ser un trmino frecuente, slo aparece registrada una vez; segn el Digesta Iustiniani (4.9.1.pr.3):

    Et sunt quidam in nauibus, qui custodiae gratia nauibus

    praeponuntur, ut et diaetarii. si quis igitur ex his receperit, puto in exercitorem dandam actionem, quia is, qui eos huiusmodi officio praeponit, committi eis permittit, quamquam ipse naui-cularius uel magister id faciat, quod

    appellant. sed et si hoc non exercet, tamen de recepto nauicularius tenebitur.

    La interpretacin de esta palabra, que ha despertado un

    nutrido debate, afecta a cmo deba darse ese pacto, y al grado de responsabilidad por custodia que con l deba asumir el naviero o posadero, en funcin de la relevancia jurdica del gesto9. A este

    9 Sobre ello, escribe Mara Salazar Revuelta (2006: 1094): El problema que,

    entre otras cosas, ha dividido a la doctrina est en la interpretacin del trmino

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    respecto, escribe lvaro DOrs (1948-1949: 255): Es natural que la imaginacin de los lectores de este prrafo [del Digesto] se encaminase a pensar qu poda ser ese misterioso cheirembolon por el que el patrn o el capitn tomaban una determinada actitud respecto a la mercanca para, tras desterrar todas las hiptesis documentadas, proponer que el es una cosa, un objeto, que puede subsistir y puede perderse, pero cuya prdida no implica la liberacin de responsabilidad para el patrn del barco (DOrs, 1948-1949: 258) y que obliga de recepto. Para DOrs, el objeto que mejor se adapta a esta descripcin es un ostrakon, que sirviera de recibo, cuya traduccin ms ajustada sera la de chirimbolo, apoyndose a su vez en la palabra chirima: Tales recibos, una vez agotada su funcin, seran acumulados en lugares de residuos o basureros, y de ah tambin esa idea de objetos inservibles amontonados (DOrs, 1948-1949: 259). Pero, a estas apariciones, podra aadirse otra ms aqu, que dara un giro de tuerca a esta interpretacin. Se trata de la aparicin de en la obra de Juan Caramuel (2008: 78):

    Pero no va contra stos [los crotala] la indignacin de Juvenal, sino contra los maestros que frecuentan y dirigen el tripudio mismo: cual viejo digesto, embutido en un vestido de seda, se presenta en el aula en la que se celebra el tripudio (en espaol, el sarao), y para dirigir, a quien no sigue el ritmo exclama: adelante, atrs, vuelta, etc. Y con ste se indignan, no slo Juvenal, sino los espectadores todos; pues, por qu hacer con la voz lo que podra hacer con un

    o con algn otro signo tcito, que bastara para

    griego ; ya que unos lo entienden como una manusiniectio y otros se refieren a l como un ostrakon o documento cermico en el que se indicaba la mercanca recibida, esto es, una especie de taln de embarque. A su vez, dentro de la primera hiptesis no faltan mltiples interpretaciones: desde quienes lo ven como un acto simblico de interposicin de manos, a travs del cual se asumira la responsabilidad por custodia de las cosas recibidas; o como una palmada o apretn de manos en seal de fidelidad; hasta los que lo consideran como un gesto o seal con la mano dando la orden a los marineros de cargar las mercancas.

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    advertir (cuando fuere necesario) a los danzantes, sin que resultase molesto para los dems?

    Y escribe en una glosa: El es un signo con el que el capitn de navo, en la efervescencia del combate, da rdenes a los soldados y siervos: pues entonces, dado que el sonido de las trompetas, el fragor de las explosiones de los caones, el clamor y gritero de los que pelean, no permite or la voz, solamente con el movimiento de la silenciosa mano dice qu deben hacer o dejar de hacer. Julin Velarde, en su edicin de la Quirologa de Caramuel, traduce por quirmbolo, por analoga con smbolo (). Tomemos, por un lado este quirmbolo como actio de recepto de un contrato, segn la interpretacin de chirimbolo de DOrs y, por otro, como signo de la mano, mediante el cual se ordena una accin, segn el modo de hablar con las manos descrito por Caramuel, para tratar de unir la idea de pacto y la de interpretacin, siguiendo la misma relacin que existe entre la de contrato y la de enunciacin. De este modo, la conversacin hermenutica entre poema y lector acabar en el monlogo de uno hablando por el otro: Entre las partes de esta conversacin tiene lugar una comunicacin como la que se dara entre dos personas, y que es algo ms que mera adaptacin recproca. El texto hace hablar a un tema, pero quien lo logra es en ltimo extremo el rendimiento del intrprete. En esto tienen parte los dos (Gadamer, 2005: 466).

    A la hora de establecer la relacin contractual que adquiere, como responsabilidad ex recepto, la parte de la interpretacin, conviene recordar que quien sienta las bases de dicho contrato es el intrprete, en su sentido original de inter-pres10. El intrprete de una obra literaria se configura como intrprete para otro a cuya mercanca estampa la marca de su valor, tambin a modo de magistrado censor, pero es en definitiva intrprete para s,

    10 El latn, por ejemplo, el trmino pretium, precio, es de etimologa difcil;

    no tiene relacin segura, en el seno del latn, ms que con inter-pret-; la nocin sera la de regateo, precio fijado de comn acuerdo (cifr. Inter-) (Benveniste, 1983: 91).

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    convirtindose la propia labor de interpretacin en la otra parte del contrato. Y es aqu donde viene el problema: si la interpretacin fuera cosa de dos, como todo dilogo, se tratara de una mera mercadera, siendo el intrprete el intermediario entre los interlocutores, obra y lector, y la obra se entregara como nomisma entre ambas manos; pero resulta que en la interpretacin y lectura en soledad de una obra literaria esta figura se convierte en una sola, hacindose ms difcil distinguir dnde acaba uno y empieza otro, pues lo que obra y lector se dan a cambio es algo que forma parte de ellos mismos, y el quirmbolo del poema es algo que ya les pertenece a los dos.

    As, la nica diferencia entre las dos figuras es de direccin: el poema habla al intrprete mostrando en su interpelacin ostensivo-dectica y el intrprete habla del poema diciendo en su referencialidad anafrica, siguiendo el mismo esquema que hemos trazado para el comportamiento de los pronombres. La voluntad de las canciones pues tanto las canciones como los comentarios, por una elocuencia motivada por la prosopopeya, tienen voluntad es ser interpretadas: la disposicin de la cancin es ser interpretada, de modo que la cancin habla y el comentario interpreta. La cancin est dispuesta a ser interpretada por el comentario y a su habla, mandato de su voluntad, debe someterse el comentario: Questo signore, cio queste canzoni, a le quali questo comento per servo ordinato, comandano e vogliono essere disposte a tutti coloro a li quali puote venire s lo loro intelletto, che quando parlano elle siano intese; e nessuno dubita, che selle comandassero a voce, che questo non fosse lo loro comandamento (Dante, 2005: I, VII, 11). Si el habla de la cancin es la expresin de su voluntad, es decir, un mandato, esta voluntad se hace traslaticia, pues el mandato de habla impone que el habla de la cancin sea hablar por boca del comentario. As, la cancin dice aquello que el comentario quiere decir, del mismo modo que la cancin quiere decir lo que el comentario dice: quando dice vuol dire En un momento clave del Convivio (I, I, 1), en el que el razonamiento se hace a la mar, dirizzato lartimone de la ragione a

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    lra del mio desiderio, se abre luz sobre una lengua reversible de doble direccin:

    [] e questo quello che si nasconde sotto l manto di queste favole, ed una veritade ascosa sotto bella menzogna: come quando dice Ovidio che Orfeo facea con la cetera mansuete le fiere, e li arbori e le pietre a s muovere; che vuol dire che lo savio uomo con lo strumento de la sua voce fa[r]ia mansuescere e umiliare li crudeli cuori, e fa[r]ia muovere a la sua volontade coloro che non hanno vita di scienza e darte: e coloro che non hanno vita ragionevole alcuna sono quasi come pietre.

    De este modo se definira el sentido alegrico que, junto con el literal, el moral y el anaggico, conforman los cuatro sentidos en los que se puede entender lo que est escrito. Quin dice y quin vuol dire, si la cancin o el comentario, es una pregunta de difcil solucin, y esta dificultad tiene lugar gracias a la coexistencia de la lectura literal y de la lectura alegrica tal como la plantea Dante, pues desconocemos si el sentido es de la cancin o del comentario. Si podemos percibir un sentido literal y un sentido alegrico es porque el habla se compone de dos niveles de sentido, una parte exterior y una parte interior. No habra lectura alegrica si no se diera primero una lectura literal que la impulsara, del mismo modo que es imposible llegar al interior de las cosas si no se pasa primero por su superficie: impossibile, per che in ciascuna cosa che ha dentro e di fuori impossibile venire al dentro, se prima non si viene al di fuori: onde, con ci sia cosa che ne le scritture [la litterale sentenza] sia sempre lo di fuori, impossibile venire a laltre, massimamente a lallegorica, sanza prima venire a la litterale (Dante, 2005: II, I, 9). Pero la escritura es siempre lo de fuera, perceptible slo por su exterioridad, material expuesto dispuesto a convertirse en interioridad, a permitir la transmutacin de lo literal en lo alegrico.

    Para Dante la escritura tiene dentro y fuori y si, como se insiste a lo largo de la obra, la materia est dispuesta para la forma, la forma es ya el resultado de una conversin, de una

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    transmutazione originada por el mandato interno o habla anterior de su voluntad. Pero, del lado del comentario, deber existir esta misma disposicin, puesto que la disposicin de la cancin es un mandato, mandato de habla, y la conversin o transmutacin en el comentario se dar desde fuera hacia adentro, en el sentido opuesto al que sufre la cancin. Si para la cancin el antes es el dentro, para el comentario el antes es el fuori. De ello se deduce que la clave de la transmutacin est en la bisagra del venire, y que hay dos modos de llegar. La cancin lanza su habla, y el comentario al recogerla es consciente de haberla recibido, aunque no pueda dar con ella en una sncopa concordante. Pero lo importante es la transmisin del sentido, la transmutacin de esa habla que, aunque no llegue, llega, pues ese movimiento es el que posibilita la fuga secreta interna de los estratos del texto, el que pone en accin el movimiento entre los niveles de sentido del poema. La hermenutica, tal como atendemos al problema, afecta no slo a la comunicacin, aunque discordante, del sentido, sino a los movimientos que en el propio poema se producen. El verdadero problema hermenutico ser, en un caso, determinar el sentido que se comunica hacia el exterior de la lectura y, en otro, aislar su sentido en el movimiento que lo hace posible, aislar lo comprendido de la comprensin misma, o lo dicho del decir. El habla del poema slo podr darse en el movimiento destinado de su proyeccin: su habla es un problema de raigambre dectica. Pues, si el sentido slo se produce gracias al movimiento de su proyeccin, del que es inseparable, cmo podemos determinar el sentido en ausencia de su movimiento?, cmo podemos leer sin dejar de leer? Es, en cualquier caso, un problema de distancia. El comentario y la cancin se dicen el uno al otro. Los poemas llegan, y llegan. Dicen, y dicen. Hay dos modos de llegar, por tanto, y hay dos modos de decir. Si esa es la primera premisa, esta es la primera conclusin: que hay que detener el decir para poder captar el decir, hay que inmovilizar el movimiento diciente del poema, su querencia de vuol dire, para poder concurrir con aquello que se dice. Pero, en la asuncin de su fracaso, el comentario guardar una impostura de renuncia y privacin y del mismo modo que se

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    dar un dice ma vuol dire, que se antepone y pospone al decir de la cancin para afirmarse en ella, asomar un decir negativo, un decir que nacer por va negativa, para retraer la extensin del decir: e perch dire nol posso, dico che lanima se ne lamenta dicendo: lassa! chio non son possente (Dante, 2005: III, III, 14).

    Es comn en la escritura de Dante la repeticin de un mismo vocablo con dos matices distintos, que pueden por tanto subordinarse entre s, generando una declinacin del concepto mediante la creacin de una especie de agnominacin semntica en la inclinacin ostensiva de un trmino hacia su parnimo. La existencia de un decir doble, supondr un decir retrctil que, o bien se antepone al decir para extenderlo, en el caso de dice ma vuol dire, como figura de extensin del decir alegrico, o bien se pospone al decir parnimo para retraerlo en su negatividad, en el caso del perch dire nol posso dico. En este caso, la adversativa retraer el decir por va negativa, esto es, contrayendo las palabras en su sobrecogimiento. El decir potico contraindica, sobrevuela el espacio intermedio entre la afirmacin y la negacin, pues la adversativa se retrotrae a la afirmacin, para llevarla hacia delante. La paradoja no existira sin la repeticin del concepto: decir y (no) decir; llegar y (no) llegar; ver y (no) ver, como reflejos de una ditesis negativa. Por ello el decir se alzar sobre el decir, glide flotante entre el deseo de una lengua possente (Paradiso, XXXIII, 67-75) y su reconocimiento como no possente. La posturalidad del comentario, lejos de responder a la tpica de la falsa modestia, responde ms bien a la problemtica que ocupa al propio lenguaje de Dante en su adolecido razonamiento acerca de lo inefable. Y, cuando la palabra no trasciende, gesticula. Resulta preciso recordar los versos de la cancin segunda a la que hacen referencia estos comentarios:

    Amor che ne la mente mi ragiona de la mia donna disiosamente, move cose di lei meco sovente, che lo ntelletto sovresse disvia. Lo suo parlar s dolcemente sona,

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    che lanima chascolta e che lo sente dice: "Oh me lassa! chio non son possente di dir quel chodo de la donna mia!" E certo e mi convien lasciare in pria, sio vo trattar di quel chodo di lei, ci che lo mio intelletto non comprende; e di quel che sintende gran parte, perch dirlo non savrei. Per se le mie rime avran difetto chentreran ne la loda di costei, di ci si biasmi il debole intelletto e l parlar nostro, che non ha valore di ritrar tutto ci che dice Amore.

    La frmula E certo e mi convien lasciare in pria lejos de ser un

    tpico retrico meramente ornamental, asumido en una postura de enunciacin negativa propia de la captatio benevolentiae11, parece asumir otra postura, el dejar a un lado, o atrs, de la pretericin que, siendo negativa tambin, se diferencia de aquella en hacer, de la propia retrica, materialidad adversativa en el lenguaje. El comentario pretende, como si se tratara de un retrato elocuente, decir lo que a su vez oye de la cancin: di dir quel chodo, es decir, retratar lo que dice Amor: di ritrar tutto ci che dice Amore. Pero el retrato no retrata sino lo que se escapa y el lenguaje, en la negacin de s mismo, se retrotrae (retrato: retractus) a un punto anterior, siendo por ello la imitacin un contra hacimiento; del mismo modo, toda partcula adversativa se retrotrae a la afirmacin que niega, y participa tanto de su afirmacin como de su negacin. El retrato de Dante deja atrs lo que no puede recuperar con el lenguaje: e lascia in pria.

    Esta renuncia tiene que ver con un razonamiento poltico-lingstico, puesto que en vulgar estn escritas las canciones, y lo latino perpetuo e non corruttibile, e lo volgare non stabile e corruttibile (Dante, 2005: I, V, 7) y, por otro lado, el redoble del lenguaje se asume como una doble falsedad o engao, pues no es

    11 Sobre la tpica de lo indecible vase Curtius, 1999: 231-235.

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    capaz de alcanzar al razonamiento, que se desva. En varios momentos podemos percibir sutilmente esta desfiguracin de segundo grado cuando, al hablar de uno mismo, el lenguaje se distancia doblemente de aquello a lo que refiere, per che, parlando di s con loda o col contrario, o dice falso per rispetto a la cosa di che parla; o dice falso per rispetto a la sua sentenza, cha luna e laltra falsitate (Dante, 2005: I, II, 10). Falsear con el lenguaje (dice falso per rispetto a la sua sentenza) es falsear doblemente (cha luna e laltra falsitate), de lo cual se deduce que decir con el lenguaje supone ya un decir en falso. De este hecho se excusa (por constituir una carencia innata de la langue), y as mismo se acusa (por ser su parole privada y, por tanto, carente). Dante se hace cargo de esta privanza del lenguaje, y de su carencia se retracta en l: per che la lingua mia non di tanta facundia che dire potesse ci che nel pensiero mio se ne ragiona; per che da vedere che, a rispetto de la veritade, poco fia quello che dir (Dante, 2005: III, IV, 3). La lengua mia es la loquela privada, es decir, el habla (es de notar que loquela aparece siempre precedido, y por tanto acotado, por mia, sua o propria), y todo el Convivio puede entenderse como una retractatio monologal sobre su habla anterior (las rimas dedicadas a Beatrice) en defensa de su actual habla (las rimas dedicadas a la Filosofa, su nueva dama).

    Carece il parlar nostro de la capacidad para retratar o para retraerse? Dante utiliza aqu el verbo ritrarre, literalmente: tirare indietro que Jos Luis Gutirrez Garca traduce por expresar y Fernando Molina Castillo por traducir, en sus distintas ediciones. Ritrarre, del latn retrahre y cuyo equivalente en espaol sera retraer, supone dar un paso hacia atrs, y de ah derivados como retraerse, o retratar que figuradamente supondran tirare fuori la imagen, retirar la figura de la persona y ponerla en el retrato. El lenguaje no es capaz de retratar, por el destiempo que se abre entre la imagen retratada y la imagen del retrato, pero no es tampoco capaz de retraerse, porque el habla est indirizzata en una sola direccin, aun retrocediendo en aquello que dice (rispetto alla cosa di qui parla) avanza hacia delante en el decir que se lleva sobre s (sua

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    sentenza), y no puede por ello anular lo que dice. De ah que la pretericin no diga y diga, o no diga queriendo decir. En Dante el verbo aparece tanto en su acepcin de retratar, expresar, sealar, como en su acepcin de retirar o alejarse, de modo que no poder hacerlo implicar una doble incapacidad del lenguaje. El retrato no ser, por tanto, sino el reflejo de lo retrado, de lo preterizado. Por eso, el lenguaje no puede retratar la visin12 ni puede, por otro lado, el lenguaje retractarse, pues la direccin del habla es irreversible. Es el pensamiento el que se retrae en el habla, para desviarse de esa direccin, y es el lenguaje el que se ve desbordado por el pensamiento en el amor. Un habla de signo irreversible. Esa es la pobreza de nuestro lenguaje, su incapacidad para retra-c-tarse, doppiamente (Dante, 2005: III, IV, 1-4). 4. Cuatro: papel. Imposturalidad enunciativa Enumeremos, finalmente. Decamos, al inicio de este ensayo, que cuatro son las posibles actitudes o posturas enunciativas de la lengua: afirmar, negar, interrogar y exclamar. A cada una de ellas podra corresponder una serie de acciones, como por ejemplo:

    1. AFIRMAR: afirmar, confirmar, conceder, demostrar, enumerar, constatar, disculpar, prevenir, elogiar, criticar, predicar, alabar, etc.

    2. NEGAR: negar, refutar, oponer, simular, ignorar, fingir, ironizar, burlar, contradecir, etc.

    3. INTERROGAR: preguntar, dudar, temer, presuponer, amenazar, persuadir, comparar, etc.

    4. EXCLAMAR: desear, ordenar, prometer, agradecer, permitir, prohibir, anunciar, perdonar, bendecir, conjurar, acusar, jurar, etc.

    12 Io non posso ritrar di tutti a pieno, / per che s mi caccia il lungo tema, /

    che molte volte al fatto il dir vien meno (Inferno, IV, 145-147) porque no puede sacar la vista: che nessuno ha podere / di tarre li occhi fuor de le tue onde! (Paradiso, XXVII, 122).

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    A su vez, cada uno de los verbos de una lengua puede asumir cualquiera de estas acciones lingsticas, porque las palabras sono quasi seme doperazione (Dante, 2005: IV, II, 8). Lo que nos interesa sealar con ello, lejos de poder entrar en el anlisis de cada una de estas acciones o de poder establecer una imposible lista cerrada, es el movimiento que la actitud enunciativa esconde: la afirmacin y la exclamacin establecen un movimiento de progresin o deseo conjuntivo, es decir, son vectores orientados hacia delante, pues slo necesitan de un slo elemento; la negacin y la interrogacin suponen un retroceso adversativo, un vector retrctil que vuelve fingidamente a la presuposicin de la que parte, y sus actitudes o posturas requieren de dos elementos, y a veces de la ficcin de dos voces o personas.

    El poema y la interpretacin, en cuanto son los actos monologales de una fictio personarum, adquieren una imposturalidad enunciativa que, en la articulacin del yo como un t, puede adoptar distintas posturas y figuras. El sentido se articula en su vectorialidad gracias a esa disposicin interna y anterior de la voluntad invisible de la cancin que, por quironmica potica, puede orientarse al materializarse en una u otra direccin en el comentario. Debido a esa tensin, establecemos una serie de figuras o gestos verbales que dependen de las cuatro actitudes o posturas enunciativas. El decir retrctil de Dante puede explicar la ordenacin de estas cuatro posturas; afirmacin y exclamacin (en su mostracin ostensiva), por un lado, y negacin e interrogacin (en su retraccin anafrica) por otro, siguiendo el esquema del habla a (interpelacin ostensivo-dectica de los pronombres yo y t) y del habla de (referencialidad anafrica del pronombre l) en el doble gesto de la palabra. As, tambin las figuras retricas podran dividirse, segn su inclinacin, en dos gestos verbales:

    1. Figuras mostrativas o decticas: aquellas que llevan el movimiento y hacen ver. Suponen la direccin de ir. Instauran la novedad o adelantan algo que se desconoce o que se aventura. Perteneceran a esta clase las figuras con rasgo de proyeccin o de anticipacin, las figuras descriptivas y las figuras enfticas.

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    Implicara a las figuras de la prolepsis, exclamacin, prosopopeya, apstrofe, hipotiposis, etopeya, nfasis, cfrasis, etc.

    2. Figuras indicativas o referenciales: aquellas que traen el movimiento y hacen decir. Suponen la direccin de venir. Instauran la repeticin o remiten a algo anterior que se sobreentiende o que se suspende. Perteneceran a esta clase las figuras con rasgo de retraccin, de omisin/suposicin/interrupcin y de repeticin. Implicara a las figuras de la pretericin, agnominacin, interrogacin, sustentatio, irona, etc.

    Lejos de poder completar un catlogo, proponemos este doble rasgo proyectivo y retractivo que pueden conllevar las distintas figuras retricas, consideradas como gestos verbales13. A las figuras mostrativas o decticas les corresponder, de un modo lgico o natural, las actitudes afirmativa y exclamativa y, a las figuras indicativas o referenciales, las actitudes negativa e interrogativa aunque, claro est, las figuras pueden asumir o rechazar esa actitud con su propio gesto. Doble gesto en el del monlogo, al hablar (a s) en una figura mostrativa o dectica, y al hablar de su hablar (de s), en su figura indicativa o referencial.

    En este sentido, lo que se encuentra un intrprete es la irrupcin interrupcin de un gesto verbal flectado el texto que es producto de la actitud o flectus autor con la que se profiri. Sin embargo, esa actitud nica es inalcanzable, pues pertenece al acento o voz de su autor, y a nosotros slo nos llega el vaco de un gesto. Dar vida a ese gesto, reanimndolo como se anima el discurso en la actio, establece la dificultad para distinguir la direccin del poema de la direccin de su intrprete, fascinadas sus voces entre s en el solo de un monlogo.

    13 Entendemos las figuras retricas como gestos cargados de oralidad, propios

    de la naturaleza retrica de todo discurso. Para atender a la implicacin de oralidad en la puesta en escena del discurso vase, entre otros de sus trabajos, Albaladejo (2013).

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