una rosa en la noche

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Una rosa en la noche Gaby’s B - 1 - Por: Gabriela Ruiz S.

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Gabriela Ruiz

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Page 1: Una Rosa en La Noche

Una rosa en la noche

Gaby’s B

- 1 -

Por: Gabriela Ruiz S.

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Una rosa en la noche

Gaby’s B

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Capítulo 1

Había sido una semana de duro trabajo. Si no fuera porque adoraba

su trabajo… hace mucho que hubiera desistido de ir, es que su jefe

era insoportable, tenía un carácter de los mil demonios, pero ella no

se dejaba. Claro que no, sabía que su trabajo era importante, así que

no tenía reparos en ponerle un alto. Suspiró con cansancio, el

ascensor estaba dañado por lo que acababa de subir las gradas hasta

el tercer piso, a su apartamento. Al acercarse por el corredor, lo vio,

parado en el umbral de la puerta, aún a lo lejos era capaz de quitarle

el aliento. Sabía que estaría ahí… pero aún así el temor de no volver

a verlo la inquietaba todo el día hasta que, a la noche, lo volvía a

encontrar, esperándole, como siempre. Con disimulo, apuró el

caminar y cuando estaba a unos cuantos pasos, él notó su presencia

y presuroso cortó la distancia tomando su boca con pasión.

Haciendo un gran esfuerzo se separó después de un par de minutos.

Lo mejor es que entremos –exclamó en un susurro Melina.

Él asintió despacio y con cuidado la soltó, permitiendo que abriera la

puerta, para inmediatamente seguirla al interior del apartamento.

¿Tienes hambre? –Diego negó con la cabeza- Yo tampoco… estoy

exhausta –comentó.

Sin más él había dado vuelta y se dirigía a la puerta.

No –gritó- no te pido que te vayas. Quédate.

Esas eran las palabras que él deseaba escuchar. Lentamente Diego

se acercó y empezó a besar su oreja y con vehemencia pronunció:

¡Cuanto te amo! – siempre lo decía, era una constante que se repetía

en todos sus encuentros. Melina sabía que era una mentira, que

todo lo que vivían era una farsa, pero no le importaba, ya no. Todo

valía la pena solo por aquellas palabras salidas de sus labios, qué

más daba el ayer… el mañana.

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A cada caricia suya sentía como poco a poco ya no podía respirar, ni

pensar. Solo sentir…

Apaga la luz por favor –pidió con voz ahogada. Y Diego así lo hizo,

porque ya lo sabía, era la única condición siempre.

Cerró sus ojos en el último momento antes de rendirse a él. Por un

instante, cada noche, dejaba que el amor fuera ciego…

En mitad de la noche Diego despertaba y se marchaba. Depositaba

una rosa de distinto color cada noche en su almohada y tiernamente

le besaba la frente, creyendo que estaba dormida. Pero, nunca era

así, Melina siempre sentía la dulce caricia y los pasos sigilosos al

marcharse.

Ocurrió como de costumbre la puerta chirrió al abrirse y ella prendió

la luz de la lámpara… ¡Roja! por supuesto, porque era viernes. Así

que no fue solo un sueño –suspiró- Otra vez había pasado. ¿¿Por

qué??... Solía repetirse a sí misma cada mañana que eso no volvería

a suceder, que sería fuerte y rechazaría esos momentos en el paraíso

porque eran una locura… Pero ¿qué más daba? Nunca era lo

suficientemente valiente para negarle algo. Lo había intentado y

había fracasado estrepitosamente porque se sentía perdida cada vez

que miraba sus ojos, sus manos, su cabello, su sonrisa…. Poco a

poco el sueño se volvió a apoderar de Melina y con un suspiro cerró

sus ojos, todavía visualizando la imagen de su Diego.

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Capítulo 2

Abrió los ojos cuando un rayo tenue de sol iluminó su rostro. Se

levantó con la misma sensación de siempre, una mezcla de

satisfacción e irritación. Aún recordaba cuando no era así. Cuando

todavía era una joven con sueños de encontrar a la persona que

debería amar toda la vida. Sonrío tristemente, aquello era cosa del

pasado.

Se colocó debajo del chorro de agua y dejó que recorriera con

lentitud su cuerpo. Por un momento podía desterrar los

remordimientos que cada mañana la asaltaban. Vivía en una

mentira, para sostener la farsa mentía a todos, familia, amigos…

Mentir ya era una rutina y todo por Diego. Con solo pensar en él

temblaba, su cuerpo era invadido por una corriente que la sacudía

por completo. ¿Por qué no tenía una vida normal? Ella no había

escogido amar al hombre equivocado ¿o si?

Secó su cuerpo con la toalla y sin poder evitarlo, dirigió su mirada

hacia la almohada. Allí reposaba aquella rosa roja, mudo testigo de

la pasión de anoche. La tomó entre sus manos y una vez más aspiró

su aroma. El aroma de la mentira.

Unos toques en su puerta interrumpieron sus pensamientos.

Terminó de colocarse una sudadera y se encaminó a la sala.

- Mel, ¿estás lista para irnos?

- Si, solo tomo la llave.

- Ok, ve –contestó Doménica sonriendo- y lleva dinero también –

ante la mirada de Mel ella explicó- para que me invites a desayunar.

- ¿Por qué supones que aún no he desayunado?

- Oh, vamos Mel, es temprano y no creo que hayas madrugado a

cocinar ¿me equivoco?

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- No para nada –río Mel- Ya me conoces, así que mejor ahí lo

dejamos.

- Seguro, con solo pronunciar cocina, se te ponen los pelos de

punta…

- No lo dudes –aseguró la puerta Mel aún riendo por el comentario

de su amiga. Dome sabía, al igual que la mayoría, que para ella no

era ningún placer cocinar, aunque no lo hacía mal.

- Ves, tu nunca cambias –comento Dome.

- ¿Cómo así? Por supuesto que acepto cambios.

- Si, como no, por eso ya vas 4 años con el mismo jefe gruñón, con

el mismo apartamento, el mismo corte, el mismo estilo, el mismo

gusto…

- Ya, ya entendí –se volteó a mirarla y cambió de tema- ¿Cómo está

Alex?

- Inquieto –sonrió comprensivamente Mel- Está en casa de mis

padres –dijo Dome moviendo la cabeza- últimamente me trae loca –

alzó los ojos al cielo en una muda súplica.

- ¿Por qué? ¿Sigue en la etapa de preguntas incómodas?

-Dome afirmó con la cabeza suspirando cansada- Pero ahora es

peor…

- ¿Por qué? Acaso pregunta…

- Por su padre –concluyó la idea Dome sonriendo tristemente por un

instante fugaz- Vamos -empezó a correr ante Mel que no reaccionó

sino un tiempo después.

- Eso no es justo –protestó mientras intentaba alcanzarla- Llevas la

delantera -se quejó mientras oía las risas de su amiga-.

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Al llegar al árbol que señalaba el final de la carrera, Mel por poco

había alcanzado a Dome, sin embargo no importaba, solo lo hacían

por diversión… desde siempre -recordó sonriendo.

- Quien solo se ríe… -dijo Dome con intención y rieron.

- ¡Qué va! -negó Melina- Trataba de recordar desde cuando lo

realizamos.

- ¿La carrera? -ella afirmó y Dome se quedó pensativa- Desde que

éramos unas niñas -se miraron mutuamente- y de eso ya hace

mucho.

- Si, bastante -confirmó Mel perdiéndose un momento en el pasado.

- Por cierto -comentó en tono casual Doménica- esta noche tengo

unos planes perfectos en los que…

- No, gracias. Yo pasó -dijo Melina cortando a su amiga.

- Y ¿quién te dijo que te incluyen a ti? -replicó un poco molesta.

- Entonces, ¿no me incluyen? -comentó con una mezcla de

arrepentimiento y acusación.

- Este… si te incluyen -su amiga hizo una mueca- si me escucharas

Melina… esta vez es distinto, debes venir.

- Siempre es distinto Doménica -le reprochó suavemente- para ti,

pero al final resulta lo mismo para mí y no hay más que decir.

- Maldito Diego -murmuró entre dientes y Melina la miró

agudamente.

- ¿Qué dijiste?

- Nada, Mel -dijo inocentemente- pero… tú sabes que los hombres

te parecen iguales por “él”, desde que lo conociste, cambiaste.

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Capítulo 3

- Pero tú dijiste que nunca cambio, o ¿no? –bromeó sin una pizca de

humor- mismo jefe, mismo apartamento...

- Si, si lo dije. Pero me refiero al pasado. Cuando éramos unas

adolescentes ¿lo recuerdas? Eras una chica soñadora, solíamos

conversar de cómo sería encontrar al hombre ideal, al príncipe al que

rescataríamos –sonrieron con añoranza- Porque no necesitábamos

que nos rescataran…

- Pasado, tú lo has dicho, pero despertamos a la realidad.

- Y de qué manera –afirmó Dome- Pero eso no quiere decir que

debamos resignarnos porque ¿te gusta tu vida actual?

- Si, claro.

- ¿Todos los aspectos?

- No, todo ser humano tiene ciertas inconformidades.

- Sabes a lo que me refiero -terció Dome inconforme. Como todos

los días con aquel tema, nunca llegaban a nada, solo daban vueltas

al problema.

- Dome, no nos lleva a ningún lado…

- Diego -pronunció ante cualquier negativa.

- Dome basta…

- Diego intentó hundirte y tú…

- Doménica ¡basta!

- Tú no hiciste nada… era como si no te importara.

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- ¡Ya es suficiente! -Melina tenía los ojos inundados de lágrimas-

No me gusta recordar… es humillante.

- Entonces ¿por qué no lo dejas? -replicó duramente Dome- Por

favor abre los ojos -susurró consolándola- aún lo tienes en tu vida

aunque ya no esté físicamente…

El último comentario le provocó una punzada de culpabilidad que se

reflejó en sus ojos claros como la luna.

- ¿Por qué está en el pasado, verdad Mel? –pronunció con

convicción aunque con un ligero temor, hasta que ella lo confirmó

ligeramente con la cabeza gacha.

- Por un instante temí que él hubiera vuelto a tu vida –comentó con

un escalofrío recorriéndole con la sola idea.

- No, eso sería absurdo ¿no? -respondió con un deje de amargura,

emprendiendo la caminata hasta la cafetería de costumbre.

***

Al entrar buscaron una mesa para las dos, lo suficientemente

apartada para poder conversar a pesar de la gente a su alrededor.

- Melina, yo no… -empezó Doménica al mirar el rastro de lágrimas

en la cara de su amiga.

- Acepto Dome –pronunció ignorando las palabras de ella- Voy a

salir contigo -Dome sonrió y de inmediato quiso contarle sus planes

de aquella noche- Pero que conste que será la última vez que te

permito hacer de Cupido y roguemos que esta vez sea distinto.

- Lo será -afirmó Doménica con un brillo de esperanza en la mirada

***

En cuanto se despidieron, Melina entró pensativa a su apartamento.

Había aceptado salir, una vez más, con Dome ¿había hecho lo

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correcto? ¿cómo se lo iba a decir a Diego?... ¡Diego! Lo extrañaba

tanto… Tonta, tonta y mil veces ¡tonta!... Por él, no podía tener la

vida que quería; por él, no podía tener la relación que soñaba; por

culpa de él, habían fracasado sus intentos de romance; por culpa de

Diego, ella se conformaba con las migajas que él estaba dispuesto a

darle… -suspiró lentamente- Era absurdo, lo quería lejos y cerca, lo

deseaba y aborrecía, lo amaba y odiaba… todo a la vez. Si, su vida

debía cambiar… por su bien.

Tomó el teléfono… un timbre, dos, tres, cuatro… La contestadora…

- Hoy no –pronunció y cortó la comunicación bruscamente. Era una

suerte que él no hubiera contestado porque de otra manera…

Su móvil empezó a sonar. No, no iba a contestar, así que lo arrojó al

escritorio. De pronto cesó. Se acercó con temor. Un mensaje corto

y conciso: ¿Por qué?

Había tantas respuestas, pero de corazón, solo una hubiera deseado

que fuese real, tan solo un: porque no quiero verte.

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Capítulo 4

- ¿Estás lista Melina?

- Si Dome un segundo ¿Llevas tu auto?

- Si, yo conduzco.

- Vamos, estoy lista -apareció Mel con una sonrisa evidentemente

falsa.

- Mel, se que prometiste ir, pero si por cualquier motivo deseas

desistir…

- No Dome… ya no hay marcha atrás -exclamó decidida aunque

Dome no entendiera bien porque asintió y salieron.

***

- ¿Quién es? -rompió el silencio en que iban sumidas.

- ¿Quién es? -Dome pensó un instante- Ah… tú te refieres a quién

saldrá contigo.

- Evidentemente Dome, a quien más -replicó un poco cansada Mel.

- Pero no hace falta que te enfades, Mel. Yo voy a salir con Edu, mi

amigo de la empresa, él que…

- Se quien es Edu, Doménica, pero quiero saber quien saldrá

conmigo.

- Si lo sé. Yo…

- ¡No lo sabes! -reprochó incrédula Mel- ¿Cómo es posible

Doménica? Ahora mismo detienes el auto.

- No, Mel no te enfades. Lo que pasa es que Edu traerá un amigo

pero no lo conozco personalmente.

- Doménica, un día de estos…

- Ya llegamos -cortó las amenazas de su amiga con una sonrisa.

***

- ¡No puedo creer que me hayas convencido! -replicaba incrédulo

Daniel.

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- Me debías un favor. Y te la puse fácil, así que no te quejes -

contestó pacientemente Eduardo.

- ¿Fácil? Si que fácil. Si Micaela se entera…

- Es solo por esta noche, Daniel. Además que más deseas que una

cena con una hermosa chica.

- Lo único que deseaba era una noche tranquila en mi habitación

luego de la larga reunión del día…

- Es que solo a ti se te ocurre venir a trabajar sábado…

- Y se me ocurre llamarte… Solo Dios sabe por qué querría hablar

contigo -bromeó Daniel, ya que consideraba a Eduardo como su

mejor amigo. Lo apreciaba mucho.

- Porque me extrañabas -replicó irónico Eduardo provocando una

mueca en Daniel.

- No… quería avisarte de mi compromiso.

- ¡¿Cómo?! ¿Te vas a casar con Micaela? De haberlo sabido…

- ¿No me hubieras pedido cometer esta locura?

- ¡No! Al contrario, lo hubiera hecho antes…

- ¡Eres un…!

- Ahí llegan nuestras invitadas Daniel. ¡Compórtate! -lo reprendió

Eduardo sonriendo.

- ¡Imbécil! -completó sonriendo a las chicas que se acercaban a

ellos.

***

Mel se sentía nerviosa sin estar consciente del motivo. A Edu lo

conocía de siempre. Alto, guapo y enamorado de Doménica. Había

creído que terminarían juntos, hasta que Doménica conoció al padre

de Alex. Aquel hombre misterioso del que poco sabían todos. Solo

Dome y ella compartían el secreto de lo sucedido… excepto que ella

no sabía el nombre de ese hombre. Solo Doménica. Sus

pensamientos se vieron interrumpidos por la sofocada exclamación

de admiración que brotó de los labios de su amiga.

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- ¿Qué sucede? -la miró interrogante Melina hasta que siguió la

mirada de su amiga. Era Edu con su amigo. Pero ¡que amigo! Un

hombre imponente, alto, de cuerpo perfecto con largas piernas y un

torso firme vestido sobriamente, un espeso cabello negro igual que

sus ojos, rostro sumamente varonil que de inmediato contrastó en su

mente con el rostro de suaves rasgos de Diego, era todo lo que un

hombre debía ser -pensó Mel- pero no para ella. Nunca le habían

gustado brutos, insensibles y machistas como seguramente era ese

hombre a juzgar por su actitud y el modo en que sonreía.

- ¡Qué gusto verlas nuevamente! Doménica, Melina -saludó

Eduardo besando las mejillas de ellas- Él es Daniel un amigo -

Daniel se limitó a asentir sin ánimo.

- Mucho gusto -murmuraron las dos sorprendidas por la actitud de

Daniel. Parecía que estaba allí obligado.

- Bruto, insensible y machista -murmuró Melina irritada por ese

hombre.

- Arrogante -pronunció en su oído Daniel y ella lo miró interrogante-

te faltó arrogante -dijo con una mezcla de diversión y enojo.

¿La había escuchado? No creía haber hablado en tono tan alto pero

él escuchó todo… se lo merecía –pensó y de inmediato se percató,

para su alivio, que ni Dome ni Edu se habían dado cuenta de lo

dicho ya que ellos charlaban animadamente delante de ella y Daniel.

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Capítulo 5

El mesero les condujo hasta la mesa reservada. Doménica y

Eduardo charlaban animadamente mientras Daniel y Melina se

limitaban a intercambiar frases cortas cada vez que uno de sus

amigos los miraba. Se notaba que ninguno de los dos estaba a gusto

con esa salida pero trataban de disimular después de la charla en el

estacionamiento.

- ¡Mejor! –pensaba Melina- mejor que ese tipo no estuviera

interesado porque ella no quería la lata de tener que cortar en seco

los avances que hubieran sucedido si él estuviera interesado. Pero

era evidente que no -admitió con una punzada de ¿desilusión?

mientras miró con disimuló una vez más el perfil de aquel

desconocido.

Lejos estaban los pensamientos de Daniel que miró furtivamente a

Melina en el momento en que ella se adelantó para tomar su lugar en

la mesa. Él se acercó para retirarle la silla y permitir que ella se

sentara. Melina lo miró extrañada pero agradeció y se sentó

mientras se daba cuenta que los ojos de Daniel, que en un principio

le parecieron negros eran en realidad de un azul oscuro intenso.

- Si, a pesar de lo que piensas, tengo modales -pronunció Daniel

altivo y Dome y Edu lo miraron interrogantes pues no entendían su

comentario y mucho menos porque Melina se había sonrojado.

Por suerte el mesero se acercó a tomar su orden evitando una

explicación por demás incómoda. Mientras miraban el menú nadie

se percató que de pronto la cara de Doménica había perdido su

color. Estaba sumamente pálida y susurró algo incomprensible.

- Mel voy al tocador. ¿Me acompañas? -Melina miró a su amiga

evidentemente sorprendida y asintió. Se disculparon y se levantaron

con presteza a pesar de la torpeza que parecía haberse apoderado del

cuerpo de Dome.

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Al entrar Mel giró y la enfrentó:

- ¿Qué sucede Doménica? Me estás asustando…

- Sebastien -susurró

- ¿Qué? ¿De qué estás hablando?

- Mel, Sebastien está aquí -ante la interrogante en su mirada aclaró-

Sebastien Lucerni… el padre de Alex.

- ¿El padre de Alex está aquí? ¿Cómo es posible?

- No lo sé -dijo aturdida Doménica- Solo se que está aquí en este

restaurante.

- No puede ser. La ciudad es grande y puedes estar confundida…

- No, Melina. Yo se que es él. Es único… es Sebastien.

- ¿Segura? -al ver la afirmación de Dome preguntó- ¿Qué vas a

hacer?

- Nada, no creo que él haga algo -respondió un poco más tranquila

Doménica- Además seguro está de paso y tal vez ni me recuerde…

- No lo se, Dome. Lo mejor es que tú simules no recordarlo

también por el bien de Alex.

- Si tienes razón. Evitaré su mirada y no lo miraré más -dijo

aunque pensaba que era poco probable que lo lograra. Sebastien

tenía la capacidad de hacer que las mujeres lo miraran y no solo una

o dos veces sino varias veces y ella no era la excepción.

- ¿En qué mesa está? Quiero conocerlo. Tú no revelaste donde lo

conociste ni quien era…

- Está en la mesa del otro extremo acompañado de una rubia.

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- ¿La conoces?

- No estoy segura, pero creo que es… Olvídalo, mejor lo dejamos.

- Vale, pero me muero por verlo -finalizó Melina al tiempo que

iban a la mesa.

***

- Pensé que ya no venían -bromeó Edu al tiempo que separaba la

silla para Dome y le tomaba de la mano- ¿Estás bien? -le preguntó

y ella asintió.

- ¿Qué era tan urgente? -preguntó irónico Daniel mientras retiraba

la silla de Mel pero ella no le respondió porque no lo miraba-

Melina –se acercó a mirarla y en ese momento ella también lo miró.

De inmediato el ambiente se cargó de intensidad mientras aquellos

ojos azules buscaban en los ojos grises respuestas.

- Nada, no es nada -se separaron de inmediato pero ya sin poder

negar que se sentían atraídos a pesar de que no se agradaran nada.

- Olvídalo… lo mejor es que Doménica y tu ordenen -concluyó

Daniel cuando el mesero se acercaba una vez más a tomar su orden.

Las dos muchachas ordenaron pero sin evitar una cierta inquietud.

Melina por el hombre que tenía a su lado. Jamás conoció a alguien

como Daniel que con su sola presencia inundara el ambiente y le

impidiera pensar… A ella y a todas las mujeres que le echaban

miraditas. Doménica, por su parte, trataba de disfrutar de la

conversación pero no podía evitar sentir una mirada fija sobre sí.

Sabía que no podía ser él. Tenía que estar volviéndose paranoica…

pero aún no conocía a ningún hombre que le hiciera sentir lo que

sentía cuando Sebastien estaba cerca. Así que… no podía estar del

todo equivocada.

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Capítulo 6

- ¿Desean postre? -el mesero inquirió pero negaron y pidieron la

cuenta.

- ¿Qué tal si vamos a por un café? -sugería Eduardo mientras

tomaba la mano de Doménica para levantarla.

- Yo estoy de acuerdo, Edu -sonrió Doménica apoyándose en él.

- Claro, porque no -Melina miraba curiosa la actitud de Dome.

¿Apoyarse en Edu? Eso no era propio de ella.

- Si, vamos… Nosotros los seguimos -pronunció Daniel un tanto

renuente.

- Si no deseas ir… -Mel le decía.

- No, porque lo dices…

- Por tu expresión. Creo que la idea no te entusiasma, precisamente.

- No es exactamente eso, Melina -la miró y señaló discretamente-

¿Ves la mesa cerca de la salida? -ella asintió extrañada y él dijo- Es

mi socio y… -no sabía como decirlo- deseo hacer una salida rápida.

- ¿Por qué? ¿Acaso se suponía que estuvieras trabajando? -dijo

irónica.

- No, pero quiero evitar comentarios.

- ¿Es acaso muy indiscreto? -preguntó pensando en lo curioso de la

situación mientras se encaminaban a la salida.

- No, pero… -él saludó a Sebastien con un gesto- aquella mujer, si.

Apenas Sebastien había inclinado su cabeza, Antonella giró a mirar

a quien se dirigía. Era Daniel Cabalganti… acompañado de otra

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mujer -sonrió con maldad- ¡Qué gracia le haría eso a su prometida

Micaela!

- Daniel, querido ¿cómo estás? -inquirió Antonella al momento que

ellos pasaban por ahí, haciendo inevitable el acercamiento.

- Antonella, Sebastien ¡qué gusto encontrarlos por aquí! -dijo

Daniel con una sonrisa falsa- Les presentó a Melina, una amiga.

- Mucho gusto, Antonella, Sebastien -¡ya recordaba! –pensó

Melina- si que conocía a ese hombre… con razón aquel nombre se

le hizo tan familiar y su rostro… así que él era el padre de Alex.

- Si pero ya nos conocemos ¿verdad? -Sebastien sonrió y buscó con

la mirada detrás de ellos- ¿Eres Melina Báez? -aclaró.

- Si, efectivamente Sebastien Lucerni. Tienes buena memoria.

- No hemos coincidido últimamente… Una lástima -dijo

admirándola y a continuación se dirigió a Antonella- Ella es la

hermana de Danna -aclaró y sonriendo dijo- La esposa de

Leonardo.

- ¿¿Tú?? -Antonella la miró altanera- Ya decía que ese apellido me

sonaba… pero obviamente no de mi círculo -la miró pero a

continuación dijo- Daniel ¿qué haces en España?

- Negocios –pronunció secamente.

- Ah ya veo tus “negocios” -dijo con maldad y siguió- Por eso no

está Micaela contigo.

- Antonella… -pronunció Sebastien a modo de advertencia.

- ¿Ahora no puedo hacer una observación? -estaba molesta- Solo

deseaba saber donde estaba Micaela, su prometida –aclaró para

fastidiar a Melina- para saludarla.

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- Esta en casa de sus padres. Por si deseas pasar a visitarla,

Antonella -cortó Daniel con ironía y Sebastien se echó a reír.

- En otra ocasión -Antonella estaba más que molesta- Adiós

Daniel –y mirándola con desprecio dijo- Melina.

- Adiós Antonella, Sebastien -dijo Daniel retirándose con Melina

que también se despedía.

- ¿Qué es tan gracioso? -preguntó Mel al salir del restaurante.

- Todos conocemos la situación de Antonella, Mel -por primera vez

utilizaba aquel apelativo- Es porque ella no tiene ningún dinero pero

trata de vivir y se comporta como si fuera de la realeza.

- Antonella dices ¿no? Ya decía que me sonaba de algún lado…

- El que tiene dinero es su medio hermano, Sebastien -dijo y

recordó- Por cierto ¿ya lo conocías?

- Si, lo conozco -asintió afirmativamente- Es amigo de mi cuñado

–aclaró al ver la pregunta en el rostro de Daniel.

- ¿Quién es tu cuñado, Melina? -el círculo del que tanto hablaba

Antonella, en verdad, si era bastante reducido, así que era poco

probable que no hubiera por lo menos escuchado del amigo de

Sebastien… además, que él mismo pertenecía a ese “círculo”.

- Es Leonardo Ferraz ¿lo conoces? -Mel preguntó inocentemente.

- Si, creo que son los mejores amigos -comentó- Sebastien es un

buen tipo pero la mayoría del tiempo hablamos de negocios…

- ¿Son socios? ¿Dónde lo conociste? -preguntó curiosa.

- Nos conocemos desde la infancia -Mel lo miraba expectante-

Asistimos a las mismas fiestas… -dijo como si eso lo aclarara todo.

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Capítulo 7

- ¿Las mismas fiestas? -Eso solo podía significar que…

- Si, Melina. Estás en lo cierto -dijo al leer su expresión- Yo

pertenezco a su “selecto círculo” -se burló.

- Eso quiere decir que tú también eres parte de las familias más

influyentes de Italia -él afirmo- ¿Entonces eres italiano? -inquirió

tontamente.

- De familia, si. Yo nací aquí en España pero siempre viví allá.

- Es curioso que no te haya visto en la boda de mi hermana Danna -

dijo Melina recordando- Me serías familiar… -siguió aunque lo que

realmente quería decir es que no se habría olvidado de un hombre

como él.

- Seguro no asistí -cortó él sus divagaciones- Mis salidas en

sociedad son muy limitadas…

- Me imagino porque… -ella lo entendía porque tampoco se sentía

muy cómoda en aquel ambiente. En realidad, no entendía como su

hermana podía vivir con toda esa pomposidad.

- ¿A ti tampoco te gusta? -ella negó y el sonrío- Hasta que tenemos

algo en común… -se echaron a reír y en ese momento alcanzaban el

auto de él. Doménica se había adelantado con Eduardo así que

debían encontrarlos en el café.

***

- Los esperábamos ¿qué los retuvo tanto? -preguntó Eduardo

curioso pero Doménica no los veía. Ella si había visto lo que los

retuvo.

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- En el restaurante estaba uno de los socios, Sebastien Lucerni ¿lo

recuerdas? -aclaró sin intención a Eduardo que enseguida notó la

incomodidad de Dome.

- No, lo recuerdo de nombre… pero no -Eduardo estaba tenso.

- No tiene importancia. ¿Ordenaron ya? -cambió hábilmente de

tema Daniel y no se volvió a recordar a aquel hombre.

***

- Gracias por dejar de hablar de él -Melina lo miró sincera al salir

del café.

- No entiendo muy bien porque… pero de nada -dijo Daniel- Y no

haré preguntas –Melina sonrió.

- ¿Te meterás en problemas con tu novia? -inquirió.

- Ah, lo que ha dicho Antonella –recordó tras dedicarle una mirada

extraña- No lo creo -negó aunque bien sabía que mentía.

- ¿No crees que le cuente? -preguntó sabiendo los alcances de esa

mujer.

- Claro que lo hará. Pero ella debe confiar en mí.

- Si, lo sé -de pronto el ánimo de Mel se apagó.

- ¿Tienes problemas con tu novio? -inquirió sorprendiéndola.

- ¿Disculpa? Yo no tengo…

- Bueno, no se si sea tu novio… Pero lo quieres ¿no?

- No es mi novio, exactamente.

- Pero ¿lo quieres? -Daniel no necesitó una respuesta en palabras.

La mirada de Melina lo dijo todo- ¿Por qué nadie lo sabe?

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- Nadie sabe ¿qué? -Melina no quería hablar de “él”.

- Que tienes una relación -ella lo incitó a seguir- Es evidente que

no, porque si tu amiga lo supiera no te hubiera traído hasta aquí y

menos planearía una cita para ti.

- No… -Mel negaba pero continuó por otro lado- Y ¿por qué tu

amigo ha hecho lo mismo? Edu sabe que tienes novia o ¿no lo sabe?

-Mel no quería pensar que él era como todos los hombres que

negaban sus relaciones para mantener varias a la vez.

- Si lo sabe -Daniel bajó la voz- Pero no lo acepta -Melina rió- Él

cree que no es la persona adecuada para mí.

- ¿Por qué? No es su decisión…

- ¿Por qué? -Daniel sonrió- Tiene sus motivos, así como supongo

Doménica tiene los suyos para no aceptar a tu…

- Si, supongo que sí -dijo cortante.

- ¿No te gusta hablar de él no? -Daniel pronunció con ternura y

Mel esperaba los reproches de él, como lo hacían todos, de porque si

ni siquiera podía hablar de él seguía enamorada de Diego. Pero,

esperó y nada. Él solo la miraba con ternura y tomó su mano.

- Duele, Daniel, duele hablar de él -Melina lo miró con una sonrisa

triste y bajó del auto. Sin mirar atrás. Habían llegado a su

apartamento.

Subió los tres pisos porque no quería apresurar su llegada. Por

primera vez, no estaba ansiosa por lo que le esperaba.

- ¿Dónde estabas? -Diego estaba furioso- Has demorado bastante

esta vez… -pronunció maldiciendo en sus adentros a la entrometida

de Doménica.

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Capítulo 8

- Diego… -pronunció lentamente mientras temblaba. Su Diego

estaba ahí, esperándole apoyado en la puerta mientras sus ojos

celestes refulgían de ira contenida. Se acercó para ponerse a su

altura. Ella era casi tan alta como él, sin embargo había un aire

intimidante que hizo que quisiera retroceder.

- ¿Con quién, Melina? -Diego preguntó entre dientes.

- Yo… no lo conoces -dijo por toda respuesta y él intentó

controlarse. ¿Desde cuando era posesivo?

- No me vuelvas a hacer esto, Mel -la estrechó en sus brazos y

tomó su boca apasionadamente.

No supo bien como sucedió todo, pero se encontraba con Diego

amándola en su cama. Como sucedía cada noche que él iba a verla.

- Te amo, Mel -pronunció anhelante mientras recorría todo su

cuerpo.

- Una última vez -se prometía internamente Mel mientras se dejaba

llevar otra vez- …pero nunca era suficiente.

***

Se despertó en la madrugada. Curiosamente, Diego aún dormía a su

lado. Acomodándose de lado para mirarlo mejor, empezó a recorrer

con su mirada cada una de sus facciones. Era un hombre

sumamente guapo, de rasgos suaves como un niño -sonrió- aunque

alto, de 1.80 (afortunadamente porque ella casi sobrepasaba el 1.74),

sus ojos eran todo un espectáculo que le encantaba presenciar y él

siempre sonreía al verla mirando detenidamente sus preciosos ojos

celestes, que ahora, al estar cerrados le daban un aire aún más

infantil, que estaba muy lejos de reflejar su verdadera personalidad

apasionada, solo esos labios lo delataban, era lo único que denotaba

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su verdadero “encanto” cuando sonreía seductoramente. Si, era uno

de esos hombres que atraían por su personalidad y su físico pero…

había un gran problema entre ellos: él no podía ser fiel. No entendía

el concepto de fidelidad y por lo tanto el respeto brillaba por su

ausencia en su “relación” -suspiró cansada de la situación- ¿Hasta

cuando seguirían viéndose a escondidas? Siempre -le susurró una

vocecita y temió que fuera verdad… Diego… su obsesión, su

fantasía, su amado Diego que lo llevaba marcado en su piel, en su

alma, en su vida… ¿Cómo podía estar tan equivocada? Sabía todo

lo que él hacía y a pesar de ello, no lograba darle fin a toda esta

situación. Nunca podría porque él estaba en su mente a cada

instante… ¿A qué momento se había enamorado así? ¿Y porqué de

alguien que no era precisamente un ángel como aparentaba?

Siguió mirándolo entre enfadada y fascinada. Sus piernas se perdían

en medio de las sábanas e impedían una completa visión, pero, su

torso estaba descubierto y se podía observar claramente sus

músculos perfectamente marcados. ¿Cuántas mujeres ya lo habrían

tenido así? Ella sabía que no era la única… en realidad nunca quiso

ser la primera de un hombre… solo la última en su vida. Deseo

acariciarlo una vez más, encender el fuego que los había consumido

momentos antes y sin poder contenerse más recorrió con un dedo las

facciones de Diego y bajo lentamente por su cuello hasta llegar a su

torso. Se detuvo y colocó su mano sobre su pecho, como una

súplica silenciosa de lo que quería de él. Quería lo que estaba bajo

el calor de su mano. Quería ser amada por su esquivo corazón.

- ¿No puedes dormir, Mel? -Diego abrió sus ojos perezosamente y

le sonrió en la penumbra de la habitación.

- No, Diego… -Mel le devolvió la sonrisa y retiró su mano.

- ¿Qué sucede amor? -él la miraba con ternura pero ella sabía que

su asunto no tenía solución. Él nunca entendía.

- Nada… Es solo que me extraña verte aquí aún -Mel lo miró triste.

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- ¿Quieres que me quede contigo? -preguntó y ella estaba incrédula

- Si, eso es lo que más quiero Diego…

- Deseo concedido, Mel -respondió sorprendiéndola por esa acción.

Ella no respondió. Solo se acurrucó a su lado para, por primera vez,

sentir lo que es despertar por la mañana en los brazos del ser amado.

***

Sentada con su taza de café en la mano rememoraba la noche vivida

y la sensación de satisfacción al despertar y ver el rostro de Diego

mirándola con esos ojos celestes y sonriendo. Jamás se le borraría

ese rostro… Él ya se había marchado. Estaba ahí, más sola que

nunca… Irónico pero, ya lo extrañaba…

El timbre interrumpió sus pensamientos. Era un sobre con su

nombre y de inmediato reconoció la caligrafía impecable de su

hermana Danna. Era extraño 2 cartas tan seguidas. Pero tan solo

era una nota, con una tarjeta adjunta y 3 pasajes de avión. La nota

decía: Son para ti, Doménica y Alex. La tarjeta: una invitación para el

cumpleaños número 10 de Beth, la hijastra de Danna. Eso

significaba que viajaría a Italia.

***

Arregló sus asuntos en el trabajo. Naturalmente su jefe le había

fastidiado la existencia pero que más daba. Voy a tomar mis

vacaciones -dijo Melina. Y él no tuvo más remedio que aceptar

aunque a regañadientes. Se iba a quedar 2 semanas en Italia, según

sus cálculos, aunque probablemente Danna no le dejaría marchar tan

pronto. Pero ella debía regresar. Tenía que regresar por Diego.

¡Diego! Aún no hablaba con él… Esa era la parte más difícil.

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Capítulo 9

“Debo verte esta noche” escribió y esperaba que Diego no tomara

equivocadamente sus palabras. No tenía nada que ver con lo de la

noche pasada pero no pudo evitar temblar ante una respuesta

negativa o el fin definitivo de lo poco que compartían.

“Veré que puedo hacer” fue la escueta respuesta y Melina confirmó

sus temores. Estaba segura que él creía ver problemas en el

horizonte.

***

Nerviosa esperaba en su apartamento pero el timbre no sonaba…

Llegó -pensó mientras se dirigía a la puerta para abrirle-.

- Pensé que ya no venías… -iba diciendo mientras abría la puerta y

se quedó callada- ¿Doménica?

- ¿Por qué no vendría? -Dome se quedó estática al ver su

semblante- ¿Pasa algo? ¿Esperas a alguien más?

- No… exactamente -Mel no sabía que decir. ¿Qué hacía ahora?-

Yo…

- ¿Habías olvidado que me dejaste un recado para que viniera? -

¡Tonta! Lo había olvidado por completo…

- Pero te dije en la mañana…

- Si pero la curiosidad pudo más -Dome estaba incómoda- Pero si

te parece mejor yo vuelvo mañana.

- No, claro que no. Entra y te contaré -Mel esperaba que Diego se

tardará. No podía pedirle a Doménica que se retirara porque lo haría

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pero mañana la sometería a un interrogatorio y… si quería que todo

siguiera siendo un secreto debía evitar sus cuestionamientos.

- Claro. ¿Te parece si preparo un café? -Dome estaba inquieta y

Mel lo notó.

- A ti como que te sucede algo -Mel la miró interrogante.

- No, no es nada. Es la impresión de ayer –se apagó su mirada-

Pero no evadas el tema y cuéntame -sonrió aunque no la engañó.

- Vale, es que recibí carta de Danna….

***

Diego estaba desconcertado. ¿Por qué se había quedado con ella

toda la noche? Sabía que era un peligro porque Mel podía

malinterpretarlo… y sin embargo lo hizo. ¿Será que estaba…? No,

él sabía que amaba a Mel pero no tanto como para atarse. Ella

estaba al tanto que él no era de esos hombres y no podía esperar un

futuro con casa e hijos con él. Pero, ahí estaba frente al edificio en

el que vivía ella, debatiéndose entre entrar o no.

***

- ¿Y te mandó pasaje para Alex y para mí? -Dome preguntó una

vez más.

- Si, quiere que asistan los dos. ¿Qué te parece?

- No lo sé. No es una buena idea precisamente… -Mel no entendía

su resistencia.

- Desde que ellos se casaron tú no volviste a asistir a ninguna de las

fiestas que organizaron…

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- Es mejor que me vaya -Dome la miró triste- Extraño a Alex y

seguro está preguntando por mí.

- Esta bien, Dome -no debía ni quería retenerla más- Tú me avisas

que decides. Aunque me encantaría que vayas pero…

- Adiós Mel -se despidió sumamente apagada.

- Adiós y saluda a Alex y a tus padres -Mel la miró extrañada pero

cerró la puerta.

No había pasado ni cinco minutos cuando el timbre volvió a sonar.

¿Sería Diego o Doménica nuevamente?

- Melina… -Diego la estrechó sin poder evitarlo y ella se dejó.

- Diego, espera… -Mel se separó y le invitó a entrar- Debemos

hablar.

- Hablar -repitió con aire cansado y se sentó en el sillón cercano.

- Si, hablar -le molestó su reacción. ¿Es que solo pensaba en

llevarle a la cama?- Diego, me voy a Italia -soltó rápidamente.

- ¿Cómo? ¿Qué te vas? -él no entendía nada- ¿Por qué? ¿Por

cuánto tiempo?

- Yo… debo ir -contestó sin mirarlo- Pero…

- Me vas a dejar… -fue más una afirmación que una pregunta

hecha con una voz sumamente triste.

- No, Diego. Yo me voy por una corta estadía -él se sintió vivo

otra vez- Yo jamás podría dejarte… -murmuró acercándose a

besarle ligeramente en los labios. Él no necesito más invitación para

empezar a seducirla tiernamente.

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Capítulo 10

Tenía todo listo. Se despidió de Dome y Alex que al final no se

habían decidido a asistir. Prometo traer muchos dulces -le había

dicho a Alex que saltó contento pero Doménica estaba extraña.

¿Qué tendría? Ya no había tiempo de preguntar porque anunciaron

que su vuelo estaba a punto de despegar. Debía llamarle apenas

llegara a Italia.

Sentada en su lugar, Mel empezó a recordar su historia con Diego.

Había iniciado hace tanto tiempo ya. Cuando ella tenía 15 años lo

conoció. Él era un joven de 18 años en ese entonces, tan seguro de

sí y con un aura magnética que le conquistaron de inmediato. Diego

era parte de una banda de rock y al darse cuenta que ella lo atraía, se

sintió eufórica y ni que decir de sus amigas, chiquillas que la

alentaron a ir tras él. Incluso Doménica, en un principio estaba

fascinada con él y le animó a seguirle la corriente. Y si, en poco

tiempo ya estaban saliendo formalmente. No había pasado ni un

mes y empezaron los rumores. Que él estaba con otras, que se

aprovechaba de su fama entre las jóvenes, que estaba jugando con

ella. ¡Envidia! Había creído en ese entonces y empezó a volverse

inmune a los comentarios. No son verdad -decían sus amigos- y

ella estaba segura de conocer a Diego. Casi un año sin escuchar

nada de lo que se decía y tal vez hacerse un tanto ciega -ahora que

recordaba- porque él siempre fue un coqueto pero de ahí no pasaba.

Solo flirteaba y era normal -en su opinión- de eso se trataba su

trabajo. Debía atraer nuevas jóvenes fanáticas a su banda y ella lo

apoyaba incondicionalmente. Hasta que vio con sus propios ojos.

Él estaba besando a una de las chicas…

- ¿Desea algo señorita? -preguntó la aeromoza interrumpiéndola.

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- Un zumo, gracias -se lo entregaron y los recuerdos acudieron

nuevamente.

Tuvieron una discusión tremenda por eso. Él, pasada la ira, le pidió

disculpas porque la chica se lanzó a besarlo pero Mel no le creyó

nada. Se terminó -pronunció con cierto temor y se alejó herida.

Después de todo, los rumores siempre tienen algo de verdad -

reflexionó aquella ocasión. No se habían vuelto a ver pero se enteró

que la banda se disolvió cuando Diego abandonó el liderazgo.

Después de dos años, se volvieron a ver en la Universidad. Él

estaba en cuarto año y ella ingresaba a primero. Su rostro seguía

igual, no había cambiado excepto su cabello que ahora lucía mucho

más corto y bien peinado. Estás hermosa, Mel -él le había dicho

admirado. Tú no has cambiado, Diego -respondió y se alejó riendo.

Él empezó a buscarla. Se hicieron amigos y compartían largas

charlas en la tarde y Mel pensó que Diego si había cambiado en su

personalidad. Ahora lo notaba más maduro y bromeaba más. Se

sintió cada vez más cerca de él y sin notarlo casi se encontró

enamorada de él. Pero esta vez no era un caprichito de adolescencia,

ya no se sentía “enamorada” de un ídolo, sino de él, del verdadero

Diego y de su forma de ser con ella.

Después de un año juntos, como amigos, él le pidió que fuera su

novia. Aceptó, a pesar de la fama de él. Había madurado, si, pero

seguía siendo todo un cazador de mujeres. Empezaron a ser una de

las parejas más conocidas y estables de la Universidad. Despertaban

envidias por lo atractivos que eran. Él, alto, guapo e inteligente al

igual que ella, alta, bella e inteligente. Cuando estaban a un día de

celebrar su primer aniversario, Melina decidió ir a su departamento

sin avisar. ¡Grave error! Porque lo que vio la dejó paralizada. Ella

no había ido nunca pero tenía las llaves que él le había dado y entró

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para toparse con un espectáculo que bien podría haber evitado.

Diego besaba apasionadamente a otra mujer que estaba

semidesnuda, al igual que él. No, no podía estar pasando. Corrió

desconsolada y Diego trató de alcanzarle. No lo logró y ella se

rehusó a hablar de lo sucedido, ni siquiera se lo contó a Doménica.

Estaba dolida y no entendía que era lo que había hecho mal. Ella lo

amaba, pero aún no se había acostado con él.

Diego terminaba ese año la Universidad y se graduó de doctor. Aún

lo apreciaba -se dijo Mel- por lo que asistió a su incorporación. Lo

felicitó con un abrazo que le recordó lo cálidos que eran los brazos

de él. Aún lo amaba… y después de un par de meses había vuelto a

su lado. Nadie sabía el motivo de su separación anterior por lo que

en ese entonces no hubo reclamos ni alegatos de ningún lado.

Estaban juntos y al cumplir nuevamente un año juntos, Mel visitó su

apartamento. Pero era uno nuevo y esta vez, ella no se iba a ir tan

rápidamente. Su visita no era lo que había planeado pero, no iba a

negar, que era eso lo que quería que pasara. Se entregó a Diego y le

otorgó su pureza que, para ella, era algo muy significativo que se

había prometido entregarla al hombre de su vida. Y así lo hizo -

pensó- No se arrepentía a pesar de todos los sucesos posteriores.

Los primeros meses después de aquel día, sus encuentros se hicieron

asiduos y no le importaba lo que dijeran. Al fin y al cabo ya tenía

21 años y nadie tenía porque decirle lo que debía hacer. Él visitaba

su apartamento o ella el de él. Creía que todo era felicidad pero al

parecer, Diego no pensaba lo mismo, porque volvió a coquetear con

mujeres. ¿O será que nunca había dejado de hacerlo? Coqueteos lo

acepto, pero si se pasa de ahí… Te dejo -le había amenazado y él

había asentido empezando a besarle y logrando que olvidara su

enojo y solo estuviera consciente de él.

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Capítulo 11

Era una mentira, por supuesto. Diego había seguido con sus

andanzas y primero lo hacía a escondidas, para evitar que se

enterara. Pero poco a poco empezaron a hacerse públicas. Tanto

que todos los que se atrevían le decían lo que ocurría a una Mel

cegada y otros tantos se limitaban a verle con lástima. Ella sentía

que se hundía en un abismo por Diego. Empezó a restarle

importancia a su empleo y casi no se concentraba pensando en

donde estaría Diego y con quien. Él le había vuelto una celosa

obsesiva y la situación era insostenible. Discutían y se

reconciliaban en la cama. Se estaba volviendo una persona taciturna

y su carácter alegre cambió notablemente. No, era insoportable y

aún peor fue cuando todos empezaron a meterse en su vida. Solo

lograron que ella se aferrara más a él. Doménica le dio un

ultimátum o lo dejaba o se olvidaba de lo que ella había sido alguna

vez porque esa relación la estaba acabando física y mentalmente. Se

había distanciado por primera vez de Doménica y se aisló del

mundo. Diego muchas veces no llegaba a dormir y ella sentía que se

moría poco a poco.

No recordaba exactamente que fue lo que le hizo reaccionar. Tal

vez empezó a darse cuenta de lo que Diego le estaba haciendo

cuando asistió a la boda de su hermana Danna. Allí vio, para variar,

como él coqueteaba con las invitadas de casi toda edad. Pero aún

estuvo un par de meses más hasta que se alejó definitivamente de

Doménica y del mundo. Cuando por fin se decidió a dejarlo fue

porque lo siguió un día. Ver era mucho más efectivo que saber y fue

consciente de lo que estaba soportando. Una pesadilla. Se separó de

Diego y alquiló el piso en el que vivía hasta ahora y Doménica fue,

inclusive su hermana vino de Italia, solo para asegurarse de que su

historia con Diego, era eso… historia.

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***

- Mel, ¿Cómo estuvo el viaje? -Danna interrogaba mientras le daba

un fuerte abrazo- Parecen siglos desde la última vez que viniste.

- No por gusto, Danna -Mel le besó en la mejilla- Mis ocupaciones

no me dan tregua.

- Yo también trabajo pero igual te visitó… -al ver el semblante de

Mel cambió- Si se que es una ventaja que mi esposo sea mi jefe -

sonrieron y caminaron al interior de la casa.

- ¿Dónde está Leonardo? -preguntó curiosa por su ausencia.

- Tuvo una reunión de emergencia -suspiró- pero naturalmente yo

me escapé… Debo conversar contigo -replicó seria.

- Danna, puede esperar ¿verdad? -Melina estaba cansada- Quiero

tomar una ducha y realizar un par de llamadas…

- Claro que si, Mel. ¡Qué mala anfitriona soy! -Danna dijo

mortificada- Mira tu cuarto está listo. Ve y has todo lo que debas.

- ¿No te opones? -Mel la miraba extrañada- El matrimonio te ha

sentado bien -sonrió y Danna le hizo una mueca.

- Quiero hablar, Mel. Pero lo mejor será dejarlo para más adelante.

- Por mi está bien, Danny -sonrió al ver su cara de fastidio.

- Sé que lo utilizas para molestarme -gritó Danna mientras Mel se

alejaba- Pero no conseguirás librarte de la charla esta vez…

Melina sonrió al escuchar los gritos de su hermana. No se detuvo

pero recordó a lo que ella se refería. En todas las ocasiones que su

hermana había tocado el tema de Diego, ella lo había esquivado

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hábilmente. Llevaba casi tres años escapando de esa charla. ¿Será

que había llegado el momento de hablar? Esperaba que no.

Salió de la ducha dispuesta a hablar con Doménica. Empezó a

marcar pero se encontró digitando un número distinto.

- Si -contestó Diego con voz profunda.

- Hola, soy yo. ¿Estás muy ocupado? -dijo escueta por si acaso

alguien estaba escuchando.

- No, exactamente. ¿Apenas llegas?

- No, hace unas horas…

- ¿Cuándo vuelves?

- Aún no lo sé…

- Te extraño, Mel -bajó la voz perceptiblemente- no se como

estuve tan loco como para dejarte ir…

- No me dejaste ir… Yo me marché -aclaró Mel sin saber porque-

Te llamo más tarde.

- Espero tu llamada. Adiós -Diego colgó sin esperar respuesta.

Estaba enfadado.

- Gracias por preguntar como me siento yo… -le dijo Melina a la

bocina del teléfono. Estaba empezando a cansarse de ese juego.

Escuchó unos pasos que se dirigían a su habitación, así que optó por

terminar de vestirse. No tenía ánimo de nada por lo que era mejor

dejar la llamada a Doménica para más tarde.

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Capítulo 12

- ¿Puedo pasar, Mel? -Danna preguntó y ella le abrió la puerta.

- Claro Danna, pasa -Mel se paró frente a la ventana y miró

distraídamente- ¿Qué sucede?

- Melina, tu sabes que no me gusta meterme en tu vida -Danna no

sabía como continuar y vacilante dijo- Yo temo que tu…

- Danna es mejor dejarlo… -Mel bajo el tono amenazante.

- No, Mel. Creo que ya esperamos bastante. Yo sé que no soy

nadie para opinar pero…

- Danna tu eres mi hermana y a pesar de todo te quiero y respeto

mucho. Tú pasaste por tanto y yo… Eres muy valiente pero tienes

razón. No voy a discutir mi vida personal contigo ni con nadie.

- Melina yo no quiero obligarte a hablar de algo que no quieres,

pero solo quería decirte que yo estaré ahí para lo que necesites…

Yo estoy dispuesta a escucharte cuando así lo decidas y prometo no

juzgarte… Yo también te quiero hermanita –se acercó a abrazarla y

sonrió- sigues pareciéndome enorme -bromeó.

- Yo no tengo la culpa de que seas tan pequeñita -río al ver la cara

de Danna. Ella apenas medía 1.60 por lo que parecía bastante chica.

- Pues a mí me gusta así -una voz masculina se escuchó desde el

pasillo. Leonardo entró sonriendo y dijo- ¿Interrumpo?

- No claro que no, cariño -Danna se acercó y besó ligeramente sus

labios- Estaba comentando con Mel los preparativos de la fiesta.

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- ¿Con Mel? ¡Increíble! -dijo bromista y Mel cerró sus ojos con

gesto amenazante- ¿Qué? -puso gesto inocente- No te gusta la

organización de fiestas ni nada que tenga que ver. ¿O me equivoco

cuñadita? -él acercó a su cuerpo a Danna que contenía las ganas de

echarse a reír- Antes que haya una masacre me voy -Danna río

abiertamente- Solo venía a decirles que la comida esta servida.

- Gracias amor. Vamos Mel -Danna aún reía.

- Si, vamos -¿Con qué su cuñado quería bromear no?- ¡Leonardo!

–gritó al tiempo que tomaba un cojín y se lo arrojaba.

- ¿Has visto lo que ha hecho nuestra invitada? -fingió un gesto

severo- Es inconcebible -dijo evitando sonreír divertido.

- Tú te lo buscaste, querido -Danna sonrió- Sabías que Mel no se

quedaría quieta…

Escuchó como las risas de Leonardo y Danna se perdían en el

pasillo. Ellos se amaban tanto que a veces deseaba tener la vida de

Danna. Como en ese momento… ¡Qué no daría por tener un

hombre así en su vida! Que la amara tanto como su cuñado amaba a

su hermana, que la respetara y cuidara… que quisiera formar una

familia… Algo que era un sueño que nunca compartiría con Diego.

***

- Bienvenida Mel -Leonardo dijo serio y Mel le sonrió- Espero que

tu estadía sea larga.

- Gracias, Leonardo. Veré que puedo hacer -Mel estaba consciente

del gran aprecio que su cuñado sentía hacía ella. Era mutuo.

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- Hola Mel ¿viniste a mi fiesta? -Saludaba sonriente Beth, la hija de

Leonardo con su primera esposa- Me alegro tanto -abrazó a Melina

que la estrechó cariñosamente. Quería mucho a esa niña.

- Hola pequeña. Si, he venido a tu fiesta, además te extrañaba

mucho ya -con un gesto señaló al segundo piso- te tengo un

obsequio.

- Gracias tía Mel -le encantaba ver a esa chiquilla sonriendo y al

mismo tiempo le recordaba lo que no llegaría a tener. Su ánimo se

nubló pero nadie lo comentó.

- ¿Dónde está André? -Mel trató de alejar esos pensamientos

preguntando por su otro sobrino. André era el único hijo de Danna y

Leonardo.

- Está en su habitación. Seguro pronto se despierta y lo podrás ver

-Danna sonriente respondió y como la cena fue servida, todos se

dispusieron a comer.

***

Estaban disfrutando de un café. Beth se había ido a dormir y solo

quedaban en la salita Leonardo, Danna y Mel. Comentaban de la

fiesta. Estarían presentes solo la familia y amigos íntimos. Mel

empezó a revisar la lista de invitados. La mayoría eran conocidos

suyos pero solo un nombre le llamó la atención. Micaela Sauz

constaba como invitada y se le hizo muy familiar. Ese nombre…

definitivamente lo conocía de algo. Tal vez porque asistió a la boda

de Danna también pero… ella apenas recordaba a alguien de aquella

vez. Eran tantas personas… Pero si no era de ahí… ¿de donde

recordaría a una mujer, que obviamente, jamás conocería en otro

lado?

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Capítulo 13

- Me retiro. Gracias por la cena Danna, Leonardo -pronunció

despidiéndose Mel al tiempo que soltaba la lista en una mesita del

costado- Bonna notte.

Ambos asintieron viendo como ella se alejaba con la mente ya

perdida en lejanos momentos.

- Estoy preocupada. Mel no habla y temo que lo que se guarda la

está consumiendo -Danna lo miró reflejando su incertidumbre.

- Tranquila, cariño -Leonardo se acercó a cubrirla con sus brazos-

Decidiste no presionarla para que hablara ¿verdad? -ella asintió-

pues no lo hagas, ella te lo contará todo cuando este lista.

Danna sintió como su inquietud se desvanecía con el contacto del

cuerpo de su esposo. Él la estrechó aún más besando su cuello y ella

perdió la noción de sus pensamientos.

***

Mel entró a su habitación. Se sentía sola y esa sensación ya era tan

familiar que no le extraño. La soledad había sido su compañera

desde que conociera a Diego. ¿Por qué nunca reunía el valor para

dejarlo? Esa fijación con él… Nuevamente los recuerdos la

transportaron al pasado.

Habían pasado más de dos años de su sonada ruptura y coincidir con

él en una fiesta fue un shock total. ¿Por qué? -se había preguntado-

Estaba pasándola tan bien con un chico que había conocido ahí y

ahora la conversación ya no le parecía tan interesante. ¡Diego estaba

guapísimo! El nuevo corte de cabello le daba un aspecto aún más

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- 38 -

maduro y sofisticado, vestía sencillo pero elegante… e iba

acompañado.

- ¿Mel, estás bien? -preguntaba impaciente Miguel.

- Si, lo siento. Es que me pareció haber visto a alguien familiar…

- ¿Conoces a Diego? -preguntó al ver la dirección de la mirada de

Mel- No importa, vamos -se vio conducida por Miguel hacia ellos.

- Yo… -trataba de alejarse pero el encuentro se hacía inevitable…

- Diego, Kristen ¿cómo están? -Miguel saludó alegremente-

Quiero presentarles a Mel, una amiga -le dirigió una mirada cargada

de deseo- Mel, ellos son Kristen y mi cuñado querido -sonrió.

- ¿Cuñado? -pronunció Mel incrédula. ¿No podía referirse a…?

- Si Mel. Kristen es mi hermana y Diego es su novio.

Después de la sorpresa y asimilar la terrible coincidencia, Mel trató

de ignorar a Diego. Algo imposible porque sus ojos la tenían

hipnotizada y las miradas que le dedicaba hacían que su cuerpo

vibrara. Miró a Miguel quien bromeó y le hizo sonreír. Estaba

reencontrando su espíritu y empezó a superar, de a poco, el pasado.

- Mel, ¿puedo acompañarte? -Miguel no quería que se marchara

aún- Yo te llevo a tu departamento, si el problema es el transporte…

- Yo… -Mel dudaba en quedarse o irse. Se sentía bien pero…-

¿Qué dices Stella? -preguntó a su otra amiga. Doménica ya se había

marchado por Alex, así que solo quedaron las dos.

- Por mi no hay problema. Si nos llevan, podemos quedarnos -

Stella estaba entusiasmada con un chico.

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- Si creo que si -Mel asintió y Stella volvió a entrar a la fiesta-

Vamos -siguió detrás de Miguel y sintió como una mano le

aprisionaba el brazo evitando que avanzara- ¿Qué demonios…? -no

quería llamar la atención por lo que solo miró a su interceptor-

¿Diego? -exclamó temblorosa al reconocer esos ojos destacando en

la penumbra que cubría su rostro.

- ¿Ya no me saludas? -Diego dijo con voz seductora- No recuerdo

que estuviéramos enfadados…

- No, no lo estamos -¡Cínico! Pensó Mel y quiso gritárselo pero se

contuvo- Solo que yo ya no soy tu amiga y no tengo porque

saludarte…

- Si yo no te pido que seas mi amiga -Diego ignoró el tono de

advertencia de Melina e intentó abrazarla- Yo quiero que seas…

- No sigas, Diego -Mel trataba de controlarse y se alejó- Yo no

quiero escucharte. Además, tu novia te espera.

- Yo no tengo… -Diego estaba diciendo cuando Miguel apareció.

- ¿Qué pasa chicos? ¿Por qué no entran? -se acercó colocándose en

la mitad de los dos y abrazándolos amistosamente.

- ¡No la toques! -Diego gritó sorprendiéndolos a los dos.

- ¡Estás de broma! -Miguel dijo incrédulo- ¿Qué te pasa cuñadito?

- ¡No soy tu cuñado! -Diego exclamó furioso.

- ¡Bien!, si eso es lo que quieres… -Miguel se alejó enfadado y

tomó el brazo de una aún sorprendida Mel. ¿De cuando acá Diego

tenía esos arranques posesivos? Y… ¿¿con ella??

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Capítulo 14

- ¿A dónde van? -Diego no creía que Mel se estuviera alejando.

- A la fiesta… -Miguel respondió evidentemente molesto- ¿Por

qué? ¿Algún problema, Diego?

- No, tú puedes irte. Pero Mel se queda.

- ¿Disculpa? Ella va conmigo…

Mel veía impotente como ambos hombres se enfrentaban. No quería

ningún escándalo y finalmente intervino:

- Basta -se interpuso entre ellos- Yo voy a hacer lo que quiera y

ustedes no me lo van a impedir. Regreso a la fiesta -dijo y Miguel

tomó a Melina por los hombros en signo de posesión- Pero antes

voy a hablar con Diego -finalizó sabiendo que Diego no se quedaría

tan tranquilo.

- Bien, si eso es lo que quieres -Miguel estaba enfadado y se sentía

un intruso- ¡Quédate con él! -concluyó empujándola contra el

cuerpo de Diego.

Melina estaba aturdida y sentía como Diego la tomaba entre sus

brazos acercándola más a su duro torso. Sintió como su cuerpo

reconocía de inmediato a aquel hombre. A pesar de todo el daño, el

amor seguía presente y ella no entendía como le podía estar

ocurriendo todo eso.

- Diego… -su voz estaba vacilante- suéltame -dijo y sintió como

él aflojaba el abrazo y la dejaba libre. Se sintió vacía y… sola-

¿Qué quieres? -quería que fuera claro y conciso. No necesitaba

rodeos ni falsas promesas.

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- 41 -

- Te quiero a ti -respondió con presteza intentando acercarse.

- Basta de bromas, Diego -ella estaba nerviosa por su cercanía-

Quiero volver a la fiesta… -comentó distraída.

- Vamos pero primero debes escucharme -Mel no quería…

inconscientemente sabía que terminaría convenciéndola.

- No hay nada que… -Mel alzó sus ojos y se vio reflejada en la

mirada de Diego. ¡Grave error! Estaba hipnotizada y ya no sentía

como él acortaba la distancia.

- Yo te quiero a ti -repitió y Mel cerró los ojos con fuerza- Mel,

mírame -tomó con dulzura su rostro- Yo quiero volver contigo.

- Diego, es imposible… -dijo ya sin convicción.

- Nada es imposible -pronunció suavemente mientras tomaba su

boca en una caricia que ambos ansiaban y que ya no era factible

retrasar más.

Mel sintió como las sensaciones aún ahora volvían a recorrerle y

hacían que se estremeciera con solo evocarlas. No tenía remedio.

Intentaba y fracasaba miserablemente al pretender poner distancia.

Tal vez ella misma se saboteaba -pensó y continuó viendo las

imágenes frente a sí de aquella noche.

No habían vuelto a la fiesta. Diego la llevó hasta su apartamento y

ahí se fundieron en uno solo. Se desnudaron con avidez como si eso

calmara su ansiedad por estar juntos. Había sido demasiado tiempo

alejados y poco importaba el pasado. Solo estaban conscientes del

mundo de emociones que se arremolinaban en su interior. Te amo -

había repetido Diego hasta la saciedad- Te amo Mel -y esas

palabras aún ahora retumbaban en sus oídos, recordándole que

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- 42 -

estaba condenada a escucharlas como su sentencia de muerte porque

eran una dulce mentira.

***

Sintió como una ráfaga fría le helaba el corazón. Fue a cerrar la

ventana de la habitación y empezó a quitarse la ropa. Se metió entre

las cobijas arrebujándose en un vano intento de entrar en calor. No

quería hacerlo. ¡No!... ¡Quería hacerlo pero no debía! Pero

¿cuándo el corazón le hace caso a la razón?

La contestadora saltó después de 4 timbres. Lo intentó varias veces

más. Finalmente se dio por vencida y le dejo un mensaje. Te llamé

como prometí -dijo y colgó triste. Como era de imaginarse, Diego

no estaba. Él le había dicho que esperaría su llamada… ¡Ingenua!

¿Es que nunca dejaría de ser tan tonta? Obviamente estaría con su

conquista de turno. Su nueva “novia” -repitió en voz alta con

amargura- Lo que ella nunca sería… porque ella misma no se lo

había permitido. ¿Para qué? ¿Para qué quieres que sea tu novia? -

le había dicho aquella vez mientras se vestía- Sé que eres un

mujeriego y no has cambiado nada. Sigues en lo mismo solo que

ahora mejoraste tus técnicas ¿no? -pronunció con rabia- Pero ese

no es ni quiero que sea mi problema. Tú sigue con tu vida y yo

seguiré con la mía. ¿Qué resultó de esta noche? Nada. Una noche

estupenda pero eso es todo -cuando él iba a protestar ella finalizó-

No olvides que yo sí recuerdo que tu novia es Kristen -dijo con

repulsión en la voz. Una repulsión y odio dirigido a sí misma.

¿Cómo había sido tan tonta como para olvidarlo? Se había dejado

llevar sin pensar en esa pobre chica ilusionada con Diego. En

realidad lo había olvidado… todo olvidaba en los brazos de él. Sin

más había salido de ahí seguida por él. ¡Qué resolución ni nada! En

un instante volvía a estar nuevamente rendida en sus brazos.

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- 43 -

Capítulo 15

El presente le golpeó el rostro nuevamente cuando traía a su mente

los recuerdos de las conquistas de Diego. Había llegado al punto de

que, como ellos no “tenían nada”, ella lo veía en los bares con sus

novias, una distinta cada semana, y Mel no se daba por enterada. Si

bien el dolor se reflejaba en sus facciones, no protestaba y seguía

con esa absurda e insostenible situación. Miles de veces Dome le

había interrogado pero ella no contaba nada. Sentía vergüenza y

odio por su debilidad. Solo se limitaba a negar cualquier relación

entre ella y Diego, al fin y al cabo, entre ellos no existía nada

parecido a una relación… era tan solo unos momentos de pasión.

Sintió como sus mejillas se mojaban y el sabor salado de las

lágrimas llegó a sus labios. Lágrimas de impotencia, ira, odio…

¡Te odio Diego! -susurró mientras aplastaba su rostro contra la

almohada para evitar los sollozos que amenazaban con salir de su

garganta- ¡Cuánto te odio! -murmuró y el sueño le ganó la partida

borrando por una noche las marcas de dolor en su hermoso rostro.

***

La luz del amanecer inundó de a poco la habitación y Mel despertó

un tanto sobresaltada. ¿Qué había estado soñando? Recordó

fragmentos sueltos y dos imágenes claras. ¿Qué significaban? ¿Por

qué soñar con ellos? Uno estaba presente en su vida: Diego… y al

otro… apenas lo conocía.

El desayuno estaba servido y en la mesa ya estaba toda la familia.

Saludó sonriente pero enseguida cambió de humor cuando su

hermana le contó lo que tenía planeado para aquel día: ¡Compras! -

había dicho y Mel hizo una mueca lamentando haber venido antes.

¡Qué tortura más efectiva si quería hacerla hablar!

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- 44 -

Caminaron por más de tres horas seguidas buscando el “vestido

perfecto” para Melina. Ella ya estaba cansada y no le importaba si

le ponían un trapo cualquiera con tal de acabar con este recorrido.

- Si, pero no es lo que estamos buscando -dijo por enésima vez

Danna y ella le dedicó una mirada asesina- ¿Qué?

- Nada -murmuró entre dientes entrando una vez más al vestidor.

Finalmente encontraron un vestido que convenció a Danna. El

evento sería en la mañana por lo que un vestido corto y no muy

formal era lo ideal. Melina asintió sin darle mucha importancia, lo

único que quería era irse a sentar con un buen libro un largo tiempo.

***

- ¿Dome? -Mel interrogó por el teléfono- ¿Estás bien?

- Perfectamente, Mel -seguía con una voz extraña- ¿Por qué?

- Por nada -desistió porque Dome no decía nada- ¿Y Alex?

- Muy juguetón preguntando por ti.

- ¿Está por ahí? -Mel inquirió y oyó la risa de Dome.

- Si, está conmigo. Te lo paso.

Mel habló un tiempo con Alex. ¡Estaba cada día más preguntón! Y

ya lo extrañaba. El hijo de Dome era como si fuera suyo y como

ella era su madrina… siempre estaba pendiente del pequeño. Dome

preguntó por su hermana y le envió disculpas por no poder asistir.

Se despidieron sin conversar nada en concreto.

***

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- 45 -

Desde muy temprano el bullicio se había apoderado de toda la

mansión. Gente corría por aquí y por allá para hacer que todo

estuviera perfecto. Mel abandonó su cama con resistencia. Danna

había insistido en que ella también se arreglará con la estilista y no

tuvo más remedio que aceptar. ¡Cuando su hermana tenía una idea

nada ni nadie le hacía desistir! Con desgana admitió que había

hecho un buen trabajo. Destacaba sus ojos grises claros y su cabello

castaño estaba arreglado de tal manera que quedaba bastante suelto.

Era todo muy natural, como a ella le gustaba.

- Mamá ¡qué gusto verte! -Mel abrazó a su madre- Caro, señora

Rivas ¿cómo están? -saludó a la amiga de su hermana y su madre.

- Igualmente, hija. ¿Cuándo llegaste? -terció

- Hace unos días -suspiró cansada- Danna me ha tenido loca con lo

de los preparativos…

- ¡Me imagino! -comento Caro riendo- con lo perfeccionista que

es… ¿Dónde está Dome?

- Dome no pudo venir -la miraron extrañadas- Es que tuvo un

problemita con Alex.

- ¿Alex está bien? -Caro dijo preocupada.

- Si, solo que se resistió a viajar -inventó mientras pensaba en el

motivo de la ausencia de Dome. En realidad no lo sabía… con

certeza. Tenía una ligera sospecha que se relacionaba con cierto

hombre que estaba no muy lejos de ella.

- Bueno, en otra ocasión será -aceptaron y siguieron charlando

animadamente en tanto esperaban a que aparecieran los anfitriones.

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Capítulo 16

Después del brindis, Melina ya no pudo más. Se escabulló por un

costado porque, aunque no fuera una pomposa fiesta, si era muy

elegante y ella no sentía que encajaba ahí. Caminó hasta dar con

uno de los jardines más apartados. Empezó a escuchar a alguien

siguiéndola con pasos sigilosos, cuando iba a enfrentar al

desafortunado intruso escuchó su voz:

- ¡¿Melina?! -preguntó con aquella voz tan… magnífica.

- Daniel… -susurró al tiempo que volteaba para mirarlo.

- ¿Huyendo? -sonrió comprensivo mientras ella agachaba la cabeza

como una niña descubierta en medio de una travesura- Yo también.

- ¿Si? -Mel lo miró curiosa- Es extraño verte aquí. Tú dijiste…

- ¿Qué no asisto a estos eventos? -Mel afirmó- Si, pero esta vez

hice una excepción.

- ¿Por qué? -él se lo pensó un poco.

- Quería conocer a tu hermana.

- ¿Danna? -sintió un nudo- Está casada… -dijo sarcástica.

- Si, lo sé -contestó igual- Es una lástima -comentó y Mel empezó

a sentir rabia hasta que vio que él se estaba riendo.

- ¿De qué te ríes?

- Nada, Melina -Daniel se detuvo y la miró- Solo quería saber si se

parecen.

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- ¿Y? -él ladeó la cabeza- No somos parecidas, precisamente.

Danna tiene la estatura, cabello y ojos de mi madre. Yo tengo la

estatura, cabello y ojos de mi padre.

- Si, no las hubiera relacionado a primera vista pero…

- Obviamente, no. Mi hermana es elegante, pequeña y hermosa.

Como una princesa -Melina comentó lo último un tanto irónica.

- ¿Qué quieres decir? ¿Princesa? -Daniel estaba divirtiéndose.

- ¿No la has visto? ¡Es perfecta! -Mel bufó- No sé como lo

soporta… -susurró- Su vestido le calza como a una muñequita

delicada y pequeña –sonrió mirándose- y a mi… ¡a mi! ¡Por qué

tuve que hacerle caso! -se lamentaba y Daniel sonrió.

- ¿A qué te refieres exactamente? A mi me parece que…

- Soy como una palmera -concluyó y él se echó a reír- ¿¿Qué?? -

replicó molesta.

- ¿Una palmera? Pero…

- Si, me queda como si una palmera gigante se hubiera puesto un

vestido. Mírame -quejándose se dio una vuelta- ¿qué te parece?

- Que si me dejas completar una frase podremos conversar -él

sonrió al ver que ella se azoraba un poco- Bien, ahora que puedo te

digo que yo no comparto tu opinión. Te ves muy guapa y no te

pareces a una palmera precisamente -él sonrió seductor y miró sus

largas piernas- estás… espectacular -soltó con voz ronca y Mel

sintió un ligero cosquilleo- Quiero decir el vestido es hermoso y te

sienta muy bien -terminó después de carraspear un poco.

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- Gracias, Daniel -Mel sonrió radiante sintiéndose en verdad

espectacular- ¿Viniste solo?

- No -dijo un poco cortante y acercándose le preguntó- ¿Y tú?

- Si -respondió escueta y bajó la mirada.

- Melina, ¿cómo estás? -preguntó con ternura sabiendo que no

necesitaba decir más.

- Bien… -dijo bajito pero enseguida negó con la cabeza. Aquel

hombre no se merecía esa respuesta sin sentido- Mal… -fue tan

solo un susurro pero Daniel lo escuchó perfectamente y sin

pensárselo mucho le tomó una de sus manos entre las suyas y la

apretó con cariño. Transmitiéndole fuerza y valor para revelar lo

que tanto daño le hacía. Melina se sentía sumamente extraña y…

protegida. No sabía como, pero Daniel le hacía desear contarle toda

su historia y refugiarse en sus brazos del dolor punzante que le

amenazaba. No había sido capaz de hablar con nadie sobre Diego,

ni siquiera con Doménica, pero con él… con Daniel el panorama

daba un giro. Parado ahí tomando su mano, tan seguro y varonil, le

hacía desear por una vez derrumbarse en los brazos de alguien sin

importarle si era juzgada o recriminada- Yo… -sintió como las

lágrimas pugnaban por salir y un nudo atenazaba su garganta. Él se

acercó más a ella y apretó más aún su mano.

- ¿Por qué? -fue algo pronunciado suavemente.

- No puedo dejarlo… -Mel sentía como la voz se le cortaba como

siempre que intentaba hablar- Yo estoy… -ella se puso rígida de

pronto y se separó desistiendo de hablar.

- ¿Qué es lo que…? -empezó a decir Daniel para mirar quien los

interrumpía y su voz también se atoró por la sorpresa.

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Capítulo 17

Una mujer se acercaba con paso firme hacia ellos. Daniel

instintivamente soltó la mano de Melina y se alejó más. Quien se

acercaba era fina y bonita, con su vestido parecía una de aquellas

mujeres artificiales -pensó Mel y enseguida notó algo de tensión en

Daniel- no podía ser ella la…

Todas sus dudas se despejaron cuando la mujer se acercó a Daniel

besándolo ligeramente en los labios y a continuación tomó su brazo

posesivamente aprovechando, de paso, para presumir el hermoso

brillante que tenía en su dedo.

- Melina, ella es Micaela -Daniel las presentó repentinamente serio.

- Su prometida -completó la mujer por si el anillo no hubiera sido

suficientemente claro- y tú eres… -pronunció con desprecio.

- Hermana de la anfitriona -culminó viendo como a esa mujer se le

helaba la sonrisa. ¡Bien merecido!

- Disculpa, no sabía que fueras cuñada de Leonardo… -emitió con

falso arrepentimiento pero añadió con malicia- y hermana de la

diseñadora -lo dijo con tal arrogancia que Mel deseó partirle uno de

los maceteros cercanos en su “real” cabeza.

- Si, una de las mejores diseñadoras del mundo ¿sabías? -al ver que

Micaela se quedaba repentinamente muda añadió- ¿¿no?? Claro

que no, obviamente tú no sabes nada más que el color de moda

¿cierto? -Mel sonrió fingidamente- Debo irme, porque mi hermana,

la diseñadora, debe estar buscándome -añadió con intención y

soltando una ligera risita al oír el bufido de la mujer.

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Daniel miró como Mel se alejaba y trató de reprimir una sonrisa que

amenazaba con aflorar a sus labios. Micaela no debería haberse

comportado así pero Mel le había puesto en su lugar. No debería

alegrarse precisamente, pero alguien debía bajarle los humos a su

futura esposa o terminaría por volverse loco y le agradecería al cielo

y a Mel si ella era la persona adecuada para hacer de Mica una

persona más natural.

¡Qué mujer más insoportable! -pensó Micaela y viendo a Daniel

apretó aún más su brazo- No había creído cuando Antonella le había

contado que había visto a su Daniel con una mujer. Él sabía muy

bien que ella era muy celosa así que decidió no confrontarlo.

Melina Báez -había dicho Antonella- y ahora ella empezaba a

sospechar que tal vez había algo raro ahí. ¡Una oportunista igual

que su hermana! -comentó despidiéndose Antonella y Micaela

prometió no dejar a Daniel nunca en libertad.

Melina aún sonreía al recordar la cara de fastidio de aquella mujer.

Ella había empezado y solo se había defendido, así que se merecía

que su máscara se desfigurara aunque fuera un momento. Empezó a

mirar a su alrededor nuevamente a los invitados.

- ¡Qué bueno verte, Melina! -una voz sexy habló a su espalda y la

sobresaltó. ¿Qué estaba pasando?- Te ves preciosa.

- ¡Sebastien! -lo miró sorprendida. Él no solía buscarla y mucho

menos le hacía cumplidos- Igual te ves muy bien,

- ¿Por qué no bailas? -el sonrió seductor y ella empezó a pensar

que ese vestido tenía algo mágico.

- ¿Qué? Porque no estoy de ánimo -no sabía ni que decir.

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- ¡Lástima! Yo deseaba tanto bailar contigo -susurró galante y ella

empezó a mirarlo como si estuviera loco.

- ¿Sebastien estás bien? -Él nunca se había fijado en ella. Desde el

principio “trataba” con Dome y ahora sabía toda su historia-

Generalmente, tú…

- ¿No soy así? -él preguntó divertido.

- No, siempre eres así -Mel dijo retadora- pero no conmigo.

- ¡Atrapado! -él sonrió y ella entendió el encanto matador del que

hablaban las mujeres- Solo quiero hablar…

- ¿De qué? -ella no iba con rodeos y eso hizo que él se separara.

- ¿Doménica está bien? -Mel lo miró sorprendida.

- ¿Por qué?

- Porque no ha venido -él habló con un tono despreocupado- Y se

que es muy amiga de Danna también… Simple curiosidad.

- ¿Si? -Mel no se lo creía. ¿De cuando acá Sebastien tenía “simple

curiosidad”?- Te conozco, Sebastien. Me agradas pero no voy a

decir nada de Dome… solo que esta perfectamente desde la última

vez que la vi.

- ¿Y no vino por?

- Porque no pudo. ¿Algo más para satisfacer tu simple curiosidad?

-Mel dijo sonriendo irónica porque no iba a decir nada de nada

además de que se le podía escapar el gran secreto y Doménica le

mataría.

Sebastien fingió mirarla resignado pero no la engañaba.

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Capítulo 18

- ¡Nunca vas a caer! -sonrió inocentemente y Mel entendió que era

lo que hacía irresistible a Sebastien. Era esa mezcla de ángel –

demonio. Pasaba de ser un corderito a todo un lobo en segundos.

Pero eso si -pensó Mel- nunca lo había visto sin esa sonrisa

seductora y ese brillo de cazador experimentado.

- ¡Ni lo intentes! -bromeó mientras tomaba su mano para ir a la

pista de baile. Ella lo apreciaba mucho. Le parecía un hombre

sumamente atractivo, al igual que su cuñado Leonardo y el hijo de

éste, Stefano. En realidad, en Italia había conocido a muchos

hombres por los que bien podría derretirse pero más allá de

admirarlos, no le provocaban nada… porque no eran Diego –suspiró

y curiosamente su mente pasó una imagen- porque no eran ¿Daniel?

- ¿En quién piensas? -Sebastien le miró inocente.

- ¡Qué curioso eres! Nadie en especial…

- ¿Adivino? -Mel lo miró suplicante pero él no se calló- Estabas

pensando en… lo bien que se ve ese pastel de cumpleaños -sonrió y

le tomó la mano- Vamos que yo también tomaré un pedazo.

Melina sonrió porque siempre había pensado que Sebastien era un

tanto bromista, si pero insensible y con la actitud de ahora le estaba

demostrando que estaba equivocada. Era un gran hombre y tenía

mucho en común con Doménica. ¿Por qué no se habrían

enamorado? ¿Por qué no estaban juntos?

***

Se estiró una vez más en el sillón para desechar un ligero letargo que

parecía haberse adueñado de su cuerpo. ¿Sería por el libro que tenía

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entre manos? Claro que no, a ella siempre le había gustado leer…

de hecho era una de sus mayores aficiones pero… no podía

concentrarse. ¿Por qué? Por el mismo motivo de siempre. Suspiró

mirando al teléfono en una súplica absurda. Cerró el libro,

definitivamente no se iba a poder quedar tranquila hasta no tomarlo.

Cuando estaba a punto de alzar la bocina éste sonó inesperadamente.

- ¿Diga? -saludó y recordó que estaba en Italia- Excusi ¿Pronto?

- ¿Melina? -ni siquiera aguardo respuesta- Estaba pensando si

todavía estarías aquí, así que llamé a Eduardo para que le preguntara

a Doménica, pero luego recordé que tengo el número de Leonardo y

me dije mejor llamo directamente y pregunto por ti…

- ¿Daniel? -Mel sonrió cortando la retahíla de palabras de él. Era

inconfundible pero… debía preguntar.

- Disculpa, Melina. Si, soy yo -pronunció en tono divertido-

¿Cómo estás?

- Aburrida y ¿tú?

- ¿Sola?

- Casi… -en realidad estaban todos excepto Beth. Pero, Leonardo

y Danna habían desaparecido hacía un buen tiempo…

- ¿Quieres salir?

- ¿Contigo? -preguntó automáticamente.

- Obviamente… -dijo en tono sarcástico- pero si quieres llamó a un

amigo para ti y…

- No, tonto -Melina se reía divertida- me conformó contigo.

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- Muy graciosa…

- No te enfades…

- Claro que no, Mel. ¿Qué dices?

- Seguro ¿a dónde…?

- ¡Sorpresa! -le interrumpió Daniel- Pasó por ti en cinco minutos.

- Hummm –Mel se lo pensó- Que sean diez -culminó sonriendo.

- ¡Y que conste que estabas loca por salir! -dijo riendo Daniel y

colgó.

Melina subió a su cuarto prácticamente volando. No se había

maquillado pero ya no le daba tiempo así que se puso solo un poco

de brillo labial y se rizo ligeramente sus pestañas. Ya estaba -pensó

y miró su melena ligeramente ondulada recogida en una coleta.

Siempre le había parecido curioso el contraste entre sus ojos grises

clarísimos y su cabello castaño oscuro que era prácticamente negro.

No sabía a donde irían por lo que se quedó con los jeans y tan solo

se cambió el blazer por una blusa fresca. Dudaba entre quedarse con

ella o ponerse algo más abrigado. Se acercó a la ventana. El sol

seguía brillando intensamente sin una sola nube en el cielo… y un

auto entraba en ese momento por el jardín.

Bajo presurosa para evitar que alguien la viera salir. No quería

chismes ni preguntas y estaba segura que quien llegaba era Daniel.

Cuando el mayordomo se acercaba a la puerta, Mel se adelantó

aclarando que era a ella a quien buscaban. Abrió la puerta y se

encontró con un hombre tan magnífico y… distinto que dudó si era a

él a quien esperaba ¿era la primera vez que lo veía?

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Capítulo 19

- ¿Mel, vamos? -preguntó cuando sintió que ella había dejado de

observarle impactada. ¿Qué les pasaba a las mujeres? No –se

corrigió- A esa mujer en particular. Lo miraba como si apenas lo

hubiera conocido y aquel atento examen estaba teniendo

consecuencias…- ¿Vamos?

- ¿Vamos? -Mel repitió y de pronto se sintió totalmente estúpida-

Si vamos Daniel -dijo atropelladamente y sonrojándose.

Él le abrió la puerta del coche y cuando iba a ponerlo en marcha,

preguntó:

- ¿Te despediste? –Daniel la miró un tanto acusador cuando negó-

Se pueden preocupar, Mel -dijo condescendientemente.

- Soy lo suficiente grandecita para salir sin permiso -contestó

enfurruñada porque él tenía razón pero no quería que nadie supiera

que estaba con él- Además no van a pensar que me han raptado ni

nada parecido…

- Melina, es tu hermana y…

- Y está ocupada con su marido, Daniel -sonrió al ver que él

parecía avergonzado- No creo que le hiciera gracia que los

interrumpiera ya que…

- Si, me lo imagino -cortó avergonzado y arrancó el motor ante las

risas de Melina.

Era bueno fastidiarlo un poco. Se imaginaba lo que él estaba

pensando. Ni siquiera iba a completar la frase porque estaba

bastante claro -sonrió traviesa y de pronto se puso seria al recordar

su primera reacción ante Daniel- ¿Qué le había pasado? No lo

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sabía, pero hasta ahora no asimilaba el cambio en Daniel. Era

guapísimo y desde que lo conocía sabía eso pero… no era lo mismo.

Había un cambio aunque no sabía cual… ¿o el cambio estaría en

ella?

- Te quedaste muy callada, Mel. ¿Qué piensas?

- En ti -soltó repentinamente y un poco sonrojada aclaró- en tu

invitación, quiero decir.

- Si, ¿por qué? ¿Hay algo misterioso en que te invite?

- No lo creo… ¿o si? -lo miró extrañada.

- No, ¿acaso no se puede invitar a una amiga a tomar un helado?

- ¿Helado? -así que ese era el misterio pero no le paso por alto una

palabrita que no supo porque le molestó.

- ¿Estas a dieta? -se burló

- No, me encanta el helado -dijo haciéndole una mueca- ¿Crees

que necesito una dieta?

- No, por supuesto que no…

- Tú lo dijiste…

- No, te pregunte si estabas a dieta -Daniel aclaró- todas las

mujeres cuentan las calorías o algo así y…

- Yo no soy como todas las mujeres -dijo algo molesta. No le

gustaba que generalizaran a “todas las mujeres” en ningún aspecto-

O al menos no a las que tú conoces.

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- No tengas la menor duda -concordó aunque Mel no supo si

tomarlo como un cumplido- ¿Y qué tal la fiesta?

- Bien, fue todo un éxito -comentó sin saber que decir- Pero no te

quedaste…

- No, tuve que irme… -Daniel se quedó pensativo

- No me di cuenta en que momento…

- Estabas bastante ocupada -comentó en tono raro

- ¿Si? -no podía recordar que estaba haciendo.

- Bailabas con Sebastien -dijo como si le leyera la mente- Te veías

muy a gusto con él…

- ¿Te pareció? -Mel reprimió una sonrisa- Me agrada y somos

buenos amigos -no supo porque lo dijo- Él ayudó mucho en la

historia de mi hermana y Leonardo.

- Me lo imagino…

- ¿No le agrado a tu novia verdad? -Mel soltó sin pensar y él se

limitó a sonreír.

- ¿Por qué?

- Creo que fue bastante evidente… En fin, quiero saber algo pero…

- Dímelo…

- ¿Por qué ella? -Mel no sabía explicarse- Quiero decir -él estaba

expectante- ella no me parece… no, si es tu tipo pero… al mismo

tiempo… -¿cómo decirle que parecía tan cabeza hueca y no entendía

que veía un hombre como Daniel en ella?- ¿Por qué ella? –repitió.

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Capítulo 20

¿Por qué ella? La pregunta parecía resonar entre ellos invadiendo el

ambiente. Incluso la música del auto parecía haber descendido en

intensidad. Él se lo pensó.

- Porque nos conocemos de toda la vida -Daniel tenía fija la vista

en el horizonte- Micaela sabe lo que me agrada y lo que no. Ella

es… -ladeó un poco la cabeza- Ella sabe… Micaela asiste a los

eventos… me representa a mí… siempre… -Daniel la miró un

instante y sonrió- ¡Nunca me habían hecho esta pregunta!

- No quise incomodarte… Soy muy curiosa, es un defecto -se

sonrojó.

- No hay problema, Melina…

- Hablas de ella como si fuera una empleada tuya -Mel lo miró un

tanto enfadada- Me representa en eventos que odio…-hizo como si

lo imitara- Daniel, yo…

- ¿Me estás criticando?

- Claro que no -Mel lo miró retadora- Yo no soy nadie para criticar

tu vida y relaciones…

- Relación, Mel. Además yo no tengo ningún problema porque me

imaginó lo que pensabas escuchar… ahora… respóndeme tú. ¿Por

qué él?

Eso ella no se lo esperaba. Había caído en su propia trampa porque

era cierto… él le había respondido y ahora no podía negarse… sería

injusto.

- Porque… -titubeó un poco- porque lo amo.

- ¡No! -Daniel alzó la voz y Mel lo miró sorprendida- ¡Esa es la

salida fácil!

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- 59 -

¿De qué estaba hablando? ¿¿Salida fácil?? ¡¡¡Salida fácil!!! Vaya

salida fácil lo que él consideraba. No había nada de “fácil” ni

“simple” en confesar que amas al hombre equivocado. En admitir

que no es la vida que quieres pero es lo que tienes… ¡Como podía

siquiera pensarlo! -Mel iba a hablar pero Daniel continuó:

- ¿No estás de acuerdo no? -Daniel hizo un amago de sonrisa- Se

te nota en tu expresión… pero es cierto y antes de que me

contradigas -se adelantó a sus protestas- ¿Qué hay más fácil que

una simple frase hecha? Porque lo amo… -sopesó sus palabras- Lo

amas, puede ser pero… hay motivos más complejos. No puedes

pensar que con un “porque lo amo” se explica un ¿por qué él?

Razones, Melina, dame razones con las que yo pueda entender tu

“porque lo amo”

Ella estaba desconcertada. ¿Razones?... ¡El amor no tiene razones!

–quería gritarle- pero… eso no era cierto. Siempre había razones.

Pero eso era en otras relaciones. La suya con Diego era distinta…

Él estaba insinuándole algo… ¿Tenía razón?

- Razones de conveniencia como las tuyas… ¿Eso es lo que pides?

-Mel disfrazó sus dudas con un ataque- Yo valoro una relación por

lo que yo puedo aportar en ella y no por lo que recibo a cambio.

- Tienes razón, Melina. Pero eso no contesta mi pregunta -Daniel

no la miraba- Si, razones de conveniencia… como tu las llamas -

dijo irónico- es eso lo que pido.

- No tengo ese tipo de razones… creo que quedó claro que…

- Si, tú valoras por lo que tú puedes aportar en ella pero… ¿vale la

pena solo tú aporte? -Mel estaba seria- Y si tú respuesta es si… ¿en

qué momento es conveniente el aporte del otro? Las relaciones son

de dos…

- Si… -Daniel había hecho la pregunta que a ella le había rondado

desde hace bastante tiempo pero no se había atrevido a poner en

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palabras… ¿hasta cuándo esperaría por Diego? ¡Diego!...- Lo amo

no es suficiente… -admitió triste- pero… estoy tan acostumbrada a

decirlo… pensarlo -se sorprendió a sí misma por la confesión-

Quisiera encontrar razones… Él es… Él es para mí… -dijo

temblorosa- Yo… -trataba de encontrar palabras pero… no era tarea

fácil y sentía que no tenía fuerza para seguir con eso- Él… -lo

intentó una vez más…

- Hemos llegado -Daniel anunció porque sentía el dolor en las

palabras de Melina y quería evitarlo. Quería dejar de escucharlo…

ojalá pudiera sanarlo -deseó inconscientemente mientras una gran

fuerza se apoderaba de su corazón- ¿por qué estaba pensando eso?...

Porque… la quería mucho -se contestó- es una persona excepcional

y no es justo que sufra…- Vamos Mel -abrió la puerta y le extendió

la mano que ella tomo gustosa. Él había descendido antes solo para

conducirla al interior de aquel establecimiento tomada de su brazo.

- Gracias Daniel -pronunció suavemente acariciando ligeramente

su brazo y no necesitó decir más para que se entendieran.

- Eres única, Melina -él posó su mano sobre la de ella que

descansaba en su otro brazo- ¿Lo sabías? -dijo bajo y a

continuación alzó su mano y le sonreía a un hombre mayor que los

recibía con entusiasmo en la puerta.

- Donatello, ¡que alegría verte! -saludaba Daniel- Te presentó a

Melina.

- Hijo, hace tiempo que no vienes… -se dirigió a Mel- Mucho

gusto, señorita. Es muy bonita.

- Gracias… el gusto es todo mío -sonrió Mel.

- Ya era hora que nos presentaras a tu novia… -dijo Donatello-

Ven, que a Rafaella le encantará verte -les condujo adentro.

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Capítulo 21

Era un local un tanto rústico pero no en la construcción sino en la

decoración. Las pinturas que colgaban ahí rivalizaban en belleza

con los paisajes que se apreciaban a través de los ventanales.

- Siéntense por favor -hablaba en italiano sonriendo- ¿lo hablas

cierto? -Donatello miró a Mel.

- Efectivamente -le sonrió y a continuación ordenaron unas copas

Piaccere italiano ofertadas en el menú.

- Enseguida chicos -dijo dirigiéndose a una habitación interna-

Esta es Rafaella -presentó a Mel en el momento que volvió a salir.

- ¡¡Daniel!! ¡Qué gusto verte! -Rafaella se acercaba a abrazarlo- Y

esta bella chica es…

- Melina, su novia -Donatello se adelantó a contestar.

- ¡Pero que placer tenerlos aquí! -interrumpió a Daniel y Mel que

iban a hablar- Seguro eres una persona muy especial para haber

ganado su corazón… es un buen chico.

- No, Rafa -Daniel la corrigió- Mel es solo una buena amiga.

- ¿De verdad? -exclamó mirando a Melina.

- Si, somos buenos amigos -ella lo miró con cariño.

- Si ustedes lo dicen… -Rafaella contestó vacilante- ¿Te ha

gustado Italia? -cambió de tema mientras era servido su pedido.

Compartieron la mesa los cuatro.

***

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- 62 -

- Son buenas personas -Mel sonreía como una chiquilla- me ha

encantado conocerlos.

- Y ellos estaban encantados contigo -Daniel le ofreció el brazo-

¿Quieres dar un paseo?

- Claro que si, vamos -tomó su brazo entusiasmada casi guiándolo.

- ¿Estás acostumbrada a hacer las cosas a tu manera no? -él bromeó

y ella le dio un empujoncito.

- Algo así…

- Por aquí… -tomaron un sendero poco transitado. La brisa se

sentía en sus rostros y Mel creyó que se llevaba un poco del peso de

su corazón.

- ¿Por qué me trajiste?

- ¿Es una pregunta con doble fondo?

- ¿¿Qué?? No, para nada… Pero, es curioso…

- ¿Qué? -Daniel se detuvo- ¿Por qué no a Micaela es eso?

- ¿Eres adivino? -Melina se rió ante la cara de él- Pareces entender

todo lo que te digo… sin que te lo explique…

- Es que en mi vida anterior fui mujer… -soltó irónico provocando

que Mel se riera como nunca- Me pasa solo contigo… -dijo serio.

Mientras la risa se esfumaba su mente iba procesando aquellas

palabras… Me pasa solo contigo… ¿sería cierto?

- Te has quedado callada…

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- 63 -

- Es que… eres muy especial, Daniel -Mel no sabía que era lo que

su corazón gritaba… no entendía el mensaje y sin duda su cerebro

tampoco le daba las señales correctas para entender lo que sentía-

¿Puedo abrazarte? -Ni siquiera lo había razonado… solo habían

salido aquellas palabras… pero él ni siquiera le dejo terminar la

frase… la envolvió en sus brazos y la estrechó intensamente.

- Estás temblando… -él susurró y ella asintió a pesar de la cálida

tarde- Melina, ¿qué sucede? -en su oído su voz no fue más que una

ligera brisa…

- Shhh –ella no lo veía, no lo escuchaba, no quería pensar ni

contestar nada… los razonamientos no tenían cabida… era un

momento hecho solo para ser disfrutado por sus sentidos sin

cuestionamientos…

***

- Gracias por una tarde preciosa… -Melina se despedía triste de

Daniel- Yo… -¿qué era lo que quería decir?

- No será la única… -Daniel la miraba y sin pensarlo pasó su mano

por la mejilla de ella- Mañana ¿a la misma hora?

- Por supuesto… -Mel trató de sonreír- Pero el lugar lo elijo yo

esta vez…

- Trato hecho… -Daniel quería añadir algo…- Melina… -se

quedó en silencio.

- ¿Si? -ella lo miró vacilante.

- Gracias a ti… -concluyó despidiéndose y arrancando el auto.

- ¿Dónde estabas Mel? -Danna estaba furiosa- ¿¿Y esa chaqueta??

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Capítulo 22

- Danny… -Mel la miró sonriendo- no soy una niña…

- Pero eres mi hermana menor y…

- Tan solo un año, Danny…

- Pero eres menor y estás en mi casa -Danna dejó entrever la

preocupación que sentía- pensé que te había sucedido algo…

- No, Danna… estoy bien -Mel le abrazo- Y no te lo voy a decir…

- Si no he preguntado… -Danna hizo un mohín.

- Pero lo harás… -se rió al ver su cara- Confórmate con saber que

es un amigo que conocí en España y volví a ver en el cumpleaños de

Beth…

- ¿¿Aquí?? -ella no lo creía- Entonces lo conozco… -le miró

suplicante- nombre por favor…

- No, que no… -Mel negó- Te dije que debías conformarte con esa

información… voy a mi cuarto -se rió mientras Danna protestaba.

- Ni creas que me voy a quedar quietecita… -Danna gritaba una

vez más- Tengo la lista y lo voy a averiguar… -asomaba su cabeza

a la escalera que conducía a los dormitorios.

- No lo dudaba ni un segundo… -susurró Mel mientras cerraba

despacio la puerta de su habitación.

***

Se despojaba de su ropa. Se sentía algo cansada después del

interrogatorio de la cena. Si su hermana era buena en eso… su

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- 65 -

cuñado era mejor. No en vano tenía tanto éxito en los negocios.

Pero no lo sabían. Al menos no con certeza… ¿por qué? Por una

simple y sencilla razón: Daniel estaba a punto de casarse. ¿Quién

iba a sospechar que era él su misterioso amigo?

Cuando se metió entre las sábanas miró de reojo a su mesita de

noche. Ahí estaba su teléfono. ¿Habría llamado Diego? No…

seguro que no. Él nunca llamaba… él nunca estaba… él no la

necesitaba… No se merecía ni una sola mirada pero ella le

entregaba su vida… irónico pero cierto… ¿en realidad se podía amar

hasta ese punto? Un recuerdo fugaz cruzó su mente… aquel

hombre… la miraba… ¿por qué él?... decía suavemente… y ella

solo podía pensar en una cosa…algo inexplicable… aquel hombre…

no era Diego.

Tomó el teléfono y como ya había concluido… no tenía ni un solo

mensaje… Lo iba a llamar… empezó a marcar y se detuvo… ya lo

había hecho… no lo voy a volver a hacer -se prometió apagando su

móvil y se tapó con las sábanas.

***

- Buenos días Danny. ¿Tú aquí? -Mel sonrió ante la cara de

fastidio de Danna- Parece que no pasaste una buena noche… tendré

que hablar con Leonardo -Danna se sonrojó y Melina no pudo

reprimir una carcajada- ¿Qué es eso? -tomó el papel de sus manos.

- La lista… la he revisado tres veces…

- ¿Y? ¿A qué conclusión has llegado? -fingió sorpresa.

- ¿Te has vuelto una payasa sabías? -Danna se rió. Finalmente

Melina era la que hizo una mueca- Ninguna… estoy decepcionada.

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- 66 -

- A su tiempo, Danna. Lo sabrás a su tiempo -respondió misteriosa

y salió a pasear por los jardines.

Danna sabía que debía darle su espacio y no la siguió. Desde luego,

no tenía nada que ver con la repentina llegada de su esposo…

Mel caminaba lentamente. Quería disfrutar sin prisas… no había

ningún apuro. Solo sus pensamientos dictaban sus movimientos…

quería sentirse libre… libre de culpa, de enojo, de remordimientos…

Con Daniel se sentía así… no tenía que fingir… él irradiaba una

tranquilidad envidiable… y ella podía hablar… pero -se detuvo de

golpe- no lo escuchaba… ¿o si? Bueno, sabía de él… no mucho,

claro… lo suficiente. ¿De verdad era suficiente? No quería

perderlo… era la única persona con quien no pretendía ser… Y, no

se explicaba… porque con “él” precisamente… con él que lo

conocía de nada.

Tal vez era eso -se sentó en un banco en medio del jardín- las

personas siempre actuaban distinto en el anonimato… Y en eso, ella

no era la excepción. Aquella fragancia… -buscó a su alrededor-

Claro… a su espalda estaba un hermoso rosal. Blancas… ¿es que

acaso el cielo se confabulaba contra ella? Era martes ¿¿no?? Por

supuesto… aquel día Diego habría llevado una rosa blanca.

¡¡Diego!! Ya estaba otra vez pensando en él… y… ¡¡qué importaba

la dichosa resolución!! -se levantó de golpe y se dirigió a su

dormitorio… Allí había dejado su celular.

Apenas lo encendió recibió un mensaje: Tiene un nuevo mensaje de

voz.

Nerviosa marcó al buzón… Presionó la tecla de reproducción y las

palabras se sucedieron en tropel…

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- 67 -

Capítulo 23

Mel…esperé tu llamada. Pero surgió algo repentino y no quiero

aburrirte con detalles. ¿Estás enfadada? Yo si… porque aún estoy

esperando… ¿quién te tiene tan ocupada? Realmente… espero

estar imaginando cosas. Te amo.

Era la quinta vez que lo escuchaba. No porque no lo hubiera

entendido la primera, ni porque con una segunda quisiera identificar

la voz… Obviamente sabía quien era… Pero intentaba encontrarle

sentido. Había un algo oculto que se le estaba escapando… ¿quién?

Él le había preguntado “quién” la tenía tan ocupada no “que”…

¿sospechaba? ¿Entendía los alcances de aquellas palabras? No

quería pelear… de verdad, no quería… pero eso no se lo iba a

permitir… él la conocía perfectamente… ¿o no? Claro que si…

sabía que ella no era así pero… había desconfiado… Debían hablar.

- Diga

- Hola, soy yo… -Mel se vio interrumpida.

- ¿Me puede llamar más tarde? -era la voz de Diego- Estoy en

medio de algo importante…

- Claro… pero no te entiendo… -Mel se sintió furiosa porque

parecía pensar que la manejaba a su antojo y ¿no que estaba

esperando?- No importa… nunca lo he hecho. Adiós.

Colgó frustrada y enseguida tuvo una llamada de vuelta.

- ¿Si?

- ¿Cómo estás Mel? Estuve intentando comunicarme pero…

- Llamada de mi madre -interrumpió a Dome decepcionada.

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- 68 -

- Te escucho… hummm… extraña. ¿Sucedió algo?

- Nada extraordinario… -Mel se sentó repentinamente cansada-

Excepto que encontré varios rostros familiares…

- Como es de suponerse… -se rió Dome y eso alivió a Mel.

- Pero no te imaginas a quien…

- ¿Quién? -preguntó tensamente.

- ¡Daniel, claro! -Mel se rió porque podía imaginarse la cara de

Doménica- ¿el amigo de Edu, recuerdas?

- Sé quién es, Mel… ¡muy graciosa!

- ¿Por qué? ¿Tú de quien pensabas…? -dijo fingiendo inocencia-

Ah, tú creíste que hablaba de…

- Si, si -para que negarlo- Ahora que quedó claro… ¿qué pasó?

- Nada…

- Melina… -rebatió en tono de advertencia.

- ¿Recuerdas la primera vez que saliste con Sebastien? -Mel no

esperó respuesta- Claro que si -se auto contestó- Me dejaste

intrigada… toda la noche…

- Pero no es lo mismo… -replicó Dome.

- No pude dormir pensando en como había sucedido aquel beso…

tú… tan recatada…

- Mel… al grano -Dome no quería volver a evocar esos recuerdos.

- ¡Qué no te cuento nada! -soltó riendo de golpe.

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- ¿¿Cómo?? -Dome gritó- No te vas a atrever a dejarme así…

- ¿Lo apuestas? -Mel no escuchó nada- Adiós Dome.

- Pero… no es justo…

- Cuida mucho a Alex.

- No es lo mismo… tú no tienes fecha de retorno…

- Ciao Dome - colgó a pesar de las protestas de su amiga.

Soltó su celular aún riendo por los pucheros que de seguro estaba

haciendo Doménica. ¡Bien merecido! ¿Quién le mandaba a intentar

hacer de Cupido? Se las cobraba de aquella cena y también de aquel

secreto con Sebastien… ¡haber cuanto le duraba la paciencia!

No mucho, a juzgar por lo rápido de su llamada. Cinco minutos…

para ser exactos.

- ¡Qué poco sentido del humor tienes!

- Si… en algo estamos de acuerdo –la voz de Diego congeló la

sonrisa en la cara de Mel.

- ¿Diego? -pregunto tontamente porque ya sabía que era él.

- ¿Esperabas a otra persona? -rebatió con voz fría, cargada de celos

y… ¿triste?- No importa…

- No… -Mel lo cortó- no esperaba a nadie y ¡no!, si importa… ¿qué

estás pensando?

- No quieres saberlo, Mel…

- Yo no soy así, Diego…

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Capítulo 24

- ¿Así? ¿Cómo? Ni siquiera he dicho nada…

- No hace falta…

- ¿De verdad? -Diego se quedó momentáneamente callado- Si, es

cierto… ¿estás con él?

- No sé a qué te refieres… -no podía hablar de Daniel…

- Eso suponía… -sonaba satisfecho- ¿Necesitabas algo?

- ¿Qué? -Mel estaba incrédula- Necesitaba hablar contigo… -

susurró triste.

- Te escuchó entonces… pero que sea rápido.

- Diego… -se sentía decepcionada e intentó calmar esa ansiedad

interna- Te amo… -probó su reacción.

- Eso ya lo sé… -pronunció arrogante- ¿algo más?

- ¿Qué es lo que te…? -iba diciendo y se detuvo… de pronto lo

entendió todo- Tú… ¡increíble! Estabas con ella…

- Yo… -se calló demasiado tiempo- no sé de que hablas…

- ¿Cómo te atreves? -Mel se sentía herida- ¿Estás insultando mi

inteligencia? Porque soy más que un cuerpo por si no lo has

notado…

- Yo… ¿de verdad vamos a discutirlo? -Diego aceptó finalmente.

- No, no hace falta…

- ¿Estás enfadada?

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- 71 -

- No… -soltó de repente y miró un auto que la esperaba- Adiós.

- Espera Mel… no hace falta que finjas…

- No finjo nada… realmente no estoy enfadada.

- Sabes que no me refiero a eso… No debes fingir que tienes a

alguien esperándote…

Eso había ido demasiado lejos… ¿Qué se creía? ¿Un ser único e

incomparable? ¿El centro de su existencia?

- ¿Disculpa? Diego… estás equivocado. No tienes idea de cuanto.

- ¿Qué quieres decir?

- Ve, diviértete… hablaremos a mi regreso -eso sonaba a ultimátum

- Tú sabías bien lo que sucedía…

- Evidentemente -no era la observación más caballerosa pero él no

se iba a dejar ganar esa batalla- y tú lo sospechas…

- No entiendo…

- ¿Más claro? -Mel replicó sarcástica- bueno… tenías razón. No,

no saques conclusiones adelantadas… si hay alguien que me

espera… Y no es una mujer.

- ¿Quieres decir qué…?

- ¿Aún no lo entiendes Diego? -Mel dijo irónica- Pensé que eras

más ingenioso -soltó una risotada- Un amigo –pronunció con

intención.

- No, Melina. ¡Espera! Yo te amo… no cometas una locura.

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- Sabes… demasiado tarde -colgó sintiendo unas intensas ganas de

llorar… él no iba a llamar. Lo conocía, era demasiado orgulloso… y

con lo que le había insinuado… bueno, no le tendría en el mejor

concepto. Y… ¿qué rayos le importaba? Él estaba con otra. Su

tono de voz y su trato cambiaban cada vez que tenía una nueva

conquista… seguramente la estaba seduciendo en ese mismo

instante… ¡Dios! ¿Cómo podía dejar que la tocara después de eso?

¡No lo entendía! ¡No se entendía a sí misma! ¡Lo odiaba una y mil

veces! Y… sin embargo… volvía a sus brazos. Él… Diego… estaba

muy confiado. Lo sintió cuando dijo: No debes fingir que tienes a

alguien esperándote… ¿De verdad era tan patética? “Fingir” ella

no necesitaba fingir nada… -se miró al espejo- ella era atractiva…

no extremadamente bella, pero atractiva con aquellos ojos grises,

rostro claro y cabello oscuro, alta y bien proporcionada… ¿por qué

tendría que fingir algo como eso? ¡No! No podía ser tan

transparente… pero lo era… Diego sabía que ella lo amaba intensa y

locamente. ¡Él lo sabía! ¡Dios! Y… se estaba aprovechando de eso.

No, no era posible… ella no podía estar tan ciega.

***

Daniel decidió esperar cinco minutos más. No creía que Melina

hubiera olvidado su cita. Tan solo habían hablado ayer… y aún

recordaba lo vulnerable que estaba en sus brazos. La había

consolado con el calor de su cuerpo. Sin palabras… solo

estrechándola y enseguida ella se había moldeado a él. Sin reservas

se había apoyado buscando su consuelo… Y esperaba que lo

hubiera hallado. Porque él si lo había hecho… no era que necesitara

desahogarse ni nada pero… necesitaba calor humano. No el que se

obtiene en la íntima de unión de dos cuerpos sino aquella que solo se

logra en la íntima unión de dos almas… y fue con ella. Con Melina

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y no con Micaela con la que se sintió… bien, en paz… vivo. No

tenía sentido pero supuso que era porque Mel era su amiga a pesar

de no conocerla de años sentía que sabía mucho porque ella era

transparente, no escondía nada, sus actitudes demostraban

claramente quien era y que quería de la vida… ¡cuánto admiraba

eso! Tan segura… excepto en su relación con aquel tipo… porque

no sabía su nombre pero era un completo tarado si hacía sufrir de

aquella manera a Melina. ¿Por eso no saldría? ¿Estaría hablando

con él?

No tuvo mucho tiempo para continuar especulando porque una

figura se dirigía sigilosa hacia el auto. Era ella que venía…

derrotada.

Callada subió al auto por la puerta del pasajero. Se sentó con la

mirada perdida en un lejano punto en el horizonte.

- ¿Qué te hizo está vez? -Daniel inquirió bajo.

- ¿Te atreves a juzgarme? Tú no me conoces… -Melina gritó

furiosa y él la miró sorprendido- ¿Esta vez? ¿Acaso sabes lo que he

pasado otras veces? ¿Conoces mi situación? -ella estaba agitada y

movía las manos frenética en el aire- Evidentemente no… tú…

- Yo no estoy juzgándote, Melina. Ni siquiera lo intentaría -ella iba

a replicar con ojos refulgentes pero él no se detuvo- Tú te estás

juzgando… estás batallando contigo misma y no me atrevería a

meterme. No conozco lo que vives… pero tengo una idea de cómo

eres… y no me mires así -detuvo sus manos con las suyas- Eres

real… eres transparente…

- No, Daniel… transparente no… por favor… -suplicó desviando la

vista.

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Capítulo 25

- Melina… cálmate. No puedo verte así…

- ¡Increíble! ¡Nunca pensé que fuera tan patética! -Mel negó

furiosa nuevamente- Solo vine a cancelar nuestro encuentro.

Intentó bajarse pero él no la soltó. No iba a dejar que se fuera así.

- Melina… ¡detente! –ordenó porque ella empezó a agitar

nuevamente sus brazos- No vas a ir a ningún lado a no ser que

vayas conmigo.

- ¿Cómo? ¡Qué no! Yo no soy un objeto que puedas llevar contigo

cuando quieras… ¡No lo soy! -Mel se sacudía y todas esas palabras

eran dirigidas a un punto detrás de Daniel. No hablaba de él… no

era contra él.

- ¿Estás enfadada con él? ¿Por qué no se lo dices? ¿Por qué te

desquitas conmigo? No, no lo niegues… no te mientas…

Mel se calmó repentinamente. Bajo sus brazos… vencida. Era

cierto… toda su frustración e ira iban dirigidas a Diego. Solo y

exclusivamente a él… pero… aquí estaba… insultando a Daniel y

comportándose como una loca histérica.

- No… Daniel, lo siento -se disculpó sinceramente y él tomó su

mano- Yo no quise…

- Lo sé, Melina. Aceptó tus disculpas si me acompañas…

- Pero… -negó tristemente- no soy una buena compañía para nadie

en estos momentos, Daniel… y no quiero que te enfades conmigo.

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- Demasiado tarde, Melina. Yo ya estoy enfadado -Daniel la miró.

No bromeaba- Pero, es que ser atacado así… en fin, igual quiero

pasar la tarde contigo…

- A pesar de que estás enfadado…

- Si.

- A pesar de que no llego a ser ni siquiera una compañía aceptable.

- Si -él sonrió… solo un poco.

- A pesar de que te grité y parezco una loca histérica…

- Si -ahora si, definitivamente era una sonrisa.

- A pesar de... –ella empezaba a curvar sus labios.

- De lo que sea, Melina -él rió- lo que se te ocurra.

- A pesar de que…

- ¡Oh Santo cielo! No vamos a continuar con esto toda la tarde… -

Daniel hizo una mueca impaciente y… ella, increíblemente, rió. No

demasiado fuerte, no demasiada larga, pero… una risa al fin.

***

Nuevamente salían de la ciudad con rumbo desconocido. Esta vez

Melina no hizo preguntas. Confiaba en que él la llevaría al lugar

correcto y no estaba de ánimo, precisamente, para recordar los

posibles lugares que había investigado donde podrían ir. Lo miró

furtivamente… solo un instante. Él se veía muy concentrado en el

camino, su perfil serio atraía su mirada una vez más… solo un

instante más -pensó y él giró fugazmente… fue tan solo un segundo

el encuentro de sus miradas pero se sintió como si hubiera

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transcurrido toda sus vidas en aquel instante que prometía

eternidad… una eternidad juntos… y ellos no lo entendían.

La canción flotaba en el aire aún, cargado de intensidad, pero

ninguno de los dos lograban comprender lo que pasaba… ¿qué era

lo que estaba pasando? Como un adagio se extendía entre ellos la

suave voz del intérprete que contaba una historia de un amor

inexplicable… inexistente para los dos… que los llevaba a una larga

separación… y luego a un apasionado reencuentro. Sin pasado…

sin recuerdos… tan solo con un futuro… de la mano del amor.

Lentamente la voz se apagó y en ese momento Melina se dio cuenta

que había cerrado los ojos y apoyado su cabeza en el respaldar del

asiento. ¿Habían llegado ya?

***

- Es hermoso -admiraba una vez más el paisaje ante ellos- ¡Quien

imaginaría que alguien como tú conocería algo así!

- ¿Alguien como tú? ¿Qué se supone significa eso? -Daniel se

detuvo a mirarla.

- Quise decir… -¡es que no podía quedarse callada nunca!- Tú

pareces un hombre de negocios… solo interesado en eso.

- ¿Desde cuando has sacado esa conclusión?

- Desde el primer día…

- ¿Cuándo nos conocimos? -replicó incrédulo.

- Por supuesto… ¿Quién sino un adicto al trabajo viaja a una

reunión de negocios en sábado?

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- 77 -

Capítulo 26

- ¿Te parece mal?

- No… si… -divagó un momento- un poco extraño… en todo caso.

- ¿Extraño? -Daniel se dio vuelta y continuó caminando- No lo

entiendo… a mi me parece perfectamente normal.

- Si, claro -no se le ocurría nada que decir.

- ¿Qué ha sido eso? ¿Condescendencia? ¿Acuerdo? -lucía

sorprendido- ¿Melina, eres tú?

- ¿Qué quieres decir? -Mel lo miró como si estuviera loco.

- Tú siempre dices la última palabra… también lo noté desde la

primera vez que te vi… Y ahora… si, claro… no es muy común.

- ¿Te parece mal?

- Mas bien, extraño… diría yo… -dijo con una sonrisa burlona.

- ¿Te burlas de mí?

- Nunca -exclamó sonriendo- Solo me estoy riendo un poco…

- ¿De mí? -Mel parecía enfadada

- No… contigo -él siguió caminando sin evitar ver la mueca que le

hizo Melina y luego aquella sonrisa. Así le gustaba verla…

sonriente, relajada, bueno… admitía que también le encontraba su

lado bueno a verla enfadada, dispuesta a pelear, burlona… Si, eso le

hacía sentirse… bien. Todas sus emociones le provocaban un cierto

aire de bienestar… incluso la tristeza, vulnerabilidad… lo único que

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no soportaba… la única emoción que deseaba no volver a ver en

esos ojos grises era… la derrota.

- Sigo pensando lo mismo… -murmuro Mel sin mirarlo.

- ¿De qué?

- De ti… -pronunció con un brillo de diversión en sus ojos.

- De mí… ¿Qué era…? -fingió tratar de recordar- Insensible,

machista, arrogante, bruto…

Mel se puso roja… rojísima… ¿no que los hombres no recordaban

los detalles?

- Yo… no….

- Uno no olvida fácilmente esas palabras -sonrió irónico.

- Pero yo no… arrogante no…

- ¿Entonces no piensas que lo soy?

- ¿Arrogante? -él asintió- Claro que eres, pero eso yo no lo dije…

- Lejana… -empezó a decir él.

- ¿Qué?

- Altiva…

- ¿A qué…?

- Dura… -terminó él- Eso fue lo que yo pensé… de ti.

- Ah -fue todo lo que dijo. ¿Lejana, altiva, dura? ¿Así es como se

veía? Bueno, por lo menos él fue lo suficientemente inteligente

como para no decírselo.

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- 79 -

- ¿Es todo lo que dirás? ¿Ah? -Daniel pronunció tranquilamente.

- No -dijo Mel.

- Yo no -rebatió él.

- ¿Yo no? -¿qué significaba eso?

- Yo no sigo pensando eso… de ti -finalmente pronunció dejándola

sin palabras.

- ¿De verdad? -no quería mirarlo… ¿¿qué estaba pasando??

- Ven, sentémonos -le tomó la mano guiándole a una banca

cercana- Fue algo… raro ¿no? -Daniel sonreía incómodo.

- Si… -Melina quería ordenar sus ideas- ¿Tú… estás enamorado?

-fue dicho sin pensar- No… no me lo digas. Es algo inoportuno…

y ni siquiera se por qué lo dije…

- No tiene importancia… -Daniel miraba al suelo- ¿Tú si?

- ¿Yo? No lo sé. Ya no lo sé. Creía que si pero… me hicieron

reconsiderarlo… -no había mucho más que decir… él había sido

quien le hizo replantearse el rumbo de su vida junto a Diego…

Afirmó la incipiente idea de que ella merecía más… sin palabras…-

Tú no eres un hombre común…

Daniel parecía distraído pero escuchaba cada una de las reflexiones

de Melina. Cada palabra valía la pena ser escuchada… solo por

venir de ella… de lo que realmente sentía.

- Tú… -empezó Melina

- ¿No soy lo que imaginaste?

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- 80 -

- Al contrario… eres exactamente lo que imagine… -ella se quedó

quieta- y mucho más -admitió.

- ¿Qué fue lo que sucedió, Melina? -inquirió repentinamente y ella

no quiso frenar el torrente de palabras que fluyeron de si… solo para

relatar su historia… no tan extensa, ni con todos los detalles… pero

suficiente para intentar explicar la pregunta que siempre surgía en la

mente que conocía aquel capítulo de su vida: ¿Por qué seguía con

él?

***

Fue una tarde llena de pasado. De recuerdos únicos, verdaderos y

amargos… Mel creyó que iba a llorar cuando contará su historia….

No fue así, se mantuvo firme, sin mirarlo y de vez en cuando un

matiz de dolor empañaba su voz. Pero eso era todo… incluso daba

la sensación de estar relatando una película y no su vida. Daniel no

tenía –según él mismo- una historia tan peculiar… pero le narró

como conoció a Micaela, su futura esposa, como crecieron juntos y

la atracción mutua se hizo más fuerte hasta llegar al punto en que

estaban ahora… A un paso de casarse.

- ¿Cuándo te casas?

- Dentro de un mes

- ¿Tan pronto?

- Han sido más de cinco años juntos… -él se justificó.

- Pero… -Mel necesitaba saber… ¿la amaba?- ¿Estás seguro?

Eso extrañó a Daniel. Melina sabía hacer las preguntas más curiosas

y exactas para dejar a las personas desconcertadas.

- Después de todo -él esbozó una sonrisa- tal vez si amo a Micaela.

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- 81 -

Capítulo 27

Había sido una revelación inesperada para los dos. Se quedaron en

silencio… cada uno sumido en sus pensamientos. Mel se sentía

tonta por haber formulado esa pregunta… obviamente si iba a dar un

paso tan importante debía estar seguro. Finalmente había admitido

que amaba a Micaela… estaba sorprendida… y no se explicaba por

qué.

Daniel aún reflexionaba sus palabras. Tal vez si amo a Micaela –

había dicho- y… probablemente era cierto. Él se casaba porque su

relación era larga y estable, porque ella estaba ahí, no quería

defraudarla y… por comodidad. Debía aceptarlo. En verdad, creía

que el amor era solo una ilusión propia del inicio de un romance…

por eso no le había dado tanta importancia a que tal vez ya no

sintiera lo mismo por Micaela… solo comodidad. Pero… sin

pensarlo, había admitido que la amaba. Se sentía confuso… todo lo

que creía no era así…

- Mel ¿caminamos? -ofreció y ella aceptó. La suave brisa golpeaba

sus rostros y los despeinaba ligeramente- Te has quedado callada…

- Daniel, yo… -Mel olvidó lo que iba a decir.

- ¿Si? -esperó que continuase pero no habló- Melina, quiero darte

algo… -la condujo hasta una niña pequeña que vendía flores…

rosas.

Compró una rosa de color rosado muy intenso. Y se la extendió.

- Melina… ¿qué sucede? -Daniel la miraba curioso- tómala, es

para ti.

- Yo… -ella lo miró- no la quiero, Daniel.

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- 82 -

- Es solo un símbolo de amistad, Mel… -él malinterpretó su

negativa- No significa un compromiso o… algo más…

- Lo sé, Daniel… Sería algo absurdo pensar… -Mel esquivó su

mirada- Quedó muy claro lo que sientes por… ella –vaciló al final.

- Melina… entonces…

- Él… Diego -aclaró- es un gesto típico de él…

- ¿Obsequiarte rosas?

- Una rosa… una sola rosa en cada encuentro… -dijo Mel.

- Yo… lo siento… no quise… -él tartamudeo un poco. De ninguna

manera quería parecerse a ese tal Diego.

- No es un gran problema. Tranquilo -ella trató de sonreír- Solo…

-tomó la rosa de su mano- no la quiero… -dijo mirándola como si

fuera la culpable de algo.

- Dámela entonces… -él la tomó de vuelta- Tendré que pensar en

un regalo más adecuado… -sonrió cálidamente- ¿algo más que esté

en tu lista negra?

Eso le arrancó una pequeña sonrisa.

- Hummm… -simuló pensar- No… creo que es lo único.

- Bien… ¿te parece si damos otra vuelta por aquí? -preguntó

internándose por otro camino.

***

Mientras paseaba por los jardines se le escapó un involuntario

suspiro. Solo pensar en alejarse hacía que una especie de vacío se

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instalará en su estómago. No podía ser por Daniel… ¡¡por supuesto

que no!! Él… él había sido un buen amigo, una persona paciente

que le escuchaba y le hacía reír… que la hacía enojar y pelear…

¡Habían sido dos semanas de lo más estupendas! Por el hecho de

alejarse de su realidad, claro, no porque las hubiera pasado al lado

de él… ¿O…? ¡¡No!! ¡No podía permitirse ni siquiera pensar en

una posibilidad tan descabellada! ¡Por qué estaba enamorada de

Diego ¿no?! ¡¡¡Dios!!! Si ya no era una adolescente que cambiara

de opinión a cada momento… Así que… ¡sí! Amaba a Diego. No

había que darle más vueltas al asunto. Pero… entonces… ¿por qué

se encontraba extrañando a Daniel? ¿Por qué quería verlo antes de

irse a España?

- No me gustan las despedidas -había dicho Daniel ayer.

- ¡¡Ya!! -soltó Mel incrédula y lo retó con la mirada.

- Vale… -él la miró escogiendo las palabras- Mañana debo

arreglar unos asuntos…

- ¿Asuntos? ¡Daniel! -ella dijo impaciente.

- De la boda -concluyó y Mel sintió como se le encogía el corazón.

- Ah -vaciló y tras un silencio incómodo se despidieron con un

tenso beso en la mejilla.

Aún creía sentir el cálido aliento de Daniel en su mejilla. No le

dirigió ni siquiera una última mirada y… lo lamentaba. ¿Qué le

sucedía? Esa pregunta rondaba su cabeza hace algún tiempo…

¡Daniel! -suspiró una vez más y pronunció su nombre como si con

ello lograra traerlo hasta ese jardín… hacía el lugar donde ella lo

esperaba. Se estremeció y decidió ir a por una chaqueta a pesar del

clima relativamente templado.

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- 84 -

Capítulo 28

Mel entró en su cuarto y abrió el ropero. Estaba a punto de tomar un

sweater… cuando la vio. Esa era la chaqueta que Daniel le prestara

el primer día. Habían salido de la heladería y conversaban

entretenidamente mientras caminaban… de pronto él había

pronunciado aquellas palabras: Solo me pasa contigo. Y ella se

sintió desfallecer… confundida por lo que esas simples palabras

despertaron en su interior. Y, casi sin pensar, le había pedido que le

abrazara… ¡Qué tonta debió parecer! ¡Tan… frágil! ¡¡No!! Sentía

como la vergüenza le invadía pero él no dudó ni un segundo… ni

siquiera le dejo terminar. La tomó entre sus brazos aún antes de que

ella acabara de pedirlo… de procesarlo en su mente. Recordaba

vagamente que él había preguntado algo más… pero ya no era

consciente del todo… simplemente se acurrucó en sus brazos y él le

brindó seguridad… estabilidad… cariño. Aquel desconocido que

parecía entender sus sentimientos mejor que ella misma. ¡Daniel!

De pronto él se separó pero solo unos instantes en los que se quitó la

chaqueta y se la pasó por los hombros. Continuó abrazándola y

tenía la sensación de que una pequeña eternidad había pasado desde

aquel instante. Una especie de reconocimiento. Una corriente de…

Luego se separaron y sumidos en sus pensamientos se dirigieron al

auto. Dentro de el, continuaron conversando… como si no hubiera

ocurrido nada extraordinario.

Tomó la chaqueta entre sus manos y la acarició con levedad. Ya no

quería darle más vueltas… no quería buscar explicaciones… Aspiró

su aroma y, por increíble que fuera, parecía tener aún un ligero toque

de la fragancia de Daniel. ¡Se estaba volviendo completamente

loca! -pensó disponiéndose a arrojar la chaqueta lejos de ella-

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- 85 -

Pero… no pudo. Se quedó contemplando, absorta, como sus dedos

la aferraban con fuerza.

Fue hasta su cama y se sentó, incapaz de seguir en pie. Eran

demasiadas revelaciones que su corazón le gritaba y la estaban

abrumando. Levemente, le llegó una pequeña señal a su mente…

Pero, ¡es que era imposible!

Negó enfáticamente con su cabeza como si tuviera que probar a

alguien que estaba equivocado… Tal vez a ella misma.

Lo mejor era seguir con sus planes. Si, mañana mismo se iría a

España y no volvería la vista hacia Italia en mucho tiempo.

***

Alzó la mano una vez más hacia la pareja que se despedía

calurosamente. Danna y Leonardo le habían acompañado hasta el

aeropuerto. Había llegado el momento de dejar Italia. El corazón se

le encogió una vez más… sentía que algo la retenía. Creyó verlo…

pero era demasiado. Rápidamente se subió al avión y no miró para

atrás. Ni siquiera una vez.

***

Apenas llegó tomó una ducha y se durmió de inmediato. Estaba

cansada… pero no, precisamente, por el viaje. Lo que en realidad le

molestaba era la situación tan absurda en la que estaba…

El amanecer de un nuevo día se anunció cuando un tenue rayo de luz

bañó su rostro adormilado. De a poco abrió sus ojos y sonrió. Creía

haber tomado una decisión definitiva que, aunque no lograra hacerla

feliz, si le proporcionara una paz que tanto ansiaba. Se vistió

dispuesta a visitar a Doménica.

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- 86 -

***

- Hola Dome ¡me alegra tanto verte! -Mel abrazó a su amiga a

pesar de la tensión que notó en ella- ¿Sucede algo? -inquirió

frunciendo el ceño.

- Melina, pasa… -Dome se dirigió a la sala- Si -fue lo que dijo.

- ¿¿Si??

- Si sucede algo… claro.

- ¿Alex está bien?

- Perfectamente.

- ¿Tú estás bien?

- Si.

- ¿Tus padres…?

- Todos están perfectamente, Melina -soltó Dome con reproche-

Menos tú.

- ¿¿Yo?? -Mel la miró intrigada- Ah, quieres saber que sucedió en

Italia…

- No -fue la tajante respuesta.

- ¿¿No?? Dome, ya, ¿qué pasa?

- ¿Cómo pudiste Melina? -Doménica se paró y le dio la espalda.

- ¿Cómo pudiste…? -Mel repitió sin entender- ¿A qué te refieres?

- Volver con Diego… -pronunció y Melina palideció al instante.

Dome no podía… no sabía…

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Capítulo 29

- ¿Yo? -Mel miró al suelo mientras Dome le encaraba- Yo no…

- No intentes negarlo.

- Pero…

- No funcionará -Dome dijo cortante- No quiero justificaciones.

- Yo… no sé qué decir -Mel vaciló- Dome, mírame. No quise

mentirte… se me fue de las manos… Doménica -insistió

- ¿Lo amas? -fue la sencilla pregunta- No… no me lo digas a mí -

se apresuró a añadir en cuanto Mel abrió la boca- Solo deseaba que

reflexionaras eso… -Dome se acercó.

- Dome…

- ¡No! ¡No deseo juzgarte! -Doménica le abrazó- Yo no quiero

opinar en tu vida privada, Mel… pero me duele que me dejes a un

lado…

- No… tu eres mi amiga… puedes opinar…

- No -ella le cortó- no lo voy a hacer. O, al menos ya no -sonrió

levemente- Melina, yo no tenía derecho a querer separarte a ti de

Diego… a pesar de todo. Ahora sé que debí dejar que tú tomaras la

decisión, como lo hiciste, pero sin alejarme de ti. Eso estuvo mal…

Yo no apruebo tu relación con Diego, lo sabes y no voy a mentir,

pero no te pido que lo dejes… Si eres feliz con él, adelante, sigue.

Pero, por una vez, mira las cosas objetivamente… Inténtalo. Y, si a

pesar de eso, decides continuar con él… no me voy a enfadar. Ni

siquiera voy a protestar… Mel, es la última vez que hablaremos de

eso… después es cosa tuya.

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- Dome, yo… -Mel no sabía si contarle su resolución pero decidió

esperar- Gracias. Eres una buena amiga -la abrazó y esbozó una

sonrisa.

- Ahora ¿quieres contarme qué diablos pasó en Italia? -Dome la

abrazó riendo como si la charla anterior no hubiera tenido lugar- No

he podido dormir de lo intrigada que me tienes… -bromeó y Mel

empezó a contar la historia a breves rasgos sin dejar de pensar en

como pudo haberse enterado de su “relación” con Diego. Se

suponía que nadie lo sabía… salvo ella y Diego… y Daniel.

Al despedirse Mel se giró:

- Una única cosa… ¿cómo?

- Él mismo me lo dijo.

Ella no necesitó más para querer hablar cuanto antes con Diego. Su

resolución era aún más fuerte que antes.

***

No había logrado localizar a Diego. Seguro estaba “muy ocupado”,

pero igual le dejó un mensaje avisándole que ya estaba de vuelta.

Tenían que hablar…

Su celular interrumpió sus pensamientos:

- ¿Diga?

- ¿Melina? -sintió como su corazón se saltaba un latido. ¡Era

imposible!

- Daniel -respondió segura tras aspirar fuertemente.

- Me reconociste…

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- 89 -

- Si… -Mel no lo negó. ¿Para qué?

- ¿Puedes bajar? -inquirió simplemente.

- ¿Por qué?

- Hay una sorpresa para ti.

- ¿Sorpresa? Daniel…

- Baja y lo verás -dijo él y colgó. Mel se paró rápidamente. No

podía tratarse de…

Una vez se asomó al umbral giró buscando para ambos extremos.

Nada. Simplemente un auto rojo y al otro lado la calle desierta. La

puerta del auto se abrió y bajó Daniel impecable con un terno gris

que le calzaba a la perfección. En su mano tenía… la chaqueta de

aquel día en la heladería, que tras mucho esfuerzo se había decidido

a devolver.

- Daniel… tú… ¿Qué haces aquí? -Mel estaba sorprendida.

- ¿Ese es tu saludo? -Daniel sonrió irónico- ¿Qué haces aquí?

- No… claro que no -Mel se acercó a besarlo en la mejilla pero fue

tan solo un roce porque él se alejó de inmediato.

- ¿Me invitarás a pasar? -él sonrió provocativo y luego se burló-

Es una broma… -repuso con un brillo de tristeza en su mirada al ver

la expresión de Melina.

- Si… yo… no es que no quiera pero…

- Melina, ¿me acompañas a cenar? -dijo él ignorando sus palabras.

- Pero… -como él iba a insistir, accedió- Vale, espera un segundo.

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Capítulo 30

Una vez que él asintió, Melina salió presurosa escaleras arriba.

Debía cambiarse porque no quería desentonar con Daniel. Iba tan

elegante y guapo. ¡Santo cielo! ¡¡Estaba aún más apuesto de lo que

recordaba!! Rápidamente se colocó un pantalón negro con una blusa

rosa cruzada. En cuanto se colocaba el abrigo, decidió que era

mejor ponerse una falda. Tenía tan solo dos porque no le gustaban,

precisamente. Una era bastante antigua, pero la otra, Danna la había

convencido de adquirirla en su largo día de compras. Se la puso y

salió sin mirarse en el espejo para no arrepentirse.

***

Daniel sonrió al ver como Melina se perdía rápidamente por los

escalones. No sabía que le pasaba. No… si lo sabía. Es más, por

eso estaba ahí. En España cuando debería estar en Italia. Mas,

todos sus asuntos ya estaban resueltos o casi… Él ya había tomado

su decisión. Sintió aquellos sutiles pasos que sin duda le pertenecían

a la mujer que… Detuvo sus pensamientos en cuanto la vio

aparecer. El aire se negó a salir de sus pulmones. Estaba ahí,

parado, a punto de ahogarse mirando embelesado a Melina. Llevaba

un abrigo abierto que dejaba ver una blusa y… ¡Dios!... una falda.

Dejaba al descubierto sus bonitas piernas con elegancia. Sin mostrar

demasiado pero si lo suficiente como para provocarle un paro

cardíaco. Sintió como si su corazón se saltara un latido en cuanto

ella tocó su brazo.

- Siempre pensé que tenía un corazón sano -murmuró bajo.

- ¿Qué?

- Nada Melina. Estás muy bella –dijo mirando sus piernas.

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- Gracias, Daniel. –Mel no sabía porque se sentía incómoda ante

esa escrutadora mirada. No, incómoda no era la palabra… era… no

sabía… pero un calorcito le recorría con sutileza cada terminación

nerviosa- Tú te ves bien.

- ¿Solo bien? -preguntó dirigiéndole una mirada retadora.

- Muy bien -aceptó sin mirarlo- Magnífico, en realidad –susurró.

- ¿Qué? -inquirió elevando una ceja.

- Nada. ¿Nos vamos? -articuló rápidamente y él soltó una

carcajada por lo bajo.

***

Después de una charla decidieron ir a donde Melina sugirió. Él

aceptó con la condición de que él escogería el lugar más adelante.

- Vale… -aceptó Mel pensando que él se refería a una próxima

cita… ¡cita!- ¿Por qué…? -preguntó mirando la chaqueta.

- Pensé que te la habías quedado -dijo y ella se sonrojó- No me

refería… no era un reproche –sonrió- Solo… en fin, como me la

enviaste decidí venir a darte las gracias.

- ¿Hasta aquí? -Melina sonrió sarcástica- ¡¡Ya!!

- Es una palabra muy frecuente en ti -Daniel ladeó una sonrisa-

¡¡Ya!! -intentó imitarla- la dices con un acento… agradable -él

sacudió la cabeza como apartando unos pensamientos inoportunos-

Y… también vine a verte -de refilón vio que ella se sobresaltaba-

No nos despedimos… -buscó una palabra- adecuadamente.

- Adecuadamente… yo… te dije que me iba.

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- Si pero no pensaba dejarte ir sin despedirme. Con algún detalle o

algo…

- Tú estabas… yo lo comprendo.

- No, un asunto de negocios se presentó y tuve que viajar a Los

Ángeles -miró como la cara de Mel adquiría una sonrisa inusual-

Cuando regresé, tú te habías marchado -no le iba a revelar que la

había visto en el aeropuerto.

- No lo sabía… pensé… en fin -descartó con una mano- ya que

estás aquí…

Disfrutaron de una cena deliciosa. Melina sintió varias punzadas

durante toda la cena por las miradas coquetas que le dedicaban las

mujeres a Daniel. Él no parecía ser consciente pero aún así… ¿Será

que… estaba celosa? No, imposible…

Pero él tampoco lo había pasado tan bien. Aún cuando había

bromeado y sonreído con Melina, no podía evitar ser consciente de

las miradas de deseo que le dedicaban los hombres. Sin descaro,

contemplaban la gracia de sus movimientos y sus largas piernas… él

no los culpaba porque ella era hipnotizante. Y, aún así, no podía

quitarse de la cabeza la idea de cubrirla con su chaqueta, tomarla

entre sus brazos y sacarla de ahí… con una única dirección: la de su

habitación.

- Daniel… -susurró y él la miró con un ansia tal que sintió como el

mundo se desvanecía a su alrededor. Un ligero temblor la recorrió

al tiempo que él le acarició levemente la mejilla y rozó con un dedo

sus labios…- Daniel… -repitió confundida pero sus palabras se

vieron sofocadas cuando él dijo con resolución:

- La cuenta, por favor -dirigiéndose con voz algo ronca al mesero.

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Capítulo 31

Mel salió rápidamente del restaurante mientras Daniel pagaba la

cuenta. Aún no entendía como sus piernas la sostenían todavía

después de sentirlas tan débiles hace unos instantes.

- Melina… -susurró Daniel al tiempo que le alcanzaba tomándole

la mano. Ella se volteó de inmediato. Lo miró y susurró:

- Esto está mal… tan mal… -pero no lo suficientemente fuerte

como para no ser más que unos ligeros movimientos de sus labios.

Sintió como se acercaba a él… por voluntad propia.

- Melina… debemos hablar… -dijo entrecortadamente Daniel y

notaba el cuerpo de ella más cerca.

- Daniel… -no fue más que un suspiro matizado con un anhelo en

su voz.

- Primero… -logró pronunciar y sintió aquel suave cuerpo apoyado

totalmente contra él y con la cabeza en alto… mirándolo con

aquellos delicados labios a su alcance… tan solo debía bajar un…

¡Dios!

Sus palabras se vieron calladas por aquel leve contacto. Sus

pensamientos se nublaron cuando la empezó a besar y ella le

correspondió de una manera igualmente apasionada. Era tal como

se la había imaginado... No… mejor. Más dulce, más entregada…

Melina estaba sorprendida por la reacción de su propio cuerpo. En

un instante había pasado de estar a una distancia segura a besar a

Daniel, con un ansia inusitada. Sentía los latidos de su corazón con

la fuerza del bombeo, pero por todo su cuerpo… se sentía… más

viva que nunca. Se sentía… eufórica… feliz.

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Conforme la lenta caricia iba tocando a su fin, Daniel y Melina se

resistían a separarse. Reticentes, por lo que podrían hallar en la

mirada del otro, aspiraron fuertemente tratando de controlar los

desbocados latidos de sus corazones. Mel aún estaba apoyada en el

pecho de Daniel, y él todavía le rodeaba la cintura con un brazo.

Las palabras no tenían razón de ser en ese instante. Aún no. Daniel

apoyó su frente en la frente de Mel y finalmente la miró. Ella aún

cerraba los ojos pero los abrió de a poco. En medio del silencio una

sonrisa empezó a dibujarse en sus rostros. Sonriendo se separaron y

tomados de la mano se dirigieron al auto de Daniel.

- ¿Te gustó? -Mel abrió desmesuradamente los ojos- La cena…

quiero decir -aclaró Daniel un poco azorado al ver como el carmín

en las mejillas de ella adquiría mayor fuerza.

- Si, deliciosa -Mel simuló toser- Daniel…

- Hummm –él no la veía. Miraba el camino frente a él.

- Yo… -Mel perdía el hilo de sus pensamientos al recordar el mar

de fuego que se extendió por su cuerpo momentos antes por aquel

beso- Daniel… gracias.

- ¿Por qué? -preguntó desconfiado.

- La cena -casi se atraganta Mel- por supuesto.

- Si, claro -Daniel sonrió- de nada.

- No quiero… -Mel se cortó de pronto.

- ¿Qué? -la miró- ¿Qué pasa? -le empujó a continuar.

- Nada… -Mel desvió su mirada- luego te lo diré.

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- No podemos ignorar…

- No

- Vamos a…

- La próxima vez

- ¿Yo escojo cierto? -inquirió él.

- ¿Qué? -interrogó- ¡Ah!... si, en eso quedamos.

- Está bien.

- Y… -ella lo instó a seguir.

- ¿Y qué?

- ¿Dónde? ¿Cuándo? -se moría de curiosidad.

- Pronto -culminó él y no hablaron más hasta llegar al

departamento de Mel.

***

Melina miraba el perfil de Daniel mientras conducía. Ese brillo en

su mirada, aquel gesto de su boca cuando trataba de contener la risa,

su ceja que se alzaba imponente cuando replicaba sarcástico.

Pequeñas cosas que no tenía consciencia de conocer pero las sabía.

Era extraño como se puede convivir poco tiempo con una persona y

sientes que ya la conoces de toda la vida. Y, como, al contrario,

puedes vivir años con otra persona y sabes apenas algo de él… te

pones a reflexionar que no lo conoces… que no sabes de sus

“asuntos” y aspiraciones. Era tal el contraste de sus percepciones

entre Diego y Daniel… sus sentimientos –suspiró- al primero creía

amarlo pero ya no estaba tan segura y al segundo creía tenerle cariño

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pero tenía la sensación asfixiante de haberse equivocado

nuevamente.

Daniel sentía aún rezagos del beso compartido con Melina. Aquella

electricidad todavía recorría sus terminaciones nerviosas y por aquel

aire de confusión y complicidad entre ellos parecía ser que Mel

también lo sentía. No podían engañarse más… eso no era una

simple amistad. O al menos sus cuerpos no estaban de acuerdo. Él

casi sonrió recordando la manera en que el cuerpo de ella se apoyaba

en él, la forma tan única de cerrar sus ojos ocultando aquel gris

precioso, los movimientos que solía hacer con sus manos cuando

estaba nerviosa, aquel ligero hoyuelo cuando sonreía… Había

estado considerando esas certezas una y otra vez… reviviendo…

recordando cada palabra, gesto, encuentro… Pero, no había

concluido nada seguro aún. Nada prometedor… o ¿tal vez no lo

veía? Bueno, por lo pronto ya había tomado medidas definitivas

que, Mel aún no se enteraría.

***

- ¡Qué gusto verte, Daniel! -Mel se estaba despidiendo- Ha sido…

- ¿Podemos hablar?

- ¿Ahora? -vaciló Mel al verse frente a su departamento…

- Si, yo elijo, ¿recuerdas? -Daniel hizo aquel gesto tan suyo- Pero

si tienes alguna objeción…

- No -contestó enseguida- ¿Quieres pasar a mi departamento o

prefieres otro lugar?

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- Yo deseo ir a tu departamento Mel –él se acercó lentamente-

conocer tu personalidad más profundamente a través de él…

descubrir todos tus rincones y secretos…

- Daniel, espera… -Mel empezaba a sentir un calor abrasador con

sus palabras.

- … tomando un café contigo -concluyó- ¿Qué te parece?

- Claro -ella casi suspiró aliviada. Sus pensamientos habían estado

tomando otro rumbo muy diferente- Ven…

Daniel siguió detrás de Mel y sonreía. Sin duda ella había estado

pensando lo mismo que él… Pero no, él sabía que aún tenían mucho

que arreglar… tanto que decir… que contar. No era tiempo, por

muy guapa y deseable que estuviera Mel, de pensar en eso.

- Daniel ¿en qué negocio estás ahora? -Mel preguntó sinceramente

interesada.

- En los Ángeles estamos preparando todo para nuestra nueva sede,

aquí, en España -empezaba a explicar mientras le ofrecía el brazo

que Mel tomó encantada mientras escuchada embelesada a Daniel.

Terminaron de subir el último tramo de escalera y al estar tan

concentrados en la charla no repararon en un hombre que los miraba

atentamente desde el umbral de una puerta cercana. Conforme la

animada pareja se acercaba, aquel hombre apretó fuertemente los

puños, casi asfixiando la rosa que tenía entre sus manos y mientras

contenía el instinto de atacarlos, Melina alzó la vista instintivamente

y su sonrisa se congeló. La tensión se apoderó de cada uno de sus

músculos y Daniel dirigió sus ojos hacia donde se perdía la mirada

de Melina. No necesito palabras. Así que ese era el famoso Diego.

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Capítulo 32

No sabía como pero Mel se vio frente a frente a unos pasos de

Diego. Definitivamente, no le había hecho caso a su instinto que le

pedía huir a gritos. Pero no, ahí seguía mirando anonadada

alternativamente el rostro de uno y otro hombre. Diego, con ira

apenas contenida y Daniel con fría indiferencia aunque su

mandíbula estaba muy tensa. Finalmente, Mel pudo pronunciar:

- Daniel, él es Diego… un amigo -dijo entre dientes y las miradas

de ambos hombres centellearon, una con celos y la otra con

satisfacción. Se evaluaron mutuamente y, sorprendentemente, se

dieron la mano, aunque con evidente desconfianza y reto intrínseco.

- ¿Qué es lo que quieres, Diego? -inquirió y él la miró dolido.

- Necesitamos hablar…

- ¿De qué?

- ¿De verdad quieres que te lo diga frente a este sujeto?

- Él lo sabe, Diego. No hay…

- ¿Qué? ¿Estás diciendo que confiaste nuestra historia a este…

desconocido?

- Oye amigo, basta -Daniel empezó amenazante.

- No, Daniel. ¡Déjalo! -Mel le tomó un brazo- No quiero peleas.

- Vamos a hablar, Melina -dijo Diego haciendo uso de la poca

fuerza de voluntad que le quedaba- Ahora.

- No tienes que hacerlo… -decía Daniel.

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- Si que debe… -explotó Diego- Y tú no te metas. Tú que sabes…

-se enfrentó a Daniel que lo superaba en estatura con por lo menos

10 cm.

- Lo suficiente para saber que no eres lo bastante hombre… -

respondió Daniel.

- ¡¡Basta!! -Mel se interpuso entre ellos- Esto no es un ring y están

haciendo un escándalo -Mel respiró hondo tomando fuerza- Diego

tiene razón, hay cosas que debo resolver con él. Pero no ahora –dijo

haciendo que el asomo de sonrisa en Diego desapareciera- En este

momento estoy con Daniel y no quiero…

- Melina, tú eres mi novia -dijo remarcando con fuerza.

- No lo soy, Diego. Yo…

- Como prefieras pero eres mía. Mía y de nadie más…

- No, un momento, yo no te pertenezco -Mel lo pensó mejor-

Cuanto antes, mejor -murmuró y a continuación se dirigió a Daniel-

lo más conveniente es que…

- Hables con él, lo sé -Daniel sonrió comprensivo y sin esperar

réplica se alejó- Adiós Melina -dijo sin mirarla.

- Daniel, espera… -por poco lo siguió hasta que sintió una fuerte

mano apresándole el brazo.

- Tú no te vas, Melina -Diego sonrió irónico- primero te quedas

conmigo antes de ir detrás de ese “noviecito” tuyo.

- Él no es mi novio. Es un amigo.

- Mejor para ti, Melina. Porque no creo que te acepte tal como eres.

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Una rosa en la noche

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- ¿A qué te refieres? -Mel soltó incrédula- No, no me lo digas.

Primero entremos y ahí hablamos.

Mel le hizo una seña a Diego para que se sentara en un sillón. Ella

también se sentó y lo miró.

- Ahora si, explícate -exigió retomando la plática.

- Mel, tú eres mía. No, no lo niegues. A pesar de todo, siempre

vuelves a mi lado. ¿Por qué crees que es eso? ¿Por qué? -Diego

sonrió seguro- Porque me amas, porque siempre me amaste y no

podías alejarte de mi lado. –Él se paró meditando sus palabras- Yo

te amo, Mel. Sé que no he sido el mejor de los novios. Que te he

fallado muchas veces. Pero -él se puso sombrío- tenía miedo,

Melina. Miedo de amarte demasiado… de enamorarme como un

loco de ti y quería evitarlo. No sabía como. Al principio pensé que

si no tenía una relación seria contigo y alternaba con otras mujeres

no perdería mi independencia. Podría controlar mis sentimientos y

evitar que se desboquen pero… no fue así. Estaba equivocado…

- No… -Mel abrió ligeramente los labios negando con énfasis. No

podía estarle haciendo esto… Era una escena nueva pero que

predecía echar por tierra, nuevamente, todas sus resoluciones.

- Yo te amo Mel. Cada día más. De verdad te amo. Ya no puedo

pretender más. Ya no. Mi corazón es tuyo. Siempre tuyo y

puedes…

- Diego… -interrumpió vacilante- Diego, no sigas… -se acercó a

ella y le tomó una mano entre las suyas, al tiempo que se arrodillaba

a su lado.

- Cuando pensé que te perdía quedó en claro mis sentimientos, Mel.

Decidí arriesgarme a aceptar que te amo. Por eso vine a confesarte

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todo y a pedir perdón. Si, estuve con muchas mujeres, lo acepto.

Pero no amé a ninguna. Las besé, abracé y me acosté con ellas…

pero nunca eran como tú. No, Mel, espera… de eso ya es pasado.

Si, últimamente no voy a negar que conquistara una que otra mujer

pero ya no, ya no me he acostado con ninguna desde hace más de un

año… Solo contigo, Mel. Sabes ¿por qué? Porque ya no me

interesaba, no era igual… Porque a ti te amo…

- Diego… no hagas esto. Si no estás completamente decidido…

- Mel, lo estoy -dijo poniéndole un dedo en sus labios para

acallarla- Melina Báez ¿quieres casarte conmigo? -pronunció y

sacó un anillo de su bolsillo.

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Capítulo 33

Tras cerrar la puerta se recostó sobre ella. ¡Quién se iba a imaginar

que esto le sucedería a ella! ¡Precisamente a ella en este día! -

suspiró cansada- ¡Qué ironía! Pero si hasta parecía una telenovela –

rió sarcástica- Las palabras con las que ni se atrevió soñar,

finalmente habían sido pronunciadas e increíblemente por el hombre

que, se suponía, amaba. Pero no era lo que había esperado. No era

suficiente. Algo había cambiado entre ellos. Ya no se sentía la

misma Melina y todo… todo por un beso… unas palabras… unos

momentos… unas caricias… por Daniel. Él se había vuelto

necesario en su vida, no sabía desde que momento sentía eso… pero

así era. No lo podía cambiar. Y -de pronto se dio cuenta- otra

vez… otra vez lo había hecho todo mal. Porque la situación era aún

peor que antes… Daniel estaba comprometido. Pronto se casaría y

estaría fuera de su alcance para siempre. ¿O…? ¡¡No!! Suficientes

humillaciones había pasado con Diego… ocultar su relación le

había agotado física y mentalmente. Y solo de pensar en que se

podría repetir… le recorrió un escalofrío. No, una cosa era un

soltero y mujeriego que un hombre casado. En el último caso, no

había solución posible… a no ser que… no se casara…

Se sentía inquieta, debía buscar una solución. La más razonable era

dejar a Daniel seguir con su vida y aceptar la propuesta de Diego, al

fin y al cabo alguna vez lo amó infinitamente y podría volver a

hacerlo ¿no?... Y la otra era renunciar a un futuro con Diego para

siempre y arriesgarse a que Daniel eligiera entre su novia y ella…

Pero no, tenía miedo de lo desconocido. Era una mujer de

costumbres, de cosas seguras y concretas… no de castillos en el aire.

Y con Daniel… no tenía un futuro cierto porque… él admitió amar a

su novia. En cambio con Diego… ya lo conocía, él le había

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prometido un futuro juntos con un anillo y no estaba segura de no

sentir nada por él.

Las opciones estaban planteadas… solo restaba escoger.

***

- ¿Mel? Pasa, por favor.

- Hola Dome, ¿cómo te va?

- Pues, a juzgar por tu aspecto, creo que mejor que a ti -comentó

sarcástica- pero siéntate y te escucho.

- ¡Ya! -dijo Mel cayendo sobre el sillón- Mi vida es un caos.

¿Quieres saber por qué? -no esperó respuesta- Por supuesto. Tú

debes saberlo. Creo que estoy enamorada…

- ¿de Diego? -preguntó bajo.

- Si… -y se apresuró a añadir- y de Daniel…

- ¿Cómo? ¿Estás enamorada de los dos? Pero…

- Técnicamente, si. Es evidente que solo amo a uno de los dos

pero… no sé a cual.

- ¿Cuándo sucedió? La última vez no hablaste de amor,

precisamente…

- No, es que no lo sabía. No -se corrigió- inconscientemente lo

sabía… es decir lo sabía pero no lo entendía… ¿me sigues?

- Ni de cerca… -protestó Dome- creo que ni tú te sigues…

- Cierto, pero te lo explico: ayer salí con Daniel -Dome miraba

expectante- lo besé y sentí… experimenté magia… no lo sé…

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siempre que estoy con él… simplemente sucede… Y luego, mientras

subía con él a mi departamento encontré a Diego… esperándome…

pero yo ya había resuelto dejarlo… para siempre -Dome sonrió-

Espera, hay más -frenó su entusiasmo- Todo se vino abajo cuando

Diego habló… me pidió matrimonio después de una larga lista de

sentimientos y perdón…

- ¿Qué que? -Dome saltó de su asiento- ¿Qué Diego hizo que?

- Si, matrimonio Dome. Mira -le enseñó la sortija de compromiso.

- ¡Increíble!

- Lo sé.

- Sabes lo que significa ¿cierto?

- ¿Qué me ama? -bromeó Mel- claro que lo sé, Dome…

- ¿En serio? -inquirió temerosa.

- Por supuesto. Esto -señaló el anillo- es un chantaje emocional…

Sí, no me mires así… lo sé. Sabes ¿Por qué lo hizo? Porque

peleamos por teléfono y yo insinué que tenía un “amigo” -casi

sonrió- Le declaré un ultimátum, Dome. Y él, solo reaccionó de la

única manera posible…

- Intentando atarte a su lado… -dijo Dome- porque se siente tu

dueño.

- Efectivamente. Él, ahora que me alejo, se da cuenta que me

ama… ¡Qué conveniente! ¿no? -Mel comentó irónica- Pero ya me

cansé… este tira y afloja que ha sido nuestra relación ha llegado a su

fin.

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- 105 -

Capítulo 34

- Eso quiere decir… -preguntó cautelosa.

- Quiere decir que tengo dos opciones: termino para siempre todo

vínculo con Diego a favor de “otra relación” o…

- ¿O?

- O me caso de una maldita vez.

- ¿Disculpa? Melina… no hablarás en serio…

- ¿Por qué no?

- ¿Y qué hay de Daniel? -desvió el tema.

- ¿Qué hay con él? -trató de desentenderse- Ah… la otra relación…

- Si, tus sentimientos hacia él…

- Son imposibles -cortó Mel.

- ¿Por qué? ¿Es qué él no te ama?

- Peor… -Mel desvió la vista- Ama a otra… -una risa rota se

elevó por su garganta- a su prometida para ser exacta.

- ¿Su qué…? –Dome exclamó incrédula- ¡Voy a matar a Eduardo!

–juró entre dientes.

- ¡No lo hagas! -Mel sonrió- Él no tiene la culpa de…

- ¡Claro que sí! A menos que no sepa…

- Si sabe… -interrumpió Mel- lo supo ese día -aclaró.

- Vale, pero ¿hay algo que puedas hacer?

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- ¿Cómo qué? Ir a impedir la boda cuando el sacerdote pronuncie

“¿hay algún inconveniente para esta unión?” -imitó con voz grave.

- Bueno, puede ser…

- ¡Ja! -Mel la miró de hito en hito- Y ¿qué se supone diga? ¿No

realice esta boda porque amo al novio? ¡Es absurdo!

- Bueno planteándolo así… -Dome ladeó la cabeza- Pero tienes

algún indicio de…

- No con total seguridad -terció Mel- No como para arriesgarme a

semejante ridículo…

- En ese caso… la decisión es tuya -concluyó Dome- aunque hay

una tercera opción –dijo interrumpiendo el frenético movimiento de

Mel.

- ¿Cuál?

- ¿No la sabes?

- Evidentemente no o no te lo estaría preguntando.

- Bueno, en ese caso. No puedo hacer nada. No, Mel, no te

enfades. Es algo que tú debes ver por ti misma. ¡Buena suerte!

- ¿Buena suerte? -Mel le hizo una mueca- ¿Eso es todo? -bufó

molesta- Gracias, supongo -murmuró pero abrazó sinceramente a

Dome- Adiós entonces.

- Adiós Mel -Dome vio como se alejaba y se mordió la lengua para

no gritarle la tercera opción, que a su parecer, era la única viable.

***

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- 107 -

Apenas llegó a su hogar, conectó el celular que se había quedado sin

batería. ¡Menudo rollo! Tenía un mensaje de voz. ¿Por qué

llamaban cuando no podía contestar?

Melina soy yo, Daniel. Hablo para despedirme. Parto esta tarde a

las 3:00 con rumbo a Italia. Tú imaginas las causas, supongo. En

fin. Un… abrazo y espero volver a verte. Adiós.

Melina no lo podía creer. Daniel la estaba abandonando… para

siempre. Iba rumbo a su boda. ¡No! Un sentimiento se arremolinó

en su interior. Debía impedirlo a toda costa. Aún podía llegar al

aeropuerto e impedir que tomara ese avión.

Mientras iba en camino, sus pensamientos volaron hacia todos los

momentos que pasaron juntos… los mejores instantes de su vida

eran con él pero… estaba siendo tremendamente injusta porque, ella

aún no tenía en claro sus sentimientos… solo sabía que no lo quería

lejos y menos en brazos de otra. Estaba siendo egoísta, lo sabía,

pero solo rogaba porque Daniel no fuera consciente de su

incertidumbre.

En cuanto pisó el aeropuerto trató de localizarlo. No fue muy difícil

pues su más de 1.90 m. no pasaba desapercibido. Con grandes

zancadas trató de ponerse a su altura pero cuando estaba a unos

pasos de él, se dio cuenta que no sabía que decir… quería huir…

¡no! No quería pero… estaba tan confundida… -retrocedía

inconsciente… demasiado tarde. Él la miró y sin dudarlo le dedicó

una sonrisa que la congeló en el lugar en el que estaba.

- Daniel… -susurró y en un momento se encontraba ya rodeada de

aquellos fuertes brazos.

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- 108 -

Capítulo 35

Al separarse se evaluaron mutuamente y mientras Mel trataba de

mantener una sonrisa serena, Daniel fruncía el ceño.

- ¿Lo hiciste? -terció Daniel.

- Si… creo… -se corrigió- ya está todo arreglado.

- Aja -soltó en tono extraño.

- Seguro, Daniel. Él solo me hizo una proposición que yo… bueno

yo ya tomé una decisión definitiva… -soltó una risita nerviosa.

- ¿De verdad? -él no sonreía

- Si yo…

- ¿Estás completamente segura? -él la miró sin emoción.

- Por supuesto, Daniel. Yo…

- Tengo algo para ti… -él le impidió continuar y ella miró

expectante lo que él extraería de aquella bolsa… algo como… ¡no

podía ser posible! ¿era una broma? -se preguntó Melina-

¡maldición! ¿qué demonios estaba haciendo extendiéndole aquella

rosa ante sí?- ¿Qué sucede? Es para ti, Melina.

- ¿Cómo…? ¿Qué sucede? -Mel no podía entenderlo- ¿Has

olvidado que…?

- ¿Qué, Mel? -él le sonrió sin humor- ¿He olvidado qué?

- ¿Por qué…?

- Tómala… es para ti -repitió por última vez.

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- Pero Daniel… -ella quería extender su mano, de verdad, le

enviaba frenéticas órdenes que su cerebro se negaba a obedecer.

- No hace falta, Melina -él cortó su argumento restándole

importancia- ya sé cual es tu decisión.

- ¡Eso es imposible! ¿Cómo podrías…?

- ¿O lo correcto es tu indecisión? -Daniel estaba muy serio.

- ¡No! Daniel…

- Melina, de verdad, no es necesario. Sea cual sea... el panorama no

es halagador para ninguno de los dos.

- ¿Qué quieres decir? -exclamó pero él ya se estaba alejando-

Daniel, espera -le tomó el brazo- No puedes irte así…

- Melina mi vuelo está a punto de salir… -él suavizó su expresión.

- Pero… -ella pensó rápidamente un argumento para refutar sus

conclusiones. Había tanto por decir… pero simplemente no

encontraba las palabras…- No te alejes de mí, Daniel. Yo…

- Melina… -él soltó un pequeño suspiro mientras acallaba con un

dedo sus palabras- Hay cosas que no se pueden cambiar. No se

puede ignorar ciertas conductas correctas. Tal vez en este momento

no lo entiendas… pero más adelante lo harás. Y llegarás a la

conclusión de que fue lo mejor… lo correcto.

- Pero… -ella tembló bajo el contacto de Daniel.

- Sin peros, Melina. Es algo que quisiera… ¡no! -negó

vehementemente- no puedo ignorar. En realidad -lo pensó mejor-

No quiero ignorarlo. Es lo correcto… mi deber -concluyó mientras

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tomaba su rostro con ambas manos- Adiós Melina -susurró

suavemente y mientras acercaba su rostro hacia él… besó

castamente su frente y se alejó. Sin esperar una réplica. Sin mirar

atrás.

Mel había quedado aturdida por el contacto y por aquellas palabras.

No entendía nada de lo que sucedía. Era tan absurdo. ¿Dé que

estaba hablando? ¿Qué deber no quería ignorar? ¡No! Por

supuesto… su boda. Él estaba hablando de casarse… pero ¿por qué

el misterio? Si no quería… no, él había dicho que era lo correcto.

Qué… pero… por más misterio en aquellas palabras… ni de lejos

eran una confesión de amor. No había dicho que la amaba a ella ni

se había retractado de amar a su prometida. ¿Por qué todo tenía que

ser tan complicado? -de repente se dio cuenta que estaba parada

como una tonta ahí sola y se dio vuelta ya que él ni siquiera le había

dedicado una última mirada.

Daniel caminó con paso firme hasta la puerta que conducía a la

pista. No quería mirar porque temía arrepentirse de su decisión y

correr a estrechar entre sus brazos a Mel y besarla hasta dejarle

rendida contra él. Era un absurdo lo que pensaba. ¿Debía quedarse

y…? Claro que no. La decisión la había tomado con la cabeza fría

y había que conservarla aunque por dentro le estuviera recorriendo

una cierta reticencia a dejarla sola… a merced de sus decisiones.

¡No! Ya todo estaba resuelto. Además no iba echar a perder lo que

tanto le había costado… definitivamente llevaría su plan hasta las

últimas consecuencias. Aunque ello conllevara la posibilidad de ser

desdichado de por vida. Miró una última vez… Mel se había ido.

Escondida en un rincón, vio como la alta figura de Daniel se perdía

en el interior del avión… una intensa desesperación le recorrió

entera… sin darse cuenta, se había echado a llorar.

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Capítulo 36

Italia, 1 año después.

- ¡Finalmente te dignaste a venir! -la reprendió bromeando Danna

mientras la abrazaba- Estás más delgada… -miró preocupada.

- ¡Tú sigues igual de fabulosa! -terció Mel riendo- Y no estoy más

delgada, son ideas tuyas… aunque sería muy halagador -se burló.

- ¡Qué gusto tenerte aquí, Melina! -su cuñado besaba su mejilla-

Vamos, en casa nos esperan Beth y André.

- ¡Ya quiero verlos! ¿Cómo están mi niña y mi travieso?

- Creciendo… -rió Danna- te extrañan mucho, Mel…

- Ya no Danny -se rió de su hermana- ya estoy de vuelta -dijo y

ambos asintieron entendiendo el doble fondo de aquellas palabras

pronunciadas tan despreocupadamente.

- Y cuéntame… ¿qué has hecho en este tiempo?

- ¡Ay Danna! Te escribí por lo menos cada mes contándote los

pormenores y me visitaste dos veces… pero, no hay novedades. Me

va muy bien en mi nuevo empleo y he buscado un piso más céntrico.

- ¿Has considerado mi propuesta? -Danna la miró interrogante.

- La verdad… si -Mel desvió la vista incómoda.

- Más adelante podrán seguir platicando, Danna. Ahora vamos al

auto pronto que los niños deben estar ansiosos -intervino Leonardo

sonriendo, logrando distender aquel aire tan cargado.

***

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- 112 -

Ni bien dieron la última vuelta para llegar a la mansión, Melina

enseguida empezó a recordar lo sucedido en aquella misma salida,

frente aquel portón cuando Daniel la esperaba. ¡No! Por eso se

resistía a volver a Italia. Sabía que a cada paso recordaría a

Daniel… pero eso no era más que una excusa. Para recordar a

Daniel no necesitaba estar en un lugar determinado… ni siquiera

mirar un objeto determinado. Él estaba presente en su vida pero…

no como algo destructivo. Era curioso, pero el recuerdo de Daniel

no le hacía daño. En realidad sentía un vacío asfixiante pero… le

permitía seguir con su vida. Normalmente… bueno, casi. Porque su

vida ya no era la misma. Habían sucedido muchos cambios

positivos durante ese año. Empezando porque se había negado a la

petición de Diego y, aún más, cortó toda relación con él. No había

sido fácil que él se resignara a dejarla en paz. Hasta el último

instante intentó utilizar todo tipo de chantaje emocional… le dolía

verlo así, hasta cierto punto le tenía lástima. Incluso, simpatía

porque finalmente, había mostrado con hechos que se había

reformado. Había madurado tan de repente que ni siquiera se había

dado cuenta de que él ya no salía frecuentemente, ya no se le veía

con multitud de mujeres, a pesar de que lo seguían y… lo más

sorprendente… se había enfrascado completamente en el trabajo.

Era un cambio radical, que se había negado a creer, pensaba que tal

vez solo era algo temporal… pero no. Hasta el momento seguía así,

a pesar de que ya había pasado seis meses desde su “redención”.

Incluso habían hablado una o dos veces. Se mostraba más maduro y

aquel aire de seductor ya no era un escudo, hasta se permitía sonar

inseguro… ¡Estaba irreconocible! Aún así, ella ya no sentía nada.

Lo veía y solo sentía simpatía. Nada más. Había pensado que tal

vez se notaría vulnerable frente a él por su cambio… pero no. Ni

aunque hablara de amor… él no era más que parte de su pasado. Era

un alivio, en cierta manera, saberse finalmente libre y segura de lo

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que se quería… lo que se deseaba y necesitaba… lo que amaba. A

pesar de que ya no estuviera a su alcance… a pesar de las

circunstancias… amaba a Daniel Cabalganti y… no iba a hacer nada

para cambiar eso. Él había sido lo más real de su vida… aún ahora

lo seguía siendo… y no sabía si alguna vez cambiaría eso.

***

Una vez efectuados los abrazos y pequeñas charlas de bienvenida,

Mel subió a su habitación y la encontró tal y como la había dejado la

última vez. Recorrió lentamente cada tramo de la habitación. Era

tan elegante y… familiar. Le estaba viendo otra cara a Italia…

empezaba a sentirse como si hubiera regresado a casa. ¡Qué locura!

Pero tal vez Danna tuviera razón en sus sugerencias de ir a vivir en

Italia. Sería una experiencia totalmente nueva, podría finalmente

pasar tiempo de calidad con su única hermana, con la que no había

crecido, pues Danna y sus padres siempre vivieron en Ecuador y

ella, desde que tenía 6 años, vivía en España con una tía. Había sido

doloroso estar con su familia solo en vacaciones pero… eso era

pasado. Ahora veía un futuro brillante, rodeada del cariño de

aquella familia que estaba en la sala, tal vez… hasta se decidiera a

tener un hijo propio. Sola. Como lo había hecho Doménica.

Se asomó por la ventana y… el mundo se vino a sus pies. Tenía que

ser una coincidencia. Por supuesto… no podía ser el auto de Daniel.

Aunque… era muy probable que lo fuera. Pero nadie bajó del auto.

En un instante, había acelerado desapareciendo de su vista.

- ¿Volvería a ver a Daniel en algún momento? -se preguntó en voz

alta- Probablemente si… si de verdad consideraba quedarse a vivir

en Italia.

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Capítulo 37

Recorría los jardines a paso lento. Aspiró el aroma de aquel rosal

que una vez le había recordado a Diego. Ahora, ya no lo hacía más.

Su pelea con las rosas había terminado -sonrió y siguió su camino-

Su hermana le había invitado para participarle de una maravillosa

noticia. Estaba embarazada nuevamente… por eso estaba aún más

radiante. Se sentía realmente feliz. Al convivir con ellos se había

dado cuenta que no eran lo que imaginaba. Siempre había creído

que todo era total armonía entre Leonardo y Danna… pero no era

así. Tenían sus desacuerdos pero… lo discutían respetando sus

puntos de vista. Tal vez se alteraban un poco pero solo porque los

dos eran unos tercos. ¡La pareja perfecta ja! -había dicho su

hermana- eso no existe, Mel. Pero aquel matrimonio funcionaba a

pesar de todo. La clave es la comunicación -había comentado su

hermana y era cierto. El consenso no tardó en llegar porque

Leonardo cedió en su posición haciendo que Danna aceptara trabajar

solo hasta los 5 meses de embarazo cuando ella quería hacerlo hasta

el final. Sonriendo ellos se habían reconciliado… parecía tan

sencillo -suspiró y de pronto deseó tener esos pequeños

desacuerdos- discutir riendo como lo hacía con Daniel… intentando

que él se riera dejando de lado su seriedad habitual… que bromeara

como solo él podía hacerlo.

Para cuando se dio cuenta, ya estaba frente a un auto mientras

manejaba hasta la heladería. Los dueños la recibieron sonriendo.

No se habían olvidado de ella. Pero… algo la extrañó. Le

preguntaron si ya era novia de Daniel. No -contestó triste- él está

casado ¿no lo sabían? Ellos asintieron y desviaron el tema.

Terminó su helado y empezó a vagar por aquellos rumbos que eran

tan familiares como si los hubiera recorrido toda su vida. Pasó por

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aquella pequeña desviación y parecía que hubiera sido ayer cuando

habían estado abrazados con Daniel, riendo y hablando de sus vidas.

Él conocía todas sus facetas… incluso la neurótica -sonrió- y ella

también lo conocía… ya no tenía dudas. E, increíblemente, le

empezó a encontrar sentido a las palabras de Daniel… las últimas

palabras que le había dirigido antes de despedirse…

- Melina… -se paró de golpe. Alguien se acercaba y apostaría la

mitad de su vida a que era…

- Daniel… -pronunció y se volteó a mirarlo. Si, efectivamente, él

estaba ahí. ¿Sería un sueño? Tal vez se quedó dormida y… Pero

parecía tan real… sin detenerse a pensar le rozó ligeramente-

Eres… real…

Daniel se rió al ver la perplejidad en el rostro de Melina. Estaba

hermosa aunque un poco pálida. Pero aún así… se alegraba tanto de

finalmente tenerla a su lado.

- Me has hecho esperar bastante… -él murmuró desviando la vista-

un año y veinte días para ser exacto.

- ¿Has llevado la cuenta? -Mel sonrió.

- ¿Tú no?

- Claro que si. Con horas incluso -admitió riendo.

- Así que es cierto… -él la miró- de verdad estás aquí…

- Es lo mismo que yo estaba preguntándome… Daniel -ella

caminó un poco- ¿qué haces aquí?

- Es lo que yo estaba a punto de preguntarte a ti… -él le tomó la

mano tan levemente que ella sintió un pequeño calorcito.

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- Yo… yo vine a visitar a mi hermana…

- ¿Nada más?

- Claro que hay algo más, Daniel… tú lo… -de pronto se detuvo a

mirarle la mano que apretaba la suya- ¿Por qué no llevas aro? -

frunció el ceño sin notarlo.

- Si te gustan los aros, me pongo los que quieras -él alzó su ceja

irónico ante la mirada indignada de ella.

- Daniel, es serio. ¿Por qué…?

- ¿Por qué lo llevaría? -él se hizo el desentendido.

- ¡Como que por qué! Por qué es lo que se supone llevan los

hombres casados…

- Si, estoy completamente de acuerdo… -Daniel sonreía.

- ¿Qué me he perdido? -Mel lo miraba interrogante- ¿Qué es tan

gracioso?

- Nada… solo que es cierto… lo llevan los hombres casados…

- Entonces ¿por qué…? -Mel empezó a entender. ¿Será que Daniel

le estaba insinuando que…?- Daniel Cabalganti, ¿estás casado?

- ¿Es una propuesta? -Daniel sonrió ante la mirada asesina de ella-

Supongo que…

- Nada de supongo que… lo estás si o no -Mel estaba a punto de

sonreír por aquella situación absurda.

- No, a menos que tú aceptes ser mi esposa… -Daniel estaba serio y

Mel estuvo a punto de caer redonda a sus pies.

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Capítulo 38

- ¿Qué? -Mel lo miró de hito en hito y Daniel empezó a esbozar

una sonrisa- ¿Estás diciendo que no te casaste?

- No.

- Pero tu boda… hace un año… tú…

- Yo cancelé esa boda, Melina. La cancelé un minuto antes de

viajar a España…

- ¿Cuándo viajaste…? -Mel se quedó perpleja- ¿Te refieres a que

la cancelaste antes de nuestra cena y…? -se sonrojó.

- … Y de nuestro beso -él concluyó- Si, lo hice.

- Pero… yo pensé que… -Mel se rió- Ahora lo entiendo todo. Por

supuesto. Tus palabras… tú querías que decidiera por mí misma…

ese era tu deber ¿cierto?

- Si -Daniel asintió- habría adorado quedarme a tu lado mientras

enfrentabas todas esas decisiones pero, no quería presionarte,

Melina. Deseaba que si tú venías a mí, fuera por voluntad propia.

No por venganza ni por obligación… sino por…

- Amor… -concluyó Melina echándose a sus brazos- ¡Cuánto te

extrañé, Daniel! Lamento haber tardado tanto…

- No tiene importancia -susurró él contra su pelo- te habría

esperado hasta el último instante…

- Te amo, Daniel… -Mel tomo su cabeza y la bajó hasta la suya-

¿Qué esperas para besarme?

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- ¡Pequeña impaciente! -se rió y en el último instante antes de

fundirse en un apasionado beso susurró- Finalmente… te amo

Melina.

Y sonriendo se desvaneció el mundo a su alrededor. El amor que los

había llevado a separarse finalmente los unía con mano de hierro.

Un año había sido el tiempo que le tomó hacer que volvieran…

pero, que más daba. A otros les costaba toda una vida encontrar al

amor de su vida, si es que eso existía, pero viendo a la pareja que

yacía estrechamente abrazada en mitad del campo… bien se podía

concluir que… si.

***

La boda había sido discreta. Se celebró en los jardines de la

mansión de Daniel. Todo era muy sencillo e incluso la novia hizo su

aparición con un vestido simple que lograba resaltar su belleza

natural. Con su hermoso cabello negro suelto, el ligero velo

revoloteaba alrededor de su cabeza mientras la brisa no le dejaba ni

un solo cabello en el lugar correcto. Qué iba a hacer -pensó

Melina- ella nunca sería tan perfecta como su hermana ni tan

hermosa como Dome. Incluso la naturaleza estaba de acuerdo.

Pero no el novio que la esperaba en el altar. En cuanto Melina llegó

a su lado, sola, sin que nadie la condujera, pues así había vivido, él

le sonrió con una ternura tal que sintió como su estómago se

encogía. Te amo -susurró atrapando con su pulgar una lágrima que

se deslizaba por su mejilla- de ahora en adelante siempre estaré

contigo… a tu lado -Daniel sonrió- Ya no estás sola…

- ¿Cómo supiste…? -estaba preguntado ella cuando el sacerdote se

aclaró la garganta, obligándola a guardar silencio, y empezó la

ceremonia.

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Una rosa en la noche

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***

- Te encanta escapar ¿verdad? -Daniel sonrió mientras era

arrastrado por Melina.

- ¿A ti no? -Mel no lo miró.

- Claro que si… pero no creo que sea lo correcto cuando es nuestra

propia fiesta -él rió mientras Mel sofocaba un bufido de

impaciencia pues no se decidía por el camino a tomar.

- ¡Me rindo! Esto es un laberinto, Daniel…

- ¡No estoy de acuerdo! Y no solo porque sea nuestra casa -dijo

duramente pero apenas conteniendo la risa- Si me dejaras guiarte…

- Soy una mujer de costumbres, Daniel -Mel rió aunque estaba algo

sonrojada- Tendré que considerar la sugerencia…

- ¿Sugerencia? -Daniel la miró incrédulo- Si quieres llegar a

alguna parte es mejor que yo tome el control -y sin esperar

respuesta la tomó entre sus brazos y la cargó hasta su habitación.

- ¡Daniel! ¡Bájame! -Melina reía y disfrutaba de estar entre los

brazos de su esposo.

- ¡Cómo ordene, señora Cabalganti! -dijo riendo mientras la

depositaba en la cama y él se colocaba encima.

- ¡Daniel! ¡Sabes que no me refería a esto! -ella se removió

juguetonamente mientras le acariciaba la espalda lentamente.

- ¿Entonces? ¿Tal vez querías esto? -preguntó empezando a

acariciar con suma destreza cada una de las partes de su cuerpo. No

dejaba de explorar con sus manos mientras le despojaba…

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Una rosa en la noche

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despacio... de su vestido de novia. A cada centímetro de piel que

descubría, le llenaba de atenciones… con su boca cubrió la boca de

Melina… acallando sus palabras y suspiros. Mel era una mujer

apasionada, sus manos empezaron a explorar con una extraña

timidez el cuerpo de su esposo… pero las barreras empezaron a

desaparecer… solo podía pensar en Daniel y en tenerlo tan cerca de

ella como fuera posible. Sus almas ya estaban unidas para

siempre… ahora solo restaba la unión de sus cuerpos…

El tiempo voló. Se amaron de mil maneras distintas. Fue una

experiencia única para los dos… Tan única como la primera vez.

- Eres tan bella, Melina… -Daniel la acunó contra su cuerpo- cada

vez… es distinto…

- Mejor… -rió Melina abrazándose a él- Te amo, Daniel.

- Yo te amo, Melina. No tienes idea cuanto… -susurró mientras le

acariciaba su larga melena negra- Recuerdas…

- ¿Qué? -lo miró con los ojos entrecerrados por el sueño.

- Te dije que eras única… pero… no es suficiente…

- Si… -ella murmuró somnolienta- yo dije que eras especial…

- Aja…

- Y sin duda… eres mucho más que eso… -dijo antes de suspirar

ligeramente y perder el hilo de sus pensamientos- Siempre me

pasa… -murmuró pero él no pudo preguntar que quería decir

porque Mel ya estaba dormida.

- Amor mío… -sonrió, dejando ya que el sueño se apoderara de él y

pasando un brazo por su cintura, se durmió.

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Una rosa en la noche

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Epílogo

Italia, (nuevamente), 1 año después.

- ¿Dónde está Melina? -Daniel preguntaba al ama de llaves que le

señaló el cuarto de la pequeña Aurora- Debí imaginarlo… gracias.

Se encaminó hasta el cuarto de su hija de casi tres meses. Sonrió al

ver como Mel estaba sentada con Aurora en el regazo. Se la veía tan

serena y muy enfocada en su nuevo papel de mamá… y no era la

única.

- Daniel ¿qué haces ahí? -Melina alzó risueña su cabeza- No te

quedes en la puerta… entra.

- Como usted ordene, señora -bromeó logrando que ella soltara una

risita y con paso firme pero con inusual delicadeza se acercó a besar

la frente de la pequeña y a Mel le rozó la mejilla- ¿Quieres que la

cargue yo?

- En un momento… -Mel la miró una vez más y sonriendo le

extendió la niña a Daniel- Quiero hacerte una pregunta… desde

hace algún tiempo…

- ¿Si? -inquirió absorto en la bebé que tenía en brazos.

- Si, pero no ahora… evidentemente no estas disponible…

- Por supuesto -él dijo sin escucharla.

- Aunque te dijera que estoy embarazada otra vez… -soltó irónica

- Tienes razón -ni siquiera la miraba- ¿algo más?

- Daniel, no me estás escuchando… -se quejó haciendo pucheros y

finalmente él la miró- te dije que estaba embarazada y eso…

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- Es imposible… -comentó Daniel y Mel se rió.

- Claro que lo es, pero quería saber que tanta atención me ponías.

Por tu cara, ninguna…

- No te enfadas ¿cierto? -Daniel puso aquel gesto que la volvía loca

- No… puedo aceptar que pongas atención a otra mujer… -Mel

sonrió- siempre que sea nuestra hija… está bien.

- Si –él sonrió- ahora ¿cuál era tu pregunta?

- ¿Por qué… -ella se encaminó a mirar por la ventana- tú…

confesaste amar a Micaela?

- ¿Qué? -¿a qué venía esa pregunta?- ¿por qué después de tanto

tiempo tú…?

- Es algo que siempre quise saber… -ella soltó con una sonrisa y él

respiró aliviado porque no era un reproche- ¿Me mentiste o no?

- Creo que si escojo una de las dos opciones saldré mal parado -él

se colocó al lado de Mel- Fue una forma de auto convencimiento…

- ¿Auto convencimiento? Pensé que era a mí a quien querías…

- A los dos -aclaró- Mel, desde que empecé a pasar tiempo contigo

yo miré al amor de otra manera. Siempre estuve convencido de que

el amor solo era un concepto utópico propio del inicio de un

romance pero tú… a pesar de lo herida que estabas… creías en el

amor. Era impactante ver tu punto de vista tan distinto al mío. Yo

era aún más práctico e independiente… Micaela no invadía mi

espacio de ninguna forma… y hasta cierto punto eso me complacía.

No teníamos nada en común y pensé que ese era algo a favor… ella

cumpliría los compromisos que yo tanto odiaba y yo cumpliría con

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mi deber en los negocios que tanto le disgustaban. Era una unión

esperada y conveniente. Estaba tan seguro de eso que el

replantearme la situación fue un golpe severo a mi confianza… y

todo por ti. Por tus pensamientos -él tomó la mano de Mel- y como

mi cerebro trataba de controlarlo todo… simplemente trato de

convencerme de que era lo correcto… de que si seguía con Micaela

era porque la amaba… y surgieron las palabras…

- No las digas… -ella lo miró- ahora sé que podríamos llamarla

una “mentira inconsciente” -apretó su mano- pero… ¿cómo

lograste separarte de ella? Seguro no fue fácil…

- No, no lo fue… -él se llevó su mano a los labios- Fue difícil

convencerla de que no existía amor entre nosotros… ella no

aceptaba que era conveniencia lo que nos unía… comodidad… pero,

¿sabes lo que es la humillación para una mujer de su tipo? Eso fue a

lo que apelé… si no accedía a cancelar ella el compromiso lo haría

yo… frente a todos…

- ¿De verdad se lo planteaste así? -Melina podía imaginarse la cara

de Micaela cuando vio la férrea decisión en Daniel- Pero tú odias

los escándalos… prefieres un perfil bajo…

- Efectivamente… pero ella no estaba tan segura. Y finalmente se

resignó… aunque yo tuve que pagar por lo que conlleva cancelar

una boda con prácticamente todo listo.

- Debiste obligarme a venir contigo… -Mel pensó en voz alta- así

ya teníamos todo listo y solo restaba decir si acepto -se rieron por la

ocurrencia.

- Lo hubiera hecho… pero debías arreglar tus asuntos sola… lo sé.

- No te equivocaste. Si me hubieras obligado, habría huido…

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- Tenía una ligera idea… -él ladeó la cabeza y de pronto dijo- Me

has hecho olvidar por completo a qué venía…

- No… la charla está muy entretenida… -Mel protestó.

- Seguro, pero nuestros invitados ya han llegado… -miró su reloj-

hace media hora que nos esperan…

- ¿Por qué…? -ella empezó y recordó- ah, el aniversario.

- Dicho de esa manera… parece que no disfrutaste, precisamente,

nuestro primer año juntos… -alzó la ceja irónico.

- Disfrute si… y mucho más, pero… no las fiestas…

- No es una fiesta -él no le dio importancia- es una pequeña reunión

y, déjame recordarte que fue tú idea…

- Vale, vale… no hace falta que te enfades… -Mel lo abrazó.

- Por cierto, Doménica ha venido…

- ¿Dome está aquí? -alzó la cabeza de golpe porque estaba a punto

de darle un beso- Pudiste haber empezado por ahí… -pronunció

saliendo presurosa…

- Créeme que la próxima vez… lo recordaré -dijo apenas

conteniendo la risa y con la pequeña Aurora aún en brazos bajo tras

su esposa.

***

En el sobrio salón les esperaban sentados: Leonardo y Danna con

sus hijos: Beth, André y Danaé (la pequeña de 5 meses). Carolina y

sus padres. Doménica con su hijo Alex y su recién estrenado

esposo, Sebastien. Su madre y los padres de Daniel.

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Saludaron afectuosamente y los condujeron hasta el comedor donde

se sirvió una variedad de exquisitos platos. Conversaron

animadamente y cuando empezaron a servir el postre, Mel se inclinó

hacia Daniel.

- ¿Por qué no ha venido Edu?

- Él está… -Daniel se quedó callado- no era conveniente.

- ¿Por qué? ¿Han discutido?

- No precisamente… él está saliendo… -Mel le dedicó una mirada

incrédula- con Micaela…

- ¿Con Micaela? -gritó y todos la miraron- Lo siento…

continúen… -murmuró azorada- ¿Eso te ha molestado?

- No, en absoluto. Pero Eduardo pensó que lo mejor era no venir.

- ¿Por mí? -Daniel asintió- Pero que absurdo -dijo Mel- si a ti no

te ha molestado ¿por qué lo haría a mí? -Mel sonrió- La próxima

dile a Eduardo que es bienvenido venga con quien venga…

- ¿En serio? -Daniel sonrió- Gracias por entenderlo… eres única.

- No es para tanto… -Mel lo besó- Pensé que se odiaban… -

murmuró y Daniel finalmente se rió.

***

- ¿Cómo estás Dome? -Mel sonrió al ver que Dome le restaba

importancia con las manos.

- Bien, aparentemente y ¿tú?

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- Mucho mejor ahora que ha pasado lo del parto… -Mel bromeó-

por cierto, no he tenido la oportunidad de agradecerte…

- ¿Por qué? -Dome la miró extrañada.

- Hay tantas cosas, en realidad… -Mel se sentó a su lado- pero por

una en especial: la tercera opción…

- ¿La tercera…? -Dome sonreía- ¡Ah! ¿Entonces la sabías?

- No, en realidad me costó encontrarla -Mel decía melancólica-

Aquel año me enseñó tantas cosas… entre ellas que siempre hay una

tercera opción: la soledad. En ese momento necesitaba estar libre de

una relación para pensar claramente… para aclarar mis sentimientos.

Tú críptico consejo me llevó a la paz que necesitaba…

- ¡Cuánto me alegro, Melina! -Dome la estrechó en un abrazo.

- Si, y el reencontrar a Daniel me dio la felicidad… -dijo sonriendo.

- Pues, tu amado viene para acá… -rió Dome mientras él abrazaba

a Melina por detrás y le susurraba algo al oído que hizo que ella se

sonrojara- ¡Mira! ¡Han cambiado los papeles! Ahora eres tú la que

se sonroja -bromeó Dome haciendo que el carmesí subiera de tono y

riendo aún fue hasta Alex que jugaba con Sebastien.

Unidos por un abrazo, Daniel y Melina elevaron sus copas para

celebrar, junto a sus seres queridos, el primer año de una intensa

felicidad. Sonriendo, bebieron un sorbo y los invitados

prorrumpieron en aplausos cuando Daniel tomó a Mel en brazos y la

elevó en el aire para, finalmente, depositar un apasionado beso en

sus labios.

FIN