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Revista de la Universidad Nacional de Córdoba | Argentina | Junio de 2013 | año 4 | Nº 32 | $ 7.- | ISSN: 1853-2349 Informe: 400 años de la UNC en números Entrevista doble: Diego Tatián y María Pía López Cine: Salsipuedes y series animadas en Córdoba DDHH: el hallazgo de los restos de Diana Triay y Sebastián Llorens

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    Informe: 400 aos de la UNC en nmerosEntrevista doble: Diego Tatin y Mara Pa LpezCine: Salsipuedes y series animadas en CrdobaDDHH: el hallazgo de los restos de Diana Triay y Sebastin Llorens

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    Tapa: Hugo Bastos. Con sponsor. Gel pigmentado, 2005

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    Director: Franco Rizzi

    Secretario de redaccin: Mariano Barbieri

    Consejo Editorial: Natalia Arriola, Mara Cargnelutti, Andrs Cocca, Liliana Crdoba, Agustn Massanet, Gonzalo Puig, Juan Cruz Taborda Varela, Guillermo Vazquez.

    Correccin: Ral Allende

    Administracin: Matas Lapezzata

    Diseo: Lorena Daz

    Revista mensual editada por la Editorial de la Universidad Nacional de CrdobaISSN: 1853-2349 Editorial de la UNC. Pabelln Argentina Haya de la Torre s/n, Ciudad Universitaria.(351) 4629526 | Crdoba | CP [email protected]@editorial.unc.edu.ar

    Deodoro, gaceta de crtica y cultura no se hace res-ponsable de las opiniones y artculos aqu publicados. Los textos son responsabilidad de quien los firma.

    Impreso en Comercio y Justicia Editores

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    1933Guillermo Vazquez

    Herencia con beneficio de inventario: UNC | LibrosAlejandro Agero

    Periodismo /Parte 1 | PortulanoLuis Rodeiro

    El fortuito encuentro de los nadies con los sin nombre | Derechos humanosCsar Marchesino

    Lejos del Hogar | La neurona atentaLiliana Arraya

    Distorsiones buclicas | CineAgustn Berti

    Nietos | Baldosa flojaMara Teresa Andruetto

    Liberacin a la cuartaCarolina Goth y Teresa Sempere

    Telaraas | TeoremasSergio Dain

    Universidad pblica y proyecto nacional | Conversaciones con M. Pa Lpez y Diego TatinMariano Pacheco

    La UNC en nmeros a 400 aos de existencia | InformeBettina Marengo

    Tan lejos del mar | Personajes: Severo SarduyAlicia Vaggione

    mpetu de pajarito | PentatramasMariano Medina

    El dueo del sonido | MsicaJos vila

    Lobo suelto, cordero atado | Elogio de la sombraCsar Barraco Mrmol

    Cuando la Tv se anima | CInePablo Spollansky

    Poesa y vida | Literatura del presenteSilvio Mattoni

    Lenguajes encontrados | Sin cartelMariano Barbieri

    Las obras en este nmero pertenecen a Hugo Bastos(Corrientes, 1946). [email protected]

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    Universidad Nacional de Crdoba

    Rector: Dr. Francisco TamaritVicerrectora: Dra. Silvia BareiSecretario General: Dr. Alberto LenDirector Editorial UNC: Carlos LonghiniSecretaria de Extensin: Mgtr. Mara Ins PeraltaSubsecretaria de Cultura: Mgtr. Mirta BonninProsecretaria de Comunicacin Institucional: Lic. Mara Jos Quiroga

  • Editorial | Gaceta de crtica y cultura 3

    1933Guillermo Vazquez

    En un notable ejercicio de sinceramiento, el diario La Nacin public el pasado 27 de mayo, bajo el mismo ttulo que aqu elegimos, una editorial de la que preten-demos hacer un sano uso: coincidir en una similitud ya diremos de qu clase de nuestro momento poltico social con la Repblica de Weimar, pero cuyos riesgos se situaran en el exacto lugar contrario al que seala el editorialista del matutino porteo.

    En nuestro caso, afirmar que estamos en Weimar de ningn modo quiere referir a una asimilacin impo-sible entre dos momentos histricos (la Alemania de 1919 al 33 con la Argentina de la ltima dcada) y su insostenible analoga con fuerzas sociales y polticas actuantes. Mucho menos sobre el desencadenamiento posterior primer objetivo argumentativo de la referi-da editorial del diario porteo, algo muy usual en la salvaje opinologa argentina, donde se llega a lugares de inexplicable frivolizacin sobre los totalitarismos, o la represin dictatorial, muchas veces no por la tor-peza del anlisis, sino simplemente por mala fe, o por la presencia de estas dos cosas al fin y al cabo acumu-lables en el mismo enunciador. Por eso encontramos, en cuanto soporte massmeditico exista, una extendida afirmacin de que estamos en una dictadura, o la ms elaborada y tambin burda identificacin entre el populismo latinoamericano con el totalitarismo nazi.

    Con afirmar que estamos en Weimar, en la direccin exactamente contraria a la que marca el editorial de La Nacin, aqu queremos hacer un reconocimiento de una debilidad del proceso poltico y democrtico vivido en la ltima dcada que an transitamos. Una debilidad que es, a nuestro juicio, el reverso absoluto de la supues-ta fortaleza abrumadora, que opera casi siempre con el bastardeo de un trmino tan democrtico y deudor de las mejores tradiciones polticas como hegemonismo tambin en trminos de esa salvaje opinologa argenti-na. Por el contrario, la apuesta de este proyecto poltico establecer derechos nuevos siempre bajo una institu-cionalidad indiscutible, con un trasfondo conflictivo sin resolucin definitiva contiene la misma debilidad. Los gobiernos de Salvador Allende, Ricardo Obregn Cano y Ral Alfonsn todos de varias y diversas similitudes con la ltima dcada argentina, tambin se sostuvie-ron como en Weimar.

    Por eso sentimos vlido, aunque muy lejanamente, el 1933. Porque vemos ms una fragilidad que otra cosa en las reconstrucciones que nuestra sociedad ha venido conquistando, herida tanto por el horror dictatorial como por el saqueo neoliberal, ante tanta amenaza de restauracin de privilegios, desigualdades, ajustes. Nos vemos all porque el amplio espectro de derechos (so-ciales, econmicos, polticos, humanos) que consigui nuestra sociedad en el proceso institucional de la ltima dcada, parecen siempre precarios palabra que usa mucho una tradicin de teora poltica por un conjun-to de riesgos que permanecen como fundantes de toda democracia, y que en Weimar estuvieron tambin pre-sentes: el acecho del poder financiero, de corporaciones de diversa ndole hacedoras de inflacin o de artilugios que las mantienen al margen de las leyes de la repblica, la angurria de la ganancia desmedida sin atender el golpe en la moneda nacional que ello genera. Y no slo eso: nuestra fragilidad, constitutiva de todo proceso poltico, es tambin la del conflicto entre el tiempo (ralentizado) de las instituciones con el tiempo (apremiante) de las necesidades sociales; es la difcil convivencia de una cul-tura del cambio y la movilizacin puesta en marcha, con la cultura de la reaccin omnipresente; de una demanda de igualdad sin treguas con la bsqueda de preservacin absoluta de privilegios. Todo esto era Weimar.

    Actuar polticamente estando en Weimar no debera im-plicar pasividad ni terror por lo que podra acontecer, sino que es asumir esa precariedad dijimos: constituti-va, inerradicable, pero apostar por fortalecerla, hacer-la ms inclusiva. En Argentina, la poltica de derechos humanos trascendi absolutamente el bajar dos cua-dros de genocidas de una institucin estatal, ms all del fuerte simbolismo que aquel acto despert (y que sigue generando): viene siendo efectivizada (con deu-das an pendientes) y sostenida socialmente con tanta legitimidad, que nos ha hecho hablar otro lenguaje, asumir el protagonismo de nuevos actores, e instaurar nuevas prcticas institucionales y erradicar otras. Por esto mismo, en nuestro Weimar, dbil y sin embargo de gran legitimidad democrtica, no se ve en el hori-zonte ningn huevo de serpiente del horror posible, que quizs slo anide en el imaginario de la restauracin conservadora que preparan algunos, ansan otros, pero que millones impediran.

    H. Bastos. Los dueos del viejo chalet (fragmento). Gel pigm

    entado s/ collage, 2010

  • Gaceta de crtica y cultura | Libros 4

    posicionamiento. El inventario se percibe de entrada, en las palabras de la rectora que prologan la obra: se habla all de una deuda de memoria y de una institucin que nunca fue la misma, que se pa-rece hoy muy poco a aquella fundada en 1613, que constituye una identidad que atraves rupturas dramticas. Luego, en la presentacin, los coordinadores nos ad-vierten que la historia de la UNC es sus-ceptible de ser organizada en ms de una narrativa, pudindose hablar incluso de un doble origen mtico que habilita dos temporalidades; he ah la separacin en-tre causante y herederos, entre fundacin y refundacin, entre la colonial Casa de Trejo y la Universidad surgida de la Re-forma de 1918.

    Celebramos que haya sido este el camino elegido. Slo as resulta asequible abor-dar la historia de una identidad sempi-terna construida por una trama compleja, no lineal ni homognea, cuya textura evoca y provoca rechazos y adhesiones, segn pocas y circunstancias. Sortean-do viejas polmicas derivadas de para-digmas historiogrficos hoy en desuso, se afronta con solvencia la inocultable certeza del carcter mtico de los hechos que dan lugar a la conmemoracin. La obstinada bsqueda de una pretendida verdad documentada (ilusoriamente de-finitiva) queda en segundo plano frente a un anlisis que prefiere situarse en el campo de la realidad cultural del mito. De este modo, se neutraliza la clebre y persistente diatriba entre los Trejo-s y los Trejo-no, y los cuatrocientos aos

    Herencia con benef icio de inventario: UNCAlejandro Agero

    Se edit recientemente el libro Universidad Nacional de Crdoba. Cuatrocientos aos de historia publicado por la Editorial de la UNC. El texto compuesto por dos tomos coordinados por Daniel Saur y Alicia Servetto, rene ms de treinta textos que dan cuenta de manera crtica del recorrido de nuestra universidad que, en todos estos aos, nunca fue la misma.

    Una herencia no se elige. Segn el derecho civil, puede aceptarse o re-chazarse, dependiendo de la voluntad del heredero de asumir o no la personalidad jurdica del causante. Existe, sin embargo, una posibilidad intermedia. Aceptarla con beneficio de inventario. En este caso, el patrimonio del causante y el patrimonio del heredero no se funden, de modo que las cargas que pesan sobre el primero no repercuten sobre el segundo. Esta figura jurdica ilustra, de alguna manera, la im-presin que transmiten, como conjunto, las enjundiosas contribuciones de ms de treinta prestigiosos investigadores, nacionales y extranjeros, reunidas en dos volmenes, coordinados por Daniel Saur y Alicia Servetto, y publicados con motivo del cuadringentsimo aniversario de la fundacin de la Universidad de Crdoba.

    La herencia no es slo una alegora para abordar el legado plurisecular de la Uni-versidad cordobesa. Una donacin, prime-ro, y luego una herencia (con ms deudas que bienes, dicho esto entre parntesis, casi en secreto) son las piezas esenciales del relato en el que el obispo Trejo emerge como causante y fundador en 1613. El beneficio de inventario, en cambio, sim-boliza la estrategia narrativa de quienes han asumido el desafo de reflexionar so-bre esta larga historia, procurando hacer-lo desde un punto de vista crtico, evitan-do que estas pginas conmemorativas se conviertan en una historia monumental o en una historia de anticuario. La so-bria edicin, con su portada azul oscuro, callada de imgenes, parece adelantar ese

    sean o no tales se convierten en lugar de reflexin, en ocasin para recorrer los pliegues de una historia que trasciende a la institucin y alcanza al medio social, poltico y econmico en el que estuvo y est incardinada.

    Resulta imposible dar cuenta aqu de cada uno de los aportes que conforman esta obra colectiva. La sola mencin de los treinta y un ttulos (15 en el tomo I y 16 en el tomo II), con sus respectivos autores, nos insumira buena parte del espacio disponible. De todas formas, en la presentacin los coordinadores ofre-cen una gua precisa del contenido, facili-tando al lector el acceso directo a tpicos puntuales dentro del amplio espectro cro-nolgico y temtico abordado. Resultara incmodo, adems, tener que elegir unos nombres y descartar otros para transmitir una mnima opinin sobre el contenido de las contribuciones. Quizs podamos hacer una excepcin que todos sabrn comprender para decir, como muestra

    del elevado listn que marca la calidad general de los participantes, que prome-diando el primer tomo Tulio Halpern Donghi nos ofrece una aguda reflexin sobre la elusiva metamorfosis de Grego-rio Funes, la que lleva al clebre den de letrado colonial a sabio ilustrado en el contexto revolucionario, tomando como eje su plan de estudios para la Universi-dad de Crdoba de 1813. El caso no slo ejemplifica el valor de las plumas inter-vinientes, sino que muestra tambin de qu modo la historia de la universidad aparece inextricablemente vinculada a la historia poltica de la regin, constitu-yendo un observatorio privilegiado para comprender la formacin y pensamiento de las elites, en los diversos momentos de su vida institucional.

    Sobre esos momentos, precisamente, est organizada la secuencia de los artculos. A lo largo del primer volumen encontramos trabajos que nos llevan desde el anlisis historiogrfico del mito fundacional

    En sintona con la edicin de los dos tomos de la historia de la universidad pblica de Crdoba en ocasin de sus 400 aos, hay que agregar la tam-bin reciente compilacin del libro Facultades de la UNC. 1854-2011. Saberes, procesos polticos e institu-cionales, volumen coordinado por Mnica Gordillo y Laura Valdemarca (Editorial de la UNC, 2013).

    H. Bastos. La madre. Gel pigm

    entado sobre collage, 2012

  • Portulano | Gaceta de crtica y cultura 5

    hasta el momento previo a la Reforma, cuando, pese a las numerosas persisten-cias, se abra una pequea rendija al reconocimiento femenino con las prime-ras egresadas de la Escuela de Parteras, inaugurada en 1884. Un lugar destacado de ese primer recorrido lo ocupa la Com-paa de Jess: aparece disputando a Trejo el mrito de la fundacin, sosteniendo una institucin que forma parte de un proyecto evangelizador que se extiende por la entonces provincia del Paraguay, consolidndose como centro formativo de misioneros frente a otras instalacio-nes jesuticas de la Amrica espaola y portuguesa. La Compaa es un actor fundamental no slo en el pasado de la universidad, sino tambin en la historia econmica y poltica de la regin, como lo muestran los estudios sobre sus estancias y sobre las tensiones que gener su expul-sin en 1767 (dando lugar a un suculento negocio para la elite local pese a lo que se suele creer mediante la liquidacin de sus temporalidades). El derrotero posje-sutico abre el espacio para reflexionar sobre la impronta del reformismo bor-bnico y sobre el papel de la universidad en el comienzo de la era revolucionaria. El primer tomo se completa con una serie de estudios que muestran de qu manera la densa trama de continuidades que ca-racterizan a la experiencia decimonnica comienza a ser permeada por modifi-caciones en los planes de estudio, por la irrupcin de nuevos paradigmas cientfi-cos, por las relaciones con centros extran-jeros, por la dinamizacin de la actividad editorial y por las ya sealadas primeras presencias femeninas.

    La refundacin, el segundo mito origi-nario identificado con la Reforma de 1918, constituye el objeto primordial, aunque no excluyente, del segundo tomo. Aqu tambin la historia universitaria transita por un estrecho sendero con la historia poltica de Crdoba y del pas. No slo porque la Reforma aparece como manifestacin de un contexto general de reformas polticas a nivel nacional sino tambin porque, como se nos recuerda en el primero de los trabajos de este volu-men, dada la estrecha relacin entre elites acadmicas y polticas, toda reforma de la poltica de la ciudad de Crdoba deba ser necesariamente una reforma universi-taria. Pese al escenario ms familiar para los actuales herederos, el pulso crtico se mantiene y de entrada se nos advierte so-

    Periodismo /Parte 1Luis Rodeiro

    Portulano

    Todos sabemos que Toms Eloy Martnez ha sido en vida un gran peri-odista y un gran escritor. Hoy, en el da del periodismo, se me ocurre pensar en l.El periodismo es, ante todo, dice, un acto de servicio. Ser periodista sig-nifica ponerse en el lugar del otro, comprender lo otro. Y, a veces, tambin ser otro. Ello exige estudio y aprendizaje.Y si es un servicio, Toms nos advierte que debemos saber, que debemos tener en cuenta a quin servimos, cmo lo servimos y con qu.Por eso, el verdadero periodista, anclado en el acaecer, establece con el lec-tor o el oyente o el televidente, lo que l llama un pacto de fidelidades. En primer lugar, segn la jerarquizacin del maestro, la fidelidad a la propia conciencia. No se puede obrar por mandato o encargo, es inadmisible la obediencia debida a editores o inversores. En segundo lugar, seala, la fi-delidad a la verdad, la fidelidad con la informacin. No es fcil en la rea-lidad actual del mundo de la comunicacin, donde ms que revelar una informacin, se procede con la ayuda de la preponderancia creciente de la imagen, a procesos directos de fabricacin de la informacin. Y, por ltimo, fidelidad al lector, que es la razn de ser del periodismo y que implica dejar sentado desde dnde habla el periodista, cul es la informacin y cul es su opinin.Para Toms, el ejercicio del periodismo requiere humildad plena. Y la razn es poderosa. Nos dice que de todas las vocaciones del hombre, el perio-dismo es aquella en la que hay menos lugar para las verdades absolutas. Pero esa humildad que exige, conlleva una actitud. Dice Toms: un periodista que conoce a su lector jams se exhibe. El periodismo nos recuerda no es un circo para exhibirse, sino un instrumento para pensar, para crear, para ayudar al hombre en su eterno combate por una vida ms digna y menos injusta.Observando los distintos medios, no se puede dejar de compartir el diag-nstico de Toms Eloy: lo que est enfermando a la profesin periodstica es una peste de narcisismo, nos seala. Digo yo: pavos reales que ocupan el centro de la escena, en nombre de una verdad absoluta, asumiendo la falsa representacin de la sociedad, escudados en una mentirosa independencia, convertidos en idelogos del pensamiento nico.Son lo que no entienden la frmula, el consejo de Toms: es preciso con-traponer al principio de autoridad postura de aparente privilegio en la que quien escribe esgrime su propio saber como verdad el principio de responsabilidad. Por eso, en sus clases de periodismo, Toms clama: a la avidez de cono-cimiento del lector no se la sacia con el escndalo, sino con la investigacin honesta. No se la aplaca con golpes de efecto, sino con la narracin de cada hecho dentro de su contexto y de sus antecedentes. Al lector no se lo distrae con fuegos de artificio o con denuncias estrepitosas que se desvanecen al da siguiente, sino que se lo respeta con la informacin precisa. La senten-cia del maestro es inapelable: cada vez que un periodista arroja lea en el fuego fatuo del escndalo est apagando con cenizas el fuego genuino de la informacin.La llama sagrada del periodismo es la duda, insiste Toms. All donde los documentos parecen instalar una certeza, el periodismo instala siempre una pregunta. Preguntar, indagar, conocer, dudar, confirmar cien veces antes de informar: estos son los verbos capitales de la profesin ms arriesgada y ms apasionante del mundo, dice su manual de instrucciones.El famoso caso Watergate para Toms Eloy es aleccionador de lo que sig-nifica la investigacin, le seduce la idea de que un hecho en apariencia insig-nificante, concluya con la renuncia forzada de un presidente. Pero advierte que una mala lectura de este xito periodstico lleva a realidades negativas.Si un incidente pequeo poda, por obra y gracia de los medios, transfigu-rarse en una historia mayor, razona Toms, entonces pensaron algunos haba que salir en busca del escndalo. Los dramas bien contados podan conmover e hipnotizar a millones. En cuanto a la investigacin, se lleg a pensar que era legtimo tender trampas aqu y all, corregir sutilmente la direccin de ciertos hechos, agrandar otros, inventar testigos, multiplicar las gargantas profundas. As fue convirtindose en mercanca lo que es, esencialmente, un servicio a la comunidad. El que quiera entender, que entienda.

    bre la necesidad de revisar la idea de que la Reforma signific, en lo inme-diato, un cambio sustancial de la vida universitaria de Crdoba.

    Al igual que con el primero de los mi-tos, no se esquiva con el segundo la ardua tarea de leerlo a partir de sus in-terpretaciones. Las posibles contradic-ciones pueden superarse acudiendo a la nocin benjaminiana de constelacin, para reconocer en la Reforma el mo-mento de invencin de lo poltico en la universidad o, en palabras del pro-pio Deodoro Roca, de enlace vital de lo universitario con lo poltico. Desde esta perspectiva, los autores nos llevan a observar la tensin entre reformistas y antirreformistas; la insercin social y partidaria de la nueva intelectualidad cordobesa y su actitud ante el imperia-lismo y los autoritarismos que desan-gran a Europa en la primera mitad del siglo XX. La relacin entre reformismo, autonoma universitaria y peronismo abre el siguiente tramo para dar en-trada, despus, a reflexiones que nos sitan ya en la segunda mitad del siglo pasado, haciendo foco en el impacto de las dictaduras militares, en los movi-mientos de resistencia estudiantil de los sesenta-setenta y en el providencia-lismo integrista de la ltima dictadura que reflota, en un marco de absoluta represin, los inveterados lazos con la Iglesia para volver a pensar la univer-sidad como un espacio de formacin de almas. En ese sinuoso camino han aparecido tambin trabajos que, cen-trados en un aspecto especfico, ilus-tran aristas relevantes del perodo. As, por ejemplo, la acogida de intelectuales europeos exiliados se refleja en el estu-dio sobre la insercin universitaria del filsofo italiano Rodolfo Mondolfo; las tensiones polticas que atraviesan bue-na parte del siglo se pueden mirar a la luz del periplo de emblemticos docto-rados honoris causa, concedidos y anu-lados (y, tal vez, an por anular), segn juicios de poca; el candente tema de la comunicacin social se hace presente en el profundo anlisis de la historia de los SRT. Queda todava, como cierre, lugar para pensar la experiencia uni-versitaria durante la reconstruccin democrtica iniciada tras las elecciones de 1983 y el posterior momento neo-liberal con su vigente Ley de Educacin Superior.

    Sirva esta apurada sntesis de pequea muestra, injusta por exigua, del rico material compilado en esta obra que, a nuestro juicio, logra un cometido complejo. Enfrenta una deuda de me-moria, es decir, acepta la herencia que justifica la celebracin, pero lo hace con beneficio de inventario, con dis-cernimiento y conciencia crtica, sin necesidad de incurrir en apologas in-movilistas o lecturas melanclicas (muy frecuentes en los registros con-memorativos) apostando por una de-liberada reinvencin de la tradicin en la que el pasado se presenta, segn los propios coordinadores, subordi-nado al futuro. Todo un desafo.

    Universidad Nacional de Crdoba. Cuatrocientos aos de historia. Alicia Servetto y Daniel Saur (comps.) Editorial de la UNC, Crdoba, 2013

  • Gaceta de crtica y cultura | Derechos Humanos 6

    El fortuito encuentro de los nadies con los sin nombreCsar Marchesino

    El hallazgo de los restos de Diana Triay y Sebastin Llorens, militantes del PRT-ERP secuestrados y desa-parecidos el 9 de diciembre de 1975, en barrio Sarmiento de La Matanza, ayud a dar un nuevo paso hacia adelante en la lucha cotidiana y silenciosa por arrebatar al desaparecido del lugar de la nada.

    Forma parte del derecho la reparacin por violaciones a los derechos humanos, en su modalidad de satisfaccin y garantas de no repeticin, el derecho que tiene toda persona y la sociedad, de conocer la verdad ntegra, completa y pblica sobre los hechos ocurridos, sus circunstancias especficas y quienes participaron en ellos. El derecho de una sociedad a conocer ntegramente sobre su pasado no slo se erige como un modo de reparacin y esclarecimiento de los hechos ocurridos, sino que tiene el objeto de prevenir futuras violaciones. CIDH, 1998

    El barrio Sarmiento, que las auto-ridades municipales no han recono-cido como tal y cuyos vecinos luchan constantemente por serlo, est geogrfi-camente ubicado en las mrgenes del ro La Matanza y a su vez emplazado en las fronteras de una sociedad que se niega a reconocer la plena ciudadana de sus habitantes. El 26 de octubre del 2012 al-gunos de sus pobladores fueron los au-tores involuntarios de un hallazgo cuyos efectos y alcances sociopolticos recin

    comienzan a desplegarse. En su cotidiana tarea de habitar y acondicionar el espacio que han tomado de hecho y por derecho, estos vecinos dieron sorpresivamente con restos seos humanos, los cuales fueron luego identificados por el Equipo Ar-gentino de Antropologa Forense como pertenecientes a Diana Triay y Sebastin Llorens, militantes del PRT/ERP, desapa-recidos en los meses previos al golpe de 1976.

    Slo el azar ms radical, el sinsentido ab-soluto que gobierna los encuentros y des-encuentros de las historias personales, y por qu no de la Historia misma, parece ofrecer la posibilidad de la construccin de un sentido de esas historias bio-grafas y la Historia que las cobija. Una segunda opcin podra ser postular que una frrea cadena de causas y efectos, la mayora de las veces oculta a la limitada comprensin de los individuos, rige el devenir de la Historia, y por ende el r-gimen de los encuentros y desencuen-tros, pautando as de antemano aquello

    nal de Mara E. Martnez de Pern e talo A. Luder, se lanzaban a la aniquilacin de los subversivos? Habrn reflexionado tan slo por un instante sobre las posibili-dades que se abran cuando impunemente arrojaban los cuerpos inertes de Diana Triay y Sebastin Llorens junto a otras dos personas en una fosa cavada en la com-plicidad que ofreca un descampado de la provincia de Buenos Aires? Seguramente no, tampoco tiene algn valor saberlo. Lo que s se puede constatar es que su apues-ta por silenciar y desaparecer, convertir en ausencia, arrebatar y monopolizar la produccin de sentidos de aquellos suje-tos que apostaban por instituir otro orden subvertir lo instituido no pudo evi-tar ese encuentro fortuito con esos otros a los cuales hoy tambin se los condena al silencio. Nada impidi el encuentro de los restos seos con esos nadies, emi-grantes indocumentados a los cuales tam-bin se les niegan sistemticamente hoy el derecho primordial de una identidad frente al Estado que les permita acceder al reconocimiento de todos los dems derechos bsicos de cualquier ser huma-no. Fueron precisamente esos nadies, que apuestan da a da por la organizacin co-munitaria con el firme objetivo de garan-tizar la defensa de su dignidad, buscando ser un poco menos nadie en los mrgenes de lo instituido, los que fortuitamente sa-caron a la luz a aquellos otros sin nombre, a los cuales los pretendidos dueos del sentido de la Historia se lo arrebataron de manera impune y sistemtica. Esos se-ores, que se autodenominan protectores de la patria y paladines de los valores cris-tianos, hoy siguen privando a la sociedad de esa informacin vital que permitira a los cados ser despedidos y llorados con dignidad por sus seres queridos. No obs-tante, no deja de resultar paradjico, a la vez pleno de simbolismo, que los nadies, sin proponrselo y en el simple ejercicio cotidiano de ser y habitar este mundo con dignidad, removieron lo que otros aposta-ban a no remover.

    Sera un absurdo plantearse entonces que el carcter innegablemente cinematogr-fico de este relato arroja a los sujetos al lugar de cmodos espectadores de un guin cuyo autor es el azar. Muy por el contrario, no se puede desconocer que las biografas de Diana y Sebastin, como as tambin las de aquellos que da a da hacen el barrio Sarmiento, los miles que confor-man el Movimiento Nacional Campesino, los familiares que buscan a sus desapa-recidos, los que sostienen el Equipo de Argentino de Antropologa Forense, los que circunstancialmente ocupan cargos pblicos en los poderes del Estado, los que llevan adelante las instituciones abo-cadas a la reconstruccin de la memoria y muchos otros que luchan da a da desde su puesto de trabajo, conforman todos, un complejo entramado en el cual se eviden-cia una clara apuesta por poner en juego su capacidad instituyente a travs de la creacin de nuevas significaciones y la resignificacin constante de vetustas sig-nificaciones detentadas por los que en un pasado cercano optaron por sofocar toda capacidad instituyente, denominada por ellos subversin. A todas luces esta apues-ta se constituye como una reivindicacin

    S se puede constatar es que su apuesta por silenciar y desaparecer, convertir en ausencia, arrebatar y mo-nopolizar la produccin de sentidos de aquellos sujetos que apostaban por instituir

    otro orden

    por venir. La consecuencia ms flagrante es que en ninguno de los casos es posible aspirar al control y la previsin de lo que suceder, sin embargo hay que resaltar una sutil diferencia. En el primer caso se plan-tea la posibilidad de realizar una apuesta por aquello que se desea, y en el segundo, no resta ms que aceptar el advenimiento de lo real. Esta sutil diferencia epistmica en el campo terico cobra una dimensin poltica insoslayable. Se habrn hecho este tipo de preguntas aquellos que, amparados en los decretos del gobierno constitucio-

    H. Bastos. El mago (fragm

    ento). Gel pigmentado, 2002

  • La neurona atenta | Gaceta de crtica y cultura 7

    Lejos del hogarLiliana Arraya

    Osvaldo Soriano escribi una nota, publicada hace 17 aos, en la que recordaba que el golpe del 76 lo encontr en Bruselas donde el noticiero de la televisin belga mostraba tipos bigotudos, ceudos y en-torchados que parecan la caricatura de una irrecuperable republiqueta bananera. Esa maana dijo supe que haba perdido la Argentina de mi infancia, la de mi escuela, de mi primer trabajo. Esa fue una poca en que los argentinos comenzamos a transitar los caminos del exilio: interno, en el exterior, forzado, nunca querido y poco hablado, porque qued mini-mizado frente a la desmesura del horror. Porque exilio significa estar lejos del hogar: nada ms, nada menos.Y fue Osvaldo Bayer, quien estuvo en Crdoba el mes pasado con un gru-po de msicos, hablando de su ida forzada del pas, quien habilit, una conversacin pendiente.Contaba el autor de La Patagonia rebelde que cuando lleg al aeropuerto de Ezeiza, en el ao 77, a tomar el avin de Lufthansa, acompaado por un representante de la embajada alemana, que le haba extendido un salvo-conducto, tras brindarle asilo poltico en ese pas, que a l y al diplomtico de Alemania los condujeron a una habitacin donde los encerraron, con llave, mientras el avin con todo su pasaje aguardaba en la pista la auto-rizacin de salida.Dice Bayer que recin tom nota de su situacin cuando, despus de una prolongadsima espera, se abri la puerta y apareci un oficial de la Aeronutica que se identific como Santuchone que, deshacindose en disculpas con el diplomtico y tras subrayar el respeto hacia el pas amigo se dirigi a l para decirle: En cuanto a Ud. debo decirle que no va a volver, jams, jams a pisar el suelo de la Patria, dando una teatral media vuelta y franquendole el paso hacia el avin que lo llev al destierro.Cuenta Soriano, en una nota que public en el 96, que l supo el da que asumi Videla que perda, como millones de compatriotas, cosas ntimas e intransferibles: dejaba atrs una manera de explicarme la vida, los funda-mentos sobre los que haba construido mi propio imaginario....La dictadura de Videla que haba significado para l el mal absoluto le impeda entonces perdonar los por algo ser y el somos derechos y hu-manos. Y sostena que le parecan inexcusables las conversaciones y los toqueteos con el poder. Los almuerzos de intelectuales con Videla. La es-trategia de la reverencia, el codazo y la palmada.Eso pensaban tambin los que iniciaron la campaa antiargentina de de-nuncia de los crmenes de la Dictadura tras encontrar cobijo en un pas amigo, posiciones sostenidas, a veces a las trompadas, frente a otros ex-iliados que promovan el apoyo crtico a Videla que representaba a Las Palomas frente a Los Halcones de Menndez. Era mejor estar equivocado contra la dictadura que tener razn obedecindola, sostena el Gordo Soriano.Y el tiempo pas y muchos regresaron, como Bayer, que cuenta que cuando volvi, ocho aos despus, sala a caminar por Buenos Aires, con la espe-ranza de encontrar al oficial Santuchone, para hacerle un corte de manga y decirle que se haba equivocado, que estaba aqu, pisando nuevamente el suelo de la Patria. Otros se quedaron a vivir afuera. De ellos recibo correos a menudo, uno, desde Barcelona, me dice: Muri Videla. No me alegr. Tampoco me en-tristec. Sent estupor. Me llamaron para ir a un acto por su muerte. Pens si tena ganas de saltar de alegra por la muerte de un asesino y empec a llorar: desde las diez de la maana..., y ya son las siete y media y no puedo parar. Me vuelve el pasado, me vuelve el da en que sal del pas. Su muerte no me devolver esta desubicacin planetaria constante. Ni de aqu ni de all. O de all pero aqu. Su muerte no acortar la distancia. Ya est hecho. Al menos cumpli su condena. Quisiera estar en un pas que sea mo. Ya no s cul. Al menos en un barrio del cual supiera su historia completa, donde los traidores que dan nombre a las calles me dijeran algo significa-tivo. Ojal estuvieras para una tarde de rescate. O de tecito. O de llorera. O de nada. Extrao. Pods venir un ratito?

    permanente por el derecho a crear en el curso de la Historia nuevos significados, por poner en tela de juicio aquellos que estn instituidos y por sobre todas las co-sas luchar contra toda monopolizacin de las significaciones.

    De este modo puede afirmarse que la aniquilacin de la subversin acometida a partir de los primeros aos de los 70 fue ms all de la dolorosa desaparicin fsica y los vejmenes a los que fueron sometidos los as llamados subversivos. La por entonces denominada guerra, no se contentaba con la eliminacin fsica del enemigo, la batalla de fondo parece haber sido otra, apuntaba a ms largo plazo, a la instauracin de significaciones que per-mitieran el ejercicio autoritario del poder en beneficio de una minora privilegiada. Era necesario, desde la mirada de los que gozaban de esos privilegios, desterrar la posibilidad de que algn sector de la so-ciedad pudiera imaginar la posibilidad de subvertir y cuestionar todo orden institui-do. Los mecanismos atroces a los cuales se ech mano desde la alianza cvico-militar que se hizo con el poder del Estado fueron tan salvajes como sutiles. La figura del de-saparecido, que el genocida recientemente fallecido se encarg de definir de manera simplona y tajante, pretenda operar como la clausura a toda peticin de justicia o posibilidad de duelo familiar y social. Al dictaminar que no estn ni muertos ni vivos, estn desaparecidos, pareca que se instalaba un vaco sobre el que nada se poda hacer, se institua de este modo una significacin que por un lado dejaba a los familiares, y a toda una sociedad, atados de pies y manos en sus reclamos de jus-ticia y la necesidad de realizar el duelo. Y por el otro, pareca eximir de toda res-ponsabilidad a los autores de los hechos que luego se confirmaron en su atrocidad. Pero los derroteros de las significaciones parecen no estar sellados de antemano, y la capacidad de creacin de las sociedades

    son una muestra de ello. As es como desde el lugar menos esperado surgi una vez ms la subversin, preguntan-do por lo que no hay que preguntar, las madres esa figura intachable de la moral conservadora comenzaron a erosionar el aspecto monoltico del dis-curso instituido. Esa lucha silenciosa por arrebatar al desaparecido del lugar de la nada y la persistente demanda por la justicia inician una tradicin que brega por la reapropiacin de los sen-tidos, y que de manera lenta y perse-verante va amalgamando un espectro de luchas por un mundo ms justo. De este modo se va entretejiendo la ardua tarea de hacer pasar a los desaparecidos al lugar de los muertos, de aquellos por los cuales se puede exigir reparacin y se puede realizar el duelo, con esa otra tarea silenciosa de los nadies por pasar a ser alguien, por tener una identidad, por ser reconocidos en su ser y en el pleno ejercicio de sus derechos.

    El hallazgo de los restos de Diana Triay y Sebastin Llorens parece no poder sustraerse a los efectos del azar, nunca hubiesen alcanzado los esfuerzos tc-nicos, cientficos o judiciales si alguien se hubiese propuesto encontrarlos all. Ninguna hiptesis de bsqueda con-duca a ese lugar donde fueron ha-llados. An contra todo, esto sucedi, unos nadies sacaron a luz a los sin nom-bre y la fecundidad de este hecho cobra una dimensin insospechada en tanto recibe cobijo en un entramado de sig-nificaciones que la sociedad actual ha logrado reconstruir y plasmar en ins-tituciones que apuestan a la bsqueda permanente por la verdad y la justicia en todos los mbitos. La creacin y el sostenimiento de las instituciones que resultan consustanciales con esa bsqueda se tornan hoy y siempre un desafo ineludible.

    Qu haras hombre, tsi no pudieras construir y transformar el mundo.La madera-mesaEl trigo-panEl cemento-casa.La energa-fuerza que mueve las pequeas /y las grandes mquinas.Y con tu mismo cuerpoel mismo cuerpo del hombre...Vamos caminandoLentamente(...)Y este, el ejrcito de brazos, negros, speros, sedientos.van dejando tras suyouna semilla.Nada ms, una semillala de un hombre simple, con la frentedespejada, los ojos bien abiertos el cuerpo erecto. Los pies firmes sobre la tierra.

    Sebastin LlorensImagen: Diana Triay, All est la libertad (leo)

  • Gaceta de crtica y cultura | Cine 8

    Distorsiones buclicasAgustn Berti

    El filme Salsipuedes pone en evidencia la compleja trama de la violencia domstica, arriesgando y vencien-do prejuicios y estereotipos. Salsipuedes, que no transcurre en la homnima localidad serrana, desentraa a travs de grandes actuaciones y una slida mirada de autor, la brutalidad y la tensin de esta forma de violencia en sus facetas menos exploradas.

    Deja que pase un momento y volveremos a querernosPaisaje, Franco Simone

    La violencia domstica apareja una tensin entre los trminos que des-nuda su brutalidad, por ms que se la haya naturalizado con las cifras atroces de las estadsticas. El adjetivo indica el espacio, el fondo, en el que la vio-lencia, la figura, transcurre. Ese fondo es el hogar, hipottico refugio donde replegarse tras el trajn cotidiano en el vrtigo laboral. Hay una brutalidad excesiva en que el lugar de la violencia sea privado, domstico. Y sin embargo, para hacerlo, Mariano Luque filma en exteriores.

    Salsipuedes evoca esa tensin en mlti-ples niveles. El ttulo remite a un lugar pero no transcurre en la localidad del mismo nombre, corriendo el sentido de lo geogrfico a lo emocional, a la ence-rrona de Carmen ante la violencia de Rafa, a un paisaje interior antes que a uno serrano. Pero el desplazamiento no termina all: Salsipuedes no transcurre en Salsipuedes pero s en las sierras. Esto

    genera en el espectador una paradoja, la extraa sensacin de una dislocacin precisa. Quien conozca las sierras sabr que la topografa se corresponde con Calamuchita y no con las Sierras Chi-cas. Quien no las conozca y preste a-tencin, ver que en los crditos finales se agradece a la municipalidad de Villa General Belgrano. El ttulo refiere as a una condicin de sometimiento antes que a un punto en el mapa.

    El fuera de campo es central en la pelcu-la. Solo vemos las huellas de la violencia fsica que Rafa (Marcelo Arbach) ejerce sobre Carmen (Mara Santucho). No se nos presenta el acto sino su resultado, el rostro marcado de la mujer. S pre-senciamos la violencia verbal, que tam-bin opera en un desplazamiento: los constantes chistes de Rafa no causan gracia, hieren, incomodan. El personaje roza el arquetipo local: hombre, clase trabajadora, pelo un poco ms largo de-trs de la nuca, expansivo y ocurrente. Pero las humoradas de este cordobs no hacen gracia, ofenden. Para el especta-dor, rerse de sus chistes implicara una complicidad. Y como estos no causan

    gracia alguna, refuerzan la tensin antes que distenderla. El personaje cordobs es el fondo sobre el que se recorta la figura de Rafa.

    La pelcula sigue un da de vacaciones de la pareja en un camping de las sierras y la visita de la hermana y la madre de la mujer. La tensin que atraviesa la jor-nada es tan evidente como asordinada. Y en el sonido, Salsipuedes hace pre-sente una violencia que no se exhibe. La figura de Rafa es atroz pero no grotesca. La actuacin notable de Arbach, sin embargo, solo es posible contra el fondo que proporciona Carmen. Es su paisaje interior lo que contrasta la figura de su marido golpeador.

    El filme inicia con una msica entre re-tro y noventosa que nos introduce a esa incomodidad. Pareciera que el tema, opresivo, no es parte de la escena. Sin embargo, tras un tiempo prolongado y angustiante, Carmen baja el volumen de la radio ante el pedido de Rafa. Ese es el primer desplazamiento que proviene de la asociacin inesperada del Renault 4 en un camping serrano a una msica que escapa a ese estereotipo. Una trans-misin de un partido de ftbol, msica folclrica o cuarteto son previsibles dentro de la trama, la msica que escu-chamos solo lo sera como parte de la banda sonora. Que sea Carmen quien la escucha desdibuja la asociacin de vio-lencia domstica a sectores populares, la universaliza. La persistente confusin entre lo que a priori parece msica inci-dental y sin embargo es parte del sonido ambiente es un elemento central en la tensin, al punto de ofrecer una marca autoral.

    La escena ms elocuente de la resolu-cin formal de la tensin entre audio e imagen, y entre campo visual y fuera de campo, sucede en el ro. Carmen se su-

    Acaso uno de los mejores hallazgos de Salsipuedes es que la violencia domstica, interior e invisible, se exte-

    riorice en los desplazamien-tos sobre el buclico paisaje

    serrano de Calamuchita

    Frente al Pabelln Argentina. Ciudad Universitaria

  • Baldosa floja | Gaceta de crtica y cultura 9

    merge completamente y la escena se tor-na azul; bajo el agua solo omos el ruido del ro. El runrn anula todo lo dems pero es un refugio apenas momentneo, ya que inevitablemente deber salir a la superficie. Tras esa inmersin fugaz, ese sbito sustraerse, Carmen toma mate con su madre y su hermana en la playa, apoyadas contra una piedra. El ambien-te trae los sonidos del ro y los pjaros, el dilogo es parco. Algo inesperado irrumpe, demasiado contrastante, un fragmento de msica thrash que parece Pantera o Sepultura (pero que es una composicin de Rafael Ibarborde para el filme): una batera atronando con doble bombo, riffs machacantes y un punteo veloz de guitarra. La distorsin contrasta de modo brutal con el paisaje buclico. Solo nos damos cuenta de que se trata del sonido ambiente que provie-ne de un auto fuera del cuadro porque notamos cmo el volumen sube y luego baja cuando omos que se abren y se cierran las puertas.

    La escena, el plano fijo sobre Carmen, su madre y su hermana, en el fastidio de tomar mate en el ro con un auto esta-cionado al frente escuchando esa msi-ca, atroz para quien no la ha elegido, hace poner en relieve la tensin que las atraviesa. Es un ejemplo elocuente del desplazamiento permanente con el que Luque representa la violencia latente: lo inesperado asociado a los modos en que lo que escuchamos surge desde dentro de la narracin cinematogr-fica. Las irrupciones, que subvierten la

    Nietos

    Necesitaba escribir esta columna. Quise abrir un archivo donde anoto algunas ideas. Me equivoqu y abr otro. El que abr, tena una nota a unos amigos editores que me pidieron que eligiera la historia de un nieto recuperado para un libro para nios que est al salir. Para elegir al nieto en cuestin, me dieron unos CD facilitados por Abuelas. De lo que vi y escu-ch en esos CD, me asaltaron frases, ncleos de dolor que daban vueltas en mi cabeza. Las anot: Pensamos ignorantemente que era para bien y, como el beb no estaba destetado, yo me pona el camisn de su madre en los brazos y as seguimos, me las arregl..., dice una mujer/ ves?, ac est mi hija con el hijo, ms grande el hijo que ella, dice otra/ Me haban enseado a saludar al avin. Yo viva cerca de la quinta de Olivos, miraba al cielo y saludaba al avioncito, sin saber que era Videla quien haba mandado a matar a mis padres, dice Juan Pablo/ Son los pequeos rompecabezas de la historia: la verdad siempre encuentra su fin, no hay nada oculto que no llegue a saberse, dice Gabriel, ahora pastor adventista/ Se me ocurri todo, menos lo de ser hijo de desaparecidos, esa es la nica posibilidad que no haba contemplado, dice Virginia/ Me haba criado en una familia de perros y yo era gato, dice Horacio/ Llam mi consuegra y dijo se llevaron a los chicos.../ Fui preparada para no creer nada, hice muy bien el juego de hacerme la tonta, dice Leticia/ Ahora tengo que conocer a mis padres y a la vez perderlos, dice Victoria/ Y Laura dice: Yo qued sola en la casa, sola en la cuna durmiendo/ El nombre es algo que conservo, algo que mis padres me dieron y nadie pudo quitarme, dice Mara de las Victorias/ Me puso Juan porque quera que su hijo fuera simple como su nombre, dice Juan/ Y otro dice: Yo nunca tuve veintisis aos. Tena veinticinco cuando recuper mi identidad y entonces resulta que en realidad tena veintisiete, mi pap tena veintisis cuando se lo llevaron/ Aparec en el pasillo de un hospital con un cartel en el pecho: mis padres no pueden cuidarme/Vi una foto en Pgina 12 y grit esta soy yo/ Memorias. Restos de memoria, porque la verdad de lo ocurrido est repartida entre todos nosotros, por todo el pas. Una mujer lee a cmara una carta de su hija desparecida en el 78, cuando termina, levanta los ojos, dice: cmo sigue esto? / Lo que otra dice, vendra a ser una respuesta: No s dnde se podra buscar la es-peranza, tal vez en el deseo y la necesidad de justicia. En aquel momento, anot en aquel archivo queridos amigos, no s qu dolor elegir si es que se puede hacer algo as. Entonces, este es un pedido de ayuda, porquesi yo no puedo elegir, tal vez pueda ser elegida por alguien que necesite ser contado. bamos mi hermana y yo en un auto, un Peugeot 404 bord, en la parte de atrs, tomados de la mano, en el asiento de adelante iban dos hombres. Uno de los hombres era muy flaco, tena cara de pjaro, me dijo Marcelo, liberado a los cuatro aos en la puerta de la Casa Cuna, aqu en Crdoba, quien acept ser el nieto de mi relato. De su oscuro, escondido recuerdo me prend para comenzar un texto que est incluido en Quien soy, el libro del que les hablo. Del libro participamos cuatro escritores y cuatro ilustra-dores. Entre ellos, Paula Bombara, hija de un desaparecido. Ella escribe adems, un eplogo. En algn lugar de ese eplogo dice a los nios, po-sibles lectores: Cruzar un ro profundo y arremolinado sin ayuda a veces lleva muchos aos. Por eso las Abuelas se ocuparon, adems, de formar un buen equipo de especialistas que puede dar una mano, o dos, o tirarse al ro a nadar junto a la persona que est surcando esas aguas.

    Mara Teresa Andruetto

    expectativa del espectador, van cons-truyendo los fondos sobre los que se recortan las figuras de los personajes a travs de contrastes que evitan los arquetipos, que universalizan la vio-lencia domstica y la arrancan de los lugares comunes.

    El siguiente plano general del paisaje del ro sin gente refuerza el contraste: la naturaleza, y sus sonidos asociados (del agua, de los pjaros), frente a la violencia de la cultura (el thrash que sale de los parlantes del auto). Por diez segundos naturaleza y cultura se superponen y la superposicin no es armnica. Luego Rafa se mete en el agua. Acaso uno de los mejores ha-llazgos de Salsipuedes es que la vio-lencia domstica, interior e invisible, se exteriorice en los desplazamientos sobre el buclico paisaje serrano de Calamuchita. Eso es posible con la apuesta formal que trabaja sobre las disonancias entre imagen y sonido, entre expectativa y realizacin efec-tiva, entre banda sonora y sonido ambiente. Salsipuedes evidencia la in-comodidad que provoca el tema, y los modos en que aparece o no en la pan-talla. Si la lucha contra la violencia domstica debe hacerse venciendo prejuicios, tambin implica desha-cerse de estereotipos que dejan fuera de campo demasiadas realidades. All reside la madurez esttica del filme, ms imprevista an habida cuenta de la juventud de su director.

    H. Bastos. Mudo testigo. Gel pigm

    entado, s/d.

  • Gaceta de crtica y cultura | Debate 1010

    Liberacin a la cuartaCarolina Goth y Teresa Sempere

    Desde 2005, en diferentes ciudades de Latinoamrica se realiza de manera simultnea el FLISoL o Festival Latinoamericano de Instalacin de Software Libre. Con el tiempo e inters creciente de otras latitudes, ha comenzado a llamarse Iberoamericano. La presencia cotidiana de las computadoras en la vida de las personas dimensiona las diferencias entre el denominado software libre y el software privativo corriendo y amplificando el eje tecnolgico de la discusin.

    La fecha es fija: el cuarto sbado del cuarto mes del ao. Crdoba viene siendo parte desde el primero de ellos y el ltimo se celebr el pasado 27 de abril en Ciudad Universitaria.

    De un lado estn, los organizadores, aso-ciaciones o grupos locales de la gran co-munidad mundial del Software Libre y usuarios que se ofrecen a ayudar. Del otro, los novatos, personas decididas a pasarse a este software, as como otras que es-cucharon al respecto y se acercan con una curiosidad, ya recelosa, ya optimista, pero que de alguna manera los impulsa a de-jar otros planes de sbado para llegar, por ejemplo, a las bateras D de la UNC y ver qu se trama all.

    Lo que se instala colectivamente es una distribucin de Linux, o un paquete de programas libres para sistemas operativos que no lo son. El primer grupo de gente sabe cmo hacerlo y quiere ensear; el segundo, lleva sus computadoras para realizar la instalacin acompaados, para aprender, recibir orientacin o incluso los CDs con los programas para luego inten-tar hacerlo en sus casas.

    Libre

    Tomando la sigla de FLISoL de atrs para adelante, vale desentraar la L de Li-bre: de qu o para qu. Gracias a nuestro idioma, libre se distingue de gratis, acep-ciones que se confunden en el trmino ingls free y en algunos preconceptos sobre software libre; que puede ser gratis, aunque no necesariamente. En cambio, son cuatro las libertades que, cual caba-llitos de batalla, defiende: la de usar un programa con cualquier fin, la de estu-diarlo y adaptarlo, la de distribuir copias a otros y, la cuarta, de introducir mejoras en ese programa y hacerlas pblicas. Estas libertades se convierten en derechos para sus usuarios y son las que lo distinguen de lo que se llama, por oposicin, soft-ware privativo. En este segundo grupo, ingresan los programas y sistemas opera-tivos de Microsoft y Macintosh, por nom-brar lo ms conocido.

    GNU/Linux es el ms famoso de los sistemas operativos libres: aquello que se instala en una computadora cuando se la libera. Para ser exactos, se instala siempre alguna de sus distribuciones (pa-

    quetes de aplicaciones preparadas para la comodidad del usuario). Las hay para todos los gustos y necesidades, para ex-pertos o principiantes, mquinas nuevas o viejitas, y mltiples usos. Una de las ms populares, la que se viene instalando los ltimos festivales de Crdoba, es Ubun-tu, cuyo eslogan: Linux para seres hu-manos, apunta a su facilidad de uso y a desterrar el prurito de que usar software libre es cosa de raros seres informticos, difciles de encontrar en la vida cotidiana.

    Festivo

    Ahora bien, de adelante para atrs, la F de FLISoL afirma que se trata de un festival. Y qu hay de festivo en un montn de gente instalando un sistema operativo en distintas mquinas? Ocurre que estarn all compartiendo algo, un saber, una he-rramienta, una forma distinta de ver las cosas. Acuden quienes quieren aprender y cambiar algo en apariencia tan banal como sus computadoras, al software libre o a esa otra forma de ver qu descubren entonces, o se vuelve coherente con el resto de su cotidianeidad. En el dar y reci-bir, en la sinergia colaborativa que circula cada vez, hay alegra, hay fiesta. Este ao, el FLISoL de Crdoba sum charlas sobre hardware y software libre en educacin, bibliotecas, cooperativas y pymes; redes libres; robtica; comple-mentos para optimizacin de navega-dores y licencias Creative Commons. Un muestrario de cmo el software libre es aplicable a un gran y diverso nmero de usos sociales (tantos como requieran de software) y cmo, desde hace aos, se acompaa y ampla a un fenmeno ma-yor, que lo excede y lo toma como ejemplo. La llamada Cultura Libre reclama sus li-bertades usar, compartir, estudiar, modi-ficar pues, una vez que se entiende que el software no es otra cosa que una escritura, stas se expanden a ms lenguajes y a lo que todos ellos transmiten: conocimiento.

    De la compu a la cabeza

    La presencia de computadoras en la vida diaria no para de crecer. Como muchas herramientas, son utilizadas sin que casi nadie se detenga a preguntarse de dnde vienen, a qu intereses responde su indus-tria o si hay alternativas a nivel individual o social. Con algo tan intangible (y para muchos ininteligible) como el software, ocurre lo mismo. No es raro, teniendo en cuenta que casi cada computadora con la que las personas tienen contacto lleva un nico sistema operativo, que no pueden aprender a intervenir y que siempre pide actualizarse para seguir.

    En la poca conciencia y falta de educacin tecnolgica, se confunden sistemas ope-rativos con programas, como internet con google o incluso facebook. El software libre es percibido como, al menos, algo muy extrao. Y sin embargo, lo utilizan desde Google a Amazon, pasando por la NASA. Acudimos a sus principios cada vez que navegamos en Mozilla o recu-

    HuayraHuayra (huayra.conectarigualdad.gob.ar), la distribucin de Linux creada especialmente para el programa Conectar Igualdad, estuvo presente en el FLISoL de este ao en Crdoba y otras ciudades argentinas. Docentes preocu-pados por implementarlo en el aula acudieron a instalarlo en sus netbooks.En su momento, la comunidad de Software Libre reprob la decisin del pro-grama de pagar licencias de software privativo, perpetuando la naturalizacin de su uso, en lugar de apostar a una poltica tecnolgica completamente democrtica y emancipatoria. Huayra representara una renovada posibilidad de incorporar el software libre en la escuela, as como en la cotidianeidad de muchos chicos y sus familias.

    H. Bastos. La yegua blanca. Gel pigmentado, 2005

  • Teoremas | Gaceta de crtica y cultura 11

    Existe vida fuera de la Tierra? Esta pregunta es muy antigua, de al-guna manera nace con las religiones y las mitologas que involu-cran la existencia de seres en otros mundos. La respuesta a esta pregunta no ha cambiado en esencia desde la antigedad: no se ha encontrado ninguna evidencia verificable que indique la existencia de vida fuera de nuestro planeta. Sin embargo, si bien la respuesta es la misma, la forma de la pregunta ha cambiado significativamente. Esta pregunta se volvi ms precisa y en cierto sentido condensa todo el conocimiento adquirido en astronoma y biologa. Existen millones de estrellas y muchas de ellas tienen planetas que orbitan de manera similar a la Tierra alrededor del Sol. No hay ninguna razn para creer que la Tierra ocupa algn rincn distin-guido en el universo. El mecanismo de la evolucin podra comenzar en cualquier otra parte si las condiciones fueran apropiadas. Entonces, no solo es posible la existencia de vida extraterrestre, sino que incluso resul-tara muy extraa su ausencia. La pregunta pas del terreno de la creencia y la fe al de una bsqueda sistemtica.El astrnomo y divulgador cientfico Carl Sagan fue un pionero en esta bsqueda. Las distancias que nos separan de otros planetas fuera del siste-ma solar son inmensas, un viaje de exploracin con naves espaciales es imposible por ahora. Para buscar seales de vida inteligente lo ms con-veniente es utilizar ondas de radio. Si los extraterrestres son capaces de desarrollar tecnologa, entonces quizs puedan emitir seales de radio que escapen a la atmsfera de su planeta y sean captadas por los radiotelesco-pios terrestres. Y lo inverso tambin puede suceder, que ellos detecten al-gn mensaje enviado por los terrcolas. En 1974 desde el radiotelescopio de Arecibo fue enviado un mensaje al cmulo estelar M13, Sagan fue uno de sus redactores. La seal demorar 25.000 aos en llegar a destino.Qu sucedera si se descubre vida inteligente en otro planeta? Las especu-laciones al respecto han sido innumerables, esto no es de extraar porque la sola posibilidad de semejante encuentro es fascinante. Quizs la nica manera en que podemos imaginarlo es a travs de vagas comparaciones con otros encuentros que s han sucedido.En primer lugar los encuentros entre dos civilizaciones humanas muy diferentes que estaban aisladas una de otra y que se encuentran de re-pente. Hay varios ejemplos en la historia, el ms impresionante fue el descubrimiento de Amrica por Europa y las calamidades que produjo. Luego tenemos los encuentros con civilizaciones pasadas, a travs de sus ruinas. Quizs el contacto con seres de otros mundos se asemeje al desci-framiento de un jeroglfico que viene del pasado, porque cuando la seal llegue a la Tierra, a lo mejor los que la emitieron ya dejaron de existir hace mucho tiempo.A la convivencia entre los animales y los hombres podemos pensarla tam-bin como uno de esos encuentros. Un hormiguero representa una civili-zacin que tiene un desarrollo tecnolgico inferior al de los hombres. Las hormigas han convivido con los humanos por milenios sin que esto les haya ayudado a su desarrollo en lo ms mnimo. Parece que la diferencia es tan grande entre las dos culturas que una de ellas ni siquiera nota la presencia de la otra.Por ltimo, pienso en las araas. Una telaraa es una construccin deli-cada y admirable, todos nos hemos quedado alguna vez observando los diseos de sus hilos intangibles, o mirando los destellos de luz de las gotas de agua atrapadas en ella despus la lluvia. En general, esto sucede cuando las encontramos al aire libre, pero si las vemos dentro de una habitacin no solo son consideradas un tipo de suciedad, sino que muchas veces son el smbolo mismo del abandono y el olvido. La construccin de la araa convive con la construccin de los hombres solo cuando sta est en rui-nas. La hermosa telaraa no contribuye a la belleza de la habitacin sino que seala su decadencia.Nuestras ciudades se parecen a telaraas luminosas cuando las vemos des-de un avin. Me pregunto si estas ciudades no sealan, como las telaraas, la ruina de alguna otra construccin que no alcanzamos a divisar y que ha sido abandonada por sus creadores hace mucho tiempo.

    TelaraasSergio Dain

    rrimos a Wikipedia. Se dice, adems, que libre es la condicin originaria del soft-ware; hasta que empez a empaquetarse bajo copyright para ser comercializado, no fue necesario marcar la diferencia.

    Las distribuciones GNU/Linux son cada vez ms numerosas, amigables y es-tticas, los virus no los afectan (ese pre-concepto no es errado) y muchas son gratuitas. Sin embargo, el software libre no es la solucin mgica para todos los problemas tcnicos. Exige, por parte del usuario, una predisposicin a resolver dificultades. Existe una enorme cantidad de personas en los foros de internet, como en los festivales de instalacin a quienes preguntar y en quienes apoyarse durante la migracin. En ese proceso, lo ms valioso que se puede conseguir es una mayor conciencia de la tecnologa y de su cualidad comunitaria.

    Es as que la causa del Software Libre no se simplifica en una batalla pica contra su homlogo privativo; apunta a aumen-tar las libertades tecnolgicas por el in-tercambio y aprendizaje constantes, apor-tando a una construccin colaborativa de lo social. Por esta razn aunque a simple vista no parezca y los propios saberes in-formticos puedan ser pocos es que de-cidir qu sistema operativo usar resulta, tambin, una toma de posicin poltica.

    Crdoba Copyleft

    Los usuarios que organizan ao a ao el FLISoL en Crdoba (flisolcba.com.ar) pertenecen a SLUC (Software Libre UTN Crdoba: sluc.org.ar) y GrULiC (Grupo de Usuarios de Software Libre de Crdo-ba: grulic.org.ar).

    En la ciudad, adems encontramos distin-tos grupos o proyectos en marcha vincu-lados al mundo del Software y la Cultura Libre:

    Fernets (fernets.org): Red digital libre y comunitaria que opera en la ciudad de Crdoba y alrededores, construida y ad-ministrada de forma colaborativa por sus propios usuarios. Pretende garantizar la descentralizacin, evitar la monopoli-zacin de recursos, respetar la neutrali-dad de la red y asegurar un acceso pblico y libre.

    KUG Crdoba (kohacordoba.wordpress.com): Es el grupo de usuarios de Koha, un software libre y gratuito para administrar procesos bibliotecarios y gestionar servi-cios a los usuarios. Con servidor web pro-pio, da cabida a organizaciones culturales y sociales, bibliotecas populares, escolares, especializadas, etc. y provee adems de este sistema integrado de gestin otros softwares libres para uso y difusin. KUG Crdoba participa en la organizacin del FLISoL y realiza, adems, el KohaFest anualmente. Algunos de sus integrantes han conformado un Nodo Regional de soporte tcnico a Bibliotecas Populares en el uso del sistema de gestin bibliotecaria oficial de Conabip (DIGIBEPE). Este proyecto, nacido en una biblioteca popu-lar de Crdoba, actualmente da servicio a un total de setecientas bibliotecas popula-res de todo el pas.

    La Universidad Nacional de Crdoba desarrolla tambin estrategias que pro-mueven el acceso al conocimiento sin restricciones. Desde 2010, dos espacios digitales institucionales visibilizan la pro-duccin intelectual de sus investigadores. El primero es el Repositorio Digital Li-bre (rdu.unc.edu.ar), con una plataforma basada en DSpace, software de cdigo a-bierto de autora del MIT (Massachusetts Institute of Technology). El segundo es el Portal de Revistas de la UNC (revistas.unc.edu.ar), que alberga las revistas aca-dmicas, cientficas y culturales editadas por la Universidad; su plataforma utiliza un software de cdigo abierto llamado Open Journal System, creado por el PKP (Public Knowledge Project) y liberado bajo licencia GNU.Por otra parte, el rea de Tecnologa Edu-cativa de la Facultad de Filosofa y Hu-manidades, junto a la Direccin General de Educacin Superior, han construido un interesante repositorio virtual llamado Ansenuza tambin en base a DSpace que alberga multitud de materiales educa-tivos para formacin y desarrollo docente (ansenuza.unc.edu.ar).

    Fundacin Va Libre (vialibre.org.ar), sita en Crdoba, trabaja a nivel nacional por la difusin del software libre y sus principios de libertad y solidaridad como una posicin ciudadana, pensando en mejorar un entorno social atravesado por las TICs (Tecnologas de la Informacin y la Comunicacin).

    Porque lo instrumental es poltico: en Casa13 se realiza, desde el ao pasado, un ciclo de talleres y charlas complemen-tarias de software libre. Como un Taller de robtica para artistas, encaminado a generar dispositivos autnomos (a.k.a. Robots), mediante conceptos bsicos en programacin y electrnica aplicados a proyectos artsticos. En los prximos me-ses, se prev un Taller de produccin musi-cal: msica y software libre y otro Taller de sintetizadores analgicos. Adems, la posi-bilidad de organizar una mesa de trabajo colaborativo de Edicin de Video en Kden-Live, con personas interesadas en apren-der, investigar y compartir experiencias sobre este programa. Contacto: [email protected].

    caro por Valentin Basel (sistema-icaro.blogspot.com.ar): Proyecto de enseanza de robtica educativa barata y fcil de fabricar desarrollado con software y hardware libre para colegios primarios y secundarios.

    Nmade por Lila Pagola (nomade.org.ar): Proyecto que plantea la construccin de interfaces entre software libre y artistas encaminadas a brindar apoyo informati-vo-tcnico y reducir la brecha entre teora (ideologa, discusiones) y prctica (mi-gracin al uso de software libre).

    Vacui Spacii, por Nikila y Martn Es-choyez (www.vacuispacii.org): Proyecto colaborativo que documenta la rea-lizacin de veintin cortos de animacin experimental con software libre, en el que se comparten videos y fuentes. Los mate-riales se encuentran liberados para que cualquier artista pueda resignificarlos, manipulando imagen y sonido.

  • Gaceta de crtica y cultura | Entrevista 12

    ver con la revisin judicial y simblica del Terrorismo de Estado. Eso fue muy fuerte y tiene que ver con que el kirch-nerismo o Nstor Kirchner lee lo que fue la devastadora crisis de 2001 para las instituciones estatales y plantea que hay que generar una nueva base sobre la cual hablar de lo pblico y el Estado. Al hacerlo reconoce la importancia dramtica de la dictadura, y hasta qu punto transform drsticamente la composicin social argentina. El tema es que, al mismo tiempo en que encuen-tra su expresin simblica en los 70, declara agotado ese horizonte de insur-gencia. Ese es un interrogante que siem-pre tiende a dejar abierta la pregunta. Si lo penss desde la perspectiva de los juicios, ah no hay ningn problema res-pecto de la memoria del pasado. Pero si lo penss en relacin al camporismo, s hay un problema, porque esa primavera estuvo ligada a movimientos que eran rebeldes e insurgentes. Entonces, esa tensin siempre aparece. Porque por un lado, ese legado da oxgeno, pero por el otro a veces aparece la presidenta y habla, o dice: lo nuestro es el capita-lismo. As que por momentos prefiero que esas memorias flotantes argentinas queden como interrogantes. Si dejas eso en la incertidumbre, abrs la puerta a que se d una disputa al interior del propio movimiento poltico respecto del significado que tienen esas memo-rias, que no se cerraran slo en un ca-pitalismo desarrollista. Eso, pensndolo en el horizonte de los 40 aos.La democracia argentina

    Tambin este ao se cumplen 30 aos de la recuperacin de la democracia...

    Conversaciones con Mara Pa Lpez y Diego Tatin

    Universidad pblica y proyecto nacional Mariano Pacheco

    Invitados por ADIUC, una charla en torno a la consigna Universidad Pblica y Proyecto Nacional fue la excusa para realizar esta conversacin con dos miembros de Carta Abierta: Mara Pa Lpez (sociloga por la Universidad de Buenos Aires) y Diego Tatin (Decano de la Facultad de Filosofa y Humanidades de la Universidad Nacional de Crdoba). Lo que sigue es el resultado de aquel encuentro.

    Este es un ao plagado de efemrides con sentidos recargados. Partiendo del aniversario por los 200 aos de la abolicin de la esclavitud, con la Asam-blea General Constituyente, hasta los ms cercanos del siglo XX (en diciembre: 30 aos de democracia ininterrumpida, luego de siete de dictadura, que plasm un verdadero Proceso de Reorganizacin Nacional; en mayo: 40 aos de la asun-cin de Hctor J. Cmpora como presi-dente, tras 18 aos de proscripcin del peronismo) y, finalmente, ya en el nuevo milenio, tambin el 25 de mayo, los 10 aos de la asuncin de Nstor Kirch-ner a la presidencia de la Nacin, luego de la larga dcada del neoliberalismo (1989-2003).

    Partiendo de la idea de que el pasado no es algo esttico, que est all atrs, en un tiempo cronolgico lineal, sino que opera en el presente a travs de diversas hue-llas, qu reflexin podran hacer de es-tas tres ltimas fechas?El kichnerismo: una dcada despus

    Pa Lpez se propone colocar el balance de los diez aos en la secuencia de las otras dos fechas, y sostiene que ah s pue-den pensarse claramente algunas cuestio-nes claves de la dcada.

    En relacin a 1973, salta a la vista el dilogo complejo que el kirchnerismo tiene con los aos 70, y fundamental-mente, con la insurgencia de esos aos. Porque por un lado, es claro que uno de los elementos fundacionales del kirch-nerismo es que plantea que haba que refundar las instituciones estatales so-bre un nuevo pacto tico, que tena que

    Me parece que la democracia, en su mejor acepcin, es enfrentar poderes, diceTatin. Y enseguida aclara: dentro de una institucionalidad. Pero generar igualdad al interior de determinadas instituciones implica, necesariamente, confrontar poderes y destituir privile-gios.El decano de la FFyH de la UNC habla pausado, pero no como pensando en el momento los conceptos sino como quien, mientras conversa, busca las pa-labras adecuadas para expresar cada idea. Contina Tatin:En ese sentido, hay siempre una di-mensin salvaje de la democracia; no est definida por lo prohibido o lo permitido, por la ley, sino que la ley, los procedimientos, las instituciones concretas de un sistema democrtico son el efecto inmanente de un conjunto de deseos, de imaginaciones y de poten-cias que no estn regladas por la ley ni por las instituciones o los procedimien-tos, sino ms bien impactan en ellos, los conmueven.

    Enseguida agrega:La palabra de orden en 1973 era la de liberacin. La asuncin de Cmpora para la que vinieron entre otros el presidente chileno Salvador Allende y Osvaldo Dortics, entonces presidente de Cuba haba colocado en el centro

    del debate al socialismo nacional; creo que un legado plenamente vigente de aquella breve experiencia es su perspec-tiva regional, la integracin latinoame-ricana, que es retomada con fuerza des-de 2003. En 1983 la palabra de orden se desplaza de liberacin a democracia. Desde entonces, construir una institu-cionalidad democrtica que perdure es el desafo. En 1983 el contenido de la palabra democracia refera sobre todo a los derechos polticos, los derechos ci-viles, lesionados o inexistentes durante muchos aos. Desde entonces, y hasta ahora, el concepto de democracia se ha profundizado. Ha habido en la Argenti-na una paulatina conquista de derechos sociales, pero tambin econmicos y ya no solo polticos.

    La temporalidad poltica, de todos mo-dos aclara Tatin- es una temporalidad quebrada, no hay linealidad.

    Desde 2003 a esta parte, la palabra que organiza la conciencia pblica son los derechos, su conquista. Se verifica una democratizacin creciente en el curso de los ltimos 30 aos. Es muy difcil entender la concrecin de la Ley de Ma-trimonio Igualitario sin considerar el antecedente de las luchas que se dieron en los 80 por la Ley de divorcio. Tampo-co es posible pensar en la actual aper-tura de los juicios contra el Terrorismo de Estado sin la experiencia del Juicio a las Juntas en 1985.Profundizacin del modelo?

    Mara Pa Lpez sostiene que el kirch-nerismo esun conjunto de medidas de

    En 1973 la perspectiva revo-lucionaria ocupaba el centro de la poltica; actualmente, si

    una construccin del socia-lismo es posible, lo es por va

    democrtica

  • Entrevista | Gaceta de crtica y cultura 13

    gobierno que, a medida que aumentan su conflictividad, aumenta tambin su caudal militante, fortalece su identidad y su caudal electoral.Por eso lo define comoun movimiento extrao que se va generando al calor de los hechos, cons-tituyendo fuerza propia a medida que aumentan los conflictos.En ese sentido, aclara, la consigna de profundizar los cambios, no la veo descartada, aunque no se anuncia como tal. Porque en el ltimo tiempo son otros los enunciados que aparecen en el discurso de Cristina y digo Cristina porque es la enuncia-dora central y casi nica del kichne-rismo, que despus atraviesan el cam-po poltico. En los ltimos tiempos oper un desplazamiento discursivo, que tendi a plantear el problema de la Nacin por sobre las otras cosas, inclu-so con la idea de la patria, de la solidari-dad, que me parece que tienen que ver con una idea que parte de que es posible gobernar, no centrando la gobernabili-dad en el aspecto conflictivista, que s es el aspecto de una eleccin, en la cual tens que decir que vos represents una parte distinta a la otra parte, sino que como presidenta hace una apelacin al conjunto, poniendo nfasis entodos, por ejemplo, la presidenta de todos los argentinos o la patria es el otro, son enunciados que hacen a esta dinmica. Pero al mismo tiempo, no deja de pro-ducir hechos conflictivistas.Para cerrar su idea sobre eldesplazamiento discur-sivo, Mara Pa pone el ejemplo de la designacin del nuevo Papa: Fijate, se saca una foto con Bergoglio y en medio de la conciliacin universal saca la Ley de Reforma de la Justicia.

    Ms all del desarrollismo

    En relacin al puente que se establece en-tre 2003 y 1973, algo que puede notarse, es la ausencia de enunciacin de un modelo que no sea a la vez otro sistema social. Se habla del modelo en contra-posicin al neoliberalismo, es cierto, pero hay algo que seal Horacio Gonzlez, ya no me acuerdo dnde, que me pare-ci interesante. Dijo que le llamaba la atencin que en los ltimos aos no haya surgido al interior del peronismo la in-quietud por la palabra socialismo, muy presente en los aos 70. Y uno podra agregar que es slo una cuestin del pasado, si observamos que en la ltima dcada estuvo presente en Latinoa-mrica, sobre todo en la experiencia del Movimiento Bolivariano de Venezuela, o en menor medida en Bolivia, donde el instrumento poltico de los movimientos sociales con el que Evo Morales llega a la presidencia se llama Movimiento al So-cialismo. Sin embargo, en Argentina, se habla de un capitalismo serio. Entonces la pregunta apunta a si ven que en la ac-tualidad de nuestro pas, hay alguna po-sibilidad de esbozar un modelo, un tipo de sociedad que trascienda al capitalis-mo, aunque ste no sea financiero.Mara Pa Lpez: Me parece que hay dos planos en esta pregunta. Por un lado, en Argentina, que tenemos una tradicin ms de nombres propios, y en particular porque se est discutiendo con el legado del peronismo, se le puso el nombre de kirchnerismo, a diferencia de otras latitudes, en las cuales se hizo un esfuerzo por nombrar las experien-cias de otra manera (socialismo del siglo XXI en Venezuela), ac ese atajo

    nos impidi darnos ese debate: sobre qu hay despus del desarrollo y de la reparacin social. O si la ampliacin de derechos no llega a constituir nuevas lgicas sociales que impediran repro-ducir el mero capitalismo.

    Para m todo esto est abierto, y a la vez, en un momento muy trgico. Est abierto como horizonte de deseo de muchos sectores, pero al mismo tiempo est como condenado al interrogante acerca de si la situacin no est de-masiado frgil y los enemigos demasia-do poderosos, como para que eso no termine de tornar la situacin del todo frgil. Una situacin as obliga a re-visar el conjunto de alianzas que tiene el kirchnerismo, que incluye a sectores muy conservadores del partido justi-cialista. Entonces: cmo se discute el modelo de desarrollo con el gobierno de San Juan? Cmo se discute la propie-dad de las tierras con el gobernador de Formosa dentro de la alianza electoral? Todo esto en un contexto, adems, en el cual el componente denigratorio y to-talitario de la oposicin, respecto de la idea de liquidar todo lo que ha hecho el kirchnerismo, pone a muchos sectores del movimiento a la defensiva y bloquea este tipo de discusiones: hasta qu pun-to el conjunto de reformas realizadas hasta el momento abren otro tipo de posibilidad, que nos obligara a buscar otro nombre distinto.Diego Tatin: Es la expectativa de muchos de nosotros que hemos sido transformados por este proceso, que es obviamente capitalista (de un tipo de capitalismo, que a diferencia de otros tiende a ser inclusivo), pero que tiene

    una dimensin de aventura muy impor-tante. Todo el proceso actual, regional, latinoamericano tiene esas caractersti-cas. Uno de los horizontes es que todo esto desemboque en algn tipo de so-cialismo. La gran diferencia con el 73 es que ahora hay dos trminos, socialismo y democracia, que antes estaban rei-dos y ahora se componen y potencian. En 1973 la perspectiva revolucionaria ocupaba el centro de la poltica; actual-mente, si una construccin del socialis-mo es posible, lo es por va democrtica. Hay experiencias impulsadas por parti-dos explcitamente socialistas (como el Movimiento al Socialismo en Bolivia, o el Partido Socialista Unificado de Venezuela) que estn llevando adelante transformaciones profundas por va democrtica y en el marco de una insti-tucionalidad democrtica. Eso aparece como novedoso, y da cuenta de que se ha tomado nota de una derrota histri-ca en cuanto a la construccin del so-cialismo. Y me parece que en Argentina estamos tambin en ese horizonte de posibilidades, sin ningn tipo de ga-rantas en cuanto a su resultado, porque el mismo proceso puede devenir en lo contrario de s, bajo ciertas circunstan-cias. Por eso resulta fundamental que la actual experiencia nacional y popular se abra a la interlocucin con un con-junto de movimientos sociales que es-tn polticamente activos, provenientes de otras tradiciones, por ejemplo la au-tonomista, que ha tenido siempre una desconfianza hacia el Estado, pero me parece que ese dilogo, entre tradicio-nes y realidades diferentes de entender la poltica, es hoy fundamental para asegurar conquistas.

    Fotografa: Soledad Soler

  • Gaceta de crtica y cultura | Informe 14

    La UNC en nmeros a 400 aos de existenciaUna ciudad, un mundo, una UniversidadBettina Marengo

    La Universidad Nacional de Crdoba, que tiene las dimensiones propias de las ciudades ms grandes de nuestra provincia, y cuatro siglos de vida, atraves con gran protagonismo las ms diversas etapas de la historia latinoamericana. Reflejamos en este informe la relevancia de una de las instituciones ms impor-tantes del pas.

    Los cincuenta varones catlicos que en 1613 se iniciaron en Filosofa y Teo-loga en los claustros del Colegio Mximo creado por los jesuitas en aquella Crdo-ba apenas cuarentona, seguramente jams pensaron que cuatrocientos aos despus, 120 mil chicos y chicas de toda la regin transcurriran sus pasos en la Universidad Nacional de Crdoba, ni que lo haran en una institucin laica, pblica y gratuita.

    Hoy, la primera universidad fundada en la Argentina y segunda de Amrica, tiene la dimensin de una ciudad de la provin-cia, y entre ellas ocupara el tercer lugar en economa y poblacin, detrs de la Capi-tal y de Ro Cuarto.Segn datos oficiales de 2009, en el pas estudian 1.312.549 personas en las 47 uni-versidades nacionales. De esa cantidad, ms del 9% asiste a la UNC. Si se suman los 8.115 docentes y los 3.632 no docentes actuales de esta Casa, la poblacin total asciende a 132.616 almas, el equivalente a una vez y media la poblacin de Villa Mara. Con 1.800 millones previstos para gastar en 2012, la Casa de Trejo, llamada as en honor al obispo que la fund en 1613, maneja un presupuesto slo superado en

    Crdoba por el gobierno provincial y la Municipalidad capitalina. Todo un dato que tiene que ver con el aumento del por-centaje de Producto Bruto Interno desti-nado a la educacin superior que se viene registrando desde 2003 a la fecha.En sus 400 aos de existencia, la UNC ha dado 270 mil egresados en las distintas carreras de pregrado, grado y posgrado que se dictan.Pero lejos de ser homognea en el tiem-po, la evolucin de la graduacin y del in-greso es un reflejo de la historia poltica y social del pas. La mayora se concen-tra a partir de la segunda mitad del siglo XX, cuando la gratuidad de la enseanza y el ingreso irrestricto dispuestos por el primer gobierno peronista increment notablemente la matrcula.Pero segn datos tomados de la sntesis del Anuario Estadstico 2011 realizado por el Programa de Estadsticas Uni-versitarias de la Secretara de Asuntos Acadmicos de la UNC, la explosin de las graduaciones, con casi 200 mil t-tulos, se observa en los ltimos 35 aos, prcticamente a partir de la recuperacin democrtica de 1983. Esta cifra va en lnea con las estadsticas globales de las universidades pblicas argentinas.

    Con todo, el primer salto cuantitativo se dio en las dcadas posteriores a la Refor-ma de 1918, donde se registr un nivel de egreso siete veces superior a los aos precedentes, bajo el impulso del ascenso de las clases medias, la aspiracin de mi hijo el dotor y la democratizacin que signific el movimiento poltico-estu-diantil reformista.En cuanto a la relacin ingreso-egreso, en el ltimo decenio, segn la fuente citada arriba, cada 100 nuevos inscriptos hay 35 titulados, con tendencia decreciente en los ltimos aos por el impacto del creci-miento de los anotados.

    Una ciudad, un mundo

    La UNC se extiende geogrficamente por ms de 1100 hectreas, con 357.659 m2 de superficie cubierta propia y 15.500 m2 nuevos construidos. El grueso de su terri-torio se ubica en la Ciudad Universitaria, finalizada hacia 1960. Como la Manzana Jesutica patrimonio de la Humanidad desde 2005 donde funciona el Recto-rado, ese predio y su geografa humana es una de las caractersticas ms notables de la ciudad de Crdoba. Hacia abril de 2012, segn datos del departamento de

    Estadsticas de la institucin, el 44% de los estudiantes perteneca a Crdoba Capital y el 29,1% al interior de Crdoba. En tanto, el 9,5% provena del Noroeste argentino, el 4,1% a Cuyo, 5,5% a las pro-vincias del Sur, el 5,6% al Litoral y Centro, y 2,2% al Noreste argentino.El universo de la Universidad Nacional de Crdoba, que contiende con la de La Plata por el segundo lugar en tamao, despus de la Universidad de Buenos Ai-res, comprende 13 facultades, 2 colegios secundarios (el Monserrat y el Manuel Belgrano), 102 centros de Investigacin y Servicios, 25 bibliotecas, 17 museos, cinco centros de salud pblica, dos obser-vatorios astronmicos, un laboratorio de hemoderivados, una editorial, dos radios, dos canales de televisin, 22 predios de-portivos y tres dependencias del Come-dor Universitario.Aquellos iniciales estudios de Teologa e Historia con que debutaran los jesuitas, se multiplicaron hasta llegar a 84 carre-ras de grado, 15 carreras de pregrado y 187 de posgrado, la actual oferta educa-tiva de la Universidad. Esto no se hizo de un da para otro: en 1813, ao de la Asamblea que aboli la esclavitud y los ttulos nobiliarios, el entonces rector Gre-

  • Informe | Gaceta de crtica y cultura 1515

    gorio Funes renov el plan de estudios, ya sin jesuitas ni franciscanos en la ins-titucin, a cargo del clero secular. En el siglo XIX, como consecuencia tarda del Iluminismo europeo del siglo anterior, y con el pas organizado polticamente, se aboli la enseanza teolgica (1864), se crearon las facultades de Ciencias Fsico-Matemticas (1876) y de Derecho (1877), y se fund Ciencias Mdicas. Pero fue en el siglo XX cuando se inaugur la mayo-ra de las unidades acadmicas que hoy conocemos. Y en 2011 se cre la Facultad de Artes, ltima por el momento, sobre la base de las escuelas artsticas de Filosofa y Humanidades.La variedad de la oferta educativa que se observa desde 1930 a la fecha no est acompaada en forma homognea por las carreras elegidas. Las tradicionales Derecho y Ciencias Mdicas ocupan desde hace varios aos el primer lugar, y las ciencias duras siguen a la cola de las opciones. Segn el anuario estadstico mencionado, entre abril de 2011 y abril de 2012, de los 6.518 egresados, el 23% sali de Derecho y Ciencias Sociales, el 22% de Ciencias Mdicas, el 14% de Cien-cias Econmicas, el 9% de Arquitectura, el 8% de Psicologa, el 5% de Filosofa y Humanidades. El 5% de Odontologa, el 4% de Ciencias Qumicas, el 4% de Cien-cias Exactas, Fsicas y Naturales, el 3% de Ciencias Agropecuarias, el 2% de Len-guas, y el 1% de Matemtica, Astronoma y Fsica.

    Un lugar en el escenario principal

    Los datos precedentes (necesariamente incompletos) hablan de la dimensin institucional de la UNC y de su enver-gadura como centro de produccin de conocimiento, ciencia y tcnica. Pero me-nos cuantificable, est el poder, el lugar social, y el protagonismo que esta Casa

    ejerci con altos y bajos en sus 400 aos. Los innumerables cuadros polticos que salieron de sus aulas y su rol en distintos episodios que marcaron la historia argen-tina, dan cuenta de ello.En 1918 la juventud argentina de Cr-doba le habl a los hombres libres de Sudamrica. Ese es el comienzo del Mani-fiesto Liminar de la Reforma Universitar-ia que redact Deodoro Roca, plasmando la intencin de los reformistas de que el movimiento no quedara encapsulado en los claustros de la UNC, sino que se di-fundiera a nivel continental. Y as fue: las banderas centrales del 18 autonoma, cogobierno, libertad de ctedra, unidad obrero estudiantil eran tambin las preo-cupaciones bsicas de las organizaciones y universidades latinoamericanas. Por eso la Reforma se extendi a Venezuela, Cuba, Costa Rica, Panam, Chile, Mxico y Per. Varias dcadas despus, en mayo de 1969, los universitarios cordobeses fueron actores protagnicos de la re-vuelta obrero-estudiantil conocida como el Cordobazo, que signific el comienzo del fin de la dictadura de Ongana, res-ponsable en 1966 del asesinato de San-tiago Pampilln, estudiante de esta Casa y obrero de Renault.Esta politizacin y movilizacin en los claustros universitarios entre los aos 60 y parte de los 70 explica la magnitud de la represin que ejerci en todo el mbito de la UNC el terrorismo de Estado instau-rado en 1976 pero que comenz en 1974, con la llamada misin Ivanissevich y la Triple A sembrando el terror en los claustros.Centenares de alumnos y docentes desa-parecieron o fueron muertos, y muchsi-mos otros debieron exiliarse para salvar sus vidas. Libros quemados, ctedras ce-rradas, proyectos acadmicos cancelados.Hoy, luego de perder el gravitante peso poltico y cultural que tuvo (proceso que

    se agudiz durante el auge neoliberal de los 90) la UNC trabaja para recuperarlo, en una sociedad que ya no cree en el cono-cimiento y los estudios superiores como base para la movilizacin social ascen-dente. Y que suele ver a las universidades como una especie de sociedad cerrada, con prcticas, normas y conflictos aleja-dos de su inters y comprensin.El esfuerzo est, y el rol que ocup la Casa de Trejo en la discusin de la ley de Ser-vicios de Comunicacin Audiovisual, es una muestra de ello. O la organizacin de los debates preelectorales de los comicios de 2011. Estos 400 aos, dijo la exrectora Carolina Scotto cuando inaugur los fes-tejos de los cuatro siglos, el 13 de mayo de 2012, hablan de la necesidad que tenemos de fortalecer nuestra memoria con la co-munidad, la de los universitarios actuales, la de las generaciones pasadas (...) la de los ciudadanos que an esperan ejercer el derecho a que nuestra tarea tambin los incluya.

    La deuda de la inclusin

    El sistema universitario argentino es uno de los ms inclusivos del mundo, pero sigue siendo muy escasa la insercin de jvenes que provienen de sectores pobres, y la UNC no es la excepcin. Informes nacionales de 2010 establecen que el 12,2% de los estudiantes de universidades pblicas de todo el pas pertenecen a los quintiles 1 y 2 de la pirmide social, los de ms bajos niveles de ingresos, contra el 30,9% del quintil 5, el ms favorecido econmicamente, el 27,5% del quintil 4, y el 17,6% del 3.Segn datos estadsticos de la Casa de Tre-jo, al ao 2011 el 21,6% de la poblacin de Crdoba de entre 18 y 23 aos estudiaba en estos claustros, pero a la luz de la distri-bucin social mencionada arriba, la ma-yora pertenece a sectores medios y altos.

    En 1949 se eliminaron los aranceles uni-versitarios y la gratuidad de la enseanza se mantiene desde entonces, pese a que la Ley Federal de Educacin de 1995 trat de limitar el ingreso y allan el camino para el arancelamiento. En 2006 se aprob la Ley de Educacin N 26.206, que en su artculo 11, inciso h, afirma que el Estado debe garantizar a todos/as el acceso y las condiciones para la permanencia y el egreso de los diferentes niveles del sistema educativo, asegurando la gratuidad de los servicios de gestin estatal, en todos los niveles y modalidades. Para asegurar la gratuidad, en Crdoba el Consejo Supe-rior de esta Universidad derog la orde-nanza 5/90 en la que se regulaba la con-tribucin estudiantil, que desde 2011 ya no rige.El tema de la inclusin no se enlaza sola-mente con lo econmico, sino tambin con los limitantes sociales, simblicos, culturales y hasta de gnero que hacen de barrera para el ingreso y la permanencia en la educacin superior. En ese sentido, en 2011 la UNC aprob la ordenanza de Identidad autopercibida, que le facilit el camino a los estudiantes transgnero. En el tema monetario, los tres millones de pesos otorgados en becas por la Subse-cretara de Inclusin en 2012, ayudan a la inclusin de la poblacin ms vulnerable a la universidad pblica, y el nuevo rector, Francisco Tamarit, ha expresado pblica-mente la necesidad de abrir aun ms las puertas de entrada a la Universidad.La asimetra en el acceso de sectores po-bres y provenientes de familias de menor nivel de instruccin se hace evidente en la conformacin del estudiantado, pero fundamentalmente en el perfil de los egresados.Segn datos del Anuario Estadstico 2011 de la Universidad de Crdoba, un poco ms del 20% de los estudiantes tiene pa-dre o madre con nivel universitario com-pleto, pero el porcentaje se eleva a casi el 30% en relacin a los egresados en carre-ras de grado, lo que constituye la