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Estudio sobre Hannah Arendt

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Una herencia sin testamento: Hannah ArendtPENSAMIENTO HERDERDirigida por Manuel CruzFina BirulsUna herencia sin testamento:Hannah ArendtHerderDiseo de la cubierta: Claudio Bado 2007, Fina Biruls 2007, Herder Editorial S.L., BarcelonaISBN: 978-84-254-2518-9La reproduccin total o parcial de esta obra sin el consentimiento expresode los titulares del Copyright est prohibida al amparo de la legislacin vigente.Imprenta: Romany VallsDepsito legal: B-12.019-2007Printed in Spain - Impreso en EspaaHerderwww.herdereditorial.comA Heura MaralndiceAgradecimientos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11Introduccin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 151. LA PASIN POR COMPRENDER. . . . . . . . . . . . . . . . 271.1. El totalitarismo, una realidad que desafa la comprensin. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 271.1.1. Una aproximacin dxica y fragmentaria. . . . . . . . . . 301.1.2. Sin precedentes. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 401.2. Un sistema en el que los hombres son superuos. . . . 471.2.1. Responder al impacto de la realidad . . . . . . . . . . . . 522. LA DIGNIDAD DE LA POLTICA . . . . . . . . . . . . . . . . . 592.1. El conicto entre la polis y el lsofo. . . . . . . . . . . . 592.1.1. A favor de las apariencias. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 662.1.2. El carcter articial de lo poltico . . . . . . . . . . . . . . . . 752.2. La libertad a escena. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 942.2.1. La redencin y la gramtica de la accin . . . . . . . . . . . 1013. UN CRECIMIENTO NO NATURAL DE LO NATURAL? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1073.1. La Edad Moderna y la alienacin del mundo . . . . . . . 1073.2. La tradicin revolucionaria y su tesoro perdido. . . . . 1113.2.1. La violencia, un punto ciego de la natalidad? . . . . . . . 1223.3. El moderno desplazamiento de la autoridad y la violencia, o lo social y lo poltico. . . . . . . . . . . . 1273.3.1. Una renovada forma de autoridad?Un pasado para el porvenir. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1283.3.2. Lo social y el ocano del sentimiento. . . . . . . . . . . . . 1353.4. Entre los siglos XVIII y XX, el XIX . . . . . . . . . . . . . . . . 1453.5. Algunas anotaciones sobre Marx. . . . . . . . . . . . . . . . 1534. LA DESOLADORA CONTINGENCIA Y EL SUELO DEL PRESENTE. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1634.1. La libertad de la accin versus la necesidadhistrica. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1654.2. El relato y la bsqueda apasionada del signicado . . . . 1784.3. Una poltica de la memoria.Un tiempo poblado por lo individual. . . . . . . . . . . . 1905. PENSAR Y JUZGAR, ENTRE LA SOLEDAD Y LA COMPAA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1975.1. Un pensar ordinario . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2015.2. La senda del pensamiento, entre pasado y futuro . . . . . 2105.3. Juzgar en compaa. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 220Eplogo. La inquietud por el mundo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 233Bibliografa. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 243AgradecimientosDurante los ltimos aos he ledo, traducido y, en muchosmomentos, he pensado a travs de las palabras de HannahArendt. Una herencia sin testamento: Hannah Arendt es una ten-tativa de transmitir algo de este recorrido, de compartir el inte-rs que, en m, ha despertado esta pensadora.Este libro no habra sido posible sin la ayuda de un nme-ro de personas que me han acompaado en su lenta redacciny que la han soportado pacientemente. En diversas ocasionesArendt se refiere a la, segn Hermann Broch, universalidaddel derecho a la ayuda; creo haberlo disfrutado con crecesde la mano de Neus Aguado, Susana Arias, Montse Barderi,Carme Castells, Carmen Corral, Manuel Cruz, Merc Ibarz,Rosa Rius Gatell y Glria Santa-Maria. Confo en que el tex-to que ahora se publica est a la altura de su generoso y teme-rario apoyo.11No estoy obligado a resolver las dicultades quecreo. Mis ideas pueden ser tan inconexas comose quiera, e incluso puede parecer que se con-tradicen: basta con que estas ideas aporten (a mislectores y espectadores) un material de refle-xin. No pretendo otra cosa que esparcir fer-menta cognitionis.Gotthold E. LessingNo someterse a lo pasado ni a lo futuro. Se tra-ta de ser enteramente presente.Karl JaspersIntroduccinILos vientos en s mismos no se ven, aunque maniestos estnpara nosotros los efectos que producen y los sentimos cuandonos llegan. Con estas palabras Jenofonte1atribuye a Scratesla utilizacin del viento como metfora de la actividad de pen-sar, a lo que aade que, en opinin de Anito, Licn y Melito,el viento del pensamiento es causa de desorden en la ciudad,pues cuando ste se levanta arrastra consigo todos los signosestablecidos en los que los ciudadanos se apoyan habitualmen-te para orientarse. Cabra considerar que la acusacin tienealgn fundamento, pues la actividad de pensar se maniesta ycristaliza en conceptos, en el lenguaje, y es sabido que el vien-to del pensamiento se vuelve con frecuencia en contra de susanteriores manifestaciones, destruyendo de este modo la soli-dez de algunos conceptos que se haban mostrado ecaces paraorientarnos en el mundo y para hacer inteligibles nuestrasacciones, para producir sentido.En las ltimas dcadas se ha convertido en un lugar comnafirmar que un fuerte vendaval ha afectado al mbito del pen-151. Memorabilia IV, III, 14, Madrid, Alianza, 1967, p. 159 (trad. de JosAgustn Garca Calvo).samiento y ha tenido como efecto la crtica a la modernidady a sus formas de aproximacin reflexiva a lo humano. As,se han cuestionado los discursos que pretendan ofrecer un sen-tido global al curso histrico de los acontecimientos, al tiem-po que la categora de sujeto y, por extensin, la de hom-bre han sido objeto de deconstrucciones y esquelas dedefuncin.Tales actitudes crticas con respecto a las nocionesfundamentales de la modernidad no son slo el reejo de unanueva bsqueda de estilos de pensamiento, sino tambin delas perplejidades generadas por cierta opacidad y complejidadpropias del presente de las sociedades postindustriales, queno se deja analizar fcilmente mediante categoras como pro-greso, alienacin o emancipacin. Esto parece indicar que,para afrontar esta obstinacin de lo real, necesitamos herra-mientas que vayan ms all del viejo ideal ilustrado de racio-nalizacin que se haba concretado tanto en el proyecto deaduearse de cualquier forma de alteridad como en la idea de una relacin fluida y no problemtica entre el pensar y la accin.No resulta extrao que, tras los acontecimientos de estesiglo corto,2tengamos la impresin de habernos quedadocon las manos vacas, sin tiles conceptuales para aproximar-nos al presente, y andemos desorientados por la polis, por laciudad. Las reexiones dominantes en las ltimas dcadas, quetanto nos han familiarizado con las explosiones de apasiona-da exasperacin ante la razn, el pensamiento y el discursomodernos, han dejado como rastro el sentimiento de una agu-da escisin entre la realidad y el pensar. Ha crecido, pues, laimpresin de que las viejas verdades han perdido toda rele-vancia concreta y de que algunos conceptos y trminos conec-162. As denomina al siglo XX Eric Hobsbawm (Historia del siglo XX, Bar-celona, Crtica, 1995) para indicar que se inici en 1914 y acab con el nde la era sovitica.Una herencia sin testamento: Hannah Arendttados a ellas se hallan actualmente diseminados ac y all, sinfuerza ni contenido.En este contexto, a los 100 aos de su nacimiento, Han-nah Arendt ha adquirido una renovada actualidad, en la medi-da en que sus reflexiones parten precisamente del factum dela ruptura entre el pensamiento tradicional y la experienciacontempornea. Como ella misma observ recurriendo aPaul Valry, en el Mundo Moderno las ideas se han visto ata-cadas, sorprendidas y disueltas por los hechos, y somos testi-gos de algn tipo de insolvencia de la imaginacin y de ban-carrota de la comprensin.3El choque del pensamiento con la realidad, el vaco entreel poder de las palabras y los sobresaltos del mundo experien-cia que Arendt comparti a fondo con su tiempo le exigialejarse de la simplificacin y buscar esforzadamente nuevasherramientas de comprensin. De ah que su obra se caracte-rice no slo por una feroz independencia intelectual, sino tam-bin por la presencia de una multitud de registros, unos pro-cedentes del debate losco y de las ciencias sociales, y otrosde la literatura, del retrato biogrco y de la poesa. Como sever ms adelante, su obra maniesta, as, una conictiva rela-cin con la losofa y la sociologa, la historia o la psicologa.El pensamiento de Arendt no es, pues, una tentativa de recor-dar o recuperar los grandes principios o las grandes preguntas,sino una obstinada y lcida bsqueda de las formas de pensa-miento y de organizacin poltica que necesita nuestra poca.En efecto, hace ya mucho tiempo que criticar y cuestio-nar la solidez de las viejas nociones ha tocado fondo y quetenemos que explorar algunas vas para acercarnos reexiva-mente a un ncleo de problemas que no obtienen respuesta173. Valry, Paul, Regards sur le monde actuel, en idem, uvres comple-tes II, Pars, Pliade, p. 942 (trad. FB).Introduccinni formulacin clara en los discursos de las diversas ciencias.La segunda mitad del siglo XX y los primeros acontecimien-tos del nuevo siglo no han hecho ms que poner de relieveque estos problemas todava estn por pensar. Quiz sea steuno de los motivos por los que Hannah Arendt se est con-virtiendo en punto de referencia. Ahora bien, las reexionesarendtianas no son slo el resultado de este autntico empe-o por pensar la especicidad de la experiencia contempor-nea, sino que adems no pueden desligarse de una fuerte con-cienciaquecabraconsiderarsocrticadelosefectosdestructivos del viento del pensar. Arendt parece saber que,cuando este viento se levanta y sopla, perdemos la seguridaden aquello que hasta el momento nos haba parecido fuera decualquier duda. Entonces, slo nos queda asirnos a la incerti-dumbre, a la contingencia, y compartirla con otros, que es lomejor que podemos hacer con ella. Dicho en pocas palabras,el nihilismo es siempre uno de los posibles resultados del pen-sar; as lo indican ya figuras como las de Alcibades o Critias,quienes, siendo discpulos aventajados de Scrates, se convir-tieron en una autntica amenaza para la ciudad cuando, trashaber perdido la confianza en las definiciones de la piedadcomo resultado de la interrogacin filosfica, decidieronser impos.IIArendt es el a la idea clsica, aristotlica, segn la cual pen-sar tiene que ver con distinguir, de modo que sus reexionesse caracterizan por volver a las preguntas, a los conceptos;por un despliegue de deniciones. Su amiga la escritora nor-teamericana Mary McCarthy deca: En su obra crea un espa-cio en el que se puede caminar con la magnfica sensacin18Una herencia sin testamento: Hannah Arendtde acceder, a travs de un prtico, a un rea libre pero, en bue-na parte, ocupada por deniciones.4A pesar de que el hbito de establecer distinciones no tie-ne nada de popular en el Mundo Moderno en el que la mayorparte de los discursos est rodeada por una suerte de contor-no verbal borroso, Arendt advierte que el empleo correctode las palabras no es slo una cuestin de gramtica lgica,sino de perspectiva histrica, puesto que una cierta sorderaa los signicados lingsticos ha tenido como consecuencia untipo de ceguera ante las realidades a las que corresponden.5As, en sus escritos hallamos duras crticas dirigidas a la mayo-ra de los debates entre los expertos polticos y sociales, puesen ellos parece dominar un acuerdo tcito: todas las distincio-nes terminolgicas podran obviarse.En ltimo extremo, estos debates parten del supuesto deque todo puede denominarse siempre de otra forma, comosi estuviramos viviendo en un universo proteico y luchra-mos con l, un universo en el que todo, en todo momento,se puede convertir en cualquier otra cosa.6En este contex-to, si se concede algn sentido a las distinciones es porque seatribuye a todo individuo el derecho a denir sus propios tr-minos. Sin embargo, ste es un curioso derecho que ms bienindica que palabras como, por ejemplo, tirana, totalitaris-mo o fascismo han perdido su significado comn, que ya194. Arendt sobre Arendt. Un debate sobre su pensamiento, en Arendt,Hannah, De la historia a la accin, Fina Biruls (comp.), Barcelona, Paids,1998, pp. 139 y ss. Se trata de la transcripcin de parte del debate quetuvo lugar en un congreso que se celebr en noviembre de 1972 sobre Laobra de Hannah Arendt.Vase tambin Entre amigas. Correspondencia entreHannah Arendt y Mary McCarthy, Barcelona, Lumen, 1998.5. Sobre la violencia, en Arendt, Hannah, Crisis de la Repblica, Madrid,Taurus, 1998, pp. 145-146.6. Arendt, Hannah, Qu es la autoridad?, en idem, Entre el pasado yel futuro, Barcelona, Pennsula, 1996, p. 105.Introduccinno vivimos en un mundo compartido en el que las palabrasde sus habitantes poseen una signicacin incuestionable.De hecho, al obviar las distinciones, al considerarlas irrele-vantes, aceptamos vivir verbalmente en un universo carente desentido y nos autorizamos, al mismo tiempo, a retirarnos anuestro propio mundo de signicacin. Lo nico que exigi-mos es que cada uno de nosotros sea coherente en el terreno desu terminologa personal. Nos eximimos as de cualquier res-ponsabilidad hacia los dems, hacia el mundo comn, hacia larealidad poltica. Como si hubiramos olvidado cuanto sugie-re aquel conocido fragmento de Lewis Carroll: La cuestines dijo Alicia si puedes hacer a las palabras significar cosasdiferentes. La cuestin es repuso Humpty Dumpty quinva a ser el amo. Eso es todo.7Para Arendt, en cambio, en el lenguaje hay una reserva desentido, hay pensamiento congelado, cristalizado, que el pen-sar debe descongelar cuando quiere averiguar el sentido ori-ginal.8Por eso, ella trabaja aislando conceptos, siguindoles lapista, enmarcndolos, de manera que, en sus manos, el actode teorizar tiene algo que ver con reencontrar, recuperar y des-tilar un sentido que se ha volatilizado; teorizar se traduce, pues,en recordar. De ah que arme: La memoria y la profundidadson lo mismo, o mejor an, el hombre no puede lograr la pro-fundidad si no es a travs del recuerdo.9Pero esto no supone que pensar signique moverse exclu-sivamente en lo ya pensado, sino que implica recomenzar apartir de la experiencia del acontecimiento, pues el pensarsiempre se halla en el campo de batalla. Como veremos,Arendt trata de rastrear las huellas de los conceptos polticos207. Carroll, Lewis, A travs del espejo y lo que Alicia encontr al lado, Madrid,Alianza, 1973.8. La vida del espritu, Barcelona, Paids, 2002, p. 194.9. Entre el pasado y el futuro, op. cit., p. 104.Una herencia sin testamento: Hannah Arendthasta llegar a las experiencias concretas y, en general, polticasque les dieron vida. De modo que, por ejemplo, cuando en lasprimeras pginas de La condicin humana leemos que el prop-sito no es nada ms que pensar en lo que hacemos,10Arendtest sugiriendo que no se trata de investigar la naturaleza huma-na sino las actividades humanas en trminos de su destilacin,en trminos de nuestros ms recientes temores y experiencias. Eneste sentido, con razn, se ha hablado de esta terica de la pol-tica como si se tratara de una suerte de fenomenloga.11Y, dadoque considera que la realidad no es un objeto del pensamien-to sino precisamente aquello que lo activa, no nos ofrece algosemejante a un modelo terico cmodo que permita dar cuen-ta de cualquier hecho con el que nos veamos confrontados. Supensar es una muestra de lo que signica encarar directamen-te el acontecimiento y tratar de comprenderlo en su especi-cidad, sin un discurso ideolgico que nos sirva de airbag paraprotegernos ante el impacto de la experiencia o que reduzcalo nuevo a lo viejo, a lo ya conocido. De ah que su modo deanlisis y aproximacin a las situaciones que le toc vivir, elsurgimiento del totalitarismo y las primeras explosiones at-micas, participe tanto del elemento clsico mencionado comode otros menos ortodoxos.En el panorama de la filosofa contempornea, el pensa-miento de Arendt se distingue por su implacable crtica a laineptitud de los intelectuales en todas sus variantes, acadmi-ca y antiacadmica, conservadora y progresista; nadie puedeser sobornado con tanta facilidad, atemorizado y sometido2110. La condicin humana, Barcelona, Paids, 1993, p. 18.11. Arendt es el primer gran pensador poltico en el mundo anglo-sajn en aplicar el mtodo fenomenolgico a la comprensin de la pol-tica (Parekh, Bhikhu, Hannah Arendt and the Search for a New Political Phi-losophy, Londres,The Macmillan Press, 1981, p. X; vanse tambin pp. 68y ss.) (trad. FB).Introduccincomo los acadmicos, los escritores, los artistas.12Palabras comostas no constituyen una crtica hecha sobre bases ideolgicas,ni apuntan hacia una superacin o inversin de la loso-fa, sino que son una llamada a la responsabilidad de los hom-bres y las mujeres con respecto a sus propios actos y a su pre-sente. As, cuando en 1964 se refera a lo acaecido en 1933,Arendt armaba: El problema, el verdadero problema perso-nal, no fue lo que hicieron nuestros enemigos, sino lo que hicie-ron nuestros amigos. Dej Alemania dominada por la idea algoexagerada sin duda de que nunca ms, nunca ms volvera a meterme en historias intelectuales. Mi opinin era que loocurrido tena que ver con la profesin misma, con la intelec-tualidad. Hablo en pasado. Hoy s algo ms al respecto.13Arendtaluda as a la necesidad de analizar la caracterstica propensindel pensamiento especulativo a la abstraccin, a crearse un rei-no propio separado de la realidad; una necesidad que va liga-da a la pretensin de gobernar, de dominar la contingencia apartir de las ideas. Pero ella no entenda la contingencia comouna deciencia, sino como una forma positiva de ser, la formade ser de la poltica. De ah que, en sus ejercicios de pensa-miento poltico, partiese del supuesto de que el pensamien-to nace de la experiencia viva, de los acontecimientos, a loscuales debe mantenerse vinculado por ser stos los nicos indi-cadores para poder orientarse.14Sus reexiones arrancan de laexperiencia de los hechos derivados del surgimiento de lostotalitarismos.A partir de ah, explora las posibilidades del pen-sar y de la comprensin, pues esos hechos han dejado una dra-2212. Reflexiones sobre la revolucin hngara, Debats, 60, 1997, pp.118-140.13. Hannah Arendt: Qu queda? Queda la lengua materna, entre-vista de Gnter Gaus, Ensayos de comprensin 1930-1954, Madrid, Ca-parrs, 2005, pp. 26-27.14. Entre el pasado y el futuro, op. cit., p. 20.Una herencia sin testamento: Hannah Arendtmtica estela en la que, como deca antes, no queda ms reme-dio que leer la heterogeneidad entre las viejas herramientasconceptuales y la experiencia poltica del siglo.IIIArendt considera que hemos perdido las respuestas que nosservan de apoyo, sin darnos cuenta de que en su origen ha-ban sido respuestas a preguntas, y deende que la ruptura entrela experiencia contempornea y el pensamiento tradicionalnos obliga a retornar a las preguntas. Sin embargo, este gestode retornar a las preguntas no signica, en sus manos, un meroy cmodo retorno pendular a lo ya pensado; esto es, no indi-ca en absoluto un intento por salvar las eternas cuestiones dela losofa. Por el contrario, implica tomar en serio el hechode que la crisis de una determinada forma de pensamiento dejaintacta la necesidad humana de pensar, de comprender, y estosignifica aceptar el envite de pensar despus del colapso delpensamiento tradicional y, cabra aadir, despus de Auschwitz.En este sentido,Arendt es una pensadora ms interesada en elenigma de las llamas que en el de las cenizas.15De ah que hable de un pensar sin barandilla (Thinkingwithout a bannister; Denken ohne Gelnder), de un pensar desdela fragilidad, el cual supone una decidida voluntad de afron-tar las condiciones contemporneas del pensamiento y de lapoltica. Por este motivo, lo que descubrimos en el fondo dela mayora de sus reexiones son sucesivos intentos de repen-sar la tensin entre el pensamiento y la accin sin recaer enla dialctica ni precipitarse hacia un fcil pragmatismo. En la2315. Arendt cita estas palabras con las que Benjamin caracteriz al crti-co como alquimista (Hombres en tiempos de oscuridad, Barcelona, Gedisa, 2001,p. 165).Introduccinmedida en que trata de abordar esta tensin sin anularla, suobra deviene un espacio por el que actualmente nos convie-ne transitar, aunque no resulte fcil. As, en ella, por ejemplo,las viejas fronteras entre tica, esttica, metafsica, epistemo-loga y poltica se ven transgredidas por una voluntad de pen-sar y de tratar cada objeto o acontecimiento como si nadiehubiera tocado la cuestin con anterioridad,16alejada del carac-terstico temor a equivocarse, a caer en desgracia, que tan amenudo paraliza a los pensadores profesionales. Como ar-ma Dana R.Villa,17un texto como La condicin humana su libroms citado contiene no slo una teora de la accin, sino tam-bin una ontologa del mbito pblico, una esttica de las pala-bras y las gestas pblicas, y la idea de una tica interna a la pol-tica; dimensiones que no pueden ser fcilmente separadas.En las pginas que siguen pretendo ofrecer muestras de losexperimentos de pensamiento arendtianos, destacando aque-llos que tienen que ver con la tentativa de pensar la poltica,la accin, el sentido y la memoria. De este modo, ms que ofre-cer una monografa exhaustiva acerca de su obra, busco queArendt aore como una pensadora que no slo puede inter-venir con voz propia en los debates contemporneos, sino inclu-so cuestionar los trminos en los que stos se plantean.Su obra destaca en una poca, la nuestra, en que la activi-dad de quienes se dedican al pensamiento parece reducirse amera hermenutica, carentes del coraje o la capacidad necesa-rios para decir algo sobre el mundo o sobre la propia experien-2416. En las primeras pginas de La vida del espritu, a pesar de subrayar elhecho de nuestra conciencia histrica tan enormemente ampliada, empleaesas observaciones introductorias de Descartes en Les Passions de lme paraindicar que cabe una nueva mirada hacia lo ya pensado que est libre delpeso y de la gua de la tradicin.17. Introduction al nmero 208 de la Revue Internationale de Philoso-phie, 1999, dedicado a Hannah Arendt.Una herencia sin testamento: Hannah Arendtcia del mismo. En este sentido, Arendt no slo no cay en latentacin de ganarse las simpatas de su generacin, sino quecontina siendo, como lo fue en vida, una interlocutora moles-ta. Efectivamente, en sus escritos la atencin se centra ms enel proceso de construir que en el intento de dar con una cons-truccin acabada. Y ello porque su escritura no es el resultadode un proyecto de ser una gran pensadora o una gran escri-tora, sino simplemente fruto de un esfuerzo por comprenderdeterminadas situaciones. De ah que acaso hubiera podidohacer suyas las palabras de Marguerite Yourcenar acerca de cmoescribir: Simplemente con lucidez, sin lugares comunes de nin-guna clase, sin concesiones a la pereza del lector, sin afecta-cin vulgar, sin jerga de escuela, de capilla [...] sin concesinhacia la moda de hoy que ser ridcula maana; sin deseo deofender por el placer de ofender, pero sin dudar nunca en hacer-lo si se estima til; sin sacricar nada de las complejidades, delos hechos o de los pensamientos, pero esforzndose por pre-sentar stos lo ms claramente posible. El mrito del escritor[...] se mide en gran parte por su capacidad de expresar lo esen-cial.18Por ello, desde la conviccin de que la verdad exhibe unrostro mltiple y vivo, sus ejercicios de pensamiento poltico19se caracterizan por ser el resultado de este dejarse interpelar por2518. Yourcernar, Marguerite, Cartas a sus amigos, Madrid,Alfaguara, 2000,p. 389.19. Tal es el nombre que reciben sus trabajos recogidos en Entre el pasa-do y el futuro. En una ocasin, Arendt arm que no haba nacido escri-tora, que ella no era una de los que desde el principio de su vida, desde sutemprana juventud, saben que esto es lo que quieren hacer, ser un escritoro devenir un artista. Ella se haba convertido en escritora por acciden-te, debido a los extraordinarios acontecimientos de este siglo.Arendt pro-nunci estas palabras en ocasin de su presentacin en el National Insti-tute of Arts and Letters el 20 de mayo de 1964, tal como las recoge JeromeKohn en su introduccin a Essays in Understanding (1930-1954), NuevaYork, Harcourt Brace & Co, 1994, p. XII (la introduccin de Kohn no gu-ra en la edicin castellana de Ensayos de comprensin).Introduccinlos acontecimientos del presente, por tratar de responder siem-pre a las experiencias con las que se sinti confrontada.Trminos como ejercicios o experimentos no debenentenderse entonces como una renuncia a pensar en grande,sino como la disposicin a pagar el precio del envite: partir delos acontecimientos y las experiencias aun a riesgo de contra-decirse y de que entre los diversos ejercicios se originen diso-nancias,20como si la habilidad de vivir con intensas e insupe-rables tensiones intelectuales pudiera considerarse una marca desabidura. Desde esta perspectiva, no debe sorprendernos que ensu obra resuenen, adems de Scrates, los ecos de aquella Ant-gona de Sfocles que nos recuerda que las palabras suelen ser lonico a nuestra disposicin para responder a los sobresaltos delmundo, a los embates de la Fortuna.Una herencia sin testamento: Hannah Arendt puede ser ledo sinnecesidad de detenerse en las referencias bibliogrcas que gu-ran a pie de pgina. En general, estas referencias son citas o suge-rencias de lectura de lo tratado en las pginas precedentes, obien intentos de reconocer algo que creo que le ocurre a quiense dedica al trabajo intelectual: a fuerza de leer a los dems, lasideas de unas y otros se nos adhieren como si fueran propias.As, en cierta ocasin, el escritor francs Michel Tournier se re-ri a los libros como seres virtuales, carentes de existencia ple-na; vampiros secos y vidos que, desplegndose al azar, van enbusca de la sangre de los lectores. Pero no es menos cierto que,en la medida en que el viento invisible del pensamiento se mani-esta o cristaliza en el lenguaje, cualquier intento de pensar tie-ne tambin algo de vampirismo, vive de las palabras y de lasideas de los dems que ha conseguido repensar.2620Bernstein, Richard J., Hannah Arendt and the Jewish Question, Cam-bridge, Polity Press, 1996, p. 123.Una herencia sin testamento: Hannah Arendt1. La pasin por comprenderUsted no es del Castillo, noes del pueblo, no es nada.Franz Kafka1.1. El totalitarismo, una realidad que desafa la comprensin Loshombresnormalesnosaben que todo es posible.David RoussetIniciado en 1945, desde un fondo de incansable optimismo yde incansable desesperacin,1Arendt concluy el manuscri-to original de Los orgenes del totalitarismo en otoo de 1949.En l, transforma en reexin los dramas de su vivencia per-271. La primera edicin de Los orgenes del totalitarismo se public en 1951;en 1958 apareci una segunda edicin ampliada, y en 1966, una tercera conun nuevo prlogo a las tres partes del libro. Siempre que no se indique lo con-trario, las pginas citadas corresponden a la edicin espaola, Los orgenes deltotalitarismo, Madrid, Alianza, 1987. Esta cita se encuentra en el prlogo a laprimera edicin norteamericana, p. 12.sonal e intenta descubrir un sentido al hecho atroz sin apelar alugares comunes ni caer en la tentacin de someterse, man-samente, al proceso de disolucin de su mundo poltico y espi-ritual en un conglomerado en el que todo pareca haber per-dido su valor especco y haberse tornado irreconocible parala comprensin humana.Desde esta decidida voluntad de comprender la terribleoriginalidad de lo ocurrido,Arendt considera que no es posi-ble mostrar los mecanismos ocultos que llevaron a la emer-gencia del fenmeno totalitario2mediante una simple recons-truccin histrica de los hechos. Lo terrible del totalitarismono radica tanto en que con l se haya introducido alguna nue-va idea en el mundo, sino en que sus acciones suponen unaruptura con todas nuestras tradiciones. Los actos de domi-nio totalitario hacen estallar nuestras categoras de pensamien-to poltico y nuestros estndares de juicio moral.Con esta tesis se apunta algo acerca de qu tipo de aproxi-macin metodolgica se precisa para dar cuenta de lo aconte-cido, pero tambin se arma la ruptura entre el pensamientotradicional y la experiencia contempornea. A partir de estemomento, la prdida de la tradicin ya no debe contemplar-se como algo perteneciente slo al campo especulativo de lasideas como parecen pensar los filsofos que, a lo largo delsiglo XX, proclamaron la muerte de la metafsica, sino comoun hecho poltico: Ya no podemos permitirnos recoger delpasado lo que era bueno y denominarlo sencillamente nues-tra herencia, despreciar lo malo y considerarlo simplementecomo un peso muerto que el tiempo mismo enterrar en el282. Sobre el uso del concepto de totalitarismo, vase Traverso, Enzo, Eltotalitarisme. Histria dun debat,Valencia, Publicacions de la Universitat deValncia, 2002; Forti, Simona, Il totalitarismo, Bari, Laterza, 2001, y Forti,Simona (ed.), La losoa di fronte allestremo.Totalitarismo e riessione loso-ca,Turn, Einaudi, 2004.Una herencia sin testamento: Hannah Arendtolvido. La corriente subterrnea de la Historia occidental hallegado nalmente a la supercie y ha usurpado la dignidad denuestra tradicin. sta es la realidad en la que vivimos, escri-be Arendt en 1950.3Sin tradicin, sin testamento que selec-cione y nombre, que transmita, preserve e indique dnde estnlos tesoros y cul es su valor, parece no haber continuidad lega-da en el tiempo ni, por tanto, pasado ni presente alguno, sloun sempiterno cambio. En este sentido, Arendt no se cansarde repetir que hemos perdido los instrumentos que hacanposible la comprensin. En la medida en que comprender sig-nifica acoger el tiempo en que se vive, sus trabajos tericosgirarn apasionadamente en torno a la necesidad de compren-der lo ocurrido, de buscar nuevas vas para que el mundo nose nos torne ajeno, para evitar la alienacin del mundo. Nadatienen de sorprendentes, pues, sus palabras en la entrevista quele hizo Gaus: Para m lo esencial es comprender.4En unartculo publicado en 1953, Comprensin y poltica,Arendtcaracteriza la comprensin como un complicado proceso que,a diferencia de la correcta informacin y del conocimientocientfico, jams produce resultados inequvocos, y afirma:Es una actividad sin n, [...] por la que aceptamos la realidad,nos reconciliamos con ella [...].5De este modo, si tomamosel surgimiento de los gobiernos totalitarios como el aconteci-miento central de nuestro mundo, entonces comprender eltotalitarismo no es perdonar (en el sentido de que compren-derlo todo es perdonarlo todo) ni luchar contra algo, sinoreconciliarse con un mundo donde cosas como stas son posi-293. Los orgenes del totalitarismo, op. cit., prlogo a la primera edicin nor-teamericana, p. 14.4. Qu queda? Queda la lengua materna, op. cit., p. 19.5. Comprensin y poltica, en Arendt, Hannah, De la historia a la accin,op. cit., p. 30 (versiones anteriores de este artculo pueden encontrarse enArendt, Hannah, Ensayos de comprensin, op. cit.).1. La pasin por comprenderbles. Nos reconciliamos con lo que hacemos y padecemos; nosreconciliamos con nuestras perplejidades. Comprender sera,pues, la forma especcamente humana que tenemos de vivir,y su nico resultado sera el sentido. Cabe armar, como hacenMargaret Canovan o Simona Forti,6que todo el proyecto depensamiento poltico arendtiano qued virtualmente esta-blecido por sus reexiones en torno a las catstrofes polticasacontecidas a mediados del siglo XX.1.1.1. Una aproximacin dxica y fragmentariaA pesar de que ya en los aos cuarenta Arendt haba escritodiversos artculos sobre el problema judo y el sionismo en revis-tas judeo-americanas, no fue hasta 1951 cuando empez a serconocida en el mbito de la teora poltica con la publicacinde Los orgenes del totalitarismo. Este libro se ha convertido enuna de las interpretaciones clsicas del totalitarismo, pero el par-ticular anlisis de los hechos que en l hace Arendt gener enlos aos cincuenta, entre intelectuales, historiadores y cient-cos sociales, numerosas crticas relativas a su parcialidad y a sumodo de aproximarse a la historia. Entre los aspectos que fue-ron y siguen siendo objeto de mayor discusin destacan lafalta de unidad entre las tres partes del libro Antisemitismo, Impe-rialismo y Totalitarismo, la explicacin del paso del imperialis-mo al totalitarismo y, por ltimo, la precoz y, en aquel momen-to, escandalosa equiparacin de nazismo y estalinismo.7En lamayora de las crticas subyace una objecin mayor: en el tex-306. Canovan, Margaret, Hannah Arendt. A Reinterpretation of Her PoliticalThought, Cambridge, Cambridge University Press, 1992; Forti, Simona, Vidadel espritu y tiempo de la polis, Madrid, Ctedra, 2001.7. En el momento en que Arendt escribi esta obra, las fuentes sobre elrgimen estalinista eran pocas, por este motivo ella lleg a pensar en unUna herencia sin testamento: Hannah Arendtto, el totalitarismo emerge como un universal abstracto del queslo se habran dado dos manifestaciones el nazismo y el esta-linismo.As, en opinin de autores como Eric Voegelin,8en Losorgenes del totalitarismo no se lleva a cabo un anlisis cientcoy objetivo de lo acontecido, sino que se enhebra simplementeuna serie de asociaciones metafsicas.9En la correspondencia que mantuvo con Karl Jaspers10yen su rplica a Eric Voegelin, Hannah Arendt reconoci queuna de las dicultades de la obra es que no pertenece a nin-guna escuela ni recurre casi nunca a herramientas ocialmen-te reconocidas u ortodoxas. Seyla Benhabib11se hace eco deesta dificultad al sealar que, desde el punto de vista de loscnones tradicionales del rigor metodolgico, el texto de 1951desafa cualquier categorizacin e infringe un buen nmerode reglas. Benhabib aade adems que, para ser un trabajo estric-tamente histrico, se trata de una obra demasiado ambiciosa einterpretativa; para pertenecer al mbito de la ciencia social, es31futuro trabajo titulado Elementos marxistas del totalitarismo, que jamslleg a escribir. Algunos de los materiales que deba incluir fueron utiliza-dos en La condicin humana y en sus textos sobre Marx escritos en 1953,Karl Marx and the Tradition of Political Thought y Karl Marx and theTradition of Western Political Thought, publicados por primera vez enMicroMega, 5, 1995.8. Una rplica a Eric Voegelin, en Arendt, Hannah, Ensayos de compren-sin, op. cit., pp. 483-492.9. Isaiah Berlin repeta esta misma idea en las conversaciones que man-tuvo con Ramin Jahanbegloo a nales de los aos ochenta: [] creo queno maniesta argumentos, ni evidencia alguna de pensamiento losco ohistrico serio. Se mueve de una frase a otra sin nexos lgicos, sin vnculosracionales ni imaginativos (Isaiah Berlin en dilogo con Ramin Jahanbegloo,Barcelona, Anaya/Mario Muchnik, 1993, p. 112).10. Hannah Arendt-Karl Jaspers. Briefwechsel 1926 bis 1969, Lotte Khlery Hans Saner (eds.), Munich-Zrich, Piper, 1985 (carta 76, 19 de noviem-bre de 1949).11. The Reluctant Modernism of Hannah Arendt, Thousand Oaks (CA),Sage, 1996, p. 63.1. La pasin por comprenderdemasiado anecdtica, narrativa e ideogrca y, pese a tener lavivacidad de una labor de periodismo poltico, es excesivamen-te losca para resultar accesible al gran pblico.Estas crticas y comentarios, sumados al hecho de que lapropia autora asumiera la difcil ubicacin de su anlisis en elmapa del conocimiento, indican la importancia de Los orgenesdel totalitarismo en el contexto general de su pensamiento. Enesta obra se percibe el lugar desde el que Hannah Arendt seesfuerza por comprender los acontecimientos polticos de supoca y desde el que desarrollar su posterior y ms elabora-da crtica a la modernidad. Pero se trata de un lugar que slose perla a partir del nfasis en los lmites o las insucienciasde otras formas de aproximacin a los hechos del totalitaris-mo, en especial los de las ciencias sociales o la historia.El primer problema era cmo escribir histricamente acer-ca de algo el totalitarismo que yo no quera conservar sino,al contrario, que me senta comprometida a destruir. Mi formade solucionar el problema ha dado lugar al reproche de falta deunidad del libro.12Estas palabras, dirigidas a Voegelin, expre-san la conviccin de Arendt de que toda aproximacin histo-riogrca signica siempre y necesariamente salvacin y, a menu-do, una suprema justicacin de lo ocurrido. De hecho, sabemosque las ciencias histricas tradicionales no pueden dar cuentade lo indito, puesto que la narracin histrica presupone siem-pre una continuidad de fondo, justicada por la voluntad delhistoriador de preservar la materia de la que se ocupa y de legar-la a las generaciones futuras. Pero las palabras de Arendt apun-tan tambin hacia su ya sealado compromiso por comprenderlos acontecimientos centrales de su poca, unos acontecimien-tos que, adems, han destruido las bases mismas de nuestra capa-cidad de comprensin. De ah que ella entienda que el terror3212. Una rplica a Eric Voegelin, op. cit., p. 484.Una herencia sin testamento: Hannah Arendttotalitario debe analizarse desde su carcter sin precedentes ylejos de la tendencia, demasiado fcil, de los historiadores a tra-zar analogas. El hecho es que Hitler no se pareca a GengisKahn ni era peor que cualquier otro gran criminal, sino total-mente diferente. El asesinato en s, el nmero de vctimas o elde personas que se aliaron para perpetrar tales crmenes no eslo que carece de precedentes. Es el absurdo ideolgico quelos provoc, la mecanizacin de su ejecucin y la institucincuidadosamente programada de un mundo de moribundos don-de ya nada tena sentido lo que no tiene precedentes.13El obje-tivo no poda ser, pues, escribir una historia del totalitarismo,sino dar cuenta de la conguracin de los elementos que cris-talizaron en el totalitarismo y llevar a cabo un anlisis hist-rico de la estructura elemental de los regmenes totalitarios.El totalitarismo es, en la obra de Arendt, una amalgama deciertos elementos presentes en todas las condiciones y proble-mas polticos de nuestro tiempo: el antisemitismo, la decaden-cia del estado-nacin, el racismo, la expansin por la expan-sin o la alianza entre el capital y el populacho [mob].14Trascada uno de estos elementos se esconde un problema real, pre-sente, sin solventar: la cuestin juda tras el antisemitismo; la3313. Arendt, Hannah, Tcnicas de las ciencias sociales y el estudio delos campos de concentracin, en idem, Ensayos de comprensin, op. cit., p. 299.14. Imperialism (probablemente, 1946), en Outlines and Research Memo-randa (Box 69), citado por Margaret Canovan, Hannah Arendt.A Reinterpre-tation of Her Political Thought, op. cit., p. 29. Con este trmino mob,Arendt nose reere al pueblo de la tradicin poltica francesa, ni a la clase prole-taria de la tradicin marxista, sino ms bien a la masa atomizada, amorfay unida como fruto del proceso de la modernidad. El populacho es la masadesarraigada compuesta de los desechos de todas las clases que se conver-tir en uno de los pilares de los regmenes totalitarios. Sobre este concep-to, vanse Cedronio, Marina, La democrazia in pericolo. Politica e storia nel pen-siero di Hannah Arendt, Bolonia, Il Mulino, 1994, pp. 119 y ss., y Pitkin,Hannah F., The Attack of the Blob. Hannah Arendts Concept of the Social,Chicago,The University of Chicago Press, 1998.1. La pasin por comprendernueva organizacin de los pueblos tras la decadencia del esta-do-nacin; la necesidad de un nuevo concepto de humanidadtras el racismo; la organizacin de un mundo que no cesa deempequeecer tras la expansin por la expansin, o la socie-dad de masas tras la alianza entre el capital y el populacho.De este modo, podemos pensar que lo que pretende la obrade 1951 no es tanto ofrecer una mirada que torne inteligibleun pasado que ya ha sido, cuanto mostrarlo en relacin con losproblemas del presente.Siempre que no identifiquemos orgenes con causaspodemos entender que estos elementos constituyen los orge-nes del totalitarismo; los elementos se convierten en orgenescuando entran en relacin con otros sin que se pueda preverel tipo de composicin que emerger. Cuando Arendt hablade orgenes no se reere a causas ni a grmenes que debandesarrollarse inevitablemente. Como escribi en 1954: Loselementos, por s mismos, probablemente nunca son causa denada. Se convierten en orgenes de acontecimientos si, y cuan-do, cristalizan en formas jas y denidas. Entonces y slo enton-ces podemos seguir retrospectivamente su historia, hasta susorgenes. El acontecimiento ilumina su propio pasado, peronunca puede ser deducido del mismo.15Esto supone que, por mucho que seamos capaces de saberdel pasado, ello no nos permitir conocer el futuro. As, porejemplo, aunque con la derrota del totalitarismo de corte nazise haya destruido un conglomerado especialmente terrible yhayan quedado al descubierto elementos antiguos que, al estarahora disociados, son menos nocivos, esto no signica que nopuedan cristalizar de nuevo en una direccin inesperada. Lacristalizacin no se reduce, pues, a una mera suma de los elemen-3415. The Nature of Totalitarism, conferencia de 1954 citada por Young-Bruehl, Elisabeth, Hannah Arendt. Una biografa, Barcelona, Paids, 2006,p. 276.Una herencia sin testamento: Hannah Arendttos, dado que el acontecimiento sobrepasa todos los elementostomados en su conjunto. El uso de la metfora de la cristaliza-cin puede llevarnos, como en el caso de Seyla Benhabib, apensar en los textos y reexiones de Walter Benjamin o, comoLisa J. Disch,16a considerar que Arendt se haca eco en este pun-to de las pginas de la Crtica del juicio en las que Kant introdu-ce la cristalizacin como metfora de la contingencia: La for-macin se opera despus por una reunin repentina, es decir,mediante una sbita solidicacin, no mediante un progresivotrnsito del estado uido al slido, sino, por decirlo as, por unsalto; ese trnsito se llama tambin la cristalizacin.17La cristalizacin es imprevisible porque, como sealaArendt, hay que contar con factores pertenecientes al mbi-to de la libertad humana.18Este acento puesto en la contin-gencia hace que la comprensin adquiera un carcter dxicoy fragmentario, que slo pueda entenderse como un proce-so interminable, como una aproximacin al acontecimientoque jams es posible dominar del todo. En opinin de Arendt,el verdadero significado de todo acontecimiento trasciendesiempre cualquier nmero de causas pasadas que podamosasignarle. Como escribi en su ltima obra: Basta pensar enel nmero de volmenes que se han escrito para explicar lanecesidad del estallido de las dos ltimas guerras, seleccionan-do cada teora una causa particular distinta cuando cierta-mente nada parece ms plausible que considerar que fue unacoincidencia de causas, quiz finalmente puestas en movi-miento por una adicional, lo que caus contingentementelas dos conflagraciones.19En este contexto, comprender el3516. Hannah Arendt and the Limits of Philosophy, Nueva York, Cornell Uni-versity Press, 1994, pp. 147-148.17. Crtica del juicio, Madrid, Espasa-Calpe, 1977, 58.18. Vase infra el captulo 2 La dignidad de la poltica.19. La vida del espritu, op. cit., p. 371.1. La pasin por comprendertotalitarismo no es negar la atrocidad, deducir de preceden-tes lo que no los tiene o explicar los fenmenos por analo-gas y generalidades tales que ya no se sientan ni el impactode la realidad ni el shock de la experiencia. Signica, ms bien,examinar y soportar conscientemente la carga que nuestro sigloha colocado sobre nosotros y no negar su existencia ni some-terse mansamente a su peso. La comprensin es un enfrenta-miento atento y resistente con la realidad, cualquiera quesea o pudiera haber sido sta.20No resulta extrao que en Los orgenes del totalitarismo laaproximacin sea deliberadamente fragmentaria, que no se tra-te de establecer una suerte de continuidad inevitable entre elpasado y el futuro que nos obligue a ver lo ocurrido como situviera que ocurrir. Por el contrario, el nfasis se pone en lairreducible novedad de los hechos del totalitarismo, en su carc-ter de acontecimiento sin precedentes. El plural del ttulo, queno habla del origen sino de los orgenes del totalitarismo, pare-ce indicar una decidida voluntad de escapar al modelo causa-lista de explicacin histrica.La obra se divide, como se ha dicho, en tres partes, Anti-semitismo, Imperialismo y Totalitarismo, y estudia la aparicinde una nueva forma de dominio, basada en el terror, en la quecristalizan, despus de la I Guerra Mundial, dos elementos yaexistentes: el antisemitismo moderno, nacido tras la emanci-pacin de los judos en Europa, y el imperialismo, emergidomerced a la expansin colonial europea que se inici en el lti-mo tercio del siglo XIX y que podemos considerar que con-cluye con la liquidacin de la dominacin britnica en la India.El anlisis arendtiano del antisemitismo se encuentra estre-chamente vinculado, por una parte, a la tentativa de dar cuentade la especicidad del antisemitismo moderno frente a las per-3620. Los orgenes del totalitarismo, op. cit., prlogo a la primera edicin, p. 12.Una herencia sin testamento: Hannah Arendtsecuciones derivadas del odio religioso a los judos y, por otra,a la voluntad de responder a la pregunta de cmo el antisemi-tismo se convirti en agente amalgamador en el nazismo. Enesta direccin, Arendt distingue entre el antisemitismo moder-no pretotalitario, que tiene que ver con la situacin social y pol-tica de los judos emancipados y asimilados en el estado-nacindel siglo XIX, y el antisemitismo totalitario, que nada tiene quever ya con la situacin real ni con la historia de los judos en elmundo, sino con las condiciones de desocializacin engendra-das por la bsqueda imperialista de la expansin por la expan-sin, la crisis del estado-nacin y la aparicin de una masa dehombres atomizados y aislados. No entrar aqu en el detalle delanlisis arendtiano,21aunque merece la pena observar que, al dis-tinguir entre antisemitismo pretotalitario y totalitario,Arendt sedistancia de la errnea interpretacin segn la cual toda formade antisemitismo conduce al totalitarismo. Esto la lleva al pun-to de considerar que esta interpretacin tan extendida es la autn-tica base de las deciencias del tribunal que proces a Eichmann,aunque comprende que fuera la dominante entre las vctimas:Desde el punto de vista de los judos que pensaran exclusiva-mente mediante los criterios deducidos de la historia de su pue-blo, la catstrofe de que fueron vctimas bajo el imperio de Hitler[...] no constitua el ms nuevo de los delitos [...], sino el msantiguo delito del que tenan memoria.22El imperialismo era un fenmeno desconocido hasta queel desarrollo econmico y el ritmo de aceleracin, siempre3721. Sobre el tratamiento arendtiano del antisemitismo, vanse Traverso,Enzo, El totalitarisme. Histria dun debat, op. cit., y especialmente Leibovici,Martine, Hannah Arendt, une Juive. Experience, politique et histoire, Pars, Des-cle de Brouwer, 1998, y Bernstein, Richard, Hannah Arendt and the JewishQuestion, op. cit.22. Arendt, Hannah, Eichmann en Jerusaln. Un estudio sobre la banalidaddel mal, Barcelona, Lumen, 1999, p. 403.1. La pasin por comprendercreciente, de la produccin industrial forzaron los lmites terri-toriales del estado-nacin. Su caracterstica ms destacada, laexpansin por la expansin, indica una poltica que deja deladoaquelloqueconanterioridadsehabaconsiderado de inters nacional: la defensa del territorio y el crecimientolimitado del mismo por la anexin de territorios vecinos. Fue-ron motivos econmicos y no polticos los que impulsaron laexpansin imperialista. El acontecimiento central del periodoimperialista en el seno de Europa fue la emancipacin polti-ca de la burguesa, que hasta el momento haba tenido pree-minencia econmica sin aspirar a un dominio poltico.Arendtescribe: El imperialismo debe ser considerado como la pri-mera fase de la dominacin poltica de la burguesa ms quecomo la ltima fase del capitalismo.23El imperialismo fue elresultado del intento del estado-nacin por sobrevivir en el marco de una economa nueva y en un mercado mundialemergente. Las nuevas circunstancias planteaban obstculos dedifcil solucin, tales como el conicto entre la expansin exi-gida por los intereses econmicos de los individuos y los meca-nismos con los que deban justificar los procedimientos detal expansin, que tenan que estar en consonancia con el nacio-nalismo tradicional, con la identidad histrica de pueblo, Esta-do y territorio.La conciencia nacional se pervirti en conciencia racial, lapropia solidaridad entre los hombres blancos en tierras leja-nas despert a su vez la conciencia de s mismas en las razassometidas. De este modo, junto con el racismo, el nacionalis-mo hizo aparicin en Asia y frica. Y, como observa Arendt,si bien la burocracia colonial de mentalidad imperialista podahacer odos sordos a las aspiraciones nacionales que ella mismahaba despertado, el estado-nacin no poda hacer lo mismo sin3823. Los orgenes del totalitarismo, op. cit., p. 223.Una herencia sin testamento: Hannah Arendtnegar el principio de su existencia. Muestra de ello fueron losconictos entre la burocracia colonial y las metrpolis.24Losimperialistas britnicos, por ejemplo, saban de sobra quemediante masacres administrativas podan mantener las colo-nias bajo yugo, pero tambin saban que las opiniones pbli-cas de sus respectivos estados-nacin no toleraran medidassemejantes.Tales conictos no se hubieran dado si los estados-nacin se hubieran suicidado, eliminando sus escrpulosmorales y aprensiones polticas, y se hubieran convertido entiranas. O, lo que es lo mismo, tanto para la burguesa colo-nialista como para la misma teora marxista, el creciente pri-mado de lo econmico pareca exigir, a su vez, una progresi-va eliminacin de lo poltico. De esta manera Arendt, lejosde sentirse cerca de quienes apoyan la tesis de que la repbli-ca es burguesa, est con Rosa Luxemburg: la burguesa ame-naza la repblica.Adems de este imperialismo colonialista, Arendt analizaotra forma de imperialismo intraeuropeo y anexionista quetambin despreci la estrechez del estado-nacin, pero que nole opuso argumentos econmicos sino una ampliada concien-cia tribal que se supona capaz de unir a todos los pueblos deorigen semejante con independencia de la Historia y del lugardonde hubieran vivido.Arendt encuentra esta variante de impe-rialismo en el pangermanismo y el paneslavismo, que desarro-llaron una forma de racismo tribal25o tnico, no estatal sinointernacionalista.3924. Arendt analiza en la segunda parte de la obra las guras del burcra-ta y del agente secreto.25. A pesar de sus crticas al nacionalismo,Arendt reconoce legitimidaden el sentimiento nacional: basta acudir a su tratamiento de las minoriasaptridas, pueblos sin historia surgidos de los diversos tratados de paz, y dela disolucin de los imperios otomano y austrohngaro (vase Los orgenesdel totalitarismo, op. cit., pp. 392 y ss.).1. La pasin por comprender1.1.2. Sin precedentesFrente a quienes, para explicar el gobierno totalitario, lo asi-milan a algn mal ya conocido del pasado (el despotismo, latirana y la dictadura), Arendt arma en la tercera parte de sulibro, escrita entre 1948 y 1949, que lo que estaba en juegobajo su dominio era la naturaleza humana como tal.26La irre-ducible originalidad del totalitarismo se debe a que sus accio-nes supusieron una ruptura con nuestras tradiciones, pulveri-zaron literalmente nuestras categoras de pensamiento polticoy nuestros criterios de juicio moral. El gobierno totalitarioprodujo acciones e instituciones que ya no son clasicables enlas categoras jurdicas, ticas y polticas sobre las que se alzanuestra facultad de comprender; en concreto, tales acciones einstituciones hicieron saltar por los aires la alternativa entregobierno legal e ilegal o entre poder legtimo y poder arbitra-rio, bsica para denir la esencia de los gobiernos en losofapoltica.As, por ejemplo, la tirana se ha caracterizado tradicional-mente como un gobierno ilegal en el que el poder se encuen-tra en manos de un solo hombre, como un rgimen domina-do por un poder arbitrario, no restringido por la ley, manejadoen inters del gobernante en contra de los gobernados y siem-pre guiado por el temor del dominador al pueblo y de ste aaqul. A diferencia de los dictadores o de los tiranos, los lde-res totalitarios no se ven a s mismos como ostentadores de unpoder sin sujecin a regla o norma alguna, se consideran ser-vidores de unas leyes suprahumanas rectoras del universo. Ensu anlisis, Arendt muestra cmo el gobierno totalitario desa-fa todas las leyes positivas, incluso las prescritas por l, y cmo,en el mismo gesto, arma obedecer de forma estricta aque-4026. Ibid., p. 680.Una herencia sin testamento: Hannah Arendtllas leyes de la Naturaleza o de la Historia de las que, supues-tamente, proceden todas las leyes positivas.27El totalitarismo,lejos de ser ilegal, se remonta a las fuentes de la autoridad queconceden la legitimacin ltima a las leyes positivas, de modoque podra decirse que ha hallado la va para establecer la jus-ticia en la Tierra algo que la legalidad del derecho positivojams podr alcanzar.28De este modo, la ley de la Historia, ode la Naturaleza, se ejecuta sin necesidad de traduccin a nor-mas de lo justo y lo injusto para el comportamiento indivi-dual. Y ello se perpetra desde la conviccin de que estas leyes,si son aplicadas adecuadamente, producirn como resultadonal la Humanidad sin demorarse en el comportamiento delos hombres particulares.sta es la esperanza que alienta la aspiracin de domina-cin mundial de todos los gobiernos totalitarios: la polticatotalitaria pretende transformar la especie humana en porta-dora activa e inefable de una Ley. En este punto radica la dife-rencia fundamental entre el concepto totalitario del derechoy los dems conceptos: no se reemplaza un conjunto de leyespor otro, ni se crea, mediante una revolucin, una nueva for-ma de legalidad; el derecho se impone sin el consensus iuris29porque promete hacer de la misma Humanidad la encarnacinde la Ley.En opinin de Arendt, esta cancelacin de la discrepanciaentre legalidad y justicia nada tiene que ver con la antigua ideasegn la cual la Naturaleza o la Divinidad son la fuente deautoridad para el ius naturale o los mandamientos divinos his-4127. Ibid., p. 684.28. Sobre la ambivalente y necesaria alteridad de la justicia con respec-to al derecho, vase infra el captulo 3 Un crecimiento no natural de lonatural?, y tambin Derrida, Jacques, Fuerza de ley. El fundamento msticode la autoridad, Madrid,Tecnos, 1997.29. Cicern, Repblica, libro I, 25-39.1. La pasin por comprendertricamente revelados. stos no convertan al hombre en laencarnacin de la ley, sino que exigan obediencia y, en tantoque fuentes estables de autoridad para las leyes positivas, se con-sideraban permanentes y eternos. En cambio, segn la inter-pretacin del totalitarismo, todas las leyes se tornan leyes delmovimiento: la Naturaleza y la Historia dejan de ser fuentesestabilizadoras y de autoridad para las acciones de los hom-bres; en s mismas son movimiento. Muestra de ello es que, enla creencia nacionalsocialista en las leyes raciales como expre-sin de la ley de la Naturaleza en el hombre, subyace la ideadarwiniana del hombre como producto de la evolucin natu-ral que no se detiene necesariamente en el estadio actual delos humanos, de la misma manera que la creencia bolchevi-que en la lucha de clases como expresin de la ley de la His-toria se basa en la nocin marxista de la sociedad como pro-ducto de un gigantesco movimiento histrico que discurresegn su propia ley de desplazamiento hasta el n de los tiem-pos histricos, cuando llegar a abolirse por s mismo.En estas ideologas, el trmino ley cambia de signica-do: deja de expresar el marco de estabilidad dentro del cualpueden tener lugar las acciones y los movimientos humanos yse convierte en expresin del propio movimiento.30Ms que4230. Los orgenes del totalitarismo, op. cit., p. 687. Su artculo Imperialismototalitario. Reexiones sobre la revolucin hngara es publicado original-mente en Journal of Politics, XX/I, en 1958. Este mismo ao es incluido, conel ttulo Reexiones sobre la revolucin hngara (op. cit.), como captu-lo 14 y eplogo de la segunda edicin norteamericana de Los orgenes deltotalitarismo. Arendt, comentando los problemas de sucesin tras la muertede Stalin, escribe: [...] desde el punto de vista totalitario la regulacin vin-culante de la sucesin introducira un elemento de estabilidad extrao eincluso contrario a las necesidades del movimiento y a su extremadaexibilidad. De existir tal ley de sucesin, habra sido la nica ley estable einalterable en toda la estructura, y con ello posiblemente un primer pasoen la direccin hacia algn tipo de legalidad.Una herencia sin testamento: Hannah Arendtuna estructura, el totalitarismo es un movimiento en perpetuamarcha que se entiende como un proceso natural y no comofruto de las actividades humanas. Las recetas ideolgicas quesiguieron las polticas totalitarias mostraron la autntica natu-raleza de estos movimientos al manifestar, de forma clara, quese trataba de un proceso para el que no exista un nal. Cuan-do lleg a controlar estados, el movimiento totalitario no sedetuvo para ajustarse a las realidades ordinarias del poder pol-tico; es as como el terror se hizo total, pues se volvi inde-pendiente de cualquier oposicin o resistencia al rgimen.31En este punto, Arendt subraya que el totalitarismo se caracte-riza por la prdida de lo poltico y que, por tanto, no cabeentenderlo como un rgimen suplementario que aadir a losya conocidos.A la luz de lo dicho, no resulta extrao que los habitantesde un pas totalitario se sientan arrojados al proceso de la Natu-raleza o de la Historia, atrapados en l con el nico objeto deacelerar su movimiento: slo pueden ser ejecutores o vctimasde su ley inherente.As, la culpa y la inocencia se tornan nocio-nes sin sentido: culpable es quien retrasa el proceso natural o his-trico de desaparicin de las razas inferiores, de las clases mori-bundas y los pueblos decadentes, o se interpone en su camino.La propia dinmica del proceso puede llegar a hacer que quie-nes hoy ejecutan maana deban ser inmolados, y esto hasta talpunto que los propios dominadores, como observa Arendt, nodicen ser justos o sabios, sino slo simples ejecutores de un movi-miento conforme con su ley. Para guiar el comportamiento desus sbditos, la dominacin totalitaria precisa desposeerlos de sucondicin humana, reducirlos al estado de cosa o de instrumen-to, negarles la capacidad de juzgar, lo cual supone una prepara-4331. Hannah, Arendt, Las tcnicas de las ciencias sociales y el estudiode los campos de concentracin, op. cit.1. La pasin por comprendercin que les haga igualmente aptos para el papel de ejecutoresy de vctimas. Esta doble preparacin es la ideologa.32Arendt caracteriza la ideologa a partir de lo que el mismonombre indica: la lgica de una idea la ideologa de la Natura-leza y la ideologa de la Historia. El rasgo distintivo de unaideologa es la consistencia lgica con la que pretende, cient-camente, explicar el pasado y delimitar el curso de los futurosacontecimientos. Para satisfaccin de sus seguidores, los diver-sos ismos ideolgicos pueden explicar cualquier hecho dedu-cindolo de una sola premisa, pero, por esto mismo, ningunaideologa, en la medida en que pretende describir todos los acon-tecimientos, puede soportar la imprevisibilidad caracterstica-mente humana: los seres humanos son capaces de dar a luz algotan nuevo que nadie hubiera podido predecirlo.As, se llena decontenido la armacin arendtiana segn la cual lo que las ideo-logas totalitarias tratan de lograr en realidad no es la transforma-cin del mundo exterior o la transmutacin revolucionaria dela sociedad, sino la transformacin de la misma naturaleza huma-na:33lo propio de los humanos es su espontaneidad, su capaci-dad para dar comienzo a algo tan nuevo que no se pueda expli-car como simple reaccin ante el ambiente. Podra decirse que,en tanto que algo ms que reaccin animal y realizacin de fun-ciones, los hombres son enteramente superuos para los reg-menes totalitarios. Al eliminar la espontaneidad y reducir a loshumanos a su animalidad natural, estos regmenes convierten lacreencia de que todo es posible en un todo puede destruirse.Con su pretensin de explicacin total, el pensamientoideolgico se hace independiente de cualquier experiencia, seemancipa de la realidad que percibimos con los cinco sentidose insiste en una realidad ms verdadera, oculta tras las cosas4432. Los orgenes del totalitarismo, op. cit., p. 693.33. Los campos de concentracin son los laboratorios donde se ensa-yan los cambios en la naturaleza humana (ibid., p. 680).Una herencia sin testamento: Hannah Arendtperceptibles.Tal realidad slo puede captarse mediante la ideo-loga, de ah la necesidad de adoctrinamiento de todos los regme-nes totalitarios. La ideologa no es, en opinin de Arendt, la men-tira de las apariencias, sino ms bien la sospecha proyectada sobrelas apariencias, la presentacin sistemtica de la realidad que tene-mos ante los ojos como una pantalla supercial y engaosa; lacaracterstica de la ideologa es la incredulidad y nunca la fe per-ceptiva. De este modo, ni el nazi ni el comunista convencidosson el sujeto ideal del rgimen totalitario, sino el individuo parael que ya no existen la realidad de la experiencia ni la distincinentre hecho y ccin, entre lo verdadero y lo falso. El propsi-to de la educacin totalitaria nunca ha sido inculcar conviccio-nes, sino destruir la capacidad para formar alguna.Frente a los antiguos idelogos, lo que distingue a los nue-vos idelogos totalitarios es que lo que les atrae de la ideologaya no es la idea o sus doctrinas la lucha de clases y la explo-tacin de los trabajadores, o la lucha de razas, o la custodia delos pueblos germnicos, sino el proceso lgico que puede de-sarrollarse, las prcticas que pueden derivarse. Es la irresistiblefuerza de la lgica la que permite pasar de la existencia declases moribundas a la armacin de que tales clases estn cons-tituidas por personas condenadas a muerte. Concebida comogua para la accin, esta estricta lgica atraviesa la estructura delos movimientos y gobiernos totalitarios.Arendt entiende quecorresponde a la naturaleza de las polticas ideolgicas el hechode que el verdadero contenido de la ideologa la atencin a laclase trabajadora o a los pueblos germnicos, que en su ori-gen determin la idea la lucha de clases como ley de la His-toria o la lucha de razas como ley de la Naturaleza, sea devo-rado por la lgica con la que es realizada la idea.344534. El argumento ms persuasivo al respecto, un argumento del que tan-to Hitler como Stalin se sentan muy orgullosos, es: Usted no puede decir1. La pasin por comprenderEl totalitarismo constituye una nueva forma de poder tpi-ca del siglo XX, desconocida hasta entonces y que, como decaantes, excede las categoras de la filosofa poltica clsica, dePlatn a Montesquieu: los regmenes totalitarios surgidos enEuropa durante los aos treinta no representan una variantedel despotismo, pues su fundamento no era el temor, sino elterror. Si ocurren hechos inconvenientes, contradictorios conla ideologa, son los hechos mismos y no la ideologa lo quedebe transformarse. El terror es la realizacin de la ley del movi-miento; su objetivo principal es permitir que la fuerza de laNaturaleza o de la Historia discurra libremente, sin tropezarcon acciones espontneas o con individuos que puedan sen-tirse responsables de lo que acontece.35Arendt parece estar de acuerdo con Zygmunt Bauman,que mucho despus, refirindose al genocidio de los judos,escribi: Es una ventana, no un cuadro.Al mirar por esta ven-tana se vislumbran cosas que suelen ser invisibles....3646A, sin decir B y C y etctera, hasta llegar al nal del alfabeto homicida... (Enpalabras de Trotski:Podemos tener razn con y por el partido, porque la His-toria no ha proporcionado otro camino para tener razn) (ibid., p. 698).35. Arendt subraya que en los gobiernos totalitarios el poder es una som-bra descentralizada y lo contrario de una estructura estable fundada sobrela responsabilidad. Recurre a la imagen de las sucesivas capas de la cebollapara dar cuenta de la estructura propia de los totalitarismos, en la que hayuna ausencia de jerarqua eficaz. Como caracterstica del Estado totalita-rio destaca la coexistencia (o conflicto) de una autoridad dual, el partidoy el Estado.As, por ejemplo, todos los niveles de la maquinaria administra-tiva del III Reich se hallaban sujetos a una curiosa duplicacin de orga-nismos, suciente para crear confusin pero no para explicar la falta de for-ma de toda la estructura.36. Bauman, Zygmunt, Modernidad y Holocausto, Madrid, Sequitur, p. X.Una herencia sin testamento: Hannah Arendt1.2. Un sistema en el que los hombres son superuos[] igualdad monstruosa,sin fraternidad ni humanidad.Hannah ArendtEn denitiva, de acuerdo con Arendt, el totalitarismo no per-sigue un gobierno desptico sobre los hombres, sino un siste-ma en el que stos sean superuos. Al tratar de encajarlo todoen una ideologa determinista, el terror se torna necesario parahacer que el mundo sea consistente y se mantenga en tal esta-do. Si es falso que todos los judos son pordioseros sin pasapor-te, basta con que el peridico ocial de las SS, Das schwarze Korps,tergiverse los hechos para que pase a ser cierto lo que antes nolo era. De manera similar, dejar de ser verdad que un hombrellamado Trotski fue alguna vez dirigente del Ejrcito Rojo cuan-do los bolcheviques lleguen a tener el poder para cambiar lostextos de historia. Dado que la consistencia ideolgica quereduce todo a un factor omniabarcador entra en conicto conla inconsistencia del mundo, hay que ejercer la dominacin totaly demostrar que todo es posible mediante la eliminacin, entodos los mbitos, de la pluralidad y la caracterstica imprevisi-bilidad de la accin y el pensamiento humanos.Lo especco de la propaganda totalitaria es su efectiva lite-ralidad, la transformacin inmediata del contenido ideolgicoen viva realidad a travs de instrumentos de la organizacin tota-litaria. Si la legalidad es la esencia del Gobierno no tirnico yla ilegalidad es la esencia de la tirana, entonces el terror es laesencia de la dominacin totalitaria.37Lo que carece de prece-dentes en el totalitarismo no es, pues, su contenido ideolgi-4737. Los orgenes del totalitarismo, op. cit., p. 688.1. La pasin por comprenderco, sino el mismo acontecimiento de la dominacin total; latransformacin de una perspectiva general, como, por ejem-plo, el antisemitismo, en un nico principio que gobierna todaslas actividades. Precisamente, en uno de los ltimos captulosdel tercer volumen de Los orgenes del totalitarismo, el que llevapor ttulo Dominacin total, Arendt arma que los camposde concentracin son la institucin ms consecuente del gobier-no totalitario, son el ideal social de la dominacin total. En elcontexto de la ideologa totalitaria, nada puede resultar mssensato y lgico: si los all internados son sabandijas, lo lgi-co es que deban eliminarse con gases venenosos.Los campos desvelan verdades elementales sobre el ejerci-cio totalitario del saber, sobre la ideologa totalitaria: los hechospueden cambiarse, lo que hoy es verdadero, maana puede serfalso, de modo que se habita en un mundo donde la verdad yla moral han perdido cualquier expresin reconocible. El terrortotal, como deca, comienza slo cuando el rgimen ya no tie-ne nada que temer de la oposicin; los campos no respondena criterio de utilidad alguno, su existencia no puede expli-carse en trminos funcionalistas. Son laboratorios vivos en losque se maniesta que todo es posible, que las viejas distin-ciones entre vivos y muertos, verdugos y vctimas, pueden difu-minarse permanentemente, crendose as un universo por com-pleto autoconsistente, vaco de realidad e impermeable a todarefutacin fctica.Al mismo tiempo, al comprimir a unos con-tra otros con un anillo de hierro que los uniformiza e iguala,destruyen el nico prerrequisito esencial de todas las liber-tades, que es simplemente la capacidad de movimiento, que nopuede existir sin espacio.38El terror slo puede dominar de forma absoluta a hom-bres aislados, por eso el aislamiento es uno de los objetivos del4838. Ibid., p. 690.Una herencia sin testamento: Hannah Arendtgobierno totalitario y tambin su resultado, ya que el poderemana siempre de hombres que actan concertadamente.Arendt escribe: El aislamiento es ese callejn sin salida al queson empujados los hombres cuando es destruida la esfera pol-tica de sus vidas, donde actan juntamente en la prosecucinde un inters comn [...] slo cuando es destruida la ms ele-mental forma de creatividad humana, que es la capacidad deaadir algo propio al mundo comn, el aislamiento se tornainmediatamente insoportable. Esto puede suceder en un mun-do cuyos principales valores sean dictados por el trabajo, esdecir, donde todas las actividades humanas hayan sido trans-formadas en trabajo. Bajo semejantes condiciones, slo que-da el puro esfuerzo del trabajo, que es el esfuerzo por mante-nerse vivo, y se halla rota la relacin con el mundo comoartificio humano.39Transformado en animal laborans, solo ydesarraigado, el individuo puede ser sustituido por cualquierotro y, por tanto, deviene superuo. Estar desarraigado signi-ca no tener un lugar reconocido y garantizado por los otros,y ser superuo signica no pertenecer al mundo.En el camino hacia esta dominacin total, el primer pasobsico es anular al individuo como sujeto de derecho, como ciu-dadano matar en el hombre a la persona jurdica. Esto signi-ca perder la capacidad de accin normal, pero tambin la dela accin delictiva, al quedar eliminada cualquier posibilidadde adivinar un nexo entre el encarcelamiento y la accin reali-zada. Hallamos antecedentes de este paso en el mundo extraeu-ropeo por obra del imperialismo colonial y entre los judos eman-cipados como consecuencia del antisemitismo moderno,40pero4939 Ibid., p. 702.40Arendt dedica sendos apartados al anlisis de este paso en dos casosparticulares. El primero de ellos, titulado Entre el vicio y el delito (ibid.,pp. 122 y ss.), muestra la importante transformacin que supone pasar deconsiderar delictivas determinadas conductas a entenderlas como viciosas.1. La pasin por comprendersu culminacin llega con la dominacin totalitaria y los decre-tos de desnacionalizacin masiva de individuos cuyos derechos,a partir de ese momento, no se defendern en parte alguna. Bas-ta pensar en los campos de concentracin y de exterminio, don-de la reclusin no debe convertirse en ningn caso en un cas-tigo calculable para delitos tipicados.El siguiente paso, prefigurado tambin por las masacrescoloniales y por lo acontecido en torno al affaire Dreyfus, con-siste en el asesinato de la persona moral en el hombre y cul-mina con la prdida del contenido de la propia nocin de soli-daridad en los campos de concentracin y de exterminio. Estaprdida queda ilustrada por cmo en estos pozos de olvi-do la muerte en s misma se torna annima, el homicidio estan impersonal como el aplastamiento de un mosquito.41Elmundo occidental, observa Arendt, incluso en sus periodosms negros, siempre haba otorgado al enemigo muerto el50En este mismo apartado analiza a Marcel Proust, una gura comprometidacon dos vicios, ser judo y homosexual. Son suficientes las palabras deProust que Arendt cita en este apartado de su libro para hacerse una ideadel anlisis arendtiano. Lejos de los discursos bienintencionados, destaca que,desde el momento en que la perversidad humana deja de ser un acto dela voluntad para convertirse en una cualidad inherente y psicolgica que elsujeto no puede rechazar o elegir, sino que le gobierna tan coactivamentecomo una droga lo hace con el adicto, todo el mundo resulta nalmente sos-pechoso de algn tipo de predestinacin especial. As, escribe: El castigoes el derecho del delincuente, un derecho del que est privado si los jue-ces deciden, y se hallan dispuestos a perdonar el homicidio en los inverti-dos y la traicin en los judos por razones derivadas de [...] la predestina-cin racial. El otro apartado dedicado a la anulacin del individuo comosujeto de derecho se titula Las perplejidades de los Derechos del Hombre(ibid., pp. 422 y ss.). En l, al hacer referencia a los aptridas y refugiados,Arendt arma que resulta mucho ms difcil destruir la personalidad legalde un delincuente [...] que la de aquel a quien se le han denegado todas lasresponsabilidades humanas comunes. Sobre esta cuestin, vase infra el cap-tulo 5 Pensar y juzgar, entre la soledad y la compaa.41. Los orgenes del totalitarismo, op. cit., p. 659.Una herencia sin testamento: Hannah Arendtderecho a ser recordado; en los campos se priv a la muertede su significado como final de una vida realizada; en ciertomodo, al individuo se le arrebat su propia muerte.La destruccin de la individualidad, de la autonoma per-sonal, constituye el ltimo paso hacia la dominacin total y, enla institucin ms consecuente del gobierno totalitario, se tra-duce en la metamorfosis de los hombres en meros especme-nes del animal humano, en cadveres vivientes. El horror real,presente, reduce a los hombres a meros cuerpos sufrientes, puesparaliza de modo inexorable todo lo que no sea pura reacciny elimina la distancia que permite elaborar lo inmediato, lovivido. Las cmaras de gas no se destinan a casos particulares,sino a una poblacin en general, una poblacin en la que nose distingue un individuo de otro ya que todos se reducen almnimo denominador comn de la vida orgnica.El objetivo de convertir en superfluos a los hombres selogra, de este modo, al imponer un estilo de vida en el queel castigo no tiene conexin con un delito, en el que se rea-liza un trabajo sin producto y en el que se explota sin bene-ficio; se logra, en definitiva, a travs de la prdida total de sen-tido de cuanto ocurre. Arendt muestra que con la literalidadefectiva, con la transformacin inmediata del contenido ideo-lgico en realidad, los nazis, lejos de ser simples gnsteresmetidos en poltica, inventaron una perversidad que va msall del vicio y que, a su vez, establece una inocencia absolu-ta, ms all de la virtud, de modo que la inocencia y la per-versidad se encuentran fuera de la esfera de la realidad pol-tica.42El horror de los campos de concentracin y exterminio5142. Arendt alerta sobre los peligros de la inocencia absoluta en el sigloXX. As, en su respuesta a una ponencia de 1968 de Joel Feinberg sobre laresponsabilidad colectiva, escribe: S, es cierto que el siglo XX ha crea-do una categora de personas que han sido autnticos parias, que no per-tenecan a ninguna comunidad internacionalmente reconocida cualquie-1. La pasin por comprenderradica en que los internos, a pesar de seguir vivos, estn msaislados del mundo de los vivos que si hubieran muerto, por-que el terror impone inmediatez y olvido. El exterminio tie-ne que ver con seres humanos que, a efectos prcticos, yaestn muertos.Esa monstruosa mquina de masacre administrativa, esemundo carente de sentido pero que funcion a la perfeccin,march gracias a la participacin directa de una franja de per-sonas normales, simples empleados, y a la complicidad pasiva,dir Arendt, de un pueblo entero.431.2.1. Responder al impacto de la realidadLa consolidacin del nazismo como totalitarismo marc de-nitivamente el desarrollo del pensamiento de Arendt; el impac-52ra que fuese, a saber: los refugiados y las personas sin Estado, que sin dudano podan ser tenidos por polticamente responsables de nada. En tr-minos polticos, sin considerar su carcter grupal o individual, ellos sonlos absolutamente inocentes. Y es precisamente esta inocencia absoluta laque los condena a una posicin, por as decir, extrnseca a la Humanidadcomo un todo, en Bernauer, J. W. (ed.), Amor mundi. Explorations in theFaith and Thought of Hannah Arendt, Martinus Nijhoff, Dordrecht, 1987(existe versin castellana de la respuesta de Arendt en Claves de razn prc-tica, 95, 1999). Sobre la inocencia en el siglo xx, vase Illuminati, Augus-to, Esercizi politici. Quattro sguardi su Hannah Arendt, Roma, Manifestoli-bri, 1994.43. Refirindose a Himmler, Arendt escribe: Demostr su capacidadsuprema para organizar a las masas en una dominacin total, suponiendo quela mayora de los hombres no eran ni bohemios, ni fanticos, ni aventureros,ni manacos sexuales, ni chiados, ni fracasados sociales, sino, primero y antetodo, trabajadores y buenos cabezas de familia (Los orgenes del totalitarismo, op. cit.,p. 524, las cursivas son mas).Vase tambin Arendt, Hannah, La culpabili-dad organizada y la responsabilidad universal, en idem, Ensayos de compren-sin, op. cit., p. 161 (publicado originalmente con el ttulo de German Guilt,Jewish Frontier, 12, 1945).Una herencia sin testamento: Hannah Arendtto de la realidad44le impuso un programa de reflexin quepervive de forma ms o menos evidente en todos sus librosy artculos. Se trata de un programa estrechamente ligado a supasin por comprender, a su voluntad de hacerse cargo de su tiempo45y a su decisin de encontrar vas para ir ms all delsentimiento vergonzante que, derrotado el nazismo, invadia las vctimas y a todo el pueblo alemn, pues la vergenza esun sentimiento que impide mirar a lo lejos y que, a la larga,corroe la capacidad de esperanza.46Arendt no estuvo dispues-ta a bajar la vista, mirarse los pies y pensar slo en el siguientepaso que tena que dar.Debemos abordar, desde la importancia de Los orgenesdel totalitarismo, una serie de lneas de reflexin que quedanal descubierto si dejamos de considerar, como viene siendohabitual entre nosotros, que el ncleo del pensamiento arend-tiano es la defensa de la democracia participativa y la con-cepcin de la accin tal y como se plantean en La condicinhumana. Aunque mucho en Arendt justica el gesto de con-vertir en clave de su pensamiento la apuesta por la natalidad yel nfasis en la capacidad casi milagrosa de hacer aparecer loindito de los seres humanos, conviene tambin advertir que,de su esfuerzo por aislar los elementos de los gobiernos tota-litarios, aora algo parecido a un guin de reexin para lostiempos de oscuridad, mucho ms complejo, difcil de cata-logar y entretejido de consideraciones que no siempre enca-jan fcilmente con la imagen que tenemos de una autora en5344. Arendt habla del impacto del pensamiento, su contacto como estu-diante con la losofa de la existencia, y del impacto de la realidad, la con-solidacin del nazismo en Alemania.Vase Kohn, Jerome, Introduction, aArendt, Hannah, Essays in Understanding 1930-1954, op. cit.45. No por casualidad la versin inglesa de Los orgenes del totalitarismo setitula The Burden of Our Time.46. Como ha escrito John Berger (El Pas, 3-XI-2002).1. La pasin por comprenderla que puede leerse una variante del radicalismo y que nosresulta especialmente agradable al no estar contaminada porel materialismo, el leninismo o el historicismo.47De la con-frontacin con la experiencia del totalitarismo, Arendt extraeun anlisis en el que asume las terribles verdades de lo ocurri-do y su radical y trgica originalidad. Esto es, se toma en seriola irreversible ruptura que signican en el siglo xx los hechosdel totalitarismo, de modo que el programa que, como apun-taba, se entrev tras sus reexiones y escritos posteriores, pue-de enunciarse con las palabras de Tocqueville: Un mundonuevo requiere una ciencia poltica nueva.48Las categoras y los problemas centrales del pensamientoarendtiano deben mucho al guin semioculto que se fue per-lando a lo largo de su esfuerzo por dar cuenta del fenmenototalitario. Muchos de sus temas ms caractersticos puedenleerse como si fueran imgenes invertidas de los conceptos deque se dot en Los orgenes del totalitarismo.As, resulta fcil pen-sar que su afirmacin segn la cual la libertad poltica tieneque ver con el espacio entre los hombres se contrapone alhecho de que los internos en los campos estn comprimidosunos contra otros; o, tambin, que la accin pensada en trmi-nos de imprevisibilidad y novedad absoluta es la imagen espe-cular de la extincin total de la libertad y la voluntad huma-nas en una conducta convertida en serial; o que su continuapreocupacin por la durabilidad y la estabilidad constituye unarespuesta al carcter de movimiento incesante que tuvieron lasideologas y los gobiernos totalitarios. Asimismo, la relevan-cia poltica que Arendt concede a la libertad, a la singulari-dad y a la pluralidad puede ser considerada la imagen inversa5447. Canovan, Margaret, Hannah Arendt como pensadora conservado-ra, en Biruls, Fina (comp.), Hannah Arendt. El orgullo de pensar, Barce-lona, Gedisa, 2000, p. 52.48. Introduccin, La democracia en Amrica, Madrid,Alianza, 1995, p. 13.Una herencia sin testamento: Hannah Arendtdel terror y de la monstruosa igualdad sin fraternidad ni huma-nidad propia de los campos. Por ltimo, la anttesis de los pozosde olvido es su poltica de la memoria, entendida no ya slocomo un recordatorio del sufrimiento de los judos en el sigloxx puesto que masacres y dolor ha habido en abundancia alo largo de la historia, sino tambin como nfasis en el papelde la palabra y del relato como vas para otorgar sentido a loque hacemos y padecemos.En la medida en que Arendt cree, como hemos visto, queel totalitarismo no es el resultado de un exceso de poltica entodos los mbitos, sino que, de hecho, comporta su destruc-cin,49casi todos sus trabajos de la dcada de los cincuenta pue-den considerarse el resultado de sucesivas tentativas de repen-sar el sentido, la especificidad y la dignidad de la poltica aldistinguir entre dominio y poder poltico, y entre autoridad ypoder o de abordar el problema de la fundacin de la liber-tad como lo hace en su anlisis de las revoluciones modernas.Se trataba de retornar a la pregunta Qu es la poltica? sincaer en la ilusin de una pura y simple recuperacin de la tra-dicin ni en los caractersticos engaos derivados de las acti-tudes progresistas50que, en su opinin, acostumbran a mirar elmundo con una intencionada falta de realismo rechazandoenfrentarse a hechos desagradables. En este sentido,Arendt esta-ba lejos de compartir la conanza en la Ilustracin que siguedominando el autocomplaciente pensamiento occidental. Bas-te, por el momento, con aquellas palabras del prlogo de 19505549. Sobre el totalitarismo como destruccin de lo poltico, vanse Cano-van, Margaret, Hannah Arendt. A Reinterpretation of Her Political Thought, op.cit., y Lefort, Claude y Abensour, Miguel, Contro un fraintendimento deltotalitarismo, en Forti, Simona (ed.), Hannah Arendt, Miln, Bruno Mon-dadori, 1999.50. Arendt se reere con este trmino especialmente a la Nueva Izquier-da y a los viejos liberales norteamericanos.1. La pasin por comprendera Los orgenes del totalitarismo, segn las cuales el progreso y lafatalidad son las dos caras de la misma moneda, ambos sonartculos de supersticin, no de fe.51Identicar los elementos que cristalizaron en los regme-nes totalitarios contemporneos la lleva, posteriormente, a pro-fundizar en su anlisis de la sociedad moderna como procesode despolitizacin y de vaciamiento de la libertad pblica deatomizacin de los individuos en la sociedad de masas, prelu-dio, en cierto modo, del mayor y ms radical aislamiento de loscampos de concentracin, a su conictiva distincin entre losocial y lo poltico, a una relectura de Marx y a un estudio de lasnuevas guras contemporneas sin mundo el paria, el aptri-da, el refugiado.Tales son algunos botones de muestra del proyecto quesubyace en los escritos arendtianos, aunque cabra matizarque, si bien podemos armar que todo nace con Los orgenesdel totalitarismo, no todo proviene de ah.Arendt no es una pen-sadora con voluntad de sistema, baste recordar el carcter tenta-tivo y experimental que siempre atribuye a sus ejercicios depensamiento: prefiere contradecirse y dar algo de sentido alas experiencias con las que se siente confrontada, a conse-guir un sistema de pensamiento coherente. Este carcter abier-to y dxico de su pensamiento parece afn a su crtica de latradicin metafsica occidental, caracterstica de la filosofa desu poca, pero tambin es fruto de su intento por alejarse de las formas de pensamiento o de ideologa que aspiren a poderexplicar cualquier hecho. Arendt trata de encontrar un pen-sar que no anule lo contingente, que no sea indiferente a larealidad ni a la experiencia. Precisamente, una de las pregun-tas que la ocupar, sobre todo tras asistir al proceso de Eich-mann, es qu relacin puede establecerse entre la incapaci-5651. Los orgenes del totalitarismo, op. cit., p. 12.Una herencia sin testamento: Hannah Arendtdad para pensar y la indiferencia hacia la realidad, la ausenciade responsabilidad tan propia del mal contemporneo. De estemodo, hacia el nal de su vida, Arendt armaba: Cuanto hehecho y he escrito es provisional. Considero que todo pen-samiento el modo en que yo me lo he permitido es quizsun poco desmesurado, extravagante tiene la reserva de serexperimental.52Saba bien, por los acontecimientos que letoc vivir, que la coherencia no es una virtud en los seres huma-nos, lo es en la relacin de los enunciados entre s.En junio de 1966, escriba: Con la derrota de la Alema-nia nazi, parte de la historia llegaba a su n [...]. Era, en cual-quier caso, el primer momento posible para articular y ela-borar las preguntas con las que mi generacin se haba vistoforzada a vivir durante la mayor parte de su vida de adulta:Qu ha sucedido? Por qu sucedi? Cmo ha podido suceder?.53Tales preguntas no pueden encontrar respuestas fciles y no seresuelven con una teora poltica nostlgica de la polis griegacomo algunos han querido leer en obras como La condicinhumana, sino con realismo y un coraje responsable de reso-nancias nietzscheanas para asumir los trgicos lmites de laexistencia, que en Arendt siempre estn acompaados de unaincansable esperanza animada por el hecho de que cada unode nosotros es un nuevo inicio: Pues el suelo los vuelve aengendrar, / como siempre los engendr.545752. Arendt sobre Arendt. Un debate sobre su pensamiento, op. cit.,p. 171.53. Los orgenes del totalitarismo, op. cit., p. 458.54. Goethe, Fausto, II, acto 3.1. La pasin por comprender2. La dignidad de la polticaMexalta el nou i menamora el vell.Josep Vicen Foix2.1. El conicto entre la polis y el lsofoSospecho que la losofa no es del todo ajena a esteembrollo. Naturalmente, no en el sentido de queHitler tenga algo que ver con Platn. (Una de lasprincipales razones que me indujeron a esforzarmetanto en aislar los elementos de los gobiernos tota-litarios fue la de mostrar que la tradicin occiden-tal, desde Platn a Nietzsche incluido, estaba porencima de toda sospecha.) Si acaso, quizs en el sen-tido de que la losofa occidental nunca ha tenidoun concepto claro de lo poltico, ni poda tenerloporque, por necesidad, hablaba del hombre en sin-gular y slo tangencialmente abordaba el hecho dela pluralidad.Hannah ArendtEn 1964, en la entrevista que le hizo Gnter Gaus, Arendtdeca: No soy una filsofa, y a continuacin aada que sunica pretensin era mirar la poltica con ojos despejados59de losofa.1Con estas palabras manifestaba no compartir lasecular animadversin de los lsofos hacia la poltica; en suopinin, la mayor parte de la losofa, desde Platn hasta Marxincluido, puede interpretarse sin dicultad como resultado delos diversos intentos para hallar bases tericas y formas prcti-cas que permitan escapar de la poltica por completo.2A lo largo de la conversacin con Gaus, Arendt se denacomo terica de la poltica, como si deseara insistir en quesu gesto de retornar a preguntas como Cul es el sentidode la poltica? no perteneca a la tradicin de la losofa pol-tica ni se haba desarrollado en su marco. Declaraciones como:No soy una filsofa, lejos de indicar su ignorancia de una tra-dicin de la que provena3y en la que se mova con comodi-dad, tienen que ver con una posible forma de caracterizar suprograma de reexin. Por ello, resulta comprensible que, pocodespus de esta entrevista, Jaspers le escribiera: No quieres seruna lsofa. Dado que ninguno de nosotros puede denir loque es un filsofo, debo preguntarte qu significa no ser fil-sofo.4Arendt jams dio una respuesta directa a tal pregunta,pero cabe entender que tanto su bsqueda de la especifici-dad y la dignidad de lo poltico como sus reflexiones acercadel papel del juicio constituyen su respuesta. Una respuesta queno se tradujo en lucha frontal contra la tradicin losca, sino601. Qu queda? Queda la lengua materna. Entrevista con HannahArendt, op. cit., p. 17.2. Arendt, Hannah, La condicin humana, op. cit., p. 242.3. Si puede decirse que vengo de alguna parte, es de la tradicin dela losofa alemana, le contestaba a Gershom Scholem en la dura corres-pondencia que mantuvieron en 1963 a raz de la publicacin de Eichmannen Jerusaln (Eichmann en Jerusaln. Intercambio espistolar entre GershomScholem y Hannah Arendt, en Arendt, Hannah, Una revisin de la historiajuda y otros ensayos, Barcelona, Paids, 2005, p. 144).4. Hannah Arendt-Karl Jaspers. Briefwechsel 1926 bis 1969, op. cit., carta360, 4 de octubre de 1964.Una herencia sin testamento: Hannah Arendten la voluntad de situarse en sus mrgenes, aunque siempre endilogo con ella. Ya con su laborioso esfuerzo por aislar los ele-mentos de los gobiernos totalitarios haba levantado acta deuna ruptura, del n de una tradicin, y haba tomado la deci-sin de adoptar una va experimental que pervivira lo largode su vida.As, escriba: Cul es el objeto de nuestro pensar?La experiencia! Nada ms! Y si perdemos el suelo de la expe-riencia nos encontramos con todo tipo de teoras.5Todo elloconcede, sin duda, un enorme atractivo al pensamiento arend-tiano, pero tambin, al mismo tiempo, un estatuto altamenteproblemtico, como se le ha reprochado a menudo.Un modo de acercarse a lo que cabra denominar la no-losofa6de Hannah Arendt es considerar que su perspecti-va se asemeja a la de la muchacha tracia en la ancdota rela-tada en el Teeteto platnico: Ah tienes,Teodoro, el ejemplode Tales, que tambin observaba los astros y, al mirar al cielo,dio con sus