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UCSE: historia y presente de su identidad 1 de septiembre de 1998 Jorge Luis Feijóo (h) - Luis Eugenio Lucena (*) 1. Origen de la UCSE 2. Misión de la UCSE 3. Las Universidades católicas en los documentos de la Iglesia 4. La UCSE y su relación en la Iglesia 5. La autonomía 6. La autonomía de la UCSE 7. Los estatutos 8. Conclusión Apéndice: Reseña de las subsedes de la UCSE (*) El Ing. Jorge Luis Feijóo (h) es rector de la UCSE y el Ing. Luis E. Lucena es Secretario de Relaciones Institucionales de la UCSE. 1. ORIGEN DE LA UCSE Desde la Rerum Novarum, la vida de los laicos católicos no fue más un tranquilo pasar por el mundo con la esperanza de la eternidad. A partir de su aparición, todas las encíclicas sociales posteriores no hicieron más que interpelar a los laicos acerca de su deber y quehacer en relación a quienes en la sociedad viven la pobreza, la marginalidad y la injusticia. El cardenal Eugenio Pacelli y Jacques Maritain, estuvieron en el país, reafirmaron ese mensaje eclesial y dejaron en la juventud católica argentina el fuego de un compromiso militante con el quehacer social, la promoción humana y la participación política. Tres desafíos que quitaron todo justificativo para eludir -sin violentar la conciencia- la responsabilidad en la búsqueda de una vida digna para todos los hombres. 1

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UCSE: historia y presente de su identidad1 de septiembre de 1998

Jorge Luis Feijóo (h) - Luis Eugenio Lucena (*)

1. Origen de la UCSE

2. Misión de la UCSE

3. Las Universidades católicas en los documentos de la Iglesia

4. La UCSE y su relación en la Iglesia

5. La autonomía

6. La autonomía de la UCSE

7. Los estatutos

8. Conclusión

Apéndice: Reseña de las subsedes de la UCSE

(*) El Ing. Jorge Luis Feijóo (h) es rector de la UCSE y el Ing. Luis E. Lucena es Secretario de Relaciones Institucionales de la UCSE.

1. ORIGEN DE LA UCSE

Desde la Rerum Novarum, la vida de los laicos católicos no fue más un tranquilo pasar por el mundo con la esperanza de la eternidad. A partir de su aparición, todas las encíclicas sociales posteriores no hicieron más que interpelar a los laicos acerca de su deber y quehacer en relación a quienes en la sociedad viven la pobreza, la marginalidad y la injusticia.

El cardenal Eugenio Pacelli y Jacques Maritain, estuvieron en el país, reafirmaron ese mensaje eclesial y dejaron en la juventud católica argentina el fuego de un compromiso militante con el quehacer social, la promoción humana y la participación política. Tres desafíos que quitaron todo justificativo para eludir -sin violentar la conciencia- la responsabilidad en la búsqueda de una vida digna para todos los hombres.

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Frente a las corrientes ideológicas que inspiraban los sistemas políticos en el mundo, nacía así la preocupación por promover el Bien Común, un bien anterior y preeminente a los bienes e intereses particulares, sean estos privados o estatales.

Desde lo institucional, la Acción Católica Argentina de entonces ha jugado un papel importante en el agrupamiento, formación y despertar por la vocación apostólica de numerosos jóvenes, dirigentes sociales después.

Más tarde, Juan XXIII convoca e inicia el Concilio Vaticano II, cuya significación e impacto en el mundo no es necesario destacar; aunque hoy perdure la preocupación por comprender y concretar sus innumerables desafíos aún pendientes para el hombre, la Iglesia y los estados.

Como seguramente cada lugar dispuso de concursos particulares que enriquecieron ese movimiento, Santiago tuvo y tiene a sacerdotes y religiosos que orientaron a los jóvenes para pensar y decidir por sí mismos, a formar la personalidad en libertad1. Porque -se decía con razón- se trata de un compromiso que se debe asumir como protagonistas de una Iglesia que integra y abraza por igual a laicos y consagrados2.

Aquí, como en muchos otros rincones del País, el mensaje tuvo eco. Un mensaje que en Santiago echó raíces profundas, que se convirtieron en compromiso de vida, un compromiso de trabajo por la Iglesia y la Nación, un compromiso que miraba a lo lejos pero que debía empezar por los hombres de un hoy y de aquí.

Se nos convoca a los valores de siempre, pero esta vez se exige la acción. Esta es quizás, la palabra clave: acción, “cada hombre una obra”, obras concretas que aporten transformación, que faciliten al hombre su camino a la Perfección3.

La UCSE es una de esas obras que quieren ser conducentes: la mejor manera de trabajar por la Nación es hacerlo por la provincia y la región; la mejor manera de trabajar por la Iglesia es creando comunidades fraternas animadas por la fe y la tolerancia4; la mejor manera de trabajar por el hombre real, su promoción, su felicidad y su realización temporal es educándolo.1 “...resulta evidente la necesidad de que la escuela sea realmente educativa; esto es, que se halle en grado de formar personalidades fuertes y responsables, capaces de hacer opciones libres y justas. ... institución en la cual los jóvenes se capacitan para abrirse progresivamente a la realidad y formarse una determinada concepción de la vida”. La Escuela Católica, 31. 2 “Como todo cristiano, también el laico es ‘partícipe del oficio sacerdotal, profético y real de Cristo’ y su apostolado es la participación en la misma misión salvífica de la Iglesia, apostolado al cual todos están llamados por el mismo Señor”, El Laico Católico, testigo de la Fe en la escuela, 6.3 “A los laicos pertenece por propia vocación buscar el Reino de Dios, tratando y ordenando, según Dios, los asuntos temporales”, Lumen gentium, 31.4 “La comunidad educativa de la escuela es así, a su vez, escuela de pertenencia a comunidades sociales más amplias, y cuando esa comunidad educativa llega al mismo tiempo a ser cristiana, como está llamada a ser en último término la comunidad de la escuela católica, dicha comunidad es el espacio donde el educador tiene la gran oportunidad de enseñar a vivir experimentalmente al educando lo que significa ser miembro de la gran comunidad que es la Iglesia”, El laico católico, testigo de la Fe en la escuela, 22.

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La fundación

Las instituciones son reflejo de las personas que las integran, por eso, para rastrear el origen es inevitable referirse a las personas que tuvieron que ver con él.

Estas personas, a modo de dique de contención, recibieron en sus vidas el aporte de varios “afluentes” y cuando la cota de ese dique imaginario fue la necesaria para su “generación”, se gestó una semilla que llevaba en su esencia, como preocupación principal el trabajar por la presencia del mensaje cristiano en el campo de la cultura y en la inteligencia de los jóvenes, futuros dirigentes de nuestra región.

Esto afluentes fueron:

a) La congregación de los Hermanos de Nuestra Sra. de la Misericordia, que allá por la década del 50 ya se encuentra en Santiago del Estero, en los albores de un trabajo con la niñez y la juventud, que se prolonga aún en nuestros días. Congregación encarnada en muchos hermanos, entre ellos el Hno. Hermas de Bruijn, maestro primero, confesor y guía espiritual luego, amigo de varios, transmisor del carisma misericordista y de entusiasmo por un trabajo comprometido de los laicos en el mundo.

b) La vida y la vocación apostólica que tenían muchos de los que por esos días eran jóvenes entusiastas militantes de Acción Católica y de otros movimientos de Iglesia, algunos de los cuales ayudaron a organizar.

c) A medida que esos jóvenes comenzaban a madurar y a participar de la vida social y universitaria despertaba en ellos la vocación política. Les preocupaba toda la problemática social, económica y cultural de la provincia, de la región y de la nación.

d) A esto debe agregarse su permanente interés por la lectura, coincidente con la aparición de pensadores católicos –del país y del extranjero- que a modo de “maestros” nutrían el intelecto y estimulaban al análisis e intercambio de ideas en esas líneas de pensamiento.

En el año 1960 germina aquella semilla, conformada por tres constitutivos básicos: (a) La Congregación de los Hnos. de Ntra. Sra. de la Misericordia, (b) las personas portadoras de su vocación y compromiso apostólico y (c) el consentimiento y bendición del Obispo Diocesano de la época Mons. José Weimann.

Características iniciales

Aunque inicialmente se denominó Instituto Universitario “San José” de Ciencias Políticas, Sociales y Económicas, esta nueva institución del campo de la cultura superior nació como universidad católica, porque tuvo desde un principio todos las rasgos esenciales de una universidad católica.

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En primer lugar hay que decir que nació como universidad, porque el desarrollo de la persona y el desarrollo de la cultura, conceptos directamente ligados a la esencia de las universidades, eran ideas fuerza que movilizaron el compromiso social de ese grupo de personas y de la Comunidad de los Hermanos Misericordistas.

Por otro lado, y a pesar de que el número de disciplinas (dos) no ofrecía la multidisciplinariedad característica de la actual universidad, tuvo el enorme valor de saberse imperfecto y el compromiso renovado a diario de trabajar por mejorar esa situación (hoy concretado en más de 20 carreras).

Las primeras carreras (Ciencias Políticas y Administración) procuraban concretar el aporte de estudiosos y profesionales que pudieran preocuparse y ocuparse de los problemas fundamentales de nuestra provincia y región, con formación científica y profesional.

Además nació católica, afirmación que se funda en la inspiración de sus creadores y en los rasgos característicos de las universidades católicas e institutos universitarios católicos del mundo, cuyos tres congresos producen conclusiones que más tarde se recogerían en la Constitución Apostólica sobre las Universidades Católica “Ex corde Ecclesiae” (ECE), del Papa Juan Pablo II.

Recuérdese que en esa época no existían los actuales documentos del magisterio de la Iglesia que hacen referencia a las universidades católicas como tales.

En efecto, todas las universidades católicas, las que existían y las que luego fueron creándose en todo el mundo, especialmente en América Latina por la década del 60, no tenían otra referencias mas que algunos documentos sobre la enseñanza superior. Al carecer de definiciones de lo que era o debía ser una universidad católica, ellas solo expresaban en forma individual su espíritu, sus objetivos, sus ideas. Entonces, deciden reunirse, a través de sus delegados, para poner en común esos objetivos, esas ideas, el espíritu con el cual trabajaban, sus particularidades.

En el II Congreso de Delegados de Universidades Católica, realizado en Roma en 1972, se elabora un documento final denominado “Las Universidades Católicas en el mundo contemporáneo”, donde se recogen cuatro características comunes y esenciales a todas las instituciones que participaron del mismo.

Allí se expresa que todas 1) tenían “una inspiración cristiana por parte, no sólo de cada miembro, sino también de la Comunidad universitaria como tal”; 2) se proponían “una reflexión continua a la luz de la fe católica”, esto es, la permanente formación de los alumnos y de los docentes referenciando sus estudios e investigación a una verdad superior; 3) guardaban celosamente “la fidelidad al mensaje cristiano tal como es presentado por la Iglesia Católica”; y 4) la preocupación por realizar “el esfuerzo institucional al servicio del pueblo de Dios (la Iglesia) y de la familia humana en su itinerario hacia aquel objetivo trascendente que da sentido a la vida”.

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Estas cuatro características las toma el Papa Juan Pablo II en forma textual y las incorpora, 18 años después, en la Constitución Apostólica “Ex corde Ecclesiae” como una definición de lo que debe ser una Universidad Católica (ECE, 13).

Esas mismas características que ahora aparecen claramente documentadas y expresadas, ya en 1960 iluminaron la inteligencia y movilizaron la voluntad de los creadores de aquel Instituto Universitario, hoy UCSE. Treinta años antes de su conceptualización formal por la Iglesia, la institución ya refleja su identidad católica5, plenificando la propia identidad y naturaleza de universidad.

También nació abierta, es decir, que se admitió en su seno, alumnos, profesores y personal con posturas e ideas propias y distintas, sin discriminaciones de ninguna clase, pero con el ánimo dispuesto a construir una comunidad caracterizada por el respeto recíproco y el diálogo fecundo en busca de la verdad y en ejercicio de la libertad.

Por último, la Institución desde sus orígenes también es una sociedad civil sin fines de lucro, a partir de una opción vocacional, como un perfil elegido para trabajar en la educación. Así, para lograr su reconocimiento como universidad, ya respondía a la prescripción legal de que las universidades de gestión privada deben ser sociedades sin fines de lucro, característica y espíritu inicial que perdura en su identidad.

Reseña

De lo señalado, pueden afirmarse entonces dos cuestiones esenciales en cuanto al origen de la UCSE:

Primero, ella nace como resultado de un proceso histórico, consecuencia del fecundo Magisterio de la Iglesia, de la lucidez de hombres como Mounier y Maritain, de la animación espiritual de sacerdotes como Mons. Franceschi, Moledo y D’Andrea, de Hermas, Salazar y Schroh, y de muchos otros hombres y mujeres que con sus libros, artículos, revistas y publicaciones de diversa índole han vehiculizado la palabra, en cuerpo de ideas que supieron despertar el compromiso de laicos y religiosos en todo el país, y que fecundaron en obras de distinta naturaleza, continuidad y eficacia. Como muchas otras obras de la Iglesia, la UCSE es pues fruto de esa acción histórica, rica, activa de los hombres con compromiso en la Iglesia.

Segundo, ella nació católica, ella nació como universidad católica de Santiago del Estero, porque esa era la intención que animaba a los fundadores, esa era la idea que desde un principio estuvo detrás del Instituto Universitario San José, eso estuvo reiteradamente expuesto de muchas maneras, palabras y realizaciones, discursos de inauguración

5 “Precisamente por la referencia explícita, y compartida por todos los miembros de la comunidad escolar, a la visión cristiana –aunque sea en grado diverso- es por lo que la escuela es ‘católica’, porque los principios evangélicos se convierten para ella en normas educativas, motivaciones interiores y al mismo tiempo metas finales.”, La escuela católica, 34.

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(publicados), consentimiento del Obispo Diocesano, la participación de la Congregación e inclusive en documentos remitidos o recibidos de la Santa Sede.

Su inicial dependencia de la Universidad Católica de Santa Fe fue un mecanismo administrativo para comenzar a existir, ya que la legislación que permitía la creación de universidades privadas era muy reciente. Por entonces había hecho lo mismos la católica de Tucumán, dependiente de la ya creada U.C. de Córdoba.

La UCSE es una respuesta al llamado de la Iglesia, “pueblo de Dios”, que convoca a sus miembros –consagrados y laicos- a evangelizar en todos los ámbitos de la vida humana, tarea en la que hay múltiples responsabilidades que asumir. La UCSE es, desde un principio, la institucionalización de una obra del laico comprometido con la acción apostólica en el mundo, específicamente en el campo de la cultura6.

Esta es una obra laical, iluminada y animada por hombres y mujeres consagrados7. Esa ha sido y es la identidad y mística de la UCSE, de quienes la fundaron y de quienes hoy la integran, es decir Asociación Civil (laicos y religiosos de la Congregación), funcionarios y docentes.

Una obra que siempre ha tenido el consentimiento de los Pastores de la Iglesia santiagueña, y que siempre ha sentido pertenencia espiritual y carismática a la Congregación

El perfil de la UCSE es distinto –ni mejor ni peor, distinto- al de otras obras eclesiales igualmente importantes, inscriptas en la labor parroquial o diocesana, destinadas a la formación juvenil, a la oración, a la caridad. También hay otras universidades católicas que han encontrado su identidad en carismas diferentes, cada uno de los cuales no invalida al resto sino que enriquece la experiencia histórica de misión en el mundo.

2. MISIÓN DE LA UCSE.

La misión de la UCSE se explica con su origen: hombres de la Iglesia, llamados por ésta, para evangelizar en el mundo con vocación transformadora, que elige al campo de la cultura por su efecto en la vida política, social y económica de la provincia, a cuyo pueblo se quiere servir8.

6 “Dedicarse, pues, a este apostolado (la Escuela Católica) significa cumplir una tarea eclesial insustituible y urgente.”, Idem, 63.7 “La presencia simultanea en ella (la escuela católica) de sacerdotes, religiosos o religiosas y laicos constituye para el alumno un reflejo vivo de esa riqueza (de la comunidad eclesial) que le facilita una mejor asimilación de la realidad de la Iglesia. Considere el laico católico que, desde este punto de vista, su presencia en la escuela católica, como la de los sacerdotes, religiosos o religiosas, es importante.”, El laico católico, testigo de la fe en la escuela, 43.8 “También en la comunicación de la cultura es el educador laico, como autor y partícipe de los aspectos más seculares de la misma, quien, desde su perspectiva de laico, tiene la misión de hacer comprender al educando el carácter global propio de la cultura, la síntesis que en ella alcanzan los aspectos laicales y religiosos y la aportación personal que le corresponde ofrecer desde su estado de vida”, Idem, 20.

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No es fácil reflejar la realidad y circunstancia santiagueña de hace 38 años, baste decir que eran escasas las escuelas secundarias (sólo tres católicas) y la posibilidad de estudios universitarios estaba reservada sólo para quienes tenían la posibilidad económica de trasladarse a otras ciudades, cuya gran mayoría no regresaba para enriquecer la actividad profesional local. Esta es una descripción parcial pero elocuente del quehacer educativo que se quería contribuir a cambiar.

Evangelización de la cultura

La educación superior pues, no es un fin en sí mismo, es el espacio elegido para, desde allí, proyectar la acción en la cultura, una acción comprometida con una identidad. Una acción que se esfuerza por concretar sencillos aportes a la reflexión cultural9.

No es casual que la UCSE se haya caracterizado por una permanente acción extensiva, en el campo de las ciencias, del arte y de la reflexión de las ideas, a través de seminarios, jornadas, cursos, conferencias, conciertos, visita de personalidades, etc., eventos que siempre han tenido un espacio privilegiado en su comunicación y proyección a la sociedad.

No es casual que un significativo esfuerzo se haya destinado a concretar la emisora radial, que ella se haya diseñado con una cobertura significativa y que su programación y colaboradores se esmeren en un posicionamiento profesional frente a los demás medios. Una emisora que procura enriquecer las vías de comunicación de la UCSE con la sociedad.

En lo formativo, los alumnos de todas las carreras realizan los curso de Filosofía, Teología y Doctrina Social de la Iglesia, donde se les ofrece el camino y la metodología para la síntesis entre Fe y razón. Se crea un espacio de formación integral, que en muchos casos significa su incursión por primera vez a la doctrina y la Fe católica.

La Pastoral Universitaria es otra alternativa que ofrece la posibilidad de canalizar acciones apostólicas concretas, principalmente a los alumnos, al tiempo que se constituye en encuentro de formación y de animación espiritual que contribuye al clima de convivencia de la comunidad.

Otras iniciativas que la UCSE ha concretado, como el Colegio Hermano Hermas (1991), el Instituto Católico de Estudios Superiores (1994), también se explican en el carisma y vocación de servicio que la anima. Lo mismo puede decirse de las subsedes en Olivos,

9 “La experiencia acumulada por los laicos, por su genero de vida y su presencia en todos los campos de la actividad humana, los capacita de manera especial para contribuir, dentro de la comunidad que es la Iglesia, a señalar con acierto cuáles son los signos de los tiempos que caracterizan la época histórica que vive actualmente el Pueblo de Dios. Contribuyan, pues, con sus iniciativas, su creatividad y su trabajo competente y entusiasta en este campo, como cosa propia de su vocación, para que todo el Pueblo de Dios pueda distinguir con más precisión los valores evangélicos y los contravalores que esos signos encierran.”, Idem, 10.

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Buenos Aires (1994), San Salvador de Jujuy (1993) y Rafaela, Santa Fe (1997), servicios que son la respuesta de la UCSE a quienes han solicitado su concurso, la Prefectura Naval Argentina en el primer caso y los respectivos obispos diocesanos en los restantes (Apéndice).

A pesar de la incansable dedicación y renovado entusiasmo con que los colaboradores de la UCSE -especialmente los docentes- realizan su labor, no pocas veces la propia comunidad universitaria se ha preguntado sobre la eficacia en su misión, descalificada en algunos círculos externos. Pero a la Escuela Católica “se le achaca incapacidad en la tarea de formar cristianos comprometidos, coherentes, preparados en el campo social y político. Semejante riesgo es inseparable del esfuerzo educativo: no hay que desanimarse por fracasos aparentes o reales, porque los elementos que influyen en la formación del educando son múltiples y, muchas veces, los resultados se logran a largo plazo” (La escuela católica, 22).

Sin embargo, la ansiedad por ver cristalizada la labor educativa que cada uno realiza, conduce muchas veces a cuestionamientos autocríticos, olvidando que “En todo caso, la validez de los resultados educativos de la Escuela Católica no se mide en términos de eficiencia inmediata: en la educación cristiana, además de la libertad del educador y de la libertad del educando, colocados en relación dialogal, se debe tener presente la relación de ambos con el factor gracia. Libertad y gracia maduran sus frutos según el ritmo del Espíritu, que no se mide sólo con categorías temporales. La gracia, al injertarse en la libertad, puede guiarla a su plenitud que es la libertad del Espíritu. Cuando colabora consciente y explícitamente con esa fuerza liberadora, la Escuela Católica se convierte en levadura cristiana del mundo” (La escuela católica, 84).

El carisma como origen, luego el mensaje y la acción, y su creciente institucionalización, es el mismo proceso de muchas otras obras de la Iglesia, entre ellas, el de muchas de las universidades católicas.

3. LAS UNIVERSIDADES CATÓLICAS EN LOS DOCUMENTOS DE LA IGLESIA

Si nos remontamos en la historia, es por iniciativa de la Iglesia que surge la organización de la institución universitaria. Es precisamente “cerca de las iglesias, catedrales y los monasterios que se fundaron las primeras escuelas dedicadas tanto a la doctrina eclesiástica como la cultura profana”10.

De esas escuelas, surgieron las primeras universidades en la Edad Media. Más adelante, cuando “las autoridades civiles, en procura del bien común, comienzan también a crear y promover universidades propias, la Iglesia no cesó de crear y fomentar estos centros de sabiduría cristiana, como lo demuestran no pocas Universidades Católicas erigidas en casi todas las partes del mundo”11.

10 Proemio, c.a. “Sapientia chistiana”11 idem

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Ubicación histórica

Ahora bien, es oportuno destacar que desde la promulgación del Código de Derecho Canónico (c.d.c.) de 1917, en los documentos conocidos de la Iglesia, incluido el mismo Código, todos los ordenamientos y normas que hacen referencia a las universidades católicas, se refieren en cuanto instituciones que otorgan “grados académicos que surtan efectos canónicos en la Iglesia“ (c.1377), es decir, universidades eclesiásticas12.

Como ejemplo de ello pueden mencionarse los cánones 1376 y 137713; la Constitución Apostólica (c.a.) de Pío XI, “Deus scientiarum Dominus” de mayo de 1931, que es la primera en la historia que entrega un sistema normativo completo referido a universidades eclesiásticas; los “Ordenamientos” propios de la referida c.a. conocidos en junio de1931; las Normas publicadas por la Sagrada Congregación de Seminarios y Universidades de mayo de 1968, elaboradas a partir de las prescripciones emanadas del Concilio Vaticano II; y más tarde, para completar y perfeccionar todos los documentos conocidos, en abril de 1979 el Papa Juan Pablo II promulga la c.a. “Sapientia chistiana” sobre las Universidades y Facultades eclesiásticas, que como lo dice en su art. 2 del título I, son “aquellas que, canónicamente erigidas o aprobadas por la Santa Sede, se dedican al estudio y la enseñanza de la doctrina sagrada y de las ciencias con ella relacionadas, gozando del derecho de conferir grados académicos con la autoridad de la Santa Sede”.

Recién con la reforma y promulgación del Código Canónico de 1983, los tres cánones (1375 a 1377 del Código anterior) que hacían referencia a la enseñanza universitaria en la Iglesia, se transforman en dos capítulos (II y III del libro III), compuestos por 15 cánones en total, donde se establece por primera vez una distinción entre universidades católica y universidades eclesiásticas.

Ex corde Ecclesiae

Pero así y todo, no apareció en la Iglesia un cuerpo normativo completo y específico para Universidades católicas -como las definen los c. 807 a 814- sino hasta el año 1990 con la promulgación de la Constitución Apostólica “Ex corde Ecclesiae” del Papa Juan Pablo II. Magnífico documento del ser y hacer institucional, que dedica su primera parte a explicitar la “identidad y misión de las Universidades Católicas” y, luego, el capítulo que establece las “normas generales” (II parte).

12 Esto explica que el decreto del Vicario Capitular, Ordinario de Santiago del Estero (c. 435), que aprueba los estatutos del Instituto Universitario en 1961 (Anexo A), exprese en su considerando que los mismos “no necesitan aprobación de la Santa Sede Apostólica por cuanto los títulos o grados académicos que habrá de dar no surten efectos canónicos (Can. 1377)”. 13 Dicen: ”Esta reservada a la Sede Apostólica la constitución canónica de las Universidades o Facultades católicas de estudios. Las Universidades o Facultades católicas, aun las encomendadas a cualesquiera familias religiosas, deben tener sus estatutos aprobados por la Sede Apostólica.” (c. 1376); y ”Sin facultad concedida por la Sede Apostólica no puede nadie conferir grados académicos que surtan efectos canónicos en la Iglesia.” (c.1377).

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En las Normas Generales se definen, entre otras cosas, la forma en que estas universidades deben ser erigidas y ordenadas (a partir del primer día del año académico de 1991, art. 8). Distingue a las ya existentes, a las cuales les serán “concretamente aplicadas” 14 a partir de los ordenamientos que las Conferencias Episcopales aprueben para cada región, “en conformidad con el Código de Derecho Canónico y con la legislación eclesiástica complementaria, teniendo en cuenta los Estatutos de cada Universidad o Instituto y –en cuanto sea posible y oportuno- también el Derecho Civil” 15.

Así, se arriba al Ordenamiento dictado para Argentina, documento que se promulga en octubre de 1997.

4. LA UCSE Y SU RELACIÓN EN LA IGLESIA

Ya se expuso antes cómo y porqué la UCSE es una obra de la Iglesia, cómo y porqué nos sentimos Iglesia todos los que colaboramos de una u otra manera en esta Institución. Es lo que nos han hecho saber los Pastores y la Congregación, y es –también- por el consentimiento y acompañamiento que la Jerarquía ha prestado en cada circunstancia.

Momentos distintos se han vivido en la relación con los obispos, con diferencias en algunas oportunidades, pero los Pastores siempre han recibido la adhesión filial de la UCSE y sus colaboradores. Siempre se ha confiado en la validez de la identidad y carisma de la UCSE, su perfil y experiencia histórica es lo que atrapa compromisos de laicos y religiosos que quieren vivir activamente su apostolado y participar con madurez en la Iglesia.

Mons. Weimann

De todos los Pastores quedan recuerdos de los momentos compartidos, desde el origen mismo, cuando los portadores de la iniciativa (Jensen, Achaval, Cerro) visitaron a Mons. José Weimann para proponerle su creación, y el Obispo les explica la imposibilidad que tenía de hacerlo, pero los insta a llevarla a cabo con su bendición y con una reflexión final: “tengan presente que si les va bien, el éxito será de la Iglesia; y si fracasan, el fracaso será de ustedes”16. Ante ello, llevan la propuesta a los Hermanos de la Misericordia.

El mismo obispo estuvo presente en el acto inaugural (diario El Liberal, 22-6-60) para bendecir el emprendimiento, actitud y disposición de espíritu que recoge el Vicario Capitular, Mons. Francisco Dubrovich al dictar el decreto del 15 de mayo de 1961, por el que se aprueba el estatuto del Instituto, en cuyo encabezado se expresa que el mismo fue fundado “el 21 de junio de 1960 con la aprobación del Excmo. y Rvdmo. Señor Obispo Diocesano, Mons. Dr. José Weimann (Q.E.P.D.)”.

14 II parte, Art. 1, §2, c.a. Ex corde Ecclesiae.15 idem16 “A veces los Obispos, aprovechando la disponibilidad de laicos competentes y deseosos de dar un abierto testimonio cristiano en el campo educativo, les confían la gestión total de escuelas católicas, incorporándolos así a la misión apostólica de la Iglesia”, El laico católico, testigo de la Fe en la escuela, 46.

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Los obispos y la Congregación

En la fundación, la Congregación está representada por el Hno. Director del Colegio San José, con autorización del Superior General, ratificada mediante comunicación escrita posterior17, circunstancias cuyos pormenores relata el Hermano Hermas de Bruijn al celebrarse el 150º aniversario de la Congregación en el Teatro 25 de Mayo 18.

El Superior General de la Congregación, Hno. Dr. Santiago de Winter, consigue el concurso del R.P. Dr. Bernhard Niessen, sacerdote alemán, para trasladarse a Santiago y asumir el rectorado. El nuevo rector es presentado en reunión que se describe en el acta 36 del Consejo Superior, y a la que asisten además de los nombrados, el Arzobispo de Salta, Mons. Roberto Tavella y el Obispo Diocesano, Mons. Manuel Tato, quien al cerrar la reunión manifestó que “el instituto tiene una importancia capital para la diócesis”.

Imborrables son las experiencias con el primer Obispo de Añatuya, Mons. Jorge Gottau, cuya obra misionera y social es un hito en la Provincia. Mons. Gottau fue un impulsor incesante de nuevos desafíos a esta Universidad, porque instaba permanentemente al trabajo creativo y liberador de la educación. Aliento incansable a los laicos en los momentos más difíciles y cruciales de la UCSE. Al final de su mandato episcopal, honró a la UCSE aceptando ser su Gran Canciller Honorario, designación que recibió en el marco de una Santa Misa que concelebró con Mons. Manuel Guirao y el R.P. Emilio de Elejalde, celebrada en el Campus Universitario.

Desde 1981, y a instancia del rector Mons. Luciano Beretta, se instituye en los estatutos de la UCSE la figura del Gran Canciller, conforme texto expresamente indicado, que se reconoce en la persona de Mons. Manuel Guirao mediante la resolución Nº 1229 del Consejo Superior y que asume el 27 de agosto de 1981 (El Liberal, 28—08-81, pag. 8). A su vez, por la resolución Nº 3405 se rinde homenaje a Mons. Guirao al cear y la Nº 3406, del 22 de diciembre de 1994, produce este reconocimiento en Mons. Dr. Gerardo Sueldo, nuevo Obispo de Santiago del Estero.

El nuevo Obispo de Añatuya, Mons. Antonio Baseotto, continuador de la obra de su predecesor, también ha sido y es un Pastor de permanente acompañamiento a la UCSE, a la que ofrece generosamente su orientación. Con motivo de la celebración del XXXV aniversario de la UCSE, remitió un mensaje en el que destaca precisamente la identidad de la UCSE y nos interpela con los desafíos permanentes de una obra eclesial19.

17 En nota fechada en Kapellen, Amberes (Bélgica), el Hno. Liberado comunica que en la asamblea del 5 de julio de 1960 del Consejo General de la Congregación se ha dado la aprobación al Instituto.18 “En una noche de angustia, dos hermanitos del Colegio San José, tuvieron que decir sí o sí a los fundadores que tenían todo el entusiasmo y todo el idealismo que preside a las grandes obras en formación. Los hermanos pasaron una noche en vela para pensar en esta gran empresa. El Colegio y la Congregación fueron la cuna de la Universidad Católica de Santiago del Estero”, El Liberal, 14-9-89 (Anexo D).19 “Una universidad católica de corte laical”, Nuevas Propuestas, Nº 18, diciembre de 1995, pag. 7.

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Los Hermanos de la Congregación que la fundaron y vivieron en Santiago siempre han tenido una participación directa en todas las actividades fundamentales de la UCSE, baste decir que sólo con su conformidad ha sido y es posible cada reforma de estatuto, que en cada momento reflejaban una etapa, una experiencia que se desarrollaba. Ellos han sido protagonistas y también víctimas de la historia, porque en sus bienes inmuebles y muebles se ha manifestado la agresión de las épocas violentas en la historia reciente del país y, sin embargo, nunca han puesto siquiera la menor duda de su compromiso y protección.

En un nuevo gesto de confianza hacia los laicos, el Hno. Benito Willems citó a los demás miembros de la Asociación Civil UCSE para manifestarles la incertidumbre acerca del futuro de la Congregación en Santiago del Estero, y que en consecuencia los Hermanos habían reflexionado sobre las acciones necesarias para garantizar la continuidad de las Obras Misericordistas. En tal sentido, los Hermanos creían necesario que asumiéramos nuevos compromisos y que se estudiara una reforma del estatuto de la UCSE con visión de futuro.

Así, la Congregación decidió ceder a la UCSE el Instituto San José (nivel terciario), el Colegio San José (nivel secundario, nacional), el Colegio San José (nivel primario, provincial), el Colegio N.S. de la Misericordia (nivel primario, provincial) y el Jardín de Infantes Misericordia (municipal), todo lo cual se documentó en un Acta que el 22-12-77 suscriben el Superior Provincial Hno. Benito Willems y el rector de la UCSE, Arq. Daniel Cisneros Saavedra; previa resolución de la Congregación (Acta 31 de la Asociación de Hnos. Misericordistas, del 11-11-77). Para la organización y funcionamiento de este nuevo desafío, la UCSE resuelve constituir lo que se llamó el Complejo Educativo “San José” (resolución 673 del 21-3-78), cuyo primer Consejo Directivo es designado por la resolución 703 del 11 de mayo de 197820.

Más adelante, también se concreta la transferencia a la UCSE del inmueble de calle Libertad al 1300, donde funciona el Colegio N.S. de la Misericordia, mediante escritura Nro. 106 del 24 de julio de 1981, previamente resuelta por la Congregación según acta Nro. 40 del 3 de diciembre de 1980.

Cuando la Congregación renueva felizmente su compromiso de continuar con las Obras en Santiago del Estero (1985), la Asociación Civil UCSE –como no podía ser de otro modo- restituye las instituciones y el inmueble.

20 El Consejo estuvo integrado por las autoridades de esos establecimientos: Elsa I. Fiorini de Feijóo, Alba Emilse Jorge de Cuba, María Ester P. de Ferreyra, Sara Navarrete de Hounau, Melquisedeh Lopez, Miguel Angel Juarez, Nelly D. de Prados, Ruth F. de Frediani; y por representantes del claustro docente: Alicia Ch. de Mansilla, Orlando J. Pereyra, Elba B. de Diaz, Delia Simonetti y Cármen C. de Juarez.

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Los Superiores Generales de la Congregación

En sus visitas a la comunidad santiagueña, todos los Superiores Generales han distinguido a los colaboradores de la UCSE con encuentros de análisis y reflexión acerca de los objetivos, organización, acciones y vicisitudes. Algunos de estos mensajes se han publicado en Nuevas Propuestas, otros han sido objeto de publicación especial y otros constan en actas, todos ellos registros de ricos encuentros donde quedan mensajes reconfortantes para mantener el entusiasmo por dedicar tiempo e inteligencia en el sostenimiento y desarrollo de esta Institución.

Imposición del nombre

La relación formal de la UCSE con la Jerarquía Eclesiástica y la Congregación ha sido pues permanente, desde la fundación, y quien por primera vez pone mayúsculas al nombre de universidad católica es el rector R.P. Niessen, quien en 1966 consigna el nombre de Universidad Católica de Santiago del Estero en nota que dirige al rector de la U.C.de Santa Fe, solicitando la desanexión del instituto para su registración como universidad privada con dicho nombre21, trámite que obtendrá el correspondiente decreto del Poder Ejecutivo Nacional recién en 1969.

Algunas comunicaciones con la Jerarquía Eclesiástica

También hay constancias de comunicaciones e informes que deberían existir en la Santa Sede, como son los que se indican a continuación.

En 1969, y con motivo del centenario de la apertura del Concilio Vaticano I, el Nuncio Apostólico Mons. Inio Zanini dirige una nota al rector Dr. Francisco Cerro instando a la realización de eventos conmemorativos.

En 1971, a instancias de la Santa Sede y para ser elevada a ella, el Obispado local solicita una estadística sobre docentes y alumnos.

Como consecuencia de una visita que el rector Arq. Daniel Cisneros Saavedra y el vice-rector Mons. Luciano Beretta realizan en noviembre de 1977 a Mons. Pio Laghi, Nuncio Apostólico en Buenos Aires, la UCSE eleva un informe con “diversos aspectos de la evolución, estructura y quehacer de la Universidad”. El Nuncio Apostólico informa mediante nota del 2 de abril de 1978 que ha elevado ese informe a la Santa Sede y transmite el agradecimiento del Cardenal Gabriel María Garrone, Prefecto de la Sagrada Congregación para la Educación Católica.

En julio de 1988, con motivo del cisma protagonizado por Mons. Lefebvre, la Asociación Civil y el Consejo Superior de la UCSE producen una declaración de adhesión filial al

21 Nota dirigida al R.P. Andrés Reghenaz el 18 de agosto de 1966, en cuyos párrafos finales dice “...con el fin de ser inscripto en el Registro Nacional de Universidades Privadas como Universidad Católica de Santiago del Estero, con las prerrogativas que tal inscripción le acuerde”.

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Santo Padre, que elevan al Obispo Diocesano y a la Nunciatura Apostólica. Ambos dan cuenta de la comunicación y anticipan de su traslado a la Santa Sede.

En diciembre de 1990, Mons. Manuel Guirao remite al rector de la UCSE copia de un protocolo que suscribe Mons. Pío Laghi, pro-prefecto de la Sagrada Congregación para la Educación Católica, con relación a la UCSE, incluida en la relación quinquenal enviada por el Obispo con motivo de la visita “ad limina”22.

En 1994, y con motivo de una nueva visita “ad-limina”, Mons. Manuel Guirao solicita se elabore un nuevo informe detallado de la actividad de la UCSE, que se eleva a tiempo para ser integrado en su relación quinquenal.

5. LA AUTONOMÍA

La Universidad, como institución de la cultura, surge específicamente en el ámbito del mundo, por eso es necesario describir y enunciar nuestra mirada del mundo.

Para hacer una lectura cristiana del mundo, nos remitimos a los documentos conciliares del Vaticano II, donde la Constitución Pastoral “Gaudium et spes” nos enseña que el mundo no es solamente los reinos mineral, vegetal y animal, sino que incluye al hombre, “es la entera familia humana con el conjunto universal de las realidades entre las que ésta vive” (2).

Este mundo, además, no es un simple agregado de realidades, sino que es una estructura que tiene un sentido. Los reinos mineral, vegetal y animal se integran y es el hombre quien les da sentido y significado.

El reino mineral no está solamente como un plano inferior al reino vegetal, sino que integra sus funciones con el reino vegetal para convertirse en alimento y soporte. Asimismo, el reino animal no existe solamente como un plano inferior al hombre, sino que esta al servicio de la realización del hombre, quien de esa forma le da significado, actuando para que trascienda su propio nivel. Estas funciones de dominio con responsabilidad del hombre para que los demás estén a su servicio, dan la idea de que el mundo tiene un sentido. Entonces, en tanto el mismo, el mundo es un conjunto de actividades en busca de un sentido, busca una realización de objetivos.

Pero además, y como lo expresa la Gaudium, “para que el mundo se transforme según el propósito divino” (2). Se le otorga al mundo un sentido de trascendencia hacia Dios.

Es a partir del misterio Pascual que el mundo queda redimido y relativizado. Por redimido, todo vuelve a ser tocable y amable para el hombre, nada le está prohibido como mundo

22 En la nota que Mons. Pio Laghi dirige a Mons. Guirao, dice “Antes de todo deseamos expresarle nuestra viva apreciación por las amplias informaciones que nos han sido suministradas sobre la vida de la Universidad Católica de Santiago del Estero, de la cual Vuestra Excelencia es Gran Canciller. Hemos notado con satisfacción que dicha Universidad tiene una clara inspiración cristiana en la actividad académica y formativa”, Congregación de Educación Católica, Prot. Nº 1571/89/2.

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creado. Relativizado, porque solo Dios es absoluto y el hombre tiene la misión de constituirse “señor” del mundo.

El laico en el mundo

Refiriéndose a los laicos, con claridad expresa Pablo VI en la Evangelii nuntiandi que su “vocación específica los coloca en el corazón del mundo” (70). Su principal tarea es “el poner en práctica todas las posibilidades cristianas y evangélicas escondidas, pero a su vez, ya presentes y activas en las cosas del mundo. El campo propio de su actividad evangelizadora, es el mundo vasto y complejo de la política, de lo social, de la economía y también de la cultura, de las ciencias y de las artes ..., la familia, la educación, los niños ...” (70).

“Desde fuera no se salva el mundo” dice Pablo VI, y el laico es el que se hace hermano de los hombres, mundo en la Iglesia e Iglesia en el corazón del mundo. Para esta tarea-misión, el laico necesita libertad de movimiento, autonomía creativa, porque “el Espíritu del Señor que anima al hombre renovado en Cristo, cambia sin cesar los horizontes donde su inteligencia quiere encontrar su seguridad, y los límites donde su acción se encerraría de buena gana; lo penetra una fuerza que lo llama a superar todo sistema y toda ideología” (Oct.Adv., 37).

El laico, perteneciente a dos reinos, le permite a la Iglesia la relación, en misión de luz y fermento, con el mundo. Por eso “la Iglesia no está verdaderamente formada, no vive plenamente, no es señal perfecta de Cristo entre los hombres en tanto no exista y trabaje con la Jerarquía un laicado propiamente dicho. Porque el Evangelio no puede penetrar profundamente en las conciencias, en la vida y en el trabajo de un pueblo sin la presencia activa de los seglares” (A.G., 21).

La Iglesia, como institución, debe facilitar el descenso de la Gracia para que el hombre pueda ascender. Las realidades humanas son respetadas, asumidas y transformadas por la Gracia. La consistencia de estas realidades terrenas, tocadas por la Gracia, es el aporte propio del laico en el seno de una sociedad como la Iglesia, donde también están presentes otras funciones (jerarquía, religiosos), con sus aportes particulares.

La cultura

Esta plenificación del mundo, pasa inevitablemente por la actividad del hombre cuya inteligencia debe permitir captar, proyectar y realizar el sentido del mundo pasando por las distintas realidades (naturaleza, hombre y sociedad).

Es a este conjunto de actividades a las que el Concilio define en la “Gaudium” como cultura: “todo aquello con lo que el hombre afina y desarrolla sus innumerables cualidades espirituales y corporales; procura someter el mismo orbe terrestre con sus conocimientos y trabajo; hace más humana la vida social, tanto en la familia como en toda la sociedad civil, mediante el progreso de las costumbre e instituciones...” (53).

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El hombre necesita realizar actividades culturales, porque es un ser que elabora su propio camino, al hombre no le es dado su quehacer, lo tiene que planificar, proyectar, concretar.

Entre estas actividades culturales se destacan las científicas porque ellas son la expresión máxima de su capacidad intelectual, con ellas puede interpretar y explicitar el mundo a nivel teórico y transformarlo a nivel tecnológico.

Para cumplir con esos propósitos, la actividad cultural se organiza en ciertas formas institucionales: escuelas, institutos, universidades.

En el caso de las universidades, que es donde hoy nos toca actuar, por trabajar propiamente en el campo de la cultura superior, deberá ser fiel a la naturaleza y características del dinamismo cultural de donde surgen como organización de la cultura; esto es, deberá tener la necesaria autonomía y libertad para realizar su actividad, y así respetar el mundo, el hombre y la cultura.

La autonomía del mundo

La Iglesia proclama esta autonomía poniendo énfasis particular en el plano de las ciencias y de la cultura. En cuanto a las ciencias, la “Gaudium” expresa: “si por autonomía de la realidad terrena se quiere decir que las cosas creadas y la sociedad misma gozan de propias leyes y valores, que el hombre ha de descubrir, emplear y ordenar poco a poco, es absolutamente legítima esta exigencia de autonomía. No es solo que la reclamen imperiosamente los hombres de nuestro tiempo. Es que además responde a la voluntad del Creador. Pues, por la propia naturaleza de la creación, todas las cosas están dotadas de consistencia, verdad y bondad propias de un propio orden regulado, que el hombre debe respetar con el reconocimiento de la metodología particular de cada ciencia o arte” (36).

En el plano de la cultura, en la misma “Gaudium” se dice: “el creciente intercambio entre las diversas naciones y grupos sociales descubre a todos y a cada uno con creciente amplitud los tesoros de las diferentes formas de cultura, y así poco a poco se va gestando una forma más universal de cultura, que tanto más promueve y expresa la unidad del género humano cuanto mejor sabe respetar las particularidades de las diversas culturas” (54).

Además en su nº 59 expresa: “porque la cultura, dimana inmediatamente de la naturaleza racional y social del hombre, tiene siempre necesidad de una justa libertad para desarrollarse y de una legítima autonomía en el obrar según sus propios principios”.

La autonomía de las universidades

Refiriéndose concretamente a las escuelas (universidades), la Declaración sobre la Educación Cristiana de la Juventud dice: “La Iglesia estima en mucho y busca penetrar con su espíritu y dignificar también los demás medios que pertenecen al común patrimonio de la humanidad y contribuyen grandemente a cultivar las almas y a formar

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los hombres, como son los medios de comunicación social, los múltiples grupos culturales y deportivos, las asociaciones de jóvenes y, principalmente, las escuelas.” (4).

La Iglesia recoge y sintetiza todas estas enseñanzas precisamente en la c.a. “Ex corde Ecclesiae” que en el primer punto de la Primera Parte, sobre “Identidad y Misión”, expresa que la Universidad “goza de aquella autonomía institucional que es necesaria para cumplir sus funciones eficazmente y garantiza a sus miembros la libertad académica, salvaguardando los derechos de la persona y de la comunidad dentro de las exigencias de la verdad y del bien común” (12).

6. LA AUTONOMÍA DE LA UCSE

Cuando la universidad nace en la Edad Media, se gesta como el símbolo de las posibilidades que la inteligencia superior del hombre tiene de aspirar a la verdad, y esta capacidad se hace carne en la institución universitaria, que supone la universalidad del saber y de toda aspiración noble y loable del hombre por otorgar sentido a la creación a través del desarrollo de todas sus capacidades.

Por ello, nada que no sea la libre y ordenada expresión de sus logros y objetivos, puede coartar y poner límites al despliegue de la inteligencia, del sentimiento y de la acción representada en la manifestación de la ciencia y el quehacer de la tecnología, pero todo encausado por el marco de la ética y la teología en un armónico diseño del Plan de la Creación, esto es dentro de las exigencias de la verdad y del bien común.

La constitución de la Institución desde el punto de vista del derecho civil, siempre fue una sociedad civil sin fines de lucro. El estatuto de la UCSE era uno, social y académico al mismo tiempo, cuestión que se había mantenido así a pesar de que en diversas circunstancias las autoridades ministeriales recomendaron su separación, atento a que ello permitiría profundizar la autonomía académica en el marco de la Universidad, autonomía académica que se funda en el concepto de autonomía universitaria.

La experiencia que había vivido la UCSE hasta 1985, terminó por convencer a la Congregación y a los miembros de la Institución que sería más adecuado distinguir lo social de lo académico, para lo cual se elaboraron un estatuto académico para la UCSE y uno social para la sociedad civil UCSE.

Esta estructura institucional permitió alinear la relación de la UCSE con el Ministerio de Cultura y Educación de la Nación y perfeccionar el quehacer universitario propiamente dicho. Al mismo tiempo, con el discernimiento de roles se avanzó en la profesionalización de las gestiones administrativas en la Asociación Civil UCSE, necesidad impostergable por entonces y, también, en la función directiva, en cuanto a potenciar la capacidad creativa y de desarrollo para asumir nuevos desafíos en el futuro cercano.

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El paso dado fue muy importante en la organización interna y el funcionamiento de los órganos de gobierno de la Universidad y de la Asociación Civil, y la experiencia ha confirmado que esta medida fue decisiva en el desarrollo ulterior de la institución23.

La autonomía institucional

Aunque el Concilio Vaticano II ya se refiere a la autonomía, con la aparición de Ex corde Ecclesiae, el concepto de autonomía cobra un alcance institucional, de implicancia concreta en y para las universidades católicas. El concepto de autonomía ya no queda referido solo a los “campos” de las ciencias y de la cultura, ya que en el primer punto de Identidad y Misión en ECE, cuando se define lo qué es universidad establece que “ella goza de aquella autonomía institucional que es necesaria para cumplir sus funciones eficazmente” (12).

Este concepto y alcance de la autonomía se define allí mismo, en nota de pié de página, que hace referencia a documentos conciliares y precisa que: “autonomía institucional quiere significar que el gobierno de una institución académica está y permanece dentro de la institución”.

La autonomía institucional otorga derechos e impone responsabilidades, una de las cuales es arbitrar los mecanismos de gobierno y funcionamiento, porque si ella significa que las decisiones “están y permanecen dentro de la institución”, estas cuestiones deben reflejarse en su marco normativo para “operar” realmente. Este fue un desafío de reflexión e instrumentación para la Asociación Civil y la Universidad, porque la participación de la

23 La UCSE ha visto potenciada su acción reflejada en subsedes que le significaron un crecimiento importante como lo fueron Jujuy (1993), Buenos Aires (1994) y Rafaela (1997), cinco nuevas carreras de grado (psicología, electrónica y escribanía en 1994, gestión de instituciones educativas y educación especial en 1998), dos carreras de posgrado (maestría en dirección de empresas y especialización en derecho de daños 1996), la radio de FM (1996), nuevos laboratorios de computación, comunicación social y electrónica, convenios con institutos terciarios de otras ciudades para desarrollar carreras en ellos (Comunicación Social con la Escuela de Periodismo Obispo Trejo de Córdoba y Psicopedagogía con el Instituto Decroly de Tucumán).

También la Asociación Civil UCSE concretó avances significativos desde entonces: una residencia universitaria (1990, hoy adaptada para casa de Retiros Espirituales), un colegio secundario (1991) y su extensión a colegio primario (1995), un instituto superior no universitario (1994), y distintas obras de infraestructura edilicia que eran imprescindibles: pabellón de Ciencias de la Educación y Auditorio (1991), Restaurante y bar (1993), Biblioteca (1995), Capilla (1996) pabellón Colegio H. Hermas (1997), pabellón de laboratorios de biomedicina y electrónica (1997).

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Congregación no estaba fielmente reflejada y las decisiones que le competían “salían” de la institución.

En efecto, hasta 1990 los socios de la Asociación Civil eran personas físicas, entre ellas los hermanos misericordistas que la habían fundado, en representación de la Congregación. Con la modificación del estatuto social de ese año, se incorpora la Congregación como tal a la Asociación Civil, y el hermano que la representa integra siempre y por derecho propio la Comisión Ejecutiva de la Asociación Civil y el Consejo Superior de la UCSE (Estatuto Académico –E.A.-, art.12); de esta manera, todas las cuestiones relativas a las decisiones y a la organización quedan “dentro” de la Institución.

En los estatutos social y académico se establece que la Congregación tiene derecho a veto (E.A., art. 8), y se mantiene el requisito de su expresa conformidad para reformar el estatuto social.

Es decir, actualmente el estatuto refleja fielmente el concepto de autonomía institucional, ya que todas las cuestiones quedan integradas plenamente, inclusive las relativas a la Congregación.

Perfeccionamiento de la autonomía

Pero el punto 12 de ECE también expresa que la universidad “garantiza a sus miembros la libertad académica, salvaguardando los derechos de la persona y de la comunidad dentro de las exigencias de la verdad y el bien común”.

Por lo tanto, el concepto de autonomía que la universidad necesita para su funcionamiento debe tener también efectos internos concretos para el desenvolvimiento de las actividades que le son propias. Así, el investigador y los estudiosos necesitan de la libertad y autonomía que la búsqueda científica exige (ECE, 29), aunque deben observar una referencia de contexto como es el respeto a la identidad de la institución que integran (ECE, 27).

Este reconocimiento interno de la autonomía también se refleja en la UCSE, obsérvese que en lo estrictamente académico, la autoridad y gobierno reside en los Consejos de Facultad y Departamento Académico, que son los órganos competentes para aprobar la planificación y programas de las obligaciones académicas, seleccionar los docentes, etc.; y el Consejo Superior solo considera los proyectos de investigación y creación de carreras siempre que previamente estén aprobados por estos consejos (E.A., art. 26).

También hay que destacar que este es un reconocimiento no solo orgánico o estructural sino también funcional y personal, porque esos consejos están integrados exclusivamente por los estudiosos, con absoluta mayoría de docentes, pero también considerando la opinión estudiantil (E.A., art. 23).

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Por lo tanto, los mecanismos de gobierno y gestión internos reflejan respeto por la autonomía, por la facultad para decidir y actuar de quienes son competentes para ello y están directamente involucrados en el quehacer científico y académico.

7. LOS ESTATUTOS

Desde la creación en 1960, los estatutos han sido ajustados de acuerdo a la experiencia que se ganaba, a las circunstancias y al marco legal y normativo que el Estado fijaba a las universidades de gestión privada.

Dictada la constitución Ex corde Ecclesiae, la UCSE es la primera universidad católica argentina que adecua su estatuto académico a ella, donde además incluye la expresa aceptación de ese documento pontificio, todo lo cual queda establecido formalmente en la reforma de los estatuto que en 1993 aprueba el Ministerio de Cultura y Educación de la Nación.

Ese estatuto se mantiene vigente, salvo por algunas modificaciones introducidas en 1997, a requerimiento de la nueva Ley de Educación Superior (Nº 24.521).

Nuestros estatutos no son anteriores a la identidad y mística institucional, por el contrario, el marco formal de decisión y organización interna refleja fielmente la cuestión de fondo: el tipo de institución que fue, es y quiere ser la UCSE, como institución al servicio de la Nación y de la Iglesia.

Su importancia para la comunidad educativa es reconocida por ECE, ya que establece que “las Normas Generales deben ser concretamente aplicadas a nivel local y regional por las Conferencias Episcopales y por otras Asambleas de la Jerarquía Católica, en conformidad con el Código de Derecho Canónico y con la legislación eclesiástica complementaria, teniendo en cuenta los Estatutos de cada Universidad o Instituto” (II Parte, art. 1, §2).

8. CONCLUSIÓN.

Esta es la Universidad Católica de Santiago del Estero: ésta es su génesis, su inspiración y su misión.

Obra nacida de la motivación de un grupo de laicos que asumieron su rol en la Iglesia y que optaron por un trabajo concreto en el campo de la educación superior, como un segmento privilegiado de la cultura, y forjador de dirigentes para la comunidad. Motivación que es el fecundo resultado de una animación espiritual que recibieron de sacerdotes de la diócesis y de los Hermanos de la Misericordia.

Laicos y religiosos Misericordistas, que pensaron en grande sin contar con nada material, sólo confiados en ese compromiso vital, libremente elegido, desinteresadamente asumido y responsablemente ejercido.

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APÉNDICE

RESEÑA DE LAS SUBSEDES DE LA UCSE

1. DEPARTAMENTO ACADÉMICO SAN SALVADOR (Subsede Jujuy)

Por pedido del antiguo Obispo de Jujuy, Mons. Arcenio Raúl Casado, y de los egresados del Instituto Superior “Populorum Progressio” (ISPP), la UCSE suscribió un convenio de complementación académica con ese establecimiento, que dio lugar a un protocolo para la creación de una subsede en la ciudad de San Salvador de Jujuy, suscrito por el propio obispo diocesano. La unidad académica fue inaugurada en setiembre de 1993, previa autorización del Ministerio de Cultura y Educación de la Nación (resolución Nº 2.471/93).

En el primer año de trabajo se habilitaron los cursos que permiten a egresados del ISPP continuar estudios de grado en la Licenciatura en Ciencias Políticas, a partir de lo cual se ha experimentado un crecimiento sostenido: en 1995 se abrió la carrera de Ingeniería en Computación, en 1996 la de Escribanía, en 1997 se realizó la apertura del posgrado Magister en Dirección de Empresas, y en 1998 la Licenciatura en Gestión de Instituciones Educativas.

La unidad académica de la UCSE funcionó el primer año en el ISPP y a partir del segundo en dependencias del Colegio del Salvador, más amplias y cómodas, adecuadas a la nueva realidad.

2 DEPARTAMENTO ACADÉMICO BUENOS AIRES - PREFECTURA NAVAL ARGENTINA (Subsede Bs.As.)

A partir de la firma de un convenio con la Prefectura Naval Argentina (PNA), mediante el cual se persigue la capacitación a nivel universitario del personal de esa fuerza de seguridad, y la autorización mediante resoluciones del Ministerio de Cultura y Educación (Nº 2.890/93) y del Ministerio de Defensa de la Nación (Nº 1.357/93), la UCSE implementa esta nueva unidad académica denominada Departamento Académico Buenos Aires en dependencias de la Escuela Superior de Prefectura (Olivos), que en 1994 comenzó su actividad con la apertura de la carrera de Abogacía, integrando el claustro con destacados docentes en sus especialidades. A comienzo de 1995 se abrió la carrera de Contador Público, en 1996 se incorporó la Licenciatura en Administración y en 1998 la Licenciatura en Gestión de Instituciones Educativas.

Como parte de este proyecto, en el año 1997 dio comienzo el Programa de Educación Asistido a Distancia, que permite continuar los estudios, desde cualquier punto del país, a todo el personal de la fuerza que sea trasladado para cumplir con sus servicios profesionales.

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Para que la unidad académica sea plural y tienda a su inserción regional, la actividad presencial en la subsede y el Programa de Educación Asistida a Distancia también están abiertas al público en general, que hoy constituye un alto porcentaje de su alumnado.

Antes de su inauguración, el proyecto de creación de la unidad académica fue presentado a los obispados con los que tendría relación: el Castrense y el de San Isidro. Por indicación de los respectivos Obispos, los documentos del proyecto fueron entregados a sus respectivos vicarios de educación.

Mons. Norberto E. Martina, obispo castrense estuvo en el acto de inauguración, y el Capellán de la PNA asiste a todos los actos académicos en los que se requiere su participación. Los vínculos que se han establecido en estos años con el Obispado de San Isidro han sido principalmente a través de su vicario de educación, del presidente de la Junta Diocesana de Educación Católica y de los sacerdotes y laicos encargados de las cátedras de Teología y Doctrina Social de la Iglesia.

3. DEPARTAMENTO ACADÉMICO RAFAELA (Subsede Rafaela)

La nueva sede nació a partir de un pedido del Obispo Mons. Héctor G. Romero para que la UCSE estudiara la factibilidad de localizar una unidad académica en esa ciudad “debido a que la mayoría de los jóvenes deben emigrar para completar sus estudios universitarios”.

Para llevar a cabo ese estudio, se firmó un convenio con el Obispado de Rafaela, y se integró un equipo técnico que debió realizar relevamientos geográficos, demográficos, sociológicos, económico-productivos, institucionales y educativos de Rafaela y localidades ubicadas en un radio de 120 km.; encuestas en escuelas secundarias, sondeo de opinión calificada en dirigentes sociales de distinto orden; selección de docentes para los dos primeros años de las carreras que se abrirían, convenios para la disposición de la infraestructura académica en los próximos 5 años, etc..

Una vez elaborado el proyecto de creación de la unidad académica, se elevó para su evaluación por las autoridades del Ministerio de Cultura y Educación de la Nación, quienes lo aprueban mediante Resolución Nº 305/97.

Así, la nueva unidad académica es inaugurada oficialmente el 5 de mayo de 1997, funciona en el Colegio San José y comenzó su actividad con las carreras de Abogacía, Contador Público y Licenciatura en Administración.

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