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UNIVERSIDAD CATÓLICA BOLIVIANA FACULTAD DE FILOSOFÍA Y CIENCIAS RELIGIOSAS "LOS INDIOS DEL NOROESTE DE BOLIVIA". Caps.: V - VI - VII - VIII. Autor: Erland Nordenskiold Traducción: E. Abastoflor y R.J. Ribera

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UNIVERSIDAD CATÓLICA BOLIVIANA

FACULTAD DE FILOSOFÍA Y CIENCIASRELIGIOSAS

"LOS INDIOS DEL NOROESTE DE BOLIVIA".

Caps.: V - VI - VII - VIII.

Autor: Erland Nordenskiold

Traducción: E. Abastoflor y R.J. Ribera

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CAPITULO V.

EN BOTE A MOTOK HACIA LOS INDIOS YURACARE3

Abandonamos San Ignacio y cabalgamos a través del granbosque hacia 6uatro Ojos en el río Piray. Este lugar, tienemuy mala fama porque por Cuatro Ojos fueron llevados a menu-do prisioneros, indios chiriguanos y otros esclavos de deudas,entre ellos a veces blancos, que eran conducidos por el ríoMamoré para ser vendidos en las regiones de l a goma. Los ma-quinistas alemanes de pequeños vapores que llevan pasajerosen los ríos mensionados me participaron que ellos habían vis-to repetidas veces tales transportes de indios encadenados.

El gobierno boliviano ha situado actualmente un puesto devigilancia en Guatro Ojos con el objeto de tomar prisionerosa los mercaderes de esclavos. Esto muestra l a buena voluntaddel gobierno y, seguramente, ha dificultado el tráfico, aunquepor supuesto, sin hacerlo imposible.

Todavía sigue esmerando el viejo Irepa en Caipipendi asus tres hijos Miré, Yamay y Santiago, que como muchos otrosfueron vendidos en los bosques de caucho del río Beni.

Cuándo llegsrá el día en que las autoridades bolivianasquiten por la fuerza sus esclavos a los patrones de la goma,europeos o nativos y envíen a casa a encontrar a sus padresmadres, mujeres y niños a los indios que abandonaron involun-tariamente sus chozas?

En Cuatro Ojos compro una canoa grande. Sin embargo, esimposible conseguir remeros. Por eso nos decidimos a remarnosotros mismos hasta las juntas del río Grande, con l a espe-ranza de poder emmtrar gente a l l á . Pero tampoco allá encon-tramos a nadie que quiera i r con nosotros. Por eso alquilo unbote a motor. Pertenece a un anarquista español que transportamercaderías y pasajeros por el r í o . Este es, en cuanto yo lose, el único bote a motor en toda la parte oriental de Solivia.

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La dificultad de encontrar remeros es en todas partesla misma en los ríos bolivianos. Graecias a l a exportaciónde indios a los bosques de caucho y a la esclavitud de deu-das se feace cada vez más d i f í c i l encontrarlos. No hay nin-gún indio que un transeúnte pueda contratar sus serviciospara corto tiempo y comprar esclavos de deudas es para unviajero, muy d i f í c i l . Se vuelve muy caro para é l , porque alf i n a l del viaje, como persona respetable, tiene qué l i b e -rarlo y no venderlo de nuevo. Los indios tienen aquí, unagran importancia para el transporte. En todas partes, enlos ríos, se traasporta bienes, correo y pasajeros en canoasmás grandes o más pequeñas y en botes a remo. La tripulaciónde estos medios de transporte, consta o está formada por i n -dios civilizados. Son remeros constantes y capaces. No esnada infrecuente el que, diariamente, remen doce, catorce yhasta dieciséis horas.

En los ríos más grandes, transitan pequeños vapores,Estos no pueden, sin embargo, viajar por todos los ríos máspequeños y son dependendientes en grado bastante grande deltiempo de lluvias. Por eso es importante u t i l i z a r l a fuerzade trabajo india, sin tratar de aprovecharse de estas perso-nas. El bogar en canoa es un trabajo que condice bien conlos indios. No es ninguna invención de los blancos.

Los indios se están acabando. Me produce placer el po-der constatar que les han de hacer fa l t a a los blancos, puesestos los necesitan fuertemente. 3

Si los indios recibieran la cantidad de dinero que susseñores blancos ganan en3os transportes, les i r í a verdadera-mente bien. Pero seguramente, ellos reciben, no más del diezo veinte por ciento. El resto va a los bolsillos de los se-ñores. En el frote a motor, con éá canoa amarrada atrás, via-jamos r í o abajo por el r í o Grande. Salimos rápidamente de l aregión. Este es un medio de transporte formidable. En cambiola subida por el río Mamoré, es en comparación, bastante len-ta, a causa de la corréente fuerte. Estos ríos dan ínieltasextraordinarias de bel ronera que el camino que uno tiene querecDrrer se hace muy largo. En el agua se amontonan en gran

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pequeños delfines. (1). que juegan a los liados del bote. Unade las orillas del río es elevada y poblada de un bosquemuy estrecho. Pedazo por pedazo saca el río trozos de laalta o r i l l a , afloja las raíces de los gigantes del bosquebasta que éstos caen al agua y son llevados por la corrien-te. Aquí y allá se han trenzado masas de troncos, de t a l ma-nera que se hace d i f í c i l seguir adelante. De los árboles i n -clinados y condenados a la muerte, cuelgan lianas hacia elagua y son llevadas por la corriente. El hombre al timóntiene que estar muy atento para no chocar con un tronco ocul-to por el agua. En l a o r i l l a baja reina el lindo pasto de pun-ta. Ahí se ve cuando el sol b r i l l a calentandohechado aquí yallá a un caimán que ee estira en el calor agradable. A menu-do se divide el río en dos brazos que no rara vez rodean auna gran i s l a . Mas temprano o más tarde vence uno de los bra-zos al otro, que entonces, poco a poco, se va secando. Lagosy encenadas cerradas llamadas "madrejones", se conservan mu-cho tiempo. Durante el tiempo de lluvias, inunda el río l ao r i l l a baja. La tierra está compuesta de barro y nada más quebarro. No se ve ninguna montaña, ninguaa piedra y nada dearena. Aquí en estas regiones y también todavía más abajo enel río Mamoré, luchan el agua y la tierra una batalla eternaEs una batalla con grandes sucesos, no es ninguna erupciónlenta. En el último tiempo, tanto el río Mamoré como el ríoGrande, se han abierto un nuevo lecho. En las cercanías deTrinidad, el primero ha acortado considerablemente su cursodurante los últimos años. El río Grande ha cambiado su cursototalmente durante el tiempo histórico que no es precisamen-te largo. Lo qué aquí en el alto río Mamoré propiamente f a l -ta, es el hombre. Se lo encuentra sólo muy aislado. En todocaso vence aquí la naturaleza que tiene en estas regionestodavía su encanto original. Además, por suerte no existenarboles de caucho en estos bosques.

Sabemos que 13>s indios yuracarés, con preferenciaviven ocultos, donde los blancos no los puedan'encontrartan fácilmente. En todos estos lagos o lagunas de ríos, haylugares ocultos y vueltas cuyo camino es d i f í c i l de encontrar,La vida de los pájaros es hasta ahora rica, vuelan innumerables

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patos de o r i l l a a o r i l l a y las gallinas silvestres se escu-rren entre los árboles.

A veces la vida animal se hace más pobse y las o r i -llas del río permanecen calladas. Ahí suponemos que en lascercanías existen chozas de indios, pues los indios yuraca-rés tienen desde hace mucho tiempo la fama de ser buenos ca-zadores. A veces con el bote a motor, a veces en l a canoa,vamos a todos los rinconesy escondrijos, a esos lagos de rxocon su rica vegetación de plantas acuáticas, con sus orillasa veces inundadas, rodeadas de selvas abundantes en las queno se ve ni la más pequeña avertura en la que todo es un re-voltijo de un verde de lo más variado. Durante los primerosdías, encontramos solamente una choza abandonada con una plan-tación descuidada de bananas y árboles.áiesde temprano en l amañana hasta muy tarde al anochecer me siento delante y tra-to de buscar señales de personas. Muchas veces nos vamos a lao r i l l a . Uno ha descubierto unaespecia de escalera, pero des-pués de una investigación más detallada, se ve que solamenteun lugar de vida para los animales silvestres del bosque. Es-tamos de mal humor, pues tenemos no encontrar a los indi-osen sus escondrijos. Finalmente vemos sin embargo, un caminoancho que lleva hacia el bosque. Está cubierto con troncosatravesados sobre los cuales se ha llevado una canoa al agua,una canoa tallada de un tronco enorme, cuya raíz l a encontra-mos. Vamos más adentro en los lagos del río y llegarnos, final-mente, a una choza agradable con su plantación, es una chozade yuracarés, rodeada de bananos. Solamente mujeres y niñosestán en la casa, los hombres huyeron al bosque a nuestrallegada. Temían ser tomados presos por los blancos para e lservicio de los remos.

Después encontramos todavía más chozas de yuracarésalgunas de las cuales están situadas muy abiertamente a lao r i l l a del r í o , nos dejamos recibir como huespede^ por unviejo de nombre Aguirre.

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Este es un lugar muy apropiado, pues Aguirre es un buentraductor, él habla español y puede también hablar quechua queél ha aprendido en Cochabamba. Los indios nos muestran l a másgrande hospitalidad y pronto nos volvemos buenos amigos. Juntoa sus chozas, armamos nuestra carpa y nos ponemos cómodos. Seme piée incluso, bautizar a unapequeña niña de pproximadamentecinco años. Yo busco excusas pero ellos permanecen insistentes,la situación es fatal. La muchacha es colocada sobre un peque-ño asiento. Yo trato de ser solemne y derramo una vasija deplomo llena éé agua sobre ella: "En el nombre de Dios, JesuChristo y el Espíritu Santo". En el bautismo recibe e l l a elnombre de Rosa María. Entonces viene lo más importante, prime-ro l a muchacha tiene que tener un tipoi (1), después tambiénla madre tiene que estar bien vestida. Finalmente también elpadre pide un par de pantalones. Para él "sacerdote" resultaeste bautismo una historia cara.

Quizás no he sido el primero que ha bautizado a RosaMaría. La familia de Aguirre pertenece a los yuracarés que hanestado en contacto frecuente con los blancos. Estos yuracarésencuentran divertido hacer bautizar sus niños con los blancos.Entonces reciben ellos regalos de los buenos católicos que sealegran por haber ganado alguaas almas para l a Madonna. Quéimporta que los minos hayan sido bautizados tres o cuatro ve-ces.

Una buena parte de los hombres yuracarés, trabajantemporalmente para los blancos de Santa Rosa en el río Chapare,como remeros. Ellos están obligados a ese trabajo por deudas,por herramientas, vestimentas o licor. Sin embargo están atadosa ellos en determinadas épocas, y parece que aquí al menos, enel río Chimoré, no existe todavía una verdadera esclavitud dedeudas.

Appsar de todos los bautizos, apesar del trabajo, pa-ralos blancos, apesar de todos los misioneros que por más de cienaños trataron y todavía tratan de convertir y de civilizar a es-tos indios, vive todavía la majydr parte de ellos su propia vidaen las grandieáas regiones de selva virgen que se extienden desde

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el r í o Ichilo hasta e l r í o Sécure. En lo profundo de losbosques hay yuracarés que viven fuera delcualquier influjodirecto de los blancos. Allá huyen para no tener que pagarsus deudas a los blancos, seguidamente no es tan f á c i l i r has-ta a l l á e i r a buscarlos i los señores

Los señores de los yuracarés no son crúcenos, sinocollas que han venido de la cordillera hacia Santa Rosa, ^ocreo que los últimos son menos duros con los indios que lospirmeros. Ellos también son áé raza diferente, pues los mesti-zos crúcenos tienen sangre guaraní, mientras que los collastienen sangre ste quichua.

Algo que no es suficientemente tenido en cuenta,es la diferencia marcada que existe entre los diferentes tiposde mestizos. Un aimara o quechua está muy separado por su ca-rácter de por ejemplo un chiriguano. Por eso un español y unamujer aimara o quechua, dan un resultado distinto al de un es-pañol y una mujer chiriguana. La raza espaola americana, esbastante diferente en las diferentes regiones. Una de las prin-cipales causas de ellos es que las madres indias qüeaan de

es tribus.

Ya Castillo (1), menciona yuracarés del río Yapa-cané. El primero que los comenta más de cerca es Tadeo Haenke(2). E l año 1832 los visitó d'Orbigny (3), a cuyas extraordi-nariamente interesantes descripciones, yo voy a volver variasveces. También (4), habla con gran afecto de ellos,algo narra también Von Holten (5)«

76 años después, d'Orbigny, llegué yo a los yura-carés. El que durante un tiempo tan largo, el influjo de losblancos no haya pasado sin dejar huellas, es dado por supues-to, Ellos tienen actualmente con seguridad más vestimentasimplementos de trabajos y otras cosas que en e l tiempo en e lque d'Orbigny los visitó. Los hombres han adquirido nuestraodiosa costumbre del cabello corto. Muchos de ellos sabenbastante bien el español. También sus antiguas QSQS y cos-tumbres se han modificado.

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Y sin embargo, es muy agradable estar nuevamente entreindios donde se reúnen lindas e interesantes cosas y se viveuna verdadera vida india bastante alejado de los blancos, dequienes yo,en los últimos meses,he tenido más que suficiente.Entre los yuracarés se vive muy agradablemente. ¿e tiene elsentimiento de ser su camarada, lo cual es imposible dondeellos están al servicio de los blancos.

En compañía de Aguirre, hacemos dos excursiones: launa a un lugar de vecinos y la otra a una pequeña misión fran-ciseana en el alto río Chimoré.

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NOTAS:

1. Inia boliviensis.2. Vestimenta en forma de una camisa o camismn sin mangas.3. J. de Castillo, Relación de la Provincia de Moxos 296.

Documentos para la histórica (sic) geográfica. Compiladoy anotado por M. V. Ballivián. Tomo I, Las provincias deMojos y Chiquitos.

4. Tadeo Haeke (Haenke^ Haink), descripaáon geográfica, f i s i -ca é Histórica de las montanas habitadas par (sic) la na-ción de los indios Yuracarés (1796). Edición de 1898 hechaen La Paz. (Cfr. También Vietma} loc.cit.).

5. D'Orbigny, Voyager Parfeie Historique 3.1; D'Orbigny, L'hom-me Américain (Paris 1839)*

6. Gibbon, loc.cit.7. Hermann Von Holten, Das Land der Yurakarer und dessen Bewoh-

ner Z. f. M. 105 (Berlíng 1877).

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CAPITULO VI.

DOS EXCURSIONES OON INDIOS YURACARES

Nos amontonamos, indios y blancos pon provisiones ymercadería para cambiar en l a canoa de Aguirre. Es un objetopequeño e inestable. Guando e l último niño indio se ha trepa-do entrando adentro está tan cargada que e l borde se encuen-t r a solamente un par de dedos por encima de l a superficie delagua.

Apresuradamente resbala l a canoa r í o abajo, a l o l a r -go de l a o r i l l a de l a selva virgen entre montones de ramasy yárboles, que han caído a l agua. Una de las o r i l l a s es a l t a ,escarriada y ciabierta de bosque, l a otra baja y llena de monto-nes de pasto puntiagudo.

En l a aanoa se r í e y conversa; ningún ruido del bos-que, ningún pez escapa a los hombres de l a naturaleza. Se des-cubre a los animales muy adentro de l a espesura, se imita e lg r i t o de los monos, se ÉaLegra uno en todo l o que tienenla natu-raleza. Pero aquí los animales espantables, porque son perse-guidos por extraordinariamente diestros flecheros que son muycho más hábiles que otros indios que he conocido. Hay algo deencantador en un viaje semejante, cuando a un ±±to»o veloz seva bajando e l r í o correntoso y los indios van maniobrandodiestramente con l a canoa entre trozos de madera y vueltas delagua. Los hombres en sus camisones de corteza machacada y consus rostros pintados de rojo, las mujeres con sus vestimentasde corteza y los collares de semillas y de perlas de v i d r i opertenecen muy intimamente a esta vida en e l r í o de l a selvavirgen.

Pero también los viajes en canoa tienen sus aepectosdesagradares. En l a mañana y a l atardecer, cuando es más f r e s -co, es e l clima soportable, pero cuando quema e l s o l de mediod í a , entonces uno se olvida de l a linda naturaleza y de l a i n -

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teresante compañía de viaje. Los animales en el bosque hanbuscado sus escondrijos y todo está callado y apretadoramen-te caliente. No es nada raro en tales viajes ser sorprendidopor una tormenta-y qué tormenta!-, no es ninguna educadatormenta sueca, sino t a l tormenta que sólo puede darse enel trópico, imprevista, loca, poderasa. El dios del truenono u t i l i z a como en casa un viejo cañón de cargar, sino quedispara con una.ametralladora. La lluvia se desploma de unaforma imparable.

Nos detenemos en una elevada o r i l l a del río dondeatisba una plantación de bananas a medio crecer entre lasramas de los árboles, y después, hem.os atado la canoa yvaraos hacia tierra. A la o r i l l a del bosque se encuentraun campo indio abandonado que el río ha arrastrado casihasta la mitad.

Un bien pisoteado camino lleva de aquí al bosque,es un camino señorial, oscuro, callado, rico en bosques po-derosos y derechos que los indios yuracarés ahuecan parahacer canoas, que en parte, ellos mismos utilizan y en par-te, las vedden a los blancos y a otros indios. Aun bastantelejos, en la regiones del caucho en l a frontera,con Brasilningún tipo de canoa tienen tan buena fama como las de estosindios. Claro que ellos no reciben mucho por el l a , pero cuan-do los blancos comercian con ellas, uno de esos botes es pa-gado con 300 a 4-oo coronas. Hay canoas que pueden cargar has-ta tres toneladas, aparte del piloto y ocho remeros. Estascanoas grandes las hacen sin embargo, sólo por contrato conlos blancos. Para el propio uso conservan las canoas más l i -vianas y pequeñas.

No hemos caminado todavía mucho, cuando llegamos agrandes plantaciones abandonadas, que la guardia liviana dela selva virgen, las lianas, ya lian empezado a tomar en pro-piedad. Aquí vesos: bananas, papayas, calabazas, mandiacasen grandes cantidades, más allá papas dulces, algodón y otrasplantas que los indios del bosque cultivan.

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En el campo quedan los restos de casas quemadas. Estees mi terreno, dice el viejo Aguirre. "Guando murió mi mujer,fue enterrada aquí en la choza, entonces la quemé y me f u i " .

Es una costumbre especial que tienen estos indios. Cuandoalguien de la familia muere, se quema l a choza y los sobrevi-vientes, se van lejos, a un lugar donde construyen una nuevacasa y cultivan nuevos campos; pero parece que nada les impi-de el cosechar en éstas plantaciones abandonadas.

E l miedo al espíritu del muerto lleva a estos hombres l e -jos de la choza^del cappo, para tener que chaquear con grantrabajo otro lugar en el bosque. Los yuracarés tienen muchomiedo de los espíritus de los muertos, (sínokshé), que deam-bulan por el bosque. Ellos amargan la vida de esta gente. Encualquier parte de estos bosques por donde nosotros pasamos,encontramos restos de plantaciones más o menos abandonadas yya mezcladas con otras plantas. Una vez que estábanos soloslos blancos, nos aprovisionamos en uno de esos campos abando-nados. Pero eso no debíamos haberlo hecho, pues, en cuanto l l e -gamos al r í o , con el botín robado, la canoa se llenó de aguapor un descuido, todo lo que habíamos sustraído y muchas cosasmás fue llevado por la corriente.

En el interior del bosque llegamos finalmente, a grandesy muy cultivados campos donde manos laboriosas habían chaquea-do gran terreno, donde dhora los frutos amarillos del árbol dela papaya y grandes racimos de bananas, sabrosas pinas y muchasotras cosas mas, llamaban l a atención. En los campos, se encuen-tran dos chozas bien construidas, donde vive un indio yuracarécon sus parientes más cercanos. Estos indios viven bien y agra-dablemente, todo está bien cuidado y limpio. Todos, aún los n i -ños, están vestidos con camisones de corteza de árbol. En lasvestimentas de los niños, se fea colgado plumas de pájaros decolor, picos de pájaros como adornos. Probablemente se los es-pera, nadie está ocupado en los trabajos. Se nos ofrece tenta-doras bananas pequeñas de color amarillo y extraordinariamentedulces pinas. Nos sentamos en troncos de madera y comemos todala fruta que podemos.'Curiosos miramos a nuestro alrededor. A

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lo de estos indios no hay hamacas, ellos se recuestan en esterashechas de hojas de una palmera y encima están colgadas mosquite-ros o redes de mosquitos, hechos de cortezas de árboles.

á|quí en el río Chimoré, preferiría hambrear durantedos días que estar en el bosque una noche sin mosquitero. Estosería terrible, hay varios tipos de mosquitos, pero todos lostinos son igualmente ruines insistentes y sinvergüenzas. No so-lamente en la noche atormentan los mosquitos a la gente. En elbosque lo persiguen a uno todo el día. En el r í o no hay mosqui-tos durante el día, pero eso s í , cantidades de moscas de diferen-tes tamaño y especie. En el techo de las chozas están colgadasinnumerables cestas, de lasque llaman la atención al coleccio-nista, especialmente las cuadradas (figusa 26). En éstas, guar-dan los hombres todas sus cosas preciosas, así como las mujeresguardan las suyas en sacos de corteza de árbol. En un banco an-cho, están puestos arcos y flechas y remos.

En el suelo están sólo algunos recipientes de arci-l l a , muy simples y sin pintar, pero grandes cantidades de ollasv de fuentes de madera. En las más grandes de éstas, que son ca-s i tan grandes como pequeñas canoas, fermenta la cerveza de yuca.Entre casi todos los indios que yo conozco, juega la bebida, unrol importante, 3e hace largas excursiones para visitarse, paratomar y charlar.

Como en todas las cohas de yuras?ares que he v i s i t a -do, tienen también los indios de aquí, una pequeña especie dejaula con monos y pájaros del bosque. Ellos son los amigos yacompañantes de los niños. Oculto en un recodo de l a choza, estásentado un pequeño nocturno que se aparta de la luz; un papagayode Arará de coló rojo y aquí, más colorido que los otros pájaroadel bosque descansa en una rama del techo. Una pequeña muchachacamina siempre con una rata de presa en los cabellos.

En una esqiiina de la choza, están sentadas dos mucha-chas sordomudas y conversan en su lengua de signos con una mujermavor asimismo sordomuda que acuna H H en silencio a un niño enuna cuna de corteza. Todos los otros están reunidos alrededor delhombre blanco, ̂ stán curiosos como niños, interesadts en el conéé-nido de mi gran atado. Ya se ha escuchado al hombre blanco que

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tiene tantas cosas para intercambiar.

Todos están fuertemente emocionados cuando abro elatado y extiendo las cosas para cambiar, sin embargo, arruinoyo toda la compañía y el ambiente con ellos Los camisones decorteza se cambian con camisones de cotín. Se sacan las canas-tas de los tesoros y las bolsas de adornos llenas de plumas,de frutos tallados, de figuras de animales que se ha talladoen dientes de caimán y muchas otras cosas que le llaman la aten-ción del coleccionista. Una u otra cosa de sus posesiones esdigna de atención.

Así saben estos indios imprimir adornos especialesen sus telas de corteza como una especie de sello tallado enmadera (figura 15)» así como también, llevan adornos hechoscon sellos en la propia cara (figuras 35-58).

Gomo siempre, entre indios que no han tenido muchocontaafco con los blancos, tienen los productos de hierro elmás alto valor. Las hachas de acero sueco y los cuchillos demonte los conservo lo más que puedo guardado, con ello tratode hacer salir los tesoros que yo supongo que están ocultosy que ellos no los entregan tan a gusto. Lentamente, viene,sin embargo, poco a poco, uno u otro tesoro de las familias.Flautas de hueso, finamente adornadas (figusa 29), viejas p i -pas de madera (figunss 9-H), peines que son verdaderas obrasde arte y diversas otras cosas van apareciendo de los escondri-jos.

Los hombres dan fácilmente lo que tienen, las mujerescambian de mala gana sus adornos preferidos. Nada se puede movera una de ellas a cambiar un adorno de colgar hecho de plumas ro-jas de tucán y de frutos negros tallados, que parece ser su or-gullo. Los niños dan sus juguetes a cambio de espejos y otrascosas divertidas.

Es imposible, sia embargo, mover a estos indios a darpropiedad ajena. Ni siquiera un pe4azo de a r c i l l a cocida que ellohabían recogido en el alto río Ohimoré puedo conseguirlo, porquela dueña no estaba en casa. Así pasamos algunas horas en estas

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chozas y enriquecemos las colecciones con muchas cosas intere-santes. Cuando se hace tarde, me decido a regresar a la chozade Aguirre, mi cuartel general y prometo gegresar otro día.

Nos separamos de nuestros nuevos amigos y rehacemosel camino por el que habíamos venido, Ya sena hecho ée nochecuando llegaáos a la canoa, suavemente remamos río arriba con-tra la fuerte corréente. Muchos sonidos especiales vienen delbosque. Las luciérnagas brillan y desaparecen y los grilloshacen bulla. La noche tropical es fresca y formidable. Adelan-te esta sentodo el viejo Agnirre, callado y mirando a la oscu-ridad, es muy amigable este viejo, tranquilo he dormido muchasnoches bajo su techo, más tranquilo de lo que quizás era bueno,porque sé que dormía a lo de un hombre que había cometido unasesinato terrible. Un inglés cultivado, un tipo especial, denombre Mentith (?), vivió durante muchos años solitario a lode este hombre y sus hermanos de tribu, hasta que éstos, poruna causa desconocida, asesinaron al extranjero en forma lenta7 cruel.

Estos buenos hombres de la naturaleza que aparecencomo grandes niños pueden a veces desarrollar una crueldad quees absolutamente inexplicable. También aquí, en la selva v i r -gen, está compuesto el hombre por elementos contradictorios.Se ha afirmado que ellos fueron inducidos por los blancos deSanta Rosa en el río Chapare, porque éstos temían que el i n -glés pudiera ganar demasiado influjo sobre los indios.

Hasta tarde en la noche, nos sentamos junto al fue-go en la choza de Aguirre y conversamos. Hablamos de cómo losindios chimanes embrujaron a los yuracarés y de l a Misión enel curso superior del r í o , de los ataques de los blancos y demuchas otras coaas. Trato inútilmente de convencer a Aguirrea que me lleve a sus amigos de tribu que viven ocultos en laselva virgen a donde los blancos nunca van y a donde solamentelos indios pueden llegar a través de las tierras o regionespantanosas. Pero Aguirre no qaiere ser traidor a su tribu, ape-sar de que trat-o de convencerlo con grandes regalos. Yo pro-meto finalmente, no contar nunca a otros blancos lo que hubie-ra visto, pero el viejo es inconmovible.

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Me enseña pequeños versos yuracarés y el indio yuracarey el sueco cantan juntos en la choza del bosque las simples can-ciones :

Tatche éjaCamarada

Baibása mafcai eja.Hermano, ven.

Y:Bolólosh sénenía

Caimán, garza blancaMilobuloi sénenía

En la arena de garzas blancasKÚdávúma ápáséyre

En la o r i l l a del lago.*

Finalmente nostfeehamos a dormir después de un día agra-dable y lleno de enseñanzas, después de haber aumentado l a co-lección por lo menos cien objetos, que en otra parte del mundodeben dar testimonio de la lucha por la existencia y del senti-do artístico de esta gente. Alguna vez han de pertenecer a lospocos recuerdos que han quedado de este pueblo especial quecultivaba sus cam os en el río Chimoré y cazaba en los bosquesvírgenes.

Esta fue la primera excursión desde la choza de Aguirre,la otra se dirigió a unapequeña estación misionera de los fran-ciscanos en el alto río Chimoré. Inútilmente trataron los mi-sioneros de reunir allá a las diferentes familias yuracarés

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Por algún tiempo vienen,quizás, a lo de los mondes. Pero l amisa no les interesa. Hay otro aspecto de l a religión a l queellos dan valor. En l a misión reciben ellos herramientas ycoaas semejantes. Suando ellos han recibido lo que necesitan,desaparecen de nuevo en l a libertad del bosque.

El director de l a misión me parecía que no entendíalas cosas. Así se quejaba é l , por ejemplo, de que los padresno permiten que él castigue a los niños cuando ellos, segúnsu Opinión, han cometido una f a l t a . Qué sinvergüenzura, que-rer castigar a los libres niños del bosque Quizás no queríani r a l a misa. Los yuracarés nunca pegan a sus niños. D'Orbig-ay»(l)» dice acerca de eso; "Nunca he visto a un padre quecastigue a sus niños; ellos no comprenden e l derecho a casti-gar, po poseen ni siguiera una palabsst en su lengua para ex-presar esta idea".

Aquí tienen los misioneros una tarea importante. Ellostratan de proteger a los indios contra los ataques de losblancos. Por l a inclinacióny deseo de los indios, hacia e ltrago, quieren I03 blancos unirlos así y entonces se leslleva a las cadánas de esclavitud dé deudas. Pues los blan-cos los necesitan como remeros.

En mi vi s i t a a l a misión ahbían 15 familias, hubieronotras 4-5 a l l á , pero que volvieron a los bosques, según P i e r i -n i (2), había en esta misión dos años antes, en 1906, 14-2 i n -dios repartidos en 34- familias. De los cuales, 30 eran niñosen edad escolar.

Probablemente ha de desaparecer esta misión comotodas las misiones que se ha intentado tener entre los yura-karés. Si no necesitaran los indios l a protección de l a mi-sión entre los blancos, ya hubieran regresado hace tiempotodos hacia l a libertad.

Entre los monjes de l a misión se vive pobre y esca-samente. No hay ninguna sobra de alimentos como entre los yu-racarés libres que visitamos. Esta situación da para pensar.

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NOTAS;

1, D'Orbigny, partie historique p. 200

2. Francisco Pierini, Dos asuntos de actualidad en Bolivia,(Buenos Aires 1907).

CAPITULO VII;-

ENTRE LOS INDIOS YURACARE

La choza de Aguirre;

Las tribus indias que conocí en el gran Chaco, vivíansiempre en aldeas. A veces las aldeas eran bastante grandes.Los yuracaré en cambio, no son como vimos, tan comunitarios.Una o dos familias viven juntas, eso es todo. Hasta las próxi-mas edificaciones hay a menudo varias millas. Esta fue una ra-zón más de por qué era extraordinariamente d i f í c i l mover a losyuraearés para una vida en las misiones. Ellos habitan en unaregión enorme, y su número es en relación,muy pequeño. Un mi-sionero en e l r i o Chimoré los ha calculado en 2000, contadasmujeres y niños. Pero yo considero esta cantidad como exage-rada. Probablemente son a los más, unos 1000. Encontramos es-tos indios en e l r í o Mamorécillo (1), r í o Chimoré, r í o Chapa-re, r í o Sécure,ysus afluentes.

Los yuracaré viven en l a gran selva virgen en l a que nohay claros. Esto influye a que no vivan en aldeas, pues l acacería en el gran bosque es pobre y estos indios son conoci-dos como buenos cazadores. El bosque enorme y húmedo que noes atacado por e l fuego no es posible que sea chaqueado conherramientas primitivas, por eso antiguamente cuando no setenían hachas de acero, era muy d i f í c i l poder cultivar plan-taciones suficientemente grandes. Quizás depende de l a na-turaleza de estos indios e l que no se junten, sino que cada

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uno vaya lo más que le sea posible su propio camino.

El indio yuracaré es sedentario, pero cambia amenudo y se consigue un nuevo terreno. Ya hemos escuchadocomo el viejo Aguirre se fue cuando su mujer murió. Tambiéncuando la caza es escasa se va. Yo he estado solamente encinco construcciones yuracaré, dos de ellas están situadasjunto a lagos, madrejones, en las cercanías de ríos, unaestaba situada en medio del bosque y dos en la o r i l l a deríos. Las primeras dos estaban en el río Mamorecillo y lasúltimas en el río Chimoré. Casi junto a la pared de l a cho-za empieza el gran bosque; apesar de ello habían chaqueadolindos campos. Entre las chozas es raro encontrar caminosbien trazados, pues el indio yuracaré prefiere, por lo ge-neral, visitar a sus vecinos en canoa. A veces viajan

de un tronco río abajo. Esto puede parecer un jue-go alegre y divertido, porque estos indios son buenos nada-dores .

Las chozas de los indios yuracarés están general-mente bien situadas, pero no es el mérito de los indios, s i -no de la naturaleza que en estas regiones es tan derrochado-ra y también se debe a la enormemente rica vegetación. Gomoel río siampre busca nuevos caminos y ataca siempre grandespedazos de la o r i l l a alta y cubierta de bosque, se buscanlos indios c on gusto lugares donde ellos, al menos, puedenpor un tiempo, estar protegidos del ataque obl r í o ; peropuede suceder que a veces se ven restos de alguna viejaplantación en una elevación de la o r i l l a , restos que elr í o , pedazo por pedazo va volteando y arrastrándoselo.

Entre las familias que viven en los diferentesríos, no reina una amistad especial. La misión en el ríoAlto Ohimoré ha tenido muchas dificultades euando se que-rí a juntar a los indios desde los diferentes ríos. Entrela situación en la que viven los indios yuracarés se hanoriginado, según mi opinión, diferentes dialectos e idio-mas. Si la cultura de los blancos no hubiera irrumpido ensu desarrollo, se hubiera ido abriendo un abispo cada vezmás grande en la lengua y las costumbres entres las dife-rentes ríos y la mala voluntad hubiera llegado a expresar

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finalmente en una franca enemistad.

Los indios yuracarés viven bien, incluso muy bien.Alrededor de las chozas están situados los campos que puedenser verdaderamente importantes. Conozco un ejemplo en el quetenían 500 metros de largo y 5 a 10 de ancho y a l l í hay mu-chas cosas buenas. Las principales plantas que se cultivanson bananas, mandioca y maíz; además.de éstas, se cultivanabas, papayas, caña de azúcar, ananás, gualusa (2), papa dul-ce, calabaza, melón de agua, cacao, tabaco, algodón y pimien-ta española.

Los yuracarós plantan poco tabaco, pues no Sonfuertes fumadores, a veces fuaan cigarrillos hechos de hojasde maíz, en cambio,el fumar en pipa les es desconocido. Uti-lizan el tabaco especialmente contra una larva de moscas

que se introduce debajo de la piel y se la ma-ta con tabafjo. Según D'Orbygny, curaban los yuraearés el reu-matismo con humo de tabaco.

Los perros son muy raros entre los yuracarés, y deotros animales caseros, fuera de los animales del bosque aman-sados, tienen solamente gallinas que han recibido de los blan-cos. Para ellas construyen gallineros pequeños como proteccióncontra las ratas y los vampiros que chupan la sangre a las ga-llinas que en la noche quedan libres.

La choza yuracaré está situada, como se ha dicho,muy estrechamente junto al bosque, tan cerca que los animalessalvajes del bosque, pasean por las esquinas de la casa. Guan-do vivía yo con Aguirre, se arrastró en la noche un jaguar a l -rededor de la choza. En la mañana encontramos las huellas,nomás allá de 50 metros delante de la choza, él había estado,sobre todo, mirando a los perros.

Las chozas yuraearés están bien construidas ycubiertas con hojas de palma (3). Este es un material muy bue-no para l a construcción de chozas. De pocas hojas se puedenhacer un techo que protege contra l a lluvia fuerte. Muestroaquí (dibujo 19), cómo estaba construida l a choza de Aguirre.

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El espacio para cocinar estaba sitnaado énmedifcfcamente a l l a -

do.

Cuando el año 1904-, caminé a lo largo del río Inam-bari, con indios axaguaeas, conocí por primera vez estas cho-zas. Entre mis compañeros se ene ontratoaa también, además delos indios ya mencionados, quechaas de los andes sin bosques.Una noche se habían hecho los quechuas una choza, yo otra ymis dos amigos axahuacas una tercera.

Durante l a noche llovió copiosamente. A l a mañana si8guiente los indios quechuas estaban totalmente mojados, comoyo lo estaba más o menos, solamente los axahuacas y se reíande nosotros.

Los axahuacas también tuvieron que hacer mi chozalas noches siguientes, ellos clavaban dos palos largos yfuertes en forma inclinada en el suelo, doblaban hojas depalma de fibra para el nervio central y lo amarraban a lospalos, de t a l manera que las hojas quedaban una sobre otracomo tejas en el techo. Debajo de los palos colocan siempreun par de soportes y los amarran con otro palo horizontal.En una choza que en esta forma fue construida sólo con pocahojas, pueden caber algunas personas bien protegidas contrala lluvia, ^uando llegamos a las viviendas de los indiosatxahuacas, v i a varios techos semejantes. A veces hasta sehabía puesto dos de ellos, uno junto a otro ( )

Si vemos el esquema de una choza de yuracaré, éstaestá compuesta de dos techos apoyados uno a l otro, que no es-tán apoyados en l a misma cumbrera. Por eso pienso que est«tipo de choza es más original que el dibujado en l a figusa19. También entre los chañé he visto chozas que estaban cons-truidas en la misma forma, sin cumbrera en el medio. Según miopinión es este techo un pequeño desarrollo del techo de pro-tección sencillo hecho de hojas de palma.

Existe mucha semejanza entfce l a choza de los yuraca-rés (figura 19), y la casa central de los indios chácobos (5).vemos la importante que es para los indios l a palma como mate-

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r i a l de construcción de madera en e l hfecho de que los yuraearéstanto l a choza como l a palma de motacú, l a llaman "Entre los chácobos se llama l a choza "shobo" y e l motacú "shobi-n i " .

Al norte de la frontera de Santa Cruz en Bolivia, he co-nocido chozas redondas y oValadas solamente entre los guarayosde tambopata. Estaban construidas de pasto grande. Seguro quela forma de la choza está dependiente fuertemente del material.Parece como que las largas hojas de la palma de motacú son másaptas para chozas de cuatro esquinas, mientras que el pastogrande se adapta máa para construir chozas redondas. Por esoen mi opinión, no es tan seguro que las chozas redondas seanmás primitivas que las cuadradas o al revés. La existencia deun material apropiado Juega a l l í el papel principal.

Las chozas yuraearés me impresionaron por su amplitud.Este no hubiera sido el caso yi yo no hubiera llegado a lode ellos viniendo de lo del los indios chácobos o de los bra-sileños. Basta ojear en el gran trabajo de Koch-Grünbergs:"Dos años entre los indios11, para ver que en Brasil hay indiosque realmente viven muy finamente, considerablemente mejor quemuchos blancos. En cambio s i se friene como nosotros del granChaco, uno se pregunta por qué tribus que están en el mismogrado de desarrollo tienen tan diferentes maneras de conside-rar su habitación. Entre los Ashlusai, choroti y matacos, amenudo una familia completa se contenta con uaa pequeña chozamiserable en la que ni siquiera se puede uno parar, y dondea menudo incluso lluevo. Y sin embargo, los indios del chaco,han llegado industrialmente tan lejos como los yuraearés, demodo que no se puede decir que estuvieran en una escala infe-rior. La mayoría de ellos cambiaa, por supuesto, más a menudosu habitación que los yuraearés, pero muchos sitios en la cer-canía de los pozos, son casi siempre habitados a causa de laescasez de agua.

Incluso los indios quechuas y aimaras del altiplanodelos andes, que en muchos asBpectos están bastante arriba, secontentan normalmente con chozas bastante simples y casi mi-serables. Seguramente esto está en relación con el frío en la

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cordillera. En una pequeña jr estrecha choza llena de gente,que se recuestan alrededor de un fuego humeante, es calien-te y agradable, mientras aulla la tormenta en las montañas.Pero en el bosque se neeestta aire y fresÉura.

Era verdaderamente agradable vivir en la choza de Agui-rre. Las mujeres se mantenían limpias y arregladas. Ningún i n -secto, fuera de los chulupis, molestaba l a tranquilidad, s i nose encuentra entre ellos a los mosquitos, que en la región delos yuracarés son desagradables más allá del límite. Esto pue-den pensarlo incluso los indios, pues ellos utilizan,como yaha sido dicho, mosquiteros, "mipupta", de corteza de árbol oahora también de telas que reciben de los blancos. Ya D'Orbyg-ni (6), habla de cómo ha sido posible"que ellos mismos los ha-yan inventado. El lecho consiste de hojas cortadas de la pal-mera, cubiertas no son utilizadas. A veces se tiene literaso catre. P

Por lo general no hay división del espaeio interior delas chozas de los yuraearés, pero cada una de las partes tienenuna tarea especial. En la choza de Aguirre se podría hablar deuna despensa, de un dormitorio, y de un rincón para comer. Elúltimo era el lugar más agradable de la choza, donde uno sereunía también para el momento de charla. La cocina estaba-en lo de Aguirre-, separada, pero no sucede lo mismo en todaspartes, H e visto una choza de yuracaré que estaba dividáiaen un espacio anterior, l a cocina, y en otro posterior, eldormitorio y el lugar de estar.

En tiempos de D'Qrbygni, los señores tenían su propiacasa donde ellos colocaban sus flechas y comían. Allá no lesera permitido entrar a las mujeres. Esta especie de club, pa-rece haber desaparecido totalmente ahora.

Entre los yuracarés falta, como hemos dicho, la hama-ea, esta cama propiamente india. Entre las tribus de lasquese ha de hablar más én este libro, son ellos los únicos queno utilizan la hamaca, en cambio, en el Chaco, la hamaca esdesconocida a todas las tribus, con excepción de los chirigua-nos y los chañé. También los indios de las montañas, quechuas

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aimaras, no utilizan hamacas. En el chaco y en la cordillera,está esto relacionado seguramante, COBO ya lo dije, con elf r í o . Normalmente es demasiado f r í o para dormir en una hama-ca. Aquí en los bosques húmedos y calientes de los yuracarés,es muy nráctica pero no se deja combinar bien con el mosqui-tero. Esto está determinado para grandes camas familiares ysería imposible encontrar lugar debajo de ellos, durmiendoen una hamaca. Pues no sólo duermen juntos el padre y l a ma-dre, sino también, los niños pequeños. Los únicos que tienenuna especie de hamaca, son los niños muy pequeños, ̂ stas hama-cas son también, de corteza de árbol; se las amarra en unapunta y así se las puede mecer.

No hay muchos objetos en la choza yuracaré. Rara vezse ven banquillos. Uno se sienta en esteras de hojas de palma.En cestas cuadradas que cuelgan del techo, guardan los hombressus plumas y otros adornos, estas cestas tienen «1 tipo que seencuentra en todo el ñor este de Bolivia, pero no en el Chaco.Allá tienen también ellos sus arcos y flechas, sus camisonesde corteza de árbol, etc. Manejan las plumas timón con muchocuidado para que no se les eehen a perden. Así como un viejocazador llama la atención al joven que no maneja bien su arma,así también me llamó la atención Aguirre cuando no trataba co-rrectamente las fleehas que había cambiado con ellos.

Los yuracarés son buenos flecheros y experimentadoscazadores. Como armas principales, tienen flechas para pájarosmuy especiales, y flechas de duelo. "Tonyo" con puntas de tresesquinas (figura 20 E). D'Orbygni da una descripción coloridae interesante de un duelo semejante de los indios que yo aquívuelvo a presentar, sacándola de su famosa descripción de suviaje (cuadro 14).

En el duelo, no se puede apuntar a los hombros. Cadahombre yuracaré tiene una cantidad de cicatrices, por las quese siente tan orgulloso como un estudiante alemán de corpora-ción, por las suyas.

Mientras que entre otros indios, las plumas timonelesestán aseguradas en la parte trasera del f i n a l de la flecha, aqué

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se las coloca bastante cérea de l a mitad (ver figura 20 A).Las mujeres guardan sus adornos y otras cosas pequeñas en sa-quitos y amarros. De eso hablaremos más tarde.

Los yuracarés tienen bastante contacto con los blan-cos, y por esos tienen bastante cosas extrañas en las chozas.Si miramos a la cocina, vemos el hogar al medio, sobre el p i -so. Ahí están algunas ollas sencillas (figura 23). Luego,haymuchos recipientes de madera en todos los tamaños posibles,desde la artesa grande hasta l a pequeña fuente, recipientesde hojas de palmera (figura 25)» cestos (figura 27)» calaba-zas (figura 22), ete. Para moler, se u t i l i z a una plancha demadera y una piedra; parece que no conocen morteros. Como ce-daza se u t i l i z a una cesta ?ace (figura 21). Además, cuelganaquí las redes en las que las mujeres transportan bananas,mandiocas y otras cosas buenas de los campos. Aquí está l afrontera de las redes portadoras, que en e l Chaco son bastan-te comunes. Las tribus que conoceremos más tarde, utilizancestas para transportar. Junto al lugar del fuego, se encuen-tra un hizopo de plumas. Sería completamente equivocado elquerer afirmar que a lo de Aguirre observo verdaderamente l avida de un yuracaré en su choza. Los habitantes están demasia-do interesados en mis cosas para cambiar, y en lo que yo y misacompaantes hacemos. Se trabaja, seguramente, menos de lo acos-tumbrado. Los hombres no van de cacería y pescan sólo raramen-te. Casi todo el día nos sentamos en casa, conversamos y come-mos bananas asadas, mandioca cocida o asada y otras cosas. Senos demuestra gran hospitalidad. Después de las comidas nosalcanzan las mujeres agua para enjuagar l a boca y lasarse lasmanos. Como es costumbre entre otros indios, también aquí,hombres y mujeres no comen juntos, entre los platos especia-les que nos ofrecen, se encuentran bananas asadas con sal yhongos.

Ahora hemos observado l a choza de Aguirre. Quizás e llector encuentra la inventariación demasiada detallada y abu-rridora. Sin embargo, puedo asegurar que esta casa es muchomás llena de entusiasmo y ánimo que la mayoría de las casasque son habitadas por blancos en estas regiones de Sud América.

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Basta ver una choza así, como la de Aguirre, apareceren medio del bosque cuando uno durante horas solamente havisto selva y selva; basta ver cómo, al atardecer, alumbradapor l a hoguera se dibuja <*on el fondo de los oscuros troncosde los árboles y las lianas para tener que quererla.

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CAPITULO VIII.

ENTRE LOS INDIOS IURACARES

Trabajo y pequeñas artes:

Las que se preocupaban menos de nosotros, y más rápi-damente volvían a su trabajo, eran las mujeres.

De la tabla siguiente sacaremos la repartición detrabajo entre los sexos;

Hombres: + Mujeres: -

Construcción de armas (+)Construcción de cestas (+)Construcción de vacijas de madera (+)Construcción de sellos de madera (+)Construcción de peines (+)Construcción de canoas (+)Construcción de recipientes de arcilla (-)Construcción de tela de corteza de árbol (+)Construcción de redes de pescar (-) (fijarse).Construcción de redes de transporte (-)Construcción de cuerdas, sogas (-)Construcción de pequeños objetos de adornos hechos de hueso (+)Deshierve del jardín (+)Siembra (+ y -)Cosecha (+ y -)Construcción de casas (+ y ?)Pesca (+ y -)Caza (+)Hilado y tejido de objetos (-)Cocinar (-)Transporte de leña (-)Transporte de agua (-)Transporte durante caminatas (-)Preparación de la chicha (-)Trabajo para los blancos (+)Coser (- y ?)

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Entre los indios que visité en el gran Chaco, estáel arte propiamente en las manos de las mujeres. Las mujerespintan las lindas vasijas de arc i l l a entre los chiriguanos,las mujeres tejen los abrigos adornados finamente entre los

. Entre los yuracarés poseen las hombres las cua-lidades artísticas. Las artes propiamente femeninas, la ce-rámica y el tejido están totalmente dejadas de lado. Los re-cipientes de arcilla están pintados muy raramente y apenasse ven otras formas ( f i g . 23). E l l o s tejen fajas simples,y eso es todo.

Aquí florece ante todo la especialidad de los hom-bres, como el tallado, También en el chaco son los hombreslos que tallan y adornan. Cada hombre yuracaré lleva atadoa la espalda con una cuerda un cuchillo de hierro, qae élmismo ha completado de una manera propia con un mango y queha afilado como una navaja con un corte transversal. Estees una herramienta de trabajo universal. Tallan de una ma-nera especialmente fina los sellos de madera (f i g . 35»36»37)ison también simpáticos los pájaros hechos de dientes de cai-mán (fi g . 16). Emplean un cuidado especial para sus peines( f i g . 13). Se sirven para ello de un patrón de madera o hue-so (fig.28), para que los dientes sean igualmente largos.Estos son luego amarrados de tal masera que las cintas for-man una adorno agradable. Cuál es la causa para que las cua-lidades artísticas de las mujeres se vayan perdiendo mientrasque la de los hombres florecen? Esta pregunta es lo suficien-temente interesante como para intentar dar una respuesta.En gran parte depende, probablemante, de las circunstanciasexteriores y de la fuerte división del trabajo entre lossexos, el tejer, por ejemplo es trabajo de las mujeres, sinembargo, como son tan fáciles de conseguir las cortezas deárbol que fácilmente se las convierte en una especie de tela,se vuelve el tejer prácticamente algo superfluo. También lacerámica es trabajo de mujeres, sin embargo la arcilla tieneque ser traída desde lejos y p§r eso la cerámico no se ha des-arrollado.

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Los yuracarés así como los chorótis y los enel gran chaco se adornan ellos mismos, pero descuidan los ins-trumentos caseros. Esto lo hacen aún mas loschacobos, que nos-otros conoceremos más tarde en este libro. Los chañé y c h i r i -guanos emplean gran cuidado para tener instrumentos caserosadornados, para vacijas de arcilla pintadas finamente y paratener calabazas bellamente adornadas. Esta necesidad de presen-tarse no sólo personalmente sino también tener cosas lindas nosmuestran que estas últimas tribus están cultuj?almente mas ele-vados que las otras.

El adorno en la flauta ( f i g . 29 d), se llama "túmusi",y representa un pez, el adorno del medio ( f i g . 29c), se llama" p i r i s i " , y según Aguirre es una vívora. Un adorno semejanteaparece en la espalda de la vívora de castíavel, y me pareceposible que ellos aquí trataban de imitar a la naturaleza.La vívora fue representada por un dibujo que para ellos es ca-cara cterístico de la misma manera que una mujer choroti re-presenta a un choroti solamente por el tatuaje (1).

Así buscan los yuracarés un adorno geométrico directa-mente de la naturaleza. Lo tienen, sin embargo, no por el es-t i l i z a r de una vívora pintada relistamente, sino por el copiarde un detalle de ella. En la naturaleza existen muchos adornossimples que los pueblos naturales tratan de copiar. No es nadararo el que ellos los observen, como cuando se fijan en losadornos que surgen al tejer sus cestas.

Ya he hecho notar que al sur de la frontera de SantaCruz ya no se encuentra ninguna tela de corteza de árbol.Aquí, en cambio, entre los yuracarés la producción de t a l t i -po de tela es una industria importante. Se saca la corteza deuna en grandes trozos que luego son golpeados con mazosde madera hasta convertirlos en tela. Se utiliza esta tela pa-ra los camisones de los hombres, de las mujeres y de los niñospara fajas, bolsas, mosquiteros, cunas, etc. Las cestas sonhechas en varios tipos, de los cuales algunos se los muestranaquí.

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Es especialmente interesante el aparato que usanlos indios yuracarés para tejer ( f i g . 4-2), pertenece encuanto yo lo sé a un nuevo tipo»

Los blancos afirman que los yuracarés son flojospara el trabajo. Pero en s í , ellos trabajan lo suficientepara comer y vivir bien, para vestirse y adornarse, No sepuede pedir más de ellos. Están tan felices de vivir enuna tierra poco habitada donde el suelo da una rica cosechasin mucho trabajo y donde dadie es esclavo, ̂ o tienen nin-guna ocasión ni motivo para envidiar a los blancos que t i e -nen que luchar desde la mañana hasta la noche para no morir-se de hambre y que wiven estrechos en ciudades sucias y l l e -nas de humo. Hasta que los blancos hayan echado a perder to-do, pueden los yuracarés, gozar del gusto del descanso; en-tonces recién vendrá la verdadera pobreza a ellos.

Fuera de su región, he visto solamente una vez, aun indio yuracaré como trabajador entre los blancos. Estosucedió a lo de un francés que entre sus esclavos de deudas,tenía a un hombre yuracaré. Dos hijas de él cuidaban de lamesa, ellas estaban limpias y parecían instruidas, tambiénla madre había estado a l l á , pero se había escariado otra veza los bosques.

ADORNOS Y VESTIMENTA

Los únicos tatauajes que se ve entre los yuracarésson simples cicatrices que no han sido llenadas con ceniza.Guando los muchachos han llggado a los doce o catorce años,se les punza con un punzón de hueso en los brazos (fig.39)y los muslos, para que puedan ser buenos arqueros de flecha.A veces los hombres punzan a las mujeres en los brazos cuan-do son flojas en la preparación de la chicha de mandioca.Fuera de ésto, no se ven tatuajes. Tanto hombres como mujeresse pintan, por el contrario, con pintura roja (

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o con arena fina de piedra o con un color azul violeta ((fig.38). Guardan la pintura roja en cañas de bambú ador-

nadas (fig.41), en ocasiones festivas llevan, los hombres, zar-ci l l o s agujereadas (fi£

Los hombres arrancan cuidadosamente todos los pelosde la barbilla y de los labios superiores, pero no los pelosdebajo de los brazos y en los órganos sexuales. Qué es lo quehacen las mujeres? No lo sé,porque nunca v i una de ellas conel busto descubierto y, por supuesto, mucho menos, desnuda.

Los niños pequeños de los yuracarés, tienen cabellocafé, Algunos de estos indios tienen rulos. Los ojos son decolor café oscuro las mujeres llevan el cabello largo y di v i -dido en el medio de la cabeza. Los hombres y los jóvenes l l e -van el cabello corto. Antiguamente llevaban cabello largo. Sepuede también ver mujeres que llevan dos trenzas largas. Nohe visto ningún indio con cabello blanco y solamente a uno quelo tenía un poco gris. Nunca he visto un yuracaré calvo.

En los días de la semana, las mujeres,llevan ademásde-la camisón de la corteza de árbol, algunos collares de

perlas y anillos de coco de palmera. A menudo adornan las ar-ticulaciones de los pies con cintas, igual que los hombres.Los hombres no llevan ningún adorno en los días de la semana.No raramente utilizan pantalones y camisas que han recibidode los blancos. En este vestimente se presentan cuando van ala misión en el río chimoré o a Saíita -̂ osa en e l río Chapare.Sensiblemente nunca he visto un yuracaré en vestimenta defiesta, cono los presenta D'Orbyni; pero he husmeado con dete-nimiento en las bolsas de adornos de las mujeres y en las ces-tas de plumas de los hombres, ésto me producía un gran placer.

las mujeres yuracarés son verdaderas coleccionistasde curiosidades. En sus bolsas se encuentran semillas de todasclases para collares, se encuentran, además, manzanas de adánde los monos aulladores, dientes de cooodrilo, dientes de mo-nos, picos de tucanes, de gallinas silvestres, de pajares car-pinteros y de patos, plumas rojas del tucán, cabezas de escara-

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bajos, huesos de peces de forma especial, cocos de palmeras,etc. Todo esto lo utilizan para collares y adornos de los camisones o como adornos colgantes. Por lo visto, la mujer yu-racaré, se interesa por todo lo que es especial en la naturaleza. En los cestas de los hombres, se ven dientes de jaguarksfeés de venado, jblumas de papagayos y plumas de otros pája-ros, flautas de hueso, etc.

ENFERMEDADES:

A menudo se encuentra aquí una enfermedad conocidabajo el nombre de puru-puru, y a lo que los yuracarés llaman" "(í)« Se manifiesta en manchas de color rojoblanco sin pigmentos en las manos, los brazos, los pies y laspiernas. En genée ya mayor se vuelven estas manchas, inclusode color azul negruzco. Aguirre consideraba esta enfermedadcomo heredada. Se ve propiamente más mujeres que hombres conestas manchas, que sin embargo, parece que no causan ningunamolestia (a las que las llevan). El que las manchas aparezcanen recién nacidos no lo he visto nunca. Una vez v i a un niñorecién nadido que tenía un color rosado cloro en todo el cuer-po, como el niño de un hombre blanco.

Durante mis viajes entre los indios he visto e l pu-rupuro además de entre l<bs yuracarés entre los pequeñas tribusen el río Tambopata y en e l río Inambari. Esta enfermedad esconocida también por los moeetenes y los chamanes, y parece,por eso, que existe en estas partes de sudamérica a lo largode los andes, en una especie de cinturón de selva.

Extraordinariamente itaudib.es yuracarés tienen sarna.La viruela ha ocasionado entre ellos consecuencias desastrosas.Gibbon, por ejemplo, viajó por estas regiones durante UID epi-demia de virhuela. No he visto ningún caso de fiebi*e climática.Aparece a veces la conjuntivitis.

Entre defectuosos he. visto a un retrasado mental,a un CQjo y a tres sordomudos, y ésto entre aproximadamente

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cien personas.

Para sangría se uti l i z a un pequeño aparato de bambú(fig«33), que se deja presionar contra la vena al dolblar elbrazo»

RELACIONES COK L03 OTROS INDIOS:

Los yuracarés tienen mucho miedo de los sirionó (e¿ sulengua siriano), que viven en los bosques entre el río Mamore-c i l l o y el Piraí. Antiguamente se hallaban en guerra con estosindios, Haenke cuenta que ellos en estas peleas estaban pinta-dos con figuras especiales que provocaban susto en el enemigo.El río Mamorecilla y el río Ichilo, son considerados como losríos limítrofes entre los yuracarés y los sirionós. Los primerosse niegan a tener sus campamentos en la o r i l l a del río que per-tenece a los últimos.

En Santa Rosa, en el río Chapare, aprenden los yura-carés, xigHHHs a conocer a los quechuas y en SHS viajes porríos a los indios civilizados que viven en el río Mamoré. Alos primeros, les vendes peines y plumas y a los últimos, ade-más de plumas, también trozos de piel de tucán y a veces, tam-bién, flechas y arcos. Bastante lejos, en el norte, limitanlos yuracarés con los indios chimanes.

JUEGOS Y JUGUETES:

En la o r i l l a más abajo de la choza de Aguirre, seamontonan los niños en la arena, Se trata de competencias paradisparar con flechas y arcos; juego y suerte. Para los más pe-queños hacen las madres pequeñas muñecas, muñecas de sebo, peroa menudo sin brazos y piernas ( f i g . 44). Los jovenzuelos tienentrompos ( f i g . 32), "buzz" (2), escopetas den cocos de frutas,trompos zumbadores (fig.31) y arcos de juguete. También tienenarcos con una esfera de a r c i l l a . Ya desde pequeños saben mane-jar las canoas. Aprenden casi al mismo tiempo a caminar y a re-mar. Son flecheros seguros. Entre bremas y risas me fueron

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sacando todos mis premios.

Si 70 fuera un joven indio, no i r í a a la misa aaprender el Padre Nuestro y el Ave María y mucho menos medejaría enseñar a ser sirviente de los blancos. Me oculta-r í a , como muchos yuracarés, en lo profundo del bosque paravivir y para morir libretaente, para ser un hombre y no sola-mente una rueda en una máquina.

Ahora tenemos que abandonar a nuestros amigos losindios Yuracarés y seguir viajando para visitar a otros i n -dios que viven en otras condiciones, para según nuestro pro-pósito, estudiar el problema de los indios y de los blancosdesde barios puntos de vista.

Durante mm estadía entre los yuracafes, tuve un cui-dado especial para conseguir una colección completa de cosasdeiindmstria casera. Mi colección que contaba más de quinien-tos ejemplares, según mi entender, la única que existe. A tra-vés de D'Orbygni conocemos bastante acerca del uso y costumbresy mitología de estos indios, pero nadie ha hecho una colecciónordenada con anterioridad a mí. Lo contrario suele ser lo másnormal. 3e conoce bien los objetos que utiliza alguna tribuindia pero no se conoce las representaciones religiosas, losusos y costumbres de la misma tribu. He dibujado aquí, losobjetos más característicos de estos indios, los conocedoresde la etnografía de Sudamérica seguramente han de encontrarmuchos de ellos como muytoss interesantes.

Entiendo muy bien que también a un blanco le ha deparecer atractivo vivir con un yuracaré en un pequeño, clarodel poderoso bosque, junto con sólo poca gente, lejos de lashaciendas y encontrar en todas partes la naturaleza, intoca-da por la mano destructora del hombre y llena de una maravi-llosa riqueza gracias al aire húmedo y caliente. Aún siendoyo blanco, entiendo la poca inclinación de estos indios ha-cia la mnificación en aldeas para ser cristianizados y educadospara "ser hombres mejores", Ellos ven con gusto el que recibande los blancos instrumentos de hierro, objetos de adorno y

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trago, pero quieren, a pesar de ello, vivir su propia vida.

El acero a atraído a muchos indios hacia los blancos.Por un pedazo de acero, pueden los sirionós y algunos indiosde la región de Chiquitos, atacar a los blancos. Por el aceroarriesgan su vida los siracua. Guando los indios una vez asal-taron carretones tirados por bueyes en el camino entre SantaCruz de la Sierra y Puerto Suárez enel río Paraguay, tomaronconsigo todos los objetos de acero y el resto lo dejaron. Elacero, el'maravilloso acero atrae a los indios hacia los blan-cos. Pero el alcohol, el trago, los ata a ellos con cadenasque son más fuertes que el acero.

Ya hemos escuchado que muchos yuracarés ya no sonindependientes de los blancos. Esto vale sobre todo para losque viven enel río Chapare. Lentamente, pero con seguridad,pierden también los yuracarés, su autonomía, '̂ odos han de per-der su libertad y se trasladarán a las aldeas de los blancoscomo sus sirvientes. Su pequeña artesanía que hemos aprendidoa mirar se va perdiendo. Los bosques se cierran alrededor delas pequeñas viviendas hasta que aparezca el día en que loscortadores de bosque aparezcan,Be presenten por ahí y tambiénaquí destruyan y vanalicen la naturaleza. Si ahora seguimosnuestro viaje y alguna vea, hacemos un alto, en la estanciade los blancos, y vemos en las habitaciones de trabaj»o a t i -pos borrachos, mujeres de mala vida y niños de una raza mez-clada, hemos de experimentar que solamente la lengua y la ex-presión exterior nos hace ver que estos "hombres civilizados"son indios.

Nos debe escoser el que la desintegración tambiénse encuentra entre los yuracarés y que el influjo de los blan-cos en la tierra de los indios yuracarés crezca cada vez más.

Puede parecer pueril el lamentarse de la desapariciónde una pequeña tribu de indmos y de la destrucción de una cul-tura poco significativa y ésto lo sería también, s i esta des-aparición no fuera sólo un eslabón en el proceso de internacio-

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nalización que está sucediendo en América desde hace siglos

con cada vez mayor éxito y con un acercamiento cada vez ma-

yor hacia la perfección.

NOTAS;

1) Ver: Vida de los indios Pg. 1302) Cfr. Koch-Grünberg, Zwei Jahre etc. 1833) Buzz (palabra inglesa), es una pequeña rodaja hsciía redonda

hecha de un trozo de calabaza con dos huecos. A través deestos pasa un hilo. Con este juguete se puede conseguir unruido bastante alto (ver vida de los indios, f i g . 104 a).

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18 y 19;

18 = Esbozo de una choza yuracaré,en el río Chimoré: DistanciasA-D=6 metros, E-F=l,5 metros;esta choza no tiene cumbrera^el techo protector está apoya-do en las vigas A-B y C-D,eldibujo pequeño indicativo sontroncos de palmera partidassostienen a las vigas;

19a y 19b = Muestran el armazón d«una choza yuracaré con cumbrera. Es interesante como la ctza fue alargada; K-G=12m. G-l5m, M-F=5m, K-B=2 m.

19c = Escalera.

Y U R A C A R É

0 o f

A. \:ii.

•-•-••-•» 4

o -

F

K~19a

>C [jX>

DJ3

19 h19c

20:20a Flecha para pájaros (1/8 del

tamaño),_b.c,d, flechas (1/4del tamaño); e punta de unaflecha de duelo (1/2 del tama-ño); f trozo de un arco (1/2del tamaño); g arco (un 1/4del tamaño); h punta de unaflecha para pájaro, flecha demadera (1/2 del tamaño.

Y U R A C A R É

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FIGURAS 21-24:

FIGURAS 25-28:

25 = Reci-oiente de hojas de palme-ra (se l a encuentra en todoslos tamaños posibles).

26 = Gesta "móhoto", t e j i d a de lasho.ias de una especie de pastoen r>unta; los hombres guardanen e l l o adornos, plumas paratimón de las flechas y cosassemejantes ( l / 6 d e l tamaño).

27 = Cesta (2/9 partes del tamaño)28 = Medida que in d i c a ^ e l tamaño,

hecha de hueso ^bórubotó" pa-ra l a fabricación de peines( l / l d el tamaño).

Y U R A C A R E

21

22

23

24

Cesta para colar l a cervezade mandioca (Chicha de yuca)(1/4 del tamaño).Calabaza de madera con ador-nos ( l / 3 del tamaño).Recipientes de barro cocido(a lA-, b y c 1/3 del tamaño),Cubeta de madera con l a quese da agua a los niños pe-queños para tomar (2/3 deltamaño).

YURACARE

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DIBUJOS 29-32:

29a-d =

DIBUJOS 33-37:33 = Aparato Dará sanarías

Meshoto"(l/1 del tama-ño).

34- = Adorno colgante para mu-jeres, frutos negros a-dornados j plumas rojasde tucán (Rhamsphastus)(2/3 del tamaño).

35»36,37 = Sellos para pintarlos rostros "sháshatatebe"(2/3 del tamaño).

Y U R A C A R E

Flautas "érítu" de hue-sos; el adorno en l a partesunerior de 29c indica unavívora, el adorno en 29drepresenta a un pez (l/2del tamaño).

Flauta de Pan (zampona), debambú (l/2 del tamaño).

Palo zumbador, produce alolpearlo un zumbido fuerte1/4 del tamaño).

Trompo "shéhuoto" hecho deun fruto y de un palito demadera (2/3 del tamaño).

Y U R A O A R E

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DIBUJOS 38-41:

38: Pinturas del rostro entre los yu-racarés, todos de un color viole-ta azulado: a) muchacha; b) hom-bre; c) mujer;

39: Brazo tatuado con cicatrices deun joven yuracaré.

40: Instrumento de madera "téemtebe"para el pintado de los r-ostros(1/2 del tamaño).

41: Gaña de bambú para conservar l apintura rotja (l/2 del tamaño),

Y U R A C A R E

38b

DIBUJOS 42-44:42: Accesorios para el aparato de

hilado: a) mazo de madera en e lque se apoya un extremo del hu-so (1/4 del tamaño); b) cortetransversal (l/4 del tamaño);c) huso, rueca "húishhuita"1/4 del tamaño); d) trinche"sheshe", en el que se apoyala_punta del huso (l/3 del ta-maño), todo de madera.

43: Mazo de madera "bóbóto" paragolpar la tela de corteza deárbol (1/2 del tamaño).

44: Muñecas de sebo negro (a 1/2del tamaño), b y c son sinbrazos); b l/2, c 2/3 del ta-maño ).

Y U R A C A R E S

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Tafe! V i : Yuracáreindianer besuchen|d'Orb¡gT)y. (Nach seiner Reisescliilderung)¡ ¡

Cuadro VI: Indios yuracarés visitan a d'Orbigny. (Según su re-lación de viag'e)

Tafcl VII: Yuracárehütten in der Náhe des Rio Mamoré

Cuadro VII: Chozas yuracaré en las cercanías del r í o Mamoré.

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Tufe! IX: Yuracárekincler ¡m Kanu

Cuadro IX: Niños yuracaíes en una canoa.

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Tafel XI : Hülinerslull der Yuracáre

Cuadro XI: Gallinero de yuracarés»Tafe lVI l i : Yuracáre¡níli;incr auf dt:r Ht-iinfahrt von einer Nacliharsiedlung

Cuadro VIII; Indios yuracarés en el via-je de regreso a casa desdeuna región habitada vecina.

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Tufcl X : Yuracúremíidclieu un Kanu

Cuadro X: Muchacha yuracare en una canoa.

Tafel XII: Taazende Yurucáreindiauer. (Nadi d'Orbigny)

Cuadro XII; Indios yuracarés' danzando. (Según d'Orbigny).

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Tafel XIII: Yuracáremadchen, mit einem Hemd aus Rindeostoff bekleidct

Cuadro j ^ : Muchacha yuracaré vestida con un camisón detela de corteza de árbol.

Tafel XIV: Yuracáreduell. (Nach d'Orbijny)

Cuadro XIV; Duelo yuracaré. (Según d'Orbigny)