un oasis en la ciudad

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El jardín Botánico Un oasis en la ciudad Al entrar al Jardín Botánico se tiene la sensación que deben sentir quienes encuentran un oasis en medio del desierto. Es inmediato el cambio de temperatura y el ambiente hostil de afuera se convierte en tranquilidad. De entrada te recibe una edificación circular que es un buen reflejo de lo que encontrarás al interior; éste ingreso es como una iniciación, que invita a cambiar de formas y estructuras, a dejar la cuadrícula de la ciudad afuera para sumergirte en un mundo circular. Se requiere calma para recorrer el Jardín, disponer mente y cuerpo para apreciar las múltiples formas, colores, olores y sonidos que ofrece; para apropiarse de cada uno de los espacios que lo conforman. Inicio mi caminada en el sentido contrario a las manecillas del reloj y en una de las bancas, ubicadas al lado del camino me detengo y me dejo llevar por los sonidos. Dirijo mi mirada arriba y veo como el viento juega con las hojas de los árboles más altos, las sacude a su antojo en un vaivén rítmico, es imposible no cerrar los ojos y dejarse acariciar por este mismo viento y ser parte del juego. Pasan un tiempo de regocijo hasta que a lo lejos escucho un vendedor ambulante anunciando sus productos con un megáfono, es una voz que reconozco, es una réplica exacta de la voz de un vendedor de aguacates que pasa por cualquier barrio de Medellín o del vendedor de mangos o mandarinas en el centro de la ciudad; es el mismo tono, la misma fuerza, el mismo discurso, ésta voz me aterriza, me saca de mi estado de contemplación y con un poco más de realidad en la cabeza continúo el recorrido.

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El Jardín Botánico Joaquín Antonio Uribe de Medellín.

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Page 1: Un oasis en la ciudad

El jardín Botánico Un oasis en la ciudad

Al entrar al Jardín Botánico se tiene

la sensación que deben sentir

quienes encuentran un oasis en

medio del desierto. Es inmediato el

cambio de temperatura y el

ambiente hostil de afuera se

convierte en tranquilidad. De

entrada te recibe una edificación

circular que es un buen reflejo de lo

que encontrarás al interior; éste

ingreso es como una iniciación, que invita a cambiar de formas y estructuras, a dejar la cuadrícula de

la ciudad afuera para sumergirte en un mundo circular.

Se requiere calma para recorrer el Jardín, disponer

mente y cuerpo para apreciar las múltiples formas,

colores, olores y sonidos que ofrece; para apropiarse de

cada uno de los espacios que lo conforman. Inicio mi

caminada en el sentido contrario a las manecillas del

reloj y en una de las bancas, ubicadas al lado del camino

me detengo y me dejo llevar por los sonidos. Dirijo mi

mirada arriba y veo como el viento juega con las hojas de

los árboles más altos, las sacude a su antojo en un vaivén

rítmico, es imposible no cerrar los ojos y dejarse acariciar

por este mismo viento y ser parte del juego. Pasan un

tiempo de regocijo hasta que a lo lejos escucho un

vendedor ambulante anunciando sus productos con un

megáfono, es una voz que reconozco, es una réplica

exacta de la voz de un vendedor de aguacates que pasa

por cualquier barrio de Medellín o del vendedor de

mangos o mandarinas en el centro de la ciudad; es el

mismo tono, la misma fuerza, el mismo discurso, ésta

voz me aterriza, me saca de mi estado de contemplación

y con un poco más de realidad en la cabeza continúo el

recorrido.

Page 2: Un oasis en la ciudad

Es inevitable caminar por esta circunvalar y no detenerte constantemente para apreciar una hoja de

forma llamativa, el color deslumbrante de una flor, un gran árbol de raíces exuberantes o un olor

particular que entra hasta lo más profundo de ti para esculcar en los recuerdos; y de eso parece

tratarse esta recorrido, de un viaje a la memoria. Veo a lo lejos el Teatro Suramericana y recuerdo a

Cerati tocando su guitarra, mientras abajo en el lodo cientos de jóvenes disfrutaban extasiados de

su música. Las imágenes de las luces y el concierto se van difuminando para dar paso a otras de

hombres y mujeres danzando alrededor de tambores y fuegos en el “Día Fuera del Tiempo” una

celebración que suelen hacer aquí el 25 de julio de cada año distintas comunidades. Y nuevamente

las imágenes son desplazadas por otro recuerdo que me hace sonreír, un círculo de mujeres

compartiendo alimentos y un niño que con pasos torpes aún, camina en medio de ellas. Sacudo mi

cabeza, como si así los recuerdos fueran a sacudirse y sigo la marcha.

Ante mis ojos se eleva una construcción que parece salida de un cuento de ciencia ficción, una

estructura de varios pisos cubierta de vidrios, que le permiten al transeúnte ver lo que pasa adentro.

Es el Edificio Científico, y como su nombre lo evidencia, es un espacio dedicado al campo de la

investigación científica. En este lugar se encuentra el Herbario del Jardín, todo un piso dedicado a la

conservación y clasificación de colecciones secas; de inmediato recuerdo el herbario que hice en el

colegio, la recogida de las hojas para secarlas dentro de un libro gordo y luego pegarlas, nombrarlas

y describirlas. A estas alturas del recorrido, pareciera que el Jardín Botánico estuviera hecho para

evocar el pasado.

A pesar de querer mantener mi mente en blanco mientras

camino y de querer tener una meditación activa, es

imposible calmar el parloteo interno, callar las voces que

emocionadas me van describiendo lo que ven mis ojos; -

mira que árbol tan grande!, Uf!!!, que flor más hermosa,

como se llamará este insecto?. Decido dejar el camino y

adentrarme en el jardín, escucho loras en lo alto de una

palma buscando ya refugio, veo nadar a algunos patos en el

lago, mientras otros se persiguen por las orillas y unos

inmóviles parecen posar sobre una piedra para un pintor

invisible.

Page 3: Un oasis en la ciudad

Está cayendo la tarde y el

Jardín a esta hora está

cerrado al público;

arreboles rosas y naranjas

completan el lienzo.

Caminan hacía mi dos

hombres que visten

chaquetas amarillas con

hojas de diferentes tonos

de cafés, pretenden ser

un camuflado de

jardinero; me saludan

cordialmente y continúan su ruta; me quedo pensando en estos expertos y su importancia para el

Jardín, no solo por sus cuidados y conocimientos, sino porque se han convertido en una fuente de

recursos para el mismo. Y es que por toda la ciudad los vemos a ellos transformándola desde el

paisajismo, embelleciéndola y cuidando las plantas.

Los domingos en la tarde este espacio se llena de vida, cientos de personas recurren a el para

dispersarse y salir de la cotidianidad en los múltiples espacios que ofrece el jardín. Los árboles y

plantas se aprestan para convivir con gente de diferentes sectores de la ciudad que vienen de picnic

o a comerse un fiambre, como prefieran nombrarlo. Es normal ver niños con balones, otros

comiendo algodón de azúcar, parejas de enamorados caminando de la mano o sentados bajo la

sombre de algún frondoso árbol, o señoras con colchonetas que

vienen a saludar al sol en su clase de yoga, todos ellos se

congregan en este mismo espacio.

Paso cerca del Restaurante In Situ y se me hace agua la boca al

pensar en el ceviche de camarones y mango viche que sirven allí,

continúo la marcha y me quedo encantada con la construcción

colonial que hay en este sector del jardín, pareciera que el

tiempo se ha detenido en ésta casa blanca y azul.

Para recordarme que no es así, que el tiempo ha seguido

avanzando, solo me bastó girarme 180°. Frente a la casa está el

Orquideorama, y me da la impresión que estuviera en un panal

de abejas gigante, su estructura en madera sirve para crear un

espacio al aire libre protegido de la lluvia.

Y es aquí donde nuevamente empiezan a desfilar por mi memoria

múltiples recuerdos. Muy cerca se escuchan las notas de un

saxofón, entremezcladas con el murmullo de las voces y el tintineo de las copas que brindan;

sentadas alrededor de las mesas mujeres hermosas con sus mejores vestidos, acompañadas de

hombres recién afeitados y perfumados; recorriendo el lugar se ven los novios posando para la

cámara y los meseros que se mueven ágilmente como exhibiendo una coreografía muchas veces

ensayada. Es de noche, la luz que emana de las velas, combinada con las antorchas y los faroles de

Page 4: Un oasis en la ciudad

luces amarillas logran crear el ambiente romántico con el que tanto soñaba la hija de uno de los

empresarios antioqueños más reconocidos. Sonrío con desdén al pensar en la opulencia de algunas

bodas y para ayudar a safarme de ese pensamiento se vienen a la mente un concierto de

“Cantoalegre” en este mismo lugar y el espacio se llena ahora de mamás con sus hijos moviendo las

manos y haciendo muecas mientras entonan la canción de un sapo.

Este espacio del Jardín es seguramente el que más eventos alberga; bodas, ferias, festivales,

conciertos y hay uno que es probablemente el más importante para la ciudad: La Fiesta del Libro y la

Cultura. Por esos días hay todo un despliegue técnico y logístico para construir los stands de las

librerías y editoriales; además para los montajes de las conferencias, charlas, conversatorios y

demás actividades se toman todos los rincones del jardín, para que escritores, lectores, estudiantes,

niños, jóvenes, abuelos; en fin, toda la ciudad, se den cita aquí y disfruten de la palabra como medio

para crear.

Ya es hora de dejar el Jardín Botánico Joaquín Antonio Uribe, llamado así en honor a uno de los

naturalistas antioqueños más reconocidos; me interno en el bosque húmedo a través del sendero y

disfruto la sombra y el frio que producen las plantas que aquí se encuentran; cada vez hay más

sonidos de insectos y animales que no logro identificar, grillos y algunas ranas supongo, apresuro mi

paso por que empieza a darme un poco de susto la soledad en esta oscuridad.

Salgo al lugar donde inicié mi recorrido y siento que no solo recorrí un espacio físico, recorrí también

la historia de nuestra ciudad, de sus transformaciones, de sus gentes; hice un recorrido por mi

propia historia recurriendo a la memoria. Y quedo con la certeza de que el Jardín Botánico no es

solo el pulmón de la ciudad, también es su corazón, su memoria, su oasis.

Andrea Trujillo Rendón