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TRES PROSAS OLVIDADAS Y EL ÚLTIMO POEMA DE ALMENDROS AGUILAR Por Manuel Urbano Pérez Ortega Consejero del Instituto de Estudios Giennenses Sinopsis En el presente trabajo se comentan dos artículos olvidados —sobre la gesta del Descubrimiento y el desastre del noventaiocho— y se publica el único cuento hasta ahora conocido del escritor galduriense, así como su úl- timo poema, postumo, escrito con ocasión de la visita de Alfonso XIII a Jaén. A la par, se ofrecen algunas otras noticias inéditas del poeta. * * * I L A desaparición de gran parte de la prensa giennense conlleva serias di- ficultades para el estudio de nuestros escritores de la pasada centuria, así el caso de Antonio Almendros Aguilar, de quien el profesor Sancho Sáez sólo recoge en su rastreo hemerográfico quince colaboraciones periodísti-

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TRES PROSAS OLVIDADAS Y EL ÚLTIMO POEMA DE ALMENDROS AGUILAR

Por Manuel Urbano Pérez Ortega Consejero del Instituto de Estudios Giennenses

Sinopsis

En el presente trabajo se comentan dos artículos olvidados —sobre la gesta del Descubrimiento y el desastre del noventaiocho— y se publica el único cuento hasta ahora conocido del escritor galduriense, así como su úl­timo poema, postumo, escrito con ocasión de la visita de Alfonso XIII a Jaén. A la par, se ofrecen algunas otras noticias inéditas del poeta.

* * *

I

LA desaparición de gran parte de la prensa giennense conlleva serias di­ficultades para el estudio de nuestros escritores de la pasada centuria,

así el caso de Antonio Almendros Aguilar, de quien el profesor Sancho Sáez sólo recoge en su rastreo hemerográfico quince colaboraciones periodísti-

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cas (1), cifra a todas luces enjuta, sobre todo si tenemos en cuenta que el poeta formó parte de la plantilla de redacción de «El Eco de Jaén» (2) y el hecho de que, sin lugar a duda alguna, fue el escritor jaenés de su tiempo que alcanzara mayor reconocimiento literario y cierto prestigio intelectual, como bien puede deducirse de este suelto de «El Industrial» (3): «Nos cons­ta que nuestro distinguido amigo don Antonio Almendros Aguilar se ocu­pa en escribir un estudio histórico que ha de dar mucha luz en el importantísimo asunto del derribo del Arco de San Lorenzo». Por desgra­cia, desconozco si este trabajo sobre tema entonces controvertido llegó a editarse, mas su simple anuncio nos ofrece una faceta hasta ahora inédita del poeta, la de su interés por los temas históricos, a la par que contiene una mínima nota sobre su discutida función de Cronista Oficial de la pro­vincia.

De todas formas, poco es, en este momento, lo que puede deducirse con fiabilidad de la labor de Almendros como prosista, pues de los quince textos conocidos, seis son cartas —tres de ellas conjuntas—, dos aproxima­ciones al fenómeno teatral, un juvenil comentario sobre Quevedo, un artí­culo necrológico a la muerte de Zorilla y otro, ocasional, de Bernardo López. Mayor interés encierran las otras cuatro colaboraciones: «Cuadros» —«El Cero», núm. 10, 8, IV, 1867—, grandielocuente redacción sobre la escena y mensaje del Gólgota; «La doctrina Monroe» —«Pueblo Católico», 27, VI, 1898—, del que pueden extraerse algunas conclusiones sobre su ideario político (?) ante el desastre colonial; y «Rasgos y rasguños» —«Almanaque de El Chirri para 1886»— y «De visita» —«La Mantilla Colorada», 3, VI, 1894—, trabajos de corte humorístico, desenfadados y paródicos, que si­túan al autor a escala bien baja sobre su propia producción poética. De aquí que a Alfonso Sancho le asistiera buena dosis de razón cuando se lamenta­ra de la pérdida de las prosas del de Jódar, «más que por la posible cali­dad» (4), por los datos biográficos e ideológicos que pudieran contener. En efecto, tras la lectura de los textos referenciados, no puede catalogarse a Almendros más que como escritor correcto y de escasa penetración intelec­tual, en cuanto trata temas políticos y religiosos, o de liviano desenfado, si bien de certera construcción narrativa, en sus prosas humorísticas.

(1) Almendros Aguilar, una vida y una obra en el Jaén del siglo xix, Instituto de Estudios Giennenses. Jaén, 1982.

(2) El Industrial, Jaén, 12-III-1877.(3) De ll-X-1877.(4) Op. cit., pág. 176.

pág. 176. Edit.

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Cronológicamente, el primero de los artículos olvidados es una cola­boración en «Jaén a Colón» (5), edición conjunta de «El Liberal» y «El Industrial» —12 de octubre de 1892— para conmemorar el cuarto centena­rio del descubrimiento de América. Se trata, en definitiva, de un altisonan­te trabajo, «El cuento de la verdad», más ampuloso y grandielocuente que poético, retórico —«Vosotros, mi querido pueblo de Jaén, a quien dirijo estas palabras»— y abigarrado sobre la odisea personal de Cristóforo Co- lombo y la gran aventura de Indias: «¡Esto es un cuento de hechizo! ¡Esto es una noche de las mil y una! ¡Esto es un sueño oriental! ¡Esto es una dosis de beleño para el niño que no se duerme sino al dulce rum rum de la narra­ción materna! ¡Esto es un sueño producido por el hachís o el opio! ¡Esto es una mezcla de lo imposible, lo verosímil y lo maravilloso! ¡Esto es con­tar una mayor herencia del Abate Faria! ¡Esto es relato hecho a la hija del Califa, que es poetisa, por la bellísima Morabia en los cármenes de Córdo­ba, por Morabia la de los ojos verdes, luceros iguales que anuncian el alba de la ventura! ¡Esto es una narración fantástica! ¿Ríos de cien millas de embocadura? ¡Delirio! ¿Cataratas cuyo caño terrible y magestuoso parece destinado a perforar la tierra para apagar su centro de fuego? ¡Locura!».

No obstante mantener en este tono el texto, no faltan en él hallazgos felices que dan justa medida del poeta: «Génova, la que tiene las plantas mojadas en el Mediterráneo y la cabeza en la almohada de nieve de los Apeninos».

El segundo de los artículos perdidos que aporto apareció publicado, bajo el rótulo de «Error de nombre», en el número extraordinario para la suscripción nacional de «El Ideal Conservador» —Úbeda, 1898—, mono­gráfico de gran interés por la gran cantidad de colaboraciones de buena parte de la intelectualidad giennense de la época. No ofrecerá Almendros, por cierto, en este texto, en el que separa civilización —idea moral— de progre­so —concepto materialista—, ninguna novedad literaria ni política digna de mención. Su estilo es aquí mitinesco, mucho más retórico y altisonante y, a la postre, huero; la ideología no pasa de pura moralina adobada con encendida patriotería, algo de lo que ya existían pruebas y como fácilmente se confirma en algunos párrafos del artículo:

«La guerra es un hecho. Los que pensando en cobrarse con las Adua­nas de las Antillas españolas, dando el oro y cuanto el oro contiene, a los

(5) Vid. Morales Cuesta, Manuel M .a: «Jaén a Colón: Un homenaje de la ciudad en el IV Centenario del Descubrimiento de América». En Senda de los Huetos, núm. 25, págs. 71-73. Jaén, Marzo de 1992.

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separatistas ingratos, han vencido a Europa, a la Santa Silla, a la sensatez española, a las Cámaras americanas, hasta arrancar la conjunta-resolución, al incapaz Mac-Kinley y comparsa (...) Quedaos con Darwin, con el hombre-mono, que se mejora de día en día para la materia. Dejaznos al hombre inmortal para más altas, más sublimes aspiraciones (...). A ti te lo digo, América, entiéndelo tú Europa».

Pero el artículo tampoco es como para desgarrarse las vestiduras; mi­les como él plagan la boabdilesca prensa española que analiza (?) el desas­tre colonial.

Mucho mayor interés posee su relato «Episodio de Caza» (6), un texto puramente literario, bien construido y ahormado, al que es imposible rega­tearle su palpable tensión poética y la capacidad fabuladora que en él depo­sita el autor, al que, en mi opinión, hay que reconocerle la calidad de su prosa, la que no esconde el poeta que narra. No es un texto, desde luego, que nos anima a lanzar las campanas al vuelo; pero es de justicia reconocer que sitúa a Almendros como prosista al mismo nivel que ocupa como poe­ta, el primero de los giennenses de su generación —si exceptuamos al tem­pranamente fallecido Bernardo López— y uno de los más sobresalientes, dentro del segundo escalón, de la literatura española de la segunda mitad del siglo xix. Pero, por cuanto pueda decir, quede el relato:

EPISODIO DE CAZA

En una de las vértebras de caliza de las cordilleras que cruzan la pro­vincia de Jaén y desde la cual muy a lo lejos, muy a lo bajo, se descubren los preciosos valles y cañadas por donde se derraman jugando los regatos de Cuadros, y Torres y Albanchez, que endulzan frutas como las del paraí­so; y casi en la cimbra del peñascal, hay una ancha caverna de muy estrecha entrada, tanto que no puede pasar el cuerpo de un hombre. La llaman «El palacio del lobo».

Hace pocos años, un cazador atrevido y habilidísimo en la escopeta, apostado convenientemente cerca de la cueva, acechando cabras monteses, vio salir del palacio susodicho un grandísimo lobo que no pudo tirar a se-

(6) Patria, núm. 309; Jaén, 17-1-1929. Se trata, por tanto, de una reimpresión de Caza- bán en el diario por él dirigido. Desconozco cuándo apareció publicado por vez primera, aun­que, muy provablemente lo fuera en alguno de los números de «La Regeneración» de 1904, siendo en este supuesto una de las últimas prosas de Almendros. Alimenta esta hipótesis el hecho de que Alfredo Cazabán es muy dado a reproducir en Patria noticias y textos del perió­dico conservador acaecidos en esas mismas fechas veiticinco años antes. De todas formas, quede la incógnita.

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guridad. Fiado en su valor y tino, y juzgando que la madre abandonaba a los cachorros por buscarles alimento, fuese acercando a la boca del antro y llegó, no sin precauciones, a asomar la cabeza. Como con ella tapaba la luz, apercibió, más bien sintió, dentro, el bullicioso juguetear de los lobez­nos.—Arrojó una piedra, y otra y otra, siempre teniendo a punto la tercera arma.—Como nada aconteciera sino el callar de los cachorros, pensó en sacarlos y recibir el premio que se da a los que libran los ganados del terri­ble enemigo. Mas ¿cómo entrar? Juanillo José, su hijo, está al pie de la risca juntando támaras.—Corre, llámale desde una loma. El muchacho su­be a poco, tiene ocho años y su cuerpo infantil coge por el angosto boque­te.—Le explica el padre el pensamiento, y el niño, uno a uno saca y entrega al padre cinco lobeznos.—Envuélvelos en el capotillo y bájense padre e hijo hacia el llano, pensando el primero en los dos o trescientos reales que le valdrá su caza.—Juanillo, no había más? pregunta al niño y contesta: Qué, más perritos...? No, la que estaba allí sentada era la perra grande y me mi­raba fija cada vez que yo le quitaba un hijo.—¿La perra grande? Tú te en­gañas.—Quiá, no, más grande que el mastín del ganado del tío Pacorro!—El padre comprende entonces que ha podido ver despedazar a su hijo; que ha­bía visto salir al macho y no a la hembra, y al llegar a comprenderlo, se desvanece y cae. Cinco sangrías le devolvieron a la vida, y en la convalecen­cia me contó el caso que me costó oírselo más de cinco gotas de sudor frío.

II

Como es conocido, Antonio Almendros falleció el 13 de mayo de 1904, día tórrido, con temperaturas propias de finales de julio, y mientras se ulti­maban los preparativos de la visita que, dos fechas después, realizaría Al­fonso XIII a Jaén. «Una rápida dolencia puso fin en pocas horas a la vida del ilustre maestro de poetas y escritores» (7), quien había sido designado miembro de la Comisión de Festejos Populares para la recepción del Rey (8) y «había de ser el que en el Monumento Nacional, Arco de San Loren­zo, entregara a S. M. el Rey un mensaje y le presentara una comisión de hijas del pueblo, vestidas de pastira, que le ofrecerían tabaques llenos de flores» (9).

(7) Aunque sin firma, de Alfredo Cazabán: «Hace veinticinco años: 14 de mayo de 1904», en Patria, 14-V-1929.

(8) Patria, núm. 338; Jaén, 28-III-1929, en la sección antes citada de Cazabán.(9) Patria, 14-V-1929. Me parece más correcta esta función de Almendros dentro de los

actos protocolarios en la visita de Alfonso XIII, que la expresión de Carlos Barbeyto —«Honor

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Fallecido el poeta, y tras realizarle la mascarilla su amigo el escultor Jacinto Higueras (10), se procedió al sepelio del cadáver entre «una gran manifestación de duelo: autoridades, prensa y corporaciones en inmenso público» (11), de lo que ofrece cumplido relato Alfonso Sancho (12), si bien contiene en el mismo un error regio: «eran las 11 de la mañana del 13 de mayo. Al día siguiente —el del entierro— llegaba el Rey. Tuvo Almendros, pese a la competencia regia, el entierro multitudinario que merecía». No, no existió tal competencia de honores, puesto que Alfonso XIII tenía anun­ciada su llegada a Jaén un día después, el 15 por la tarde (13).

Si bien «El Liberal de Jaén», en su edición del día 14 realiza un exce­lente número monográfico para conmemorar la visita real (14), le corres­ponde a «La Regeneración» del día 15 el honor de publicar el último poema de Almendros (15), texto postumo del que, curiosamente, no da noticia Al­fonso Sancho en su extenso trabajo, a pesar de dejar constancia en la bi­bliografía utilizada la colección completa del periódico conservador.

El poema, de sesenta y seis versos de once y siete sílabas, no aporta nada a la obra poética de Almendros. Es una oda más en la que aflora el * 11

a un poeta», en Diario Universal; Madrid, 14-V-1906— y que sigue Sancho — op cit., pág. 164— «preparaba el mensaje de recepción a S. M. el Rey», presencia, a todas luces, de muy alta representación, que no le correspondía.

(10) Patria, Jaén, 28-V-1929, dentro de la sección reseñada de Cazabán.(11) Patria, Jaén, 14-V-1929.(12) Op. cit., pág. 164.(13) Por cierto, en la necrológica de «La Regenaración», de la que se haría eco Cazabán

en el número de «Patria» del 14 de mayo de 1929, se hace constar que Almendros era Caballe­ro de la Orden de Carlos III. Con anterioridad, el mismo diario, en su edición de 29-1-1929, dice: «Se concedió la Cruz de Alfonso XII al laureado poeta y Cronista de la Provincia, D. Antonio Almendros Aguilar», en referencia a acontecimiento ocurrido hacía cinco lustros y, presumiblemente, tomado de «La Regeneración».

(14) Ello fue debido a una subvención en compra de ejemplares que le concediera la Di­putación Provincial, si bien, como se deduce de las actas de la Corporación, tardó bastante en cobrar. En otro orden de cosas, merece anotarse que el hijo de nuestro poeta, José, publica en este número un poema que no esconde un ápice su republicanismo; a la par, otro de sus hijos, Antonio, también poeta, es uno de los firmantes por esas fechas —11 de febrero de 1904— de un manifiesto de ahesión al «Jefe» republicano Manuel María Montero Moya, según puede advertirse en la reproducción del documento que ilustra la pág. 125 del número 145 del B.I.E.G.

(15) Cazabán, por su parte, lo reproduciría en el número 58 de «Patria»; Jaén, 17 de mayo de 1927. Lo encabeza con la siguiente entradilla, «La última poesía de Almendros Agui­lar», a la que sigue una llamada en la que se hace constar: «Publicada en “ La Regeneración” del 15 de mayo de 1904 —día de la estancia de S. M. el Rey don Alfonso XIII en Jaén—, o sea, dos días después de la muerte del gran poeta. Y fue la última poesía que escribiré el bardo, antes de morir».

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sentir patriótico del autor, quien canta altas gestas españolas y, un tanto forzadamente y sin entusiasmo, muestra su esperanza de paz desde el cetro real. Fácil resulta descubrir en la poesía el gran oficio y técnica, la gran fa­cilidad versificadora de Almendros, si bien, en ocasiones, caso del verso de­cimotercero, rebrinca alguna presionada dureza. De todas formas, puede pasar por ejemplo de la corrección del poeta, quien, una vez más, se asienta en la declamativa ampulosidad sonora de la ya periclitada escuela sevilla­na. Pero quede la composición con su propia voz:

ESPAÑAA S. M. el Rey D. Alfonso XIII

¡Patria! ¡Patria! A esa voz dentro del pecho la sangre hierve; el corazón se exalta

y pretende romper el vaso estrecho, pues, para tanto amor, templo le falta.

Tú eres la limpia fe de los que fueron y hoy son polvo liviano;

es tu idioma el idioma en que escribieron, recuerdo de su genio soberano.

Tu nombre se murmura y un pueblo el alma ve, que en roja hoguera y en ceniza convierte su bravura, porque no en siervo vil se conviertiera.

¡Infortunio felice!¿De quién esa arrogancia?Y el patriotismo dice:

«Llegará el héroe, y la ciudad, Numancia».

* * *

¿Quién es aquél que, en la apartada zona las naves quema, en reto a su destino y con las llamas de gloria, audaz corona del golfo el incesante torbellino?¿Por dónde dejará la tierra extraña

y tornarán a España?Ya es triunfar o morir, sólo el camino.

y el patriotismo truena:«Cortés el héroe y México la escena».

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Al pie del muro aquél, mirad un niño, la ropa en desaliño

la cabellera de sortijas de oro, de mirada gentil, dulce, sublime,

al que sujeta un moro los tiernos brazos que iracundo oprime.

Nuevo Isaac, espera que hiera su cérviz, duro cuchillo.¿Y quién será tan bárbaro, que hiera?Al muro, asoma, pálido un caudillo,

la sién sin casco duro, en la diestra un puñal, la vista torva; con la siniestra, apoyándose en el muro, sobre la piedra la figura encorva mirando al campo con terrible calma

y díceles: ¡Traidores! matadme al hijo que adoré en el alma. Para la Patria lo engendré: sucumba.Dios allí le dará luces mejores, templo de gloria, aquél será su tumba, su sangre corra, y sean en la contienda, mar que os ahogue, y mi ciudad defienda. Y el eco patrio, del asombro lleno dice: «Tarifa, por Guzmán el Bueno!».

* * *

¡Qué momento gran Dios! ¡Tierra! El vigía grita llorando, y el cordaje aferra; corre a proa la audaz marinería, los incrédulos ojos entrecierra...¡Tierra!, grita en insólita alegría; va el eco sobre el mar diciendo ¡tierra! y ve Colón, tendida entre la bruma la nueva playa, cual festón de espuma.

* * *

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Señor, por quien el mundo en el vacío y el sol, y el mar, y el firmamento oscila, quebrada está la luz de tu pupila, y Tú hiciste la luz a tu albedrío.Esta tu España es y el pueblo mío, y pues la diste gloria en tanta hazaña, el bien no apartes de la noble España y ocupe ¡oh Dios! el sitio que merece con el cetro de paz de Alfonso trece.

III

La lectura del poema nos invita a aportar un par de datos inéditos de la biografía política de Antonio Almendros, en los que su ideología e, in­cluso, su militancia se ofrecen radicalmente distintas.

El primero, elocuente de por sí y de septiembre de 1854, sitúa a nues­tro hombre —nada más y nada menos— de teniente de la Compañía de Ca­rabineros de la Milicia Nacional de Jaén; por tanto, su compromiso con la revolución es mucho mayor que el de colaborador de la Corona poética Esparterista (16), un libro no sólo de intencionalidad política, sino que sur­gió de la voluntad verdaderamente revolucionaria del Ayuntamiento de la capital, como bien puede deducirse del «Prospecto» —en realidad, auténti­co bando— distribuido a la población giennense (17).

(16) Vid. Don Lope de Sosa, 1914, pág. 251 y Sancho Sáez, Op. cit., págs. 52-53.(17) A.M.J. L. 79. Por su interés, lo reproducimos íntegramente:«Corona poética dedicada a los valientes defensores de la libertad española.Prospecto.

El grito de independencia dado en los campos de Vicálvaro ha resonado en el corazón de todos los verdaderos liberales. El pueblo del dos de Mayo se ha levantado al oírlo, grande y heroico como el pensamiento que lo impulsaba, generoso y honrado como las instituciones que defendía. La aurora de la libertad ha aparecido de nuevo en nuestro horizonte y la nación ibera la ha saludado con entusiastas himnos de alegría. Sobre las ruinas del despotismo, se ha elevado la bandera del siete de Julio y a su sombra el bardo español ha cantado las glorias del pueblo. Para eternizar esta victoria tiene el escultor su cincel, su arpa el poeta y el pintor sus pinceles; porque los grandes hechos deben ser inmortales. Por esto la ciudad de Jaén ha pensado en elevar un monumento aunque sencillo a los héroes de Julio y hacer una manifesta­ción a la España entera de los sentimientos que abriga y de las opiniones que nutre en su alma. Para llevar a cabo este pensamiento se trata de publicar una CORONA POETICA en la cual se encuentren reunidas todas las composiciones que del triunfo de la libertad han escrito los jovenes que se dedican al cultivo de las bellas letras en esta capital.

Para que la ejecución de este pensamiento corresponda al objeto a que se destina, se hará una esmerada y correcta edición en cuarto prolongado con papel superior y tipos nuevos.

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El segundo, es el de su más firme manifestación de adhesión republica­na; mejor, de radicalismo antimonárquico. Como se sabe, Almendros fue Secretario de la Junta de Gobierno de Jaén constituida tras el triunfo de La Gloriosa (18) y, a mi juicio, más que presumiblemente, debió ser el re­dactor de la proclama dirigida a la población de Jaén, la que por su enarde­cido alarde de jaenerismo y, ante todo, por su indudable interés histórico, transcribo íntegramente (19):

JUNTA DE GOBIERNO DE LA PROVINCIA DE JAENLa Junta provisional de Gobierno de Jaén, recibió anoche el si­

guiente telegrama de Madrid. Con inmenso júbilo se apresura a publi­carlo. De nuestra provincia son los caudillos que se nombran. ¡Viva la Soberanía Nacional!

A fin de calcular la tirada de ejemplares, se abre una suscripción al precio de 10 reales cada uno; cuyo producto íntegro será librado a favor de los heridos y huérfanos de Madrid, en las inmortales jornadas de Julio.

La suscripción está abierta en las imprentas de los Sres. López de Tejada y Guindos, calle del Obispo y del Sr. Granadino, calle Maestra baja, a donde se dirigirán los pedidos, en carta franca, expresando los nombres de los suscritores, para poder incluirlos en la lista que se pu­blicará al fin de la obra.

Cada suscritor que tome diez ejemplares, recibirá uno gratis.No es necesario recurrir a pomposas alabanzas para recomendar esta publicación. El pen­

samiento sobre que se funda es altamente patriótico y humanitario y en las actuales circuns­tancias se recomienda por sí solo. No es el cálculo interesado de un editor, es la manifestación de un pueblo libre, la Corona que al altar de la independencia, llevó la ciudad de Jaén.

Cúmplenos consignar ahora y para concluir que los Sres. Guindos y López de Tejada, dando muestras de un patriotismo que les honra, se han brindado a hacer gratis la impresión y tirada de la obra que anunciamos.

JAEN 1854: Por los Sres. D. Antonio López de Tejada, y D. Narciso de Guindos, calle Obispo, núm. 2 y 8».

(18) Sancho Sáez: Op. cit., págs. 87-88. Se empecina el profesor Sancho en conside­rarlo monárquico en esos años, basándose en que Gutiérrez Gamero sólo considera como tal a Montero Moya y nada dice de Almendros, y a pesar del testimonio que recoge de Fernández del Pozo en el que el obispo Monescillo le manifiesta a nuestro poeta, entre cáustico y festivo: «Habéis traído la República para el pueblo; sólo falta traer el pueblo para la República».

(19) Por su parte, el profesor Sancho — op. cit., pág. 87— habla del vacío documental de estas fechas existente en el Archivo Municipal e, incluso, se lamenta de que Valeriano Bozal en su libro —«Juntas Revolucionarias. Manifiestos y proclamas de 1868»—. Edit. Cuadernos para el Diálogo; Madrid, 1968— no hubiese podido dar entrada por ello a la giennense.

Telegrama recibido el 3 de octubre, r ía s 10 y 25 minutos de la noche.

El Presidente de Madrid a los Presidentes de las Juntas revolucio­narias de las provincias.

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«Día solemne el de hoy para Madrid, día glorioso para toda Es­paña: desde la una hasta las cuatro y media han desfilado delante del Congreso, en cuyo peristilo se hallaba la Junta que tengo el honor de presidir. Las fuerzas del Ejército y las fuerzas populares, no cabe ma­yor entusiasmo: complacía y llenaba de orgullo ver unidos por el estre­cho lazo de la concordia y el cariño a los que hace pocos días se miraban como enemigos y hoy se abrazaban como hermanos. Después de esta grande solemnidad, no concluida hasta cierto punto, han entrado los Generales Duque de la Torre y General Serrano Bedoya con el simpá­tico y popular Sagasta. Los coches del Congreso han salido a esperar a los viajeros proscriptos: no podía darse un paso. Con dificultad han podido llegar al Ministerio de la Gobernación. El General Duque de la Torre ha arengado al pueblo entre aplausos y mil y mil demostracio­nes de entusiasmo. Júbilo en todas partes. El orden más completo y admirarán al pueblo de Madrid los extranjeros, por su energía y su pru­dencia. El Ejército muy satisfecho al ver las manifestaciones cariñosas del pueblo».

A NOMBRE DEL PUEBLO

Considerando que todos los leales patriotas de nuestra localidad, han de mirar con horror cualquier cosa que recuerde la execrable do­minación anterior y, sobre todo, las que directamente provengan de la escandalosa prodigalidad con que ha concedido privilegios la hoy para España extinguida raza de los Borbones.

DECRETA:

1. Se adhiere con entusiasmo a las manifestaciones consigna­das en los programas de las de Madrid, Sevilla, Cádiz y otras capitales de la Nación, por lo que se declara incapacitada la dinastía de Borbón para reinar en España.

2.0 Queda prohibido ostentar en toda clase de establecimientos públicos, armas o distintivos concedidos por doña Isabel de Borbón y su familia.

3. Los nombres de las calles que lleven denominaciones alusi­vas en cualquier sentido a la indicada raza, serán sustituidos por otros, que inmortalicen nuestra actual revolución, o nuestras inmarcesibles glorias nacionales.

Jaén, 4 de octubre de 1868. El Vicepresidente, Manuel Moreno y Barba.—Antonio Salido y Torres.—Gregorio Casanova.—Juan An­tonio González.—José María Carrillo Palomino.—José Calatayud.— Pedro de Miguel García.—Antonio Almendros Aguilar, Secretario.

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CORONA POETICADEDICADA

á 1p$ «atientes befensares í»c la libertas cspañala.

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E l grito de independencia dado en los campos de Vicálvaro lia resonado en el cora­zón de lodos los. verdaderos liberales. El pueblo del dos de mayo se ha levantado al oírlo, grande y lieróico como el pensamiento que lo impulsaba, generoso y honrado como las instituciones que deíeid 'a. 1.a aurora de la libertad ha aparecido de nuevo en nuestro horizonte y la nación ibera la ha saludado con entusiastas himnos de ale­g r a . Sobre las ruinas del depolismo, relia (levado la bandera del siete de Jtilioy á su scm bia el bardo español ha cantado las glorias del pueblo. I’a a eternizar esta v ic ­toria tienen el ctcullar su cincel, su arpa el poeta y el pintor sus pinceles: por que los grandes hechos deben ser inm orales. Por esto la ciudad de Jaén ha peinado en elevar un monumento aun que sencillo á los héroes de Julio y hacer una manifestación á la españa entera de los sentimientos que abriga y de las opiniones que nutre en su al­ma. l’ara llevar á cavo este pensamiento se trata de publicar una CORONA POÉTICA en la cual se encuentren reunidas todas las composiciones que al triunfo de la libertad han escrito los jóvenes que se dedican al cultivo de las bellas letras en esta capital.

Para que la cgccucion de este pensamieulo corresponda al objeto á que se destina, se hará una esmerada y correcta edición en cuarto prolongado con papel superior y tipos huevos.

A Cu de calcular la tirada de ejemplares, se abre una suscricion al precio de 10 reales cada uno; cuvo producto integro será librado á favor de los beridos y huérfanos de Madrid, en las inmortales jornadas de Julio.

La suscricion está abierta en las imprentas de los-Síes. López de Tejada y Guindos" calle del Obispo y del Sr. Granadino calle Maestra baja á donde se dirigirán los pedi­dos. en carta franca, esmerando los nombres de los suscrilores, para poder incluirlos en la lista que se publicará a! fin de la obra.

Cada suscritor que tóme diez ejemplares, recibirá uno gratis.No es necesario recurrir á pompo as alabanzas para recomendar esta publicación.

El pensamiento sobre que se fur.da es altamente patriótico y humanitario y en la s ac­tuales circunstancias, se recomienda por si solo. No es el cálculo interesado de un e - dilo'r, es la manifestación de un pueblo libre, la Corona que al aliar de la independen­cia,; llevó la ciudad de Jucn,

Cúmplenos consignar ahora y para concluir que los Sres. Guindos y López de Te­jada, dando muestras de un patriotismo que les honra, se lian brindado á hacer gratis la impresión y lirada de la obras que anunciamos.

-’ AFV 1 ¡}H t : Por los Sres P . An'op'o López de T ejida , y D. Narciso de Guindos calle Obispo m im í y 8