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Concurso de Relato Breve "José Luis Gallego" Selección 2011-2013

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Desde la Asociación de Vecinos de Aluche queremos agradecer a concur-santes, jurado y en general a todos los que han colaborado con este

proyecto de forma totalmente desinteresada, el poder seguir afianzando elconcurso, generando esa «mirada de barrio» que junto a otras actividadesculturales que realizamos, realza de forma positiva nuestro entorno ha-ciendo de Aluche un barrio vivo y potenciando la valía de sus personas.

¡Muchas gracias!

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AVA/Concurso de relatos «José Luis Gallego» SELECCIÓN 2011-2013 3

ÍNDICE

PRESENTACIÓN.............................................................................................................................7VI CONCURSO DE RELATO BREVE «JOSÉ LUIS GALLEGO» (2011) .......................13PALMARÉS .....................................................................................................................................15CONCATENACIÓN (PRIMER PREMIO). José Luis Hernández Garvi ............................17CORRE, PAULA, CORRE (SEGUNDO PREMIO). Virginia Roca Morales ......................21EL VEINTISIETE (TERCER PREMIO). Sergio Allepuz Giral ............................................25LA REINA DE SABA. Rocío Díaz Gómez................................................................................29ONCE MÁS DOS. Roberto San Martín San Julián....................................................................35LA PÉRDIDA DE LOS RECUERDOS. Ángel Silvero Gabriel.............................................41UNA SONRISA FURTIVA. Iván de la Mora García ................................................................45ILUSIONES DE BARRIO. Mª Victoria Perea Novillo.............................................................51LA SONRISA DE LA ABUELA. Carmen Frontera Quiroga .................................................55EL CUENTO DE NUNCA ACABAR. José Carlos Iglesias Dorado.....................................61

VII CONCURSO DE RELATO BREVE «JOSÉ LUIS GALLEGO» (2012) .....................67PALMARÉS ......................................................................................................................................69ÓRDAGO A LA GRANDE (PRIMER PREMIO). Jorge Saiz Mingo .................................71SOMBRAS POR LA CALLE C (2º PREMIO). Amando García Nuño ................................77SONRÍEN. Ángel Saiz Mora..........................................................................................................81LA CARDELINA DEL ZAPATERO. Victoria Trigo Bello ....................................................87ALGO MÁS. Gracia Aguilar Bañón..............................................................................................93LA REDACCIÓN. Alberto Lombo Montañés ...........................................................................99TODO ESTÁ AQUÍ. Ángel Mirallas .........................................................................................103VECINAS. Mª Jesús Lombraña Ruiz ..........................................................................................109JOSU, EL DE BULEVAR. Javier Pavía Fernández ..................................................................113A LAS OCHO, DESHAUCIO. Pedro Ajenjo Martínez..........................................................117

VIII CONCURSO DE RELATO BREVE «JOSÉ LUIS GALLEGO» (2013)..................121PALMARÉS ....................................................................................................................................123OLIVOS DE DESEO (PRIMER PREMIO). Carlos Granda del Gallego..........................125UNA CANCIÓN, Y ME SIENTO MEJOR (2º PREMIO). Jaime Miranda Córdova ......131ELLA AL OTRO LADO. Elena Córdova Fernández .............................................................137POR FIN ES VIERNES, ADOLFO. Josu Bilbao Munitiz.....................................................143PROYECTOS AERONÁUTICOS. Leticia Ahumada Yustos ...............................................149EL BUEN SAMARITANO DE ALUCHE. Javier Revilla Cuesta ........................................155LAS DOS CARAS DE LA MONEDA. Miguel Ángel Carcelén Gandía .............................161MI PACO. Patricia Aranda Pizarro..............................................................................................165EL CRUCE DEL TIEMPO. Ángel Luis García García ..........................................................171LAS VOCES DE ALUCHE. Nathalie Vázquez García ..........................................................177EL CONTADOR DE NUBES. José María Pons Muñoz.......................................................181MI INFANCIA SON RECUERDOS... Antonio Rey Vivancos ............................................185

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Presentación

Uno de los mayores esfuerzos de la Asociación de Vecinos de Aluche ha sidoen el campo de la cultura; tanto a nivel de conseguir equipamientos (cada cole-gio, instituto, centro cultural, biblioteca… no ha sido regalado, sino conseguidomediante la lucha vecinal), como en la promoción y el desarrollo de las fiestaspopulares y en la organización de actos culturales encaminados a mejorar laimagen, casi siempre deteriorada en los medios, de un barrio periférico comoel nuestro. Aluche, como todo barrio nuevo de Madrid, carecía de la tradición y las

costumbres que otras localidades mucho más pequeñas, pero con una granhistoria, sí tenían. Por ello, desde el principio, se trabajó para que el barrio tu-viera su personalidad: desarrollando sus propias fiestas, implantando los car-navales, apoyando las actividades culturales navideñas como la Cabalgata deReyes, y fomentando la Feria del Libro, los concursos literarios y las fiestasinfantiles.En 1976, AVA y Puerto Chico, junto a una comisión, organizaron las pri-

meras Fiestas de Aluche entre los días 30 de mayo y 6 de junio. Desde entoncesse han venido desarrollando cada año hasta el pasado 2011, en que, con elmanido pretexto de los recortes, se han globalizado y renombrado como fies-tas del distrito de Latina; sin embargo, al estar tan arraigadas, siguen siendopara todos y todas las fiestas de Aluche. Una de las mayores conquistas de la Asociación ha sido la construcción

del Centro Cultural Fernando de los Ríos que ha generado una actividad im-portante en la cultura y el fomento de las artes en el barrio. En el año 2012 secerró por motivos de seguridad en la estructura del edificio y en abril de 2014todavía no han terminado las tareas de reparación. La Escuela de Fútbol AVA, el Maratón de Aluche (realizado entre 1980 y

1990, coincidiendo con las fiestas del barrio), las marchas ciclistas y el club deajedrez han sido las pequeñas contribuciones de AVA al fomento del deportede base en el barrio. En 2007 celebramos el 32º aniversario de la Asociación y en plenas fiestas

montamos una caseta popular, donde organizamos una exposición de la his-

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toria del barrio, así como diversos actos conmemorativos y reivindicativos.Esta caseta se ha mantenido varios años en plenas fiestas, siendo gestionadapor las entidades vecinales del barrio y ha sido sede de múltiples actos y ex-posiciones. Allí se han celebrado nuestro concurso de relatos «José Luis Ga-llego» y el «Fotomaratón de Aluche». En el año 2012 el ayuntamiento impidióla colocación de dicha caseta, alegando problemas de espacio, otro manidopretexto. En 2008 celebramos la exposición «Cárcel de Carabanchel: de la represión

al olvido». Tras el paso del tiempo y del derribo completo de todo el recintocarcelario a finales de 2008, dicha exposición colectiva e itinerante (se ha ex-puesto en mas 20 espacios) se ha convertido en algo que nunca pensamos enun principio, la mejor muestra histórica y memorística de dicha prisión, puestodo ha quedado reducido a un enorme solar como ya habréis observado envuestros paseos. En 2009 iniciamos el «Fotomaratón de Aluche», un proyecto de fotografía

inmediata en plenas fiestas del barrio y que tuvo una gran repercusión en todoMadrid. Tras sus tres primeras convocatorias, de nuevo y «gracias» al Ayunta-miento que no dejó colocar la caseta cultural, sede del concurso, el fotomara-tón se ha reciclado en concurso fotográfico. En 2010 creamos el proyecto cultural denominado «Una Mirada de Ba-

rrio», dicho proyecto consiste en obtener la imagen temporal, en este casode Aluche, por medio de diversos eventos culturales que confluyen, se inte-gran y retroalimentan gracias al impulso de participantes, colaboradores y pú-blico. El proyecto busca generar una visión sin censura de nuestro entorno,de cómo somos percibidos.Actualmente el proyecto cuenta con las siguientes actividades: reconoci-

miento a una labor social dentro y fuera del barrio, como son los premios«Ciudadano de Aluche»; exposiciones fotográficas, como el «Fotomaratón deAluche» y la imagen literaria, con el Concurso de Relato Breve «José Luis Ga-llego» que nos atañe en este prólogo. ¿Y por qué este nombre para un concurso literario del barrio de Aluche, te

preguntarás? José Luis Gallego fue un vecino del barrio, un ciudadano muyquerido y que participó activamente en la Asociación hasta su fallecimiento,siempre implicado en desarrollar la cultura y la atención a nuestros mayores. El concurso de relatos que lleva su nombre inició su andadura hace ya

nueve años en plenas fiestas del barrio, leyéndose los relatos premiados en lacaseta del AVA mientras se despachaban nuestros famosos bocadillos de pan-

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ceta. Al año siguiente le daría impulso y buen hacer Juana Castillo, escritoradel barrio que a través de su taller literario «Pluma y Tintero» se encargó deorganizar el concurso. Tras los primeros años, el concurso fue ganando en ca-lidad y en número de trabajos presentados. En 2011 decidimos abrirlo a lasredes sociales, cambiar su temática generalista hacia el relato urbano y socialdotando al concurso de premios en metálico interesantes.La Asociación de Vecinos tomó las riendas del concurso junto a una estre-

cha colaboración con el equipo humano de la Biblioteca del barrio «ÁngelGonzález», por la que, por cierto, tuvimos que luchar para que se abriera ydotara de personal, pues permaneció más de un año cerrada hasta su inaugu-ración. Dicha colaboración sigue muy viva y estamos orgullosos de que nuestrabiblioteca sea la sede natural del concurso. En 2011 se celebro la VI edición del concurso, y gracias al nuevo empuje

y a las redes sociales, la participación se desbordó. Fueron casi cuatrocientoslos relatos recibidos y un esfuerzo tremendo de lectura y selección para el ju-rado. En 2012 y 2013, en sendas ediciones VII y VIII, se ha ido acotando aúnmás la temática, haciendo que los concursantes tengan que citar, dentro deltexto del relato, alguna calle o lugar de referencia de nuestro barrio. Dichanorma no ha mermado en absoluto la calidad del concurso, y sí ha conseguidoque participaran personas del barrio, conjugando esa mirada que buscamostanto interna como externa.El libro que tenéis en vuestras manos, es una selección de relatos finalistas

en las tres últimas convocatorias, en el periodo 2011-2013. Desgraciadamente,no podemos permitirnos un libro de 400 páginas y más de 50 relatos por loque hemos tenido que hacer una selección, empleando un criterio de calidadliteraria así como de adecuación al barrio, a las vivencias y a los problemasque padecemos y afrontamos. Al final nos han quedado 33 relatos que simplemente se han editado con

la misma tipografía y estilo, respetando al máximo la escritura original del pro-pio relato. Finalmente se han ordenado por convocatoria, apareciendo al prin-cipio de cada edición el fallo del jurado junto con la relación de todos losrelatos finalistas. ¿Y qué decir sobre los cientos o incluso ya millar de relatos que hemos re-

cibido en las nueve ediciones del concurso? Ha habido de todo, desde el relatointrospectivo que indaga en la individualidad y su problemática hasta el relatocolectivo donde los personajes forman una sinfonía que engloba y muestra laidea de un todo, la idea de un barrio y sus habitantes. Hemos leído realismo

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social, novela negra o más bien habría que decir relato negro, género fantástico,viajes en el tiempo, historias descabelladas, vampíricas modas, poemas inaca-bables, bucólicas descripciones, sagas familiares, relaciones imposibles y hastarelatos juveniles en una de las ediciones.Siempre buscábamos nuestro barrio, que entre tanta historia de hoy, de

ayer y de siempre, apareciera nítido el barrio y su circunstancia porque comoasociación de vecinos, nosotros también queríamos que se hablase de nuestrolibro, para escribirlo juntos, para completar capítulos, para enriquecernos, paracontarnos cómo somos, vivimos, padecemos y (¿por qué no?) disfrutamos deeste nuestro Aluche. Y ese momento llegó, decidimos abrir la puerta del todoy no mirar entornados el barrio y la gente de Aluche respondió y comenzó acontarnos el barrio desde sus propias ópticas y entonces el concurso se en-contró a sí mismo.Aparecieron sus calles, los personajes vivían en Seseña o en Camarena y sus

amoríos en Tembleque o en Maqueda, las estaciones de metro eran Aluche oEmpalme, los chavales jugaban y se divertían en el Parque Aluche, donde losabuelos y abuelas rememoraban tiempos pretéritos, reivindicando la memoriahistórica o la lucha por los centros de salud, colegios e institutos, mientras sen-tados en un banco nos contaban también el porqué del nombre de Aluche consus meandros históricos y acuáticos. Nos llegaba en directo la vida del barriocada primavera con la convocatoria del concurso, nos llegaban también las óp-ticas y vivencias de nuestros compañeros y compañeras inmigrantes que veníana probar suerte al barrio, buscando un lugar en Aluche.También queríamos agradecer en las primeras ediciones la cantidad de re-

latos que nos llegaron de todas las partes del mundo, hasta incluso creo re-cordar que llegamos a las antípodas pasando, por supuesto, por todas las tierrasde la geografía española; el concurso de relatos viajó hasta que pudo encontrartambién su lugar en el mundo literario y en el mundo real. No podemos olvidardesde luego que primero fuimos internacionales y viajeros para después volvery ser profetas en nuestra tierra.El concurso tiene fases y todas son especiales, la solemnidad de publicar

las bases y esperar año tras año a ir recibiendo los relatos acompasadamente;la lectura disciplinada de todos ellos con las reflexiones para su crítica y valo-ración; la puesta en común del jurado donde van emergiendo las historiascomo vetas señeras de una mina; la relectura de los finalistas para decidir losganadores, donde ya cada matiz es imprescindible; y la publicación de todosen la Web de AVA para la gran fiesta final.

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Pero sin lugar a dudas, lo mejor llega al final cuando los autores y las autorasreciben los galardones y podemos al fin ponerles cara y saludarles y hablarcon ellos y que, valga la redundancia, nos cuenten o quizás nos relaten. Llegaese momento donde el escritor lee su propia obra en público y en la BibliotecaÁngel González se respira más si cabe un ambiente literario, una atmósferade barrio de Aluche, un colectivo que se construye a sí mismo leyéndose.Y no contentos con eso, los llevamos a la radio, a Onda Latina, a nuestro

programa «Al fondo a la izquierda» que promueve y fomenta la cultura ennuestro barrio, es el momento de propagar por las ondas herzianas con la pro-pia voz de sus autores el concurso, el barrio, Aluche, sus gentes y su proble-mática, sus luchas, sus vecinos y vecinas y sus alegrías, la realidad social queconstruimos entre todos, visibilizándonos, y que con este concurso consegui-mos desde hace ya nueve años. Recuerda que tienes ahora en tus manos co-nocer Aluche. ¿Por qué no echas una mirada al barrio?

Junta Directiva de laAsociación de Vecinos de Aluche

Abril de 2014

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OLIVOS DE DESEOCarlos Granda Del Gallego (Primer Premio)

«To dream or not to dream»

1Las seis de la mañana. Puntual, rutinaria, Estefanía apagó el despertador antesde que sonara. El apenas inaudible clic del engranaje la despierta diariamente,invariablemente, en el mejor de sus sueños. En el de aquel día era fuertementeaclamada tras un discurso pronunciado en un mitin de un partido político fe-roés. Por descontado que ella no hablaba danés, aunque cuando aún dormidase intuyó en el espejo del baño, se sorprendió balbuceando aún alguna palabrallena de acentos diacríticos y vocales como conjuntos vacíos. (Ayer había pa-rado un penalti decisivo, aunque no le gustaba el fútbol más que dos veces alaño, y anteayer, siendo presidenta de un gran grupo de distribución, había co-nocido a un chico monísimo. Quince días antes había recibido un Goya porprotagonizar la última de Amenábar.) Sólo tras el monótono ritual del café,del aseo, de palparse el pecho, de extenderse la crema, del qué me pongo y delponerse, lo que le lleva cuarenta minutos largos, sólo después de todo esto, sepercató realmente de lo complicado que resultaba ser lideresa republicana enlas Islas Feroe y se sintió muy a gusto consigo misma y con su trabajo deagente inmobiliario. A pesar de tener información privilegiada, muchas más facilidades e infi-

nidad de ventajas que sus clientes para adquirir alguno de sus propios pisosde cartera, Estefanía había preferido quedarse a vivir en el piso que heredó desus padres, en pleno centro de Aluche. Era hija única y a su madre se la llevóun cáncer de mama cuando ella aun iba al colegio. Su padre, como buen bolo,sobrevivió a la pena a base de trabajar, pero la jubilación y una neumonía aca-baron con él tras duros años de dependencia total de su hija. Ahora, cuandoa primeros de mes les lleva flores a Carabanchel nunca deja de comentarlesque para qué tanto esfuerzo y tanto sacrificio si cuando han podido disfrutarde la vida ésta les ha dado la espalda como no se le da ni al peor de los cono-cidos. Este mismo razonamiento fue el que convenció a Estefanía para perse-guir, al menos, una vida reposada y apresurada a la vez, a nadar en la orilla sin

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guardar la ropa, a lanzarse por pronunciadas pendientes con el freno de manopuesto, a disfrutar cada segundo sin olvidar que el siguiente viene arreando. Este atrevimiento tan apocado se reflejaba en el querer seguir habitando la

vivienda, hasta hace unos años, familiar, a pesar de pasar la mayor parte de sutiempo, de trabajo o de ocio, en el centro ciudad. A Estefanía le gustaba el ba-rrio y le gustaba su piso aunque apenas nada ni nadie la unía ya a ellos, a ex-cepción de los recuerdos. Muchos de ellos se acumulaban en su habitación,pues a pesar de vivir sola seguía durmiendo en «su» habitación. Podría habersetrasladado a la matrimonial, pero le gustaba más la ventana de su cuarto, desdela que se veían y olían los árboles que inundaban de frescor el cruce de Tem-bleque con Maqueda y se oía el continuo piar de gorriones y cotorras ocul-tando el barullo del mismísimo tráfico. Además, en verano abría sus puertasun puesto de melones situado frente a su ventana. El melonero se había reti-rado y su hijo, al que vio crecer a la que vez ella lo hacía y que se había quedadocon la concesión, voceaba en camiseta de tirillas su mercancía con castizo gra-cejo, con los mismos ganchos comerciales que le recordaba oír a su padrecuando era niña, y a Estefanía le gustaba mirar desde su ventana como despa-chaba su mercancía a las señoras que con ávidos ojos, como ella, escrutabanlos fornidos y morenos bíceps y lo que no eran bíceps del que ya no era unchavalín. A mediodía y a media tarde su padre venía a relevarle para que repu-siera fuerzas y se sentaba entre dos olivos donde, además de sombra, comíaun buen bocadillo regado invariablemente con un par de botes de Mahou Clá-sica tomados a gañote. Y este espectáculo tan erótico Estefanía, cuando estabaen casa, no se lo perdía por nada. Ese día era uno de esos de calor y esperaba que no la entretuviera mucho

la última visita que tenía concertada, volver pronto a casa y deleitarse con elcuerpo del Chacho, como únicamente ella lo llamaba tras bautizarlo así antesde presentarse formalmente hace ya casi quince años y olvidar apenas díasdespués su nombre de pila.

2El barrio, pese a ser grande, muy grande, conservaba saludables costumbres,y otras no tanto, más propias de pequeños pueblos mesetarios. Una de ellasera la de darse los buenos días y las correspondientes buenas noches. Así, esedía, mientras Estefanía se dirigía al metro de Empalme, no le extrañó la afa-bilidad de sus convecinos, aunque ante los rostros sorprendidos, sonrisas cóm-

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plices y ojos murmurantes de éstos se detuvo ante un escaparate para cercio-rarse de que no llevaba nada raro en su espalda, como un monigote de papelo similar, o restos de café en los morros o el recuerdo de una paloma en elpelo. Una vez convencida de su pulcritud continúo su camino, no sin aparcaruna mosca detrás de cada oreja. A la entrada cogió, como hacía siempre, unode esos periódicos gratuitos que de recientes que están manchan las manosde tinta y se sentó a ojearlo mientras esperaba que llegara el convoy. Ya dentro,apretujada, con bastante calor pese a la hora que era, lo plegó y guardó en elbolso. Allí de pie volvió a sentirse observada y volvió a revisarse en el cristallo que no veía de su anatomía. Además ahora comprobó que la falda estabaen su sitio y que por su escote no se le veía más de lo que quería que se viera,pero las moscas seguían ahí, zumbando en su cabeza, apuntándole que algopasaba.Cuando llegó a La Latina ya no podía ni parpadear del poco crédito que

daba a lo que ocurría. Todo el mundo la miraba y le sonreía y notaba en lagente los ojos vidriosos llenos de alegría y agradecimiento. Incluso alguna per-sona se le había acercado a saludarla, estrecharle la mano y la habían llamadocampeón, monstruo, maestro, número uno, genio… Un par de adolescentesle dieron un beso en la mejilla y le pidieron un autógrafo, que evitó darles, ensus camisetas. Junto al mercado se cruzó con un señor que agachado le decíaa su hijo, «¡Mira cariño, es Iker!» mientras la señalaba bien clarito con el dedoíndice. «No, guapín, me llamo Estefanía, no Iker», respondió, moviendo a lavez su dedo de lado a lado, mas notó como su voz se quebraba y agravaba yno la reconoció como suya, aunque le era familiar. «¿Qué coño pasa?», co-menzó a preguntarse y preocuparse. Cuando pasó junto a un kiosco atisbó deinconsciente reojo la causa del problema, aunque sin percatarse de su magnitudhasta que sacó del bolso el suyo propio: «Casillas salva a España en Praga aldetener un penalti en el último minuto». No vio el partido ya que sólo le gus-taba el Aleti, por su padre más que nada, abonado que fue al campo hasta queno pudo más, pero conocía y reconocía la valía del portero blanco, color delque se le quedó el rostro cuando se fijó en la foto y se reconoció nítidamentedeteniendo la pena máxima en acrobático escorzo (de palabrería periodísticasí entendía). Simultáneamente, mientras hacía gorgoritos para auto conven-cerse, también identificó su voz como la de Iker. Ocultándose tras el diario avanzó hasta la oficina sin mayores contratiem-

pos que los derivados del calor y de la tinta, que entre ambos tiñeron manosy cara con un cómico tono negruzco. Al entrar, el portero, el del inmueble, la

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reconoció de inmediato: «Buenos días, Estefanía», le dijo con una amplia son-risa mientras disimuladamente, o no, le miraba el trasero, como todos los díascada vez que pasaba por delante, que tenía, todo hay que decirlo, muy bien re-dondeado. Bajó el periódico y contestó tímidamente abriendo mucho unaoreja para oírse su propia voz, lo que, en consonancia con su carácter, le pro-dujo un decepcionante alivio. Apenas había pasado una hora siendo Casillasy no le había dado tiempo a saborear el acoso de la fama. Había desperdiciado,como el delantero checo el penalti, la oportunidad de salir del anonimato, dela invisibilidad que la envuelve y protege sin ella quererlo del mundo exterior,aunque fuera por poco tiempo. Había sido héroe, pero se identificaba máscon el villano. Y le importaba un rábano cómo coño había pasado lo que habíapasado. Sus esfuerzos por ser alguien destacado habían perdido de nuevo labatalla con su yo tímido y retraído que únicamente había necesitado una horapara alzarse victorioso y aplacar la gloria de sentirse el centro del universo tro-cándola por la sensación de desear que la tragara la tierra.

3Pensando que todo había sido un mal sueño regresó a su casa a tiempo paraespiar al Chacho, aunque la desazón que aún la inundaba le impidió deleitarsecon él como era habitual. Mientras admiraba al melonero entre los olivos sepreguntaba si éste se sabría admirado y cómo podía ella no haberse percatadoantes en esa hora maldita, que alguien le había regalado y ella desperdiciado.¿Y si por un casual hubiera un segundo plazo? ¿Y si pudiera convertirme enIker sólo con desearlo? Excitada encendió el televisor para ver el telediario, yse dispuso a concentrarse en ver su cara de nuevo sobre el césped del antiguoPrater (esto lo digo yo, ella no tenía ni repajolera idea de cómo se llamaba elcampo vienés). Aún no era la hora de los deportes pero prefirió no cambiarde cadena. Estaban entrevistando al Presidente de Mercadona y, así, como porarte de magia, como quien chasquea los dedos, en un parpadeo, ¡zas! se con-virtió en ella. ¡No puede ser! ¿Me persiguen los sueños o estoy soñando? Asomándose a la ventana vio al Chacho agachado, gayumbos por fuera,

echando ya los cierres y la calle emanaba realidad. Inmediatamente pensó enel monísimo que había conocido y dónde. Creyó reconocer en su sueño unacervecería, gallega, cerca de Hacienda (¡sí! se acuerda que ponían unas zam-buriñas y un pulpo de muerte, tenía que ser el Bahía de Vigo), y hasta allí que

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se fue, con la esperanza vaga de dar con el tiarrón que ya casi tenía ligadoantes de que cliqueara el despertador. Estaba vacía y el camarero, que estababarriendo, metido hasta las rodillas en un barrizal de servilletas arrugadas,como buen observador y buen tío brasas que era, le espetó un (con acentogalego, por favor) «Hombre, Sr. Roig, de nuevo por aquí. Si busca usted al ra-paciño con el que estuvo ayer se acaba de marchar un poco enfadado, el probe.Anduvo esperando mais de dos horas. Oílo decir que iba a coxer el metro».Estefanía salió rápido, corriendo, decidida esta vez a agarrarse al sueño, si esque lo era, y al chico, si lo encontraba. El perfecto conocimiento del barrio lepermitió llegar atajando en un santiamén, mientras elucubraba que él cogeríaotro camino y aún no habría llegado.Efectivamente, así pasó. Al minuto apareció el que creía que era el chico

de sus sueños. Se dirigió a él, disculpándose por su falta de puntualidad ale-gando compromisos ineludibles y el chaval, con respeto, le garantizó que nadapasaba y que era natural que tuviera apreturas de agenda. Cuando Estefaníalo cogió del brazo, invitándole, yendo a por todas con ese yo espabilado queahora la dominaba, a cenar en su casa, que estaba ahí al lado, y el muchachoabrió los ojos como platos mientras se desasía con brusco ademán, fue cuandotomó conciencia de que era un hombre y, por lo sorprendida de su reacción,el chico no era gay. La verdad es que no, que no era gay y lo que más le había sorprendido a

Alfonso, que así se llamaba, no era que Juan Roig, que le había contratado per-sonalmente para diseñarle unas nuevas tarjetas de visita sobre un boceto quele había mandado a Tabernes, tuviera un piso en Aluche, aunque no le pegaramucho. Tampoco le mosqueó demasiado la familiaridad con que le cogió delbrazo, aunque fuera impropio. Lo que le pareció más extraño era que una per-sona de tan elevado rango en el mundo empresarial fuera capaz de sudar unpoquito si quiera para dar alcance a un don nadie como él.Pero es que el jodido estaba muy bueno, pensaba Estefanía, ahora me des-

pierto, dejo de ser mister Hacendado y podrá fijarse en mí como mujer, comoanhelante y deseosa mujer. Pero no. Había pasado ya una hora y seguía pen-sando en dafos y cash flows y con acento valencià. Incluso habló con su hermanoPaco, que también andaba de negocios por Madrid. No podía ser. Cuandoquiso ser Iker no la dejaron, ahora que quiere ser ella, tiene que ser otro.Cuando quiso la fama, en una hora nadie la conocía ya; cuando la tiene, nadiela reconoce, ni el señor Pedro, el vecino del bajo, al que le gustaba tomar elfresco a esas horas, ni nadie más que se cruzara en su camino, y vuelve a casa

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cabizbaja o cabizbajo, que ya ni sabe lo que es, por la obscura calle que, porotro lado, recorría con la soltura y seguridad que supone tener el respaldo deuna empresa sólida detrás de uno.

4Las seis de la mañana y Estefanía apaga el despertador. Está besándose apa-sionadamente con el Chacho, desnudos ambos de cintura para arriba, pechocontra pecho. Por un momento cree que está dentro de una película de Ame-nábar, pero no es así. Desea fervientemente que sólo sea un sueño, que no sehaga realidad. No quiere frustrar más esperanzas en su corazón. Quizá algúndía pare otro penalti y pueda saborearlo sin miedo a la fama. Quizá Mercadonacaiga del primer puesto del ranking y le importe tan poco como el concursode curling de las olimpiadas de Sochi. Y si Alfonso volviera a cruzarse en suvida quizá ya no tenga ojos para él. Ahora sólo piensa en no volver a mirar alos olivos.No señor, no está dispuesta a despertarse para ir al trabajo y tirar por la

borda un perfecto sueño que le amargue posteriormente el día. Estefaníamuestra ahora íntegramente su lado atrevido, su marcado carácter aguerrido,dispuesta a que nada ni nadie, ni siquiera su acobardado alter ego, interrumpanel mejor momento de su vida. Yaciendo juntos en la cama de matrimonio de sus padres, Estefanía y el

Chacho fuman sendos cigarrillos. En la radio celebran el fin de la monarquíamientras ellos comentan en perfecto danés lo mucho que se han gustado desdepequeños.

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UNA CANCIÓN,Y ME SIENTO MEJOR

Jaime Miranda Córdova (Segundo Premio)

Una canción en la radio me ha hecho recordar una vez más a Cachivache. Mepregunto cómo será ahora que han pasado más de veinte años, y si ella se pre-guntará cómo soy yo, que no me veo tan cambiado en el espejo y que, sin em-bargo, no cabe duda de que lo estoy. No me he quedado calvo, como ellaesperaba, pero mi pelo es más gris que moreno, no he engordado, pero sí queme he arrugado y, mi nariz, que nunca fue pequeña, parece aún más grande.Me la imagino más rechoncha, el pelo corto, y con su preciosa sonrisa enmar-cada en dos mofletes rojizos, y de la mano de un niño pequeño. No me en-tendáis mal, adoro a mi mujer y a mis hijos, y estoy confortable con la vida sindemasiados riesgos que he elegido. Es que, de cuando en cuando, me gustadeleitarme en mi nostalgia – palabra que viene del griego y que mezcla «re-greso» con la partícula «algia» que significa dolor –. Siempre he sido un pocomasoquista.Cachivache regateó a tres cuartos del público en un concierto de Rosendo

—cuando «Flojos de pantalón», una de sus canciones emblemáticas estabacasi por estrenar — y accidentalmente, me empujó para poder hacerse su pro-pio hueco, en quinta o sexta fila. La miré. Me pareció diminuta —y nunca fuiun tipo grande —, como una muñeca, blanca, con el pelo moreno hasta lacintura y un flequillo partido como el que tenía Michelle de «The Mamas &the Papas» en las cubiertas de los discos de mi madre, la ropa le venía grande,y me pareció tan cría que di por hecho que se habría colado allí con una papelafalsa. Voceó la letra como si fuera para ella, y también la de fuera de lugar, yla siguiente. Para los primeros bises yo ya estaba pillado como no lo había es-tado antes, y eso que tenía una novia por entonces, una buena chica de mi ba-rrio con la que me limitaba a estar, porque tocaba con esa edad estar conalguien. Tenía que aprovechar el silencio para hacerme oír por ella, o se iríasin mirar hacia arriba con la última canción. La toqué en el hombro, y la ins-piración no me alcanzó para mucho:

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¿Te fumarías una cerveza conmigo después del concierto?Se rió mostrando unos dientes enormes y me cogió de la manga de la ca-

zadora vaquera, justo por debajo del parche de Motorhead. Me llamo Alicia. Y me fumaré lo que quieras contigo.El viernes siguiente, recorrí por primera vez en mi vida la línea verde, desde

Canillejas hasta Aluche, desde el este hasta el oeste. Los trenes chirriaban, loscarteles amenazaban con penas de cinco pesetas por fumar, y aún había ma-nivelas de abrir las puertas instaladas en los cagones. Ansioso por verla comoestaba, se me hizo eterno el camino. No conocía el barrio en absoluto. Comootros niños de barrio, era un provinciano metido a aventurero por una chica.Por entonces uno tenía que obtener instrucciones muy claras si no quería per-derse. Cachivache vivía en un número alto de la calle Camarena. El portero automático lo contestó su padre, y como todos los padres, me

pareció tener una voz severa y me dio un poco de miedo – y pasados los cua-renta me siguen dando miedo, y yo procuraré dar miedo a los niños que pre-gunten por mi hija, aunque ya no llamarán al portero automático, sino queescribirán a su teléfono móvil – pero intenté poner mi acento más formal ypregunté por Alicia. Su padre no colgó el aparato, y escuché cómo llamaba.Cachivache, es para ti. Me hubiera dejado cortar el pelo antes de reconocerlo entonces, pero me

pareció un nombre tan adecuado, tan tierno, que decidí hacerlo mío, y Aliciase convirtió en Cachivache. Nuestra primera cita estuvo a punto de ser un desastre. No conseguía es-

tarme callado ni un momento y dejaba rebosando de palabras hasta el instantemás íntimo, hasta que ella, paseando, me obligó a doblar un poco el espinazoy me plantó un beso que me dejó mudo. Si llego a saber que así te callas, te lo doy antes – bromeó. Así, a fuerza de silenciarme con besos, y de intercambiar quién éramos en

frases cortas para coger aire, pasamos la tarde. Antes de despedirnos, porqueme cerraban el metro, me saqué una cinta de un bolsillo y se la di.Espero que te guste.El abrazo que me dio Cachivache fue diferente a cualquiera que me hayan

dado después, y creo que de los que me habían dado antes, no recuerdo nin-guno de importancia. Intentó envolverme, se quedó en el aire sujeta por mí,apreté un poco y me emborraché de su colonia de flores. El calor subió pormi estómago, mi pecho y mi cara. Me dejó en la boca de metro con la promesade volver a vernos pronto. Recorrí la línea verde, esta vez en sentido contrario,

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sonriendo como un imbécil, deseando gritar, contarle todo a mi mejor amigo,o si llegaba el caso, a la taquillera, que esperaba al final de la línea a que se su-biera el último pasajero del día. Cachivache vivía con su padre, que era militar —sería porque el cuartel de

Cuatrovientos estaba cerca, pero había muchos por allí —, su madre habíamuerto muy joven y la echaba mucho de menos, aunque hablaba muy pocode ella. Para contribuir en casa, y tener pasta para sus copas, Cachivache tra-bajaba de vez en cuando donde podía, cuidando niños, limpiando una escalera,en la recepción de un gimnasio o poniendo copas. Hasta de gogó había hecho,cuando yo no sabía realmente ni lo que era eso. Soñaba con hacer algo en loque tuviera que dibujar, quería estudiar arquitectura o bellas artes, le gustabael rock, y lo más importante de todo, era mi primer amor, o al menos, el únicoprimer amor que recuerdo.Yo no era el suyo, y no sé si sería el segundo o el quinto. Puede que en-

tonces le diese alguna importancia, pero eso sí que no lo recuerdo. Cachivachepodía tener mi edad, pero era en realidad mucho mayor. Me enseñó muchascosas que me parecían maravillosas: leía las manos —me dijo que las líneasde su mano, que eran profundas y largas, eran de alma vieja, y que las mías,apenas visibles, eran propias de quien se ha reencarnado poco—, echaba lascartas y hacía trucos de hipnosis de escenario. Se inventaba cosas continua-mente: grupos de música, conciertos ficticios en los que los dos supuesta-mente habíamos estado, y yo le seguía la corriente reescribiendo nuestropasado. Se reía de mí cuando acababa confuso con su mezcla de realidad yficción. Cuando me contó que un helicóptero se había estrellado en la calleMaqueda, justo en el patio del instituto Blas de Otero, creí que era otra desus historias, y me habló de Sara, una de las niñas que lo vio, y me dijo queella estaba también allí. Me habló de los fantasmas que poblaban las calles,como los de los tripulantes. Los fantasmas eran ausencias que se habían hechosólidas, me dijo.Un día me invitó a subir a su casa, su padre no estaba. Era una noche de

esas en las que el calor es intenso y el asfalto desprende un aroma que marcala ciudad. Entré en su cuarto con el pulso haciendo un solo de batería. Por laventana entraba, lateral, la luz de una farola que ella llamaba su luna, y a esaluz se desnudó despacio, sin avergonzarse. A mí, sin embargo, tuvo que ayu-darme porque me congelé de miedo. Aún a día de hoy, puedo recomponerla desnuda montando las imágenes

que vi al claroscuro.

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Aquella noche y todas las noches que la sucedieron en su cuarto, Cachiva-che me enseño a dejar de ser un adolescente desbocado y a convertirme enamante, me enseñó el valor de las caricias correspondidas, del calor del cuerpodel otro en invierno, de los besos robados, de la belleza de una peca en la ca-dera, de las historias que cuentan las cicatrices que han crecido contigo, delrumor de la respiración y de la euforia del sexo cuando la euforia es de ambos.Su padre pasaba mucho tiempo fuera de casa, semanas enteras a veces, y

con el paso de los meses, fue como si me hubiera instalado en su casa. Nocreo que él no lo supiese, sino que me consideraba un mal menor, por muyduro y macarra que yo me viese. Creí que la vida iba a girar para siempre alre-dedor de Cachivache.El jueves anterior a mi veinte cumpleaños, mi madre me despertó antes de

las nueve. Estaba alarmada, llorando. Las noticias… —dijo. Una bomba había reventado a unos cientos de metros del portal de Cachi-

vache, después otra. Murieron dos personas. Una niña se quedó sin piernas.Hubo varios heridos, y todos sufrimos el desconcierto y la rabia. Una tercerabomba haría explosión horas más tarde. De repente, todo Madrid era Aluche.Intenté llamar a Cachivache, pero las líneas sufrían un lógico colapso – conveinte años todavía no sabía nada del tráfico telefónico, lo daba por hecho,como el agua corriente. Nos perdemos muchos milagros con nuestra igno-rancia – La televisión no emitía otra cosa, el caos era total, todas las imágenesme resultaban familiares, cercanas, como si estuviéramos viviendo en una zonade guerra. Hasta que la enésima llamada no dio la señal que esperaba, hastaque el teléfono no se descolgó y escuché su voz, no entró el oxígeno en mipecho, no bombeó mi corazón una gota de sangre limpia.Las bombas me robaron la sonrisa de Cachivache durante un tiempo de-

masiado prolongado. No le pregunté si conocía a las víctimas. Claro que lohacía, de una forma o de otra, eran todos vecinos, y se había abierto una heridaen el corazón de una tribu. Todo había cambiado. Personas con las que te cru-zabas a diario ya no estaban ahí. Te preguntabas porqué ibas a tener tú, mejorsuerte. Su padre tenía que mirar los bajos del coche cada día. Caminando porsu calle, creí ver uno de esos fantasmas de los que me habló. Los desperfectosdejaron llagas en la piel de la ciudad.Ese invierno, Cachivache y yo nos refugiábamos el uno en el otro y escu-

chamos cintas con música grabada de tercera mano mientras hablábamos ohacíamos el amor, y no intentamos vivir en el futuro, ni revivir el pasado, por-

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que a esa edad, se conjuga con más facilidad el presente. No hablábamos delo sucedido, pero a través de su ventana, llegaban la voz y los ruidos de losfantasmas. Una noche se echó a llorar a mi lado.Nos vamos —susurró—. Lo sé desde hace tiempo, pero no me he atrevido

a decírtelo. A su padre le habían destinado a otra provincia. Nunca supe si tuvo que

ver con los atentados, aunque eso es lo que creí entender –qué sabía yo de losdesignios del ejército—. Ella tenía que acompañarle. Después de la muerte desu madre, se prometió no dejarle solo. Yo imité aquella lealtad volcándomeen mis padres. Por entonces, que no había internet y que el teléfono era pro-hibitivo, sólo nos quedaban las cartas, que nos enviaríamos durante un tiempo,hasta darnos cuenta de que vivir en otra provincia era como vivir en el espacioexterior. Ella me envió una cinta de despedida, y me pidió que no la escribiera más.

Aún la guardo, aunque no tengo donde reproducirla. Está repleta de cancionesde las que se cuelan, a veces, en mi espacio y me hacen recordar a Cachivache,y me pregunto si se sigue inventando historias para los hijos que no tuvimosen común, o para los que habrá tenido en esta dimensión en la que ya no tengoel pelo largo, ni chupas con tachuelas, sino trajes tan grises como los de mipadre, y llevo a mi hijo en una sillita en el asiento trasero, y rara vez escuchoa Rosendo porque me muevo al son de canciones infantiles. Cuando eso mesucede, me quedo mirando perdido a las lunas falsas de la calle, busco fantas-mas, o miro a ver si hay algún concierto al que hubiera ido si no hubiera cam-biado tanto.

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MI INFANCIA SON RECUERDOS...Antonio Rey Vivancos

«MI INFANCIA SON RECUERDOS...» de un barrio del sur de Madrid,producto del desarrollismo urbano de los años 60, cuyas calles hacen referen-cia a pueblos de la provincia de Toledo. Mi barrio, uno de los más pobladosde la capital, debe su topónimo a una errata cartográfica del Arroyo Luche,riachuelo enterrado en vida…

«MI PATRIA ES LA INFANCIA…» mis padres, con el dinero ahorradotras años ejerciendo de emprendedores desarraigados «en tierra extraña»,dieron la entrada que les daba derecho a la propiedad de una vivienda de al-guna de las múltiples urbanizaciones surgidas en los antiguos campos de losCarabancheles. En aquel «complejo residencial» teníamos la veraniega suertede disponer de piscina, jardines y aparcamiento donde, entre los pocos vehí-culos estacionados, destacaban un SEAT 1500 negro y una plazoleta con unmajestuoso «pino». Este solitario árbol fue centro neurálgico de nuestros pri-meros juegos además de sufrido poste en aquellos épicos partidos de fútbolque enfrentaban a las Casas Rojas contra las Casas Blancas. Con el tiempo laurbanización se valló «cual campo de concentración de propiedad privada» y«el pino» resulto ser un abeto…

«ES UN PEQUEÑO PASO PARA EL HOMBRE...» nuestro campo deacción se abrió a las obras y descampados que rodeaban nuestra urbanización.Estos lugares resultaron ser ideales para guerras de «pedreas» y fogatas furtivas,a pesar de los «ajustes de cuentas» que nuestras madres nos aplicaban al intuirnuestras andanzas por los descalabros del combate o por el olor y/o color denuestras ropas. La trinchera del desaparecido tren de Navalcarnero a su paso por la calle

Tembleque, la calle que cual «Guadiana» desaparece y vuelve a aparecer, eraotro lugar de juegos de riesgo como «el Rey de la Montaña». Siguiendo lasvías del tren en dirección a la estación del suburbano, entonces independiente

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de la red de Metro, llegábamos a donde salían los camiones descubiertos de lapanificadora militar, que obligados a realizar un STOP en la Avenida de losPoblados, nos facilitaban la sustracción de los «chuscos» recién hechos que sedistribuían entre los numerosos acuartelamientos de la zona. En la actualidaddichos cuarteles se encuentran abandonados y entre sentencias judiciales, enespera a que se infle de nuevo «la burbuja» para reiniciar el especulativo «PlanCampamento».

«DE ALUCHE AL CIELO…» era tan buen negocio que siguieron cons-truyendo viviendas a un ritmo vertiginoso. Una especie de Manhattan madri-leño donde las cada vez más altas torres se agolpan, tanto que el bar MiraMadrid, hoy un Donner Kebab situado enfrente de las desaparecidas «piedras»,pronto dejó de ver Madrid, aunque conservó su característico cartel de «lasjarras de cerveza más frías de (to) Madrid». Las constructoras intuyeron que poner estaciones de Metro en aquellos

descampados de su propiedad sería rentable para construir viviendas, pero loque «no podían adivinar» es que a corto plazo las parejas que compraban di-chas viviendas tuvieran la costumbre de procrear niños que más tarde necesi-tarían atenciones sanitarias, educativas y de ocio dignas.

«COMO DECÍAMOS AYER...» aquella prolija generación nacida duranteel tardofranquismo, y que durante la cada vez menos modélica transición vi-vimos nuestra particular «Edad del Pavo» , andábamos confusos por la cons-tante aparición de subversivas pintadas cuyos contenidos desafiaban nuestroentendimiento y que los mayores, tal vez por miedo, se mostraban reacios aexplicar. Como los apresurados y nocturnos brochazos en rojo sobre la fa-chada de una de las muchas «Casetas de la Luz», en concreto la de la calle Ma-queda esquina a las casas de Correos. El texto rezaba «Amnistía paraCarrillo»… su significado empezó a esclarecerse al enterarnos que el tal Ca-rrillo era el «señor de la peluca» y cuando la susodicha pintada fue recicladaen «Amnistía para Juanito», aquel jugador de fútbol que además de recibir unbotellazo en la extinta Yugoeslavia con los pulgares hacia abajo tras el famoso«churrigol» de Rubén Cano, fue sancionado un año después por agredir a unárbitro. Fallecido años más tarde en un accidente de tráfico, su espíritu aún seinvoca cuando toca remontada «merengue»…

«UN VIAJE DE MIL MILLAS COMIENZA CON EL PRIMER

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PASO...» otros recuerdos de «aquellos maravillosos años» son las expedicionesfamiliares a visitar parientes, siendo la más notable por su kilometraje el «tran-siberiano» de la entonces nueva Línea 5 del Metro, que desde el Suburbanode Empalme nos llevaba a casa de mi Tía Luisa en Ciudad Lineal, previo trans-bordo en Carabanchel. Montar en ella era un viaje en el tiempo hasta haceunos años en que por fin cambiaron los vagones originales conocidos como«los indios», por aquello de lo pintados que estaban. Era un desafío para la paciencia de mi madre mantener a mi hermano y a

mí en tranquilidad durante tan largo trayecto mientras atendía a mis hermanaspequeñas, por lo que recurría a los juegos de adivinanzas, al «Veo veo» o al de«las Estaciones», que era el que más tiempo nos mantenía quietos en los asien-tos. El juego consistía en adivinar los nombres de las más de 20 estacionespor las que teníamos que transitar siendo la más divertida para aquellos doshermanos la de José Antonio, pues en un compuesto cabían nuestros nombres.Tardé años en averiguar que la Avenida de José Antonio de los carteles era lamisma calle Gran Vía que citaban los mayores…

«POR LA IGNORANCIA NOS EQUIVOCAMOS, Y POR LAS EQUI-VOCACIONES APRENDEMOS...» por fortuna no todos nuestros familia-res residían en la otra punta de Madrid, pero visitarlos también suponía unemocionante viaje por lo precario de las infraestructuras en comunicaciones. Para ir a casa de mi Tía José en el Parque Eugenia de Montijo, construido

sobre la finca de la Emperatriz de Francia que llegó a manos de constructorasprevio paso por órdenes religiosas, utilizábamos alternativamente la camionetaP—31 conocida como «la Petra» (actual Línea 131 de la EMT) y/o el «Trende San Fernando» si los tiempos (climatológico y cronológico) acompañaban.Recuerdo el desasosiego que nos producía pasar andando entre la Cárcel y elSanatorio Esquerdo, pues ambos edificios estaban ligados a «leyendas urbanas»de la crónica negra debido a sus respectivas actividades.Hoy, al pasear por el solar de la Cárcel con la vista puesta en el contiguo

CIE, más que desasosiego siento indignación… ¿Dónde está nuestro Hospi-tal? ¿Qué tipo de adjetivo merecen las promesas incumplidas? ¿Cuántas vidasse podrían haber salvado si se hubiese construido hace 20 años? ¿Y el home-naje a la Memoria de los presos políticos ejemplo de lucha durante la dicta-dura? ¿Las personas dejan de ser personas por ser extranjeros sin papeles ypor ello hay que hacinarlas como animales?

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«NUNCA ES TARDE SI LA DICHA ES BUENA…» de todas las ex-pediciones familiares la más cercana en distancia era, y digo bien, la de mi TíaLoli. Otra historia era el recorrido y el tiempo empleado. Lo que hoy es unagradable paseo hacia el vecino barrio Lucero por «el Parque» y la Cuña Verde,entonces tenía su dificultad para evitar pasar por descampados sin apenas sen-deros y con infraviviendas. Tampoco la desesperante frecuencia del autobús25 ayudaba a llegar en hora a Los Cármenes, desde donde continuábamoscalle Alhambra hacia adelante.Hace pocos días comprobé atónito cómo esa especie de aldea Gala en Se-

púlveda esquina Concejal, que «resiste todavía y siempre al invasor» como re-ducto del último chabolismo del Barrio Caraque en la Cuña Verde, parecehaber claudicado…

«Y CÓMO PASA EL TIEMPO, QUE DE PRONTO SON AÑOS…» conlos primeros recados, descubrimos la comercial calle Illescas, cuyo trazado secorresponde a la antigua «Vereda del soldado», que partiendo de los Campa-mentos militares de la carretera de Extremadura (en adelante, «la pista»), cru-zaba nuestro viejo conocido Luche en dirección al Hospital Militar deCarabanchel. También era el camino a seguir por las familias que, tarteras ynevera en mano, se disponían a pasar un festivo día en la Casa de Campo trascruzar «la pista» por algunos de los subterráneos que conducían «al otro ladode la carretera».Recuerdo que una vez coincidimos en mitad del túnel con un rebaño de

ovejas, ocasionándose el consiguiente alboroto y jolgorio. El pastor vivía consus ovejas en el solar donde hoy se ubican la nueva y a la par saturada biblioteca«Ángel González» y también esa «oportunidad de negocio» que para nuestrosgestores supone el flamante Centro de Salud Maqueda.

«ARREGLÁBAMOS EL MUNDO A GOLPE DE FUTBOLÍN…» enla calle Illescas existían varios Billares denominados según el sector de la callea que pertenecían (antes o después de «el Parque», en frente de Chiky o pasadoFlomar). Eran el escenario donde despertamos a los vicios mundanos y legalesdel juego, tabaco y alcohol y donde más sencillo resultaba conseguir «las otrasdrogas». Frases como «partida por lotería», «esnifar pegamento», «pierde paga»o «pasar costo» perviven en la memoria en una generación mutilada por la

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plaga de las drogas.Años después nos dimos cuenta de que la calle Illescas no solo eran Billares.

Al pasear por ella en compañía de nuestras chicas descubrimos que aquellacalle tenía la mayor concentración de zapaterías del universo…o así nos parecíaviendo pasar el tiempo entre escaparates.

«AL OTRO LADO DE LA CARRETERA…» en ocasiones especialesera del todo necesario cruzar los tenebrosos pasadizos para lograr ciertos ob-jetivos, puesto que con anterioridad a la construcción del complejo «Cine Alu-che/ Disco Ritmo», el cine más próximo y las zonas de ambiente frecuentadaspor los «militronchos» se ubicaban pasando «la pista». Tras aprovisionarnos de palomitas de maíz en Campamento donde «en

Simago y por un duro te las…», disfrutábamos de las sesiones dobles conNODO en aquel cine de original y repetido nombre, «España». Recuerdo loexcitados que salíamos, haciendo piruetas y pateando el aire mientras dábamosunos extraños gritos, tras visionar dos películas de Artes Marciales del didác-tico Bruce Lee. Otro tipo de excitación diferente fue cuando logramos colar-nos en una película de dos rombos del llamado «destape ibérico». De hecho,la excitación aún me debe de durar pues recuerdo perfectamente el ilustrativonombre de la película y a la musa erótica que la protagonizaba…»Fulanita ysus menganos» de Victoria Vera. Tampoco es sencillo olvidar aquellos «cubalibres» de garrafón con bocadillo

de tortilla de tapa, mientras veíamos entrar en los bares «militronchos de bo-nito» y salir de los mismos «militronchos de paisano». A nosotros, y a pesardel rapado, a veces nos daban el pego. No sucedía lo mismo con las «chavalasdel Barrio» que los huían…

«A GALOPAR, A GALOPAR, HASTA ENTERRARLOS EN ELMAR...» junto a las barreras físicas de la Avenida de los Poblados y la ya citada«pista», durante un tiempo «el Parque», construido en aquellos terrenos quese salvaron de ser urbanizados gracias al indomable Luche, fueron fronterapsicológica que dividió el barrio… Era una línea que nos prohibieron cruzar.Después de su inauguración con pompas y circunstancias, las autoridadesabandonaron a su suerte aquel paraje destinado a ejercer de pulmón verde denuestro masificado barrio. Distintas bandas pandilleras en su zona sur (tuvorenombre la del tal Loky) y la proximidad de las infraviviendas del Barrio delCaraque y del Cerro de la Mica al norte, hicieron de «el Parque» un sitio poco

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recomendable… «EL PASO DEL TIEMPO CONDENA AL OLVIDO LA MEMORIA

DE UN PAÍS …» para mayor escarnio «el Parque» fue bautizado en honorde un político que, por alguna extraña razón, irritaba a mis mayores. Cuandoa él se referían, mascullaban entre dientes un apodo digno de los artistas deFlamenco cuyas casetes se vendían en aquellos bares, en cuyos suelos crecíanboletos de papel abiertos y huesos de aceitunas…»Carnicerito de Málaga».Más tarde supimos que el mentado era aquel señor compungido que nos

dijo por la «tele» que Franco había muerto, dejando en el ambiente un extrañorevuelo mezcla de miedo y esperanza. Todo un personaje aquel individuo si-niestro que se había distinguido como genocida en aquella lejana guerra.

«JUVENTUD, DIVINO TESORO…» después de sufrir un hundimiento,«el Parque» se reestructuró y junto a la ría florecieron terrazas hosteleras cual«Paseo Marítimo», incrementándose exponencialmente la actividad futboleraen sus campos. Los equipos bajo el mecenazgo de un personaje taciturno apo-dado «Olimpas», y los de aquella presunta filial de la Cultural Leonesa, apor-taban rigor al deporte Rey en el barrio. Recuerdo mi momento de gloria almeter un gol de cabeza mirando al tendido y desde fuera del área. Era uno deaquellos domingos al mediodía en que «la plaza estaba abarrotada»… a mipesar, el saque con el pie del portero rival golpeó en mi testa, introduciéndosea continuación el balón en la portería rival. ¡¡¡GOOOOOL!!! Escuché bramara los espectadores mientras que caído en el suelo trataba de recuperarme deuna doble conmoción…la de recibir un balonazo y la de ser goleador fortuito. Conmoción, o algo parecido, sentí años más tarde ,cuando llevando el man-

dado de apuntar a mi hermana a «Baile», aterrizó ante mí cual nave espacialaquel impresionante edificio que pronto empezó a ser parte de la vida del ba-rrio y que pomposamente rezaba como Centro Cultural. Hoy, fruto de un pé-simo mantenimiento, permanece vergonzosamente cerrado por peligro dederrumbe. O eso nos cuentan…

«QUE NO ESTABA MUERTO, QUE NO...»…que le pregunten por elLuche y sus sulfatos a las mentes preclaras que demolieron sin causa conocida,con nocturnidad y alevosía, el popular Auditorio de la «Concha». Cinco añossin auditorio y un socavón en su lugar para construir, con gran despilfarro dedinero del erario público algo parecido a lo anteriormente existente pero fríoy distante… la enrejada «Patata frita».

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«CUALQUIER TIEMPO PASADO FUE MEJOR...» mención destacadade estas breves pero sentidas memorias «Alucheras» son aquellas fiestas po-pulares carentes de advocación, siempre en temporada de exámenes y consabor estival. Son las fiestas de mi barrio, historia viva de la «chavalería de an-taño». Entre atronadoras atracciones de feria con Rumbas & Heavy Metal,macarras conduciendo a una mano «coches de choque» y calóricos «bocatas»regados con cerveza, disfrutamos de la música en directo de grupos del lla-mado Rock Urbano y de la «Movida Madrileña». Ahora, una vez más, nuestros gestores de lo público y amantes de lo pri-

vado intentan eliminar el carácter popular de las fiestas de Aluche con una ex-propiación forzada en beneficio de un engendro mercantilista llamado «Fiestasdel Distrito».

«NO HIJO, NO...» son y serán las fiestas de Aluche siempre que se celebrenen «nuestras fechas y en nuestro Parque». Es una afrenta más para un barrioque no recibe de las administraciones lo que en justicia le corresponde por loque contribuye su numerosa población a las arcas públicas. Basta con ver, sino te hundes antes en uno de ellos, los números y profundos socavones queadornan nuestras toledanas calles. Pero la amargura del presente y lo negrodel futuro no debe hacernos olvidar las glorias del pasado. Las siempre escasasinfraestructuras de nuestro barrio, ya sean en sanidad, educación, cultura, etc.,no fueron logradas por casualidad, fueron fruto de años de unión y lucha desus vecinos…

¿Volverán las oscuras golondrinas…?

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