triduo a la inmaculada virgen maría

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Triduo a la Virgen Milagrosa, preparado por el Hno. Jaime Ruiz, c.m.

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DÍA 25: MARÍA, MODELO DE ORACIÓN

Queridos hermanos y fieles devotos de la Virgen María de la Sagrada Medalla Milagrosa: Este año, la gran familia vicenciana ha tenido su propio año jubilar por motivo del 350 aniversario de la marcha a la Misión del Cielo de San Vicente de Paúl y de Santa Luisa de Marillac. Todo año jubilar tiene dos dimensiones que van íntimamente unidas: La espiritual que es ir al templo donde se gana los beneficios espirituales y gozar de las raíces de nuestra fe, con el trípode: Confesión, Comunión y rezar por las intenciones del Santo Padre. También tiene su dimensión social: Llenos de esta gracia especial nos sentimos enviados a socorrer a los pobres de la misma manera que vamos a apagar el fuego y anunciarles con gozo que el reino de los cielos está cerca y es para los pobres. Estas tres dimensiones: Oración, Caridad, Misión las vamos a ver de cerca en la figura de María para que analizando su conducta e imitando su fe1 podamos vivir con autenticidad nuestra vida cristiana porque Ser cristiano y ver afligido a un hermano, sin llorar con él ni sentirse enfermo con él. Eso es no tener caridad; es ser cristiano en pintura2 y como el servicio a los pobres es primordial y agradable a Dios, en esta línea nos dice San Vicente: “Si se invoca a la Madre de Dios y se la toma como Patrona en las cosas importantes, no 1 Cf. Heb 13,7. 2 San Vicente de Paúl XI, 561.

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puede ocurrir sino que todo vaya bien y redunde en gloria del buen Jesús, su Hijo...”3 Vamos a ver el primer tema: María, modelo de oración. En la exhortación apostólica Marialis cultus (MC) el Papa Pablo VI, presenta a la Virgen como modelo de la Iglesia en el ejercicio del culto. Esta afirmación constituye casi un corolario de la verdad que indica en María el paradigma del pueblo de Dios en el camino de la santidad: «La ejemplaridad de la santísima Virgen en este campo dimana del hecho que ella es reconocida como modelo extraordinario de la Iglesia en el orden de la fe, de la caridad y de la perfecta unión con Cristo, esto es, de aquella disposición interior con que la Iglesia, Esposa amadísima, estrechamente asociada a su Señor, lo invoca y por su medio rinde culto al Padre eterno»4.

Aquella que en la Anunciación manifestó total disponibilidad al proyecto divino, representa para todos los creyentes un modelo sublime de escucha y de docilidad a la palabra de Dios. Respondiendo al ángel: «Hágase en mí según tu palabra»5, y declarándose dispuesta a cumplir de modo perfecto la voluntad del Señor, María entra con razón en la bienaventuranza proclamada por Jesús: «Dichosos (...) los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen»6.

3 San Vicente de Paúl XIV, 126. 4 Cf. MC 16. 5 Cf. Lc 1,38. 6 Cf. Lc 11,28.

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Con esa actitud, que abarca toda su existencia, la Virgen indica el camino maestro de la escucha de la palabra del Señor, momento esencial del culto, que caracteriza a la liturgia cristiana. Su ejemplo permite comprender que el culto no consiste ante todo en expresar los pensamientos y los sentimientos del hombre, sino en ponerse a la escucha de la palabra divina para conocerla, asimilarla y hacerla operativa en la vida diaria.

Toda celebración litúrgica es memorial del misterio de Cristo en su acción salvífica por toda la humanidad, y quiere promover la participación personal de los fieles en el misterio pascual expresado nuevamente y actualizado en los gestos y en las palabras del rito. María fue testigo de los acontecimientos de la salvación en su desarrollo histórico, culminado en la muerte y resurrección del Redentor, y guardó «todas estas cosas, y las meditaba en su corazón»7. Ella no se limitaba a estar presente en cada uno de los acontecimientos; trataba de captar su significado profundo, adhiriéndose con toda su alma a cuanto se cumplía misteriosamente en ellos. Por tanto, María se presenta como modelo supremo de participación personal en los misterios divinos. Guía a la Iglesia en la meditación del misterio celebrado y en la participación en el acontecimiento de salvación, promoviendo en los fieles el deseo de una íntima comunión personal con Cristo, para cooperar con la entrega de la propia vida a la salvación universal.

María constituye, además, el modelo de la oración de la Iglesia. Con toda probabilidad, María estaba recogida en

7 Cf. Lc 2,19.

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oración cuando el ángel Gabriel entró en su casa de Nazaret y la saludó. Este ambiente de oración sostuvo ciertamente a la Virgen en su respuesta al ángel y en su generosa adhesión al misterio de la Encarnación. En la escena de la Anunciación, los artistas han representado casi siempre a María en actitud orante. Recordemos entre todos, al beato Angélico. De aquí proviene, para la Iglesia y para todo creyente, la indicación de la atmósfera que debe reinar en la celebración del culto. Podemos añadir asimismo que María representa para el pueblo de Dios el paradigma de toda expresión de su vida de oración. En particular, enseña a los cristianos cómo dirigirse a Dios para invocar su ayuda y su apoyo en las varias situaciones de la vida. Su intercesión materna en las bodas de Caná y su presencia en el cenáculo junto a los Apóstoles en oración, en espera de Pentecostés, sugieren que la oración de petición es una forma esencial de cooperación en el desarrollo de la obra salvífica en el mundo. Siguiendo su modelo, la Iglesia aprende a ser audaz al pedir, a perseverar en su intercesión y, sobre todo, a implorar el don del Espíritu Santo8.

La Virgen constituye también para la Iglesia el modelo de la participación generosa en el sacrificio. En la presentación de Jesús en el templo y, sobre todo, al pie de la cruz, María realiza la entrega de sí que la asocia como Madre al sufrimiento y a las pruebas de su Hijo. Así, tanto en la vida diaria como en la celebración eucarística, la «Virgen oferente» 9 anima a los cristianos a «ofrecer

8 Cf. Lc 11,13. 9 Cf. MC 20.

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sacrificios espirituales, aceptos a Dios por mediación de Jesucristo»10. Hemos dicho y hemos oído que María es el modelo de mujer orante, y que por su intercesión obtenemos muchas gracias de Dios. Pero, ¿qué es la oración? ¿Cómo se hace oración? ¿De qué modo nos puede ayudar María a orar? «La oración es la elevación del alma a Dios o la petición al Señor de bienes conformes a su voluntad. La oración es siempre un don de Dios que sale al encuentro del hombre. La oración cristiana es relación personal y viva de los hijos de Dios con su Padre infinitamente bueno, con su Hijo Jesucristo y con el Espíritu Santo, que habita en sus corazones.»11 La oración no es éxtasis con elevaciones, o repetición rutinaria y distraída de palabras, sin decirlas desde el corazón. La oración es dejar que el corazón llegue a Dios. Es un encuentro entre un hijo y un Padre. La oración es acudir a quien puede remediar nuestras necesidades, y confiar plenamente en Él. Pero no basta sólo pedir; la oración debe ser un diálogo. A Dios le encanta que le platiquemos cómo nos ha ido en el día. La oración más sencilla, la que nace de un corazón humilde, es la que más agrada a Dios. La oración es un encuentro con Dios, con su amor y su misericordia. En Jesús encontramos el mejor modelo para aprender a orar. Él, Hijo de Dios, se dirige a su Padre con confianza,

10 Cf. 1Pe 2,5. 11 Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, 534

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con sencillez, con humildad, con amor. A Jesús le gustaba orar en lo alto de una montaña, en silencio de la noche o del amanecer: «El Evangelio muestra frecuentemente a Jesús en oración. Lo vemos retirarse en soledad, con preferencia durante la noche; ora antes de los momentos decisivos de su misión o de la misión de sus apóstoles. De hecho toda la vida de Jesús es oración...»12 En Jesús encontramos un corazón repleto de amor, que busca encontrarse con su Padre en la oración. Pero, « ¿De quién aprendió Jesús a orar? Conforme a su corazón de hombre, Jesús aprendió a orar de su madre»13. Sí. En María, su madre, Jesús encontró una maestra de oración. Ella siempre estuvo en un continuo diálogo con Dios y en una actitud de escucha; por eso pudo escuchar la voz del ángel. La oración de María era un encuentro con Dios en su corazón. María vivía en oración porque vivía con Cristo, platicaba con Él con la más grande naturalidad y cariño. ¿Y cómo debemos orar nosotros, con nuestras familias? Acudiendo a Dios en medio de nuestra vida diaria, en medio del trabajo, del estudio, y de nuestras actividades. «La familia cristiana constituye el primer ámbito de educación a la oración. Hay que recomendar de manera particular la oración cotidiana en familia, pues es el primer testimonio de vida de oración de la Iglesia...»14 12 Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, 542. 13 Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, 541. 14 Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, 565.

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En la familia encontramos una buena escuela para aprender a orar. Por eso, los papás tienen el deber e enseñar a sus hijos la oración; pero no sólo con palabras, sino principalmente con su ejemplo. El modelo que los hijos encuentran en sus padres queda marcado para siempre. ¡Qué importante es que en toda familia haya un ambiente de oración, de encuentro con Dios! «Se puede orar en cualquier sitio, pero elegir bien el lugar tiene importancia para la oración. El templo es el lugar propio... también otros lugares ayudan a orar, como «un rincón de oración» en la casa familiar, un monasterio, un santuario. Todos los momentos son indicados para la oración, pero la Iglesia propone a los fieles ritmos destinados a alimentar la oración continua: oración de la mañana y del atardecer, antes y después de las comidas, la Liturgia de la Horas, la Eucaristía dominical, el Santo Rosario, las fiestas del año litúrgico.»15 Es necesario acordarse de Dios más a menudo que de respirar» (San Gregorio Nacianceno). ¿Cómo es mi oración? ¿Acudo a Dios solamente en las dificultades, o en todo momento, para agradecerle, platicarle y estar con Él? ¿Qué me enseña María? ¿Cómo voy a orar de ahora en adelante?

15 Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, 566 y 567.

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DÍA 26: MARÍA, MODELO DE CARIDAD

Queridos hermanos y fieles devotos de la Virgen María de la Sagrada Medalla Milagrosa: María ha sido considerada desde tiempos antiguos como modelo de seguimiento. Decía San Ambrosio que la Madre de Dios es tipo de la Iglesia en el orden de la fe, de la caridad y de la unión perfecta con Cristo. EN EL ORDEN DE LA FE El Padre de la misericordia, quiso que precediera a la encarnación, la aceptación de la Madre predestinada, para que, de esta manera, así como la mujer contribuyó a la muerte, también la mujer contribuyese a la vida. Ella, por el anuncio del ángel, recibió al Verbo de Dios en su alma y en su cuerpo. Por su fe y confianza dio la vida al mundo. EN EL ORDEN DE LA CARIDAD María sobresale entre los humildes y pobres del Señor. Ella, guiada por el Espíritu Santo, se consagró toda al misterio de la redención de los hombres. Siendo ejemplo con su vida de aquel amor maternal con el que es necesario que estén animados todos aquellos que trabajan en la misión apostólica de la Iglesia. La caridad representa el mayor mandamiento social. Respeta al otro y sus derechos. Exige la práctica de la justicia y es la única que nos hace capaces de ésta. Inspira una vida de entrega de sí mismo: “Quien intente guardar su vida la perderá; y quien la pierda la conservará”16.

16 CIC 1889.

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No será, pues, superfluo examinar de nuevo y profundizar bajo esta luz los temas y las orientaciones características, tratados por el Magisterio en estos años. Entre dichos temas quiero señalar aquí, la opción o amor preferencial por los pobres que Santa Luisa y San Vicente lo vivieron en su tiempo y la familia vicenciana lo tiene como carisma propio. Esta es una opción o una forma especial de primacía en el ejercicio de la caridad cristiana, de la cual da testimonio toda la tradición de la Iglesia. Se refiere a la vida de cada cristiano, en cuanto imitador de la vida de Cristo, pero se aplica igualmente a nuestras responsabilidades sociales y, consiguientemente, a nuestro modo de vivir y a las decisiones que se deben tomar coherentemente sobre la propiedad y el uso de los bienes. La relectura de la Rerum Novarum a la luz de las realidades contemporáneas, nos permite apreciar la constante preocupación y dedicación de la Iglesia por aquellas personas que son objeto de predilección por parte de Jesús, nuestro Señor. El contenido del texto es un testimonio excelente de la continuidad, dentro de la Iglesia, de lo que ahora se llama “opción preferencial por los pobres”; opción que en la Sollicitudo Rei Socialis [SRS] es definida como una “forma especial de primacía en el ejercicio de la caridad cristiana”17. Para promover la dignidad humana, la Iglesia manifiesta un amor preferencial por los pobres y marginados, porque el Señor se identificó con ellos especialmente. Este amor no excluye a nadie; simplemente, singulariza una prioridad de servicio, que goza del testimonio favorable de toda la tradición de la Iglesia.

17 Juan Pablo II, Centesimus Annus [CA] 11.

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Este amor preferencial por los pobres, y las decisiones que él nos inspira, no puede dejar de abrazar a las enormes multitudes de hambrientos, de mendigos, de vagabundos, desprovistos de la asistencia médica y, sobre todo, sin la esperanza de un futuro mejor.18 Su amor preferencial por los pobres está inscrito admirablemente en el Magníficat de María. El Dios de la Alianza, cantado por la Virgen de Nazaret en la elevación de su espíritu, es a la vez el que “derriba del trono a los poderosos, enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos... dispersa a los soberbios... y conserva su misericordia para los que le temen”. María está profundamente impregnada del espíritu de los “pobres de Yahvé”, que en la oración de los Salmos esperaban de Dios su salvación, poniendo en él toda su confianza.19 En esta línea San Vicente propone a las Hijas de la Caridad a la Virgen María como modelo a seguir y modelo a imitar en la Compañía:

- La Hija de la Caridad como María es una humilde sierva de Dios que ora y alaba al Padre y con su vida hace realidad esa oración del Magnificat.

- La Hija de la Caridad como María encuentra el signo

o señal de la fe en la persona del pobre20 y sale a su encuentro21: “Cuando dejéis la oración y la Santa

18 Juan Pablo II, Ecclesia in Asia 34. 19 Juan Pablo II, Redemptoris Mater 37. 20 Cf. Lc 1,36-37. 21 Cf. Lc 1,39.

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Misa por el servicio de los pobres, no perdéis nada, ya que servir a los pobres es servir a Dios; y tenéis que ver a Dios en sus personas”22 y “si vais diez veces cada día a ver a un pobre, diez veces encontraréis en él a Dios... vais a pobres casas, pero allí encontraréis a Dios. Como dice San agustín, lo que vemos no es tan seguro, porque nuestros sentidos pueden engañarse, pero las verdades de Dios no engañan jamás”23

Si un hermano o una hermana están desnudos -dice Santiago- si les falta el alimento cotidiano, y alguno de vosotros les dice: “Andad en paz, calentaos, saciaos”, sin darles lo necesario para su cuerpo, ¿para qué les sirve eso? Hoy en día nadie puede ya ignorarlo: en continentes enteros son innumerables los hombres y mujeres torturados por el hambre, son innumerables los niños subalimentados, hasta tal punto, que un buen número de ellos muere en la tierna edad; el crecimiento físico y el desarrollo mental de muchos otros se ve con ello comprometido, y regiones enteras se ven así condenadas al más triste desaliento.24 Hoy ciertamente son muchos los que, como en otro tiempo hicieran los gentiles, se propasan a censurar a la Iglesia esta tan eximia caridad, en cuyo lugar se ha pretendido poner la beneficencia establecida por las leyes civiles. Pero no se encontrarán recursos humanos capaces de suplir la caridad cristiana, que se entrega toda entera a sí misma para utilidad de las demás. Tal virtud es exclusiva de la Iglesia, porque, si no brotara del sacratísimo corazón de 22 SVP IX, 25. 23 SVP IX, 240. 24 Pablo VI, Popolorum Progressio 45.

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Jesucristo, jamás hubiera existido, pues anda errante lejos de Cristo el que se separa de la Iglesia.25 Como es evidente, el grave deber, que la Iglesia siempre ha proclamado, de ayudar a los que sufren la indigencia y la miseria, lo han de sentir de modo muy principal los católicos, por ser miembros del Cuerpo místico de Cristo. En esto-proclama Juan, el apóstol hemos conocido la caridad de Dios, en que dio Él su vida por nosotros, y así nosotros debemos estar prontos a dar la vida por nuestros hermanos. Quien tiene bienes de este mundo y viendo a su hermano en necesidad le cierra las entrañas, ¿cómo es posible que habite en él la caridad de Dios?26 En esta línea dijo San Vicente a las Hijas de la Caridad: “Si sois fieles en la práctica de vuestra forma de vivir, seréis todas buenas cristianas. No os diría tanto si os dijese que seríais buenas religiosas. ¿Por qué se han hecho religiosos y religiosas sino para ser buenos cristianos y buenas cristianas?”27 ya que para ser verdaderas Hijas de la Caridad es necesario hacer lo que el Hijo de Dios ha hecho en la tierra. ¿Y qué ha hecho principalmente? Después de someter su voluntad obedientemente a la santa Virgen y a san José ha trabajado constantemente por el prójimo, visitando y curando a los enfermos, instruyendo a los ignorantes para su salvación. ¡Qué dichosas sois vosotras, hijas mías, de ser llamadas a una condición tan agradable a Dios! Pero debéis tener cuidado de no abusar y trabajar en vuestra perfección en esta santa condición. Vosotras tenéis la dicha de ser las

25 León XIII, Rerum Novarum 30. 26 Juan XXIII, Mater et Magistra 159. 27 San Vicente de Paúl IX, 132.

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primeras llamadas en este santo servicio, vosotras, pobres campesinas e hijas de artesanos.28 EN EL ORDEN DE LA UNIÓN PERFECTA CON CRISTO María, al abrazar de todo corazón la voluntad salvífica de Dios, se consagró totalmente como esclava del Señor a la persona y obra de su hijo. Esto se manifestó desde su concepción virginal hasta la muerte de Cristo. Concibiendo a Cristo, engendrándolo, alimentándolo, presentándolo al padre en el Templo, padeciendo con Él cuando moría en la cruz. Cooperó de forma excelente en la obra del Salvador con la obediencia, la fe, la esperanza y la ardiente caridad. Por eso es modelo del seguimiento y la fidelidad para cualquier cristiano. Por eso es modelo de la Iglesia misma.

28 San Vicente de Paúl IX, 15.

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DÍA 27: ACTUALIDAD DEL MENSAJE DE LA MEDALLA Queridos hermanos y fieles devotos de la Virgen María de la Sagrada Medalla Milagrosa: 1830 es un año clave: tiene lugar en París la primera aparición moderna de la Virgen Santísima. Comienza lo que Pío XII llamó la "era de María", una etapa de repetidas visitaciones celestiales que se han sucedido hasta nuestros días (Lourdes, Fátima...). . La tarde el 27 de Noviembre de 1830, estaba Sor Catalina Labouré, Hija de la Caridad, haciendo su meditación en la capilla de su Comunidad en París, cuando se le apareció la Virgen María (esta fue la segunda aparición a la futura santa, a quien se le había aparecido cuatro meses antes). Ella misma relata la aparición con estas palabras: “Era el 27 de noviembre de 1830, que caía el sábado anterior el primer domingo de Adviento. Yo tenía la convicción de que vería de nuevo a la SS. Virgen y que la vería "más hermosa que nunca"; yo vivía con esta esperanza. A las cinco y media de la tarde, algunos minutos después del primer punto de la meditación, durante el gran silencio, me pareció escuchar ruido del lado de la tribuna, cerca del cuadro de San José, como el roce de un vestido de seda .Habiendo mirado hacia ese costado, vi a la SS. Virgen a la altura del cuadro de San José. La SS. Virgen estaba de pie, era de estatura mediana; tenía un vestido cerrado de seda aurora, hecho según se dice "a la virgen", mangas lisas; un velo blanco le cubría la cabeza y le caía por ambos lados hasta sus pies; debajo del velo vi sus cabellos lisos, divididos por la mitad, ligeramente apoyado sobre sus cabellos tenía un encaje de tres centímetros, sin fruncido, su cara estaba bastante descubierta. Sus pies se apoyaban sobre la mitad de

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un globo blanco o al menos no me pareció sino la mitad, tenía también bajo sus pies una serpiente de color verdoso con manchas amarillentas. Con sus manos sostenía un globo de oro, con una pequeña cruz encima, que representaba al mundo; sus manos estaban a la altura del pecho, de manera elegante; sus ojos miraban hacia el Cielo. Su aspecto era extraordinariamente hermoso, no lo podría describir. De pronto ví anillos en sus dedos, tres en cada dedo; el más grande cerca de la mano, uno de mediano tamaño en el medio y uno más pequeño en la extremidad y cada uno estaba recubierto de piedras preciosas de tamaño proporcionado. Rayos de luz, unos más hermosos que otros salían de las piedras preciosas; las piedras más grandes emitían rayos más amplios, las pequeñas, más pequeños; los rayos iban siempre prologándose de tal forma que toda la parte baja estaba cubierta por ellos y yo no veía más sus pies." Luego, el globo de sus manos desapareció, la Virgen bajó los brazos y luego la mirada y habló a Sor Catalina, mandándole que haga acuñar una medalla haciendo referencia a su Inmaculada Concepción, que se conocería más tarde popularmente con el nombre de Medalla Milagrosa. Sor Catalina acaba su relato con esta exclamación: “¡Oh que hermoso será escuchar decir: María es la Reina del Universo y particularmente de Francia! Los niños gritarán: María es la Reina de cada persona en particular”.

Pocos días después, en diciembre de 1830, la Santísima Virgen visita a Catalina por tercera y última vez, Con el mismo vestido color de aurora y el mismo velo, la Virgen María se hacer ver, sosteniendo nuevamente un globo de oro, rematado por una pequeña cruz. De los mismos anillos, adornado de piedras preciosas irradiaba, con

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intensidades diversas, la misma luz. Al narrar esta tercera aparición, Catalina comenta “Es imposible expresar lo que sentí y todo cuanto comprendí en el momento en que la Santísima Virgen ofrecía el Globo a Nuestro Señor”.

El título de Reina se le da a María Santísima desde los primeros siglos como indicación de su preeminencia y poder que los recibe de aquel que es el Todopoderoso: Su Hijo, Jesucristo. A partir del siglo V, casi en el mismo período en que el Concilio de Efeso proclama a la Virgen 'Madre de Dios', se comienza a atribuir a María el título de Reina. En las Letanías Laurentanas, que las rezamos en el Santo Rosario, se ve asociado el título de Reina a otros secundarios como Reina de los Ángeles, de los Profetas, de los Apóstoles, etc. Como el vocablo “misiones” no es utilizado con el significado actual sino hasta después del siglo XVI, evidentemente no encontraremos el título “Reina de las Misiones” aplicado a María en los primeros tiempos de la Iglesia. Sin embargo, sí encontramos desde los primeros siglos el título “Reina de los Apóstoles” (no olvidar que hasta después del siglo XVI, el término “apóstol”, aparte de designar a los Doce, era utilizado entre otros, en el sentido que hoy damos al término “misionero”) que sería como decir hoy “Reina de los misioneros”. . El título “Reina de las Misiones” parece originarse en un momento muy posterior a esta fecha, recién en la primera mitad del siglo XX. En España, los Misioneros Paúles, editaron durante los años 1935 y 1956, una revista llamada "Reina de las Misiones", lo cual nos dice que ya en la década de 1930, se adjudicaba a María este título. Sin embargo, su incorporación al vocabulario magisterial es posterior. Tal es así que en las invocaciones finales a la virgen en los documentos misioneros modernos del siglo

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XX escritos por Benedicto XV (Maximum Illud, 1919), Pío XI (Rerum Ecclesiae, 1926) y Pío XII (Fidei Donum, 1957) se la menciona como “Reina de los Apóstoles”. Recién en la Exhortación Princeps Pastorum (Juan XXIII, 1959), se la invoca como “Reina de las Misiones” María es Reina de las Misiones, porque ella fue la primera misionera, aún antes que el mismo Cristo, al llevarlo en su seno y darlo a conocer al mundo. Estuvo presente en el comienzo de la misión en Pentecostés, junto a los Apóstoles, acompañó a lo largo de toda la historia el camino heroico de los misioneros, y hoy continúa dando a conocer a su Hijo a los hombres. Ella es también guía y modelo de los misioneros, por eso es llamada también "Estrella de la Evangelización" Su fiesta se celebra el 31 de Mayo, fiesta litúrgica de la Visitación, cuando la Virgen realiza su primer “peregrinar misionero” saliendo de su tierra de Nazareth, para ir al encuentro de su prima Isabel, y “lleva a Jesucristo” en su seno, para darlo a conocer a su prima. De esta manera, María se convierte en la primera misionera en llevar a Jesucristo “más allá de las fronteras”. Hoy, vamos a recibir la Sagrada Medalla que tal como nos la describió Santa Catalina es un compendio de la Palabra de Dios y nos recuerda que somos hijos de Dios e hijos de María. La difusión y distribución de esta medalla entre los pobres, los enfermos, los afligidos y los atribulados; forma parte de la Misión de la Iglesia, es llevar a María en el corazón de cada persona, en el corazón de cada hogar para recibir el consuelo y el amor de Dios por medio de las generosas manos de la Virgen y también nos invita a ser solidarios con los pobres.