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San Jerónimo L de Morales Existen dos máximas sobre traducción: una do ellas exige que el autor de una nación extranjera ios sea presentado de tal suerte que podamos conocerlo como si hiera uno de los nuestros; la otra, por el contrario, nos requiere con el finde que nos traslademos al terreno extranjero y nos Sintamos inmersos en su circunstancia, en su modo de decir, en sus peculiaridades. Johann Wolfgang Goethe trinca de traducciones Las clásicas líieronymus

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Page 1: trinca de traducciones - CVC. Centro Virtual CervantesJoseph y Mary Collyer: The messiah (trad. en prosa, editada en Elizabeth Town (N.J.) por Shepard Kollock en 1788. Conoció una

San Jerónimo

L de Morales

Existen dos máximas sobre traducción:una do ellas exige que el autor de una nación extranjeraios sea presentado de tal suerte que podamos conocerlo

como si hiera uno de los nuestros;la otra, por el contrario, nos requiere con el fin de que

nos traslademos al terreno extranjeroy nos Sintamos inmersos en su circunstancia,

en su modo de decir, en sus peculiaridades.Johann Wolfgang Goethe

trinca detraducciones

Las clásicas

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FRIEDRICH GOTTLIEB KLOPSTOCK:La fortuna pasajera de La Mesíada en el siglo XIX

Rafael MARTÍN-GAITERO

No es infrecuente escuchar la opinión dequienes creen que cada época necesitanuevas traducciones de las grandes obrasy fijan la conveniencia de repetir esta tareacada tres décadas. También algunos deellos piensan que la mejor traducción detodas las que se suceden a lo largo de losaños no es otra que la suma de ellas, pueshasta la más infausta contribuye a com-pletar de alguna manera el acto de com-prensión, la aproximación hermenéutica.

Algunas de las grandes obras de la lite-ratura universal gozan de tal privilegio, sibien es cierto que ese interminable procesode traducción las más de las veces les de-para infamias inmerecidas.

Pero también existen otras grandes obrascondenadas no ya a no volver a ser tradu-cidas -que no lo serán-, sino ni tan siquieraa ser leídas en su propia lengua.

Una de ellas nos ocupa: Der Messias.Pronto se apagó el brilló de su estrella.Apenas habían transcurrido 70 años desdela muerte de Federico Amadeo Klopstock{Quedlimburgo, 1724-Hamburgo, 1803),«el gran Klopstock», «el inmortal poeta deJesús», cuando ya se quejaba amarga-mente de semejante circunstancia el eru-dito panegirista Fastenrath:

Nadie fue enaltecido por los más nobles in-genios de Alemania tanto como Klopstock,la estrella matutina de una nueva época, elpríncipe de los vates de su tiempo, el idealde la grandeza germánica, el elegido deCristo, el sacerdote de Dios. Y ¿quién, des-graciadamente, es menos feldo en la actua-lidad que el mismo Klopstock, el bardo de lapatria, el cantor más entusiasta del univer-so, de ia amistad, del amor y del Eterno; elpoeta que tenía por corona de todos suscánticos, por base común de todos sus no-bles sentimientos, la religión, la religióncristiana; el vate angelical cuya alma estabasedienta de Dios, el vivo, infinito y omnipo-

tente, y de la patria iel cielo, el santo pot

¡nturados,

portentosa

ción extraña

himnos sagrados produce!IB misma impresión que lela majestad peregrina dtcatedral gótica?

¿Cómo se explica la de:de este poeta, al cual los jóvenes más líri-cos y más cultos que formaban que forma-ban en Goettlnga la Sociedad llamada Hain-bund, elevaban altares como á un dios; elpoeta cuyo Mesías era la lectura del electorMaximiliano José de Baviera. el poeta al cu-al los príncipes más ilustrados de su tiempo,el margrave Carlos Federico de Baden y elrey Federico V de Dinamarca, tributabanhomenaje, y de quien otro príncipe, Goethe,habla en su Werther con la mayor venera-ción, haya casi desaparecido de la memoriadel puetlo alemán, de suerte que la palabrade Lessing. «el Mes/as será más encomiado

eído», se hizo ia signatura del culto

klopstockiano7

••• • • • . . •

1Juan Fastenrath La Walhalla y las glorias deAlemania, vol. 8, Madrid, 1911, p. 377-390.

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En efecto, estas palabras tienen aúnplena vigencia y a Klopstock tan sólo se lereserva un minúsculo rincón -junto a lospredecesores del Sturm und DrangBrackes, Haller o Hagedorn- en la genma-nistica académica, y no por ser el autor deLa Mesiada, sino más bien por sus Odas oporque con su epopeya culminan las teo-rías defendidas por Bodmer y Breitinger enia querella mantenida con Gottsched Suestilo constituyó un impulso importantepara la renovación del lenguaje literarioalemán, a pesar de que ya sus contempo-ráneos lo considerasen höchst befremdlich.Fastenrath se refiere a ello:

todas sus poesías requieren, para sercomprendidas, un esfuerzo grande de nues-tro pensamiento y loda la poter

ia, pues hay en ellas rlado atre

ologí; i de-

'eceslas construcciones, y además, un derrochede metáforas, un lenguaje siempre seráficoy raras veces plástico, un coturno excesi-vamente elevado que no puede ser objetode elogios

Los tres primeros de los veinte cantos deque consta la magna epopeya religiosaaparecieron en 1748, pero ésta no fue ter-minada -«más por deber que por inspira-ción», indicaba el hispanista alemán- hasta1773, tras ser invitado por el rey Federico Vde Dinamarca precisamente para ese fin.En su poema dejó a un lado la rima y optó,al igual que Voss en su Luisa o Goethe enel Hermann y Dorotea, por el hexámetro.

De su estancia en Zurich y su relacióncon Bodmer procede posiblemente su co-nocimiento de Milton y Young. Sin embar-go, por su musicalidad, antes habría queemparentar la obra de Klopstock con ElMesías de Haendel, siete años anterior,que con la plasticidad pictórica del ParadiseLost miltoniano, A este respecto ya se hademostrado suficientemente las diferenciasque separan a las dos grandes epopeyasreligiosas del cristianismo.2 En ellas ya

reparó Aloyse Christine, Baronesa de Car-lowitz, amiga y traductora de Klopstock,que hizo en el prólogo a versión francesade La <Wes/ada3«un discreto juicio compar-t i ó» .

Ilustración de Llanas para La Mesiada de Cecilio Navarro

Mientras que Milton busca la mitologiza-ción antropomórfica de la tradición bíblica,localizando la espiritualidad mistérica delcristianismo en el terreno natural-olímpico,Klopstock parte de la crítica racionalista dela mitología e intenta representar la inefabi-lidad de la revelación divina. Milton buscala belleza y precisión plástica, por el contra-rio, Klopstock es sabedor de que Dios noses comprensible como imagen, es espírituinabarcable y representa los atributos de ladivinidad de forma negativa para huir de laconcreción. Esta mitologización de los mo-tivos bíblicos había sido ya discutida porBoileau y, en nuestro pais, por ManuelNorberto Pérez de Camino (1783-1842) ensu Poética y Sátiras (1829) que tradujo alfrancés: «si bien muestra mayor aciertoque su modelo, reprobando el continuo

2 Cf. Gerhard Kaiser Klopstock. Religion undDichtung, Gütersloh, Gerd Mohn, 1963.

3 La Messiade, traduite par Mme de Carlowitz.

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empleo del fárrago mitológico en asuntosque repelen semejante adorno».4

Las traducciones de La Mesiada

Der Messias (1748, fecha de la publica-ción de los primeros tres cantos-1800, fe-cha de la publicación de la última versióncorregida) ha sido traducido al menos a 17idiomas, si bien es cierto que la mayoría deestas traducciones se hicieron en el siglopasado.

Una de las primeras traducciones, si nola primera, fue la del italiano Giacomo Zig-no, quien ya en 1782 publicó en dos volú-menes en Vicenza // Messia del signorKlopstock traspórtate dal tedesco in versoitaliano. El XIX italiano conoció al menosotras dos traducciones, una en 1832{Framrnenti della Messiade di AmadeoKlopstock, tratti da una versione inédita delsignor Andrea Maffei, Milán, A. F. Stella efigli, 94 pp.) y otra en 1858 (// Messia...versione di G. B. Cereseto, Turin, Unionetipográfico-editrice, 2 vols.).

Cronológicamente ocupa también untemprano lugar la que al inglés realizaronJoseph y Mary Collyer: The messiah (trad.en prosa, editada en Elizabeth Town (N.J.)por Shepard Kollock en 1788. Conoció unarápida reedición (1795) de George Forman(Nueva York). También en inglés se publicóuna traducción en verso del primer cantohecha por Solomon Hailing (1755-1813):The Messiah, Georgetown, SC, Francis M.Baxter. 1810.

En Francia se publicó la ya citada de laBaronesa de Carlowitz, en Paris en 1843 ytambién debió publicarse, aunque no sé enqué fecha, otra versión de M. J. D'Horrer.

La suerte de La Mesiada en España fuemejor de lo que podría esperarse, pues alfin y a la postre se trataba de una epopeyareligiosa salida de las manos de un lutera-no, que pretendía la «Verherrlichung unsrergrossen u ganz göttlichen Religion».

Después de una minuciosa documenta-ción -aunque en traductografía siemprehay que ser prudentes- he podido encon-trar dos traducciones y tres referenciasindirectas a otras tantas versiones:

1. Con anterioridad a 1840 existe un ex-pediente de la censura sobre una traduc-ción de La Mesiada, hecha por «un jesuí-ta». Nada más ha sabido al respecto. Noresulta nada sorprendente que la censuraprohibiese la publicación de un poema reli-gioso en el que se condena el culto a laVirgen y, en el Juicio Final, arden los im-píos católicos:

¿Es así como buscasteis la verdad voso-tros, que pretendíais orgullosamente queesta hija del Cielo era el objeto de vuestroculto? Conquistadores soberbios extermina-ron generaciones enteras, sacerdotes cris-tianos inmolaron cristianos al pié de los al-tares; pero al tin sólo derramaron sangrevosotros quisisteis matar almas, almas in-mortales. En una copa coronada de TI o reshubisteis de presentar el veneno de la ironíaá vuestros hermanos L,.f

Ilustración de Llanas para La Mesiada de Cecilio Navarn

' M. Menéndez Pelayo: Biblioteca de Traducto-res Españoles, vol. IV, Madrid, CSIC. 1953, p. 48. rad. de Cecilio Navarro, Canto XVIII, p. 550.

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2. En 1842 se publica en París (Ed. Ro-sa, 2 vols.) una traducción en verso de Pa-tricio de la Escosura. Los dos biógrafos6 delescritor y traductor tan sólo la citan de pa-sada y sin hacer ninguna referencia explí-cita a ella. Tampoco parece seguro que D.Patricio de la Escosura tuviese conoci-mientos de alemán en esa fecha, pueshasta los últimos años de su vida no entróen contacto con la cultura alemana. Si tra-dujo la obra de Klopstock, es probable quelo hiciese con la mediación de otra lengua.

3. Tampoco he podido encontrar la edi-ción de La Mesíada, traducida al castellanode la versión francesa de D'Horrer por laredacción de La Esperanza, Madrid, PérrezDubrull, 1860, 3 vols.

4. En los primeros años de la década de1860 aparece publicada por cantos en losnúmeros de la revista catalana La Abeja.Revista científica y literaria ilustrada, princi-palmente extractada de los buenos escrito-res alemanes, traducida por «una sociedadliteraria», empresa en la que participaronvarios de los más notables traductores ca-talanes del alemán del siglo pasado.

5. Y, por último, la traducción de CecilioNavarro: La Mesíada, Barcelona, La Ilus-tración, 1873. Reeditada también en Bar-celona en 1879 por A. Rindor.

El catalán Cecilio Navarro (?-1889) esautor de novelas como El bautismo de lá-grimas (1867), Su Excelencia. Memorias deun gran tunante (1871), también de un vo-lumen de Poesías (1857) y de traduccionesde A. Gazeau (Los Bufones, 1885), de E.Lesbazeilles (Colosos antiguos y moder-nos, 1885), de Victor Hugo (Dramas, 1884-87), de M. J. Moynet (El teatro por dentro,1885), de Frederic Zürcher (Volcanes yterremotos, 1867) y de A. Daudet (La razónsocial Fromont y Risler, 1885). No sé si eltraductor de algunos cuentos de Perrault ydel Barón de Münchhausen, de G. A. Bür-ger, que firma como Cecilio Navarro, sea

6Ma Luz Cano Malagón: Patricio de la Escosura:Vida y obra literaria, Valladolid, Univ. de Valladolid,1988; y Antonio Iniesta: D. Patricio de la Escosura,Madrid, 1958.

realmente la misma persona. En cualquiercaso, y de la enumeración de su obra comotraductor, podemos empezar a echar enfalta, si olvidamos a Bürger, otros autoresalemanes. Este hecho y sus palabras delprólogo («Hasta aquí la Baronesa de Car-lowitz, cuya feliz versión de la Mesiada nosha servido de excelente guia para inter-pretar los pensamientos del poeta ale-mán») nos hacen sospechar que la media-ción de la versión francesa fuese primor-dial.

Al estudiar las traducciones de La Me-siada nos encontramos con un problemadifícilmente superable. Las múltiples reela-boraciones que el poeta alemán hizo de suobra y el no poder saber qué edición utiliza-ron nuestros traductores impide emitir unvaloración adecuada de su trabajo. Vea-mos algunas diferencias entre la primeraedición alemana (1748) y la última corregi-da por el propio Klopstock (1800):

Canto I, vv. 3-4

1748: Und durch die er Adams Geschlechte dieLiebe der Gottheit / Mit dem Blute des hei-ligen Bundes von neuem geschenckt hat.

1800: Und durch die er Adams Geschlecht zu derLiebe der Gottheit, / Leidend, getödtet, undverherrlichet, wieder erhöht hat.

Canto I, vv. 13-14

1748: Rüste sie mit jener tiefsinnigen einsamenWeisheit, / Mit der du, forschender Geist,die Tiefen Gottes durschschauet;

1800: Rüste mit deinem Feuer sie, du, der dieTiefen der Gottheit / Schaut, und den Men-schen aus Staube gemacht zum Tempelsich heiligt!

La epopeya fue escrita y revisada a lolargo de medio siglo y conoció distintasediciones en 1748, 1751, 1756, 1768, 1773,1780 y 1799-80, por lo que, sin conocercuál de estas ediciones manejaron, no de-beríamos atribuir a los traductores faltaalguna en las innumerables libertades que

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se toman y en los frecuentes, y a vecessorprendentes, apartamientos.

Sin embargo, de la comparación de lasversiones de Cecilio Navarro y de la Socie-dad Literaria de La Abeja si podemos ex-traer una rápida conclusión y hacer unainocente imputación. El traductor catalán obien participó en la versión que publicó LaAbeja, o conocía sin duda esa traducción.Las coincidencias llegan hasta tal punto,que más parece la versión de Navarro unarevisión que un trabajo original:

La Abeja (1862), Cap. XVI:

Advertido por una señal del Cristo, va unquerubín á buscar las almas de los habi-tantes de la tierra, muertos desde que Elabandonó su tumba. Verdes son aun las co-ronas de ciprés con que los amigos habianadornado su sepulcro y las urnas que con-tenían sus mortales restos; como si aquellaprueba de un afecto, que no es siempre sin-cero, pudiese evitarles la sentencia de lajustica suprema.

Cecilio Navarro (1873), Cap. XVI:

Advertido por un signo de Cristo, un queru-bín va á buscar las almas de los habitantesde la Tierra muertos después de su resu-rrección. Frescas están aun las coronas deciprés con que sus amigos adornaran sussepulcros: pero este testimonio de un afectoá veces engañoso no las libra de la senten-cia de la justicia suprema.

Klopstock(1799), Cap. XVI:

Siehe, der Cherub verstand den Wink imgewendeten Anlitz / Christus, und schwebtedahin, Bald kam er mit Seelenschaaren /Wieder, ihr Führer, der Todten, die seit desgöttlichen Sohnes / Auferstehung waren ge-storben, und die zu bestatten, / Gräber hierWeinende gruben, dort dem Staube die Ur-nen / Mit der Cypress' umwanden. Die Blu-me blühet, mit welcher / Einiger Gräber Ge-liebte nun bald bestreuen: und dennoch /Sprach nicht los das Gericht den Todten imblumigen Grabe 7

Ejemplos como éste se pueden encon-trar continuamente.

Por io general, la versión de Cecilio Na-varro presenta variaciones léxicas sobrelas mismas estructuras sintácticas de latraducción de La Abeja. A veces son co-rrecciones oportunas: cambia, por ejemplo,en el mismo Canto XVI la traducción del«Todo se acabó», que utiliza San Juan ensu Evangelio, por un «Todo está consuma-do», más próximo al alemán «Es ist vollen-det!»; también recupera el cultismo«aeone», que significa «continuo, que corresiempre», y que Klopstock aplica al devenirde los siglos, pero como sustantivo, sinembargo, La Abeja prefiere sustituirlo por«el paso de muchos años; muchos siglos»,etc.

Ambas versiones, siendo encomiable sumérito, forman parte de la estética traducti-va del XIX, guiada antes por criterios litera-rios que lingüísticos. Mucha mejor suerte leha deparado el devenir de la traductografíaa la epopeya miltoniana, pues El Paraísoperdido no ha dejado de conocer nuevastraducciones y aún hoy se le incluye en lascolecciones de clásicos universales de laliteratura.

Sin duda, sugerir que se le haga justiciaa Klopstock y que se presente su obra alpúblico español, es una temeridad.

7Friedrich Gottlieb Klopstock: Werke und Brie-fe, ed. H. Gronemeyer, E. Höpker-Herberg, K.

Hurlebusch y R. M. Hurlebusch, vol. IV, Berlln-Nueva York, 1974.

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