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Tú eres suficiente

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Tú eres

suficiente

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Para más información acerca de los ministerios y servicios de Unity, por favor, mira la contraportada de este folleto.

¡Bendiciones!

Todos tenemos momentos en los que nos sentimos inseguros o inadecuados. Tal vez nos preocupe fallar, o ser heridos y rechazados por otros. Nuestros temores pueden impedir que tratemos algo nuevo o que tengamos vidas plenas y felices.

¿Cómo podemos recordar que somos imperfectamente perfectos —que somos suficientes tal y cual como hemos sido creados?

Los siguientes relatos revelan cómo otras personas han aprendido a acallar al crítico interno y a cultivar la autoaceptación, el amor propio y la paz interna. Esperamos que te ayuden a saber que eres una expresión de Dios plena, merecedora —¡que eres suficiente!

Deseándote amor en tu jornada,

Tus amigos en Unity

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Eres suficientepor la Rev. Lesley Miller

En mi primer día del séptimo grado, me dieron un libro de matemáticas color naranja, mientras que a la mayoría de mis amigos les dieron libros de color azul. Los demás estudiantes también tenían maestros diferentes a los míos. Muy pronto fui conocida como una de las chicas “demoradas”. Con el tiempo, yo también me lo creí.

Cuando llegué a la escuela superior, dejé de hacer las tareas, encontré maneras creativas de faltar a las clases. Iba mayormente a aquellas que me gustaban, tales como el coro, las prácticas de teatro, inglés e historia. Los maestros de matemáticas me hacían pasar con una D.

La prueba de que yo era tonta surgió en el undécimo grado, cuando traté de resolver una ecuación en la pizarra. Al girar para mirar la clase, todos se reían de mí. Me sentí pequeña y avergonzada. Tuve la bendición de que sonó la campana, así que corrí a borrar mi trabajo. La maestra me dijo que lo dejara allí. Su clase de nivel avanzado ya estaba entrando al aula. Mi novio estaba en esa clase. Recuerdo haber corrido hacia el pasillo mientras los estudiantes que llegaban se reían. “Esa eras tú”, me dijo mi novio al salir de clases, “¿verdad que sí?”

Sí. Tonta e inútil, esa soy yo.

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Cuando terminé la escuela superior, fui a trabajar a la oficina de mi papá y eventualmente asistí al centro de formación profesional de noche. Me fue bien, una vez me acostumbré. Con el tiempo, me transferí a una universidad, me casé con ese novio, me gradué de la universidad, comencé una familia y fui a donde fuera que nos llevara la carrera de él durante 24 años turbulentos que compartimos y que dejaron cicatrices emocionales.

Cuando llegué a mis treinta y tantos años, decidí que estudiar comercio en la universidad me ayudaría. Una vez más, fui al centro de formación profesional. En el examen de ubicación de matemáticas, solo pude responder dos de las 20 preguntas. El consejero me dijo: “Esto te coloca en una clase de matemáticas remediativa y sin créditos. Querida, quizás deberías trazarte una meta diferente”.

Lo que yo escuché fueron aquellos compañeros de clase de la escuela superior riéndose de mí. Esta vez, sentí rabia. “Querido”, le dije, “no necesito tus créditos. ¿Cuándo es la clase?”

Tres días a la semana, todo un semestre, ¡esa clase sin créditos fue mágica! Saqué A, y luego, álgebra, trigonometría, precálculo, estadísticas, economía y programación de computadoras... ¡y fui admitida a la Maestría en Comercio de la Universidad de Maryland como alumna a tiempo completo!

Aprendí matemáticas y muchas cosas más. También aprendí que estaba muy lejos de ser tonta. Dejé la escuela de comercio a mitad cuando mi esposo obtuvo un prestigioso empleo en otra ciudad. Yo aún era muy codependiente, y no tenía idea de que merecía algo mejor. Eso surgió más tarde, cuando sané las adicciones que enmascaraban mi dolor interior y no permitían que yo viera mi propia valía. Años más tarde, el Espíritu me mostró aquellas creencias falsas que me mantenían dentro de una cárcel que yo misma había creado.

Hay algunas cosas que aprendemos cuando estamos listos —no antes— y eso está bien.

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¡Ya es suficiente!por el Rev. Michael Korpan

Hace varias semanas y a petición de mi hermana, oficié el servicio religioso del funeral de mi cuñado. Me sentía muy nervioso, especialmente porque pensaba que cualquier cosa que dijera no sería suficiente. Yo conocía al público. No era ni religioso ni espiritual. Durante el camino hacia el funeral, le expresé a mi esposa Susan que no se me había ocurrido nada que fuera tan significativo como yo quería que fuera.

Justo antes del servicio, muy a último minuto, mi hermana hizo una petición de música que afectó el plan que yo tenía. Más aún, el escenario no era propicio para lo que yo tenía en mente. Todavía más, el servicio se adelantó 45 minutos. Yo sentía que había perdido el control por completo.

Durante el servicio, las personas fueron invitadas a pasar al frente y compartir sus reflexiones sobre el fallecido. Mis tres sobrinos se levantaron y leyeron un poema que habían escrito en homenaje a su padre. A ellos les siguió mi sobrina, Samantha, quien tiene el síndrome de Down. Tras intentar expresar sus sentimientos durante tres minutos, se dio por vencida con un grito: “¡No puedo hacer esto!” Volvió a su silla sollozando mientras a muchos de nosotros se nos hacía un nudo en la garganta.

Al comienzo del servicio, yo había repartido unas pequeñas velas que funcionaban con pilas. Terminé el servicio con la canción “Creo que puedo volar” de R. Kelly, e invité a las personas que así lo sintieran a que encendieran las velas como símbolo de la luz que Luis (el fallecido) había compartido con ellos. Cinco segundos después que la canción comenzara, Samantha se reanimó. Ella reconoció la canción y sabía cada palabra. Cinco segundos después, ella saltó de la silla y comenzó a cantar la canción, alentando a todo el mundo a que se uniera. El salón completo respondió

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encendiendo las velas, levantándolas en el aire y meciéndose mientras Samantha cantaba.

Fue una de las experiencias más emotivas y sensibles en las que he participado. Fue poderosa en ambos aspectos, el humano y el espiritual. En unos pocos minutos, había sido testigo de cómo mi sobrina se había transformado desde las profundidades del dolor a un renacimiento de regocijo. A través de ella, el Espíritu abrió los corazones de todos los que estaban presentes.

Yo había llegado al lugar sintiendo que no había hecho un trabajo lo suficientemente bueno y que el éxito del servicio descansaba totalmente sobre mis hombros. De camino a casa, le pedí a Susan que en el futuro me recordara que no se trataba todo sobre mí y que lo único que yo debía hacer era quitarme del medio para que el Espíritu pudiera hacer lo que el Espíritu siempre está deseoso de hacer.

Muchas veces, nuestros sentimientos de que no somos suficientes nos mantienen al margen de las cosas. Esos sentimientos también pueden motivarnos a hacer lo contrario: pensar que debemos controlar cada situación para superar nuestro sentido de insuficiencia. Nuestro trabajo espiritual es no perder de vista el hecho de que nunca podemos ser otra cosa más que suficientes. Somos el gran Yo Soy.

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Canta la belleza de lo buenopor la Rev. Frieda King

Sentirse que uno no es aceptado o que es indigno, aunque sea levemente, es desalentador. Podríamos tener una idea

perfectamente válida que sea rechazada por nuestra pareja, por un familiar, amigo, compañero de

trabajo o supervisor. Podríamos rechazar nuestras buenas ideas o sueños importantes.

Podríamos decirnos a nosotros mismos: Yo no podría hacer eso, Nunca va a funcionar, o Ese es

un sueño o deseo muy grande para mí.

Rechazarnos a nosotros mismos es muchas veces más desmoralizador y dañino que ser rechazados por los

demás. Pero podemos superarlo.

Mi madre y mi padre nos dejaron a mi hermano, mi hermana y a mí un terreno para que lo dividiéramos entre nosotros. Y cada vez que tratábamos de tomar una decisión sobre si vender o no el terreno se encendía una pelea. Pronto mi hermano dejó de comunicarse conmigo y me sentí descorazonada, triste y abatida.

La oración y la meditación parecían ser la mejor manera de sanarme a mí misma y a nuestra relación. Al meditar, imaginaba que hablaba con mi hermano. Era como si estuviéramos juntos, espíritu con espíritu. Me podía comunicar amorosa y abiertamente con él. Su amor por mí también estaba presente. Durante la meditación, pedía que hubiese perdón y la liberación de cualquier sentimiento o pensamiento contencioso.

Le pedía a Dios que me mostrara el camino y que me diera el tiempo para visitar físicamente y reconectarme con mi hermano, quien vivía

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lejos de mí en otro estado. Mientras lo hacía, los pensamientos de lo que Dios quería para mí llegaban a mi mente y descansaban en mi corazón. Dios es el bien absoluto y yo soy la personificación del bien divino. Reclamé, por derecho espiritual, mi autoestima y aceptación; así como bienestar para mí y para todas mis experiencias de vida.

Con el tiempo, la guía divina me llevó al hogar de mi hermano. Fui con valentía y humildad, recordando el amor que sentía durante mis meditaciones. Tuvimos una reunión gozosa tras no habernos comunicado por siete años. Durante esos siete años, la propiedad había sido vendida y dividida equitativamente.

Ralph Waldo Emerson sugirió que no perdiéramos el tiempo incubando cosas deprimentes. Nos dio el consejo de que le “cantáramos a la belleza de lo bueno”.

Ciertamente, lo bueno siempre está presente. Tú, yo y todas aquellas personas y grupos son creaciones divinas. Nuestra naturaleza divina es pura, buena y no la afectan las opiniones, las palabras o cualquier otra circunstancia. Nuestro sentido de completitud está siempre presente en nosotros. En realidad, no podemos ser menoscabados. Nadie puede serlo.

Jesús creía en la divinidad de la humanidad y dijo que somos santos tanto como él lo era. Él dijo que “Abba o Padre” era nuestro padre también. Él tenía una gran fe en la humanidad, y dijo que haríamos “las obras que yo hago; y aun mayores obras” (Juan 14:12). Jesús creía en el Espíritu Santo y en la Verdad en cada uno de nosotros.

Saber esto es poderoso e inspirador. Hemos de recordarlo cuando algo o alguien nos haga sentir o creer que somos inadecuados, menos o no merecedores.

Nuestros sentimientos de rechazo e insuficiencia no son permanentes y no definen quiénes somos. Lo que verdaderamente somos permanece intocable. Somos belleza y bondad, nada menos que la Divinidad en forma humana.

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Yo soy más que estopor el Rev. Mark Fuss

El día se había acabado y yo estaba feliz.

Esa noche, me senté al borde de la cama sintiéndome abrumado. No estaba preparado para los cambios y el ajetreo que se habían apoderado de mi vida. Sentía como si constantemente tuviera que esforzarme.

Estiré la mano hacia mi mesa de noche y agarré el libro de la autora Brené Brown que había estado allí durante meses. Mientras ojeaba la introducción, mis ojos se detuvieron en la siguiente oración:

“Deja ir el agotamiento como un símbolo de estatus y la productividad como una medida de tu autoestima”.

¡Uuuf!

Fue como si me hubiesen dado un golpe en el estómago. Lo leí de nuevo y reflexioné acerca de cómo esa verdad resonaba conmigo. Durante una gran parte de mi vida, había sido motivado por un sentido urgente de luchar, lograr y tener éxito. No me gusta dejar una tarea sin hacer o sin terminar. Eso ha provocado que me sea difícil dejarla ir, hacerla a un lado o tomar un receso. Incluso cuando he completado mi tarea exitosamente, el sentimiento de cumplimiento es fugaz, ya que comienzo un nuevo ciclo para alcanzar otra meta.

Reflexionaba sobre esto cuando recordé una lección de hace algunos años. Mi ministro Unity se había dado cuenta de mi lucha y me lo había señalado. “Eres más que esto”, me dijo, “más que cualquier tarea, proyecto o logro. Eres una expresión de Dios y eres suficiente”.

Sentado en la cama, las lágrimas rodaban sobre mis mejillas por el recuerdo y por el sentido de liberación.

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Yo soy más que esto. Soy más que cualquier situación, tarea o logro. Soy suficiente.

Tú también eres más que esto. Eres más que cualquier situación, tarea o logro.

Como lo escribió la autora de Unity H. Emilie Cady, eres “una porción de Dios manifestada”.

Eres suficiente.

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En la Tierra de la Abundanciapor Elari Onawa

En la Tierra de la Abundancia, ya soy más que suficiente. Esta Tierra de la Abundancia es un lugar maravilloso y próspero un espacio para la Verdad y el Amor. En esta tierra, yo sé con cada fibra de mi ser que soy completo, entero y perfecto, tal como soy. Esto es cierto sin importar cómo me vea o lo que haya logrado o dejado de lograr. En esta tierra verdadera, pero a veces lejana, no falta nada dentro de mí. ¡Todas las respuestas están ahí! Tampoco tengo nada que demostrar. En este espacio de Verdad no necesito ganarme el amor. Yo soy amor. Yo soy valioso y estoy firmemente enraizado en la realidad de que yo soy suficiente y estoy inmerso en la abundancia, inmerso en el amor.

También existe la Tierra de la Escasez. Cuando estoy en ese lugar, siento la necesidad de demostrar que soy algo. Allí, sólo presto atención a la carencia, a lo que no se ha terminado, pienso que no hay suficiente tiempo, y siento miedo. No me siento amado ni digno de amor. Incluso pongo en duda mi propia valía. Esta tierra puede sentirse muy real, pero no lo es.

Tú también has visitado esta tierra en algún momento. Sin embargo, no importa cuánta gente viva allí, es una ilusión que ha surgido de las historias que nos contamos a nosotros mismos. A veces ocurre algo no deseado y comenzamos a cuestionar nuestras aptitudes e incluso nuestra valía. Si nos quedamos en este espacio, siempre sentiremos que “no somos suficientes”, no importa cuánto logremos, cuánto demos, cuán duro trabajemos o cuánto recibamos. No puede ser de otra manera, pues lo que creemos se manifiesta en nuestra vida. Esta es la herramienta que utilizamos para crear.

Si se nos olvida quiénes somos, también olvidamos por qué fuimos llamados a crear más. Somos llamados a crear más, no porque no

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seamos suficientes, y definitivamente tampoco es porque tengamos que justificar nuestro lugar en este hermoso planeta. Nuestros sueños y anhelos más sentidos nos alientan a manifestar lo que realmente somos: ¡creadores eternos con un potencial infinito! Así que, naturalmente seremos llamados a crear más. Somos llamados a crear más porque eso es lo que somos, creadores poderosos que juegan en la caja de arena del tiempo y el espacio. No tenemos que crear, ¡sino que podemos crear! Podemos estar aquí, podemos jugar, elevarnos y expresar todas las posibilidades infinitas que están burbujeando, esperando poder expresarse a través de nosotros.

En esta Tierra de la Abundancia, una tierra de perfección divina, ya somos suficientes. De hecho, somos asombrosos. Esperemos con anhelo lo que está en el proceso eterno de transformación y tengamos presente que todo está bien. ¡Nos vemos en la caja de arena!

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Despertando la fepor la Rev. Evelyn Foreman

Me convertí en huérfana a los 16 años cuando mi amada madre falleció. Como adolescente, me crié a mí misma y estaba decidida a superarme y prevalecer. Para mí, “prevalecer” significaba trabajar con diligencia para mantenerme y, a la vez, obtener un diploma universitario.

Tres años más tarde, luego de haber tenido tres trabajos a medio tiempo para poder pagar las cuentas del mes, pasando muchas noches sin dormir y completando muchas tareas difíciles, obtuve un diploma con una concentración en comercio internacional y economía.

¡Al fin! ¡Lo logré!, pensé. Prevalecí y alcancé mi cometido.

A medida que pasaron los días y los años, me di cuenta de que haber prevalecido era simplemente el comienzo de algo más grande. También significó tener retos más grandes y vivir más intensamente. Permití que mi ego continuara guiándome para romper barreras y superar obstáculos.

Y durante un tiempo, eso funcionó.

Pero, eventualmente, llegó el momento en el que quien yo creía ser ya no encajaba en ninguna parte. Mi manera usual de resolver las cosas ya no funcionaba. Todo lo que yo creía que sabía se estaba derrumbando. Comencé a caer en una espiral, me sentía perdida, confundida y abrumada. Le pedí ayuda a Dios cuando ya no pude depender más de mis métodos antiguos.

En mi búsqueda de la plenitud, comencé a entender verdaderamente que Dios está en todo, es a través de todo y es todo. La declaración fundamental de Dios como un Principio se convirtió en mi mantra: “Solo hay una Presencia y un Poder: Dios el Bien”.

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Hacer esta declaración se convirtió en un acto de fe. Me ayudó a entregar mi forma limitada de pensar.

Ya no necesitaba estar en control, podía permitir que la gracia de Dios trabajara en mí, a través de mí y como yo.

En su libro Misterios del Génesis, el cofundador de Unity Charles Fillmore define la gracia como “el resultado consciente de despertar la fe”. La gracia es más que la misericordia de Dios que nos es otorgada: es el poder transformador de Dios que nos permite expresar la naturaleza crística que está en nuestro interior.

El conocer, experimentar, practicar, integrar y vivir mi vida con la Verdad de que hay una sola Presencia y un solo Poder, Dios el Bien, me ayudó a ser autosuficiente. Ahora mi confianza en mí misma no proviene de mi cabeza o de la naturaleza de mi ego, sino que proviene de saber que soy una hija de Dios, una con el Cristo morador. A medida que le permito a esta Presencia y este Poder brillar a través de mí, soy el vehículo para que el Cristo interior fluya. Yo soy una con la presencia y el poder que Dios es. Soy suficiente.

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Una vez vi a Dios como un hombre, y me sentí menos que.Aprendí sobre Jesús, el hombre, y me sentí menos que.Miré dentro del gran libro escrito por hombres, editado por hombres, traducido por hombres, controlado por hombres y me sentí menos que.

En el contexto de las cosas, como una joven menuda, pequeña me sentí. La más pequeña de todas me sentí.No podía crecer en la iglesia de las cosas relucientes.No podía crecer en la iglesia de los castigos hirientes.No podía crecer en la iglesia de las cosas divergentes.

Entonces encontré un lugarcon gente sentada en la oscuridady una luz radiante brilló sobre mí.Encontré mi gozo al bailar y mi luz creció.

Encontré mi gozo al cantar y mi luz creció.

Yo soy mucho más quepor Jeanmarie Eck

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Encontré mi gozo al hablar y mi luz creció.

Y la gente vio la luz y la llamaron buena.

Y me llevé la luz a mi hogar,aunque no sabía lo que era. Así que la protegí.

Y la protegí, y la protegí, y la protegí,hasta que casi ya no salía.Y pequeña me sentí.

Y padecí.Ay, mucho padecí.

La enfermedad no permitió que cantara.La enfermedad no permitió que bailara.La enfermedad no permitió que actuara.

Y fui de mentor en mentor para ver si podían ver el resplandor.

Y me dijeron que yo debía esforzarme más.Y nada de lo que intentaba, jamás bastaba.

Pero dentro la luz bailaba,y dentro cantaba,

y dentro brillaba como un lucero.

Entonces cuando tan pequeña como pude me sentí, ¡encontré a Unity!Y poco a poco los principios calaron en mí,y hubo un destello.

Y supe que no tenía másque proteger la luz ya,pues no se podía apagar.

Yaprendí que Dios no es un hombre,Y me sentí MÁS GRANDE que.Y aprendí que Cristo no es un hombre,Y me sentí MÁS GRANDE que.Y aprendí que el gran libroestaba ahí para decirmeque yo soy MÁS GRANDE que.

Y la curación comenzó, y la luz creció, pero para verla nadie tuvo yaque sentarse en la oscuridad.

Yaprendí a ser quien VERDADERAMENTE YO SOY,más que un hombre o una mujer, Es el YO SOY.

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El llamadopor Linda Berardi

“...Quien quiera que seas, no importa cuán sola estés, el mundo se entrega a tu imaginación, te llama como los gansos salvajes, estridentes y emocionados, anunciando una y otra vez tu lugar en la familia de las cosas”.

De “Los gansos salvajes”, por Mary Oliver

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Cuando tenía cuatro años, un libro famoso influyó grandemente en mi manera de lidiar con la vida y sus retos. “Yo creo que puedo, yo creo que puedo” era el mantra de La pequeña locomotora que sí pudo. Me enseñó que el optimismo y el esfuerzo eran la clave para el crecimiento personal y para alcanzar mis metas. Si piensas positivamente y crees en ti misma, podrás lograr tus sueños.

De niña, susurraba “yo creo que puedo” durante mis momentos de reto: mi primera vez montando bicicleta sola, mi primer día en la universidad lejos de casa, mi primer trabajo, mi primera venta de negocios y mucho más. Persevera, ten una actitud de que puedes hacerlo, pon un pie enfrente del otro y lograrás lo que te propongas.

Sin embargo, la vida siempre nos urge a hacer más y ser más, a�expandirnos más y alcanzar mayores cosas. Y no importa cúanto hayamos logrado o superado, muchas veces nos acosa la duda, como si fuera un ruido de fondo: “¿Acaso soy lo suficientemente exitosa, lo suficientemente inteligente, lo suficientemente amable y lo suficientemente bonita?”

Cuando leí por primera vez el poema “Los gansos salvajes”, acababa de perder mi trabajo, un golpe duro e inesperado. Sentí como si me hubiesen arrancado mi identidad y me hubiese quedado desolada y rota. No sabía qué hacer después y no tenía idea de cómo poner en práctica el pensamiento positivo. Sentí que mis logros se habían esfumado.

En aquel estado de pérdida de identidad, las palabras de Mary Oliver me ofrecieron dirección. Abrieron una fuente profunda de esperanza en mí.

Comencé a llorar cuando me di cuenta de que mis “pensamientos de escasez” se habían disipado, y que la claridad de su mensaje estaba penetrando mi confusión. No había comparaciones, ni montañas que escalar, ni presión para cumplir con algo; no había un llamado a la fortaleza, al coraje, a tener agallas, una actitud de persistencia o el ánimo de “yo puedo”. El poema no decía nada de tener que lograr o luchar o perserverar en contra de ninguna probabilidad. No era nada

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parecido a la historia de mi niñez que me había guiado en el pasado. No era un mantra que tenía que repetir o una creencia que debía inculcar para poder lograr o hacer cualquier cosa. Era más profundo y convincente.

Mientras absorbía las palabras del poema, sentí una presencia en el aire a mi alrededor, en mí, a través de mí y como yo. Me di cuenta de que no tenía que conseguir nada. Solo necesitaba escuchar, sentir y recibir con los brazos abiertos un llamado que era exclusivamente para mí.

“... el mundo se entrega a tu imaginación,

te llama como los gansos salvajes, estridentes y emocionados”.

Tener logros sin alcanzar nuestra plenitud nos deja sedientos. Nuestro verdadero propósito es la realización personal, la cual surge cuando comprendemos con sencillez algunas cosas:

Sé quien eres. Así es como respondes al llamado.

Sé quien eres completamente. Así es como respondes a tu propósito natural y divino.

La cantinela sin pausa “yo creo que puedo” de la pequeña locomotora se ha aquietado en mí. En su lugar, comienza a surgir un susurro dulce que canturrea mi nombre: Escucha, Oye, Sé. Entonces haz lo que te toca hacer, lo que debes hacer, natural y fácilmente desde “tu lugar en la familia de las cosas”.

Los gansos salvajes te llaman diciendo tu nombre. ¿Puedes escucharlos?

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El regalo que eres tú por Karen Drucker

Muchas veces he limitado mis pensamientos y la manifestación de mis habilidades con la idea de que “nunca gano ... siempre se lo dan a alguien más ... no soy tan buena como este y aquel...”, o en mi vida personal digo que “no soy merecedora o suficientemente talentosa o ...” llena el espacio en blanco. Crecí como una nadadora competitiva y siempre sentí que mi problema era que casi nunca ganaba. Yo siempre parecía estar parada sobre los bloques, pero nunca en el bloque del primer lugar.

Durante la Ceremonia de Premios del Festival de Música Positiva en febrero, facilité un taller acerca del propósito de observar nuestros pensamientos y cómo nos afectan, especialmente el concepto de que cualquier cosa que digamos después de “Yo Soy” significa que le estamos dando la bienvenida a eso en nuestras vidas. Decir cosas negativas como “Yo no soy buena para eso”, “Yo no soy inteligente”, o “Yo no soy merecedora” siembra una semilla en el suelo fértil de nuestra mente y le regamos agua inconscientemente cada vez que lo decimos.

Hace un tiempo tuve una reunión de escritura con la súper talentosa cantautora Karen Taylor-Good. Intercambiábamos ideas sobre lo que queríamos escribir y ambas compartimos lo que estaba ocurriendo

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Soy un regalopor Karen Drucker y Karen Taylor-Good

Soy un regalo, no importa la edad que tenga, no importa cómo me vea,

en cada etapa hay belleza.Soy un regalo y prometo que cada día,cuando me mire al espejo, diré: “soy un regalo”.Soy un regalo, he amado muy bien,y cada año que he vivido cuenta una historia distinta también.He cometido errores, y me he arrepentido.Pero, que soy un regalo, prometo que jamás lo olvidaré.Puede que haya momentos en los que olvide la verdad sobre mí,cuando parece que el tiempo y la juventud siguen hacia

adelante sin mí.Ahí es cuando quizás necesite que me encuentres,y que con mucha gentileza me recuerdes:Soy un regalo, una hija preciosa. He sido traída aquí, a la Tierra,pero solo por un rato.Así que, lo digo con amor, y este voto hago:“Soy perfecta y plena y suficiente, y soy un regalo”.

Derecho de autor Tay Toons Music.

en nuestras vidas. Tras quejarnos de que estábamos envejeciendo y que todo parecía estar cayéndose y colgando, ambas nos dimos cuenta de que queríamos dejar de quejarnos y comenzar a declarar nuestra belleza y nuestra valía. De ese compartir, surgió la idea de mirarnos al espejo y decir: “Soy un regalo”. Así nació esta canción.

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Dando de comer a los hambrientospor la Rev. Barbara Hadley

Con regularidad, yo les daba de comer a los hambrientos los sábados en el comedor de la iglesia de Saint Paul, en el centro de la ciudad. Mientras repartía las frutas a las personas que estaban sentadas a la mesa, un hombre me preguntó si yo era una pastora. Esa era una pregunta que yo me hacía a mí misma todo el tiempo. Estaba en el seminario y me sentía llamada al ministerio, pero, ¿acaso era yo ministro? Decidí en ese momento que, si yo era una hija de Dios, y yo creía que Dios estaba siempre conmigo, entonces podía servir como ministro a este hombre.

Le dije que sí y me dijo que quería hablar conmigo más tarde. Cuando terminé de servir los panqueques, me preguntó si podíamos vernos en el pasillo. Nos sentamos en un pequeño banco de la iglesia que estaba en la escalera.

“Estoy en problemas”, dijo él. “Alguien está tratando de matarme. Tengo una amiga y ella dijo que su hermano va a matarme porque la ignoré. Fui a la policía e hice un reporte, pero ellos no pueden hacer nada por mí. Tuve que bajarme del autobús porque había un tipo en el autobús con su chaqueta cerrada completamente hasta arriba y yo sabía que yo estaba en problemas...”

Mientras él estaba hablando, yo estaba tratando de escucharlo y a la misma vez pensaba: Yo no tengo ningún recurso que ofrecerle a

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este señor. No me lo puedo llevar a mi casa, no hay nada que yo pueda hacer. No sé quién pueda ayudarlo. ¿Qué puedo hacer? ¿Qué debo hacer?

Dudaba de mí misma y de mi habilidad para servir como ministro hasta que pensé: ¡Orar! Sí, podía orar con él. Igual que yo necesitaba conocer mis fortalezas, él probablemente necesitaba saber que él era suficiente para superar el peligro.

Le pregunte: “¿Cuál es tu nombre?” Me dijo su nombre. (Lo llamaré D).

Le dije: “D, imagino que tú solo quieres que esos tipos te dejen tranquilo. Tú solo quieres estar bien y no tener problemas, ¿es así?”

Él asintió y dijo: “Usted me cree, verdad que sí”. Sus palabras fueron una declaración, no una pregunta. Él se dio cuenta de que yo lo estaba escuchando.

�Sí. ¿Te gustaría orar por esto?”

“Sí, me gustaría”.

Yo pensé: ¡Qué bien, estaba en lo correcto!

Oré con él: “D, tú eres suficiente para superar esta experiencia. Dentro de ti tienes el mismo poder que tuvo Jesús y, estás consciente de todo lo que ocurre a tu alrededor. Este poder te guía para tomar decisiones sabias sobre dónde estar y cómo movilizarte. Al igual que Jesús, eres sabio y puedes superar este reto”. Vi que la cara de D se iluminó tan rápido que dije: “Amén”.

Entonces, le pregunté: “Cuando dije ‘Jesús’, tu rostro se iluminó. ¿Qué significó eso para ti?” Él sonrió y dijo: “Significa que tengo a Jesús dentro de mí y él va a guiarme y a ayudarme. ¡Tengo los ojos de Jesús!”

“Sí, y ese es un poder que siempre está contigo, D”.

Ese día me fui llena de paz y con la fe de que yo podía avanzar con valentía. Y él también.

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Un reto de relaciones públicaspor Joyce Flowers

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La directora de relaciones públicas de mi jefe me llamó y me dijo: “Él te quiere nominar para el Premio Nacional del Director Escolar Distinguido del Año. El término para someter la nominación vence el viernes”.

Me inundaron muchos sentimientos: placer, orgullo y gratitud. Investigué acerca del premio, un galardón de prestigio que implicaría sacar a la luz todas mis experiencias pasadas.

“No puedo hacer esto”, le dije a la directora de relaciones públicas. “No tengo las credenciales para la membresía”.

Permití que un problema pequeño y reparable me dejara fuera del juego.

Fue el miedo: así de claro y simple. De repente, en medio de aquella oportunidad, me sentí inundada por la duda. ¿Quién era yo para competir por esta nominación? Yo había cometido errores. No siempre me desempeñé según mis propios estándares. Dicho simplemente, yo era humana. Yo no era suficiente.

A la mañana siguiente, oré mientras llevaba a cabo mi rutina normal mañanera de oración, meditación y las lecturas de los autores de Unity. Entonces, me vino a la cabeza el pensamiento: Ve por ello. No tienes nada que perder excepto tu miedo.

Esa mañana, acepté el consejo de mi propia guía superior y llamé a la directora de relaciones públicas. “Estoy lista para intentar esto”, le dije. “Antes estaba asustada y me decía a mí misma que yo no era la persona correcta para recibir este homenaje, pero ahora pienso que debo completar la solicitud”.

Cuando hablé con mi jefe ese día, le dije: “Creo que está bien que haya cometido errores, y que no siempre cumpla con mis propias expectativas. Habrá muy pocas personas perfectas compitiendo por este premio”.

“Estoy muy contento de que hayas decidido hacer esto”, me dijo él. “¡Y no habrá directores escolares perfectos compitiendo por este galardón!”

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Haciendo de la vida una obra maestrapor la Rev. Toni Stephens Coleman

La vida es un proceso constante de acción e interacción. Todo está en movimiento todo el tiempo. Las causas y sus efectos, la gravedad, y así por el estilo, son leyes que siempre están funcionando. Hay cosas que ocurren en el transcurso de la vida que uno no consideraría como bendiciones: caernos, tener un accidente, perder nuestro trabajo o no lograr lo que deseamos o creemos que deseamos. En realidad, todo lo que ocurre en nuestra vida nos ofrece la oportunidad de aprender cómo operan las leyes divinas.

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Cuando respondemos desde nuestro corazón, nos expandemos hacia una conciencia mayor.

Hace muchos años, mi hija me dio una tarjeta que tenía un jardín lleno de maleza. En el medio había un letrero que decía: “El secreto de la vida es...” y las zarzas tapaban el final de la oración. Puse esta tarjeta en la pared sobre mi tablero de dibujo. La miraba con regularidad y trataba de ver más allá de los arbustos, hasta que un día, como si fuera un destello, ¡lo entendí! ¡El resto de la oración es: “vivirla”!

Los principios divinos son a veces tan sencillos que los pasamos por alto. Están escondidos a plena vista. Cuando me di cuenta de que mi razón para estar viva es vivir, me sentí asombrosamente libre. Me di cuenta de que no hay manera en la que yo pueda fracasar. Guiada por el conocimiento de que la vida es para vivirla, vivo al máximo y hago de mi vida una obra maestra.

Dios en cada uno de nosotros es la única medida que cuenta. Cuando vivimos al máximo y acogemos cada día como una nueva oportunidad para ser creativos y efusivos, Dios expresa vida a través de nosotros. Vivir al máximo es nuestro gozo. Todos los días están llenos de posibilidades.

¿Qué es una obra maestra? Es única para cada persona. Para algunos es la belleza; para otros es la simplicidad y la complejidad; y para otros es “¡lo más interesante!” Para algunas personas, la vida es delicada y poética. Para otros es áspera, surcada y tangible; ¡una pradera tranquila o un viaje de diversión! El juicio valorativo ocurre entre nuestro ser personal y nuestro Ser Superior. El elemento común más importante de una obra maestra es que es auténtica.

A alguna gente le desconcierta ver que una creación aparentemente simple pueda ser considerada como arte. Un ejemplo es el dibujo lineal de “La paloma de la paz” de Pablo Picasso, creado en 1949. Se trata de una obra maestra porque es el primer trabajo original de su clase. Mucha gente ha copiado ese estilo de dibujo lineal y eso está

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bien, pero sus piezas no son una obra maestra. Picaso nos enseñó cómo hacer una declaración dinámica y minimalista como esa, y creó una obra maestra. Todo lo demás es como una copia.

Podríamos esforzarnos por copiar a alguien, pero solo llegaríamos a ser una copia. Debemos encontrar nuestro propio ser auténtico y expresarlo. Al seguir lo que nos hace felices, podemos ser un original. Al seguir el deseo de nuestro corazón, ¡podemos ser una obra maestra! Vive la vida al máximo, creando tu vida única como un original auténtico. Deja que tu pasión por lo que amas sea tu guía.

Celebra la vida, siente cómo corre por tus venas, reconoce que Dios es tu energía de vida, y ve en pos de lo que quieres. Siente la fuerza de la vida mientras interactúas con otros y celebras la expresión de sus vidas. Siente la presencia de Dios moverse en ti y agradece este despertar.

La actividad de Dios como vida dentro de ti te da la habilidad para crecer y sanar, desarrollar y experimentar en todos los sentidos. Cumple tu propósito de vida mientras vives auténticamente. Reconoce que eres más que suficiente. ¡Haz de tu vida una obra maestra!

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Yo soy bueno. ¡Yo soy suficiente! por el Rev. Jamie Sanders

No importa cuán espirituales creamos que somos, muchos de nosotros aún enfrentamos el reto de mostrar respeto hacia nosotros mismos a través del arte y la práctica de aceptar nuestra propia valía. Conocemos los principios de la Verdad, oramos, meditamos, estudiamos y demás, y aun así todavía intentamos esconder el hecho de sentir que no valemos o que no somos suficientes. Para algunas personas, estos sentimientos surgen de heridas que ocurrieron en la niñez. Para otros, pueden provenir de sentir que fallamos en las relaciones, los negocios o como personas. Nada puede cambiar para nosotros a menos que cambie dentro de nosotros.

Las preguntas que debemos hacernos son: ¿Cómo nos sentimos verdaderamente sobre quiénes somos y cómo participamos en la vida? ¿Tenemos claras nuestras intenciones y claros nuestros asuntos y retos? Y lo más importante, ¿estamos dispuestos a arreglar

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cualquier desorden que hayamos creado dentro o alrededor de nosotros?

Cuando comenzamos a amarmos y a respetarnos, los demás también comienzan a hacerlo. No tan solo interactúan con nosotros de manera diferente, sino que comienzan a interactuar de manera diferente con ellos mismos. Lo que nos damos a nosotros mismos se lo damos a los demás a través de nuestra intención de sanar y transformar los pensamientos y los comportamientos negativos.

Nos comprometemos con las verdades fundamentales de la autoestima afirmando nuestro aprecio y valía cada día. Meditamos para dejar ir cualquier cosa que nos detenga, y vivimos nuestras vidas con gozo y a plenitud. Nos comprometemos a hacer nuestro trabajo interior, el cual a su vez abre la puerta para la sanación y la renovación a nivel celular. A medida que hago mi trabajo, soy transformado en cuerpo, mente y espíritu.

Cada uno de nosotros puede tomar tiempo para sentarse consigo mismo en el Silencio. Aceptemos soltar cualquier obstáculo que nos impida liberarnos de las heridas que han quedado rezagadas. Al estar dispuestos a dejar ir lo que ya no es, avanzamos hacia la nueva luz de lo que será.

Hoy tengo el compromiso de acoger mi valía, de honrar la presencia de Dios en mí. Hoy afirmo: YO SOY bueno. YO SOY suficiente. Y es así.

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Ten valor y sé amablepor Elise Cowan

Al final del día, tras terminar nuestro trabajo, muchas veces mi esposo Ken y yo vemos una película antes de irnos a dormir.

Hablamos sobre cuán bueno fue el mensaje de la película acerca de la vida o cómo ese mensaje resonó con nosotros.

Hace poco, escogimos la película La Cenicienta de Disney que salió en el 2015. Desde casi el comienzo

de la película y a través de la historia, el mensaje es “ten valor y sé amable”. Mientras veíamos la película, comencé a darme cuenta de cuán

fundamentales han sido esos dos principios en mi vida.

Al igual que el personaje de la Cenicienta, mi vida comenzó bastante bien. Fui una niña

feliz y podía hacer casi todo lo que me propusiera. Pero ya como adulta, me di cuenta de que

no siempre podía hacer lo que soñaba, al menos no en el primer intento.

Decidí convertirme en estilista y me matriculé en la escuela de belleza. Cuando llegó la graduación, aún no había aprendido lo suficiento como para ser una estilista exitosa. No obstante, tuve suerte. Fui contratada por una cadena de salones de belleza donde me dieron el adiestramiento adicional que necesitaba.

Recuerdo que mi instructora me decía “¡ve por ello!”, cuando yo estaba insegura de mi próximo tijerazo de cabello. “Sé valiente”, me decía. “Cree en ti misma”. Arruiné varios recortes de cabello a través de los años, pero gracias a la valentía de aprender de mis errores, ¡fui una estilista exitosa por 30 años! Gracias a esa

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experiencia, aprendí a tener valor en otros aspectos de mi vida. Comencé a creer que podía hacer casi cualquier cosa que yo soñara —mediante la práctica, claro está— porque quien yo soy es suficiente.

Aun así, cuando el valor es mal aplicado, podemos experimentar consecuencias inesperadas. Por ejemplo, cuando he sentido rabia hacia alguien o pensado que su mal humor estaba dirigido hacia mí, y le he dicho exactamente lo que pensaba, no siempre he sido amable. Con el tiempo, aprendí que llegaría más lejos con la amabilidad que con la descortesía. Es cierto el refrán de que puedes atrapar más moscas con miel que con vinagre. Cuando admito y reconozco quien verdaderamente soy, una hija de Dios, la amabilidad es siempre la respuesta correcta y natural.

Ser amable también me enseñó que el estado de ánimo de otra persona no tiene nada que ver conmigo. Cuando respondo con valor y amabilidad, me doy cuenta de que siempre soy suficiente. Y tú también.

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CUÁNDO: ¡Lo tenemos todo ahora!por el Dr. Richard S. Belous

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Hace años, vivía en la costa este de los Estados Unidos y estaba de vacaciones en una comunidad costera en el sur de California. Fui a la reunión de una hermandad espiritual en una iglesia muy acaudalada. Las personas estaban sentadas en un círculo, cada uno leía un párrafo de un libro sagrado y luego comentaban sobre lo que habían leído.

Una mujer —la cual, según observé, estaba mal vestida— leyó un párrafo que tenía la palabra “cuándo”. En su comentario, ella dijo: “¿Cuándo? Muchos de nosotros preguntamos: ‘¿Cuándo va a pasar esto, o cuándo va a pasar lo otro? ¿Cuándo voy a tener X, Y o Z?’”

La mujer continuó: “Pero el ‘cuando’ puede tener un significado diferente. Puede significar: CUÁNDO ... Lo tenemos todo ahora”.

El comentario de esta mujer me impactó. Pensé: “Sí, ya tenemos todo lo que anhelamos”. Y entonces pensé: Qué irónico. Este salón está lleno de gente pudiente y la ‘perla del gran precio’ provino de una mujer que probablemente es una empleada de esta comunidad turística.

Tras la reunión, caminé con ella fuera de la iglesia y le dije cuánto me había conmovido su comentario. Ella dijo: “Gracias”. Entonces pensé: Esto es el sur de California y el transporte público no es estupendo. Ofrécele llevarla a su casa en tu coche rentado subcompacto. Así que lo hice.

La mujer sonrió y dijo: “Qué amable de tu parte. Pero este es mi coche”. Entonces se subió a un hermoso Mercedes-Benz negro, y se fue conduciendo.

Ese día aprendí dos lecciones:

CUÁNDO = Lo tenemos todo ahora

No necesito mirar a nadie por encima del hombro o catalogarlos para sentir que soy suficiente.

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Necesito saber quien YO SOYpor el Rev. Ed Townley

Allí estaba yo, temblando durante un atardecer naranja brillante en los Altos del Golán mientras miraba tres pequeñas aldeas en la distancia en la frontera de Siria. Yo estaba con el trovador de paz Jimmy Twyman como parte de una reunión de líderes religiosos y activistas por la paz que provenían de Israel, Palestina y otros lugares remotos del planeta.

Me pidieron que dijera algunas palabras antes de comenzar una meditación en silencio, a la cual se unirían miles de personas alrededor del mundo. Jimmy compartió su talento musical y, exactamente a las 5:00 pm, justo cuando el sol se ponía detrás de nosotros, nos quedamos en silencio.

Sin embargo, no había silencio lo suficientemente fuerte que calmara la voz ansiosa y llena de miedo dentro de mí que exigía saber qué pensaba yo que estaba haciendo. “¿Trayendo paz a una Siria devastada por la guerra? Apenas puedo estar en paz conmigo mismo; no la poseo necesariamente en abundancia para compartirla con otros”. “No siento esto realmente”, insistió mi voz interior. “Obviamente, no lo estoy haciendo bien. ¿Cómo puedo canalizar

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la paz a través de mí cuando mi mente-ego se rehúsa a aquietarse y a ser un canal apacible? Imagino que todo el mundo aquí está teniendo una experiencia en este momento y yo estoy parado aquí en el frío y la oscuridad teniendo una pequeña discusión con mi mente-ego”.

Algo pasó de repente. El silencio se volvió el Silencio —un espacio libre y abierto en el que la voz quieta de mi Espíritu finalmente podía ser escuchada. Según esa voz, yo había olvidado (¡una vez más!) quien YO SOY. No soy un portador de la paz, o un canal de la paz o incluso un defensor de la paz. Yo soy la paz. YO SOY la paz.

Creer que yo tengo que canalizar una energía de paz es creer en la ilusión de la dualidad: que existe la paz y que no existe la paz. Esa ilusión genera rápidamente experiencias de conflicto y miedo que nos distraen de nuestra verdad espiritual. No hay ausencia de paz en ninguna parte, solo existe el olvido de tomar decisiones que la traerán a manifestación.

Muy, muy a lo lejos, podía ver una luz titilante manifestándose en cada una de las tres pequeñas aldeas que se extendían en el horizonte. No tenían electricidad, probablemente tampoco comida, pero aparentemente tenían una vela cada una.

“Allí está”, dijo la voz de mi Espíritu. “Cada luz está expresando la Presencia de la paz. Aprecia la luz; aprecia la paz. Para eso estás

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aquí. No tienes que canalizar, no tienes que afirmar, no tienes que insistir. Y aunque es bueno sentirse conectado a miles de otras personas, en Verdad tú eres todo lo que necesitas. No hay nada que tú no seas. Al apreciar la paz en esas velas parpadeantes, estás escogiendo nutrirla. Enfócate en las luces y ve cómo se expanden, llenando los hogares, y las aldeas, y la nación y el mundo con la realización de que los regalos de la paz ya están al alcance. No te opongas al conflicto, eso crea más conflicto. Escoge ser la Paz”.

Me enfoqué en unir la fe de mi YO SOY con las velas en la distancia.YO no SOY impotente ante las manifestaciones del conflicto. YO no SOY dependiente de las energías acumuladas de los demás. YO SOY paz.

Podía sentir mi cuerpo y mi mente-ego relajarse en esa paz. Podía sentirlo en la energía de aquellos a mi alrededor y de todos aquellos en todas partes que estaban con nosotros en Espíritu. Creí sin dudar en la luz que podía ver y en la paz que, aunque no podía verla, estaba igualmente presente.

No es que no podamos beneficiarnos de la energía de apoyo de otros; claro que sí podemos. Pero puede ser frustrante comenzar a sentir que dependemos de cualquier cosa más allá del poder que somos. Nuestro Espíritu del YO SOY es infinito. Es nuestra fe individual, nuestras decisiones sobre lo que que escogemos crear, lo que se expresa como esta experiencia mortal. ¡Y es todo bueno! El Espíritu Infinito envuelve y rodea todas las partes en conflicto a medida que decidimos creer en su necesidad.

Pues bien, se acordó un trémulo y cese al fuego la semana después de la reunión en los Altos del Golán. Para sorpresa de todos, y según el New York Times, se ha mantenido. Las personas en esas aldeas reciben alimentos y apoyo. Yo no estoy sorprendido y tampoco deberías estarlo tú. La paz es lo que somos. Es lo que hacemos.

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