unidad de la teoría y la praxis revolucionaria

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1 Unidad de la teoría y la praxis revolucionaria

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Una teoría sin praxis revolucionaria es letra muerta y una praxis revolucionaria sin teoría termina en un callejón sin salida.

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Unidad de la teoría y la praxisrevolucionaria

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La destrucción de las “ilusiones ideológicas” aparece en Marx como condición necesaria para elaborar una teoría de la transformación revolucionaria de la sociedad existente. Ahora bien, la propia vinculación entre esas ilusiones y las condiciones reales de la vida social, señala a su vez la necesidad de conocer las condiciones reales, materiales que, por un lado, hacen al hombre y sus ideas y que, por otro, han de ser transformadas con su acción real.Las fuerzas productivas determinan las relaciones de producción que, a su vez, condicionan las formas ideológicas y el Estado (Marx) Esto es, la infraestructura determina la superestructura, pero se da en un proceso dialéctico.

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En lo que a teoría se refiere, el Manifiesto Comunista no es sino una síntesis y enriquecimiento de los descubrimientos teóricos anteriores de Marx. Sin embargo, no es una teoría más de la revolución. Ofrece un aspecto nuevo que viene determinado por algo que no tiene antecedentes en los trabajos anteriores de Marx, a saber: al mismo tiempo que una teoría de la revolución es también —y ello marca un viraje radical en la concepción marxista de la praxis al enriquecerla con un aspecto nuevo— una teoría de la organización de la revolución, o, dicho en otros términos, del paso de la teoría a la práctica.

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La teoría de por sí —en este caso como en cualquier otro-- no transforma el mundo. Puede contribuir a su transformación, pero para ello tiene que salir de sí misma, y, en primer lugar, tiene que ser asimilada por los que han de suscitar, con sus actos reales, efectivos, dicha transformación. Entre la teoría y la actividad práctica transformadora se inserta una labor de educación de las conciencias, de organización de los medios materiales y planes concretos de acción; todo ello como paso indispensable para desarrollar acciones reales efectivas. En este sentido una teoría es práctica en cuanto que materializa, a través de una serie de mediaciones, lo que antes sólo existía idealmente, como conocimiento de la realidad o anticipación ideal de su transformación.

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El paso de la teoría a la práctica

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¿Cómo se pasa de la teoría a la acción? Por medio de la organización de los esfuerzos, de los actos de individuos determinados, que son, en este caso, los trabajadores revolucionarios. La organización requiere también un organismo que aglutine y dirija esos esfuerzos conforme a los fines de la teoría revolucionaria. Ese organismo, mediador a la vez entre la teoría y la práctica, es el Partido, que agrupa al núcleo de representantes más conscientes y más consecuentes de la clase trabajadora. El Partido establece un lazo orgánico entre la teoría y la práctica, por una lado, y entre un sector de la clase trabajadora, y la clase trabajadora en su conjunto.

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El objeto de la actividad práctica es la naturaleza, la sociedad o los hombres reales. El fin de esa actividad es la transformación real, objetiva, del mundo natural o social para satisfacer determinada necesidad humana. Y el resultado es una nueva realidad, que subsiste independientemente del sujeto o de los sujetos concretos que la engendraron con su actividad subjetiva, pero que, en definitiva, sólo existe por el hombre y para el hombre, como ser social.

En un sentido restringido, la praxis social es la actividad de grupos o clases sociales que conduce a transformar la organización y dirección de la sociedad, o a realizar ciertos cambios mediante la actividad del Estado. Esta forma de praxis es justamente la actividad política.

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La praxis es esencialmente creadora. Entre una y otra creación, como una tregua en su debate activo con el mundo, el hombre reitera una praxis ya establecida. Considerada en su conjunto, así como en —lo subjetivo y lo objetivo, lo interior y lo exterior— se da de un modo indisoluble. En la creación artística, en la instauración de una nueva sociedad o en la producción de un objeto útil, tenemos la actividad consciente del sujeto sobre una materia dada, que es trabajada o estructurada conforme al fin o al proyecto que la conciencia traza. Un acto objetivo, real es precedido por otro, subjetivo, psíquico, pero, a su vez, el acto material aparece fundando tanto un nuevo acto psí- quico, en virtud de los problemas que suscita, como un nuevo acto material en cuanto que representa el marco en que éste se hace posible.

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La creación supone siempre producción de algo nuevo (conceptos, obras de arte, objetos útiles, instituciones políticas, relaciones sociales, etc.). Lo nuevo está inscrito como una posibilidad en los elementos preexistentes, pero su aparición no responde a una determinación inexorable. Lo virtual sólo se realiza con la intervención del hombre, y no deriva por una necesidad lógica de lo que ya existía. No se crea algo nuevo sino a partir de lo que ya existe, pero no basta nunca lo preexistente para producirlo. Así entendida, la creación sólo existe propiamente como actividad específica humana, es decir, como actividad que produce un objeto que no podría existir por si mismo, es decir, sin la interven- ción de la conciencia y la práctica humana.

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La filosofía de la praxis afirma la necesidad del contacto entre los intelectuales y el pueblo, no para restringir la actividad científica y preservar la unidad en los estratos sociales más bajos, sino precisamente para construir un bloque intelectual y moral que haga políticamente posible el progreso intelectual de las masas y no sólo de pequeños grupos. El hombre o la mujer del pueblo en acción tienen una praxis, pero no tienen conciencia teórica clara de su actividad práctica. Ésta, sin embargo, envuelve la comprensión del mundo en tanto que lo transforma. Es el proceso dialéctico por el cual el pensamiento y la acción se determinan recíprocamente.

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En lo que se refiere al papel de los partidos que apoyan la revolución, si no hay una reflexión teórica generada en el seno de esos partidos; si no se inventan nuevas prácticas sobre la base de esa reflexión teórica, las amenazas contra el proceso de revolución bolivariana vendrán desde adentro y nos les será posible contrarrestarlas.. Un partido que no se plantee hoy la reflexión y discusión teórica sólo regurgita las ideas manidas y las prácticas “seguras” que han servido a las clases dominantes para perpetuar su hegemonía.

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Si los partidos entendieran la importancia de la coyuntura histórica, el tema de las noticias que publican los medios en buena parte se referiría a los debates ideológicos en los que las contradicciones y las pequeñas miserias se disolverían. Si los partidos se inspiran en la filosofía de la praxis, cuando se escriba la historia de esta revolución se registrará como los partidos que la apoyan se reinventaron a sí mismos y reinventaron a sus miembros. Tal conducta contribuiría a la cohesión necesaria que demanda el proceso y desterraría al fantasma de la inefectividad.

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Los debates internos en un partido deben principalmente versar sobre temas trascendentes para el país y las luchas por el poder interno deben subordinarse a ellos. Igual se requiere que los militantes y los intelectuales, habiendo sabido interpretar las demandas y aspiraciones del pueblo soberano, discutan la formación de sus concepciones sobre los lineamientos políticos de acción para guiar a la sociedad venezolana en el desarrollo de sus potencialidades colectivas y el desarrollo individual de sus miembros. Para decirlo con Gramsci esos partidos tendrán mayor o menor significación y peso, precisamente en la medida en que su actividad, su praxis haya sido en mayor o menor grado decisiva en determinar la historia del país. De lo contrario se auto-incluirán en la categoría de partidos históricamente innecesarios.

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Rasgos distintivos de laactividad creadora

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Podemos formular los siguientes rasgos distintivos de la praxis creadora:

c)unidad indisoluble, en el proceso práctico, de lo interior y lo exterior, de lo subjetivo y lo objetivo;

b) indeterminación e imprevisibilidad del proceso y del resultado;

c) unicidad e irrepetibilidad del producto.

En la tarea de la creación teórica en la que se fundamenta de la praxis en todo proceso revolucionario, tienen un importantísimo papel los intelectuales.

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Todos los seres humanos son intelectuales, pero no todos tienen la “función” de intelectuales, dice Gramsci. No existe actividad humana de la que esté excluida alguna forma de participación intelectual: el homo faberno puede ser separado del homo sapiens. Sin embargo, históricamente se han formado categorías especializadas para el ejercicio de la función intelectual.

En un proceso revolucionario, los grupos emergentes deben partir de una estructura económica precedente y, como una expresión del desarrollo de esa estructura, se topan con categorías de intelectuales ya existentes que representan una continuidad histórica ininterrumpida no obstante los cambios más complicados y radicales que se adelante en las formas políticas y sociales.

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De allí la necesidad del intelectual revolucionario de comenzar por repensarse, transformarse a sí mismo, de distanciarse en lo ideológico, lo ético y lo axiológico de ese otro intelectual que se opone al cambio social. Eso implica una profunda revisión de los valores éticos, estéticos, epistemológicos y filosóficos que orientan su reflexión y su praxis. Requiere un supremo esfuerzo de estudio unido a la praxis transformadora.Implica una posición crítica para detectar, señalar con valentía y contribuir a erradicar los antivalores enquistados en la estructuras y prácticas sociales heredadas del ancient regime. Y ésta no es una posición optativa. Al contrario, es ineludible, impostergable, esencial, porque, precisamente, el intelectual comprometido, con diafanidad, está obligado a ser el clarín que anuncia los avances y denuncia los peligros que amenazan los procesos de transformación social.

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La formación de un intelectual ha sido siempre un proceso costoso en tiempo y en recursos. En muchos países como el nuestro el Estado financia las universidades públicas donde se forman principalmente los intelectuales. Es un proceso en el que convergen tanto el esfuerzo personal de cada intelectual como el apoyo de la sociedad donde se forma. Si se considera que menos del 1% de la población mundial completa la educación superior, los graduados universitarios constituyen una élite. Implica que, por cada universitario, 99 quedaron atrás con diferentes grados de desventaja: 1 de cada cuatro habitantes de esta tierra no sabe leer. Sin embargo, todos aquéllos en desventaja, directa o indirectamente, contribuyeron a que los privilegiados llegaran a la meta. ¿Acaso eso no conlleva para quienes lo logran un compromiso ineludible con el cuerpo social? No cumplir ese compromiso deriva en un enorme peso en la conciencia. Simplemente no es ético.

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Si tenemos ética, no tenemos excusa ni escapatoria. Estamos obligados en mayor grado a dedicar todo nuestro esfuerzo a hacer de la nuestra una sociedad mejor. Una sociedad justa, humanista, igualitaria, solidaria, segura en todos los órdenes; celosa en el cuidado de los enfermos, de los niños, de los ancianos, de los discapacitados. En el cuidado de la naturaleza y de la herencia de las generaciones futuras. El buen revolucionario no es aquél que va ir por allí atropellando a los adversarios. El revolucionario, sin dejar de ser crítico, es, dentro de su ámbito de acción, un constructor de la nueva sociedad. Y contribuye a la construcción de la nueva sociedad con pequeñas pero consistentes y sistemáticas acciones del día a día.

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Britto García es optimista con respecto al socialismo venezolano y dice que “bien sólidos son los (cimientos) de un socialismo venezolano. Una cultura política heredada de los pueblos originarios y basada en el igualitarismo, el antiautoritarismo y la cooperación espontánea.Una clase trabajadora explotada. Movimientos sociales que sacuden o consolidan el piso de las estructuras de poder. Una riqueza que puede allanar obstáculos, limar dificultades, financiar proyectos productivos.Una brillante intelectualidad comprometida con el porvenir. Un ejército de extracción policlasista, que en las últimas crisis ha optado mayoritariamente por el pueblo. Enemigos cuya malignidad nos impide el reposoy cuya rapacidad imposibilita la conciliación. Desdichado arquitecto el que con tan sólidas bases no consolide una edificación gloriosa”.

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Sin embargo, Britto García apunta enseguida críticamente: “No puede haber Revolución con una Carta Magna que permite someter las controversias sobre contratos de interés público a jueces y juntas arbitrales extranjeras; que otorga a tratados internacionales rango constitucional y con ello somete a los más altos funcionarios a la deposición por tribunales foráneos; que otorga iguales derechos al capital extranjero que al nacional; que no veta explícitamente la exoneración total de ciudadanos y empresas extranjeras del pago de impuestos al Fisco nacional por concepto de ingresos que obtengan en nuestro país; que permiteocupar cargos que involucran el ejercicio de la soberanía a personas ligadas con vínculos de fidelidad, obediencia y lealtad a Estados extranjeros;

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que posibilita que el ente público que ejerce la industria de hidrocarburos pueda disgregarse en infinidad de sociedades en las cuales sólo conservaría participación minoritaria; que no contempla explícitamente como reservada a la República la industria de los hidrocarburos sólidos y gaseosos; que acepta la instalación de Estados secesionistas con pueblos, territorios y funcionarios supuestamente distintos de los venezolanos; que tolera la existencia del latifundio; que condiciona la expropiación por causa de utilidad pública y social a previa sentencia definitiva y firme. Difícil es que reformas conduzcan a una Revolución; imposible es que una Revolución no reforme integralmente sus normas.”

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Bibliografía

Britto García, Luis (2008) Socialismo del Tercer Milenio, Monte Ávila, Caracas, disponible en: http://www.monteavila.gob.ve/mae/pdf/socialismo- tercer-milenio.pdfGramsci, Antonio (1999) “The Intelectuals”, Selections from the Prison Notebooks, International Publishers, New York.Méndez, Ana Irene (2005) “La revolución bolivariana entre la utopía y la entelequia” en Álvaro Márquez Fernández y Zulay Díaz Montiel Transformaciones sociopolíticas recientes en América Latina, www.librosenred.com, pp.192-211.Sánchez Vázquez, Adolfo (1973) Filosofía de la Praxis, Ed. Grijalbo, México.