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Pablo San Nicasio Ramos Un payo entre los flamencos Memorias castizas de Hubertus J. Wilkes en la España de la Transición Andalucía

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Pablo San Nicasio Ramos

Un payo entre los flamencos

Memorias castizas de Hubertus J. Wilkes

en la España de la Transición

Andalucía

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Título: Un payo entre los flamencos. Memorias castizas de Hubertus J. Wilkes en la España de la Transición

Primera edición: enero de 2018

© Pablo San Nicasio Ramos

© De esta edición:Editorial Octaedro Andalucía (Ediciones Mágina, S.L.)Pol. Ind. Virgen de las NievesPaseo del Lino, 6 - 18110 Las Gabias - GranadaTel.: 958 553 324 - Fax: 958 553 307edicionesmagina.com – [email protected]

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

ISBN: 978-84-945342-6-3Depósito legal: GR.1728-2017

Diseño y producción: Editorial Octaedro

Impresión: Limpergraf

Impreso en España – Printed in Spain

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Dedicado a Romualdo Molina

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Agradecimientos dirigidos, sobre todo, a los que dan fuerza para que uno no decaiga en el intento

de culminar su obra. Guste o no después.

A mi familia, la base de todo.

A Olga. No hay nadie como tú.

A Romualdo Molina. Tu casa es un santuario para mí.

A los que colaboraron con algo aquí publicado, parte de todo esto es vuestro.

Y, de nuevo, gracias a los que están y los que no. A los que pasan y los que se quedan en mi vida. Todos son

importantes para que sucedan cosas y nada sea igual.

A Humberto, siempre. Nos tomaremos muchos cocidos aquí y en el más allá.

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AVISO PRELIMINAR DEL AUTOR

Notará el lector que el presente volumen tiene dos secciones bien dife-renciadas. Por un lado, la historia de Hubertus, desnuda y sin más ade-rezo que unos números salteados en el texto. Estos llevan a la segunda mitad del libro. La que aclara, amplía y se extiende subjetivamente en algunas biografías, anécdotas, músicas y cuestiones no menores para entender el contexto del que Payo Humberto habla y un servidor escribe.

Si de lo que se trata es de leer una historia siendo aficionado avezado al flamenco o presuroso devorador de chismes, con leer la primera parte se tendrá suficiente.

Si lo que uno busca es adentrarse desde la inexperiencia en el pro-celoso mundo del arte andaluz, recomendamos la lectura pausada y si-multánea de ambas mitades. En la segunda se afinan biografías (sobre todo, finalizadas) y hechos que, sin duda, deben ayudar mejor a com-prender el tamaño de unas memorias más que obligadas. Huelga decir que no están todas, pero lo recordamos. Sabemos bien que nombres co-mo Silverio Franconetti, Manuel Torre, Manolo Caracol, Pepe Marchena, La Paquera de Jerez y muchos otros solo se señalarán tangencialmente. Pero es que esta es la peripecia de Humberto, y solo aquellos en los que se centra su pensamiento, devenir y andanzas flamencas –que son más de cien, por cierto– tienen capítulo propio.

La estructura del libro no es novedosa. Hay que apuntar a Romualdo Molina, dedicatario primero de las memorias, como fuente de inspira-ción. Su numerosa obra literaria y ensayística ha sido la mejor escuela y disciplinada orientación a la hora de poner donde corresponde, y como mejor he creído, toda la información que aquí se ofrece al lector.

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INTRODUCCIÓN

Sigo sin poder recordar de qué estábamos hablando. No doy con el tema que sacó al Payo al centro de la conversación que estaba teniendo con Romualdo. Bueno, realmente la estaba teniendo él consigo mismo, porque yo estaba en mi mundo. Cada uno en el suyo. Solía pasar. Yo permanecía callado y simulaba que escucha-ba las enseñanzas flamencas del maestro, pero hacía un buen rato que estaba procesando lo que me había dicho horas antes, nada más llegar. Con eso ya tenía para una semana.

Había ido a su casa otro de tantos días. Creo que corría el año 2010, después del verano. El proceso había sido el mismo de cada vez que me atrevía a invadir su escueta morada para escuchar cosas del flamenco y de su vida como guionista, pro-gramador, escritor, flamencólogo, meditador, periodista, exper-to en religión, cine... Romualdo me había sacado un taburete mínimo y lo puso para mí en un rincón de su estudio, me había hecho escuchar unos cantes de su inmenso archivo y, algu-nos minutos después, cuando el sermón mañanero estaba en su desarrollo y yo vacilaba ya distraído, no sé por qué, repito, pronunció las palabras mágicas: «Pablo, tienes que conocer a Humberto Wilkes».

Imagino que estaríamos dándole vueltas a eso que suele pa-sar tanto en España: que nuestra cultura y tradiciones se valoran mucho más fuera que dentro de nuestras fronteras; que si aquí lo que gusta es el reguetón y la basura importada, pero bien ven-dida; que si van a prohibir los toros, que si el flamenco es para cuatro gatos… Digo yo.

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Así que Romualdo, en una de esas, lo vio claro y me avisó. El viejo no suele fallar en sus tiros. Solo ha insistido en presentarme, aunque sea por correo electrónico, a dos personas: una es Jesús Chozas, cantaor flamenco de una talla que ya quisieran muchos de los que «ronronean» y luego solo maúllan. Artista con el que llevo trabajando más de un lustro. La otra persona era «el Payo».

No le hice mucho caso. Romualdo me aportaba tanta informa-ción en cada reunión que me era humanamente imposible asimi-lar siquiera la cuarta parte del montante global, así que recordar el nombre de un holandés aficionado al cante y devoto de Niño Ricardo, mencionado una mañana cualquiera, era pedir mucho. Anda que no conocía yo a extranjeros que se habían dejado la vida echándole horas a la guitarra o viendo corridas de toros por amor a la patria ibérica.

Pero el destino es tozudo, y algunas semanas después, en mis horas «perras» de bandeo por internet, descubrí en YouTu-be un tío con pinta de guiri perdido en el Prado, pero así, como desafiante, que se hacía llamar Payo Humberto. Un hombre alto, rubio, que fuma en pipa, generalmente embutido en un chándal cantoso y con una gorra deportiva en lo alto. Un personaje que era capaz de hablar en español, inglés y japonés en un mismo vídeo, enseñando los secretos de los clásicos del cante y del to-que flamencos. Lo más llamativo de todo era que tenía colgados en la red más de trescientos vídeos de una duración más que aceptable, aludiendo a temas flamencos nada fáciles de explicar y ayudándose, en sus enseñanzas, de unas guitarras de un valor bastante (muy) sospechoso. Semejante cantidad de información solo está al alcance de los que saben mucho de algo. Pero a lo bestia.

El Payo tocaba con peso y con flamencura, añejo. No era nor-mal. Me costó algún tiempo asumir en la intimidad de mi cuarto que ese tío era un fenómeno, pero acabé claudicando y sacando la libreta de apuntes.

Entonces me acordé de Romualdo. Hay que ver, un tipo como él, igual de friki del flamenco o más, solo que venido de Holanda. El pollo este…, el Payo, va a ser ese…, ¡Humberto Wilkes! ¡Claro!

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15Introducción

Con mi personal cara dura y ansiedad le escribí un correo, a la vez que iba investigando lo que encontraba de él en internet. Yo era freelance, o, lo que es lo mismo, un cotilla que abusa de su titulación periodística para meter sus narices donde le interesa a cualquier precio. A ese menda había que entrevistarle. Aun-que fuera en la distancia de su casa ubicada en esa «guirilandia youtubera» que cambiaba constantemente y yo no era capaz de situar en el mapa. Porque a veces grababa sus famosos vídeos en Estados Unidos, otras veces en Japón, también en España, en Holanda... Ese hombre, además de saber un huevo de flamenco, tenía que estar forrado, siempre viajando. Tenía que haberse en-tregado en cuerpo y alma al flamenco a costa de todo lo demás, y así sabía. No era tonto, no.

Cada vez que echaba los ratos viendo su canal o ahondaba en su vida, encontraba más motivos para conocer a Humberto y me convencía de que en España nos importa un carajo todo, aquí te-nemos lo que nos merecemos. Panda de imbéciles acomplejados. ¿Pero cómo se podía hablar de Niño Ricardo de esa manera? O ¿acaso había conocido a Pastora Pavón o a Melchor de Marchena para comentar con tanto criterio sus cantes o su forma de acom-pañarlos? A uno le dolía el orgullo, pero esto no era lo de siempre. El amigo sabía, pilotaba, «chanelaba».

Y me contestó. Es más, me dijo que conocía a Romualdo Moli-na. Es más, me dijo que vendría a España y que podíamos que-dar. ¡Es más, el tío vendría por Navidades! Me dio la dirección de su hotel. Uno de cuatro estrellas en la Gran Vía madrileña. Estaría una semana. Lo dicho, forrado y sabiendo lo que es bue-no. Nos veríamos en la cafetería.

Fue conocerle y hacernos colegas. Buena entrevista, con jugo y material interesante que no me fue difícil colocar en la prensa es-pecializada. Aun así, mi impresión fue que habíamos quitado solo el polvo de la superficie. Se habían juntado dos frikis del flamenco y ahí se podría cocer algo más interesante. Así que cada vez que Humberto venía a España me avisaba y nos íbamos a comer o a cenar en algún rato libre de los dos. Menudo crack. Esos cocidos regados con buen vino no se los saltaba un gitano. Conocía las ta-

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bernas fetén de Madrid mejor que los guías turísticos. Tenía más noches que el camión de la basura y toda la pinta de guiri que quieras, pero a mí ya no me parecía que tuviera cara de pringao. Humberto fue descubriéndose como un jefazo.

Había sido un gran artista, tenía el flamenco asimilado y todo lo que contaba era grabable, estuvieras o no de acuerdo. Había conocimiento y, sobre todo, amor a este arte. Del mismo modo que Paco de Lucía no pegó un picado gratuito en su vida, digan lo que digan los envidiosos, el Payo jamás hablaba en balde del flamenco. Era un auténtico manantial de sabiduría jonda.

Coincidiendo con la elaboración de mi primer libro, años des-pués, Humberto se ofreció a colaborar prestándome una entrevis-ta inédita a Paco de Lucía. El Payo había sido también freelance cuarenta años antes que yo, pero a él ningún medio de comunica-ción le había echado cuentas. Y había grabado ensayos, conver-saciones, conciertos… Tenía entrevistas con decenas de artistas; algunos eran primerísimas figuras; otros, secundarios. Muchos, ya fallecidos. Conjunto de acciones movidas por un instinto con el cual me identifico plenamente. Un material en forma de viven-cias y reflexiones que tenemos muy pocos y del que, en parte y a pesar de ser un hombre desprendido, casi nadie sabía nada.

Al final, con nuestro contacto afianzado y la amistad que en-tablamos de una forma natural totalmente intacta, yo estaba cada vez más convencido de que sus archivos tenían un valor incalculable. Estaba claro que su visión de este arte merecía un libro. Le propuse que diera un paso más. Mejor dicho, que me dejara darlo a mí y empezara a sincerarse del todo. El camino de su vida artística es el mejor testimonio personal que tenemos de la música flamenca en la Transición –años en los que Humberto conoció a más artistas y, seguramente, mejor que nadie–. Su as-pecto inofensivo y entrañable le abrieron las puertas de uno de los ámbitos artísticos y humanos más herméticos que tenemos en España. Pero sus conocimientos guitarrísticos y del cante, su inquietud innata y su potente condición física le hicieron, ade-más, poder conocer en toda su amplitud lo que es una forma de vida no apta para todos los bohemios de última hora.

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17Introducción

En el fondo y en verdad, este holandés errante es un eslabón más en la cadena de curiosos extranjeros que, desde mucho antes del tipismo del xix, admiran una cultura a la que inconscientemen-te «saben» que pertenecen. Filósofos, escritores, músicos, pinto-res…, artistas y sabios de otras latitudes que siempre cantaron igual o mejor que los de aquí las contradicciones carpetovetónicas.

Payo Humberto es un ser privilegiado, y lo sabe. Pero tam-bién un nostálgico, un ser humano que evoca lo que sin duda debió de ser un tiempo pasado que, en materia flamenca y en otros aspectos, resultó, a mi juicio, más fecundo que el actual. Aficionado, enamorado, practicante y finalmente profesional fla-menco en una bohemia irrepetible. No solo porque la vida nunca vuelve; en este caso, más bien porque España siempre se obceca desesperadamente en borrar todo aquello que le recuerde lo que es en realidad.

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LA HOLANDA FLAMENCA

Esto sí que es una redundancia. Holanda dice olé desde hace tiempo, flamencos de verdad en Flandes. Agradecidos debemos estarles.

El panorama no lo inaugura ni lo cierra Humberto, pero quizá sí lo ejemplifica mejor que nadie. Él, como continuador de una es-tirpe a la que, sin saberlo, le es otorgada la tarea de profundizar en una música y cultura bastante diferentes a la que la vida les ponía en bandeja.

Y tras Humberto, otros. Predomina la guitarra, y eso tiene un porqué.

Antes del Payo podemos referirnos a dos personas de gran entidad: Arie Sneeuw, hispanista holandés que hizo carrera allí y las «prácticas» aquí, no solo publicando artículos y libros sobre flamenco, también como aficionado práctico a este arte.

Eslabón inicial de la cadena en la que se inserta Hubertus Jacobus Wilkes, Arie le facilitará la vida al Payo en sus primeros momentos en España, proporcionándole información y logística, así como contactos tan destacados como Enrique Morente. Más de un periodista español querría tener esos agentes de inteligen-cia flamenca a su servicio.

Este holandés llegó a publicar Flamenco en el Madrid del siglo xix, trabajo de un valor más que estimable, que se codeó con las publicaciones flamencológicas más relevantes de finales de los ochenta. Hoy, Arie, que cantó bastante bien flamenco, ya no está entre nosotros (falleció en 2008), pero esta obra sigue estando disponible en las tiendas. Aparecerá en estas memorias.

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Por otro lado, encontramos a Freek Mulders, del que Humberto también habla en sus memorias. Uno de los «padres» de la gui-tarra flamenca en Holanda. Llegó a dar clase con el prestigioso guitarrista clásico Miquel Llobet y con algunos flamencos. Su azarosa vida le lleva por Nueva York, California o México, tras huir de España al final de la guerra civil, en la que ayudó con sus conocimientos de ingeniería al bando republicano. Tanto en su país natal como en Estados Unidos ayudó a fundar dos sociedades guitarrísticas, tan necesarias para la difusión del instrumento.

En otro nivel, pero de importantísima influencia también, po-demos situar a Koos Tigges, el guitarrista que puso en «aprietos» a Humberto el día que tocó para poder optar a la beca. Uno de los pioneros, junto a Mulders, de la divulgación de la guitarra flamenca en Holanda. Así que ahora entendemos su saber y las razones de su puesto en tan relevante tribunal.

No se nos pueden pasar otros nombres para la guitarra ante-riores a Humberto: Gerard Gest (guitarrista clásico y flamenco), Co Melkert (clásico y flamenco), Herman van der Aa, Tom Feens-tra (comentado por Humberto), Peter Drolsbach, Marinus Drols-bach (clásico y flamenco), Jan Goudswaard (clásico y flamenco, además de intérprete de la flauta picolo), Jan Landkroon (clásico y flamenco), Luis Lutz (clásico y flamenco), Gerard Postma, Gert Maasen, Eric Vaarzon Morel y John Fillmore. Estos dos últimos, posteriores a Hubertus Wilkes.

Si bien la formación guitarrística de Payo Humberto fue mo-délica, puesto que aprendió de la mano de Niño Ricardo a tocar para cantar y bailar, en buena medida, falsetas solistas, lo cierto es que los holandeses tienen hoy el camino bastante más fácil y, casi con total seguridad, mejor estructurado.

Ya lleva tiempo el Conservatorio Codarts de Róterdam impar-tiendo la cátedra de guitarra flamenca. Algo pionero en el mundo; de ello hablaremos en este libro. Con la capitanía del cordobés afincado en Londres Paco Peña, este conservatorio puede presu-mir de ser el primer surtidor mundial de licenciados en guitarra flamenca. Profesionales que hoy imparten clases con la seguri-dad que da un título.

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21La Holanda flamenca

De allí salen guitarristas de todas las procedencias. También, lógicamente, holandeses. De estos últimos valores destacamos dos: el nacido en La Haya, pero residente en Sevilla, Tino van der Sman (1974). A una extraordinaria formación le añadimos su indó-mito espíritu flamenco. Ansias por conocer esta cultura que le han facilitado echar raíces en nuestro país, poder vivir de ello y tener el respeto de propios y extraños. Sin ir más lejos, el maestro Gerardo Núñez ha confiado en él como asistente en sus master classes.

Pasos que sigue el guitarrista algo más joven Edsart Udo de Haes (1981), quien ya va por su segundo disco y, damos fe, do-mina el instrumento, idioma y «soniquete» al más alto nivel. No será el último, qué va.

Queda claro que la afición al flamenco en Holanda dista de ser pequeña. Pero para asegurarla y ampliarla tenemos un fes-tival comandado por Ernestina Van der Noort, autora incluso de documentales de temática flamenca y militante incansable de la causa. Su Bienal de Flamenco en los Países Bajos ya lleva un buen puñado de ediciones, cuyo presupuesto se acerca cada vez más al de los grandes ciclos españoles.

No es de extrañar que, con el tiempo, los flamencos españoles hayan asimilado que tienen más opciones de ser programados o encontrar trabajo en La Haya, Utrecht, Ámsterdam o Róterdam, que en su propio país. Ya hay algunos bien asentados allí. Holan-da es solo una muestra, pequeña pero significativa, del empuje de la música española fuera de nuestras fronteras. Y también del prejuicio y la ignorancia dominante en nuestras instituciones.

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ÍNDICE

Aviso preliminar del autor 11

Introducción 13

La Holanda flamenca 19

Primera Parte. el Payo

CaPítulo 1. Viaje 25

CaPítulo 2. Becario del flamenco 43

CaPítulo 3. La colmena flamenca y Payo Humberto 53

CaPítulo 4. Manuel Serrapí Sánchez, Niño Ricardo: el dios de las dos caras, la esencia del flamenco 91

CaPítulo 5. Del desencanto a la actualidad. Cerrando círculos 103

Segunda Parte. loS aludidoS del Payo (notaS del autor Por orden de aPariCión)

1. «Ojos verdes» 1292. Porrina de Badajoz 1303. Niño Ricardo 131

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UN PAYO ENTRE LOS FLAMENCOS284

4. Juan Díaz 1345. Maestro Patiño 1346. José Capineti 1367. Paquirri el Guanté 1368. El Sevillano 1379. Pastora Pavón, Niña de los Peines 13810. Carlos Montoya 13911. Ramón Montoya 14012. Santos Hernández 14213. Luis Habichuela 14314. Pepe Habichuela 14315. Chocolate 14416. Antología del cante andaluz 14617. Antonio Mairena 14718. Melchor de Marchena 14919. Enrique Morente 15020. Peña Charlot 15221. Pepe de la Matrona 15322. Tablao Zambra 15423. Mariemma 15624. Sabicas 15725. Guitarrería de Domingo Esteso 15926. Pedro el Morato 16027. Enseñanzas de flamenco en España 16028. Regino Sainz de la Maza 16229. Mario Escudero, el Niño de Alicante 16330. Andrés Segovia 16531. Guitarras Hauser 16732. José Luis Romanillos 16933. Francisco Almazán 17034. José Luis Ortiz Nuevo 17135. Andrés Raya 17236. Luis de Pablo 17237. Tomás Marco 17338. Juan Varea 17439. Pericón de Cádiz 176

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285Índice

40. Perico el del Lunar (hijo) 17741. Rafael Romero, el Gallina 17842. Manolo Sanlúcar 17943. Tablao Las Brujas 18344. Manuel Gerena 18345. El Cabrero 18546. José Menese 18647. Paco de Lucía 18848. Pedro Iturralde 19449. Félix de Utrera 19650. Parrilla de Jerez 19751. Paco Cortés 19852. Manzanita 19953. Rito y geografía del cante 20054. Antología del cante flamenco, de Hispavox 20555. Perico el del Lunar (padre) 20656. Despegando 20757. Antonio Chacón 20858. Aurora Carbonell 21059. Juan Peña, el Lebrijano 21160. Camarón de la Isla 21361. Tomatito 21762. Carmen Linares 21963. Juan Carmona, Habichuela 22164. Ramón de Algeciras 22365. Rostro de un maestro 22466. Isidro Sanlúcar 22567. Agujetas de Sanlúcar 22668. Carmen Amaya 22769. Lucero Tena 23070. Justo de Badajoz 23171. Juan Antonio Muñoz 23272. Manolo Franco 23373. Vicente Amigo 23474. Miguel Espín 23775. Antología La mujer en el cante 238

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UN PAYO ENTRE LOS FLAMENCOS286

76. Manolo el Sevillano 23977. Pepe el Culata 23978. Bernardo el de los Lobitos 24079. Andrés Heredia 24180. Paco de Antequera 24281. Triguito 24382. Colegio Mayor San Juan Evangelista 24383. Café de Chinitas 24484. Manuel Mairena 24585. Curro Mairena 24686. Naranjito de Triana 24787. Chano Lobato 24988. Miguel Vargas 25089. María la Marrurra 25190. Merenguito 25291. Jesús Chozas 25392. José Blas Vega 25393. Juanito Valderrama 25594. Manuel Vallejo 25895. Manolo de Huelva 26096. Javier Molina 26297. José María Pardo 26398. Pepe Pinto 26499. Tablao Torres Bermejas 265100. Pepe España 266101. Jordi Savall 266102. Manuel García Matos 267103. Tomás Pavón 268104. Rafael Farina 271105. Beni de Cádiz 272106. Diego del Gastor 274107. Romualdo Molina 277108. Serranito 278

Bibliografía 281