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UNA ETNOGRAFÍA DE LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA EN LA PRODUCCIÓN DE CONOCIMIENTO CIENTÍFICO Y TECNOLÓGICO David Gómez Abad Universidad Complutense de Madrid [email protected] Resumen Hace ya más de tres décadas que los Estudios Sociales de la Ciencia y la Tecnología (CTS) vienen explorando lo que entendemos como la participación ciudadana en ciencia y tecnología. La panoplia de proyectos y de formas en que el público participa en ellos parece abrumadora, al mismo tiempo que tanto desde las instituciones, el sector privado como la sociedad civil se fomenta cada vez más esta participación alrededor de lo que se ha venido a denominar Ciencia Ciudadana. El presente artículo pretende arrojar luz sobre estas nuevas modalidades de participación ciudadana en proyectos de ciencia y tecnología; explorando la idea de una participación que nace y es guiada desde la sociedad civil, reuniendo a expertos y a legos en comunidades de concernidos dedicados a la producción de conocimiento científico y tecnológico en común. Para ello se expone el análisis de los datos construidos mediante el proceso etnográfico sobre dos casos de estudio; los colectivos Greening Roofs y Autofabricantes. El estudio en profundidad de estos casos y de sus entornos epistémicos pretende ser una contribución rigurosa al estudio de los procomunes del conocimiento y su cristalización como auténticos laboratorios ciudadanos. Palabras clave: Participación ciudadana, laboratorio ciudadano, procomunes del conocimiento, colectivos de concernidos, ciencia ciudadana.

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UNA ETNOGRAFÍA DE LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA EN LA

PRODUCCIÓN DE CONOCIMIENTO CIENTÍFICO Y TECNOLÓGICO

David Gómez Abad

Universidad Complutense de Madrid

[email protected]

Resumen

Hace ya más de tres décadas que los Estudios Sociales de la Ciencia y la Tecnología

(CTS) vienen explorando lo que entendemos como la participación ciudadana en ciencia

y tecnología. La panoplia de proyectos y de formas en que el público participa en ellos

parece abrumadora, al mismo tiempo que tanto desde las instituciones, el sector privado

como la sociedad civil se fomenta cada vez más esta participación alrededor de lo que se

ha venido a denominar Ciencia Ciudadana. El presente artículo pretende arrojar luz sobre

estas nuevas modalidades de participación ciudadana en proyectos de ciencia y

tecnología; explorando la idea de una participación que nace y es guiada desde la sociedad

civil, reuniendo a expertos y a legos en comunidades de concernidos dedicados a la

producción de conocimiento científico y tecnológico en común. Para ello se expone el

análisis de los datos construidos mediante el proceso etnográfico sobre dos casos de

estudio; los colectivos Greening Roofs y Autofabricantes. El estudio en profundidad de

estos casos y de sus entornos epistémicos pretende ser una contribución rigurosa al

estudio de los procomunes del conocimiento y su cristalización como auténticos

laboratorios ciudadanos.

Palabras clave:

Participación ciudadana, laboratorio ciudadano, procomunes del conocimiento,

colectivos de concernidos, ciencia ciudadana.

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La emergencia de la participación ciudadana en ciencia y tecnología

Al finalizar la Segunda Guerra Mundial se abre un periodo hasta la década de los setenta,

en el que la política científica desarrollada por los países industrializados está marcada

por la experiencia del Proyecto Manhattan, a partir del cual la ciencia había conseguido

erigirse como el motivo fundamental del éxito en la guerra. Tras este hecho la política

científica se basó principalmente en el denominado contrato social de la ciencia Jasanoff

(2003), en el que las relaciones entre ciencia y política se guiaban por el principio de la

delegación ciega. El sistema político otorgaba a la ciencia una autonomía casi absoluta

en su autorregulación mientras que la dotaba de grandes cantidades de financiación con

el fin de desarrollar lo que se conoce como big science.

A nivel político, esta idea queda patente a través de los planteamientos de V. Bush, en su

escrito Science, the end less frontier (1945), un informe acerca de las líneas que debía

seguir la política de la ciencia de la posguerra. Las ideas de Bush defendían que una

investigación libre, financiada por el Estado, pero sin intervención del mismo ni en las

líneas ni en los programas de investigación, redundaría en mayor beneficio público. Estas

son las bases del modelo lineal en que la inversión pública y la autonomía profesional de

los científicos son las condiciones que conducen indefectiblemente a más crecimiento

económico y mayor bienestar social. Durante este período, las propuestas de ampliación

de participación del público tanto en la actividad científica como en las políticas que la

regulan fueron escasas.

A partir de la década de los setenta se inicia una reacción frente al triunfalismo con

respecto a las potencialidades de la ciencia y la tecnología surgido del fin de la segunda

guerra mundial y, por otra parte, una reacción frente a la visión académica tradicional de

la ciencia como actividad independiente de los contextos en los que se desarrolla. Ambas

reacciones inauguran dos tendencias en los estudios CTS cuyos hitos fundacionales

suelen marcarse con la publicación de Silent Spring (1962), libro en el que la autora R.

Carson denuncia los efectos nocivos del DDT, y de La estructura de las revoluciones

científicas (1962), con el que su autor T. S. Kuhn abría la posibilidad del estudio de la

ciencia en su contexto.

Esta reacción da pie a una nueva fase que, sin duda, representa la eclosión definitiva de

la cuestión de la participación. Por un lado, durante las décadas de los setenta y ochenta

se produce la crisis del modelo imperante en política científica tras varios escándalos

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públicos producidos por errores en los mecanismos de autorregulación y una disminución

drástica de la confianza del público en la experticia científica y en las políticas científicas.

La emergencia de diversos movimientos sociales que situaron la tecnología en el centro

de sus reivindicaciones (movimiento antinuclear, el ecologista o el feminista) marcan la

denominada como época de la relevancia social de la ciencia y la tecnología. Más

recientemente, la influencia de determinados grupos de afectados (las asociaciones de

afectados por el sida, son un ejemplo paradigmático) ha logrado reorientar las prácticas

de investigación imperantes en la medicina y reafirmar la posición de los colectivos de

afectados en el diálogo con los expertos. Decidir si sólo los expertos o si también el

público lego en general, puede intervenir en la toma de decisiones, en la producción de la

ciencia o en la evaluación de las tecnologías, ha tomado una especial relevancia en el

debate durante los últimos años en lo que ha sido denominado por Sheila Jasanoff (2003)

como el giro participativo.

Numerosos estudios como Jasanoff (1990), Funtowicz (1993), Latour y Woolgar (1995),

Bijker (1997), Callon (1998) han mostrado que la forma y orientación que toman la

ciencia y la tecnología en cada momento no son inevitables ni siquiera necesarias. Lejos

de seguir una trayectoria unidireccional o autónoma, el desarrollo de la ciencia y la

tecnología es un proceso contingente expuesto a factores económicos, sociales, culturales

e institucionales que provocan continuas disyuntivas, negociaciones y cambios de

dirección. Esta perspectiva constructivista muestra, en resumen, que, dado que las

decisiones científico-tecnológicas que se toman desde las estructuras tecnocráticas no son

neutrales y, sin embargo, resultan cargadas de valores, es factible plantear que tales

decisiones se trasladen a un debate político explícito en el que las cuestiones axiológicas

sean tratadas de forma abierta.

En los últimos años debido a un estallido de participación creciente en diferentes ámbitos

de la vida pública, está surgiendo la llamada ciencia ciudadana, que aspira a estrechar la

relación con y para la sociedad. Esta se presenta como la participación del público en

general en la toma de decisiones relacionadas con algún asunto científico- tecnológico o

en las actividades de investigación científica. Esta participación se da de múltiples

formas; aportando su esfuerzo intelectual, con sus herramientas y recursos,

proporcionando datos y dispositivos experimentales, planteando nuevas preguntas de

investigación, donando tiempo de computación, recogiendo muestras, documentando su

trabajo o incluso produciendo conocimiento y artefactos de forma autónoma.

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Gracias a esta interacción los ciudadanos adquieren nuevos conocimientos, nuevas

habilidades y una comprensión más profunda de la actividad científico-tecnológica. Esta

colaboración/participación del público lego y los expertos da como resultado las

interacciones ciencia-sociedad-política conduciendo a una investigación más democrática

basada en una toma de decisiones que se sustenta en la información. La participación en

ciencia y tecnología hará ciudadanos más informados indudablemente, pero la idea no es

solo ampliar y mejorar los mecanismos tradicionales de representación y participación.

Lo que está en juego no es solo una lógica de la representación sino, como nos demuestran

estudios de referencia como el de Callon (2003), también una lógica de la intervención lo

cual permite a los grupos de forma simultánea discutir su identidad y sus expectativas

alimentando el proceso de investigación con su propia experiencia (en el caso de

afectados por ejemplo con su propia experiencia de la enfermedad). Los grupos

preocupados por particulares desarrollos tecno-científicos ofrecen oportunidades para

expresarse y se vuelven progresivamente interesados/concernidos. En definitiva, es a

través de su participación que el ciudadano manifiesta sus intereses y criterios que

permiten orientar una parte del desarrollo científico-tecnológico.

A pesar del aparente consenso que puede despertar la necesidad de extender la

participación al ámbito de la ciencia y la tecnología el problema de la legitimación y la

extensión que pueda tener esa participación es un tema de extenso debate en el cual

podríamos destacar la aportación de Collins y Evans (2002). Ambos autores tratan de

establecer en su teoría de la expertise que el grado de experiencia o pericia previa

determina la capacidad legítima para participar en una controversia. De tal forma que la

capacidad de un agente se demuestra por su habilidad para contribuir de forma relevante

a los debates sobre un tema específico, tratándose esta de un tipo de expertise que

denominan “contributiva”. Por otro lado, definen la “expertise interactiva” como aquella

que capacita a un agente para dialogar sobre el tema con los expertos, pero no puede, en

cambio, hacer contribuciones razonables al problema.

Esta distinción nos permite plantear el problema del tipo de expertise que puede adquirir

a priori los miembros no expertos del público. En este sentido la mayor parte de estudios

sobre controversias científico-tecnológicas públicas demuestran que son pocas las

controversias de este tipo las que plantean problemas tan difíciles como para que el

público interesado no pueda entenderlos o hacerse una idea lo suficiente aproximada de

las cuestiones centrales, adquiriendo de esta forma, una cierta expertise interactiva.

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Algunos casos paradigmáticos en la literatura al respecto son: el esfuerzo llevado a cabo

por los afectados por el sida en los Estados Unidos (Epstein, 1995) a través del cual

llegaron a conseguir una expertise interactiva que les permitió, finalmente, acabar

dialogando directamente con los expertos científicos involucrados e influir, al final, en el

diseño de los ensayos clínicos. Otro ejemplo fue el reconocido estudio sobre la

controversia en torno a los efectos de la contaminación radiactiva procedente de

Chernobyl en la región de Cumbria, en Inglaterra, donde Wynne (1996) defiende la

existencia de una expertise relevante no científica encarnada por los granjeros de Cumbria

próximos a la central nuclear de Windscale Sellafield.

La observación de un público, o en su defecto, sectores específicos de él, que también

pueda tener conocimiento experto de origen no científico, que puede ser complementario,

o rival en cuestiones concretas, al de los expertos certificados ha sido señalado por otros

autores (Yearley, 1999); (Lafuente, 2007, 2013). Estos autores señalan que este tipo de

conocimiento experto se basa, en el conocimiento que el público construye a través de su

experiencia continuada en circunstancias locales en que desarrolla sus actividades. Un

tipo de saber profano, el que habilitan los expertos en experiencia, que sirve para vascular

el conocimiento tecnocientífico (Lafuente, 2007).

De tal forma que el problema de la extensión encuentra su satisfacción en la

resignificación del experto y su papel en las controversias y toma de decisiones. Si a

través de esta resignificación de la idea de experto aceptamos, por el peso que representan

y no por un acto de fe o buenísimo, tanto aquellos agentes con expertise certificada, como

con una no certificada podremos incorporando a la escena a aquellos “expertos en

experiencia” que se ven dotados de un tipo muy particular de expertise que le posibilita

su actuación y contribución al campo de conocimiento.

Las Ciencias Ciudadanas

Una de las grandes dificultades a la hora de tratar de estudiar el fenómeno de la

participación ciudadana en ciencia y tecnología es, como ya hemos comentado, su

carácter multiforme y heterogéneo. Como se ha expuesto anteriormente las formas en las

cuales se virtualiza la participación son muy variadas; la donación de tiempo de

computación, observación de fenómenos, la realización de encuestas, el monitoreo de

especies, la construcción de bases de datos, la toma de fotografías, recogida de muestras

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y su archivo, la programación de código, o la fabricación autónoma de prototipos son

algunas de ellas. Pero además de participar en esta variedad de tareas que evidencian hasta

qué punto la ciencia es algo más que la experimentación, existen distintas formas de

agrupación y colaboración. Si hubiese que resumir brevemente lo que entendemos por

Ciencia Ciudadana, tendríamos que asumir que es más ciencia, pero desarrollada extra

muros de la academia. De tal forma, la ciencia ciudadana es ciencia independiente,

conocimiento que es producido alrededor de comunidades virtuosas que, aunque

muestran su radicalidad en su retórica política hasta el punto de tornarse contra

hegemónicas, en su práctica científica siguen siendo conservadoras (Lafuente y Estalella,

2015).

Bajo el ala de la Ciencia ciudadana existe una gran variedad de experiencias, tanto es así

que sería más conveniente hablar entonces de Ciencias Ciudadanas. Para comenzar a

establecer una distinción que nos permita avanzar en nuestra empresa, dedicada a arrojar

algo de luz sobre este fenómeno, distinguiremos dos grupos amplios basándonos en el

tipo de participación voluntaría.

Algunas de las experiencias a las que nos referimos apelan a un discurso romántico que

ensalza el poder de la ciudadanía y la necesidad de que este instruida debidamente en la

cultura científica1. Este discurso evidencia la existencia de una serie de actores e intereses

que impulsan el proceso de un tipo muy determinado de participación ciudadana en

ciencia y tecnología. Estas experiencias de Ciencia Ciudadana de carácter tutorizado,

“invitado” (Wynne 2007) o “contributivo” (Follet y Strezov, 20015) están organizadas

jerárquicamente alrededor de un proyecto de investigación dirigido por un grupo de

expertos. En estos casos son los propios investigadores los que promueven procesos de

participación motivando a la multitud de voluntarios ciudadanos para que colabore como

sensores encargados del monitoreo de fenómenos, la recopilación de datos en bruto o

como un aumento en el porcentaje de potencia de cálculo computacional. A cambio los

voluntarios participantes reciben comunicación científica de los resultados.

1 Socientize Project (2013). “Green Paper on Citizen Science: Citizen Science for Europe –

Towards a better society of empowered citizens and enhanced research”. Socientize consortium,

European Commission.

Socientize Project (2014). “White Paper on Citizen Science: Citizen Science for Europe”.

Socientize consortium, European Commission.

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Los beneficios proclamados de esta colaboración entre expertos y legos son numerosos;

se economizan recursos, se amplía el alcance de las observaciones, se aumenta la potencia

de cálculo, pero sobre todo se promueve la alfabetización científica de los ciudadanos

implicados en el proyecto. Entendemos que cualquier paso en el camino de acercar la

ciencia a sus públicos es positivo y debe tenerse en cuenta. Pero de la misma forma puede

entreverse como este aparente beneficio a un lado y otro de la barbacana se traduce en

una extensión de la ya tradicional comprensión pública de la ciencia basada en el modelo

del déficit cognitivo, que tiene como objetivo alinear y hacer partícipes a los ciudadanos

del statu quo científico.

Mientras tanto, los Estudios Sociales de la Ciencia y la Tecnología (CTS) vienen dando

cuenta de otras experiencias de participación ciudadana en ciencia y tecnología que

muestran como hay otras formas alternativas de relacionarse con el entorno político,

económico, científico y ambiental (Lafuente y Estalella, op.cit). Hablamos de espacios y

formas de producción de conocimiento situados en la periferia de los centros

tradicionales. Estos nuevos espacios reúnen a distintos actores sociales; afectados,

activistas, amateurs, makers, hacker y en definitiva ciudadanos que sienten la necesidad

de participar en la cogestión de diferentes dimensiones de la vida que les afectan directa

o indirectamente. Cualquier lugar es adecuado para encontrarse, si reúne las condiciones

necesarias para juntarlos alrededor de aquellos problemas que les afectan con el objetivo

de ponerlos en común, explorarlos y plantear una solución que sea a su vez validada por

los mismos. Estamos hablando de espacios situados al margen tales como; las plazas, los

muchísimos huertos urbanos que trufan nuestras ciudades, las asambleas de barrio, los

centros okupados, mercados venidos a menos, solares abandonados, y demás espacios

que gracias a la fuerza de voluntad de mucha gente se convierten en auténticos

laboratorios ciudadanos.

En muchos casos, la producción de conocimiento que llevan a cabo estos colectivos con

un fuerte componente de autogestión se hace desde su experiencia. Esto promueve un

tipo de investigación parcialmente distinta de aquella que se realiza dentro de las cuatro

paredes de un laboratorio y que, sin embargo, puede ser compatible con esta última. Los

procesos de producción de conocimiento a los que nos referimos hunden sus raíces en

una mayor extensión de aquellos actores que en su producción intervienen y a su vez,

ahonda en una mayor legitimidad social pues reúne el punto de vista tanto de los expertos

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como del resto de la ciudadanía. Los colectivos de afectados/concernidos que participan

de ello aspiran a un ensanchamiento de la vida pública por medio de un proceso de

modernización epistémica (D. Hess, 2007) que impulsa la inclusión de nuevos actores,

otros problemas, distintas evidencias y diferentes agendas que amplían los campos de

conocimiento. La denominamos Ciencia Ciudadana Común no sólo porque no responde

a un diseño u organización externa sino porque, además, la agenda de investigación es

coproducida por todos los participantes en común. Que es lo mismo que decir, que todos

ellos son los artífices del presente y futuro de la investigación.

Este punto toma especial relevancia si tenemos en cuenta como ante muchos de los

grandes desafíos a los que se enfrenta la tecno-ciencia, principalmente en materia

medioambiental y de salud, la comunidad científica se ve dividida; por lo que la extensión

de la comunidad de expertos no es entonces, un mero acto político o una causa de justicia

moral, sino una cuestión mucho más práctica, pues la asamblearización de nuevas

perspectivas y hechos puede traer consigo una mayor comprensión del problema y por

consiguiente redundar en un mayor enriquecimiento de la investigación científica.

Los casos de estudio que trata en este artículo pertenecen a este segundo grupo de

experiencias de ciencia ciudadana. Están formados por colectivos de

afectados/concernidos que sienten como algo que les es importante se ve amenazado. En

su travesía “de la protesta a la propuesta”, tratan de visibilizar su problema, producir

pruebas, hacer circular los hechos, producir argumentos y crear alianzas estratégicas en

un proceso de empoderamiento por el cual su identidad pública se construye mientras

construyen su problema (Lafuente, 2010). Nos referimos además a grupos que adoptan

como base de su desarrollo e institución, de una forma o de otra, los principios propios

del procomún. Es por ello que la forma de pensarlos y acercarnos a ellos es mediante el

conocido como “paradigma de los comunes” (Bollier, 2007; Laval y Dardot, 2014).

Ciencia Ciudadana Común

Para explorar nuestro objeto de estudio es importante antes de nada recordar a E. Ostrom

(1990) y su lección magistral que tras años de olvido hizo resurgir la temática de los

comunes o procomunes. Cuando tradicionalmente se habla de procomunes el concepto

hace énfasis no solo en los bienes (materiales o inmateriales) entendidos como bienes

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comunes, sino, el conjunto de reglas, normas y costumbres que permiten su gestión.

Frente a la antigua concepción de los bienes comunes naturales aquí se asume que el

procomún es construido como un objeto epistémico, un dominio experimental distanciado

de las formulaciones convencionales que lo piensan como un tipo de bien o un régimen

de propiedad (Estalella, Rocha y Lafuente, 2013). Esta nueva configuración permite la

emergencia de nuevos objetos que se piensan como un procomún entre los que se

encuentra el conocimiento científico y tecnológico.

La principal aportación que rescatamos del premio Novel y su gobierno de los comunes

es haber entendido que los commons tenían la singularidad de ser objeto de una regulación

colectiva autoorganizada. De esta forma transitamos desde una conceptualización de los

bienes comunes como cosas físicas anteriores a las prácticas en cuestión, o dominios

naturales a los que aplicar reglas por añadidura para entenderlos como relaciones sociales

entre individuos que explotan determinados recursos en común, de acuerdo con reglas de

uso, de reparto o coproducción. El énfasis puesto sobre el establecimiento colectivo de

reglas de acción práctica, que es en lo que consiste para Ostrom una institución, introduce

una concepción gubernamental de los comunes, entendidos como sistemas institucionales

de incitación a la cooperación (Laval y Dardot, op.cit).

Para Bollier (2007) el paradigma de los comunes tiene dos dimensiones: una es de

carácter defensiva y tiene relación con un movimiento de defensa de los comunes, es

decir, todos los recursos comunes existentes que deben permanecer a disposición de una

comunidad restringida o de la sociedad por entero. La otra de carácter ofensiva atiende a

la promoción de prácticas de puesta en común que pueden desarrollarse sobre la base de

los recursos comunes existentes promoviendo alrededor suyo la constitución de nuevas

prácticas sociales de puesta en común (commoning).

Respecto a los bienes comunes tradicionales, las reglas colectivas de uso van

encaminadas a instaurar un reparto equitativo y óptimo desde un punto de vista colectivo,

de tal manera que no se esquilme y se permita su renovación. En materia de conocimiento

la irrupción en nuestra sociedad de las nuevas tecnologías de la información y la

comunicación (TIC’s) han desbordado el esquema propuesto sobre los bienes comunes.

Esto ha provocado que el conocimiento se expanda, abonando de un modo que no tiene

precedente el terreno de la participación ciudadana. Así las ciencias ciudadanas, en gran

medida, regresan a las esencias de la ciencia amateur del siglo XIX pero insertas en el

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contexto contemporáneo de la cultura digital. La infraestructura informacional permite

aumentar el número de participantes en una actividad común creándose de esta forma

posibilidades cognoscitivas nuevas. Es por tanto que en lo que a la producción de

conocimiento se refiere los problemas serian inversos a los de los bienes comunes

tradicionales. Las reglas de uso deben velar para impedir lo que tras Boyle (2003) se ha

venido a denominar como new enclosures (nuevos cercamientos) que consisten en los

derechos de propiedad, patentes, derechos de acceso, etc.

Mientras que la ciencia económica entiende que los recursos naturales son recursos

escasos y rivales, los comunes del conocimiento son bienes no rivales cuya utilización

por parte de unos tiende a aumentar la del resto. Pero es importante no dejarse llevar por

la ilusión naturalista que entiende la dinámica de la producción del conocimiento como

si del efecto de una cornucopia se tratase. Como ya hemos expuesto anteriormente ni los

cercamientos ni los comunes del conocimiento son naturales. Resultan de una

construcción social, basada en dispositivos legales, marcos reglamentarios e

instituciones que promueven un tipo de acceso u otro al conocimiento. “No es la

naturaleza del conocimiento lo que hace que sea productivo, sino las reglas jurídicas y

las normas sociales que garantizan o no su extensión y su fecundidad” (Laval y Dardot,

op.cit).

Es precisamente en este punto y bajo la dimensión defensiva propia del paradigma de los

comunes donde C. Hess y E. Ostrom (2007) aseguran que, puesto que el conocimiento

es apropiable mediante el uso de las nuevas tecnologías, el conocimiento es asimilable a

un recurso común muy parecido a los comunes naturales. Es por ello que “necesita ser

gestionado, controlado y protegido para garantizar su sostenibilidad y su preservación”.

En este sentido es que se entienden los “comunes del conocimiento”, no por su naturaleza

no sustractiva, sino por dotarse de los dispositivos necesarios que permitan una vía

alternativa al cercamiento y el abuso perpetrado por los free riders.

Aunque las experiencias que nos disponemos a presentar se vean inscritas en un marco

encabezado por el paradigma de los bienes comunales y el paradigma de lo open, no hay

que confundir el open access con una gestión óptima del procomún. Y es que razones no

faltan para unirse a la causa del open access, que se ha convertido en emblema de la

lucha contra la externalización de la comunicación científica, la trasparecía de los

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resultados científicos y la defensa de la propia ley para la ciencia en España2. Sin

embargo, el acceso abierto, aunque aparentemente sea conveniente en pos de una

sociedad más democrática que se sustente sobre políticas y decisiones bien informadas,

no es suficiente. Como veremos más adelante ante los retos que se enfrentan nuestros

protagonistas, la vieja paradoja que describe como un aumento en el acceso a la

información no repercute necesariamente en una mejor transformación del

conocimiento, agua la fiesta de la democracia a quienes se conforman con agitar la

bandera del open access. Pues que se disponga de la información pertinente, no significa

que pueda ser usada por todo aquel que la encuentre, ya que “seguirá siendo un material

demasiado vinculado a las tecnologías y los valores con los que fue producida” (Lafuente

y Estalella, op.cit).

Metodología

El diseño metodológico de la investigación parte de un enfoque cualitativo propio de las

ciencias sociales, dentro de este, debido a que el objetivo es hacer explícitas ciertas

formas de construir sentido de las personas, que suelen ser tácitas o que se dan por

supuestas, emplearemos como estrategia principal de investigación la etnografía a

través de la triangulación de varias técnicas de investigación que combina la

observación participante, entrevistas informales y análisis de contenido. El uso de estas

técnicas para la producción de datos facilita la comprensión de aquellos factores que

condicionan la producción en el entorno cotidiano, es en este punto donde la etnografía

puede proporcionarnos esos matices que se hallan en la rutina, en la cotidianidad, en

el día a día del contexto de producción de conocimiento. Otra de las virtudes que tiene

un abordaje etnográfico es atender al estudio de la dimensión conductual y mental de

los agentes sociales con la que poder conocer el punto de vista del actor social en los

términos con que ellos mismos formulan sus vivencias y como las llevan a cabo.

Debido al carácter multiforme y al entramado complejo de elementos que se dan cita

en el lugar de estudio, se ha procedido a poner en práctica una observación participante

prolongada en el tiempo, teniéndola en cuenta como la técnica propicia para

desenmarañar estas redes complejas. Del mismo modo, se ha convenido proceder a

2 Artículo 37 sobre la difusión en acceso abierto de la Ley 14/2011, de 1 de junio, de la Ciencia,

la Tecnología y la Innovación (España).

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realizar entrevistas en profundidad como una herramienta complementaria a la

observación participante. Desde un enfoque mental, con la que poder conocer el punto

de vista del actor social, en los términos con que ellos mismos formulan sus vivencias

y llegar a la información que la propia observación de los hechos conductuales no nos

permite conocer. Las ventajas que presenta la entrevista en profundidad son entre otras,

el estilo especialmente abierto de esta técnica, permitiéndonos la obtención de una gran

riqueza informativa (intensiva, de carácter holístico o contextualizada), en las palabras

y enfoques de los entrevistados. Por otro lado, proporciona al investigador la

oportunidad de clarificación y seguimiento de preguntas, respuestas incluso por

derroteros no previstos, en un marco de interacción más directo, personalizado,

flexible y espontáneo que otro tipo de entrevistas estructuradas o la encuesta.

Como última técnica considerada destacamos el trabajo sobre documentos, mediante la

lo cual se ha llevado a cabo el análisis de materiales relacionados, por un lado

bibliografía que nos permitiera desarrollar un marco teórico desde el cual abordar y

construir teórica y metodológicamente el objeto de estudio; y por otro lado, el material

generado por los propio grupos estudiados a nivel individual y colectivo,

permitiéndonos conocer el contenido de sus producciones y establecer la trayectoria de

producción desarrollada por el colectivo y sus miembros.

La selección tanto de los colectivos en los que se ha practicado la observación

participante, como de los informantes entrevistados se ha realizado atendiendo a un

tipo de muestreo teórico, es decir, siendo determinados en función de los intereses

teóricos de la investigación, de los que se derivan los criterios de selección. Estos

criterios a priori se fundamentan en:

• Que los sujetos de estudio sean ciudadanos con una dedicación no profesional

respecto de la investigación en la que participan.

• Que los colectivos de estudio integren diferentes puntos de vista, es decir, que

estén formados por agentes sociales pertenecientes a diferentes culturas

epistémicas.

• Que los colectivos de estudio se configuren en espacios más allá de la academia

(para- académicos).

• Investigaciones en las que la experiencia de los sujetos de estudio tenga una

importancia y un sentido epistémico con relación al problema de investigación.

• Que la autoría y la explotación de los datos producidos sea propia a los agentes

sociales estudiados.

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Presentación de los casos de estudio

En el marco de la tesis doctoral se ha llevado a cabo un primer acercamiento exploratorio

a lo que está siendo un mapeado de experiencias de participación ciudadana en la

producción de conocimiento localizado en la ciudad de Madrid. Esta primera experiencia

de campo ha permitido poner en práctica tanto las distintas técnicas de investigación

detalladas con anterioridad, como definir una serie de problemáticas que conceptualizar.

Con el fin de contextualizar la experiencia de campo haré una breve panorámica sobre

los espacios dentro de los cuales se ha desarrollado el proyecto de participación

ciudadana “Greening Roofs” y “Autofabricantes” durante los meses de febrero a junio

de 2015 y de octubre a mayo de 2015/2016 respectivamente.

1º Caso: El colectivo Greening Roofs en el espacio Esta es una Plaza

En el caso de la propuesta del colectivo Greening Roofs el espacio y la asociación que

la acoge es Esta es una Plaza. La asociación surge como un proyecto de rehabilitación

del solar abandonado en la calle Doctor Fourquet, 24 a finales del año 2008. La iniciativa

nace a raíz del taller Intervenciones en espacios vacíos de la ciudad, organizado por el

colectivo Urbanación en colaboración con La Casa Encendida y coordinado por Esterni

de Milán. Una vez cristaliza el proyecto físicamente son los vecinos del centrico barrio

de Lavapiés quienes toman el relevo. Esta es una Plaza se inscribe como asociación

consiguiendo la cesión del espacio público en 2010 para 5 años. El pasado año la

asociación presentó al ayuntamiento de Madrid un dossier con la memoria de actividades

desarrolladas durante los 5 años de cesión con el fin de renovarla.

Esta es una Plaza ha desarrollado durante sus primeros 5 años de actividad una estructura

horizontal. Su organización de carácter asambleario (asamblea general 3º lunes de cada

mes) está abierta a la participación en la toma de decisiones tanto a los miembros de la

asociación como al resto de ciudadanos interesados en participar en ella. Respecto a la

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organización alrededor de los proyectos, los participantes forman comisiones de trabajo

independientes donde tratan los temas relacionados con cada proyecto en cuestión.

En Esta es una Plaza que incluye, tanto el espacio como la asociación que lo sostiene, se

evita el intercambio monetario. La financiación de los proyectos se basa en una economía

de intercambio y del regalo. La idea principal es, “cuidar al de al lado y sacar entre

todos/as los proyectos adelante con lo que cada cual pueda contribuir en la medida de

sus posibilidades”, es decir un sistema de transacciones en el que el intercambio de

bienes y servicios se produce sin un acuerdo explícito de quid pro quo. Eventualmente y

de forma puntual se aceptan donaciones ciudadanas a cambio de la realización de alguna

actividad tal como, una comida popular, un concierto, fiesta estival, etc… para la

financiación de algún proyecto de los que se desarrollan en el espacio.

Esta es una Plaza es un espacio donde a través de la experiencia de participación directa

en la auto-organización, auto-gestión y el mantenimiento sostenible del espacio los

ciudadanos/as participantes adquiere un aprendizaje y educación en valores cívicos y

ecológicos. El hecho de reunir en un mismo espacio abierto al público distintos proyectos

y actividades que se entrelazan y complementan; ya sea en actividades puntuales, en la

organización de eventos para captar financiación conjunta o el mismo uso de las

herramientas y materiales comunes, produce que agentes sociales de distinta índole

coincidan. Esto contribuye a dar forma a un espacio intergeneracional e intercultural que

permiten la transmisión didáctica y reciproca de saberes formando una gran red de

participación. Este artículo se centrará en describir una de las actividades que se aceptó

y desarrolló el año 2015 en la cual se participó de forma activa aplicando la metodología

descríta, la actividad en cuestión es La Cubierta Vegetal.

El colectivo estudiado, Greening Roofs, nace como un proyecto de un grupo de alumnos

de la facultad de Biología en la Universidad Complutense de Madrid. En su inicio el

grupo estaba compuesto por cuatro biólogos/as a los que posteriormente se les sumó una

arquitecta. Más tarde durante el proceso de construcción de la instalación en el espacio

Esta es una Plaza se unieron al proyecto dos ingenieros agrónomos, un escenógrafo y

demás ciudadanos/as que se han pasado por la Plaza y han querido colaborar con el

proyecto de forma puntual.

La problemática que plantea el colectivo y que pretenden resolver con la construcción

de una Cubierta vegetal en el espacio Esta es una Plaza es combatir el efecto Isla de Calor

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y promover la restauración del suelo natural en la ciudad de Madrid. El Efecto isla de

calor consiste en la acumulación y concentración del calor en las ciudades debido a su

construcción con materiales absorbentes que impiden que el calor se disipe. La

construcción de Cubiertas vegetales permite la amortiguación del efecto Isla de calor.

Por otro lado, permiten la restauración del suelo natural destruido por la urbanización de

las ciudades.

2º Caso: El colectivo Autofabricantes en el espacio MediaLab-Prado

Medialab-Prado pertenece al Área de Gobierno de Cultura y Deportes (antes Área de Las

Artes, Deportes y Turismo) del Ayuntamiento de Madrid, su origen se remonta al año

2000 cuando se encontraba en el Centro Cultural Conde Duque. En el año 2002 toma el

nombre de MediaLabMadrid, y en septiembre de 2007 se traslada a la Plaza de las Letras,

en los bajos de la Antigua Serrería Belga. Es entonces cuando pasa a denominarse

Medialab-Prado, en alusión a su nueva ubicación junto al Paseo del Prado. Tras la

rehabilitación del edificio, en abril de 2013 se convierte en su sede definitiva.

A la hora de plantearse posibles modelos de interacción social y participación,

MediaLab-Prado, un espacio físico dedicado a la cultura digital, se inspira en las nuevas

formas de relación, participación y creación colectiva que se dan en la red. Así toma

como referencia fenómeno como las comunidades virtuales de software libre,

experiencias de colaboración masiva como la Wikipedia o la categorización colectiva de

contenidos en la web. Todos caracterizados entre otras cosas por el trabajo colaborativo,

las redes de intercambio, las estructuras horizontales y la distribución de la autoridad.

De la misma forma que el caso de Esta es una Plaza el acceso a MediaLab-Prado es

abierto invitando a visitar y participar en el a cualquier usuario, sea éste un experto, un

aficionado o un nuevo visitante interesado que toma contacto por primera vez. Todos

ellos pueden intervenir en la marcha de las actividades, decidiendo su grado de

compromiso y participación. Nuevamente nos encontramos con que, de la misma manera

que en el caso descrito anteriormente, el espacio físico de MediaLab-Prado funciona

como un lugar de encuentro y de intercambio de información y conocimientos entre

personas con diferentes grados de especialización y trayectorias.

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Medialab-Prado trabaja con formatos de gestión “abierta”, combinando las orientaciones

de expertos profesionales con las convocatorias abiertas para la presentación de

propuestas que se desarrollan colaborativamente. La dirección está distribuida, de forma

que se ha creado una red de “comisarios” cada uno de los cuales dirige una línea de

trabajo que se materializa en talleres. En estos talleres artistas, científicos,

programadores, estudiantes e investigadores de diversas disciplinas intervienen en un

proceso de creación y aprendizaje colectivo transparente y abierto a las aportaciones del

público a lo largo del proceso de producción cultural. Una figura fundamental para

entender esta dinámica y que tiene un gran valor para nuestro estudio es la figura del

"mediador cultural", que trabaja como receptor y dinamizador dentro del propio espacio

de trabajo: investiga, orienta y promueve el contacto entre todos los agentes que visitan

e intervienen en las actividades. Otro punto importante a la hora de caracterizar el trabajo

en MediaLab-Prado es el fomento del uso de herramientas de hardware y software libre

y de código abierto, insertas en la filosofía del libre acceso al conocimiento y del trabajo

colaborativo. Así siempre que es posible, bien a nivel técnico o por permiso explícito de

los autores, se publica todos sus contenidos online (textos, imágenes y vídeos) bajo una

licencia Creative Commons By-SA. Además, MediaLab-Prado soporta una comunidad

virtual formada por el entramado de wikis, foros de discusión y blogs para canalizar la

comunicación y el desarrollo de las actividades entre los propios participantes. Todas

estas plataformas digitales están permanentemente abiertas al público general que desee

realizar un seguimiento del desarrollo de las actividades. Una de estas actividades

vinculadas a un proyecto de investigación/mediación es el que se presenta a

continuación.

Autofabricantes es un proyecto que se inscribe en el marco de la convocatoria de

proyectos de investigación del curso 2015/2016 dentro del equipo de mediación. El

proyecto parte de un trabajo ya iniciado por el colectivo Exando una Mano, un proyecto

de autofabricación colectiva de prótesis en código abierto establecido en Sevilla. Este

primer proyecto matriz ha pretendido desde sus comienzos establecer una alternativa ética

y política al sistema protésico de patentes y sobrecostes de una industria cerrada. Hasta

ahora se ha desarrollado en él una prótesis de extremidad superior motora y se sigue

trabajando para el acompañamiento de las familias afectadas que participan en el

proyecto.

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Así una vez aterriza el proyecto en MediaLab Prado, se forma un grupo de 40 personas

aproximadamente de las cuales la mitad participan de forma presencial en el proyecto. El

elenco de participantes está formado por sujetos pertenecientes a distintas culturas

epistémicas; arquitectos, ingenieros, informáticos, abogados, terapeutas ocupacionales,

comunicadores, estudiantes y familias afectadas. El colectivo se ha marcado como

objetivo proseguir trabajando en una alternativa al panorama reinante en el sector

protésico español. Marcado, por un lado, por una oferta privada a la que no puede acceder

la mayor parte de la población, y por el otro a una administración que produce

desigualdades territoriales, se caracteriza por una evaluación de los casos muy estricta y

en el mejor de los casos oferta unas prótesis desfasadas cuyos desperfectos no son

cubiertos. Para ello propone un proceso de búsqueda de nuevos avances teóricos y

técnicos en la autofabricación colectiva de prótesis apoyándose en la impresión 3D,

además de tejer y generar las redes entre comunidades de apoyo/fabricación y las familias.

Análisis de los casos de estudio

A la luz de los datos producidos durante el trabajo de campo alrededor de los dos casos

presentados se ha podido observar, con todas sus diferencias y similitudes, como a

medida que los agentes sociales participaban en la construcción de la cubierta vegetal y

la fabricación de la prótesis de código abierto los grupos iban tomando forma. Para poder

participar en el grupo no hay ningún requisito, ni currículum, ni prueba de acceso. Ambos

proyectos han sido impulsados por dos colectivos que viendo como existe una amenaza

o una falta de responsabilidad por parte de las administraciones sobre el medio ambiente

y la salud, han sido capaces de congregar a un grupo más amplio de ciudadanos/as

concernidos y afectados. La clave que les ha permitido sumar voluntades es la de no

excluir ninguna forma de colaboración que aporte una contribución significativa al

proyecto. Este punto es importante porque, lo que marca en estos colectivos el límite a

la participación no es una restricción en el aforo, ni como hemos dicho antes un embudo

que filtre acorde con el grado expertise certificada, sino la autopercepción de las

capacidades que posee cada individuo, ya sea de la naturaleza que sea, sobre aquello que

le parece puede o no aportar al proyecto de investigación.

El éxito reside entonces en ser capaces de asamblear alrededor del proyecto una

pluralidad de visiones suficientes que permitan trabajar en una alternativa que les

satisfaga. Pero para construir una alternativa es tan importante el papel de los expertos

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que son siempre bienvenidos, recordemos no tanto por su estatus de experto como por la

capacidad que tiene de contribuir positivamente al proyecto, como de aquellos afectados

que pueden contribuir al proyecto con su experiencia. En el caso específico de

Autofabricantes esto es negro sobre blanco. Durante las reuniones de trabajo el dialogo

entre expertos y familias de afectados es clave ya que los distintos perfiles técnicos;

ingenieros, terapeutas, diseñadores, informáticos, arquitectos aportan su conocimiento

sobre el campo de estudio, instruyendo al resto y estableciendo las bases técnicas

mínimas que permitan avanzar en la investigación sin redundar innecesariamente sobre

conocimiento ya establecido. Por otro lado, las familias afectadas colaboran con su

experiencia, situando la investigación y aportando todo ese conocimiento que

tradicionalmente la ciencia descarta por no poder contrastar al ser subjetivo. Unos y otros

unidos, están construyendo un espacio en el que a través del contraste de experiencias y

conocimientos exploran nuevas preguntas y asuntos por aclarar con el fin de dar con una

alternativa al problema que les ocupa.

Al observar ambos casos se ha podido comprobar como la experiencia de los agentes

sociales que participan en el proyecto, desborda los objetivos del propio proyecto

planificado. Durante la participación en el proyecto también se experimentan formas de

colaborar, gestionar, producir, evaluar y solucionar problemas. De tal forma que se

promueve una dinámica de aprendizaje reciproco, en donde los distintos actores sociales

representan el rol de maestro y aprendiz sucesivamente intercambiando ambos papeles

en según qué actividad. A través de este intercambio de roles los agentes sociales

movilizan sus conocimientos y los métodos propios de la cultura epistémica a la que

pertenecen. Esta integración entre distintas culturas epistémicas, de formas de abordar

los problemas y enfrentarse al objeto de estudio configura una propuesta original,

situada.

Durante todo el proceso este siempre ha estado abierto a la incorporación de nuevas

perspectivas y experiencias, inclusive a que el mismo proyecto se haya bifurcado tomando

distintos caminos, pero en la misma dirección. Esta investigación en común es

experimental porque que los sujetos que forman parte de ella comparten y contrastan sus

experiencias de forma abierta y pública. En los dos casos el material producido se

encuentra abierto al público, tanto el prototipo, como los materiales que han permitido su

producción y que se han generado de forma complementaría. En el caso de

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Autofabricantes es tal el compromiso por la trasparecía de la investigación, que las

reuniones son grabadas y alojadas en su plataforma virtual a ojos de todos.

En ambos casos los colectivos se han reunido de forma presencial con una periodicidad

de dos a tres veces por semana para la celebración de sus reuniones de trabajo. En estas

reuniones han participado tanto los miembros del colectivo, como aquellos agentes

sociales que han colaborado puntualmente con el proyecto o han tenido interés en él. Las

decisiones tomadas en estas reuniones eran por consenso de todos los agentes sociales

implicados, este hecho ha dotado de legitimidad todas las acciones que se han llevado a

cabo en la construcción del prototipo. A estas reuniones presenciales hay que añadirle

aquellas que se han realizado de forma telemática a través de la aplicación Whats App o

Telegram y las listas de correo electrónico. Hay que destacar que en este último caso el

conjunto de agentes sociales que forman parte de los distintos grupos de Whats App y

Telegram es reducido por ser funcional. Ya que se restringen únicamente a los

integrantes del colectivo que participan de forma activa en el proyecto. Las decisiones

tomadas a través de este canal han sido igualmente por consenso de todos los

participantes en el grupo. El resto de participantes y/o interesados en el proyecto se

informan del día a día a través de la plataforma digital y las listas de correo electrónico

donde se informa de manera general de como transcurren las investigaciones.

Sobre el estudio de los colectivos que nos compete y en referencia a lo citando

anteriormente sobre la teoría del gobierno de los comunes de Ostrom (op.cit) se ha podido

observar como no hay una única manera, que se pueda transponer a todos los casos. La

teoría de Ostrom, que permite una gran diversidad y concede mucha importancia a la

dinámica de las instituciones, demuestra como cierto número de cuestiones deben

resolverse para que un sistema de explotación perdure. Vemos entonces como los

colectivos estudiados, aunque abiertos a la participación, establecen límites claramente

definidos que permiten identificar al colectivo por el concernido; ellos se dotan de una

serie de reglas y normas no necesariamente explicitas que se van adaptando

adecuadamente a las necesidades y condiciones del entorno en la búsqueda y persecución

de los objetivos establecidos; los individuos a quienes afectan las reglas en cuestión

participan regularmente en las instancias encargadas tanto de crearlas como modificarlas;

al visibilizar su causa en su camino desde la reivindicación hasta la producción de una

alternativa consiguen el reconocimiento y la legitimidad de las autoridades externas de su

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derecho a fijar y modificar estas mismas normas; además todos los miembros del

colectivo tienen voz y voto dentro del sistema de resolución de conflictos. Esta lista de

principios constitutivos de los comunes estudiados por Ostrom y que podemos observar

en los colectivos estudiados pone de relieve el “estrecho vínculo entre la norma y la

reciprocidad, la gestión democrática y la participación activa en la producción de cierto

número de recursos” (Laval y Dardot, op.cit.).

Los casos de estudio resultan ilustrativos de como en realidad, aunque existan resistencias

y desencuentros, cuando los individuos pueden reunirse, hablar, decidir conjuntamente,

las estrategias cooperativas se hacen posibles contemplándose un acuerdo no impuesto

desde instancias exteriores. La capacidad de elaborar colectivamente las reglas de uso

depende del encuentro comunicativo del colectivo y del reconocimiento por parte de

todos de un sistema de normas propias. De tal forma que los sujetos estudiados son

capaces de autoorganizarse y autogestionarse fabricando, Ostrom lo llama Crafting en

alusión al trabajo del artista o del artesano, su propio sistema de reglas y normas. Este

trabajo de verdadera orfebrería social se expresa en una forma de gobierno único (situado)

pero que al mismo tiempo es capaz por medio de la interacción entre sus creadores de

adaptarse a las especificidades de cada situación. La fabricación del colectivo supone un

trabajo constante de reflexión, de negociación y de experimentación.

Los colectivos estudiados trabajan en sus proyectos bajo una lógica del prototipado. Esta

lógica de actuación se extiende más allá de sus productos tecnológicos y de lo que

convencionalmente entendemos como tecnologías de prueba o en fase beta. Su lógica se

extiende a la creación de un contexto de investigación abierto al cambio y a las nuevas

aportaciones, así los colectivos se muestran abiertos a prototipar no solo sobre la cubierta

vegetal o sobre la prótesis, sino sobre sus propias interacciones, su puesta en común de

los problemas y la forma que tienen de afrontarlos. Es entonces cuando en cada gesto de

estas características resuena la distinción que plantea Latour (1998) en la que contrapone

el mundo de la ciencia; recta, consolidada, distante, jerarquizada frente al mundo de la

investigación; flexible, en desarrollo, como un proceso abierto a la participación, a la

problematización y a las controversias.

A lo largo de la observación de ambas experiencias se ha podido contrastar como los

participantes iban compartiendo con el grupo distintos materiales, herramientas,

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informaciones, exposiciones con el fin de aportar y contribuir al buen funcionamiento del

grupo y la consecución de sus objetivos. Este intercambio de materiales y de aportaciones

se ha convertido en el eje vertebrador de su economía. Recordamos la financiación de

ambos colectivos es mínima; en el caso de Greening Roofs cuentan con un almacén de

herramientas provisto por las aportaciones de la gente de la asociación Esta es una Plaza

y las aportaciones económicas que nacen de los participantes; en el de Autofabricantes

aun contando con las infraestructuras de MediaLab-Prado (salas de reuniones, impresoras

3D, fresadoras, herramientas, etc…) y un deposito mínimo de 500€ para materiales y

800€ para montar talleres no es suficiente para dar viabilidad a su proyecto, pues requiere

de muchas pruebas de ensayo y error en lo que a utilización de materiales se refiere. Por

lo tanto, si contamos con que el uso de las herramientas e instalaciones en ambos casos

se comparte con una multitud de colectivos y actividades, el resultado es que sin las

aportaciones de los participantes el trabajo sería prácticamente imposible desanimando

por el camino a muchos colaboradores. Pero es entonces cuando podemos percatarnos de

que a través de este sistema de transacciones de intercambio de bienes e informaciones lo

que circula no es solo un bien en sí, sea de la naturaleza que sea, o un valor sino el

colectivo mismo. Como ya apuntaba Mauss en su Ensayo sobre el Don (2009) estas

interacciones dentro del grupo se conjugan bajo una forma desinteresada que a su vez es

una figura obligatoria que vincula a todos los participantes en la construcción del

colectivo. Esta dinámica encerrada en el Don y contra Don fuerza a sus participantes a

dejar su huella en el devenir del proyecto a través de sus aportaciones.

Por último, cabe destacar la condición de recursividad que guardan las experiencias de

participación que tratamos. Decimos que son recursivas porque en ellas hemos podido

observar como en cada acción, cada toma de decisión, cada código o partes de la

producción se reflejan los mimos valores que sostienen al colectivo. Dicho de otra

forma, tanto el producto, la plataforma que utilizan y la comunidad que sostienen son

procomunes portadores de los valores que hacen el proyecto tal y como es, cooperativo,

participativo, abierto, informal e inclusivo.

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CONCLUSIONES

A modo de conclusión podemos subrayar como tras estudiar ambos colectivos se muestra

fundamental entender que; más importante aún que registrar que y cuantos objetos se han

propuesto producir, es reflejar las prácticas de construcción del colectivo en sí y las

estrategias que desarrollan para reunir a los participantes alrededor de un mismo problema

y enfrentar las adversidades juntos. Lo avisamos, el conocimiento y los aprendizajes a los

que nos referimos nada tienen que ver con el que se codifica en las bibliotecas, es un tipo

de conocimiento relacional, informal que hunde sus raíces en la práctica situada. Por lo

que se antoja difícil de capturar y universalizar. Es en este punto donde toma especial

relevancia el mantenimiento de las redes y los nodos de producción de conocimiento.

Para ello es preciso facilitar el encuentro y la realización de tales experiencias que

congreguen a agentes heterogéneos permitiendo complementar los fragmentos cognitivos

que cada actor posee.

Tanto la cubierta vegetal como la prótesis de código abierto se presentan como un

dispositivo de resistencia contra-hegemónico ya que el colectivo con su construcción no

solo cuestiona el modelo de producción en términos de su contenido, sino también en

términos de los procesos involucrados en su producción. Las decisiones que se han

tomado a lo largo de estos meses respecto al diseño y a la construcción del prototipo

experimental se han dado de forma abierta, horizontal y democrática. Otros de los

aspectos destacables que nos permite entender ambos prototipos como un dispositivo

contra-hegemónico en su contenido y proceso de producción es que tanto su gestión como

su producción han sido autónoma. La construcción integra de la cubierta se ha llevado a

cabo bajo la fórmula de trabajo autónomo y autogestionado haciendo uso de materiales

reutilizados, salvo algunas excepciones en las que no se encontraba algún material

determinado en el espacio. Por su lado el colectivo de autofabricantes se esfuerza cada

día por mantener en la fabricación de la prótesis la máxima de trabajar con materiales

accesibles y en código abierto para ofrecer a los usuarios la posibilidad de replicar de

forma autónoma el prototipo. Sobre este aspecto cabe destacar la tensión que existe dentro

del propio grupo al respecto pues, aunque todos coinciden en mantener esta máxima,

muchos apelan a la necesidad de recurrir a un nodo de fabricación como es

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Autofabricantes para una fabricación optima del prototipo por parte de los usuarios.

Además, el acceso a los prototipos es abierto y transparente ya que tanto el acceso a la

instalación como los datos y cronología de la construcción se publica en Internet

contrastando con la falta de transparencia subyacente al conocimiento producido en los

centros tradicionales.

Entendemos que ambas experiencias suponen una forma independiente de producir

conocimiento riguroso y contratado por expertos. Ya que su actividad se sitúa al margen

de los objetivos y las motivaciones de la producción científica hegemónica basada

actualmente en la producción de patentes, la proyección de carreras científicas

individuales y el uso de modelos de evaluación como la revisión por pares.

Los colectivos han sido capaces de reunir a un grupo heterogéneo de individuos que poco

a poco a lo largo de su travesía y de la formulación de su problema tomaron consciencia

de su situación realizando un ejercicio de empoderamiento que les sitúa en el papel de

afectados/concernidos. En el caso de la cubierta vegetal es claro. Aunque al inicio de la

experiencia muchos participantes ignoraban su situación de afectados por el efecto de la

isla de calor y el deterioro de los espacios verdes en la urbe, a lo largo del proceso de

construcción de la cubierta todos ellos fueron tomando consciencia de su condición. En

el caso de Autofabricantes es similar; la gran mayoría de los participantes, ya fueran

familias afectadas o colaboradores que demuestran cierto interés sobre la problemática,

durante el proceso de fabricación de la prótesis y el consiguiente conocimiento de las

informaciones alrededor de la industria protésica y el sector sanitario, les ha provocado

un cambio en su sensibilidad hacia el tema y por consiguiente la toma de una postura

respecto a la problemática.

Los colectivos que aquí hemos presentado plantean con el prototipo que han producido

una problemática y una nueva forma de dar respuesta a ese problema frente a la

administración y las instituciones. Habitando este problema los agentes sociales plantean

nuevos conflictos que dan pie a nuevos espacios de conocimiento. Es entonces que el

ciudadano como sujeto de derechos se convierte en productor de derechos. La propia

existencia de ambas producciones echa en cara a las instituciones no haber formulado

las preguntas de otra forma. Podríamos decir pues que no encontramos ante dos

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experiencias que han sido capaces de crear un entorno experimental donde se producen

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