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UNIVERSIDAD CENTRAL DEL ECUADOR FACULTAD DE COMUNICACIÓN SOCIAL CARRERA DE COMUNICACIÓN SOCIAL CRÓNICA PERIODÍSTICA Y EL NUEVO PERIODISMO LATINOAMERICANO: ANÁLISIS DE LA CONSTRUCCIÓN DE LOS SUJETOS ACTANTES EN DOS CRÓNICAS DE ALBERTO SALCEDO RAMOS Y LEILA GUERRIERO TRABAJO DE GRADO PREVIO A LA OBTENCIÓN DEL TÍTULO DE LICENCIADA EN COMUNICACIÓN SOCIAL EDITH MARÍA FREIRE VILLALVA DIRECTOR: MSC. HUGO RENATO PALACIOS GARCÍA Quito – Ecuador 2015

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UNIVERSIDAD CENTRAL DEL ECUADOR FACULTAD DE COMUNICACIÓN SOCIAL CARRERA DE COMUNICACIÓN SOCIAL

CRÓNICA PERIODÍSTICA Y EL NUEVO PERIODISMO

LATINOAMERICANO: ANÁLISIS DE LA CONSTRUCCIÓN DE LOS SUJETOS ACTANTES EN DOS CRÓNICAS DE ALBERTO SALCEDO RAMOS Y LEILA GUERRIERO

TRABAJO DE GRADO PREVIO A LA OBTENCIÓN DEL TÍTULO DE LICENCIADA EN COMUNICACIÓN SOCIAL

EDITH MARÍA FREIRE VILLALVA

DIRECTOR: MSC. HUGO RENATO PALACIOS GARCÍA

Quito – Ecuador

2015

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DEDICATORIA

A mis abuelas.

A mi madre y su segundo grado de escuela.

Por su letra mamá, mi mejor intento.

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AGRADECIMIENTOS

A mis profesores que al darme la punta del ovillo me abrieron un continente.

A todos los que he martirizado con preguntas y más preguntas:

Susana Sel, Gloria Pinzón, a mi ángel Consuelo. Jota y Xavi.

A mi director de Tesis.

A ti Dios mío, por amarme de forma crónica

iii

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AUTORIZACIÓN DE LA AUTORÍA INTELECTUAL

Yo, Edith María Freire Villalva, en calidad de autora del trabajo de investigación o tesis realizada sobre “Crónica periodística y el Nuevo Periodismo Latinoamericano: análisis de la construcción de los sujetos actantes en dos crónicas de Alberto Salcedo Ramos y Leila Guerriero”, por la presente autorizo a la UNIVERSIDAD CENTRAL DEL ECUADOR, hacer uso de todos los contenidos que me pertenecen o de parte de los que contiene esta obra, con fines estrictamente académicos o de investigación.

Los derechos que como autora me corresponden, con excepción de la presente autorización, seguirán vigentes a mi favor, de conformidad con lo establecido en los artículos 5, 6, 8, 19 y demás pertinentes de la Ley de Propiedad Intelectual y su reglamento.

Quito, a 28 de abril de 2015

CC: 1803064656 [email protected]

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HOJA DE APROBACIÓN DEL DIRECTOR DE TESIS

En mi condición de Director (Tutor), certifico que la señora Edith María Freire Villalva, ha desarrollado la tesis de grado titulada “Crónica periodística y el Nuevo Periodismo Latinoamericano: análisis de la construcción de los sujetos actantes en dos crónicas de Alberto Salcedo Ramos y Leila Guerriero”, observando las disposiciones institucionales que regulan esta actividad académica, por lo que autorizo para que la mencionada señora reproduzca el documento definitivo, presente a las autoridades de la Carrera de Comunicación Social y proceda a la exposición de su contenido bajo mi dirección.

Msc. Hugo Renato Palacios García Director

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ÍNDICE DE CONTENIDOS

DEDICATORIA ii

AGRADECIMIENTOS iii

AUTORIZACIÓN DE LA AUTORÍA INTELECTUAL iv

HOJA DE APROBACIÓN DEL DIRECTOR DE TESIS v

ÍNDICE DE CONTENIDOS vi

ÍNDICE DE ANEXOS vii

RESUMEN viii

ABSTRACT ix

INTRODUCCIÓN 1

JUSTIFICACIÓN 5

CAPÍTULO I

COMUNICACIÓN Y NARRACIÓN

1.1 Comunicación: construcción de sentido 7

1.2 La comunicación como transdisciplina 8

1.3 Enfoques conceptuales sobre comunicación 10

1.3.1 Modelos comunicacionales que explican la comunicación masiva 11

1.3.2 Teoría crítica sobre la comunicación masiva 14

1.4 Salida de la comunicación crítica: hacia la construcción del sentido social 15

1.5 Mediaciones: el retorno del sujeto 17

1.6 Comunicación y narración 19

1.7 Narración y crónica 19

1.8 Función de los actantes y esferas de acción en la narración 21

1.8.1 El modelo actancial 22

CAPÍTULO II

PERIODISMO: UN ENCUENTRO POSIBLE

2.1 El periodismo como interpretación de la realidad 26

2.2 Objetividad: el crepúsculo de un ídolo 31

2.2.1 Retórica objetivadora 33

2.2.2 El punto de vista de Nadie 36

2.2.3 Doble juego de subjetividad 36

2.2.4 Un enfoque deontológico 38

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CAPÍTULO III

CRÓNICA PERIODÍSTICA: LA ARQUEOLOGÍA DEL PRESENTE

3.1 Crónica: entre la historia y la literatura 40

3.2 Un género híbrido 43

3.3 La generación del 60 48

3.4 Los nuevos cronistas de Indias 51

CAPÍTULO IV

ANÁLISIS DE LA CONSTRUCCIÓN DE LOS SUJETOS ACTANTES

4.1 Un país de mutilados 54

4.1.1 Lo deseado: derecho al territorio 56

4.1.2 ¿A quién le beneficia esta guerra?: la cuestión del villano 58

4.1.3 Juanes al rescate: el adyuvante 59

4.1.4 Destinador: de vuelta al ágora 60

4.2 El rastro en los huesos 63

4.2.1 El golpe militar de 1976 63

4.2.2 Sujeto: la tribu Snow 64

4.2.3 El objeto: la búsqueda de identidad 66

4.2.4 El destinador: los huesos 68

4.2.5 Relación sujeto-destinador: forenses y huesos 69

4.2.6 Adyuvantes: los más diversos 69

4.2.7 El villano: tragaba personas y escupía sus huesos 71

CONCLUSIONES 73

BIBLIOGRAFÍA 75

ÍNDICE DE ANEXOS

Anexo 1. Entrevista a Ana María Cano

Anexo 2. Entrevista a Alicia Montes

Anexo 3. Crónica “Un país de mutilados”

Anexo 4. Crónica “El Rastro en los huesos”

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Crónica periodística y el Nuevo Periodismo Latinoamericano: análisis de la construcción de los sujetos actantes en dos crónicas de Alberto Salcedo Ramos y Leila Guerriero.

Chronicle and Latin American New Journalism: an analysis of the construction of subject actants in two chronicles of Alberto Salcedo Ramos and Leila Guerriero.

RESUMEN

Investiga cómo la crónica contemporánea, desde la influencia del Nuevo Periodismo Latinoamericano, construye a los sujetos-actantes: sus deseos, búsquedas y tensiones de poder, elementos que fraguan las fuerzas temáticas de la narrativa actual.

La comunicación como un espacio privilegiado va más allá de la hegemonía de los medios masivos para investigar la construcción de sentido en la vida cotidiana de los sujetos. La crónica periodística, las subjetividades, nos llevan a analizar a los sujetos-actantes en dos crónicas de Alberto Salcedo Ramos y Leila Guerriero a través de una triangulación metodológica integrada por: el modelo actancial, teoría y entrevistas semi-estructuradas.

Se concluye que el Sujeto-héroe es construido desde las fiestas latinoamericanas de la violencia. La crónica como narrativa testimonial media el mundo melodramático de la cultura popular y cumple un rol vicario, cede la palabra al Sujeto-héroe para construir otras posibles historias, un mural de la memoria y de la vergüenza.

PALABRAS CLAVE: CRÓNICA PERIODÍSTICA / NUEVO PERIODISMO LATINOAMERICANO / SUBJETIVIDAD / NUEVOS CRONISTAS DE INDIAS / MODELO ACTANCIAL

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ABSTRACT

There is an investigation of how the contemporaneous chronicle, since the influence of the New Latin American Journalism, builds actant subject: desires, searches and power tensions; elements that forge thematic forces of the current narration.

Communication as a privileged space goes beyond dominance of mass media to investigate sense construction in the day today life of subjects. Journalistic chronicle, subjectivities, take us analyze actant subjects in two chronicles by Alberto Salcedo Ramos and Leila Guerriero through a methodological triangulation comprised by the actantial model, theory and semi-structural interviews.

It has been concluded that the subject-hero is built from violence Latin-American fests. Chronicle as a testimonial narrative is in the mid of the melodramatic world of popular culture and complies with a vicarious role, grants the floor to the subject-hero to build other possible histories, a memory and shame wall.

KEYWORDS: JOURNALIST CHRONICLE / NEW LATIN AMERICAN JOURNALISM / SUBJECTIVITY / NEW CHRONICLERS OF THE INDIES / ACTANTIAL MODEL

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INTRODUCCIÓN

Los linderos de la comunicación se han movido. Las topografías movedizas han demarcado nuevas

fronteras, encuentros, transferencias; un corrimiento de campos que hace imposible pensar la

comunicación con una mirada unidireccional o monolítica. En este nuevo amojonamiento, la

comunicación es un vértice generador de preguntas o diálogos desde su campo más fecundo: los

territorios límite o fronterizos. Los diques de las ortodoxias tradicionales se agrietan por un saber

que se resiste a ser parcelado.

Desde el inicio la apuesta fue multidisciplinar. De hecho, parecería inaudito que las primeras

teorías comunicacionales fueron elaboradas por ingenieros electrónicos o matemáticos como

Norbert Wiener, quien integró un equipo proveniente de disciplinas tan diversas como las

matemáticas, sociología, sicología, biología molecular y la lingüística, campos que a partir de los

años cincuenta, compartirán, “los conceptos de código, imagen, mensaje e información” (Mattelart,

1997:96). Luego se integraron la sociología, la antropología, así como los estudios semióticos,

para “rodear” y analizar los fenómenos de la comunicación, no solo en su vereda instrumental

(medios), sino en la construcción de sentido en la vida cotidiana de los sujetos.

Esta convergencia multidisciplinaria es una entrada emergente en el estudio de la comunicación,

tanto en la esfera académica-especializada, como en los estudios sobre lo instrumental-tecnocrático

(que pone el acento en las prácticas de los periodistas y sus modos de organización). Así los

diálogos se comparten para crear sentidos de comprensión en medio de realidades complejas, que

se resisten a ser fragmentadas en uno u otro campo.

Y justamente, la crónica periodística, como género fronterizo entre literatura y periodismo

trasgrede los bordes y se resiste a la delimitación de las ortodoxias. La crónica es un género

trasgresor de la taxonomía pura, mediación entre el orden factual y estético: “una tradición de

relaciones promiscuas”, según Albert Chillón (1999); en su condición de “género anfibio”,

“heterogéneo”, tiene la impertinencia de inaugurar un sentido dialógico con las narrativas

emergentes; una sutura entre discursos enfrentados o incompatibles: la crónica conjuga el

periodismo con la literatura, lo factual y lo estético, la oralidad y la escritura. “La intensidad

prosística, el humor, la fantasía, el desmadre”, según Carlos Monsiváis (2006,127).

Al ser un género fundante del periodismo, la crónica se remantiza en cada tiempo histórico y se

constituye en la mejor voz de una época. Su rastro cruza la historia, con apego referencial (sentido

fáctico), pero con indiscutibles pretensiones estéticas; y da cuenta de hechos y personajes

representados con vívida intensidad. Llegamos a este presente y el género fundacional del

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periodismo está de retorno para desmontar los paradigmas de la teoría liberal: la objetividad y sus

retóricas de brevedad: qué, quién, cómo, dónde; pirámides y simplificaciones que perdieron su

actitud estética de compromiso frente al mundo de la vida. El género fundacional del periodismo

está de vuelta y re-ubica lo marginal en el centro de sus búsquedas: desplazados, mutilados,

desaparecidos, la vida de personas comunes en situaciones hostiles.

Por esa mirada de otredad, se ha insistido que la crónica es el “rostro humano de la noticia”, y es

allí precisamente donde se ancla nuestra pregunta de investigación: cómo la crónica contemporánea

construye a los sujetos-actantes: sus deseos, búsquedas, tensiones de poder, y cómo estas

búsquedas configuran las principales fuerzas temáticas de la crónica contemporánea.

Para esto, tomaremos varios aportes teóricos de la comunicación desde su vertiente

latinoamericana: Jesús Martín Barbero y Eduardo Vizer. Además de otros autores como Edgar

Morín, Eric Maigret, Armand Mattelart, etc. En la teoría del periodismo trabajaremos sobre los

postulados de Enrique de Aguinaga, Gomis, Núñez Ladevéze, Albertos Martínez. En la

conceptualización de crónica nos apoyaremos en las investigaciones de Susana Rotker, Albert

Chillón, Jezreel Salazar y desde las singulares definiciones de los mismos cronistas

contemporáneos.

El primer capítulo se abre con la comprensión de la comunicación como un campo multidisciplinar

y transdisciplinar en la construcción del sentido social de la vida. Lectura que permite ubicar la

comunicación en un espacio privilegiado que va más allá de la hegemonía de los medios para

retornar al sujeto, como constructor de las mediaciones: sociales, rituales, institucionales y técnicas.

Además se explicará el modelo actancial, como herramienta operativa o instrumental (según

Greimas) para acercarnos a los actantes de las dos crónicas que serán analizadas.

En el segundo capítulo, abordaremos el periodismo como interpretación sucesiva de la realidad, lo

que pone en tensión dos paradigmas: objetividad/subjetividad. Además, la cuestión de la retórica

objetivadora como concepto rendido a los inventarios de la “prensa liberal”, es decir, la

legitimación del supuesto lenguaje neutral, con el que se pretendió ocultar al “operador semántico”,

al enunciador de la “primera persona”, como si los textos se escribiesen solos o de forma

espontánea por fuerzas no humanas.

En el tercer capítulo, presentamos un trazo conceptual de la crónica periodística como un género en

tránsito que se constituye en la mejor voz de una época; que deviene nuevo en cada edad histórica

para contar el mundo fáctico con un indiscutible componente de pretensiones estilísticas (recursos

literarios) y su apuesta estética en cuanto postura política para traer al centro lo marginado:

desarraigados, mutilados, desaparecidos. Además, un breve mapeo de los canónicos del 60, de

cuyas vertientes abrevan los nuevos cronistas de Indias para narrar lo contemporáneo.

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En el cuarto y último capítulo, llegamos a los sujetos - actantes construidos en la crónica

contemporánea, a través de dos crónicas escritas por dos de los mejores cronistas latinoamericanos.

Despejaremos las funciones actanciales de Greimas, a fin de identificar a los sujetos en sus

búsquedas, deseos y las tensiones de poder que confrontan al Sujeto-héroe. Y así, hilaremos una

triangulación metodológica con los siguientes elementos: modelo actancial + autores teóricos +

entrevistas semi-estructuradas.

2. METODOLOGÍA

El enfoque de esta investigación es cualitativo porque postula una concepción fenomenológica,

inductiva, orientada al proceso. La propuesta parte de una creencia constructivista de la producción

de sentido, considerando a la realidad como una construcción social de los sujetos.

El soporte primordial es textual. Recordemos que, los productos comunicacionales impresos suelen

combinar dos tipos de código: el icónico y el textual. Se entiende por género icónico las

fotografías, gráficos, dibujos, caricaturas, infogramas. Y por textual, el discurso producto de la

puesta en funcionamiento de la lengua. Este trabajo está orientado, exclusivamente a lo textual, por

el carácter descriptivo, narrativo o dialogal del corpus seleccionado.

La triangulación investigativa relevará bibliografía, el modelo actancial de Greimas y además

entrevistas semi estructuradas a docentes, periodistas e investigadores del género crónica.

Sobre el corpus

El corpus está integrado por dos crónicas escritas por Leila Guerriero y Alberto Salcedo Ramos,

que fueron publicadas en el 2008. En el momento de definir el corpus, se sistematizó los años de

producción de las crónicas de estos cronistas; y se halló que el 2008 contaba con la mayor cantidad

de material, en relación a los años pasados.

Además, no solo es la cantidad de material producido, sino que durante la primera década del año

2000, la producción de piezas de alto voltaje periodístico y estético, es una antología per sé de la

crónica periodística contemporánea. En cuanto a los autores, tanto la argentina Leila Guerriero,

como el colombiano Alberto Salcedo Ramos gozan de una autoridad de campo que se reitera en la

referencia entre autores, seminarios, talleres de crónica, el aval de sus pares, su voz marcada, su

tránsito como maestros del área, los libros publicados, los mayores premios que el género confiere,

etc.

Guerriero con su crónica, “Rastro en los huesos”, reportaje publicado en Gatopardo en abril de

2008 ganó el “Premio Nuevo Periodismo Cemex+FNPI”. En aquella ocasión, postularon 963

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trabajos de toda Iberoamérica, pero Guerriero fue la que sacó mejor letra. “Rastro en los huesos”,

es parte del corpus.

Alberto Salcedo Ramos, estruja el sillón del cómodo lector, al narrar la vida de bufones y

perdedores, de gánster del box, de la violencia y el desasosiego. En el 2009, Salcedo Ramos obtuvo

el premio SIP a la excelencia periodística por “Un país de mutilados” publicada en la Revista Soho

el 12 de junio de 2008. Esta es la segunda crónica del corpus.

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JUSTIFICACIÓN

La crónica es uno de los géneros fundadores del periodismo. Deviene distinta en cada edad

histórica para contar el mundo fáctico con un indiscutible componente de pretensiones estilísticas

(recursos literarios). Por sus fronteras entre lo factual y lo estético, es la mejor voz de una época,

anclada al mismo tiempo a la realidad de donde absorbe su carácter factual, como a las técnicas

narrativas que utiliza para reconstruir hechos con vívida intensidad.

Es justamente su carácter polisémico que se resemantiza en cada época, que abre un intersticio para

narrar lo contemporáneo desde las historias mínimas, lo cotidiano y lo popular. La vida de las

grandes minorías: desplazados, desarraigados, desaparecidos, personas normales en situaciones

hostiles. Es pues la crónica un mural de este “costumbrismo postmoderno”, que narra el

desasosiego latinoamericano, “la necesidad de otra cosa y en otra parte”.

En esa búsqueda inquieta, América Latina tiene, aquí y ahora, un semillero de noveles periodistas,

a los que se les ha llamado “los nuevos cronistas de Indias”. Un puñado de cronistas que regados en

todo el continente han asumido el ejercicio periodístico como un acto estético, en tanto acto

político. En está reciente y muy contemporánea generación de autores están: Leila Guerriero,

Alberto Salcedo Ramos, Pedro Lemebel, Julio Villanueva Chang, Juan Villoro, Martín Caparrós,

Juan José Hoyos.

Aunque todavía es pronto para acercarse a estos autores, dada la estrecha perspectiva histórica, es

innegable que estamos frente a una proliferación de iniciativas que están haciendo ruptura en el

periodismo literario de América Latina. Lo emergente está allí: en las historias mínimas o relatos

de tugurio, narrándose desde la mirada de esta jauría de sabuesos. Para no solo ver. Digo mirar.

Acercarse a lo real con carácter y contar con temperamento.

Testigos de un fenómeno en plena construcción, nuestro locus enunciativo está en ciernes, sin

embargo vale la pena el avisoramiento académico a un fenómeno periodístico en ebullición, que

seamos nosotros desde este lado del Atlántico, quienes creemos las condiciones para su análisis y

proyección. Plantee este tema en el 2010 y recibí rechazo desde ciertos profesores que

consideraban a la crónica como género de la literatura y no un asunto para una escuela de

comunicación.

Han pasado cinco años, y el locus enunciativo para analizar la crónica periodística latinoamericana

y contemporánea se instaló en la academia de España. Situación que se tradujo en antologías, libros

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de estudio, ensayos y tesis en el país Ibérico. Si nosotros como periodistas, comunicadores y como

latinoamericanos no analizamos nuestros propios fenómenos, estamos refundando aquella

dependencia epistémica que mira a Europa para entenderse así misma. Afortunadamente, en los

últimos dos años han surgido académicos como la argentina Alicia Montes, quien asumió el tema

como una beta de análisis. Sin embargo, la academia le debe mucho al género primigenio de la

historia y el periodismo: la crónica. Aquel “animalito raro”, que habita en los márgenes de lo

promiscuo, bastardo, fronterizo.

Aquí una insistencia. Un aporte sencillo de una larga búsqueda.

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CAPÍTULO I

Comunicación y narración

“De lo que se trata (…) es de indagar lo que la comunicación tiene de intercambio e interacción entre sujetos construidos, y ubicados en condiciones que son, de parte y parte aunque asimétricamente, producidos y de

producción, y por tanto espacio de poder, objeto de disputas”

Martín Barbero

Comunicación: construcción de sentidos

Los linderos de la comunicación se han descentrado, afectando los modos de interacción social:

hemos transitado de las formas primigenias de comunicación hacia el uso de las tecnologías en

sentidos que redimensionan el espacio y el tiempo. En este nuevo amojonamiento, la comunicación

es un vértice generador de preguntas o diálogos desde su campo más fecundo: los territorios límite

o fronterizos. Cada vez más, los medios ocupan un lugar protagónico, y configuran una sociedad

que es pensada como una sociedad de la información.

Los desplazamientos de la comunicación producen en la materialidad diferentes modos de narrar y

de construir los sentidos sociales. Se une la tecnología que transforma las maneras de relatar la vida

social y fusiona la temporalidad y la distancia. De forma que, se amplía este campo de estudio.

Desde la teorización se han producido diferentes modelos y categorías conceptuales para dar cuenta

del complejo escenario comunicacional. En la diacronía la comunicación está atravesada por varias

disciplinas, que han incidido en la investigación sobre este tema, por citar algunas como: la

sociología, las matemáticas, estudios sobre política y propaganda, psicología, antropología, incluso

la economía, entre otras ciencias.

Esto hace imposible pensar la comunicación con una mirada unidireccional, monolítica. A decir de

Martín Barbero, para estudiar la comunicación, se procura construir una legitimidad de campo, para

abordarla como objeto de estudio. Al parecer el estallido de las fronteras “entraña la configuración

de un campo de conocimiento poblado de objetos con contornos difusos, imposibles de encerrar en

las mallas de una saber rígidamente parcelado” (Barbero, 1997: 2). Es decir, al definir la

comunicación como un concepto cerrado y acabado caemos en el determinismo reduccionista que

se aparta del ejercicio de la complejización, para pensar la comunicación. Esto plantea lo siguiente:

para estudiar la comunicación, necesitamos conocer y utilizar conceptos que permitan construir un

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marco conceptual interdisciplinario; un marco teórico acorde al problema que proponemos

describir.

Por tanto, este trabajo está planteado desde una entrada transdisciplinaria y multidisciplinaria

(Vizer, 2003). Para efectos de esta investigación entenderemos la comunicación como “la

construcción del sentido de la vida social”, “las relaciones de sentido construidas en la vida

cotidiana de la gente, en los relatos de los que se sirven para conocerse a sí mismas, en la

conversación de las costumbres con los medios masivos” (Vizer, 2003: 14; las cursivas son del

original); premisa que fue subrayada por el pensador Jesús Martín Barbero (Vizer, 2003).

Al comprender la comunicación como una “construcción del sentido de la vida social” (Vizer,

2003: 14), subyace una propuesta que trasciende el dominio positivista que explica los hechos

comunicacionales como efectos de información. Un paradigma que permite observar a los sujetos

actores que intervienen en el proceso de intercomunicación. Sujetos, de quienes se puede describir

las subjetividades y modos de expresión que se manifiestan en los productos culturales.

También, la noción de “construcción” permite describir y racionalizar los hechos cotidianos, al

observar las acciones particulares que permiten leer los sentidos más generales. Esta

conceptualización permitirá analizar los temas que abordaremos en este trabajo: el periodismo

interpretativo, la narración y la crónica.

La comunicación como transdisciplina

El paradigma de investigación actual está dominado por la transdisciplinariedad (T) y la

multidisciplinariedad (M). Estos conceptos ayudan a superar la barrera de la disyunción y

reducción, y a observar la dimensión de la complejidad (Edgar Morín, 1984). Dado que el

conocimiento se ha construido desde campos autónomos de disciplinas, de especializaciones.

Cuestión que hace del conocimiento un sitio cerrado, que cosifica el objeto de estudio y aparta al

observador de la observación (Edgar Morín, 1999). Además, cada disciplina tiene su propia matriz

disciplinaria, y una comunidad científica (Kuhn, 1986).

De modo contrario, la noción de transdisciplinariedad permite la ruptura de las especializaciones

cerradas, de la inteligencia compartimentada, mecanicista y reduccionista, “rompe lo complejo del

mundo en fragmentos separados, fracciona los problemas, separa lo que está unido,

unidimensionaliza lo multidimensional” (Morín, 1999:18). Esta forma fragmentada de mirar el

“mundo de la vida” impide analizar los problemas que exigen ser pensados desde varias

competencias disciplinarias.

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Con la T es posible la confluencia de las disciplinas que permiten realizar ejercicios de

comparación y de oposición sobre la investigación y, en algunos casos ensayar nuevas

combinaciones disciplinarias. También, un entrelazamiento de conceptos provenientes de distintas

disciplinas, que transfieren entre sí las posibilidades de análisis de un problema social, la

interdisciplinariedad (Nicolescu, 1996).

Con la transdisciplinariedad comprendemos que la comunicación es una disciplina transversal a

distintos conocimientos. Es decir que, las distintas comunidades científicas necesitan sistemas de

información para codificar los conocimientos y hacerlos común. En esta lectura la comunicación es

una disciplina que se construye por convenciones sociales de los investigadores (Martín-Barbero,

2002). De esta forma la comunicación constituye el lugar central de encuentro de las disciplinas a

una dimensión que se denomina en la época actual como “sociedad de información” (Castells,

2000). Esta intermediación de la comunicación, necesaria entre las distintas disciplinas, es lo que

abocó en los años sesenta a pensar la comunicación como un espacio autónomo de estudio o como

una disciplina que está en los bordes de las distintas ciencias.

Por otro lado, asignar la comunicación a las Ciencias Sociales implica que es una disciplina con

objetos de estudios autónomos, que incluyen metodologías de investigación. Quizá los estudios

sobre comunicación ingresan tarde a abrir un espacio propio de investigación. A mediados del siglo

veinte toma fuerza la idea de la transdisciplinariedad. Los campos de las distintas disciplinas

empiezan su desplazamiento, permitiendo el acceso y uso interactuado de conceptos. Por ejemplo,

la lingüística de Saussure fue utilizado por Lévi-Strauss para explicar hechos en la Antropología

(Martín-Barbero, 2001).

Esto dificulta pensar el objeto de estudio sobre comunicación. Sin embargo, los seguidores de la

escuela funcionalista intentarán buscar la fundamentación conceptual de manera científica-positiva

sobre la comunicación desde los criterios matemáticos. Tema que trataremos más adelante.

En cambio desde el pensamiento transdisciplinar, la comunicación como transversal a los distintos

conocimientos, busca la construcción del objeto de estudio sobre la comunicación. Mientras se

procura construir legitimidad de campo para abordar esos objetos, al parecer el estallido de las

fronteras “entraña la configuración de un campo de conocimiento poblado de objetos con contornos

difusos, imposibles de encerrar en las mallas de una saber rígidamente parcelado” (Barbero, 1997:

2). De modo que, la realidad social se presenta en su complejidad, también en las maneras de

abordar las particularidades.

Además, se configuran nuevos temas de investigación, otras formas de indagación, cambian las

maneras de preguntar sobre los problemas. Esto “des-localiza los saberes y des-legitima sus

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fronteras entre razón e imaginación, entre saber e información, naturaleza y artificio, ciencia y arte,

saber experto y experiencia profana” (Martín-Barbero, 2001: 22).

La comunicación se presenta como un lugar estratégico que permite vincular y hacer confluir

debates sobre la cultura, la política. Y, enfáticamente observar los estudios de comunicación y

construir objetos de estudios, como los siguientes: los medios de comunicación y su incidencia en

la sociedad; la comunicación y la cultura: el lugar de la producción y reproducción de las

“mediaciones”; estudios que referencian las recepciones y el consumo de los medios masivos; los

que se enfocan a los contenidos y de la articulación de discursos en los contenidos; también sobre

las tecnologías de comunicación, entre otros temas.

En resumen, a partir del concepto de transdisciplinariedad es posible hacer confluir varios

conceptos para investigar un problema, también posibilita la intervención de otras disciplinas para

lograr un marco de investigación. Además, la transdisciplinariedad en las Ciencias Sociales hace

que las disciplinas se desborden y los límites se desplacen. La comunicación encuentra un lugar

estratégico que permite articular los conocimientos para pensar la sociedad. Si bien, no existe un

objeto de estudio autónomo sobre la comunicación; sin embargo, es posible construir, de manera

conceptual, objetos de estudio comunicacionales.

El criterio de transdisciplinariedad lo entendemos como la confluencia de distintos conceptos

provenientes de varias disciplinas que permiten un marco conceptual para analizar el problema que

hemos planteado. Utilizaremos la noción de “mediaciones” donde la cultura-social es el lugar de la

narración; el criterio de narración proveniente de la literatura o la narrativa; el periodismo y el

género de la crónica; además revisaremos el denominado “nuevo periodismo latinoamericano”.

Enfoques conceptuales sobre comunicación

Siguiendo los planteamientos de los autores, Alicia Entel (1995) y Éric Maigret (2005)

encontramos que las teorías positivas dan cuenta de una sociedad administrada, con sus modelos

que intentan explicar la comunicación. También están las teorías desde un enfoque marxista que

explican la comunicación de masas, donde confluyen temas como la cultura, ideología, el poder y

la dominación de los grupos económicos de poder.

En cambio, los Estudios Culturales tienen una entrada antropológica y un marxismo revisionista

que busca reivindicar las prácticas culturales, esto es de las culturas populares; donde la noción de

comunicación está relacionada con la codificación/decodificación de la producción de los medios

masivos. También, una propuesta interesante la realiza Mattelart (1997), al observar la

comunicación en Latinoamérica y la dependencia teórica y tecnológica en estos territorios.

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Si bien, el contexto de estas teorías es todavía la búsqueda del objeto de estudio de la

comunicación; dado que buscan explicar los actos y procesos de comunicación, ya sea en el mundo

social y sobre la participación del ser humano en la comunicación.

Sin embargo, nos apoyamos en los aportes de Jesús Martin-Barbero y Eduardo Vizer (2003). Estos

autores explican los estudios de comunicación desde dos perspectivas. En primer lugar, existe la

tendencia hegemónica dominada por lo "tecnocrático-disciplinario", es decir, la acción instrumental

de un trabajador profesional de la comunicación, por ejemplo un periodista; y el "académico-

especializado" (Vizer, 2003: 9), léase investigadores académicos. Para estos autores los estudios

sobre la comunicación no logran todavía encontrar un anclaje ontológico. Consideramos que es la

"complejidad cultural" y en ella las dinámicas de la tecnología que transforma la subjetividad. Por

lo cual, es necesaria una teoría sobre la comunicación, sin embargo, esta debe nacer desde los

hechos, desde la práctica transformacional y trascendental de ser humano (Vizer, 2003: 9).

Desde estos autores (Martin-Barbero y Vizer) la comunicación se puede enfocar en las prácticas de

los periodistas, sus modos de organizarse y la interacción con las instituciones de comunicación.

Otra es aquella que se dedica a la investigación académica, ya sea de los procesos de producción de

información o como Vizer (2003), quien procura una búsqueda o razón ontológica que sustente una

episteme para la comunicación. Además, están aquellos que se enfocan sobre las tecnologías, el

Internet y las nuevas tecnologías de comunicación que inciden en los medios de comunicación, en

los contenidos y en los productores de información, los periodistas y dinámicas mediatizadas por la

tecnología.

De tal manera que el tejido conceptual de la comunicación puede plantearse desde diferentes

abordajes. No es nuevo decir, por tanto que, la comunicación se apoya en varias disciplinas. Por

ejemplo, desde una perspectiva psicológica, es concebida como conducta (Gerbner y Pearce,1990)

como un acto objetivo de información; desde la semiosis social (Verón) esto es desde la semiótica;

también desde la institucional y la histórico-cultural. Puede plantearse como una (inter-trans)

disciplina de la cultura, o bien como una “construcción sociosimbólica e imaginaria de la realidad”

(Vizer, 2003:146).

Modelos comunicacionales que explican la comunicación masiva

Los estallidos de la segunda guerra mundial llegaban a su fin, cuando el matemático Norbert

Wiener integra un equipo que convoca disciplinas tan diversas como las matemáticas, la sociología,

la sicología, la biología molecular y la lingüística, campos que, a partir de los años cincuenta,

compartirán “los conceptos de código, imagen, mensaje e información” (Mattelart,1997:96).

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En 1948, Wiener escribe: “si los siglos XVII y la primera parte del XVIII fueron la edad de los

relojes, y el fin del XVIII y el XIX la de las máquina de vapor, el presente es la edad de la

comunicación” (Barbero, 2001:39). Al parecer, el matemático divisó un horizonte donde la

comunicación es un vértice catalizador de nuevos paradigmas para la sociedad. De hecho, esta

escuela describe a la comunicación como el lugar donde transitan los intercambios sociales. De

hecho, fue Wiener quien introdujo la noción de feedback (Maigret, 2005), que busca optimizar el

flujo de la información; es decir, permite conocer posibles respuestas y, ayuda a detectar las

reacciones de los receptores.

Este planteamiento resulta innovador frente a otras propuestas como la Teoría de la aguja

hipodérmica y la Bala mágica, planteados desde la psicología conductista radical, trazada por

Harold Lasswell y Charles Wright; que se desarrolló en los años treinta. La comunicación es

pensada como acto lineal, de una vía. Estructurada para la propaganda, con alto contenido político,

que busca incidir y modular a las audiencias de manera masiva (Maigret, 2005). Debemos señalar

que, esta teoría marca el inicio para explicar la comunicación como un conocimiento. Si bien estas

nociones están en desuso, sin embargo se constituyen como el punto de partida para describir a este

conocimiento.

Desde finales de los años 40, un discurso ecléctico tomó conceptos y modelos de ámbitos

incomprensibles como “la teoría general de sistemas, o la teoría matemática de la comunicación, la

información y la cibernética” (Vizer, 2003:87) para hacer comprensibles las relaciones de los

hombres como sistemas de información, lo que dio paso a la “teoría Matemática de la

información”.

Shannon, un ingeniero electrónico discípulo de Wiener, propuso “medir la cantidad de información

que contiene un mensaje y aumentar la velocidad de su transmisión disminuyendo el ruido y las

pérdidas que se producen en el recorrido” (Barbero, 2001:40). Shannon es padre de “la teoría

matemática de la comunicación”, que propuso en 1948 el famoso esquema: fuente-emisor-

mensaje-receptor-destinatario.

La influencia de Shannon, Weaver, Wiener, Fano fue reconocida en las formulaciones del lingüista

Roman Jakobson. Para él, en esta teoría los problemas de intercambio de información alcanzan una

“formulación más exacta y menos ambigua, un control más eficaz de las técnicas utilizadas, así

como unas posibilidades de cuantificación prometedoras” (Mattelart, 1997: 97) que serían llevadas

a la antropología (sistemas de parentesco) y a los sistemas lingüísticos.

Hay que reconocer que la “Teoría de la información” tuvo vigencia por dos décadas, con

defensores como Kullvac y Lieber, quienes observaron la vida social y los hechos empíricos como

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si se tratase de un ordenador, es decir, “enfoques tecnológicos del comportamiento humano”

(Chomsky: 1977,135).

El modelo estaba consagrado, hasta que treinta años más tarde, el lingüista Noam Chomsky

interrogó el esquema lineal. El modelo fue cuestionado. El engranaje de las relaciones

interpersonales, el espesor de las capas de la cultura resulta de una densificación demoledora para

un esquema lineal de flechas y cuadros. “Los canales de transmisión y unos circuitos complejos, no

constituyen la estructuración ni de la cultura, ni de la comunicación. Se trata de un esquema en el

mejor de los caos operacional” (Greimas, 1987:288). Además, este modelo no toma en cuenta el

aspecto semántico de la información (Silva, 2008), y la interpretación a la que se somete la

información cuando es difundida.

Para los años sesenta se inicia el cuestionamiento hacia el paradigma dominante, esto es, creer que

los medios de comunicación ejercen una supremacía dominante, que son instrumentos supremos

que modelan de forma irreflexiva las opiniones de la gente. La propaganda como una posibilidad

de adherir voluntades a través de la “circulación de los símbolos eficaces” (Mattelart: 1995,28).

El cuestionamiento surge al preguntarse más bien por las audiencias y los usos que hacen con los

medios de comunicación. La “Teoría de los usos y gratificaciones” planteados por Paul Lazarsfeld,

Eliu Katz entre otros autores, representan un cambio de enfoque para describir la comunicación a

partir de las audiencias (Maigret, 2005). Es decir, es una aproximación hacia los consumidores de

la información y observar los múltiples usos que estos hacen con los contenidos emitidos en el

periódico, la radio y la televisión, en los años sesenta y setenta. Además los contenidos de la

información pasan por la codificación específica. De tal modo que, las audiencias participan.

En síntesis esta teoría busca estudiar la recepción. "En particular, en Estados Unidos se han

interesado por conocer los patrones de exposición de las audiencias, así como sus gustos,

preferencias y necesidades" (Lozano, 2005: 25). A decir de Maigret (2005), esta teoría pone en el

escenario a los “líderes de opinión” con su papel de influencia personal y de persuasión sobre los

grupos sociales, esto es un dirigente de una asociación, líder de un grupo religioso, el padre de

familia, un grupo de lectura literaria, gestores que se constituyen en líderes que inciden en la toma

de decisiones.

Debemos subrayar que esta corriente se apoyó en las grandes empresas de medios de comunicación

para desarrollar las investigaciones. "Esto propició que la mayoría de los estudios se centraran en el

análisis del receptor y se descuidara la investigación de los medios como productores de mensajes”

(Lozano, 2005: 25). Esto aletargó el objetivo de la investigación centrada en la comunicación.

La fórmula fue llevada hacia varios sectores de investigación, lo que dio paso a variadas

metodologías como, “análisis de contenido, análisis de los medios de comunicación o soportes,

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análisis de audiencias y análisis de efectos” (Mattelart, 1995: 30). De las metodologías enumeradas

se ha puesto especial énfasis en el análisis de efectos y su relación con el análisis de contenido, que

se utilizan hasta hoy, enfáticamente en los estudios de comunicación relacionadas con publicidad y

marketing (Maigret, 2005).

Podemos decir que esta perspectiva encuentra asidero en los estudios sobre los sistemas de medios

masivos de comunicación, referentes a temas como la información, la objetividad en los contenidos

de los medios y en el periodismo. Esto será más evidente al revisar el tema sobre el periodismo, en

las conceptualizaciones como “agenda setting”, “gatekeeper”, que entienden al periodismo en la

dinámica de sistemas funcionales en la esfera social, política, económica, etc.

Teoría crítica sobre la comunicación masiva

Entre las investigaciones norteamericanas y las europeas encontramos como punto de relación que,

estas dos corrientes de pensamiento entienden la sociedad como una masa influenciable, pasiva y

manipulable, como lo han expuesto Lozano (2007) y Maigret (2005). Si bien el positivismo busca

administrar esta influencia sobre la sociedad, a través de los medios de comunicación; en cambio

en Europa los investigadores toman una línea crítica, como lo demuestra Lozano (2007):

Esas teorías de la sociedad de masas, pese a compartir características como las anteriores, en términos generales se dividían en dos tendencias claramente diferenciadas: la postura aristocrática de filósofos y ensayistas como Nietszche, T. S. Eliot y Ortega y Gasset, y la posición crítica de los miembros de la denominada Escuela de Frankfurt: Adorno, Horkheimer y Marcuse. (Lozano, 2007: 20).

Para las dos corrientes la sociedad masificada es una amenaza, también entienden la masificación

como un efecto producido por los medios de comunicación (Swingewood, 1981 en Lozano 2007).

Para la postura aristocrática, la sociedad se presenta clasificada y en ella la producción cultural que

podríamos denominar la cultura elitista o la alta cultura. Para esta corriente el acceso de las masas a

la alta cultura representa la degradación, dado que para las masas la cultura pierde su significado

legítimo y estético. Las masas están bajo el dominio caótico de la barbarie (Swingewood, 1981 en

Lozano 2007).

La posición crítica integrada en la conocida Escuela de Frankfurt o Escuela Crítica, corriente de

pensamiento que sintetiza las obras de Marx y Freud, une la economía con el psicoanálisis para dar

cuenta de una sociedad masificada (Muñoz, s/f), reflexiona a la vez, “la tarea de repensar

interdisciplinariamente desde la filosofía, sociología y la historia, el universo de la cultura de

masas” (Barbero, 2001:41). Los de Frankfurt desarrollan su preocupación por los totalitarismos, la

tecnificación de las sociedades y la crítica social. Es el contexto de la "crisis de la razón".

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Cuestionan el fallo de la racionalidad como eje de referencia y máxima guía para la modernidad.

Dado que el fin sustantivo de la razón debía ser el progreso de la sociedad, entregar un sujeto

civilizado. Sin embargo, la sociedad para la Escuela de Frankfurt, se presenta oscurecida por la

racionalidad, que se ha convertido en un instrumento de dominación. Un instrumento con el que se

somete a la naturaleza y a los humanos. La racionalidad, en el sentido científico técnico “había

creado sistemas de dominio y de control”; codifica a las personas, los deshumaniza. De modo que

la racionalidad se ha transformado en irracionalidad (Horkheimer, 1973).

Uno de los conceptos articulados por esta Escuela es la "Industria cultural", cuestión sobre la que

Martín-Barbero dialogará y debatirá para argumentar sobre las mediaciones. La "industria cultural"

(Horkheimer, 1973) describe el dominio de la racionalidad instrumental, que interviene en la

producción técnica, que masifica los productos culturales. Como también da cuenta de la

producción industrializada de consumo social serializada. La producción se relaciona con el

consumo y domina a la racionalidad sustantiva. De este modo es una sociedad oscurecida. Que

busca el consumo y el bien estar, que sufre de los "cálculos de los efectos" de la racionalidad

instrumental. El consumo sin fin, sin objetivos, una reproducción interminable (Horkheimer, 1998).

Desde esta perspectiva, los medios de comunicación y la producción que ofrecen estos medios, se

insertan en el proceso de la industria cultural. Producción y difusión que responde a la lógica de la

propaganda que fetichiza y manipula los sentidos de los seres humanos.

Horkheimer piensa del cine y la televisión lo siguiente: "La industria cultural ofrece como paraíso

la misma vida cotidiana de la que se quería escapar. Huida y evasión están destinadas por principio

a reconducir al punto de partida. La diversión promueve la resignación que se quisiera olvidar

precisamente en ella." (Horkheimer, 1998:186). De modo que los contenidos de los medios

cumplen la función de dominación de la lógica social. En sentido económico los propietarios de los

medios usufructúan con la información y dominan los contenidos. Aunque, también los

propietarios son efectos de la racionalidad técnica. En sentido individual, el sujeto está des-

individualizado, masificado, homogeneizado. En contraste, toma sentido la lectura de Martín-

Barbero, que dialoga y presenta los desacuerdos sobre la Teoría Crítica.

Salida de la comunicación crítica y de masas: hacia la construcción del sentido social

Martín-Barbero cuestiona la “Industria Cultural” por la carga ideológica que impone para el

análisis de los medios de comunicación. El autor de la teoría de las mediaciones pone un punto de

interrogación sobre Horkheimer y Adorno por reducir a las audiencias como atrofiadas de cualquier

posibilidad reflexiva; por subestimar la producción simbólica de los sujetos (Martín-Barbero,

2001). La carga ideológica termina con un sujeto objetivado cosificado; deshumanizado de su

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capacidad subjetiva. No logra una autonomía identitaria. Y, no permite describir el sentido con el

que interactúa en el mundo social. De ahí que Barbero cuestione a los seguidores de la Escuela

Critica en América Latina, pensadores como Antonio Pasquali (1976) que, investigan desde esta

perspectiva.

Más bien es la búsqueda de una teorización propia, una que esté acorde al contexto social de

Latinoamérica y de los procesos culturales. Cuestionar "todo lo que el pensamiento de Frankfurt

nos impedía pensar a nosotros, todo lo que de nuestra realidad social y cultural no cabía ni en su

sistematización ni en su dialéctica" (Martín-Barbero, 2003: 49).

Siguiendo a Martín-Barbero (2003), encontramos que las investigaciones sobre la comunicación

están enfocadas hacia los “medios de comunicación y su vinculación con la sociedad”, el estado y

el individuo; otros estudios están enfocados a revisar la producción de los discursos, y analizar los

contenidos; están los que se enfocan en la recepción, el consumo de las publicaciones de los

medios. Y, otro grupo se dedica a las tecnologías de comunicación. Sin embargo, la transversalidad

de la comunicación es más compleja. Es imposible anclarse en un solo enfoque. De aquí que

Martín-Barbero (2003) observe que, la lectura de los medios masivos sobre la sociedad y el

individuo, sea por la vía funcionalista o la Escuela Crítica, necesite una relectura.

Este autor propone dos planteamientos para salir de la lectura masificante de la comunicación: la

premisa de "la hegemonía comunicacional" y la búsqueda de un "nuevo lugar de la cultura en la

sociedad" (Martín-Barbero, 2002: 32). Con estas nociones se busca describir la construcción del

sentido en el complejo escenario social y cultural.

El concepto de partida es la “razón comunicacional” (Martín-Barbero, 2002), noción que surge

sobre los cuestionamientos a la Escuela Crítica y como una propuesta que se opone a la “razón

comunicativa” de Habermas. Martín-Barbero arguye lo siguiente:

Lo que estamos intentado pensar (…) de un lado, la hegemonía comunicacional del mercado en la sociedad: la comunicación convertida en el más eficaz motor del desenganche e inserción de las culturas -étnicas, nacionales o locales- en el espacio/tiempo del mercado y las tecnologías globales” (Martín-Barbero, 2002: 32; cursivas del original).

Esta premisa supera las nociones de ideología y el dominio en los estudios sobre los medios de

comunicación y la relación con la sociedad y el individuo. Y, tiene una doble vía, la del

desenganche e inserción de los bienes culturales. Lectura que permite observar la comunicación en

un espacio intermedio, lugar donde los sentidos toman las orientaciones; si bien los medios de

comunicación participan en esta construcción, sin embargo, son los individuos en la cotidianidad

los que construyen los sentidos sociales.

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Como hemos insistido, este planteamiento se aparta de la lectura de los medios de comunicación y

su influencia directa sobre las audiencias, como supone el funcionalismo. También, como lo

entendió la Escuela Crítica, como el dominio ideológico, desde las “Industrias culturales”; dominio

de los medios de comunicación y la reproducción de información sobre la sociedad.

La lectura de “hegemonía comunicacional del mercado en la sociedad” (Martín-Barbero, 2002: 32),

busca hacer frente a la envergadura de lo económico-cultural y el dominio de las tecnologías

audiovisuales y la información que aceleran los procesos de globalización, cuestión que produce

"efectos desocializadores del neoliberalismo", el dominio del mercado (Martín-Barbero, 2003). El

efecto de esto, será posible enfrentar al incluir la noción de cultura, lugar de la producción,

reproducción de los efectos, donde los sujetos son capaces de apropiarse y transformar la

hegemonía comunicativa hacia modos autónomos de interpretación.

También, Martín-Barbero plantea realizar el movimiento hacia las mediaciones de la comunicación

y la cultura, en lo que denomina, "nuevo lugar de la cultura en la sociedad" (Martín-Barbero, 2002:

32).

En sentido investigativo, este movimiento significó el desplazamiento de los objetos de estudio. En

este caso los estudios sobre los medios de comunicación "entendidos principalmente como

tecnologías, como empresas o como instituciones sociopolítica hegemónicas" (Sánchez, 2000: 52).

En cambio, se pone la mirada en la vida cotidiana de los receptores. El espacio cultural se observa

dinámico, lugar de las apropiaciones de los mensajes y "los negocian o resemantizan para llegar

incluso a volverse cómplices gozosos de su propia dominación" (Sánchez, 2000: 52). Esto implica

reconocer al sujeto y las capacidades de producir, reproducir y transformar la información, es decir,

volverlo comunicacional. También significa que para analizar tal cotidianidad es necesario

abordarla como un entramado complejo, y un marco conceptual, abierto y compartido,

multidisciplinar.

Mediaciones: el retorno del sujeto

Este es el contexto para las “mediaciones”. Tema que relaciona la producción cultural y la

comunicación. Sin lugar a dudas, podemos decir que, esta teorización entiende la participación de

los sujetos. No solo como actores de las prácticas sociales sino por la confluencia de las

mediaciones, entiéndase aquellas instituciones que han cumplido este papel, como la familia,

partidos políticos, sindicatos, la comunidad y sus costumbres. También, se entiende el papel

individual del sujeto, dado que se abandona el dominio ideológico de los medios. El sujeto tiene la

capacidad de producir sus propios medios simbólicos con los que logra comunicabilidad. Martín-

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Barbero encuentra cuatro dimensiones donde se producen las mediaciones comunicativas:

"socialidad, ritualidad, institucional y tecnicidad" (2001: 74).

La “socialidad” es el espacio donde se producen las cotidianidades sociales. Donde los seres

humanos se encuentran con su identidad y se relacionan generando interpretaciones. La múltiple

vía de la interpelación; es la "multiplicidad de modos y sentidos en que la colectividad se hace y se

recrea, la polisemia de la interacción social" (Martín-Barbero, 2001: 74). Es decir, la mediación se

entiende aquí como la acción de los sujetos en el mundo social, donde se encuentran con sus

prácticas comunicacionales.

La “ritualidad” remite a los usos sociales de los medios, modos de relación con los medios y a las

trayectorias de "lectura" que están en relación a las condiciones sociales, por ejemplo el género,

nivel de educación. "Las ritualidades constituyen también gramáticas de la acción -del mirar, del

escuchar, del leer- que regulan la interacción entre los espacios y tiempos de la vida cotidiana y los

espacios y tiempos que conforman los medios" (Martín-Barbero, 2001: 75). Responde a la pregunta

de ¿cómo se mira y cómo se lee en los grupos, diferenciados por el nivel de educación (por

ejemplo)?

Lo “institucional” remite a la organización de los movimientos sociales, que transgreden las

formalidades de los partidos políticos, como también la administración de las burocracias. Da

cuenta de los usos que estos hacen de la comunicación en sentido de representarse y representar a

la política y de manifestar una identidad de grupo.

Mientras la “tecnicidad” significa no solo la tecnología, sino el cambio que demandan las

tecnologías, nuevas prácticas, destrezas y nuevos lenguajes, está muy relacionado con la

globalización. "Ello no sólo en el espacio de las redes informáticas sino en la conexión de los

medios -televisión y teléfono- sin el computador replanteando aceleradamente la relación de los

discursos públicos y los relatos (géneros) mediáticos con los formatos industriales y los textos

virtuales" (Martín-Barbero, 2001: 78). De este modo la tecnicidad implica cambios en los modos

de comunicación; en las formas de narrar, de escribir una noticia, de contar una crónica.

Con esta revisión encontramos que la mediación da cuenta de acciones de sujetos que son capaces

de producir en la interacción social, producciones simbólicas de significación. Podemos decir que

es el lugar ontológico de las mediaciones, donde converge la cultura, la información de los medios

de comunicación y la acción de recepción, la política, el género, nivel de educación, situaciones y

contextos, prácticas comunitarias, organizaciones sociales.

Para los fines de este trabajo aplicaremos esta teorización, en el tema que nos ocupa: la

construcción de los sujetos en la crónica periodística del nuevo periodismo Latinoamericano.

Entendiendo como mediación la crónica periodística, la narración en sentido literario y su mirada

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en las prácticas culturales narradas por el cronista. Si bien el tema en cuestión se presta para

múltiples lecturas, delimitamos el trabajo para observar la mediación producida por el cronista para

narrar a los personajes, para describir a los actores en las crónicas: “Un país de mutilados” (Alberto

Salcedo) y “El rastro en los huesos” (Leila Guerriero).

Observar al cronista, que construye en su narración a distintos personajes, nos ubica en lo que se

denomina la “mediación individual” que surge del ejercicio cognoscitivo (Orozco, 2006). Para

preguntarnos sobre la apropiación de las significancias por parte de los cronistas de las prácticas

culturales del contexto. Esto permitirá explorar los usos que hace del lenguaje comunitario y rural,

es decir los sociolectos, las jergas; de las vivencias de los actores y puestas en el escenario público

de los medios escritos de comunicación. Otro es el proceso comunicativo entendido como la

construcción del sentido. Aquí entenderemos los problemas sociales de la comunidad frente a las

políticas de Estado o ausencia de ellas.

Comunicación y narración

En este apartado intentaremos adaptar los conceptos de narración discursiva y texto, y hacerlos

operables sobre las crónicas. Dado que, el contenido de las crónicas que pretendemos analizar son

acontecimientos en una temporalidad y suceden en espacios que son narrados por intermediación

del lenguaje escrito.

Como hemos establecido, estas crónicas narran el mundo de las cotidianidades de una comunidad

en Colombia y el trabajo de un grupo de forenses en Argentina. Cotidianidad compleja atravesada

por temas como la violencia, la política, el estado, gobiernos, el poder, prácticas culturales, modos

de sobrevivencia, clases sociales. Algunas de estas categorías tienen teorizaciones de larga data. Es

decir, son textos que interactúan y son intertextuales. Además son publicados en medios de

comunicación.

Narración y crónica

La narración significa la representación de los acontecimientos por mediación de las palabras. Son

representadas las acciones y los sujetos que cumplen distintas funciones. Las teorías narrativas

adolecen de dos puntos que han sido asumidos en una autocrítica por el propio Gérard Genette1.

Por un lado tienden a focalizarse solo dentro del marco referencial de la literatura y por otro lado

1 El estructuralismo (impulsado por R Barthes y Lévi Strauss) fue el punto de partida de Genette. Figures (1966-1972) es su obra cumbre donde se encuentran los estadios fundacionales de la “Narratología”.

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caer en una generalización que engloba a toda arte e incluso lo de difícil clasificación. Así por

ejemplo se habla de las narrativas visuales, del cuerpo, la prosémica, la arquitectura.

Para Aristóteles, “el relato (diégesis) es uno de los modos de imitación poética (mímesis)”

(Genette, 1970:136), la representación del mundo que vuelve a re-presentarse en la mímesis en el

juego del lenguaje. Por simple relato, Platón “entiende todo lo que el poeta cuenta hablando en su

propio nombre, sin tratar de hacernos creer que es otro quien habla” (Genette, 1970:136). Asume su

autoría, como narrador-obervador, en conceptos de Genette, un narrador intradiegético porque

enuncia la historia en diálogo con Otro.

Las narrativas en cuanto enunciados construyen “una relación de sentido temporal de los

individuos con respecto a otros individuos y al mundo exterior y objetivado” (Vizer, 2003:251).

Una dimensión de significados “donde el propio sujeto se autorreferencia a sí mismo como un actor

en relación a otros actores, dentro de un trama” (Ibíd).

La narración “es un modo privilegiado de organización de la percepción y del pensamiento; en un

intento, tal vez, de conservar el pasado y asimilar el presente” (Vizer, 2003:195). Una fotografía en

composición que registra nuestra presencia en el mundo y que en tanto día de exposición es una

versión de mundo. La narrativa se basa en un uso del lenguaje que corresponde a la vida cotidiana,

a la explicación entendible por todas las personas, sean cultas o no, y que tiende a la verosimilitud

pero no a la verdad. Al ser el lenguaje una competencia del sujeto, produce una modalidad

autorreferencial.

Es para nosotros narración la descripción del mundo social, accionado en el instante, es decir el

mundo narrado, donde el actor está involucrado en el acontecimiento, sufre la acción, es sujeto de

la acción (Weinrich, 1968). Es decir, el cronista se sitúa en un contexto, en un tiempo y construye

una representación, en escritura. De modo que podemos decir: el mundo social es una narración

infinita. Mediada por la representación de las palabras. Desde la mirada de la investigación se

busca abstraer de modo conceptual para analizar fragmentos de ese flujo narrativo continuo.

La noción de “texto narrativo” (Greimas, 1987), permite atrapar este vertiginoso correr narrativo.

Es texto una publicidad, una obra de arte, un libro, una película de cine, etcétera. La cultura es un

texto (Lotman, 1982). "Para la literatura se trata en primer término, de la expresión del texto

mediante signos de la lengua natural" (Lotman, 1982: 71). En la materialización de un texto

narrativo implica que se ha dado forma a partir de múltiples sistemas, desde distintas estructuras.

De modo que, el texto se convierte en un concepto que subsume inclusive a los autores, en nuestro

caso los cronistas. Dado que la escritura está sujeta a una forma y a un contenido, a la sintaxis y la

semántica. También, los autores, el escritor es parte de este entramado complejo del texto, donde él

(cronista) es un componente más en esta red de semiosis. Esto significa que el cronista dialoga con

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categorías de otros textos. Este diálogo tiene implicancias subjetivas porque son las categorías

contextuales los que le permiten construir a sus personajes, y son formados a imagen y semejanza

de la subjetividad del cronista. También está implícita la idea de la intercomunicación de la

información, dado que se dirige a un colectivo de lectores, y utiliza un medio de comunicación para

publicar los escritos.

También, el texto narrativo pasa por la presuposición de verosimilitud. Por cuanto entre lo que se

escribe, el objeto y la acción, hay un nivel de verdad. Esto implica que las palabras describen a las

cosas, o las acciones. La crónica, al narrar los hechos pasados o los acontecimientos, con la

participación del escritor, en conjunto con los actores, presuponen la verdad de las palabras con las

que representa a sus actores y sus acciones. La idea de la verosimilitud está muy relacionada al

tema de la objetivad en los formatos periodísticos, cuestión que caracteriza a los sistemas

funcionalistas de los medios de comunicación para redactar los géneros de información. Tema

desarrollado en el capítulo dos.

Podemos analizar la crónica como un texto y buscar las formas de construcción de los actores, por

lo que nos remitiremos a observar el “Modelo actancial” (Greimas, 1987) para aplicarlo sobre el

corpus seleccionado.

Función de los actantes y esferas de acción en la narración

Para este apartado la inquietud principal es ¿cómo hacer visibles a los actantes, (con sus funciones),

los objetos que persiguen, y observar los distintos niveles de narración que suceden en la crónica,

utilizando el modelo actancial?

Fue Propp (2001) quien entendió que las narraciones, los relatos, (los cuentos folklóricos rusos),

tienen una estructura dominante. Este autor estudia las "formas invariantes de los cuentos

tradicionales y las clasifica siguiendo el modo de operar de las ciencias naturales” (Lada, 2003: 4).

A partir de un método funcional y deductivo observa que los actores cumplen funciones, tienen

roles asignados, atributos que no cambian. La función se caracteriza al inscribir los rasgos de un

personaje y toma significación en la trama de la narración. La función es constante y estable. Y,

mantiene una secuencia (Zeccheto, 2002).

Además, son categorizados en siete esferas de acción, donde los personajes realizan las siguientes

funciones: la esfera de acción del agresor (o del malvado); del donante (o proveedor); del Auxiliar;

de la Princesa (lo deseado); del mandatario (que cumple la función de enviar); la del héroe, y, del

falso héroe. En esta distribución opera la condición que un mismo actor puede cumplir otras

funciones, es decir, un archiactante (Propp, 2001). Además, plantea la relación secuencial que

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configura los cuentos. Como hemos dicho la unidad básica es la función, que da cuenta de las

acciones y que define a los personajes.

Uno de los planteamientos que nos interesa observar con Propp, es la idea de "transformación"

(2001, capítulo 8). Para este autor el "estudio de las formas es el estudio de las transformaciones".

Se entiende las transformaciones de los personajes que, en el cuento ruso, se transforman en

animales o cosas, según la secuencia del relato.

Esta lectura puede ser adecuada, en la crónica "Un país de mutilados. Por ejemplo, en el refranero

de Manuel Ceballos" (Salcedo), la transformación que sufre el personaje principal: un campesino

que debe sobrellevar la migración en la ciudad, el retorno al campo, luego la mutilación de su

cuerpo. Aquí encontramos que la noción de "transformación" permite ubicar eventos y dimensiones

de narración, donde cambian los contextos, cambian las funciones de los personajes, sin embargo

son los mismos actores. Además, el cambio de eventos implica transformar las subjetividades, lo

que le ocurre al campesino en la crónica mencionada: debe apropiarse y negociar, en ocasiones

permitir el dominio de la ciudad. Entre otras lecturas.

Sin embargo, al poner en relación entre un cuento y la crónica periodística, encontramos que los

planteamientos de Propp (2001) se limitan a registrar la función de los personajes, a caracterizarlos

y realizar un seguimiento en el desarrollo del relato. Frente a una crónica, que supone una narración

diacrónica de sucesos no ficcionales, es necesario buscar un modelo que permita encontrar

relaciones entre los sujetos, además que tome en cuenta al narrador o escritor, y que en el cruce de

funciones relieve a los Sujetos y sus deseos, búsquedas, tensiones de poder en su vida cotidiana

narrada en las crónicas.

El “modelo actancial”

W. Propp puso las bases para el desarrollo de algunos pensadores estructuralistas como Barthes,

Greimas y Todorov. De aquí que, Algirdas Julien Greimas toma las 31 funciones de los personajes

de Propp "como un mecanismo lógico-semántico, abstrae la unidad personaje en actante, de la

misma forma que las acciones se abstraían en funciones, y presenta un cuadro actancial" (Lada,

2003: 6; las cursivas son del original). El gran salto, es que Greimas logra operativizar dicho

modelo, para aplicarlo a distintos relatos; ya no solamente a los cuentos, gradación que permite

llevar el modelo actancial hacia las crónicas.

Desde el inicio Greimas (1987) dialoga con distintas disciplinas, la sociología, el psicoanálisis, la

lógica formal y principalmente la lingüística y la semiótica. De allí que este autor busca

fundamentar una gramática de la significación. Dado que el "mundo humano parécenos definirse

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esencialmente como el mundo de la significación" (1987: 7), habrá que buscar las estructuras de la

significación. Estudiar la orientación del sentido.

En esa búsqueda, Greimas enfatiza su análisis en los sujetos; los denomina actantes, para

"distinguirlos de los personajes concretos en los que se encarnan sus funciones" (Ricoeur, 1995:

445). A decir de Ricoeur (1995) esto significa una doble ventaja: "la lista de los actantes es más

corta", lo que permite observar las interacciones o relaciones entre los seis actantes, divididos en 3

representaciones paradigmáticas (Ricoeur, 1995), pues el mundo infinito de los relatos está

sometido a una misma estructura paradigmática: Sujeto/Objeto, Destinador/Destinatario,

Adyuvante/Opositor. Y segundo, Greimas sintetizó este inventario de seis actantes para

operativizar y analizar las relaciones entre actantes, de las que surgen las fuerzas temáticas del

relato.

Además, el modelo se desplaza hacia la semiótica narrativa. Entendido como la pragmatización de

la lengua, donde el individuo es un sujeto actancial, por cuanto el lenguaje no solo significa lo que

expresa, sino que hace al sujeto. Es decir, los textos cumplen el proceso de semiosis social. Dado

que el relato es un simulacro del caudal de la realidad social, el modelo actancial permite tomar

fragmentos para analizar la intervención de la escritura en el mundo de las significancias. Con este

modelo Greimas (1987) afianza las funciones actanciales y las pone en relación de conjunción y

disyunción. Y, "si no podemos proceder a una descripción exhaustiva de las posibilidades

combinatorias de la acción humana en el plano de superficie, necesitamos encontrar en el propio

discurso el principio de construcción en su plano profundo" (Ricoeur, 1995: 445).

El modelo actancial presenta tres categorías, opuestas en sentido binario. La primera categoría

pertenece a la oposición sujeto-objeto. “El sujeto es alguien que hace la acción” (Greimas, 1987:

265), mientras el Objeto sufre la acción. Esta primera distribución opera mediada por la esfera del

deseo. Aquí está presente el Sujeto-héroe que realiza la acción y que debe superar los obstáculos

hasta encontrar a la persona, cosa, ideal deseado. Por ejemplo en la crónica, "El rastro en los

huesos" (Guerriero), que forma parte del corpus de nuestro análisis, el Sujeto es el grupo de

forenses, mientras, el Objeto es la búsqueda de identidad (de los desaparecidos de la Dictadura

argentina, de quienes quedan solamente los rastros en los huesos).

La segunda distribución es la oposición Adyuvante vs Opositor. Los ayudantes son quienes aportan

soporte para que el Sujeto alcance el Objeto. En cambio, los oponentes, actúan en sentido contrario

"crean obstáculos, oponiéndose ya sea a la realización del deseo, o la comunicación del objeto"

(Greimas, 1987: 273). Es el dominio de la esfera de poder.

La tercera distribución corresponde a la oposición destinador-destinatario. Es la esfera en relación

de la comunicación. Dado que la función del destinador es enviar o destinar a otro actante, funciona

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en un sentido de emisor que se sobrepone al receptor. El destinador es el "arbitro, dispensador del

bien " (Ibíd, 1987: 272). Mientras el destinatario es “el obtenedor virtual de ese bien”. Esto pone de

manifiesto la comunicación mediada por el saber, por parte del destinador.

El modelo actancial tiene un “valor operatorio” (Ibíd, 1987: 272). Su simplicidad, menciona

Greimas “reside en el hecho de que está por entero centrado sobre el objeto del deseo perseguido

por el sujeto, y situado, como objeto de comunicación, entre el destinador y el destinatario, estando

el deseo del sujeto, por su parte, modulado en proyecciones de adyuvante y oponente” (Ibíd, 1987:

276).

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Capítulo II

Periodismo: un encuentro posible

El periodismo como interpretación de la realidad

Cada encuentro con el mundo cotidiano es una continua adopción de decisiones. La pregunta sobre

lo más importante de la jornada, qué sucede y con qué impacto lleva implícita una tarea de

selección, evaluación e interpretación de un hecho noticioso. De allí, que autores como Enrique de

Aguinaga sostenga que “el periodismo es un sistema de clasificación de la realidad, que trata de

proporcionarnos una imago mundi” (Aguinaga: 2001,243).

Algo ha ocurrido. Alguien ha dicho algo. El mundo ha girado y en su vuelta el estado de las cosas

deviene distinto. Apropiándose de palabras y descartando otras, la escritura de la realidad es

selección permanente. Delimitación o captura que se logra por medio del lenguaje. El vehículo

material del pensamiento hace un ejercicio de inclusión en lo que excluye: recoge determinados

datos, mientras descarta otros. Prioriza cierta información que se traduce como más relevante para

la estructuración del producto redactado.

En sus rutinas, el periodista ordena informaciones y opiniones, produce en su práctica una

taxonomía del acontecer cotidiano. Lo que podría verse como una mera operación instrumental, es

elevada a constituirse en un método. Este planteamiento es expuesto por Aguinaga, quien sintetiza

las dos operaciones principales de la construcción de lo noticiable: selección y valoración.

Estas dos tareas cognitivas, hacen que el periodismo se constituya en un gran ordenador de

informaciones y opiniones; siendo el concepto de periodificación, el mayor aporte conceptual

como método de rigor. La Tesis central del trabajo doctoral de Aguinaga expone que:

“el Periodismo es esencialmente un sistema de clasificación (periodificación) de la realidad, constituida por los hechos y opiniones actuales, mediante operaciones metódicas de selección y valoración, efectuadas por aplicación de los factores de interés, propios de cada ámbito social, y de los factores de importancia, propios de cada medio de comunicación periodística” (Aguinaga: 2001,248).

Por el peso de los sistemas lineales de la producción y circulación del mensaje de las primeras

teorías comunicacionales, la búsqueda se centró en los efectos y su influencia en las masas lectoras.

¿Qué era el periodismo? ¿Un seriado y repetitivo rosario de rutinas? ¿La interiorización de

estéticas de escritura?

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Cuestiones de forma que dejarían fuera a las razones fundamentales. El periodismo va más allá de

la escritura, que puede entenderse como estilo, también accesorio es el trajín detrás de las fuentes, o

dada la herencia positivista, la idea de formar la opinión ciudadana. Todas estas reducciones,

convertían al periodismo en una fábrica de producto, donde la mercancía es la información.

Cuando el hallazgo que subyace en esencia, es que el “Periodismo es una taxonomía, una

clasificación de la realidad” (Aguinaga: 2001,244).

El fundamento de ser un gran clasificador de la realidad, es un hecho epistemológico o constructor

de conocimiento que ha llevado a la conformación de grandes hallazgos en otras ciencias.

Consideremos por ejemplo que la tabla periódica de Dimitri Ivanovich Mendeleyev, es un gran

sistema clasificador de los elementos químicos por su peso molecular. Así también, como

producción que da sentido al caos, el periodismo valora lo más relevante y traduce esa selección a

un lenguaje inteligible, aísla cada unidad y distingue lo que es más noticiable en el titular, lead o

entradillas.

Por lo dicho, Lorenzo Gomis sostiene que “el periodismo puede considerarse un método de

interpretación sucesiva de la realidad social” (Gomis: 1991,35), lo que trasciende a las variables

geográficas, culturales, formatos de emisión, que cambian según la región. Estamos frente a un

fenómeno de interpretación, y siendo más precisos exponiendo lo que estos autores enuncian como

un método para interpretar de forma periódica la realidad circundante del ser humano.

Qué se escoge y qué se desecha: una acción continua de discriminación lingüística que según, José

Martínez Albertos, constituye al redactor en un “operador semántico”2, es decir, la persona

individual o colectiva, que decodifica, combina y transforma nuevos mensajes que son apartados

dentro de un conjunto grande de opciones de selección. El periodista trabaja sobre una realidad

tosca para conseguir elaborar un mensaje adecuado que proporcione una imago mundi. De allí, que

por interpretación se entienda la capacidad mediadora para seleccionar, elaborar y presentar hechos

o enunciados que comienzan y terminan en cada emisión.

Trasladar un hecho en noticia es básicamente un “pacto lingüístico” (Verón: 1999, 95). Sólo los

procedimientos del lenguaje permiten aislar la realidad en unidades discretas, distintas, tomadas del

todo, para ser materializadas como noticias. El lenguaje es el modo de representar la realidad que

permite darle forma, significación y comunicarla en forma de noticia.

“Mundo, realidad, actualidad, clasificación, importancia, selección y valoración. En estos siete

términos se puede resumir, de momento, el repertorio de ideas de arranque para una consideración

2 José Luis Martínez, a través de este concepto destaca la operación del enunciador en la construcción de la noticia. (1978, págs. 75)

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científica del Periodismo” (Aguinaga: 2001,243). Siendo, el criterio de clasificación, el factor

central de todo el argumento.

Como dice Aguinaga, las rutinas del periodismo, los llamados actos periodísticos: el noticierismo,

reporterismo o comentarismo, “son elementos de la periodificación, pero no la periodificación

misma. No se puede confundir la albañilería con la arquitectura” (Ibíd, 249). Las acciones de

reporterismo son la parte instrumental, pero el acto periodístico en sí o clasificatorio se produce en

las acciones del intelecto cuando clasifica, ordena y produce un sentido de valoración para dar una

versión de la realidad.

Esto nos lleva al escándalo dialéctico, que la razón del periodismo no es la información, sino que la

operación capital, es la transformación de la información en conocimiento. Este salto de

comprensión es compartido por Sergio Vilar en la sedimentación de las razones epistemológicas

del periodismo. Tanto Aguinaga como Vilar defienden que el proceso de intelección de la realidad

produce un tipo de saber, el saber periodístico, de modo que la información se constituye en la

materia prima de la producción del conocimiento.

La idea locomotora de la clasificación periodística que produce una interpretación de la realidad, es

también compartida por el profesor Hudec, y borra la línea clásica que divide al Periodismo

informativo y al Interpretativo, porque toda información por ser tamizada por los criterios de

selección y valoración es por antonomasia de carácter interpretativo. “La actualidad es una

invención de los periodistas”, dice el profesor Benito, citado por Enrique de Aguinaga. (2001,252).

Varios autores de la Teoría del Periodismo como Vilar, Gomis, Aguinaga, defienden la síntesis del

“periodismo como interpretación sucesiva de la realidad”. Propuesta conceptual que desmonta a la

llamada Teoría del Espejo, elaborada en el siglo XIX y que utiliza la metáfora de un espejo para

comparar el proceso de producción noticioso como un reflejo de la realidad. Las noticias se

presentarían del modo que las conocemos porque así lo determina la realidad.

En la composición de ese reflejo, el periodista sería un mediador desinteresado, sin pasiones, ni

posturas frente al hecho que evidencia. Sería un testigo honesto, con total dominio estoico de su

mundo ideológico, para dar un relato equilibrado de los hechos. La Teoría del espejo sugiere a un

sujeto enunciador por demás imparcial y sostiene además que la palabra, refleja la realidad per sé.

Situación que se vio reforzada por los estilos narrativos y credos profesionales de los años veinte.

En palabras de Walter Lippman, las reglas de narración y los procedimientos profesionales darían

“el rigor del método a los periodistas, evitando la subjetividad” (Pena: 2009,136).

Al respecto, esta concepción reflectora de la realidad nos resulta incauta. Saber que los periodistas

somos seres inmateriales, sin postura, vaciados de pasiones, de orientaciones políticas, sin

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militancia en la vida, es ingenuidad pura. Muy oportuna la sentencia del cronista argentino Martín

Caparrós: “todo periodismo es militante de algo. Lo que pasa es que no se dice: se disimula”3.

Desde ahí, el espejo refleja, “pero no toma decisiones” (Gomis: 1991,38). Situación que

resquebraja el alcance epistemológico de la comparación. Porque en definitiva, el trabajador de la

palabra, ordena, clasifica, elabora y presenta su proceso de representación cargado de

individualidad y subjetividad a través del lenguaje. El espejo cumple una función inanimada, no

discrepa con las presiones de los anunciantes, políticas editoriales, falta de espacio o los humores

del editor en cierre de edición.

El ensayista Albert Chillón es contundente al decir que: “…ningún mensaje informativo puede ser

objetivo, apolítico, imparcial, neutral e independiente porque su emisor, en el acto de selección,

registro, elaboración y transmisión, discrimina, ordena, manipula e interpreta la realidad que

pretende comunicar a su auditorio” (Chillón, 1999:13). Este proceso, conduce y echa a la papelera

centenares de datos. Pasa la objetividad por tareas tan subjetivas como: seleccionar, incluir, excluir

y por último jerarquizar. Actos severos que no pueden ser catalogados como objetivos, dadas las

profundas implicaciones al escoger.

El espejo es inerte, las periodistas no. Al filtrarse la realidad por una persona con capacidad de

interpelación, el resultado es una representación del mundo que no es neutra: tiene intencionalidad.

La mediación en la apropiación de la realidad es inevitable. “Los redactores tienen una cosa común

dentro del trabajo periodístico: clasifican la realidad, según feliz descripción de Aguinaga. Aíslan,

ordenan e interpretan los hechos” (2001,251).

Insistir en una forma de ver la realidad de forma transparente es desconocer que el periodista se

halla condicionado por los sutiles mecanismos de un embudo individual (educación, afinidades

políticas o religiosas) que se encuentran instalados en su mente y que se reproducen sin pensar en

las conductas. Un mundo que se auto recrea en hábitos que pasan inadvertidos ya sea como

herencia generacional, nacional o familiar.

No hay forma de transmitir un acto de habla, sin la incorporación de un embudo de filtros

personales e institucionales en la producción de la verdad. Lo que pasa, es que los periodistas

estructuran las representaciones de lo que suponen ser la realidad en el interior de sus rutinas

periodísticas y de los parámetros de censura que tiene todo medio. Sí, límites, como correlato de

los intereses que no están explicitados de forma textual en los manuales de estilo interno, pero sí

como márgenes latentes que cada periodista asume al trabajar en ese medio.

3 Conferencia dictada por Martín Caparrós en la Universidad de las Américas (UDLA) el 14 de febrero de 2011, durante el Ciclo de conferencias de la Maestría de Periodismo en Quito.

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Por las distintas presiones, normas editoriales, posturas personales, Felipe Pena de Olivera asegura

que lo elaborado y presentado por los medios no es “un espejo reflector de la realidad”. “La

prensa no refleja la realidad, sino que ayuda a construirla” (Pena: 2009,138). Preposición que de

inmediato nos enlaza con el paradigma de la construcción social de la realidad explicada por el

teólogo luterano Peter Berger y su coescritor Tomas Luckman (1979); y cuyos aportes principales

están recogidos en el libro titulado con el mismo nombre del paradigma que sostienen: “La

construcción social de la realidad”; que propone la idea de un tejido social, donde cada elemento es

parte de un constructo dialógico de interacción y producción social compartida. Situación que

incluye a los medios de comunicación y de forma más puntual, a los artesanos de las empresas

mediáticas, quienes fraguan el terreno disperso de lo real en una actividad discursiva concreta. “El

sujeto observador es el que da sentido, existencia al acontecimiento” (Rodrigo Alsina: 1989,81).

Esta concepción dinámica de construcción tiene implicaciones intersubjetivas, es decir, que la

realidad se construye con otros y con los otros a nivel de la vida cotidiana. En palabras de Rodrigo

Alsina, “este proceso es al mismo tiempo socialmente determinado e intersubjetivamente

construido” (1989,30). La sociedad llega a ser un producto humano, creado por lo individuos y las

distintas relaciones que de ellos surgen. Esta forma de entender el conocimiento, explica la

adopción de los aprendizajes construidos por los mismos humanos, instituciones, culturas y otras

formas de organización en un proceso intensamente dialéctico.

Una última consideración en cuanto a la metáfora de ver la realidad como un espejo, es la

condición anacrónica de los medios. De hecho, “la selección, evaluación e interpretación” de la

noticia, es un proceso “sincrónico, y no cronológico” (Gomis: 1991,39). Todo deviene de un modo

simultáneo y resalta lo que tiene mayor interés. Criterio que tiene que ver más con la importancia

de lo narrado, que al orden estricto de las manecillas del reloj. Esto es una interpretación

sincrónica del mundo, un “sinécdoque” de la realidad (las partes por un todo) (Aguinaga:

2001,243). Situación que se traduce en la producción y presentación de lo noticiable desde su grado

de importancia y no como imagen reflectora de tiempo real.

Al respecto, la mayor parte de los emisiones tratan sobre hechos de ayer o mañana, pero no del aquí

y ahora. Un espejo, no tiene naturaleza diacrónica, refleja estrictamente lo que tiene al frente y

punto. El espejo carece de memoria de irradiación en el tiempo. Los medios son como las

supernovas que podemos ver su luz, tiempo espacial más tarde. Tienen un reflejo diferido, por la

naturaleza sincrónica de los medios.

En las rutinas estas inquietudes se desvanecen y más bien la interrogación permanente del medio

por fines de sostenibilidad o trascendencia es que si lo publicado podrá ser decodificado y de

interés para el lector. Si el hecho será entendido y pasará a ser parte del banco de información

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general, o le ayudará para navegar en la toma de decisiones. Por eso, la interpretación de la realidad

como un magma de información pasa a ser entendido para varios redactores como una catarsis

activadora de la sociedad. Hace que la gente en interacción con el texto, quiera tener un nivel de

participación, injerencia o le sea indiferente.

El espíritu mesiánico que motiva a que un medio sea modelador o activador de una nueva sociedad

civil, para teóricos del periodismo como Aguinaga, es una de las tres aberraciones del periodismo:

“el periodismo como estado de modificaciones de la realidad, el Periodismo como satisfacción de

la demanda y el Periodismo como actitud apriorística” (2001,253). Al respecto Gomis es más

discreto al decir que la función principal es poner al corriente de lo que pasa, y que la preocupación

no debe centrarse en que el lector intervenga en las acciones en curso. O lo que viene hacer lo

mismo, rechaza la mirada funcional, positivista, instrumental que puede asumir la acción

periodística.

OBJETIVIDAD: EL CREPÚSCULO DE UN ÍDOLO

“Esta vez no son ídolos de nuestro tiempo, sino ídolos eternos los que aquí son tocados con el martillo como con un diapasón; no hay en absoluto ídolos más viejos, más convencidos, más llenos de aire que éstos...

Tampoco más huecos... Esto no impide que sean los más creídos”.

Friedrich Nietzsche, 'El crepúsculo de los ídolos'

La objetividad es uno de los conceptos más discutidos en el periodismo. Desde la antigüedad y

hasta nuestros días, contar el mundo de la vida ha sido motivo de debate de historiadores, filósofos

y narradores. Tucídides, ciudadano de Atenas, por los años 469 y 396 A.C. puso en evidencia la

complejidad de presentar un hecho con apego a las acciones tal como sucedieron. Cuando recogía

los testimonios para su libro Historia de la Guerra del Peloponeso, llegó a la siguiente conclusión:

“la investigación fue difícil porque los testimonios sobre los diversos sucesos no fueron

transmitidos de modo objetivo, sino aderezados según sus puntos de vista o de la manera en que los

recordaban” (Kunczik, 1997:223).

Como concepto formal, la objetividad comienza a utilizarse como una envoltura ética por los años

de 1830 y va robusteciéndose hasta 1890 (Pena: 2009). Estos años a la vez, marcaron el inicio de la

prensa moderna que se caracteriza por el aparecimiento de las agencias de prensa internacional, la

profesionalización del periodismo y el arribo de la industrialización. La prensa camina hacia un

estado experto y salta el tema de la sostenibilidad. Anunciantes y publicidad entran a ser parte del

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negocio de informar. Razones por la cuales, Miquel Rodrigo Alsina sostiene que el desiderátum de

la “objetividad” fue un concepto necesario a los inventarios de la “prensa liberal” (R. Alsina:

1993,165).

El modelo anglosajón de prensa liberal pretendía dejar atrás los años cuando los periódicos fueron

armas en las revoluciones burguesas y durante los procesos de independencia de los países

latinoamericanos. Esta etapa que Albertini (1999) ha llamado “prensa ortodoxa” caminaba hacia

una supuesta distancia entre dar cabida a los hechos y por otro lado a la opinión o a la militancia

ideológica. Los diarios se autodenominaron como independientes, en pos de ganar reconocimiento

y validación entre los lectores. J.W. Carey coincide con este arranque y observa que la idea de

objetividad se convirtió en “el fetiche” que mitificó a la prensa ante los lectores, en el pronto

proceso de industrialización.

Mientras, el ateniense Tucídides sospechaba de los testimonios de sus entrevistados por lo que él

llama “aderezos personales”, de otro lado, el siglo de la industrialización creó su “Ekeko”, un ídolo

en términos de Nietzsche, un dispositivo: el concepto de objetividad para legitimar no a la noticia,

sino a la prensa en su entrada como industria.

Esta mitificación de la prensa como salvaguarda de la verdad, presumía que el periodista podía

domar todo su background y realizar un corte bien definido entre la separación clásica entre hechos

y opinión. Esta dicotomía se recoge en la célebre sentencia del escritor de The Guardian, Charles P.

Scott, cuando en mayo de 1921 publicó: “Comment is free, but the facts are sacred”, al castellano:

“el comentario es libre, los hechos son sagrados”. Frase que se convirtió en el ideal periodístico de

aquellos años.

Demers analizó el concepto de objetividad periodística desde la división de hechos y opinión y

concluyó que la actividad periodística era un asunto de buena o “mala conciencia” (R. Alsina:

1989,169). Es decir, separar la información de la opinión, era un asunto de conciencia buena. Pero

mezclarlos, un acto cuestionable. El juzgamiento moral llevaba el timón, pero el asunto demandaba

una lectura integradora de los procesos cognoscitivos de la producción de lo noticiable. No una

lectura moral, sino cognoscitiva.

Pasaron los años y en los sesenta, estos criterios comenzaron a ser interrogados. Ganaba terreno la

sospecha de que la prensa no era independiente, ni presentaba una verdad imperturbable, porque los

“gatekeeper”4 respondían a intereses económicos, presiones de anunciantes, a su propio mundo. Al

4 La teoría del Gatekeeper o guardapuertas fue tomada desde la psicología y aplicada en 1950 al periodismo. La metáfora explica el papel de la persona que da paso o bloquea la información en un medio de comunicación. David Manning White concluyó que las decisiones del Gatekeeper eran subjetivas y que la acción de filtro es ejercida de forma explícita.

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respecto, Kline en 1982, esboza los límites de la objetividad al realizar un análisis de varios

telediarios británicos e identifica varios sesgos que desmoronan el mito de la objetividad.

El primer sesgo que Kline presenta es el de contenido, pues los medios prestan atención a

determinado número de noticias mientras desechan otra cantidad, bajo criterios que van desde el

editor, hasta las presiones de los gabinetes de relaciones públicas. Luego, la recolección misma de

los reporteros en las fuentes. El sesgo temático, que se refiere a la mirada que el periodista asume al

presentar una noticia desde el ángulo que el enunciador escoge. Y por último el sesgo retórico que

hace referencia al contexto apreciativo o emocional que subyace en la poética de las palabras que

colocan al lector en una atmósfera desde el titular.

En los tránsitos de las redacciones, la objetividad como concepto duro, declina al inicio del día

cuando editores y periodistas discuten que temas van a ser abordados durante la jornada. Incluso

cuáles tendrán mayor espacio, despliegue de fotos, infografías o cuadros comparativos. Unos

hechos caminan a ser noticia y otros mueren en la primera lluvia de ideas.

Después de la primera criba entre lo que será noticia y lo que no, la agenda se abre a un tipo de

entrevistado. Quién será la persona más idónea para hablar de ese tema. ¿Por qué ese actor y no

otro? El tema de las fuentes afirma que el proceso de construcción es altamente selectivo. Luego

para rematar, vienen los acabados: titulares, subtitulares, qué ocupa la portada, diagramaciones,

ilustraciones. Decisiones, selecciones. (Restrepo: 2001)

Estos sesgos ponen de manifiesto que en todo género periodístico existe una porción subjetiva que

se resiste a desaparecer por la existencia o no de un decálogo profesional. En mayor o menor

cuantía un tramado individual está latente en cada emisión. Los “operadores semánticos” o “sujetos

promotores” como los llama Martínez Albertos tienen un mundo referencial diluido, discretamente

escondido detrás de un lenguaje que por estar en tercera persona, no ha eliminado al sujeto

enunciador.

Retórica objetivadora

Detrás del referido lenguaje neutral, hay un deseo de ocultar al operador semántico, al enunciador

de la “primera persona” como si no existiese. Esta estrategia de ocultamiento se complementa con

otros procedimientos que Miquel Rodrigo Alsina llama “marcas de veridicción” y que están

orientadas a que el lector asuma la noticia como un hecho de total verdad. Un ejemplo de esas

marcas textuales es el uso de cifras, precisiones sobre fechas, lugares, declaraciones reproducidas

de forma literal y cercadas entre comillas, etc.

En el discurso televisivo a la despersonalización de los textos, se suma el lenguaje del cuerpo. Estas

marcas se traducen en el rostro inexpresivo del presentador, el uso sobrio de la vestimenta y pausa

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parca al leer como si las noticias no hubiesen sido elaboradas en ese espacio. La gestualidad, el

paralenguaje del cuerpo aparenta distancia. Es una forma de insinuar imparcialidad. Todos estos

lenguajes son herencia de la llamada objetividad perseguida por la tradición anglosajona.

Lo que Rodrigo Alsina llama “marcas de veridicción”, Luis Núñez Ladevéze denomina “retórica

objetivadora” (Núñez: 1991, 105). Es decir, una serie de mecanismos lingüísticos para aparentar

que el lenguaje es un producto autónomo, agua destilada que se mantiene lejos de la intervención

de la cadena de decisiones que comprometen la construcción de la noticia. Insistir en la objetividad

es una distorsión o desconocimiento de los procesos cognitivos y personales que están detrás del

operador semántico. A.W. Gouldner asegura que “el objetivismo es una patología de la cognición

que supone el silencio sobre el hablante, sobre sus intereses y sus deseos” (R. Alsina: 1989, 172).

Como discurso el objetivismo carece de un carácter reflexivo. Enfoca de forma unilateral al objeto,

mientras esconde al sujeto que enuncia detrás de un lenguaje impersonal, cuando las mismas

palabras que elige pueden ser una carga intencional, una postura frente al hecho contado. La lógica

de la selección hace posible un juego de enmascaramientos, que devela, en cuanto oculta. Una

mediación entre lo que se escapa y lo que se apropia. Un juego que sacó de escena a los adjetivos, a

la primera persona y que de forma estricta debe responder a cuatro preguntas en el lead: qué, quién,

dónde y cuándo.

El uso de comillas, la presentación de voces auxiliares, las formas de pirámides invertidas, llegarán

a ser pruebas de descargo o lo que Gaye Tuchman llama “rituales estratégicos” (1972,214). Es

decir, una serie de mecanismos para insistir que lo publicado está libre de toda contaminación

personal y con esto, proteger la reputación del medio y librarle de problemas legales. La

morfología o distribución de las secciones en noticias, reportajes, comentarios, también son tácticas

de este ritual para crear un artificio de convencimiento y que todo sea leído como verdad aséptica.

Al revisar los diarios locales es evidente que las noticias no tienen nombres, ni firmas del productor

de la noticia. Será por guardar una identidad en reserva o más bien es la misma insistencia, el apego

ortodoxo de esconder detrás del anonimato al operador semántico y presentar un texto como si se

hubiese escrito solo, de forma autómata o espontánea por fuerzas no humanas.

Sin embargo, estos artificios para legitimar la objetividad de la noticia no matan al operador

semántico, ni a las formas muy particulares del continuo proceso de selección. “Convertir un hecho

en noticia es básicamente una operación lingüística y esta operación implica cierto grado de

interpretación subjetiva del continuum total e indisociable que constituye la realidad ininterrumpida

de los acontecimientos exteriores al hombre encargado de dar forma a una noticia” (Martínez:

1993,58).

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Lo que leemos cuando alguien describe su entorno, nunca puede ser la realidad en un sentido

estricto, sino una escritura de la realidad (R. Alsina, 1989: 176), es decir, una versión construida

del mundo. Por tanto, aunque sea en porción mínima, el hecho se ha transformado al pasar por el

tamiz del intermediario. El paso entre la calle y la página periodística sufre un cambio al

materializar lo expuesto. La huella del escritor presenta un imago mundi, una versión de los hechos.

Se supone que todo lo que aportan los periodistas es verídico, pero no todo lo que han escuchado y

visto es llevado a sus textos. Se realiza una selección y sin vacilar, en el fondo es una

transformación. A través de este mecanismo subjetivo y aunque se quiera entregar un texto

objetivo, lo que resulta es una visión de los hechos desde la mirada de quien escribe.

Más allá de cuestionar el concepto de objetividad, salta lo ineludible de la subjetividad en el

periodismo. Es como una afirmación en lo que se niega. En palabras de Umberto Eco: “I. La

Objetividad es una ilusión. II. Se puede ser objetivo” (R. Alsina, 1989: 173). ¿Qué quiso decir el

semiólogo italiano con esta afirmación/negación? Quizá no otra cosa que la imposibilidad de ser

objetivo, pero la necesidad de procurarla como un fin ético, una insistencia siempre presente hacia

la veracidad. Como dice, Giovanni Bechelloni: “la objetividad es un concepto ideal-típico, como tal

no existe, pero su presencia es reconocible: una tensión permanente” (1978, 177).

Truman Capote se expresa en este sentido en el prólogo de “Los perros ladran”. Después de

anunciar que se ocupará de hechos reales, advierte que no es la verdad, sino lo máximo que se

puede acercar a lo fidedigno: “El periodismo nunca puede ser completamente puro, ni tampoco

cámara, ya que el arte no es agua destilada: las percepciones personales, los prejuicios, el sentido

de selección contaminan la pureza de la verdad sin gérmenes” (Capote,1976: 11)

Esto se debe en parte, porque los periódicos valoran más las declaraciones, que los hechos en sí.

Por ejemplo, frente a un determinado acontecimiento lo más adecuado es recoger versiones: pesos

y contrapesos de un acontecimiento, lo que significa dar cabida a testimonios individuales, puntos

de vista, un mundo subjetivo en potencia.

Ya, al iniciar este capítulo, se expuso que detrás de la noticia hay un proceso de selección,

evaluación e interpretación, tanto en los géneros de información como los de opinión. Por lo que la

división entre lo que es informativo y lo interpretativo, obedece a una razón didáctica, pues las

tareas de escoger, elaborar y presentar hacen que todo género sea inminente de carácter

interpretativo.

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El punto de vista de Nadie

Tener presente estas consideraciones aclara las posibilidades y límites del oficio. Y a la vez, evita

caer en declaraciones que se caen por sí solas y dejan en ridículo a quien las pronuncia. El

presidente de CBS News, Richard Salant dijo: “nuestros reporteros no cubren noticias bajo su

punto de vista. Ellos las transmiten bajo el punto de vista de nadie” (Mindich, 1998:7). Sin

embargo, como el presidente Salant conoce, “Nadie” generalmente, tiene un nombre, llámese

auspiciante, dueño del medio, persona de influencia, el gatekeeper, editor o socio accionista.

Desde el ajedrez de la “correlación de fuerzas” (Gramsci: 1975), el tema de la “objetividad” queda

desminado ante el hecho que los periodistas están subordinados a relaciones verticales. Al

considerar el tema de la autonomía de los mass media frente a los dueños de los capitales, no existe

tal emancipación de las empresas periodísticas. Las relaciones de poder terminan por imponer la

lectura del orden de las cosas. Se privilegia la noticia como correlato de los intereses económicos a

los que los medios representan. Ya sea una lectura por las fuerzas de los tenedores del mercado o

del juego político cuando las noticias se elaboran en los gabinetes del gobierno.

Lo que deviene en una hechura ficcional, “un simulacro” de la realidad social, según Baudrillard

(1978). Una realidad ilusoria que es el resultado de un proceso de construcción mediado por

fuerzas e intereses que nadie alcanza a sospechar; ni los periodistas, peor el ciudadano común que

poco sabe de la tenencia de los medios. Dígase, fuerzas económicas, banqueros, gobierno, dueño

del medio, poderes de turno, etc.

El desvarío de los mass media por mucho tiempo ha sido autoproclamarse como los guarda salvas

de la verdad cuando en realidad por las leyes del espectáculo que rige a los medios todo se ha

banalizado. La noticia como show ha mercantilizado el dolor, las noticias como sensación y

carentes de contexto producen confusión. En el mismo juego todo y nada parece importante. Todo

es verdadero y falso a la vez.

Doble juego de subjetividad

A esta deconstrucción del concepto de objetividad, Franceso Fattorello añade que el proceso de

interpretación es un “doble juego de subjetividad” (Martínez: 1993,58). Por un lado la

interpretación subjetiva del operador semántico y por otro, la interpretación del receptor. Lo que

deviene en un proceso de (inter)subjetividad que se multiplica de forma infinita, en cada nexo de

interacción.

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“El sujeto que observamos, nos observa, y el actor que somos implica a Otro en tanto actor, porque nos observa y porque sabemos que estamos observando a quien nos observa. Hay una inquietante magia que se halla ínsita en este proceso de la mirada y la observación humana. La decisión central desde la perspectiva de la investigación social consiste en decidir si incluimos o excluimos esta realidad tanto intersubjetiva como transubjetiva”. (Vizer, 2003:161).

El doble juego de interpretación se arma y desarma en tanto el Otro existe. El estatuto de la verdad

no recae en un solo campo, la producción de sentido es compartida. Como dice Vizer es decisión

central de los procesos de investigación social reconocer los intercambios simbólicos.

Los teóricos de la Aguja Hipodérmica subestimaron esta doble subjetividad en los procesos de

comunicación. Tomaron la metáfora de una aguja para explicar que un mensaje podía ser asimilado

de la misma manera por grupos totalmente diversos, tal como una dosis de anestesia produce el

mismo efecto al ser suministrada en un paciente, así los mensajes, pensó Lasswell, podían ser

asimilados con los mismos resultados en el cuerpo social. Pero ese paradigma negó la comprensión

de los sentidos y la subjetividad con que viven los propios actores dentro de sus contextos, donde

toman decisiones, clasifican y ordenan lo circundante bajo interdependencias a la cultura, el

entorno y las psicologías individuales.

Este dos veces proceso de decodificación, al que Franceso Fattorello llama “doble juego de

subjetividad”, ha sido problematizado en primera instancia de manera profunda por la filosofía

clásica. Es por esta razón que desde el periodismo, autores como Ángel Benito y José María

Desantes plantean tratar el tema de la subjetividad desde un diálogo entre las Teorías de la

Información y la Filosofía.

Benito asegura que “los teóricos de la información que han tratado el tema de objetividad

raramente lo han hecho a un nivel propiamente filosófico (Martínez, 1993:63) y del otro lado

sucede lo mismo, los modelos de pensamiento rigurosos desde la filosofía, más bien han sido

formulados para disciplinas como la sociología y desde allí importadas a las Ciencias de la

Comunicación e Información. A continuación vamos a dejar enunciadas unas breves, cortas líneas

del pensamiento de Schütz, en cuanto a la subjetividad y que pone en evidencia la necesidad del

diálogo entre filosofía y periodismo, al que anima Ángel Benito y José María Desantes.

En su libro “La fenomenología del mundo social, Alfred Schütz toma como punto de partida para

su análisis de la estructura significativa del mundo, tanto a la fenomenología de Husserl como a la

sociología comprensiva de Weber”5. Su aporte fundamental es la comprensión de que el mundo de

la vida es una construcción social e intersubjetiva.

5 Rizo, Marta (2007). La Psicología Social y la Sociología Fenomenológica. [en línea]. México: UNAM. [citado: octubre 2014]. Disponible en: www.razonypalabra.org.mx

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Schütz distingue a la subjetividad como una construcción mental que cada persona elabora desde

sus marcos referenciales de vida, pero que al estar en diálogo con otros sujetos, necesariamente,

deviene en un proceso intersubjetivo. Por eso, para Schütz, el significado es intersubjetivo, es decir,

se construye con el otro, y en interacción con el otro. De hecho, todos los seres humanos, a partir

de interrelaciones, o bien de su mundo intersubjetivo y de la capacidad de “producir, comprender e

interpretar los significados y la infinidad de contextos y situaciones hacen posible la vida en

comunidad” (Vizer, 2003:84). Cuando Schütz elabora estos postulados no lo hace desde la

subjetividad individual, sino desde la intersubjetividad, aquella que responde a la interacción

social. Si existe un yo, es porque el tú valida el yo que anuncia. De lo que se concluye que no hay

subjetividad, sin intersubjetividad. A esta posición se suman autores como Adam Schaff que

citados por Rodrigo Alsina, sostiene que la “objetividad como cosa autónoma entra en crisis y pasa

a ser un producto social intersubjetivo” (R. Alsina: 1989,29).

Si consideramos la idea de que la realidad es construida, entonces, el Otro, también tiene poder

constructor sobre lo enunciado. No es que la realidad está ahí, y los periodistas la reflejan, sino que

es un proceso construido socialmente de forma activa y “performativa”, como escribe el filósofo

francés Jacques Derrida: “la actualidad no está dada sino activamente producida, cribada, utilizada

y performativamente interpretada por numerosos dispositivos ficticios o artificiales,

jerarquizadores y selectivos”.6

Esta aseveración pone hincapié en que la realidad no es un hecho estático, sino que se produce en

una construcción de interdependencias a través de lo que Derrida llama “dispositivos ficticios o

artificiales”, es decir los procesos de interpretación, los caminos de clasificar, ordenar y jerarquizar

lo noticiable que ha sido ampliamente tratado al inicio de este segundo capítulo.

Un enfoque deontológico

Desde una lectura epistemológica, la objetividad no es posible. Sin embargo, podría dialogarse una

entrada desde el “deber ser” o “deber hacer”, es decir, un enfoque deontológico. Esto es más

atinado. Gracia Gimeno habla de un “decálogo moral del informador” que oriente su actividad

profesional. Una búsqueda hacia la veracidad, contrastación de fuentes y apego hacia el bien

común.

6 Extracto de una entrevista realizada a Jacques Derrida por Stéphane Douailler y otros. Revista de Crítica Cultural, Buenos Aires, 1994. Las cursivas de la cita son mías. [Citado: enero 2015]. Disponible en: http://cv.uoc.edu Acceso: enero 2015

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Este desiderátum ético plantearía la demarcación entre lo que Desartes llama “la comunicación de

ideas, la comunicación de hechos y la comunicación de juicios, que se corresponden con estos tres

fenómenos, respectivamente: propaganda, noticia y opinión” (Ibíd.,65). Presentar como noticia lo

que es propaganda sería una deformación del carácter ético de la producción informativa, pero no

es asunto novedoso que los hechos ante las presiones de anunciantes, accionistas o rating, ceden y

se convierten en un balcón de relaciones públicas.

Desde esa mirada sería incompatible ejercer la actividad periodística y a la vez fungir como agente

o gestor de publicidad o propaganda. Pero la realidad dice lo contrario. Muchos periodistas no

hallan problema alguno entre el ejercicio periodístico y las relaciones públicas. De hecho, ganan

reputación en los horarios de noticias y después capitalizan esa imagen en una marca.

Por lo que el concepto queda más como un ideal ético. Porque incluso según R. Alsina mientras la

objetividad es deseable, la neutralidad ni siquiera es posible (1989). Lo que sitúa la objetividad en

un problema de decisión individual. Delante del enunciador dos caminos posibles: exponer pesos y

contrapesos como parte de un código deontológico o entender los límites que el mismo medio le

impone.

Aunque los medios de comunicación sean parte de una hegemonía cuestionada cada vez más, su

alcance llega a ser contundente y los comunicadores juegan un rol vital entre sus propias

necesidades de sobrevivencia, el apego a la ética, su mundo ideológico y el perfil editorial de uno u

otro medio. Esto abre un importante camino hacia la conformación de los Tribunales de ética de los

Colegios de Periodistas. La necesidad de columnas de lectores y demás códigos deontológicos para

compensar la correlación de fuerzas en la empresa periodística.

El intento por definir y querer cerrar el debate apenas se abre, como dice Morín citado por R.

Alsina, no hay “una receta para la objetividad, el único recurso es la toma de conciencia

permanente de la relación observador fenómeno, es decir autocrítica permanente” (R. Alsina,

1989: 176). Una configuración de lo real con las miradas de saberse testigo en primera fila. Con la

posibilidad de llegar con interrogantes, antes que con verdades acabadas.

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CAPÍTULO III

Crónica periodística: la arqueología del presente

Crónica: entre la historia y la literatura

En el principio era la crónica y todo intento de información era narrado como una historia lineal o

cronológica. Desde su matriz lingüística, nos recuerda Martín Vivaldi, “la palabra crónica, se

deriva de la voz griega cronos, que significa “tiempo” (Martín: 1973, 123). Lo que refiere a un

orden temporal. Así, como punto de arranque existe consenso general en identificar a la crónica

como un relato de hechos reales que se cuentan de forma cronológica.

Desde las edades medievales, de los monarcas y sus campañas de guerra, la crónica se fundó como

un relato secuencial de una serie de hechos contados por un testigo presencial, autor que imprimía

un estilo en el texto, sin abandonar el apego a la certeza histórica. Para constancia, mencionemos a

Crónica General7, un manuscrito que hasta el día de hoy es motivo de consulta entre los

historiadores españoles. Por lo que Álvaro de Diego sugiere que la crónica fue el género fundador,

no solo del periodismo, sino de la historia (Diego: 2007,5).

Esta aproximación que une al periodismo con la historia es compartida por Manuel Bernal, quien

apunta que la crónica es considerada, como “forma embrionaria de la historiografía” (Bernal: s/f,

22). De hecho, desde la Edad Media, se comenzó a utilizar el término crónica para referirse tanto a

los tratados históricos, como a unas formas de relato peculiares propias de la literatura. Por lo que,

Álvaro de Diego, sostiene que: “Literatura e Historia son, en resumen, las dos fuentes de las que

mana ese género periodístico interpretativo al que denominamos crónica” (Diego: 2007,5).

Inclusive este vínculo indisoluble podría ser rastreado con anterioridad en la cultura grecolatina en

las crónicas de Heródoto, padre de la Historia. O también en Tucídides (siglo V a.C.), el ateniense

que narró “Las Guerras del Peloponeso”, y que cuenta los conflictos militares entre Atenas y

Esparta. El fin de la Grecia clásica.

De allí el tránsito del género hasta la Edad de las Cruzadas, entre los siglos IX y XIV donde la

crónica, según Bernal, es fuente de conocimiento histórico, como la mencionada “Crónica General”

de Alfonso X de Castilla. En estos escritos los rasgos de estilo incluyen la presencia de la primera

7 “La Crónica General vulgata, también conocida como Tercera crónica general”, es una versión del siglo XIV de la Historia de España. Fue escrita por Alfonso X de Castilla. Hoy los textos reposan en la Biblioteca Nacional de España y la Biblioteca del Escorial.

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persona y una gran variedad de tiempos verbales que favorece “el presente histórico que hace más

vívida la narración” (Ibíd, 6).

Aquí un giro. Una mirada hacia aquel tiempo de “encontronazos culturales” que trajo la conquista

de América (Todorov). A decir de Manuel Bernal “un fenómeno periodístico” relatado por

soldados-escritores, testigos de las batallas por el Nuevo Mundo. Entre ellos sobresale, Bernal Díaz

del Castillo (1492-1580) quién escribió una indiscutible crónica de guerra: Historia de la conquista

de la Nueva España. No era escritor, pero se constituyó en uno de los principales cronistas de

indias, al acompañar a Hernán Cortés y relatar la caída de Tenochtitlán, la capital del Imperio

Azteca.

“Al describir ciudades, ritos y costumbres de sus pobladores, Díaz del Castillo se convierte en la

primera fuente de estudio de la civilización precortesiana” (Ibíd, 9). Los detalles son precisos,

abundan las descripciones, la secuencia temporal, la visión testimonial, características que hasta el

día de hoy son identificativas del género.

Frente a los “escritores-soldados” venidos desde España, contrasta la figura del Inca Garcilaso de la

Vega. Un “hijo de la conquista”, nacido de la indígena Palla Chimpu y un capitán español. El

quechua fue su primera lengua y el Cuzco la ciudad del juego y la infancia que compartió con niños

indígenas y aquellos llamados “bastardos” por la moralina de la época. Creció como indio y buscó

identidad toda su vida (Varcárcel: 1955).

Su obra cumbre, Comentarios Reales de los Incas, es una narración de las historias orales, de las

memorias que escuchó en su niñez. La evocación de un Imperio pasado y legendario. Aquí un

fragmento: “Es así que residiendo mi madre en el Cozco, su patria, venían a visitarla casi a cada

semana los pocos parientes y parientas… tuve noticia de todo lo que vamos escribiendo porque en

mis niñeces me contaban sus historias”8

La escritura del Inca Garcilaso remite a una crisis personal y a una coyuntura sin precedentes. El

primer escritor mestizo, estaba atravesado por todo el acervo de sus generaciones indias y por el

rigor del Renacimiento. Su referente intelectual era Europa, pero su mirada materna apuntaba a

América. Esta tensión de valores culturales, que lo desterraban de un locus enunciativo, hace que el

texto más allá de las disputas de los historiadores ortodoxos, sea excepcional.

Carlos Daniel Varcárcel se cuestiona si Garcilaso fue un “historiógrafo ordenador de datos o un

historiólogo” que registró memorias con vacíos que causan cuestionamientos, para responder que:

“Garcilaso representa lo mejor de ambas tendencias, subsumidas por su acusada personalidad de

8 Párrafo tomado de los Comentarios Reales de los Incas (1609), (I,I, Cap. XIX) Edición al español publicado en Lisboa en 1609. [Citado: febrero 2015]. Disponible en: www.rree.gob.pe

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historiador auténtico” (Varcárcel: 1955, 125). Un recolector de la memoria, de la vivencia colectiva

que tiene sentido histórico.

“Como Herodoto y Tucídides muchos siglos antes, Garcilaso comprendió con agudeza ejemplar que el valor de aquellas fábulas no radicaba en la historicidad rigurosa de lo narrado. Apoyándose tanto en sus conocimientos historiográficos, como en su intuición, Garcilaso entendió que en el mito y en la leyenda subyace una vivencia colectiva y un concepto de la sabiduría que si puede tener sentido histórico” 9

Un devenir diferente, la impertinencia de inquietar otro sentido histórico. La inquietud de despertar

a raíz de un imaginario perdido, aquello que en ausencia hace presencia. Aquel pasado de un

mundo propio que les fue saqueado a los primeros habitantes de América. Si era ficción, era lo de

menos. Lo que el aparataje colonial supo de inmediato fue que esas fábulas podían activar un

“sentido histórico”, un vértice que en la práctica provocaba sedición, levantamientos. Por eso, fue

vetada la lectura de los Comentarios Reales. El golpe de gracia, dice Edmundo Bendezú, vino por

el levantamiento de Túpac Amaru. En 1782 las autoridades españolas prohibieron aquel libro que

agitaba insurrección (Bendezú: 1980).

En cuanto estilo, Garcilaso no reprime evocaciones íntimas que en la práctica no dejaban

indiferentes a sus lectores. Por su tesitura histórica-literaria, al Inca Garcilaso de la Vega se le

conoce también como el "príncipe de los escritores del Nuevo Mundo". Susana Rotker señala que

el término crónica se usaba desde el comienzo mismo de la literatura hispanoamericana, a través de

los llamados cronistas de indias, pero este tipo de narración “no contemplaba la inmediatez del

periodismo” (Rotker: 2005, 17).

Desde el mundo ilustrado, las primeras gacetas de los siglos XVI y XVII narraron los

acontecimientos de forma secuencial. Un acto que seguía a una serie de acciones que se

entrelazaban. Sin embargo, “a finales del siglo XIX cuando la foto se hizo más portátil, empezaron

a aparecer revistas ilustradas donde las crónicas ocupaban menos espacio y las fotos tomaban un

lugar más importante” (Caparrós, 2006:9). La innovación de mostrar los lugares que antes se

describía, ahora se subordinaba a la imagen.

Tales avances en las redes de comunicación implicaron cambios en la producción informativa de

los periódicos. Los medios escritos acomodaron sus páginas para hacerlas más gráficas frente al

progreso de la fotografía y la imagen de la televisión. Desde entonces, la idea de incrementar más

fotografías, infografías, ilustraciones en detrimento del texto se generalizó. La imagen era la prueba

irrefutable de lo sucedido, la garantía frente a los mandos de la “objetividad”. La teoría liberal de la

9 Pupo, Enrique. Los comentarios reales y la historicidad de lo Imaginario. Revista Iberoamericana de Ciencias. Vanderbilt University Research Council and Social Science Research Council. 1993. [Citado: febrero 2015]. Disponible en: http://revista-iberoamericana.pitt.edu

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prensa redujo lo esencial a cuatro preguntas: qué, quién, cuándo, dónde, y como prueba de acto: la

fotografía. Bajo este paradigma, la palabra perdió espacio en su propio territorio.

La crónica como género fundador retrocedió frente a la imagen rendida a la inmediatez de una

época líquida. Las narrativas se comprimieron a su información más elemental y la narración se

tornó formal, restringida a leads o sumarios que despachaban en dos líneas el acontecimiento del

día. Sin embargo, en cada época, en cada tiempo histórico, el género cronístico ha hallado

intersticios para hacer presencia en la ausencia. Validar la palabra desde la palabra.

Crónica: un género híbrido

Mabel Martínez Valle sostiene que la “crónica responde al modelo periodístico más antiguo”

(1997,5). Ya hemos sostenido la idea que en sus antecedentes históricos literarios, la crónica fue un

relato secuencial con apego a un orden cronológico. Pero, aquí la inflexión. Con el tiempo, se

adaptó a las maneras narrativas y expresivas de cada época, por lo que crónica designa un género

en evolución, un concepto polisémico (con múltiples significados). Un género en reconstrucción

permanente, afirma Manuel Bernal:

“Cuando nació el periodismo, la crónica era ya un género; desde sus comienzos, el periodismo adoptó como una de las formas más eficaces de contar un acontecimiento y, poco a poco, la fue adaptando a sus peculiares necesidades expresivas. Este proceso de adaptación determina que, en periodismo, crónica designe un género en evolución, que va sufriendo transformaciones paulatinas, desde sus orígenes histórico-literarios, hasta la especificidad del periodismo informativo. Por eso es posible ver en la crónica un eslabón entre literatura y periodismo y, en su estudio, una vía privilegiada para ilustrar sus íntimas e ininterrumpidas relaciones” (Bernal: 5)

Por sus antecedentes, la tradición periodística ha empleado el término crónica para referir

realidades heterogéneas. La crónica, de acuerdo con Susana Rotker, por su “cuestionamiento social

e institucional, [...] por una marginalidad que no termina de acomodarse en ninguna parte, [se

presenta como] la mejor voz de una época” (1992, 258). Rotker y Bernal, apuntan al carácter

polisémico del género que se resemantiza en cada época, considerando su tránsito desde lo

histórico-literario hasta lo que hoy conocemos como periodismo. En síntesis el enunciado

propuesto por Ortega y Gasset, y citado por Rotker, es que la crónica es “un relato de historia

contemporánea, un relato de la historia de cada día” (Rotker: 2005, 130).

Pero, hoy, qué se entiende por crónica. Susana Rotker ha definido a la crónica como “la

arqueología del presente” (1992,129), es decir, un género discursivo que narra el aquí y ahora a

través de indagaciones de carácter etnográfico para hacer memoria de los intersticios de la vida

cotidiana. Lo que refiere al cronista-arqueólogo que exhuma el presente: lo que hemos sido, lo que

somos, lo constituido y lo constituyente. Rotker asume la postura de Barthes para quien todo texto

es un acto individual, investido de una dimensión histórica y cultural.

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La crónica periodística asume un componente de mirada personal, que según el DRAE significa

“concebir, ordenar o expresar de un modo personal la realidad” (DRAE 2001). Esa forma

significante del yo que enuncia las formas particulares de estar, ver, oír, compartir y pensar, es

decir, la pericia de los cinco sentidos, alentados por el maestro polaco Ryszard Kapuscinski (2003).

La mirada del periodista como cazador furtivo.

Por esa mirada sostenida, Bernal Rodríguez, define la crónica como “una información de hechos

noticiosos, ocurridos en un período de tiempo, relatados por un cronista que los ha vivido como

testigo, investigador, e incluso, como protagonista y que al mismo tiempo que los narra, los analiza

e interpreta mediante una explicación personal” (Bernal, 27).

Por estas razones, el Manual de Estilo del diario argentino La Nación, considera la crónica como un

“género caliente”, porque el periodista es “testigo del hecho acerca del cual va a informar a sus

lectores”. Informa desde un lugar cierto, con todos los recursos de ambiente, con acceso a las

fuentes directas, asimilando atmósferas, agudizando sus sentidos.

El Manual de Normas para los Servicios Informativos de la Agencia EFE coincide con lo expuesto.

Precisa que “crónica es una información redactada con cierta libertad de estilo, en la que el autor

aporta una visión complementaria, bien por haber presenciado los hechos que narra o por haber

tomado contacto directo con los protagonistas” (1988). Como recuerda Vásquez Montalván: “fue el

Herald quien introdujo sistemáticamente la crónica directa, el embrión del reportaje en los diarios,

proporcionando al lector la ilusión intelectiva de que asistía al acontecimiento del mismo modo que

la interview proporcionaba la ilusión de que veía al personaje” (Vázquez: 1980, 172). Lo que

marca una diferencia meridional con el articulista que en la mayoría de veces abreva del reportero

raso, para redactar su columna.

Esta constancia del cronista en primera persona, es una marca de veridicción, pero a la vez una

búsqueda personal, que indaga y describe con precisión. “Al absorber recursos de la narrativa, la

crónica no pretende liberarse de los hechos sino hacerlos verosímiles a través de un simulacro,

recuperarlos como si volvieran a suceder con detallada intensidad” (Villoro, 2006: 2). Una

trayectoria de los grandes ejes temáticos sobre los que gira las lides del deseo: necesidad de otra

cosa y en otro lugar, oposición de los deseos y las necesidades.

Hay consenso en señalar que la crónica es un género híbrido que transita entre la esfera factual

(hechos) y la esfera estética (recursos literarios). Como producto periodístico tiene dominio

referencial (hechos reales), temporal (actualidad) y una condición como el más personal de los

géneros. No se trata de establecer una visión monolítica, única de lo que aconteció, sino una

versión honesta de un testigo con claras intenciones estéticas. La crónica es un péndulo que oscila

entre lo factual y la literatura de la que extrae sus técnicas narrativas.

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Por sus bordes entre lo factual y lo estético, Rotker y Bernal manifiestan que la crónica periodística

es “la mejor voz de una época” (1992, 258). Un género que deviene nuevo en cada edad histórica

para contar el mundo fáctico con un indiscutible componente de pretensiones estilísticas (recursos

literarios). Aquel intersticio escurridizo que deviene en “una escritura en tránsito” para Gabriela

Falbo. Es justamente este carácter polisémico del género que se resemantiza en cada época, que ha

dado lugar a que los propios cronistas contemporáneos definan qué es crónica desde sus

particulares formas de apropiación, ejercicio y tramas contemporáneas.

Actualmente América Latina cuenta con un semillero de noveles periodistas mexicanos, argentinos,

peruanos y colombianos, que han asumido el ejercicio periodístico como un legado de mentores de

la talla de Alma Guillermoprieto, Elena Poniatowska, Rodolfo Walsh o Tomás Eloy Martínez.

Muchos de ellos han sido maestros en los talleres de la Fundación Nuevo Periodismo

Iberoamericano (octubre de 1994).

Entre ellos está el mexicano Juan Villoro, Premio José Donoso 2012, polifacético autor de novelas,

cuentos, crónicas de viajes, fútbol y cómics. Villoro ha ensayado una definición orgánica del

género, en el que coexisten varias de las familias taxonómicas de la escritura. Una simbiosis

biológica escritural de formatos tan diversos como: la novela, el cuento, el reportaje, la entrevista,

el teatro, el ensayo. Sin embargo, advierte: “usado en exceso, cualquiera de esos recursos resulta

letal”. Del libro Safari Occidental (2005) el siguiente extracto:

“Si Alfonso Reyes juzgó que el ensayo era el centauro de los géneros, la crónica reclama un símbolo más complejo: el ornitorrinco de la prosa. De la novela extrae la condición subjetiva, la capacidad de narrar desde el mundo de los personajes y crear una ilusión de vida para situar al lector en el centro de los hechos; del reportaje, los datos inmodificables; del cuento, el sentido dramático en espacio corto y la sugerencia de que la realidad ocurre para contar un relato deliberado, con un final que lo justifica; de la entrevista, los diálogos; y del teatro moderno, la forma de montarlos; del teatro grecolatino, la polifonía de testigos, los parlamentos entendidos como debate: la "voz de proscenio", como la llama Wolfe, versión narrativa de la opinión pública cuyo antecedente fue el coro griego; del ensayo, la posibilidad de argumentar y conectar saberes dispersos; de la autobiografía, el tono memorioso y la reelaboración en primera persona. Usado en exceso, cualquiera de esos recursos resulta letal. La crónica es un animal cuyo equilibrio biológico depende de no ser como los siete animales distintos que podría ser”.

Esta metáfora es un catálogo de influencias fronterizas entre literatura y periodismo. Villoro suelta

las fichas de un verdadero rompecabezas taxonómico, la condición versátil de un género híbrido

que noveliza la realidad a través de personajes delineados; del cuento tiene la impertinencia de

crear tramas de tensión; del ensayo toma el poder de la argumentación; del testimonio su

temperamento expresivo y del reportaje su característica irrenunciable de investigación y

veracidad. Por esta multiplicidad y en la misma idea orgánica, la crítica Gabriela Esquivada, llama

a la crónica “un animalito raro” (Falbo: 2007, 111).

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Esta forma de hibridación experimental también fue una búsqueda en la obra de Truman Capote. Al

final de sus días el autor de “In cold blood” se preguntaba cómo un escritor puede combinar las

diversas formas narrativas como: guiones cinematográficos, comedias, reportaje, poesía, relato

breve y novela. En “Música para camaleones” traza su hallazgo: “un escritor debería tener todos

sus colores y capacidades disponibles en la misma paleta para mezclarlos y, en casos apropiados,

para aplicarlos simultáneamente” (Capote: 1984,15). Un magma de escrituras que convocan a una

diversidad de géneros en la dosis exacta.

La crónica trasgrede la distancia entre uno y otro género. A la vez que crea vecindades entre

discursos enfrentados o incompatibles: la crónica conjuga el periodismo con la literatura, lo factual

y lo estético, la oralidad y la escritura. “La intensidad prosística, el humor, la fantasía, el

desmadre”, según Carlos Monsiváis (2006,127). Una combinación entre periodismo y literatura que

García Márquez resume así: "crónica es un cuento que es verdad."

De la utilización de la metáfora se dilucida una estética de la transgresión. Un sistema resbaladizo

que interroga los cánones. La crónica se presenta como transgresora de la taxonomía pura,

mediación entre literatura y periodismo: “una tradición de relaciones promiscuas”, según Albert

Chillón (1999). Por ser un género en tránsito, “la crónica posee un carácter híbrido y cambiante.

Esta condición le otorga un sentido político a su escritura: le provee de un carácter anticanónico”

(Salazar: 2005, 6). La impertinencia de inaugurar un sentido dialógico con las narrativas

emergentes.

El hecho de ser un “género anfibio”, “heterogéneo”, según el periodista boliviano Nicolás Recoaro,

le permite a la crónica negociar las salvaguardias de las formas. Como género transdiscursivo, la

crónica “desafía de manera constante la estabilidad del canon” (op. cit. pág., 7). Sin embargo, es

necesario señalar que la dislocación de los géneros no atañe al contenido. La crónica periodística

utiliza los recursos de estilo de la literatura: los hace maleables, elásticos, pero su referencialidad

fáctica (hechos reales) es irrenunciable. La verosimilitud es un elemento constituyente del discurso

periodístico, por lo que no es posible fabular ni con los hechos, ni con los personajes.

Sin embargo, por ser un género fundacional del periodismo que se remantiza en cada época, surgen

desatinos al confundir crónica periodística, con crónica literaria. O a la vez, por utilizar

definiciones anacrónicas. Para sostener esta idea, consideremos lo sucedido en el Premio Ciespal

de Crónica 2014. En la presentación del certamen el jurado uruguayo Samuel Blixen dijo que

crónica era el “relato de hechos contados de forma cronológica”, y tomó como fuente wikipedia.

Al respecto, esta definición se remite a los estadios fundacionales del siglo V antes de Cristo,

donde se consideró a la crónica como una recopilación de hechos narrados de modo secuencial.

Recordemos que la crónica periodística como “género en tránsito” es la mejor voz de cada época;

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por lo que hoy se nutre de las narrativas y sensibilidades contemporáneas. Frente al devenir del

género, es emergente ir más allá de los conceptos primigenios, porque se remantizó como escritura

y actitud estética frente al mundo de la vida.

Después, Alicia Ortega sostuvo que la crónica era un lugar de “encuentro del discurso literario y

del periodístico”10. Aporte acertado desde los inventarios de la investigadora venezolana Susana

Rotker. Sin embargo, minutos más adelante expresó que “la crónica es un apasionante género que

se mueve entre la ficción y la noticia, que participa de la historia y la literatura, con capacidad de

informar, conmover, entretener y fabular”11. La definición expuesta por Ortega, es acertada para

definir crónica literaria, pero es errada para crónica periodística, pues decir que esta última puede

fabular es una negación de lo factual, un error patológico. Por su condición irrenunciable con

hechos factuales, a la crónica periodística se la llama también literatura de no ficción.

Liliana Colanzi en una entrevista con la cronista argentina Leila Guerriero le preguntó si el cronista

puede agregar detalles, inventar en beneficio de la narración. Guerriero respondió: “…el cronista

no debe ni puede tomarse libertades en el sentido de "inventar" cosas, solo porque siente que le

convienen a la historia…. Creo que un cronista debe evitar dos pecados mortales: el primero es

inventar, y el segundo es aburrir”12.

La crónica periodística usa recursos de la literatura como herramientas de estilo, técnicas de intriga

para sostener picos dramáticos, pero no puede inventar, añadir por fuerza estética datos que no

corresponden a la historia. Jorge Miguel Rodríguez y María Angulo (2010:11) sostienen que la

crónica “aúna el rigor del reporterismo, el respeto por el pacto de lectura (el compromiso y el deber

del periodista de no inventarse ni un solo dato, ni una escena)”.

El “pacto de lectura” está constituido sobre lo factual, no sobre la imaginación del periodista.

“Jimmy’s world” es un reportaje escrito por Janet Cooke y cuenta la historia de un niño de ocho

años: heroinómano, desplazado lumpen de las aceras, hijo de la adicción. Historia de primera plana

del Washington Post. Premio Pulitzer 1988. Con el único inconveniente que Jimmy, el protagonista

de la historia, no existía. El diario pidió disculpas y tuvo que devolver el Pulitzer.

10 Presentación del Premio Ciespal de Crónica 2014. Las ponencias fueron recogidas en el libro homónimo del Certamen, bajo la edición de Carlos Iván Yánez. Quito, Editorial Quipus. 2014. 11 Ibíd. Las cursivas son mías. 12 Entrevista de Liliana Colanzi a la cronista argentina Leila Guerriero. Portal Americas Quarterly. [Citado enero 2015].

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La generación del 60

La prensa liberal impuso sus articulados de objetividad lo que devino en una escritura técnico-

periodística. Las fronteras entre literatura y periodismo se profundizaron y los rigores del

periodismo expulsaron a sus márgenes a la narración por considerarla cercana a la literatura y por

tanto representación de lo imaginario. En la legitimación de los campos, lo real sería asunto de

periodistas y lo imaginativo un fruto literario asunto de los novelistas. Fin de la querella.

Periodistas en sus redacciones y novelistas en el enclaustramiento de sus tugurios buscando a las

musas de la inventiva.

Sin embargo, la década del 60 irrumpió los linderos. Las convenciones periodísticas de la teoría

liberal empiezan a ser reemplazadas por una narrativa fresca, una combinación precisa y deliberada

de “inmersión, exactitud y simbolismo con ambición literaria (Sims: 1948,8). Una nueva escritura o

magma de escrituras que transitaban en las porosas fronteras entre periodismo y literatura.

Truman Capote que era novelista, mira en el asesinato de una familia de Kansas, la posibilidad de

crear un estilo propio, la “nonfiction novel”. Un escrito que tuviese todas las técnicas narrativas

propias de una novela policíaca, pero con la particularidad de ser estrictamente fiel al asesinato de

1959.

Cinco años pasaron. Capote se entrevistó con vecinos, autoridades, amigos. Siguió los sumarios

judiciales del caso, entrevistó a abogados, testigos, fiscales, magistrados. Fue confidente de Perry

Smith y Dick Hickock, los homicidas de Herbert William Clutter, su esposa y sus dos hijos.

Reconstruyó las pesquisas policiales y acompañó a los asesinos hasta el mismo día en que fueron

llevados al patíbulo y confinados a muerte por ahorcamiento.

“Me llevó cinco años escribir A sangre fría, y un año para recuperarme, si es que recuperarse es la

palabra. No hay un día sin que algún aspecto de esa experiencia no oscurezca mi mente” (Capote,

1976:337), escribiría en su libro autobiográfico.

Si bien “A sangre fría” (1965) catapultó a Truman Capote como el más visible de los periodistas

literatos, mención señera merece el reportaje “Hiroshima” escrito por John Hersey y que marcó un

hito en 1946. “Una pieza periodística clásica”13 que abre camino a los llamados reportajes

novelados de los años cincuenta, sesenta y setenta. Es posible hablar de la “herencia Hersey” en

autores como: Lillian Ross (Picture 1952), Truman Capote (In cold blood, 1965), Norman Mailer

(The Executioner´s Song, 1979) y Gay Talese. (Chillón: 1999, 196).

Así se inauguró y entró en auge el “Nuevo periodismo”, una corriente que subvirtió las formas

ortodoxas de la escritura técnico instrumental. Para Gabriel Galdón el fenómeno del “New

13 Capote en Albert Chillón (1999). Truman Capote: an Interview, Pág., 196

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journalism” surgió como una “reacción a la rigidez, a las limitaciones lingüísticas y estilísticas, al

encorsetamiento formal propio del objetivismo” (1994,119). Estas piezas híbridas de gran precisión

investigativa y pulsión estética rechazaban la rutina, las formas dominantes de la prensa

hegemónica vigentes desde los años veinte. Para Bellamy se trata de “fundir la estética y la

metodología de la novela realista del siglo diecinueve con el modus operandi del periodista

callejero” (1985,6). Si por imitación o porque el género entraba en apogeo, lo cierto es que cuando

Norman Mailer escribió “Los ejércitos de la noche”, Truman era el “pop star” de los periodistas

literarios.

Tanto Capote, como Norman Mailer no se dedicaban al periodismo como profesión. Saltaron de la

literatura al periodismo. Pero en el caso, de América Latina sucede lo contrario. García Márquez

pasó del periodismo a la literatura. Esta necesidad de no despegarse del terreno de lo real, de

convertir el periodismo en filigrana literaria, la encontramos en la extensa producción periodística

publicada en El Universal de Cartagena; El Heraldo de Barranquilla y El Espectador de Bogotá.

El 21 de mayo de 1948, García Márquez publicó su primera columna en El Universal: una nota

sobre la derogación del toque de queda en Cartagena, en momentos cuando la agitación del

“Bogotazo”14 mantenía una atmósfera tensa. El texto que apareció en la página cuatro, sin firma y

sin título, inauguró una columna llamada “Punto y Aparte”. La nota es un presagio de los órdenes

que regirían su escritura:

“Los habitantes de la ciudad nos habíamos acostumbrado a la garganta metálica que anunciaba el toque de queda. El reloj de la Boca del Puente, empinado otra vez sobre la ciudad, con su limpia, con su blanqueada convalecencia, había perdido su categoría de cosa familiar, su irreemplazable sitio de animal doméstico...”

Las columnas y editoriales tienen un aurea estética innegable, pero la redacción de escritorio era un

grillete para un joven de 21 años que prefería las crónicas de sucesos, el contacto con la calle. Fue

en 1954 cuando en El Espectador de Bogotá, GM escribe reportajes y descubre un laboratorio

donde se decanta la voz de su escritura.

“Relato de un náufrago” que hoy podría ser leído como una novela, surgió como un largo reportaje

publicado en El Espectador en catorce capítulos. La historia había sido agotada por los medios

locales, hasta que GM entrevistó al náufrago Luis Alejandro Velasco en veinte sesiones de seis

horas diarias (García: 2008,11). La historia dividida en episodios hace vívidas las imágenes del

joven marino que sobrevivió en una balsa diez interminables días. “Sin comer nada más que un

14 Se conoce como “Bogotazo” a la violenta movilización popular que se desató luego de que el 9 de abril de 1948 fuera asesinado el líder Jorge Eliécer Gaitán. “Los enfrentamientos entre liberales y conservadores, entre Estado y los alzados en armas dejaron alrededor de tres mil muertos”, cientos de edificios incendiados y una fecha fundacional para las izquierdas insurgentes. [Citado: febrero 2015]. Disponible en: www.colombiaaprende.edu.co

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pedazo de pescado y una raíz, el cuerpo ampollado por el sol”, las alucinaciones, la sed (ibíd,

p.100).

A la vez, el reportaje reveló por primera vez que el destructor Caldas de la marina colombiana se

había desestabilizado por la sobrecarga que transportaba: electrodomésticos de contrabando. Esa

información implicaba “tres graves faltas: estaba prohibido transportar carga en un destructor.

Segundo, la nave no pudo maniobrar para rescatar a los ocho marinos que cayeron al mar por el

sobrepeso que llevaba”. Y tercero, eran electrodomésticos de contrabando: televisores, lavadoras,

cocinas. (Ibíd, pag12). A la dictadura le incomodó el serial y desató una cacería. Velasco que era

considerado un héroe, convertido en celebridad publicitaria de marcas suntuarias, cotizado por las

“misses” de turno, fue dado de baja de la marina, aborrecido por el gobierno y olvidado para

siempre. Además, la retaliación hizo que el periódico cerrara y García Márquez fuera enviado

como corresponsal a Europa, en Francia padeció abandono de náufrago. Fue hasta 1970 cuando el

texto fue compilado como un libro y firmado por García Márquez.

“El esmero estético con que trabajo sus reportajes fue, sin duda, el gran caballo de Troya que le permitió llegar a sus lectores en medio de una censura creciente. Márquez alcanzó el punto paradigmático: una magistral síntesis de periodismo y literatura, de investigación de la realidad y comunicación de la misma mediante cánones estéticos perdurables” (Saldívar, 1977:318).

Pasaron cuadro décadas, ya había ganado el Nobel de Literatura en 1982 pero el periodismo era su

laboratorio, el filtro donde iba decantando muchas de sus búsquedas, así es como regresa al

periodismo con dos largos reportajes: “Miguel Littín clandestino en Chile” (1986), libro del que se

quemaron alrededor de quince mil copias por orden de Augusto Pinochet; y “Noticia de un

secuestro” (1996), el detalle de la mirada en la vida cotidiana de siete secuestrados.

Para Sorela: “…en el reportaje encontró García Márquez la horma de su zapato, no sólo un mayor

contacto con la calle… sino un campo de experimentación narrativa, limitada por las exigencias de

la comunicación de masas, que sin duda le había de servir para sus cuentos y novelas” (Sorela,

1988: 78). Aquellas historias de reportero raso serían la levadura de su novelística.

Hay varios insumos al respecto, pero quizá de inconfundible goce estético, es la nota de prensa

escrita en sus primeros días como reportero en Cartagena de Indias. García Márquez es enviado a

cubrir una noticia de un antiguo convento que estaba siendo desocupado para convertirse en un

hotel de cinco estrellas. Entre criptas de monjas y curas, huesos sin ningún tipo de clasificación se

refundían en sacos comunes para ser desechados.

En medio de la limpieza, los trabajadores encontraron el cráneo de una niña, cuyos cabellos

extendidos en el suelo alcanzaban más de veinte metros de largo. Enseguida Márquez relacionó

este encuentro con aquellas historias de infancia, contadas por su abuela Tranquilina Iguarán. Se le

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estremeció el recuerdo, al pensar que aquella junta de huesos podría ser la Santa María de Todos

los Ángeles, o mejor conocida como Sierva María, personaje que inspiró la trama de “El amor y

otros demonios”.

Los nuevos cronistas de Indias

Así el siglo XX renovó el oficio de cronista. Sus cultores se regaron en los cuatro continentes.

Franquearon fronteras que saltaban de la literatura al periodismo o como en el caso de Márquez del

periodismo a la literatura. “Aunque ocasionalmente hayan practicado otros géneros, Egon Erwin

Kisch, Bruce Chatwin, Alvaro Cunqueiro, Ryszard Kapuscinski, Josep Pla y Carlos Monsiváis son

heraldos que, como los grandes del jazz, improvisan la eternidad. Algo ha cambiado con tantos

trajines. El prejuicio que veía al escritor como artista y al periodista como artesano resulta obsoleto.

Una crónica lograda es literatura bajo presión” (Villoro, 2006:1)

América Latina desde la década del noventa, experimenta la ebullición de autores emergentes que

han asumido el periodismo literario como un legado de mentores de la talla de Alma

Guillermoprieto, Elena Poniatowska, Rodolfo Walsh o Tomás Eloy Martínez, es decir, una

influencia directa de los canónicos del sesenta. En está reciente y muy contemporánea generación

de autores están: Leila Guerriero, Alberto Salcedo Ramos, Juan Villoro, Martín Caparrós, Juan

José Hoyos, Pedro Lemebel, Julio Villanueva Chang. En el cuarto y último capítulo de este trabajo

analizaremos precisamente el trabajo de dos de estos cronistas.

Al ser una escritura en pleno proceso de producción, no cuenta con la perspectiva que suele

imprimir el tiempo y los fenómenos vistos desde la distancia histórica. Sin embargo, es innegable

que estamos presenciando una ebullición del género entre las narrativas actuales, que a la vez abre

una veta de análisis o diálogo entre periodismo y academia. Se trata de acercarse a lo real con

carácter y contar con temperamento.

Su trabajo recogido en revistas especializadas batalla en el mercado de las industrias culturales por

un nuevo público. El cronista Martín Caparrós, sospecha que esta emergencia narrativa se trate de

un fenómeno del que se hable más, de lo que en realidad llega a consolidarse en blanco y negro.

De hecho, los canales de distribución, aparte de los contados espacios en diarios o tabloides de fin

de semana, son un puñado de revistas que han logrado a punta de insistencia cruzar fronteras:

“Gatopardo” (60.000 ejemplares en México). “SoHo”, con más de un millón de lectores en cuatro

países de la región. “Etiqueta Negra” (que publica 6.000 ejemplares en Perú). “El malpensante” en

Colombia. También circula la revista “The Clinic” en Chile y en Argentina “Rolling Stone”. Estas

publicaciones circulan en un mercado restringido y ávido por captar nuevos lectores, se trata de una

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experiencia nueva en relación a la tradición periodística anglosajona15. La más reciente apuesta

narrativa es Anfibia (2012), una revista digital creada por la Universidad argentina de San Martín,

dentro de su programa Lectura Mundi, con el fin de generar un diálogo entre periodismo y

academia: un cambio de lugar, nuevos registros para el locus académico y reflexión teórica para el

periodista.

Si bien la voluntad de narrar ha porfiado más que los avatares de la producción y dificultades de

distribución, con mucha más escasez se hallan publicadas crónicas de largo aliento o grandes

reportajes; género arriesgado en su arquitectura, tanto para el cronista, como para la empresa

editorial. Entre las pocas piezas de este voltaje, se encuentra “Suicidas del fin del mundo”, un

relato que atrapa los “episodios trágicos” de una serie de suicidios en la Patagonia. El espesor de la

soledad, las horas lentas, son asimiladas por Leila Guerriero, a través de la voz testimonial de

amigos y familiares de los suicidas. Las Heras, “con su magma de desempleo y falta de futuro para

los más jóvenes, es un enigma cuya resolución dista de ser definitiva: los suicidios, como un

destino funesto, se suceden hasta hoy” (Guerriero, 2005).

En esa misma línea, entre rounds y nocauts, el cronista Alberto Salcedo Ramos16, viaja en el

tiempo para retratar la gloria y el delirio de Antonio Cervantes, más conocido como Kid Pambelé,

“un boxeador legendario que cenaba con el cantante José Luis Rodríguez (El Puma), se retrataba

con el presidente de Colombia Misael Pastrana Borrero y que fue parte del jet set por sus

escándalos públicos, excesos con la droga y por sus frecuentes actos de violencia”17. La biografía

del púgil más grande de Colombia, es cartografiada en un extenso reportaje de 192 páginas. Al

respecto, Ignacio “Nacho” Ramírez, escritor bogotano, Director de la Agencia Cronopios, opina

que:

"Salcedo Ramos maneja la arquitectura de la crónica con magistral dominio de los golpes del silencio, que hace al lector que se retire a su esquina a respirar por un minuto para volver al combate con el texto, donde las dosis de adjetivos, la sintaxis, el equilibrio del lenguaje, el espacio, la atmósfera y el tiempo configuran un todo narrativo que no se da silvestre”.18

Por su parte, el ex Director de Soho y columnista de la Revista Semana, Daniel Samper Ospina

expresó que el libro “El Oro y la Oscuridad” pinta un retrato etopéyico (carácter) que alcanza “una

arquitectura inolvidable, obligado para todos los que se dejan apasionar por esa fusión maravillosa

15 El periodismo anglosajón reúne una larga tradición periodística en revistas como “Squire” o “The New Yorker”. Esta última de gran acento neoyorquino tiene más de un millón de suscriptores; y en sus columnas han publicado personajes como Woody Allen, Hannah Arendt, Truman Capote. 16 Salcedo Ramos es una de las voces más definidas y consumadas de América Latina. A más de ser maestro de la FNPI, tiene varios reconocimientos como: el “Premio Internacional de Periodismo Rey de España”, el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar (por cinco ocasiones); el Premio Ortega y Gasset. 17 http://www.eldigoras.com. [Citado: mayo de 2013]. 18 http://www.eldigoras.com. [Citado: mayo 2013].

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que a veces consiguen los grandes cuando saben darle matrimonio feliz al periodismo y la

literatura"19

Las crónicas de largo aliento, en la actualidad son piezas de colección, contadas en los escrutinios

de su producción. Las razones tienden a reiterar la sentencia frecuente que la gente no lee y en

términos metálicos que la inversión en crónica es una empresa de riesgo entre el tiempo de su

realización y el retorno de utilidad. Así, varios factores se entrecruzan para que las crónicas con

una extensión promedio de cinco a doce mil palabras, sean más frecuentes a la hora de aventurarse

por la artesanía crónica. Tiempo, recursos, una empresa periodística que se queja de problemas de

espacio, mientras se complace en imprimir fotos tamaño Led que ocupan la mitad de la portada.

Por lo que en el último capítulo, centramos el punto de análisis en dos crónicas de mediana

extensión escritas por dos de los mejores cronistas contemporáneos de quienes ya hemos reseñado

su trabajo en estas líneas: Leila Guerriero y Alberto Salcedo Ramos.

19 http://www.eldigoras.com/bibe/num/e039/fuego39asr01.htm [Citado: mayo 2013].

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CAPÍTULO IV

Análisis de la construcción de los sujetos actantes

“Escribir es un acto de solidaridad histórica”.

R. Barthes

Crónica: “Un país de mutilados”

“… la gente está tranquila, caminando hacia la escuela o hacia el huerto, asando arepas o

endulzando el café, arando la tierra o tomando el fresco de la tarde, vaticinando la suerte de las

cosechas, cuando sobreviene el fogonazo letal”20. Una mina agazapada entre la maleza explota y el

mundo en slow motion disemina un ralentí de piernas y brazos reducidos a ripio. La confusión, el

desmembramiento: “órganos cercenados, parálisis, rostros deformados por las quemaduras,

cicatrices atroces, ojos descuajados, pánico, derrumbe”21

Por cuadros como este, Anadeli Bencomo, asegura que la crónica es “una escritura transgénerica de

la violencia”, un espacio de bordes donde la testimonialidad del horror se ha insertado en lo

cotidiano. Por su carácter transgénerico, sus márgenes resbaladizos, fronteras colindantes entre

periodismo, literatura, la etnografía, las historias de vida, es decir, la convergencia de varios textos

(Barthes), la intersexualidad (Kristeva), la crónica periodística es un vértice privilegiado para

“provocar la emergencia de aquellos relatos invisibles”22, silenciados por el poder, o reducidos a

mera banalización de la fatalidad de la vida.

La crónica "Un país de mutilados" (Salcedo, 2008), es un compendio de cuatro fragmentos: El

cantar de Claudia, La ruta de la infamia, El refranero de Manuel Ceballos y El cielo que perdimos.

Esta composición expone los testimonios de las víctimas de las minas antipersonales, los

campesinos de la región de Antioquia. En su escritura recorre las estadísticas manejadas por la

versión oficial, la Vicepresidencia colombiana, hasta contrastar los porcentajes con la cotidianidad

de varias familias afectadas por las minas.

20 Crónica “Un país de mutilados” escrita por Alberto Salcedo y publicada en la Revista Soho el 12 de junio de 2008. Pág. 250 21 Ibíd., p. 249 22 Montes, Alicia (2009). Esto no es una pipa: la crónica urbana y el problema del género [en línea]. Buenos Aires: Facultad de Filosofía y Letras [citado 11 abril de 2015]. Disponible en: tallerexpresion1.files.wordpress.com/2010/03/cuadernillo-de-crc3b3nicas-2011-1.doc

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Las marcas de veridicción, como valor numérico arrancan desde el inicio ubicando el contexto: “31

de los 32 departamentos de Colombia están sembrados de minas quiebrapatas”23. Desde 1990

hasta febrero de 2007 se registraron 6637 víctimas24 y el subregistro es latente por la distancia y

condiciones de precariedad de estos caseríos o veredas. Colombia es el país del mundo que

anualmente registra el mayor número de mutilados, incluso “por encima de Camboya y

Afganistán”25.

Estas marcas de veridicción, cumplen una función de “retórica objetivadora”, pero a la vez

enmascaran la cotidianidad más severa. Allí precisamente, está la apuesta del cronista: develar una

hoja de ruta, para llevarnos por las veredas de Antioquia y mostrarnos la cotidianidad del terror.

“En muchos pueblos a los niños les da miedo ir a los patios para jugar y alcanzar mangos, y en esas

condiciones la vida ya no vale la pena”26. Los rituales de la cotidianidad, las labores de campo, los

juegos de la infancia, se convierten en espacios donde habita el miedo. La más sencilla de las

prácticas, como recoger mangos o patear una pelota, es una provocación al peligro. La vivencia

más pequeña se llena de miedo, se mutila, cuando al trepar los árboles o correr detrás de un fruto,

un niño termina sin piernas.

La cotidianidad es narrada en un tejido polifónico que usa el testimonio, entre otros recursos

narrativos, como dispositivo de denuncia desde los otros (los mutilados, los desplazados, las

minorías periféricas). Desde la hibridación como género transgénerico, esta crónica teje “una

escritura que centra al Sujeto en medio del imaginario del miedo, la vulnerabilidad, la indefensión.

Greimas habla del “sujeto-héroe” (Greimas: 1987,280). En el caso de esta crónica, el sujeto es la

comunidad mutilada, los actantes donde la acción recae. Campesinos, floricultores, caficultores,

vecinos del Oriente de Antioquia, la zona más amputada por las minas antipersonales. Ya como

personajes tienen nombres, ciudadanía, un DNI: la niña Claudia Ocampo, su madre Carmen Julia,

Manuel Cevallos y su familia. Ellos son la expresión de una totalidad (relación hipotáctica), es

decir un tejido de relaciones subordinadas. La gota que se repite en espirales, porque “toda

manifestación es iterativa”, (el signo se repite). El desmembramiento como signo de cada día

(“desde el año 2005 se presentan, tres víctimas diarias”27).

“¿Qué son 6.637 cristianos reducidos a un diagrama de barras”, pregunta Salcedo Ramos en un

tropo cargado de ironía para ensayar una respuesta de inmediato: “con esos damnificados se podría

fundar una villa casi tan habitada como el famoso balneario de Punta del Este y seis veces más

23 Ibíd., p. 245 24 Secretaría de Derechos Humanos. Gobierno de Colombia. Boletín de minas antipersonal. Publicación año 2004 25 Salcedo. Op. cit., p. 245 26 Ibíd., p. 252 27 Ibíd., p. 250

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poblada que Ciudad del Vaticano… Si viéramos a las víctimas juntas advertiríamos que son una

multitud”28. Toda “manifestación es iterativa”. Una gota entre miles. Las ausencias y pérdidas de

estos “dramatis personae29” como los llama Barthes (1977,33). Ellos y ellas son la manifestación

en singular de un colectivo mutilado. La expresión iterativa de terminar una trocha de camino sin

muslos, tórax o rostro.

Lo deseado: derecho al territorio

El Oriente de Antioquia30 es una zona rica en recursos hídricos, de hecho genera el 35% de la

energía eléctrica que Colombia consume. Tiene una ubicación favorecida porque conecta con el

Bajo Cauca31 y su producción aurífera. Además permite acceder a la zona caficultora del Eje

Cafetero. Es una zona fértil que produce papas, frijol, hortalizas. Estos factores han convertido al

Oriente antioqueño en un atractivo para los grupos al margen de la ley. Durante años, “cuatro

frentes guerrilleros -de las Farc y del Eln- sometieron a los ganaderos y agricultores a un régimen

de chantaje, secuestro y exterminio”32.

Estos actores someten a la población a una política de terror para dominar el territorio y circular

libremente sus mercancías, ya se trate de armas o sustancias. Al tiempo arribaron grupos

paramilitares y los campesinos que moraban en su tierra, en su parcela, se hallaron en medio de un

fuego cruzado. El fin último era apropiarse del territorio como punto logístico de sus operaciones.

Y para alcanzar el dominio territorial, sembraron minas antipersonales33. Una vez que el miedo se

ha generalizado, cuando la vida con el custodio del miedo se vuelve insostenible, los campesinos

huyen y el éxodo de los mutilados comienza.

El territorio es consuetudinario, es parte de nuestra vivencia social, familiar, cultural y comunitaria.

Es la estadía geográfica, pero también el continente de los saberes culturales, ancestrales,

espirituales, las formas de relación con la naturaleza. El espacio donde el sujeto tiene la capacidad

de producir sus propios medios simbólicos. El territorio como lugar de mediación de las esferas

propuestas por Barbero: "socialidad, ritualidad, institucional y tecnicidad" (Barbero: 2001, 74).

La “socialidad” como el lugar donde se producen las cotidianidades de la producción del sentido de

la interacción; el espacio donde los seres humanos se encuentran con su identidad y se relacionan

generando interpretaciones. La múltiple vía de la interpelación; es la "multiplicidad de modos y

28 Ibíd., p. 250 29 Frase de origen latino para referirse a los personajes dramáticos utilizada por R. Barthes 30 El Departamento de Antioquia tiene 9 subregiones, una de ella es el Oriente antioqueño, formado a su vez por 23 Municipios. Ocupa un territorio de ocho mil kilómetros cuadrados. 31 El Bajo Cauca antioqueño o Provincia de Rodas es otra de las subregiones del Departamento de Antioquia situada al nororiente. 32 Salcedo. Op. cit., p. 266 33 Las minas están prohibidas por el derecho humanitario internacional. Son pequeñas y están diseñadas para mutilar el cuerpo y la psiquis.

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sentidos en que la colectividad se hace y se recrea, la polisemia de la interacción social" (Ibíd).

Además, la disputa del territorio quiebra la ritualidad de las cotidianidades, en la siembra, en la

cosecha, en preparar el café, el habla de la tarde. Quiebra los rituales de comunión como una fiesta

de bautizo o cuando se teje un carriel. El mundo del hacer, entre el tiempo y espacio de la vida

cotidiana. Y por último, mutila las tecnicidades de las labores agrícolas, para reconocer los tiempos

y los aparejos de la gramática del suelo cultivable.

El mundo de la vida con sus esferas se desvanece. La posibilidad del goce pleno del territorio es

una amputación del cuerpo social. La Constitución de 1991 declara que Colombia es “un Estado

social de Derecho”34, pero cuando el desarraigo es un tema permanente, vulnera el Estado de

Bienestar, los mundos de referencia de los sujetos en medio del conflicto. Dice Ana María Cano35:

“además de perder un miembro, es perder lo que ha sido su modus vivendi. Lo que ha sido la

historia de su familia; el lugar donde han construido; donde han nacido sus hijos. Eso tiene que ser

un momento muy terrible. Decidir el desplazamiento, decidir desarraigarse” (Cano: 2015).

Esa fue precisamente la decisión que enfrentó Carmen Julia Gallego, cuando al explotar una mina,

murió su esposo y una esquirla se enquistó en su abdomen. Ató sus aparejos y huyó. “Fue

desterrada cruelmente de su patria chica, la vereda en la cual ella y sus hijos habían vivido siempre,

sitio donde estaban sepultados los restos de su padre, el único lugar del mundo que conocía”36.

Esta es una crónica que hace síntesis de la “necesidad de otra cosa y de en Otra parte” (Greimas:

1987,278). La experiencia de las minas, no solo mutila el cuerpo, sino que cercena las posibilidades

de vida, corta los lazos de pertenencia a un mundo cultural, familiar, comunitario. Se pierde el

tejido asociativo y las identificaciones simbólicas. Doblemente mutilados: en el cuerpo y

desarraigados de lo conocido estos desplazados migran a las ciudades donde ya no son más

campesinos, sino un “margen de error”, “un embaucador”, “despreciado”, “chusma”37, lo abyecto

para el paisaje urbano.

“… y esto significa la pérdida de todo el entramado social en el que habían nacido y en el que habían establecido para sí mismos un lugar diferenciado en el mundo… las migraciones forzadas de individuos o grupos de personas, parecen sucesos cotidianos. Lo que carece de precedentes no es la pérdida de un hogar, sino la imposibilidad de hallar uno nuevo” (Arendt: 1998, 249).

Sin hogar, apátridas en su propio país, cansados de la agresión de las ciudades, deciden el retorno.

Así le sucedió a Manuel Cevallos, una noche descubrió que extrañaba su rancho y sus arreos. Quizá

en la Iraca moriría reventado por una mina, pero también podía incorporarse como un hombre

productivo. Como él siempre piensa con refranes populares, se le cruzó el dicho: “para disfrutar del

34 Constitución Política de Colombia, 1991 y con Reforma de 1997. Título I. De los Derechos Fundamentales. 35 Entrevista a Ana María Cano. Elaborada por la autora el 27 de febrero de 2015. Anexo 1 36 Salcedo. Op. cit., p. 248 37 Ibíd., p. 258

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perro hay que entenderse con la pulgas”38. Añoraba su tierra “con el mismo ardor, con el que el

mutilado echa de menos el órgano desmembrado”. “La nostalgia del paraíso es el paraíso”,

reflexiona Salcedo Ramos.

Y así es como retornó a la Iraca y días después de la limpieza de la maleza, mientras hacía unas

pequeñas compras para el bautizo de su nieta María Fernanda, durante el camino de regreso, una

bomba explotó. El soldado al estilo asiático Pol Pot no había muerto en las lluvias de abril. La mina

le cercenó la pierna a él y a su hija Nancy.

Rossana Reguillo dice que la crónica es el “testimonio del desasosiego”. Cuando la incertidumbre

mutila a una persona, le arranca de tajo también el futuro. ¿Qué va a hacer un campesino sin

extremidades en su rancho? A más de destrozar su cuerpo, las minas subyugan el porvenir. La

mutilación ilustra la insustancialidad del futuro.

Manuel Cevallos es un refranero andante. Tiene un dicho popular para cada momento. Para

explicar el accidente que le rebanó la pierna derecha, sentencia: “lo que viene liso desde el cielo,

cae a la tierra sin arrugas”39. La “mediación individual” está caracterizada por el acervo del saber

popular, y en el caso de Cevallos, es lo que cabe dentro de fragmentos. El habla se ha mutilado a

frases, la palabra también se ha quebrado.

Salta entonces, la pregunta que se hacían los romanos:

¿A quién le beneficia esta guerra?: la cuestión del villano

Es pues la mina, un soldado perfecto: “no necesita comida, ni agua, no tiene sueldo ni descanso, y

espera a su víctima por 30 años o más”40. No toma relevos y está alerta las 24 horas del día. El

verdugo agazapado entre la maleza da la “sensación de ser omnipotente, omnipresente”41, dice Ana

María Cano. Y en esa condición, quebranta el cuerpo y la psiquis de los sujetos; su presencia

moldea el miedo colectivo que se traduce en dominación: quien siembra la mina instala su

presencia y control territorial. “La producción del miedo” genera poder (Bauman 2004) porque el

oponente es un enemigo invisible, con capacidad de destrucción perdurable.

El discurso de los medios de comunicación reproduce la responsabilidad de quiénes siembran las

minas: las Farc, el Eln, los para. El discurso oficial se repite en la construcción de lo noticiable y

sitúa la acción sobre los grupos armados que funcionan al margen de la ley, es decir, la extrema

izquierda y la extrema derecha, colindantes en el mismo juego. Al respecto: insisto, el villano

siempre está enmascarado. La guerra es un reciclaje en el mundo.

38 Ibíd., p. 256 39 Ibíd., p. 255 40 Ibíd., p. 267 41 Entrevista a Ana María Cano. Elaborada por la autora el 27 de febrero de 2015. Anexo 1

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Armas que ya no sirven en Francia van a parar en Sierra Leona. Venezuela compra armamento a

Suecia y después ese arsenal aparece en propiedad de las Farc. Aviones inservibles de la India son

comprados por las Fuerzas Armadas de Ecuador. Los señores de la guerra tienen su lobby.

Volvamos a la interpelación qué se hacían los romanos: ¿A quién le sirve esta guerra?

Le pregunto a Ana María Cano, redactora de violencia y seguridad interna, Columnista de El

Espectador de Medellín, sobre la industria que sostiene el terror. La Periodista de investigación

comenta que no ha conocido trabajos sostenidos, ni desde la Fiscalía o la empresa periodística. Una

sucinta investigación realizada por el Diario El Tiempo de Bogotá afirma que las Farc se abastecen

de armas que provienen de 27 países, entre ellos Venezuela, Ecuador y Brasil42. Cohetes antitanque

de origen estadounidense, ruso y sueco; fusiles rusos, búlgaros, chinos y coreanos. Es un negocio

que vende armas a los dos bandos, sin discriminación alguna43.

La Oficina para las Naciones Unidas para la Droga y el Delito (ONUDD) afirma que “si el crimen

organizado fuese un país, sería una de las 20 mayores economías del mundo, ya que produce una

cifra equivalente a la riqueza de Holanda”44. El negocio genera más dinero que la economía de

Argentina y Polonia juntas. De forma contradictoria “los mayores fabricantes de armas son los

cinco países integrantes del Consejo de Seguridad de la ONU: EEUU, Reino Unido, Francia, China

y Rusia”45.

La industria armamentística, circula invisible, es una generalidad abrumadora, un negocio

transnacional. Son anónimos que desde bastidores engrosan su patrimonio, con maquinitas que

explotan. De forma eventual, salta en algún noticiario la captura de un transportista que afirma que

son los mismos militares y agentes de policía que suministran armas a la insurgencia, mientras los

peces grandes, los señores de la guerra, son entes inmateriales.

Juanes al rescate: el adyuvante

La crónica “Un país de mutilados” arranca con “El Cantar de Claudia”, una niña que jamás hubiese

conocido a Juanes, si no fuera porque el padre de la pequeña murió en la explosión de una mina.

Juanes creó la Fundación Mi sangre para sensibilizar alrededor de uno de los temas humanitarios

más angustiantes de Colombia: las minas antipersonales.

42 www.lacapital.com.ar [Citado: febrero 2015]. 43 Uno de los mayores traficantes mundiales es Viktor Vout, conocido como el “mercader de la muerte”. Como ex oficial de la Fuerza Aérea soviética se aprovechó de los inmensos arsenales de extinta URSS y del final de la Guerra Fría para suministrar armas a facciones enfrentadas en cualquier parte del mundo. 44 Informe de la ONUDD sobre flujos financieros Ilícitos de las organizaciones transnacionales del crimen. Publicado en Suecia. Año 2011 45 Ibíd., p.5

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Si después de más de cincuenta años de conflicto armado, el mejor ayudante de estos campesinos

es Juanes, es que la apatía ha vencido. La mayoría de detonaciones suceden en pueblos retirados,

que no tienen caminos de acceso, ni un centro de salud y como lo comprobará el cronista el nivel

de analfabetismo es alto.

Entonces, la mutilación como sentido figurado (metonímico) vuelve a ser revelador. Antes de

perder una pierna o la mitad de la cara, estas personas ya estaban mutiladas, desmembradas de sus

derechos. Ser ciudadano dice Hannah Arendt, es el “derecho a tener derechos”46. Cuando se asigna

la ciudadanía, también se reconoce y entrega las posibilidades de sobrevivencia. Sin embargo, la

situación de los mutilados y desplazados invierte la relación de los derechos y su realización. A

pesar de que el 35% de los recursos hidroeléctricos que abastecen al país se generan en esta zona,

eso no significa nada para los habitantes del oriente antioqueño.

Si bien, estos sujetos son objeto de políticas asistencialistas como las establecidas en la “Ruta de

atención integral a las víctimas” elaborada por la Vicepresidencia de la República, (que

básicamente les dota de una prótesis y una compensación económica), lo cierto es que, el carácter

fundamental de la protección de derecho está ausente. Lo asistencial, sustituye al cambio

estructural. “El Estado colombiano es un Estado privatizado, atrapado entre el liberalismo

económico y el conservadurismo político”, dice el colombiano Martín-Barbero (2001, 251).

Destinador: de vuelta al ágora

Los valores universales supremos, como la justicia y la paz, están contenidos dentro de los

llamados Derechos del Hombre que fueron proclamados por las revoluciones francesa y americana.

Sin embargo, desde este horizonte humanista, no se podrá resolver el problema de las “violencias

generalizadas” en Colombia. (Ibíd, Pág. 247). El camino a las situaciones de exclusión está en la

refundación de la esfera pública. La vuelta al ágora, donde los sujetos retomen su función política.

Esa es justamente una de las apuestas de Barbero en su emblemático libro “De los medios a las

mediaciones”. Que el lugar de la política no sean los medios, que los sujetos definan su política

como actores de ella.

El postulado de Hannah Arendt, el “derecho a tener derechos”, sigue esta misma línea de acción

colectiva, en la fundación de una ética global de interpelación por el problema del otro, hacia la

transformación activa de la exclusión en procesos de inclusión. Los dos autores marcan un cambio

de paradigma en la democracia sufragista que se limita a las urnas, hacia la conformación de

competencias políticas que nos devuelvan el ágora de una sociedad civil organizada. “El derecho

de cada individuo a pertenecer a la Humanidad tendría que ser garantizado por la misma

46 Idea elaborada por Hannah Arendt en los capítulos finales de “Los orígenes del totalitarismo”. Pág. 247

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Humanidad”, dice Arendt (1998, 249). Es un desplazamiento del lugar de la política, hacia el ágora

vinculante.

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Crónica: “El rastro en los huesos”

“Hay que tener en un obstinado presente, con toda su sangre y su ignominia, algo que ya se está queriendo

hacer entrar en el cómodo país del olvido; hay que seguir considerando como vivos a los que acaso ya no lo

están pero que tenemos la obligación de reclamar, uno por uno, hasta que la respuesta muestre finalmente la

verdad que hoy se pretende escamotear”.

J. Cortázar47

La crónica "El rastro en los huesos" (Guerriero), describe la cotidianidad de un grupo de forenses

que identifican los huesos de las víctimas de la violencia ejercida por la última dictadura en

Argentina. Entre los temas que se entrelazan están la muerte, la política de muerte y la violencia

estatal sobre los cuerpos. Los huesos como el lugar textual de lectura de “los rastros de la vida y de

la muerte”48. La recuperación de una identidad perdida.

La narración se abre con el escenario. El detalle minucioso de las oficinas y laboratorio donde

trabajan los forenses. Hay pocas cosas, "todo lo demás son huesos". “La inmersión, la voz, la

exactitud, el simbolismo con ambición literaria” (Sims 1984,08), son búsquedas que la cronista

persigue en este rastro. Guerriero dialogará con los miembros del grupo. Utilizará la analepsis

(flash back) como recurso para alterar la cronología y recordar la trayectoria de aprendizaje y

constitución del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF)49. Indagará la memoria de

este grupo, y los re-presentará como un conjunto cohesionado y comprometido con la

identificación de los desaparecidos de la dictadura. Sin decirlo en escritura, hará memoria sobre la

violencia.

El golpe militar de 1976

Las “marcas de veridicción”50 están en las primeras líneas del relato al mencionar que el 24 de

marzo de 1976 las Fuerzas Armadas dieron un golpe militar en la Argentina. Fecha cuando el

gobierno de facto secuestró, torturó y asesinó a miles de personas consideradas subversivas,

sospechosas de pertenecer a los llamados “montoneros” y a cientos de activistas civiles sin relación

alguna con las organizaciones armadas. Si bien no hay un número exacto, los organismos de

derechos humanos estiman que fueron 30 mil personas desaparecidas, en tanto que, hasta el 2007,

47 Cortázar, Julio. Fragmento de Negación del Olvido. El texto fue leído por el escritor argentino en el Coloquio de París, Senado de la República Francesa, sobre la desaparición forzada de personas. 1981. 48 Crónica “Rastro en los huesos” escrita por Leila Guerriero. Y publicada por Gatopardo el 13 de abril de 2008. Pág. 1 49 La temporalidad se construye con grandes saltos, 1984, 1989, 1990, 2000, 2007. Son fechas y datos significativos para el grupo, algunas son fechas simbólicas. 50 Concepto explicado en el capítulo dos de esta tesis

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la Subsecretaría de Derechos Humanos registró 15 mil víctimas.

El golpe significó un holocausto. Obreros, estudiantes, profesionales, amas de casa, periodistas,

actores, artistas. Detrás de estas detenciones, el argumento de la Junta Militar era terminar con el

“desgobierno”, el “flagelo subversivo” y “erradicar definitivamente los vicios que afectan al

país”51y52. La dictadura Militar definió un sentido amplio del término subversión, es decir, no solo

persiguió a las organizaciones guerrilleras, sino que fue implacable hacia cualquier tipo de protesta

desde los estudiantes, obreros, artistas. Fue la dictadura más cruel y macabra de la historia de

Argentina.

Los secuestrados o “chupados” permanecieron en centros clandestinos operados por las Fuerzas

Armadas, donde fueron torturados y eliminados con disparos a quemarropa. “…ves los huesos de

un chico de veinte años con nueve balazos en la cabeza y decís ay, Dios, pobre chico, qué saña”53.

Asesinados y arrojados en fosas de cementerios o tumbas clandestinas. Madres y familias perdieron

el rastro de hijos, hermanos, amigos. Los NN enterrados en osamentas comunes. Este es el contexto

en el que se inscribe la crónica de Guerriero.

Sujeto: la tribu Snow

En los huesos "alguien puede leer allí los rastros de la vida y de la muerte"54. Estos singulares

lectores de húmeros y tibias son los sujetos-héroe: el Equipo Argentino de Antropología Forense

(EAAF). Ellos son los "sujetos del hacer" (Zecchetto, 2002b: 32).

En 1984, ya entrada la democracia, llegó el antropólogo Clyde Snow como parte de una comitiva

de la Asociación Americana por el Avance de la Ciencia55. En plena conferencia sobre ciencias

forenses su traductora renunció y un joven entusiasta tomó su lugar.

Así fue como el estudiante de antropología Morris Tidball Binz fue el primero en integrar el

equipo, luego vendrían Douglas Cairns, Patricia Bernardi, Luis Fondebrider, Mercedes Doretti;

estudiantes de medicina y antropología. Para un trabajo "deprimente y peligroso"56 y sin paga

51 Proclama de la Junta Militar divulgada el 24 de marzo de 1976, día del golpe de Estado. 52 “Durante la década del 70 la Argentina fue convulsionada por un terror que provenía tanto desde la extrema derecha, como de la extrema izquierda (…) a los delitos de los terroristas, las Fuerzas Armadas respondieron con un terrorismo infinitamente peor que el combatido, porque desde el 24 de marzo de 1976 contaron con el poderío y la impunidad del Estado absoluto, secuestrando, torturando y asesinando a miles de seres humanos”. Informe de la Conadep, 1984. [en línea]. Buenos Aires [citado 11 abril de 2015]. Disponible en: http://www.desaparecidos.org 53 Crónica “Rastro en los huesos” escrita por Leila Guerriero. Y publicada por Gatopardo el 13 de abril de 2008. Pág. 9 54 Ibíd., p. 07 55 En 1984, “llegaron siete miembros de la Asociación por el Avance de la Ciencia convocados por las Abuela de Plaza de mayo. Entre ellos, Clyde Snow, el antropólogo forense norteamericano que había identificado los restos de Josef Mengele en Brasil”. Ibíd., p. 1 56 Guerriero. Op. cit., p.2

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definida. ¿A qué se dedicaban? Eran "¿Sepultureros especializados, médicos forenses?57 En ese

tiempo, no había una facultad de investigación forense y lo que vendría a ser uno de los equipos

más respetados en identificación de crímenes de lesa humanidad, se conformó con un puñado de

estudiantes que cursaban los últimos años de antropología.

En 1987 entre fosas y exhumaciones el EAAF se constituyó en asociación civil; siendo su campo

de acción "la antropología aplicada a los casos de violencia de Estado, violación de derechos

humanos, delitos de lesa humanidad"58. El equipo argentino ha intervenido en “treinta países,

contratados por el Tribunal Criminal Internacional, la oficina del Alto Comisionado para los

Derechos Humanos de las Naciones Unidas o las comisiones de la Verdad”59 en países de la región.

Cuestión que traza un mapa, en ocasiones similar de violencia estatal en otros países

latinoamericanos como: Perú, Guatemala60, El Salvador, México y Colombia.

Sin embargo en los años de post dictadura, con el eco de las balas aún próximas, el EAAF, fue

visto con sospecha. Los científicos cuestionaban su trabajo; inclusive en el inicio, enfrentaron la

resistencia de Las Madres de Plaza de Mayo.

“Querían frenar la exhumación -dirá Mercedes Doretti-. Decían que Snow era un agente de la CIA y que el Gobierno estaba tratando de tapar las cosas entregando bolsas con huesos. Hubo insultos, fue duro. Ver que ellas, que eran nuestras heroínas, estaban en contra fue muy fuerte"61.

Estaban "del lado de los buenos"62, pero la sola idea de que un estadounidense tocará los huesos

generó resistencia. En ciernes, el equipo estaba formándose con jóvenes de corta edad y sin un

título oficial. Sin aliados, sin recursos económicos, ni apoyo estatal fueron aprendiendo la anatomía

de los huesos e interrogando el estereotipo de que todo gringo es malo o que todo joven por su edad

es sujeto de duda. Entre fosas, exhumaciones y cementerios, reforzaron sus destrezas. Ocultos,

discretos, en 1989 identificaron a “Marcelo Gelman, el hijo de Juan Gelman, el poeta argentino

radicado en México; en 1997 al Che Guevara en Bolivia; en 2005 a Azucena Villaflor, fundadora

de Madres de Plaza de Mayo, desaparecida en 1977”63.

Similar cuidado los llevó a identificar a más de 300 cadáveres. Sin embargo, el dominio que ejerce

el destinador (identificación de los huesos) sobre los sujetos, ha devenido en la ausencia de vida

propia... El compromiso con la Princesa (identidad de los desaparecidos) “está por encima de tu

57 Ibíd., p. 3 58 Ibíd., p. 4 59 Ibíd., p. 5 60 En Guatemala, en la localidad de Petén en 1982 el Ejército ejecutó a cientos de pobladores. El EAAF de una sola osamenta sacó 162 cuerpos. La mayoría chicos menores de 12 años que no tenían heridas de bala porque los genocidas querían ahorrar balas. Los golpeaban contra el piso y los arrojaban a la fosa. 61 Guerriero. Op. cit., p.4 62 Ibíd., p. 2 63 Ibíd., p. 2

65

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familia, de tu pareja, por encima de tu perspectiva de tener hijos. Nos hemos olvidado de

cumpleaños, de aniversarios de boda, pero no nos hemos olvidado de una cita con un familiar64 [de

las víctimas]”. De todas las mujeres que integran el equipo solo dos son madres.

- “Es mucha adrenalina, muy romántico, pero también es ver la vida de los otros y no tener una vida propia”65 –

Guerriero, la cronista suele ser implacable con los sujetos que re-presenta. No negocia su mirada

incisiva. No hace compromisos. Retrata sin contemplación al jet set de famosos, deportistas o

asesinos. Sin embargo, en esta crónica se toma una licencia atípica e inusual y expresa un homenaje

velado. Dice Guerriero:

"Lo que me sorprende del equipo es la coherencia. Se mantiene con proyectos, pero también hay un fondo común. Cada uno que sale de misión internacional pone ese salario en el fondo común"66.

“Ellos aprendieron en los cementerios… leyendo el rastro verde de la pólvora en la cara interna de los cráneos. Y después, todavía, se enseñaron entre ellos. Ahora son generosos: aquí comparten el conocimiento. Esparcen lo que les sembraron"67.

Ha tomado posición. La crónica en tanto acto estético, ha construido un acto político68. El

“operador semántico”, deja traslucir su voz. Se des-localiza del territorio del observador distante y

se torna visible. Abandona el espacio seguro de la invisibilidad y nos presenta un equipo

cohesionado por una ética compartida, donde la financiación depende de una caja común.

El objeto: la búsqueda de identidad

Encontrar la identidad de los desaparecidos es el objeto de búsqueda. Los forenses al reconstruir los

huesos, re-constituyen la identidad perdida. Stuart Hall argumenta que “una identidad debe

considerarse como un punto de sutura” (2003,15), es decir, la reparación de lo fragmentado.

Para identificar al desaparecido hay que pasar por el sendero de la crueldad, "una mujer joven

llamada Liliana Pereyra, el cráneo pleno de balas"69, "una persona joven con un orificio de bala en

la nuca"70. La búsqueda de identidad está sujeta a una historia de violencia y muerte.

Abrir una fosa implica una arqueología. No solo es el descubrimiento de los huesos. Es abrir el

tiempo pasado, desde un instante actual. Es un vehículo diacrónico que muestra pequeños rastros

para ser reconstruidos: suéteres de colores, zapatos desgastados, medias. Y siempre, "el cráneo y su

64 Ibíd., p. 8 65 Ibíd., p. 15 66 Ibíd., p. 8 67 Ibíd., p. 12 68 Entrevista a Alicia Montes. Elaborada por la autora el 27 de febrero de 2015. Anexo 2 69 Guerriero. Op. cit., p. 6 (Pleno es sinónimo de repleto, colmado, saturado.) 70 Ibíd., p. 4

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orificio"71. Estos indicios del pasado son un elemento fundamental para comprender qué pasó, para

que jamás ningún régimen de facto o totalitario cometa crímenes de lesa humanidad.

El esclarecimiento del pasado es una bisagra giratoria para traer la problematización de lo privado

como resistencia colectiva. “Encuentras la identidad de una persona. Es la respuesta que la familia

necesitaba desde hace tanto tiempo... y ya. Y eso es todo. Pero cuando le ves el rostro a la gente,

vale la pena. Es una dignificación del muerto, pero también del vivo"72. “Toda identidad nombra

como su otro necesario, aunque silenciado y tácito, aquello que le falta” (Hall: 2003,15).

La identificación también manifiesta la relación entre el destinador (huesos) y el destinatario

(familias). De este modo se establecen un tejido de relaciones que se afectan mutuamente. Por

ejemplo para una familia, "es doloroso recibir la noticia de una identificación, también es

reparador"73. “Una familia llorando por segunda vez: quizás por última”74. Carmen Perilli dice:

“la historia de amor y muerte [se] entremezcla con la historia nacional (…), el testimonio se entrecruza con la confesión siempre desde una lógica interior, no exterior. La Historia se disuelve en historias y el mundo se subordina fuertemente al Yo. La subjetividad es el centro textual, subjetividad que se inscribe desde los cuerpos y con los cuerpos”

La identificación trae un encuentro y una despedida. La espera ha terminado. Guerriero se detiene

en una escena íntima: el lugar asignado a los rituales de la muerte, en cómo los humanos lloran a

sus muertos. Leamos:

"El 6 de enero de 1990 los restos de Marcelo Gelman fueron velados en público. Pero antes su madre, Berta Schubaroff, quiso despedirse a solas. A puertas cerradas, en las oficinas del equipo, trece años después de haberlo visto por última vez, al fruto de su vientre lo besó en los huesos"75.

La identificación reconfigura la memoria colectiva. Andreas Huyssen denomina a este hallazgo “el

estallido de la memoria” (2002). Los lugares donde fueron secuestrados, los torturadores

implicados, los tránsitos hasta terminar en una fosa común. Los sintagmas se articulan. Hay una

historia para contar "…cuando se junta el hueso con la historia, todo cobra sentido". Sin embargo,

en ciertos momentos, ante la saña del misil, el forense se pregunta si es mejor dejar el puzzle

velado. “Cuando vos te das cuenta que la lastimadura es muy fuerte, hasta qué punto no estás

haciendo cagada al remover esas cosas”76. Aunque piense evitarle dolor a un familiar, el forense no

tendrá opción: todo su esfuerzo está encaminado a ponerle nombre a una junta de huesos. Puede

prescindir detalles que están escritos en el rastro de los huesos, pero ya será decisión de la familia.

71 Ibíd., p. 6 72 Ibíd., p. 8 73 Ibíd., p. 7 74 Ibíd., p. 8 75 Ibíd., p. 9 76 Ibíd., p. 14

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La identificación y la historia detrás de esos huesos es una “arqueología del presente” a la que

siempre se podrá regresar como memoria perdurable. “Lo que estamos haciendo –decía Snow en

Pagina/12– va a impedir a futuros revisionistas negar lo que realmente pasó. Cada vez que

recuperamos un esqueleto de una persona joven con un orificio de bala en la nuca, se hace más

difícil venir con argumentos”77. La construcción de un cuerpo de evidencia va de la mano con los

avances de la genética y el ADN. De hecho, desde 1987 se creó el Banco Nacional de Datos

genéticos, como un archivo de material genético de los familiares de desaparecidos en la dictadura.

Como vemos, la cuestión de la identidad es un tema crucial en la historia de Argentina, por lo que

la sociedad civil ha promovido marcos de ley para garantizarla como un derecho. En 1987 las

Abuelas de Plaza de Mayo pidieron a la Organización de Naciones Unidas “incorporar a la

Convención sobre los Derechos del Niño, el derecho a la identidad que fue incluido en los artículos

7 y 8”78. Por esa razón se conoce a estas convenciones internacionales como los artículos

argentinos.

El destinador: los huesos

En esta crónica, el destinador son los huesos. El mandante sobre el objeto son los esqueletos o lo

que de ellos ha quedado: "tibias y fémures, vértebras y pelvis, mandíbulas, los dientes, costillas en

pedazos"79, cráneos perforados. Esto me remite al lugar que el cuerpo ocupa. Bourdieu, (1999)

consideraba que el dominio se inscribe en un orden social, en el orden de los cuerpos y las cosas.

Es decir, el cuerpo materializa las condiciones que gobiernan sobre el Sujeto y lo somete a

estructuras de dominación. De allí, que sostengamos que el orden de las cosas se inscriba en el

orden de los cuerpos. En el caso, de esta crónica, el poder que ejerció la dictadura creó las

condiciones para que el cuerpo subversivo “desaparezca” y quede relegado al anonimato en

cementerios clandestinos.

En el orden del poder dictatorial, el disidente debía ser fusilado y lanzado en alguna fosa común.

Las desapariciones forzadas activaron violencia física y simbólica. Los cuerpos debían estar donde

no se los recuerde porque sin cuerpo, la memoria y las causas de los disidentes, también quedaría

extinta. Lo clandestino (el pensamiento diferente), debía morar con lo clandestino (lo disidente).

Además, si el cuerpo del delito desaparecía, no existían culpables. Los torturadores quedarían

eximidos. El estado transformó a los cuerpos, “tragó a las personas y escupió sus huesos”80.

De este modo los huesos se convierten en el lugar del texto. Tienen inscritos la historia del país.

77 Ibíd., p. 4 78 “Convención sobre los derechos del niño. Ratificada por la Asamblea General mediante resolución 44/25, de 20 de noviembre de 1989”. [en línea]. México. [citado 11 de abril de 2015]. Disponible en http://www.unicef.org 79 Guerriero. Op. cit., p. 1 80 Ibíd., p. 1

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"Al final de un pasillo hay un cuarto oscuro, fresco, las paredes cubiertas por estantes que trepan

hasta el techo y, en los estantes, cajas de cartón de tamaño discreto con la leyenda Frutas y

Hortalizas"81. En cada una de estas cajas recicladas están los huesos de una persona. Una historia

por develar, la prospección. Una identidad por recuperar. Ahí está la apuesta que la crónica nos

ofrece, ser una puerta de la memoria: un acto estético de resistencia.

Relación sujeto-destinador: Forenses y huesos

Los huesos son fragmentos de lo que alguna vez tuvo corporeidad familiar, social, política. Una

presencia en el mundo manifiesta en creación y producción de sentidos históricos. Esto hace que

los forenses invistan sus prácticas de dispositivos afectivo-emocionales. "Una cosa es levantar

huesos de guanaco o de lobos marinos y otra el cráneo de una persona"82. La antropología forense

exhuma el pasado: toca los huesos, lee, interpreta y explica los tránsitos de la violencia de estado.

Al sumergirse en una fosa, al interpretar la fisura de los cráneos, el antropólogo forense crea un

nexo con una historia familiar, mínima, pero su única historia para alguien: "Y estaba el hecho de

que nosotros tocábamos a sus muertos. Tocar los muertos crea una relación especial con la

gente"83.

Guerriero procura invisibilizar su presencia como testigo y también como operadora semántica para

que sean los forenses los sujetos de enunciación. Así, el sentido vicario de ceder la palabra confiere

descripciones ejemplares: como, la bala "entró directo: una ejecución así, tic, de atrás. ¿Tenemos

dientes? ¿Cómo lucen los dientes?84".

La fuerza de la relación entre el destinador y el sujeto se describe en frases como esta: "soñábamos

con huesos, esqueletos". La conexión se ha instalado en la psiquis. Desde una mirada

psicoanalítica, el concepto de identificación tiene un legado semántico. Freud lo llama “la primera

expresión de un lazo emocional con otra persona” (Freud en Hall, 2003:134). El mandante (los

huesos) ocupa el mundo consciente (labor forense) y lo que está debajo del umbral de la conciencia

(los sueños).

Adyuvantes: los más diversos

La función del adyuvante “consiste en operar en el sentido del acercamiento del destinatario-sujeto

al objeto de deseo, facilitando la comunicación entre ambos (sujeto-objeto)” (Zecchetto, 2002b: 34-

35). Bajo esa acción los ayudantes son: los siete miembros de la Asociación Americana por el

Avance de la Ciencia, el Antropólogo forense Clyde Snow, las misiones internacionales, “veinte

81 Ibíd., p. 6 82 Ibíd., p. 3 83 Ibíd., p. 3 84 Ibíd., p. 6

69

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donantes privados europeos y norteamericanos, algunos gobiernos europeos"85 y la Fundación

MacArthur. También los nuevos descubrimientos de investigación relacionados con el ADN.

La ausencia de la identificación de los huesos por parte del Estado; la necesidad de identificar a los

desaparecidos; la sujeción dominante que afecta a los destinatarios (los familiares); son las

acciones que configuran a los actantes-ayudantes. En cuanto al equipo forense, Guerriero dice:

[son] “especialista [s] en la identificación de restos óseos: alguien que puede leer allí los rastros de

la vida y de la muerte”86.

En el inicio de este análisis identificamos a los forenses como el “sujeto-héroe” pero a la vez el

equipo cumple otra función actancial: es Adyuvante, lo que constituye un “archiactante”, es decir,

cumple varias funciones en el mismo relato. Ya mencionamos que cuando Snow (sujeto héroe)

inició el proceso de exhumación e identificación, fue descalificado por ser estadounidense; su

trabajo puesto en sospecha por ser ciudadano norteamericano. El tiempo desmontó el lugar común

del estereotipo. Eso por un lado, y ahora algo se repite. Entre los ayudantes aparecen varias

organizaciones norteamericanas como aportantes, entre ellos la Fundación MacArthur. “El 26 de

septiembre de 2007, Mercedes Doretti recibió una beca de la fundación MacArthur dotada de

quinientos mil dólares y, como hacen e hicieron siempre con las becas, los premios y los sueldos de

las misiones internacionales, donó el dinero al fondo común con que el equipo se financia”87.

El rechazo hacia Snow se debía a que detrás de las dictaduras del Cono Sur88 se cernía la presencia

del Ejército de los EEUU y de funcionarios de inteligencia, a través del Plan Cóndor89. Sin

embargo, sujetos como Snow, la Fundación MacArthur, Witness, confirman que el recurso de la

diferenciación desmonta el lugar común de la generalidad.

En otro orden de ideas, la ayuda para lograr la comunicación es determinante. Los adyuvantes

accionan como intermediadores para abrir los lugares de los entierros y realizar una arqueología.

Abren el tiempo, remueven posibilidades de interpretación. “En este sentido funciona como

archivo, y ayuda a construir una memoria colectiva pero desde una perspectiva contrahegemónica,

ya sea porque vuelve a narrar lo ya contado de otra manera, ya sea porque permite oír las voces

silenciadas” (Alicia Montes, 2015).

85 Ibíd., p. 5 86 Ibíd., p. 1 87 Ibíd., p. 14 88 Chile, Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay, Bolivia. Y con alcances hasta el área Andina: Perú, Colombia, Venezuela, Ecuador. 89 El Plan Cóndor formó parte de las políticas de intervención de la “doctrina de Seguridad Nacional en América latina” en la décadas de 1970 y 1980.

70

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El villano: tragaba personas y escupía sus huesos

El villano/opositor no aparece de modo explícito. El villano como actante está enmascarado,

subyace en el relato. Se habla de la “máquina que tragaba personas y escupía sus huesos"90, la

dictadura (1976-1983), militares que "habían enterrado a cientos". “Su carácter político no está en

los efectos que generaría en el lector, sino en su ruptura de binarismos y estereotipos para contar lo

real” (Alicia Montes, 2015).

Sin embargo, al mencionar la máquina que traga personas y escupe huesos, involucra a genocidas,

ex dictadores, militares de mandos medios, al Estado y su política de represión durante la última

dictadura en Argentina. Si bien la crónica centra su acento en los forenses, hemos analizado que la

identificación de los cuerpos restituye el derecho a la identidad, libera la incertidumbre de la

familia y desde el lado judicial, los informes pasan a ser parte de los procesos legales. Es por eso

que cerramos esta identificación del villano, mencionando como dato complementario que el

último Informe (junio2014) de la Procuraduría de crímenes hacia la Humanidad señala que el

número de procesados por delitos de lesa humanidad de la dictadura (1976-1983), en las distintas

instancias suma 1128 casos. Uno de cada tres sentenciados vive en arresto domiciliario. La lista de

prófugos es de 61.

90 Guerriero. Op. cit., p. 17

71

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CONCLUSIONES

La teoría liberal de la prensa pretendió matar al “operador semántico” (periodista), tras un corsé de

fórmulas, pirámides invertidas, comillas y demás retórica objetivadora. En su entrada como

industria, mitificó el concepto de objetividad para legitimar su mercancía (información); esta

configuración de la prensa como gran Oráculo de la verdad, presumía que el periodista presentaba

una realidad “objetiva”, pues entre sus competencias lograba un dominio estoico de su mundo

ideológico y producía una mercancía (noticia) aséptica. Sin embargo, hemos demostrado que el

periodismo siempre es militante de algo y presenta un relato de verdad, tanto en sus convenciones

informativas, como interpretativas. Al igual que los demás géneros periodísticos, la crónica es “una

escritura de realidad”, un dispositivo narrativo que construye una versión de mundo, pero

exhibiendo impúdicamente sus tropos.

La crónica en tanto acto estético, es un acto político: trasgrede los límites de lo decible. Por su

condición de género fronterizo, colinda entre márgenes escurridizos, promiscuos, mestizos. Allí

está su carácter político, en desmontar binarismos y estereotipos para contar lo real. Su actitud

estética, es una actitud política, no desde el tono panfletario, sino en desbordar las orillas de las

formas y los relatos que enuncia. Forma a martillazos una narrativa emergente para contar lo

silenciado.

Salcedo Ramos articula un concierto polifónico que es barroco o neobarroco. Desde la narrativa

testimonial media el mundo melodramático de la cultura popular: sus luchas, deseos,

incertidumbres de futuro, desarraigos, mutilaciones. Los rituales de la cotidianidad son contados

desde las voces de los otros, con en el fin de tejer una escritura que centra al Sujeto como héroe de

la historia. De igual manera, Guerriero construye un entramado sobrio que descansa en la fuerza

testimonial, lo dialógico como acento escritural. La cronista adelgaza su voz, la vuelve invisible

para que sean los otros los sujetos de enunciación. Un sentido vicario atraviesa su escritura, una

vendimia de sintagmas (frases) memorables que se desprenden de sujetos anónimos o marginales.

A través de su mirada vemos personas comunes en circunstancias hostiles. Los dos autores traen lo

marginal al centro, como estrategia de impugnación.

Los sujetos-actantes son construidos desde las “fiestas latinoamericanas de la violencia”. En las

dos crónicas subyace la violencia de Estado ya sea por dictaduras de facto o por el abandono

explícito en la elaboración e implementación de políticas públicas que garanticen una mejor calidad

de vida en poblaciones de alta vulnerabilidad. En las crónicas analizadas la figura del Estado

aparece como “Opositor” en la realización plena del Derecho al Territorio (crónica 1); o la ausencia

73

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de políticas definidas para apoyar a las organizaciones civiles (EAAF) en su rol de restituir y

reparar la identidad de las víctimas de crímenes de lesa humanidad (crónica 2).

Los sujetos actantes son re-presentados desde la pérdida. En el caso de “Un país de mutilados” los

campesinos han perdido sus extremidades, territorio, la ritualidad de la vida cotidiana, sus

referentes simbólicos, la certeza del futuro. Mientras que “El Rastro en los huesos” muestra la

pérdida de la vida misma; los disidentes fueron asesinados y en las fosas su identidad también se

extravió. La pérdida es el lugar de enunciación del desasosiego latinoamericano y allí precisamente

se instala el poder político de su escritura: ser una sutura, que restituye lo que está perdido,

desaparecido o fracturado.

Los sujetos actantes construyen una memoria colectiva, pero, desde una perspectiva

contrahegemónica. Es decir, des-localiza los discursos oficiales para construir otras posibles

historias, como un mural de la memoria y de la vergüenza. Relatos que la prensa desde la teoría

liberal no alcanza por los regímenes de velocidad y retóricas de objetividad. De allí que la

construcción contemporánea de la crónica y sus actantes emergencia una escritura con capacidad

perdurable.

Ligado a lo anterior, el trazo de la crónica desde las historias de vida, reproduce la vivencia de un

sujeto indiviso, que es la iteración de un sujeto plural que atraviesa lo mismo. Las pequeñas

historias hacen una mayoría que habita en los márgenes invisibles, silenciados por el poder, o

reducidos a banalización de la fatalidad de la vida. Estos actantes están construidos para darle a la

pérdida familiar, una esfera, un lugar dentro de lo público; para movilizar un salto de la vivencia

personal y llevarla hacia la resistencia colectiva.

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