un joven superdotado, aunque muy vulnerable afectivamente

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Un joven superdotado, aunque muy vulnerable afectivamente, se veráinvolucradoenuncomplicadoplandevenganzaorquestadoporunpoderosonarcotraficante boliviano de cocaína. Por las calles de Madrid seentrecruzarán las vidas de un asesino a sueldo, una emigrantelatinoamericanayunadolescente.

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CésarMallorquí

ElúltimotrabajodelseñorLunaePubr1.1

hofmiller09.12.15

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Títulooriginal:ElúltimotrabajodelseñorLunaCésarMallorquí,1997Diseñodeportada:Desconocido

Editordigital:hofmillerePubbaser1.2

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Laescrituradeestanovelahasidoposiblegraciasalaayudadealgunaspersonasquese prestaron a compartir conmigo su inteligencia y sus conocimientos. Deseo, portanto,mostrarlemi gratitud aMontserratMagaz, directora del colegio Bernadette,quetuvolaamabilidadylapacienciadeponeramidisposiciónsugranexperienciacon los llamados alumnos superdotados.Gracias,Montse.También estoy endeudacon José Carlos Mallorquí, que me habló de Fermat cuando yo no sabía de quéhablar.Gracias,hermano.Y,comosiempre,deboagradecerleaMaríaJoséÁlvarezsuapoyo incondicional, así como las valiosas observaciones que realizó tras leer elmanuscrito original. Gracias, Pepa. Por último, y muy especialmente, tengo unadeudadegratitudcondoñaFlorindaChambi,quemehablódesupaís,Bolivia,ydesuscostumbres,tradujoparamíalquechuay,además,sirviódemodeloparaunodelospersonajesdeestanovela.Muchísimasgracias,Flori.

Graciasatodos.

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ParaPablo,mipequeñogigante

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1.Elasesino

Elasesinotuvoquedarunbruscovolantazoparaesquivarelarmadillogigantequerepentinamentehabíasurgidodeentrelosarbustos.Porunosinstanteseltodoterrenoabandonó el irregular camino forestal y enfiló directamente hacia los inmensosárbolesquecrecíanaamboslados,perounnuevovolantazoconsiguiódevolverloalsendero.Elasesinofrenóenmediodeunanubedepolvoyrespiróprofundamente,altiempoquedirigíaunaceñudamiradaalacorazadoanimalquehabíaestadoapuntodeatropellar.

—¿Estásloco?—ledijo—.¿Quieresquetematen?Un grito agudo surgió del muro de vegetación que se alzaba a su derecha. El

asesinoelevólamiradahastalacopadelosárbolesydescubriólapeludafiguradeunmonoaulladorsentadoenunarama.

—¿Ytúdequéteríes,huevón?—preguntó.El mono se dio la vuelta con dignidad y desapareció de un brinco entre la

frondosavegetación.Elasesinosuspiróypusodenuevoenmarchael todo terrenoparaseguirelabruptocaminoqueseadentrabaenlaselvaamazónica.

La selva… El asesino odiaba el despiadado calor que allí reinaba, odiaba laasfixiantehumedadque loenvolvía todo,odiaba la infinitavariedaddeplantasquecrecíanpordoquier,losinmensosficus,lasenredaderas,loslarguísimosbejucos,lasmulticolores orquídeas. Odiaba los murciélagos o vampiros que colgaban cabezaabajoenlaoscurabóvedadelbosque,odiabalasanacondasqueserpenteabanenlasramasmásbajas,odiabalosjaguaresylosocelotesqueacechabanentrelahojarasca.Pero,porencimadetodo,odiabalainmensavariedaddeinsectosquenocesabanderevolotearasualrededor,desdelosinmensosmosquitosdezumbantevuelohastalosminúsculos jejenes,cuyas ferocespicadurasparecíancontradecir lapequeñezde sutamaño.

El asesino era un hombre de ciudad, alguien que sólo lograba sentirse a gustorodeadodecementoyasfalto,bajolabenefactoraproteccióndelaireacondicionado,asíqueaquellaselvaeraparaéllomásparecidoalinfierno.Porsupuesto,lehabíanofrecidoirenavión,peroelasesinodesconfiabadelosavionesytambiénrecelabadesusclientes.Nadiequecontratasesusserviciospodíasermuydefiar.

DuranteelrestodelamañanaeltodoterrenoprosiguióhaciaelSur,adentrándose

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másymásen laoscura jungla.Enocasioneselcaminodesaparecía, tragadopor lavegetación, para volver a aparecer unos cuantosmetrosmás allá, o se volvía casiimpracticable a causa de un arroyo desbordado o un corrimiento de tierras. Noobstante,pesea lodificultosode laconducción,el asesino llegóal ríoNegropocodespuésdelmediodía,talycomoteníaprevisto.Detuvoelvehículojuntoalpuentedehierroque,comorevelabaunaplacaadosadaasuestructura,habíasidoconstruidopor los yanquis en mil novecientos siete, y extrajo un mapa de la guantera. Loexaminó durante un buen rato, comprobando meticulosamente su situación; seencontrabamuycercadelafronteraentreColombia,VenezuelayBrasil,enunatierradenadieporlaquelitigabanaquellostrespaísesdesdehacíamuchotiempo,peroqueenrealidadjamáshabíaestadosujetaaningunaleynianingunabandera.

«Perdido en el fin del mundo», pensó el asesino, contemplando aquellascaudalosasaguas.ElríoNegroeraunafluentedelAmazonas;silosiguiesecorrienteabajo, hacia el Sudeste, acabaría llegando aManaos, pero él no se proponía ir tanlejos. En realidad, su punto de destino debía de encontrarse a no más de treintakilómetrosdeallí.Devolvióelmapaa laguanteray, tras rociarseunavezmásconrepelente para mosquitos, arrancó el todo terreno y cruzó con lentitud el viejo yoxidadopuente,cuyaestructuragimióychirrióbajoelpesodelvehículo.Unavezalcanzadalaorillaopuesta,elasesinoabandonóelirregular,aunquealmenosvisible,trazadodelcaminoprincipalyseinternóporunangostosenderoquemásparecíaunatrochadeanimalesqueunavíaaptaparalosvehículosdemotor.Alcabodeunahoradeconducirentrelaespesura,aplastandoarbustosyespantandocolibrísymariposas,seencontróconlaalambrada.

Aquella cerca metálica parecía la cosa más incongruente del mundo, allí, enmedio de la jungla, a muchísimos kilómetros de la población más cercana, conaquella puerta batiente en la que alguien había escrito con pintura negra:«PROIBIDOPASAR».

—¿Dóndesetequedólahache?—murmuróelasesinoconunasonrisa,mientrasbajabadelvehículoyabríalapuertaquebloqueabaelcamino.

Elasesinono teníanombre.O,mejordicho, teníamuchosnombres,queesaúnpeorquenotenerninguno.Enaquellaocasiónsehacíallamar«señorLuna».Eraunnombretanbuenocomocualquierotro,cortoyfácilderecordar,loqueenlaclasedetrabajoqueélllevabaacaboresultabamuyconveniente.ElseñorLunaerajoven,nomás de treinta años, de mediana estatura, pelo negro, muy corto, y un rostroagradable y atractivo.Cualquiera le hubiese tomado por un universitario, o por unamableejecutivo,perohabíaalgoensumirada,unextrañobrilloduroyfríocomoelhielo,quedesmentíaaquellaprimeraimpresión.

Luna regresó al todo terreno y cruzó la alambrada. Luego se bajó de nuevo ycerrólapuerta.Aquellacerca,pensómientrasponíaotravezenmarchaelvehículo,eraunaabsurdaparadoja.Aunladoyaotrodelosalambresnohabíamásqueselva,la misma selva. Entonces, ¿qué utilidad podía tener allí una valla? Suspiró; en

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realidadélconocíalarespuesta.Lacercaeraunaadvertenciaytambiénunaamenaza:«Cuidado,estásentrandoenlosdominiosdeltodopoderosoCoronado».

Mientras avanzaba por el tortuoso sendero, Luna conectó la radio multi-frecuenciaquehabíaenelsalpicadero,adoptandoelmododebúsquedaautomática.Losaltavocesemitieronunsonorocrepitardeestáticamientraselaparatobarríatodaslasbandasdeemisiónradial.Deimproviso,unavozcuajadadeparásitosresonóenelinteriordelvehículo.

«…Desde el río. Es un todo terreno verde con matrícula de Caracas. Repito,matrículadeCaracas.Cambio.»Unchasquidoyotravoz:«¿Viene solo?Cambio.»Chasquido. «Eso parece. ¿Qué hacemos? ¿Lo interceptamos? Repito, ¿lointerceptamos?Cambio.»Unapausa,unchasquido:«No.Dejadleseguir.¿Estáclaro?Permitidque lleguehasta lamansión.Cambio.»Chasquido.«Chévere,Manuel.Loquetúdigas.Cambioycierro.»

Elasesinodesconectólaradio.Demodoqueestabanallí,muycerca…Sindejardeconducir,asomólacabezaporlaventanillayoteóelhorizonteselvático.Alpocoratodistinguióunbrilloenlacopadeunárbol,elreflejodelsolsobreunasuperficiepulida;quizálaslentesdeunosprismáticos,olareverberacióndelamiratelescópicadeunfusildeprecisión.Lunarióalegrementeydejódeinteresarseporelpaisajeparacentrarseenlaconducción.Trasdiezminutosdetortuosamarchaelvehículollegóaun lugar donde el sendero parecía ensancharse, al tiempo que describía unapronunciada curva a la izquierda. Luna giró el volante, siguiendo el trazado delcamino y, de improviso, se encontró frente a un altísimomuro de piedra. Junto alportalón de entrada aguardaban cuatro hombres armados con ametralladoras. Elasesinodetuvoeltodoterrenoysaltóalsuelo.Unodeloshombresseaproximó.

—Buenos días, señor—dijo en tono cortés, aunque claramente receloso—.Haentradoustedenunapropiedadprivada,¿sabe?

—EstoybuscandoaAurelioCoronado—dijoelasesino.—Coronado…—repitióeldesconocido,arqueandolascejas—.¿Quiénesusted,

señor?—MinombreesLuna,yestoycitadocondonAurelio.—Encantado de conocerle, señor Luna—el semblante del hombre se relajó—.

Me llamoManuel Zárate y soy el jefe de seguridad de don Aurelio. El patrón leaguarda.Peroantes…,¿vaustedarmado,señor?

Elasesinoasintió.ExtrajodelbolsillotraserodelpantalónunacompactapistolaberettadelcalibrenueveyselaentregóaManuel.

—La recuperará cuando se vaya —dijo éste, dándole el arma a uno de losguardianes—. Ahora, si no le importa, tengo que asegurarme de que va usteddesarmado.

—Adelante—dijoLuna,levantandolasmanosporencimadelacabeza.Manuellecacheóconmovimientosrápidosyprecisos.—De acuerdo—dijo finalmente—. Mis hombres se ocuparán de su vehículo.

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¿Tienelaamabilidaddeseguirme?Manuel pulsó el botón situado en una de las jambas y el portalón se abrió

lentamenteenmediodelzumbidodeunmotoreléctrico.AntelossorprendidosojosdeLunaaparecióeledificioquepermanecíaocultotraselmurodepiedra.Setratabadeunamansióndeestilocolonialespañol,conlasparedesencaladasrefulgiendobajoel soldelatardecer.Mientras recorríanel senderodegravaqueconducíaa lacasa,atravesando un cuidado jardín tropical, el asesino contempló el inesperado lujo deaquel lugar: lapiscinadeproporcionesolímpicas, laspistasde tenisy,al fondo,unpequeñocampodegolfdenuevehoyos.Algomásallá,unapistadeaterrizajeabríaunainmensabrechaenlatupidavegetación.Nadiehubiesepodidosospecharqueenmediodelajunglamásdensaysalvajedelplanetapudieraocultarseaquelparaísodeconfortabilidadycivilización.

Trasentrarenlacasaycruzarunampliorecibidor,seintrodujeronenunenormeyelegantesalón,endosdecuyasparedesseabríangrandesventanalesconvistasaljardíny a lapiscina.El aire acondicionadomantenía la estancia auna temperaturaconstantedeveintiúngradoscentígrados.

—Aguardeaquí,señorLuna—dijoManuel,señalandoconungestolosmullidossillonesdecueronegro—.IréabuscaradonAurelio.¿Deseatomaralgo?

—Aguamineral,gracias.Cuando el jefe de seguridad abandonó el salón, Luna se sentó frente a una

pequeña mesa laqueada, cogió una de las revistas que descansaban sobre ella ycomenzóahojearla.Alospocosminutosentróunindígenavestidoconuniformedecamareroy,enabsolutosilencio,dejóencimadelamesaunabotelladePerrieryunvasoconhielo.

—¿Noquieres un tragomás fuerte, amigo?—dijo de improviso una voz a susespaldas.

El asesino giró la cabeza y contempló con curiosidad al hombre que habíahablado, un joven de poco más de veinte años, con el negro pelo rizado y unaexpresiónarroganteensuagraciadorostro.Dosguardaespaldasdepétreacomplexiónpermanecían detrás de él en actitud vigilante, con las manos muy próximas a losenormespistolonesquellevabanalcinto.

—No,gracias—respondióLuna,incorporándose—.Prefieromantenermealejadodelalcoholcuandotengoquehablardenegocios.

Eljovenhizounamuecadespectivaysedirigióalmueblebar.—Losmachosdeverdadaguantanlabebida—ycomosiquisieradarejemplo,el

jovensesirvióunagenerosadosisdelicoryvacióelvasodeuntrago—.Esbueno—dijo—;whiskydemaltareciéntraídodeEscocia.¿Enserioquenoquieres?

—En serio —Luna sonrió con ironía—. No debo de ser lo suficientementemacho,señor…Disculpe,perocreoquenomehadichosunombre.

—MellamoTachoCoronado.—Ah…¿QuizáesfamiliardedonAurelio?

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—Soysuhijo—respondióconorgulloeljoveny,paraquesuposiciónquedaseclara,añadió—:Suprimogénito.

—Muybien—lasonrisadeLunaseamplió—.Esunplacerconocerle.—Déjatedemilongas—replicóTacho,aproximándose—.Voyacachearte.—YalohizoantesManuel.—¿Sí?Puesquieroasegurarme.¿Algúninconveniente?Sin esperar respuesta, Tacho comenzó a registrar a Luna, palpando con

minuciosidadcadacentímetrodesucuerpo.Luego,trasasegurarsedequeelasesinonollevabaencimaningúnarma,sedirigióaunapuertalateralylaabrió.

—Estálimpio,papá—dijo—.Puedespasar.Alcabodeunossegundosunafiguracruzóelumbralyentróenelsalón.Eraun

hombredeunoscincuentaaños,calvo,conunespesobigotenegrocubriendosulabiosuperior. Pese a la enorme barriga que abultaba la guayabera de lino blanco, susmovimientoseranágilesyenérgicos.

—SoyAurelioCoronado.¿EsustedelseñorLuna?—Sí.Encantadodeconocerle,donAurelio.Coronadoignorólamanoqueletendíaelasesino.—¿Cómopuedoestarseguro?—preguntó.—¿Perdón?…—Tengomuchosenemigos.Sicontinúovivoesgraciasaserdesconfiado.¿Cómo

séqueesustedelauténticoseñorLuna?—Bueno,medijeronquedonAurelioCoronadoqueríavermeyaquíestoy.—Ya. Pero nadie sabe cómo es el señor Luna. No hay fotografías suyas y

tampoco están registradas sus huellas dactilares —Coronado frunció el ceño—.ConvénzamedequeesustedelauténticoseñorLuna,porfavor.

Elasesinosonriólevementeydesviólamiradaaunlado,pensativo.Enrollóconlentitudlarevistaqueaúnteníaenlasmanos,hastaformarunapretadotubodepapelconelquejugueteódistraídamenteduranteunossegundos.

—Deacuerdo—dijo—.Afirmausted,donAurelio,quetienemuchosenemigos.Bien:imagínesequeunodeesosenemigosmehubiesecontratadoparaeliminarle…

—¡¿Qué estás diciendo, coludo?! —exclamó Tacho, sacando una pistola delbolsillotraserodesupantalón.

—Sóloesunasuposición—repusoLuna,haciendoungestoapaciguadorconlasmanos—.Simplementeintentodemostrarquesoyquiendigoser.

—Déjale hablar, Tachito —intervino Coronado, contemplando con interés alasesino.

Eljoventorcióelgestoy,comoaregañadientes,guardóelarmaenelbolsillo.—Gracias, donAurelio—Luna sonrió ampliamente—.Como decía, imagínese

que me hubiesen contratado para matarle. Usted es uno de los hombres másprotegidosdelplanetayyohesidocacheadodosvecesantesdepoderverle.

—Nollevaarmas,papá—dijoTachoconsuficiencia—.Yomismolocomprobé.

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—Así que, aunque quisiera, no podría hacerle nada, ¿verdad, donAurelio?—Lunarespiróprofundamente—.Sinembargo…

Elasesinohizounapausa.Deprontosellevóunextremodelarevistaenrolladaalos labios y sopló con fuerza. Algo, una manchita de color, siseó en el aire y undiminuto dardo metálico fue a clavarse en una viga de madera situada a pocoscentímetrosdelacabezadeCoronado.

—Sinembargo—prosiguióLuna—,ustedyaestaríamuerto,donAurelio.Losdosguardaespaldasintercambiaronunadesconcertadamirada,sinsabermuy

bien qué hacer. Tacho avanzó unos pasos, desclavó el dardo y lo contemplódespectivamente.

—¿Estás loco,chingado?—alzóelpequeñoproyectily lomantuvosujetoentredosdedos—.¿Conestamierdaibasamataramipadre?

—Tencuidado,Tachito—repusoelasesinoconunasonrisa—.Lapuntadeesedardo está impregnada de curare. Si te pinchas, apenas tardarás diez segundos endejarderespirar.

Tachoprofirióunamaldiciónytiróbruscamenteeldardoalsuelo.—¡Malditohijopulla!—bramó—.¡Tevoya…!—¡Bastaya!—dijoentonoautoritarioCoronado.Luego,contemplandosonrientealasesino,agregó:—Debemos mostrarnos hospitalarios con nuestro invitado. A fin de cuentas,

tenemosnegociosquetratarconél—sevolvióhacialosguardaespaldasylesordenó—:Largaos.

Mientraslosdosdesconcertadosgorilasabandonabanelsalón,CoronadoinvitóaLunaconunademánasentarsefrenteaél.Tacho,conelceñofruncidoylaexpresiónhosca,seacomodójuntoasupadre.

—¿Dóndeescondióeldardo?—preguntóCoronado,dirigiéndoseaLuna.—En la hebilla del cinturón —respondió éste—. Es tan pequeño que pasa

inadvertido.Generalmente,cuandoalguienteregistra,loquebuscaesarmasdefuegoo cuchillos —suspiró—; pero la muerte puede ocultarse tras los objetos másinsospechados.

—Supongo que deberé reforzar mis sistemas de seguridad—Coronado dirigióuna severa mirada a su hijo, que rápidamente clavó los ojos en el suelo—. Encualquier caso—prosiguió, contemplando de nuevo al asesino—, le agradezco laceleridadconquehaacudidoamillamada.¿Hatenidounbuenviaje?

—Elpaisajeeralindo,aunquehabíademasiadosmosquitos.—Debióusarunodemisaviones—Coronadohizounapausa—.Disculpesino

me ando con zalamas, señor Luna, pero soy hombre de negocios yme gusta ir algrano.Deseocontratarsusservicios—sacóunsobredelbolsillodelaguayaberayseloentregóalasesino—.Lepagaréquinientosmildólarespormataraestapersona.

Lunaabriócuidadosamenteelsobreyextrajodesuinteriorunafotografía.—Unamujer…—murmuró,alzandounaceja.

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—¿Algúnproblema?—intervinoTachoentonodespectivo—.¿Tefaltanredañosparamatarmujeres?

—No es eso, Tachito —repuso Luna con suavidad—. Sencillamente mepreguntaba por qué el poderosoCoronado está dispuesto a pagarmediomillón dedólaresporlamuertedeunahumildemujer.

—Atiesavainanoteimporta…—¡Compórtate, Tacho!—Coronado fulminó con lamirada a su hijo; luego se

volvióhaciaLuna—.Discúlpele;esjovenytienelasangrecaliente—respiróhondo—.Esamujerseriódemí—prosiguió,señalandolafotografía—.YnadieseburladeAurelioCoronadosincumplirunapenitencia,¿comprende?Nadie.Mástarderecibiráun dossier con los detalles, pero le haré un resumen: esa zorrame robó algomuyvaliosoydespuéstomóelprimeraviónparaEspaña.AhoraestáenMadrid.

Elasesinoseencogiódehombros.—Seguroquesuorganización,donAurelio,seextiendetambiénporEuropa.¿Por

quénoleencargaestetrabajoasugentedeallí?—Hacesmuchaspreguntas,carajo—musitóTacho—.Demasiadas.—Nuestroinvitadoquiereestaraltantodetodoslosaspectosdesulabor—dijo

Coronado—.Esunhombreprecavido,yesomegusta.Verá,señorLuna:dentrodemuypocovoyarealizarunimportantenegocioenEspañaynoquierocorrerriesgosinútiles.Sialgunodemishombresresultaraimplicadoenunasesinato,misinteresesen Europa podrían verse perjudicados. Por eso prefiero contratar a un profesionalindependienteparaqueelimineaesacholadeldiablo.Elproblemaesqueyosiemprequierolomejor,yusted,segúntengoentendido,eselmejorensuespecialidad.

—Gracias.Perouncincoseguidodecincoceros—insistióLuna—siguesiendomuchodinero.

—Lepagarémediomillóndedólaresporencontraraesamujer—dijoCoronado—,pormirarlaalosojosy,antesdevolarlelossesos,decirlequequienvaamatarlaesdonAurelioCoronado.Pero también lepagaréesedineropor intentaraveriguarqué hizo con lo que me robó. Y si usted consigue dar con ello, duplicaré surecompensa.

Lunasonriódeorejaaoreja.—DonAurelio—dijo—:seráunhonortrabajarparausted.—Perfecto —Coronado se incorporó y presionó uno de los botones que se

alineabanenunpaneladosadoalapared—.PasarálanocheaquícomomiinvitadoymañanaviajaráaCaracasenmiaviónpersonal.Nosotrosnosocuparemosdellevarsu vehículo a donde usted desee. Espero que esta vez no tenga inconveniente envolar; quiero que este asunto se resuelva cuanto antes. Por cierto, mi hijo viajarátambiénaMadrid.Ustedreportaráaélydeélobtendrácualquiercosaquenecesite.

—Seré tu jefe,Lunita—dijoTacho, inclinándosehaciadelanteconunasonrisazorruna—.¿Cómoloves?

ElasesinoignoróelcomentariodeljovenymirófijamenteaCoronado.

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—Yotrabajosolo,donAurelio—advirtió.—Y solo trabajará, pierda cuidado, pero Tacho será su contacto.Mi hijo va a

Madridparaocuparsedeunasuntodegranimportancia.Yomeestoyvolviendoviejoyéldebeirhaciéndoseconlasriendasdemisempresasparaque,cuandolleguemimomento,lafamiliasigafuerte.

—Túnotemorirásnunca,papá—dijoTachocontonozalamero.—Quizá.Pero,porsiacasoestásequivocado,másvaleserprevisor—Coronado

acariciólacabezadesuhijoysevolvióhaciaLuna—.Tachoessangredemisangre.Trátelecomometrataríaamí,señorLuna.

Manuel entró en ese momento en el salón y se aproximó discretamente aCoronado.

—¿Deseabaalgo,donAurelio?—Sí, Manuel. El señor Luna ha aceptado nuestra oferta. Condúcele a sus

aposentos y proporciónale toda la información que precise —se volvió hacia elasesino—.Ahoradeboocuparmedeotrosasuntos.Nosveremosestanoche.

Coronado abandonó con paso rápido la estancia. Luna se disponía a seguir aManuelcuandoTacholesujetódelbrazo.

—Antesme has llamado «Tachito»—dijo en tono tenso—. Sólomi padremellamaasí,¿comprendes?Ytúnoeresmipadre.

—Cosaquelamento—repusoLunaconironía—.Tenerunhijocomotúdebedeserlaculminacióndelosanhelosdecualquierprogenitor.

Tachoaproximósurostroaldelasesino.—No me gustas, Lunita —dijo amenazador—. Ten cuidado conmigo. Mucho

cuidado.El asesino sonrió amistosamente y se desprendió con suavidad de la mano de

Tacho.—Descuida,lotendré—dijo,ymientrasabandonabaelsalóndetrásdeManuel,

añadió—: Te llamaré «Tachote». Eso es un aumentativo. Mucho más macho,¿verdad?

***Luna contempló una vez más aquel retrato. Se trataba de una fotografía de

estudio,conloscoloresmuyvivosyloscontornosdifuminados.Laimagenmostrabaelrostrodeunamujermadura—deunoscuarentaaños—,conelpelonegrocortadoenmediamelena.Vestía ropas occidentales, pero los ojos levemente rasgados y elexotismodesusrasgoshablabandesusangreindígena.

«Quizáseaquechua,oaimara»,pensóLuna.Dejólafotosobrelamesayalzólamirada.Desdeelventanaldeldormitoriose

divisabaunampliopanoramadelaselva,extendiéndosesinfinhastadondelavista

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abarcaba.Sobre la líneavegetal del horizonte, elSol, una esfera ahora anaranjada,flotabaenmediodelasrojizaslucesdelocaso.Lunasedesperezóconindolenciayabrióelmaletínquepocoantes lehabíaentregadoManuel.Ensu interiorhabíaunpasaje de avión para la línea que unía Caracas conMadrid, un fajo de billetes—veinticincomildólares—yunacarpetaconunbrevedossierescritoamáquina.Lunacogiólashojasmecanografiadasycomenzóaleerlas.

Lamujer se llamabaFlorHuanacoLópezyhabíanacidoenLaPaz, capitaldeBolivia,elveintiunodeenerode1952.Viudadesdehacíaunpardeaños,regentabaunapeluqueríaenCiudadSatélite,elbarrioaltodeLaPaz.

Lunaalzólamiradadeldossieryenarcólascejas.AsíqueCoronadoqueríamataraunapeluquera…¿Acasolehabíahechounmalcortedepeloydeseabavengarse?Lunasonrióyprosiguiólalectura.

El marido de Flor Huanaco, Luis Quispe, había muerto en un accidente aéreoocurridoenlosAndes,conloquedejóasumujeracargodelaúnicahijahabidaenelmatrimonio,unamuchachaqueahoradebíacontardiecisieteañosdeedad.Elrestodel informe hablaba de los familiares de Flor Huanaco y describía, en líneasgenerales,lahistoriadesuvida,unavidatannormalycorrientecomoladecualquierotrahumildemujerboliviana.

¿PorquéibaapagarAurelioCoronadomediomillóndedólaresporlamuertedealguienasí?

LunaencontrólarespuestaaesapreguntaalvolverlaúltimahojadelinformeyleerunabrevenotadondesenarrabanciertossucesosacaecidoshacíadossemanasenunremotolugardelaregiónbolivianadelChaparé.

El asesino dejó caer el dossier sobre lamesa y contempló con incredulidad elretratodelamujer.

—Vaya con doña Flor Huanaco —dijo en voz baja—. Los tiene usted bienpuestosparaserunapobrecholita—sonrió—.HayquetenerredañosparaquitarlealtodopoderosoAurelioCoronadonadamásynadamenosquecincuentamillonesdedólares.

Alolejos,enlaoscuridaddelaselvaamazónica,elcantoquebradodeuntucánresonócomounarisasarcástica.

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2.IQ160

Aquellamañana,mientraspreparabalastostadasdeldesayuno,Amelia,lamadredePablo,inicióunavezmáselviejoritualdepreguntasyrespuestas.

—TeoremadeGödel—dijorepentinamente,sinapartarlavistadelarebanadadepanqueestabauntandoconmantequilla.

Pablodiounsorboasuvasodelecheyrecitóentonoaburrido:—«Toda formulación axiomática de teoría de números incluye proposiciones

indecibles».Porfavor,mamá,esoeselemental.—Conqueelemental,¿eh jovencito…?—lamujerocultóunasonrisadeorgullo

—.Puessierestanlistodimecómohallaríaslaenergíadeuncuanto.—Multiplicandonu, que es la frecuencia, por la constante de Planck—Pablo

ahogóunbostezo—.Voyallegartardealcolegio.—Ya lo sé, ya lo sé —Amelia respiró profundamente—. Pero desde que se

marchó la criada yo tengo que ocuparme de todo y, sencillamente, nome llega eltiempo.

—Buenosdías.Pablovolviólacabezaycontemplóasupadre,Ricardo,queentrabaenlacocina

conelrostroadormilado.—Hola,papá.—Buenosdías,querido—Amelia sepusoaexprimirunasnaranjasyprosiguió

consumonólogo—:Eldíasólo tieneveinticuatrohorasynopuedomultiplicarme.Bastantes problemas me encuentro en el trabajo como para tener que ocuparmetambiéndelacasa.

—Vamos,vamos,noexageres;afindecuentas,yomeencargodelascomidasyde pasar el aspirador—Ricardo comenzó a rebuscar en la alacena—. ¿No quedamermeladadealbaricoque?

—Perotúnotienesquecumplirunhorariofijoyyosí—Amelia llenóunvasocon zumo de naranja y lo puso frente a Pablo—.Lamermelada de albaricoque seacabóayer.Ahítienesuntarrodeconfituradefresa.

Ricardocontemplóconabiertahostilidadelfrascodeconfitura.—No me gusta la fresa—musitó—. ¿Cuánto tiempo vamos a seguir así? No

parecetancomplicadoconseguirunacriada…

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—Carmen,yasabes,laquetrabajaconmigoenelCentro,medijoquesuasistentaconocía a una señora que estaba buscando trabajo. Estemediodía he quedado conella.

—Deberíascontratarlaantesdeconocerla—sentencióRicardo,sentándosejuntoasuhijo—.Silaconocesprimero,corremoselriesgodequenoteguste;entoncesnolacontrataríasyesoseríaterrible—suspiró—.Lavidasinmermeladadealbaricoquecarecedesentido…

De improviso se volvió hacia Pablo, frunció los labios y silbó un largo pasajemusical.Alconcluirlamelodíaenarcólascejasypreguntó:

—¿Ybien?¿Quées?Pablosuspiró.«No,porfavor.Másjueguecitosaestashorasdelamañana,no.»—Es el Tema Real de laOfrendaMusical de Bach—dijo con resignación—.

Comoempezabaendomenoryterminabaenremenor,supongoqueperteneceráalCanonperTonos,perolaverdadesquehasdesafinadoenladecimosextanota.

—Los cánones de Bach son ejemplos perfectos…—comenzó a decir Ameliamientrasdepositabadosnuevasrebanadasdepansobrelaplancha.

—De isomorfismo—concluyó Pablo—.Ya lo sé, mamá,me lo has dichomilveces—bebiólanaranjadadeuntragoysepusoenpie—.Mevoyalcolegio.

—Pero si nohas comidonada—protestó sumadre—.Esperaunmomento, lastostadasyaestánlistas…

—No tengo tiempo—dijo Pablo, saliendo a toda prisa de la cocina—. Voy aperderelautobús.

Ricardo,coneltarrodeconfituratodavíaenlamano,miróseriamenteasumujer.—¿Hedesafinado?—preguntóincrédulo.

***ElcolegioAlbertoMagnoeraunmodernoedificiodelíneasfuncionalessituado

enunbarrioresidencialalasafuerasdeMadrid.Alllegarallí,PabloseencontróconGuillermoyLaura,dosmiembrosde«laRepúblicadelosSabios»,esperándoleenlapuerta. Laura era una muchacha de quince años, menuda y algo pálida. Sus ojos,grandes y azules, seríanmuy bonitos si no fuera por su expresión apagada y algomelancólica. Guillermo, por el contrario, era alto y un poco grueso. Con tan sólodieciséis años, una prematura alopecia trazaba profundas entradas en sus cabellosmorenosyleproporcionabaunsorprendenteparecidoconRichardNixon.

—BenitoMorenohatiradolatoalla—ledijoGuillermoaPabloconsuhabitualtonoengolado—.SegúnLowell,«haydosclasesdeflaquezas, laquesepliegaylaquesequiebra».Puesbien,Benitoesdelosquesequiebran.

—¿Dequéestáshablando?—preguntóPablo.—DelpobreBeni—dijoLaura—.Ayerloencontraroninconscienteensucuarto.

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Sehabíatomadounfrascodebarbitúricos.Pablosintióqueelcorazónledabaunvuelco.—¿Quieresdecirquehamuerto?…—No.Lelavaronelestómagoyyaseencuentrafueradepeligro—Laurabajóla

mirada—.Peronovolveráalcolegio.Pablo se apoyóenunaparedy sacudió la cabeza con incredulidad.Beni era el

miembromásjovende«laRepúblicadelosSabios»,unmuchachodedoceañosdeedad,tímidoyretraído,peromuycariñoso.Pormuchasvueltasquelediese,parecíaimposible que aquel niño silencioso y tranquilo hubiera sido capaz de intentarquitarselavida.

—¿Porquélohahecho?—murmuróPablo—.Eraelmásinteligente…—Bueno, eso habría que discutirlo—dijo Guillermo, enarcando una ceja con

suficiencia.—Elmásinteligentedetodos—afirmóLauraconlamiradaperdida—.Aunque,

enrealidad,sóloeraunniñoasustado.Guardaron un largo silencio, mientras los alumnos del colegio, los alumnos

«normales»,ibanentrandoeneledificio.—¡Hola, hola, hola! —un muchacho delgado y larguirucho se aproximó

rápidamenteaellos—.¿Yesascaras?¿Llegoenmalmomento?EraGabriel,unmiembromásde«laRepúblicade losSabios».Pablo le saludó

conuncabeceo.—¿SabeslodeBeni?—preguntó.—Sí,meenteré ayer.Terrible, terrible.Anochemedeprimímucho,pero seme

pasóenseguida.Esoeslobuenodeserhiperactivo:todoesmásrápido.Encualquiercaso,Beniyaestábien,queesloimportante.

—Sí,pero…—insistióPablo—,¿cómofuecapazdehacerlo?Notienesentido.—Una chiquillada —intervino Guillermo—. Es demasiado inmaduro para

aceptarseasímismo.—Coneso túnunca tendrásproblemas,¿ehGuille?—Gabrielsonriódeorejaa

oreja—. Eres el campeón mundial de la autoaceptación. Te quieres tanto que temandasatimismotarjetasdefelicitacióneldíadesanValentín.

—Si crees que voy a hacer caso de tus tontas provocaciones—dijoGuillermomuyserio—,estáscompletamenteequivocado.

—Hola, soy Guillermo —le remedó Gabriel, engolando la voz—, y estoybuscandounhangarenormeparaguardarmiego.

—Ja,ja,ja—musitóGuillermoconelceñofruncido—.Quégracioso.—Venga,vamosdentro—intervinoLauradirigiéndosealaentrada—.Faltapoco

paraquesueneeltimbre.Cruzaron el vestíbulo del colegio y se internaron por los pasillos atestados de

bulliciososestudiantesendirecciónalasaulasdelProgramaEspecial.Alpasarfrentealasclasesdeloscursossuperiores,alguien,unamuchachaesbelta,depieldoraday

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largacabelleracastaña,seaproximóaellos;eraPatriciaArroyo.Entodosloscentroseducativos del planeta hay alguien como ella: la chica más guapa del colegio, elbombón por antonomasia, la diosa del amor que nubla los cerebros masculinosadolescentesyeselcentrodetodaslasenvidiasfemeninas.YenelcolegioAlbertoMagno, lehabía tocadoaPatricia interpretaresepapel,algoque,porsupuesto,ellanolamentabaenabsoluto.

—Hola —saludó la muchacha—. Tú eres Pablo, ¿verdad? —Pablo parpadeó,sorprendido,yasintióconlacabeza—.YomellamoPatricia—prosiguió—.EstoyencuartoA.

Pablo sabía perfectamente quién era Patricia —todos los alumnos masculinosdotadosdeunsistemaendocrinoenbuenestadolosabían—,peroselimitóaasentirdenuevo.

—¿Sabes?,megustaríahablarcontigo—Patriciahizoungraciosomohín—.Sinoestásdemasiadoocupado,claro.¿Nosvemosdespuésdeclase?

Pabloexperimentóunaintensasensacióndeirrealidad.¿Lachicamásguapadelplanetaleestabapidiendounacita?PoruninstanteestuvotentadodepreguntarlesinosehabíaconfundidodePablo,perofinalmenteselimitóadecir:

—Ah,sí,claro…,despuésdeclase.—¡Genial!—Patricia sonrió y elmundo se volviómás radiante—.Después de

clase,entonces.Hastaluego.Pablo contempló boquiabierto cómo lamuchacha se daba la vuelta y echaba a

andarhaciasuaula.—¡Nomelopuedocreer!—GabrielrodeóconunbrazoloshombrosdePablo—.

¿Hashechounpactoconeldemonio?¡Patriciaquierehablarcontigo!Pabloseremovió,incómodo.—Bueno,¿yqué?—¿Yqué…?—Gabriellecontemplóconincredulidad—.Porfavor,escomosila

VenusdeMiloteinvitaraasupisitodesolteraenelOlimpo.—Noséquéleveisaesachica—comentóGuillermo,despectivo—.Sóloesuna

cabezabonitaconelcerebrovacío.—Laverdadesquenomehefijadomuchoensucerebro—respondióGabriel—,

peroelrestodelcuerpoescomoparadarleunpremiodediseñoasuspadres.Eltimbrequeanunciabaelcomienzodelasclasesresonóenlospasillos.—Vamosallegartarde—dijoPablo,contentodequeaquellaconversacióncada

vezmásincómodatocaraasufin.Los tresmuchachos se dirigieron apresuradamente a su aula.Quizá fue por las

prisas, pero ninguno de ellos se dio cuenta de que Laura, el rostro ensombrecido,caminabaahoramáscabizbajaquedecostumbre.

EnciertosentidoelAlbertoMagnoerauncolegiomuyespecial.Se tratabadelprimer centro del país con un programa específico para estudiantes dotados de uncociente de inteligencia superior. Pese a llevar cinco años en funcionamiento, el

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PEEAS, Programa Especial de Enseñanza para Alumnos Superdotados, todavíaestabaenfaseexperimental.Enrealidad,sesabíamuypocodelossuperdotados:poralguna razón, uno de cada cien niños nace con una capacidad intelectual muysuperioralamedia.Esto,queenprincipiopareceventajoso,puedeconvertirseenungraveproblema.Losniñossuperdotadossonmuyactivos,aprendenconmásfacilidadque los demásynecesitandeunmayornúmerode estímulos; por eso, al educarseentreniñosnormales,enunentornoparaellosdemasiadolento,esusualquepierdaninterésyqueacabenconvirtiendosuventajaenunfracaso.

Para solucionar ese problema surgió el Programa Especial. Se eligieron doceniños,losmásbrillantesentreunreducidogrupodegeniosprecoces,selesdotódeunmedioplagadodeestímulosintelectualesysediseñóunprogramadeestudiosenelquesedefiníanlasáreasdeaprendizaje,peronoelalcancedeloscontenidos:lospropios alumnos decidían cuánto querían aprender y a qué ritmo. Sin embargo, setuvo en cuenta que esa docena demuchachos no podían crecer encerrados en unaburbuja, asíqueelProgramaEspecial sepusoenprácticaenuncentrodeestudiosordinario, el Alberto Magno, para que de este modo los alumnos superdotadospudieranconvivirconotrosmuchachosdesuedad.

Por desgracia, el asunto no funcionó exactamente como estaba previsto. Losestudiantes normales, la inmensa mayoría, contemplaban con cierta suspicacia aaquelgrupode«tiposraros»,ynopodíanevitarsentiralgodeenvidiaanteelhechode que esos superdotados pudieran estudiar y aprender sin aparente esfuerzo,mientrasqueelloslaspasabancanutasparaobtenerunmiserableaprobado.Alpocotiempo de comenzar sus actividades, el Programa Especial recibió el sobrenombreextraoficial —y un tanto despectivo— de «la República de los Sabios», o, mássencillamente, «la República». Los doce alumnos superdotados encajaron todoaquelloconfilosofía;suinteligenciaerademasiadoelevadacomoparaengañarseasímismospensandoqueerancomolosdemás.

Aquella mañana las actividades del Programa Especial siguieron un cursodiferente al usual. El director del PEEAS, el profesor Torres, les anunció que eldoctorMendizábal,psicólogodelcentro,queríahablarpersonalmenteconcadaunode los alumnos y que, mientras aguardaban su turno para la entrevista, podíandedicarsea«estudiolibre»,loqueeraunaformacomootracualquieradedecirquecadaunohicieraloquelevinieseengana.

Pablo no estaba de humor para estudiar, así que permaneció un buen ratoenfrascadoensuspensamientos,contemplando,comosilosvieraporprimeravez,alos que desde hacía cinco años eran sus compañeros de clase. Allí estaban lasmellizasLuisayJuanaVarela,tanparecidasquenadiesabíaquiéneraJuanayquién,Luisa(serumoreabaqueniellasmismasloteníandemasiadoclaro).Dominabanalaperfección dieciséis idiomas distintos y podían hacer cosas graciosas, como hablardel revés o improvisar largas frases sin utilizar una vocal determinada.Allí estabaGuillermoAlmunia,tanbrillantecomovanidoso;yChusaMartínez,quepodíatocar

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de oído cualquier instrumento musical; y Román Figueroa, que poseía memoriafotográfica.Yallí,cercadelventanal,estabaLauraSandoval,ladiscretaysilenciosareinadelosordenadores,sentadaentreCarmenIriarte,ungeniodelaelectrónica,yGabriel Ventura, el poeta laureado más joven del país, siempre hiperactivo ybromista.

Sentadosenprimeralínea,frentealapizarra,MateoQuintana—todountalentoenbiología—yDoloresVega—contantashabilidadesqueeradifícilasignarleunaespecialidad— tecleaban velozmente en sus ordenadores portátiles. Eran «novios»casi desde el día en que se conocieron, así que resultaba difícil saber si estabanestudiandoointercambiándoseelectrónicosmensajesdeamor.

Yallíestabaél,PabloSousa,elmatemáticoprodigio…FaltabaBeni,claro;ahorasólo eranonce.Todos teníanquinceodieciséis años, todosposeíanuncocientedeinteligenciasuperioracientocuarentaycinco,todoserandecididamentebrillantes.

Una hora más tarde Pablo entraba en el despacho del psicólogo. ArturoMendizáballeaguardabasentadotrassuescritorio.

—Ya sabes lo que le ha ocurrido a Benito Moreno —dijo, una vez que elmuchachosehuboacomodadofrenteaél—.¿Quépiensasdeeso?

Pabloseencogiódehombros.—Noloentiendo.—¿Noentiendesquealguiendeseemorir?—Noentiendoquelodeseeunniñodedoceaños.Ayer,enclase,estabanormal,

noparecíapasarlenada…Esabsurdo.—¿Tehaafectadomucho?—No…,bueno,sí.Nomeloesperaba.EldoctorMendizábaldesviólamiradaypermanecióunosinstantessilencioso.—Suspadreshabíanidoalcine—dijoalcabodeunossegundos—.Benisetomó

losbarbitúricosunahora antesdequevolvieran, y lohizo en el salón, cercade lapuerta,detalformaqueeraimposiblequenolevieranalentrarenlacasa.¿TúcreesqueBeniqueríarealmentesuicidarse?

—Osea,quesólopretendíallamarlaatención.—Pablosonriódébilmente—.Esoesuntópico,doctor.

—A veces los tópicos no sonmás que verdades dichas demasiadas veces—elpsicólogosuspiró—.BeninuncadeberíahaberentradoaformarpartedelProgramaEspecial.

—Eselmásinteligente.—Sí, lo es.Pero también,demasiado joven.Todos losdemás sois tresocuatro

añosmayoresqueél,asíquenopodíaisserverdaderosamigossuyos.Yasabesquelainteligenciasóloesunodelosaspectosdelapersonalidad.Lasemocionessonotroy,¿sabes?, creo que incluso más importante. Aunque Beni sea intelectualmentebrillante, emotivamente no esmás que un niño, demasiado inmaduro para afrontarsusconflictosinternos.

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—Pero,¿quéconflictos?—elmuchachomeneólacabeza,perplejo.—Túeresmásinteligentequeyo.¿Quéopinas?Unalargapausa.—¿Soledad? —repuso Pablo finalmente, y más que una pregunta era una

respuesta—. Antes ha dicho que Beni no tenía que haber entrado en el ProgramaEspecial—prosiguió—.He oído decir que su padre trabaja en elministerio y quemoviómuchasinfluenciasparaconseguirqueleadmitieran.

—Asíes.Peronuncadebimosconsentirlo.Pablosuspiró.—¿Porquésonasílospadres?—preguntó.—¿Cómo?—Bueno,mirea lospadresdeGuillermo: lehanmimado tantoquehaacabado

porconvertirseenunególatra.YlospadresdeGabriel,queletratancomosifueraunbicho raro. Y los padres de Chusa, que lamiran con tanta admiración como si setratasedeunpremioNobel.

—¿Ytuspadres?Pabloparpadeó.—Me llevo bien con ellos. Lo que pasa es que… Bueno, a veces tengo la

impresión de que sólo les importa lo que hago, y no lo que soy—se encogió dehombros—.Nosé,podríancomportarsedeformamásnormal.

EldoctorMendizábalsonriócomprensivamente.—Por desgracia—dijo—, los hijos no vienen con un folleto de instrucciones.

Unosiemprequierelomejorparaellos,peroavecesnoestáclaroquées lomejor.Resultadifícilserpadre.

Pablorespiróprofundamenteydesviólamirada.—Tampocoesfácilserhijo—musitó.

***Tras la entrevista con el doctorMendizábal, Pablo pasó el resto de lamañana

ocupadoenlasactividadesnormalesdelcurso,hastaque,alaunaymedia,sonóeltimbre que marcaba el final de las clases. Recogió sus libros y abandonó el auladespacio,comoaregañadientes.NohabíaolvidadosucitaconPatriciayesoleponíanervioso;eraunachicatanguapaquecasiparecíairreal,unaespeciedefantasíaquesólopuedesercontempladaadistancia.¿Porquéqueríaellahablarconél?¿Cómodebíacomportarseconella?

Patricialeesperabaalasalida,luminosacomounamanecer.—¡Hola!—exclamóalegremente al verle—.No tendrásprisa, ¿verdad?Quiero

decirque,sitienescosasquehacer,lopodemosdejarparaotrodía.—No,no,no—repusoelmuchacho,demasiadoapresuradamentepara sugusto

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—.Estábien.Tengotiempo.—¡Genial!¿Damosunpaseohastalaparadadelautobús?Pabloasintióyecharonaandar.Patriciaprosiguió:—¿Sabes?,es laprimeravezquehabloconunchicode laRe…,delPrograma

Especial.Dicenquesoissuperinteligentes.—Lagenteexagera.Tenemosmásfacilidadparaaprender,esoestodo.—Perodicenqueestudiáislomismoquelosuniversitarios.—Bueno,másomenos.—Yqueelpróximocursoingresaréisenlauniversidad.—Sí.—¡Qué alucinante! ¡Iréis a la universidad por lo menos con dos años de

antelación! —Patricia contempló a Pablo con genuina admiración—. Caray, meencantaríaserasídelista.

—Túyaeressuficientementeinteligente.—¿Sí?…No,lodicesporseramable.Laverdadesquesoyunpocotarugo,qué

quieresquetediga.Precisamenteporesoqueríahablarcontigo.Acababandellegaralaparada.Patriciasedetuvoysonriódébilmente.—Mehandichoquetúereslareperaconlasmatemáticas.—Bueno,nosemedanmal.—Pues a mí, fatal. Proyecciones, coordenadas cartesianas, operaciones con

radicales,todoesomesuenaachino.Losexámenessonelmesquevieney,deseguirasí,me veo estudiando todo el verano para septiembre.Así que, como tú eres tanbuenoenmatemáticas,mepreguntabasinopodríasecharmeunamano…

Pabloenarcólascejas.—¿Quieresquetedéclases?—Bueno,tepagaría,porsupuesto.PablocontemplócondesconciertoelrostrosonrientedePatricia.¿Lachicamás

bonitadelcolegioqueríaqueélledieseclasesparticulares?Aquelloeraunmilagro.—Nohacefaltaquemepagues—logródecirPablofinalmente.—¿Esosignificaquemeayudarás?—Claro…Patriciadioungrititodealegría.—¡Eresgenial!—exclamóybesóalmuchachoenlasmejillas.Enesemomentounautobússedetuvofrentealaparadayabriósuspuertasentre

una profusión de chirridosmetálicos. Patricia se separó de Pablo y corrió hacia elvehículo.

—Tengo que irme—dijomientras subía los escalones—. ¿Te parece bien queempecemosmañanaporlatarde,enmicasa?

—Eh…sí,claro.—¡Genial!¡Mañanahablamos!La muchacha agitó la mano y se introdujo en el autobús, que a los pocos

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segundosarrancóenmediodeunanubedehumo.Pablosellevóunamanoalacara;todavíanotabaelhúmedocalordelosdosbesosquelehabíadadoPatricia.

—Vamos,Romeo—dijounavozasuespalda—,cuéntamelotodo.Ynoomitaslosdetallesescabrosos.

PablosediolavueltaycontemplóelrostrosonrientedeGabriel.—Sóloquierequeledéclasesdematemáticas—dijo.—¡Matemáticas!¡Oh,oh!Podráshablarledesenosycosenos,trazartangentesy

luegoentrardellenoenlatopología.¡Quésuertetienes!—No seas oligofrénico.Quiere que la ayude a aprobar lasmatemáticas, eso es

todo.—¿Ah,sí…?—Gabrielenarcóunaceja—.Entoncesnoteinteresarásaberquién

eselamiguitodePatricia.—¿Amiguito?—Ah,¿teinteresa…?Pueshasdesaber,oh,infeliz,quelahermosaPatriciaanda

saliendoconVíctorMuñoz.—¿YquiénesVíctorMuñoz?—Buena pregunta. VíctorMuñoz es el chicomásmalo del colegio. Y cuando

digomalo,quierodecirmalodeverdad.No lehanexpulsadoporquesupadreestápodrido de pasta. Pero es un auténtico salvaje y, como se entere de que estástonteandoconsuchica,tepulverizará.

—Noestoytonteando.Sólovoyadarleclasedematemáticas.—¿Sí?…—Gabrielsonrióconironía—.Entonces,¿quéeranesosdosardientes

besosqueenturostrosuslabiosdepositaron?—Vamos,noseaspalizas.Déjameenpaz.Pablovolviólacabezayoteóelfondodelacalle.Trascomprobarquenohabíani

rastrodesuautobús,respiróhondoeintentópensarenotracosa.PerolaimagendePatriciaseresistíaaabandonarle.

***Alllegaracasa,Pabloescuchólamelodía—unpasajedeLascuatroestaciones

de Vivaldi— que surgía amortiguada del interior del despacho. Su padre estabapracticando con el violín, y eso significaba que no se le podía molestar. Dejó lamochilaenelpercheroysedirigióalsalón.Estabavacío.

—¡Mamá!—llamóavozengrito.—Estoyenelbaño…—lellegódébilmentelavozdesumadre.—Yahellegado—Pablosedirigióalpasillo—.¿Ylacomida?—Enlacocina.—Vale,melacalentaréyo.—Sí,peroescucha,hayalguien…

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Sin prestar atención a lo que decíaAmelia, Pablo echó a correr por el pasillo,entróenlacocina,diounpardepasosy,degolpe,sedetuvoamediocaminodelanevera, con los ojos dilatados por la sorpresa. Porque allí, junto al hornillo dondehervía un cazo de sopa, le contemplaba sonriente una mujer absolutamentedesconocidaparaél.

—¿Te asusté, m'hijito? —dijo la extraña con un suave y musical acentosudamericano.

Era unamujer de cuarenta y tantos años, bajita, de faccionesmuymarcadas yrasgos exóticos. Tenía la piel dorada, casi cobriza, y llevaba los negros cabellosrecogidos en un laborioso trenzado. En sus ojos, grandes y oscuros, brillaba unaexpresiónrisueña.

—¿Quién…—balbuceóPablo,desconcertado—…esusted?La puerta batiente se abrió y entró en la cocina Amelia que, cubierta con un

albornozazul,sesecabaelpeloconayudadeunatoalla.—Losiento,meestabadandounaducha—dijo—.Ah,yaveoqueosconocéis.

Pablo,tepresentoalaseñoraquesevaaquedarconnosotrosparaatenderlacasa.Esbolivianay…—dudóuninstante—.Perdone,creoqueheolvidadosunombre.

LamujerseadelantóunpasoyletendióunamanoaPablo.—MellamoFlorHuanaco—dijoconunasonrisa.

***Aquellanoche, enunacasamataabandonadaymedioderruidaque sealzabaal

oeste delmadrileño barrio deAravaca, una extraña reunión tenía lugar. Eran sietejóvenes; cinco de ellos llevaban el cráneo casi completamente rasurado, vestíancamisetasadornadasconmotivosnazis,calzabanbotasaltasconrefuerzosdeaceroyahoraseencontrabancongregadosentornoaunaesvásticanegra,cantandoavozengrito un himno alemán de la segunda guerra mundial. Se llamaban Panzer, Toni,Osochema, Rommel y Cóndor; al menos ésos eran sus apodos, o sus nombres deguerra,comoellospreferíandecir.

En un rincón, algo apartados del grupo, dos muchachos más jóvenes que losdemáscontemplabanlaescenaensilencio.UnodeellossellamabaVíctorMuñozyadorabatodoaquello.Lamúsica,elcantorecio(aunqueuntantodesafinado)delosrapados,losbrazosmusculososalzadosenelsaludofascista,lascrucesgamadas.ElotromuchachoeraAdolfoSolozábal,aunquesusamigossolíanllamarleFote,yeraenorme.Medía casi dosmetros, tenía las espaldas anchas comoundescargador demuelle y unos bíceps tan abultados que harían palidecer de envidia a un boxeadorprofesional.Ahorasurostroreflejabaelmásprofundodesdén.

—Vámonosdeaquí—murmuróFote—.Nohayquienloaguante.—Cállate,joé—replicóVíctor—.Estomeponelospelosdepunta,macho;como

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escarpias.Fote suspiró ruidosamente y aguardó con el gesto torcido a que los rapados

concluyeran sus cánticos. Al cabo de unos minutos, tras prorrumpir en sonorosvítores a Hitler y al nacionalsocialismo, Panzer, el jefe del grupo, se aproximólentamenteaVíctor.

—¿Qué le pasa a tu tron, tío? —dijo, señalando a Fote—. No parece muycontento.

—Quéva,estáencantado,hombre—replicóVíctor—.Encantado.—Esto es una chorrada —le interrumpió Fote—. Y vosotros, una panda de

cantamañanas.Esoesloquepasa.La sonrisa se congeló en la boca de Panzer. Sus ojos se clavaron en los del

muchacho.—¿Quédices,tío?—musitóentonosombrío.—Digoquemeaburrenvuestrascancioncitasyvuestrosrollosnazis.Ydigoque

nomedasnipizcademiedo,pelao.Sobrevinountensosilencio.Duranteveinteinterminablessegundosnadiedijoni

hizonada.Laatmósferaparecíacrepitardeelectricidad,comosiunatormentafueraadesatarse en cualquier momento. Panzer, la mandíbula encajada, recorrió con lamiradaelinmensocuerpodeFote,hastadetenerseensurostro,tranquiloyconfiado.Depronto,inesperadamente,elrapadoseechóareír.

—¡Me gusta este tío!—exclamó, dirigiéndose a sus compañeros—. ¡Los tienebienpuestos,síseñor,bienpuestos!

Fotesacudiólacabezayvolviólamiradaaunlado.Víctor,íntimamentealiviadoporelsorprendentedesenlacedeaquellasituación,riótontamente.

—Yo también los tengo bien puestos, Panzer —dijo—. ¿Cuándo salimos depatrulla,ehtronco?Adarunasmanosytodoeso,¿eh…?

—TúnoeresdelosnuestrosrepusoPanzer,cruzándosedebrazos—.Nopuedesacompañarnos.

—Peroquieroserdelosvuestros,hombre.Delosvuestros.Panzersonrióconsuficiencia.—¿Ytuamigo?—preguntó—.¿Tambiénquiereserunskin?Foteresoplódespectivamenteysecruzódebrazos.—Peroyosíquiero—insistióVíctor—.Quiero,deverdad.—Ser skin significa ser un guerrero, un soldado que lucha por su raza—dijo

Panzermuyserio—.Serskinsignificapartirleslacaraalosnegratasyalosindios.—Paraquesevayanasuspaísesdemierda—apuntóOsochema.—Y dar demanos a los yonquis—prosiguió Panzer.—Para que semetan las

jeringuillasporelculo—sugirióRommel.—Ysihayquemojarlaespada,semoja,yconunpar,tío,conunpar—Panzer

levantó el puño—. Eso es ser un skin, y vosotros sólo sois unos críos demierda.Anda,largaos.

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—Nodigaseso,Panzer, tío,nodigas eso—Víctorparpadeó,nervioso—.Amímemolavuestrorollo,deverdad,memola.Yo tambiénquieroserunsoldado, joé,comovosotros.

—Lárgate,chaval—dijoPanzer,volviéndosedeespaldas.—Pero…—Vámonos,Víctor—Fotelecogióporelbrazo—.Túnonecesitasaestostíos.

Víctor parpadeó, decepcionado, y contempló los rostros hostiles de los rapados.Luegoagachólacabezaycomenzóaandarhacialasalida.

—¿Deverdadquieresserunsoldado?—lecontuvoPanzerenelúltimomomento.—¡Sí!—exclamóVíctor,losojosrepentinamenteiluminados—.¡Unsoldado,sí!

—Panzermeditóunosinstantes.—Entoncesvenaquílasemanaqueviene—dijo—.Quizátepongamosaprueba.

Víctorsonriódeorejaaoreja.—¡Gracias!—dijo—.¡Muchasgracias,Panzer!¡Joé,eresuncolega!—Ya, ya —el rapado hizo un gesto de fastidio—. Pero lárgate de una vez,

pringao.Trassalirdelacasamata,VíctoryFotecruzaronlososcuroscamposbajoladébil

luzdelasestrellasysedirigierondespacioaunacercanaurbanización.—Nomegustaesto—dijoFotedemalhumor.—¿Por qué? Son guerreros, tío. Soldados, ¿no lo entiendes? Luchan por sus

ideales.Fotecaminóensilencioduranteunossegundos,luegoseencogiódehombrosycomentó:

—Puesamímeparecequeselesfuelamanoconlamaquinillayseraparonelcerebro.

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3.LasmatemáticasdelseñorSpock

ElavióntransoceánicodepasajerosdondeviajabaelasesinoaterrizóenelaeropuertodeMadridaprimerahoradelamañana.LunausabaenestaocasiónlaidentidaddeConradoArgumosa, un súbdito venezolano dedicado a la compraventa de café. Sufalsadocumentaciónpasósinproblemaslaaduanay,pocodespués,Lunaabandonabaelaeropuertoenun taxique lecondujoaun lujosohotelsituadoenelcentrode laciudad.

Nadamásinstalarseensuhabitación,elasesinoefectuó,comoestabaconvenido,una llamada telefónica a la sede madrileña de la International Sugar & GrainCompany, una empresa de capital norteamericano dedicada a la importación yexportacióndeproductos agrícolas.Tras sortear unapequeña legiónde secretarias,logróestablecercomunicaciónconelDirectordeCompras,untalHughWyden,conelqueconcertóunacitaparaunahoramás tarde.Lunadeshizosuequipaje, sediouna ducha y se cambió de ropa; poco después salió del hotel en dirección a lasoficinas de la Sugar & Grain Co., situadas en una zona industrial al oeste de laciudad.

Al llegar allí, una amable recepcionista le condujo a una pequeña sala dereunionesy ledijoqueel señorWyden le recibiría inmediatamente.Cincominutosmás tarde lapuerta seabrió,perono fueelDirectordeComprasquienentróen lasala,sinoManuelZárate,lamanoderechadedonAurelioCoronado.

—¿Hatenidounbuenviaje,señorLuna?—Dormí durante todo el vuelo—asintió el asesino, sonriente—. No esperaba

encontrarleaquí,Manuel.—Meadelantéparaprepararel terreno.DentrodeunasemanallegaránTachoy

losdemás—Manueldejósobre lamesaunmaletínmetálico, loabrióysacódesuinteriorunabultadosobre—.Estoesloquemepidió—dijo—:cincuentacopiasdelretratodeFlorHuanacoyunalistadeloslugaresdeMadridmásfrecuentadosporlosinmigrantes sudamericanos. También hemos añadido esto —puso una nuevafotografíasobrelamesa—.EsSamaraQuispe,lahijadeFlorHuanaco.VinoconellaaMadrid.

Lunacogiólafotoycontemplóconsumaatenciónelretratodeunajovendelargamelenaoscura,pieldoradayunosenormesybellosojoslevementerasgados.

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—Unamuchachamuylinda—comentó—.¿Yelvehículo?—Estáenelaparcamiento—Manuelleentregóunasllaves—.Esunacamioneta

BMW,negra, sin ningúndistintivo, comousted indicó.Y esto también es suyo—sacó del maletín una pistola y dos cajas de munición—: una beretta de nuevemilímetros—dijo,entregándoleelarma—.Tengacuidadoconeso, señorLuna.Enestepaíslaspenasportenenciailícitadearmassonmuyseveras.

—Lo sé, amigo mío. No sacaré a pasear este hierro más de lo necesario—elasesinoguardólasfotosylosdocumentosyencajólapistolaenlapartetraseradelcinturón—.Enfin,creoqueestoestodo.

—No,hayalgomás: tendráquepresentarseaquícadadosdíaspara reportardesuspesquisas.EsunaordendelseñorCoronado.

—¿DedonAurelioodeTachito?Manuelsuspiróysepasólosdedosporelbigote,atusándoselasguías.—Permítamedarleunconsejo,señorLuna—dijoentonoamistoso—:nocabree

aTacho.Mire,ustednolecaebien,yesopuedetraercomplicaciones.—TampocoamímegustaTachito,Manuel.Perotengountrabajoquerealizary

noquiero queme anden convainas.Nohe venido aquí a hacer de niñera, así quecumpliréconmitrabajoyluegomeiré.

—Usted lo ha dicho: va a trabajar para donAurelio. Será un trabajomuybienpagadoy,comodicenenmipueblo,noessensatoorinarenlafuentecuandosevaabeber de ella. Tacho es un buen chico; quizá algomalcriado, pero un buen chico.Ahoraestánerviosoporquetieneasucargoungrannegocio,yquieredemostrarleatodoelmundoloduroquees.Báileleunpocoelagua,hombre;¿quélecuesta?

Lunapermanecióunosinstantespensativo.—Deacuerdo,Manuel—dijofinalmente—; leseguiré lacorrienteaTachito—

desviólamirada—.Almenos,lointentaré.

***Pablo salió del colegio una hora antes de lo acostumbrado. Los alumnos del

Programa Especial gozaban de algunos privilegios, entre los que se encontraba elpoderdisponerdeciertalibertadensutiempodeestudio;asíquePablodijoqueteníaque realizar unas consultas en la Biblioteca Nacional y solicitó permiso paraabandonarlasclasesamediodía.

Enrealidad,lodelaBibliotecaeraunaexcusa.PablohabíahabladoconPatriciaaprimerahoradelamañanayhabíanquedadoenreunirseencasadelamuchachaalascincodelatardeparadarlaprimeraclasedematemáticas.ElproblemaesquePabloestaba realizando un trabajo crítico sobre la demostración del último teorema deFermat y aquellas clases particulares iban a quitarle demasiado tiempo. Tenía quecompensarlodealgunaforma,demodoquesedirigióasucasa,comprobóquesus

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padresnoestabanyseencerróensucuartoconlaintencióndededicarsedellenoaltrabajo.

Apenas llevaba diez minutos enfrascado en el desarrollo de ciertos cálculosparticularmenteabstractos,cuandodoñaFlor,lanuevacriada,entróeneldormitorioconunmontónderopalimpiayplanchadaenlasmanos.

—Hola,Pablito—lesaludólamujer,dejandolaropasobrelacama—.Tumamámedijoquesolíasregresarmástardedelaescuela.¿Quépasó?

—Tengo que hacer un trabajo —contestó Pablo sin levantar la vista de suspapeles.

Doña Flor contempló por encima del hombro del muchacho el enigmáticobatiburrillodeecuaciones.

—Parecechino,m'hijito—seechóareír—.¿Quétrabajoesése?Pablo levantó la mirada. Odiaba con todas sus fuerzas que le interrumpieran

cuandoestabaconcentrado,asíquefruncióelceñoydijoconciertafrialdad:—Pierre de Fermat, un matemático francés del siglo diecisiete, propuso un

teorema que nadie logró demostrar durante tres siglos. Recientemente,Wiles y suequipo encontraron la solución, y ahora yo estoy realizando un análisis críticobasándomeensistemaseulerianosyelálgebradeHecke.Siesqueconsigoencontrarlatranquilidadnecesariaparahacerlo.¿Leparecebien?

—Ay,Pablito,yonosénadadeeso—doñaFlorsedirigióalarmarioyloabrió—.Tumamáyamedijoqueerasmuylisto,másquelosotrosmuchachos—sonriócon picardía—. Por cierto, quizá puedas ayudarme con algo que me preguntó miabuelitaVenerandahacemuchotiempo:«Soyfeayarrugada,yavivirsinverlaluzestoyacostumbrada.¿Quées?»

Pablo, que intentaba concentrarse de nuevo en sus cálculos, parpadeódesconcertado.

—¿Cómo…?—preguntó.—¡Lapapa!—exclamóentrerisaslamujer.—¿Lapapa?—Fea, arrugadaynove la luz.Lapapa, lapatata.Esunaadivinanza,m'hijito;

¿noteenseñaronadivinanzas?Pablosuspiró.—Escuche,señora,laverdadesqueestoymuyocupadoy…—Disculpa,disculpa.Hablomucho,yamecallo.Doña Flor comenzó a guardar en silencio la ropa en los cajones del armario.

Cuandoterminósulabor,caminóhastalapuerta,peroantesdesalirsevolvióhaciaelmuchacho.

—Miabuelitamepreguntóotracosa—dijo—.«¿Cuálseráaquelanimalqueesdoblementeanimal?»

La mujer sonrió con inocencia y abandonó rápidamente la habitación. Pablosacudiólacabezayvolvióasuscálculosmatemáticos,peronotardóencomprobar

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quenolograbaconcentrarse.¿Quédemonioseraunanimaldoblementeanimal…?Mediahoramás tardePablo sedirigió a la cocina,dondeencontró adoñaFlor

ocupadaencargarunalavadora.—Deacuerdo—concedióelmuchacho—,merindo.—¿Cómodices?—Laadivinanza,lodelanimal.Noheencontradolarespuesta.—Ay—doña Flor suspiró—, no sabes cuánto lo siento;mi abuelitaVeneranda

nunca me lo contó. Serás tú quien tenga que averiguarlo —puso en marcha lalavadoraysonrió—.Peroeresmuylisto;seguroqueprontodaráscon larespuesta.Ahora,sinose teofrecenadamás, tengomuchascosasquehaceryandoapurada.Hastalueguito.

Pablocontemplópensativocómosealejabalamujer.Unanimaldoblementeanimal…¿Quépodíaser?

***Al regresar al hotel, Luna se duchó de nuevo, durante largo rato, hasta que no

quedónirastrodelacostosacoloniaquehabitualmenteusaba,nidelalociónparaelafeitado, ni del desodorante.Luego semiró en el espejoydecidióque su corte depeloresultabademasiadoelegante,asíquecogióunastijerasydedicólossiguientesminutosadesigualarseel cabello, cortandomechonesaquíyallá, sinponermuchocuidadoenevitarlostrasquilones.Cuandoconcluyótanextrañatarea,seaproximóalarmario y escogió unas prendas muy especiales. No se trataba de ninguno de lostrajes italianos o franceses que solía llevar, sino de una descolorida camisa con elcuellomuygastado,unosviejosvaqueros raídospor las rodillasyunasmaltrechasdeportivas.

Contemplósuimagenenelespejodelarmarioycabeceósatisfecho:conaquellasropasparecíaunemigrantemásdelosmuchosquepululabanporMadrid,unpobresudacadeaspectohumildeeinofensivo.

Completó el disfraz con una anticuada cazadora, salió de la habitación yabandonóelhotelatodaprisa.

En realidad, su primera intención había sido comenzar las pesquisas al díasiguiente,perohabíaalgoentodoaquelasuntoquenoacababadegustarle,asíquedecidió encaminarse sinmás dilaciones hacia una céntrica plaza donde, según susinformes, losemigrantes sudamericanos solían reunirse.Cuantoantescomenzaraeltrabajo,antesloacabaría.

Aunque—suspiróconresignación—lodifícilnoibaasermataraFlorHuanaco,sinodarconella.

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***—Noloentiendo—Patriciaenarcólascejasyrepitió—:Noloentiendo.Pablo exhaló una bocanada de aire y desvió lamirada. Se había presentado en

casadelamuchachaalgocohibido—nopodíaolvidarqueestabareuniéndoseconlachicamásbonitadeluniverso—,peroíntimamenteconvencidodequeaquellasclasesparticulares dematemáticas iban a ser pan comido.A fin de cuentas, la geometríadescriptiva era un temabastante simple, algoque cualquiera podía comprender sinmuchoesfuerzo.

CualquieramenosPatriciaArroyo,comoprontocomprobó.—Pero si esmuy sencillo—insistióPablo—.Para situar unpunto en el plano,

necesitamos dos ejes de coordenadas, el ancho y el alto, pero para situarlo en elespacionecesitaremostres,ancho,altoyprofundo,formandoángulosrectosentresí.Comoellugardondedosparedesyeltechoseunen.

Patriciacontemplóel rincóndeldormitorioqueseñalabaPabloyseencogiódehombros.

—Ya—dijo—. Pero, ¿eso para qué sirve?Quiero decir que no sé por quémetengo quemeter todo eso en la cabeza si jamásme va a servir de nada. Es difícilesforzarseenaprenderalgotaninútil,¿no?

Pabloconsiderólaideadeenumerartodoslosaspectostécnicosycientíficosqueimplicaban un profundo conocimiento de geometría descriptiva, pero desistió alcomprenderque aquello sólo contribuiría a aumentar la confusiónde lamuchacha.Respiróhondoy,sintiéndoseconsiderablementedesanimado,paseólamiradaporeldormitorio.SindudaPatriciaeraunachicaordenada;todoestabaensulugar,limpioy aseado, con delicados y coquetos objetos de adorno aquí y allá. En una de lasparedespodíaverseunagran fotografíadeBono,el líderdeU2,bajo la luzde losfocos.Asulado,otropóstermostrabaelrostrodelseñorSpockbajounaleyendaquerezaba:«Esilógico,capitán».Depronto,unrelámpagodeinspiracióndestellóenlaspupilasdePablo.

—¿TegustaStarTrek?—preguntó.—Mechifla—repusoPatricia—.Esmiseriepreferida.—¿LaserieantiguaolaNuevaGeneración?—Bueno,lasdosmegustan—lamuchachapermanecióunosinstantespensativa

—.LosefectosespecialesdelaNuevaGeneraciónsonbuenísimos,perolaserieviejateníaal señorSpockyal capitánKirk…Ynoesque JeanLucPicardestémal,niRiker,niData,peroelseñorSpockerafenomenal,yelcapitánKirk,enfin,WilliamShatnerestabacomounquesodejoven.

—Fantástico.Puesprestaatención—Pablocogióellápizycomenzóatrazarunosesquemas sobre el cuaderno—. A causa del impacto con un meteorito, la naveEnterprisehasidodesviadaaalgúnlugardelimperioKlingonyestáapuntodeser

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atacadapornaveshostiles.Lomásprudenteessalirpitandodeallí,peroelordenadordeabordoestáaveriadoynopuedendeterminarsuposiciónenelespacio,algoque,comotodoelmundosabe,esmalísimoparadarunhipersalto.Porfortuna,elseñorSpockconoce laviejacienciavulcanianade lageometríadescriptiva,demodoquetrazalascoordenadasdelimperioKlingony…

Patricia se inclinó hacia delante, escuchando con inesperado interés lasexplicacionesdelmuchacho.

Asíque,despuésdetodo,ladescriptivaservíaparaalgo…

***La plaza se encontraba llena de emigrantes sudamericanos, en su mayoría

ilegales,agrupadospornacionalidadesyrazas.Allí,juntoalafuente,secongregabanlosdominicanos,bulliciososyalegres;ymásallá,loscolombianos;yalladodeloscolumpios estaban los peruanos; y a su derecha, losmulatos cubanos y los negrosvenezolanos, reunidos en torno a un equipo de sonido portátil de cuyos altavocessurgíancumbias.

Lunasedetuvojuntoalquioscodebebidasypaseólamiradaporlaplazahastafijarlaenunancianoquepermanecíasolitarioenunbanco.Susrasgoseranaimaras,aunque eso no quería decir nada; quizá no fuera boliviano, sino peruano oecuatoriano.Peronoimportaba,poralgúnsitioteníaquecomenzarsubúsqueda.Elasesinoadoptóunaexpresióndehumildemansedumbreyseaproximóalanciano.

—Buenastardes,señor—dijo,simulandoelacentoboliviano—.¿Meconcederíalicenciaparaunaspalabritas?

—Claro,hijo—contestóelviejo—.¿Quéseteofrece?—Puesverá,señor;resultaquereciénvengodeBoliviayestoybuscandoalatía

demimujer—sacóunafotodelbolsilloyselamostró—.SellamaFlorHuanacoynosépordóndepuedeparar.

Elancianocontemplólafotografíaduranteunbuenrato.—Losiento,compadre—dijofinalmente—.Nuncalahevisto.—VayaporDios—lemostróunanuevafoto—.Éstaessuhija,SamaraQuispe…—Tampocolavi—elancianosonrió—.Ymeacordaríadeunaniñatanbonita.Lunadejócaerlacabezacondesánimo.—Quédesgracia—murmuró—.Tengoverdaderoapuroporencontraralaseñora

Huanaco,ynoconozcolaciudad…—Ah, no se me ponga triste, compadre—el anciano le palmeó la espalda—.

Seguroquedaconellapronto.Mire,atrescuadrasdeaquíhayunadiscotecadondesereúnenmuchosbolivianos.SellamaElTopo,creo,yallíquizáledenrazóndesuseñoratía.

Luna se despidió con un rosario de agradecimientos y parabienes y tomó el

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caminoqueconducíaaladiscoteca.Elprimerpasoyaestabadado,ahorasólofaltabaarmarsedepacienciayseguirlamadejahumanaque,tardeotemprano,acabaríaporconducirleadoñaFlorHuanaco.

***—Yaveo…—musitóPatricia,perpleja,contemplandolosdiagramasyfórmulas

quellenabanelcuaderno; luegosusojosse iluminaronyexclamó—:¡Loentiendo!¿Noesincreíble?¡Loentiendo!

Pabloserecostócontraelrespaldodelasillaysuspiróaliviado.Habíatenidoqueinventarse toda una aventura de la nave espacial Enterprise para poder captar laatenciónde lamuchacha, loque lehabía supuestounesfuerzoagotador (a él se ledaban mucho mejor las matemáticas que la ficción). Pero había valido la pena,aunque sólo fuera por poder contemplar aquella expresión radiante en el rostro dePatricia.

—Bueno,yatedijequeerafácil—comentó.—Síqueloes,perohastaahoranomehabíadadocuenta—lamuchachasonrió

comoloharíaunángel—.¡Ereselchicomásgenialdelcolegio!RepentinamentePatriciaseabrazóaélylebesóvariasvecesenlasmejillas.Un

enjambredesentimientos,ensumayorpartecontrapuestos,zumbóenelestómagodePablo,provocándole turbación,alegría,excitación, timidez, felicidadydesasosiego,todoalmismotiempo,asícomounavariadagamadeemocionesparalasquenoteníapalabras,entreotrascosasporquesehabíaquedadosinaliento.Duranteunoseternossegundossintióel contactode lospechosde lamuchachaapretadoscontraél,y sucalor,yelperfumedesupiel,yPablocreyóescucharsirenasdealarmaresonandoensusglándulas,comounaadvertenciadelaavalanchahormonalqueseavecinaba.

Patriciaseapartódeélylecontemplóconfijeza.—Oye —dijo con inesperada timidez—, no quiero ponerme pesada, pero…

¿creesquepodríasseguirdándomeclases?Pablo contempló el rostro expectante de la muchacha. Era tan increíblemente

bonitaquesólopodíadecirunacosa:—Claro.—¡Genial!—exclamóPatricia.Ylebesófugazmenteenloslabios.Pabloexperimentólasensacióndeflotaringrávidounoscuantoscentímetrospor

encimadelsuelo.Porsupuesto:aquelloeraabsolutaydefinitivamentegenial.

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4.Algunascuestionessobreelartedelaseducción

Bajo su falsa identidad de humilde emigrante, Luna recorrió durante una semanatodosloslugaresfrecuentadosporlatinoamericanos,preguntandoconstantementeporelparaderodeFlorHuanaco.Hablóconcientosdepersonas,perotodofueenvano:nadiehabíavistoaaquellacholaboliviana.

Exactamente siete días después de su llegada a Madrid, a primera hora de lamañana, el asesino recibió un mensaje de Manuel ordenándole que se presentarainmediatamenteenlasoficinasdelaSugar&Grain.Lunasedirigióallísinpérdidadetiempo,pero,pesealaaparenteurgenciadelaorden,tuvoqueesperarmásdeunahoraenunadelassalasdevisitasde lacompañía.Finalmente,cuandolapacienciadelasesinocomenzabaatrocarseenirritación,unasonrientesecretariafueabuscarleylecondujoaunenormeylujosodespacho.

Y allí, indolentemente sentado en una butaca de cuero escarlata, con los piesapoyados sobre un costoso escritorio de ébano, le aguardabaTachoCoronado. Susdosguardaespaldassemanteníanatentosunospasospordetrásdeél.ManuelZáratepermanecíasentadoasulado.

—¿Quéhubo,Lunita?—dijoeljoven,sinlevantarse—.Vayaaspectodelabriegoquemetraes.¿Quiéntecortóelpelo?¿Unjardinero?

Tachoprofirióunaruidosacarcajadaalaquerápidamentesesumaronlasrisasdelosguardaespaldas.SóloManuel permaneció en silencio,muy serio, con lamiradafijaenelrostrodelasesino.

—Esteaspecto—dijoLunaentonotranquilo—meayudaapasarinadvertido.—¡Ah,claro!—exclamóTacho,burlón—.Sifrecuentaslosestercoleros,ésaes,

sinduda,lapintaadecuada—apartólospiesdelamesayseincorporó,súbitamenteserio—.ReciénvengodeCaracas,Lunita,ytengoasuntosimportantesentremanos,asíquenopuedoandarmeconvainas.Ahoraestábamoshablandodelaseguridaddeestelugarymegustaríaconocertuopinión.

Llevóunamanoalpaneldemandosquehabíaenelescritorioypulsóunbotón.La puerta del despacho se deslizó sobre sus carriles enmedio del zumbido de unmotoreléctrico.

—Una puerta blindada capaz de resistir el impacto de un obús. Los cristalestambiénsonblindados,perolomejornoeseso,Lunita—seaproximóalventanaly

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señalóhacialanaveindustrialquesealzabajuntoaledificiodeoficinas—.Ahíestánlos almacenes y las cocheras para los camiones. Como ves, hay una doble vallametálica rodeando el recinto. Nadie puede entrar, Lunita. Pero en el caso de quealguienlograraburlarlasmedidasdeseguridad,todavíatenemosunasorpresaparaél—sonriócomounzorro—.Ocultasenlosalmacenes,enlascocheras,enestemismoedificio,haycargasexplosivas,kilosykilosdedinamita—seaproximóalescritorioy señaló un botón rojo protegido por una carcasa de plástico transparente—. Siaprietoestebotón,todovolaráporlosairesalcabodetreintasegundos:¡buuuuum!—simuló con las manos la onda expansiva de una explosión—. Y no quedaría nirastrodeloqueaquípudierahaber—sonriódenuevo—.¿Quéteparece,Lunita?

Elasesinoseencogiódehombros.—Unpocodrástico,aunquesupongoqueresultamuyútilparaeliminarpruebas

comprometedoras.Sinembargo,yonomesentiríatranquilorodeadodeexplosivos.—¿Tedanmiedolasbombas,Lunita?—preguntóTachoconironía.—Digamos queme inspiran cierto respeto—el rostro del asesino se endureció

casi imperceptiblemente—.Perosupongoquenomehabráshechovenirhastaaquíparahablardeexplosiones,¿verdad?

—No,Lunita,notehellamadoparaeso.AlsalirdeCaracashabléconmipadreymepidióqueaveriguasesiyadisteconFlorHuanaco.

—Todavíano.—¿Despuésdeunasemanaaúnnosabesdóndeseocultaesamalditachola?—

Tachoenarcólascejasycomenzóapaseardeunladoaotrodeldespachomientraschasqueabalalengua—.Esonolevaagustarnadaapapá.

—HaymásdecuatromillonesdepersonasenMadrid.Llevarátiempoencontraraesamujer,siesquesigueaquí.

—¡Nomevengasconmamonadas,huevón!—gritóeljoven,súbitamentefurioso—. ¡Se te paga, y se te pagamuy bien, para que hagas tu trabajo, no para que tecorrasunasvacacionesanuestracosta!

Lunacontuvoelalientoycontómentalmentehastadiez.—DijequecumpliríaelencargodedonAurelio—repusoenvozbaja—.Perono

cuándo.—Puesmástevalequeseapronto,choludo—Tachoseaproximóyclavóenélsu

mirada—.Mipapápiensaqueeresmuymacho,unmatadordeprimera;peroyonometragoeso.Semeantojaquenovalesnilamitaddeloquedicen—hizounapausa—.Nomegustas,Lunita—prosiguió—.Nimegustantustrucosconlosdardosyelcurare,nitusmodosdeseñorito,nimegustatucara.

Lunapermanecióunossegundosensilencio,conlosojosfijosenlosdeTacho.Luegopermitióqueunasonrisaafloraralentamenteasuslabios.

—Sinotegustamicara—dijo—,¿porquémemirastanto?Tachoencajólamandíbula.Poruninstanteparecióqueibaaexplotardenuevo,

peroenelúltimomomentoapartólamiradayseechóareír.

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—Estásdesuerte,Lunita—dijosinmirarle—.Mipadrecreequeeresbuenoyyotengo que ausentarme unos días por asuntos de negocios. Pero no pienses quemeolvidaré de ti; cuando vuelva quiero ver a Flor Huanaco, aquí mismo. Así queapúrate,pendejo,sinoquieresquemeenfade.

Elasesinosequedó inmóvil,escuchando impertérrito las risascómplicesde losguardaespaldas;luegosedespidióconuncabeceoyabandonóeldespachoconpasorápido.Mientrascruzabalospasillosendirecciónalasalida,Lunaintentabacalmarlaprofunda irritaciónque lebullíaen labocadelestómago.Habitualmente lograbamantenerungrandominiosobresímismo,perohabíaalgoentodoaquelasuntoqueleponíademuymalhumor.

ElhijodedonAurelio.TachitoCoronadolesacabadequicio.

***—Hace tiempo que no charlamos, Pablo—dijo el doctorMendizábal en tono

amistoso—.¿Cómoteva?—Muybien—contestóelmuchachoconunencogimientodehombros.—Tienes buen aspecto, desde luego, y pareces contento. ¿Te ha sucedido algo

especial?Pablodesvió lamiraday lapaseó,distraído,por los lomosde los librosquese

agolpabanenlaestanteríadeldespacho.¿IbaahablarlealdoctordePatricia?No,niloco. Además, ¿qué podía decirle? ¿Que le estaba dando clases a la chica másmaravillosadelcolegio,yqueesolehacíaandarporlasnubes?Ridículo.Patriciayélsóloeranamigos…,aunquelociertoesqueaPablolecostabaolvidarelfugazbesoque,hacíaunasemana,lamuchachahabíadepositadoensuslabios.Peroesonoteníaimportancia,porsupuesto.¿Osílatenía?…

—No,nomehapasadonada—contestó—.Todovacomosiempre.—Sinembargo,tusprofesoresdicenquehasreducidoelritmodeestudio.—Andabaunpocosobrecargadodetrabajoymeestoytomandounrespiro,esoes

todo.El doctorMendizábal esbozó unamedia sonrisa y contempló almuchacho con

curiosidad.—NohasvueltoapreguntarporBenitoMoreno—dijoalcabodeunossegundos

—.Elrestodelosalumnoslohahecho,perotúno.Pablocontuvoel aliento.Eracierto; con todoaquel asuntodePatricia sehabía

olvidadoporcompletodeBeni.—¿Cómoestá?—preguntó,algoavergonzado.—¿Benito?Muybien,aunquesigueunpocodeprimido.Estecursonoregresará

al colegio.Dehecho,dentrodeunparde semanas se irádevacacionesa la costa.

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Necesitadescansar.—Mealegrodequeestébien—murmuróPablo—.¿Selepuedevisitar?—Porahorano,peropuedesllamarleporteléfono—elpsicólogohizounapausa

—.¿Seguroquenotehaocurridonadaespecial?Elmuchachodesviólamirada.—Absolutamentenada—dijo,procurandoquesumentirasonarasincera—.Yase

lohedicho,todovacomosiempre.Más tarde, cuando regresó al aula, Pablo se sentó junto a Gabriel, Laura y

Guillermo. Los cuatro estaban colaborando en un trabajo sobre arte gótico yúltimamentepasabanmuchoratojuntos.

—¿Quétaltehaidoconelescarbacerebros?—preguntóGabriel.—Mehasoltadoelrollohabitual.—Ah,sí:«¿Odiasatupadre?»,«¿Sueñasconcosastanrarasquetedavergüenza

despertarte?». Los psicólogos son tan estimulantes como ver crecer un geranio—Gabrielhizounapausaysonrióconironía—.¿Lehascontadolodetu«novia»?

—Gabi,noempecemos…—¿No se lo has contado? —insistió Gabriel con fingida incredulidad—. Por

favor,perosieslahistoriadeamormásrománticadesdelodeRomeoyJulieta,olodelaBellaylaBestia,ynodigoquiénesquién.

—Gabi…—Esasardientescitas,todaslastardes,eneldormitoriodetuamada…—Ledoyclasesdematemáticas.Nadamás.—Ya, ya—Gabriel guiñó un ojo—. Permíteme citar laBiblia: «Son tus labios

unacintadeescarlata,tuhablar,encantador.Tusmejillas,comocortesdegranada…Tusdospechos,cualdoscríasmellizasdegacela,quepacenentrelirios.»

—GabrielVentura—leinterrumpióLaura—:eresuncerdomachista.—¿Eh…?—Gabriel enarcó las cejas, sorprendido por la brusca reacción de la

usualmentesilenciosamuchacha—.PerosieselCantardelosCantares…—PuesSalomóntambiéneraunmachista.Tú,GabrielVentura, tecreesque las

chicas guapas sólo son cosas bonitas que no valenmás que para el sexo—Lauraresopló y dio una patadita en el suelo—. Pero estás completamente equivocado.Patriciaesunapersona,unachicasimpáticaquetieneproblemasconlosestudios,yPabloestáayudándola.

Sobrevino un largo silencio. Gabriel miró a Pablo y se encogió de hombros,manifestando su muda perplejidad ante el malhumorado arranque de Laura.Guillermo, que hasta aquel momento se había mantenido al margen de laconversación,levantólamiradadellibroqueestabaconsultando.

—Parecéis cotorras —dijo con suficiencia—. ¿Por qué no dejáis de hablar yacabamosdeunavezportodasestemalditotrabajodearte?

—Guillermotienerazón—apoyóPablo.—ElCapitánVanidadsiempretienerazón—apuntó,burlón,Gabriel.

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—Ja,ja,ja—musitó,hosco,Guillermo.—Peroesverdad—insistióPablo—.Vamosmuyretrasados.Laura,queenaquelmomentoestabafrentealordenador,consultandoelíndicede

unbancodedatosdeInternet,girólacabeza.—Siqueréis—dijo—,nosreunimosenmicasadespuésdeclaseparaseguircon

eltrabajo.—Pues…—Pablovaciló—.Nopuedo.—El reverendo padre Pablo—apuntó Gabriel, muy serio— tiene que impartir

estatardesusclaseseneldomiciliodelaexcelentísimaycastaseñoritadoñaPatriciaArroyo.¿Estoysiendolosuficientementerespetuoso?

LauraignoróelsarcasmodeGabrielybajórápidamentelamirada.—Noimporta—dijo,conlosojosfijosenelteclado—.Sóloeraunaidea.—Por cierto —dijo de improviso Pablo—, ¿alguien sabe qué animal es

doblementeanimal?—Unanimalqueesdoblementeanimal…—Gabrielmeditóunosinstantes—.Ya

lotengo:¡Guillermo!—Ja,ja,ja—musitódenuevoGuillermo.—No,enserio—insistióPablo—.Esunaadivinanza—fruncióelceño—.Yno

tengoniideadecuálpuedeserlarespuesta.

***Como era su costumbre desde hacía una semana, el asesino se dirigió aquella

tardealadiscotecaElTopo,unlocaldecoradoconmotivostropicalesdondesiempresonaba música latina y cuyo público estaba casi enteramente compuesto poremigrantes latinoamericanos. A aquellas alturas, Luna no confiaba mucho enencontrarallípistaalgunaquelecondujeraalaseñoraHuanaco—yahabíamostradosu fotografía innumerables veces sin que nadie la reconociera—, pero de vez encuando acudía a El Topo público nuevo, y eso significaba nuevas fuentes deinformaciónqueelasesinonopodíapermitirseellujodedescartar.

Llevabacasidoshorassentadoa labarra,consumiendodespaciounacervezaypensando en marcharse para proseguir su búsqueda en otro lugar, cuando Lunaadvirtióqueunadesconocidaentrabaenladiscoteca.Setratabadeunamujerjoven,muyguapa,quizácolombianaovenezolana.Lunanuncalahabíavistoporallí,peroellaparecíacomportarseconlafamiliaridaddeunclientehabitual.Mientraslamujerle pedía al camarero un cubalibre, Luna se aproximó a ella con una máscara dehumildadcubriéndoleelrostro.

—¿Mepermiteunaspalabritas,doña?Lamujer—quesellamabaSusana—estuvoapuntodeahuyentaraaquelmoscón

con una frase desabrida, pero había algo en su expresión—un punto de tristeza y

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desamparoqueparecíanegarlaposibilidaddequeestuvieraintentandoligar.—¿Quéseleofrece?—respondióSusana.—Verá, señorita, me llamo Luis Hernández y hace poco que vine de La Paz.

TeníaqueencontrarmeenMadridcon la tíademimujer,doñaFlorHuanaco,peroextraviésudirecciónynosépordóndepara.

—Losiento,papito:noconozcoaningunaFlorHuanaco.Lunaasintiódébilmente, conuna sombradedecepciónen lamirada,pero sacó

delbolsillounafotografíaeinsistió:—Quizálahayavistoenalgunaparte…Con el ceño fruncido, Susana contempló el retrato durante varios segundos; de

pronto,susojosseiluminaron.—¡Síquelahevisto!—exclamó—.Fuehaceunassemanas,cercadelaCasade

Bolivia;esaseñoraestabahablandoconmiamigaGladis.LaspupilasdeLunasedilataron.Sintióganasdedarungritodetriunfo,perose

limitóaadoptarunaexpresiónpatéticamenteesperanzada.—¿Yporcasualidadnosabríasusseñas?—preguntó.—Ay,no,papito,losiento.Yonisiquierahabléconella.PeroquizáGladispueda

informarle.—¿YdóndepodríaencontrarasuamigaGladis?—Notienequeencontrarla.Ellavendráaquídentrodeunrato,puedeesperarlasi

quiere.—Lunasonrióagradecido.—BenditoseaDios—murmuró—.Aguardaré,claroqueaguardaré.—Descuide,compadre.Leavisarécuandollegue.Mientrasregresabaasuasientofrentealabarra,elasesinoexperimentóalgomuy

parecidoaloqueeltigresientecuando,enlomásprofundodelaselva,encuentraporfinelrastrodesupresa.

***Pablo comprobó el resultado del ejercicio que acababa de realizar Patricia y

sonriósatisfecho.—Perfecto—dijo—.HaslogradocalcularlacurvadeentradaalplanetaVegaIII,

yahoraHanSolopodrásalvaraLukeSkywalkerdelasgarrasdeDarthVader.Cansado de las aventuras de la naveEnterprise, y tras averiguar queHarrison

Ford le parecía a la muchacha «monísimo» («mucho más queWilliam Shatner»),Pablo había decidido emplear los personajes deLa Guerra de las Galaxias comosoporteargumentaldesusclasesdematemáticas.

—Deboparecertetonta—comentóPatricia,reclinándoseensuasiento.Pablo se volvió hacia lamuchacha. Estaba guapísima, con su largamelena del

colordelacaobaderramándosesobreloshombros,ylosojosverdesfijosenél,ylos

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pantalonesajustadosentornoa…Pablosacudiólacabeza.—¿Tonta?—preguntó—.¿Porqué?Estamosavanzandomucho.—Sí,pero tienesque inventartehistoriasparaqueyopuedacomprender loque

meexplicas.Escomosifueraunaniñapequeña.—Bah,esoesparaqueconsigasconcentrarte.Dentrodepocononecesitaremos

lashistorias,yaverás.Yquítatedelacabezaesodequeerestonta.Patriciasonrióyseinclinóhaciadelante.Loscabellososcilaronhastaenmarcar

surostro,formandounóvaloperfecto.—Eresgenial,Pablo—dijoenvozbajita—.Yquierohaceralgoparaagradecerte

lobienqueteestásportando—sacódelbolsillodelablusaunparderectángulosdepapel—. El próximo jueves actúa Dreadzone enMadrid y yo tengo dos entradas.¿Quieresacompañarmealconcierto?

Pablo se guardó mucho de decirle que no tenía ni la menor idea de qué eraDreadzone, y tampoco le comentó que la mayor parte de sus músicos favoritosllevabancasidos siglosmuertos.Porelcontrario,esbozóunasonrisa tonta,asintióenérgicamenteconlacabezaydijo:

—Sí,claroquesí,porsupuesto.Esfantástico…

***Gladissepresentóen ladiscotecacasiunahoramás tarde.Susana,comohabía

prometido,avisóinmediatamenteaLuna,yésterepitiódenuevosufalsahistoria,altiempo quemostraba la fotografía de la señoraHuanaco.Gladis, una boliviana demedianaedad,bajitaymuyhabladora,nodudóalreconoceraquelretrato.

—EsdoñaFlor—afirmó.—Entonces,¿laconoce?—preguntóLuna.—Me lapresentómiamigaMartaharácosade tres semanas.DoñaFlor recién

había llegadodeLaPaz y andaba buscando trabajo, así queMartamepreguntó sisabíadealgo,peroyoledijequeno,porqueaquílascosasestánmuymaly…

—¿Pero tiene idea de dónde está ahora la señora Huanaco? —la interrumpióLuna.

—No,señor,no.PorquefueMartaquienleconsiguiótrabajoadoñaFlorcomomucama en una casa de las afueras, y yo no conozco sus señas, así que no puedoinformarle…

—Disculpe la insistencia —volvió a interrumpirla el asesino—, pero ¿podríahablarconsuamigaMarta?

—Ay, Jesús,me temoqueno.LapobreMarta tuvoquevolverse anteayer paraCochabamba,porquesupapásehabíaindispuestogravemente,yyonosabríacómoubicarlaenBolivia,porquedondevivesupapánohayteléfono,y…

—Perdone —la interrumpió Luna por tercera vez—: usted dijo antes que su

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amigaMartaleconsiguiótrabajoamitíaenunacasadelasafueras.¿Notendríaideadeporquézonapuedeestaresacasa?

Gladisfruncióelceñoymeditóunosinstantes.—Medijoqueera…—sacudiólacabeza,dubitativa—.Eraalgoasícomo«Las

Vacas»,peronoestoysegura.—Aravaca—apuntóSusana,quehabíaasistidoensilencioalaconversación—.

UnbarriosituadoaloestedeMadrid.—¡Esoes!—exclamóGladis—.¡DoñaFlorestáenunacasadeAravaca!—Allíhayunaplazadondesereúnenmuchosemigrantes—prosiguióSusana—;

sobretododominicanos.Quizáellospuedandarlenoticiadesutía.Luna semostró casi exageradamente agradecido, e insistió en invitar a las dos

mujeres.Mientras abonaba las consumiciones no pudo evitar sentirse íntimamentesatisfechode símismo: enmuypoco tiempohabía logradodar conel rastrode suobjetivo.Elcírculoseestabaestrechando.Noobstante,unadudalemartilleabaenlacabeza:¿cuántascasashabíaenAravaca?

***SialgoteníaclaroPabloesqueestabahechounlío.Patricialegustaba,nopodía

negarlo. Le gustaba mucho. Muchísimo. Eso, en sí, no era un problema (lopreocupantehubierasidoquenolegustaseunachicataninconcebiblementeguapa),pero ¿le gustaba él a ella? La respuesta a tal pregunta no era sencilla; a veces leparecíaquesíyaveces,queno.Engeneralelasuntoseleantojabaenigmático.Peroahora, de cara a su próxima cita —su primera cita auténtica—, ¿cómo debíacomportarse?Noteníalamenorexperienciaenlosjuegosdelaseducción,demodoquenosabíaacienciaciertaquésesuponíaque teníaquehacer.¿Debería rodearlaconsusbrazosybesarla,comoenlaspelículas?Pero,¿ysilerechazaba?Semoriríadevergüenza,elsueloseabriríabajosuspiesylatierraletragaría,altiempoqueunavoz admonitoria proclamaría lo ridículo de su comportamiento. No, mejormantenerseamablementedistante.Aunqueentoncesquizáellaleconsiderasetímidoypocodecidido,unratóndebibliotecaconhorchataenvezdesangrecorriéndoleporlasvenas.Entonces,¿quédemoniosteníaquehacer?

Estabaclaroquenecesitabaconsejoporpartedealguienconmásexperienciaqueél, aunque lociertoesqueningunode susamigospodíaalardeardeuncurrículumamorosoparticularmenteabultado.Trasmeditarunbuenrato,Pablodecidióquesólopodíarecurriraunapersona:asupadre(que,afindecuentas,eraunhombrecasado,¿no?).

Al llegar a casa, Pablo escuchó el amortiguado sonido del violín surgiendodelcerradodespachode su padre.Ricardo era un famoso concertista y debía practicardiariamenteconsuinstrumento,demodoqueenlafamiliaexistíaeltácitoacuerdode

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que,mientrasseescucharamúsicaeneldespacho,nadie,bajoningúnconcepto,podíaentrarallí.

Pablomandóalinfiernoaqueltácitoacuerdoyentróalacarreraeneldespacho.—¿Puedohablarcontigo,papá?Ricardo,depiejuntoalatrilquesosteníalapartitura,permanecióunosinstantes

conelarcodelviolínsuspendidoenelaire.—Estoytrabajando—dijo—.¿Nopuedesdejarloparamástarde?—Sóloseráunmomento—insistióPablo.Ricardosuspiróydepositóelviolínsobreelescritorio.—¿Dequéquiereshablar?—Pues…—elmuchachovaciló—.Bueno,setratadelaschicas…—¡Laschicas!—Ricardoenarcólascejasytomóasiento,invitandoasuhijocon

un gesto a hacer lomismo—. Las chicas son un tema complicado—prosiguió—.Creoquedeberíahabertenidounacharlacontigohacetiempo.¿Sabeslodelasfloresylasabejas?

—Claro,papá.Peronoeseso.—¿Entonces?—Bueno, es sobre…—Pablo no estabamuy seguro de cómo debía enfocar el

tema—.¿Quéesloquehayquehacerparaqueunachica…?Osea,imaginaqueyoquisieraconquistar…Aunqueconquistarnoeslapalabraadecuada…Perosupónquehayunachicaespecialyyo…

—¡Estásenamorado!—exclamósupadre,sonriente.—No,no.Setratadeunacuestiónpuramenteteórica.PabloseinterrumpióaladvertirqueAmeliaentrabaeneldespacho.—¿Hasterminado,querido?—lamujersesorprendióalverasuhijo—.¿Yahas

llegado?Noestarásmolestandoatupadre,¿verdad?—Pabloestáenamorado—leinformóRicardo.—Noesverdad…—protestóPablo.—¿Enamorado?—Ameliacontemplóasuhijoconelceñofruncido—.Aúneres

muy joven para esas cosas. Ahora lo único que tiene que preocuparte son losestudios.

—Perosinoestoyenamorado…—Mejor así—Amelia se volvió hacia sumarido—.He hablado con el doctor

Arriaga,mi jefe,yasabes,yhadichoquenohayproblema.Siconsigoplazaenelseminario,podréacompañarteaBarcelona.

—¿Osvaisair?—preguntóPablo.—Vaya,quécabezalamía—Ameliasuspiró—;meolvidédedecírtelo.Tupadre

actúa la semanaquevieneenBarcelona,y resultaque las fechascoincidenconunseminario sobre el Acelerador de Partículas Europeo que organiza la UniversidadPolitécnicadeCataluña,asíquehemospensadoirjuntos.

—Sóloseránunosdías—apuntóRicardo.

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—¿Cuándoosvais?—preguntóPablo.—El lunes que viene—Amelia se dirigió a la salida—. Pero no te preocupes,

doñaFlorcuidarádeti—sedetuvojuntoalapuerta—.Porcierto,¿quéosparecelanueva criada? Una joya, ¿verdad? —frunció el ceño—. Lo único raro es que noquieretenerdíaslibres.Dicequelebastaconsalirunpardehorastodaslastardes.Extraño,¿no?—seencogiódehombrosy,mientrassealejabadeldespacho,añadió—:Aunque,claro,supongoqueesoesasuntosuyo.

—Bueno —dijo Ricardo, cruzándose de brazos—. Estábamos hablando demujeres.¿Quéquieressaber?

—Nosé…—Pablohizoungestovago—.¿Cómohayquecomportarseconellas?—Oh, de forma natural. Aunque no excesivamente natural, por supuesto.

Digamosquehayqueactuarconfingidanaturalidad.Siunachicateinteresa,debescomportarte como si no te interesara, aunque dándole a entender que, endeterminadascircunstancias,podríallegarainteresarte.

—Vaya,esoparececomplicado.—Síqueloes;mucho—Ricardoserascólacabeza—.Tambiénpuedesintentar

despertarenellassuinstintomaternal,perocorreselriesgodequetetomenporunpesado.Oirdetipoduro;aciertasmujereslesgustanlostiposduros.

—Meparecequeyonosoyuntipoduro…—No, claro. Bueno, olvídate de eso. Lo importante es ser siempre simpático,

aunquenoconvienepasarsedesimpático,porquetepuedentomarporunpayaso.Yromántico,esoesinfalible.Alasmujereslesencantanloshombresrománticos,perosincaerenlacursilería,porsupuesto.

—Ya—Pabloenarcóunaceja—.¿Túcómoconquistasteamamá?—Bueno,tumadreseenamoródemícuandomeescuchótocarelviolín.¿Ves?,

esoesromántico;alasmujereslesencantanlosartistas.Tútocabasbastantebienelchelocuandoeraspequeño.Hicistemalendejarlo.

—Vamos,papá,nopuedoirporahícargandoconuncheloydándolesserenatasalaschicas—Pablorespiróprofundamenteydejócaerlacabeza—.Nosé,dicesquehayquehacercosasy,almismotiempo,nohacerlas.Escomodarunpasoadelantealavezquesedaotroatrás.Notienesentido.

—Losasuntosdelcorazónnosuelen tenermuchosentido—Ricardosuspiró—.Mira,cuandotellegueelmomento,sabrásloquehacer.Limítateaseguirtusinstintosytodoirásobreruedas—seincorporó—.Yahora,sinoteimporta,tengoqueseguirpracticando.

Pabloabandonóeldespachodesupadresumidoenunestadodeconfusiónaúnmáspronunciadoquecuandoentró. ¿Cómonarices ibaa seguir sus instintos si susinstintosestabantanliadoscomoélmismo?

—Hola,Pablito—dijolavozdedoñaFlorasuespalda.El muchacho se dio la vuelta y murmuró un saludo. Durante unos segundos

contempló cómo lamujer colocaba en su sitio los objetos deplata que acababade

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limpiar. ¿Ysi lepreguntabaa ella?,pensóPablo repentinamente.A findecuentas,doñaFloreraunamujerypodríaofrecerleunpuntodevistainteresante.Sacudiólacabeza;no,esoeraunamalaidea.¿Quépodíasaberaquellapobreseñoraacercadelamor?

¿Amor…?Pablopensóqueaquéllaeraunapalabramuygrande,demasiado,asíquelaahuyentócambiandoradicalmentedetema.

—Eh,doñaFlor—dijo—.Yaheencontradolarespuestaasuadivinanza.Lamujersonriómientrasdepositabauncenicerosobrelamesa.—Puestúdirás,m'hijito…—Laoruga—respondió,ufano,Pablo—.Porqueseconvierteenmariposa.—Yaveo…—doñaFlormeditóunosinstantes—.Peroenlaescuelamedijeron

que,cuandolaorugasetransformaenmariposa,siguesiendoelmismoanimal,¿no?—hizo una pausa y añadió—:Un solo animal con dos formas distintas, y no dosanimales,asíqueésanopuedeserlarespuesta,Pablito.

DoñaFlorsonriódenuevoyabandonóelsalóncaminodelacocina.

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5.Encuentroenelcallejón

En el barrio de Aravaca había casi dos mil casas, en su mayor parte viviendasunifamiliares rodeadas por pequeños jardines. Eso, por supuesto, complicabanotablemente las cosas; era más fácil hacer averiguaciones en los edificios deapartamentos,dondesiemprehayunporteroaquienpreguntarylosmiembrosdelacomunidadseconocenentresí.Laabundanciadechalésfavorecíaelanonimato.

Luna pasó toda la mañana recorriendo el barrio; en realidad se trataba de unpuebloanexionadoaMadrid,conunaamplísimazonaresidencialrodeándolo.Porlascallesdeambulabannumerosos emigrantes latinoamericanos, sobre todomuchachasde servicioy trabajadoresmanuales, peroLunanohabló conningunode ellos.Dehecho,elasesinohabíavueltoacambiardeaspecto:ahorallevabaelpelomuycorto,como si fuera un militar, y de nuevo vestía sus habituales ropas de confecciónitaliana.

Con los ojos ocultos tras unas negras gafas de sol, sentado en un banco de laplaza,Lunacontemplóconairedistraídoeliryvenirdelagente.YanopodíamostrarlafotografíadeFlorHuanacodemodoindiscriminado;sillegabaaoídosdelamujerquealguienestabapreguntandoporella,huiría,yLunanopodíaarriesgarseaperdersurastro,ahoraqueestabatancerca.

No, teníaqueutilizarotrosmétodosmásdiscretos, comovigilar lasoficinasdecorreos, los mercados o las paradas de autobús. Desgraciadamente eso no podíahacerlo solo, así que no le quedaba más remedio que recurrir a los hombres deCoronado,aunqueaquello,adecirverdad,eraalgoqueno lehacíaningunagracia.Luna era un lobo solitario y no le gustaba depender de nadie, entre otrasmuchascosasporqueennadieconfiaba.

Peronoteníaotroremedio;élsolonopodíavigilartodounbarrio.Sepusoenpieycomenzóapasearsinrumbofijo,internándoseporlasestrechasysolitariascallesque atravesaban lasmúltiples colonias de chalés.Había demasiadosmuros, pensó,demasiado anonimato. Si Flor Huanaco decidía encerrarse en una de aquellasviviendas, dar con ella iba a ser una labor difícil. No obstante, trabajando comosirvienta, en algún momento tendría que salir de su escondite para hacer algunacompra, o para echar una carta, o para dirigirse al centro de la ciudad. Entoncescaeríaenlared.Peroparaesohacíanfaltamuchosojos,pensóLunademalhumor,

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muchosvigilantesrecorriendolascalles.Siélpudieradisponerdesuspropioshombres,hombresquenoactuaranasueldo

delosCoronado,hombresalosquepudieramanejar…Súbitamente, los ojos del asesino se posaron sobre una inscripción toscamente

pintadaen lavalladepiedraquerodeabaunode loschalés.Se tratabadeunacruzcelta,condospalabrasescritasenlaparteinferior:SKINHEADS.Cincoesvásticascompletabanelgraffiti.

Luna,sinapartarlavistadelapintada,sonrió.Cabezasrapadas.Sí,esoeraexactamenteloquenecesitaba.

***—Estanocheeslanoche,tío—dijoVíctormuyexcitado.—¿Dequéestáshablando?—preguntóFote.—De Panzer y sus troncos, tío. ¿Es que no te acuerdas? Hoy nos pondrán a

prueba.Fotetorcióelgestoydesviólamirada.Seencontrabanenloscamposdedeportes

delcolegio,justodetrásdelaspistasdebaloncesto.Supuestamenteteníanqueestarjugandoenaquelmismomomento,peroVíctorsosteníalaopinióndequeeldeporteera una actividad de niñatos, así que se negaba en redondo a tocar tan siquiera unbalón.

—Yonovoyair—afirmóFote.—¿Quédices, tío?Pero si esunaoportunidadúnica.Tienesqueacompañarme,

hombre…—Amínomevaeserollo,Víctor.Esos tipossonunapandilladefascistascon

menossesoquepelo.—Quéva,hombre,quéva.Sonsoldados, tíosvalientesqueestándandolacara

pornosotros,joé,pornuestraraza.—¿Sí…?Puesnocreoquehagafaltamuchovalorparadarpalizasaunospobres

inmigrantes.—Indiosynegratas,tío.Ynosoninmigrantes,sinoinvasores.—Novoyair—insistióFote,sacudiendolacabeza.LosojosdeVíctorseensombrecieron.ÉlyFoteeranamigosdesdehacíamuchos

años; se habían conocido en el colegio, en la época en que Fote era el chicomásimpopulardelaclase.Debidoasuenormetamaño,solíaserelblancofavoritodelasburlasdesuscompañeros,yaquello leconvirtióenunmuchachosolitarioyhosco.Nadamásconocerle,VíctorcomprendióqueeldesmesuradocuerpodeFoteacabaríapor transformarse en un buen montón de músculos, y que aquellos músculos lepodrían servir más adelante para defenderse de quienes, ocasionalmente, pudieran

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ponerenentredichosuliderazgo,asíquecomenzóafrecuentaraFote.Pocodespués,ambosseconvirtieronenunaparejataninseparablecomotemidaporelrestodesuscompañeros.

—Creíaqueéramosamigos, tío—dijoVíctor trasunalargapausa—.Creíaquenosguardábamoslasespaldaselunoalotro,peroyaveoqueno,queterajascuandomástenecesito.

—Venga,Víctor,notepongasasí…—¿Ycómomevoyaponer,joé?Esmuyfácilsercolegascuandotodovabien,

perolaamistadsedemuestraenlosmomentoschungos.—Perotúnotienesporquéliarteconesosrapados.Sivasesporquequieres.—Voyconellosporquecreoensusideales,tío,porquemegustasurolloyquiero

ser un soldado, ¿vale? Y lo único que te pido es que me acompañes esta noche,porquemevanaponerapruebaynecesitoqueestésahíparaecharmeunamanosihace falta. Y no creo que sea pedirle demasiado a un amigo… si es que eres miamigo,claro.

Fotefruncióelceñoysepasóunamanoporlanuca.—Deacuerdo—concedió a regañadientes—, iré contigo.Peronopiensometer

lasnaricesenvuestrospuñeterosrollosfachas,¿deacuerdo?—¡Esoesseruncolega,tío!—exclamóVíctorpalmeándolelafornidaespalda.Luegodesviólamiradaysonriódeorejaaoreja,satisfecho.SiemprelehabíaresultadomuyfácilmanejaraFote.

***Pabloaprovechóundescansoentrelasclases,justocuandoelauladelPrograma

Especial seencontrabamediovacía,parahablarconLaura,queenaquelmomentoestabaacabandodeintroducirunosdatosenelordenador.

—Oye, ¿tienes un momento? —dijo mientras tomaba asiento junto a lamuchacha.

—Claro—contestóLaura,apartandolasmanosdelteclado—.¿Quéquieres?—No es nada importante…—Pablo parpadeó varias veces—. Sólo que, verás,

tengounaduday…,enfin,quizátúpudieras…Elmuchachomanoteó,comosiquisieradarformaalaire,perdiólamiradaentre

lospupitresyenmudeció.—¿Tepasaalgo?—preguntóLaura,trasvariossegundosdesilencio.—No,quéva—Pablocarraspeó—.Mira, imagínatequeunchicoquisiera salir

contigoyquequedarasconélparairaunconcierto.Supónqueesechicotegusta;¿quéesperaríasdeél?

LosojosdeLauraseiluminaronporuninstante.—No sé —dijo, esbozando una sonrisa—, supongo que no esperaría nada en

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especial.—Ya,pero¿quétegustaríaquehiciese?—Puesquefueseamableysimpático.—Sí,claro,pero…,enfin,merefieroaotracosa.Osea,que,sielchicotegustay

es vuestra primera cita, quizá esperases que él tomara la iniciativa…Quiero decirque,alomejor,tegustaríaqueelchicote…,bueno,quetebesara.

Laurabajólamirada.—No lo sé —sonrió con timidez—. Supongo que depende de quién fuera el

chico.¿Porquélopreguntas?—Oh, no, por nada…—Pablo resopló—.Bueno, sí, es por algo.Mira, Laura,

somosamigosyyoestoyhechounlío,yalomejortúpuedesayudarme.MañanaporlanocheestoycitadoconPatriciaynosécómocomportarme.

—¿Patricia?—lamiradadelamuchachaseoscureció.—Sí, esa chica de cuarto a la que le estoy dando clases.La verdad es queme

gustamucho,peronoestoysegurodegustarleaella,asíquenosésidebointentar…,enfin,yasabes,haceralgo.Ycomotúeresunachica,bueno,tuopiniónseríamuyimportanteparamí.

LaexpresióndeLaurasevolviórepentinamenteseria.Apartólamirada.—Notengoningunaopinión—dijoentononeutro—.Hazloquequieras.—Peroloimportantenoesloquequierayo,sinoloquequieraella.—Puesentoncespregúntaseloaella.—Pero…—Ah,siestáaquíelgranCasanova—dijoGabriel,queacababadeentrarenel

aula—. ¿Qué pasa, Romeo? ¿No te conformas con la bella Patricia y estásconquistandoanuestraLaura?

Lamuchachaseincorporóbruscamentealtiempoquefulminabaconlamiradaalreciénllegado.

—Eres un imbécil, Gabriel Ventura —dijo con voz trémula de ira—. Y tútambién,PabloSousa.¡Ypodéisiroslosdosalamierda!

Laura apretó los puños, frunció los labios y salió del aula dando un portazo.GabrielsevolvióhaciaPablo.

—¿Quélepasa?—preguntóperplejo.Pabloenarcólascejasyseencogiódehombros.—Notengonilamenoridea…—murmuró.

***Amediatarde,comosiemprehacía,doñaFlorsolicitópermisoparaausentarseun

pardehoras.LamadredePabloseloconcedió,porsupuesto,aunquenopudoevitarpreguntarse, una vez más, qué demonios hacía aquella mujer todos los días a la

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mismahora.Pasaban diez minutos de las seis cuando doña Flor, tras comprobar desde la

ventanaquenohabíanadieenelexterior,cruzólapuertayseencaminócalleabajo,conpasitosrápidosycortos,yungranbolsodecuerobamboleándoseensucostado.No había recorrido más de cien metros cuando abandonó la calle principal y seinternóporlamiríadadecallejuelasquesalpicabanlaurbanización.

DoñaFloreraconscientedelgranriesgoquecorríaconaquellassalidas.Lomásprobableesqueyaestuvieranbuscándola,pero teníaquesalir—esoformabapartedel plan—, de modo que desistió de tomar el autobús, eludió las vías másconcurridas,abandonóelasfaltoysedirigiócampoatravéshaciasulugardedestino.

Tardó casi una hora en llegar y, cuando lo hizo, ni se le pasó por la cabezaaproximarsealedificio.Porelcontrario,seocultóenunbosquecillosituadoaunostrescientosmetros de distancia, sacó del bolso unos prismáticos, se los llevó a losojosyajustóelenfoque.Atravésdelaslentespudocontemplarlaimagenampliadadelcartelquehabíaen loaltode la fachadaprincipal: InternationalSugar&GrainCompany.

Hacía un buen rato que la jornada laboral había concluido, así que lasinstalaciones de la compañía se encontraban desiertas, a excepción del guardiauniformadoquevigilabalaverjadeentrada.DoñaFlorsesentóenelsueloyapoyólaespaldacontraeltroncodeunárbol.Susnegrosojospermanecíanfijoseneledificioconlaintensidaddeunavedepresa.

Durantecasimediahoranadaocurrió,peroalcabodeesetiempounguardiadeseguridad procedió a abrir la puerta principal, franqueando el paso a cuatroindividuosvestidoscontrajesoscurosquesedirigieronhaciaunMercedessituadoenelaparcamiento.Súbitamentealerta,doñaFlorcontemplóatravésdelosbinoculareslos rostrosde los integrantesdeaquelgrupo.Dosdeellos teníanelaspecto rudoycoriáceodelosguardaespaldas.Altercerindividuojamáslohabíavisto.

Peroalcuartohombreloconocíamuybien.EraManuelZárate,lamanoderechadeAurelioCoronado.Doña Flor encajó la mandíbula y contempló cómo aquel hombre y sus

acompañantes entrabanenel automóvil, cruzaban labarrerade seguridadypartíanvelozmente en dirección al centro. Luego guardó los prismáticos en el bolso yabandonó el bosquecillo camino de la urbanización. Igual que había hechoanteriormente, procuró eludir las víasmás frecuentadas, pero esta vez se concedióuna pequeña licencia: cuando faltaban un par de kilómetros para llegar a la casa,abandonó el sendero y se dirigió a una cabina telefónica situada en una pequeñaglorieta,juntoalacarreteraprincipal.Descolgóelauricular,introdujounasmonedasenlaranuraymarcóunnúmero.

—¿Hola?—contestóunavozfamiliaralotroladodelalínea.—Samara,soyyo.—¡Mamá!¿Hapasadoalgo?¿Estásbien?

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—Pierdecuidado,hijita,nohaocurridonada.Peroahoranopuedoentretenermecontigo,porqueestoyfueradelacasa.

—¡Peroesoesmuypeligroso!—No te apures,mi amor, nadieme ha visto y ya voy de regreso. Sólo quería

decirtequehevistoaManuelZárate.Ellosestánaquí,¿comprendes,hijita?Yafaltapoco.

Unapausa.Cuandohabló,lavozdeSamarasonabatriste.—Tengomiedo,mami—dijo—.Memoriríasitepasaraalgo…—Ay no, mi amor, no te apenes—doña Flor tragó saliva para estrangular las

lágrimasquepugnabanporaflorarasusojos—.Todosaldrábien,yaverás,ydentrodepocoestaremosjuntasdenuevo.

Peroantes,pensó,teníaqueacabarconelreinadodeterrordeAurelioCoronado,unodeloshombresmásmalvadosypoderososdelmundo.

***Salieronalcaerlanoche.Eransiete.Panzer,Toni,Osochema,RommelyCóndor

marchabandelante,entreuntintineodecadenas,loscráneosrasuradosylaspunterasde sus botas desprendiendo destellos metálicos; Víctor iba inmediatamente detrás,conlosojosdilatadosdeexcitaciónyelamargoregustodelaadrenalinaenlaboca;Fote caminaba más retrasado, como si la proximidad de aquel grupo de rapadossupusieraunpeligrodeinfección.

Alentrarenelpueblovariasfigurascorrieronaocultarseentrelassombras.«Nostemen», pensó Víctor, alborozado. Aquello le gustaba a rabiar, le hacía sentirseimportante, porque únicamente los hombres importantes son capaces de provocarmiedoconsusolapresencia.

—Eh,pringado—lellamóOsochema—:mehandichoquetupibaestácomounqueso.

—Sí—reconocióVíctor,orgulloso—,estámuybuena.—Ya, pero también me han dicho que últimamente se la ve mucho con un

mierdecilladelcolegio.¿Esverdad?—Bah—Víctor torció el gesto—, sólo esunniñatoque le estádandoclasede

matemáticas.—¿Seguro?—intervinoPanzer—.Yoentulugarandaríaconojo—seechóareír

—;novayaaserque,entrelogaritmoylogaritmo,tutroncatetengaconmáscuernosqueelpercherodeunvikingo.

—No,tío—repusoVíctorvagamentemolesto—.Mipibabesapordondeyopiso.—Todaslastíassonunasguarras—sentencióPanzer—.Hayqueatarlascortoo

setesubenalachepa.Prosiguieron su camino en silencio, acompañados por el sordo taconear de las

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botas.Apenashabíagentepor lascallesy lospocospeatonesqueencontraronasupaso siguieronde largoconunbrillode temor en lamirada.Alpoco llegarona laplazadeAravacadondesolíanreunirselosemigrantes.Estabadesierta.

—Alguienhadadoelqueo—dijoRommel.—Ysehanabiertocomoconejos—asintióToni.—¡Malditos indios de mierda! —masculló Panzer, decepcionado—. Ahora

tendremosqueirabuscarlos…Elsonidodeunospasoscercanosleinterrumpió.Panzervolviólacabezahaciala

plaza y vio a un hombre que abandonaba las sombras de un portal y caminabatranquilamentehastadetenersebajoelhazdeluzdeunfarol.Noerademasiadoalto,vestíaunelegantetrajenegro,llevabaelpelomuycortoyensuslabiosflotabaunaamablesonrisa.

—Buenasnoches—dijoysuacentoeranítidamentelatinoamericano—.¿Seríaistanamablesdeseguirme?

Eldesconocidoechóaandarhaciaunade lascalles laterales,perosedetuvoaladvertirquelosrapadospermanecíaninmóviles.

—¿Quéhacéisahíparados?—preguntó—.¿Osdoymiedo?—Esesudacaestáchalado—murmuróCóndor.—Vamosadarleunasmanos,tíos—sugirióalegrementeVíctor.PeroPanzernodijonada.Habíaalgoraroentodoaquello…—Venga,no tengo toda lanoche—insistióeldesconocido—.Es imposibleque

seáistanhuevonescomoparecéis.Anda,calvitos,seguidme.Losrapadosintercambiaronmiradasdedesconciertomientraselhombregirabaa

suizquierdayseintroducíaenunaestrechacalleja.—Serágilíelindio-mierda…—murmuróToni.—Ese callejón donde se ha metido no tiene salida —apuntó Osochema—.

Podemosdarleunaslechesagusto,tíos.—Vale—murmuróPanzer con el ceño fruncido—, vamos a por él. Pero tened

cuidado:puedeserunaencerrona.Los rapados corrieron hacia el callejón. Se detuvieron unos segundos para

comprobarsihabíaalguienemboscado:peroallísóloseencontrabaeldesconocido,tranquilamentesentadosobreunasmaderas.

—Habéis tardado en decidiros —dijo éste—. En fin, ahora que estáis aquí,¿hablamosdenegocios?

—Tevamosa fostiar,capullo—gruñóOsochema,ajustándoseunosnudillosdeacero.

—Estás muerto, indio —añadió Panzer, mientras una cadena ondulaba en sumanoderechacomounaserpientemetálica.

Eldesconocidosuspiróysepusoenpieconagilidad.—De acuerdo —dijo—; primero jugaremos un ratito, luego hablaremos de

negocios.

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Panzerevaluóconreceloladespreocupadaactituddeldesconocido:¿porquénoteníamiedosielloseransieteyél sólouno?Peroensucalidadde líderdelgrupoestabaobligadoadarelprimerpaso,asíqueprofirióungritoyseabalanzócontraelhombrehaciendogirarlacadenaporencimadelacabeza.

Todo sucediómuy rápido, demasiadovelozmente comoparapoder precisar losdetalles.Eldesconocidonoempleóartesmarciales,almenosningunaconocida,perosurespuestaalataquedelosrapadosnopudosermásletal.Esquivótranquilamenteelcadenazo,girósobresímismoygolpeóconelpuñoenlagargantadePanzer,quesederrumbó instantáneamentesobreel suelo,boqueandocomounpez fueradelagua.Osochema intentó conectar un puñetazo, pero el desconocido lo bloqueó confacilidad,altiempoquedescargabasucodocontraelrostrodelskinhead,cuyanarizserompióenmediodeunsurtidordesangre.ToniyCóndoratacaronalavezdesdelosflancos,perounaferozpatadaenlaentrepiernayundirectoalplexosolardejaronalosdosrapadosfueradecombate.Entretanto,unanavajaautomáticachasqueóenla mano de Rommel mientras su brazo describía un amplio arco en dirección alestómagodeldesconocido.Ésteeludióelnavajazoylanzódosgolpesconsecutivosalmentóndelskin.Rommel sederrumbó inconscientey sunavaja rebotó en el sueloconunrepiqueteometálico.

La pelea duró apenas diez segundos y, cuando concluyó, había cinco cuerposcontusionadossobreelsuelo.Víctor,quenisiquierahabía tenidolaoportunidaddeentrar en combate, contemplaba la escena inmóvil, con un profundo desconciertobrillandoensumirada.Fote,aunosmetrosdedistancia,permanecíaexpectante.EldesconocidosevolvióhaciaVíctor.

—¿Túnovasapelear?Víctorsacudiólacabeza;elhombremiróaFote:—¿Ytú,gigantón?—Yosólopeleosiélpelea—contestóFote,señalandoaVíctorconuncabeceo.—Muy bien —el desconocido se acomodó de nuevo sobre las maderas—.

Entoncesesperaremosaquevuestrosamigosserecuperen.Osochemafueelprimeroenreaccionar.Conelrostroyelpechocubiertosporla

sangre que manaba de su rota nariz, y los ojos bañados en lágrimas, trastrabillómientras se incorporaba e hizo amago de echar a correr, pero el desconocido lecontuvo sacando del bolsillo una negra pistola. Ni siquiera le apuntó con ella, selimitóamostrarla,peroelrapadoseinmovilizóalinstante.Unosminutosdespuésseunieron a él los restantes skin heads, salvoRommel, que permaneció inconscientesobre el suelo; todos ellos jadeaban y gemían quedamente, contemplandoaterrorizadoselarmadefuego.

—Bueno, se acabó el juego —dijo el desconocido—. Ahora hablaremos denegocios.MellamoLuna;¿quiénesvuestrojefe?

Panzeravanzóunpaso.—Yo…—dijoconvozronca;lagargantaledolíaacausadelgolpe.

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—Deacuerdo,muchachito,prestaatención:estoybuscandoaunamujer.Esunaboliviana llamada Flor Huanaco y debe de trabajar en alguna casa de este barrio.Quieroquevosotrosmeayudéis a encontrarla.Para ellodeberéispatrullar la zona,perodiscretamente,sinlasropasdemilicosquelleváisycongorrasparaquenoseosveanesoscocospeladosquetenéisporcabeza.Cuandolaencontréis,noharéisnada,salvo seguirla para averiguardóndevive.Luegome llamaréis por teléfono—Lunasonrió—.Imaginoqueosestaréispreguntando:«¿porquétenemosquehacereso?»Puespordos razones: laprimeraporque, sinomeobedecéis,volveréparahacerosdaño…, pero daño de verdad, no la bobada de ahora.En segundo lugar, porque siencontráis a esa mujer os daré como recompensa medio millón de pesetas. ¿Deacuerdo?

Losrapadossemiraronentresí,aturdidos.Panzerasintióvigorosamente.—Loqueusteddiga…—musitó.—Muybien—Luna le entregó al skin una foto de FlorHuanaco—.Ésta es la

mujerquetenéisquebuscar—extrajodeunbolsillounpuñadodebilletes—.Yestosonveinticincomilpesetasparavuestrosgastos.Eneldorsode lafotografíafiguramiteléfono.Empezadabuscarmañanamismoynoperdáisunsegundoenllamarmecuandolaencontréis—guardólapistola—.Hasidounplacercharlarconvosotros.Buenasnoches.

Lunasedirigió tranquilamentea lasalida.Peseaqueyanoempuñabaelarma,ninguno de los rapados intentó nada contra él. Por el contrario, se apartarondócilmente, franqueándole el paso sin atreverse tan siquiera amirarle. Al cabo deunossegundosdetensosilencio,Osochemaseaproximóalabocadelcallejónyoteólaplaza.

—Sehaido—dijo.Losrapadosseremovieron,nerviosos.—Serácabronazo…—murmuróToni.—Quéhijoputaelmatónese…—añadióCóndor,resoplando.—¡Valeya, joé!—ordenó roncamentePanzer—.Venga,despertad aRommely

ahuequemosdeaquí.Trasguardarseeldineroenelbolsillo,elrapadoarrugóconfuriaelretratodeFlor

Huanacoylotiróalsuelo.—Eh, ¿qué haces? —exclamó Víctor señalando la foto—. Ese tipo nos dará

mediokilosilaencontramos.—¿Túestásgrilladooqué?—repusoPanzer—.¿Esquenohasvistoque tenía

unapipa?Eltíoeseesunprofesional,tronco,ungorila,yyonopiensometermeenlíos.

—Perovaadarnosmediokilo,Panzer,yesoesmuchapasta.—¿Sí?Puesbuscatúalaguarraesa.—Notrabajamosparasudacasdemierda—afirmódignamenteOsochema.—Puesesesudacademierdatehapuestocoloradoelmorro,pelado—intervino

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Fote,burlón.—Porquemecogióporsorpresa,tío,quesino…Rommel,queacababaderecuperarelconocimiento,seincorporótrabajosamente

ysacudiólacabeza.—¿Lehemosdadodemanosaeseindio…?—preguntóaturdido.—¡Cállate,joé!—exclamómalhumoradoPanzer—.Venga,vamosaabrirnosde

unavez.Los rapados abandonaron el callejón a toda velocidad, procurando eludir las

zonasmás iluminadasde laplaza.FoteseacercóaVíctor,quepermanecía inmóvilconlavistafijaenlaarrugadafotografía,yledijo:

—Ésos son tus valientes soldados. En cuanto alguien les planta cara, salencorriendoconelraboentrelaspiernas.

—Me han decepcionado, tío—musitóVíctor—.Tenías razón: esospelaos sonunosmierdas.

—Mejorquetedescuentaahora.Anda,vámonos.Pero Víctor, en vez de seguir a su amigo, se agachó, recogió del suelo la

fotografíaylaalisócuidadosamente.—¿Quéhaces?—preguntóFote—.Nopensarásmeterte en más líos… Víctor contempló en silencio, fijamente, el retrato de FlorHuanaco.—Esmediokilo,tío—dijoalfin—.YpormediokiloyoencontraríahastaalfantasmadeNapoleón.

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6.Citanocturna

Pablo pasó lamañana del jueves sumido en tal estado de nerviosismo que apenaslogró prestar atención al transcurrir de las clases. Sus pensamientos no hacían otracosaquedarvueltasymásvueltas en tornoal conciertode esanoche, temiendoyansiandoa lavezque llegaraaquelmomento.Alacabar lasclases seencontróconPatriciayquedóensucasaa lasnueve.Elconciertonoempezabahasta lasdiezymedia,perolamuchachasugirióquepodríancomeralgoantes, ideaqueaPabloleparecióperfecta.

Más tarde,al llegaracasa,seencontróconquesuspadreshabíansalido.DoñaFlor le comentó que no volverían hasta muy entrada la noche, cosa que a Pablotambiénlepareciófenomenal,porqueasíseahorrabaeltenerquedarexplicacionesacercadesusalidanocturna.

Pablopasógranpartedelatardedecidiendoquéropaibaaponerse.Teníaqueseralgo informal,porsupuesto,pero tambiénelegante.Y,desde luego,deberíahacerleparecermayor (noolvidemosquePatricia teníaunañomásqueél).Trasmúltiplespruebas y combinaciones, Pablo se decidió por unos vaqueros, una camisa de linoblancoyunaamericananegra.Yprecisamenteestabacomprobandosuaspectoenelespejodelarmario,cuandodoñaFlorentróeneldormitorioconunmontónderopareciénplanchadaenlasmanos.

—PeroPablito,quélindoseteve—dijolamujer—.Lucescomounaestrelladecine;¿adóndevas?

—Eh…,voyaestudiaracasadeunamigo—consultósureloj:eranlasochoymedia—.Ysemehacetarde.Tengoquedarmeprisa.

DoñaFlorguardóenunacómodalaropamientrasobservabadereojocómoPabloselavabalosdientesyseponíacolonia.Luegosiguióalmuchachohastalapuertadesalida.

—Mevoy,doñaFlor—dijoPablo—.Probablementellegarétarde.—Aguarda un momento, Pablito—la mujer se aproximó a un jarrón lleno de

rosas,escogiólamásbonitayselaentregóalmuchacho—.Toma—dijo—,llévaleesto.

Pablocontemplócondesconciertolaflor.—Pero…

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—Shhh…—doñaFlorleguiñóunojo—.Seguroqueatu«amigo»legusta.

***Aquel mismo día el asesino había alquilado una casa. Se trataba de un chalé

situadoamediocaminoentreAravacaylasededelaSugar&Grain,unaviviendarelativamenteaisladadondesupresenciayactividadespodríanpasarinadvertidas.

MástardeelasesinorecorriótodoslossupermercadosytiendasdealimentacióndeAravacahaciéndosepasarporunfuncionariodelaembajadadeBolivia.Comoeslógico,nopreguntódirectamenteporFlorHuanaco, sinoquedijoestarbuscandoaunasupuestaFlorindaChambiacausadeciertaherencia;eso,enteoría,lepermitiríaaveriguar, sin levantar sospechas, si alguna boliviana se había establecidorecientemente en el barrio. Pero sus pesquisas no dieron fruto alguno: nadie sabíanadadeunanuevasirvienta.

Luna se sintió algo defraudado por este fracaso, pero no pudo evitar que unrelámpagodeadmiraciónlecruzaraporlacabeza.LaseñoraHuanaconosóloselahabíajugadoalpoderosoCoronado,sinoqueademássabíaescondersemuybien.Sindudaesamujerteníatantosredañoscomointeligencia.

Porsupuesto,aúnquedabalaopcióndelosskinheads.QuizáellospudierandarconlaseñoraHuanaco,aunqueLunanoconfiabamuchoenello:aquellosrapadosnoparecían capaces de encontrar nada, aunque lo tuvieran delante de las narices. Encualquiercaso,siellunesnosehabíaproducidoalgunanovedad,llamaríaaManuelZárateparasolicitarlacolaboracióndesugente.

Aúltimahoradela tardeelasesinotomóuntaxiquelecondujoalhoteldondeaúnsealojaba(elreciénalquiladochaléestabadestinadoaotrosfines;porejemplo,aocultaraunapersonasecuestrada).Porelcaminosecruzaronconnumerososgruposde jóvenes que parecían caminar en la misma dirección. El taxista, un hombreavejentadoygruñón,dijoqueungrupodemelenudos ibaadarunconciertoenuncampodefútbolyquetodoslosgamberrosdelaciudadsehabíandadocitaallí.

PorunosinstantesLunapensóqueseríaagradablepoderasistiraaquelconciertoderock,sintenerquepreocuparsedelaesquivaFlorHuanacoodelinsidiosoTachoCoronado. Pero, suspiró, tenía un trabajo que hacer y eso ahora era lo únicoimportante.

***Patricia estabamás guapa que nunca, lo que, en alguien como ella, significaba

unabellezaespectacular.Llevabaelpelorecogidoenunacoladecaballoysehabíamaquillado justo lo necesario para realzar aúnmás sus grandes ojos verdes.Vestía

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unaminifalda roja, y un breve top de idéntico color que dejaba al descubierto sucintura.Pablosequedóconlabocaabiertaalverlasalirdelacasa;apenasconsiguióbalbucearunsaludoytampocologródecirnadacoherentecuandoleentrególarosa.Patricia leagradecióel regaloconunasonrisa(que iluminóelatardecer)ycondosbesos(queconvirtieronenmantequillalaspiernasdelmuchacho).

Cenaronenunahamburgueseríayluegosedirigieronalestadiodefútboldondeibaacelebrarseelconcierto.Ellugarestabaatestadoporunpúblicobullicioso,ensumayor parte formado por muchachos muy jóvenes, que seguían ruidosamente larecién iniciada actuación de los teloneros, un grupo de Madrid llamado BandaArmada. Patricia insistió en invitar a Pablo a una cerveza, y éste se guardó muymucho de señalar que no bebía, demodo que siguió a lamuchacha a través de lamuralladecuerposqueseagolpabanentornoalabarradelbaryaceptó,sinformularobjeciónalguna,elenormevasodeplásticollenodeunlíquidoambarinoyespumosoquepusodelantedeélundiligentecamarero.

Lacervezasabíaasquerosamenteamarga,peroPabloselasarreglóparanotorcerelgestomientrasbebía.Adecirverdad,alcabodecuatroocincotragoselsaborsevolvía aceptable, y sus efectos—cierta debilidad en las rodillas y una progresivasensacióndeeuforia—distabanmuchoderesultarledeltododesagradables.

AlasonceymediaaparecieronenescenaloscomponentesdelgrupoDreadzone.Lamuchedumbrerugiódeplacermientrasoleadasdesonidosurgíandelaaparatosabatería de altavoces, como una galerna de música electrónicamente amplificada.Patriciaprofirióungrititodealegríay,tomandodelamanoaPablo,prácticamentelearrastróhasta laabarrotadasuperficiedehierbaqueseextendía frentealescenario.Unavezallí,lamuchachacomenzóamoversesiguiendoelritmodelamúsica,algoqueprovocóenPablounanotabledesazón.

Élnosabíabailar.Patricianotardóendarsecuentadeesto.Aprovechandoelrelativosilencioquese

produjoentredoscanciones,seinclinóhaciaPabloylepreguntó:—¿Notegusta?—¿Elqué?—Elconcierto.Estásahítanquietoqueparecequeteaburres.—Oh,no,meencanta.Loquepasaesque…,enfin,quenosé…—¿Bailar?¿Nosabesbailar,eseso?Elmuchachoasintió,algoavergonzado;Patriciaseechóareír.—¡Perosiahoranadiesabebailar!—exclamó—.Loúnicoquehayquehaceres

seguirelritmodelamúsica.Mira…Aprovechandoelcomienzodeunanuevacanción(estavezunabaladamáslenta

quelosanteriorestemas),Patricialevantólosbrazosycomenzóamoverlascaderasylospiesalcompásdelamelodía.

—Vamos,hazlomismoqueyo—leinvitó,conunasonrisa.Pablo tragósalivaunpardevecesy luegointentó imitar losmovimientosde la

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muchacha. Pero un fenómeno extraño bloqueó sus esfuerzos: si se concentraba enmover las caderas, lospies sedescordinaban,y si entoncesprestabaatencióna suspies,lascaderasperdíanelritmo.Alcabodeunossegundoscadaunadelaspartesdesuanatomíaparecíaobstinarseenllevarlacontrariaalamelodía.

—¡No,no,no!Asíno—riólamuchacha—.Estásagarrotado;loquetienesquehaceressoltarte.

—Ya lo intento, demonios —masculló Pablo, sonrojándose—. Pero no es tansencillo…

—Deacuerdo,vamosahacerunacosa: túmeestásenseñandomatemáticas,asíqueyo te enseñaré abailar.Ven, agarrados serámás fácil—Patricia rodeó con losbrazoselcuellodePablo—.Todoloquetienesquehaceresdarvueltasdespacitoymoverunpocolascaderas,¿vale?Túsígueme.

Cuando Pablo, apretado contra el cuerpo de la muchacha, se puso a girarsiguiendolamúsica,elmundoenteroyadabavueltasymásvueltasasualrededor.Elperfume de Patricia, su calor, el tacto de su piel, todo aquello era como un licorembriagadorquevolvíaligeralanocheyllenabadelucesmágicasyaromasexóticoscadarincóndelestadio.Durantepocomásdeunminuto,eltiempoqueduróaquellalenta balada, Pablo creyó estar deslizándose por un océano de nubes, como unagaviotasuspendidaentreelcieloyelmar,yalfinal,cuandolamelodíadesgranabasusúltimasnotas,sintiólaimperiosanecesidaddebesaralamuchacha,peroalgo—la timidez, la vergüenza— pareció bloquear sus emociones, como un muroconteniendounainundación.Sinembargo,justoenelmomentoenquelafuerzadesudeseoestabaapuntodederribarlosúltimosobstáculos,labaladaconcluyóydiopasoaunaaceleradacanción.Patriciaseapartódeélycomenzóasaltaryabailarcon toda su atención centrada en el escenario, y Pablo se sintió en cierto mododefraudado,comosiunaocasiónúnicasehubiesedesvanecido.

El concierto concluyó a la una y media de la madrugada. Patricia y Pabloabandonaronelestadioysedirigieron,paseandolentamente,alaparadadelautobús.Comentaronlasincidenciasdelrecital,yhablarondemúsica,desusgustosydesusaficiones. Por el camino, lamuchacha compró un par de latas de cerveza y se lasbebierondespaciomientrasesperabanelautobús,que,porserunservicionocturno,tardó casimedia hora en llegar. Durante el trayecto, camino deAravaca, Pablo lecomentóa ella supropósitode estudiarExactasyFísica,paradedicarse luegoa lainvestigación.Ellaleconfesósusecretaesperanzadeconvertirseenmodeloyviajarpor todoelmundoy salir en lasportadasde las revistas, y él ledijoque con todaseguridadloconseguiría,porqueeraunamuchachapreciosa.

Al llegaral finalde la líneaPablo insistióenacompañaraPatriciaasucasa,yjuntosseinternaronporlasdébilmenteiluminadascallesquecruzabanlascoloniasdechalés, caminando ahora en silencio, como si de pronto no hubiera nadamás quedecir. Pablo notaba un cosquilleo en el estómago y una leve sensación de mareo,producto, sin duda, de las cervezas que, por primeravez en suvida, había bebido;

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pero,además,sesentíaextrañamenteexcitado,comosialgomuyimportantefueseasucederdeunmomentoaotro.

—Yahemosllegado—dijoPatricia.—Esverdad…—Pablo,abstraídoensuspensamientos,nosehabíadadocuenta

dequeseencontrabanfrentealacasadelamuchacha—.Bueno,muchasgraciasporlainvitación.

—Graciasati.Hasidounanochegenial;¿telohaspasadobien?—Sí,sí.Hasidofantástico.—Mealegro—lamuchachasonrió—.Enfin,nosveremosmañanaenelcolegio.

Buenasnoches.PatriciaseinclinóhaciadelanteparadespedirsedePabloconunpardebesos.Y

entoncesocurrió.QuizáfuelaLuna,quebrillabaredondaenelcielo,oelinflujodelaprimavera,

consuaromaafloresyamielflotandoenelaire,o,másprobablemente,losefectosde la cerveza. Fuera como fuese, Pablo se dejó llevar por la cálida sensación deeuforiay abandonoqueparecíabrotar comoun torrentede su interior, y rehuyó lamejilla que le ofrecía la muchacha; buscó sus labios, y la besó con fuerza,estrechándolaentresusbrazos,y…

Yalgomarchabacondenadamentemal.PorquePatricia,lejosderesponderalbeso,sehabíaquedadomuyquieta,conlos

labiosapretadosyelcuerporígido.Pablodejódebesarlayparpadeódesconcertado.Ellaseapartóunospasosysacudiólacabeza.

—Esto es un error —dijo, el rostro repentinamente serio—. Tú y yo somosamigos,nadamás.

—Pero…—Pablonotócómoelruborenrojecíasusmejillas—.Creíque…—Escucha,salgoconotrochico,pensabaquelosabías…—lamuchachafrunció

el ceño—. Supongo que la culpa es mía; debo de haberte dado a entender algoequivocado,perdóname—simulóunasonrisamientrasabríalapuertayentrabaenlacasa;luegoañadió—:Lomejorseráqueolvidemosesto,¿vale?

Pablovioconhorrorquelapuertasecerrabaydeseóqueunrayocayeradelcieloy le fulminara, que un camión de gran tonelaje surgiera de la oscuridad paraaplastarlecontraelasfalto,que la tierraseabrierabajosuspiesyse lo tragara.Endefinitiva,deseóserotrapersona,noestarallíenaquelmomento.

Luego bajó la cabeza y, sintiéndose el individuo más ridículo del universo,comenzóacaminarlentamentehaciasucasa.

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7.Elyatiri

Pablodurmiómuymalaquellanoche.Porlamañanasedespertóconunintensodolordecabezayelestómagorevuelto,asícomoembargadoporunaterriblesensacióndevergüenzaybochorno.Losproblemas físicos se solucionaríanconunasaspirinasyunpardeAlkaSeltzer,peroelasuntodelavergüenzaibaasermáscomplicadoderesolver.

¿Cómo se le había ocurrido besar a Patricia? ¿Cómo se le había pasado por lamentequeunachicatanmaravillosapudierasentiralgoporuncretinocomoél?

—¿Tepasaalgo,Pablito?—preguntódoñaFlor.—Nada,quehedormidopocoytengosueño—contestóPabloque,sentadoala

mesadelacocina,intentabadarcuentadeldesayuno.Lamujerfruncióelceñoyledirigióunamiradaescéptica,asíqueelmuchachose

apresuróacambiardetema:—¿Ymispadres?—Ayerllegaronmástardequetúytodavíanosehanlevantado.¿Seguroqueno

tepasanada?—Claro—elmuchachofingióunasonrisa—.Estoyperfectamente.Pero Pablo distaba mucho de encontrarse ni tan siquiera bien. En realidad se

sentía rechazado, herido, ridículo y avergonzado, pero eso no era lo peor; lorealmentemaloeraqueteníaqueiralcolegio,yallíseencontraríaconPatricia,ynosabríaquédecirle.

PablollegóalAlbertoMagnoconalgunosminutosderetraso—paranocorrerelriesgo de toparse con la muchacha— y no abandonó el aula en toda la mañana,aunque tampoco consiguió prestarmucha atención a las clases. De hecho, pasó lamayor parte del rato intentando encontrar alguna excusa que justificase sucomportamiento con Patricia.Quizá podría decirle que todo había sido una broma(pero eso sonaba aún más ridículo), o que había sufrido un ataque de locura(demasiadomelodramático),oqueunsupuestohermanogemelolehabíasuplantadolanocheanterior(demasiadoincreíble).Trasmuchoratodereflexión,decidióquelomejorquepodíahacereradecirlaverdad:lacervezaselehabíasubidoalacabezaylehabíahechoperderelcontrol.Aunque,claro,noteníaporquédecirlelaverdadesemismo día, así que se las arregló para abandonar el aula con unos minutos de

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antelación,recorriórápidamentelosvacíospasillosysaliódelcolegioconvencidodequenadielehabíavisto.

Estabaequivocado.VíctorMuñoz se encontraba indolentemente sentado en las escaleras de salida,

fumandounfurtivocigarrilloysintiéndosevagamentemalhumorado.Habíadecididosaltarselaúltimaclase,ladeliteratura—élpasabamuchodeesosrollos—,asíquellevabaunbuenratoesperandoaqueel timbresonarayPatriciasereunieraconél,cuandoadvirtiólapresenciadePablo.Unanegranubesecernióalinstantesobresuyadeporsítormentosocarácter;arrojóalsuelolacolillayseinterpusoenelcaminodelmuchacho.

—TúeresPabloSousa,¿verdad?—dijoentononadatranquilizador.Pablolevantólamiradasobresaltadoytragósaliva.Víctornosóloeradosaños

mayorqueél,sinoquetambiéneramuchomásgrandeymuchomásfuerte,y,paracolmo de males, parecía realmente enfadado, así que Pablo hizo lo único que enaquellas circunstancias podía hacer: boqueó un par de veces, parpadeó connerviosismoysequedómudo.

—¿Sabes?, he oído por ahí algomuy, pero quemuy feo—prosiguióVíctor—.Creoqueanocheintentastemeterlemanoamichica,¿escierto?

—¡No! —exclamó Pablo sacudiendo la cabeza—. Ni siquiera la toqué, te lojuro…Fuimosalconciertoy…yosólo…sólo…

—¿Túsóloqué?—Víctoravanzóunpaso,amenazador—.Leechasteunmorreo,¿no?Queríasdarteelloteconminovia,¿verdad?—clavóeldedoíndicedesumanoderechaenelesternóndelmuchacho—.Puesescúchamebien:noseteocurravolveraponerleunamanoencimaaPatricia;nisiquierahablesconella,nilamires.Esmichicaycomomemosqueetevoyapartirlacara,niñatodemierda.¿Estáclaro?—tras una tensa pausa,Víctor se dio la vuelta y comenzó a alejarse, pero de prontopareciócambiardeidea—.¿TúporquécreesquePatriciahaestadosaliendocontigo,eh?—dijomientras volvía sobre sus pasos—. ¿Por tu cara bonita?—profirió unarisotadasarcástica—.Losde«laRepública»oscreéismuy listos,¿verdad?Pensáisque sois más inteligentes que la puñeta, pero sólo sois una pandilla de capullos.Patriciasaliócontigoporqueselopidióeseloqueroquehancontratadoparaquenoseosvayalaolla.

Pablosequedóconlabocaabierta.Desdeelinteriordeledificiollegóelsonidodeltimbrequemarcabaelfinaldelasclases,peroélnisiquierasediocuenta.

—¿Quédices…?—musitó.—Loqueoyes,atontado.EldoctorMendizábalhablóconPatriciayledijoquetú

tenías problemas de adaptación, o no sé qué leches, y que ella podía ayudartehaciéndoseamiga tuya—seechóa reír—.Poresomichicasaliócontigo,pringao,porqueledabaspena.

AlgoocurrióenelinteriordelcerebrodePablo.Fuecomosiunrelésaltara,comosi sus pensamientos se disolvieran en medio del chisporroteo de un cortocircuito

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mental,ydeimprovisodejódepercibirotrosonidoquenofueralarisadeVíctor.Nisiquierasediocuentadeque losalumnoscomenzabanasalirdelcolegioyapenaspercibió cómo el miedo que hasta aquel momento había sentido se trocaba,repentinamente,enfuria.

—Esoesmentira…—murmuró.—Noloes,capullo.Losde«laRepública»estáiscomocabras,ytúereselmás

chifladodetodos.Nosabríasenrollarteconunatíaniaunquetedieranunmanualdeinstrucciones.LoquepasaesquePatriciavadebuenapor lavidaytehasacadoapasear,ytú,mierdecilla,¡tehascreídoquelegustabas!¿Notedascuenta,imbécil,dequeunatíacomoPatriciajamásseenrollaríaconunmonstruocomotú?

—Nosoyunmonstruo…—musitóPablo,lospuñosapretados.—Síqueloeres.Unmonstruopatético.PablosóloveíaahoraelrostroarrogantedeVíctor,comosiestuvieraproyectado

enunagranpantalladeciney,deimproviso,unvelorojocubriósumiradaysintiócómolairahervíaensuestómago,ydeseócontodassusfuerzasgolpearaquellacaraburlona.Entoncesperdióelcontroly,profiriendoungrito,seabalanzócontraVíctor.

PeroVíctornosóloeramásgrandeymásfuertequeél,sinoqueademásestabaacostumbradoapelear,demodoqueeludiócon facilidadsus torpespuñetazosy leconectóundirectoalojo.Pablosederrumbósobreelsuelo,perovolvióalevantarseinmediatamente—no sentía dolor, sólo furia—y se lanzó de nuevo contraVíctor,querespondióasuataqueconunferozpuñetazo,estavezenlanariz.

Pablo cayó de rodillas.Ahora sí que le había dolido; las lágrimas cegaban susojosylasangresederramabacomojarabecalientesobresucaraysupecho.Aunasí,elmuchachoseincorporódenuevo,tambaleante,eintentóencararseconVíctor,peroalguiensurgiódeentreelgrupodejóvenesquesehabíacongregadoasualrededorylesujetóporloshombros.

—Nosigas—dijoeldesconocido—.Tevaamatar.Pablo se enjugó las lágrimas con lamanga de la camisa y contempló el rostro

inexpresivodeFote.—¡Déjame!—gruñóelmuchacho,intentandoliberarse.—Eso,déjale—dijoVíctor,hinchandoelpechocomounpavo—.Esecríoquería

sacudirmeynecesitaunalección.Fote ignoró las bravuconadas de su amigo y le dijo a Pablo en voz baja:—Es

mucho más fuerte que tú. Nadie va a considerarte un cobarde si te vas —Pablointentó revolverse, así queFote le sacudió por los hombros—. ¿Nodicen que eresmuylisto?—preguntó—.¡Pueslárgatedeunavez!

Pablopermanecióunossegundosinmóvil,conmocionado,hastaque,depronto,lafuria se esfumó, convirtiéndose en un dolor interno, sordo y triste. Se apartó consuavidaddelasmanosdeFote,intentólimpiarselasangrequemanabadesunarizycomenzóaalejarsedespacio,conlacabezagacha,endirecciónalinteriordelcolegio.Justocuandoestabacruzandolapuertadeentradaunavozlecontuvo:

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—¿Peroquétehapasado?PablolevantólamiradayvioaPatricia,apuntodesalir,consushermososojos

contemplándolealarmados.—¿Escierto?—preguntóelmuchachoconunhilodevoz.—¿Elqué…?—¿SalisteconmigoporquetelopidióMendizábal?¿Esesoverdad?—Bueno…yo…—Patriciabajólacabeza.Pablonotócómolaslágrimasanegabansusojosyechóacorrer.

***El doctorMendizábal contempló con sorpresa el rostro tumefacto de Pablo. El

muchacho acababa de entrar en su despacho como una tromba, sin anunciarse nillamaralapuertatansiquiera.

—¿Peroquétehapasado?—preguntóelpsicólogo.—UstedhablóconPatriciaArroyo,¿verdad?—dijoPabloconelalientoagitado

—.¿Porqué?Mendizábalparpadeóunpardevecesyadoptóunaexpresiónprofesional.—¿Quieressentarte?—dijo,señalandounasilla.—¡No,malditasea!—exclamóPablo—.Noquierosentarme,quieroquemediga

porquélepidióaPatriciaquesalieraconmigo.Elpsicólogoseacomodóensusillónypermanecióunossegundospensativo,con

lavistaposadaenlasuperficiedelordenadoescritorio.—Escucha,Pablo—dijofinalmente—:cuandoelProgramaEspecialsepusoen

marcha, algunas voces se alzaron en contra del agrupamiento de los alumnossuperdotados. Decían que algo así dificultaría vuestra socialización y a la largaacabaría provocando graves problemas psicológicos. Y, ¿sabes?, en cierto modoteníanrazón—suspiró—.Vosotrossuperáisconcreceslascapacidadesintelectualesdecualquieradultonormal,peronoocurrelomismoconvuestramadurezemocional.Enesesentidosois…—buscólapalabraadecuada…frágiles.Estáisacostumbradosaanalizarlo todo desde un punto de vista racional, pero las emociones no puedencomprenderseasí.Laafectividadrequiereexperiencia.

—Asíqueusteddecidióconseguirmeunaamiga—leinterrumpióPabloconrabia—.Paraproporcionarmeunpocodeexperienciaafectiva,¿noeseso?

—Te equivocas. En realidad el problema surgió con el intento de suicidio deBenito Moreno —Mendizábal hizo una pausa—. Era evidente que eso os iba aafectar,demodoqueconsiderénecesariointervenir.PatriciaArroyoteníaproblemascon las matemáticas y tú podías ayudarla; a cambio, mejorarían tus habilidadessociales, te abrirías almundo exterior y, quizá, el desgraciado incidente deBenitoinfluiríamenosenti.

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—Pero,¿porquéyo?—volvióainterrumpirlePablo—.HayotrosalumnosenelProgramaEspecial;¿porquédemoniostuvoqueescogermeamí?

Mendizábaltardóunossegundosencontestar.—Porque, aunque quizá no te des cuenta, estás pasando por unos momentos

difíciles.Creoquetienesproblemas,Pablo,quesufresunacrisisdeidentidadyquelarelacióncontuspadresnoestodolosatisfactoriaqueseríadedesear.

—¡Peroesonoledaderechoaentrometerse!—gritóelmuchacho—.¿Quiénsecreequees?¿Dios?

—Yosólopretendoayudarte—dijoconvozsuaveeldoctor.—¡Puesasínolovaaconseguir!—Pablohizounapausa—.Novuelvaameterse

enmivida,¿entiende?Jamásvuelvaahacerlo.—Estássiendoirracional,Pablo.—¡Yunamierdairracional!—gritóelmuchacho;luego,temblandodeira,barrió

deunmanotazolospapelesquehabíasobreelescritorio—.¡Déjemeenpaz!¡Ynoseinmiscuyaenmivida!

Pabloapretólosdientesyabandonóeldespachodandounportazo.

***—¿Dóndeestánmispadres?—preguntóPablo,agitado.DoñaFlorenarcólascejasaladvertirelojomagulladodelmuchachoylasangre

yasecaquemanchabasusropas.—¡Diosmío!—exclamó—.¿Peroquétehapasado,m'hijito…?—¡¿Dóndeestánmispadres?!—insistióagritoselmuchacho.—Se fueron a mediodía —respondió la mujer, desconcertada—. Dijeron que

regresaríandentrodeunasemana.—¿Sehanido?—Pabloresoplóaturdido—.Perosisemarchabanellunes…—Porlovistodecidieronadelantarelviaje.Handejadounanotaparati,ydinero.—Se hanmarchado—Pablo sacudió la cabeza con dolida incredulidad—. Sin

despedirsedemí,sindecirmenada…—Nohabíaotrovuelo,Pablito;teníanprisaynopodíanesperar—doñaFlorse

aproximóaél—.Ahoratenemosquelimpiarteesasangre,ycurarteelojo…—¡Déjemeenpaz!—gritóelmuchacho—.¡Estoyhartodequemediganloque

tengoquehacer!Pabloapartódeunempujónalamujeryechóacorrerhaciasudormitorio.Doña

Flor se quedó sola en la cocina, preguntándose qué podría haberle pasado a aqueljovencito,usualmentetanpacífico,paraquesecomportasedeaquellamanera.

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Pablopasótodalatardeencerradoensuhabitación,tumbadoenlacamayconlapersianaechada.Allí,enelcentrodelaoscuridad,suspensamientosseguíanuncursoerrático: pasaban del dolor del rechazo a la irritación de saberse manejado. Enocasiones lloraba desconsoladamente, a veces maldecía en voz alta su propiaestupidez, pero la mayor parte del tiempo se limitaba a permanecer en silencio,tumbadobocaarriba,conlamiradafijaeneltechoyelcorazónheridodetristeza.

Variasvecesescuchó,alolejos,elsonidodelteléfono,ytambiénoyóadoñaFlorllamando con los nudillos en la hoja de la puerta, rogándole en voz baja que leabriese.PeroPablonoprestabaatenciónanadadeloqueocurríaasualrededor,yaqueensuuniversoahorasólohabíalugarparalaautocompasión,paralaimpotencia,paralapena.

Habíasidoun ilusoalcreerquePatriciapodría llegara interesarseporél,yunidiotaalconfiarenlosadultos.Nisiquierasuspadresestabanallíparaconsolarlo.Sehabíanido,dejándolesolo,sindecirlenada,aunqueenrealidadellosnuncaestaban,porque lo único que les preocupaba era su rendimiento escolar, su portentosainteligencia.

Ah,sí,suspadresestabanmuyorgullososdetenerunhijosuperdotado;eracomoun triunfo personal, como una demostración de su superioridad, de su elevadacondición intelectual. SÚPER, como Superman, y DOTADO, que posee dones.SUPERDOTADO…sonababien,¿verdad?Selellenabaaunolabocaaldecirquesuhijoesunsuperdotado.

Pero eso es basura, pensó Pablo. ¿De qué le valía ahora ser un malditosuperdotado?Lachicaquelegustabalehabíarechazado,eldoctorMendizábalhabíajugadoconél,VíctorMuñozlehabíadadounapalizaysuspadresdesaparecíansinmolestarsesiquieraendespedirse.Perfecto.

¿Superdotado?No,nimuchomenos.Élera…¿CómolehabíallamadoVíctor…?Ah,sí,unmonstruopatético.

Yteníarazón,esoeraél:unridículoypatéticomonstruodeferia.Pablonosaliódesucuartohastapasadas lasoncede lanoche,cuandodejóde

escuchar los pasos de doña Flor y supuso que la mujer se había retirado a sudormitorio.Lacasaestabaaoscuras,peroelmuchachonoencendióningunaluz;sedirigió despacio, procurando no hacer ruido, al cuarto de baño, cerró la puerta,conectó el fluorescente y se miró al espejo. Tenía un aspecto horrible, con el ojoizquierdoamoratado,elderechoenrojecidoysangreresecamanchandosurostroysucamisa,asíqueselavólacaraconaguafríayprocedióasecarseconunatoalla.

Entonces,reflejadoenelespejodellavabo,advirtióelpequeñoarmariodeparedquehabíaasuespalda,ellugardondeguardabansuspadreslasmedicinas.Seacercóal botiquín sin dejar de mirarlo, como hipnotizado, y lo abrió, y contempló sucontenido:aspirinas,vendas,alcohol,mercromina, jarabepara la tos,antibióticos…Y,depronto,susojossedetuvieronenunfrascodecolorambarinollenodepíldoras.

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Eransedantes;sumadrelostomabacuandopadecíadeinsomnio.Sedantes.Barbitúricos.Cogióelfrasquitoylosopesóenlamano.Eramuyligero,casiinsignificantey,

sinembargo, leatraíacomoun imán.¿Porquénoseatrevíaahacer lomismoquehizoBeni?Acabarcontododeunavez,quitarsedeenmedio…Contemplódenuevosu imagen en el espejo: Pablo Sousa, el alumno superdotado, el genio de lasmatemáticas,elmonstruopatético.

Destapó el frasco y dejó caer un puñado de pastillas en el hueco de lamano.¿Cuántas serían necesarias paramorir?Quizá fueramejor tomarlas todas.Abrió elgrifoyllenóunvasodeagua.Yclavólamiradaenlaspíldoras,tanblancasallísobresumano,amediocaminoentreelfrascoylaboca.

Lossegundostranscurrieronconasfixiantelentitud.De improviso, Pablo profirió un débil gemido y tiró al suelo las pastillas.

Asustadode símismo, seechóa llorar,y abrió lapuerta,y recorrióa la carreraelpasillohasta llegar al salón,y allí sedetuvo, enmediode las sombras, rodeadodeobjetosfamiliaresqueahoraseleantojabanextraños.

Noeracapazdematarse.Paseólamiradaporeloscurosalón,buscandoalgoqueletranquilizara,algoalo

que asirse, y entonces sus ojos encontraron elmueble bar. Sin vacilar un instante,comosiésefuerasuinicialpropósito,Pablocogiólaprimerabotellaqueencontró,sesirvióunaexcesivadosisdewhiskyyvacióelvasodeuntrago.

El alcohol ardió en su estómago, le hizo toser y lagrimear.Cuando recuperó elaliento,llenóelvasodenuevo,yluegootravez,yotra…

ApenasmediahoramástardePabloperdióelconocimiento.

***Cuando Pablo recobró el sentido, estaba vomitando en el retrete y alguien le

sujetabalacabeza.—¿Otravezentrelosvivos,Pablito?—preguntódoñaFlormientraslesecabael

sudordelafrente.Pablointentódeciralgo,perounaviolentaarcadacortósuspalabrasderaíz.—Nohables,m'hijito—prosiguiólamujer—.Anda,arrojatodoesealcoholque

llevasdentro.Peroelmuchachononecesitabaqueleanimaranahacertalcosa,asíqueagachó

lacabezaysiguióvaciandoelestómagoenlatazadelretrete.Tres cuartos de horamás tarde Pablo estaba en la cocina, sentado frente a un

tazóndecaféconleche.Sutezhabíaadquiridountonocerúleoquecontrastabaconelintensovioletadelojomaltrecho.

—¿Yaestásmejor?—preguntódoñaFlor,acomodándosefrenteaél.

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—No…—musitóelmuchachoconunhilodevoz—.Estoyfatal…—Nome extraña, papito; te bebiste casi una botella completa dewhisky. ¿No

creesqueeresdemasiadojovenparahaceresaburrada?—Meencuentrofatal…—repitióPablo,cerrandolosojos.—Anda,bébeteelcafé;teharábien—doñaFlorsereclinócontraelrespaldode

suasiento—.¿Yahora?¿Mecontarásporquéhashechoesto?—Porquemequieromorir—repusoelmuchachotrasunalargapausa.—Ah…Supongoquetendrásunabuenarazónparaquererunacosaasí,¿no?—Todovamal—repusoPablo agachando la cabeza—.Soyun asco y…yme

sientosolo.—Yaveo—doñaFlorfruncióelceño—.Tevoyacontarunacosa,Pablito:enmi

paíshaymilesdechicosquedaríanunbrazoporestarentupiel.Cuentantusmismosaños, o menos, pero no tienen padres, ni dinero, ni siquiera un techo dondeguarecerse.Vivenenlascalles,limpiandozapatos,omendigando,orobando.Aellossíquelesvamal,¿noteparece?

—Peroeldineronoloestodo…—Salvoquenotengasnada—suspiró—.Peroesverdad,lasheridasdelcorazón

son lasmásdifícilesdecurar,y supongoque túnoestásasí solamenteporeseojohinchado.Hayunamuchacha,¿verdad?—sonrió—.No,nomelodigas;imaginoqueahoranoestásdehumorparaplaticar.Perosé loquesientes.Mimamásolíadecirquenohaymayorsoledadqueladelamantedespechado—sepasóunamanoporlafrente con gesto cansado—. Pero escucha algo: hace dos años, cuando murió miesposo, yome quedé sola.Y eso sí que era soledad,m'hijito, soledad de la que tecomelasentrañas,delaqueteestrujaelcorazónyterobaelaliento,porqueesunasoledadsinesperanza,porquesabíaquejamásvolveríaaveramiqueridoLuis.Yyotambién quise morirme… —se inclinó hacia el muchacho con expresiónrepentinamenteceñuda—.Peronisemepasóporlacabezamamarmeunabotelladeaguardienteentera.Me tragué las lágrimas,apreté lospuñosy tirép'alante,porqueesoes loquehayquehacer,pormuymalquenos trate lavida—sonriódenuevo,estavezconalgodetristeza—.Mipapádecíaunacosa:lavidaescomounapelea,yenunapeleanoimportacuántasvecestecaes,sinocuántasvecestelevantas.Aunqueahora—añadióponiéndoseenpie—loquetútienesquehacernoeslevantarte,sinoacostarte.

Pablo, todavíadébilymareado, sedejóconducirdócilmentea sudormitorio,ypermitióquelamujerlearropaseconlassábanas,comosifueraunniñopequeño.

—Buenasnoches,m'hijito—dijoella,apagandolaluz—.Procuradescansar.—DoñaFlor…—¿Sí?—Nosevaya…Lamujersonriócondulzuraysesentóenelbordedelacama.—Deacuerdo—dijo—,mequedaréunratito.¿Notienessueño?

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—Sí,peronosésipodrédormirme…—Bueno, bueno—doña Flor comenzó a acariciar suavemente los cabellos de

Pablo—.Miabuelitameenseñóque lamejor formadeconjurarel sueñoescontarhistorias. Cuando mi hijita se asustaba por las noches y no podía dormir, yo lehablaba de los tiempos de los incas. Seguro que sabes quiénes fueron los incas,Pablito.ConstruyeronungranimperiomuchoantesdequeColónvinieraaenredarlotodo;eranunpueblosabioyorgullosoqueedificóenormesciudadesen laselva,ygrandestemplosconformadepirámide—susojossevolvieronsoñadores—.Yosoymedioquechuaymedioaimara,asíquelasangrede los incascorrepormisvenas.¿HasoídohablardeMancoCápac?¿No?Puesescucha…

En voz baja, doña Flor comenzó a narrar la historia de un tiempo en que loshombresnoteníannicasas,niciudades,nisabíancultivarlatierra,niconocíanelartede hilar, y le explicó a Pablo que el Solmiró a la Tierra y se compadeció de loshombres,ylesenvióasushijos,AyarKachi,AyarUcho,AyarSaucayAyarManco,para que llevaran el conocimiento a la humanidad. Y luego le contó cómo AyarManco, acompañado de su hermana Mama Ocllo, clavó una vara de oro en unhermosovallellamadoHuanacauriylesdijoaloshombresqueaquélseríaelcentroen torno al cual deberían construir una inmensa ciudad; pero cuando los hombrescomenzaronaedificarlascasasylostemplos,elvientosoplócontalfuriaqueechópor tierra todo lo que habían construido. Entonces Ayar Manco, que luego seríaconocidoporMancoCápac,elprimerode los incas,encerróalvientoenuna jaulay…

DoñaFlor interrumpiósurelatoaladvertirque larespiracióndePablosehabíavuelto lenta y acompasada. Se inclinó hacia delante, comprobó que el muchachoestaba dormido, le arropó de nuevo con las sábanas y luego salió del dormitorioprocurandonohacerelmenorruido.

***Pablosedespertóconunhorribledolordecabeza,elestómagorevueltoyelojo

izquierdotumefacto.Alabrirlapersiana,laluzdelsollediodirectamenteenlosojosy él sintió como si una aguja candente se le clavara entre ceja y ceja. Salió deldormitorio y se dirigió al cuarto de baño. Estaba muerto de sed, así que bebiódirectamente del grifo del lavabo durante un buen rato. Luego se tomó un par deaspirinasyfuealacocina.

—Buendía,Pablito—le saludó alegrementedoñaFlor, que en aquelmomentoestabapreparandoeldesayuno—.¿Cómoteencuentras?

—Comounapelotadefútboldespuésdeunpartido—elmuchachocerrólosojosysellevóunamanoalacabeza—.Estoyfatal…

—Mi tío Aristarco siempre decía que los hombres no beben para olvidar sus

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penas,sinoparaqueesaspenaslesparezcanmáspequeñascuandolascomparanconlaresaca—seacercóalfrigoríficoyabriólapuerta—.Poresomitíoteníaunarecetasecreta —cogió un vaso lleno de un espeso líquido rojizo—: el cura-penas deAristarcoHuanaco.Tómatelo,teharábien.

Pablocontemplócondesconfianzaaquelsospechosobrebaje.—¿Dequéestáhecho?—Llevazumodetomate,aceitedeoliva,pimientanegra,cayena,tabasco,limón,

sardinas trituradas, nuez moscada, un huevo crudo, y algunas cosas más que heencontradoporahí.

—¡Peronadiepuedetomarseeso!—exclamóalarmadoPablo.—Tonterías—dijodoñaFlor.Yconaireresueltoseacercóalmuchacho,lepusoelvasoenlabocayleobligóa

vaciarlo de un trago. Aquel líquido sabía tan rematadamente mal como sucomposición daba a entender y, además, picaba mucho. Tras jadear durante unossegundosPablorompióasudar,yasíestuvo,coloradoysudoroso,duranteunbuenrato.Pero,porsorprendentequepuedaparecer,alcabodeunosminutoselmuchachonotóquecomenzabaaencontrarsemejor.

—¡Eh!—exclamó—.Estofunciona…—Claro que funciona;mi tío Aristarco era un experto en resacas—doña Flor

acabódeservirlamesa—.Yahora,adesayunar.Pablodescubrióconsorpresaque,peseatodo,estabahambriento,asíquesetomó

todas las tostadas y dos tazas de café con leche. Cuando terminó el desayuno, suestadofísicoeramuchomásllevadero.Entretanto,doñaFlorpicóunpocodehielo,loenvolvióenunpañodecocinaytomóasientofrentealmuchacho.

—Pónteloenelojo—dijo, tendiéndole lagélidacataplasma—.Seguiráestandomorado,perolahinchazónbajará—sesirvióunatazadecafé,sinlecheniazúcar,ylediounsorbito—.Bueno—dijo,traspaladearlainfusión—,¿ahorayateencuentrasconfuerzasparacontarmetuscuitas?

Pablosepusoelhieloenelojoeinclinólacabeza.—Daigual—dijo—.Noesimportante.—Mira, Pablito, ayer llamaron del colegio y estaban muy preocupados por ti;

luegotelefoneóunaamigatuyaquetambiénestabamuypreocupada,yaesohayqueañadirle que llegaste lleno de sangre y con un ojo del color de un obispo porCuaresma.Porúltimo,teemborrachastehastacaerte—diounnuevosorboasucafé—.¿Ynadadeesotieneimportancia?Escucha,m'hijito,haydoscaminos:yopuedoponermearrechadepesada,durantehorasyhoras,hastaquemedigasloquetepasa,otúpuedesserunbuenchicoycontármelotodoahora.Loqueprefieras.

Pablo comprendió que doña Flor no hablaba por hablar, y que no le dejaríalevantarsedelamesahastaqueselocontaratodo,asíquetragósaliva,respiróhondoycomenzóarelatarsudesengañoconPatricia,losmanejosdeldoctorMendizábal,sudesastrosapeleaconVíctorylafrustracióndesentirseignoradoporsuspadres.

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Cuandoacabósurelatoelmuchachosesintiómuchomejor(ynosóloenloqueala resaca concernía). Era como si, con sólo hablar de sus problemas, hubieseconseguido expulsar el veneno que le roía por dentro. Doña Flor, que le habíaescuchadoensilencio,sinformularpreguntas,permaneciópensativaunbuenrato.

—Laverdadesquetienesmotivosparasentirtemal—dijoderepente—.Peroesono te da derecho a ponerte enfermo a tragos.Nadie debería beber tanto, ymuchomenosunmuchachotanjovencomotú.

—Descuide,doñaFlor;novolveréahacerlo.—Mejorqueasísea—lamujerenarcólascejas—.Mira,Pablito,estoysegurade

quetuspapástequieren.Loquepasaesqueaquí,enEuropa,todovatanrápidoquelas personas no tienen tiempo para escuchar a los demás, ni siquiera a sus seresqueridos.Perono le eches toda la culpaa tuspadres:deberíashaberplaticadoconelloshacetiempoynolohashecho—suspiró—.Encuantoaesedoctor,esverdad:nadietienederechoaentrometerseenlavidadelosdemás,aunqueimaginoquesuintenciónerabuena.Yesamuchacha,Patricia…Enfin,ayertetelefoneó.¿Porquénoledevuelveslallamada?

—¡Nihablar!—exclamóPablo—.Yahehechobastanteelridículo.—Ay,quécabezotaeres…—doñaFlorsuspiródenuevo—.Meparecequevasa

necesitarunaclasedeayudaqueyonopuedoofrecerte—seincorporóycomenzóarecogerlamesa—.EstatardeleharemosunavisitaadonRégulo.

—¿QuiénesdonRégulo?—Unyatiri—contestólamujer;yaclaró—:Unadivino.—Unadivino…—repitióPablo,desconcertado—.Pero…—Nadadeperos,Pablito.Tediréloquevasahacer:saldrásaljardín,tetumbarás

enunahamacaypasaráslamañanatomandoelsoltranquilamente.Luegocomeráslarica comida que pienso prepararte. Por la tarde seguirás descansando y luego, aúltimahora,iremosaveradonRégulo—doñaFloracallóconungestolasprotestasdelmuchacho—.Encuantoaesa talPatricia, tedirécuáleselproblema:nosabesbailar. Mi bisabuela Auxiliadora solía decir que las mujeres desconfían de loshombresquenosabenbailar,porqueunhombrequenosientelamúsicaserátambiénsordoalavozsilenciosadelamujer,lavozdelcorazón—sonrió—.Asíquemañanamismonosocuparemosdequeaprendasabailar.

***Don Régulo, un anciano quechua de rostro inconcebiblemente arrugado y tez

oscura,contemplóconelceñofruncidoalmuchacho.LuegoseencarócondoñaFlorydijoentonoirritado:

—Ima paj apamuanqui kay iuraj munoman, doña? Kan mana kanquichullauarnymantaniregsyquichukostumbresniquita.

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Loque,traducidodelaviejalenguadelosincas,veníaaquererdecir:«¿Paraquéme trae a este mono blanco, doña? No es de nuestra sangre, ni conoce nuestrascostumbres.»

—Kayhujllokallachinkaska,donRégulo—contestólamujer—,paytariymunanhujrumbutakanyanapanayquitarij.

«Pero es un muchacho perdido, don Régulo, y necesita que usted le ayude aencontrarelcamino.»

Pablo, sin comprender nada de lo que decían, miró alternativamente a los dosbolivianos.Todavíanoteníanadaclaroquédemonioshacíaélallí,consultandoaunyatiri,unadivinooloquefuera.Peroelcasoesque,alasochodelatarde,doñaFlorlehabíacogidodelbrazo, lehabíasacadodecasay lehabíametidoenunautobúsque loscondujoaunbarrio situadoal surdeMadrid.Luego le llevóaunhumildepisodondefueronrecibidosporunamujermuy,peroquemuyvieja.DoñaFlorhablócon ella en quechua y, tras aguardar unos minutos, fueron introducidos en unapequeña habitación repleta de máscaras de madera y pequeños altares donde semezclaban dioses paganos con santos católicos. Allí, sentado en el suelo, lesaguardabaelyatiri.

—Estábien—aceptódonRégulo,trasunalargapausa—,caminaréporlassendasdesufuturo—sevolvióhaciaPabloydijomalhumorado—:¿Trajistelaguita?

Pabloparpadeó,desconcertado,ydirigióuna interrogadoramirada adoñaFlor.Lamujerasintiócon lacabezaysusurró:«eldinero»,demodoquePablosacódelbolsillounbilleteyseloentregóadonRégulo.

—Paraadivinarelfuturonohaynadamejorquelashojasdecoca—dijoelyatirimientrasguardabaeldinero—;peroenestetontopaísnohayplantasdecoca,asíquenostendremosqueconformarconlacenizadeltabaco.

DonRégulosacóunlibrillodepapeldefumaryunabolsadepicaduraycomenzóaliaruncigarrillo,recitandoentretantounamonótonaeincomprensibleletanía.Alacabar encendió el cigarro y comenzó a fumarlo con inusitada energía, dándolegrandes caladas que no tardaron en llenar de humo el reducido espacio donde seencontraban. De vez en cuando, entre bocanada y bocanada, el viejo bebíadirectamentedelabotellaunlargotragodeaguardientedecaña.

AlcabodeunosminutosPablocomenzóasentirse,nosóloridículo,sinotambiénaburrido,asíqueseinclinóhacialamujeryledijoenvozbaja:

—Estoesunatontería,doñaFlor.Vámonos…—¡¿Una tontería?! —exclamó el yatiri, interrumpiendo sus conjuros—. ¿Mi

poder es una tontería? —soltó un bufido—. Has de saber, muchachito, que nadapuede ocultarse amimirada, quemis ojos penetran en el corazón de los hombresigual que un cuchillo caliente hiende la manteca —masculló algo en quechua yprosiguió—:¿Creesquenopuedoverdentrodeti?¡Claroquepuedo!Túhasvenidoavermeporqueunacholaterechazó,yluegosunoviotepusomoradoeseojo,ytuspapástehandejadosolo,yanochetemamastebienmamado.¿Síono?

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Pabloenarcólascejas,asombrado.—¡Es increíble!—musitó, mirando alternativamente a doña Flor y al viejo—.

¿Cómolosabe?…—Yolosétodo—respondióelyatiri,guardándosemuymuchodecomentarque

aquellosdatos se los habíaproporcionadodoñaFlor cuando esa tarde le llamóporteléfonoparasolicitarunacita—.Yahoratenlabocacerrada.

DonRégulofruncióelceñoyvolviódenuevoasumonótonaletaníadeconjuros.Alcabodeunosminutosenmudecióycerrólosojos.

—Pachamamaestáaquí—dijodeimproviso.—LaMadreTierra…—musitódoñaFlor,muyseria.Elviejoentornólospárpadosyexaminóconatenciónlacenizadelcigarrillo.De

pronto,señalóconunsarmentosodedoalamujeryaPablo,alternativamente.—Vuestrosdestinosestánentrelazados—dijoentonoadmonitorio—.Osatacará

unjaguarmatadordehombres,y los lobosquerrándevoraroselcorazón,yquebrarvuestroshuesosparasorbereltuétano.Ysóloalgopodrásalvaros:creedenloquenoveis y confiad en quien os ha hecho daño—hizo una larga pausa y concluyó—:Confiadeneljaguar—seencogiódehombros—.Yaestá,esoesloquehevisto—contemplóaPablo—.¿Hasaprendidoelcaminoparallegaraestacasa?

—Pues…—elmuchachotitubeó—.Creoquesí…—Mejor,porquequerrásvolveraverme—arrojólacolillaauncuencodebarro

—.Esoestodo—concluyó—;marchaos.

***—¿QuéhaqueridodecirdonRéguloconesodeljaguaryloslobos?—preguntó

Pablomientrascruzabanlasoscurascallescaminodelaparadadelautobús.—No lo sé—respondiódoñaFlor,queparecíaunpocoausente—.Aveces los

yatirishablanconenigmas,perocuandollegueelmomentolocomprenderás.—¿Yporquéhadichoqueyoquerrévolveraverle?—Niidea,hijito.Perosiéllodice,asíserá.Prosiguieronsucaminoensilenciohasta llegara laparada.Apenashabíagente

porlosalrededoresysólodecuandoencuandoelruidodealgúnautomóvilrompíalaquietuddelanoche.

—DoñaFlor—dijodeimprovisoPablo—:¿cómomuriósumarido?Lamujerapartólamiradaypermaneciómudadurantelargorato.Cuandoporfin

sedecidióahablar,sutonoeraneutro,vacíodeemociones.—Luis era piloto de aviación. Trabajaba para una empresa cárnica de La Paz,

transportandodeunextremoaotrodeBoliviatoneladasytoneladasdecarnedevaca.Yoestabatanorgullosadeélquecadamañanaibaalaeropuertoaverledespegar,ylesaludabaconlamanocuandosuaparatocobrabaalturahastaconvertirseenunáguila

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recortadacontraelcielo.Queríatantoaesehombrequeelcorazónmedolíadesólopensarenél…—inclinólacabezaysuspiró—.Perounanoche,hacedosaños,tuveun sueño en el que veía a Luis cubierto de sangre, arrastrándose por el hielo ypronunciandominombrecondesesperanza…Despertémuertademiedo;miesposoestabadevueloyyosabíaquealgohorrible lehabíaocurrido—hizounapausa—.Lasmalasnuevassiempresonpuntuales,asíquenotardaronentraermelanoticia:elavióndeLuishabíasufridounaccidenteenlosAndes—sepasóunamanopor losojos—. Al día siguiente organizaron una expedición de rescate, e insistí enacompañarlos. Era la única mujer en un grupo de hombres, pero yomarchaba encabeza, trepando por paredes de piedra, cruzando abismos sin fondo, esquivandobloquesdehielograndes comocarros.Finalmente, al llegar a la cumbredel cerro,vimoselavióndestrozado;yallíestabaelcadáverdemiesposo, talcomolohabíacontemplado en el sueño —su voz se debilitó—. Y así fue como mi corazón serompióparasiempre.Yaúnahora,despuésdetantotiempo,sicontinúoandando,yrespirando,ylevantándomecadamañana,esparahonrarlamemoriadeLuisQuispe,miesposo.

DoñaFloralzó lamirada.Pablosesorprendióalnoencontraren losojosde lamujerlaslágrimasqueesperaba,sinounintensodestellodeira.

—Losiento—dijoelmuchacho—.Nodeberíahaberlepreguntado.—Pierdecuidado,Pablito,noteapures—sonriócondulzurayoteóelfondodela

calle—.Mira,yallegaelómnibus…

***Pablodurmiótodalanochedeuntirón.Alamañanasiguiente,doñaFlorinsistió

enquevolvieraa tomarel sol,y luego lepreparóunpollo sancochadoconyucayplátanoqueestabarealmentebueno.Mástardesededicóaelegirlelaropaqueibaaponerseesatarde.

—¿Adóndevamosair?—preguntóelmuchacho.—Abailar,m'hijito,abailar.—Perosinomeapetece…—Tonterías—concluyólamujer.DoñaFlorescogióparaélunospantalonesblancosyunacamisaestampadacon

floresdevivoscolores,porquedijoquelaropaalegrerefrescabalavistayanimabalos sentidos. A las seis de la tarde salieron a la calle y se dirigieron a una plazacercanadondelesestabaaguardandounamuchacha.

—Pablito—dijodoñaFlorconunasonrisa—:tepresentoaSamara,mihija.Pablo se quedó con la boca abierta: la hija de doña Flor era preciosa. Tendría

dieciséisodiecisieteañosyelcabellooscuroybrillantecomolacaoba.Erabajita,igualquesumadre,peroposeíaunafiguraproporcionadaygraciosa.Sucaraformaba

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un óvalo dorado donde dos ojos grandes y negros, algo almendrados, brillabanrisueños.Laboca,grandeycarnosa,sonreíamostrandounosdientespequeños,muyblancos.Parecíadulceyamable.

—Encantadadeconocerte,Pablo—dijo.—Ho—hola…—balbuceóelmuchacho.—Cierralaboca,Pablito—dijo,divertida,doñaFlor—,osetellenarádemoscas

—sevolvióhaciaSamara—.¿Adóndevamosair,hijita?—Meinformarondeunadiscotecaconbuenamúsica,mami.SellamaElTopo.—Puesnoperdamosmástiempo—sonriódoñaFlor—.VámonosparaElTopo.Unautobúsloscondujoalcentrodelaciudad.PorelcaminoSamaraseaproximó

discretamenteasumadreylepreguntóenvozbaja:—¿Nocorremospeligro,mami?—Unpoco,hijita—contestódoñaFlor—;peroelmuchacholoestápasandomal

ytenemosqueayudarle.Detodasformasellosestarándemasiadoocupadosconsussuciosnegociosparapreocuparsedenosotras.

Almenos,pensólamujer,enesoconfiaba.Aúnnohabíademasiadopúblicoen ladiscotecacuando llegaron.DoñaFlorse

acomodófrenteaunadelasmesas,perocuandoPablosedisponíaaimitarlaellalebloqueóelpasoconungesto.

—Ah,no,jovencito—dijo—.Túhasvenidoaquíparabailar,noparasentarte.—Perosinosébailar…—protestóPablo.—Poresomismito—volviólamiradahaciasuhija—.Anda,Samara,enséñale.Pablo,nadaconvencidodeloqueibaahacer,siguióalamuchachahastalapista

debaileque,paracolmodemales,enaquelmomentoseencontrabadesierta.Porlosaltavocessonabaunamúsicaalegreybulliciosa.

—AsíqueestoesElTopo—comentóPablo,mirandocohibidoenderredor—.Unnombreraroparaunadiscoteca.

—Noes el animal—dijoSamara—.Topo, enquechua, esunprendedor con elque las mujeres se sujetan el mantón. Pero la música que está sonando no esboliviana.

—Essalsa,¿no?—No,esunvallenatocolombiano.Elritmoesmáslento,fíjate…Samara comenzó a bailar. Sus pies trenzaron arabescos sobre el suelomientras

susmanossemantenían ingrávidasa laalturade lacintura.Deprontosedetuvoycontemplósonrientealmuchacho.

—¿Viste?Esfácil.Ahorahazlotú.—Perosinosé…—Claro que sabes. Todo lo que tienes que hacer es sentir la música. Vamos,

inténtalo.Pablosuspiróycomenzóaprestartodasuatenciónalamelodía,convirtiéndola

mentalmente en notas sobre un pentagrama.Contuvo el aliento y empezó a bailar.

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Apenas unos segundosmás tarde, sus pies se obstinaron, como siempre hacían, enseguiruncaminomuydistintoaldelamúsica.

—¿Ves?—dijoPablosacudiendolacabeza—:nopuedo.—Peroesquenoescuchaslamúsica—dijoSamara.—Claroquelaescucho.Además,heestudiadosolfeoy…—Éseeselproblema—leinterrumpiólamuchachacondulzura—.Entiendesla

música,perono lasientes.Mira:cierra losojosypiensaenalgoque teguste,algoagradable; luego permite que la música se mezcle con tus pensamientos y déjatellevar.

Pablosuspiróconresignaciónycerrólosojos.¿Quélegustaba?Lasmatemáticas,claro. Las matemáticas eran lógicas y ordenadas, en ellas todo resultaba fiable yreconfortantemente familiar. ¿Cómo podría expresarse esa melodía en términosmatemáticos?Uno—dos,uno—dos,uno—dos—tres…Elritmoerarápidocomounaecuaciónde tercergradoyposeía lagraciadeunaserienuméricadeFibonacci.Enrealidad,siseparabaapensarlo,aquellamúsicaestabadescribiendounacurvasobreelplano,unacurvaqueélnoteníalamenordificultadenseguir.Bastabaconintegrarcadanotayseñalarconlospiessupuntocorrespondienteenelsuelo.Sencillo.

—¡Bravo!—exclamóSamaraaplaudiendo—.¡Esoesbailar!Pablosedetuvo,desconcertado,yabriólosojos.Eracierto,pensóconasombro,

habíabailadosinperderelritmodelamúsica.—Increíble…—musitó—.Lohehecho.—Sí. Pero sólo es el principio. Ahora tienes que aprender los pasos. Mira,

comienzasconelpieizquierdohaciadelante,luegoelderecho,yahorahaciaatrás…Pasaron más de una hora ensayando los pasos de las distintas melodías que

desgranaban los altavoces:vallenatos, cumbias, boleros, charangas, salsa, bachatas,merengues…Entre tanto, sentada frente sumesa, doña Flor contemplaba con unasonrisa losprogresosdePablo.Elmuchachoestaba tanabstraídoen lamúsicaqueparecíahaberseolvidadodetodossusproblemas.

—¿EsustedlaseñoraHuanaco?—dijodeprontounavoz.—¿Perdón?… —doña Flor volvió la cabeza sobresaltada y contempló con

desconfianzaelbellorostrodelamujerquelehabíahablado.—SoySusanaVázquez,unaamigadeGladis—prosiguiólamujer,sentándosea

sulado—.¿Yalaencontrósusobrino?—¿Misobrino…?—Luis Hernández, el esposo de su sobrina. Estuvo hace unos días por aquí,

preguntando por usted. Había extraviado su dirección y tenía urgencia porencontrarla.

UnaalarmacomenzóasonarenelcerebrodedoñaFlor.Seincorporómuyseriaycogiósubolso.

—Losiento—dijo—,yonomellamoHuanaco.—Pero si nos presentó Gladis—protestó Susana, desconcertada—; frente a la

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CasadeBolivia…—Estáustedconfundida—sutonoeratenso—.Nosoyesamujer,¿entiende?No

losoy.DoñaFlorsedirigióconpasorápidohacialapistadebaile.Laestabanbuscando.

Eradeesperar,porsupuesto,perotenerconstanciadeello,saberacienciaciertaquesu vida estaba en peligro, le producía una gran inquietud.No por ella, no; ella noimportaba. Pero Samara sí. Su hija no tenía la culpa de nada, era inocente, yfinalmente iba a pagar los pecados de su madre. Doña Flor se mordió los labios.Habíasidounalocaaliraesadiscoteca.

—Pablo,Samara—lesllamóenvozalta—:tenemosqueirnos.—Perosiesmuypronto—protestóelmuchacho.—Estarde—insistiódoñaFlor—.Vámonos.—¿Pasaalgo,mami?—preguntóSamara.Doña Flor no quería preocupar a su hija, así que decidió ocultarle que un

misterioso«sobrino»andababuscándola.—No,nopasanada—fingióuna sonrisa—.Peronodebemos estar fuera tanto

tiempo.Anda,volvamosacasa.Mástarde,enelautobúsquelesconducíaaAravaca,PabloySamarasesentaron

juntosunpardeasientospordetrásdedoñaFlor.—¿Quélesucedeatumadre?—preguntóelmuchacho—.Deprontosehapuesto

muyseria.—Mimamátienemuchaspreocupaciones.Yaselepasará.Permanecieron en silencio durante unos minutos, contemplando a través de la

ventanillalaslucesdelocaso.—Muchasgracias—dijodeprontoPablo—.Porenseñarmeabailar,quierodecir.—Ya lohacesmuybien—lamuchacha sonrió—.Conunparde clasesmás te

convertirásentodounbailarín.Pablopermanecióunosinstantespensativo.—¿Dóndevives,Samara?—preguntó.—Enunapensión,aseiscuadrasdetucasa.—Ya…Oye,¿porquénoquedamosmañanaporlatardeycontinuamosconlas

clasesdebaile?Samara frunció el ceño. Sumadre no aprobaría eso, desde luego, pero llevaba

tantotiempoencerradaentrelascuatroparedesdesucuartoquelaideadevolverasalir,deescucharmúsicaybailarseleantojabatandeseablecomounsalvavidasaunnáufrago.Además,nadieteníaporquéenterarse.

—Deacuerdo—dijo—.Nosencontraremosa lasseisenelmismositiodehoy.Peronolecuentesnadaamimadre…

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—Vamos,doñaFlor—exclamóPablo—,dígamelodeunavez.Acababan de llegar a la casa y ahora se encontraban en la cocina. Doña Flor

sacudiólacabezaconaireobstinadoysacóuntarrodearrozdelaalacena.—No,Pablito,tendrásqueaveriguarlotúsolo.—Puesmerindo;noséquéanimalesdoblementeanimal.Venga,dígamelo.—Miabuelitamedijoquedebíaencontrarlarespuestasinayudayque,cuando

eso ocurriera, descubriría algo importante acerca de la vida. Así que no puedoayudarte —la mujer se encogió de hombros—. Ahora te haré la cena y luegoprepararéturopa.Mañanaeslunesytienesqueiralaescuela.

UnanubeoscureciólamiradadePablo.—Nopiensovolveralcolegio—musitó—.Nimañana,ninunca.—¿Quéestásdiciendo?Claroqueirásalcolegio.—Nopuedo…—Pablosedejócaersobreuntabureteyrepitióenvozbaja—:No

puedo…—¿Peroporqué?—doñaFloraguardólarespuestadelmuchacho,peroalverque

éstanollegabasuspiróprofundamenteysecontestóasímisma—:Tedavergüenzavolveraencontrarteconesamuchacha,¿verdad?,ypiensasque tuscompañerossereiránde ti, ¿noescierto?,ycreesqueesebrutodeVíctorestaráesperándoteparadarteotratunda.Osea,quetienesmiedo.PuestevoyacontarloquesolíadecirmitíoMelquíades:nuncahayquehuirdelmiedo,porqueelmiedoesungalgocorredor;almiedohayqueplantarlecarayafrontarlo.Conarrojo,hijito,y sinmacanas.Asíquemañanairásalcolegio,tranquilamente,porquenadatevaaocurrir.

Pablo ocultó la cara entre las manos. Durante el fin de semana había logradoolvidarse de sus problemas y, sin embargo, ahora, de repente, el dolor y la penaregresabanaélconvirtiendosucorazónenunpáramotriste.

—Peronopuedo…—repitióconvoztemblorosa,comosifueraaecharseallorar.DoñaFlorsuspiróyacariciólacabezadelmuchacho.—Eresmuchomásfuertedeloquetúmismocrees,Pablito—dijoenvozbaja—.

Mañana irásalcolegioyyo teacompañaréhasta lamismitapuerta,paraqueno tesientassolo.Notepreocupes,mibien,yoestarécontigo.

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8.Elcazadorylapresa

VíctorMuñozdiounacaladaalcigarrilloyexhalóunadensanubedehumo.Estabade mal humor, no sólo porque fuera lunes —los lunes siempre le poníanmalhumorado—, sino porquePatricia se había enfadado con él y no había queridoverledurantetodoelfindesemana.¡Ytodoporquelehabíadadounpardebofetadasa ese cretino de Pablo Sousa! Sacudió la cabeza; las mujeres eran absolutamenteirracionales.

Tiró el cigarrillo al suelo y lo aplastó con el tacón de la bota, luego elevó lamirada y contempló con desánimo la lejana entrada del colegio. Dentro de unosminutosdaríanlasnueveylasclasescomenzarían.Mascullóunamaldiciónyechóaandarlentamente.Deprontoadvirtióqueunaparejaestabaaproximándosealapuertadelcolegio.Sedetuvoyaguzólavista.¿NoeraéseelcapullodePabloSousa?Pero,¿quiénleacompañaba?Unamujer,sí,yhabíaalgofamiliarenella…Víctorseocultóenunsoportalyaguardóaquelaparejaestuvieramáscerca.

«Joé,perosiesunaindia…»,pensómientrasobservabaconmásdetalleelrostrodelamujer.

De pronto sus ojos formaron dos círculos perfectos. Tras unos segundos deestuporcomenzóa rebuscarensusbolsilloshastaencontrar laarrugadafotoque lehabíaentregadoelseñorLuna.Sumiradafue,alternativamente,delretratoalacarade la sudamericana. Parecía imposible, pero no cabía duda: allí, delante de susnarices,estabalamismísimaFlorHuanaco.

Víctorsemordióloslabiosparanogritardejúbilo.¡Acababadetocarlelalotería!

***—…Entonceslaseguíhastaestacasayvicómoentraba.AquívivenlosSousa,

suhijovaamicolegio,asíquesupongoqueesaindiaserásucriada.Yluegofuiabuscarunteléfonoparallamarley…

—Cállate —le interrumpió Luna en tono seco, sin apartar sus ojos de losprismáticos.

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Estabanaunoscincuentametrosdelacasa,ocultostrasunossetosquesealzabanjuntoalgarajedeunchalévecino.Lunaatisbabaelinteriordelacocinaatravésdelosgemelos;ahoranosedistinguíaanadie,peroenunpardeocasioneshabíavistopasarunafiguraborrosa.

—Esella,selojuro—insistióVíctor.—¿Cómohededecirtequetecalles?…DeprontoLunaenmudeció.Porquedelantedesusojos,tancercacomosipudiera

tocarla,habíaaparecidolaimagenamplificadadeunrostromuyfamiliar:doñaFlorHuanaco,frentealfregadero, lavandounvasodecristalbajoelchorrodeaguaquebrotabadeungrifo.

—Sí,esella—sonrióLuna.—¡Ve,selodije!¡Eslamujerdelafoto!—Hacesdemasiadoruido—lasonrisadelasesinoseesfumó.Dejóaunladolosprismáticosysacóunfajodebilletesdesucartera.—Aquí está tu recompensa: cuatromil dólares.No te importa que te pague en

dólares,¿verdad?—Mientrasseadinero…Víctorintentócogerelfajodebilletes,peroLunaloapartódesualcance.—Escucha—dijoentonoseco—:túnimeconocesnisabesnadadetodoesto.Y

nohablesconnadie.Séquiéneresydóndevives,asíque, sinomantienes labocacerrada,volveréabuscarte.¿Estáclaro?

Víctortragósalivayasintióvigorosamente.Elasesino,conlamiradafijaenlosnerviososojosdeljoven,mantuvoduranteunossegundoseldinerosuspendidoenelaire,comosiaquelgestocontuvieraunaveladaamenaza.Finalmenteseloentregó.

—Lárgate—ordenó.Víctorguardólosbilletesenelbolsilloy,trasunbrevetitubeo,desaparecióatoda

velocidadcalleabajo.LunacogiólosbinocularesyenfocódenuevoelrostrodeFlorHuanaco,queseguíafregandocacharrosfrentealaventanadelacocina.Despuésdetodo, allí estaba ella, casi al alcancede lamano…Luna consultó el reloj: eran lasdiezymediadelamañana.Ahorasóloteníaquemontarguardiadelantedeaquellacasayesperaraque la señoraHuanacosaliesea lacalle.Ysino salía, esamismanoche,amparadoporlaoscuridad,élentraríaabuscarla.

Elasesino,ocultotraslosarbustos,seacomodósobreunapiedraysedispusoaaguardar.Uncazadordebeserpacientesiquierecobrarsupresa.

***Las cosas no habían ido tan mal como Pablo esperaba. Ninguno de sus

compañerosdeclasehizomenciónasupeleadelviernes,nisiquieralepreguntaronpor el ojo amoratado. El doctorMendizábal no le llamó a su despacho,Víctor no

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estaba en el colegio, y Patricia…, bueno, la verdad es que él había hecho todo loposibleporrehuirla,asíquenotuvoquepasarporlavergüenzademirarlaalacara.

En realidad, ahora la vida no se le antojaba tan terrible. Incluso estabaaprendiendo a bailar… Pablo se echó a reír; de algún modo había adquirido elconvencimientodequetodo,sufuturo,sufelicidad,dependíadesaberbailar.Eraunatontería, por supuesto, pero de algo estaba seguro: quería aprender a escuchar…,¿cómohabíadichodoñaFlor?…Ah,sí,«lavozsilenciosadelasmujeres».

Pabloregresóacasaalascincoycuartodelatarde.EncontróadoñaFloreneltendedero,planchandoropa,yconversóconelladuranteunrato,peronodemasiado,porquehabíaquedadoconSamaraa lasseisynodisponíademuchotiempo.Talycomolehabíapedidolamuchacha,noledijonadaadoñaFlordeaquellacita.

Despuésdedarseunaduchasetomóunosminutosparaescogerlaropaadecuada:unosvaqueros,unacamisadecoloresvivos—«para refrescar lavistayanimar lossentidos»—,yunoszapatosdepielsuaveysuelasligeras,zapatosdebailarín.

¡Zapatos de bailarín! Pablo se echó a reír mientras abandonaba su cuarto ycruzabael pasillo, y siguió riéndose cuando salió a la calle endireccióna laplazadondeleesperabaSamara.

Zapatos de bailarín…,menuda tontería. Pero estaba de buen humor; las cosasparecíandistintasbajo la radiante luzde la tardey, por algúndesconocidomotivo,teníalasensacióndequetodoibaairmejor.

PeroPabloestabacompletamenteequivocado.Dehecho,faltabamuypocoparaquelapesadillacomenzase.

***Fue una intuición. Lo cierto es que no tenía ningúnmotivo para actuar de ese

modo,peroLunahabíaaprendidoahacercasodesusintuiciones;eracomounsextosentido,undonmisteriosoquelehabíasalvadolavidaenmásdeunaocasión.Poresohizocasoaaquelpálpitoabsurdo.

Primero,desdesuesconditetraslosarbustos,viocómoelmuchachoentrabaenlacasa. Luego espió, a través de los gemelos, su breve conversación con la señoraHuanaco.Finalmente,apenasmediahoradespués, leviosalirdenuevo,vestidodemaneradistinta,caminandorisueñocalleabajo.

EntoncesunavozlesusurróaLuna:«síguele».Nohabíaningúnmotivoparahacerlo,noteníasentidoabandonarlavigilanciade

lacasa;laseñoraHuanacoerasuobjetivo,ynoaqueladolescentedesconocido.Peroel asesino hizo caso a la voz y comenzó a seguir al muchacho, manteniéndosesiempreaunaprudentedistancia,yleviollegaralaplaza,ylevioencontrarseconunajoven.

Luna contuvo el aliento: aquella chica era Samara Quispe, la hija de Flor

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Huanaco.Sucerebroempezóafuncionaratodavelocidadmientrasobservabacómolos dos jóvenes abandonaban la plaza y se encaminaban por una de las calleslaterales.

Haymuchasformasdepescarunpez,pensó.Yechóacorrerhacia lacamionetaque teníaaparcadaanomuchadistanciade

allí.

***—Noselohabrásdichoamimadre,¿verdad?—No—contestóPablo—.¿Peroporquénoquieresquelosepa?Samaratardóunossegundosencontestar.—Aellanolegustaquesalgasola—dijofinalmente.—Peroyovoycontigo.¿Nosefíademí?—Claroquesí.Esque…—lamuchachatitubeó—.Bueno,sencillamentequeno

legustaquesalgasinella,esoestodo.PablosediocuentadequeaquellaconversaciónestabaincomodandoaSamara,

asíqueoptóporcallarseycontinuaroncaminandohacialaparadadelautobús.UnacamionetaBMWnegradoblólaesquinayenfilólacalleaescasavelocidad.—Bueno,¿quémeenseñaráshoy?—preguntóPabloalcabodeunosinstantes.Lacamionetalosadelantóysedetuvojuntoalaacera,unosmetrospordelantede

ellos.—Nosé—sonrióSamara—.Cumbia,bachatas…,loquepongan.Un hombre bajó del vehículo y comenzó a caminar mirando hacia otro lado.

Ningunodelosdosmuchachossediocuentadeque,enrealidad,eldesconocidosedirigía hacia ellos. Tampoco advirtieron que el motor de la camioneta seguía enmarcha.

—Mevoyaacabarconvirtiendoenunexpertoenbaileslatinos—bromeóPablo—.Quizádeberíasenseñarmeabailarelvals,olapolca,o…

Eldesconocidohabía llegadoa sualtura.Súbitamente, sevolvióhaciaPabloy,sinprevioaviso,lepropinóunbrutalpuñetazoenelmentón.Elmuchachoprofirióunquejidoysederrumbósobreelsuelo.Porunosinstantesperdióelsentido.

Ytodosevolviódecolorblanco.Yluego,negro.Y,finalmente,llególanada.Gritos…Unamujerestabagritando…¡Samara!Pablo abrió los ojos y sacudió la cabeza. Quiso incorporarse, pero todo daba

vueltasasualrededoryvolvióacaer.Intentóenfocar lamirada:alguiensujetabaaSamara por la cintura; la chica intentaba soltarse, pero el desconocido le tapaba la

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boca con… ¿un pañuelo blanco? Pablo quiso gritar, pedir auxilio, pero no pudo.Tragósalivaylogróponersederodillas.

Samara había dejado de debatirse, parecía desmayada. El hombre la arrastrabahacialacamioneta.Pablosacudióotravezlacabezaysepusoenpiecondificultad.Sintióqueibaavolveracaerseycerrólosojos.

Chirridoderuedaspatinandosobreelasfalto.Oloragomaquemada.Pablo,bamboleándosecomounborrachoenmediode laacera,abrió losojosy

contempló,impotente,cómolacamionetadesaparecíaatodavelocidadcalleabajo.Durante unos instantes no logró pensar nada coherente, estaba aturdido y su

cabezaparecíagirarygirarcomountrompo.¿Quédemonioshabíaocurrido?,pensó.Alguienhabía secuestrado aSamara.Aquella idea le sesgóel cerebro comoun

rayo:secuestro,rapto.SehabíanllevadoaSamara.Teníaquepedirayuda.Pablomiróasualrededor,perolacalleestabadesierta.Un

teléfono,entonces,parallamaralapolicía.¿Dóndehabíaunteléfono?…Encasa,allíhabíaunteléfono.Teníaqueiracasa,ycontarleadoñaFlorloquehabíaocurrido,yavisaralapolicía…

Pablo encajó lamandíbula y, todo lo deprisa que pudo, comenzó a recorrer elcaminoqueconducíaasucasa.

***—Noteentiendo,Pablito—dijodoñaFlor,alarmada—.Cálmate,muchacho,por

favor,yprocurahablarmásdespacio.¿QuédecíasdeSamara?Pabloseapoyócontraunaparedeintentórecuperarelresuello.Yaseencontraba

mejor,aunqueseguíasintiéndosealgoinestable.—Habíaquedadoestatardeconsuhija…—dijo,todavíajadeante.—¿Samaraestabaen la calle contigo?—le interrumpió lamujer, cadavezmás

alarmada—.¿Porqué?—Íbamosairabailar,yellamepidióquenoselodijera,nofueideamía,pero…—Noimporta—leurgiódoñaFlor—.¿DóndeestáSamara?—Aesoiba—elmuchachotragósaliva—.Estábamoscaminandoporlacalley,

depronto,aparecióunhombre,ymepegóunpuñetazo,ycogióaSamara,ylametióalafuerzaenunacamionetay…

—¿Se la han llevado? —doña Flor se tambaleó como si hubiera recibido unimpacto—.¿Sehanllevadoamihijita?

Pablobajó lacabezayasintió.Lamujerperdió lamiradaenelvacío;porunosinstantessusojossehumedecieron,perodoñaFlorsemordióloslabiosyniunasolalágrimallegóadeslizarseporsusmejillas.

—Losiento—musitóPablo—.Yohetenidolaculpa…

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—No. Es culpa mía —la voz de la mujer había recuperado firmeza—. Debísuponerquealgoasíacabaríapasando.

Sobrevinounlargosilencio.—Tenemosquellamaralapolicía—dijoPablo.—No—replicótajantedoñaFlor—.Nadadepolicía.Repentinamente,lamujersediolavueltayechóaandarconpasodecididohacia

lasaladeestar.Pablodudóunosinstantesyfuetrasella.—PerohansecuestradoaSamara—insistió—.Hayquellamaralapolicía.DoñaFlornolecontestóhastallegaralsalón.—Sidamosavisoa lapolicía,mataránaSamara—dijomientras se sentabaen

una silla, con la espaldamuy rígida—. Pero es amí a quien buscan, no a ella—extendióunbrazoyseñalóelteléfono—.Ellosmellamarán.Yhastaqueesosucedanoharemosnada.

***LunasesentóenelbordedelacamadondeyacíaeldesmayadocuerpodeSamara

yexaminórápidamentesuestado—aveceselcloroformojugabamalaspasadas—.Trascomprobarquesurespiracióneraprofundayacompasada,elasesinosaliódelahabitación, cerró la puerta con llave y se dirigió a la sala de estar. La casa olía acerrado y se encontraba en tinieblas, ya que el asesino no había descorrido laspersianasniabiertolasventanas.

Lunaseacomodóenunsillón,cogióelteléfonoymarcóelnúmerodelaSugar&Grain.AlcabodeunossegundosescuchólavozdeManuelZáratealotroladodelalínea.

—¿Hola?…—SoyLuna.HelocalizadoalaseñoraHuanaco.—Bravo,señorLuna—contestóManuelalcabodeunabrevepausa—.¿Estáen

supoder?—Todavíano,perotengoasuhija.Ellaseráelcebo.—Don Aurelio estará satisfecho —Manuel hizo otra pausa—. ¿Dónde se

encuentraahora,señorLuna?—Esonoimporta.—Tienerazón,noimporta.Escuche:debeveniraquíconlamuchacha.—¡¿Qué?!¿Sehavueltoloco?—Apartirdeestemomentocentraremosaquítodaslasactividades.Sonórdenes

delseñorCoronado.—¿Pretendequemepaseeporlaciudadconesachica?—Lunaresopló—.¿Aqué

Coronadoserefiere?¿ATachito?Unosinstantesdesilencio.

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—Escuche,señorLuna—dijoManuel—:amíesaideamegustatanpococomoausted.Perosoyunprofesionalyobedezcoórdenes.Ustedtambiénesunprofesional,asíquedéjesedevainasyvengaparaacá.¿Deacuerdo?

Un«clic»pusofina laconversación.Lunapermanecióunossegundos inmóvil,con el auricular pegado a la oreja. Luego apretó los dientes y estrelló el aparatocontraelsuelo.

—¡Mierda!—exclamó,yrepitióentonocolérico—:¡Mierda,mierda,mierda!Sedejócaercontraelrespaldodelsillónyrespiróhondovariasveces.Detestaba

perder el control, pero el hijo de don Aurelio Coronado conseguía sacarle de suscasillasconunafacilidadasombrosa.

***PablollevabamásdemediahorasentadofrenteadoñaFlor,enabsolutosilencio,

intentandoencontraralgúnsentidoaloquehabíaocurrido,ypuedequeélfueraunalumnosuperdotado,perolociertoesquenocomprendíaabsolutamentenada.¿PorquéhabíansecuestradoaSamara?Ylomásdesconcertantede todo:¿porquédoñaFlor se quedaba ahí, sentada, sin hacer nada?Enmás de una ocasión había estadotentadodepreguntárselo,pero lamujerparecíaausente, con lamiradaperdidayelrostroentensión,comosiestuvieseentranceysusvisionesfueranterribles,asíquePablooptópormantener labocacerrada.Afindecuentas,sesentíaculpablede loocurrido;nopudodefenderaSamaraynisiquierahabíatenidolosreflejosnecesariosparamemorizarlamatrículadeaquellacamionetanegra.

—Pablito—dijo de improvisodoñaFlor—:voy a pedirte un favor. Pero es unfavorpeligroso,asíquedebespensártelobien.

—Haréloquequiera…—No.Antestienesquesaberdequésetrata—lamujersepasóunamanoporlos

ojosysuspiró—.¿Quésabesdelacocaína?—Pues…queesunadroga.—Sí,unadrogamuycostosaqueseobtienedelacoca.¿Ysabesdóndeestánlas

mayores plantaciones de coca?Lagente cree que enColombia, pero no es así.Lamayorpartedelacocasecultivaenmipaís,enBolivia;luegosecosechaysepisapara convertirla en pasta de coca. Esa pasta se envía aColombia, donde están loslaboratoriosquelaconviertenencocaína,ysonloscartelescolombianoslosqueladistribuyenportodoelmundo—hizounapausa—.¿Loentiendes?

—Sí,claro…—Pablofruncióelceño,desconcertado—.¿Peroqué…?—Aguardaaqueacabe,Pablito—doñaFlorcerrólosojosyprosiguiósurelato

—.EnBoliviahayunhombremuypoderosollamadoAurelioCoronado.Sufamiliaeraunadelasmásricasdelpaís,yposeegrandesfincas,yenormesrebañosdereses.Peroesunhombremuyambiciosoynolebastabaconsufortuna,asíquedurantelos

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añossetentaadquiriógrandesextensionesde terrenoen laregióndelChaparéy lasdedicóalcultivodelacoca.LuegosepusodeacuerdoconelcarteldeCaliyasífuecómoseconvirtióenunpichicatero.

¿Unqué…?—Enmi país le decimos «pichicata» a la cocaína, y «pichicateros» a los que

traficanconella—doñaFlordiounvistazoasurelojantesdeproseguir—.AurelioCoronado no tardó en ser el pichicatero más poderoso de Bolivia. Compraba apolicíasyapolíticos,yasesinabaalosqueseatrevíanaenfrentarseaél.Peroesonoes lo peor, Pablito. ¿Sabes cómo se las arregla para cultivar la coca?Sus hombrescontratana jóvenesde lospueblos,muchachosde tuedad,ofreciéndolesgenerososjornales. Losmeten en camiones, se los llevan para elChaparé y, luego, jamás sevuelve a saber de ellos, porque cuando llegan a las plantaciones de coca, esosmuchachos son encadenados y esclavizados, y así losmantienenhasta quemuerenpor elmaltrato. Ésos son losmétodos del poderosoAurelioCoronado—desvió lamiradaypermanecióensilenciounossegundos;cuandovolvióahablarsutonoeraapagado—. Ya te conté que Luis, mi esposo, trabajaba como piloto para unacompañía cárnica.Loque ni él ni yo sabíamos es que esa compañía pertenecía enrealidadalafamiliaCoronado.Puesbien,ciertodía,hacedosaños,loshombresdedon Aurelio le hicieron a Luis una visita. Querían que llevase en su avión uncargamentodepastadecocayleofrecieronmuchísimodineroporhacerlo.PeroLuiseraunhombrehonradoysenegó—lamujeresbozóunasonrisaamarga—.AurelioCoronadonoespersonaqueaguantedebuengradolasnegativas,asíque,díasmástarde,unabombaexplotóenelavióndemiesposocuandosobrevolabalosAndes.

LamiradadedoñaFlorvolvióaperderse.Susojossehumedecierony,denuevo,semordióloslabiosparanollorar.

—Asesinaronasumarido…—musitóPablo,atónito.—Lomataron—asintiólamujerentonorepentinamentefirme—.Yyojurésobre

sucadáver,porlomássagrado,quevengaríasumuerte—secruzódebrazos—.PoraquelentoncesyotrabajabacomopeluqueraenLaPaz,peroloabandonétodo,vendíminegocio,dejéamihijitaconunosfamiliaresymefuiparaelChaparé,atrabajaren lasplantacionesdecoca.Tenía laesperanzadequealgúndíaapareceríaporallíAurelioCoronado,yentonceslemataría,aunquefueraconmismanosdesnudas—respiró hondo para contener la rabia—. Pero pasaron losmeses yCoronado no sepresentó.LuegosupequenisiquieravivíaenBolivia,sinoenunafincadelaselvaamazónica,muylejosdemialcance.

¿Peroporquéhizoeso?Podríahaberlodenunciadoalapolicía.DoñaFlorsacudiólacabezaysuspiró.—Los policías honrados tienen atadas las manos, y los policías corruptos me

hubieran metido un balazo en la cabeza. No, sólo podía confiar en mí misma—dirigióunamiradaal teléfonoyvolvióaconsultar el reloj—.Durantedosaños—prosiguió—recorrí todaslasplantacionesdelChaparé,trabajandocomococinera,o

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como fregona, aunque en realidad lo que intentaba era conseguir información,cualquierdatoquemepermitierallegaraAurelioCoronado.Enmipaísloshombresson muy machistas y para ellos una mujer, una pobre viuda como yo, no suponeningún peligro, así que los capataces no tenían reparos en platicar conmigo ycontarmecosasquequizáaotronolehubieranrevelado.Yasífuecomo,harápocomásdeunmes,encontréelmododeacabarconCoronado.

Lamujerenmudecióydejóquesumiradaseposaraotravezenelteléfono,comosiquisieraarrancarleeltimbrazoqueestabaaguardando.SiguióunlargosilencioquePablorompióaldecir:

—DoñaFlor,metienesobreascuas…—Poraquelentoncesyo trabajabacomococineraenunaplantacióndecoca,al

oeste del Chaparé—prosiguió lamujer sin apartar la vista del teléfono—.Un díallegarona lacasagrandedoscamionesconuncargamentoespecial.Esoscamionespermanecieronaparcados,díaynoche,bajolacustodiadehombresarmados,ynadiehablaba acerca de lo que transportaban. Uno de los trabajadoresme contó que seaguardabalallegadadeunaviónquerecogeríaelcargamentoparallevárseloaotrolugar,peronodijodequésetrataba.Tantomisteriomepicólacuriosidad,asíquelehiceunavisitaaHerminioDurazno,llevándolecomoobsequiodosbotellasdelmejorwhiskydelpatrón.HerminioDuraznoeraelcapatazdelafinca,lamanoderechadeljefe,unhombrecorajudoyviolento,perodébil con labebida.Me senté a su lado,charlando de naderías, y contemplé cómo se bebía, una detrás de otra, las dosbotellas.Cuando acabó estaba tanmamado que no sabía ni lo que hacía ni lo quedecía,yasífuecomoconseguíquemerevelaraelsecretodelcargamento—apartólamirada del teléfono y la fijó en los ojos del muchacho—. Aquellos camiones notransportaban pasta de coca, sino diez toneladas de cocaína pura. Cocaína,¿comprendes?Coronadoibaatraicionarasussocioscolombianos.

—Un momento, un momento —la interrumpió Pablo—. Creo que me heperdido…

—Perosiesmuysimple,Pablito:CoronadolevendíalapastadecocaalcarteldeCaliyeranloscolombianoslosquelarefinabanparaobtenerpichicata.Coronadonopodía refinar coca, y si lo estaba haciendo es porque se proponía distribuirla élmismo,sin losdeCali.Yatedijequeesehombreesmuyambicioso;sabíaqueloscolombianos sacaban la mejor tajada del negocio al ocuparse del refinado y ladistribución,ypensabaqueaélsóloledejabanlasmigajas,demodoquellegóaunacuerdoconlosgallegos…

¿Conquiénes?—Conlosgallegos,losnarcosespañoles,quesonlosqueseocupandemeterla

cocaína en Europa. Coronado se ofreció a venderles la pichicata por lamitad delprecioquecobrabanlosdeCali.Ylosgallegosaceptaron.

—Comprendo—dijo, pensativo, Pablo—. Coronado quería independizarse delcarteldeCaliyquedarsecontodoelnegocio.Ylacocaínaquehabíaenloscamiones

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ibaasertrasladadaaEspaña…—Por eso se guardaba tanto secreto: Coronado no quería que los colombianos

supieranloqueestabahaciendo,porquesiseenterabaniríanaporél—losojosdedoñaFlorseendurecieron—.Entoncescomprendíqueésaeramioportunidad.Silescontabaa losnarcos deCali losplanesdeCoronado, sedesataríaunaguerra entrecarteles,yloscolombianosacabaríanconlaorganizacióndeAurelioCoronadoparasiempre. Pero necesitaba pruebas, tenía que avisar a los de Cali justo cuando serealizaselaentregadelacocaína,aquí,enEspaña.Lomaloesquelapichicataibaapartirenbreveyyoaúnnoestabapreparada.TeníaqueregresaraLaPaz,recogeramihijitaycomprarlospasajesdeavión.Ynoteníatiempo…,asíquetuvequehacerunalocura—sehumedecióloslabiosconlalengua—.Alcabodedosdíasllegóelavión, un cuatrimotor enorme pintado con colores de camuflaje. Metieron en susbodegas las diez toneladas de pichicata y llenaron los tanques de nafta. Y, justocuando el aeroplano estaba repostando, aproveché un descuido de la guardia paraintroducirmeenlacabina.Mepusealosmandosydespegué.

—¡¿Quehizoustedqué?!—exclamóPablo,estupefacto.—Luismeenseñóapilotar,Pablito.Nolohagomuybien,peroconseguíelevar

aquelcacharroysacarlodelChaparé—unamediosonrisasedibujóensuslabios—.Todavíarecuerdo lacaradesorpresaquese lespusocuandomevieronconducirelaviónporlapistadedespegue.

¿Yquépasóconlacocaína?—Aterricé en un descampado, a unos cien kilómetros de La Paz, y le prendí

fuegoalaeroplanoyasucargamento.Luegofuialacapital,recogíaSamaraymevine paraMadrid. En el avión había encontrado unos papeles con los datos de laempresaalaquehabíaqueentregarlapichicataparasutransporteaEspaña.Eraunacompañíaagrícolanorteamericana(aunquesusverdaderosdueñoseranlosCoronado)dedicadaalaexportacióndeazúcarygrano,yteníaoficinasenChicago,enLaPazyenMadrid,asíqueyoconocíaellugardondeseibaaentregarladroga.LomaloesqueCoronadoaveriguóquiénerayoymandóhombresabuscarme.

—PoresohansecuestradoaSamara—musitóPablo.DoñaFlorbajólamiradayasintió.—Alllevarmesucocaína—dijoconunmurmullo—,lerobécincuentamillones

dedólaresaAurelioCoronado.Ahoraquierevengarsedemí.¿Yquévaapasar?—preguntóelmuchachoalcabodeunossegundos.—Coronado tuvo que retrasar su negocio hasta conseguir refinar otras diez

toneladasdepichicata.Perosemeantojaqueesoyalohahecho,yquelaentregadela droga a los gallegos se producirá muy pronto, aquí mismito, en Madrid —seinclinó hacia delante y miró fijamente a Pablo—. Ahí es donde intervienes tú,m'hijito.Éseeselfavorquetequierosolicitar.Verás,heescritounacartaenlaque…

Depronto,eltimbredelteléfonosesgócomounaalarmalaatmósferadelsalón.DoñaFlorintercambióunafugazmiradaconelmuchachoydescolgórápidamenteel

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auricular.—¿Hola?—Mami,soySamara.Ellosmeencontrarony…—unsollozo—.Tedesobedecí,

mami,salíalacalle,perdóname…—¡Samara,hijita!,¿estásbien?Repentinamente,unavozdehombresustituyóladelamuchacha.—SeñoraHuanaco:siquierevolveraverconvidaasuhija,escucheatentamente

loquevoyadecirle…—¡SilehacealgoaSamara,lemataré!¿Meoye?,¡lemataré!—Colaboreynadalepasaráasuhija.Peronovuelvaainterrumpirmeocolgaré

—una pausa cuajada de estática—. Las instrucciones son éstas: debe presentarsedentrodeveinteminutosenelcrucedelacarreteradeAravacaconlaautopista.Allílarecogeráunvehículoquelaconduciráallugardondeseencuentrasuhija.Vengasola.¿Lohaentendido?

—Sí—contestódoñaFlorconunhilodevoz—;allíestaré.—Perfecto.Porúltimo,tengamuypresenteunacosa,señoraHuanaco:sillamaa

lapolicía,ohacealgoquenosparezcasospechoso,Samaramorirá.Un repentino chasquido y al oído de doña Flor llegó el zumbido de una línea

muerta.Lentamentecolgóelauricular.—¿Quéhandicho?—preguntóPabloconimpaciencia.Lamujercerrólosojosyseacariciólassienesconlayemadelosdedos.—Tengoquereunirmeconellosdentrodeveinteminutos—murmuró.—¡Peroesoesunalocura!¡Hayquellamaralapolicía!—Aguardaunmomento,Pablito…DoñaFlorsaliódelahabitaciónyregresóapenasunminutodespuéstrayendoun

pequeñosobreenlasmanos.—Éstaes lacartadelaquetehablaba—dijo—.VadirigidaaRubénLuján,un

abogado colombiano que, en realidad, es el representante del cartel de Cali enMadrid. En la carta relato todo lo que sé de los planes deAurelio Coronado paratraicionar a sus socios—le entregó el sobre almuchacho—.Quédatela y aguardaaquí.Sinohevueltodentrodedoshoras,llévalelacartaalseñorLuján.Ladirecciónestáeneldorso.

—¡Nihablar!—exclamóPablo,dejandoelsobreencimadelamesa—.Ustednovaairaningunaparte.Loqueharemosesllamaralapolicía.

—No,Pablito—suplicólamujer—;mataránaSamara…Deimproviso,doñaFlorsetambaleócomosiperdieraelequilibrioysedejócaer

sobrelasilla.Surostroestabapálidocomolacera.¿Quélepasa?—preguntóalarmadoPablo—.¿Seencuentramal?—Estoymareada…—tragósaliva—.¿Tendríaslabondaddetraermeunvasode

agua…?Elmuchachodudóunosinstantesyluegoechóacorrerhacialacocina.Cogióun

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vaso,lollenóbajoelgrifoyregresóalsalón.PerodoñaFloryanoestabaallí.Pabloprofirióunamaldición,corrióalapuertaprincipalysalióalexterior.Lacalleestabadesierta. Volvió a maldecir y entró en la casa. Durante unos minutos permanecióinmóvil,depieenelcentrodelsalón,pensando.

¿Qué podía hacer? Doña Flor había dicho que si intervenía la policía Samaramoriría,peroloúnicoqueseleocurríaeraprecisamenteeso:llamaralapolicía.Obien,podíaobedeceralamujeryaguardaraquellasdoshoras…Contemplóelsobrequedescansabaencimadelamesaycomenzóadarvueltasdeunladoaotro,comoun animal enjaulado.Nopodía quedarse ahí, sin hacer nada, esperando.Si supiesedóndehabíaidodoñaFlor…,peronohabíaformadeaveriguarlo.

¿Osílahabía?Pablosedetuvoconunrepentinobrilloenlamiradayrecordóalgoquelehabían

dicho recientemente: «Querrás volver a verme». Sacudió la cabeza; aquél era unpensamientoabsurdo,noteníaningúnsentido.Pero,cuantasmásvueltasledaba,másseobsesionabaconlaidea.

Y,depronto,decidióponerlaenpráctica.Elproblemaesque teníaque salirdecasa,y alguiendebíaquedarseallí por si

llamaba doña Flor. Meditó unos instantes, se aproximó al teléfono y marcó unnúmero.

—Dígame—contestóunavoz.—Gabriel, soy Pablo. Tienes que ayudarme, es muy importante. Escucha, ven

ahoramismoamicasa,ytráetetumoto…

***DoñaFlorno tuvoque aguardarmucho.Apenasunpardeminutosdespuésde

llegar al cruce con la autopista, una camioneta negra se detuvo a su lado. Elconductor,unhombrejoven,derostroagraciadoycabellosmuycortos,lainvitóconungestoasubir.

—Buenas tardes, señoraHuanaco—dijoLunamientras lamujer seacomodabaenelasientocontiguo—.Créamecuandoledigoqueesunhonorconocerla.

—Nome venga con zalamas—contestó doña Flor, ignorando la mano que letendíaelasesino—.Ustednoesmásqueunmalditosicario.

—Es cierto, lo soy—repuso Luna con una sonrisa—. Pero eso nome impideadmirarsusredaños,señora.

¿Cómoestámihija?—lecortódoñaFlor.—Laúltimavezquelaviseencontrabaperfectamente.Peroustedmismapodrá

comprobarlo:ahoravamosareunirnosconella.El asesino sonrió de nuevo y arrancó la camioneta, para incorporarse al denso

tráficoquecirculabaporlaautopista.

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***Justo en ese mismo momento dos inmensos camiones cruzaban la verja de

entrada de la Sugar & Grain y aparcaban en el garaje situado a la izquierda deledificiodeoficinas.Losconductoresdejaron las llavespuestas en los contactos, leentregaronaManuelZárateladocumentacióndelosvehículosy,trasfirmarelpartede ruta, semarcharon a sus casas.Habían hechoun largo viaje desde el puerto deCádizhastaMadridyestabancansados.

Manuel examinó la carga de los vehículos y luego ordenó a sus hombres quenadie se acercara a ellos.Teníaunbuenmotivoparahacerlo:unode los camionesestaba lleno hasta los topes de harina demaíz. Era el señuelo, por si las cosas seponían feas. Pero el otro camión, aunque su carga parecía consistir igualmente ensacosdeharina,transportabaenrealidaddiezmilkilosdecocaína,puraalnoventaycincoporciento.

***—Osea,queunosnarcotraficanteshansecuestradoalahijadelacriada,yluego

la criada se ha ido a hablar con ellos, y yo tengo que quedarme aquí a esperarlaporque tú te vas a no sé dónde—Gabriel parpadeó un par de veces y añadió—:¿Sabentuspadresquetienesproblemasconlabebida?

—Teestoydiciendolaverdad,lojuro—Pablosepasóunamanoporlafrente—.Mira,lacosaesmáscomplicada,peroahoranotengotiempodeexplicártelo.

—Esegolpeesnuevo,¿no?—dijoGabriel,señalandoelamoratadomentóndesuamigo—.Avecesungolpetieneconsecuenciasinsospechadas.

—¡EstegolpemelohadadoelhombrequesecuestróaSamara!—Estábien,tranquilo.Másomenostecreo,aunquecomprenderásqueesdifícil

de tragar. De todas formas, primero un puñetazo en el ojo, y ahora otro en labarbilla…Entupróximareencarnaciónserásunpunchingbag.

—Gabriel…—Vale,vale.Mecallo.¿Quéquieresquehaga?—Damelasllavesdelamoto.—Perosiconducesfatal…—¡Lasllaves!Gabrielvacilóuninstantey,finalmente,leentregó—connopocasreticencias—

lasllavesdesuciclomotoraPablo.—Escucha—advirtió—:noloaceleres,quetienesucioelcarburador,ynogastes

muchagasolina,queestoysinblanca.

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—No te preocupes—contestó Pablo, dirigiéndose a la puerta de salida—. Túquédateaquíynohagasnadahastaquevuelva.

—Vale,pero¿mevasadecirdeunapuñeteravezadóndevas?—Averaunyatiri—contestóPablomientrassalíadelacasa.Gabriel permaneció unos momentos estático, inexpresivo; luego echó a correr

hacialaventana,seasomóporellaygritó:—¡Vigila labujía,queseengrasa!—hizounapausa—.¿Yquédemoniosesun

«yatiri»…?

***DoñaFlorbajóde lacamionetaysiguióaLunahacia laentradade laSugar&

Grain.Seintrodujeroneneledificioyrecorrieronensilenciolossolitariospasillos,hastallegaraunapuertaquesehallabacustodiadaporunhombrearmado.

—Ve a buscar al señor Zárate —le ordenó el asesino—. Dile que doña FlorHuanacoyahallegado.

El guardián asintió con un gruñido y se alejó por el pasillo. Luna descorrió elcerrojo que bloqueaba la puerta, la abrió e hizo un amplio ademán con la mano,invitandoaentraralamujer.DoñaFlordudóunosinstantesyluegoseintrodujoenlahabitación,unasalasinventanas,amuebladatansóloconunamesaycuatrosillas.EnunadeellasestabasentadaSamara.

—¡Mami!—exclamólamuchacha,incorporándose.—¡Samara!Ladosmujeressefundieronenunestrechoabrazo,ydoñaFloracaricióelcabello

de su hijamientras lemusitaba palabras de consuelo al oído, y lamuchacha lloródesconsoladamente sobre el hombrode sumadre, intentando envano articular unafrasededisculpa.

AlcabodeunosminutosLunacarraspeó.—Disculpenqueinterrumpaesteemotivoencuentro—dijo,sinunápicedeburla

en la voz—,peromegustaría saber algo, señoraHuanaco, y no sé si luego tendréoportunidaddepreguntarle.¿Porqué lohizo?¿PorquédecidiórobarlenadamásynadamenosqueadonAurelioCoronado?

DoñaFlorsevolvióhaciaelasesino,sinapartarenningúnmomentosubrazodeloshombrosdeSamara,comosiasípudieraprotegerasuhijadetodomal.

—PorqueAurelioCoronadoasesinóamiesposo—contestó.—Ah,unavendetta…—Luna sonrió débilmente—.Demodoque usted piensa

que la muerte de sumarido vale cincuentamillones de dólares. Don Luis Quispedebiódeserunhombreexcepcional.

—Nohaydineroenelmundoparacompensarlamuertedemiesposo—replicóconsequedaddoñaFlor.

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Lapuertaseabriósúbitamente,conbrusquedad.ManuelZárateentróenlasalaagrandespasosycontempló, sonriendocomplacido,el rostrodedoñaFlor; luegosevolvióhaciaelasesinoylepalmeólaespalda.

—Felicidades, señor Luna. Ha hecho usted un trabajo excelente —Manuel seencaró de nuevo con lamujer—:Gusto en verla, doña Florita.Nos ha dado ustedmuchosquebraderosdecabeza,asíquenonoshagaperdermáseltiempo.¿Quéhizoconlapichicataquenosrobó?

—Enprimerlugar—respondiólamujer,sinrehuirlamiradadeManuel—,nomellamo Florita, sino Flor. En segundo lugar, quemé su maldita droga junto con elavión. Por último, y présteme mucha atención, señor Zárate, sepa que estoy alcorrientedelatraiciónqueCoronadoplaneacontrasussocioscolombianosyque,simihijanoabandonasanaysalvaestelugarantesdeunahora,alguienharállegaresainformaciónalseñorRubénLuján,jefedelcarteldeCalienMadrid.

Manueltardóunossegundosendarsecuentadequeteníalabocaabierta;lacerrórápidamenteysevolvióhaciaLuna.

¿Lehacontadoustedalgo?—preguntó.—Ni siquiera sé de qué está hablando —respondió el asesino con un

encogimientodehombros.ManuelcontemplóconfirmezaadoñaFlor;luegosediolavueltayechóaandar

hacialasalida.—TengoqueinformardeestoaTacho—dijo—.Aguardeaquí,señorLuna.

***—¡Viste, tedijequequerríasvolverahablarconmigo!—donRégulosevolvió

haciasuviejísimamujerysonrió,mostrandoelinteriordesudesdentadaboca—.Nofallouna,María,estoyenforma.

Se encontraban en el cuartucho del yatiri, rodeados de figuras de dioses incas,como Viracocha, Inti o Mama Ocllo, que se mezclaban en curiosa armonía conpiadosas imágenes de santos católicos. Las máscaras de madera colgaban de lasparedes,consushuecasmiradasperdidasenelinfinito.

—Esto esmuyurgente, donRégulo—dijoPablo en tono apremiante—.TengoquesaberdóndeseencuentraahoradoñaFlor.

—Ah,¿noesunasuntodeamores?—elancianofruncióelceño—.Amísemedanbien lasconsultasde romancesyamoríos; son tan románticas…Pero tampocomedefiendomalbuscandoalagente,notevayasacreer…¿Quiéndicesquesehaperdido? ¿Doña Flor? Pues vamos a ver qué se puede hacer —tomó asientotrabajosamenteenelsueloyextendiólamano—.Eldinero—exigió.

Pablo le entregó un billete que el yatiri hizo desaparecer rápidamente en unbolsillo.Luegocogióunabotelladeaguardienteydiounlargotragodirectamentedel

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gollete.—Estavez—dijoelviejo,limpiándoselabocaconlamanga—nousaréceniza.

Eltabacodacáncer,¿sabes?—seechóareírdesupropiochisteydiounnuevotrago—.Mejorelaguardiente,queademáscalientalastripas.

DonRégulobebióhastadejarmediadalabotella.Luegocerrólosojosyempezóarecitarunaoscuraletanía:

—Pachamama,ahayu,¡hutam,hutam!…Durante los siguientes minutos, el viejo prosiguió con su incomprensible

monólogo.Pablo,sentadofrenteaél,nopudoevitarpensarquedebíadeestarlocoalrecurriraeseabsurdoadivino.Aquellonoteníasentido:estabaperdiendoeltiempo,allí,conunviejoborracho,mientrasdoñaFlorysuhijaseencontrabanenmanosdeunabandadenarcotraficantes.Y,sinembargo,algoensuinteriorledecíaqueestabahaciendolocorrecto.

De pronto, don Régulo gritó: «!Pachamama!» y, agitando la botella, roció deaguardientelahabitación,incluyendoaPablo.

—¡Eh,quéhace…!—exclamóelmuchacho,limpiándoseelalcoholdelacara.—Es lachalla, tonto, la ceremonia del aguardiente—gruñó el viejo—.Nome

interrumpas.Don Régulo se sumió en un reconcentrado silencio mientras contemplaba

fijamenteloscharcosdeaguardiente.Derepenteprofirióungritoinarticulado,pusolosojosenblancoysusurró:

—DoñaFlorestáenunlugarllenodeempresasyfábricas…Ydebesencontrarlapronto,porquesuvidacorrepeligro.

—PeroMadridestállenodeempresasyfábricas—protestóPablo.Elviejocerrólosojosyguardóunlargosilencio.—Esunlugardulce—dijofinalmente—.Unlugardondehaymiskhi.¿«Miskhi»…?¿Quées«miskhi»?—Puesmiskhi,azúcar.¿Esquenosabeshablarquechua?DoñaFlorestádondeel

azúcar—donRégulomascullóunafraseininteligibleyañadió—:Esoestodo,puedesirte.

Mientras Pablo abandonaba la casa del yatiri su cerebro trabajaba a todavelocidad.AparentementenohabíasacadonadaenclarodesuvisitaadonRégulo,como, por otra parte, era de esperar. Sin duda estaba loco por haber pensado queaquel absurdo adivino podría ayudarle. Sin embargo, el viejo aseguraba que doñaFlorestabaenunlugarllenodeempresasydondehabíaazúcar,yesolerecordabaaPabloalgoquelehabíacontadodoñaFlor…

Sedetuvojuntoalciclomotorycerrólosojos,haciendomemoria.DoñaFlordijoqueenelaviónquetransportabalacocaínahabíaencontradounosdocumentosenlosque se revelaba el nombre de la empresa que iba a transportar la droga, unaempresa…dedicadaalaexportacióndeazúcarygrano.

¡Azúcar!

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Encualquiercaso,pensóelmuchacho,lamujernohabíamencionadoelnombrede la empresa, aunque sí dijo que era norteamericana y que tenía delegaciones enChicago,LaPazyMadrid.Yesoeraunbuenmontóndedatos.

Pablointrodujolallaveenelcontactoyarrancóelciclomotor.Yasabíaloqueteníaquehacer.

***—Vaya, vaya, Lunita —dijo Tacho Coronado mientras entraba en la sala

acompañadodeManuelyflanqueadoporsusdosguardaespaldas—,despuésdetodoloconseguiste—pusolosbrazosenjarrasycontemplóconunasonrisadespectivaadoña Flor—. Mira a quién tenemos aquí: la chola ladrona y su hija la cholita…Manueldicequetúsabescosasquenodeberíassaber.

—Sé que vais a traicionar a los deCali—contestó, impasible, doña Flor—.Ytambiénséque,sinodejáislibreamihija,elseñorRubénLujánrecibiráunacartadondeselocuentotodo.Yomequedaré,peromihijatienequemarcharse.

—Te lo dije, Tacho—intervinoManuel—.No deberíamos haber traído aquí aestas guarichas. Tu padre no quería que este asunto pusiera en peligro nuestronegocio.

—Peropapánoestá aquí, ¿cierto?—Tacho sonriócon suficiencia—.Ynohayningúnpeligro.Esacholanosabenivaina,seestátirandounfarol.

—Pero…—Basta ya,Manuel; no teme pongas zumbón. Los gallegos están a punto de

llegary tenemosmuchascosasquehacer.Luegonosocuparemosdeestaspendejas—Tacho se encaminó hacia la puerta; al pasar junto a Luna le dio un par depalmaditas en la cara y le dijo—:Muy bien, Lunita, muy bien. Te has ganado tusalario,¿eh,huevón?

Lunapensóqueconmuchogustoleromperíatodosloshuesosdelamanoaaqueltipo insufrible,peroya faltabapocoparaque todo terminara,asíquese lasarreglópara poner cara de póquer y no decir ni hacer nada mientras Tacho Coronadoabandonabalasala.

***¿Ha llamado doña Flor?—preguntó Pablo, tras entrar como una tromba en el

salóndesucasa.—Nohallamadonadie—contestóGabriel,apartandolamiradadel televisor—.

Oye,huelesaalcohol…Pabloignoróelcomentariodesuamigoyconsultóelreloj:yahabíanpasadolas

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dos horas fijadas. Se aproximó corriendo al teléfono ymarcó el número de LauraSandoval.

¿Laura?—dijo cuando lamuchacha se puso al aparato—.Escucha, necesito tuayuda.¿Tienesunosminutos?

—Sí,claro…—lavozdeLaurasonabadébilatravésdelalínea—.Parecesmuyexcitado,¿sucedealgo…?

—Sí, sí que sucede algo. Pero ahora no tengo tiempo de explicártelo. Mira,necesito que entres en los ordenadores del ministerio de Agricultura, o en el deComercio,ylocalicesunainformaciónparamí.

¿Que entre en los ordenadores del gobierno…? —preguntó estupefacta lamuchacha—.Peroesoesilegal.

—Yalosé,peroesunacuestióndevidaomuerte.Laura,túeresungeniodelainformática;notengoanadiemásaquienrecurrir.Teloruego,hazlopormí.

Lalíneatelefónicapermaneciósilenciosaunossegundos.—Deacuerdo—accediófinalmentelamuchacha—.¿Quéquieresquebusque?Pablorespiróaliviado.—Se trata de una empresa agrícola. No conozco el nombre, pero sé que es

norteamericanay…PabloleproporcionótodoslosdatosaLauray,trassuplicarlequesedieramucha

prisa,colgóelauricular.Luegosepusoadarvueltasdeunladoaotrodelsalón,conlas manos entrelazadas a la espalda y el ceño fruncido. Gabriel le contempló ensilencioduranteunratoyluegovolvióaconcentrarseenelcapítulodeLosSimpsonquelatelevisióntransmitíaenaquelmomento.

Pocomásdemediahoradespuéselteléfonosonó.¿Sí?—contestóPabloapresuradamente.—Heencontradoloquequerías—dijolaapagadavozdeLaura—.Laempresase

llamaInternationalSugar&GrainCompany.SusedecentralestáenChicagoytieneoficinasenLaPazyenMadrid.

—¡Fantástico!—exclamóPablo—.¿Yladirección?—Polígono Industrial deCerro del Espino, en la carretera de Pozuelo—Laura

hizounapausa—.¿Quéestápasando,Pablo?—Ahoranotengotiempo,Laura.Yate locontaré todo.Muchísimasgracias,de

verdad,mehasayudadomucho.Adiós—PablocolgóelauricularysevolvióhaciaGabriel—.Tenemosqueirnos—dijo,altiempoquerecogíadeencimadelamesalacartadedoñaFloryselaguardabaenunbolsillo.

¿Irnos?¿Adónde?—Aunpolígonoindustrial—Pablosedirigióalasalida—.Vamos,dateprisa.—Perosiyaescasidenoche…—Gabrielechóaandartrassuamigo—.¿Ypor

quéhuelesaalcohol?

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***Lascallesdelpolígonoindustrial,débilmente iluminadaspor lasescasasfarolas

quejalonabanlasaceras,estabandesiertas.Eranlasnueveymediadelanocheytodaactividadhabíacesado;lasnavesylosedificioshabíanquedadosumidosenunacasisobrenaturalquietud.

Losdosmuchachosrecorrieronaquelentramadodetalleres,industriasyoficinasen el ciclomotor. Gabriel conducía despacio, mientras Pablo, sentado detrás, sededicaba a inspeccionar los nombres de las empresas: Forjas Retuerto, ImprentaSterbbins, Drees Nederlanden España SA, Textiles Vda. de Reyzabal… Llevabandiezminutosdandovueltasymásvueltascuandoseadentraronporunacallesituadaalfinaldelpolígono.Allísólohabíaunaempresa,encuyafachadaunrótulorezaba:«InternationalSugar&GrainCompany».

—¡Esaquí!—exclamóPabloaloídodesuamigo.—Vale,peronogrites—dijoGabriel—.¿Quéhago?¿Paro?—Sí,peronoaquí.Siguehastadoblarlacurvayaparcajuntoalaarboleda.Gabriel, con expresión de abierto escepticismo, obedeció las indicaciones de

Pablo y aparcó el ciclomotor unos doscientosmetrosmás allá.Después, ambos seinternaronenelbosquecilloydesdeese lugar,ocultos tras losárboles,espiaron lasinstalacionesdelaempresa.Pabloadvirtióqueenelaparcamiento,muycercadedosinmensos camiones marcados con el logotipo de la compañía, permanecíaestacionadaunacamionetaBMWnegra.

—AhíestádoñaFlor—murmuró.¿Cómolosabes?—Sitelodijera,creeríasqueestoyloco.—Yacreoqueestásloco,asíquepuedesexplayarte—Gabrielfruncióelceñoy

olfateólasropasdesuamigo—.¿Seguroquenohasbebido?—Unviejomerocióconaguardiente—repusoPabloconcansancio—,yatelohe

dicho.—Sí,sí;peronoesnormal,compréndelo.Losancianossededicanapescar,adar

decomeralaspalomasoaafeitarselospelosdelasorejas,peronoatirarlecubatasalagente.

Pablo ya no hacía el menor caso al soliloquio de su amigo. Ahora toda suatenciónestabacentradaen las instalacionesde laSugar&Grain.Teníaqueentrarallí, pero ¿cómo? Había un guarda en la entrada y otros dos recorrían el recintosiguiendolaverja.Tardabanmásomenosdosminutosendarunavueltacompleta,demodoquesiduranteeselapsodetiempopudieradesviardealgúnmodolaatencióndelguardaquecustodiabalapuerta…

—Oye—dijo de pronto—, ¿no hemos pasado delante de una pizzería al venir

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paraacá?—Creo que sí. ¿Qué pasa, te ha entrado hambre? Porque a mí me cruje el

estómago…—Escucha—leinterrumpióPablo,sacandodelbolsillolacartadedoñaFlor—:

cuandoyoentreahí,tútienesqueirdirectamenteaentregaresto.Esmuyimportante.Loentregasytevasacasa,¿vale?

¿QuiénesRubénLuján?—preguntóGabrielmientrascontemplabaelsobrecondesconcierto—.¿Yquéesesodequevasaentrarahí?

—Yateloexplicaré.Venga,dateprisaquetenemosqueirnos.¿Peroadóndevamosahora?—Acomprarunaspizzas—repusoPablo,dirigiéndosealciclomotor.

***ElguardaquevigilabalaentradadelaSugar&GrainsellamabaOlegarioValdés

yestabamortalmenteaburrido.Sabíaqueseesperabaunavisitaimportanteyquelosjefes siempre se ponían muy nerviosos en esas circunstancias y se empeñaban enreforzarlasmedidasdeseguridad,perollevabacasicuatrohorasvigilandoelportalónde laverjayporallínohabíapasadonadie, salvoaquellosdosenormescamiones.Eraparamorirsedetedio.

Depronto,el ruidodeunmotor llegóasusoídos.Giró lacabezayvioqueunjoven se acercaba a él conduciendo una pequeñamoto. Instintivamente, Valdés sellevó lamanoa laculatadel revólverqueportabaalcinto,perosudesconfianzaseesfumó al advertir que el muchacho llevaba en la cabeza una gorrita con lainscripción«PizzaQuick».

—Buenasnoches,jefe—saludóGabriel,bajandodelciclomotor—.Traigounadesalami, otra de jamón y huevo y una especial criolla con doble ración de queso.¿Dóndehayquellevarlas?

—Párateahí,petiso—gruñóValdés—.Aquínadiehaencargadocomida.—Ahsí,síquelahanpedido—lemostróunpapel—.Mire: trespizzastamaño

grandeparalaSugar&Grain.Quizáolvidarondecírselo…Valdéssevioobligadoareconocerinteriormentequeesoeramuyposible—aél

nunca le contaban nada—, así que le hizo un gesto al muchacho indicándole queaguardaseysedirigióalacanceladelportal.HablóbrevementeatravésdelinterfonoyluegovolviójuntoaGabriel.

—Losiento,chico;teembromaron.Nadiesolicitópizzas.—Vaya por Dios, me la han vuelto a jugar… —el muchacho adoptó una

expresióndeintensacontrariedad.Depronto,susojosseiluminaron.—Mire,laspizzasseecharánaperderdetodasformas,asíque,sileparece,selas

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dejoamitaddeprecio;¿vale?Valdésfruncióelceño.Lociertoesqueteníahambre…¿Hayalgunaconanchoas?—preguntó.—No,peroladejamónesdeliciosa.Fíjese.Gabriel desató las planas cajas de cartón que llevaba en el trasportín del

ciclomotor.Abrió una y se lamostró al guarda. Éste avanzó unos pasos, dando laespaldaalportal,yolisqueólapizzacondesconfianza.Justoenesemomento,Pablosalió de detrás de los arbustos que crecían a la orilla de la carretera y se dirigiódespacio,procurandonohacerruido,alportalóndelaverja.

—Nomegustaeljamón—dijoValdés,yempezóadarselavuelta.—¡Unmomento!—lecontuvoGabriel—.¿Yquémedicedeladesalami?Esun

bocadoexquisito,créame.Mientras el guarda contemplaba la pizza, pensativo, Pablo llegó a la altura del

portalycomenzóacruzarlaverja.—Tampocomegustaelsalami.Valdéshizoamagodegirarsedenuevo.Gabrielleagarrócasihistéricamentepor

elbrazo.—¡Entonces,lacriolla!—tragósaliva—.Vale,jefe,veoqueesustedungourmet.

Nopuedoengañarle,lacriollaesjustoloquesemerece.Imagínese:carnepicada,conaceitunas,pimiento,guindillayundeliciosotoquedeorégano,sobreunadoblecapademozzarella.Mire…

Elmuchachoabriólaúltimacaja.Valdésfrunciólanarizyoliólapizzaconairede experto catador. Por el rabillo del ojo, Gabriel vio que Pablo echaba a corrersigilosamentehacialasinstalacionesdeledificioydesaparecíaporentrelassombrasquebañabanelaparcamiento.

—Okay, petiso—aceptó Valdés—. Me quedo con la criolla. Pero a mitad deprecio,¿eh?,sino,nohaytrato…

Gabrielsuspiróaliviadoyleentregóalhombrelastrespizzas.—Mire,mehacaídoustedbien—dijo—.Selasregalotodas.—Vaya,gracias…—musitóelsorprendidoguarda.Gabrielsubióapresuradamentealciclomotory,sinlamenorvacilación,sealejó

de allí. Nada más perder de vista la Sugar & Grain tiró al arcén la gorrita derepartidor (el encargadode lapizzería leshabía exigidounacantidadexorbitante acambiode desprenderse de ella, pero lo cierto es que era un ascode gorra); luegoabandonóelpolígonoindustrialysedirigióatodavelocidadaldomiciliodeRubénLuján,jefelocaldelcarteldeCali.

***Cuando,diezminutosmástarde,losgallegos llegaronaledificiode laSugar&

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GrainentreslujososMercedes,encontraronaOlegarioValdésdandobuenacuentadeunaenormepizzacriolla.Elguardaseatragantóalverlosy,trasunviolentoataquedetos,anuncióporelinterfonolallegadadelosvisitantes.Luego,algoavergonzado,lesabrióservicialmentelaverjadeentrada.

En realidad, los gallegos no eran gallegos, pero todos les conocían por esenombre en el oscuro mundo del narcotráfico. Su organización se ocupaba dedistribuir parte de la cocaínaprocedentedeSudaméricapor los paísesde laUniónEuropea,yteníanagalaconsiderarsealgoasícomounahonradayeficazempresadetransportes,aunque,desdeluego,susmétodosdistabanmuchodeserortodoxos.

GermánRubirosa,unodelosjefesmásimportantesdelclandelosgallegos,fueefusivamenterecibidoporTachoCoronadoyManuelZárate.Tachoinsistióensubiralaoficinapara tomarunacopaantesdehablardenegocios,peroel señorRubirosadesdeñólainvitaciónconungestoydijo:

—Veamosprimerolamercancía.Asíque,enmediodeuntensoambiente,seencaminarontodosalaparcamiento.

Nadiedijonadahastallegaralaalturadelosdosgrandescamiones.—Lapichicataestáenesevehículo,donGermán—dijoTachoconunasonrisa

zalamera—.Enelotrosólohayharina.ElseñorRubirosachasqueólosdedos.Unodesushombressubiórápidamenteal

camiónindicado,eligióalazarunodelossacos,extrajounpocodelpolvoblancoquecontenía, lo probó con la punta del dedo y luego vertió una pizca en una probetamediollenadeunlíquidotransparente.Observóduranteunratocómolacocaínaseprecipitabaenlasoluciónysentenció:

—Unnoventaycincoporcientodepureza.GermánRubirosasonriósatisfechoysevolvióhaciaTacho.—Ahorasíaceptaréesacopa—dijo.La atmósfera pareció relajarse instantáneamente y el grupo se encaminó al

edificiodeoficinas.Antesdeentrarenél,donGermánordenóbajardosmaletasdeuno de losMercedes. En cada una de esas maletas había veinticinco millones dedólares.

Entre tanto,ocultodetrásdeunosembalajes,enunsombrío rincóndel solitarioaparcamiento, Pablo contemplaba pensativo los dos camiones. Al parecer, habíallegadojustocuandoseibaaefectuarlaentregadelacocaína.Unmalmomento,sinduda,onotanmalo…Afindecuentas,lacocaínaestabaahí,aescasosmetros,ysiconsiguierahacerseconellapodríautilizarlacomomonedadecambioparaliberaradoñaFloryaSamara.Además,lasllavesdelcamiónestabanpuestasenelcontacto.Lomaloesqueno teníani ideadeconducir,ymuchomenosunvehículodeaqueltonelaje.

Pablorespiróprofundamente.Dentrodepocose llevaríanelcamióncargadodedroga. Si pudiera hacerse con ella antes…, pero, claro, él solo no podía descargardiezmilkilosdecocaína…

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De pronto, sus ojos se iluminaron con un chispazo de inspiración: ¡claro quepodíahacerdesaparecerladroga!

Ylomejordetodoesque,paraello,nonecesitabamásquesunavajamultiusos.

***RubénLuján, sentado frenteal escritoriode subufete, terminóde leer la carta,

enarcóunacejaydirigióunaseveramiradaaGabriel.¿Esunabroma?—preguntó.—Notengoniidea,señor—respondióGabriel,muyserio—.Amímehandado

esesobreparaqueseloentregaseausted,yesoestodoloquehehecho.¿Quiéntelohadado?—Unamigo.Peroaélseloentregósucriada,unaseñoraboliviana.—Asíqueestolohaescritounamucama…Luján examinó de nuevo la carta, atusándose pensativo las guías del bigote.

Gabriel,sentadomuyrígidosobreunasilla,semaravillóunavezmásdeltremendoaspectodemafiosodepelículaqueteníaaquelhombre.

¿Sabesquiénsoyyo?—preguntóLuján.Elmuchachosacudióenérgicamentelacabeza.¿Ysabesloqueponeenestacarta?—No,señor.Y,simepermiteelcomentario,notengoelmenordeseodesaberlo.Lujánesbozóunasonrisa.—Chicolisto—dijo.Luegosacódesucarteraunpardebilletesdediezmil,losintrodujoenelbolsillo

delacamisadeGabriely,entonoveladamenteamenazador,añadió:—Estoesparaquemantengaslabocacerrada.Puedesirte.Elmuchachomusitóunafrasedeagradecimientoydesapareciódeldespachoala

velocidaddelrayo.Lujáninclinólacabezayreleyóalgunosdelospasajesdelacarta.Finalmentelevantóelauriculardelteléfonoymarcóunnúmero.

—Hola,Julio,soyRubén—dijocuandocontestaronlallamada—.Oye,¿sabesdealgún avión que haya ardido cerca de La Paz hará cosa de unmes?—una pausamientras escuchaba la respuesta—. Cargado de coca, ¿eh…? Y el avión no eranuestro, ni de los de Medellín… Otra cosa: ¿tienes idea de por dónde paran losCoronado?—unanuevapausa—.Asíqueel hijo está enMadrid,vaya,vaya…—fruncióelceño,pensativo—.Escucha,Julio,pasaahoramismoabuscarme.CreoquehallegadoelmomentodehacerleunavisitadecortesíaaTachitoCoronado.

Mientrasestaconversaciónteníalugar,Gabrielseencontrabaenlacalle,sentadoensuciclomotorperosindecidirseaponerloenmarcha.Aqueltipo,RubénLuján,noesqueparecieseunmafioso,esqueeraunmafioso.Aúnseestremecíaalrecordarlaformaenquelehabíadicho:«Estoesparaquemantengaslabocacerrada».SonabacomoAlPacinoenesapelículadeBriandePalmasobrenarcotraficantes.

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Gabrielsepasóunamanoporlafrente.¿Yahoraquéibaahacer?Pabloledijoquesemarcharaacasa,yyaeramuy tarde,suspadresestaríanpreocupados.Pero,¿enquéclasedelíosehabíametidosuamigo?Trasmeditarunosinstantesllegóalaconclusióndeque,fueraloquefuese,nopodíadejarleenlaestacada.

Conairerepentinamentedecidido,GabrielarrancóelciclomotorypusorumboalpolígonoindustrialdondeseencontrabanlasoficinasdelaSugar&Grain.

***Germán Rubirosa apenas permaneció media hora en compañía de Tacho y de

Manuel.Tomaronjuntosunosvasosdewhiskyybrindaronporelprometedorfuturode su recién estrenada alianza. Luego, don Germán hizo entrega a Tacho de lasmaletasconeldinero,saliódelasoficinasparareunirseconsushombresy,enmenosdeunminuto,lacomitivaformadaporlostresMercedescruzabadenuevolaverja,estavezensentidoinverso.Alpoco,seperdieronenlaoscuridaddelanoche.

No obstante, uno de los miembros del clan de los gallegos se quedó en lasinstalacionesdelaSugar&Grain.SellamabaFaustinoyeraelconductorencargadodellevarlacocaínaaunlugarsegurocercadelafronteraconFrancia.ManuelZáratele entregó los documentos del camión y Faustino se dirigió al aparcamiento.Comprobó en los papeles la matrícula del vehículo, subió a la cabina, lo puso enmarchayabandonóellugarsinningúnproblema.

Sinembargo,mientras conducía el inmensocamiónendireccióna la autopista,Faustinoteníalaextrañasensacióndequealgoibamal.Nosabíaquépodíaser,perono lograbaquitarsede la cabezaquehabía algo incorrecto en todoaquello,quedealgunaformahabíacometidounerror.Finalmenteseencogiódehombrosydecidióquetodoerafrutodesuimaginación.Afindecuentas,transportardiezmilkilosdecocaínaesalgoquepuedeponerlenerviosoacualquiera.

***Desde su escondite en el aparcamiento, Pablo contempló con júbilo cómo el

camión abandonaba las instalaciones de la compañía. Su plan había salido a laperfección,aunquelaverdadesquenoteníamuyclarodequéibaavalerle.Suspiró:porlomenosserviríaparamontarfollón.

Pero ahoraPablo tenía que ocuparse de otras cosas.Lo primero era localizar adoñaFlor.Sirealmenteestabaallí,comoafirmabadonRégulo,teníaqueencontrarseen el interior del edificio. El problema era cómo entrar sin ser visto.Meditó unosinstantes: la puerta delantera estaba vigilada, de modo que quedaba excluida.Aparentemente, no había ninguna entrada del lado del aparcamiento, así que sólo

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quedabalapartedeatrás.Pablo se aseguró de que no hubiera nadie por los alrededores y abandonó

sigilosamente su escondite. Amparándose en las sombras comenzó a rodear eledificio.Comprobóqueelpatiotraseroestabadesierto,girólaesquina,avanzóunospasos…yallíestaba,adosadaalmurodeladrillo:unasolitariapuertametálicalibredevigilancia.

Pablomiróaizquierdayderechayseaproximórápidamente.Lomásprobableesquelapuertaestuvieracerrada,peroteníaquecomprobarlo,asíquetendiólamanohaciaelpicaportey…

…Y de pronto, la puerta se abrió de par en par, encuadrando la figura de unhombrearmado.

El sicario parpadeó sorprendido al ver a Pablo, e instintivamente empuñó suarma,unfusilametralladorThompsondeimponenteaspecto.

—Mira lo queme he encontrado…—dijo con una sonrisa sardónicamientrasencañonabaalmuchacho—.¿Quédemoniosestáshaciendoaquí,niño?

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9.Eljaguaryloslobos

LapuertadelasalaseabrióbruscamenteyunodeloshombresdeCoronadoempujóaPabloatravésdelportal.

—¡Pablito!—exclamódoñaFlor,palideciendo.—Muchacho—musitóLuna,sorprendido—,¿dedóndehassalido?—Lo encontramos husmeando en la parte trasera del edificio —intervino el

hombre—.DicequeconoceaFlorHuanaco.—De acuerdo, yome ocupo de él—Luna aguardó en silencio a que el sicario

salieradelasalayluegosevolvióhaciaPablo—:¿Cómohasdadoconestelugar?—preguntó—.Estoysegurodequenadienossiguió.

—MelodijodonRégulo—musitóPablo.—Ah, don Régulo… —el asesino enarcó las cejas—. ¿Y quién es ese don

Régulo?—Unyatiri.¿Unyatiri?—repitióLunaconincredulidad—.¿Unadivino?—deprontoseechó

areír—.¡Esincreíble!—exclamó—.¡EstocadavezseparecemásaunapelículadeloshermanosMarx!…Anda,muchacho,siéntateypontecómodo.

Pablo tomó asiento entre las dos mujeres. Doña Flor se inclinó hacia él y lesusurróaloído:

¿Cómosetehaocurridoveniraquí?¿Ylacarta?—Unamigolaentregópormí—musitóPablo.—Porfavor,nadadecuchicheos—dijoLuna—.Esdemalaeducación.¿Quévanahacerlealchico?—lepreguntódoñaFlor—.Élnosabenada.—Esonolodecidoyo,señora.—No, claro; usted se ocupa de secuestrar muchachas —doña Flor sacudió la

cabeza—.¿Cómopuedealguiendedicarseauntrabajotansucio?—Pordinero,señoraHuanaco.Pormuchodinero.¿Yeldinerolelavalasangredelasmanosyleapacigualaconciencia?—doña

Flor respiró hondo, cada vezmás enfadada—.Yo soy pobre, señor. Y pobres sontodosmisfamiliaresyamigos.Ynonosgustaserlo,perobiensabeDiosquenonosconvertimosencriminalesacambiodeunpuñadodebilletes.Notenemosnada,escierto,peroalmenosnosquedaladignidad.

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Lunapermanecióunosinstantessilencioso,contemplandoimpasibleelrostrodelamujer.

—Dice que es pobre, señora Huanaco —repuso en tono neutro—, pero enrealidadnosabeloqueeslaauténticapobreza.Nuncaconocíamipadre,¿sabe?,ydemi madre sólo guardo un vago recuerdo, porque cuando yo tenía seis años elladecidióqueesodetenerhijoseraunestorboymeabandonó.Asíquetuvequeviviren lascalles,alimentándomede loqueencontrabaen loscubosdebasura,ode lasratas que lograba cazar. Pero eso no era lo malo, señora Huanaco; la auténticapesadillacomenzabaporlasnoches,cuandomereuníaconotroschicoscomoyoparadormirenalgúnportal.Porquedenochesalíandecaceríaloscarrosdelamuerte—sonrióconfrialdad—.«Carrosdelamuerte»,señora,asílosllamábamos.Deprontoun carro doblaba la esquina, alguien se asomaba por la ventanilla empuñando unaametralladoraynosrociabaconunalluviadebalas.Luegoelcochedesaparecíacallearribayenelsueloquedabanochoonuevemuchachitosmuertos.Permítamedecirle,señoraHuanaco,queesoeslaauténticamiseria—hizounapausa—.Undíallegóuntipo yme ofreció cien dólares pormatar a alguien.Cien dólares, señora; toda unafortunaparamíporaquelentonces.Aceptésindudarlo,yelhombremediounaviejapistola. Y yo fui a donde tenía que ir y liquidé a quien tenía que liquidar. Y esemismodíamehicelapromesadenovolveraarrastrarme,jamás,porlabasura.

SobrevinounlargosilencioquedoñaFlorquebróconunprofundosuspiro.—Ya veo—dijo lamujer con tristeza—.Como de niño le tirotearon, ahora es

ustedelqueempuñaelarma.Porfinestádelladoadecuado,¿no?,delladodelosqueasesinan niños—hizo una breve pausa y agregó con amarga ironía—: Le felicito,señor,haprogresadoustedmuchoenlavida.

ElentrecejodeLunasefruncióduranteapenasunsegundo.—Me temo que esta conversación no da más de sí, señora Huanaco —dijo,

recuperandosutranquilasonrisa—.Másvalequecambiemosdetema…Elasesinoenmudecióaladvertirque lapuerta seabríadenuevo.Doshombres

armadosentraronenlasala.—ElseñorCoronadohaordenadoquevayantodosasudespacho—dijounode

ellos.

***Tacho Coronado apartó los pies de encima del escritorio, cogió el subfusil

ametralladorquedescansabajuntoalteléfonoyencañonóconélaLuna.—¡Bang,bang,bang!—exclamótrasunapausa—.Tematé,Lunita—seechóa

reírylemostróelarmaalasesino—.Eselúltimomodelodelauziisraelita;¿vistequélindo?Esosjudíossíquesabenfabricararmas.

—Bonito—dijoLuna en tono impersonal—.Aunque un poco ruidoso parami

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gusto.¿Ruidoso?…Pero si el ruido es lomás chévere de las balaceras. Igual que las

tracasyloscohetesdelanochedefindeaño.Tachosopesólaametralladoraduranteunosinstantesyladejódenuevosobreel

escritorio.Sedesperezócomoungatosatisfechoy,trasincorporarse,prosiguió:—Mepillasdebuenhumor,Lunita.¿Sabesporqué?Porquesoymuchomásrico

quehaceunahora—cogióunadelasdosmaletasdecuerocastañoquedescansabanjunto al escritorio y la abrió,mostrando su interior repleto de billetes—.Aquí hayveinticinco millones de dólares, y lo mismo en la otra valija. Seguro que unalpargatudocomotúnuncahabíavistotantaguitajunta.

—No hagas ostentaciones, Tacho —intervino Manuel Zárate—. A tu papá legustaladiscreción.

—Soy yo quien dirige esto, Manuel, y no mi padre —replicó Tacho,repentinamenteserio—.Asíquedéjatedemacanas,¿okay?

Se volvió con el ceño fruncido hacia los tres prisioneros, que, bajo la atentavigilancia de los dos guardaespaldas, permanecían silenciosos en un rincón deldespacho, y los observó con detenimiento. Al reparar en la presencia de Pablo,preguntó:

—¿Quiénesesepetiso?—LaseñoraHuanacotrabajabacomomucamaensucasa—respondióLuna.—¿Yquénariceshaceaquí?—Llegóélsolo—elasesinosonrió,divertido—.Unyatirileindicóelcamino.—¿Estásmamado,Lunita?…—Tachoenarcóunacejaysacudiólacabeza—.No

importa, luegonosocuparemosdeél—volviólamiradahaciadoñaFlor—.Bueno,bueno,choladeldemonio;¿notienesnadaquedecirme?

—Síquetengo—repusolamujerconfirmeza—.ElseñorRubénLujányaestáinformadodelatraicióndelosCoronadoynotardaráenpresentarse.

—¿Sí…?¡Quémiedo!—Tachoriósecamente—.Yanohaynadaenesteedificioquemeincrimine,Florita,nohaypruebas.SivieneRubén,perfecto,tomaremosunostragos y nos reiremos de la broma que le han gastado—su mirada se endureciómientrasseaproximabaalamujer—.Perobastayadevainas,pendeja.Vamosaloimportante:¿dóndeestálapichicataquenosrobaste?

—Laquemé—contestódoñaFlor.—Respuestaequivocada—musitóTacho.Y, repentinamente, descargó un puñetazo contra el rostro de la mujer que la

derribóviolentamentesobreelsueloenmoquetado.—¡Mami!—gritóSamara.Pablo intentó abalanzarse sobre el joven, pero uno de los guardaespaldas se lo

impidió retorciéndole el brazo.DoñaFlor se incorporó trabajosamente.Un hilo desangrebrotabadesunariz.

—Voy a preguntártelo unavezmás—dijoTacho en tono amenazador—: ¿Qué

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hicisteconlapichicata?DoñaFlortragósalivaeirguiólacabeza.—Laquemé—repitió.Tacho exhaló una bocanada de aire y le propinó un nuevo puñetazo. Lamujer

volvióacaer,peroestaveznologrólevantarseypermaneciójadeanteenelsuelo.Luna frunció el ceño. A lo largo de su vida había tenido la oportunidad de

contemplarunbuennúmerodeespectáculosatroces,perohabíaalgoentodoaquelloque,poralgunarazón,lecausabaunintensodesagrado.

—Esamujer está diciendo la verdad—señaló—.Pormuchoque la golpees novasasacarnadaenclaro.

—¿Alguiensolicitótuopinión,Lunita?—seleencaróTacho—.Porquesinoesasí,másvalequetequedescallado.

—PeroelseñorLunatienerazón—intervinoManuel—.HabléconBolivia,yateconté,ymedijeronque losmilicosreciénhallaronunaeroplanoquemadocercadeLa Paz.Al parecer, transportaba droga. La chola nomiente: le prendió fuego a lacocaína.

—¡Nadie quema cincuenta millones de dólares! —estalló Tacho—. Quizá esaguarichaquemópartedelapichicata,peroseguroqueescondióotraparteenalgúnlugar.Ymelovaadecir,yaveráscomolahagohablar.

Permaneciópensativounossegundos.LuegovolviólamiradahaciaSamaraylacontempló atentamente. Una sonrisa zorruna se formó en sus labios mientrasordenaba:

—Amarradalacholaviejayalniño.Yamordazadlos.Los dos guardaespaldas sujetaron a doña Flor y a Pablo por los brazos,

obligándoles a sentarse en sendas sillas. Luego, con la pericia de quienes estánacostumbrados a realizar esa clase de tareas, les ataron las manos y los pies y,finalmente,cubrieronsusbocasconanchasbandasdecintaadhesiva.EntoncesTachoseaproximósonrientealaatemorizadaSamara.

—¿Eresvirgen,niña?—preguntó.Laspupilasdelamuchachasedilataron,peronodijonada.—¡Tehepreguntadosieresvirgen!—gritóTacho,enfurecido—.¡Contesta!Samaraseencogiósobresímismayasintiótemblorosa.Tachosevolvióhaciasus

guardaespaldasconunaalegresonrisaenloslabios.—Miradloquetenemosaquí—dijo,guiñándolesunojo—:unacholitavirgen.Y

eslindalacondenada—comenzóaquitarselachaqueta—.Pueshatenidosuertelamuchachita—susurró—,porquevaaestrenarsecontodounhombre.

Los guardaespaldas rieron tontamente.Manuel Zárate torció el gesto y suspiróconresignación.

—Quépérdidadetiempo…—murmuró,vagamentemalhumorado.Lunacontuvoelalientoycerrólosojos.Sentíaunararasensaciónenlabocadel

estómago,algoasícomounprofundodesagrado,yrabiairracional,ydesazón.Notó

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quelasmanosletemblaban.Apretólospuños.DesviólavistaaunladoyentoncesadvirtióquedoñaFlorpermanecíamuyquieta,comounaestatua,contemplándoleaélfijamente.Habíatalintensidadensumiradaqueelasesinonopudosostenérsela.

—Venconmigo,pequeña—dijoTacho,avanzandohaciaSamara—.Teenseñarélodulcequepuedoser.

Samara, aterrorizada, retrocedióhasta chocar con lapared.Depronto,Tacho larodeócon losbrazose intentóbesarla.Lamuchachagritóyquisoarañarle,peroélbloqueósusmanosconelantebrazoylepropinóunabrutalbofetada.

—Tieneuñaslagatita—dijoeljoven—.Habráqueamansarla…Luna sentía lamiradade doñaFlor clavada en él.Notóun sabor amargo en la

boca.AvanzóunpardepasoshaciaTacho.—Tu padre sólo quiere ajustarle las cuentas a la señora Huanaco—dijo, muy

tenso—.Estonoesnecesario.—Puede que no lo sea,Lunita—repusoTacho, sin apartar los ojos del cuerpo

temblorosodeSamara—,peroesdivertido.Yyaveráslodispuestaahablarqueestálamadrecuandovealoquelehagoasuhijita.

Tacho sujetó a la muchacha por la cintura y la atrajo hacia sí. Ella gritó y sedebatió,aterrorizada.Éllaabofeteódenuevo,estavezcontantafuerzaqueSamarasalióproyectadacontralaparedycayóalsuelo,dondequedótendida,agitándosealcompásdesussollozos,comounpájaroherido.

Lunanotóquesuautocontrolcomenzabaaquebrarse.Girólacabezayviocómoelmuchacho,Pablo, luchabacon las ligaduras, intentandoenvanozafarse,yvioelrostrotenso,inmóvil,dedoñaFlor,ysusojosfijosenél.

Susojosfijosenél,comosiesperaranalgo,comosileexigieranalgo.—Estonoescorrecto—lavozdeLunatemblaba—.Noesprofesional—avanzó

unpaso—.Dejaalamuchacha.TachovolviólacabezaycontemplóaLunaconarrogancia.—Tranquilo,Lunita—dijoconunamuecadespectiva—.Sinotienestripaspara

aguantar,vetefuera.Peroyoentulugarmequedaría:quizáaprendasalgo.Tachosoltóunacarcajada.Luego,inclinándosesobreSamara,lerasgólablusade

untirónycomenzóamanosearla.LamiradadeLunasaltódelrostroexcitadodeTachoalaexpresiónangustiadade

la muchacha, y de ahí fue a posarse en las caras brutalmente alegres de los dosguardaespaldas, para terminar encontrando laspupilasdedoñaFlor, clavadas en élcomodosagujascandentes.

Yalgocedióensuinterior,comosiunaválvuladeseguridadsaltara,permitiendoqueelvapordelairasurgieraatodapresión.

—¡Hedichoquedejesalamuchacha!—gritóelasesino.YagarróaTachoporelbrazo,loapartóviolentamentedeSamaraylepropinóun

devastador puñetazo en lamandíbula. El golpe resonó en el interior de la estanciacomo un crujido seco. Tacho salió despedido hacia atrás, tropezó con una mesa

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auxiliarysederrumbópesadamentesobrelamoqueta.Parecíaqueeltiemposehubiesedetenido.Mientras Tacho se precipitaba al suelo, Luna recobró la cordura y se preguntó

interiormente: «¿Pero qué estoy haciendo?…» Luego, como si todo sucediera acámara lenta, observó el rostro sorprendidodeManuelZárate y las expresionesdeincredulidadquereflejabanlascarasdelosguardaespaldas.

Duranteunlarguísimosegundonadiehizonidijonada.EntoncesTachocomenzóaincorporarsey,conelrostrorojodefuror,gritó:—¡Matadaesehijopulla!Lamanodeunode losguardaespaldasvolóhacia lapistolaqueportabaenuna

fundasobaquera,altiempoqueelotrogorilacomenzabaaempuñarsuametralladora.Pero Luna se movió vertiginosamente y, de improviso, la beretta ya estaba en sumanovomitandoplomo.Unodelosguardaespaldas,elqueusabapistola,recibióunimpactoenelpechoycayóheridoalsuelo,peroelotrologróparapetarsedetrásdelamesaauxiliarycomenzóavaciarelcargadordesuametralladoracontraelasesino.Lasbalasimpactaronunoscentímetrosporencimadelacabezadeésteyarrancarondelaparedesquirlasdeyeso.

Lunasaltóporelairey,sindejardedisparar,serefugiódetrásdelescritorio.PorelrabillodelojoviocómoManuelZárateabandonabaeldespachoatodavelocidad.Depronto,elchasquidodelpercutor le indicóquesehabíaquedadosinbalas.Unaráfagadeametralladorabarriólasuperficiedelburó.Lunamascullóunamaldición:estabaatrapado.

Y entonces recordó algo: ¡encimadel escritorio se encontraba la uzi deTacho!Tanteó con lamano hasta que los dedos rozaron la fría superficie del subfusil, loempuñó,corrióelcerrojoycomenzóadispararcontralamesatumbadatraslaqueseocultaba el guardaespaldas. Las balas de gran calibre destrozaron el tablero demaderayllenaronelairedeastillasyserrín.Elgorilaaullóyabandonóelprecarioparapetoaltiempoquedisparabaciegamentesuametralladora,sedetuvouninstantepara ayudar a levantarse a su compañero herido y, sin dejar de disparar, ambossalieronatrompiconesdeldespacho.EneseinstanteLunaseincorporóvelozmenteypulsóelbotónqueactivabalapuertablindada.Éstasecerrólentamente,ahogandolosgritosquellegabandelexterior.

La atmósfera se encontraba impregnada del acre olor de la pólvora. El asesinoahogó una tos, respiró profundamente un par de veces y miró en derredor. Eldespacho estaba destrozado, con las paredes cubiertas de orificios de bala y losmuebles rotosycaídos.Enun rincón,Samarasollozabaquedamente.PabloydoñaFlor,porincreíblequepudieraparecer,estabanilesosypermanecíantumbadosenelsuelo,atadosyamordazados.Unpocomása laderecha…,¿quéhabíaallí?Parecíaunbultoinformeyrojizo…

Luna inclinó la cabeza hacia delante para poder apreciarmejor lo que era…ysintióqueelcorazónseledeteníaentredoslatidos.Avanzóunospasosycontempló

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conincredulidadelcuerposinvidaqueyacíaasuspies.EraTachoCoronado,conelcorazónatravesadoporundisparo.—Mierda,mierda,mierda…—mascullóelasesino.ElhijodelpoderosodonAurelioestabamuerto.Yél,pensóLuna,también.

***—¡Madremía!—exclamóGabrielporlobajo—.¡Esosondisparos!DespuésdeabandonareldomiciliodeFabiánLuján,Gabrielhabíaregresadoal

polígonoy,unavezallí,ocultoentre losárboles,habíapermanecidoa laesperadequealgosucedieseen laSugar&Grain.Pero loque finalmentehabíaocurridoeramuy gordo, porque aquellos sonidos ruidosos y secos que acababan de surgir delinterior del edificio no eran fuegos artificiales, ni el petardeo de un motor, ni eltableteodeunpistónneumático.Erandisparos.Ymuchos.

Gabrielparpadeó,confuso.Porloquesabía,suamigotodavíaestabaallídentro.¿Quépodíahacer…?

Sólounacosa,pensó:avisaralapolicía.Echóacorrerhaciasuciclomotor,lopusoenmarchaysedirigióalacomisaría

máspróxima.

***Luna se quitó la chaqueta y cubrió con ella el tembloroso cuerpo de Samara;

luegodesatóadoñaFloryalmuchacho.Lamujerseaproximóasuhijaylaabrazóconternura.Pablocontemplóalasesinocondesconcierto.

¿Porquélohahecho?—preguntó—.¿Porquénoshaayudado?Lunasonrióconamargura.—Sinceramente,muchacho:notengonilamásremotaidea.—El señor Luna juró hace muchos años que no volvería a arrastrarse por la

basura—intervino doña Flor, mientras acariciaba los cabellos de su hija—. Hoy,finalmente,hacumplidosupromesa.

—Nomevengaconmilongas,señoraHuanaco—resoplóelasesino—.Bastantesproblemastengoyacomoparaandarmeconcuentitosmorales.

Se produjo un tenso silencio. Samara, siempre abrazada a sumadre, volvió lacabezaycontemplóelcadáverdeTacho.

—Estámuerto…—musitó, y añadió con repentina rabia—: ¡Mealegro, eraunmonstruo!

—Pues no te alegres tanto, niña—dijo Luna—. Cuando Aurelio Coronado se

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enteredeloquelehapasadoasuhijo,nohabrálugarenelmundodondepodamosocultarnosdesufuria—sonrióconironía—.Ylomásgraciosoesquenisiquierafuiyoquienlomató…

Inesperadamente,lavozdeManuelZáratellegóapagadadesdeelotroladodelapuerta:

—Tacho, ¿estás bien…? —silencio—. ¿Me oyes, Tacho…? Responde, porfavor…—unalargapausa—.SeñorLuna,¿podemoshablar?

—Claro,Manuel—respondióelasesino,aproximándosealapuerta—;¿quéseleofrece?

¿CómoseencuentraTacho?—Uno de sus guardaespaldas debió de alcanzarle por error. Ahora está

inconsciente.—Entalcasonecesitaráatenciónmédica—replicóManuel—.Hagamosuntrato,

señor Luna: si usted nos entrega a Tachito, nosotros les dejaremos partir sanos ysalvos.

—Esosuenamuybien—elasesinoesbozóunasonrisa—.Perometemoquenoacabodecreerle.

—Feoasunto,señorLuna—dijoManueltrasunprolongadosilencio—.Entoncesnonosquedamásremedioqueentrarnosotrosallí.

—Claro—asintióLuna—.Locomprendo.Atravésdelapuertaseescuchóelsonidodeunospasosquesealejaban.Pablo

contemplóalasesino.¿Yahoraquévanahacer?—lepreguntó.—Traerán explosivos y derribarán la puerta—Luna se encogió de hombros—.

MientrascreanqueTachosiguevivoactuaránconmuchasprecauciones,yesoesunaventajaparanosotros.Perononosengañemos:vamosamorir.

—Quizá no—terció doña Flor, que se encontraba junto a la ventana,mirandohaciaelexterior—.Acabandellegarcincoautomóviles,ycreoqueenunodeellosseencuentraelseñorRubénLuján.

***Manuel Zárate estaba impartiendo las instrucciones necesarias para preparar la

voladura de la puerta y el rescate de Tacho, cuando uno de los guardas llegó a lacarreraylenotificóqueelseñorRubénLujánleesperabafueradeledificio.Manuelse preguntó cómoera posible que tantas cosas salieranmal a la vez,masculló unamaldición,eindicóconungestoasushombresquelesiguieran.

Peroal salir al exterior,Manuelcomprendióque, en realidad, lascosasestabanmucho peor de lo que imaginaba: Luján, acompañado por Julio Raudales, sulugarteniente,seencontrabarodeadoporunaveintenadesicariosdelcarteldeCali,

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armadoshastalosdientes.—Buenas noches, don Rubén—saludóManuel con una respetuosa sonrisa—.

¿Quéletraeporaquítandeanochecida?¿Cómoteva,Manuel?—repusoLujánentonodistante—.MedijeronqueTacho

CoronadoestabaenMadridyhevenidoasaludarlo.—Ah,sí,estáenMadrid.Peroahoranoseencuentraaquí,losiento.—Ya…—Luján contempló pensativo a los hombres deManuel y preguntó—:

¿Quéhacetugentecontantaartilleríaaestashorasdelanoche?—Pues… verá, don Rubén, tenemos un pequeño problema de seguridad en el

edificioy…—Oh,cuántolosiento—leinterrumpióLuján—.Peroseguroquenotardaréisen

solucionarlo—secruzódebrazos—.Voyairalgrano,Manuel:alguienmehadichoqueAurelioCoronadollegóaunacuerdoconlosgallegosyestárefinandococaínaporsucuenta.Comocomprenderás,esanoticiametienemuypreocupado.

—Peroesoesabsurdo—protestóManuel—.DonAurelionuncatraicionaríaasussocios—sonrióampliamente—.Nodebeprestaroídoalashabladurías,donRubén;haymuchopendejoquesólopiensaensembrarcizaña.

—Esposible…—Lujánesbozóunasonrisa—.Entalcaso,no te importaráquemishombresechenunaojeadaporaquí,¿verdad?

—Claroqueno,donRubén.Estáustedensucasa.Lujánmirólentamenteenderredor.¿Quéhayenesecamión?—preguntó,señalandohaciaelaparcamiento.—Harina de maíz—contestóManuel—. Ya sabe que esto es una empresa de

productosagrícolas…—Claro, claro—Luján sevolvióhacia su lugarteniente—. Julio, acércate a ese

camiónycompruebalacarga.Julioseaproximóalvehículo,subióalcompartimientotraseroydesaparecióen

suinteriorduranteapenasunminuto;luegoregresócorriendo.Alllegaralaalturadesujefeextendiólamano,mostrándoleunpuñadodepolvoblanco.Lujáncogióunapizcaentre losdedosy loprobócon lapuntade la lengua.Al instante, susojosseconvirtieronendosaristasdehielo.

—Unacocaínamuypura,Manuel—dijoconfrialdad—.Felicitaatusquímicos.Sinañadirmás,Lujánsediolavueltayentróenunodeloscoches.—Pero…perosiesharina…—balbuceóManuel.Juliodejócaerelpolvoblancoalsueloysacudiólacabeza.—No—dijo—.Noloes.El automóvil de Luján hizo chirriar las ruedas y arrancó velozmente hacia la

salida,perolossicariosdelcarteldeCalinisiquierasemovieron.DuranteunpardesegundosManuelloscontemplóensilencio,desconcertado.Luegoadvirtiólanegrapieldelasarmasbrillandobajolaluzdelasfarolas.

—¡Acubierto!—lesgritóasushombresmientrasselanzabaalsuelo.

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Loscolombianoscomenzaronadisparar.

***—Quemeaspensiloentiendo—murmuróLunamientrascontemplabadesdela

ventanaeltiroteoqueteníalugarfrentealedificio.—Hanencontradolacocaína—dijoPablo,sonriente.—No, muchacho; el camión con la cocaína se marchó hace rato. En ese otro

camiónsólohayharina.Pablonególentamenteconlacabeza.—Cambiélasmatrículas—dijo.¿Qué?—Cuandoestabaahífuera—explicóelmuchacho—,antesdequemeatraparan,

desatornillélasmatrículasylasintercambié.Losdoscamionessonidénticos,asíquepenséquequizáesolesconfundiría.

—Entonces—musitó,atónito,Luna—,elcamiónquesellevaronlosgallegoseselquetransportalaharina…

—Yelqueacabadeencontrarseel señorLujánestácargadohasta los topesdecocaína—concluyóPablo.

Depronto,elasesinorompióareír.Suscarcajadassesobrepusieronalestruendodelosdisparos.

—¡Eresungenio,muchacho!—exclamó,palmeandolaespaldadePablo.—Pablitoesmuy listo—asintiódoñaFlorconmaternalorgullo—.Deberíaver

lascosastanrarasqueestudia…Luna, sinpoderpararde reír, tomóasiento frenteal escritorio.La situaciónera

cada vezmás surrealista, aunque no cabía duda de que aquel brusco viraje de losacontecimientos les resultaba favorable. Ahora todo dependía de quién salieratriunfadorde labatalla: siganaban loscolombianosaúnhabríaunaoportunidaddesalirconvida,perositriunfabanloshombresdeCoronadosusituaciónvolveríaaserdesesperada.

Luna suspiró. En cualquier caso, nada de aquello tenía realmente muchaimportancia, porque cuando Aurelio Coronado estuviese al tanto de losacontecimientosdedicaríatodosudineroypoder—yposeíamuchodeambascosas—avengarlamuertedesuhijo.

El asesino paseó la vista por la destrozada superficie del escritorio, hastadetenerse en el panel demandos. De pronto, sus ojos se centraron en un solitariobotón rojo protegido por una carcasa de metacrilato transparente. Los explosivos,pensó.Tacholehabíahabladodeellos:segúndijo,todoeledificioestabasembradode cargas explosivas que se activarían treinta segundos después de pulsar aquelbotón. Luna frunció el ceño; en realidad, lo mejor sería conectar las cargas y

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mandarlotodoalinfierno.Aunque,ahoraquelopensaba,habíaalgoextrañoeneseasuntodelosexplosivos…

Enesemomentounestruendodemotoresysirenasllegódelexterior.—¡Lapolicía!—exclamaronalavezPabloySamara.Lunase incorporóbruscamente,corrióa laventanaycomprobóque,enefecto,

decenasdecochesdepolicíaseestabancongregandofrentealaverjadelaSugar&Grain, haciendo aullar sus sirenas y sesgando la oscuridad de la noche con losparpadeos de sus luces.De pronto, colombianos y bolivianos dejaron de tirotearseentresíycomenzaronadispararcontralasreciénllegadasfuerzasdelorden.

Una tanqueta blindada descendió pesadamente de un vehículo de transporte yderribólavallametálicacomosifueradepapel.DoshelicópterosllegarondesdeelEstey,envueltosporelatronadorbatirdelasaspas, iluminaronconsusfocosalossicarios. Una voz amplificada por un megáfono les conminó a tirar las armas yrendirse.Rodeadosdepolicías,yconlaletalamenazadeloshelicópterossuspendidasobre sus cabezas, tanto los hombres de Coronado como los del cartel de Caliarrojaronalsuelosusarmasysalieronadescubiertoconlosbrazosenalto.

—¡Nossalvamos!—exclamódoñaFlorabrazandoasuhijayaPablo.Pero el asesino, envezdeparticipar de aquella euforia, tomóasientodenuevo

frentealescritorioycontemplópensativoelpaneldemandos.Desdequesepulsabaelbotónrojohastaqueexplotabanlasbombastranscurríantreintasegundos.Esonoeramucho tiempo,pensóLuna. ¿Cuánto se tardaría enabandonar el edificiodesdeesedespacho?Quizápudierahacerseenmenosdemediominuto,perolacosaandaríamuy justa.Unsimpleresbalón,yadiósmuybuenas.No,TachoCoronadodebíadetenerprevistaotravíadeescape…

¿Pasaalgo,señorLuna?—preguntódoñaFlor—.LapolicíayahacapturadoaloshombresdeCoronado.Podemossalirdeaquí.

Lunaalzólentamentelamiradaycontemplóconfijezaalamujer.¿Sabeloquepasa,señoraHuanaco?Queausted,asuhijayamínosconviene

estarmuertos.¿Cómo…?—AurelioCoronado ibaapagarmediomillóndedólaresporsumuerte,señora

—dijoelasesinoincorporándose—.Y,afindecuentas,loúnicoquehizoustedfuerobarle.¿Quénoharáahoraparavengar lamuertedeTacho?—sonrió—.Hágame,caso:quédenseaquíymueranamilado.

—¡¿Perodequéestáhablando?!—exclamóPablo—.¿Sehavueltoloco?—No,Pablito—leinterrumpiódoñaFlor—;tenemosquehacerloquedice.¿No

recuerdas laspalabrasdedonRégulo?Dijoqueel jaguarnossalvaríade los lobos,queconfiáramoseneljaguar—señalóaLuna—,yéleseljaguar.

—Sinduda, eso que ha dichodebe de tener algún sentido—intervinoLuna—,pero reconozco que no se lo acabo de encontrar. En cualquier caso, debemosapresurarnos—se aproximó a Pablo—. Escucha muchacho: tú no vas a quedarte

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aquí.Túsaldrásahífuerayhablarásconlapolicía,asíqueprestamuchaatenciónaloquevasadecirles…

LunaleexplicóbrevementeaPabloloqueteníaquehaceryquéesloqueibaapasar.Finalmente,elmuchachoasintióconlacabeza.

—Deacuerdo—dijo—.Loharé.—Muybien—asintióLuna—.Asíqueahorallegaelturnodelasdespedidas—

estrechó lamanodePablo—.Permíteme felicitarte; estuvistemuy inspiradoconeltrucode lasmatrículas—esbozóunasonrisadedisculpa—.Yperdonaelpuñetazoquetedi:nofuenadapersonal,estabatrabajando.

—Noimporta—repusoPablo,acariciándoseelmaltrechomentón—.Yacasinomeduele.

—Por cierto—dijo el asesino, como si de repente hubiese recordado algo—:¿eresamigodeuntalVíctorMuñoz?

—Bueno,yonodiríaquelapalabraexactaseaamigo…—Pues, sea cual sea la palabra, no te fíes. Fue él quien vendió a la señora

Huanaco.Pablosuspiró;aquellainformaciónnolesorprendíalomásmínimo.Samaraseacercóaélyleabrazó.—Adiós,Pablito—ledijoaloído—;cuídatemucho.Ysiguebailando,lohaces

muybien.PablobesóalamuchachaenlasmejillasysevolvióhaciadoñaFlor.—Bueno,m'hijito,seacabótodo—dijolamujerconunasonrisatriste—.Temetí

enmuchoslíos,¿verdad?—Ustedme ayudó cuandomás lo necesitaba, doña Flor—respondió Pablo—.

Jamáslaolvidaré.Durante unos segundos permanecieron inmóviles, mirándose el uno al otro.

Luego, Pablo se aproximó despacito a doña Flor y la abrazó con fuerza. Y, porprimeravezdesdehacíamuchotiempo,lamujerpermitióquesuslágrimasfluyeranlibremente.

—Lamentointerrumpir—carraspeóLuna—,perotenemosciertaprisa.—Es cierto —asintió doña Flor, apartándose del muchacho; se enjugó las

lágrimasconeldorsodelamanoysonrió—.Adiós,Pablito.Quetevayamuylindo.—Hastalavista,doñaFlor…Luna pulsó el botón de apertura y la puerta comenzó a deslizarse lentamente

sobreloscarriles.Antesdecruzarelumbral,Pablosevolvióhacialamujer.¿Tampocome lodiráahora?—preguntó—.Me refieroaesodelanimalquees

doblementeanimal.DoñaFlorsonrió.—Elgato,Pablito—dijo—.Porqueesgatoyaraña.Pabloparpadeóunpardevecesyenarcóunaceja.—Peroesoesunatontería,doñaFlor—murmuró.

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—Claro,m'hijito.Yahíestáprecisamentelamoralejadelacertijo:lamayorpartedelascosasquenospreocupanenestavidanosonmásquetonterías.

—Porfavor—dijoLunaentonoimplorante—,tenemosprisa…Pablosonriódeorejaaoreja.TrasdedicarunaúltimamiradaadoñaFlor,sedio

la vuelta y abandonó el despacho.Lunamanipuló losmandos y la puerta volvió acerrarse.

—Muy bien, señoras —dijo, volviéndose hacia doña Flor y Samara—: estahabitaciónocultaunsecretoytenemosqueencontrarlo…

***Ungrupodepolicías,protegidosconchalecosantibalasycascos,yarmadoscon

aparatosos fusiles de asalto, se disponía a entrar en el edificio cuando, para susorpresa, advirtieronqueunmuchacho salía tranquilamentepor lapuertaprincipal.Dos de los agentes se lanzaron al instante sobre él, lo agarraron por los brazos y,prácticamenteenvolandas,lequitarondeenmedioatodavelocidad.

Mientraseraconducidoante lapresenciadelcomisarioqueestabaalmandodeaquellaoperación,PablotuvotiempodevercómoloscolombianosyloshombresdeCoronado, entre ellosManuel Zárate, eran esposados e introducidos en los cochescelulares.

¿Quépuñetashacíasahídentro,niño?—lepreguntóelcomisario.—Mesecuestraron—respondióPablo,muyserio—.Peroesoahoranoimporta:

allídentrohayunhombrequemantieneadosmujerescomorehenes.¿Dosmujeres?—elpolicíafruncióelceño—.¿Quémujeres?—LaseñoraFlorHuanacoysuhija.DoñaFlortrabajabacomocriadaenmicasa

—Pablo señalóhacia el edificio—.Esehombreme liberóparaque les advirtiera austedesqueharáexplotarunabombasialguienintentaentrarenlacasa.

Losojosdelpolicíasedilataron,súbitamentealarmados.¿Hayunabombaahídentro?—preguntó.—Creoquemásdeuna—Pabloadoptóunaexpresióndepreocupadafranqueza

—.Esehombreparecíahablarenserio,señor…El comisario se volvió hacia un agente uniformado y le arrancó de un tirón el

megáfonoquellevabaenlasmanos.—¡Quenadieentreenlacasa!—ordenóatravésdelaparato—.¡Hayexplosivos!Los agentes reaccionaron al instante y retrocedieron hasta encontrarse a una

prudentedistanciadeledificio.Transcurrieronunossegundossinquenadasucedieray, de pronto, un bramido profundo como el clamor de un terremoto hizo vibrar latierra.UnacadenadeexplosionesllenódellamaradaslasinstalacionesdelaSugar&Grain, al tiempoque suestructura sedesplomaba sobre símismaenmediodeunadensanubedepolvoyhumo.

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—Diosmío…—murmuróelcomisariocuandoloscascotesdejarondecaer.Sus ojos contemplaban incrédulos las retorcidas ruinas en que se acababa de

convertireledificio.—Nadiepuedehabersobrevividoaeso—añadió.Pablo tuvo que hacer auténticos esfuerzos paramantener a raya la sonrisa que

luchabapordibujarseensuslabios.Aquelpolicíanoteníaniideadelocompletamenteequivocadoqueestaba.

***Fue doña Flor quien, al apartar una alfombra situada junto a un archivador,

encontró la trampilla oculta. Se trataba de un agujero cuadrado, cubierto por unaportezuelametálicaque,alabrirse,conducíadirectamenteaunoscurotúnel.Lunanolo dudó ni un instante: indicó a las mujeres que descendieran por aquella salidasecreta,recogiólasmaletasqueconteníaneldinero,oprimiósinvacilarelbotónqueactivabalascargasexplosivasyselanzóatodavelocidadatravésdelatrampilla.

Eltúnel,enrealidadunestrechopasadizo,medíaalrededordetrescientosmetrosdelargoporapenasunodeancho.Lunamarchabadelante,cargandodificultosamenteconlasmaletasyalumbrandoelcaminoconladébilllamadeunmechero.Nohabíanrecorrido más de la mitad del trayecto cuando un fortísimo estruendo sacudió lasparedesdeltúnel.Nubesdepolvoytierracayeronsobresuscabezas,peronadiehizocomentario alguno; en vez de ello, aceleraron el paso y no se detuvieron hastaalcanzarlasalidadelpasadizo,unangostoorificioocultoporlavegetación.

Una vez en el exterior, Luna dejó las maletas en el suelo y examinó el lugaradondehabíanidoaparar.Graciasaltenueresplandordelasestrellascomprobóquese trataba de un terreno lleno de terraplenes y arbustos, situado justo detrás de laSugar&Grain.Elevólamiradaycontemplóporencimadeunalomaelresplandorquesurgíadelincendiadoedificio.

—Dentrodepocoestosellenarádepolicías—dijotrasunsuspiro—,asíquehallegadoelmomentodesepararnos.¿Quépiensahacer,señoraHuanaco?

DoñaFlorrodeóconunbrazoloshombrosdesuhijaymeditóunosinstanteslarespuesta.

—No estoy segura —dijo—. Supongo que no podremos volver a Bolivia, almenosporuntiempo.QuizávayamosaArgentina,oaChile.

—Pues les recomiendoquecambiendenombreyseprocurendocumentacionesfalsas.Aunque eso esmuy costoso.Y tambiénnecesitarándineropara adquirir lospasajes y para comprar algo de ropa—Luna señaló lasmaletas—.Ahí dentro haycincuentamillonesdedólares;siquiere,locompartimos.Haysuficienteparatodos.

—No,gracias—doñaFlorsacudióenérgicamentelacabeza—.Éseesundinerosucio,manchadodesangre.

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—Eldineronosevuelvesucioporsuprocedencia, sinoporelmodoenqueseemplea.Además,pienseensuhija,señoraHuanaco.Nopuedecomenzarunanuevavidaconlasmanosvacías.

DoñaFlorbajólamiradayguardósilenciounosinstantes.Depronto,suslabiossecurvaronenunasonrisa.

—Tienerazón—dijo—.Loharéporella.Démelamismacantidadquepensabacobrarpormatarme.

—Esjusto—asintióLuna—.Esoes loquevalesuvida,almenosparaAurelioCoronado.Y,despuésdetodo,estedineroessuyo.

Elasesinoabrióunadelasmaletas,extrajoquinientosmildólaresyselosentregóadoñaFlor.

—Unacosamás,señorLuna—dijolamujermientrasguardabalosbilletes—:sellevaustedmásdinerodelquepuedegastardurantetodaunavida.Prométamequelodedicaráahacerelbien.

Luna permaneció inexpresivo durante unos segundos. Luego, sus facciones serelajaronyseechóareír.

—De acuerdo, se lo prometo—dijo—.A partir de ahora dispondré demuchotiempolibre,asíquemeconvertiréenunbenefactordelasociedad,¿porquéno?

—Estoyseguradequelohará—doñaFlormirófijamenteaLuna—.¿Ysabeporqué?Porquesemeantojaquehoyustedhaadquiridoporfinunaconciencia.

—Pues yomás bien sospecho que tenía tantas ganas de pegarle un puñetazo aTachitoCoronadoqueaprovechéelprimerpretextoquemesalióalpaso—Lunaseinclinóybesóconrespetolamanodelamujer—.Adiós,doñaFlor;creoqueesustedlaúnicaseñoraqueheconocido.

—Yyocreoque,andandoeltiempo—respondiólamujer—,ustedllegaráasertodouncaballero,señorLuna.

DoñaFlorsonrióehizoungestodedespedida.Luegosediolavueltay,cogiendodelbrazoaSamara,comenzóaalejarsedespacito,muyerguidaymuyseria,llenadedignidad. Cuando las mujeres no fueron más que dos minúsculas sombrasperdiéndoseenlanoche,Lunarecogiólasmaletasyechóaandarconpasodecidido.Alpoco,comenzóasilbarunaalegremelodía.

Después de todo, pensó, aquel desastroso trabajo—su último trabajo— habíaacabadoporconvertirseenunnegociodelomásrentable.

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10.Nopermitasquelosdemásdecidanporti

LosdíasquesiguieronaladestruccióndelaSugar&Grainestuvieronpresididosporunaintempestivaagitación.Pablopasómástiempoencomisaríasyjuzgadosqueensu casa, y tuvo que prestar declaración tantas veces que acabó aburriéndose de supropiahistoria.Entérminosgeneralescontóexactamenteloquehabíaocurrido,peroomitió por completo el repentino cambio de bando del señor Luna y su plan parasimularsumuerteylasmuertesdedoñaFlorydeSamara.

Porsupuesto, lanoticiasedifundióporlosdistintosmediosdecomunicación;afin de cuentas, no todos los días se desarticulaba una peligrosa banda denarcotraficantesy se incautabandiezmilkilosdecocaína.Dadoquehabía sidountestigopresencialdeloshechos,Pabloseviotenazmenteasediadoporlosperiodistas;su rostro apareció en televisión y en los periódicos, le entrevistaron por radio yrecibióofertasparaaparecerentresrealityshowsdistintos.

Amelia y Ricardo, los padres de Pablo, regresaron apresuradamente a Madridnadamásconocerlaperipeciaenquesehabíavistoenvueltosuhijo.Alprincipiosedesvivieronporatenderle,colmándolehastatalpuntodeatencionesqueacabaronporconvertirseenunaauténticapesadez,peroluegoRicardoleechóencaraasumujerelhaber contratado a una criada sin referencias, yAmelia le respondió que, si no leparecíabiensuformadeactuar,deberíahaberseocupadoélmismodelasunto.Trasunabrevediscusión,Ricardoseencerrómalhumoradoensudespacho,Ameliahizolopropioeneldormitorio,ylascosasvolvieronalanormalidad.

PeroaquellanormalidadyanoleresultabasatisfactoriaaPablo,demodoque,dosdíasmástarde,insistióenvolveralcolegio.

***Pablo salió de casa a primera hora y se dirigió tranquilamente a la parada del

autobús.Lamañanaeratancálidayradiantequeinvitabaatodomenosaencerrarseentrecuatroparedes.Poruninstante,elmuchachoconsiderólaposibilidaddehacernovillos,irseadarunpaseoydisfrutardeaqueldíaprimaveral.Finalmentedesechóla idea, pero no pudo evitar sentirse en ciertomodo satisfecho: antes, jamás se le

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hubierapasadoporlacabezafaltaraclase.Estabamejorando.LascallesdeAravacacomenzabanallenarse,pocoapoco,detráficoypeatones.

Pabloadvirtióporelrabillodelojoqueunamujerderasgossudamericanospasabaasuladoconuncarritodelacompra.AlprincipiocreyóqueeradoñaFlor,peroluegosediocuentadeque,enrealidad,setratabadeunamujermásjovenyderasgosmuydiferentes.Pablosedetuvojuntoaunárbolyobservócómolaemigrantesealejabaconcaminaralgocansado.Hastaentonces,aquellasmujeresllegadasdelotroladodelmarcasinohabíanexistidoparaél.Eranfigurasenelpaisaje,rostrosexóticosapenasvislumbradosentrelamultitud.Sinembargo,pensóelmuchacho,apartirdeahoralascontemplaríadeunaformamuydistinta…

—Hola,Pablo—dijoalguienasuespalda.El muchacho se dio la vuelta y contempló atónito a la persona que le había

hablado.—Be-Be-Benito…—tartamudeó—.Quésorpresa…BenitoMorenodesviólamirada,seajustólasgafasyesbozóunatímidasonrisa.—Estabaesperándotefrenteatucasayteheseguido—dijoenvozmuybajita—.

Comoahoratehasparado…Bueno,queríahablarcontigo.Pablocontemplóconcuriosidadaaquelmuchachodedoceaños,decortaestatura

y rostro infantil. Tuvo que hacer un esfuerzo para recordar queBenito poseía unainteligenciatanextraordinariaquenoexistíaningúntestcapazdemedirla.Ytambiéntuvo que recordar que ese tímido muchachito había intentado poner fin a su vidahacíamuypocotiempo.

—Vaya,Beni, tienes buen aspecto…—Pablo carraspeó, sin saber qué decir—.¿Cómoestás?

—Muybien—Benitohizounapausa—.Teviportelevisión,¿sabes?—prosiguió—. Menuda aventura; narcotraficantes y policías, como en las películas… —seremovióconnerviosismo—.Enfin,teviporlateley,comovoyapasarelveranoencasa demis abuelos, pues… pensé en despedirme de ti—carraspeó—.Aunque laverdadesquequeríahablartedealgo…

Elmuchachoenmudeció,comosinoseatrevieraaproseguir.—Adelante—leanimóPabloconunasonrisa—.Dimeloquequieras.—Pues…essobreti,¿sabes…?—Benitovacilódenuevo—.Queríadecirteque

túeresdiferente.¿Diferente?¿Aquién?—Alosotros.Alrestode«laRepúblicadelosSabios»—seencogiódehombros

—. Ellos están contentos de ser como son, pero tú no. Y yo tampoco, por eso…,bueno,yasabesloquehice,¿no?Mesentíamuymal,comosiestuviesevacío,comosime encontrase en una jaula a la vista de todo elmundo, y una tarde pensé quenunca podría cambiar las cosas, así que hice esa locura —respiró hondo—. Enseguidamedicuentadequeestabaequivocado.Todopuedecambiarsiunoponeelsuficienteempeñoyelsuicidionoesningunasalida.

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Bajó la mirada, como avergonzado de sus propias palabras. Al cabo de unossegundosagregó:

—No permitas que los demás decidan por ti… Bueno, eso es lo que queríadecirte.

PablocontemplóduranteunosinstantesaBenito.¿Realmenteesemuchachoteníasólodoceaños?Parecíaincreíble.

—Graciasporelconsejo,Beni—dijoconunasonrisa—.Teharécaso.—Enfin,yaestardeytienesqueirtealcolegio…—Beniseremovió,inquieto—,

asíqueyanosveremos.Adiós.—Adiós,Beni.SeestrecharonlamanoyBenitocomenzóaalejarse.Depronto,elmuchachose

detuvoygirólacabeza.—Hay alguien más, ¿sabes? —dijo—. En el Programa Especial, en «la

República»…Hayotrapersonadiferentealosdemásy…yqueloestápasandomal—tragó saliva—. Me refiero a Laura, a Laura Sandoval, ya sabes… Es infeliz yademás…—desviólamiradayseajustólasgafas—,además,ellaestáenamoradadeti.Telodigoporsinotehabíasdadocuenta.

Benitosepusorojocomountomate,hizountímidogestodedespedidayechóaandarconpasonerviosocalleabajo.

Pablo tardóunbuenratoendarsecuentadequese lehabíapuestounaenormecaradetonto.

***Después de todo, volver al colegio fue bastante divertido.No hubo ni un solo

alumno del centro que no le preguntara acerca de su aventura con losnarcotraficantes, y hasta los mismísimos profesores mostraron una irresistiblecuriosidadporelasunto.TambiénesverdadqueeldoctorMendizábalhablóconélentonopaternalyseofrecióaprestarletodalaayudaquenecesitaraparasuperar,segúnsus propias palabras, «el terrible trauma que había sufrido». Pablo le agradecióamablementelaofertayseguardódedecirledónde,ensuopinión,podíameterseesaayuda.

Sí,elretornoalcolegioestuvocargadodeexpectaciónyajetreo,peroamedidaque el día avanzaba los ánimos se fueron calmando y, poco a poco, las cosasrecuperaron su usual cotidianidad. Salvo por un pequeño detalle: durante eltranscursodelasclasesPablonodejódemirardisimuladamenteaLaura.Aunque,adecirverdad,lamuchachasemantuvotodoeltiempoconcentradaensusquehaceresyenningúnmomentopareciódemostrarunexcesivointerésporél.

Finalmente,unprolongadotimbrazopusotérminoa la jornadadeestudio,y lospasillosseconvirtieronenunhormigueroderuidososestudiantes.

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—Me siento injustamente tratado —bromeó Gabriel mientras se dirigían a lasalida—.Pablosehallevadotodalafama,perofuiyoelqueavisóalapolicía.

—¡Oh, qué tremendo valor!—se burlóGuillermo—.Gabriel salió corriendo apedirsocorro.¡Estodounhéroe!

—En primer lugar—respondióGabriel con el ceño fruncido—, se supone queaquí el sarcástico soyyo.En segundo lugar, almenoshice algoynomequedéencasadándolebesosaunespejo.Asíquecállate,cara-bobo.

—Elinsultoeselúltimorecursodelincompetente—sentencióGuillermo.—Losdosfuisteismuyvalientes—intervinoLaurasinapartarlamiradadelsuelo

—.Ynoospasónada,queeslomásimportante.Atravesaronlapuertadesalidaycruzaronelpatiodelcolegio.Alllegaralacalle,

Pablo advirtió que, apenas unos metros más allá, se encontraba Víctor Muñoz,rodeadoporunpequeñogrupodemuchachos,entrelosqueestabanFoteyPatricia.

—Una chupa guapa, ¿verdad? —decía Víctor en aquel momento, mostrandoorgullososunuevacazadora—.EsunaLevi's,tíos;decueroauténtico…

Pablo respiró hondo, apartó lamirada y, comenzó a cruzar frente al grupo.Depronto,Patricialevioeintentóacercarseaél,peroVíctorlacontuvosujetándolaporelbrazo.

—¿Adóndevas…?—dijoentonoseco;luegoseencaróconPabloyadoptóunaexpresión sarcástica—. ¿Qué tal, héroe? ¿De paseo con los amiguitos de «laRepública»…deloscapullos?

Laura, Guillermo, Gabriel y Pablo guardaron silencio y siguieron caminando,muyserios,ignorandolasprovocacionesdeljoven.

—Menudodesfiledemonstruos—musitóVíctorcondesprecio.EntoncesPablosedetuvoenseco,girósobresímismoymirófijamentealjoven.—Esacazadoraquellevasesnueva,¿verdad?—preguntótrasunapausa.—Sí—contestóVíctorconarrogancia—.¿Tegusta,mocoso?—Mucho.¿Dedóndehassacadoeldineroparacomprarla?Víctorsepusorepentinamentealadefensiva.—Esoatinoteimporta,pasmado.—Oh, claro que me importa —Pablo se aproximó unos pasos—. Seguro que

últimamentetevanbienlascosas.Meapostaríaloquefueseaquemanejaspastaenabundancia.¿Ydedóndehasalidoesedinero?Alguientelodio,¿verdad?Acambiodelavidadeunapersona.

—Perodequéestáshablando,cretino…—musitóVíctor.—Detudinero,deesoestoyhablando.Sólotuvistequevenderaunapobremujer

paraconseguirlo.Muysencillo.—Esteniñatosehagrillado…—riónerviosamenteVíctor,mirandoaunladoya

otro.—Ah,peroesamujereraunasudaca,¿noescierto?—prosiguióPablo—.Yla

vidadeunasudacanotieneimportancia,¿aqueno?—encajólamandíbula—.Pues

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tevoyadeciralgo:unsolocabellodeFlorHuanacovalemilvecesmásquetodoslostipejosrepugnantescomotúquepuedahaberenelmundo.Porquesiaquíhayalgúnmonstruo,éseerestú—sacudiólacabeza—.No,nisiquierallegasaeso.Enrealidadnoeresmásquebasura.

Víctorboqueóunpardeveces,incapazdedeciralgo.Asíqueavanzóamenazadorygruñó:

—¡Tevoyapartirlacara,capullo!E,inesperadamente,lepropinóaPablounviolentoempujón.Elmuchachodioun

pardetraspiéshaciaatrásycayóalsuelo.PatriciaagarróaVíctorporelbrazo.—¡Déjale!—gritó.Pero Víctor, ciego de ira, la apartó de un manotazo. Pablo se puso en pie y

contemplódesafiantealjoven.—Eres más fuerte que yo—dijo—, y puedes derribarme todas las veces que

quieras.Perocadavezquemetiresmelevantaré,yvolveréadecirtequeeresbasura.Ysiquieresconseguirquemecalle,tendrásquematarme,peroniaunasídejarásdeserunaapestosabasura.

Rojodefuror,Víctorlevantóelpuño.—¡Tevasatragarlosdientes,imbécil!—gruñó.Y,deimproviso,unaenormemanosecerróentornoasumuñeca.Víctorvolvió

lacabezaycontemplóelrostrotranquilodeFote.¿Quéhaces,tío…?—murmuróVíctor,sorprendido.—Dejaenpazalchico—leadvirtióFote.¿Peroquétepasa,tronco?Somoscolegas,¿no?,amigos…—Quizá sí, quizá no—lamirada de Fote se endureció—. Pero yo en tu lugar

dejaríatranquiloaesechaval,¿estáclaro?Víctor contempló atónito a su antiguo camarada. Iba a contestarle con alguna

bravuconada, pero, tras echar una rápida ojeada a aquellos inmensos músculos,consideróqueeramásprudenteplantearseunarápidaretirada.

—Vale—musitóentonodespectivo—,siunamigovaafallarteesmejorsaberlocuantoantes—sevolvióhaciaPatriciayordenó—:Vámonos.

Lamuchachasacudiólacabeza.—Vetetúsolo—dijo.Víctorrespiróhondoyasintióvariasvecesconairededignidadofendida.—Soistodosunospringados—murmurómientrassedabalavueltaycomenzaba

aalejarsedeallí.PablorespiróaliviadoysevolvióhaciaFote.—Gracias—ledijo.Fotecabeceócasiimperceptiblementeyechóaandarcontranquilidad,comoun

perro mastín de aspecto tan imponente como apacible. Patricia se aproximótímidamenteaPablo.

—¿Cómoestás?—preguntó.

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—Bien.Porlospelos,perobien.—Te he llamado varias veces—prosiguió lamuchacha—, pero nunca estabas.

Queríapedirteperdón.—Nohaynadaqueperdonar.—Claroque sí.Meportémalcontigo;deberíahabertedicho lodeMendizábal,

pero…Verás,alprincipiomevinieronmuybientusclases,ypenséqueteenfadaríassi te contaba laverdad.Luego, enel concierto…,no sé,mecogistepor sorpresayreaccioné como una estúpida. Pero tú eres un tío genial, Pablo, de verdad, y megustaríaseguirsiendoamigatuya.

—Claroqueseguiremossiendoamigos—sonrióelmuchacho.LosojosdePatriciaseiluminaron.—¡Genial!—exclamó—.¿Teapeteceveniracasa?Noparadarclases,sinopara

escucharmúsicaycharlarunrato.¿Quieres?PabloadvirtióporelrabillodelojoqueLauraseapartabadeGuillermoyGabriel

ycomenzabaaalejarselentamente.—Nopuedo,losiento—ledijoPabloaPatricia—.Ahoratengoalgoquehacer.

Otrodíaserá.SedespidióconuncabeceoyechóacorrerhaciaLaura.Gabrielseaproximóa

Patricia.—Hola,me llamoGabrielVentura—dijo—.SoyamigodePablo.Dehecho, si

has leído los periódicos sabrás que prácticamente yo le salvé la vida. Pero eso notiene importancia. Hablemos ahora de ti; imagino que te sientes triste y solitaria,quizáabandonada,¿noescierto?

Patriciaparpadeóvariasveces.—¿Cómo…?—fruncióelceño—.¿Quiénhasdichoqueeres…?—GabrielVentura—lacogiósuavementeporelbrazo—.Perosigamoshablando

deti.Eresunamujersensibleytesientesherida,locomprendo,ypiensasquenadapodráreconfortarte.Pero,¿hasconsideradolaideadebuscarconsueloenlapoesía?Lapoesíaesemoción,vida,pasión, locura,sueños,amor…Porcierto,¿tehedichoquesoypoeta?

Entretanto,unoscuantosmetroscallebajo,PabloyahabíallegadoalaalturadeLaura.

¿Puedoacompañarte?—lepreguntó.—Claro…—murmurólamuchacha,conlamiradasiemprefijaenelsuelo.Caminaronensilencioduranteunrato.—Haceunatardepreciosa—dijoPablofinalmente—.¿Teapetecequehagamos

algo?Lauraseruborizó.—Siquieres—dijo—,vamosamicasayestudiamosjuntos.—Bueno,nomereferíaexactamenteaeso—Pabloaspiróelaromaafloresquele

traíalabrisa—.Esprimavera,¿sabes?,ycreoquetodavíanolahemosaprovechado.

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¿Porquénovamosabailar?Laurasedetuvoensecoyabriómucholosojos.¿Estásloco?—preguntó.¿Porqué?Conozcounlugardondeponenunamúsicafantástica.Salsa,merengue,

bachata,loquequieras.Vamos,anímate.—Peroesquenosébailar…—protestódébilmenteLaura.Pablosonriódeorejaaorejaylacogiódelamano.—Noimporta—dijo—;yoteenseñaré.

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Epílogo

De igual manera que una piedra arrojada a un estanque provoca una sucesión deondasconcéntricasdeamplitudcadavezmayor, lossucesosacaecidosciertanochedeprimaveraeneledificiodelaInternationalSugar&GrainCompanydieronlugaratodaunacascadadeacontecimientos.

Lospoderososnarcotraficantesdel cartel deCali nopodíandejar sin castigo latraición deAurelioCoronado, demodo que decidieron «apartarle del negocio», esdecir:borrarlodelafazdelaTierra.Laguerraentrebandasapenasdurótresmeses.Loscolombianos,ademásdesermásfuertes,contaronconlaalianzadelclandelosgallegos, ya que uno de sus jefes, Germán Rubirosa, se consideró personalmenteinsultadoaldescubrirqueelcamiónsupuestamentecargadodecocaínaqueleshabíavendidoCoronadoporcincuentamillonesdedólarescontenía,enrealidad,harinademaíz.

Enmuypocotiempo,lasfuerzascombinadasdeloscolombianosylosgallegosatacaron y destruyeron todas las posesiones de Aurelio Coronado en América yEuropa. Bombas, sabotajes, asesinatos, incendios… Aquella cruenta guerra noconcluyóhastaqueunmisil,disparadoporunaviónsinidentificar,hizosaltarporlosaireslamansiónqueCoronadoposeíaenlaselvaamazónica,dondefalleció,segúnserumoreó.

YasífuecomoelreinadodeterrordedonAurelioCoronadotocóasufin.Peroloquenadiesuponuncaesquequienrealmenteacabóconélnofueningúngrupodenarcotraficantesrivales,sinounahumildecholabolivianallamadaFlorHuanacoque,deestemodo,habíavengadolamuertedesuamadoesposoLuisQuispe.

EnloquerespectaalseñorLuna,jamásvolvióasabersedeél.Corrieronrumoresde que había muerto en la explosión de un edificio, aunque algunos aseguraronhaberle visto jugando a la ruleta enMontecarlo, o tomando el sol al lado de unabellísimastarlette en lasplayasdelEgeo.Pero lo cierto esquenadiepudoaportarprueba alguna, así que el nombre del señor Luna fue tachado de la lista de losasesinosasueldoenactivo.

Sin embargo, años después, un misterioso multimillonario de faccionessorprendentemente similares a las de Luna compró una pequeña isla frente a lascostas de Guatemala, en el Caribe, y construyó allí su residencia permanente. Se

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decíaqueaquelhombreteníaunpasadotormentoso,quesehabíavistoimplicadoenasuntosmuyturbiosyquehabíamatadoamuchagente.Porunavez,todasaquellashabladuríasresultaronserciertas.Y,quizáporeso,nadiecomprendiónuncacómoeraposiblequeunhombretanterriblededicasegranpartedesufortunaamantener,ensuisla,unrefugiodeacogidapara losniñossinhogarquemalvivíanpor lascallesdemuchasciudadessudamericanas.

Entretanto,enMadrid,losañostranscurrierondespacio,ylosmuchachosdeestahistoriadejarondeserloparaconvertirseenadultos.Algunoscambiaron,otrosno.

VíctorMuñozconsiguióacabara trancasybarrancassusestudiosenelAlbertoMagno.CursóalgunasasignaturasdelacarreradeEmpresarialesy,cuandosupadrese retiró, tomó en sus manos el control de las empresas familiares. Durante untiempo, consiguió doblar sus beneficios. Sin embargo, al cabo de pocos años, unainspecciónfiscalsacóalaluzlasalarmantesirregularidadesquesedesprendíandelagestión de esas empresas. Víctor fue acusado de malversación de fondos, fraude,estafa y falsificación de documento público. Tras un prolongado juicio, ingresó enprisión.Graciasasubuenaconducta,sólocumpliódosdeloscincoañosaquefuecondenado.

GabrielVentura y PatriciaArroyo iniciaron, para sorpresa de todos, un tórridoromance que desembocaría, años después, en un apasionado matrimonio. Gabrielabandonólapoesíayseconvirtióenunfamosoautordebestsellers.Patricia,porsuparte,olvidólaideadeserunatopmodely,poseídaporunainesperadapasiónporlasmatemáticas, estudióExactas.Más tarde fuecontratadaporelConsejoSuperiordeInvestigaciones Científicas, y algunos de sus trabajos teóricos gozaron de ciertorenombreentrelosesotéricoscírculosdelaAltaMatemática.LoqueningunodesuscolaboradoreslogróentenderjamásesporquéPatricia,unamujerdetantotalentoyprestigio,llenabasiemprelashojasqueempleabaparasuscálculosdeunosextrañosgarabatosqueparecíanrepresentarnavesespaciales,planetasyestrellas.

LauraSandoval yPabloSousa salieron juntosduranteunosmeses, nomuchos.Luego,por algúnmotivo, se fuerondistanciando.Siguieron siendoamigos, sí, y alllegar las fechas de sus cumpleaños se telefoneaban mutuamente para desearsefelicidad,peroprácticamentedejarondeversey,coneltiempo,inclusolasllamadastelefónicascesaron.LauraestudióInformáticacontalbrillantezque,nadamásacabarlacarrera,fuereclutadaporunapoderosamultinacional,unaempresadedicadaalaelaboración de software para ordenadores que, a la larga, ella acabaría dirigiendo.Laura se casóy tuvo tres hijas.Todas ellas gozarondeun cociente de inteligenciasuperioracientocuarentaycinco.

En cuanto a Pablo, para sorpresa y disgusto de sus padres, abandonó lasmatemáticasy estudióFilosofíayAntropología, paradedicarseposteriormente a laenseñanza. Amelia y Ricardo, que esperaban para su hijo un futuro bastante másbrillante que verle convertido en un simple «maestro», trataron de disuadirle portodoslosmedios,perosialgoteníaclaroPabloesquejamásibaapermitirquelos

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demás decidieran por él, de modo que se mantuvo obstinadamente firme en sudeterminación.Más adelante obtuvo la cátedra deFilosofía en una universidad delNortey,finalmente,suspadresparecieronaceptarque,despuésdetodo,tenerunhijocatedráticonoestabanadamal.Coneltiempo,Pabloconocióaunamujer,unajovenpintora de gran talento, de la que se enamoró perdidamente y con la que, añosdespués, tuvo dos hijos, un chico y una chica, a los que llamaronGabriel y Flor.Pablovivióunavidarazonablementefelizysiemprepresumió,conrazón,deserunexcelentebailarín.

Yllegamos,porúltimo,adoñaFlor.Pablojamásvolvióaverla,peromentíriasidijese que no supo de ella. Porque durante mucho tiempo, cada año, al llegar laNavidad, el correo traía a su casa un enigmático envío. Se trataba de una postalprocedente de algún lugar de Sudamérica, carecía de remite y no contenía ningúntexto.Noobstante,síquehabíaalgoenelreversodeaquellasmisteriosastarjetas,ysiempreeralomismo.

Elsencillodibujodeunaflorconlospétalosabiertos.

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CÉSARMALLORQUÍ.(Barcelona,10dejuniode1953)esunperiodista,guionistaderadio,creativodepublicidadyescritorespañol.

SetrasladóconsufamiliadeBarcelonaaMadridcuandoapenashabíacumplidounañodeedad.Supadre,JoséMallorquí,eranovelista,elcreadordelpersonajedeElCoyote,porloqueCésarsecrióenunambienteliterarioyseaficionóalaliteraturaya de niño. Muy pronto publicó su primer relato en una revista. Posteriormenteestudió Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid y trabajó en LaCodorniz y en la cadena SER. De 1981 a 1991 se dedicó a la publicidad comocreativodevariasagencias,perosustituyóestaprofesiónporsuverdaderavocación,la literatura, para dedicarse plenamente a ella. Desde entonces no ha dejado depublicarsusobras,conlasqueademáshaobtenidodiversosgalardones.Estácasadoytienedoshijos.

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