una epopeya de amor - wordpress.com...majestuoso, en el emplazamiento de las antiguas tullerías....
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LosPardaillánes laprimeranovelade laseriedeestenombreescritaporMiguelZévaco,publicadaporentregasenLePetiteRépublique a partir de1902 y editada en dos volúmenes en 1907. Este libro constituye elsegundovolumen.
En este segundo libro, la historia comienza exactamente donde el libroanterior termina. Pero, en esta ocasión Pardaillán y su padre se veninmersos en la masacre, tristemente célebre, conocida como la noche deSan Bartolomé en que miles de franceses, partidarios de la religiónprotestante,fueronasesinadosconsañaybrutalidadincomprensibleshoyendía.
24deagostode1572,eldíadeSanBartolomé,LosPardaillán:Juanysupadre,han logradoqueLuisaysumadre:JuanadePiennes,encuentrenaFranciscodeMontmorency,despuésde17añosdeseparación,provocadaporlasintrigasdelmariscaldeDamville.CatalinadeMédicis,haconvencidoasuhijoCarlosIXparadesencadenarlamasacredeloshugonotes.Parísseencuentra en llamas; y nuestros héroes vuelven a intentar todo lo posiblepara recorrer la ciudad y escapar de la venganza del poderoso señor:EnriquedeMontmorency,mariscaldeDamvilleyhermanodeFrancisco.
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MiguelZévaco
UnaepopeyadeamorLosPardaillán-2
ePubr2.1Titivillus01.04.15
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Títulooriginal:L’épopéed’amourMiguelZévaco,1907Traducción:MarioMartínezLópez
Editordigital:TitivillusePubbaser1.2
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Prefacio
ACLARACIÓN:Enlastraduccionesalespañolhechasporlasdiferenteseditoriales,laseriefuepublicadaen27episodios(librosmáspequeñosquesecontinuabanentresí).Adicionalmentealgunaseditorialeshanjuntadotalesepisodiosengrupos,yhanpublicado la serie en 7, 8 o 9 tomos. El problema aquí, es que el criterio para laagrupación,fue:tamaño,cantidaddehojas,ventaproyectadadecadaepisodio,etc.,ynosebuscóenningúnmomentoofrecerallectoraventurascompletas.Asíque,cadaunodeesostomosnoesunaaventuracompletayesnecesariotenerelsiguientetomoparaenterarsedeldesenlace.Pero…esetomocontienetambiénotrosepisodiosquecorresponden a la siguiente aventura, quedando ésta, también incompleta en esetomo,(¿Estrategiacomercial?).
EnestaversiónparaepubLibre,hedecididorespetarlaversiónoriginal,talcomofuepublicada,en5partesy2libroscompletosencadaunadeellas,(veaselaserie:«LosPardaillán»), tomando comobase los originales en español demi versión enpapelyagrupandolosepisodioscomoindicalaobraoriginal,paraofrecerallector,unaaventuracompletaencadalibro.
CabemencionarquealafechanoexisteenInternetningunaversiónenespañolde estas obras y que en papel no existe tampoco un equivalente a la agrupaciónoriginal.Sinembargo,nodudoquetanprontosepublique,enepubLibre,deprontoempiecenaaparecerversionespiratasenotrossitioswebdelibros,ylopeordetodoes que muchas de esas copias habrán sido mutiladas para aparentar haber sidomaquetadas por los piratas, que sin aportar absolutamente nada, solo tratan dequitartodorastrodelsitiooriginaldedondefueronobtenidas.
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ELCOFREENVENENADO
I-Enqueunminutodealegríahacemásquediecisieteañosdedolor
AL CABO DE DIECISIETE AÑOS el mariscal de Montmorency encontró a su esposa,JuanadePiennes,delaquelosepararalafeloníadesuhermanomenor,elmariscaldeDamville.
Volvíaaver,comoensueños,laescenaenqueDamvillemintióalconfesarlequehabía sido el amante de Juana…; su duelo con él, en que creyó haberle dadomuerte…,yladesaparicióndelacondesadePiennes,duquesadeMontmorency.
Recordaba su divorcio, su casamiento con otra mujer, a la que nunca habíaamado, pues la imagen de la primera llenaba por completo su corazón. Luego sucaráctersombríoloalejódelacorte,endonde,porelcontrario,suexecradohermanogozabacadadíademayorfavor.
Transcurrieronlosañosydeprontounjoven,unhéroe,elcaballerodePardaillán,le entregaba una carta de aquélla a quienMontmorency había creído desaparecidaparasiempre.
Por tal documento, Francisco se enteró con inefable alegría de que Juana dePiennesestabavivaydequenuncalehabíahechotraición.
Ensucarta,lapobremujerapelabaasuantiguoseñoryesposoyclamabacontralafeloníadeDamville,pidiendoperdónysocorroparasuhija.
Una nueva existencia empezó entonces para el duque; apeló inútilmente a lajusticiadelrey,contrasuhermano,yenvanoprovocóaéstesabiendoqueteníaensupoderaJuanayaLuisa;ytambiénsinresultadobuscóportodoParísasuesposayasuhija,y,yaperdidaslasesperanzasdehallarlas,ibaacaernuevamenteenlatristeza,cuandoelcaballerodePardaillánsepresentóaél.
Aqueljoven,aquelhéroederemotasedades,habíaloconducidodelamanoalaviviendamisteriosaendondeseocultabatodoloquehabíaamadoenelmundoylopusoenpresenciadeJuanadePiennes,primeraduquesadeMontmorency.
Por fin llegó la hora tan esperada después de diecisiete años de lágrimas. Porúltimohallabadenuevoalaspersonasquehabíanconstituidosusamores;pero¡ay!,así como la savia demasiado abundante resquebraja el árbol, así la felicidadresquebrajóelcerebrodesuadorada.
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Juana de Piennes, durante los últimos días de su martirio, en que se sentía
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mortalmenteherida,sóloteníaunpensamiento:—Quierovivirhastahaberaseguradolafelicidaddemihija.¿Yquédichapodrá
haber para ellamientras no tenga el amparo de su padre? Sí, debo ir en busca deFrancisco, y aun cuandome crea culpable, dejar ami hija en sus brazos; entoncespodrémorir.
Al interrogar al caballero de Pardaillán, y cuando éste dijo que no podía darlecuenta de lo que pensaba el mariscal acerca de la carta recibida, Juana tuvo laconviccióníntimadequeFranciscohabíaleídolacartaydequesabíalaverdad.Porlotanto,esperó.
Por esta razón, cuando el viejo Pardaillán le anunció que el mariscal deMontmorencyestabaenlacasavecina,nosesorprendiónisintiótampocoemoción,perosedijo:
«Ahoravoyamorir».Ytalideanolaabandonó.Hayquedecirquenideseabanitemíalamuerte.Era
comolosobrerosdeloscamposaquieneselrudotrabajohatenidoencorvadosdesdeelalba,yporlanochenopiensanyamásqueenelsueñoparapoderdescansar.
Estrechóconvulsivamenteasuhijaentresusbrazosymurmuróasuoídoalgunaspalabras que produjeron gran impresión a la joven, pues en vano se esforzó porcontestarehizounesfuerzoinútilparaseguirasumadre.
Quedose como clavada en su sitio, desfallecida y sostenida por el viejoPardaillán.
EratallainmensalasituddeJuanaylamórbidafijezadesupensamiento,quenosepercatódeldesmayodeLuisa,sinoquesepusoenmarchapensando:
—Por fin veré reunidos ami esposo y ami hija y podrémorir en sus brazos,porquememuero,estoyseguradequememuero.
Abrió la puerta que le había indicado Pardaillán y vio a Francisco deMontmorency.
En el mismo instante quiso echarse en sus brazos, pero no pudo decir nada yenseguidaperdiólanocióndesímisma.
Supensamientoseanulóenlalocura.Aquella mujer, que había soportado tantos dolores, que resistiera tantas
catástrofesyquedurantesuvidaenteravivióúnicamenteconeldeseodesalvarasuhija, se abandonó y perdió su energíamoral al verla salvada, y la locura, que, sinduda,laacechabadesdehacíamuchosaños,seapoderódeella.
Diecisiete años de desgracias no habían podido derribarla y, en cambio, unsegundodealegríalearrebatólarazón.
Por una consoladoramisericordia de la fatalidad que se encarnizaba en ella, lalocuradeJuanalatransportóalosprimerosañosdesuradiantejuventud,desuamorpuro,asusqueridospaisajesdeMargency,endondetantoamó.
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Cuando el mariscal de Montmorency recobró el sentido, se apoyó sobre unarodilla,ydirigiendoatravésdelasalalaasombradamiradadelhombrequecreesalirde un sueño, vio a Juana sentada en un sillón, sonriente y feliz, pero ¡ay!, con lamiradaextraviada.
Una joven arrodillada ante ella sollozaba silenciosamente, y Juana, conmovimientomaquinal,acariciabalosdoradoscabellosdelajoven.
Francisco se levantó acercándose con vacilación a aquel grupo tan gracioso ymelancólico.Inclinosehacialajovenylatocóligeramente.
Luisa levantó lacabeza,yelmariscal,cogiéndole lasmanos, lapusoenpiesinquesumadretrataradeimpedirlo.
Lareconocióenseguida,yauncuandoeldolordeLuisanolehubierademostradoqueerasuhija,lahabríadescubiertoentremil,pueseraelvivoretratodesumadre.
—Hijamía—exclamó.Luisa, sacudida por los sollozos, se abandonó en brazos del mariscal, y, por
primera vez en su vida pronunció dos palabras a las que sus labios no estabanacostumbrados:
—¡Padremío!Entoncessuslágrimasseconfundieron.ElmariscalsesentócercadeJuana,unadecuyasmanostomó,ysentandoasu
hijaensusrodillas,comosihubierasidomuypequeña,ledijo:—¡Hijamía!Notienesmadre,peroalperderlahasencontradoatupadre.Asífuecomosereunieronaquellostresseres.Cuando el mariscal y su hija se hubieron tranquilizado un poco a fuerza de
repetirseque losdosconseguiríansalvar la razóndeJuana,cuandosus lágrimassehubieronapaciguado,empezaronlaspreguntasdeunayotraparte.
YasísupoFrancisco,porbocadesuhija,cuálhabíasidolaexistenciadelaquellevarasunombre.AsuvezrelatósuvidaapartirdeldramadeMargency,yunavezterminadasestaslargasconfesiones,sedieroncuenta,consorpresa,dequeerancasilasdocedelanocheyquehabíantranscurridoentiernaytristeconversaciónmásdequincehorasdesdelallegadadelmariscal.
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II-Elastrologo
DEJAREMOSALMARISCALdeDamvillebuscaralgúnmedioparaherirdemuertealosPardaillányapoderarsedeJuanaparaocultarlahastaeldíaquecreíacercanoenquelacasadeLorenaedificaríasufortunasobrelasruinasdelacasadeValois,oCarlosIX caería herido por alguna bala, al mismo tiempo que su hermano, el duque deAnjou…, y entonces Enrique de Guisa se coronaría rey de Francia. IgualmentedejaremosaFranciscodeMontmorency,aJuanayaLuisaenlacasadelsabioRamusadondenotardaremosenvolver.
Tresdíasdespuésdelossucesosquesehandesarrollado,tresdíasdespuésdelaentrada triunfal del rey en su ciudad, cuando daban las diez de la noche en Saint-Germain-L’Auxerrois, dos sombras andaban lentamente bordeando los jardines delnuevohoteldelareina.
Comoyasesabe,lareinaCatalinadeMédicishabíahechoconstruirunpalacioalmismo tiempo que se ocupaba en hacer edificar otro mayor, más grande ymajestuoso,enelemplazamientodelasantiguasTullerías.
Catalina deMédicis tenía pasión por la propiedad inmueble.La posesión de latierraeraunplacerparaaquelespírituinquieto,queseingeniabaencombinarplanesdeconstrucción.
La reina había comprado los vastos jardines y los terrenos que rodeaban aldestruidohoteldeSoissonsyallímismounregimientodealbañileshicieronsalirdela tierra, como obedeciendo al conjuro de una varita mágica, un hotel nuevo,brillante, de elegantemagnificencia, alrededor del cual, también como por arte deencantamiento,empezaronanacerplantas,arbustosyflores.
Aaquellos jardines,Catalina, que toda suvidahabía echadodemenos a Italia,hizo trasplantar, a costadegrandesgastos, naranjos, limoneros, floresdeperfumesviolentosquenosehallanmásquebajoelardorosocielodeLombardíayPiamonte.
Enelextremodeaqueljardínyenelángulodeunaespeciedepatioqueavanzabaen la dirección del Louvre, se elevó una torrecilla de estilo dórico, destinadaespecialmenteparaelastrólogodelareina.
Hacia aquella torre era donde se dirigían las dos sombras que acabamos deseñalar,porqueRuggieriyCatalina,pueseranellos,avanzabanensilencioyvestidoslosdosdenegro,circunstanciasqueloshubieranhechoparecerfantasmasacualquiercurioso a quien los guardias, que vigilaban en todas las puertas, hubieran dejadopenetrar.
Catalina deMédicis y Ruggieri se detuvieron al pie de la torre, y entonces elastrólogosacóunallavedesujubónyabrióunapuertabaja,entraronysehallaronluegoalpiedeunaescaleraquesubíaenespiralhastalaplataformadelatorre.
EnlaplantabajahabíaungabinetitoenelqueRuggieriteníasusinstrumentosdetrabajo,talescomoanteojos,compases,etc.Portodomoblaje,nohabíamásqueuna
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mesacargadadelibrosydossillones.Una estrecha aspilleraquedaba a la calle de laHache, dejaba entrar el aire en
aquelreducidoespacio.Era por aquella aspillera por donde la vieja Laura, espía de una espía, se
comunicabaconRuggieri.Era también por aquella aspillera por donde Alicia de Lux echaba sus partes
destinadosalareina.Aquel día Catalina había recibido un billete de Laura, concebido en estos
términos:
Estanoche,hacialasdiez,«ella»recibiráunavisitaimportante,
delaquedarécuentamañana.
—¿DeseaVuestraMajestadqueenciendaunaantorcha?—preguntóRuggierienelmomentoenquecerrabalapuertadelatorre.
Envezdecontestar,Catalinacogióunamanoalastrólogoyselaoprimiócomopararecomendarlesilencio.
En efecto, acababa de oír un ruido de pasos en la calle, que avanzaba hacia latorre,yCatalinadeMédicis,quehabríasidounpolicíadeprimerorden,sedijoporintuiciónqueaquellospasoseransindudadelapersonaquedebíahaceraAliciaunaimportantevisita.
Avanzóhacia la aspillera,y tratódever loquepasaba,perocomo las tinieblaseranprofundasynopodíavernada,sepreparóaescucharyaconcentrarensuoídotodasuatención.
Lospasosseibanacercando.—Transeúntes —dijo Ruggieri encogiéndose de hombros—. Creedme,
Majestad…Y elevaba su voz como si hubiera querido ser oído por las gentes que se
acercaban.—¡Silencio!—díjoleCatalinaconseveridad.Laspersonasquetransitabanporlacallenopodíansospecharunsolomomento
que fueran objeto de tal vigilancia; se detuvieron cerca de la torre, no lejos de laaspillera,ylareinaoyóunavozdehombrequelahizoestremecerse.
—EsperaréaquíaVuestraMajestad—decíalavoz—.DesdeestelugarvigiloalavezlacalleTraversineylacalledelaHache.Nadiepodríallegaralapuertaverdesinqueyoleestorbeelpaso.VuestraMajestadestará,pues,enperfectaseguridad.
—Nadatemo,conde—respondióunavozdemujer.—¡Diosdado!—exclamóRuggieripalideciendo.—¡JuanadeAlbret!—DijoCatalinaporsuparte—.Cállateyescuchemos.—Heaquí lapuerta, señora—continuó lavozdeMarillac—.Ved, a travésdel
jardínapareceunaluz.Sindudaalgunaharecibidoavuestromensajeroyosespera.
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—¿Estáisinquieto,hijomío?—Nunca en mi vida he sentado emoción tan grande, a pesar de no haberme
faltadomotivos.Pensad,señora,quemividasedecideenesteinstante.Sucedaloquequiera,osbendigo,señora,porelinterésqueosdignáisdemostrarpormí.
—Diosdado,yasabesqueteamocomosifuerashijomío.—Sí,reinamía,losé.Otradeberíaestarenvuestrolugar.Cuandopienso,señora,
enquemimadremereconoció,sindudaalguna,durantenuestraentrevistaenlacasadelPuentedeMadera,yque,apesarde todo,nodejóescapar lamenorpalabradeafecto…
Catalina, al oír estas palabras, sintió que una llamarada de odio invadía sucerebro.
—Tenpaciencia, hijomío—dijo JuanadeAlbret—.Esperoquedentrodeunahorapodrásllamaralacasadelapuertaverde.
InmediatamentelapuertaseabrióyJuanadeAlbretpudopenetrarenlacasadeAliciadeLux.
ElcondedeMarillac,conlosbrazoscruzados,seapoyóentretantoenlatorre.Sucabezatocabacasialaaspillera.
Elpadre,lamadreyelhijoestaban,pues,separadossolamenteporelespesordelmuro.Ruggieri,muylentamente,seinterpusoentrelaaspilleraylareina,temiendoqueéstapudierapasarsubrazoporella.¿Quéhorriblesospechahabíaatravesadosuespíritu?
Catalina iba siempre armada de un corto puñal acerado, arma florentina, cuyahoja estaba adornada por admirables arabescos y elmango de plata, cincelado porBenvenutoCellini, era por sí solounamaravilla y el conjuntouna joya terrible enmanosdelareina.
Ruggieriseestremeciódeespanto,porqueélmismohabíahumedecidolapuntade aquel puñal en sutiles venenos y un solo pinchazode aquel objeto precioso eramortal.
¿Quiénsabesilareinatuvoentonceslaideadeextendersubrazoyherir?Pero permaneció inmóvil y los otros dos personajes guardaron asimismo igual
inmovilidad.Asítranscurrióunahoray,porfin,cuandolaúltimacampanadadelasdocedela
nocheresonóenelaire,lareinadeNavarrasaliódelacasadeAliciadeLux.El conde, sumamente inquieto, laviovenir, sintiéndose incapazdedarunpaso
haciaadelante.Catalinasepreparóaescuchar,yentoncesJuanadeAlbret,acercándosealconde
deMarillac,ledijosencillamente:—Venid,queridohijo,hemosdehablarsindemora.Y enseguida se alejaron. Cuando hubieron desaparecido, Catalina de Médicis
murmuró:—Ahorapuedesencenderlaantorcha.
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Elastrólogoobedecióyaparecióentonceslívido,aunquesumanonotemblabaysumiradaeratranquila.Catalina,fijándoseenél,seencogiódehombrosydijo:
—¿Tefigurastequeibaamatarlo?—Sí—contestóelastrólogo.—¿Yhastenidomiedo?—Enefecto,señora.—¿Notehabíadichoquenoquierosumuerte,porquepuedesermeútil?Yaves,
pues,quenopiensoenmatarlo,puesvivetodavía,despuésdeloquehemosoído.¿Tehasenteradotú?YahabrásvistoquesabemuybienQueyosoysumadre.
Elastrólogoguardósilencio.—Hasta ahoraquisedudar,peroyanomeesposible. ¿Hasvisto como lo sabe
todo,Renato?Para otro que no fuera el astrólogo, estas palabras de Catalina no hubieran
despertado lamenor inquietud, pero como el astrólogo la conocía, no se atrevió amirarasuterribleamante,puesconocióensuacentolairritaciónqueladominaba.
Enefecto,lareina,conlosojosfijosenladirecciónenquehabíadesaparecidoelconde,continuó:
—Tranquilízate,Renato.Elaludidoseestremeció,poniéndosemáspálidotodavía.—Nopuedoestar tranquilo,señora—contestóenvozbaja—,porqueséquemi
hijovaamoriryquenadadelmundopuedesalvarlo.—Explícame esto—dijo la reina sentándose y jugando maquinalmente con la
cadenadeoroquesujetabasupuñal.Ruggieriseincorporó.Surostronocarecíadebelleza,nitampocodeciertamajestadnatural.Ruggieri no era ningún charlatán. Era una naturaleza compleja, débil, hasta el
puntodeaceptarsinrebelarselastareasmásespantosas,eimplacableenlaejecucióndecrímenesque,porsísolo,nuncahubieraconcebido.
Era,noobstante,dignodelástimacuandoseveíaentregadoasímismo,peromuyterriblecuandoseconvertíaenelinstrumentodelareina.
Sin duda habría pasado la vida consagrado al estudio, llegando a ser un sabioapacible, si en su camino no hubiera encontrado a aquella mujer odiosa por suscrímenes, pero en la cual había, fuerza es reconocer, una excepcional firmeza decarácter.
Ruggierigustabadeperderseenensueñoscientíficos,ycomoastrólogobuscabaenelcieloalAbsoluto,queenlatierratratabadehallarporlosvenenos.
Elartedeadivinarporlosastroseraenélintermedio,puessusinvestigacionesnoselimitabanaello.
—Conocerelfuturo—sedecía—esdominarlo.¡Quépodertaninmensoseráeldel hombre que consiga saber hoy lo que sucederá mañana! ¡Y cuánto no seacrecentaríasupodersiestehombrepudierahaceroroasuantojo!¿QuiénesDios,
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sinoelquepuede levantar losvelosdel tiempoyarrancara lanaturalezaelúltimosecreto?
Desilusionado incesantemente en sus cálculos, muchas veces, tras de haberpasadolanocheenvela,calculandoladeclinaciónyconjuncióndelosastros,dejabacaerlaplumacondesaliento,peromuyprontonuevosánimosleimpulsabanaseguirsu tareaycon inauditaperseveranciaseenfrascabaen lasoluciónde lo irresoluble.¿Quétenía,pues,deextrañoqueaquelcerebrofatigadotuvieraalucinaciones?
—Señora—contestó—, ¿queréis saber por qué ha demorirmi hijo y por quénadapuedesalvarlo?Voyadecíroslo.Cuandoreconocíamihijoenaquellaposadaadondevosmeenviasteis,deprontonopensémásqueenvos. ¿Quiéneramihijoparamí?Un desconocido, en tanto que vos erais la adoración demi vida. Luego,pocoapoco,lalástimapenetróenmicorazónyconellaotrossentimientosbastantefuertesparahacermesufrir,peronolosuficienteparadecidirmeadeciros:Aéstenoloheriréis.Yalcomprenderquelohabíaiscondenado,mecontentéconllorar,porquevoshabéisadquiridosobremíextrañoascendiente.Nosoisparamínilaamante,nilareina;soismástodavía.Soisunaideaquehallenadomicerebroyquemeimpulsaaobrar. Conozco varios ejemplos de semejante fenómeno. No creo sorprenderos aldeciros que luché para arrojaros demímismo. Estos últimos tiempos, sobre todo,despuésdehaberconsultadolosastrossinrecibirmásquerespuestasdudosas,decidíesperar, es decir, colocarme entre vos y él y evitar lamuerte demi hijo. Y ahoramismo, señora, si hubierais tratado de herirlo, no lo habríais conseguido, porqueentoncescreíaquedebíavivir…Ahorayaséquehademorir.
—Eressupersticioso—dijolareinacongrantranquilidad.—Hetenidodiversasvisiones,señora.Sivostenéisuna,lallamaréisfantasma,y
siamísemeaparece,lallamarécuerpoastral.—Tecreo,Renato—dijolareinaCatalinamirandoconinquietudasualrededor,
porque aquella mujer tan fuerte y que dominaba tan completamente al astrólogo,estabaasuvezdominadaporélencuantoabordabalosproblemasdeocultismo.
Un cambio extraño se había efectuado en el rostro del astrólogo. Su fisonomíaadquirióalgúncolor,pero,encambio,parecióhabersepetrificado.
—Sí —continuó lentamente el astrólogo—, cuando el cielo se niega acontestarmeycuandolosproblemasqueyoformulosegúnlosdatossideraleslleganaloirresoluble,algunasvecesreciboporotroscaminoslarespuestaalaspreguntashechasalaspotenciasinvisibles,yestoprecisamenteesloqueacabadeocurrir.Heaquíloquehevisto,Catalina:vosestabaiscercadelaaspillerayyoenestemismolugar en que ahora me hallo. Mi atención entera estaba concentrada en vuestrosbrazos.La sortija que lleváis en el índicebrillaba suavemente, yyonoquitaba losojos de ella, porque así podía vigilar vuestramanoy si ésta se hubiera acercado avuestropuñalyo lahabríadetenido.Deprontomimiradase turbóydejódever lasortija y lamano.En elmismo instante sentí una ligera conmoción en el cráneoyentoncesme volví hacia la aspillera. Érame imposible desconocer, por tales señas,
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quemehallabaencomunicaciónconloInvisible.Mimirada,pues,sedeslizóatravésdelaaspillera.Observadquedesdeellugarenquemehallabanopodíadivisaramihijo,pero,noobstante,loviclaramente.Hallábaseaunosveintepasosdelaaspilleraysuspendidoenelaireaunossieteuochopiesdelsuelo;flotaba,pordecirloasí,enuna atmósfera brillante que formaba violento contraste con las tinieblas que lorodeaban;sucuerpobrillabatambiénconextrañoresplandor.Apoyólamanosobresusenoderechoyluegoladejócaerlentamente.Enellugarenquesehabíaposadoviunagranheridapor la que se escapaba aborbotonesgran cantidadde sangre claracomoelcristalydeningúnmodoparecidaalasangrerojadeloshombres.Mihijoflotóasíantemí,talvezporespaciodedosminutos,ynuestrasmiradassecruzaron.Noséelhorrorquepodíaexpresarlamía,perolasuyaerasumamentetriste.Luego,lentamente, sus contornos fueron menos precisos, la forma se confundió hastaconvertirseenligerovapor,elresplandorseapagó,y,desvanecidalaaparición,yanovinada.
Catalina, presa de terror extraordinario, se levantó como para huir, pero,reponiéndoseinstantáneamente,seencogiódehombroscomoparadescargarelfardode inútiles terroresysusemblante tomónuevamentesuacostumbradaexpresióndeaudacia.
—Mimarido—dijoentredientes—jurabaqueyosembraba lamuerte.Peronomedisgustapasarporlavidadejandounaesteladecadáveres.Marillacdebemorir.¡Quémuera!Carlostambiéndebeaniquilarse.Asípodrécolocarsobreeltronoalhijodemicorazón:amiamadoEnrique.
Ydirigiéndosealastrólogo,ledijo:—Renato,yavesqueelmismoCielocondenaaestehombre.Dejemos,pues,que
secumplasudestino.NotratemosdeinmiscuirnosenlassentenciaspronunciadasporlaProvidencia.Sabeque soy sumadreypor esto sinduda sevecondenado.Se lecondenacuandoyosoñabaparaélunporvenirreal.Nohablemosmásdeello.Perolaotra,esamujerquetambiénlosabe,JuanadeAlbret,aéstalacondenoyoylatengoenmi poder.La insensata ha quedado aprisionada en la tela que pacientemente hatejido.Acércate,Renato,quieroexplicartemipensamiento.Sueñoen limpiardeunsologolpeelreinoquedestinoamihijoEnrique.Sueñoenrestablecerlaautoridadde Roma para consolidar la demi hijo. He sondeado a Coligny y al Bearnés. Heestudiadoatodoslosseñoresquellenanlacorteylaciudadconsuceñoarrugado.Ytodos, desde el primero al último, tienen el germen de la rebeldía.No es sólo quetratanderebelarsecontralaIglesia,sinotambiéncontralaautoridaddelrey;allí,ensusmontañas, han adquirido hábitos de independencia ymás de uno que se titulahugonote,es,enrealidad,unrebelde.Teaseguro,Renato,quesinoconsigodestruirlaReforma,laMonarquíaseveráreformadaalgúndía.Empecemos,pues,porheriralacabezadelprotestantismo,oseaaJuanadeAlbret.Estaconocemissecretos,y,alsuprimirla,mesalvoysalvoasimismoalaIglesiayalEstado.Ven,pues,conmigo,Renato;tudolorpaternalhallaráalgúnconsueloenprepararlamuertedeestamujer;
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yyaqueellasetitulamadredeMarillacylollamasuhijo,justoesquelamuertenolossepare.
YentoncesCatalinadeMédicisarrastróaRenatofueradelatorre.—¿Noqueríaisconsultarlosastros?—preguntóéste.—Esinútil,séloquequeríasaber.Atravesarondiagonalmente lapartede los jardinesdelpalaceteyasí llegarona
unacasitadeeleganteconstrucciónquesehallabaaunoscienpasosdelatorre.Componíasedeplantabajayunpiso.Catalinalahabíahechoconstruirparaquesirvieradealojamientoasuastrólogo.Eraunagraciosacasadeladrilloypiedrablancaconunbalcóndehierroforjadoy
elestiloeradelgustodelaépocayalaúltimamoda.Unahermosapuertacimbradaderobleadornadocongruesosclavos,ventanasde
vidrierasdelicadas,unafachadaporlaqueseencaramabanalgunosrosales,acababandedaraaquellaviviendacoquetonaapariencia;hubiérasedichoqueeraunhoteldedosreciéncasados.
La reinayRenatoentraron,ydespuésdelvestíbulo,penetraronenunaestanciamuyvastaqueocupabaelaladerechadelaplantabaja.
SobreunamesaseveíandesplegadosmapascelestesdibujadosporRuggieri;lasparedesestabanocultasporgrandesestantesderoblellenosdelibrosencuadernadosunoscontapasdemaderayotrosdepielyadornosdehierro.Todalabibliotecadelastrólogoestabaallíreunida.
LareinayRuggierinosedetuvieronmásquealgunosinstantesenaquelgabinetede trabajo adonde éste se había apresurado a entrar como queriendo evitar el serarrastradoaotrapartedelacasa.
—Vamosatulaboratorio—dijoCatalina.Atravesaron de nuevo la antecámara, y Ruggieri, descorriendo tres cerraduras
complicadas,consiguióabrir,despuésdealgúntrabajo,unapesadapuertareforzadaconbarrasdehierro.
Detrásdeaquéllahabíaotra,todadehierro.Nohabíaenellaningunacerradura,peroCatalinaoprimióconfuerzaunbotónimperceptibleyseabrió,dejandoelsitiosuficienteparaelpasodeunapersona.
Lapiezaenqueentraronentoncesocupabaelaladerechadelaplantabaja.Elairepenetraba por dos ventanas, pero detrás de las hermosas vidrieras de que hemoshechomención, enormes barras de hierro impedían la entrada a aquel santuario, y,además,espesascortinasdecuerocuidadosamentecorridasloprotegíancontratodamiradaindiscreta.
Ruggieriencendióentoncesdosantorchasdeceray la salaquedó regularmenteiluminada.
El fondo de la estancia estaba ocupado por la campana de una chimeneamuygrande, bajo la cual había dos hornillos provistos cada uno de su correspondientefuelledeforja.
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Estabanllenosdecrisolesdediferentestamaños.Cincooseismesasdiseminadasporlahabitaciónsoportabangrannúmerodeprobetas,retortasyalambiques.Enunarmarioseveíanmásdecienbocalesllenosdepolvosylíquidosysobreuntablerounacoleccióndemáscarasdevidrioodeteladealambre.
Enunrincón,ciertonúmerodeobjetosdediversanaturalezaestabancolocadosdentrodeunavitrina.
ObedeciendoaunaseñadeCatalina,Ruggierilaabrióconunallavequellevabacolgadadelcuelloyocultabajoeljubón.
—Aver,elijamos—dijoCatalinainclinándose—.¿Quéesestehermosoalfilerdeoro,Renato?
Éstesehabíainclinadotambiénysusdoscabezascasisetocaban.LadeCatalinaeraodiosaenaquelinstanteporquereía.Corrientemente,elrostrodelareinateníaunaspecto melancólico que no carecía de grandeza. Cuando sonreía, llegaba a sergraciosacomoensu juventudy recordaba los tiemposenquevariospoetashabíancantadosusonrisa;perocuandosereíadeciertomodo,eraespantosa.
EncuantoaRuggierisehabíaoperadoenélextrañatransformación.Yanoteníamiedo ni inquietud y en su semblante brillaba tan sólo el orgullo del sabio quecontemplasuobra.
—Este alfiler… —dijo—. Coged una fruta, señora, por ejemplo un hermosomelocotón muy maduro; y hundid este alfiler en su sabrosa pulpa; fijaos bien; elalfilerestandelgado,queseríaimposibledivisarsupasoatravésdelafruta,lacual,porotraparte,noseestropearía.Únicamentelapersonaquelacomieratendríaluegonáuseasyvértigoyporlanochemoriría.
—¿Yaquéllíquidoespesoparecidoalaceitequeestáenaquelfrasco?—Es en efecto, aceite, señora. Si cuando preparan la lamparilla de noche de
VuestraMajestadsemezclasendoceoquincegotasdeesteaceitealde la lámpara,VuestraMajestadsedormiríacomosiempre,sinexperimentarningúnmalestar,perounpocomásdeprisaquedecostumbre,paranodespertarmás.
—Admirable,Renato.¿Yestaseriedeminúsculosfrascos?—Son,sencillamente,esenciasdeflores, reinamía.Heaquíesenciaderosa,de
clavel,deheliotropo;luegoesenciadegeranio,devioletaydenaranjo.Suponedqueospaseáis envuestros jardines conun amigoy lehacéisobservar labellezadeunrosal,porejemplo.Vuestroamigopidepermisoparacogerunarosa.Luegoaspirasuaromayseráhombremuertosieldíaanteshubieraishechounaincisiónenelarbustoechandoenelladiezgotasdeestaesencia.Tambiénpuedelograrseelmismoefectoechandounasolagotaenelcálizdelaflorqueofrezcáis.Elperfumedelaflornosemodificaporesto,porquecadaunadeestasesenciasesigualaldelaflormisma.
—Muybonito,Renato.¿Yestoscosméticos?—Son cosméticos ordinarios, señora. He aquí uno negro para las cejas y las
pestañas; rojopara los labios; pasta para extender sobre la cara; y lápices para darvivacidadalosojos.Soncosméticosordinarios,perotienenelinconvenientedeque
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si una mujer los usa, sentirá a los dos días un horrible escozor y muy prontoaparecerángrandesúlceras,capacesdedesfigurarelmásbonitosemblante.
—¿Entoncesnomatan?—Caramba,señora,aunamujerselamataquitándolesuhermosura.—Todoestoesdemasiadorápido—dijoCatalina—.¿Quéhayallí;agua?—Sí, señora, agua pura, sin gusto, ni sabor, sin color; agua que no alterará en
nadaelagua,elvinooellíquidoalaquesemezcleenlaproporciónínfimadetreintaa cuarenta gotas por pinta. Es, señora, la obra maestra de Lucrecia Borgia. Es elAcquaToffana.
—¡ElAcquaToffana!—exclamólareina.—Esunaobramaestra,señora.Decíais,nosinrazón,queelefectodetodosestos
venenos es demasiado rápido, pues hay casos en que es preciso obrar con algunaprudencia.ElAcquaToffana,límpidacomoelcristal,nodejahuellasdesupasoenelcuerpodeunsercualquiera,hombreoanimal,quelaingiera.Sieldequesetratahatenidoelhonordecomerconvosysialvinoquehabebidosehaechadounpocodeesta agua de roca llegará a su casa sintiéndose muy bien. Un mes más tardeexperimentará un malestar, una angustia especial; poco a poco le será imposiblecomer;unadebilidadgeneralseapoderarádeél,ytresmesesdespuésdelacomida,loenterraráncristianamente,porquesupongoquenadamásqueuncristianopodráseradmitidoavuestramesa.
—Peroesdemasiadolargo.—Vengamos, pues, al justo medio. Supongamos que mañana os halléis en
contacto con alguien que os molesta. ¿En cuánto queréis que la molestia seasuprimida?
Catalinareflexionóuninstanteydijo:—EsnecesarioqueJuanadeAlbretmueradentrodeveinteatreintadías,nimás
nimenos.—Lacosaesposible,señora,y lavíctimanosproporcionaráelmedio.Escoged
enesteestantedeébano.—¿Quélibroeséste?—Esunlibrodehoras,señora.Librodegranutilidadenmanosdeunacatólicay
objetodearteporloscierresdeoroylastapasdeplata.Bastaconhojearlo.—JuanadeAlbretesprotestante—interrumpióCatalina—.¿Québrocheeséste?—Unajoyaadmirable,pero,desgraciadamente,esdifícilcerrarlo.Ysucedeque
lapersonaquequierehacerlo,oprimeelresorteyrecibeunligerísimopinchazoeneldedoyalosochodíassehadeclaradounagravísimagangrena.
—Nomegusta.¿Yestecofrecillo?—Ya loveis, señora, esuncofrecilloordinario semejante amuchosotros,pero
con la diferencia de que ha sido cincelado por hábiles artífices, y como es de oromacizo,constituyeun regalodignodeun rey.Hay tambiénparticularidad.Abridlo,señora.
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Catalinaobedeciósinvacilar.—Ved,señora—continuóRuggieri—;elinteriordeestecofrecilloestáforradode
buencuerodeCórdobaque,por sí solo,esunobjetodearte,puesestágofradodeacuerdoconlosmétodossecretosdelatradiciónárabe.Porotraparte,estáperfumadocomopodréisverfácilmente.
Catalina, sin sentir lamenor desconfianza, aspiró el perfume de ámbar que sedesprendíadelinteriordelcofrecillo.
—Nohayelmenorpeligroenaspiraresteperfume.Únicamentesi tocaraisestecueroytuvieraisvuestramanounahoraencontactoconél,lasesenciasdequeestáembebidosetrasmitiríanavuestrasangreporlosporosdelapielydentrodeveintedíasseríaispresadeunafiebrequeosmataríacuatroocincodíasmástarde.
—Muybien,peronoesfácilqueyotengamimanopegadaalcueroduranteunahora.
—Pero si vuestra mano no va hacia el cuero, éste, en cambio, puede ir alencuentrodevuestramano.Osofrezcoestecofrecilloyledaiseldestinoquemejorosplazca.Osservirá,porejemplo,paraguardarlamanteleta,obienalgunosparesdeguantespermanecenalgúntiempoenelcofrecillo,y,entonces,suvirtudestaneficazcomo la del mismo cuero, pues serán los mensajeros fieles de la muerte que heencerradoenestecofrecillo.
—Heaquíunaobramaestra—dijolareina.Ruggieriseirguiósatisfecho.Suamorpropiodequímicohallabaentalespalabras
larecompensadesupacientetrabajo.—Sí —dijo—. Ésta es mi obra maestra. He tardado años en combinar los
elementossutilescapacesdeadaptarsea lapielcomola túnicadeMeso;heveladonoches enteras y cien veces he corrido el peligro de envenenarme, para hallar estaesencia que envenenapor el tacto y por el olfato o el paladar.Aquí no hayheridaaparente que deje adivinar de dónde viene el mal. No hay líquido ni fruta queabsorber.Enesteterriblecofrecilloheencerradolamuerte,reduciéndolaalestadodeesclavadócil,muda,invisible,incognoscible.Tomadlo,reinamía,esvuestro.
—Lotomo—dijoCatalinacogiéndolo.Yluego,levantándoloconsusmanos,añadió:—¡Diosloquiere!¿Era esto comedia?Tal vez, porque la reina erauna comedianta extraordinaria,
pero quizá también fanatismo inconsciente de aquella mujer, que soñaba con unamatanzageneralparaafirmarlaautoridaddeDios.
Catalina y Ruggieri salieron del laboratorio, una vez éste hubo cerradocuidadosamentesuvitrina.
Y la reina, aquella noche, se durmió tranquila, sonriente ymás feliz de lo quehabíasidoenmuchotiempo.
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III-Ordendelrey
ELDÍASIGUIENTEdelenqueFranciscodeMontmorencyhallóa suhijaya laquehabíasidosumujer,fuetranquiloparatodosloshabitantesdelacalledeMontmartre.
El mariscal, agitado por diversos sentimientos, sentía dilatarse su corazón dealegría.Miraba extasiado a su hija, juzgando que no había nada en el mundo tangraciosocomoella.
YencuantoaJuana,teníalaconviccióndequesufríaunacrisispasajera,yquelafelicidad ledevolvería a lavez la razóny la salud física.Algunasveces leparecíasorprenderenlosojosdela locaundestellodeinteligencia.Perosihubierapodidoobservarlosestragosqueeldolorhabíahechoenaquellaalmaconlalentituddelagotadeaguaquepocoapocovaagujereandolaroca,sindudacomprendieraquenohabía restablecimientoposiblepara la infelizmujer.Noobstante,queríacreeren lacuraciónyavecessedecía:
—Cuando se halle en estado de comprenderme, ¿cómo voy a explicarle micasamiento?
Ygranturbaciónloinvadíaalverlatanhermosa,apenascambiadaycasitanidealcomocuandoloesperabaenelbosquedeMargency.
EncuantoaLuisa,apartedeldolordenopoderasociarasumadrealafelicidadque sentía, era dichosa. Estaba también convencida de que un mes de cuidadosasiduosdevolveríalarazónalamártir.Seentregabaalaalegría,antesdesconocida,detenerunafamilia,unnombreyunpadre,pueselmisterioquehabíaentristecidosuinfanciaysuadolescenciahabíasedesvanecido.
A la sazón tenía una madre y un padre, cuyo majestuoso porte admiraba,pareciéndole hombre excepcional por la fuerza y la serena gravedad. Además, erauno de los más poderosos señores del reino y su nombre era respetado en todaspartes.
Aqueldíafue,pues,feliz,verdaderamentefeliz,apesardelalocuradeJuana.Cuandopadreehijamirabana lapobre loca,observabanconalegríaqueensu
salud parecía haberse producido beneficioso cambio. Sus ojos brillabanextraordinariamente, lasmejillasvolvíana ser rosadasy jamásLuisa lahabíavistotanhermosani alegre.Las carcajadas de la loca no eran estridentes y convulsivas,sinodulcesyllenasdeapaciblefelicidad.
Aquel día el mariscal trabó pleno conocimiento con el viejo Pardaillán. SusmanosseunieronamistosamenteyelrecuerdodelraptodeLuisasedesvaneció.
Con respecto al caballero, fue el mismo de siempre: reservado, pococomunicativo,sibienmenostriste.
La noche siguiente fue tambiénmuy tranquila. No obstante, al atardecer, tuvolugarun incidente en la calle.ElmariscaldeDamville fue avisitar laguardiaquevigilaba la casa acompañado de cuarenta guardias del rey, que relevaron a los de
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d’Anjou.Unoficialdelacasareal losmandaba,yelcapitánquehabíaaceptadolafianzadeJuanatuvoqueretirarse.
Damville pasó la noche en la calle, y hacia el alba se produjo unmovimientoentrelossoldados.
Veinte de ellos cargaron sus arcabuces y se prepararon a dispararlos, mientrasotrosdispusieronungruesotablónsuspendidodeunmarcodemaderapormediodecuerdas,demodoqueconstituyeraunarieteparahundirlapuerta.
¿Hacíase, tal vez, caso omiso de la fianza de Juana de Piennes? Esta fue lapreguntaquesedirigióelviejoPardaillán,cuando,alsacarlacabezaporeltragaluz,observó tales preparativos. Llamó enseguida para examinar la situación. Elaventureroestabamuyalegreysusojosbrillabanextraordinariamente.
—Si nos atacan —dijo— ya no hay razón para que mantengamos nuestrapromesa;estábamosaquí,prisionerosbajopalabra,yelataque,porlotanto,noslibradeellaynosdaelderechodehuir.Hayunapuerta,huyamos.
—Ésta es mi opinión para el caso de que nos ataquen —dijo el mariscal—.Palabraquebrantadaespalabradevuelta.
—Atacarán,nolodudéis.¿Quéosparece,caballero?—Creoqueel señormariscaldebe salir inmediatamentecon lasdosmujeres,y
vosyyonosquedaremosparahacerfrentealpeligro.—¡Ah,caramba!—MurmuróelviejoPardailláncomprendiendo la intenciónde
suhijo—.¿Queréismorir,eh?—díjoleenvozbaja.—Sí,padremío.—Bueno,moriremosjuntos,peroantes¿quieresoírunaobservacióndetupadre?—Sí,señor.—Pues bien, no tengo inconveniente en morir ya que tú no puedes vivir sin
Luisita,aquieneldiablolleve,yyo,pormiparte,nopuedovivirsinti;peroantesesprecisoestarsegurodequetelaniegan.
—¿Quéqueréisdecir?—preguntópalideciendoelcaballero.—Sencillamente,preguntarésihaspedidoalmariscallamanodeLuisa.—¿Estáisloco?Estoyseguroquetalpeticiónsóloleinspiraríalástima.—Tal vez sí, pero, en fin, ¿se la has pedido, acaso? Pues bien, es necesario
hacerlo.—¡Jamás!Quieroevitarmelaafrentadeserrechazado.—Bueno,puesyahablaréyoporti.—¿Vos?—Yo,¿notengoderechodehacerlo?Teaseguroquelapediréynopuedesuceder
másqueunadelasdoscosas:oaceptaono.Siacepta, túhacesaMontmorencyelhonordeentrarensufamilia. ¡Por todos losdiablos!Tuespadavale tantocomolasuyaytunombrenotienetacha.Encambio,siterehúsa,serátiempodelimpiarnoselcalzadoparahacerelgranviajedelquenosevuelve;porlotanto,esperaparaquerermoriraqueelpadredeLuisahayacontestadoformalmentequeno.
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—Comoqueráis,padre—dijoelcaballeroentreviendolaposibilidaddenocausartambiénlamuertedesupadre.
—Monseñor—dijo entonces el viejo Pardaillán dirigiéndose almariscal—,mihijoyyoacabamosdecelebrarconsejodeguerrayheaquíloquehemosdecidido:Vospartiréisdeaquíinmediatamenteynosotrosnosquedaremoshastaestarsegurosdequenosatacan.Entoncesnosmarcharemosanuestravez.
—No saldré de aquí sin vuestra compañía—dijo elmariscal con firmeza—.Ytenedencuenta,caballero,quesinoconsentísenseguirmeinmediatamente,exponéisaunamuerteterribleaestasdosinocentesmujeres.
—Partiremos—dijoentonceselcaballero,yadecidido.—Esperaremosanteselcomienzodelataque—dijoelviejoPardaillán.Laesperanofuelarga.Hacialascincodelamañana,elviejoaventurero,quese
habíaquedadoobservandoporel tragaluz,vioauncaballeroquehacíaunaseñaaloficialquemandabalafuerza.Aquelcaballeroibaenvueltoenunalargacapaquelocubría por entero a pesar del calor que hacía, y por esta razónPardaillán no pudoreconocerlo.Obedeciendoalaseña,eloficialmandóasushombresqueprepararanlasarmas.
Casienseguidaseabrieronlasventanasdelascasasvecinasyporellasasomaronvariascabezascuriosas.
Eloficialseacercóalapuertadelacasaencompañíadeunhombrevestidodenegro,elcual,sacandounpapeldeunestuche,empezóaleerloenvozaltayclara:
Ennombredelrey:
Son declarados traidores y rebeldes los señores Pardaillán, padre e hijo,refugiados en esta casa, bajo la fianza de la noble señora de Piennes.Declárasequenoesválida la fianzaenrazónaquedichaseñora ignorabaloscrímenescometidosanteriormenteporloscitadosseñoresdePardaillán.
Mandamosadichosseñoresqueserindanadiscreciónparaserconducidosal Temple y allí juzgados por los crímenes de felonía y lesa majestad.Además, por incendio voluntariodeuna casa yúltimamentepor rebeliónamanoarmada.
Mandamos a los oficiales del rey que se apoderen de las personas de losrebeldes para llevarlos atados de pies y manos al lugar que Nos, JulioEnriquePercegrain,procuradordelChâtelet,designaremos,asaber:porelmomento,alaprisiónrealdelTemple.
Mandamosadichosoficialescogerlosmuertossinopuedenprenderlosvivos,afindequesuscadáveresseanahorcadosyexpuestosparaescarmientoenlaplaza de la Gréve a los ojos de todos los vasallos fieles y leales de Su
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Majestad.
YNos,JulioEnriquePercegrain,declaramoshaberhabladoenvozaltaalosrepetidos rebeldes, y declaramos también haberles concedido una hora dereflexión,comoúltimaindulgencia.
En fe de lo cual, hemos firmado y entregado este requerimiento algentilhombre Guillermo Mercier, barón de Teil, teniente la compañía dearcabucerosdelrey.
El hombre vestido de negro entregó el papel al oficial y se retiró al lado delcaballeroenvueltoenlacapa,elcualpermanecióinmóvil.
Lahoradegraciaconcedidaalosrebeldestranscurriórápidamente.Lacallesehabíallenadodegente,loscuriososseacercabandepuntillasparaver
siprenderíana los rebeldesvivosomuertos.Enefecto, lagente seprometíadobleespectáculo.Primeroeldelabatallaysegundoeldelaejecucióndeloscadáveres.
Habiendotranscurridolahora,eloficialseacercóalapuertayllamófuertementegritando:
—¡Ennombredelrey!Elaldabonazoresonófuertementeenlacasayactoseguidoseabrióunaventana
delprimerpiso.ElviejoPardaillánapareció,yalverlo,lagenteempezóagritar:—¡Vanarendirse!Pardaillánsaludógravementeypreguntóaloficial:—Señor,¿intentáisatacarnos?—Inmediatamente,sinoosrendís.—Tenedpresentequevioláislafianza.—Losé,caballero,perodebéisrendirosadiscreción.—Encuantoarendirnos,no loesperéis.Quería tansólodecirosquefaltáisa la
palabradada.Ahoraatacadsibienosplace.YelviejoPardailláncerrócuidadosamentelaventana,mientraseloficialgritaba
denuevo:—¡Ennombredelrey!Comonoobtuvieronrespuesta,eloficialhizounaseñayel tablóndispuestoen
formadeariete,empezóafuncionar.Alquintogolpecayólapuerta.—¡Cuidado!—dijoeloficialenprevisióndeunasalidadelossitiados.Losarcabucerosapuntaronhacialapuerta,prontosadisparar,perocomonadiese
mostrara, fue preciso resolverse a entrar en la casa y entonces se observó que laescaleraestabaobstruidaporunabarricada.
—Será preciso dirigir el ataque hacia la parte alta de la casa—dijo el oficial,malhumoradoporelimpedimento.
Fueronnecesariasdoshorasparahacerlaescalerapracticable,ycuandoporfinel
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pasoestuvolibre,lossoldadossubieronconprecauciónseguidosporelcaballero,quehabíaechadopieatierra,peroquecontinuabatapándoseelrostroconlacapa.
Congransatisfaccióndeloficial,hallarontodaslaspuertasabiertas.—¡Cuidado!—Dijoelembozado—.Talvezseaunaemboscada.Entraban en todas las habitaciones visitándolas todas una después de otra con
todas las precauciones necesarias. Habiendo registrado así el primer piso, fueevidentequelossitiadossehabíanrefugiadoenelgranero;perocuando,despuésdemuchas vacilaciones e intimaciones reiteradas, decidieron entrar en él, no hallaronmásqueheno.
Elembozadodioungritoderabia,ydescubriendolapuertadecomunicaciónporlaquesepasabaalacasavecina,lahundiódeunpuntapié,exclamando:
—¡Hanhuidoporahí!¡Sehanescapado!Entonces el embozado dejó caer su capa, y los soldados, asombrados,
reconocieronalilustremariscaldeDamville.—¿Quéordenáis,señor?—preguntóeloficial.—Registradlacasa—contestóDamville.Hízoseasí,peronohallaronanadie.Elmariscal deDamville saliópor la callejuela contiguapálidode furor.Montó
enseguidaacaballoyselanzóendirecciónalLouvre.Unavezallísolicitóserintroducidoinmediatamenteanteelrey.EntretantolosfugitivosllegabanalhoteldeMontmorency,yunavezquelasdos
mujeresestuvieroninstaladas,celebraronconsejo.—Aquí —dijo el mariscal a los Pardaillán— estáis en seguridad. Nadie
sospecharáqueoshayáisrefugiadoenestehotel.—Monseñor—dijoentonceselcaballero—,mepermitoaconsejarosquehuyáis.
Nooslodiríasiestuvieraissolo.—Tenéisrazón,caballero—dijoelmariscal—,puesmiintenciónesnoexponera
mihijayasumadre.EstanochesaldréconellashaciaelcastillodeMontmorencyycuentoconvosparaescoltarnos.UnavezenMontmorency,nadie,nielmismorey,seatreverá a acercarse, pues sería necesario un verdadero ejército para conquistar elcastillo.
Fue,pues,convenidoquealatardecersaldríandeParís.AqueldíaPardaillántuvoconelmariscalunaconversacióndesumaimportancia.
ElcaballerosehabíaretiradoalahabitaciónqueocupabaenelhotelyLuisaestabaalladodesumadre.ElviejoPardaillánsequedósoloconMontmorencyyviendosaliralajovenformulóheroicamentelapreguntaquetantoleinteresaba.
—Es una niña encantadora y estoy seguro de que sois feliz por haberlaencontrado.
—Sí,caballero,másdeloqueosfiguráis.—¡Ojalá—exclamóelviejozorro—quehalleunmaridodignodeella,perodudo
queexistaelhombrequepuedamerecerla!
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—Puesestehombreexiste—dijoelmariscal.«¡Caramba!¿Acasotendrárazónelcaballero?»—pensóPardaillán.—Conozco —continuó el mariscal— un hombre que es el tipo acabado de
valentíayastucia.Loquedeélmehancontadoyporloqueyomismoheaveriguado,locolocaalaalturadelosantiguospaladinesdelbuenemperadorCarlomagno.Aél,señorPardaillán,destinomihija,porquenadieserámásdignodeposeersemejantetesoro.
—Excusadmíatrevimiento,monseñor,peroel retratoquehabéis trazadoes tanhermoso, que sientograndísimodeseode conocer a tal hombre. ¿Será indiscreciónpreguntarsunombre?
—De ningúnmodo. Estoy tan obligado a vos y a vuestro hijo, que no quieroocultarosningunademispenasoalegrías.Yaloveréis,caballero,porqueesperoqueasistiréisalcasamientodeLuisa.
—¿Cómosellama?—preguntóPardaillánmordiéndoseelbigote.—ElcondedeMargency—dijoelmariscalmirandofijamentealaventurero.Éstesetambaleócomosihubierarecibidoungolpeenplenocorazón.Balbucióalgunaspalabrasysumamenteaturdidosedespidiódelmariscal,yendo
areunirseconsuhijo.—Acabodehablarconelmariscal—dijo.—¡Ah!¿Lehabéisdichoalgo?—Le he preguntado a quién daría a Luisa en matrimonio… Tente firme,
caballero; un hierro ardiente en una herida, vale más que unos ungüentos. No, lapequeñanoseráparatiporqueestádestinadaalseñorcondedeMargency.
—¿Loconocéis?—preguntóelcaballero.—ConozcoMargency—dijoelviejoPardaillán—;esunhermosocondado.Está
enclavadoenlosdominiosdeMontmorency.Estaba,pordecirloasí,desmembradoynoquedabamásqueunapequeñapartequepertenecíaalafamiliadePiennes,hastaque el condestable se apoderó de todo. Sin duda alguna, el condado ha sidoreconstituido.Algúnvillanoricolohabrácompradoparatenereltítulodeconde.Encuantoalhombre,noloconozco.
—Pocomeimporta—dijotranquilamenteelcaballero.Transcurrieronalgunosminutosensilencio,duranteloscualeselviejoPardaillán
recorriólaestanciallenodefuror,mientraselcaballerolomirabasonriendo.—Me admira tu calma —dijo por fin el aventurero—. ¿De modo que te ves
tratadoasíynoprotestas?—Pero, padre, ¿cómo queréis que me traten? El mariscal me ofrece una
hospitalidad suntuosa a cambio de los pocos servicios que le he prestado. ¿Sabéisdóndeoshalláisahora?
—¡Pardiez!Entuhabitación,meparece.—Ciertamente.Puesbien,estahabitación,padre,eslaquefueocupadaporelrey
EnriqueII,cuandovinoavisitaralseñorcondestableAnne.Desdeentoncesnadiese
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habíaacostadoenestelecho.¡Quéhonorparaunpariacomoyoquehaidoerrandodeposadaenposadaymuchasvecesseacostóencamporaso!Osaseguroqueapenasmeatrevoadormirenestelechoreal.¿Quémáspuedehacerpormíelmariscal?
—Bueno,caballero.Loquehemosdehaceresmarcharnosenseguida.—No,padre.—¿Cómono?¿Quéteretiene?—El mariscal cuenta con nosotros para escoltarlo hasta Montmorency y lo
haremos, padre. Una vez estén en completa seguridad en su castillo, nos haremosmatarenalgunaempresasiempreycuandovosqueráishacermeelhonordemorirenmicompañía.
—¡Portodoslosdiablos!¿YporquéelseñormariscalnosehaceacompañarporelseñorcondedeMargency?
—Tal vez le hallaremos por el camino—dijo el caballero, sonriendo—. Peroaunqueestuvieraaquí,nolecederíaelderechoqueheconquistadodeponeraLuisaen seguridad, pues ella me llamó a mí y a nadie más. Recuerdo perfectamente laescena,mientrasyoestabaen«LaAdivinadora».Yapropósito,seránecesariopasarporallíparasaldarunadeudaantigua.¿Tenéisdinero,padre?
—Tresmillibras.—¡Caramba!Somosricos.—Sí, es el último regalo que me hizo el mariscal de Damville. No es muy
espléndido,quedigamos.¿DicesquequierespagaramaeseLandry?—Ytambiénasumujer.—¿Debesalosdos?—Sí,aLandryledebodineroyasumujeragradecimiento.Alprimerolepagaré
conescudosyalasegunda…afemíaserámásdifícil.Unescudonoesmásqueunescudo.Yaverécómopuedohacerlo.Elcasoes,padre,queundíaestabayoenmiventanade«LaAdivinadora»ymirabanoséqué,cuandodeprontoLuisaabrió laventana y me llamó en su socorro. Yo no conocía su nombre y nunca le habíahablado,peroellamellamócomosiyofuesesuhermanoounamigodesuinfancia.Porlotanto,tengoelderechodeprotegerlahastaelfinal.Mibrazoymicorazónlepertenecen,ycuandotodohayaconcluido,elprimerosoltarálaespadaquemanejabaconciertahabilidadyelsegundodejarádelatir.Heaquítodo.
—Sí,heaquítodo.¡Ah!¿Porquénoseguistemisconsejos?—Hicemal,loconfieso.Ahora,padre,setratadesalirdeParísestamismatarde.
En casode sobrevenir algúnobstáculo, la escolta delmariscal nopodráhacermásquebatirseyesonobasta.Tenemosnecesidaddefuerzaydeastucia.Damvilleesunenemigoterrible,sincontarquetenemostrasdenosotrosotrosadversariosdemenorimportancia.
—Conozco—dijoelviejoPardaillán—aalgunosbuenosmuchachosquepodránsernosútilesestanoche.SeránecesarioquemevayaadarunavueltecitaporlaCortedelosMilagros[1].
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—Id,padre,ysedprudente.Elaventurerodirigióunamiradaasuhijo,meneólacabezaysealejó.Elcaballerodescolgólaespada,dioalgunasvueltasenlahabitaciónysesentóen
un gran sillón conocido en el hotel con el nombre de «el sillón del rey», porqueEnriqueIIsehabíasentadoenél.
Nosevayaacreerqueelcaballerohabíarepresentadounacomediaantesupadre,puesrealmenteexpresócontodasinceridadcuáleseransussentimientos.
Apesardeladesesperaciónquesuamornocorrespondidolecausaba,nollorónidiotampocoensuspirar.Enélnosetraslucíaeldolor.
Así, pues, había dicho a su padre, pensándolo tal como lo decía, que no lequedabaotracosaquehacerquemorir,porquesiconsiderabaincapazdearrojardesucorazónelamorque lo llenaba;nomaldijo tampocoalmariscal,puescreíaque lascosas iban como era debido, ya que según las ideas de su tiempo y de todos lostiempos,unparianopodíacasarseconlaherederadeinmensasriquezas.
Maldijomenos todavía aLuisa y se contentó conmurmurar con extraordinariaingenuidad:
«¡Quédesgraciaparaella!¿Cómovaa serleposiblehallaraotroque laametantocomoyo?¡PobreLuisa!».
Ydespuésdealgunosinstantesdereflexión,añadió:«Creoquesiloquesufrotuvieraquedurarochodíasmás,mevolveríaloco,pero
felizmente todo se arreglará. Esta noche estaremos en Montmorency y mañanavolveréaParís.Yentonces…veamos,¿cuántosson?Damville,queesbuenaespada;Aspremont, de quien me ha hablado mi padre; los tres favoritos de Anjou, yMaurevert.Total,seis.Losdesafiaréatodosalavezymilagroseráqueentretantosnoconsiganmatarme.Yasítendré,porlomenos,buenfuneral».
Enaquelmomentounacabezaseposóensusrodillas.ElcaballerobajólavistayvioquePipeau,habiéndoseacercadoaél,instalabasucabezaentresuspiernasylomirabaconsusojosinteligentesybondadosos.
—¡Hola!—dijoelcaballeroalegremente.Pipeauladróconnomenosalegría,comodiciendo:—Sisoyyo,tuamigo.Parecequemeolvidasyyanopiensasenmí,comosiyo
nofueratuamigomásfiel…fielhastalamuerte.Elcaballeroacariciólacabezadelperroyledijo:—Vamos a separarnos, Pipeau, y lo siento porque te debo grandes favores.
Graciasati,salídelaBastillayundíaenqueteníahambrecompartisteconmigotucomida,¿teacuerdas?Siemprehassido,además,buencompañeromío.Memarcho,Pipeau,porquemeaburro.
El perro escuchaba con gran atención, y una vez terminado lo que su amo ledecía,continuómirándoloconlamismagranatención.
—¡Pipeau!—llamóentonceselviejoPardaillánentreabriendolapuerta.Elperrointerrogóconlamiradaasuamoyésteledijo:
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—Voya«LaAdivinadora»,yaquetienesunacuentaconmaeseLandry—dijoelaventurero.
—Osacompaño,padre.—No,deningúnmodo,elperromebastaráencasodenecesidadytambiénpodrá
servirmedecorreo;perotúnotemuevas.El caballero hizo una seña de asentimiento y el padre se alejó seguido por el
perro, contento de emprender solo la exploración que había proyectado, porque sopretextodeira«LaAdivinadora»apagarlasdeudasdesuhijo,elaventureroqueríacerciorarsedequeelhotelnoeravigilado,dequenoloshabíanseguido,y,enunapalabra,dequeelcaballeroestabaencompletaseguridad.
«UnavezenMontmorency»,—pensaba—,«lodecidiréaseguirmeycreoquemeseráfácilconseguirqueolvideatodaslasLuisasdelmundoytambiénsusdeseosdemorir.¡Vayaunasolución!Asuedadyensulugar,yohubieraraptadoaLuisa.¡Elmundodegenera!Yademás,¿quiénsabesimiastucianoloarreglarátodo?Esunardiddeguerra».
—Vamos, Pipeau, salta.—Pardaillán tendió el brazo y el perro saltó ladrandoalegremente.
¿A qué astucia se refería? Pronto lo diremos a nuestros lectores. Demomentocontentémonos con seguir al aventurero en su exploración. Recorrió las callesvecinas, y convencido de que todo estaba tranquilo, pues no había visto nadasospechoso,dirigiósealríoconánimodeatravesarlo.
Luego se internó por la calle de San Dionisio, dirigióse y llegó a «LaAdivinadora»,prometiéndoseirdepasoalatabernadeCatho.
MaeseLandryviollegaraPardaillánconciertoasombro,nodesprovistodetemoryesperanza.
«Aversiestavezmepaga»—sedijoeldignohostelero.—MaeseLandry—dijoPardaillán—.Vengoapagarmisdeudasylasdemihijo,
porquenosvamosdeParísparamuchotiempo.—¡Cuántolosiento!—exclamóelhostelerotratandodeaparecertriste.—Nosretiramosdespuésdehaberhechofortuna—dijoPardaillán.Elhosteleroabriódesmesuradamentelosojos.—Pero no veo a vuestra esposa—continuó Pardaillán—. Tengo que darle un
recadodepartedemihijo.—Llegará enseguida; pero entre tanto, ¿nome haréis el honor de almorzar por
últimavezenmicasa?—Con mucho gusto, querido amigo, y mientras tanto hacedme el favor de
arreglarlacuenta.—¡Oh,nohayprisa!—dijomaeseLandryllenodeesperanza.—Sí,porquememarchoynoquisieraquedarosadeberniunsueldo.—Siendoasí,señor,oscontestaréquetengolacuentapreparada.—¡Ah,ya!
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—Comorecordaréis,meloordenasteisvosmismoendosocasionesdistintasenqueosdisponíaisapagarmeestapequeñasuma,perocircunstanciasdesagradablesosimpidieronhacerla.
—Desagradablesparavos—dijoPardaillánechándoseareír.—No, caballero, para vos—dijo Landry haciéndole coro—. Efectivamente, la
primeraveztuvisteisaquelterribledueloconelseñorOrthés.—Vizconded’Aspremont,comolollamabais.—Esverdad,ylasegundavez,enelmomentoenqueosentregabalacuenta,os
marchasteishacialacalle.—Sí,vipasaraunantiguoamigoaquienqueríaestrecharentremisbrazos.Entre tanto preparaban el cubierto en unamesita, mientras Pipeau, recobrando
instantáneamentesuscostumbres,entrabaenlacocinaconelairehipócritaquetantaconfianzainspirabaalosquenoconocíanlaglotoneríaylaastuciadeaquelperro.
Pardaillán sentóse, pues, ante la mesa, y no sin cierta melancolía miró aquelcomedorenquetanbuenosratoshabíapasado.
Al fijarse en el aspecto venerable de las botellas que Landry en persona dejósobre el mantel, resplandeciente de blancura, comprendió que, a los ojos delposadero,sehabíaconvertidoenunpersonajedelamayorimportancia.
«Bienconsiderado»,—pensó—,«el dinero es una cosa buena.Con el quemesupone ahora, compro al fiado su respeto y admiración. ¿Qué sucedería si fuerarealmenterico?¡Vaya!Sinonosmorimos,seránecesarioganarmuchodinero».
EnaquelmomentoentróRosa,lamujerdelhostelero.—Siemprefresca,rosadaytiernacomounaflor—dijoelviejoPardaillán.Rosasonrióydiounsuspiro.—Parece que nos dejáis —dijo cortando una lonja de venado que sirvió a
PardaillánmientrasLandryllenabaunvasodevino.«¡Quécuadrotanbonito!».—PensóPardaillánrecostándoseenelrespaldodesu
silla—. «El buen Landry a la derecha sirviéndome delicioso néctar y la hermosaRosaalaizquierdaconsusbrazosblancosyrosadosyantemíestalonjadevenadomás agradable todavía que lamirada de la huéspeda…y al fondo aquella cocinallenadearomáticosolores.¡Ah!¿Porquénosucederáestocadadía?¡Ypensarqueelcaballeromeinvitaamorir!¡Vayaunatontería!».
Yenvozaltaynosinciertaemoción,dijo:—Sí,miqueridaseñoraRosa,nosvamosaunpaísdesconocido,yantesdepartir
mihijoyyo,recordamosqueteníamosaquíunacuentapendiente.—¡Ah,señor!—dijoLandryenternecido.Yenseguidaañadió:—Voyabuscarlanota.—MiqueridaRosa—dijoentonceselviejoPardaillán—,creoqueseráunpoco
difícilqueelcaballerovengaapagarosloqueosdebe,auncuandoteníaintencióndevenir.
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—Elseñorcaballeronadamedebe—dijoRosaconviveza.—Sí,caramba,yparaconvencerosvoyarepetirsuspropiaspalabras:«EncuantoalahermosaRosa»—dijo—«noledebodinero,perosídosbuenos
besosenagradecimientode lasatencionesquepormí tuvosiempre.Quierodecirletambiénque,sucedaloquequiera,nuncalaolvidaréyquesiempreocuparáunbuenlugarentremisrecuerdos».
—¿Estohadichoelcaballero?—exclamólahosteleraruborizándosedeplacer.—Osloaseguro.Ycreoquenodijomásquelamitaddeloquepensaba.Porlo
tanto,voyacumplirelencargoquemehizoytratarédehacerloconcienzudamente.Y entonces el aventurero se levantó y besó dos veces en cada mejilla a la
hostelera.Luego,sentándose,levantósuvasoydijogravemente:—Avuestrasalud,hermosaRosa.Ybebiódeuntrago,segúnlosusosdelagalanteríaenlascarreteras.—Caballero—dijo entonces la hostelera—, no olvidaré jamás el recuerdo del
caballero. Decídselo así, os lo ruego, y a mi vez quiero testimoniarle mi gratituddándoleunanoticia.
—Hablad,queridamía.—Puesbien,decidleque«ellaloama»—dijoRosadandounsuspiro.—¿Quiénesella?—exclamóPardaillánasombrado.—Laqueélama,lahermosaseñoritaLuisa.Elaventurerodiounsaltosobrelasilla.—Ella lo ama —continuó Rosa—. Estoy segura. ¡El pobre joven es tan
desgraciado!—¡Ah,miqueridaRosa!¡Soisunángel!—Tandesgraciado,quenopudemenosdedecírseloaella.Repetídseloycuando
seamaridodeLuisa,queseacuerdedequeyoleprofeticésufelicidad.—¡Caramba!Así,pues,ledaissuerte,queridaRosa.¡Ah!Loqueesasí,lascosas
cambiancompletamente.¡ViveDios!Merecéisotrobeso.—Ycomolodecíalohizo.Despuésdeello,elviejoPardailláncontinuósucomidacon infinitasatisfacción,y,con ayuda del vino de Landry, empezó a entrever el momento en que asistiría alcasamientodeLuisaydesuhijo.
«Ahorapienso»,—murmuróalegremente—,«quedebodarmeunavueltaporlaCorte de losMilagros para reclutar gente. Como ya estamos seguros de que nosaman,deacuerdoconloquesospechaba,setratadesalirdeParíssanosysalvos».
Pero en elmundo todo tiene fin, incluso un buen almuerzo, y el de Pardaillánsiguió la ley común. Después de haber apurado la última botella, el aventurero,entonando una canción de guerra, con los ojos echando fuego se ciñó la espada yllevando lamano al cinto de cuero que contenía las tresmil libras que tomara delcofre de maese Gil, llamó a maese Landry, que, nota en mano, acudió diligente,ligero,casirápido,hendiendoelaireconelbrazoparallegarmásaprisa.
Landrydesplegóentoncessupapel,queeralargodeunavara,yparaexcusarsus
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dimensionesseapresuróadecir:—Hay que tener en cuenta, caballero, que la deuda es muy antigua, pero no
obstante,herecordadonuestroconvenioysolamenteheanotadolosextraordinarios.—Ponedlotodoenlacuenta,miqueridoLandry—dijoPardaillán.Elhostelerohizounareverenciacasihastaelsueloyconciertainquietuddijo:—Entalcasolacuentaasciendeatresmillibrasjustas.Elaventureropermanecióimpasibleyempezóaentreabrirsucintodecuero.ElrostrodeLandrysepusorojocomounaamapola,acausadelaemoción.—¡Porfin!—exclamódandounsuspiro.—¡Aquíestá,aquíestá!—dijoenaquelmomentounavozfuriosa.Y al mismo tiempo tres personajes que acababan de entrar en la sala se
precipitaroncontraPardaillán.Laposadase llenódegritos.LamanodePardaillán,queya ibaa sacar eldinerodel famosocinto,dirigióseenseguidaa la espada,quedesenvainórápidamente.LasonrisadeLandryterminóenunamuecadedolorydeespantoysequedóallíconlabocaabierta,losojosdesencajadosysulargacuentaenlamano.
Deunpuntapié,Pardaillánderribólamesa,cuyavajillasehizoañicos.Rosa,entanto,huyóhacialacocina.
—Estaveznohayfianza—dijoburlonamenteunodelosreciénllegados.—Nohayquedarle cuartel—gritaba el segundo.El tercero, que nodijo nada,
atentosóloaesgrimirsuespada,eraMaurevert.Habíanentradoporazarenlahostería,sabiendoque«LaAdivinadora»habíasido
muchotiempoelcuartelgeneraldelosPardaillán.Ibanenbuscadelcaballero,puescadaunodeellosteníaquevengarunaestocadayalgunaspalabrasburlonas.
Endefectodelhijo,hallaronalpadre,y, sin reflexionarlo,consultándosecon lamirada,cargaroncontraél.
Pardaillán,algodebilitadoaconsecuenciadelasheridasquerecibieraenlacalledeMontmartre,secontentóconguardarladefensiva.Contraélesgrimíansusespadaslos tresespadachinesyacadaestocadaque ledirigían laparabasi leeraposibleoretrocedíadeunsalto.
Elcombateeraaquellavezsilencioso,porquelostresestabanresueltosamataralpadre, ya que no les era posible hacer, de momento, lo mismo con el hijo, yreservabansusfuerzasysusangrefríaparadarelgolpemortal.
Pardaillán retrocedía, pero, desgraciadamente, sus tres adversarios le impedíanhuirpor lapuertaquedabaa lacalle.Viose,pues, rechazadopocoapocohaciaelfondodelasala,endondehabíaunapuertaabierta.Lafranqueóysehallóentoncesenlasalaenque,segúnreferimosalprincipiodeesterelato,secelebróelbanquetedelospoetas.
Siempreretrocediendo,penetróenlasalasiguienteyllegóporfinalaúltima,endondehabíatenidolugarlaextrañaceremoniadelsacrificiodelmachocabrío.
—Estaveznosenosescapa—dijoMaurevertconlosdientesapretados.
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«Vamos»,—pensóPardaillán—.«Elcaballeroyyonomoriremosjuntos».Ydirigióasualrededorunamiradadedesesperación.Enaquelmomentoviocómoseabríaunapuertaysinvacilarseprecipitóenel
recintoobscuroqueentreveía.Eraelgabineteenquehabía laentradadelabodegaporunaparteyporlaotraladellargocorredorquedabaalacalle.
Los tres favoritos quisieron emprender la persecución de Pardaillán en aquelcuartito,perolapuertasecerróanteellos.Entoncesempezaronavomitar todoslosinsultoscorrientesenaquellaépoca,golpeandodepasolapuertaconelpomodelaespada.
Noeraelaventureroquienlahabíacerrado,sinoRosa.Cuandoviolamarchaquetomabalapelea,diorápidamentelavueltaporlacalleyelcorredoryabriólapuerta,cerrándolaencuantoPardaillánlahubofranqueado.
—¡Vos!—exclamóPardaillánreconociéndola.—¡Huid!—dijolahermosahosteleraseñalandoelcorredor.—Nosindaroslasgracias—dijoelaventureroenvainandolaespada.E inmediatamente cogió por la cintura a Rosa y la besó en ambas mejillas,
mientrassusenemigosvociferaban.—Unopormíyotroporelcaballero—dijoPardaillán.Einmediatamentetraspusoelcorredoryuninstantedespuéshuíaporlacallede
SanDionisio.—¡Esta vez no te escapas!—gritabanMaugiron yQuelus,mientrasMaurevert
corríaenbuscadeunmartillopararomperlacerradura.EnelcorredortropezóconRosa.—Dadmeunmartillo—ledijo.—Esinútil—dijolahostelera—.Voyaabrirconunallave.—Seréisrecompensada,buenamujer.Una vez abierta la puerta, los tres espadachines vieron el corredor vacío y
comprendieronqueelzorrosehabíaescapado.Entonces se lanzaron los tres por aquel camino, pero era demasiado tarde.
PardaillánestabayalejosycorríaendireccióndelaCortedelosMilagros,noparabuscarrefugio,sinoparareclutaraloscompañerosquenecesitabaafindeprotegerlasalidadelmariscal.
En la calle fuealcanzadoporPipeau, el cual, fiel a sus costumbres, tenía en labocaunsalchichónrobadoalacocinade«LaAdivinadora».
AllífueRosadespuésdelapartidadelosfavoritosdeAnjouyhallóasumaridorojodecólera.
—¡Ay de mí! —Gritaba Landry—. Lo que es ahora, no tengo esperanzas decobrarestacuenta.
—¿Porquéno?—dijoRosasonriendo—.Notengáismiedo,yapagará.Porotraparte, ¿no somos bastante ricos para perder esta suma? —añadió señalando lainterminablenotaqueLandryteníaenlamano.
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—Sí—dijoelhostelero—.Cadavezquevieneapagarmehaypeleayroturadevajillaenmipobreposada.
—Bueno,anotadlo.—Tenéisrazón.YmaeseLandry,dandounsuspiro,sesentóanteunamesa,mandóquelellevaran
tintayplumayañadióalanotalosiguiente:
Item,unalmuerzocompletoybienacondicionado,dosescudosy
cincosueldos.
Ítem,unabotelladevinoviejoBeaugency,tresescudos.
Ítem,dosbotellasdeSaumur,dosescudos.
Ítem,vajillarota,veintelibras.
Ítem,unsalchichónrobadoporelperrodelseñordePardaillán,
quincesueldosycuatrodineros.
—Dadme, que guardaré la cuenta—dijoRosa, que había leído por encima delhombrodesumarido.
Landry le dio el papel y se volvió a la cocina, presa de la más profundamelancolía.
Debajodeltotalgeneral,Rosaescribióentonces:
Recibido del señor de Pardaillán dos besos, uno por su parte y
otro por la del señor caballero, hijo suyo, valorados en mil
quinientaslibrascadauno.
Hechoestoguardólanotaenelarmariodesudormitorio.Hacialasseisdelatarde,elviejoPardaillánregresóalpalaciodeMontmorency
sinhaber tenidoningúnotromalencuentro.Habíapermanecidobastante ratoen laCortede losMilagrosconversandomisteriosamenteconciertonúmerode los tipospatibulariosquepululanporaquellugar.Pardaillánnodesdeñabaningunaamistadytantocelebrabaentrevistasconmariscalescomocontruhanes.
—Veamos lo que habrá sucedido con el encuentro que tan hábilmente hepreparado—dijosonriendoelaventurero.
¿Aquéencuentroserefería?Yaserecordaráqueelaventurerohabíadejadoasuhijodiciéndolequeibaala
Corte de los Milagros y que después había reaparecido so pretexto de llevarse aPipeauyqueentoncessemarchóhacia«LaAdivinadora».
Laprimeravezquesaliódelahabitacióndelcaballero,PardaillánpadreempezóarecorrerelhotelprofiriendotodaslasimprecacionesconocidashastaelmomentoenquehallóaLuisa.
—Os buscaba—dijo el aventurero con la brusquedad que en él denotaba graninquietud—.Queríadespedirmedevos.
—¿Despediros?—exclamópalideciendolahermosaniña.
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—Sí,porquemihijoyyonosmarchamos.Yentoncespúsoseaexplicarconvolubilidadquesuhijoparecíaatacadodeun
malincurable,yelviejozorro,comodistraídamente,íbaseacercandoalahabitacióndesuhijo.
Luisa lo siguió maquinalmente, conmovida por la nueva de aquella repentinamarcha.
Pardaillán abrió la puerta sin hacer ruido y Luisa pudo oír las palabras que elcaballerodirigíaaPipeau.
EntonceselaventurerollamóalperroysemarchódejandolapuertaabiertayanteellaaLuisa,atónitadehallarseenaquellugar.¿Quépasóentoncesenella?¿Aquéimpulso obedeció? Sea lo que fuere, entró, y posando su cándidamirada sobre elcaballero,preguntó:
—¿Queréismarcharos?¿Porqué?Elcaballero,nomenosindeciso,peromástemblorosoquelajoven,murmuró:—¿Quiénosdijoquequieromarcharme,señorita?—Vuestropadrey,además,vos.—¡Yo!—Sí, vos mismo; queréis marcharos según decíais. Perdonadme, caballero, he
oído sin haberlo deseado. Decíais que queréis marcharos para no volver y que adondeibaisnopodíaisllevaravuestroperroyquelacausadevuestrapartidaeraelaburrimientoquesentís.¡Oh,caballero!¿Cuáleselpaísdelquenovolveréis?
—Señorita…—¿Yporquéosaburrís?Lapropianiñahablabasumamenteasombradadesupropiaaudacia.Elcaballerolacontemplabaextasiado,ysinsaberloquedecía,contestó:—Dijequemeaburro,señorita,comohubierapodidodecirotracosa.—¡Oh!—dijoella—.¿Acasoesporqueestáiscercademimadre…cercademi
padre?…Yparasícontinuó:—Cercademí.Elcaballero,uniendolasmanos,contestó:—¡Oh,no,porqueaquíeselparaíso!Lajovendioundébilgrito,yluego,sumamentepálida,añadió:—Noqueréispartir…,loquevosqueréisesmorir.—Esverdad.—¿Porqué?—Porqueosamo.—¿Meamáis?—Sí.—¿Yqueréismorir?—Sí.
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—¿Queréis,pues,queyomuera?—dijoLuisa.
*****
Estaspreguntasyrespuestas,rápidasyfebriles,secruzaronporunayotraparteenvozbajaytalvezdándoseapenascuentadeloquesedecían.
Entre ellos no podía caber el disimulo. Luisa, que hablaba al caballero porsegunda o tercera vez, le confesó espontáneamente su amor. Hízolo sin asomo deatrevimiento,casiapesarsuyo,obligadaporeldilemaqueclaramentesepresentabaaella:
Sielcaballeromoría,ellanolosobreviviría.Estoerasuideadominanteynoledejópensarenquesuspalabrasenvolvíanuna
declaraciónamorosa.
*****
—¿Queréis,pues,queyomuera?—dijoLuisa.Yalmismo tiemposusazulesojos,brillantescomoel cielodeestío, se fijaron
sobre losdelcaballerodePardaillán,que se tambaleóolvidandoqueelmariscal ladestinabaalcondedeMargency,aundesconocidoqueibaaquitársela,y,extasiadoporuninfinitoasombro,murmuró:
—Noesposible,sueño…Ellabajóentonceslentamentelosojosydijo:—Siosmorís,yotambiénmoriré,porqueosamo.Estaban cerca uno de otro, pero el joven hízose la ilusión de que la joven se
desvaneceríacomounaapariciónsisolamenteletomabaunamano.Entonceselcaballerodijo:—Luisa,viviréyaquemeamáis.Seramadoporvosmeparecíaunaherejía;que
vuestramiradasehubieradirigidoamí,unalocura,y,noobstante,esasí,Luisa.Nosé si soy feliz o desgraciado, pero habéis hecho que recobre el gozo de vivir.Meamáis;misueñoesyaunarealidad.Sí,yalosabía.Todoenelmundomedecíaquehevenidoa lavidaparavos,sóloparavos,ycomprendíaquenopodríaisdejardeamarme;detalmodomicorazónibahaciaelvuestro.
Yelcaballero,anonadadoportantafelicidad,secalló.Entonceslosdoscomprendieronquehablarmáshubierasidoinútil.Luego, sin dejar de mirar al caballero, Luisa retrocedió hasta la puerta, y
desapareció,mientrasélpermanecíaclavadoensusitio.Entonces,enaquellanaturalezatanfríaenapariencia,seprodujolareacción.Una
alegríainfinitalotransportóyseirguióconarrogancia.—Ahorasoyelamodelmundo;reyCarlos,Montmorency,Damville,migloriay
mipodersonigualesalvuestro.¿Dóndeestáelhierroquepodrámatarme?¿Dóndeel
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ejércitocapazdedetenerme?¡Oh,Luisa!¡Luisamía!
*****
Hacia las seis, el viejoPardaillán regresó al hotel deMontmorency.Halló a suhijovestidoyarmado,conferenciandoconelmariscaldeMontmorency.Enelpatiodelhotelesperabaunapesadacarrozaprovistadegruesascortinasdecuero.
Élaventureroexaminócuidadosamentealcaballero,queparecíafríoytranquilocomodecostumbre.
«Vamos»,—pensó—,«nohasucedidonada.PorfortunatraigolabuenanoticiaquemehadadoRosa».
Yllamandoasuhijoaparte,leanuncióqueunatreintenadetruhanesesperabanenlascercaníasdelhotel,preparadosaescoltaralmariscalsinqueéstelonotara.
Franciscodioentonceslaseñaldemarcha.Paradespistaraloscuriososoalosesbirros,habíanformadoelproyectodesalir
porlapuertadeSanAntonioyluegodarlavueltaalaizquierdaparatomarelcaminodeMontmorency.
Luisaysumadretomaronasientoenlacarroza,quefuecuidadosamentecerrada.El mariscal se colocó a la portezuela de la derecha y el caballero a la de la
izquierda.ElviejoPardaillántomóladelantera;detrásibandocecaballerosdelacasadelmariscal.
Talescolta,atravesandoParísconsemejanteaparato,no teníaentoncesnadadeextraordinario, y, por lo tanto, nadie se fijó en ella, y sobre las siete de la tardellegaronalapuertadeSanAntonio.
«Estamossalvados»,—pensóelviejoPardaillán.—¡Nosepasa!—dijoentoncesunavoz.Yeloficialquemandabalaguardiaseadelantó.—¿Quéhay?—dijoelmariscalpalideciendo.Eloficialloreconocióenseguidaysaludó.—Monseñor,muyapesarmío,meveoobligadoaImpediroselpaso.—Pero,caballero,lapuertatodavíaestáabiertaaestahora.—Perdón,monseñor,estácerrada;fijaosenqueelpuenteyaestálevantado.Elmariscal se inclinó, ymirando bajo la bóveda, vio que, en efecto, el puente
estaba levantado. No había medio de franquear la puerta a menos que el oficialconsintieraenello.
—Yaveoquenosepuedepasarporestapuerta,perosupongoquenosucederálomismoconlasdemás.
—TodaslaspuertasdeParísestáncerradas,monseñor.—¿Yaquéhoraestaránabiertasmañana?—Nimañananilosdemásdíasseabrirán,monseñor.—¡Estoesunatiranía!—exclamóelmariscalconmásinquietudquecólera.
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—Esordendelrey,monseñor.—¿DemodoquenosepuedesalirnientrarenParís?—Perdón,señor,esfácilentrarysalir.Anadieseimpidelaentradayencuantoa
lasalidapuedeefectuarseconunpermisodelseñorgranpreboste.ViveadospasosdelaBastillaysimonseñorlodesea…
—No,nohaynecesidad—dijoelmariscal.Ydioordenderegresar.«Orden del rey»,—se dijo—. «Muy bien. ¿Pero contra quién irá esta orden?
¿Contramí?¿Porqué?».Enseguida recordóelgrannúmerodehugonotesquehabía llegadoaParíscon
JuanadeAlbret,elreyEnriquedeNavarrayelalmiranteColigny.Elincidenteeragrave,peroalcabo,Franciscosepersuadiódequesetratabade
unamedidadepolicíacontraloshugonotes.«Noesmásqueuncontratiempo»—pensó.Entre tanto, la carroza avanzaba hacia el hotel de Montmorency. El viejo
Pardaillán, por su parte, echó pie a tierra y dio su caballo a guardar a uno de loscaballerosdelaescolta.Queríaaveriguarlarazóndelosucedidoyteníalaintencióndeinterrogaraloficial.
NohabíantranscurridocincominutosdesdelamarchadeMontmorencyyestabareflexionando acerca del cuento que podía inventar para hacer charlar al oficial,cuandovioaunodelossoldadosdelpuestodeguardiaquesealejabadelapuertaendirecciónalacalledeSanAntonio.
Actoseguidoseacercóaélypúsoseaandarasulado.—Hacemuchocalor—dijoparaentablarconversación.—Mucho.—Meparecequeunabotelladevinofrescoseríacosadeliciosa.—¡Yalocreo!—¿Queréisbebéroslaconmigoalasaluddelrey?—Nohayinconveniente.—Entremos,pues,enestataberna.—Ahorano.—¿Porquénoahora,siahoraescuandotenemossed?El soldado se quedó atónito por la fuerza de este razonamiento, pero por fin
contestó:—Porquetengounencargoquecumplir.—¿Dónde?El soldado entonces empezó a mirar con desconfianza al preguntón. En aquel
momentolamiradadePardaillánsefijóenunpapelqueelsoldadohabíapuestoensucasacayunodecuyosextremosquedabaaldescubierto.
—¿Peroquéosimporta?—dijoelsoldado.—Nada,perosivuestrorecadonoosllevamuylejos…,yapodréiscomprender.
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—Esverdad.Puesbien,voyalTemple.—¿Alaprisión?—No,alascercanías.Pardaillán se estremeció. Continuó al lado del soldadomientrasmaduraba una
ideaqueacabadeocurrírsele.—Camarada—dijo de pronto—. ¿Queréis que os lo diga?Lleváis una carta al
hoteldeMesmes.—¿Cómolosabéis?—exclamóelsoldadoestupefacto.—Mirad, aquí va la carta que sale de vuestra casaca. La vais a perder, tened
cuidado.Y almismo tiempo Pardaillán cogió entre el pulgar y el índice el extremo del
papel del que se apoderó. Entonces leyó rápidamente la dirección, que estaba asíconcebida:
«AlseñormariscaldeDamville».
Pardaillándirigióunamiradaa sualrededor.Hallábase lacalledeSanAntoniollenadegenteyaveintepasosdedistanciallegabaunapatrulladelarondaacaballo.Nohabía,pues,mediodehuirllevándoselacartayladevolvióalsoldado,peroantespudoobservarqueestabamuymalcerrada,comohechoporunapersonaquetuvieramuchaprisa.
Continuaron el camino. Pardaillán estaba resuelto a no dejar al soldado, queempezabaadesconfiar.
—Dispensadme, señor—dijoelúltimo—.Debo llevarestacarta lomásprontoposibleyesnecesarioquemeapresure.Adiósygracias.
Yechóaandarmásaprisa.Pero tenía que habérselas con uno más testarudo que él, porque Pardaillán lo
siguió:—Camarada—dijo—.¿Queréisganaroscienlibras?—No—contestóelsoldadoapresurandoelpaso.—Quinientas—dijoPardaillán.—Dejadme,señor,o,delocontrario,llamo.—Mil.Elsoldadosedetuvoycontemblorosavozpreguntó:—¿Quéqueréis?—Darosmillibrasenorosimedejáisleerlacartaquelleváis.—Pormillibrasmeahorcarían.¡Ca!—¿Tangravessonlasnoticiasquecontiene?Entalcasoosofrezcodosmillibras.Elsoldadovaciló.Pardailláncontinuórápidamente:—Entramosen laprimera tabernaymientrasvaciáisunabuenabotella,abroel
pliego,leolacartaylocierrootravez.Nadielosabrá.
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—No—dijoelsoldado—.Mioficialmeadvirtióquemeahorcaríasilacartasepierde.
—¡Imbécil!¿Quiéntehabladeperderla?—Adiós.—¡Tresmillibras!—dijoPardaillán.Y cogiendo al soldado por el brazo lo arrastró a una taberna vecina. El pobre
hombresudabalagotagordaycambiabadecoloracadainstante.—¿Nomeengañáis?—murmurócuandosehubieronsentadoanteunabotellade
buenaspecto.Pardaillánvaciósucintoydijo:—Cuenta.Elsoldadoahogóungritodeasombro.Nuncahabíavistotantoorojunto.Aquel
montónrepresentabaparaélunafortuna.FueradesíentrególacartaaPardaillánysincontar llenósusbolsillosdeoro.Luego,comopresadeunataquede locura, selevantóydesapareció.
Pardaillán encogió los hombros y tranquilamente abrió el pliego que ya lepertenecía.
Estabaconcebidocomosigue:
Monseñor:
Una silla de posta cerrada se ha presentado a la puerta de San
Antonio escoltada por una docena de caballeros. El mariscal de
Montmorencyiba al estribo. Parecía muy contrariado por no poder
pasar.Creohaberreconocidoalosdosaventurerosquemehabéis
señalado. Hago seguir al carruaje, que, según creo, vuelve al
hoteldeMontmorency.Meatrevoaesperar,monseñor,quequemaréis
este billete en cuanto lo recibáis y que no olvidaréis a la
personaqueosmandaesteaviso.
—¡Caramba!—Dijo Pardaillán—. Ahora comprendo el porqué de la orden decerrar laspuertasdeParís.Bueno,yahandesaparecido las tresmil librasdemaeseLandry;pero¡bah!,yapodráesperar,porqueesrico.
YentoncesPardaillánsepusoencaminopararegresaralhoteldeMontmorency.AquellanocheelmariscaldeDamvillerecibiótantosbilletescomopuertashabía
enParís.Todosconteníanlamismaindicaciónenpocaspalabras:
«Nadanuevo».
Obien:
«Elmariscalnosehapresentado».
O:
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«Nohanvenidolaspersonasindicadas».
ÚnicamenteeloficialquemontabaguardiaenlapuertadeSanAntonionomandóningunanota.
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De estemodo elmariscal deMontmorency, Luisa, Juana de Piennes y los dosPardaillán estaban prisioneros en París. Damville, esperando la ocasión de poderasesinar a Carlos IX, usaba y abusaba del favor de que gozaba con el joven rey.DamvilleeraconsideradoporCarloscomounade lascolumnasquesustentaban larealeza,ycomounode lossostenesde la Iglesia,porCatalina.HabíaobtenidoportresmeseselcargodevigilarlaspuertasdeParís.Nolehabíasidodifícildemostrarque en las circunstancias porque se atravesaba, era necesario ejercer estrechavigilanciasobretodoslosqueentrabanenParís.
Yelreylehabíaconfiadotalcargo,queloequiparabaaldegobernadormilitardelaciudad.
TalempleodebíaterminareldíaenquesecelebraraelmatrimonioentreEnriquedeBearnyMargaritadeFrancia, pues entonces el ejércitohabríapartidohacia losPaísesBajos,llevándoseatodosloshugonotesalacampañaproyectada.
Damville se hallaba así investido de una autoridad excepcional que lo hacíacarcelerodelainmensaprisiónenqueParíssehabíaconvertido.
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EnelhoteldeMontmorencysedeslizaba lavidasinningún incidentedignodemención.Había sidoconvenidopermanecer enelhotel sinhacer inútiles tentativasparasalir.LaspuertasdeParísnopodíanpermanecercerradasmuchotiempoyalaprimeraocasiónsesaldríasinlamenordificultad.Asítranscurrieronquincedías.Elcaballero y el viejo Pardaillán salían cada día para ir a recoger noticias, tomandotodaslasprecaucionesnecesariasparanoserreconocidos.
UnanochequeelviejoPardaillánhabíasalidosolo,volvíaalhotel,cuandoenlacasilladelporterodivisóaunapersonaquereconocióinmediatamente:eraGilito,eldignosobrinodelintendentedeDamville.Pardaillánentróenseguidaenlacasilla.
—¿Quévienesahaceraquí?—Señoroficial,vengo…,ahoramismoloexplicaba.—Vienesaespiar,miserable…Yaqueesasí,voyacumplirmipromesa.—Escuchadme,porfavor—balbucióGilito.—Noquierosabernada,voyacortartelasorejas.—Osdesafíoaquelohagáis—exclamóGilito.—¿Qué?
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—Probadlo.Y al mismo tiempo se quitó un gorro que cubría su cabeza hasta la nuca y
Pardaillán se quedó estupefacto al observar queGilito no tenía orejas.Entonces seechóareír,mientrasGilito,colocándosedenuevoelgorro,decía:
—Yaloveis,señor,quenopodéiscortarmeloquenotengo.—¿Peroquiéntehahechoesto?—Mi tío, sí, señor.Cuandomonseñor deDamville supo que había revelado su
secreto por miedo de que me cortarais las orejas, dio orden a mi tío para que lohiciera, y éste, aun cuando yo no lo hubiera creído capaz de ejecutar la cruelsentencia,cumpliólaordendelmariscal,y,sintenerencuentamidesmayo,mehizollevarfueradelhotel.Unamujermerecogió,mecuidóymecurólasheridas.
Ycomoquierovengarmevengoaponermeavuestradisposición.«¡Hola,hola!»,—sedijoelviejoPardaillán.—Admitidme,señor,noosarrepentiréis.Osserémásútildeloqueosfiguráis.—Nolodudo.—Yenpagodemisserviciossóloospidounacosa.—Veamoscuál.—Queme ayudéis a vengarme demonseñor deDamville, que dio la orden de
cortarmisorejas,ydemitío,queloobedeció.«He aquí un animal queme parece animado de lasmejores intenciones y que
podrásermeútil»—pensóPardaillán.Yluego,envozalta,dijo:—Bueno,puestetomoamiservicio.Los ojos de Gilito despidieron un rayo de alegría que hubiera inquietado a
Pardaillánsilohubierasorprendido,peroelaventurerohabíasevueltodeespaldasyhaciendounaseñaaGilitoparaquelosiguiera,penetróenelhotel.
Gilitolesiguiómurmurandoentredientes:—EsperoquemitíoGilestarácontentodemí.
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IV-Sedesarrollalatempestad
COSA DE VEINTE DÍAS después de la entrada del rey en París, tuvieron lugar losesponsalesdeEnriquedeBearnyMargarita,hermanadeCarlosIX.Contalmotivosediouna suntuosa fiesta enelLouvre, comono sehabíavistodesde los tiemposdeFranciscoIyEnrique II.Hubobailesenque lasdamashugonotesfueronparejasdelosseñorescatólicos;hubobanquetesymascaradas…Margot,delaqueEnriquesemanifestaba enamorado, apareció disfrazada de hamadríada[2], con un vestido demaravillosa impudencia en el que las guirnaldas de follaje constituían el principaladorno;peronoanticipemos,porqueesnecesarioseguiraquellafiestamemorableyfastuosa,casihoraporhora.ElLouvreresplandecíadeluz,granruidodecarcajadassalía de aquel horno y en cada una de las salas en que se desplegaban talesmagnificencias,sedesarrollabaundrama.
Fuera,lamultituddifícilmentecontenidaporlosarquerosdeservicio,auxiliadosporalgunascompañíasdearcabuceros,secongregabaalrededordelLouvre,comounmardeolasnegruzcasquemugeentornodepotenteroca.Aquellamultitudnoestabaatraídatansóloporlacuriosidad,puesapesardelosedictospregonadosendiversasocasiones, lamayor parte de los burgueses iban armadosdepartesanasy cubiertosconunacoraza.Deunoaotrogrupoibanagentesqueparecíandarunaconsignaydevezencuandoydediversospuntossalíanfuertesgritosde¡Vivalamisa!,o¡Mueranloshugonotes!
AlprincipiodelafiestaycuandoyalanochesecerníasobreParís,CatalinadeMédicisysuhijo,CarlosIX,estabansolosenunahabitación,cuyobalcóndominabalaorillaizquierdadelSena.
Vestidodenegro,comodecostumbre,ymáspálidoquenunca,conlasdelgadasmanosmarfileñasincrustadasenlabalaustradadehierro,CarlosIXmirabaalolejosun gran resplandor rojo, y cerca de él, a un paso de distancia, Catalina sonreíaenigmáticaycruelmente.
—¿Paraquémehabéistraídoaquí,señora?—preguntóelrey.—Paramostrarosesahoguera,señor.—Megustavercómomisbuenosparisiensesseregocijan.—No, señor.Los parisienses han quemadouna casa en la que han sorprendido
unareunióndehugonotes.Ymirad,allí seelevaotrahoguera…allía la izquierda.¡PorNuestraSeñora!Siestocontinúa,arderáParísentero.
UnaoleadadesangresubióalaspálidasmejillasdeCarlosIX,quemascullóunablasfemia.
—QuieraDios—dijoCatalina—quenolesvengalaideadeincendiarelLouvre.—¡Por la sangre de Cristo! Voy a dar orden de que carguen contra los
incendiarios.Yvolviéndose,elreygritó:
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—¡Hola,Cosseins!—¿Estáisloco,Carlos?—DijoCatalinacogiendolamanodesuhijo—.¿Queréis
provocarunmotín?¿Estáisciego?¿Noveisquelacoronavacilaenvuestrassienesyquemuypronto,sinotenéiscuidado,tendréisalreinoenterocontravos?
—¿Quédecís,señora?—Laverdad.Habéis soñado la fusión de los católicos y los hugonotes, yDios
sabecuántohesufrido,porqueveíaelabismoaqueosibaisaprecipitar.¿Acasonohabéis oído losmurmullos del pueblo y los gritos de los señores cuando disteis laRochela,Montauban,CognacyLaCharitéa loshugonotes?¿Nohabéisobservadolos rostros amenazadores que os rodean, desde que Juana de Albret, Enrique deBearn, Condé y Coligny están aquí? ¡Ciego, ciego y sordo a las advertencias delCielo!¡Mirad,hijomío!
A lo lejos, el incendio progresaba extendiendo su roja corona de llamas queondulabanenlanoche.Torbellinosdehumosalíandeaquelhorno,cubriendomedioParís.
—He aquí la respuesta de los parisienses a los esponsales de esta tarde —continuóCatalina—. Invocabais alCielo, señor.Mirad, ya no es posible verlo; lasestrellasdesaparecen.
Conlosojosfueradelasórbitasylasmandíbulascontraídas,CarlosIXmiraba.—Hijo mío —añadió la reina—, escuchadme. Ya sabéis con qué alegría he
llevado las negociaciones que debían traernos la paz. Sabéis que he llegado ahumillarme ante la orgullosa Juana deAlbret. Sabéis que el casamiento de vuestrahermanaconEnriquedeBearnesideamía,yesqueyotambiénestabaciega.Creíaentoncesqueeraposible lapazentrecatólicosyhugonotes.Peroésteeraunsueñoinsensato.Es preciso que la herejía o la Iglesiamueran.Nohay en elmundo sitioparaestasdosfuerzas,señor.Unadelasdosdebedesaparecer,ycomoesimposiblequelaIglesiasucumba,yqueRomaseaniquileyqueDiosmuera,esnecesariomataralaherejía.¡Desgraciadosdelosquelasostengan,porquepereceránconella!
—¡Señora,measustáis!Esimposiblequelascosasseancomovosdecísporqueyohayatenidohorrordelasangrequesevertía.
—¿Imposible?¿NohabéisleídolascartasquenostraenlosembajadoresdetodoslosEstados?¿QuénosdiceelreydeEspaña?QuepreparaunejércitopararestablecerelreinodeDios,comprometidoconnuestradebilidad.
—HarélaguerracontraEspaña—dijoCarlosmuyirritado.—¡Insensato!¿QuénosdiceVenecia?¿QuénosdicenParmayMantua?¿Quélos
EstadosdelImperio?Todos,todos,denorteasurydelevanteaponiente,nosdirigenreprochesynosamenazan.
—Pues si es necesario, me opondré a Europa entera—dijo Carlos secando elsudordesufrente.
—¿Iréiscontraelsoberanopontífice?—PreguntóCatalina—.¿Oslibraréisdelaexcomuniónconqueosamenaza?
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—¡Portodoslosdiablos,señora!ElpapaeselpapayyoelreydeFrancia.Yagarrándosealabalaustrada,Carlosseirguiómástodavía.—¡Silencio!—dijo—.Noquieroquesemecontradiga.Hedecididotenerpazy
¡votoaDiosquelatendréenmireino!¡SiesnecesariohacerlaguerraaEspaña,alimperioyalmismopapa,laharé!
—¿Conqué?—preguntóCatalina.—Conmisejércitos,conminoblezayconmipueblo.—¿Convuestropueblo?Venid,señor,yoiréisloquequiere.Elpoderíorealestá
comprometidopornuestrosensueñosdepaz,peroelpueblotieneunavoluntad.Yalmismotiempolareinacogiólamanodesuhijoconirresistibleautoridady
arrastrándolohaciaella,lehizoatravesardiversashabitaciones.Oíasedebajoelruidodelafiestaylosacordesdelosviolinesmarcandolacadenciadelosbaileslentos.
CatalinasedetuvoenunagransalaquedabaalladodelLouvreopuestoalSena.—Habláisdevuestranobleza.¿Conquiéncontáis?¿ConGuisa,quefomentano
séquécosasenlasombra?¿ConunMontmorencyqueseencierraensuhotelparaalbergaralosrebeldes?
—PorDios,señora,¿dequérebeldeshabláis?—De aquellos dos aventureros que en pleno París resistieron a vuestros
gentilhombresyavuestrosguardiasyque,enplenoLouvre,osinsultaronavosyamí.Me refiero a los dos Pardaillán, espadachines y truhanes sin vergüenza que serebelancontraelreydeFrancia,elcualnopuedehacerlosprender.
—¿YdecísqueMontmorencylesdaasilo?—Sí, señor, y toda vuestra nobleza se ha rebelado igualmente contra vos. En
cuantoalpueblo,escuchad.CatalinaarrastróalreyaunaventanaabiertayCarlos,asomándoseaella,viomás
alládelosfososdelLouvrealenormegentíoqueseestrujabagritando:—¡Vivalamisa!¡Mueranloshugonotes!Peroestosgritoserancubiertosporotrosmásnumerososquedecían:—¡VivaGuisa!¡Vivanuestrocapitángeneral!Carlosvolvióserápidamenteasumadre,preguntando:—¿Quésignificaesto?¿Quiénesestecapitángeneral?—Vuestropueblooslodice,señor.EsEnriquedeGuisa.—¿Ydequéescapitángeneral?—Delastropascatólicas,señor.—Pero,señora,¿dóndeestánestastropas?¿Quiénlashainstituido?—Carlos—exclamó la reina—,parécemequeno estáis en vuestro sano juicio.
Estas tropasson todoel reino.Son losseñoresquenoquierenque losherejesseantratados del mismo modo que los servidores leales. Son los burgueses, a quienespodéisverdesdeaquípartesanaenmano.Esvuestropueblo,quesearmaparasalvarlaantiguareligiónqueredimióalmundo.Ésteeselejército,señor,quereclamauncapitángeneral,yaqueelreynoquieremandarlo.
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CarlosIXcerróviolentamentelaventanayempezóarecorrerlasala.—¿Quéhacer?—sedecía.—¡PorNuestraSeñora!Vuestrodeberderey,dehijomayordelaIglesia.—¡Cómo!¿UnatraicióncontraelpobreColigny,quelloradealegríacuandolo
llamopadre?¿ContraelpobreEnrique,queestátancontentoyquemedemuestrasuamistad?Jamás,señora;hacedloquequeráis;yonoquieroinmiscuirme.
Catalinareprimióunmovimientodealegría,peroaquellaespeciedeautorizaciónque le daba el rey no le bastaba.Acercóse a su hijo, le tomó lamano, fijó agudamirada en sus ojos turbados, y en voz baja, como cuando se trata de un crimen,murmuró:
—Carlos,vuestrobuencorazónosperderá.¿Noadvertís,desgraciado,quehabéisintroducido el lobo en París? Hablas de la amistad de Enrique de Bearn. ¿SabesdóndeestabaEnriquecuandotúlocreíasenelcampodelaRochelaantesdetusalidahaciaBlois?Interrogasobreestoatugranpreboste.
—Hablad,señora.—Puesbien, estaba enParís conCondé,d’AndelotyColigny. ¿Y sabes loque
veníaahacer?Tramabatumuerteparaapoderarsedelacorona.Elreysepusolívidoymiróespantadoasualrededor.SindudaCatalinalojuzgóenelestadoenqueelladeseaba,ycreyóprudenteno
tirarmásde la cuerdaparaqueno se rompiera,porque, inclinándosealoídode suhijo,añadió:
—Niunapalabra,señor,niungestoquedeaentenderalosmalditoshugonotesque sabéis la verdad. Disimulad, señor, unos días más, pues, de lo contrario,estaríamosperdidos.
Dichas estas palabras se alejó, bajó una escalerilla de servicio y llegó a suoratorio.
—¡Paola!—llamó.Aparecióenseguidasucamareraflorentina.—¿Estánahí?—preguntólareina.—Sí,Majestad.Elunoaquíyelotroallá.—Bueno,introduceantesalespadachín.Lacamarerasalió,yregresóalospocosinstantesseguidaporunhombrequehizo
unaprofundareverencia.—Buenosdías,miqueridoMaurevert—dijolareinasonriendograciosamente—.
Veo que sois aún amigo nuestro. Siempre leal cuando tenemos necesidad de unhombrevaliente,enérgicoyfiel.
—VuestraMajestadmelisonjea—dijoMaurevert.—De ningún modo, mi querido señor de Maurevert; me gusta reconocer los
méritosdelosamigosdelacorona.¡Pobrecorona!Setieneconpocasolidezenlassienesdemihijo.¡Haytantasgentesquelaenvidian!
«¡Diablos!»,—sedijoMaurevertpalideciendo—.«¿Habráoídoalgo?».
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—Sisenecesitamividaparaconsolidarestacorona,no tenéismásquehablar,Majestad.Estoydispuestoatodo.
En el fondo Maurevert temblaba, y dirigió a su alrededor rápida mirada paraasegurarsedequeestabasoloconlareina.
Maureverterahombredeunostreintaaños;esbelto,delgado,conloscabellosylabarbadeunrubiosubido,casirojo,ojosgrisesconreflejosdeacero,rostroregular,figuraelegante;teníalosligerosmovimientosdeunfelinoysuconjuntonocarecíade cierta viveza. Era hombre hábil en toda suerte de ejercicios, vigoroso, y erareputadocomonotableesgrimidor,sincontarconsureconocidahabilidadeneltirodearcabuzydepistola.
Noteníaenlacortecargofijo.Seignorabadedóndeveníaycuálerasufamilia,perohabíasido,alprincipio,muyprotegidoporelduquedeAnjou,hermanodelrey,a quien prestó los servicios propios de un buen espadachín a un príncipe. Enrecompensa,EnriquelopresentóalareinaCatalinadiciendo:
—Señora y madre mía, el señor de Maurevert mataría a su padre si yo se loordenara.
Así,pues,Maurevertgozabadelfavordelacorte,despreciadoporunos,temidoporotrosyaceptado,o,mejordicho,toleradoporlamayorparte,puessesabíaquegozaba de alta protección. Por otra parte Maurevert se había inmiscuido en lasintrigasmássecretas.
Noamabaniodiabaanadie,peroeracapazdematarfríamenteacualquieraquele molestara; hablaba poco, escuchaba mucho, trataba de pasar inadvertido y dehacerseindispensable.
¿Cuáles eran sus ambiciones? Ante todo, el dinero, y luego un título que lepermitierapoder figurardignamente entre losnobles compañerosque aceptaban sutrato.
TraicionabasecretamentealduquedeAnjouenfavordelduquedeGuisayestabaprontoahacerlomismoconésteenfavordelreyCarlos.Sabíaqueelhermanodelrey esperaba con impaciencia lamuerte deCarlos IX, y tal vezMaurevert hubieraasesinadoalreydenotemerqueelduquedeAnjouloabandonara.HabíadescubiertolaconspiracióndeGuisayformabapartedeella,comodetodaslascosasyentodaspartes.
En una palabra, no era el tipo de espadachín vulgar a pesar de serlo por suinstinto. De momento, estaba emboscado en la corte, pero igualmente se habríapuestoalacechoenunbosque,paradesvalijaralviajero.
Cuando Catalina le dijo que abrigaba ciertos temores acerca de la corona,Maurevert imaginódeprontoque la reina tenía sospechas sobre laconspiracióndeGuisa.
«Siesasíymequierehacerdetener»,—pensó—«saltosobreella,laestranguloyprueboalreyquelareinamadrequeríamatarloparaponereneltronoalduquedeAnjou».
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Y por esta razón contestó con un tono de amenaza que Catalina no podíacomprender:
—Estoydispuestoatodo.—Ya losé, señor,ya losé.Yporesta razón,en lascircunstanciasdifícilesque
atravesamos,hepensadoenvos.Tengoenemigos,o,mejordicho,quienlostieneesmihijo.
—¿De qué hijo me habla Vuestra Majestad en este momento? —preguntóMaurevert.
«¡Caramba!»,—pensólareina—.«Estehombreesmásinteligentedeloquemefiguraba».
—¿Dequéhijoqueréisquehable,sinodelrey?¡Pobrehijomío,tandébilytanenfermo!
—ComoyohesidoysoyelmásfielservidordemonseñorEnrique,siempremeimaginoqueeselúnicohijodelareina.Perdonadme,señora,porhaberolvidadoalrey.
—SeñordeMaurevert—dijoCatalina—,amopor igualamishijos.Unabuenamadre,comoyo,nopodríahacerdiferenciaentreellos.CuandoplazcaaDiosllamaramipobreCarlos,seréfelizpensandoquemihijoEnriquetienetanfielesservidorescomovos.PerolafidelidadquetestimoniáisamihijoEnrique,¿nopodríaisprestarlaalrey,poralgúntiempo?
—Señora—contestóMaurevert—.LoquehedichoesparahacercomprenderaVuestraMajestadquepertenezcoencuerpoyalmaamonseñorelduquedeAnjou.
Losojosdelareinabrillaronalegremente.Maurevertobservoloycontinuó:—Peronohayquedecirquesíelreytienenecesidaddemispobresservicios,le
pertenezcoporentero.Esmideberdefielvasallo.Había tal diferencia entre el tono que el espadachín empleaba para hablar del
duquedeAnjouydelrey,queCatalinaexclamó:—Señor deMaurevert, sois un hombre honrado, y si queréis obedecerme, me
encargodevuestrafortuna.Aquellamujertanastutaysutil,queadivinabacontantafacilidadelpensamiento
de sus interlocutores, se cegaba cuando la lisonjeaban en su amor paraEnriquedeAnjou.
Despuésdeunminutodereflexión,añadió:—Ya que queréis servir al rey, voy a daros una prueba de amistad diciéndoos
cuálessonsusenemigos.—EscuchoaVuestraMajestaddispuestoaenterrarenmicorazónlossecretosque
sedigneconfiarme.—Yaconozcovuestradiscreción,pero¿seráunsecretoparavos?¿Nosospecháis
dequéenemigosquierohablar?—¿SetrataacasodelseñorduquedeGuisa?—Guisa—dijo la reina—. ¡Oh, no! Está unido a nosotros por los lazos de la
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religión.—EntoncesVuestraMajestadquerráhablardelmariscalDamville.—Damvilleesunodenuestrosmásfielesamigos.—Entonces—dijoMaurevert—setratarádelllamadojefedelos«Políticos»,que
noesmásqueunaagrupacióndedescontentos,malos servidoresde la Iglesia,quebajounaaparienciadeausteridadocultanlasambicionesmásbajas.
—Montmorency—dijolareina—.Ahoraseñaláis,enefecto,aunenemigo,peroyahablaremosdeélmástarde.
—Entonces—dijoMaurevert—nocomprendo…—PensadqueelreyeselhijomayordelaIglesia.—¿Acaso Vuestra Majestad quiere hablar de los hugonotes? —Exclamó el
espadachín con sorpresa perfectamente fingida—. ¿No proclamó el rey la granreconciliación?¿Yvosmisma,noestrechasteislamanodelareinadeNavarra?
—Es verdad, pero a pesar de nuestro empeño y de la sinceridad de nuestrasofertas,loshugonotesconspiran.Soninsaciables.AcudenaParísdesdelosrinconesdelreinoynosaplastan,noshunden.ElviejoLaGardevacíanuestrosarsenalesparaarmarlastropasdelseñordeColigny,bajopretextodelaguerracontraelduquedeAlba, pero, en realidad, para llevar a cabo no sé qué proyectos ocultos. ¡Ah,Maurevert!Tiemblopormihijo.
—¿PorquéVuestramajestadnohaceprender al almirante?Unavezel ejércitohugonotesinjefe…
—Es ya demasiado tarde, amigo Maurevert —dijo Catalina con unadesesperación que no engañó al espadachín—. ¡Prender al almirante! ¿Quién seatreveráahacerlo?
—Yo—contestóMaurevert.—¡Vos!—¿Porquéno?Simedaisunaordenfirmadaporelrey,estamismanocheprendo
aColignyenplenafiesta.—¡Qué escándalo! No, es imposible. ¡Ah! ¡Soy una reina muy desgraciada!
¡OjaláelCieloquisieraporunasolavezatendermiruego!Elreysesalvaría,yconél, el reino de la Iglesia, pero el Cielo es a veces Sordo o por lo menos quiereimponernos rudas pruebas, porque, de lo contrario, unas fiebres cuartanas, noslibraríandeColignyyasíesseguroquenoseproduciríaelmenorescándalo.
Maurevertescuchabaatentamentelaspalabrasdelareina.—¡Ay!—Continuó Catalina—. Nos veremos obligados a doblegarnos ante los
herejesyaoírlamisaenfrancés,porquenohayqueesperarqueelCielomandealalmirante la fiebre que nos salvaría. Coligny está bueno y sano…, y a no ser unaccidente…
La reina sedetuvo en estapalabradirigiendo aMaurevert significativa sonrisa.Pero éste quería oír órdenes positivas, pues hacía ya bastante rato que habíacomprendidolosdeseosdelasoberana.
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—¿Unaccidente?—repitiómaquinalmente.—Sí—dijolareina—.¿Nopodríacaerunatejasobreelalmirante?—¡Hum! Sería preciso que esta teja estuviera animada de cierta inteligencia y
buenaintención…—Qué costaría cara, ¿no es verdad? Hablad sin temor, mi querido señor de
Maurevert.¿Quéseríanecesarioparadarinteligenciaybuenaintenciónalatejadequesetrata?
—Lo ignoro, señora. Pero en defecto de la teja, creo que un buen arcabuzcolocadoenmanosdeunodemisamigosseríaperfectamentecapazdelainteligenciaydelabuenaintenciónnecesariasparaproducirelaccidentedequesetrata.
—Pues esto es lo que se necesita, no somos exigentes. Y el arcabuz que seencargaradesalvaralaIglesia,mereceríaelagradecimientodelrey.
—En tal caso, señora, abandonad todo temor; no tengo que decirmás que unapalabraamiamigo.
—¿Ycómoselascompondríavuestroamigo?—Delmodomássencilloymenosescandalosoposible.Esperaríaalalmiranteen
unaesquinacualquiera,cosafácil,pueselseñordeColigny,alsalirdelLouvre,pasacadadíaporelmismositio.Desdeaquí,señora,veoellugarenquepodríaocurrirlacosa.¿ConoceVuestraMajestadalreverendoVillemur?
—¿ElcanónigodeSaint-Germain-L’Auxerrois?—Elmismo. Pues bien, este digno canónigo, que es uno de losmás ardientes
defensoresdelaIglesia,viveenelclaustrodeSaint-Germain-L’Auxerrois,que,cadadía,atraviesaelalmirantepara ira lacalledeBethisy.Da lacasualidaddeque lasventanasdelacasadelcanónigoestáncubiertasenlaplantabajaporunenrejadodealambre,desuertequedesdelacalleesimposibleverloquepasadentrodelacasa.
—Muybien,muybien.—Supongamos, pues, que mi amigo va a pedir hospitalidad al canónigo y se
colocacercadelaventanajugandoconelarcabuz.Deprontosaleunabalaquevaaheriralseñoralmiranteque,porcasualidad,pasaentoncesporallí.Elalmirantecaemuerto y nadie es responsable de este accidente fatal, queVuestraMajestad es laprimeraendeplorar.Creo,señora,queestovaletantocomolatejaolafiebre.
—Ciertamente,ysitalaccidenteocurriera,vuestroamigoseríarecompensadodeunmodoregio.Veamos,¿quédeseavuestroamigo?
—Sisetratarademí,contestaríaquemimejorrecompensaseríaelhaberservidoamireina.
—Muybien,perono todoelmundoes tandesinteresadocomovos,miqueridoseñordeMaurevert.
—Esunagranverdad,señora.Creo,pues,queelamigodequienoshablo,yquees sumamentehábil en tirar con el arcabuz,podríanodar en el blanco si yono leasegurara razonablepaga, peroVuestraMajestadnodebepreocuparsepor ello.Yoposeounascincuentamillibrasycontalsumalodecidiré.
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Catalinaseirguióconaltanería,peroenseguidacogióunahojadepapelytrazóenélalgunaspalabras.
… Y Señor de Maurevert —dijo—, no consentiré en tal sacrificio. Guardaosvuestrascincuentamillibras.Encuantoavuestroamigo,heaquí,paraél,unbonodeveinticincomillibrascontraelTesoro.
Maurevertleyóelpapel,lodoblóyseloguardó.—El resto, después del accidente. Ya veis que no regateo cuando se trata de
recompensar a vuestros amigos, y espero que se me agradecerá. Avisad a vuestroamigodequetendrénecesidaddeél.
—¿Contraquién,señora?—Voyadecíroslo,peronose tratanidelreynidelaIglesia.Setrata…dedos
hombresquemehanofendidomortalmente.Sinellos,o,mejordicho,anoserporunodeellos,lacosanohabríallegadoaestepunto.Nohabríaejércitohugonote,niesta noche esponsales en el Louvre. Gracias a este hombre se han desmoronadoplanesconcienzudamenteelaborados.AlsalvaraJuanadeAlbret,nosamenazóalreyyamíconunaruinaquemisrecursosapenaspodránconjurar.Peroestonoestodo.Elmiserable tratadeprotegeraalguienqueesparamí terribleobstáculo.Comositodoellofuerapoco,pordosvecessehaburladodemíyporestasrazonesodioaélyasupadre.Alrevelarosmiodio,osdoylapruebamásgrandedeestimaciónquehedadoanadieenelmundo.Matadmeaesosdoshombresyoshagoconde.
Maurevertseestremeció.—Hallaré un condado para vuestra talla, y, además, por cada una de estas dos
cabezashaycienmillibras,queconstituiránladotacióndelcondado.—¿Son,pues,muypoderosospersonajes,señora?—Alcontrario, sondosmiserablesaventureros,pero tenedcuidado,porqueson
dehierro.Cuando todoelmundocreequehanmuerto, reaparecen.Cuandosecreehaberlosachicharradoenunacasa,huyenporlacontigua.Losrodean,veinteespadasse alzan contra ellos… ¡Pero si estabais vos allí, Maurevert! ¡Estuvisteis en elincendiodelataberna,enelsitiodelacalledeMontmartreyaquímismocuandonosinsultóalreyyamí!
—¡HabláisdelosPardaillán,señora!—dijoMaurevertconsombríaexpresióndeodio.
—Enefecto,ellossonyahoraestán…EnelhoteldeMontmorency.Losé,señora,porquehacetiempoquesigoaestos
hombrespasoapaso,yahora,señora,osdiréalgoquetalvezosasombre:Porlavidadeestosdoshombresnoquieronielcondadonilasdoscientasmillibras,puesdaríahastalaúltimagotademisangreparapoderestrangularlosconmismanos.
—¡Ah, caramba! —Dijo Catalina—. Parece que los odiáis de veras, queridoMaurevert.
Éste señaló con el dedo su mejilla derecha, sobre la, que aparecía una grancicatriz,medioocultaporunacapadecosmético.
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—¡Bonito latigazo! —dijo la reina con la mayor; tranquilidad—. Estaréisseñaladoparatodalavida.
—Sí, señora y ya he matado a tres hombres por haber mirado sonriendo estacicatriz,producida,noporunlatigazo,sinoporungolpedeplanoconunaespada.
—¡Ca!Esunlatigazo.Esimposiblequeestohayasidohechoconunaespada.Maurevertrechinólosdientes,pero,reponiéndoseenseguida,seinclinó.—¿VuestraMajestadmedapermisopararetirarme?—Idos, caballero, y pensad que si estoy bien servida, podéis pedirme lo que
queráissinmiedodepedirdemasiado.Maurevertsealejó.«Bueno»,—pensólareina—,«yahearregladolonecesarioparaColignyy los
Pardaillán.SólomefaltaJuanadeAlbret».Sesentóenungransillónquehabíaeneloratorio,ypocoapocosurostrotomó
melancólicaexpresión.Cogióelespejitoparaexaminarseycuandovioquesurostrotomabalaexpresióndeseada,echósesobreloshombrosunvelonegroquecubríasucabezayque formabaunmarcoadecuadoa suactitudya suaspectomelancólico.Entoncesllamóalacamareraylehizounaseña.
PaolapenetróenunapiezavecinaeintrodujoUnnuevopersonaje,trasdelocualseeclipsósinhacerruido.
EncuantoaMaurevert,habíavueltoalasinmensassalasporlasquetranscurríandiez mil invitados. Sin que la fiesta hubiera llegado a su apogeo, empezaba ya areinarenaquellamultitudunaalegríaindicadoradequesehabíarotoelhielo.
Maurevertrecorriólossalonesenbuscadealguienyporfindivisóunnumerosogrupo de señores que parecían rodear a un personaje, el cual, por la actitud y elnúmerodecortesanos,nopodíasermásqueelreyenpersona.
PeronoerasinoEnrique,duquedeGuisa.Llevaba con altanera gracia un traje que era unamaravilla demagnificencia y
buengusto.Laguardadesuespadadegalaestabacuajadadediamantes;cadaunadelascintasdesujubónllevabaunagruesaperla,yunbrochederubíesyesmeraldassujetabalasblancasplumasdesutoca.
Aquella exhibición de joyas, que hoy haría sonreír, era considerada entoncescomolapruebavisibledelariqueza.Hoylosseñoresvanvestidoscontrajenegroysecontentanconexponersusriquezassobreloshombrosdesusmujeres.
Enrique deLorena, duque deGuisa, feliz, sonriente y lleno de juventud, podíaaquella noche pasar por el más cumplido caballero de la corte de Francia y encompañíadesuscortesanossereíadelosseñoreshugonotesquepasabancontrajesmásseveros.
Depronto,atravesósuespíritulaideadeunabromaexcelenteyseechóareírconmás alegría quenunca;Teligny, yernodel almirante, acababade aparecer dando lamanoasumujer,LuisadeColigny,queestabaentoncesentodoelesplendordesubelleza.
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Guisa lo vio de lejos, y, dando un suspiro, palideció ligeramente. Luego,echándoseareírcomoyahemosdicho,exclamó:
—Señores,acercaos,quevoyaproponerosunabromaexcelente.El círculodecortesanos seestrechódispuestosdeantemanoa la risa.Enaquel
momento,uncaballerotocóelbrazodeEnriquedeGuisa,yéste,volviéndose,vioaMaurevert.
—Esperadme, señores —dijo—, vuelvo enseguida y combinaremos unamascaradaqueseharácélebre.¡ViveDios!Esprecisodivertirunpocoalosseñoreshugonotes.
Entoncesse retiróseguidoporMaureverty fuea refugiarseenelhuecodeunaventana,cuyoscortinajesloocultabanamedias.
—Bien—dijo—,¿quéquería?—DarmelaordendemataraColigny—respondiódescaradamenteMaurevert.—Quieretomarnosladelantera—dijoenvozbajaalduque—,peronoimporta;
tanto da empezar por el almirante. ¡Ah, Coligny! Caro pagarás el no habermeconcedidoatuhija.¿Quéhasprometido?—preguntóluegoaMaurevert.
—DispararsobreColigny.Elduquevacilóunmomentoyluegodijo:—Perfectamente,peroesperahastaqueyotedelaorden,¿comprendes?—Sí,monseñor.—Y, además, el día en que le dispares un arcabuzazo, quiero que hieras
gravementealalmirante,peroquenolomatesenseguida.—Perfectamente,monseñor.Estas palabras fueron cambiadas sonriendo, como si se tratara de algún asunto
agradable, de modo que Maurevert fue considerado enseguida como favorito delduqueymásdeunosintiócelos.
LuegolosdoshombressesepararonyGuisavolvióareunirsealoscortesanos,alosqueempezóaexplicarsuidea,quedebíasermuydivertidaajuzgarporlasrisasylosaplausosconquefueacogida.
En cuanto aMaurevert, se perdió entre lamultitud y luego salió del Louvre ydesaparecióentrelascallesnegrasdelaciudad.
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V-Siguelatempestad
ACABAMOS DE ASISTIR a la conversación que la reina tuvo con Maurevert, y, deacuerdoconlasórdenesdeCatalina,Paolaintrodujoentoncesalsegundopersonajequehabíasidocitado.
Este entró, y después de haber saludado a la reina, se mantuvo en actitudrespetuosa, esperando que hablara. Estaba muy pálido, como agitado por violentainquietud.AquelhombreeraelcondedeMarillac.
—Soisfielalacita—dijoporfinCatalina—.Osloagradezco,conde.—Amíme correspondedaros las gracias, señora, por el interés queos dignáis
sentirpormíyporlapromesaquemehabéishecho.—Conde—contestóCatalinaconarmoniosavoz—.Esnecesario,antetodo,que
osasombréisporelinterésqueenmíhabéisobservado.—¡Señora!—ExclamóMarillacconmovidoenextremo—.¿Eslareinalaqueme
hablaasí?YenaquelmomentotuvolaimpresióndequeCatalinaibaacontestarle:«Noeslareina,sinovuestramadre».PeroCatalinanodiotalcontestación,sibiencomprendióloquepasabaenelalma
desuhijo.—Conde—dijo—,soiselhombremásnoblequehevistoenmividayavuestra
noblezaapelo,pararogarosquenomedirijáispreguntassobreelinterésoelcariñoqueporvossiento.
Marillacseinclinóprofundamente.—Existeunsecretoyosjurorevelárosloeldía…muypronto.Elcondeprofirióunaexclamacióndealegría.—Muypronto—continuólareinaconemociónadmirablementefingida—sabréis
por quéme intereso tanto por vos y la razón de que en nuestra primera entrevistahaya fingidocierta frialdady tambiénporquéosheofrecidoun reino.Entre tantocontentaosconsaberqueconozco lascausasdevuestra tristezayquequieroverosfeliz.
—Osdoylasgracias,señora—exclamóMarillacconsinceroreconocimiento.Catalina entonces quiso distraer los pensamientos del conde, y haciendo un
esfuerzo sobre sí misma, como si se hubiera distraído con pena de sus propiospensamientos,dijosonriendo:
—¿Quéhabéishechodelcofrecilloqueosregalé?—¡Elcofrecillo!—balbució—.¡Ah!Loguardocomounareliquia,señora,pues
procededevos.—¿Loguardáisenvuestrahabitación?—dijolareinaconciertopesar.—VuestraMajestadyasabequehabitoenelhotelde la reinadeNavarra,pues
soyunode sus gentilhombres.El cofrecillo es una joya demujer, un objeto regio,
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perofemenino.—Esverdad—dijoCatalinasonriendo—.Yolousabaparaguardarmisguantes;
meloregalóelbuenFranciscoIamillegadaalacortedeFrancia.—Pues no ha perdido su destino —contestó entonces el conde— porque Su
MajestadlareinadeNavarralousaparaguardarsusguantes.—¿De veras?—exclamóCatalina sintiendo inmensa alegría en el fondo de su
corazón.—Sí—continuó el conde congravedad—.Amoa la reinadeNavarra como si
fueramimadreyleherogadoqueguardaraelcofrecillohastaeldíaenque…—Habéishechobien,«hijomío».Elcondesintiófuerteconmociónaloírporprimeravezestaspalabrasenbocade
Catalina,lacualseapresuróaañadir:—¿Hastaeldía?…decíais.—Hastaeldíaqueconoceréporfinlaverdadsobre…vosyalosabéis—exclamó
el conde con desaliento—.Y estome lleva a recordaros queVuestraMajestad, aldarmeestemagníficocofrecillo,sedignóprometerme.
—Voyacumplirmipromesa,miqueridoconde.¿PeronosentíscuriosidadporsabercómohepodidoenterarmedevuestrapasiónporAliciadeLuxydelpesarqueosatormenta?
—Vivoentalinquietud,señora,quenadameconmueveniasombra.Hesupuesto,sencillamentequeVuestraMajestaddisponíadeadmirablesrecursosdeinvestigaciónyquesehabíadignadotomarinformesacercademisasuntos.
—Algohaydeeso,conde,perocreedtambiénquelapacienciayel trabajoquemehacostadoelseguirospasoapasoparasaberdóndeibais,loquehacíaisyloquepensabaisparapoderprotegerosencasonecesario,noloshabríaempleadopornadiedel mundo, ni por el mismo rey de Francia. Os he vigilado un poco—continuósonriendo—hastaelpuntodequesihubieraissidouncriminalomimayorenemigo,nolohabríahechomejor.Antetodohequeridoverosdecerca,yDiossabeloquemecostóelpermanecertanfríaantevoscuando…
—Acabad,señora,oslosuplico—exclamóMarillacenextremoconmovido.—Nada —murmuró la reina—. No ha llegado la hora y habéis jurado no
arrancarmemisecreto.—Después de nuestra primera entrevista —continuó la reina— no tardé en
conocervuestroamorporAliciadeLux.Unanoche,conde,osdetuvisteiscercademinuevohotelyalpiemismodelatorre.LareinadeNavarraosacompañaba.Ellaentró en casa de Alicia y vos esperasteis fuera. Entonces quise saber lo que osatormentaba. Yo conocía a Alicia, porque en otro tiempo la molesté un poco porhaber renegadodenuestra religión.Hicemal, loconfieso,porquesiempredeberíanrespetarse las creencias de los demás, pero, en fin, conozco bastante aAlicia parasaberquenomeguarda rencor.Aldía siguientepor lamañana laviy supepor subocaloquehabíasucedidoentreellaylabuenareinaJuana.
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—Aqueldía,señora—dijoelconde—,tuvolugarnuestrasegundaentrevistayescuando me disteis el cofrecillo en señal de vuestro aprecio, y, además, quisisteishacermeunapromesa.
—Sí,ladedecirosexactamentequiénesAliciadeLux,yahoravoyacumplirla.Elcondesepusopálido,comoelcondenadoquevaaoírsusentenciadelabios
deljuez.—Pero, desde entonces, ¿no os ha dichonada la reina deNavarra?—continuó
Catalina.—Nada, señora, nada. Al salir de la casa de Alicia, me dijo las siguientes
palabras,querecordarétodamivida:«Hijomío, he interrogado a vuestra prometida y pienso lo siguiente: veré con
miedo que estamujer sea la esposa del hombre a quien amo como hijo… pero elamorpuedehacermilagrosycreorealmentequeelqueporvossienteAlicia,puedehacerunmilagro.Osamacomopocasmujereshanamado,yanteamortangrande,os aconsejo que sigáis vuestro destino, sin tener en cuenta mis vacilaciones ni elmiedoverdaderodequeoshehablado,porqueningunamujerenelmundoosamarácomoosamaAlicia».
Elcondeguardóentoncesunosinstantesdesilencioyluegoañadió:—Lareinanoquisoañadirunapalabramásymerogó,porotraparte,quenole
hablaradeesteasuntohastaeldíaenquemedecidieraacasarmeconAlicia. ¡Ah,señora!Laspalabrasdemi reinanohicieronmásque acrecentar elmisterio. ¿Quésignifica el miedo de que Alicia pueda llegar a ser mi esposa? Muchas veces hepensado,afuerzadereflexionar,quelaremadeNavarrahasorprendidoalgúncrimendeAliciayqueporlástimahaciamí,oconmovidaporelamordemiprometida,hayaresueltocallarse.Parécemequeleoensuespíritu:
«Cásate,cásateconestacriminal.Estecasamientomedamiedoporti,perohaytanto amor en vuestros corazones que el crimen de separaros para siempre, seríamayortalvezqueeldeuniros».
—¿HabéisvueltoaveraAlicia?—preguntóCatalina.—No,señora.Temoahoradescubrirensuspalabrassucrimen,y,noobstante,no
puedovivirsinellaysufroporestarlejosdesuamor.—Habláis de crimen —dijo la reina moviendo la cabeza— y tal vez vais
demasiadolejosensospechasinjustificadas.Escuchadme,conde:hacedieciochodíasos pedí un mes de plazo para saber la verdad sobre Alicia de Lux. He obtenidoinformesmásdeprisadeloqueesperaba,y,deacuerdoconmipromesa,vaisasaberlaverdad.AliciadeLuxespura;AliciadeLuxhallevadolaexistenciamásrecatadaquepuedadarseyesdignadelamorydelrespetodeunhombrecomovos,pero…
ElcondedeMarillacnooyóestaúltimapalabra,puesalsaberqueAliciaerapuraeinocentecayóderodillasysollozandoconsobrehumanaalegríacogiólasmanosdelareinayexclamófueradesí:
—¡Madre,madremía!
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Catalina dirigió al conde una mirada terrible, examinó el oratorio con granespanto,retrocedióyconvozroncadijo:
—¿Estáisloco,caballero?En el mismo instante Marillac se levantó y ya la reina había compuesto su
semblante.—¡Ah, conde! —murmuró—. Acabáis de darme una emoción muy cruel por
dulcequesea.Pensadenquesioshubieranoído,lamadredelreydeFranciaestaríadeshonrada.
—¡Oh,infamedemí!Perdonadmidelirio,Majestad.—¡Silencio, conde, por Dios! Si he podido borrar de vuestro corazón la
prevención que contramí teníais, sime ha sido posible inspiraros, no afecto, sinolástima natural que todo hombre concede a la mujer que ha sufrido atrozmentemuchosaños,osruegoqueguardéissilenciosobretodoesto.
—Pormialmaoslojuro,señora.—Niunapalabra,niunaalusiónanadieenelmundo.—Anadie,señora,anadie.—NiaAlicia,nitampocoalabondadosaJuana,queesvuestrareina.—Oslojuro.—Mehabéisjuradoigualmentemantenersecretastodasnuestrasentrevistas.—Yoslovuelvoajurar.La reina pareció entonces calmarse y abandonarse a aquella melancolía que,
cuandoquería,dabaseveroencantoasurostro.Elconde,emocionadoaún,permanecióanteellasilenciosoytratandoderecobrar
susangrefría.Despuésdealgunosinstantes,duranteloscualesCatalinacalculólaconfianzaque
habíapodidoadquirirenelcorazóndeMarillac,continuó:Ahora,yaqueosheprometidodecirostodalaverdad,esnecesarioquesepáispor
quélareinadeNavarravacilóyporquéhabéispodidoconcebirdudassobreAliciade Lux. Hay, efectivamente, un misterio en la pobre niña y tal vez en ciertasocasioneshabréispodidoextrañaralgunodesusactosopalabras.
—Tenéisrazón,avecesseveasaltadaporextrañostemores.—La pobre temía que la verdad apareciera un día ante vos y esta verdad es
realmentedesagradable,auncuandolapobrejovennotengalaculpa.—Hablad,señora—suplicóelconde—.Ahorayapuedooírlotodo.—Puesbien:Aliciaesuna jovensinnombreysin familia.Fueadoptadapor la
familiadeLux.Yheaquíporquéunamadrevacilaríaendejarostomarporesposaaunamujercuyospadressondesconocidos.
AquellaextrañaacusaciónproferidaanteDiosdado,cuyospadreseran tambiéndesconocidos era ungolpede audacia como los que amenudo acostumbraba tenerCatalina. En aquellos tiempos, ser hijo de padres desconocidos era, si cabe, másinfamantequeennuestrosdías.
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Elconde,radiantedealegría,exclamó:—¡VoyaecharmealospiesdeAlicia!¡Ojalápuedaperdonarmemissospechas!—¿Demodo,conde,quenoosimportaestacircunstancia?—¡Ah,señora!—MurmuróMarillac—.¿Cómopodríadetenermeenella,cuándo
yomismo?…Secalló entoncesviendo lanubede tristezaque se extendíapor el rostrode la
reina,yhaciéndoleunareverencia,añadió:—Señora,osbendigopor la inmensaalegríaqueacabáisdedarme.Osdebo la
vida.—Puesbien,conde,yaquequeréiscasaros,osaconsejoquelohagáissinninguna
clasedeaparato.UnavezlleveAliciavuestronombre,nadiepensaráenpreguntarleeldesupadre.
—Pocoimporta,señora,laceremonia;loesencialescasarnos.—¿Queréis que lo arregle?—Dijo la reina con cariñosa sonrisa—.Yo quisiera
estarpresente,pero,naturalmente,sinquelosupieranadie.—¡Ah,señora!Mecolmáisdealegría.—Pues bien, voy a elegir la iglesia, y a fijar el día y la hora. En cuanto a la
iglesia,noseréistanacendradohugonoteparanodarmeestaalegría,yyo,encambio,soyfervientecatólica.
—Señora,haréloquequeráis,pocoimportaelsacerdote.—¿Elsacerdote?¡Ah,sí!Mirad,oscasaráelreverendoPanigarola.Esunsanto
hombre,yencuantoalaiglesia,podemoselegirladeSaint-Germain-L’Auxerrois.—¿Quédía?—preguntóelcondeebriodealegría.—PueselsiguientealdelmatrimoniodemihijaMargarita.—¿Aquéhora?—Amedianoche,¿quéosparece?El conde se echó a reír como un niño feliz, y en realidad conocía entonces la
dichaporvezprimera.—Idos,amigomío—acabódiciendolareina—.Idos,y¡ojaláseáisfeliz!—Losoymásdeloquepuededecirse—exclamóelcondecubriendodebesosla
manodelareina.—Unapalabratodavía—dijoésta—.PermitidmequeanuncieaAliciaeldía,la
hora y el lugar de su casamiento; debo una reparación a la pobre joven por miconductaanteriorconella.
—Osobedeceré,señora.—Así,pues,niunapalabrasobretodosestosdetalles,¿meloprometéis?—Oslojuro,señora.Y ligeramente impulsado por la alegría el conde se alejó, dichoso en extremo,
paradarpartedesufelicidadalareinadeNavarrayluegoparairapedirperdónaAlicia.
Apenashubopartido,lareinasaliódesuoratorio,atravesóelgabinetedetrabajo
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yllegóaunaestanciaalgoapartadaqueleservíadetocador.Allí,enlasemioscuridadquereinabaenlahabitación,esperabaunajoven,Alicia
deLux.La reina dirigióse hacia ella, la cogió de una mano y mirándola fijamente le
preguntó:—¿Hasoído?—No,Majestad—contestóAlicia.—¡Bah!¿Nohasescuchado?—No—repitiólajovenconsinceridad.—¡Caramba! Me sorprende de veras. ¿Acaso no eres la misma? Pues bien,
escucha:Élacabadesalirdemioratorio.Teamamásquenuncayprontooscasaréis.Nolepregunteseldía,nilahora,nielnombredelsacerdote,puesoportunamentetedaré estos detalles. Sabe tan sólo que no eres la hija del conde de Lux, sinoúnicamenteunaniñaquetupadrerecogióycuyospadressondesconocidos.ÉseeselsecretoqueconfiasteaJuanadeAlbretyquetantotemortedabaqueélsupiera.¿Mecomprendes?
—Sí,señora—dijodébilmenteAlicia.—Así,pues,apartirdehoyserásfelizynadanublarátudicha,puessoylaúnica
quesabe…—Y,además,lareinadeNavarra—murmuróAlicia.—Noteinquietesporella—contestóCatalinaconextrañotono—.Comotedigo,
tecasarásy losdososmarcharéisadondequeráisparaser felicesen lovenidero…siemprequeteavengasaobedecermehastaelfinal,porquealamenorvacilacióndetuparte,lomato.
—Obedeceré,señora—dijoAlicia—.Haréloquequeráiscontalqueélsesalve.—Vete,pues,hijamía—dijolareina—,yrecuerdaquequierotudichaylasuya.
Sobretodonoolvideslasrecomendacionesqueacabodehacerte.Aliciapermanecióinmóvil,teníalosojosbajosyestabamuypálida.—¿Enquépiensas,Alicia?—preguntólareina.—Perdonadme,señora,yo…no…Catalinacogiólamanodelajovenymirándolafijamenteledijo:—Veamos,¿tienesalgoquedecirme?—No…Pensaba…—Escucha —continuó la reina—. ¿Estás segura de que no has oído la
conversaciónquehetenidoconél?—Oslojuro,señora.LareinaconocíamuybienaAliciayporelacentodelajovencomprendióque
decíalaverdad.Catalina,entonces,hízoleunaseñadedespedidaylajovencontestóconunareverenciaysalió.
Atravesócorredoresyescalerasapartadosparaevitarlassalasenqueteníalugarlafiesta,saliódelLouvreyentróensucasitadelacalledelaHache.
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Unavezallí sesentóapoyandoelcodosobre lamesaycon lacabezaentre lasmanossepusoareflexionar.
—Es suhijo, ¿lo sabe ella? ¿Se lodiré a él?Felizmente,me contuve a tiempocuandoestabaapuntodedecírselo.Hehechomalennoescuchar.¿Dequéhabránhablado?Nomeengaño,tengolamemoriafiel.EnlaentrevistaqueJuanadeNavarratuvoconDiosdado,oí,sinlamenorduda,queéstedecía:«¿PorquénomemoríeldíaquesupequemimadreeralaimplacableMédicis?».
Reflexionólargoratoenesteasunto,peroporfinsedijo:«No diré nada, porque si revelo aCatalina que el conde es su hijo, tal vez lo
haríamatar».
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VI-Primerrayo
SEGUIREMOS AHORA al conde de Marillac, el cual, después de su entrevista conCatalina de Médicis, entró en los salones en que se celebraba la fiesta de losesponsales.Comoyahemosdicho,eljovenestabaradiantedealegría.
Porconsiguiente,todoeldoloracumuladoensualmasefundióaloírlaspalabrasdeCatalina, todo su rencor sedisipóalverqueaquella reinaquepor tanto tiempohabíaodiado,noeramásqueunapobremadrequesufríamucho.
Y,naturalmente,empezóabuscara.JuanadeAlbretparamanifestarleantesqueanadie cuánta era su felicidad, sin bien sin indicarle el motivo, pues había juradocallarse.Luego,encasodequefuerademasiadotarde,queríairacasadeAliciaydeantemanopensabaenlaspalabrasqueibaadecirleyquelaharíantanfelizcomoaél.
—Oshecalumniadoconelpensamiento,ymialejamientodesdequehellegadoaParís es realmente un crimen, pero no lloréis más, pues dentro de algunos díasestaremosunidosparasiempre.
Enaquelmomentoungrupodegentealegrelorodeó.EntreellosestabaelduquedeAnjou,tanalegrequeolvidabaarreglarselagorguera,quellevabatorcida.
—¡Caballero!¿Acasonoosdivertís?—gritabaelduquedeAnjou.«¡Mihermano!»—pensóelcondesonriendocariñosamente.—¡Pardiez,señoresdelaReforma!Esnecesariodivertirse—añadiód’Anjou.—Monseñor—dijoelconde—.Enmividahetenidoalegríacomoladehoy.—Asímegusta—contestóelduque.Y todos losdelgrupo, rodeandoaMarillac, tratarondearrastrarlo.Parecióle al
condequelosseñorescatólicosqueasísedivertíanqueríanponerloenridículo.Unaoleada de sangre le subió al rostro, y haciendo un gestomalhumorado, se apartó,mientraslosotrossemarchabanriendo.
Entonceselcondesepercatódequelafiestatomabaextrañoaspecto.Losseñorescatólicossehabíanorganizadoporgruposdecincooseisycadaunodeellosrodeabaungentilhombrehugonoteyasíbajopretextodediversión,cadahugonoteeraobjetodeburlageneral.
Enunasala,EnriquedeBearn,cogidoporelgrupodeGuisa,servíadepelotaquelosgentilhombrescatólicossemandabandeunoaotro.ElastutoBearnés,pálidoeinquieto,reíaseconfuerzaacadapuñetazoquerecibíaenlaespaldaoacadacodazoqueleasestaban.
Enotrasala,elpríncipedeCondéselashabíaconunadocenadecatólicos,pero,menospacientequesurey,devolvíaconcienzudamentelosgolpes,y,porestacausa,lasrisaseranalgoforzadas.Unapalabraounamiradapodíancambiar labromaenpendencia. Sin embargo, los hugonotes no recelaban todavía y soportaban conpaciencialasmolestias,cosaquenoexcitabaelatrevimientodelosseñorescatólicos.
Depronto,unascincuentaninfascogidasporlamanoyvestidas,o,mejordicho,
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desnudascomobacantes,dejandovertodolovisibleyunpocoebriassinduda,conlosojosbrillantesy los labiosdepuestos a besar, entraron corriendo en el inmensosalón dorado, en donde acababa de tener lugar un baile en el que habían tomadoparte.
—¡Elescuadrónvolantedelareina!—ExclamóGuisa—.Vamosareír.Lafrasehizofortunaydiolavueltaalasala.ElpoetaDoratlatranscribióasus
tabletas;PontusdeThyarddeclaróquefaltabancaballosparasemejanteescuadrón,ypredicando con el ejemplo, cogió al vuelo una de las bacantes y la montó ahorcajadasensushombros.
Alcabodeunosinstantes,todaslasbacantescabalgabansobrealgúnseñor.Pero,apartedePontus,queeracatólico,todaslasdemásmontaronenprotestantes,yéstos,riendoyalgoescandalizados,tuvieronquedejarhacer.
Entoncescadaunodeaquelloshugonotes,transformadosenbestiasdecarga,fuecogidopordoscatólicosqueloarrastraban.
Formóse así una fila que atravesó la sala entre grandes aclamaciones, gritos yrisotadas.
AlfrentedeaquellacabalgataibaelduquedeGuisa,gritando:—¡Pasoparalascentauras!¡Vivalaunióndesexosyreligiones!Los compañeros del duque imitaban con la mano, en forma de trompeta, una
marchaconmúsicadeunhimnohugonote.Ylasmuchachas,impúdicasyhermosas,todashijasdenoblesseñores,agitando
suspiernasdesnudascomoparadarespoladas,conelpechodescubiertoygritando,gesticulaban,yalgunas,presasdelvértigoydelaembriaguez,hacíangrandesgestosobscenosproclamandolagranvictoriadelaMisa.
Tememos que estos detalles parezcan demasiado exagerados al lector, pero losdocumentosdeaquellaépocaseextiendentodavíaenmayoresymásextensosdatosquenospermitenasegurarquetodavíapecamosdepusilánimes.
Mientras el escuadrón volante de la reina, es decir, las señoritas que Catalinahabía educado para las necesidades de su política y de su sistema policíaco, seapoderaban de los hugonotes, idéntica escena se desarrollaba a cierta distancia,porque los caballeros católicos se apoderaban de las damas protestantes y lasobligabanatomarparteenunaalocadazarabanda.
Enaquelmomentoaparecióelrey,ylasrisasseextinguieronrápidamente.Los hugonotes uniéronse a sus mujeres y los católicos se alinearon para dejar
pasoaCarlosIX.Éste divisó a Coligny, que impasible y con las cejas fruncidas, había asistido,
pálidoymudo,alasescenasqueacabamosdebosquejar.Elalmirantesaludóalreyhaciéndoleunareverencia,peroésteseadelantóhaciaél, locogióensusbrazos, lobesócariñosamenteyledijo:
—Pienso,padremío,queosdivertiréisennuestroLouvre.—Admirablemente, señor. Los caballeros de vuestra corte tienen un modo de
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divertirsequenoOlvidaréenmivida.—Tal vez —contestó el rey—, hubierais preferido otra diversión, como, por
ejemplo,perseguirunreycomosepersigueunciervo.Estas palabras resonaron en todos los oídos como un trueno, y, no obstante,
Carlos lashabíapronunciadosonriendo,perohabía talamenazaenaquella sonrisa,quehizoestremeceratodosloshugonotes.
—¿Señor—dijofríamenteelalmirante—,esperoqueVuestraMajestadtendrálabondaddeexplicarmesupensamiento?
—¡Pardiez!—empezóadecirelrey.Aldecirestapalabra,Carlossepusolívidoysusojoslanzaronunrayodecólera,
ytalvezdejándosedominarporelfurorhabríapublicadolossecretosquesumadreacababade revelarle,perovioel rostropálidodeCatalinaqueavanzabanacíaélysonrienteexclamó:
—Señor almirante, ya que os preparáis para perseguir al duque de Alba, seránecesariodecidirosaperseguiralreydeEspaña.
Unsuspirodealiviosaliódetodoslospechoshugonotes,mientrassedejabaoírunmurmullodedesencantoentreloscatólicos.
—Señor—contestó entonces Coligny radiante de gozo—, confieso, en efecto,quemegustaríamásdivertirmeenlosPaísesBajos,auncuandolafiestadeVuestraMajestadseamagníficasobretodaponderación.
—Sí,dignopadre.Soishombredearmasmásbienquecortesano,yalosé—dijoelrey,quebajolamiradadesumadresehabíaserenado—.PeronoveoamiprimodeBearn.
—Allíva—dijoCatalina—ytanfelizqueseríalástimaestorbarlo.En efecto, Enrique de Bearn pasaba en aquel momento dando la mano a
Margaritayparecíamuyocupadohaciéndolelacorte.Carlos IX hizo una señal y la fiesta continuó alegremente, si bien con mayor
moderación.AlmismotiempotomóaColignydelbrazoyselollevódiciendo:—Veamos, padre mío, ¿cómo están los preparativos para la expedición a los
PaísesBajos?¡PorDios!¿SabéisqueallísedangrandesbatallasyqueelduquedeAlbahacausadoyadieciochomilmuertosaloshugonotes?
—¡Ay, señor! Demasiado lo sé, pero gracias a la alta generosidad del rey deFrancia,esperoqueantesdepocopodremosimpedirtanhorrorosasmatanzas.
—Apresuraos,señoralmirante,porquepodríasucederqueotrospaísesestuvierantentadosdeimitarlas.
El rey había pronunciado estas palabras con cierta irritación, pero Coligny nodescubrióenellasnadaamenazadorparaélypara lossuyos,porquecreíaaCarlosdeseosodepaz.
El monarca dirigióse entonces a un trono que se había dispuesto en el salóncentral.PorelcaminohallóalpoetaRonsardysuexpresiónseapaciguó.Cogiéndoloporelbrazoselollevótambién;yluegosentóseeneltronoparacontemplarlafiesta,
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después de haber obligado a Coligny a que se sentara a su derecha, honorextraordinarioqueentusiasmóa loshugonotes.Almismo tiempo,yobedeciendoaunaseñadelrey,Ronsardsesentóalaizquierda.
—Ronsard—dijo alegremente Carlos IX—, mientras la corte se divierte y mibuenpadreelalmirantepiensaenlaguerra,hagamosversos,¿quieres?
Como ya se sabe, Ronsard era completamente sordo y contestó con la mayornaturalidadaludiendoallugarqueocupabaalladodelrey:
—Sindudaalguna,señor,yésteesunhonordelquemeacordarétodalavida.—Escucha —continuó el rey—. ¿Quieres que te diga el último verso que he
hecho?Túlocorregirás.—VuestraMajestadtienerazón—dijoRonsard—,estafiestaesadmirable.—Escucha—dijoelrey,queenelfondosepreocupabamuypocoporseroídoy
queríarepetirsusversos,sóloporrecordarelobjetodesuamor:
Amar,éstaesmidivisa.
Peroapenaselreyacababaderecitarelprimerverso,elevóseunrumorenlasalavecina,endondeunahoraanteshabíatenidolugarelbailedelasninfasyfaunos.Noera un clamor de alegría de los que a menudo se levantan en una fiesta, sino unmurmullosiniestro,gritosahogadosdeloshugonotes.
—¡Lareinasemuere!Heaquíloquesucedía:YahemosvistoqueelcondedeMarillacibaenbuscadeJuanadeAlbret,alaque
hallócasienelmismoinstanteenqueCarlossesentabaeneltrono,entreRonsardyColigny. En aquel mismomomento, también Catalina deMédicis, seguida por ungrupodegentilhombres,sedirigía lentamente,con lasonrisaen los labios,hacia lareinadeNavarra.
Ésta, grave y pensativa, asistía a aquella fiesta dada en honor de su hijo y sepreguntaba cuál podía ser el significado de aquella alegría desenfrenada que semanifestabaanteella.
Pordosotresveces,lasdamasdehonorylosgentilhombresqueasualrededorestaban la habían visto palidecer y luego ardiente fuego tiñó sus mejillas de vivocarmín.PormomentosJuanadeAlbret se sentíaheladay temblorosayotrasvecesporelcontrario,parecíaqueibaaahogarse.
Noobstante,noprestabaningunaatenciónaaquellossíntomas,cuyagravedadnopodía prever. Únicamente buscaba con los ojos a su hijo Enrique, y cuando loencontraba,loseguíaconinquietamirada.Aquellainquietudfueenunaocasióntanmanifiesta,queMargarita, laprometidadeEnrique, se fijó,y acercándosea ella ledijoenvosbaja:
—¿Qué teméis, señora?Tened la seguridaddequenadie se atrevería a intentarnadacontramirealprometido.
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EstaspalabrastranquilizaronaJuana,queconocíalagraninfluenciaqueMargotteníaconsuhermano.
EntoncesfuecuandodeprontodivisóalcondedeMarillac,queseesforzabaenatravesarelcírculodecortesanos,y,sonriendo,letendiólamano.
En seguida los cortesanos se apartaron y el conde, lleno de alegría, como yahemosdicho,selevantóparabesarlamanoquelareinaletendía.
Peroenelmismoinstantelareinalaretiró,lallevóasufrenteyluegoalcuello.Luegocayóhaciaatrás,lívida,conlafrentebañadaensudor,losojosconvulsosyelpechojadeante.
—¡Aire,aire!—gritóMarillacpalideciendo—.Lareinaseencuentramal.Enseguidaseoyeronalgunosgritos,lasmujeressealejaronyseoriginóungran
tumulto.—¡Oh, Dios mío! —dijo una voz dulce y emocionada—. ¿Qué tiene nuestra
queridaprima?YsevioaCatalinadeMédicisacercarseprecipitadamenteaJuanadeAlbretcon
todaslasaparienciasdeunprofundopesar.—Aprisa,aprisa—ordenó—.QuebusquenamaeseParé,acabodeverloallí…,
allíestá.Veintecortesanos seprecipitaronhacia elmédicodel rey,peroya,gracias aun
pomitoqueCatalinahacíarespiraralaenferma,éstarecobróelsentidoymurmuró:—Noesnada…elcalor…,laemoción.¿Soisvos,queridohijo?—Sí,señora—contestóMarillacconalteradavoz—,quieraDiostomarmivida
antesquelavuestra.—¿Quiénhablademorir?—DijoCatalina—.Lavidadenuestraprimanocorre
ningúnpeligro.En aquel momento Ambrosio Paré se inclinaba sobre la reina y la examinada
atentamente.—¡Socorro!—Gritó de pronto Juana de Albret—. ¡Mi hijo! ¡Quiero ver a mi
hijo!¡Oh!¡Meabraso,tengofuegoenlasmanos!Parécogiólasmanosdelareina,mientrasibanenbuscadeEnrique.JuanadeAlbretperdióelsentidoporsegundavezyentonceselpomodesalesfue
impotente. Enrique llegó en aquel momento, y viendo a su madre moribunda,palidecióintensamente,ycogiendoalmédicoporelbrazo,ledijo:
—Laverdad,señor,ennombredeDiosvivo,laverdad.¿Cómoestámimadre?Paré,trastornadotambién,dijoimprudentemente:—Vaamorir.EntoncesEnrique cayó de rodillas y, abrazándose a sumadre, empezó a llorar.
Eratristísimooírlossollozosdeaqueljovenreyqueparecíatanjovial,ytambiéneradignodelástimaeldolordeMarillac,pueseljovensehabíaapoyadoenunacolumnaparanocaer.
Catalinallevólasmanosasusojos,exclamando:
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—¡Oh,Diosmío!¡Quéhorrorosadesgracia!¡LareinadeNavarrasemuere!Ydegrupoengrupo,ydesalaensala,ahogandolasrisotadasydesvaneciendola
alegríacomosiladesgraciahubieraagitadosusalassobreelLouvre,sepropagóelsiniestrorumorentreloshugonotes,mientrasloscatólicos,sorprendidosyasustados,sepreguntabanquécaradeberíanponerantetalacontecimiento.
Coligny acudió, y con él, Condé, d’Andelot y los hugonotes principales secongregaronalrededordelareina,comprendiendoqueaquelladesgraciaquelosheríaeratalvezunamisteriosaadvertenciademuerteparacadaunodeellos.
CarlosIXpalidecióalsaberlamalanueva.Ibaamanifestarsuasombro,cuandovio losojosde lareinamadrefijossobreél recomendándole tan imperiosamenteelsilencio,quebajólacabezaydijoenvozalta:
—Haterminadolafiesta.EnaquelmomentoCatalinaseacercóaélyledijoaloído:—Alcontrario,señor,ahoraempieza.Veinteminutosmás tarde se habían apagado todas las luces delLouvre y todo
parecía dormir, a excepción de los soldados de guardia, cuyo número había sidotriplicado.
Eneloratorio,CatalinayRuggieri,pálidoslosdos,hablabanenvozbaja.—¿Quédecía?—preguntóelastrólogo.—Quetodolequemaba,ardía,sobretodolasmanosylosbrazos.—Losguanteslahanmatado—dijoRuggieri.—¡Oh,amigomío!Elcofrecilloesunamaravilla.—La maravilla—dijo Ruggieri— es que hayáis logrado que Juana de Albret
aceptaraelcofrecillosinsospecharnada.¿Cómolohicisteis?Catalinasonrióydijo:—Ésteesmisecreto,Renato.Al día siguiente por la mañana cundió por París la noticia de que la reina de
Navarrahabíamuertodeunmalrepentino,deunaespeciedefiebredesconocida.Yalosqueseasombrabandeaquellamuerteimprevistaselescontestabaque,despuésdetodo, sólo se trataba de una hugonote y que ella no impediría a los parisiensesdivertirseconlasgrandesfiestasquetendríanlugarporelcasamientodeEnriquedeBearnyMargaritadeFrancia.
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VII-Gilito
HAY EN ESTE RELATO un personaje que va a representar un papel de ciertaimportancia,y,por lo tanto,nosvemosobligadosaseguirloensushechosyactos,parallegarporfinalasituaciónenquelohemosdejado.
Retrocediendo, reanudaremos conocimiento con el interesante Gilito en elmomentoenquesutíolehabíacortadolasdosorejas.Eldesgraciadoquedótendidosinconocimiento sobreel suelohúmedodelhoteldeMesmes.Yase recordaráqueGilpreguntóaDamvilleseñalandoalavíctima:
—¿Quéharemosdeesteimbécil?¿Ledamosmuerte?—No,porquepuedeservirnos—contestóelmariscal.Gil siguió, por consiguiente, aDamville, sin inquietarsepor su sobrino, el cual
estabadesvanecido,peronotardóenvolverensí.Suprimermovimientofuellevarlasdosmanosalasorejas,conlaesperanzade
quetodolosucedidohubierasidounsueño,perosusmanos,envezdetoparconlosapéndices que, según Pardaillán, hacía mal en conservar, no hallaronmás que lascompresasempapadasenvinoyaceitequesu tío lehabíacolocadoalrededorde lacabeza.
Gilitodioungemido.—¡Ay!—exclamó—.¡Yanotengoorejas!Lagenteseburlarádemí,sincontar
quenovoyaoírnada…Perocalla…,meparecequeoigomispropiaspalabras.Más,enfin,aunqueoiga,estoydeshonrado.
Habiendo llorado de este modo sus perdidas orejas, Gilito se puso en pie yobservóque, aparte del violentodolor que sentía en losdos ladosde la cabeza, seencontrabaperfectamente,comosinohubierasufridoningunamutilación.
Cobróánimo,yaunqueestababastantedebilitadoporeldolor,preparóseasubirlaescalera,cuandoen loaltodivisóa su tíoGil,que,despuésdehaber tenidounalargaconversaciónconelmariscal,volvíaaverasusobrino.
«Vieneamatarme»,—pensó tristementeGilito—. «Sin duda elmariscal le hadadoordendeexterminarme.¡Aydemí!Sindudanosobreviviréamisorejas».
Congranestupefacciónsuya,eltíoseleacercósonriendotanamablementecomosinadahubieraocurrido.
—¿Yqué?¿Cómoestás,queridosobrino?—preguntó.—Muymal,tío.—Valor,hombre,tecuidaremosytecurarás.—¿Soisvoselquedecísesto?—Sinduda,¿porquéteasombra?—¿Entoncesnoqueréismatarme?—¿Yporqué,imbécil?—¡Caramba!Monseñorestansevero…
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—Monseñor teperdona,ynocontentoconelloquieredartemediosparaque teganesunafortuna.
—¿Qué?—exclamóGilitocongranasombro.—Sí, imbécil, con la condición de que le obedezcas para hacer olvidar tu
vergonzosatraición.—¡Ah,tío!Mearrepientodeveras,osloaseguro.—Tanto mejor, porque si eres sincero podrás ser rico. Has visto mi cofre,
¿verdad?—Todavíaestoydeslumbrado.—Puestodoloqueencierraestuyosiestamoscontentosdeti;esdecir,siloestá
monseñor.Gilitosintiótangranalegríaqueestuvoapuntodedesmayarsedenuevo.Ya se recordará, sin duda, que la avaricia era el pecado dominante de maese
Gilito,yqueestemismopecadofuesuperdición.—Hablad,tío—dijoconvoztemblorosadeemoción—.Estoyprontoaobedecer;
¿quéordenamonseñor?—Antetodo,curarte.—Bueno,¿yquémás?—Luego,yaveremos.Ven.Ysosteniendoasusobrino,Gillocondujoasuhabitación,lohizoacostarensu
propiacamayempezóaprodigarletodaclasedecuidados.Gilito entonces vio que no le sería tan fácil como pensaba el curarse, porque
apenasestuvoenlacamacuandosedeclaróunafiebreviolenta.Deliródurantedosdías,esdecir,quelospasósuplicandoasutíoqueledevolvieralasorejasyporfinéste,impacientado,acabóporamenazarloconlamordaza.
Nosabemosdecirsiestaamenazahizoefectoosilafiebrecedióunpoco.Elcasoes queGilito no volvió a hablar de las orejas.Al cabo de seis días la fiebre cesó.CuatrodíasdespuéslasheridasestabancicatrizadasyGilitopudolevantarse.
Suprimercuidadofuecompraralgunosgorroscapacesdecubrirleenteramentelacabeza,desdelafrentealanuca,ysobreellosseponíaelqueordinariamentellevaba.
Semiró entonces en un espejo y observó con satisfacción que aún presentababastantebuenaspecto.
AqueldíaGilitotuvoconsutíounaconversaciónmuylarga,yaconsecuenciadeellasevistióconeltrajedeldomingoyeltíoañadió:
—Veahoraacompañadodemibendición.—Megustaríanmásalgunosescudosacuenta—dijoGilito.Gilhizounamueca,peroselosdio.—¿Conseguirásentrar,porlomenos?—preguntócontonomuylisonjeroparasu
sobrino.—Respondodeello—dijoGilito—;tengounmedioinfalible.—¿Cuál?
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—Misorejas.Ydejandoquesutíomeditarasobreestarespuesta,Gilitosealejó.NuestroslectoresyahanvistocómoentróenelhoteldeMontmorency.Esnecesariofigurarseunhoteldeaquellaépocacomounafortaleza.DoscientosseñoresteníanensuscasasdeParísunaguarnición,esdecir,queen
suhotelteníanciertonúmerodereitres[3]odesuizos.Además,sucedíaamenudoqueel señor alojaba a sus gentilhombres, compañeros de armas y de placeres, que loseguían por todas partes y constituían una corte en la paz y una escolta en susexpediciones.AsíeraelhoteldeMontmorency,eldeMesmes,enelqueyahemosintroducido a nuestros lectores: el de Guisa, el de Bouillon y muchos otros que,defendidosporsuguarnición,erancapacesdesostenerunsitio.
ElviejoPardaillánsehabíaalojadoenelhoteldelmariscaldeMontmorency,ysibien sin formar parte de la guarnición de la casa, llegó a ser el alma de susdefensores.
Elmariscalledijoundía:—SeñorPardaillán,sednuestrogobernadorgeneralylaplazaseráinexpugnable.—Acepto,monseñor—contestó el aventurero—,yos prometoperecer bajo las
ruinasdelaplazaantesquerendirla.Seveporestaspalabrascuáleraelestadodeánimodeloshabitantesdelhotel,
pero más adelante ya trataremos de eso. Por el momento sigamos a Gilito,introducidoenelhotelporPardaillán.
Alllegarasuhabitación,éstesesentóahorcajadasenunasilla,alargólaspiernasyapoyóloscodossobreelrespaldoyasíexaminóaGilito,quetomóactituddignaymodesta.
—Demodo—dijoPardaillán—quecreespodersernosútil.—Sí,señor.—¿Yhasvenidoaofrecernostusservicios?—Sí,señor.—Muy bien, Gilito, vamos a ver lo que se podrá hacer de ti, pero antes debo
prevenirteunacosa.—¿Cuál,señor?—Sialgunavezdescubroentielmenorindiciodetraición…—¡Oh!—Sitesorprendoescuchandoenlaspuertas…—¡Oh,no!—Y,enunapalabra,sientusactosnohaylatransparenciadelcristal,tecortaréla
lengua.Gilitoquedóunmomentoasustadopor estaperspectiva,pues eldesgraciado se
figuraba estar a cubierto de toda mutilación ulterior. E indignado por semejanteamenaza,exclamó:
—¡Pero,caballero!¿Porquétenéistantasganasdedescuartizarmevivo?
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—¿Quéquieres?Esmisistema,ysegúnparecetambiéneldetutío,porqueporsucausa tevesobligadoa llevarestegorro tanfeo.Perovolviendoa tu lengua, ten laseguridaddequesienalgunaocasióndescubroquehascontadoanadieloquepasaaquí,telacortaréyluegoteobligaréacomértelabienfrita.
EstaamenazapusoaGilitolacarnedegallinaysepreguntósinoseríamejorirseenseguida,perotuvoencuentaquelacóleradesutíoseríaterrible,y,porotraparte,la visióndel cofre repletodeoroque en aquelmomento atravesópor sumente, leinfundióánimobastanteyresolvióarriesgarseaquelecortaranlalengua.
—¿Enquépiensas?—preguntóPardaillán,queloobservabaatentamente.Gilito,apesardelaresignaciónquedeantemanotratabadeadquirir,nopensaba
sinamargura enel singulardestinoqueamenazabahacerde élun ser fenomenal afuerzadeversemutilado,ycontestó:
—Pienso,señor,enloquepodríadecirosparaconvencerosdemibuenafe.Ahoraque todavía tengo la lengua, quisiera poder expresaros con ella mi obediencia yfidelidad.
Pardaillánseechóareír.—Noveo,señor—contestóGilitoofendido—,loquepuedahaberderisibleen
lasamenazasquemehabéishechoelhonordedirigirme.Yanotengoorejas.Simecortáislalengua,¿quémequedará?
—Pero,imbécil,¿notehedichoquesimeeresfielnotesucederánada?—Esverdad—contestóGilito.—Ahora,veamos.¿Quéserviciospuedesprestarme?Hablasinambages.—Puesbien,señor.Nohedejadodeobservarqueestáisuntantoenemistadocon
monseñordeDamvilleycreoque,sipudieraismatarlo,novacilaríaisenhacerlo.Encambio,puedoafirmarquesicaíaisenmanosdemiantiguoseñor,nopasaríancincominutossinqueosbalancearaisenelextremodeunacuerda,cosaqueyosentiríaenelalma.
—Continúa,Gilito,puesmegustaoírte.—Gracias,señor.Supongo,pues,queosgustaráestaralcorrientedeloshechos
demonseñordeDamville,asícomoconocersusintenciones.—Veoqueeresmenosbestiadeloquepareces,Gilito.—¿Miofertaosconviene?—¿De modo que tú te ofreces a informarme de lo que pasa en el hotel de
Mesmes?—Precisamente,señor.—Perosupongoquedespuésdelosucedidonopodrásvolverallí.—Es cierto. Tal cosa quizáme costaría la vida, porquemonseñor ymi tío, no
contentosconhabermemutilado,meamenazaronconahorcarmesireaparecíaensupresencia.
—¿Cómotelasvasaarreglarentonces?—Supongo, señor,que sabréisquecuandounamujer andadepormedioenun
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asunto,consigueloquesepropone.—Esverdad.—Puesbien,hayunajovenenelhoteldeMesmesllamadaJuanita.—¡Ah,ya!—exclamóPardaillánrecordandoelrelatodesuhijo.—YestaJuanitameamayenbrevedebemoscasarnos.—¿Teama?Esimposible.—¿Yporqué,señor?—preguntóGilitoasombrado.—PorqueJuanita,ajuzgarporloquesé,esunamuchachamuylista.—¿Ymeencontráisdemasiadoinsignificanteparaseramadodeella,verdad?Os
doylasgracias,señor,puesésteeselmejorelogioquehandirigidoamiprometida.—Afemía,Gilito,estabaengañadoacercadeti.Mefigurabaqueerastontoyveo
queno.«Cuidado,Gilito»,—sedijoéste—.«Procuraquenodesconfíe».—Seacomofuere,señor,Juanitameamaypuedoconseguirquehagaloqueyo
quiera.Ycomoesunachicamuylista,averiguarátodoloquesedice,sehaceysepiensaenelhoteldeMesmes,ycuandomelohayadicho,oslotransmitiré.
—Admirablemente,Gilito;teproclamotanastutocomoelpropioUlises.—¿Os convienen, pues, mis proposiciones? —preguntó Gilito con cierta
inquietud.—Sí.¿Yquépidesencambio?—Ya os lo he dicho; queme ayudéis a vengarme demi tío, queme cortó las
orejas.—Bueno,teprometoentregárteloatadodepiesymanos.¿Yquéleharás?—Lomismoqueélamí—contestóferozmenteGilito.—¡Bravo!¿Ycuándoquieresentrarencampaña?—Inmediatamente.—Bueno.Ahorafíjateenquesiestoycontentodeti,nosolamentetevengarásde
tutío,sinoquetedarémásescudosdelosquepuedasdesear.Gilito escuchó estas palabras con tal acento de alegría, que acabó de engañar
completamente al aventurero. Es necesario añadir que Gilito, astuto como su tío,habíarepresentadoadmirablementesupapel,yPardaillán,convencidodesusbuenasintenciones,lohizoinstalarenelhotel,quedesdeentoncesalbergóuntraidor.
Gilito no perdió tiempo. Pasó el resto del día en estudiar el plano del hotel deMontmorencyyaldíasiguientesaliódespuésdedeciraPardaillánqueibaavisitaraJuanita.Dirigióse,enefecto,alhoteldeMesmes,deteniéndosedevezencuandoparaasegurarsedequenoloseguían.
—¿Quéhaydenuevo?—preguntóGil.—Queyaheentradoenlaplaza,tío.El intendentemiró a su sobrino con cierta admiración. Luego fue en busca de
papel,plumaytinta,instalóaGilitoanteunamesayledijo:—Explícate.
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Gilitoobedeció,esdecir,quetrazóelplanodelhoteldeMontmorency,yapesardenoserningunamaravilladedibujo,noporesoeramenosclaro.
EntretantoGilibatomandonotas.—Alaizquierda,tío,hayungranedificio,destinadoaloshombresdearmasya
loscaballos.—¿Cuántoshombreshay?—Veinticinco,tío,ybienarmadosconarcabuces.—Bueno,continúa.—Fijaos,tío—dijoGilito—.Esteotroedificioqueosseñalodetrásdelacasilla
delsuizo.—¿Yquétiene?—Sirvedehabitaciónparaunosdiezgentilhombresamigosdelmariscalquehan
venidoainstalarseenelhotelparatodoloquepuedaocurrir.—Enconjuntosontreintaycincohombres—observóGil.—Precisamente.Peroestonoestodo,o,mejordicho,noesnada.—¿Acasohayotraguarnición?—Hayelseñorcaballeroysupadre—dijoGilito.—Bueno,¿yqué?—Puesque losdosPardaillánvalenpor sí solos tantocomo los treintaycinco
hombresdearmas.—Talvez.¿Yquéhabitacionesocupan?—Esperad,tío.Elsegundopisodeledificio,reservadoalosgentilhombres,está
ocupadoporunosquincelacayos.Ahorafijaosenquelascuadrasylashabitacionesde los hombres de armas están separadas de las de los gentilhombres por estecuadradoquerepresentaunpatio,enelfondodelcualselevantaeledificiodelhotel,esdecir,laparteocupadaporelseñormariscaldeMontmorency.Fijaosenqueesteedificio no toca con las dos construcciones restantes, de modo que el hotel estácompletamenteaislado.Detráshayunjardín.
—Yaloveo.Ahoraháblamedeledificioaislado.—Allí,comoosdigo,habitaelmariscal,yenunadelashabitacionesquedanal
jardínestánlasdosdamas,y,además,enlamismacasavivenlosdosPardaillán.Ycomoyahabíaacabadodedibujarelplano,Gilitoloentregóasutío.El mariscal de Damville conocía perfectamente el hotel de Montmorency, de
modoqueel trabajodeGilitono le ibaa servirparaotracosaqueparaestudiar ladistribucióndelasfuerzasquecustodiabaneledificio.
Elintendentenoregateóloselogiosasusobrinoyañadió:—Ahoraesprecisoestaralcorrientedetodoloquesucedeallí.Arréglate,pues,
paravenircadadoso tresdías,ycuando llegue laocasión,ya tediré loquedebeshacer.
Gilitosemarchódelhotelconvencidodequesufortunaestabahecha.—¿QuédiréaPardaillán?—sepreguntóduranteelcamino.
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Ydeprontounaideacruzósucerebro.—Todavezquevanadarmeun tesoropor contar loque sucedeenelhotelde
Montmorency,¿porquénohederelataralseñordePardaillán loquesediceenelhoteldeMesmes?
Esta idea le pareció genial. Y se dijo a símismo que ya no era posible hallarmejorcombinaciónquelepermitiríaobtenerdosrecompensas.
Por lo tanto, al entrar en el hotel de Montmorency, se apresuró a decir aPardaillán:
—Tengomuchasnuevasquecontaros,caballero.AcabodeveraJuanitayestoysegurodequemisnoticiasvanainteresaros.
«Decididamente», —pensó Pardaillán— «este muchacho es una buenaadquisición».
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VIII-Panigarola
DURANTETODOesteperíodoelreverendoPanigarola,queyasehabíaseñaladoporlaviolencia de sus ataques contra los hugonotes, no reapareció en el púlpito. Habíarenunciadoa sucargode irpor lanochea solicitarde lasgentesoracionespor losdifuntosyvivíaretiradoenunconventodelamontañadeSantaGenoveva.
DosdíasdespuésdelosfuneralesregiosquesehicieronporJuanadeAlbret,unaliteradeaparienciaburguesasedetuvoanteelconventodeloscarmelitas.
Bajarondeelladosmujeresyentraronenellocutorio.Ibancubiertasconnegrovelo.
El hermano portero les preguntó qué querían y la más joven contestó quedeseabanhablarconelabadenpersona.Elfrailecontestó, levantandolosbrazosalcielo,quenoeraposiblehablaral reverendísimoabaddelconventoyque,porotraparte,lasmujeresnoteníanderechoaentrarenelsantomonasterio.Entonceslamásentradaenañosoque,porlomenos,loparecía,sacóunacartadelsenoylaentregóalportero.
—Llevadestoalseñorabad—dijo—yapresuraossinoqueréissercastigado.Aquellamujerhablócontanautoritariotono,queelfraileseapresuróaobedecer.Sin duda eramujer de alta alcurnia, porque apenas el abad hubo leído la carta
palidecióysedirigióinmediatamenteallocutorio,cosaextraordinaria,porqueelabaddelconventoeraunaltopersonajeyningúnmonjehabíavistoquesemolestaraasípornadie.
¿Cuálseríaelasombrodelhermanoporterocuandovioquesuabadseinclinabahumildementeantelamujercubiertaconunvelonegro?
Ysuasombroseconvirtióenestupefaccióncuandoelabad,despuésdealgunaspalabrascambiadasenvozbaja,introdujoaladamaenelconventoylaguioatravésdeloslargoscorredoresdesiertos.
Lamásjovensequedóenel locutorio,mientraselabad,seguidoporlaotra,sedetuvoporfinanteunacelda;ladelreverendoPanigarola.
Laspuertasdelasceldasestabansiempreabiertas.—Esaquí—dijoelabadretirándose.Lamujerentró,yPanigarola,alverla,selevantó.Ycomoéstasedescubriera,Panigarolaexclamóalreconocerla:—¡Lareina!Enefecto,eraCatalinadeMédicis.—Buenosdías,queridomarqués—dijoCatalinasonriendo—.Hasidonecesario
queyovinieraabuscarosenestemonasterio,sincontarqueparaentrarmehasidopreciso descubrirme a vuestro abad, de modo que dentro de diez minutos toda lacomunidadsabráquelamadredelreyestáaquí.
—Tranquilizaos, señora—contestó Panigarola—.El venerable abad es incapaz
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de descubrir un incógnito de semejante importancia.Había unmedio para evitarostodainquietudyerallamarmealLouvre.
—¿Hubieraisido?—preguntóCatalina.—Pordeber,puesunhombredeDiosnomiente.—Sí,peroyoheconocidoaciertomarquésdePanigarolaquehacíasiempre lo
queseleantojaba.—Elhombredequehabláishamuerto,señora.Peroentodocaso,siyofueraaún
elmarquésdePanigarola,tendríapoderosasrazonesparanomentir,porqueahoralamentiramelaprohíbeúnicamentemisuperior,entantoqueentoncesmelaprohibíayomismo.
—Sí—murmuróCatalina—.Soisdescendientedeunarazaorgullosaquesiemprehadesdeñado lamentiraapesardequeéstaes,enciertoscasos,muyconveniente.Perodejemosesteasunto.
CatalinamiróasualrededorcomobuscandounasientoyPanigarolaleacercóelúnicoescabelquehabíaenlacelda.
—No—dijoCatalinariendo—,esmuyduro,ycomotodavíanohepronunciadovotos…
Ysesentóenunaesquinadelacamadelmonje.Aquella cama se componía, sencillamente, de algunos tablones yuxtapuestos
juntoalmuroycubiertosporuncolchónyuncobertordelana.—Sentaos,marqués—dijolareinaseñalandoelescabel.Panigarolarehusóhaciendounmovimientodecabezaqueindicabasurespetopor
lajerarquíayetiqueta,auncuandolareina,porsusingularactitud,tratabadehacerleolvidarsujerarquía.
—Marqués—dijo—,hedeadvertirosunacosa.Enestemomentonosoylareina,sino una amiga sincera y verdadera. ¡Cómo habéis cambiado, querido Pani! Estáispálido, adelgazado, casi descarnado. ¿Qué os ha reducido a tal estado? Habladmefrancamente,talvezhayremedioparavos.
MientrasCatalinahablabadeesta suertey tratabadehacerolvidar su rango,elmonjeacentuó la rigidezdesuactitud.Habíaseechadoelcapuchónsobre losojos,los brazos estaban cruzados y lasmanos desaparecían bajo las anchasmangas, demodoquedesupersona,solamentesedivisabalaparteinferiordesusemblante.
—Señora —dijo con voz grave—, me pedís franqueza y voy a usar de ella.Cuando llegué a la corte de Francia os figurasteis que yo era un emisario de lasrepúblicasitalianasyqueveníaparaconspirarconelmariscaldeMontmorency.Osfigurasteisqueeraportadordegravessecretos,yparaarrancármeloslanzasteissobremí una de vuestras espías. Aquella mujer no tardó en convencerse de que yo nopensabaenconspirarydesdeentoncesostranquilizasteisyaunosdignasteishacermeofertas queme vi obligado a rechazar.Me propusisteis convertirme en hombre departido,cuandollenode juventudydesbordandodevidaypasión,nopensabamásqueengozardelavidaamando.Apesardeminegativa,VuestraMajestadsedignó
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honrarmeconsuamistad,talvezesperandoquesiundíaalgunacatástrofedesviabamivida,seríaenvuestrasmanosuninstrumentopolíticomáscomplaciente.DígneseVuestraMajestaddisculparmifranqueza.
—No me molesta, «mío caro», —dijo Catalina acentuando su sonrisa—. Mepreguntosolamentecómosupisteisquehabíasospechadoenvosunemisariodelospríncipesitalianos.
—Deunmodomuysencillo,señora:lamujerquememandasteiscayóenferma.—A consecuencia del parto, ya lo sé, y también que sois padre, mi querido
marqués.—Es verdad—contestó el monje—. Aquellamujer fuemadre. Una nocheme
robómispapelesparaentregároslosyasísupequeeraunadevuestrasespías.Alsermadre,sepusoenfermayensudeliriodijotodoloquehabíaismeditadocontramí.Entonceslehiceescribiraquellacartaenqueseacusabaasímismadehabermatadoa suhijo, y paravengarme, conociendo el usoquede él haríais, os entregué aquelpapel.
—Demodoquehabíaispensadoqueyoharía juzgaraAliciayqueelverdugoseríaelencargadodellevaracabovuestravenganza.Osfelicito,amigo.
—No,señora,porqueauncuandoyofueraunaturdido,eramuyobservadoryosconocía.Estoesdecirosqueossuponíaincapazdeunactotanmezquinoytanpocoútil como matar a una mujer de un golpe. Pensé que, armada con esta carta,obligaríaisaAliciaaservuestraesclava;penséquellegaríaundíaenqueellaamaríaysabíaquevosnotendríaislagenerosidaddeolvidarsupasadoy,porlotanto,aqueldíami venganza sería perfecta, pues ella sufriría todo lo queyohabía sufrido.Mepedisteisfranqueza,señora…
—Nopuedenegarsequehabéissidofranco,peronoporestoosquieromal.Soisunhombresuperior,marqués,yauncuandomeodiéis,creoquemeharéislajusticiadecreerquesoycapazdeolvidarunaofensacuandopuedosacarpartidodelquemeofende.
—¡Ah,señora!Bendeciríaelminutoenque,porhaberosofendido,meentregaraisalverdugo,porqueasímelibraríadeestaexistenciaquenotengoelvalordedestruirpormimano.Encuantoasacarpartidodemí…,miradme,señora,yanosoymásqueunrestodehombre;elmundonoexisteparamí.Hacealgúntiempotuvelaesperanzadeque,afuerzadequererlo,llegaríaacreerenDios…
—¿YnocreéisenÉl?—No,señora.—Puesoscompadezco.—Hehechocuantomehasidoposible;missermonesfuriososcontralosherejes,
la audacia demis ataques contra vuestro hijo, acabó por exaltarme, pero luego herecaídoenmisopor.
—¿Porqué?—preguntólareina.—Porque hallé aquella mujer y porque el amor que creía ya apagado se ha
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despertadomásviolentoquenunca.LosojosdeCatalinalanzaronunrayo.«Yaesmío»,—pensó.Transcurrieron algunos minutos en silencio, durante los cuales Catalina se
abstuvodehacerelmenorgesto,puescomprendíaquePanigarolaestabamuylejosyquelaimagendeAliciallenabatodosuser.
Substrayéndose a sus pensamientos, el monje fijó sobre la reina una miradainterrogativa.
—¿Queréissaberloquehevenidoahacer?—preguntóCatalina.—Tengo el deber de escuchar a Vuestra Majestad, pero no el derecho de
interrogar.—Puesbien,oscontestarécomosimehubieraispreguntado.Marqués,metraeun
casode conciencia.Tranquilizaos, novengoa confesarme, sin contarque, porotraparte, acabáis de declararme vuestra falta de creencias con una franqueza que osmandaríaderechitoalahoguerasiyonofueraCatalinadeMédicis.
Elmonjepermanecíaimpasible.—Quieroexponerosuncasodeconcienciaycreoque,comoyo,estáisinteresado
ensusolución.Decidme,marques,¿nocreéisqueoshabéisvengadobastanteyqueAliciahasufridoyasuficientemente?
Lamiradadelmonje,queestabafijaenelsuelo,selevantólentamenteparamirarconasombroalareina.
Catalinasonrió,observandoqueteníacogidoalmonje.—Mehablabais de una carta—continuó—,una carta que escribió al dictadoy
quemefueentregadaporvos.Quierodevolverlaalapobremuchacha,porquecreoqueyabasta.¿Yvosquéopináis?
—Soy de la misma opinión que Vuestra Majestad —dijo Panigarola con vozopaca.
«¡Ah!».—Pensólareina—.«¿Acasonomediceloquesiente?Perono,creoqueessincero».
Yenvozalta,añadió:—Mesatisfacemucholoquedecís,porque…yahedevueltolacartaaAlicia.PanigaroladijoentoncesconvozqueaCatalinalapareciódemasiadotranquila:—¿Demodoqueyaestálibre?Quierodecir,libredevos,señora.—Ydevos,reverendopadre.—Nuncalehedirigidolamenoramenaza.—Vamos,marqués,soisunniño.¿Esnecesariodecirosqueasistíalaescenadela
confesión de Alicia en Saint-Germain-L’Auxerrois, así como a la entrevista quetuvisteis con ella en su casa?Lo he visto y oído todo, y si no pormis ojos ymisoídos,porlomenosvaliéndomedelosdegentesquemepertenecen.SéqueamáisaAlicia y que renunciasteis a vuestra noble elegancia por el bajo oficio de impetraroracionesporlosdifuntosafindeirarondarporlasnochesalrededordesucasa.Os
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digo que la adoráis todavía, y todo lo que se os ha ocurrido para vengar vuestrapasiónhumilladaha sido encerraros en esta celda abominable y enterraros bajounhábito.
—¿Acaso os he dicho que no la amaba?—Exclamó elmonje—. ¡La amo!—continuó—.Y,noobstante,apesardeadorarla,sientoavecesprofundalástimaporaquellamujerqueseburlódemíyquemehizosufrir,peroquetambiénhasufridoyquetalvezsufremásqueyo.
—Os felicito,marqués—dijo la reina levantándose—.Alicia será feliz, puestoqueletenéislástima.Ynodeberátemermetampoco,puesnotengoelmenorinterésenatormentarla.Seráfeliz,puescompartirásudichaconelhombrequeama.
Panigarolaparecióhaberrecibidounadescargaeléctrica.«Parecequeestolehahechoimpresión»—sedijoCatalina.—¡Elhombrequeama!—murmuróPanigarola.—Sí, el señor conde de Marillac, amigo fiel del rey de Navarra. Este digno
hugonote se casará conAlicia en cuanto se haya celebrado la boda del Bearnés yluego se la llevará a su país. Como católicos y hugonotes se habrán jurado paz yamistad y habrá tranquilidad en el reino, nada turbará la perfecta felicidad de losjóvenesesposos.
Panigarola sufrió horrorosamente al oír las palabras de Catalina, pues si bienhabíasentidolástimadeAliciaydeseodeperdonarla,encambio,impulsadoporloscelos,odiabamortalmentealcondedeMarillac.
—¿Tambiéntenéislástimadeél?—PreguntóCatalina—.Osaseguroqueélnolatendríadevos.
Panigarola,entonces,sintióqueteníanecesidaddemataraMarillac,puesAlicianodebíaserdenadie.
—Bueno—dijoCatalina—.¿Quéqueréishacercontraél?—Nada—dijoelmonjerechinandolosdientes—.Perovoslopodéistodo.—Esverdad.Pero¿qué importaqueMarillacsecaseconAliciaysean losdos
felices?—¿Qué habéis venido a hacer? —Exclamó el monje—. Sois la reina más
poderosa de laCristiandad. Las instrucciones que he recibido deRoma os indicancomoladueñaabsolutadelosdestinosdelcatolicismo.Oshehabladosinrespetoapesardeservosreina,ycomojefedeloscatólicos,oshedichoquenotengofenicreencia, ¿por qué no me hacéis prender para dar con mi muerte ejemplo a losherejes?¿Porquémeescucháiscontantapaciencia?Señora,tenéisnecesidaddemípara llevar a cabounavenganzaque ignoro, pero, no importa,me entrego avosyconsiento en reaparecer en el mundo de los vivos por todo el tiempo que seanecesario y luego, cuando haya matado al hombre que Alicia ama, me podréiscondenaramuerte.
—Porfinveoquesoiseldesiempre—dijoCatalina—.Consientoenolvidartodoloquehabéisdicho.Hevenidoporque tengonecesidaddevosydevuestraayuda,
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porqueconocíavuestroodioporMarillac.—Hablad,hablad, señora.Si fueraisSatanás,osdiríaqueprefiero condenarmi
almaquesufrirlatorturadeloscelos.Libradmedeellos,señora,ytomadmialma.—Latomo—dijoCatalinaconapacibletono.Segurayadehaberconquistadoalmonje,continuódiciéndoletranquilamente:—Enunapalabra,¿quéqueréis?¿QuéAlicianosea lamujerdelúnicohombre
quehaamado,verdad?ParaelloqueréismataraestehombresinqueAliciasepaquesoisvossumatadorporqueamáisyesperáistodavía.Puesbien,todoestoesfácilSiqueréisprestarme,encambio,laayudaquehevenidoapediros.
—Estoypronto—dijoPanigarola.EntoncesCatalinacontinuóenvozbaja:—Escuchad: por vuestra elocuencia vehemente y ruda, habéis llegado a ser el
hombre capaz de trastornar París.Volved, pues, al púlpito, recorred las iglesias deParísyhabladcomolohacíaisantes.
—¿Quémeimportanahoralossermones?—¿Olvidáis,acaso,queMarillaceshugonote?—¿No habéis hecho la paz? ¿Acaso vuestra hija no se casa con Enrique de
Bearn?—Sí,peroalsiguientedíaMarillacsecasaconAlicia.Panigarolaexhalóunprofundosuspiro.—La paz se ha hecho —continuó Catalina sonriendo— y espero que seguirá
reinando. Pero entre tantos hugonotes, hay un centenar de malas cabezas que nopodrédominary,porlotanto,seráprecisohacerlosdesaparecer.¿Mecomprendéis?Un proceso es imposible, porque el de cien hugonotes sería motivo para nuevasguerras.En cambio, si un día el pueblomonta en cólera y losmata, y el rey y yodesaprobamos talmatanza, la pazqueda consolidadapara siempre. ¿Peroquéhacefalta?Sobreexcitarlaspasionesolassupersticionesdelpueblo;quitarleelbozalporundíayabriendolapuertadetalfieramostrarlesusvíctimas.Estopuedeconseguirlovuestra terrible elocuencia. Si queréis, los odios mal apagados se reavivarán. Sihabláis, Coligny, Teligny, Condé, Marillac y un centenar de hugonotes seránaplastados por la terrible fuerza del pueblo de París. Hablad, no escatiméis losataques. Acusad atrevidamente al rey por su complacencia, y yo os cubro conmiprotección.YdeestasuertepodréislibrarosdelamantedeAlicia.Veamos,contestad.¿Somosamigos?¿Puedocontarconvuestraayuda?
Élmonjenocontestóenseguida,pueslaproposiciónquelehacíanera,ensuma,la de decretar lamuerte de los hugonotes, desencadenar las pasiones de unpueblodevastadoryhacernacer a supaso los incendiosy correr ríosde sangre.EntoncespodríadeciraAlicia:
—Mirad,Parísarde,sevaaconvertirenunmontóndeescombros,todoporhaberqueridodesembarazarmedelhombrequeamáis.ParamataraMarillachedegolladoaParísentero.
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Panigarola,deliranteytrastornado,cogiólamanodeCatalina.—Mañana,señora,predicaréenSaint-Germain-L’Auxerrois.Catalinaahogóungritodeferozalegría.—Noosinquietéisdelresto—dijo—.Osaseguroquevanacumplirsemilagrosy
elprimeroesqueseréisamado.—¡Yo!—dijoconinauditoasombro.—Vos.Aliciaosamará, laconozco.Siahoradespreciavuestras lágrimas, luego
apareceréisasusojoscomoundiosllenodesangreyhorror.Estadpreparado.Echadelpuebloalacalle,nosotrosestaremosdispuestos.
—¿Dequémodo?—Unanocheseránmarcadaslascasasdelosciencondenadosyaldíasiguiente
arderándentrodesusmadrigueras.—¿Sabéisdóndehabitaél?—Tranquilizaos.Sucasaarderáantesqueninguna,puesColignyseráelprimero
enmorir.Todoestáprevisto,hastasehafijadoeldía.—¿Cuál?—Eldomingo24deagosto,díaconsagradoaSanBartolomé.—Idenpaz,señora—contestóelmonje—.Voyameditarloquediréalpueblode
París.Era tal la expresión del rostro de Panigarola, que Catalina creyó innecesario
hacerle nuevas recomendaciones. Se retiró, dijo algunas palabras al abad, queesperabaenelcorredor,sereunióenellocutorioalamujerquelahabíaacompañadoy con ella subió a la litera. Las cortinillas fueron cuidadosamente corridas y sedirigió,noalLouvre,sinohaciaelnuevohoteldelareina.
La joven que había acompañado a Catalina a aquella expedición, permanecíasilenciosa.
—¿Qué?—Dijodeprontolareinaconalegreexpresión—.¿Nomepreguntasloquehapasado?
LajovendejócaersuveloyaparecióelpálidosemblantedeAliciadeLux.—¡Señora! —murmuró—. ¿Cómo voy a atreverme a interrogar a Vuestra
Majestad?—¡Bah!Ya te lo permito. ¿No te atreves? Pues bien, voy a hacer como sime
hubierasinterrogado.Teperdona,Alicia.Éstaseestremeció.—Terepitoqueteperdona;todoestáolvidado.—Señora…—¡Ah, sí! La carta. ¿No es eso? Pues bien, se la he entregado, pues quiere
devolvértela personalmente; pero esto no es todo, quiere que seas completamentefeliz.Verásatuhijo,Alicia,ypodrásllevártelo.
Aliciapalidecióintensamente.—¡Ah,Diosmío!—Continuólareina—.Yanomeacordabadeello.Esnecesario
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queelcondeignorelaexistenciadeesteniño.Puesbien,nopodrásllevártelo.MientrasCatalina atormentaba a la joven con la ferocidad que la distinguía, el
monje atravesaba los corredores y las escaleras del convento para ir hacia losjardines. Y al verlo glacial e indiferente, hubiera sido imposible sospechar lospensamientosquecobijabasucerebro.
YahemosdichoquePanigarolagozabaenelconventodelamayorlibertad.Ibayvenía a su antojo y generalmente todos huían de él, pues lo temían y lo suponíandotadodegrandespoderessecretos.
Panigaroladirigióseaunrincóndeljardínqueerasuhabitualpaseoyendondehabíaunbancodepiedra.
Sentóseenélyapoyólacabezaenunamano.Enaquelmomentoerayacasidenoche.Depronto,Panigarolaobservóquealguiensesentabaasulado.Eraelabaddelconventodeloscarmelitas,personajeconsiderablequegozabadealtainfluenciayconsideradocomounsanto,nosóloporlacomunidadquedirigía,sinoporlamayorpartedelossacerdotesdeParís.
—¿Trabajáis, hermano? —Preguntó el abad—. Permaneced sentado, no oslevantéis.
—Monseñor—dijoPanigarola—,trabajaba,efectivamente.Preparounsermón.—Estodoloquequeríasaber.Continuad,continuad,hermano,yyoavisaréalos
curasyasusvicariosparaquevayanaoírosmañanaaSaint-Germain-L’Auxerrois.Almismo tiempo escribiré a Roma que los tiempos están cercanos. Dejad que oshagaunarecomendación,hermano.
—Laescucharéconreconocimiento,monseñor.—Osrecomiendoquevuestrosermóndemañanaseaclaro.Notendréisavuestros
habitualesoyentes,pues la iglesia estará llenade sacerdotes.Yaconocéis la escasainteligenciadenuestroscuras;setrata,porconsiguiente,deexplicarlesconclaridadsudebereinflamarlosdeaquelmismovalorquelosMacabeosofrecieronalmundocomoejemplo.Enunapalabra,miqueridohijo, pensadque lleváis a caboun actomeritorio.
—Vuestrareverenciapuedetranquilizarse—contestóPanigarola—.Harécuantopueda.
—Si así lo hacéis—dijo el abad levantándose— se cumplirán grandes cosas,porque nuestros clérigos y amigos están inflamados por el deseo de combatirnoblemente;bastaría laordenenel campoparaque todos corrierana las armas.Yvos,hijomío,soiseldesignadoparadarla.Recibidmibendición.
Panigarolaseinclinóyalerguirseadvirtióqueelabadsemarchaba.Entonces se encaminó hacia una parte del convento en que se alojaban cierto
númerodeempleadoslaicosyqueestabaseparadadelmonasteriopropiamentedichoporunmuroprovistodeunapuerta.Elmonjelafranqueó,atravesóunpatio,entróenunaconstrucciónaislada,y,porfin,enunapequeñaestanciaenquedormíaelniño.
Entoncesseinclinósobrelacamitaycontemplóalniñodurantelargorato.Porfin
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sedejócaerderodillasyocultandolacaraentrelasmanos,murmuróatravésdelossollozos:
—¡Oh, hijomío! ¡Si por lomenos ella te amara! ¡Si pudieras conquistarme suamor!
ElpequeñoJacoboClementedormíaconinocentesueño;ysurespiraciónregularsalíaporentresuslabios,queentreabríaunasonrisa.
*****
Aldíasiguiente,porlatarde,elreverendoPanigarolapredicóenSaint-Germain-L’Auxerrois.Asistieron a aquel sermón el arzobispo de París, los obisposVigor ySorbindeSainteFoi,predicadorordinariodelrey,elcanónigoVillemurpresidiendoel capítulo de su iglesia, los curas, decanos y vicarios de todas las parroquias, demodo que casi tresmil sacerdotes llenaban la vasta nave. Las puertas habían sidocerradasysóloseadmitieronunaveintenadelaicosentreloscualesestabanelduquedeGuisa, elmariscal deTavannes, el canciller deBirague, el duque deNevers, elmariscal deDamville, el preboste Charron, Crucé el orfebre, el libreroKervier, elcarniceroPezouyelpoetaDorat.
Además,algunoscapitanesdemiliciasburguesasestabanalladodelaspuertasypudieronoírelsermón.
Eldiscursodelreverendofueescuchadoconelmayorsilencio.Únicamente cuando lo hubo terminado, un estremecimiento recorrió aquella
asamblea,sobretodoentreloscuras.Luegotodoelmundosalióalexterior.Entonces,unamujerquehabíapermanecidoocultaenunconfesonarioyque lo
había visto y oído todo, se levantó a su vez y salió. En la puerta halló algunosgentilhombresqueescoltaronsuliterahastaelhoteldelareina,pues,enefecto,eraCatalinadeMédicis.
Ésta,alterminarelsermón,dirigióunamiradaalduquedeGuisa,murmurando:«Señores de Lorena, exterminadme a los hugonotes. No tendría nada de
particularqueduranteeltumultoalgunosbuenosarcabuceroshugonotesuotrosmedesembarazarandevosotrosalmismotiempo.ElreinopurificadodeloshugonotesporlosGuisaydeéstosporloshugonotes.Heaquíelmejorhechodemivida.Encuanto al rey», —se dijo sonriendo— «no hay necesidad de matarlo, porque semuere.¡Oh,Enriquemío!Reinarássindisputabajolaégidadetubuenamadre».
Aldíasiguientedeaquellatardememorable,estallaronsimultáneamentefuriosaspredicacionesen todas las iglesiasdeParís,yaconsecuenciadeellas,elpuebloseechóalacalleprofiriendoamenazaseimprecacionescontraloshugonotes.
Estos concibieron alguna inquietud al observar cómo retoñaban los odios quecreíanmuertos,perocomocadadíaelreylosinvitabaasujuegodepelotayparecíanopoderpasarsesinlacompañíadeColigny,y,enunapalabra,ibasiemprerodeadodehugonotes,talesinquietudesacabaronporatenuarse.
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Porotraparte,todoslosánimosestabanpreocupadosporlapróximacelebracióndelcasamientoentreEnriquedeBearnyMargarita.
Únicamentealgunos,unpocodesconfiados,quisieronverunamisteriosarelaciónentrelamuerterepentinadeJuanadeAlbretylossentimientosdehostilidadquesedesencadenabanenelpueblodeParís.
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IX-Enquetodoelmundoesfeliz
HALLEGADOELMOMENTOenque,asemejanzadelviajeroquesubeunacuestamuyempinada, debemos rogar al lector que recobre el aliento con nosotros y examinedesde lo alto el conjunto de la situación. Podríamos compararnos también a unajedrecistaqueenelmomentodeponerenmovimientoa lospeonesuotraspiezasqueleharánganaroperderlapartida,examinacuidadosamentelaposicióndecadaunadeellas.
Así, pues, se precisa dirigir una mirada general sobre la situación de nuestrospersonajes,peroantesnospermitiremoshacerunaobservaciónaloslectores.
Este relato está íntimamente ligado a una catástrofe histórica: hemos usado denuestrosderechosdeimaginar,noparainventar,sinoparareconstruirloshechosylospersonajesporlosdatosqueacercadeellosnosofrecenlosdocumentosdelaépoca.
Dichoesto,volvamosalacimadenuestramontañayexaminemoslasituaciónavista de pájaro. Empecemos por Catalina de Médicis, que es la verdaderaprotagonista de este drama. La reina, gracias a una lenta maniobra, se halla envísperas de que ocurra un doble suceso que debe, según ella, acarrear laexterminacióndeloshugonotesylamuertedesuhijoDiosdado.
Catalinanopreparódurantemucho tiempoestamatanza,pues, comoyahemosvisto,eraenelfondoescépticaenreligiónynadalehubieraimportadooírlamisaenfrancés,perohabíasedesarrolladounaterriblerivalidadentreellayJuanadeAlbret.Hastalamuertedeestaúltima,CatalinacreyófirmementequeambicionabaeltronodeFrancia.Sesirviódelosodiosreligiosos,perocasinointervinoenprovocarlos.Alprincipio no pensó más que en desembarazarse de su rival, pero en cuanto loshugonotes estuvieron enParís y ella los tuvo en su poder, se preguntó si no habíallegadolaocasióndeexterminarlosdeunavez.
Se preparaba, pues, la destrucción sin que estuviera definitivamente resuelta.CatalinatemíaqueloshugonotesfuesencapacesdesostenerlaspretensionesquesefigurabateníaEnriquedeBearn.
TemíaalosGuisa,aquienescreíatambiénambiciososdelpoderíoreal.Y por fin, estando en correspondencia constante con Roma, sufría, tal vez sin
darsecuenta,lapresióndelSantoOficioInquisitorial.Hacer exterminar a los hugonotes por los Guisa y a éstos por los hugonotes,
asegurar ladesaparicióndesuhijo,elcondedeMarillac,yobtenerparasiempreeldecididoapoyodeRoma,talerasuproyecto,enlíneasgenerales.Elresultadodelavictoria era colocar en el trono al duque de Anjou, pues daba por descontada lamuertedeCarlos IX, y entoncespodríagobernar en realidad, ennombrede suhijopreferido.
Estabaapuntoderecoger losfrutosde tan laboriosacombinación:porAliciayPanigarola, teníasujetoaMarillac;Carlos IX,asustado, temblorosoypersuadidode
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queloshugonotesconspirabanparadarlemuerte,seconvertíaendócil instrumentodelosplanesdesumadre;porsuparte, losGuisaestabandispuestosaecharsealacalleempuñandolaantorchaylaespada.
Porestas razones,Catalinaestabamás tranquilayeramás felizquenunca.Susimpaciencias habían cesado y esperaba tranquilamente la llegada de la ocasióndeseada.
SidelareinapasamosalcondedeMarillac,vemosqueésteacabaderecibireldoblegolpedeunafelicidadimprevista.Elpobrejovensefigurabahaberconmovido,por fin, el corazón de sumadre, yCatalina lo distraía con la semiconfesión de sumaternidad. Por otra parte, el conde había recobrado todo su tranquilo amor paraAlicia. Las sospechas vagas e imprecisas que pudo concebir, se desvanecieron alsoplodeCatalina.NocesóunmomentoenadoraraAliciadeLux,peroahoraestabasegurodeella,y,además,seacercabalafechadesucasamiento.¿QuéharíaLuego?¿SequedaríaenlacortedeFranciacomodeseaba?¿Obiensemarcharíaalextranjerocomolopedíasuprometida?Nolosabíaaún.LociertoesqueAliciaerapura,queloamaba,yantelafelicidad,elrestoimportabapoco.Noobstante,ungranpesarvinoaturbarsufelicidad: lamuertedeJuanadeAlbret,esdecir, lapersonaaquienhastaentonces había venerado, pero aun este pesar se mitigaba notablemente cuandoMarillacpensabaquehabíahalladounamadreyunaprometida.
Estetambiénerafeliz.EncuantoaAliciadeLux,lamuertedeJuanadeAlbretleahorrólamásdolorosa
preocupación,puesúnicamente la reinadeNavarrapodía tener interésen separarladelcondeytansóloellapodíadenunciarla.Unavezlareinamuerta,Aliciarespiró.
Lapobretambiénestabapersuadidadeque,despuésdetantastempestades,habíallegadoalpuertodefelicidadconquistadocontantapena.
CarlosIXesperabasinimpacienciaelgransucesoqueleprometíasumadre.Nosabía exactamente lo que iba a suceder, pero creía que tal acontecimiento debíaconsolidar su trono. Imaginábase queya nohabríamás intrigas, preocupaciones niguerras;quepodríacorrerporlosbosques,dedicarsealacazasinpreguntarseacadamomentosiunodesuscompañerosnolomataríadeuntiro;podríaestudiarnuevosairesdecaza,yenfin,vivirasuantojo.
Entoncessefigurabaquelasespantosascrisisquealamenoremociónlosumíanendeliriostanprontofuriososcomodesesperados,noserenovaríanmás.Reinaríasinenemigos y emplearía el resto de su vida en rodearse de las comodidades que unpuebloenteropodíaofrecerleen riquezas,genio,cienciayarte.Rodeadodepoetasporque le gustaban los versos buenos; de cinceladores y de orfebres, pues eraaficionadoalostrabajossobremetales;decazadores,pueserafelizcorriendoalairelibre,descansaríadeloshierrosartísticosconlacaza,deéstaescribiendopoesías,delaliteraturatocandoelcuerno,yasíseprometíaserperfectamentefeliz.Yanohabríamásdisputasdehugonotesocatólicos;nolorodearíanhombresdearmasynohabríamásamenazasnisederramaríamássangre.
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PodríairvestidodeburguésyrecorrersololaciudaddeParís;detenersedevezencuandoenalgunahostería,y,porfin,irseacasadeMaríaTouchet,alaqueamabasinapasionamiento,peroconprofundaternura.Heaquíloquesoñabaaquelniñodeveinte años; por lo demás, tenía sus consejeros, sus parlamentos, sus cancillerías ysusministrosqueseocuparíanenlaadministracióndesureino.
Heaquí loquelehabíanprometidoyloqueesperaba,sinforjarse,noobstante,grandesilusiones,puescreíaquenoeraverdadtantabelleza.Pero,enfin,sumadreeratanenérgicaensuspromesasquenodudabaquehubierarealmentealgúnsucesopróximo.ElgranreyCarlosIXesperabalafelicidad.
Precisamenteenaquelperíodoestabasiempresonriente.Sonreíaaloscatólicos,aloshugonotes, a sumadre, a suhermanod’Anjou, aquiendetestaba, aEnriquedeBearn,aquientemía,aColigny,quequeríaasesinarlo,segúnloqueCatalinalehabíadicho.Carloserafelizporanticipadoysussonrisassinceras.Teníabuensemblante,esdecir,queenvezdeestarlívidocomodecostumbre,sóloestabapálido.
Parecía quehubiera en sus ojos cierto orgullo que asombraba a sus cortesanos,inquietaba a Guisa y hacía reflexionar a Catalina. Todos, en el Louvre, sepreguntabanporquéCarlosestabatanorgullosoyporquéseatusabaelbigoteconaireconquistador.
Lacausadeello,eraunacircunstanciaquetodalacorteignoraba.MaríaTouchethabíadadoaluzunrobustoniño.CarlosIXerapadre.OtroValois
habíallegadoalmundo,yelreypensabaeneltítuloquepodríaconferirle.María Touchet, que amaba al rey y que no gustaba de grandezas, soñaba una
existencia dulce y sencilla en que su Carlos no fuera rey, sino simplemente unburgués acomodado. Por esta razón suplicó a su real amante que ni hiciera ladesgraciadelniñomarcándolo,pordecirloasí,conuntítuloquemástardeledaríaacomprendersunacimiento,despertandoenélfunestasambiciones,peroelreysonrió.Quería que el hijo de su amor se aproximara lo más posible al pueblo. Queríaocuparseenaquelhijo,yparaelloeraprecisoqueserealizaraporfinlaeradepazprofetizadaporsumadre.
ExaminemoslaviviendadeMaríaTouchet.Éstaeraunahijadelpueblocontodassusdelicadezas.Enlasombríatragediaquesedesarrollóaquelañodegraciade1572,es la única figura que el historiador puede evocar con gusto, pensando que lahumanidad de aquella época no fue una excepción de espanto y horror, pues entretalesdemoniossehallabantambiénángelescomoella.
Sipenetramosensucasa,lahallaremosinclinadasobrelacunadesuhijo,puesnovivemásqueparaél.
¡Quécalmaenaquellacasa,quéaseoyquémodestianoexentadecoquetería!Losmueblesdeldormitorioerandenogalyenlacunitaestabaelpequeñoduque
deAngulema.Encimade su cuna se veía, colgado en la pared, un buen retrato deCarlos IX vestido de burgués. El rey sonreía en su cuadro yMaría le sonreía a él
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cuando,desviandolamiradadelacunadelniño,ladirigióalretratodelpadre.Panigarola,ensuconvento,meditabaladestruccióndeloshugonotesylamuerte
desurivalMarillac.Elfraileincréduloresultauntipoextraño,puesimpulsadoporelodioyelamor,sehabíaconvertidoenterribleinstrumentodelaSantaInquisición.
Sufogosaelocuencia,decuplicadaporlapasiónquelodominaba,lanzabadesdelo alto del púlpito oleadas de odio, y mientras tronaba contra los hugonotes, nopensabamásqueenuno,enMarillac.SeacercabalahoraenqueelrivalsucumbiríayAlicia,porfin, leperteneceríapurificadayregeneradapor lasangredeunavastahecatombe.Ypensandoestascosaserafeliz.
El duque de Guisa se preparaba para el golpe de mano. Su plan eraextraordinariamentesencillo:elreyparecíaresistiralmovimientodefeapostólicayromanaquequeríasalvar la Iglesiaexterminandoalmismotiempo laReforma.TalmovimientodebíaoriginaralgunagigantescabatallaenlascallesdeParís.
Entonces él, Guisa, acusaría formalmente a Carlos IX de connivencia con loshugonotes; se haría nombrar capitán general del ejército católico, y cuando losarroyosdelascallessetransformaranenríosdesangre,ycuandoelpuebloestuvieradesencadenado,marcharíacontraelLouvreydestronaríaalreyimpopular,alreydelos hugonotes; el mariscal Tavannes estaba con él; Damville le ofrecía tres milcaballerosquesehallabanencaminoycuatromilarcabuceros.Guitalens,gobernadorde laBastilla,preparabayasumazmorramásseguraparaencerraraCarlos IX…ycuandoelreyquisieradefenderseiríaadetenerloCosseins.
EntoncesGuisaharíacesar lamatanza,con locualsegranjearíaelamorde loscatólicosaquieneshabríaazuzadoyeldeloshugonotesquesesalvaran.
YcomoFrancianopodíavivirsinmonarquía,y,porotraparte,sutío,elcardenalde Lorena, había establecido de un modo indudable la genealogía que lo haríadescenderdeCarlomagno,EnriquedeGuisaseríarey…
Todoestabapreparado;sólofaltabaesperarelmomentopropicio.Elmariscal deDamville sepreparaba también.Del fondode sugobiernohacía
llegar tropas numerosas: cerca de sietemil hombres que ofreciera aGuisa para ladeposicióndeCarlosIX,ygraciasasuastuciatalestropassehabíanpuestoencaminopordeseoexpresodelrey.
DamvillehabíasolicitadoyobtenidounpuestoenelejércitoqueColignydebíaconduciralosPaísesBajos,contraEspaña,representadaporelduquedeAlba.Yelrey,alprincipiosincero,perocuyasideasfueronluegotrastornadasporsumadre,elrey,repetimos,quedeseabalamuertedeColigny,tratabadehacerlecreertodavíaquelaexpedicióntendríalugar.Damvilleasistiría,pues,alamatanzaenParísyprestaríasuayudaaEnriquedeGuisa.
Siéstehallabalamuerte,DamvilletrataríadereemplazarloaudazmenteysoñabaconllegaralLouvrecubiertodesangre,arrancaraCarloslacoronayceñirlaensuspropiassienes.
Si,porelcontrario,Guisavivíayobteníaéxito,Damvillesecontentaríaconserel
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principalpersonajedelreinodespuésdelrey.Seleconcederíaunvirreinatodetodaslas comarcasmás alládelLoirey sería condestabley tenientegeneral de todas lastropas.Además, leseríanentregadosdosmillonesde libras.Pero loquesobre tododeseabaDamvilleeraaniquilarasuhermano.
En efecto, Damville odiaba tanto a su hermano que hubiera dado todos sushonoresyriquezasporverlosufrir.Peroporfinibaallegarlaocasión.Damvillesehabía reservado el ataque del hotel de Montmorency, en que viviera su padre, eintentabareducirloacenizasdespuésdehaberapresadoasuhermano,aquiendaríamuerteconsusenemigos.LuegosellevaríaaJuanadePiennesasuvirreinato.
Véase,pues,queMontmorencyestabacomprendidoenlamatanzaapesardenoserhugonote,sibien,encambio,erasospechoso.
Elpartidomoderadoquequeríalapaz,loconsiderabasujefenatural,y,además,¿habíanecesidaddeserhugonoteparaversecondenado?¿Acasonoeradignadeserquemadacualquiercasaenlaquesepudierarobaralgo?
Lahistoria nosdicequeMontmorency fue comprendido en lamatanza, porqueerajefedelosPolíticos,perolahistoriaesunacharlatanamuyfrívolaysuperficial.NosotrosafirmamosqueMontmorencyfuecondenadoporquedebíasatisfacerseenélunodio.Damville,pues,enaquelperíodoquetrataremosdehistoriar,esperabaquesuodioysuamorrecibiríansatisfaccióndelmismogolpe.Entretantonodescuidabaninguna precaución y por medio de Gilito consiguió introducirse en el hotel deMontmorencyysabíadeestemodoloquehacíaypensabasuhermano,cosaquelepermitíatomarlasmedidasconvenientes.
Gilitoespiabaactivamente,perohabíaunacosadelaquenopodíainformarasutíopor la razóndequeno lahabía averiguado.Yaquella cosaque tal vezhubieratrastornado completamente los planes de Damville, era que la desgraciada Juanaestabaloca.
PenetremosahoraenelhoteldeMontmorency.Allíestáncincopersonajesquenosinteresanyqueesperamostambiéninteresen
allector.Pordepronto,nuestrosdoshéroesenamorados:elcaballerodePardaillányLuisa
dePiennesdeMontmorency.Después de haberse confesado su amor, apenas se hablaban. ¿Acaso había
necesidad de ello? No había un solo pensamiento del caballero que no estuvieraconsagradoaLuisayniunlatidodelcorazóndeéstaquenofueseparaelcaballero.Los dos lo comprendían así, y aun cuando se dijeran cosas insignificantes, todoproclamabasuamor.Niunoniotroparecíandarsecuentadelaespantosatempestadque se cernía sobre sus cabezas. En cuanto a Luisa,moriría sin percatarse de ellomientrasélestuvieraasulado.¿Yquépeligropodíaexistirestandoélallí?Lajovennoteníaconfianza,sinoqueeralaconfianzapersonificada.
Encuantoalcaballero,segurodelamordeLuisanocreíadebertemernadadela
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fortunaadversa,pero,sinembargo,noestabaaúnsegurodepodercasarseconella.ElmariscaldeMontmorencyhabíadeclaradoquelajovenestabadestinadaalcondedeMargency.ElcaballerodePardaillánnoconocíaaesteconde,peroharía loposibleparaencontrarloydisputarlesuprometida,espadaenmano.
Entre tantovivía feliz,sibienconstantementealerta…Cuandopensabaenello,hallaba muy natural que Luisa lo amara; las cosas debían ser así… En otrosmomentos,porelcontrario,seasombrabadeseramadoporlajoven.
Todoellono le impedíabuscaractivamentedoscosas.Laprimera,elmediodesalvardefinitivamenteaLuisa, esdecir, sacarladeParís;y la segunda, saberquiéneraelcondedeMargency,destinadoporelmariscalaesposodeLuisa.
Mientras tanto el viejoPardaillán estaba al acecho.Hacíamaniobrar aGilito yformabaunplanquenotardaremosenverdesarrolladoantenosotros.Elviejozorroestabainquieto,puesolfateabavagamentealgúnpeligro.Enelfondoconfiabaensuastucia,peroyaloveremosenlaacción.
LapobreJuanaestabalocayeratalvezlamásfelizdetodos,puessulocuralatransportó a los hermosos días de su primera juventud. Se figuraba estar enMargency.Porunfenómenobastanteraro,sehabíarestablecidoenteramentesusaludfísica.Losataquesdeahogohabíandesaparecido;elcorazónlatíaconnormalidad.
Elmariscal deMontmorency, alejado de los hugonotes por haber renunciado aasociarsealaempresadeEnriquedeBearncuandolapaznoestabahecha,era,porotraparte,odiadodelacorte,queloacusabadebenevolenciahacialoshugonotes:lospartidos políticos no comprendían la independencia de un hombre influyente, pueseraprecisoponertalinfluenciaalserviciodeunouotro.
Pero Francisco deMontmorency no buscaba la estima ni la admiración de susconciudadanos,por lasencillarazóndequenolosestimabani losadmiraba.Habíavisto demasiadas ambiciones alrededor del trono, demasiados pensamientoscriminales,hipocresíasysentimientosdeferocidad:nosoñabamásqueenretirarseasucastillo.
Heaquí,pues,deunmodogeneral,cuáleralaposicióndetodoslospersonajesprincipales.
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X-EntrevistadeDamvilleyPardaillán
LLEVAREMOS AHORA a nuestros lectores al hotel deMontmorency. Era una cálidatardedelosprimerosdíasdeagostoyPardaillán,enlahabitaciónqueocupabaenelhotel,acababadevestirseyarmarse,silbando,almismotiempo,unairedecaza.
Esto es decir que se ponía la casaca de cuero, ceñía su larga espada, no sinasegurarsequelapuntasehallabaenbuenestado.Además,seproveíadeunacortadaga,regalodeMontmorency,quellevabalamarcadelasfábricasdeMilán.
—¡PorBarrabás!—dijogruñendo—.Meahogodentrodeestacoraza,másesperoquedentrodepocopodréquitármela.
EranentonceslasnuevedelanocheylassombrashabíaninvadidoyaParís.Cuando estuvo pronto, el aventurero se dejó caer en un sillón y cruzando las
piernassepusoareflexionar:—¿Avisaré al caballero?Sí.No, a femía, querría ir conmigo, y como siempre
haceloquequiere…prefieroirsoloatrataresteasunto.—Puedesucederunadeestasdoscosas:omiantiguoseñorestarásólocomome
haaseguradoesteanimaldeGilito,yentoncesnotengonecesidaddeayudaalguna,obiencaigoenunaemboscadayesinútilqueelcaballeromueraconmigo.Bueno,¿ysimematan?Megustaríaverantesamihijo.Perobienpensado,¿paraqué?
Pardailláncontinuóreflexionandohastaquedieronlasdiez.Entonces bajó sin hacer ruido, se dio a conocer al suizo y salió del hotel
diciéndole que volvería a hora muy avanzada de la noche, porque lo esperaba suamante,alaquenohabíavistodesdemuchotiempoatrásyerafácilqueloretuvierabastante rato; que si no volvía aquella noche ni al día siguiente, sería que habríaemprendidounviaje.
Pardaillán se alejó entonces. Bajó sin apresurarse hasta el Sena, y después dehaberloatravesadosedirigióhaciaelTemple,ycercadelasoncellegóporúltimoalhoteldeMesmes.
Ajuzgarporlafachada, loshabitantesdelhoteldormían,sindudaalguna,puesningunaluzsefiltrabaatravésdelasventanas.
Pardaillán dio la vuelta al hotel. En la parte posterior, como ya saben nuestroslectores,habíaunjardíncercadoporunmuro,cosaquedabaentoncesaltaideadelariquezadesudueño,porquelosjardinesdeaquellaépocaestabancercadostansóloporsetosvivos.
El aventurero escaló elmuro con aquella agilidad que era la admiración de suhijo,yunavezquehubollegadoalapuertadelacocinaquedabaaljardín,tratódeabrirloscerrojosconsudaga.Realizóestetrabajosinruido,yalcabodeunahora,oseaalasdoce,Pardaillánpudoabrirlapuerta.
Uninstantedespuéssehallabaenelinteriordelhotel.Mientrasvivióenél,habíatenidoocasióndeestudiarelterreno,demodoquepodíaaventurarseporallíconlos
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ojoscerrados.Atravesóelvestíbulodelacocina,seaventuróporelcorredorenqueestaba la puerta de la bodega, de desagradable memoria, y sonrió al recordar labatallasostenidaallí.
Llegandoalaparteanteriordelhotel,empezóasubirunalargaescalerayllegóalprimerpiso.Luego,siguiendoelcorredor,sedetuvoanteunapuerta:allíempezabanlashabitacionesparticularesdelduquedeDamville.
—¿Estaráahí?¿Estarásolo?El aventurero se hizo estas preguntas con la mayor tranquilidad, aun cuando
comprendíaquesuvidapendíaentoncesdeunhilo.—Bueno—dijo—,yaloveremos.Yalargólamanoparaversilapuertaestabacerrada.En aquelmismo instante se abrió y apareció el mariscal de Damville con una
antorchaenlamano.—¡Caramba! —Dijo tranquilamente el mariscal—, ¡mi querido señor de
Pardaillán!¿Mebuscáis?Servíosentrar.Yotambiénqueríahablaros.Pardaillánestabaaterrado,puespordueñodesímismoqueseaunhombre,siente
gransobresaltoalsersorprendidoporelenemigoquequeríasorprender.Sinembargo,graciasaunenérgicoesfuerzodevoluntad,elaventureroserepuso
prontamente;dirigiórápidamiradaalinteriordelaestanciaparaasegurarsedequeelmariscalestabasoloysaludandograciosamente,contestó:
—A fe mía, monseñor, acepto con gusto esta invitación, pues tengo cosasurgentesquedeciros.
—Dehabersabidoquemebuscabais—repusoDamville—oshabríaevitadoeltrabajodedescerrajarmispuertas.Sientoqueoshayáismolestadotanto.
—Soismuyamable,monseñor.Osaseguroquenomehacostadoningúntrabajo.—Claro,lacostumbre.—¿Qué queréis, señor? Se descerraja lo que se puede, unos cerraduras y otros
corazoneshumanos.—Entrad,oslosuplico.Dejadmecumplirconvoslosdeberesdelahospitalidad.Pardaillánnovacilóyentró.Elmariscal,actoseguido,cerrólapuerta.Halláronseentoncesenunavastaantecámaraenlaqueseabríandospuertas:una
deellasdabaaunaespeciedesalónquenoeraeldehonordelhotel,sinounasalitaíntima reservada a los amigos del mariscal. Este hizo entrar allí a Pardaillán, ydespués de haber dejado la antorcha en la chimenea, señaló un sillón a suextraordinariavisitaysesentóasuvez.
—¿Así,pues—dijoPardaillánsentándose—,meesperabais,monseñor?—SeñordePardaillán,osesperabasinesperaros.Siempreseesperaaunhombre
comovos.En la situaciónqueocupamosunocon respectoaotro,nohecesadodepensarquetendríais,tardeotemprano,eldeseodeverme.
—Confesadme,monseñor, que os habían anunciadomi visita—dijo Pardaillán
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pensandoenGilito.—Esverdad—contestóDamville.—Yaquesoisfranco,¿nopodríaisindicarmequiénoshaavisado?—Nohayinconveniente.Unodemisoficialesaquienconocéisbienyporelque
profesáisvivaamistad.ElbuenOrthés.—¿ElseñorvizcondedeAspremont?—Elmismo.Sileprofesáisamistad,él,encambio,sienteporvostalafecto,que
buscatodaslasocasionesparaveros,aunquesóloseauninstante.Creoquetienealgomuyinteresantequedeciros.
—Loescucharégustoso,monseñor.Hay, en efecto, una conversación entabladaentreestedignogentilhombreyyo,yseránecesariodecidircuálde losdosdice laúltimapalabra.Perodignaoscontinuar,monseñor.Decíais…
—Os decía, mi querido señor, que vuestro excelente amigo Orthés, con laesperanza de estrecharos entre sus brazos, no deja de rondar por el hotel deMontmorency.
«¡Ah!».—PensóPardaillán—.«NoesGilito».—Estanoche,pues,oshaseguido,ycomovioqueescalabaislacercadeljardín,
mientrasosentreteníaisendescerrajar lapuertade lacocina,él entrópor lapuertaprincipalymeavisóvuestravisita.Yoestabaapuntodeacostarme,peroparatenerelplacer de veros, resolví dejarlo paramás tarde, y realmente he tenido el honor derecibirvuestravisita.
—Sí ya estoy aquí —dijo Pardaillán—, pero ya que lleváis vuestracondescendenciahasta talpunto,monseñor,quisiera tratarconvosdeunacuestión.¿Melopermitís?
—¡Cómono!Diezcuestionessiqueréis,puestenéisderechoinclusoalacuestióndeltormento.
El aventurero palideció. ¿Acaso iba a entregarlo al verdugo? Eso parecíadesprenderse de la irónica contestación de Damville, pero poniendo buena cara,añadió:
—Sóloqueríapreguntaros,monseñor,siestáissoloypuedohablarconvosconelcorazónenlamano.
—Señor de Pardaillán, podéis decirme lo que queráis y descargar vuestrocorazón.Encuantoaestarsolo,yacomprendéisquetalcosaseríainjuriaros.Nuncahabráamialrededorbastantesvalientesoficialesparahonraraunhombrecomovos.Porotraparte,vedvosmismo.
Diciendo estas palabras, el mariscal se levantó. En aquella sala se abrían trespuertas:unaporlacualhabíaentradoPardaillán;lasegundaquedabaaldormitorio,ylaterceraaungabinetedearmas.
Damville abrió la primera y Pardaillán divisó doce guardias en dos filas yarmadosdealabardas.
El aventurero meneó la cabeza y Damville cerró la puerta. Luego dirigióse
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tranquilamentealasegunda,quetambiénabrió,yentoncesaparecieronaPardaillánunaquincenadegentilhombres,todosespadaenmano.
—Buenasnoches,señores—dijoelaventurerosaludando.Losgentilhombrespermanecieroninmóvilesymudos.Inmediatamentedesapareció lasegundavisiónporqueelmariscalcerró también
lapuerta.Fueentoncesaabrir la tercerayaquellavezaparecieronseisarcabucerosprontosadispararsusarmas,ydetrásdeellosOrthésdispuestoaordenarladescarga.
Unavezcerradalatercerapuerta,elmariscalfueasentarseasusillón.«Mehancogido»,—sedijoPardaillánestremeciéndose.Perotalvezentoncesatravesósucerebrounaidealuminosa,porqueelmariscal,
alsentarse,loviosonreír.YaquellasonrisadisgustóaDamville,queesperabaverasuenemigopálidoytembloroso.
—Hablemosahora—dijoelmariscal frunciendo las cejas—.Miquerido señor,veníaisconlaintencióndeasesinarme.
—Deningúnmodo,monseñor.Vine amataros, es verdad, pero en un combateleal.Creíahaberosencontradodormido.Entoncesoshabríadespertadoyrogadoqueosvistierais,diciéndoos:
«Monseñor,molestáisextraordinariamenteaalgunaspersonashonradasquenodeseanmásquevivirfelicesytranquilasyaquieneshabéisjuradomatar.Yahabéishecho bastante mal en vuestra vida. Y quiero haceros un señalado servicioimpidiéndoos que sigáis perjudicando a nadie. Tenéis vuestra espada y yo lamía.Defendeosbien,porquetengolapretensióndenosalirdeaquísinhaberosmuerto».
He aquí lo que os hubiera dicho, monseñor, y lo que estoy pronto a repetir.AbriréisestastrespuertasyasíhabránumerosostestigosparaafirmarquemonseñorEnriquedeMontmorency,mariscal,duquedeDamville,noha sidoasesinado, sinomuertolegalmenteporlagraciadeDiosydemiespada.
El mariscal era una fiera, pero tenía el culto del valor. La actitud apacible yburlonadePardaillán;lasonrisaqueanimabasurostroysuperfectatranquilidadencircunstanciatanterrible,hicieronsobreélimpresiónprofundaynopudomenosquedirigirunamiradadeadmiraciónhaciaelhombreque,rodeadodeespadas,alabardasyarcabuces,osabaemplearaquellenguaje.
—Señor de Pardaillán—dijo—, no habéis previsto el caso en que yo os dieramuerte.
—Era imposible,monseñor, porque yo tenía todas las ventajas.Noos diré quevuestracausaesmalaylamíajusta,porque,enestemomento,soylapruebavivientede que las buenas causas no triunfan siempre, pero sí diré que en el oficio de lasarmas,elmásaudazeselqueobtienelavictoriayestoysegurodesermásaudazquevos.
—Sea, pero tampoco habéis previsto el caso de yome negara a concederos elhonordebatirmeconvos.
—Sobre esto ya nos explicamos en Pont-de-Cé, monseñor; creo haberos
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demostradoquemiespadavale,porlomenos,tantocomolavuestra.Elmariscalselevantópensativoydioalgunospasosporlasalanosinvigilarcon
elrabillodelojolasmanosdesuadversario.PeroPardaillán,tranquilamentesentadoenelsillón,lomirabaconairebonachón,
que pareció almariscal exceso de intrepidez. Se apoyó en la alta chimenea y dijolentamente:
—Señor de Pardaillán: siempre he tenido por vos gran estima, como os heprobadoendiversasocasionesyosloprueboahoratodavíaconmimoderación.Siyohicierauna seña, caeríaismuertoenel acto,puesyahabéisvistoquemishombresestán ahí esperando. Podría hacer más: podría haceros prender y transportar a laBastilla,que,comosabéis,estáacargodeunodemisamigos,elcual,obedeciendoamirecomendación,osmataríatanseguramentecomopodríanhacerlolasalabardasylos arcabuces, con la única diferencia de quemoriríais torturado y vuestra agoníapodría durar muchas horas y aún muchos días. Estaría, por consiguiente, en miderecho si daba la orden de entregaros al verdugo, pues paramí sois un enemigo.Hace años me traicionasteis en Margency; hicimos un trato en Pont-de-Cé; osperdonévuestratraiciónyosadmitíenmicasa;formabaispartedemisamigos;perode nuevome hicisteis traición, comoya sabéis. Pormilagro escapasteis ami justavenganza y luego os pasasteis al campo enemigo. Os colmé de beneficios; noconocíais ami hermano, pero a pesar de ello, lo servís ahora y en cambio queréisasesinarme.¿Quécontestáis?
—Que no os he hecho traición, monseñor. Que estaba decidido a ser vuestroauxiliar leal en una empresa grandiosa y no quise ser cómplice en una empresainfame.YoeracapazdeentrarenelLouvreydeteneralreyconmispropiasmanos;capaz,simelohubieraisordenado,deapoderarmedelacoronaytraérosla;capazderesistirenelcampodebatallaalejércitoreal,simehubieraisconfiadoelmandodelpuñadodehombresdequedisponéis.Peronoeranisoycapazdeserverdugodeunamujer.Hubierais hechomejor en preguntarme si estaba dispuesto a ello.Quisisteishacerdemíelespíademihijoyelcarcelerodelaqueamayosequivocasteis.Porlodemás,yasabéisquenooshehechotraición.Silohubieraqueridoyganaralmismotiempounafortunainmensa;sihubieradeseadomandarosaMontfauconyganarconmiignominiavuestraspropiasriquezas,mebastabapresentarmealreyydecirlequequeréismatarloparacoronaralduquedeGuisa.Misilencioenesteasuntoosprueba,monseñor,queporvuestraculpaoshabéisseparadodeunhombrecapazdeguardarunsecretoimportante,cosaqueosaseguronoesmuycorriente.
El mariscal había palidecido intensamente. Un temblor convulsivo agitó susmanos,yapesardetenerensupoderalaventurero,lepreguntóconvozsuplicante:
—¿Asínohabéiscomunicadoanadieesteasunto?Pardaillánseencogiódehombrosdesdeñosamente.—Comprendedme—continuóDamville—,sinquererdecirprecisamentequeme
hayáis denunciado, cosa indigna de vuestro carácter, habríais podido confiarlo a
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ciertaspersonas.«¡Ah!Heaquíelsecretodeloquellamasumoderación»,—pensóPardaillán—.
«Quieresabersihehablado».Yenvozaltaañadió:—¿Aquépersonas,monseñor?—Pues… a personas que no tuvieran vuestra generosidad. Al señor de
Montmorency,porejemplo.YDamvilleesperólarespuestaconevidenteangustia.—Yaunque así fuera—contestóPardaillán—.Hablabais de vuestros derechos.
¿Notengoyo,acaso,eldetrataroscomoenemigo?¿Noesperfectamentelógicoqueyohayadadoestaarmaavuestrohermano?Esmásqueunderecho,casiundeber.¡Cómo! Secuestráis a la hija del mariscal de Montmorency… ya no hablo de ladesgraciadaseñoradePiennesnitampocodelasdesdichasquelehabéisacarreado.Tomolascosasensuestadopresente:hacéiscerrarlaspuertasdeParísalmariscal;lotenéisprisionero,asícomoa lossuyos,y,por lo tanto,anosotros.Esevidentequepreparáiselúltimogolpequehadeaplastarnosatodos.Oslodeclaro,monseñor,notendréelvalordedenunciaros,perohepensadoquedebíarevelarlotodoalmariscal,vuestrohermano,afindequepuedadefenderse.
—¿Estohabéishecho?—gritóDamvilleconacentoderabiaydesesperación.Pardaillánseencogiódehombros.—Queríahacerlo,peronolohehecho.Nomedeis lasgracias,porquemesabe
muy mal haber guardado silencio. Mi hijo me impidió hablar. Aquel loco tieneextrañasideasqueloperderánymeperderánalmismotiempo.¿Sabéisloquemehadicho?
«Antesquerevelarunsecretoconfiadoanuestrohonoryquenomepertenece,aunque lo haya sorprendido con peligro de mi vida, pues vos, padre mío, sois sudepositario, antes que descender a tal infamia, me mataría ante vos. Si Damvillequiereapoderarsedenosotros,queincendieParísyencasonecesariomoriremossinquenadieenelmundo,niunfelóncomoél,puedaacusarnosdefelonía».
Heaquíloquemedijomihijoyporestarazónmehecallado,monseñor.—¿Asíque…—dijoDamvilleconvozronca—.Montmorencynosabenada?—Nada,monseñor,niélninadie.Elmariscal dio un profundo suspiro. Su terror había sido tal que no pensó en
rechazarelcalificativodefelónconquePardaillánacababadeabofetearlo.Noponíaendudalasinceridaddeaquelrudoylealadversario.Alcabodealgunos instanteshabíarecobradotodasusangrefría.Yentonces la
cóleraempezóainvadirloydirigióalaventurerounamiradasombríaenlacualéstepudoleersucondenademuerte.
DiounpasocomoparadirigirsehacialapuertatraslacualestabanOrthésylosarcabuceros,perocambiandotalvezdeidea,sevolvióhaciaPardaillán.
—Veamos—dijo—.¿QuémecontestaríaissiosOfrecíalapaz?
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—¿Enquécondiciones,monseñor?—Sencillamente,nomolestarmeenloquevoyahacer.Vosyvuestrohijosaldréis
del hotel deMontmorency, os iréis deParís, al diablo si queréis.Os entregaré dosbuenoscaballosenjaezadosyenlamaletadecadaunohabrádosmilescudos.Consemejante suma, con vuestra inteligencia y valentía podréis hacer fortunadondequieraquevayáis.
Pardaillán,conlacabezabaja,parecíareflexionarprofundamente.—Reflexionadbien—continuóelmariscal—,mehabéisdesarmadoporvuestra
fidelidad en guardar un secreto que otros hubieran vendido, y, por lo tanto, estoydispuestoaser tanbenévolocomopueda.Olvidovuestros insultosyborrovuestraspequeñastraiciones.Desearéparavosyparaelcaballerolasmayoresbienandanzas.Respetaré vuestras ideas particulares y no os propondré entrar a mi servicio. Norecordaré que habéis entrado en mi hotel para matarme y os digo: Pardaillán, noseamosamigosnienemigos.Seamosneutrales.
Pardaillánsuspiró.—Sois mi prisionero de guerra —prosiguió Damville— y a pesar de vuestra
fuerzaybravuranopodéis luchar contra los arcabuces, las alabardasy las espadasqueoscercan;nohayescapatoriaposible;estáiscogido,amigo.Perosiaceptáis loqueospropongo,soislibre.
—Ysiaceptara,¿cómoos loarreglaríais,monseñor?Séquesoisdesconfiadoyconmisolapalabranomeabriríaislaspuertasdelhotel.
Unrayodealegríabrillóenlosojosdelmariscal,quecontestó:—Sólotomarélasprecaucionesindispensables:escribiréisunacartaalcaballero,
lobastanteurgenteparaquevengaaquíareunirseconvos.Unodemisgentilhombreslallevaráasudestino.Encuantoelcaballerohayallegadoylosdosmedeisvuestrapalabra de no volver aParís hasta dentro de tresmeses, os escoltaré yomismo enunión de algunos amigos hasta la puerta de París que me señalaréis y os desearéentoncesbuenviaje.
—Eternamenteosagradecerétantohonor,monseñor.—Aceptáis,¿noeseso?—dijoDamvilleestremeciéndosedealegría.—Ciertamente, monseñor, con alegría, con gratitud, y mientras viva no me
cansarédeadmirarvuestragenerosidad.—Escribid, pues —dijo el mariscal precipitándose a un mueble del que sacó
papel,plumaytinta.Pardaillánnosemovióyunnuevosuspirohinchósupecho.—Acepto—repitió—;pero,desgraciadamente,sólopuedoaceptarpormí.—No importa,yomeencargodeconvenceral caballero—exclamóelmariscal
incapazdecontenersuimpacienciayodio.—Esperad,monseñor.Conozcoamihijo,notenéisideadelodesconfiadoquees.
Jamás he visto semejante desprecio para las promesas de los reyes, príncipes ymariscales.Desconfíahastademímismo,desconfíadeélyhastadelasombraque
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sigue sus pasos. Siento mucho tener que confesarlo y muchas veces me heavergonzadodeverlotandesconfiado,cuandoyotengounrespetosinlímitesyunafeinmensaenlaspalabrasdeunpersonajecomovos.
—¿Quésignificaesto?—Significa,monseñor,quealleermicarta,mihijoseecharíaareírexclamando:«¡Cómo!¡MipadreesprisionerodeDamvilleypretendequemereúnaconélso
pretextoquehahecholapazconmonseñor!¡Vamos,padre,estáisloco!¿Nosabéis,acaso,queelseñordeDamvilleesuntraidoryunfelón?».
Esmihijo,elquehabla,monseñor.«¿Un ser lleno de astucia que quisiera apoderarse de los dos para matarnos
juntos?Perosuastuciaenestecasoesdemasiadoburda,soyjovenyquierovivir.Encuanto a vos, padre, que ya habéis vivido bastante, morid solo, ya que fuisteis lobastantetontoparahaberosmetidoenlabocadellobo».
Heaquíloquediríaelcaballeroalrecibirmicarta.Meparecequelooigocómoseechaareír.¡Ah!Ladesconfianza,monseñor,esunfeodefecto.
Y Pardaillán acabó este discurso dando un suspiro más profundo que losanteriores.
—¿Demodo—dijoDamville—quenoqueréisescribir?—No serviría de nada, monseñor, y, además, aun admitiendo que mi hijo se
reunieraconmigo,¿sabéisloqueresultaría?—Veamos.—El caballero no sólo es el hombre más desconfiado de la tierra, sino que
tambiénescasitantestarudocomovos.SehametidoenlacabezalibrardevuestrasgarrasaJuanadePiennesyasuhija,asícomoamonseñor,vuestrohermano.Nadaleharádesistirdesuempeño.Yoacepto,reconocido,vuestraproposición,peroélyamepareceoírlo.¿Sabéisloquemediría?
—Veamos—repitióelmariscalimpaciente.PardaillánsepusoenpieanteDamvilleapoyandolamanoizquierdaenelpuño
delaespada.—Nosdiríalosiguiente,monseñor:«¿Así, pues, padre mío, y vos, monseñor de Damville, osáis proponerme esta
villanía?Deningúnmodo,señores.¿Queréisquemedeshonreacambiodedosmilescudosyuncaballoenjaezado?Aunquemedieraismilcaballosconguarnicionesdeoroymeofrecieraiscuatromilsacosconteniendocadaunocuatromilescudos,elinsultoseríaigualmentegrande.¡Ah,padremío!¡Nopodréresistirlaofensaquemehacéis! ¡Acordaos de lo que os debéis a vosmismo y dejad la vergüenza de estasproposicionesalseñorduquedeDamville,puesyaestáacostumbradoalafeloníayalatraición!».
Elaventurero,máserguidoquenunca,extendióundedohaciaelmariscalycasilotocó.
—¡Miserable!—rugióDamville.
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—Laúltimapalabra,monseñor.Ademásdelosdefectosqueacabodeseñalaros,elcaballerotieneeldeamarmeextraordinariamentetalcomosoy.Sabequehevenidoaquí y si nomeve antes deque salga el día, es capazde ir a contar al reyque lehacéistraiciónenbeneficiodeGuisa…Sí,impulsadoporladesesperaciónescapazdehacerloyluegomatarseporhaberosdelatado.
Elmariscal,queyaselanzabaadarlaordendeataque,sedetuvo,pálidoderabia.Pardaillánsonriómurmurando:«Paraésta,sipuedes».Peroelmariscal,irritadoendemasíaporlaspalabrasdelaventurero,sintiócómo
elfurordominabaalespantoydijo:—Puesbien,¡sea!;prefierocorrerelriesgodequetalhaga.¡Amí!Pardaillán,congestorápido,sacósudagayseechósobreelmariscal.—¡Túmorirásprimero!—rugió.PeroDamvilleadivinóelgolpe.Enelmomentoenqueelpuñalibaaherirlose
dejócaeralsuelo.Pardaillán,llevadoporsuimpulso,cayóyenelmismoinstantelahabitaciónsellenódegentebienarmadadealabardasyespadas.
Elaventureroquisoentoncesdesenvainarsuespadaparamorirmatando,perosutentativafuevana,puesseviocogidoportodaspartes,sujetadoporveintebrazos,yenuninstantequedóamordazado,desarmadoyatado.
Entoncescerrólosojosypermaneciócompletamenteinmóvil.—Monseñor—dijoOrthés—.¿Hayqueahorcaraestetruhan?—¿Ahorcarlo?—DijoDamville convozque todavía temblabadecólera—.No
penséis en ello. Ese truhan posee secretos que es útil arrancarle en interés de SuMajestadnuestrorey.
—¿Leaplicaránlacuestióndeltormento?—preguntóOrthés.Aloírlo,Pardaillánseestremeció.—Sí—contestóDamville—.Haréavisaralverdugoyasistiréalaescena.—¿Adóndelollevamos?—AlTemple—dijoelmariscal.
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XI-Elconventodelmilagro
ENELAÑO1290huboenParísunmilagroquerelataremosparahacercomprenderlosacontecimientos que siguen. En aquella época, habitaba, no lejos de Notre Dame,entreotrosdescreídos,unjudíollamadoJonathás.
EsnecesariodecirquemaeseJonathásposeíaunacasamuyhermosarodeadadegrandesjardines.Añadamosque,parasudesgracia,eravecinodeciertoconventoquemirabaconenvidiaaquellosjardines.
Aqueljudío—segúnlasinformacionesdesusbuenosvecinoslosmonjes—jurócometercontralareligiónunespantososacrilegio.
¿Quéhizo?EldomingodePascuadelaño1290mandóacomulgarenNotredameaunamujeralaquehabíadadoinstrucciones.LamujerrecibiólahostiayenvezdetragárselalallevóintactaaljudíoJonathás.
Éste, impulsado por el furor, dio a la hostia con la punta de su daga. ¿Y quésucedió?Quelahostiaempezóadespedirsangreporlaherida.
En cuanto la mujer vio aquel milagro, se sintió sobrecogida de espanto yremordimientoyfueaecharsealospiesdelosbuenosmonjes,comoloatestiguaronlospadresyhermanosdelacomunidad.
Encuantoaljudío,lavistadelasangre,lejosdecalmarsufrenesí,nohizomásqueexasperarlo.
Tomóunmartilloyun clavo, y comoantaño sehicierapara crucificar a Jesús,hundió el clavo en la hostia y entonces se realizó un nuevomilagro al producirsenuevaefusióndesangre.
Eljudío,llenodefuror,arrojólahostiaalfuego,peroéstaempezóadarvueltassobre las brasas, más sin arder. Ante estas señales evidentes del poder celestial,Jonathás,nosabiendoyacómodestruirlahostia,pusoenelfuegounagrancalderaylallenódeagua,ycuandoéstaempezóahervir,echódentrolahostia;perolejosdedisolverse,permaneció intacta,blancaypura.Únicamente,comode lahostiahabíasalidosangre,elaguadelacalderasemetamorfoseóensangrehirviente.
No se sabequénuevos sacrilegios hubiera cometido Jonathás denohaber sidodetenidoenaquelinstante…Nuncaquisoconfesarsuscrímenes,cosaquemostrabacuán grande era su maldad. Los monjes, indignados, lo pusieron vivo sobre unmontóndeleñaalacualprendieronfuego.
Cuando el judío estuvo reducido a cenizas, los dignos frailes purificaron suspropiedadesanexionándolasasuconvento.Paracompletarlaexpiación,unburguésllamado Regnier-Flaming hizo construir una capilla que se llamó la Casa de losMilagros y aquel lugar fue conocido en adelante por convento en que Dios fuehervido.
IgnoramossirealmenteeljudíoJonathástirólahostiadentrodelcaldero,peroesabsolutamente cierto que Jonathás fue quemado vivo y que sus hermosos jardines
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pasaronaserpropiedaddelosmonjes.
Desdeelaño1290hastael1572ymástarde,tuvieronlugarenaquelsitiootrosvariosmilagros.Devezencuandoelcalderoenquehabíahervidolahostiaconvertíaen sangre el agua que se echaba en él. Generalmente aquellos milagros eranconsiderados comouna orden del cielo a los parisienses: orden de quemar vivos aciertonúmerodeherejes.
Uno de estosmilagros se produjo el 17 de agosto de 1572. Era domingo y lavísperadeldíaenquesecelebróelcasamientodeEnriquedeBearnconMargaritadeFrancia.Sobrelascincodelatarde,ycuandohabíamuchagenteenlacalle,seabriólapuertadeprontoyaparecierondosmonjesgesticulandoygritando:
—¡Milagro,milagro!Uno de los dosmonjes es un antiguo conocido nuestro: El hermanoTeobaldo,
másgordoymajestuosoquenunca,yelotrosuinseparablehermanoLubin.Éste,comoserecordará,sinduda,habíaobtenidopermisodurantealgúntiempo
paradejarsuconventoeiraserviralahosteríadela«LaAdivinadora»encalidaddemozo,perodesdeaquellamismamañanahabíavueltoasuceldaporqueenlahosteríayanoeradeningunautilidad,todavezqueallínosereuníanlosamigosdeGuisa.YelreverendopriordijoaLubin:
—Hermano:Ha terminadovuestramisión laica.Envuestra larga estancia entrelos filisteos, ciertamente habéis ganado gloria, pero como la carne es débil, esprobablequemásdeunavezhayáissucumbidoaldemoniodelagula;enrazóndelasantagloriaquehabéisobtenidoenvuestro servicio laicoen«LaAdivinadora»,osdestinamos a guardar el caldero, lo que es un inmenso honor para vos y para elhermanoTeobaldo,queserávuestroacólito;pero,enpenitenciadelospecadosqueno habréis dejado de cometer entre los filisteos, tendréis cuidado de aplicaros ladisciplina todas las noches; además, os abstendréis de carne, legumbres y vinodurantequincedías.
—Deogratias—murmuróLubininclinándose.Luegounprofundosuspirohinchósupechoysedijo:«Quincedíasapanyagua.¡Ah!Memoriré,contodaseguridad».Tristeyconelalmallenadeamargura,elhermanoLubinsedirigióasucelda,en
dondehallóalhermanoTeobaldo,que,avisadosinduda,loesperabaylollevóaunasalavecinaalapuertadeentrada.
Aquellasala,cuyadisposiciónerasemejanteaunacapilla,noconteníamásquealgunassillaseimágenesdesantos,peroenelfondoselevantabaunaespeciedealtarrematadoporungrancrucifijo.Sobreelprimeroestabacolocadoelfamosocaldero,ordinariamenterecubiertodeunpañonegro,pero,algunasveces,cuandoseadmitíanfielesavisitarlo,lodescubríanyentoncessepodíaverqueeraunamarmitadecobre,vulgar.
Devezencuandoseechabaagua,paraobservarsisecumplíaelmilagro,esdecir,
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siseconvertíaensangre.El hermano Teobaldo llevó a Lubin hasta el caldero, ante el cual se hincó de
rodillas.—¿Porquésuspiráisasí?—preguntóentonces.—¡Ah, hermanomío!—ContestódesesperadoLubin—.Recuerdomis comidas
de«LaAdivinadora».HeperdidolosricospastelesdelaseñoraRosa,quedevezencuandopodíasaborear.¡Ay!¿Dóndeestáis,jamonesqueregabaconlosrestosdelasbotellas queme dejaban?Había especialmente un cierto vino deBorgoña, dulce ycapazdereanimaraunmuerto.
—Hacéismalenrecordarestascosas,hermano—dijoTeobaldorelamiéndose.—¿Quéqueréis?Sientoquepertenezcoencuerpoyalmaaldemoniodelagula,
pues es así como el reverendo prior llama la divina felicidad de humedecerse lagarganta con un buen vino después de que un manjar cargado de especias hainflamadolagarganta.
ElhermanoTeobaldonopudoresistirmásyexclamó:—Semehacelabocaagua.—¡Ah,hermano!Noséquérecompensanosestaráreservadaenelparaíso,pero
síséqueenestemundoelparaísoeslahosteríade«LaAdivinadora».—¿Recordáislassuculentascomidasquehicimosallí?—¡Yalocreo!—En cambio hoy no podemos comer bien aun cuando luchemos para
conseguirlo.—¿Aquiénlodecís,queridohermano?Talcomomeveis,hearriesgadomuchas
veces el ser ahorcado para acompañar a «La Adivinadora» al duque de…; perochitón,porquenoestáisiniciadoenestosgrandessecretos.
—Entre tanto he de ayunar como un novicio. ¿Qué digo novicio? Como uncondenadoagaleras.
Teobaldoguiñóelojoysonriódeunmodomisteriosoyelocuente.Lubin,queconocíaafondoaTeobaldo,seestremeciódeesperanza.—¡Oh!—murmuróabriendolosojos.—¿Quétenéis,hermano?—Nada,nada.Habíameparecido…—Chitón—contestóTeobaldo—;cerradlapuerta,hermano.Lubinseapresuróaobedeceryconelcorazónpalpitantevolvióadondeestabasu
compañero.—¿Así, pues—preguntó éste—, estáis condenado durante quince días a pan y
agua?—¡Ay!—gimióLubin,cuyadulceesperanzasehabíadesvanecidoalobservarla
severafisonomíadeTeobaldo.—Creoquenoloresistiréis—continuóéste.Entoncessacódeunpequeñoarmariounpannegroyduro,unabotelladeagua
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turbiaydijoconseveridad:—Heaquívuestroalimentoparadosdías,hermano.Lubinsecruzódebrazos,ydándosepuñetazosenelpecho,dijollorando:—Valdría más que de una vez me condenaran a muerte. ¡Cómo, hermano
Teobaldo!¿Soisvos,conquienhehechotanbuenascomidas,elquemepresentaestealimentohorrorosoyestelíquidoindigno?¡Ah,hermano!Nuncahubieracreídoquetuvieraisuncorazóntanduro,ycuandopiensoenaquellosdivinospasteles…
—Paz,hermanomío—exclamóTeobaldoconbrillantemirada.—…Enaquellospollosquedabanvueltasenelasador,mientrasgotaagotacaía
ladelicadagrasadesucuerpo…—Hermano,meestáistentando.—…Enaquellasbotellas cuyo rojo líquido caía armoniosamentedentrode los
vasos…Teobaldo pareció tomar una resolución heroica. Dirigió una mirada hacia la
puertaycogiólamanodeLubin.—Puesbien,hermano,suponedque levantoelpañoquecubreestecaldero…y
quedeélsaco…Hablandoasídestapó,enefecto,elcalderodelosmilagrosyhundióenéllasdos
manos.—¿Ysacabaisdeél…?—interrogóLubinfueradesí.—Antetodo,estepastelitodoradoquevieneenlínearectade«LaAdivinadora».Lubindiounaexclamacióndealegría.—Luego—continuóTeobaldo, dejando las vituallas encimadel altar, amedida
quelasnombraba—,luegoestepantierno,ademásestepollofrito,lasdosbotellasdevino. Además, este jamón de carne sonrosada, y, por fin, estas cuatro botellas deBorgoña.
Lubinhabíaunidolasmanosymirabatemblorosolaaparicióndelasvituallas.Teobaldo,comosioficiara,ibayveníagravementedeunaaotrapartedelaltar,y
cuandolasseisbotellasestuvieroncolocadasenbuenordenaladerechadelcaldero,mientras los comestibles estaban a la izquierda, se volvió con los brazos abiertosimitandoelgestodelabendición,yconlosojosmediocerrados, labocaformandocírculoylacaraalegremirandoasucompañero,elcualhabíacaídoderodillas.
Teobaldobajómajestuosamentelosdosescalonesdelaltarycontinuó:—Puesbien,hermanomío,suponedqueosdigaqueestasapetitosasvituallasno
sonenrealidadmásquepannegroyaguaclara,¿mecreeréis?—¡Claro!…—dijoLubin.—Puesbien,levantaos.Comedybebed.—Osino,comamosdeestepannegroybebamoselaguaclaracontenidaenestas
botellas.Séquemiento,peroesen interésde la Iglesia.Noosmolestéisenquerercomprender,hermano.
Lubin,quesehabíalevantado,notratódeexplicarseporquépodíainteresarala
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IglesialamentiradelhermanoTeobaldo.Demodoque,sinpreocuparse,vertióenelcalderolabotelladeaguaturbiaqueleestabadestinada,ehizolospreparativosparalacomida,esdecir,quedispusodossillas,unaalladodeotra,yenellascolocólasvituallasdejandolasbotellasmodestamenteenelsuelo.
Losdosfrailessesentaronanteaquellamesaimprovisadayempezaronaatacarlacomidaconunardorqueprobabasuexcelenteapetito.
—¡Qué bueno es este pan negro! —dijo Teobaldo devorando una porción depastel.
—Yestaaguatieneunaromamaravilloso—contestóLubinbebiendoelvinoporlamismabotella,puescarecíandevaso.
Si el hermanoTeobaldocomíamucho, esnecesario añadir que se contentó conuna botella de vino blanco, continencia heroica en él, pero, en Cambio, Lubin sebebióelresto.
Después de la primera botella, Lubin se pusomelancólico. En cuanto se hubobebido la segunda, se echó a reír fuera de razón.Al finalizar la tercera, entonó el«aleluya». A la cuarta lloró por sus pecados y para consolarse buscó la quinta yúltima,peronolaencontró,porqueTeobaldoacababadeecharelrojocontenidoenelcalderodelosmilagros.
LevantandolosbrazosalcielollamóaLubin.—Hermano,hermano.Venid.—¿Quéhay?—dijoLubin.—Nosésimivistaestáturbada,peromeparece…—¿Qué,hermano?—Queelaguaquehabéisechadoenelcaldero…—¿Qué?—Puesquesehaconvertidoensangre.—¿Esposible?—ExclamóLubin—.¿Porquénosehabráconvertidoenvino?Teobaldodirigióextrañamiradaasucompadreydijo:—Miqueridohermano,nobromeéisconlascosassantas.Venid,osdigo…—¡Bah!Estáisborracho.Noobstante,hizounesfuerzoyconinsegurospasossedirigióhaciaelcaldero,
cuyofondomiróconincredulidad,peroenseguidapalidecióyempezóagritar:—¡Milagro,milagro!¡Elaguasehaenrojecido,y,noobstante,eraaguapura!Yo
laheechadodentro.¡Ah,mihermano!¡Quéhonorparalacomunidadyparamí!LasangredeJesúshaaparecidopormimano.¡Socorro!¡Milagro!
Mientras Lubin caía de rodillas llorando, suspirando y vociferando, Teobaldohacía desaparecer rápidamente en el armario, que cerró con llave, los restos de lacomidayabríadeparenparlapuertadelasala.
AloírlosgritosdeLubin,losmonjesacudieron.—¿Quésucede?—preguntóseveramenteelprior.—No lo sé, mi reverendo padre —contestó Teobaldo—. Creo que nuestro
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hermanoLubinsehavueltoloco.Acabadevaciarsubotelladeaguaenelcalderoyahoraestágritandocomounposeídoporeldiablo.
—¡Milagro! —Gritaba con mayor fuerza el hermano Lubin—. El agua se haconvertidoensangre.¡Mirad,mirad!
Losmonjes,yelpriorantesqueninguno,seprecipitaronhaciaelcaldero.—¡Milagro!—exclamóelpriorcayendoderodillas.—¡Milagro!—repitieronlosmonjesimitándolo.Y la comunidad entonó el «Magníficat», que hizo temblar los muros del
convento.Luegoelprior,conlosojosllenosdelágrimas,abrazóalhermanoLubin.Lospadresseaproximaronaélylollamaronsanto,mientraslosnoviciostocabanelextremodesuhábito.
Luegotomaronelcaldero.—Hermanos—dijoelprior—.Llevémosloalacapillaenprocesiónyentonemos
el «TeDeum». Hermano portero, abrid la puerta principal a fin de que el puebloparticipedenuestrafelicidad.
Elhermanoporteroseapresuróaobedecer.Losmonjessedirigieronprocesionalmentehacialacapilla,peroalpasarantela
puertadelconvento,queestabaabiertadeparenpar,elhermanoLubin, impulsadoporeldemoniodelorgullo,empuñóelcalderoylollevóalacalleescoltadoporsuinseparableTeobaldo.
Allí,gritandomásquenuncayapoyadoporsucompañero,proclamóelmilagro.—¡Yoheechadoelagua!—vociferabaLubin.—¡Mirad,mirad,essangre!—decíaTeobaldo.Ydetrás,lacomunidadenteraentonabael«TeDeum».Enalgunosinstantessecongregóenormemultitudalrededordelcaldero.Poruna
coincidenciaquedebemosseñalar,tansóloenlasprimerasfilasdeaquellamultitudhabíaunaveintenadegentilhombresdeCatalinadeMédicis,yentreellosMaurevert.
Estosfueronlosprimerosengritar:—¡Esrealmentesangre!¡Milagro!Algunasmujeres del pueblo pudieron acercarse lo bastante paramirar. Dos de
ellassedesvanecierondeemociónylasotrascayeronderodillas.Entoncestodoslosespectadoressearrodillaronyelpuebloempezóagritar:—¡Milagro!¡Milagro!Enaquelmomentodosvigorososmonjescogieronelcalderoyselollevaronal
interiordelconvento,adondeTeobaldoarrastróasimismoaLubin.Lapuertafuecerrada,peroelpueblo,oyendoel«TeDeum»ylascampanasque
repicabanalegremente,continuógritando:—¡Milagro!¡Milagro!—¡Vivalamisa!—exclamóunavozqueconsiguiódominareltumulto.—¡Mueranlosherejes!—Vociferaronlosgentilhombres.—¡Mueranloshugonotes!¡VivaGuisa!¡Vivalamisa!¡Mueranloshugonotes!
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—¡Aquíhayuno!—gritólavozquefuelaprimeraengritar«¡Vivalamisa!».—¡Derodillas,derodillas!—Sondos.—¡Matadlos!Lamultitud,amenazadora,rodeóadosjóvenesqueavanzabanyqueMaurevert
señalaba con el dedo. En un instante se desencadenó alrededor de aquellos doshombres una tempestad de amenazas; los brazos se levantaron sobre ellos, y lasespadasydagassalíandesusvainas.
Estabanperdidos.Enaquelmomentoseabriódenuevolapuertadelconvento.Impulsadoporsuborrachera,elhermanoLubinsedesprendiódelosmonjesque
tratabanderetenerloyaparecióalamultitudbendiciendo,murmurandoincoherentespalabrasyconlosojosllenosdelágrimas.Alveralsanto,porcuyavirtudsehabíacambiadoelaguaensangre,lamultituddoblólarodillagritando:
—¡Milagro!¡Milagro!Lubin divisó entonces a los dos gentilhombres, que aprovechaban la libertad
relativaquegozabanporunsegundoparadesenvainarsusespadas.Entoncesnuevas lágrimas inundaron el semblantedeLubin.Avanzó titubeando
con los brazos abiertos, mientras que, respetuosamente, todos se apartaban paradejarle paso. Lubin, con la mirada vaga y sonriendo a través de sus lágrimas,murmuraba:
—¡Cómo!…¡EselqueridoseñordePardaillán!…quemehahechobeber…tanbuenvino…en«LaAdivinadora»…quieroabrazarlo.¡VivaBaco!
—¡Milagro!¡Milagro!—gritabanlasgentes.
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XII-EnqueMaurevertrepresentaunpapelimportante
AQUELDOMINGOelcaballerodePardaillánhabíaidoaverasuamigo,elcaballerodeMarillac,comolohacíacasidiariamente.EraunacostumbrequeadoptaradesdeelregresodeMarillac.Losdos jóvenesse referíansus inquietudes, susalegríasysusesperanzas,y,comoesnatural,MarillachablabadeAliciayPardaillándeLuisa.
Muchasveceselcondehabíaofrecidoasuamigopresentarsealareinamadreypedirle un salvoconducto para Montmorency y los suyos, pero el caballero habíarehusadosiempreconunaobstinaciónquenodejódeasombraraMarillac.
Cadavezqueelcondehablabadelareina,desubenevolenciaydesuspromesas,PardaillánguardabasilencioylomismohacíacuandosetratabadeAlicia.
«Todoesposible»,—sedecíaelcaballero—.«¿Quiénsabesialcaboamaráasuhijo?¿Peroquiénsabe,también,quéemboscadaocultaráesterepentinocariño?Encuanto a la desgraciada Alicia, antes me arrancaría la lengua que descubrir elsecreto que me confió en un momento de delirio, porque ama verdaderamente alconde,yunamujerqueama,escapazdetodoslosheroísmos».
Así, pues, el caballero guardaba silencio sobre la reina y sobreAlicia, pero nocesabaderepetir:
—Es preciso redoblar vuestra prudencia, amigo.Me gustaríamucho saber queestáisfueradeParísenperfectaseguridad.
Entonces Marillac sonreía, pues sólo turbaba en parte su felicidad la recientemuertedeJuanadeAlbret.Aqueldomingohacíaya tresdíasquenohabíavistoalcaballero,cuandolovioentrar.
—Iba a buscaros al hotel de Montmorency —exclamó el conde cogiendo lasmanosdesuamigo—.¿Quétenéis?Meparecéissombrío,preocupado…
—Pues en cambio vos parecéis alegre—repuso Pardaillán—. ¿Os probáis estetraje?Veamos,relatadmelosmotivosdevuestrocontento,yluegoosdarécuentademiinquietud.
Efectivamente,elcondeestabaprobándoseuntraje.Eraunvestidodegranseñorytalcomopudieraconcebirlolamagnificenciadeaquellaépoca,peroaqueltrajetanricoeraenteramentenegro,desdelaplumadelatocahastalascalzasdeseda.
—Mañana es el gran día —dijo Marillac sonriendo—. Mañana nuestro reyEnriquedebecasarseconMargaritadeFrancia.¿HabéisvistolospreparativosquesehacenenNotreDame?
Elcaballeromoviónegativamentelacabeza.—Serámagnífico.Toda la iglesia estará adornada con colgaduras de terciopelo
tachonado de oro. Los sitiales de los esposos son una maravilla. Más de cienministrileshansidocontratadosparatocarantelapuertacuandollegueelcortejo.
—Seráespléndido—dijoelcaballero—.Yacomprendovuestraalegría.—Amigo mío, no es éste el motivo de mi dicha. Escuchad: había jurado no
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decirloanadie,perodiciéndoloavoscasinofaltoamipromesa,porquesoisotroyo.MañanasecelebraráunabodaenNotreDameymañanamismo,porlanoche,habráotraenSaint-Germain-L’Auxerroisalaqueosruegoasistáis.
—¿Quiénsecasa?—preguntóelcaballero.—Yo.—¡Vos!—exclamóPardaillánasombrado—.¿Yporquéporlanoche?—Decidmejoramedianoche.Yacomprenderéisporqué.Lareinaquiereasistir
para bendecirme. Se ha encargado de todos los detalles de la ceremonia, a la queúnicamenteasistiránsusamigosmásfieles,y,además,vos.Paraelloosharéentrareneltemploantesdelahoraconvenida.Peroguardadsilencio.Lareinaquiereestarallí,¿comprendéis?Ysisesupiera,querríanaveriguarporquélamadredeCarlos IX seinteresatantoporunpobregentilhombre.¿Yquiénseríacapazdehacercallaralasmalaslenguas?
El caballero sintió un temblor que el conde no advirtió. Aquella ceremoniamisteriosa, aquel casamiento amedianoche que debíamantenerse secreto y al cualqueríaasistirCatalina,ledabamuchoquepensar.Tuvolaimpresióndequeeraunaemboscadaydequetalvezsedesarrollaríaalgunatragediaenelinteriordelaiglesiasolitaria.
«Felizmenteestaréallí»—pensó.Eimpresionadoporunpresentimiento,señalóconeldedoeltrajeextendidosobre
unsillón.—¿Vaisacasarosconestetraje?—preguntó.—Sí,amigomío.Mevistodenegro,porquequierollevarlutoalosojosdetodos,
aundemimismamadre,porlamujerquemesirviódetal.—¿LareinaJuana?—Sí,caballero,lareinadeNavarra.Lacorteparecehaberlaolvidadoyhastasu
mismo hijo, Enrique, a quien ella tanto amaba, ha recobrado el buen humor ymariposeaalrededordelasmujeres,mientraslaquevaaserlasuyaseocupa,segúnse dice, en amores en que el rey deNavarra no tiene ningúnpapel, a no ser el deamanteburlado.¡Ah,amigomío!Tantaingratitudporunamujertanvalienteybuena,que,porsucorazón,eraunaverdaderamujer,mientrasquesuánimoigualabaalosmás intrépidos; tanta ingratitud, repito, me subleva. Pero como yo la he amado yvenerado,quierollevarlutoporella.
Marillacsequedóalgunosinstantespensativo.—Querido amigo —dijo el caballero—. ¿No os habéis fijado en la singular
coincidenciadequehayáisencontradoavuestramadreenelmomentoenquehabéisperdidoalaqueconsiderabaiscomotal?
—Osconfiesoquenohepensadoenestacoincidencia—dijoMarillacpasándoseunamanoporlafrente.
—No me habéis relatado todavía cómo murió la reina de Navarra —dijo deprontoelcaballero.
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—Evocáisunrecuerdofunesto,amigo—dijoelcondeconsombríaexpresión—.Fue de repente. La reina llegó al Louvre a las nueve, cuando se celebraban losesponsales de su hijo y de la princesa Margarita. Después de haber recibido loshomenajesdelosseñorescatólicos,sesentóenunsillóndelasalayelreydeFranciafue,enpersona,atestimoniarlesuafectuosaadmiración.Yoestabadondeyasabéis.Cuandobajéalassalasdefiesta,labusquélargorato,ylaencontréprecisamenteenel mismo instante en que perdió el sentido. Hubo grandes rumores y no olvidaréjamáslaexpresióndedolordelsemblantedelareinamadre.
—¿DeCatalinadeMédicis?—exclamóelcaballero.—Sí,amigomío.Despuésqueelmédicodel reyhuboexaminadoa la reinade
Navarra, ésta fue transportada a su litera, a pesar de Ambrosio Paré, que queríaadministrarle no sé quémedicamentos.El reyEnrique, el almirante, el príncipe deCondé y yo subimos a caballo para escoltar la litera, y además nos acompañaronalgunosgentilhombres,comoelbaróndePont,elcapitánBriquemaunt, losseñoresde Rohan, de Teligny, d’Aubiné, de Cabagnes, de Piles, pertenecientes todos alséquito del rey Enrique. La litera así rodeada por nuestro grupo y precedida delacayos a caballo, portadores de antorchas, atravesó la multitud que rodeaba alLouvre.AlveralreyEnrique,lasgentesempezaronagritarcomosihubiéramossidoenemigos, pero cuando supieron que en la litera iba Juana de Albret moribunda,guardaronprofundosilencio,y,talvez,avergonzadas,seapartaron,sibiensusilencionoeraelrespetoalamuertequepasaba.¡Ah,caballero!¡Quénoche!Cuandopiensoen aquella fiesta monstruosa, más bien dicho, aquella orgía en que los nuestrostoleraronlosinsultosdirigidosasusmujeresyluegoaquellosgritosfúnebres,aquellalitera que pasaba a través de un pueblo que apenas contenía sus gruñidos.Cuandopiensoentodoello,meimaginoavecesquetodoesunaemboscada,peroyaveoquemisaprensionessoninjustificadas.
—¡Hum!—exclamóelcaballero.—Elreynoscolmadecaricias;conozcolossentimientosdelareinamadre.—¡Hum,hum!—repitióelcaballero.—Únicamenteelpueblonoseshostil,peroelseñordeGuisanosaseguraquelos
parisiensessóloconservanunrestodemalhumorquesedisiparácuandoveanentrarenNotreDameanuestrorey.
Y como si quisiera evitar el fijarse en las sospechas que parecía sentir elcaballero,elcondeseapresuróacontinuarsurelato.
—En cuanto la reina estuvo acostada en su cama, recobró el conocimiento.Enaquelinstantellegóelmédicodelrey,maeseParé,perolareina,mirándolofijamente,ledijo:
—Osdoygracias,maestro.Todosvuestroscuidadosseríaninútilescontramimal.Voyamorir,idos.
Sininsistirmás,maeseParéseinclinódandounsuspiroyalretirarseobservamosquesusemblanteacusabafuerteespanto.
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—¡Ah!—Interrumpió el caballero dirigiendo interrogadoramirada al conde deMarillac—.¿NoestambiéndelareligiónreformadamaeseParé?
—Sí,caballero.—¿Ydecísquenoinsistióparaprestarsuscuidadosaladesgraciadareina?—Escierto.—¿Ydecísqueteníaaireasustado?—Enefecto.Pero¿noeranaturalelcaso?Aquelmaltanrepentino…—No,conde;AmbrosioParéesunhombreenérgico.Además,segúnsedice,es
muycuriosoporconocerlasenfermedadeshastaelpuntodequesehavistoacusadodebrujoenplenoColegioRealdeFrancia.Sinohainsistidoysi,enfin,semarchóasustado…
—¿Quéqueréisdecir,caballero?—exclamóMarillaccongranagitación.—Nada,simplementemeasombrodetalconducta.Continuad,queridoamigo.—Sí,dejemosdeladoestassospechas.—¡Ah!Porfinpronunciáislapalabra.Vostambiénsospecháis.—¿Quéqueréisquesospeche?—Uncrimen.Marillac palideció y sumirada rehuyó la de Pardaillán. Por unminuto pareció
presadesingularturbaciónyporfindijo:—Pues bien, sí, veo que se ha cometido un crimen. La reina deNavarra tenía
encarnizados enemigos, más de una vez estuvo a punto de morir. Los que laamábamos,losqueconocíamossudesprecioporelpeligro,noshabíamosimpuestolaobligacióndevelarporellanocheydía.Talvezunodeesosenemigos,unodeesoshombresquenoretrocedenantenada…¡Ah!Daríamividaporsaberquiénes.
Marillac sepasó lamanopor la frente,y comoel caballero siguieraguardandosilencio,continuó:
—Pero,talvez,despuésdetodo,noesmásqueunasospechasinfundamento.—Talvezsí—contestóelcaballero—.Decíaisqueelmédicodelreyseretiró.—Yconél todosnosotros—continuóMarillac—.ElreyEnriquesequedósolo
consumadre.Durantetreslargashorasesperamosenlapiezavecinasinatrevemosamiramosunosaotros.MeacuerdoúnicamentedequeelpríncipedeCondénocesabade llorar y yo le envidiaba, porque ni una lágrima vino a humedecer mis ojosardientes. Por fin el alba entró en aquella sala e hizo palidecer las antorchas quealumbraron entonces el cuadro de un modo siniestro. En aquel momento el reyEnriquesaliódelahabitacióndesumadre.¿Quélehabríadicho?¿Cuálesfueronsusconfidenciassupremas?¿Fuesutestamentodereina,dejefedepartido,elquedictóalrey?¿Quiénsabe?Sí,¿quiénsabesilaextrañaalucinaciónqueseapoderódemínofueunaverdad?Porquealhallarmecercadelapuerta,meparecióoíralgunasdelaspalabrasdelareina.
«Muero asesinada», —decía la voz de la moribunda—, «pero ordeno que loignoréis…Fingidcreerenunamuertenatural…porque,delocontrario,moriríaisa
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vuestravez.Perovigilad,hijomío.Sí,guardaosbien».Estaspalabrascreoquefueronsindudauna ilusióndemiquebrantadoespíritu,
pero,sinembargo,cuandoelreyEnriquesepresentóantenosotros,creíobservarensurostroelmismoespantoqueeneldelmédico.Elreynopudohablarnos,peronoshizoseñadequeentráramos.
Marillacahogóunsollozo,ydoslágrimasquenotratódecontenersedeslizaronporsusmejillas.
—Entramos —prosiguió— y yo apenas podía sostenerme. Cuando vi aquellagenerosa reina, aquellaguerreraquehabía asombradoanuestrosgenerales, aquellamujerelocuentecuyaspalabrashabíanreanimadotantasveceslosánimos,cuandolasderrotas sucesivas habían hecho perder toda esperanza; cuando vi aquella madreadmirablequeabandonaralavidaapacibledesupalacioparalanzarsealavidadeloscampos de batalla, que había vendido hasta su último diamante para pagar lossoldados de su hijo, cuando vi a la queme arrancó de lamuerte,me cuidó enmiinfanciaymeconsolóenlosdoloresdemijuventud;sí,cuandolavilívida,consunoblerostroconservandolaserenidadenlahorapostrera,meparecióquemeibaamoriryomismoymequedéatónitoymudo.EntoncesdijoalpríncipedeCondé:
«Nolloréis,miqueridohijo.Talvezyosoymásfelizquetodos».Larodeábamostratandodecontenernuestrossollozos.Sumiradarecorrióaquella
reunióndehombresdearmasinclinadossobresulechodemuerteyaúnrecuerdosusúltimaspalabras.Helasaquí,caballero:
«Señoralmirante,encuantosehayacelebradoelcasamientodelrey,esprecisosalir de París. Reunid todas nuestras fuerzas…, no porque desconfíe demi primoCarlos, sinoporqueesprecisoestarpreparadosa todo…Bajo lasórdenesdel rey,señoralmirante,tenéissumandosupremo…».
«Enrique»,—añadiódirigiéndosealpríncipedeCondé—,«soisunhermanoparamihijo.Osbendigo,hijomío.Permanecedsiempreasuladoenelcampodebatalla,enlaciudadyenlacorte…,sobretodoenlacorte…SeñorAgrippad’Aubigné,vosquetenéis lasabiduríaylacienciadeescribir,relataréisalasedadesveniderasloquehabéisvisto…».
«Espero que vuestros consejos no faltarán al rey…Adiós, señores, a todos osamabamucho…Tú,miviejod’Andelot;vos,capitánBriquemaut,y todosvosotros,valientesgentilhombres,prudentes enel consejoyatrevidosen lapelea;graciasavosotrostendrántérminolasinjusticias…».
«Loshugonotestendránderechoaviviryapensar…Tenedconfianza…Nuestracausa es grande… Es la causa de la humanidad… ¿Qué es la felicidad de lahumanidadsinlalibertad?…Adiósatodos…».
Al oír estas palabras, estallaron los sollozos. El joven príncipe de CondéestrechabaentresusbrazosalancianoBriquemaut;elreyestabaderodillas;elseñordeRohanhabíasalidonopudiendomoderarsudolor;elancianoColigny,sombríoycon los brazos cruzados, dominaba aquella escena con su alta estatura, y lágrimas
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silenciosascorríanalolargodesusmejillas…—Creía que la reina había muerto, pero entonces me hizo seña de que me
acercara.Vacilando,comosielsuelohuyerabajomispies,obedecíycaíderodillasalladodelrey,demodoquemicabezaestabacercadeladelareinayasírecogísuúltimosuspiro.
Marillacselevantóydioalgunospasospresadeunaagitaciónquenoexplicabacompletamentelatristezadesemejantesrecuerdos,yfueadetenerseantePardaillánycontinuóconsordavoz:
—Sí,caballero;yorecogíelúltimosuspirodelareinadeNavarra,perotalvezenaquel momento terrible sentí, además de mi dolor filial, el espanto que habíasorprendidoenel rostrodelmédicoydel rey.Enefecto,encuantoestuvecercadeella,volvióhaciamísurostroalteradoporlaagoníaymurmuróclaramente:
«Ten cuidado, hijo mío, ten cuidado… escucha… escucha… es necesario quesepas…».
—¿Quéqueríadecirme la reina?¿Qué terriblesecreto ibaasalirdesus labios?Nuncalosabré,caballero,porqueenaquelmismomomentoentróenlaagonía.Hizoviolentos esfuerzos para hablarme, pero ninguna otra palabra salió de su boca.Únicamentesumiradasefijódeprontosobrelachimenea.Luegolaagitóunligeroestremecimientoyporfinquedómuerta,conlamiradaaunfijaenaquelobjetoquehabíabuscadoconlosojos.
Marillacsecalló,conlosojosllenosdelágrimas.—Miqueridoconde—dijoPardaillán—,perdonadmeelhaberoshechorecordar
tanpenosaescena,perodecidme:¿Cuálfueelobjetoquelareinamiróalmorir?Marillacsedirigióaunarmario,cuyallavellevabacolgadaalcuello,ysacóun
cofrecitodeoroquepusosobrelamesa.—Estecofrecillo,caballero,melodiounapersonaaugusta.Yolohabíaregalado
alareinadeNavarra,queloempleabaparaguardarlosguantes.Sindudaalgunalapobre reina, almorir, quiso indicarmeque tomara el cofrecillo que estaba sobre lachimeneadesucuartoyqueloguardaraenrecuerdodemisdosmadres.
—Demodo—dijo lentamente el caballero— que la reina Catalina os dio estecofrecillo.
—Sí,amigomío—contestóMarillacestremeciéndose.Losdoshombressemiraronysindudaleyeronmutuamenteelpensamientoque
cruzabasuscerebros,porquepalidecieronydesviaronlosojos.Marillacestabatemblorosoyconlasmanoscrispadassobreelcofrecillodeoro.
Ydeprontomurmuró:—Daría hasta la última gota demi sangre por saber la verdad. ¡Oh, caballero!
Estaverdadyestasospechaquesentimoslosdos,¿noescierto?Nopuedeser.Seríademasiado horrible que este cofrecillo fuera el instrumento de muerte con queCatalina,mimadre,hayadadomuerteaJuana,madremíatambién,yqueyo,elhijodelasdos,hayallevadoaunaelvenenoquelemandabalaotra.
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—¡Conde, conde! —Exclamó el caballero—. Tenéis razón, sería demasiadohorrible, pero, no obstante, quiero repetiros el supremo consejo de la reina deNavarra.¡Tenedcuidado!Ahoracerradestecofrecilloynolotoquéismás.
—¡Ah!Preferiríalamuertequecontinuarabrigandoestassospechas.Eshorrible.Catalina no puede haber concebido semejantes horrores. Catalina me ama, estoysegurodeello,ysufrepornopoderllamarmepúblicamentesuhijo.¡Esmimadre,esmimadre!
Hablandoasí,Marillacabrióelcofreenelcualhabíaunpardeguantesblancos:losmismosqueJuanadeAlbretllevabalanochedesumuerte.Loscogióycerrandolosojoslesdiounlargobeso.
Pardaillán,fueradesí,learrancólosguantes,loscolocóensusitio,yconespantovisible,guardóelmisteriosocofrecillodeoroenelarmario,cuya llavearrojóaunrincóndelaestancia.
Reinóentonceslargosilencio.LarápidaaccióndePardaillánacababadeprecisarenelespíritudeMarillacunasospechaquenoosabaformular.
Yelpobrejovenveíadesarrollarseensuimaginacióneldramaquesindudahabíatenidolugar.
Había llegado a París sabiendo que Catalina era su madre, odiándola por suspersecucionesyporhaberloabandonado,estabaresueltoaheriraaquellamujerporsucrimendemadreinfameydereinaávidadesangre.
VioporprimeravezaCatalinayladudapenetróensualma,cuandovioqueleofrecíaunreino,cosaquesólopodríaatribuirseasuarrepentimiento.LuegoMarillacvionuevamentealareinatresocuatrovecesmásysiemprellamadoporella.
EntonceslalástimareemplazóaladudayluegoelasombrodeveraCatalinatanpoco semejante a los retratosquede ellahacían.Más tarde advirtió la emocióndeaquella maternidad que quería revelarse sin atreverse a ello y sintió la alegría deamarla,y,porfin,acabóponiendocariñoenella,alverquelegarantizabaelamorylapurezadeAlicia.
No obstante, la inexplicable muerte de Juana de Albret, sus misteriosasadvertencias, la mirada de terror que fijara en el cofrecillo regalado por Catalina,hicieron sospechar al conde que ésta había asesinado a Juana de Albret. Pero noqueríacreerenello,puessobrepasabaloslímitesdelocriminal.
Yentonces,sidabacomociertasusospecha,debíallegaralaconclusióndequeCatalina se burlaba de él al manifestarle maternal cariño y mentía también algarantizarladignidaddeAlicia,que,sinduda,eraunadesustenebrosasauxiliares.
He aquí los pensamientos que cruzaban el cerebro del desdichado, perosubstrayéndoseatalesmeditaciones,seechóareír,recogiólallavequeelcaballeroarrojaraalsuelo,laintrodujotranquilamenteenlacerraduradelarmario,yexclamó:
—¡PorDios, amigo!Creo que estamos locos.Vos tenéis la culpa por habermehechoevocarlamuertedeJuanadeAlbret.Peroahoraquecaigoenello,laculpadetodo la tieneel trajenegro.Pues, sí, caballero,mecasaréconélpuestopara llevar
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lutopormibuenamadreadoptiva.Hablemosdeotracosa,¿queréis?—Conmuchogusto,conde,peroantespermitidmequeoshagaunapregunta.—Hablad,queridoamigo.—¿Decididamenteoscasáismañana?—Sí,alasdocedelanocheenSaint-Germain-L’Auxerrois.Soiselúnicoquelo
sabe.—¿Ydeseáisqueasista?—Mifelicidadnoseríacompletasinoestuvieraisallí.—Bueno.¿Cómoentraréenlaiglesia?—Hallaosalasonceantelapuertecitaquedaalclaustro,peroidsolo.—Perfectamente,queridoconde.Yelcaballeropensó:«Iré en compañía de algunas buenas espadas que conozco, porque ¡lléveme el
diablosiladulceCatalinanotratadeasesinarasuhijo!».—Salgamos, ¿queréis? —Dijo Marillac—. Quisiera pasar el resto del día en
vuestracompañía.EntraremosenalgunatabernaalaorilladelSenayvaciaremosunabotella.
—Nohayinconveniente,puestengoganasdeverloquepasaenParís.¿Habéisobservado, conde, que la población parece presa de extraña fiebre?Diríase que sepreparaalgunatempestad,sinoenelcielo,enlatierra.
—No,no loheobservado,amigo,yasabéisque la felicidadesegoísta.Pero loquesíhenotadoesquevos,habitualmentetanalegre,estáistriste.
—¿Triste?Deningúnmodo.Inquieto,talvez.
Losdosamigosestabanen lacalle,alumbradaporunhermososol,ycomo loscaloresfuerteshabíanpasadoya,veíasetransitaralasgentesvestidasconeltrajedelasfiestas.
—¿Y cuál es elmotivo de vuestra inquietud?—preguntóMarillac cogiendo elbrazodelcaballero.
—Puesquehacetresdíashadesaparecidomipadreytemoquehayaemprendidoalgunaaventurapeligrosa.
—¡Cómo!¿Notenéisnoticiasdeél?—¡Ninguna!ElmiércolesporlanochesaliódelhoteldeMontmorencydiciendo
al suizoque si a lamañana siguientenohabíavuelto,habría emprendidounviaje.¿Cuál puede ser? ¿Y cómo habrá podido salir de París?Conozco ami padre y suespírituemprendedorylocreocapazdehaberfranqueadounadelaspuertas.¿Peroadóndepuedehaberido?
—Eshombrederaraprudenciaysinningunadudaosinquietáissinmotivo.—Ya lo séyno estoymuy intranquilo.Porotraparte, si hubiera corrido algún
peligromehabríaavisado.Únicamenteocurrequemientraséltrabajaporsulado,yolohagoporelmíoysuausenciapuedecomprometereléxitodemiplan.
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—¿Cuáles?—preguntóMarillac.—He logrado sobornaraun sargentoquedebeestardeguardiaen lapuertade
SaintDeniselmartespróximo.Mehaprometidoprohibirmedébilmenteelpasocontalqueyoataquecon todovigor.Además,searreglaráparaqueelpuente levadizoestétendidoamillegada.Cuentoconvos,amigomío.
—Perfectamente:¿aquéhoradelmartes?—Hacialassietedelatarde.HabráuncocheenelcualiránLuisa,sumadreyel
mariscal,aquienhelogradoconvencerparaquenosemuestre.Seremosunaveintenadehombres.
—Bueno,yotraeréotrostantos.—¡Ah!¡Simipadreestuvieratambiénentrenosotros!—Elmartesyahabrávuelto,¿peroquéhacetodaestagente?—¡Caramba!—Dijoelcaballero—.Ahorasearrodillan.Acerquémonos.—¿Noteméisqueosdescubran?—¡Bah!¿Quién?—¡Aquíhaydos!—gritóenaquelmomentounavozqueimpresionóalcaballero.MarillacyPardaillánhabíanseacercadodurantesuconversaciónaunamultitud
querodeabaalgunacosaantelapuertadeunconventoyquegritaba:—¡Milagro!¡Milagro!Losdosjóvenescontinuaronavanzandohastaelmomentoenquesehallaronante
la puerta del convento y en medio de las gentes que entonaban cánticos, y otros,como presa de delirio, se abrazaban sin conocerse, haciendo la señal de la cruz ygolpeándose el pecho. Luego todo el mundo se arrodilló, en tanto queMarillac yPardaillánpermanecíandepie.
Y como losmilagros del caldero eran siempre una orden del Cielo paramatarherejes,lamultitud,alarrodillarse,profirióelgritoquecreíamásagradableatodoslossantosdelparaíso.
—¡Mueranloshugonotes!Enaquelmomentofuecuandolavozantescitadaexclamó:—¡Aquíhaydos!Pardaillán reconoció enseguida a Maurevert, que lo señalaba con el dedo, a
quincegentilhombresqueparecíanconsiderarlosujefe.Obedeciendoaunaseñal,seprecipitaronsobreelcaballeroespadaenmano.
Yalamultitudfuriosaydeliranterodeabaalosdosamigos,quenodisponíandeespacioniparadesenvainarsusespadas.
—¡Paso, paso! —vociferaban los gentilhombres tratando de llegar hasta susvíctimas.
Perolamultitudqueríadistinguirsematandoellamismaalosdoshugonotesquedagaenmanoeinmóvilesconteníanalosmásrabiososquelosrodeaban.
Losdosjóvenescambiaronunamiradacomodiciéndose:—Vamosamoriraquí,peroantescaeránalgunos.
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—¡Mueran!—vociferabaMaurevert.Hubocomountorbellinoenlamultitudycentenaresdepuñosselevantaron.Pero
enaquelmismoinstante,comosiungransoplohubieraabatidoaaquellamultitud,lamuchedumbrecayóderodillasgritando:
—¡Milagro!¡Aquíestáelsanto!ElsantoeraelhermanoLubin,que,abriendolapuertadelconventodespuésde
haberescapadodelosmonjes,aparecíaconlosbrazosabiertosylacararubicunda.Al divisar al caballero de Pardaillán, se dirigió a él con los ojos llenos de
lágrimas. Recordaba los innumerables fondos de botella que Pardaillán le habíaregaladoen«LaAdivinadora».
—¡Querido caballero, querido amigo! —exclamaba el monje atravesando lamultitudpostrada.
Maurevertysusacólitoslosiguieronenfila.MarillacyPardaillánaprovecharonaquellatreguainesperadaparaenvainarladagaytomarensulugarlaespada.
Pardaillán no se preguntó por quéMaurevert se hallaba entre aquellamasa depueblo y con qué objeto iba escoltado por tantos gentilhombres, entre los cualesreconocióaalgunosmuydevotosdelareinaCatalina.
—Atención—dijoaMarillac—.Aquíestálajauría.¿Veisavuestraizquierdaestadepresióndelmuro?
—Sí —dijo Marillac conteniendo por la punta de su espada a uno de losasaltantes.
—Lleguemosallídeunsalto.Asípodremosresistirmejor.¿Estáispronto?—Sí.Losdosamigossaltaronjuntosyseoyeronalgunosalaridosdedolor,puesdosde
losmásatrevidoscayeronalsuelo.Marillac entonces, obedeciendo a la maniobra indicada, se precipitó hacia el
huecode la pared abriéndosepaso a estocadas.Lamultitud se apartó ante supasoaullandodedoloryvolvióacerrarsetrasél.
En cuanto Marillac hubo llegado a su sitio, observó que estaba solo; quisolanzarse en socorro de Pardaillán, pero a su alrededor había una muralla humanainfranqueable.
—¡Pardaillán!—gritó.Ysearrojódecabezacontralamultitud.En aquel momento fue cogido por detrás, sujetado, sin poder hacer el menor
movimientoyluegoseviolevantadoyarrastradoalinteriordelconvento.
Encuantoalcaballero,heaquíloquehabíasucedido:En elmomento en que Lubin llegaba a su lado, uno de los gentilhombres que
escoltaban aMaurevert le dirigióungolpe con lapuntade su espada.El caballeroentoncessetiróafondoydeunaestocadarectaatravesóelhombrodesuadversario.Enelinstanteenqueseerguíadenuevoeibaaampararseenelhuecodelaparedque
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designara a Marillac, el monje se le acercó y lo estrechó entre sus brazosmurmurando:
—¿Soisvos?¡Ah,cuánfelizsoy!Venidabeber.Deunasacudidaviolenta,Pardaillánsedesembarazódelmonje,querodóporel
suelogritando:—¡Ingrato!Enaquelmomentocienbrazosgolpearonalcaballero; lerompieronlaespaday
en un momento sus vestidos fueron destrozados. Quiso desenvainar la daga, peroMaurevertselaquitó.
Entoncesseviounespectáculoinaudito.Elcaballero,desarmado,llenodesangre,teníaencimaunamasahumanaquese
esforzabaporaplastarlo.El joven la levantaba, la sacudía, la dispersaba con la irresistible fuerza de sus
hombros.Perolamultitudvolvíaalacarga;elcaballerodabavueltas,selevantaba,mordía, manejaba sus dos puños como otros tantos arietes; los hombres llenos desangrecaíanasualrededory lamultitudprorrumpíaenalaridos,mientraselgrupofrenéticoqueloatacabaluchabaenferozsilencio.
Pardaillán,conelrostrollenodesangre,sacudíaasusenemigos,comounjabalíala jauría.Unaneblina flotabaantesusojosy jadeantenopensabaenotracosaquellegarhastaMaurevertque,adiezpasosdedistancia,dabalasórdenesoportunas,ycogerloparaestrangularloantesdemorir.
Deprontoseoyóunclamormásterrible.Elcaballerohabíacaído,yyanopodíalevantarse porque a cada una de sus extremidades estaban cogidos tres o cuatrohombres.
—¡Cuerdas!—gritóentoncesMaurevert.Algunos instantesmás tarde, Pardaillán, sólidamente atado, fue internado en el
convento,mientras,enlacalle,unadocenadeheridosserestañabanlasangre.LamultitudcogióentoncesaLubin,lolevantótransportadaporeldeliriodelos
milagrosylollevóentriunfoaclamándolo.Eraelsantoquehabíadetenidoalhereje.Eraelsantoque,alabrazarlo,loprivódesufuerza.
El rumor de tales prodigios se propagó rápidamente, y toda la tarde, hasta unahoraavanzadadelanoche,lasgentesfueronaarrodillarseanteelconvento,pidiendola bendición del santo hombre que había vengado a Dios por el sacrificio de serhervido.Dehoraenhora,Lubinsemostrabaybendecíaalpueblo.
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LACAMARADELTORMENTO
XIII-Enlibertad
ALFINALDELEPISODIOANTERIORdejamosaPardaillányalcondeMarillaccogidosporsusenemigos,gracias,segúncreíaelpopulacho,alsantoLubinque,alabrazaralcaballero,lohabíaprivadodesufuerza.
Ambosjóvenes,según,sabemos,fueronintroducidosenelconvento,peroselesseparóenseguidademaneraquenopudieroncomunicarse.
Pocodespués,ycuandoyasehabíarestablecidolatranquilidad,Maurevertentróenelconventoycelebróunalargaconferenciaconelpadreprior.
Aconsecuenciadeella sehizoconducira laceldaenquehabíasidoencerradoMarillac.Llevababajoelbrazolaespadadelconde.
—Caballero—dijoalentrar—,soislibre.Heaquívuestraespada.Marillacnomanifestónialegríanisorpresa.Cogiótranquilamenteelarmaquese
lepresentabaylaenvainó.—Señor de Maurevert —dijo—, espero que volveremos a encontrarnos en
condicionesmás favorables…,esdecir, cuandonohayáis tomado laprecauciónderodearosdeveinteespadachinesparaatacaradoshombres.
—Señorconde,nosencontraremoscuandoosplazca—contestóMaurevert.—¿Osparecebienpasadomañanaporlamañana?—No hay inconveniente, pero permitidme que os diga, señor conde, que no
comprendoporquémebuscáisquerelladespuésdehaberossalvadolavida.—¿Vos me habéis salvado la vida? —dijo Marillac con un desdén que hizo
palideceraMaurevert.Peroéstesecontuvoyrepuso:—Aun cuando no lo creáis, ello es verdad. He llegado ante el convento en el
mismoinstanteenquelamultitud,furiosanoséporqué,ibaaecharsesobrevos.Conayudademisamigososhecogidoyoshetransportadoaquí.Delocontrariohabríaismuerto,señorconde.
Marillachabíaescuchadoestasexplicacionesconatenciónprofunda.—Caballero—dijo—,siesasí,hedemanifestarasmisorpresa,porquenofiguro
enelnúmerodevuestrosamigos.—¿Acasoteníayonecesidaddequefueraisamigomíoparalibrarosdeaquellos
locosfuriosos?¿Quécaballeronohubierahecholomismoenmilugar?Además,hedemanifestarosqueteníaunsecretomotivoparaayudaros,auncuandomisocorro,paramayorseguridad,oshayapodidoparecerunataque.
—¿Cuálesestarazón,caballero?
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—Eldeseodeseragradablealareinamadre—dijoMaurevertinclinándoseconrespeto.
MarillacpalidecióyMaurevertañadió:—Si yo no soy amigo vuestro, señor conde, y si durante la última fiesta del
Louvrenoshemosmiradoconciertaantipatía,tengo,encambio,elhonordeformarpartedelosamigosdelareina.¿YsabéisloqueSuMajestaddijorecientementeamíyaotroscaballerosquelesonfieles?Dijoqueosconsiderabaunperfectocaballero,quesentíaporvosverdaderoafectoyquerogabaa todossusamigosprotegerosencualquierpeligroquepudierasobreveniros.Yaveis,pues,caballero,que,acudiendoavuestroauxilio,nohehechomásqueobedeceramireina,porlaqueestoyprontoaperderlavida.
—¿Lareinadijoeso?—exclamóconalteradavoz.—Éstassonsusaugustaspalabras,quetengoelhonorderepetiros,señorconde.
Porestarazón,aunaceptandolacitaquemehacéiselhonordedarme,osruegoquemeconsideréisavuestroservicio.
Maurevert,despuésdehaberseinclinado,diounpasopararetirarse.—Esperad,caballero—dijoMarillaccontemblorosavozapesardesusesfuerzos
—.Caballero,laspalabrasqueatribuísaSuMajestadtienenparamíimportanciadevidaomuerte.¿Mejuráisquelareinaseexpresóasíalhablardemí?
—¡Os lo juro!—dijoMaurevert conevidente sinceridad—.Deboañadirque silas palabras de la reina eran afectuosas, el tono lo eramás aún. Para nadie es unsecreto,señorconde,quegozáisdelfavordeSuMajestad,lacualosdestinaunaltomandoenelejércitoqueelseñoralmirantedebeconduciralosPaísesBajos.
«¿Mehabréengañado?»,—sedijoelconde—.«¿Seráverdadquemequiere?».—SeñordeMaurevert,sientohaberosrecibidomal.—Todo el mundo se hubiera engañado con mi conducta —dijo Maurevert
sonriendo.—Adiós,pues,ymuchasgracias.Tenerlabondaddedecirmedóndeestáelseñor
dePardaillánparamarcharnosjuntos.—¿ElseñordePardaillán?—Sí,¿porquéosasombráis?—Señorconde,osrepitoqueestáislibre,peroencuantoalseñordePardaillánes
otracosa,puesesunrebeldeacusadodelesamajestadymideberesprenderlo.—¿Loprenderéis?—Yaestáhecho.—¿Conquéderecho?¿Soisoficialdelaguardia?—No,señor.HerecibidoordendeapoderarmedelapersonadelseñorPardaillán
yprecisamenteestababuscándolocuandotuveelhonordeencontraros.—¿Unaorden?¿Dequién?—Delareinamadre.Dichas estas palabras,Maurevert saludó de nuevo al conde y salió dejando la
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puerta abierta.Marillac sequedóunmomentoaturdido,perogolpeándose la frentemurmuró:
—Estavezvoyaconvencermedesirealmentelareinamequiere,porquelevoyapedirlavidaylalibertaddeunhombrequelahaofendidocruelmente.
Salióentoncesdelaceldayenelcorredorsehallóenpresenciadeunmonjequelosaludóyledijo:
—Señor conde, estoy encargado de haceros salir del convento por una puertaexcusada.
—¿Porquénoporlapuertaprincipal?—Escuchad,señor—dijoelmonjesonriendo.Marillac prestó atención y a lo lejos, procediendo de la calle, oyó un clamor
furioso.—Es lavozdelpuebloque reclamasuvíctima—dijoelmonje—,y lavíctima
soisvos.Venid,señor.Marillac,sinhacermásobservaciones,siguióalmonje,quelocondujohaciauna
puertecillaquedabaaunacallejuelasolitaria.EntonceselcondesedirigióalLouvre.
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XIV-ElTemple
PORDEPRISAQUEMARILLACsehubieradirigidoalLouvre,Maurevertllegóantesqueél,puesésteibaimpulsadoporelodio,entantoqueMarillacloestabaporlaamistad,ylasalasdelprimersentimientosonmásrápidasquelasdelsegundo.
Por lo visto,Maurevert era esperado con impaciencia en las habitaciones de lareinamadre,porqueapenaselcapitándeguardias,Nancey,lodivisó,cuandolehizola seña de seguirlo y conduciéndolo por un corredor privado, lo introdujo en unaantecámara en donde se hallaba la camarera florentina Paola, que, a su vez, lointrodujoeneloratorioqueyaconocennuestroslectores.
CatalinadeMédicisestabaallíescribiendofebrilmente;anteellahabíaunmontónde cartas ya terminadas y acababa de empezar otra. La reina escribía siempre suscartas personalmente, pues, fuese por desconfianza excesiva o por necesidad deemplearsuincesanteactividad,nuncatuvosecretarios.
A la entrada de Maurevert, levantó la cabeza e hizo seña para ordenarle queesperarayacabólafraseempezada.
Maurevert teníamuybuenavistay tratóde leer lasseñasde todas lascartasyaselladasquelareinateníadesparramadasencimadelamesaypudoobservarquecasitodasellasibandirigidasalosgobernadoresdelasprovincias[4].
EnaquelmomentoCatalinalevantórápidamentelacabezaysorprendiólamiradadeMaurevert.
—¿Tratáisdesaberaquiénescribo?—preguntó.—Señora…—balbuceóMaurevert.—Megustanlasgentescuriosas—dijoCatalinaconaquelairebondadosoquea
veces empleaba— porque la curiosidad es un indicio de inteligencia. Quierosatisfacerlavuestra.Idaesaventana.
—AseguroaVuestraMajestad…—Obedeced.Maurevert fue a la ventana temblando y temiendo alguna sorpresa, pero se
tranquilizópensando:«¡Bah!¡Tienenecesidaddemi!».—¿Quéveisenelpatio?—preguntóCatalina.—UnatreintenadecorreosdeSuMajestadacaballoydispuestosapartir.—Perfectamente, quedaos donde estáis —dijo la reina, golpeando al mismo
tiempountimbreconunmartillodeplata.Entróunhombreque,sinduda,yateníainstrucciones,ycogiendotodaslascartas
selladas,saliósindecirpalabra.Dosminutosmás tarde,Maurevert vio aparecer el mismo hombre en el patio.
Entregóunacartaaunodeloscorreosyéstepartióenseguidaalgalope.Luegopasóalsegundo,quepartióasuvez.Despuésaltercero,yalcabodecincominutostodos
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loscorreossehabíanmarchado.—La primera vez que veáis a vuestro amigo el duque de Guisa —dijo
tranquilamenteCatalina;decidlequehabéisvistopartiramiscorreosportadoresdedespachos para cada uno de nuestros gobernadores. Añadiréis que todos esosdespachosdananuestrosgobernadoreslaordendereunirsustropasymarcharsobreParísparadetenera los insensatosqueno temenconspirarcontrael rey.Dentrodealgunosdías,señordeMaurevert,llegaránaParíssesentamilhombresparaprotegeralsoberanooparalibertarloencasodequeciertosproyectoshubierantenidoéxito.Encuantoavos…Veamos…,¿quévoyahacerdevos?
Maurevertsintióunestremecimientodeterrorquelerecorríaelcuerpocomosiyaelverdugolevantaraelhachasobresucuello.
—¡Estoyperdido!—murmuró.Suspiernasvacilaron,cayóderodillasysucabezaseinclinóhastatocarelsuelo.Catalina lomiróun instante con sombría expresióndeduda, dedesprecioyde
triunfo.Porotraparte,habíamentido,puessuscartasnoconteníanotraordenquelade detener todo correo que no fuera provisto de un salvoconducto, a los fugitivosprocedentesdeParísyaloshugonotes[3].
—Levantaos,caballerodijolareina.Maurevertobedeció.Estabalívidoytratabaenvanodecoordinarsusideas.—Sisoisfranco—prosiguióCatalina—osconcederélavida.UnsuspirodealegríahinchóelpechodeMaurevert.Lareinanolohacíaprender
ydiscutíaconél,loqueprobabaquenecesitabadesusserviciosy,porlotanto,estabasalvado.
—¿Enquéestadosehalla laconspiracióndel señordeGuisa?—dijo fríamenteCatalina.
—Señora —contestó por fin Maurevert haciendo un gran esfuerzo paratranquilizarsuvoz—.OsjuroporDiosquenoheconspirado.
—¿Yquién os dice que conspiráis?—dijo la reina con acento de desprecio—.Vamos,señordeMaurevert,paraconspiraresnecesarioseralguien.Pero,encambio,creoquehabréisescuchadoavuestroalrededor.¿Quésabéis?
—Puesbien,señora,seesperaqueSuMajestadelreynoquerrátomarcontralosherejeslasmedidasnecesarias.
—¿Yentonces?—Entonces,señora,comoParísestámuyagitado,elduqueseaprovecharápara
hacersedesignarporlanobleza,porlosburguesesyporelpueblo,capitángeneraldeloscatólicos.
—¿Yentonces?—Nosénadamás,señora—dijoMaurevertconadmirableexpresióndeasombro
ysinceridad.—Mentís,señordeMaurevert.—Señora,enelpotrodelatorturanopodríadecirnadamás.Nada,apartedelo
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queoshedicho…Noobstante,creo…;peronoesmásqueunasuposición.—Noimporta,¡hablad!—Piensoque,unavezdueñodeParísycapitángeneraldelasfuerzascatólicas,
se aprovecharía tal vez, si las circunstancias fueran favorables, para llevar a SuMajestadelrey…
«¿Acasonosabránadamás?»,—pensólareina.Maurevertsehabíaserenadoyalasazónsusemblanteeraimpenetrable.—Caballero—dijodeprontolareina—,habéisprestadomásdeunservicioysin
dudaprestaréisotrostodavía.—MividaperteneceaVuestraMajestad.—Os perdono —dijo Catalina—. En cuanto al duque de Guisa, si quiere ser
capitángeneral,loserá.Megustaversubuenceloenfavordelareligión,puesllegahastaaconspirarparaimponeralreysuvoluntad.Piensocomoélyparaayudarloaconvenceralrey,hagoveniraParísunejércitocompleto.Entoncesveremos.Guisayyonosentenderemos.Encuantoavos…ylomirófijamente.
Maurevertsostuvoelexamen,comprendiendoquesidabaindiciosdetemor,ibaaserpresoyllevadoalatortura.
—… En cuanto a vos —continuó Catalina, trazando algunas palabras en unpergamino—,heaquíloquepuedohacerporvos.
Maureverttratabadeleerlodesdelejos.«¿SerálaordendeenviarmeaBastilla?»,—pensó.Lareinaletendióelpapel:eraunbonodecincuentamillibrassobreeltesorode
lareinamadre.Un estremecimiento de alegría recorrió el cuerpo deMaurevert, que se inclinó
conrespeto,perosinexageración.«Decididamente no sabe nada»,—pensóCatalina, que lo había observado con
detención.—… Se acerca la hora —continuó— y, por lo tanto, será necesario que os
apostéisencompañíadevuestroamigoencasadelcanónigoVillemur.—Pero,señora—dijoMaurevert—miamigoestáyapagadoylascincuentamil
librasqueVuestraMajestadquiereotorgarme…—Son para indemnizaros de una sospecha injusta —dijo Catalina con
encantadorasonrisa—ytambiénenpagodelasnoticiasquemehabéisdado.Y¿quémecontáisdelmilagro?
—Elmilagrosehahecho,señora—dijoMaurevertrecobrandosuaplomo—.Elpueblo grita entusiasmado alrededor del convento; el monje Lubin es llevado entriunfo,elaguadelcalderosehaconvertidoensangreydeellopodríandarfemásdeveintemilpersonas.
—Admirable.—Señora,hedeserjusto.Quienlohahechoposibleeselpadreprioryunfraile
llamadoTeobaldo.
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—¿Demodoqueelpuebloestáconvencidodelmilagro?—Sí, señora; y todos saben además que los milagros del caldero sagrado son
siemprepresagiosdealgunamatanzadeherejes.Así,hecomenzadoporapoderarmededosquepasaronamialcance,perohedevueltolalibertadauno.
Unaexpresióndeinquietudysorpresasepintóenelsemblantedelareina.—El hombre que he soltado es un hugonote de importancia, pero he creído
observarqueVuestraMajestadloteníaenciertaestima.EselcondedeMarillac…La reina sonrió con indiferencia, pero Maurevert se hubiera estremecido de
espantodehaberoídoelrugidoderabiaqueinteriormenteprofirióaquellamadre.Sinlamenoremocióndijo:
—HabéishechobienensalvaralseñordeMarillac.¿Yelotroquiénera?—El otro, señora…DígneseVuestraMajestad permitirme que le recuerde una
promesaquemehizo.—¿Cuál?—exclamólareinaasombrada.—Señora, llevo en la cara una cicatriz imborrable y en tanto que nome haya
vengado…—¿Esellatigazo?—dijolareina.—Sí,señora—contestóMaurevertrechinandolosdientes—,parece,enefecto,un
latigazo.Puesbien,señora,elhombrequeprendíanteelconventoeselautor.—¿ElcaballerodePardaillán?—Sí,Majestad.«Decididamente», —pensó Catalina— «este Maurevert es un hombre
admirable».—Señora—continuóelespadachín—,meatrevoarecordarosquemedisteiseste
hombreparahacerdeélloquemejormepareciera.—¿Dóndeestá?—preguntóCatalina.—Encerradoenunaceldadelconvento.—¿Yadóndequeréisllevarlo?—AlaBastilla,siVuestraMajestadmedalaorden.Catalina pareció reflexionar algunos instantes yMaurevert no pudo saber si la
aprehensiónlecausabaalegría.—¿Yquéqueréishacerdeesosdoshombres?—continuólareina.—¿Doshombres?—exclamóMaurevertasombrado.—Sí, él y el otro, su padre, que fue cogido en casa delmariscal deDamville,
segúnéstemeavisó.EstáenelTemple.Elseñormariscal,por razonesque ignoro,mehapedidolaordenparatorturaraeseaventureroyquierepresenciareltormento.TodoesoesmuygraveyconfiesoquemesorprendemucholaactituddelduquedeDamville,pues,realmente,nolecorrespondeinmiscuirseensemejantetarea.¿AcasoPardaillánconocesecretosimportantes?
—SiVuestraMajestadmedalaorden,yomecomprometoaarrancárselos.—Yacomprenderéis queno tengoningúnmotivodeodio contra esePardaillán
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porquienmanifestáistantaenemistad.—EsecaballeroinsultóaVuestraMajestadenplenoLouvre.—No creo que ésa fuera su intención. Por otra parte, ese joven hizo un gran
servicioalreysalvandoenciertaocasiónanuestraprimadeAlbret,alaquelibródeun gran peligro. ¡Pobre reina de Navarra! Eso no la impidiómorir y ha sido unadesgracia, porque ¡hubiera sido tan fácil entenderse con ella! No puede decirse lomismodelseñordeColigny,queesverdaderamenteintratable.¡Aquésituaciónnosvemosreducidos!
Lareinacontinuóentonces,dandounsuspiro:—Oshedado esos dos hombres y nomedesdigo. ¿No seríamejor encerrarlos
juntos?ComoelviejoestáenelTemple,allímandaremostambiénaljoven.Almismotiempofirmóunaordendearresto.—¡Oh, señora! Tanto da el Temple como la Bastilla,mientras se hallen enmi
poder…,sobretodoelcaballero.—¿Yestáisdispuestoaencargarosdeaplicarleseltormento?—Sí, señora.Esobastaráparamivenganza—dijoMaurevert conexpresiónde
odio.—Tomadlos,pues—dijolareinatendiéndolelaordendearresto.Maurevertlacogióconalegríae,inclinándose,dijocontemblorosavoz:—¿VuestraMajestadmepermiteretirarme?—Un momento, Maurevert. ¿Cuándo pensáis aplicar el tormento a vuestros
enemigos?—Inmediatamente, señora. Una vez haya trasladado el prisionero al Temple y
avisadoalverdugo.—Elcualsóloquerráejercersusfuncionesantelosjuecescorrespondientes.—Esverdad—dijoMaurevertcondesencanto.—Amenosquenotengaunaordenterminante—continuólareina.YescribiórápidamentealgunaspalabrasenunpapelquetendióaMaurevert.Era
unaordenparaaplicareltormentoordinarioyextraordinarioalosdosPardaillán,enlaprisióndelTemple,elsábado23deagosto,alasdiezdelamañana.
—¿Tantoseráprecisoesperar?—preguntóMaurevert.—Queridoseñor,yohetenidomáspacienciaquevos.Totalfaltancincodías.—Esverdad.Perdonadme,señora.—¡Ah!Otracosa.Noquieroquepresencienel tormentomásqueel jefede los
verdugosyvos.—TranquilíceseVuestraMajestad.—Ymedaréisfielcuentadelasconfesionesdeesosdoshombres.—Oslojuro,señora.—Muy bien. Ahora sabed una cosa, caballero. Os doy la vida de esos dos
hombres contra la del almirante Coligny, que vuestro amigo me prometió. Por lotanto,deaquíalsábado…
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—Desdemañanapor lamañana,señora,miamigoseapostaráenelclaustrodeSaint-Germain-L’Auxerrois.
Maurevert se retiró con la cabeza ardorosa, la garganta seca y la alegría en elcorazón.
«Estomarcha»,—murmuróentoncesCatalinadeMédicis—.«Señoralmirante,rezadunpadrenuestroyunavemaría,sitodavíasabéisrezar.Encuantoaesosdosespadachines, yo sabré que secreto quería arrancarles Damville. Precisamente alladodelacámaradelastorturasdelTemplehayungabineteoscuroendondepodréocultarmeparaverloyoírlotodo».
EnaquelmomentoentróPaola,lacamareraflorentina,ydijo:—Señora,elseñorcondedeMarillacestáhablandoenlaantecámaraconelseñor
deNancey.—¿Yquéquiereesequeridoconde?—Creoque ruega al capitán solicitar inmediatamente una audiencia deVuestra
Majestad.—Puesbien,introdúceloenseguida.
—Buenos días, querido conde —exclamó Catalina al verlo entrar—. Me handichoquequeríaishablarconmigoy,ya loveis,dejoparamástarde losasuntosdeEstado,porelplacerderecibirosinmediatamente:
Lareinaapartóconlamanolascartasquesehallabananteella,yluegohizounaseñaaMarillacparaqueseacercara,cosaqueéstehizotemblorosoydandomuestrasdegranemoción.
—Veamos —dijo la reina—, ¿qué me queréis? ¿Está todo preparado para laceremoniademañanaporlanoche?Nadatemáis,amigo,porquemeinteresamuchovuestrafelicidad.
Marillachincólarodilla,ydijo:—Señora,me colmáis con tanta benevolencia que sería un ingrato si dudara…
No,señora,nosetratademí.Hevenidoapedirgracia.—¿Gracia? —dijo la reina asombrada—, mejor dicho, justicia. Uno de mis
amigos acaba de ser preso, y al decir amigome quedo corto, pues mejor debierallamarlo hermano. Es el hidalgomás fiel y noble que he conocido; tiene brillanteinteligencia,corazóntiernoyvalorindomable.
—Bastaqueletengáistantocariño,queridoconde;paraqueyoledeseetodoelbienqueparavosquisiera.¿Cómosellama?
—¡Ay; señora! Tuvo la desgracia de disgustar a Vuestra Majestad en dosocasionesdistintas.LaprimeraenunaentrevistaquecelebróconvosenlacasadelPuentedeMadera,enlamismaquetuveladichadeconoceros.Ylasegundavez,enelLouvre,enelgabinetedeSuMajestadelrey.
—Conde—dijoCatalina con vozmelancólica. ¡Hay tantas gentes queme handisgustadoytratodeolvidarlas!
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Marillaccontestóentonces:—EselcaballerodePardaillán.Catalinapareciórebuscarensumemoriayluegoexclamó:—¡Ah,sí!Yahabíaolvidadocompletamenteaesejoven.Ahorarecuerdoquele
propuseentraramiservicio.¿Decísquehasidodetenido?—Sí,señora,yosruegoqueledevolváislalibertad.Respondodequeelcaballero
noha intentadonadanicontravosnicontraSuMajestadel rey.Simi ruego fuerainsuficiente,creoqueelmismoreydeNavarranovacilaríaenintervenirenfavordeminobleamigo,másespero,señora,quemipeticiónbastará.
—Tenéisrazón,queridoconde.UnadevuestraspalabrasvaleparamitantoomásquelasdelreydeNavarra.
EstaspalabrasprodujeronexcelenteimpresiónenelánimodeMarillac.—¡Nancey!—llamólareinagolpeandoeltimbreconsumartillo.Inmediatamentecomparecióelcapitándeguardias.—Nancey —dijo la reina—, ¿estáis enterado del arresto del caballero de
Pardaillán?—Sí,señora,eselmismoqueseescapódelaBastilla.—¿Quiénhadadolaorden?—dijoCatalinafrunciendoelentrecejo.—SuMajestadelrey.Creoqueesejovenestáacusadoderebelión.Porlomenos
sesabequeharesistidodosvecesalossoldadosdelrey.—¡Ah,señora!—exclamóMarillac—.Voyadecirosenquécircunstancias.—¡Chitón!—dijolareina—.Estábien.Nancey,podéisretiraros.Elcapitánobedeció.—Mi querido hijo —dijo entonces Catalina—, voy a daros una prueba de
benevolencia que solamente podrían esperar demímis hijos Enrique y Francisco.Quedaosaquíhastamiregreso.
Marillac se inclinó profundamente y muy turbado, pues sentía afirmarse elconvencimientodequelareinateníaporélelverdaderoafectodemadre.
La reina, al ordenarle que se quedara, le daba grandísima prueba de confianzailimitada,pues,enefecto,lodejabasolocuandoanteélsehallabanlascartasescritaspor ella, que sin duda, eran secretos de Estado. No obstante, el joven no hizo lamenortentativaparaleercualquieradeellas.
Catalinaestuvoausentedurantemediahora,durantelacualnoperdiódevistaunsoloinstantealcondedeMarillac,Unsolopuntopermanecíaoscuroenelespíritudelconde.MaureverthabíaledichoqueelcaballerodePardaillánfuedetenidoporordende la reinamadre, la cual, a juzgar por lo que dijomomentos antes, parecía haberolvidadohastaelnombredelcaballero.Encambio,Nanceyafirmabaquelaordendearresto había sido dada por el rey. Era una pequeña contradicción que ningunaImportanciateníaalladodelasbuenasdisposicionesdeCatalina.
Deprontoéstaentróradiantedealegría.—¡Victoria!—exclamó—.Heconseguidoloquequería.
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—¡Ah, señora!—murmuróMarillacmuy emocionado—. ¿Cuándo necesitaréismivida?¿Demodoquemiamigo,elcaballerodePardaillán,está…libre?
—Tengo la palabra del rey. Confieso queme ha costado bastante, pues, segúnparece,vuestroamigoconspiraconelseñormariscaldeMontmorency.
—¿Él? ¡Ah, señora! Ya que se presenta ocasión favorable, permitidme que osdigaqueelmariscal…
—¡Silencio,conde!Nomeinteresa,y,además,sielseñordePardaillántienealgoquedecirdelmariscal,yalodiráélmismo.
—Soisunagran reina—dijoMarillac con tal expresiónde ternuraquehubieradesarmadoalareinaCatalina,sienellatuvieranecolossentimientoshumanos…
—¡Ay, no! —dijo encogiéndose de hombros—. Soy sencillamente una pobremujerquehasufrido,yeldolor,queridoconde,eslaescueladelaindulgencia.
No quiero saber si vuestro amigo conspira o no. Sólo tengo en cuenta que esvuestroamigo,y,porlotanto,tambiénmío.Decidlequesihadepedirmealgoparaélo para elmariscal, lo recibiré pasadomañana a las diez, en cuanto el rey lo hayainterrogado.
—¿Sumajestaddeseainterrogaralcaballero?—Sí,hepodidolograrqueseprescindieradelprocedimientoordinario.Envezde
ser interrogado por un juez, lo será por el mismo rey, y si sus respuestas sonsatisfactorias,siexplicaporquéestabaencerradoenelhoteldeMontmorency,seleperdonará el resto; es decir, el asuntodelLouvre, de la taberna incendiadayde labatalladelacalledeMontmartre.
—¡Oh, señora!—exclamóMarillac radiante de alegría—.La explicación es enextremosencilla.PardaillányelmariscalnoquierenmásquesalirdeParís,pues…hayentodoellounasuntoamoroso.
—Pues bien, mi querido conde. Id pasado mañana a las habitaciones del rey,sobrelasnueve,llevandoavuestroamigo.Perodecidlequequisieraverlo.
—Señora, no saldrá del Louvre sin haberos dado testimonio de su fidelidad yreconocimiento.Encuantoamí,mividaospertenece.
—Adiós,conde—dijolareina—.HastamañanaporlanocheenSaint-Germain-L’AuxerroisypasadomañanaenelLouvre.
Marillacsalióllenodealegríayapiesedirigióalconvento.Cuandollegaba,uncaballerosalióymontandoacaballodesaparecióendireccióndelLouvre.
El conde solicitó ver al abad o por lo menos al prior, y al cabo de algunosmomentos,éstelorecibióenellocutorio.
—Caballero—dijo,yestetratamientohizohacerunamuecaalreverendoprior—,¿hayinconvenienteensabersielseñorcaballerodePardaillánsehallatodavíaenelconvento?
—Ningúninconveniente.Estejovenestátodavíaaquí.DebíahabersidollevadoalaBastilla,peroacaboderecibirunaordendelLouvrediciendoqueloalojehastaelmartesporlamañanaenlamejorhabitacióndelconvento.Lehecedidolamía,que
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estodoloquepuedohacer.—¿Yquésucederáelmartesporlamañana?—preguntóMarillac.—Tengo orden de ponerlo en libertad diciéndole que el rey quiere recibirlo al
levantarse de la cama y que una augusta persona confía en su honor de hidalgopara…
—Irá, yo os respondo—dijoMarillac alegremente—. Pero decidme, caballero,¿nopodríaveramiamigoenesteinstante?
Elpriorreflexionóydijo:—Caballero, por mi parte no tengo el menor inconveniente, pero ninguna
instrucciónherecibidosobreelparticular.Poneosenmi lugar.Losdoshabéissidopresosyvos estáis ya libre.Vuestro compañero lo estará elmartes por lamañana.Hayentodoelloalgoqueyonoséyquemehacepensarenquetalvezhanqueridosepararos.Porestarazón…
—Sí,sí—dijoMarillacsonriendo—,noinsisto.Peroruegoquedigáisalcaballeroqueelmartesporlamañanavendréarecogerlo
parairjuntosalLouvre…—Loharéconmuchoplacer.Dentrodecincominutosselohabrécomunicado.El conde se retiró sumamente satisfecho. No obstante, sentía pesar sobre él
extrañaangustia.«Es la alegría» —se dijo—. «Recapitulemos sobre mi dicha. Mañana por la
mañana se casa el rey en Nuestra Señora. Bueno. Inmediatamente pido permisohastaqueseempiecelacampaña.Mañanaporlanoche,alasdoce,mimadre,símiverdaderamadre,conduciráamiAliciaalaltaryunsacerdotemeuniráporfinamiadorada.¿Unsacerdote?¡Bah!Yapuedoprescindirdeeseescrúpuloenobsequioami madre. Y, además, tengo el ejemplo del rey. Bueno. Pasado mañana por lamañana,voyabuscaraPardaillány lo llevoalLouvreydepasoobtengoparaelmariscal y su familia una autorización para salir de París. Entonces nos vamostodos.¡Ah,madremía!¿Quiénmehubieradichohacepocosmesesquemeharíaistanfeliz?».
Alasazónerayadenocheyalgunosgrupossilenciososatravesabanlascalles.EnlasoscurasprofundidadesdeParís,oíanserumoresdesusados.
«Los parisienses se preparan para las grandes fiestas que tendrán lugarmañana»—pensóMarillac.
Elpriorhabíamentidoaldecirqueelcaballeroestabaaúnenelconvento.Hacíaya más de una hora que había llegado una escolta de caballeros mandada porMaurevert, y el caballero, después de bien atado, fue trasladado al Temple en uncarruajecerradoquerodeabanlosjinetesqueformabanlaescolta.
Elvastoedificioconservabaaúnenaquellaépocaelnombrequehabíarecibidoantaño,cuandolohabitabanlosmonjesguerrerosllamadostemplarios.
SellamabaCiudadNuevadelTemple,comosihubierasidounaciudaddentrode
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otra.Hacíamásdedossiglosquelostemplarioshabíansidoexterminados,Yandaban
dispersosloscaballerosdeMaltaqueloshabíansucedido.Lamayorpartedeloscuerposdeledificioestabanarruinados,yenbuenestado
noquedabamásquelaviejatorreenque,doscientosveinteañosmástarde,LuisXVIdebíadeserencerradoantesdesubiralpatíbulo.
En1572, la torredelTempleservíayadeprisión,yFrancisco I la empleóparaeste propósito, pero tenía otro destino, y esto esmuy importante explicaría para labuenacomprensióndenuestrorelato.
Habíase convertido en tesorería. Catalina había depositado allí su fortunaparticular,que,mástarde,hizotransportaralnuevopalacioquemandóconstruir,peroeltesororealdelacoronasequedóallí.
Tal ejemplo fue seguido por algunos reyes que establecieron complicadosescondites, a consecuencia de lo cual, aquellas mazmorras que tantos prisioneroshabíanalbergado,sevierontrocadasencavernasllenasdeoro,yplata.
Así, pues, la torre del Temple era prisión y tesorería en la época que estamosdescribiendo.
Alrededordeaquellaaltaconstruccióncuadrada,encadaunodecuyosángulossealzabaunatorrecillacoronadaporuntejadocónico,reinabaunaatmósferadeterror.En cuanto a los prisioneros que encerraba, eran, por regla general, prisioneros deEstado, gentes que habían sorprendido algún secreto, nobles que tal vez miraranaltivamentealreyyenfin,personaspeligrosas.ElTempleteníasugobernadorysuguarniciónmandadaporuncapitán, sucámarade tortura, celdasconvenientementedispuestas, calabozos subterráneos,mazmorras y todos los detalles que constituíanuna buena prisión como las de la Bastilla, del Châtelet, de Nuestra Señora, delLouvre,etc.
ElgobernadorsellamabaMarcosdeMontluc;erahijodeBlasdeMontluc,que,enGuiena,hizo talmatanzadehugonotes,quemerecióel calificativodecarnicerodel rey. En cuanto a Marcos de Montluc digno hijo de tal padre, tenía alma decarcelero.Eraunhombrede treintaycincoaños,decabellos rojos, cuellode toro,rostro ajadopor losviciosymiradacruel; enunapalabra,unamagnífica fieraquesóloseapaciguabaanteunabotelladevinoounamujer.
Porotraparte,esprecisoser justo:nobuscabavinoscaros;con talquesuvasoestuvieracontinuamentelleno,pocoleimportabalacalidaddelcontenido;encuantoalasmujeresnoexigíadeellasgracianibelleza;elImpudorexcesivoeralavirtudquebuscaba.LastomabadecualquierparteylamayoríadelasramerasdelaCortedelosMilagroshabíandesfiladoporsuhabitación,dondelaorgíaestabaalojada.
ElviejoBlasdeMontlucsirvióalasórdenesdeMontmorencyyluegoalasdelmariscal deDamville, y a éste recomendó a su hijo. Elmariscal le proporcionó elempleo de gobernador del Temple, diciéndose que algún día, en caso de serencerrado,podríatenernecesidaddeunamigoenaquellaprisión.
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Cuando Damville se hubo apoderado de Pardaillán lo mandó enseguida alTemple; desconfiaba de la Bastilla pues aun cuando su gobernador Guitalens eraamigosuyo,nolojuzgababastanteenérgico.
Luegodiocuentadesucapturaa lareinaCatalinay,naturalmente, laencareciócomounservicioimportante.
Elmariscalsereservabaelderechodeinterrogarelmismoalaventurero,perosuplandebíaserfrustradoporMaurevert,quedespuésdehabercapturadoalcaballerodePardaillán,fuecomisionadoporCatalinaparaprocederalaoperaciónindicada.Yasehavistoquelareinateníaintencióndepresenciarestaoperación.Tambiénhabránotadoellectorquelareinafijóparalamañanadelsábado,23deagosto,latorturadelosdosPardaillán.
Desdeelmomentoenquefuetransportadoal interiordelconvento,elcaballerono había abierto los ojos. Reflexionaba y con el rostro inmóvil, esperaba el golpemortal,porquenodudabaqueMaurevertestabadecididoamatarlo.
«Quisiera saberpor cuentadequiénmeasesinaráMaurevert.Nocreoquemeguarde rencor por el golpe que le di con la hoja de mi espada, pues sólo le haquedadolaseñal.Veamos.¿Quiénmecondenaráamuerte?¿LareinaCatalina?Talvez;¿porqué?¿Porqueherehusadomatarasuhijo?¡Pobreamigomío!Creoquevamosamorirjuntos.Bienmirado,elduquedeAnjounodebedeserajenoatodoesto. ¡Cuándo pienso que lo traté de lacayo! Realmente, fue demasiado fuerte. Amenos que todo ello no venga del duque deDamville y del duque deGuisa, puesestán enterados de que conozco su secreto. ¡Pues no tengo pocos enemigos! Esnecesario confesarquemehubiera sidomuydifícil escaparde todos ellos.En fin,LuisasecasaráconelcondedeMargency».
Hizounesfuerzoviolentopararompersusligaduras,perolascuerdasresistieronycesóensuinútilempeño.
Entraronentoncesdoshombres,yPardaillán,abriendolosojos,quisomirarcaraacara a sus asesinos.Con gran sorpresa no vio aMaurevert, y los que acababan deentrar se limitaron a transportarlo al interior de un carruaje, en el que fue echadoatadocomoestaba.Alcabodeveinteminutoscomprendióqueelcochepasabasobreunpuente levadizo.Luegooyóel rechinardeunapuertaquesecierra.Entonces losacaronde suprisión ambulanteyvioque estaba en el patiodelTemple.Divisó aMaurevert que hablaba con un hombre de alta estatura fuerte como un hércules,detrásdelcualestabanalineadosveinteguardias.
—SeñordeMontluc—decíaMaurevert—,soisresponsabledeesosdoshombreshastaelsábado.
«¿Doshombres?»,—sepreguntóelcaballero—.«¿Yporquéhastael sábado?¡Ah,sí!¡Marillac!».
—Muybien,señordeMaurevert.Loscuidarétanbienquenosequerránmarchar.Respondodeelloshastaelsábado.¿Yelsábadoquéharemos?
—Leed—dijoMaureverttendiendoaMontlucelpapel.
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—¡Ah,ya!—dijoelgobernador—.Tormentoordinario.—Yextraordinariotambién,señordeMontluc.Elcaballeroseestremeció.—Bueno,pues,entonces,hastaelsábadoalasdiez.—Prevenidalverdugojuradoparalasdiez—dijoMaurevert.—Yalossepulturerosparalasdoce—dijoMontlucriéndosebrutalmente.Entonces desapareció aquella visión, y cogido por cinco o seis carceleros,
Pardaillán fue llevado al interior de aquel antro formidable y sombrío de la torrecuadrada.Subieronunaescalera;entoncesdesataronalcaballeroylometierondeunempujónenuncalabozo,cuyapuertacerraroncuidadosamente.
—Buenas noches, señores —dijo una voz en la que el caballero reconoció aMontluc.
«¿Porquéel“señores”?»—sepreguntó.Enaquelmomentoalguienquenopudo reconocer locogióensusbrazos,pero
despuésdehaberloabrazadodijocontristevoz:—¿Tú?¿Túaquí?¿Túenesteinfierno?—¡Padre!—exclamóelcaballeroconalegríadandounabrazoalaventurero.—Lo que es esta vez estamos perdidos —dijo éste—. Para mí el mal no es
grande,perotúmedaslástima.—¡Tantoimporta!Yasabéisquenuestrodestinoeraeldemorirjuntos.—Vuestros deseos serán satisfechos —exclamó burlonamente a través de la
puerta la voz deMaurevert—.Gracias amí estáis juntos en elmismo calabozo ymoriréisjuntos.Yahevengadolaheridaquemehicisteisenlacara.Agradecédmelo,Ybuenasnoches.Elsábadoalasdiezdelamañanacontinuaremoslaconversaciónenpresenciadelverdugo.
—¡Miserable!—aullóelaventurero,arrojándosefrenéticosobrelapuerta.EljovenPardaillánnosehabíamovido.Entonceslosdosoyeronpasosquesealejaban.Como el aventurero conocía ya el calabozo, pues hacía varios días que estaba
encerradoallí, tomóasuhijoporlamanoylocondujoaunrincónendondehabíapaja,queservíaalavezdesillaycamaalosmoradoresdeaquelsiniestrolugar.
El caballero se echó en ella para descansar sus doloridosmúsculos. Pasado elprimermomentodealegríaalverasupadre,experimentabaundolormásprofundoqueelsentidoenelmomentodesudetención,puesentonceshabíacontadoconsupadreparasalvaraLuisa.Nohay,pues,quedecircuálfuelaimpresiónqueenélhizoelverquesupadreestabatambiénpreso.
Entoncesnuevaangustialosobrecogióalpensarqueibaasertestigodelatorturade su padre, y tan horrorosa fue para él esta idea, que se echó a llorardesesperadamente.
ElviejoPardaillánsequedóatónitoviendollorarasuhijoporvezprimeraensuvida.
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—¡Juan!—dijoconvoztemblorosa—.¡Hijomío!Buscoenvanoenmicorazónpalabrasdeconsuelo.¡Cuántodebessufrir,hijomío!¡Siyopudieramorirdosveces!Llora,hijomío,
lloracontupadre,quesemaldicepornotenerenesteinstantemásquelágrimasqueofrecerte.
Elcaballero,haciendounesfuerzo,contuvosussollozosycontestó:—Padremío, os engañáis.Moriré como un hombre, haciendo honor a vuestro
apellido.—¿LlorasacasoporLuisa?—No,padre;LuisameamaYconestacertezamorirécontento,peronohablemos
másdeello.Perdonadmemidebilidadyconservemosnuestrasfuerzasparacuando…Elcaballerosemordióloslabiosparanoconcluirlafrase.ElviejoPardaillánse
habíalevantadoyacostumbradoyaalaoscuridadsepaseabaagrandespasosporelcalabozo.
—Caballero—dijo—.Soyuntontoderemate.Sinohubieracometidolatorpezadedejarmecogercreyendoqueseríayoelqueprenderíaalotronomehallaríaaquí.EntoncesestaríalibreytelibertariaauncuandodebieraincendiarelTemple.
YentoncesrefiriócómohabíaidoalpalaciodeMesmescreyendoencontrarsoloal mariscal, para obligarlo a batirse con él. Por su parte, el caballero le relato laescenadelconventoyporfineljoven,fatigadoenextremo,sedurmió.
Alabrirlosojosadvirtióqueunrayodeluzalumbrabaelcalabozo.Su primera idea fue examinar cuidadosamente la puerta; y luego el estrecho
tragaluz por donde pasaba la claridad. El aventurero lo dejó hacer meneando lacabeza.Ycuandoelcaballerohuboterminadosevolvióasupadre.
—Loqueacabasdehacer—dijoéste—lohiceyoelprimerdíademiencierroyhe aquí lo que pude observar. Si conseguíamos abrir la puerta, para lo cual senecesitaríandediezaquincedíasdetrabajo,iríamosapararauncorredorquesólotieneunasalida,guardadaporunatreintenadearcabuceros.
—Noimporta,padre,talvezvaldríamásmorirdeunarcabuzazo.—Es verdad, pero sólo tenemos cuatro días para ejecutar un trabajo en el que
emplearíanocho,variosobrerostrabajandoaplenaluzyconbuenasherramientas.Yfíjatequealprimerruido,elcentinelacuyospasosoímos,daríalavozdealarma.
—¿Yeltragaluz?—preguntóelcaballero.—Míralo sería necesario arrancar los barrotes de la piedra en que están
empotradosyluegosepodríabajaralpatioqueestásiemprellenodeguardias.—¿Nohay,pues,ningunaesperanzadeevasión?—Ningúnmediodehuir,yencuantoalaesperanza,sólonosquedauna,ladeno
sufrirmuchoalmorir.AntesdesalirdelTemple,fijémonosdenuevoenelviolentorostrodeMontluc
que solamente hemos entrevisto. Después de haber hecho conducir a su nuevoprisionero al calabozo, y deseando a Maurevert que se retiraba, toda suerte de
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prosperidades, el gobernador del Temple regresó a sus habitaciones. La llegada deMaurevertlohabíasorprendidomientrasestabacomiendoyunavezqueelprisioneroestuvoencerrado,Montlucfueacontinuarlacomida.
—¡A beber! —exclamó dejándose caer pesadamente en el sillón de robleesculpido.
El comedor era grande y estaba ricamente amueblado. Aparadores de roble,aguamanosdeestañopulidohermosasvajillasadornadasdefloresycandelabrosdeplata,dabanaaquellasalaaparienciadeacomodadaburguesía.Pero todoestabaendesorden.Habíapolvoenlasvajillasydesdemuchotiempoantessehabíadejadodelimpiar la cera que había resbalado a lo largo de los candelabros. Los aparadoresestabanllenosdemanchasyenlasvigasdeltechoveíansemuchastelarañas.
En el centro de aquella sala había unamesamuy bien puesta cargada de grancantidad de carne asada y sobre todo de botellas de todas dimensiones.Había trescubiertosdispuestos,eldeMontlucyeldedosmujeresjóvenesquealverloentraseapresurarona llenarsucubilete,vastorecipientequepodíacontenermediapintadelíquido. Aquellas dos mujeres estaban apenas vestidas; sus desnudos senosdesbordabandesuscorpiñosabiertos;llevabanloscabellossueltosylacarapintada.A pesar de su desordenada vida, eran bastante bonitas y robustas, tal como legustaban a Montluc; una rubia, casi roja, y la otra morena, con una magníficacabelleradeespañola.ÉstasellamabaPaquita,ylaotra,«LaRoja».
Lasdoseran inofensivas, tontas,dóciles,pasivasy, en fin,muyhonradas,puescontra el dinero que recibían, hacían toda clase de esfuerzos para agradar aldesconocidoqueporunahoraseconvertíaensuamoyseñor.
Montlucvaciódeuntragoelcubiletequeacababandepresentarlelleno,yrepitió:—¡Abeber!Lagargantamearde.—Seráesejamón—observó«LaRoja».—Sealoquefuere,chiquillas,tengogranseddevinoydeamor.—Bebed,pues,monseñor—dijeronacorolasdosramerascogiendounabotella
cadaunadeellasyvertiendoelcontenidoenelcubilete.Aquellacomida,o,mejordicho, aquella orgía, fue lo que debía ser. Montluc, que ya estaba borracho a lallegadadeMaurevert, sentíase cadavezmás sediento.En cuanto a lasmujeres, enfuerzadebeber,seconvirtieronendosbacantes.Hacialasdiezdelanochesehabíanya quitado el ligero traje que aún las cubría; estaban enteramente desnudas yMontluc, como formidable fauno, se divertía en llevarlas a las dos montadas,respectivamente,encadaunodesusrobustoshombros.Luegosedivirtiótirándolasalaírecomosifueranpelotasyrecogiéndolasalcaerensusbrazos.Laspobresmujeres,aun cuando habían recibido algunas contusiones, se reían, cosa que convertía endelirio la alegría de Montluc. Entonces le vino la idea de luchar contra las dosrameras.
—Simevencéis—aulló—,osprometounarecompensararaquehastalamismareinaenvidiaría.
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La luchaempezóenseguida.Lasdos ramerasatacaronal colosoyaquellas tresdesnudeces se estrecharon en abrazos furiosos, formando un grupo cuyas actitudeseranobrasmaestrasdeinsolenteImpudicia.
Elmachosedejóderribara fuerzadebesos,mordiscosypellizcos, llenando lasalaconelestrépitodesuscarcajadas.
—¡Vengalarecompensa!—gritaronacoro«LaRoja»yPaquita.—¡Larecompensa!—murmuróMontluc—.¡Ah,sí!—¿Esaquelhermosocollarquenosenseñasteis?—preguntóPaquita.—Nootracosamásbonita.—¡Diosmío! ¿Será aquel cinturónde seda azul bordadode oro?—exclamo la
roja.—Otra cosa mejor —dijo el borracho tratando de coordinar sus ideas—.
Escuchad,prendas,quierollevaras…—¿Averlosbailarines?—exclamaronentusiasmadaslasmujeres.—No,avertorturar.Lasdosmujeressemiraronunaaotraunpocopálidas.Montlucdioentoncesunpuñetazosobrelamesa,derribandouncandelabro.—¡A beber!—dijo—. Quiero que veáis cómo se aplica el tormento. Veréis el
potroycómosehundenlascuñas.¡Ah,esunespectáculomuybonito!Haydoscondenadosquenosaldránvivos¡Abeber!—¿Quéhanhecho?—preguntóPaquitaestremeciéndosedeterror.—Nada—dijoMontluc.—¿Sonjóvenesoviejos?¿Nobles?—Unviejo,elseñordePardaillán,Yunjoven,delmismoapellido.Sonpadree
hijo.Lasdosmujereshicieronlaseñaldelacruz,Yluego«LaRoja»preguntó:—¿Cuándoloveremos,monseñor?—¿Cuándo?Ahoraoslodiré.Entoncesel turbiocerebrodelborrachoempezóa reflexionarvagamenteacerca
de las consecuenciasquepodría acarrearle supromesa.Arriesgaba su empleoy talvez un proceso,más no quería volverse atrás. Pero una idea feliz se le ocurrió, ycomolatorturahabíatenerlugarelsábadoporlamañana,murmuro:
—Eldomingo,niñas.Venideldomingoaprimerahora.Noloolvidéis.
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XV-LareinaMargarita
AQUELLAMAÑANA del 8 de agostodel año1572, las campanasdeNuestraSeñoraempezaronarepicaralegrementedesdelasocho;lasiglesiasvecinasnotardaronencontestar,demodoque,enbreve,enelairepuroytranquilodelamañanadeestío,reinógranestruendodebroncíneasvocesquemugíansonoramente.
Por todas las callesdeParísdiscurríangruposnumerososdeburguesesygentedelpueblo;lasmujeresllevabanasushijos;losvendedoresofrecíanpastelesdetodasuerte,quesevendíanrápidamente,porqueaquellamañanalasamasdecasahabíanabandonadolacocinacontandoconalmorzarenlacalle.
Entreaquellamultitudseoíangritos,interpelacionesyrisotadas,peroentodoellohabía algo extraño y como amenazador, cosa que fácilmente podía advertirse alobservarquelamayorpartedelosburgueses,envezdevestireltrajedepañodelosdomingos, iban cubiertos con la coraza de cuero o de hierro y se apoyaban enpartesanas,yotrosllevabanunarcabuzsobreelhombro.
Sehubieradichoquetodaaquellamultitudcorríaalasmurallasparadefenderlaciudadcomosihubierasidoatacadapor losespañoles.Peronohabíanadadeello:aquellamultitud amenazadora se disponía a presenciar uno de aquellosmagníficosespectáculos gratuitos de los que nuestras modernas cabalgatas no pueden dar lamenorIdea.
EnefectoaquellamañanadebíacelebrarseenNuestraSeñoraelmatrimoniodeEnriquedeBearnydeMargaritadeFrancia,conocidaenelLouvreporelnombredereinaMargot,quesuhermanoCarlosIXledaba.
Cadacalleestabatransformadaenunríodegentequecorríaentremurmullosygruñidosdesembocandotodosenelmismoocéanohumano,cuyasolasibanamorirenelatriodeNuestraSeñora.
Allíseelevabanacadainstantegrandesyencolerizadosclamores.Enefecto,porlanochecuatrocompañíasdeguardiashabíantomadoposicionesanteelatriodelaiglesiaparaimpedirquelasgentesobstruyesenlosescalonesquehabíaanteelgranpórtico central de la Iglesia. La doble fila de soldados erizada de arcabuces yalabardas continuaba hasta la puerta del Louvre que miraba a Saint-Germain-L’Auxerrois.
Resultabadeelloquelosgrupos,alllegaralatriolohallabanyaocupadoporunamultitudapretujadaquesehabíaformadoporlassucesivasavenidasdehombresqueafluíandetodoslospuntosdeParíshaciaelcentro.
Los recién llegados empujaban para obtener sitio, pero los que estaban yainstaladosseresistíanydeaquílosremolinosterribles,lasdisputasylosgritos.
Alasnueve,hubierasidoimposibleparaunniñoelpodersedeslizarhastaelatrio,pues todas las calles afluentes estaban completamente obstruidas por unamultitudenorme.Únicamenteestabalibreelcaminoformadoporloshombresdearmasdesde
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elpórticodeNuestraSeñorahastaelpuentelevadizodelLouvreyaunaquelespacioamenazaba ser invadido a cada instante, pues enmás de un punto los soldados seveíanobligadosacontenerlamultitudconlapuntadesusalabardas.
De vez en cuando reinaba súbito silencio algo inquietante: luego, de pronto,estallabanclamoressinquesesupieraelmotivoyentodoslosgrupossehablabadecosas amenazadoras; diseminadas había también algunasmujeres que hablaban deltrajequellevaríalareinaMargaritaque,segúnsedecía,eraunprodigioderiqueza;obiendelasuntuosidaddelascarrozasdeceremonia.Peromuyprontosevolvíaaunodelosdosasuntosquepreocupabanalosparisienses.
Elprimeroeraelgranmilagrodelavíspera.Millaresdepersonasafirmabanhabervistoelcalderollenodesangre,desangre
deJesús.Algunoshabíaqueasistieronalmilagro:otrosafirmabana los incrédulosquehabíanpodidotocaraLubinelsantohombrequehicieraelmilagro.Cadaunadeestasafirmaciones, ibaacompañadapor la señalde lacruzysehacíaobservarqueDiosdeseaba,sinningunaduda,unacarniceríadeherejes.
Elsegundo,quesediscutíacalurosamenteconmuchosvotos,eralacuestióndesaber si el rey de Navarra y sus condenados acólitos, los hugonotes entrarían enNuestra Señora. Algunos hacían observar que le sería necesario entrar si queríacasarse,perolamayorparteafirmabanqueelmalditonoosaríapenetrarenelsagradorecinto.
Así,pues,sellegabaalaconclusióndequeseríanecesarioarrastrarloporfuerzaalinteriordeltemplo,paraquesehumillaraantelaimagendelaVirgen.
Tales eran las disposiciones de la multitud cuando los cañones del Louvreempezaron a tronar. Hubo entonces en la superficie de aquella masa humana unaespecie de marejada que se propagó desde el atrio de la iglesia hasta las callesvecinas. Se alargaron los cuellos, se oyeron algunos gritos femeninos, pero fueronpronto cubiertos por un clamor enorme de salvaje expresión, que hubiera podidocompararsealaullidodeunamanadadelobosfuriosos.
—¡Vivalamisa!¡Amisaloshugonotes!Casienseguidanuevascompañíasdearquerosyarcabucerosreforzaronlafilade
gentesdearmasqueguardabanelpasolibreparalacomitiva.Losburguesesprotestaronenérgicamente,pueseraevidentequeconcuatrofilas
de soldados como entonces había, no iba a ser posible llegar a los hugonotes asíprotegidos. Pero era también evidente que aquella multitud sabiamente llevada alúltimogradodelaexasperación,seríaterriblesi,pordesgracia,lasoltaban.
Pero la maniobramilitar que por el momento ponía a los hugonotes fuera delalcance de las gentes, exasperó a la multitud, y su disgusto estalló en violentosmurmulloscontraelrey,aquienseacusabaenvozaltadeprotegeralosherejesydeimpedirelsacrificioformalmentereclamadoporelmilagrodelcaldero.
—¡Queremosuncapitángeneral!Estegrito,queexpresabaexactamenteelsentirdelosburguesesarmados,corrió
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debocaenbocacadavezconmayorfuerza.—¡Guisa,Guisacapitángeneral!—¡Vivalamisa!—¡Amisaloshugonotes!Tales vociferaciones se entrecruzaban entonces cada vez más violentas y se
fundíanenungriteríoqueapenasdominabanloscañonazosylascampanas.De pronto reinó la calma; veinticuatro heraldos a caballo, magníficamente
vestidosdetisúdeoroyconlasarmasdelreybordadasenazulsobreelpechoyloscaballosengualdrapados,desembocaronencuatro filasde seis, conel codoalto, latrompetaadornadaconbanderaapuntandoalcieloyentonandountoqueruidoso.
—¡Yaestánahí!¡Yallegan!Tal grito hizo callar por un instante los clamores y la irritación se convirtió en
curiosidad.Elcortejorealdesplegabaimponentepompayhastaseoyeronalgunosaplausos.Inmediatamente después de los heraldos apareció una compañía de guardias a
caballo, mandada por el señor de Cosseins; eran todos jinetes de alta estatura,montados en pesados caballos normandos, cubiertos de acero y bordados quebrillabanextraordinariamente,produciendosobrelamultitudprofundaimpresión.
Luego seguía el gran maestro de ceremonias, cuyo caballo era llevado de lasbridaspordoscriadosyqueprecedíaauncentenardeseñores,gentilhombrestodosdelreydeFrancia.
Grandes aclamaciones saludaban el paso de los señores que se habían hechopopulares,yaporsumagnificencia,oporsusaltoshechosdurantelasguerrascontraloshugonotes.
Peroreinóelgransilencioenelatrio,auncuandoelrestodelamultitudseguíagritandoalaparecerlacarrozadelrey.CarlosIX,envueltoensugranmantoreal,erapresade la fiebre,puesenelmomentodesalirdelLouvrehabía tenidounodesusataques.Surostroteníalapalidezdelmarfilysumiradaeravagaenextremo.Asulado iba Enrique de Bearn, muy pálido también, pero sonriente, pues al mirar alpueblonoveíaasualrededormásquemiradashostilesyojosamenazadores.
En una gran carroza completamente dorada y arrastrada por ocho caballosblancos, aparecieronentoncesCatalinadeMédicisyMargaritadeFrancia; la reinaiba cubierta de diamantes y envarada en un vestido de gruesa seda que parecíamármol.
Su aspecto era glacial, altanero y algo triste, tal vez por la ceremonia que sepreparaba. Su hija Margarita estaba radiante de belleza, indiferente a todo lo quepasabayconunasonrisairónicadibujadaensuslabios.
La reinamadre estaba a la derechay por aquel lado estallaron aullidos ferocesdiciendo:
—¡Vivalamisa!¡Vivalareinadelamisa!Margaritaestabasentadaalaizquierdayporsuladoseoyeronalgunasburlas.
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—¡Buenos días, señora!—gritó unamujer—. ¿Se ha confesado vuestro futuroesposo?
Lacarrozapasóentreenormescarcajadas:peroinmediatamentedespuésllegaronlosveinticuatrocochesqueconducíanalospríncipesdelasangre,Enrique,duquedeAnjou,yFrancisco,duquedeAlenzón.AdemásladuquesadeLorena,segundahijade Catalina, luego azafatas, damas de honor y otros personajes diversos que lamultitudacogiócongrandesaclamaciones.
Eran el duque de Guisa, el mariscal de Tavannes, el mariscal de Damville, elduquedeAumale,elseñordeGoudé,elcancillerdeBirague,elduquedeNevers,yuna multitud de nobles, todos en carrozas de fabulosas riquezas y vestidos converdadero esplendor; plumas blancas, broches de diamantes y rubíes, collaresesplendorosos, Jubones de satén, espadas incrustadas de pedrería, todo ellodesprendíaresplandoresydespertabaelentusiasmodelamultitud.
Luego,depronto,lasexclamacionescontinuaron:—¡Amisa,amisa!Los hugonotes aparecían a su vez vestidos, no con menor riqueza que los
católicos,perosícontrajesmásseveros.Se ignoraba quién había dispuesto de tal modo la marcha del cortejo, pero la
separación precisa entre los caballeros católicos y protestantes, el cuidado que sehabíatenidoencolocaraloshugonotesalfinalexceptuandoalgunoscomoColignyyCondé en el lugar que les correspondía, todo ello permitió a lamultitud hacermilsuposicionesde lascuales lamásesencialeraquesehabíaqueridomortificara losherejes,loscualespasaronorgullosamentedesdeñandocontestaralasburlasyalosinsultos.
Enlasgradasdelaiglesia,doscientosotrescientosdelosmásrabiososdeentrelamultitud, se habían instalado y los guardianes no hicieron el menor esfuerzo paraexpulsarlos.
Amedidaqueelcortejodesfilaba,losocupantesdecadacarrozapenetrabanbajoelanchurosopórticoendondeelarzobispoysucabildoestabanreunidospararecibiralosdosreyes,alareinayalanovia.
Enelgrupoqueacabamosde señalar, estabanCrucé,PezouyKervier, siempreinseparables.
Los gentilhombres del rey que iban a caballo, habían formado un semicírculoalrededordelpórticoquereforzabalaguardiadealabarderosyarcabuceros.
CarlosIXyEnriquedeBearn,precedidosdelgranmaestrodeceremonias,desusacólitosydedoceheraldosapietocandolatrompeta,fueronlosprimerosenpenetraren la iglesia.ElmonjeSalviati, enviadoespecialdelPapa,avanzóalencuentrodelrey y, doblando amedias la rodilla, le ofreció agua bendita en una concha de oro,diciéndolequeaquellaaguahabíasidotraídadeRomaporélmismoytomadadelapiladeSanPedro.
CarlosIXhumedeciósusdedosenlaconchay,comosihubieratemidodisgustara
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Nuestra Señora no usando su agua bendita, renovó la operación humedeciendo lamanoenlapiladelaiglesiaysepersignólentamentedirigiendooblicuasmiradasaEnrique.
El jefede loshugonotescomprendióquetodas lasmiradasestabanfijasenélyqueseesperabaaquehicieraelsignodelacruz.
—Primo—dijoenvozbaja—,¡québuenaasambleadeobispos!Bendecidoportangrannúmerodesantos,micasamientonopodrámenosdesermuyfeliz.
Yhablandoasíelgascóngesticulabagravementeconsumano,demodoquelasgentespudierancreerquesepersignaba.Carlos IXsonriódébilmenteysedirigióaltrono.
Pocoapocoelcortejoentróenlaenormenaveque,conelbrillodemillaresdeciriosenelcuadroinmensodelascolgadurasbordadasquecaíandesdeloaltodelasbóvedas, con el repiqueteo de las campanas, los cantos solemnes y las trompetas,presentóentoncesunespectáculodeinauditamagnificencia.
Fuera, las vociferaciones eran más amenazadoras y los gritos del pueblo,semejantes al fragor del océano tempestuoso, hacían estremecerse aCarlos IXque,lívido,oíagritar:
—¡VivaGuisa!¡Vivaelcapitángeneral!
Heaquí loquesucedía.Loshugonotes,ennúmerodecasisetecientoshidalgos,acababandeecharpieatierraanteelgranpórtico,peroenvezdeentrarenlaiglesiase detuvieron silenciosos o bien formando grupos que hablaban en voz baja, sinpreocuparse,alparecerporlosalaridosqueoían.
—¡Amisa,amisa!—¡Losmalditosnoquierenentrar!—rugióKervier.—Prontoentraránaunquenoquieran—dijoCrucéconfuertevoz.Estaamenazadirectaprovocóundeliriodeentusiasmoenelgrupoqueocupaba
losescalones,mientrasque,alolejos,lamultitud,nosabiendodeloquesetrataba,reía,exclamando:
—¡Loshugonoteshanentradoenlaiglesia!¡Vivalamisa!Únicamentetreslohabíanhecho.ElprimeroeraelalmiranteColigny,quehabía
dichoenaltavoz:—Estepuedeseruncampodebatallacomootrocualquiera.YentróirguiendosualtaestaturaalladodelreydeNavarracomosi,enrealidad,
hubieraentradoenbatalla.ElsegundoeraeljovenpríncipedeCondé,que,inclinándosealoídodelBearnés,
murmuró:—Vuestrapobreydifuntamadre,mehizoprometerquenoosdejaríanuncanien
elcampo,nienlaciudad,nienlacorte.El tercero era Marillac. Éste ignoraba si se hallaba en una iglesia y a qué
ceremoniaasistía;sólosabíaunacosa:quedesdehacíadosdías,entestimoniodesu
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afectoyparatenerelderechodeprotegerla,lareinamadrehabíanombradoaAliciadamadehonor.
Alicia debía hallarse, por lo tanto, en Nuestra Señora y Marillac la vioefectivamente.Estabamuycercadelareinaeibavestidadeblanco.Surostroestabapálido y, con los ojos bajos, pareció a Marillac mucho más hermosa que decostumbre.
«¿Enquéestarápensando?»,—sedijoMarillacdevorándolaconlamirada.Enaquelmomento,Aliciaexclamabaparasí:«EstanochetendrélamalditacartaquemehacíasiervadeCatalina.Serélibre.
¡Oh,Diosdado!¡Cuántotevoyaamar!Nosmarcharemosenseguiday,porfin,mivida será dichosa». —Y cuando creía adquirir la libertad, es decir, el amor y lafelicidad,Alicianopensabasiquieraensuhijo.
La reinaCatalina estaba sentada a la izquierda del altarmayor, en un tronounpocomásbajoqueeldelrey,queestabacolocadoaladerecha.Alrededordeella,susdamas de honor preferidas se sentaban en sillas tapizadas con terciopelo blancobordado de oro. Detrás de la reina había una gran colgadura de terciopelo azulsembradadefloresdelis.
Detrás de aquella colgadura, nadie podía ver un monje que estaba en pie yenvuelto en la sombra: eraSalviati, el enviadodelPapa.Estaba unpoco inclinadohacia la reina, que parecía muy atenta en leer su libro de horas, magníficodevocionarioconencuadernacióndeorocincelado.
—Hoymismoosmarcharéis—decíaCatalinaenvozbaja.—¿Y qué debo decir al Santo Padre? ¿Qué habéis concertado la paz con los
herejes?¿QuésureyyjefehaentradoenNuestraSeñorasinpersignarse?¿Quéelreyde Francia ha puesto en pie de guerra diez mil hombres para proteger a loshugonotes? Decid, señora, ¿es esto lo que debomanifestar a Su Santidad? ¿Deboañadirqueasistísimpotentey,talvez,conbenevolencia,alaconquistalentayseguradelreinodeFranciaporlaReforma?
—DiréisalSantoPadrequeelalmiranteColignyhamuerto—contestóCatalina.—¿El almirante? —dijo Salviati—. ¡Si está a treinta pasos de nosotros más
altaneroquenunca!—¿CuántosdíastardaréisenllegaraRoma?—Diez,señora,sitengonoticiasinteresantes:—Puesbien,elalmirantemorirádentrodecincodías.—¿Quiénloprobará?—preguntódescortésmenteelmonje.—Su cabeza, que os mandaré —contestó tranquilamente Catalina—. Decid
ademásalSantoPadrequeyanohayhugonotesenParís.—¡Señora!—…YquetampocoloshayenFrancia—acabódiciendoCatalina.Almismotiemposearrodillóensureclinatorio.Salviati retrocedió lentamentepasándose lamanopor la frentey regresósinser
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observado al lugar que, oficialmente, le estaba designado, y una vez allí, todospudieronobservarqueelenviadodeSuSantidadGregorioXIIIestabapálidocomounmuerto.
Nadie, decimos, habíaobservado sumovimiento, exceptuandounapersonaqueparecíasumidaenpiadosameditación,peroque,dirigiendosumiradavivaaderechaeizquierda,noperdíadetalledeloquesucedíaasualrededor.Aquellapersonaeraladesposadaenpersona,lahermanadeCarlosIXehijamayordeCatalinadeMédicis.Era una mujer instruida, escéptica, superior a su época, capaz de sostener unaconversación seguida en latín y hasta en griego; aficionada a la literatura, y decostumbres ligeras. Margarita era la antítesis viviente de su madre Catalina. Lerepugnaba laviolencia,sentíahorrorporelderramamientodesangrey le inspirabaantipatía la guerra. Puede reprochársele, tal vez, el haber considerado la virtuddoméstica como un prejuicio. Puede echársele en cara sus innumerables amantes;Brantome,quefueelchismosodeaquellostiempos,nosdejaentreverqueMargaritallevóeladulteriohastaelincesto;seaseguraqueelduquedeGuisafuesuamante,eldesgraciadoLaMole,participótambiéndesusfavoresy,enfin,sedicequesupropiohermano, el duque deAlenzón…Pero es necesario tener en cuenta queMargarita,hastaensusdeslices,conservóunaeleganciadeactitudyespírituquehacequeseleperdonenmuchascosas.Detodosmodos,surefinadoescepticismolaponíamuyporencimadelaspasionesquesedesencadenabanasualrededor.
Lamismamañana,cuandoColignyllegóalLouvreparaocuparenelcortejoellugarqueteníaseñalado,dijoalrey:
—Señor,heaquíunbuendíaparaelreydeNavarra,paramíyparatodoslosdemireligión.
—Sí —contestó bruscamente Carlos—, porque dando Margarita a mi primoEnrique,ladoyatodosloshugonotesdelreino.
Estaexclamación,queexpresabaclaramentelapocaestimaqueteníaelreyporlavirtud de su hermana, fue relatada enseguida a ésta, la cual, con su encantadorasonrisa,contestó:
—¿Mihermanoyseñorhadichoesto?Puesbien,aceptoelaugurioyharécuantopuedaenfavordetodosloshugonotesdeFrancia.Durantelaceremonia,Margarita,queestabaalerta,sorprendiólaconversacióndesumadreydelenviadodelPapa.Enaquel momento estaba arrodillada al lado de Enrique de Bearn y le dio un ligerocodazo. Enrique, un poco pálido, pero sonriendo, estudiaba también con atenciónperfectamente disimulada, las gentes que lo rodeaban. Los gritos del pueblo, elinsolenteportedeGuisa,elsombríorostrodelrey,elsemblantedemasiadorisueñodeCatalina,todoelloformabaunconjuntonadatranquilizador.
—Señor esposo —murmuró Margarita mientras salmodiaba el arzobispo—.¿HabéisvistoamimadreconferenciarconelreverendoSalvati?
—Noseñora—dijoEnriqueenvozbajay fingiendoescuchar religiosamentealoficiante—.Perocomotenéisbuenosojos,esperoquemecomunicaréisloquehabéis
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visto.—Señor —continuó Margarita—, nada bueno he visto y nada veo a nuestro
alrededor.Noosapartéisdemídurantelosfestejos.—¿Tenéismiedo,amigamía?—preguntóelgascón.—No,señor,perodecidme:¿nosentísnada?—Sí,elolordelincienso.—Puesyoeldelapólvora.Enrique dirigió una mirada oblicua a su mujer y tal vez entonces comprendió
completamenteel significadode suspalabras,porquebajando lacabezacomopararezar,murmuróconvozenquenohabíaelmenoracentodeironía:
—Señora,¿puedohablarosconelcorazónenlamano?Adivinoenvosunaamigafranca y leal. Pues bien, desconfío y creo que se preparan tristes fiestas. ¿Puedocontarconvos?
—Sí señor—contestó Margarita con evidente sinceridad—. Por esta razón osrepitoquenoosapartéisdemiladomientrasestemosenParís.Unavezfueradelaciudad—añadiósonriendo—osdarépermisodedíaydenoche.
—PorDios,señora,¿sabéisqueestoytemiendounacosa?—¿Cuál,señor?—Enamorarmedevos.Margaritasonrióconcoquetería.—¿Así, pues, estamos de acuerdo? —dijo—. ¿Me juráis fidelidad mientras
estemosenelLouvre?—Señora,soisadorable—dijoemocionadoelgascón—.Yaqueosdignáissermi
paladín,notemonadaypodrédormirtranquiloeneseLouvre,enelcualhepasadotanmalasnoches.
Talesfueronlaspalabrasquecambiaronlosreciéncasadosmientrassecelebrabasuboda.
Laceremonianupcialterminóporfin.Luego,precedidocongranpompadetodoel cabildo de Nuestra Señora, el cortejo se formó de nuevo: cardenales, obispos,arzobisposrutilantesdeoro,lamitraenlacabezayelbáculoenlamano,avanzaronhacialapuertaentonandoel«TeDeum».ElreydeNavarradabalamanoalanuevareina.CatalinadeMédicis,Carlos IXy lospríncipespasaronen ladoble filade losseñores y grandes damas envaradas en los pliegues de las sederías. Las trompetastocaronalegremente,lascampanasreanudaronsustañidos;elcañóntronó,elpuebloempezóaaullarytodaaquellagente,atravésdevivasyamenazas,tomóelcaminodelLouvre.
Unavezenelpalacioreal,empezaroninmediatamenteespléndidasfiestas.Peroen cuanto Margarita hubo recibido los saludos y felicitaciones de la multitud deseñoresquelarodeaban,cogiólamanodesumaridoylollevóasushabitaciones.
—Señor—dijo—. He aquí mi dormitorio. Como veis, he hecho preparar doscamas,unaparamíyotraparavos.
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Unagalanteríaasomóa los labiosdelBearnés,perosecontuvocomprendiendoquelasituacióneramásseriadeloqueseimaginaba.
—En tantoquedurmáis en esa cama—continuóMargarita— respondodevos,señor.
—¡Por Dios, señora! —exclamó Enrique palideciendo—. ¿Qué sabéis? ¿Seatreveríanacaso?
—Nosénada—dijosinceramenteMargarita—.Sóloséunacosa:Queaquíestoyenmicasayquenadie,nielrey,seatreveríaaentrar.
Enriquebajólacabezapensativo.¿AcasoMargaritasabíamásdeloquedecía?Yestuvoapuntodeexclamar:«Vosmesalváis,pero¿quiénsalvaráamisamigos?».Secontuvo,noobstante,esperandoque,despuésdetodo,elpeligronoseríatan
inminente. Había a su alrededor vagas amenazas, pero ya tendría tiempo deconcertarseconColigny,Condé,Marillacyotrosdeentrelosprincipaleshugonotes.
—Venid, señor—dijo la reinaMargarita—.Esprecisoquenuestraausencianoseanotada.
Yconsuescépticasonrisa,quetanbiensentabaasuespiritualbelleza,añadió:—Podríanfigurarsequehablamosdeamor.—Mientrashablamosdemuerte—contestóelBearnés.—Mors,arrwr…,principium,finis…—murmuróMargarita.Pálidos los dos a influjo de los pensamientos que llenaban sus cerebros,
dirigiéronsesilenciosamentehacialassalasdelafiesta.—¡Vivalamisa!—rugíalamultitudenlacalle.—¡PorDios!Acabodeoírunaynomesabemal—dijoelBearnésdisfrazandosu
inquietudbajolaaparienciadejovialgalantería—,porquemiprimeramisamevalelamásespiritualyhermosamujerdeFrancia.
Yfijóunalímpidamiradasobrelanuevareina._¿Quémevaldráenestecasomisegundamisa?—¿Quién sabe? —contestó la reina Margarita devolviéndole la mirada y
pensando:«Talvezunapuñalada,oeltronodeFrancia».
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XVI-Lasconfidenciasdelareina
ENLASCALLESvecinasdelLouvre,lamultituddeburguesesydegentedelpueblo,libre,al fin,de toda traba,sehabíaextendidoprofiriendo tanferocesgritosque lospuestosdeguardiadecadapuertacreyeronprudentecerrarlospuenteslevadizos.
Quién sabe lo que habría ocurrido aquel día si el cielo no se hubiera cubiertoinesperadamente y si una copiosa lluvia no hubiese obligado a los parisienses aregresarasuscasas.
Noobstante,dosotresmillaresdelosmásfanáticos,resistieronestoicamenteelchaparrón,gritandoamásymejor:
—¡Vivalamisa!¡Vivalamisa!LoshugonotesreunidosenelLouvreoíantalesgritossinInquietudalguna;eran
huéspedes del rey de Francia y les parecía imposible que el reymás grande de lacristiandadfaltaraasusdeberesdehospitalidad,permitiendoquefueranmaltratados.
Porotraparte,estabanfirmementeresueltosadefenderseyadefenderalreyenpersona, pues muchos de entre ellos suponían que Guisa no era ajeno a laefervescenciapopular.Silascosasibanmaldadas;siGuisa,enunarrebatodelocura,seatrevíaaatacaraCarlosIX,defenderíanalreyparamantenerlosobreeltrono.
Enefecto,paraellos,CarlosIXsignificabalapazasegurada,yGuisa,encambio,eralaguerrayelexterminio.
Tenían,pues,unaconfianzasinlímitesenlahospitalidadqueCarlosIXlesofrecíay se inquietaban poco por las amenazas que se oían alrededor delLouvre. Pero lamultitud profería otro grito, queCatalina escuchaba sonriendo. En aquelmomentoarrastróasuhijohastaunbalcónyledijo:
—Señor,mostraosunpocoavuestropuebloqueosaclama.Carlos IX salió al balcóny al verlo hubo fuera una especie de rugido furiosoy
empezaronagritar:—¡Vivaelcapitángeneral!¡VivaGuisa!¡Mueranloshugonotes!—¿Oís,señor?—dijoCatalinaaloídodelrey—.Eshoradeobrarsinoqueréis
queGuisalohagaenvuestrolugar…Carlos IX se estremeció de rabia y miedo. Sombrío fulgor brilló en sus ojos.
Retrocedióentoncesyalhallarsedentrodelasala,viollegaraEnriquedeGuisayalalmirantedeColignyque, con lamayorcordialidad,hablaban tranquilamentede laproyectadacampañacontraelduquedeAlba.
El reymiró a los dos con extraviados ojos y de pronto se echó a reír con talcarcajada que se sacudió como mortal convulsión. Catalina de Médicis se alejólentamenteydiolavueltaalassalasdelafiesta.Asupasolascabezasseinclinabany se advertía una especie de respeto, o tal vez de terror, sobrecoger a todos losinvitados.
Altiva y sonriente pasó erguida a través de los invitados. Estaba todavía más
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pálida que de costumbre: parecía una estatua demármol animada. Vióse como sedeteníauninstanteanteunadelasdamasdehonoralaquedijoalgunaspalabrasyluego continuó su camino. Después, habló a otras varias, tal vez dándoles unaconsigna.
Porfinseretiróasushabitacionesseguidaporcuatrodesusdamas,quelahabíanescoltadoentodassuevoluciones.
Entreellas,hallábaseAliciadeLux.Catalinaentróensugabinetegrandeysuntuosoqueyahemosdescritoallector.
Allí se refugiaba entre las obrasmaestras que adornaban la estancia cuandoqueríareflexionarsobreasuntosgraves.
HizoentoncesunaseñayAlicia,obedeciendo,lasiguió.—¡Hijamía!—dijo.—…Noobstante,señora…—Síyasé loquemevaisadecir:quedebéisesperaralcondedeMarillacesta
nochealasocho.AlicialedirigióunamiradadeestuporyCatalinaseencogiódehombros.—¿No sabéis que estoy enterada de todo?—dijo riéndose bondadosamente—.
Peroyaquevamosasepararnossindudaalguna,quierohablaroscontodafranqueza:Laurameavisó.LaviejaquetantaconfianzaoshabíaInspirado,meteníasiemprealcorriente de vuestros actos y palabras. En lo venidero, Alicia, sed prudente en laeleccióndevuestrasamigasyconfidentes.Yaveisquesoyfranca.
Aliciaestabaaterrada.—Laura es una mala mujer—continuó la reina— despedidla mañana mismo.
Pero,volviendoaloquedecía,séquehabéisdadocitaalcondedeMarillacparaestanochea lasocho.Debía revelarosun secretoqueelpobremuchachoguardabacongrandificultad.ElcondedebíaconducirosestanocheaSaint-Germain-L’Auxerrois.¿Sabéisparaqué?
—No,señora—balbucióAlicia.—¡Niña!Oscreíamásperspicaz.Puesbien,sabedquelohepreparadotodopara
queestanochesecelebrevuestrocasamientoconelconde.La reina hablaba con tal acento de bondad que era difícil sorprender en ella
ningunaintenciónocultay,además,¿porquéhabíadementir?¿NohabíaprometidoellamismaestecasamientoaAliciacomopremioasusservicios?
La espía se ruborizó y palideció casi al mismo tiempo. Su corazón latióaceleradamenteysusojossellenarondelágrimasalbalbucir:
—¿Peroylacarta,señora?—¿Lacarta?—Sí,estanochedebíanentregármeladijoAliciatemblando.—Queréis decir que Panigarola debe entregárosla, ¿verdad?Yo se la di a él, y
comoosperdona…Puesbien, a lasonceveréis almarquésya lasdoce llegaráelcondedeMarillac.Yomeencargodeavisarlo.
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Aliciasentíaciertotemor.LacircunstanciadequelareinaseencargaradehaceriraPanigarolayaMarillacalmismolugarycasienigualhora,eraunacircunstanciapoco tranquilizadora. ¿Se iría el fraile? ¿Estaría al corrientedelmatrimonioque sepreparaba?
¿Tendríasuficientegrandezadealmaparamarcharse,dejandoaAliciaenlibertaddeserdichosa?
—¿Nomedaislasgracias?—dijolareinasonriendo.—¡Ay,señora!Elmiedoylafelicidadmetienentrastornada.—¿Elmiedo?¡Ah,sí!Teméisquelosdosrivalesseencuentrenyqueunapalabra
imprudente de Panigarola pueda explicarlo todo a Marillac. Pero tranquilizaos,porqueyahetomadomismedidas.
—¡Cómo,señora!¿Oshabéisdignado?—Quieroquelosdosseáisfelices.Ésteestodoelsecreto.—¡Ah,señora!—exclamóentoncesAliciaconsinceraalegría—.Desearíatener
ocasióndemorirporvos.—Soisunaniña,pensadmásbienenvivir.Peroahora,decidme:oshehablado
conenterafranquezayesperoquevosharéislomismo.—Interrogadme,señora.Osdirélapuraverdad.—Puesbien—dijolareina—.¿Quévaisahacer?¿OsmarcharéisdeParís?Entonces laespíaadivinóocreyóhaberadivinadoelpensamientosecretode la
reina.ElcondedeMarillacerasuhijo,laespíalosabía.SeenteródeelloenSaint-GermainelmismodíaenquelareinadeNavarralaechódesulado.Habíaencerradoaquel terrible secreto en lomás profundo de su corazón y nunca dio a entender anadie,niaMarillac,quelosabía,puesteníalaconviccióndequelareinamataríaalcondeeldíaenqueelmisteriodesunacimientoamenazaraaclararse.Heaquí,pues,loquesupuso:
«La reina sabe queMarillac es su hijo y que yo no puedo vivir en París sinarriesgarmeaserdesenmascaradaacadamomento.SabetambiénquearrastraréalcondelomáslejosdeParísquemeseaposibleyporestomelodaporesposoynosobligaacasarnosdenocheyrodeadosdemisterio».
—¡Señora!—añadió entonces en altavoz—.Ésta esuna cosade laquequeríahablarestanocheconelconde,peroesperarélasórdenesdeVuestraMajestad.
—De ningúnmodo, quiero que hagáis lo quemejor os parezca.Veamos: ¿quéconsejosdaréisalconde?
—Puesbien,señora,paraserfrancacomomeloordenáis,hedemanifestarquemimayordeseoessalirdeParís.
—¿Deveras?—dijolareina—.¿Medejaríaís?—Espero que Vuestra Majestad me perdonará, pero ya conocéis, señora, mi
pensamientosobreelparticular.—De modo —dijo Catalina con visible alegría— que queréis marcharos.
¿Cuándo?
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—Estamismanoche,sipuedo,señora.Lareinaseestremeció,puesnodudabadelasinceridaddeAlicia.¿Quiénsabesi
enaquelmomentonopesóunavezmásensuespíritulanecesidaddelasesinatodesuhijo? ¿Quién sabe si no se dijo que talmuerte era inútil? Así queremos creerlo ycreemosquefuesinceradespuésdehabermeditado,cuandodijo:
—Esta noche a las doce un carruaje os esperara a la puerta de Saint-Germain-L’Auxerrois. Habré dado las órdenes necesarias para que podáis franquear, sinobstáculo,lapuertadeBuey,porlaquesaldréisdeParís.Sindeteneros,osdirigiréisaLyón y desde allí a Italia. Os detendréis en Florencia para esperar mis últimasinstrucciones.¿Meprometéishacerlotalcomooslodigo?
—Oslojuro,señora—dijoAliciacayendoderodillas.—Bien, ¿y si el conde, vuestro esposo,manifestara un día deseos de volver a
Parísmeprometéisdisuadirloy,sipersiste,avisarme?—NovolveremosaFrancia,señora,oslojuro.—Bien,levantaos,hijamía.Enelcochehallaréismiregalodeboda.EnFlorencia
osharéentregarunactadedonacióndeunodelospalaciosdemifamilia.Nomedeislasgracias,Alicia.Mehabéisservidofielmentecontodasvuestrasfuerzasyesjustoqueoslorecompense.
—¡Ah,señora!—dijoAliciallorando—.Aunquefuerapobre,sinrecursos,ymevieradespojadadetodoloqueposeo,seríafelizalmarcharmedeParís.Perdonadmeseñora ¡he sufrido tanto aquí!Y cuando pienso quememarcharé con el hombre aquienhedadomialma,loolvidotodo,señora,yllegoacreerquetodaestafelicidadseráunsueño.
—Tranquilizaos. Y ahora, Alicia, escuchadme bien, tengo graves cosas quedeciros.Voyadaros,hijamía,unapruebademiconfianzailimitada.
—LossecretosdeVuestraMajestadsonsagradosparamí.—Sí habéis sido siempre la discreción personificada. Pero ahora no se trata de
políticanidereligión,ysinofueraisunamujersuperior,noosabriríaasíelfondodemicorazón.
Catalinamirófijamentealaespíaydijosinambages:—Hayunafaltaenmivida…Aliciaescuchabaconatención,perosinsorpresaaparente.—Quieroreferirme—continuóCatalina—aunfaltaenmividademujer,porque
encuantoamividadereina,estáporencimadetodasospecha.Parahablarosconmásclaridad,Alicia,sabedqueCarlos,EnriqueyFranciscono
sonmisúnicoshijos.Alicia permaneció impasible, lo que tal vez era un desacierto, pues hubiera
debidomanifestarrespetuosasorpresa.Lareina,queladevorabaconlamiradaprosiguió:—Tengootrohijotodavíayésteestáalejadodelasgradasdeltrono.—¡Cómo, señora! —exclamó Alicia—. ¿Acaso uno de los hijos de Vuestra
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Majestadhasidodesheredadoalnacer?Estahabilísimapregunta,llegóaconvenceraCatalina.—Noesesto—dijolareina—,elhijodequeoshablo,loesmío,peronodelrey
difunto,Alicia,¿quédecísdeestafalta?Laespíadioasurostrounaexpresióndesinceroasombro.—¡Señora!—balbuceaba—.No comprendo por quéVuestraMajestadme hace
estaterribleconfidencia.—¿Juzgáisque la cosa es terrible?Sí, tenéis razón,porque si se supieraque la
gran Catalina ha sido adúltera, y si existiera en elmundo un hombre que pudieraentraraquíundíayreivindicarsusderechosdenacimiento,ocuandomenoslosdelcorazón,seríahorriblecosaparamí.Esestoloquequeríasdecir,¿verdad?
—¡Señora!—exclamólaespía—.¿Cómohubierapodidodarcabidaasemejantepensamiento?
Catalinaselevantóy,cogiendolamanodelaespía,exclamó:—Esehombreexiste.Sí,Alicia,tanespantosaamenazaestásuspendidasobrela
cabezadetureinayahoravasasaberporquéconsideroaMarillaccomomienemigomortalyporquelohevigiladoestrechamenteyporqué,enfin,teencarguévigilarloytambiénporquélohiceveniralacorteparaexaminarloyomisma.
»Alicia—continuó la reina— hay un hombre que es la prueba viviente demifalta,mihijo,yMarillacloconoce.
—¡Noesverdad!—contestóAlicia.—¿Cómolosabes?—preguntóCatalina—.¿Sabesalgo?—Nada,señora,nosénada.Lojuropormialma,Marillacnosabenada.—¿Cómolosabes?—Melohubieradicho;notienesecretosparamí.La contestación era tan natural y tan verosímil, que la reina soltó la mano de
Aliciaysesentóenelsillóndiciéndose:«¿Mehabréengañado?».Yparaconvencersedeello,cambióenelmismoinstantesuplandeataque.—Sí—dijoconprofundamelancolía—.OdiabaalcondedeMarillac,peroyano
lo odio, Alicia. No creas que lo he perdonado por ti, lo quiero de veras, peromiafecto no podía llegar a tanto. No; si he perdonado al conde, ha sido por haberadquirido lacertezadequenohahabladoyde,quehaguardadoparasíel terriblesecreto.Además,estoytranquila,puesmeasegurasquetelollevaraslejosdeParís.Deestemodosedesvanecetodopeligroderevelación.
Eraimposibleparecermásfrancayhablarconmayornaturalidady,porlotanto,laespíasetranquilizó.
«Ahoralocomprendo»,—sedijo—.«LareinasabequesuhijoviveycreequeDiosdadoloconoce.PoresomeencargallevarlolejosdeParís.¿PeroqueharíasisupiesequeestehijoeselmismoDiosdado?».
Enaquellaúltimaysupremabatalladehabilidadentre lasdosmujeres, la reina
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fue lamás fuerte, pues no cometió ninguna falta, en tanto queAlicia cometió unaterrible no preguntándose porque la reina le hacía tales confidencias. EntoncesCatalina acabó su evolución, que podía llamarse un movimiento envolvente delpensamiento;singranesfuerzo,susojossellenarondelágrimasymurmuro:
—¡Ay,hijamía!¿Quiénpodrásondearjamáselcorazóndeunamadre?Porestehijo, que es un amenaza para mí, y que me da miedo; por este hijo que trato deapartardemividasinconocerlo…daría todo loqueposeoparaverlo,aunquesolofueraunavez.
Perotúnopuedescomprenderme.—Enefecto—gimiólaespíaensuinterior—.Yonopuedocomprenderlo,pues
medispongoapartirabandonandoamihijo.—Ésta es la causa —dijo la reina ahogando un sollozo— de que hace tanto
tiempo esté triste. Este hijo Alicia me inspira grandísimo terror y, no obstante, lequiero.¡Oh!¡Sipudierabendecirlo!¡Abrazarloenlahoradelamuerte!¡Cuántolohebuscadoycuántolobuscotodavía!
Con lasmanosunidas, losojoshúmedosy lavozentrecortada, la reinaparecíaolvidarlapresenciadeAlicia.
—¿Haymásespantososuplicioparaunamadre?Pasarlavidabuscandoaunhijoalquesequiereensecreto,sintenerelconsuelodepoderconfesarelamormaternal.Es espantoso. Comprendo que no lo veré nunca, pero me queda una esperanza ycuentocontigo,Alicia.
—¿Conmigo,señora?—preguntólaespíallenadeasombro.—Escucha;apesardeloquemedices,estoyconvencidadequeMarillacconoce
amihijo.Elconde, lealenextremo,nuncatehahabladodeello;más,poralgunaspalabras que se le escaparon en mí presencia, sé que conoce a mi hijo. Porconsiguiente,cuandoestéisenFlorencia,tratadearrancarleestesecreto.Eselúltimoservicioquetepido,Alicia.Tureinamorirábendiciéndotesi,graciasati,puedeverasuhijo.
»¡Ay!—añadiójuntandolasmanos—.¡Miesperanzaesmuydébil!¿Quiénsabesilograráshacermeconoceraestehijoqueenvanohebuscadotantotiempo?
—Estoyseguradeello—exclamólaespíafueradesí.—Tratasdeconsolarme—dijolareinarepresentandosupapel—,peronosabes
nada;antesmelodijiste.—Señora,osjuroqueosharéconoceravuestrohijo.—¿Estáissegura?—Completamente.Lareinacerrólosojos,pueslaúltimapalabradeAliciahabíaterminadolalucha.
Conprofundasatisfaccióndeltriunfoytemiendoqueelsecretohubierasalidoyadelcirculoenqueestabaencerrado,murmuróparasí:
«Por fin has confesado. Lo sabes, víbora. Bueno, eran tres: Juana de Albret,Marillac y Alicia. La primera ha muerto y ahora ha llegado la vez a los dos
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restantes».Abriólosojos,selevantóybesóenlafrentealaespía,diciendo:—Hijamía,oscreo.Graciasavoshallaréamihijo.Adiós,Alicia,hastalanoche.
Hastaentoncessoismiprisionera.Alguienvendráabuscarosaquí.—YsaliódejandoaAliciaprofundamenteconmovida.
«¡Oh,Diosdado!»,—exclamólapobrealestarsola—.«¿Seráciertoque,porfin,conseguiremoslafelicidad?».
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XVII-Elescuadrónvolantedelareina
ACABABAN DE DAR las diez de la noche, En el Louvre terminaba alegremente elprimerdíadelasfiestasdadasencelebracióndelmatrimoniodeEnriquedeBearnyMargaritadeFrancia.
Aconsecuenciatalvezdeuncapricho,oencumplimientodealgunaconsigna,oquizátambiénacausadelotempestuosodeltiempo,losparisiensesregresaronasusmoradas.A lahoradicha,nadie transitabapor lasnegrascallesde laciudad;noseoían vociferaciones en torno del Louvre y en las salas llenas de luz, los señorescatólicosalternabancordialmenteconloshugonotesnobles.
En el exterior todo era silencio y tinieblas. El Cielo puro y radiante por lamañana, habíase cubierto después del mediodía. Cayeron sobre parís algunoschaparrones que cesaron por la tarde; pero, entonces empezaron a levantarsetempestuosas ráfagas de vientos de vez en cuando un relámpago iluminaba elhorizonteconsucárdenaluz.
Alasdiezdelanoche,laiglesiadeSaint-Germain-L’Auxerroisestaba,sumidaenprofundaoscuridad.
Noobstanteunadelascapillaslateralesestabadébilmentealumbradaporcuatrociriosqueardíanenelaltar.Enaquelrincóndelaiglesia,unobservadorquehubierapodido, penetrar allí cosamuy difícil, porque las puertas estaban cerradas y en elexterior cuatro hombres ocultos en la sombramontaban la guardia, el observador,repetimos, habría podido contemplar un extraño espectáculo…Los guardias teníanordendenomostrarse.Sialguienllegaballamandodeunmodoconvenido,deberíanabrirlapuerta.Yademásteníanlamisióndeapoderarsedetodaotrapersonaqueseacercara sin hacer la seña convenida. Dentro y cerca de cada puerta, dosmujeresesperaban a las personas que debían llegar. En la capilla lateral que acabamos decitar, estaban reunidas unas cincuentamujeres. Formaban, sentadas en cincoo seisfilas,unsemicírculoalrededordelaltaryhablabanentreellasenvozbaja,deloqueresultabaunmurmulloconfusoennadaparecidoaldelasoraciones.
Aveces,unacarcajadaahogadasedestacabadeaquelmurmulloyotrasunavozdominabadepronto las conversaciones.Aquellasmujeres eran todasde extremadajuventud. La mayor no tenía veinte años. Iban ricamente vestidas y todas eranhermosas.
Florecíanallítodoslosgénerosdebelleza,peroningunadeellasteníaensurostroesatimidezgraciosaynaturalpropiadelasjóvenesinocentes.Teníantodaslamiradaatrevida, altiva y hasta dura sus facciones, a pesar del poderoso encanto de lajuventud,ofrecíanalgoindefinibleperoajado.
Tales comoeran, noobstante,másdeuna era soberanamentehermosa, con esabelleza que inspira trágicos amores. Hablaban entre ellas como si se hubieranencontradoenalgúnespectáculoofiesta;peroelrespetoallugarenquesehallaban
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hacíaquedevezencuandoreinaranunosinstantesdesilencio.Todas aquellas jóvenes llevaban en sus corpiños una daga y dichas armas
procedían evidentemente del mismo armero, porque tenían idénticas vainas deterciopelonegro.Eranarmassólidas;nojuguetesdemujer,sinopuñalesverdaderos.Tambiénelmangodetodaslasdagaseraigualyformabaunacruzcuyoúnicoadornoeraunhermosorubí.Enlassombras,aquelloscincuentarubíesincrustadosenlacruzde los puñales, despedían rojos resplandores. Era un espectáculo fantástico. Deprontodieronlasdiezylasconversacionesfemeninascesaronenelacto.
Almismotiemposeoyóundébilruidoylasjóvenesvolvieronlacabezahaciaelaltarmayor.
—¡Lareina!—dijerontodasenvozbaja.Selevantaronentoncesyseinclinaronrespetuosamenteyconciertotemorantesu
soberana.Catalinaavanzódespaciodesdeelfondodelaiglesia,saliendoprobablementede
lasacristía.Iba enteramente vestida de negro, y el largo velo de las viudas la envolvía
ocultandosusemblante.Sobresucabeza,unacoronarealdeoroviejo,brillabadébilmente.Atravesólasfilasysearrodillóalpiedelaltar,ejemploquefueseguidoportodas
lasjóvenes.Luegoselevantóysubiólastresgradasdeaquél.Entonces,levantandoelveloquecubríasucara,sevolvióhacialasjóvenesque,enpiealasazón,mudasyhondamenteimpresionadas,lamirabanconsupersticiosotemor.
Parecíales que la reina había crecido. En la oscuridad, su rostro aparecía máslívidoyúnicamentesusojosbrillabanintensamente.Dirigiópenetrantemiradaalasjóvenesysesintiósatisfechadeloquevio.
Aquelloscincuentarostrosvueltoshaciaella,estabanpetrificadosporlaangustia.Y ella misma, por la profunda emoción que la hacía palpitar, comprendió todo elefectoquehabíaproducido.
Comedianteprodigiosa,poetisatrágica,visionariadedramassangrientos,enquesuardiente imaginaciónevolucionabaasusanchas,avecesse impresionabaconsupropia ficción y admiraba el horror de aquella escena creada por su cerebrosobreexcitado.Entoncesunrecuerdoatravesósuespíritu.ViósedenuevoenlaaccióndeJarnac, tresañosantes,bailandoal sonde lasviolasenelcampodebatallaconaquellas mismas jóvenes que estaban ante ella, oyó las carcajadas de sus damascuandoporazarpisabanaunheridoolacoladeunvestidosearrastrabaenuncharcodesangre;ensuimaginaciónlosacordesdelasviolassemezclabanalestampidodeloscañonazos,puesmientrasellabailaba,bombardeabanaloshugonotesderrotados;luego laalegrebandachocócontraunmontóndecadáveresalpiedeunapequeñaeminencia.Habíaallítrescientoshugonotesquesehicieronmatar.TodalafamiliadelseñordeVerne,eljefe,ancianodeochentaaños,sushijos,susnietos,sushermanos,
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susprimos,todosestabanallí,elmásjovendedieciséisaños.Todosyacíanformandomontón, inmóviles y ya rígidos, y alrededor de aquel montón de muertos, elescuadrónvolantedelareina,organizóunazarabandadelirante.
ElespíritudeCatalinaestabaformadoporestasantítesisextraordinariasyestoscontrastesformidables.
En la iglesia estaban ante ella gran parte de las mujeres que componían suescuadrón volante; no todas, pues de las ciento cincuenta hijas de nobleza que locomponían, sólo había hecho ir a la iglesia a aquéllas que le merecían enteraconfianza: eran temperamentos fogosos,mujeresqueno teníande talesmásque lahermosuradelcuerpo,reitresfemeninoscapacesdemanejarelpuñal.
Éstasleeransumisasylepertenecíanencuerpoyalma.Lareinaeraparaellasundiosysuadmiraciónrayabaenidolatría.
Rameras, guerreras, espías, desquiciadas por las pasiones y los placeres de laorgía,enunconventohubieransidoposeídasyalasazónloeranenefecto,porqueelalmadeCatalinalasdominaba.
Después de aquella misma batalla de Jarnac, por la noche, en la terriblemelancolíadelcampodebatallayentrelasquejasdelosheridos,sedesparramaroncubiertasdeantifacesparaofrecersealosjefesquehabíanmatadomásenemigos.
Lamatanzaeraparaellasunplacercomoelamor.Muy a menudo jugaban a los dados sobre quién se entregaría a determinado
enemigodelareina,alcualsuscriadoshallabanaldíasiguientecosidoapuñaladas.Tal era el escuadrón volante de la reina, y después de una orgía, ya fuera de
voluptuosidad o de sangre, la absolución del confesor de Catalina bastaba paratranquilizarsuconciencia.Todaserancatólicasamachamartilloyniunasolahubieradejadodecreersecondenadafaltandovoluntariamentealamisa.
—Hijasmías—dijoCatalina—seacercalahoraenquevaisa libertarelreino.Vaisaecharasatanás.Vaisaconseguirlasupremavictoria.Quisehacerlapazconlosherejes, peroDiosmeha castigado.He sidoherida en loquemásquiero en elmundo,esdecir,envosotras,quesoismisverdaderashijasdelcorazón.
Las oyentes se miraron con vago sentimiento que el acento, más bien que laspalabrasdelareina,lescausaba.Estacontinuó:
—Como sois toda mi alegría, todo mi consuelo y toda mi fuerza; como meayudáis en la terrible lucha que he emprendido, pues sois las más implacablesenemigas que Dios ha suscitado a los herejes, por todo ello han resuelto vuestrapérdida.Enunamismanochedebíaisserdegolladas.Si taldesgraciaocurrierasi lahorrible hecatombe llegara a cumplirse, seríamímuerte, la pérdida del reino y eltriunfo de Satanás. Todo está pronto, hijas mías. Cincuenta nobles, cincuentamonstruos, más bien dicho, cincuenta hugonotes, en una palabra, han decididoasesinar en la noche del sábado al domingo a las cincuenta fieles a la reina,atrayéndolasantesaunaemboscada.
Lascincuenta jóvenes, todasa lavez,desenvainaron susdagas,dirigiendoa su
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alrededormiradasfuriosas.Estabantemblorosasderabiaydeespantoauntiempo.Unaexplosiónde juramentosmasculinossedejóoírentoncesenaquellasbocas
femeninas,peroungestodelareinalascalmó.—Hesidocastigadaporhaberqueridolapazymuchomástodavíaporvenir la
traicióndelaspersonasenquienesmáshabíaconfiado.Entreloshugonotesunomeinspiróverdaderoafectoyentrevosotrashabíaunaalaqueamabamásqueatodas.Éstame hizo traición y él, el hugonote, fue el que combinó lamatanza que debíadejarmesola,sinapoyo,sinamigas,puestodasdebíaisserdegolladas.
Lareinahablabasincóleraymásbiencomopresadetristeza.Aquellavezlasjóvenessequedaronestupefactasdehorror.«¿Cuáldeellaseralatraidora?».—Aquella cuyos siniestros proyectos he sorprendido—continuó la reina— os
señalóunaporuna.¡Ah,nosehabíaengañado!Escogióentremiscientocincuentaamigas, a las más resueltas; a las más fieles, a las más guerreras, todas las aquípresentes.¡LatraidorasellamaAliciadeLux!
—¿Lahermosabearnesa?—gritaronvariasvoces.Y la tempestad sedesencadenó: tempestaddevociferacionesyde amenazas en
aquellas bocas; brazos levantados, manos frenéticas agitando los puñales mientrasCatalina,inmóvil,lascontemplabacomopudierahacerloelgeniodelmal.
—El hombre que por indicaciones de la bearnesa combinó la matanza, es unhugonote hipócrita que supo inspirarme verdadera amistad: el conde de Marillac.Paciencia, hijas mías, paciencia y silencio. Ya sabéis que vuestra reina vela porvosotras.Heaquí loqueheresuelto:Apartirdeestanoche,yencuantosalgáisdeaquí,iréisaalojaros,hastaeldomingo,aminuevopalacio.Queniunadevosotrasseatrevaasalir,porqueseríamuertasinremedio.
»Eldomingoyanohabrápeligro.Yaveréisaloqueseatreveunareinacomoyocuando se trata de salvar una religión amenazada y fieles amigas como vosotrasveréis,puessalvadas,peroestonoestodo.
»DentrodeUnahoraAlicia deLuxyMarillac estarán aquí.Os los entrego—prosiguióCatalina—,peroescuchadmeantes.Tambiéndebevenirunsantohombrequeestáalcorrientedelatraiciónysehaencargadodecastigaralosdostraidores.Heridosporél,loseránporlamanodeDiosyvaldrámásqueseaasí.YoloquieroyDiostambién.
Elodioqueanimabaalasmujeres,hízolasprorrumpirenprotestasalsaberquenoseríanellaslasencargadasdellevaracabolavenganza,perolasúltimaspalabrasdelareinalashicieronenmudecer.
—El reverendo Panigarola, instrumento del Señor, va a vengarse. Durante laejecución,oscolocaréisal ladode lapuertaprincipalde la iglesiaypermaneceréisinvisibles.Asíoslomando,pero…
Llenasdeansiedadlascincuentajóvenesescuchabanatentamente.—Pero si Panigarola vacila… si su mano tiembla… y si la bella bearnesa Y
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Marillacsedefiendendemasiadobien,entonceshijasmías,obedeciendoaunaseñaqueosharía,acudiréisyharéiselresto.
Laseñal…Catalinadesenvainósudagaylalevantócomosihubierasidounacruz.—Laseñalesésta—dijoconvozterrible—ygritaré:«¡Diosloquiere!».Lascincuentajóvenes,sugestionadasporelgestodelareina,gritarontambién:—¡Diosloquiere!Catalina,conlosbrazoslevantadoshaciaelcielo,exclamó:—Señor,miraestasarmasquesedesenvainanparatuservicio.Señor,perdóname
que en este momento ocupe el lugar de tus representantes. Hijas mías, vuestrospuñalessoncruces,¡losbendigo!
Llenasdesuperstición,lasjóvenesinclinaronlacabeza.Laoscuridadsehizoderepente, pues se apagaron los cirios del altar. Cuando las jóvenes levantaron lacabeza,vieronaCatalinaque,despuésdehaberapagadolosciriosdelaltar,bajabasusescalones.Lareinasehundióenlastinieblasdelaiglesiaydesaparecióalolejosporelaltarmayor,sobreelcualardíaunalámparadeaceite,semejanteaunaestrellaqueiluminaratristementeunsepulcro.
En aquella dirección se alejó la reinaCatalina,mientras las cincuentamujeres,animadasporhorrorsupersticiosoydeseodevenganza,sedeslizaronallugarqueleshabíasidodesignadoypuñalenmanoesperaron.
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XVIII-Elmonje
TRANSCURRIERONVEINTEMINUTOS.Las ráfagasde airequemugían alrededorde lavasta iglesia y en el claustro, hacían más profundo el silencio del interior. Latempestad que toda la tarde había estado amenazando, parecía estar a punto deestallar.Avecesunbrillanterelámpagoiluminabalasimágenesdelosventanales,yaquellaluzlívidayrápidaalumbrabalosrostrosconvulsosdelascincuentamujeresentonces un sordogruñido rodabapor encimade la iglesia, la ráfagaproducía unaquejaestridenteyporfin,todovolvíaalsilencioyalastinieblas.
Dieronlasonceyluegolasonceymedia.Enaquelmomentounhombreseacercóalaltarmayoryconmano temblorosa
encendió cuatro cirios, dos a la derecha y dos a la izquierda del tabernáculo. Pasóentoncesunamanoporsufrenteparasecarelsudorquelahumedecía.Estabalívido,vacilabasobresuspiernasyvolviéndosedescubrióalareinaprosternadayenactitudderecogimiento.
Descendiólasgradas,seacercóaellayseinclinó.—Señora—dijoenvozbaja.Ycomoellanocontestara,latocóenelhombroymurmuró:—¡Catalina!Lareinaentonceslevantólacabeza.—Renato—dijoenvozmuybaja—.¿Estátodopreparado?Ruggieriuniólasmanos.—Señora —dijo—, éste es un sueño espantoso ¡Oh! Lo perdonaréis ¿no es
verdad?¡Perdón,reinamía!¡Perdónparamihijo!Perdónparamíqueosheamadohastaelpuntodehacermeenvenenador.
—¿Quéos importaque estehombrevivaono? ¿Nova apartir paranovolvernunca?
Lareinasehabíapuestodepie.—Renato—dijo—.PorDiosvivoquenosescucha, te juroquehoyhequerido
salvarlo. He interrogado a Alicia y he sabido la verdad, la verdad terrible. NosolamenteDiosdado sabe que esmi hijo, sino que se alaba de ello.Alicia deLuxconoce el secreto y ¿cómo lo sabría si él no hubiera hablado? ¿Quién sabe lo quepodríanhacerdeél,silosdejabahuir?No,Renato,nohayperdónposibley,porotraparte, ¿no lo has condenado tú mismo? ¿No lo has visto muerto con el pechoatravesado?¿Noseteapareciósuimagenallí,enlatorre?YavesqueDioslohabíacondenadoantesqueyo.
Ruggierinohizomásquerepetir:—Perdón,señora.Siqueréispuedoirensucompañíayvigilarlos.—Cállate,Ruggieri.Mira,enaquellapuertaacabandedarlaseñal.—No,esuntrueno.EsDiosquenosmaldice.
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—Veaabrir,tedigo.—Ruggiericayóderodillas.—Catalina,¿notendréispiedaddevuestramismasangre?Lareinaseinclinóy,animadaporlafuriahistéricaquelaembargaba,agarrópor
unbrazoalastrólogoylolevantó.—¡Miserable!—exclamó—.¿Quieresacasoquesacrifiqueelhonor,lagloria,el
poderylarealezaatudebilidadindigna?Tencuidado.Estásacusadodebrujeríaydemásasesinatosqueañoscuentasysólovivesgraciasamiamparo.Encuantocesedesostenertemimano,tusacusadoresseprecipitaránsobretiyentoncesserásvíctimadelatorturayelverdugo.Veaabrir.
Titubeando y chocando con las rejas del coro, ganó la puerta que le indicabaCatalinayabrió.
Apareció un monje con el capuchón echado sobre los ojos, y volviéndose aRuggieriquelomirabaconextraviadosojos,lepreguntó:
—¿Dóndedeboir?Ruggieri extendió el brazohacia el altarmayor y convoz ronca, sin expresión
humanacontestó:—Allí,allíteespera.¡Ve,verdugo!YRuggieri retrocedió hacia la puerta y la franqueó. Entonces el fraile oyó un
sollozoya la luzdeun relámpagoviocomoelhombre semarchaba tropezandoyprofiriendosordasimprecaciones.
Entonces cerró la puerta por sí mismo y dejando caer el capuchón sobre sushombros se dirigió al altarmayor…Catalina lo vio acercarse y no hizo el menormovimiento,perocuandoestuvoasuladomurmuró.
—Perfectamente,marquésdePanigarola,soisfielalacita.Sedbienvenido.Panigarolavolviólacabezahacialapuertaqueacababadecerrarypensó:«¿Porquémehabrállamadoverdugoesehombre?».—Marqués —dijo la reina—, habéis cumplido vuestra palabra. Gracias a vos
París está en ebullición. Gracias a vos, las parroquias son otros tantos focos deincendio.Sólofaltalachispaqueprendaentantaspasiones.Gracias,reverendo.Mehallegadolavezdecumplirmipromesa.DentrodeunInstantevaisaveravuestraadorada.
—¿Alicia?—exclamóPanigarola.—Es vuestra. Lleváosla, marqués; os la doy. En cuanto al rival, en cuanto al
hombretanexecradoporvos,podéismatarloconeso.Yuniendolaacciónalaspalabrastendióunpapelalmonje,quecontestó:—¡LacartadeAlicia!¡Ah,yacomprendo!¡Soisgrandeyterrible!¡Si,Silaama
comodiceestavenganzaeslamáseficaz!Gracias,señora,gracias.—Entoncesestamosdeacuerdo.MostraréislacartaaMarillac.—Sí,sí.—Selaharéisleer.
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—Sí,sí.—Entonces os lleváis a Alicia. El convencerla os incumbe a vos, cosa fácil,
porque,segúnresultadel interrogatorioalque lahesometido,noosguardaningúnrencor.Osesperauncarruaje.
—¿Peroél…tambiénvendrá?—Vaallegar.—¿Almismotiempoqueella?¿Porqué,señora?¿Porqué?—Loesencialesquevaallegar.¿YsiapesardelacartaquiereguardaraAlicia
parasí?¿Ysilaquiereinfameycubiertadeoprobiocomoselamostraréis?¿Ysisuamorresisteavuestrarevelacióncomoelvuestrosobrevivióasustraiciones?
—¡Señora,señora!—Esnecesariopreverlotodo—añadióCatalinaconasombrosatranquilidad—o
SiMarillacosdisputaaAlicia…Conungestoviolentoelmonjeseabriólatúnicayentoncesaparecióvestidode
caballero,conuntrajederaramagnificencia.Apareciótalcomohablasidoantes,esdecir,elelegantemarquésquellevabajubóndeseda,cuellodevaliosísimosencajes,unacadenadeoroalcuelloyfuertedagaenlacintura.
LadesenvainóYconsordavozexclamó:—Estadagadecidiráelasunto.
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XIX-Losnovios
PANIGAROLACUBRIÓSENUEVAMENTEconelhábito,secalóelcapuchónhastalosojosysearrodillo.Catalina locontemplóunmomentosonriendoy luegosedirigióa lapuertaporlaquehabíaentradoelmonje.
Enaquelmomentoerancasilasdocedelanoche.La reinaoyó rodarunacarrozayabriópor simisma lapuertade la iglesia.La
carrozasedetuvoydeellabajarontresmujeres,unadelascualeseraAliciaqueibavestidadeblancoyestabamuypálida.Vacilóunmomentoalhallarseantelaiglesia,peroporfinentró.Lasdosmujeressubieronentoncesdenuevoalacarroza,quesealejóenseguida.
Laespía,alpenetrarenlaiglesia,quedóseunmomentoinmóvilexaminandolastinieblas que disipaban apenas los cuatro cirios encendidos a lo lejos en el altarmayor.Perodeprontounavozmurmuróasuoído:
—¿Yaestáisaquí,hijamía?Alicia reconocióentoncesa la reinaysedisipó la sorda Inquietudque lahabla
sobrecogido.—Lobuscáis,¿noeseso?Pacienciaprontovendrá.—¡Cuán buena sois, señora! ¿Cómo podré demostrar mi gratitud a Vuestra
Majestad?—¿Hasvistoelcarruajequedebeconduciros?—No,señora.Nolohevisto.Tampocoveoalsacerdote.¿Cómonohaynadieen
laiglesia?—Paciencia,terepito.¿Porquétiemblasdeesemodo?—Señora,allíenelfondodelaiglesiaoigomurmullos.—Seráelviento;nohaynadie.—Estándandolasdoce,señora.—Yheaquíquellegatuprometido—dijolareina.En efecto, al dar la primera campanada de las doce, llamaron desde fuera con
arregloalaseñalconvenida.Alicia,conmovida,hizoademándeabrirperolacontuvoconrudogesto.—Soyyoquienabre—dijo.Alicia se quedó inmóvil sintiendo inexplicable espanto, pues hallaba muy
extraordinarioquelareinaenpersonasehubieraapostadoalaentradadelaiglesiayquisieraabrirconsusrealesmanosenvezdeconfiarlatareaauncriadocualquiera.
Ladesgraciadacomprendióquehablacaídoenunaemboscada.«NoesMarillac»—pensó.Peroseengañaba,porque,realmente,erasuprometido.La reina abrió y al hacerlo inspeccionó cuidadosamente los alrededores de la
iglesia para asegurarse de que el conde había llegado solo. Al observar que,
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realmente,eljovennoibaacompañado,preguntó:—¡Cómo!,¿nohabéistraídoadosotresdevuestrosamigos?Marillac, al reconocer a la reina, sintió grandísimo asombro y se inclinó con
emociónprofunda.Inmensagratitudllenósucorazónalvercuángrandepruebadebenevolenciale
dabasumadre.—Señora —dijo—. Vuestra Majestad olvida que me ordenó venir solo. No
obstante,deboconfesarqueestabaresueltoahacermeacompañarporunamigomíoqueyaconocéis,peroelcaballeronoestarálibrehastamañanaporlamañana.
—Sí,sí—dijoCatalina.Ycerrólapuertadandounsuspirodealegríayalmismotiemposeñalóalcondea
suprometida.Los novios se entrevieron en la sombra e instantáneamente sus manos se
enlazaronyolvidaroneluniverso.Instintivamentedirigiéronsehacialoscuatrociriosquebrillabancondébilluzysedetuvieronalpiedelaltar.
Lareinalosseguíasinapartarsumiradadelgrupoqueformaban.EntoncesparecierondespertardesuensueñoamorosoyAliciamurmuró:—Noveoalsacerdotequehadecasarnos.CatalinaseacercóaPanigarolaprosternado,lotocóenelhombroydijo:—Heaquíelquevaauniros.Elmonjeselevantólentamente,descubriósurostroysevolvióhacialosnovios.
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XX-Lasrameras
ENAQUELLAMISMANOCHE del lunes 18 de agosto, hacia las nueve, la viejaLauraestabasolaenlacasitadelacalledelaHache,aquellacasadepuertaverdeenquemásdeunavezhemospenetradoyalaquevamosahacerlaúltimavisita.
Alasocho,deacuerdoconlacitaconvenidaconAlicia,MarillacllegóalacasadelacalledelaHache.
—¿YAlicia?—preguntó.—Lareinalaharetenidohastalasdoce.Mehaencargadoesperaros.¿Quévaa
pasar,Diosmío?NuncaviaAliciatancontenta.Marillacsonrió.—Medijoqueosavisara.Esperadquerecuerdebiensuspalabras.¡Cuánfelizes
lapobre!—¡Veamos!—dijoelconde—.Recordadsuspalabras.—Helasaquí:«Osesperanalaprimeracampanadadelasdoce,endondesabéis,
niunmomentoantesnidespués».—Perfectamente.—¿Yalosabéis?—dijoLaura—.¿Queréisdecirmedóndevais?—Yalosabréismañana,osloprometo.Ahora,adiós,señora.—Diososguíe,señorconde.Noloolvidéis,alasdoceenpunto.El conde deMarillac dirigió tierna mirada a aquella habitación, en que tantas
vecesvieraasuadorada,hizoungestodedespedidaysemarchó.La vieja Laura lo acompañó hasta la puerta del jardín dirigiéndole cariñosas
palabrasdedespedida.Luego volvió al interior de la casa, se encerró cuidadosamente y se dispuso a
esperar.Dieronlasnueveyentoncesmurmuró:—Creoqueyanovolverá.Encuantoaellaestáenbuenasmanos.Selevantóymurmurósonriendo:«“Efinitalacommedia”.Empezabayaafastidiarme.¡Uf,yaestá,yasoylibre!
Bueno,¿yahoraquéhago?Puesesmuysencillo:buscarunaposadaenParísenlaquepuedapasartresocuatrodíasinadvertidayluegodirigirmeaItaliaapequeñasjornadas.Soyrica.Veamoscuántodinerotengo».
SubióalahabitacióndeAliciayconunmartillodescerrajólapuerta.Sobre la camaAlicia había reunido por lamañana todo lo que quería llevarse,
puescreíaestardevueltaalasochodelanoche,peroyasehavistoquelareinalaretuvoenelLouvre.
Su equipaje consistía sencillamente en un saco de mano y un cofrecillo. Éstecontenía las cartas recibidas deMarillac.Laura las echó tranquilamente al fuegoyabrió el sacodemano.Susojos entoncesbrillarondeplacer y subocadesdentadasonriódegozo.
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El sacodemanocontenía todas las joyasdeAlicia, esdecir, su fortuna entera.Había un hermoso collar de perlas, broches de diamantes, una docena de sortijasadornadasconpiedraspreciosas,esmeraldas,rubíes,zafiros,luegodoscollaresmás,unodeloscualeseradediamantesyporfinunostreintacartuchosdeescudosdeoro.
«Porlomenoshayaquítrescientasmillibrasenjoyasyenoro»,—murmurólaviejapálidadeemoción—.«Yconloquemehaentregadolareina…».
Entoncesungolpeviolentoresonófueradelacasa.Laura,deunsoplo,apagólaantorchaqueiluminabalaestanciaydesenvainando
elpuñalseapostódetrásdelapuerta.«¡Quéentre!»,—dijo—.«Silohacelamato;Yaestoycansada.Lareinamedijo
quetodoestaríaterminadoestanoche».Esperópegadaalaparedoprimiendonerviosamenteelmangodelpuñal.Renovóseentonceselruidoquetantolaasustara,yLaurarespirótranquilizada.«¡Quétontasoy!Esunaventanaquehabatidoelviento.¡Quémaltiempohace!
Hermosoparaunaboda».Entonces, a toda prisa,metió en el saco demano las joyas y los cartuchos de
monedasqueantessacaradeallí,yluego,dirigiéndoseasuhabitación,regresóconuntaleguito.
«Cuarentamillibras»,—murmuródesdeñosamente—.«HeaquíloquemedalagranCatalinaenpagodemisbuenosylealesservicios.Felizmentemedesquito».
Metiólascuarentamillibrasenelsacodemanoylocerrócuidadosamente.Luegoseechóunacapasobreloshombros,salió,cerrólapuertadeljardínytiró
lallavedentrodelacasaporencimadelatapia.Enseguidasealejócontantarapidezcomolepermitíaelpesodelsacodemano.
Unasombrasedestacódeunapuertavecinayempezóaseguirla.Eranentonceslasnueveymediadelanoche.Lascallesestabannegrasydesiertas.Lasnubesbajaspasaban corriendo sobre los techos agudos de las casas. El toque de queda habíasonadoylasposadasyhosteríasestabanyacerradas.
Lauranosepercatódequelaseguían.Laviejateníamiedoybajosumantoestrechabanerviosamentesupreciososaco
demano.IbaalazarporqueconocíamuypocoParís,puesdesdelafechaenquellegócasinohabíasalidodelacalledelaHache.
Porfinvioquesehabíaextraviadocompletamenteylaprincipalrazónquetuvoparanovolveralacasadelaqueacababadesalir,fuequenohabríasabidohallarelcamino,yporotrapartenohabíanadieenlascallesparapreguntarlo.
No obstante, a veces entreveía sombras que se movían a su alrededor y oíaalgunos murmullos. Tal vez el hombre que la seguía hablaba con algunas gentes,porque en diversas ocasiones las sombras que habían parecido querer detenerla,desaparecieron.
Laura se estremecía de terror y apresuraba el paso recordando las historias detranseúntesatacadosydesvalijadosporlostruhanes.
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—Torpedemí—decía—.¿Porquéhabrésalidodelacasaantesdeldía,yaqueAlicianohadevolver?Pero¿y si la reinamintió?¿Sivolviera?No,no,hehechobienysusdedosseincrustaronenelasadelsacodemano.
Deprontosedetuvollenademiedo;hallábaseenunacalleestrechayacababadedivisarunpocodeluzfiltrándoseatravésdelas junturasdeunapuerta.Elhombrequelaseguíasedetuvoatrespasosdeella.
—¡Oh,sifueraunaposada!—murmuróllenadeterroryangustia.Unlargorelámpagoalumbrólaoscuridadinundandolacalledelívidoresplandor
y,asuluz,Lauraentrevióunaenseñaquesebalanceabachirriandoalseragitadaporelviento.
«Esunaposada»—sedijoycorrióhacialapuerta.Enaquelmomentosesintiócogidapordosbrazosvigorososyderribadaalsuelo
mientrasunamanorudaseapoyabaensubocaparaimpedirquegritara.Lauraerafuerteysedebatióvigorosamente.—¡Diablo!—gruñó una voz avinada—. Quiere resistir. ¡Eh, las patas quietas!
¡Vayaunamujerrabiosa!Laviejamordiólamanoqueseapoyabaensubocaycomoelbandidolaretirara
Lauraempezóagritar.—¡Socorro!¡Measesinan!Elúltimogritocasinosalióenterodesuboca,porque lamanoqueacababade
retirarse, al ser herida, incrustóse en el cuello de Laura y empezó a estrecharpaulatinamenteycadavezconmayorfuerza.
LaviejaLaurasedebatióunosinstantestodavía.Susojosconvulsosyextremadamenteabiertos, tratabandeverasuagresor.Un
relámpagoalumbrólacalleyentonceslaviejadistinguióunaodiosacaradebandidoinclinadasobreella.
Deprontolaviejaespíasequedóinmóvil.Estabamuerta.Eltruhanlapalpómurmurandoentredientes.Cuandohubohalladoelsacodemanolosopesóysonriósatisfecho.Entoncescogióelcadáver,locolocóalolargodelaparedypersignándoserezó
unpadrenuestro.—Yaestoyenpaz—dijo—.Entremosahoraen«LosDosMuertosqueHablan».
¡Ah!Loqueeséstanohablaránuncamás.Por, acostumbrado que estuviera y aun cuando se habla puesto en paz con su
conciencia, gracias al padrenuestro que acababa de rezar, el truhan no pudosubstraerse al ensimismamiento especial que sobrecoge a los asesinos después decometidoelcrimen.
Quedóse allí unmomento colocando el cadáver contra elmuro para que no semojaraconelaguaquecorríaporelarroyocentraldelacalle.
«Esextraordinario»,—pensaba—,«estamañanaerapobrecomoJob,ypor lanoche rico. ¡Cuántasveceshedeseado serlo! ¡Por las tripasdeldiablo!Hayaquí
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dentrocuarentamil librasynoestoycontento.Bueno,¿peroestarárealmenteestasuma?Sicuentobien,éstaesladecimosextapersonaquematodesdequeejerzoladignaprofesióndeasesinoasueldo.¡Diezyseiscadáveres!¡Bah!Mato,mepaganyyaestá».
Elbandidoseestremeció.Talvezleremordíasuoscuraconciencia.Continuósumonólogoesperandounnuevorelámpagoparaverporúltimaveza
lavieja.Talvezparasatisfacerlaterriblecuriosidaddeloscriminalessencillamenteparaasegurarsedequeestababienmuerta.
Estaba acurrucado mirando con extraviados ojos a su víctima, mientrasmurmuraba:
«Estamañanavientraralhombreenmivivienda.Ocultabasusemblante,peroyoconozcoa todoelmundo.En fin,elseñorastrólogonoqueríaserreconocidoyporlotantomecallé.Entoncesmedijo:».
«¿Cuántoporunavieja?».«Cincoescudosdeseislibrasynoescaro».«Heaquí loscincoescudos. Irása lacallede laHache,a laesquinade lade
Traversine,yesperarásante lacasaque tieneunapuertaverde.Hacia lasocho lamujersaldráylasigues,másparaherirla,esperarásqueestélejos,muylejosdelacasa.¿Hasentendido?».
«Perfectamente».«Ahoraescuchabien.Sinoejecutas lacosaaenterasatisfacciónysi lamujer
vuelve,serásahorcado.Eresconocidoysesabrádondehallarte».«Notengáiscuidado,monseñor,eltrabajoseráhechoybienhecho».«Entonces, escucha; no habrás ganado cinco miserables escudos, sino que la
mujerllevaráencimaporlomenoscuarentamillibrasquepodrásguardarte».«¡Cuarentamillibras!—Aloírlomecaídeasombro.¡Vayaundía!Mefiguréque
lanochenollegaríanunca.Pero,porfin,yasonmíaslascuarentamillibras.Ahoraentremosenlataberna,porquetengosed».
Llamó de unmodo especial y la puerta se entreabrió. El truhan entró y fue asentarseaunrincónoscuroguardandoelsacosobresusrodillasydebajodelamesa.Consiguió entreabrirlo y hundiendo la mano palpó los cartuchos y monedas y laspiedraspreciosas.
«Bueno,sevequeestánlascuarentamil libras.¡Cuernosdeldiablo!¿Porquénoestoymáscontento?».—¿Quéhubieradichoelbandidoalconocer laverdaderafortunaqueconteníaelsacodemano?
Cuandohubovaciadoalgunasbotellas,pagóysemarchósinhacerruido.Ignoramos loquefuedeélysobreestepersonajeel lectorpuede imaginarseel
desenlacequemejorleplazca.Pero ya que acabamos de penetrar en la taberna de «Los Dos Muertos que
Hablan»,echemosunaojeada.Habíanumerosa reunióncompuestaprincipalmentedemujeresen loqueCatho
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llamaba lagransalaque,enrealidad,erabastanteestrechayconteníacincomesas.Encadaunahabíadetresacuatrobebedores,truhanesyrameras,derostrosferocesoenvilecidos,gentesquevivíandelcrimenyquecomponíanlaclientelanocturnadelataberna. En efecto, la posada de «LosDosMuertos queHablan», que, de día, erafrecuentada por burgueses y soldados, convertíase, de noche, en una madriguera.Catho no se había sentido nunca con valor para rehusar asilo a sus antiguasamistades. Resultaba de ello, que durante el día, el establecimiento tenía honradoaspectoyporlanochelaaparienciadeunaverdaderatabernaendondeserefugiabanlasgentesperseguidasporlaronda,ylasramerasqueesperabanlabuenafortuna.
Aquellanochehabíamayorconcurrenciademujeresacausadelatormenta.Éstaerapropiciaparalosasesinosyatracadores,pero,encambio,eradesfavorablealasrameras.
Dosmozoshercúleosservíanlasconsumicionesaaquellaclientelaqueprofesabamal disimulado respeto por sus enormes puños. Durante el día, los dos colosos,verdaderosperrosdeguarda,eranreemplazadosporjóvenesyhermosassirvientas,loque demuestra que Catho conocía maravillosamente su doble clientela. Para losburguesesapacibles,camarerascomplacientes,y,encambio,para las ramerasy lostruhanes,hérculesquemásteníandeguardiasquedemozos.
AaquellahoraavanzadaCathonosehabíaacostadoaún.Estabaenunestrechogabinetecontiguoalasalapública,hablandocondosmujeresjóvenes.Estasentraronenlatabernahacialasdiezdelanoche,ycomoestavisitaserelacionaestrechamentecon los incidentes de la historia que relatamos, es interesante conocer desde elprincipiolaconversaciónquesostuvieronconCatho.Cuandoentraronenlasala,lahosteleraavanzóasuencuentro,diciéndoles:
—¡Dichososojosquepuedenveros!Hacemásdeunmesquenohabíaisvenido.Seguramentequeréispedirmealgo.
—Esverdad,Catho.Venimosapedirteunacosa—dijounadelasjóvenes.—Ymuyseria—dijolaotra.—Bueno, bueno, entrad aquí —dijo Catho señalando el gabinete—. Siempre
venís a pedirme y nunca devolvéis nada. Tú, «Roja», tienes todavía mi collar decuentasazulesqueteprestéparaconquistaraaquelcapitán.Ytú,Paquita,medebesnoseyacuántosescudos.Soisdoscestossinfondo.
—Perotequeremosmucho—exclamaronlasdosrameras.—¡Ah,juventud,juventud!—exclamóCatho.Noqueréisahorrarynopensáisenquepodríaisperdervuestrabellezacomoyo.—¡Bah,Catho!Tucontinuassiendo,hermosa.Lasonrisadelahosteleralesprobóquenoerainsensibleasulisonja.Entraronen
elgabinete,mientraselamadelaposadaservíaaunosparroquianos.Por fin,Catho fuea reunirsecon susamigas,haciéndoles relatar susaventuras,
quelerecordabanlostiempospasados.Queríaa«LaRoja»yaPaquitaprecisamente
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acausadelosdefectosquelesreprochaba.—Veamos—dijo—,confesaosahora.«LaRoja»,queeralamásatrevidadelasdos,empezódiciendo:—PuesPaquitayyohemossidoinvitadasaunafiesta.—¿Paracuándo?—dijoCathosonriendo.—Paraeldomingo,yavesquetenemostiempodeprepararnos,sobre todosi tú
nosayudas.—¿Y en qué puedo ayudarlas, bribonas? ¿Necesitáis algún collar? ¿Algún
cinturón?—Nadade eso,Catho.Es preciso que tengamosvestidos decentes.Vestidos de
burguesa.—¿Qué?—exclamóCathoestupefacta.—¡Caramba!Asistiránalafiestajuecesysacerdotesy,yacomprendes,Paquitay
yo hemos pasado el día examinando nuestros trajes. Son buenos para el oficio…corpiñosabiertos…cinturoneschillones…peronoesposibleirvestidasasíalafiestade que se trata. Escucha, Catho, sería preciso que de aquí al domingo nosproporcionarastrajes.
Catholevantólosbrazosalcielo.—¿Peroquéfiestaesésaalaquedebenconcurrirjuecesysacerdotesyalaque
nopodéisasistirconvuestrostrajesqueossientantanbien?—¡Ah,sílosupieras,Catho!—¿Setratadeuncasamiento?—No,Catho,estamosinvitadasapresenciarlatortura.Catho sequedóestupefactay sus interlocutoras, figurándosequeno locreía, le
aseguraronqueeraverdad.—¿Y esto os divierte? —exclamó la pobre hostelera—. ¿Ver sufrir
horrorosamenteaunpobrediablo?Yovienrodarunavezymeestremezcocuandopiensoenello.
—Yonoquería—dijo«LaRoja»—peroPaquitasehaempeñado.Además,hayquetenerencuentaunacircunstancia.Sinovamos,elseñordeMontluc,queesmuygeneroso,perotambiénmuybruto,sedisgustaríaconnosotras.
—¡Ah!¿EselseñordeMontlucquienoshainvitado?—Elmismo.—¿ElgobernadordelTemple?—Sí,Catho,yavesqueelpersonajeesdeimportancia.—¿Ydóndetendrálugareltormento?—EnelmismoTemple.Estaremosocultasenungabinetecercanoalacámarade
la tortura, porque es necesario que no nos vean; pero, en fin, si llegaban adescubrimos,pasaríamosporparientasdelpaciente.
—¡Ya!,peroyoenvuestrolugarnoiría.—¿Quieresdarnosundisgusto,buenaCatho?—preguntóPaquita.
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—¿YhacernosperderlaclienteladelseñordeMontluc?—añadió«LaRoja».—¿Yatraernossucólera?,dijeronacoro.—Puesbien,comoqueráis—dijoCathovencida,osproporcionaréloqueoshace
falta.—¿Paraelsábado?—Sí,paraelsábadoporlanoche:Convenido.Lasdosramerasbesaronasuarrugacomopudieranhacerlaunasniñasdespuésde
haberobtenidodesumadrealgunasgolosinas.—¿Yquiéneseldesgraciadoquevanatorturar?—Sondos—contestóPaquita.—¿Dos?—exclamóCatho—.¿Cómoesposiblequedoslindasmuchachascomo
vosotras puedan complacerse en el horrible espectáculo de ver torturar a dosdesgraciados?
«LaRoja»yPaquitamiraronasuamigallenasdeasombro,nocomprendiendoloquequeríadecirles.
—¿Cómosellamanesospobresdiablos?—continuóCatho.—Pardaillán—contestótranquilamentePaquita—.Padreehijo.—Así—añadió«LaRoja»—serámásterribleydivertido.Cathonodecíanada.Habíapalidecido.Susmanostemblorosastratarondellenar
unacopadevino.Hizoungranesfuerzoparanollorarysequedóaturdidayasombradaporeldolor
queexperimentaba.Teníaporaquellosdoshombresrudoafecto.Ensumocedadhabíaamadoalviejo
Pardaillán durante quince días o unmes, no lo recordaba exactamente, pero nuncahubieracreídosentirtalangustiaantelaideadequeaquelhombreibaamorir.
Nunca había tenido grandes disgustos, pues Catho siempre tuvo por normaapartarsede todoaquelloquepudierahacerla sentir.Nosabía si erabuenaomala.Rarasveceshabíallorado.Suúnicodisgustoseriohabíasidoelversedesfiguradayafeadadespuésdesuenfermedadyaúnseconsolabapensandoquelaviruelamatabamuyamenudoasusvíctimasyellahabíatenidolasuertedesalvarse.
En cuanto al caballero de Pardaillán, siempre le había inspirado admiraciónprofunda, pues nunca había visto ningún hidalgo que se le pareciera. A menudo,Catho,pensandoenél,suspirabamirándosealespejo,peronuncaseleocurriópensarqueamabaal caballero.Únicamente secomplacíaendecirsequeeraamiga suyayqueencasonecesarioloserviríaysesacrificaríaporélhastalamuerte.Yalasazóniban a morir torturados. Catho era tan desgraciada, que sintió deseos de morirtambién.
—Parece que te has disgustado —dijo «La Roja»—. ¿Conoces acaso a esoshombres?
—¿Yo?No—contestóCatho.—Entoncesquedamosenquenosproporcionarás losvestidospara el domingo,
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¿verdad?—Sí —contestó Catho maquinalmente—. Los tendréis. Ahora, marchaos. ¿Y
decísquelacosaesparaeldomingo?—Eldomingoporlamañana,peronosotrasdebemosiralTempleelsábadoporla
noche.—¿Porqué?—Esclaro,mujer.ElseñordeMontlucnosesperaacenarelsábadoporlanoche
alasocho,¿comprendes?—Sí,sí,—contestóCatho—.Ahora,idos.Lasdosramerasbesaronasubuenaamigayseretiraron.Catho,entonces,seapoyódecodossobrelamesayconlacabezaentrelasmanos
murmuró:«¡Eldomingoporlamañana!».—Yempezóasollozar.Creemos conveniente recordar que la tortura ordinaria y extraordinaria, era no
para el domingo, como creían Paquita y «La Roja»: sino para el sábado por lamañana.Nosehabráolvidado,sinduda,queelgobernadordelTemple,MarcosdeMontluc,despuésdehaberinvitadoalasdosramerasparaqueasistieranalaterribleescena, se detuvo a tiempo para no comprometerse; pero como quería que las dosmuchachaslovisitaran,lesafirmóquetendríalugareldomingoycuandollegaraelmomentodecumplirsupromesa,despuésdelabuenanochequeseprometíapasar,saldríadelpasodiciendoqueeltormentosehabíaadelantadoinesperadamente.
AhoravolvamosconCatho.Como ya se ha podido ver, era una mujer enérgica. Ayudó sin pestañear a
defenderensitiode«ElMartilloqueGolpea»ycontemplóresignadaelIncendiodesupropiedad,puesestabaacostumbradaaescenasmuchopeorescuandovivíaenlaCortedelosMilagros.
Laexplosióndesudolorfue,pues,rápida,perotrasdelosprimerossollozosdioun puñetazo sobre la mesa diciendo con un tono que indicaba su resolucióninquebrantable.
«SeránecesarioqueenlanochedelsábadoaldomingoentreenelTemple».¿Cómoloharía?Nolosabía.Quedábanlecincodíasdisponiblesparapensar.Enelmomentoenquetomólaresolución,resonaronfuertesgritosenlasala.Cathosesecólosojosypenetróenlaestanciavecina,exclamando:—¿Quépasa?Veamos,¿queréisquevengalaronda?—¡Unasesinato!¡Acabandemataraunapobrevieja!—Hansido«LaRoja»yPaquita.Tres o cuatro rameras acababan de lanzar esta afirmación. Eran enemigas
encarnizadasdelasdosmujeres,puesestabancelosasdesubellezaydesuséxitosyleshubieragustadomuchocomplicarlasenunasesinato.
Poresta razónpromovíangrandesgritosapropósitodelasesinatoque,enotrascircunstancias,lashubieradejadoperfectamentetranquilas.
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—¡Pobrevieja!—decíauna—.¡Eshorroroso!—SiempremehabíaparecidoquePaquitateníamalamirada—gritabaotra.—Esnecesariodenunciarlasalprebostazgo—gritabaunatercera.«LaRoja»yPaquitalloraban,proclamandoalmismotiemposuinocencia.—Silenciotodos—mandóCatho.Elsilencioserestablecióinstantáneamente.Yentoncessecerrólapuertacongran
cuidado.—¿Dóndeestálaviejamuerta?—preguntóCatho.—Enlacalle,frentealapuerta.¡Ah,pobrevieja!¡Dalástima!Laqueacababadehablarasíeraunagruesamuchachadecaraamarillentayojos
hinchados, que dirigía terribles miradas a las dos pobres mujeres, que estabanaterradasporlaimpensadayterribleacusaciónquepesabasobreellas.
—Aver,Juana,cuentaloquesabes.Lainterrogadasepusoenjarrasyempezóadecir:—PueshacecincominutosquesalíamosyoyJaimeelManco,conlarubiaFifina
yLeonarda.Apenasestuvimosfuera,JaimeelMancoempezóagritardiciendo:«¡Caramba!¿Quéhayallí?».«Vamosaverlo»,—dijoFifina.«Vamos»,dijeyo.—ElManco se adelantóy todas lo seguimos.Entoncesvimosa«LaRoja»ya
Paquitaacurrucadassobrelaviejaalaqueacababandeestrangular.¿Noesverdad?Decid.
—Esverdad—contestaronLeonarda,laRubiayFifina.—Esmentira—dijo«LaRoja»—.Laviejaestabayamuerta.—¡Perosinosotrasvimoscómoaúnsemovía!Paquitay«LaRoja»juraronentoncesquehabíantropezadoenlaoscuridadcon
aquelcadáveryquesehabíanagachadosolamenteparaversihallabanalgodignodesercogido.
—Noesverdad—afirmóJuana—,pero,enfin,voyaavisaralprebostazgo.Ven,Manco.
Cathocogióalamujerporelbrazo.—¡Cuántas historias por unamujer que hamuerto enmi puerta! ¿Acaso es la
primeravez?Veabuscaralaronda,hija,yyolediréloquefuedeaquelsargentoaquiennosehaencontradonuncamás,yencuantoati,Manco,yasabesqueconozcoalgunahistoriaqueteconcierne,yavosotras—añadiódirigiéndosealasrestantes—osdigolomismo.
Hubounestremecimientodeterrorentretodoslosclientesdelacasa.—¡PorDios!—dijoCatho—.Éstaeslaprimeravezquesehabladeirabuscaral
prebostazgo.¡Quévengayleexplicarécosasbonitas!—Cathotienerazón—exclamaronalgunos—.LaenredonaesJuana.Ésta,alverquelaacusabancomocausantedelalboroto,seexcusódiciendoque
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todo había sido una broma, y entonces la paz se restableció. Dos truhanes seencargarondellevarelcadáveraciertadistanciaafindealejarlassospechassobrelahosteríade«LosDosMuertosqueHablan»yluegolosconcurrentessedispersaron.
EnelmomentoenquePaquitay«LaRoja»ibanamarcharse,Catholasretuvo.—Quedaos,quierohablarconvosotras.La posada fue cerrada entonces, y Catho condujo a sus dos amigas a una
habitaciónyallíañadió:—¿Habéisdadomuertealavieja?—Catho,pareceimposiblequesospechesdenosotras.—Puesbien,estoyconvencidadequesoisvosotras.Nolloréisnigritéis,porque
es inútil. Creo que sois vosotras, y aun cuando no lo fuerais todo os acusa. Haytestigosparaprobarquehabéismatadoa lavieja.¿HabéisoídoaJuana?Así,pues,silencio;noquierolloriqueos.Escuchadme.
Lasdospobresmujerestemblabandeterror.—Escuchadme —repitió Catho—. Si me obedecéis no diré nada, pero si os
resistísamisórdenes,osdenuncio.—Manda—dijeroncastañeteándoleslosdientes.—Ospidocincodíasdeobediencia.Niunahoramás,escosafácil.—¿Quéhayquehacer?—Oslodiréenelmomentooportuno.Entretanto,dormiréisaquíyencincodías
no saldréis demi casa.No tengáismiedo, puesya sabéis que se duermebieny secomemejor.Esuncaprichoquetengo.
—Teobedeceremos,Catho.Seremosjuiciosas.—Esloquehacefalta,peropensadlobien,porquesisalísantesdelsábado,corro
adenunciarlasenseguida.—¿Yelsábadoporlanochequépasará?—Puesbien,elsábadoporlanocheosdevolverélalibertad.Osvestirécomosi
fueraishijasdeburguesesypodréismarcharosalTemple.
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XXI-LaúltimabromadeltíoGil
MIENTRASPASABANESTASCOSASenlaposadade«LosDosMuertosqueHablan»,enelpalaciodeMesmesteníalugarunaescenagrotescaymacabraalmismotiempo.Ycomo los sucesos se precipitan, nos vemos obligados a conducir al lectorsucesivamenteatodoslosteatrosenqueserepresentanactosdenuestrodrama,pues,por desgracia, ni él ni nosotros gozamos del don de ubicuidad. Así, pues, en trespuntosdistintosdeParís,enlanochequesiguióalcasamientodeEnriquedeBearnconMargaritadeFrancia, enaquellamismanocheenque sedesencadenóviolentatempestad,trespuntossolicitannuestracuriosidadsinhablardelLouvre,endondesecelebrabauna fiestamagnífica, de la que los anales de la épocahablan comocosarealmenteasombrosa,ysinhablartampocodelpalaciodeMontmorency,endondelasúbitadesaparicióndelosdosPardaillán,habíaalarmadoasushabitantes,yellosinhablar tampoco de varios rincones sombríos por donde cruzaban sombras quepreparabannosesabequécataclismo.
Lostrespuntosantescitados,sonlaposadadeCatho,queacabamosdedejar;laiglesiadeSaint-Germain-L’Auxerrois,adondeiremosa lasdocede lanoche,y,porfin,alpalaciodeMesmes.
El palacio del duque de Damville estaba desierto: Toda la servidumbre delmariscal,habíasidotrasladadaalacalledelosFossés-Montmartre.Habíaparaellodoble motivo. El primero, y tal vez el más importante, era que Enrique deMontmorency temía un ataque de su hermano, y la visita de Pardaillán no habíahechomásqueacrecentartaltemor.
«Prevenidoatiempo»,—sedecíaDamville—,«pudeesperaraesehombreapiefirme y apoderarme de él; pero ¿quién sabe si Francisco, llevado de ladesesperación, no vendrá en persona a la cabeza de sus gentilhombres? ¿Quiénpodríapreverelresultadodetalbatalla?¿Oquiénsabe, también,simemandaránotroespadachíncapazdelograreléxitoapetecido?».
ElsegundomotivoeraquealmariscalselehabíaconfiadolavigilanciadetodaslaspuertasdeParís, y se aprovechóde esta circunstanciaparaponer a suspropioshombresenlapuertadeMontmartre.
Si se producía una catástrofe, si Catalina de Médicis estaba enterada de laconspiracióndeGuisa,comoMaureverthabíacreídoentender,oParísfuerainvadidoporlastropasdelasprovincias,notendríaningunadificultadenhuirporlapuertadeMontmartre.
El palacio de Mesmes estaba, pues, abandonado. No obstante, aquella nocheentrarondoshombresyhacialasnueveacababandecenarenlacocinaconversandoamigablemente.EranGil,eldignointendentedeDamville,ysusobrinoGilito.
—OtrotraguitodeestevinoañejodecíaGilenelmomentoquepenetramosenelpalacio,yllenóelcubiletedeGilito,elcualseapresuróavaciarlo,diciendo:
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—Nuncabebívinosemejante.Su cara estaba congestionada y los ojos le brillaban de placer. Estaba en aquel
momentodelaembriaguezenquetodosevedecolorderosayantesdecaerenlaembriaguezmáscompletaquecambiatotalmenteelaspectodelascosasprestándolesfeoscolores.
—Oyemuchachotomadelarmarioaquellabotellaquesevedesdeaquíycatarásaquelvinoqueesaúnmejor.
Gilitoselevantóyobedecióandandoconbastantefirmeza.«Todavíanoestáapuntodecaramelo»—exclamoGilexaminandoasusobrino
ylellenónuevamenteelvaso.—¿Demodo—dijo—quenoquieresvolveralpalaciodeMontmorency?—¡Volver allí! —exclamo Gilito levantando los brazos—. De ningún modo.
¿Sabéisquelacasaestárevueltadesdeladesaparicióndelviejocortalenguas?—¿Cortalenguas?—dijoGil.—Sí el maldito Pardaillán. Me había amenazado con cortarme la lengua si le
hacíatraición.¡Ja,ja,ja!,yGilito,recostadoenelrespaldodesusillón,seechóareír.Gillehizocoro.—Además —dijo Gilito—, allí todo el mundo desconfiaba de mí. Todos
sospechaban sin dudaqueyohabía tenidoparte en la bromaque Jugamos al viejoPardaillán,y,comoos lodecía, tío,yaera tiempodequememarchara,pues,de locontrario,hubiesedejadoallímicabeza,alaquetengomuchocariño,auncuandovoslahayáisprivadodesumejoradornoseadichosinánimodemolestaros.
Eltíolellenódenuevoelvaso.—Hayqueconfesarque labromafuemuydivertida—dijoGilito—.Pardaillán
tenía enmí grandísima confianza.Aúnme río al pensarlo.Cuando le aseguré quehallaría solo al señor mariscal, estuvo a punto de abrazarme. ¡Pobre hombre! Locompadezco,porqueenelfondoerabuenapersona.
—Sí,perotequeríacortarlasorejas.—Esverdad.¡Miserable!—…ylalengua.—Asíes.¡Quévengaahacerloahora!Gilitocogióuncuchilloyquisolevantarse,perocayópesadamenteenlasillayse
echóareír.—¿Demodo—continuóGil—queestáscontento?Yalocreo,tío;meparecequesueño.Cuandopiensoqueporordendemonseñor
mehabéisentregadomilescudos…,nuncahabíavistotantodinerojunto.Ygolpeósucinto,quedespidióarmoniososonido.—¿Demodoqueestásdecididoanovolverallí?—dijoGil.—¡Estáisloco,tío!¡Ja,ja,ja!¡Mitíosevuelveloco!¡Quierequemehagacortar
lalengua!—Pero,imbécil,todavezquenoestáPardaillán…
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—Sí, pero le he hecho traición y me cortaría la lengua. Quiero gozartranquilamente de losmil escudos.Quiero beber. ¿Y cómo lo haría sin lengua?—Gilitoentoncesseenterneció.
—¿Lostienesahí?—dijoeltío—.Enséñamelos.Gilitovacióelcontenidodelcintosobrelamesa.LosescudosrodaronyalverloslosojosdeGilbrillarondealegría.—Enrealidad,hesidoyoquientehedadoesedinero—dijoconextrañoacento
mientrassushuesudosdedosacariciabanlosescudosformandopilasconellos.—Sincontar…—balbucióGilito.—¿Sincontarqué?—dijoelviejo.—Loquedebéisdarmetodavía…Esto,tío,esparabeber.Vosmelohabéisdicho,
peroahoraesprecisoquemedeiselresto…¿Oacasohabéisolvidado?—¿Quéresto?—exclamóGil,cuyascejassecontrajeron.—Elmariscaldijotresmilescudos…looíbien.Tresmilescudosdeoro.Vamos,
tío,dádmelos.—Bebe,imbécil—dijoGil,queestabaangustiado.Gilitoobedecióysuvasodeestañorodóvacíoporelsuelo.Eltíosehabíalevantadoconlamiradaextraviadapueslosmontonesdemonedas
ledabanvértigo.—¡Imbécil!—repitió—.¿Tresmilescudosdeoroparati?¡Estásborracho!—Monseñorlodijo;conque,sinomepagáismequejaréalmariscal.—¡Pagarte!—rugióelviejo—.Noquiero.¿Pretendesacasoarruinarme?¡Puesno
quiero!Déjamelos,Gilito.Túyatienesbastanteconmilescudos.—Bueno,bueno—dijoGilito tratando inútilmentede levantarse—.Yaveremos
quedirámonseñor.—Tencuidado—rugióeltío.»Escucha,Gilito—continuó—.¿Quieresdarmedebuengradoestedinerodelque
túnosabríasquéhacer?—¡Estáloco!—exclamóGilito—.¡Mipobretíosehavueltoloco!¡Ah,québien!
¡Vayaheredarle!¡Voy…!Y no pudo acabar la frase, porque el viejo se precipitó sobre él y con
extraordinariarapidezloamordazó.Luego,tomandounacuerda,que,sinduda,teníapreparadaalefecto,loatóalasillaenqueestabasentado.
Todo ello fue hecho con tal rapidez, que Gilito, disipada su borrachera por elespanto, sevioen la imposibilidaddehacerelmenormovimientoparadefenderse.Susojosestabandilatadosporelmismomiedoquehabíasentidoenlabodegaalseratadoalposteporsutío.
Encuantoaéste,murmurabapalabrassinsentido.Colocó en un armario los escudos que Gilito había dejado caer en la mesa,
exceptuandounpequeñomontón,yencuantohuboterminadoestaoperación,Gilsevolvióhaciasusobrinoylequitólamordaza.
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Gilitoseaprovechóparagritarcontodasufuerzayeltíoesperópacientemente.Cuando su sobrino se calló, comprendiendo que sus gritos eran inútiles,Gil le
dijotranquilamente:—Bueno,ahorayaeresrazonable.¿Vesestemontoncito?Es tuparte:cincuenta
escudos.Elrestoesparamí.Elloconosoyyo,sinotu.Noerestúelquehereda,sinoyo.Yavesquesencillo.
Elviejosonrióyllenóunvasodevinoquevaciólentamente.—Contuscincuentaescudos,puedesbuscarfortunayprocuraquenoteveamás,
puessitevuelvoaecharlavistaencima,tematosinremedio.Gilitotomóenseguidasupartidoyfingiólamayorresignación.—Yaqueloqueréisasí,mibuentío,meiréymecontentaréconesoscincuenta
escudos.—¿Ydóndeirás?—preguntóelviejo.—Nolosé.MeirédeParís.—Yamelofiguro,peroantesdesalirirásadenunciarmealmariscal,¿verdad?Sí,
ya te conozco.Eres casi tan avaro comoyo.Te arriesgarías a recibir unapuñaladamíaconlaesperanzadeobtenerlostresmilescudos.¡Tresmilescudosdeoro!¿Quéharíasdeellos,imbécil?Pues,bien,noquieroquehables,¿entiendes?¡Oh!Peroyoquieroestarsegurodeello,yporconsiguiente,tevoyacortarlalengua.
Diounaterriblecarcajadayañadió:—Túmismome has dado la idea, así comome diste la de cortarte las orejas.
Tienesinspiracionespreciosas,teloaseguro.ElespantoyelterrordeGilitofuerontales,quesinpoderpronunciarunapalabra
sedesvaneció.Gil empezó a afilar un cuchillo de cocina, y luego sacandounas tenazas deun
cajónseacercóasudesgraciadavíctima.Peroentoncessepercatódequeeramásdifícilcortarunalenguaquelasorejas.
Quedóseuninstanteperplejoconlastenazasenunamanoyelcuchilloenlaotra.«¡Oh,yaloconseguiré!»,—sedijo—.«Apesardetodomedalástimaelpobre
Gilito.Cuando semarche lo echarédemenos,porquehabríaacabadopordejarloconloshuesosmondosafuerzadeircortándolecosas».
Fuera, la tempestad se desencadenaba furiosa, y de vez en cuando el huracánentrabaenloscorredoresdelacasamugiendosiniestramente.
DeprontoGilitoabriólosojos,ylasvacilacionesdesutíocesaronenelmismoinstante. La víctima no tuvo tiempo de acabar el grito de terror y se súplica queempezaba a proferir, cuando ya el viejo le hundía las tenazas en la boca omejordicho,tratabadehundírselas.
El desgraciado, con los ojos inyectados en sangre, y las venas de la frentehinchadas por el esfuerzo, apretaba los dientes con terrible desesperación.Aquellalucha muda era espantosa. Gilito profirió de pronto un gruñido leve y luego unestridente alarido, porque las tenazas le hablan cogido la lengua y la cortaban en
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redondo…«Tanto peor», —murmuró Gil—. «Si no se hubiera debatido se las habría
cortadoconelcuchillo».Ycuandoyasedisponíaasoltarunacarcajadaburlonaelvientoabriólaventana
y apagó el candelabro que alumbraba la cocina. Gil, entonces, dio un alarido deespanto,puesGilitoloacababadecogerporelcuello.
En el paroxismo de su dolor,Gilito hizo un esfuerzo supremo, y rompiendo lacuerdaquelesujetabalosbrazos,mediomuerto,perolocofuriosoporeldoloratroz,selevantóyseprecipitósobresutíoprofiriendoinarticuladasvoces,espantoso,llenodesangre.Entoncessusdedosseclavaronenelcuellodesutíoylosdosrodaronporelsuelo.
Durante algunosminutos oyéronse en la oscuridad suspiros jadeantes, golpes ygruñidos,ydepronto,todoquedóensilencio.
Y la luz del día siguiente, al atravesar la ventana de la cocina, alumbró doscadáveres estrechamente unidos, uno de los cuales, con la cara llena de sangre,estrechabaaúnelcuellodelotro.
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XXII-Diosloquiere
PANIGAROLA ESTABA ARRODILLADO sobre las gradas del altar mayor de Saint-Germain-L’Auxerrois.Parecíadepiedra;losplieguesdesuhábitonosemovían.
Nosabremosdecirsiorabaaquelmonjeincrédulo,pues,yahemosvistoquelafenoiluminabasuespíritu.Probablementereflexionabaensudesgraciadoamoryenloscrímenesqueparaconquistarlohabíacometidoencendiendoel furorpopularcontralos hugonotes por orden de la reina, pero, en realidad, para que en la matanzaestuvieracomprendidoMarillac.Pensaba,talvez,también,enAlicia,porcuyoamordisponíase entonces amatar a un hombre, no cara a cara y en leal combate comohabríahechoelmarquésdePanigarola,sinotraidoramenteydespuésdehaberatraídoasuenemigoaunaemboscada.
Entonces una mano se apoyó sobre su hombro y al sentir su contacto seestremeció.
«Hallegadolahoraterrible»—pensó.Catalinadijoentoncescontranquilavoz:—Heaquíalsacerdotequevaauniros.Los novios dirigieron sumirada hacia elmonje que lentamente se incorporaba
echandoelcapuchónsobresushombrosysevolvíahaciaellos.AliciavioaPanigarola,ysuslabiosquedaronexangües.Untemblorconvulsivo
la sobrecogió,y susojos fijos en losdel fraile expresaronhorror sobrehumano.Enaquelmomentocomprendiólaemboscadaenquehabíacaído.Suextraviadamiradase apartó del monje para fijarse en Catalina, y tal espanto retrataba que la reinaretrocedió, y esta vez con expresión de lástima tan grande, queMarillac se quedóatónito,sincomprenderloquepasaba.Catalina,conloslabiosapretadosyelrostroinmóvil,esperaba.
ElmonjenoveíamásqueaAlicia,aellasola.Todoellonodurómásquealgunossegundos,quefueronparaPanigarolaunaeternidaddedesesperación,puesadvirtióen los ojos de Alicia un amor grande, verdadero y puro. Y cuando después deaquellos segundos recobró la conciencia de sí mismo, se asombró de sentir granlástimaporAlicia.Levantólosbrazoshacialanegrabóvedacomosihubieraqueridotomarportestigosdesuperdón,desusacrificioa laspotenciasinvisibles,yensusojossepintótalexpresióndemisericordia,que,Alicia,alobservarla,dioungritodealegría,deesperanzaydegratitud.Luego,rendidoporsusacrificio,elmonjecayóalsuelodesvanecido.
Marillac,atónito,diodospasoshaciaCatalina.—¡Señora!—dijoconrudavoz—.¿Quépasaaquí?¿Quiénesesehombre?Noes
elsacerdote;mirad,bajoelhábitodemonje,vavestidodecaballero.Enefecto,elhábitodobladoporunodesusbordesdejabaverelbrillantetrajede
Panigarola,elcualensucrispadamanoteníaunpapelarrugado.
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—Ven—exclamóAlicia—,huyamos.—¡Señora!—rugióelconde—.¿Quiénesesehombre?—Nosé—contestóCatalina—,perotalvezelpapelquetieneenlamanonoslo
dirá.Yalinclinarsesobreelmonje,Catalinaexclamó:—¡Hola!Yaloreconozco.EselmarquésdePanigarola.¿Quéhaceaquíenlugar
delsacerdotequemeesperaba?Marillacsehabíainclinadotambién,ydelacrispadamanodelmonjearrancóel
papeloporlomenosunaparte,ycongestofebrilempezóadesplegarlo.Susmanosenaquelinstante,fueroncogidasporotrasheladas:satinadas,peroconvulsivamenteapretadas.DivisóaAliciaasulado,queconterrorextraordinariopintadoenelrostro,murmuró,convozapenasperceptible:
—Noleas.—Alicia,¿sabesloquediceesepapel?—Nololeas.Ven,huyamos.Lamuertenosamenaza.—Alicia,aquíestálaverdad.LaqueJuanadeAlbretconocíayquemimadreme
haocultado.—Noleas.Dameesapruebadeamor.Mírame,teamo,nopuedessabercuántote
amo.PorDios,teloruego,noleaselpapeldeesehombre.—¿Loconoces,Alicia?Alasazónsusvocesteníanextrañasentonaciones.LadeAliciaexpresabaterrory
espanto,mientrasqueenladeMarillacseadvertíalasospecha.Ladesgraciadahizoun esfuerzo desesperado y trató de arrancarle el papel, pero Marillac, con firmedulzura, la rechazó y subiendo al altar dejó encima de la mesa la carta que sustemblorososdedosnopodíansostener.Aliciasepusoderodillas,murmurando:
—¡Oh,amormío!¡Nuncasabráscuánto tehequerido!¡Adiós!—Yllevóasuslabioselengastedeunasortijaquenuncasequitaba.
Alaluzdelcirioinmediatoaltabernáculo,Marillac,leyólassiguientespalabras:
Yo, Alicia de Lux, declaro que si el hijo que he tenido del marqués dePanigarola,miamante,estámuerto,esporquelohematado.Siseencuentraelcadáverdemihijo,no…
Allíelpapelestabaroto,pueselrestohabíasequedadoenlamanodelmonje.Elcondesevolvióconel rostrode talmododescompuesto,queCatalinano lo
reconoció.Marillacnolavio.Aliciatendióhaciaéllosbrazos,yconvozdébilpueslamuerteíbaseapoderandodesuhermosocuerpo,exclamó:
—¡Teamo!Marillac no la vio ni la oyó, asombrado de estar vivo y de que el dolor no lo
hubieraaplastadoya.Congrantrabajoseseparódelaltarenelqueestabaapoyadoyconpasovacilanteseaproximóalareina.Éstaloviovenirsinpoderhacerungesto,
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como hipnotizada por el horror. Confusamente se decía que había traspasado loslímites,peroladominabalatenazresolucióndematarasuhijo.Marillacseacercóaellasonriendoydijo:
—Ybien,madre,¿estáiscontenta?¿Porquémematáisdeestemodo?Catalinavioclaramentequesuhijocomprendíalaverdadenteraytalconvicción
rompióelencanto.Seirguió,yconbruscoademánlevantóalgoqueparecíaunacruzyque,enrealidad,eraunpuñalydijo:
—Conde,nosoyyoquienosmata,esestacruz.EsparaelserviciodeDios.¡Diosloquiere!
Contonantevozrepitió:—¡Diosloquiere!Entoncesseoyóextrañorumorenlaiglesia.Hubiérase dicho que la tempestad que rugía en las calles habla hundido las
puertasylasráfagashuracanadascorríanhaciaelaltarmayor.Unruidodetelasquese rozan, pasos rápidos entre sillas que se vuelcan con estrépito, unmurmullo, alprincipiovano,yluegountumultodevocesprofiriendosalvajesimprecaciones.
—¡Diosloquiere!¡Diosloquiere!Marillac, como si sufriera una fantasmagórica pesadilla, vio la multitud de
cabezas femeninas convulsas por el odio y el miedo y en la sombra alzarseinnumerablespuñales.
LuegosumiradacayósobreAliciaynoviomásqueaella.—¡Teamo!—exclamólapobre.YMarillacsólooyóaquellaspalabras.Entoncessurazónseoscureció,ytrasunos
momentos de angustia, en que le pareció sentir un círculo de hierro candentealrededor de la cabeza, una gran tranquilidad y una sonrisa animó su semblante.¡Estabaloco!
LuegoeldesgraciadodirigióseaAlicia,alaquedijoconenamoradoacento:—Vamos,espérame…,partamos.—¡Diosmío!—exclamoAlicia—.¡Meperdona!Enelmismoinstanteelcuerpodesuamantecayóalsueloheridopormásdediez
puñales.—¿Cómo?—exclamoella—.¿Quésucede?,¿quépasa?¡Levántate,huyamos!Ytratódeincorporarelcadáver,peroestecayopesadamente.Enelmismoinstantealgunasmanosfuriosasseprecipitaronaellaydesgarraron
susvestidosysucarne.Llenadesangre,alocadaycasidesnuda,Aliciaseabrazabadesesperadamentealcuerpodesuamado,gritando:
—¡Dejadloperdonadlo!¡Matadmeamísola!—¡Mueran:mueranlostraidores!¡Mueralabearnesa!Y,nuevamente,algunospuñalessehundieronenelcuerpodeMarillac.Atravésdelaslágrimasylasangrequeinundabasurostro,Aliciadivisóentonces
alareinaapoyadaenelaltar.
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—AsíperecenlosenemigosdeDiosydelareina—exclamaba.—¡Perdónparaél!—gritófrenéticamenteAlicia.¡Matadme,dejadlovivir!—¡Hijasmías!—gritóCatalina—.¡JuradherirasíalosenemigosdeDiosydela
Reina!¡Diosloquiere!Alicia en el paroxismo del horror, consiguió levantar la cabeza lívida de su
prometidocomoparamostrarlaaCatalinayconlaotramanocogióelvestidodelareina.
Y mientras las cincuenta juraban matar, agitando los puñales, la desgraciadaAliciaexclamó:
—¡Maldita seas, reina de sangre y de asesinato! ¿Buscabas a tu hijo? ¡Míralo,aquíestá!
Entonces cayó sobre el cuerpo de Marillac desangrándose por más de veinteheridas.Yenelúltimoespasmodelaagonía,tuvoaúnfuerzasparapegarsuslabiosalosdelcadáverymuriómurmurando:
—¡Teamo!
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XXIII-ElcementeriodelosSantosinocentes
UNAVEZSEHUBOAPACIGUADOeltumulto,Catalinapronuncióalgunaspalabrasylascincuentamujeressalieronunaaunadelaiglesia.Unadeellas,alsaliralacallesedirigióaungrupodecuatroocincohombresqueesperabanyleshablóenvozbaja.Los hombres entraron entonces en la iglesia y acercándose al altar mayordistinguieron una mujer arrodillada y completamente envuelta en negros velos, lacuallesmostróelcadáverdelcondedeMarillac.
—¿Yésta?—dijounodeellosseñalandoaAlicia.La mujer meneó negativamente la cabeza, y en vista de ello, los hombres
cogieronaMarillacyse lo llevaronfuerade la iglesia.Entonces lareinaapagóloscuatrociriosqueardíanaderechaeizquierdadelaltar,yluego,enlaoscuridadqueapenas disipaba la débil lámpara suspendida en la bóveda, se bajó al suelo y seinclinósobreuncuerpoextendidoalpiedelaltar.
AquelcuerpoeraeldelmonjePanigarola.Lareinapusosumanosobreelpechodelmonjeyobservóqueelcorazónlatía
débilmente. Entonces sacó un frasquito de su limosnero, y después de haberlodestapado, hizo aspirar su contenido al hombre desmayado, pero durante algunosmomentos,susesfuerzosfueronvanos.
«Noobstantevive»,—sedijo.Por fin, un ligero estremecimiento agitó al fraile, que abrió los ojos. Catalina
entonceslevertióenloslabiosunaodosgotasdellíquidoquelehablahechorespirary que era un revulsivo violento, compuesto por Ruggieri, y cuya eficacia la reinahabíapodidoobservarvariasveces.
«Bueno»,—pensóCatalina—.«Nadahaoídonivisto».Panigarola se puso en pie. Parecióle que salía de la tumba y que su debilitado
pensamientoregresabadelaslejanasregionesdelamuerte.Y,enefectohubierasidomuyprobable que sin el auxilio que le prestó la reina, hubieramuerto víctima delsíncopequeleprivaradelsentido.
Catalinalocogióporlamano,yconduciéndolohastadondeestabaelcadáverdeAlicia,ledijo:
—Hamuerto,queridomarqués.Éllahamatado.Cuandovioelpapelqueteníaisenvuestrasmanos,seapoderódeélyloleyó.Nuncavifurorsemejante.Alcabodepocosinstantesladesgraciadacayóalosgolpesqueélleasestó.Peroestáisvengado.Algunos gentilhombres queme habían escoltado, lo vieron salir lleno de sangre ytrastornado,yfigurándosequemehabíaherido,lehandadomuerte.Aestashoras,elcadáverdeMarillacdebehallarsebajolasaguasdelSena.¡Adiós,marqués!Confíoavuestrocuidadoelcuerpodeestadesgraciada.¡Diostengapiedaddesualma!
Elmonje no hizo ni un gesto. ¿Habíase enterado de lo que la reina decía? Sí,seguramente,peroCatalinale infundíahorror invenciblesinquepudieraprecisar la
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causa. La reina, entonces, se retiró y algunos instantes más tarde, sola, a pie, sinescolta, puñal enmanoyvaliente comoun reitre, sedeslizó a travésde lasnegrascallesdelaciudadpararegresarasupalacio.
Panigarola, una vez que estuvo solo, se inclinó hacia el cadáver de Alicia sinmanifestar emoción aparente, Sumano se posó sobre el desnudo seno de la Jovenpero no sintió los latidos del corazón. Alicia estaba realmente muerta. El monje,incorporándose, dirigió unamirada a su alrededor como buscando algo, y por fin,yendoalapiladeaguabendita,humedeciósupañuelodefinabatistayvolviendoalladodelcadáverempezóalavarlasheridas.
A pesar de que, como ya se ha dicho, la oscuridad era profunda, parecía verperfectamenteeibadeunaparteparaotrasinvacilarysinhacerelmenorruido.Portresvecesvolvióalapiladeaguabenditaahumedecióelpañueloyelaguadeéstaquedóentoncesteñidadesangre.Porcasualidad,Alicianoteníaningunaheridaenlacaraylasangrequeenellateníaprocedíadelaspuñaladasrecibidasensushombrosenelcuelloyenelpecho.
Terminadoquehubodelavartodaslasheridaselmonjecontemplóuninstanteelcadáver:elrostropálidodeAliciaaparecíaalaindecisaclaridaddelamariposaconsumaravillosabellezaidealizada,pordecirloasí;loscabellosestabandesatadosylerodeabanlaespalda;ningunacontraccióndeformabaloslabios,queparecíansonreír,yhubiérasecreídoquesusenoadmirableibaalevantarseconlahinchazónrítmicayapacibledelarespiración.
Panigarolaexaminólasheridasunadespuésdeotra.Habíadiecisiete;Eranlargosdesgarronesaflordepiel,peroniunasolahabíapenetradoprofundamente.Elmonjemeneólacabezamurmurando:
—Ningunadeesasheridaseramortal.Continuando su fúnebre examen observó en el índice de lamano derecha una
sortija cuyoengaste estaba abierto.Congran trabajo consiguió retirar la sortijadeldedoqueempezabayaaponerserígido.Entoncesencendióuncirioyconmórbidacuriosidad examinó la joya. En el engaste vacío descubrió algunos granos de unpolvo blanco y entonces sonrió como pudiera hacerlo un sabio al descifrar unproblema interesante. Cerró nuevamente el engaste de la piedra de modo que nopudieraescaparseelrestodelospolvosysepusolasortijaeneldedomeñique.
VolviendoaAlicia, tratódecubrir sudesnudez,perocomonopodíaajustar losrestosdelcorpiño,sedespojódesuhábitogrisyconélenvolvióelcadáver.Aparecióentoncesvestidoconsuricotrajedecaballero.Conextraordinariafuerza,levantóensusbrazoselcadávercubiertoconelhábitodefraile,ylollevóhacialapuertaqueRuggierilehabíaabiertoalentrarenlaiglesia.Allíesperabaunacarrozadeviajeporordendelareina.UnhombrevestidodepostillónseacercóalmarquésdePanigarolaledijo:
—Monseñorheaquílasilladeposta.—¿Esparamí?—preguntó,Panigarola.
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—Sí,monseñor.Tengoórdenes.TomamoselcaminodeLyónydeItalia,Tenedlabondadde…
Elmarquéssincontestar,depositóelcuerpodeAliciaenelcoche,loextendióenelasientodemodoquenopudieracaerYluego,cerrandolaportezuela,cogióaloscaballosporlabridayse,pusoenmarcha.
Elpostillón,asombrado,empezóaseguir,pensando:—Esteseráelreciéncasado,ylanovialaquevadentrodelcoche.¿Peroporqué
vestirádefraile?Eran entonces las dos de la madrugada, y la tempestad que, según dicen las
crónicas,devastoaquellanoche laciudaddeParís,estabaenaquelmomentoensuapogeo de poderío destructor. Largos relámpagos cruzaban el negro cielo desde elcenithastaelhorizonteysupálidaluziluminabaelfantásticoespectáculodeaquellacarrozadeviajequeunelegantehidalgo,conlacabezadesnuda,conducíallevandoloscaballosdelabridamientraselpostillónseguíadetrásalgoasustado:
Aveces,unaráfagahuracanada,obligabaaloscaballosadetenerse.Elpostillónasustadomásqueporlatempestad,porelextrañohidalgoqueconducíaelvehículo,seabrigabadetrásdelcochedelafuriadelviento.
—¿Adóndeirá?—murmurabaelpostillón—.¡Vayaunviajedeboda!Panigarolasedetuvodepronto,yelpostillóndespuésdehabermiradoalrededor,
sepersignórápidamente,murmurando:—ElcementeriodelosSantosInocentes.Panigarola,sinhacerningúncasodelpostillón,subióalacarrozayunmomento
despuéssaliódeellallevandoenbrazoselcadáverdeAlicia,quedepositóalpiedelacerca del cementerio. Luego fue a llamar a la ventana de una casita cercana. Elpostillón,conlosojosllenosdeespanto,mirabaatentamentealaquesefiguróserladesposada.
Unarachadeaireapartóelhábitodefraileyapareciólacaralívidadelcadáver.Entonces, profiriendo una imprecación, saltó sobre la silla del caballo conductor,hundió sus espuelas en los flancos del animal, y como llevada por el espanto, lapesadacarrozahuyóatravésdelanoche.
—¿Quiénva?—contestóunavoztemblorosaalallamadadePanigarola.—¿Soiselsepulturero?—preguntóelmarqués—.¡Abrid!La puerta de la casita se abrió y apareció un viejo llevando en la mano una
linterna. Examinó un momento al extraño visitante que lo despertaba a semejantehorayluegoconacentodesorpresa,exclamó:
—¡ElreverendoPanigarola!¿Yenestetraje?—¿Meconoces?—¿QuiénnoconoceaVuestraReverencia?—Bueno, pues si sabes quién soy, ya comprenderás lo peligroso que es el
desobedecerme.—¿Yporquéunpobrediablocomoyo,tendríaquedesobedeceralsantohombre
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anteelcualtiemblaelmismoreyyquerepresentaalsantoPadre;segúnsedice…?,porqueyovivoretiradoysolo.Séquevuestrareverenciatienederechoamandarme.
—Perfectamente,tomaelazadónytusherramientas.—¿Setrata…?_preguntóelviejoconciertaperplejidad.—Decavaruna fosa—contestóPanigarola—.No tehagaselasombradonime
dirijaspreguntas.Tomaelazadónyvamosallá.Elsepulturero, llenode temor,cogióunazadónyunapala,yobedeciendoaun
gestodelfúnebrevisitante,abrióunapuertaypenetroenelcementerio.Panigarola levantóensusbrazoselcadáverdeAliciay loestrechaba,andando,
conunadulzuradequelaspalabrasnopodríandarideaycomoenlaiglesia,comoenelmomentoenquesumiradahabíahechocomprenderaAliciaquelaperdonaba,susojosexpresabaninfinitalástimaysoberanamisericordiaqueemergíandesualma.
Cuando hubieron recorrido cierto espacio, el sepulturero se detuvo Y con sustemblorosasmanosempezóacavar.Sutrabajoduróunahora,alcabodelacual, lafosaerabastanteprofunda.
Durante aquel espacio de tiempo, elmarqués de Panigarola, primer amante deAlicia de Lux, permaneció en pie al borde de la fosa que se iba formando,sosteniendo en sus brazos el cadáver de su amante sin dar muestras de fatiga nidebilidad.Sutristemiradaestabafijaenelrostrodelamuertayduranteaquellahoraque el sepulturero empleó en excavar la fosa, y mientras las cruces de maderaarrancadasporelvientocaíanasualrededorconruidoseco,guardólainmovilidaddeunaestatua.
EntonceselsepulturerosubióalasuperficiedelsueloyPanigarola,entrandoenlafosa,tendióenellaasuamante.Cubriócuidadosamentesucaraysusmanosylaenvolviótodaconelhábitodefraile.Luegosubió.
Elviejo,asustadoyconloscabellosagitadosporelviento,señalóelcadáverconeldedoypreguntó:
—¡Cómo!¿Sinataúd?—Nohaynecesidad—dijoPanigarola.—¡Perosiapenasestácubierta!—Prontoloestará.Elsepultureronocomprendióelsentidodeestaspalabrasotalveznolasoyópor
habérselas llevadoelhuracán.Cogió supalay sedispusoaechar tierraen la fosa,peroPanigarolalocogióporelbrazoyledijo:
—¡Aunno,faltaotrocuerpoenlafosa!—¿Cuál?—preguntóelviejoatónito.—Elmío.Elsepulturerosetambaleóllenodeespanto.—Vete ahora. Volverás dentro de una hora —dijo Panigarola— y entonces…
Escuchaloqueharás.—Yaescucho—dijoelviejocastañeteándolelosdientes.
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—Cubriráslafosasinmirar.Habrádoscadáveres,elmíoyelsuyo,ylocubrirástodo.Tomaesto.
Ytendióalsepulturerounabolsallenadeoro:Eraunafortuna.Elviejolacogióalgotranquilizado.
—¿Esparaquenodiganada?—preguntóconenigmáticasonrisa.Panigarolamoviónegativamentelacabeza.—¿Esenpagodemitrabajo?—Escucha… Si dijeras una palabra de lo que ha pasado esta noche, serías
ahorcado,yencuantoatutrabajonodebopagarlo,puestoqueeressepulturero.—¿Entoncesporquémedaisesteoro?—Escucha.Mañana,dentrodeochodíasodeunmes,nosécuándo,vendráun
niñodecabellosyojosnegros,semblantepálidoytristeyqueaparentaseisaños.LedaráslamanoYloconducirássobreestafosa,diciéndole:
«Sibuscaslatumbadetumadre,aquíestá».—¿Mehascomprendido?¿Loharás?—Esfácil.—ElniñosellamaJacoboClemente.—¿JacoboClemente?Bueno;podrávenirarezartantocomoquiera.Essagrado.Panigarolahizoungestodesatisfacción.Talvezelrecuerdodesuhijoenterneció
sucorazón,porqueconahogadavozrepitió:—Veteyacuérdate.Vuelvedentrodeunahora.Elsepultureroretrocedióconlosojosfijosenaquelhombreque,depie,juntoala
fosa, parecía un espectro preparándose a volver a la tumba de que saliera. Terrorextraordinariolosobrecogió,ycomprendiendoqueibaacaer,seapoyóenunacruzdemaderaydesdeallí continuómirando.Un relámpago iluminóalhombreque seinclinabaalbordedelafosa.Luegoreinóprofundaoscuridad.
Elsepultureroprofirióungemidodeespantoysusuñasseincrustaronenlacruz,perosuexclamaciónseconfundióconlosrugidosdelhuracán.
Unnuevorelámpagoiluminóelcementerio.Elsepultureromiródenuevoyyanovioanadiealbordede la fosa.Panigarolahabíaseextendidoal ladodelcuerpodeAliciaconsu rostrovueltohaciaelde lamuerta.Habíadesenvainadosudagaparaherirsesindudaencasodequelamuertenollegaraenseguida.EntoncesllevóasuslabioselengastedelasortijaqueconteníaelvenenoabsorbidoporAliciaysetragóel restode lospolvosblancos.Pasóentonces subrazoderechobajoelcuellode lamuerta,tratandodedivisarlaenlaoscuridad,yasíesperólamuerte.
Aveintepasosdelafosa,elsepulturero,acurrucadoalpiedelacruzdemadera,mirabalívidoyllenodeterrorenaquelladirección.Transcurriólahoraconvenidayluegootra.Latempestadcalmólentamenteytansóloalllegaraldía,enelmomentoenquelaluzdelsolempezabaaalumbrarlaatmósfera,elviejo,recobrandoelánimosearrastróhaciaelbordedelafosa.
Los cadáveres, con los rostros juntos y los ojos abiertos, parecían mirarse,
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sonreírse,diciéndosecosasmisteriosasydulces.Elviejosedespojódelachaquetadepieldecarneroconquesecubría,laechó
sobrelosrostrosdeloscadáveresyluegoapresuradamenteempezóallenarlafosadepaletadasdetierra.
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XXIV-Losamoresde«Pipeau».
APARTIRDELADESAPARICIÓNdelcaballerodePardaillán,unodelospersonajesmásatareadosymásactivosdeParísera,ciertamente,maese«Pipeau».
Aquelperro,queeraunladrónconsumado,hallóenelpalaciodeMontmorencyel paraíso con el que puede soñar un can,Con intriga y astucia se hizo amigo delcocinerodelpalacio,persuadiéndolodequesentíaporélamistadsinlímites,cosaqueno dejaba de ser una mentira, pues le importaba un pepino el cocinero, si bienadorabalacocina.
—¡Quéperrotancariñoso!—exclamabaelpobrehombrealverlosiempreentresuspiernas.
¿Perocómohabríapodidoadivinarlamentiraylahipocresíade«Pipeau»?Ésteaceptabararasvecesunbocadocualquiera,porsabrosoquefuese,demanos
del cocinero. Había para ello una razón muy sencilla, pero que el pobre hombresiempreignoró.Que«Pipeau»seservíaporsímismoenelmomentoenquenadieloobservaba,yasípodíaelegirlosbocadosquemásleconvenían.
—Noesglotón—decíaelcocinero.Pero«Pipeau»nosolamenteeraunperroglotón,sino,además,ladrónylascivo.
Yesteúltimodefectoeselquevamosademostrarparanopasarporcalumniadores.Añadamos que hubiéramos aceptado el reproche guardando silencio sobre los
amores de «Pipeau», si éstos no se hallaran ligados a escenas importantes y si lalasciviadelperronohubieratenido,porcarambola,singularinfluenciaenlahistoriadealgunosdenuestrospersonajes.
Decimos, pues, que «Pipeau» era, en el palacio deMontmorency, el perromásfelizdelacreación.
Sufelicidadfuecompletaysinremordimientoshastaeldíaenquedesaparecióelcaballero dePardaillán.El perro sentía por su amo, o,mejor dicho, su amigo, unaadoraciónsin límites.Esmuyverosímilqueelanimalrecordarahabersidosalvadoporsuamo.Cadadía,endiferentesocasiones,«Pipeau»subíaalahabitacióndesuamigo, se aseguraba de que estaba allí y después de haberle visto, se retirabacontento.
Porlasnochesdormíaalpiedesucama.Así,pues,congrandolor,observóciertanochequesuamonoregresaba.
Aquellanoche«Pipeau»nocerrólosojos.Lapasóyendodeunaaotrapartedelhotel,oliendotodoslosrincones,llamandoasuamocontristesgemidoos,protodoinútilmente.Envistadequenolohallaba,porlamañanaseinstalóenlacalle,antelapuertadelpalacio,pensandoquesuamoibaaregresardeunmomentoaotro.
PeroPardaillánnovolvió.Y«Pipeau» llegóaolvidarsehastade lacocina,yelcocinerolollamóenvano.Ycuandoelpobrehombrequisocogerloporelcollar,elperrogruñóparadaracomprenderquelodejarantranquiloyelpobrecocinero,por
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vezprimera,tuvociertasdudasacercadelcariñode«Pipeau»,cosaqueleentristeciónopoco.
El día transcurrió de aquelmodo, y por la noche, el perro no entró en la casa,continuando suguardia ante la puerta.Al llegar el día siguiente, convencidoyadequesuamonovolvería,echóacorrervelozmente.¿Dóndesefiguraellectorquefue?Pues a la Bastilla. Que se diga ahora que los animales no tienen inteligencia.«Pipeau» la tenía sindudaalgunayprobablemente,despuésde reflexionardurantelargashorassehabíadichoensulenguaje:
«¿Dónde podrá estar, sino en aquella casa tan grande en que se encerró otravez? ¡Vaya unamanía! ¿Qué hará allí dentro? Pero en fin, ¿quién sabe si nomeesperaysiloverédenuevoporaquelmismoagujero?».
Por esta razón se lanzó como una flecha en dirección a la Bastilla. Tropezósucesivamenteconalgunosniños,dosotresviejas,vertióotrostantosjarrosdeleche,yperseguidoporclamoresymaldiciones,sedetuvojadeanteantelapuertaporlaquePardaillánentraraenlaBastilla.
El perro levantó la nariz hacia la ventana a través de la cual se le apareció suamigo,peroalasazónestabacerrada.
«Pipeau», después de haber esperado inútilmente, empezó a dar la vuelta a laBastilla,peroenvanoladróeinspeccionótodaventanaotragaluzdeledificio.
Entonces,conlamismarapidez,sedirigióhacialaposadade«LaAdivinadora»,subióhasta lahabitaciónqueantesocuparasuamoyenvistadequenoestabaallíbajóyvisitótodalacasa,hastaquehabiéndolovistomaeseLandry,elpobreperrosevioechadoaescobazos,porcuya razónsemarchósin insistirmás,comprendiendoque su amo no estaba allí, pues, de lo contrario, no lo hubieran tratado de aquelmodo.
Prosiguiendo sus pesquisas, «Pipeau» recorrió París en todas direccionesvisitandoloslugaresadondehabíaidoconsuamoy,porúltimo,llegóporlanochealaposadade«LosDosMuertosqueHablan»,fatigado,hambrientoymuriéndosedesed.
Cathosatisfizosusnecesidades,dándolecomidayaguay«Pipeau»,satisfechodelaacogida,sequedóadormirallí.
Aldíasiguienteporlamañana,ydespuésdehaberdormidonuevehorasyhechounavisitaalacocina,seeclipsóencuantoviolapuertaabierta.
Aquellavezyanocorría,sinoque,tristemente,semarchóconelhocicopegadoalsuelo,elraboentrepiernasylasorejasgachas.
«¡Seacabó!»,—pensabaelpobreanimal—.«Mehaabandonadoyyanoleverémás».
Llegó así al palacio de Montmorency y echándose ante la puerta, esperó.Permaneció todo el día en elmismo sitio, sordo a las invitaciones del cocinero, elcual,portándoseenaquellaocasiónconextraordinariamagnanimidad,lellevóporlatardeunasuculentacomida,compuestadehuesosdepolloencantidadrespetable.
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«Pipeau»empezóentoncesaroerloshuesos,perosingranapetito.Eralatardedelmiércoles,20deagosto,circunstanciaquesinoteníavalorparael
perro,latieneparanosotros.Llegó la noche y «Pipeau», abrigándose en un hueco de la fachada de la casa,
estaba entregado a sus sombrías reflexiones, cuando, de pronto, se levantó, aspiróciertasemanacionesqueaélllegabanyporfinsucolaseagitóalegremente.
¿Acaso«Pipeau»habíaolidoasuamo?Penosoesconfesarlo,perolaverdadantetodo.«Pipeau»acababadeolerunaperraeimpulsadoporsulasciviaolvidóasuamoylatristezaquesentía.
Elperronotardóendivisarcuatrosombrasquesedetuvieronanteelpalacio.Elgruposecomponíadedoshombresydosperros.«Pipeau»seacercóylosdosperrosempezaronagruñir.Entoncesunodelosdoshombresordenóenvozbaja:
—¡Quieto,«Plutón»!¡Quieta,«Proserpina»!Sin duda alguna aquellos dos perros estaban muy bien educados, porque se
callaronenseguida.Erandegrancorpulencia,dosespeciesdedogosderudopelaje,ojos sanguinolentos y formidables mandíbulas. El perro, «Plutón», era negro; laperra,«Proserpina»,completamenteblanca,yambosdelamismaraza.
Durante casi una hora, los dos hombres permanecieron observando el palacio.Ibanyveníanconprecauciónyparecíanquererverloquepasabaenelinterior.
—Fijaos—dijoporfinunodeellos—,seránecesarioatacarporaquí,creedme,monseñor.
—Sí,Orthés—contestóelotro—,teníasrazón.Llamaalosperrosyvámonos.Entonces Orthés silbó quedamente y «Plutón», «Proserpina» y «Pipeau» se
pusieronenmarcha.¡Cómo! ¿«Pipeau» también? Sí. He aquí lo que había ocurrido mientras los
hombreshacíansusobservaciones.Comoyasehavisto,elperroseacercóa«Proserpina»yensulengualedirigió
uncumplidoque,sinduda,fuedelagradodelabella,puesempezóamenearlacola.Alobservarlo,«Pipeau»hízoleunadeclaraciónenregla,esdecir,quesepusoadarvueltasalrededorde«Proserpina»,oliendotodoloqueunperroacostumbraolerensemejantescasos.
«Plutón»,elmarido,enseñólosdientesa«Pipeau»yéste,alobservarlafuerzadesu enemigo, apeló a la astucia. Acercóse a la puerta del palacio, en donde habíaalgunoshuesossobrantesdesucenaytomándolosenlabocalosofrecióa«Plutón»,elcualeraunperroferozyestúpidoy,porlotanto,seprecipitósobreloshuesosylosdevoróenelactoLuegodirigióa«Pipeau»unamiradadeagradecimientoyenseñaldepazmoviólacolayseechótranquilamente.
«Pipeau»comprendióquedesdeentoncespodíacontarconlaamistaddelperrazoy volviéndose a «Proserpina» reanudó su cortejo. Cuando los dos hombres semarcharon,«Plutón»y«Proserpina»siguierontrasellosy«Pipeau»imitósuejemplo,
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olvidandopor el amor, a la amistady a su amodesaparecido.Sentíasedispuesto aseguira«Proserpina»hastaelfindelmundo,puesladesvergonzadajugabaconélyparecíadispuestaaconcederlesusfavores.
«Plutón» andaba congravedaddiciéndose sin dudaqueun compañeroque contanta amabilidad le ofrecía buenos huesos de pollo, bien merecía un pequeñosacrificioporsuparte.
Hombresyperros, llegaronaunacasade lacallede losFossés-Montmartre,seabrióunapesadapuertay«Pipeau»,entre«Plutón»y«Proserpina»,seintrodujoenlacasa.
Lapuertasecerróy«Pipeau»,sinsaberlo,fuehuéspeddelmariscaldeDamvilleydeOrthés,vizconded’Aspremont.
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XXV-ElalmiranteColigny
DEJAREMOS A «PIPEAU» que se ocupe en sus amores, así como a Catho que, encompañíade«LaRoja»yPaquita,estápreocupadaporelmisteriosoasuntoyantesdeveralosPardaillánque,enlaprisióndelTemple,esperanlaterriblehoraenquedebeserlesaplicadoeltormento,conduciremosalLouvreanuestroslectores.
Desde el 18 de agosto, las fiestas se sucedían unas a otras. Los hugonotes semostrabanradiantesyCatalinalesguardabatodaclasedeconsideraciones.
Únicamente Carlos IX, desconfiado y taciturno, solía pasear por las salas delLouvreunaincurablemelancolía.
Elviernes22deagostomuytemprano,porlamañana,elalmiranteColignysaliódesuhoteldelacalleBethisyendirecciónalLouvre.Ibaescoltado,comosiempre,porcincooseiscaballeroshugonotesyllevababajoelbrazounrollodepapeles.Erael plan definitivo de la campaña que se iba a emprender contra losPaísesBajos ycuyomando supremo se le había confiado.El reydebía estudiar aquel plan con elalmirante y dar la aprobación definitiva. El estado general de los gastos de lacampañaestabaindicadoconundetalleyunaprevisiónqueprobabalaexperienciaconsumada del anciano jefe hugonote. La caballería estaba reducida en notablesproporcionesenbeneficiodelaartillería.
—Sifueraposible—repetíaColigny—nomellevaríamásquecañones.CarlosIXacababadelevantarse,cuandoelalmirantellegóalashabitacionesdel
rey,yainvadidaspormultituddecortesanos.CarlosIXestabaaquellamañanadebuenhumor y en cuanto vio a Coligny se acercó a él y lo estrechó entre sus brazosdiciendo:
—Estanoche,padremío,hesoñadoquemederrotabais.—¿Yo,señor?—Sí,sí,vosmismo.Pintóse la inquietud en los rostros de los hugonotes presentes, mientras se
regocijabanloscatólicos.Unos y otros presentían alguna de aquellas bromas a que tan aficionado era
CarlosIX,peroelrey,echándoseareír,continuó:—…Mederrotabaiseneljuegodepelota.¿Esposibleconcebirsemejantecosa?
Amí,alprimerjugadordeFrancia.—YdeNavarra,señor—dijosonriendoEnriquedeBearn—.Todossabenquemi
primoesinvencibleeneljuegodepelota.CarlosIXdirigióunaamablesonrisaaEnriqueycontinuó:—Almirante,quierodesquitarmedemisueño.Venid.—Pero,señor—dijoColigny—,yasabeVuestraMajestadquenuncahecogido
unaraqueta.—¡Quélástima!¡Yoquequeríaderrotaros!
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—Señor —dijo entonces Teligny—, si Vuestra Majestad lo permite jugaré enlugardelseñoralmirante,y,ensunombre,aceptaréeldesafío.
—¡Por Dios caballero, que sois muy agradable y acepto con gran placer!Almirante,estatardehablaremosdecosasserias,porqueyaveoporlospapelesquelleváis que queréis hacerme trabajar.Ahora excusadme.Venid, señor deTeligny, yvostambién,señordeGuisa.
Y el rey, silbando un aire de caza, bajó al juego de pelota seguido de suscortesanos.Formáronsedosbandosyelpartidoempezóenseguida,conunpelotazosoberbiodelrey,que,verdaderamente,jugabamuybien.
Coligny habíase quedado en compañía de algunos nobles y el viejo general degalerasLaGarde,aquienllamabanfamiliarmenteelcapitánPaulin.AntonioEscalindelosAismars,baróndeLaGarde,eraunsoldadodefortuna.Pobreehijodepadresoscuros, habíase elevado de grado en grado hasta llegar a poseer el de general degaleras,títuloquecorrespondealactualdecontraalmirante.
Eraunhombre frío, sinescrúpulos, ferozen labatalla,católicoacendrado,másporpolíticaquepordevoción;perohabíaconcebidoporColignysinceraadmiracióny afecto; se interesabamuchopor la campañaproyectada, esperando conquistar enellaalgúnnuevofavordelrey.
Coligny le había encargado, especialmente, armar los navíos que deberíanemplearse,porquesequeríaatacaralduquedeAlbaportierraypormaryelviejoLaGardehabíacumplidosumisiónconelmayorceloylaflotaestabapresta.
¿Acasoaquelhombrehabía tenidoconocimientodealguna traiciónoadivinadolos proyectos de Catalina? Era probable, pero cortesano inteligente y guerrero sinmiedo,guardabaparasísusimpresionesyteníaporcostumbredecirasusfamiliares:
—Esperemosaquesopleelviento,parasaberhaciadóndehayquevirar.Colignytuvoconéllargaconversaciónqueduródoshoras.Ellopasabaen lamismaantecámaradel rey, juntoalantepechodeunaventana
haciadondeLaGardehabíaarrastradounsillón,sobreelcualColignydesarrollósusplanos.Acabaronporarrodillarselosdosalladodelmuebleparaexaminarmejorelmapaqueelalmiranteteníaextendidoyestabandetalmodoabstraídosensuestudioque no vieron a la reina Catalina de Médicis salir de las habitaciones del rey,atravesar la antecámara, mientras era saludada a su paso por entre los noblespresentes,yhundirseenunagaleríalentamente,pálidayglacialcomounespectro.
ApartirdelaterribleescenadeSaint-Germain-L’Auxerrois,Catalinaparecíauntantoturbada.Susresolucionesnoeranfirmescomoantes,yavecessedeteníaenloslargospaseosquehacíaporsuoratorio,paramurmurar:
—¡Eramihijo…!¿Acasosearrepentíadelohecho?¿Acasoempezabaasentirelremordimiento?DeserasíCatalinadebíabuscarelmododeapagarsusremordimientosconotros
recuerdosmás terribles.En efecto, despuésdepronunciar aquellaspalabras envoz
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baja,apretabalospuñosyañadía:—¡Apresurémonos!Así, pues, su remordimiento, si tal sentía, le dabamás ardiente sed de sangre,
semejante al desgraciado a quien los licores fuertes consumen sus entrañas, nohallandomás que un remedio para apagar el fuego que lo devora: beber, beber denuevoyapagarelfuegoconelincendio.
Catalinapensaba:—¡Sangre,mássangreparaborraraquélla!Despuésdetodo,esporDios.¡Dioslo
quiere!¡Esnecesarioacabar!Aquellamañana,estabamássombríaquenunca,asíqueseviosola,desapareció
la sonrisa que fingía ante la corte y al pasar por la antecámara dirigió una oblicuamiradaaColigny.Alextremodelagalenaycuandoibaaentrarensuoratorio,viounhombre que la esperaba. Era Maurevert, que se inclinó como para saludarla,murmurando:
—Esperovuestrasúltimasórdenes,señora.Catalinamiró al extremode la galería, a la antecámarayvio aColignyque se
levantaba,yenrollabasuspapeles,hablandovivamenteconLaGarde.EntoncesdijoaMaurevert:—¡Adelante!Elespadachínseinclinómásprofundamente,puesteníaalgoquedecir.Pensaba
en la recomendación que le hiciera el duque de Guisa de herir, pero no matar aColigny.Maurevertqueríaconservarelfavordelduque,sindesobedeceralareina.Ydejandoapartelaficcióndequeeraunamigoelquedebíadispararsobreelmariscaldijo:
—¿Ysinodoyenelblanco,señora?—Puesbien—dijolareinatranquilamente—,esnecesarioinsistir.—Así,pues—insistióelespadachín—, tantosielalmirantemuerecomosino,
¿losdosprisionerosdelTemplemepertenecen?—Sí,conlacondicióndequeyoasistiréalinterrogatorio.Entonces Catalina entró en sus habitaciones y algunos minutos más tarde
MaurevertsaliódelLouvre.Antelaventanadelaantecámara,elviejoLaGardedecíaenaquelmomento:—Señor almirante, si queréis creerme apresurad los últimos preparativos. He
guerreadocontravosenJarnacyenMoncontourehiceloquepude.Estoyalserviciode la IglesiaRomanayvos al deuna congregaciónenemigade lamía, pero tengoparavoselafectoquesedebeaunjefeilustre.Permitidqueinsista,seríanecesarioquedentrodeunmes,cuandomás,estuvieraisencampaña.
—¡Dentrodeunmes,miqueridobarón!Deciddentrodediezdíasyestaréisenlocierto.
—¡Ah!Tantomejor—dijoelviejoLaGardeconunsuspirodealivio.Los dos jefes se estrecharon lamano y LaGarde bajó al juego de pelota para
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cumplimentaralrey,cuyosgritosdealegríaseoíanacadapelotazobuenoquedaba.Coligny,trasdehaberenrolladosuspapeles,selospusobajoelbrazo,yhaciendo
señaasusamigos,bajóasuvezysaliódelLouvre,contestandoconunasonrisaalossaludos respetuosos y con alegre gesto a los centinelas del puente levadizo que lerendíanloshonores.
Maurevert, sin apresurarse, llegó al claustro de Saint-Germain-L’Auxerrois ypenetróenunacasita,cuyasventanasdelaplantabajaestabanenrejadas.
Allí vivía el canónigo Villemur, el cual, desde hacía tres días, abandonóostensiblemente la casa para ir, según dijo, a la de una parienta que habitaba enPicardía.
Lacasapasaba,pues,pordeshabitadayelcanónigohabíadespedidoporunmesasucriado.
Maurevert entró en ella por una puertecilla que desde dentro abrió una manomisteriosayllegómuyprontoalcomedorqueestabaenlaplantabaja.
—Eslaocasiónoportuna—dijoalhombrequelehabíaabierto,quenoeraotroqueelcanónigoVillemur.
—Yalosabía—dijoéste—.Venid.Maurevertsiguióasuhuésped,quelehizoatravesartrespiezasylointrodujopor
finenunpatioquedabaa laparteposteriorde lacasa, rodeadodemurosbastanteelevadosyunapuertaquepermitíalasalida.VillemurlaabrióymostróaMaurevertuncaminodesiertoqueibaapararalSena.
—Huiréisporahí—dijo—enesecaballoqueestáaquíatado.Yconeldedoseñalabaaunvigorosocaballoensilladoysujetoporlabridaauna
anilla.—MonseñorEnriquedeGuisasehaocupadoenvuestraseguridad.Estecaballo
pertenece a sus cuadras. Tomaréis este sendero, luego iréis hacia la izquierda ybordearéis el Sena. En la puerta de San Antonio os dejarán pasar y entonces osmarcharéisaReims,endondepodréisesperar.
—Bueno,bueno—dijoMaurevertconirónicasonrisa—.¿Creéisnecesarioelquehuya?
—Creoqueenellovavuestracabeza—dijoelcanónigoconsinceridad.—Bueno,pueshuiré—contestóMaurevert,decidido,sinembargo,anohacerlo.Regresaron entonces al comedor y Villemur descolgó de la pared un arcabuz
cargadoylopresentóaMaurevert,elcualloexaminóatentamente.—Buenarma—dijoluego.—Ahíllega—dijoVillemurnosinalgunaemoción.Maurevertacercósealaventanamientraselcanónigoretrocedía,peroprocurando
apostarseenlugarconvenienteparaobservarlaescenaqueibaatenerlugar.Maureverthabíaapoyadoelcañóndelarcabuzenunodelosbarrotesdelareja.A
su izquierda aparecía un grupo de cinco o seis caballeros y, precediéndolos, Iba
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ColignyconversandoconClermontcondedePiles,gentilhombredelreydeNavarra:ElcondedePiles ibaa la izquierdadelalmirantedemodoqueéstepresentabaa laventanalapartederechadesucuerpo.
EnaquelmomentoMaureverthizofuego.HuboenelclaustrodeSaint-Germain-L’Auxerroisunsegundodeestupefacción.Colignyagitabalamanoderechahacialaventana.Aquellamanoestaba ensangrentada, pues labala lehabía llevadoel dedoíndice.
—¡Asesino! —exclamaron los caballeros hugonotes precipitándose haciaColigny.
Enelmismoinstanteseoyóotrodisparoyaquellavezelalmiranteresultóconelhombroizquierdoatravesado.
Entonces resonaron gritos en el claustro y las gentes empezaron a hacer corro,pero en cuanto supieron que el almirante Coligny había sido herido, retrocedieronenseguidaprofiriendoamenazascontraloshugonotes.
Despuésdesuprimerdisparo,Maurevertdejóaunladoelarma,diciendo:—¡Torpedemí!Nolohetocado.—¡Volved!—dijoVillemur.—¿Conqué?—preguntóirónicamenteMaurevert.Elcanónigo,entonces,lepresentóotroarcabuzcargadoyMaurevert,sinemoción
aparente,apuntóconcuidadoylodisparó.Entonceselalmirantecayó.—Estámuerto—dijoelcanónigo.—Creoquesí—contestóelasesino.—Huid.—¿Yvos?—Huid,¡porNuestraSeñora!Maurevert obedeció sin apresurarse, a pesar de que en el mismo instante
resonaronfuriososgolpesenlapuerta.Llegóalpatio,desatóelcaballo,montóysealejóaltrote.
Entonceselcanónigodescendiórápidamentealabodegadelacasa,levantóunatrampa,sehundióenuncorredorysubiendoluegounaescaleradepiedra,llegóalasacristía de Saint-Germain-L’Auxerrois, en donde estaban reunidos algunossacerdotes.
EntreellosreconocióenseguidaalobispoSorbindeSainteFoi,alcualhizounaseña.
Entonceselobispolevantólosbrazosalcieloytodospenetraronenlaiglesia,endonde,despuésdehabersearrodillado,entonaronunTeDeum.
En el claustro reinaba terrible confusión. Los caballeros hugonotes habíanseprecipitadocontralaventana,perolarejaerasólida;entonces,mientrasunostratabande hundir la puerta, otros, espada enmano, rodearon nuevamente aColigny como
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parahacerfrenteaunnuevoataque.—Avisadalrey—dijotranquilamenteColigny.Unodeloscaballeros,elbaróndePont,echóacorrerhaciaelLouvreatravesando
losgrupossilenciososyhostiles.—¡Bienhecho!—gritóunamujer.Entretanto,ayudadodesusamigos,Colignyhabíaseincorporado,peronopodía
tenerseenpieyparecíaestarapuntodedesmayarse.—¡Unasilla!—gritóelcondedePiles—.¡PorDios,unasilla,unsillón,cualquier
cosa!Lasgentesoían talespalabrasconaireburlónynadiesemovió.Loshugonotes
miráronseatónitos,sintiendoquelairaseapoderabadeellos.Entoncesdoscaballerosunieronsusmanos formandounaespeciedesillaen la
quesentaronalheridoquepasólosbrazosporelcuellodelosquelotransportaban.Elrestodeloshugonotesrodearonaquelgrupoensilencioyespadaenmano.Los
quetratarondehundirlapuerta,fueronareunirsealcortejoquesepusoenmarcha.Cuandoestuvieronaciertadistancia,lamultitudsedesbandó,riendo,aplaudiendoygritando:
—¡Mueranloshugonotes!—¡Tenedcalma!—decíaColigny,quenosehabíadesvanecido.Perosusamigosno loescuchaban.ElcondedePites llorabamásbiende rabia
quededolor,mientraslosotrosgritaban:—¡Hanmatadoalalmirante!¡Hanmatadoanuestropadre!¡Venganza!Acadapasohallabanhugonotesquese reuníanalcortejoyviendoalalmirante
malherido,desenvainabansuespada,gritando:—¡Venganza!Al llegara lacalledeBethisy,erandoscientosagitandosusespadas, llorandoy
amenazandoalosgruposdelpuebloquelosmirabanpasar.Lanuevadelatentadocundióconinauditarapidez;enmenosdeunahora,reinó
enParísgranefervescencia:losburguesessearmaron,organizáronsebailesentodoslosbarrios,yenotrossitios,algunossacerdotesencaramadosenlosguarda-cantones,dijeronqueDiosacababadeheriraunenemigode la Iglesiayque talcosaeraunindiciodesuprotección;elpueblolosaclamabaylosllevabaentriunfo,gritandoalmismotiempo:
—¡Vivalamisa!
EnelhoteldeBethisyyenlascercaníashabíansereunidomásdemilhugonotes,nodudandoque intentaríanmataralalmiranteydecididosadefenderlo tantocomolesfueraposible.
Aquella multitud de hidalgos exasperados llenaba el patio del palacio yrefluyendo por las puertas abiertas, ocupaba toda la calle. Así transcurrieron doshorasentregritos,exclamacionesyrumoresentrecortadosporalgunossilencios.
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Noobstantelacalmaserestableciópaulatinamenteylasespadasvolvieronalasvainas en cuanto cundió el rumor de que el asesino del almirante era un vulgarmalhechorynoun criminal pagadopor el canónigoVillemur, como,depronto, sefiguraba lagente,y lacalmaseconvirtióen tranquilidadal saberseque lasheridasqueelalmiranterecibieranoeranmortales.
Apesardeaquellacalmaytranquilidad,buennúmerodehugonotesalquilaronenelactotodosloslocalesvacíosdelacalledeBethisy,paraestardispuestosnocheydíaasocorrerasujefe.
Hacialasdoshubounremolinoentrelamultitudquecontinuabaestacionadaenlacalle,acuyoextremoacababadeaparecerunaliteraprecedidayseguidapormediacompañíadearcabuceros.
—¡Elrey,elrey!Todas las cabezas se descubrieron, pero sobreponiéndose a la etiqueta y al
respeto,algunosgritaron:—¡Venganza!Laliterasedetuvouninstanteantesdeentrarenelpalacio,yentonceslasgentes
pudieronverqueenellaibanelrey,CatalinayelduquedeAnjou,CarlosIX,pálido,sombríoyagitado,seinclinóhaciaelgrupodenoblesqueteníamáscercano:
—Señores —dijo—, deseo venganza, tanto, como vosotros, por lo menos.Además,estoyobligadoaello,porqueelalmiranteesmihuésped.Tranquilizaos,porlotanto,porqueelcriminalserápresoycastigadodeunmodoejemplar.
Entonces resonaron gritos de «Viva el rey»; las palabras de Carlos IX,transmitidasdebocaenboca,entusiasmaronatodoslosqueocupabanlacalle.
VeamosahoradequémaneraCarlosIXrecibiólanoticiadelatentado.Estaba en el juego de pelota y dirigía el partido contra el bando opuesto, a la
cabezadelcualestabael señordeTeligny,yernodelalmirante,cuandoel señordePontllegócorriendomuytrastornadoyconlosojosllenosdelágrimas.
Olvidando la etiqueta y sin esperar que el rey le interrogara, el barón de Pontexclamó:
—¡Señor!Acabandeasesinaralseñoralmirante.CarlosIX,quesepreparabaadevolverlapelota,sequedómudodeestupor.Al oírlo Teligny, Condé, Enrique de Bearn y algunos otros hugonotes,
dirigiéronseinmediatamentealpalaciodelacalledeBethisy.—¡Por Dios! —exclamó el rey al cabo de unos instantes—. ¿Qué nos decís,
caballero?—La verdad, señor, la triste verdad.—Y relató la escena ocurrida ante Saint-
Germain-L’Auxerrois.Carlosarrojóconfurialaraquetaalsuelo.Luegosepusomuypálidoyseechóa
reírnerviosamente.Los cortesanos que lo rodeaban pusiéronse a temblar, porque aquellas extrañas
carcajadas significaban siempre, en el rey, una próxima crisis de sumal o, por lo
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menos, de un acceso de cólera. Aquella vez no se presentó el ataque, pero sí sedesencadenóelfurordelsoberano.
—¡Estoyaesdemasiado!—gritó—.Nopasadíasinquesemateaalguien.¡Ah,señoresparisienses!¡Queréishacerloqueosdalaganayyo,quesoyelrey,quieroquesecumplamivoluntad!Heaquíquemematanahoraalosjefesdelejército.¡PorDios!Haréunescarmientotal,quelospartidariosdelamisaydeGuisanotendránmásganasdecomercarnedehugonote.
Se detuvo entonces, temiendo haber dicho demasiado, recordando lasadvertenciasdesumadre,yregresóprecipitadamentealLouvre,ordenando:
—QuevenganenseguidaelseñorBiragueyelseñorgranpreboste.Ésteúltimo,sehallabaenelLouvreysepresentóinmediatamentealrey,mientras
ibanenbuscadelcancillerBirague.—¡Caballero!—dijoCarlos IX al gran preboste—.Os doy tres días de tiempo
paraprenderalasesinodelseñoralmiranteColigny.—Pero,señor…—Idos, señor —vociferó el rey—. Tres días, ¿lo oís? Y si no lo halláis, os
considerarécómpliceyosprocesaré.Elgranprebosteseretirómuyasustado.ElcancillerBiraguellegóalcabodeunahora,durantelacualCarlosIXsepaseó
febrilmenteporsugabinete.—¡Caballero!—díjoleelrey—.¿Quépenashemosdictadocontralosburgueses
quellevenarmas?—Primero,unamultaproporcionadaa lariquezadelculpable,señor,y luegola
prisión.—Puesbien,caballero.Quieroquehoymismopubliquéisunedictoqueosvoya
dictar.Elcanciller,inclinado,esperabayporfinelreydijo:
Todo portador de armas visibles, como arcabuces, espadas, dagas,
pistolas,ballestas,alabardasopicas,serápresoysinformación
decausa,encarceladoenlaBastillapordiezañosysusbienes,
si los tiene serán confiscados. Todo el que lleve armas bajo la
capa,seráconducidoalashorcaspatibulariasdesujurisdicción
yahorcadodocehorasmástarde,paraquepuedahacerpenitenciay
reconciliarseconDiossisehallaenpecadomortal.
—Señor —dijo Birague—, el edicto será publicado hoy mismo. Pero ¿quiereVuestraMajestadpermitirmeunaobservación?
—Decid,caballero.—¿Debecomprendereledictoatodoslosparisiensessinexcepción?—Sí,caballero,excepciónhechadelanobleza.—Muybien,señor,perodebohacerobservaraVuestraMajestad,quedesdehace
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algúntiempo,nohayparisiensequesalgaalacallesinarmas.—¡Heaquí loquepruebael respetoquemerecennuestrosmandatos reales!¿Y
vosme lo decís con esa tranquilidad? Por Dios, que es necesario acabar con esteestadodecosas.¿Quéqueréisdecir,queserádifícildeteneratodoslosparisienses?Pueslosprenderemosatodossiesnecesario.
CarlosIXañadióconcruelsonrisa:—Además,notengáiscuidado,señorcaballero.Algunosejemplosbastarán;dos
docenasdeahorcadosinspiraránrespetoanuestromandato.Ahora,idos.Biragueseinclinóysalió.—Señores—dijoelreyvolviéndosehaciasuscortesanos—.Quieroqueseponga
buenacaraaloshugonotesyquesisedesenvainalaespada,seapornuestroserviciooenbiendelreinoynoparacontinuarguerrasintestinas.Quieroquetodoelmundosepa que los hugonotes son amigos nuestros. Luego el rey hizo una seña y loscortesanosseapresuraronasalir.
Encuantosequedósolo,CarlosIXsesentóenunsillón,diciéndose:—¡Así la peste devorara al que tiró sobre el almirante! He aquí la campaña
diferidaymisalvaciónestáenestaguerraquearrastrará lejosdel reinoa todos loshugonotesdeFranciaydeNavarra.EncuantosevayanaguerrearalosPaísesBajos,mitranquilidadestaráaseguradaysiacasoColignymehacetraición,comomimadreasegura,elmejormediodedesembarazarmedeélydesusacólitos,esmandarlolejosdelreino.Encuantosehayamarchado,nodeberétemeraEnriquedeBearn,queestásujetopormihermana,quemequiere,ysólomequedaráEnriquedeGuisa,alcualpodréanularfácilmente.Heaquímipolítica,quevaletantocomoladelPapa,osealademimadre.
Quedósealgunosinstantespensativo,yluegoañadióconamargura:—Sí, yano tendríaquehabérmelasmásque conGuisa…, conGuisay conmi
hermano…,elpreferidodemimadre…Carlos IX estuvo dos horas encerrado en su gabinete demostrando con ello el
disgustoquelecausaraelatentadocontraColigny.Luego, después de comer apresuradamente, hizo decir a su madre y de su
hermanodeAnjouqueseprepararanparaacompañarloavisitaralalmirante.Pocosmomentosdespuéslaliterasepusoenmarcha,escoltadaporunacompañía
mandada por Cosseins, el capitán de guardias del rey. Durante todo el trayecto elduquedeAnjouyCatalinahablaronconinsistenciadeunmilagroquehabíatenidolugarenlaiglesiadeSaint-Germain-L’Auxerrois.
Tresdíasantes,elmartes,porlamañana,elsacristánentróenlaiglesiayviolapiladelaguabenditallenadesangre,cuandolavísperaloestabadeagua.
Nadiehubierapodidopenetrar en la iglesiadurante lanochey, además, ¿quiénhubiera sido el sacrílego que se atreviera a echar sangre dentro de la pila de aguabendita?Nohabíadudadequese tratabadeunmilagro.Y todaaquellasangrefue
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cuidadosamenterecogidaenbotellitasquesellevaronalaiglesiadeNuestraSeñora.Aquelmilagroeraconsecuencianaturaldelquetuvolugarenelconventoenque
Diosfuehervido.Allítambiénelcalderomaravillosoaparecióllenodesangreycontanrepetidas
manifestacioneseraimposiblenoadivinarlavoluntaddivinaDiosqueríasangre.—Nopuedesermásclaro—dijoelduquedeAnjou.CarlosIX,sombríoysilenciosoescucholaconversaciónpreguntándose,talvez,si
noestabaequivocadoysirealmenteerallegadalaocasióndecumplirlosdeseosdeDios.
Noobstante, cuando la litera llegó ante el palacio deColigny, el reydejó a unlado su vacilación e inclinándose pronunció las palabras que hemos citado y quefueronacogidasconfrenéticosgritosde«¡Vivaelrey!».
ColignyestabaacostadocuandoCarlosIX,EnriquedeAnjouyCatalinaentraronen laestancia.Elpálido rostrodelheridobrillódealegría.El reycorrióhaciaélyabrazándolo,ledijo:
—Esperoqueelmiserableasesinosebalancearámuyprontoalextremodeunacuerdayquevuestrapreciosavidanocorrepeligro.
—Señor—dijoAmbrosioParé, que estaba cerca de la cama—, respondode lavidadelseñoralmirante.Dentrodequincedíaspodrálevantarse.
—Señor—dijoasuvezColigny,laalegríaquemecausalapruebadeinterésquemedamirey,contribuirámuchoamicuración.
—Señoralmirante—dijoelduquedeAnjou—,podéisimaginaroscuántosientolosucedido.
—Diosnosconservealjefeilustreyallealservidorenquienhemospuestotodanuestraconfianza—dijoCatalinaenjugándoselaslágrimas.
Aloírestaspalabrashuboenlahabitación,llenadehidalgos,Ungranmurmullodesatisfacción,yapesardelasrecomendacionesdeAmbrosioParé,gritaron:
—¡Vivaelrey!¡Vivalareina!¡VivaelduquedeAnjou!Por fin desocuparon la habitación del herido y alrededor de la cama quedaron
solamentelostresaugustosvisitantes,elreydeNavarra,TelignyysumujerLuisadeColigny.
Lavisitaseprolongóunahora,alcabode lacual,el reyse retiródiciendoquevolvería el domingo Próximo, o sea dos días después. Las mismas aclamacionesacogieronaCarlosIXcuandoaparecióenelpatio.
—SeñordeCosseins—dijoenvozbastantealtaparaquetodospudieranoírlo.—Señor—dijoelcapitándeguardiasacercándoseenelmomentoenqueelrey
entrabaenlaliteraconsumadreyhermano.—¿Cuántoshombrestenéisconvos?—Unacompañía,señor.—Bueno,¿osbastanparadefenderelpalacio,encasodeataque?—Señor,conmicompañíaresistiríaatresmilhombresbienorganizados.
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—Bueno, quedaos aquí a guardar el palacio y me respondéis de la vida delalmiranteconlavuestra.
—¿PeroquiénosacompañaráalLouvre,señor?Carlosentoncesseñalóconlamanoloshugonotesquellenabanelpatio.—Estosdignoscaballerosnotendráninconveniente,segúnespero,enescoltarme
ypuedoafirmarquenuncahabréidotanbienacompañado.Oyéronseentoncesentusiastasvivasyaclamaciones.CarlosIXestabaradiantede
alegría. Catalina cambió rápida mirada con el duque de Anjou y disimulando sualegría,murmuró:
—Éstaesunainspiracióndivina.—¿Noes verdad,madre?—exclamóCarlos IX—. ¿No es verdad que es buena
ideaqueelreydeFranciadejesusguardiasalalmiranteherido?—Esadmirable,hijomío—contestóCatalinaconsinceridad,puesenefecto,el
palacio de Coligny quedaba así vacío de hugonotes y ocupado, en cambio, porCosseins,aquienlareinasejactabadehacerobedeceralamenorseñal.
Los hugonotes se organizaron enseguida para escoltar al rey.Desenvainaron laespadaysepusieronenfilacomolossoldadosenlaparada.
Yasífuecómorodeadodeunmillardehugonotesyvitoreadoconentusiasmo,elreyentróenelLouvre.
Por la noche, hubo en el palacio una gran fiesta para celebrar el resultado delatentadoqueestuvoapuntodeserfatalalalmirante.Elrey,verdaderamentealegre,anunció que la campaña proyectada empezaría en cuanto Coligny estuvierarestablecido,esdecir,alcabodediezdías.Luegoquiso jugaraunnuevo juegodenaipesqueseacababadeinventaryperdiócontraelBearnésdoscientosescudos,quepagóriendocontodasualma.
ElreydeNavarralosembolsósatisfecho,diciendoasumujer:—Siestocontinúa,amigamía,seremosricos,cosaquemecambiarábastante.Margaritamiróasualrededorconinquietudymurmuró:—Señor,tenedcuidado.—¿Dequé?Carlosmequiere,estoyseguro.—Tal vez sí, peromirad a la reina. Nunca la vi tan sonriente. Tened cuidado,
señor.Catalina deMédicis estaba, en efecto,muy contenta.A las diez se retiró a sus
habitacionesdiciendoenvozalta:—¡Buenasnoches,señoresdelaReforma!Voyarogarporvosotros.YalasdocetodoparecíadormirenelLouvre.
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XXVI-Lanocheterrible
ELREYSEHABÍAACOSTADO.Suayudadecámaralodesnudó,locubrióconunalargacamisa de noche y luego lo ayudó a meterse en cama; entonces, apagando lasantorchasynodejandomásqueunamariposaencendida,seretiródepuntillas.
Hacíaunahoraqueelreyestabaacostado,peroaúnnosedormía.Meditaba.Yenaquel ser enfermizo, nervioso en extremo, la meditación tomaba naturalmente laformamáspoéticaytalvezlamásfecunda,esdecir,laformaimaginativa.
A su espíritu no se presentaban razonamientos, sino imágenes.Contemplaba lamultitud tumultuosa de los hugonotes, aquellos rostros transformados por el furor,aquellasespadasqueseagitabanenlacalledeBethisy,y luegolacalmaencuantoprometióvengaralalmirante.OíadenuevoelgranentusiasmodeloscaballerosdelaReforma, cuando lo acompañaron al Louvre. Nunca había oído Carlos vítores tansincerosyvibrantes,pues,desdehacíaalgunosmeses,únicamenteoíagritar:
«¡Vivalamisa!».«¡VivaGuisa!».Ylaovacióndeldíaleinspirabatantoagradecimientocomoorgullo.Luegoveía
nuevamente aColigny pálido, en la cama, y rechazaba la idea de que aquel rostrosevero,peroleal,pudierasertraidor.Casienseguida,llamadasunasimágenesporlasotras, se le apareció a la imaginación su propia madre. Y si se había sentidotranquilizadoporlaimagendeGuisa,seestremecíaanteladesumadre,evitandoelpreguntarseporqué.
Guisaseleaparecíaluego,llenodeorgullo,viril,magnífico,sonrienteyvigoroso,entantoqueél,pobrerey,eradecortaestatura,débilyenfermizo.
«Ciertamente,Guisaseríamejorreyqueyo»,—yllenodefuroralcontemplarlaimagenquesuimaginaciónevocaba,seincorporóconlospuñosapretadosderabia.
«¡Cómo! ¿Enrique de Guisa en la catedral de Reims a punto de serconsagrado?».
Luego se tranquilizaba llamando en su ayuda el cuadro del ejército que partíahacia la guerra desfilaba ante él,Coligny, los hugonotes, yConde,Guisa, y todos,todoslosquetemía,hastasuhermanoAnjouíbansealejanospaíses,delosquetalveznovolverían.Éstaerasupolítica.Y.Entonces,asualrededor,reinaríalapaz,latranquilidadyelamordeMaríaTouchet.
Carloscerrólosojosysonriódulcemente.AlasazónseleaparecíaunapaciblerincóndeParís,unacasatranquiladelacalledeloslistadosylajovenquelerodeabael cuello con sus brazos, mirándolo con ternura y besando dulcemente sus ojos,murmurando:
«MiqueridoCarlos».Entoncesloinvadióelsueño.Asísucedíatodaslasnoches;losensueñosqueprecedenalsueñodetodohombre
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queseduerme,conducenfatalmentealpuntocentraldesus inquietudesdiarias.EnCarlos, después de varias sinuosidades, el ensueño concluía siempre en MaríaTouchet.
Carlos estaba,pues, apuntodedormirse, cuandoun ruido semejante aungatoquearañaraunapuerta,lodespertóeincorporándoseescuchóatentamente.
Habíatrespuertas.Unagrandededosbatientesporlaqueentrabanloscortesanosenelmomentodelevantarseelreyyluegootrasdospequeñas.Unadeéstasdabaaungabineteparticular,pordondeelreypodíallegarasucomedor.Laotradabaauncorredor largo y estrecho, por el que podían transitar solamente dos personas; sumadreyél.Aestaúltimaesalaqueestabanarañando.
Lamismaseñasehizooírdenuevo,muchomásfuerteycasiimperiosa.Carlossaltódesucama,fuehacialapuertaypreguntó:
—¿Soisvos,señora?—Sí,señor;esprecisoqueoshableahoramismo.Elreynosehabíaengañado:era,enefecto, lareinaCatalinadeMédicisquelo
habíadespertado.Hizo un gesto de impaciencia y miró a la cama, pero pensó que tal vez lo
amenazabaalgúnpeligro.Entoncessevistiódeprisa,searmóconunadagayabrió.CatalinadeMédicisentró,diciendo:—Hijomío,enestemomentoelseñorcancillerBirague,elseñorGondi,elseñor
duquedeNevers,elmariscaldeTavannesyvuestrohermanoEnriquedeAnjou,sehanreunidoenmioratorio,paratomarlasdecisionesconducentesavuestrasalvacióny a la del Estado, y ahora esperan al rey para someterle el resultado de sudeliberación.
CarlosIXsequedóuninstanteestupefacto.—Señora —dijo por fin—, si no conociera toda vuestra fortaleza de alma y
firmezadeespíritumefiguraríaqueunavisiónhaturbadovuestrasangrefríayquenogozáisdevuestrobuensentido.¡Cómoseñora!¿Venísadecirmequeestosseñoresdeliberan? ¿Con qué derecho? ¿Quién les ha convocado? ¿Qué peligro amenaza alEstadoyamímismo?¿AcasolosespañoleshaninvadidoFrancia,sabedoresdequequieroatacarlesenFlandesconunejército,almandodemiamigoelseñoralmirante?¿AcasolapestehaentradoenParís?
»¿DemodoqueelseñorGondidelibera?¡Elhijodelmayordomodemipadre,elhijodeunfaquín,quesequiereinmiscuirenloquenoleImporta!¡Quésemetaenlacocina! ¿Nevers delibera?Hermosa bestia que ha perjudicadomás al reino con subanda de soldados, so pretexto de ayudarnos, que un ejército enemigo a copia dedevastaciones.¿ElseñordeBiraguedelibera?Unambiciosoquesólosueñamatanzasesperando pescar en la sangre algún nuevo título. ¿Tavannes delibera?Un soldadoviolentoqueavecesmelanzaextrañasmiradasydequiensospechoque…peronoquierodecirmás.Nadadigotampocodemihermano,ynoporquenotengamuchoquedecir,señora.¿Demodoqueestosseñoresdeliberan?Puesbien;quelohagany
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medejendormirenpaz.¡Buenasnoches,señora!YCarlosIX,volviendolaespaldaasumadre,empezóasoltarlasagujetasdesu
jubónnegro.—¡Carlos!—dijofríamenteCatalina—.Noosdesnudéis,porquedehacerlo,sería
laúltimavez.Elreysevolvióaellaconviveza,Susojostomaronlaexpresióndeterrorysus
mejillas la palidez extraña que lo invadía antes de darle un ataque. Catalinacomprendióquesuhijoestabaensupoder.
Comosiempre,elespantoeraelqueseloentregabacuandodiscutían.—¿Quépasa,pues?—balbucióCarlosIX.—Que, afortunadamente, tenéis amigos quevelanpor vos.Pasa que, dentro de
cuarentayochohoras,elLouvreseráinvadido,elreyasesinadoyyodesterrada.Pasaquelosvalientesservidoresqueacabodenombraroshanvenidoaadvertirmeloqueami vez os advierto.Ahora, señor, acostaos si os place.Voy a decir a esos amigoslealesquesudeliberaciónesinútilyqueelreyquieredormirenpaz.
—¡ElLouvreinvadido!¡Elreyasesinado!—repetíaCarlospasándoselasmanosporlafrente—.¡Yosueño!¡Esunapesadilla!
Catalinalocogióporunbrazoyledijoconvozsombría:—Carlos, lo que es un sueño es que desconfiéis de vuestra madre, de vuestro
hermanoydetodoslosqueosamanycuyointerés,afaltadecariño,osgarantizaríasu fidelidad. La pesadilla está en que os entreguéis atado de pies ymanos a esosmalditosherejesquetienenhorrorpornuestrareligiónyquehanjuradohacertriunfarsusdetestablesdoctrinasyque,paraconseguirsusfines,severánobligadosamataralhijomayordelaIglesia.¿Quéhabéishecho,Carlos?Habéiscolmadoaesasgentesdepruebasdevuestroafecto,hastaelpuntodequelacristiandadcatólicadelreinoestáreducidaaladesesperación;hastaelpuntodequetresmilseñorescatólicos,almando de Guisa, han tomado la resolución de salvar el reino y la Iglesia a pesarvuestro.
»Heos aquí, pues, entre esas dos fuerzas igualmente temibles. Los hugonotesllenosdeorgulloyextraordinariamenteaudaces,notienenfrenoyestánresueltosaimponernoslaReforma;loscatólicos,desesperadosyacorralados,estándispuestosarebelarse.Elmomentoesgrave, señor, tanto,queconsiderandoposibleelperderelhonorylacorona,mepreguntosinoharíamosmejorensalvarnuestravidahuyendo.Vuestra actitud de hoy, ha sido una chispa en un barril de pólvora. Jurandopúblicamente y en plena calle vengar un desgraciado arcabuzazo que ha herido alalmirante,habéisirritadoaunpuebloentero,advertidopordosmilagrossucesivosdelavoluntaddivina.
»ElprebosteLeCharronhavenidoadecirmequeyanoesdueñodelosdebarrioyque,portodaspartes,lamultitudseaglomeraalrededordelasiglesias.Alpublicareledictodesarmandoalosburgueseshabéisdadolarazónalrumorquecorre,dequequeréishacermataralosparisiensesporloshugonotes.Haciéndoosescoltarporlos
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herejes,habéissignificadoaloscaballeroscatólicosquenolesteníaisningúnaprecioyque,enbreve,lesseríanecesariodejarelpasofrancoaloshugonotes.Heaquíloquehabéishecho,señor.Yoyaséperfectamentequesóloqueréislapazyquetenéisintención de deshaceros de los hugonotes mandándolos a los Países Bajos y queseguíssiendoelreycatólicoyamadodeRoma.
»¿Peroquiénquerrácreeraunamadrecuyocariñoes sobradoconocidoyque,por lo tanto,essospechosadeparcialidad?Os lo repito,Carlos,apenasnosquedanalgunashorasparatomarunaresoluciónsuprema.¡Oh,Diosmío!—añadiódeprontoelevando los, brazos—. Iluminad al rey y decidle, ya que desconfía de su madre,decidlequehallegadolahorademorirodematar.
—¡Matar!—exclamóCarlos—.¡Siemprematar!¿Aquiénsehadematar?Veamos.—AColigny.—¡Nunca!Carlos se irguió lívido como un cadáver. Las palabras de su madre le daban
vértigoyextraordinariotemorhabíaseapoderadodeélalpensarenelprocesoenquesería necesario envolver al almirante pues así se figuraba que su madre pretendíaobrary la ideadecondenaramuerteaaquelhombrequeerasuhuéspedyaquienhabíaacabadoporamar,lehorrorizaba.
Era cierto que hubo una ocasión en que creyó a sumadre, figurándose que elalmiranteconspirabacontraél,perolaspruebasdeinocenciadelancianojefehabíanse acumulado en tal número y con tal evidencia en el espíritu del rey, que se vioobligadoarendirsealaevidencia.
—Mehabíasdicho—continuó—quetendríapruebasdelatraicióndeColignyydeloshugonotes.¿Dóndeestánesaspruebas?
—¿Pruebasqueréis?—dijoCatalina—.Lastendréis.—¿Cuándo?—Mañana por la mañana. Escuchad, he conseguido hacer detener a dos
aventureros que sorprendieron muchos secretos y que saben muchas cosas sobreGuisaMontmorencyyColigny,Unodeellosesaqueljoven:elcaballeroPardaillán,quevinoalLouvreencompañíadelmariscalytuvotanextrañaconducta.Elotroessupadre,ytengoalosdosenmipoder.MañanaporlamañanaseráninterrogadosenelTemple, endonde sehallanprisioneros.Os traeré el actadel interrogatorioyyaveréiscomoColignyhavenidoaParísconmalasintencionesrespectoavos.
Lareinahablabacontalfuerzadeconvicción,queCarlosaterrorizado,sesintióconvencido.Noobstante,noquisodemostrarquecedíaydijoconfirmezaaparente:
—Perfectamente,señora,mañanaleeréelinterrogatoriodelosPardaillán.—Estonoestodo—continuóCatalinaconmayorenergía—.Yaoshedichoque
Tavannesestáenmioratorioyvosparecequedesconfiáisdelmariscal.Puesbien;amítampocomeinspiraconfianza,peroyonomecontentoconsuponer,sinoquetratodesaberlaverdadyyalaconozco.
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—¿De modo que hay algo de verdad en lo de Tavannes? —exclamó Carlosdejándosecaersobreunsillón.
—Una verdad horrible. ¿Sabéis por qué el mariscal de Tavannes está en elLouvre?EnriquedeGuisa lohamandado.Así, estehombrequemandaen las trescuartas partes de la guarnición de París y que, con un gesto, puede hacermarcharcuatromilsoldadoscontraelLouvre,estehombreperteneceaGuisa.¿Yquévieneahacer en nuestro consejo?…Asegurarse que vos sois verdaderamente el rey y quevaisatomarlasmedidasnecesariasparasalvareltrono,vuestravidaylaIglesia.Sino lo hacéis, Guisa tomará susmedidas, pero no salvarámás que a la Iglesia. Encuantoavuestro tronoyavuestravida, tendréisquepedírselos.¡Ah,Carlos,hijoyreymío!¡Tenedvalor,por lasangredeCristo!¡Vedloshugonotesquesepreparanparaungolpedecisivo;vedaGuisaqueesperaunmomentodedebilidaddevosparahacerseelegircapitángeneralymarcharcontraelLouvre,contraelreyamigodelosherejes!
—¡Porelinfierno!—exclamóCarloslevantándose—.Novacilaréacercadeellosdos.TeníayasospechasdesutraiciónyquieroqueahoramismoseprendaaGuisaensupalacioyaTavannesenvuestrooratorio.¡Hola!
—¡Señor,señor!—gritóCatalinatratandodetaparconsumanolabocadelreyparaquenodieralaorden.
—¡Eh, señora! ¿Sois su cómplice?—preguntóCarlos desembarazándose de sumadre.
—Carlos, ¿qué vais a hacer? ¿Dónde están vuestros guardias para detener aGuisa? ¿No sabéis que París entero se levantará para defenderlo?No tan sólo sonnecesarioselvalorylaenergía,sinotambiénlaprudencia.DejadqueGuisaduermatranquiloy,tardeotemprano,nosapoderaremosdeél.
Lo esencial es que no pueda hacer nada esta noche y mañana y, para eso, esprecisoquesepapormediodeTavannes,queestáisdecididoasalvarlaIglesia.
Venid,Carlos,venid,hijomío.Vamosajugarjuntoslapartidasupremaquehadeafirmar sobrevuestra cabeza esta coronavacilanteque tantasmiradas curiosasvenpróximaacaer.
Lareinaparecíatransfiguradaporelentusiasmo.Nuncalahabíavistoelreytanfuerte,tanvalienteytandecidida,yélasulado,débilyenfermizo,llenodeespanto,se sentía pequeño como un niño. Ella lo cogió por la mano y lo arrastró conirresistiblevigor.Llegóasuoratorio,abriórepentinamentelapuerta,ycedióelpasoaCarlosIX.
—¡Elrey!—exclamóTavannes.Losdemásselevantaron,ypermanecieroninclinados.Carloshabíaconseguidodominarseparaaparecertranquilo.Cubriósurostrocon
aquellafalsadignidadquesirvealosgrandesparaocultarsuspensamientos,ydijo:—Señores,sentaosydeliberaremossobrelascuestionespresentes.Hablad,señor
canciller.
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—Señor—contestóBirague;hoyhehechopregonareledictoqueprohíbea losparisienses salir armados a la calle. Amedida que ha sido conocido, las calles deParíssehanvistollenasdegentesarmadas,Loscapitanesdebarriohanreunidosushombres y a la hora actual, hay en todas las casas soldados prontos a ocupar lasencrucijadas. Estimo, señor, que nos es imposible resistir a semejante fuerza. Lascircunstanciassontales,queesperoqueVuestraMajestadmeperdoneporhablarsinambages.SielseñordeColignyvivetodavíaveinticuatrohoras,noquedaráenParíspiedrasobrepiedra.
—¿Opináis, pues, que debemos prender al señor almirante e instruirle unproceso?
—MiopiniónesquesedebeejecutaralseñordeColígny,inmediatamenteysinformacióndecausa.
El rey no demostró ninguna sorpresa. Únicamente se puso pálido y sus ojosparecieronmásvidriososquedecostumbre.
—¿Yvos,señordeNevers?—Yo—contestóelinterpelado—hevistoestanochebandasdehugonotesqueen
voz alta acusaban a Vuestra Majestad de jugar con dos barajas. He visto que loshugonotes, pálidos y asustados al saber que habían atentado contra la vida delalmirante,sepreparabanahuir.Luego,cuandohansabidolaverdad,másinsolentesque nunca han decidido exterminar a los católicos, temiendo ser exterminados porellos; si se mata al señor de Colígny, se habrá conjurado el peligro, pero si elalmirante vive todavía mañana por la noche, pienso como el señor canciller, queestamosperdidos.
AlserinterrogadoTavannes,contestódeunmodosemejante.ElduquedeAnjouaseguróqueelmariscaldeMontmorencya lacabezade los
«políticos»,ibaareunirsealoshugonotesparaapoderarsedelreyydeParís.Gondi,encolerizado,dijoqueestabadispuestoaestrangularalalmiranteconsus
propiasmanos.Catalinanodecíanada,limitándoseaescucharysonreír.Cuandotodoshubieron
habladoyvioaCarlospálidocomounespectro,sevolvióaél,diciendo:—Señor, todos los aquí presentes y la cristiandad entera, esperamos la palabra
quedebesalvarnos.—¿Queréis,pues,queelalmirantemuera?—murmuróCarlos.—¡Quémuera!—dijerontodos.Elreyselevantóyempezóarecorrernerviosamenteeloratorio.Catalina lo seguía con la mirada. Su mano, todavía hermosa, se crispó en el
mangodeladagaquesiemprellevabaenlacintura.¿Quiénpodríaadivinarlospensamientosqueatravesabansucerebro?¿Quiénsabesinosoñóelasesinatodeaquelhijoindignodeella?CarlosIXibayveníamurmurandopalabrasinconexas.Lareinaloviodetenerseal
piedelgranCristodeplatamacizasobrelacruzdeébano.Elreylevantólosojosy
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Catalina,dandotresrápidospasos,levantólosbrazoshacialacruzyconvozronca,exclamó:
—¡Maldíceme,Señor,maldícemeporhaber llevadoenmivientreaunhijoquedespreciatuley,desobedecetusórdenesybajotudivinamirada,piensaenderribartutemplo!
Carlos,conloscabelloserizados,retrocediódiciendo:—¡Blasfemáis,señora!—Maldíceme,Señor—continuoCatalinafanatizada—.Maldícemepornohallar
palabrasqueconvenzanalreydeFrancia.¡Ojalámedevorenlosperrosantesdevercómotriunfalaherejía,graciasaladebilidaddemihijo!
—¡Basta,señora!¿Quéqueréis?—LamuertedelAnticristo.—¿LamuertedeColigny?—murmuróCarlos.—Vosmismo lonombráis—exclamóCatalina—.Sí, señor, sabéis, como todos
nosotros,queelAnticristoeselhipócritaquenoshamatadomásdeseismilvalientesentantasbatallas,quenoshahechoencarnizadaguerraYque,enParísmismo,exaltaelorgullodesusdemoniosyfomentaladestruccióndelaSantaIglesia.
—Esmihuésped,señora.Señores,fijaosbien;esmihuéspedy,silomato,quedodeshonrado.
—Y,encambio,ladestrucciónnosesperasivive—rugióCatalina.—YomevuelvoaItalia—dijoGondi—.Lasalvacióndemialmaantetodo.—Señor—dijoelcancillerBirague—,dígneseVuestraMajestadpermitirmeque
meretireamistierras.—¡Rayosytruenos!—vociferóTavanneshaciendocasoomisodelrespetodebido
alsoberano—.VoyaofrecermiespadaalduquedeAlba.—Idos—dijoCatalina—, idos todos y que empiece el éxodo de los franceses.
¡Desgraciados de nosotros! Carlos, tumadre se quedará a tu lado ymorirá ante ticubriéndoteconsucuerpo,antesdequetehieranlosherejes.
Yacercándoseaél,ledijoaloído.—Antes de que Enrique de Guisa sea proclamado rey de Francia por haber
libradoelreinodehugonotes.—¿Lo queréis, pues? —preguntó Carlos IX— ¿lo queréis todos? Pues bien,
matadlo,matad al almirante,matad ami huésped,matad al que he llamado padre,pero ¡por el diablo!,matad también a todos los hugonotes de Francia para que noquedeunoquepuedareprocharmemifelonía;matadlosatodos,matad.¡Ja,ja,ja!
Surostrosepusoconvulsoyaquellarisafúnebre,fantásticayterriblequeavecesacudíaasuslabioslesacudióconestremecimientosconvulsivos.
—¡Porfin!—dijoCatalinaconalegría.—¡Porfin!,repitióelmariscaldeTavannesconCiertacontrariedad.Catalina hizo entonces una seña y los arrastró a todos al gabinete contiguo al
oratorio mientras el rey caía sobre un sillón luchando desesperadamente contra el
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ataque.—¡Señormariscal!—dijoentoncesCatalinamirandofijamenteaTavannes—,os
encargoadvertir al señordeGuisa,queel reyestádecididoa salvar la Iglesiayelreino.Contamosconél.
Tavannesseinclinó.—Id, señores—continuó la reina— están dando las tres. Mañana venid a las
ocho.TraedmealseñordeGuisa,alseñordeAumale,alseñordeMontpensieryalseñor deDamville y no olvidéis tampoco al prebosteLeCharron.Es preciso estarreunidosalasochoenpunto.Yauneldíanosresultarácortoparaprepararlabatallasupremaquedebesalvarlareligión.Id,señores,yqueDiososasista.
—Diosprotejaalareina—dijeronalretirarse.El duquedeAnjou se quedó solo con sumadre, la cual le cogió lasmanos, lo
miróconprofundaternurayconvozmuydulcemurmuró:—Serásrey,hijomío.Veteadormir.—Afemía—dijoelfuturoEnriqueIIIbostezando—,lonecesitomucho,señora.Yse retirósincontestaralbesodesumadre,cuyosbrazoscayeron lentamente,
mientraslosojosselellenabandelágrimas.Laindiferenciadelhijopreferidoyadorado,eraeltormento,eldolorsecretode
aquelcorazóndegranito,talvezelcastigo.Despuésdealgunosminutosdeensimismamiento,Catalinaabrióunapuertaque
diopasoaRuggieri.Ésteentresdíashabíaenvejecidodiezaños.Suespaldaestabaencorvadaysuscabellossehabíanvueltogrises.
—Hallegadolaocasión—dijolareina—.AvisaaCrucé,KervieryPezou.—SI,señora.—ContestóRuggieri.—Esparalanochepróxima.Encárgatedelaseñal.Alastresdelamadrugada.Es
buena hora, porque entonces es cuando todo el mundo está sumido en profundosueño. Es necesario que pongas a alguien en el campanario de Saint-GermainL’Auxerrois.
Ruggierihizoungestodehorror.—¿Estásloco?—dijoCatalinaencogiéndosedehombros.—Iréyomismo—contestóRuggieri—.Lascampanasnohandobladoaúnpormi
hijomuerto,yloharéyo.Lareinahízoseladesentendidaypreguntósecamente:—¿QuéhashechodeLaura?—Hamuerto.—¿YPanigarola?—Nolosé.—Seránecesarioaveriguarlo.Estehombrepuedeserpeligrososisobreviveasu
amante.Ahora,vete;hedetrabajar.Ruggieridesapareciósilenciosamenteypálidocomounfantasma.Lareinasesentóantesumesay,auncuandofueranlastresdelamadrugada,no
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teníasueño.Cogió laplumayempezóaescribir,peroprontosedetuvoy laplumacayó de sus manos. Su frente se inclinó y con voz apenas perceptible, murmurósuspirando:
«¡Eramihijo!».CarlosIX,presadefiebre,saliódeloratorioporelcorredorreservadoyregresóa
su dormitorio. Se echó vestido en su cama, pero a los pocosminutos se levantó yempezó a pasear nerviosamente,mirando de vez en cuando a través de la ventanapara ver si llegaba el día. Sus dos lebreles favoritos, «Nysus»» y «Euryalus», loseguíanensusevoluciones.
—¿Quépodréhacerparanopensarenesto?—sepreguntaba.Encendió todos los candelabros de la habitación y acercándose al mueblecito,
sacóunmanuscrito.—Voyatrabajarunpocoenmilibro.Ésteeradepuñoyletradelreyyllevabaeltítulo:
«Lascaceríasreales».
Elreylohojeómaquinalmenteconsusmanostemblorosasyllegóalasúltimaslíneasfijándoseenlaúltimafrasequeempezabaasí:
«Cuandolaresestápróximaacaer…».
—¡Oh,elhalalí!—exclamóelrey—.¡Oh,elinfernalhalalíqueseprepara!Tirófuriosamenteelmanuscritoalfondodelmuebledequelohabíasacadoyoyó
entoncesungemido.—¿Quiénva?—dijoCarlosvolviéndoserepentinamente.Era«Nysus»,unodelosdosperros,quesolicitabaunacaricia.Losdosanimales
estabanallímirandoalreycomointerrogándolo.—¡Ah! —dijo Carlos mirándolos y dando un suspiro—. Sois vosotros, ¿qué
queréis? ¿Sois perros de caza? ¿Queréis acaso el encarne? ¡Atrás, atrás! ¡Esdemasiadasangre!
Carlosvacilósobresuspiernas,susmanosseextendieronparabuscarunapoyoycayó.Susuñasseclavaronenlaalfombra,pusolosojosenblanco;teníalabocallenadeespumaysuscrispadoslabiosdejaronescaparconfusaspalabrasquequeríansergritos,sinllegaraotracosaqueaunmurmulloapenasperceptible.
—¡Socorro! ¡Guisa me asesina! ¡Asesino! ¿Quién va tras él? ¡Coligny! ¡Loshugonotes! ¡Matadlos,matadlos! ¡PonedmeaesePardaillánenelpotro! ¡Contesta!¿Qué sabes? ¡Coligny y Guisa quieren asesinarme! ¿Verdad? ¡Ya están aquí!¡Socorro!¡Cosseins,prendedamimadre!¡Memuero!Permanecióalgunosminutosjadeanteyluego,incorporándoseamedias,exclamó:
—¡Cuánta sangre…! ¡Señor! ¡Ahora yo sudo sangre! ¡Maese Ambrosio,salvadme…!¡Horror!,¡essangre…!,¡unmardesangre…!,¡meahogo…!,¡socorro!
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¡Oh!¡Medejaránahogarensangre!¡Cadavezsubemás…!¡Lahayentodaspartes!¡Huyamos,María,huyamos…!¡VamosalastorresdeNuestraSeñora…!¡Huyamos,María…!…¡Lasangresiguesubiendo…!¡Másalto!…¡Hastalatorre…!¡Oh!,¡lascampanas…! ¡Misericordia! ¡La sangre sube…! ¿Dónde está París…? ¡Ya noexiste…! ¡Está sumergido en la sangre! Durante una hora, el rey fue víctima delataque y tuvo horrorosas pesadillas. Luego fue apaciguándose pormomentos y sedurmió. Al despertarse era ya de día. Enorme fatiga le impedía levantarse de laalfombra sobre la que se había echado. Vio a sus dos perros tendidos a su lado,lamiéndole las manos. Los acarició lentamente y al cabo de algunos minutosconsiguiólevantarse.
Susbrazosseelevaronalcieloyconextraordinariaalegría,balbució:—¡Señor,dulceJesúsmío,noeramásqueunsueño!
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XXVII-Lacámaradetortura
MIENTRAS EN EL LOUVRE se desarrollaban los trágicos incidentes de aquelconciliábulo supremo que hemos relatado, los dos Pardaillán, en su calabozo delTemple,dormíanunoalladodelotroechadossobreelmontóndepaja,apesardeseraquéllasuúltimanoche,porquealdíasiguiente,oseaelsábado23deagosto,debíansufrirlosdoseltormentoordinarioyextraordinario,cosaqueequivalíaaunapenademuerte. ¡Yquémuerte!Con loshuesosrotos, lascarnesarrancadascon las tenazaspuestas al rojo blanco, las piernas oprimidas, hasta que las venas estallaran y lasangresalieraachorros.
Heaquíloqueesperabaalosdosaventurerosalasdiezdelamañanasiguiente,peroentretantodormían.
HacíaseisdíasqueelcaballerohabíasidopresoenelconventoenqueDiosfuehervido y se reunió con su padre en aquel calabozo, y desde entonces los dosprisionerosnohabíantenidoningunanoticiadelexterior.Montlucnofueaverlos.Talvezelborracho loshabíaolvidado.Noveían tampocoal carcelero,porqueéste lesdabalasprovisionesatravésdeunaespeciedegaterapracticadaenlaparteexteriordelapuerta.Elúnicoruidoqueaellosllegabaeraelpasomonótonoysonorodeuncentinelaobienelquehacíalaculatadeunmosquetealserapoyadoenelsuelo.
Durante los tres primeros días, y a pesar de lo que dijo su padre, el caballerohabía estado buscando el medio de evadirse. Sondeó el espesor de los muros,hallando quemedían tal vez cinco o seis pies y que, por lo tanto, desafiaban todatentativa,yaquehubierasidoprecisoporlomenosunañoparaperforarlosyllegar,porfin,probablementeaotrocalabozo.
En cuanto al tragaluzpor el que se filtrabaundébil rayode claridad, nohabíamedioderomperlosbarrotes.
Lapuertaeraderoblemacizo,reforzadaporbarrasdehierroyclavosenormes.Siendoinútilelempleodelafuerza,Pardaillánpensóenlaastucia.Unanochese
echóalsueloconlacabezajuntoalagatera,llamoalcentinelayleofrecióquinientosescudos de oro si querrá ayudarlo a fugarse, no dudando que el mariscal deMontmorency pagaría con gusto la deuda. El centinela, contestó que el señorMontluc,elgobernador, temataldesconfianzaqueguardabaensupoderLasllavesDeloscalabozosenquesehallabanlosprisionerosmásimportantes;queauncuandotuviera aquellas llaves, él, el centinela, no abriría el calabozo por todo el oro delreino, pues prefería su cabeza al dinero; y, por fin, que si el prisionero le dirigíanuevamentelapalabra,cualquieraquefueseelmotivo,severíaobligadoaavisaralgobernador, quenodejaría de encerrar al tentador enunade lasmazmorras de lossótanos.Ydichoesto,elcentinelacontinuósumonótonopaseo.
—¿Lo ves? —dijo el viejo Pardaillán—. Todo lo que ganarías con nuevastentativas,eshacernosseparar,yyaquenotenemosmásquedosotresdíasdevida,
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procuremospasarlosJuntos.¡Ah,símehubierasescuchado,caballero!Otrogallonoscantara de haber seguido mis consejos. Los hombres son malos y las mujeresperversas. Siempre te recomendé desconfiar de todo el mundo. Pero ¿por quésuspiras?¿Acasosientesmorir?
—¡Afemía,sí,señor!Amolavida,loconfieso.Hablandoasí,losdosPardaillánllegaronalanochedelviernes,laúltimaquéles
quedabadevida,y,comotodaslasnoches,sedurmierontranquilamente.Comodecostumbre,a lamañanasiguiente,a lasseis,elviejoPardaillánfueel
primeroendespertarse.Undébilrayodeluzibaacaersobreelrostrodelcaballeroque sonreía, sin duda soñando enLuisa.El aventurero lo contempló con ternura ytristeza, al comprender que había llegado la hora terrible. Entonces hizo unmovimientoquedespertóaljoven,elcual,abriendolosojos,vioasupadreinclinadosobreél.
Entonces los dos se estremecieron, pero ambos se esforzaron en conservar laserenidad.Nada sedijeronenaquelmomento supremo.Cogiéronseúnicamente lasmanosymirándosefijamenteyavecessonriendoesperaronelinstantesupremo.
Porfin,despuésdetranscurriralgunashorasquelesparecieronminutos,oyeronenelcorredorruidodepasosnumerososyenseguidasepusieronlosdosenpie.
Diéronse un silencioso abrazo de despedida, porque en aquel momento nadahubieranpodidodecirse.
Cadaunodeellosteníaunaidea:ladenohacersufriralotroconelespectáculodesupropiodolor.
AbrióselapuertaycomparecióMontlucacompañadodeveintearcabuceros.Losdos prisioneros estaban cogidos de la mano con tal fuerza que hubiera sido muydifícilsepararlos.EntoncesMontluchizounaseñaylossoldadosrodearonalosdosPardaillán,quesemiraronalegrementeviendoquehastaelúltimomomentonoseríanseparados. Todos se pusieron entonces en marcha. El caballero observó que alextremo del corredor había otros guardias que esperaban. Toda la guarnición delTemple;sesentasoldadosestabandispuestos.
Bajaronunaescaleradepiedra,ysehundieronenlasentrañasdelaviejaprisión.Porfin,penetraronenunagranestanciaembaldosadaconpiedras.Eralacámara
detortura.Elverdugoestabaallí.Asuladosehallabaunhombreaquienelcaballeroreconocióenseguidaalaluzdelasantorchas.EraMaurevert.Elcaballeromiróasupadresonriendo.Maurevertestabaimpaciente,lívidoytembloroso.
Treintaarcabucerossepusieronenfilaalrededordelasalaabovedada.Deseisenseishombres,habíaunaantorcha.LosPardaillánvierontodoesoenunasolamirada.Vieron el potro de tortura, con sus tableros, sus cuerdas, las cuñas demadera y elmazo sobre unamesa de piedra.Vieron un brasero en el que se calentaban varioshierros y además unas tenazas. Vieron el verdugo que daba instrucciones a doshombres,ayudantessuyos,yaMontlucquehablabaconMaurevert.
—¿Porcuálempezamos?—preguntóMontluc.
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—¡Caballero!—dijoeljovenPardaillánavanzandounpaso.Inmediatamente fue cogido, sin duda temiendo que hiciera alguna tentativa
desesperada.—¿Quéqueréis?—exclamóMontluc.—Unfavor—dijoelcaballeroconfirmevoz.—Hablad.—Hacedqueyoseaelprimeroensufrireltormento.—Lo que pides es injusto—exclamó el viejo Pardaillán—. Has de honrar las
canas,¡quédiablo!—Meesigual—dijoMontlucinterrogandoaMaurevertconunamirada.Éstemiróalcaballero,yviéndolovueltoasupadredirigiéndolesupremamirada
dedespedida,exclamóconacentodeodioimplacable:—Primeroelviejo.Habíaadivinadotodoloqueibaasufrirelcaballero.Almismotiemporetrocedió
vivamente hacia una puerta que daba a una habitación contigua que servía dedepósitoadiversosinstrumentos.Allí,enlasombraunamujervestidadenegroyconlacaracubiertaporlargovelo,esperaba,parecidaalgeniofamiliardeaquelinfierno.
HizounaseñaaMaurevert,queexclamó:—Verdugo,haztuoficio.—¿Primeroelviejo?—preguntóelverdugoconacentodeindiferencia.—Sí,apresúrate—contestóMaurevert.Losayudantes,elverdugoyalgunossoldadoscogieronalaventurero.—¡Padre,padre!—rugióelcaballeroconacentodesgarrador.La desesperación lo galvanizó, y como sacudido por una descarga eléctrica, se
encorvó y se agitó de tal modo, que a duras penas los ocho guardias pudieroncontenerlo. Hubo un momento de tumulto y desorden. Montluc sacó la daga yMaurevertgritó:
—¡Lascadenas!¡Lascadenas!De pronto se abrió la puerta de la cámara del tormento, y una voz de mujer
dominóeltumultodelaespantosatortura.—¡Ennombredelrey!¡Seaplazalatortura!Aloírlaspalabras«¡Ennombredelrey!»,todossequedaroninmóviles,yhastael
verdugo dejó caer las cadenas con que empezaba a atar las piernas del caballero.Maurevert se mordió los puños lleno de rabia, y hasta Catalina, dentro de suescondrijo, se estremeció. Entonces todos vieron a una mujer joven y elegante,modestamente vestida, que dirigía miradas compasivas y emocionadas a los doscondenados,mientrasconlasmanosjuntasexclamaba:
—¡BenditasealaVirgenquemehapermitidollegaratiempo!—¡MaríaTouchet!—murmuróelcaballeroinclinándosehacialajoven.—¿Quiénsois,señora?—preguntóMontlucavanzandohacialareciénllegada.—Una mensajera del rey de Francia, y esto debe bastaros —contestó María
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Touchet.—¿Cómohabéisllegadohastaaquí?PortodacontestaciónlajoventendióaMontlucunpapelqueelgobernadorfuea
leeralaluzdeunaantorcha.Conteníalassiguientespalabras:
Orden al gobernador, porteros y carceleros del Temple, de dejar
pasar al portador de la presente, hasta la misma cámara de
tortura.
Carlos,rey.
—Yahoraleedeso—continuóMaríaTouchetentregandootropapel.Montluc,estupefacto,leyóelsegundodocumentoqueelreyporsupropiamano
habíaredactado,comosigue:
OrdendesuspenderelinterrogatoriodelosseñoresdePardaillán,
padreehijo.
Carlos,rey.
Montluc,despuésdehaberleído,sevolvióalsargentoquemandabalafuerzayledijo:
—Llevadasucalabozoalosprisioneros.Verdugo,yavolveráscuandoplazcaalrey.
—Unmomento—exclamóMaurevert—,noestádichotodo.—¡Todo está dicho cuando el rey lomanda!—contestóMontluc—. ¡Guardias,
llevaosalospresos!Elcaballeroyelaventurero,mientrassecruzabanlaspalabrasqueacabamosde
reseña, dirigían elocuentes miradas a María Touchet, dándole las gracias por suintervención.Salieronrodeadosporlosguardiasquelostratabanyaconmásrespeto;estabanaturdidosporesaalegríadelirantequepocoscondenadospuedensoportarsindesfallecer.
EntoncesMaríaTouchetsealejóasuvezynoquedaronenlalúgubresalamásqueMaurevertyMontluc.
—Confiadmeesospapeles—dijoMaurevert—el reyestarámuysatisfechoporvuestraprestezaenobedecer,perosiporazarnofueranfirmadosdesumano…
—Afemía—contestóMontluc—,tantomeimportaque loseancomono.¿Nohayunselloenesospapeles?Sí,¿verdad?¿Acasoestesellono lleva lasarmasdelrey?Sindudaalguna.Pueselrestotantomeimporta.Interrogad,siqueréisalajovenque ha traído la orden omejor tal vez a la vieja doncella que ha llegado aquí ennombredelareina.
Maurevert sonrió conmalicia al oír expresarse aMontluc con tanpoco respetoporlasoberana,puesaquellaviejadoncellanoeraotraquelareinaenpersona,que
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sindudalohabíaoídotodo.Tomóentonceslospapeles,cogióunaantorchayentróenelgabinete.—Loheoído todo—dijo la reinamirandode soslayo lospapeles—yconozco
tambiénalapersonaquehavenido.—¿Entoncesesrealmenteelreyelquehafirmado?¿Quéhacerentonces?—Ante todo, obedecer. Ahora iré al Louvre y arreglaré este asunto. Quedaos
tranquilo;loprometidoesdeuda.Esosdoshombresseránvuestros.Dentro de ocho días id a mi palacio. Hasta entonces viajad, no os quedéis en
París. Habéis cometido una torpeza no matando al almirante. Si cometierais otra,dejándoosdetener—porquesebuscaalasesino—estaríaisperdidosinremedio.
Maurevert estaba pálido de ira. Creía comprender que los Pardaillán se leescapabany resuelto a arriesgar su vida para satisfacer su venganza y convencido,porotraparte,dequeCatalinalonecesitaba,ledijo:
—Señora,creoquemiinterésexigequemequedeenParís.Dentrodeochodíasnosetendrátantoempeñocomoahoraenhallaralautordelarcabuzazo.
—Nolocreo—dijoCatalinasonriendo.YcogiendodelbrazoaMaurevert,añadió:—Osprotejo,¿comprendéis?Vuestragranfaltanoeselhaberatentadocontrala
vidadelalmirante,sinoelhabererradoeltiro.Pero,alcabo,talvezespreferiblelosucedido.Vuestratorpezapuedeconvertirseenunahabilidadextraordinaria.Porestarazónosperdono,Maurevert,elnohabermatadoaColigny.Porotraparte,osdestinoa trabajos más importantes. Obedeced; volved dentro de ocho días y entoncesconoceréismisintenciones.Encuanto,aesosdoshombres,nadatemáis.Osrespondodeellos.
—Obedeceré, señora —dijo Maurevert inclinándose profundamente, y saliódiciéndose:
—TomaréunahabitaciónenlosalrededoresdelTempleynomemoverédeellaenochodías.Quieroestaralcorrientede loquesuceda.La reinasealejóasuvezescoltadaporun sargentodeguardiasque la condujohaciaunapuertecilla, porquetodosenelTempleignorabanquiéneraladamacubiertaconunvelo.
—¿Por qué la manceba del rey se interesa por esos dos aventureros? —sepreguntabaCatalina—.¿Cómohabráobtenidolaordendeaplazamiento?
Losabrédentrodepocosdías.LosPardaillánnopuedenescaparse;así,dejemospues,porhoyestepequeñocuidadoypensemosenelgranasunto.
¿DequémodoMaríaTouchethabíaobtenido laorden?Estoes loquevamosaexplicarrápidamente.
Elayudadecámaradel rey, entróa las sieteen lahabitacióndeCarlos IX y lohallódesnudándose.
—Yaloves—dijoCarlos—,hepasadolanochetrabajando.—VuestraMajestadestámuypálido—observófamiliarmenteelcriado.
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—Ahorapondremosremedio—contestóCarlos—quierodormirhasta lasonce.Cuidadequenadieentre.Dirásamisgentilhombresque losesperoenel juegodepelotaalasdoce.Ahoravete,quieroestarsolo.
Unavezqueelcriadosehubomarchado,elreyacabódedesnudarse,peroparaponerseuntrajedepañodeaparienciaburguesa.Atravesandocorredoresyescalerasreservados,llegóaunpatiodesiertoyluegoaunapuertecitayhabiéndolaabiertoconunallavequenadiemásposeíasehallóbajounabóveda.
Aquella especie de poterna, estaba cerrada por una pesada puerta de hierro. Elcaminoqueteníarápidapendienteibaadaralfoso.
Unapasareladetablonesdemadera,estabatendidasobreelaguacorriente.Despuésdelapasarela,algunosescalonespracticadosenelotroborde,permitían
al rey remontar la parte exterior del foso. Por allí pasaba cuando quería que suscortesanos se figuraranque estaba en elLouvre,mientras sepaseabapor subuenaciudadcomoun estudiante, feliz de escaparpor algunashoras a la sujeciónde suspreceptores.
Unavezqueestuvofuera,respiróaplenospulmoneselairefrescodelSena.Suestrechopechosedilató,unpocodecoloranimósusmejillasysusojossereposaronunmomentoenelhermosopanoramadelrío,ensuspuentes,enlascasasdeagudostechos,enloscampanariosyenlasveletasquesedivisabanalolejos.
Nadie hubiera reconocido en aquel burgués sonriente y feliz, al hombre queacababa de sufrir un horroroso ataque y que había tenido espantosas visiones, nitampocoalreyqueacababadedecretarlamatanzadeloshugonotes.
Remontóelcursodelríoyluego,volviendoaladerecha,entróenlacalledelosListadosyporfin,enlacasadeMaríaTouchet.
Allíeradonde,despuésdelosataquesquelodejabanmediomuerto,ibaabuscarelreposoreparador;allíeradondeibaarespirarenlibertad.Allíhallabalacalmayladulzura,cuandoalgunaescenaconsumadrelohabíapuestofueradesí.
En cuanto hubo entrado en la casa, se detuvo maravillado a contemplar elespectáculoqueseofrecíaasusojos.MaríaTouchet,sentadaalladodeunaventana,estabaentrajedemañana.Susenoestabadesnudoyaélsuspendidounniñodecolorderosa,mofletudoyentregándoseaunagimnasiadesatisfacción,sefrotabalospiescomo losmayores lo hacen con las manos.María lo contemplaba sonriendo y enextremodichosa.
Porfinelniño,satisfecho,sinduda,sedurmiódeprontoconunagotadelecheenla comisura de sus labios. Entonces María Touchet se levantó poniéndolodelicadamenteenlacunaysequedócontemplándolollenadeadmiración.
EnaquelmomentoCarlosavanzósinhacerruido,lacogiópordetrásylepusolasmanossobrelosojos,riéndosecomounniño.
María lo reconoció enseguida, pero, prestándose de buena gana al juego de suamante,exclamóriéndose:
—¿Quién es? ¿Quién es el feo que me impide ver a mi señor hijo? Esto es
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demasiadoymequejaréalrey.—¡Quéjate!—dijoCarlosretirándose—,porqueaquíestáelrey.Maríaseechóensusbrazosylepresentósuslabios,diciendo:—Miqueridoseñor,elprimerbesoparamíyelsegundoparavuestrohijo.ElreyseinclinósobrelacunaconMaríaasulado.Losdosrostrosexpresabanel
mismo asombro al contemplar la belleza del niño y especialmente el rey parecíapreguntarsesiverdaderamenteaquellahermosacriaturatanfuerteytansana,erasuhijo. Buscaba un lugar para besar al pequeño sin despertarlo y finalmente, noresolviéndoseahacerlo,diounbesoaMaría,diciéndole:
—Toma,daleestebeso.Yopodríahacerledañosinquerer.EntoncesMaríaTouchetposóligeramentesuslabiossobrelafrentedesuhijoy
luegoCarlos y ella fueron de puntillas hacia el comedor, en donde el rey se echósobreunsillón,diciendo:
—Meestoycayendodesueño.María Touchet se había sentado en sus rodillas y acariciaba los cabellos de
Carlos.—Cuéntame tus penas—dijo—; ¡qué pálido estás! ¿Quién te ha atormentado?
Espero que no habrás tenido ningún ataque. MI buen Carlos, cuéntalo todo a tuamiga.
—Pues,bien,sí,María,hetenidounnuevoataqueyloterribleesqueenmimalhayalgonuevo.
Antes, como recordarás, los ataques eran cortos Sufríamucho, es verdad, perounavezpasadoelataque,volvíaaserelmismodesiempre.Ahorasientoqueelmalataca mi espíritu y cuando empieza la crisis, Siento en mí odio furioso contra lahumanidad.Enaquellosmomentosquisieradestruirtodoloquemerodea,incendiarla ciudad, comohizo aquel emperador deRoma, herir,matar. ¡Ah,María!Mehanrepetidotantasvecesquelosreyessonfuertescuandosehacentemer,queporfinestaideahaentradoenmí.
—Vamos,todoesopasará.Necesitasdescanso.—Sí,tranquilidadydescanso.¿Perodóndehallarlosfueradeaquí?Estoyrodeado
deconspiradores.—Nopiensesenellos.Tranquilízateporlomenosaquí.Dimetodoloquehayas
sufrido,peronomedescuentade tus temores.Tranquilízate,piensaqueeres reyyquenadieseatreveríaatocarte.
La joven habló así largo rato consolando a su amante, pero el rey no queríaconsuelos, pues cuidados demasiado terribles invadían su mente, y como no seatrevíaahablardeellos,empezóacontarquelosGuisasconspirabancontraél,quesumadrehabíadescubiertolapruebadesutraiciónyqueaquellamismamañanaibanatorturaradosacólitosdeGuisa.
—Ya son las nueve—dijo—. Dentro de una hora esos malditos Pardaillán lohabránconfesadotodoysabréporfinlaverdad.
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—¿DicesquevanatorturaradoshombresllamadosPardaillán?—Sí;sonservidoresdeGuisayesseguroqueestánalcorrientedesussecretos.—Señor—exclamóMaríaTouchet—,ospidoperdónparaesosdoshombres.—¡Cómo!¿Estásloca?—No, no, mi buen Carlos. ¿No te dije que había sido salvada por dos
desconocidosquemedijeron llamarseBrisardyLaRochette?Puesbien, son ellosmismos.Ramusdescubriósusverdaderosnombres.
—Pues ya ves cómo conspiran, toda vez que ocultan sus nombres. Escucha,María,¿quieresquemematen?
—Carlos,mibuenCarlos,tejuroquenopuedenserculpables.¡Oh,losbuscasteparacolmarlosdehonoresyheaquíquelosvanatorturar!¡Eshorroroso,señor!Esosdoshombresmehansalvadoysiestoyvivaaelloslodebo.
—¡María!—No, Carlos, sería una infame si dejara entregados al verdugo a esos dos
valientesquearriesgaronsuvidaparasalvarlamía.¿NopuedeshacerlosiralLouvreyallíinterrogarlospersonalmentesinayudadelverdugo?Telodiríantodo,Notengoinconvenienteenhacermeresponsabledeello.
—Tienesrazón.¿Porquéno?,losinterrogaréyomismo.EntoncesMaría,temblorosa,condujoalreyaunsecrétaire.—Escribe,escribeunaordenaplazandolatortura.Noseperderánada,todavezqueestánpresos.Carlosescribiólaordendeaplazamiento.—¿Dóndeestán?—preguntóMaríaTouchet.—EnelTemple.Voyamandar…—No,no,yavoyyomisma.Dameunsalvoconducto,Carlos loextendió.Selló
losdospapelesylosentregóaMaríaTouchetqueloestrechóentresusbrazos.—¡Oh,Carlosmío!¡Québuenoeres!¡Cuántoteamo!Yselanzóalacalledejandoalreyextrañadoycomplacido.Yaseconoceelresto.
El rey se quedó algunos minutos en la tranquila morada, fue a ver a su hijo quedormía en la cuna y luego calmado, con el alma purificada y los ojos brillantes,regresóalLouvre.
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XXVIII-ElmesíasdelaSantaInquisición
LAREINA,ALSALIRDELTEMPLE,entrósecretamenteenelLouvredondelaesperabanalgunosseñoresaquienesellamismacitaraparalasocho.Laordendesuspenderelinterrogatorio de los Pardaillán fue para ella una gran contrariedad, pues habíaesperado sorprenderpor fin la pruebade la traicióndeGuisayde antemanohabíapreparadoungolpeteatralquedebíaponeraesteúltimoasuenteradisposición.
Aplazandoparamástardelosproyectosyapartandodesuespíritumetódicotodapreocupación de este género, llegó al Louvre sin que nada en su rostro, o en suactitud, revelara que acababa de experimentar terrible contrariedad. Pasandopor elcorredorsecretollegóasuoratorio,endondelaesperabasucamareraflorentina.
—¿Quiénestáahí?—preguntólareinaseñalandolapuertadesugabinete.—MonseñorelduquedeAnjou,elduquedeGuisa,elduquedeAumale,elseñor
Birague, el señor Gondi, el mariscal Tavannes, el mariscal Damville el duque deNeversyelduquedeMontpensier.
—¿DóndeestáNancey?—Ensupuesto,conloscienguardias.—¿Quéhaceelrey?—SuMajestad ha salido estamañana temprano. Lo he sabido por Loriot, que
vigilalapoterna,perotodoelmundoenelLouvrecreequeelreyduerme.CatalinalevantóunacolgadurayvioaNancey,sucapitán,empuñandolaespada
desnuda.Hizoungestodesatisfacciónysentándoseantelamesitaquesoportabaunpesadomisal,seaseguródequesupuñalestabaalalcancedesumanoydijo:
—AvisadalseñorduquedeGuisaqueloespero.Dos minutos más tarde entraba el duque suntuosamente vestido, como de
costumbre,yseinclinabaantelareinaconaquellagraciaaltanerayalgoburlonaqueafectabaanteCatalinadeMédicis.
Lareinasearmóconsusonrisamásencantadoraydesignóunasillaalduque,elcual,sinhacerserogarmás,sesentó,apoyóunpuñoenelcostadoymirófijamentealareina,comodeigualaigual.
Transcurrióunminutodesilencioduranteelcuallareinatratódehacerbajarlosojosalduque,másnopudoconseguirlo.
«Seguramenteyasecreerey»—pensó.Enrique era un hombre muy hermoso, el verdadero retrato de su madre Ana
d’Este, duquesadeNemours.Eramuy joven aúnpara sermalo, peroya la astuciabrillabaavecesensumirada,destruyendolaarmoníadefuerzayviolenciaquealasazónparecíaser labasedesucarácter.Vestíamagníficamenteysosteníaunacasamásfastuosaque ladel rey, llevaba triplecollardeperlasde inestimablevalory laguarda de su espada estaba llena de brillantes. Su vestido componíase de sedas yterciopelosdeelegantísimoscolores.Inclinabalacabezaatrás,cerrandoamediaslos
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ojos, cuandohablaba a las gentes, como si hubiera queridodejar caer sus palabrasdesdemayoraltura.Todassusactitudesrespirabanconfianza,fuerzayorgullo,yparadecirlotodo,teníaenaquellaépocalacertezaabsolutadesubiraltronodeFrancia.Viendolareinaquenopodíahacerbajarlamiradaasuinterlocutor,resolvió,porlomenosenfriarsusesperanzas.
—Señorduque—dijoconvozglacial—,sindudaoshabéisyaenteradodequeelrey,vuestroseñor,estádecididoalimpiarelreinodelosherejesqueporélpululan.
—En efecto, señora, conozco esta resolución, que me contenta mucho, auncuandoseaunpocotardía.
—El rey es dueño de escoger la hora que mejor le plazca, pues con mejorestítulos que los intrigantes y conspiradores, conoce la hora propicia para herir a losenemigosdelaIglesiaydeltrono.
Guisanopestañeóycontinuósonriendo.—Ahora, decidme —continuó la reina—. ¿Puede el rey contar con vuestro
concurso?—Ya lo sabéis, señora.Mipadreyyohemoshechobastantes sacrificiospor la
Religiónparaquenosepuedasospecharquevoyaretrocederenelúltimoinstante.—Bien,caballero.¿Dequéqueréisencargaros?—DeColigny—dijofríamenteGuisa—.Quieromandarsucabezaamihermano
elcardenal.Catalinapalideció.EllahabíaprometidoenviarlaalosinquisidoresyGuisasela
quitaba.Noobstante,nodejótraslucirningunadesusimpresionesycontestó:—Sea.Obraréisaloír laseñalconvenida.EltoquederebatodeSaint-Germain-
L’Auxerrois.—¿Estoestodo,señora?—Sí—contestóCatalina—.Noobstante, comovos sois unode los apoyosdel
tronoyelhijoamadode la Iglesia,quierodaroscuentade lasprecaucionesquehetomadoparaelcasodequeelLouvreseaatacado…porloscondenadoshugonotes.¡Nancey!
Enelactocomparecióelcapitándeguardiasdelareina.—Nancey—preguntólareina—.¿Cuántosarcabucerostenemosactualmenteen
elLouvre?—Mildoscientos,señora.Guisasonrió.—¿Yademás…?—preguntóCatalinamirandoalduquedesoslayo.—Luego—continuóNancey—,tenemosdosmilsuizos,cuatrocientosballesteros
ymilcaballerosalojadoscomonoshasidoposible.Al,oírlo,elrostrodeGuisaexpresóciertapreocupación.—¿Y además…?—continuó la reina—. Ya podéis decirlo todo ante el señor
duque,queesunfielservidordelrey.—Además—continuóNancey—,tenemosdocecañones.
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—¿Lasbombardasparalassalvas?—insistióCatalina.—No, señora. Doce cañones de batalla que han entrado secretamente en el
Louvrelanocheúltima.Guisapalideció.Yanosonreía.Instintivamenteselevantóytomóunaactituden
laquenohubierasidodifíciladvertirunasombraderespeto.—Acabad de tranquilizar al duque —exclamó Catalina—. ¿Qué nos han
anunciadolosmensajerosllegadoshacetresdías?—Sencillamente—dijo Nancey asombrado— que las órdenes del rey se están
cumpliendoyquetodoslosgobernadoresmandantropasaParís.—¿Demodoque…?—Demodo que la llegada de seis mil jinetes ha sido señalada para hoy. Esta
nocheomañanadebenllegardeochoadiezmilinfantesy,enunapalabra,dentrodetres días habrá en París o en sus alrededores, un ejército de veinticinco milcombatientes.
AquellavezEnriquedeGuisaquedóaterrado.«Heperdidolapartida»—sedijo.Yseinclinóantelareinaconunrespetoquenuncalehabíatestimoniado.—Yaquehablamosdeesascosas,señora—continuóNancey—¿queréistenerla
bondaddedecirmequiéndebetomarelmandodelastropasdelLouvre?¿ElseñordeCosseinsacaso?
ElduquedeGuisaseestremecióllenodeesperanza,puesCosseinslepertenecíaencuerpoyalma.
—El señor de Cosseins —dijo Catalina— ha obtenido del rey la misión deguardar la casa del almirante. Que se quede allí. Vos tomaréis el mando de lasfuerzas.Yaséquesoisfiel.
Nanceydoblóunarodillaycontestó:—Hastalamuerte,Majestad.—Losé.Haced,pues,alcaerlanoche,cargarlosarcabucesydistribuidvuestros
hombresenlaspuertas.Hacedcargarloscañonesyapuntarlosentodasdirecciones.Los jinetes, que estén montados en el gran patio, prestos a dar una carga. Ponedcuatrocientos suizos alrededor del rey, y si veis que van contra el Louvre, hacedfuego, Nancey. Disparad los arcabuces y los cañones contra quien sea, villanos,burgueses, sacerdotes, nobles, hugonotes o católicos.Matad a todos los que se osponganpordelante.
—Asíloharé—exclamóNanceylevantándose—,pero,señora,yparaguardaros¿quéfuerzadebodestinar?
Catalina se levantó, tendió su brazo hacia el Cristo de plata y con voz firmecontestó:
—¿Paraguardarme?Nadie.TengoaDios.—Señora—dijoGuisaconalteradavozcuandoNanceyhubosalido—.Vuestra
Majestad ya sabe que puede emplear mis servicios en defensa del rey y de la
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Religión.—Losé,señorduque.Porlotanto,tenedlacertezadequesinohubieraiselegido
vosmismovuestrocometidoenlagranobraqueseprepara,oshubierarogadotomarelmandodelasfuerzasdelLouvre.
Guisa semordió los labioscomprendiendoqueélmismosehabíametidoen latrampa.
—Señora—continuó—,nomequedamásquepedirosunfavor;elderecibiralhombre a quien he dado órdenes para la noche próxima, el cual tiene ciertosescrúpulosysóloquiereobrarporordenexpresadeVuestraMajestad.
—¡Quévenga!—dijoCatalina.Guisa fue a abrir la puerta deun corredor e hizouna seña.Entró entoncesuna
especiedecolosodetorperostro,conmanosenormes,ojosredondosaflordecabezayconlafrentebaja.
AquelhombresellamabaDianowitz,perocomoeradeorigenbohemio,elduquedeGuisa,siguiendolacostumbrequeteníadellamaraloscriadosporelnombredesuprovincia,lollamabaBohemiayporcontracción,Bemia.
Lareinamiróalgiganteconexageradaadmiraciónyéste,sonriendo,seacaricióelmostacho.
—¿Tehanencargadoalgoparaestanoche?—Sí,mataralAnticristo.SiVuestraMajestadquiere,lecortolacabeza.—Loquiero—dijolareina—.Veyobedeceatuamo.Elgigantesebalanceósobresuspiernas,peronosemarchó.—¿Nohasoído,Bemia?—dijoelduque.—Sí, pero quiero poder salir tranquilamente de París con dos o tres buenos
compañeros que me escoltarán hasta Roma. Ya sabéis, monseñor, que todas laspuertasdeParísestáncerradas.
Catalina se sentó y trazó rápidamente algunas líneas sobre un papel que firmó,sellándololuego.
Bemialeyóatentamente.Conteníaestaspalabras:
Salvoconducto para cualquier puerta de París, valedero desde hoy
23deagostohastadentrodetresdías.
Permítase el paso del portador de la presente y personas que lo
acompañan.
ServiciodelRey.
Elgigantedoblóelpapelyseloguardóensujubón.Luegodiodospasoshacialapuerta.
—¡Olvidasesto!—DijoCatalina.Yalmismotiempoechóalsuelounabolsallenadeoro.El gigante se inclinó y la cogió, saliendo convencido de que había producido
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sobrelareinaextraordinariaimpresión.—¡Qué magnífica bestia! —exclamó la reina—. Os felicito, señor duque, por
tenerservidoressemejantes.Ahoravamosaconferenciarconnuestrosamigos.Laconferenciaduróhastalassietedelatarde.EntretantohuboenelLouvremisteriosasidasyvenidas.Endiversasocasiones,
lareinamandóbuscaralrey,peroéstejugabaalapelotaconloshugonotesysenegósiempre a acudir a la llamada de su madre. Tal vez esperaba que sin él no seatreveríana tomardecisiones terminantesoquizáqueríaaturdirse,pero lociertoesquenunca,comoaquellatarde,estuvotanamableconsushuéspedes.
A lasochode lanoche,huboenelpalaciodelduquedeGuisauna reunióndetodos aquéllos que habían depositado en él todas sus esperanzas y que ya loconsiderabancomoreydeFrancia.
—Señores—lesdijoGuisa—;estanochesalvamoslareligióndelamisa.Todossabéisyaloquedebéishacer.
Profundosilencioacogiótalespalabras,sindudaporqueseesperabanotras.—En cuanto a nuestros proyectos—continuó Guisa— han sido aplazados. La
reinasospecha.Señores,demostraremosestanochequesomosfielessúbditosyparaelrestoesperaremos.Id,.señores.
AsífuecómoEnriquedeGuisadiocontraordenalosconjurados.Parecíaturbado,inquietoyfurioso.Nadieseatrevióapedirlecuentadeaquelinesperadocambioqueaplazabaparafechadesconocidalarealizacióndetantasambiciones.Apartirdelasnueveyhasta las once, el duque recibió a los curas dediversas parroquias y a loscapitanesdebarrioquesepresentaronengruposdeochoodiez.Acadagrupodirigióenbrevestérminoselmismodiscurso:
—Señores, la res ha caído en la trampa. Es necesario emborracharse con susangre.Elreyloquiere.
—¡Amuerte!—contestabansacerdotesycapitanes.Yamedidaquecadagruposeretirabalesdabalasúltimasinstrucciones.Laseñal
sería dada por el toque de rebato de todas las iglesias. Los fieles servidores de laIglesia llevarían un brazal blanco y los que no tuvieran tiempo de hacerlo searrollaríanalbrazounpañuelo.
—¡El rey lo quiere! —les repetía Guisa al despedirse, pues ya que se veíaobligadoasometerseyviendoqueseleescapabalarealezaquehabíacreídoteneryaensusmanos,quería,porlomenos,queunapartedelaresponsabilidaddeloqueibaasuceder,cayerasobreCarlosIX.
Amedianocheprofundosilenciopesabasobrelaciudad,lanocheeraclarayenelcielo brillaban las constelaciones. La inmensidad apacible, serena y sembrada dediamantes, daba la profunda y conmovedora impresión de la inmutable belleza delInfinito.
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XXIX-AsombrodeMontluc.Continuacióndelosamoresde«Pipeau»ynuevaruinadeCatho
ENAQUELLANOCHE, sedesarrollaronendiversospuntosdeParís tresescenasmuydiferentes,peroigualmenteextrañas,LaprimeraocurrióenelTemple,lasegundaenel retiro deDamville, en la calle deFossés-Montmartre, y la tercera en la hostería«LosdosMuertosqueHablan».
Hacia las nueve dosmujeres cubiertas por ampliosmantos fueron introducidasmisteriosamente en la prisión del Temple y conducidas a las habitaciones delgobernador.EranPaquitay«LaRoja».
Montluclasesperabaanteunamesacargadademanjaresyvinos.Yparagozardecompletalibertadenlaorgíaquesepreparaba,habíadadopermisoasustrescriadosyalacamarera,loscuales,contentosconesagangaqueteníancadavezquesuamoqueríadivertirse,habíanseapresuradoarespirarotrosairesquelosdelaprisión.
—¡Holapichoncitas!—exclamóMarcosdeMontlucechándosea reír—.Venid,quequierodarosunabrazo.
PeroPaquitay«LaRoja»,envezdeobedecer,desabrocharonsusmantosy losdejaroncaer.
Montlucabrióextraordinariamente losojosysequedócon labocaabierta.Lasdos rameras ivan vestidas con un traje de satén, con el cuello hundido en grandesgorguerasyeltalleadelgazadoyterminadoenpuntapordelante.Erantrajes,nodeburguesas,sinodeprincesas.IbancargadasdeJoyasenelcuello,enlasorejas,enlasmuñecas y en los dedos y, por fin, pintadas como grandes damas. Catho, llena debuenavoluntadymuyingenuamentecreyódeberhacerlascosasengrandeyhabíallegadocasialamagnificencia.¿Dóndesehabíaprocuradoaquellostrajes?¿EnqueropavejeríadelaCortedelosMilagros?Peropocoimporta.
Era innegable que había convertido a las dos rameras en princesas, pero noobstante, había algunos detalles que revelaban la perfecta ignorancia de Catho enmateria de trajes de corte. En efecto, si los trajes eran de seda auténtica, estabanbastantearrugadosymanchados.Lasjoyaserandevidrioycobre.Lasdosramerassehabíanpintado,peromuyexageradamente,yelbermellónsobradovivodeloslabiosel negro demasiado negro de los ojos, el encarnado brillante de las mejillas y elblanco del cuello y del seno, se descubrían a mil leguas. Sus pobres zapatos detrotacalles, llenos de remiendos, acababan de formar aquel conjunto grotesco ymacabroalavez.Hubiérasedichoqueerandosmuñecaspintadasporunaprendiz.
Tal como estaban, se admiraron inocentemente y apenas hubieron caído susmantos, cuando se contemplaron unmomento deslumbradas.Luego, adelantándosehaciaMontluc,hicieronlastresreverenciasqueCatholeshabíaenseñado.
Montluc, ya borracho, porque mientras las esperaba habíase bebido la cuartabotella, se levantó asustado, subyugado, preguntándose si era presa de alguna
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pesadilla,ysienvezdelasdosramerasa lasqueesperaba,recibía lavisitadedosreinas.Losdetallesqueacabamosdemencionar,desaparecíanasusojos,asíesquecontestóalatriplereverenciaconunsaludoqueestuvoapuntodehacerleperderelequilibrio.Lasrameras,viendoquelastomabanenserio,sequedaronpetrificadas.
—¡Eh!—dijoMontlucalverlo—.¿Quésignificaesto?—Puesque—dijo«LaRoja»—noshemosvestidoparalafiestademañanapor
lamañana.—¿Quéfiesta?—preguntóMontluctratandoderecordar.—Sí—dijoPaquita—,losdostruhanesaquienessevaadartormento.Montlucsoltóunacarcajadaquehizotemblarloscristalesyexclamó:—¡Ah, sí! Ahora me acuerdo. ¿Y para ver el tormento os habéis vestido de
princesas?Buenoahoradejaosdecuentos.Tú—dijoa«LaRoja»—llénameelvaso,ytú,Paquita,venasentarteenmisrodillas.
Noqueremosmolestarallectorconelrelatodelaorgía,puesnuestroánimosóloeselde indicar laentradade lasdos ramerasenelTemple.Por lanoche,Montlucestaba completamente ebrio, pero no obstante, se debatía aun para, conservar lalucidezdesuespíritu.Alasdosrodóporelsueloestrechandoensusbrazosalasdosrameras,cuyostrajesdegalaestabanhechosjirones,mientrasloscabellossehabíandespeinadoy los coloresmezcladosunos conotros tiñendode extrañosmodos susrostrosrespectivos.
Prontonoseoyeronmásquelosronquidosdelborracho.EntoncesPaquitay«LaRoja»selevantaronprestandooído.Ybajoloscoloresqueocultabansusemblante,estabanlívidasyllenasdeespanto.
Transportémonos ahora a la casade losFossés-Montmartre.Son lasoncede lanoche. El mariscal de Damville acaba de entrar. Está sombrío, pues el jefe de laconspiración le ha dado la orden de no intentar nada contra el Louvre, cosa quesignificaelaplazamientodelosgrandesproyectosformados.
Peroalmismotiempoalegríaextraordinarialodomina,porquelehanentregadoasuhermano.EstáencargadodeatacarelpalaciodeMontmorencyydedarmuertealllamadojefedelos«Políticos».
Muerto suhermano, Juanacaíadenuevoen supodery¿quiénpodríaentoncessalvarla?
El mariscal atravesaba los vastos salones de su casa. La mayor parte de lashabitacionesestabanllenasdesoldados;unosafilabansusdagassobrepiedras;otrosrepasabansuspistolasocargabansusarcabuces.Encimadelasmesashabíaenormescántaros de vino que,muy amenudo, visitaban los soldados.La embriaguez hacíaprogresos entre ellos y a veces estallaban sonoras risotadas que, instantáneamente,reprimíaunsargentodandoordendeguardarsilencio.
Damville hizo seña a una docena de gentilhombres que lo esperaban y fue aencerrarseconellosparadaracadaunolasórdenesnecesarias.Peroantesdeentrar,
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preguntódóndeestabasufavoritoelvizcondedeAspremont.YlefuecontestadoqueOrthésestabaconsusperros.Damvillefueaverloylohallóenunpatioalumbradopordosantorchas.
—¿Yqué?—lepreguntó—.¿Nopreparastusarmas?Sincontestar,OrthésleenseñósusdosperrosdeguardayDamvillesonrió.Enaquelpatioestrechoquelaslucesdelasantorchasteñíanderojo,elvizconde
de Aspremont se entregaba a un trabajo singular. Iba y venía lentamente con lasmanosenlaespaldaquesosteníanunlátigo.Asustalonesandabangravementeconlabocaentreabiertaylosojosinyectadosensangrelosperros«Plutón»y«Proserpina».
Ydetrásdeéstaunmastínderojopelohacíacabriolas.Era«Pipeau».«Pipeau»eraelcomensalde«Proserpina».Orthesquisoecharlo,perolaperrale
enseñólosdientes.Encuantoa«Plutón», lohabíaadmitidoen sucompañía seapor indiferenciao
agradecimientoaloshuesosdepollo.«Pipeau» loco de amor por la hermosa «Proserpina»: comía muy poco.
Olvidábasedecomerybeberysolopensabaendirigirindecentesfloresasuamante.«Plutón»y«Proserpina»,pues,seguíanpasoapasoasuamo,elcualdirigiasea
unextremodelpatio;allíesperabaenpieunhombrerígidoeinmóvil.EntoncesOrthéssevolvíarepentinamentehacialosdosperrosdeguardayhacía
restallarellátigo.Aestaseña,losdosmonstruososanimalessaltabansobreelhombreinmóvil y le hundían los dientes en el cuello. Luego el vizconde de Aspremontlevantabaelhombre, loponíaenpieyarreglabasu trajeysumáscara,puesnoeramásqueunmaniquí.Recomenzabaentoncessupaseoyaldarnuevamentelaseñal,losperrosrepetíanelataque.
Entonces Orthés de Aspremont, se volvió hacia el mariscal, que contemplabaaquellaescenayconterribletranquilidadledijo:
—Heaquímisarmas,monseñor.
En la hostería de «LosDosMuertos queHablan», hacia las doce de la noche,hacíayabastanteratoqueCathodespidieraasusclientesordinariosyporexcepciónúnicaensuvidadehostelera,cerrósupuertaenelmomentodeoíreltoquedequeda.
Perodespuésdelasonceentreabriólapuerta.Muy pronto apareció una mujer miserablemente vestida. Luego siguieron dos
viejas, especie de brujas que se cubrían con capuchones negros. Luego unamujertuertaque,alentrarsequitóunparchequellevabasobreunojo.Mástardeunamancaconcabezadefuriaque,despuésdehabersesentado,desatóalgunoscordelesyhallóelbrazoquelefaltaba.
También cincoo seis cojas que se arrastrabanpenosamente y que abandonaronsusmuletasalentrarenla taberna.Sobrelasdoce, laposadaestaballena, todaslassalasocupadasytodaslasmesastomadasyallíseremovíaunmundofantástico;unamultitudenextremopintoresca,compuestadeseresextraños,sórdidos,cubiertosde
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andrajos, rostros avejentados, semblantes terribles, pero todas mujeres, toda lapoblación femenina de la Corte de los Milagros. Truhanas, echadoras de cartas,acróbatas, mendigas, unas hermosas bajo sus andrajos y las otras asquerosas ycubiertasdemiserablestrapos.
Cathoservíaatodascomidaybebida,ayudadapordosotresmujeres.Lomejorde su despensa fue consumido aquella noche; hablaba con viveza con algunas,deslizandoaéstaunducadoyaaquéllaunescudodeoro.
Luego,depronto,encuantoCathohubodichoalgunaspalabras,desaparecierontodosaquellosseres,lascojasvolvieronatomarsusmuletas,lasjorobadassujoroba,lastuertassusparchesyenpocosminutossevaciólahostería.
Cathofueaunarmarioysacódeéltrestalegosllenosdemonedasdeoroyplata.—Losúltimos—murmuróhaciendounamuecayesperóprestandoatentooído.Dadalauna,latabernavolvióallenarseyaquellaveztambiéndemujeres,cuya
miseriaeramásdecentequeladelasanteriores,puesibacubiertadeoropeles.Habíaalgunasmuy lindasyotrasbastante feas.Lamayorparteeran jóvenesycasi todasllevabanelvestidoflojoadornadoconcinturonesbordados.
EranlasramerasquecomerciabanconsucuerpoyqueCathohabíaganadoasucausatresdíasantes.
Reían, cantaban, unas con voz dulce e indolente y otras con voz ronca. Todasbebíanysusmiradaserancadavezmásbrillantes.
Catho empezó a distribuir sus escudos con lo que se vaciaron los tres talegos.Entonceslasramerasmarcháronseenpequeñosgruposylaposadaquedódenuevovacía.
Cathotomóunalinternaybajóalabodega.Allívioquenolequedabaniunasolabotelladevinonidelicor.Subióalataberna,penetróenlaalacenayobservóquenohabía ni un jamón, ni un trozo de pan ni un ave. Subió a su habitación, abrió losarmariosqueestabanvacíos,pueshabíavendidotodoloqueposeíaparaconvertirloendineroyregistrandoelarmarioenquelotenía,vioquenolequedabaniunsueldo.
«¡Bah!»,—sedijo—.«¡Noimporta!».Entoncestomóunafuertedagaqueseguardóenlacintura,cerrólapuertadela
tabernadevastada,echólasllavespordebajodelapuertaysealejóasuvez.Y como iba sin prisa hacia un puntomisterioso, observó que reinaba en París
extrañosilencioenaquellaclarayserenanochedeestío.
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SUDORDESANGRE
XXX-Siniestrospreparativos
LANOCHEERACLARA,esdecir,queelcielo,llenodeestrellasdesdeelcénithastaelhorizonte,estabaalumbradoporesaclaridadindecisaysuavedelasúltimashorasdelanoche;perolaauroraestabalejostodavía.Habíaenelfirmamentotalprofusióndeastros,queapesardelaausenciadelaluna,elnegroocéanodelostejadosdeParísestabavagamente iluminado.Perobajoaquellos tejados,que se tocabancasideunextremoaotrodelacalle,lascallesestabanllenasdetinieblas.
El calornoera tangrandecomoen las tempestuosasnochesdeestío;perounatemperaturavaporosamanteníainmóvileslosárbolesenlosnumerososjardines,queexhalabanaromasderosas.
Catho estaba asombrada de aquella majestuosa serenidad, aunque su espírituincultoyrudofuerapocoaptoparamirarcaraacara insondablesbellezas.Aveceslevantaba la cabeza hacia el cénit lleno de diamantes y luego, tal vez nocomprendiendoenteramente laemociónqueoriginabaaquéllaarmoníadebellezayserenidad,bajabalacabeza,pensando:
—¡Quéhermosanoche!Ymientrastalpensamientoatravesabasuespíritu,seasombródenoencontrarlas
parejasamorosasquebuscannocheshermosas,comosielamorsintieralanecesidaddetomarelcieloportestigo.
Deprontovio cómo se abría lapuertadeunahermosa casa, sindudade algúnnoble o rico burgués. Una quincena de hombres salieron armados de arcabuces,pistolas,partesanas,alabardas,y,enfin,detodaslasarmasqueleshabíasidoposiblelograr. Uno de ellos llevaba una linterna sorda, otro un papel y todos un brazalblanco,yaunalgunos,amayorabundamiento,unacruzblancaeneljubón.
Aquellapequeñatropasepusoenmarcha,yendoalacabezalosdoshombresquellevabanlalinternayelpapel.Nohacíanelmenorruidoymanteníancuidadosamentecogidassusarmas,demodoquenopudieranchocarunasconotras.
—¿Adóndeirán?—sepreguntabaCathoprosiguiendosucamino.Lapatrullasedetuvodeprontoyelhombrequeibaalacabezaconsultóelpapel
yacercándoseaunacasatrazósobrelapuertaunsigno.Luegosealejaron,yCatho,llegandoantelapuertadelacasaenquesehabíandetenido,observóqueelsignoeraunacruzblancatrazadaconyeso.
Sedetuvieronentoncesenotrasdoscasasqueelmismohombreseñalódeigualmodo y luego siguieron su camino por otra calle, mientras Catho proseguía lamarcha.
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Peroentonces,aveintepasosdedistancia,aparecióotrodestacamentoyentodaslascallesquefueatravesandovioigualesgruposarmadosqueibanseñalandopuertasconcrucesblancas.Todoscaminabansilenciosamente.Cuandodosdeaquellastropassehallaban,cambiabanenvozbajaelsantoyseña,yluegocadaunacontinuabasucaminosinprisa.
Catho contó primero aquellas pequeñas linternas sordas que se paseaban de unsitio a otro; luego las puertasmarcadasquehallaba en su camino, pero renunció acontinuar,porqueerandemasiadas.
Ycomotocaranlasdosalolejos,enelsolemnesilenciodelanoche,apresuróelpaso,diciéndose:
—¡Enquécosasmeentretengo!Hallegadolahoraymeesperan.
*****
Acababandedarlasdosyoyóseportodalaciudadsordorumorsemejanteaunaráfagadevientoque,depronto, tronchavariosarbustosdeunbosque.Parecióquedetrásdecadapuertacerradahubiéranseagitadohojas,perohojasdeacero.Luegoelsilenciosehizomásprofundo.
ElduquedeGuisaestabaacaballoenelpatiodesupalacio,llenodehombresdearmas.
ElduquedeAumalehabíaseapostadoconcienarcabucerosnolejosdelpalaciodeColigny,bajouncobertizo.
El marqués canciller de Birague hallábase ante Saint-Germain-L’Auxerrois ydabaórdenesauncapitándebarrioquemandabacincuentahombres.
ElmariscaldeDamvilleesperabafueradesucasa llenode impaciencia.Estabamontadoacaballoacompañadodetrescientosjinetesparecidosaestatuasecuestres.
Crucé estaba emboscado cerca del palacio del duque, de La Force, ancianohugonoteque,araízdelamuertedesuesposa,vivíaconsagradoalaeducacióndesuhijo.Crucéteníaasusórdenesunaveintenadehombres,sitalnombrepuededarsealosserespatibulariosqueleacompañaban.
TreintacarnicerosconlosbrazosdesnudosycuchilloenmanorodeabanaPezou,quesehabíaescondidoenelpatiodelacasadeuncatólicoydesdeelcualsepodíacaerfácilmentesobreelpalaciodelduquedelaRochefaucauld,protestantenotableyhombremuyrico,segúnsesuponía.
El librero Kervier, acompañado de un tal Charpentier, mandaba una banda detruhanesyaborrachosdevino,esperandoemborracharsedesangre.EsteCharpentiereraundoctormásomenossabio,perorivalencarnizadodelancianoRamus,ycomoéstehabíasenegadosiemprea imprimir sus librosencasadeKervier,el librero,eldoctor y sus truhanes esperaban ante el colegioPresles, en dondeRamuspasaba aveceslanoche,puesteníaallíunahabitaciónpreparada.
ElmariscaldeTavannes,apostado juntoalPuenteGrande,escuchaba inclinado
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sobreelcuellodesucaballo.Doscientosinfantes,picaenmano,teníanlamiradafijaensualtasiluetanegra.
En cada puente había también una compañía de infantes. Por el lado de laUniversidadhabíansidotendidasalgunascadenasafindequelastropasnopudieranseratacadasporretaguardia.
En cada encrucijada de la ciudad había un capitán de barrio acompañado porcincuentaburguesesarmados.
Detrásdelaspuertascerradasdetodaslascasascatólicashabíagentedispuestaasalirencuantosedieralaseñal.
Con gran silencio y rapidez, iban de grupo en grupo, transmitiendo órdenes,algunos emisarios. Todos estaban impacientes porque la señal se hacía esperardemasiado.
Elsilencioeraenorme;cadaunoestabaensusitioylasombradelaInquisicióncatólicaseextendíasobreParís.
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XXXI-Losmisteriosdelareencarnacion
EN AQUELLOS MOMENTOS, es decir, entre las dos y las tres de la madrugada, sedesarrollaba en el Temple una escena espantosa, teniendo por personajes únicos alviejoPardaillánysuhijo.
Pero,parapresentarestaescenaallectorconsuhorrorextraordinario,deberemosfijarnosporalgunosmomentosenloshechosygestosdeunpersonajesobreelcualnosseráprecisoconcentrartodanuestraatención.
EsepersonajeeraRuggieri,elastrólogodelareina.Ruggieriera,sinduda,elhombremásconvencidode lacortedeFrancia.Tenía
fe.CreíaprofundaysinceramenteenlaposibilidaddeloAbsoluto.¿Eraunloco?Esposible,perosindarlocomocierto.¿Quéhombre,porotraparte,nohasidotentadopor la idea de lo Absoluto? En nuestros días, Ruggieri hubiera sido uno de esossabiosapaciblesqueseapasionanporlosdescubrimientosdelascienciasnaturales.Ruggieri llevaba en él, el misterio de la Edad Media que agonizaba. Nacido enFlorencia,eratalvezhijodealgunamagasiriaoegipciaquelehabíatransmitidoelamorhacialosestudiosesotéricos.
La alquimia y la astrología eran la doble e incesante preocupación de aquelhombre. Buscando la piedra filosofal y mariposeando y combinando cuerposquímicos,Ruggierihabíahalladotemiblesvenenos,deliciososperfumesycosméticosmaravillosos.Perotalesdescubrimientoseraninsignificantesparaél.
Pormediodelaastrología,buscabaenlasestrellasloquelanochedelostiemposoculta con sus velos. Más es necesario hacer notar que, para Ruggieri, la piedrafilosofalyelconocimientodeloporvenir,pormediacióndelosastros,noeranmásquedosformasdeloAbsoluto.Susestudiosesotéricoscomprendíanotraforma,yeraeldescubrimientodelainmortalidaddelhombre.
De modo que el ensueño fabuloso que obsesionaba aquel cerebro era laomnipotencia por la riqueza infinita; la ciencia absoluta por el conocimiento de loporveniryelperfectogocedelavidaporlainmortalidad.
AquelhombrequetemblabaanteCatalina, lacual,despuésdetodo,noeramásque alumna suya, aquel hombre desmayado y tímido ante los grandes, habíaseentregadoaabominablestareasparacomplaceralaviejareina,pero,encambio,ensulaboratorioseconvertíaengigante.Entonces,bienporqueelexcesodeltrabajolocondujera a las puertas de la locura, o porque el orgullo de sus precedentesdescubrimientoslocegara,lociertoesquesuespíritudesplegabapoderosasalasyselanzabaalosabismosdeloinsondable.
Cuandoestabafatigadodemiraralcielo,sededicabadenuevoalaquímica,ysi,porfin,secansabademirarloscrisoles,selashabíaconlaMuerte.
Einclinadosobreelcadáverdealgúnajusticiadoquehabíacompradoalverdugo,buscabaelmedioderesucitarlo.
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—¿Quéeselcorazón?—pensaba—.Unpéndulo.¿Quélasangre?Laquellevalavidadeunaparteaotra.Heaquíuncuerpo.Lasangreestáenél,esdecir,elvehículode lavida,asícomoelcorazónreguladornecesariode losmovimientosde lavida.Nervios,músculos,carne,cerebro,todoestáigual.Estecuerpo,talcomoestáahora,vivía esta mañana. Ha bastado que una cuerda le haya oprimido el cuello, paraconvertirloencadáver.Por lodemás, sehallaenelmismoestadoqueantesde serahorcado. ¿Qué materia falta a este cuerpo? Evidentemente, el cuerpo astral queponíaenmovimientoalpénduloytransportabalavidaatravésdelasvenas.Loqueyollamomuertenoesmásquelaseparacióndelcuerpoastralydelcuerpomaterial.Heaquíelcuerpomaterialinerteyapuntodedescomponerse,peroelcuerpoastralquelohaabandonadoviveenalgunaparteycercadeaquísinduda.¿Dequésetrata,pues?Deobligaraestecuerpoastralareencarnarseenestecuerpomaterial.Estoestodo. Si encuentro el conjuro o el encanto que fuerce al cuerpo astral a entrar denuevo en esta envoltura, este hombre será resucitado.Y una vez hallado esto, ¿nohallaré igualmente, al mismo tiempo, el medio de obligar al cuerpo astral a noabandonarnuncaelcuerpomaterial?Yestoseríalainmortalidad.
Soñando así, Ruggierimodelaba una estatuilla de cera, que representaba a susojoselcuerpoastraldelcadáver,ysobreaquelsimulacroensayabasusconjuros.
Algunasvecesleparecióverestremecerseelcadávercomoprontoadespertarse,pero la ilusióndesaparecía enseguida.En fuerzade examinar el problemaen todassusfases,undíasedioungolpeenlafrente,exclamando:
—¡Qué error!Digo que la sangre está en el cadáver y está, en efecto, pero nolíquida,sinocoaguladay,porlotanto,yanopuededistribuirlavida.Seránecesario,pues,quealprimercadáverquecompre,letransfundalasangredeuncuerpovivo,antesdeempezarningúnconjuro.
Ahora que hemos completado el retrato de Ruggieri, rogaremos al lectortransportarseacincodíasantes,almomentoenqueelgrupodehombresquehemosseñaladoensutiempooportuno,penetróenlaiglesiadeSaint-Germain-L’Auxerroisysellevóelcadáver.
Catalinahabíasemostradogenerosa.APanigarolaledejóelcadáverdeAliciayaRuggieri lemandóeldesuhijo.Ruggieriesperaba,enefecto,fueradela iglesia,ycuandovioaloshombresquesellevabanaMarillacmuerto,seacercóypronuncióalgunaspalabras.Luegohizounsignoyempezaronaseguirlo.
Unavezhubo llegadoa lacallede laHache,Ruggieri sedetuvono lejosde lacasa en que habitaraAlicia deLux, y habiendo depositado el cadáver en el suelo,mandó a los que lo llevaban que se retirasen. Seguro de que aquellos hombres sehabíanmarchadoynoloespiabanparasaberdóndeestaba,fueaabrirunapuertecitabajapracticadaenlatorréexpresamenteparaél.Hechoesto,volvióalcadáverycondificultad lo levantó y lo transportó, o mejor dicho, lo arrastró hasta los jardines.Cerróentonceslapuerta,cargóellúgubrefardosobresushombros,yllegó,porfin,a
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lacasitaqueyahemosdescrito,enqueestabansuslaboratorios.Cuando el cuerpo estuvo extendido sobre una gran mesa de mármol, cuando
Ruggieri lo hubo desnudado y lavado cuidadosamente, su primer cuidado fueInyectarlealgunoslíquidosdestinadosaimpedirtodadescomposición,porlomenosdurante algunos días, cosa muy sencilla para aquel creador de venenos. Una vezconcluidasestasmanipulaciones,observóqueerayadedía,peronoapagólaslucesquehabíaencendido,sinoque,porelcontrario,corrióherméticamentelascortinasafindecrearunanocheficticiaensulaboratorio.
Fue entonces a sentarse al lado de lamesa demármol, en la que se apoyó decodosyexaminóelcuerpodesuhijo.Estabaacribilladodepuñaladas,algunasdelascualeshabíanatravesadoórganosvitales;elpecho, loshombrosyelcuelloestabanllenos de heridas entreabiertas. La cabeza conservaba notable serenidad.Evidentemente, Marillac no se había dado cuenta de que lo mataban. La primerapuñaladaquelehabíasidoasestadaenelmomentoenquesedirigíaaAlicia,lohabíamatado repentinamente. Los párpados estaban entreabiertos. Ruggieri intentóinútilmentecerrarlos,yenvistadequenopodía,cubrióelrostrodelcadáverconunpañuelodefinabatistaperfumadaquehallóeneljubóndelmuertoyquellevabalacifradeAlicia.Probablementeeraunodeesosrecuerdosquelosamantesgustandeponersobreelcorazónenrecuerdodelapersonaamada.
Ruggierinosentíaningunaemoción,porqueeldolordelpadredesaparecíaanteelesfuerzocerebraldel sabio,quedebíadeserenorme,porquedurantemuchashorasseguidaselmagopermanecióinmóvil,comopetrificado.Estaba,además,tanpálidocomo el cadáver que estudiaba, pero sus ojos brillaban ardientemente. En unmomentodeaquellasiniestrameditación,murmuróalgunaspalabras.
—Sehadesangrado,cosaquesimplificalaoperación.Coserétodasestasheridas,exceptuandouna,laquehaabiertolacarótida.Porahíharélatransfusión.
Alcabodeunratodemeditación,continuó:—¿NofueNostradamuselquemeafirmóquehabíaobligadoalcuerpoastralde
unodesushijosapermanecerasuladodurantemásdeunmes?¿Yyomismonohevistoenvariasocasionesestremecerseloscadáveresquequeríareanimar?Talvezelcuerpo astral estaba allí y trataba de reintegrarse a su vivienda camal. ¿Qué habráimpedidoquelaresurrecciónsellevaraacaboylareencarnaciónfueracompleta?Sindudamuypocacosa,unapalabradelconjuroquenohabrépronunciadoo,talvez,undesfallecimientodemi energía.Ahoramivoluntad será firme,y en cuantomihijoresucite,huiremos.
Hacia la tarde, cuando la noche empezaba a reinar en el exterior, Ruggieri selevantó de pronto, corrió hacia un gran armario lleno de libros ymanuscritos y sepusoabuscarfebrilmente,llenodeemoción.
—¡Oh!¡Yaloencontré,yaloencontré!—exclamaba.Alcabodedoshorasydespuésdehabersembradoelsuelodevolúmenes,acabó
porhallar elquebuscaba: eraun libroquenoconteníamásalládeunas cincuenta
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páginas.Teníatapasdemaderaycierredehierro.Elpapelestabaenmohecidoyloscaracteresdelaescrituraeranhebraicos.
Ruggieridioungritoalponermanosobreaquelvolumeny,tembloroso,lollevóalamesademármol,cercadelcadáver.Empezóahojearlolentamente,recorriendoconrapidezcadaunadelaspáginas.
Alavigésimonona,diounsordorugidoysudedoseñalóunalínea.—¡Lafórmuladelencanto!—exclamó.Eran,enaquelmomento, lasdiezde lanocheyreinabaprofundosilencioenel
exterior.Elvastolaboratorioestabasumidoenlasombra.Lainmensacampanadelachimenea,encimadelmontóndehornos,crisolesyretortas,parecíaunmonumentofunerario. En los anaqueles, máscaras de vidrio, redomas y bocales brillabanconfusamente.Enelcentro,brillabalavivaluzdedoscandelabrosysobrelamesademármol, el rígido cadáver de Marillac, a cuyo lado, inclinado sobre el librocabalístico,estabaelmagoRuggieri,inmóvil.
Hacialasdocedelanocheencendióotroscincocandelabros,loquehacíauntotalde siete. Los puso en el suelo, en el ángulo Este del laboratorio. Los candelabrosestabandispuestosenformadeherradura,cuyaaberturasedirigíaalOesteformandounsemicírculoalEste.Enestesemicírculodeluz,secolocóRuggierienpiemirandoalOeste,queesellugardelastinieblasconrelaciónalEste,dedondevienelaluz.Conlamanotrazóenelaireuncírculocomoparaencerrarseenél.Luego,antesí,asuspiesyentrelosdosextremosdelaherraduraformadaporloscandelabros,hundióprofundamentesupuñalcuyaguardaformabaunacruz.
Entonces,sacandounrosariodesujubón,soltódocegranosquecolocóencírculoalrededordelpuñalclavadoaguisadecruz.Lossietecandelabrosfiguraban,sindudaalguna,lossietedíasdelasemanaylosdocegranoslosmesesdelaño.
Por fin,conel libroen lamano izquierday tendida laderechaanteél,elmagoesperó.
Las doce empezaban a dar lentamente con sonoras campanadas. A la sexta,Ruggieripronunciólafórmulaconvoztranquila,fuerteygrave.
Lasvibracionesdelaúltimacampanadaresonabantodavíaenelaire,cuandovioenelotro extremodel laboratoriouna formablanca, alprincipio indecisayque seprecisórápidamentehastadibujarunasiluetahumana.
Nodecimosqueaquellaespeciedevaporblancoaparecieraenellaboratorio,sinotansóloqueRuggierilovio.
Sus facciones sehabíanpetrificado.Sumano izquierda,perfectamente inmóvil,soportaba, sin lamenor apariencia de fatiga, el libro de tapas demadera y pesadocierre de hierro. Su brazoderecho estaba tendidohacia elmismopunto sin que seinclinaralomásmínimo,cuandoescasiimposiblequeunhombrepermanezcaentalposiciónmásdeunos cuatrominutos.Susojos, por fin, adquirieron extraña fijeza,como cuando en la torre y al lado de Catalina vio el cuerpo astral de su hijobalancearseenelespacio.
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Entonces, con pasos rígidos, Ruggieri salió del círculo formado por loscandelabrosylacruz,yavanzóhacialaformablancaqueveía.
Andabamuylentamenteyalcabodedocepasossedetuvo,preguntando:—¿Erestú,hijomío?Novio que semovieran los labios de la aparición y ningún sonido llegó a sus
oídos,peroensuinterioroyómuyclaramentelarespuesta.—¿Porquémehabéisllamado,padre?Ruggiericontinuósumarcha;subrazoderechonohabíacambiadodelaposición
quetomaraquinceminutosantes.Entonces,amedidaqueavanzaba,vioretrocederala aparición; el cuerpo astral huía de él al verse perseguido, de modo que, aconsecuenciadeunaevolución,Ruggierisevioenelsitioqueocuparaalprincipiolaformablanca,mientrasqueéstasehabíaacercadoalcírculodeloscandelabros.
Ruggiericontinuóavanzandohaciaelcírculo.Laapariciónsehallabacercadelpuñalyentrelosdosextremosdelaherradura
luminosa.EntoncesRuggierihablódenuevo,diciendo:—Hijomío,esnecesarioentrar.Vio cómo la forma blanca se agitaba con violencia y entonces oyó otra vez la
respuestaenelinteriordesucerebro.—¿Porquénomedejáisenelreposoeterno?—¡Entrarás!¡Loquiero!—dijoRuggieri—.Perdóname,hijomío,porencerrarte
aquí.¡Entra!¡Loquiero!Viocómo la formablancavacilaba, retrocedíay luego, tomando impulso, fuea
colocarseenelcentrodelaslucesyenelmismolugarqueocuparaanteselastrólogo.Inmensa satisfacción se pintó en las facciones de éste. AI cabo de algunos
minutos, losmúsculosdesurostrosedistendieron, losojosadquirieronsuhabitualexpresión,subrazoderechocayópesadamente,ellibrocayóalsuelosoltadoporsumano.
Mirandohaciaelcírculodeluz,Ruggieriyanovionada.Laformablancahabíadesaparecido.
Perosonrió,murmurando:—Yanoestoyenestadodevidente,y,porlotanto,noloveo,peroestáallí.Yano
saldráhastaqueyoquiera.¡Oh,hijomío,perdóname!Noesperarásmuchotiempo.Ruggierisufrióentoncesdeunmodorepentinolareaccióndelestadomórbidoen
quesehabíasumidoaconsecuenciadeunfenómenodevoluntadconocidoydescritoportodoslosautoresantiguosdecienciasesotéricas,peroquelamedicinamodernahainventadodándoleelnombrenuevecitoyflamantedeautosugestión.
LosmanicomiosestánllenosdegentesquevenyoyencomoRuggierivioyoyó.Durante algunos minutos, se quedó tembloroso, vacilante, agitado por febriles
estremecimientos,yconloscabelloserizados.Peromuyprontoserepusoycorriendoalosvolúmenesquehabíaechadoalsuelocogióunodeellosysaliórápidamentedel
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laboratorio.El cadáver se quedó solo sobre la mesa de mármol, alumbrado por los siete
candelabros.Ruggieri entró en su dormitorio y encendiendo una lámpara, empezó a leer un
volumen,escritoporNostradamusypublicadoenLyonenelaño1552.Hacialamitaddelvolumenhabíacincopáginasmanuscritas.—He aquí lo queme dejó almorirmi buenmaestroNostradamus—murmuró
Ruggieri—. ¡Cuántas veces he leído y releído estas líneas trazadas por su manoalgunashorasantesdemorir!¡Cuántasnocheshepasadoleyendoestascincopáginasque,sinduda,melegóparaqueintentarasureencarnación!Asílohice.Portresvecesentréensutumba,allíenlaiglesiadeSalón…másnoteníasangrequetransfundirle.Perovolvamosaleerlo,probemos.
Elmanuscritoestabadivididoentrespartesmuycortas,escritasapresuradamenteymuchasfrasesnoestabanacabadas.Laprimeraparteempezabaporestaspalabras:
La reencarnación puede obtenerse mediante el llamamiento del
cuerpoastral.
Lasegundapartellevabaelsiguientetítulo:
Relacionesquepuedehaberentreelcuerpoastralyelcuerpo
material,despuésdesuseparación.
Porfin,laterceraparteestabaigualmenteresumidaenalgunaspalabrasescritasalprincipiodelapágina:
¿Quéclasedesangreesnecesariotransfundiralcadáver?
EstafuelapartequeRuggierisepusoaleeratentamente,conlacabezaapoyadaenlasmanos.
Porfinselevantó,fueaunarmariodehierroempotradoenelmuroydisimuladoporuntapiz.Unavezabiertosacó,deentreotrospapeles,unrollodepergaminoqueextendiósobrelamesaparaexaminarlo.
Era una gran hoja sobre la cual estaban trazados signos geométricos con notasexplicativasmarginales.Enlacabeceraestabanescritaslassiguientespalabras:
HoróscopodemihijoDiosdado,condedeMarillac,ydiversas
constelacionesenconjunciónconlasuya.
Entonceselastrólogoempezóunaseriedecálculosgeométricos,cadaunodeloscualeseraseguidoporotrocifrado.Cuandohabíaterminadounadesusoperaciones,dirigía ardiente mirada a los signos del horóscopo y luego, moviendo su cabeza,reanudabasutarea,queduróvariashoras.
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Por último, escribía ya con una especie de fiebre delirante, e intensa alegríabrillabaensurostro.
—«¡Yaestá!»,—sedijodepronto—.«Heaquí laconstelacióndelhombrequenecesito. ¿Quién es? ¡Oh! Ya lo encontraré. Aunque tenga que pasar todas misnochesenloaltodelatorreylosdíasenterostrabajando.¡Loencontraréy…!».
Ysedesvanecióaimpulsosdelaalegríaodelafatiga,otalvezporambascosas.Alrecobrarelsentido,alcabodepocosminutos,sedijo:«Eldíanotardaráenaparecer.Puesbien,esperarélanoche».Levantóseentonces,arreglósuspapelesenelarmariodehierroysacódeéluna
cajita que abrió. Contenía cierto número de píldoras. Tomó una, y después detragarla, un inmediato bienestar sucedió a la enorme fatiga que sentía. Sus ojos sefijaronentoncesenlaesferadelreloj.
—¡Lasnueve!—dijo—.Yaesdenoche.Corrió lascortinasdelaventana,yvioqueeradenoche.Comprendióentonces
quehabíapasadoeldíaenteroestudiandoelhoróscopodespuésdehaberempleadolanoche anterior en evocar el cuerpo astral de suhijo.Entonces eramiércolespor lanoche,ycómoelcadáverdeMarillachabíaentradoenellaboratorioenlanochedellunesamartes,hacia las tresde lamadrugada,hacía,por lomenos,cuarentaydoshorasqueRuggierinohabíacomido,dormidonibebido.
La píldora que absorbiera contendría una substancia reconstituyente deextraordinariaenergía,porquenisintióhambre,nisueñoysecontentóconbeberungranvasodeagua.
LanochesiguienteRuggierilapasóenloaltodelatorreconlamiradapegadaaunpoderosotelescopioquehabíaperfeccionadoparasuusopersonal.
Elviernesporlanochefuedistraídodeltrabajobrutalaqueseentregabaporunenviado de la reina, que lo llamaba.Al volver del Louvre, continuó estudiando laconstelacióndelhombrecuyasangreeranecesariaalareencarnacióndesuhijo.
Hacialastres,cuandoyalosastrospalidecíanysedisponíaadejarparalanochesiguientelaconstelacióndesuestudio,dioungritodealegría.
—¡Yalotengo,esél!¡Esimposiblequenoseaél!Corrióasucuarto,sacódelarmariodehierrounahojadepergaminoparecidaala
queconteníaelhoróscopodesuhijo.Eratambiénotrohoróscopo.Aqueldía,queeraeldelsábado,Ruggieriestudióycomparólosdoshoróscopos.Temblabadetalmododealegría,queescribíacongrandificultad.Extrañobrillo
seveíaensumiradaymurmurabadespuésdecadacálculo:—Sí,sí,esél.Todoslosdatoscoinciden.Otrapruebayestarálisto.Yreanudabasutarea.Alasseisdelatardediounlargosuspiroysedesvaneció
denuevo,pronunciandounnombre:—¡Pardaillán!He aquí lo que Ruggieri había encontrado. El nombre del ser cuya sangre era
necesaria a la reencarnación de su hijo. La comparación de horóscopos, las
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conjuncionesdelosastrosysuscálculos,todoleprobabaquepararesucitarasuhijonecesitabalasangredeaquelhombreynoladeotro.
Y aquel hombre era el caballero de Pardaillán, sobre el cual iba a hacerse elhorribleexperimento.
¿De quémodo el siniestro astrólogo había podido llegar a esta conclusión? Esprobablequeensuaberración,enelestadodedelirioenquevivíadesdeelasesinatodel infortunadoMarillac,eneldesarreglofinaldeaquelcerebroquehabía recibidotantassacudidas,esprobable,repetimos,queelnombredePardaillánsepresentaseaélporcasualidad.
Había formado su horóscopo a raíz de la visita que le hizo al caballero en lahostería«LaAdivinadora»,enlaque,comoyarecordaráellector,creyóreconocerenla escalera a su hijo Diosdado. Sospechando entonces que su hijo y el caballerohubieranestadounidosporinvisibleslazos,hizoelhoróscopodelosdos,quevinoaconfirmarsucreencia.
Ruggieri estaba seguro de que los astros le señalaban a Pardaillán y, sin duda,obsesionadoporlaideadequeésteestabaunidoalosdestinosdesuhijo,llegóalaconclusióndequesusangreeralanecesariaparalaresurreccióndeMarillac.
Ruggierirecobrórápidamentelasangrefría,yabriendoelarmariodehierro,sacótresocuatropapelesblancos,peroacuyopierespectivoestabanlafirmadeCarlosIXyelselloreal.
¿De quémodoRuggieri se había procurado aquellas órdenes en blanco, armastemibles que ponían en sus manos extraordinario poder? ¿Los habría obtenido deCatalina?¿Eranperfectasimitaciones?Pocoimporta.
Llenódos,y luego,bajandoasulaboratorio,renovóloscandelabrosdelcírculoluminosoqueestabanapuntodeapagarse,operaciónquerepitióvariasvecesdespuésdelconjuro,porquelas lucesnodebíanapagarse,puesunasolaquelohicieraseríaunapuertaporlaqueelcuerpoastralpodríahuir.
—¡Oh,hijomío!—exclamó—.Tranquilízate;estanochetransfundiréatucuerpola sangre necesaria; y a fin de ahuyentar a los espíritus malos, para trastornarprodigiosamenteelaireenlatierrayparaque,enestecataclismo,podamosescaparalavigilanciadelosespíritusquequisieranretenerte,doblaréamuertoqueseráseñalde millares de muertes, a fin de que igual número de cuerpos astrales llenen laatmósfera.
Así habló el loco, y decimos loco porque, en efecto,Ruggieri estaba, en aquelmomento,fueradesíysumidoenelmásaltogradodehiperestesia.
Encuantoasusprácticasdeastrologíaymagia,noconstituíanprecisamenteunalocura.En todocasonohubierasidoelúnico,porque loscronistasmásmoderadosevalúanenveintemil elnúmerodemagos,brujosyastrólogosque sededicabanatales estudios, allá por el año 1542 en una población como París, que conteníadoscientasmilalmas.
Tras de hablar al cuerpo astral, como acabamos de decir, Ruggieri salió de su
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laboratoriosinmirarelcadáverrígidoylívido,extendidosobrelamesademármol,ymontandoensumula,sedirigióalTemple.UnavezenpresenciadeMontluc,exhibiólos papeles que había llenado y, al leerlos, el gobernador dirigió al astrólogo unamiradadeestuporycasideespanto.
—No sé—dijo por fin aterrado— si laMecánica funciona todavía, pues hacemucho tiempo que no ha servido.Hoy día tenemosmejores sistemas y sobre todomásexpeditivos.
—Noospreocupéisporello.Ponedmesolamenteenpresenciadelhombre.—Bueno,venid.MontlucyRuggieridescendieronyllegaronaunpatioestrecho,enelfondodel
cualhabíaunacabaña,construidacontablonesdemadera.—Allíestá—dijoMontluc—.Habladle,yoharébajaralosdoscondenados.¿Es
precisoqueasistaalaoperación?—Deningúnmodo.Montluc saludó y se retiró con apresuramiento motivado sin duda por un
sentimientodehorroro,talvez,poreldeseodellegarasuhabitación,endondedebíaesperaralasdosramerasquelehabíanprometidosuvisitaparaaquellamismanoche.
Ruggieri vio, al entrar en la cabaña, un hombre ocupado en arreglar un par desandalias.
Aquel hombre, de piernas cortas y torcidas, tenía enorme cabeza, hombrosenormes y debía de estar dotado de hercúlea fuerza. Era un antiguo condenado agaleras, aquien sehabíaperdonado,con lacondicióndedesempeñarenelTempleciertasfuncionesdecarácterparticular.
Ruggieri le mostró uno de sus papeles. El hombre dijo que obedecería. Yentonces el astrólogo le dio algunas órdenes en voz baja, a lo cual su interlocutorcontestó:
—Voyallá.—No—dijoelastrólogo—.Ahorano.—¿Cuándo,pues?—Estanoche.Nopodrévenirhastalastresymediayyomismoquierorecogerla
cosa.—¿Alastresymedia?Bueno.Entoncesempezaréadarvueltasalamanivelaa
lastres.Ruggieriasintióconunmovimientodecabezaysalió,peroenelmomentoenque
ibaafranquearlapuertadelTemple,sedetuvodepronto,murmurando.Esprecisoqueloveayqueleaensumano.
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XXXII-Lamecanica
DESPUÉSDELAREPENTINAyafortunadaintervencióndeMaríaTouchetenlacámarade tortura, los dos Pardaillán fueron reintegrados a su calabozo. A la sazón laesperanzallenabasuscorazones,sibienaquellosdoshombresdetempleexcepcionalevitaron demostrarse mutuamente la alegría que sentían. Tan sólo el aventureroexclamócuando,denuevo,sevieronencerrados:
—Hedeconvenir,caballero,aunquesóloseaporunavez,enquenohicistemalensalvaratanagradecidamujer.¡PorBarrabás!¿Seráposiblequeporfinhayavistounamujerconbuenossentimientos?
—Podéisañadirunhombre—observóelcaballero.—¿Quién?¿Montmorency,quenosdejamorirenestesepulcro,cuandodebiera
haberincendiadoParísparalibertarnos?—Entalcaso,habríamosmuertoachicharradostambién—exclamóburlonamente
el caballero—. Pero no quería hablar de él, sino de Ramus. ¿No recordáis que eldignosabionossacódeunmalpasoenlacalledeMontmartre?
—¡Es verdad, pardiez! ¿A ver si, al fin, tendré que reconciliarme con lahumanidad?
Los dos intrépidos aventureros bromeaban y hablaban alegremente una horadespués de haber escapado a lamuerte. Poco a poco su conversación versó sobreaquellahermosayvalientemujerqueselesaparecieraenlacámaradetorturacomoángel de salvación y acabaron diciéndose que su situación había mejoradonotablementeyque,sinduda,MaríaTouchetlosharíaponerenlibertad.
Asípasóeldía,yya lanochehabía invadidosucalabozocuandoenelexterioreraaúndedía,ydeprontoseabriólapuerta.
Debemosconfesarquesuscorazoneslatieronconviolencia.¿Acasoaquelloeralalibertad?
Era Ruggieri. Entró solo, linterna en mano, mientras los arcabuceros que lohabíanacompañadosealineabanenelcorredor,dispuestosahacerfuegoalamenortentativadeevasión.
Ruggierilevantólalinternaparaexaminaralosprisionerosysedirigióenlínearectahaciaelcaballero.
—¿Mereconocéis?—preguntó.—«¿Quién será este pájaro de mal agüero?» —pensó el viejo Pardaillán al
observarsuaparición.El caballero examinó unmomento al astrólogo,mientras su semblante tomaba
aquellaexpresióninsolenteyburlonaqueleerapeculiar.—Os reconozco—dijo—, aunque estáismuy cambiado. Fuisteis a verme ami
alojamiento,quesesintiómuyhonradoconvuestravisita.Vossoisquienmedirigiópreguntas extrañas, tales como en qué año nací y sí era libre. Vos sois el queme
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disteisaquelhermosotalegoqueconteníadoscientosescudosdeseislibrasparisíes.VossoiselquemeabristeislapuertadelacasadelPuentedeMadera,alaquemehabíaiscitado.
»Padremío—añadiódirigiéndosealaventurero—,saludadaestehombre.Esunodelosmásodiososbribonesconquesepuedatopar.Saludadaésteadmirabletipodetraidorydefelón.¿Sabéisporquémediodoscientosducadosque,entreparéntesis,mebebíhastaelúltimodinero?¿SabéisporquémellevóantelailustreygenerosaCatalinadetodoslosdiablos?PararogarmequeasesinaraamiamigoyhuéspedelcondedeMarillac.
El astrólogo oyó estas palabras enfurecido. Por primera vez, desde que seapoderaradelcadáverdesuhijo,unsentimientohumanohizovibrarlasfibrasdesualma, turbada por la tenebrosa y devorante rebusca de lo imposible. Sus ojos sehincharoncomosifueraallorar,pero,soltando,porelcontrario,unacarcajadaagudayestridente,exclamó:
—¡Yo, yo! ¿Matar a Diosdado? ¡Loco, loco! ¡Oh! ¡Así Diosdado no estuvieramuertoyyonohubierapodidoencerrarsucuerpoastralenelcírculomágico!…
Y no pudo terminar porque, el caballero cogiéndole por un brazo, lo sacudióviolentamente.
—¿Decís—exclamó—queelcondehamuerto?—¡Muerto! —exclamó Ruggieri animado por cierta expresión de locura—.
¡Muerto!Felizmentetengoenmipoderlosdoscuerpos,elmaterialyelastral,yporestohevenido,joven.Mostradmevuestramano,osloruego.
Elcaballerohabíacruzadolosbrazosyteníalacabezainclinada.—¡Tan leal!—murmuraba—. ¡Tan valiente, tan joven y tan bueno! ¡Oh, pobre
amigomío!¡Sehancumplidotuspresentimientos!¡Muerto!Sindudate,hanmatadoporaquellamujer.Padremío,tenéisrazón,elmundoestállenodelobos.
—¡Pardiez! —exclamó el aventurero, que, lleno de curiosidad, daba vueltasalrededor de Ruggieri—. ¡Cuándo te lo digo, caballero! Hay muchos lobos, esverdad,ytambiénmuchosbúhos,precisamentecomoestecaballero.¡Marchaos!
—Caballero—dijoRuggieritímidamente—,¿queréismostrarmevuestramano?Dijoestaspalabrascontristezatal,queelcaballerodesplególosbrazosydijo:—Quienquieraqueseáis,creoquehabéislloradoamiamigo.Heaquímimano.YRuggierilatomóconavidez,mientrasqueelaventureroseencogíadehombros
ymurmuraba:«Siempreseráelmismo.Nuncasecorregirá.Loqueesyolehubieradadounpar
de patadas en la boca del estómago. ¿Para qué querrá la mano? ¿Para decir labuenaventura?».
Enefecto,Ruggierihabíacogido lamanodelcaballero,yproyectandosobre lapalma la luzde la linterna, laestudiabacuidadosamente.Deprontodioungritodeferozalegría.
—¡Heaquí laprueba!—gritó—.Heaquí la líneadevidaquevaaperderseen
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unalíneaquehehalladoenlamanodeDiosdado.¡Mirad,fijaos!…Y sin duda habría revelado su monstruoso proyecto de reencarnación, pero el
viejoPardaillán,irritado,locogióporelcuello,ydeunempujónlomandórodandoalapuertadelcalabozo.
RuggieriselevantólentamenteydirigióaPardaillánunamiradatanextraña,queéste se estremeció; luego, abriendo la puerta, desapareció haciendo un gestoincomprensible,talvezunconjuro.
—¿Hasvistoesamirada?—preguntóelaventurero—.¡Vayaunalechuza!Elcaballero,violentamenteemocionadoporlanuevaqueacababadesaber,ibay
venía por el calabozo con creciente cólera. Su padre nunca lo había visto en igualestado,ysindudasuirritaciónibaaestallardealgúnmodo,cuandoseabriólapuertade nuevo y aparecieron losmismos arcabuceros que habían conducido aRuggieri.Entonceselsargentoquelosmandabadijosencillamente:
—Señores,servíosseguirme.Elaventurerosintiógranalegría,porqueenaquel incidenteveía la intervención
deMaría Touchet. Si no los ponían inmediatamente en libertad, por lomenos losllevarían a un calabozo de mejores condiciones y se verían tratados, por fin, conciertasconsideraciones.Cogióelbrazodelcaballeroyledijo:
—Ven.Encuantosalgamos,yapensaremosenvengaratuamigo.—Sí—contestóelcaballero—.Porsuerte,sédedóndehabrávenidoelgolpe.Ysepusieronenmarcharodeadosdelosarcabuceros.—Caballero—dijoelviejoPardaillánalsargento—.¿Nosconducísacasoaotra
celda?—Sí,señor.—Perfectamente.Elsargentolomiróconexpresióndeasombro.Llegaronalextremodelcorredory
empezaron a bajar por una escalera de caracol, semejante a la que habían bajadoaquellamañana,sibiennoeralamisma.
—¡Caramba!—exclamóelaventurero—.Parécemequehubiéramosdebidosubir.El sargento sonrió. Pardaillán creyó que subirían luego otra escalera, porque
¡habíataleslaberintosenaquellaprisión!Contra lo que se figuraba, cada vez bajabanmás. El aire era yamefítico y las
paredesestabanllenasdehumedad.Devezencuando,advertíansefangosidadesenelsuelo. En otros lugares, las losas estaban cubiertas deminúsculos cristales. Era elsalitre.
Llegaronasíauncorredorcuyolargoseríaunosveintepasos.—¡Diablo!—exclamóPardaillánpadre.Perosetranquilizóenseguidaviendoalextremodelcorredorunaescalerillaque
subía,ycomonohabíaotrocaminoqueaquél,sedijoqueibanaascenderporellaalcaminoquelosconduciríaalairelibre.
Asífue.LosdosPardaillánsubieronporaquellaescalerillaquegirabaalrededor
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de símisma y, lo que fuemejor, los arcabuceros hicieron alto en el corredor. Losprisioneros fueron invitadosa tomar ladelantera,cosaquehicieronseguidosporelsargentoylossoldados.
ElviejoPardaillánque,llenodeesperanza,ibaalacabezadetodos,contóochoescalones.Alnovenoterminabalaescaleraqueconducíaaunaespeciedepuertabajayestrecha.Laatravesómaquinalmenteyelcaballerolosiguió:enelmismoinstanteoyeronasuespaldaunruidosonoroymetálicocomoeldeunapuertadehierroquesecierra.
Halláronse entonces en un recinto en el que la oscuridad y el silencio eranabsolutos.
—¿Estásahí?—preguntóelviejoPardaillánllenodeangustia.—Sí—contestóelcaballero.Y no se dijeron nadamás, sintiéndose sobrecogidos de ese asombro que es el
primer indicio de terror. Efectivamente, sus voces resonaban de extraño mododespertandosonorosecos.
Los dos hombres habían tendido instintivamente sus manos hacia adelante, yencontrándose,selasestrecharonmutuamentedando,almismotiempo,unpasoparaacercarseunoaotro.Deprontosedetuvieronylamismasensacióndeasombrolosinmovilizó.Pero,alasazón,elasombroseconvirtióenterrorporquealquererandar,observaronqueelsuelonoerahorizontal,sinobastanteinclinado.
El viejo Pardaillán se inclinó al suelo y lo tocó. La superficie era dura yligeramenterugosa.
—¡Hierro!—exclamólevantándose.Entonces los dos hombres retrocedieron remontando la pendiente de aquel
pavimento de hierro. A los tres pasos fueron detenidos por el muro y, al tocarlo,observaronqueeratambiéndehierro.
Estaban en una habitación de ese metal. Contra el muro sus pies sentían lahorizontalidad,pueseldecliveempezabaamediopasodelapared.
—Notemuevasdeahí—dijoelviejoPardaillán—.Noséenquétrampahemoscaído,perodebedeserespantosa.Apesardetodo,quierodarmecuentaexacta.
Entoncesempezóaandarsiguiendoelmurocontandolospasosenvozaltaafindepermanecerencomunicaciónconelcaballero.Ibaalrededordelaextrañaestanciasiguiendoelsenderoquebordeabaalpiedelapared,yunavezhubodadolavueltaalajaula,alreunirseconsuhijo,habíacontadoveinticuatropasos;ochoporcadaladoenelsentidodelaanchuraycuatrodelargo.
La jaula era, pues, de proporciones bastante grandes. El aventurero no habíaencontrado ni banco ni silla de ninguna clase, así como tampoco ninguno de losutensilios que, habitualmente, hay en un calabozo. Por todas partes las paredesestaban unidas y tenían lamisma superficie ligeramente rugosa del hierro oxidadoporlahumedad.
Entonces recordaron las espantosas mazmorras de que, a veces, habían oído
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hablar. Creyeron, por consiguiente, que se les había encerrado allí, para hacerlosmorirdehambreysed.
Losdosseestremecierondeespanto,peromuyprontocadaunodeellospensóque no debía con su flaqueza aumentar los sufrimientos del otro y se cogieron lasmanos.
—Me parece—exclamó Pardaillán padre— que ha llegado el final de nuestracarrera.
—¡Quiénsabe!—dijoelcaballeroconfrialdad.—¡Oh! No tengo el menor inconveniente en seguir viviendo, ¡pardiez!, pero
quisierasaberporquénohaynadaenestajauladehierroytambiénlarazóndequeelsueloestéinclinadoportodoslosladosyendirecciónalcentro.
—Talvezsehabráhundidoporsupropiopeso.—Talvezsí.Esperemos.—Esperemos, señor. En resumidas cuentas, ¿qué podemos temer? Morir de
hambre. Convengo en que es un suplicio bastante desagradable, pero podemossubstraernosaélencuantoestemosconvencidosdequedebemosmorir.
—Substraemos,¿ycómo?—Matándonos—dijosencillamenteelcaballero.—Claro,pero¿dequémanera?Notenemosdaganiespadaynocreoquequieras
matartearrojándotedecabezacontralapared.—No seríamos los primeros en hacerlo —dijo el caballero—, pero, en fin,
tenemosunmediomejor.—¿Cuál?—Misespuelas,queno tienenestrellayquepodríanpasarporpuñalesbastante
presentables.—¡PorBarrabás!Hastenidounabuenaidea,caballero.InmediatamentePardaillánquitóse lasespuelas,queconsistíansencillamenteen
unabarritadeacerobastantelargaypuntiaguda.Diounaalaventureroyseguardólaotraparasí.
Cada uno de ellos empuñó aquella arma extraordinaria y a partir de entoncesguardaronsilencio.Adosadosalamuralladehierroestabanconlosojosabiertosyeloído atento, tratando de ver u oír algo, pero nada vino a impresionar sus sentidos.¿Qué espacio de tiempo transcurrió así?No hubieran podido decirlo.De pronto elviejoPardaillánmurmuró:
—¿Hasoído?—SI.Nonosmovamos.Callémonos.Unligeroruidocomoeldeunamáquinaqueseponeenmarcha,acababadeherir
susoídos.Aquelruidoprocedíadeltechoy,enaquelmismoinstante,unaluzpálidainvadió la estancia o,mejor dicho, la jaula dehierro.Luego aquella luz se reforzócomo si se hubiera encendido otra luzmisteriosa y fue aumentando en intensidadhasta el punto de alumbrar perfectamente todos los detalles de la espantosa
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mazmorra,porque losdesgraciados figurábanse todavíaque suencierronoeraotracosaqueunamazmorra.
Primero, los dos Pardaillán no se vieronmás que a sí mismos con los rostrosllenosdeterrorantelodesconocido.
—Vanaatacarnos—exclamóelviejo.—Asímelofiguro—prosiguióeljoven—.Mantengámonosfirmes.—Así no nos van amatar por hambre, porque, de lo contrario, estas luces no
tendríanrazóndeser.—Vamosabatimos.—¡Vivalalucha!Porquelaluchaesvida.Ylosdosrespiraronprofundamente.Noobstante,elataquenollegaba.Conmiradarápidalosdospresosexaminaron
su encierro y aquel asombro que antes señalamos convirtióse en terror al observaralgunasparticularidadesdelajaula.
Porinstintohabíanbuscadolapuerta,elagujeroporelcualentraran,ynolesfueposiblehallarlo;aquellapuertasecerrabasindudaherméticamente,puesenelmurono pudieron descubrir ninguna línea o solución de continuidad. Por todas partesveíaseelmurodehierrounidoyningúnutensilioniobjetocualquiera.
Examinaron entonces aquel pavimento extraño que les pareciera inclinado yvieron que no se habían engañado. Alrededor de los muros corría un espaciohorizontalamodode reborde,dedospiesdeancho,yapartirdelángulodeaquelsendero, empezabaeldeclivebastantepronunciado.El sueloestabaasídivididoencuatroplafones,cadaunodeloscualesdescendíahaciaelcentro,loqueformabaunapirámidetruncadaeinvertidaperfectamenteregular,ydecimostruncada,porqueloscuatroplafones,envezdeconvergeraunapuntacentral,estabancortadosformandoalextremodeaquellacubetacuadrangularunrectánguloperfecto.Aquelrectángulonoeraniunaplacadehierro,niunalosa,ninada.Eraelvacío.
Nohabíanada.Aquelrectánguloeraunagujero,algocomoelorificiosuperiordeuna chimenea. Si en la noche se hubieran dejado deslizar por una de las cuatropendientes,habríanllegadoycaídoenél.
¿Quéabismosería?¿Quéeraaquelpozo?Quisieronsaberloatodacostayapoyándoseunoenotroparanoresbalarporla
lisapendiente,llegaronhastaelbordedelagujero.EntoncesseestremecieronlívidosdeespantoyelviejoPardaillánexclamó:—Tengomiedo,¿ytú?—Alejémonosdijoelcaballerosincontestaralaterriblepregunta.Yregresaronalrebordehorizontal.¿Quécosaterriblehabíanvisto?¿Eraacasounpozosinfondo?No,unacosamuchomássencilla,peroprecisamenteporeso,horrorosa.Aquelagujeronoeramásqueunafosadehierro,cuyofondoeradelmismometal
yaparecíaacincopiesdelaboca.
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Sí, era una fosa, pero con extrañas particularidades. De un extremo a otro delfondo corría un canalito, el cual iba a salir por un orificio lateral que no se sabíaadondepodíaconducir.
¿Paraquéserviríanlafosayelcanalito?¿Paraqué,también,lascuatropendientesrápidas?
Los dos Pardaillán,mudos y adosados contra la pared,miraban la fosa que sehallaba en el centro de la jaula. Hubieran sido capaces de luchar contra lamismamuerte, pero el desconocido terror que les producía la extraña cárcel en que sehallaban,losteníaparalizadosdehorror.
Hemos dicho que la jaula estaba alumbrada gracias a cuatro lámparas que sehallaban en unas depresiones de la muralla al nivel del borde horizontal. Laslámparas estaban protegidas por tela metálica, y, sin duda alguna, alrededor de lajauladehierrohabíauncorredor,puesdeotromodo,nohubieranpodidoencenderselaslucesqueestabandispuestasdemodoquepudieraniluminaralmismotiempoelsueloyeltecho,elcualeratambiéndehierro.
LosPardaillánlevantaronhaciaélsusojosyloexaminaron.Yentoncessintieronmayorasombro,pornodecirmayorterror.
Aqueltechoennadaseparecíaauntechocorriente.Estabadispuestotambiénenformadepirámidetruncadaycadaunodesusplafonescorrespondíaexactamentealos de la pirámide inferior, de modo que si hubiera caído aquel techo, habríaseadaptado perfectamente al suelo, el cual era vaciado en tanto que el techo era enrelieve.
En el centro de aquel techo, y precisamente encima de la fosa, sobresalía unamasadehierroperfectamenterectangularydeunlargodecincopies,demodoquesiguiendolahipótesisdequeeltechosecayera,dichamasadehierrohabríaencajadoexactamenteenlafosa.
Todo ello formaba un conjunto aterrador, dejando presagiar a los pobresprisionerosmonstruosorefinamientodeangustias.
ElcaballerodePardaillánloinspeccionótodoyconfrontandoloqueveíaconelrecuerdo de cosas que se contaban en voz baja, aunque sin creer mucho en ellas,comprendióendóndesehallaba-Ymoviendoapenasloslabiosexclamó:
—¡LaMecánica!—¿Yqué,esesto?—preguntósupadre,quenosabíadeloquesetrataba.El caballero no tuvo tiempode contestar, pues el ligero ruidoqueoyeranpoco
antesdeencenderselaslámparas,sereprodujoenelsilencioabsoluto.Casialmismotiempooyeronaunladodelajauladehierroyenelexteriorun
rechinamiento de ruedamal engrasada que se pone enmovimiento.En seguida unruidosordo,comparablealqueproducenalbajarselaspuertasdehierroonduladodenuestrosalmacenesmodernos,leshizolevantarlosojosaltecho.
Entoncessuscabellosseerizaronalobservarqueeltechoempezabaadescender.Bajabatododeunavezconmovimientolento,perocontinuo.
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Pronto ibana sentir sobre suscabezas lamasademetal formidable,yalocadostratarían de conseguir un minuto más de vida. ¿Cómo podrían conseguirlo?Descendiendo al foso. Pero entonces encajaría la masa rectangular, y seríanaplastadosporlaespantosapresión.
Elcanalitoserviríapararecogersusangreextravasadahastalaúltimagota.Elruidodelamáquinacontinuabayeltechoibadescendiendo.MuyprontosehallóaunpiededistanciadelacabezadelviejoPardaillán,que
era algo más alto que su hijo. Paulatinamente fue bajando hasta hallarse a unapulgada, luegoauna línea,y,porfin, le tocó loscabellosyelcráneo,obligandoalaventureroabajarlacabeza.Eranecesariodescender,descendercadavezmás.
Con los ojos extraviados, las venas de sus sienes hinchadas con peligro dereventar,elviejoafirmósuspiesenelrebordedehierroeirguiéndose;contitánicoesfuerzo, intentó lo imposible, lo absurdo, y quiso, con sus hombros, detener eldescensodeltechodehierro.
Yloimposibleserealizó,pueseltechosedetuvo.Pero sóloduró algunos segundos; el viejo, derrengadopor el esfuerzo, cayóde
rodillasyeltechocontinuóbajandoaloshombrosdelcaballero,ésteseapuntalóasuvezydetuvotambiénporalgunosmomentoselcaminodelamasadehierro.
Mientrasladetenía,dijoasupadreconvozahogadaporelesfuerzo:—Padre, tenemos las espuelas y cuando caiga a vuestro lado, habrá llegado la
ocasión.Unsegundodespuéslafuerzairresistibleloencorvóylohizocaeralladodesu
padre.Había llegado el instante supremo y los dos a la vez levantaron sus manos
armadasparaherirse.
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XXXIII-Dosrostrosasomadosalastinieblas
HACIALASDOSDELAMADRUGADA,RuggierisaliódelnuevopalaciodelareinaycontranquilopasotomóelcaminodelaiglesiadeSaint-Germain-L’Auxerrois,adondenotardóen llegar.Dirigiósea lapuertecitapor laquehabíanentradoel lunesanteriorMarillac y Alicia de Lux y ante ella halló un hombre que lo esperaba. Era elcampaneroque,entregandoaRuggierilallavedelcampanario,ledijo:
—¿Noqueréisqueosayude?Ruggierimoviónegativamentelacabeza.—Esquela«Guisarda»espesadademover.Amímismomecuestamucho.—¿La«Guisarda»?—preguntóRuggieri.—Sí, o, lo que es igual, la partidaria deGuisa.Es el nombrequehe dado a la
campanamayor.—Bueno,retírate,ysilencio.Elhombrehizoungestodeindiferenciaysemarchó.Ruggierientróenlaiglesia,
cerrólapuertayempezóasubirlaescaleradelcampanario.Llegóasíaunaespeciedeestanciaabiertaportodoslados,cuyotechoestaballenodeagujerosporlosquedescendíanlascuerdasdelascampanas.Unadeestascuerdaseraunverdaderocable.Correspondía a la campana mayor, que raras veces tocaba. Cuando se hacía, elcampanero, a pesar de ser vigoroso, se veía obligado a pedir ayuda, pues de locontrario,éraleimposiblebalancearla.
Ruggiericogióelcableylosacudiólevantandolacabeza.Unadocenadebúhosespantadosempezaronarevoloteardeunsitioaotro.
—¿Quiénes sois?—exclamó el astrólogo dirigiéndoles la palabra—. ¿Sois lasalmasdelosreyescuyasestatuashevistoenlospórticosdelaiglesia?¿Porquévenísdel fondode lasregiones tenebrosas?¿Venísaayudarme?Sí;esnecesarioqueestanocheelaireesté llenodeespíritusyque innumerablemultituddecuerposastraleshaganimposiblelafugadeldemihijo.
Apoyóse en elmuro de piedra y dirigió unamirada a los tejados de las viejascasasquehabíancrecidoalrededordelaiglesia.FrenteaélelevábaselapesadamasadelLouvre,mudoysombrío.Todoestabasilenciosoyrodeadodetinieblas.
Noobstante,elastrólogoparecíaveryoírcosasmisteriosas.Glacialsudorcorríaporsusemblante,ysusojos,desmesuradamenteabiertos,despedíanllamas.
—Hallegadolahora—dijoconvoztemblorosa—.Hallegadolahoraenquevoya congregar los espíritus diseminados. Voy a doblar a muerto por el conde deMarillac.
Dirigióseentonceshacialacuerdagruesayexclamó:—Dobla, bronce enorme. Dobla a muerto. Dobla millares de muertos y la
reencarnacióndelhijodelareina.Profiriendoestasinsensataspalabras,secolgódelacuerdadelacampana,lacual
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empezó a balancearse cada vez con más fuerza, hasta que, por último, el badajogolpeó el bronce y la primera campanada vibró en el silencio de la noche comoprolongadomugido.
*****
En la fachada del Louvre que miraba a Saint-Germain-L’Auxerrois, habíaseabiertounbalcón,eldeunavastasalasumidaenlaoscuridad.Cercadelbalcóndossombras algo inclinadas hacia delante, sin atreverse a mostrarse, esperabanangustiosamente.
EranCatalinadeMédicis,vestidadenegro,ysuamadohijo,Enrique,duquedeAnjou.
Habíanse cogido de la mano y los dos estaban pálidos. El duque de Anjoutemblabaylosojosdeambosestabanfijosenlaiglesia.
Esaespeciedesobreexcitaciónnerviosaqueseexperimentacuandoseesperalaexplosión,unavezlosmineroshanencendidolamecha,dejábalesapenaslafacultadderespirar.
Deprontoanteellos,lavozgrave,profundaymugientedelbroncediolaprimeracampanada.
ElduquedeAnjousedesprendiódeprontodesumadreyretrocedióhastaque,encontrandoasuespaldaunsillón,sedejócaerenéltapándoselosoídosycerrandolosojos.
Catalina,comoatraídaporinvenciblefuerza,salióalbalcónyseinclinósobrelabarandillamientraslacampanadeSaint-Germain-L’Auxerroisresonabasonoramente,conprecipitadascampanadas.
CercadeSaint-Germain,otracampanaempezóadoblaryluego,alolejos,todaslascampanasdeParísllenaronelairedelaciudadconsusvibraciones.
Porlascalles,numerosassombrascorrían,tropezabanyvociferaban;brillabanlosfulgores de los aceros alumbrados por centenares ymillares de antorchas, hasta elpuntodesemejarunincendio.
EnelLouvreresonóentoncesunpistoletazoqueenbrevefueseguidoporotrosengrannúmeroydepronto se hubiera dichoquedisparabanun castillo de fuegosartificiales, si los gemidos que los acompañaban no hubieran dado a entender suverdaderanaturaleza.
Lagrancarniceríahugonote,lagranhecatombehumana,habíaempezado.
*****
Al primer toque de rebato estallaron rumores en todos los puntos de París, ymasasdesombrasalumbradasporantorchassepusieronenmovimiento.
ElduquedeGuisagritóaloírlo:
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—¡Porfin!Yportodaspartes,entodaslasiglesiaslossacerdotes,losmonjesylosobispos,
y,enunapalabra,todoslosqueibanasalvarlaIglesiaCatólica,exclamaron:—¡Porfin!Ytodosempezaronamoverse.Guisahizounaseñalyalfrentedesuscaballerosseprecipitóhaciaelpalaciode
Coligny.Crucé, Pezou, Kervier, Tavannes, Aumale, Montpensier, Nevers y todos los
asesinosselanzaronalataquedesdetodoslospuntosdeParís.Damville, con un rugido de alegría y de odio profundos, levantó su espada
gritando:—¡AcasadeMontmorency!¡Sus,sus!Laresesnuestra.
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XXXIV-Elreyríe
CARLOS IX SE HALLABA en su dormitorio y no se había desnudado, pero estabasentadoenungransillónendondeparecíamáspequeñoypálidoquenunca.Susdoslebrelesfavoritos,«Nysus»y«Euryalus»,estabanechadosasuspiesydormíanconsueñoinquieto,levantandolacabezayenderezandosusorejas,paradormirseluegoalverasuamoinmóvilyconlosojoscerrados.CarlosIXnodormía.Esperaba.
Alprimertoquederebato,seestremecióyabriólosojosconciertoterror,peronosemovió.LacampanadeSaint-Germain-L’Auxerroisempezóentoncesadoblaryamugir, y como una fiera enjaulada saltaba de una a otra parte. Las sonorascampanadas parecían saltar por el aire tan pronto graves y solemnes comoprecipitadasysalvajes.
«Nysus» y «Euryalus» se pusieron en pie y dieron un gruñido demiedo y decólera.CarlosIXlosllamóyentoncessaltaronsobreelsillóncadaunoporunlado.Elrey cogió sus cabezas finas y sedosas, las oprimió contra su pecho para sentir elcontactodealgovivoyamigo.
Todas las campanas de París empezaron a contestar al toque de rebato deRuggieri, cosa que ocasionaba un ruido enorme y como si en los aires se libraraterrible batalla. Todas aquellas lenguas de bronce se llamaban, se contestaban, seexcitabanyseinjuriaban.Lasunasconvozcascadayrabiosa,otrasconvozpotenteycolérica,perotodassonabanconelmismobríoytodasparecíanamenazardemuertealaciudad.
Elrey,inmóvilensusillón,conlosojosdesmesuradamenteabiertosyelrostrodecolordeceniza,creyóquelascampanasibanacallarsemuypronto,peronofueasí.Continuabandoblandofuriosamentedeorienteaoccidenteydenorteasur.
Elreyselevantólentamenteysepusoenpie.Corrióahundirlacabezabajolasalmohadasdesucama,peroelcampaneoeramásfuerte,puessusvibracioneshacíanretemblarlosventanales,lasparedesylosmuebles.Viendoquenoconseguíalibrarsedeellas,quisodesafiarlas; sucrispadabocadejóescapar sordasmaldiciones; luegogritómásfuertey,porfin,empezóavociferarcoreadoporlosperros.Elreygritaba:
—¡Malditas! ¿Os callaréis? ¡Basta, basta, campanas del diablo!Quiero que lashagan callar. ¡Oh, qué campanas! ¡No quiero oírlas! ¿En dónde me ocultaré?¿Adóndehuir?
Perono,lascampanasnosecallaron.DurantecuatrodíasconsusnochesdebíancontinuarsindescansoyparecíaleaCarlosquenoeransolamente lascampanasdeParíslasquesonaban,sinotodaslasdeFrancia.
Carlos corrió a la ventana, arrancó la cortinilla, abrió un batiente y retrocedióasustado.
Eldíahabíallegadoya,peroapesardeellolasantorchascontinuabancorriendodeunaaotraparteenpersecucióndegentesquehuíanprofiriendogritosde terror.
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Carlos,arañándoseelpechoconunamano,exclamó:—¡Pobredemí!¿Quéhehecho?Estosehaceporordenmía.¡Oh,noquieroverlo
nioírlo!¿Adóndehuiré?Abrió la puerta de su habitación y sin hacer ruido, se deslizó a lo largo de un
corredoryentróenunagaleríaendondesuscabellosseerizaronalcontemplarvarioscadáveresque,endiversasposiciones,yacíanenelsuelo.Enunángulodelagalería,un joven se defendía contra una docena de católicos, pero de pronto cayó. EraClermontdePiles.Enelcentrodelagaleríadosmujeresarrodilladaslevantaronlasmanosal cieloycayeronconel cuello abiertopor sieteuochopuñaladas.Allí losgritosdeloshombresresonabanmásferocesaúnqueeltañidodelascampanas,yacada puñalada seguía un innoble insulto. Carlos IX creyó ver abrirse el cielo yretrocedióbalbuciendo:
—Soy yo, yo, el quemato a esasmujeres.Yo, el que asesino a esos hombres.¡Oh!¿Quiéneselqueenmi interiorpideperdón?¿Dóndehuiréparanovernioírnada?
Alejósedelagaleríayquisodescenderunaescalera,peroallíenlamesetahallóunmontóndequince cadáveres con lospuños crispadosy losojos convulsos.Allítambiénseoíanarcabuzazos,pistoletazoseinsultossoeces.
Todoelcorredorestaballenodecadáveres.Atravésdelhumoespeso,Carlostuvolavisióndeunaquincenadeasesinoscubiertosde sangrequecorríanvociferando:«¡Alto! ¡Sus, sus!».Elhombreperseguido tropezó, cayó,yun instantedespués, sucuerpo estuvo cubierto de sangre. Desaparecieron aquellos demonios hacia elextremo del corredor en donde los hugonotes, casi desnudos, trataban de huir. Labanda desapareció y el corredor quedó libre. Carlos avanzó y al hallarse junto alcadáverdelhombreaquienacababandeasesinar,vioqueeraelbaróndePont,quelavísperalehabíaganadounapartidaaljuegodepelota.Carloshizounesfuerzoysaltócomosiquisieraatravesarunanchofoso,yasípasóporencimadelcadáver,perosequedópetrificado,porquesuspiesfueronaposarsesobreuncharcodesangre.
¿Adóndehuir?Echóacorrer saltandoporencimade loscadáveresdehombresapenasvestidosylosdelasmujerescompletamentedesnudos;cadáverestorcidosconbocas convulsas por la última maldición, ojos terribles o suplicantes y tambiénextraordinariamenteasombrados.
¿Adónde huir?Tropezaba con bandas que pasaban corriendo. Por unmomentoentreveíaunhombreperseguidoquesaltaba;luegoseoíaungolpeyunsordoruidocomodeanimalalquedegüellan.
ElLouvreenteronoeramásquehumo,sangre,aullidos,quejasydetonaciones.El rey golpeóse el cráneo. Reconocía todos aquellos cadáveres y al pasar los
nombraba.Alasazónpisabayasinreparoloscharcosdesangre.Cogióselacabezaentrelasmanosycorría,subíaybajabaempujadoavecesporgentesdesbocadasquenosecuidabandesaludarlo,ocupadasenmataryasesinar.
Hallóunaventanayabrióelbatiente.Sindudaelhorrorcentuplicabasusfuerzas,
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porqueelcristalcayórotoalpatio.LaventanaestabaenelprimerpisoyCarlos,pararespirar,seasomó.
—¡Perdón!—gritaronalgunasvoces.—¡Señor,señor!¡Éramosvuestroshuéspedes!—¡Fuimosvuestrosamigos!—¡Señor,hemoscomidoyreídojuntos!—¡Señor,perdón!Habíaallíunaveintenadecaballeroshugonotesque tendíansusbrazoshaciael
rey.Sinarmasyapenasvestidos,habíansidoacorraladosenunrincóndelpatio.Cienfieras con rostro humano los rodeaban apuntando los arcabuces. Carlos, asomado,oyótodavía:
—¡Señor,señor!Entoncesestallóenloslabiosdelmonarcaaquellacarcajadaterriblequedabafrío
alosquelaoían.Conlacabezahaciaatrásylasmanoscrispadasenelantepechodelaventana,reíasinpoderloevitar.Instantáneamenteunaespantosadescargadominólarisadelrey.Ydelospobreshugonotessóloquedaronveintecadáveresacribilladosa balazos con los ojos vueltos hacia el rey y los brazos también levantados endirecciónaél.
CarlosIXcontinuósufuga.Atravesócorriendounaladelpalacio,cogiéndoselacabezaconlasmanosyagitado,asupesar,porlarisaquecontinuabasaliendodesuslabios.
Hallóunapuertaabierta,laatravesóyfueacaerenunsillón.Observóquesehallabaensugabineteparticular.Aquélenquehabíaamontonado
armas e instrumentos de caza, trompas, hierros labrados y una colección dearcabuces,entreloscualesestabaelquerecientementeleregalaraCrucéyqueeraelmásperfeccionadoqueentoncesseconocía.
Aquel arcabuz estaba en un rincón rodeado por diez o docemás, pues el rey,comoyahemosdicho,seinteresaba,engeneral,portodaslasobrasdemecánicay,enparticular,enloqueserelacionabaconlaarmería.
Aquel gabinete, que ya hemos descrito en otra ocasión, se hallaba en la plantabaja del Louvre. Ya se recordará, sin duda, que el caballero Pardaillán había sidollevadoallíporelmariscaldeMontmorencyydequémanerasaliópor laventana,franqueandoelfoso,quesehallabaprecisamentedebajo.
Más allá se elevaban algunos chopos en el ribazo del río y, por fin,inmediatamente,veníalaorilladelSena.
Carlos,alverseensugabinete,sesintiótranquilizadoyrespirósatisfecho.Alolejosoíaseelhorrorosotumultodelamatanza.
Depronto,oyéronsepasosalaotrapartedelapuerta,queseabrióconviolencia,dando paso a dos hombres de mirada extraviada, con los vestidos desgarrados yperseguidospormásdecincuentaasesinos.
Carlos se incorporó al observar que aquellos dos hombres a quienes se quería
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matareranlosdosjefesdeloshugonotes.UnoeraelreydeNavarrayelotroeljovenpríncipedeCondé.—¡Fuego,fuego!—gritóunavoz.InstintivamenteCarlosdiounsaltoyendoacolocarseentrelosperseguidosylos
perseguidores.La jauría sedetuvo en el umbral del gabinetegruñendoyoliendo apólvora.
—¡Atrás!—dijoCarlosIX.—¡Perosisonhugonotes!¿Acasoelreyprotegealosherejes?—¿Quiénseatreveahablarmedeestasuerte?—gritóCarlosIX.Porunmomentoel rey tuvo lamajestadquesiempre le faltaba.Elhombreque
había protestado, se calló ocultándose en las filas, mientras sus compañerosprocurabancubrirloconsuscuerpos.
El rey, después de haber hecho retroceder a los asesinos, cerró la puerta delgabinetetemblandodefuror.
—¿Demodo—dijodandounpuñetazosobrelamesa—quehayenelreinounaautoridadcasitanfuertecomoladelrey?
—Sí,señor—dijoCondé—laautoridadde…—¡Cállate,cállate!—ledijoelBearnésaloído,pálidocomouncadáver.Pero el joven príncipe, que no temblaba, dirigió al rey intrépida mirada, y
cruzándosedebrazos,continuó:—No he venido aquí para implorar perdón. Rey de Navarra, os he traído a
presencia del rey de Francia para que le pidáis cuenta de la sangre de nuestroshermanos.Hablad,señoroporDiosvivoqueloharéyo.
—¡Malacabeza!—exclamóelBearnés,queconsiguiósonreír—.DalasgraciasamiprimoCarlosquenoshasalvado.
Condélevolviólaespalda.Carloslosmirabaconvidriososojos,retorciendoensusmanosunpañueloconel
que, de vez en cuando, se secaba el sudor de la frente. Estaba temblando y aquelataquedelocuraquelohicierahuiratravésdesupalacio,hacíanuevamentepresadeél, pero en distinta forma. El contagio asqueroso del asesinato invadía su débilcerebroysiniestrosresplandoresbrillaronensusojos.
En el Louvre continuaban oyéndose los disparos, los ayes desgarradores eimprecaciones horribles.De la ciudad llegaba un rumor inmenso del doblar de lascampanas,losgritosdelosasesinosylosaullidosdelasvíctimas.
—Señor, señor —gritó Condé retorciéndose las manos—. ¿Acaso no tenéiscorazón? Recordad que nos hicisteis venir y que somos vuestros huéspedes. ¡Oh,escuchad!Eshorrible.
—¡Callaos!—rugióCarlosrechinandolosdientes—.Semataa losquequeríanmatarmeyestoesculpavuestra.¡Traidoresehipócritasquedespreciáislareligióndevuestrospadresyqueréisdestruirlatradiciónfrancesa!Eslamisalaquenossalva.¿Comprendéis?
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—¡Lamisa!—vociferóCondé—.¡Esunacomediainfame!—¿Quédice?—exclamóCarlos—.¿Quédice?¿Ahorablasfema?Espera,espera.YseprecipitóhaciaelarcabuzqueleregalaraCrucé.Estabacargado.—¡Nos has perdido!—murmuró elBearnés apoyándose en unmueble para no
caer.—¡Retráctate!—gritóelreyapuntandoaCondé.YfueradesíapuntabaalternativamenteaCondéyaEnriquedeBearn.—¡Retráctate!—repitió.—¡Eh,pardiez!—exclamóelBearnésexagerandoelacentogascónquelavíspera
hacía reír aCarlos—.No tengoganasdemorir, amigomío, puesme sería forzosorenunciaralacaza.
—¡Quieroquevayas amisa! ¡Esprecisoacabardeunavez! ¡Todoelmundoamisaynohablemosmás!
—¡Amisa!—repitióEnriquedeBearn.—¡Sí,amisa!¡Estoolamuerte!—Vamos, primo, vamos enseguida. ¿Dónde dicen misa ahora? Quiero oírla
enseguida.—¿Ytú?—continuóCarlosvolviéndoserápidohaciaCondé.—Yo,señor,prefierolamuerte.Elreyhizofuego,yEnriquedeBearnprofirióungritodeangustia.PeroatravésdelhumovióseaCondécruzadotranquilamentedebrazos.Lamano
deCarlostemblabadetalmodo,quelabaladelarmapasóadospiesdelacabezadeljoven.
—Señor —gritó el Bearnés—, ¡respondo de él! Dentro de tres días estaráconvertido.
PeroCarlosno looía.Talvez tampoco losveía,pueselespantoso tumultoquereinabaenelLouvreyenParísledabaunaespeciedevértigo.Elreyestabaanimadoporunaccesode locura.Profirióunaespantosa imprecaciónycogiendoelarcabuzporelcañónempezóadarculatazoscontraunaventanapararomperloscristales,quecayeronhechosañicos.
Carlossoltósuarma,asomósealaventanaymiróconavidez.Lahorriblecazadehombres tenía lugar a orillas del Sena como en todo París. Pasó un sacerdoteblandiendounarma,gritando:
—¡Matad,matad!Casi enseguida dos monjes gigantescos, con las sandalias llenas de sangre,
aparecieronpersiguiendoaungrupodemujeres.Unadeellasfuederribadaporungolpedecrucifijo;otracogidadeloscabellos
porelsegundomonje,quelaechóalsuelo.Losdosenergúmenos,seguidosdeunaveintenadecuriosos,desaparecieronpor
laesquina,gritando:—¡VivaJesús!¡Vivalamisa!
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Hombres y niños pasaban saltando, con la agilidad de ciervos. Un arcabuzazoderribaba tan pronto a uno como a otro. Algunos caían de rodillas con lasmanoslevantadas hacia sus verdugos, pero los sacerdotes corrían como endiablados,gritando:
—¡Matad,matad!Ylasturbasobedecíantalesinstigaciones.—¡Matad!—murmurabaCarlos—.Esnecesariomatar.¿Yporqué?¡Ah,sí, los
Guisa…lamisa!…Ylaterriblepalabraresonabamásfuertementeensucabeza.—¡Matad,matad!¡Sangre,sangre!Estaba completamente loco y saltando hacia atrás cogió uno de los arcabuces.
Había una quincena y estaban todos cargados. ¿Quién lo habría hecho?…Y tiró.Luegocogióotroarcabuzylodisparótambiénalazar.Nadaleimportabaelblanco,pues disparaba contra hombres,mujeres y niños; sobre todo el que pasaba ante suventana.
En cuanto hubo descargado todos los arcabuces se inclinó, loco, furioso,espantoso de ver, con la boca llena de espuma, los ojos fuera de las órbitas, loscabelloserizados,gritando:
—¡Matad,matad,matad!Deprontocayóhaciaatrás, se retorcióenel sueloconelpechohinchadoy las
uñas clavadas en la alfombra. Entonces el rey de Navarra y Condé pudieroncontemplarunespectáculotrágicoyhorroroso.
Sobreaquellaalfombra,unhombreagitadopor frenéticossollozosse revolcabagolpeándoselacabeza,clavándoselasuñasenelpecho,másprofiriendoapesardetodo,conroncavoz,ungritorápidosiempreigualyentremezcladoderisotadasmásasustablesquelossollozos.
—¡Matad,matad,matad!AquelsermiserableeraelreydeFrancia.Condé levantó sus dos puños crispados hacia el cielo como para implorar una
maldiciónsuprema.Deprontosaliódelgabineteyechóaandarenlínearecta,alazar,sintratardeevitarloslugaresenqueseoíanlosdisparosdearcabuz.Talvezbuscabala muerte. Por una casualidad llegó a una escalera desierta que subió y enfiló uncorredorenquereinabasilenciorelativo.
El pobre príncipe lloraba amargamente. Hacia la mitad del corredor,comprendiendoque,aimpulsosdelaangustiayelhorror,ibaadesvanecerse,abriólaprimeraventanaqueselepresentópararespirarunpocodeaire.
La ventana en cuestión daba al patio de honor y sin duda lo que entonces vioConde le pareció más horrible todavía y trató de retroceder para substraerse a lahorrible visión, pero las piernas se negaron a obedecerlo y se quedó allí comopetrificadoehipnotizado,conlosojosfijosenloqueveía.
Eraespantosoysobrepasabayaloslímitesdelasconcepcionesdelhorror.
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Enaquelpatiohabíamásdedoscientoscadáveresdiseminadosalazar,unosenmontones y otros aislados en todas las posiciones macabras que puede tomar lamuerte. La mayor parte de aquellos cadáveres estaban semidesnudos, porque losdesgraciados caballeros fueron sorprendidos durante el sueño y no habían tenidotiempodevestirseparahuir.
De aquel patio siniestro, convertido en horrible carnicería, procedían risotadasfrescas, y sonoras proferidas por femeninas bocas. Jóvenesmujeres Iban de uno aotrocadávervestidasconligerostocadosdeestío,dealegrescolores.
Iban riendo, y cuando una de ellas exclamaba: «¡Oh! ¡Mirad que ridículo estáéste!»,todasacudían.
Unadeellas,depronto,diounligerogrito,exclamando:—Hetenidounabuenaidea.Heaquícuál.Conlapuntadesubastón,adornadoconlazos,reventólosojosde
un cadáver. Entonces todas ellas, alegres en extremo, sonrientes, perfumadas yencantadoras, pero también horribles, iban de uno a otro cadáver dando gritos dealegríacuandoacertabanareventarunojodelprimergolpeyrepitiendolaoperaciónhastaconseguirlocuandonodabanenelblancolavezprimera.
Unavezhabíanpasado aquellas horriblesmujeres, los cadáveres quedaban condosagujerosnegrosysanguinolentosenellugarqueantesocuparanlosojos:
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XXXV-EntradadeCathoenlagloria
HACIA LAHORA ENQUE CATALINA esperaba oír la primera campanada del toque derebato,Catho,comoyasehavisto,transitabaporlasoscurascallesdeParís,topandode vez en cuando con algún grupo de gentes que iban marcando puertas. Estabatranquila porque su alma primitiva no podía prever obstáculos ni peligros. Suempresaeramuysencillayalmismotiempoformidable.
CuandohuboLlegadoaciertacallemásoscuraysilenciosaque lasvecinas, sedetuvo en un portal y a media voz empezó a entonar una canción en boga.Inmediatamente prodújose en la callejuela un rumor confuso de voces, prontoahogado,ygrannúmerodesombrassepusieronenmovimientosiguiendoaCatho.
Eranmás de trescientasmujeres, todas aquéllas a quienes citara en su taberna.Mendigas y rameras, jóvenes y viejas, tuertas, cojas, patizambas, asquerosasmendigas de la Corte de los Milagros, o hermosas profesionales del amor quemarchabanenapretadosgruposcomosifueranunrebaño.Cathoibaalfrentecomoextraño general de aquel ejército fantástico. Andaban a buen paso y todas ibanarmadas,unasconviejaspistolas,otrasconespadasenmohecidas,algunasconbarrasde hierro, garrotes, y otras sinmás armas que sus uñas. Iban tranquilamente, puesestaban acostumbradas a transitar por las calles durante la noche, y también a vercómo,devezencuando,ahorcabanaalgunadeellas.Porotraparte,noteníanmuchoapegoasumiserableexistenciaynocreíangrancosaenelpeligro.ComoaCatho,lesparecíaquesuempresaeramuysencilla.
EnvariasocasioneselfantásticorebañoqueseguíaaCathofuedetenidoporlaspatrullas que ibanmarcando las puertas. El jefe de una de ellas quiso interrogar aCathoeinterceptarleelcamino,peroéstaysusguerreraslomiraroncontalairedeamenaza, que el hombre retrocedió. Por otra parte, supuso que tal vez aquellasmujeresteníanunamisiónencargadaenlagrantragedia.
Catho llegó ante el Temple y se detuvo. Su séquito hizo lomismo y oyéronseentonces risas ahogadas y blasfemias amedia voz; la impaciencia dominaba a lasguerreras.Habíaunajovencitadedieciséisañosque,blandiendounarcabuz,decía:
—¡Quélotoquenyselasveránconmigo!Undía,cuandomamáestabaenferma,entróennuestracasaconunabotelladebuenvino,unpolloytresescudos.
—Amímelibertódecaerenmanosdelosguardasdelpreboste—dijounavozronca.
—¡Uncaballerotanguapo!—dijounaramerablandiendolaespada.—¿Queréiscallaros?—exclamóCatho.Y las mujeres, al oírla, obedecieron. Jamás se vio compañía de veteranos tan
disciplinada.Secallaron,pues,perotemblandodeimpaciencia.LasqueconocíanaPardaillánrelatabanenvozbajasushazañas.Lasblasfemias
corríanconstantementedebocaenboca.
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Catho, entonces, arregló su ejército. En la primera fila todas aquéllas quepudieronprocurarseunarmadefuego.Seguíanluegolasqueposeíanarmasblancasy,porfin,quedabandetráslasqueibanarmadasdegarroteylasquenoteníannada.
Encuantoaella,empuñabaensudiestraunsólidopuñal.—¡Atención!—dijo—.Encuantolapuertaestéabierta,seguidme.Reinó entonces profundo silencio. Ante ellas se elevaba el Temple sombrío y
terrible.Depronto,alalejos,unacampanaempezóatocaryluegootra.—¡Elrebato!—dijounamendiga.—¿Quéesesto?—murmuróCatho—.¿Seráparanosotras?—¡Atención!¡Quierenmatamos!—exclamóunaramera.Cathosedirigióhaciaellay,puñalenmano,ledijo:—Sinocierraselpico,midagatemata.Eltumultoeracadavezmayor.LascampanasdeParístocabandesesperadamente.
OíansealolejosarcabuzazosypistoletazosquecausaronciertaalarmaenelejércitodeCatho.Por unmomento el pánico amenazóhacer presa de todas ellas, pero, depronto,aquelprincipiodemiedoseconvirtióenfuror.Alosaullidos,alosgritos,alascampanadasyalassordasdetonaciones,ellascontestaronconinsultos;blandieronlasarmasydurantealgunosminutosreinóallíelmáscompletodesorden.
Deprontoseabrióunapuertabajaycomparecieron«LaRoja»yPaquita.—¡Adelante!—gritóCatho.—¡Adelante!—contestaronlastrescientasvoces.—¡Poraquí!—gritó«LaRoja».Todalacompañíaatravesólapuertaquelasdosramerasacababandeabrir.—Tengolasllaves—exclamóPaquita.—Hemosdeencerraraloshombresdearmas—añadió«LaRoja».—¡Aprisa,aprisa,alcalabozo!—mandóCatho—.¿Dóndeestá?—Poraquí.—¡Adelante!Desembocaronaunpequeñopatioquellenaronconsusvoces.—¡Hola! —exclamó una voz—. ¿Qué significa esto? ¿Quiénes sois, brujas?
¡Atrás!—¡Adelante!—vociferóCatho.—¡Fuego!—mandólavoz.Disparáronse doce arcabuces y cinco guerreras de Catho cayeron muertas o
heridas.Entonces,enaquelreducidopatio,eleváronsevociferacionesinimaginables.Heaquíloquehabíasucedido:Había en elTempleunaguarniciónde sesenta soldadosdividida endosgrupos
que ocupaban otros tantos puestos. «La Roja» y Paquita, después de haber atadosólidamentealgobernadorMontluc,lequitarondosmanojosdellavesybajaronsinpérdidade tiempo.Enunode lospatiosenqueseabría lagranpuertadelTemple,habíaunpuestodeguardiaenlacualdormíancuarentasoldados.«LaRoja»seacercó
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a la maciza puerta y la cerró con dos vueltas de llave, cosa que impedía que lossoldadospudieransalir,porquelasventanasestabanenrejadas.
EntoncescorrieronaabrirlapuertabajapordondeCathodebíaentrar.Desgraciadamente había un segundo puesto de guardia y, además, carceleros y
centinelas.Aloír lasdescargasyelruidodelcombate, lossoldadosdelsegundocuerpode
guardia acudieron. Los carceleros se vistieron apresuradamente para bajar a tomarparteenlapelea.LoscentinelassereplegaronsobreelcampodebatallayalveralTemple invadido por aquella legión de mendigas que aullaban y vociferaban,creyeron de pronto ser víctimas de una pesadilla, pero los golpes llovían, pues lamayorpartedelasvecesconseguíaninferirheridasasusadversarios.
Durante algunosminutos hubo en el patio un ruido espantosoquedominaba eltumultoquesedesencadenabaenParís.Unaveintenademujeresyacíanenelsuelo,perohabíacaídoigualnúmerodesoldados.
Saltaban profiriendo gritos ensordecedores, rojas de sangre, con los cabellossueltos,parecidasabrujas.Lossoldadosseretiraban,sedesbandabanysóloseoíanquejassordas,roncasimprecacionesy,finalmente,seoyóungranaullidodetriunfo.
Los últimos soldados o carceleros sobrevivientes habíanse precipitado a uncorredor,cuyapuertaabrieronalocadosyaterradosporaquellairrupcióninauditademujeres endiabladas.Únicamenteunoficial, un sargentoyun soldado sequedaronprisionerosenunrincón.
—¡Adelante!—rugióCatho.Habíarecibidotrespuñaladasyjadeanteparecíaunapanteraheridaquebuscabaa
unenemigoparaarrojarsesobreél.Buscóconlamiradaa«LaRoja»yaPaquitayvioqueacababandecaerheridas,talvezmortalmente.
EntoncesCatho profirió unamaldición, y cogiendo las llaves que una de ellasteníaensumanocrispada,sedirigióalgrupodelostresprisioneros.
—¿DóndeestáelcaballerodePardaillán?—preguntóalsoldado.—Nolosé—contestóéste.Catho levantó la daga y la dejó caer sobre el soldado, que quedómuerto en el
acto.—Guíame—dijodirigiéndosealoficial.—¡Ramera!¿Tefigurasacasoque?…Nopudoacabarlafrase,porqueCatholoderribódeungolpecomoalsoldado.—Ahora,tú—dijoalsargento.—Obedezco—exclamóéste,pálidocomounmuerto.—Echaaandar.—Venid.ElsargentoempezóaandaryCathosiguiótaponándosesusheridascontirasde
unpañuelo,perodispuestaahacerusonuevamentedesupuñal.Detrásdeellaibaelrebaño,delquesalíanblasfemias,carcajadasyvocesdestempladasqueexpresabanla
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alegríayeltriunfodelasmujeressobrelossoldados.Yalolejos,enParís,proseguíaelrumorenormedelascampanadasylosgritos
demilvíctimasdesesperadas.El sargento, atravesando una puerta, pasó a un segundo patio, en cuyo fondo
había una bóveda, por la que se hundió. Allí empezaba una escalera de caracol yCatho,alverla,detuvoalsargentoponiéndoleunamanoenelhombroyledijo:
—SImeengañas,ereshombremuerto.—Venid—dijoelsargento.—¿Faltanluces?—gritóunavoz.—No—contestóelsargento—.LaMecánicaestáiluminada.—¿LaMecánica?—exclamóCatho.—Sí,allíhallaréisloquebuscáis.—¡Adelante!El sargento empezó a bajar la escalera de caracol, y para sí exclamaba,
burlonamente:«Sí,yalosencontrará.Total,unapintaodosdesangre».Elgrupoibaalolargodelestrechocorredor.Pormedidadeprudenciahabíanse
quedado una treintena de mujeres de las que estaban mejor armadas vigilando laentrada.
Enelextremodeaquelcorredor,adondelostumultosnollegabanmásquecomolejano zumbido, Catho contempló extraño espectáculo. A la luz humeante de unaantorchayalpiedeunaescaleradecaracol,estabaunhombredecortaspatas,cabezaenormeybrazosdesnudosymusculosos.
Aquelextrañoserhacíagirarcongranesfuerzounamaniveladehierro.—¿Quéeseso?—preguntóCatho.—LaMecánica—dijoelsargento.—¿Endóndeestán?—preguntóCathopresadeterriblepresentimiento.—Allí,apuntodeseraplastados.Cathodiounrugido.Supuñocerradoselevantóyendoacaersobreelcráneodel
sargento,queextendiólosbrazos,girósobresímismoycayódecarasobrelaslosas.Estabamuerto.Cathosaltóporencimadelcadáveryendossaltosllegóhaciaelhombrecilloque,
ocupadoensutarea,noveíanioíanada.LosdiezdedosdeCathoseincrustaronensunucayloseparódelamanivela.Elchirridodelamáquinasedetuvoinstantáneamente.Elverdugomiróembobado
aCatho,que,despuésdehaberlocogidoporlanuca,lehizodarlavueltaylosujetócontralapared.Susdedos,alasazón,seincrustabanenlagargantadelhombrecillo,queexclamó,asustado,alvertantosrostrosdemujeres:
—¡Perdón!—¿Dóndeestán?—preguntóCatho.—Allí—contestóelverdugo.
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—Abresinoquieresmorir.Elmonstruoextendióelbrazoymostróunbotóndemetalquea cincopiesde
altura,sobrelamanivela,alterabalasuperficieplanadelapared.Catholosoltóyencaramándoseempezóadarfuertesgolpessobreelbotón,pero
alprimero,oyóseunruidoylapuertadehierroseabrió.Yentoncesdoshombres,dosfantasmas,lívidos,conlosojosexpresandoinfinito
asombro,sepresentaronanteCatho,lacual,conalegríadelirante,exclamó:—¡Salvados!Casienseguidaempezóasollozaryapoyándoseenelmuro,repetíaextasiada:—¡Salvados!—¡Catho!EstenombrefuepronunciadoacoroporlosdosPardaillán.Porunmomentosequedaroncomopetrificadosenelcorredor,llenodemujeres
quereían,aplaudían,sefelicitaban,bromeabanylloraban.Entoncescomprendieron.Suprontaimaginaciónreconstituyólaepopeya;Catho
habíaamotinadoalasramerasymendigasparainvadirelTemple;comprendieronporquéenelmomentodequererherirse,habíanoídosordosrumoresylarazóndequesedetuvieraeltechoensumarchadescendente.
DeunsaltosehallaronalladodeCatho.Cayeronderodillasanteella,ycogiendocadacualunamanodesusalvadora,labesaroncariñosamente.
Elverdugoaprovechóaquellosmomentosparahuirllenodeterrorydeasombro.Habíase restablecidoel silencioenelestrechocorredor,alcualapenas llegaban
losruidosdelacalle.El viejo Pardaillán fue el primero que se levantó con el ceño fruncido y el
mostachoerizado,exclamando:—¡Partamos!¡Desgraciadosdeellos!Ellos,enelespíritudelaventurero,eranlosverdugosquehabíanimaginadopara
élyparasuhijoelhorrordelsupliciosinnombre.—Sí—dijoelcaballerolevantándose—.¡Partamos,tenemosbastantequehacer!—Vamos,ven,Catho—exclamóentonceselviejoPardaillán.Cathoquisodarunpaso,perosecayóalsuelo.—¡PorDios!—exclamóelcaballero—.Estáherida.Catho sonrió señalando con su dedo su seno derecho ensangrentado. El viejo
Pardaillándesgarrórápidamenteelcorpiñoyarotoyaparecióelsenoconunaanchayprofundaheridadelaquelasangreseescapabayagotaagota.
—¡Marchaos!—exclamóCathocongrandificultad.—Sinti,no.Ellasonriódenuevo.Susbondadososojossefijaronenelaventureroyluegoen
elcaballero.—No; os volverían a coger —murmuró con entrecortadas palabras—. Ahora,
marchaos.¡Adiós!
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—¡Catho,Catho!Los dos Pardaillán habíanse arrodillado sosteniendo en sus brazos uno los
hombrosyelotrolacabezadelaherida,quecontinuabasonriendo.Comprendía perfectamente que iba a morir. Dé pronto, sus ojos, fijos en el
caballero, se pusieron vidriosos y se estremeció ligeramente. Y así sonriendo ymirandoalcaballerodePardaillán,muriólabuenaCatho.
—¡Muerta!—exclamóelviejoPardaillánprofiriendounablasfemia.—¡Muerta!—repitióelcaballeroenextremoconmovido.—¡Aquíestán,aquí!—gritóenaquelmomentoenlaentradadelcorredorunavoz
ferozytemblorosa.Yentróunhombrejadeanteseguidodeunaveintenadesoldados.YaquelhombreeraRuggieri,quebuscabasupresaylasangrenecesariaparala
reencarnacióndesuhijo.
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XXXVI-Leonesdesencadenados
LOS DOS PARDAILLÁN SALTARON precipitándose a la entrada del corredor.Instintivamentelasmujeresqueloobstruíanlesdejaronlibreelpaso,peroencuantoelloslohubieronhecho,empezaronagritar:
—¡Cathohamuerto,Cathohamuerto!—¡Avengarla!—¡Mueranlossoldados!—¡Adelante!EnunmomentolosPardaillánsehallaronencontactoconelgrupodesoldados
queaparecían.Losdosprimeroscayeronmortalmenteheridosporlasextrañasarmasquellevaban,parecidasapunzones.
Anteaquelataque furioso,yalobservar los rostrosde lasmujeresquegritabantraslosdoshombres,lossoldadossedetuvieron.Elaventureroysuhijorecogieronlaspicasdeloscaídosydenuevoatacaronasusenemigos.
En el corredor no había sitio más que para dos hombres en fondo. El nuevoataquedelosPardaillánderribóalosdossoldadosmásavanzados.Almismotiempolabandademujeresagitabasusarmas,dagas,pistolasyespadas,yproferíangritosterribles.Entonces,completamentedesordenados,lossoldadosremontarondeprisalaescalera.
Sin decir una palabra, lívidos y con los cabellos erizados, Los Pardaillán lospersiguieron.De vez en cuando hundían su pica en el grupo y a cada uno de susgolpescaíaunhombre.
Elloduróalgunossegundos.DeprontolosPardaillánsevieronalairelibre,enunpatio. Respiraron profundamente y, por instinto, levantaron sus ojos al cielo comopara darse cuenta de que no soñaban y de que realmente se hallaban bajo cieloestrellado.Entoncesoyeronelgranruidode lascampanadas,de losdisparosde lasarmasdefuegoylosgritosdelasvíctimas,cosaqueloshizoestremecer.
—¡Fuego!—gritólavozdeunoficial.Los dos Pardaillán se dejaron caer al suelo y las balas pasaron por encima de
ellos.Luegoselevantarondeunsalto.Eloficialhabíaformadoasushombresenunasolafilaalfondodelpatio,yen
cuantolosarcabucesestuvierondescargados,gritó:¡Adelante!Entonces en aquel estrecho espacioque alumbraban las primeras claridadesdel
alba, hubo un combate encarnizado. En efecto, los soldados, creyendo que losPardailláneranlosjefesdeaquellabandadefurias,loshabíanrodeado.Elaventureroyelcaballerosehabíanadosadounoaotro;asualrededorestaban loshombresdearmasyentomodeéstos,profiriendogritosestridentes,lasmujeres.
Entre tanto Ruggieri corría como un insensato, arrancándose los cabellos y
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vociferandomaldiciones.—¡Socorro,socorro!¡Seescapan!¡Oh!¿Nohaynadieaquí?¡Socorro!Llegóalapuertaprincipalylaabriómaquinalmentesinsaberloquehacía.Pasaban algunos grupos de católicos llevando el pañuelo blanco alrededor del
brazo.—¡Aquí,aquí!—gritabaRuggieri—.¡Miserables!¡Nomeoyen!Anteélestabansaqueandounacasa,delaquesalíandesgarradoresgritosdelas
víctimas.—Poraquí—gritabaRuggieri—.Aquíhaydoshugonotes.¡Malditosseáis!Peronadielehacíacaso,porquelosasesinosestabanocupadosensaquear.Entonces,sollozandoychocandocontralosmuros,entródenuevoenelTemple,
querecorrióalazarllamando,vociferandoydeteniéndoseporfinenelpatioenquehabíalaguardiaencerradaporPaquitay«LaRoja».
Dioungritodealegríaaldescubriraloshombresdearmasdetrásdelosbarrotesdelasventanas.Despertadosporeltumultoyalprincipioalarmadosalverlasólidapuertacerrada,lossoldadosintentabanalasazónarrancarlasrejasdelasventanas.
—Esperad,voyaayudaros.¡Aprisa,aprisa!—¡Ennombredelcielo!—gritóelsargento—.¿Quésucede?—¡Aprisa, aprisa! ¡Se escapan! ¡Necesito su sangre! ¡Ah! Ya se doblan los
barrotes.Enaquelmomentooyógrangriteríoysevolvióviendoqueelpatiosellenabade
mujeresqueconalegríadeliranteexclamaban:—¡Victoria,victoria!YpasaroncorriendoendirecciónalapuertadelTemple.Lossoldadosdelcuerpodeguardiatratabandedestruirlasrejasyporfinsacaron
dosbarrotes.Enaquelmomentopasaronlasúltimascombatientesdesmelenadasytrasellaslos
dosPardailláncubiertosdesangre,perosinapresuramiento.Ruggieri, sin voz y lleno de desesperación, quiso impedirles el paso, pero el
caballero lo apartó con una mano sin esfuerzo aparente, si bien debió hacer granfuerza, pues Ruggieri rodó por el suelo hasta llegar a la muralla, en donde sedesvanecióprofiriendounamaldición.
CincooseissoldadossaltaronalpatioporlaaberturapracticadayseecharonenpersecucióndelosPardaillán,queibanhuyendo;peroéstossevolvieroncontalairedeamenaza,quelosreitressedetuvieronasustados.Entoncesapuntaronsusarmasysonarondosdisparosquenodieronenelblanco.
Los cuarenta soldados de guardia, que por fin habían podido saltar al patio, selanzaron en persecución de los fugitivos, a los que vieron franquear la puerta queRuggieri había abierto y desaparecer entre el humoy el tumulto que remaba en laciudad.Eloficialestupefactoalcontemplarelextrañoaspectodelacalle,nopensómás que en guarecerse y luego, yendo en busca del gobernadorMontluc, lo halló
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atadoyroncandobajolamesadesucomedor.Enaquelmomentoeranlastresdelamadrugadayeldíaapuntaba,apesardelo
cual los asesinos que circulaban por las calles no apagaron sus antorchas, pues seservíandeellasparaincendiarlascasasmarcadasconunacruzblanca.
Una vez fuera del Temple, los Pardaillán tomaron al azar la primera calle queencontraron.Estaballenadehumoydegritos;humoproducidoporlosincendiosypor los disparos de las armas de fuego que iban a herir a las pobres víctimas queproferíangritosdeagonía.
—¡Libres!—exclamóelaventureromirandoasualrededor.—¡PobreCatho!—exclamóelcaballero.Cada uno de ellos habíase apoderado de una buena espada y una daga, ambas
rojas de sangre. Los vestidos de ambos estaban rotos y desgarrados y en su caraadvertíase todavía la expresión de espanto ante el suplicio de que habían estado apuntodeservíctimas.
—¿Noestásherido?—preguntóelviejo.—Tengoalgúnarañazo,peronoesnada.¿Yvos?—Nadaabsolutamente.Peroveamos,¿quéhayenParís?¡Cuántasangre!¡Cuánto
humo!¡Quégritos!¡Vayaunabatalla!—No,padre,esundegüello.Vamosaprisa.—¿Adónde?¿AcasadeMontmorency?—Luego; no creo que quieran atacar al mariscal, porque es católico. Venid,
aprisa.—¿Dónde?—Al palacio deColigny, padre. Estánmatando a los hugonotes y allí debe de
habergrancarnicería.¡Ahpobreamigomío!—¿Marillac?Perosiyaestámuerto.¿Norecuerdasquetelodijoaquelbrujo?—Talvezmintió.Vamos.Hablandoasí, avanzabanabuenpaso.Variasveces algunosgrupos losmiraron
condesconfianza,alobservarquenollevabancrucesnibrazales,perolamayorparteseapartabanprudentemente,pueslosdosteníantrazadesaberdefendersebien.
Entodoslostiempossehaobservadoquenadieestancobardecomolosasesinos.AmedidaqueibanentrandoenParís,sumarchasehacíamásdifícil.—Gritad¡vivalamisa!—exclamódeprontounavozanteellos.Una especie de animal salvaje, con lasmangas recogidas y los brazos rojos de
sangre,lesinterceptabaelpasoacompañadodecincooseishombres.LosPardaillánsedetuvieron.—Gritad¡vivaelPapa!—dijootro.Elcaballerolevantóelpuñosindecirpalabraylodescargóenlasiendelhombre,
quecayócomounamasainerte.—LlévaleesoalPapa—dijoelviejoPardaillán.La patrulla, pasado el primer instante de asombro, empezó a perseguirlos
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amenazándolosfuriosamente.—Carguemos—dijoelviejo.Precipitáronseentoncessobrelosquegritabanymuyprontocayerondosdeellos,
mientraslosdemásechabanacorrergritando:—¡Socorro!¡Allíhaydoshugonotes!Cuando regresaron, los dos Pardaillán estaban lejos. Corrían sin detenerse
saltandoloscadáveresydando,devezencuando,algúnrodeoparaevitarungrupoocupadoenincendiarunacasa;corríanasombradosenextremoycasidoliéndoleslacabezaafuerzadeoírelincesanteyruidosocampaneoylasnumerosasdetonacionesde las armas de fuego.Corrían daga enmano atacando todo lo que les impedía elpaso,ysindecirunapalabra.
YasífuecomollegaronalpalaciodeColignyalascuatrodelamañana.Enorme multitud llenaba la calle de Bethisy. Precipitáronse hacia ella y
consiguieronfranquearelpaso.Talvezlostomaronporcatólicosfuriosos.Lapuertadel palacio estaba abierta de par en par y el patio lleno de gentes de armas quegritaban:
—¡Asaco,asaco!Entraron y, por fin, no sin grandes esfuerzos, llegaron al centro del patio
horrorizados y llenos de furiosa indignación. Cuando miraban a su alrededor,encolerizados,unavozdehombrequedominabaeltumultogritó:
—Bemia,Bemia,¿estáslisto?YreconocieronalduquedeGuisaquelevantabalacabezahacialasventanasdel
palacio.
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XXXVII-«Aquisemata».
GUISANOHABÍAPERDIDOTIEMPO.Saliendoalastresdesupalacio,acababadellegaral de Coligny. Dio varios rodeos; de vez en cuando, se detenía para escuchar yparecía esperar. Por el camino, y a fin de entretener a sus hombres, hacíamatar atodosaquéllosquenogritaban«¡Vivalamisa!»yquenollevabanunacruzblancaenel sombrero. ¿Qué esperaba? Tal vez se figuraba podermarchar contra el Louvre.Una de las veces que se detuvo, llegó un hombre al galope de su caballo, fue acolocarseasuladoyledijoenvozbaja:
—Nohaynadaquehacer,monseñor.Elprebosteocupa laCasade laVillaconimportantesfuerzasylastropasdelareinaestánencamino.
Guisaexclamóamediavozyconsordairritación:—¡Maldición!A ver si habré sacado las castañas del fuego para esemiserable
Carlos.Vamos,continuemos.E hizo tomar el trote a su caballo. Seguido de sus caballeros, pasó como una
exhalación,mientrasasualrededorseoíangritos,diciendo:—¡VivaGuisa!¡VivaelsosténdelaIglesia!EnlacalledeBethisyestabanllenasdehugonoteslascasasvecinasdelpalaciode
Coligny, pero allí el trabajo estaba ya hecho, porque tres de aquéllas ardían ya ydoscientos cadáveres estaban diseminados por el arroyo. Guisa y sus soldadosllegaronaltrotey,porfin,sedetuvieronenlapuertadelpalacio,sobrelacualalguienhabíatrazadoconyeso:
«Aquísemata».
—¿Ves?—dijoGuisadirigiéndoseauncolosoqueestabaasulado,quenoeraotroqueBemia.
—Sí—contestóéste.En aquel momento llegó el duque de Aumale, escoltado por Sarlabous,
gobernadordelHavre,yciencaballerosmás.—¿Estáya?—preguntóAumale.—Vaahacerse—contestóGuisa.TodosecharonpieatierrayelduquedeGuisa,conelpomodesuespada,llamóa
lapuerta,queseabrióenseguida.CosseinsapareciórodeadoporsusguardiasqueelreydejaraparaprotegeraColigny.
—Monseñor—dijoCosseins—.¿Esprecisoempezar?—Sí—contestóGuisa.Inmediatamentelosguardias,confundidosconloshombresdeGuisa,selanzaron
alpalacio llevando laespadadesnudaenunamanoyunaantorchaencendidaen laotra. Bemia, seguido por unos diez guardias, dirigióse a las habitaciones delalmirante.
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Entoncesseoyeronlosgritosdelosservidoresaquienessedabamuerte.Durantealgunos minutos resonaron en el palacio gritos de agonía, más luego reinó unextraordinariosilencio.Bemiaylossuyos,entreloscualesestabaAttin,delacasadeAumale,llegaronantelacámaradelalmirante.TrasellosibaCosseins,elcapitándeguardiasdel rey.La tropa sedetuvounmomento,puesante lapuerta,y espadaenmano,losesperabaTeligny,yernodeColigny.
—¿Aquiénbuscáis?—preguntócontranquilavoz.—AlAnticristo—contestóBemia.Telignyseprecipitósobreél,peroantesquepudieradardospasos,cayóherido
pordiezpuñaladas.—¡Estámuerto!—dijoCosseinsinclinándosesobreél.Teligny no estaba muerto, pero agonizaba. Abriéronse sus ojos y fijándose en
Cosseins,quelomiraba,hizounesfuerzoparaexclamar:—¡Traidor!Y al mismo tiempo escupió a la cara del capitán y luego expiró. Cosseins se
incorporóyretrocediendoselimpióelrostro.Entretanto,Bemiaabriólapuertadeunempujónyentró.Coligny estaba en la camay la habitación en que se hallaba la iluminabandos
grandescandelabros.Medio incorporado sobre la almohada, el almirante estaba tan tranquilo y
majestuoso,que losasesinossintieronciertavacilación.Asu lado,elpastorMerlinleía un libro de oraciones yColigny, a pesar de que hacía ya una hora que oía elespantosotumultoyhabíacomprendidolaterribleverdad,apesardeello,repetimos,notratódehuir,puesCosseinshabíaapostadoguardiasentodaspartes.
CuandovioentraraBemia,volviósehaciaelpastoryledijoconvozenextremotranquila:
—Creoqueyaestiempoderecitarlasprecesporlosdifuntos.Merlinhizounsignodeaprobaciónyvolvióalgunaspáginasdesu libro.Enel
mismomomentoAttin le hundió el puñal en el cuello y el pastor cayómuerto sinproferirunaqueja.
Bemiaseacercóriendoferozmenteallechodelalmirante.Teníaunadagaensumanoizquierdayunajabalina[5]decazaenladerecha.
—Quien a hierro mata, a hierro muere —dijo Coligny mirando a Attin, queacababademataralpastor.
EntoncesBemialevantólajabalina,ycomoparecieravacilarenheriralanciano,cuyoaspectoeratantranquiloymajestuoso,ésteledijo:
—Hiere,verdugo.Nomequitasmuchavida.—¡Mata,mata!—gritaronlosasesinosqueestabanenlahabitación.Bemia arrojó su arma y la jabalina atravesó el cuello del almirante. Salió un
chorro de sangre y entonces el miserable, ya ebrio, empezó a herir el cadáverrepetidasveces,mientrassuscompañerospillabanloquepodían.
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—¡Bemia!—gritódesdeabajolavozdeGuisa—.¿Hasterminado?Bemia se encarnizaba con el cadáver, cuya cabeza estaba casi desprendida del
tronco.—¡Bemia,Bemia!—repitióEnriquedeGuisa—.¿Estáyahecho?Bemiaentoncessedetuvoysurostrobestialexpresósatisfacciónalcontemplar
su obra. Cogió el cadáver de aquel hombre justo y bueno que acababa de ser suvíctima, losacódesucamay lo llevóprecipitadamentea laventana,cuyavidrierahabíasidodestrozada.
—Yaestá—gritóBemiaasomándose.Yaparecióalaconfusaluzdelasantorchas,alnacereldía,enaquellamezclade
extraña luz diurna, de luz roja y de humo, con el cadáver ensangrentado en susbrazos.
Salvajeaclamaciónproferidaporlasgentesdelpatiosaludósuaparición.Durantealgunos minutos no se oyeron más que los alaridos furiosos de las gentes allícongregadas.
Conloscabelloserizadosdehorroryfigurándosesufrirunapesadilla,elcaballerodePardaillányelviejoaventurerooyerongritar:
—¡Vivalamisa!¡VivaeldefensordelaIglesia!Cuando el silencio se hubo restablecido, oyóse la voz del noble Enrique de
Lorena,duquedeGuisa,quegritabaaBemia:—Estábien.Échaloparaqueloveamos.Bemia obedeció. El cadáver cayó sobre las losas del patio. Guisa, Aumale,
Montpensieryotrosveinteseinclinaron.—Esél—dijoGuisa—.Yasabíaqueundíauotromílinajepondríasupiesobre
tucabeza.¡Toma,toma!Eltacóndiodosgolpessobrelafrentedelcadáver.—¡Miserable!—exclamóunavoz.Yenelsegundodesilencioyestupefacciónquesiguióatalapostrofe,Pardaillán
avanzóhaciaelduqueyañadió:—Tupadresellamaba«elAcuchillado».Tútellamarás«elAbofeteado».Sumano se levantó y cayó con fuerza sobre lamejilla deGuisa, y el bofetón
resonócomountrueno.Inmediatamente seoyeron terriblesgritosy centenaresdepuñalesy espadas se
levantaronparacastigaralagresor.Pardaillánsehabíapuestoenguardiadispuestoamorir,peronotuvotiempode
dar el primer golpe y los brazos levantados contra él no pudieron herirlo. Elcaballero,enelprecisoinstanteenqueresonabaelbofetón,sesintióllevadohaciaunagujeronegroyoyóunchoqueviolentoysonoro.
Aquelagujeroeraunapuertaabiertaylafuerzaquecogieraalcaballero,comolaráfagapuedecogeraunahoja,eraelaventurero.Elchoquesonoroeraunapuertaqueel viejo Pardaillán empujó con el pie en el instante en que los perseguidores,
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tropezandounosconotros,ibanaapoderarsedelosdosPardaillán.Inmediatamente,losperseguidoresasestaronterriblesgolpescontralapuerta,que
nopodríaresistirmásdedosminutos.—Siempre serás el mismo—dijo el aventurero subiendo los escalones que se
presentabananteélyobligandoasuhijoaquelosiguiera.Enelpatio,EnriquedeGuisagritó:—Cincuentahombrespararegistrarelpalacio.Quiero tener lascabezasdeesos
doshugonotesdentrodeunahora.Losdemás,quemesiganaMontfaucon.
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XXXVIII-Hacialahorca
—PERDONADME,MONSEÑOR—dijounavozalduque.Guisaseinclinóferozmenteconelpuñallevantado.—¡Ah!¿Erestú?—dijoreconociendoaBemia—.¿Quéquieres?—¿QueréisahorcaralAnticristo?—Sí.¿Quéquieres?¡Aprisa!—Quierolacabeza,pardiez.Mepertenece,comoyasabéis.Valemilescudosde
oro.—Esjusto—contestóGuisariéndose—.Ahorcaremoselcadáverporlospies.Bemiaseinclinóyconelpuñalacabódesepararlacabezadeltronco.Elcuerpofuecogidoporlospies.Doshombresloarrastrabantirandocadaunode
unapierna,mientraseltorsoensangrentadosearrastrabaporelbarro.Inmediatamente se organizó una procesión infernal hacia la horca, seguida por
veintemilparisiensesqueconducíaGuisa.—¡Mata,mata,mata!—¡Emborrachaosdesangre!—rugíaGuisa.—¡VivaelsosténdelaIglesia!—gritabalamultitud.Duranteelcaminomataban, reíanycantaban.ElcadáverdeColignyarrastraba
por el suelo y así fue como llegaron a las horcas deMontfaucon, en donde muyprontoelcadáversebalanceópor lospiesalextremodeunacuerda.YentoncesseelevóenelaireunclamorinmensoqueseoyóportodoParís.
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XXXIX-Memorablespalabrasdebemia
BEMIA HABÍASE QUEDADO en el patio del palacio de Coligny con los hombres dearmasqueGuisadejóparahallara los locosyaudacesque lohabían insultado.EnalgunosminutoshundieronlapuertaquehabíancerradoylossoldadospenetraronenlamismaescaleraqueanteshabíansubidolosPardaillán.Bemiaoyógritosenelpisoalto.
—«Yalostienen»,—pensóriendo—.«Heaquídoshombrescuyapielnovaleunducado,entantoqueestacabezavalemilducadosdeoro.Hermosacabeza,afemía.Seránecesariolimpiarla».
Entróenunahabitaciónde laplantabajaquehabíadebido servirdecuerpodeguardiayprontosaliódeellaprovistodeuncubollenodeagua.Tranquilamentedioprincipióasuhorribletarea,entonandounaalegrecanción.
Asualrededorelpalacio,cuyaspuertasestabandesmanteladas,conelpatiollenodemueblespreciososquehabíanarrojadodeloalto,parecíaunafortalezasaqueadapor los asaltantes. A lo alto, oía las voces furiosas de las gentes lanzadas enpersecuciónde losPardaillán.EnParísoíansegrandesgritosyen losairesvibrabarumorenorme.
BemiaocupábasetranquilamenteenlimpiarlacabezadeColigny.Deprontovioentrarenelpatiounhombre,quecongranansiedadempezóamirarasualrededor.
—«¡Caramba!ElseñordeMaurevert»,—sedijo.El recién llegado se volvió hacia el rincón en que estaba ocupado el siniestro
personaje.—Parecequebuscáisuntesoro—exclamóBemiariendo—.Vayaunacarnicería
dehugonotes,¿eh?—Busco—contestóMaurevertconlavozroncaylosojosinyectadosdesangre
—,buscoprecisamenteadoshugonotes.LoshevistosalirdelTempleyheperdidosupista,peroestoysegurodequehanvenidoaquí.
—¡Ah,ya!Unoviejo,delgado,conbigoteyojosgrises.—Sí,sí.—Yelotromásjoven,peromuyparecidoalviejo.—Precisamente.—Estánallí.Ahoraloscazan.Tenéisbuenolfato.Maurevertse lanzóa laescaleraqueleseñalabaBemiaydesapareciódandoun
gritodealegría.Bemiaseechóareír,repitiendo:—¡Quécarnicería,Diosmío!Mientras estas cosas pasaban en el patio, los dos Pardaillán habían subido la
escalera.Eledificioenelcualsehallaban,formabaelaladerechadelpalacioyestabaaisladodelasotrasdos,cuyoconjuntotrazabaelrectángulodelpatio.
De piso en piso, los Pardaillán fueron convenciéndose de que no había salida
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posible.Al llegar al granero oyeron gritos abajo. La puerta acababa de ceder y los
soldadospenetrabanenlaescalera.—¡Ah,caramba!—dijoelaventurero—.¡Vanacogernoscomozorros!—Fijaos, padre —contestó el caballero—, en que hace menos de dos horas
estábamos en una jaula de hierro en que íbamos a morir aplastados y ahora, encomparación,estamosenelparaíso.
Hablandoasí,corrieronalaúnicaventanadelgranero,enfrentedelacualseabríaotra que pertenecía al edificio central, es decir, al palacio propiamente dicho. Laviviendadelalmiranteestabacompuestacomosigue:Elpatio,yenelfondodeésteel edificio; a derecha y a izquierda, avanzando hacia la calle, dos pabellonesseparadosdelcentralporunpasoestrechoquepermitíaganarlosjardinessituadosenla parte posterior. Resultaba de esta disposición que las últimas ventanas de cadaedificioestabanenfrentedelacaraizquierdaydelacaraderecha,respectivamente,deledificiocentral.
LosPardaillánsehallabanenelpabellóndelaizquierda.—Heaquí el camino—exclamó el aventurero divisando la ventanaquehemos
señalado.—Untablón.Deprisa,untablón.Buscáronloconlamirada.Nohabíaenelgraneronielmenortablón,nimueble
capazdeformarunpuenteounacuerdaquetalvezsehubierapodidoutilizar.Bajar era imposible, porque los hombres de armas subían registrando todos los
pisos.Entonces losPardaillán semiraronconel rostrocubiertodepalidez.Depronto
oyerongritos inmediatamentedebajodedondeestabanycomprendieronquepocosminutosdespuéselgraneroseríainvadido.
—Saltemos—dijoelcaballero—.Haymenosdeseispiesdeunaventanaaotra.—Esimposible—contestóelaventureromirandoasuhijo.En efecto, saltar era imposible, pues faltaba el punto de apoyo para tomar
impulso; laventanadeledificiodeenfrenteeraestrechayhubierasidounprodigiolanzarsealvacíoeiracaerprecisamenteenaquelestrechoespacio.
Saltarera,pues,suicidarse,peromásvalíacorreraquelriesgoquecaerenmanosdeloscincuentasoldadosquesubíanllenosderabia.Lamuertenoimportabanadaanuestrosdoshéroes,sinolossupliciosdequelosharíanvíctimas.
—Saltemos—dijoelviejoPardaillán—.Espera,yopasaréprimero.Yenseguidasepusoenpiesobreelantepechodelaventana.Enaquelmismoinstanteelcaballero,conangustiaextraordinariaylafrentellena
desudor,viocómosupadresedejabacaerhaciadelante.El aventurero no saltaba, sino que se dejaba caer: La tentativa era prodigiosa,
inaudita,unadeaquellasideasquesóloocurrenenlosmomentosdedesesperación.Conelcuerpoenvaradoyrígido,losbrazosmusculososytendidosconesfuerzo
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formidableylospiesenelantepechodelaventana,elviejoPardaillánsedejócaerhaciadelantecomosifueradeunasolapieza,sindoblarlasrodillasniloscodos.Sucuerpodescribióunarcodecírculoenelvacío.
Elcaballerodioungrito,alcualcontestólavozdesupadre:—Heaquíeltablón.Pasa,caballero.La loca tentativa había tenido éxito. Las manos del viejo Pardaillán habíanse
agarradoalrebordedelaventanadeenfrente,mientrasquelospiesestabanapoyadosenlaventanadelgranero.Yasíquedósuspendidosobreelvacíoformandounpuentevivodeunaaotraventana.
Pronto,comounrelámpago,elcaballerosaltó,pusoelpieenelcentrodelpuentevivoyfueacaerenelcentrodelapiezadelacasacontigua.
Inmediatamente el aventurero, que se había cogido cuidadosamente con lasmanos,dejócaerlospiesyseizóafuerzadepuñosadondeestabasuhijo.
Talhabíasidosuesfuerzo,quedurantealgunosmomentospermanecieronmudos.Elgraneroqueacababandedejar,sellenódegritosdefuroryluegoreinóunsilenciorelativo.
LosdosPardaillán,echadosalsuelo,escuchabanatentamenteprestosasaltar.—Yasépordóndehanhuido—exclamóunavoz—.Ved,capitán.Hansaltadoal
pasajeporlaventanadelprimerpiso,mientrassubíamos.—Yahoraya estarán lejos—contestóotravoz—.Vamos, enmarcha.Vamos a
reunimosconmonseñor.LosPardaillánoyeroncómosealejaban los soldadosyentonceselcaballerose
acercó a una ventana que daba al patio. Vio cómo los soldados daban algunasexplicacionesaBemia,queseencogiódehombros,yluegosemarcharoncorriendo,deseosostalvezdetomarparteenlamatanza.
Bemiasequedósoloenelpatio,ocupadoensufúnebretarea.Alasazónenvolvíaenuntrapolacabezadelalmirante.
Luego,silbando,fueabuscaraguaparalavarselasmanos,y,unavezquehuboterminadoestetocado,volvióalpatio.Restábaletansólotomarlacabezayllevarlaacasadeunembalsamadorqueyaestabaavisadoy loesperaba.Luego,concincooseiscompañeros,montaríaacaballoysedirigiríacorriendolapostahaciaRoma.
—¡Caramba!—exclamó Bemia volviendo al patio—. La puerta principal estácerrada.¿Quiénhabrásidoelguasón?
Mientras se hacía estas preguntas con cierta inquietud, divisó de pronto a losPardaillán,quesedirigíanhaciaél.
Elcaballeroledijo:—¿HassidotúelqueechóporlaventanaelcuerpodelseñordeColigny?La voz del caballero parecía perfectamente tranquila y aun en sus ojos parecía
advertirseciertobrillodealegría.Esverdadquesuslabiosestabanblancosyelbigotetembloroso, pero tales detalles escaparon a la observación deBemia, que contestóconaltanería:
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—Yosoy,jovenhugonote.¿Yqué?—¿Hassidotúelasesinodelalmirante?—Yo.¿Yquémás?—¿Yconquéloasesinaste?—Con esto—dijo el coloso mostrando su jabalina llena de sangre que había
echadoenunrincóndelpatio.Yriendo,añadió:—Tengootraparati,perrohereje…¡Socorro!¡Aquíhayunhugonote!Al mismo tiempo Bemia quiso acercarse a la puerta del palacio para abrir y
llamaraunapatrullaqueseoíapasarporlacalle,peronosemoviódelsitio,porqueelviejoPardaillánlesaltóalcuellodiciendo:
—Notemuevas,amigo,porquehemosdearreglarunapequeñacuenta.Bemiasedebatióconviolencia,perolatenazavivientenosoltabasupresa.Por
finelcoloso,viendoquesusesfuerzoseraninútiles,hizoseñadequeseestaríaquietoy entonces el aventurero lo soltó. El coloso respiró profundamente mirandoasombradoalosdosPardaillán.
—¿Quéqueréis?—preguntóempezandoasentirmiedo.—Nada—contestóelcaballero—.Sencillamentelibrarlatierradeunmonstruo.—¿Queréisasesinarme?—¿Sabesbatirte?—preguntóelcaballerocondesdeñosoacento.Bemia saltó hacia atrás y desenvainando su espada la empuñó con la mano
derecha,mientrasconlaizquierdasosteníaladagaysepusoenguardia.Elcaballerosedesciñólaespadaylaechóalsuelo.—¿Quéhaces?—lepreguntósupadre.—He aquí el arma que conviene —dijo el caballero tomando la jabalina que
sirvieraparadarmuerteaColigny.Bemia sonrió; su espada tenía doble largo que la jabalina. Estaba seguro de
ensartaraaquelloco.Elcaballerofueasuencuentroy,alversuaspecto,Bemiapalideció.Diodos o tres estocadas que fueronparadas congran facilidadpor la jabalina,
que, de pronto, hallóse a una pulgada de su pecho. El coloso retrocedió primerolentamente y luego con mayor prisa; rugía, saltaba, multiplicaba los golpes,asombrado de ver que ninguno lograba herir a su adversario. Después de haberdirigidounaestocadaalcaballero,veíasiemprelajabalinaaunapulgadadesupechoyentonceshuíadeaquellapuntarojaqueparecíaempujarloaunsitiodeterminado.
Deprontosevioacorraladocontralapuertaprincipaldelpatio.Sucorazónlatióapresuradamente,mientras sus ojos se fijaban en la punta de la jabalina teñida ensangredelalmirante.
Quiso hacer una tentativa para huir a derecha o a izquierda, peroinexorablemente,lajabalinalollevóadondeelcaballeroqueríaacorralarlo.
Bemiacomprendióqueestabaperdido.
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—¡Voyamorir!—tartamudeó—.¿AcasoDios?…Estafuesuúltimapalabra,puesmientraslevantabasudagacondesesperación,el
caballerolelanzólajabalina,queleatravesóelpechoyloclavóenlamaderadelapuerta. Bemia, clavado allí como unamariposa en un cartón de naturalista,murióinstantáneamente.
Elcaballerofueacogersuespada,selaciñódenuevoytomandoelbrazodesupadre, que había asistido al duelo sin decir una palabra ni hacer un movimiento,salieronlosdosporunapuertadeservicio.
NohabíantranscurridodosminutoscuandoaparecióMaurevertenelpatio.HabíaseguidoalossoldadosdeGuisadepisoenpisoybuscandoconapasionado
ardor y cuando se alejaron los soldados tuvo unmomento de desesperación. ¿Pordónde habrían huido? No; no era posible que se hubieran escapado. Sin dudabuscaronmal.Yentonces,porsucuenta,volvióaempezarlaspesquisas.
—Semehanescapado.¡Oh,malditos!Peroyalosencontraré.Decía estas palabras al entrar en el patio y dirigiendo a su alrededor feroces
miradas. De pronto se detuvo petrificado y mudo de espanto al ver a un cadáverclavadoalapuertaprincipal.EldeBemia.
Alcabodeuninstante,Maurevertserepusodesuestuporyempezóapasearporelpatio,exclamando:
—Han huido por aquí. He aquí las huellas de su paso. Son ellos. ¡Ah, ya losencontraré!
Peroprontopudoconvencersedequeenelpalacionoquedabansinocadáveres.Entoncessecalmóporunesfuerzodevoluntadtratandodedescubrirlapista.
Sumiradacayóentoncessobreunenvoltoriodetraposy,deshaciéndolo,vioqueconteníalacabezadeColigny,quecogióporloscabellos.
—«Valelapenadecogerla»,—sedijoentredientes—.«¿Aquiénlallevaré?¿AGuisaoalareina?¡Bah!Guisahasidoderrotadoestavezy,portanto,lallevaréaCatalina».
Y se lanzó a la calle. A la derecha, a cincuenta pasos de distancia, había unamultitudquebailaba alrededordeunahoguera en la cual se asabanunadocenadecadáveres. Hacia la izquierda la calle estaba libre. Maurevert siguió esta últimadirección,convencidodequeeralaquelosPardaillánhabíantomado.
—Ahora es preciso que tratemosde salir deParís—dijo el viejoPardaillán encuantoestuvoenlacalle.
—Porel contrario.Ahoranos iremosalpalaciodeMontmorency—exclamóelaventurero.
—¿Peronohasdicho túmismoque,ensucalidaddecatólico,nocorreningúnpeligro?
—¡Quiénsabe!Vamos.—Hombre,dilaverdad—exclamóelaventureromalhumorado—.Confiesaque
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tienesganasdeveraLuisa.El caballero palideció al oír la observación de su padre, y se contentó con
responder:—No importa, vayamos, padre. Si atacaban el palacio, nuestra ayuda no sería
innecesaria.YalpensarquelosasesinospudieranamenazarlaviviendadeLuisa,elcaballero
seestremecióyapresuróelpaso.—Perooye.¿Nopodríasucedertambiénqueelmariscalformarapartedelosque
matan?¿Noesbuencatólico?—¡Oh! —exclamó el caballero—. Sería horrible…, pero estoy seguro de que
LuisanoeshijadeunodeaquéllosquematanennombredeDios.Vamos,vamosalpalaciodeMontmorency.
—Dificililloloveo.
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XL-Eldomingo24deagostode1572,díadeSanBartolome
SÍ, ERADIFÍCIL.Desdeque salieronde lacalledeBethisypudieronconvencersedequecadaunodesuspasosibaaexponerlosaunnuevopeligro.Paríserayaungrancampodebatallaimposibledeatravesarsinchocarconenemigosfuriososniarriesgarlavidaacadamomento.Sinembargo,nohabíabatalla;perosícarniceríaymatanza.Todos los hugonotes; que hubieran sido capaces de organizar una defensa más omenoseficaz,habíansidomuertosantesque losotrosya lasazónsematabaa losburgueses,alasgentesdelpueblo,mujeres,ancianos,niñosyseresindefensos.
Encadabarrioyentodaslascalles,cualquierpersonasospechosaalosojosdelavecindad o que hubieramanifestado alguna simpatía por laReforma, tanto si eranprotestantescomosino,erandegollados;igualescenaterriblesereproducíaentodoslosbarriosdeParís.Lavíctima,hombreomujer,veíaentrarensucasaunapatrulladeveinteotreintaasesinosqueempezabanaperseguirla.
Elpobrediabloseescapabasaltandoavecesporlaventanayentoncesempezabalaterriblecazahastaelmomentoenquecaíaoseveíaacorralado.Inmediatamenteloacribillaban a puñaladas y luego su cuerpo era arrastrado hacia la hoguera máscercanaobienalSena.
Aldía siguiente, lamatanza tomóespantosasproporciones.Tal estadodecosasduróseisdías.Enprovincias,enlasgrandesciudades,sereproducíanigualesescenasdehorror,ycasiunmesmástarde,aúnhabíamatanzasenciertaslocalidadeslejanas.
En aquella mañana de agosto, tan bella y luminosa, los parisienses se habíanconvertido en animales carniceros. Vióse a algunas mujeres beber sangre de lasvíctimas.Yentodaspartesseoíaelgritode:
«¡VivaJesús!¡Mueranloshugonotes!».El ruidoera indescriptible.Todas lascampanasdoblabana lavezsindescanso.
Únicamente la campana mayor de Saint-Germain-L’Auxerrois habíase calladodespuésdehaberdadolaseñal.Peroyanoseteníanecesidaddeella.
El enorme tumulto de las campanas, los aullidos de los asesinos, las quejasdesgarradorasdelasvíctimas,losdisparosdelaspistolas,lassordasdetonacionesdelosarcabuces, todoellonoformabamásqueunasolavozqueparecíaelfragordeltrueno, losmugidos de las aguas, el crepitar de la lluvia y el silbido del huracán,como si los elementos se hubieran trastornado. Aspirábase un olor acre de carneasada,desangre,ynoseveíamásquefuego,humoyentreésterostrosasquerosos,risotadasferoces,ojosterribles,ysombrasquecorríanconunpuñalensangrentadoenlasmanos.Veíasesangreportodaspartes,alolargodelasparedes,coaguladaenelsueloymezcladaenlosbachesllenosdeaguadelacalle,yporsingularfenómenohabía barrios que estaban tranquilos y calles en que tardaron en enterarse de lamatanzaqueteníalugarenParís.
AcienpasosdelSenaynolejosdelaBastilla,algunosviejosjugabanalosbolos
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osecalentabantomandoelsol.Habíatambiénalgunosrinconestranquilosalrededordeloscualesteníalugarlagrancarnicería.CercadelapuertadeBussy,quedabaalarrabal Saint-Germain, una banda de chiquillos jugaba tranquilamente. Doshugonotes perseguidos hicieron irrupción entre ellos y cayeron heridos por variospuñales,yunodelosniñosmuriódelsusto.
Exceptuando,pues,lospocosbarriostranquilosquehabíaenParís,todolodemásofrecíalaimagendeunaciudaddevastadaporalgúngrancataclismo.Centenaresdecasas ardían;millares de cadáveres obstruían las calles. En las encrucijadas ardíanhoguerasenqueseconsumíanloscuerposdelosherejes;procesionesdesacerdotescantandoel«TeDeum»,atravesabanaveceslascalles,gritando:
«¡Vivalamisa!¡Mueranloshugonotes!».He aquí lo que los Pardaillán vieron aquellamañana del domingo, día de San
Bartolomé.Obstinadamente trataban de ir en línea recta hacia el palacio deMontmorency,
peroveíanse arrastrados a supesar endireccionesdistintas,más ellos, incansables,volvíanalacargaparaconseguirsuobjeto.
XLI-Perfilesdegargolas
¿QUÉHORAERA?Nolosabían.¿Dóndeestaban?Tampocohubieranpodidodecirlo.Hallábanse adosados a un guarda-cantón adonde los había arrastrado un violentoreflujodelpueblo.
Adiezpasosdedistanciaestabansaqueandounedificio, anteel cual elevábaseunapiraformadaporlosmueblesqueibanamontonandolossaqueadores.
Entoncesunodeelloslesprendiófuego.Aparecióunhombrellevandoenbrazosuncadáver.
—¡VivaPezou!—gritólamultitudqueestabaalladodelahoguera.El cadáver era el del duque de LaRochefoucauld y el hombre que lo llevaba,
Pezou.ElcaballerodePardaillánlodistinguióclaramenteatravésdelostorbellinosde humo. Pezou llevaba los brazos al descubierto y rojos de sangre. Su rostro eraespantoso;losojosdesorbitados,loslabioscrispadosyrespirabaruidosamentecomoaspirandocondeliciaelolordelasangrequeflotabaenelambiente.
—Conésteyasoncuarenta—gritóunodeellos—.¡Bravo,Pezou!Elaludidosonrió.Dirigiósealahoguerallevandoenbrazoselcadáver,quetenía
elcuelloabiertoporunagrancuchillada,ylevantándoloconextraordinariafuerza,loechóalfuego,exclamando:
—¡Voy en busca de otro! Necesito cien. Esta noche quiero haber matado uncentenar.
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—¡Huyamos,huyamos!—dijoelviejoPardaillánllenodehorrorycogiendoasuhijoparaimpedirquesearrojarasobrePezou.
—¡Oh!—dijo el caballero—. ¡Cuántomegustaríapoder aniquilar a todos esostigres!
—¡Huyamos!—repitióelpadre.SeorientaronycontinuaronsucaminohaciaelpalaciodeMontmorency.Y cuando ya habían ganado bastante terreno y estaban cerca del Sena, fueron
cogidosenotrotorbellinoyarrastradoshastalaentradadelacalledeSanDionisio.Mirandoasualrededor,sevieronenelpatiodeunahermosacasa;lasventanascaíandestrozadas; los muebles eran arrojados al patio y mientras en el interior se oíangritosdeagonía,lamultitudaplaudíayvociferaba.
—¡Bravo,Crucé!¡MataaLaForce!Era, en efecto la casa del viejo hugonote La Force. El crimen estuvo pronto
perpetrado.Alcabodetresminutosyanoseoyeronmásgemidosytodos,tantolosamoscomoloscriados,habíansidoasesinados.
La multitud se marchó arrastrada por los lugartenientes de Crucé en busca denuevasvíctimasyelpatioquedólibre.
—¡Huyamos!—repitióelviejoPardaillán.—Porelcontrario,entremos—dijoelcaballero—.QuieroverdóndeestáCrucé.Elaventurerohizounmovimientodeaprobacióncon lacabezay subiendouna
hermosa escalera se hallaron pronto en una gran sala desmantelada en parte. A laprimeramiradaelcaballerovioquesóloecharonporlaventanalosmueblesmalos,peroquelosarmarioshabíansidorespetados.
En el centro de la sala había cinco cadáveres amontonados. Dos hombres conasombrosa tranquilidad, seocupabande fracturarunarmario.EranCrucéyunodesusacólitos.
—Aprisa—decíaCrucé—,eldinerodebedeestarahí.¡Ah!Yalotengo.Desfondaron los cajones y empezaron a llenarse los bolsillos. Luego corrieron
dondeestabanloscadáveresytomaronuncollardegranprecioqueelviejoLaForcellevabaaún.
Crucélocogióentantoquesucompañeroarrancabalasorejasdeunamujerparaapoderarsedelosdiamantesdelospendientes.
—Ahora,vámonos—dijoCrucé.Ycuandoibanaincorporarse,cayeronlosdos,almismotiempo,decabezacontra
los cadáveres. El caballero derribó a Crucé de un puñetazo en la sien y el viejoPardaillándestrozólacabezadelotroconunculatazodesupistola.
Losdosbandidosnodieronniungrito.Estremeciéronsealgunosinstantesenlosespasmosdelaagoníay,porfin,quedaroninmóvilesparasiempre.
EnelmomentodecaerCrucéescapáronsedesujubónydesusbolsillosrepletosjoyasymonedasdeoroquefueronarodarentrelasangre.
Entonces el caballero examinó los cadáveres de las cinco víctimas y trató de
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colocarlosdecentementeextendidosenelsuelo,conelobjetoademásdesepararlosdeloscadáveresdelosbandidos.
—¡Perdón!—gritóunavozinfantil—.¡Nomematéis,perdón!Unniñodedoceañossurgíadeentreloscadáveresarrastrándosederodillasycon
lasmanosunidas:eraelhijomenordeLaForce,queestabaenbrazosdesupadrecuando lo mataron. Cayó lleno de la sangre de su progenitor y lo habían creídomuerto.
El caballero quiso coger lamano del niño y tranquilizarlo, pero éste, lleno demiedo,dioungritodeespantoyhuyó.
Entonces bajaron y en la calle continuaron su carrera, tratando de evitar lashoguerasolaspatrullasdeasesinos.Nosabíannienellugarenquesehallaban,niqué hora era. En el cielo brillaba el sol tranquilamente, oculto a medias por lostorbellinosdehumo.
Alvolveruna calle, losPardaillán sedetuvieronpetrificados.Hubieranqueridohuirdelahorrorosaaparición,peronopudieron.Todoloqueconsiguieronhacerfueretirarse a la entrada de un pasadizo que se hundía en una casa.No sabían dóndeestaban.
Ante ellos, a veinte pasos de distancia, acababa de aparecer una patrullacompuestadeunoscincuentaasesinosquemarchabanenapretadasfilas.Detrás ibauna multitud enorme armada de espadas viejas, garrotes y picas ensangrentadas.Todos se agitaban como si un ataque epiléptico los hubiera sumido en el mismodelirio.
Loscincuentaque ibandelanteestabanperfectamentearmadosdepuñalesrojosdesangre.Llevabanlacruzblancayquincedeellosmontabanacaballo.
Abriendo la marcha, iban tres hombres de asquerosos rostros y vocesenronquecidasafuerzadegritar.Lostresllevabanunapicacadaunoyalextremodeellas,otrastantascabezas.
—¡VivaKervier!¡VivaKervier!—vociferabafrenéticalamultitud.Los dos Pardaillán reconocieron enseguida la cabeza que estaba clavada en la
picadellibreroyseestremecieronalobservarqueeraladeRamus.Enefecto,eralacabezadelpobreeinofensivosabio.
Kervierlahabíacortadoconsumanoyalasazónpaseabaelsangrientotrofeoenmedio de otras dos cabezas, probablemente amigos de Ramus a quienes habríanhalladoensucasa.
Lamanadadelobosllegóalaalturadeaquelpasadizoestrechoacuyaentradasehabían adosado los Pardaillán para dejar pasar la horda. Los ojos del caballeroquedáronsefijosenlacabezaquealextremodelapicaproducíalaespantosailusióndeunacabezasincuerpoqueanduvieraporelespacio.
Luegobajólosojoshastaaquélquellevabalapica,oseaKervier,yelcaballerotemblódeindignación.Quisogritaruninsulto,perodesugargantasaliótansólounroncogemido,mientrassupuñocerradose tendíahaciael librero,nosabiendoqué
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hacerparavengaralpobresabio.Kervier vio aquella cara convulsa que lo miraba, leyó en ella el desprecio, y
molesto al observarlo, hizo un gesto para designar a los dosPardaillán, pero en elmismoinstantecayómuerto,gritando:
—¡Maldición!Yexpiró.Unabaladepistola acababadeherirlo enmediode la frentey aquel
disparofuehechoporelcaballero.Éstehabíavistopasarunhombrearmadodeunapistolacargadaydeunpuñetazo lohizocaerenelsueloyarrebatándoseladisparóconella.
En el mismo instante precipitáronse los asesinos contra los Pardaillán, todosvociferandoyalgunosdisparandocontraellos susarmasde fuego.Todosquisieronentraralavezporelpasadizoenquesehundíanlosdossupuestosherejes,pero,conmayorprontitud,seadelantóuncaballerovestidoderojoquepertenecía,sinduda,alacasadeDamville,porquellevabasusarmasbordadaseneljubón.Hizoavanzarsucaballoypreparólaespadaparaherir.
—¡Salvados!—exclamóelaventurero.Ymientras el caballero se preguntaba de qué modo, su padre, dando un salto
prodigioso, se precipitó a la brida del caballo, cuya cabeza penetraba ya en elpasadizo.Diountirónalasriendasehizoentrarcompletamentealanimal,que,consucuerpo,obstruyólaentrada.
El aventurero soltó una carcajada homérica. Detrás de la grupa del caballoagitábanseloslobosprofiriendogritosderabia;elcaballococeabayeljinete,vestidoderojo,atónitoporaquellamaniobra,tratabadehacerretrocederalanimal;más,depronto,presadelocoterror,sedejódeslizarporlagrupaafindehuir,perounacozlomandórodandoentrelosasaltantesenelmomentoenquetocabaconlospiesenelsuelo.
Aprovechandolaconfusión,elcaballerodePardaillánatólaspatasdelanterasdelcaballo, que era un magnífico ruano, y ya el aventurero se preparaba a dar unapuñaladaalbrutoparaqueelobstáculopermanecieramástiempo,cuandosuhijolodetuvoexclamando:
—«Galaor».Elviejoexaminóalanimalycontestó:—Enefecto,esél.«Galaor»,apesardetenerlaspatastrabadas,coceabaconmásfuriasicabe.Cada
unodesusflancostocabaaunayaotrapared.Elpasadizoestabaobstruidoporunabarricadavivienteque,almismotiempo,eraunacatapulta.
Entonces,mientrassonabanapocalípticasamenazasyhorrorosasblasfemias, losPardaillánpenetraronenelfondodelcorredor,segurosdequetranscurriríanalgunosminutosantesdeque susenemigospudieran invadirlo;peroantesdemarcharse, elcaballerobesóelhumeantehocicodelcaballodiciendo:
—Gracias,amigo.
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—¡Caramba!—exclamóelviejo—.Estamosenunaratonera,nohaysalida.Pero¡eldiablomellevesínohepasadoyaporaquí!
Abrióseentoncesunapuertaenelextremodelpasadizoyaparecióunamujer.—¡Rosa!—exclamaronlosdoshombresalverla.Era ella, efectivamente; se hallaban en el pasadizo de la posada de «La
Adivinadora».¿Cómonolahabíanreconocido?Sindudadebíasealaturdimientoquesu carrera les había ocasionado. La casualidad los había llevado a la calle de SanDionisioenelmomentoenquetratabandedirigirsealSena.YlosdetuvoanteaquelpasadizoquelesofrecióunrefugioenelmomentoenquelacallefueinvadidaporloslobosdeKervier.
Entraron en la posada y luego en aquella habitación en que el caballerosorprendiólareunióndeconjuradosdeGuisa.Rosa,temblando,loscondujoentoncesalasalavecina,enquesehallabantreshombres:LandryGregoire,pálidocomounmuerto,y,cosaextrañaenaquelmomento,dospoetasquebebíanyescribían:DoratyPontusdeThyard.
—Porahí—dijoRosaa losdosPardaillánmostrándolesunaescalera—.Arribapodréispasaralacasavecina,bajarysalirporlaparteposterior.Huid,huiddeprisa.
—Porelcielo—decíaDorat—.Quieroescribirenhonordeladestruccióndelosherejesunaodaqueinmortalizaráminombre.
—Mojatuplumaenlasangre—dijoPontus.—¡Pobre de mí! —gimió maese Landry tratando inútilmente de arrancarse
algunos cabellos, pues, como se recordará, estaba completamente calvo—.¡Desgraciadodemí!¡Vanasaquearmiposadasisabenquehanhuidoporaquí!
—Seguramente lo sabrán—contestó Rosa con firmeza—.Maese Landry, id abuscarlascosasdemásvaloryhuyamostambién.
Elhosteleroselevantógimiendotristemente.—MaeseLandry—legritóelviejoPardaillán—añadidaminota laposada, la
vajillarotayelincendio.¡Osjuroquetodoserápagado!—añadióelcaballero.—¡Huid,huid!—repitióRosa.ElviejoPardaillánlabesóenlasdosmejillasyelcaballerolacogióensusbrazos
pálidodeemoción,lebesótiernamentelosojosymurmuró:—¡QueridaRosa,nuncateolvidaré!Eralaprimeravezquelatuteaba,cosaquehizoestremecerdejúbiloalahermosa
hostelera.Luegosubieronlaescaleraydesaparecieronporella.Enelmismoinstante reaparecióelposadero llevandoenbrazosunsacoenque
habíapuestotodosuoroylasjoyasdesumujer.—¡Huyamos! —dijo Rosa—. Los asesinos han invadido el pasadizo y ahora
tratandehundirlapuerta.—¡Huyamos!—repitióLandrytemblandoconvulsivamente.—Señora Landry —gritó el poeta Dorat—. Sois una mala católica y os
denunciaré.Noosmováisdeaquí.
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PontusdeThyorddesenvainólaespadaydijotranquilamente:—Marchaos,Rosa,yvostambién,maeseLandry,ysiestavíboratratadesilbar,
lapartoendos.Doratentoncesseacoquinó.Algunos instantes más tarde la manada de lobos penetraba por la puerta del
pasadizoy,nohallandoanadie,incendiólaposada.
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Prefacio
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XLII-Visionestragicas
LOS PARDAILLÁN, después de haber seguido el camino que les indicara Rosa, sehallaron en una callejuela desierta y echando a correr llegaron a la calle deMontmartre. Pero tampoco pudieron pasar adelante, porque había allí grandísimamultitudque sedirigía alSena.Unavezmás el horror se apoderóde aquellosdoshombres.Enelmomento enque jadeantes sedetenían en la esquinade la calledeMontmartre, pasaba una procesión femenina rodeada de hombres enfurecidos.Aquellasmujeres llevabanlacruzblancacosidaensuspechos,yenlaespaldaunacanastadetraperoenlaqueseveíanunoodosniñosdegollados.EranloshijosdeloshugonotesqueaquellasmujeresllevabanalSena.Eraunespectáculohorrorosoquehacíaavergonzardeperteneceralarazahumana.
Con los cabellos erizados y los ojos dilatados por el horror, los dos Pardaillánvieronpasaraquellapesadillainfernal.Depronto,aparecióotravisión.
Unacabalgatadetrescientoshombresacaballo,cubiertosdehierroyteñidosensangre,pasaroncomounrelámpago,apartandoalpuebloaderechaeizquierda,entrelas aclamaciones que cubrían las voces de las campanas. EraGuisa que volvía deMontfaucon. Detrás de los caballeros de Guisa, iba el mariscal de Tavannes contrescientosjinetesmás.Luegoseguíauncoche,vehículodeinvenciónreciente,yenél, un grupo alegre y risueño. Eran el duque de Anjou y sus cortesanos pintados,peinados y perfumados:Maugiron, Quelus, Saint-Megrin y otros, que aplaudían acadaarcabuzazoquematabaaunhombreyacadaantorchaqueincendiabaunacasa.Guisa,TavannesyAnjoupasaronrodeadosdefuriososvivasylanzandoaderechaeizquierdaungritoronco,siempreelmismo:
—¡Saciaosdesangrehumana!—gritabaGuisa.—¡Matad,matad!—decíaAnjou.Entonces,detrásdelacabalgatainfernalaparecierondiezodocecarroscargados
decadáveres.Lasangresalíaatravésdelostablonescayendoalolargodelascalles,enlasquedejabaunaestelaroja.
EnaquelremolinolosPardaillánfueronarrastradossinquepudierandarsecuentadellugardondeiban.
Estaban aturdidos y sentían náuseas con el espectáculo que contemplaban. Depronto,seasombrarondequeningunodelosasesinosquelosrodeabaseecharasobreellos,peroprontocomprendieronlacausaaldescubrirquelosdosllevabanunbrazalblancoenelbrazoderecho.
Fue. Rosa, que, rápidamente, y sin que ellos lo notaran, sujetó a sus brazos elsignodelaprotección.Elcaballerodesprendióelbrazalconcoléricogesto,puesenrealidadnoeracatóliconihugonote.Quisotirarlo,peroelviejoPardaillánlocogióalvueloyloguardóensubolsillo,diciendo:
—¡PorBarrabás!ConsérvaloalmenoscomorecuerdodelahermosaRosa.
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Contabacondecidirasuhijoaqueseguardaraelbrazalqueconstituíapreciosasalvaguardia, y en cuanto a él, poco delicado y nada dado a esas arrogancias queconceptuaba intempestivas, conservó el suyo puesto sin ninguna clase deremordimiento.
Elcaballeroseencogiódehombrosyelaventurero,almeterseenelbolsilloelbrazal,sintióelrocedeunpapelqueantessehabíaguardado.
—¡Quéseráeso!—exclamó.—¿Qué?—Nada,meacordabadeunacosa.Sigamos.Noeranada,enefecto,o,alomenos,nograncosa,segúnpensabaelaventurero.
Enelmomentoenque salierondelpatiodelpalaciodeColigny,Pardaillán,padre,divisó aquel papel a los pies de Bemia clavado en la puerta por la jabalina.Maquinalmenterecogióelpapelyseloguardósiguiendounaantiguacostumbre.
Continuaron siguiendo la oleada humana que los llevaba hacia el Sena, quedebíanatravesarparallegaralpalaciodeMontmorency,peroalaentradadelpuente,tuvieronquedetenerse.Allí,unamultituddeochoadiezmilfuriososasistía,dandograndescarcajadas,aunespectáculohorrible.Enefecto,cadaunadelasmujeresqueanteshemosseñalado,vaciabaenelríosucestollenodecadáveresinfantiles.Luegollegó el turno de los carros que, asimismo, echaron al agua su fúnebre carga. Lamultitud, al verlo, aplaudía y su alegría se convertía en delirio cuando, entre loscadáveres,habíaalgunoquenoestabamuerto,sinotansóloheridoyalverseenelagua tratabadeganar la orilla pidiendoperdón.Entonces lo rechazaban con largaspértigasparaquefueraarrastradoporlacorriente.
Los Pardaillán quisieron alejarse de aquella terrible visión y con la cabezaardorosayelcorazónllenodelástimatratarondefranquearelpuente.
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XLIII-Enquelosperrosdepresasepelearonentresi
NO LO CONSIGUIERON porque, de nuevo, un remolino de gente los mandó endirecciónalLouvre,endonde,entreotrasescenasmacabras,pudieronverunasesinoque bailaba con un cadáver de mujer. Retrocedieron entonces horrorizados porsemejante visión y se vieron cogidos por una banda de gente que corría dandoterriblesalaridos.Depronto,losdosPardaillánencontráronsealaentradadelPuentedeMaderay,porfin,enlaorillaizquierdadelrío.
AsífuecomopasaronelSena.Entonces se hundieron en el dédalo de callejuelas que conducían al palacio de
Montmorency.Ibanguiadossolamenteporelinstinto,pueselhorrordelamatanza,delincendio,elruidodelasarmasylosgemidosdelasvíctimas,loshabíanaturdidocompletamente.
Depronto,elviejoPardailláncogióasuhijoporelbrazo,loobligóadetenerseylemostróalgoquedebíaserespantoso,porqueelcaballeroseestremeció.Elviejo,convozronca,exclamó:
—Orthésd’Aspremont.Damvilledebedeestarporaquí.En aquel mismo momento una mujer hugonote saltó desde una casa vecina,
alocada,ycasidesnuda,gritandocondelirantevoz:—¡Perdón,perdón!Unadocenadeasesinoslaperseguían.La mujer, joven y hermosa, fue a parar junto a Orthés, a cuyos pies cayó
arrodillada,exclamandoconlasmanostendidas:—¡Perdón,perdón!¡Nomematéis!EspantosasonrisacontrajoloslabiosdeOrthés.Alzóellátigoylodescargósobre
lamujeryluego,convozdescompuesta,gritó:—«Plutón»,«Proserpina».¡Sus,sus!Enelmismoinstantedosperrosenormes,conlabocallenadesangre,seecharon
sobrelamujer;éstadioungritodeespantoycayódeespaldasderribadaporlosdosperros.
Unmordisco de «Plutón» le destrozó el cuello, mientras «Proserpina» arrancóunodesussenos.DurantealgunossegundoslosPardaillán,petrificadosdehorror,novieronmásqueuncuerpodesangrándoseporlosmordiscos,nioyeronotracosaquelos sordos gruñidos de los dos perros ocupados en su siniestra tarea. Entonces elcaballero,pálidocomounmuertoyconterriblemirada,avanzócontraOrthés.
ÉstedivisóalosdosPardaillánydiounrugidodealegría:Ibaahacerungesto,pero no pudo terminarlo porque el caballero lo cogió por la muñeca, lacorrespondientea lamanoquesosteníael látigo,yOrthésdioentoncesungritodeterror;elcaballerolearrancóellátigoycontinuósujetandoalhombreporlamuñeca.
Entonces levantóse el látigo, silbó en el aire y fue a caer sobre Orthés,
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marcándolelacaraconunalínearoja.Levantóseellátigootravezyluegootra,ensangrentandoacadagolpelacaradel
vizcondeque,ademásdeldolor,expresabaterribleeimpotenterabia.Con desesperado esfuerzo se substrajo, por fin, a la presión de la mano del
caballero,yconlosojosinyectadosensangre,vociferóalosperros:—¡Sus,sus!¡«Plutón»,«Proserpina»!¡Sus!Losdosperrosdejaron los restos sangrientosde lamujery se levantaron sobre
suspatas traseras,dispuestosaprecipitarsecontra losPardaillán.DeprontoOrthés,profiriendounablasfemia,cayóalsueloderribadoporunperropastordepelorojoyde delgado cuerpo. Era «Pipeau», el amante de «Proserpina», que había seguido aéstadeetapaenetapa.
Deungolpe,losdientesdehierrode«Pipeau»penetraronenelcuellodeOrthés,quequedómuertoenelacto,alladodelosensangrentadosrestosdelamujer.
LosdosPardaillánnosedieroncuentadesumuerte,puesalasazón«Proserpina»y «Plutón» habíanse precipitado contra ellos tratando de agarrar la garganta denuestrosdoshéroes.
Enelmismoinstante,«Plutón»cayóhaciaatrásconelvientreabiertoporladagadelaventurero,y«Proserpina»,quesehabíalanzadocontraelcaballero,fuecogidaporésteyestranguladaenpocosmomentos.
Dirigieron entonces a su alrededor terribles miradas sin ver a «Pipeau», quesaltabaasualrededorlocodealegría,perodivisando,encambio,aloscompañerosdeOrthésquegritabancontraellos,perosinosaraproximarse.
—Enmarcha—dijoentonceselcaballero.Yencompañíadesupadreseinternóporunacallejueladesierta.
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XLIV-Entreelcieloylatierra
ENTRARONPORLACALLEJUELAperseguidosporlosacólitosdeOrthésylamultitud,pero los Pardaillán, iban con la espada desenvainada, blandiéndola en todasdireccionesydevezencuando,deentrelosperseguidores,salíaungritodedolor.
LosPardaillániban,pues,avanzandodeespaldasydepronto,aveintepasosdedistancia, oyeron una detonación sorda, seguida por un ruido de una casa que sedesplomaba. El aventurero dirigió rápidamirada hacia el lugar de donde partía laexplosión y vio que la callejuela desembocaba en una callemás ancha, en la cualhabía otro grupo numerosísimo rodeando algo que parecía una fortaleza sitiada, lacualhabíasaltadoenparteporlafuerzadelaexplosión.
Ante ellos tenían, pues, la horda furiosa cuyo avance contenían paso a paso, ydetrásotramultitudcontralacualibaaserarrojados.
De pronto se produjo el choque. Los dos grupos se reunieron y los Pardaillánviéronse enmedio de las gentes que asaltaban la fortaleza; la calle estaba llena dehumo acre, de polvo, de vociferaciones y de disparos de arcabuz; hubo espantosaconfusióndejinetesypeatonesyseprodujounremolinovertiginosoquearrastródeunaparteaotraalosPardaillán.Repentinamenteseabrióanteellosunagranpuertaysehallaronenunaescaleraancha,desmantelada,conlasbarandillasrotasyalgunosescalones destrozados; en una palabra, una escalera que se sostenía por milagro.Empezaronasubirporellasinsaberadóndeibanysinqueningunodelosasaltantesseatrevieraairensupersecución,porquelainseguraescaleraestabaapuntodecaer.
Llegaronasíalextremosuperior,queeraunaestrechaplataformaquedebíadeserelúltimotramo.Nohabíaallínadamásqueunaparedalta,a lacualseadosaba laescalera;unmuroquelaexplosiónnohabíademolido.Deunsalto,losPardaillánseencaramaronen lacrestade lapared,queeragruesa,comoentoncesseconstruían.Sujetáronseallísólidamenteyenelmismoinstanteseoyógranruidodetrásdeellosylosenvolvióespesanubedepolvo.Eralaescaleraqueacababadederrumbarse.
Agarrados allí halláronse entonces aislados entre el cielo, por el que rodabanespesas columnas de humo, y la tierra, de donde subían inmensos clamores demuerte.
El caballero se inclinó mirando hacia abajo, no por la parte de la escaleraderrumbada,sinopor laotravertientedelmuro.Miróa travésde los torbellinosdehumorojotratandodeverloquesucedíaeneltumultoqueasuspiesoía.
Deprontoseechóatemblar.¿Quéhabíavisto?Elpatiodeunpalacio.Unpatiollenodeescombrosycadáveres.Entrelosescombrosalgunoshombresdearmasquetrataban de penetrar a través de la puerta desmantelada y en los escalones queconducían a la puerta del palacio tres hombres, espada enmano, que se defendíanaún.Alacabezadelosasaltanteshabíaunomásfuriosoyardientequelosdemás,yentrelostresdefensores,unhombredealtaestaturaquedirigíaalcielounasuprema
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mirada,llenadeimprecaciones.Pardaillánreconocióalossitiadoresyalossitiados.EnriquedeDamvillemandabaalosprimeros,yFranciscoibaasucumbir.Porfinlosdoshermanossehallaroncaraacara.Aquéleraelepílogodeldrama
deMargency.—¡Maldición!—rugióelcaballero.YelviejoPardaillán,divisandoaLuisadesmelenada,alladodesupadre,recordó
elrapto,ypensandoenqueloquesucedíaeraporculpasuya,repitió:—¡Maldición!
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XLV-ComoenThérouanne
ENRIQUE DE MONTMORENCY, mariscal de Damville, habíase echado a la calle alprimer toque de rebato de Saint-Germain-L’Auxerrois. Su gente marchabaordenadamente y sin prisa. Era casi un ejército el que llevaba consigo, porqueesperabaqueopondríandesesperadaresistencia.HabíaloprevistoyorganizadotodoparaelataquedelpalaciodeMontmorency,comosi,envezdeéste,hubiérasetratadodeunafortaleza.
Había,antetodo,losgentilhombresdesucasaennúmerodeveinticinco.Luegotrescientossoldadosacaballo;detrásdeéstosibantrescarroscargadosdebarrilesdepólvoraycerrabanlamarchadoscientosreitresarmadosdearcabuces.
Aquella tropahabíaseapostadopor lanochealrededorde lacasade lacalledeFossés-Montmartre.
Apenas se puso enmarcha, cuando el mariscal confió el mando a uno de susgentilhombresysealejóacompañadotansóloportreintacaballeros.
Damvilleestabasombrío,nomanifestabalafuriosaalegríadeotrascompañíasdeasesinos;nodabaningúngrito,niprestabaatenciónalosarcabuzazos,alasantorchasqueibandeunaparteaotra,alosaullidosdelosasesinoscatólicos;alosgemidosdelasvíctimasnialostañidosdelascampanas,esdecir,quetodalavisióninfernaldelacarniceríanoloconmovió.
Sucaballo,alavanzar,derribabatodoloqueseoponíaasupasoymarchabaenlínearectapisandocadáveresycuantosobstáculoshallaba.
El pequeño ejército llegó rápidamente al palacio deMesmes, allí Damville seapeó,seacercóalapuertadesupalacio,ygritó:
—FranciscodeMontmorency.¿Erestúquienhizoclavaresteguante?Almismotiemposeñalabaelqueestabaclavadoenlapuerta.En los alrededores, el tumulto era cada vezmayor. Las antorchas iban de una
parteaotraylosgritoserancadavezmásfuertesytemibles.Lostreintacaballeros,inmóviles como estatuas, no volvían siquiera la cabeza a todo lo que les rodeaba,atentosenmirarasujefe.Damvillesacóelguanteyconvozcoléricaexclamó:
—¿Dóndeestás,FranciscodeMontmorency?¿Porquénoestásaquícuandoalzotuguante?
Enseguidaloarrancóyfueaatarloalarzóndelasilla.Esperóunminutoconlosbrazoscruzadosyporvezúltima,gritó:
—¡Cobarde!Yaquenoestásaquíparasostenertudesafío,yoiréaencontrarte.Dichas estas palabras montó a caballo y, lanzándose al galope, reunióse a su
ejércitoenelmomentoenqueacababadefranquearelPuenteGrande.
*****
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El mariscal de Montmorency, apartado de la corte, como ya hemos visto,sospechosoaGuisa,yodiadoporlareinamadre,ignorabaloqueibaasuceder,yauncuandolohubierasabido,lehabríaparecidoincreíblequeseatrevieranaatacaraunMontmorency.
En efecto, el mariscal no sólo era el hijo mayor y el heredero directo de sunombre glorioso, el sucesor de aquel condestable Anne que tan buenos servicioshabíaprestadoalamonarquíadelosValoisyalaIglesia;nosolamenteeraeljefedelpoderosoymásnobleseñoríoqueentoncesexistía,sinoque,además,eracatólicoyalasórdenesdesupadrehabíahecholasguerrasdereligión.
Esverdadquemásdeunavezlevantósuvozenfavordeloshugonotes,perosufidelidadalosValoisfuesiempreinquebrantableyyavimoslaactitudquetomóanteEnriquedeNavarra.
Ciertoera,también,quetodoslosmoderadosdelreino,aquéllosquequeríandejara los hugonotes libertad de conciencia, lo consideraban como su jefe natural, peronadahabíahechoquenopudieraparecerjustoylegítimoalmismoreydeFrancia.
FranciscodeMontmorency,pues,sabíaqueerasospechoso,peronosefigurabahabersidoseñaladoalosasesinos.
Noobstante,elhechodehaberlecerradolaspuertasdeParísparecíaunaamenazadirectaylehabíaadvertidodequecontraélsetramabaalgunacosa,sinquepudieraprecisarcuál.
Atodoevento,pusosupalacioenestadodedefensa.Vivíanenélunadocenadegentilhombres, unos católicos y otros hugonotes; todos buenos servidores de lamonarquía,peroque,comoél,teníanhorrorportantasguerras,yformabanpartedesucasao,sisequiere,desucorte.
Elmariscalaumentóhastacuarentaelnúmerodehombresdearmasqueteníay,además,armóaloslacayos,queeranennúmerodeveinte.
Todo ello formaba un total de casi ochenta combatientes. El palacio fueabundantemente provisto de pólvora, balas, mosquetes, pistolas y armas de todasclases,asícomolasprovisionesdebocanecesariasparaunmes.
Cuando todo estuvo hecho, elmariscal se sintió contento, pero creyendo haberexageradolasprecauciones.
La sucesiva desaparición de los dos Pardaillán avivó sus inquietudes y, desdeentonces,todaslasnochessecerrabalaspuertasconelmayorcuidadoyseestablecíaguardiapermanente.
Durante aquella temporada, la dulce locurade JuanadePiennes fue invariable.Continuaba creyéndose enMargency en los tiempos de su juventud. En cuanto aLuisa, si sufrió por la inexplicable desaparición del caballero, fue imposibleadivinarlo,puessurostronosealteró;parecíaocuparseúnicamentedesumadre.
Juana de Piennes sonreía, yLuisa, en cambio, al lado de la pobre loca, dejabacorrersuslágrimaspensandoenelcaballerodesaparecido.
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Hacialasdosdelamadrugadadelanochedelsábado,tododormíaenelpalacio,exceptuandoloshombresdearmasdelcuerpodeguardia.Elsilencioeraprofundo.JuanadePiennesyLuisadormíanenlamismahabitación.
Hacia las diez, el mariscal se había retirado a sus habitaciones, como decostumbre.
Losprimerostañidosdelascampanaslodespertaron.Sevistió,púsoseunacorazade piel de búfalo, ciñó su espada de guerra, se armó con una daga y abrió unaventana.Enelcielobrillabanaundébilmentealgunasestrellas.Extrañorumorllegabade la ciudad acercándose rápidamente a las inmediaciones del palacio. Oíansetambién sordas detonaciones, el tañido de las campanas, gritos de furor y quejasdesgarradoras.
Durante algunos minutos el mariscal escuchó aquel rumor. Su rostro se pusosombríoyentoncescorrióalahabitaciónenquedormíanJuanadePiennesysuhija.
Luisa, desde que oyera la primera campanada, habíase vestido y a la sazónayudabaasumadreaquehicieralopropio.
—¿Notienesmiedo,hijamía?—preguntóelmariscal.—No—contestólajoven—.Pero¿quésucede?¿Porquésuenanlascampanasy
seoyenesosclamores?—Voyaenterarme.Pontetutrajedeviaje,hijamía,yprepárateatodo.Franciscoestrechóa lasdosmujeres entre susbrazosy se lanzóal exterior.Al
atravesarlagransaladelaplantabaja,oyó,cómoelrelojdabalastresymedia.Enelpatiohallóasusgentilhombresarmados,escuchandoelterribletumultoque
crecíacadavezmás.Loshombresdearmasestabanensupuesto.—¡Monseñor! —exclamó uno de los gentilhombres, el joven La Tremoille, a
quienelviejoduque,supadre,ColocóalladodeMontmorencyparaqueaprendiera,segúndijo,apracticarelhonor,lavalentíaylavirtud—.Monseñor,estoysegurodeque los guisardos atacan el Louvre, Es preciso ir a socorrer al rey. ¡Escuchad!,¡escuchad!,enelLouvresebaten.
Elmariscalmeneólacabezaconairededuda,puesestabasegurodequesiGuisahubieraintentadoalgocontraelrey,habríaprocedidoconmayorrapidezysilencio.
—LaTremoille—dijo—,yvos,Saint-Martin,llegaoshastaelSena.Losdosjóvenesselanzaronalacalle.Erancasilascuatrocuandoregresaron,y
sin duda lo que habían visto debía ser horrible, porque estaban lívidos y llenos deespanto. Además, habían tenido necesidad de defenderse, sin duda, porque en susvestidosseveíanalgunascuchilladasySaint-Martinperdíasangrepordosheridas.
—¡Mariscal! —exclamó Saint-Martin—, están asesinando a los hugonotes enmasa…están…
Ycayódesvanecido.
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—¡Monseñor!—rugióLaTremoille,queerahugonote—.¡Estánmatandoamishermanosentodaspartes,enelLouvre,enlascasasyenlascalles!Nodistinguendesexosniedades,yhombres,mujeresyniñoscaenmuertosporlosasesinos.¡Socorro,Monseñor!
—Aellovamos—dijoMontmorencyconterribleacento.Ymandó,comoantaño,cuandopartíaparaThérouanne,convozfuerteypotente:—¡Acaballo,señores!¡Hola!Micorceldeguerra.Huboenelpatiorápidotumultodearmasydecaballos.—Señores—dijoFrancisco—.Vamosa intentar lo imposible, llegar alLouvre,
penetrarhastadondeestáelrey,hablarleypedirlequemandecesarlamatanza.Ysirehúsa…guerra.
—¡Guerra!—rugieronlosgentilhombres.—¡Abridlapuerta!—mandóelmariscal.Elporterocorrióhaciaellaparaobedecer,pero,enaquelmomento,extraordinario
tumulto invadió la calle: tumulto de reitres, que llegaban corriendo, caballosgolpeando con sus cascos las piedras de la calle, choque de armas, blasfemias,relinchos;ytodoellosedetuvoanteelpalacio,acuyapuertagritóunavozterrible:
—¡Alasalto!—¡Demasiadotarde!—exclamóLaTremoillearrancándoseloscabellos.—¡Mihermano!—exclamóFranciscodeMontmorency reconociendo lavoz—.
Porfinvamosaencontramoscaraacara,comoenelbosquedeMargency.Yconvozterrible,quedominóelgriterío,exclamó:—¡Enrique,Enrique!¡Desgraciadodeti!Unformidablegolpehizoestremecerlagranpuertamaciza.—¡Pieatierra!—mandóMontmorency.Secumpliólaordenyloscaballosfueronllevadosalascuadras.Enalgunas segundosFranciscodispusoa sugente enordendebatalla.Ante la
cerradapuerta loscuarentahombresdearmasen filasdediezen fondo: laprimerafiladispuestaadisparar,ylasotrastresconlasarmaspreparadas.Aizquierdadelapuerta se colocaron un grupo de picas, y a la derecha otro grupo. Montmorencyvigilabaelconjunto,terciadoenmano,desdelaentradadelpalacio.
Otrogolpeterribleresonófuertementeenlapuerta.—¡Miserable!—aulló la voz deDamville—.Acepto tu desafío. ¿Dónde estás?
¡Quieroabofetearteconmiguante!—¡Abridlapuerta!—exclamóMontmorency.A derecha e izquierda los dos grupos de gentilhombres corrieron los pesados
cerrojos,atrajeronlosmacizosbatientesderobledelapuerta,yéstaquedóabierta.Aquella fue una maniobra audaz y sublime, pero también admirablemente
razonada,porque losasaltantes,queseesforzabanenhundir lapuerta, sequedaronestupefactosalverqueseabríay,almismotiempo,inquietosyllenosdetemor.Huboenlacalleunretrocesodesordenadoanteaquellapuertaqueseabría.
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Alasazón,latranquilavozdeFranciscoexclamó:—Primerafila.¡Fuego!Los diez arcabuces dispararon y se oyeron, espantosos gritos de dolor. Entre
tanto,losdiezhombresvolvíanacargarsusarmas.—¡Adelante!—gritóDamville.—Segundafila.¡Fuego!Oyóse de nuevo un trueno, gritos, vociferaciones, insultos y hubo un nuevo
retroceso.—Tercerafila.¡Fuego!—Cuartafila.¡Fuego!Las tropas de Damville huían por la callejuela a que habían desembocado los
Pardaillán;treintacadáveresestabanaderechaeizquierdadelapuertayunamultitudenormede reitres, caballerosygentedelpueblo, engranconfusión,gesticulabanygritaban.Damvilleechópieatierralívidoderabia,locodefurorytendiendoelpuñocerradohacialafortaleza.
—¡Cerradlapuerta!—mandótranquilamenteMontmorency.Entretanto,Damvillerecobrólasangrefríanecesariaparaorganizarelasalto.Empezópor reorganizar a sus reitresycaballeros, a losquemandóecharpiea
tierra; los caballos fueron conducidos a orillas del Sena, cerca del lugar en queatracabaelbarcoquepasabadeunaaotraorilla.
Luegohizoretrocederaizquierdayderechalagentedelpuebloycelebróconsejoanteelpalacioconalgunosdesusgentilhombres.Todoelloduróunahora.
ElsolestabayabastantealtocuandoDamvillediofinasusdisposicionesparaunnuevoataque.
En París, el ruido inmenso del degüello se confundía con el campaneo de lasiglesias. Por todos lados Damville oía los gritos de las víctimas perseguidas yasesinadas y las vociferaciones de los asesinos que pasaban como rápidas visionesinfernales.Alolejos,veíaseelresplandordemultituddehogueras,yportodaspartessemataba,seincendiabayéleraelúnicoquenopodíahacerniunacosaniotra.
Con los labios blancos, el bigote tembloroso y la voz ronca, dio sus órdenes.Persistía en el mismo plan de ataque, es decir, hundir la puerta, pero esta vez,tratandodesorprenderasuhermanoporlaimpetuosidad.Observóqueelmaderodequesehabíaservidoerainsuficiente.
Entoncesconstruyeronrápidamenteunaespeciedecatapultaantelapuertamismadelpalacio.Alarietefueronfijadospormediodeunacadenatresenormesyunquesquetomarondeunaherreríavecina.
Entonces Damville colocó a sus reitres a derecha e izquierda con orden deprecipitarsealpatioencuantoestuvierafrancoelpaso.
A la sazón, eran yamás de las doce de lamañana, porque la instalación de lacatapulta requirió algunas horas. Reinó entonces relativo silencio en la calle, yDamville,dirigiendounamiradaasualrededor,vioquetodosestabanensupuesto.
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Dio entonces la señal de ataque levantando el brazo.Diez hombre cogieron elarietesuspendidopordoscadenasde loaltode lacatapulta, loalejarontantocomolesfueposibledelapuertaydepronto,dandounviolentoempujón,losoltaron.
Lamazadehierroymaderase lanzóconviolenciacontra lapuerta.Losreitreshicieronunmovimientocomoparapenetrarenlacasayseoyóunenormechasquido.
Perolosgentilhombresylosreitresprofirieronunamaldiciónalobservarquelapuertahabíaresistido.
Habíaserajadoydislocado,peronohundido.Lasorpresa,combinadacon tantotrabajo, abortaba miserablemente. Damville mordíase los puños de rabia ycomprendió que en el interior habían levantado una barricada, mientras él estabacombinandoelataque.
—¡Oh!—exclamó—.Venceréauncuandodebapasarmeunmesanteestacasa,yaunquemeseaprecisoincendiarlacalleentera.
Depronto,unaideacruzósucerebroygritó:—¡Orthés!—El vizconde pasea sus perros, porque tenían hambre—contestó uno de sus
hombres.LasonrisadeDamvilleprobóquehabíacomprendidolabroma.—¡Sauval!—llamóentonces.Elhombreasínombradoacudió.Eraelqueteníaasucuidadolaspólvoras.—Aquí—dijoelmariscal—unbarril.Yallíotro.Lamaniobrafueejecutadaenseguida,yencendieronlamechadelosbarriles.Luegoseretirarontodosaciertadistancia.Veinte segundos más tarde resonó la explosión; una doble llamarada se elevó
haciaelcielo,lapuertasehundió,sedislocaronlasbarricadasquelaapuntalabanyelpaso estuvo libre. Los reitres, dando gritos de alegría, se precipitaron al patio delpalaciodeMontmorency.
Entraron como una banda de lobos. Algunos arcabuzazos los acogieron, perocomoalasazónteníanyaelimpulso,nadapudodetenerlos.
En el patio empezó entonces el combate cuerpo a cuerpo. Calláronse losarcabuces y las pistolas descargadas empezaron a batirse con las dagas, espadas ypicas.
Los hombres de Montmorency, apiñados en compacto grupo, resistían a losasaltantesguardando ferozsilencio; losdeDamville, encambio,vociferaban;en lacalle,lasgentesprocedentesdetodaspartes,queríanentrarymatar.
Los soldados deDamville, ebrios de furor y profiriendo blasfemias, insultos eimprecaciones,girabanalrededordelpelotónquesedefendíaferozmente.
Montmorency buscaba con los ojos a Damville, pero no le veía, pues ésteesperabaelmomentopropicio.
ElterciadodeFranciscoagitábasesincesarycadavezquelahojasilbabaenel
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aire,caíaunhombre.Alrededor de Montmorency había una quincena de cuerpos amontonados,
muertosoheridos,queconstituíanunatrincheradecarnehumana,delaquecorríanarroyuelosdesangre.
VióseentoncescomoenThérouanne.Comoallíheríasindescanso,casisolo,antelosenemigosquesemultiplicaban.
Y tuvo la intuición de que como en la barricada de Thérouanne, iba a caertambién.Ylailusiónfuetanfuerteque,comolohicieraentonces,exclamó:
—¡Adiós,Juana,adiós!En. aquel momento dio un grito, pues, dirigiendo una rápida mirada a su
alrededor,desvanecióselailusiónyvioquesehallabaenelpalaciodeMontmorency.Yheaquíloquevio.Susgentes,reducidasa lamitad,habíanserefugiadoalpiedelosescalonesque
dabanaccesoaledificio.Mientraslosreitresatacabanaaquelpuñadodehombres,Damvillereunióciende
sus caballeros en la parte izquierda del patio del palacio y los lanzó como arietevivientesobreelgrupo,dedefensores.
Su masa llegó allí con la consistencia de un bloque. Entonces las gentes deMontmorency fueron arrojadas hacia el edificio de la derecha y Francisco vióserodeadotansóloporunosdiezcombatientes.
Encompañíadeellos,subiólosescalonesqueconducíanasupalacioytodoslosrestantes,ennúmerodetreinta,viéronseacorraladoscontralapartederechadelpatio.
Transcurrieron algunos segundos. De pronto, resonó clamor inmenso yMontmorencyvioqueasualrededorsóloquedabansieteuochohombres.Elpatioentero estaba ya en manos de la gente de Damville; los desgraciados que fueronacorraladoshaciaeledificiode laderecha,habíanseprecipitadopor lasdospuertasqueseabríansobreelpatioyformaronunabarricadaensuinterior.
En aquelmismomomento resonó una detonación formidable; el edificio de laderecha se desmoronó casi por entero, enterrando bajo sus escombros a susdefensores.
UntenientedeDamvillehabíahechosaltareledificio.Yanoquedabamásqueelmuro que rodeaba el patio y éste resquebrajado por muchos lados y en otros,desmoronado.
—Esnecesariomoriraquí—dijoMontmorencycontranquilidadasombrosa.Ycuandodirigióhaciaatrásunarápidamirada,vioasuhijacorriendoconuna
dagaenlamano.—¡Padre!—exclamó—.¡VaisavercómosabemorirunaMontmorency!—¡Tumadre!—gritóFranciscodandounterriblemandoblequehizoretrocedera
susenemigos.Luisasequedóindecisa.¡Sumadre!¡Eranecesariovivirparaella!En aquel instante, Francisco de Montmorency, lívido cubierto de sangre y
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espantosodever,dioungritodealegríaterrible.—¡Tú!¡Tú,porfin!AnteélestabaDamville.
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XLVI-Lostitanes
ENUNADEAQUELLASRÁPIDASMIRADASde laduracióndeunrelámpago,heaquí loquevioFranciscodeMontmorency.
Él se hallaba en el umbral de la puerta principal con el terciado en lasmanos.Detrássuhijayenelfondodelasala,yenunsillón,JuanadePiennes,sonriendoalcontemplar aquellas horrorosas escenas. Al lado de Francisco, dos hombres vivosaún.
A pocos pasos, Damville, su hermano, dirigiéndole una mirada de odio yacercándoseespadaenmano,gritando:
—¡Paso,paso,ésteesparamí!Detrás de Damville, gran número de hombres de armas, cuatrocientos tigres,
exclamaban:—¡Amuerte,amuerte!Enmediodeaquellamuchedumbre,uncarrocargadodebarrilesdepólvoraque
acababadeentrar,ymásalláestabalapuertadelpalaciodesmanteladayabiertadeparenpar.
Por ella se veía que la calle estaba llena de gente que también gritabasalvajemente:
—¡Amuerte!¡Amuerte!HeaquíloqueMontmorencyvioyoyóenaquelinapreciableespaciodetiempo,
duranteelcual,Damville,apartandosushombresdearmas,decía:—¡Paso!¡Ésteesparamí!En el mismo instante los dos hermanos se hallaron uno ante otro. Los dos
hombres, que habían sobrevivido a la matanza y que estaban al lado deMontmorency, cayeron. Damville hizo un gesto que detuvo las armas levantadassobreFranciscoygritó:
—¡Vivo!¡Quierocogerlovivo!Francisco levantó su terciado y con furia lo dejó caer con intento de herir a
Damville,peroéstediounsaltoatrásyelarmachocóconunagradademármolyserompió.
—¡Maldición!—exclamóMontmorencydirigiendoalcielounamiradadecólera.—¡Francisco,vasamoriramismanos!—exclamóDamville—.¡Adiós,recuerda
quemeconfiasteaJuanadePiennes!¡Mueretranquilo,quecuidarédeella!YalmismotiempoprecipitósecontraFrancisco,queestabadesarmado.Éste, conun trozodel terciadoque aún tenía en lamano, paró el golpeque su
hermano le dirigía. En el mismo instante, entró en la sala de honor, y abrazandofrenéticamenteasumujer,exclamó:
—¡NiJuana,niLuisa,niyo!¡Nopodrásapoderartedeningunodenosotros!ArrancóladagadelasmanosdesuhijaylalevantósobreJuanadePiennes.
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—¡Muramos,muramosjuntos!¡Adiós!
En aquel instante, oyóse un clamor espantoso de maldiciones y ayesdesgarradoresmezcladoconelruidosordodealgunacosaquesedesploma.
El brazo de Montmorency que se disponía a herir a Juana y a Luisa, quedóinmóvil. Miró hacia la puerta y vio que Damville no había entrado en la sala dehonor,sinoqueporelcontrario,habíasealejadoprofiriendoungritoderabiayhuíahacialacalle.
Losreitresescapabantambiénapresuradamente, tropezandounosconotrosparasalirmáspronto.
¿Quésucedía?Rápidamenteysintiendoque laesperanza renacíaensucorazón,Montmorency
salióalpatio.Heaquíloquepasaba:Desdeloaltodelmuro,quepermanecíaaúnen,pie,restodeledificioquehabía
volado, desde lo alto de aquel muro, repetimos, había caído un bloque de piedraaplastando a tres o cuatro hombres. ¿Era un accidente? De ningúnmodo, pues allevantar la cabeza, todos descubrieron, a través de los torbellinos de humo, a dosseres extraños que estaban instalados tranquilamente en la cresta de la pared,ocupados en descalzar las piedras y dejarlas caer sobre los hombres de armas quellenaban el patio. Las piedras caían sin cesar y lanzadas con tal tino, que siemprehacíanunaomásvíctimas.
Tal peligro originó un tumulto indescriptible, pues nadie podía luchar contraaquel muro convertido en catapulta y todos los hombres de armas precipitáronsealocadoshacialapuertaparasalirloantesposible.Asuespaldaquedabanlosheridosy muertos por aquellas nuevas armas. Y en lo alto, sobre el maldito muro, doshombres rodeados de humo y de polvo, negros, con los vestidos desgarrados yterribles,losdosPardaillán,estabanriéndosecontodasualma.
Elmuro sobreel cual sehallabandominabael edificiocentral, esdecir,que sehallabanamayoralturaqueladeltejadoquecobijabaenaquelmomentoalmariscaldeMontmorency, a Juana de Piennes y a Luisa. Hubiérales sido fácil saltar sobreaqueltejado,atravesarelprimertragaluzyentrarenelgranero,yéstafuelaideadelaventurero en cuanto se dieron cuenta de que se hallaban en el palacio deMontmorency.
Elcaballeroportodarespuestamostróasupadrealmariscalqueestabaentoncesdefendiéndose de sus enemigos, con sólo dos hombres más, y detrás de él estabaLuisa.Entoncesdijo:
—¡Siellamuere,meecharéalpatiodecabeza!—¡Maldición!—exclamóelviejo—.Despuésdehaber resistidoaParísentero,
después de haber escapado de tantos peligros y a los demonios que recorren laciudad,esunalástimaveniramatarteaquí.
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Ycruzándosedebrazos,diounafuertepatada.Entoncesacabódedesprenderseunapiedraquesesosteníaenequilibrioycayóal
patio.Abajoseoyóungritodeasombro,derabiaydeterror.—¡Caramba!—exclamóelaventurero—.Parecequeestoaplasta.—¡Manosalaobra!—dijoelcaballero.E inclinándose, los dos atacaron con sus dagas otro bloque de piedra.
Apalancaronconellasyconunempujónecharonelbloqueabajo,endondeaplastóatreshombres.
Entoncescadaunoempezóatrabajarporsulado.Lalluviadepiedrasempezóacaerylosdoshombresibanderribando,paulatinamente,elmuro.Empezabanunoporun extremo y otro por el opuesto, y amedida que lanzaban un bloque al espacio,avanzaban.Andabanpor la crestade laparedcon tanta seguridadcomoen terrenollano,apesardequeelmenorpasoenfalsoloshubierahechocaer,peronosefijabanen tal detalle. Al reunirse,miraron hacia abajo y vieron que no había nadie en elpatio.
—¡Vayaunmododebajar,caballero!—exclamóelviejo.—¡Ymuycómodo!—¡Vaya!Descalcemosalgunaspiedrecitasmás.Se reían; estaban negros de humo y de polvo. Sus ojos brillaban y las manos
estabanllenasdesangre.Sonóunarcabuzazoylabalahizocaerelbirretedelcaballero.—¡Constequenoossaludo!—gritóéste.Los arcabuzazos se sucedían sin cesar; las balas silbaban alrededordenuestros
dos héroes; en la calle les apuntaban, tal vez doscientos reitres, mientras lamuchedumbreproferíaamenazasdemuerte.
Entonceselaventurero,andandoporlacrestadelmuroseacercóalacalle.—¡Ponedenfilalascabezas!—gritó.Levantó en sus brazos una piedra de respetable tamaño y la lanzó con todo su
vigor.—¡Paso,señor!—dijoelcaballero.Yasuvezavanzó,mientraselviejoseechabasobrelacrestaparadejarlopasar.Lapiedradelcaballerotrazóunacurvaenelespacio,cayóysaltóentrelagente
quegritabaasustada.—Meparecequeheaplastadoaunadocena—dijofríamenteelcaballero.—¡Cuatromásqueyo!Quierotomarmidesquite—gritóelaventurero.Enefecto,mientrassuhijolanzabaunapiedra,élhabíadescalzadootra,yluego
levantándose a su vez, la arrojó contra los asaltantes produciendo granmortandadentreellos.
Durantetresminutosprosiguieronelataquey,comoanteshicieranconelpatio,desalojaronlacalle.
Damville, antes de marcharse cogióse la cabeza con las manos, y los que le
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rodeabanvieronquellorabaderabiaydesesperación.Entonces los dos Pardaillán, viendo la calle y el patio libres, saltaron sobre el
tejadodelacasadelportero,ydeallíalpatio;miráronseynosereconocieron,puessusrostrosestabannegrosyensangrentados.
Saltando por encima de los cadáveres y escombros, atravesaron el patio ysubiendolosescalonesdelaentrada,llegaronalagransaladehonordelpalaciodeMontmorency.
El caballero, que iba delante, se sintió cogido por dos vigorosos brazos yoprimido sobre un ancho pecho; y el mariscal de Montmorency, besándolecariñosamente,decía:
—¡Hijomío!Pardaillán, entonces, miró a su alrededor y vio a Juana de Piennes que,
indiferente,sonreía;vioaFranciscodeMontmorencyquellorabayaLuisa,pálidaenextremo, que lomiraba enamorada y expresando al mismo tiempo admiración sinlímites.
Elcaballero,conmovidoenextremo,balbució:—¡Vuestro hijo! ¡Oh!No quisiera equivocarme con el sentido de esta palabra.
MariscaldeMontmorency,¿vosmellamáisvuestrohijo?¿Amí?El marisca] comprendió la angustia que llenaba el corazón del joven y,
volviéndoseasuhija,ledijo:—Contesta,Luisa.Lajovensepusomuypálidaysusojossellenarondelágrimas.Luegoabriólos
labiosy,convozquetemblabaligeramente,ledijo:—¡Esposomío!Sébienvenidoalacasademispadresy,porlotanto,alatuya.Elcaballerosetambaleó;cayóderodillaseinclinándosetomóunadelasmanos
deLuisayseechóallorar.—¡Pardiez! —exclamó el aventurero—. Ya te lo, dije que sería tuya. La has
conquistadocontuespada.PeroLuisamoviónegativamentelacabezaymurmuró:—No, ya lo amaba antes. Cuando lo vi a través de la ventanita del granero,
conquistómicorazón.¡Cuán lentas son las palabras! ¿De qué sirven las descripciones en tales
momentos?En la intensa emoción que los hacía palpitar, aquella escena no durómás que
algunos segundos. Fue una explosión de amor con el marco trágico del palaciohumeante, en ruinas y con el sordo rumor de muerte que llenaba París. Entoncescelebróselareunióndeaquellasdosalmasquedesdetiempoatrásestabandestinadasunaaotra.
Luisa,separándosedelcaballero, fuehaciaelaventurero, lerodeóelcuelloconlosbrazosyexclamó:
—¡Padre!
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El aventurero sintióse sobrecogido por extraño temblor, y conteniendo a duraspenassussollozos,cogióaLuisaensusbrazosylalevantógritando:
—¡ViveDios!¡Quéhermosahijatengo!¿Nosabéis,queridamía,queenvuestrainfanciaosllevéenmisbrazosyquedurantedoshorasdormisteisenlamismacamaque…?
Unruidoprocedentedelacalleleimpidiócontinuar.LosdosPardaillándirigiéronsealarmadoshacialapuerta.—¡Alerta!—gritóelviejo.—¡Oh!—exclamóelcaballero—.Loqueesahoranadiemedamiedo.Junto a la puerta desmantelada del palacio, veíase a los tigres de Damville
sintiendoodioymiedoporsusdefensores.—¡Vete!—dijo el aventurero a su hijo—.Me encargode entretenerlos durante
algunosminutos.¡Vete,porCristovivo!Elcaballeroseacercóalmariscal,mientrassupadreíbasehacialapuerta.—Mariscal¿quéhayporestaparte?—preguntó.—Losjardines,hijomío.—¿Ymásallá?—AlgunascallejuelasquedanalSena.—¿Podemosdisponerdealgúncarruaje?—Deunasilladepostas.—¡Enmarcha!—gritóentonceselcaballero.—Id,queyoyamereuniréconvosotros—exclamóelaventurero.ÉlmariscalcogióaJuanaPiennesensusbrazosyelcaballerohizolopropiocon
Luisa,queapoyósulindacabezaenelhombrodesuprometido.Uninstantedespuésestabanenlosjardines.Penetrarenlacochera,arrastraruncochecerradoquehabíaen ella y enganchar dos caballos, fue para los dos hombres cuestión de un par deminutos.JuanadePiennesysuhijafueronechadassobrelasbanquetas.
—¡Guiad,señormariscal!—ordenóPardaillán.El mariscal saltó sobre uno de los caballos, en tanto que el caballero iba a la
cuadra,sacabauncaballo,alquenosetomólamolestiadeensillar,puesselimitóaponerleelbocadoylabrida,entregandoéstaúltimaalmariscal,alquedijo:
—Abridlapuertayesperadnos.El caballero, el pobre paria, daba órdenes que Francisco de Montmorency,
mariscaldeFrancia,obedecía.Elcarruajeatravesóeljardínyluegolapuertaqueelmariscalhabíaabierto.Entretantoelcaballeroseprecipitóalasaladehonorydesdeallívioqueenel
patio del palacio estaban las gentes deDamville disponiéndose a volver a la cargaprofiriendoespantosasamenazasyencolerizadasvoces.
—¡Padre,padre!—gritóelcaballeroalentrar.Enelinstanteenqueibaaponerelpieenlasalaquedebíaatravesarparallegaral
patio interior del palacio, prodújose una explosión terrible que, por un momento,
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ahogólascampanadasydisparosdelaciudad.Latierraseestremeció,unallamadecolorescarlatasubióagrandísimaalturay
luegose replegósobresímismacomoun telónquecae.Unanubedehumoopacocubrióaquellaespantosaescena.ElpalaciodeMontmorencyvaciló,serajóy,porfin,sedesplomóconfragorhorroroso.
La violenta sacudida del aire lanzó al caballero a diez pasos de distancia, peroéste,conextraordinarioesfuerzo,consiguiónocaer.
Yeste retroceso fue el que lo salvó, a supesar, pues la lluviadepiedrasno loalcanzó.
Enaquelterriblesegundo,enqueluchócontraelhuracándesencadenadoporlaexplosión, se abrió ante sus ojos un estrecho paso erizado de vigas calcinadas,piedras,trozosdeestuco,depareddestruida,y,enfin,todoloquequedabadelviejopalaciodeMontmorency.
Entonceselincendio,originadoporlaexplosión,acabólaobradevastadora.—¡Padre,padre!—exclamóelaventurero—.¿Dóndeestámipadre?
¿Dónde estaría el aventurero? ¿Qué hacía? ¿Acaso sus miembros calcinadosestabanenterradosbajolosescombrosdelpalacio?
Heaquílosucedido:MientraselcaballeroarrastrabaaMontmorency,aJuanadePiennesyasuhija
hacialosjardines,elviejoPardaillánhabíasalidoalpatio,gritando:—Voyaentretenerlosduranteunpardeminutos.El aventureroestaba, a la sazón,muy tranquilo, tal vezporhaber llegadoa los
últimoslímitesdelaexaltación,yconlamayorsangrefríadijo:—Parecementiraloquemeintrigaestepapel.Ynoqueriendopasaryamástiemposinmirarlo,sacódelbolsilloelquerecogiera
alospiesdelcadáverdeBemia.Lodesdoblóyleyórápidamente:
Salvoconductopara cualquier puerta de París, valedero hoy 23 de
agostoylostresdíassiguientes.
Dejad pasar al portador de la presente y a las personas que lo
acompañen.
ServiciodelRey
FirmabaCarlos,rey.ElselloconlasarmasdeFranciaformabaunamancharojaenlaesquina.
Elaventurerodiounsuspirodealegría.Por finsehabíaenteradodelcontenidodelpapelyguardándoloensubolsillo,murmuró:
—¡Caramba!Aquelbuenseñorcuyonombreignoroyquemurióatravesadoporlajabalina,eraunhombreprecioso.
Bajódespaciolosescalonesqueconducíanalpatioy,Élparecer,sinfijarseenlasgentesdeDamville.Dirigióse al carro cargadodepólvoraquehabíandejado en el
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patioyqueconteníaunosveintebarrilesyempezóadescargarlos.Enaquelmomentoresonóunarcabuzazo;unodelosreitresacababadedisparar
sobreél,perosintocarlo.—Es una lástima no haber leído antes este papel—murmuró el aventurero sin
hacercasodeladetonación—.¿Cómoloharéllegarahoraamanosdemihijo?Y continuó su tarea sin apresuramiento y aparentemente sin gran empleo de
fuerza.Uno después de otro iba transportando los barriles a la sala de honor. Por
momentosaumentabaelnúmerodeenemigos,perolosreitresnoseatrevíanaentraren el patio, preguntándose qué nueva catástrofe se abatiría sobre ellos en cuantopusieran allí los pies; sólo cada vez que el aventurero se mostraba, le disparabanalgunosarcabuzazos.Porfin,comoelpatioestaballenodecadáveres,paraevitarlosefectosdelasdescargasdesusenemigos,cogióunreitremuertoysecubrióconélparaacercarsealcarro.
El viejo Pardaillán había transportado su décimo- sexto barril. Colocábalosmetódicamenteenlasaladehonordespuésdehaberdesfondadounoyderramadolapólvoraenellargodeunosquincepasos.
Inundadodesudor, reaparecióa lapuertadelpalaciopara irenbuscadelbarrildecimoséptimo.Yentoncesvioelpatiollenodegentesqueseprecipitabanhaciaél.
—Es lástima que queden aún cuatro barriles —exclamó—. Pero en fin, yabastaránlosdieciséisquetengo.¡AdiósLuisa,adióshijomío!¡Pensadenmíalgunavez!
Sacó la pistola que llevaba en el cinto y en elmomento en que sus enemigosinvadíanlasaladehonor,murmuró:
—Creo, amigos, que entre vosotros y el caballerovoy a levantar unabarricadaexcelente.
Ehizofuegosobreelreguerodepólvora.Enelmismoinstanteoyólavozdesuhijoquelollamaba.—¡Animal!—gritó el aventurero—.Nunca quiere hacer caso demis consejos.
¡Atrás!¡Huye,porCristovivo!LasgentesdeDamville, alver losbarrilesdepólvorayel regueroqueprendía
fuego rápidamente, tratarondehuirprofiriendosalvajes imprecaciones,peroyaerademasiadotarde.
Resonó la explosión y el palacio se hundió con espantoso fragor, enterrandodoscientosasaltantesbajosusescombroshumeantes.
Damvilletuvotiempodehuiryyaenlacalle,locoderabiaylívidodeespanto,observó la completa destrucción del resto de su ejército de quinientos reitres,gentilhombres y guardias, que habían sido derrotados, en suma, solamente por doshombres.
Cuandoyadelpalaciosóloquedaronruinashumeantesycadáveresaplastados,lamuchedumbredegentesfuriosasquerodeabanaDamvilleoyeroncómoéstesoltaba
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unablasfemia.Luegosedesvaneció.AIvolverensí,Damvillecontemplóaquellas ruinascon ladesesperaciónde la
venganzanolograda,pero,noobstante,servíaledeconsueloelpensarque,sindudaalguna,todoshabíanperecidoenlaexplosión:suhermano,losdosPardaillányJuanadePiennes.Lamentabaestaúltimamuerte,perolapreferíaaveraJuanaenbrazosdeFrancisco.
A su alrededor estaban una quincena de caballeros que acababan de llegar: eraMaurevert,escoltadoporalgunossicarios.Enlacallehabíaenormemultitudya lolejosseextendíaParís,terribleyhumeante,yconvertidoenlaciudaddelhorrorydelespanto.
Damville y los suyos, así como las gentes que los rodeaban, profirieron, depronto,unrugidoderabiaalobservarqueentrelasruinashumeantes,saltandodeunoaotro escombro, aparecía unhombre con los cabellosmedioquemados, el vestidodestrozadoylosojosabiertosdesmesuradamente.Aquelhombreeraelcaballerode,Pardaillán,queexclamaba:
—¡Padre!¡SeñordePardaillán!¿Dóndeestáis?—¡Aquí,porloscuernosdeldiablo!Elcaballero,aloírlo,precipitóseallugardedondehabíasalidolavoz,ybajoun
montón de vigas vio entonces a su padre que, haciendo sobrehumano esfuerzo,sosteníaconsusmiembroselpesoenormedelosescombrosquesobreélgravitaban.Estabalívidoysurespiracióncortaparecíamásbienelestertordelaagonía.Alverasuhijo,sonrió.
—Hemeaquí,padre.Noseránada. ¡Valor!Bueno; ahorayanoquedamásqueestaviga.¡Oh!Tenéislapiernarota.¡Valor,valor!
Deliranteyconlavoztemblorosa,elcaballeroibaapartandolosescombros.—Nunca…hasquerido…escucharme…Teordené…huir…Elcaballerocogióasupadreentresusbrazosylolevantó.—¡Padre! ¿Sólo tenéis la pierna rota? Sí, ya veo que no tenéis ninguna otra
herida.—Tengo… dos o tres costillas rotas, según creo. Pero déjame… vete…,
obedécemeunavez.Elaventureroteníaelpechoaplastado.Aldecirlasúltimaspalabrasperdióelconocimientoyunsollozosaliódelpecho
delcaballero,que,cogiendoelviejoentresusbrazos,sepusoenmarcha.Entonces,entrelosescombros,aparecióalamultitudtalcomodebióserEneasal
llevar enhombros a supadreAnquises, a través de las ruinas humeantes deTroyavencida.
Lamuchedumbre, llenade furor, invadió losescombrosde loquehabíasidoelpatiodehonor.
El caballero de Pardaillán se volvió llevando a su padre en brazos y tal vez elrostrodeaquelhijoquesellevabaasupadre,teníaalgodesobrehumanooaparecióa
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sus enemigos como uno de aquellos seres fabulosos cuyamirada petrificaba a loshombres, porque la multitud se detuvo, retrocedió y algunos de ellos llegaron adescubrirserespetuosamente.
Unmomento después el caballero, llevando a su padre, acabó de franquear lasruinas, llegó a los jardines y, haciendo un último esfuerzo, dejó al aventureroagonizanteenlasilladepostaentreJuanadePiennesysuhija.
Entoncescogióunaespada,montóenelcaballosinsilla,cuyabridasosteníaelmariscal,yprecediendoalcarruaje,dirigiósealavecinapuertadeParís.
Unavezenelcoche,elaventurero,sacudidoporeltraqueteo,recobróelsentido,yentoncesbuscóenunodesusbolsillosysacóunpapelarrugadoquetendióaLuisa.
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XLVII-Laultimaetapa
SERÍAN LAS SIETE DE LA TARDE. El sol descendía hacia el horizonte y sus rayosoblicuos teñían de púrpura el humo que invadía la ciudad. En las calles, en lasencrucijadas y también en las casas, seguíase matando. La espantosa carniceríatomaba las proporciones trágicas de algún cataclismo causado por unmeteoro. Eldeseodematarerayasalvaje.Despuésdeloshugonotes,empezaronamatarjudíos.Luegoaloscatólicossospechososy,porfin,alosquenoqueríanmatar.Empezóportodaspartesunpillajedesenfrenado.Enlamayoríadelascasasoíanselosclamoresde lasmujeresy las jóvenesvioladas, losgritosde losniñospidiendoperdóny losaullidos de los asesinos ebrios de sangre. En las calles, grupos delirantes pasabancorriendo entrechocándose, disgregándose y uniéndose de nuevo, pero siempregritando:
—¡Vivalamisa!¡Mueranloshugonotes!Estodurabadesdelastresdelamadrugadadeaqueldomingodeagostoydebía
duraraúnvariosdíasmás.Pardaillán,espadaenmano,atravesóacaballotodosaquelloshorroressinverni
oírnada,ocupadasumenteconunasolaidea:llegaraunapuertadeParísysalirdeaquelInfierno.¿Cómololograría?Nolosabíaaún.
Todas aquellas hordas sangrientas, aquellas víctimas que saltaban, aquellashogueraseincendios,aquellasoleadashumanasquepromovíantangranruido,seleaparecían como envueltas en una niebla roja, como las sombras de unafantasmagoría.
Únicamentecuandoungruposeformabaanteél,seprecipitabaalgalopeconlaespada levantada y los ojos despidiendo llamas, atravesaba el obstáculo como unabala, seguido siempre por la silla de posta y dejando a su espalda un reguero demaldicionesyamenazas.
Corrieron algún rato perseguidos por algunos disparos de arcabuz y, por fin,llegaron a un puente interceptado por los cadáveres. Pasáronlo a costa de grandesesfuerzos,seguidosporalgunosrabiososquequeríanatacarlos.
Alsalirdelpuente,el trotede loscaballosseconvirtióengalope,yPardaillán,identificadoconsucaballo,pasócomounarachadehuracán,yenfilólaprimeracalleque se le presentó, siempre acompañado por terribles amenazas. No sabía dóndeestabanniadóndeiban,peroseguíaenlínearecta.Hundíaelocéanohumanoyanteélretrocedían, a derecha e izquierda, como si lamultitudhubiera visto el caballo delApocalipsis.
Deprontosedetuvoanteunapuertaguardadaporveintesoldadosalmandodeunoficial.Pardaillánprecipitósehaciaesteúltimo,exclamando:
—¡Abrid!—¡Nosesale!
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—¡Maldición!¡Abre,o…!EntoncessaltóLuisadelinteriordelcoche,presentóunpapelaloficialyvolvióa
lasilladeposta.EloficialmiróasombradoaPardaillányluegodijo:—¡Abridlapuerta!¡Mensajerosdelrey!¡Guardias,hacedretrocederalpueblo!Y entre el coche y las gentes que se precipitaban a él para destrozarlo, se
interpusieronlosguardiasapuntandosusarcabuces.—¡Atrás!—gritóelsargento—.¡Sonmensajerosdelrey!Aloírlo,lasgentesretrocedieron.—¡Mensajeros del rey! —repitió burlonamente el aventurero incorporándose
débilmenteenelcoche.—¡Mensajerosdelrey!—murmuróPardaillánsincomprenderlo.Deprontolapuertafueabiertaybajadoelpuente,yelcaballero,seguidoporel
coche,loatravesóysehallaronfueradeParís.Ycuandoacababandefranquearlapuertayéstaempezabaacerrarse,llegabauna
quincenadecaballeros llenosde furormontadosencaballos llenosdeespuma,conlosijaresdestrozadosporlasespuelas.
EranDamvilleyMaurevertqueacudíanjadeantes.—¡Abrid,abrid!¡Sonhugonotes!—exclamóelmariscal.—Sonmensajerosdelrey—contestóeloficial—.Heaquílaorden.—¡Abre!—rugióDamville—.Abre,oporlasangredeCristo…—¡Preparen!—gritóeloficialasusguardias.Damvilleretrocedió.EntoncesadelantóseMaurevertconunpapelenlamano.—¡Mensajerodelareina!—gritó—.¡Abrid,oficial!—Pasad,caballero,perovossolo.¡Atráslosdemás!YMaurevert franqueólapuerta,mientrasDamville levantaba lospuñosalcielo
profiriendounablasfemia.
*****
Maurevert no habíamentido. Era, en efecto,mensajero de la reinaCatalina deMédicis. Después de haber buscado a los Pardaillán por todas partes en que creíapoder hallarlos, marchó al Louvre y fue introducido enseguida en el oratorio, endondehallóalareinaarrodilladaalpiedelCristodeplata.
—Yaveis—dijoCatalinalevantándose—.Estoyrezandoporelalmadetodoslosquemuerenhoy.
—¿Tambiénrogáisporéste,señora?—contestóMaurevertolvidandolajerarquíaylaetiqueta.
YechósobrelamesalacabezadeColigny.Catalinamirótranquilamentelacabezadelalmiranteysonrió.Luegopreguntó:—¿YBemia?
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—Hamuerto.—Maurevert,llevadestacabezaaRomayrelatadloquehacemosaquí.—Partoalinstante.—He aquí la orden para que podáis salir. Aquí tenéis oro. Corred, no os
entretengáis.Corred,puesnohayuninstantequeperder.Maurevertpartió.AtólacabezadeColignyalarzóndelasilladelcaballo.Partió
soñandoconhacerfortunaenRomayluegovolveraFranciaymataralosPardaillán.AtravesóelSenaycuandollegabaalapuertadelarrabaldeGrenelle,pasaronporsuladoalgunoshombresdearmas,comosihuyeran.Losreconocióenseguida.EranlosdeDamville.
DirigióseentonceshaciaelpalaciodeMontmorencyeimpotenteyebriodefurorasistió a la épica retirada de Pardaillán. Luego reunió algunos caballeros, yreanimandoaDamville, diovuelta a aquella fortalezay siguieron las huellas de lasilladepostaquecorríavelozmente.
Maurevert,porfin,franqueólamismapuertaquePardaillány,almismotiempoqueelprimero,salióunserquenadiepensóendetener,puesnoeramásqueunperro.
Fueradelapuerta,Maurevertsedetuvouninstante.¿Pordóndehabríanhuido?¡Oh!Yalosencontraría,puesestabadispuestoaseguirloshastaelinfierno.
De pronto, observó al perro que, con su olfato, iba siguiendo las huellas de suamoyechótrasél,convencidodeque,finalmente,alcanzaríaalosfugitivos.
*****
Unavez fuera deParís, Pardaillán dirigió su caballo en línea recta.La silla deposta lo seguía. Atravesaron una llanura, subieron una colina y luego cruzaroncamposyasegados.Enunodeellos,unhombre,apoyadoenlaguadaña,interrumpiósutrabajoparacontemplarconasombrolaciudadqueaparecíaalolejosenvueltaenuncrepúsculorojo.
Pardaillánpasóalladodelcampesinosinverlo.—¡Eh,señor!—gritóéste,cuandoMaurevertpasoasulado—.¿Quésucedeenla
ciudad? ¡Dios mío! ¡Qué gritos! ¡Qué campanadas! ¡Cuántos fuegos! ¿Se celebraalgunafiesta?
—¡LafiestadeSanBartolomé!—exclamóburlonamenteMaurevert.Enloaltodelacolina,Pardaillánsedetuvoyechópieatierra,yMontmorency
hizolopropio.¿Endóndeestaban?Enloaltode lacolinadeMontmartre.¿Quéhorasería?El
solhundíaseentoncesenelhorizonterodeadodenubesrojasyencimadesuscabezasse extendía la inmensidad de un hermoso cielo límpido por el que transcurríanmansamentealgunasnubesrosadas.
Dirigieronunamiradahacialaciudadyatravésdelhumoquedeellasalía,veíaseel resplandor de las llamaradas. Llegaba a ellos un ruido sordo, inextinguible, de
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centenaresymillaresdegritos,gemidos,vociferaciones,amenazas,súplicas,aullidosycuantasexclamacionesescapazdeproferirlagargantahumana,cuandoelhombreespresadelterrorodelfuror.Oíasetambiénelincesantedoblardelascampanas,ysobreponiéndosea todosestos ruidos, elde lasexplosionesydisparosdearmasdefuego.
He aquí lo que vieron y oyeron Pardaillán yMontmorency desde lo alto de lacolina. Viéronlo con una mirada que tuvo la duración de un relámpago, más aúncuandohubierandebidovivirmilaños,nuncahabríandejadoderecordartanhorribleespectáculo,comonuncapodráolvidarlahumanidadtanespantososhorrores.
*****
UnavezquePardaillánsehuboconvencidodequeyanoeranperseguidos,abriólaportezueladelasilladepostayLuisabajó.JuanadePiennespermanecióquieta,sonriendoeindiferenteatodosloshorroresqueacababadeatravesar.
Elcaballerotomóentoncesasupadreenbrazos,yconinfinitasprecaucionesloextendiósobrelahierba.Estabapersuadidoaúnqueelaventurerosóloteníaheridaslas piernas. Inclinóse sobre su rostro cubierto de contusiones, cruzado de arañazossangrientosyllenodepolvo.
ElseñordePardaillánsedesmayódespuésdehabersonreídoasuhijo.—¡Agua!—exclamóelcaballeroasustado.Mirando en todas direcciones, vio a poca distancia un arroyuelo, y cuando se
disponíaairaél,saliódeprontodeentreunmacizounhombre:Maurevert.Éstehabíaseguidoa«Pipeau»,elcual,a lasazón,serevolcabasobre lahierba,
saltabaygemíaparademostrareljúbiloqueexperimentabaalverdenuevoasuamo.Maurevert habíase emboscado a trescientos pasos del carruaje y avanzó
arrastrándoseporelsuelo.Viocómoelcaballerobajabaasupadrealsueloypensóquehabíallegadoelmomentodeherirlo,mientrasésteseinclinabasobreelherido.
Elcaballero,entonces,seincorporóylosdoshombressehallaroncaraacara.Elcaballeroestabadesarmadoy,encambio,Maurevertempuñabaunadaga.
—¡Muere! —exclamó éste levantando el arma—. He aquí mi respuesta a tuinsulto.
OyóseentoncesungritodemujeryLuisa, interponiéndoseentre el caballeroyMaurevert,recibióenelpecholapuñaladadestinadaasuprometido.
Maurevertdiounsaltoatrásycorrióhaciasucaballo,quehabíadejadoatadoapocadistancia.
PardaillándejóaLuisasobrelahierba,y,rugiendodedolor,diounsaltoterriblepor la rápida pendiente de la colina, pero en vano, porque Maurevert, a caballo,estabayaagrandistancia.
Antesdedesaparecer,gritóalcaballero:—¡Hastalavista!¡Prontotellegarálavez!¡Entretantosufreentuamorloque
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luegosufrirásentucuerpo!PerotalespalabrasseperdieronenelaireynollegaronaoídosdePardaillán.Entonceséste,inundadodeangustiososudor,volviósehaciaelgrupodeLuisay
Montmorencysin,atreverseadarunpaso.—¡Talvezhamuerto!¡Oh!¡Entalcasonosobreviviré!—¡No es nada!—exclamó de prontoMontmorency con gran alegría—.No es
nada,caballero.Unligerísimorasguño.
Entonces vio como Luisa se levantaba y le sonreía. El caballero, contemblorosos pasos, se acercó a su prometida, que le tendía las dosmanos.Cerca del cuello, vio la herida, que sólo era un ligero arañazo. Sin dudaalguna,elrápidomovimientodeLuisahizodesviarelgolpedelarma.
No era nada, no. Al cabo de pocas horas aquella insignificante herida estaríacicatrizada.
Elcaballero,dejandoaLuisaconfiadaaloscuidadosdelmarisca,volviósehaciasu padre. En pocos momentos habíase operado gran cambio en las facciones delheridoyPardaillán,coninmensapena,comprendióquesupadreibaamorir.
Las facciones del aventurero, antes tan vivas y burlonas, transformábanserápidamenteyteníayaelrostrohipocrático.
Abriólosojosparamirarasuhijo.—¿Cómoestáis,señor?—preguntósuhijo—.¿Osduelenlaspiernas,verdad?No
tengáismiedo,vamosainstalarnosenunacasadeestepuebloyyomismooscuraré.Yaldecirestosonreíaheroicamente;suvozysusmanosnotemblaron,mientras
lavabaconsupañuelomojadoelrostrodelherido.De pronto se detuvo asustado: a medida que la cara quedaba al descubierto,
podíaseobservarque tenía la lividezde lamuerte.Únicamentevivían losojos,quemirabantiernamenteasuhijo.
«Pipeau»,echadoalladodelafuente,gemíadulcementemoviendoelmuñóndesucolaylamiendo,devezencuando,lasmanosdelherido.
Elviejolevantóunpocolacabeza.Hizounacariciaalperroydijo:—¡Ah!¿Tedespidesdemí,verdad?Caballero,siemprehecreído…queelperro
esunbuenamigo…¿Dóndeestán…elmariscal…yLuisa?—Aquí,señor—dijoFranciscodeMontmorencyinclinándose.—Hemeaquí,padre—dijoLuisacayendoderodillas.—Mariscal—dijoelherido—.¿Vais…acasar…anuestroshijos…?,decídmelo
ymeiré…tranquilo.—Oslojuro—contestóMontmorency.—Bueno, caballero…, te felicito…, pero, decidme,mariscal… ¿Nome habíais
hablado…delcondedeMargency?—…Aquiendestinabaamihija,porquenoconozcoanadiequeseamásdigno
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deella.—¿Ybien?—AquíestáelcondedeMargency—dijoelmariscal señalandoalcaballero—.
TalcondadomeperteneceylodoyalcaballerodePardaillán.EseldotedeLuisa.Elaventurerosonriódébilmentey,conacentodeadmiración,dijo.—Tumano…,caballero.Éste,yasinfuerzas,cayóderodillas,cogiólamanodesupadreylallevóasus
labiossollozando.—¿Lloras?Niño…ya eres…conde…deMargency.Pues… te felicito…Serás
feliz… Y tú también… hija mía… Acercaos… nunca me figuré… tener… unamuerte…tanfeliz.
—¡Nomorirás!—exclamóelcaballero—.¡Padre,padremío!—Esta…esmiúltima…etapadelreposo…eterno.Adiós,mariscal…Adiós,hija
mía…Tebendigo…Adiós,caballero…Las manos del aventurero empezaron a enfriarse. Abrió los ojos, dirigió una
miradaasualrededor,ydijo:—Caballero… quiero… reposar… aquí… Bajo este… roble… Yo que he…
corrido… tantas… posadas… esta será… la última en que… descanse. Y apropósito…noolvides…pagar…nuestra…deudaaRosa…
Casienseguidalevantólosojosalcielo,estrechódébilmentelasmanosdesuhijoydeLuisa,loagitóunligeroestremecimientoysequedóinmóvilconunasonrisaenloslabios.
El señor de Pardaillán, a quien varios historiadores han llamado el heroicoPardaillán,habíamuerto.
*****
El caballero de Pardaillán hallóse, hacia las doce de la noche, en brazos delmariscaldeMontmorency;Luisallorabay«Pipeau»gemíaasuspies.
—Hijo mío—dijo el mariscal—. Sed hombre, pensad que Luisa no estará enseguridadmientrasnohayamosllegadoaMontmorency.Pensadqueelasesinoquelahaheridopodríavolverconrefuerzos.
—¡Ah!—exclamóeljoven—.Heperdidolomejordemímismo.Cayóde rodillas al ladodel cuerpode supadrey, con la cabezaen lasmanos,
empezóallorar.Cuandovolviódesuensimismamiento,vioalgunoscampesinosquehabían acudido con algunas antorchas y azadones. Sin duda el mariscal los habíallamadodurantelaexplosióndesudolor.
Pegósuslabiosalaheladafrentedelcadáverymurmuróunadióssupremo.Entoncesselevantó,ycomoloscampesinosempezaranacavarunafosabajoel
roble y cerca de la fuente, el caballero los apartó con suavidad y, derramandoabundantes lágrimas, empezó a cavar por sí mismo la fosa de su padre, la última
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posadadelaventurero.Unodeloscampesinosalumbrabaconunaantorcha,mientraslosdemás,gorraen
mano,observabansilenciosamentelaescena.A lo lejos, París estaba rodeado de una aurora roja y todas las campanas,
redoblandosincesar,parecíantocaramuertoporelheroicoPardaillán.Hacialasdosdelamadrugada,lafosafuebastanteprofunda.El caballero de Pardaillán no lloró más, pero, en cambio, estaba sumamente
pálido. Cogió a su padre en brazos y le colocó cuidadosamente en el fondo de latumba.Asuladopusolaespadarotaqueelaventureronohabíaabandonado.Luegolotapócuidadosamente,echóenlafosahierbasyfollaje,yencimatierra.Alcabodemediahoraestabalisto.
El mariscal y los campesinos se aproximaron a la tumba y se inclinaronrespetuosamente.
Luisayelcaballerosearrodillaronconlasmanoscogidas.EntoncesLuisaexclamócandorosamente:—¡Oh,padremío!Tejuroamarsiemprealquetútantoamabas.Luegoselevantaron,yLuisa,condosramascortadasporuncampesino,hizouna
cruzylacolocóenlatierrarecientementeremovida.Luego subió a la silla deposta.Elmariscalmontó en su caballo e imitando su
ejemplo el caballero, emprendieron el camino de Montmorency, y al salir el solpenetrabanenelantiguocastillofeudal.
Encuantoalafosaexcavadaporelcaballero,heaquísuhistoria:lacruzplantadapor Luisa fue reemplazada por los campesinos que asistieron al entierro por otramejorconstruida.Mástarde,enlaaldeacercana,llegaronaolvidarelporquéhabíaallí una cruz, pero a pesar de haber desaparecido el roble y la fuente, la cruz fuerenovada de generación en generación. Por fin la humilde cruz campesina fuesustituidaporuncrucifijo inmensoquese llamóelCalvario,yel recuerdodeestascosassehaperpetuadohastanuestrosdías,pueshoyellugarenquefueenterradoelaventureroseconoceconelnombredeCalvariodeMontmartre.
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XLVIII-Enquesedacuentadelfindevariospersonajesdeestahistoria
AQUÍTERMINAELEPISODIOcuyorelatohemos intentado.Quisimosdaraconocer lavida social del siglo XVI y de qué modo, en una época en que predominaban laviolencia y las pasiones, un joven pudo conquistar con el hierro y con el amor unlugarpreeminente.Enlaluchaporlavidayporlafelicidadennuestrosdías,nuestrohéroehabríaobradodeunmododistinto,peroentodocasolajuventud,larectitudyla firmeza, son siempre factores indispensables para la conquista de la vida.Esperamos también haber logrado dar una idea ligera de la existencia de losaventureros que recorrían el mundo en aquellas edades violentas y, por fin, nosfiguramoshabercumplidonuestramisióndenovelistas,demostrandocómopuedendespertarseenelhombreinstintosdefierabajolainfluenciadelaspasionespolíticasyreligiosas.
Noobstante,sinuestrorelatohaterminado,hemosdesatisfacerlacuriosidadqueenloslectorespuedahaberdespertadoalgunodenuestrospersonajes.
Trataremos,principalmente,deloquefuedeJuanadePiennes,Luisa,elcaballerodePardaillányFranciscodeMontmorency,unavezhubieron llegadoalcastilloenquesedesarrollólaprimerapartedeestahistoria.
Pero antes de volver al castillo deMontmorency, dirijamos una últimamiradahaciaalgunodelosrestantesactoresdeestedrama.
Maurevert fue a Roma a llevar la nueva de la destrucción de los herejes.AtravesandoFrancia,pudoobservarquelamatanzaseextendíaportodoelreino.Encuanto se supieronenRoma lasnoticiasque llevabaMaurevert, cantaronvariosTeDeum en todas las iglesias, las campanas repicaron como si fuera Pascua y sedispararonsalvas.Huboextraordinariaalegría.
El cardenal de Lorena regalómil escudos de oro al siniestromensajero que lellevabalacabezadeColigny.
Maurevert permaneció un año en Roma, aun cuando su intención era sólo dequedarse algunos días. Probablemente preparó su fortuna y celebró entrevistas convarios personajes. El día en que se puso en camino hacia París, o sea el 1º deseptiembrede1573,sepintabagransatisfacciónensurostroymurmurótocándoselamejillaheridaporelcaballero:
—Ahora,Pardaillán,nosveremoslascaras.Rosa y su marido pudieron permanecer ocultos en la bodega de uno de sus
parientes,ycuandoserestableciólacalma,lamujerquisovolverasuhostería,perosu tímidomarido lehizoobservarqueParíseramuypeligrosoparaellos,puesaúnhabíamuchasalgaradasysindudapodríaversecomprometidoporhaberfacilitadolafugadelosdosPardaillán,cosaquedisgustaríaaRosa.
Ésta,sinprestarmuchafeenlaúltimapartedeldiscursodesumarido,seavino,
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noobstante,asusrazonesyfueronaviviralpueblodeella,endondepermanecierontres años, hasta que, por fin, su marido empezó a persuadirse de que lo habíanolvidado,yel18dejuniode1575abrierondenuevolaposada«LaAdivinadora»,asíbautizada porRabelais, y hemos de añadir que, en breve, ganó tanto dinero comoantes, cosa que hizo engordar de satisfacción a maese Landry, que había perdidobuenapartedesugrasa.
EncuantoaRosa,siemprebonitayamable,continuósiendoelprincipaladornodelaposada,perosepodíaobservarensusemblanteunanubedetristeza.Pasábasemuchosratosenlapuerta,mirandoalolejos,comosiesperaraunmisteriosoviajeroquenollegabanunca.
ElhermanoTeobaldomurióeltercerdomingodespuésdeSanBartolomé,acausadeunainsolación,alacompañaralpequeñoJacoboClementealatumbadesumadre.
Lleváronloalconvento,endondeleprestarontodaclasedeauxiliosparacurarlo,peroinútilmente,porquemuriósinhaberrecobradoelsentido.
JacoboClementecontinuóeducándoseenelconventohastalaedaddetreceaños,acuyaedadpasóalconventodelosFranciscanospormotivosqueignoramos.
EncuantoalhermanoLubincontinuóviviendocomounsantoenelconvento,endondeestabavigilado.
Por otra parte, no tenía deseos de salir, pues llevaba una vidamuy regalada ysiempre estaba provisto de abundantes y suculentos manjares, así como de vinosexcelentes.
Lehallaronmuertoelaño1579ensucelda, rodeadodeunadocenadebotellasvacías;ensucrispadamanoteníaunaqueconteníaaúnunpocodevino.
Cundió entonces por París el rumor de que el famoso fraile Lubin, que habíaoperado el milagro del caldero, acababa demorir en olor de santidad. Todo Parísdesfilóporlacapillaardienteenquefueexpuestosucadáver,ycomooraciónfúnebremerececitarselafrasedeunpillueloqueexclamóalverlaextraordinariacorpulenciadelfraile:
—¿Ésteeselsanto?¡PobresilladelParaísoenquesesiente!Ruggieri permaneció encerrado en su laboratorio durante la matanza de
hugonotes, empeñado en resucitar a su hijo, el desgraciado conde deMarillac. Elfracasodesutentativadereencarnaciónestuvoapuntodevolverlelocodedolor.Alcabodequincedíasdecidióhacerenterrarelcuerpo,que,porazar,ynoporvoluntaddel astrólogo, fue sepultado en el cementerio de los Inocentes, a tres pasos de latumbadeAliciadeLux.
Ruggieri hizo venir de Italia un gran bloque de mármol que fue talladoconvenientemente,perocongransencillez,ysobreéstehizograbarengrandesletraselnombredesudesgraciadohijo.
Desde entonces, Ruggieri vivió miserablemente, matándose a fuerza de quererdescubrirelinsolubleproblema.ParecequeCatalinatuvoenciertaocasiónmiedodeél,porquelocomplicóenelprocesoinstruidoporbrujeríaaLaMôleyalcondede
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Coconas. Pero luego, tal vez tuvo miedo de las revelaciones que podía hacerRuggieri,porquedespuésdehaberlemostradoelcadalso,pordecirloasí,losalvóyloconservóasuladorecibiendodeél,sinduda,másdeunservicio.
Después de las matanzas de San Bartolomé, el duque de Guisa marchó a sugobierno de Champagne y el duque deDamville al deGuyena. Enrique deGuisacomprendióqueCatalinadeMédicistriunfabaentonces,puesteníaelapoyodeRomayEspaña, pero, probablemente, no renunció a sus proyectos, porque al alejarse deParísmostróelpuñoalLouvre,exclamando:
—¡Nosveremos!EncuantoaDamville,alsaberquesuhermanoyJuanadePienneshabíanpodido
llegaraMontmorency,cayóenunestadodepostraciónqueestuvoapuntodecostarlelavida,perosuconstituciónrobustayeldeseodevenganzafueronmásfuertesquelamismamuerte.SaliódeParís,exclamandotambién:
—¡Yavolveréynosveremos,hermano!
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XLIX-SUDORDESANGRE
ROGAMOS AL LECTOR que se transporte con nosotros al castillo de Vincennes,residenciayprisiónrealauntiempo.Estamosenunamagníficamañanadeverano,enel30demayode1574,esdecir,exactamenteveintiúnmesesyseisdíasdespuésdeldomingodeSanBartolomé,enqueelreyCarlosIX,nosólopermitiólamatanzade sus huéspedes, sino que contribuyó a ella personalmente. Habían, pues,transcurridodosaños,desdelafechaenquesecometierontanhorriblescrímenes.
Durante este tiempo, ¿cómo vivió el miserable loco, pues fue más loco quecriminal?
LaresponsabilidaddesuscrímenesdebecaermásbienensumadreCatalina,enEnriquedeGuisayenlaInquisiciónRomana.
Rodeadodeintrigantesqueacechabansumuerteyladescontabandeantemano,Carlosvivió retiradodejandoelgobiernoasumadre,puesamedidaquepasabaeltiempo seveía aquejadoconmás frecuenciade sus ataques, cuya intensidad crecíatambién.
Comprendía perfectamente que todos los que estaban a su alrededor, tanto sumadre como sus hermanos y sus cortesanos, sentían impaciencia por sumuerte, apesarque sólo teníaveintitrésaños.Multiplicábanse lasconspiracionesen lacorte,queestabatransformadaenunmiserablecampodebatalla.Lospartidossecombatíanconsaña,pero,porfin,seponíantodosdeacuerdocontraelrey.
EnVincennes,bajo lasombrade loshermososárbolesdelbosque,hallóalgunatranquilidad, pero sus noches eran terribles.Así que se dormía, veíase rodeado deespectros, a los cuales pedía perdón.Únicamente lograba conciliar tranquilo sueñocuando su nodriza, sentada al lado de su cama, le relataba antiguas historias decaballerías,comosehaceconlosniñosmiedososparaqueseduerman.
Pasaba el tiempo en terminar su libro sobre laCaza real. Por la noche escribíatambiénpoesías,algunasdelascualessondeextraordinarioméritoydemuestranqueteníagraninteligencia.
Ocupábasetambiénenlamúsicay,muyamenudo,hacíavenirmúsicosconlosque distraía febrilmente horas y más horas. Pero, de pronto, a lo mejor de ladiscusión,obiencuandoestabasentadoantesumesadetrabajo,sedetenía,palidecíayempezabaa temblar.Yentonces losque,comosunodriza,podíanacercarseaél,oíanlemurmurar:
—¡Cuánta sangre! ¡Cuántasmuertes! ¡Ah! ¿Porquémehabrándado tanmalosconsejos?¡Oh,Diosmío!Perdónalosytenmisericordiademí.
Luegoseechabaallorary,generalmente,sufríaentoncesunataquequelodejabaabatidoyenextremotriste.
MaríaTouchetibaaverlovariasvecesporsemana,yentrabaenelcastillograciasalacomplicidaddeunservidorleal.
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El29demayo,CarlosIXpasóundíamuymalo,seguidoporunanochededelirio,durante la cual, a pesar de los cuidados de su nodriza, tuvo horrorosas visiones.Lloró,pidióperdóna losespectrosynose tranquilizóhastaeldíasiguiente,30demayo.
Ésteeseldíaenqueintroducimosallectorenlahabitacióndelrey.Carlos se paseaba lentamente, encorvado, con lasmejillas y los ojos hundidos;
aquel joven parecía un viejo agobiado por la edad. ¿Pero qué son quince o veinteañosdevida,alladodeveintemesesderemordimientos?¿Quélasenfermedadesdelcuerpo, al lado de aquelmal espantoso quemartiriza el cerebro, roe el corazón ygangrena el alma? ¿Hay mayor suplicio que oír noche y día, en el fondo de laconciencia,vocesquepidenperdón?,yexclaman:
«¡Señor,señor!Éramosvuestroshuéspedesyamigos».Carlosibaacadamomentoalaventana,levantabalacortinillaydecía:—¡Oh!¡Ellanoviene!¡Noviene,nodriza!—Señor, el caballero partió a las siete y apenas son las ocho y media. Nada
temáis,yavendrá.—¿YEntraigues?¿Lohasmandadobuscar?¿Havenido?—Aquíestá,señor.Enlahabitacióncontigua.¿Queréisquelollame?—No,no,luego.Francisco de Balzac de Entraigues era un joven gentilhombre muy adicto a
Carlos. El rey, dos días antes de esta escena, lo había nombrado gobernador deOrleáns,yesprecisonotarqueestacomarcaeraelpaísnataldeMaríaTouchet.
AlasnueveseabriólapuertadelahabitaciónyMaríaTouchetaparecióllevandoenbrazosasuhijo.Intensaalegríabrillóenlosojosdelrey.Maríadejóelniñoalaanciana nodriza deCarlos y avanzó hacia éste. Estabamás delgada y pálida, perocontinuabasiendobella.
AlobservarlosprogresosqueelmalhabíahechoenelrostrodeCarlosdesdequelehicieralaúltimavisita,nopudoretenersuslágrimas.Sentóseasuladocomohacíaen su casa de la calle de losListados y lo abrazó, incapaz de pronunciar una solapalabra.Lanodrizaacercóelniño,queCarlostomócariñosamente,ydurantealgunosminutosnoseoyeronmásquesollozosybesos.
A la sazón,Carlos se esforzó en consolar aMaría y, por unmomento, pareciógozardeunpocodeenergía.
—María,escúchame,estoycondenadoyvoyamorir,talvezhoymismo,mañanaodentrodepocosdías.
—¡Carlos, mi buen Carlos, no morirás! Los pesares te dan esas tristes ideas.¡Malditos sean los que te han aconsejado y que la sangre vertida caiga sobre sucabeza!
—No, María, estoy perdido y lo sé. Tal vez en tu próxima visita no meencuentres.Nollores,escúchame.Túhassidoelángeldemipobrevidayquieroquedespués demimuerte seas feliz. Quiero que vivas, aun cuando sólo sea para que
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enseñesamihijoanoexecrarmimemoriacomoloharátodoelmundo.—¡Carlos,medesgarraselcorazón!—Yalosé,queridamía,peroesnecesario.Tehellamadoestamañanaparadarte
misúltimas instrucciones:misórdenes.Si fueranecesario, serían lasórdenesde turey.Estaserálaprimerayúltimavezquetehabréhabladoasí.Perdóname.
—¡Carlos,amadomío!¡Reymío!¡Tuvoluntadessagradaparamí!Pero¿porquéteinquietas?
—Para tranquilidaddemisúltimosdías—interrumpió el rey—.Por ti, queridaMaría, y también por este querido niño. Vas a jurarme obedecer mi voluntad aundespuésdemuerto.
Hablaba febrilmente, cosa que entristeció aún más aMaría Touchet. Y con elobjetodecalmarlo,contestósollozando:
—Telojuro,mibuenseñor.—Muybien—dijoelrey—.Séqueeresmujercapazdecumplirtupalabra,aun
despuésdesaberloquevoyapedirte.Escucha,María.Sidespuésdemimuerteestássola, si no se extiende sobre ti unaprotección fuertey leal, serás el blancodemisenemigos, que querrán hacerte pagar la única felicidad que he conocido en estemundo.
—¡Qué importa!—exclamó la jovenalarmadapor loqueadivinaba—.Prefierosufrir, pero estar sola.Y, además, ¿quién va a perseguir a una pobremujer que nodeseamásquevivirycuidarasuhijo?
—¡Ah, María! No los conoces. Tal vez a ti te perdonarían. Pero temerán laspretensionesdeestepobreniñodesangrerealyquerrándesembarazarsedeél,yparaellolomatarán.
MaríaTouchetdioungritodeterroryseechóatemblar.—¡Hijomío!—exclamó.—Lomatarán,María—dijo el rey—, y por lejos que vayas y por bien que te
ocultes,loenvenenaránolodegollarán.—¡Oh!¡Calla,cállate!—Elúnicomediodesalvarlo,esponeratuladounhombrefiel,valienteybueno,
que velará sobre vosotros, porque le dará derecho a ello su título de esposo.Entretantostraidoresquemerodean,hayungentilhombreaquienamoyquetúestimasensujustovalor.EsEntraigues.Esteserátuesposo.
—¡Señor!¡Carlos!—Esmideseosupremo—dijoelrey.—¡Oh,queridoCarlos!—exclamóMaríaconquebrantadavoz.—Esmivoluntadreal.—¡Señor!—¡Loquiero!—Obedeceré—contestóMaríaresignada—.Obedeceréportuhijo.Elreyhizounaseñaalanodrizayéstaabrióunapuerta.
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EntoncesaparecióEntraigues.—Acércate, amigo—dijo Carlos IX—. Quiero preguntarte si estás dispuesto a
cumplireljuramentoquemehicistedeobedecermecuandohayamuerto.—Lohejurado,señor,ynosoydelosquejurandosveces.—Meprometistecasarteconlamujerqueteseñalarayadoptarsuhijocomosi
fueratuyo.—Señor —contestó Entraigues—. En seguida comprendí que deseabais que
velarasobrelavidadevuestrohijoconvirtiéndomealosojosdelmundo,yaquenoenrealidad,enesposodelaseñoraMaríaTouchet.¿Noesasí,señor?
—Sí,amigomío.—Lohe jurado, señor, y cumplirémi palabra.Darémi nombre a lamujer que
habéis amado; la cubriré con el blasón de mi familia; emplearé mi fuerza y miinteligencia en protegerla contra todos, así como también el niño real que se meconfía.
Entraigueshablabaconsolemnidadymuyconmovido.MaríaTouchetsollozabaamargamente.
Entoncesvolviósehaciaellayañadió:—Nadatemáis,señora.Nuncaquerréhacervalermitítulodeesposo,elcualsólo
medaráunderecho:eldehacerosfelizyconvertirmeenprotectorvuestro.Carlos IX, llenode alegría, cogió lamanodeMaríaTouchety lapusoen lade
Entraigues.—Hijosmíos—dijo (y tal tratamiento no estaba fuera de lugar en boca de un
moribundo)—.¡Hijosmíos,queDiososbendiga!Entonces tomó en brazos a su hijo, lo estrechó sobre su débil pecho, lo besó
variasvecesy,porúltimo,lodevolvióaMaríaTouchet.—María —dijo entonces—. Siento que mis días están contados. Hija mía, te
ruegoque,apartirdehoy,vengasavermetodoslosdías.—Así lo haré,mi buenCarlos. ¡Oh!Si yo pudiera quedarme en este castillo y
cuidarte,tecuraríaprontamente.Elreymoviólacabezaconaírededuda.—Entraigues—dijo—.Acompáñala.Yaestiempodequeseretire,porqueaesta
horavieneavermemimadre.Maríaseechóenbrazosdelreyylosdossedespidieroncariñosamente.—Hastamañana—dijoCarlosIX.—Hastamañana—contestóMaríaTouchet.Ydandounúltimobesoa suamante,María salióacompañadadeEntraiguesy,
guiados por aquel servidor, que antes hemos citado, pudieron salir del castillo sinhabersidoobservados.
EncuantoMaríaTouchethubosubidoasucochecerradoyemprendiólamarchaescoltadaporEntraigues,vioveniralolejosungrupodecaballerosalgalope.
ElcochedeMaríaTouchethízoseaunladoparadejarpasolibreyEntraiguesse
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detuvoparaverquiéneseranaquelloscaballerosqueibanrodeadosdeunanubedepolvo.
A lacabezade todosellosyamásdecincuentapasosdel restode lacomitiva,cabalgaba un hombre a quien Entraigues reconoció enseguida y palideciómurmurando:
—¡ElreydePoloniaaquí!(hechohistórico).¡Ah!AhorayaveoqueCarlosvaamorir,puesloscuervosacuden.
Entonces,trotandorápidamente,sereunióalcochedeMaríaTouchetyentróconellaenParís.
CarlosIXsequedósoloconlanodriza.DespuésdelasalidadeMaríaTouchetydeEntraigues,seacercóalaventana,desdelacualsedivisabanhermosossicomorosy pareció complacerse en contemplar aquella vegetación y el hermoso cielo azulatravesadoporalgunasnubesblancas.
—¡Cuánagradableseríavivir!—murmuró—.¡Oh!¡Quiénpudieravivirenlapazdeloscampos,sinserrey,sinllevarlavidamiserablequehaamargadomisdías!Nodebería temer entonces ni el puñal del asesino, ni el veneno hasta en el aire querespiro.Seríaunmodestoburguésouncampesino.Tendríaunacasitaenelfondodeun jardín,cercadeunbosque,yviviríaacompañadodemihijoydemiamada.Lacasa sería blanca y el jardín estaría lleno de rosas. ¡Oh, pobre demí! ¡Cuántomegustaríaviviraún!¡Señor,unpocodepaz,porpiedad!
Doslágrimascorrieronalolargodesushundidasmejillas.Dejócaerlacortinayencorvadosedirigiónuevamenteasusillón,enelquesedejócaer.
—¿Novienemimadre?—preguntó.No, Catalina deMédicis no iba aquella mañana. Sin duda debía de estar muy
ocupadadesdequeelcaballeroentrevistoporEntraiguesentraraalcastillo.—Acuéstame,nodriza—dijoCarlosalcabodeunmomento.Labuenamujerobedecióyenbreveelreyestuvoinstaladoensugrancama.La
anciana learreglómaternalmenteelembozoyel jovenreycerró losojosypareciódormirseprofundamente.
—«Estámejor»,—pensólanodrizaalejándosedepuntillas—.«¡Pobrerey!».Cuandocomprendióqueestabasolo,CarlosIXabriólosojos.—¡Solo! —murmuró—. ¡Solo completamente! A mi alrededor, silencio y
abandono.Yanohaycortesanosniguardias.Sabenquevoyamorirymedejancomounperroenlacalle.
Lasoledadera,enefecto,profundaen tornodel rey.Era, realmente,el silenciodelabandono.Únicamentelaviejanodrizaiba,devezencuando,ainclinarsesobresulecho.
Noobstante,prestandoatentooído,parecióaCarlosoírenelcastilloinusitadosruidos,unmovimientodeidasyvenidasdegentesapresuradas,unrumorlejanoporelladodelashabitacionesdesumadre,parecidoaldeunamultituddecortesanosquerodearanaunmonarca.
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¿CuálseríaaquellaMajestadasísaludada,mientrasélestabasoloenpresenciadelamuerte?
EstafuelapreguntaquesehizoCarlos,peroluegodejódepensarenella.Transcurrieron lentamente lashoras,y lamismanodrizayano seacercabaa la
habitación del rey. Tal vez la habían alejado con cualquier pretexto, para que nopudiera informar a Carlos acerca de la causa de aquel inusitado movimiento queturbabasuagonía.
Porlatarde,Carlosquisolevantarse.Golpeóuntimbreyllamó,peronoacudiónadie.
Entoncesquisolevantarse,sinayudaajena,perocayódenuevosobresulechoyobservóconespantoquelasfuerzaslehabíanabandonado.
Estabadébil,bañadodesudorfríoyerapresadeterribleangustia.Quisogritar,perosuslabiosnoexhalabanmásqueunroncogemidoapenasinteligible.
—¡Diosmío!—exclamó—.¿Acasovoyamorir?¡Diosmío!¡Perdónametodalasangrequesehavertido!¡ATientregomialma,rogándotequetengasmisericordia!
Entoncesselevantórápidamenteconlosojosllenosdeespantoycastañeteándolelosdientes.Elataque,elterribleataque,lesobrecogía.
Lassombrasdelcrepúsculoinvadíanlahabitación.Carlos,sentadosobrelacamay con los pies colgando, rechazaba con lamano derecha los espectros que poco apocollenabanlahabitación,mientrasconlamanoizquierdatratabadesubirlasábanacomoparaocultarse.
—¡Sangre! —exclamó—. ¿Quién ha vertido tanta sangre? ¡Perdón! ¿Quiénessois? ¿Eres tú, Coligny? ¿Quiénes sois vosotros? ¿Qué queréis? ¿Por qué entráisaquí? ¡Oh! ¡La habitación está llena! ¡Y el castillo también! ¿Quiénes sois? ¿Quéqueréis? ¡Socorro! ¡Socorro! ¿Me queréismatar? ¡Oh! ¿Por quéme pedís perdón?¡Callaos!Estasvocesmedesgarranelcorazón.¡Nogritéisasí! ¡Ahora lasmujeres!¿Porquélloráis?¡Nolloréismás!¡Prefieroquemematéis!¡Cómo!¿Tambiénniños?¡Pobrecitos! Todos están ensangrentados. ¡Oh! ¡Nome toquéis! Pero ¡cómo gritantodos! ¡Calla! ¿Qué es esto? ¡Oh! ¡Las campanas! ¡Oh! ¡Qué se callen! ¡Basta ya!¡Perdón!
Carlos se calló de pronto y su voz, que poco a poco había crecido, terminósollozando.
Laslágrimassedeslizabanardientesporsusmejillaslívidasymurmuró:—¡Diosmío,perdonadme!Deprontotendiósusbrazoshacialamultituddefantasmasquelerodeaban.—¡Perdón!¡Oh,perdón!¡Tenedpiedad!¡Oh!¡Nomemaldigáis!Ycayósobrelacamalocoyllenodeespantoydeterror.Envolvióse en el cobertor tratando de ocultar su cabeza y castañeteándole los
dientes.Lahabitaciónquedósilenciosa.Alasazónerayadenocheenelexterior,perode
prontoseencendieronalgunoscandelabrosenlaestancia.Luegoalgunaspersonasse
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acercaron hacia aquella cama en que agonizaba el rey. Eran el duque de Anjou,CatalinadeMédicisyalgunoscortesanos.
Lareinaseinclinósobrelacamaymurmuró:—¡Hijomío!Yconsuheladamano,tocóalreyenlafrente.Carlosdioungritodeespanto,tratandoderechazaraquellamano.Seincorporó
ensucamamirandoasualrededor,locodemiedoyremordimientos.Entoncesmirófijamentealasropasdelacamay,conexpresióndeangustia,exclamó:
—¡Sangre!Yentoncesnoeraninguna ilusión,porque, realmente,habíasangreen lacama.
Lassábanasteníannumerosasmanchitasrojasyerasangre.Extrañoyterriblesudorcubríaelcuerpodelrey.Carlos IXsudabasangre(hechohistórico).Supechoestabadesnudo.Consusuñashabladesgarradolacamisa.
Todoslosqueestabanallí,semiraronconexpresióndeespantoalobservarqueelpechoylosbrazosdelreyestabanrojosdesangre.
Catalinaretrocediócerrandolosojos.—¡Sangre,sangre!—exclamóCarlos IX—.¡Sangrepor todaspartes! ¡Cadavez
subemás!¡Yamecubre!¡Sangre!¡Nadamásquesangre!Ysecalló.AIcabodealgunossegundosdeabsolutosilencio,convozmásronca,
Carlosrepitió:—¡Sangre!Oyósedurante unminuto su respiraciónbreve, y sus ojos, fuera de las órbitas,
miraron a su alrededor, expresando terror extraordinario. Por tercera vez oyóseleexclamar:
—¡Sangre!Deprontosubocasecrispó,seechóareírsiniestramenteyluegocayósobrela
almohada.Estabamuerto.LareinaseinclinóypusosumanosobreelpechodeCarlostiñéndoseladerojo.Luego se incorporó lentamente, volvióse hacia el duque de Anjou, que estaba
lívido,yleestrechólamanollenadelasangredeCarlos.Ymientras, impresionadosporaquellamuerte, loscortesanosretrocedían llenos
deespanto,CatalinadeMédicis,mostrandoasuhijoEnrique,exclamóconairedetriunfo:
—Señores:¡vivaelrey!
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L-Laprimaveraenmontmorency
TALFUELAMUERTEDECARLOS IX.Aquel fin terrible,aquel sudorsangriento,aquelmalextrañoyaquellaalmaatormentadapor los remordimientos, ¿noconstituyeunepílogoalamatanzadeSanBartolomé?
NohaynadademaravillosoenelfintrágicodeCarlosIX,perofueunaverdaderaexpiacióndesuscrímenes.
Retrocediendo a veintiún meses antes de la muerte del rey Carlos IX, nosreuniremosconnuestroshéroesenelmismomomentoenquelosdejamos,esdecir,entrandoenelcastillodeMontmorencyenelalbadel25deagostode1572.
No se habrá olvidado que, después de su visita a Margency, en que pudoconvencersedelainocenciadeJuana,elmariscalmandóasuintendentedisponerunala de su castillo para dos princesas que irían a alojarse en él. Sus órdenes fueronejecutadas. Una parte del viejo castillo fue decorada y adornada con preciososmuebles.Unadocenadecriadasycamarerasesperabanalasilustresvisitantes.Losarmariosestabanllenosderopablancay,enfin,todohabíasidopreparadoparaquelasdesconocidasprincesasguardasenbuenrecuerdodeunahospitalidadsuntuosa,talcomopodíaofrecerlaunMontmorency.
Juana de Piennes y Luisa fueron instaladas en aquella parte del castillo y allípudieron,porfin,tomareldescansodequetannecesitadasestabanlasdos.
El mariscal se proponía devolver la razón a su adorada esposa, y para elloimpresionarelespíritudelapobreloca,llevándolaundíaaMargency.
Pero un deber más inmediato solicitó su atención. Aplazando, pues, para mástarde esta tentativa, organizó inmediatamente la resistencia a las órdenes salvajesllegadasdelacorte.ApenasJuanaysuhijaestuvieroninstaladas,hizotocararebatolacampanadelcastillo.Ordenóasucapitándearmascerrarlaspuertasylospuenteslevadizoseinundardeagualosfosos,precauciónquenosetomabaentiempodepaz.Ordenó,asimismo,hacercargarlosveinticuatrocañones;armarenpiedeguerraaloscuatrocientos hombres de la guarnición y, en fin, prepararlo todo para sostener, encasonecesario,unlargositio.Almismotiempomandócorreosavariospuntos.
DebemosdeciraquíquedesdequesetuvolanoticiadeloquepasabaenParís,algunos señores del partido de los políticos se unieron a Montmorency con sushombres de armas, suponiendo que elmariscal intentaría detener lamatanza en laprovincia.
AlmediodíaFranciscodeMontmorencycelebróunaconferenciaconelcaballerodePardaillány,deacuerdoconél,tomólasúltimasresoluciones.
Sobre las tres había en el castillo casi dos mil cuatrocientos caballeros bienmontados, bien armados y formados en aquella misma explanada desde la queFranciscopartióhaciaThérouanne.
Aquel cuerpo de caballería fue dividido en dos brigadas de mil doscientos
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hombrescadauna.ElmariscaltomóelmandodeunayPardailláneldelaotra.Luegocadaunode
aquelloshombresemprendiódiferentedirección.Yauncuandodejabantrassítodoloqueamabanenelmundo,despuésdehaberescapadoatantospeligros,partieronsinpesaraparente,paracumplirundeberdehumanidad.
ElmariscalselanzóhaciaPontoise.Recorriótedalacomarca,ypordondepasabareuníaalosquesehallabanenestadodeempuñarlasarmas,leshablabavirilmentey,después de haberles referido los horrores de París, los decidía a oponerse con lasarmasenlamanoatodatentativadeasesinato.
Allí donde las órdenes deCatalina habían llegado ya y donde se procedía a lamatanza,seechabasobrelosasesinos,encarcelabaalosmásfuriososydecretabaquetodo hombre sorprendido violentando, saqueando o matando, sería ahorcado sinformación de causa. Durante un mes recorrió la provincia pasando por ciudades,pueblos y aldeas, inspirando por todas partes saludable terror a los católicosdemasiadofervientes.
Pardaillán obraba por su lado, pero conmás fuego y rapidez.Durante casi dosmesesnodejóunpunto inexploradoen las comarcasqueatravesó.Renunciamosapintarlaalegríadelirante,lasaclamacionesylágrimasdegratituddelosdesgraciadosque temían ser víctimas de la matanza y que, de pronto, veían llegar el socorrolibertador.
Gracias,pues,almariscaldeMontmorencyyalcaballerodePardaillán,aquellaprovinciasevioexentadeloshorroresqueasolaroncasitodoelrestodelreino,puesmuypocosgobernadoressiguierontannobleejemplo,oponiéndose,porlafuerza,alaejecucióndelasórdenesllegadasdeParís.
Al cabo de tres meses habíase restablecido la tranquilidad, pero el mariscalcontinuórecorriendoelpaísconsuejércitoduranteelmessiguienteparaintimidaralosmásexaltados.
Así,pues,hastalatardedel29dediciembrenoregresóasucastillo,elcualnohabíasidoobjetodeningúnataque.
Únicamente, a fines de agosto, apareció un numeroso grupo de caballerosrealistasycatólicos.Perodosotrescañonazosdisparadosdesdeelcastillo,bastaronparademostrarlesquesushabitantesestabanpreparadosparaladefensa.
El 6de enero elmariscal licenció a su ejércitodespuésdehaber reunido a suscapitanesenunbanquetequesecelebróenlagransaladehonor.
PorindicacióndeFrancisco,habíasefijadolabodadePardaillányLuisaparaelmesdeabrilpróximo.
Durantelacampañadelmariscalydelcaballero,acabóderestablecerselasaluddeJuanadePiennes.Habíarecobradocompletamenteelesplendordesubellezayensusojosyensuslabiosbrillabaunasonrisadefelicidad.
Detodosmodos,eramuytristeobservaraquellasonrisadirigidaaunFranciscoimaginario,cuandoelverdaderolacontemplabaconlágrimasenlosojostratando,en
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vano,dedespertarsuatención.EncuantoaLuisa,teníayacicatrizadalaheridaquerecibieradeMaurevertyno
quedómás rastrodeellaqueunamanchíta roja en lapiel.También su saludhabíamejorado notablemente.Y aún teníamejor semblante que en ninguna época de suvida.
LoscoloresdesurostroasombraronalmariscalyaunalmismoPardaillán,quelahabíaconocidoantes.
Tambiénsétransformóelcarácterdela joven,puesasícomoanteseraunpocomelancólica,habíasetomadoalegreenextremo.Siemprereíaocantaba.Hablabaconanimación y se exaltaba de un modo extraño, relatando los altos hechos de suprometido. Por la noche, durante la velada, en el gran comedor, referíalos encalurosos términos y los servidores que, según la costumbre de la época, tomabanasiento alrededor del hogar, creían oír un antiguo trovador recitando algún poemafabulosodelostiemposdeCarlomagno.
Únicamente cuando estaba sola cruzaba a veces sus manos sobre el pecho ymurmuraba:
—Sientounfuegoquemequemayconsumelentamente.El 25 de abril, ante todos los señores de la provincia, y mientras repicaban
alegrementelascampanasdeMontmorencyyloscañonesdisparabansalvas,sefirmóelcontratodematrimonioenlagransaladehonordelcastillo.
—Miqueridohijo—dijoelmariscaleldíaanterioraPardaillán—.Heaquí lascartasydocumentosqueoshacendueñoyseñordelcondadodeMargency.Tomadlocomoprendademiafectoygratitud.
Pardaillánquedóseunmomentopensativoyluego,fijandosuclaramiradaenelmariscal,contestó:
—Monseñor, os ruego que, de momento, me permitáis seguir llamándome elcaballerodePardaillán,enrecuerdodelquemelolegóyfuemimaestro.Mástarde,monseñor,convendrá,talvez,quetomeeltítulodecondedeMargency.
Estofuedichocontaldignidadygracia,queelmariscal,queteníagrancorazón,comprendió los sentimientos del caballero.Lo estrechó en sus brazos y sin insistirguardólospergaminosenelcofre.
Porestarazón,anteelbailequeredactóelcontratoylosseñoresqueasistieronala ceremonia, el joven fue denominado por su verdadero nombre: El caballero dePardaillán.
A la ceremonia siguió uno de aquellos festines suntuosos que solamente podíaofrecerunMontmorency.
Porlanochelosinvitadossemarcharon,porqueelcasamientodebíacelebrarseenla capilla y en familia, a causa del luto del novio. Esta fue, por lo menos, laexplicaciónquedioelmariscalasusamigosyqueéstosaceptaroncomobuena.
Llegóporfineldía26deabril,quepasócomoundulceensueñodeamor.Elmariscal,noobstante,parecióserpresadurantetodoeldíadetristesrecuerdos.
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Aquellafecha,26deabril,estabagrabadaparasiemprejamásensucorazón.Veinteañosantes,enlanochedetaldía,habíasecasadoenlacapilladeMargencyconJuanadePiennes.Yaquellamismanoche,también,partióparaThérouanne,paralaguerrayparaladesdicha.
Porúltimodieronlasoncedelanoche.Elmariscalpúsoseunvestidoparecidoalquellevabael26deabrilde1553.Dio
laseñaldepartidaporquelabodadebíacelebrarseenlacapilladeMargency.LuisayJuana subieron a un carruaje, en tanto que el mariscal y Pardaillán montaban acaballo.Partieron, siguiendoel caminoa la luzde la lunay,por fin, sedetuvieronanteunahumildecapilla.
Ibaseacelebrarunabodacomoveinteañosantes.Asistíancasi losmismospersonajes: algunoscampesinos,ycercadel altar,una
mujermuyviejaquelloraba:lanodrizadeJuana.Elsacerdotedioprincipioalaceremonia.PardaillányLuisa,unoalladodeotro,
sedabanlamanomirándoseextasiados.Elmariscal, con intensa angustia, observaba en el rostro de Juana el efecto de
aquellaescena.¿Recobraríalamemoria?Cambiáronselassortijasyelsacerdotepronunciólaspalabrassacramentales.LuisayPardaillánestabanunidos.Entonces,delmismomodocomoantañoJuanayFranciscosevolvieronalseñor
dePiennesparapedirlesubendición,losjóvenesespososvolviéronsehacialapobrelocaydoblaronlarodillaanteella.
Durante el trayecto de Montmorency a Margency, Juana de Piennes habíapermanecidoindiferente,lejosdeestemundo;distraídaporlospensamientososcurosqueatravesabansuperturbadoespíritu.
Ante la vieja iglesia deMargency, ante los castaños seculares, a cuya sombrahabíatranscurridosufelizinfancia,antelaantiguaviviendadesupadre,entrevistaalapálidaclaridaddela luna,dirigióasualrededormiradasdeasombro,peroluegovolvióasuindiferencia,yFrancisco,cuyocorazónhabíapalpitadodeesperanza,lacondujotristementealaiglesia.
Durante la ceremonia, Juanamiraba tan pronto al sacerdote como a la anciananodriza,quellorabanolejosdeella.Deprontosepasólamanoporlafrente…Ensupobre cerebro operábase un trabajo prodigioso y ella, entre tanto, se esforzaba enrecordar…
DeprontovioaLuisayalcaballeroquesearrodillabananteella.—¿Dóndeestoy?—preguntó.—¡Juana,Juana!—exclamóFranciscoconardientevoz.—¡Madre!—gritóLuisafijandoenellasuhermosamiradallenadelágrimas.La loca se levantó.Durante dos segundos, que fueron largos comootras tantas
horas,enelsilencioquereinabaenlaiglesia,contemplótodoloquelarodeaba.Entoncesexclamóconvozclarayfirme:
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—¡LaiglesiadeMargency!…¡elaltar!…¿Quiénestáahí?¿Mihija?…¡Oh!…¿ErestúFrancisco?…¿Nosueño?…Perono…estoymuertayveoestascosasdesdeelfondodelatumba.
—¡Juana!—¡Madre!Estosgritossonaronenlaiglesiadesgarradores,terriblesyllenosdeespanto.Juanarepitió:—¡Muerta!Yalmismotiempoquelodecía,cayódeespaldasensusillóncomoelseñorde
Piennes veinte años atrás. Por un instante, sus brazos se movieron como parabendecir a sus hijos que lloraban a sus pies. Luego sus ojos se dirigieronamorosamentehaciaFrancisco…Yestofuetodo.
Francisco, sollozando terriblemente, la cogió en sus brazos, pero la cabeza deJuanacayóconsuavidadsobreelhombrodelmariscal…
EntonceslavozgravedelancianosacerdotequeacababadesantificarlaunióndeLuisayPardaillán,seelevósolemneytemblorosa:
—¡Diosmío!¡RecibidenvuestrosenoalaquellegaaVosmuertadeamor!
*****
Unahermosatardedemayo,FranciscodeMontmorency,vestidodelutoyllenodetristeza,sepaseabaporeljardíndelcastillo.Sesentóenunbancodepiedraalquedabasombraunarbusto.
Porunaavenidalejanaviopasar lentamenteunaparejaentre lasflores,rodeadadelosperfumesdelatardeenlaaugustaserenidaddeaquelhermosocrepúsculo.
PardaillányLuisasedetuvieronabrazados.Cambiaronunlargobesoysuamorparecía infinito, suave y perfumado, como la radiante y serena naturaleza que losrodeabaconsuscaricias.
Losojosdelmariscalsellenarondelágrimas.Apoyólacabezaentresusmanosymurmuró:
—¡Oh,hijosmíos!¡Amaos!¡Sedfelices!¿PorquéLuisaestaráfebrildesdehacealgunos días? ¿Por qué sus ojos tendrán tan extraño brillo? ¿Acaso no me haperseguidobastanteladesgracia?¿Meestaránreservadosmássufrimientos?¡Ohno,no!¡Queridoshijosmíos!Despuésdetantoinfortunioytristeza,sedfelices,paraqueelexcesodevuestradichadé,siquiera,unpocodeconsueloalpobrecorazónquelatetodavíaenmipecho.
Levantó la cabeza y vio a lo lejos a los dos enamorados que proseguían sucamino. Luego desaparecieron tras un macizo de rosas y entonces una sonrisaconsoladorasedibujóenloslabiosdeFranciscodeMontmorency.
Levantóse para verlos de nuevo, y murmuró las palabras que resumen toda ladudaylaesperanzadeloshombres:
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—¿Quiénsabe?¡Talvez!
FIN
LasaventurasdePardailláncontinúanenelsiguientelibro:Eltomotitulado:FAUSTA
Episodio8-«Lasaladelasejecuciones».
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«LosPardaillán».Laserie.
NuncaelinterésfuemantenidoalolargodeunaextensanarracióndeunamaneratanvivaycrecientecomoenLosPardaillán—laobracumbredeMiguelZévaco—,dondelaintriga,hábilmentellevada,seprolongaenunarefulgentecadenaderecioseslabonesquecautivanyalavezencantanallector.
QuiensesumergeeneltorbellinodeLosPardaillánseconvierteinmediatamenteen un devoto de esa literatura sublime que subyuga el pensamiento y acelera loslatidos del corazón. Zévaco, el famoso novelista francés, autor de más de 60narracioneshistóricas,conunaagilidadasombrosa,conundominiodelassituacionesdramáticas difícilmente igualado por escritor alguno, arrebata y conmueve hasta elextremoallector,siempreávidopordesentrañarelfindelaalucinanteaventuraquesedesarrollaantesusojos.
ElespectáculodelasCortesfastuosas,deloslúgubrespasadizosdelospalacios,de las alegres y bulliciosas ciudades, de unpuebloque alborota, ríe o se pasma alpasodelasregiascarrozasoalconocerloscontrariospensamientos,lasenvidias,loscelos,lasmásturbulentaspasionesqueagitanelpechodelosreyesypríncipesquelegobiernan, constituye por sí solo un aliciente bastante para estimular el interés dellector.
Pero además quien tiene entre susmanos uno de los episodios que integran laseriedeLosPardaillánnoseconformarácondarlecima,sinoque,enseguida,vasallodesupropiapasión,desuparticulardesasosiego,selanzaráenelvértigodelepisodiosiguiente, y así, no se hallará satisfecho hasta dar remate al últimovolumen, hastarecorrerhastasutérminoesasendaincitanteeinfinitamentevariadaquehadibujadoZévaco conmanomaestra enLos Pardaillán y que se extiende ante él como unatentaciónsincesarrenovada.
Y luego, los recuerdosquedanenelalma impresionada tana lovivoy losmásrelevantesepisodiospermanecengrabadoscontantafuerzaenlamemoriadellector,que éste adquiere inmediatamente el convencimiento de que las vidas ajenas hanenriquecido la vida propia y de que jamás su tiempo estuvo tan bien aprovechadocomo cuando se contaminó del frenesí que agita y acongoja a cuantos personajescruzanporlaspáginasincendiadas—deamorodeodio—deLosPardaillán.
Laserieconstade27episodioscuyapublicaciónoriginalescomosigue:
Parte1-Publicadaen:1907/(en1902porentregas).Épocaenquetranscurre:1553-1572,(elreinadodeCarlosIX).
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Tomo1-LosPardaillán.Incluye los episodios 01-04: En las garras del monstruo, La espía de la Médicis,HorriblerevelaciónyElcírculodelamuerte.
Tomo2-Unaepopeyadeamor(estelibro).Incluye losepisodios05-07:Elcofreenvenenado,Lacámaradel tormentoySudordesangre.
Parte2-Publicadaen:1908/(en1903porentregas).Épocaenquetranscurre:1588-1589,(elreinadodeEnriqueIII).
Tomo3-Fausta.Incluye losepisodios08-10:Lasalade lasejecuciones,LavenganzadeFaustayUnatragediaenLaBastilla.
Tomo4-LaderrotadeFausta.Incluyelosepisodios11-13:Vidaporvida,LacrucificadayElvengadordesumadre.
Parte3-Publicadaen:1913.Épocaenquetranscurre:1590,(elreinadodeEnriqueIVdeFranciayFelipeIIdeEspaña]).
Tomo5-PardaillányFausta.Incluye los episodios 14-16: Juan el Bravo, La hija del rey hugonote y El tesoro deFausta.
Tomo6-LosAmoresdeChico.Incluyelosepisodios17-19:Laprisionera,LacasamisteriosayEldíadelajusticia.
Parte4-Publicadaen:1914/1916).Épocaenquetranscurre:1610,(elreinadodeEnriqueIV).
Tomo7-ElhijodePardaillán.Incluyelosepisodios20-21:ElSantoOficioyAnteelCesar.
Tomo8-EltesorodeFausta.Incluyelosepisodios22-23:FaustaladiabólicayPardaillányFausta.
Parte5-Publicadapóstumamenteen:1926.Épocaenquetranscurre:1614,(laregenciadeMaríadeMédicis).
Tomo9-ElfindePardaillán.Incluyelosepisodios24-25:TallodelirioyLaabandonada.
Tomo10-ElfindeFausta.Incluyelosepisodios26-27:LadamablancayElfindelosPardaillán.
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MIGUELZÉVACO(Ajaccio,Francia,1860-Eaubonne,Francia,1918).Despuésdeuna breve experiencia como maestro a los 20 años, ingresó en el ejército, dondepermaneció cuatro años (teniente de dragones en 1886). Fue en esta fecha que setrasladóaParís.
AtraídoporlasletrasylapolíticaMiguelZévacoseconvirtióencolumnistaysub-editoren«LeÉgalité»,quedirigíaentonceselrevolucionariosocialistaJulesRoques.
Activistapolítico,sepostuló(sinéxito)enlaseleccioneslegislativasde1889paralaLiga Socialista Roques. En esa época, conoció a Louise Michel, Aristide Bruant,Séverineyotrossocialistasnotables.
Enunaépocaenquenoexistía la libertaddeexpresión;debidoa lo intensodesusdiscursosylavirulenciadesuspalabrasenmediodelosatentadosanarquistasdelaépoca, Zévaco fue etiquetado de anarquista y en varias ocasiones encerrado enprisión: ya sea por hablar en contra de personajes públicos, o por defender susconvicciones y la libre expresión, o por elogiar a socialistas declarados. Como unejemplo:el06deoctubre1892,fuecondenadoporelTribunaldeloPenaldelSenaporhaberdichoenunareuniónpúblicaenParís:
«ALosciudadanosnosestánmatandodehambre…Robar,matar,dinamitar;todoslosmediossonválidosparadeshacersedeestainfameopresión».
En1900,MiguelZévaco abandonóel periodismopolíticoparadedicarse a escribir
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novelasporentregas.Comenzóestanuevacarreracon lanovela:Borgia, publicadaeneldiario:LePetiteRépubliquedeJeanJaurès,lograndounéxitosinprecedentes.El enorme éxito de esta narración explica porqué el autor continuó escribiendonovelashistóricas.Traseléxitodesuprimeraobra,Zévacosigueescribiendo,loqueseconvertiríaenunalargacadenadeobrascomo:Triboullet(1900-1901),ElPuentede losSuspiros (1901),LosPardaillán (1902…1918),FloresdeParís (1904),LosMisteriosde laTorredeNesle (1905),LeCapitán (1906),Nostradamus (1907),LaHeroína(1908),oElHotelSaint-Pol(1909),etc.
Zévacocontinuócongranéxitosucarreracomoescritorhastasumuerteen1918,y,es considerado uno de los más brillantes exponentes de la novela de capa yespadadetodoslostiempos.
FueradeFranciaMiguelZévaconoesmuyconocido,yestoseatribuyeadoscosas:aquefueetiquetadodeanarquistaporelgobiernodesuépoca,yalboicotpromovidopor las autoridades eclesiásticas a quienes no gustaba que las cosas fueran dichasclaramente, en lugar de presentarlas en un angulo siempre favorable a la iglesiacatólica. Sin embargo los documentos históricos avalan completamente losacontecimientos tal como son presentados por Zévaco, a pesar de que éste lospresenta,solocomoescenariodesusnovelas.
Durante laPrimeraGuerraMundial,MiguelZévacodejóPierrefondsdonde residiódesdeelfinaldelsigloyseinstalóenEaubonne(Val-d’Oise),dondemurióenagostode1918,probablementedecáncer.
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Notas
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[1]LéaseenlasobrasdeZévaco.(N.delE.)<<
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[2]hamadriadas.-Ninfasdelosárboles,Nacenconelárbolqueprotegenycompartensudestino.(N.delED).<<
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[3]Reitre.-Soldado.EnelFrancésdeloriginal.(N.delE.D)<<
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[4]EstosdespachosllevabanelsellorealyestabanprovistosdelafirmadeCarlosIX.¿Eraquelareinahablaobtenidociertonúmerodefirmasenblancoollevósuaudaciahastaelpuntodefirmarennombredesuhijo?Lociertoesqueaquellosdespachosfatalesfueronconsideradosporlamayorpartedelosgobernadorescomounaordendeexterminioenmasa.<<
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[5] Jabalina.- Arma arrojadiza enastada, a modo de dardo o de pequeña lanza ovenablo (diferente a la lanza larga con ambos extremos puntiagudos utilizado encompetenciashoyendia).(N.delE.D)<<
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