UNA ESPOSA INCONVENIENTE

Serie Novias del oeste 4

AMAYA EVANS

2016

Título Original: UNA ESPOSAINCONVENIENTE

Copyright © 2016 por Amaya Evans.

Diseño de portada: ©Amaya Evans.

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público.

A mis lectores…

Quiero agradecerles desde el fondo demi corazón, por leer mis historias yespero poder seguir escribiendo muchasmás novelas de romance para ustedes.La historia que van a leer, es sobreAdalind, la protegida de Ellie y Phillip,a la cual acogen en su hogar como unahija más de ellos. Este libro hace parte

de la serie, pero que no tiene nada quever con viaje en el tiempo, aunque si sedesarrolla en el Oeste Americano. Laidea desde un principio fue hacer solotres libros en la serie, pero cuandoDerek se quedó solo en la historia deMathías y Lissi, la idea de emparejarlocon Adalind, ya me hacía ojitos. Lestomé cariño a estos dos personajes ypensé que merecían su propia historia.Espero que la disfruten.

RESEÑA

Adalind Hamond, es una chica tímida,encerrada en sí misma, que llegó a casade Ellie y Phillip, por un milagro. Laencontraron casi muriendo debajo de unárbol en sus tierras. Cuando él vio a lamuchacha, la llevó enseguida a casa yjunto con su esposa Ellie, trató deayudarla, curar sus heridas y poco a

poco la chica se recuperó, pero casi nohablaba porque según el médico, estabamuy traumatizada a causa de la muertede sus padres en manos de comancheros.Ella logró escapar y fue por eso que sesalvó de terminar como la mayoría delos niños, violada o vendida en unburdel en el mejor de los casos. Eltiempo pasa y ella crece paraconvertirse en una hermosa mujer.Mientras vive con Ellie y Phillip conocea su amor platónico, Derek Sutton, alcual ve como un príncipe azul. Ensilencio se enamora de él y sueña con

ser su esposa algún día. El problema esque Derek es un mujeriego consumado ycuando se entera de eso, le dice que solola ve como una niña, rompiendo así sucorazón.

Adalind tiene afinidad con los niños porlo que Philip le paga sus estudios paraser maestra y enseñar en el pueblo.Después de un tiempo, regresa paracumplir con lo pactado y se encuentracon Derek, que hace renacer esossentimientos que ella había enterradoprofundamente.

Derek Sutton, es el dueño del único

banco del pueblo. Un hombre educadode buena familia y un soltero muyasediado en el pueblo. Pero él soloquiere divertirse sin tener ningunarelación seria. Un día todo eso cambia ydebido a un mal entendido se veobligado a casarse con Adalind y es allícuando su vida da un giro enorme.Porque esa chiquilla tímida y sin rocesocial, como toda su familia dice cuandoanuncia su matrimonio, le enseñará loque es el amor verdadero y lo que debehacer un hombre sino quiere perderlo.

PRÓLOGO

Virginia City, Montana

1885

Madeleine, se acercó a una chicasentada sobre una roca a orillas delarroyo.

—¡Que haces cariño?

La chica se asustó, no esperaba a nadieallí—. Solo miraba el agua.

—Te gusta la naturaleza ¿eh?

—Siempre he disfrutado de verla yescucharla—respondió tímidamente—.¿Usted es la señora que viene de otrotiempo?

Madeleine sonrió—Esa soy yo. Aunquevengo de muchas partes. He vivido enmuchos lugares y en tiempos distintos.Mi jefe me envía a cualquier sitio dondehaya que ayudar a dos personas aencontrar el amor.

Adalind asintió pensativa—Entiendo…—casi con vergüenza se atrevió adecirle—: Usted podría ayudarme a queel tiempo volviera atrás para estar con

mis padres?

A Madeleine le dolió el corazón poraquella chica tan joven que ya habíapasado por tanto—. No puedo mi niñahermosa. Desafortunadamente no puedohacer nada para cambiar lo que ya hasucedido por mandato divino.

Adalind bajó la cabeza—Está bien, soloquería intentarlo.

Madeleine se acercó a ella—.A veceshasta las cosas que nos parecen másinjustas y crueles, resultan sernecesarias para nuestro destino—.Tocó

un mechón de su cabello—.Tú tienes undestino como todos y yo lo he visto,aunque no te lo puedo decir.

—¿Puede al menos decirme si es bueno?

—Por supuesto que lo es. Te merecescosas buenas, Adalind. Mi tiempo aquíya se acaba, porque mi jefe—señaló conel dedo hacia arriba—.Ya me ha dichoque tengo que viajar a otra parte y poreso, quiero darte un regalo—. Tomó sumano y la entrelazó con la suya. Adalindsintió un pequeño cosquilleo y al mirarsu mano vio una luz color blanco que sefue apagando hasta desaparecer.

—¿Que es eso?

—Es lo mejor que tengo para ayudarte.

—¿Pero no sería mejor que me llevara aotro tiempo como a Ellie, Lissi o Chloe?Seguro que allá puedo tener una nuevavida y encontrar a alguien que mequiera.

—¿Para que quieres irte a otra parte aencontrar lo que ya tienes aquí?—sonrió—. Tú no me necesitas como ellas. Ya tútienes aquí, mucho gente que te quiere yllegarán más personas que te adoranporque eres una chica especial. Y en

cuanto al amor de tu vida, él ya existe yestá más cerca de lo que crees. Tal veztu corazón ya te lo ha dicho, pero no lehas puesto atención.

—¿Usted cree?

—Estoy segura. Solo espera unos años yverás—. Madeleine se levantó de dondeestaba sentada—Bien, ya es hora departir.

—¿No se va a quedar a almorzar?

—Oh no cariño. Este es el día de Chloey Charles. Además ellos no me aprecianmucho que digamos—.rodó los ojos.

—¿Por qué? Usted les hizo un favorcuando las trajo aquí.

Madeleine alzó los brazos al cielo—Esomismo digo yo, pero bueno, tal vez laforma en que lo hice, no fue la mejor.Tengo que perfeccionar algunas cosas.Se dio la vuelta para entrar al bosque.

—¿No volverá?

—No lo creo, cariño. Mi tiempo aquí,ya acabó. Estoy algo cansada, así queme iré de vacaciones y luego a mi nuevotrabajo. Le dejaré esta misión a alguienmás joven.

—Espero que le vaya bien, señoraMadeleine.

—Gracias, mi niña. Lo mismo te deseo ati. Aunque sé que así será—su cuerpo sefue desvaneciendo hasta que no hubonadie allí.

Adalind miró su mano, donde antesbrilló una luz de color blanco y se diocuenta de que ya no tenía esa grantristeza en su corazón. Ahora se sentíamejor. Incluso más liviana, sonrió y dijo—: Gracias Madeleine—aunque ya nohabía nadie allí.

CAPÍTULO 1

Adalind estaba sentada en el tren que lallevaría por fin a casa. Miró por laventana el paisaje hermoso de Montana.Las altas montañas, de color verdeesmeralda, las grandes praderas y lagos,

tan diferentes de la bulliciosa capitalcon su olor peculiar, el ruido de loscarruajes y la suciedad de sus calles.Jamás se acostumbraría a eso. No veíala hora de llegar a Virginia City, paraver a su familia. <<Dios, me hacen tantafalta>>, pensaba mientras seguía viendocomo pasaban los diferentes sitios y seacercaban a su destino. En el tiempo quehabía pasado Virginia City habíacrecido mucho gracias al ferrocarril y ala minería, ahora era un puebloimportante que atraía a mucha gentetanto para negociar, como para vivir.

Ellie le contó en cartas, que tenían unnuevo hotel, más grande y cómodo queel anterior, aunque funcionaban los dos.Habían ampliado muchos sitios decomercio, como el almacén de víveres,que ahora era el doble de lo que solíaser y sus dueños se encargaban deabastecerlo con lo mejor para que a susclientes, no les faltara nada. Ladiligencia, ya no pasaba tanto comoantes, pero todavía hacía algunosrecorridos entre pueblos. La escuela eralo único que no prosperaba tan rápido,debido a que la gente de allí todavía

tenía mentalidad de granjeros. Loshombres de la casa, pensaban que eso noera necesario para salir adelante, ya queno se necesitaban conocimientos, sinosalud y trabajo, para sacar adelante lastierras de cultivo. Era una forma depensar atrasada y ella lo sabía muy bien.Por eso deseaba ser maestra y ayudar alos niños de allí, quería que la mayorcantidad de niños estudiaran y vieranque hay una vida más allá de las granjas.Que podían convertirse en doctores,abogados, arquitectos, economistas y lasniñas en maestras y hasta en doctoras y

enfermeras.

Unas horas más tarde llegaban a laestación y cuando bajó del tren, loprimero que vio, fue el rostro de Ellie,que estaba abrazada a Phillip. Sonrío alver su panza tan grande, tenía unos ochomeses y se veía radiante. Corrió aabrazarlos—Oh por Dios, tenía tantasganas de verlos, de abrazarlos…

—Y nosotros también, mi preciosa niña—dijo Ellie, apretándola fuerte contrasu ella—. De repente la miró—. ¿Son

ideas mías o estás más alta?

Adalind rió abiertamente—.No creo queeso sea posible, pero si ese es el caso,tendré que ponerme un ladrillo en lacabeza. Creo que nadie se fijara en míalgún día con esta estatura.

—Estás preciosa—dijo Phillip—.Todoslos hombres del pueblo querrán salircontigo y eso me dará una excusa paravolver a limpiar mi rifle.

—No seas exagerado. Ellie le dio unpuñetazo en el brazo y de repente setocó el abdomen—.Dios este muchacho

cada vez tiene más ganas de salir.

—Ellie, no debiste venir. De todasformas yo iba para la casa y nospodíamos ver allí. Estás muy avanzadaen tu embarazo y puede ser peligroso.

—No, querida. Ni te afanes por eso,pocas veces vengo al pueblo porque miquerido esposo no me deja, y quisevenir por última vez, antes de que nazcael bebé, ya que en menos de un mes,llegará.

— ¿Vamos subiendo a la carreta lesparece?—.Phillip tomó sus bolsa de

viaje y se adelantó, mientras ellasabrazadas caminaban hacia la carreta.

Después de una hora de camino, elladivisó la casa y sintió tal alegría quequiso gritar de emoción. Hacía un añoentero que no veía su hogar, porque apesar de que sus estudios fueron por tresaños, ella vino su primer año a casa,pero los otros dos, estuvo trabajandocomo dama de compañía de una señorade edad, al tiempo que terminaba sus

estudios. Eso la había hecho sentir útil,además de independiente. Pero ahorapor fin estaba en su sitio, viendo lasmontañas hermosas que tanto conocía ysolo pensar que todas las mañanas podíaescuchar el canto de las aves, despuésde solo escuchar el bullicio de laciudad, casi la hizo llorar de alivio.

—¿Te alegras de volver?—le preguntóEllie que la conocía bien.

—Estoy feliz. Es tan bueno verlos atodos y estar en casa de nuevo—dijomientras saltaba de manera pocofemenina de la carreta y entraba casi

corriendo a la casa. Allí se encontró conla pequeña Olivia, que ya no era tanpequeña, había crecido muchísimo y enlugar de aparentar sus siete años,parecía de unos nueve. Era preciosa, sepodía ver lo mucho que se parecería asu madre cuando fuera más grande y sucabello era también el de ella. Perosegún le había escrito Ellie en suscartas, el carácter era cosa aparte y separecía más al de su padre. La niñasonrió al verla y se abalanzó sobre ella—¡Adi, viniste!—gritó a todo pulmón yla abrazó.

—Mi niña hermosa, me hiciste tantafalta…

—Tú también. Ya no tenía a quiencontarle lo que hacía en la escuela, nitampoco tenía a mi lectora de cuentosfavorita.

—Bueno, ya estoy aquí. Podemos ir alarroyo, hablar de la escuela y te contarétodas las historias que quieras—.Le dioun beso sonoro en la mejilla y la niña serió a carcajadas. Olivia le señaló lacasa—. ¿Te gusta como decoramos todopor tu venida?

Adalind miró la decoración con flores ylazos de cinta en colores vivos. En lamesa del comedor había una enormetorta de naranja, su preferida. Y si noestaba equivocada, olía a pastel depollo y hongos, que le quedabadelicioso a Ellie.

—Muchas gracias—les dijo a Phillip yEllie—. No tenían que ponerse en esas.

—Claro que teníamos que hacerlo.Nuestra pequeña llega a casa después dedos años de no estar aquí—.

Olivia la tomó de la mano —. Y no has

visto tu dormitorio, es hermoso. La tíaCloe y la tía Lissi, hicieron una colchahermosa para tu cama. Ven a verla —.La haló hacía las escaleras y ella fueriendo, divertida al ver que la niñaquería mostrarle todo y acapararla porcompleto.

Después de ver lo hermosa queredecoraron la habitación para ella,Adalind, bajó y se encontró con sus tíasy tíos. Para ella, esa era su familia y losamaba. Cuando Lissi y Cloe la vieron laabrazaron y besaron, seguidas de susesposos.

—Cuando llegaron? No los vi, cuandoentré—dijo entre risas.

—Esa era parte de la sorpresa—respondió Lissi—. También traje a unapersonita que te quieren mucho y no veíala hora de verte, bueno de hecho son trespersonitas—se asomó a la puerta—chicos!, vengan a saludar a su primaAdi, y traigan a su hermana. Los chicosllegaron corriendo y abrazaron aAdalind. Ella se sorprendió de verlostan grandes—¡Por Dios!—miró a Lissi—¿Qué comen estos muchachos?

—Tienen buenos genes—miró a su

esposo y él le guiñó un ojo. Se veían tanenamorados como los recordaba. Eseera el tipo de amor que quería para ella,el que tenían sus padres y el que teníansus tíos.

Charles le dio un paquete envuelto en unhermoso encaje—Espero que te sirva.

—Oh tío, Charles, no tenías quemolestarte—tomó el regalo conreverencia.

—En realidad el regalo es más obra deCloe que mía.

Ella lo abrió y quedó perpleja al ver un

hermoso vestido azul cielo, en una telamuy suave y fresca. Con encaje muy finoen los puños y el cuello, de color blanco—¡Que hermoso!

—Es para tu primer día de clase.

Ella sonrió—Tía, pero si todavía no meaceptan.

—No ha llegado la carta de aprobación,que es distinto, pero yo estoy segura deque viene en camino. Por eso meadelanté y te hice el vestido.

Adalind la abrazó—Gracias—. Despuésle dio un beso a Charles—.Gracias a los

dos.

—Yo también tengo un regalo, pero esalgo más grande. Lo hicimos entrePhillip y yo, pero la pintura y ladecoración es obra de Ellie y Lissi.Iremos a traerlo.

Cuando regresaron lo traían entre losdos. Era un precioso mueble tipobiblioteca, en color blanco conpequeñas flores pintadas a mano.

—¡Oh Dios mío, que belleza!

—En algún lugar deben ir todos esoslibros que trajiste.

Ella sonrió, es cierto, son muchos ypensaba que no iban a caber en mihabitación. Ahora estarán perfectamenteallí—dijo con alegría.

—Mami, tengo hambre—se quejó Olivia—,¿Podemos comer torta?

—Olivia hija, debemos esperar a comerprimero y luego vendrá la tarta denaranja.

—Ya que Olivia dijo hambre, la verdades que yo también estoy con muchasganas de probar eso que huele también.

—Muy bien, entonces vamos todos a la

mesa.

CAPÍTULO 2

Hacía un calor impresionante y Adalindtrató de vestirse lo más fresca que pudopara ir al pueblo. Tenía ya una semanade estar en casa y se sentía muy bien,pero estaba acostumbrada a trabajar y

aquí ayudaba a Ellie, leía sus libros,pero no hacía mucho más. Esa tarde,Lissi le había dicho que pasara por sunegocio y le haría un bonito peinado. Depaso hablarían un rato.

Al caminar por las calles del pueblo,pudo ver lo grande que estaba, lo muchoque estaba avanzando. Saludo a todossus conocidos, la gente que la conocíadesde que llegó a vivir allí. Al final dela calle, vio a Lissi que hablaba con unhombre de espaldas. Se acercó y saludó.

Apenas Lissi la vio, su rostro se iluminó—Oh querida, ¿Cómo estás?—le tocó

suavemente el brazo al hombre y le dijo—: Derek, mira como está de hermosami sobrina Adalind. Él volteó a mirarlay los ojos de ambos se encontraron.

—Buenas tardes, señor Sutton—losaludó de la manera más cordial, perosin efusividad. Él había sido muy clarocon ella hace tres años, ella por tonta, lehabló de sus sentimientos y Derek solose rió y le dijo que se sentía halagado,pero que a pesar de que era una chicamuy hermosa, él solo la veía como unasobrina. ¡Por Favor! sobrina, le dijo,cuando él ni siquiera hacía parte de su

familia. Era muy amigo de sus tíos, perode allí a decir que la veía como unapersona de su sangre, cuando lo ciertoera, que pasaba alguno que otro día conellos, como cumpleaños o fechasespeciales, ya era exagerar.

—Pequeña Adi ¡Que sorpresa!, ¿Cómohas estado?

—Muy bien, gracias—le molestó que ledijera pequeña. Sentía como si lerecordara que la veía como una niña.

—Nadie me dijo que habías llegado.

—Bueno, acabas de pasar por aquí y

ella solo tiene una semana de habervuelto—dijo Lissi.

—Lo sé y me disculpo. He tenido tantotrabajo con esto de los nuevosinversionistas, que creo que apenaspermanezco en pié, con todo lo que hayque hacer.

—Por eso mismo debes venir. Sabes quetrato muy bien a mis clientes y cuando sehacen el servicio completo de corte depelo y barba, hago un muy buen masajecapilar.

—Suena bien. Hace tiempo que no me

haces uno. Qué tal si aprovechamosahora.

—Bueno…ahora tengo una cita con elseñor Hamilton, pero Adalind lo sabehacer muy bien, yo le he enseñado y lohace mucho mejor que yo. La mirósuplicante—podrías , cariño?

—No hay necesidad, yo puedo volverdespués—se apresuró a decir él.

—Sabes que no lo harás por falta detiempo y necesitas relajarte un poco.

—¿Puedes querida?

—Tía, yo…

—Lissi—interrumpió él—. Adalind esmaestra, no peluquera.

—Lo sé, pero te sorprenderá ver lo bienque lo hace—.Los tomó del brazo aambos, para que entraran al local.

Derek entró y se sentó—de verdad notienes…

—No hables más—le dijo y reclinó unpoco su silla—luego le aplicó algo en labarba y en el cabello—Adi, linda, creoque ya puedes comenzar.

Adalind estaba nerviosa—su tía

Adalind, siempre hacía ese tipo decosas y la hacía pasar vergüenzas, peroahora era pero porque se trataba deDerek y estar tan cerca a su rostromientras le hacía ese masaje, iba a sermuy duro.

Derek miró a Adalind, colocarse unaespecie de uniforme sobre su vestido ymangas para no ensuciarse. Luego secolocó algo en las manos y se dirigióhasta donde él estaba. Se veía nerviosay él se sintió mal. Pero ahora lo únicoque podía hacer era cerrar los ojos yhacerse el desentendido.

*****

Después de un rato abrió los ojos. Susmanos suaves, comenzaron a masajearsu cabeza y mientras lo hacía él solopodía disfrutarlo. Había cambiadomucho. Siempre fue una chica de rostrohermoso y todos sabían que cuandofuera una mujer adulta, rompería muchoscorazones. Pero nada lo preparó paraverla tan bella. Sus facciones más

definidas, la hacían ver más elegante,sus ojos grandes, tan verdes que lerecordaban las praderas en primavera,estaban enmarcados por largas pestañasy se preguntó si al cerrarlos,acariciarían sus mejillas. Su nariz, eraun pequeño botón en su rostro, pero aunasí la hacía ver graciosa, y sus labiosque ahora estaban entreabiertos, eranllenos y gruesos, pero no de maneraexagerada. Sus mejillas sonrojadas, talvez por el esfuerzo, tal vez por lavergüenza, le daban un toque inocente atodo su rostro y a la vez aumentaba si

eso podía ser posible, su belleza.<<¿Por Dios, Derek, que es lo que estáspensando?>>, se reprendió a sí mismo.Esa chica era la sobrina de sus amigos yél no debía ni mirarla.

—¿Debo hacerlo más fuerte?—preguntómientras sus manos acariciaban sucabello, produciendo una sensación detranquilidad.

—No, gracias Adi, así está bien.

Ella se sorprendió al escucharlo decirsu nombre de la forma en la que le decíaantes, cuando todavía se hablaban y

reían muchas veces al ir al arroyo cercade su casa.

—Y cuéntame, ¿como van tus cosas? Yaeres maestra de la escuela local?

—Todavía no me envían la certificación,pero a espero para estos días.

—Te felicito, lograste todo lo que tepropusiste y llegaste como toda unamaestra.

Ella se encogió de hombros—No esgran cosa, en realidad lo mejor sería quepudiera dar clases aquí, para mostrarle alos niños que pueden hacer mucho más

que arar el campo y vivir de granjeros.

—¿Realmente crees que sus padres tedejaran meterles todas esas ideas en lacabeza?

Ella lo miró disgustada—.Parece que tútambién estás a favor de que no tenganfuturo y esta región solo sea conocidapor tener granjeros y nada más.

—No le veo nada de malo a sergranjero. Algunos ganan bien cultivandosus tierras. Pero estoy a favor delprogreso y coincido en que los estudiosson fundamentales para que tengamos

doctores , abogados y otrosprofesionales en Virginia City.

—Así es—ella no dijo nada más. Sededicó a hacer el masaje en su cabello,y él a mirarla.

*****

Una noche estaban todos en casa,cenando. Phillip acababa de llegar yestaba hambriento así que ella le sirvió

un plato y volvió a sentarse con todos.

—Lo siento cariño, pensé que veníasmucho más tarde y te iba a dejar la cenaen la estufa. Ya sabes cómo se me ponenlos pies a esta hora de la noche.

—Te he dicho que no te esfuerces tanto,amor. Las chicas pueden ayudarte y nodebes cargar cosas pesadas o estar tantotiempo de pie frente a la estufa.

Ellie rio—¿y si yo no lo hago quien lohará?

—Yo, Ellie—respondió Adalind—.Disfruto haciéndolo y no me cuesta

nada. Además me has enseñado acocinar bien.

—Pero pronto tendrás que trabajar comomaestra, mi niña. No voy a pedirte quehagas las cosas de la casa y ademáscumplas con tus obligaciones en laescuela.

—Cuando ese momento llegue, yaveremos si contratamos a alguien queayude en la casa—dijo Phillip—lo heestado pensando mucho y ahora queestás embarazada y que Adi, va atrabajar , podría conseguir a alguienpara que hiciera los quehaceres de la

casa.

—¿Y yo que haré?—dijo molesta.

—Tú te dedicarás a descansar y a criara los niños. Me va muy bien , el ranchoestá cada vez más grande y esta casa noes tan pequeña como solía serlo. Ya eshora de que venga alguien a atender lacasa y la comida de los hombres delrancho

—Vendrá alguien a hacer los quehaceresde la casa, menos a cocinar. Eso lo hagoyo—protestó.

—Que terca eres—dijo Phillip.

—¿Porque mejor, no dejas que apersona haga todo y te dedicas adescansar, Ellie? Después de que elbebé nazca y este un poco másgrandecito, puedes volver a la cocina yle dejas el resto del trabajo a laayudante que contrate Philip.

Ella los miró alzando una ceja—ya veoque no hay nada que hacer cuando losdos se ponen de acuerdo. Ellosrompieron a reír—Muy bien, esoharemos, porque la verdad estos pies yla espalda me están matando.

Siguieron comiendo tranquilos, hasta

que Ellie le preguntó a su esposo por sudía.

—Fue bueno, aunque hoy habíaproblemas en la cantina de Emalind.

—¿Que paso?

—Derek estaba saliendo casiarrastrándose de allí con una de laschicas de la cantina, pero parece quehabía un hombre que también estabainteresado en ella y golpeó a Derek, quenormalmente se defiende muy bien, peroestaba perdido en la borrachera y nopodía ni levantar un puño.

—¡Oh por Dios!—exclamó Ellie—¿yqué hiciste?

—Sabes que no me meto en esas cosas,pero corrí a decirle a Charles que estabaen su oficina fue a darle una mano. Losseparó le dio un puño a cada uno y selos llevó a las celdas.

—Oh, Derek—…dijo Ellie llena delástima—Me preocupa ver cómo andasu vida. Gracias a Dios, Charles es elsheriff y seguro que mañana sale. Sinofueran amigos duraría más días tiempo.

—Siempre ha sido un mujeriego. La

única vez, que lo vi serio con alguien,fue cuando estaba cortejando a Lissi,pero ya sabemos cómo terminó eso.

—¿No hay nadie más que le interese?

—No lo he visto con ninguna mujer,decente hace mucho.

Adalind se sentía enferma al escuchar loque ellos decían<< ¿Cómo era posibleque Derek hubiera caído tan bajo?>>Ella siempre lo admiró, por sueducación, su elegancia, lo trabajadorque era y en tres años, se había vuelto enalguien que no conocía, porque él

hombre que había dejado cuando se fue,no podía ser del que estaban hablando.

—¿Es muy común, ese comportamiento?—le pregunto a Phillip.

—Una que otra vez, pero aunque noande en burdeles, siempre estácortejando a una nueva mujer o ven aalguna ligera de cascos, saliendo de sucasa en horas de la madrugada. Escuchédecir una vez, que andaba con la viudaHiggins y que más de una vez, lo vieronsalir de su casa.

Adalind no soportó más y dejó de comer

—.Les pido un permiso, voy a mi cuartoy luego cuando Olivia vaya a dormir, leleeré un cuento.

—¿No comerás más, cariño?—preguntóEllie.

—No, gracias. Pero estuvo delicioso.

—Ya veo…—Ellie no sonaba muyconvencida.

Adalind subió a su habitación y ellos sequedaron un rato más.

—No te preocupes, Ellie. Ya sabes quesiempre ha comido como un pajarito—.Trató de tranquilizarla su esposo.

—Sí, es verdad. Aunque creo que no legustaron mucho las noticias de Derek.

—¿Porque tendría que gustarle o no, loque él hace?—la miró confundido.

—Será porque desde hace años, nuestrahija está enamorada perdidamente de él.

—¿Qué?

—Lo que oyes—rodó los ojos—loshombres son tan ciegos para esascosas…nunca ven nada.

—¡Pero si es una niña!—dijo en vozalta.

—Baja la voz—le hizo señas de que

ella lo escucharía.

—Es una niña—dijo casi en susurros.

Ella rodó los ojos—.No lo es, Phillip ytampoco tienes que hablar tan bajo. Esuna mujer de 21 años recién cumplidos.Otras dirían que se le está haciendotarde para casarse.

—Bueno, a mí no me parece y esperoque tú que eres tan moderna, no vayas acaer en eso. No quiero que mi hijapiense que es una soltera cuando apenases un bebé.

Ellie volvió a rodar los ojos—tampoco

es un bebé, pero si ella desea casarsehoy o cuando tenga 40, es su decisión yyo la apoyaré. Solo me interesa que elhombre que escoja, sea uno que la ame yla haga feliz.

—Bien, en eso estamos de acuerdo.Pero definitivamente, ese no seríaDerek.

—¿Por qué no?

—¿Todavía lo preguntas?—estabasorprendido—ese hombre no sabe nidonde está parado. Es un buen amigo,pero como pretendiente, apesta.

—Y debe ser que tú eras perfecto,cuando estabas enamorándome a mí.

—Mujer, no te atrevas a compararmecon él. Yo te amaba—lo dijo con talindignación, que ella no pudo evitarreírse—cariño, lo sé, lo sé. No temolestes—.Fue a levantare paraabrazarlo, pero su panza no la dejó yentonces fue el turno de Phillip parareírse—.Ese bebé no te dejará llegarhasta aquí. Creo que seré yo quien vaya—se acercó y la besó.

CAPÍTULO 3

Esa mañana Adalind no tenía ánimospara levantarse de la cama. Se quedóallí un rato, pero luego escuchó a Ellieen la cocina y fue a ayudarla. Ella queestaba en la mesa cortando unas

verduras, la llamó—.Cariño, megustaría hablar algo contigo.

—Claro—Adalind se acercó—,¿De quése trata?

—He querido decirte algo que notodesde hace tiempo. Lo que pasa es queno he querido decírtelo para noavergonzarte. Sé que eres bastantecelosa de tu privacidad.

—Me asustas—. Se sentó a su lado.

—No es para que te sientas mal, perohace mucho noté que te gusta Derek.

Ella la miró avergonzada—no creó que

se notara—lo siento.

—Oh mi amor, no te disculpes.

—No debes preocuparte, por eso. Yo notendré nada con él, sé que es amigo de lacasa.

—Cariño, él no me preocupa, mepreocupas tú. No quiero que salgaslastimada. Adoro a Derek, me parece unhombre guapo, alegre, educado ytrabajador. El problema es que esmujeriego y tú lo sabes.

—Sí, pero si encontrara a la mujeradecuada, las cosas podrían cambiar.

—Tal vez…

—¿No lo crees?

—Creo que puede pasar, pero esa mujerdebe ser dura como el hierro. Derek noes un muchacho, es un hombre, queademás le gusta a muchas en el pueblo.No solo él te dará trabajo, sino lasmujeres que no te quieran a su lado.

—No me importaría—dijo tímidamente.

—¿Estás decidida a conquistarlo?Porque si es así, cuenta conmigo, perodebes estar 100% segura de lo que vas ahacer y de lo que te espera.

—No lo sé, todavía. Quiero conocerlounas pocas más y esas cosas. Además nosolo debo ser yo la que quiere estar conél. Derek sabe lo que siento por él y medijo claramente que me ve como a unaprima pequeña.

Ellie dio pequeñas golpecitos en subarbilla—.Bueno, eso es uninconveniente.

—Aunque…

—¿Qué? —La tomó de la mano—PorDios, niña. Solo habla!—l apresuró.

—Es que hace unos días, estuve en el

negocio de tía Lissi.

—¿Él estaba allí?

—Sí, lo encontré hablando con mi tía ycuando me vio me saludó como siempre.Ya sabes, diciendo pequeña. Luegocuando fuimos adentro, mi tía insistió enque ella tenía una cita con alguien y nopodía atenderlo pero que yo podíahacerlo y me dijo que le hiciera unmasaje capilar, de esos un poco locosque ella dice que son buenísimos para elcabello y que quitan la tensión.

—Ah sí, ya recuerdo—dijo riendo—. Y

bueno ¿Qué pasó?

—Pues yo lo hice y al principio, él mepreguntaba cosas. Después nosquedamos callados y solo seguíhaciendo el masaje, y me concentré eneso. En un momento levanté la mirada ylo encontré mirándome de una maneramuy extraña.

—De que manera exactamente—estabamuy intrigada.

—Bueno…era como si sus ojosbrillaran. No lo sé, creo de una maneramuy intensa.

—Oh no mi vida, ese hombre te podrádecir primita, pero no te ve como una,eso te lo aseguro. Esa forma de mirarteque me describes, es como un hombreobserva a una mujer que no le esindiferente.

—¿Tú crees?

—Estoy segura, pero si quieres que te loconfirme, solo dame unos días y encuanto lo sepa, te lo diré. Mientras,mantengamos esto solo para nosotras. Esmejor que no hables con nadie de esto ysobre todo, no lo hables con tu padre.

*****

Todos estaban felices en casa. Por finhabía llegado la carta de certificacióndonde la acreditaban como maestra de laescuela local y ella solo daba saltos portoda la casa como una niña pequeña.

—Parece que llegó hace dos días, pero

hasta ahora Phillip fue a recoger elcorreo—comentó Ellie.

—Todavía me parece un sueño.

—Ya ves cariño. Solo había que esperarun poco.

—Dicen que puedo empezarinmediatamente.

—Ahora Anna, podrá irse a su pueblocon su esposo.

Anna era la profesora que estaba deplanta en la escuela , antes de Adalind.

—Sí, son buenas noticias para ellatambién. Ella quiere acompañar a su

esposo y el puesto de profesora era unimpedimento grande. Iré a cambiarme ycomo seguramente estará en el serviciodominical, allá le contaré.

Un rato después llegaban a la iglesia. Yase veía mucha gente entrando y ellos seapresuraron. Ellie se demoró un poco enbajar, lo que evidenciaba que cada vez,estaba más cerca de tener el bebé. Ledijeron que no tenía que venir, peronuevamente insistió y no hubo poder

humano que la convenciera de no asistir.Phillip solo dijo—:Afortunadamente eldoctor del pueblo también estaría allí,por si algo sucede.

Llegaron para ver muchas carasconocidas allí. Estaban su tía Lissi, consu familia y la tía Cloe, pero lo que lasorprendió fue ver a Derek acompañadode una chica muy hermosa, que lehablaba al oído, mientras él sonreía.Luego cuando todos se sentaron en susbancas, él la vio y con un gesto de sucabeza, la saludó. Adalind, solo mediosonrió y volteó la mirada hacia otro

lado. El servicio comenzó con cantos ycoros muy sentidos, luego tuvo queescuchar un sermón de una hora, viendoconstantemente con el rabillo del ojo,como esa mujer ni siquiera por estar enla casa de Dios, se comportaba conmesura.

Al final, todos se encontraron afuera yEllie, le dio las buenas noticias a Cloe yLissi, que la felicitaron. Mathías dijoque fueran a celebrar al restaurante delnuevo hotel, que ahora se habíaconvertido en un sitio obligado paracelebraciones y momentos en familia.

Todos accedieron y se dirigieron hastaallá.

Al llegar al sitio, ella pudo ver porquela gente parecía tener esa obsesión conir al hotel, así fuera solo para visitarlo.Era un sitio hermoso. Una edificación deunos tres pisos, amplia, al mejor estilode los hoteles en las grandes ciudades.Adalind no podía creer que hubieranhecho algo así en aquel pueblo, pero sustíos le dijeron que debido al cambio delpueblo y a su modernización en muchosaspectos, era necesario. Ahora Virginia

City, era muy visitada por empresarios,negociantes, gente deseosa de encontraruna vida nueva allí. Los inmigrantes yhasta indios que ahora estaban tanperdidos de sus regiones y sus tribusterminaban viviendo allí. Ella losevitaba, porque aunque sabía que notenían culpa de lo que le había pasado asu familia, no podía evitar recordar esehorrible episodio de su vida cuando losveía.

Entraron y vio del lobby y la bonita salacon vista a la calle, donde había algunaspersonas leyendo el periódico y otras

sencillamente descansando o esperandoa alguien. Fueron caminando hasta elrestaurante, que tenía fama de seratendido por un chef francés que hacíamaravillas y todas eran deliciosas.

—Bienvenidos—dijo un muchacho.

—Muchas gracias—se dirigió hastadonde el chico les indicaba—. Esto esmuy elegante—comentó.

—Lo es, pero mi chica se lo merece—dijo Phillip—. No todos los días tieneuno a la maestra de la escuela localviviendo en su casa—la miró con

dulzura—.Estoy orgulloso de ti, micielo.

—Gracias, papa Phil—.Le llamó con elapelativo que siempre le decía demanera cariñosa.

—Es una chica inteligente, eso no sepuede discutir. Los niños aprenderánmucho con ella como profesora—agregóCloe.

—Hermosa e inteligente—dijo una vozdetrás de ella. Adalind se volteó paraver a Derek, que la miraba sonriente ytenía a su lado pegada como una lapa, a

la chica que lo acompañaba hacía unrato en la iglesia.

—Gracias—dijo sin mucho ánimo.

Los hombre se pusieron de pie ysaludaron a la mujer. Luego se sentarony siguieron en lo suyo.

—Adi, te presento a Elodia Smith.

Ella la miró y le sonrió de la maneramás fingida que había visto en su vida,pero Adalind tampoco era idiota, y ledevolvió el gesto sonriendo falsamentetambién—.Mucho gusto señorita Smith.

—Lo mismo, señorita Hamond. Ninguna

de las dos , dijo nada más y el ambientese tornó , algo incómodo.

Derek parecía algo incómodo. Sacóapresuradamente algo de su bolsillo—.Escuché que te dieron por fin lacertificación. Quise traerte esto—.Leextendió una pequeña caja, envuelta enseda y adornada con un hermoso moñode color blanco. Ella se sorprendió ysonrió—.No tenías que molestarte. Loabrió y se encontró con un hermoso relojque estaba amarrado a una cinta de sedapara colgarla en el cuello.

—¡Es precioso!—muchas gracias.

—Sabía que te iban a dar ese puestocomo maestra, por eso desde que medijeron que esperabas esa carta, mandéa hacer esto para ti. De repente seescuchó que alguien se aclaró lagarganta.

—Derek, creo que deberíamos dejar queellos coman tranquilos—dijo la señoritaSmith y sus labios rojos.

—Pueden sentarse con nosotros, siquieren—invitó Ellie.

—Oh no, no queremos importunar—respondió Derek—. Ya tenemos una

mesa lista por allá—.Señaló una esquinabastante privada para ellos.

—Bueno, entonces será en otra ocasión—dijo Adalind.

—Seguro que si—inclinó su sombrero—.Damas, fue bueno verlas. Mathías,Charles, Phillip, los dejo en excelentecompañía. Nos vemos después—.Sealejó con su amiga.

—Que belleza de reloj—le dijo Ellie.Se ve que es costoso, es un lindo detallepor parte de Derek—comentó Lissi.

—Sí, un lindo detalle—. Ella tocaba el

reloj, pero lo único en que pensaba eraque estaba en un rincón del mismorestaurante con una mujer que lecoqueteaba y con la que sonreía.

—¿Te sientes bien, cariño?—le preguntóEllie.

Ella levantó la vista y todos la mirabanpreocupados—.Sí…si, solo estoy algoansiosa por todo esto que estásucediendo tan rápido.

—Oh, mi niña, todo saldrá bien. Eresmuy buena enseñando, siempre lo hassido, incluso antes de recibir tu

formación como maestra—dijo Cloe.

—Espero que los niños y sus padres,opinen lo mismo que tú—respondióinsegura.

*****

Los días que siguieron fueron bastanteajetreados. Entre el traspaso de lasobligaciones de la antigua profesora aella. Los libros y pizarras que le

llegaron como regalo anónimo y con locual estaba feliz y agradecida, lascompras que hizo de unos cuantosgéneros de tela para poder darle a su tíaCloe y que le hiciera al menos tresbuenos vestidos para ir a dar clases,todo eso la tenía algo abrumada, peroera tal su emoción, que no le importabaestar cansada. Esa tarde en especialestaba recogiendo el correo para Ellie,que se había quejado de que tenía muchodolor de espalda. A la salida seencontró con Derek que venía de lamano de otra señorita, pero esta era

mucho más hermosa y graciosa que laanterior. Venía hablandoapresuradamente y él parecía estar apunto de tener un colapso. Cuando lostuvo cerca , él le sonrió y le dijo algo ala niña, que también sonrió y seapresuró hacia ella.

—Buenas tardes, Adi—.Tocó susombrero en señal de saludo.

—Buenas tardes, señorita Hamond—ledijo la pequeña.

—Buenas tardes, señorita…

—Mary—dijo Derek.

—Señorita Mary, un hermoso nombre,para una hermosa niña—.Miró suhermoso vestido, que la hacía pareceruna muñeca.

—Gracias—dijo con elegancia—Mi tíome dijo que usted es la nueva maestra.

—Así es—,¿También vas a ser unaalumna mía?

—Creo que si—miró a Derek—¿verdadtío?

Eso sí que era nuevo. Le había llamadotío a Derek y ella no recordaba quealguna vez le hubiera hablado de una

hermana casada.

—Sí cariño. Claro que irás yaprenderás mucho con tu maestra.

—Es tu sobrina—se dirigió a él.

—Sí, es hija de mi hermana mayorRosalind. Ella se ha quedado viuda—dijo casi en susurros para que lapequeña no escuchara. Viene por unatemporada, pero necesita resolveralgunos asuntos primero y no quiere quela niña esté presente en todo eso. Laenvió primero con su niñera y ellavendrá en unos días.

—Tío, quiero una nieve, de esas quehacen allá—le señaló la tienda devíveres, donde hacía poco habían traídouna máquina para hacer helados que erauna sensación en todo el pueblo.

—Bien, linda. Vamos allá.

—Bueno—…ella pensó divertida— esoera toda una novedad—. Derek Suttonatrapado por una mujer que lo manejabacon un dedo

CAPÍTULO 4

El primer día de escuela llegó másrápido de lo que pensó y Adalind sededicó a conocer a sus alumnos,preguntarles sobre sus familias, sus

gustos y que querían llegara a ser másadelante. Ella usó el vestido que lehabían regalado para su primer día y elreloj que Derek le regaló aquella vez enel restaurante. Los niños llegaban consus padres, que querían conocer a lanueva maestra, además de ir apresentarse por si cualquier cosasucedía. Cada uno le había llevado,manzanas , y otros tartas de algún tipo.Cuando fue el momento de irse tuvosuerte de que Phillip la fue a recoger ensu carreta, sino, no habría podidollevarse todo eso en su caballo.

—¿Como fue tu primer día?

—Estupendo—dijo satisfecha—. Losniños son amables y tan inteligentes, queestoy segura que nos llevaremos muybien.

—Que bien, cariño. ¿Y cómo se portó lapequeña Olivia?

—Ella siempre se porta bien, ya losabes. Les gusta mucho las matemáticas,así que estoy segura de que tendremosuna contable en casa.

—Prefiero eso, a una ranchera. Esa niñatiene demasiado amor por los caballos y

eso me asusta.

—Oh por favor, papá Phil, sabes queesas son cosas de niña. Cuando crezca ,tendrá otros intereses.

Phillip llegó a casa y la ayudó con suscosas—.Hubo muchos regalos, por loque veo.

—Esos niños, son un amor. Esta noche ytodos los días por venir, tendremosmucha tarta y manzanas para comer—dijo divertida al colocar todos losobsequios en la mesa.

—Ven cariño, reunámonos en la sala

para que nos cuentes mejor sobre estedía. Todos se quedaron esa noche hastatarde escuchando el emocionante día deAdi.

*****

Los días fueron pasando y ella seesmeraba en enseñarles muchas cosas alos niños. En tres meses de estar allíhabía visto avances en muchos de ellos.

La clase de historia era la preferida demuchos y la de matemáticas la quemenos querían recibir. Tenía algunosmás aventajados que otros, pero todoseran muy listos. Los meses habíanpasado y ahora se acercaba la época decosecha, por lo que algunos de losniños, casi siempre los varones,comenzaron a faltar. Esa misma tardefue a ver lo que sucedía, porque la razónde su ausencia podía ser esa, peroquería asegurarse de que era eso y noque tal vez estuvieran diciendo en suscasa que iban a la escuela y se iban a

pescar al río.

La primera casa a la que llegó, era la delos Patterson. Will, había demostradoser un jovencito listo y con ganas desalir adelante. Le encantaban todas lasmaterias y decía que cuando cumplierala mayoría de edad, quería ir a launiversidad y estudiar derecho. Decíaque tenía un primo lejano en Boston queera abogado y que quería hacer lomismo. Al llegar al pequeño rancho, seencontró con su madre. Una mujer joven,pero bastante acabada. Tenía tres niñosdando vueltas por toda la casa y estaba

embarazada nuevamente. Además yatenía a Will que era el mayor y a suhermano de 12 años que le seguía. Supadre estaba en el granero y hasta alláfue a verlo. Lo encontró cepillando uncaballo.

—Buenas tardes, señor Patterson.

—Buenas tardes, maestra Hamond. ¡Quésorpresa verla por aquí!

—Sí, bueno—…ella no sabía cómoempezar—. Quería hablar con ustedporque no he visto a Will, en algúntiempo y quería saber qué es lo que

pasa.

—No pasa nada. Usted sabe que esépoca de cosecha y necesitamos todaslas manos que podamos para esetrabajo. Mis dos únicos hijos grandes,son Will y su hermano David, la manode obra cuesta bastante por lo que solotengo para contratar una persona más yel resto lo hacemos nosotros.

—Entiendo, pero pensé que ya que no esjornada completa sino media jornada eltiempo de escuela, podría dejar que Willasistiera.

—No puedo, lo siento. Ya le explique loque pasa. Sabe muy bien que no estabade acuerdo en que mis hijos fueran a laescuela. Eso no sirve para nada. Yo melevanté solo, sin estudios y hoy en díasoy el dueño de mi propio rancho y ellosharán lo mismo.

—Su hijo es un muchacho inteligente,que está interesado en estudiar unaprofesión más adelante, después de laescuela.

El hombre se echó a reír—¿Y cómo va apagarse eso? Ya tengo suficiente conmantener seis bocas y dentro de poco

siete, como para poder pagarle losestudios al señorito Will—dijo con malacara.

—Yo podría ayudarlo. Hay maneras deconseguirle media beca o una completa.

—No señorita, él se quedará aayudarme, que bastante he gastado yo enél y sus hermanos como para quedarmesolo. Y ahora si no le importa, tengomucho trabajo que hacer y usted no meestá ayudando en nada.

—<<Qué hombre tan maleducado>>pensó molesta. No quería

insistir, pero tampoco quería dejar alpobre Will allí , haciendo solo trabajode granjero—. Muy bien, señorPatterson, me iré, pero quiero decirleque volveré, porque su hijo merece unmejor futuro y tratar de ayudarlo.

—Haga lo que quiera, pero no leaconsejo enojarme señorita, porqueentonces ni siquiera lo dejaré ir mediajornada , después de que termine lacosecha.

Ella iba a contestarle y en ese momentollegó Will.

—Maestra Hamond, que bueno verla.

—Hola Will—lo saludó con una cálidasonrisa—.He venido a ver comoestabas, porque te he extrañado en laescuela.

Él bajó la mirada—lo siento, maestra.Es que papá dice que por la época,debemos estar aquí.

—Sí, tu padre muy amablemente , me loha explicado—.Lo miró con reproche yel hombre tuvo el descaro de reírse.Luego miró a su hijo—.¿Que haces ahísin hacer nada?—.Ve con tu hermano al

granero acomoda esas pacas de heno.Necesitamos hacer todo el espacioposible.

—Sí señor—.Se fue alejando y unmomento después pareció recordar queella estaba allí—Adiós maestra, quetenga buen día.

—Adiós Will. Espero verte en unos días—le respondió mirando de reojo alpadre del chico. No le dijo nada más yse subió a su caballo.

—Es usted una mujer malgeniada,maestra. ¿Cómo hace para soportar a

todos esos niños?—se echó a reír.

—Usted tiene su forma de manejar sutrabajo y yo tengo una para manejar elmío. Tomó las riendas de su caballo—.Que tenga buen día —. Tomó las riendasdel animal para que se moviera.

Esa misma tarde visitó varias casas y enninguna tuvo suerte. Todas las personasle decían los mismo y si era un chicoque vivía solo con su madre, era peroporque obviamente era un trabajo dehombres y la mujer no contaba con otro

hombre en la casa , más que su hijo.Para hacer la labor de recogida de lacosecha.

Esa tarde , ya finalizando el día, ella fuea la última casa y se encontró con unhombre borracho, que le dijo que su hijono iría más a esa escuela donde soloaprendían a soñar y después no habíaforma de poner los ´pies en la tierra. Eseera el padre de Meredith, una chica de15 años, a la que Adalind, le habíatomado cariño. Sabía que la chica sufríapor su abusivo padre. Llegaba a clasesmuchas veces con moretones en los

brazos , que trataba de taparse comopodía con los vestidos raídos y viejosque usaba. Ella hacía todo en su casa yque Dios la ayudara , si por hacertareas, dejaba de hacer la cena o seretrasaba con ella, porque eso le costabauna paliza. Ese mal hombre, pensabaque ella era su sirvienta y hasta a unasirvienta se le trataba mejor, esa pobreniña era su esclava. Adalind, le regalabala mitad de su almuerzo casi todos losdías y había llegado al punto de llevarledesayuno a la clase también, porquesabía muy bien que no desayunaba. Le

llevó un vestido y la niña lo miró comosi fuera lo mejor que le habían dado ensu vida. Pero esa tarde, ella no estaba yeso le pareció extraño. Se encontró solacon ese hombre borracho, que la mirabade una forma que la incomodaba. Le dijoun montón de groserías y cuando ella levolvió a preguntar por Meredith, elhombre se le abalanzó encimaquitándose el cinturón y pretendiendopegarle—.Mujer entrometida, ya le dijeque no está—¡Lárguese de mi casa, si noquiere que acabe con usted!

Adalind se alejó corriendo pero él, la

alcanzó y la halo del cabello—si vuelvepor mi casa, la mataré—, ¿me entendió?—. Ella solo pudo asentir rápidamente,en medio del dolor y cuando el hombrese tambaleó, ella aprovechó paraempujarlo y subir rápidamente a sucaballo, alejándose a todo galope deallí.

Al llegar a su casa, estaba exhausta,asustada y se sentía enferma por laactitud de ese hombre. Eso sin hablar dela preocupación que rondaba su cabeza,por el hecho de no haber visto aMeredith. Tenía un mal presentimiento.

—Hola cariño—la saludó Ellie, al abrirla puerta—. ¿Cómo te fue?

—Más o menos—dijo tratando de noponerse a llorar.

—¿Te pasa algo?—Ellie la mirabadetenidamente—. Te ves un pocoenferma.

Adalind trató de disimular. No queríapreocuparla—Sí, creo que me voy aenfermar. Iré a recostarme.

—¿Quieres que le diga a Bertha, que tecaliente agua y te la suba, para que telimpies un poco?

—Si gracias—subió a su cuarto. Cuandollegó allí se tiró en su cama y lloró derabia y de miedo por lo que acaba depasar. Así se fue quedando dormida,hasta que media hora después, Berthatocó la puerta y le llevó agua caliente.

—Buenas noches señorita Adalind.

—Buenas noches Bertha. ¿Cómo está lapequeña Josephine?

—Ella está bien, hoy estaba feliz,gracias a usted.

—¿A mí?

—Dice que usted es la mejor maestra

del mundo y yo también lo creo. No haydía en que esa niña no llegue feliz a lacasa, cuando viene de la escuela. Ustedes la causante de eso. Después de quetuviera que pasar por tanto con mi niña,jamás me imaginé que me cambiaríatanto la suerte y que estaría trabajandocon unas personas tan buenas, tendríatecho, comida para nosotras dos y depaso, ella tendría una educación—susojos estaban húmedos.

—Oh Bertha, no vayas a llorar porqueentonces lloraré también—fue aabrazarla—la que te da las gracias soy

yo. Hoy tuve un día muy pesado y contus palabras, me has dado ánimos.

—Me alegro poderle pagar en algo, loque ha hecho por mí. No se desanime,recuerde que los males no son eternos yya mañana verá las cosas de otramanera.

—Eso espero—dijo ella algo incrédula.

—La dejo sola para que se refresque ydescanse. Más tarde la llamo, cuando lacena esté servida—.La mujer salió de lahabitación con una sonrisa en su rostro.

Adalind, comenzó a desnudarse y

mientras limpiaba su cuerpo y lo frotabafuerte, deseaba quitarse la sensación desuciedad de ese hombre tosco yordinario. No quería contarle a Phillip,porque sabía lo que venía, él era capazde caerle a puños. Él no permitía que latocaran y si sus tíos se enteraban, seríapeor el asunto. La pobre Meredith,saldría pagando los platos rotos. Pero loque si no pensaba hacer, era quedarsecallada, ante el hecho de que esa niñaestaba perdida y no sabía de ella hacíamucho. Ese hombre le daba miedo, locreía capaz de todo y temía que le

hubiera hecho algo malo. Mañana mismohablaría con tu tío Charles y le pediríaque fuera al rancho de ese hombre abuscar a la niña.

CAPÍTULO 5

Esa mañana se fue a la escuela yencontró menos niños esta vez. Ya soloquedaban ocho y era porque contaba loshijos de Mathías, la pequeña Olivia y la

hija de Bertha. De lo contrario soloquedarían cinco. El asunto erapreocupante y ella había enviado uncorreo a la antigua maestrapreguntándole si eso le sucedía a ella,porque no recordaba ver que mermaratanto la asistencia en la escuela cuandoella estudiaba allí. Si las cosas seguíanasí, tendría que cerrar la escuela por latemporada de cosecha y los niños seatrasarían en el programa del añoescolar. Sentía que perdía su tiempo yeso la tenía molesta. Como podíanpreferir sacrificar los estudios de sus

hijos por darle prioridad a sus granjas,era algo que jamás podría entender.

Cuando terminó la jornada, se fue alpueblo, que solo quedaba a unos diezminutos de allí. Quería hablar con su tíaLissi y aprovechar para comprar algunascosas para la clase del día siguiente. Alllegar, vio a su tía que salía de la oficinapostal, la saludó y se quedaron hablandoun momento.

—¿Cómo vas en la escuela, querida? Note veo muy animada.

—Sabes que amo, hacer esto, tía Lissi,

pero la gente no pone de su parte y pormás que he tratado de hacerlos entenderque deben mandar a sus hijos a diariopara que puedan pasar el año escolar,ellos parecen no entenderlo o no quererhacerlo. Muchos de los niños queasisten a la escuela son hijos o hermanosde personas que conozco desde pequeñay sin embargo, cuando voy a sus casaspara hacerles ver la importancia de serconstante en la escuela, ellos siempretienen una nueva excusa. Lo que más memolesta es que los niños están deseos deir y aprender, pero son sus padres, lo

que inventan una nueva excusa cada vezque voy a verlos.

—Te entiendo, no es fácil tratar demeterles una idea distinta en la cabezotaa esta gente de campo. Al principio, amí también me costó y no solo porquefuera de otra parte, sino porque, misideas eran demasiado modernas para lagente de aquí. Pero si perseveras, lo vasa lograr. Todo es cuestión de tiempo yde que vayan tomándole amor a laescuela. Debes intentar mostrarles a suspadres lo mucho que sus hijos aprendeny lo que eso les servirá el día de

mañana.

—Trataré, aunque no sé si tenga buenosresultados. Ahora te dejo, porquenecesito ir a ver a Charles con urgencia.

—¿Pasa algo malo?

—Sí, pero te cuento después—.Sedirigió rápidamente a la oficina delsheriff. Cuando estuvo allí, vio queCharles, estaba con Derek hablando ensu escritorio y ella se acercó parasaludar.

—Buenas tardes, caballeros.

—Hola Adi, que bueno verte por aquí,

cariño—.Charles le dio un beso.

—Adi, hace tiempo que no te veía.¿Cómo has estado?

—Muy bien , Derek, muchas gracias.

—Mi sobrina solo habla bellezas de ti.Dice que eres muy divertida.

—Ella es una niña muy inteligente ytienes unos modales perfectos—sonrió—. Toda una damita.

Derek se veía complacido ante aquelcumplido. Ella sabía que él queríamucho a esa niña.

—A que debo el honor de esta visita?—

pregunto Charles.

—Oh sí—recordó a lo que venía—Esque ayer estuve en casa de MeredithWinslow y fue su padre el que meatendió.

—¿Qué?—exclamó furioso Derek—.PorDios Santo, Adalind ¿Te has vueltoloca? Ese hombre es un borracho. Nodebiste ir sola—le reclamó.

—¿Y quien iba a acompañarme?Meredith Winslow es mi alumna y tengodías de no verla.

—Pudiste decirle a alguien. Yo habría

ido contigo.

—Mis asuntos no son de tu incumbencia,Derek—le contestó molesta <<¿Quiéndiablos se creía, para reclamarle de esamanera?>>

—Ya basta ustedes dos. Adi, fuisteimprudente al ir a la casa de ese hombrey tú Derek, sabes que ella es muyindependiente. Si querías acompañarla,podrías haberte enterado de lo que iba ahacer, pasando un poco más por su casa.Casi nunca te pasas por casa de tusamigos y quieres estar enterado de todo.

Los dos guardaron silencio. LuegoDerek habló—: Lo siento, Adi. No debíhablarte de esa forma, pero es que nosabes las cosas que dicen de ese tipo.

—La verdad es que si fue unaimprudencia de mi parte. Ese hombre metrató muy mal y me dijo que me fuera desu casa. Yo salí corriendo, pero quedémuy preocupada por Meredith. Ese díaél me dijo que no estaba, pero yo tengoun mal presentimiento y hace días que nola veo. Por eso vine, tío Charles. Megustaría que fueras a verla, si es posible.Estoy segura de que contigo, ese hombre

no va a negarte la entrada.

—Lo haré hoy mismo. Nunca me hagustado que esa chica, viva sola con él.Podrá ser su padre, pero es undesgraciado, que no la tiene sino comosirvienta en su casa. Charles se levantóde su silla y salió enseguida de laoficina.

—¿Quieres que te acompañe?—preguntó Derek.

—No es necesario, iré solo. Pero si veoalgo que no me gusta , lo traeré y lopondré bajo rejas.

—Adi cariño, vuelve temprano a casa.No me gusta que andes sola por elcamino hacia el rancho.

—Eso haré. Gracias tío Charles.

Adalind se dispuso a ir a la oficinapostal para ver si había llegado carta desu amiga, la antigua profesora. Sedespidió de Derek, pero él no lo hizo.En cambio fue detrás de ella—esperaAdi—la tomó del brazo suavemente—.Quiero hablar contigo algo.

—Bien, pero necesito ir primero por micorreo.

—Te espero afuera. Cuando salgaspodemos hablar tranquilamente o siquieres te acompaño a tu casa.

—Está bien—ella entró a la oficinapostal y recogió varias cartas, dePhillip, Ellie y unas revistas y novelasde ella. Pero la carta de su amiga lamaestra, nada que llegaba. Al darse lavuelta para salir, se encontró con elpadre de uno de sus alumnos.

—Buenas tardes, señorita Hamond.

—Buenas tardes, señor Clay.

—Solo quiero decirle algo.

Ella sabía que no era nada bueno, por lacara del hombre—Claro que sí, dígame.

—No quiero que vuelva a mi casa ymucho menos que hable con mi mujer siyo no estoy presente. Mi hijo no volveráa clases porque lo necesito para que meayude, y mi hija Lorelei, no irá másporque lo que menos necesita, es queuna mujer sin marido, que tiene ideasnada propias en una mujer decente, vayaa servirle de ejemplo.

—Señor, creo que se está pasando. Yono soy un mal ejemplo para su hija oninguna de las otras niñas. Por el

contrario solo les doy ánimos para quesean mujeres de bien y que aprovechenla inteligencia que Dios, les ha dado,estudiando profesiones que ayuden a susfamilias o a sus pueblos—se alejó yantes de llegar a la salida, él hombre latomó por la muñeca, lastimándola tantoque ella gritó de dolor.

—Claro que es un mal ejemplo y leadvierto; si vuelve a mi casa, se va aarrepentir.

En ese momento, Derek llegó y separó alhombre de Adalind, con un puño en lacara—porque no te metes con un

hombre? El otro se pasó la mano por laboca, limpiando la sangre y se abalanzósobre Derek, pero este le dio otro golpey lo dejó en el piso inconsciente. Luegose acercó a ella—¿Estás bien?

—Sí—respondió con voz temblorosa—creo que sí.

—¿Te lastimó?

—Me duele un poco la muñeca, peroestaré bien.

—No Adi, necesitas que te vean esamuñeca. Se está poniendo morada. Tellevaré a casa del doctor.

Ella se dejó llevar y cuando estuvieronallí, les dijeron que el doctor no estabay que tenían que esperar al menos unahora. Derek entonces dejó dicho alhombre, que fuera hasta su casa cuandose desocupara y se fue con Adalind. Allíle colocó hielo para bajar la hinchazón ycasi media hora después , llegaba elmédico a examinarla. Cuando lecolocaron una venda y le dijeron quetenía que dejar de usar esa mano por untiempo, ella palideció.

—No puedo dejar de usar esa mano,tengo clases que dar.

—Debes ser prudente, Adalind. Puedespreparar tus clases sin usar las manos.

—Sí, pero debo revisar los exámenes yescribir en el tablero.

—Solo será una semana. Parece quesolo era la magulladura, pero el doctorinsistió en inutilizar la muñeca con unvendaje, para que pudiera bajar lahinchazón.

Después de eso, Derek prefirió llevarlaen su caballo hasta la casa. El camino sehizo eterno para los dos. Ella no hablabamucho por timidez y él no lo hacía

porque la cercanía de ella contra sucuerpo, le afectaba tremendamente,aunque le molestaba admitirlo. Cuandose acercaban a su casa, ya estabaanocheciendo y Phillip esperaba fuerade la casa. Al verlos se apresuró paraayudarla a desmontar—Adalind, nostenías preocupados, muchacha.

—Lo sé, Papá Phil. Lo siento mucho.Ella tenía su chal encima, por lo que élno había notado hasta que ella se quejóal bajar, que tenía el brazo vendado.

—¿Pero qué diablos te ha pasado?

—Es una larga historia.

—Ya te la contaré yo. Es mejor que ellavaya a recostarse.

Entraron a la casa y Ellie casi muere delsusto—¿Que sucedió?—preguntómirando su brazo.

—Tranquila, Ellie. No fue nada, solo unpequeño accidente y el doctor insistió envendarla por una semana.

—Vamos a tu habitación y te ayudo acambiarte y recostarte—subió conAdalind las escaleras.

Cuando los hombres se quedaron solos,

Derek le conto lo que en realidad habíasucedido a Phillip y él quiso tener a esemaldito encima para darle más golpesde los que Derek le dio ese día.

—¿Y dónde quedó el desgraciado?

—El ayudante de Charles, lo metió alcalabozo Y no creo que le espere unabuena noche cuando Charles se entere.

—Me imagino—dijo Phillip burlándoseal imaginarse lo que pasaría. Charlesera muy proyectos con su familia yconsideraba a Ellie, Lissi, Adi y Oliviacomo de su familia también.

—También lo creo. Ese hombre no va aquedar con un solo hueso sano, despuésde que Charles se entere. Además Adi,le dijo que buscara a Meredith, la hijade ese borracho, porque cuando estuvoallí, no pudo encontrarla. Y teme que élle haya hecho algo.

—¿Lo crees capaz?

—Hablan cosas muy malas de ese tipo.Me sorprendió cuando dejo ir a su hija ala escuela, pero ahora que nadie la havisto, me preocupa.

Phillip se mantuvo pensativo,

disfrutando del silencio que reinaba.Luego miró a Derek—Esto de lacosecha, le está dando dolores decabeza a Adi, pero ella no entiende quees difícil hacer que se desprendan de suscostumbres. La gente de este pueblo,incluido yo, llevamos años comogranjeros, dedicándonos a nuestrascosechas con nuestros hijos. Es ellegado que les dejamos; nuestras tierrasy los conocimientos para sembrarla.

—Puede ser peligroso que ella se pongaa hablar con todos los padres de losniños, porque algunos no reaccionan

bien ante una mujer que les dice quehacer con sus hijos.

—Así lo haga por su bien—agregóPhillip.

—Exactamente—él estuvo de acuerdo—.Ella está empecinada en ayudar a susalumnos y en hacer de la escuela unsemillero de futuros profesionales paraVirginia City.

—Yo no lo veo mal, pero como soyconsciente de que otros, si lo harán,tendré que vigilarla—miró a Derek, queya sabía lo que diría—.Te pido que me

ayudes con eso si puedes. Sé que eres unhombre ocupado.

—Ayudaré. Estoy seguro de que paracuando la época de cosecha termine,todo volverá a la normalidad.

—Hasta que llegue la próxima cosechao cuando llegue el tiempo de arar parala siembra—contestó Phillippreocupado—. Siempre habrá algo quesea primero que la escuela y Adi,siempre tratará de remediarlo.

CAPÍTULO 6

Al Día siguiente, todo el pueblo hablabade la pelea entre Derek y el otrohombre. Pero lo grave del asunto, fueque todos empezaron a hablar deAdalind. Comentaban que estuvieron

juntos en casa de Derek, que una mujerdecente no hacía eso, que seguramenteeran más que amigos. En cuestión dehoras, estaban acabando con lareputación de ella.

El primero en darse cuenta fue el mismoDerek y decidió no decir nada alrespecto porque pensó que eso haría quela gente pensara más que él tenía algocon ella. Decidió dejar las cosas de esetamaño, seguramente la gente olvidaríatodo el tema cuando pasaran los días.

La mañana comenzó con una muy buenanoticia. Ellie tuvo dolores toda la nochey en la madrugada se puso de parto. Eldoctor estaba muy lejos, así quellamaron a la comadrona que vivía aunos diez minutos del rancho. La mujerllegó poco después y el bebé nació, unahora más tarde. El parto fue rápido y sincomplicaciones y todos estaban felicescon la sorpresa de ese día. Phillip casise había vuelto loco, mientras que Elliesolo lo miraba divertida. Pero cuandotuvo el bebé en sus brazos, quedóhipnotizado al ver por primera vez a su

hijo Jeremy, que nació con una gran matade pelo negro y unos ojos azules, enprincipio, porque podían ser de otrocolor más adelante, según explicabaEllie.

Olivia, Adalind, Ellie y Phillip lohablaron por largo rato, hasta quedecidieron que todos se turnarían paraatender al bebé y dejarle un poco detiempo de descanso a la mamá. Lassonrisas, los buenos deseos de la familiay el amor, se sentían en abundanciatodos apenas se enteraron corrieron aconocer al bebé. Esa tarde y hasta una

semana después hubo mucha gentellevando regalos y comida para queEllie no tuviera que hacer nada más queconsentir al pequeño Jeremy. Adalindsiempre recordaría ese día, como uno delos más especiales de su vida.

El día en que terminó la cosecha llegó ytodos estaban celebrando felices.Hicieron una fiesta en casa de Mathías.Ellie y Lissi, junto a los demás de la

familia, decoraron el granero para quetodos pudieran caber en un solo lugar yhubiera espacio para bailar.

Esa noche, Adalind, se colocó un lindovestido de color verde claro conestampado de hojas en color rojo otoñal.Y todos en casa le habían dicho lobonita que se veía. Aunque la opiniónque más le importaba era la de Derek.Cuando llegaron a la fiesta era las cincode la tarde y estaba en pleno apogeo. Lagente bailaba, cantaban, había muchoponche, y comida y se veían pequeñosgrupos de conocidos y familiares que

hablaban y pasaban un rato agradable.Se encontró con algunos de sus alumnos,que la saludaron mucho cariño. Ese díaen particular no quiso hablar con ningúnpadre de sus alumnos. Solo quería pasarun buen rato como todo el mundo, sinpeleas o discusiones. En una esquina,divisó a Derek, que hablaba muyanimado con Florence, una chica a laque todos los hombres de Virginia City,le enviaban flores, chocolates, lainvitaban a salir y hacían lo que fuerapor ella, porque era una de las mujeresmás hermosas del lugar. Una opinión con

la cual ella difería. Para Adalind, erauna mujer común y corriente, un cabellonegro y unos ojos verdes, le daban uncontraste que llamaba la atención, perotampoco era para desmayarse a su paso.La chica rió de manera coqueta y él lamiró como si fuera un pequeñopastelillo listo para ser comido. Adalindresistió su impulso de rodar los ojos.Después decidió irse a saludar a susconocidos y se perdió en la multitud.Cuatro veces la sacaron a bailar y cadavez que lo hacía , sentía la mirada deDerek en su espalda, sin embargo, jamás

la invitó. Un poco aburrida ydesilusionada, salió a tomar aire. Hacíamucho calor en ese granero y fue a darun pequeño paseo por los alrededores.Algo llamó su atención, un movimiento alo lejos y al enfocar bien la mirada, viouna camisa roja y supo inmediatamenteque era Derek, lo reconocería a metrosde distancia. Fue tras él, mientras loveía adentrarse más en el bosque, setropezó con una rama y casi cae al pisoy eso le hizo perderlo de vista por unmomento. Cuando estaba buscándolo,alguien la tomó por la cintura y le tapó

la boca. Ella no sabía qué hacer, pensóque seguramente era alguien que la habíaseguido sin darse cuenta y le podríahacer lo que quiera, sin que nadiesiquiera escuchara sus gritos. El hombreacercó su nariz a su cuello y aspiró.

—Hueles delicioso, hermosa. Creí quenunca vendrías.

Adalind estaba tan sorprendida deescuchar la voz de Derek, que no dijonada en el momento y cuando quisohacerlo, fue tarde, porque él tomó surostro y la besó.

*****

Sus labios cepillaron los suyos. Noinocentemente, como seguramente loharía con ella, lo hizo caliente,apasionado y exigente, como lo haríacon una mujer con experiencia. Adalindno tenía idea de cómo sería su primerbeso, pero jamás pensó que la haríasentir tantas cosas al mismo tiempo. No

se imaginó, que su corazón palpitaría tanfuerte que creería que se saldría de supecho o que entre sus piernas sentiría undolor extraño, que hacía que sus partesíntimas, se humedecieran. Quiso alejarseantes de perderse en esas sensacionespeligrosas, pero no pudo ... los labios deél, eran adictivos y le hacía cosas a suboca, que ya no pudo ser capaz depensar con claridad. —Florence— élsusurró lentamente—te sientes distinta,pero me encanta—.le dijo sonriendoentre besos. Adalind quiso decir algo,pero en ese preciso instante, escucharon

gritos.

—¡Adalind!—era Phillip.

—Me están buscando, tengo queregresar—dijo ella apresuradamente.

—¿Adalind?—Derek se quedó de unapieza—Pero qué diablos…

—Sí, soy yo. No tú adorada Florence—respondió molesta.

—No, no, no—repetía—Esto ha sido unmal entendido—Justo en ese momentoalguien alumbró hacia adelante dondeellos estaban.

—¡Ella está aquí! — dijo un muchacho y

luego, para su desgracia, lo alumbrótambién a él—. Señor Sutton ¿Qué haceaquí?—preguntó con inocencia, mientrasescuchó un rugido animal y algo seabalanzaba sobre él.

—¿Papá Phil, no!—gritó Adalind—Porfavor, no le hagas daño. Derek seahogaba y dos manos enormes, losujetaban del cuello y si no hubiera sidopor Mathías y Charles que lo separaronde él, lo habría asfixiado.

—No le he hecho nada…maldita sea—dijo Derek entre jadeos, casiahogándose.

— ¿Tienes el descaro de decir esocuando acabamos de encontrarlos de esamanera? Por supuesto que le hicistealgo. Lo que sucede es que ella no esuna de las mujerzuelas con las que teacuestas en la taberna o las muchachasligeras de cascos del pueblo que sepasean contigo por todo lado. A mi hijano la vas a deshonrar en medio de unbosque y luego te vas a burlar de ella. Ycon Dios por testigo, te juro que si norespondes y das la cara, te mataré.

—Ten cuidado, con lo que dices, Phillip—Derek estaba furioso—Yo jamás haría

algo en contra de Adalind. La respetocomo si fuera una hermana.

—Si eso fuera así, nunca la habríastocado—la señaló—mírala como está.¿Me vas a decir que no la besaste?Puedo ver su boca y su ropa sucia.

—Eso es porque me caí cuando loestaba siguiendo—dijo ella.

Phillip siguió hablando sin prestarleatención a ella—Hasta hoy te respetécomo un amigo. No compartía tu formade hacer las cosas y de llevar tu vidaamorosa , pero mientras no te metieras

con lo mío, jamás me importó. Ahoratodo ha cambiado. Sabías que Adalindes sagrada al igual que toda mi familia.Si no te casas con ella, la gente la verácomo una cualquiera que se metió en elbosque a retozar contigo—lo tomó porel cuello de la camisa de nuevo—¿Crees que no me enteré de todo lo quehablaron cuando cometiste laimprudencia de llevarla a tu casa, sinninguna compañía adecuada?

—¿Cómo demonios te hago entender,que fue un mal entendido?

—Si no te portas como un hombre y

respondes por tus actos, yo noresponderé por los míos—sentenció-.

—Espera Phillip—dejémoslo hablar—dijo Mathías. Phillip lo miró lleno de ira—¿Qué otra mentira va a decir?

—No es una mentira—se defendióDerek—Yo esperaba a Florence Knott,ella también estaba en la fiesta y me dijoque nos encontráramos aquí. Laesperaba cuando vi una figura de mujery pensé que era ella. La tomé por lacintura y la besé sin darme cuenta de queera Adalind, ella no habló , no dijonada.

—Ahora resulta, que es culpa deAdalind, porque no dijo nada—.Explotó.

—No digo eso. Solo que estaba muyoscuro, para saber que era ella y sinescuchar su voz, no podía imaginar quese trataba de Adalind. Solo la besé yalguien llamó, cuando nos separamospor los gritos y ella me dijo que labuscaban y tenía que regresar, fuecuando me di cuenta.

Todos se quedaron en silencio. Cada parde ojos, lo evaluaban intensamente,queriendo descubrir la mentira en sus

palabras.

—Podría ser—dijo Charles—.Sabesque él lo ha hecho antes en otras fiestas.

—Pero no con mi hija, maldita sea.

—Lo sabemos, Phillip. Tienes quecalmarte, amigo mío—dijo Mathías.

—Adalind, ve con Ellie.

—Pero papá, lo que dice Phillip, escierto.

—Ve con tu madre he dicho—le hablófuerte. Adalind lo miró como si no loreconociera—Sí, señor—se fuerápidamente. Cuando se quedaron solos

con Derek, Phillip se le acercó—.Tecasarás con mi hija. No la pondrás enentre dicho, Derek, te lo advierto. Esamuchacha ha sufrido mucho y no semerece que cuando empieza a ver losfrutos de sus logros y está feliz ytranquila, en mucho tiempo, vengas tú adañarle todo.

—Si eso es lo correcto, eso hare. Yotampoco quiero hacerle daño—respondió él—pero lo único en lo quepensaba era en que había sido amarradoa un matrimonio de la forma másinesperada y con la mujer que menos se

imaginó.

******

Al día siguiente Derek fue a casa deCharles y Cloe. Él estaba cortandomadera, cuando llegó. Derek se leacercó—Buenos días amigo.

—Buenos días Derek. ¿Qué te trae tantemprano por aquí?

—No he podido dormir, con todo lo que

ha pasado—lo miró un momento—. ¿Tútambién crees que estaba intentandoseducir a Adalind?

—No, no lo creo, pero fue mala suerte,que pensaras que ella era Florence. Laverdad es que así tengas razón, loimportante es que para este momento,todo el mundo lo sabe y si no te casascon ella, esa pobre chica, perderá elrespeto de todos , su trabajo comomaestra y tendrá que largarse de aquí.

—Lo sé, pero no quiero casarme ymenos con Adalind.

— ¿Por qué?—lo miro confuso—ella esuna chica hermosa y estoy seguro de queserá buena para ti.

Derek no estaba tan seguro de eso. Sabíaque era un mujeriego y Adalind, unachica, buena y amable que siempre habíaestado enamorada de él—No creo podervivir con la presión de tener que hacerlafeliz, cuando no la amo.

—El amor llegará. Debes dejar de verlacomo una niña. Ya no lo es.

—No puedo.

Podrás—colocó una mano en su hombro

—.Te sonará extraño viniendo de unhombre como yo, pero la persona ideal,no siempre viene de la manera quedeseamos—se echó a reír—.Cuandomenos te des cuenta, estarás enamorado.Además es eso o que Phillip te de untiro.

—Sí, lo sé.

—Ven a la casa. Puedes tomar un buendesayuno y luego pensarás mejor lascosas.

—Gracias, pero creo que es mejor queme apresure a abrir el banco. Además

parece que un grupo de inversionistaquiere venir al pueblo, para algorelacionado con un circo.

—¿Circo? Bueno…eso suenainteresante.

—Eso creo, aunque hoy no estoy deánimo para lo interesante.

Charles rio a carcajadas—parece que noestás de ánimo para nada. Desde ayer, teves como un hombre que va a la horca.Pero te aseguro que ese no es el caso.Eres un hombre afortunado, Derek. Soloque no te has dado cuenta.

CAPÍTULO 7

Esa misma tarde se presentó en casa dePhillip y pidió hablar con Adalind. Elliese retorcía las manos nerviosa—.Ya lallamo—le dijo con una sonrisa algoforzada. Phillip se quedó con él a solas

— ¿Así que ya te decidiste?—él pensóque nunca fue su decisión, pero eramejor no decirlo—. Sí, ya lo pensé yvoy a cumplir con mi deber. Soy uncaballero, aunque lo dudes, y no dejaréque su reputación quede en entredicho.

Phillip se removió incómodo en la silla—Ella es una buena chica, será unabuena esposa, es culta, educada yaunque yo no tengo el dinero de unaheredera de gran familia de Nueva York,tampoco soy un don nadie y le daré unabuena dote.

Derek lo miró como si estuviera loco

¿Porque le darías una dote? Ya tengosuficiente y a mi mujer nunca le faltaránada.

—Insisto en dar algo para sumatrimonio.

—Bien, si eso es lo que quieres, puedesdárselo a ella. No soy uno de esoshombres que creen que una mujer nodebe tener nada.

—Muy bien, si es lo que deseas, se lodaré a ella—respondió Phillip.

Se hizo un silencio incómodo y Philliphabló de nuevo—.Aprecio lo que haces

por ella. Eso habla bien de ti. Derek lomiró con una ceja alzada, como si no lecreyera mucho— ¿De veras, loaprecias?

—Sé lo apegado que estabas a tusoltería, pero quiero decirte que no soloespero que te cases con ella, sino quetambién la hagas condenadamente feliz.

Derek no lo miró esta vez. No podíaporque no tenía ni idea, de si podríahacer eso. Afortunadamente llegó Elliecon Adalind en ese momento.

—Buenas tardes, Adi—la saludó. Se

veía hermosa, con su rostro sonrojado,seguramente porque había tenido quearreglarse rápidamente para bajar aatender su visita. Era consciente de queno lo esperaban esa tarde, pero lepareció que ir de una vez y definir todo,era lo mejor.

—Buenas tardes, Derek—se veíanerviosa y él quiso tranquilizarla,decirle que todo estaba bien, pero nisiquiera él, sabía si eso era verdad.

—Hija, queremos hablar contigo, sobreel compromiso.

—No deseo comprometerme, Papá Phil,te lo he dicho todo el día y no meescuchas.

—No hay nada que decir, Adalind.Tienes que casarte o esto se pondrápeor. ¿Realmente crees que podrásseguir dando clases como maestra contodo lo que el pueblo, ya está diciendo?

—¡Por favor! No seas tan exagerado, nosomos de la época antigua, ya estamosen otros tiempos y la gente es másmoderna de pensamiento, Todo fue unmal entendido, solo eso—dijorestándole importancia al asunto.

—Cariño, eso no importa. La gente creelo que quiere y no les interesa si hicistealgo malo o no. Solo creen en lo queven.

Adalind, perdió la paciencia y se dirigióa Derek— ¿Me amas?

—Bueno…yo…

—Eso creí—respondió molesta. Seacercó a su padre—.No quiero unmatrimonio así, no merezco esto—sealejó sin querer escuchar lo que él leestaba diciendo.

—¿Que vamos a hacer?—les pregunto

Ellie, cuando ya ella se había ido.

—Nada—Phillip la abrazó—dejaremosque descubra que está equivocada de lamanera más difícil.

*****

Los siguientes días, Adalind notó quesus alumnos llegaban de nuevo y sesintió agradecida de que terminara ladichosa cosecha. Comenzó a adelantartodo el trabajo que podía con sus

alumnos porque se habían atrasadoconsiderablemente, debido a los díasque faltaron. Una de sus alumnas, le dijoque su madre necesitaba hablar con ella,así que después de clases, la esperopara platicar. La mujer era la esposa deldueño de uno de los almacenes devíveres. Ellos habían llegado hacía pocotiempo pero ya eran muy importantes enel pueblo.

—Buenas tardes, maestra Hamond.

—Buenas tardes, señora Baker. Québueno verla por aquí. Catherine, me dijoque quería usted hablar conmigo.

—Sí, de hecho, somos varias madres,las que queremos tener una charla conusted y yo vengo en representación deellas.

—Oh bueno…no lo sabía—se pusonerviosa. Algo le decía que no era nadabueno, lo que le iba a decir. El gestoserio de su rostro, hablaba por ella—Tome asiento, por favor.

—No es necesario. Lo que tengo quedecirle solo tomará un momento—.Heescuchado cosas terribles sobre sucomportamiento, con un caballero…elseñor Sutton.

—Si se refiere a …

—Me refiero al día que la encontraronen una situación bastantecomprometedora con un hombre,escondida en el bosque y besándose conél.

—Señora Baker, primero que todo , esofue un mal entendido.

—No lo creo, señorita. Aunque tampocovengo a averiguar si es cierto o no. Loúnico que me interesa, es que mi hija,recibe clases de usted y no es el mejorejemplo en este momento para nuestros

niños. Si usted hace ese tipo de cosas,que puede pensar mi hija, acerca delcomportamiento que debe tener frente aun hombre. Lo primero que toda madredesea en una hija, es que searesponsable, decente y sin mancha.

—Entiendo lo que dice, pero puedetener la plena seguridad de que sus hijasy las hijas de todas las señoras delpueblo, están en buenas manos. Puedepreguntar al señor Sutton sobre lo queverdaderamente sucedió y se dará cuentade que no es lo que piensa.

—No hace falta. Solo quería venir para

decirle por qué no deseamos que seausted la maestra de nuestros niños y depaso informarle que enviaremos unacarta a la autoridad competente para quesea reemplazada de su puesto demaestra.

Adalind sintió como si le dieran unabofetada—Pero…por favor, señoraBaker, déjeme hablar con las demásseñoras y aclarar esto.

—Querida, realmente no creo que tenganada que aclarar—.Se dio la vueltadejando a Adalind con la palabra en laboca.

En la noche Phillip, salió después de lacena a fumar un cigarro. Vio queAdalind estaba afuera en el porchesentada mirando al cielo.

—No sabía que estabas aquí, cariño.

—Solo quería pensar un rato.

—¿Pasa algo?

—Nada—dijo triste—.Solo estoy algopensativa.

—Bueno, me gustaría saber porque michica, esta pensativa—se acercó a ella yse sentó a su lado. Ella recostó lacabeza en su hombro—.Es tan ridículo

todo esto que pasó con Derek, todo elmundo me ve como una fulana. Soy unaidiota por creer que las cosasmejorarían.

—No eres una idiota, Adi. La gente esasí, viven más pendientes de los demásque de sus propias vidas queseguramente son un desastre.

—Derek no me quiere. Porque la vida estan injusta. Yo solo quería ser maestra yalgún día casarme con un hombre queme amara, pero ahora en cambio tengoque hacerlo con uno que es un mujeriegoy que de paso me ve como una hermana.

—Mi niña, ese hombre no te ve como auna hermana, créeme. Yo jamás vi a lamía de esa forma. Y además el amor esalgo que muchas veces debe construirsey no por eso es menos fuerte overdadero. No todas las parejas decasados, se enamoraron desde que sevieron por primera vez, pero con elpasar del tiempo formaron un lazo tanfuerte que eso se fue convirtiendo en unsentimiento muy poderoso.

—Pero tú te enamoraste de Ellie, apenasla conociste.

—Yo deseaba a Ellie cuando la conocí y

fue con la convivencia que me enamorépoco a poco de ella—la abrazó—.Derekes un buen hombre. Un poco confundido,pero de buen corazón. Dale unaoportunidad.

—Trataré.—le dijo no muy segura de loque hablaba—.Voy a la cama.

—Que descanses cariño—le dijomientras le sonreía para darle ánimos.Al quedar solo, se preguntó si sería unabuena idea que ellos se casaran. Odiaríaver a su pequeña Adalind, sufrir porcausa de un hombre que no la valoraba.

*****

El cielo estaba muy azul ese día, nohabía una sola nube que dijera quellovería más adelante. Adi lo tomó comoun buen presagio, ya que en unosminutos se encontraría con Derek parahablar sobre su matrimonio. Quizás, esecielo decía que su matrimonio no seríatan malo como ella pensaba que sería,pues no comenzaría de la mejor manera.Ninguna pareja debería casarse por

obligación. Todavía recordaba el amorde sus padres, antes de morir. No habíadía en que su madre no se levantara y ledemostrara su amor de alguna formaespecial. Su padre siempre a la hora deldesayuno, llegaba de los quehaceres delrancho y se lavaba las manos paradesayunar, pero antes la tomaba por lacintura y le daba un sonoro beso,mientras ella reía y lo miraba como sino tuviera remedio. Sus ojos seempañaron mientras recordó esa escena.Ella quería lo que ellos habían tenido, loque Ellie y Phillip, tenían.

—Hola Adi—.La voz de Derek lasobresaltó.

—Buenas tardes Derek—.Lo saludó ymiró hacia otro lado.

—¿Estás llorando?—se acercó, peroella enseguida se alejó—.No, sololimpiaba mi ojo, creo que algo se metióy no podía sacarlo.

Él no le creyó ni por un momento, perointentó cambiar el tema para no hacerlasentir incómoda. Sabía que de todasformas ella no querría decirle laverdadera razón—.Tu padre me dijo que

querías verme.

—Sí—trató de recomponerse—. Te citéaquí porque quería hablar a solascontigo sobre el matrimonio. Yo…decidí casarme contigo—lo dijorápidamente.

Derek pensó que sonaba como si fuerauna sentencia de muerte para ella. Jamáspensó verse envuelto en una situaciónasí. Esa chica solo merecía una buenavida junto a un hombre que la amara y encambio tenía a un hombre mujeriego,lleno de miedos hacia el matrimonio ycon muy pocas ganas de sentar cabeza.

Que diferente habría sido todo si sehubiera casado con su antigua prometidaen Boston. Una chica hermosa, rica, ytotalmente snob, que estaba dispuesta atener un matrimonio de conveniencia contal de aparentar que era feliz y estarcasada con un hombre rico, igual a ella.A Derek no le habría importado sussentimientos porque a ella tampoco leimportaban los suyos. Edwyna era unamujer fría, interesada que no sepreocupaba por él en lo más mínimo,por eso era la indicada. Sin embargoaquí estaba, próximo a contraer nupcias

con alguien completamente opuesto aella. <<Que Dios lo ayudara>>, pensóasustado.

—¿Y bien?

—Oh si…salió de sus pensamientos—.Está bien, entonces creo quedebemos definir todo para hacerlo loantes posible.

—Me parece bien.

Derek la vio triste, sus ojos cansadoshablaban de lo mal que dormía y loangustiada que estaba por todo esto. Lemolestaba , porque a pesar de que sabía

que no había planeado lo que pasó, sesentía culpable. Ella tampoco podíaactuar como una novia feliz, antes de sumatrimonio debido a la situación en laque la había puesto.

—Adi—tomó su mano y se sintió biencuando ella no lo rechazó—No me gustacomo ha pasado todo esto, quiero quenos llevemos bien. No me gusta ladistancia que hay ahora entre nosotros.Solíamos ir juntos al arroyo con Olivia,divertirnos y bailar en las fiestas de tufamilia. Nunca fuiste tímida conmigo ymucho menos distante. Sé que la

situación es extraña, pero podemossuperar esto. Por mi parte , te prometoque haré mi mejor esfuerzo por hacertefeliz. Te respetaré y te daré lo quenecesites.

—Menos amor ¿Verdad? —negó con lacabeza—.Es una realidad y no hay nadaque hacer—añadió triste—. Yo tambiénquiero que las cosas vayan mejor, peroes duro para mí, ver que voy a casarmecon un hombre que no siente nada pormí.

—Eso no es cierto.

—¿No lo es?—su corazón latió rápidoante su esperanzadora declaración—.¿Me amas?—era la segunda vez que selo preguntaba y deseaba en su corazónque su respuesta fuera sí.

Derek quiso ser sincero—.No puedodecir que te amo como un hombre lohace con una mujer, por lo menos, noahora mismo. Aunque sé que con eltiempo puede llegar a pasar—.Recordólas palabras de su amigo Charles; solodanos tiempo.

—Está bien—dijo sin mucha emoción—. De todas formas quiero decirte que

no importa cuales sean lascircunstancias en la que nos estamoscasando. Solo te pido una sola cosa.

Derek vio la sinceridad de sus palabrasy se sintió conmovido. Ella sería unamagnifica esposa y él no tenía másopción que dar la talla al respecto.

—Lo que quieras.

—Que me prometas que desde ahora, nohabrá más mujer que yo, en tu vida. Noquiero tener que buscar a mi marido encasa de otras mujeres o peor todavía,tener que buscarte en la cantina.

Derek pensó que n podía hacer unapromesa como esa. Al fin y al cabo, éljamás había estado con una mujer quemereciera fidelidad por parte de él, peroal ver la tristeza de Adalind y las cosaspor la que ella había pasado, sintió quepor ella, podría hacerlo. Sino por amor,al menos por el afecto que le tenía.

—Lo prometo—.Se dijo a si mismo quetendría que lograrlo.

—Bien—ella pareció conforme—.Entonces yo seré una buena esposa y terespetaré siempre.

CAPÍTULO 8

El día de la boda llegó. Cloe, Lissi yEllie se encargaron del vestido de noviaque era como un sueño. La peinaron yarreglaron toda la decoración de laiglesia y del salón del hotel, donde

celebrarían el desayuno nupcial. Todossus amigos asistirían y la familia deDerek también. Su madre y sushermanas, además de sus primosasistieron, pero no todos estaban deacuerdo y le habían dicho que era lopeor que podía hacer. Casarse con unamujer de poca alcurnia, que además notenía ni un peso y vivía en una granja,era lo último que esperaban comoesposa de Derek.

La ceremonia fue muy linda, elreverendo Hosting, dijo unas lindaspalabras y habló de la importancia del

amor y el respeto entre una pareja. Ellaen algunos momentos lloró, aunque nosabía bien si de temor o de alegría.Recordó a sus padres y deseó quehubieran estado allí con ella. Luego,cuando terminó la ceremonia, fueron alhotel, donde ella se quitó el velo y secolocó un vestido un poco más sencillo,aunque igual de lindo, ya que Cloe sehabía encargado de hacerle un preciosoajuar de bodas y varios vestidos paralos días que estarían de luna de miel, enNueva York. De paso visitarían a unviejo amigo de Derek, que era profesor

de ciencias políticas en una universidadde allí. Al principio él le había insistidoen llevarla a Europa, pero ella no quisosobre todo porque él pasaba un buenmomento en sus negocios y con el bancono era buena idea pasar tanto tiempofuera.

Todos se despidieron de la parejacuando estaba cerca la hora de partir enel tren. Adalind estaba muy nerviosa.

—Querida que tengas una luna de miel,especial—le dijo Lissi guiñándole un

ojo.

Ellie la abrazó y le dio un beso en lamejilla—mi niña hermosa, cuídatemucho y diviértete. Conoce muchossitios nuevos y ven con muchosrecuerdos hermosos de tu viaje con tuesposo.

—Gracias—dijo con los ojos húmedos—trataré de hacerlo.

Phillip también se despidió de ella yluego se llevó a Derek a aparte y le dijoalgo al oído, que hizo que todo elsemblante de su rostro cambiara. Se

acercó a ella tratando de sonreír y leofreció su brazo—¿Vamos, querida?

Ella asintió y subió al ferrocarril con suayuda, mirando por última vez a sufamilia.

—No te pongas triste, Adi. En menos delo que piensas, los verás de nuevo atodos—tomó su mano y la llevó por elvagón hasta que llegaron a sucompartimiento en primera clase. Eratodo perfecto y muy lujoso, la silleteríaen cuero con reposaderas para los pies.Al lado de ese vagón había una especiede restaurante con mesas y un músico

que tocaba todo el tiempo, mientras lospasajeros podían deleitarse con loshermosos paisajes. Adi se sentíaexhausta así que lo último que pensabaera en comer. Solo se sentó en sucómoda silla y allí se quedó dormidamuy rápido.

Un fuerte olor a café y una mano en suhombro, la despertaron cuando ya eranlas 10 de la mañana.

—Buenos días, bella durmiente—elrostro de Derek estaba muy cerca alsuyo—Me tenías preocupado. Dormistetoda la noche y gran parte de la mañana.

—Lo siento, me sentía muy cansada—comentó algo ruborizada.

—Eso pensé, con todo lo de la boda,terminaste rendida. Por eso, te dejédormir. Anoche no cenaste, me imaginoque tendrás hambre.

Ella asintió—.Un poco.

—Mandé traer café, pero me gustaríaque fuéramos a desayunar al vagón de allado. ¿Quieres?

—Si, claro. Quiero refrescarme un pocoy te acompaño.

—Te dejo sola entonces, mas tarde

vuelvo por ti—le dio un pequeño besoen la frente y salió.

Adalind no pudo dejar de pensar en locasto de ese beso. ¿Sería siempre así sumatrimonio por el resto de la vida?

*****

El día que llegaron a Nueva York, ellaya estaba volviéndose loca con eseencierro el tren. Tomaron un carruaje yllegaron muy rápido a su hotel. Por finpudo darse un baño con todas las de laley. Derek tomó una suite enorme quetenía dos habitaciones comunicadas poruna sala. El baño era compartido peroella se aseguró de hacerle saber que lousaría, para que no la interrumpiera.Adalind no dejaba de pensar en esanoche. Era su noche de bodas y sesuponía que él debería consumar elmatrimonio. Quería ponerse algo bonito.

Una de las cosas que le había hechoCloe, pero no sabía si era demasiadoatrevido y tampoco sabía si el queríaestar esa noche con ella. Cuando salióde la bañera, se fue a su habitación y alpoco rato, tocaron la puerta.

—Adi ¿puedo pasar?

—Sí, adelante.

—Solo quería darte las buenas noches—se veía hermosa con su cabello sueltohasta la cintura, vistiendo un camisónblanco de encaje, que dejaba ver susbrazos desnudos y su delicada piel.

Tenía una mirada tímida y su cabezaestaba baja observando la tela delvestido como si de repente fuera lo másinteresante del mundo.

Adalind no pudo ocultar su decepción—¿Tu vas a dormir en tu habitación?

Él no sabía que decir y trató de inventaralgo—Yo pensé que…lo mejor era quedescansaras, porque me imagino quedebes sentirte exhausta con todo elajetreo del viaje, la incomodidad deltren y esas cosas.

Adi, quería decirle que si estaba

cansada, pero que deseaba tenerlo a sulado—.Sí la verdad es que si me sientoagotada. Que tengas buena noche.

—Buenas noches Adi—se acercó y ledio un casto beso en la frente, comosiempre. Luego cerró la puerta y ella setiró en la cama llorando. Esa luna demiel era una farsa, ella nunca sería felizcon un hombre que ni siquiera queríatocarla.

Al día siguiente salieron por la ciudad y

estuvieron visitando diferentes sitios.Derek se portó muy bien con ella yquería darle gusto en todo. Fueron avarios almacenes y le compró vestidos ytodo tipo de accesorios para combinarcon su ropa nueva. Él también compróalgunas cosas para él y entre sitio ysitio, también fueron a almorzar a uno delos mejores restaurantes. Ella se divirtiómucho y casi olvidó la verdaderasituación de su matrimonio. Perodespués de ir a todos lados y divertirse,llegaban al hotel y ella terminabadurmiendo en una cama fría y alejada de

su esposo.

Dos noches antes de irse, estuvieronvisitando al amigo de Derek que dabaclases en una universidad . Estabacasado y tenía una hermosa familia. Suesposa Alice, fue muy atenta y amablecon ellos. Y estuvieron hablando largorato ese día. Esa noche, algo extrañopasó. En la casa del amigo de Derek,había otros dos hombres que tambiéneran profesores y hablaron con ellacomo un colega más. Cosa que nopasaba mucho, pues los hombres tendíana ver a las maestras de escuelas como

seres tontos, que no tenían la mismainteligencia de ellos. Pero en el caso deestos dos caballeros, ella se sintió agusto. Hablaron del trabajo de cadaquien y de lo duro que era poner algo desensatez en sus alumnos de vez encuando. También rieron con lasdiferentes anécdotas de cada uno deellos en sus distintas aulas de clase.Para cuando llegó la hora de la cena,ella se sentía totalmente en confianzacon ellos y se olvidó de sus problemas,al menos por un rato. Derek la miraba devez en cuando y nuevamente volvía a

hablar con su amigo. Sus ojos decíanalgo que ella no podía descifrar y aveces sentía que su mirada era dedisgusto. << ¿Pero porque?>> <<Porquetendría que estar disgustado con ella?>>Se había comportado con decoro todo eltiempo y solo estaba siendo educada alhablar con aquellos hombres.

El tiempo pasó rápidamente entre risas ycomentarios de una cosa y otra. Luegolos caballeros se reunieron a fumar unrato y la anfitriona, su prima y Adalind,se unieron a tomar una copa de vino y ahablar de uno que otro cotilleo, sobre

gente que ella no conocía. Al terminar lanoche , se despidieron, agradeciendo laamabilidad de sus anfitriones yprometiendo volver a verse en un futurocercano.

Días después , estaban camino aVirginia City nuevamente. Derek lamimaba y la cuidaba mucho. Durante elviaje estuvo muy pendiente de ella, lepreguntaba si estaba cómoda y hablaronde algunas cosas que harían al llegar junto con cambios que debían hacerse enla casa, ya que ahora no era laresidencia de un hombre soltero, sino la

de una pareja de recién casados.

En la tarde de ese mismo día,desembarcaron en la estación yenseguida tomaron rumbo a casa.Cuando llegaron se encontraron con unadesagradable sorpresa. La madre deDerek y su hermana, estabancómodamente instalada en su casa. Lehabían dicho que se irían al día siguientede a boda, pero allí estaban y noparecían tener la intención de irse aningún lado.

—Oh Derek querido, como te fue? Quetal la luna de miel? ¿Te trató bien tu

esposa?

—Madre, por favor. ¿Qué son esaspreguntas?—le dijo molesto.

—Bueno…querido, solo quería saber sila pasaron bien, pero por tu mal genio,intuyo que el viaje, no fue lo queesperabas.

—No estoy de mal genio. Es solo que noesperaba tener visitas el día que llegode luna de miel con mi esposa.

La mujer lo miró sorprendida—pensamos que querrías llegar a casa yver todo organizado. Por eso hicimos

todo el trabajo. Tú casa esta hermosa,organizada e impecable.

—Eso lo debe hacer mi mujer, noustedes—.Tomó el brazo de Adalind,más fuerte de lo que pretendía y la llevóhacia adentro. Su madre iba detrás de él, parloteando mil cosas y ya lo tenía condolor de cabeza.

—Adalind, quiero que sepas que esta estu casa y que lo que no te guste podráscambiarlo cuando quieras. Esta casa tepertenece para hacer lo que quieras conella—miró a su madre, que se veía queestaba a punto de dar su opinión. Le hizo

un gesto con los ojos y la mujer decidióque era mejor quedarse callada.

—Muchas gracias, Derek. No creo quedeba hacer ningún cambio. Es una casahermosa, siempre lo he pensado.

—¿Como que siempre? ¿Ya conocías acasa?

—Oh si claro, estuve aquí varias vecescuando estaba pequeña y hace pocoDerek me trajo porque sufrí un accidenteen el pueblo y me ayudó a curarme laherida.

—Ya veo…—lo miró con suspicacia.

Tal vez las costumbres de este pueblo,son algo distintas a alas nuestras, perode donde vengo una señorita decente,jamás entra a la casa de un hombresoltero, sin la debida compañía.

—¡Madre! Ella no tiene porque darteexplicaciones,. Además ahora es mimujer y eso ya no tiene importancia—.La miró con reproche. Luego tomó lamano de Adalind y la besó—Cariño, tellevaré a tu habitación, seguramentequieres refrescarte un poco.

—¿Su…habitación?—preguntó lahermana de Derek. ¿Ustedes no

dormirán en el mismo dormitorio?Nosotras decoramos su habitación decasados y quedó preciosa—dijo conorgullo.

Derek bajó la mirada. Adalind no supo,si era porque contenía su mal genio oporque estaba algo avergonzado.

—Ella dormirá en su habitación y yo enla mía. ¿Entendido?

Las dos mujeres asintieron, aunque ensus ojos se veía la curiosidad de saberporque las cosas serían de esa manera.

—Les pido un permiso, voy a mi

habitación.

—Te llevo cariño—dijo Derek y dejó alas dos mujeres allí, taladrándolos conla mirada.

CAPÌTULO 9

En la mañana Adalind se levantó muytemprano para ir a la escuela. Lamaestra sustituta que quedó unos días alpendiente de los alumnos , estabavigente hasta el día siguiente y se moría

de ganas por volver a la escuela y ver alos niños antes de volver como suprofesora nuevamente. Alguien tocó lapuerta.

—Si, adelante.

Una señora entró en la habitación—Buenos días.

—Buenos días—la miró confundida—Usted es…

—Buenos días, mi nombre es Rita,señora. Soy la nueva criada. Las señorasme contrataron y también a Rosa Helena,la señora de la cocina.

<<No sabía que Derek había pedido a sumadre que hiciera contrataciones>>pensó algo molesta. Le habría gustadoque le preguntara primero. No se sentíacómoda con sirvientes en la casa. Noestaba acostumbrada a eso. Observó porun momento a la mujer—Mucho gusto,Rita. ¿Sabe usted si mi esposo ya selevantó?

—Sí señora, ya está abajo leyendo elperiódico. La espera para desayunar.

Adalind se arregló rápidamente conayuda de Rita y bajó a ver a su esposo.Lo encontró hablando con su madre.

—Buenos días—dijo para todos. Susuegra no contestó.

—Buenos días, Adi ¿Cómo dormiste?

—Muy bien gracias. ¿Ya te vas para elbanco?

—Tengo que hacerlo, cariño. Han sidovarios días por fuera y necesito saberque me voy a encontrar. Aunque confíoen Rusell, el gerente, no quiero dejarletodo el trabajo.

—Yo voy a ir a la escuela.

—Pero niña, debes quedarte en tu casa.Ahora eres una mujer casada y ya no

tienes que trabajar. Además sería muymal visto.

—¿Por quien, señora?—le preguntóharta de que todo lo que ella hacía eracuestionado, desde que la conoció.

—Bueno…me imagino que por todos losconocidos de Derek.

—Madre, no me importa lo que la gentequiera hablar. No vivo de ellos y desdeel principio supe que Adalind queríaseguir trabajando como maestra. Nonecesita el dinero, pero le gusta hacerloy siente amor por esa profesión.

La mujer se quedó callada un momento ,mientras la señora de la cocina, entrabacon una bandeja y colocaba jarra de caféen la mesa. Luego colocó una bandejacon huevos revueltos y se fue a la cocinade nuevo. Enseguida llegó Rita con otrabandeja llena de panecillos, jamón yqueso. Lo dejó todo en la mesa y se fue.

La hermana de Derek bajó en esemomento.

—Janette ¿Qué son estas horas de llegara desayunar?

Buenos días—dijo tímidamente—Lo

siento, madre. Me quedé dormida mástiempo del que pensé.

—Bien ¿Qué esperas? Siéntate a comer.

Adi pensó que no tenía idea de como esamujer puedo engendrar a un hombrecomo Derek. Gracias a Dios, él no habíasacado su físico, ni su forma de ser tansnob.

Todos empezaron a desayunar sin hablar.Parecía que nadie tenía algo bueno paraaportar, así que solo comieron y luegocada uno tomó su camino. Ellas irían decompras y luego a la oficina postal.

Derek a su trabajo y ella a la escuela.

Pasó la mañana hablando con la otramaestra y luego llegó a casanuevamente. Derek estaba en su estudioy después de un rato salió.

—Hola cariño. ¿Cómo te fue hoy en laescuela?

—Muy bien, todos están preparadospara el día de mañana, estánemocionados y no hacían más quepreguntarme por ti. Para ellos es unanovedad que su maestra se haya casado—sonrió y Derek quedó perplejo al ver

lo preciosa que se veía así. Se notaba laalegría que le daba volver a la escuela ypodría jurar que parecía brillar por laemoción que tenía. Cada día que pasabaa su lado, veía menos a la niña queconoció alguna vez y notaba más a lamujer hermosa en la que se habíaconvertido Adalind.

Conforme fueron pasaron los días, ellase sentía cada vez peor en la casa deDerek. Él le preguntaba que si sentía

bien, que porque no cambiaba muebles,compraba cosas para la casa , pero ellasolo le respondía que le gustaba comoestaba. Era la mentira más grande delmundo, pero no quería más problemasentre ella y su suegra. La mujer le teníamala voluntad y cuando se quedaba solacon ella, no sabía como humillarla ohacerla sentir incompetente, porque notenía los gustos lujosos que tenía ella.Gracias a Dios, la otra hermana se habíaido desde el mismo día de la boda a unhotel y luego se había regresado a suciudad donde parecía que tenía un

pretendiente del tipo que le gustaba a sumadre; acaudalado, de buena familia ycon clase. La sobrina de Derek tambiénpartió con su madre y Adalind se dijo asi misma , que sería la única persona deesa familia, a la que posiblementeextrañaría. Realmente el ambienteopresivo de la casa, la estaba volviendoloca. Ella estaba acostumbrada acocinar, hacer su cama y cultivar elhuerto como le habían enseñado suspadres. Estaba cansada, porque todoslos días había una indirecta, todos losdías el hecho de que ella fuera maestra,

causaba tensión entre su suegra y ella.En una ocasión le dijo que no aceptabasu matrimonio con Derek porque aunquefuera maestra, era una mujer inculta, conpoca clase y que por si fuera poco, novenía de una buena familia. Adalind nose aguantó y le dijo que era una mujeramargada y obsesionada con su propiohijo, que lo creía tan perfecto queninguna mujer de la tierra era suficientepara él. Le dijo que esa era su casaaunque le doliera y le pidió el favor deque se marchara y los dejara vivirtranquilos como dos recién casados. A

la mujer casi le da un ataque y armótodo un espectáculo cuando Derek llegó.No le dolió que el no la defendiera, peroque se pusiera del lado de su madre,casi dándole razón en todo lo que esamujer pensaba de ella, eso si que dolió ypor esa razón ellos dos estaban másdistanciados que nunca.

Una mañana ella salió temprano y se loencontró en el comedor. Su madre comocosa rara, no estaba por allí.

—Buenos días, Adi.

—Buenos días—dijo ella muy seria.

—¿Dormiste bien?

—Como un bebé, gracias—miró haciaotro lado, mientras Rosa Helena, le traíasu café y le servía un plato con solojamón y queso.

—No vas a comer nada más.

—No tengo apetito últimamente.

—¿Estás enferma?

—No, no estoy enferma—giró la cara ysiguió comiendo.

Derek tomó su barbilla y la hizo mirarlode nuevo—Adi, no quiero que estemosasí.

—Así como Derek.

—Estamos casados. Quiero ver a miesposa alegrarse cuando llego a casa,desayunar con ella, salir con ella apasear. Hace poco lo hacíamos y nosdivertíamos—le sonrió.

¿Esposos?—se rió con sarcasmo—Derek, tú y yo somos solo un par deamigos que viven bajo el mismo techo.

Él enseguida se tornó serio—¿Por quédices eso?

—Sabes muy bien porque lo digo—sepuso de pie, pero antes de que ella

pudiera alejarse, él la tomó del brazo.

—Un momento, Adalind. Tengo otrotema que quiero hablar contigo.

—¿No puede ser más tarde? Voy algoretrasada.

—No, no puede ser más tarde. Quierohablar sobre mi madre y mi hermana—ledijo molesto. No le gustó para nada queella le dijera que solo eran amigos y sesentía furioso, pero sabía que era cierto,porque él no había sido capaz deconsumar su matrimonio con ella.Necesito que dejes de portarte tan

agresiva con ellas. No soporto más estasituación en mi casa. Todo el tiempopeleando, todo el tiempo hablando malla una de la otra. Por favor, Adalindaunque no lo pienses así, eres miesposa. Compórtate como tal.

Adalind palideció al escucharlo. Sintiócomo si la golpearan. Ella era laagresiva con su madre, era la mala de lahistoria—Sabes Derek, tienes razón entodo. De ahora en adelante mecomportaré como tu esposa, dejaré deser tan mala persona con tu pobre madrepara que puedas sentirte mejor en tu

casa, porque es la verdad, esta es “TUCASA”—hizo énfasis en eso, ya que élse encargaba de recordarle que ella notenía parte en su propiedad—. Ahoraque ya todo está aclarado me voy, noquiero llegar tarde.

Cuando Adalind salió de la casa, él nopudo evitar sentirse un miserable. Teníarabia por lo que ella le había dichosobre que eran solo amigos en lugar deesposos y pagó su rabia con ella.

Esa misma tarde, Adalind llegótemprano a casa y le pidió a Rita, queestaba en la entrada de la casa

barriendo, unas compresas para ponerseen la frente. Tenía mucho dolor decabeza. Derek todavía no llegaba y tuvoque encontrarse con su suegra y sucuñada. Las saludó rápidamente y subióa su habitación, donde le esperaba unasorpresa. El hermoso edredón que lehabía hecho Ellie para su boda, conretazos de telas, no estaba. Ella esamañana arregló su cama y puso allí suedredón pero por más que lo buscó no loencontró. Llamó a Rita y esta le dijo queapenas ella se había ido, la señora, lehabía mandado recoger ese edredón y

botarlo a la basura para poner de nuevoel que estaba antes, que ella habíacomprado y que hacía juego con el tonode las paredes. Adalind vio todo decolor rojo. Era tal la rabia que tenía queempujó a Rita y salió corriendo a buscara esa vieja hurraca. Ya estaba harta deesas dos allí. Vio a su suegra tomando técon su cuñada, muy tranquilas ysonrientes.

—Señora ¿Quién le dio derecho a tomarmis cosas y botarlas a la basura?

—Lo hice porque esa cosa horrible quetenías en tu cama, era terriblemente fea y

sucia.

—Usted es la persona más vil ymaliciosa que he visto en mi vida.Además de grosera y desconsiderada.Sabe muy bien que mi madre me dio eseedredón y por eso lo botó a la basura—la acusó.

Derek llegó en ese momento y al vercomo le hablaba a su madre, se llenó deira—Adalind! ¿Qué crees que estáshaciendo? Por Dios, es a mi madre aquien le hablas así. Muestra algo derespeto.

—¿Y que respeto tiene ella por mi?¿Sabes acaso lo que hizo ahora?

—No lo sé, ni quiero saberlo.

Muy bien, señor. Entonces no tengo nadamás que decir. Quédese con su madre ysu hermana , pero yo me largo de aquí.Estoy cansada de ver como me tratanellas a mi, como me tratas tú y que yosolo tenga que aguantarme. Salió de allíy se dirigió a su habitación. Comenzó atomar sus pertenencias y a meterlas enbaúles, mientras lloraba de rabia y detristeza. <<En que se había metido?>><<¿Cómo pudo pensar que Derek y ella,

dos seres tan distintos, podrían tener unfinal feliz>>

Derek entró a su habitación sin llamar—.¿Qué haces?

—Me voy , eso es lo que debí hacerdesde hace tiempo.

—No, tú no te vas de aquí. Deja de sertan inmadura, Adalind. Eres una mujeradulta y esto lo arreglaremos, peroprimero voy a hacer algo. Salió tanrápido como había entrado y ella pudoescuchar como le echaba cerrojo a lapuerta.

—Que haces—gritó—no me dejes aquíencerrada. ¡Derek!

Él la dejó allí gritando y despotricandode él. Escuchó gritos abajo y llantos porun buen rato y luego todo quedó ensilencio. Esperó a que él subiera , peronada pasó y se sentó en su camallorando, preguntándose que iba a pasarahora y si su familia la recibiría denuevo en casa después de su fracasomatrimonial.

CAPÍTULO 10

A medianoche, algo la despertó en laoscuridad. Sintió un familiar roce en sumejilla y al abrir los ojos vio a Derekque la acariciaba y la miraba condulzura.

—Lo siento, Adi. Hablé con ellas y medijeron lo que habían hecho. Jamáspensé que mi madre pudiera ser tancruel. Yo…siento mucho lo que le hizoal regalo de bodas de Ellie.

—Ya no importa—hundió la cara en sualmohada.

—Claro que importa—se sentó a su ladoen la cama—. Te quiero Adi y deseo queseamos felices. Reconozco que he hechotodo al revés y te he lastimado con miforma de ser —comenzó a acariciar sucabello—. Ya le dije a Rita que buscarael edredón y lo lavara bien. Me dijo que

quedaría como nuevo.

Gracias, lo miró con tristeza—Derek, nisiquiera le has dado una oportunidad anuestro matrimonio. Ya han pasadosemanas y solo me das un beso en lafrente y de milagro uno en la mejilla. Yono te intereso como mujer y prefierodejarte ir para encuentres una personaque si ames, a quedarme a tu ladoviéndote molesto y triste. Desde quellegamos a casa—se corrigió—…Perdón, tu casa, siempre estás molesto.Apenas hablamos y cuando nos vemos,es en la cena y o en el desayuno y tu

familia siempre está allí.

—Eso no va a volver a pasar—él lahaló suavemente hacia él, tratando delevantarla de la cama. Ella se dio lavuelta quedando frente a frente con él,sus rostros muy cerca—mi familia ya sefue, Adi. Las envié al hotel por estanoche y mañana se van en el tren de las10 de la mañana.

—No debiste hacerlo, son tu familia.

—No Adi—el miraba sus labios y sentíaque lo llamaban. Tenerla tan cerca hacíaque su cuerpo reaccionara de una forma

totalmente inexplicable—. Mi familiaeres tú, cariño—no resistió el deseo detomar sus labios en un pequeño beso.

Ella se sorprendió y lo miró fijamente,como esperando a que lo hiciera denuevo—Adi…me estás matando—tomósu boca y esta vez no fue delicado. Susbrazos la rodearon y ella posó susmanos contra su pecho, como si fuera aapartarse, pero sin hacerlo. La boca deél reclamó su boca por completo y susmanos acariciaron su cuello , sushombros, enviando sensacionesextrañas, pero sorprendentes por su

cuerpo. Adalind, retiró sus manos de supecho y las subió hasta su cabello,acariciándolo y acercándolo más a ella.Dios, se sentía llena de calor por todaspartes <<¿Qué era eso que la quemaba?>> Derek , fue inclinándola sobre lacama, la recostó suavemente mientrasella estaba perdida en sus besos. Lasmanos de él pasaron a la parte delanterade su camisón y ella inmediatamentedejó de besarlo para mirarlosorprendida. Él sonrió con ternura, siquitarle la mirada y procedió adesabrochar la hilera de botones.

Cuando dejó al descubierto sus pechos,plenos y blancos como marfil, todo loque deseaba era amamantarse de ellos.Tocó sus pezones haciendo, que ella seestremeciera y gimiera por la deliciosasensación de él, acariciando loserguidos pezones rosados.

—¿Te gusta cómo se siente esto?—lepreguntó mientras dos de sus dedosapretaban un pezón y causaban un dolordelicioso.

Ella asintió tímidamente—Sí…—su vozahogada, al tiempo que Derek seinclinaba y tomaba un pezón en su boca,

jugueteando con el. Adalind cerraba losojos sintiendo como succionaba condelicadeza su pecho. Ni siquiera notócuando el recorrió su piernas con unamano, alzó el camisón y llegó hasta susexo para tocarlo lentamente como si loestuviera explorando. Adalind emitió unjadeo de pura sorpresa—.No deberías…hacer eso.

Derek se rio—¿Porque cariño? ¿Te davergüenza que te toque?

—Que me toques allí…si—.Admitiócon la cara roja.

A Derek le pareció muy gracioso ytierno, que ella actuara de esa manera.Era al decir verdad algo refrescante queeso sucediera. Trató de abrir suspiernas, pero ella rápidamente las cerró.

—Cariño…respiró en su oído,haciéndole cosquillas—.Quiero hacertesentir bien, solo tienes que abrir laspiernas un poquito. Te prometo que nodolerá y te gustará. Adalind miró paraotro lado mientras lo hacía, cosa que lohizo reír, aunque trató de disimularlo.Acarició su montículo, haciendo queella experimentara una extraña humedad

entre sus piernas y ansiara algo que enrealidad no sabía que era. El volvió aacariciarla, esta vez deslizando susdedos en su abertura y ella gimió,arqueándose contra él. Derek la besó,sin dejar de explorar y sumergir susdedos en vagina. Ella no podía más conlas sensaciones de su cuerpo y se aferróa él, como si fuera un salvavidas, peroel no dejaba de torturarla y el placer fuetanto y tan insoportable que gritó,cuando frente a sus ojos vio chispas ysintió que todo su cuerpo explotaba deéxtasis. Su cuerpo parecía tener vida

propia y se sacudía con el clímax. Dereksolo se dedicó a mirarla, sintiéndosefeliz de haber sido el causante de suprimer orgasmo. Luego la besó denuevo. Esta vez, con más lentitud y ellaabrió sus ojos para verlo frente a ella.—¿Estás bien?

—Sí—. Su corazón todavía agitado, lehacía hablar con dificultad.

Derek la contemplaba, sin poder creerque esa belleza fuera suya. Hacía unbuen rato que ya no veía a Adi, comouna chica, sino como toda una mujer y lomataba tener sueños con ella, donde le

hacía el amor o las veces que laescuchaba darse un baño y deseaba estarcon ella allí, pero entre laspreocupaciones de su trabajo y lainsoportable convivencia dentro de sucasa con su hermana y su madre, habíasido casi imposible. Él que seconsideraba un hombre de sangrecaliente, que le gustaba tener una mujeren su cama, se había conformado conayudarse con su mano. Algo de lo que nose sentía particularmente orgulloso.

—¿Esto siempre es así?—preguntoAdalind

—¿Eso quiere decir que te gustó?

—Definitivamente me gustó. Nunca meimaginé que esto fuera así.

Derek miró su cuerpo de abajo hastaarriba, con apreciación—Esto es solouna parte querida, hay mucho más en elacto de amor entre un hombre y unamujer. Él pretendía demostrarlo, pero enese momento, tocaron la puerta.

—Señor, tiene una visita.

—¿Quién es? —preguntó molesto.

—Es el sheriff, dice que quiere verlo austed y a la señora.

—¿Que puede querer Charles a estahora?—le dijo a Adalind.

—No lo sé, pero debe ser importante,sino puedo esperar hasta mañana.

Esa mañana, Adalind, no podía dejar depensar en la forma en que Derek habíatocado su boca, sus pechos. Había sidoalgo sorprendente. Jamás pensó quealguien podría tocarla de esa manera sinser pecado y hacer que ella se sintieratan bien. No alcanzaba a imaginarse

como sería entonces hacer el amor consu esposo. Lo único que empañó unpoco su felicidad, fue lo que sucediócon Charles, cuando llegó esa noche a lacasa de ellos.

Las noticias eran terribles. Meredith, sualumna por la que tanto temía, ya que supadre era un borracho. Desapareció porun tiempo y la habían encontrado en elgranero, que quedaba alejado de la casay estaba amarrada. La niña había sidocastigada por su padre y la tuvo variosdías allí, sin agua ni comida. Cuando elsheriff había ido la primer vez, no pudo

encontrarla. Luego de eso, fue variasveces más y allí si la vio, pero la niña ledijo que estaba bien, a pesar de que senotaba que no lo estaba. Le preguntó quesi quería irse de allí, que si su padre lamaltrataba, pero la chica asustada ledijo que no y el no pudo hacer nada. Esanoche la habían encontrado casi muertaen el rancho vecino. Su vecino la vioentre los árboles tirada, con los piesdescalzos y ensangrentados de tantocaminar para buscar ayuda. Lo buenofue, que a su padre lo habían puesto enla cárcel y no creían que saliera muy

pronto, debido a la golpiza que le habíadado a la niña. Ahora ella estaba encasa de una familia muy buena, que notenía hijos y sabían por lo que estabapasando. Ellos decidieron darle unhogar, para que ella no tuviera que irsedel pueblo. Por fin Meredith sería feliz ypodría estudiar para ser alguien en lavida, no una mujer más, que se llenarade hijos, como era el destino de muchaschicas jóvenes de por ahí. Escuchó unaspisadas. Y sintió que su corazón seaceleraba.

Derek, iba tarde a su trabajo, venía

bajando las escaleras sonriente y cuandola vio sentada en la mesa, se acercó aella y le dio un beso. Esta vez no fue unoen la frente. Fue en los labios y ella sesonrojó un poco al ver que una de lascriadas estaba allí, mirando. Después dedesayunar, el insistió en acompañarla ala escuela y luego se devolvió al pueblopara ir al banco. Adalind sintió ese díaque flotaba en una nube y por fin tuvo laesperanza de que las cosas pudierancambiar para bien.

*****

Con el paso de los días, ellos seadaptaron a su rutina. Ella iba a laescuela, llegaba temprano y no dejabaque la cocinera hiciera la cena, porqueella misma deseaba hacerla para él.Muchas veces cuando tenía laoportunidad era Derek, quien pasaba porla escuela y le llevaba el almuerzo a

ella. Y acostumbraban a encontrarse conla familia los domingos, donde ellaaprovechaba para darle el día dedescanso a las criadas y después delservicio en la iglesia, se quedaba apreparar con Ellie y su tía Lissi muchasde las comidas que le gustaban.

—¿No quieres tener bebes por ahora,Adi?—preguntó Lissi.

—Yo…si quisiera, pero creo quedebemos esperar un poco.

—¿Pero porque? Las parejas se casanjóvenes y tienen hijos jóvenes. Es mejor

así.

—¿No le has preguntado a Derek?

—No hablamos mucho de esas cosas—dijo evadiendo la mirada de Ellie.

—Cariño ¿va todo bien?—Adi rió. AEllie no se le escapaba nada—-. Todoestá bien, es solo que es un poco pronto.Yo estoy con mucho trabajo en laescuela, los alumnos se retrasan muchoporque sus padres cada vez que losnecesitan, les dicen que no vayan aestudiar y es algo que no puedo evitar.,Derek también tiene sus propios asuntos

en el banco…

Derek pasaba por la cocina, cuando lasescuchó hablar. Se quedó un momentoallí para oír lo que decía Adalind.

—Pero pueden sacar el tiempo parahacer ese bebé—dijo Lissi, con ciertapicardía.

—Es mejor esperar. Hemos tenidobuenos y malos momentos últimamente yquiero estar segura de que los dos lodeseamos.

—Yo creo que es bastante inteligente detu parte. Aunque puede que cuando lo

quieran, ya venga en camino. Ya sabesque estas cosas, no se pueden controlar.

—Yo solo me imagino un bebé con tusojos y con el color de piel de Derek.Que sea travieso y corra todo el tiempopor la casa haciéndote dar dolor decabeza y al mismo tiempo divirtiéndote.No hay un día en que mis hijos no mesaquen al menos una sonrisa.

—Lo mismo digo—.Estuvo de acuerdoLissi.

Adalind, no dijo nada más. Solo pusolos panecillos en la bandeja y salió a

llevarlos. Cuando lo hacía, se encontrócon Derek y supo que las había estadoescuchando.

—Ya veo que eres un maleducado—.Sonrió.

—No hacia nada malo.

—Sé que escuchaste—lo reprendiócomo a un niño pequeño. Derek le dioun beso en la mejilla y fue a encontrarsecon los demás en la mesa.

Pasaron una tarde agradable, jugandocon los niños, hablando con sus espososy escuchando las últimas noticias de

Nueva York, ya que Mathías acaba dellegar de allí, debido a unos negociosque estaba haciendo. Al llegar la tarde,todos se despidieron y se fueron a suscasas. Adalind subió a darse un baño yDerek se quedó en su estudio leyendoalgunas cartas. Más tarde él subiótambién pero quiso darle las buenasnoches a ella y tocó la puerta pero no leabrió. Pensó que era extraño, así queentró y escuchó que cantaba. No seaguantó las ganas, abrió un poco lapuerta. Ella estaba de espaldas. Frotabasu piel con un paño y un jabón de

lavanda que perfumaba todo el sitio.Tenía su largo cabello dorado recogidoen un moño alto él no podía hacer otracosa , más que seguir el camino de esejabón sobre su cuerpo, con envidia.Desde allí podía ver la elegante curvade su cuello y el contorno de sus pechossobresalir del agua.

—Eres la mujer más hermosa que hevisto en mi vida.

Ella dio un pequeño grito de sorpresa—¡Me asustaste!

—Lo siento—.Se fue acercando más.

Adalind no sabía si meterse más en labañera o tratar de alcanzar la toalla.Cuando lo vio más cerca todavía se tapósus pechos.

—No lo hagas, cariño—se agachó paraquedar a su altura y la besó. Adalindsolo se perdió en su beso, mientras él latomó en brazos salpicando todo el pisode agua. La llevó al lecho y la posósuavemente sobre la cama y se colocójunto a ella.

—¿Tienes miedo?

—No—musitó. Respiraba impaciente.

Derek soltó el moño que sostenía sucabello y lo dejó caer libremente paraacariciarlo con sus dedos. Estabaexcitado desde que la vio en esa bañeray ahora su miembro tenía una erecciónque era dolorosa. Necesitaba estardentro de ella para aliviarse, peroestaba tratando de calmarse. No podíasimplemente tomarla como un animal encelo. Era su primera vez y no quería serbrusco. Se acercó a su cuello y le diopequeños besos suaves. Su piel olía almismo cielo, una mezcla entre vainilla yalgo de lavanda—hueles delicioso.

—Es…es un jabón que me regaló Cloepara usar en la luna de miel—respondióalgo sonrojada.

—Me gusta—rozó sus labios con los deella, tratando de convencerla de abrirsepara él. Ella le respondió, rozandotímidamente su lengua, después seapartó—no soy muy buena en esto.

—Cariño, eres muy buena, te lo aseguro—le dijo con voz ronca.

La miró desnuda y ella se tapó lossenos.

—No hagas eso, preciosa—quito las

manos de sus senos y los vio turgentes,llenos. Su piel se veía suave y la tocópara confirmas que era como seda.Estaba seguro de que no solo sus pechoseran así, que si tocaba cada parte de sucuerpo sería de la misma forma. Derekse quitó su ropa y acarició las piernasde ella suavemente mientras subía por sucuerpo. La mirada tímida de Adalind lohizo sonreír—.Cierra los ojos, Adi. Ellaobedeció y él tomó una de las manos deella y la colocó en su pene—Tócameamor. Adalind dejó que él la guiara,dándose cuenta de que era un hombre de

gran tamaño. Se sentía suave al tacto,como aterciopelado; era duro y cuandoabrió os ojos presa de la curiosidad, viouna cabeza hinchada y algo roja. Debajode su miembro había unas bolsas ytambién vello oscuro. No cabía dudaque el cuerpo de una mujer no tenía nadaque ver con el de un hombre; al menosallí abajo. No sabía porque , pero mirarsu hombría tan de cerca, hizo que sucuerpo ansiara algo, pero no tenía ideade qué.

Derek se inclinó sobre ella; comenzó aacariciar su cara, bajó a su cuello y

siguió a sus pechos. Su boca llegó a unpezón y lo tomó en su boca suavemente,escuchando los gemidos de ella. Elpezón se endureció, productos de susatenciones, así que siguió con el otro.Una de sus manos siguió por sus caderashasta sus muslos y entonces se desvió asu entrepierna. Sus dedos acariciaron lacálida abertura y escuchó que Adalindse tensaba y jadeaba por la sorpresa.

—No hay nada de que preocuparse,linda. Solo estoy intentando preparartepara lo que viene. La miró atentamente—Adi, sabes lo que viene , ¿verdad?

Ella asintió.

—¿Sabes que la primera vez, es un pocodolorosa para una mujer?

Ella volvió a asentir—.Se veía taninocente, que Derek se sintió como undesgraciado al tener que hacerla sufriraunque fuera por un momento. Siguióacariciando con delicadeza, mientrasella gemía y se retorcía por lo que susmanos le hacían.

—¿Te gusta esto?—le preguntó cuándosus dedos se hundieron en su vagina ytocaba puntos que la hacían gritar de

placer.

—Sí…no te detengas

Abre más las piernas, cariño. Adalindcon las mejillas rojas, lo hizo, perodesvió la mirada. Derek sabía que erapor timidez, pero eso fue olvidadorápidamente , cuando sus dedos hicieronsu magia y los ojos de ella se notabanvidriosos por la excitación. Derekaprovechó que ella estaba presa en lassensaciones y se introdujo lentamente ,ella abrió sus ojos y lo miró unmomento. El temor, pero tambiénconfianza. La besó y mientras lo hacía se

empujó dentro de ella. Adalind gritó y élvolvió a besarla, tratando de distraerlahasta que el dolor remitiera. Sus dedostocaron su clítoris y ella sollozó.

—¿Quieres que pare?

—No…no lo hagas.

Derek entonces, comenzó a moverselentamente, para luego acelerar el ritmo.Adalind se agarró de sus hombros. Laincomodidad estaba desapareciendo. Elcalor en su cuerpo, volvió a surgir ysiguió el ritmo que él marcaba, como sifuera un baile. Derek tenía la

respiración entre cortada, entraba y salíade su interior que lo quemaba yordeñaba. Adalind no esperaba que sucuerpo respondiera de la forma que lohizo. Algo estalló en su interior y suespalda se arqueó, mientras gritaba porlas sensaciones que la recorrían.

Derek no demoró mucho más después deeso y se dejó llevar hasta que unestremecimiento lo recorrió y con unronco gemido se derramó en ella,sintiendo un orgasmo tan poderoso, quecreyó que perdería la conciencia.

Se quedó un rato sobre ella mientras los

latidos de su corazón se recuperaban.Ella acariciaba su cabello, pero supoque tenía que quitarle su peso deencima. Adalind era muy menuda y élera bastante pesado, se movió hacia unlado y la estrechó en sus brazos. Estabasorprendido de todos esos sentimientosdentro de él, hacer el amor con Adalindfue algo inigualable. Nunca se habíasentido así, con alguien. Ella era virgen,jamás había estado con un hombre hastaél y sin embargo, causó más pasión ydeseo que todas las otras mujeres quehabían estado en la cama con él.

—¿Siempre es así?

—¿Qué cosa?

—El acto amoroso entre un hombre yuna mujer—respondió—¿Siempre es asíde intenso?

—No. Esto fue especial.

Ella lo observó un momento y luegosonrió—Sí, fue especial—le dio un besoy el se encendió al sentir sus labios.Poco tiempo después estaban haciendoel amor de nuevo.

CAPÍTULO 11

Luego de esa noche, hubo un cambiototal en la relación entre Derek y ella.Hablaban de cualquier tema con lamayor confianza. Él se portaba como suesposo en todos los aspectos y su

semblante no era el que tenía antes,serio y huraño. Ahora, cada noche, losdos disfrutaban el uno del otro. Suscuerpos parecían no tener suficiente decada uno. Cada noche sobrepasaba laanterior y los dos aprendían lo que legustaba al otro. Derek se portabaapasionado y muy creativo a la hora dehacer el amor y Adalind , que se habíavuelto muy buena alumna, lecorrespondía de maneras que jamáspensó que su educación o moral, lepermitirían. Él le enseñaba a descubrirsus cuerpos con cada sentido para hacer

de cada encuentro, uno inolvidable. Enel día ambos trabajaban, pero siempretrataban de encontrarse y los fines desemana pasaban buena parte del díajuntos. Ella quiso hacer un huerto en eljardín y el la ayudó con todo lo quenecesitaba. Después de unas semanas,estaban comenzando a ver comogerminaban las semillas de lechuga,rábanos, tomates y otras más. La genteya los conocía bien, y sonreían, cuandollegaban al restaurante del hotel ocuando iban a comprar algo en uno delos locales del pueblo. Muchas veces él

quería comprarle un montón de cosas yella tenía que detenerlo para que no sellevara la tienda entera en vestidos queella usaría en muy pocas ocasiones en elpueblo, pues eran muy finos y para unaciudad enorme, no para un pueblo queaunque era mas grande que antes, estaballeno de gente humilde y que sededicaban al cuidado de la tierra oganado. Pero el hombre era terco y nodejaba de insistir hasta que ella decíaque si los llevaba, porque no quería quea su esposa le faltara nada. Las cosas nopodían ir mejor y Adalind estaba

pensando en tener esa charla sobrebebés con Derek. No tenía idea de quegrandes problemas se aproximaban.

Una tarde los dos llegaron a casa juntosy encuentran que tienen visitas. Ella nolo puede creer, pero en su sala, vesentadas cómodamente a Janeth, lahermana de Derek, junto a su madre yuna mujer muy hermosa y elegante quemira a Derek con afecto y tal vez…algomás.

—Madre ¿Qué haces aquí? ¿Porque nome avisaste que vendrías a vernos?

—No creí que tu madre tuviera queanunciarse, querido.

—Por supuesto que no señora—dijoAdalind—.Pero nos habría gustadosaberlo para preparar las cosas ybrindarle un ambiente más cómodo.

—Mi hijo me dijo la última vez queestuve aquí, que podía venir cuandoquisiera. Así que no hay necesidad deavisar.

Ella y Derek, se miraron, pero nadiedijo nada.

—Yo solo quería venir a verte y de paso

traerte una sorpresa—.Miró a la mujer asu lado y luego a Derek—Bien ¿Es queno vas a saludar a Edwyna?

La mujer ni esperó a que él se acercara.Fue ella la que se le abalanzó encima yle dio no uno sino dos besos en lasmejillas—Derek, querido, tanto tiemposin verte.

—Lo mismo digo—.Su sonrisa era deoreja a oreja y Adalind quiso ahorcarlo.

—Edwyna llegó de Francia hace poco yquería verte. Cuando le dije queveníamos para acá, nos dijo que viajaría

con nosotros. Fue un viaje maravilloso,hablamos de tantas cosas y ella comosiempre toda una dama y una excelentecompañía, nos hizo el trayecto hasta estepueblo, mucho más placentero.

Adalind aburrida de escuchar lasvirtudes de la dama, decidió presentarseella sola, ya que nadie tuvo la cortesía—. Mucho gusto, soy la esposa deDerek, Adalind Sutton.

—Que ternura, usas el apellido de tuesposo—.La miró de pies a cabeza yAdalind no se perdió el hecho de que nole devolvió el saludo—Sí, es verdad.

Aquí las mujeres adoptamos en apellidode nuestros esposos. ¿No lo hacen en suciudad?

—Oh no, por favor. Yo seguiría dandomi nombre de soltera, si me casara. Soyuna mujer bastante moderna en esesentido.

Adalind solo sonrió educadamente.

—Querido, es que no nos vas a brindaral menos un vaso con agua?—dijo lamadre de Derek, mirando a Adalind.Haciéndole saber que era unamaleducada al no atender a su visita.

—Voy a mandar a traer limonada y unpoco de tarta. De paso le diré alservicio que prepare la cena ¿Oprefieren comer en el hotel donde sehospedan?

Las mujeres hicieron un gesto de horror—Por Dios santo, niña. Nosotros notenemos porque quedarnos en un hotel,cuando tenemos la casa de mi hijo.

Adalind lo había hecho a propósito.Quería recordarle a Derek, que él lehabía dicho que su familia se quedaríaen un hotel cuando viniera, para que novolviera a pasar lo de la última vez.

Pero al mirarlo supo que era una batallaperdida. Sus ojos le decían suplicantesque las dejara quedarse allí y eso lepartió el corazón, porqué una vez más élponía a su familia sobre su matrimonio.No es que ella quisiera que él semantuviera de pelea con su familia, peroesperaba que al ver que no se llevabanbien, tratara de hacer las cosas de unamanera conciliadora. Ellas en el hotel yellos en su casa para evitar discusiones.

Adalind, mi amor. Creo que mi madre ymi hermana pueden dormir en lahabitación del fondo, que es más grande

y Edwyna en la de huéspedes. No haynecesidad de que vayan a un hotel.

Ella lo miró decepcionada y trato dedisimular su rabia—Muy bien, entoncesmandare a que preparen lashabitaciones. Las tres brujas se miraroncon satisfacción y ella supo en esemomento que ellas no se irían de esacasa, hasta que fuera ella, la primera quepusiera un pie afuera. Esas mujereshabían llegado a hacerle la guerra.

*****

Esa noche , ella no hizo la cena comosiempre que estaba con Derek. Esta vezfue la cocinera la encargada de hacerla ydespués de que todos habían comido,empezó la tortura.

—Muchas gracias querido. La cenaestuvo maravillosa, aunque yo le habríapreferido algo menos grasoso. Aquí enel campo comen bastante y muy grasoso.

—De nada madre. A mi me encantó lacena, siempre me ha gustado la comidade esta región.

—Para mañana le diré a Rosa helena

que haga unos huevos hervidos y unosrevueltos , además de salsa dearándanos para los panecillos y té, nocafé.

Adalind sentía que le hervía la sangre.¿Quién se habrá creído esa mujer quevenía a dar órdenes a su casa y en laforma como preparaban el desayuno?

—Señora, creo que de eso me encargoyo. Si desea el huevo de otra forma, lediré yo misma a la cocinera. El resto deldesuno se sirve como nos gusta a mimarido y a mi. Los invitados por logeneral aceptan lo que sus anfitriones

les ofrecen.

—¡Pero que mujer tan maleducada!—dijo molesta. Derek ¿es que no vas adecirle nada? Que falta de respeto. Estacasa es de mi hijo, no tuya—le dijo aAdalind y aquí tengo mas derecho amandar yo, que soy su madre.

—Adalind, cariño. Solo haz el benditodesayuno, como ella lo quiere yevitemos problemas—le dijo casi aloído. Ella no le respondió nada.Simplemente se puso de pie—.Les pidoun permiso, estoy agotada.

Todas se quedaron mirándola, mientrassubía las escaleras y escuchó decir a lamadre de Derek—Que mujer tan maleducada, toda una campesina llena demalos modales. Lo que más le dolió fueque Derek no abriera la boca paradefenderla.

La mañana la sorprendió en su cama,ella por lo general se levantaba con losprimeros rayos del sol, pero anoche nohabía podido dormir bien a causa detodo lo que sucedió y luego Derek llegómuy tarde a la cama y pretendía hacer el

amor como todas las noches, pero ellasimplemente le dio la espalda y no quisohablarle. Afortunadamente entendió elmensaje y también se fue a dormir.Desde que estaban tan bien, él habíadejado la otra habitación y se había idoa dormir a la de ella, pero esa nochevolvió a quedarse en su alcoba y eso lequitó el sueño. No supo a que horas sedurmió por fin, pero lo que si sabía eraque en ese momento, ya era muy tarde ytenía que irse a la escuela. Se levantó dela cama y en ese preciso instante alguienllamó a la puerta.

—Adelante.

—Buenos días, señora.

—Buenos días, Rita. ¿Por qué no melevantaste más temprano?

—¿Él señor dijo que la dejara descansarun poco más porque había tenido ustedmala noche.

—<<¿Y el como sabía eso, si se habíaido de su habitación?>> pensó Adalind.

—Quiere que la ayude con el vestidoque se va a poner hoy?

—Si, por favor, ¿Podrías plancharme elamarillo?

—Sí, señora—la mujer tomó el vestidoy salió.

Después de un rato, Rita volvió con elvestido y ella se terminó de arreglar.Mientras bajaba las escaleras alcomedor, le preguntó por su esposo.

—Rita, ¿El señor se levantó muytemprano?

—Sí señora. Ya leyó el periódico ydesayunó con su visita. Una de ellas loacompañó al banco.

—¿Quien? ¿Edwyna?

—Creo que si, señora.—respondió

dudosa, la mujer.

Lo que le faltaba. La ex prometida deDerek, saliendo al banco con él, portodo el pueblo. Tomó sus libros y se fuea la escuela, no probó bocado. Con todolo que estaba pasando, no tenía hambre.La mañana pasó volando y llegó al horadel almuerzo—ella no había llevadonada, porque ese día era Miércoles yDerek siempre le llevaba el almuerzopara comer juntos, pero ese día no seapareció. Se quedó sola en el salón declases mirando por la ventana,esperando a verlo , hasta el último

minuto, pero nunca llegó. Se dedicó adar las clases normalmente y cuandollegó la hora de irse , pasó por lapanadería y luego llego a su casa. Ritala recibió con no muy buena cara.

—Buenas tardes, señora.

—Buenas tardes, Rita. ¿Pasa algo?

—No señora.

—¿Derek ya llegó?

—No. Solo las señoras están aquí..

—Muy bien, entonces iré a verlas.

—Están en la habitación de costura. Yala señora Agatha, mandó hacer la cena.

—¿Y ustedes la hicieron?

—Sí señora—le habló un tantoavergonzada— .Usted disculpará, perola señora Agatha fue quien nos contratóy nos lo recordó cuando estuvo en lacocina. Dijo que aquí se hacía lo queella quisiera y no esa comida horribleque a usted le gusta.

Adalind trató de llenarse de paciencia—.No te preocupes Rita, ya veré comohablar con ella. Mientras sirve lo quehicieron, cuando el señor Derek llegue.

—Sí señora—dijo la mujer apenada.

Adalind se dirigió al cuarto de costura yse encontró con que todas reían yhablaban un poco en voz baja.

—Edwyna, esa mujer es una interesadacompleta. Ella quería estar con Derekpor su dinero y vio la forma deengatusarlo con esa historia de que todoel pueblo hablaba de ella, de que teníaque responder por lo que había hecho;ya que sino lo hacía, la reputación deella estaba arruinada. ¡Yo no creí nadade eso!

—La verdad es que se nota que notienen nada de clase. ¿Y observaron su

forma de vestir? No me extraña paranada que Derek prefiera ir conmigo albanco que con ella. Debe sentirvergüenza—dijo Edwyna riendo.

Janeth se quedaba callada, aunqueasentía con la cabeza. Adalind sabía queesa mujer le tenía miedo a su madre.

—Tienes que hacer algo, querida. Nopodemos permitir que Derek se quedecasado con esa horrible mujer.

Adalind estuvo a punto de entrar yponerlas a todas en la calle, pero se dijoque lo mejor era hablar primero con

Derek y comentarle.

Cuando Derek llegó, entre su madre ,hermana y Edwyna lo acapararon y ellano tuvo un solo minuto a solas con él.Luego ya tarde fue a su cuarto y loencontró dormido, así que lo dejó parael día siguiente. Lo malo fue que de díaen día, el tiempo fue pasando y jamás,aunque pareciera increíble, pudohablarle a solas para decirle lo quepasaba y lo que ellas tramaban. Inclusoun día fue al banco y él lejos de versecómodo con su presencia a allí, pareciómolestarse. Ella se fue dolida y no habló

con el en dos días. Eso no parecióimportarle, porque él se dedicó a salir yllevar a sus invitadas al parque, a lossitios bonitos del pueblo e incluso depicnic y al final ella terminó diciendoque fueran ellos , porque la pasaba tanmal y se sentía tan fuera de lugar, queprefería quedarse en su casa. Confiabaen su marido y no lo creía capaz defaltarle a su matrimonio, aunque sabíaque las mujeres como esa siempre se lasarreglaban para tener lo que querían. Ella sabía que esa mujer era todo loopuesto a ella. Tenía vestidos finísimos

y se vanagloriaba de su educación enFrancia y de que hablaba variosidiomas. Una tarde ella estabapracticando en el piano del estudio, loque Derek le había enseñado. Estabamuy concentrada cuando escuchó unarisita y se dio la vuelta para ver aEdwyna que la miraba burlándose—Losiento, no quería interrumpir. Es soloque escuché lo bien que tocas y quisevenir a ver.

—Sé que no toco bien , pero estoyaprendiendo. Derek dice que cada vez lohago mejor.

Ella volvió a reír—seguro que lohaces…

Adalind se molestó por su falta dedelicadeza y por burlarse de ella en supropia casa—Dime algo Edwyna ¿Quéhaces en esta casa? Sabes que mi esposoesta casado ahora. Entonces que sigueshaciendo aquí?

—¡Vaya! Puedo ver que sacaste lasgarras. Siempre dije que esa actitudpasiva, como si nada te molestara , nopodía ser cierta—.Caminó por elestudio—.Ya que vamos a ser sinceras,te diré, que no estoy de acuerdo con que

él este casado contigo y sé que todavíasiente algo por mi.

—El no te ama, si eso es lo que crees.

—Te demostrare lo equivocada queestás, querida. En la noche, los invitadosde Derek, unos inversionistas de uncirco muy importante que queríaquedarse por unos meses en VirginiaCity, habían llegado y él quería dar unabuena impresión. A pesar de que estabanmolestos y no se hablaban mucho, ellahizo lo mejor que pudo y le dijo a Lissique la arreglara y la acompañara ahacerle unos arreglos a u hermoso

vestido que Derek le compró en su viajede luna de miel. Quería usarlo ese día.Colocó su hermosa vajilla y cubiertosde plata y le pidió a Ellie que colocaraalgunos arreglos de flores en la casa,para que se viera hermosa.

CAPÍTULO 12

Salió y al volver todo estaba perfecto, lacomida , se veía exquisita y ya solohacía falta terminar de arreglarse yesperar a los invitados. Al salir de suhabitación se encontró con Derek quesalía de la suya. La miró sonriente—teves hermosa, esposa. Ella se sintió felizpor el cumplido—muchas gracias,esposo. Se había puesto el vestido vinotinto que él le había comprado. Eraprecioso y muy elegante. Además teníaunos adornos de encaje muy fino en lasmangas que eran de seda como el restodel vestido. Sus joyas, eran bastante

discretas, no le gustaba ostentar y pensóen que sería mejor dejarles el lujo a susinvitados.

—No te había dicho nada, pero mesiento orgulloso de todo lo que estáshaciendo y te agradezco mucho tu ayudacon los inversionistas.

—No tienes nada que agradecer, soy tuesposa y es mi obligación, pero ademásme agrada hacerlo.

El besó su mano—Gracias, amor.

Adalind sonrió—.Le gustaba cada vezque él le decía así. Bajaron las

escaleras juntos.

Cuando el primero de los invitados , yaAdalind estaba al pendiente, en todomomento de distraerlos y hablar conellos, así como Derek. Las tres brujas ,como ella les llamaba a la madre,hermana y ex prometida de Derek,llegaron casi enseguida, atendiendotambién a los invitados como si fuerandueñas de casa. Había un hombre quesonreía todo el tiempo con Edwyna ycuando fuer la hora de ir a la mesa paracenar, el hombre la acompañó hasta lamesa y miró a Derek—tiene usted una

esposa muy hermosa y perfectaanfitriona.

Derek sonrío tratando de disimular yEdwyna veía a Adalind con burla.

—Ella no es mi esposa, señor Drumond.Mi esposa es Adalind—.La tomó de lamano.

El hombre se veía consternado portamaña equivocación—.Lo siento tanto,señor Sutton. Miró a Adalind—señora,cuanto lamento este malentendido.

—No tiene porque , señor Drumond—sonrió educadamente—todos nos

equivocamos. No entiendo porqueEdwyna al ver su confusión , no le dijola verdad, pero bueno, ella es un pocobromista—la miró de reojo. A Edwynano le gustó para nada el comentario ymucho menos la actitud de Adalind, puespensaba que se saldría con la suya y ellaharía un espectáculo o haría pasar a suesposo una vergüenza.

La cena duro dos horas, mientras seservía un plato tras otro. Adalind sentíala mirada fija de sus tres enemigas en lamesa. Querían que ella diera un paso enfalso para demostrar que no era nadie,

pero ella no les daría ese gusto. Estuvopendiente de todo, incluso de quien sesentaría al lado del otro. Derek hacía suparte entreteniendo a sus invitados yhablando con todos sin hacer distinciónde ningún tipo. Todo salió muy bien y alfinal ella se levantó primero , la siguióDerek y luego los demás invitadoshicieron lo mismo. Fueron a la sala,donde Derek había mandado trasladar elpiano. Los invitados se veían a gusto yella aprovechó para pedirle a Derek quejugaran algo divertido. La madre de élse acercó al escucharla, se les adelantó

y habló en voz alta.

—Porque no le pedimos a Adalind, quetoque el piano? Mi nuera es unaexcelente alumna y ya toca el piano, casicomo Derek. Todos los invitados,comenzaron a aplaudir y a pedir que ellatocara. Adalind miró a su suegra y supoque algo tramaba. Ella se levantó yapoyada por Derek fue hasta el piano yse sentó. Derek acudió a su lado—.Cariño, no tienes que hacerlo, sinoquieres. Adalind estuvo a punto de decirque si, que mejor lo hiciera él, pero noquería quedar mal.—Lo haré, si tu me

acompañas. Derek sonrió—Porsupuesto, amor—se sentó a su lado ycomenzó a tocar una partitura que yaconocían. Ella trató de relajarse y mirarel momento indicado en el que el ledijera que podía entrar en la canción. Élse sabía muy bien su parte y ellatambién, pero estaba nerviosa y esojugaba en contra. Cuando llegó elmomento, ella se desconcentró porcompleto y no entró a tocar en elmomento adecuado sino un pocodespués y luego todo fue de mal en peor,hasta que la gente comenzó a reír

pensando que tal vez era una broma deellos. Edwyna llegó hasta donde estabansentados y aplaudió—una hermosatonada.

—¿Porque no tocas con Derek?—dijoAgatha—. Creo que recordar que lohacían muy bien juntos.

La gente comenzó a aplaudir y a pedirlesque tocaran ellos dos ahora. Adalind setragó su malestar y se levantó de la sillaque compartía con su esposo paradejársela a Edwyna. Derek la mirócomo si no supiera que hacer y comenzóa tocar una tonada rápida y alegre, nada

parecida a la triste que había tocado conella. Edwyna entró en el momentoperfecto a tocar con él y de repenteDerek comenzó a cantar y ella aseguirlo, de una manera tan perfecta queparecía como si lo hubieran hecho todala vida. Él se veía divertido y feliz y afinal , ella terminó en una nota alta quedejó a todos sorprendidos y extasiadoshasta el punto de ponerse de pie yaplaudir fuerte. Ella se levantó hizo unareverencia y abrazó a Derek, que lamiraba hipnotizado.

Se fue el momento, en el que Adalind

supo, que su esposo, seguía enamoradode Edwyna Brooks y que ella solo habíasido un accidente. En algún momentoentre los aplausos él pareció recordardonde estaba y la buscó con la mirada.Al ver a su esposa sonrió como si nopasara nada y ella le regalo una sonrisaperfecta, que decía que no había vistonada, que todo estaba bien, aunque pordentro su corazón lloraba.

La Mañana siguiente Adalind bajó las

escaleras para ir a desayunar y vio quehabía té, huevos cocidos y todo lo que legustaba a la familia de su marido. Ellasimplemente dio los buenos días, elestaba muy entretenido hablando conellas y la miró un momento para darlelos buenos días también. Luego siguióhablando como si ella no estuviera allí,mientras ella trataba de poner algo en suestómago, aunque no tenía deseos.Media hora después Edwyna le dijo quelo acompañaría al banco y él sonrienteaceptó.

—Derek, ¿Podemos hablar un minuto?

—No tengo tiempo ahora, Adi. Pero siquieres cuando vuelva podemos hablar.

—Sí—Miró para otro lado—.Claro quelo haremos.

Imagínate que nos han invitado a comer ,los inversionistas de ayer. ¿Será que sehan confundido y todavía creen que soyyo la esposa de Derek?—dijo riendo acarcajadas.

Adalind guardó silencio y casi se echa allorar, cuando vio el gesto de Derek. Eracomo si no le importara en lo másmínimo sus sentimientos. ¿Cómo podía

ver que esas mujeres hacían todo eso, seburlaban de ella y hasta le faltaban elrespeto de aquella manera, y no hacernada?

—Edwyna, ellos no creen que seas miesposa, solo les caíste muy bien.

—Aun así, creo que la invitación debióser para tu esposa y no para una invitadamás en la casa. Pero debo reconocer queEdwyna parece más tu esposa que yo—.Sonrió.

Derek la miró extrañado pero no dijonada. Se volteó hacia la puerta

—.Edwyna, vamos que se me hacetarde.

—Por supuesto querido. Más tardevuelvo a ver que me pongo para elalmuerzo con los inversionistas. Su tonomuy seguro. <<Ella estaba convencidaque de que ese era su lugar>>—pensóAdalind con tristeza. Su marido no hizoabsolutamente nada. Así las cosas, lomejor era irse con todavía algo dedignidad. Podía tratar de empezar denuevo en algún lado y dejar que elestuviera con una mujer de la que si sesintiera orgulloso, tanto él como su

familia.

Adalind volvió a subir y sacó una bolsade cuero y colocó allí sus pocaspertenencias. Las que tenía cuando secasó con Derek. Bajó de nuevo y saliópor la puerta. Cuando se alejó un pocode la casa, volteó para mirarla yrecordar que esa había dio su casa porun tiempo. Un sitio donde fue feliz hastahacía poco. Quería recordarla porquesabía que nunca más iba a volver averla.

Ellie estaba lavando los pañales delbebé y vio a lo lejos que llegaba unacarreta. Era Adi, la conocería desdemetros de distancia. Enseguida se pusofeliz de verla y se apresuró a recibirla.Pero lo que vio no le gusto para nada;ella venía llorando y eso la preocupó.Tenía días con un mal presentimiento ycuando no los vio el domingo en el

servicio, se imaginó que algo pasaba,pero Phillip, le dijo que los dejarasolos. Que estaban recién casados y talvez querían solo estar solos y les habíadado pereza ir a la iglesia. Ella lo dejóasí, pero quedó con ese presentimientoraro en su corazón.

—Estoy harta de él—le decía a Ellie,mientras corría hacia los brazos deEllie.

—¿Que sucedió?

—Él nunca me quiso Ellie, el solo secasó por compromiso pero está

enamorado de otra mujer—.Llorabadesconsolada.

—Eso no puede ser cariño. Derek te vecomo si fueras lo más lindo en su vida.Puede que antes no sintiera de esamanera, pero estoy segura de que ahorasi.

—No tienes ni idea de lo que he tenidoque soportar todos estos días , desdeque su familia volvió—se limpió laslágrimas—.Regresaron con su exprometida de Nueva York y la mujer estodo lo que yo no soy. Es perfecta,hermosa, con clase y rica.

—Oh cariño…—la abrazó—.No puedespensar de esa manera. Tú nunca debescompararte con nadie. Cada quien tienesus cosas buenas y malas y estoy segurade que si la miraras mejor te daríascuenta de que no es perfecta. ¿Por quéno vamos a dentro y te preparo un caféde esos que te gustan con un poquito devainilla? Ves al bebé y de pasohablamos—¿Tienes tiempo? Me imaginoque acabas de salir de la escuela.

—Sí y casi que no puedo dar clases. Loúnico en que podía pensar es en esteproblema. Y en cuanto a que si tengo

tiempo, tengo todo el tiempo del mundo.Traje mis cosas y no pienso volver—ledijo mientras entraban a la casa.

Se sentaron a hablar toda la tarde ycuando era ya de noche, llegó Phillip.Ellie trató de calmarlo porque él queríair a reclamarle a Derek, pero entre lasdos lo calmaron un poco y loconvencieron de esperar a que Adalindy él se arreglaran a su manera. Mástarde, casi a las nueve de la noche,Derek llegó cabalgando en su caballo atodo galope. Estaba furioso.

—¿Que diablos haces aquí, Adalind?

¿Crees que se siente bien, llegar a casa yencontrarse con que te dicen que tumujer se ha ido?

—Seguramente no se siente nada bien—sus brazos en jarras mientras le hablaba—Por eso sé que me entenderás cuandote diga que no quiero volver a tu casanunca más, mientras esas mujeres esténallí.

—Esas mujeres son mi madre y mihermana.

—Y tu ex prometida, que me parece unatotal falta de respeto, que tenga que

aguantarla en la casa donde vivocontigo.

—Por Dios Adalind ¡Madura! Eres unaniñita que solo piensan en ella misma,en lo que los demás hacen paramolestarla o entristecerla, pero nopiensas en nadie más que en ti.

—¿Eso crees?

—Sí, porque eso es lo que me muestrastodos los días. No puedes llevarte biencon mi familia, simplemente porque eresuna chica insegura.

Sus palabras dolían demasiado. Jamás

pensó que él tuviera tan baja opinión deella.

—Sabes algo? Eres un maldito egoísta—le gritó—Eres peor de lo que pensé.No tienes ni idea de quien soy o comosoy. Solo porque te acabas de casarconmigo, y hace poco te dignastecompartir la cama conmigo, crees queme conoces? No sabes nada de mí.¿Quién te crees para hablarme de esaforma? Tú lo único que haces desde quenos casamos es ir al banco , estarpendiente de tus socios e inversionistasy llegara a casa a comer y a disfrutar de

tu buena vida. No te interesa lo quehago, crees que es muy poca cosa,porque yo no trato con gente importantey eso lo podía entender. Para ti soy solouna campesina, como d9ice tu madre.Pero lo que no entiendo es comodecidiste casarte conmigo si te doyvergüenza. Tú todavía amas a esa mujery no sé porque te alejaste de ella,cuando son el uno para el otro.

—Sabes algo? Tienes razón. Ella esmucho más madura que tú. Ydefinitivamente más educada.

—Entonces no tenemos nada de que

hablar. Si eso es lo que piensas , lomejor es que nos divorciemos. No tengoidea de como se hará, pero me imaginoque usarás tu dinero para hacerlorápido. De esa manera podrás por fincasarte con la mujer ideal para ti—l edijo sin poder evitar llorar. Le dolíahorrores, haberse equivocado tanto conél.

—No te vayas, no he terminado.

—Tienes algo más que decirme?

—Yo…nunca quise que las cosasterminaran así. Si hubieras tratado de

llevarte mejor con mi familia, todohabría sido distinto.

—Eres tan ciego, Derek. Tu lindahermana y tu madre. Estaban junto a tuperfecta Edwyna, planeando comosepararnos todo este tiempo. Ellas spusieron de acuerdo desde antes dellegar aquí, para separarnos porquesegún ellas no te doy la talla y eresmucho mejor que yo. Las escuchéhablando un día en la casa.

—Por favor, Adi. Sabes que eso no esverdad.

—Tu preciosa Edwyna, se metió un díaal estudio y me dijo que tu la amabastodavía y que me lo demostraría. Eso fueexactamente lo que hizo esa noche de lacena con los inversionistas. ¿Recuerdas?Me dejaste como una idiota en frente detodos para cantar a dúo con tu mujerperfecta, mientras los demás me mirabancon burla porque no tocaba tan perfectoel piano , ni hacía una pareja contigo,como la de Edwyna y tu, que es hechaen el cielo.

—No voy a escuchar más tonterías.Quería que lo intentáramos Adalind,

quería tener una vida contigo, pero veoque tu no—solo dijo eso y se montó a sucaballo. La dejó sola en medio de laoscuridad, llorando. <<¿Como pudehaberme equivocado tanto?>> pensódesconsolada.

CAPÍTULO 13

En los días que vinieron, Ellie, leaconsejó más de una vez que volviera asu casa, que no le dejara el campo librea esas mujeres, pero ella no queríavolver a ver a Derek. Una mañana

simplemente hizo su maleta, y despuésde arreglar todo para que consiguieranuna maestra que la sustituyera parasiempre, compró un boleto de tren ypartió a San Francisco, donde una buenaamiga que había estudiado con ella paramaestra, le consiguió un puesto en unaescuela para niñas. Se sentía tanhumillada y decepcionada porque creyóen un final feliz. Creyó que él la amaba,pero parecía que su destino era estarsola. Ella había querido ser maestra nosolo porque lo deseaba desde siempre,sino por hacerse digna de él. No quería

que sintiera vergüenza por estar con unamujer de pueblo, una campesina como ledecía su suegra.

Adalind llegó a San Francisco y trató deolvidar a Derek por todos los medios.Se metió de lleno en su trabajo y estabahasta altas horas de la noche,calificando exámenes o leyendo parapreparar su clase del día siguiente. Lasniñas eran muy lindas con ellas. Eranchicas pertenecientes a familiasdineradas, que estaban estudiando paraser las perfectas señoras de la casa, que

pudieran ser anfitrionas, tocar el piano,hablar en diferentes idiomas y darlehermosos hijos a sus esposos. Ella noestaba muy de acuerdo con eso, pero noiba a perder su trabajo por eso.Aprendió a callarse cuando algo no legustaba en la escuela y simplementehacía bien su trabajo.

Los meses pasaron y ella cada vezestaba más cómoda viviendo allí. Teníabuenas amigas ahora. Maestras quehacían lo mismo que ella y tenían cadauna, una historia que las había llevadohasta allí. Salió un día con una de ellas y

fueron a comer algo en una pequeñacafetería que tenía fama de hacer osmejores pastelillos. Todo el tiempo queestuvo con su amiga, sintió que laobservaban, pero no quiso decir nada.Tal vez eran ideas suyas.

Estuvieron un buen rato allí contándoseanécdotas de la escuela y riendo. Paracuando eran las cinco de la tarde, ellasentía que alguien la miraba fijamente.Buscó en todos lados , pero no vio nada.

—Creo que es mejor que nos vayamos.De todas formas es bastante tarde ydebemos estar mañana listas temprano.

—Sí, creo que ya hablamos bastante—su amiga estuvo de acuerdo.

Salieron y tomaron un carruaje y sedirigieron a la escuela, donde tenían susdormitorios. Al llegar allí, la directorale dijo a Adalind que alguien habíavenido a buscarla.

—¿Quien podría buscarme aquí?

—De mi casa me escriben todo eltiempo y me avisarían si piensan venir.

—Está segura de que me buscaba a mi?

—Completamente. Dijo que mañanavendría. Era un hombre joven, muy

elegante. Me dejó su tarjeta—.Se la dio.

Adalind la tomó y sintió que su corazónse detenía—La tarjeta era de Derek.

*****

La jornada de ese día estaba siendoagotadora. Tenía dos clases ese día yademás debía quedarse con tres chicasque eran muy inquietas y habían sidocastigadas. Para acabar de rematar, nohacía más que pensar en Derek. Porquetenía que llegar ahora, cuando llevaba su

vida un poco organizada y estaba tanllena de trabajo , que no pensaba tantoen él. Le había costado mucho poderhacerlo, porque cada vez que surecuerdo llegaba a ella, su corazón dolíademasiado.

La directora se presentó en el salón declases y le dijo que el mismo hombredel día anterior, la buscaba de nuevo.Adalind no quería verlo, pero sabía queno podía negarse. La directora la veíacon sospecha y seguramente pensaba queera algún hombre con el que tenía ciertotipo de relación y si no se lo aclaraba

pronto, podría pensar que ella era unamala influencia para las alumnas. Si enalgo se cuidaban mucho en aquellaescuela, era en la reputación de lasmaestras y de las niñas que allí asistían.

—Te espera en la oficina, Adalind. Porfavor no te demores.

—Sí, señora directora. En un momentovoy. Le dejó una tarea a las chicas en elsaló y salió directo a la oficina donde laesperaba. Mientras caminaba trataba dearreglar un poco su vestido y supeinado. También pensaba en lo que lediría al verlo. Lo conocía bien y

seguramente venía a reclamar susderechos de esposo y a decirle que laobligaría a volver. Pero ella estabadecidida y por nada del mundo volveríaa aquella vida, con esa familia de brujasque tenía.

Entró a la oficina y lo vio de espaldas.Estaba sentado mirando hacia labiblioteca. Ella hizo un ruido y él sevolteó. No sabía porque, pensó que lovería alegre, pero lo vio delgado y hastacon ojeras. No era el Derek que siemprehabía conocido.

—Buenas tardes, Adi.

—Bunas tardes, señor Sutton.

Él hizo un gesto de dolor al ver la formacomo lo llamaba.

—Fue difícil llegar hasta aquí. Nadiequería que hablara contigo y por másque les pregunté a tu tía Lissi o a Cloe,ellas no dijeron nada. Luego hablé conEllie y tampoco me dijo nada.

—¿Entonces quien te dijo?

—Hablé con Phillip.

<<Su padre lo había ayudado? Cómopodía ser posible que él la hubieratraicionado de esa forma?>>

—No es lo que piensas. Veo tu rostro ysé que estás molesta con él. No loculpes r favor. Yo le suplique durantemeses para que me lo dijera. Y mecomprometí a dejarte tranquila, si eso eslo que querías después de hablarconmigo. La observó un momento y lanotó cambiada. Se veía más segura,contenta y hasta cómoda en eseambiente. Él había llegado hacía unosdías y se dedicó a seguirla para vercomo era su vida allí. Se notaba que laapreciaban tanto alumnas comoprofesoras. Dudaba de que Adalind

quisiera dejar todo eso, para irse con ély mucho menos después de como seportó con ella.

—¿Te moleta si te pido que salgamos unrato?

—No puedo. Estoy trabajando.

Él suspiró—Bien, entonces hablemosaquí—la invitó a tomar asiento.

—¿Que buscas aquí, Derek? Yo no soyuna mujer especial, no tengo nada quedarte, solo problemas. Eso fue lo que medijiste en pocas palabras, la ultima vez—miró hacia el piso. No quería verlo a

los ojos y sentir ese dolor en su pecho.

—No es así. Yo dije cosas terribles enese momento, porque me molesté cuandono te vi en la casa.

—Lo que te molestó fue que dijera laverdad sobre tu familia.,

—Sí, si, está bien, eso también me diorabia. Yo creí que debido a laanimosidad que había entre ustedes, tútal vez podrías estar exagerando lascosas. Jamás me imaginé que ellas fueracapaces de eso.

—No solo ellas tienen la culpa aquí,

Derek. Yo no soy igual a Edwyna. Esaes una mujer para ti, no una simplemaestra de escuela que no tiene nadaque ofrecer.

—¿Porque te menosprecias de esamanera?

—Porque tú me has hecho sentir así,cuando estoy frene a ti. No hiciste nadapor mejorar nuestro matrimonio.

Lo hice, Adalind. Estábamos bien, antesde que ellas llegaran.

—Era solo una fachada. Si de verdadestábamos bien ¿Por qué apenas ellas

llegaron tu cambiaste tanto?—lágrimasbrotaron de sus ojos.—Por Dios, Derek!Salías con ella a tu trabajo! ¿Crees queella no me lo echó en cara?

—No lo sabía…

—¡Porque no quisiste darte cuenta!—legritó y luego se calló enseguida—podrían escucharla del otro lado de lapuerta si es que ya no lo habían hecho.Te olvidaste de todo cuando estabas conella. Me dejaste esperando un día en laescuela. Siempre nos veíamos para elalmuerzo, pero estabas tan cómodo conella que te olvidaste de tu esposa.

—Ella me decía que quería ir al banco aconocerlo. Yo solo quería ser amable. Ysobre ese día de la escuela…yo no medi cuenta hasta después, te lo juro. Y deverdad quise disculparme, pero te vi tanmolesta que no quise tener otradiscusión. Para esos días teníamos una acada momento.

—Solo tenía que ir una vez a conocer elbanco, no todo el tiempo. Y cada vezque se iban, yo escuchaba loscomentarios descarado de tu madre—Que bonita pareja hacen. ¡Esa es lamujer para él!—lo miró herida—me lo

decían en mi cara, no se tomaban eltrabajo de hablarlo a puerta cerrada.

—Lo siento tanto…

—Edwyna dijo un día que seguramentesalías con ella, porque te dabavergüenza que te vieran conmigo. Y tú teencargaste de demostrarle que eraexactamente eso, lo que pensabas. Te lapasabas peleando conmigo ydefendiéndolas a ellas.

Derek vio tanta rabia en ella, tantorencor en sus palabras, que supo queella jamás lo perdonaría por haber

traicionado su confianza.

—Yo…no tengo palabras paraexcusarme. Fui un tonto por creerles.Son mi familia y jamás pensé que haríanalgo así. Cuando me enteré de la verdad,las saqué de la casa y les dije que jamásas quería volver a ver.

—No debiste. Ellas son lo único que tequeda ahora.

—No digas eso, Adi—le suplicó—yonunca fie un hombre de enamorarme o depalabras bonitas. Sin embargo desde quetú llegaste a mi vida, conocí la

verdadera felicidad al lado de una buenamujer. Supe lo que era sentirse amado,lo que era preocuparse por alguien y queesa persona se preocupara por ti.

—Pero nada de eso, me lo dijiste antes.Esperaste hasta ahora—se levantó de susilla.—Creo que es mejor que te vayas.

—Estoy en este hotel—le pasó unatarjeta—por favor, si quieres algo ohablar conmigo—búscame.

—No lo sé, Derek. No lo creo.

Él se acercó—Te amo, Adalind. Jamásdejaré de amarte. Eres lo único bueno

que tengo en mi vida—la agarró por lacintura y la besó tomándola porsorpresa. Ella en ningún momento lorechazó. Por el contrario se entregó a élcon la misma pasión . Su respiraciónentrecortada, mientras la boca lujuriosade su marido, la besaba de manera tiernay también intensa. Adi se aferró a él sindejar de corresponderle. Derekrespiraba deprisa y sus besos sevolvieron más intensos, generándole aella una urgencia que la hizo colocar sumano en el cuello de él, tratando detenerlo más cerca.

—¡No!—Adalind lo empujó—.novolveré a caer en esto.

—Adi, amor mío, tu eres mi esposa. Novas a caer en nada, solo somos dospersonas que nos queremos—tocó surostro en una leve caricia.

—Es mejor que te vayas—dijosecamente.

Derek bajó la cabeza y apretó los puños.Se sentía frustrado con todo esto. Si porel fuera, se la llevaría a la fuerza de allíhacia el hotel. No la dejaría salir hastahaberle hecho el amor por días y noches

enteras. Solo hasta que ella pudieraentender lo arrepentido que estaba y lomucho que la amaba.

—Bien, será como quieras—él lamiraba como queriendo decirle tantascosas y notaba en los ojos de ella quetambién le pasaba lo mismo. Sinembargo, ninguno de los dos hizo nada.Se despidieron amablemente y cada unotomó su camino.

Esa noche y las demás, después deltrajín del día, ella se quedaba en elsilencio y la soledad de su habitación.Allí era cuando sus recuerdos de Derek,

no la dejaban en paz. N todo fue malo.Recordaba cuando paseaban juntos y lasveces que él la hizo sentir especial,cuando le llevaba el almuerzo o lasorprendía en la escuela sin que ella loesperara. Las veces que hicieron elamor, las formas en las que él tocó, lascaricias que jamás se imaginó recibir deun hombre como él. No podía negar loevidente. Ella amaba a su esposo,aunque él la hubiera lastimado tanto.Pero pensar en volver con un hombreque al menos inconveniente la dejaríasola, le daba miedo. Sabía que su

familia volvería para hacerle la vidaimposible y ella no podía pasarse eltiempo, consiguiendo trabajos ydejándolos , para volver a rehacer suvida cada vez que él la dejara. <<No, nopodía>>pensó con tristeza.

CAPÌTULO 14

Meses después…

Phillip estaba sentado en la terraza ,delante de la casa. Tenía a su hijo en

brazos y jugaba con él, cuando escuchólos cascos de un caballo y se levantópara ver mejor. Se trataba de Derek. Esehombre no dejaba de buscarlo cada día,desde que Adalind no quiso volver conél. Siempre venía y le suplicaba que loayudara, que ya no sabía que más hacer.Phillip sonrió; esa muchacha le habíadado en la cabeza con ese no rotundoque le había dado y de paso lo dejócomo alma en pena. Sentía pena porDerek, pero se lo tenía bien merecidopor ser tan iluso y creer que la tenía muysegura a su lado. Adalind era una chica

dulce, de buenos sentimientos, pero noera tonta y sabía lo que quería. Siemprelo supo desde muy joven. Él y su esposa,la escuchaban decir que quería sermaestra, la mejor que existiera y quetambién deseaba una familia con unhombre que la mirara y la tratara de lamisma forma que su padre, lo hacía consu madre. Ella no estaba dispuesta arecibir menos que eso.

Cuando tuvo que casarse con Derek porlo que la gente del pueblo decía, ella seprometió que sería la mejor esposa,pero a cambio quería fidelidad y amor.

Ese pobre idiota no había sabido darleeso.

Lo vio acercarse —.Buenas tardes.

—Buenas tardes, Derek.

—Que grande está este hombrecito—.Jugó un rato con él y el pequeño seechó a reír.

—Los hijos crecen tan rápido. Un díaestán recién nacidos y al otro ya sonhombres que creen que todo lo saben.

Derek se sentó a su lado—Phillip…¡Hassabido algo de Adi?

—Sí, recibimos carta de ella hace unos

días. Dice que está bien y no podrávenir para la navidad, porque tienemucho trabajo y una amiga la ha invitadoa pasar las festividades en su casa.

—¿Que? Peo que locura es esa? Ella nose manda sola.

—Cálmate Derek. Ella ya no es tuesposa.

—Maldita sea, claro que lo es. Yo laamo, ella es la mujer de mi vida. No voya perderla.

Phillip se echó a reír con ganas,asustando al pequeño—ya era hora de

que te dieras cuenta. ¡Que vas a hacer alrespecto?

—Sabes muy bien que he hecho de todo, le envío cartas, telegramas, he ido endos ocasiones y las dos veces me hasalido con que no puede confiar en mi.¡Ya no sé que más hacer!—dijodesesperado.

—Bueno, ya sabes lo que dicen por ahí.Que a la tercera va la vencida. Tal vez sivas una tercera vez a San Francisco, ellaquiera volver. Han pasado meses desdeque fuiste la última vez y ella ha tenidotiempo para pensar y sanar las heridas.

No la valoraste Derek, ese fue tu error.Le prometiste que no verías otrasmujeres y le llevaste una a su propiacasa—lo miró con ojos entrecerrados—.Tienes suerte de que no te pegara untiro, después de ver como mi muchachasufrió por eso.

—Sé que fui un idiota, Phillip. No tienesque restregármelo en la cara. He sufridosuficiente por no verla y no tenerla a milado. En el tiempo que viví con ella,aprendí a amarla, a querer cada cosaque hacía. Me sentía feliz de levantarmecada día a su lado y jamás pensé que por

mi estupidez y una buena colaboraciónde mi familia, la perdería.

—Bueno—le palmeó el hombro—.Ya nopuedes hacer nada más que pedir perdóny pelarte esas rodillas suplicando.

—¿Crees que esta vez, si quiera volverconmigo?

—No lo sé, pero si no lo intentas, nuncatendrás tu respuesta.

Adalind envió una carta a Ellie, dondele contaba lo que sucedía y ella leaconsejó no dejarlo. Dijo que ella pasó

por lo mismo con Phillip. Ya quemuchas veces los hombres no decían susverdaderos sentimientos, pero si unamujer sabía ver bien, se daría cuenta deallí estaban. Le dijo también que Philliphabía cambiado mucho desde que secasaron y que ahora era más abiertos ensus sentimientos y dialogaban más enlugar de pelear. Todo eso se logra con laconvivencia y el pasar del tiempo, leresaltó en la carta. Cuando terminó deleer, se sentía lista para volverlo a ver.Quería hablar con él y ver en sus ojos,el amor que decía sentir por ella. No

quería renunciar a su esposo y a pesarde que le encantaba la ciudad y elambiente de la escuela, ese no era suhogar.

Pasó una semana y Derek fue a verla denuevo, pero esta vez, le dijo que seencontraran en un restaurante del hoteldonde se alojaba. Ella decidió no ir,pero no le avisó. Ya sabía lo que queríay por eso acudió al hotel en la tarde.Esperaba que él estuviera allí.

Una hora después, tocaba la puerta de lahabitación donde Derek se quedaba. Élabrió la puerta. Tenía su bata puesta y

una botella de licor en la mano. Al verlase sorprendió—Adi, ¿Qué haces aquí?Pensé que no querías verme.

—Yo…vengo para hablar contigo sobrealgunas cosas. ¿Estás ocupado?

Él alzó la botella—No, de hecho estabaun poco pensativo esta noche y decidítomar licor para ahogar mis penas—sonrió.

—¿Puedo entrar?

—Claro, adelante—.La hizo pasar.

—Es muy bonita. Nunca había entrado aeste hotel.

—Eso espero—rió—. Me gustaría quela primera vez que estés en un sitio asísea conmigo.

—Bueno, eso ya está pasando.

—Me refiero a estar como marido ymujer.

Ella se sonrojó—ahh, ya veo.

Derek pensó que se veía hermosa ,todavía sonrojándose con su esposo.

—Yo no sé lo que hago aquí. Estoyconfundida. Tengo rabia contigo, portodo lo que ha pasado, no confío en ti ycreo que al menor problema con tu

familia, seré yo, la que termineperdiendo en todo esto. Pero tambiénpienso que eres mi esposo y no quieroque te vayas de mi vida—se tocó lacabeza como si todos esos pensamientoshicieran que le doliera. Derek no queríaverla así y la abrazó—. Cariño, sientotanto que te sientas así, por mi culpa.Solo dime lo que quieres que hagamos ylo haré, Adi,. Yo tampoco quieroperderte. No sé cómo vivir sin ver turostro cada mañana. Sin tu sonrisacuando ibas al trabajo o nosencontrábamos en la escuela. O sin tus

pequeños ronquidos cuando duermes.

Ella lo miró sorprendida—¡Yo noronco!

Derek echó la cabeza hacia atrás y lanzóuna carcajada—.Sí lo haces, pero muypoquito y me parece lindo. La volvió aabrazar—.Te adoro Adalind. Ella vio ensus ojos que era cierto, pero el miedo aque volvieran a lo mismo la paralizaba.

—Te juro que las cosas van a cambiar.Si mi familia quiere venir, tendrán quehospedarse en el hotel, te doy mipalabra. Y si las cosas se ponen mal y

tenemos problemas, te pronto dialogarprimero y no hacer las cosas mal, comolo hecho antes. Besó su rostro, luego sucuello y cuando lo hacía ella no podíaalejarse, por el contrario sus cariciaseran algo que ansiaba hacía mucho.Derek fue bajando y cada pequeño besose acercaba más a sus pechos.

—Quiero hacerte el amor, cariño y dartemucho placer—dijo él mientras dejabaun rastro de besos por su clavícula y elnacimiento de sus pechos—. Deja queyo haga todo, no te preocupes por nada—. La volvió a besar suave y

apasionado.

Adi lo deseaba de la misma forma queél a ella. Derek desabrochó los botonesde su vestido.

—Despacio —murmuró ella.

—Así será, amor. Voy a amar cadacentímetro de tu hermoso cuerpo toda lanoche. Luego siguió desabrochando lalarga hilera de los botones delanteros yfue quitándole todo la ropa—.Te veo yno puedo creer que mi esposa sea estamujer tan hermosa—.La empujósuavemente en la cama. Ella entonces

sonrió y le hizo señas de que se quitaratambién la ropa, mientras lo miraba.Cuando terminó, se unió a ella en lacama y la cubrió con su cuerpo. Derek leacarició el rostro, luego le acarició unpecho con suavidad para continuar conel otro.

Los pezones, erectos, pedían a gritos serbesados y él no los hizo esperar; rodeóuno con la boca y Adi gimió, de alivio. La punta de su lengua la hizo retorcersesuplicando por más. Derek siguiólamiendo y chupando hasta que laexcitación fue tanta que su esposa sintió

que se incendiaba con el fuego que larecorría. Llegó un momento en el quetuvo que separarse de ella para quitarsesu bata y ella hizo un sonido de protesta.

—Espera, amor. Solo será un minuto—,quedó totalmente desnudo y ella pudover su miembro largo y duro, queapuntaba hacia ella. Adalind quisotocarlo, pero el adivinó sus intenciones.

—Amor, tenemos toda la noche. Sihaces lo que estás pensando en estemomento, no duraré un minuto—le dijoriendo—. En este momento, solo quieroestar dentro de ti—volvió a la cama con

ella y sus manos comenzaron a recorrersu cuerpo provocando estremecimientosde placer.. El Hombre deslizaba su bocadespacio por cada rincón de su cuerpo.Y cuando ella menos lo esperaba, susmanos fueron buscando por sus musloshasta llegar a su sexo húmedo ycomenzar a jugar con su abertura.

—Estás lista para mí, cariño—.Sumiembro duro hacía presión contra susexo.

La provocó con la punta de su pene.Primero la rozaba, luego la penetraba unpoco y se retiraba. Adalind comenzó a

impacientarse y empujó hacia adelantepara que la tomara de una vez. Derek rioy al final la penetró de lleno haciéndolagemir.

—Te sientes tan apretada, Amor.

Adi lloriqueó al sentir que la penetrabamás profundo al tiempo que con losdedos le acariciaba su clítoris. Eso lahizo llegar rápido a su orgasmo,sintiendo que su cuerpo se estremecía.

Derek todavía duro, se alzó sobre ella yseparó sus piernas para que Adi lorecibiera

Le introdujo el miembro hasta penetrarlapor completo. Se acercó para besarla,mientras ella acariciaba su espalda. Lapenetraba con golpes fuertes y profundosElla sollozaba mientras los dedos de suesposo tocaban con habilidad se vagina.

—Cariño eres deliciosa...

Ella le rodeaba con los brazos y laspiernas, ahogando sus gritos en lagarganta de él.

Derek se tensó y luego se estremeció,mientras la besaba en la boca,transmitiéndole toda la pasión y

adoración que sentía por ella.

Cuando Adalind, nuevamente volvió a latierra después de semejante sesión deamor, ella no podía moverse. Cadamúsculo dolía y miró a su lado, paraencontrarse con los ojos de su esposo,que la observaba con una expresión queno sabía identificar.

—¿Estas bien?—.Su mano acarició subrazo suavemente.

—Me siento muy bien—respondió conalgo de vergüenza—.Todavía no podía

creer las cosas que Derek le habíahecho, las veces que lamió su cuerpo yalgunos sitios que jamás pensó porquecreía que era pecado. Él la recostócontra su pecho—.Te amo.

—Yo te amo, también—.Besó su pecho.

—Perdóname Adi. Fui el más idiota delos idiotas por dejar que mi familia yEdwyna se interpusieran en nuestrafelicidad. Pero ya están muy lejos y nopienso tenerlas en casa de nuevo.

—No quiero estar mal con ellas, Derek.Solo deseo que me respeten como tu

esposa.

—Lo sé, amor. Créeme que ellastambién lo saben.

—Quiero preguntarte algo.

—Lo que quieras.

—¿Que te dijo Phillip el día que noscasamos?

—¿En que momento?

—Cuando nos íbamos y te llevó aparte¿Recuerdas?

—Oh…ese momento—dijo serio—.Bueno tu adorado papá Phil, me dijo quesi no te hacía feliz, me cortaría las

pelotas y me las pondría de corbatín.

Adalind se tapó la boca pero por másque intentó no hacerlo, rompió a reír acarcajadas.

—Que bien que te parezca tan gracioso—le dijo fingiendo estar molesto.

—Mira el lado bueno. Ya no te lascortará—se echó a reír de nuevo.

—Eso es cierto porque no piensoalejarme de ti jamás. Voy a hacerte muyfeliz—se colocó sobre ella de nuevo—.Ahora solo quiero estar contigo.Verte todos los días de mi vida., tener

hijos…

Ella sonrió—De verdad quieres tenerhijos

—Sí…le dio una amplia sonrisa—.Yquiero que empecemos ahora mismo.

Se dedicaron a hacer el amor hasta elamanecer, diciéndose entre besos ycaricias, lo mucho que se amaban.

EPÍLOGO

Dos años después…

Adalind estaba con su bebé en brazos.El tiempo había pasado tan rápido, queno podía creerlo todavía. Tenía muchoque agradecer. Su vida era buena; Derekcada día iba mejor en el banco y con sus

negocios con las acciones delferrocarril. Pero no estaba pendientetodo el tiempo del trabajo. Se habíaconvertido en un padre amoroso, quemimaba a su hijo y quería enseñarlecuando estuviera más grande, el amorpor el campo, por las cosas simples ybuenas de la vida.

Ella continuaba dando clases en laescuela y gracias a una donaciónanónima, que ella sospechaba, venía desu marido, pudieron hacer una escuelamás grande. Ya no era la pequeñaescuela de un salón. Ahora tenía tres,

uno para niños pequeños y otros dospara los más grandes. Eso le permitiótener más maestras y más materias queimpartir. El pueblo cada vez semodernizaba más y eso hacía que muchagente deseara invertir allí. Su suegraseguía detestándola y su cuñada se habíaablandado un poco. De tanto en tanto,los visitaba y al principio se quedaba enel hotel, pero conforme su cambio se fuedando, la misma Adalind, le dijo que sequedara en casa.

Los amigos, seguían igual. Eran todosparejas estables y enamoradas, con las

que se veía muy a menudo.

—Cariño, creo que alguien tiene hambre—.Su esposo llegó con Daniel, su bebé.Ella lo cargó y o llevó a la manta queestaba bajo el árbol. Ese día estaban depicnic y se estaban divirtiendo engrande.

—Ven mi cielo, vamos a darte de comery así mami también podrá comer cuandorepartan el almuerzo. Su bebé la mirócon aquellos ojos cafés, tan parecidos alos de su padre.

Derek no quiso irse con los demás, por

el contrario se quedó a su lado, viendocomo daba de mamar al bebé. Surelación había cambiado, tal y como lehabía dicho Ellie. Ahora estaba mástranquilo, se reía mucho más y teníamuchísimos planes para el futuro,cambio que su hijo hizo en él desde quenació. Siempre hablaban y casi nuncadiscutían, pero si lo hacían, nunca seiban a la cama peleados. Producto deeso, podía decir con toda seguridad, quelas reconciliaciones eran lo mejor.Ahora su esposo era el hombre másamoroso y todo el tiempo la hacía sentir

como una reina.

—¿En que piensas?—no se había dadocuenta de que el bebé ya estaba dormidoy Derek la miraba fijamente. Adalindtomó su mano y la entrelazó con la suya—.Solo pienso en lo feliz que soycontigo. Derek levanto su mano y labesó—.Te hice una promesa y piensocumplirla hasta el final. Adalind sonrióy recostó su cabeza en el hombro de sumarido, disfrutando de la sensación decompleta paz, que tenía en ese momentoal lado de los seres más importantespara ella en el mundo entero.

FIN