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UNIVERSIDAD RAFAEL LANDÍVAR FACULTAD DE HUMANIDADES DEPARTAMENTO DE LETRAS Y FILOSOFÍA Asesor: M.A. Rodolfo Arévalo Salazar DESARROLLO E IMPLICACIONES DE LA IDEA DE CULTURA EN EL PENSAMIENTO DE FRIEDRICH NIETZSCHE Marlon Estuardo Urizar Natareno Carné 53074-94 Guatemala, 8 de octubre de 2003

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Page 1: Urizar Natareno, Marlon - Desarrollo e Implicaciones de La Idea de Cultura en El Pensamiento de Friedrich Nietzsche

UNIVERSIDAD RAFAEL LANDÍVAR FACULTAD DE HUMANIDADES

DEPARTAMENTO DE LETRAS Y FILOSOFÍA Asesor: M.A. Rodolfo Arévalo Salazar

DESARROLLO E IMPLICACIONES DE LA IDEA DE CULTURA EN EL PENSAMIENTO DE

FRIEDRICH NIETZSCHE

Marlon Estuardo Urizar Natareno Carné 53074-94

Guatemala, 8 de octubre de 2003

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a mi familia, a Ronald Campos, a Rodolfo Arévalo,

a Francis Franklin (in memoriam), a Walter Hernández,

a Marco Antonio Chivalam, a mis profesores

... nuestra posición ante la “certeza” es distinta.

Puesto que al hombre se le ha inculcado durante muchísimo tiempo el temor, y toda existencia tolerable tuvo

comienzo con el “sentimiento de seguridad”, esto sigue influyendo aún hoy en los pensadores.

Pero, apenas retrocede la “peligrosidad” exterior de la existencia, nace un placer de la inseguridad,

de lo ilimitado de las líneas del horizonte. La felicidad de los grandes descubridores, en su aspiración a la certeza,

podría transformarse en felicidad de constatar por todas partes incerteza y temeridad. Del mismo modo,

el carácter angustioso de la pasada existencia es la razón por la cual los filósofos subrayan tanto la conservación

(del ego o de la especie) y la conciben como principio: mientras que, en la realidad, jugamos continuamente a la

lotería con este principio ... [Friedrich Nietzsche, fragmento póstumo, 1884]

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ÍNDICE Introducción ............................................................................................................ 5

Primer período:

El nacimiento de la tragedia.................................................................................. 18

Consideración Intempestiva I,

David Strauss, el confesor y el escritor................................................................ 33

Consideración Intempestiva II,

Sobre la utilidad y los prejuicios de la historia para la vida ............................ 44

Consideración Intempestiva III,

Schopenhauer, educador ....................................................................................... 60

Consideración Intempestiva IV,

Richard Wagner en Bayreuth................................................................................ 69

Síntesis del primer período ................................................................................... 79

Segundo Período:

Humano, demasiado humano .............................................................................. 83

Humano, demasiado humano II,

Miscelánea de opiniones y sentencias ................................................................. 101

Humano, demasiado humano III,

El caminante y su sombra...................................................................................... 107

Aurora ...................................................................................................................... 113

La gaya ciencia ........................................................................................................ 120

Síntesis del segundo período ................................................................................ 137

Tercer Período:

Así habló Zaratustra............................................................................................... 142

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4

Más allá del bien y del mal.................................................................................... 163

La genealogía de la moral ..................................................................................... 183

Síntesis del tercer período ..................................................................................... 199

Cuarto Período:

El caso Wagner........................................................................................................ 203

El ocaso de los ídolos ............................................................................................. 209

El Anticristo............................................................................................................. 218

Síntesis del cuarto período .................................................................................... 228

Conclusiones ........................................................................................................... 231

Apéndices:

Apéndice I: Vida y obra de F. Nietzsche............................................................. 236

Apéndice II: Para futuras investigaciones .......................................................... 263

Bibliografía .............................................................................................................. 265

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INTRODUCCIÓN

El motivo de este estudio fue dilucidar sobre el desarrollo del tema de la

cultura, en el pensamiento de Friedrich Nietzsche, con un procedimiento histórico

de revisión de los textos del filósofo, para entender la evolución del tema de la

cultura, sus implicaciones, y las consecuencias a las que le llevó.

El tema de la cultura es fundamental en el pensamiento de Nietzsche, y a

través de su consideración, especialmente de la crítica de la cultura occidental, se

vislumbran los otros grandes temas que trató, tales como: la ciencia, la religión, el

arte, el lenguaje y la moral. Es más, la consideración del tema de la cultura sirve

para comprender muchas de las afirmaciones que Nietzsche realiza en sus obras, y

conseguir así acercarse al cometido con que fueron expuestos.

El pensamiento de Nietzsche se origina y se desarrolla a partir de la crítica

de la cultura. Es necesario recordar que las interpretaciones que han acompañado

al pensamiento de Nietzsche por todo el siglo XX, no han tomado en cuenta lo

fundamental que fue la pregunta por la cultura que Nietzsche se planteó desde sus

primeras obras, y que influyó marcadamente en los postulados posteriores, tal el

caso del superhombre, la voluntad de poder y la crítica de la moral.

Todo lo anterior, hizo necesario que el presente estudio contemplara la

realización de una panorámica bibliográfica de la obra de Nietzsche, en busca de

una explicación al recorrido que se realizó de la idea de cultura y sus

implicaciones. Para esta indagación bibliográfica, necesaria en cuanto ayudó a

considerar la evolución del pensamiento de Nietzsche, en la obra que resultó

representativa al respecto de la idea de cultura, se siguió lo propuesto por Werner

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Ross (1994) en su importantísima biografía1. Mientras que lo informado por

Rüdiger Safranski (2001)2, en su biografía intelectual que redactó al respecto del

pensamiento de Nietzsche, se tomó en cuenta para comprender los cambios

intelectuales que marcaron el pensamiento nietzscheano al respecto de la cultura,

relacionándolo con lo propuesto por Fink (1969)3 y Vattimo (1996)4.

Es decir, la selección y división de las obras que fueron analizadas estuvo

bajo la reflexión de los datos otorgados, principalmente, por Ross, así como los que

señalaron Fink y Vattimo, mientras que la comprensión de los cambios

intelectuales de Nietzsche estuvo bajo la luz que dio Safranski en su biografía

intelectual.

En las tres propuestas mencionadas, se trataron de encontrar los puntos de

convergencia, sin dejar, por supuesto, de considerar las discrepancias. Así, para

Fink se debían de reconocer cinco períodos en la obra de Nietzsche. El primero

debía ser integrado por El Nacimiento de la Tragedia y las consideraciones

Intempestivas, y titula este lapso como “El período romántico”. “El período

crítico”, catalogado como cercano al positivismo, estuvo compuesto por Humano,

Demasiado Humano, Miscelánea de Opiniones y Sentencias y El Viajero y su Sombra. Un

adviento, o preparación, para el gran período de Zaratustra, serían las obras Aurora

y La Gaya Ciencia. Así Habló Zaratustra sería un sólo período, y luego le seguiría un

quinto período en el que incluye toda la obra posterior, representado por La

Voluntad de Poder. Posteriormente, el mismo Fink (1969, p. 58) reconoce que el

llamado período crítico, o segundo, por orden cronológico, también incluye a

1 Ross, Werner (1994). Friedrich Nietzsche. El águila angustiada. Una biografía. (Trad. Ramón Hervás) España: Ediciones Paidós. (Original en alemán, 1989). 2 Safranski, R. (2001) Nietzsche. Biografía de su pensamiento. (Trad. Raúl Gabás). Barcelona: Tusquets Editores (Original en alemán, 2000) 3 Fink, E. (1969). La filosofía de Nietzsche. (2da. Ed.) (Trad. Andrés-Pedro Sánchez Pascual). Madrid: Alianza Editorial. (Original en alemán, 1960). 4 Vattimo, G. (1996) Introducción a Nietzsche. (1ª. Ed.). (Trad. Jorge Binagri). Barcelona: Ediciones Península. (Original en italiano, 1985).

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Aurora y a La gaya ciencia, que son sólo preparación para Zaratustra, sin llegar a ser

partes de ese período. Lamentablemente, la obra posterior a Zaratustra no fue

ubicada de manera específica, sólo se aludió a Más Allá del Bien y del Mal, La

Genealogía de la Moral y por supuesto a La Voluntad de Poder.

La división que para estos fines realizó Vattimo parece ser más atinada, en

tanto no se extralimitó a emitir criterios sobre la dicotomía de la obra de nuestro

filósofo. Así, las primeras obras, sean: El Nacimiento de la Tragedia y las

Intempestivas, fueron consideradas como las obras juveniles, en las que también

incluyó el escrito inédito Sobre Verdad y Mentira en Sentido Extramoral. El segundo

período, en el que empieza a denotar madurez en el pensamiento, siempre en la

línea de la crítica de la cultura, por medio del pensamiento genealógico o

desconstructivo, es iniciado en Humano, Demasiado Humano (Vattimo, 1996), y

concluido con La Gaya Ciencia. Así Habló Zaratustra y toda la obra posterior es

incluida en un tercer período, al que se caracteriza por la filosofía del eterno

retorno.

Por su parte, Ross (1994) fue partidario de formar cuatro períodos: el

primero, con El Nacimiento de la Tragedia y las Intempestivas; el segundo con los

tres tomos de Humano, Demasiado Hhumano, así como Aurora y La gaya ciencia; el

tercero, compuesto por la trilogía comenzada por Así Habló Zaratustra, y seguida

por Más allá del bien y del mal y culminada con La genealogía de la moral5, y el cuarto y

último período comenzado por El Caso Wagner, continuado por El Ocaso de los

Ídolos y El Anticristo. En este último período también se mencionaron otras obras;

tales como: La Voluntad de Poder, Nietzsche Contra Wagner y Ecce Homo, que fueron

publicadas de manera póstuma.

5 El mismo Nietzsche, en el prólogo que escribió en Sils María, Alta Engadina, en julio de 1887 a La genealogía de la moral apunta que estas tres obras deben ser consideradas en conjunto.

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De esta manera, se pudo constatar que los tres estudiosos de Nietzsche

estuvieron de acuerdo en la división de la obra, al menos en tres períodos; el cuarto

período fue acuñado por Ross, basado en que estas obras pertenecen a una época

diferente, aunque no del todo, ya que en ellas se encuentra una explicitación de lo

expuesto en las obras anteriores, inclusive se pudieron ver como un epílogo de

toda su obra. Por ello, se consideraron las últimas obras como un cuarto período.

Con fines metodológicos, para comprender la evolución de la idea de

cultura en el pensamiento de Nietzsche, se consideró pertinente abordar, de

manera formal, la obra publicada por Nietzsche, que pareció la más apropiada y

lúcida para la consideración del desarrollo de la idea de cultura y sus

implicaciones. En esto ha sido de capital importancia, la pródiga información que

proporciona Ross en su monumental biografía, y la luz que ofrece la biografía

intelectual de Safranski, a temas especialmente oscuros en la obra nietzscheana.

De esta manera, podríamos señalar cuatro períodos en la obra publicada por

Nietzsche, en los que se pudo vislumbrar el camino que tomó para la crítica de la

cultura, los temas y las consecuencias a las que le condujo.

Primer período (de juventud o romántico):

1- El Nacimiento de la Tragedia

2- David Strauss, el Confesor, el Escritor (1ra. Consideración intempestiva)

3- Sobre la Utilidad y los Perjuicios de la Historia para la Vida (2da.

Consideración intempestiva)

4- Schopenhauer, Educador (3ra. Consideración intempestiva)

5- Richard Wagner en Bayreuth (4ta. Consideración intempestiva)

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Segundo período (genealógico o desconstructivo):

6- Humano, Demasiado Humano, (Tomo I)

7- Miscelánea de Opiniones y Sentencias, (Tomo II)

8- El Caminante y su Sombra, (Tomo III)

9- Aurora

10- La Gaya Ciencia

Tercer período (filosofía del eterno retorno):

11- Así Habló Zaratustra (cuatro partes)

12- Más Allá del Bien y del Mal

13- La Genealogía de la Moral

Cuarto período (epílogo):

14- El Caso Wagner

15- El Ocaso de los Ídolos

16- El Anticristo

Evidentemente, con la consideración de lo expuesto en las obras de

juventud se comprendió claramente lo que conduce a Nietzsche a la pregunta por

la cultura. En primer lugar, la influencia del pensamiento de su amigo Wagner en

la instauración de una nueva cultura alemana, que se fundaría en una robustecida

mitología, (tomando como modelo grandioso el legado de los griegos). En

segundo lugar, la guerra que en ese entonces libraban los franceses contra los

alemanes, guerra en la que Nietzsche participó como voluntario. Ante la victoria

de los alemanes sobre los franceses, se inició un movimiento en el que se

proclamaba la victoria de la cultura alemana sobre los galos. Esta afirmación

influyó en que el joven Nietzsche reflexionara sobre qué es la cultura.

Efectivamente, bajo la influencia de Wagner, empezó a plantear una

reinterpretación de la Grecia clásica, como el nuevo fundamento de la cultura que

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los alemanes podían instaurar, aunque alejado de la influencia del músico cuando

diferenció a la cultura del nacionalismo.

No hay que considerar que el planteamiento de Nietzsche fue

completamente apegado a los expuesto por Wagner, ya que el músico del Anillo de

los Nibelungos, participó de la algarabía alemana luego de la victoria sobre los

franceses, aceptando de manera tácita la afirmación que la invicta de los alemanes

había sido cultural, sin cuestionar al respecto, dejando de esta manera que el

nacionalismo de su época lo cegara.

La instauración de una nueva cultura, se volvió un imperativo en las

primeras obras, ante una cultura alemana que daba muestras de decaimiento. La

cultura había dejado de proveer alicientes que mantuvieran a los seres humanos

aferrados, con entusiasmo, a la vida, y había permitido que el sin sentido y la

vaciedad influenciaran sus vidas conduciéndoles al nihilismo. Esto se hace

evidente desde El Nacimiento de la Tragedia. En donde bajo la premisa que el

mundo carece inexorablemente de sentido, la cultura se tiene que convertir en un

noble engaño que provee de alicientes a lo que no tiene sentido. En esto siguió de

cerca lo propuesto por Schopenhauer, cuando afirma que ante la inevitable

inaprehensibilidad del mundo, lo único que queda es su reinvención por medio del

arte. Y aunque se dan ciertos cambios, la propuesta fundamental es aceptada por

el joven filólogo de Leipzig.

De esta manera, el noble engaño, que es la cultura, debe proveer de sentido

a lo que no lo tiene, actividad que se confirió a la religión, la ciencia y el arte. El

problema que Nietzsche encuentra en los alicientes de la cultura en la que vive, es

que los alicientes dejaron de funcionar, desde el momento en que dejaron de

proveer de sentido al mundo. Principalmente por la invasión de la ciencia en la

religión y el arte, y por el olvido del lado pasional, efusivo o del sentimiento, de los

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seres humanos. De la misma manera, el principal instrumento de los alicientes, el

lenguaje, fue utilizado por la ciencia como anaquel en el que colocó sus dispersos

conocimientos, y con el que invadió a la religión y al arte.

Ante la falta de sentido que empezó a proveer una religión que busca

pruebas de la existencia de Dios, y que con ello olvidó que su fundamento fue el

mito, enajenó también al arte, limitándole a imitar al lenguaje de la ciencia. Ante

esto, Nietzsche propone la grandiosidad de la antigua tragedia griega, en la que lo

dionisiaco se expresa a través de la pasión y la fuerza de la música y las danzas,

mientras que el mito establece relación con lo apolíneo a través del lenguaje

gesticulado. De esta manera, la relación apolíneo-dionisiaca es propuesta como

una alternativa ante la falta de sentido que la cultura occidental empieza a

demostrar. Los griegos ya consiguieron alicientes eficaces, especialmente en el arte

trágico, y Nietzsche considera, al menos hasta este período, que ese ejemplo puede

ser tomado en cuenta al momento de hacer la propuesta de una nueva cultura.

Las consideraciones intempestivas siguieron la línea artística que inauguró

el tratado sobre la tragedia griega, especialmente en la solución artística, como

noble engaño o como aliciente eficaz que provee de sentido a los seres humanos

ante un mundo que inexorablemente carece de él. La solución artística se convierte

en una significatividad metafísica que provee de sentido, especialmente en la

música y el mito.

La primer Intempestiva es dedicada a la pregunta por la cultura, como

antítesis del nacionalismo alemán, en la que Nietzsche no duda en encarar a sus

compatriotas que cuando hablan de una victoria cultural están confundiendo el

término con nacionalismo. Por su parte, el joven filólogo de Basilea considera que

la cultura es la unidad de gran estilo, principalmente artístico, que un pueblo vive

en todas sus manifestaciones. La lejanía que empieza a establecer con respecto a la

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propuesta de la tragedia griega, como aliciente productivo de sentido, se declara

en la búsqueda del estilo único y original de cada pueblo. Con ello, Nietzsche no

duda en desafiar a sus conciudadanos, al indicar que la cultura alemana carece de

todo estilo, y lo único que han conseguido es la imitación y el coleccionismo de los

estilos de otros pueblos, principalmente del francés, a quién supuestamente habían

vencido culturalmente.

Con el tratado sobre la utilidad y los perjuicios de la historia para la vida, se

quiere aclarar que no sólo el lenguaje ha sido utilizado por la ciencia en su

invasión como aliciente único y exclusivo sobre la religión y el arte, sino que

también la historia ha sido un instrumento de enajenación del sentido de estos

alicientes, al conducirles a la búsqueda frenética de pasado como un afán de

fundamentación. En este sendero, la historia ha sido utilizada como una manera

de objetivizar el origen de la religión y del arte.

Schopenhauer, Educador sirve para darse cuenta que una de las características

de la falta de sentido del mundo es el inexorable devenir, ante el que la cultura

puede establecer finalidades. El que consigue dichas finalidades es principalmente

el genio, impulsado por el filósofo-educador, que Nietzsche encuentra en

Schopenhauer. El genio que provee de finalidad a una cultura es el artista, que

Nietzsche encuentra en Wagner, en la cuarta y última intempestiva.

La solución artística al problema del decaimiento de la cultura occidental,

por la ineficacia de sus alicientes al momento de proveer de sentido a la vida, se

mantuvo durante todas las obras de juventud. Solución artística que se plantea

como aliciente productivo de sentido. La ciencia y la religión, en cuanto alicientes,

han dejado de proveer de sentido y por tanto han provocado la decrepitud de la

cultura occidental. Además, la ciencia ha utilizado al lenguaje y la historia para

invadir el terreno del arte y de la religión. Así, el lenguaje ha sido dejado como un

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instrumento de mención de ideas generales y abstractas que sirven únicamente

como medio de la frenética búsqueda de conocimientos de la ciencia.

Las obras de juventud, o primer período, demostró que la consideración de

la cultura como noble engaño mantuvo la unidad de pensamiento, principalmente

cuando se abordó el problema del arte, de la ciencia, de la religión, y por último

del lenguaje y de la historia. Es decir, la crítica de la cultura dirigió el pensamiento

de dicho período.

En el segundo período se empieza a vislumbrar que la crítica de la cultura,

en cuanto método, se empieza a convertir en método genealógico o

desconstructivo.

Durante este segundo período, inaugurado por Humano, Demasiado Humano,

se hace evidente la ruptura de Nietzsche con el pensamiento de Schopenhauer y la

influencia de la amistad de Wagner. Reflejado principalmente en el abandono de

ideas como: la inexorable inaprehensibilidad del mundo y la solución artística al

decaimiento de la cultura occidental. Lo que se mantuvo fue la consideración que

la cultura occidental ha dado muestras de decrepitud, especialmente al aceptar que

el mundo no puede ser aprehensible y por tanto es preferible crear una ficción

sobre él, y sobre la vida de los seres humanos, por medio del arte, la política, la

religión y la moral. Con el rigor del método genealógico, como ciencia, se

encaminó a la cultura superior, propuesta por Nietzsche (1993), como un proceso

de desenmascaramiento de los engaños que ha impuesto como mundo la cultura

occidental, y la consideración de los sentimientos, de la pasión y de la fuerza de la

vida en una relación equilibrada a la que Nietzsche llama arquitectura de la

cultura. Por tanto, hasta este momento, la cultura es entendida como proceso de

liberación.

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Con la Miscelánea de Opiniones y Sentencias se comprende el rumbo que tomó

el arte en la liberadora propuesta cultural nietzscheana; el sí mismo se convierte en

la obra de arte por excelencia, y de su desborde estético surgirían las obras

externas. Contrariamente, en la cultura occidental se ha presentado a la obra de

arte, exclusivamente, como un objeto externo.

El lenguaje ha sido utilizado como el instrumento de las ficciones que se

crearon sobre el mundo y la vida, al presentarle como equivalente al conocimiento.

Es decir, conocer las palabras supuestamente atinadas se han hecho ver como

correspondiente a conocer. Por ello el espíritu libre, en la obra El Caminante y su

Sombra, es puesto para mostrar que el lenguaje es la actividad de mentar al mundo,

y por tanto, alejada de crear una construcción paralela y abstracta sobre él.

El proceso de los tres tomos de Humano, Demasiado humano se comprende en

Aurora, cuando se presenta a la cultura tradicional en su afán de usurpar a la

naturaleza y al mundo con ficciones, principalmente en la religión, el arte, la moral

y la filosofía, ante la aceptación impávida de un mundo que se consideró

erróneamente inaprensible. Lo que Nietzsche trató de remarcar con Aurora es que

la cultura tradicional es un engaño, un señuelo, que busca imposibilitar a la

voluntad de cada ser humano al momento de valorar al mundo, y con ello justificar

la imposición de valoraciones que se atribuyen a divinidades o fuerzas misteriosas

atribuidas a la naturaleza.

La plenitud de la vida ha sido obnubilada por ficciones que se crearon sobre

el mundo. Esto es lo que Nietzsche señala en La Gaya Ciencia, para anunciar el

paso necesario, ante la decrepitud de la cultura tradicional, a una cultura nueva y

vigorosa; se prepara el camino de lo ultra humano.

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Zaratustra es el clímax del pensamiento de Nietzsche, desarrollado

principalmente en la trilogía del tercer período: Así Habló Zaratustra, Más Allá del

Bien y del Mal y La Genealogía de la Moral. En estas obras se perfecciona el método

genealógico, con el que desenmascarará las ficciones que creo la cultura occidental,

especialmente a la moral. Pero lo más importante para este estudio, es que con

estas obras se aclara que la crítica de la cultura iniciada desde las obras de

juventud, lleva a considerar, no sólo la decrepitud de la cultura occidental, sino a

dar el paso a lo ultra humano, como alternativa a la decadencia, en la restitución de

la vida como potencia descubridora de sentido en la tierra a través de la voluntad.

Es decir, la cultura se consideró como el descubrimiento que realiza la voluntad de

la vida en el sentido de la tierra, como fuente inagotable de sentido, al que el

lenguaje gesticula y entonces nombra al mundo.

Con el cuarto período, encontramos que la idea de cultura ya no varió,

solamente se aclararon los síntomas de la enfermedad de la cultura occidental,

tales como: el nihilismo, la delimitación de la vida en definiciones filosóficas sobre

ella (postura que según Nietzsche, es comenzada por Sócrates y Platón). Por ello,

las últimas cuatro obras publicadas por el mismo filósofo del martillo, (El Caso

Wagner, El Ocaso de los Ídolos y El Anticristo), se consideraron como un epílogo de lo

expuesto en las obras anteriores, ya que fue en ellas en donde se especificó el

origen y los síntomas de la enfermedad cultural, en una palabra, de la decrepitud y

decadencia con que se inició la crítica de la cultura en el pensamiento nietzscheano.

Todo el panorama sobre lo expuesto en estas obras, ayuda a vislumbrar que

la idea de cultura atraviesa el pensamiento de Nietzsche, y por ello sirve para

comprender la evolución de su pensamiento, desde la solución artística, (de la

tragedia griega), hasta la propuesta del superhombre. Con un procedimiento

histórico de revisión de textos, se vislumbró el tema de la cultura en el

pensamiento de Nietzsche, y con ello se comprendió el tratamiento variable a

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temas como la ciencia, el arte, la religión, el lenguaje, y la moral, en los cambios de

pensamiento que reflejaron las obras en los diferentes cuatro períodos.

Por esa razón, se analizó la obra de Nietzsche en cuatro períodos, en

correspondencia a un interés histórico que buscó comprender la evolución de la

idea de cultura y los temas a los que le condujo. Por ello se presenta en las

siguientes páginas, un estudio particular de cada obra y luego una síntesis del

período que agrupa a dichas publicaciones, así como las conclusiones a que se

llegó con este estudio.

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PRIMER PERÍODO

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EL NACIMIENTO DE LA TRAGEDIA

La demencia que ofrece culto a lo feo, a lo malvado, a lo trágico, Nietzsche

la señala en el ensayo de autocrítica, como una pregunta a las muestras de lo

tardío de una cultura, para responder que en realidad señalan la vida, la plenitud,

y no tanto el optimismo y la racionalidad, que son más bien pruebas de

decadencia, porque se quiere ocultar el pesimismo que les inspira la vida. Es decir,

lo trágico, considerado comúnmente como señal de decadencia, se convierte en

muestra de la plenitud de vida de la cultura, mientras que la racionalidad es pauta

de decaimiento. Lo que se tiene por muestra de plenitud, en el presente, es

considerado de forma inversa; la supuesta grandiosidad alcanzada por la

racionalidad, seguramente denota lo contrario: decadencia, por la vaciedad de

significados que ha reflejado en la vida .

A través del arte, y sólo por él, los antiguos magnificaron su cultura, en el

culto a lo que ahora se tiene por despreciable.

Ya en el título uno, del libro propiamente dicho, (el comentario de los

párrafos anteriores corresponden a un prólogo posterior que Nietzsche le incluyó,

con casi 16 años de diferencia a la primera publicación)6, se habla del ser humano,

no como artista, sino como obra de arte manifestada en lo natural, en la celebración

y exaltación de su naturaleza, no de su represión.

“El ser humano no es ya un artista, se ha convertido en una obra de arte” (p. 46).

6 Ciertamente, en este ensayo, Nietzsche lamenta la fuerte influencia de la amistad de Wagner y del pensamiento de Schopenhauer. No obstante, se entrevé que lo que se refuta es la terminología que utilizó; no así las propuestas principales, que quedan incólumes.

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De esta fuerza artística de la naturaleza del ser humano surgen las

“capacidades simbólicas” (p. 51), que llevan a considerar la “unidad de género de

especie”, aún sobre la propia naturaleza, es decir, más allá de lo fisiológico.

“Ahora la esencia de la naturaleza debe expresarse simbólicamente; es necesario un

nuevo mundo de símbolos, por lo pronto el simbolismo corporal entero, no sólo el

simbolismo de la boca, del rostro, de la palabra, sino el gesto pleno del baile” (p. 52 ).

Lo simbólico arriba cuando se consigue la autoalienación de los individuos,

para que los símbolos sean entendibles entre el grupo. Estas diferenciaciones se

descubren en la fundamentación que Nietzsche realiza de lo que más tarde llamará

cultura apolínea y cultura dionisíaca.

Tales distinciones se realizan en el esfuerzo por explicar las diferencias entre

lo apolíneo y lo dionisiaco, en la conformación de uno y otro. Esfuerzo que lleva

implícita la insinuación que la cultura es, y tiene su origen, en el arte y en sus

manifestaciones, tales como: la música, la poesía, la lírica, la escultura... (p. 71)

Pero en realidad, para Nietzsche lo que origina el resto de expresiones artísticas es

la música, y por ello es el arte originario, y hasta llega a proponer que la música da

origen al lenguaje, y no el lenguaje a la música. La música como imitadora de

imágenes, da origen al lenguaje, mienta la imagen, ya no la imita, sino que la

nombra y con ello crea “representaciones simbólicas nacidas de la música” (p. 72).

“la capacidad lingüística entera es incitada por el nuevo principio de imitación de la

música”( p. 73).

El lenguaje crea conceptos sobre las imágenes de la música, y con ello se

propone que la música es un espejo de las imágenes, en cuanto voluntad. Aunque

la música es en sí misma sin necesidad de las imágenes y de los conceptos, es

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decir, en términos aristotélicos; la música es la esencia, mientras que las imágenes y

conceptos, los accidentes.

“así la música misma, en su completa soberanía, no necesita ni de la imagen ni del

concepto, sino que únicamente los soporta a su lado” (p. 74).

Mientras que el lenguaje es considerado “el órgano y símbolo de las

apariencias” (p. 74), ya que mientras la música imita, el lenguaje nombra la

imitación y con ello crea símbolos de lo que aparece reflejado.

Explicación que aparece en el contexto de tratar de dilucidar el origen de la

tragedia griega, que Nietzsche apunta, fue en la conformación del “coro trágico”

(p. 75), que era nada más que eso: coro.

Particularizando más, con esta solución artística germinal al problema de la

cultura, Nietzsche propone una respuesta, en primer momento, a lo inaprensible

del objeto en la propuesta kantiana, especificada en el capítulo siete. Con la

propuesta que lo único que nos queda son las imágenes, pero no imágenes burdas,

sino artísticas; con ello se hace sublime lo que nos queda. No obstante, se prueba

la influencia kantiana a la que el pensamiento nietzscheano aún está sometido,

aunque sea para librarnos del pesimismo a que la teoría de Kant podría

conducirnos. Con otras palabras, aunque se trate de evadir el pesimismo al que

podría conducir la propuesta kantiana, por la inaprensibilidad del noúmeno, se le

está aceptando tácitamente, sólo que se trata de encontrar un aliciente que nos aleje

de las consecuencias de la imposibilidad de aprehender el mundo.

Aunque, en cierta manera, la solución a la imposibilidad kantiana se

vislumbra en la obtención de la cultura por medio de “trabajar la naturaleza” (p.

82), un trabajo que corresponde al conocimiento. Sabiduría que se obtiene de lo

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más hondo de la naturaleza, es decir, la cultura se conforma o consigue en la

consideración de la propia naturaleza, no lo que aleja de ella. Entendiendo

naturaleza como lo que es el ser humano en sí mismo, y no en las declaraciones de

deberes y modelos. Con esto se rompe con las imágenes románticas de seres puros

en sus quehaceres, que proponía la literatura de su tiempo.

“aquí la ilusión de la cultura había sido borrada de la imagen primordial de ser

humano, aquí se desvela el hombre verdadero” (p. 83).

Es necesario remarcar que Nietzsche apuesta ya por la conformación de una

nueva cultura, que venza a la anterior, aunque con ello no niega que la anterior no

sea cultura. Sin embargo, no se puede dejar de pensar en que la cultura no es más

que imágenes, apariencias y símbolos que se yuxtaponen unos a otros,

dependiendo de la época, que luego, al adquirir prestigio y sofisticación, se les

concede el rango de Realidad, y desde este parámetro se juzgan como irreales o

inválidas las anteriores o el resto de culturas. El filólogo de Leipzig estaba muy

consciente de ello, por lo tanto, no dudó en proponer que fueran cambiados los

baluartes de su cultura, por la propuesta de Wagner (de una nueva cultura

dionisiaca-alemana, elevada al rango de Realidad), para desacreditar a la vieja,

pero vigente cultura. Evidentemente, para fundar una nueva cultura era preciso

proponer nuevos baluartes, y por ello, en contraposición a los cimientos puestos en

la civilización de la vigente cultura, propone la antítesis a la civilización: el retorno

a la naturaleza. Si bien, se podría considerar, por antonomasia, que cada ser

humano tendría una particular naturaleza y no una común a todos. Una cultura

que imite a la naturaleza, en el arte, y no que le imponga normativas. Y es el arte

lo que une nuestras naturalezas, en el reflejo de unos y otros; nos fusionamos a

través de las imágenes, (p.86).

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“aquí hay ya una suspensión del individuo, debida al ingreso en una naturaleza

ajena” (p. 86).

Dicha suspensión, al parecer de Nietzsche, se realiza a través del poeta y del

dramaturgo.

Con ello se trata de retornar a las ideas primigenias de la cultura griega, a

través de la tragedia, y posteriormente, lo contrapone a Sócrates y a Platón, por ser

los que la desterraron. Es más, en el capítulo catorce refuta el mundo ideal que

Platón propuso, como fruto del destierro de lo real, de lo simbólico, que resultaba

la tragedia, pero, que seguramente era lo único que era Realidad: lo simbólico.

El origen de lo simbólico, en la tragedia griega, al parecer de Nietzsche, era

la música. El destierro de lo trágico, por parte de Sócrates y Platón, logró el

ensalzamiento de la dialéctica, entendida ésta como discurso apologético, reflejado

en los diálogos de Platón. El principal instrumento de la dialéctica es el lenguaje,

y con su hegemonía sobre la tragedia se consiguió que se olvidara que el lenguaje

es una consecuencia de la música, a tal punto, que en la actualidad se pretende que

el lenguaje esté sobre todo conocimiento, obviando lo ya escrutado por los griegos:

el mundo de lo simbólico en el arte. El prestigio que el lenguaje ha tomado es lo

que Nietzsche ataca en la cultura de su entorno.

Por tanto, lo que se persigue es el retorno a la tragedia; a la consideración

del origen de lo simbólico en la música, y no tanto al lenguaje, que por el prestigio

de que goza actualmente ejerce tiranía en la cultura. ¿Por qué proponer el retorno,

específicamente, a la cultura griega ? Nietzsche mismo da la respuesta:

“los griegos tienen en sus manos, como aurigas, tanto nuestra cultura como

cualquier otra” (p. 132).

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Un fruto de lo artístico, el lenguaje, empezó a ser considerado como un fin,

como elemento exclusivo, a partir de la filosofía occidental iniciada con Sócrates, y

por eso mismo se perdió el acceso a lo que le dio origen; nos quedamos con un sólo

fruto, sin poder ver el árbol. Los griegos vislumbraron el inmenso campo de lo

simbólico en el arte, mientras que la cultura occidental se limitó al lenguaje. Este

es el origen del pesimismo a que ha conducido la cultura occidental, que Nietzsche

señala con ahínco en la manera de vaciar lo que haría sublime al mundo: la gran

cantidad de posibilidades de simbolismo en el arte, de sí mismos, de la propia

naturaleza.

Por ello, el arte vuelve a ser la solución al pesimismo. Mientras que otras

culturas han encontrado en la religión y en la ciencia su solución al pesimismo, en

otras palabras, al sin sentido de la existencia, los griegos la encontraron, de manera

genial, en el arte, ya que la religión y la ciencia llevan de nuevo al pesimismo. Esto

es lo que se proclamará luego: la religión y la ciencia han llegada a matar a Dios,

con su escepticismo, su hipocresía y la búsqueda frenética de fundamentos

históricos para el mito que los instituyó, o mas bien dicho, para los símbolos que

han sido elevados al rango de Realidad. En su afán de buscar elementos

ostensibles, han abandonado lo que era su fundamento, y han llegado a pretender

que la búsqueda de pruebas es la finalidad. Ambas, ciencia y religión, han llevado

a las culturas que las han escogido como solución, a lo que les llevó a optar por

ellas: el pesimismo, y de allí al sin sentido de la existencia. Por ello la solución

artística de los griegos promete ser un buen antídoto, que trabaja constantemente

con el pesimismo, solamente que sublimándolo. El optimismo fue la solución de la

religión y de la ciencia. Optimismo que prometía alejar al pesimismo, cual

fantasma maldito, pero mientras más trataron de alejarlo, en la búsqueda de

pruebas, más se acercaron a él, las pruebas no han sido encontradas y el

conocimiento de la ciencia, de la filosofía y de la religión simplemente se ha ido

sucediendo, con algunas variantes cosméticas, pero que no llegan a la

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demostración ostensible, y con ello, el pesimismo solamente ha sido enviado a los

márgenes, para dar tiempo a que se encuentren las pruebas, pero no quiere decir

que nos hayamos librado de él.

Finalmente no se han encontrado y el fantasma surge implacablemente; una

cultura degenerada, que convirtió al arte en una vulgar imitación, quitándole su

gran atributo: ser imagen (pp. 149 y 151). Por ello es que Nietzsche insiste en la

ejemplificación cultural del pueblo griego.

“entonces quedamos rebajados a un estado de ánimo en el que resulta imposible una

concepción de lo mítico; pues el mito quiere ser sentido intuitivamente como

ejemplificación única de una universalidad y verdad que tiene fija su mirada en lo

infinito” (p. 150).

El mito, en la tragedia griega, fue utilizado como el gran medio del arte para

transmitir lo apolinio, en el ámbito del lenguaje; ignorarlo o menospreciarlo

representa vaciar de todo significado a la lengua. Con ello, la tragedia griega,

consiguió crear alicientes eficaces al momento de dar sentido a la existencia,

utilizando al lenguaje. En esta misma línea se mantuvo la filosofía socrática,

buscando alicientes, solamente que estos fueron cambiados por el conocimiento,

que se alejaba en mucho de la naturaleza humana considerada en sí misma en la

tragedia, utilizando al lenguaje como dialéctica apologética de las nuevas

concepciones, alejado de lo que le confería sentido; el mito.

“Es un fenómeno eterno: mediante una ilusión extendida sobre las cosas la ávida

voluntad encuentra siempre un medio de retener a sus criaturas en la vida y de

forzarlas a seguir viviendo. A éste lo encadena el placer socrático del conocer y la

ilusión de poder curar con él la herida eterna del existir, a aquel lo enreda el seductor

velo de belleza del arte, que se agita ante sus ojos, al de más allá, el consuelo

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metafísico de que, bajo el torbellino de los fenómenos, continúa fluyendo

indestructiblemente la vida eterna: para no hablar de las ilusiones más vulgares y

casi más enérgicas aún, que la voluntad tiene preparadas en cada instante” (p. 154).

Tres son los alicientes que Nietzsche propone para conferir, y retener, el

sentido de la vida: el conocimiento, el arte y la metafísica. No obstante, todos son

estimulantes engañosos, y de ellos es que está conformada la cultura. Claramente,

se empieza a vislumbrar que uno de los estimulantes engañosos toma hegemonía

sobre los otros, en el caso de la cultura vigente en la época de Nietzsche la

preponderancia se le da al conocimiento, y la empresa nietzscheana, hasta este

momento, es demostrar que el aliciente que realmente confiere sentido a la vida es

el arte, mientras que señala con ahínco que el conocimiento solo ha conseguido

guiar al hastío y al pesimismo sobre la vida.

“Aquellos tres grados de ilusión están reservados en general sólo a las naturalezas

más noblemente dotadas, que sienten el peso y la gravedad de la existencia en

general con hondo displacer, y a las que es preciso librar engañosamente de ese

displacer mediante estimulantes seleccionados. De esos estimulantes se compone

todo lo que nosotros llamamos cultura: según cuál sea la proporción de las mezclas,

tendremos una cultura preponderantemente socrática, o artística, o trágica; o si se

nos quiere permitir unas ejemplificaciones históricas: hay, o bien una cultura

alejandrina, o bien una cultura helénica, o bien una cultura budista. Todo nuestro

mundo moderno está preso en la red de la cultura alejandrina y reconoce como ideal

el hombre teórico, el cual está equipado con las más altas fuerzas cognoscitivas y

trabaja al servicio de la ciencia” (pp. 154-155).

La oposición que Nietzsche acentúa es entre la consideración teórica

(ciencia, religión, lenguaje) y la consideración trágica (música y símbolos), para

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consolidar la nueva forma de cultura, y es la música la que impulsará el mito que

la fundaría, (p. 149). El retorno a la tragedia griega.

Todo aparece más claro y directo. La cultura es el conjunto de estimulantes,

sean artísticos, religiosos, cognoscitivos y metafísicos, que buscan aliviar al ser

humano del sin sentido de la existencia, provocada por la imposibilidad de

aprehender al objeto. Aunque queda dicho que la mejor forma, hasta este

momento, es la artística, ya que permite el fluir de la vida, es decir, se cumple con

el cometido de los griegos, al dirigir la mirada a otras alternativas de la vida,

mostrando, para dejar de lado, la consecuencia nefasta a que ha conducido la

alternativa cognoscitiva: el sin sentido. La cultura que se funda en el ideal

socrático, del “hombre teórico” ha llegado a tiranizar sobre las demás formas, al

extremo que ha parecido imposible que se den otras. Todo parece apuntar que

Nietzsche ha aceptado que el mundo sólo es posible en la representación, postura

en la que subyace la conformidad con la inaprehensibilidad del noúmeno, y por

ello se permite que el mundo sea inventado, una invención que realiza la cultura,

es más, la cultura misma es la invención, pero no de cualquier modo, sino de uno

artístico que nos saque de la insignificancia y el sin sentido a la sublimidad. No

obstante, se constata que, hasta este momento, la cultura es invención de los

estimulantes que nos libran del sin sentido y de la nada.

Otro elemento, es la consideración de una sola invención como realidad

única y verdadera, que ha llevado a la destrucción de otras culturas-invenciones,

que podrían haber aportado otras visiones, un ejemplo claro de esto fue la

destrucción que llevaron a cabo algunas naciones europeas sobre culturas de

América, con el claro convencimiento que estaban destruyendo algo nocivo,

porque no correspondía a la cultura-invención que habían asimilado como real y

verdadera.

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La crítica va más allá, el pesimismo ha infestado, no sólo al conocimiento

sino que a la misma religión, que se ha dejado encantar por el “hombre teórico”, y

con ello ha permitido que el mito que la fundó vaya decayendo, hasta casi

desaparecer.

“Frente a tales amenazadoras tempestades, quién se atreverá a apelar con ánimo

seguro a nuestras pálidas y fatigadas religiones, las cuales han degenerado en sus

fundamentos hasta convertirse en religiones doctas: de tal modo que el mito,

presupuesto necesario de toda religión, está ya en todas partes tullido, y hasta en

este campo ha conseguido imponerse aquel espíritu optimista del que acabamos de

decir que es el germen de aniquilamiento de nuestra socieda” (p. 156).

Con respecto al comentario sobre la influencia de Kant y de Schopenhauer,

Nietzsche lo especifica de la siguiente manera: ellos fueron los que se atrevieron a

mostrar a esta cultura del conocimiento que su saber y ciencia tienen grandes

límites, y por tanto no son universales, como han pretendido. Este señalamiento lo

fundamentaron con los mismos instrumentos que utilizan para su conocimiento

optimista.

¿Qué es lo que queda ? Nietzsche plantea que la alternativa es optar por

una cultura trágica, artística, que explica de la siguiente manera:

“se vuelve con mirada quieta hacia la imagen total del mundo e intenta aprehender

en ella, con un sentimiento simpático de amor, el sufrimiento eterno como

sufrimiento propio [...] el hombre teórico se asusta de sus consecuencias, e,

insatisfecho, no se atreve ya a confiarse a la terrible corriente helada de la existencia:

angustiado corre de un lado para otro por la orilla. Ya no quiere tener nada en su

totalidad, en una totalidad que incluye también la entera crueldad natural de las

cosas. Hasta tal punto lo ha reblandecido la consideración optimista. Además, se da

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cuenta de que una cultura construida sobre el principio de la ciencia tiene que

sucumbir cuando comienza a volverse ilógica, es decir, a retroceder ante sus

consecuencias” (pp. 157, 158 y 159).

La cultura que se basó en el conocimiento se ha dado cuenta, con sus

mismos medios, que las respuestas que esperó encontrar no llegarán, se tendrán

que conformar con efímeros postulados. Empero, la cultura artística busca

encontrarse con la totalidad de las cosas, en la naturaleza misma.

El alejamiento de la cultura moderna del arte, llega al punto en el que

Nietzsche pone en duda sí realmente se puede hablar de que sea cultura, o a lo

sumo, que se convierta en una “cultura fatigada, debilitada”, que teme que un

renacimiento del arte provoque su final, (pp. 172 y 173), por ello se pregunta:

“¿Qué otra cosa podríamos mencionar que, en la desolación y decaimiento de la

cultura de ahora, pudiese despertar alguna expectativa consoladora para el futuro?”

(p. 172).

La propuesta artística a la conformación de la cultura, es un modo más, un

aliciente más, al que da el rango de noble engaño, pero sin más, un engaño.

Empero, tiene un elemento favorable; la entrega a la libertad, que se aleja, y

establece supremacía, sobre las drásticas limitaciones que ofrecen las otras

alternativas culturales. Esta libertad la encuentra Nietzsche en el lenguaje del

mito, al que la música le confiere la fuerza de la imagen y así pasa a ser una

significatividad metafísica, (p. 176), llegando a comprender, por qué se conjuga la

genialidad de los antiguos griegos; la música como lo dionisíaco y el mito como lo

apolíneo. La música adquiere “representación plástica” a través del mito, y ella

nos lleva a la compasión, que “nos salva del sufrimiento primordial del mundo, de

igual modo que es la imagen simbólica del mito la que nos salva de la intuición

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inmediata de la Idea suprema del mundo, y son el pensamiento y la palabra los

que nos salvan de la efusión no refrenada de la voluntad inconsciente”, y con ello

se consigue que se perciba al mundo como imagen Una. Aunque, la auténtica idea

del mundo sólo se encuentra en la música, el mito sólo es una apariencia del

mundo, que efectivamente ayuda a considerar la autenticidad de la Idea del

mundo, es decir, el mito se ilumina desde dentro con la música, (pp. 179, 181 y

182).

“Y si es cierto que también la tragedia musical agrega la palabra, ella puede mostrar

juntos a la vez el substrato y el lugar de nacimiento de la palabra y esclarecernos

desde dentro el devenir de ésta. [...] La difícil relación que entre lo apolíneo y lo

dionisíaco se da en la tragedia se podría simbolizar realmente mediante una alianza

fraternal de ambas divinidades: Dioniso habla el lenguaje de Apolo, pero al final

Apolo habla el lenguaje de Dioniso: con lo cual se ha alcanzado la meta suprema de

la tragedia y el arte en genera” (pp. 180, 182).

En las últimas páginas, Nietzsche apunta que otro elemento que ha

contribuido en la decadencia de la cultura de su tiempo, es la disgregación que ha

provocado el espíritu histórico-crítico, que ha alejado al arte de su manifestación

estética en sí misma, y con ello se ha perdido el mito, que es la fuerza natural sana

y creadora de toda cultura, que le confiere “cerramiento y unidad a un movimiento

cultural entero” (p. 189).

“Confróntese ahora con esto el hombre abstracto, no guiado por mitos, la educación

abstracta, las costumbres abstractas, el derecho abstracto, el Estado abstracto:

recuérdese la divagación carente de toda regla, no refrenada por ningún mito patrio,

de la fantasía artística: imagínese una cultura que no tenga una sede primordial fija

y sagrada, sino que esté condenada a agotar todas las posibilidades y a nutrirse

mezquinamente de todas las culturas -eso es el presente, como resultado de aquel

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socratismo dirigido a la aniquilación del mito. Y ahora el hombre no-mítico está,

eternamente hambriento, entre todos los pasados, y excavando y revolviendo busca

raíces, aun cuando tenga que buscarlas excavando en las más remotas

Antigüedades” (p. 190).

Es evidente que se empiezan a concretizar los señalamientos a la cultura que

ha tomado casi de manera exclusiva lo cognoscitivo; el arte, específicamente en la

tragedia, toma en cuenta la naturaleza humana en sí misma, no obstante, el

destierro del mito y de todo lo trágico ha provocado el alejamiento de ella,

trasladándose al campo de las abstracciones, no obstante, las consecuencias se

manifiestan en la búsqueda frenética de fundamentos que sirvieron a otras

culturas, como la punta del iceberg, ya que en realidad la cultura del conocimiento

ha fracasado en su misión primordial: dar a las interrogantes humanas respuestas

ostensibles, y con ello conferir orden y sentido al mundo.

“Y el valor de un pueblo -como, por lo demás, también el de un hombre- se mide

precisamente por su mayor o menor capacidad de imprimir a sus vivencias el sello

de lo eterno: pues, por decirlo así, con esto queda desmundanizado y muestra su

convicción inconsciente e íntima de la relatividad del tiempo y del significado

verdadero, esto es, metafísico de la vida. Lo contrario de esto acontece cuando un

pueblo comienza a concebirse a sí mismo de un modo histórico y a derribar a su

alrededor los baluartes míticos: con lo cual van unidas de ordinario una

mundanización decidida, una ruptura con la metafísica inconsciente de su

existencia anterior, en todas las consecuencias éticas” (p. 192).

El mito surge del arte que imprime la relación apolínea-dionisíaca en la

tragedia griega, lo que une el mundo inteligible con el onírico, a través de la

música y el mito como expresiones dionisíacas que terminan trascendiendo la

visión apolínea, en cuanto principio de individuación, en donde la apariencia es

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cubierta de belleza. En este sentido el arte toma un carácter metafísico; y se aleja

de la mera imitación de la naturaleza para superarla, una misión de

transfiguración de la naturaleza. Una metafísica del arte en la que se justifica la

existencia y el mundo como fenómenos estéticos, ya que lo que se tenía por

inteligible es sólo una apariencia, (pp. 197 y 198).

“esa disonancia necesaria [que es el ser humano], para poder vivir, una ilusión

magnífica que extendiese un velo de belleza sobre su esencia propia. Ése es el

verdadero propósito artístico de Apolo: bajo cuyo nombre reunimos nosotros todas

aquellas innumerables ilusiones de la bella apariencia que en cada instante hacen

digna de ser vivida la existencia e instan a vivir el instante siguiente” (p. 201).

Aunque, no es más que una bella apariencia”. Por ello, Nietzsche propone

que su superación está en considerar lo apolinio (mito y el lenguaje), y conferirle el

carácter de belleza en la fuerza simbólica de la música de lo dionisiaco. Por ello, se

apuesta por la relación armónica y equilibrada de lo dionisiaco y lo apolíneo, para

la constitución de su propuesta cultural, que libre de las simples apariencias.

Al concluir la lectura de la obra sobre la tragedia griega, se hace evidente la

idea de cultura, en la consideración de su cometido: proveer de sentido a la

existencia, por medio de la significatividad metafísica, que se encuentra en el arte

como manifestación plena de la relación entre lo dionisiaco y lo apolíneo. La

cultura, hasta este momento, es considerada como un “noble engaño” que nos libra

del sin sentido y del pesimismo de la existencia, en la invención de alicientes que

confieran sentido al mundo (sean: el arte, el conocimiento, la religión y la

metafísica, sin embargo, se acuña al arte como el aliciente eficaz), de tal suerte, que

se libren de lo apariencial para pasar a la consideración de la totalidad de las cosas

en la relación apolineo-dionisiaca. En esta línea, se puede hablar de una cultura

superior, que cumple con la misión primordial de conferir alicientes -estimulantes

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seleccionados- que mantienen a los seres humanos en la vida. No obstante, por

esta misma razón, se ataca a la cultura occidental por haber perdido la visión de su

finalidad, y haberse limitado a lo racional, llevando al límite del aniquilamiento a

la humanidad, por haber dejado de proveer de sentido.

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CONSIDERACIÓN INTEMPESTIVA I

David Strauss, el confesor y el escritor

La preocupación de Nietzsche sobre el ensalzamiento de la supuesta victoria

de la “cultura” alemana sobre la francesa, debido a que las tropas alemanas

vencieron a las francesas en el campo de batalla en 1870, surge por las posturas

superficiales, al respecto de lo que se entiende por cultura, de la opinión pública de

aquel entonces.

“la opinión pública y de todos los opinantes públicos [periodistas, novelistas,

historiadores y músicos] (p. 28) [...] que aseveran que también la cultura

alemana ha alcanzado la victoria en esa lucha y que por tanto es ahora preciso

engalanarla” (p. 25).

La victoria bélica no tiene nada que ver con la cultura. Esta es la máxima de

Nietzsche. Lo que los alemanes de su época celebran como la “victoria de su

cultura” sobre los franceses no es más que una cultería, que pone en peligro el

proyecto de impulsar la cultura en cuanto tal. Es decir, el proyecto de impulsar

una nueva cultura no es dejado de lado en los objetivos de este libro, mas bien, es

retomado con más fuerza que en El Nacimiento de la Tragedia.

Entrando en materia, Nietzsche afirma que la cultura es un fruto de la vida,

no lo que la opaca, o lo que se convierte en su antítesis, a saber: el poder y la

potencia, en detrimento del saber y la sapiencia; por tanto, la victoria alemana

queda solamente como una invicta bélica, no cultural, (pp. 28 y 29).

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Llegados a este momento, Nietzsche explica el concepto puro de cultura, de

la siguiente manera:

“la unidad de estilo artístico en todas las manifestaciones vitales de un pueblo. El

saber muchas cosas y el haber aprendido muchas cosas no son, sin embargo, ni un

medio necesario de la cultura ni tampoco una señal de cultura y resultan

perfectamente compatibles, si es preciso, con la antítesis de la cultura, con la

barbarie, es decir, con la carencia de estilo y con la mezcolanza caótica de todos los

estilos” (pp. 30 y 31).

Lo vislumbrado en El Nacimiento de la Tragedia es puesto de manera clara y

directa en la primera intempestiva. La unidad de estilo de un pueblo, frente a la

amalgama de estilos, que lleva a carecer de él, no es una manifestación cultural,

sino que se convierte en su antítesis: la barbarie.

Nietzsche insta a los alemanes a que encuentren su barbarie en sus modales

y en sus formas de conducirse en el arte, que reflejan la falta de unidad de estilo,

que les haría contar con una cultura propia.

“El hombre alemán amontona a su alrededor las formas, colores, productos y objetos

raros de todos los tiempos y de todos los lugares y con ellos fabrica aquel variopinto

abigarramiento de feria de cosas modernas que luego sus doctos han de considerar y

formular como lo moderno en sí; el mismo permanece, por su parte, sentado

tranquilamente en medio de ese revoltijo de todos los estilos” (p. 32).

La unidad de estilo se establece en los derroteros de la solución artística que

propuso en la anterior obra. He aquí la originalidad de la cultura, y es más, el

elemento fundamental para que sea lo que es. Empero, en cierta medida se puede

considerar un avance: la cultura se manifiesta en las formas de proceder y en los

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modales frente al arte, en su unidad de estilo, en su originalidad, y no en la

imitación de otras formas. Es decir, cuando un pueblo consigue un estilo único y

original se puede hablar que ha conseguido formar su cultura, y esto

necesariamente, lo hará diferente a otros pueblos. Cuando no existe este estilo, y

se opta por imitar el de otros pueblos, entonces no se está consolidando una

cultura, sino que simplemente, el pueblo imitador se enajena. Lo que

evidentemente subyace en esta postura es la idea que la cultura establece estilo,

para ser tal cual, en primer momento, no obstante, se puede indicar que la cultura

es el estilo de un pueblo.

Particularizando más, la auténtica cultura está basada en la originalidad de

estilo, y con ello se consigue establecer diferencias entre un pueblo y otro. Lo que

se afirma con el nacionalismo es la antítesis de la cultura auténtica; la barbarie

debida a la amalgama de estilos. Con palabras apolíneas, podríamos indicar que la

cultura auténtica es un principio de individuación de los pueblos. Así se llega al

límite de exponer que se podría hablar de una victoria cultural alemana sobre

Francia, si, en primer momento, no dependiera de todas las formas culturales

francesas, y en segundo, si hubieran logrado imponer su unitario estilo artístico a

los vencidos. Esto puede ser interpretado de diversas maneras, pero lo que hay

que afirmar, sin miedo a juicios erróneos, es que la postura nietzscheana no está en

favor de la imposición cultural de unos pueblos a otros por medio de la guerra,

sino en la definición precisa del principio de individuación de cada cultura. Lo

que se señala es la falta de una dilucidación rigurosa al momento de afirmar que la

victoria de los alemanes sobre los franceses, de 1870, es cultural y que se haga la

diferencia y la debida reflexión sobre lo que es la cultura, antes de emitir

afirmaciones fortuitas que apelan únicamente al triunfalismo nacionalista, (pp. 34-

35).

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La unidad de estilo, apunta más adelante, no es tampoco la pluralidad

confluyente, que llevaría inevitablemente, a la ilusión de que se pueden unificar

expresiones amalgámicas en un sólo estilo y se les terminaría llamando,

erróneamente, cultura. A los que defienden esta posición Nietzsche los llama

cultifilisteos, y el mismo da la definición:

“designa la antítesis del hijo de las Musas, del artista, del auténtico hombre de

cultura” (p. 35).

Al parecer, se apuesta, de forma decidida y sin titubeos a lo ya previsto en la

primer obra; a saber, que las formas culturales son galantes formas de engaño que

hacen frente al sin sentido de la existencia y mantienen, por medio de alicientes, a

los seres humanos aferrados a la vida. Apostar por una sola forma de aliciente,

que de por sí ha demostrado que no cumple con su misión, significa denigrar a las

demás con un sólo parámetro al que hemos elevado al rango de Realidad, y con

ello facultar para aprobar o desacreditar a otras formas. Ciertamente, lo que se

persigue es la propuesta artística, frente a las otras (ciencia y religión). Claro, no es

una propuesta tiránica presentada sin más; para Nietzsche la propuesta artística es

una solución productiva, en cuanto que trabaja con la naturaleza humana; le

confiere sentido a la existencia, al conceder el principio de individuación a cada

pueblo, por medio de su estilo único y original.

Aunque, parece que en la primera intempestiva, ya no se presenta la

tragedia griega como única alternativa cultural, sino que se muestra la opción de

buscar cuál debe ser. Lo que parece ser una visión genética. La cultura hay que

buscarla, y por tanto sería deveniente, no estática, lo que en principio sería una

falta a lo que afirma de entrada: la unidad de estilo. No obstante, lo que se

empieza a vislumbrar es que la cultura no es un objeto que se modela

definitivamente, cual escultura, y ya terminada sirve para ser admirada, sino que

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se hace constantemente. Esto se afirma en el reproche que se hace a los

cultifilisteos que han pensado que la cultura está hecha y que por ello no es

necesario seguir buscándola, (p. 40).

El cultifilisteo se afana en el estudio minucioso de los escritos de sus

grandes pensadores, pero sin darse cuenta que esa misma misión le tocaría a él

mismo emprender: buscar los derroteros de su propia cultura. Nietzsche va más

allá, estos estudios fueron utilizados por los mismos cultifilisteos para acuñar

ciencias como la filología y la filosofía, que gustan de repetir ideas y propuestas de

otros, por ser más cómodo que aventurarse a dar cuenta de sus propias ideas.

Esta postura es considerada como afilosófica, y puede conllevar al pesimismo, por

vivir solamente epígonos, y no aventurarse a la búsqueda de otros derroteros del

conocimiento, con ello se imposibilitan a ver más allá de sus obras fundamentales.

El mundo se les vuelve aburrido.

Este estatismo embota la cultura, y le cierra el camino que debe seguir: la

creación artística. El cultifilisteo obstruye el camino del arte; sólo le gusta lo

clásico, mientras que lo contemporáneo lo admite sólo en cuanto es imitación de

los clásicos, o, con otras palabras, de lo que su cultura ha elevado al rango de

Realidad. Entendiendo la Realidad como la razón que la cultura enarbola, es

decir, no es en sí misma Realidad, sino que es a lo que la cultura ha dado seriedad

e importancia.

Retomando la solución científica del hombre teórico al problema de la

cultura, que se propuso en la obra anterior, (capítulo ocho de la presente obra), se

llega al punto en el que se afirma que el científico se ha encaminado en un

quehacer en el que se distinguen dos elementos: 1. La vida le es completamente

ajena, su objetividad le impide considerar la vida como su vida. 2. Las preguntas

que la ciencia se plantea consideran que el científico es eterno. Y con esta

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perspectiva, se aventuran a considerar la cultura, que es completamente

deveniente. Evidentemente el conocimiento sólo se sucede de uno a otro, y las

respuestas que constituirían el aliciente para la existencia no llegan, mientras que

la llegada de la barbarie es inevitable, ya que la misión que le era más primordial

fue dejada de lado: el alumbramiento de la cultura nueva y robustecida, que busca,

inventa y reinventa su estilo, en tanto aliciente para la existencia. Con ello se nos

quiere decir que el señalamiento a la ciencia se refiere a mostrar que se ha alejado

de la vida, su sustento fundamental; ha obviado, en sus teorías, que la vida no se

puede considerar de manera fija, sino que tiene que ser vista en su devenir.

“Así, pues, respondednos al menos a esta pregunta: ¿de dónde, adónde, para que

toda ciencia si no ha de conducir a la cultura ? ¡Entonces acaso a la barbarie!” (p.

100).

La cultura que se asienta en la barbarie, al parecer, sigue siendo cultura, y

Nietzsche lo reconoce (p. 101). Lo que acuña la idea expuesta anteriormente que se

está consciente que la cultura, con las variantes de sus formas y baluartes, no es

más que un engaño, no obstante lo que sugiere, es que el engaño sea bellamente

adornado con todas las características posibles de la vida, para que la cultura

conduzca a una visión sublime del mundo, y no tanto a un descrédito o

consideración utilitaria de ella (un ejemplo: el cientificismo), que terminaría por

conducir al envejecimiento de la cultura. Podríamos indicar, en base a lo anterior,

que la perdida de eficacia de los alicientes o engaños que provee la cultura para

mantener a los seres humanos aferrados a la vida, significa el envejecimiento o

decaimiento de la cultura.

En esta visión de la ciencia radicaría el avance con respecto a la obra

anterior; ya no sólo se nos dice que la ciencia no cumple con lo que ofrece sino que

nos indica cuál es su quehacer, y esto con relación a la cultura, porque no se está

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hablando de la ciencia per se, sino que es abordada por sus consecuencias en la

cultura; proveer de alicientes productivos que confieran sentido a la existencia de

los seres humanos.

Regresando a la finalidad crítica con que fue escrito este libro, que es la

instauración de una nueva religión por parte de David Strauss, Nietzsche arremete

contra esta iniciativa por estar fundamentada en la ciencia del hombre teórico, y

por lo tanto, no constituye una propuesta nueva que de opción a la debilitada

cultura a la que él estaba proponiendo una innovadora opción.

“En el fondo la nueva religión no es, por tanto, una fe nueva, sino que coincide con

la ciencia moderna y, en consecuencia, en modo alguno es como tal una religión...

Sólo una parte pequeñísima del libro straussianesco, sólo unas páginas dispersas

tratan de eso que Strauss tendría derecho a llamar una fe, es decir, aquella sensación

del Universo, para el cual reclama Strauss la misma piedad que para su Dios

reclamaba el hombre piadoso de viejo estilo” (p. 110).

Entre líneas, se puede distinguir que se insiste en que la propuesta cultural

de Nietzsche persigue que todas las instituciones estén al servicio de lo que llama

“sensación del Universo”, que es lo que promete la ciencia y la religión, pero que

terminan por no proveerlo. Con ello, se quiere decir que la cultura debe

proporcionar los alicientes necesarios a la existencia para que consiga la sensación

de Universo, o mas bien dicho, que la existencia adquiera particularidad en su

universalidad, en su estilo, en sus formas.

A partir del capítulo 11 retoma lo abordado en el principio de la obra, el

tema del lenguaje, y aunque se extrae del ataque sin tregua contra Strauss, se

puede vislumbrar la continuidad de pensamiento; el tratamiento del lenguaje debe

ser artístico, y en definitiva se debería constituir por lo acuñado en principio: la

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unidad de estilo, que en la anterior obra fue insinuado, pero que en la primera

intempestiva se anuncia explícitamente. La nueva propuesta cultural conlleva este

elemento: el lenguaje debe tener unidad de estilo, de lo contrario se corre el riesgo

de que se convierta en un elemento más que contribuya al decaimiento de la

cultura. La solución nietzscheana es la disposición de una “norma unitaria”, y se

prevé que lo que se persigue, en primer momento, es la continuación o transmisión

de la cultura, por medio de la comprensión íntegra de los clásicos literarios, y en

segundo momento, por la unidad de estilo de un pueblo en uno de los elementos

más importantes por los que se mienta al arte y la sublimidad del mundo: el

lenguaje con rigor artístico, en cuanto manifestación vital de un pueblo, (pp. 123 y

124).

Lejos de la norma unitaria el lenguaje se convierte en una retórica que habla

de sí misma, que ha dejado de ser la actividad de mentar, de manera artística, al

mundo.

El ataque de Nietzsche contra el idioma alemán de su época es por el

préstamo de expresiones a la tecnología, a los símiles (p. 129) de maquinaria y

herramientas, que se empezaban a realizar. Estos préstamos empobrecen la

lengua, ya que la hacen dependiente de lo que debería ser mentado, y, no utilizado

como fundamento. La aberración del lenguaje, se da al quitarle su suelo común; el

estilo artístico de ser significado y no semejanza, se convierte en una actividad que

termina por ser superflua y poco significante, al menos en sí misma, lo que viene a

terminar de contribuir al agotamiento de la cultura. De esta manera el lenguaje

pierde agudeza para mentar los alicientes que podrían dar sentido a la vida.

Cuando el lenguaje se funda en los símiles, pierde todo referente en sí

mismo, en cuanto ordenamiento artístico que adquiere un carácter lógico, y se

empiezan a realizar construcciones lingüísticas abstractas, en tanto abstraídas de sí

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mismas, y con ello se hacen usos ampulosos del mismo, prueba de ello es el

prestigio que gozan los llamados discursos persuasivos, muy utilizados con fines

comerciales, políticos y religiosos, (p. 129).

La negación del rigor artístico en el lenguaje, conduce a la ponderación del

amalgamiento de estilos; confundiendose al pensar que alcanzar dicho

amalgamiento de saberes es haber conseguido el estilo único y original. La

actividad de negar el paso al estilo podría ser perder la unidad de estilo. Siendo

esta la confusión que Nietzsche les encara a los cultifilisteos encabezados por

Strauss, (p. 125).

“el cultifilisteo se muestra fuerte únicamente cuando rechaza un estilo cultural

dotado de un verdadero rigor artístico, y merced a esta obstinación suya en el

rechazar es como alcanza una homogeneidad de manifestaciones que casi parece ser

otra vez una unidad de estilo” (p. 125).

El unitario estilo artístico toma un carácter nuevo; ahora es estilo cultural, y

su mysterium es mentado por el lenguaje.

Todo esto se señala para indicar que Strauss no pudo ordenar, ni siquiera

con el supuesto rigor de la ciencia de su cultura, sus escritos, y que por ello no es

encomiable ni siquiera en el sistema cultural envejecido en el que se mueve. Es

decir, el esfuerzo straussianesco sólo consigue dar muestras del debilitamiento de

su sistema cultural. Lo que termina por reforzar el impulso a una nueva propuesta

cultural, por parte de Nietzsche, con nuevos y eficaces alicientes. Con ello da

muestras de ser un conocedor de la envejecida cultura, así augura y justifica su

final, en la conclusión de la primera intempestiva:

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“ha desaprendido a distinguir lo vivo de lo muerto, lo auténtico de lo inauténtico, lo

original de lo imitado, Dios de los ídolos, y que ha perdido el instinto sano, viril, de

lo real y lo justo. Esa cultura merece perecer: y ya ahora están hundiéndose los

signos de su dominio” (p. 150).

La cultura occidental ha envejecido, y con ella los alicientes que debían

mantener a los hombres aferrados a la vida.

La resolución a que nos conduce la primera intempestiva es clara. La idea

de cultura expuesta en El Nacimiento de la Tragedia se mantiene, en cuanto que la

cultura es la selección de alicientes que confieren sentido a la existencia y por tanto

mantienen aferrados a la vida a los seres humanos. Solamente que en el escrito

contra Strauss se concretiza, por decirlo de esta manera, la crítica que Nietzsche

realiza del nacionalismo alemán de su época como antítesis de la cultura. Es más,

se avanza en el sentido en que ya no se enarbola la tragedia griega como única

solución cultural, sino que se pone como imperativo la búsqueda de otros

alicientes que se conviertan en soluciones al sin sentido de la existencia; esta es la

puerta que abre con la propuesta de la búsqueda del estilo: librar a los hombres de

considerar su existencia con un solo aliciente -el conocimiento científico, teórico-,

que ha envejecido por su incapacidad para alejar el sin sentido y el pesimismo

sobre la vida. Se deben buscar nuevos alicientes, que sean productivos en cuanto

a mantener a los seres humanos aferrados a la vida; esta es la tarea que señala

Nietzsche con esta obra, específicamente, con la aseveración de la nueva cultura.

En este sentido, el estilo es considerado como una propuesta nueva que impulsa a

la búsqueda de alicientes eficaces, para demostrar, entre líneas, que existen otros

alicientes, y que se pueden dejar de lado los agotados alicientes a la existencia de

los hombres de la cultura occidental, que hasta ese momento se han tenido por

únicos y exclusivos.

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Uno de los alicientes occidentales agotados que se señalan es la ciencia, que

por la búsqueda de objetividad se ha desviado de la vida, dejando de ser capaz, y

no sólo, sino que ante su incapacidad de conferir sentido a la existencia, ha

preferido desviar la mirada al amalgamiento y acumulación exagerada de

conocimientos. Un fruto de ello ha sido el agotamiento del lenguaje; ha olvidado

que su tarea es mentar la vida, desgastándose al tratar de mentar el amalgamiento

de conocimientos de la ciencia, sin importar que deje de lado su principal papel:

mentar el mysterium del estilo de cada cultura, es decir, de sus alicientes. El

lenguaje ha dejado de ser el instrumento que mienta los alicientes.

Por ello, ciencia y lenguaje son abordados dentro del tema de la cultura,

como muestras de su decrepitud.

La propuesta que se acuña es la búsqueda de nuevos y rejuvenecidos

alicientes, que Nietzsche encuentra en el estilo artístico (además, como muestra

que se pueden sondear otros alicientes), que se convierte por la consideración de la

totalidad de las cosas, en total libertad y devenir, en el aliciente productivo que

aferra, de manera eficaz, a los seres humanos a la vida.

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CONSIDERACIÓN INTEMPESTIVA II

Sobre la utilidad y los perjuicios de la historia

para la vida

Cuatro elementos han sido tratados como fundamentales en la idea de

cultura en el pensamiento de Nietzsche. Sean, el arte; en cuanto solución cultural

que considera la totalidad de las cosas; la ciencia, que al haber desviado la atención

al coleccionismo de conocimientos, persiguiendo la objetividad, no pudo dar

respuestas que confirieran sentido a la existencia; la religión, que al haber

asimilado las formas de la ciencia en su ceno y haber desterrado al mito, se

enajenó; y, el lenguaje, al olvidar que su principal misión era mentar los alicientes

que mantuvieran el sentido del mundo, se dedicó a ser instrumento exclusivo de la

ciencia, por el cual catalogó todos sus saberes. En tanto, en la segunda

intempestiva se introduce el tema de la historia y de qué manera ésta, al igual que

los anteriores, influye en la decadencia de la cultura, por ser uno de los

instrumentos de la ciencia.

“Intempestiva es también esta consideración, puesto que trato de interpretar como

un mal, una enfermedad, un defecto, algo de lo que nuestra época está, con razón,

orgullosa: su cultura histórica” (p. 33).

La actitud de señalar los defectos de la cultura no es un deseo megalómano

de Nietzsche, sino que persigue prevenir sobre la decadencia que podría provocar.

Por ello se empeña en mostrar el génesis de su decaimiento, ahora en el tema

específico de la historia. La seriedad de la cuestión es ofrecida por el mismo

Nietzsche: el decaimiento de la cultura puede provocar la ruina de un pueblo, y la

historia, alejada de la vida y de la acción, podría ser un instrumento que

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contribuya a su debilidad. La historia, en cuanto instrumento, para que los

alicientes que la cultura selecciona sean puestos como eficaces medios de alejar el

sin sentido de la existencia, se encamina a la búsqueda de un equilibrio entre lo

histórico y lo ahistórico. El punto de armonía en donde el presente no es absorbido

por el pasado y viceversa.

“He aquí la tesis que el lector está invitado a considerar: lo histórico y lo ahistórico

son igualmente necesarios para la salud de los individuos, de los pueblos y de las

culturas” (p. 40).

Aún, se apuesta por lo ahistórico, porque aunque puede llevar al individuo

a pensar que sus vivencias son únicas e irrepetibles, su mundo es ilimitado, a

diferencia del que cuente con un alto sentido histórico; el mundo se le vuelve una

vivencia que no vale la pena vivir, porque llega a creer que lo que le ha sucedido a

otros, necesariamente, y hasta inevitablemente, le sucederá a él. Se trata de librar

del pesimismo, que podría provocar el determinismo, al que le conduciría la

influencia de la historia del pasado sobre su existencia.

“Lo ahistórico es semejante a una atmósfera protectora, únicamente dentro de la

cual puede germinar la vida y, si esta atmósfera desaparece, la vida se extingue” (p.

41).

Por ello, la invitación es a lo suprahistórico, en donde el pasado y el

presente son considerados como lo mismo y por ello su significado sería

eternamente igual. En este mismo contexto, y como respaldo a la propuesta de lo

suprahistórico, se indica que todas las lenguas expresan siempre las mismas

necesidades típicas y fijas del hombre.

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Empero, lo suprahistórico no puede ser la alternativa, porque conduce de

nuevo al hastío, al aclarar que la lengua sería puesta como el conjunto de signos,

que terminarían por ser iguales; la actividad de mentar el mysterium deveniente y

libre de la existencia es dejada en el olvido, y por ello conduce de nuevo al

pesimismo. Esto también quiere decir que la lengua es el principal instrumento de

presentación de lo histórico, mientras que la vida es enviada a los márgenes. Con

esto se ha avanzado, y se reafirma, lo que acuñó en la primera intempestiva, sobre

la norma unitaria de la lengua, en el sentido que se convierta en el medio para

continuar y transmitir la cultura, especialmente normada por los clásicos literarios

del pueblo, que sirva para encontrar la unidad de estilo, (de un pueblo, de su

individuos), en el arte de mentar de manera sublime al mundo, (p. 46).

La propuesta nietzscheana se encamina a lo que llama “cultura histórica al

servicio de la vida” de donde nazca una nueva civilización, que evite que se

convierta en una ciencia pura, lingüística, alejada de la vida. Todo apunta a que,

como ya se indicó, la historia es parte constituyente de la cultura, y su erróneo

manejo podría conducir al decaimiento de la misma. Por eso es necesaria una

aclaración de la manera en que la historia debe actuar en la vida. Así, en el

comienzo del capítulo dos (p. 49), se indica que la historia al servicio de la vida

tiene tres facetas: historia monumental, la del ser vivo tras sus metas; historia

anticuaria, la que preserva y venera lo que se ha hecho; e, historia crítica, la

necesidad crítica de liberación. Este proceso dialéctico es completamente

deveniente, y su estatismo conduciría a no atreverse a perseguir lo imposible,

porque prácticamente no sería posible, resultaría que ya estaría documentado de

alguna manera en la historia. Lo que salta a la vista es que Nietzsche considera la

historia como un elemento más de lo que llamó el noble engaño, es decir, se

vislumbra como un instrumento de los alicientes al sin sentido de la existencia, con

una finalidad precisa: evitar el hastío.

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La historia no sería utilizada para imitar lo que ya ha sucedido, que es

prácticamente imposible, porque al intentarlo caería en el error de comparar

igualitariamente acciones que son incomparables (para ilustrar esta afirmación,

Nietzsche recurre al ejemplo que nadie volverá a descubrir América como lo hizo

Cristóbal Colón).

“mientras el pasado tenga que ser descrito como digno de imitación, como imitable y

posible otra segunda vez, incurre, ciertamente, en el peligro de ser distorsionado, de

ser embellecido, y se acerca así a la pura invención poética “ (p. 55).

La distorsión consiste en la exaltación de un hecho, que al aislarlo y

diferenciarlo de su entorno, pierde la significación de su totalidad en el mundo y se

convierte en comentario, lejano a lo que pudo haber sido. Un factor que surgirá

por esta distorsión será la tiranía de la historia anticuaria sobre la historia crítica.

Los que apuestan por la historia monumental aducirán tener la autoridad para

indicar el camino a recorrer: buscar imitar el pasado, mientras que la innovación

queda truncada, principalmente en el arte. Claramente, se mantiene la afirmación

que la cultura, en cuanto historia, no puede ni debe ser fijada de ningún modo, y la

consecuencia ya es sabida: el pesimismo y el hastío, en la canonización de la

historia anticuaria. Vemos con gran satisfacción como Nietzsche se adelantó a su

época, ya que detrás de esta afirmación subyace la conciencia que la cultura no es

una sucesión de épocas imitativas del pasado, que a la larga terminan por acuñar

determinismos dogmáticos y tiránicos sobre los miembros de un pueblo.

Un elemento importante es que no se abandona la solución cultural-artística.

Los artistas son los “únicos capaces de extraer de la historia una verdadera

enseñanza”, (p. 56). Una enseñanza de vida, de praxis, y a los que los enquistados

en la historia anticuaria obstruyen el paso a las nuevas creaciones. Obstruyen el

paso, pensando, erróneamente, que es para que la historia monumental crezca,

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confundiendo al hacer creer que el único fundamento es el pasado, cuando su base

también está en el presente.

“No quieren que nazca la grandeza [los enquistados en la historia monumental,

que Nietzsche identifica con los críticos de arte]. Su método es decir: “Mirad,

lo que es grande ya está ahí”. En realidad, esta grandeza que está ahí les importa

tan poco como la que está en trance de nacer: sus vidas dan testimonio de ello. La

historia monumental es el disfraz con el cual su odio a los grandes y poderosos de su

tiempo se presenta como una colmada admiración por los grandes y poderosos de

épocas pasadas; así enmascarado, el sentido de esta consideración de la historia se

convierte en su opuesto. Sean o no conscientes de ello, actúan en todo caso como si

su lema fuera: dejad a los muertos que entierren a los vivos” (pp. 57 y 58).

El auténtico historiador monumental es el que da cuenta de su vida como

patrimonio ancestral a las futuras generaciones, es decir, la vida posee a la historia

y esta da cuenta de ella, así la historia no posee a la vida, y no degenera en un

estatismo que no muestra, y hasta oculta, el fluir de la vida, (p. 59). Mientras que

la historia anticuaria le lleva a identificarse con su pueblo, con su historia pasada,

con sus fiestas populares, con la geografía y arquitectura de su localidad, porque le

hacen sentir que en esta historia se descubre a sí mismo, con sus virtudes y

defectos, y se convierte en un lugar en el que se puede vivir, “aquí se pudo vivir, se

dice a sí mismo, por tanto aquí se puede vivir y aquí se podrá vivir...”. Siendo este

elemento muy beneficioso para la colectividad, (p. 60). Esta es la visión del

sentido histórico que Nietzsche atacará. Aunque no en un sentido estricto, lo que

objeta es la tiranía que la historia anticuaria puede tomar sobre la monumental con

la consiguiente obstrucción de la historia crítica, para convertirse, de nuevo, en un

estatismo que conduciría a visiones muy limitadas de las posibilidades de la

existencia.

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“Esto crea siempre un peligro inminente: en definitiva, todo lo antiguo y pasado que

entra en este campo de visión es, sin más, aceptado como igualmente digno de

veneración; en cambio, todo lo que no muestra, respeto a lo antiguo, esta reverencia,

o sea, lo que es nuevo y está en fase de realización, es rechazado y encuentra

hostilidad [...] Cuando la sensibilidad de un pueblo se petrifica de tal suerte, cuando

la historia sirve al pasado hasta el punto de debilitar la vida presente y,

especialmente, la vida superior, cuando el sentido histórico ya no conserva la vida

sino que la momifica, entonces el árbol muere de modo no natural [...] La historia

anticuaria degenera en el momento mismo en que ya no está animada e inspirada

por la fresca vida del presente“ (pp. 62 y 63).

Aunque el libro fue proyectado por Nietzsche para impulsar la nueva

cultura wagneriana, la genialidad de las reflexiones sobre la cultura y sus

propuestas nuevas, son evidentes. El sólo hecho de vislumbrar esta visión de la

historia es prueba de ello.

Se vas tras evitar el agotamiento de la cultura. Esto puede darse por la

confusión que puede llegar a producir la historia anticuaria, que todo lo que ha

envejecido tendría que ser inmortal. Una resistencia al cambio, que lo único que

conseguirá será el estatismo, el hastío, el pesimismo, en una palabra, el

aburrimiento de la existencia en lo monumental. Lo que corre el peligro de

envejecer son las costumbres, las creencias religiosas y los privilegios políticos, y

desde ellas la historia anticuaria puede ejercer tiranía sobre el presente, p. 64.

Lo que libra del decaimiento y la tiranía a la historia anticuaria, y permite el

fluir, es la historia crítica, y de este modo sirve a la vida en la historia monumental,

aunque a veces tenga que romper con el pasado. La vida se convierte en juez del

pasado, y de esta manera se evita el estatismo y se condenan los atentados que

pudieron haberse cometido en el pasado, evidentemente, contra la vida misma.

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“No es la justicia quien aquí juzga; y es, todavía menos, la clemencia quien aquí

pronuncia el veredicto: es solamente la vida, esa potencia oscura, impulsiva,

insaciablemente ávida de sí misma.” [Lo remarcado ha sido puesto para los

fines de esta estudio] (p. 65).

La falta de la historia crítica, ha provocado la tiranía de instituciones, tales

como la Iglesia y el Estado, pero que por el mismo estatismo que promulgan les ha

hecho rondar la decadencia.

“Que el conocimiento del pasado sea deseado en toda época solamente para servir al

futuro y al presente, no para debilitar el presente o para cortar las raíces de un

futuro vigoroso” (p. 69)

El principal detonante de la historia ha sido la pretensión de la ciencia en

convertirse, de manera exclusiva, en una búsqueda de pasado sólo por el

conocimiento mismo, es decir, el conocimiento es el objetivo mientras que la vida

queda fuera. Llegados a este punto, es preciso apuntar lo que le pasa a la

cultura que pretende ser científica, que cultiva el conocimiento de la historia

anticuaria; en realidad no es una cultura, es un conocimiento lingüístico de la

cultura, porque no la “viven”, solamente la gesticulan y con ello pretende

conocerla, por eso pierden de vista que su misión fundamental es proveer de

alicientes que den sentido a la existencia, que retengan a los seres humanos en la

vida. Una cultura que toma como aliciente exclusivo a la ciencia objetiva, se limita

a coleccionar conocimientos, sin poder llegar a ser un aliciente eficaz al momento

de dotar sentido a la existencia, vaciando de significado a la lengua, que ha dejado

de ser la actividad de mentar el mysterium de la vida, para pasar a convertirse en

un catálogo de expresiones abstractas que tratan de fijar y aprehender el pasado,

en lo que han dado por llamar historia.

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“nuestra moderna cultura no es algo vivo, es decir, no es, de hecho, una verdadera

cultura sino solamente una especie de saber sobre la cultura, se queda en

una idea y en un sentimiento de la cultura, pero no surge de allí una

resolución cultural” (p. 72).

La cultura ha sido mal interpretada, tal vez, por las distinciones que se

realizan entre lo interno y lo externo. Así, la cultura ha sido relegada a un puro

conocimiento, que se ubica en el ámbito de lo interno, mientras que lo externo ha

sido dejado de lado; entendiendo lo externo como el fluir de la vida. Nietzsche

ataca la postura que sostiene que tener cultura es acumular conocimientos, sean de

filosofía, ciencia, religión y arte, y lo equipara a la barbarie. Esto es un claro ataque

a la ilustración, en cuanto enciclopedismo; ataque explícito realizado en el capítulo

cuatro.

“La cultura de un pueblo, en contraposición a esa barbarie, fue una vez definida, y

pienso que a justo título, como unidad de estilo artístico en todas las

manifestaciones de ese pueblo. No sería correcto entender esta definición

como un contraste entre la barbarie y el estilo bello; el pueblo, al que se

atribuye una cultura, debe ser, en todos los aspectos reales, una unidad viva y

no estar miserablemente desgarrado entre lo interno y lo externo, entre un

contenido y una forma. El que aspire a forjar y promueva esta unidad superior y

que colabore en la destrucción de la culturalidad moderna, a favor de una

verdadera cultura y que ose reflexionar cómo la salud de un pueblo, perturbada

por el historicismo, puede ser restablecida y cómo puede redescubrir sus instintos

y, con ello, su autenticidad” (p. 74).

Es necesario aclarar que la forma se encuentra, en el pensamiento

nietzscheano de esta obra, en lo externo y lo convencional de los grupos humanos,

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mientras que el contenido está en lo interno, en cuanto inmanencia de los seres

humanos, (pp. 75 y 76).

La esperanza de una nueva cultura está en la autenticidad. La amalgama de

conocimientos produce falta de autenticidad, porque el interior deja de ser

unitario; lo que se persigue es reestablecer la unidad entre la naturaleza y el alma

de un pueblo. Las divisiones entre lo interior y lo exterior deben desaparecer para

dar paso a la nueva y verdadera cultura. Es decir, implícitamente, en estas

afirmaciones encontramos que Nietzsche persigue dar una definición más seria de

cultura, y no dejarse influir por los criterios de la ilustración, al parecer, vigentes en

su época.

“En cinco aspectos me parece que la sobresaturación histórica de una época puede

ser peligrosa y hostil a la vida: en primer lugar, tal exceso provoca la oposición

entre lo interno y lo externo, que anteriormente hemos analizado, y debilita así la

personalidad; en segundo lugar, hace que una época se imagine que posee la más

rara de las virtudes, la justicia, en grado superior a cualquier época; por otra parte,

perturba los instintos del pueblo e impide que llegue a la madurez, tanto el

individuo como el conjunto de la sociedad; implanta, también, la creencia, siempre

nociva, en la vejez de la humanidad, la creencia de ser fruto tardío y epígono;

finalmente, induce a una época a caer en el peligroso estado de ánimo de la ironía

respecto a sí misma y, de ahí, a la actitud todavía más peligrosa del cinismo: y, en

esta actitud, una época evoluciona más y más en la dirección de un practicismo

calculador y egoísta que paraliza y, finalmente, destruye las fuerzas vitales”

(p. 81).

El practicismo calculador no es otra cosa que una consecuencia de la falsa

relación entre el interior y el convencionalismo, entendiéndolo como lo exterior.

Los seres humanos actúan en sociedad con respecto a criterios que no

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corresponden con su interior, y así lo tienen que hacer para ser aceptados y formar

parte de la sociedad, y para ello se ponen lo que Nietzsche llama la mascara, que

los termina por uniformizar, “el individuo se ha retirado a su interior, desde fuera

ya no se observa nada, es decir, lo interior ya no corresponde a lo exterior”, (p. 84).

Cuestión dual que ha terminado por agotar la cultura, y las muestras de esa

falsedad se trasladarán a lo que se tiene por justicia.

El enmascaramiento impide la libertad y la sinceridad, y la cultura debe

llevar a la libertad y a la sinceridad de estos actores-esclavos de la convención, por

medio de dos poderosos alicientes: el arte y la religión, claro, libres de toda

influencia de la ciencia. Sólo la necesidad de libertad y de sinceridad dará el

puesto preciso al arte y a la religión, esta última en el rescate del mito fundante.

¿Por qué hay que cambiar este sistema? Evidentemente, porque este tipo de

relaciones están destinadas al disimulo de lo que realmente se es, y por ello no se

actúa de manera espontánea. Incluso la filosofía está obligada a ser un monólogo

para esta cultura del ocultamiento, y su único ámbito es la interioridad, mientras

que el fluir de la vida es obviado.

El camino que queda para considerar la historia, en cuanto pasado, es la

construcción del futuro y el conocimiento del presente.

Estos alicientes que Nietzsche ha venido tratando, a saber: el arte y la

religión, junto a sus instrumentos: el lenguaje y la historia, han sido enajenados por

la ciencia, que es un aliciente más y por tanto no tiene ningún preponderancia

sobre ellos, a buscar semejarse al conocimiento científico, cuando sus campos son

completamente distintos. La cientifización del arte y de la religión, del lenguaje, y

de la historia, han llevado al decaimiento de la cultura, en una expresión directa de

nuestro autor. Implícitamente se reconoce, que estos son elementos primordiales

de una cultura, aún la ciencia, pero en su justo medio sin inmiscuirse en campos

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54

ajenos. Mas bien, la propuesta primigenia se mantiene; es el arte un aliciente

eficaz, que podría llevar a la religión y a los instrumentos, lenguaje e historia, a

considerar el mysterium de la vida, a proveer de sentido a la existencia. El mayor

mal que hace la ciencia en los campos que no le corresponden es vedar al ser

humano toda capacidad de sorpresa, de ingenio, de novedad, en una palabra, de

misterio. Aún la ciencia misma se agota en su afán de objetividad y de rigurosidad

de un método, hasta el punto que sus obreros llegan a cansarse de ella misma,

porque sus metas son cada vez más utilitarias.

El resultado ya ha sido repetido varias veces; y según Nietzsche el resultado

ha sido el envejecimiento de la cultura, como lo apunta en el siguiente párrafo:

“La cultura histórica es también, en realidad, una especie de encanecimiento

innato, y aquellos que llevan en sí este signo desde la infancia llegan a creer

instintivamente en la vejez de la humanidad. A la edad senil corresponde una

actividad de viejos que consiste en mirar hacia atrás, pasar revista, hacer

balance, buscar consuelo en el pasado mediante la memoria; en resumen:

cultura histórica” (p. 116).

Efectivamente, a partir de la página 120, en el capítulo ocho, empieza una

tendencia nueva en el pensamiento de Nietzsche. La nueva cultura está basada en

el presente y en el futuro, no en el pasado de la Antigüedad. En este punto ingresa

una reflexión nueva; si la historia reinventa el pasado, podría proponerse otro

pasado, que no sea el del hombre teórico (cultura romano-alejandrina), sino el

rescate del pasado de los griegos. Con ello, queda claro, que hasta el momento la

propuesta cultural nietzscheana busca basarse en la cultura griega; organizar el

caos del sí mismo en la superación de las divisiones entre lo inmanente y lo

convencional.

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55

“He aquí un símbolo para todos nosotros: cada uno tiene que organizar el caos

que tiene en sí, concentrándose en sus verdaderas necesidades. Su sinceridad, su

carácter fuerte y verídico, se opondrá algún día a que todo se reduzca siempre a

repetir, aprender, imitar; empezará entonces a comprender que la cultura puede

ser otra cosa que decoración de la vida, lo cual, en el fondo, no sería otra cosa que

fingimiento e hipocresía, pues todo ornamento oculta aquello que adorna. Así se

revelará ante él el concepto griego de cultura –en contra posición al romano-, de

cultura como una nueva y mejorada physis, sin interior y exterior, sin simulación y

convencionalismo, de cultura como unanimidad entre vida, pensamiento,

apariencia y voluntad” (pp. 159-160).

En resumen, lo que da sentido a la existencia, es la unidad de estilo. Lo que

nos conduce, de forma sutil, a indicar que la historia también es parte del “noble

engaño”, es decir, que es instrumento de los alicientes que buscan mantener el

sentido de la existencia, por ello se aventura a afirmar que la cultura griega fue

completamente histórica, en cuanto fue instrumento eficaz de los aliciente que

mantuvieron su naturaleza como una sola, en la consideración de la totalidad de

las cosas, del fluir libre y deveniente de la vida, alejados de la disgregación que

provoca el pesimismo del amasijo de conocimientos de la ciencia actual. Con ello

se nos indica que la historia anticuaria es útil en cuanto muestra que es posible

aventurarse a descubrir nuevos derroteros de la existencia, -que ya fueron

descubiertos y por ello se pueden seguir descubriendo-, no tanto para buscar que

sólo se imite lo que ya fue escrutado. También podríamos decir, que al considerar

la historia de esta manera se puede ver claramente que no es un principio

universal e inamovible, como se le ha presentado, sino que es un instrumento de

los alicientes, que ha extraviado en el amasijo de conocimientos la finalidad de dar

cuenta de la historia de la vida y, por tanto, su habilidad de mantener a los

hombres afianzados en su existencia, por ello no se duda en proponer su

erradicación. Los griegos son puestos como un ejemplo de historia monumental

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56

de que es posible descubrir nuevos derroteros para la existencia, en tanto sean

alicientes enérgicos con el sin sentido del mundo, lo cual no quiere decir que se

deba imitar lo que ya los griegos descubrieron, sino que se vea que es posible, y

hasta imperativo, descubrir nuevos alicientes para la existencia, que son posibles y

necesarios.

La misión que Nietzsche se trazó con este libro es decir qué es la cultura,

como una misión que escudriña para encontrar un puerto seguro, luego del hastío

y el pesimismo que ha provocado navegar por los mares de la ciencia, porque “se

toleró la contradicción entre vida y conocimiento, porque no se percibió lo que

caracteriza la cultura de las naciones verdaderamente cultas: que la cultura solo

puede crecer y florecer partiendo de la vida”, (p. 149).

Todo hasta este momento parece una construcción teórica y lucubrativa. La

pregunta que nos asalta es ¿cómo se puede impulsar esta nueva cultura? Y la

respuesta es simple, en la educación de la juventud, educación para la vida, no

para el conocimiento de la vida y de la cultura. Por este motivo se afirma que lo

que se tiene por cultura, no lo es ni lo ha sido nunca. Nietzsche analiza la

educación de su país y época en las últimas páginas de la segunda intempestiva, y

considera que el principal factor de incultura ha sido la forma en que han enseñado

la historia a las jóvenes generaciones, basados en lo que se ha hecho y en el

estatismo que así se puede y debe seguir realizando, dejando la puerta cerrada a la

pregunta: ¿qué más se puede, y se podría, hacer ?, la historia anticuaria y

monumental, de alguna manera ya está consumada, y lo que la educación hace es

enseñar a seguir lo que ya está hecho, tratar de repetirlo, sin mencionar que en los

jóvenes está la más alta potencialidad de la historia crítica.

Directamente, la falta de la conformación de una cultura, en cuanto vida, es

señalada a lo histórico, por ello se hace la siguiente propuesta:

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“los antídotos contra lo histórico son: lo ahistórico y lo suprahistórico [...] Con la

expresión “lo ahistórico” yo designo el arte y la fuerza de poder olvidar y encerrarse

en un horizonte limitado; llamo “suprahistórico” a las fuerzas que apartan la

mirada de lo que está en proceso de devenir y la dirigen a lo que da a la

experiencia el carácter de lo eterno y lo inmutable, hacia el arte y la religión. La

ciencia [...] ve en esa fuerza, en esa potencia, fuerzas y poderes adversos,

ya que solamente considera como verdadera y justa, es decir, como observación

científica, la que, en todas partes, percibe tan solo lo que es un devenir, lo

histórico, y en ninguna parte ve el ser en sí, lo eterno. La ciencia vive

en íntima contradicción con las potencias eternizantes del arte y la religión,

a la vez que odia el olvido, que es la muerte del saber, tratando de suprimir

los límites del horizonte y arrojando al ser humano al mar infinito e ilimitado,

al mar de ondas luminosas del devenir reconocido” (p. 155).

Los nuevos antídotos culturales se encuentran en la capacidad crítica de las

nuevas generaciones, en darse cuenta que lo ahistórico contiene a la ciencia en su

consideración limitada y controlada del devenir, y que se convierte así en un

horizonte reconocible; no obstante, lo suprahistórico hace ver que el arte y la

religión, son horizontes ilimitados, dirigen su mirada a lo eterno, a lo inmutable.

Al establecer la diferencia se puede vislumbrar que religión y arte no son, ni deben

dejarse invadir por los postulados de la ciencia, que tiene un campo muy

específico, pero que no por eso tiene que transportar al arte y a la religión, es decir,

el mysterium que provee el arte y la religión no debe ser usurpado por la ciencia.

Todo esto nos hace llegar a la deducción, que el tratamiento de la historia, y

su enajenación por sus afanes científicos, es la consideración de un instrumento de

la ciencia para destruir el mysterium del arte y de la religión; darles un medio por

el que le den “objetividad” a sus quehaceres, y con ello se consiguió que el aliciente

eficaz que solían ser, haya sido dejado atrás, para convertirse en pálidos

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significados que buscan fallidamente sus posibilidades únicamente en el lenguaje y

en la historia objetivizados.

Como se puede observar, la idea de cultura se mantiene; la selección de

alicientes que confieren sentido a la existencia, y por lo mismo, mantienen

aferrados a la vida a los seres humanos, en la consideración de la totalidad de las

cosas, es constante en esta obra. No obstante, la historia y su papel en el

decaimiento de la cultura occidental es explicitado. El avance es evidente, la

historia ha sido utilizada por la ciencia para convertirse en un medio de

objetivación y fijación de la existencia humana, es decir, la historia ha sido puesta

como un instrumento más, contiguo al lenguaje, para evitar que otras alternativas

de la existencia sean descubiertas, y ello en detrimento, principalmente, del arte y

la religión. Con otras palabras, la historia y el lenguaje han sido instrumentos de

enajenación científica para los alicientes culturales que resultaban ser el arte y la

religión. El lenguaje ha sido utilizado por la ciencia histórica para fijar el pasado,

impidiendo que el inexorable fluir de la vida se hiciera evidente, tal cual es; en vez

de mentar los alicientes que proveían del misterio a la existencia, se fijó en hechos

aislados que se alejan de la vida, y no sólo, sino que intentan desviar la atención

sobre el agotamiento que han provocado en dichos alicientes de la existencia, por

medio del afán frenético de acumular conocimientos.

El problema que se señala, de manera subrepticia, es que el lenguaje se

confundió con ser aliciente, y esto es un descubrimiento de la segunda

intempestiva, olvidando que su tarea era mentar a los alicientes, ser su

instrumento, pero no sólo; las palabras se confundieron con los alicientes,

vaciándolos de esta manera de todo su misterio, es más, dejando al arte y a la

religión en completa dependencia de las palabras.

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Por ello, al final de la obra Nietzsche, deposita en la educación de las nuevas

generaciones la expectativa de una historia crítica, que siendo instrumento de los

alicientes, permita la búsqueda de nuevas alternativas para la existencia humana, y

así dejar de lado a las agotados alicientes que la cultura occidental ha enarbolado

como únicos y exclusivos, no sólo a la ciencia, sino también al arte y a la religión,

para buscar sus nuevas posibilidades en horizontes ilimitados y rejuvenecidos.

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CONSIDERACIÓN INTEMPESTIVA III

Schopenhauer, educador

Todo empieza a clarificarse. La cultura es un proceso de liberación, imita y

adora la naturaleza que se aleja de la producción en serie de los individuos que,

por falta de valentía y por la pereza no se aventuran a ser diferentes; la cultura es

un valor individual. Este proceso de liberación, de ser sí mismo, es promovido, o

al menos así lo debería ser, según Nietzsche, por los educadores. Es la

explicitación de la educación que deben recibir los jóvenes que impulsen la nueva

cultura, con nuevos alicientes, que confieran finalidad a la existencia. Un proceso

de liberación de los fallidos alicientes de la cultura occidental, que lleve a la

consideración de la inmensidad de posibilidades.

El proceso de liberación es reclamado por Nietzsche de la cultura, para que

el campo propicio de los genios, especialmente los artísticos, se de sin mayores

inconvenientes, y ellos serán los que propicien el cambio cultural que se viene

anunciando; encontrar la finalidad que de sentido a la existencia. Mientras que el

medio de la liberación es la filosofía, (p. 173).

El profesor de Basilea afirma, sin ningún rodeo, que el origen de toda

cultura es la generación del genio, su profundización, y hasta la repetición de su

legado.

“Todo hombre encuentra en sí mismo una limitación, así de sus dotes como de su

voluntad moral, que le llena de deseos y de melancolía; del mismo modo que el

sentimiento de su pecado le hace aspirar a la santidad, en cuanto ser intelectual lleva

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61

dentro de sí el apetito profundo del genio. Aquí es donde encontramos la verdadera

raíz de toda cultura” (p. 176).

Evidentemente, Nietzsche persigue proponer a Richard Wagner como el

genio que de origen a una nueva cultura. No obstante, dejando de lado esta

consideración, se puede vislumbrar un dato importante en su pensamiento; la

cultura es generada por una serie de genialidades que se mantienen vigentes hasta

que otras innovadoras genialidades les deja atrás y se convierte de nuevo en otra

cultura. Esto podría ser interpretado de diversas maneras. En primer momento

podríamos decir que es una explicación dialéctica, no obstante, esto sería muy

aventurado, porque sería asumir que el camino de las genialidades está

determinado de alguna manera a hacer un recorrido previsible, pero esto sería

errar por completo en la pretensión de demarcar y determinar los caminos de los

genios, que mas bien sería truncar los derroteros de la innovación. No nos

podemos dejar engañar, lo que Nietzsche está tratando de explicar, a nuestro

parecer, es la multiplicidad de culturas; su respuesta al por qué no existe una sola

que este sobre las demás o que tenga más atributos de verdad, en primer

momento, no obstante, está dejando abierta la puerta a infinitud de derroteros de

innovadores alicientes culturales. Con esto el pensador alemán se adelantó

muchos años a su época, al reconocer que la cultura no es inmutable y estática, sino

todo lo contrario, es deveniente y misteriosa. Por ello, “la creación del genio es el

fin de toda cultura” (p. 177), con lo que queda claro que la cultura surge para

superarse a sí misma.

Todas las culturas se deben a un genio, y por ello cambian constantemente,

y avanzan, porque se superan a sí mismas, ese es su objetivo. Con esto se explican

los cambios culturales de las épocas.

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“Pues el genio aspira ardientemente a la santidad, porque desde lo alto de su

observatorio ha visto más lejos y con más claridad que cualquier otro hombre, ha

penetrado más profundamente hasta la reconciliación del Ser y del Conocer, ha

llegado más lejos hasta el reinado de la paz y de la negación del querer”(p. 177).

La consecuente pregunta ahora es: ¿Qué hace el genio con su nueva

propuesta ? En la (p. 179), se nos da la respuesta; añadir valores a la existencia, es

decir, crea y descubre nuevos senderos para los alicientes culturales. La tarea de

señalar el camino por donde surgirá el genio es depositada en el filósofo, que

considerando su época debilitada, aspira a formar una nueva, para encaminarse

hacía una naturaleza transfigurada, (p. 180). Esto requiere, evidentemente, que la

época en que vive, su presente y su actualidad cultural, sean trascendidos.

La cultura es lo que terminará siendo modificado, y esta misión es, aún, más

importante que buscar reformas en el Estado, (p. 184).

“Por eso yo me ocupo a la hora presente de una especie de hombres cuya teleología

conduce un poco más allá del bien de un Estado, de los filósofos, y de ellos

solamente, con relación a un dominio bastante independiente del bien de un Estado,

el de la cultura” (p. 184).

Retomando el tema de la naturaleza, en la página 187, se señala que el

hombre está completamente alejado de la naturaleza, y el caos provocado por el

debilitamiento de la cultura se debe a lo antinatural, en cuanto a lo ajeno a la

naturaleza, que ha provocado la cientifización de los alicientes occidentales, siendo

estos, además de la ciencia, el arte y la religión.

La naturaleza transfigurada es la que consciente que no está hundida en el

devenir, se da cuenta que tiene fines, los que se dan cuando aparece el filósofo, el

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artista y el santo. Este tomar conciencia expresa el sentido del universo por lo que

los hombres han llamado belleza, es decir, la sensación del universo se expresa, en

este momento, en la belleza, en lo artístico, como se indicó en la primera

intempestiva. Hay que hacer notar que Nietzsche trasciende el devenir, en cuanto

movimiento inexorable, sin sentido, al considerar la teleología de los alicientes.

Retomando, la cultura se conforma cuando una idea fundamental da origen

a una comunidad, y hasta se llega a afirmar que “esta idea fundamental es la

cultura”, (p. 199). La llegada del artista, del filósofo y del santo crean esta idea

fundamental, que también impulsa la realización de la naturaleza, en su

transfiguración, o en reinventar su finalidad, por medio del genio.

Y aún se va más allá. Para Nietzsche los seres humanos son obras

fracasadas de la naturaleza, obras a las que hay que ayudar con la cultura, para

elevarlas de su condición de individuos insuficientes a un colectivo que pueda

corregir sus deficiencias.

“Con este propósito, nos colocamos en el dominio de la cultura, pues ésta es, para

cada uno, hija del conocimiento de sí mismo y del sentimiento de la insuficiencia

individual. El que se declara partidario suyo declara por este hecho: “Yo quiero algo

superior a mí, más humano que yo; ayudadme todos para conseguirlo, así como yo

quiero ayudar a todos los que muestren, como yo, que sufren del mismo mal que yo,

para que al fin pueda nacer de nuevo el hombre que se siente completo e infinito, en

el conocimiento y en el amor, en la contemplación y en el poder: el hombre que, en

su totalidad se muestre en armonía con la naturaleza en su juicio y apreciación de

las cosas” (p. 202).

Completar la obra de la naturaleza es misión del genio, ya sea filosófico,

artístico o sacro, y esto lo hacen impulsando una cultura nueva, en sus alicientes,

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con una misión específica: librar del hastío que podría provocar el devenir

inexorable de la existencia, conduciendo la mirada a finalidades que provean de

sentido a la vida, que inventen y reinventen al mundo, para que sea una

experiencia deseable de ser vivida.

Mientras que, para que se conforme una comunidad en entorno a la nueva

cultura, se requiere de lo que Nietzsche llama consagraciones, ordenándolas de la

siguiente manera: Primera consagración; corresponde a confiarse del genio, y

encontrar en todas partes el fracaso de la naturaleza, el lugar en donde tiene que

ser transformada. La primera consagración exige humildad, odio y repugnancia

hacía la propia pequeñez, a su falta de brío, y la simpatía al genio. Finalmente, se

termina llamando a la primera consagración “el conjunto de condiciones

interiores”, (p. 203). La segunda consagración es el tránsito entre lo interior a lo

exterior, entre la convicción y los hechos, “hay que hacer el tránsito entre el hecho

íntimo y la apreciación del hecho exterior”. El hecho exterior no es otra cosa que

el reconocimiento, y la lucha, por la llegada del genio, la ayuda para que la

naturaleza alcance su fin. De forma implícita se nos indica que la finalidad no es

una fatalidad inevitable, sino que es promovida por los mismos seres humanos; no

es un camino por el que somos conducidos sin saber a dónde nos llevan, sino que

es un camino que nosotros mismos trazaremos y recorreremos.

Toda cultura tiene como fin la formación del genio, “el fin de la cultura es

acelerar la formación de los grandes hombres”.

La cultura que Nietzsche ataca es la que no se ocupa de perfeccionar la obra

de la naturaleza, sino que solamente se ocupa de la productividad y del dinero, y

en ello basa su éxito y moral. Quedando así, en alicientes superfluos, que no

conceden sentido profundo a la existencia.

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“En efecto, en este punto la opinión corriente enaltece precisamente todo lo

contrario, a saber: una cultura rápida que nos haga ser pronto hombres que ganen

dinero, y que esta cultura sea bastante profunda para que tales hombres puedan

ganar mucho dinero” (p. 205).

Esta cultura es la que sirve de fundamento para el Estado y para la

educación, y es más, identifica la educación como una forma refinada de ocultar el

egoísmo y la maldad bajo formas distinguidas.

“todas las fuerzas que fomenten quizá la cultura, sin que podamos discernir el fin

que esta ha de alcanzar . Tres de estas fuerzas quedan enumeradas: el egoísmo de los

que quieren adquirir riquezas, el egoísmo del Estado, el egoísmo de todos los que

tienen razones para disimular y para recatarse bajo una apariencia diferente de lo

que son. Mencionaré, en tercer lugar, el egoísmo de la ciencia y la singular actitud

de sus servidores, los sabios” (p. 210).

Además, como ya se indicó, Nietzsche considera que la ciencia no es una

forma de cultura, es un aliciente de ella, que hasta su época, no había cumplido con

la meta de conferir sentido a la vida, sino que se dedicó a coleccionar

conocimientos, que han terminado por confundir el sentido de la vida con el

amasijo de saberes sin ninguna dirección.

“Mientras se entienda por cultura el fomento de la ciencia, pasará con frialdad

implacable al lado de los grandes hombres apasionados, pues la ciencia no ve en

todas partes más que problemas del conocimiento, y, en el dominio que ella se

reserva, el sufrimiento aparece como algo insólito e incomprensible y constituye

también, por consiguiente, un problema” (p. 210).

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66

Con lo anterior queda claro que Nietzsche está cada vez más lejos de la

visión de cultura de su época; la cultura como un basto conocimiento o como

colección de saberes, y señala un nuevo elemento por el que la ciencia, en cuanto

aliciente, no ha cumplido con su cometido; el haber olvidado la condición humana,

específicamente del sufrimiento, y con ello haberse alejado de aquello a lo que

tenía que dar sentido: la existencia.

Llegados a este momento, es necesario aclarar qué se entiende por genio. En

primer lugar, debemos dilucidar que no es lo mismo que el sabio. El sabio trata de

destruir la naturaleza para comprenderla (es el caso del científico), mientras que el

genio aumenta la naturaleza por medio de una nueva naturaleza, rebosante de

vida. El prestigio del sabio se debe, según la tercera intempestiva, a la enfermedad

y aflicción que le acompaña. Además, el sabio, no teniendo los instrumentos para

determinar cuál será el fin de la cultura, ataca al genio y hasta trata la manera de

obstaculizarle el camino. Con otras palabras, lo que se ve afirmado, una y otra

vez, es que la cultura, para ser en cuanto tal, debe tener un fin. La finalidad le

confiere una significación metafísica, completamente libre en el arte, la que se ve

agotada o hasta desaparecida en el carácter de permanencia que se le pretende

conceder a la cultura; nada más equivocado.

“Un sabio no puede nunca transformarse en filósofo [...] Un filósofo es, a la vez, un

gran pensador y un hombre verdadero, y ¿cuándo se ha podido hacer de un sabio un

hombre verdadero? El que permite a las nociones, a las opiniones, a las cosas del

pasado, a los libros, colocarse entre él y los objetos; el que, en el sentido más amplio,

ha nacido para la historia, ése no verá nunca los objetos por primera vez ni será él

mismo un objeto visto por primera vez. Pero estas dos condiciones son inseparables

en el filósofo, porque debe sacar de sí mismo la mayor parte de las enseñanzas y

porque debe utilizarse a sí mismo como la imagen y compendio del mundo entero.

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67

Si alguien se analiza por medio de opiniones ajenas, ¿qué de extraño tendrá que no

vea en sí mismo sino las opiniones ajenas?”(pp. 225 y 226).

El carácter de permanencia que se pretende atribuir a la cultura no hace más

que agotarla, a la par que evita el aparecimiento del genio; se conforma, y no sólo,

sino que lo promueve y enaltece, la formación de personas “piadosas, tímidas y

oscuras” que nunca osarían inventar nuevos sistemas, y por eso mismo la cultura

se agota en el aburrimiento de sí misma, y no sólo, sino que también terminaría por

hacer aburrida la existencia al colocar intermediarios que explican al mundo, tales

intermediarios son las opiniones ajenas, las teorías y las nociones que ha

mantenido la ciencia y la filosofía.

Mientras que el filósofo no es, sin lugar a dudas, el que da cuenta de los

sistemas filosóficos del pasado, porque estaría aceptando la intervención de

intermediarios en sus vivencias, que en todo caso es una tarea del filólogo, del

paleógrafo o del historiador, ni siquiera se puede estar ligado al Estado, en

realidad para dar cuenta de los sistemas pasados no se necesita ser pensador, sino

coleccionista de saberes anticuarios.

“Una de las reivindicaciones de la cultura consiste principalmente en sustraer la

filosofía a todo control del Estado y de la Universidad y evitar a éstos la tarea

insoluble de distinguir entre la filosofía verdadera y la filosofía aparente. Dejad

pues a los filósofos que piensen libremente, quitadles toda perspectiva de una

posición, toda esperanza de llegar a adquirir altos puestos” (p. 237).

La relación de la cultura con el filósofo no es fortuita, tiene la misión de

señalar y promover el aparecimiento del genio. El falso filósofo se mostrará

cuando ya no sea provisto de privilegios y altos puestos en la cultura envejecida en

la que vive, y entonces abandone la filosofía.

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68

Recapitulando, es evidente que la idea de cultura se mantiene; a saber, que

es el conjunto de alicientes que dan sentido y afianzan la existencia de los seres

humanos, solamente que se avanza al trascender el inevitable devenir con las

finalidades. Por ello, la cultura es considerada como el proceso de liberación de los

alicientes envejecidos, movidos por los educadores, que hagan propio el

aparecimiento del genio (que puede ser, principalmente, artístico, religioso o

filosófico), que por su libertad y amplitud de la consideración de la totalidad de las

cosas, conduzca a la búsqueda de nuevos y eficaces alicientes que mitiguen el sin

sentido del devenir, en finalidades, pero no un devenir previsible y controlado por

parámetros científicos, sino uno que logra vislumbrar el fluir de la vida. Para

luego acuñar que el movimiento de la cultura, su origen y constante innovación, se

da por el aparecimiento del genio.

El filósofo, por su parte, es el educador que, al distinguir el decaimiento de

la cultura en la que se mueve, promueve al genio para que de origen a una nueva y

robustecida cultura, en sus alicientes, en nuevos sentidos que mantengan a los

seres humanos, no sólo aferrados a la vida, sino que enamorados de ella. Y así

mostrar que lo que se tenía por naturaleza decrépita puede ser transfigurada en

una rebosante de vida, en sus posibilidades.

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69

CONSIDERACIÓN INTEMPESTIVA IV

Richard Wagner en Bayreuth

Todo parece apuntar que Nietzsche, con la cuarta intempestiva, había

encontrado al genio artístico que nos indicó en la tercera intempestiva, en Wagner,

mientras que en Schopenhauer había encontrado al filósofo-educador.

El genio artístico sella la cultura con su Propia imagen, sus creaciones están

dotadas de fidelidad e inocencia, lejos de la acumulación de saberes, ajeno, por

tanto, a todo intento científico. Algo que puede parecer extraño es que el artista no

está empeñado en el estudio de la cultura, ni en promover su origen, lo realiza sin

darse cuenta de ello, el encargado de señalarlo es el filósofo.

La cuarta y última intempestiva, de las que en algún momento Nietzsche

proyectó escribir diez, continúa la propuesta artística; el arte como medio para

aliviar los dolores del individuo por “la insinceridad de los hombres, la

incertidumbre sobre los últimos resultados de la ciencia, la desigualdad de las

facultades”, (p. 331). Ciertamente, el avance está en que se nos dice de qué

dolores, siendo más específicos, de qué sin sentidos, nos libra el arte, sean: la falta

de sinceridad de los seres humanos, obligados por el lenguaje científico a no poder

expresar sus sentimientos y la falta de productividad de sentido de la ciencia.

“Pero precisamente en esto es en lo que reside la grandeza y la necesidad absoluta

del arte, en que hace nacer la apariencia de un mundo simplificado, el espejismo de

una solución más rápida del problema de la vida” (p. 332).

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70

Como ya se señaló en El Nacimiento de la Tragedia, el arte da una solución del

mundo, empero, se reconoce que es un espejismo, que no es del todo lesivo,

porque se ubica en el mundo de los sueños, y abre un horizonte de posibilidades

ilimitadas, como alternativa a las pocas posibilidades que ofrece la envejecida

cultura occidental.

“Ninguno de los que sufren en la vida puede prescindir de esta apariencia, como

nadie puede prescindir del sueño. Cuanto más difícil se hace la ciencia de las leyes

que rigen la vida, más aspiramos a la apariencia de esta simplificación, aunque no

durase más que unos instantes, tanto más fuerte se hace así la tensión entre el

conocimiento general de las cosas y las facultades morales del individuo. El arte

existe para impedir que el arco se rompa” (p. 332).

El tema de la ciencia es retomado. Una ciencia que pretende dictar las leyes

que rigen la vida, lo único que consigue es hacerla engorrosa y complicada,

quitándole la simplicidad e inocencia, que dentro de las posibilidades de la vida,

son viables. El arte retoma estas cualidades y hace soportable la vida; la hace

sublime en su simplicidad, y con ello aleja el pesimismo que puede producir la

ciencia, por su frialdad (en su afán de objetividad) al momento de considerar la

vida. Y aún se va más allá, el individuo de la ciencia es trascendido por el arte,

dejando atrás al conocedor científico que termina por convertirse en un ser

impersonal, superior a la persona, en cuanto que olvida que él mismo forma parte

de lo que trata de estandarizar por medio de leyes universales; su existencia pierde

sentido en el intento fallido de dictar parámetros para lo ajeno a él mismo.

En tanto, la alternativa al problema de la decrepitud de la cultura occidental

se pone en la propuesta artística de la tragedia, como medio para alejar la

preocupación de la muerte y del tiempo, con instrumentos más nobles, que las

pretensiones universalistas de la ciencia, porque muestran la vida de una forma

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más simple y clara. No obstante, continúa siendo una apariencia, empero, no

conduce al pesimismo, porque al mostrar de manera transparente al mundo (esto

es sin intermediarios teóricos), las posibilidades de la vida son impulsadas a

descubrir nuevos horizontes. Con ello se retorna, aunque sea de manera implícita,

al postulado que establece que la cultura es un noble engaño.

“El individuo debe ser transformado en un ser impersonal, superior a la persona.

He aquí lo que se propone la tragedia. Por medio de ella, debe olvidar el espanto que

a cada uno de nosotros nos inspira la muerte y el tiempo. Pues ya en el momento

más fugitivo de la existencia el individuo puede encontrar algo sagrado que le eleve

suficientemente sobre todas las luchas y todas las miserias que tiene que sufrir. Esto

es lo que se llama tener sentimientos trágicos. Y si la humanidad entera hubiese de

morir un día -y ¿quién dudará de esta muerte ?-, su misión suprema para lo futuro

sería unirse, fundirse en la totalidad, de suerte que podría pasar delante de su ruina

inmediata como si no formase más que una sola alma animada de sentimientos

trágicos” (p. 332).

La simplificación del mundo es aclarada por Nietzsche del siguiente modo:

La simplificación del mundo consiste siempre en que la mirada del que posee el

conocimiento domine de nuevo la masa inmensa e inculta de un caos apariencial y

reúna por lazos poderosos lo que parecía antes haberse dispersado de una manera

irreconciliable. (p. 333).

La dispersión podríamos atribuirla a la ciencia y a su intento de desmitificar

a la religión y al arte. Mientras que la respuesta reconciliadora al caos es la

relación que logra el artista entre la música y la vida. Es la música el nuevo y

eficaz lenguaje que logra que varias culturas se puedan comunicar. Nuevo

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lenguaje, nuevo instrumento, que hasta el momento ha estado sometido a la

ciencia, y pudo ser conducido a las esferas del sentimiento.

“Alejándose cada vez más de las fuertes manifestaciones del sentimiento que había

expresado originariamente en toda su simplicidad, el lenguaje se vio forzado a

escalar el último peldaño que podía alcanzar para abarcar el mundo del

pensamiento, es decir, todo lo que hay más opuesto al sentimiento. Esta extensión

desmesurada consumió sus fuerzas, en el curso del período relativamente breve que

ocupa la civilización actual, de suerte que el lenguaje no es ya capaz de cumplir su

misión: la de permitir a los que sufren comunicarse los unos a los otros los estados

de tristeza más frecuentes de la vida. En su miseria, el hombre no puede ya hacerse

comprender por medio del lenguaje; no puede ya comunicarse verdaderamente” (p.

334).

El lenguaje, bajo el yugo de la ciencia, ha perdido la capacidad de transmitir

lo que el lenguaje de la tragedia sí podía lograr: transmitir los estados de los

sentimientos de la naturaleza humana, para convertirse en una construcción que

intenta reflejar la objetividad de la ciencia, convirtiéndose, de esta manera, en el

anaquel en donde se coleccionan los conocimientos alcanzados por la ciencia,

impidiéndole el paso hacía otros derroteros de lo humano, vedando así la

consideración de la plenitud de la vida.

“Esta condición, vagamente sentida, ha hecho del lenguaje un poder independiente

que ahora oprime a los hombres entre sus brazos de fantasma y les hace ir adonde no

quieren ir. Desde el momento en que tratan de explicarse entre ellos y de asociarse

en vista de una obra común, la locura de las ideas generales, el vértigo de las

palabras sonoras se apodera de ellos. Incapaces realmente de comprenderse, ejecutan

en común esas obras que llevan el sello de esa falta de acuerdo, en cuanto no son la

expresión de las verdaderas necesidades que las hicieron nacer, sino que

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corresponden a un imperioso y vacío verbalismo. Así, a todos sus sufrimientos, la

humanidad añade el sufrimiento de la convención, es decir, de la conformidad en las

palabras y las acciones sin la conformidad en el sentimiento” (p. 334).

El lenguaje se revitaliza con la música, y deja atrás el yugo del verbalismo.

El lenguaje ha fijado y definido sus expresiones por medio de ideas, y a través de

ellas, medios limitados, los seres humanos tienen que expresar lo que sienten, no

hay duda que el lenguaje, en cuanto instrumento de los alicientes, ha sido

esclavizado por los afanes de expresar la objetividad de la ciencia. La totalidad de

lo sentido ya no se puede expresar con sus medios; ideas generales y palabras

vacías, que sólo consiguen el fingimiento y el ocultamiento de lo que podría ser

expresado. Por ello se propone la música como alternativa comunicativa, por

estar alejada de toda convención, de todo intento de fijar y determinar las

expresiones. Porque su principal instrumento es el resonar, que significa “un

retorno a la naturaleza, a una purificación y a una transformación de la naturaleza”

de la expresión de los sentimientos.

Lo que se nos dice es que la naturaleza también puede ser reinventada, no es

inmutable ni universal, pueden existir varias clases y formas de naturaleza.

La música no es más que una forma sublime de acercarse a la naturaleza, lo

que constituye una gran ventaja sobre el alejamiento que ha provocado la ciencia

de la misma, no obstante, con su propuesta se está dejando el camino abierto para

que se busquen nuevas y eficaces formas de expresar los sentimientos humanos,

además de la apertura a las posibilidades de la vida.

La música no es el cambio de un lenguaje por otro, porque en su creación se

contempla no sólo lo auditivo sino lo visual, y con ello se consigue un lenguaje más

elevado, más amplio, y más completo de la vida, dejando atrás al limitado lenguaje

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verbal, y hasta completarlo y realizarlo, porque se trasciende el mundo de las

apariencias y se hacen visible a través de la gimnástica; se hacen cuerpo. Las

“perspectivas visibles” de la vida se muestran por la música. Sólo queda

mencionar que este postulado explicaría de alguna forma la importancia que

muchas culturas han dado a las danzas y bailes, sean rituales, festivas o

mortuorias.

El lenguaje, en cuanto instrumento de los alicientes culturales, al ser fijado

conduce al pesimismo sobre la vida, porque limita, no expresa todas nuestras

posibilidades vitales, y este pesimismo se traslada al arte que toma como único

referente el lenguaje en cuanto convención y termina por limitar la creación de

formas nuevas, quedándose únicamente con las formas antiguas. Mientas que, la

vida se manifiesta en el completo fluir de las formas nuevas.

“Por eso sus artistas están condenados al escepticismo mientras no tomen la música

por guía, cuando quieren penetrar en un nuevo mundo de perspectivas visibles. El

talento podrá desarrollarse a su gusto, pero siempre llegará demasiado pronto o

demasiado tarde, y en todos los casos inoportunamente, pues la forma modelo de

nuestros artistas, lo que hay más perfecto y sublime, se ha hecho superfluo e

impotente y no puede añadir una nueva piedra al edificio. Si su imaginación es

incapaz de hacerle distinguir las formas nuevas que tiene delante de sus ojos, si no

ven ante ellos más que las formas antiguas, están muertos antes de haber empezado

a vivir” (p. 338).

Claramente se nos indica que la música y su aporte puede propiciar el

comienzo de nuevas formas culturales, pero no por ello se le restaría espacio a la

posibilidad que se den otras formas. Cuando afirma que la nueva forma de hoy en

día es la música, nos lo muestra directamente; la música no es la única forma, lo es,

sí, en el sentido de iniciar un movimiento nuevo de creatividad, para que esto deje

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la puerta abierta al ámbito de la imaginación, es decir, que exploren nuevas

posibilidades.

¿Por qué se aborda el tema del lenguaje, la música, y cuál es su relación con

la cultura? Tendría que ser la pregunta que nos asalta en este momento, y a ella

tenemos que responder: porque de esta relación surge la cultura nueva y vigorosa.

Mientras tanto, hace aparición un tema nuevo: el de la conformación de un

pueblo nuevo con una nueva cultura, una “sociedad verdaderamente humana

destinada a la perfección en un porvenir remoto”, p. 359. Un proyecto que pone

entre las metas a Wagner como artista, pero que hace propio e impulsará en las

obras posteriores.

La propuesta va más allá, y se avanza con respecto a la primera afirmación

capital de la primera intempestiva; el concepto de cultura como “la unidad de

estilo artístico en todas las manifestaciones vitales de un pueblo” se convierte

ahora en una tradición de estilo que se imprime en los seres humanos, en sus

existencias, no tanto en códigos o en mandatos escritos, (p. 360).

¿Es el proyecto de un pueblo nuevo una cuestión que cae en lo iluso de una

utopía? Nietzsche no está de acuerdo con que el proyecto sea una utopía, y afirma

que, al igual que las otras constituciones de los pueblos, el suyo está basado en el

mito, y no por ello deja de ser efectivo, ya que pone en el mito el origen de las ideas

que contienen la representación del mundo, que libran del hastío y del sin sentido

que pesan sobre la existencia, (p. 363).

“Que la sana razón nos preserve de creer que la humanidad pueda encontrar un día

un orden de cosas ideales y definitivo y que entonces, semejante al sol de las regiones

tropicales, la felicidad haya de lanzar sus rayos uniformemente sobre todos los que

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vivan en este nuevo orden de cosas. Wagner no tiene nada de común con

semejantes ideas, no es utopista” (p. 382).

El nuevo orden de las cosas, es lo que se entiende como cultura; dejando

claro que dicho ordenamiento no es definitivo, para no caer en lo iluso que

resultaría pensar que un ordenamiento nuevo dará beneficios ilimitados. Hasta se

llega a afirmar que la nueva cultura no será eterna, definitivamente tendrá un

ocaso. Con ello se aleja por completo de la concepción del hombre teórico que

provoca la fijación y el agotamiento de la cultura.

En este ámbito, el lenguaje juega un papel importante; el énfasis no está en

las palabras, sino en cuanto se constituya en poesía, en imagen y sentimiento del

mundo. Siendo más incisivos, el lenguaje no sirve para expresar ideas, en cuanto

objetividades, sino que es un medio del mito, en cuanto arte, es por ello que se

pueden crear constantemente nuevos lenguajes, así la comprensión gana espacio

en el manejo de nuevos lenguajes, y se amplía su definición en cuanto instrumento

de los alicientes culturales.

Es evidente que la solución artística a la cultura se mantiene en pié. Y no de

cualquier arte, sino uno que restaure y recupere a la misma naturaleza humana, en

sí misma, aquello que los seres humanos son, lejos de dictámenes y decálogos.

“Ahora bien, sólo para la naturaleza, y no para el falso sentimiento de la naturaleza

desnaturalizada, hay satisfacciones y liberaciones verdaderas. Cuando la naturaleza

desnaturalizada ha terminado por adquirir conciencia de sí misma, ya no le queda

más que desear la nada, mientras que la naturaleza verdadera aspira a la

transformación por el amor: aquélla no quiere ya ser, ésta quiere devenir diferente de

sí misma” (p. 383).

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La consideración de la naturaleza en la cultura es afecta a cambios, no es

inamovible, claro porque se trata de la naturaleza del si mismo y de los alicientes

que encuentra para dar sentido a su existencia, así, los alicientes que se han

envejecido, podríamos decir que se desnaturalizan, en cuanto que ya no cumplen

con su misión primordial de proveer sentido a la vida, y es por ello que ya no

pueden continuar siendo considerados como alicientes, sino que más bien se

espera que fenezca. Sin embargo, los alicientes productivos de sentido abren el

camino para el descubrimiento de más posibilidades, permitiendo así la

ampliación de la propia naturaleza, en su inmensidad de probabilidades.

Esta última intempestiva puede ser concluida indicando que se trataron de

señalar, las manera de librarnos, por medio del arte, de los sin sentidos, en la

alternativa de ver al mundo como una apariencia simplificada, que permita ver su

transparencia, y así convertirse en aliciente eficaz, al retirar los velos que ocultaban

al mundo tras engorrosas leyes universales, creadas por la ciencia y la filosofía.

Podríamos objetar que esto sigue siendo un aliciente o noble engaño, a lo que

tendríamos que responder un sí rotundo, no obstante, aclarar que se trata de un

engaño que cumple con el cometido de abrir horizontes de posibilidades nuevas a

la existencia, y con ello cumplir con mantener el amor por la vida, ante el

pesimismo del sin sentido y el absurdo que se mecen sobre las pocas posibilidades

que ha provisto la cultura científica.

En esta línea, la tragedia se convierte en una alternativa “productiva” de

sentido, en tanto retira el velo que cubre la trasparencia del mundo, iniciado

cuando las leyes científicas del universo se empiezan a volver ajenas a la vida, y a

contradecirse entre ellas mismas.

También el problema del lenguaje, como instrumento de los alicientes, es

solucionado en el arte. Para ello se propone un nuevo lenguaje en el arte, en donde

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las esferas del sentimiento superan a lo limitado de las ideas generales que tenía

que mentar, trascendiendo así, a los intermediarios teóricos que se ponían entre el

lenguaje y la mención del mundo y de los alicientes de la existencia. El nuevo

lenguaje se manifiesta en la música, que en su resonar que da cabida al sentimiento

en sus múltiples formas y expresiones, y con ello logra transformar la naturaleza

de las expresiones y se le confiere espacio y sentido a más alicientes de la

existencia. Superando así al lenguaje de la decrépita cultura, en el arte, y no sólo,

sino librando a este productivo aliciente, del yugo y dominación de la convención

lingüística, expresado con ideas generales. Todo esto mostrado no de una manera

autoritaria, sino como ejemplo que se pueden descubrir nuevas e infinitas

posibilidades de nuestra existencia, si dejamos a un lado el decrépito y gastado

puñado de posibilidades de la envejecida cultura occidental.

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SÍNTESIS DEL PRIMER PERÍODO

Lo primordial en este periodo, o el elemento constante, desde El Nacimiento

de la Tragedia, hasta la cuarta y última intempestiva, fue la solución artística al

problema de la decadencia cultural de occidente. El tratamiento del lenguaje y de

la historia como instrumentos de los alicientes; el arte, la religión y la ciencia,

además de la música, sirvieron de base para señalar los síntomas intrínsecos de

enfermedad en la cultura. Mas sin embargo, fueron utilizados para mostrar la

nueva forma cultural.

Ya en la primera obra, se apunta con claridad, que el ser humano es el que

debe convertirse en una obra de arte, por medio de sus capacidades simbólicas

puestas en la unidad de género. Pero para esto es necesario un proceso de

autoalienación, que haga compresibles los símbolos entre unos y otros. Sin

embargo, este sería un camino errado, para ello se da una nueva alternativa; el

origen del lenguaje se pone en la música, que en cuanto arte originario imita

imágenes y con ello conduce a las representaciones simbólicas. A partir de estas

representaciones se pueden crear conceptos, al nombrar las imágenes, es decir, se

crean símbolos de lo que la música le refleja. Con ello se acepta que la música es

un reflejo primigenio del sentido, inventado de manera artística, del mundo.

La cultura, por tanto, es la consideración de la naturaleza humana que confiere

sentido a la existencia. Y sus alicientes productivos de sentido son: el arte, la

religión y la ciencia, con sus instrumentos: el lenguaje y la historia. La

productividad de los alicientes se manifiesta en la creación de imágenes, símbolos

y apariencias sobre el mundo. Conceder superioridad a uno de estos alicientes

sobre otro crea la diversidad cultural, ya que unas culturas le conferirán más

importancia a uno, en detrimento de los demás. La exaltación de un aliciente es

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elevado al rango de Realidad, y desde aquí se considera el resto de posibilidades.

Sin embargo, esta modalidad, vislumbrada en la cultura occidental, ha dado

muestras de fatiga en la productividad de sentido de los alicientes, al permitir que

un aliciente invada las posibilidades de los otros, y en este caso se señala a la

ciencia como el aliciente que, no sólo perdió la productividad de sentido, sino que

invadió con su búsqueda frenética de conocimientos y saberes que compensan, en

cierta medida, su carencia de sentido, al arte y a la religión.

Por ello se acuña una vuelta a lo artístico, para que devuelva la

productividad de sentido a la existencia, en el mysterium de sus posibilidades de

imágenes, símbolos y apariencias del mundo. Considerando la trasparencia del

mundo en la conjunción de la consideración de estas tres posibilidades, y dejando

abierta así, una solución artística al problema del pesimismo que ha provocado la

hegemonía de la ciencia en la consideración del mundo y de la existencia. La

solución artística al problema del agotamiento de los alicientes de la cultura

occidental, se ejemplifica con la tragedia griega, como muestra que se pueden

escrutar nuevas e innovadoras posibilidades, dejando, eso sí, la puerta abierta al

descubrimiento de nuevos y productivos sentidos, que aferren a la vida a los seres

humanos.

El aliciente científico que la cultura occidental ha propuesto, ha conducido a

la enfermedad cultural, ya que no cumplió con su cometido, a saber: librar del

hastío y el pesimismo que provoca el sin sentido de la existencia, en menoscabo de

la vida, que es la función primordial que les confiere Nietzsche. Al perder su

misión, la ciencia occidental confundió a los seres humanos, al mostrarles la

acumulación de conocimientos como una finalidad, conduciéndoles de nuevo al

hastío y al pesimismo que pesa sobre la existencia. Y no sólo, sino que han

invadido con esta confusión la riqueza de la religión y del arte, utilizando para ello

al lenguaje, como instrumento de mención de ideas generales y abstractas que, al

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pretender mentar al mundo, terminan por alejarse de él. Es por ello que el mito se

convierte en un fuerte aliciente que devuelve libertad en la significatividad, de

todos los alicientes culturales, y con ello el arte adquiere implicaciones metafísicas,

que justifican y explican, en la sublimidad del fenómeno estético, al mundo.

Con ello podemos concluir, sin temor a errar, que la idea de cultura

inaugurada en El Nacimiento de la Tragedia se mantiene y recorre las cuatro

consideraciones Intempestivas, a saber, que la cultura es un noble engaño que

confiere sentido a la existencia, en la creación de alicientes.

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SEGUNDO PERÍODO

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HUMANO, DEMASIADO HUMANO

La creencia en el bien y en el mal, en Dios y en el diablo y en la moral, son

parte del engaño. Esta es la premisa de este libro. Todo apunta a que Nietzsche

no duda en derribar los valores que en cierta medida había aceptado y defendido

en los escritos anteriores, tales como la teleología de la cultura en el arte y empieza

a proponer un proceso radical de liberación.

“toda la teleología se basa en el hecho de considerar que el hombre de los últimos

cuatro mil años es el hombre eterno, con el que todas las cosas del mundo guardan

una relación natural desde su principio. Sin embargo, todo ha evolucionado; no hay

hechos eternos, como no hay verdades eternas” (p. 15).

Efectivamente, los cambios son radicales. La cultura ahora tendrá que

encontrar “las pequeñas verdades sin apariencia que han sido descubiertas con un

método estricto” y que se alejan de los postulados metafísicos y artísticos, (p. 15),

de las primeras obras. Verdades que conduzcan al conocimiento seguro y

duradero. Los sueños ya no tienen valor, más que para engañar.

La moral, el arte y la religión han sido utilizados como instrumentos

metafísicos que lo único que han conseguido es la explicación dual, o el

establecimiento de la diferencia entre la apariencia y la cosa en sí del mundo. Al

librarse de la metafísica trata de librarse de esta concepción engañosa.

“Con toda tranquilidad abandonaremos el problema de saber cómo es posible que

nuestra imagen del mundo difiera tan radicalmente de la naturaleza del mundo” (p.

19).

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Otro tema es el lenguaje; su función en cuanto ligado a la metafísica, que por

crear un mundo paralelo, el de las palabras, lo que consigue es hacer aparecer

como apariencia al mundo. El lenguaje varía de ser la manera de mentar al mundo

a ser una construcción alterna al mundo, que deja de lado su función primordial:

inventar de qué manera se puede mentar al mundo, pero no obstruirlo ni tratar de

usurparlo.

“el hombre ha creído que las ideas y los nombres de las cosas eran verdades eternas,

surgió en él un orgullo que le hizo situarse por encima del animal: creía realmente

que el lenguaje equivalía al conocimiento del mundo. El creador de las palabras no

era lo bastante modesto como para comprender que no estaba haciendo más que

dando nombres a las cosas, y, por el contrario, se figuraba que mediante las palabras

expresaba la ciencia suprema de las cosas; de hecho, el lenguaje es el primer grado

del esfuerzo que hay que hacer para llegar a la ciencia” (p. 20).

No hay que perder de vista que la ciencia es considerada como método de

duda, sobre todo lo que se tiene por verdad.

En fin, la cultura misma es expuesta como un proceso de liberación, de la

manera apariencial en que se nos ha presentado el mundo, por medio del arte, la

moral, la religión y la metafísica, para así librarnos del problema de la

inaprehensibilidad del mundo, en la consideración de la plenitud de las

singularidades que lo llenan, y no sólo, sino que lo desbordan. El proceso de

liberación llega a extremos inusitados. La tradición y la vinculación a una

localidad es otra de las propuestas de liberación. La tradición incluye a la

moralidad, a la religión y al arte.

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“23. La época de la comparación. Cuanto menos encadenados están los hombres

por la tradición, mayor es el movimiento interior de sus motivos, mayor a su vez,

por correspondencia, la agitación exterior, la compenetración recíproca de los

hombres, la polifonía de los esfuerzos. ¿Por qué sigue existiendo hoy la obligación

estricta de vincularse un hombre y su descendencia a una localidad ? ¿Por qué

siguen existiendo, en general, lazos estrechos? Del mismo modo que todos los

estilos artísticos son imitados los unos de los otros, igualmente ocurre con todos los

grados y géneros de moralidad, de costumbres y de culturas” (p. 32).

¿Cuál es el problema de la tradición y la vinculación a una localidad, dentro

de una propuesta cultural? Lo que Nietzsche persigue es mostrar la manera en

que lo singular, que sería el sí mismo, establece relaciones arbitrarias con el mundo

y su entorno, hasta que esas relaciones se perpetúan en el horizonte humano, al

grado de aparecer como las únicas y exclusivas formas de relacionar las cosas para

el conocimiento. Por ello, es necesario desvincularse de la tradición, no sólo para

vislumbrar que se trata de relaciones arbitrarias, sino para permitir que se puedan

considerar otras relaciones, dejando atrás la percepción de un mundo como lo

apariencial, que sólo es una forma de las relaciones arbitrarias que establecemos

sobre él.

“¡Es la época de la comparación! Este es su orgullo, pero precisamente también su

desgracia. ¡Que no nos asuste esa desgracia ! Convirtámonos, más bien, el deber

que nos impone esta época en la idea más elevada que podamos; así nos bendecirá la

posteridad, que se considerará por encima tanto de las culturas originales de pueblos

cerrados en sí mismos, como de la cultura de la comparación, pero que mirará con

gratitud a estas dos clases de cultura como antigüedades respetables” (pp. 32, 33).

El principio de individuación que concedía la metafísica de lo apolíneo, en

la obra sobre la tragedia griega, a las culturas en su estilo único y original, ahora es

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considerado como un eslabón más de la cadena que nos aprisiona en la tradición

de lo apariencial, puesto principalmente, al menos hasta este momento, en la

metafísica, la religión y el arte. En esta vía, la ciencia resulta ser un camino que

ofrece poner en duda todo lo que pretende presentarse como las relaciones del

conocimiento únicas y verdaderas, a través de su método estrictamente lógico.

Hay que aclarar que lo propuesto no es una salida ilustrada o positivista,

que ingenuamente proclama a la ciencia como la nueva religión, en la que todos

tenemos que creer y poner nuestras esperanzas, sino que se trata de conciliar el

primer período de su pensamiento, caracterizado por los alicientes metafísicos de

la cultura puestos en el arte (en cercanía con el pensamiento de Wagner y de

Schopenhauer), con el esfuerzo de liberación de la nueva etapa de Humano,

Demasiado Humano. Es decir, el nuevo período parece descartar en cierta medida

lo propuesto en las obras de juventud, pero en realidad lo que se quiere es incluirlo

en un proceso de conciliación, claro, como contrapeso de la ciencia y viceversa. El

pensamiento metafísico del arte no se descarta, sino que se incluye en la nueva

forma de pensar de Nietzsche, pero no de la misma manera exclusiva en que

antaño le proclamó, sino formando equilibrio con la ciencia. Todo este esfuerzo de

conciliación, puesto y entendido como proceso de liberación, Nietzsche lo llama la

nueva cultura consciente.

“Esta nueva cultura consciente mata a la antigua que, considerada en conjunto,

vivió una vida inconsciente de animal y de vegetal; mata también la desconfianza

hacia el progreso: esto es posible. Quiero decir que es un juicio precipitado y casi

carente de sentido creer que el progreso ha de realizarse necesariamente, pero ¿cómo

podría negarse que es posible ? En cambio, ni siquiera es concebible un progreso en

el sentido y por la vía de la cultura antigua. A la fantasía romántica le agrada

utilizar continuamente la palabra “progreso”, cuando habla de sus fines (por

ejemplo, de las culturas originales y determinadas de los pueblos): en todo caso ha

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tomado su imagen del pasado: su pensamiento y su concepción carecen en este

campo de toda originalidad” (p. 33).

Conseguir el equilibrio entre ciencia y arte es lo que se considera cultura

superior, en la relación entre lo lógico y el sentimiento, entre los límites del método

y lo desmedido de la vida. Por ello, la nueva cultura es superior a las otras

culturas porque permite que se considere tanto lo uno como lo otro, en lo que se

prefiguró en la primera Intempestiva: la unidad de estilo, tanto del arte, la religión,

la moral, y la política con la ciencia, en la apertura a un horizonte de más

posibilidades; una visión más amplia de la vida. Es lo que Nietzsche llama “una

fase superior de la humanidad”, porque ha vislumbrado que su propuesta artística

anterior sólo consideró una parte del todo de la vida, despreciando a la ciencia ante

la que prefería taparse lo ojos, debido a que le parecía que no llenaba las

expectativas de su metafísica artística. Ahora ha dado un salto, no quiere que se le

escape ninguna posibilidad de la vida, y considera que lograr un equilibrio entre la

ciencia y todo lo relacionado al sentimiento y a la ilusión da como resultado una

cultura superior que se convierte en proceso de liberación con respecto a las otras

culturas agotadas en sus propias limitaciones, ahora quiere abrir el camino a la

consideración de otras posibilidades, en este caso de la ciencia, para conseguir una

visión del mundo más completa, menos limitada por lo apariencial.

“En cualquier caso, si la humanidad no ha de caminar hacia su perdición y ha de

gobernarse de un modo autoconsciente, es preciso, ante todo, que llegue a conocer las

condiciones de una cultura superior a todos los grados alcanzados hasta hoy” (p.

34).

En la cuarta intempestiva, se presentó la necesidad de que el arte transfigure

a la naturaleza, en esta obra se da un avance; la naturaleza representa lo

completamente opuesto a la lógica, pero no sólo, ya que su representatividad en el

arte, la religión y la moral, no corresponde a las pasiones desmedidas que denota

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la misma naturaleza humana. Así, la relación y el equilibrio que se quiere

conseguir entre la lógica y la misma naturaleza, se manifiesta oportuna y necesaria

en la propuesta de una nueva alternativa cultural.

“Lo ilógico está tan fuertemente arraigado en las pasiones, en el lenguaje, en el arte,

en la religión y en todo lo que por lo general da valor a la vida, que no se puede

extirpar sin producir también a estas hermosas cosas un daño irreparable. Sólo los

hombres sumamente ingenuos pueden creer que cabe convertir la naturaleza

humana en una naturaleza puramente lógica [...] Hasta el hombre más razonable

necesita, de vez en cuando, volver a la naturaleza, es decir, a su relación

fundamentalmente lógica con todas las cosas” (p. 38).

El lenguaje, el arte, la religión y la moral, al menos hasta este momento, son

elementos que se vivifican en su relación directa con la naturaleza, y su proceso de

liberación, en cuanto proceso cultural, será relacionarlas con la lógica de la ciencia.

Este es el experimento cultural nietzscheano. ¿Con qué fin ? Mostrar una imagen

del mundo, alejada del infortunio que adquiere cuando se le considera desde

posturas parciales.

Es necesario dilucidar la postura de la cultura tradicional con relación al

arte, el lenguaje, la religión y la moral. En primer momento nos podríamos

aventurar a afirmar que son manifestaciones culturales; los medios por los que se

hace patente, pero Nietzsche también quiere mostrar que otro de los medios es la

ciencia.

Una consecuencia de este proceso, que se manifiesta desde el capítulo

primero, es la propuesta del hombre liberado, o del espíritu libre; liberado de “las

costumbres, de las leyes y de las valoraciones tradicionales”, (p. 42), del

encubrimiento del mundo en lo apariencial.

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La ciencia nietzscheana está basada en la naturaleza, en sus relaciones

reguladoras que persiguen el equilibrio entre ambas. No obstante, se da un

cambio; la naturaleza, ha diferencia de lo expuesto en las obras de juventud, no

tiene finalidades predeterminadas, que rozarían de nuevo lo apariencial, sino que

simplemente trata de considerar al mundo sin velos ni intermediarios. Y con ello

se empieza a alejar de considerar al arte, la religión, el lenguaje y la moral de la

cultura vigente como los estandartes de la naturaleza humana, es decir, aquello

que demuestra lo que es en sí misma; sus pasiones, ilusiones y sentimientos.

“Ahora bien, la ciencia desconoce toda consideración sobre los fines últimos, como

tampoco la conoce la naturaleza; pero lo mismo que esta realizó por accidente y sin

pretenderlo cosas sumamente oportunas, la verdadera ciencia, que es la imitación en

ideas de la naturaleza, hará avanzar por accidente y de varios modos la utilidad y el

bienestar de los hombres, y hallará los medios oportunos, aunque también sin

haberlo querido” (p. 47).

Ahora bien, con la ciencia, y su relación con la naturaleza, se comenzará un

recorrido de crítica de lo que se ha mostrado como la misma naturaleza humana: la

moral, y con ello se sustenta la idea que la ciencia es método genealógico en este

momento. El llamar bueno a lo útil y malo a lo inútil, y elevarlo a un dogma, es un

engaño, sustenta Nietzsche. Lo bueno y lo malo es nombrado dentro de un

sistema ajeno a la naturaleza misma de los seres humanos, con lo que se quiere

remarcar que la naturaleza humana no es moral, está más allá de las valoraciones,

como se ha pretendido mostrar.

Luego de desenmascarar a los que pretendían que el mundo fuera

apariencial, ahora va tras desenmascarar a lo que se mostró como la “naturaleza

humana”, y comienza con lo que podría resultar más sutil y engañoso; la moral.

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Para señalar que la fundamentación de la moral, en cuanto actividad de valoración,

se tubo que presentar de manera perspicaz como una de las condiciones esenciales

de la supuesta naturaleza humana, para que se atendiera en cuanto tal. En

conjunto, se nos quiere librar de aquello que ocultó y encubrió a la naturaleza

humana.

“Primero se da a actos aislados el calificativo de buenos o malos, sin atender a sus

motivos, sino exclusivamente a las consecuencias útiles o perjudiciales que reporten

a la comunidad. Sin embargo, pronto se olvida el origen de esos calificativos, e

imaginamos que los actos en sí, independientemente de sus consecuencias, implican

la cualidad de buenos o malos, cometiendo el mismo error que cuando llamamos

dura a la piedra y verde al árbol; es decir, tomando la consecuencia por causa.

Después referimos a los motivos el hecho de ser buenos o malos, y consideramos que

los actos son en sí mismos indiferentes” (p. 48).

Implícitamente, se llama la atención sobre que la moral no es parte de la

naturaleza humana, y mucho menos de la cultura superior. Las valorizaciones de

la naturaleza humana han conducido a pensar que los seres humanos son,

innatamente, pérfidos. Pero la naturaleza no es ni pérfida ni bondadosa, estos son

valores que se le han predicado, así lo señala Nietzsche. Lo que queda es la

inocencia de la naturaleza, “quien sólo trata de conocer las cosas, llegará fácilmente

a vivir en paz con su alma, y se equivocará (o pecará, como dice la gente) a lo sumo

por ignorancia, pero difícilmente por concupiscencia”, (p. 59). El problema de las

valoraciones, que tiene que realizar la moral, es la limitación del campo de las

decisiones humanas a dos caminos: el del bien y el del mal, y no todos querrán

escoger el del bien. Con ello se deja el camino abierto al surgimiento de la malicia,

que permite que la concepción del mal se pueda disfrazar de bien, llegando así a la

maldad. Alejando estas concepciones, que son predicados a la naturaleza, se

consigue vislumbrar que el mundo y la vida son inocentes y puros.

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91

Las culturas establecen esta dualidad de caminos en la moral, y aunque

pueden variar en sus consideraciones de lo bueno y lo malo, su campo de decisión

sigue siendo muy limitado, por ello, y a sabiendas que la cultura puede ser

modificada, es que Nietzsche propone una nueva cultura que permita una

consideración más plena de la vida, lejos de lo que trata de valorarla y fijarla, y

para ello se marca el camino de un cambio radical; la innovación de una época, no

sólo de una cultura.

Así mismo, la religión también se aborda desde el proceso crítico de

desenmascaramiento de lo que no es naturaleza humana, al mostrarle como una

consecuencia de la vinculación errónea de razones y causas, en el afán de tratar de

explicar el origen de las cosas y el sentido de la vida. Para mostrar que Nietzsche

persigue la supremacía de lo que podríamos llamar una razón que cuestiona y que

no acepta las consecuencias, ni siquiera de las supuestas relaciones lógicas que se

puedan deducir de ella.

El arte adquiere un matiz nuevo. Su misión es “recoger una multitud de

sentimientos y de estados de ánimo engendrados por la religión”, (p. 122), para

“trasmitir una elevación y una inspiración que antes no podía comunicar”. Luego

aclara que el sentimiento ha sido abordado por el arte, campo que perteneció a la

religión, pero que fue arrebatado por la Ilustración a lo religioso. Es así como el

arte continúa siendo el velo que hace soportable la vida; es la que toma en cuenta

lo pasional y lo desbordante de la naturaleza humana. También, se cambia la

visión metafísica que se tenía en las obras anteriores, en dos sentidos: 1. El arte

como expresión mudable de lo inmudable, “la obra del artista se convierte

entonces en la representación de lo eternamente permanente”, (p. 158). 2. El

mundo es lo aparente, por eso, este arte en el pensamiento de los primeros libros,

es imagen de lo apariencial, por lo que el mundo se encontrarían muy alejado de

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sus dominios. Las consecuencias de este último postulado son llevadas a los

límites; el arte es necesario para una etapa tardía y decadente de la cultura.

“Así como en la vejez recordamos nuestra juventud y celebramos fiestas

conmemorativas, pronto el arte no será ya para la humanidad más que un recuerdo

conmovedor de las alegrías de su mocedad. Nunca había sido entendido el arte

quizás con tanta profundidad y alma como en nuestros días, cuando parece que la

magia de la muerte le rodea con su aureola” (p. 159).

Es más, se comprende el nuevo papel que Nietzsche le da al arte en la

cultura superior que propone, que es dar origen, dar cohesión en la unidad de

estilo, pero eso no es para siempre; en tanto al sentido de lo que podríamos llamar

un acto fundante, que ha sido utilizado por varias culturas pero, que, llegado cierto

tiempo, se transforma, y tiene que buscar nuevas posibilidades.

La cultura superior que Nietzsche pregona es vinculada a la “simplicidad de

los sentimientos, unida a una concentración más fuerte de todas las palabras”, (p

140). Es decir, la naturaleza humana se empieza a considerar como todo lo

relacionado a la simplicidad de sus sentimientos, sin instituciones ampulosas que

tratan de dar sentidos metafísicos a lo que no lo tiene; la simplicidad y la inocencia

de la vida. También, el lenguaje es visto como una manera de transmitir la

simplicidad e inocencia de los sentimientos humanos en su relación reguladora y

equilibradora con la lógica de la ciencia.

En tanto, lo que da origen a la cultura, y lo que la mantiene, continúa siendo

la música. Los significados que se transmiten a través del arte están plagados de

referentes que están fuera del mundo, y por ello se propone que la música, como

ubre de la cultura, esté alejada de los significados que son más bien racionales, y se

traslade al campo de los sentimientos. Especificando más, y haciendo de lado, al

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menos por el momento, los elementos nuevos que se presentan, se está afirmando

que la música no sólo es uno de los orígenes de la cultura, sino que continúa

constituyéndola, en las relaciones de equilibrio entre el arte y la ciencia, o entre la

ciencia y la naturaleza. ¿Por qué la música ? Porque potencia la vida en el éxtasis

y la ingenuidad. Sin embargo, la música puede ser un instrumento de la

decadencia de la cultura, al enajenarse al ser utilizada para transmitir lo religioso y

lo filosófico, en cuanto sistema.

¿Por qué Nietzsche insiste tanto en la propuesta de una cultura

superior, que consiga una visión más plena de la vida en el equilibrio entre la

ciencia y la naturaleza humana? A esta pregunta debemos responder con claridad,

con el aforismo 224 que inaugura el capítulo quinto titulado: Síntomas de alta y

baja cultura; el espíritu colectivo de la identidad, fundado en los principios

consuetudinarios de sus creencias comunes, transmitidos principalmente por la

educación, con el transcurrir de varias generaciones corren el peligro de contribuir

a lo que Nietzsche llama el “embrutecimiento”, que no es más que el agotamiento

de las relaciones arbitrarias de conocimiento sobre el mundo que se establecieron,

o impusieron, como las únicas y exclusivas, pregonadas con el enunciado necesario

que es lo que se debe creer y practicar de manera incuestionable. La solución a ello

está en una nueva cultura que partirá de “individuos independientes, mucho más

indecisos y débiles moralmente: son hombres capaces de nuevos intentos y de

múltiples experiencias”, (p. 161). Indicar un camino nuevo, en el que adquiere

sentido el postulado que la cultura es un proceso de liberación, no de uniformación

ni de estatismo de los seres humanos, que llevaría a consideraciones en donde la

plenitud de la vida se manifestaría en su grandeza.

“primero, el aumento de la fuerza estable de los vínculos que unen a los espíritus en

una comunidad de creencias y de sentimientos; segundo, la posibilidad de alcanzar

objetivos más elevados, que proporciona la aparición de naturalezas en proceso

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degenerativo, y, en consecuencia, de debilitamientos y de lesiones parciales de la

fuerza estable; es precisamente la naturaleza más débil la que, por ser más sutil y

más libre, hace posible cualquier progreso” (p. 162).

El débil se transforma en el espíritu libre, que en su afán de búsqueda de la

verdad no acepta las creencias tradicionales, y va tras innovadoras razones. Por

ello, resulta muy favorable que la religión, tal como se ha entendido en la mal

llamada naturaleza humana de la cultura vigente, ceda su lugar a la ciencia.

“Pues bien, a la costumbre de regirse por principios intelectuales desprovistos de

razones es precisamente a lo que llamamos creencia” (p. 164).

Los espíritus sometidos son los que mantienen las instituciones, tales como

el matrimonio, la educación, el derecho, las posiciones sociales, y las respaldan por

la fe en una verdad útil, que por ningún motivo se permite que sea objetada,

porque se les ha dado el atributo de ser partes esenciales o inherentes a lo que

consideraron la naturaleza humana, para darles un asidero incuestionable.

“Limítate a considerar que esto es verdad -les dicen-, y verás que te irá bien. Sin

embargo, esto significa que se considera que el provecho personal que procura una

opinión demuestra la verdad de ésta; quiere decir que se recurre a la utilidad de una

doctrina para garantizar su certeza y su fundamento intelectual” (p. 165).

Los espíritus libres son considerados como los débiles de carácter en el

contexto de una cultura tradicional, ya que sus posibilidades son muchas. Lo que

salta a la vista es que en los aforismos que van del 230 al 234 se comprende que el

espíritu libre es el que tiene posibilidades de convertirse en genio, y así ser el

promotor de una nueva cultura. Aunque es necesario remarcar que la aparición de

este espíritu libre, que se puede convertir en genio o en santo, no es cíclica ni

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uniforme, porque con ello se repetirían las épocas, y Nietzsche no está de acuerdo

con ello. Cada genio, cada santo, que promueven nuevas culturas, están en

circunstancias diferentes y sus soluciones son, también diferentes.

Todo parece ser dirigido; se puede considerar la causalidad, pero Nietzsche

nos recomienda no atribuirlo a fuerzas explicadas por medios religiosos, y mucho

menos morales, sino a la voluntad y a su consumación, cuando se dan las

condiciones que requiere en el tiempo. Lo que la religión representa en la idea de

cultura es que se convierte en la garante de la unidad de sentimientos, de la

identidad de opiniones y de la semejanza de metas de un pueblo, (p. 259). Visión

que se podría atribuir a la cultura tradicional, en favor de mantener y fundamentar

el poder, así como las acciones y desaciertos de un Estado, es más, la legitimación

del Estado es una tarea religiosa. Cuando la religión entra en cisma, especialmente

en la formación de sectas, la unidad que garantizaba se pierde y la seguridad del

mismo Estado entra en jaque. Con ello estamos cerca de un tema que ya había sido

tratado en las obras anteriores; la decadencia de las instituciones de la cultura

tradicional, y entre ellas, probablemente la que más poder y prestigio adquirió: el

Estado. La decadencia y la desaparición del Estado puede resultar lo más

espeluznante de la propuesta de Nietzsche, especialmente por el caos que ello

produciría, sin embargo, su propuesta no es el caos, sino que consciente que las

situaciones extremas orillan al ser humano a crear con ingenio, se afianza en la

respuesta que el Estado es una solución de organización social, pero no es la única,

y así como otras formas han desaparecido y dejado lugar a otras nuevas, así

también el Estado podría dejar su lugar a otra alternativa más ingeniosa. Este

nuevo paso será dentro de la nueva cultura.

“La perspectiva resultante de esta decadencia cierta no es, sin embargo, catastrófica

en todos los aspectos; el buen sentido y el egoísmo de los hombres son sus cualidades

mejor desarrolladas; cuando el Estado no responda ya a las exigencias de estas

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fuerzas, triunfará sobre éste una invención más eficaz de lo que era él, y no se

producirá ni mucho menos una situación caótica” (pp. 262 y 263).

No obstante, es necesario remarcar que la nueva cultura no es la

consumación de una época feliz, en la que confluyan todos los ideales de las

anteriores.

“constituye, efectivamente, una quimera creer que un estadio nuevo y superior de la

humanidad reunirá todas las ventajas de los estadios anteriores y podrá, cuando

menos, alcanzar la forma suprema del arte, por ejemplo[...]” (p. 173).

La nueva cultura es algo personal, es más, considera al mundo en sus

singularidades, en este sentido se convierte en un proceso de liberación, porque

libra del aburrimiento que causa el conocimiento, los sentimientos y experiencias

basadas en la generalidad del mundo, pasadas a través del tamiz de lo que se ha

llamado naturaleza humana; principalmente las valoraciones morales y religiosas.

La cultura, termina por indicar en el aforismo 244, es: “la suma de nuestros

conocimientos, sentimientos y experiencias”, (p. 176). Por ello, se comprende que

las concepciones culturales pueden ser cambiadas, de lo general a la consideración

de las individualidades que componen al mundo.

“Al hombre le toca abrir los ojos para vigilar en lo sucesivo los destinos de la

cultura” (p. 177).

Se quiere llamar la atención sobre que los destinos de la cultura no son

dirigidos por fuerzas ajenas a lo humano, -explicación principalmente religiosa en

la cultura tradicional-. Así, la cultura superior está ligada a la ciencia y a la

rigurosidad lógica de su método con la simplicidad de los sentimientos de la

naturaleza humana, no tanto de lo que se ha pretendido que sea su naturaleza, sea

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la moral, el arte, la religión y el Estado, esto es lo que se trata de apuntar, pero no

sólo, sino que con ello se trata de mostrar que esta es una manera de dar paso a

nuevas culturas, es decir, no se aboga por una cultura superior que será definitiva,

sino que su origen marcará el avistamiento de nuevas y superiores culturas, (p.

181).

Mientras que la cultura se descubre por sí misma, en la acción de dos

fuerzas heterogéneas, es decir, en la conciliación de fuerzas en conflicto, sean la

ciencia y los sentimientos, que termina por conferir a las menos reconciliables la

supremacía sobre las demás. A esto Nietzsche le llama la arquitectura de la

cultura, y puede ser de una época o de un individuo. Todas las posibilidades de

las culturas están presentes en cada ser humano, es decir, sus posibilidades

culturales son ilimitadas. Una de ellas, es la superación de la religión y del arte por

el conocimiento, con lo que se da un paso más en la explicación de la idea de

cultura. Es decir, al someter a relación equilibrante la ciencia junto con la religión,

el arte, la moral y el Estado, se termina concediendo supremacía a la ciencia, que

resulta ser un medio eficaz de alcanzar un conocimiento más veraz y

fundamentado del mundo, aunque con ello no se quiere decir que se deja el

imperio únicamente a la ciencia, toda su contrapartida se descubre, en este caso, en

los sentimientos humanos, en la pasión, en las ilusiones que proveen la inocencia,

la simplicidad y la grandeza de la vida, de la propia vida.

“Hay que haber amado la religión y el arte como se ama a una madre y a una

nodriza, pues de lo contrario no se alcanza sabiduría. Pero hay que ver más lejos

que ellos, hay que mirar por encima de ellos; permanecer sometido a su maléfico

encantamiento sería no entenderlos [...] Cuando tu mirada sea lo bastante

penetrante para llegar al fondo de los pozos tenebrosos de tu ser y de tu

conocimiento, puede que vislumbres también en el espejo de su superficie las lejanas

constelaciones de las culturas futuras” (p. 205).

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¿En que sentido podría constituirse una cultura superior basada en lo

individual ? En cuanto permita la dote de una individualidad bien definida, que

bloquee el paso a una actuación de funcionarios o representantes de otras

condiciones. Se entiende que las otras condiciones corresponden a los elementos

de la mal llamada naturaleza humana, es decir, la religión, la moral, el arte y el

Estado.

En un intento de concretizar a la cultura superior, Nietzsche apunta que en

la sociedad podrían surgir dos castas: la de los trabajadores y la de los ociosos, es

decir, la casta del trabajo forzoso (trabajadores) y la del trabajo libre (ociosos).

Comúnmente, los trabajadores dirigen los destinos de la sociedad, no obstante,

para considerar las condiciones ilimitadas que se poseen sería mejor poner a los

ociosos a dirigirlo, para que promuevan el cambio, bajo la premisa que la casta de

los trabajadores libres son más inteligentes. Los trabajadores libres estarían del

lado de la alternativa de la cultura superior, en la relación equilibrada entre ciencia

y sentimientos, mientras que los trabajadores forzados estarían en la consideración

de la naturaleza humana en lo referido por el arte, la religión, el Estado y la moral.

Trabajo forzado

Trabajadores Trabajo libre

Ociosos

Cultura tradicional

Casta dominante

menos libre

Aspiraciones limitadas

Casta dominada (no están del lado de lo

que se tiene por naturaleza humana, mas

bien, están del lado de las pasiones y de los

sentimientos)

Cultura superior

Casta dominada (del lado de lo que se tiene por naturaleza

humana, sea: la moral, el arte, la religión y el

Estado)

Casta dominante

más libres

Aspiraciones ilimitadas

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Explicada la cultura superior, se comprende la sorprendente afirmación del

aforismo 465, en el que se propone que los períodos de decadencia política son los

de auge de la cultura. Efectivamente, porque la política también es considerada

como parte del engaño, de lo que se ha reflejado como naturaleza humana en la

cultura vigente. La decadencia de los modelos establecidos por lo político, en la

naturaleza de la convivencia humana, dará margen al descubrimiento de nuevas

formas de la naturaleza, dejando de lado lo que se tenía erróneamente por

naturaleza esencial e inherente de lo humano.

La propuesta de la cultura superior es llevada a extremos inesperados. La

cultura no se da en la organización de un Estado o de una polis, mas bien se da al

margen de ella. Se comprende claramente que la organización estatal es estática y

no permite cambios, con lo que la cultura se ve desterrada de su ámbito, ya que la

misión cultural, como lo hemos dicho, es el proceso de liberación de todo estatismo

o afán de uniformidad a los seres humanos, representado por concepciones que

aunque se relacionaron con las partes esenciales de la naturaleza humana; política,

arte, religión y moral, no eran más que presupuestos ajenos.

A raíz de esto, en el aforismo 475, se muestra claramente que la cultura

sobrepasa el concepto de nacionalidad, en cuanto circunscrita a los intereses de un

Estado conformado por clases mercantiles y sociales que velan por sus intereses,

por ello no resulta sorprendente que Nietzsche proponga una cultura que rebase

toda nacionalidad.

La cultura superior hace que el ser humano se convierta en un ser

agradable, por estar consciente que no es dueño de la verdad absoluta. Mientras

que los que se mantienen en la cultura tradicional son personas desagradables, por

ser despóticas en el momento de imponer lo que creen que es la verdad. Aforismo

614.

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100

Finalmente, podríamos indicar que la idea de cultura, es un proceso de

liberación de los engaños de lo que se ha mostrado como la naturaleza humana, -

arte, política, religión y moral-, por medio del desenmascaramiento que realiza a

través del rigor lógico de la ciencia. Lo que se persigue es un conocimiento más

amplio de lo humano y del mundo, en la relación equilibrada entre lo lógico, las

pasiones y la simplicidad de los sentimientos, y así superar todo lo que ha ocultado

al mundo y hecho desconocido al hombre en lo apariencial de las generalidades y

de las relaciones de conocimiento arbitrarias, respaldadas en lo que se tenía

erradamente por naturaleza humana; por ello, se ha vuelto, con mirada fresca e

inocente a lo singular, a lo individual, que es, al parecer de Nietzsche, de lo que

está compuesto el mundo.

La visión de la cultura como noble engaño, propuesta en el período anterior,

quedaría en el estadio de lo apariencial, ahora se busca un puerto seguro, al

descubrir que el mundo no tiene que ser sometido a consideraciones metafísicas,

religiosas, artísticas, políticas y mucho menos morales para ser comprendido, es

decir, no necesita de intermediarios. Si lo aprehendemos o no lo aprehendemos es

un problema puesto por los intermediarios cognoscitivos, que lo único que han

conseguido es el ocultamiento del mundo. Mientras tanto, el mundo ha

continuado allí, puro e irremediablemente ignorado. Es decir, la cultura ahora

persigue una comprensión total del mundo, ya no se conforma con ilusiones y

alicientes, sino que va tras la evidencia de la vida.

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101

HUMANO, DEMASIADO HUMANO II

Miscelánea de opiniones y sentencias

La visión sobre la vida empieza a cambiar. Mientras que el arte y la filosofía

son presentados en su incapacidad de mostrarla, que es lo que prometen realizar,

simplemente porque responden a las concepciones erradas sobre la naturaleza

humana de la cultura tradicional y a la suposición que el mundo es inaprensible.

Su imposibilidad se origina en la manera fija y contraria al devenir, propio de la

vida, con que tratan de aprehenderla.

Con el segundo tomo de Humano, Demasiado Humano, Nietzsche trata de

mostrar que ante la imposibilidad de los medios cognoscitivos de la filosofía (a los

que en la anterior obra se les llamaron: “relaciones arbitrarias del conocimiento”),

el arte se ve reducido a ser simplemente imagen de lo apariencial, como

instrumentos del ocultamiento de la verdad del mundo en la cultura tradicional.

Aforismo 19.

El arte y la filosofía es ahora una manera de ocultar la verdad del mundo.

Además, con ello se deja claro que el proceso de liberación que inició luego de la

cuarta intempestiva, se mantiene y se desarrolla con las obras del segundo período.

Para ello, mostrará en qué sentido el arte puede convertirse en un aliado al

momento de tratar de flanquear la imposibilidad de la aprehensión del mundo,

para llegar a la consideración de la manifestación plena de la vida, de la propia

vida.

El arte, en la visión de la cultura nietzscheana, tiene una nueva misión;

mostrarle al ser humano el camino por donde se pueda crear a sí mismo, es decir,

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la obra de arte ya no es un objeto externo, sino que se traslada al sí mismo. Es un

claro esfuerzo por alejar al arte de lo que la cultura vigente llamó equivocadamente

naturaleza humana, y de ser únicamente imagen o imitación de lo apariencial del

mundo, en las limitaciones cognoscitivas impuestas por la filosofía a las relaciones

arbitrarias del conocimiento. Aforismo 102.

El arte será para la siguiente época, lo que fue la religión y la ciencia para la

presente, véase el aforismo 148.

“148.Como se puede ganar una época para el arte. Enseñemos a los hombres, por

medio de todas las seducciones de los artistas y de los pensadores, a sentir la

veneración de sus defectos, de su pobreza intelectual, de su ceguera insensata y de

sus pasiones -y esto es posible-, no mostremos más que el lado sublime del crimen y

de la locura, de la debilidad de las gentes sin voluntad y de los que sólo se someten

ciegamente al lado conmovedor -también esto sucede a menudo-, y se habrá

empleado el medio que puede inspirar a una época, aunque esta sea de las más

artísticas y antifilosóficas, el amor entusiasta de la filosofía y del arte (sobre todo el

amor a los artistas y a los pensadores), y, en circunstancias críticas, quizá la única

manera de conservar la existencia de organismos tan delicados y frágiles”(p. 380).

Se nos está indicando que no se puede confundir el arte de la nueva cultura

con el arte que hemos conocido hasta el día de hoy, especialmente por su carácter

imitativo; ser imagen de lo apariencial. Por eso, el nuevo estilo artístico, del sí

mismo, se muestra como un imperativo en la nueva cultura; abandonar la burda

misión que ha tenido el arte de llenar los espacios de aburrimiento, para pasar a

convertirse en un constante crearse a sí mismo; que toda nuestra vida se dedique

ha estarse creando y recreando constantemente. Esto nos alejaría del trabajo

forzoso de representar, o actuar, con base a criterios ajenos, sean morales,

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religiosos, artísticos o políticos, un papel que nos vemos obligados a realizar en la

cultura vigente; ahora el trabajo es crearnos a nosotros mismos. Aforismo 169.

En este contexto, se nos indica que la música es la expresión artística que

precede el comienzo de esta nueva época cultural, así se menciona explícitamente

en el aforismo 171, titulado: “La música, manifestación tardía de toda cultura”.

Con ello, se nos está ampliando lo solamente insinuado en la obra anterior, al

respecto que la música, con su riqueza de simbolismos y modos de expresión,

representa el final de la época que vivimos, -y no tanto el inicio, como pretendió en

el período wagneriano de las obras del primer período-, porque muestra el camino

de las ilimitadas posibilidades de conocimiento de la vida y del mundo, dejando

atrás a las burdas relaciones arbitrarias que la cultura tradicional ha mostrado en el

rango de verdades inamovibles.

“La música aparece la última de todas las artes que florecen en un terreno especial

de cultura, con condiciones sociales y políticas determinadas; aparece como la última

de todas las plantas, en el otoño y en el momento en que va a perecer la cultura de

que forma parte, cuando ya se notan los primeros signos precursores de una nueva

primavera” (p. 388).

Efectivamente, la música es parte de la cultura, de sus expresiones artísticas,

podríamos decir que constituye un lenguaje primigenio y final a la vez. La

solución artística al problema cultural pareciera ser retomado, sin embargo, hay

que volver a aclarar, que el arte por el que Nietzsche apuesta en este nuevo

periodo de su pensamiento ya no es el relacionado con lo que se tenía por la

imagen sublime de lo apariencial, que era el único derrotero que le quedaba ante la

imposibilidad de aprehender al mundo.

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Pero, ¿qué es la música ? Nietzsche lo responde en el mismo aforismo 171,

cuando indica que la música es el sentimiento, la determinación de un tiempo y el

lugar de una cultura, y por ello no es un lenguaje universal, como mostró en la

obra sobre la tragedia griega, sino que está ligada a su cultura; surge de ella, es en

ella, y anuncia el nacimiento de la siguiente, pero también la decadencia de la

propia cultura que la posibilitó. La música es la profetiza de los cambios, por ser

de índole mudable, a diferencia de las ideas que pueden ser más pertinaces.

En este sentido, la música de Wagner, otrora considerada como el génesis de

la nueva cultura, ahora es sondeada, no como el principio de una nueva época,

sino como el anuncio de la decadencia contemporánea.

Retomando. ¿Por qué tendríamos que constituirnos cada uno en una obra

de arte de sí mismo, y que relación se guardaría con la cultura? La respuesta es

sencilla, y la encontramos en el aforismo 174. La constitución de la obra de arte de

sí mismo, además que impide la actuación sobre postulados ajenos a la naturaleza

humana, cumple la misión de hacernos agradables los unos a los otros por medio

del constante refinamiento artístico del sí mismo. Cada uno se convertiría en una

obra de arte, y para ello se esmerarían lo más posible en conseguirlo, en tanto que

sus consecuencias se reflejarían en las relaciones sociales.

“El arte debe, ante todo, embellecer la vida, por consiguiente, hacernos agradables

los unos a los otros, en lo posible; con esta mira, es una fuerza moderadora y nos

sirve de freno, da forma a las relaciones sociales, impone leyes de convivencia, de

propiedad, de cortesía a aquellos cuya educación no está acabada, y les enseña el arte

de hablar y callar a tiempo” (p. 391).

El camino marcado al arte de la nueva cultura es anverso a lo que se ha

entendido por tal en la cultura tradicional. A saber, que la obra de arte externa, en

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105

cuanto objeto, será una consecuencia del desbordamiento de lo artístico en el sí

mismo. Al parecer, con esta propuesta Nietzsche trata de sellar la puerta que

permitiera el retorno del arte a la imitación de lo apariencial.

“Después de esta tarea del arte, cuyas proporciones son enormes, el arte que se llama

verdadero, “el arte de las obras de arte”, es cosa “accesoria”. El hombre que siente

dentro de sí un excedente de esas fuerzas que embellecen, ocultan y transforman,

terminará por tratar de deshacerse de este excedente por medio de la obra de arte, y

en algunos momentos será todo un pueblo el que haga esto. Pero ahora se

acostumbra comenzar el arte por el fin, y hay quien se agarra a su cola, con la idea

de que el arte de las obras de arte es lo principal y que esta clase de arte es la que ha

de transformar y mejorar la vida” (p. 391).

Entre líneas podemos vislumbrar que la visión de la nueva casta dominante,

del trabajo libre, de los ociosos, propuesto en Humano, Demasiado Humano, es la que

hará de sí misma una obra de arte, y por ello tiene la prerrogativa de la total

libertad en su arte, no obstante, los ocupados, los del trabajo forzoso, serán

sometidos, por su falta de libertad y de arte, a las normativas y reglas que los

ociosos dispongan.

Nietzsche ha dado una explicación del papel del arte en la nueva cultura, ya

que con el primer tomo de este nuevo periodo de su pensamiento dejó claro que el

arte, tal como se concibe en la cultura tradicional, no responde a las expectativas

del conocimiento de la vida, por ser una burda imitación de lo apariencial del

mundo. Ahora las posibilidades, y relaciones de conocimiento, se trasladan a lo

puramente humano, sin dictámenes o valoraciones ajenos a ello, (religión, moral,

arte y Estado). Pero no sólo, se especifica que la filosofía ha contribuido a la

inaprehensibilidad del mundo, en primer momento, por establecer relaciones

generales y estáticas sobre él, reduciendo su manifestación a relaciones generales

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106

que intentan regular el devenir de la vida. Por esa razón fue que la filosofía cerró

el camino a la vida y a la consideración plena del mundo.

Por último, hay que mencionar que las diferencia entre la solución artística

al problema de la cultura, planteada en las obras de juventud, y el arte del sí

mismo, puesto en esta miscelánea de aforismos, son radicalmente abismales. En la

solución artística del primer período, el arte hacía sublime al mundo en sus

imágenes, ante la imposibilidad de aprehenderlo, no obstante, ahora se ha

indicado claramente que esa concepción del arte es propia de la cultura tradicional,

influenciada por la filosofía y de aquello que erróneamente se pensó que era

inherente a la naturaleza humana (las valoraciones morales y los pre-dicados de

índole religiosos y políticos), no obstante, el arte del sí mismo posibilita una

consideración más amplia y completa de la propia vida, del fluir de la capacidad

del conocimiento de lo singular, sin intermediarios cognoscitivos, que al final

terminaron usurpando la atención que se le tenía que conceder a la manifestación

del mundo.

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107

HUMANO, DEMASIADO HUMANO III

El caminante y su sombra El lenguaje, en la cultura tradicional ha sido un instrumento de

ocultamiento del mundo. Que lejos de realizar la actividad que le corresponde,

mentar al mundo, se ha convertido en un velo de la vida, al pretender que el

conocimiento de las palabras equivalga al conocimiento del mundo, es decir, se

señala que el conocimiento del mundo a través de las palabras logra lo apariencial.

El tercer tomo de Humano, Demasiado Humano, continúa con el afán de

mostrar el engaño que se ha presentado como mundo en la cultura tradicional,

solamente que se insistirá en la manera en que el lenguaje ha sido puesto como

instrumento en favor de la inahaprensibilidad del mundo.

Las maneras de escribir toman un especial espacio en esta obra, porque son

consideradas la vía principal para fijar en expresiones el devenir de la vida. Se

quiere mostrar a la escritura como parte de un lenguaje al servicio de la apariencia

del mundo. Aunque, parece que el lenguaje hablado, en su fluidez, aún mantiene

los niveles de expresividad que requiere la actividad de mentar al mundo. Por

ello, se invoca la necesidad de un estilo diferente, en la escritura y en el habla, que

acerque y logre la expresividad de los sentimientos a la actividad de mentar.

Uno de los quehaceres del acercamiento expresivo del lenguaje a la

actividad de mentar al mundo se encuentra en la literatura. Por ejemplo, para

Nietzsche, Goethe fundó una cultura con su obra, y con ello nos indica que el

fundador de la cultura es un artista, considerado en dos vías: 1. Puede ser

cualquier artista que, teniendo como prerrogativa el ser un espíritu libre, sea

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108

innovador y perspicaz para con su obra. 2. El escritor que crea y recrea nuevas

formas de convención. No obstante, Nietzsche es afín a la idea que en la cultura

tradicional lejos de innovar la convención, se ve la manera de mantenerla, ya que

al tratar de crear nuevas formas de escritura se corre el riesgo de poner en

evidencia la limitación del lenguaje con respecto a la mención del fluir de la vida.

(Ver los aforismos 122, 125 y 127).

“Utilizar neologismos o arcaísmos en el lenguaje, preferir lo raro y lo extravagante,

buscar la riqueza de las expresiones en lugar de su concisión, constituyen siempre

signos de un gusto que o no ha llegado a madurar aún o ya se ha corrompido” (p.

98).

Para posibilitar que el lenguaje se acerque al mundo, y no que se le presente

como su sustituto, es necesario que el genio literario invente y reinvente nuevas

formas de convención en el lenguaje escrito, para contribuir a la cultura superior, y

esto puede servir, aún, para trascender su propia lengua materna, transformarla y

enriquecerla con la expresividad de los sentimientos en la actividad de mentar al

mundo, no en su usurpación. Aforismo 132.

Un tema, que aunque no posee un puesto principal, es necesario abordarlo

para considerar la evolución de la propuesta nietzscheana en torno a la cultura, es

el estilo; en tanto modificador y hasta corregidor del pensamiento, de sus formas y

sistemas. Por ello el estilo es tan importante desde la primera intempestiva, por su

influencia en la cultura, solamente que en esta obra se avanza en el aspecto que se

llega a afirmar que el estilo define el pensamiento, no la naturaleza de un pueblo, o

lo que la cultura tradicional ha tenido por tal, a saber, el arte, la religión y la

ciencia. Aforismo 131.

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109

La innovación del lenguaje en su actividad de mentar, tiene, en este

momento del pensamiento de Nietzsche, el imperativo de ser uno de los

principales instrumentos del espíritu libre para transformar la cultura. Al tiempo

que, cambia las expresiones de cultura superior o nueva por el de cultura en sí,

para mostrar que la cultura tradicional empezará a dejar de serlo. En consecuencia

se vislumbra que la invención de nuevas formas de lenguajes está a tono con la

cultura propuesta como proceso de liberación. Aforismo 182.

Un paso fundamental de esta obra, además del desenmascaramiento del

lenguaje, y de la cultura tradicional, como construcción apariencial sobre el

mundo, es la explicitación de la cultura en sí y los beneficios que esta reportaría

para los seres humanos. Pero no sólo, se explica la nueva cultura, su idea; la

cultura es un clima espiritual, cada una de ellas lo es. Es evidente que se dejó atrás

la visión de la primera intempestiva que explicaba la cultura como la unidad de

estilo de un pueblo, en su ciencia, religión y arte. Esto parece ser la concretización

de la unidad y equilibrio de la ciencia con los sentimientos humanos, anunciado en

el tomo uno, y también es una conclusión que conduce hacía el espíritu libre, que

para posibilitar a la cultura en sí, tendrá que disponer de estos climas espirituales

para encontrar la certeza sobre el mundo.

“Las distintas culturas son climas espirituales, cada uno de los cuales resulta nocivo

o saludable para un determinado órgano. La historia, en su conjunto, es la ciencia

de los remedios, pero no una terapia única. Por eso hace falta un médico que utilice

la ciencia de los remedios con vistas a situar a cada uno en el clima que le conviene,

bien durante un tiempo o bien para siempre. Vivir en el presente, inmersos en una

sola cultura, no basta como prescripción universal, pues perecerían allí una buena

parte de individuos infinitamente útiles, por no poder respirar en buenas

condiciones” (p. 123).

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110

Llegados a este momento, nos podríamos preguntar por qué Nietzsche

trataba de instaurar una nueva cultura, a lo que podríamos responder que la

cultura tradicional ha caído en el aburrimiento por el “ocio muy dinámico”, (p.

142), que busca que todos los individuos sean iguales, en el afán de buscar su

funcionalidad en actividades maquinales.

“220. Rechazo de la cultura de la máquina. -La máquina, producto de la capacidad

intelectual más elevada, no moviliza, en las personas que la manejan, más que sus

fuerzas interiores e irreflexivas. Bien es cierto que su acción desencadena una suma

de fuerzas enorme que, en caso contrario, hubieran permanecido dormidas; pero no

fomenta las ganas de educarse, de hacer las cosas mejor y con más arte. Nos hace

activos y uniformes, lo que produce a la larga un efecto contrario: un aburrimiento

extremo se apodera del alma que aspira, por medio de la máquina, a un ocio

dinámico” (p. 142).

Al final de la tercera parte de Humano, Demasiado Humano, se comprende

que la cultura es anunciada por los espíritus más libres, su aparecimiento es

necesario para el cambio de época. La cultura continúa siendo vista como un

proceso de liberación completamente mudable.

“Al igual que las nubes nos muestran la dirección del viento que corre por encima

de nuestras cabezas, los espíritus más libres y ligeros nos anuncian, con sus

corrientes, el tiempo futuro” (p. 183).

El espíritu libre hace su aparición como el protagonista de la nueva cultura,

ya no son simplemente individuos sino que se empieza a definir su papel, ya no es

una mera abstracción, sino una propuesta que empieza a tomar forma en la figura

del que promoverá los cambios constantes de la cultura.

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111

¿Por qué se tiene que cambiar ? La respuesta es directa. Las ideas morales,

religiosas y metafísicas se pueden convertir en cadenas que enfermen a los seres

humanos, al no permitirles la libertad y les detendrían en el proceso que encamina

al hombre a dejar de ser animal. Estas ideas han tratado de ocultar o maquillar la

condición animal del ser humano, sin permitir el avance necesario a una condición

de libertad y de responsabilidad plena, superior al simple sometimiento a

dictámenes incuestionables sobre su quehacer.

“Se ha encadenado muy bien al hombre para que deje de comportarse como un

animal y la verdad es que se ha vuelto más dulce, más espiritual, más alegre y más

reflexivo que los animales. Pero sigue sufriendo, claro está, porque durante mucho

tiempo le ha faltado aire puro y sus movimientos no han sido libres. No obstante,

como siempre he dicho, esas cadenas no son otra cosa que los graves y significativos

errores de las ideas morales, religiosas y metafísicas. Sólo cuando se supere la

enfermedad de las cadenas, se logrará ese primer fin consistente en que el hombre se

separe del animal. Así, pues, nos hallamos en la mitad de nuestro trabajo de romper

nuestras cadenas, tarea para la cual se necesita una gran precaución” (p. 188).

La cultura, en las intempestivas, era un medio de aliviar el sufrimiento del

sin sentido de la existencia, (lo que se llamaba El noble engaño). En el tratado del

caminante con su sombra, el camino trata de superar este postulado, al reforzar

que la individualidad superior y liberada, del ocultamiento del mundo y de los

dictámenes sobre su quehacer, fundados en su supuesta naturaleza, logra que se

vislumbre el paso siguiente, a lo superior, al espíritu libre que se aleje de la postura

de un animal domesticado que cumple con sus deberes sólo porque así se le ha

enseñado, miope ante otras posibilidades.

Por ello, una de las condiciones para que la cultura tradicional ceda su lugar

a la cultura en sí, es el aparecimiento del espíritu libre, al que en esta obra se le

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112

confiere el instrumento del lenguaje, en tanto actividad de mentar al mundo,

dentro de la expresividad de sus sentimientos, lejos de lo que podría hacerlo

parecer como un mundo paralelo. El parecido con el genio fundador de la cultura,

de las dos últimas Intempestivas, podría ser una tentación al momento de

considerar lo que Nietzsche está tratando de explicarnos, no obstante, sin temor a

errores, tenemos que indicar que también las diferencias son grandes. El genio

artístico posibilitaba la cultura en los alicientes que proveyeran sentido a un

mundo que carece de él, no obstante la visión que sustentaba esta afirmación hace

la diferencia; el mundo era considerado como una apariencia, y los alicientes

servían para soportar esta realidad. El espíritu libre va tras la evidencia de la vida

en el mundo, luego de darse cuenta que había sido ocultado tras intermediarios

cognoscitivos, puestos en las relaciones arbitrarias del conocimiento, y en una falsa

concepción de la naturaleza humana basada en que la actividad valorativa y

predicativa son inherentes y esenciales a lo humano.

Para finalizar, podemos indicar que el espíritu libre es un buscador; no

satisfecho con lo que la cultura tradicional le ha mostrado como el camino único y

exclusivo, en todos los aspectos (arte, religión, política, lenguaje y aún la ciencia),

se aventura a la búsqueda de más posibilidades, y con ello está dando el siguiente

paso de la humanidad. La figura del espíritu libre volverá a ser presentada por

Nietzsche en el parágrafo tres del discurso preliminar de Zaratustra, en el

volatinero, que al tratar de dar el paso entre lo que se ha presentado como lo

humano y lo más allá de lo humano, muere en el intento, para señalar que es

posible algo más allá de lo que se tenía por naturaleza humana y que su misión

sólo es el paso, luego surgirán horizontes más grandes; en camino al superhombre.

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113

AURORA

El tema que inaugura es el de las costumbres, su relación con la moral y su

sitio dentro de una determinada comunidad humana. Es decir, se continúa con la

empresa de desenmascarar los engaños de la cultura tradicional, anunciados desde

Humano, Demasiado Humano.

El desenmascaramiento de la moral consiste en indicar lo que la generó y

sustenta, hasta el presente: las costumbres. La obediencia a lo moral se funda y

establece en la presencia de una inteligencia superior que ordena, sin saber

realmente de dónde provienen esos lineamientos, y por ello puede adquirir

atribuciones divinas o supersticiosas. El paso siguiente es considerar que las

transgresiones a los códigos morales conllevan un daño para toda la comunidad,

en función de la autoridad, divina o supersticiosa, que las dicta, convirtiéndose así

en un motivo en donde se pueden explicar y descargar las desgracias o infortunios

que ha sufrido dicha comunidad.

“¿Qué es la tradición ? Una autoridad superior a la que se obedece, no porque lo

que ordene sea útil, sino por el hecho mismo de que lo manda. ¿En qué se diferencia

este sentimiento de respeto a la tradición del miedo en general? En que el

sentimiento de respeto a la tradición es el temor a una inteligencia superior que

ordena, el temor a un poder incomprensible e indefinido, a algo que trasciende lo

personal. Tal temor tiene mucho de superstición. Donde quiera que exista una

comunidad, y, en consecuencia, una moral basada en las costumbres, domina la idea

de que el castigo por la transgresión de las costumbres afecta ante todo a la

comunidad entera” (pp. 37 y 38).

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La moral se funda en las costumbres, y con esta base se dictamina lo que

considerará útil o inútil, que luego llamará bueno o malo, respectivamente. Es

decir, que la moral es un que hacer completamente pragmático, y no hay por qué

recurrir a referentes diferentes para presentarla y justificarla, aforismo 19. No

obstante, la cultura tradicional ha fundamentado la moral en entidades ajenas a lo

humano, sean divinas o atribuidas a la naturaleza, para hacer que se cumplan sus

dictámenes, y no sólo, sino que sean considerados como partes esenciales de la

naturaleza humana.

En esta vía, la moral adquiere un sentido cultural, en cuanto que es un

elemento que dirige la finalidad de la humanidad, en consonancia con lo expuesto

en las primeras intempestivas. Sin embargo, en la cultura en sí se da un giro, un

cambio en la manera en que consideramos y percibimos la moral; así como

buscamos la finalidad en cuestiones externas, que nos son dictadas, también las

podríamos encontrar en nosotros mismos, en nuestra voluntad.

La historia de la cultura es observar de qué manera los seres humanos han

buscado que la naturaleza, entendiéndola como los animales, plantas y objetos, no

le provoque daño; desde las soluciones supersticiosas, hasta los medios que se

utilizan actualmente. En este sentido, las costumbres y la moralidad forman parte

de esta historia de la cultura, expuesta en el libro primero de Aurora. Siendo más

específicos, la cultura es un medio en que los seres humanos han buscado alejarse

de la naturaleza, por considerarla nefasta para su vida, no obstante, cuando se

adquiere un mayor control de ella se crea una ficción: la naturaleza como un

santuario hermoso y paradisíaco, que nos hace ver que en realidad no la

consideramos en cuanto tal, y cuando hablamos de naturaleza, dentro de la cultura

tradicional, nos referimos a una cuestión ajena y completamente abstracta; una

naturaleza creada e inventada por nosotros mismos, que responde, claro está, a

nuestras reglas y leyes.

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115

Al preguntarse sobre el ingenio del presente, Nietzsche nos indica, de

manera indirecta, que la cultura tradicional se ha hecho patente en la fabricación

de utensilios, y pone el ejemplo de cuerdas, carros, canoas, casas, y en el

ordenamiento que se le da al universo a través de leyes. Aforismo 36. Empero,

esto ha conducido a la abstracción de la naturaleza, una consideración que sólo es

imagen idealizada de lo que nos presentamos como naturaleza; no es la naturaleza

en sí.

Retomando, al respecto de las costumbres, en el aforismo 40, se indica que

surgen de acontecimientos singulares y extraños. Como esto es ininteligible,

entonces se convierten en creencia. En el final del primer libro, se indica que las

costumbres deben ser aniquiladas, para dejar paso a la cultura en sí.

Evidentemente, porque las costumbres propician la tergiversación de la vida de los

seres humanos al momento de valorarla moralmente. Para propiciar este cambio,

se explica la manera en que las costumbres surgen, para demostrar que sus

referentes no son como se presentan, incuestionables e inamovibles; luego se hace

patente que son cuestiones que se pueden dejar de lado.

La cultura adquiere un matiz nuevo; es el conocimiento desinteresado, que

consigue que los seres humanos se conviertan en libres pensadores. No obstante,

esta forma de “cultura” ha sido atacada por la moral, y aún por la filosofía, porque

evidentemente su fundamento es la falsa presentación de la naturaleza humana de

la cultura tradicional. Con otras palabras, podríamos indicar que como alternativa

a la nefasta actividad de valorar, que terminó siendo un elemento más en el

encubrimiento de la vida, se plantea el camino del conocimiento desinteresado,

como una opción al momento de tratar de considerar la vida tal cual es, sin velos ni

intermediarios cognoscitivos. Un modelo de cultura en la búsqueda del

conocimiento desinteresado, lo encuentra Nietzsche en el conocimiento que, a su

parecer, alcanzaron los antiguos griegos y romanos.

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116

“De este modo, la cultura del conocimiento desinteresado logra en él, -el tipo

humano del pensador- una floración maravillosa. Esa cultura, que tuvo su poeta en

Sófocles, su médico en Hipócrates, su sabio naturalista en Demócrito” (p. 144).

Al proponer la cultura como el conocimiento desinteresado se aclara el

propósito de Nietzsche; retirar el velo que cubrió al mundo, impuesto por la

cultura tradicional a través de la moral y de su invención de la naturaleza.

Posteriormente, específicamente en el aforismo 201, Nietzsche le da el

nombre de cultura noble, a aquella que basada en su sentimiento de superioridad,

se dedicará a lo intelectual; al conocimiento. Un conocimiento que promueva la

consideración de la naturaleza salvaje, tal cual es, y no su invención quimérica

presentada por la cultura tradicional, a la que la filosofía contribuye ocultando al

mundo tras sus categorías cognoscitivas. En este sentido, la ciencia adquiere

preeminencia, en tanto sea el medio para el conocimiento desinteresado que

descubra, de nuevo, la belleza del mundo. Efectivamente, como ya se indicó en el

primer libro del segundo período, la preeminencia de la ciencia no se debe a su

objetividad, sino en tanto posibilitadora del redescubrimiento de la naturaleza tal

cual es, teniendo, para ello, una imagen alentadora de ella: su belleza, su

manifestación plena sin intermediarios. La visión de ciencia redescubridora de la

belleza de la plenitud de la naturaleza, y en ella del mundo, se aleja en mucho de lo

concebido en una ciencia tradicional, o mejor dicho, en una ciencia considerada

desde el positivismo.

“¿Hay, entonces, algo que sea bello en sí? El deleite de los que conocen incrementa

la belleza del mundo y solea todo lo existente. El conocimiento no sólo envuelve las

cosas en su belleza, sino que también introduce en las cosas su belleza, de una forma

duradera” (p. 272).

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117

En el aforismo 175, titulado: Idea fundamental de una cultura de

comerciantes, se nos indica, entre otras cosas, que la cultura, hasta el presente, ha

contado con un alma, y desde ella se considera o se dictamina sobre las obras

artísticas y científicas, los resultados de los pensadores, los sabios, los funcionarios

de Estado, los otros pueblos, los partidos y las otras épocas. La cultura moderna

ha encontrado su alma en el comercio, en el afán de tasación de todas las cosas.

Con esto Nietzsche nos quiere indicar que la cultura vigente ha puesto su alma en

algo vulgar y llano, que no demuestra, ni siquiera, los mejores dotes de la cultura

tradicional. Un ejemplo de superioridad a esta burda forma de cultura, son los

griegos y los romanos. Los griegos mostraron su magnificencia cultural en las

luchas singulares y el libre pensamiento, mientras que los romanos pusieron su

atención en la guerra, las victorias y el Derecho.

“Actualmente estamos viendo aparecer, de diferentes modos, una sociedad cuya

alma es el comercio, como la lucha singular lo era de la cultura de los antiguos

griegos, y la guerra, la victoria y el derecho, la de los romanos. Quien se entrega al

comercio sabe tasarlo todo sin producirlo, de acuerdo con las necesidades del

consumidor y no con la suyas propias. Para él, la cuestión fundamental consiste en

saber cuántas y qué personas consumen tal artículo. En consecuencia, aplica a todo

de un modo instintivo y constante el criterio de la tasación, incluyendo,

lógicamente, las obras artísticas y científicas, lo que producen los pensadores, los

sabios, los artistas, los hombres de Estado, los pueblos, los partidos y hasta las

épocas enteras” (p. 148).

Implícitamente, se nos está indicando que la cultura es el alma de la

sociedad; contiene y considera todas sus instituciones, aún, al Estado. Posee, por

tanto, una categoría de principio, y para serlo debe imponerse a las voluntades y a

los saberes de los seres humanos que la conforman. Este es el modelo de la cultura

tradicional, al menos en sus formas antiguas.

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118

“Tener un gran número de experiencias internas y situarse por encima de

ellas, apoyándose en ellas, con la mirada propia de un intelectual”, es la tarea que

Nietzsche designa en el aforismo 198 a los representantes de la nueva y vigorosa

cultura. En otras palabras, estamos ante una explicación más específica de la

cultura en sí, anunciada desde el primer tomo de este período, ahora se define

cómo y de qué manera se puede vislumbrar a un representativo de una cultura, no

en los objetos, sino en los que conforman su comunidad, para adquirir, de esta

manera, facultades especiales y distintivas, a las que Nietzsche llama características

de “rango”. No queda duda que estos representativos de la cultura son los

espíritus libres.

La solución artística planteada en las obras de juventud, al problema de la

falta de alicientes que proveyeran sentido a la vida y al mundo en la cultura

occidental, ha sido dejada atrás. Ahora con el conocimiento desinteresado se

persigue develar al mundo; permitir que se manifieste tal cual es, alejando, por

supuesto, de todas las categorías filosóficas, que terminaron ocultándolo en la

imposibilidad de aprehenderlo. En el ocultamiento del mundo, además, se

distorsionó la percepción de la vida, por medio de las valoraciones morales en lo

que se llamó la naturaleza humana.

Finalmente, con Aurora se aclara el proceso de los tres tomos de Humano,

Demasiado Humano; mostrar que la cultura tradicional usurpó a la naturaleza, con

imágenes abstractas de ella, con fines religiosos y artísticos. La moral, como parte

de la usurpación de la naturaleza, consiguió que los seres humanos tuvieran una

visión tergiversada de su propia vida, a consecuencia de atribuir sus valoraciones a

entidades ajenas a su propia voluntad. Por su parte, la filosofía terminó ocultando

al mundo, al plantear barreras y obstáculos que parecieran infranqueables, al

prescribir categorías al conocimiento de él. Ante esto es a lo que Nietzsche

propone una nueva cultura, que permita la consideración de la naturaleza salvaje,

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119

es decir, en sí misma, lejos de las abstracciones que se le antepusieron para que

respondiera a nuestras reglas y leyes; retornar a la actividad de valorar en nuestra

propia voluntad, y desterrar las concepciones que nos perturban al inducirnos a

pensar que se originan en entidades ajenas a nuestra propia vida; y, a una ciencia

que, con la búsqueda del conocimiento desinteresado, elimine los obstáculos

cognoscitivos (la imposibilidad de la aprehensión del noúmeno), y permita la

manifestación plena del mundo.

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120

La Gaya Ciencia

¿Cuál es la tarea del filósofo frente a la cultura? Es la pregunta a la que se

busca dar respuesta en el prólogo7 de esta obra. La respuesta es la de ser médico

de un pueblo, de una raza, de una época o de la humanidad. Entonces se

comprende que el filosofo tomará la tarea de la ciencia, en su conocimiento

desinteresado, para permitir la manifestación plena del mundo que posibilite el

paso a la cultura en sí, que permita, además, que la naturaleza sea mostrada tal

cual es y que devele que la que se presenta por tal en el presente es una invención.

Es decir, se pone entre las tareas del filósofo el redescubrimiento del mundo, y el

señalamiento de la nueva y vigorosa cultura que considere a la naturaleza, lejos de

abstracciones, pre-dicados y valoraciones ajenas.

“la llegada de un filósofo médico, en el sentido excepcional de la palabra -cuya tarea

consistiría en estudiar el problema de la salud global de un pueblo, de una época, de

una raza, de la humanidad” (p. 38).

Médico para curar a los individuos de lo perjudicial que resulta muchas

veces la bondad y las virtudes de la colectividad, fundada por la cultura

tradicional, en donde al individuo se le considera bueno, noble o virtuoso, sólo en

cuanto es útil para la sociedad, aún a costa que se tenga que olvidar de sí mismo.

Nietzsche muestra que un ejemplo radical de la utilidad de los individuos son los

afanes de laboriosidad, que termina por desgastar a los individuos en la monotonía

y en la rutina.

Por ello la cultura superior que se ha pregonado se basa en

individualidades. En el aforismo 23, se indica que la superstición es superior a la

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121

creencia, ya que la primera no necesita de colectividad, sino de una visión singular,

mientras que la segunda tendría que tener como requisito indispensable a la

colectividad.

“Una sociedad supersticiosa contará con muchos individuos y en ella se manifestará

un ansia de individualidad. Desde esta perspectiva, la superstición aparece siempre

como un progreso frente a la creencia y como una señal de que el intelecto se ha

vuelto más independiente y quiere afirmar su derecho” (p. 67).

La cultura adquiere un carácter fecundo, con la “corrupción” que implica el

abandono de las creencias colectivas por la supersticiones individuales, siendo ello

lo que marca el cambio de cultura tradicional a la cultura en sí, ya que ello

posibilitará la modificación de las concepciones sobre el Estado, la moral y sobre el

ordenamiento social, aforismo 23. Esta idea es retomada en el aforismo 149, en el

que especifica que cuando las reformas a la religión fracasan, en el intento de

conservar las creencias frente a las supersticiones, lo que consiguen es la creación

de sectas, entonces es el momento de la corrupción de las costumbres y el

comienzo de la emancipación de los postulados y consideraciones colectivas, que

Nietzsche llama diferenciación múltiple.

“Siempre que fracasan las reformas de todo un pueblo, no consolidándose más que

las sectas, cabe concluir que el pueblo se encuentra desde entonces en un estado de

diferenciación múltiple y que empieza a emanciparse de los toscos instintos

gregarios así como de la moral de las costumbres “ (p. 150).

No obstante, no se debe confundir que lo que se persigue es la hegemonía

de una de las sectas; porque ello conduciría de nuevo a la instauración de creencias

que todos los individuos tendrían que aceptar, y así retornar a la colectividad. El

7 Cabe recordar que este prólogo fue incluido en la segunda edición de la obra, en 1886.

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122

éxito de una sola secta significaría el atraso del proceso de corrupción de las

creencias de la colectividad, conduciendo a la uniformidad de parámetros, que es

lo que se está tratando de superar. Es decir, no se está tratando de instaurar un

nuevo ordenamiento que se funde en la colectividad, como se indicó en los

párrafos finales del tratado del caminante con su sombra, sino que se busca la

consolidación total de la individualidad. Los que impulsan la individualidad son

considerados como los pregoneros de lo que Nietzsche ha llamado cultura

superior. Una de las condiciones del pregonero de la cultura superior, es

encontrar las creencias establecidas como velos artificiales de la naturaleza; no

permiten la consideración de la plenitud de sus individualidades, y, pretende que

su conocimiento de las generalidades, establecidas en relaciones arbitrarias de

conocimiento, sean puestas como las únicas maneras de conocer y escrutar al

mundo.

La exaltación de la individualidad también sirve para advertir que este fue

el camino que originó a la cultura tradicional, al mostrar la manera en que cada

individualidad se irguió en tirano al momento de tratar que sus supersticiones se

convirtieran en creencias aceptadas por otros. Esto provocó múltiples

enfrentamientos, claro porque cada individualidad se quería imponer a las demás,

esto fue detenido hasta que se irguió un tirano definitivo, al que se le da el nombre

de “El Cesar”, y que sometió al resto de individualidades a sus supersticiones,

convertidas así en creencias colectivas. Entre sus supersticiones se contaban sus

valoraciones, que al momento de tomar hegemonía sobre los demás se convierten

en dictados que todos tienen que acatar y observar; con ello se generó, según

Nietzsche, lo que se conoce como moral. Este proceso es explicado para mostrar lo

que ocurre en los cambios de cultura hasta el momento, no obstante, lo que

Nietzsche trata de remarcar es la diferencia entre un cambio transitorio de una

cultura a otra, en la visión tradicional que se ha tenido hasta el momento, y la

nueva cultura que él propone. La nueva cultura nietzscheana no busca que se

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123

repita este proceso de cambios culturales, o de cambio de cara de la moneda, en la

dialéctica entre colectividad y creencia, individualidad y superstición y luego, de

nuevo un tirano que establezca nuevas creencias y a la colectividad. En este

momento, Nietzsche apuesta por la pura individualidad, a la que no le interesa en

lo absoluto imponerse a las demás. Es el retorno a la plenitud de la propia

individualidad, para desde aquí poder considerar, con ojos inocentes y puros, el

develamiento del mundo.

Completando la explicación de la cultura tradicional, en el aforismo 43,

Nietzsche muestra que el carácter de un pueblo se encuentra en sus costumbres, y

no tanto en el derecho que sólo muestra las excepciones de las costumbres. Por

ello se puede deducir, a tono con lo expuesto en Aurora, que las costumbres son las

que muestran la moral de la cultura tradicional, y son las que logran establecer

diferencias entre unos pueblos y otros, porque las costumbres pueden variar en sus

valoraciones, esto patentiza el que las costumbres de un pueblo adversario pueden

ser la base para las prohibiciones y castigos de las leyes de otro, para establecer las

diferencias fundamentales al momento de buscar la cohesión de una colectividad

humana.

“Estudiar las leyes penales de un pueblo como expresión de su carácter supone

incurrir en un grave error: las leyes no revelan la naturaleza de un pueblo, sino lo

que le resulta extraño, singular, monstruoso, en cuanto externo a él. Las leyes se

refieren a las excepciones de la moral de las costumbres: y las penas más duras

castigan lo mismo que se ajusta a las costumbres de un pueblo vecino” (p. 79).

Así, la cultura tradicional se convierte en un señuelo, que termina ocultando

nuestra individualidad, nuestra naturaleza; sea, la pasión, el sentimiento, y para

crearnos una ficción, que desvíe la atención de nuestra naturaleza, se crean las

artes escénicas, para embriagar de pasión, sin ser apasionados.

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“¡Mostrar los pensamientos y las pasiones más fuertes ante quienes no son capaces

de pensamientos ni de pasión, sino sólo de embriagarse ! ¡Servirse de aquéllos como

un medio para producir esta embriaguez ! ¡Hacer del teatro y de la música el hachís

y el betel de los europeos! ¿Quién nos contará alguna vez la historia de los

narcóticos, que es casi la historia de la cultura, de la denominada cultura superior?”

(pp. 108 y 109).

La cultura tradicional está muy lejos de la cultura superior, aparte de ser un

señuelo, puede convertirse también en un narcótico, que busca hacer que los seres

humanos se olviden de su naturaleza, de su vida, del mundo y abracen, sin

ninguna objeción, la construcción paralela creada en la ficción de su naturaleza, en

la inventiva de valoraciones sobre sus vidas, ajenas a su propia voluntad, y en la

simulación de sus sentimientos y pasiones, por medio del arte.

En este contexto, la ciencia se vuelve una alternativa. No una ciencia

positiva, sino una alegre, un conocimiento gay, que desprovisto y libre de intereses

narcóticos, consiga vislumbrar su propia naturaleza individual, y en esta línea

también al mundo, en tanto naturaleza externa, en el afán y el esfuerzo por hacer

realmente humano nuestro conocimiento, y así alejarlo de lo que lo embrolla en

construcciones paralelas sobre su propia naturaleza, su vida y el mismo mundo.

“Basta considerar la ciencia como una humanización relativamente fiel de las cosas;

aprendemos a describirnos a nosotros mismos de una forma cada vez más precisa, al

describir las cosas y su sucesión” (p. 132).

El camino que se inicia es el de una nueva ciencia, que deja atrás las

explicaciones superficiales y mecanicistas de la naturaleza, tenidas por

conocimiento certero en la invención o ficción que se creó sobre lo apariencial del

mundo.

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125

El apoyo a la ciencia, en este momento de la obra de Nietzsche, se hace

evidente que no se trata de un positivismo o de un cientificismo. Se hace la

propuesta de una nueva ciencia que tendrá que considerar que el único camino

posible para el develamiento del mundo, es el que considerando a los seres

humanos en su individualidad les permita ver la plenitud del todo continúo que en

realidad es el mundo; aislarlo en explicaciones cognoscitivas tales como hechos y

objetos, o pre-dicarle leyes inherentes a su funcionamiento o comportamiento, sería

cometer los mismos errores que Nietzsche le señala a la cultura tradicional. Ni

siquiera la matemática, como forma científica de conocer las leyes de la física de los

objetos, es válida, ya que se considera como una forma pre-dicativa de conocer, no

es directamente necesario que las cosas respondan a leyes matemáticas, es más, con

ellas lo único que estamos consiguiendo es perdernos del conocimiento de lo físico,

al poner como intermediarias a las leyes del funcionamiento, y terminar acuñando

que conocer dichas leyes pre-dicativas corresponde al conocimiento de las cosas.

“Queremos introducir a toda costa la finura y el rigor de las matemáticas en todas

las ciencias, siempre que podamos; no porque creamos que así conoceremos mejor las

cosas, sino para establecer nuestra relación humana con las cosas” (p. 165).

Por tanto, el rumbo que se propone a la ciencia es completamente distinto y

nuevo, y no se trata de un simple cientificismo positivista. El nuevo método de

esta ciencia alegre, no es la experimentación, sino la reflexión en el conocimiento

desinteresado del mundo. Un método sin método, ya que la reflexión no tiene

límites y parámetros establecidos, y así se muestra que la ciencia nietzscheana es

un intento de retornar al mundo, haciendo a un lado, por supuesto, las

construcciones paralelas que la cultura tradicional plantea como medios exclusivos

y únicos del conocimiento.

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“Los hombres superiores se distinguen de los inferiores en que ven y oyen

infinitamente más, y sólo ven y oyen reflexionando -eso diferencia al hombre del

animal, y a los animales superiores de los inferiores. [...] Todo lo que tiene algún

valor en el mundo actual, no lo tiene en sí, no lo tiene por naturaleza -la naturaleza

carece siempre de valor-, sino que le fue dado un día como un don, ¡y nosotros

fuimos los donantes! ¡Nosotros fuimos los creadores del mundo que interesa al

hombre!” (pp. 185 y 186).

El alejamiento de la ciencia tradicional, es radical. En el aforismo 344, se nos

indica sin rodeos que ésta pretende no estar fundamentada en convicciones que no

hayan sido sometidas a una rigurosa experimentación, para probar su validez, no

obstante, en su quehacer pre-dicativo, en su afán de dictar leyes que rijan al

universo, ha tenido que dar preeminencia a unas convicciones sobre otras, es decir

ha dado valides a algunos pre-dicados en sus relaciones arbitrarias sobre otros, y

con ellos prueba a los demás.

“Se dice con razón que en la ciencia, las convicciones no tienen carta de ciudadanía:

sólo cuando deciden descender modestamente al nivel de una hipótesis, a adoptar el

punto de vista provisional de un ensayo experimental, de una ficción normativa,

puede concedérseles acceso e incluso un cierto valor dentro del campo del

conocimiento -con la limitación, no obstante, de quedar bajo la vigilancia policial de

la desconfianza. Pero si consideramos esto con mayor atención, ¿no significa que la

convicción no es admisible en la ciencia sino cuando deja de ser convicción ? ¿No

empieza la disciplina del espíritu científico con el hecho de prohibirse en adelante

toda convicción ? [...] Es posible. Queda por saber si, para que pueda instaurarse

esta disciplina, no hace falta ya una convicción tan imperativa y absoluta que

sacrifique a ella todas las demás convicciones. Se ve que también la ciencia se funda

en una creencia y que no existe ciencia sin supuestos” (pp. 214 y 215).

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127

Y aún se va más allá; la ciencia pretende estar basada en la búsqueda de la

verdad, es decir, de lo que no nos tendría que engañar, por tanto, su basamiento

está puesto en un principio moral, de no engaño, más que científico, porque en su

interpretación y explicación del mundo, no posee la característica pura de la

búsqueda de la verdad, sino sólo un presupuesto desde el que interpreta los

hechos.

La ciencia basada en operaciones matemáticas y de cálculo, termina siendo

para Nietzsche en el aforismo 373, un absurdo que vacía de significados a la

interpretación, porque no contenta con cuantificar de alguna manera lo que

aparece a primera vista, es decir, el significado, lo sacrifica a la búsqueda de la

objetividad, terminando así en la superficialidad de la existencia.

“Lo mismo sucede con esa creencia que tanto satisface hoy a los científicos

materialistas, la creencia en un mundo que se supone que tiene su equivalente y su

medida en el pensamiento humano, en los conceptos valorativos humanos, la

creencia en un mundo verdadero, que se podría captar de forma definitiva mediante

nuestra estrecha y reducida razón humana. ¿Qué decir a esto ? ¿Aceptaríamos de

veras que se degradara la existencia a un ejercicio servil de cálculo, a una vida

sedentaria de matemático? Guardémonos de quitarle a la existencia su carácter

ambiguo: pues lo que exige el buen gusto, señores, sobre todo el gusto por el respeto,

algo que supera vuestro horizonte” (p. 259).

El afán de cuantificar desvía la atención sobre el conocimiento: de lo que

debía cuantificar se traslada a la cuantificación en sí misma, es decir, se pretende

que con saber cuantificar se ha conocido, de alguna manera, a lo cuantificado. Se

hace evidente que esta manera de conocer se podría ubicar en lo que ya

mencionamos como las construcciones paralelas al mundo, que acabaron

ocultándolo.

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“Eso de que sólo sea legítima una interpretación del mundo, en la que vosotros

subsistís legítimamente, donde sólo se puede explorar y continuar trabajando en

vuestro sentido (¿queréis decir, a fin de cuentas, de una manera mecánica ?), y que

sólo admite contar, calcular, pesar, ver y tomar, no es más que necedad e

ingenuidad, por no decir ya alienación y cretinismo. ¿No sería, en cambio, muy

verosímil que lo que la existencia tiene de más superficial y de más externo -de más

aparente, su epidermis, lo que la hace palpable -fuese la primera cosa que se pudiera

captar de ella ?, ¿tal vez la única ? Una interpretación científica del mundo, tal

como la entendéis, sería, pues, una de las más estúpidas, es decir, una de las más

pobres de significados de toda las interpretaciones imaginables” (pp. 259 y 260).

Llegados al aforismo 283 se descubre, entre líneas, que lo que Nietzsche

persigue, y como ya ha sido expuesto en las obras anteriores, es una época nueva,

que surgirá de seres humanos que tengan la valentía de tener “sus propias fiestas,

sus propios días laborales, sus propios días de luto, acostumbrados a mandar con

seguridad y dispuestos también a obedecer, cuando llegue el caso, siempre

igualmente orgullosos, sirviendo igualmente a su causa”, (p. 174), y en el aforismo

289 agrega “su filosofía, su derecho propio”. De ello podemos señalar dos puntos

específicos: 1. Confirmamos que se persigue una nueva cultura, radicalmente

distinta a la forma en que algunos pueblos la han experimentado, como la

preeminencia de lo colectivo sobre lo individual, basados en las características

gregarias de los seres humanos. 2. La nueva cultura es el paso necesario de lo

humano a lo sobrehumano, del animal hombre al superhombre, especificado en el

libro de Zaratustra.

En resumidas cuentas, el futuro de la cultura está en la individualidad, en su

potencialización, en su magnificación. La unidad de su pensamiento, en la

desenvoltura, apertura y elucidación de nuevas ideas que afinen y terminen las

propuestas anteriores, es evidente. La unidad de estilo que se planteó por primera

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vez en la consideración Inactual contra Strauss, puesto en un pueblo, ahora es

transformada al indicar que cada ser humano deberá dar estilo a su existencia por

medio del arte de sí mismo, ya no de una colectividad de un pueblo, aforismo 290.

Pero, ¿qué es el estilo?, la respuesta es contundente: tomar el control de la propia

naturaleza, sus fuerzas y debilidades e integrarlas en un plan artístico.

“Dar estilo a nuestro carácter constituye un arte grande y raro. Lo ejerce quien

abarca toda la fuerza y la debilidad que ofrece su naturaleza y sabe luego integrarlo

tan bien a un plan artístico que cada elemento aparece como un fragmento de arte y

de razón hasta el punto de que incluso la debilidad tiene la virtud de fascinar a la

mirada. Aquí se ha añadido una gran masa de segunda naturaleza, allí se ha

suprimido un trozo de primera naturaleza: -en ambos casos a costa de un ejercicio

paciente, de una labor diaria. Aquí se ha disimulado la fealdad que no se podía

eliminar, allí ha sido ésta transfigurada hasta adquirir un sentido sublime” (p. 177).

La primer naturaleza es la ficción antepuesta a la naturaleza salvaje por la

cultura tradicional, fundada en valoraciones ajenas a la propia voluntad y en la

suposición que existen leyes pre-dicativas para conocer al mundo, y es más, a

nosotros mismos. Lo que Nietzsche persigue es librarnos de esa naturaleza

sobrepuesta, y conseguirnos una segunda naturaleza que abarca toda la fuerza y la

debilidad con que contamos, sin predicados, sin valoraciones, y convertirla en un

proyecto artístico del sí mismo, en la individualidad. Con ello se completa, cierra y

termina de incluir el proyecto del arte del sí mismo de la Miscelánea de Opiniones y

Sentencias, en el proyecto del espíritu libre como delegado para dar el paso de lo

que se ha tenido hasta ahora como humano a la plenitud de la individualidad, que

prefigura la actividad del volatinero de Zaratustra, expuesto en El Caminante y su

Sombra.

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130

“Al final, cuando la obra está acabada, se pone de manifiesto que era la sujeción a un

mismo estilo quien imperaba y elaboraba en lo pequeño y en lo grande: importa

menos de lo que se piensa que el gusto fuera bueno o malo, -basta que sea un mismo

gusto ! [...] Pues una sola cosa es necesaria: que el hombre llegue a estar contento de

sí mismo -independientemente de que ello lo consiga con este o aquel tipo de arte o

poesía - ¡ya que sólo entonces ofrece el hombre un aspecto realmente soportable!”

(pp. 177 y 178).

La naturaleza en sí, de lo humano, adquiere un tono artístico (naturaleza

estilizada) y con ello, el estilo, como manifestación de la cultura superior, cumple

su función primordial: embellecer al mundo, al mostrarlo en su plenitud, tal cual

es, sin velos ni intermediarios. La estilización de la naturaleza muestra de forma

sublime lo que nos podría parecer feo, con ello se alejan las visiones hostiles de la

naturaleza, y así también las valoraciones sobre ella, para mostrarla, como se

indica en Aurora, en su estado salvaje.

“¡Qué desagradables me resultan aquéllos en quienes toda inclinación natural se

convierte inmediatamente en algo enfermo, deformante e incluso vergonzoso -ellos

son quienes nos han inducido a pensar que las tendencias y los impulsos humanos

son perversos: ellos son los responsables de la gran injusticia que hemos cometido

con nuestra naturaleza, ¡con toda naturaleza!” [Aforismo 294], (pp. 180 y 181).

Con la solución artística se quiere superar a la naturaleza, reflejada por la

cultura tradicional, que terminó mostrando construcciones paralelas como si fuera

la naturaleza en sí, tales como las valoraciones morales y las maneras de considerar

a la naturaleza humana de maneras predeterminada en cuestiones que se

predicaron como inherentes a su naturaleza, y puestas en voluntades ajenas y

superiores a la propia. Retornar a la propia naturaleza desnuda es la misión de

Nietzsche, y encontrar en ella el asidero de nuestra existencia, ya no en alicientes

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131

que al final terminan siendo parte del engaño sobre el mundo y la naturaleza, para

evadir lo que se considera feo o monstruoso, como planteó en las obras de su

juventud. Esta será la fidelidad que Zaratustra reclamará al sentido de la tierra, en

el período siguiente.

La visión sobre las costumbres toma un carácter nuevo dentro de la

propuesta cultural nietzscheana; para que no conduzcan de nuevo al

establecimiento de creencias colectivas como sucede en la cultura tradicional, se

plantea que sean breves, que sirvan para mostrar los desbordamientos de pasión,

en el estilo artístico del sí mismo, en su plenitud de vida, para que no utilicen el

fingimiento, del arte de la cultura tradicional, que termina por conducir al

aburrimiento de lo que se tiene que representar, porque no se posee. Aforismo

295.

“Me gustan las costumbres que observamos durante corto tiempo, pues las

considero un medio inapreciable para conocer un gran número de cosas y

situaciones hasta el fondo de su dulzura y de su amargura [...] Llega un día que esa

buena cosa toca a su fin: se separa de mí, no como algo que ha llegado a resultar

aburrido -sino apaciblemente, saciada de mí como yo lo estoy de ella, y como si nos

debiéramos un agradecimiento mutuo, ¡pues nos disponemos a darnos la mano en el

momento de despedirnos! Y ya está esperándome en la puerta otra cosa nueva [...]

Por el contrario, odio las costumbres duraderas, y me parece que se me acerca un

tirano y que se envenena mi atmósfera cuando las circunstancias adquieren un

sesgo tal que necesariamente generarán costumbres duraderas” (p. 181).

En este contexto la visión sobre las costumbres toma un carácter nuevo. La

costumbre es una participación de la individualidad en algo que se puede realizar

con otras individualidades, en sus desbordamientos de pasión y plenitud de vida.

Evidentemente, el carácter de la sociedad que genere esta cultura será muy

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132

distinto, comenzando por la libertad de cada individuo y la inmensidad de

posibilidades que tiene frente a sí. Esto quitará las visiones fijas de la “forma de

ser” que en estos escritos Nietzsche ha preferido llamar reputación, así como la

naturaleza instrumental, repetitiva y constante, en la que la sociedad actual confía

todas sus instituciones, especialmente las referidas a lo laboral, que son parte de la

representación engañosa que realizó la cultura tradicional al presentarles como

fundadas en la supuesta naturaleza inherente a lo humano.

“Una reputación constante era antaño de gran utilidad: y en la medida en que la

sociedad sigue hoy dominada por instintos gregarios, resulta más convincente a todo

individuo que los demás consideren que su carácter y su ocupación no cambian,

aunque no suceda así en realidad. Se puede confiar en él: es siempre el mismo,

constituye la alabanza más importante que se puede hacer de una persona en toda

situación peligrosa de la sociedad” (p. 182).

Esta naturaleza engañosa es la que se les presenta a los del trabajo forzoso,

puestos como casta dominante y hegemónica en la cultura tradicional, en el tomo

uno de este segundo período, y por ello incapaces de ver que sus limitaciones son

provocadas por un engaño, limitaciones que les conducen a considerar que su

naturaleza es la laboriosidad, y que no tienen otras alternativas fuera de ella.

Mientras que los ociosos, identificados en la colección de aforismos del segundo

tomo de Humano, Demasiado Humano, con los espíritus libres, serían las

individualidades que en la desbordante obra de arte de sí mismos y en la

naturaleza salvaje, consiguen la plenitud de la manifestación del mundo y de sus

propias vidas.

“La sociedad ve con satisfacción que puede disponer de un instrumento seguro y

preparado en todo momento, de la virtud de uno, del orgullo de otro, del carácter

reflexivo y apasionado de un tercero, -y honra en esta naturaleza instrumental su

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133

tendencia a ser fiel a sí mismo, sus opiniones, sus aspiraciones y hasta su falta de

virtud invariables, y le tributa los máximos honores. Esta estimación, que florece y

ha florecido siempre y en todo lugar junto con la moral de las costumbres, educa

caracteres y desacredita todo cambio, toda nueva orientación, toda reinterpretación,

toda transformación de uno mismo” (p. 182).

Llegados al aforismo 297, se nos muestra cuál es la cumbre de la cultura que

se está persiguiendo con todo este proceso de desenmascaramiento: conseguir la

liberación de lo habitual, de lo tradicional y de lo sagrado, que ata a los individuos

a la cultura tradicional, a sus engaños y limitaciones, de lo que se ha tenido como

humano hasta el momento, para dar el siguiente paso, a la individualidad, y con

ella posibilitar el aparecimiento del espíritu libre.

“Ahora bien, lo esencialmente grande, nuevo y admirable de nuestra cultura, el paso

supremo del espíritu liberado, es saber contradecir, conservar la buena conciencia

adquirida en medio de la hostilidad hacia todo lo habitual, tradicional y sagrado, lo

cual es más que soportar y provocar la contradicción. Pero ¿quién sabe esto?”(p.

183).

El afán exacerbado de la época actual sobre el trabajo y la ocupación,

expuesta en el aforismo 329, evita el paso a la cultura superior. La falta de ocio de

los trabajadores, no les permite desarrollar la sensibilidad hacia formas y

movimientos nuevos de la naturaleza humana y de la manifestación del mundo, y

por ello impiden que se de el paso a la nueva cultura, al menos en el sentido

superior que Nietzsche presenta. Mientras que podemos mencionar que la nueva

cultura se muestra, o se hace patente, en el desarrollo y en las maneras de la

sensibilidad de las formas y del movimiento en el arte del sí mismo, de cada

individualidad.

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134

“El principio de que es preferible hacer cualquier cosa a no hacer nada representa un

cordel que estrangula toda cultura y todo gusto superiores. Y del mismo modo que

con este ansia de trabajar de la gente se esfuman visiblemente las formas,

desaparecen también la sensibilidad en sí hacia las formas, y el oído y la vista para la

melodía de los movimientos” (p. 199).

En la antigüedad los miembros de un pueblo se sentían predestinados para

dedicarse a una ocupación, no obstante, esta tendencia fue decayendo hasta que los

que se ocupan han pasado a ser actores, sin comprometerse en realidad, o creer

que su identidad sea inherente a su oficio. La articulación del pueblo, dentro de la

cultura tradicional, cae en personajes que son simples funcionarios, el trabajo y los

servicios ya no dan cohesión, mientras que las instituciones de la laboriosidad se

convierten en verdaderos escenarios en donde se muestra de manera burda y

grotesca esta actuación, en donde la frivolidad llega a límites inimaginables. Una

alternativa a nuestra decadencia se encuentra en la plenitud de la individualidad

de la cultura superior propuesta por Nietzsche.

El colmo del engaño de la cultura tradicional, identificada por Nietzsche con

la cultura europea, se hace patente en el fingimiento de lo laboral sobre lo que se

ha presentado como naturaleza humana, es decir, lo laborioso y diligente se finge

para parecer que se han identificado con sus tareas, para ser considerados como

hombres de provecho de acuerdo a las visiones de lo humano que se tienen, (aquí

podemos considerar las muestras de cooperación, de bien común y de justicia), no

obstante, se constata que de hecho esto es sólo una mascarada que sirve para

ocultar los fines egoístas y mezquinos que se persiguen. Esto será desarrollado con

más detenimiento en el siguiente período, específicamente en La Genealogía de la

Moral.

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135

Este fingimiento obtenido gracias a la sobrepuesta naturaleza humana, es

visto en el aforismo 358, como un inmenso conjunto de ruinas, de lo que parecía

ser humano, pero ya no lo es. Nietzsche no duda en que las ruinas de lo aparente

han conducido a los seres humanos a considerar que su propia naturaleza es

decrépita. Por ello es que Nietzsche insiste con tanto ahínco en una nueva cultura,

que libre a los seres humanos de su propio exterminio.

“Los europeos nos encontramos frente a un inmenso conjunto de ruinas, en el que se

alzan aún varias obras elevadas, en el que subsisten muchas cosa carcomidas y de

aspecto inquietante, mientras que la mayor parte se ha hundido ya y cubre el suelo

plagado de malas hierbas, grandes y pequeñas, produciendo en su totalidad un efecto

muy pintoresco” (p. 239).

He aquí el imperativo de una nueva cultura; terminar de derribar lo que está

por caerse y construir lo nuevo entre lo que se podrá habitar, lejos de la indigencia

que se provocó en lo humano, al presentar que la vida tiene que ser valorada desde

parámetros morales ajenos a la propia voluntad y que el mundo no puede

mostrarse sin intermediarios cognoscitivos, puestos en las categorías y los pre-

dicados sobre él, fundamentados en la ciencia y la filosofía tradicionales. Lejos

también del arte que se convierte en narcótico para el dolor de una existencia de

ruinas y decrepitud, que Nietzsche identifica con Richard Wagner y Schopenhauer.

El arte que Nietzsche promulga es el arte del sí mismo, de la plenitud de la

vida. Con ello trata de alejarse de lo propuesto en su primer obra; a saber, que ante

el pesimismo y el nihilismo que produce el sin sentido de la existencia, debido a la

imposibilidad de aprehender al mundo, a no ser por otro camino que no sea la

caprichosa voluntad, es parte del engaño de la cultura tradicional. Por ello, la

cultura nueva, vigorosa, que promueva el develamiento del mundo y la

consideración de lo humano, lejos de valoraciones y presupuestos morales sobre la

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136

vida y la naturaleza, es un imperativo, para que la decrepitud de la cultura

tradicional, sus presupuestos e instituciones, no terminen arrastrando a los seres

humanos a su ocaso, mas bien, que se posibilite el cambio, el siguiente paso, a los

seres humanos renovados en sí mismos, en la plenitud de sus naturalezas, y en la

manifestación sin intermediarios del mundo; es aquí donde se abre un horizonte

que sólo en el tercer período mostrará ; a saber, que el espíritu libre es el volatinero

que se lanza a cruzar de una torre a otra por medio de una cuerda, en Zaratustra,

es el que se lanza de lo humano hacía lo sobrehumano, hacía la inmensa cantidad

de posibilidades que ha vislumbrado en el develamiento de su propia vida, y de la

naturaleza.

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137

SÍNTESIS DEL SEGUNDO PERÍODO

La consideración del mundo como una apariencia, ante la que el arte era el

único consuelo, ha sido dejada en el primer período de la obra de Nietzsche. Con

el segundo período trató de librarse de considerar al mundo como una apariencia,

ante la que lo único que quedaba era la búsqueda de consuelos metafísicos,

principalmente en el arte, que proveyeran sentido a lo que lo había perdido: la

existencia.

La cultura ahora es un proceso de liberación de lo que presentó al mundo

como una apariencia. La metafísica, por medio de la moral, el arte, la religión, la

política y el lenguaje presentó una ficción sobre la naturaleza, que respondía a

parámetros y leyes determinadas por ella misma, en su intento de mantener a los

seres humanos en la idea del mundo.

Desde Humano, Demasiado Humano se anuncia la cultura como un proceso de

liberación, en lo que Nietzsche llamó la “arquitectura de la cultura”, al presentar

que las relaciones entre ciencia y sentimientos podrían librarnos de una visión del

mundo desde categorías predeterminadas, que terminan confundiéndose con lo

que se tiene que conocer.

La moral, el arte, la religión, la política y el lenguaje pasaron a ser los

principales instrumentos con que se creó la ficción sobre la naturaleza, para

presentar al mundo como una apariencia. Por ello, en los libros que siguieron al

tomo uno, se planteó la manera en que fueron utilizados para ocultarnos al

mundo.

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En la Miscelánea de Opiniones y Sentencias se presentó la manera en que el

arte y la filosofía encubrieron al mundo. El arte ha estado relegado a ser imagen de

lo apariencial del mundo, es decir, un engaño sobre el engaño. Mientras que la

filosofía, al instaurar categorías al conocimiento, fundadas en relaciones arbitrarias,

propuso intermediarios que impidieron la manifestación plena del mundo y de la

naturaleza.

En el tratado del caminante con su sombra se vislumbra la manera en que el

lenguaje terminó siendo utilizado para usurpar el conocimiento del mundo; de

modo que, lejos de expresar los sentimientos humanos, fue presentado para que

pareciera que conocer las palabras, que en todo caso sólo mientan al mundo, fuera

equivalente al conocimiento mismo de lo mentado. Es decir, conocer las palabras

adecuadas pareciera equivalente a conocer al mundo; fue así como contribuyó para

que se formara una construcción paralela al mundo que lo terminó usurpando.

La moral, como actividad de valorar, fue utilizada en tanto se le presentó

como fundada en criterios puestos en entidades divinas o atribuidas a la

naturaleza, lejos de la voluntad del propio ser que valora. Para ello fue necesario

que se creara una naturaleza que respondiera a los criterios de valoración

arraigados en las costumbres colectivas, para que terminara siendo un referente

que sustentara a la moral. Lo anterior fue expuesto, principalmente, en Aurora.

Mientras que en La Gaya Ciencia, se señala al que debe mostrar los errores en

los que se ha incurrido para fundamentar la cultura tradicional; el filósofo, que

cual médico, debe mostrar el camino por donde el mundo y la naturaleza se

vuelven a develar por sí mismos.

La arquitectura de la cultura se pone en la relación equilibrante entre la

ciencia y los sentimientos que conduce al aparecimiento del que posibilitará el paso

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139

siguiente en la cultura: el espíritu libre, que llevará a una fase superior a la

humanidad, en la plenitud de la individualidad por medio de la integración en un

plan artístico del sí mismo, en su propia naturaleza, en sus fuerza, pasiones y

valoraciones. El que con el conocimiento desinteresado logra que la naturaleza

salvaje se muestre, logrando así un conocimiento más amplio de lo humano y del

mundo.

En resumidas cuentas, se trata de mostrar la manera en que la cultura

tradicional construyó una invención sobre la naturaleza, por medio del arte, la

religión, la política, el lenguaje, pero principalmente por la moral, que al valorar la

vida desde el presupuesto de la naturaleza inventada por ellos mismos, terminó

tergiversando la visión de la vida de los seres humanos. Mientras que la filosofía,

con sus categorías del conocimiento, no hizo más que ocultar al mundo, para

reforzar la invención de la naturaleza como valedera. Con la cultura superior lo

que se busca es superar este engaño, en primer momento, para luego permitir el

siguiente paso para la humanidad, el paso de lo humano a lo sobre humano, del

hombre animal al superhombre, la manera en que el volatinero se aventurará a

atravesar este peligroso camino sobre una cuerda floja, al que Nietzsche llamó el

espíritu libre. Con las obras del segundo período queda establecido que la

plenitud de la individualidad, manifestada en el espíritu libre, se dará al

desenmascarar los engaños de la cultura tradicional, y así mostrar que se abre un

horizonte de lo humano en donde la certeza de la vida radica en la propia

naturaleza y en la manifestación plena del mundo, es decir, la vida como

experimento, libre de pre-dicados, engaños, imposibilidades cognoscitivas y

determinismos valorativos religiosos o morales, hace que la existencia vuelva a

tener como referente el sí mismo, ya no en alicientes metafísicos, como se planteó

en las obras de juventud. Sólo el tercer período mostrará lo que le sucede al

volatinero que trata de abandonar la torre de lo humano, para llegar a lo ultra

humano. Aunque podríamos adelantar que en cierta manera el espíritu libre se

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convierte en el profeta de lo ultra humano, mientras que es sacerdote de sí mismo.

Todo el esfuerzo de desenmascaramiento de los engaños de la cultura tradicional

se encamina a dejar claro que sólo la consolidación del sí mismo permitirá el

avance de lo humano.

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TERCER PERÍODO

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142

ASÍ HABLÓ ZARATUSTRA

La multitud a la que Zaratustra se dirige en los primeros discursos no logra

ver que su cultura es la portadora del último de los hombres. Lo humano,

considerado y fundamentado desde la cultura tradicional, debe ser trascendido a

lo ultra humano, este es el paso necesario que Nietzsche le impronta a la cultura

superior que proclama, en correspondencia con el proceso de liberación de los

engaños sobre el mundo y la naturaleza, expuestos en las obras del segundo

período, ahora pregonado con el superhombre.

Se comprende claramente que el hombre, tal como se ha visto y considerado

hasta ahora, es un fruto de la cultura tradicional. El inconveniente que le ve

Nietzsche al hombre de la cultura tradicional es que su consideración del mundo, y

por consiguiente de la naturaleza y de la vida, se ha vaciado al momento de

presentarse de manera despótica, y lo que es peor, al descubrirles que no son más

que encantamientos que tratan de mantener la consideración del mundo, la

naturaleza y la propia vida, en valoraciones ajenas a la voluntad humana. Para

ello se ha conjurado, a través de la filosofía, al conocimiento en categorías para

hacer aparecer al mundo como inaprensible, y ello con fines muy específicos:

mantener al hombre como un animal doméstico, completamente predecible y

manipulable, para hacerlo apto a la funcionalidad social y económica, a través de

la religión y la moral. Por ello se hace evidente que se tiene que abandonar este

estado en el que el hombre, lejos de ser un ser dichoso, se ha convertido en un ser

frustrado al no terminar de estar convencido de que es una marioneta de la ficción

que se le ha impuesto. Este estilo de ser hombre debe ser abandonado, para

aventurarse a la búsqueda de nuevos derroteros y posibilidades de lo humano, en

el siguiente paso de la humanidad: el superhombre.

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“Una vez hubo dicho esto, Zaratustra miró a la gente en silencio. Ahí están

riéndose de mí -se dijo-; no me entienden. Mi boca no está hecha para esos oídos.

¿Será que antes hay que romperles los oídos para que aprendan a oír con los ojos?

¿Habrá que hacer tanto ruido como un timbal o como un predicador de esos que

exhortan a hacer penitencia? ¿Será que sólo se fían de los que se ponen a balbucear?

Se sienten orgullosos de algo que tienen. ¿Cómo llamarlo? ¡Ah, sí, cultura! Eso es

lo que les distingue de los gañanes. De ahí que no les guste la palabra desprecio,

refiriéndose a ellos. Apelaré entonces a su orgullo. Les hablaré, pues, de lo más

despreciable: del último hombre” (p. 41).

La consecuencia de la cultura superior, anunciada desde las primeras obras,

se personifica, o llega a su cumbre, con el anuncio del superhombre, como el que

vive e impulsa su propia cultura superior.

Entre líneas, se puede vislumbrar, que la masa que se burla de Zaratustra se

funda en una cultura que les da el sentido gregario. No obstante, el mantenerse en

esta cultura les provoca el agotamiento, y en alguna medida, el estar a merced del

fatalismo de una evolución invertida; regresar a ser animales, por no dar el paso a

lo que sigue: el superhombre. El superhombre es una alternativa necesaria para la

cultura superior.

¿Qué es lo que se persigue? Descubrir el sentido de la tierra, su referente en

sí misma, para no recurrir a valoraciones ajenas, y mucho menos a categorías del

conocimiento. La alternativa, ante los engaños de la cultura tradicional, es el

regreso a la tierra, como antídoto contra la desventura de un mundo apariencial y

una naturaleza artificialmente creada.

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La propuesta de la cultura superior será en adelante, un recorrido médico

por lo que provocó la enfermedad de lo humano, para proponer luego los

pertinentes medicamentos. La enfermedad a la que ha conducido la cultura

tradicional es el escepticismo; es evidente, en un sistema cultural en el que somos

simples actores y marionetas de conjuros y sortilegios sobre el mundo y la

naturaleza, era de esperarse que nos condujera a esta enfermedad. No obstante, el

mayor inconveniente que ve Nietzsche, es que para los intelectuales

contemporáneos llegar al escepticismo es haber alcanzado un elevado grado de

reflexión, y en cierta manera lo es, pero no para mantenerse en él, sino para

promover que se abandone el agotado modelo de hombre y que ello los impulse a

aventurarse a buscar las nuevas posibilidades de lo humano.

“Mi yo me ha enseñado un nuevo orgullo y yo se lo enseño a los hombres. Me ha

enseñado a no seguir hundiendo la cabeza en la arena de las cosas celestiales y a

llevarla muy erguida, pues, como cabeza terrena que es, ella es la que crea el sentido

de la tierra. [...] Trataban de escapar a su miseria, pero las estrellas les quedaban

demasiado lejos. Entonces, suspiraron: ¡Si hubiera en el cielo caminos por los que

pudiésemos evadirnos a otro ser y a otra felicidad ! Entonces se inventaron sus

caminos furtivos y sus brebajes de sangre. Esos ingratos se creían liberados de su

cuerpo y de esta tierra. Pero, ¿a quién sino a su cuerpo y a su tierra debían las

delicias y las convulsiones de su éxtasis?” (p. 53).

¿Cuál podría ser una de las otras posibilidades de lo humano? Nietzsche

mismo lo señala; descubrirle un sentido completamente humano a nuestro sostén:

la tierra, en tanto mundo; distante de los sortilegios que conjuraron el sentido de la

tierra en entidades divinas, y por tanto ajenas a lo humano. Lo que se quiere decir,

en primer momento, es que el sentido de la tierra lo descubrimos los seres

humanos, no tenemos que recurrir a explicaciones religiosas para conseguirlo.

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Podemos vislumbrar, que la cultura superior tiene como cualidad la actividad de

descubrir el sentido en la tierra a través de la voluntad humana.

En la primera parte de la obra, específicamente en el título “El nuevo ídolo”,

(p. 64), Zaratustra aborda el tema del lenguaje y el procedimiento con que la

cultura tradicional lo ha utilizado para transmitir las costumbres y las normas

morales en una colectividad. Con otras palabras, el lenguaje como artilugio de la

enfermedad de la cultura, en las valoraciones que cada pueblo nombra como

bueno o malo, de su propia vida, de la naturaleza o del mundo, solamente que

ahora se avanza con relación a lo expuesto en el tratado del caminante con su

sombra, al indicar que el lenguaje es el principal instrumento de valoración de la

moral, en tanto contribuye a que la mención de la valoración acabe usurpando al

hecho mismo. Es decir, nombrar un hecho como bueno equivale a que

efectivamente ese hecho sea bueno, pero nada más que eso, porque la colectividad

lo considerará bueno sin permitir que ese algo se manifieste tal cual; con ello

consigue que sea preferible la mención que se realizó sobre él a lo que fue. La

creación de una ficción sobre la vida de los seres humanos es inevitable, ya que

cualquier hecho que realicemos será precedido, o enjuiciado, para decirlo de

alguna manera, antes de que se realice. Sencillamente se está demarcando el

camino de las acciones a lo que se pre-valora sobre ellas, consiguiendo así que la

espontaneidad de la vida, el ingenio y la creatividad humana se determinen y

limiten a representar lo demarcado por las valoraciones en dos vías: lo bueno o lo

malo.

“En ningún lugar de la tierra ha encontrado Zaratustra palabras más poderosas que

las de bueno y malo. Ningún pueblo podría vivir sin haber valorado antes” (p. 70).

En este contexto, se nos conduce a reflexionar sobre el papel que toma la

cultura tradicional, al pretender fijar las valoraciones en códigos establecidos en

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intereses de entidades divinas o fuerzas atribuidas a la naturaleza. Al tratar de

fijar una actividad que se realiza en la voluntad deveniente de cada ser humano,

por medio de códigos morales fijos, preestablecidos y ajenos al movimiento de la

voluntad, no logran su cometido al momento de hacer del hombre un ser moral.

Nietzsche nos indica que las valoraciones son símbolos que se sobreponen sobre

los hechos, no sirven para delinear la senda de las acciones, sino para considerarlos

luego que se han realizado. El error de la moral tradicional, a la que Nietzsche

ataca, es pensar que de los símbolos se puede hacer ciencia moral; con otras

palabras, que las acciones humanas puedan ser preestablecidas de alguna manera.

Esto con fines muy específicos: hacer del hombre un ser predecible, para poderle

manipular, de alguna manera, en favor de la funcionalidad del grupo en el que

vive.

Por ello, afirmamos que es parte de la voluntad establecer parámetros que

establezcan el propio bien y el propio mal, una vez sean considerados como

símbolos establecidos por la misma voluntad, por supuesto a tono con el propio

devenir y con el sentido que nos provee la tierra. Lo inmutable y lo imperecedero

de códigos morales preestablecidos es sencillamente un señuelo, que no

corresponde al fluir de la vida, y más bien se podrían ubicar en el rango de las

invenciones que terminan por alejar a los seres humanos de su fundamento; el

sentido que ellos mismos descubren en la tierra: el mundo.

“Todos los nombres del bien y del mal son símbolos: no definen, sólo gesticulan; hay

que ser un necio para intentar hacer ciencia de ellos. Estad alertas, hermanos, en los

momentos en que vuestro espíritu quiera hablar mediante símbolos, porque allí está

el origen de vuestra virtud” (p. 82).

La virtud nace cuando se considera el bien y el mal como símbolos creados

por la propia voluntad, que más tarde gesticulará de alguna manera desde su

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propio lenguaje. Esto tiene varias implicaciones, sin embargo, para los fines de

este estudio interesa vislumbrar que cada individualidad crea y mantiene sus

símbolos de la manera que mejor le place, es decir, no existe una moral universal;

y, la virtud que nace de considerar el bien y el mal como un atributo que nosotros

mismos descubrimos, es el nacimiento de la virtud que da un espontáneo,

ingenioso e inocente sentido a la tierra, en el superhombre. Esta es la nueva ciencia

que Zaratustra proclama, el nuevo conocimiento del mundo, la nueva moral con

sus símbolos develados por la propia voluntad, de lo estrictamente terrenal y de lo

estrictamente humano.

Entretanto, el Estado es presentado como un usurpador del quehacer del

lenguaje de los símbolos valorativos de cada voluntad, por ello Zaratustra lo

asemeja a un ídolo, que congrega a muchos bajo su poder a través del disimulo de

ciertas seguridades en símbolos que supuestamente están fundados en la voluntad

de muchos. El Estado no surge de la cultura, ni mucho menos, sino que es una

institución extraña y tiránica, que cual parásito se alimenta de ella.

“cada pueblo tiene su propio lenguaje para hablar del bien y del mal, que el vecino

no entiende; se ha inventado su propio lenguaje relativo a las costumbres y las

normas. Pero el Estado miente en todos los lenguajes del bien y del mal; todo lo que

dice es falso y todo lo que tiene es producto del robo” (p. 64).

El Estado trata de brindar la ilusión de dar las mismas condiciones a todos,

aunque a costas del esfuerzo y la inventiva de otros, ya que no sólo se refiere a lo

material, sino a lo intelectual; roban lo que otros han fundamentado y

precisamente a ello es a lo que erróneamente han llamado cultura, y Nietzsche lo

señala con ahínco.

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“Fijaos en toda esa gente que está de más. Roban las obras de los inventores y los

tesoros de los sabios, y a este robo le llaman cultura” (p. 65).

Es de suma importancia hacer notar que esta afirmación aleja del

planteamiento de la concepción de cultura, que se tenía durante aquella época: la

cultura como sinónimo de un conocimiento ilustrado.

Al final de la primera parte de Zaratustra, (llena de discursos optimistas que

casi se convierten en apoteósicas prédicas de su misión), se nos aclara lo que la

nueva cultura superior tiene como punto de partida; que la individualidad de lo

humano y su mundo no han sido agotados aún, tienen mucho por dar, no puede

ser que con lo poco que han dado ya se vislumbre el hastío, que ha provocado el

agotamiento de una cultura que cansa, al pretender mostrar que todo ya ha sido

previsto y determinado, para que la voluntad humana tome solamente las

alternativas predelineadas, con el fin de volverlos seres predecibles y

manipulables.

Por todo esto, es que la opción que se presenta al agotamiento del modelo

antropológico de la cultura tradicional, está en una cultura que se constituya en los

solitarios, que logren discernir que el mundo se constituye en los símbolos

descubiertos en la tierra por la propia voluntad. Los solitarios son el paso entre el

hombre y el superhombre, la cuerda que el volatinero tendrá que atravesar entre la

torre del hombre de la cultura tradicional y la torre del superhombre de la cultura

superior. Al final Nietzsche indica que no lo logra, pero deja marcado que existe

otro sendero por el que la humanidad tendrá que pasar: lo ultra humano. ¿Por qué

el solitario? porque es el que hastiado por completo de los engaños y

manipulaciones de la cultura tradicional, se aventura a buscar en el más allá de lo

humano; no se contentan con las explicaciones comunes y tradicionales sobre el

bien y el mal, sobre las relaciones sociales, la religión, el arte, el Estado y la ciencia,

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que se le han impuesto, es más, no cree que la aceptación impávida de los

escépticos sea la única alternativa. Por ello los solitarios son nombrados por

Zaratustra como los grandes despreciadores, considerando así sano el hastío y el

agotamiento, porque de esta manera se dará el paso esperado: la búsqueda de la

nueva humanidad que hará surgir al superhombre; esta es la misión cultural de

Zaratustra en el primer apartado.

“El hombre y la tierra del hombre continúan para mí sin agotar y sin descubrir.

¡Estad alertas y escuchad, solitarios! Del futuro llegan vientos con un silencioso

batir de ala, una buena nueva anda buscando oídos lo bastante sensibles para que la

perciban. Los que hoy vivís en soledad, apartados de todos, seréis un pueblo en el

futuro; de los que os habéis elegido a vosotros mismos ha de surgir un día un pueblo

elegido y de él surgirá el superhombre” (p. 83).

Evidentemente, esta es la plenitud de la cultura de la individualidad, de la

soledad, del cultivo del arte del sí mismo, proclamado en la Miscelánea de Opiniones

y Sentencias; sólo desde este principio se puede fundar una nueva humanidad.

Esto es lo que Zaratustra aconseja a sus discípulos cuando se aleja de la ciudad

llamada “La Vaca de Muchos Colores”.

“Decís que creéis en Zaratustra; pero, ¿qué le importa eso a Zaratustra? Vosotros

sois mis creyentes: pero, ¿qué importancia tienen todos los creyentes? Me

encontrasteis a mí antes de que os hubierais buscado a vosotros mismos. Y eso es lo

que les pasa a todos los creyentes; de ahí que su fe tenga tan poco valor. Ahora os

mando que me perdáis a mí y que os encontréis a vosotros mismos, y sólo volveré a

estar entre vosotros cuando todos hayáis renegado de mí. Entonces buscaré con otra

mirada a mis ovejas perdidas, hermanos míos, y entonces os amaré con otro amor.

Llegará un día en que seréis amigos míos e hijos de una única esperanza. Entonces

quiero estar a vuestro lado por tercera vez para que festejemos juntos el gran

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mediodía. Y el gran mediodía será el momento en que el hombre se encuentre a

mitad del camino entre el animal y el superhombre” (pp. 83 y 84).

Lo que el joven Nietzsche vislumbró en sus primeros escritos publicados,

como la necesidad de una nueva cultura, ahora se ve claramente expuesto.

La cultura occidental de su tiempo, tratada en la segunda parte de

Zaratustra, específicamente en el título “El país de la cultura”, es considerada

como un amasijo de signos, de costumbres y de creencias, puestos para posibilitar

la colectividad. Nietzsche considera al amasijo de signos de la cultura tradicional

como algo digno de risa, ya que las mixtura de signos, puestos principalmente en

los códigos morales, terminaron debilitándola, al constatar que fijar y determinar la

acción de los seres humanos sólo consiguió el disimulo y la hipocresía. Ante esto

es que la nueva cultura nietzscheana plantea el retorno a la inocencia, a la pureza

al descubrir el mundo y la propia vida desde la propia voluntad.

Atreverse a tener sus propios símbolos vinculados a la tierra, en la propia

voluntad deveniente, logra que el conocimiento ya no sea una actividad

contemplativa, mucho menos una búsqueda infructuosa de objetividad, sino que

demanda ser participe del mundo, de su fluir, partiendo del conocimiento de sí

mismos.

El desenmascaramiento de los símbolos ultraterrenos, presentados como

incuestionables e inmutables, principalmente en la moral y la religión de la cultura

occidental, llevan a considerar que todo lo relativo a divinidades han sido

artilugios. Esto provocaría, y está provocando, un gran hastío en los seres

humanos, todo lo que se tenía por sagrado lo ha dejado de ser, y les está

conduciendo a pensar que la única alternativa es el escepticismo, ante el sin

sentido que les provoca una existencia fundada en parámetros ajenos a sí mismos.

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Nietzsche esta consciente de ello, sabe que la actividad de destruir conlleva la de

construir, (carta de juventud a su hermana Elizabeth), y por ello propone un

conocimiento, no sólo inocente, sino que fundado en el descubrimiento del sentido

de la tierra.

La propuesta, o la alternativa, para este gran hastío que está provocando la

cultura de lo incuestionable, inmutable, ultraterreno y ajeno, es la nueva cultura,

asentada en lo terreno, en el más acá. Es de capital importancia hacer notar que no

es Nietzsche quien destruye, quien enferma, sino que es sólo el médico que trata de

curar el agotamiento de la envejecida cultura, dando primero el diagnóstico, que

evidentemente resulta nefasto.

El antídoto recetado es radical: una nueva y joven cultura, una extirpación

total de lo que está enfermo y corroído, de los engaños sobre el mundo, de la

supuesta naturaleza humana. Como se previó en las obras anteriores, la cultura

debe ser el antídoto contra el escepticismo. La cultura a la que se ataca ya no

cumple con su cometido, por ello no se duda en proponer una nueva, una que nos

salve de la desventura de lo determinado. Con tono profético, un adivino lo

anuncia; Zaratustra es el adivino de la nueva cultura que nos dará como fruto al

superhombre.

“Y vi que una inmensa tristeza descendía sobre los hombres. Hasta los mejores se

habían cansado de sus obras. Surgió una doctrina, y con ella esta convicción: ¡Todo

está vacío, todo da igual, todo está consumado ! Y desde todos los montes el eco

repetía: ¡Todo está vacío, todo da igual, todo está consumado ! [...] Se han ido

secando todas las fuentes, y hasta el mar ha retrocedido. La tierra trata de abrirse,

pero los abismos no quieren tragarnos. ¿Dónde encontrar un mar en el que nos

podamos ahogar ?: ése es nuestro lamento, que se extiende por encima de los

pantanos. Realmente, estamos tan cansados que nos faltan fuerza hasta para morir.

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Seguimos despiertos, sobrevivimos, sí, pero en cámaras funerarias.” (pp. 118 y

119).

Un mundo inaprensible, con una naturaleza desfigurada y una vida

completamente delimitada por valoraciones, es lo que ha enfermado a los

hombres. La cultura tradicional los ha enfermado, y en su afán por mantenerlos

aferrados a ella les ha administrado narcóticos; los ha hecho desear la nada, antes

que la muerte, y para ello ha presentado el nihilismo como la cumbre de la

humanidad, como la moda intelectual, para reanudar su engaño.

La solución es puesta en la cultura de sí mismo, de la propia voluntad que

descubre el sentido de la tierra. Esta es la nueva cultura que se anunciaba desde

las primeras obras, sin poderlo aclarar en ese momento. También, es en Zaratustra

en donde se presenta la plenitud de lo anunciado en La Gaya Ciencia; el camino de

lo ultra humano. En el que, evidentemente, no se puede apartar del proyecto

nietzscheano de alcanzar un lenguaje directo, como la actividad de gesticulación

que mienta el sentido descubierto en la tierra, en la propia voluntad.

“Pero el que llega a decirse: ¡Éste es mi bien y éste es mi mal !, ése se ha descubierto

a sí mismo. Gracias a esas palabras hace callar al topo y al enano que dicen: ¡Esto es

bueno para todos y esto es malo para todos!” (p. 157).

Evidentemente el proceso hacía lo ultra humano implica una ruptura radical

con el pasado, con la cultura tradicional, y Nietzsche lo parafrasea indicando que

esta ruptura es con los padres, ya que la búsqueda de lo completamente nuevo, del

país nuevo, radica en los hijos, es decir, en los jóvenes. Esto, creemos con fundados

motivos, es consecuencia de lo previsto desde la segunda Intempestiva, cuando

ponía en los jóvenes el impulso de la historia crítica, en el futuro, la posibilidad del

cambio cultural.

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La búsqueda de superación de la cultura tradicional, con su modelo

antropológico desgastado, es evidente. Zaratustra muestra que el mundo no es un

cúmulo de inmundicias, que sería la actitud de los que llama “los trasmundanos”,

ni mucho menos un azar implacable frente al que no se puede hacer más que

cruzar los brazos, que vendría a ser la actitud del escéptico; tanto una como otra

actitud alejan del sustento de la vida; el sentido que descubrimos con nuestra

voluntad en la tierra hace nuestro mundo. He aquí el meollo de la cultura;

acercarnos el mundo por el querer, por el deseo, que hace que se realicen nuevos

descubrimientos de sentido en la tierra. Así se predica en el título: “Las viejas y

nuevas tablas”, en el que, parodiando el pasaje del libro del Éxodo, se muestra a

Zaratustra como el reciente Moisés que anuncia las nuevas tablas de la ley; el

mundo es un descubrimiento de sentido sobre la tierra, en nuestra propia

voluntad. En tanto que la idolatría e ignominia del pueblo de Israel es analogada

con el de la cultura tradicional, que al poner el sentido en ficciones creadas sobre la

naturaleza y el mundo, por medio de la consolidación de la moral, la religión, el

arte y el Estado en cuestiones ajenas a la propia voluntad, terminó proponiendo un

ídolo que usurpó a la tierra en tanto estrado del sentido.

Mientras que en el apartado 17, del mismo título, se comprende

patentemente la diferencia que se establece entre tierra y mundo, mostrando la

primera como el lugar donde reside el sentido, mientras que el segundo queda en

el mismo lugar, solamente que depende de los descubrimientos de sentido sobre la

tierra; se descubre y redescubre a través de la voluntad humana; la tierra es el

estrado del sentido y el mundo los descubrimientos que le realicemos.

Con ello queda claro que la cultura, para cumplir con su cometido, debe

descubrir los sentidos en la tierra, y este descubrir hace mundo. Por lo que

podríamos indicar que la cultura superior, de lo ultra humano, es el mundo

descubierto en el sentido de la tierra.

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El descubrimiento del sentido que no tenga su referente en la tierra, es lo

que la cultura tradicional ha conseguido, al anteponerle categorías y valoraciones

que han logrado ocultar al mundo en su supuesta inaprehensibilidad. Por eso, la

nueva propuesta es clara; el mundo es un descubrimiento del sentido de la tierra;

sí, pero tiene que tener como referente necesario la fusión con la tierra, que le

permita manifestarse en su plenitud, para empezar a alejarse de la decrepitud de la

cultura tradicional, y emprender el camino por la cuerda tendida por el volatinero.

Este descubrimiento de sentido en la tierra, está ligado a lo que Nietzsche

proclama como cultura superior, que trata de alejarse de las ficciones de la cultura

tradicional; reglas, leyes, categorías y valoraciones universales, y acercarse a la

consideración de la vida como un horizonte ilimitado de descubrimientos de

sentido sobre la tierra. En esta senda, la cultura superior nos devuelve el mundo,

en el sentido originario de la tierra, en las individualidades, en sus propias

voluntades, y con ello se le libra del velo de la inaprehensibilidad que lo terminó

encubriendo. Es entonces cuando Nietzsche nos plantea que de esta nueva cultura

surgirá un nuevo pueblo, ya no fundado en el sentido gregario y colectivista, sino

que en el desborde de la plenitud de sentido que cada individuo descubrirá en la

tierra.

“No falta ya mucho tiempo, hermanos míos, para que nazcan nuevos pueblos y para

que nuevos manantiales se precipiten ruidosos en nuevas profundidades. Pues el

terremoto ciega muchos pozos y acarrea sequías, pero también saca a luz energías y

secretos ocultos. El terremoto descubre nuevos manantiales. En medio del

terremoto de los pueblos antiguos emergen nuevos manantiales. Y si hay entonces

alguien que exclama: Aquí hay un pozo que calmaría la sed de muchos, un corazón

para los muchos que anhelan, una voluntad para muchos instrumentos, entonces se

reúne un pueblo en torno a él: es decir, muchos experimentadores” (p. 169).

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El pueblo se constituye en torno al manantial, que no es otra cosa que el

descubrimiento de nuevo sentido que cada individualidad descubre en la tierra,

posibilitándose así su mundo. Queda claro que lo que Nietzsche persigue es

destronar los valores de la cultura tradicional, hará el terremoto que mueva los

manantiales de sentido gregario y engañoso de lo considerado hasta ahora como

humano; está consciente que con proponer que se abandone lo humano, por haber

llegado a su decrepitud, dividirá la historia, al promover el camino hacía lo ultra

humano, en un pueblo que posee una cultura individual; muchas posibilidades de

mundo. La búsqueda de seres humanos que ordenen a los demás, y de un grupo

que obedezca, queda superada.

En esta línea, la confluencia de muchos mundos individuados, que serían

los superhombres, no tendrían otro camino que la camaradería para el amigo y el

respeto al enemigo. El nuevo pueblo sería entonces la confluencia de muchas

individualidades, su mysterium e infinidad de posibilidades quedaría abierto.

Nietzsche cierra así la puerta a todo lo que terminó degenerando a los seres

humanos en el determinismo de sus quehaceres y valoraciones, impuesto por la

cultura tradicional.

El lenguaje vendría a gesticular el nombramiento del sentido de la tierra,

gesticularía la constitución de cada mundo, dejando de ser de esta manera, el

instrumento por el que se le ocultó, en las construcciones paralelas de palabras,

que hicieron creer que nombrar equivalía a conocer. Así se considera en las

últimas páginas del tercer capítulo, cuando Zaratustra responde a sus animales

luego de un silencio de siete días.

“¡Oh, animales míos ! -contestó Zaratustra-. ¡Seguid hablando y dejad que os

escuche! Vuestra charla me anima, cuando se charla, el mundo se me antoja un

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jardín extendido delante de mis ojos. ¡Qué agradable es que existan palabras y

sonidos ! ¿No son las palabras y los sonidos arcos iris y puentes ilusorios tendidos

entre seres que se hallan separados por toda la eternidad ? A cada alma le

corresponde un mundo diferente; para toda alma el resto de la almas constituye un

trasmundo. Entre las cosas más semejantes es precisamente donde miente la ilusión

de un modo más hermoso, pues el abismo más estrecho es el que resulta más difícil

de saltar. ¿Cómo puede haber para mí algo fuera de mí ? ¡No existe ningún fuera !

Peor nos olvidamos de esto cuanto empiezan a vibrar los sonidos” (p. 173).

El mundo individual se hace gesticulable por medio del lenguaje, y se

transforma así en una forma sublime de nombrar lo innombrable y de aprehender

lo inaprensible, que es la inmensa e inagotable fuente de sentido que es la tierra.

Es decir, el lenguaje en la gesticulación que nombra el sentido, de cada mundo,

adquiere significado para cada uno, y de esta manera se evita que el lenguaje

termine constituyéndose en una ficción sobre él; haciendo pensar que nombrar

equivale a conocer.

“¿No se han dado a las cosas nombres y sonidos para que el hombre se recree en

ellas? ¿No constituye una dulce locura ponerse a hablar? Al hablar, el hombre

baila por encima de todo. ¡Qué dulce es toda plática y qué dulce las mentiras todas

de los sonidos!” (pp. 173 y 174).

La función del lenguaje es mentar, por medio de la gesticulación, al mundo,

y para ello no cuenta sólo con las palabras, sino con todos los nombres de los

sentidos que se le pueden descubrir a la tierra. Las palabras sólo mientan algunos

de los sentidos que se le escrutan a la tierra, no logran alcanzarlo todo, es más, no

puede alcanzarlo todo porque caería de nuevo en el error de pensar que saber las

palabras supuestamente atinadas y convenientes, para cada sentido que hemos

descubierto en la tierra, equivaldría a conocer ya nuestro mundo, lo que

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inevitablemente nos llevaría a imponer determinados sentidos como valederos y

necesarios, en detrimento de la ilimitada fuente de sentido que es la tierra; el

mundo se nos volvería de nuevo una vivencia determinada y preestablecida, y

estaríamos en camino de regreso a la consolidación de una cultura con las

características de la cultura tradicional.

En este momento es necesario tomar la cuestión del eterno retorno, que no

está dentro de los linderos de este estudio pero que puede servir para comprender

la temática. La búsqueda de nuevos manantiales de sentido en nuestro mundo,

considerado como un elemento constante en la cultura superior, que busca superar

la historia humana, al proponer el eterno retorno, -el mismo Nietzsche es

consciente de ello-, se trata de una gesticulación de una forma de nombrar uno de

los sentidos de la tierra. Es decir, esta radical concepción busca que se logre ver

que el sentido de la tierra puede ser gesticulado de otras maneras a como lo ha

sido en la cultura tradicional, dejando, para ello, el sentido de la tierra en el eterno

retorno, a sabiendas que es un descubrimiento más, que al momento de encontrar

sentido, se convierte en mundo. Como ya se mencionó, la meta nietzscheana es

mostrar que sobre la tierra, todo lo que descubramos y luego nombremos

constituye nuestro mundo. Mundo que hasta el momento no ha sido descubierto

en el sentido de la tierra, sino en ficciones que parecen ser mundo. El sentido no

ha sido descubierto por el sí mismo, y en su lugar se han impuesto procesos de

adiestramiento, para la aceptación y mantención de un mundo que ha sido

asignado como único y verdadero por la cultura tradicional. ¿Con qué fin? Que la

ficción que se impuso como un ídolo sobre la tierra sea aceptada y asimilada como

propia dentro de un sistema, sea moral, religioso, artístico o político, en donde a

una sola manera de conferir sentido a la tierra, que no está por demás indicar que

al proponer que el mundo era inaprensible, y que por ello era preferible acceder a

una ficción sobre él, con la única condición que correspondiera a las valoraciones y

categorías del sentido que se le concedió, acabó enfermando a los seres humanos,

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158

empobrecidos y limitados por una sola manera de sentido, que al final terminó

siendo un engaño que les vendó los ojos ante el gran manantial de sentido que es la

tierra. Es entonces que se comprende el anuncio profético del superhombre, como

la búsqueda del manantial de sentidos. Cada sentido es descubierto en la tierra, no

es inventado, como se planteó en las obras de juventud. Es más, cuando se

vuelvan los ojos hacía el manantial de sentido se originará un pueblo nuevo, de

ultra hombres, en la camaradería de iguales, no en ficciones sobre el mundo, como

ha sido hasta ahora la concepción de la consolidación de un pueblo, sino en la

singularidad e infinidad de sentidos de cada mundo.

La constitución de mundos particulares para cada ser humano, que da

referentes propios, basados en la libertad y la propia responsabilidad, no en

relaciones de causa-efecto, como lo es la de ofensa-castigo, en el sentido que la

moral, la religión y la política ordenaron por medio de la cultura tradicional,

conduce a la eliminación de castas dominantes, o del tirano definitivo, al que

Nietzsche dio el nombre de “El Cesar” en La Gaya Ciencia. Para terminar de afinar

la explicación que expone que la cultura tradicional, ha tratado de hacer parecer

que se tiene acceso a otras posibilidades de lo humano, a través del supuesto

cambio que se consideraría a partir del movimiento dialéctico, al momento en que

una individualidad logra imponer sus invenciones sobre el mundo como creencias

verdaderas. Este movimiento dialéctico, que se explicó con la ciencia alegre,

llegaba a la conclusión que dentro de esta manera de continuar en lo humano no se

podían tener muchas expectativas, en las que la consolidación de un tirano

definitivo conllevaba el dominio y la fuerza de un mundo sobre otras

individualidades; no obstante, con la propuesta de la consolidación de los mundos,

se supera la dialéctica de castas dominantes y castas dominadas, para dar el paso a

la cultura superior, a la cultura en que cada individualidad se autogobierna.

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159

¿Qué es lo que se persigue con la nueva cultura? Evitar el sufrimiento que

provoca el sentido impuesto por un sólo mundo. Lo que es claramente expuesto

en los encuentros con los personajes del cuarto capítulo. Ante su sufrimiento,

interrogantes y dolores, ofrece el cobijo de su cueva y la compañía de sus animales,

con la sola condición de mostrar su sufrimiento sin reservas para luego cambiarlo

por un ambiente festivo, en las últimas palabras de Zaratustra.

“Nadie debe sufrir mal alguno en mis dominios. Mi cueva es un puerto seguro y

nada me encantaría más que llevar a tierra firme, y con pie firme, a todos cuantos

están tristes” (p. 202).

Cambiar la pesadez, la nostalgia y la tristeza, propia de los escépticos, por la

alegría, propios de los escépticos, son signos que presagian lo que Nietzsche llama

“el hombre superior”, que aún no es el superhombre, pero que es el solitario que se

aventura a atravesar la cuerda del volatinero, tendida entre el hombre y el

superhombre, que luego del gran hastío, provocado por el sentido de un mundo

ficticio, ahora se encamina a una cultura nueva, que posibilitará la apertura a

muchos sentidos sobre la tierra, consiguiendo con ello la multiplicidad de mundos,

que enriquecen la vida, y libran del aburrimiento sobre el mundo. Claro, no lo

logran, todavía son hombres. Para que surja el superhombre tiene que morir el

hombre.

La misión que Nietzsche se propone se hace evidente en el discurso final de

Zaratustra; “La canción del noctámbulo”, en la que afligidos y angustiados los

hombres superiores se dan cuenta que han aprendido a amar la tierra, y con ello

reconocen la misión curativa de Zaratustra. ¿Curativa de qué? del hastío del

mundo que representó la cultura tradicional, con posibilidades no sólo

determinadas sino muy limitadas, por su lejanía de la fuente de sentidos, la tierra.

Para ello pone la figura del sonido de la campana cuando se acerca la medianoche,

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cuando el mundo se hace profundo, para redimir, dicho dentro de este contexto, a

los antepasados, y aún, al resto de los hombres que viven sin vivir, en un estado de

muerte en un mundo determinado e impuesto. Hay que notar que luego de amar

la tierra, el mundo se hace profundo, porque adquiere muchos sentidos, infinidad

de significados.

Con esto se dilucida que la misión de Nietzsche, es evitar el sufrimiento que

ha provocado el hastío sobre una vida determinada, por una manera engañosa de

dar sentido a la tierra. La cultura tradicional debe por tanto ser superada, y así

permitir el avance hacía lo ultra humano.

En conclusión, podemos indicar que con Zaratustra se esclarece el tema de la

cultura. La cultura es el descubrimiento de sentido que la voluntad realiza en la

tierra, y con ello obtenemos nuestro mundo. Aquí se establece la diferencia con el

pensamiento del primer período; el sentido de la tierra no es conferido por los

seres humanos, ante su supuesta falta de sentido, mas bien es descubierto en la

tierra, al obtenerlo, entonces se nos hace mundo. Por su parte, el lenguaje gesticula

el sentido de la tierra, lo que inmediatamente se convierte en la actividad de

nombrar al mundo. Por tanto el lenguaje es una actividad cultural, que al

momento de gesticular el sentido de la tierra nombra al mundo, a nuestro mundo.

El lenguaje no es el sentido, como se pudo haber confundido en la cultura

tradicional, ni se pretende que ocupe su lugar, como ya se señaló en el tomo II de

Humano, Demasiado Humano, solamente le toca hacer posible su gesticulación en el

nombramiento del mundo. La cultura tradicional terminaba haciendo que el

lenguaje usurpara el sentido de la tierra, al pretender que la actividad de nombrar

equivaliera a conocer, con ello logró confundir a lo hombres haciéndoles creer que

conocer el nombre “conveniente” era equivalente a conocer el sentido, dejando de

lado lo que lo posibilitaba: la gesticulación del sentido de la tierra. Con otras

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palabras, lo que perseguían era hacer nombrable al mundo, obviando la necesidad

de gesticular el sentido de la tierra, que es el fundamento de su nombrar.

El lenguaje ha sido utilizado como una invención que se consolidó en el

nombramiento de un mundo engañoso, lleno de artilugios lingüísticos, que

terminó enfermando a los seres humanos de la cultura tradicional, al presentarles

una ficción como si fuera la gesticulación del sentido de la tierra.

La gran diferencia entre el primer período y la propuesta de Zaratustra es

que en las mencionadas obras de juventud el sentido del mundo debía ser

inventado de maneras artísticas, por medio de los alicientes culturales, con la

premisa que la tierra no tiene ningún sentido, eso aunado a que la cultura

occidental, que tenía por misión proveer de sentido a lo que no le tenía, para

mantener aferrados a los seres humanos a la vida, dejó de conferirle el sentido.

También la consideración del lenguaje, como se le proponía en las mismas

obras de juventud, tiene una gran diferencia con respecto a lo propuesto en

Zaratustra. Las representaciones simbólicas, misión encomendada al lenguaje, deja

atrapados a los hombres en la superpuesta actividad de nombrar al mundo, -si se

quiere recordar-, de manera artística en la música, bajo la premisa que el mundo

era inaprensible y por eso imposible de gesticular. Por ello su propuesta mostró

con ahínco que el lenguaje debía ser inventado, de manera artística, sí, pero al fin

inventado, y por eso había que poner su fundamento en las representaciones

simbólicas que se hicieran a partir de la música como nuevo lenguaje, dando por

sentado que la tierra era inexorablemente falta de sentido, y que por ello la cultura

tiene que conferírselo, en lo que claramente se indicó como el noble engaño.

Ahora, la superación de estos parámetros está en la nueva misión

encomendada por Zaratustra al lenguaje: gesticular el sentido de la tierra para

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hacer nombrable al mundo. La cultura superior, a tono con el paso a lo ultra

humano y en clara superación del noble engaño, posibilita el descubrimiento del

sentido en la tierra misma y eso es lo que devuelve el mundo, en su inocencia y

espontaneidad, por la propia voluntad, lejos de la ficción que se nos presentó como

tal en la cultura tradicional.

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MÁS ALLÁ DEL BIEN Y DEL MAL

En la quinta parte del libro se puede observar el camino que Nietzsche ha

tomado; criticar los fundamentos de la cultura europea, en lo que sólo quedó

insinuado en la obra de Zaratustra, como la actividad de prevalorar las acciones

humanas a través de las palabras, en la moral. En este camino se entiende que para

superar a la cultura tradicional, y dar el paso a lo ultra humano, es necesario

retornar la fuente de las valoraciones a la propia voluntad de los seres humanos.

Llegados a este momento, podríamos decir que la moral que Nietzsche persigue,

como peculiaridad de lo ultra humano, es la actividad de valoración del mundo

realizada por la propia voluntad. Sin olvidar que el mundo se constituye en el

descubrimiento del sentido de la tierra.

Nietzsche nos quiere mostrar que la moral, como ha sido entendida en la

cultura tradicional, no ha sido más que un instrumento para hacer manipulable la

voluntad de los seres humanos, principalmente al momento de justificar la

potestad y el predominio de la religión y del Estado sobre sus vidas.

Ahora se especifica que la moral tradicional promueve que el hombre sea un

ser gregario, que busca que todos sean parecidos para fundar colectividad; y de

esta manera lograr que instituciones como la religión y el Estado logren el

predominio sobre sus existencias. Todo lo que se cree afectaría o engrandecería

dicha colectividad se cataloga dentro de la moral, y a partir de allí se fundan las

leyes e instituciones que velan por su cumplimiento, en dos sentidos, la religión y

el Estado. Evidentemente, para mantener la moral es necesario atribuirle

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fundamentos dogmáticos e incuestionables, aunque estos tengan que estar

fundados en ficciones sobre el mundo y la naturaleza. Proponer un fundamento

utilitario podría ser objetado o refutado con mucha facilidad por la mayoría de

seres humanos que tienen que vivir en colectividad, basados en que la moral ha

sido creada para sustentar el poder de una casta dominante. Lo que Nietzsche

persigue con esta obra, es señalar la manera en que la moral ha sido utilizada por

la cultura tradicional para perpetuar su predominio sobre los seres humanos, y con

ello impedir que se logre vislumbrar que su fundamento no es más que una

ficción, vendándoles los ojos a la posibilidad de que su mundo puede ser valorado

desde su propia voluntad.

El cambio evidente, al menos hasta este momento, es que la moral tendrá

que ser transformada en los fundamentos que la cultura tradicional le concedió: los

valores, para que luego Nietzsche proclame que la moral es la actividad de valorar,

sí, pero desde la individualidad de cada voluntad.

Los primeros a los que llama para que transformen los valores, y los

regresen a la propia voluntad humana, es a los filósofos.

“¿dónde vamos a situar nuestras esperanzas ? [al dirigirse a los espíritus libres]

En los nuevos filósofos, no tenemos otra alternativa; en unos espíritus que sean lo

bastante fuertes y originarios como para impulsar valoraciones contrapuestas y para

transvalorar, para invertir valores eternos; en precursores, en hombres del futuro,

que aten hoy en día los vínculos y que hagan un nudo gordiano; que obliguen a la

voluntad de milenios a recorrer nuevos caminos” (p. 351).

Las valoraciones son lícitas si se realizan desde la propia voluntad. Esto fue

anunciado en la obra anterior, como prefiguración del superhombre. Ahora los

agentes de cambio a lo ultra humano son los nuevos filósofos.

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¿Cuál es el problema que Nietzsche ve en la moral de la cultura tradicional ?

Una moral que impone códigos, que pretende basarlos en fundamentos que buscan

ser universales, acaba limitando el horizonte del mundo humano al imponerle

caminos delimitados y demarcados a unas pocas valoraciones, que además son

ajenas a su propia voluntad, y por si fuera poco, se basan en ficciones sobre el

mundo y la naturaleza. Es claro que la crítica que se realiza de la moral

tradicional, es consecuencia de lo que Nietzsche expuso en las obras del segundo

período, a saber, que ante los engaños de la cultura tradicional sobre el mundo y la

naturaleza, bajo la premisa que el mundo es inaprensible, se terminó presentado

una ficción sobre él, basados en una filosofía que les permitió la creación de

categorías del conocimiento, que se anteponían, y hasta usurpaban, lo que debía

ser conocido. Por ello, los agentes del cambio a lo ultra humano, los que se quitan

la venda de los ojos ante el engaño, no son los filósofos encuadrados en la cultura

tradicional, a sus parámetros, sino los nuevos filósofos, a quienes se les encarga

invertir los valores que se han utilizado como fundamentos de preponderancia,

sean religiosos o estatales, sobre las vidas de los seres humano. Los nuevos

filósofos retirarán la venda a la voluntad, que le ha limitado a considerar que su

actividad ya ha sido determinada y delimitada a un sendero, y mostrarán que no

hay necesidad de recurrir a referentes ajenos al momento de valorar al mundo,

sino que se puede realizar desde la plenitud de la propia voluntad, y así descubrir

nuevas valoraciones sobre la inagotable fuente sentido en la vida; la tierra.

La gran misión encomendada a los nuevos filósofos, aclara y plenifica lo

expuesto en La Gaya Ciencia, cuando Nietzsche exhorta a la valentía y a la

responsabilidad de la voluntad humana a realizar sus propias valoraciones, sin

necesidad de recurrir a referentes o explicaciones ajenas, puestas en entidades

divinas o regímenes atribuidos a fuerzas de la naturaleza.

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“Para hacer ver al hombre que su futuro radica en su voluntad, que depende de una

voluntad humana, y para preparar grandes y arriesgadas empresas que sirvan de

pruebas de disciplina y de selección destinadas a acabar con ese horrible imperio del

absurdo y del azar al que hasta hoy se le ha dado el nombre de “historia” (ese

absurdo de la mayoría no es más que la última de sus manifestaciones); para realizar

todo esto, digo, hará falta, en un determinado momento, una nueva clase de filósofos

y hombres de mando, cuya imagen hará que parezcan pálidos y enanos todos los

espíritus ocultos, terribles y benévolos que hasta hoy ha habido en la tierra” (p.

351).

Al filósofo se le concede una misión específica: promover la transvaloración

de todos los valores, como el agente de cambio a lo ultra humano. Superar las

valoraciones fundamentadas en valoraciones ajenas a lo humano. El camino

propuesto por Nietzsche es el que descubriendo el sentido en la tierra afirma que

es parte de la actividad de la voluntad valorarlo, y de esta manera abrir un gran

horizonte a sus posibilidades. Al parecer de Nietzsche, la valoración del sentido

de la tierra, será una de las características del superhombre; ya no necesitará de

explicaciones ajenas, sino que toda la fuerza estará, de manera primigenia, en su

propia voluntad. El anuncio de una de las primeras características de lo ultra

humano cumple con la misión de señalar el camino que prometió desde La Gaya

Ciencia.

Con esto podemos inferir, a partir del aforismo 204, que la creación de

valores funda la cultura superior, de lo ultra humano. El filósofo, al parecer de

Nietzsche, es el que se ha dado cuenta que la inaprehensibilidad del mundo, y la

valoración del mismo con parámetros ajenos a la voluntad humana, ha sido un

señuelo para mantener al hombre como un animal manipulable, y lo que es peor,

les ha limitado de tal manera, que hacerles creer en virtudes como la

responsabilidad y la libertad ha sido el colmo de la ficción, porque ante caminos

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delimitados y predeterminados no queda mucho por decidir o interpelar. Ante

códigos que establecen y determinan las valoraciones de las acciones humanas, y

de su consideración del mundo, no queda otra actitud que una actividad maquinal,

como se consideró en el tratado del caminante con sus sombra, que no responde a

las interrogantes de qué es lo que hace, sino que simplemente cumple con el

programa de funcionalidad que se le ha impuesto. Este es el principal

inconveniente que Nietzsche ve en la moral como ha sido planteada en la cultura

tradicional.

En este contexto, ¿cuál es la misión que se le encomienda al filósofo?

Nietzsche nos da un ejemplo en Hegel, que con su filosofía empezaba a crear

cultura en Alemania, en el sendero que tomó al tratar de dar un sentido

completamente humano a la historia, a su devenir, no obstante, este camino fue

truncado por Schopenhauer.

“tras el orgulloso desprecio por la filosofía de muchos jóvenes eruditos se hallaba la

influencia perniciosa de un filósofo al que en conjunto no tenían en consideración;

aunque les encandilaban los juicios negativos que éste había hecho de otros filósofos:

de ello derivaba una actitud hostil hacia toda filosofía. (Creo que esta ha sido, por

ejemplo, la influencia ejercida por Schopenhauer en la Alemania de los últimos

tiempos: con su furor tan poco inteligente contra Hegel ha conseguido que la última

generación de alemanes cortara por entero sus lazos con la cultura alemana; cultura

que, bien mirado, había supuesto la cumbre del sentido histórico y el logro de una

sutileza extrema en el arte de la predicción” (p. 354).

El filósofo es el promotor de la cultura superior. El arte de la predicción

histórica es un ejemplo que Nietzsche encuentra en Hegel, no implica que esté

proponiendo su efectividad.

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La cultura superior está basada en la individualidad, en la plenitud de

singulares significados que descubre en la tierra. Evidentemente, sobre esta

afirmación, no se podría fundamentar una filosofía a la que se le diera el atributo

de universal, como lo ha propuesto la cultura tradicional, sino que su puesto

estaría dentro de cada cultura, es decir sería inherente a cada mundo; establecer

distanciamiento, o tener una actitud crítica frente a ella, sólo sería necesario para la

superación constante de sí misma, a tono con su devenir. Esto quiere evitar que

una filosofía se proclame como suprema o válida sobre otras.

El único parámetro que se impondría a lo ultra humano es que responda al

descubrimiento de nuevos sentidos en la tierra, y que luego se valore desde la

propia voluntad. En este sendero, a los nuevos filósofos Nietzsche les encomienda

la función de transvalorar los valores de la moral de la cultura tradicional; crear

valores nuevos, que sirvan para interpretar la tierra, la vida, con la total libertad y

responsabilidad de la propia voluntad. ¿Por qué la filosofía, por qué no la religión,

que vendría a ser más idónea para esta actividad? Porque inevitablemente

depositaría el fundamento de las valoraciones en entidades ajenas a lo humano,

mientras que la filosofía goza de la libertad necesaria para retornar las valoraciones

a la voluntad de cada ser humano.

La filosofía de Hegel es elogiada por la unidad que provee, con fines

culturales, mientras que en la contrapartida se refuta la idea que la filosofía pueda

ser una suma de criterios, o un eclecticismo de pensamientos (lo que Zaratustra

mostró con la figura del país llamado “La vaca de muchos colores”), porque ello no

propiciaría la unidad de pensamiento ni de interpretación del sentido de la tierra,

en la misma voluntad. Las valoraciones sobre el sentido de la tierra se tendrían

que realizar en una unidad de pensamiento y de interpretación desde la

individualidad, y esta misión ultra humana, es otorgada al estilo. La amalgama de

conocimientos, en tanto determinados y delimitados por otros, sólo llevaría a la

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169

confusión y al agotamiento que producirían las contradicciones de diferentes

posturas, conduciendo de nuevo al escepticismo, que sería lo más perjudicial para

constituir la misión que Nietzsche deposita en la cultura; dar sentido y unidad al

mundo.

La ciencia, como se ha realizado en la cultura tradicional, ha respondido a

este amalgamiento de conocimiento, que son ajenos a la actividad de valoración de

cada voluntad sobre el sentido de la tierra.

A tono con lo expuesto en las primeras obras, y aunque se reconoce el

avance de la ciencia, no se deposita en ella la solución cultural a la humanidad,

sino que se pone en la filosofía. Nietzsche indica que la ciencia ha contribuido al

escepticismo que la cultura tradicional ha presentado como cumbre intelectual, al

proponer que su fundamento no está en el sentido de la tierra, sino en el afán de

dictar leyes universales sobre el universo, haciendo con ello una ficción sobre el

mundo que obliga a considerar sólo determinados sentidos, menospreciando al

resto. Por ello, Nietzsche no duda en que la filosofía dará amplitud de vista para el

descubrimiento de la multitud de sentidos que posee la tierra. Es más, la ciencia

no permite las valoraciones que realiza la propia voluntad, sino que exige la

entrega total a su método. Teniendo en cuenta que lo que se persigue es dar una

respuesta al agotamiento que han producido las propuestas culturales vigentes, se

comprende que es tarea de la filosofía explorar los nuevos campos humanos de la

valoración, y no tanto al hombre de ciencia.

No obstante, hasta el momento Nietzsche nos ha hablado de la filosofía y su

misión en torno al paso hacía lo ultra humano, pero la filosofía dentro de la cultura

tradicional ha sido reducida a una actividad de anticuario, o en todo caso de teoría

del conocimiento, contribuyendo a hacer preferible la actividad de dictar leyes

sobre el universo, a aventurarse a descubrir y valorar el sentido que descubrimos

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en la tierra, por nuestra propia voluntad, vendando los ojos de la humanidad ante

la inmensidad de sentidos que se pueden descubrir en la tierra.

“La filosofía reducida a teoría del conocimiento, que, de hecho, no es ya más que una

tímida suspensión de todo juicio, un abstenerse por sistema: una filosofía que no

llega más que al umbral, negándose escrupulosamente el derecho a traspasarlo, es

una filosofía desahuciada, algo que se acaba y que agoniza, algo que inspira

compasión. ¿Cómo iba a ocupar el lugar preeminente una filosofía así?” (p. 355).

Por ello, Nietzsche indica que los nuevos filósofos, dispuestos a transvalorar

los valores de la moral tradicional, a través de voluntad humana, son los agentes

del cambio a lo ultra humano. Sin embargo, en la cultura tradicional ha sido al

hombre de ciencia a quién se le ha conferido el puesto de valorar el mundo,

principalmente en las últimas épocas, y con ello se han limitado a considerar unos

pocos sentidos, con tal de conseguir objetividad al momento de dictar valoraciones

sobre el mundo, que en el caso del científico pretende que se conviertan en leyes

universales, al momento de imponerlas como las únicas maneras lícitas y efectivas

de valorar al mundo. La nueva ciencia que Nietzsche proclamó en los tomos de

Humano, Demasiado Humano ahora es especificada como la nueva filosofía. Aunque

se avanza, en tanto afirma que la filosofía se eleve sobre la ciencia, es decir, la

ciencia debe ser considerada por la filosofía y no a la inversa (como ha sucedido

hasta el momento).

“El hombre objetivo, que ya no maldice ni injuria como el pesimista, el erudito ideal,

en quien logra florecer y crecer el instinto científico, tras numerosos fracasos totales

o parciales, es ciertamente uno de los instrumentos más preciosos que existen; pero

tiene que ser manejado por alguien más poderoso. Él no es más que un instrumento

o, por así decirlo, un espejo, no un fin en sí mismo. El hombre objetivo es,

realmente, un espejo acostumbrado a supeditarse a todo lo que pretende que le

conozcan, y no siente más placer que el que produce el conocer, el reflejar” (p. 357).

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Claramente, en los párrafos del aforismo 207 se puede ver que el impulso

cultural debe ser ocupado por el filósofo, y no por el científico, considerándose a

éste último como alguien no preparado para esa misión, debido a que su única

valoración del mundo se limita a sus afanes de objetividad, dejando de lado todo

lo que no entre en este campo, aún a sí mismo, a su propia voluntad. Por tanto, al

impulsar un conocimiento que valora con métodos y criterios ajenos a la propia

voluntad, que busca responder de manera obsesiva a lo que considera ajeno y

fuera de sí, es decir a lo objetivo, el científico consigue que las valoraciones se

mantengan en entidades ajenas a la voluntad humana, dando a estas valoraciones

el calificativo de eficaces y válidas, en detrimento de las valoraciones que realiza la

voluntad por sí misma. Es así que se hace evidente que sólo el filósofo es el que

tiene los instrumentos necesarios para retornar la actividad de valorar a la propia

voluntad; es el que tiene la suficiente libertad para atreverse a valorar, con total

responsabilidad de sí mismo, al mundo.

“El hombre objetivo es un instrumento, un instrumento de medida, una obra

maestra del arte de hacer espejos, que se rompe y se empaña con facilidad, al que hay

que cuidar y respetar; pero no es una meta, un resultado ni una elevación; no es un

hombre complementario que justifique la existencia restante; no es una conclusión, y

menos aún un principio, una fecundación, una causa primera; no es algo rudo,

basado en sí mismo, que quiera dominar, sino más bien una membrana delicada,

hinchada, fina y movediza, que ha de esperar un contenido y una sustancia,

cualesquiera que sean, para configurarse de acuerdo con ellos; suele ser un hombre

sin contenido ni sustancia, sin un sí mismo” (pp. 358 y 359).

Por ello, los nuevos filósofos abren la posibilidad de que la propia voluntad

valore a su mundo, sin necesidad de referentes o justificaciones, como se anunció

en Aurora.

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172

Para hacer cultura el filósofo establece metas, resultados, gracias a su visión

de la infinidad de posibilidades de sentido que posee la tierra, y con ello dilucida y

amplia el mundo de lo humano. Esta visión busca librar del escepticismo, que

provoca el amasijo de conocimiento de la ciencia, en su limitador método que sólo

busca lo externo, (entendiéndolo como sinónimo de objetividad), a través de la

aventura de la creación de nuevos valores que impulsará el filósofo, desde la

propia voluntad. Diferente al obrero de la filosofía, o al erudito científico, que más

bien se podría ubicar dentro de la historia anticuaria del pensamiento, de la

consideración de la manera en que fueron fundamentados los valores en el pasado,

o lo que podría ser también, una historia anticuaria de la moral; para decirlo con

palabras de la segunda intempestiva, no se ubican en la historia crítica.

“Ahora bien, los auténticos filósofos son hombres que mandan y que legislan. Son

los que dicen: ¡Debe ser así!; los que determinan hacia dónde debe ir el ser humano y

“por qué” ha de hacerlo, y para ello disponen de la labor que previamente han

realizado todos los obreros de la filosofía, todos los que han dominado el pasado.

Ellos son los que extienden sus manos creadoras hacia el futuro, y todo lo que ha

existido y existe les sirve de medio, de instrumento, de martillo. Para ellos

“conocer” es crear, y crear es legislar; su voluntad de verdad es[...] voluntad de

poder [...]” (p. 365).

La voluntad de poder es lo que guía la misión del filósofo, especialmente en

la actividad de valoración. Con esto comprendemos claramente que el filósofo es

el que muestra el camino de lo ultra humano, o mejor dicho, el camino del

superhombre. Y también, comprendemos que es voluntad de poder la moral

tradicional, únicamente que Nietzsche ve el inconveniente que para ello ha

necesitado de justificaciones y entidades que funden sus valores en lo externo a lo

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humano; en dioses, fuerzas atribuidas a la naturaleza o argumentos metafísicos

sobre la esencia del hombre, que al fin son completamente ajenos a la vida.

“Cada vez me voy convenciendo más de que el filósofo, al ser necesariamente un

hombre del mañana y del pasado mañana, ha estado -como podía ser de otro modo-

en contradicción con su época: su enemigo ha sido siempre el ideal de su época.

Hasta hoy todos esos prohombres llamados filósofos -y que rara vez se han visto a sí

mismos como amigos de la sabiduría, sino más bien como locos desagradables y

como interrogantes peligrosos- han considerado que su tarea -su dura, involuntaria,

inevitable, pero, a fin de cuentas, grandiosa tarea- consistía en ser la mala

conciencia de su tiempo. Al aplicar el bisturí al pecho mismo de las virtudes de su

época para viviseccionarlo, revelaban su propio secreto: conocer una nueva grandeza

humana, un nuevo e intransitado camino que condujera al engrandecimiento del

hombre” (p. 365).

El filósofo en tanto valorador de los sentidos descubiertos en la tierra es el

impulsor de lo ultra humano, sólo él tiene los instrumentos para darse cuenta que

la manera en que se ha valorado hasta el momento ha sido fundado en ficciones

sobre el mundo y la naturaleza, que el fundamento de las valoraciones, y tiene que

atreverse así, es la propia voluntad, que ya no hay más necesidad de buscar otras

entidades para justificarlas, sino que su justificación está en la propia voluntad.

Nietzsche nos conduce a que demos el paso a una grado más alto de madurez de la

humanidad.

“Siempre han puesto al descubierto cuánta hipocresía, cuánta pereza, cuánto dejarse

llevar y cuánta mentira se hallaba oculta bajo los modelos más venerados de la

moralidad de su tiempo: cuanta virtud se había quedado anticuada. Siempre decían:

Tenemos que ir más allá, salir fuera, allí donde menos os parezca a vosotros que

estáis como en vuestra propia casa. En presencia de un mundo como el nuestro de

ideas modernas, que confina a cada individuo en un rincón y en una especialidad,

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un filósofo -si es que puede haberlo hoy- se vería obligado a situar la grandeza del

hombre y la idea misma de la grandeza en su carácter amplio y múltiple, en su

capacidad para abarcar totalmente muchas cosas” (pp. 365 y 366).

El escepticismo con el que acarrea la cultura tradicional se atribuye a la falta

de comprensión de una voluntad a la que se le niega realizar su principal

actividad: valorar su propio mundo, y que sin más tiene que estar sujeta a

valoraciones ya realizadas y justificadas en cuestiones externas. Esto tiene

implicaciones inmediatas; primero, se puede vislumbrar con certeza que no se

plantea un modelo que sustente la formación cultural con necesidad de encontrar

referentes externos; segundo, lo que queda es la constitución de lo puramente

humano; la voluntad, la manera en que nos moveremos en la tierra, con los valores

que descubramos en su sentido. Con otras palabras, la voluntad posibilita la

valoración del mundo. Tercero, la función del filósofo, como el que dirige o

conduce a nuevos lugares de la potencialidad humana, se podría parangonar con

el rey filósofo que presenta Platón, en el Libro Séptimo de La República8, para ello

se debe considerar el último aforismo (213), de la VI parte de esta obra.

De nuevo Nietzsche indica por qué es necesaria una nueva cultura, aunque

de forma implícita, una nueva forma que libre del escepticismo, teniendo como

base lo que ocurría en Europa en su época.

“Bien es cierto que esta enfermedad de la voluntad no se ha extendido por Europa de

un modo uniforme. Donde más ha afectado y donde más complicada aparece es en

aquellos lugares en los que la civilización hace más tiempo que echó raíces, mientras

que va desapareciendo en la medida en que, bajo el descuidado ropaje de la cultura

occidental, el bárbaro sigue reivindicando (o vuelve a reivindicar) sus derechos. Por

consiguiente, y como se deduce de una forma palpable, donde más enferma se

encuentra la voluntad es en la Francia de hoy. Y este país, que siempre ha tenido

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175

una especial habilidad para convertir en algo atractivo hasta los rasgos más funestos

del espíritu, es precisamente el que ejerce una hegemonía cultural en Europa, al

presentarse como escuela y escaparate de todos los encantos del escepticismo” (pp.

360 y 361).

La alternativa que ofrece al escepticismo, y hasta al nihilismo, es una nueva

cultura, que a partir de la filosofía retorne la valoración del mundo a la voluntad, y

con ello consiga considerar en unidad el sentido que ha descubierto en la tierra, a

través del estilo de su propia voluntad. En los aforismos 208 y 209 se sigue

mostrando cómo y de qué manera la cultura europea falla en la misión de dar

unidad y sentido al mundo, al poner todos los referentes de sus valoraciones al

respecto en cuestiones ajenas a la voluntad humana; en imperativos categóricos y

leyes que pretenden dictaminar a todas la voluntades en cuestiones generales y

universales.

Nietzsche plantea, que hasta el momento los estudios filosóficos han

ofrecido un disfraz al europeo que terminó por convertirse en una “mascara

estilística”. Porque no se trata de un estilo profundo, inherente, en la propia

voluntad, que permita considerar en unidad el sentido de la tierra, sino que se

queda en las superficialidades, que pueden ser cambiadas con mucha facilidad.

La unidad que provee el estilo de la voluntad, es interceptada por las valoraciones

ajenas y externas, vedando el paso a valorar el sentido descubierto en la tierra y

encontrar en él al mundo como propio, consiguiendo así que el mundo se haga una

entidad no sólo ajena, sino extraña e insólita. Con ello se retoma el tema del estilo,

abordado en la primera Intempestiva, solamente que se le aclara al mostrarle como

una actividad de la voluntad en tanto posibilita la unidad de las valoraciones del

8 Platón (1998). La República o de lo justo. En Diálogos (pp. 431-621). (1ª. Ed.). México: Editorial Porrúa.

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mundo, desde sí misma, y esto es a lo que Nietzsche, en este momento, llama

estilo.

¿En dónde se manifiesta el estilo? En las valoraciones que la voluntad

posibilita del mundo. Nietzsche amplía, en el aforismo 223, que las costumbres, las

artes y los estudios históricos de la cultura europea no han cumplido con este

cometido. Ante la falta de unidad, que sólo el propio estilo posibilita en la propia

voluntad, han optado por la búsqueda del estilo de culturas pasadas, y al

estudiarlos pretenden que con ello se tiene no sólo el derecho sino la obligación de

retomarlos y apropiárselos como expresión propia. Y esto sin fines realmente

culturales, sino sólo como un narcótico o un sensacionalismo que alivia o desvía la

atención de la desesperación que provoca no tener una voluntad singular que

unifique las valoraciones sobre el sentido de la tierra. A esta búsqueda de estilos

en las valoraciones de culturas pasadas Nietzsche las llama con sarcasmo carnaval

de gran estilo.

“Es inútil ponerse, en el ámbito de las costumbres y de las artes, un traje romántico,

clásico, cristiano, florentino, barroco o nacional: ¡nada nos va! Pero el espíritu, y en

especial el espíritu histórico, saca ventaja hasta de esa desesperación;

constantemente se prueba, se adapta, se desecha, se guarda y, sobre todo, se estudia

un nuevo trozo de tela arcaico o exótico. Somos la primera época experta en

cuestiones de disfraces, es decir, en materia de morales, de artículos de fe, de gustos

artísticos y de religiones. Ninguna época estuvo preparada como la nuestra para el

carnaval de gran estilo, para el descaro y la carcajada carnavalescos, elevado al plano

más espiritual; para las cumbres trascendentales de la estupidez suprema y para la

burla del mundo de corte aristofanesco” (p. 373).

En el aforismo 224, se aclara a qué se dedica, o se refiere, el sentido histórico;

como la capacidad de prever o vislumbrar la jerarquía de valores que han regido a

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177

un pueblo, y a las autoridades a las que se obedecieron para ello, y cómo se

fundamentaba su mandato.

“El sentido histórico (es decir, la facultad de adivinar rápidamente la jerarquía de

valores de acuerdo con la cual ha vivido un pueblo, una comunidad, un ser humano;

el instinto que permite adivinar las relaciones existentes entre esos valores, y entre

la autoridad de los mismos y la autoridad de las fuerzas efectivas [...] Merced a esa

mezcla que se ha generado, en nuestras almas modernas han venido a desembocar

formas y modos de vida pasados pertenecientes a culturas que en su día coexistieron

o se superpusieron con dureza; somos una especie de caos” (p. 374).

Se puede ver claramente que Nietzsche considera que la cultura agotada en

valoraciones ajenas a la voluntad y con necesidad de entidades y explicaciones

ajenas que las funden y justifiquen, ha conducido a la semibarbarie, porque lo

único que consiguen es disfrazar y maquillar la voluntad de poder de instituciones

como la religión y el Estado. Los dirigentes de estas instituciones, o los que se

proclaman como tal, tomarán el papel de ser los garantes de dichas entidades o

explicaciones, y con ello buscar justificar, y hasta cierta medida encubrir y

maquillar, sus intenciones de voluntad de poder. Es decir, las valoraciones que no

se atreven a realizar por su propia voluntad en el mundo, resulta más cómodo, por

ser una fuga de la propia responsabilidad, atribuirla a entidades supremas o

explicaciones ajenas a la propia voluntad. Esta es la hipocresía y la falta de

valentía que Nietzsche le encara a estas dos instituciones de la cultura tradicional.

“La semibarbarie que afecta a nuestros cuerpos y a nuestros deseos nos abre accesos

ocultos a todas partes, que desconocieron todas las épocas aristocráticas, y,

principalmente , nos permite entrar en el laberinto de las culturas inacabadas y de

todas las semibarbaries que se han dado en el planeta. Y en la medida en que la

mayor parte de la cultura humana ha sido hasta hoy precisamente semibarbarie, el

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sentido histórico significa, en cierto modo, el sentido y el instinto para percibirlo

todo; el gusto y la lengua para probarlo todo, lo que revela al punto que se trata de

un sentido no aristocrático” (p. 374).

Lo aristocrático es, por tanto, lo definido en el estilo propio y original de la

actividad de atreverse a valorar el mundo desde su propia voluntad, sin tener que

recurrir a mascaradas, o justificaciones, que validen nuestra voluntad de poder en

entidades o explicaciones ajenas. Es entonces que se comprende que la cultura

superior está basada en lo aristocrático. Lo aristocrático es estar satisfecho de uno

mismo, de asumir con valentía y responsabilidad la actividad de valoración de su

mundo por medio de su propia voluntad. Por ello se descarta que sea una elite o

una creencia en un linaje basado en concepciones económicas o de abolengo.

Nietzsche es claro al respecto; no se persigue con el proyecto de la cultura superior

un cambio social de estaméntos económicos y políticos, sino el paso a lo ultra

humano, en la valentía de valorar el mundo desde la propia voluntad, y con ello

conseguir un estilo único y original de valorar el sentido de la tierra.

“Confesémoslo sin rodeos: lo que a los hombres con sentido histórico nos resulta más

difícil de captar, saborear y amar; lo que, en el fondo, despierta nuestra prevención y

casi nuestra hostilidad es precisamente lo que toda cultura y todo arte tienen de

perfecto y de totalmente maduro, lo verdaderamente aristocrático en obras y en

seres humanos, el momento en que aparecen como un mar en calma, como un

alciónico estar satisfecho de uno mismo, esa condición dorada y fría que logra todo lo

que ha alcanzado su perfección” (p. 375).

En este sendero, la cultura superior que Nietzsche proclama es un gran

riesgo, a la vez que es un cambio radical; soltar lo que se tiene en la cultura

tradicional, para arriesgarse por el estilo propio que de unidad al sentido que

descubrimos en la tierra. No se quiere que se limite a la imitación de otros estilos,

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mucho menos recurrir a lo que ha sido nefasto para la historia humana: obligar a

muchos seres humanos a valorar el mundo a través de entidades y explicaciones

ajenas a su propia voluntad, para justificar y enmascarar la hegemonía de

particulares voluntades de poder, que se proclaman representantes y garantes de

sus voluntades en la religión y el Estado, y con ello impedirles el paso a lo ultra

humano, que no es más que el descubrimiento de nuevos campos o posibilidades

de sentido en la tierra, de las valoraciones del sentido, y negarles así la posibilidad

de la libertad y de la plena responsabilidad al momento de valorar desde su propia

voluntad. Esto para hacerlos seres obedientes y manipulables, sin más, cerrarles el

camino a la apertura de lo ilimitado, a la “infinita” fuente de sentido que es la

tierra, y por consiguiente a la intrepidez de valorarla con su propia voluntad, y así

evitar que encuentren su propio estilo, para que acepten de manera complaciente

los estilos que se le impongan por medio de la moral, la religión y el Estado. He

aquí la razón por la que Nietzsche lucha para destronar a la cultura tradicional ; su

misión es hacer del hombre un ser más libre, librarlo del velo que lo limita a

obedecer y seguir arquetipos impuestos.

“seamos capaces de reproducir en nosotros esas pequeñas, breves y supremas

jugadas afortunadas y esas transfiguraciones de la vida humana que brillan acá y

allá, esos momentos maravillosos en los que una fuerza poderosa se detuvo

voluntariamente ante lo desmesurado e ilimitado, en los que gozamos de una

superabundancia de ese sutil placer que produce el dominarse de pronto y quedarse

petrificado, parándonos y quedándonos erguidos en un suelo que aún no ha dejado

de temblar. Reconozcamos que la moderación no es extraña; que nuestro deseo más

intenso es el deseo de lo infinito y desmesurado. Al igual que un jinete que se lanza

a la carrera, los hombres modernos, los semibárbaros , dejamos caer las riendas ante

la presencia de lo infinito, pensando que sólo podremos lograr nuestra felicidad en el

momento en que corramos mayor peligro” (pp. 375 y 376).

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Lo que surge es un gran entusiasmo y pasión por el horizonte ilimitado que

se abre en la fuente de sentido que es la tierra, en hacer partícipe al hombre al

momento de valorar su mundo desde su propia voluntad y con ello conseguirle un

estilo, que le posibilitará la consideración unitaria de su mundo, lejos de

consideraciones que le hacían parecer que el mundo era extraño e insólito, en el

amalgamamiento de conocimientos que la ciencia, al igual que la filosofía,

presentan al respecto. Por eso, la solución cultural que Nietzsche proclama en esta

obra al problema de la moral y las valoraciones justificadas falazmente en

entidades ajenas y externas a lo humano, para ser acatadas y seguidas por todos

los seres humanos, es la que devuelve al mundo, en el sentido de la tierra valorado

en unidad por la misma voluntad. Así se hará posible el paso a lo ultra humano, y

por consiguiente la superación del hombre de la cultura tradicional, que haga ver

que las valoraciones sobre el mundo se pueden realizar por la misma voluntad de

cada cual, y con ello devolvernos al mundo en su inocente familiaridad, que no

necesita de más explicación que la unidad de sentido que la voluntad suscribe a la

vida.

“En el hombre aparecen unidos la criatura y el creador: en él hay materia,

fragmento, residuo, fango, basura, absurdo, caos; pero el hombre es también creador,

escultor, duro martillo y dios que contempla su obra al llegar el séptimo día” (p.

376).

La cultura superior nos abre los ojos a un horizonte de infinidad de estilos,

ilimitados, inaprensibles, hasta impredecibles de los seres humanos, de sus

valoraciones sobre el sentido de la tierra; la conquista de la singularidad de cada

uno. Es la alternativa que Nietzsche presenta a las envejecidas y caducas formas

culturales de occidente.

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“Si la honestidad es nuestra virtud característica, aquella de la que no podemos

prescindir los espíritus libres, queremos trabajarla con toda nuestra malicia y

nuestro amor,“perfeccionándonos incansablemente en esa virtud nuestra, que es la

única que nos queda, hasta que llegue un día en que su brillo se esparza, como una

sarcástica luz crepuscular, de reflejos azules y dorados, sobre esta cultura envejecida

y sobre su obtusa y sombría seriedad” (p. 377).

En fin, conseguir nuestro único estilo es nuestra voluntad de poder sobre el

mundo.

Para afinar lo expuesto en esta obra, se debe indicar que todo lo expuesto

apunta a indicar la misión que Nietzsche le impronta a la cultura, es decir, el para

qué de la cultura superior; la búsqueda de la unidad con que la voluntad establece

valores sobre el sentido descubierto en la tierra, en el estilo de cada cual, que

devuelve al mundo en su espontaneidad. El descubrimiento del sentido de la

tierra hace mundo en la gesticulación de su nombramiento; esta es la idea de

cultura que Zaratustra indicó, ahora se especifica que sobre el sentido que se

descubre se pueden realizar valoraciones por la propia voluntad, lejos de códigos

predeterminados y delimitados que lo único que consiguen es convertirse en

instrumentos de disimulo, para no enfrentar la responsabilidad de las valoraciones

que se realizan. Al ser la voluntad quien realiza las valoraciones, el sentido

adquiere unidad, convirtiéndose así en nuestro mundo, pero no uno cualquiera,

sino uno que se hace accesible en la unidad de las propias valoraciones sobre el

sentido de la tierra, en el propio estilo; esta es la misión que Nietzsche considera

que le pertenece a la cultura superior de lo ultra humano.

Lo previsto en la primera intempestiva, cuando indicó que la cultura es la

unidad de estilo, encuentra plenitud en esta explicación, ya que en aquel momento

el joven Nietzsche consideraba que dicha unidad de estilo se debía encontrar en la

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constitución artística de un pueblo, es decir, que los seres humanos debían

conceder un sentido artístico al mundo, en presencia de la premisa que la tierra

carece inexorablemente de él, por eso había que concedérselo. La unidad de estilo

se atribuía a un pueblo, mientras que ahora se le atribuye a la actividad unitaria

que realiza la voluntad al valorar el sentido que descubre en la tierra, por tanto es

una actividad individual, no de la colectividad, ni mucho menos impuesta por

parámetros o entidades ajenos al sí mismo.

La moral se critica porque ha sido el principal instrumento de poder de lo

gregario, entendido en este contexto como la religión y el Estado, para obstaculizar

el paso a la unidad que confiere el estilo de la voluntad, a su descubrimiento de

sentido en la tierra. Y es al filósofo, a tono con lo expuesto en La Gaya Ciencia, al

que se le encomienda la misión de hacer ver que la voluntad es quién devuelve al

mundo, en la unidad de estilo de sus valoraciones, y nos libra del escepticismo que

ha provocado el tener que responder a valoraciones ajenas sobre un mundo que se

nos hizo extraño e insólito, y nos devuelve de esta manera a nuestro mundo en su

inocente familiaridad.

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183

LA GENEALOGÍA DE LA MORAL

Ante la nada del mundo, premisa fundamental en la propuesta cultural del

noble engaño en las obras de juventud, Nietzsche se adelanta a afirmar que

considerar al mundo falto de todo sentido es caer en el nihilismo, síntoma

principal de la decadencia de la cultura europea. Desde el prólogo de esta obra se

anuncia claramente que dicha cultura padece una enfermedad incurable; sus

síntomas son evidentes: la búsqueda de la nada, del nihilismo, del sin sentido y la

llegada al escepticismo, puesto como cumbre de la intelectualidad, ha sido

evidente.

“¡Más justo contra esos instintos dejaba oír su voz en mí una suspicada cada vez

más radical, un escepticismo que cavaba cada vez más hondo! Justo en ellos veía yo

el gran peligro de la humanidad, de su más sublime tentación y seducción -¿hacia

dónde?, ¿hacia la nada?-, justo en ellos veía yo el comienzo del fin, la detención, la

fatiga que dirige la vista hacia atrás, la voluntad volviéndose contra la vida, la

última enfermedad anunciándose de manera delicada y melancólica: yo entendía que

esa moral de la compasión, que cada día gana más terreno y que ha atacado y puesto

enfermos incluso a los filósofos, era el síntoma más inquietante de nuestra cultura

europea, la cual ha perdido su propio hogar, era su desvío ¿hacia un nuevo

budismo?, ¿hacia un budismo europeo?, ¿hacia el nihilismo?“ (p. 27).

Considerar que la tierra no tiene ningún sentido, y que por eso es necesario

que la cultura creé alicientes que hagan parecer que los tiene, como lo expuso el

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joven Nietzsche en las obras del primer período, es sencillamente haber tomado

partido por el nihilismo de la cultura europea. Nietzsche lo reconoce con lo

expuesto en esta obra ; acepta que se extralimitó a considerar válido lo expuesto

por Wagner y también por Schopenhauer, que ante la nada del mundo lo único

que quedaba era la creación de alicientes culturales, principalmente en el arte.

Nietzsche se da cuenta que el nihilismo, al que ha conducido a los seres

humanos la cultura tradicional, principalmente por mostrarles que el mundo es

extraño e insólito a la vida, valorado por entidades y explicaciones ajenas, ha

acarreado una enfermedad destructiva a la cultura: la voluntad empieza a desear la

nada, volviéndose de esta manera en contra de la vida misma. Solamente que

ahora se indica que esta moral ha adquirido un disfraz que la oculta para que no se

pregunte por su origen y fundamento, en la compasión.

Lo que se nos quiere mostrar es que dichos padecimientos culturales

pueden conducir a la humanidad a su destrucción; por lo que la empresa cultural

nietzscheana quiere ser atendida de modo urgente.

Con esta obra se avizora un cambio radical, con respecto a las anteriores en

las que Nietzsche trataba de encontrar alternativas artísticas o de sentido a la

cultura. Ante la inevitable decrepitud a la que ha conducido la cultura europea,

por la búsqueda de la nada, poniendo de esta manera a la misma voluntad en

contra de la vida, ya no buscará, ni siquiera propondrá, antídotos para curarla.

Ahora todo parece apuntar a que está preparado a darle un golpe fulminante, para

que la envejecida cultura occidental termine de morir, y así despejar el paso hacía

la cultura superior del horizonte infinito e ilimitado de lo ultra humano, que él

persigue. Y con ello plenificar lo expuesto en Humano, Demasiado Humano, cuando

proponía como alternativa a la decrepitud de la cultura tradicional el proceso de

liberación en lo que llamó la “arquitectura de la cultura”, en la que sostenía que se

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185

debía librar al mundo de todo lo que lo ocultó, especialmente sobre las ficciones

que se crearon sobre la naturaleza, para conseguir una cultura superior.

El ataque frontal y directo a través del método genealógico, busca

desfundamentar la moral de la cultura occidental, que obligaba a los seres

humanos a tener que buscar justificaciones y referentes externos a sus valoraciones

sobre el mundo, como se indicó en Más Allá del Bien y del Mal. Con ello se persigue

señalar la manera en que se empezó a valorar el mundo de modos determinados y

delimitados, por entidades que justifican y a la vez ocultan la voluntad de poder

de los que se declaran garantes de los intereses de instituciones como la religión y

el Estado. He aquí la empresa nietzscheana con esta obra. Se persigue la

desfundamentación de la moral en su origen, descubrir la manera en que se

empezó a valorar, por medio del método genealógico, para desenmascarar las

elevadas pretensiones e ínfulas de la moral actual, que tratan de presentarla de

modo dogmático y preponderante sobre las vidas de los seres humanos.

“Se tomaba el valor de esos valores como algo dado, real y efectivo, situado más allá

de toda duda; hasta ahora no se ha dudado ni vacilado lo más mínimo en considerar

que el “bueno” es superior en valor a el malvado, superior en valor en el sentido de

ser favorable, útil, provechoso para el hombre como tal (incluido el futuro del

hombre). ¿Qué ocurría si la verdad fuera lo contrario? [...] ¿De tal manera que

justamente la moral fuese culpable de que jamás se alcanzasen una potencialidad y

una magnificencia sumas, en sí posibles, del tipo hombre? ¿De tal manera que

justamente la moral fuese el peligro de los peligros?” (p. 28).

La superación de la moral tradicional es imperiosa para conseguir que se de

el paso a lo ultra humano y con ello posibilitar a la voluntad de la vida, en tanto

potencia descubridora del sentido de la tierra, proclamada por Zaratustra, a tomar

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una de sus posibilidades: convertirse en una potencia creadora de valoraciones del

sentido descubierto en la tierra, desde la propia voluntad de poder.

Por eso es que Nietzsche pretende desterrar por completo la moral, porque

sus limitadas valoraciones han impedido que la vida se configure a sí misma, en

tanto potencia creadora de valoraciones sobre el sentido que descubre en la tierra,

a través de su propia voluntad de poder; impidiendo de esta manera el paso a lo

ultra humano. Mas bien, la moral tradicional, ha enfermando a la vida, al

proponerle limitados códigos de valoraciones sobre el mundo, a los que se tiene

que someter, antaño fundamentados en dioses y fuerzas de la naturaleza, y en la

actualidad apelando a la compasión -o lástima- por los seres humanos.

La compasión ha sido el último recurso que se ha utilizado para que la

moral mantenga su predominio sobre las vidas de los seres humanos, ante la

pérdida del prestigio de entidades que otrora le sirvieron de fundamento (dioses o

fuerzas misteriosas atribuidas a la naturaleza); y con ello ha conducido a los seres

humanos a pensar que son seres lastimeros, de sí mismos y de los demás, y por

tanto que su naturaleza es decrépita. Esto es a lo que Nietzsche ataca como una

enfermedad, como la enfermedad del nihilismo que ha llevado a preferir la

búsqueda de la nada, antes que atreverse a dar el salto a lo ultra humano.

De esta manera se está tratando de superar, también, la anterior postura

frente a la moral, que explicaba que lo que se consideraba útil fue a lo que

posteriormente se le dio el nombre de bueno; y en consecuencia, a lo inútil se le

llamó malo, expuesto en el aforismo 19 de Aurora. Con el método genealógico se

da otra interpretación: la moral es dictaminada por la diferencia entre lo elevado,

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noble y poderoso, a lo que Nietzsche llama aristocrático9, y su relación con lo bajo,

débil y vulgar, a lo que llama plebeyo o esclavo. Lo aristocrático luego tomó el

nombre de bueno; y a lo plebeyo, el de malo. Para ello presenta un análisis del

origen de la palabra bueno, en el apartado cuatro del tratado primero, en

diferentes idiomas para acuñar que la palabra bueno es derivada de aristocrático,

mientras que la palabra malo encuentra su derivación en lo bajo, vulgar y débil.

Haciendo justicia, hay que notar que no es una exaltación de lo aristocrático

(en un sentido específico), sino que se persigue hacer ver que los fundamentos de

la moral no han tenido referentes grandiosos o divinos; se trata de mostrar a la

moral en su voluntad de poder, sin disfraces que le oculten y le justifiquen,

remarcando de esa forma, que la responsabilidad (premisa de la acción moral de

occidente) de responder por los propios actos, simplemente es evadida en la

justificación que se responde a valoraciones ya determinadas sobre las acciones, en

donde lo único que quedaba era el cumplimiento de lo establecido. Lo que

también se nos quiere decir es que la moral tradicional ha sido la licencia, para

decirlo de alguna manera, para que determinados individuos se declaren garantes

y representantes de los intereses de instituciones de la colectividad, (tales como la

religión y el Estado), y de esta manera cumplir su voluntad de poder sobre los

demás, sin tener que responder sobre sus propias actuaciones, porque solamente

cumplían con lo que dichas instituciones les ordenaron.

Así, con el método genealógico Nietzsche da cuenta sobre la manera en que

la moral, o actividad de valoración, surgió de la diferencia establecida entre lo

aristocrático, considerado digno y poderoso, y lo plebeyo, considerado indigno y

débil. Con el correr del tiempo lo aristocrático adquirió el nombre de Bueno, de

igual forma que lo plebeyo adquirió el título de malo. Finalmente la moral de lo

9 Esta palabra puede prestarse a falsas interpretaciones en el pensamiento nietzscheano, por ello el traductor Arantegui, (2002, p. 16), prefiere traducir el vocablo sajón vornehm, que en los textos

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aristocrático fue vencida y transformada por la moral plebeya, al transmutar los

valores de grandeza y poderío por los de humildad y sumisión. Esta fue una

ingeniosa, pero nefasta, venganza de los plebeyos contra la moral de los señores.

Ya que todo lo humano se valoró con criterios que lo hicieron ver y sentirse como

algo lastimero, bajo e indigno. Para que este modelo se hiciera efectivo entre los

seres humanos, al menos los de occidente, no dudaron en proclamar lo bajo y

lastimero como una gran virtud. Contribuyendo de esta manera a que la vida se

volviera contra sí misma, haciendo a un lado todo el potencial creador de

valoraciones de la vida sobre el descubrimiento de sentido en la tierra. Esto

encuentra explicación en la transmutación que, al parecer de Nietzsche, realizaron

los judíos ante la dominación romana, en los comienzos de nuestra era. Los

valores que el pueblo judío tuvo como propios en el comienzo, lo bueno, lo

poderoso, lo abundante, eran muestras y manifestaciones del agrado y el poder de

su Dios durante su consolidación y hegemonía como pueblo sobre los vencidos

vecinos, que tuvieron que ceder sus tierras a las doce tribus de Judá, no obstante,

ante la implacable dominación romana a la que fueron sometidos posteriormente,

hicieron virar el agrado y el poder de su Dios a preferencias sobre lo débil, lo bajo,

lo enfermo y sometido, y a eso le llamaron bueno, concediéndole la categoría de la

más alta virtud. Esta fue su alternativa, ingeniosa por cierto, a la dominación

romana; una salida que Nietzsche considera digna a su estado de dominación.

Esta solución fue ingeniosa en manos del pueblo judío, no obstante, el problema

que Nietzsche señala es que toda la moral de occidente se ha fundamentado en las

virtudes que transvaloraron los judíos, como una manera perspicaz de salir

victoriosos de sus enemigos. Esta transvaloración fue ingeniosa en su momento,

ahora toca transvalorar de nuevo, y no sólo, sino que con eso se nos quiere mostrar

que las transvaloraciones han sido el fundamento de los valores que en la

actualidad se tienen por dogmas; nada más errado.

que se utilizaron para este estudio se presenta como “aristocrático”, por el término: “distinción”.

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De esta manera, la cultura occidental fue utilizada para dominar a la

aristocracia y ensalzar los valores de los plebeyos. Según Nietzsche, a esto fue a lo

que se le llamó “civilización”. Entendiendo ésta como la manera en que se ha

ocultado y justificado la efectiva voluntad de poder de los que se proclamaron

garantes y representantes de las instituciones de la colectividad (religión y Estado),

sobre los demás.

“Suponiendo que fuera verdadero algo que en todo caso ahora se cree ser verdad, es

decir, que el sentido de toda cultura consistiese cabalmente en sacar del animal

rapaz hombre, mediante la crianza, una animal manso y civilizado, un animal

doméstico, habría que considerar sin ninguna duda que todos aquellos instintos de

reacción y resentimiento, con cuyo auxilio se acabó por humillar y dominar a las

razas nobles, así como todos sus ideales, han sido los auténticos instrumentos de la

cultura; con ello, de todos modos, no estaría dicho aún que los depositarios de esos

instintos representen también ellos mismo a la vez la cultura” (p. 56).

Nietzsche ataca la cultura que ha generado una civilización que exalta la

sumisión y la fragilidad, establecidas como valoraciones dogmáticas sobre un

fundamento que resultó ser, bajo el análisis del método genealógico, la venganza

de los plebeyos sobre los aristócratas, para hacer ver que un obstáculo

insignificante nos impide dar el salto a lo ultra humano. En otras palabras, se nos

indica que una moral basada en el resentimiento de los esclavos contra los señores,

solamente que presentada en la actualidad como dogma incuestionable y de un

origen grandioso, no permite que la humanidad avance, es más, está llevándola a

límites en donde el nihilismo marca el camino hacía el propio aniquilamiento.

Como se ve, se ataca la visión que pretende mostrar a la civilización como la

cumbre de la humanidad, y con ello obnubilar el horizonte ilimitado de sentido

que es la tierra, y la potencia creadora de valoraciones de la voluntad de la vida

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190

sobre él, que se abriría al dar el salto a lo ultra humano. Y luego continúa

preguntándose:

“¿Qué es lo que hoy produce nuestra aversión contra el hombre? –pues nosotros

sufrimos por el hombre, no hay duda.- No es el temor; sino, más bien, el que ya

nada tengamos que temer en el hombre; el que el gusano hombre ocupe el primer

plano y pulule en él; el que el hombre manso, el incurablemente mediocre y

desagradable haya aprendido a sentirse a sí mismo como la meta y la cumbre, como

el sentido de la historia, como hombre superior” (p. 57).

Se confirma lo anunciado en el prologo; el gran peligro de la enfermedad de

la cultura es que podría terminar por destruir también al ser humano, es decir,

terminaría arrastrándolo al nihilismo, al cansancio de sí mismo, a considerarse un

ser lastimero y eso sería su fracaso. ¿Qué es lo que queda anunciado, de manera

tácita? Efectivamente, la devolución del misterio al hombre, referido a la

posibilitación de la potencia creadora de la voluntad de la vida de cada cual; la

configuración de la vida de cada uno por medio de sus propias valoraciones, como

un claro atributo del paso a lo ultra humano.

“¡Una mirada a un hombre que justifique a el hombre, una mirada a un caso

afortunado que complemente y redima al hombre, por razón del cual me sea lícito

conservar la fe en el hombre! [...] Pues así están las cosas: el empequeñecimiento y

nivelación del hombre europeo encierran nuestro máximo peligro ya que esa visión

cansa [...] Justo en esto reside la fatalidad de Europa- al perder el miedo al hombre

hemos perdido también el amor a él, el respeto a él, la esperanza en él, más aún, la

voluntad de él. Actualmente la visión del hombre cansa -¿qué es hoy el nihilismo si

no es eso? [...] Estamos cansados de el hombre” (p. 58).

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191

El nihilismo, o la búsqueda de la nada, sobre lo humano surge cuando una

transvaloración que realizó la moral de la cultura tradicional, es presentada como

fundamento incuestionable y dogmático, impidiendo el lugar a la potencialidad

creadora de valoraciones que posee la voluntad de la vida, en sus propias

valoraciones sobre el sentido de la tierra, a través de su voluntad de poder. Al

imponer determinadas valoraciones como las únicas válidas y efectivas, lo que se

consigue es que el hombre se limite a su cumplimiento, dejando así de lado todo su

misterio que radica en la espontaneidad e ingenio de su voluntad. La moral

tradicional le ha arrebatado todo el misterio a los seres humanos, al haber

presentado ciertas valoraciones, que resultaron bajo el análisis del método

genealógico como la venganza de los plebeyos contra los aristócratas, es decir no

corresponde en realidad a las ínfulas de dogma y verdades a las que se remitían

como grandiosos fundamentos; con ello lo único que han conseguido es que el

hombre se convirtiera en un ser digno de lástima, si no de menosprecio. Con esto

Nietzsche nos conduce a mirar que la moral tradicional se ha fundado en

transvaloraciones, y no tanto en fundamentos grandiosos y dogmáticos, como se le

ha tratado de presentar, y con ello hacer ver que la transvaloración que exige de la

voluntad, en tanto potencia creadora de valoraciones sobre el horizonte ilimitado

de sentido que es la tierra, no sólo es viable, sino que es necesaria para dar el paso

a lo que sigue: lo ultra humano.

En el tratado segundo, se comprende claramente que el anuncio del

nihilismo difiere del escepticismo que se anunció en Mas Allá del Bien y del Mal. El

nihilismo se refiere a las valoraciones que la moral ha realizado sobre lo humano,

mientras que el escepticismo critica las valoraciones que se han realizado sobre la

tierra. El nihilismo especifica lo humano, y el escepticismo ha sido provocado por

las valoraciones, impuestas como válidas y únicas, sobre el mundo.

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192

Para mostrar la manera en que la moral tradicional ha sido una manera de

maquillar la voluntad de poder, mezquina y violenta, de los que se declaran

garantes de las instituciones de la colectividad, Nietzsche nos muestra que las

nociones de justicia, culpa y responsabilidad, no son más que maneras sofisticadas

de agresión, fundadas en la relación de causa-efecto, en donde a cada causa se le

ha normado un efecto que se transforma en sufrimiento o recompensa. En el caso

de lo que se norma como una causa que se considera agresora de los intereses de

las instituciones colectivas, se norma un efecto que se transforma en un castigo,

que comúnmente causa dolor torturas, azotes públicos, limitación de la

locomoción, trabajos forzosos o actividades denigrantes , pensando ingenuamente

que con estas prácticas se restituirá de algún modo el daño que se provocó; nada

más equivocado. Lo que en realidad sucede, es que disfrazamos nuestros deseos

de venganza en instituciones que validamos para justificar nuestra voluntad de

poder, sin necesidad de ser plenamente responsables por ello, ya que los castigos y

sentencias dictaminadas se adjudican a las leyes e instituciones que supuestamente

fueron agraviadas. Pretender que el sufrimiento repare lo que nos parece que se

ha agraviado, es para Nietzsche un goce sádico, que busca que el sufrimiento ajeno

compense nuestros deseos reprimidos de venganza. Provocar este sufrimiento es

innecesario y absurdo para Nietzsche. No podemos entender de que manera se ha

llegado a pensar que el sufrimiento y el dolor cometidos institucionalmente

(jueces, tribunales, cortes, decálogos, leyes, penas, prisiones, sentencias, etc.) y

también religiosamente (culpa, castigos o maldiciones divinas, etc.) remedian, o

pagan las faltas cometidas. Se debería pensar en formas más consecuentes, y no en

el supuesto de que el dolor y el sufrimiento enmiendan y expían los errores

cometidos. Como es evidente, la empresa nietzscheana de crítica de la cultura

tradicional adquiere matices muy específicos. Todo este esfuerzo se da para que se

vislumbre que lo humano se ha agotado, es urgente que se de el salto hacía lo ultra

humano.

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193

Al final del tratado tercero, se anuncia con tono profético la llegada del

hombre redentor, el que libre a la humanidad de la enfermedad del nihilismo y del

escepticismo que ha provocado la cultura tradicional, y todo parece apuntar que se

trata de Zaratustra, en tanto profeta de lo ultra humano, anuncia el descubrimiento

del horizonte ilimitado de sentido en la tierra; en la posibilitación de la potencia

creadora de valores de la propia voluntad de la vida. Para dar el salto hacia lo

ultra humano, anunciado por Zaratustra, es absolutamente necesario eliminar a la

decrépita cultura tradicional.

La misión de señalar la enfermedad del nihilismo, se pone en el filósofo, al

igual que en la obra anterior, solamente que ahora se agrega al artista. Se les

encomienda esta misión luego de haberse liberado de la enfermedad cultural, que

ahora es llamada por Nietzsche “ ideal ascético”, como una manera de señalar que

el fundamento de las instituciones que se imponen sobre la colectividad (religión y

Estado) sirve como justificación para la voluntad de poder de algunos que se

declaran sus representantes y garantes, cuando en realidad lo que no quieren es

responder por su voluntad de poder, por ello les resulta muy beneficioso que se

consoliden instituciones que ensalcen una moral que eleva a categoría de gran

virtud, el sometimiento débil, frágil y lastimero a la voluntad de entidades ajenas.

El resultado del ascetismo ha sido el hastío de sí mismos, de la vida,

conseguir que los seres humanos se consideren seres lastimeros, lo que les ha

dejado, en primer lugar, el camino para hacerse sufrir y hacer sufrir a los demás, en

su afán de alcanzar un sentido: vivir para sufrir y hacer sufrir como única opción.

“Pues una vida ascética es una contradicción: en ella domina un resentimiento sin

igual, el resentimiento de un insaciado instinto y voluntad de poder que quisiera

enseñorearse, no de algo existente en la vida, sino de la vida misma, de sus más

hondas, fuertes, radicales condiciones; en ella se hace un intento de emplear la fuerza

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194

para cegar las fuentes de la fuerza; en ella la mirada se vuelve, rencorosa y pérfida,

contra el mismo florecimiento fisiológico, y en especial contra la expresión de éste,

contra la belleza, la alegría; en cambio se experimenta y se busca un bienestar en el

fracaso, la atrofia, el dolor, la desventura, lo feo, en la mengua arbitraria, en la

negación de sí, en la autoflagelación, en el autosacrificio” (pp. 152 y 153).

La meta nietzscheana es evitar que la cultura enferma termine por arrastrar

consigo al hombre, a su final, dejando de lado todas las posibilidades que le

quedan aún sin escrutar en el horizonte ilimitado de lo ultra humano, toda su

potencialidad creadora de valoraciones quedaría truncada. Es más, Nietzsche

indica que todas las instituciones e instrumentos de la cultura tradicional, tales

como el arte, la ciencia, la religión, la moral y las costumbres, deben ser

abandonadas para poder vislumbrar el horizonte de lo ultra humano.

“Indudablemente, cuando lograsen introducir en la conciencia de los afortunados su

propia miseria, toda miseria en general: de tal manera que éstos empezasen un día a

avergonzarse de su felicidad y se dijesen tal vez unos a otros: ¡es una ignominia ser

feliz!, ¡hay tanta miseria! [...] ¡lejos de la proximidad de todos los manicomios y

hospitales de la cultura! Y, por ello, ¡buena compañía, la compañía de nosotros!, ¡o

soledad, si es necesaria! Pero, en todo caso, ¡lejos de los perniciosos miasmas de la

putrefacción interior de la oculta carcoma de los enfermos! [...] Para defendernos así

a nosotros mismos, amigos míos, al menos por algún tiempo todavía, de los peores

contagios que pueden estarnos reservados cabalmente a nosotros, -¡de la gran

nausea respecto al hombre!, ¡de la gran compasión por el hombre!” (pp. 161 y 162).

Las limitantes que impone la enferma cultura hacen del ser humano un ser

rencoroso, que práctica reglas que lo hacen hipócrita, ya que solamente disfraza

sus impulsos con sofisticados discursos, y es más, alejando de cada uno la

responsabilidad de los hechos a la justificación que sólo se cumplen parámetros

establecidos. Esto conduce a engendrar la maldad, como se anunció en Zaratustra,

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195

para consigo mismo y para con los demás, y ello sin reconocerlo, por que

rápidamente se le atribuyen a entidades ajenas (que pueden ser divinas o puestas

en una especie de espíritu universal, por ejemplo: el bien y el mal, la justicia, etc.).

“¡Ójala fuera yo otro cualquiera!, así solloza esa mirada: pero no hay ninguna

esperanza. Soy el que soy: ¿cómo podría escaparme de mí mismo? Y, sin embargo, -

¡estoy harto de mí! [...] En este terreno del autodesprecio, auténtico terreno

cenagoso, crece toda mala hierba, toda planta venenosa, y todo ello muy pequeño,

muy escondido, muy honesto, muy dulzón. Aquí pululan los gusanos de los

sentimientos de venganza y rencor; aquí el aire apesta a cosas secretas e

inconfesables; aquí se teje permanentemente la red de la más malévola conjura, -la

conjura de los que sufren contra los bien constituidos y victoriosos, aquí el aspecto

del victorioso es odiado. ¡Y cuanta mendacidad para no reconocer que ese odio es

odio! ¡Qué derroche de grandes palabras y actitudes afectadas, qué arte de la

difamación justificada! Esas gentes mal constituidas: ¡qué noble elocuencia brota de

sus labios!” (p. 158 y 159).

En las últimas páginas de esta obra se retoma el tema de la ciencia, y

siempre se le muestra como una de las causantes de la enfermedad cultural; en dos

aspectos: 1. Su búsqueda de la verdad está puesta en pretensiones metafísicas, ya

que la verdad conlleva la necesidad del principio de no engaño, dentro del ideal

ascético, como una consideración ética última, en la divinidad, dentro de un

ordenamiento moral. 2. Al arrebatarle el misterio al ser humano, por su afán y

búsqueda de respuestas y soluciones objetivas a su problemática, se le ha

convertido en un ser vulgar, aniquilando su importancia, al mostrarle sin misterio.

“Ay, ha desparecido la fe en la dignidad, singularidad, insustituibilidad humanas

dentro de la escala jerárquica de los seres, -el hombre se ha convertido en un animal,

animal sin metáforas, restricciones ni reservas, él, que en su fe anterior era casi Dios

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(hijo de Dios, hombre Dios) [...] A partir de Copérnico el hombre parece haber caído

en un plano inclinado, -rueda cada vez más rápido, alejándose del punto central, -

¿hacía dónde?, ¿hacía la nada?, ¡hacía el horadamente sentimiento de su nada?” (p.

196).

Con ello podríamos afirmar que la iniciativa nietzscheana, en este punto, es

devolver el misterio a cada ser humano; su inaprehensibilidad; en el paso a la

cultura superior de lo ultra humano.

“¿Quién tiene suficientes ánimos para ello? –¡en nuestras manos esta el “idealizar”

la tierra entera!... Más qué digo ánimos, aquí hace falta una sola cosa, precisamente

la mano, una mano sin prevenciones, completamente libre de prevenciones” (p.

201).

La cultura superior es la alternativa a la decrepitud de la cultura tradicional,

el salto hacía lo ultra humano. Lo que especifica que la cultura superior abre el

horizonte ilimitado de sentido de la tierra, al que podemos valorar desde la propia

voluntad, y con ello obtenemos el mundo, nuestro mundo.

El ideal ascético ha sido el sentido que la cultura tradicional le ha dado a la

vida de los seres humanos. Las maneras solapadas de hacer sufrir, en la

justificación de instituciones que se respaldan en dioses, en la naturaleza, en la

colectividad, o en la compasión, en fin en voluntades ajenas que les imponen

maneras predeterminadas de valorar al mundo, Nietzsche las señala, por medio

del método genealógico, como una manera estropeada de dar sentido a la

existencia.

“Si prescindimos del ideal ascético, entonces el hombre, el animal hombre, no ha

tenido hasta ahora ningún sentido. Su existencia sobre la tierra no ha albergado

ninguna meta; ¿para qué en absoluto el hombre? -ha sido una pregunta sin

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197

respuesta; faltaba la voluntad de hombre y de tierra; ¡detrás de todo gran destino

humano resonaba como el estribillo un en vano todavía más fuerte! Pues justamente

esto es lo que significaba el ideal ascético: que algo faltaba, que un vacío inmenso

rodeaba al hombre, -éste no sabía justificarse, explicarse, afirmarse a sí mismo, sufría

del problema de su sentido” (p. 203 y 204 ).

Para finalizar, podríamos indicar que la cultura tradicional depositó el

sentido, no sólo del hombre, sino de la tierra, en el ideal ascético, y con ello

provocó que lo que buscaba como fuente terminara mostrando la carencia de lo

que debía proveer: el sentido. Todo esto apunta a que la cultura se constituye en la

búsqueda de sentido, que se realiza en la fuente original que es la tierra, y en las

valoraciones que los seres humanos realizan sobre ella desde su propia voluntad.

Lo que se persigue es la manifestación plena de la vida. Aunque es una idea

divisada desde las primeras obras, en donde el sentido debía ser proveído por los

alicientes que la cultura presentaba ante la inexorable carencia de sentido de la

tierra, se plenifica al explicar claramente que el sentido puede y debe ser

descubierto en la tierra, al que la voluntad valora. Esta es la cultura superior que

Nietzsche anuncia, que viene a suplantar a la envejecida cultura occidental. La

cultura de lo ultra humano, en la que el descubrimiento del sentido depende del

ingenio y la apertura que la voluntad encuentra en la tierra y en su existencia. Lo

que se abre es un horizonte ilimitado de sentidos en la tierra, además de una

capacidad inmensa de valorarla e interpretarla. Con esta obra, Nietzsche muestra

el salto a la cultura de lo ultra humano, que quede claro, este es sólo el salto, lo que

depara es la plenitud del horizonte de sentido de la tierra descubierto y valorado,

de infinitas formas, por la propia voluntad; no se está definiendo la manera en que

debe ser lo ultra humano, sino que simplemente se está señalando su gran pórtico,

lo que viene después es indefinible, y así tiene que ser, porque al tratar de definir

estaríamos en camino de regreso a la cultura tradicional, limitada y determinada

por sentidos ficticios y ajenos a la propia voluntad. La única misión, o

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198

característica, que Nietzsche le adjudica a la cultura superior, es la constante

superación y de sí misma; infatigablemente se trascenderá a sí misma, en el

horizonte ilimitado del sentido. El señalamiento del gran pórtico de lo ultra

humano, -el avistamiento del horizonte de sentido-, como la cultura superior que

se anunció desde la primer obra, en El Nacimiento de la Tragedia, se aclara en el

período de epílogo de su pensamiento, en las últimas obras de nuestro autor.

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SÍNTESIS DEL TERCER PERÍODO

Con la obra Así habló Zaratustra, se llega a la cumbre del pensamiento

nietzscheano. Se anuncia claramente que la cultura vigente, que ha engendrado

“al hombre”, debe ser superada por la cultura superior, que dará como fruto al

superhombre. Lo que se busca es dar el siguiente paso; la cultura superior como el

descubrimiento del sentido de la tierra, al que la voluntad valora por sí misma. En

este camino, Zaratustra anuncia que el lenguaje de la cultura superior es el que al

gesticular el sentido de la tierra, nombra al mundo. Es así como el lenguaje de la

cultura tradicional, que pretendía que nombrar equivalía a conocer el sentido de la

tierra, queda superado. La gesticulación del sentido de la tierra, que nombra al

mundo, está a tono con el devenir de la vida, y no pretende tomar el lugar de lo

nombrado.

Con ello se abre un horizonte de posibilidades ilimitadas de sentido,

entonces se puede superar al hombre, y en la plenitud de la individualidad, nacerá

el superhombre.

La unidad con que la voluntad establece valores sobre el sentido descubierto

en la tierra la provee lo que Nietzsche llama en Más Allá del Bien y del Mal, el estilo,

y con ello podemos indicar que este segundo libro de la trilogía de Zaratustra, trata

de mostrar la misión de la cultura superior. Mientras que el encargado de

devolver a la voluntad su propio estilo es el filósofo, que libre de las ataduras de la

cultura tradicional, vislumbra que la actividad de valoración del mundo no tiene

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200

que recurrir a referentes ajenos, sino que es posible desde la propia voluntad. En

este sendero, la moral tradicional, con sus valoraciones determinadas y

delimitadas sobre el mundo, debe ser trascendida.

En la cumbre aclaratoria del pensamiento de Nietzsche, expuesto

principalmente en La Genealogía de la Moral, esto quiere decir que la cultura

superior busca desplazar por completo a la cultura tradicional, y convertirse de

esta manera en el salto definitivo hacía lo ultra humano; el paso del volatinero de

Zaratustra por la cuerda tendida entre el hombre y el superhombre.

De aquí en adelante la visión fundamental de cultura superior no cambia, ya

está definida, sólo se irán especificando sus elementos. Así, en Más Allá del Bien y

del Mal se especifica que la superación de la moral es urgente, para librar a la

humanidad del escepticismo al que les ha conducido el considerar un mundo

extraño e insólito, desde valoraciones determinadas y delimitadas por entidades

ajenas.

La moral es el fundamento del poder, específicamente, religioso y estatal, y

se establece de esta manera para escudar la voluntad de poder de los que se

declaran sus representantes y garantes, en la colectividad, sin que nadie les pueda

interpelar por sus acciones, porque han trasladado la carga de su responsabilidad a

los mandatos y deberes que les imponen dichas instituciones. La alternativa

nietzscheana a la moral que sólo busca justificar y maquillar los procedimientos de

los gregarios es la transformación de los valores, misión encomendada a los

filósofos, que en sus propuestas lleven a recorrer los caminos que aún no han sido

descubiertos; especialmente, que conduzcan al hombre a considerar que su futuro

depende de su voluntad. Sin embargo, en la cultura vigente, ésta actividad del

filósofo ha sido usurpada por el científico; los resultados han sido nefastos: un

amalgamamiento de los conocimientos sin ningún sentido, y sin nadie que tenga

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que dar cuenta de la unidad y del significado de todo el conocimiento. El filósofo

es el que tiene la visión del todo, en la unidad de estilo, y con ello puede descubrir

nuevos sentidos a la existencia, y para ello muestra que la unidad de valoraciones

sobre el sentido de la tierra se consigue en el estilo propio y original de la propia

voluntad.

La Genealogía de la Moral se constituye en un libro, o manual, de

señalamientos de los síntomas de envejecimiento de la cultura europea sean: la

búsqueda de la nada, del nihilismo, del sin sentido del ideal ascético, que han

terminado por convertirse en los grandes peligros de la humanidad, porque

buscan poner a la voluntad en contra de la vida, por medio de la moral vigente. La

principal preocupación se basa en que la envejecida cultura podría arrastrar a los

seres humanos a su propio aniquilamiento. Por ello, con el método genealógico

Nietzsche trata de mostrar que los fundamentos de la moral occidental han estado

basados en la actividad de transvalorar, para señalar de esta manera que sus

orígenes no son grandiosos ni inamovibles, como se les ha presentado. Con esta

desfundamentación de la moral Nietzsche persigue indicar que las bases morales

de la cultura occidental han sido minadas de tal manera que se hacen insostenibles,

y la alternativa no puede ser el nihilismo, sino el paso a lo ultra humano. El último

libro de la trilogía trata de mostrar por qué la cultura occidental debe ser

abandonada.

Esto posibilita que se despeje el horizonte del sentido, y en su

descubrimiento está la cultura superior, que desplazará a la envejecida cultura

occidental.

Este proceso lo posibilita el hombre redentor, que se comprende es el artista

y el filósofo. Y su principal meta es devolver al hombre su misterio, arrebatado

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por la moral y la ciencia, y mostrarle, (en tono profético de Zaratustra), que el

campo del sentido es ilimitado.

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CUARTO PERÍODO

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204

EL CASO WAGNER

Carta Turinesa de Mayo de 1888

En el prefacio de esta pequeña obra, el doctor en filología clásica, anuncia lo

que será su misión; trascender el señalamiento de los males de la cultura, y con ello

busca superar su época. La misión de señalar la enfermedad cultural y mostrar el

horizonte que se abriría al momento de hacer a un lado, o ayudar a la muerte de la

cultura vigente, es puesta, -siguiendo lo expuesto en Más Allá del Bien y del Mal-, en

el filósofo, como el intermediario del radical cambio, para ello el filósofo primero

debe librarse de los parámetros y de toda la influencia de la cultura en la que vive,

para que de esta manera pueda señalar el pórtico de lo ultra humano de la cultura

superior.

“¿Qué es lo que exige de sí un filósofo en primero y último lugar? Superar en sí la

época, llegar a ser intemporal. ¿Con qué es con lo que ha de sostener su más dura

lucha? Con las cosas en que precisamente él es hijo de su época” (p. 152).

Es más, la misión del filósofo es, si es necesario, y así lo clama Nietzsche,

hasta matar a su época, y para ello utiliza la analogía de la obra musical titulada

Carmen10 (1875), del músico francés George Bizet (1838-1875), en que el

protagonista, -el amante-, termina asesinando al motivo de su amor.

“No conozco otro caso en que el espíritu trágico que forma la esencia del amor se

exprese tan ásperamente, se formule tan terriblemente como en el último grito de

Don José, con que termina la ópera:

¡Sí! ¡Yo la he matado,

10 Carmen (1999). En El mundo de la música. (Vol. I, p. 97). España: Editorial Océano.

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yo, a mi Carmen adorada!

Semejante concepción del amor (la única digna del filósofo), es rara: crea una obra

de arte entre mi” (p. 155).

Con la carta turinesa se comprende, en primer momento, que mucho del

esfuerzo nietzscheano de la propuesta de la cultura superior es establecer distancia

con el pensamiento de Schopenhauer y de Wagner, que le influyeron notablemente

en la propuesta cultural artística de las obras de juventud, en las que aceptaba sin

ninguna objeción que el sentido del mundo tuviera que ser creado por alicientes

artísticos, ante la premisa nihilista que el mundo carece inevitablemente de él. En

segundo momento, nos está indicando que para romper definitivamente con la

moral occidental, con sus antiguos convencionalismos, no sirve la solución

schopenhaueriana al problema, seguida por Wagner. Así, Nietzsche reconoce que

sigue el camino de ruptura que realizó Schopenhauer con la moral al destruir los

antiguos convencionalismos, pero no lo sigue con la propuesta que realiza

después; ante la destrucción de los fundamentos de la moral, no propone la nada

como única alternativa, porque ello sería dejarse engañar por el último de los

maquillajes de la decadencia de la cultura occidental, hacer que se desea la nada

antes que dar el paso a lo ultra humano, como se anunció en La Genealogía de la

Moral.

“Por fin encontró una salida: el escollo contra el cual había naufragado habría

podido ser interpretado por él como la meta, como su intención recóndita, como el

verdadero sentido de su viaje. Naufragar aquí, también esto era una meta. [...] Y

tradujo el Anillo al lenguaje schopenhaueriano. Todo va de capa caída, todo camina

su destrucción, el nuevo mundo es tan malo como el viejo: la nada” (p. 160).

Por ello podemos afirmar, que la misión del filósofo es titánica; mostrar la

decadencia de los convencionalismos, cuando nadie ve su efectivo estado, porque

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206

ellos mismos son decadentes. Esto es señalado cuando se refiere a la decadencia

del arte wagneriano y el aplauso que recibió su obra musical en Europa.

“¡Cuán emparentado debe de estar Wagner con toda la decadencia europea, para no

haber sido considerado por ésta como decadente! Le pertenece: es el protagonista de

ésta, su mayor nombre[...] Los que ensalzan a Wagner se ensalzan a sí mismos.

Porque el hecho de no poder defenderse de él es ya un signo de decadencia. El

instinto está debilitado. Aquello de que nos debemos avergonzar nos atrae. Nos

llevamos a los labios aquello que nos empuja más al abismo” (p. 161).

En este derrotero, toma sentido la ruptura de Nietzsche con Wagner,

mientras que este postulado ocupa su puesto en la empresa nietzscheana: mostrar

la enfermedad de la cultura, señalar su decrepitud en la búsqueda de la nada, y

con ello borrar de tajo su maquillaje y así promover su caída, para permitir, claro

está, el avistamiento del horizonte del sentido de la tierra y la total espontaneidad

de la voluntad para valorarlo.

Como se ve, lo que Nietzsche trata de hacer es señalar el nihilismo de la

cultura occidental; no es una propuesta suya la llegada del nihilismo, sino que su

misión es librar a los seres humanos de ser arrastrados a la decadencia por la

búsqueda de la nada. Nietzsche ve “con el ojo altivo de Zaratustra” las inmensas

posibilidades de sentido que están sin ser descubiertas y ser expuestas a la luz, por

la hegemonía injustificada que hasta este momento ha sustentado un puñado de

sentidos ficticios sobre el mundo, que no permiten la consideración del resto; un

puñado de sentidos déspotas, que impiden el miramiento a la inagotable fuente de

sentido que es la tierra, que vendría a ser el pórtico de lo ultra humano,

imposibilitando la actividad de la voluntad que valora su propio mundo.

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207

El arte en la cultura occidental ha sido confinada a buscar la nada, y a eso se

le ha llamado cumbre estética, (especialmente cuando Nietzsche se refiere al arte

de Wagner), cuando ciertamente se le está utilizando como un maquillaje

distractor de la decadencia de la cultura. A los maquilladores o disimuladores de

la gran enfermedad de la cultura, Nietzsche los llama, en el apartado seis, “los

cretinos de la cultura”; que prefieren mostrar un arte que imita la apariencia del

mundo, una imitación sobre la imitación, indicada en la Miscelánea de Opiniones y

Sentencias, para que sirva de señuelo al mostrar que la invención artística es una

salida “sublime” ante la inexorable falta de sentido del mundo, en una palabra, de

su inexorable nada.

“los cretinos de la cultura, los pequeños hastiados , los eternos femeninos, los que

digieren fácilmente, en suma, el pueblo, tienen igualmente necesidad de lo sublime,

de lo profundo, de lo violento” (p. 163).

Los cretinos de la cultura han divido y viviseccionado el lenguaje, aún el

literario, y lo han “atomizado”, a ello se debe la falta de estilo; en la unidad con

que la voluntad establece valores, en este caso artísticos, sobre el nombramiento

del sentido descubierto en la tierra, en la propuesta de la cultura superior de

Zaratustra al respecto del lenguaje. La cultura occidental muestra su falta de

estilo, en lo que podríamos llamar uno de sus últimos síntomas de decadencia,

reflejado en la literatura, al mostrar que a las palabras se les ha hecho parecer

independientes de lo que las posibilita; el nombramiento del mundo.

“Esta vez me ciño al problema del estilo. ¿Qué es lo que caracteriza toda decadencia

literaria? Esto: que la vida no reside ya en el conjunto. La palabra se hace soberana

y da un salto fuera de la frase, la frase engruesa y oscurece el sentido de la página, la

página adquiere vida a costa del conjunto. Pero ésta es la imagen de todo estilo

decadente: siempre anarquía de los átomos, disgregación de la voluntad, libertad del

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208

individuo para hablar un lenguaje moral, y extendiendo esto hasta hacer de ello una

teoría política, igualdad de derechos para todos. [...] El conjunto, en general, no vive

ya: es una aglomeración, es cosa calculada, ficticia; es un artefacto” (pp. 165 y 166).

La búsqueda de nimios conocimientos, puestos en la actualidad como

especialización, sólo buscan desviar la atención del conjunto enfermo; y

consecuentemente de la unidad que reclama el sentido de la vida. La

consideración del significado que surge en el conjunto del estilo se pierde, se

buscan pequeños narcóticos, para no tener que encontrar el significado de esa

parte en la totalidad, y lo que es peor, que no tenga que haber nadie que tenga que

dar cuenta de ella. El significado surge, en esta propuesta, en la unidad que la

voluntad de la vida establece sobre el mundo; siempre una pequeña parte sólo

dará cuenta de su cortedad. ¿De qué estamos hablando? Pues efectivamente de la

vida y de la negación que le hacemos a su plenitud, para contentarnos con las

nimiedades y encerrarnos en ellas.

En Wagner se encuentra la prueba de la decadencia de la cultura, y su

evidencia es la búsqueda de la complacencia de la masa informe, sin estilo, que

busca entretenimiento, para ello se les hace necesario un arte que finja la vida. En

este mismo derrotero Nietzsche ubica al literato francés Víctor Hugo.

“Víctor Hugo y Ricardo Wagner significan una sola y misma cosa: que en culturas

de decadencia, que siempre que la decisión está en manos de la masa, la pureza es

nociva, repelente. Únicamente el gran comediante despierta aún gran entusiasmo.

Con esto empieza para el comediante la edad de oro, para él y para todo lo que es

anejo a su género. Wagner marcha con tambores y pífanos a la cabeza de todos los

artistas de la recitación, de la representación, del virtuosismo; en primer lugar, ha

persuadido a los directores de orquesta, a los maquinistas y a los cantantes de teatro.

Sin olvidar a los profesores de orquesta: los redimió del aburrimiento [...] La

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209

adhesión a Wagner cuesta cara. Midámosla por sus efectos sobre la cultura” (pp.

175 y 178).

En resumidas cuentas, el afán de trascender la época se debe a los males que

la cultura ha demostrado en el nihilismo, en el que Schopenhauer, seguido por

Wagner, no tuvieron la suficiente suspicacia para descubrir que luego de romper

los convencionalismos de la moral no se debía proclamar la nada como la cumbre

de la cultura, porque eso no es más que un narcótico que disimula su decadencia.

La enfermedad llegó a tal grado que la cultura necesitó del arte para maquillar con

entretenimiento al nihilismo, y con ello se consiguió que perdiera el estilo, en tanto

unidad estética del significado de las valoraciones sobre el sentido de la tierra,

asimismo, este afán utilitario sobre el arte, terminó corrompiendo a la literatura, al

grado que el estilo simplemente ha sido suplantado por la “atomización” de las

palabras, que lejos de nombrar al mundo, la cultura tradicional les dio

independencia, hasta el grado de imposibilitarse el acceso al significado. Por eso,

el encargado de trascender los males de ésta época, especialmente en la utilización

que se hace del arte, y hacer ver al arte que tiene que encontrar el significado de los

sentidos que ella misma descubre en la tierra, es puesta siempre en el filósofo.

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210

EL OCASO DE LOS ÍDOLOS

La enfermedad es el motivo de esta obra. Señalar el origen de la

enfermedad de la cultura de occidente; continuando de esta manera lo iniciado por

el método genealógico, de la última obra del tercer período, al respecto de mostrar

que el origen de la moral no fue moral, sino que se basó en las transvaloraciones

que se han realizado a conveniencia. En la carta turinesa se muestra la manera en

que el nihilismo de la cultura occidental ha enfermado al arte, manifestado como

un síntoma. Con esta obra se dilucidará el origen de la enfermedad de la cultura.

Podríamos decir que Nietzsche aplica el análisis del método genealógico a la

totalidad de la enfermedad de la cultura, ya no sólo de la moral. El diagnóstico es

sorprendente: el origen de la enfermedad comenzó con los así llamados primeros

filósofos: Sócrates y Platón. La enfermedad introducida fue la “postura negativa

frente a la vida” (p. 561).

La primer afección que Nietzsche ve en los primeros filósofos, fue la

ambición de tratar de decir qué es la vida; tratar de dictaminar algo que es

indefinible, no obstante en la cultura occidental se ha tratado de definir, y lo único

que están consiguiendo es limitarla a un puñado de posibilidades; origen de la

enfermedad que padece.

“el valor de la vida es algo que no se puede tasar. No puede serlo por un juez vivo

porque éste es en parte e incluso objeto de litigio, y no juez, y no puede serlo por un

muerto por un motivo distinto. El que un filósofo considere que el valor de la vida

constituye un problema no deja, pues, de ser hasta una crítica a él, un signo de

interrogación que se abre sobre su sabiduría, una carencia de ésta” (p. 562).

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La vida es imposible de definir, hacerlo conlleva limitarse necesariamente a

considerar sólo algunas de sus manifestaciones, a las que luego se validan de

manera absolutista como la totalidad y el deber ser de la vida. Este es el origen de

la enfermedad de la cultura occidental, anunciado ya en las obras de la trilogía de

Zaratustra, en las que señaló que a unas pocas valoraciones sobre el mundo se les

dio la categoría de grandes dogmas, y no con fines específicamente morales, como

pretendieron mostrarlo, sino para encubrir en los intereses de instituciones sociales

(religiosas o estatales) la voluntad de poder de los que se proclaman sus garantes o

representantes. El afán de tasar la vida corresponde a la importancia que la cultura

tradicional le ha dado al comercio, y a su afán de tasación de todo, anunciado en

Aurora, llegando al colmo de tratar de hacer tasable también a la misma vida. Por

tanto, con esta obra se avanza en el sentido que no se trata de definir la vida, ella

misma es indefinible; tratar de hacerlo sólo la limitaría a un puñado de

posibilidades con las consecuentes limitantes que se señalan en la enfermedad

cultural.

“El hecho de que un ser viviente condene la vida no deja de ser, en última instancia,

sino un síntoma de un determinado tipo de vida: no se plantea en modo alguno el

problema de si semejante condena es justa o no. Habría que estar fuera de la vida y,

a la vez, conocerla tan bien como quien la haya vivido, o como muchos o como todos

los que hayan vivido, para poder rozar tan sólo el problema del valor de la vida en

cuanto tal, lo que basta para comprender que semejante cuestión está muy por

encima de nuestro alcance” (p. 576).

El horizonte de sentido de la tierra está en la vida, es decir, la potencialidad

descubridora del sentido de la tierra radica en la vida; no es filosofía de la vida, es

la vida misma quien filosofa. La vida se quiere configurar a sí misma por la

voluntad de poder, y para ello dispone de un ilimitado horizonte de sentidos en la

tierra, a los que puede valorar. Esta es la alternativa de la cultura superior

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nietzscheana de lo ultra humano a la decadencia de la cultura occidental, que al

mostrar un mundo que tiene que ser valorado por entidades ajenas a la propia

voluntad, demuestra que no ha encontrado el sentido en sí misma y por tanto ha

tenido que recurrir a entidades ajenas que se lo confirieran, para que la falta de

sentido llevara a la voluntad a doblegarse ante las entidades que se lo

proporcionaran; sencillamente tratar de valorar fue presentado como imposible, no

sólo porque podía caer en la arbitrariedad subjetiva, sino porque no había nada

que valorar. Con ello, han conducido a vislumbrar que lo único que queda es el

nihilismo, y la aceptación impávida del escéptico ante la proclamación de la nada

como suprema realidad.

“Ahora bien, ¿qué vida?; ¿qué tipo de vida? Ya he contestado a esto: la vida

descendente, debilitada, cansada, condenada. La moral tal como ha sido entendida

hasta hoy -tal como ha sido formulada incluso últimamente por Schopenhauer,

términos de negación de la voluntad de vivir- es el mismo instinto de decadencia,

que hace de sí mismo un imperativo, y que ordena: ¡Perece!; es el juicio de quienes

están condenados” (p. 576).

La faena de Nietzsche es clara: librar a la humanidad de perecer ante la nada

de un mundo falto de sentido, al que necesariamente hay que encontrarle

valoradores externos que le den sentido y categoría de valor. Este es el sendero

que la cultura occidental ha obligado a recorrer; adjudicar valores externos al

mundo (religiosos y estatales) para mostrar un mundo que sí puede ser tomado en

serio, bajo la premisa que las valoraciones que realizaría la propia voluntad de la

vida no sólo no serían posibles, sino que serían arbitrariedades subjetivistas,

porque se considera que el mundo carece inexorablemente de sentido, y por ello

hay que recurrir a entidades ajenas que se lo otorguen, con el fin que garanticen

que la voluntad de cada ser humano se someta dócilmente a lo dictaminado en las

valoraciones de las instituciones de la cultura (religión y Estado), para que

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cumplan con funciones sociales, a las que Nietzsche llama gregarias, en lo referido

a las funciones que el mercantilismo les asigna como útiles. Es así como Nietzsche

muestra, con el método genealógico aplicado a la enfermedad de la cultura

occidental, que la proclamación de la nada del mundo sirve para ensalzar a

entidades ajenas que garantizan el sometimiento incondicional de los seres

humanos a la funcionalidad de las instituciones que crea el gregarismo de la

sociedad mercantilista actual. Es decir, la propuesta del nihilismo es su última

voluntad de poder, es el último maquillaje que le oculta.

“Consideramos, por último, lo ingenuo que supone decir: el hombre debería ser de

éste y de aquel modo. La realidad nos muestra una fascinante riqueza de tipos, la

exuberancia característica de un pródigo juego que varía de formas. ¿Va a venir

entonces cualquiera de esos aprendices de moralista que predican por las esquinas a

decir ante esto: ¡No!, ¿el hombre debe ser de otra manera? Ese necio santurrón

pretende saber incluso cómo debe ser él; fija su retrato en una pared y dice: ¡He aquí

al hombre!, pero aunque el moralista se dirija sólo al individuo y le diga: “debes de

ser de esta y de esa forma, no deja de ponerse en ridículo. El individuo es, de los pies

a la cabeza, un fragmento de destino, una ley y una necesidad más para todo lo que

está por venir” (p. 576).

La misión de Nietzsche es mostrar, con efecto curativo, que la fuente

ilimitada de sentido al que la vida valora está en la tierra, y la propia voluntad es la

que valora, haciendo de este modo su mundo. Es permitir que este horizonte

ilimitado de sentido se abra a la voluntad de la vida, lejos de la voluntad de poder

de la cultura occidental que trata de definir la vida en limitadas manifestaciones,

para luego acuñar que las valoraciones que se realizan sobre el mundo no pueden

ser múltiples e ilimitadas, sino que tienen que ser validadas por la voluntad de

entidades ajenas, que terminan por convertirse en garantes de la sumisión de los

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seres humanos a la voluntad de poder de los que se declaran sus representantes y

garantes.

Es así como la cultura elevada de lo ultra humano, se convierte en una

propuesta alternativa a la decrepitud de la cultura occidental. Decadencia que se

ha trasladado aún a la educación, en lo que Nietzsche llama “desespiritualización”

de la educación (p. 592), del estudio de las ciencias y de la entrega a actividades

que debilitan a la vida en cuanto que mantienen la voluntad de poder de la vieja

cultura, en la política, la economía, el comercio internacional, el parlamentarismo

y los intereses militares (p. 593). Al punto que en el apartado cuatro, del título: Lo

que los alemanes están perdiendo, se indica claramente:

“La cultura y el Estado –no nos engañemos- son algo antagónico: el Estado cultural

no deja de ser una idea moderna. Lo uno vive a costa de lo otro, lo uno prospera a

expensas de lo otro. Todas las grandes épocas de la cultura son épocas de decadencia

política; lo que ha sido grande en el sentido de la cultura ha sido apolítico e incluso

antipolítico” (p. 593).

El Estado es un ídolo, en tanto sirve de institución de la cultura tradicional

para la obstrucción de la voluntad de la vida sobre el mundo, al que la economía

sirve para desviar la atención del nihilismo al afán de tasación. En este sendero se

comprende la manera en que el Estado y la economía son justificaciones de la

última voluntad de poder de la cultura occidental sobre los seres humanos, para

que sus envejecidas bases no sean descubiertas, prefiere ocupar a los seres

humanos en actividades maquinales y de tasación, que les sirvan de narcóticos

para aliviar la falta de sentido, la carencia de una cultura espléndida en estilo y

falta de límites en las valoraciones de la voluntad de la vida sobre el mundo. Esto

viene a afinar lo propuesto al respecto del Estado y la cultura en Humano,

Demasiado Humano.

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Un dato importante es formular la tarea de la educación en la cultura

elevada de lo ultra humano. Una educación que permita el avistamiento del

pórtico del horizonte ilimitado de sentido que es la tierra y que habilite de nuevo a

la voluntad de la vida a realizar sus propias valoraciones sobre su mundo, no

requiere de fines de profesionalización, que delimita a un estudio que persigue

adiestrar solamente para las actividades narcóticas de la funcionalidad maquinal.

La educación, para contribuir al salto hacía lo ultra humano, debe encaminar a los

estudiantes a la búsqueda de un gran estilo, en la potencialización de las

valoraciones que realiza la voluntad de la vida sobre el mundo, abriéndoles de esta

manera un horizonte múltiple de posibilidades de lo ultra humano. Nietzsche

pone como tarea de la educación la vocación por la cultura elevada: como la

apertura a las ilimitadas posibilidades del conocimiento.

“Lo que realmente consiguen las escuelas superiores de Alemania es un

adiestramiento brutal para hacer utilizable y aprovechable, en el más breve tiempo

posible, a un gran número de jóvenes. [...] Permítaseme decir que un hombre que

pertenece a un tipo superior no le gustan las profesiones, precisamente porque sabe

que tiene una vocación. Dispone de tiempo, no se le ocurre pensar que ha

terminado; en relación con una cultura elevada, a los treinta años se es un

principiante, un niño” (pp. 594 y 595).

Por tanto, la educación es una tarea que compete o que se ubica dentro de la

cultura superior, que busca que se vislumbre el gran pórtico de lo ultra humano y

así superar los narcóticos de la funcionalidad maquinal a la que es sometida la

voluntad de la vida en la cultura occidental. Esta visión se aleja notablemente de la

visión ilustrada de cultura como sinónimo de acumulación de conocimientos.

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“voy a señalar ahora las tres tareas para las que se necesitan educadores. Se ha de

aprender a ver, se ha de aprender a pensar, y se ha de aprender a hablar y a escribir:

el objetivo de estas tres cosas es una cultura aristocrática” (p. 595).

Luego se comprende que lo más importante es aprender a ver, para quitar el

velo que la cultura occidental puso sobre la voluntad de la vida. El no doblegarse

a las explicaciones prontas que tratan de hacer compresible el mundo, en referentes

e instituciones que validan determinados valores para hacer efectiva la voluntad

de poder de los que se declaran sus representantes y garantes, para que renuncien

a la potencia descubridora de sentido, que es la voluntad de la vida, (un caso

expuesto por Nietzsche, de la explicación limitante de la cultura occidental, es la

relación causa-efecto; para más amplitud del tema se puede confrontar el cuarto

título de esta obra, Los cuatro grandes errores), que simplemente tratan de dar una

explicación tranquilizadora, que sirva para que la voluntad de los educandos no se

doblegue a las valoraciones puestas como válidas por las instituciones de la

cultura, convirtiéndolos de esta manera en hombres y mujeres de provecho,

efectivamente para su utilización y dominio en las empresas de tasación

mercantilista de la cultura contemporánea. De esta manera, no sólo anulan sus

voluntades, sino que les quitan todo su ingenio y espontaneidad, -para arrebatarles

su misterio, que es lo que los hace seres respetables y no vulgares seres

predecibles-, y con ello, eliminar la infinitud de posibilidades de significados que

pueden descubrir en el sentido de la tierra. Consiguiendo así, que todo el fluir de

sus vidas se vea agotado y limitado a cumplir la funcionalidad que las

instituciones de la cultura tradicional les imponen.

El momento para comenzar la cultura superior, libre de enfermedades

morales, es la consideración del cuerpo, (despreciado por muchos movimientos

filosóficos y religiosos hasta el día de hoy), y con ello permitir que la vida se

manifieste en toda su plenitud. La solución está, por lo visto hasta esta obra, en

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consonancia con las anteriores: la alternativa a la decrepitud de la cultura vigente

es el arte, pero no un arte cualquiera, en objetos ajenos a lo humano, sino convertir

el cuerpo, la vida en una expresión artística, de gran estilo; convertir el sí mismo en

una obra de arte fuerte, espléndida y rebosante. Y así aclarar lo que quedó solo

insinuado en Más Allá del Bien y del Mal, en donde el estilo confiere la unidad a las

valoraciones que realiza la voluntad sobre el sentido que descubre en la tierra.

“Resulta decisivo para la suerte de los pueblos y de la humanidad comenzar la

cultura por el sitio justo, que no es precisamente el ahora, como ha pretendido la

funesta superstición de los sacerdotes y de los que son iguales a ellos. El sitio justo

es el cuerpo, el ademán, la dieta alimenticia, la fisiología; lo demás es un resultado de

esto. Ésta es la razón de que los griegos sigan siendo el primer acontecimiento

cultural de la historia: supieron lo que había que hacer, y lo hicieron” (p. 625).

Para concluir, con el método genealógico Nietzsche ha buscado que se

vislumbre el origen de la enfermedad de la cultura occidental, y aclara que desde

sus inicios los indicios de la enfermedad se hicieron evidentes, principalmente en

el interés que tomó la filosofía socrática por dar cuenta sobre qué es la vida. Al

tratar de definirla se descubrió que sólo se le limitó, hasta el punto que en la

actualidad la cultura confinó a la vida a considerar un mundo falto de sentido, al

que necesariamente se le tienen que encontrar referentes ajenos que lo validen y lo

hagan una experiencia digna. Todo esto, para que se descubra que dichos

referentes se institucionalizaron, como ídolos que usurparon el lugar de la

voluntad de la vida, usurpando el lugar de la tierra como fuente del sentido. Los

ídolos son identificados, principalmente, con el Estado, que manifiesta la última

voluntad de poder de la cultura occidental, al servir como justificación de la

voluntad de poder de los que se declaran sus garantes o representes, y el principal

instrumento que utilizan para adiestrar a la voluntad de cada ser humano es la

educación, que logra doblegar la voluntad de los educandos para que tomen como

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un narcótico que les ciega ante la decadencia de la cultura, las actividades de la

funcionalidad maquinal, especialmente para que sean utilizables en las actividades

mercantilistas.

Para superar a la enferma cultura, Nietzsche propone que la vida habilite a

la voluntad para que se atreva a valorar por sí misma el sentido que descubre en la

tierra, y así dar el paso a lo ultra humano por medio de la educación de las nuevas

generaciones. Este salto evidentemente no se da con una educación adiestrante,

que le sirve a la cultura occidental en su afán de imposibilitar la voluntad de cada

estudiante para que se conviertan en seres útiles y funcionales en las actividades

de tasación de todo, es decir, en el mercantilismo de la cultura actual.

Al proclamar que la vida se habilita como potencia descubridora del sentido

de la tierra, no se está haciendo filosofía de la vida, que fue el virus que

introdujeron los primeros filósofos al tratar de definirla, sino que la vida misma es

quien filosofa.

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EL ANTICRISTO

Esta obra comienza por mostrar qué tipo de hombre se persigue con el

proyecto de la cultura superior, para librarse del nihilismo al que ha conducido la

cultura occidental:

“El hombre que planteo no es qué ha de reemplazar a la humanidad en la escala de

los seres (el hombre es un final), sino qué tipo de hombre debemos criar, debemos

querer, por ser un tipo más válido, más digno de vivir, con mayores garantías de

futuro” (p. 460).

La alternativa presentada es el superhombre, surgido de culturas que no son

europeas.

“Por el contrario, se puede observar que, en puntos muy distintos de la tierra y

surgiendo del seno de las más diferentes culturas, aparecen continuamente casos

excepcionales. Tales casos constituyen un tipo superior que, de hecho, se presenta a

sí mismo sin más; que, respecto al conjunto de la humanidad, es una especie de

superhombre. Esos casos afortunados extraordinariamente logrados han sido

siempre posibles, y tal vez continúen siéndolo siempre. En especiales

circunstancias, esa buena suerte puede afectar a generaciones, a estirpes, a pueblos

enteros” (p. 460).

La decadencia de la cultura vigente ha conducido al nihilismo y a ir en

contra de todo lo que engrandece a la vida; lejos de potenciar a la voluntad a tomar

el lugar que le corresponde: descubrir y valorar el sentido de la tierra. He aquí el

por qué Nietzsche no es nihilista, sino que simplemente cumple con la misión de

señalarlo. Por eso podemos afirmar que esta última obra, preparada, editada y

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220

publicada por él mismo, durante sus últimos días de lucidez mental, recoge y

dilucida la obra anterior; con ello se dice directa y claramente lo que pudo estar

disperso en su recorrido intelectual. Además, se muestra, con detalle, cómo y de

qué manera se ha ocultado la decrepitud de la cultura europea.

El nihilismo conlleva una fatalidad que podría arrastrar a la humanidad a su

exterminio, y lo que sería peor, al suicidio, ya que no hay nada externo que lo

provoque, sino que la muerte llega por propia mano.

“Hay que haber visto la fatalidad de cerca; mejor aún, hay que haberla

experimentado en uno mismo, hay que haber estado a punto de perecer por ella, para

darse cuenta que esto no tiene ya nada de broma” (p. 463).

Ahora se abordará la manera en que la religión también ha sido utilizada

como un narcótico de la decadencia de la cultura occidental, ante su falta de

sentido y de un gran estilo.

¿Qué lugar ocupa la religión en la cultura de un pueblo? Es la principal

objeción al comienzo de esta última obra. Al preguntar por lo religioso se está

interrogando por la posición que ocupa lo divino y sus concepciones. De manera

subrepticia, en el apartado 25, se indica que lo divino expresa la mismidad de un

pueblo, es decir, todas las características, significados y fuerzas de un pueblo se

ven reflejadas en sus entidades divinas. Así, al comentar sobre el antiguo pueblo

de Israel y la relación con su Dios, indica:

“Yavé, el Dios de la justicia, no se identificaba ya con Israel; dejó de ser la expresión

del sentimiento que un pueblo tiene de sí mismo” (p. 478).

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Lo relacionado con la compasión, en la cultura tradicional se ha convertido

en el sustento de las prácticas religiosas, y para ello no se ha dudado en proponer

un Dios compasivo. El problema que ve Nietzsche en esta concepción de Dios es

que la compasión contribuye a que los seres humanos se formen una idea

lastimera, principalmente de impotencia, de ellos mismos frente a lo divino, y con

ello contribuir a debilitar la idea de Dios, que antaño era la fuente de su poder y

magnificencia, ahora sirve para ensalzar lo débil y bajo. Esto ha llevado a

minimizar a los seres humanos, y que de ello se hagan grandes virtudes, pero no

sólo, sino que esta es una manera de maquillar la voluntad de poder de los que se

declaran los representes de lo divino. Lo concerniente a las concepciones

escatológicas, toman un rumbo diferente, de lo interpretado por las grandes

religiones hasta el momento. La búsqueda de un mundo que nos aleja del sentido

fundamental de la vida, que está en la tierra, tiene fuertes implicaciones en la

enfermedad de la cultura: buscar la nada, sacrificando lo que nos queda: la vida.

“Cuando no se sitúa en la vida su centro de gravedad, sino en el más allá, en la

nada, se le despoja a aquélla de su centro de gravedad. La gran mentira de la

inmortalidad personal le quita al instinto todo lo que tiene de razón, de naturaleza.

Desde ese momento, todo lo que hay en los instintos de beneficioso, de favorecedor de

la vida y de asegurador del futuro, despierta desconfianza. El sentido de la vida se

convierte entonces en vivir de manera que ya no tenga sentido vivir” (p. 496).

El sentido es la principal arma a favor de la vida, que Nietzsche encara a la

búsquedas ultraterrenas de la religión, ya que el sentido puede ser descubierto en

la tierra, no hay por qué recurrir a consideraciones escatológicas para encontrarlo.

Esto denota que la religión ha sido infectada por el virus del nihilismo, desde sus

comienzos.

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Siguiendo con el método genealógico, con esta obra, Nietzsche nos indica

que la búsqueda de sentidos ultraterrenos de la religión confirma que el mundo es

considerado bajo la premisa nihilista que inexorablemente carece de sentido, y por

eso la cultura se los tiene que crear, y para que tengan validez se deben fundar en

entidades divinas, que no sólo le confieren sentido sino que lo valoran y sustentan.

Finalmente, todo parece apuntar a que con esta obra, se traiciona el

postulado de lo ilimitado del horizonte cultural humano, que la voluntad descubre

y valora en la tierra, a costa de la equiparación del cristianismo con el Código de

Manú11, en el que pareciera que Nietzsche termina ensalzando un modelo sobre

otro, pero en fin modelo. Al punto que se le llega a considerar como prototipo de

la cultura elevada. No obstante, lo que se busca indicar es que el ordenamiento

social no es creado por entidades ajenas a la voluntad humana, sino que es

presentado de esta manera para justificar la voluntad de poder de los que se

declaran sus representantes. Empero, no se busca sólo eso, se va más allá, persigue

la individualidad excepcional que pudiera dar origen a una nueva forma cultural,

para mostrar que el yugo, que en cierta medida, ha impuesto la cultura occidental,

puede ser dejado de lado y así permitir la exploración de nuevas posibilidades;

este es un ejemplo de ello, y Nietzsche lo prefiere plantear de forma radical para

hacer salir del letargo a los hombres sumidos en la cultura tradicional.

“Una cultura elevada es como una pirámide: sólo puede alzarse sobre una base

amplia; su condición previa y fundamental es una mediocridad sana y fuertemente

consolidada. [...] Existe un destino natural que hace a unos ser socialmente útiles,

insertarse en un engranaje, cumplir una función. No es la sociedad, sino el tipo de

felicidad que es capaz de experimentar la mayoría lo que les convierte en máquinas

inteligentes. Para el mediocre, la felicidad consisten en ser mediocre, en alcanzar

11 Safranski (2001/2002, p. 334) indica que el Código de Manú fue traducido al alemán y publicado por Louis Jacolliot. Dicho código establece la supuesta relación de castas de los antiguos Vedas de la India.

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una maestría en una sola cosa; su instinto natural le impulsa a la especialización.

Sería indigno de un espíritu profundo criticar la mediocridad en sí. Ella es incluso

lo primero que se necesita para que puedan existir individuos excepcionales. Toda

cultura elevada depende de la mediocridad” (p. 517).

Lo que Nietzsche quiere acentuar, para ponerlo al descubierto, es que el

resultado de la enfermedad de la cultura tradicional ha conducido a los seres

humanos a ser útiles y funcionales en las actividades maquinales, anunciadas en la

obra anterior, sin dejarles otra alternativa que esa. No obstante, se puede entender

como una acomodación de la empresa nietzscheana a condiciones más cotidianas

en los grupos humanos, es decir, se ha dejado la lucubración sobre la cultura

superior, para pasar a planos más prácticos. Evidentemente, no están permitidas

las moralizaciones, ni mucho menos, tratar de ser políticamente correctos, sino que

se busca dar cuenta, de manera transparente y sincera, de cómo se podrían

establecer los rangos y jerarquizaciones sociales, sin valoraciones retorcidas que se

esconden detrás de las justificaciones del poder y de la funcionalidad.

Lamentablemente, esta es la última obra publicada por la propia iniciativa de

Nietzsche, ya que de haber continuado con su obra, habría, en definitiva, ampliado

más al respecto de esta idea.

A todo esto, ¿por qué se da cuenta del ordenamiento social, sin emitir

propuestas utópicas o imperativas? Las jerarquizaciones sociales han intentado

hacer mundo, darle sentido, sustento y porvenir a la vida de cada ser humano, sin

embargo han conducido al nihilismo sobre el mundo, y con ello han llevado a la

decrepitud. El planteamiento de la cultura superior, anunciado por Zaratustra,

sigue en pie; el sentido lo descubre la voluntad de la vida en la fuente inagotable

de él, la tierra. Las jerarquizaciones sociales tratan de evitar el sin sentido,

proponiendo que entidades ajenas o instituciones sociales sean las que lo proveen.

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224

Con ello Nietzsche reconoce la cercanía de su primer propuesta cultural en

las obras de juventud, con los ordenamientos sociales que impone la cultura

tradicional. El joven Nietzsche en sus obras proponía que el sentido del mundo y

de la vida debía ser inventado por los alicientes culturales, sean el arte, la religión y

la ciencia, en lo que luego llamó el “noble engaño”, necesario en tanto proveía de

sentido a lo que en ese momento consideraba que no lo tenía; la tierra. La única

diferencia entre su propuesta y la de la cultura occidental, es que el sentido se

trasladó a entidades ajenas y a instituciones sociales, no obstante, hay que

reconocer una gran diferencia y avance; que el sentido, en las primeras obras, se

trasladó a los seres humanos, no se recurrió a otros referentes, -tales como

instituciones sociales o entidades divinas.

Lo que quiere decir que Nietzsche, cuando muestra el código de Manú como

un ordenamiento social, está mostrando un ejemplo, en primer momento de cómo

los valores dados a un ordenamiento social no son absolutos, y en segundo

momento se comprende que no es más que un planteamiento de un sofisma, que

muestra la manera en que la cultura tradicional ha encontrado la manera de

solapar la voluntad de poder, de una casta dominante, en ordenamientos sociales

respaldados por instituciones sociales o entidades divinas que la validan.

Hablando con palabras de La Genealogía de la Moral, el Código de Manú ilustra la

manera en que la moral de los aristócratas dominó a la de los plebeyos.

Otra de las muestras que Nietzsche da al respecto de las diferentes culturas

que se han sustentado en la antigüedad, como pruebas que la cultura occidental no

ha sido la única, y mucho menos que sea considerada la cumbre de las culturas, se

da en la unidad de estilo que los griegos y romanos encontraron en su ciencia, a

través del método.

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225

“¿De qué habían servido los griegos y los romanos? En ellos se daban ya todas las

condiciones para una cultura sabia; todos los métodos científicos estaban ya allí,

había quedado establecido ese requisito necesario para la tradición de la cultura y

para la unidad de la ciencia que es el arte de leer bien; la ciencia de la naturaleza,

vinculada a las matemáticas y a la mecánica, se hallaban perfectamente encaminada;

el sentido para la percepción de los hechos –lo que constituye en definitiva el más

valioso de todos los sentidos– tenía sus escuelas y contaba con su tradición secular.

¿Comprende el lector lo que esto significa? Que ya se había descubierto aquello que

es esencial para empezar a trabajar: los métodos” (p. 520).

La grandeza de la cultura de los griegos y los romanos fue interrumpida por

el ensalzamiento que realizó la religión de los valores de lo bajo y lo débil,

mostrados como cumbres de la virtud. Esto es lo que Nietzsche quiere mostrar.

Claramente podemos recordar que fue el pueblo judío quién transvaloró las

muestras de su grandeza y poder a los de debilidad e insignificancia, ante la

dominación de los romanos, explicado en Más Allá del Bien y del Mal.

Al afirmar que la ciencia de los griegos y los romanos reunía las condiciones

para una cultura sabia, al haber encontrado la unidad de estilo en los métodos, se

está ampliando la explicación que se dio en Más Allá del Bien y del Mal, en la que se

exponía que el filósofo es el que conduce a la voluntad a darse cuenta que su

mundo puede y debe ser valorado por sí misma, mientras que el científico se

encuentra atado a la búsqueda de la objetividad, y por ello no pude descubrir el

sentido de la tierra. Ahora, con esta obra se nos está indicando que la unidad de

estilo para considerar el valor del sentido de la tierra debe alcanzar a la ciencia en

sus métodos, para que los conocimientos no se diluyan en las nimiedades y no se

tenga que dar cuenta de la unidad de estilo con que se ha considerado el sentido de

los hechos sometidos a estudio. Con esto afirmamos que la unidad de estilo, es

traducida o transformada, (de manera más práctica), a la unidad de gran método

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226

para la percepción de los hechos, puestos en la ciencia. La solución artística es

dejada atrás, y deja su lugar a la ciencia, pero no una ciencia burdamente objetiva

ocupada de nimiedades, con caminos completamente discordantes y sin compás, lo

que se propone ya fue logrado por los romanos y griegos (expuesto para ser

prueba que son propuestas al alcance de los seres humanos y no simples

quimeras); la ciencia que descubre el sentido en la tierra, es la ciencia de lo ultra

humano.

“Los griegos y los romanos, la aristocracia del instinto, el gusto, la investigación

metódica, el genio para organizar y administrar, la fe en el futuro humano y la

voluntad de alcanzarlo, la gran afirmación de todo, cuya manifestación externa era

el imperio romano, visible para todos los sentidos, el gran estilo, no ya simplemente

como arte, son como realidad, como verdad, como vida “ (p. 521).

Para finalizar, podríamos decir que el esfuerzo del Anticristo radicó en

mostrar cómo nos podemos librar del nihilismo al que ha conducido la cultura

occidental. Y para ello, aclara que el hombre de lo ultra humano, o superhombre,

no es una entidad rara que bajara de los cielos, sino que es el mismo hombre,

solamente que potencializado en tanto voluntad descubridora del sentido de la

tierra.

La religión fue abordada para mostrar que ha sido utilizada como

instrumento del nihilismo, en dos momentos; primero, para incitar a la búsqueda

de un más allá, que tiene como premisa la inexorable falta de sentido de la tierra, a

lo que no tiene sentido hay que buscarle un referente, que mejor si no es de este

mundo, ya que con ello se conseguirá que la experiencia de vaciedad del mundo

sea justificada en otro al que se le da el rango de realmente duradero y verdadero.

En segundo momento, podríamos señalar lo que ya se ha venido tratando, al

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227

respecto de los maquillajes de la voluntad de poder de los que se declaran garantes

o representantes de entidades divinas o instituciones sociales.

El ordenamiento de castas de los antiguos Vedas hindúes, encontrados por

Nietzsche en el Código de Manú, es sólo un ejemplo de la manera en que se ha

ordenado las relaciones de los estratos sociales, para mostrar que el modelo social

que se sustenta en la cultura occidental puede ser trascendido; ya se ha realizado

de otras maneras, por eso es un sofisma. También, con ello se trata de señalar que

las instituciones sociales deben y pueden ser trascendidas, su obsoleto sistema de

instituciones que tienen que recurrir a justificaciones en los derechos y deberes de

la colectividad, para disfrazar la voluntad de poder de los que se declaran sus

garantes, que en La Gaya Ciencia llamó “El Cesar” para explicar la dialéctica de la

consolidación de un tirano definitivo que se impone y pone fin a las luchas de

todas las individualidades tiránicas, a las que impone como verdades sus

creencias-. Nietzsche quiere remarcar que se persigue trascender la dialéctica con

que se ha ordenado a la sociedad. La alternativa es lo ultra humano, en donde

todo parece apuntar que ya no habrá necesidad de castas dominantes ni

dominadas, sino que el imperio se devuelve a cada voluntad, para que valore el

sentido que descubre, por sí misma, en la tierra, y con ello obtenga su mundo.

En el mismo sendero se menciona a la ciencia de los griegos y los romanos,

para comprender que la búsqueda de nimios conocimientos, de la ciencia de la

cultura occidental, es muy diferente a la grandeza que consiguieron estos pueblos

antiguos, al descubrir el sentido de todos sus conocimientos en la unidad de gran

método. La ciencia de la cultura tradicional contribuye al nihilismo, cuando

distrae sobre la falta de un estilo unitario que descubra el sentido en la tierra, y que

se convierte en un amalgamamiento de conocimientos, que consiguen dispersar y

con ello aumentar el cansancio sobre lo humano. No se está proponiendo imitar a

los griegos o a los romanos, lo que se está tratando de demostrar es que la unidad

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de gran método en la ciencia, que de significado a todo el conocimiento, es posible,

que no es una quimera, y que es el filósofo el que lo tiene que señalar.

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SÍNTESIS DEL CUARTO PERÍODO

Este último período se caracteriza por la clarificación de los tópicos, al

respecto del decaimiento de la cultura occidental; sus deficiencias y desenlaces.

Podríamos decir que se trata de preparar el camino para un quinto período,

que explicitaría y definiría las aristas y modos de la nueva cultura de lo ultra

humano, principalmente en el gran estilo del nuevo arte, la unidad de gran método

de la nueva ciencia y el significado que encuentra el lenguaje al nombrar el sentido

de la tierra.

La idea de cultura expuesta en Así habló Zaratustra, en la que la voluntad es

la que descubre y valora el sentido de la tierra, se mantiene. Solamente se

especificó en El Caso Wagner la manera en que el filósofo debía trascender su época,

y para ello se nos mostraron los males de la cultura en la búsqueda de la nada.

Esto ya lo había hecho en cierta medida Schopenhauer, al romper con los

convencionalismos de la moral, pero no logró trascender a lo ultra humano, sino

que prefirió el maquillaje de la cultura occidental al optar por la nada. El arte de

Wagner siguió sin objeciones este postulado, y terminó siendo utilizado por la

cultura tradicional para ser una vulgar forma de entretenimiento de las masas. El

arte sin estilo, trasladado a la atomización del lenguaje en la literatura.

La cultura superior de lo ultra humano, propone Nietzsche, encuentra el

estilo del arte en la unidad estética que encuentra el significado de las valoraciones

realizadas en el sentido de la tierra. Es decir, el gran estilo posibilita el significado

del arte, lejos de ser una burda manera de entretener.

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Señalar el origen de la enfermedad de la cultura occidental, a través del

método genealógico, es el motivo de El Ocaso de los Ídolos. La enfermedad empezó

cuando los primeros filósofos trataron de definir a la vida, y con ello inició lo que

se llamó la filosofía de la vida. Cuando en realidad la vida es indefinible, hacerlo

equivale a tomar partido por unas pocas posibilidades de sentido y despreciar al

resto. Es más, la definición de la vida contribuyó a que se institucionalizaran

formas sociales limitadas (religión y Estado), que se convirtieron en ídolos que

usurparon la actividad de la voluntad de cada ser humano, y que luego fueron las

justificaciones ideales para doblegar a la voluntad a lo dictaminado por la voluntad

de poder de los que se declararon sus garantes y representantes. Y la educación

de la cultura occidental fue la que contribuyó a que se doblegara a la voluntad de

los educandos a garantizar y respaldar la justificación de la voluntad de poder de

sus dirigentes, y para compensarlos se les devolvió una actividad que los haría

útiles en la tasación de todo; en el mercantilismo de la cultura occidental.

La cultura superior habilita a la voluntad de la vida para que se aventure a

valorar, por sí misma, el sentido que descubre en la tierra. La vida se potencializa

para que descubra el sentido en la tierra, su significado, y con ello se configure a sí

misma por medio de su voluntad de poder. Lejos de toda filosofía de la vida que

trata de definirla; en lo ultra humano, ahora, es la vida quien filosofa.

Para librarse del nihilismo de la cultura occidental, es necesario liberar a los

seres humanos, siendo esta la finalidad de El Anticristo. Liberarlos de la religión,

que ha servido de instrumento del nihilismo al mostrarle preferible la búsqueda de

un más allá, que sea verdadero y duradero, ante un mundo que carece totalmente

de sentido. Redimirlos de los engaños de la voluntad de poder de los que se

declaran representantes de lo divino. Salvarlos de las instituciones sociales, que

escudan la voluntad de poder de los que se declaran garantes de los derechos y

obligaciones de la colectividad, en ordenamientos sociales de castas dominantes y

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dominadas. Trascender la dialéctica de castas, que denigra a unos para ensalzar a

otros, para posibilitar a cada voluntad a que valore el sentido que descubre en la

tierra, y con ello obtenga su mundo. Esto hace que lo ultra humano se convierta en

un horizonte ilimitado. Además, se le debe librar de la ciencia occidental, que ante

el amalgamamiento que ha obtenido de nimios conocimientos, puestos en los

afanes de especialización, ha contribuido al agotamiento sobre el conocimiento del

mundo. La ciencia de lo ultra humano encontrará la unidad de gran método, que

ya los griegos y romanos obtuvieron, en el significado que surge de la

consideración unitaria del sentido de la tierra que realiza el filósofo.

El problema del quinto período de la obra y pensamiento de Nietzsche

queda solucionado. Ante la destrucción de la cultura vigente y el develamiento del

horizonte, lo que queda es la exploración de los campos ilimitados de lo humano.

Nietzsche cumplió, cual profeta, con señalar el camino. Tratar de explicar, o

definir, lo que depara la nueva cultura sería caer en el mismo error primigenio de

la cultura occidental. Al libertador no le es permitido llegar a la tierra prometida

porque habita en su mundo onírico, dionisiaco. La grandeza que está por

explanarse está en el ingenio de cada ser humano; Zaratustra ha cumplido con

poner las señales que nos conducen hacia ella.

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CONCLUSIONES

El esfuerzo cultural nietzscheano se centra en la decadencia que encontró en

la cultura occidental. Además, se hizo patente que la temática de la cultura

atraviesa el pensamiento de Nietzsche.

En el período de juventud, se propone que la cultura debe proveer de

sentido a la existencia de los seres humanos, por medio de alicientes, sean el arte,

la religión y la ciencia. No obstante, en la cultura occidental estos alicientes han

perdido su capacidad de proveer dicho sentido, al otorgar preeminencia a la

ciencia sobre los demás alicientes, llegando al extremo que todos los parámetros de

realidad tienen que ser tamizados por lo científico, y aún los instrumentos de los

alicientes, el lenguaje y la historia, fueron utilizados para invadir “científicamente”

el campo del arte y de la religión. Ante esto, el joven Nietzsche propone una

solución artística al problema de la decadencia de la cultura occidental, en las

representaciones simbólicas que crea la música como lenguaje primigenio, que al

imitar las imágenes del mundo logra nombrarlo en conceptos por medio del mito.

Este adquiere significados metafísicos que logran conceder de nuevo un sentido

fuerte a la existencia, en los fenómenos estéticos, que sublimizan al mundo. Para

ilustrar esto Nietzsche indica que la tragedia griega es un gran ejemplo de ello. La

relación equilibrante que establece entre lo apolíneo y lo dionisiaco devuelve el

sentido al mundo.

Por ello, la cultura debía ser un noble engaño, que por medio de los

alicientes proveyera de sentido a lo que no lo tiene: la existencia.

En el segundo período, Nietzsche, ya en una etapa más madura de su

pensamiento, se da cuenta que en la propuesta artística que realizó en sus obras de

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juventud aceptó como premisa incuestionable la imposibilidad de aprehender el

mundo, transmitido por Schopenhauer como una sucesión de lo propuesto por

Kant. Y ante tal imposibilidad no dudó en seguir los pasos de su maestro, al

proponer que el sentido del mundo podía ser inventado de manera sublime en el

arte. La cultura ahora es entendida como proceso de liberación, en dos momentos:

el primero es la liberación de las premisas schopenhauerianas sobre el mundo; y la

segunda, en vislumbrar la manera en que la cultura occidental ha agotado al

mundo, o ha provocado que sean preferibles los alicientes engañosos de sentido,

en el arte, la religión, la política y el lenguaje, al presentarlo como una apariencia.

Lo que el joven Nietzsche vislumbro no fue del todo errado. Comprendió

que la cultura occidental ha empezado a dar muestras de decadencia, y ante ello,

proporcionó una solución artística que pretendía librar a los seres humanos de la

falta inexorable de sentido del mundo. Lo que hace con los tomos de Humano,

Demasiado Humano es remarcar que la cultura occidental es decrépita, y mostrar

que la solución artística quería ser una salida a ese problema no obstante,

participaba del engaño que se impuso sobre el mundo; ante un mundo

inaprensible era preferible una apariencia sobre él, creada por el arte. Es así como

Nietzsche nos condujo a vislumbrar la cultura como un proceso de liberación de lo

que ocultó al mundo, de lo que prefirió la ficción sobre él, en todos los ámbitos

culturales, -el arte, la religión, la moral, la política y el lenguaje-, por medio de la

ciencia nietzscheana, entendida como análisis crítico y pregunta por los

fundamentos y orígenes de lo que oculta al mundo, es lo que Vattimo claramente

indica que al decir ciencia Nietzsche empieza a preparar el método genealógico

que se convertirá en el arma con que desenmascarará a la moral, a la religión, al

arte, a la filosofía y al Estado de la cultura occidental, pero principalmente la

manera en que la moral, en sus pretensiones de universalidad, creó una ficción

sobre la naturaleza, que hizo que los seres humanos valoraran su vida desde

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parámetros ajenos, fundamentados en divinidades o fuerzas atribuidas a la misma

naturaleza.

El período genealógico o desconstructivo es propicio para anunciar la

cultura superior, que es el paso de lo humano a lo ultra humano. La cultura

occidental se ubica en lo humano, y por tanto decadente, mientras que la cultura

superior se amplía a lo ultra humano. Lo que Nietzsche vislumbra desde estas

obras, es que una de las características de lo ultra humano, será la posibilitación de

la voluntad a realizar sus propias valoraciones; que no hay necesidad de recurrir a

referentes ajenos para que sean válidas.

El paso a lo ultra humano es la alternativa a la decrepitud de la cultura

occidental, que Nietzsche estuvo buscando desde sus primeras obras, y es en

Zaratustra es en donde se aclara a que se refiere con la cultura superior de lo ultra

humano. La cultura es el descubrimiento de sentido que realiza la propia voluntad

en la tierra, y el lenguaje será la actividad de gesticulación del sentido que,

finalmente, nombra al mundo.

A partir de Zaratustra, se iniciará con el método genealógico la explicitación

de los síntomas de la enfermedad de la cultura. Para desfundamentar a la moral

muestra la manera en que se originó, y de la misma manera procede con la

religión, el Estado y el arte. Esto no sólo para demostrar su decrepitud, sino que

para mostrar que unas pocas posibilidades han obnubilado al inmenso horizonte

de sentidos que posee la tierra, y así devolvernos al mundo y a la vida en su

plenitud.

La empresa nietzscheana es el paso a lo ultra humano. Esto se confirma con

las últimas obras, antes del colapso mental, cuando Nietzsche afirmaba que la

plenitud de la vida ha sido impedida por el arte, la ciencia, la religión y la moral.

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El sentido descubierto en la tierra es una actividad de la voluntad de la vida,

que posibilita el estilo, único y original, buscado desde la primera Intempestiva, en

la ciencia y en el arte. De esta manera se busca que la voluntad descubra el

significado de la totalidad del fluir de la vida, en el sentido de la tierra.

Tratar de indicar los derroteros que se seguirán en la cultura superior sería

caer en el mismo error de la cultura occidental, -de-finir, de-limitar-, y Nietzsche

quiere que un horizonte ilimitado de posibilidades de estilo se abran ante nuestros

ojos.

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Apéndices

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APÉNDICE I

Vida y obra de F. Nietzsche

Resulta de capital importancia dar cuenta de la manera en que fueron

publicados y editados los libros de Nietzsche, en relación con algunos datos

importantes de su vida. Estos datos ayudaron a comprender el desarrollo

bibliográfico que se realizó en este estudio con relación a la obra nietzscheana.

Para vislumbrar la manera en que fueron publicadas y editadas las obras de

Nietzsche que fueron abordadas en este trabajo. Ya que, esta explicación

bibliográfica y biográfica ayudó a seleccionar las obras pertinentes para la

consideración de la idea de cultura, para exponer la procedencia de las

traducciones de la obras que se utilizaron para este trabajo y para comprender la

razón por la que algunas obras no fueron abordadas de manera formal, como fue el

caso de La Voluntad de Poder, Ecce Homo y Mi Hermana y Yo.

Por ello, un breve recorrido por la obra y vida de Nietzsche se hizo

necesario en el presente estudio. De esta manera, se presenta una panorámica

bibliográfica de la obra de Nietzsche abordados por períodos cronológicos de su

pensamiento, para comprender el recorrido que se realizó en la búsqueda de la

idea de cultura y sus implicaciones en su obra.

Nietzsche nació en Röcken, Alemania, en 1844, junto a la ciudad de Leipzig,

donde posteriormente iría a cursar sus estudios de filología clásica. Su padre era

un presbítero luterano, y murió cuando Friedrich aún era un niño. Más tarde,

cursó un semestre de teología en Bonn, tratando de seguir la tradición luterana de

la familia de presbíteros de su padre. Aunque, luego se retiro de esos estudios y

se dirigió a Lepzig, en donde se matriculó en filología clásica. Fue allí donde se

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acercó al pensamiento del filósofo vitalista alemán Schopenhauer (1788-1860), y

donde luego conoció personalmente al compositor Richard Wagner (1813-1883),

que sostenía que en la música se podía fusionar poesía, filosofía y escenografía.

Ambas figuras influenciarán grandemente la obra del filólogo de Leipzig.

Como dato anecdótico podríamos mencionar que en 1868, Nietzsche

proyectó doctorarse en Filosofía, con una tesis sobre Kant, pero efectivamente este

proyecto no fue realizado.

Los primeros escritos de Nietzsche se ubican entre 1853 y 1854, cuando

escribe Crónica reciente, en la que diserta sobre juegos de guerra de las leyendas

mitológicas nórdicas, lamentablemente estos primeros escritos no han sido

publicados.

Cuando el joven Nietzsche sumaba catorce años de edad, escribió un primer

ensayo autobiográfico titulado De Mi Vida12, entre agosto y septiembre de 1858, en

el que relata con la candidez infantil de un fervoroso creyente, su vida, amigos, la

ciudad en la que nació, la escuela, su familia, la muerte de su padre y la de su

pequeño hermano.

Debido a la sólida formación griega clásica que recibe en su escuela de

bachillerato, Schulpforta, a donde ingresa en 1859, proyecta junto a su amigo de

estudios Pinder, un tratado sobre la leyenda de Prometeo, en el que el tema de la

fatalidad recurrente del destino sería capital. No obstante, no se encontró ningún

escrito publicado bajo estos parámetros.

12 Nietzsche, F. (1997). De mí vida. Escritos autobiográficos de juventud (1858-1869). (Trad. Luis Fernando Moreno Claros), [En línea]. España: Editorial Valdemar. Disponible en: http://www.nietzscheana.com.ar/ [2002, 3 de junio]

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Mientras que, durante las vacaciones de Pascua de 1862, tres años después,

escribe los ensayos titulados Fatum e Historia y Libertad de la Voluntad y Fatum13,

para la asociación Germania14, en donde trata el tema del destino como fatalidad.

Lo que resulta sorprendente de estos escritos es el comienzo de algunas

preocupaciones que dirigieron toda la obra posterior; así: la pregunta por la

destrucción de la autoridad de la historia humana, la evolución de la humanidad,

el mundo como juego, la voluntad y la libertad.

En tanto, entre 1860 y 1862, redacta para una clase el esbozo histórico

literario titulado Ermanarico, mientras que para la asociación músico-literaria

Germania el poema La muerte de Ermanarico.

1865 es un año crucial en la vida del joven Nietzsche, -tenía 21 años-,

primero se matricula en la universidad de Leipzig, y luego se acerca al

pensamiento de Schopenhauer, por medio de la lectura de la obra: El mundo como

voluntad y representación, pensamiento que influenciará, de una u otra manera, todo

su pensamiento, al menos durante la primera parte de su obra. Este mismo año

conoce a Wagner.

Durante el 17 de octubre de 1865 al 10 de agosto de 1867, escribe otro ensayo

autobiográfico titulado: Mirada retrospectiva a mis dos años en Leipzig, en el que da

cuenta de su vida de estudiante, sus lecturas, clases y aventuras por la ciudad de

Bonn.

En 1869 la universidad de Leipzig le otorga el doctorado en filología clásica,

por una serie de artículos que publica en Rheinisches Museum de Ritschl, la más

13 Ibid. 14 Integrada por Nietzsche y sus jóvenes amigos: Wilhelm Pinder y Gustav Krug. Dicha asociación funcionó sólo por tres años, de 1860 a 1862, gracias a la insistencia de Nietzsche en que sus amigos pudieran escribir y componer música.

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prestigiosa revista especializada en filología clásica de ese entonces,

principalmente por unos escritos publicados en 1867, titulados: Sobre la Historia de

la Colección de Sentencias de Teognis. Este mismo año, el 19 de abril, se le concede la

cátedra de filología clásica en la universidad de Basilea, en donde permanecerá

durante los diez años posteriores, no obstante terminará por retirarse debido a sus

múltiples afecciones y enfermedades que le aquejan.

En 1872 aparece la primera obra expresamente publicada por Nietzsche; El

Nacimiento de la Tragedia del Espíritu de la Música15. Para Ross (1994), esta obra tomó

una estructura basada en los planteamientos de Schopenhauer para argumentar,

aunque sin un convencimiento profundo de ello. El mismo biógrafo denota más

adelante (p. 312), que uno de los motivos de la poca difusión de la primera obra

publicada fue que no era un escritor conocido, y reafirma que los escritos

anteriores no fueron publicados sino de manera póstuma. No obstante, Fink

(1969) sostiene que la obra fue publicada un año antes a lo estipulado por Ross, es

decir en 1871, sin embargo, se reconoce que fue la primer obra formalmente

publicada por el joven profesor de filología clásica de la Universidad de Basilea.

Al respecto del tratado sobre la tragedia griega, Vattimo (1996), sostiene que esta

obra es una reinterpretación de la “grecidad”, en la que se propone una revolución

filosófica y estética; en donde se aprovecha para criticar la cultura contemporánea

y así dar “un programa de renovación de la misma”. La estética se convierte así en

una “teoría general de la cultura”. Mientras que para Fink, la tragedia griega es

considerada por Nietzsche como la verdadera naturaleza, que se convierte, según

él, en un principio ontológico que esclarece de manera metafísica lo existente. Para

15 Nietzsche, F. (2000). El nacimiento de la tragedia o Grecia y el pesimismo. (1ª. Ed.) (Trad. Andrés Sánchez Pascual). España: Alianza Editorial. (Original en alemán, 1886). Esta obra fue reeditada en 1874, hasta que finalmente en 1886, se le incluyó un ensayo de autocrítica, en el que el mismo Nietzsche se lamenta de la gran influencia que ejerció en su pensamiento lo propuesto por Schopehauer y la personalidad de Wagner. También el título fue modificado, y paso a ser: El nacimiento de la tragedia o Grecia y el pesimismo. (Vattimo, 1996, p. 146). Bajo este título fue publicada la obra utilizada para este estudio, que contiene el mencionado ensayo de autocrítica.

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241

comprender lo expuesto por Fink a este respecto, es necesario recordar que su

explicación sobre la filosofía de Nietzsche parte del postulado que fue el último de

los metafísicos.

En tanto, hay algunos escritos que pueden ser ubicados en la antesala de

esta obra, y por ello se les han llamado preparatorios, todos de 1870, tales como: El

Drama Musical Griego, Sócrates y la Tragedia y La Visión Dionisíaca del Mundo16. Al

respecto, Vattimo asevera que estos textos fueron “el núcleo” que preparó El

Nacimiento de la Tragedia.

Estas páginas fueron publicadas entre los años 1926 a 1928, por la

Asociación llamada “Amigos del archivo Nietzsche”, en ediciones muy limitadas,

como regalos para sus miembros. El traductor al español de la obra sobre la

tragedia griega, Sánchez Pascual, consideró pertinente incluir las tres conferencias,

a tono con lo expuesto por Vattimo, al sugerirles como escritos preparatorios.

Mientras tanto, en 1872, sólo unos meses después de la publicación de la

primer obra, Nietzsche escribe otros importantes textos, a saber; dicta las famosas

cinco conferencias tituladas Sobre el Porvenir de Nuestras Instituciones Educativas17,

calificadas por Ross como escritos alambricados, completamente al servicio de los

ideales wagnerianos y que obvian la discusión pedagógica de ese entonces, y el

importante ensayo Sobre Verdad y Mentira en Sentido Extramoral18. Estos escritos

fueron publicados, después, en las ediciones póstumas de las obras completas.

16 Nietzsche, F. (2000). El drama musical griego, Sócrates y la tragedia y La visión dionisiaca del mundo. En El nacimiento de la tragedia o Grecia y el pesimismo (pp. 225-272). (1ª. Ed.) (Trad. Andrés Sánchez Pascual). España: Alianza editorial. (Original en alemán, 1926, 1927 y 1928, respectivamente). 17 Nietzsche, F. (2000). Sobre el porvenir de nuestras instituciones educativas. (Trad. Carlos Manzano), [En línea]. Barcelona: Tusquets. Disponible en: http://www.nietzscheana.com.ar/ [2002, 7 de junio]. 18 Nietzsche, F. (2000). Introducción teorética sobre la verdad y la mentira en el sentido extramoral. En El libro del filósofo (pp. 85-101). (Trad. Fernando Savater). España: Taurus Ediciones. (Original en alemán, 1905 y 1965).

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242

Es en este lapso, entre 1872 y 1873, surge el interés de Nietzsche por

un “nuevo periodo cultural”, muy influenciado por la amistad de Wagner. El

joven filólogo de Basilea considera que la música wagneriana impulsará ese nuevo

periodo cultural (Ross, 1994). Una revolución cultural, por supuesto, que se

llevaría por medio del arte. Así se constituyeron las columnas principales de la

primera obra. Sin embargo, el siguiente año, siguiendo los ideales wagnerianos de

la transformación cultural, especialmente en la recuperación de los valores clásicos,

(especialmente de los griegos preplatónicos), aparece la primera consideración

intempestiva, que también se traduce como Inactual, titulada David Strauss, el

confesor y el escritor19. Al parecer, esta obra fue editada por el mismo impresor que

le publicó su primer obra en 1873, y que dicho sea de paso, era también el editor de

las obras de Wagner; el nombre del editor: Fritzsch20, que publica las obras de

Nietzsche luego que otro editor de la misma ciudad de Leipzig, llamado

Engelmann, las rechazara.

¿Por qué el nombre de David Strauss para la primera intempestiva? Strauss

era un teólogo nacido en Ludwingsburg en 1808, que luego de ser suspendido de

su cátedra en la universidad de Tubinga se dedicó a ser un escritor libre. La

suspensión de la cátedra se debió a un libro que publicó en 1835 bajo el título: La

Vida de Jesús, que aparece en dos volúmenes, no obstante el motivo del ataque de

Nietzsche a su obra fue por otro libro que escribió, titulado La Vieja y la Nueva Fe, al

que dedica esta primera intempestiva y en la que critica el nacionalismo alemán

con que Strauss aborda la historia de la salvación, de manera análoga con la

historia del pueblo alemán.

19 Nietzsche, F. (1998) Consideraciones intempestivas I. David Strauss, el confesor y el escritor (y fragmentos póstumos). (Trad. Andrés Sánchez Pascual). Madrid: Alianza Editorial. (Original en alemán, 1873). 20 Fritzsch, dirigía una editorial que se especializaba en música, desde la ciudad de Leipzig. (Ross, 1994, p. 365)

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Es primordial recordar que el siglo XIX estuvo marcado por las guerras y

enfrentamientos entre alemanes y franceses. En una de estas contiendas fue en la

que participó el joven profesor de Basilea como voluntario en el ejército, aún sin

tener la obligación civil de participar. Ross interpreta este hecho en el interés que

tenía Nietzsche de conocer Francia, su cultura y legado intelectual, más que por

justificaciones de tipo militar o nacionalistas. Esto coincide en lo expuesto en las

consideraciones intempestivas, en donde se remarca la supremacía cultural de

Francia sobre Alemania, y la afirmación explícita sobre que la cultura no es

sinónimo de nacionalismo, es decir, pensar que la cultura de un pueblo es

sinónimo de fuerza bélica demostrada sobre otros pueblos, es errar en la visión

fundamental de cultura; a saber, lo que constituye el estilo, único y original de las

formas de ser de un pueblo. De no contarse con este estilo, la victoria de una

cultura sobre otra es muy discutible. Esto es lo que Nietzsche censura de sus

compatriotas que festejaron con algazara el triunfo militar alemán sobre los

franceses, fundamentados sobre postulados nacionalistas no culturales, en la

primera intempestiva. Se podría decir, de la mano con Ross, que este fue uno de

los primeros temas que empezaban a hacer discrepar a Nietzsche de las posturas

de su amigo Wagner, quien arrastrado por la algarabía nacionalista, luego del

triunfo de las tropas alemanas sobre las francesas, compuso una pieza musical en

la que se burlaba de los habitantes de la Galia.

Dicho de paso, podríamos indicar que existe alguna controversia sobre la

escritura de la primera intempestiva. Para el biógrafo Ross, la obra fue escrita por

encargo de Wagner, ya que Strauss era su rival y enemigo personal, empero,

Sánchez Pascual (1998), insiste en que, reconociendo que Strauss era enemigo

personal de Wagner, la obra no fue publicada por influencia o dirección de

Wagner. Esto último es recalcado en el hecho de que Wagner en cierta medida era

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partidario del nacionalismo alemán, llamado por ese entonces el Reich21, y en la

obra Nietzsche aclara que el movimiento cultural que se promueve no tiene

relación con el nacionalismo alemán.

La afrenta wagneriana contra Strauss estaba basada en que éste no aceptaba

que se pudiera inaugurar un nuevo periodo cultural, que fuera realmente original

e innovador, sino que solamente se podía esperar una época de epígonos. En este

contexto, Wagner y Strauss se increparon el uno al otro, y eran férreos enemigos,

además se debe tener presente la insistencia de Nietzsche en que sí es posible una

nueva cultura, y la base para esta primigenia idea fue el deseo de Wagner de

fundar una nueva cultura, con el nacimiento de la nueva tragedia que él mismo

pensaba idear e impulsar con su obra musical.

El entorno político alemán, cuando se publicaron las intempestivas, estaba

divido entre los miembros del partido Conservador y los Nacional Liberales. Los

segundos ofrecían una lucha por la cultura alemana que se contraponía a lo

relacionado con el clericalismo de los conservadores, que finalmente fueron

relegados, especialmente por su postura en favor del clero. Un dato importante es

que Wagner propuso una tercera alternativa basada en el pesimismo de la filosofía

schopenhauereana; la restauración cultural de Alemania por medio del rescate de

sus mitos y de una clase dirigente aristocrática, completamente antisemitas y

anticlericales, de igual manera opuestos al cientificismo, especialmente al referido

a lo mercantil. La primer tarea para la iniciativa wagneriana, era reformar las

instituciones educativas

El proyecto de la escritura de una segunda intempestiva a la que titularía El

Filósofo como Médico de la Cultura22, marca el año 1873. De la misma manera escribió

21 Con esta expresión se le designó a los nacionalistas alemanes que creían y apoyaban la instauración de un reinado o imperio alemán, basados en argumentos nacionalistas, y que de

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La Filosofía en la Época Trágica de los Griegos23, que fue proyectada como una amplia

obra sobre los presocráticos, pero que al final quedó inconclusa. De la misma

manera, la prevista intempestiva nunca fue concretada. (Vattimo, 1996)

1874, fue un año fructífero, escribió las dos siguientes intempestivas: Sobre la

Utilidad y los Prejuicios de la Historia para la Vida24 y Schopenhauer como Educador25.

Siguiendo el criterio de Ross, la tercera intempestiva obedece al ideal político de

Wagner, en su planteamiento de la filosofía de Schopenhauer como alternativa al

cientificismo y como motor renovador de la educación, que permitiera la

consolidación de una clase aristocrática.

En tanto, esta obra es considerada por Ross, como el comienzo del

alejamiento de Nietzsche sobre Wagner. En ella, argumenta, Nietzsche persigue lo

que siempre quiso ser: escritor, artista y señor de la forma, (p. 389).

Al parecer del biógrafo, la tercera intempestiva es continuación de la

independencia intelectual en la que el pensamiento nietzscheano se ha

encaminado. Haciendo una clara diferenciación entre educador y preceptor -que

fue tema de reflexión para Nietzsche respecto al título de su obra-, el primero,

como el guía, el acompañante, y el segundo, como el que ordena de manera

alguna manera hiciera que Alemania se impusiera a los demás países europeos. 22 Nietzsche, F. (2000). El filósofo como médico de la cultura (primavera de 1873). En El libro del filósofo (pp. 77-84). (Trad. Fernando Savater). España: Taurus Ediciones. (Original en alemán, 1905 y 1965). 23 Nietzsche, F. (1963). La filosofía en la época trágica de los griegos. En Obras Completas. (5a. Ed.) (Tomo V) (Trad. Eduardo Ovejero y Maury). Buenos Aires: Editorial M. Aguilar. (Original en alemán, 1905 y 1920). 24 Nietzsche, F. (2000) Sobre la utilidad y los perjuicios de la historia para la vida. (Trad. Dionisio Garzón). España: Biblioteca Edaf. (Original en alemán, 1967). 25 Nietzsche, F. (1932). Schopenhauer, educador. En Obras Completas (pp. 155-241). (1ra. Ed.) (Tomo I) (Trad. Eduardo Ovejero y Maury). Madrid: Editorial M. Aguilar. (Original en alemán, 1905 y 1920). C.f.: Nietzsche, F. (2001). Schopenhauer como educador. (Trad. Jacobo Muñoz). España: Biblioteca Nueva. (Original en alemán, 1967).

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arbitraria. Efectivamente, terminó por decidirse por el de educador. No obstante,

todo parece apuntar que retoma los postulados de Wagner.

La tercera consideración intempestiva vio la luz, no ya con el editor de los

Wagner, Fritzsch, sino con uno natural de Scholosschemnitz, llamado Schmeitzner

que se interesó en las tres consideraciones intempestivas escritas hasta ese

momento. Lamentablemente la impresión de mil ejemplares de cada una de las

obras, dejó un gran déficit a su nuevo editor; del ataque a Strauss quedaron 483 y

De la Utilidad y las Desventajas de la Historia para la Vida, quedaron 778, (Ross, 1994).

En esta misma época, año 1874, fue traducida al francés la tercera

intempestiva, y el editor Schmeitzner se mostró complacido con las ventas.

En el ínterin, podríamos decir, que por esta misma época, escribe otros

textos, Cinco Prólogos a Cinco Libros Inéditos 26 , que en lengua hispana sólo aparecen

en las obras completas publicadas por Aguilar. Dichos textos fueron escritos

originalmente por Nietzsche en 1873, y los dedica a la esposa de Wagner, Cosima,

con ocasión de las fiestas de Navidad. Así también, escribe un trabajo filológico

sobre la rivalidad entre Homero y Hesiodo, que es publicado en la misma revista

especializada de filología Rheinisches Museum. Para Ross estos breves escritos

significaron un momentáneo distanciamiento de la influencia de Wagner.

26 Nietzsche, F. (1947). Sobre el porvenir de nuestros establecimientos de enseñanza, El Estado griego, Sobre la relación de la filosofía de Schopenhauer con una cultura alemana, La lucha de Homero. En Obras Completas. (4ª. Ed) (Tomo I) (Trad. Eduardo Ovejero y Maury). Buenos Aíres: M. Aguilar. (Original en alemán, 1905 y 1920). Nietzsche, F. Sobre el pathos de la verdad. [En línea]. Disponible en: http://www.nietzscheana.com.ar/cinco_prefacios.html#Sobre el pathos de la verdad [2002, 14 de junio].

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Un año anterior a la publicación de la cuarta intempestiva, en 1875,

Nietzsche proyectó escribir otra en su lugar, a la que titularía Nosotros los

Filólogos27, pero finalmente, este proyecto no se consumó, (Vattimo, 1996).

En 1876 Nietzsche escribe Richard Wagner en Bayreuth28, que se constituyó en

la cuarta y última consideración intempestiva. Este escrito no llegó a ser publicado

hasta poco antes del festival de Bayreuth29, en el mismo año, e impreso por

Schmeitzner. Luego del festival de Bayreuth, el editor informa que las ventas de la

cuarta intempestiva no han sido alentadoras, (Ross, 1994).

El 25 de enero de 1877 el editor de las consideraciones intempestivas, Schmeitzner,

indicó que la versión de la cuarta intempestiva en francés estaba lista, y que

esperaba publicar la quinta, (Ross), a lo que Nietzsche respondió que no habría

una quinta.

Es evidente, la obra que marcó la ruptura entre Nietzsche y Wagner fue la

cuarta consideración intempestiva. En los últimos párrafos se vislumbra la

independencia de todo movimiento, la libertad del genio de Nietzsche al darse

cuenta que todo lo que hay en su época; dogmas religiosos, conceptos como: el

progreso, cultura general, cultura nacional, Estado moderno, las luchas por la

cultura, las ideologías dominantes, y los tópicos en curso, son simplemente

patrañas.

27 Nietzsche, F. (1932). Nosotros los filólogos. En Obras completas (pp. 243-307). (1ra. Ed.) (Tomo II) (Trad. Eduardo Ovejero y Maury). Madrid : Editorial Aguilar. (Original en alemán, 1905 y 1920) 28 Nietzsche, F. (1932). Ricardo Wagner en Bayreuth. En Obras Completas (pp. 309-385). (1ra. Ed.) (Tomo II) (Trad. Eduardo Ovejero y Maury). Madrid: Editorial M. Aguilar. (Original en alemán, 1905 y 1920) c.f.: Nietzsche, F. (1970) Richard Wagner en Bayreuth. En Obras Completas. (pp. 779-844) (Tomo I) (Trad. Pablo Simón), [En línea]. Buenos Aires: Ediciones Prestigio. Disponible en: http://www.archivowagner.net/1970web.html [2002, 3 de junio]. 29 El Festival de Bayreuth fue una iniciativa de Wagner, en la que se construyó un teatro especialmente diseñado para la presentación de sus obras.

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Esto es lo que podríamos llamar la primera etapa en el pensamiento de

Nietzsche. En el que el arte, según Safranski (2002), es considerado como la fuerza

metafísica capaz de librarnos de la imposibilidad kantiana de aprehender el

mundo. De aquí en adelante consideremos la obra como un proceso de liberación

de la influencia wagneriana, y por consiguiente de Schopenhauer, aunque de este

segundo no se logrará desembarazar hasta mucho después.

De octubre de 1876 a octubre de 1877 Nietzsche deja las clases en la

universidad de Basilea, al solicitar una licencia para reponerse de sus

enfermedades y en atención a una invitación de su amiga Malwida, va a pasar un

año en Fano, con un amanuense, llamado Brenner, que ya había sido su alumno.

Durante 1877, Nietzsche preparaba la escritura de una quinta consideración

intempestiva que proyectaba titular El Libre Pensador, no obstante, el proyecto fue

desechado en diciembre de ese mismo año cuando lleva a Schmeitzner las 300

páginas de aforismos que formaron Humano, Demasiado Humano30. El contrato fue

firmado por Nietzsche para que se pusiera simplemente su nombre y así renunciar

a los honores de ser profesor universitario, lo que constituyó una prueba de

independencia, -según Ross,-. Aunque, el temor a sus amigos idealistas

wagnerianos le hizo pensar en guardar el anonimato en un seudónimo, idea que

Elisabeth apoyó sugiriendo el nombre de un filólogo ruso-alemán llamado

Bernhard Cron, que se encontraba realizando viajes, como seudónimo. “Imaginar

tales artimañas y bromas era el elemento de Elisabeth”, escribe Ross, (1994). La

idea de Elisabeth fue apoyada por su hermano y proyectó enviar una carta a

Wagner para que mantuviera el anonimato, pero la carta nunca fue enviada. La

idea de poner un seudónimo fue rechazada por el editor, que presentó argumentos

sobre lo difícil que sería la presentación de un nuevo autor para un libro que

30 Nietzsche, F. (1993). Humano, demasiado humano. (Trad. Edmundo Fernández Castellón y Enrique López Castellón). España: Distribuciones Mateos. (Original en alemán, 1886)

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tendría un precio alto. Ciertamente, el nuevo libro asustó a los amigos más

cercanos de Nietzsche que no se habían dado por enterados, ni siquiera, que lo

estaba escribiendo. El 11 de mayo de 1878 fue puesto a la venta el nuevo libro.

Desde Francia Nietzsche recibió comentarios de Humano, Demasiado

Humano, que en cierta medida le elogiaban (En Francia apreciamos mucho a los

moralistas y además recibió un busto de Voltaire, a quien Nietzsche había

dedicado su nueva obra en el centenario de su muerte, 1778-1878). Con ello se

puede comentar que la obra fue publicada por iniciativa personal y no colocó

ningún seudónimo.

La publicación de Humano, Demasiado Humano, marcó un cambio radical en

la obra de nuestro autor. Este libro es considerado, por el biógrafo Ross, como la

primera obra capital. Mientras que Fink (1969) sostiene que Nietzsche “despierta

ahora del sueño romántico de su veneración a los héroes”, y hace la proclamación

del predominio de la ciencia, aún sobre el arte. Evidentemente, Fink señala que la

ciencia que Nietzsche proclama no es la misma que postula el positivismo, sino

una ciencia de tipo general, basada en la investigación crítica. Es más, hasta llega a

afirmar que ciencia, en el pensamiento nietzscheano de esta época, es sinónimo de

crítica. Por otra parte, Vattimo (1996) señala que con esta nueva obra, se deja atrás

la intención de hacer del arte la solución a la decadencia cultural, y con ella se

inicia el pensamiento genealógico, ya que la ciencia nietzscheana, a diferencia del

criterio de Fink, es considerada como la capacidad de avistar el proceso de

reconstrucción de las apariencias que constituyen al mundo en el pensamiento de

Schopenhauer. Además, con esta obra se inaugura el segundo período del

pensamiento nietzscheano, en el que se vislumbra la crítica a la metafísica,

especialmente de la solución artística al problema de la cultura de las primeras

obras. En los tomos de Humano, demasiado humano, se empieza a vislumbrar la

manera en que Nietzsche trata de liberarse del pensamiento de Schopenhauer, al

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plantear que el mundo ha sido encubierto, específicamente, con las posturas de la

inaprehensibilidad de lo en sí y el mundo como voluntad y apariencia, para así

iniciar, con lo que Nietzsche dio en llamar “ciencia”; la búsqueda del origen del

engaño sobre el mundo, para ello busca desenmascarar a la Metafísica, al mostrar

que sus fundamentos no han sido más que modificaciones del sentido de ciertos

hechos para hacerlos parecer de una manera moral. Con otras palabras, podríamos

decir que se utilizaron los mismos medios de la Metafísica (principalmente la

pregunta por la causa primera), para desenmascarar las tergiversaciones que ha

realizado ésta para fundamentar los postulados morales, (Safranski, 2001).

En 1879, Schmeitzner empieza a imprimir un libro titulado: Miscelánea de

Opiniones y Sentencias31, una obra de aforismos, escritos en Grindelwald. Con ello

se publica lo que Ross llama en la página 567, el segundo volumen de Humano,

Demasiado Humano, en el que Nietzsche agrupa un total de 408 aforismos.

Mientras que en el invierno del mismo año, publica el tercer volumen: El

Caminante y su Sombra32, con 350 dichos. Este período de la vida de nuestro autor

es particularmente difícil, por lo calamitoso de su estado de salud. Peter Gast33,

compañero del editor Schmeitzner, se ocupa de la corrección del tercer volumen.

Hasta que en 1886, y en esto concuerdan Fink y Vattimo (1886), se reeditan,

en un sólo tomo, el libro de la miscelánea y las anotaciones del caminante, para

31 Nietzsche, F. (1932). Miscelánea de opiniones y sentencias. En Obras Completas (pp. 331-457). (1ra. Ed.) (Tomo III) (Trad. Eduardo Ovejero y Maury). Madrid: Editorial M. Aguilar. (Original en alemán, 1905 y 1920). 32 Nietzsche, F. (1999). El caminante y su sombra. (Trad. Luis Díaz Marín). España: Ediciones y Distribuciones Mateos. (Original en alemán, 1879). C.f.: Nietzsche, F. (1932). El viajero y su sombra. En Obras Completas (pp. 459-595). (1ra. Ed.) (Tomo III) (Trad. Eduardo Ovejero y Maury). Madrid: Editorial M. Aguilar. (Original en alemán, 1905 y 1920). 33 Peter Gast es el nombre que Nietzsche le dio a Heinrich Köselitz. Gast era muy solícito cuando Nietzsche le pedía que editara sus escritos (de difícil comprensión por la poca legibilidad de su letra, debido a sus problemas oculares).

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formar el tomo dos de Humano, Demasiado Humano. El primer volumen, también,

fue reeditado y prologado este mismo año.

En mayo de 1879 Nietzsche pide dejar la cátedra de griego en la universidad

de Basilea, petición que es atendida por su estado de salud, con una pensión de

3.000 francos que corresponde a tres cuartas partes de su salario cuando fungía

como profesor activo.

Nueve años y medio fue el tiempo que transcurrió entre la renuncia a

Basilea y la locura de Nietzsche, período que representa muchos problemas para el

biógrafo, Ross, (1994) “su vida ya no es más que el sostén de su obra”, apunta. La

vida de Nietzsche a partir de 1879 no puede ser relatada con tanto detalle como los

años anteriores, y en lo siguiente se tratará de explicar la obra unida a la vida, o la

primera como sustento de la segunda, ya que su vida se volvió su obra. Después

de 1879, la correspondencia nietzscheana, que ha sido una parte medular de la

biografía de Ross, se ha perdido o simplemente fue trastocada por Elisabeth.

De los años 1881-1882 se tiene noticias de una vida completamente nómada,

y de muchísimos proyectos de viajes, aún a México.

Aurora34 es escrita cuando Nietzsche contaba con 37 años (finales de 1881),

cuando acababa de superar la crisis que le representó llegar a la edad de 36 años; la

misma edad en que su padre había muerto por remblandecimiento cerebral. A

ello se atribuye el entusiasmo con que fue escrita la obra, finalmente publicada por

Schmeitzner, mientras la principal preocupación estuvo ligada a que un libro tan

denso no encontraría público.

34 Nietzsche, F. (1998). Aurora. (Trad. Enrique López Castellón). España: Ediciones y Distribuciones Mateos. (Original en alemán, 1887) Esta obra, también, fue prologada en 1886, y por supuesto, publicada en segunda edición el año siguiente. (Vattimo, 1996, p. 146)

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La gaya ciencia fue publicada como un quinto volumen de los que

comenzaron con Humano, Demasiado Humano. Para 1882 apareció el libro por

primera vez con cuatro apartados de aforismos (342 aforismos), no obstante, en

1887 se realizó un segunda edición en la que se le agregó un nuevo apartado con

cuarenta aforismos, un prólogo escrito en el otoño de 1886 y un apéndice poético

titulado Cantos del Príncipe Voglefrei35. A esto podríamos agregar que cuando

escribía las primeras partes de La Gaya Ciencia es cuando Nietzsche conoce a Lou

von Salome36, de quien se hace amigo y luego le propone matrimonio, siendo

rechazado en varias ocasiones. Salome parece ser una joven que necesita del

apoyo intelectual de Nietzsche, para iniciar su carrera como escritora, pero no está

interesada realmente en ser su amiga y mucho menos su esposa.

Es decir, Aurora correspondería al tomo cuatro y La Gaya Ciencia es el quinto

y último tomo. Con ello se quiere proponer, que estas cinco obras pertenecen a un

mismo período, y el biógrafo no ha dudado en clasificarlas de esta manera.

Cuando ya la amistad de Lou y Nietzsche era muy difícil y traumática, se

empezó a escribir el libro que lo haría famoso: Así Habló Zaratustra.

Al parecer, esto sucedió entre 1882 y 1883, con un estado de salud poco

alentador. Aunque, la figura de Zaratustra ya aparece en La Gaya Ciencia,

específicamente en el aforismo 34237, por lo que se intuye que el año 1882 fue el que

vio el alumbramiento del profeta persa.

35 Nietzsche, F. (1995). La gaya ciencia. (Trad. Luis Díaz Marín). España: M. E. Editores. (Original en alemán, 1887). [Ésta edición incluye el nuevo prólogo y los cuarenta aforismos de la quinta parte, no así el apéndice poético]. 36 Posteriormente, Salomé publicó en Viena, en 1894, uno de los primeros estudios sobre Nietzsche, titulado: Nietzsche in seinen Werken [Nietzsche en sus obras]. 37 Cabe llamar la atención sobre este aforismo, que forma parte de la cuarta parte, publicada en 1882, en donde la figura de Zaratustra es mencionada por primera vez, asimismo, reaparece en el

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Como leyenda, o como dato coincidente, Nietzsche afirma en el Ecce Homo38

que la primera parte de Zaratustra fue terminada el mismo día que Richard

Wagner moría en Venecia, cuando él se dirigía a Génova, el 13 de febrero de 1883.

Al día siguiente, el 14, envió la primera parte para su publicación. Prueba de su

publicación en esta fecha, fue una acusación de la crítica de ese entonces. Un

suizo, de apellido Spitteler publicó un Prometeo en prosa poética, y Nietzsche fue

acusado de copiar algunas cosas del nuevo libro. El editor de la primera parte de

Así habló Zaratustra fue Ernst Schmeitzner. No obstante, no lo publicó del todo,

sino hasta que lo presentó como un fruto del wagnerianismo, y sus razones fueron,

según Ross, por el antisemitismo del editor.

A los pocos días de terminar la primera parte de Zaratustra, empezó a

escribir la segunda parte. Y así la tercera parte, empero, esta tuvo que esperar; en

un año redactó las dos primeras partes, y para la tercera tuvo que tomarse su

tiempo, para proponer la idea del eterno retorno de lo idéntico, así fue reflejado en

una carta que envió a su amigo Gast a mediados de julio de 1883.

Este mismo año, 1883, empieza a pensar en la idea del Anticristo, en el que

él mismo se debía convertir, así lo prueba una carta enviada a su amiga Malwida.

Además, empezó a pensar en mudarse a la ciudad de L´Aquila degli Abruzzi, o

Aquila, por haber sido una ciudad que era enemiga del Papa, bajo el reinado del

emperador de los hohenstaufen, Federico II. Elemento que es aclarado y

mencionado de manera directa en Ecce Homo.

En enero de 1884 escribe la cuarta parte de Zaratustra. Y en febrero de 1884,

se empieza a imprimir la tercera parte. Todo parece apuntar que con la tercera

aforismo 381, que pertenece a la quinta parte, incluida cuatro años más tarde. Sin embargo, la principal mención es la del aforismo 342. 38 Nietzsche, F. (1999). Ecce homo. (Trad. Francisco Javier Carretero Moreno). Madrid: Ediciones y Distribuciones Mateos. (Original en alemán, 1908)

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parte Nietzsche pensó que el libro sobre Zaratustra estaba culminado. En este

mismo período proyecta cinco años de estudio de la Filosofía, para empezar a

proponer sus postulados filosóficos, esto es acuñado por Ross (1994). Es decir, se

podría interpretar que lo que ha escrito hasta ahora no lo considera una propuesta

filosófica sino mas bien poética. En realidad, Ross no da más datos sobre las

circunstancias y motivos de la escritura de la cuarta parte de Zaratustra, solamente

que le agobiaba la idea que su libro fuera leído como una novela literaria más, sin

que se comprendiera el sentido del eterno retorno del tercer capítulo, y es probable

que por ello, lo hubiera remarcado con una cuarta parte.

Al haber sobrepasado la fatídica edad en la que murió su padre, en tres

años, específicamente cuando contaba con 39 años, Nietzsche proyecta que su vida

debía durar un año más, para culminar Zaratustra, y así este libro se convertiría en

la obra de su vida y su muerte. El 12 de febrero de 1885 terminó la cuarta parte de

Zaratustra, en la fecha simbólica del segundo aniversario de la muerte de Wagner.

Mientras que de las tres primeras partes de Zaratustra sólo se han vendido setenta

ejemplares, y el editor Schmeitzner no se preocupa por la difusión de sus libros; no

envió ejemplares para la crítica ni a las grandes librerías, además de adueñarse de

los derechos de la obra nietzscheana, hasta ese momento. Los pocos ejemplares

adquiridos lo fueron en tiempos en que el wagnerismo y el antisemitismo estaban

de moda. Es necesario recordar que Schmeitzner era antisemita, (Ross,1994).

Zaratustra es el clímax del pensamiento de Nietzsche. Al parecer de Fink,

con esta obra se llevan a plenitud todos los contenidos de la obra anterior. No

obstante, la obra posterior no desarrolla, al menos de manera específica, lo que

quedó solamente insinuado en los escritos precedentes, a saber: la muerte de Dios,

la voluntad de poder y el eterno retorno. Aunque, continua con la pretensión que

la crítica psicológica que realiza de la moral, la religión, la ciencia y el lenguaje, son

un medio eficaz para destronarlos, cuestión que Fink esperaba de la obra de

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Nietzsche. En este sentido, le llama a Zaratustra “la parte constructiva de su

filosofía”, mientras que, a la obra posterior le considera “como la mitad negadora,

destructiva”, (Fink, 1969). Entretanto, Vattimo (1996) argumenta que Zaratustra

propone al filósofo como “un legislador, un inventor de valores que quieren

fundar una nueva historia”.

Al tiempo que, en esta misma época, Elisabeth, casi a sus 40 años, decide

casarse con el wagneriano y antisemita Bernhard Förster, de origen inglés, que fue

uno de los que, en 1881, recogió 267 mil firmas para pedir que ya no se permitiera

el ingreso de judíos en Alemania, además de su exclusión de las clases superiores,

de la profesión de docente, así como la realización de un registro censal de todos

ellos. Förster escribió Repercusiones de Parsifal y Sobre Cuestiones de Educación

Nacional. En 1886 viajó con Elisabeth a Paraguay en donde tenía proyectado

fundar una comunidad depurada de judíos, a la que llamaron “Nueva

Germanía”39. (Ross, 1994).

Luego de la publicación de Zaratustra40 las publicaciones del filósofo errante

ya no tenían editor. De aquí en adelante, Nietzsche mismo tuvo que financiar, de

sus escasos fondos, la impresión de sus obras posteriores.

Continuando con el desarrollo de las obras; Ross fija el año de la publicación

de Más Allá del Bien y del Mal41 en el año 1886, así se convierte en la obra que sigue

a Así habló Zaratustra. A partir de esta obra, Nietzsche publica a través de una

39 En junio de 1889, Förster se suicida, ante el fracaso financiero del proyecto colonial que impulsó en ese país sudamericano. (Vattimo, 1996, p. 148) 40 Nietzsche, F. (2000). Así habló Zaratustra. En Obras Selectas (pp. 37-246). (Trad. Francisco Javier Carretero Moreno). España: Ediciones y Distribuciones Mateos. (Original en alemán, 1892). [En esta edición se pudieron consultar las cuatro partes.]. 41 Nietzsche, F. (2000). Más allá del bien y del mal. En Obras Selectas (pp. 263-439). (Trad. Francisco Javier Carretero Moreno). España: Ediciones y Distribuciones Mateos. (Original en alemán, 1886).

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imprenta llamada Naumann42. De Más Allá del Bien y del Mal se vendieron sesenta

ejemplares en el primer tiraje. Con esta obra, argumenta Vattimo, en

contraposición a lo expuesto por Fink, se retoman temáticas que se habían

abordado en las obras de juventud; tal como el antihistoricismo y la crítica de la

ciencia.

En tanto, al parecer de Ross, el mejor conocedor de la manera de trabajar de

Nietzsche, Karl Schlechta, indica que su mente y cuadernos de apuntes estaban

llenos de proyectos de títulos de libros, proyectos que en su mayoría desechaba,

aunque retomaba algunos con posteridad. Este fue el caso del libro La voluntad de

poder, que proyectó desde Más Allá del Bien y del Mal, pero que nunca se llego a

consumar. Mas bien el título que siguió a su obra fue La Genealogía de la Moral con

el subtítulo: Preludio a una Filosofía del Futuro. A este respecto, Vattimo (1996)

indica que Giorgio Colli y Mazino Montinari43 argumentaron que en 1888,

“Nietzsche abandonó el proyecto de publicar una obra con este título”, es decir La

Voluntad de Poder, y agregan que los escritos que había preparado para esta obra

fueron incluidos en El Anticristo y en El Ocaso de los Ídolos. De la misma manera,

advierte que Gast y Horneffer, en 1901 editaron la obra con 483 aforismos, con la

casa editorial Naumann.

En 1887, Elisabeth junto con Gast, recopiló los aforismos de Nietzsche y los envió

para su publicación bajo el nombre de La Voluntad de Poder, así comienza la

manipulación de la obra de Nietzsche por parte de su hermana, ya que una

recopilación que ella misma realizó de los aforismos de su hermano fue presentada

como una obra fundamental en su pensamiento, y ello aprovechando que este

periodo fue de especial fatiga para Nietzsche, debido al empeoramiento de su

42 Junto con Kröner, Nauman se convirtió, en 1894, en el que publicó la primera versión de las obras completas de Nietzsche, en Leipzig, tituladas Grossoktav-Ausgabe. 43 Encargados de la edición crítica de las obras completas de Nietzsche, por el VI Coloquio Filosófico Internacional de Royaumont de 1964.

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estado de salud, (Ross, 1994). Aún el mismo Fink (1969) indica, que la recopilación

de esta obra tuvo serios limitantes; “los aforismos no están tan trabajados como en

otras ocasiones, no tiene el carácter fulminante y contundente de los escritos

últimos; el libro no tiene, en su conjunto, un tempo definido, un estilo propio.”

Este libro, denominado como una obra básica de una filosofía del futuro,

hizo famoso a Nietzsche. No obstante, en 1906, Elisabeth y Gast aumentaron el

tamaño del libro, agregándole más de 1000 aforismos, que supuestamente habían

recogido de los cuadernos de notas de su hermano ya fallecido. Hasta que la

edición definitiva de la obra vio la luz en 1911, editada por el mismo que publicara

la segunda edición de las obras completas de Nietzsche, (1905), Kröner.

La Genealogía de la Moral44 vio la luz en julio de 1887, en Sils-María, y supera

el anterior estilo aforístico, convirtiéndose así en una de las obras más aclamadas

de nuestro filósofo, ya que en ella se cambia el estilo de sentencias o formas

literarias por un planteamiento sistemáticamente estructurado, lo que no hace que

la riqueza de las expresiones y el fino sarcasmo pierdan su nivel.

Estas tres obras (Así habló Zaratustra, Más Allá del Bien y del Mal y La

Genealogía de la Moral) constituyen, como lo señala el mismo Nietzsche en el

prólogo de la última obra, una trilogía en la que su pensamiento es presentado de

forma clara y madura, todos los temas que pudieron haber quedado insinuados en

la obra anterior se dilucidan en estas. Y con ello, también se quiere decir que

forman parte de una etapa más en el pensamiento de nuestro autor, ciertamente, la

más clara y lúcida etapa de su pensamiento. El paso a la cultura superior,

necesaria ante la decrepitud de la cultura occidental, especifica el paso a lo ultra

humano, que lleve a descubrir el sentido de la existencia en la tierra.

44 Nietzsche, F. (2000). La genealogía de la moral (1ra. Ed.) (Trad. Andrés Sánchez Pascual). España: Alianza Editorial. (Original en alemán, 1887)

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Luego de escribir La Genealogía de la Moral, la obra de Nietzsche da un giro, -

razona Ross-, que es provocado por él mismo: ya no se esfuerza por defender,

promocionar y hacer entendible para el gran público lo que escribe. Postura

diferente de lo que Fink entendió como la parte “destructiva” del pensamiento

nietzscheano. De esta época son necesariamente, las obras posteriores, (Ross,1994).

El 17 de julio de 1888, Nietzsche concluye su escrito: El Caso Wagner. Un

Problema de Músicos. Manuscrito que envía a Gast para su corrección. Luego

escribe Nietzsche Contra Wagner. Un dato anecdótico fue que cuando se anunció que

escribiría sus escrito contra Wagner lo haría en francés, por si los alemanes

quisieran leerlo lo tendrían que traducir. Finalmente el único escrito publicado fue

El Caso Wagner45, mientras que Nietzsche Contra Wagner lo fue de manera póstuma.

En París fue muy bien recibida la obra El caso Wagner, ya que el compositor

de Los Maestros Cantores de Nuremberg era tenido por un parisién, cuestión que

Nietzsche desenmascara con su polémica carta turinesa de mayo de 1888.

Este mismo año, 1888, Nietzsche publica un libro al que quiso titular:

Ociosidad de un Psicólogo, que según Ross (1994), contaba con unas 100 páginas, y

cuyo escrito envía al impresor Neumann, el 7 de septiembre del año 1888. No

obstante, durante el período de impresión le cambió el título por el de El ocaso de

los ídolos o Cómo se Filosofa con el Martillo46, que fue con el que finalmente fue

publicado.

45 Nietzsche, F. (1932). El caso Wagner. En Obras Completas (pp. 149-210). (1ra. Ed.) (Tomo X) (Trad. Eduardo Ovejero y Maury). Madrid: Editorial M. Aguilar. (Original en alemán, 1894 y 1920). c.f.: Nietzsche, F. (2002). Nietzsche contra Wagner. El caso Wagner. (Trad. José Luis Arantegui). España: Ediciones Siruela. (Original en italiano, 1970). 46 Nietzsche, F. (2000). El ocaso de los ídolos. En Obras Selectas (pp. 553-634). (Trad. Francisco Javier Carretero Moreno). España: Ediciones y Distribuciones Mateos. (Original en alemán, 1888).

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Además, el título El Anticristo, es el segundo para su manuscrito, ya que en

primer momento pensó titularlo: Transvaloración de Todos los Valores. El Anticristo47

nació en Sils-Maria y junto con Ecce Homo, ya en las vísperas de su delirio48,

proyectó traducirlos a otros siete idiomas, para que su mensaje llegara a muchas

personas y fuera tomado en cuenta para la división de la historia que proyectó con

su vida y obra, (Ross, 1994).

1888, fue también el año en que Nietzsche le concedió una indemnización a

su primer editor Fritzsch, para que le devolviera los derechos sobre su obra.

(Ross, p. 793).

Nietzsche empieza a escribir su última obra, el día de su cumpleaños, el 15

de octubre de 1888; Ecce Homo. El penúltimo escrito publicado fue El Caso Wagner,

y cuando la impresión del Ecce Homo ya se había comenzado, ordenó detenerla, a

la mitad, para escribir antes Nietzsche Contra Wagner, el 15 de diciembre.

Específicamente, el 1 de diciembre Nietzsche reclama que le sea devuelto el

manuscrito de Ecce Homo para su corrección, y el 6 del mismo mes lo envía para su

impresión definitiva. Aunque el 2 de enero de 1889, Nietzsche pide los

manuscritos de estas dos obras, para que Gast realice algunas correcciones ultimas,

además, retira los poemas finales de ambas obras para incluirlos en Los Ditirambos

Dionisíacos. Los primeros días de enero de 1889 Nietzsche ordena a su editor

Naumann se interrumpa la impresión de Nietzsche Contra Wagner, que finalmente

no fue impreso.

Dentro de esta gran confusión, sobre la impresión de estas últimas obras, se

debe aclarar que de ellas sólo El caso Wagner fue impresa, ya que cuando se

47 Nietzsche, F. (2000). El Anticristo. En Obras Selectas (pp. 457-527). (Trad. Francisco Javier Carretero Moreno). España: Ediciones y Distribuciones Mateos. (Original en alemán, 1888). 48 El 17 de enero de 1889, Nietzsche fue internado en una clínica universitaria para enfermedades nerviosas de la ciudad de Jena; el diagnóstico: parálisis progresiva. (Vattimo, 1996, p. 147)

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260

proyectaba la finalización de las correcciones de Ecce Homo y Nietzsche Contra

Wagner el filósofo del martillo tuvo que ser trasladado a un hospital psiquiátrico. Y

la impresión de estas obras no fue hasta después de su muerte. Al parecer, Ecce

Homo pudo haber sido publicada a los pocos días de estos incidentes, de acuerdo

con Vattimo, pero según Ross, la publicación fue impedida por Elisabeth, ya que la

lectura de esta última obra había espantado a la madre de nuestro filósofo.

Por fin, Ecce Homo fue publicada hasta 1908, y aún por los incidentes en la

que estuvo envuelta, Nietzsche no logró ver sus páginas impresas.

Todo parecía apuntar a que con ello se termina la polémica por los escritos

de Nietzsche, no obstante, luego aparece un libro titulado Mi Hermana y Yo que

supuestamente Nietzsche escribió durante su estancia en el manicomio de la

ciudad de Jena. El editor de dicha obra en castellano49 indica que el original fue

entregado por Nietzsche a un compañero que era dado de alta del mencionado

hospital psiquiátrico, empero, la copia no fue entregada hasta 1951 en Nueva York,

y el manuscrito original fue presentado en ingles. Presuntamente, el texto fue

escrito a escondidas de la hermana y la madre como un acto de reinvidicación

luego que impidieran la impresión y publicación de Ecce Homo.

Como es evidente, esta última obra es muy dudosa, por lo que no fue

tomada en cuenta para este estudio.

Luego de la reclusión de Nietzsche en un hospital psiquiátrico, en 1890,

ninguna de las editoriales alemanas se interesó en la publicación de sus obras, sus

libros no habían sido adquiridos por las bibliotecas universitarias y estatales, a

pesar que un profesor de la universidad de Copenhague, Georg Brandes, había

impartido la primer cátedra sobre su pensamiento en 1888. Peter Gast intentó

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publicar las obras completas, pero la edición fue postergada hasta el regreso de

Elisabeth de Paraguay. En tanto, en 1892 publicó las cuatro partes de Zaratustra en

un sólo libro.

En 1894, Elisabeth instaló el archivo de su hermano en la casa materna en

Naumburg, y la edición de sus obras estuvo inmersa en disputas con Overbeck.

Hasta que la primera edición de las obras completas, publicada en 19 volúmenes,

fue titulada Grossoktav-Ausgabe, Leipzig, (1894) editada por Naumann/Kröner. A

esta primera edición de las obras completas le siguieron cuatro ediciones más: 1.

Kleinotktav-Ausgabe, 16 volúmenes, que corresponden a los volúmenes I-XVI de

Grossoktav, en Leipzig, 1898, editada por los de la primera, Naumann/Kröner. 2.

Kröner Taschenausgabe, en 11 volúmenes impresos en papel biblia con volumen de

índices, en dos ediciones: Leipzig (1905) y Stuttgart, (1965). 3. Klassikerausgabe, en 8

volúmenes, en Lepzig, (1919), editada por Kröner. 4. Musarion-Ausgabe, en 23

volúmenes, en Munich de 1920 a 1929, editada por Musarion. Hasta que

finalmente, la primera edición de las obras completas de Nietzsche en castellano

son publicadas en Madrid, (1932), bajo la editorial M. Aguilar, traducida y

comentada por el profesor auxiliar honorario de la Facultad de Filosofía y Letras

de la Universidad Central de Madrid, Eduardo Ovejero y Maury, en doce tomos,

en los que se constata la presencia de la mayoría de la obra escrita por Nietzsche.

Para la traducción de la primera versión en español se utilizó la segunda edición

de las obras completas, Kröner Taschenausgabe, de 1905, y la última editada por

Musarion, titulada Musarion-Ausgabe, de 1920 a 1929.

Es conveniente remarcar que a partir de los años treinta se inició la

preocupación por editar de manera crítica las obras de Nietzsche. Fue así como en

1933, en Munich, bajo la dirección de Karl Schlechta (Ross, 1994), aparece la

primera edición histórico-crítica de las obras completas, en la que se incluía ya

49 Nietzsche, F. (2000). Mi hermana y yo. España: Biblioteca Edaf. (Original en inglés, 1951)

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alguna correspondencia. Mientras que, en la primera edición de las obras

completas en castellano no apareció ninguna referencia a la correspondencia; su

publicación estuvo envuelta en serios enfrentamientos entre Schlechta y la

hermana de Nietzsche, Elisabeth Förster-Nietzsche, hasta su muerte, en 1945.

Mientras que, la edición en castellano, tuvo que esperar varios años para poder

publicar la correspondencia. Así, la edición impresa en Buenos Aires, Argentina,

en 1947, le dedicó un tomo completo al epistolario de Nietzsche.

Además, con la muerte de Elisabeth, el Archivo Nietzsche, hasta ese

momento administrado de manera autoritaria y a conveniencia por ella, fue

incorporado a los Nationale Forschungs-und Gedenkstätten de la República

Democrática Alemana, y con ello se pudo tener más acceso a los escritos del

filósofo. Para advertir que el Archivo Nietzsche fue manejado de forma anómala

por su hermana, Ross explica literalmente que Elisabeth se “comportaría como sólo

lo podía hacer una viuda ambiciosa -tramando intrigas y embustes-” con el legado

escrito de Friedrich (1996).

Hasta que, en 1964, durante la celebración del VI Coloquio Filosófico

Internacional de Royaumont, se dio de nuevo impulso a la iniciativa de publicar

nuevas ediciones críticas de la obra de Nietzsche, y para ello se concedió el encargo

a las editoriales: Gruyter de Berlín, Gallimard de París y Adelphi en Milán. Por su

parte, Vattimo (1996) expone que Schlechta, en la publicación de la tercera edición

crítica de la obra de Nietzsche en 1965, argumenta que los criterios de agrupación y

publicación de la obra póstuma fue realizada de manera arbitraria por Elisabeth y

Gast, (p. 187). Dos años después, en 1967, bajo la dirección de Giorgio Colli y

Mazino Montinari se empezó la edición de las obras completas, con la publicación

de los escritos póstumos, de forma cronológica. A estos ejemplares se les conoce

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como: Nietzsche, Werke. Kritische Gesamtausgabe50, bajo la editorial Gruyter, de

Berlín, y se previó que se publicaría en treinta tomos. Hasta 1980 llevaban

diecinueve. Al parecer de Ross y Vattimo, la edición Colli-Montinari, como

comúnmente se la ha llamado, cuenta con la mejor edición de la correspondencia

de Nietzsche a sus amigos y familiares.

En 1970, se empezó, siempre bajo la dirección de Colli y Montinari, y en la

casa editorial Adelphi de Milán, con la publicación de la obra en lengua italiana51,

de manera casi simultánea a la publicada en Berlin en 1967, (Vattimo, 1996).

En este mismo contexto, cabe mencionar que durante los años treinta, una

comisión proyectó realizar una edición crítica de las obras completas; en la lista de

los miembros se cuenta a Martin Heidegger, que bajo la supervisión de la

octogenaria Elisabeth, pidieron el patrocinio del partido Nacionalsocialista para

llevarla a cabo la obra. La edición contempló la publicación de la

correspondencia de Nietzsche, y gracias a que dicha organización política no

apoyó la iniciativa, se cuenta con una edición libre de esa influencia.

El 25 de agosto de 1900, muere Nietzsche luego de pasar casi once años

sumido en la oscuridad de una parálisis cerebral.

50 De esta edición, fue traducida la Segunda Consideración Intempestiva (Eds. Edaf) y Schopenhauer como educador (Eds. Biblioteca Nueva), utilizadas para este estudio. 51 Asimismo, de esta publicación, fue traducida la obra Nietzsche contra Wagner, utilizadas como referencia para este estudio.

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APÉNDICE II

Para futuras investigaciones También es oportuno indicar, aunque de forma breve, la manera en que ha sido

tratado el pensamiento de Nietzsche, especialmente en lo referido a la crítica de la

cultura, por Dilthey (1944), Fink (1969), Vattimo (1996) y Heidegger. Para indicar,

en primer momento algunas influencias del presente trabajo, y en segundo

momento, para abrir la puerta a futuras investigaciones sobre la consideración del

tema de la cultura en las interpretaciones de estos autores sobre el pensamiento de

Nietzsche.

Según Fink, la filosofía de Nietzsche se oculta, o se esconde, detrás de la crítica de

la cultura, para luego acuñar que todo el esfuerzo nietzscheano se centra en la

superación de la metafísica; con ello sigue de cerca la propuesta de Martin

Heidegger52. A saber, que Nietzsche es el último de los metafísicos, y por ello,

aunque aún piensa con sus criterios, la supera en tanto obliga a repensar sus

fundamentos.

Vattimo, por su parte, realiza un esfuerzo de síntesis de las interpretaciones de que

ha sido objeto la obra de Nietzsche. En tal esfuerzo plantea dos grandes corrientes:

1, la ya mencionada interpretación iniciada por Heidegger, basada en postulados

ontológicos-metafísicos; 2, la de Wilhem Dilthey53, que expone que el esfuerzo

nietzscheano es una crítica a la cultura. Como es evidente, esto ayuda a ubicar el

52 Heidegger trabajó en la obra de Nietzsche entre los años 1936 a 1946 y luego publicó, en 1961, su obra sobre el filósofo dionisiaco. (Vattimo, 1985/1996, p. 9) 53 Dilthey, W. (1944). Sobre la esencia de la filosofía. (Trad. Samuel Ramos). México: Filosofía y Letras. (Original en alemán, 1907).

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presente estudio en la búsqueda de la concepción de cultura; en su dilucidación y

la consideración de los derroteros a los que condujo esta noción.

Vattimo estima necesario remarcar que la interpretación heideggeriana ha

considerado casi de manera exclusiva la obra posterior a Así Habló Zaratustra,

dejando de lado toda la obra primera, en atención especial al libro titulado La

Voluntad de Poder54. Es más, la interpretación ontológica le parece que se limita a

las últimas obras, y así se da la razón a los primeros estudiosos de Nietzsche, que

aluden a la crítica de la cultura, como el hilo conductor de su pensamiento. Es

más, se discurre la crítica de la cultura como absolutamente necesaria, para poder

comprender la llegada a los criterios ontológicos que Heidegger encuentra en la

obra última, (Vattimo, 1996). No obstante, el camino que trata de abordar Vattimo

es el que le conduzca a la conciliación, por supuesto, completa de la interpretación

de la obra del filósofo del martillo. La propuesta conciliadora es la ontología-

hermenéutica, que tratará de considerar las dos interpretaciones. Indicar que el

punto de partida de Nietzsche es la crítica de la cultura, como lo hizo ver Dilthey,

para llegar a la consideración metafísica-ontológica que señala Heidegger. Con

otras palabras; la interpretación diltheyeana es la génesis, mientras que la postura

de Heidegger es el corolario. El avistamiento de la propuesta conciliadora de

Vattimo, trata de evitar visiones parciales de la obra de Nietzsche. La conciliación

se presenta por medio de la hermenéutica, que se constituye en el campo común de

ambas interpretaciones, o más bien dicho, como el punto de llegada de ambas

posturas interpretativas de la obra de Nietzsche.

54 Nietzsche, F. (1998). La voluntad de poderío. (Trad. Aníbal Froufe). España: Biblioteca Edaf. (Original en alemán, 1901).

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