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Trotsky en México. La asechanza permanente * Fue profesor investigador del Departamento de Filoso- fía de la Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa hasta 1996. IZTAPALAPA 43 enero-junio de 1998 pp. 159-174 Jan Patula Doubek (†)* E l autor teórico y práctico de la revolución per- manente vivió durante su estancia en México —9 de enero de 1937 a 21 de agosto de 1940— el acoso permanente en su contra. Tanto como perso- na, pero mucho más como líder de la revolución bol- chevique y crítico infatigable del estalinismo en la URSS y en otros países del mundo hasta donde alcanzaban las influencias directas e indirectas del amo indiscu- tible de la “patria de los soviets” y del movimiento co- munista internacional. León Trotsky estaba plenamente consciente de su situación después del cúmulo de experiencias de per- secución en los países del exilio forzado tras su des- tierro y particularmente en Noruega, de donde fue prác- ticamente deportado. Es archiconocido que ningún país del mundo se prestó a otorgarle el asilo político, a pesar de los esfuerzos e intentos por parte de sus correligionarios y simpatizantes. Lo hizo el presidente Lázaro Cárdenas gracias a la solicitud del mundial- mente famoso pintor Diego Rivera. Cárdenas instruyó a Eduardo Hay, su secretario de Relaciones Exteriores,

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Trotsky en México.

La asechanza permanente

* Fue profesor investigador del Departamento de Filoso-fía de la Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapahasta 1996.

IZTAPALAPA 43enero-junio de 1998

pp. 159-174

Jan Patula Doubek (†)*

E l autor teórico y práctico de la revolución per-manente vivió durante su estancia en México—9 de enero de 1937 a 21 de agosto de 1940—

el acoso permanente en su contra. Tanto como perso-na, pero mucho más como líder de la revolución bol-chevique y crítico infatigable del estalinismo en la URSS

y en otros países del mundo hasta donde alcanzabanlas influencias directas e indirectas del amo indiscu-tible de la “patria de los soviets” y del movimiento co-munista internacional.

León Trotsky estaba plenamente consciente de susituación después del cúmulo de experiencias de per-secución en los países del exilio forzado tras su des-tierro y particularmente en Noruega, de donde fue prác-ticamente deportado. Es archiconocido que ningúnpaís del mundo se prestó a otorgarle el asilo político,a pesar de los esfuerzos e intentos por parte de suscorreligionarios y simpatizantes. Lo hizo el presidenteLázaro Cárdenas gracias a la solicitud del mundial-mente famoso pintor Diego Rivera. Cárdenas instruyóa Eduardo Hay, su secretario de Relaciones Exteriores,

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para que otorgara las facilidades ne-cesarias para acoger a Trotsky. En untelegrama Cárdenas expuso el 3 de di-ciembre de 1936 las razones para estadecisión, ya que —como él mismo ob-servó— “...diversos grupos y personashan expuesto públicamente opinionesque alegan en contra del asilo pedido”.1

Importa detenerse un momento en laexposición de las “razones en que seapoya el Ejecutivo Federal para accedera lo solicitado”, para contrarrestar lasopiniones de Valentín Campa, dirigen-te del Partido Comunista Mexicano.

Cárdenas enfatizó que su decisiónse ceñía “a las normas establecidasuniversalmente” y además a la mejortradición mexicana “en un recto sen-tido de la justicia para las naciones yde liberalidad para los hombres, cual-quiera que sea la procedencia o el ori-gen de estos”.2 Al mismo tiempo recha-zó insinuaciones en el sentido de quela presencia de Trotsky iba a provocarperturbaciones y complicaciones conel exterior, ya que “nada justifica queun país fuerte y perfectamente definidopor instituciones propias, por objetivossociales y económicos auténticamen-te nacionales y en franco proceso derealización, y por una política inter-nacional congruente con sus limpiastradiciones, abrigue temores por lapresencia de un hombre, cualquieraque sea su valimiento personal o sudoctrina política”.3 Tampoco dio fe a lostemores de que la estancia de Trotskyen México pudiera representar riesgospara la tranquilidad pública por la

simple razón de que él, en su calidadde exiliado político, no debía tomar in-jerencia en los asuntos domésticos delpaís. En cambio, tendría todo el dere-cho a dedicarse a sus labores intelec-tuales, lo que “no puede alterar en lomínimo la situación de un país comoel nuestro, donde al amparo del libretráfico de la producción literaria, lasmismas obras de Trotsky como las decualquier otro autor siempre han esta-do al alcance del pueblo, sin taxativasni censuras”.4

A su vez, el mencionado ValentínCampa, en sus memorias publicadasen 1978, le atribuye a Cárdenas mo-tivos más bien tácticos para otorgar elasilo a Trotsky. En concreto, paraquitar la falsa imagen divulgada por“los voceros imperialistas, particular-mente yanquis e ingleses, [que] con-sistía en afirmar que Cárdenas estabamanejado por Stalin y que el gobiernosoviético mandaba en México” (Cam-pa, 1978: 159). El dirigente comunistamexicano consideró que esta campañapropagandística había impresionadomucho al mandatario mexicano, porlo que prestó oídos a los que “lo con-vencieron de una supuesta maniobratáctica que consistía en darle asilo enMéxico a León Trotsky” (Campa, 1978:159).

Desde el momento en que se dio pú-blicamente la noticia de que no iba aotorgar a Trotsky el asilo político (7de diciembre de 1936) empezaron lasprotestas en contra, orquestadas porel Partido Comunista y llevadas a cabo

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por diversas organizaciones sociales yculturales en las que éste tenía unagran influencia. Mediante telegramasy cartas enviadas a diferentes depen-dencias gubernamentales (desde laPresidencia de la República hasta lassecretarías de Educación y de Gober-nación) se estigmatizó a Trotsky comoel “enemigo de la unidad de la claseobrera”, el “espía” a servicio de las po-tencias extranjeras —Alemania, Italia,Japón, los Estados Unidos, la Españade Franco, etcétera—, y una personanon grata en México. En mítines seexigía su deportación como un elemen-to perturbador y aliado de la “reaccióny el fascismo”. Por ejemplo, el día 12de enero de 1937, en uno de los prime-ros mítines organizado por el PartidoComunista contra “el peligro de guerraen Europa y contra del trotskismo,cuyo líder, enemigo de la unidad delas fuerzas populares para la luchacontra la reacción y el fascismo se en-cuentra en nuestro país”.5 Dado queel mitin fue disuelto por la policía mon-tada en motocicletas con lujo de violen-cia (con 10 asistentes heridos), dichoFrente protestó ante el jefe del De-partamento Central “respetuosa, peroenérgicamente por este atropello”,recordando al mismo tiempo “el sin-cero apoyo a (la) política progresista(de Cárdenas) que el Partido Comunis-ta ha dado”.6

Sustentamos la tesis de que la es-tancia de apenas tres años y mediode Trotsky en México estuvo cargada deconstante asechanza y su final trágico

estaba inscrito en la dinámica delpoder que se plasmó en la URSS y en lacoyuntura internacional de aquellosdías, y al mismo tiempo queremos es-clarecer ciertas afirmaciones, añejasy recientes, que buscan justificacio-nes presuntamente “objetivas” de sumuerte. En todo caso no cabe dudarde la responsabilidad directa de Stalinen el asesinato. Los archivos del servi-cio de inteligencia mexicano demues-tran que éste brindó una protecciónque resultó insuficiente ante la astuciaestaliniana. Huelga añadir que estosdocumentos no habían estado dispo-nibles para los investigadores.

Así, el giro que había tomado lapolítica interior soviética después delasesinato de Kirov (diciembre de 1934)estaba encaminado a las sucesivaspurgas en el aparato del partido y delEstado. Mediante la escenificación deunos “procesos” cuidadosamente pre-parados con torturas físicas y psíqui-cas, los acusados, prominentes bolche-viques de la vieja guardia, aceptabanla monstruosidad de los cargos que leshacían (cf. por ejemplo Souvarine, s/f: 195-218 y Deutscher, 1969: 321-355). Si bien se trataba de liquidar alos reales o supuestos opositores deStalin y de este modo afianzar la dic-tadura unipersonal, siempre estabapresente la sombra de Trotsky, laúnica figura de gran talla fuera de lasfronteras nacionales, que además em-prendió una lucha sin cuartel para des-enmascarar los crímenes de Stalin. Se-gún diferentes informantes, éste había

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confesado muchas veces que la depor-tación de Trotsky al extranjero “fue un

inmenso error” (Trotsky, 1940: 51).En los días posteriores a su llegada

a México Trotsky recibió el primer ca-blegrama anunciando el próximo pro-ceso en Moscú, en contra del denomi-nado “centro trotskista”, en el cualfueron puestos sobre el banquillo delos acusados Radek, Piatakov, Sokol-nikov, Serebriakov y otros. Trotsky enpersona respondió con una serie deartículos denunciando la maquinariade falsificación. En el libro Los crí-

menes de Stalin redactado en Méxicoen 1937, el autor de la Revolución trai-

cionada se preguntaba si era posibleque el mundo fuera tan estúpido paracreer en la monstruosidad de las acu-saciones y en las confesiones forza-das de los propios inculpados y serespondía: “Pero las mentiras de Stalinson de tal modo monstruosas, que asu turno ellas parecen como otrostantos crímenes imposibles” (Trotsky,1973: 111). Para contrarrestarlas lanzóla idea de organizar comisiones com-puestas por personas con intachableautoridad moral, imparciales hastadonde esto fuera posible. En el dis-curso enviado especialmente para elmitin del hipódromo de Nueva Yorkel 9 de febrero de 1937,7 organizadopor los trotskistas norteamericanosdeclaró:

Estoy dispuesto a comparecer ante una

comisión investigadora imparcial y pú-

blica, con los documentos y los hechos

para descubrir toda la verdad. Y de-

claro: si esta comisión me encuentra

culpable de una mínima parte de los

crímenes que me imputa Stalin me com-

prometo, por anticipado, a entregarme

a los verdugos de Guepeú (Trotsky,

1973: 123-124).

En efecto, la comisión de NuevaYork decidió mandar una subcomisiónpresidida por John Dewey, filósofo ypedagogo, a la ciudad de México. Jeanvan Heijenoort, secretario particularde Trotsky, nos describe los pormeno-res de esta comisión que trabajó entreel 10 y el 17 de abril de 1937 en la CasaAzul, prestada por Diego Rivera y Fri-da Kahlo al matrimonio Trotsky. Lassesiones estaban abiertas a todo el pú-blico y cada quien tuvo oportunidadde presentar pruebas y argumentos enfavor o en contra de Trotsky y su hijoque se relacionaran con los procesosde Moscú. El trabajo se hizo con todoel profesionalismo que la situaciónrequería. Van Heijenoort anotó poste-riormente:

Legajos que habían pasado por Alma-

Ata y Prinkipo [lugares de los anteriores

destierros] fueron abiertos por primera

vez desde la partida de Moscú. Había

que leer todo para encontrar, aquí y allá,

un documento útil. Docenas de decla-

raciones, reunidas a través del mundo,

concernían a los puntos del proceso

cuya falsedad se podría demostrar (Van

Heijenoort, 1979: 119).

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Como curiosidad del trabajo de estacomisión puede mencionarse que unadversario de Trotsky, un estalinistadeclarado, acusó a éste de que en sucalidad de comisario de RelacionesExteriores lo había mandado como pri-mer representante diplomático de supaís con la misión de ayudar a restau-rar en México la dictadura de PorfirioDíaz... Otra calumnia pero no la última.

En las condiciones del México deentonces Stalin se sirvió de dos orga-nizaciones cupulares para nulificar aTrotsky: el Partido Comunista Mexi-cano (PCM) y la Confederación de Tra-bajadores de México (CTM), las que conlas células y asociaciones de base, lasagrupaciones “fraternas” y los órganosde prensa, como por ejemplo El Popu-

lar, La Voz de México y Futuro, recibíanórdenes de Moscú. Hoy en día es ar-chiconocido el grado de dependenciaorgánica de los partidos comunistasde todo el mundo, vía la InternacionalComunista (Komintern), con respectoal Kremlin, tanto en el plano organi-zacional (incluyendo la composición delas instancias directivas: el Secreta-riado y el Comité Central) como en elprogramático y en los métodos de ac-tuación. Tampoco se ignora la penetra-ción de la policía secreta soviética, latristemente famosa GPU, en los órganosdirectivos de los partidos comunistasy de otras organizaciones de masas,así como el reclutamiento de colabora-dores e informantes de la GPU en estasúltimas En honor a la verdad, hay quereconocer que fue Trotsky uno de los

primeros que reveló los resortes ocul-tos y los tentáculos diversos de la acti-vidad de la policía secreta estalinianaen el extranjero (cf. por ejemplo Trots-ky, 1940: 91 y 1973: 89-100).

Lo particular del caso mexicano ra-dicó en que Moscú utilizara a la CTM, yparticularmente a su dirigente VicenteLombardo Toledano. Anteriormente,este “abogado diletante político, ex-traño al proletariado y a la revolución”—como lo calificó Trotsky— pero in-discutible gran orador y hombre concarisma, era un acérrimo adversariodel Partido Comunista, al que ata-caba públicamente. Desde su estanciaen ella en 1935 se convirtió en “amigode la URSS” y se prestó a los designios dela directiva soviética de promover losllamados “frentes populares”. Sus ene-migos políticos de entonces lo acu-saban de ser el espía del Kremlin;8

acusación que me corroboró en unaconversación privada Arnoldo MartínezVerdugo, el último secretario generaldel PCM antes de su disolución y fusióncon otras agrupaciones de izquier-da. Los archivos personales de Lom-bardo Toledano, en posesión de una desus hijas, permanecen sellados y no sepermite consultarlos a nadie.

Durante el régimen del general Lá-zaro Cárdenas (1934-1940), Méxicoera el escenario ideal para promover unfrente popular de acuerdo con la po-lítica desarrollada por el Komintern envista del ascenso del fascismo en Eu-ropa y en otros países del mundo. Élmismo, combatiente durante la Revo-

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lución mexicana de 1910-1917, comopresidente de la República se afanó porllevar a cabo los idearios de esta pri-mera revolución social del siglo XX, ypara tal propósito movilizó a las ma-sas populares, los obreros, los cam-pesinos y los indígenas del país. En elreciente estudio El cardenismo, una

utopía mexicana —de hecho la tesisdoctoral de Adolfo Gilly—, su autor nosda una estampa metafórica del primerperiodo del gobierno del general Cár-denas: “Como las dos columnas de unarco gótico, reforma agraria y expro-piación petrolera se apoyaron y sos-tuvieron entre sí a una altura inusita-da e inalcanzable para cada una porseparado” (Gilly, 1994: 292). El sexeniode Cárdenas se considera universal-mente como la etapa final de la Revo-lución mexicana, su nuevo cenit des-pués del cual se convertirá en la retó-rica de la legitimación del poder de lossucesivos presidentes hasta llegar alabandono en el pasado sexenio deCarlos Salinas de Gortari (1988-1994).

En concreto, va a ser el propio pre-sidente Cárdenas quien impulsará laformación de grandes agrupaciones yconfederaciones obreras y campesi-nas como base e instrumento de supolítica revolucionaria para llevar acabo los cambios estructurales en lavida socioeconómica del país y el ro-bustecimiento del Estado. Así:

La unidad y control del movimiento o-

brero por medio de una central sindical

única, como lo sería la CTM, cobraba un

significado especial, pues la clase obre-

ra, junto con otras “fuerzas populares”

unidas en un solo frente, deberían in-

tegrar la fuerza impulsadora de la “de-

mocracia” y la Revolución mexicana

como defensa contra el imperialismo y

el fascismo (Pacheco y Anguiano, 1975:

34).

El resultado de esta política de im-pulsar la formación de grandes confe-deraciones obreras y campesinas fuela estructura corporativa del partidodominante, el Partido Nacional Revo-lucionario (PNR) que en este periodo(1938) se transformó en el Partido dela Revolución Mexicana (PRM).

Lo que queremos destacar es el pa-ralelismo entre la promoción del “frentenacional”, esta alianza de las “fuerzaspopulares unidas en un solo frente”,aludida anteriormente, una políticaconsciente del presidente Cárdenas yque obedecía a la dinámica interna dela “utopía cardenista” —como lo diríaA. Gilly— y el viraje adoptado por el VII

Congreso de la Internacional Comu-nista. Hemos constatado que Lombar-do Toledano se convirtió después de suestancia en Moscú en 1935 en el fer-viente promotor de la nueva políticasoviética coincidiendo, a la vez, con ladinámica de las reformas estructura-les promovidas por el presidente Cár-denas. Por consiguiente, LombardoToledano va a desempeñar un papelde primer orden en esta nueva configu-ración, interlocutor privilegiado paraMoscú, incluso más importante que el

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propio Partido Comunista, e instru-mento para el gobierno cardenista demovilización de masas. Aquí radicatambién el origen de la conducta zig-zagueante del Partido Comunista Me-xicano, entre la “estrategia revolucio-naria” —es decir el ideario comunis-ta— y la posición reformista, a saber,plegarse a la política en curso delgeneral Cárdenas. Según Pacheco yAnguiano (1975: 35): “La política re-formista del frente popular limitó elcampo de acción del PCM a las premisasconstitucionales de 1917 y lo subordi-

nó a los intereses del Estado mexicano”(cursivas nuestras ). Ello se va a plas-mar de manera mucho más nítida enel futuro inmediato, en 1937, en oca-sión del lanzamiento de la consigna“unidad a toda costa”, pues del con-flicto entre Lombardo Toledano y la di-rectiva de PCM por el control sobre laCTM, conflicto en el que intervino EarlBowder, secretario general del partidocomunista norteamericano, en su ca-lidad del miembro del comité ejecutivodel Komintern y “supervisor” de todoslos partidos comunistas de América La-tina, en favor de Lombardo Toledano.

Trotsky estuvo consciente del girode la política soviética con respecto alPCM y a la Confederación de Traba-jadores de México (CTM), con VicenteLombardo Toledano a la cabeza. Perolo concibió de modo muy persona-lista como una estratagema de Stalinen su contra, tal como lo declaró tresdías después del fallido atentado per-petrado por el grupo de Siqueiros:

¿Por qué el señor Lombardo Toledano

y los jefes del Partido Comunista Mexi-

cano se consideran obligados a difundir

sistemáticamente sobre mí la calumnia

con el ostensible fin de envilecerme ante

los ojos de las autoridades y ante la opi-

nión pública de México. Personalmente

estos señores no pueden tener contra

mí enemistad alguna, ya que nunca

tuve con ellos ni relaciones ni conflictos

personales. Ellos obran así con tanto

empeño y descaro, tan sólo porque así

se les ha ordenado. ¿Quién puede haber

hecho esto? Evidentemente el del Krem-

lin, José Stalin (Trotsky, 1940: 170).

En otra parte de su denuncia contraStalin, Trotsky llegó a atribuir a suacérrimo enemigo que “los procesos deMoscú en 1936-37 fueron montadospara lograr mi deportación de No-ruega...” (Trotsky, 1940: 50), como sino hubieran otras razones de la polí-tica interna soviética de entonces paraemprender purgas en la cúpula delpartido y del Estado.

Esta afirmación no pretende minus-validar las acusaciones bien fundadasdel ex comisario de Relaciones Exte-riores de la Rusia bolchevique en contrade Stalin por su persecución incesan-te de los trotskistas en la URSS y otrospaíses del mundo, y el acecho perma-nente contra él mismo. En los últimosaños, la GPU había exterminado en laUnión Soviética a centenares de ami-gos suyos, inclusive a miembros de sufamilia. En España fueron liquidadosmiles de sus simpatizantes o sospe-

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chosos de serlos, además del asesina-to de su exsecretario, Erwin Wolff; enParís, los esbirros estalinianos ulti-maron a su hijo después de dos añosde acoso y quemaron parte del archivosuyo; en Lausana, la GPU mató a Igna-cio Reiss, antiguo agente de la policíasecreta soviética que se había pasadoal lado de la IV Internacional. Tambiénen Francia los agentes de Stalin ase-sinaron a Rodolfo Klement, otro de losexsecretarios particulares suyos.

Según información filtrada de losservicios de la policía secreta, Stalinhabía confesado muchas veces que ladeportación de Trotsky al extranjerofue un “inmenso error”. Para reparar-lo, sólo quedaba un acto terrorista, unatentado contra su persona. Él inter-pretó correctamente el hecho de queen 1928, cuando Stalin lo expulsó aAlma-Ata, en Asia Central, aún no sepodía hablar no ya de su fusilamiento,sino ni siquiera de su aprehensión, porla simple razón de que todavía vivíatoda la generación que tomó el poderen 1917 y la memoria de sus méritosestaba aún fresca. Pese al aislamientoforzado, Trotsky pudo mantener desdeAlma-Ata contactos con importantesfiguras de la vida política de su país yavivar la oposición contra las am-biciones dictatoriales de Stalin. Por ello—como lo dijo— “En estas condiciones,Stalin, después de vacilaciones queduraron un año, resolvió como un malmenor deportarme al extranjero. Susrazones eran: aislado de la URSS, priva-do del aparato y de recursos econó-

micos, Trotsky será impotente paraemprender cualquier cosa” (Trotsky,1940: 50).

Como sabemos, no fue así. Trotsky,una especie de volcán, se dedicó confrenesí a desenmascarar la actuaciónde Stalin mediante un torrencial de ar-tículos para la prensa internacional yde libros de análisis y condena de la“traición” de los idearios de la revolu-ción bolchevique por parte del nuevo“caudillo” —como una vez una vez llamóa Stalin— y de los “termidorianos” y“bonapartistas” en una triste farsa dela Revolución francesa. Así, escribióDe la Revolución de Octubre a mi des-

tierro, La revolución traicionada, En de-

fensa del marxismo, la Tercera Inter-

nacional después de Lenin, etcétera.Desde su estancia en Francia (1933-36), Trotsky planeó escribir la biografíade Stalin, tarea que cumplió final-mente en México. Aparte, se entregó ala tarea de fundar la IV Internacional,considerando que la III se había conver-tido en el apéndice de Stalin y habíaperdido cualquier legitimidad. Ademásfustigó el pacto Ribbentropp-Molotovy la ulterior invasión de Polonia, Fin-landia, los países bálticos y Besarabiapor el Ejército Rojo, como consecuen-cia lógica del tratado con Hitler del re-parto de zonas de influencia entre losdos dictadores. En esencia, Trotsky nollegó a ser un cadáver político, comopretendieron hacerlo los estalinistasde la URSS y de otras partes del mundo.

Así pues, Trotsky estuvo conscientedesde el primer día de su estancia en

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México del peligro que se cernía sobresu cabeza. Su secretario, J. van Heije-noort, narra que incluso se organizó,todavía viviendo en la Casa Azul deFrida Kahlo y Diego Rivera, un simu-lacro de evacuación nocturna en casode un atentado (Van Heijenoort, 1979:216-217). Hay que resaltar que el go-bierno mexicano del general Cárdenasbrindó toda la protección necesariapara la casa donde habitaba Trotskycon un grupo de personas e igualmentese debe reconocer el esmero y la a-plicación al trabajo de investigación deextranjeros sobre cuyas intencioneshostiles hacia Trotsky existían algunosindicios.9 Trotsky por su parte, jamásexpresó la más leve sospecha o críticaen torno al profesionalismo y cumpli-miento de su deber por parte de losservicios secretos y la policía mexica-nos, a pesar de que la prensa, trasto-cando sus palabras, quiso crear estaimpresión (cf. Páporov, 1992: 10-16).

Como lo declaró el propio Trotsky,en México la primera tentativa contrasu vida fue hecha en enero de 1938,cuando un hombre desconocido se pre-sentó en su casa con un falso mensajede un conocido político. Tras este in-cidente, que no pasó a mayores peroque inquietó su entorno, se tomaronserias medidas de seguridad: guardiadiurna y nocturna, sistema de alarma,etcétera. También se hicieron trans-mitir a la policía mexicana nombres yfotografías de agentes de la GPU que sedirigieron a México, según la informa-ción proporcionada por lo amigos o

simpatizantes de Trotsky en Franciay los Estados Unidos (Trotsky, 1940:51-52). Los reportes de la legación po-laca de entonces señalan la existen-cia de agentes soviéticos, aunque “suactividad no se ha coronado con gran-des éxitos”.10 Hasta entonces.

Hoy en día se conocen bastantebien los pormenores de los preparati-vos del atentado perpetrado en lamadrugada del 24 de mayo de 1940.Siqueiros relató en sus memorias pós-tumas, Me llamaban el Coronelazo, quela decisión de liquidar a Trotsky en Mé-xico la tomaron él y sus compañerosde armas de la guerra civil españolatras las jornadas de mayo de 1937(la masacre de trotskistas, anarquistasy poumistas por los comunistas, conapoyo soviético) En su acostumbradoestilo de jactancia en forma verbal yescrita, en donde es muy difícil dis-tinguir entre la mentira y la verdad,entre la fantasía y la elaboración deun plan de acción, describió que unaveintena de personas decidieron es-pontáneamente poner fin a lo que con-sideraban la “ignominia” de la estanciade Trotsky en México, por los grandesdaños que representaba para el “movi-miento revolucionario mundial” y porsu apoyo a las fuerzas contrarrevolu-cionarias y a los movimientos fascistas(Alfaro Siqueiros, 1977: 331-345). Loque Siqueiros omitió en sus memo-rias es el hecho de que él luchó enEspaña en el V Regimiento que operóbajo el mando de la GPU y que ya en-tonces en Moscú, por órdenes de Stalin,

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se había formado un grupo encarga-do de asesinar a Trotsky, presidido porSudoplatov, en su calidad de jefe detodo el sistema de información de la GPU

en el extranjero y por Eitingon, comoresponsable de la puesta en marcha yejecución del plan de acción (Mercadery Sánchez, 1990: 64).

A principios de 1938 —según la in-vestigación hecha por Yuri Páporov,exdiplomático y periodista soviético yactualmente investigador del MuseoTrotsky en México, D.F.— se organi-zó “espontáneamente” un encuentroentre Silvia Ageloff-Máslov, nortea-mericana de origen ruso y una encan-tadora miss, de la que mucho despuésse supo su identidad: Ruby Weil, secre-taria del director general del semanariocomunista Daily Worker. Silvia, unasimpatizante trotskista, era hermanade Ruth, quien por un tiempo habíatrabajado en México como secretariade Trotsky y después sirvió de enlaceentre Trotsky en México y el grupo desus partidarios en los Estados Unidos.Acto seguido, la misteriosa miss sepropuso acompañar a Silvia en su viajea París donde la presentó a JacquesMornard, supuesto hijo de un diplo-mático belga. Jacques, joven y acau-dalado, se enamoró en seguida de Silvia,sin ningunos atractivos como lo tes-timoniaron varias personas que laconocieron. Por el idilio, ella prolongómás de lo propuesto su estancia enParís. A su regreso a Nueva York siguióla correspondencia amorosa, hastaque en septiembre de 1939 Jacques,

con un nuevo pasaporte a nombre deFrank Jackson, se presentó en NuevaYork, supuestamente para huir del ser-vicio militar.

Mientras tanto, en México Siquei-ros inició los preparativos para el aten-tado; según su versión, en “absolutosecreto” ante el Partido Comunista,“cuya dirección, de saberlo, se habríaopuesto y lo habría impedido” (AlfaroSiqueiros, 1977: 354). Las palabras delmuralista mexicano pecan de inexac-titud, al menos en lo que se refiere almontaje del asalto en 1940. Es ciertoque ya a finales de 1938 “un cama-rada que se acreditaba como delegadode la Tercera Internacional Comunis-ta” había planteado al secretario gene-ral del PCM, Hernán Laborde, la necesi-dad de eliminar físicamente a Trotskyy de que para tal propósito requeríade su cooperación personal y de laformación de un equipo especial depersonal para esta tarea, tal como lorememora Valetín Campa en Mi testi-

monio (1978: 161). Laborde, despuésde consultar el asunto con sus dos es-trechos colaboradores Rafael Carrilloy Valentín Campa, se negó a cumplircon lo que se le pedía, argumentandoque “Trotsky estaba políticamentederrotado, que su influencia era casinula y que, además, lo estábamos exhi-biendo en todo el mundo” (Campa, 1978:161). Por otra parte, según los reportesdel encargado de negocios de la lega-ción polaca, era escasa para no decirinexistente la influencia de Trotsky enMéxico en cuanto al número de sus

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simpatizantes y su radio de acción,incluyendo el interés de la prensa porsus declaraciones una vez pasada laola de curiosidad a su llegada, la quese extendió a lo largo de 1937.11

La negativa de la dirección del PCM

—siempre conforme a las memorias deCampa— provocó amenazas del repre-sentante de la III Internacional: “le dijoque se atuviera a las consecuenciasderivadas de su actitud, puesto que laindisciplina a la III Internacional sepagaba muy caro” (Campa, 1978: 161).A partir de entonces, los acontecimien-tos tomaron un curso acelerado. Otrosdelegados de la Komintern llegaron aMéxico e intervenían directamente entodos los asuntos del PCM. Empezarona llover críticas a la cúpula del par-tido por la presunta “línea sectario-oportunista” por apoyar la consigna“unidad a toda costa”, pasando por altoque ésta se estableció por la presión dela Komintern. Se formó la ComisiónNacional Depuradora, controlada porVittorio Codovila, secretario general delPC de Argentina y representante de laIII Internacional. Esta Comisión asu-mió plenos poderes, sustituyendo dehecho a la directiva del PCM y ganandoadeptos entre el gremio dirigente,hasta destituir a Laborde del Secreta-riado General (desde 1929) y a Campadel Comité Central. El congreso ex-traordinario del partido del marzo de1940 confirmó estas depuraciones yeligió una nueva dirección, esta vezcompletamente plegada a las exigen-cias de Moscú.

Trotsky estaba al tanto de los re-sortes ocultos de las purgas en el senodel PCM (según Yuri Páporov, tuvo uninformante en la CTM). Por ello, sin tan-teos ni especulaciones (que no eran desu estilo) pudo afirmar:

Puesto que la preparación práctica em-

pezó en el mes de enero de este año

[1940], necesitándose cierto tiempo

para el estudio previo y la elaboración

del plan, puede decirse con seguridad

que la orden del atentado fue recibida

en México hacia noviembre o diciembre

de 1939. (...) Lo que todo esto ocultaba

aparecía entonces poco claro para la

opinión pública. Pero los observadores

interesados e informados no dudaron

de que se estaba preparando un golpe

serio, si no contra el “trotskysmo”, sí

contra Trotsky. (...) Ahora aparece per-

fectamente claro que la revuelta en el

seno del Partido Comunista estaba es-

trechamente ligada con la orden sobre

el atentado, dada desde Moscú (Trots-

ky, 1940: 57).

Los preparativos técnicos abar-caron el montaje del comando de asal-to entre los agentes soviéticos, los com-batientes en la guerra de España y lossindicalistas mineros,12 el estable-cimiento de un pequeño expendio enlas cercanías de la casa de Trotskycon la intención de observar su movi-miento y entablar contactos con laguardia policiaca mediante ligas “amo-rosas” y, finalmente, la penetración enel círculo íntimo de Trotsky por Jacques

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Mornard, alias Frank Jackson, a tra-vés de su romance con Silvia Ageloff,para conocer la distribución de la casa,las vías de acceso, etcétera. En con-clusión, el atentado estaba meticulosa-mente preparado con varios mesesde anticipación. La parte estratégica delmismo correspondió a los soviéticos:Eitington, alto oficial de la GPU y amantede la madre de Jacques desde la guerraen España, y el doctor Grigori Rabi-novich, oficialmente representante dela Cruz Roja soviética en Nueva York,a quien los asaltantes identificabancomo “hebreo francés”, dándose a lla-mar sí mismo como Philippe (Páporov,1992: 77).

Paralelamente con la preparacióntécnica del atentado se puso en marchala preparación “moral”, como la llamóTrotsky, es decir el reforzamiento delas campañas propagandísticas anti-trotskistas. El 24 de diciembre de 1939La Voz de México, órgano del PartidoComunista, publicó el artículo “El papeldel trotskismo”, en el tono “religioso”

propio del día de la edición:

En cuanto al nuevo pontífice, León XXX

—por aquello de los treinta dineros del

opacado Judas— ha ejecutado el pa-

pel que le correspondía en el reparto

por él elaborado (...) León XXX intervie-

ne en los asuntos de la América Latina

del lado de las potencias imperialistas

y completa su obra manifestando que

“la expropiación petrolera ha sido obra

de los comunistas”... (Trotsky, 1940: 62).

También de las tribunas del congre-so extraordinario del PCM se multipli-caron las críticas a base de calumnias,falsificaciones y acusaciones mons-truosas contra Trotsky y sus parti-darios por crear una “organizacióninternacional de espionaje al serviciode todas las fuerzas contrarrevolu-cionarias”, por servir de “espías (que)colaboraban siempre con el ejército deFranco”, por ser “el hombre aplaudidopor los patronos de Monterrey, el quefacilita todos los argumentos contralas organizaciones obreras y contra elGobierno...” (Trotsky, 1940: 63-64).Naturalmente se repitieron las acusa-ciones contra la antigua directiva delPCM por múltiples motivos, entre ellosno enfrentar con firmeza el peligro deltrotskismo en México.13 Sería intermi-nable reproducir aquí todos los artícu-los de la “ofensiva antitrotskista” en laprensa nacional mexicana, particular-mente en las revistas íntimamente li-gadas con el PCM y la CTM, como porejemplo La Voz de México, El Popular yFuturo. Cabe añadir que el congresoformó una comisión especial para “lalucha contra el trotskismo” que sesio-nó secretamente. No es difícil deducir,a la luz de los acontecimientos poste-riores, que su función consistía en ela-borar, coordinar y supervisar la cam-paña propagandística antes y despuésdel atentado.

Éste tuvo lugar en la madrugadadel 24 de mayo de 1940. La descrip-ción de los hechos está suficientemen-te conocida para no repetirlo otra vez.

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Sin embargo, cabe interrogarse porqué un asalto de una veintena de hom-bres, armados con metralletas y bombasincendiarias y que fácilmente penetra-ron en el recinto de Trotsky fracasó tanestrepitosamente, como si se hubieratratado de uno perpetrado por unosnovatos. Cabe igualmente preguntar-se por qué este comando entró sin nin-guna resistencia, pues de hecho se lesabrió la puerta.

Empecemos con la segunda in-terrogante. Hoy en día no deben existirdudas acerca de que el guardia enturno de la puerta principal, un talRobert Shelton Harte, un joven nortea-mericano que había llegado hacía mesy medio, resultó ser un estalinista alos servicios de la GPU. Trotsky lo defen-día a capa y espada, negando rotun-damente la eventualidad de ser el“topo”. Cuando casi un mes despuésdel fracasado atentado fue descubiertoel cadáver de Shelton Trotsky, quienacudió personalmente a la rancheríade Santa Rosa donde yacía en una fosasepultado el desafortunado guardia, nopudo contener las lágrimas. El men-cionado Yuri Páporov me comentó queel prestigiado emigrante ruso no pudoaceptar la traición. El padre de Sheltondeclaró que nunca le había mandadodinero a México, y sin embargo recibiócuantiosas sumas de Nueva York. Ensu departamento se encontró un granretrato de Stalin. Además, los policíasde la guardia externa (los mexicanos),sorprendidos e inmediatamente inmo-vilizados por los asaltantes vestidos en

uniformes militares y policiacos, cons-tataron en el interrogatorio que Shel-ton les abrió la puerta a la primeraseñal y se fue con ellos, conduciendouno de los autos de Trotsky. Así, des-pués, el “inocente” muchacho resultóser una pieza clave en el asalto; poresta razón el atentado no pudo tenerlugar antes.

La segunda interrogante tampocoes difícil de responder. Los testigosoculares dijeron que los asaltantes em-pezaron a tirar a diestra y siniestra yuna vez atravesado el portón un grupoconcentró el fuego de sus armas en eledificio adyacente para impedir que lasguardias personales repelieran el ata-que y el otro irrumpió con lujo de vio-lencia en las habitaciones de la familiaTrotsky. Sin embargo, el ruido de lasmetralletas desde la entrada la des-pertó y tanto el pequeño nieto de 14años, que dormía en una recámara ad-junta a la de sus abuelos, como ellosmismos, tuvieron tiempo para escon-derse bajo las camas, protegidos porcolchones y mantas. El colchón en larecámara del nieto quedó literalmen-te cortado por la lluvia de plomo; en larecámara de los Trotsky se contarondespués más de 150 huellas de balas.Sólo el pequeño Sieva resultó con unaherida en un dedo del pie. Natalia sofo-có el incendio que se iniciaba debidoa dos granadas incendiarias y unabomba de tiempo que no explotó. Losasaltantes estaban seguros del “éxito”de su misión y se retiraron al cabo deun par de minutos de un intenso tiroteo.

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Por consiguiente, no se sostiene laversión que siempre manejó Siqueirosde que lo que se pretendía era “darlea Trotsky un susto”. A su vez Luis, elhermano menor de Mornard-Jackson-Mercader, relata la ira de Ramón, llenade un desprecio por Siqueiros, típico deun español-colonizador hacia unmexicano-colonizado:

El cabrón entró allí, con todo el ejército

de matones y empezó, como buen me-

xicano de película, a pegar tiros en todas

direcciones, como si tuviera una rega-

dera. Y se fue sin comprobar si había

matado a alguien o no. Dispararon cen-

tenares de tiros y no consiguieron nada,

ni siquiera herir a nadie (Mercader y

Sánchez, 1990: 77).

No queda otra explicación —si ex-ceptuamos la obra de un milagro—sino que esta aparente casualidad sedebió a una razón muy trivial, perobastante humana: los asaltantes, ensu preparación psicológica, se pasaronde copas; de ahí su ruidosa pero nadafructífera acción. Esta explicación me ladio Páporov, quien tuvo la oportunidadde entrevistarse con varios participan-tes, entre ellos el mismo Siqueiros.

El enojo que Jackson le transmitióa su hermano era justificable por lasimple razón de que fue el designadopara dar un golpe mortal a Trotsky.Aquí hay que aclarar la cuestión de lainiciativa de este hecho fatal. Luis Mer-cader reproduce la versión que escu-chó de su hermano:

Kotov [Eitingon] estaba desesperado.

Él tenía la orden de Stalin de matar a

Trotsky y tenía que hacerlo. No podía

incumplirla. Después de lo de Siqueiros

llegó incluso a negociar con un aviador

americano para que bombardeara la

residencia; la cosa no llegó a cuajar: re-

sultaba complicado, caro y arriesgado.

Y Ramón terminó su relato con esta

frase: “Al final le vi tan desesperado que

le dije: No te preocupes, lo haré yo” (Mer-

cader y Sánchez, 1990: 77-81).

Yuri Páporov desmitifica el papel dehéroe de Ramón.

Todo parece indicar que fue obli-gado a cometer el crimen y tuvo queplegarse a ello con mucha resistencia.Un pasaje del libro de Páporov quecontiene datos desconocidos para losbiógrafos de Trotsky apunta:

Jackson se ausentó de México por un

mes y en un principio, cuando regresó

junto con Silvia no sólo no mostró ini-

ciativa alguna para encontrarse con

Trotsky, sino que esquivaba ese en-

cuentro. Jackson se veía nervioso, ha-

bía adelgazado mucho, dormía mal en

la noche y de día se quedaba por horas

en la cama de la habitación 113 del

hotel “Montejo”, no deseaba hablar ni

siquiera con Silvia. Entonces Natalia

Ivánovna [Trotsky] decidió invitar a

Silvia y a su novio una taza de té. Este

encuentro del 29 de julio se prolongó

por algo más de una hora (Páporov,

1992: 78).

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La ausencia de un mes se debió—según Jackson— a que tuvo que irsea Nueva York porque su patrón deci-dió cerrar el negocio. En realidad sefue, en opinión de Páporov, a Moscú.

Por último, deseo aclarar el porquédel “éxito” de la misión de R. Mercader,el asesinato de Trotsky. El 20 de agostosí hubo, o mejor dicho, hubieran debidoexistir fuertes sospechas para nopermitir el acceso de Jackson a la casadel exiliado ruso por suponer intencio-nes en nada rectas. Ya en París parecíaextraño a Silvia que Jacques Mornard,quien pretendía ser un estudiante deperiodismo, no demostrara ningún en-tusiasmo por temas políticos, porejemplo por el trotskismo. Y aquí enMéxico Silvia descubrió que la direc-ción de su supuesta oficina era falsa;más aún, el número del edificio in-dicado pertenecía a Siqueiros, y eraen donde se preparaba el atentado.Jackson prometió a su novia —a quienle ofrecía matrimonio— que durante suausencia en México no iba a visitar ala familia Trotsky, pero no cumplió supalabra. También resulta sospechosoque la familia francesa Rossmer, viejosamigos de Trotsky desde antes de laPrimera Guerra Mundial, no pudieradetectar que el francés del “belga” Mor-nard no era su lengua nativa, así comoque el derroche de dinero y esmero poratender a Silvia y a ellos mismos ex-cedían lo acostumbrado a un “jovensimpático”, como lo apodó MargueriteRossmer. Hansen, alemán de origen,jefe de guardias, a quien le pareció ex-

traño que Frank durante el mes de susupuesta estancia en Nueva York nohubiera visitado a ninguno de los mi-litantes trotskistas, a pesar de que yahabía declarado sus simpatías por lacausa y de que en la conversación conlos secretarios de Trotsky se había lu-cido con el conocimiento de los nombresde varios dirigentes trotskistas en elmundo, no hizo nada. Tampoco dio im-portancia a la sugerencia de Trotskyde abstenerse de recibirlo en casa e in-dagar sobre el dinero que ofrecía donaral movimiento trotskista.

Yuri Páporov, a quien le planteétodas estas objeciones, no encontró otrarespuesta aparte del enamoramientoloco de Silvia por Frank, y de que en elgrupo trotskista había decaído la dis-ciplina, el espíritu de vigilancia y el celoque deberían cultivar, dada la ase-chanza permanente.

Hasta el mismo Trotsky, quien tansólo tres días antes del final trágicomanifestó su disgusto por el artículoofrecido para corregirlo y el comporta-miento más que extraño de Mornard,quien traía una gabardina y el som-brero, a pesar de que el día era muysoleado y de que nunca usaba estosatuendos, lo recibió a solas en su des-pacho el fatal 20 de agosto de 1940.¿Cómo explicárselo? Cicerón diría:“Tempori serviendum est”.

NOTAS

1 Telegrama del Presidente Lázaro Cár-denas al Secretario de Relaciones Ex-

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teriores. Eduardo Hay, del 3 de diciem-bre de 1936, Archivo General de la Na-ción (AGN), Unidad de Presidentes, no.546.6/77.

2 Ibidem.3 Ibidem.4 Ibidem.5 Telegrama del Frente Popular Mexi-

cano del D.F. al presidente de la Repú-blica, AGN, exp. 546.6/77.

6 Ibidem.7 Originalmente estaba previsto que

Trotsky se dirigiera a los asistentes adicho acto por teléfono, pero la comu-nicación sufrió un sabotaje por partede los “Amigos de Moscú”, a pesar decontar con todo el apoyo logístico de losingenieros en telecomunicaciones.

8 “Lombardo Toledano ha perdido susderechos como ciudadano mexicano(...) y no está facultado para tomarparticipación en actividades políticasque sólo competen a los ciudadanosmexicanos...” (Omega, 12 de marzo de1938, cit. por Gall, 1991: 189).

9 Dentro de los documentos de la policíasecreta mexicana existen varios repor-tes, hasta pintorescos, acerca de lainvigilación de los extranjeros “sospe-chosos”, con respecto a Trotsky, véaseArchivo del Departamento del DitritoFederal (antes Ayuntamiento) (ADDF),exp. 532-2182: 3-18.

10 Informe político del encargado de ne-gocios de la Legación de Polonia, 12de febrero de 1938.

11 Informe político de la Legación polaca,fechado el 7 de junio de 1940.

12 Sobre la contratación de los minerospara el atentado de Siqueiros, véase elinterrogatorio del coronel L. SánchezSalazar en ADDF, exp. 532/2182: 37-56.

13 Sobre el transfondo de estas acusacio-nes, véase el trabajo de B. Carr (1986).

ARCHIVOS

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AGN.Presidentes Archivo General de la Na-ción. Unidad de Presiden-tes, México, D.F.

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