tres diálogos

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    TRES DIALOGOS

    ENTRE HILAS

    Y FILONS

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    PENSAMIENTOESPASA CALPE

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    G E O R G EB ERK E L E Y

    T R E S D I L O G O SE N T R E H I L A S

    Y FIL O N ST r a d u c c i n y e d i c i nGe r a r do L p e z Sa s t r e

    45290

    COLECCIN AUSTRALESPASA CALPE

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    Maqueta de cubierta: Enre Satu

    Depsito legal: M. 331996

    ISBN 8423973859

    Reservados todos los derechos. No se permite reproducir, al-macenar en sistemas de recuperacin de la informacin nitransmitir alguna parte de esta publicacin, cualquiera que

    sea el medio emp leado electrnico, me cnico, fotocopia,grabacin, e tc. , sin el perm iso previo de los titulares de

    los derechos de la propiedad intelectual.

    Impreso en Espaa/Printed in Spain

    Impresin: UNIGRAF, S. L.

    Editorial Espasa Calpe, S. A.

    Carretera de Irn, km 12,200. 28049 Madrid

    L

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    NDICE

    P r l o g o de Gerardo Lpez Sastre ......................... 9El contenido de losDilogos .................................. 13

    La pr e s e n t e e d i c i n ......................... ......................... 31

    B i b l i o g r a f a .................................................................. 33

    TRES DILOGOS ENTREHILAS Y FILONS

    Dedicatoria .................................................................... 37

    Prefacio .......................................................................... 39Primer dilogo .............................................................. 45Segundo dilogo ........................................................... 101Tercer dilogo............................................................... 129

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    PRLOGO

    En 1710, George Berkeley (un joven irlands de veinti-cinco aos) publicaba una obra con la que pretenda pro-vocar una renovacin radical en el mundo de la filosofa.

    Su mismo ttulo era ya toda una declaracin de intencio-nes: Un tratado sobre los principios del conocimiento huma-no, en donde se investigan las principales causas del error yde la dificultad en las ciencias, junto con los fundamentosdel escepticismo, del atesmo y de la irreligin. Hoy danadie duda de la importancia de la misma (de hecho es elescrito ms importante de Berkeley), pero tan evidentecomo esto es el hecho de que en su momento pas bas-tante desapercibida. Qu hacer ante esta situacin? Ber-keley estaba convencido de que el fracaso de su obra sedeba a dos caractersticas que poco tenan que ver consu contenido innovador. Primero estaba la circunstanciade que se hubiera publicado en Dublin y no en Londres.

    En segundo lugar haba que atribuir su falta de xito aque se trataba de una obra que haca pocas concesionesal lector. Es decir, se haba redactado pensando en unaaficin al estudio y en una voluntad de saber que lamayora de los lectores cultos del momento estaba lejos

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    de poseerAl menos, si estas eran las verdaderas causasde su falta de xito, el remedio pareca fcil. Haba queescribir una nueva obra en donde las mismas doctrinas se

    expusieran con un estilo ms gil, atractivo y pedaggico (y mejor para ello que escribir un dilogo?), y endonde el acento se pusiera en el acuerdo de su propiafilosofa con el sentido comn y los claros dictados de lanaturaleza. Por otra parte, haba que publicarla en Londres}Esta obra (publicada, efectivamente, en Londres en 1713)es la que aqu presentamos al lector, los T res D i lo g o s

    e n t r e H ila s y F ilo n s 2. Desde luego Berkeley no pudo

    1 Es interesante resaltar aqu que lo mismo iba a ocurrir treinta aosms tarde con el Tratado de la naturaleza humana de David Hume; unaobra que, por lo dems, desarrolla muchos de los temas del pensamientode Berkeley, aunque llevndolos a conclusiones directamente opuestas alas intenciones religiosas de este ltimo. Que Hume deba de conocer

    bien la obra de Berkeley puede apreciarse por el hecho de que en unacarta que escribi a su amigo Michael Ramsay para comunicarle quepretenda someter a su consideracin sus escritos es decir, el manus-crito de lo que iba a ser el Tratado de la naturaleza humanale aconsejala lectura de una serie de libros preparatorios para entender su propiafilosofa, entre los que incluye los Principios del conocimiento humanodel Doctor Berkeley. Esta carta se encuentra recogida en las pginas626627 del Textual Supplement de E. C. Mossner, The Life o f David

    Hume, Oxford University Press, Oxford, 2. ed., 1980.2 En el Prefacio a estosDilogos Berkeley aclara que su propsito alescribirlos es el de tratar de forma ms clara y completa ciertos

    principios establecidos en su Tratado sobre los principios del conocimientohumano. Y un poco ms adelante indicar igualmente: En este tratado[es decir, en los Dilogos], que no presupone en el lector ningn conoci-miento de lo que se contena en el primero, mi propsito ha sido el deintroducir en la mente las nociones que presento de la forma ms fcil yfamiliar; especialmente porque conllevan una fuerte oposicin a los

    prejuicios de los filsofos que hasta ahora han prevalecido en contra delsentido comn y de las nociones naturales de la humanidad, Three

    Dialogues between Hylas and Philonous, en The Works o f George Berke-ley, editadas por A.A. Luce y T. E. Jessop. Nelson, Londres, 1946,vol. 2., pgs. 167 y 168 (lo que aparece entre corchetes es un aa-

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    hacerlo mejor en lo que se refiere a ofrecer una exposicininteresante y amena de su filosofa. En este sentido esinteresante citar la carta que sir John Percival dirigi aBerkeley comunicndole su impresin de los D i l o g o s :He ledo su ltimo libro de principio a fin, y creo que contanta aplicacin como la que siempre he dedicado a cual-quier obra. Estoy convencido de que el nuevo mtodo, pormedio del dilogo, que usted adopta ha hecho que susignificado se entienda mucho ms fcilmente, y de queera el procedimiento ms adecuado que poda utilizar

    para un argumento de esa clase, en donde era seguro queel prejuicio en contra de su novedad levantara innumera-bles objeciones, que no se podan plantear y responder deuna forma ms fcil que mediante la utilizacin del dilo-go. No es usual que hombres que poseen una nueva opi-nin planteen tantos argumentos en su contra como ustedha hecho, tanto si esto es por falta de honestidad, y poruna parcialidad en su favor, de tal modo que no soportanver que sus nociones se consideren bajo todas las perspec-tivas, como si es porque estn ciegos y no perciben real-mente el peso y el nmero de las razones en su contra;

    pero, afirmo con toda sinceridad que estoy igualmentesorprendido del nmero de objeciones que usted presenta

    y de las respuestas satisfactorias que ofrece despus, ydeclaro que soy mucho ms de su opinin de lo que lo eraan tes 3.

    dido nuestro). A partir de ahora citaremos siempre como Dialogues,poniendo a continuacin la pgina de esta edicin. Para una compara-

    cin entre el contenido del Tratado y el de los Dilogos puede acudirsea las pginas 150154 de la Introduccin del editor, y a las observacionesde la nota 4 de George Pitcher, Berkeley, F.C.E., Mxico, 1983,

    pg. 118.3 Citado en la Introduccin del editor, Dialogues, pg. 156.

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    Que, a pesar de los esfuerzos de Berkeley, la obra pasa-ra casi tan desapercibida como la anterior no dice muchoen favor del ambiente filosfico que predominaba en la

    Gran Bretaa de la primera mitad del siglo xvill. Es cier-to, sin duda, que normalmente uno escribe para sus con-temporneos y motivado por las preocupaciones que lecircundan; pero no es menos cierto que las obras filosfi-cas tienen una longevidad tan sorprendente como caracte-rstica. Ello permite que hoy en da se considere a losD i l o g o s como una de las mejores obras para acceder al

    mundo de la argumentacin filosfica4. En este sentido, elesfuerzo de Berkeley mereci la pena y ha acabado encon-trando su recompensa.

    4 As, por ejemplo, en la Introduccin a una conocida enciclopediabritnica de filosofa, su editor, J. O. Urmson, escribe: Aconsejaramos

    al principiante en filosofa que comenzara leyendo a alguno de losgrandes clsicos de la filosofa ms simples, como por ejemplo, los

    Dilogos entre Hylas y Filons, de Berkeley; el Discurso del mtodo, deDescartes; el Ensayo sobre el entendimiento humano, de Hume; La rep-blica, de Platn; el Utilitarismo, de Mili, yLos problemas de la filosofa,de Russell. No recomendamos estos libros porque el editor de estaenciclopedia est de acuerdo con ellos ni porque crea que el lector va aestarlo; nadie podra estar de acuerdo con ellos, porque disienten entre

    s. Los recomendamos por ser productos apasionantes y atrevidos dealgunas de las ms grandes inteligencias filosficas que han tratado lostemas filosficos y por ser simples en el sentido de que su intencingeneral quedar clara inmediatamente a cualquier lector atento, aunquenunca los agote. Todo lector de libros tales como estos (los libros y nomeras selecciones de ellos) que no logre interesarse, puede suponer conseguridad que la filosofa no es para l. J. O. Urmson (dir.), Enciclope-dia concisa de filosofa y filsofos, Ediciones Ctedra, Madrid, 1982,

    pg. 17. Por lo dems, Urm son tiene un estudio tan breve como excelen-te sobre nuestro autor. Se titula nicamente Berkeley, y est publicado

    por Alianza Editorial, Madrid, 1984 (aunque hay que destacar que enesta traduccin su apellido aparece mal escrito Ursom por todas

    partes).

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    E l c o n t e n i d o d e l o s D i l o g o s

    Igual que en el caso de suTratado

    , el ttulo completo dela obra es excepcionalmente importante para comprenderel propsito al que Berkeley apuntaba. Su subttulo era,efectivamente, el siguiente: Cuya intencin es demostrarclaramente la realidad y perfeccin del conocimiento huma-

    no, la naturaleza incorprea del alma, y la providenciainmediata de una Deidad, en oposicin a escpticos y ateos;

    y tambin iniciar un mtodo que convierta a las ciencias enms fciles, tiles y concisas5. Como puede verse, Berkeleypretenda lograr objetivos muy diversos (es ms, conside-raba que la consecucin de todos ellos dependa de unmismo punto: el establecimiento del inmaterialismo). Peroslo dos de ellos van a ser objeto de nuestra atencin, pues

    son los que ocupan el lugar central de su filosofa. Son supropsito de demostrar la perfeccin del conocimientohumano, y con ello oponerse a los planteamientos escp-ticos; y su intencin de demostrar la providencia divina,rechazando as cualquier modalidad de atesmo.

    Los DILOGOS narran la discusin que a lo largo de tresmaanas consecutivas mantienen Hilas (cuyo nombre

    significa materia) y Filons (es decir, amigo o aman-te de la mente), que es quien representa a Berkeley.Desde el primer momento Filons aparece representadocomo defendiendo la extravagante teora de que no existela materia6. Pero lo que va a estar muy claro tambin desdeel principio es que de ninguna manera duda de la existen-cia de las cosas sensibles, es decir (y la aclaracin es, como

    5 En la tercera edicin todo esto qued reducido a en oposicin aescpticos y ateos.

    6 Vase Dialogues, pg. 172.

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    se ver, muy importante), de aquello que se percibe inme-diatamente por los sentidos. Ahora bien, qu es lo que deverdad percibimos a travs de los mismos? Est claro que

    por la vista percibimos la luz, colores y figuras; que el odoy el paladar slo perciben, respectivamente, sonidos ysabores; que el olfato slo nos informa de olores y que eltacto slo percibe cualidades palpables7. Las cosas sensi-

    bles no parecen ser, por tanto, sino meras combinacionesde cualidades sensibles. En este sentido, y con un ejemploque pone el mismo Filons, una cereza no es sino una

    coleccin de impresiones sensibles o ideas percibidas atravs de los diferentes sentidos que une la mente al ob-servar que se acompaan las unas a las otras (el paladarpercibe un sabor especial, la vista percibe al mismo tiem-po el color rojo y una determinada figura, el tacto unadeterminada redondez y suavidad, etc.)8. Pues bien, es elmomento de preguntarse lo siguiente: dnde est el saborde eso que llamamos cereza? Para responder a esta pre-gunta bastar con que consideremos que hablar de saboresno es sino otra forma de hablar de una clase particular de

    placer o dolor (pues, no es evidente que un sabor dulcees una sensacin placentera y un sabor amargo una sensa-cin dolorosa?)9; es esta reflexin la que contesta nuestra

    pregunta: el sabor de la cereza, en tanto que no es sinouna sensacin, slo puede existir en la mente. Qu pasa,a su vez, con el color de la misma? Habra que preguntar-se, qu pasa con todos los colores? Lo cierto es que loscolores que aparecen cuando miramos un objeto a travsde un microscopio son muy distintos de los que percibi-mos a simple vista. Es ms, las nubes que a lo lejos se ven

    7 Vase Dialogues, pg. 175.8 Ibid., pg. 249.9 Ibid., pgs. 179 y 180.

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    rojas o azules pareceran grisceas o blancas si consigui-ramos aproximarnos a las mismas. Los colores no son, portanto, sino otras tantas ideas que se encuentran en nuestramente.

    Pero esto que podramos llamar el carcter dependientede la mente de ciertas cualidades10(a las que los filsofosdel momento llamaban cualidades secundarias), se aplicaa todas las cualidades por igual? Hilas se resiste a recono-cerlo. Destaca que existen otras cualidades, las cualidades

    primarias, cuya existencia no depende de la mente. Este

    sera el caso de la extensin, la solidez, el movimiento y elreposo, e tc .11. El anlisis que Filons hace de estas cuali-dades primarias resulta interesante. Por lo que se refierea la extensin, observa que parece evidente que un carover cada una de sus patas como un cuerpo de una exten-sin considerable; pero que este, obviamente, no es nues-tro caso. A nosotros nos parecern un mero punto. Resul-ta, entonces, que lo que para nosotros es apenas discerni-ble, para un animal mucho ms pequeo puede aparecercomo una enorme m ontaa12. No podemos hablar, portanto, de la extensin como de algo que existe de formaindependiente de la mente.

    Por lo que se refiere al movimiento y al reposo, la

    postura de Filons es la siguiente: el tiempo se mide porla sucesin de ideas en nuestra m ente13, y nuestras ideas

    10 Otra de ellas sera lo que llamamos la temperatura de los objetos.Basta con que una de nuestras manos est fra y la otra caliente para que,al meterlas en un mismo recipiente de agua, sta nos parezca al mismotiempo clida y fra. Vase Dialogues, pgs. 178 y 179.

    11 Para la distincin entre cualidades primarias y secundarias, vaseDialogues, pgs. 187 y 188.

    12 Vase Dialogues, pg. 189.

    13 Ibid., pg. 190. Uno podra recordar aqu expresiones del tipoqu pronto pasa el tiempo, se me ha hecho muy largo, etc., que indi-

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    pueden sucederse unas a otras mucho ms rpidamenteque como fluyen en la mente de otra persona o de otroser. Ahora bien, si esto es as, lo que a m me parece lento

    a ese otro ser o a otra persona le parecer que estocurriendo muy rpidamente.El mismo tipo de argumentacin puede aplicarse a la

    solidez. Si estamos pensando en lo que nosotros percibi-mos, la solidez slo puede significar la dureza o resisten-cia. Pero lo que se resiste a mis esfuerzos puede parecermuy blando a un animal dotado de una fuerza mucho

    mayor u.Para evitar estas conclusiones Hilas presenta la siguien-

    te propuesta: Ahora bien, aunque se reconozca que gran-de ypequeo, consistiendo meramente en la relacin queotros seres extensos tienen con las partes de nuestrospropios cuerpos, no son realmente inherentes a las sustan-

    cias mismas; nada nos obliga, sin embargo, a mantener lomismo con respecto a la extensin absoluta, que es algoobtenido haciendo abstraccin de lo grande y lopequeo,de esta o aquella magnitud o figura particular. Y lo mismopuede decirse en relacin al movimiento, rpido y lentoson completamente relativos a la sucesin de ideas ennuestras propias mentes. Pero de que estas modificacio-nes del movimiento no existan sin la mente no se sigueque, por lo tanto, no exista el movimiento absoluto obte-nido haciendo abstraccin de las mismas 15. Es aqu don-de entra en juego la crtica a las ideas generales abstractasque Berkeley haba desarrollado en la Introduccin a suTratado. All, en efecto, haba escrito: Si otros tienen esta

    can la dependencia del tiempo del estado de la mente de quien laspronuncia.

    14 Vase Dialogues, pg. 191.15 Dialogues, pg. 192.

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    facultad maravillosa de abstraer sus ideas, ellos son los quemejor lo pueden decir. Por mi parte encuentro realmenteque tengo una facultad de imaginar o representarme las

    ideas de aquellas cosas particulares que he percibido yunirlas y dividirlas de diversas maneras. Puedo imaginarun hombre con dos cabezas o la parte superior de unhombre unida al cuerpo de un caballo. Puedo considerarla mano, el ojo y la nariz por s mismas, abstradas oseparadas del resto del cuerpo. Pero cualquiera que sea lamano o el ojo que imagine, debe tener alguna forma y

    color particular. De la misma manera, la idea de hombreque me forme debe ser de un blanco, de un negro o de unhombre moreno, erguido o encorvado, alto, bajo o demediana estatura. No puedo, por ningn esfuerzo de pen-samiento, concebir lapdea abstracta antes descrita [Berke-ley se refiere a una idea abstracta de hombre sin ningunade las caractersticas concretas que acaba de mencionar].Y me es igualmente imposible formarme la idea abstractade movimiento distinta del cuerpo que se mueve, y que noes ni rpido ni lento, ni curvilneo ni rectilneo; y lo mismopuede decirse de cualquier otra idea general abstracta ,6.De acuerdo con lo que aqu afirma Berkeley, se desprendeque las ideas son imgenes mentales, y est claro que las

    imgenes slo pueden ser particulares. No puedo formar-me ni la idea (imagen) de hombre en general, independien-temente de un conjunto de caractersticas concretas; ni laidea (imagen) de tringulo en general, es decir que no sea

    16 A Treatise Concerning the Principles o f Hum an Knowledge, Intro-duccin, seccin 10. Lo que aparece entre corchetes es un aadido

    nuestro (esta obra se encuentra recogida en el mismo volumen que losDilogos en la edicin citada en la nota 2. A partir de ahora la citaremoscomo Treatise, indicando a continuacin el nmero de la seccin; lo quepermitir localizar nuestras citas en cualquier edicin o traduccin de laobra que se utilice).

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    ni rectngulo, ni equiltero, ni escaleno, etc., sino todas yninguna de estas cosas a la vez; ni la idea (imagen) demovimiento en general o extensin en general desprovista

    de todos esos modos sensibles, como rpido y lento,grande y pequeo, redondo y cuadrado, y otros parecidos,que se reconoce que existen slo en la mente I7.

    No podemos detenernos ms en el anlisis de las cuali-dades que realiza Berkeley. Lo nico que nos interesaresaltar es su conclusin de que todo lo que percibimosson ideas. Pero, si todo lo que percibo son ideas, qudistincin podra haber entre las visiones de un sueo, lasfantasas de mi imaginacin y las ideas que constituyen loque consideramos que es la realidad? Acaso no son todasellas ideas que estn por igual en mi mente? Es aqu dondems de uno destacar (y har bien) que es claro queexisten ideas que yo mismo formo gracias a un acto de mi

    voluntad (las ideas de mi imaginacin); pero que hay otrasideas que, por decirlo as, se me imponen; que encuentroque no las he creado yo mismo y que, por tanto, resultanser en cierto sentido independientes de mi mente. Acaso

    17 Dialogues, pg. 193. Hay que observar aqu que cuando Berkeleyniega las ideas generales abstractas no est negando las ideas gene-

    rales, que para l son ideas ordinarias, en s mismas particulares (esdecir, imgenes mentales), pero que cumplen una funcin especial, la derepresentar a todas las ideas particulares de la misma clase. Vase Trea-tise, Introduccin, secc. 12. Con un ejemplo que all mismo pone Berke-ley: Supongamos que un gemetra est demostrando el mtodo paradividir una lnea en dos partes iguales. Traza, por ejemplo, una lneanegra de una pulgada de largo; sta, que en s misma es una lnea

    particular, es, sin embargo, general con respecto a su significacin, pues,

    como aqu se la usa, representa a todas las lneas particulares, sean lasque sean; porque aquello que se demuestra de la misma, se demues-tra de todas las lneas o, en otras palabras, de una lnea en general.Para un anlisis de las dificultades de esta teora puede acudirse aJ. O. Urmson, Berkeley, ed. cit., pgs. 45 y 46.

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    est en mi poder determinar a placer qu ideas particu-lares me afectarn cuando abra mis ojos por la maana?Puedo alejar un dolor igual que puedo decidir borrar

    determinadas fantasas de mi imaginacin? Hay, por con-siguiente, unas ideas que entendemos que constituyen larealidad18. Cul es su origen? A qu remiten las mismas?Una respuesta posible y aparentemente convincente es laque proporciona lo que se suele llamar la teora representacionista del conocimiento. Consiste en observar que al-gunas de mis ideas son provocadas en m por objetos

    exteriores, a los que, por muchas distorsiones que generenmis sentidos en el acto de la percepcin, en ltima instan-cia esas ideas representan. En suma, detrs de la mayorade mis ideas, y provocando su aparicin en mi mente,estaran las cosas reales, los objetos externos y mate-riales, algo que existe independientemente de que yo o

    cualquier otra persona lo perciba. En efecto, una cosa esconvencerse de que las ideas no existen sin la mente (locual parece muy evidente), y otra pensar que no hay unosobjetos reales dotados de una existencia externa absolu-ta a los que las ideas, por decirlo de alguna manera,copian (lo cual parece casi imposible de c reer)19.

    Aqu es donde se percibe toda la grandeza de la filosofade Berkeley. Porque, como muy bien notar Filons, esta

    18 Alguien podra querer matizar en este momento que estas son lasideas que entendemos que nos hablan de la realidad, no que la constitu-yen. Esa persona habra empezado a darse cuenta de adonde le conduceel pensamiento de Berkeley.

    19 Hilas est expresando el punto de vista convencional cuando afir-

    ma: creo que hay dos clases de objetos; los unos percibidos inmediata-mente, a los que se denomina tambin ideas; lo otros son cosas reales uobjetos externos percibidos por mediacin de ideas, que son sus imge-nes o representaciones, Dialogues, pg. 203, y vase, igualmente, la

    pg. 205.

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    teora representacionista es el origen del escepticismo.Algo de lo que es fcil darse cuenta una vez que se atiendea lo siguiente. Caben, en efecto, dos posibilidades: que losobjetos externos sean percibidos o que no lo sean. Ahorabien, la primera posibilidad ha de excluirse inevitablemen-te. Los supuestos objetos materiales no pueden percibirse,pues hemos visto que lo nico que percibimos son ideas,y ahora estamos tratando del correlato de las mismas (sies que lo hay); luego esos objetos han de ser en s mismosimperceptibles. Pero nos encontramos entonces con la

    dificultad que expresan las siguientes preguntas: Cmoes posible, entonces, que cosas variables y en perpetuoflujo, como son nuestras ideas, sean copias o imgenes deuna cosa estable y constante [como se supone que sera elobjeto exterior]? O, en otras palabras, puesto que todaslas cualidades sensibles, como el tamao, la figura, el co-lor, etc., es decir, nuestras ideas, estn cambiando conti-nuamente en base a cualquier alteracin de la distancia,del medio o de los instrumentos de la sensacin, cmopueden unos objetos materiales determinados ser adecua-damente representados o pintados por varias cosas distin-tas, cada una de las cuales es tan diferente y distinta delresto? O, si dices que el objeto slo se parece a una de

    nuestras ideas, cmo seremos capaces de distinguir lacopia verdadera de todas las falsas?20. Dicho brevemen-te, puesto que lo nico que percibimos son ideas, cmopodemos suponer que stas, lo nico sensible que hay,puedan ser semejantes o representar a unos objetos exte-riores que han de ser insensibles?21. Cuando el partidariode la teora representacionista comprende esta sencilla

    20 Dialogues, pgs. 205 y 206 (lo que aparece entre corchetes es unaaclaracin nuestra).

    21 Vase Dialogues, pg. 206.

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    verdad se convierte en un escptico. En vez de renunciara su teora insistir en que sus originales existen; perocomo las ideas no pueden representarlos se seguir inevi-tablemente que la naturaleza de los objetos reales nos esdesconocida. Como le reprocha Filons a Hilas: Tu opi-nin es que las ideas que percibimos a travs de nuestrossentidos no son las cosas reales, sino imgenes o copiasde las mismas. Nuestro conocimiento, por lo tanto, noes real sino en la medida en que nuestras ideas sonrepresentaciones verdaderas de esos originales. Pero

    como esos supuestos originales son en s mismos descono-cidos, es imposible saber hasta qu punto nuestras ideasse les parecen o si se les parecen en absoluto. Por lo tantono podemos estar seguros de que tengamos ningn cono-cimiento real 22.

    El escepticismo y todas sus dudas, por tanto, no sonsino el resultado de la creencia en un mundo materialindependiente de la mente y de la desconfianza hacianuestras ideas, pues pronto se descubre que stas de nin-guna manera pueden revelarnos la supuesta naturalezaverdadera del mismo. Pero, cabe pensar en una solucinms fcil para el escepticismo que afirmar que las cosasreales son aquellas mismas cosas que veo, toco y percibo

    a travs de los sentidos (es decir, las ideas)?23. Las ideasno son, por tanto, copias o representaciones de nada, sonla misma realidad24. Como observar Filons, no es

    22 Dialogues, pg. 246, y vase, igualmente, la pg. 227.

    23 VaseDialogues, pg. 229.

    24 Puede que esta opinin, que implica que no existe la materia,

    parezca ridicula. De hecho, se lo pareci al doctor Johnson, quien pensque poda refutarse dando una patada a una piedra. Pero alguien con-vencido de la verdad de la filosofa de Berkeley podra preguntar: nos

    pone esa accin en contacto con algo que no sea una sensacin deresistencia y, a lo mejor, un considerable dolor? Y pretenda el doctor

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    que l desee cambiar las cosas en ideas; son las ideas lasque se convierten en cosas, en las cosas reales25.

    Pero si lo nico que hay son ideas, cmo podemos

    resolver la dificultad sobre la que antes llambamos laatencin? Cmo distinguir, en suma, entre la realidad yel sueo? La respuesta de Berkeley consiste en afirmarque la distincin se efecta entre diferentes tipos de ideas:

    1. Mientras que las ideas de la imaginacin y lasvisiones de un sueo son dbiles y confusas, las ideas queconsideramos que constituyen la realidad son ms inten-

    sas, permanentes y claras.2. Las ideas de la imaginacin dependen enteramente

    de la voluntad, mientras que las otras son independientesde la misma.

    3. El que constituye seguramente el criterio ms im-portante: Las ideas a las que consideramos como cosas

    reales se presentan en un curso o serie regular, y estnconectadas y son concordantes con las ocupaciones prece-dentes y posteriores de nuestras vidas26.

    Parece evidente que cuando estos criterios se aplicanconjuntamente nos permiten discriminar fcilmente entrela realidad y la ficcin. Es verdad que las ideas de lossueos no dependen de la voluntad, pero no son tan fuer-tes como las ideas sensoriales. Las alucinaciones que pro-voca mi imaginacin pueden tener ms fuerza que lasideas de los sentidos, pero no se presentan en un cursoregular que hayamos encontrado en otras ocasiones yaparecen divorciadas de las ideas anteriores y posteriores.Aparecen, por tanto, en ruptura con esa serie continua de

    Johnson que la materia era una tal sensacin (es decir, una idea par-ticular)?

    25 Vase Dialogues, pg. 244.26 Ibid., pgs. 215 y 235, y Treatise, secc. 2830.

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    ideas que es la que constituye la realidad. Tenemos, portanto, que son las caractersticas perceptibles de nuestrasideas las que establecen la discriminacin entre la realidad

    (las ideas que consideramos que constituyen la realidad) ylas ideas producto de la fantasa y el sueo.Todava quedara un ltimo recurso para defender la

    existencia de la materia. Acabamos de ver que las ideasque forman la realidad aparecen en un orden o secuenciaque es independiente de nuestra voluntad. Ya sabemosque no tiene sentido preguntarse si representan a algn

    objeto exterior o son imgenes del mismo; pero s quecabe interrogarse por su causa. Como preguntbamos an-tes: puesto que no se originan en mi voluntad, de dndesurgen?, cul es su origen?, qu o quin las pone en m?Es como respuesta a esta pregunta que ha de interpretarsela siguiente propuesta de Hilas: Me encuentro afectadopor varias ideas, de las que s que no soy la causa; y ellastampoco son la causa de s mismas, o unas de otras, ocapaces de subsistir por s mismas, pues son cosas com-

    pletamente inactivas, fluctuantes y dependientes. Por lotanto, tienen alguna causa distinta de m y de ellas mismasde la que no pretendo saber nada ms, excepto que es lacausa de mis ideas. Y a esta cosa, sea lo que sea, la llamo

    m ateria27.Pero, en realidad, con semejante afirmacin no se salva

    a la materia. Porque, no resulta arbitrario decir que lacausa de las ideas, sea la que sea, ha de llamarse materia?Filons va a preguntar insistentemente: cmo podra sercausa del pensamiento lo que no piensa?28, cmo una cosaque no tiene ideas en s misma podra comunicrmelas?

    27 Dialogues, pg. 216.28 Vase Dialogues, pg. 216.29 Ibid., pgs. 239 y 240.

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    No se trata, por tanto, de que el razonamiento de Hilasest infundado en lo que se refiere a la necesidad de inferiruna causa a partir de los fenmenos (de las ideas), lo queocurre es que, como insistir Filons, si hemos de suponerque esa causa piensa y posee ideas, carece entonces desentido llamarla materia en vez de espritu.

    Es aqu donde aparece el tema de Dios en la filosofade Berkeley. Puesto que las ideas slo pueden existir enuna mente, la necesidad de buscar un origen de esas ideasque no dependen de m es lo que le permite a Berkeley

    concluir que tienen que existir en la mente divina. Comose expresa Filons: Es evidente que las cosas que perciboson mis propias ideas, y que ninguna idea puede existir amenos que est en una mente. Y no es menos claro queestas ideas o cosas percibidas por m, o ellas mismas o susarquetipos, existen independientemente de mi mente,puesto que s que yo mismo no soy su autor, ya que noest en mi poder determinar a placer qu ideas particu-lares me afectarn cuando abra mis ojos o aguce el odo.Por lo tanto deben existir en alguna otra mente, cuyavoluntad es que esas ideas se presenten ante m 30. Habrque admitir, por consiguiente, que: Hay una mente queme afecta en todo momento con todas las impresiones sen-

    sibles que percibo. Y, a partir de la variedad, orden yaspecto de stas [ideas], concluyo que su Autor es sabio,

    poderoso, y bueno ms all de toda comprensin... digo

    30 Dialogues, pgs. 214 y 215. Hay en este texto una clara ambige-dad. Las ltimas palabras sugieren que las ideas que se presentan antem son las mismas que existen en la mente divina. Pero, por otra parte,

    el hablar de las ideas percibidas por m o sus arquetipos indica queBerkeley no deseaba comprometerse con esa postura, sino dejar el asun-to sin determinar. Vase la nota 2 en la pgina 170 de Berkeley: Philo-sophical Works, including the works on vision, Introduccin y notas deM. R. Ayers, Dent, Londres y Melbourne, 1975.

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    que las cosas percibidas por m son conocidas por elentendimiento y producidas por la voluntad de un esprituinfinito31.

    Lo que tenemos aqu, por tanto, es una nueva pruebade la existencia de Dios. Pretende ir desde la existencia ennosotros de ideas que escapan al control de nuestra volun-tad a la necesidad de que exista un espritu que nos lashaga perceptibles. En este sentido, su gran ventaja estaraen que, como muy bien lo expresa Pitcher, pone a Diosen el centro de nuestras vidas. Tiene a Dios produciendo

    en nuestras mentes efectos conscientes, fantsticamentecomplejos, durante cada momento de nuestra vida de vigi-lia. El inters ntimo por nuestros bienestares individuales,que Dios demuestra de esa manera, puede slo hacer quele amemos y que confiemos en l32. Ahora bien, para quese pueda producir un tal amor hay que convencerse pri-mero de que, como acabamos de ver que piensa Berkeley,

    31 Dialogues, pg. 215 (lo que aparece entre corchetes es una aclara-cin ma); y vase igualmente Treatise, secc. 146. Tambin es muy im-portante destacar aqu lo que dice Filons ms adelante: Es evidenteque [muchas ideas] tienen una existencia exterior a mi mente, puesto queencuentro por experiencia que son independientes de la misma. Hay, porlo tanto, otra mente en donde existen durante los intervalos entre los

    momentos en que yo las percibo; igual que existan antes de mi nacimien-to y lo harn despus de mi supuesta aniquilacin. Y como lo mismo esverdad con respecto a todos los otros espritus creados y finitos, se siguenecesariamente que hay una mente eterna y omnipresente que conoce ycomprende todas las cosas, y las presenta ante nuestra vista de unamanera y de acuerdo con unas reglas que l mismo ha decretado yque nosotros denominamos las Leyes de la Naturaleza, Dialogues,pgs. 230 y 231 (lo que aparece entre corchetes es un aadido mo).

    32 G. Pitcher, Berkeley, ed. cit., pg. 163. Filons destacar, en efec-to, que si los hombres creyeran que Dios est inmediatamente presentey actuando en sus mentes sin la interposicin de la materia o de causassegundas no pensantes se preocuparan mucho ms de la moralidad desus acciones. Vase Dialogues, pg. 153.

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    ese ser es sabio, poderoso, y bueno ms all de todacomprensin, y que, por tanto, su inters por nosotros esverdaderamente benevolente. Pero la verdad es que siBerkeley est pretendiendo argumentar a favor de un sersabio y bueno, y quiere al mismo tiempo que estos trmi-nos se tomen en un sentido que nos resulte comprensi-

    b le33, su argumento se vuelve muy cuestionable. No setrata de que podamos convertir a Dios, como en un deter-minado momento observa Hilas, en el responsable de cual-quier crimen; pues la autora de los mismos es fcilmente

    imputable responder Filonsa un mal uso por nues-tra parte de las capacidades que Dios nos ha d ado34. Pero,qu ocurre con lo que llamamos el mal natural? Ha-blando de la presencia del mal en el mundo precisamenteen el contexto del estudio de las pruebas de la existenciade Dios y de sus atributos, Hume escribir: Cuntossucumben bajo el prolongado tormento de las enfermeda-des? Escucha la pattica enumeracin del gran poeta:

    Clculos y lcera, clicos,frenes demonaco, abatida melancolay la locura luntica, lnguida atrofia,marasmo y peste devastadora.Horrible era la agitacin,

    profundos los gemidos...35.

    33 Y esto cabe pensar de afirmaciones como la siguiente: Cuandodigo la existencia de un Dios no quiero decir una oscura causa generalde las cosas, de la que no tenemos ninguna concepcin, sino Dios en el

    sentido estricto y propio de la palabra. Un ser cuya espiritualidad, omnipresencia, providencia, omnisciencia* bondad y poder infinitos, son tanvisibles como la existencia de las cosas sensibles, Dialogues, pg. 257.

    34 Vase Dialogues, pgs. 236 y 237.35 Dilogos sobre la religin natural, en David Hume: Historia natural

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    No hace falta continuar con la cita de los versos deMilton que Hume realiza. Aquello a lo que apunta es muyevidente. Pero, segn Berkeley, es la voluntad de Dios la

    que nos presenta directamente todas las enfermedades!Todo dolor no es sino una idea con la que Dios decideafectarm e!36. Si estos son los efectos (ideas) que provocaen nosotros, no parece que estemos autorizados a inferirsu sabidura, poder y bondad37.

    Una respuesta posible a nuestra objecin sera la detomar ese ms all de toda comprensin en un sentidoque podemos llamar fuerte. Afirmar que la naturalezade Dios es incomprensible para los espritus fin itos38, yque por lo tanto trminos como bueno o sabio no hande tomarse en ningn sentido parecido o anlogo al queadoptan estos trminos en el lenguaje ordinario. Pero con

    de la religin. Dilogos sobre la religin natural, Prlogo a la edicincastellana de Javier Sdaba, Traduccin de ngel J. Cappelletti, HoracioLpez y Miguel ngel Quintanilla, Ediciones Sgueme, Salamanca, 1974,

    pg. 164.

    36 No pretendo que esto sea una objecin particular contra la filoso-fa de Berkeley. De hecho, lo es contra cualquier variedad del argumentodel designio. Pero s pretendo sugerir que resulta especialmente relevan-te para un sistema como el de Berkeley, que como estamos viendosita a Dios en su mismo centro y que insiste en las ventajas morales deesa presencia inmediata de Dios. En el contexto de su sistema serainteresante preguntar: Qu resultados morales tendra el convencimien-to de la accin inmediata sobre nosotros de un ser al que es probable quele resulte indiferente nuestra felicidad?

    37 En un determinado m omento Filons le pregunta a Hilas: Vas adejar de creer en la providencia de Dios porque pueda haber algunas

    cosas particulares que no sabes cmo reconciliar con ella?, Dialogues,pg. 259. Pero esta pregunta slo tendra sentido si estuviramos previa-mente convencidos de la providencia divina, que es precisamente lo quehay que demostrar.

    38 Vase Dialogues, pg. 254.

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    esto cabra argumentardesaparece todo el valor de lasupuesta prueba de Dios; pues tener un concepto ms allde toda comprensin y no tener ningn concepto en abso-luto parece que se diferencian muy poco39. El espritu quecausa nuestras ideas acaba siendo en lo que a sus atributosmorales se refiere tan desconocido como la materia. Y ellosiempre que encontrramos alguna razn para negarnos aaceptar lo ms obvio: que, por lo que nosotros sabemos,carece de los mismos y no se preocupa del dolor que noscausa40.

    Si admitimos que todo el sistema filosfico de Berkeleypuede considerarse como una metafsica testa o, incluso,

    19 Como dice uno de los personajes delAlcifrn de Berkeley: Debessaber que Digoras, un hombre de vasta lectura e investigacin, descu-

    bri que una vez los telogos ms profundos y especulativos, encontran-

    do imposible conciliar los atributos de Dios, tomados en el sentido usualo en cualquier otro sentido conocido, con la razn hum ana y las aparien-cias de las cosas, establecieron que las palabras conocimiento, sabi-dura, bondad y otras semejantes, al hablar de Dios, deben entender-se en un sentido completamente diferente al que se les da en su acepcinvulgar, o en cualquiera que pueda pensarse o imaginarse. As, cualquierobjecin que pueda presentarse contra los atributos de Dios, ellos laresuelven con facilidad, negando que estos atributos se apliquen a Dios,

    en este o ese o cualquier otro sentido conocido; lo cual es lo mismo quenegar que le pertenecen en absoluto. Y as, negando los atributos deDios, niegan su existencia, aunque quiz no se den cuenta de ello,

    Alcifrn o el filsofo minucioso, Traduccin de Pablo Garca Castillo,Introduccin y notas de Cirilo Flrez Miguel, Ediciones Paulinas, Ma-drid, 1978, pg. 248.

    40 Y, por cierto, por qu habra de existir un nico espritu, y no,por ejemplo, uno que causara las ideas placenteras y otro que provocara

    aquellas que resultan dolorosas? El pensamiento de Berkeley ejemplificamuy bien la sospecha de que muchas veces la filosofa no ha sido unaactividad de investigadores dispuestos a dejarse llevar por donde losargumentos les condujeran, sino el intento de confirmar unos supuestosprevios.

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    una apologa religiosa41, la verdad es que no cabe sinoconcluir que se salda con un gran fracaso. El camino queva a recorrer la modernidad tiene mucho ms que ver conestas ltimas reflexiones que hemos hecho que con elpropsito de Berkeley de detener el progreso de la secu-larizacin. En este sentido, Berkeley no es nuestro con-temporneo. Pero todava queda su anlisis de la percep-cin, la bsqueda de un empirismo consecuente, el proble-ma que aqu no hemos tratadode cmo podemos ase-gurarnos de la existencia de otras personas, etc. Y, en

    ltimo trmino, para saber lo que somos a veces es conve-niente recordar aquello que hemos superado. Todo ello

    lo actual y lo definitivamente caduco hace que leer aBerkeley sea interesante.

    41 Vase Diego MorilloVelarde Tabem: El pensamiento religio-so de Berkeley, en J. Gmez Caffarena y J. M. Mardones (coords.),

    La tradicin analtica. Materiales para una filosofa de la religin, II,Ed. Anthropos, Barcelona, 1992, pg. 35.

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    LA PRESENTE EDICIN

    Por ltimo, unas palabras sobre nuestra traduccin. Lahemos realizado sobre la edicin de los DIALOGOS men-cionada en la nota 2. All se presenta el texto de la edicinde 1734 (a la que se denomina edicin C, denominacinque nosotros hemos seguido en nuestras notas), y se reco-gen como notas a pie de pgina las variantes que presen-

    taban las dos ediciones anteriores: la primera edicin, en1713, a la que se denomina A; y la que apareci comosegunda edicin en 1725 (sin otro cambio que la pginaque contena el ttulo), que se denomina B. Aunque lamayora de las variantes slo tienen una importancia esti-lstica (y eso en el mejor de los casos!), hemos decididorecogerlas todas, aunque slo sea como tributo a la preo-cupacin de Berkeley por encontrar un estilo tan elegantecomo claro. Todas nuestras notas aparecen entre parn-tesis.

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    BIBLIOGRAFA

    Una edicin inglesa accesible es la que hemos mencio-nado en nuestra nota 30. Esa edicin recoge An Essaytowards a new Theory o f Vision,A Treatise concerning thePrinciples o f human Knowledge, Three Dialogues between

    Hylas and Philo nous, De motu , The Theory o f Vision vindi-cated and explained, Philosophical Commentaries y Philosophical Correspondence between Berkeley and Samuel

    Johnson.

    En lo que se refiere a recomendaciones de lectura encastellano, habra que destacar que, sin ninguna duda, el

    complemento ideal de los Tres dilogos es el Tratado sobrelos principios del conocimiento humano. De esta obra exis-ten varias traducciones, de las que mencionaremos tres.Una con un estudio preliminar y notas de Risieri Frondizi,Editorial Losada, Buenos Aires, 3.a ed., 1968. Otra conintroduccin y notas de Concha Cogolludo Mansilla, Edi-torial Gredos, Madrid, 1982 (reimp. en 1990). Y, por

    ltimo, otra con prlogo y notas de Carlos Mellizo, Alian-za Editorial, Madrid, 1992. Por otra parte tambin es muyinteresante la lectura de la Correspondencia filosfica entre

    Berkeley y Samuel Johnson, que puede consultarse en lasiguiente traduccin: Comentarios filosficos. Introduccin

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    manuscrita a los principios del conocimiento humano.Correspondencia con Johnson, Introduccin, traduccin ynotas de Jos Antonio Robles, Universidad Nacional Au-tnoma de Mxico, Mxico, 1989. Que Berkeley es unautor de preocupaciones muy amplias puede apreciarseleyendo la obra en la que se enfrenta a la crtica a lareligin de los librepensadores del momento, su dilogo

    Alcifrn o el filsofo minucioso, del que ya hemos dado lareferencia completa en una de nuestras notas.

    En cuanto a estudios sobre Berkeley, ya hemos mencio-

    nado en nuestras notas dos excelentes introducciones a supensamiento, los estudios de J. O. Urmson y de GeorgePitcher. El de Urmson es mucho ms breve y trata unamayor variedad de puntos; el de Pitcher es mucho msextenso y, de hecho, Urmson lo califica en su bibliografacomo el mejor estudio amplio sobre Berkeley(pg. 125). Por lo dems, en las pginas 298300 del librode Pitcher se encuentra una buena seleccin bibliogrficade estudios en ingls sobre Berkeley.

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    TRES DILOGOSENTRE HILAS Y FILONS

    Cuya intencin es demostrar claramente la realidad yperfeccin del conocimiento humano, la naturaleza incor-prea del alma, y la providencia inmediata de una Deidad,en oposicin a escpticos y ateos; y tambin iniciar unmtodo que convierta a las ciencias en ms fciles, tiles

    y concisas1

    1 (En la ed. C todo esto qued reducido a en oposicin a escpticosy ateos.)

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    DEDICADO2AL MUY HONORABLE

    L O R D B E R K E L E Y D E S T RA T TO N

    JUEZ GRAN ARCHIVERO PARA EL REINODE IRLANDA, CANCILLER DEL DUCADODE LANCASTER, Y UNO DE LOS LORESDEL ILUSTRSIMO CONSEJO PRIVADO

    DE SU MAJESTAD

    Milord:La virtud, el saber y el buen sentido que se reconoce

    que distinguen vuestro carcter me tentaran a ceder alplacer que los hombres obtienen de forma natural alaplaudir a aquellos que estiman y honran; y parecera que

    es importante para los sbditos de Gran Bretaa el quesupieran que la parte importante del favor de vuestraSoberana de la que disfrutis, y los honores que os haconferido no se han debido a ninguna peticin por partede Vuestra Seora, sino enteramente al propio pensa-miento de Su Majestad; el cual ha surgido de la opininque tiene de vuestro mrito personal y de una inclinacin

    a recompensarlo. Pero como vuestro nombre est inscrito

    2 (Esta dedicatoria se suprimi en la ed. C.)

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    en la cabecera de este tratado con la intencin de honrar-me slo a m, dir nicamente que me siento alentado porel favor con el que me habis tratado a dedicar estaspginas a Vuestra Seora. Y estaba tanto ms deseoso dehacer esto porque un tratado filosfico no poda dedicarsea nadie tan apropiadamente como a una persona del ca-rcter de Vuestra Seora, que, a vuestras otras cualidadesvaliosas, ha aadido el conocimiento y el gusto por lafilosofa. Soy, con el mayor respeto,

    Milord,el ms obediente y humilde servidor

    de Vuestra Seora

    G e o r g e Be r k e l e y J.

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    PREFACIO3

    Aunque parece que la opinin general de todo el mun-do, no menos que el designio de la Naturaleza y la Provi-dencia, es que el fin de la especulacin sea la prctica, ola mejora y regulacin de nuestras vidas y acciones; sinembargo, quienes ms se entregan a los estudios especu-lativos parecen ser por lo general de otra opinin. Y, sinduda, si consideramos los esfuerzos que se han llevado acabo para confundir las cosas ms sencillas, esa descon-fianza de los sentidos, esas dudas y escrpulos, esas abs-tracciones y refinamientos que aparecen al comienzo mis-

    mo de las ciencias, no resultar extrao que hombres contiempo libre y curiosidad se entreguen a disquisicionesestriles, sin descender a los aspectos prcticos de la vidao sin informarse de los aspectos ms necesarios e impor-tantes del conocimiento.

    De acuerdo con los principios usuales de los filsofosno estamos seguros de la existencia de las cosas a partir

    del hecho de que las percibamos. Y se nos ensea a dis-tinguir su naturaleza real de aquella que cae bajo nuestrossentidos. De aqu surgen el escepticismo y las paradojas.

    3 (Este prefacio se suprimi en la ed. C.)

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    No basta con que veamos y sintamos, con que saboreemosy olamos una cosa. Su naturaleza verdadera, su entidadexterna absoluta est todava oculta. Porque, aunque seaslo la ficcin de nuestro propio cerebro, la hemos hechoinaccesible a todas nuestras facultades. Los sentidos sonengaosos, la razn es defectuosa. Gastamos nuestra vidadudando de aquellas cosas que otros hombres conocen deforma evidente, y creyendo en aquellas cosas de las queellos se ren y a las que desprecian.

    Por lo tanto, con vistas a desviar la atareada mente del

    hombre de las investigaciones intiles pareca necesarioinvestigar el origen de sus perplejidades; y, si fuera posi-

    ble, establecer principios tales que al ofrecer una fcilsolucin de las mismas, junto con su propia evidenciaoriginal, pudieran de una vez recomendarse como autn-ticos a la mente y rescatarla de esas bsquedas sin trminoen las que est empeada. Lo que, junto con una demos-tracin clara de la Providencia inmediata de un Dios quetodo lo ve y de la inmortalidad natural del alma, pareceratanto la preparacin ms conveniente como el motivo msfuerte para el estudio y la prctica de la virtud.

    Esta fue la intencin que me propuse en la PrimeraParte de un Tratado sobre los Principios del conocimiento

    humano, publicada en 1710. Pero antes de proceder apublicar la Segunda Parte pens que era necesario tratarde forma ms clara y completa ciertos principios estable-cidos en la Primera, y situarlos en una nueva perspectiva.Lo que es el asunto de los siguientes Dilogos.

    En este tratado, que no presupone en el lector ningnconocimiento de lo que se contena en el primero, mipropsito ha sido el de in troducir en la mente las nocionesque presento de la forma ms fcil y familiar; especial-mente porque conllevan una fuerte oposicin a los prejui-cios de los filsofos que hasta ahora han prevalecido en

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    contra del sentido comn y de las nociones naturales de lahumanidad.

    Si los principios que aqu intento propagar se admiten

    como verdaderos, las consecuencias que creo que de for-ma manifiesta provienen de ello son que el atesmo y elescepticismo quedarn completamente destruidos, aclara-dos muchos puntos intrincados, solucionadas grandes di-ficultades, eliminadas algunas partes intiles de las cien-cias, la especulacin se referir a la prctica y los hombrespasarn de las paradojas al sentido comn.

    Y aunque quiz a algunos pueda parecerles una re-flexin incmoda el que cuando han tomado un camino atravs de tantas nociones muy elaboradas y extraas alfinal llegarn a pensar como los otros hombres; sin embar-go, creo que no es desagradable esta vuelta a los simplesdictados de la Naturaleza despus de haber vagado por loslaberintos agrestes de la filosofa. Es como volver a casadespus de un largo viaje. Un hombre medita con placersobre las muchas dificultades y perplejidades por las queha pasado, se siente tranquilo y disfruta con mayor satis-faccin en el futuro.

    Como mi intencin es la de convencer a los escpticos ya los descredos por medio de la razn, me he empeado

    de forma estricta en observar las leyes ms severas delrazonamiento. Y espero que para un lector imparcial re-sultar manifiesto que la nocin sublime de un Dios, y laexpectativa consoladora de la inmortalidad surgen de for-ma natural de una aplicacin concienzuda y metdica del

    pensamiento; cualquiera que pueda ser el resultado deesta tendencia imprecisa y desordenada, no del todo im-

    propiamente llamada librepensamiento por ciertos liber-tinos en el pensar, quienes son tan incapaces de so-portar los frenos de la lgica como los de la religin o elgobierno.

    }

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    Quiz se objetar a mi propsito el que en tanto quetiende a liberar la mente de investigaciones difciles eintiles slo puede afectar a unas pocas personas especu-

    lativas; pero si, al ser debidamente situadas sus especula-ciones, se pusiera ms en boga entre hombres de talentoy genio el estudio de la moralidad y de la Ley de la

    Naturaleza, se suprimieran los desalientos que conducenal escepticismo, se definieran con precisin las reglas del

    bien y del mal, y se redujeran los principios de la religinnatural a sistemas regulares, dispuestos con tanto arte y

    conectados tan claramente como los de algunas otras cien-cias; hay fundamentos para pensar que estos efectos noslo tendran una influencia gradual en reparar el sentidode la virtud, tan desfigurado en el mundo, sino que tam-

    bin, al mostrar que esas partes de la revelacin que caendentro del alcance de la investigacin humana estn com-

    pletamente de acuerdo con la recta razn, dispondran atodas las personas prudentes y sin prejuicios a tratar deuna forma cautelosa y modesta esos misterios sagradosque estn por encima de la comprensin de nuestras fa-cultades.

    Slo me resta decir que deseo que el lector suspenda sucensura de estos Dilogos hasta que los haya ledo por

    completo. De otra forma, podra dejarlos de lado por unerror acerca de cul sea su propsito, o en base a dificul-tades u objeciones que encontrar resueltas ms tarde. Untratado de esta naturaleza requiere que la primera vez selo lea enteramente de un tirn, y ello con vistas a que secomprenda su intencin, las pruebas, la solucin de las

    dificultades, y la conexin y disposicin de sus partes. Sise piensa que merece una segunda lectura, me figuro questa har que el esquema global aparezca de forma muyclara; especialmente si se recurre a un Ensayo que escribhace bastantes aos sobre la visin y al Tratado sobre los

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    Principios del conocimiento humano, en donde diversasnociones propuestas en estos Dilogos se desarrollan mso se colocan en perspectivas diferentes, y se tratan otrospuntos que de forma natural tienden a confirmarlas eilustrarlas.

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    PRIMER DILOGO

    F i l o n s Buenos das, Hilas. No esperaba encontrar-te fuera tan temprano.

    H i l a s Es algo poco corriente, desde luego; pero mispensamientos estaban tan absortos en un tema sobre elque estuve conversando la noche pasada que, encontrando

    que no poda dormir, decid levantarme y dar una vueltapor el jardn.

    Fi l o n s Est bien que esto haya sucedido, pues tepermitir apreciar qu placeres inocentes y agradables tepierdes cada maana. Puede haber un momento msagradable del da o una estacin del ao ms deliciosa?Ese cielo purpreo, estas notas alborotadas, pero melodio-sas, de los pjaros, la fragante lozana de los rboles y lasflores, la influencia apacible del sol naciente; estas y milbellezas sin nombre de la naturaleza inspiran al alma conxtasis secretos; sus facultades, estando tambin en esemomento frescas y vivaces, resultan adecuadas para estasmeditaciones, hacia las que de forma natural nos disponen

    la soledad de un jardn y la tranquilidad de la maana.Pero me temo que interrumpo tus pensamientos, porque

    parecas estar muy absorto en algo.H i l a s Es verdad que lo estaba, y te agradecer el que

    me permitas continuar en la misma situacin; no es que de

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    ninguna manera quiera privarme de tu compaa, porquemis pensamientos siempre fluyen ms fcilmente en conver-sacin con un amigo que cuando estoy solo; sino que mi pe-ticin es que me permitas que te comunique mis reflexiones.

    F i l o n s Con todo mi corazn, es lo que te hubierapedido si no te me hubieras adelantado.

    H i l a s Estaba considerando el extrao destino de esoshombres que en todas las pocas y debido al deseo dedistinguirse del vulgo o a alguna disposicin inexplicabledel pensamiento pretenden o no creer en nada en absoluto

    o creer en las cosas ms extravagantes del mundo. Esto,sin embargo, podra soportarse si sus paradojas y su es-cepticismo no trajeran consigo algunas consecuencias des-ventajosas en general para la humanidad. Pero el daoest aqu, que cuando hombres con menos tiempo libreven que quienes se supone que han empleado todo sutiempo en la bsqueda del conocimiento profesan unacompleta ignorancia de todas las cosas, o proponen nocio-nes que son contrarias a principios claros y comnmenteadmitidos, se sentirn tentados a mantener sospechasacerca de las verdades ms importantes, que hasta ahorahaban tenido por sagradas e incuestionables.

    F i l o n s .Estoy completamente de acuerdo contigo en

    lo que se refiere a la mala tendencia de las dudas afecta-das de algunos filsofos y de los conceptos fantsticos deotros. Incluso ltimamente he ido hasta tal punto en estaforma de pensar que he abandonado algunas de las eleva-das nociones que haba adquirido en sus escuelas, y adop-tado en su lugar opiniones vulgares/ Y te doy mi palabrade que, desde esta vuelta desde las nociones metafsicas a

    los claros dictados de la naturaleza y del sentido comn,encuentro a mi entendimiento extraamente iluminado,de tal forma que ahora puedo comprender fcilmentemuchas cosas que antes eran todo misterio y enigma.

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    H i l a s Me alegro de encontrar que las noticias quehaba odo sobre ti no son ciertas.

    Fi l o n s Te lo ruego, qu noticias eran esas?HILASEn la conversacin de la noche pasada se te

    represent como alguien que mantena la opinin msextravagante que jams entr en la mente del hombre, asaber, que no hay tal cosa como una sustancia material enel mundo.

    F ilo n s De que no hay tal cosa como lo que losfilsofos llaman sustancia material estoy seriamente per-

    suadido; pero si se me hiciera ver algo absurdo o escpticoen esto, tendra entonces la misma razn para renunciar aesta opinin que la que imagino que tengo ahora pararechazar la opinin contraria.

    H ila sQu! Puede algo ser ms fantstico, ms contra-rio al sentido comn o un ejemplo ms manifiesto de escep-ticismo que creer que no hay una cosa tal como la materia?

    FILONSNo tan deprisa, buen Hilas. Qu ocurrirasi se probara que t, que sostienes que existe, eres envirtud de esta opinin un escptico ms grande que yo, yque mantienes ms paradojas y cosas contrarias al sentidocomn que yo, que no creo en tal cosa?

    H i l a s Igualmente me puedes persuadir de que la partees mayor que el todo que puedes persuadirme de que, convistas a evitar el absurdo y el escepticismo, alguna vez estarobligado a renunciar a mi opinin sobre este punto4.

    Fi l o n s Bien, ests entonces de acuerdo en admitircomo verdadera la opinin que al ser examinada aparezca

    4 El texto original dice: You may as soon persuade me, the part isgreater than the whole, as that, in order to avoid absurdity and scepti-cism. I should ever be obliged to give up my opinion in this point. Laidea, por tanto, que presenta Hilas es que igual que Filons no lograraconvencerle de que la parte es mayor que el todo, tampoco va a conse-guir persuadirle de que se siguen consecuencias escpticas de su creenciaen la existencia de la materia.

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    como ms conforme con el sentido comn y distante delescepticismo?

    H i l a s Con todo mi corazn. Puesto que eres partida-rio de poner en cuestin las cosas ms evidentes de lanaturaleza, estoy conforme por esta vez en escuchar loque tengas que decir.

    F i l o n s Te lo ruego, Hilas, qu entiendes por unescptico?

    Hi l a s Entiendo lo que entienden todos los hombres;alguien que duda de todo.

    F ilo n s Entonces, quien no mantiene^ninguna dudasobre un punto particular no se puede pensar que sea unescptico con respecto a ese punto.

    Hi l a s Estoy de acuerd contigo.F i l o n s En qu consiste dudar, en abrazar el lado

    positivo o el lado negativo de una pregunta?H ila s Ni en lo uno ni en lo otro, porque cualquiera

    que entienda nuestra lengua5 no puede sino saber quedudarsignifica una suspensin entre ambos.Fi l o n s Entonces, del que niega un punto no puede

    decirse que dude de l, igual que del que lo afirma con elmismo grado de seguridad.

    Hi l a s Es verdad.FILONSY, en consecuencia, por tal negacin no se

    le ha de considerar escptico, igual que al otro no loconsideramos tal.H i l a s Lo reconozco.F i l o n s Cmo se produce entonces6, Hilas, tu de-

    claracin de que soy un escpticoporque niego lo que tafirmas, a saber, la existencia de la materia? Puesto que,

    5 (Berkeley dice literalmente cualquiera que entienda el ingls.Pero en el contexto de una traduccin parece ms adecuado ponernuestra lengua en lugar de ingls.)

    6 (Donde en la ed. C pone How cometh it to pass then, en A y B ponaHow cometh it then; pero la traduccin castellana puede quedar igual.)

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    por lo que puedes decir, soy tan concluyente en mi nega-cin como t en tu afirmacin.

    H i l a s Detnte, Filons, he cometido un pequeoerror en mi definicin; pero no debe insistirse en todopaso en falso que un hombre hace en el discurso. Dije,ciertamente, que un escptico era quien dudaba de todo;pero debera haber aadido: o que niega la realidad yverdad de las cosas.

    Fi l o n s .Qu cosas? Quieres decir los principios yteoremas de las ciencias? Pero sabes que stas son nocio-

    nes intelectuales universales y, en consecuencia, indepen-dientes de la materia; por lo tanto, la negacin de sta noimplica la negacin de aqullas.

    H i l a s Lo admito. Pero, no hay otras cosas? Qupiensas t de desconfiar de los sentidos, de negar la exis-tencia real de las cosas sensibles o de pretender no sabernada de ellas? No es esto suficiente para denominar a un

    hombre escptico?FILONSExaminamos, por tanto, quin de nosotros

    es el que niega la realidad de las cosas sensibles o profesala mayor ignorancia acerca de ellas; puesto que, si teentiendo correctamente, aqul es al que hay que conside-rar como el escpticoms grande?

    H i l a s Eso es lo que deseo.Fi l o n s Qu entiendes por cosas sensibles?H i l a s Esas cosas que son percibidas por los sentidos.

    Puedes suponer que entienda alguna otra cosa?Fi l o n s Perdname, Hilas, si me muestro deseoso

    de comprender claramente tus nociones, puesto que estopuede acortar mucho nuestra investigacin. Permteme

    entonces que te pregunte esta nueva cuestin: las nicascosas que se perciben por los sentidos son las que seperciben inmediatamente? O puede decirse con propie-dad que son sensibles esas cosas que se perciben mediata-mente o gracias a la intervencin de otras?

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    H i l a s N o te comprendo lo suficiente.F i lo n s Al leer un libro lo que percibo inmediata-

    mente son las letras, pero de manera mediata, o por medio

    de stas, se le sugieren a mi mente7las nociones de Dios,virtud, verdad, etctera. Ahora bien, no hay duda de quelas letras son verdaderamente cosas sensibles o percibidaspor los sentidos; pero quisiera saber si t consideras quelas cosas sugeridas por ellas lo son tambin.

    H ila s Ciertamente que no; sera absurdo considerarcomo cosas sensibles aDios o a la Virtud, aunque puedan

    ser indicadas o sugeridas a la mente por seales sensibles,con las que tienen una conexin arbitraria,

    FILONSParece, entonces, que por cosas sensibles en-tiendes slo aquellas que pueden percibirse inmediata-mente por los sentidos.

    H i l a s Es cierto.F i l o n s No se sigue de esto que aunque veo que

    una parte del cielo es roja y otra azul, y que mi raznconcluye de aqu con certeza que debe haber alguna causade esta diversidad de colores, sin embargo no puede de-cirse que esa causa sea una cosa sensible, o percibida porel sentido de la vista?

    H i l a s . -S .

    F i l o n s De manera parecida, aunque oigo una varie-dad de sonidos, no puedo decir sin embargo que oigo lascausas de esos sonidos.

    H i l a s N o, no puedes decirlo.F i l o n s Y cuando mediante el tacto percibo que una

    cosa est caliente y es pesada, no puedo decir con ningunaverdad o propiedad que siento la causa de su calor o desu peso.

    7 (En A y B pona mis pensamientos donde ahora aparece mimente.)

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    H i l a s Para evitar ms preguntas de esta clase te dirde una vez por todas que por cosas sensiblesentiendo sloaquellas que son percibidas por los sentidos, y que enverdad los sentidos no perciben nada que no percibaninmediatamente; porque ellos no realizan inferencias. Porlo tanto, la deduccin de causas u ocasiones a partir deefectos y apariencias, que slo son percibidos por lossentidos, concierne enteramente a la razn.

    Fi l o n s Entonces estamos de acuerdo en este punto:que las cosas sensibles son slo aquellas que son inmediata-

    mente percibidas por los sentidos. Me informars, adems,si percibimos inmediatamente por la vista alguna cosaadems de la luz, los colores y las figuras; o por el odo algo que no sean sonidos; por el paladar, algo adems desabores. Por el olfato, algo adems de olores; o por eltacto algo ms que cualidades palpables.

    H i l a s N o, no lo hacemos.Fi l o n s Parece, por tanto, que si quitas todas las

    cualidades sensibles no queda nada sensible.H i l a s Lo admito.Fi l o n s Las cosas sensibles, por tanto, no son nada

    ms que tantas cualidades sensibles, o combinaciones decualidades sensibles.

    H i l a s N ada ms.FILONSEl calor es, entonces, una cosa sensible.H i l a s .Ciertamente.Fi l o n s Consiste la realidad de las cosas sensibles

    en ser percibidas? O es algo distinto de su ser percibidasy que no guarda ninguna relacin con la mente?

    HILAS.Existires una cosa, y serpercibidaotra.Fi l o n s Hablo slo con respecto a las cosas sensi-

    bles, y en relacin a stas pregunto si por su existencia realentiendes una subsistencia exterior a la mente y distinta desu ser percibidas.

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    H i l a s Entiendo un ser absoluto y real, distinto de suser percibido y sin ninguna relacin con el mismo.

    Fi l o n s Por lo tanto, si se concede al calor un serreal, debe existir sin la mente.

    H i l a s Debe hacerlo.Fi l o n s D ime, Hilas, es esta existencia real igual-

    mente compatible con todos los grados de calor que noso-tros percibimos, o hay alguna razn por la que deberamosatribursela a algunos y negrsela a otros? Y, si la hay,permteme conocer esa razn, por favor.

    Hi l a s Podemos estar seguros de que cualquier gradode calor que percibamos por los sentidos existe en elobjeto que lo ocasiona.

    Fi l o n s Cmo? Tanto el ms grande como el mspequeo?

    H i l a s Te digo que la razn es claramente la mismaen ambos casos: los dos son percibidos por los sentidos;es ms, el grado mayor de calor se percibe ms sensible-mente; y, en consecuencia, si existe alguna diferencia,estamos ms seguros de su existencia real que lo quepodamos estar de la realidad de un grado menor.

    F i l o n s Pero no es el grado ms intenso y violentode calor un dolor muy grande?

    H i l a s N adie puede negarlo.Fi l o n s Y es capaz de dolor o de placer una cosaque no percibe?

    H i l a s Ciertamente no.F i l o n s Es tu sustancia material un ser insensible o

    un ser dotado de sentidos y percepcin?H i l a s Es insensible, sin duda.

    Fi l o n s Por lo tanto, no puede ser el sujeto deldolor.

    H i l a s De ninguna manera.FILONSNi, consiguientemente, del calor ms grande

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    percibido por los sentidos, puesto que admites que no esun dolor pequeo.

    Hi l a s Lo admito.

    Fi l o n s Qu diremos entonces de tu objeto exter-no? Es o no una sustancia material?Hi l a s Es una sustancia material con las cualidades

    sensibles inherentes a ella.F i l o n s Cmo puede entonces existir en l un

    gran calor, puesto que reconoces que no puede existir enuna sustancia material? Deseara que me aclararas este

    punto.Hi l a s Detnte, Filons, temo que no estaba en lo

    cierto al conceder que el calor intenso era un dolor. Pare-cera, ms bien, que el dolor es algo distinto del calor, y laconsecuencia o efecto de ste.

    Fi l o n s Al poner tu mano cerca del fuego, percibes

    una sensacin simple y uniforme o dos sensaciones dis-tintas?H i l a s Solamente una sensacin simple.Fi l o n s No es el calor percibido inmediatamente?Hi l a s .-L o es.Fi l o n s .-Y el dolor?H i l a s Tambin.

    FILONSAl ver, por lo tanto, que ambos son percibi-dos inmediatamente al mismo tiempo, y que el fuego teafecta nicamente con una idea simple o no compuesta, sesigue que esta misma idea simple es tanto el intenso calorpercibido inmediatamente como el dolor; y, en consecuen-cia, que el intenso calor percibido inmediatamente no es

    distinto de una clase particular de dolor.H i l a s As parece.Fi l o n s Intenta pensar una vez ms, Hilas, si pue-

    des concebir que una sensacin intensa no posea dolor oplacer.

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    H i l a s N o puedo.F i l o n s .O, puedes formarte una idea de dolor o

    placer sensible en general, abstrada de toda idea particu-lar de calor, fro, gustos, olores, etctera?

    H i l a s N o encuentro que pueda.F i l o n s No se sigue, por lo tanto, que el dolor sen-

    sible no es distinto de esas sensaciones o ideas en un gradointenso?

    H i l a s Es innegable; y, para decir la verdad, empiezoa sospechar que un calor muy grande no puede existir sino

    en una mente que lo perciba.Filons.Qu! Ests entonces en ese estado escpti-co de suspensin entre la afirmacin y la negacin?

    H i l a s .Creo que en este punto puedo estar seguro.Un calor muy intenso y doloroso no puede existir sin lamente.

    F i l o n s Por lo tanto, segn t no tiene ningn ser

    real.H i l a s Lo reconozco.F i l o n s Es seguro, por tanto, que en la naturaleza

    no hay ningn cuerpo realmente caliente?H i l a s N o he negado que haya calor real en los cuer-

    pos. Slo digo que no hay tal cosa como un calor real

    intenso.Fi l o n s Pero, no dijiste antes que todos los gradosde calor eran igual de reales, o que, si haba alguna di-ferencia, el mayor era ms indudablemente real que elmenor?

    H i l a s Es verdad, pero fue porque entonces no tomen consideracin el fundamento que hay para distinguir

    entre ellos, y que ahora veo claramente(Es este: dado queel calor intenso no es nada ms que una clase especial desensacin dolorosa; y que el dolor no puede existir sino enun ser percipiente, se sigue que ningn calor intenso pue-

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    de existir realmente en una sustancia corprea no percipiente. Pero esta no es razn para que neguemos que elcalor en un grado inferior existe en tal sustancia.

    Fi l o n s Pero cmo seremos capaces de discerniresos grados de calor que existen slo en la mente deaquellos que existen sin ella?

    Hi l a s .Esto no es difcil. T sabes que el dolor mspequeo no puede existir sin ser percibido; por lo tanto,cualquier grado de calor que sea un dolor existe slo en lamente. Pero en lo que se refiere a todos los dems gradosde calor nada nos obliga a pensar lo mismo de ellos.

    Fi l o n s .Creo que admitiste antes que ningn ser nopercipiente era capaz de placer, como tampoco lo era dedolor.

    H i l a s Es verdad que lo hice.F i l o n s Y no es un placer el calor moderado, o

    un grado de calor ms suave que aquel que causa moles-tias?

    H i l a s Y qu?F i l o n s Que, por consiguiente, no puede existir sin

    la mente en un cuerpo o sustancia no percipiente.H i l a s As parece.

    F i l o n s Puesto que, por consiguiente, tanto esosgrados de calor que no son dolorosos como los que lo sonslo pueden existir en una sustancia pensante, no pode-mos concluir que los cuerpos externos son absolutamenteincapaces de cualquier grado de calor?

    H i l a s Pensndolo de nuevo, no creo que sea tan evi-

    dente que el calor moderado es un placer como que ungrado elevado de calor es un dolor.

    F i l o n s N o pretendo que el calor moderado sea unplacer tan grande como un calor ms intenso es un dolor.

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    Pero si admites que es un placer pequeo, esto slo yasirve para convertir en buena mi conclusin.

    H ila s Podra, ms bien, llamarlo una indolencia8. Pa-rece que no es nada ms que una privacin tanto de dolorcomo de placer. Y espero que no negars que una cuali-dad o estado como este puede convenir a una sustancia nopensante.

    Fi l o n s .Si ests resuelto a mantener que el calormoderado, o un grado suave de calor, no es un placer, noconozco otra manera de convencerte que no sea apelando

    a tus propios sentidos. Pero, qu piensas del fro?Hi l a s Lo mismo que del calor. Un grado intenso defro es un dolor; porque sentir un fro muy grande esexperimentar un gran malestar; por lo tanto, no puedeexistir sin la mente; pero un grado menor de fro s quepuede, igual que un grado menor de calor.

    Fi l o n s Por lo tanto, hemos de concluir que esoscuerpos que al aplicarlos al nuestro provocan que perci-bamos un grado moderado de calor tienen un grado mo-derado de calor o tibieza en ellos; y hemos de pensar queaquellos ante cuya aplicacin sentimos un grado similar defro tienen fro en ellos.

    H i l a s As es.

    Fi l o n s Puede ser verdadera una doctrina que deforma necesaria conduce a un hombre al absurdo?H i l a s Sin duda que no.Fi l o n s No es absurdo pensar que la misma cosa

    sea al mismo tiempo fra y clida?Hi l a s .-L o es.F i l o n s Supon ahora que una de tus manos est

    caliente y la otra fra, y que introduces las dos a la vez en

    8 (indolence en el original, y con el sentido de que no causa dolor[ni placer]. Podra tambin traducirse como estado indoloro.)

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    un mismo recipiente con agua, no parecer el agua fra auna mano y clida a la otra?

    H i l a s . -S .

    Fi l o n s

    .No deberamos, por tanto, concluir deacuerdo con tus principios que est realmente fra y ca-liente al mismo tiempo; esto es, segn tu propia conce-sin, creer en algo absurdo?

    H i l a s Reconozco que lo parece.Fi l o n s Por consiguiente, los principios mismos son

    falsos, puesto que has concedido que ningn principio

    verdadero conduce a un absurdo.H ila s Pero, despus de todo, puede algo ser ms

    absurdo que decir que no hay calor en el fuego?Fi l o n s Para hacer el asunto todava ms claro,

    dime si en dos casos exactamente semejantes no debera-mos ser de la misma opinin.

    H i l a s . -S .F i l o n s Cuando te pinchas el dedo con un alfiler,

    no desgarra y divide ste las fibras de tu carne?H i l a s . -S .Fi l o n s Y cuando un carbn quema tu dedo, hace

    algo ms?H i l a s . - N o .

    F i l o n s Puesto que, por lo tanto, no consideras quela sensacin misma ocasionada por el alfiler ni nada pare-cido estn en el alfiler, no deberas considerar, de acuerdocon lo que has admitido ahora, que la sensacin ocasio-nada por el fuego ni cualquier cosa parecida estn en elfuego.

    H i l a s Bien, puesto que debe ser as, admito este pun-to y reconozco que el calor y el fro son slo sensacionesque existen en nuestras mentes, pero todava quedan cua-lidades suficientes para asegurar la realidad de las cosasexternas.

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    sin versaba totalmente sobre las cosas sensibles, que tdefiniste como las cosas que percibimos inmediatamente

    por nuestros sentidos. Por lo tanto, no s nada de cuales-

    quiera otras cualidades de las que hables, en tanto quesean distintas de stas, ni tampoco tienen nada que vercon el tema que discutimos. Puedes de hecho pretenderque has descubierto ciertas cualidades que no percibes,y afirmar que esas cualidades no sensibles existen en elfuego y en el azcar. Pero no concibo en absoluto quuso puedes hacer de esto para tu propsito actual. Dime

    una vez ms, reconoces que el calor y el fro, la dul-zura y el sabor amargo (queriendo decir esas cualidadesque son percibidas por los sentidos) no existen sin lamente?

    H i l a s .Veo que no sirve de nada que me mantenga enmi postura, as que en lo que se refiere a estas cualidades

    citadas, abandono su defensa. Aunque declaro que suenaextrao decir que el azcar no es dulce.Fi l o n s .Pero para que te convenzas ms, toma nota

    de esto: eso que en otras ocasiones parece dulce, a unpaladar enfermo le parecer amargo. Y nada puede serms claro que el hecho de que diversas personas percibensabores diferentes en la misma comida, puesto que eso

    con lo que un hombre se deleita, otro lo detesta. Y, cmopodra ocurrir esto si el sabor fuera algo realmente inhe-rente a la comida?

    HILASReconozco que no s cmo podra ocurrir.Fi l o n s A continuacin tenemos que considerar los

    olores. Y con respecto a ellos me gustara saber si lo que

    se ha dicho de los sabores no se les puede aplicar con todaexactitud. No son otras tantas sensaciones placenteras odesagradables?

    H i l a s Lo son.

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    F i l o n S.Entonces, puedes concebir que sea posibleque existan en una cosa que no percibe?

    H i l a s N o, no puedo.

    Fi l o n SO, puedes figurarte que la suciedad y lainmundicia afecten a esos animales inferiores que poreleccin se alimentan de ellas con los mismos olores quenosotros percibimos en las mismas?

    Hi l a sDe ninguna manera.F i l o n SPor lo tanto, no podemos concluir de los

    olores, igual que de las otras cualidades antes menciona-

    das, que no pueden existir en otra cosa que una sustanciapercipiente o mente?

    H i l a s As lo pienso.Fi l o n SEntonces, por lo que se refiere a los sonidos,

    qu debemos pensar de los mismos? Son o no accidentesrealmente inherentes en los cuerpos externos?

    Hil a s

    .Que no son inherentes en los cuerpos sonoroses evidente por este hecho: una campana golpeada en elrecipiente vaco de una bomba de aire no emite ningnsonido. Por lo tanto, hay que pensar que el aire es el sujetodel sonido.

    Fi l o n SQu razn hay para esto, Hilas?H i l a s Porque cuando un movimiento se produce en

    el aire percibimos un sonido mayor o menor en propor-cin al movimiento del aire; pero sin ningn movimientoen el aire nunca omos ningn sonido.

    Fi l o n SPero, concediendo que nunca omos un so-nido sino cuando se produce en el aire algn movimiento,no veo, sin embargo, cmo puedes inferir de aqu que elsonido mismo est en el aire.

    H i l a s Es este mismo movimiento en el aire externo elque produce en la mente la sensacin de sonido. Porqueal golpear el tmpano de la oreja provoca una vibracinque los nervios auditivos transmiten al cerebro, y, acto

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    seguido, el alma es afectada con la sensacin llamadasonido.

    Fi l o n sCmo! Es entonces el sonido una sensa-

    cin?H i l a s Te digo que, en tanto que percibido por noso-tros, es una sensacin particular de la mente.

    Fi l o n s Y puede una sensacin existir sin la mente?H i l a s .Ciertamente que no.F ilo n s Cmo puede entonces el sonido, siendo

    una sensacin, existir en el aire, si por aire entiendes unasustancia insensible existiendo sin la mente?

    Hi l a s Debes distinguir, Filons, entre el sonido talcomo es percibido por nosotros y tal como es en s mismo;o (lo que es lo mismo) entre el sonido que percibimosinmediatamente y el que existe sin nosotros. El primeroes, sin duda, una clase particular de sensacin, pero el

    segundo es meramente un movimiento vibratorio u ondu-latorio en el aire.

    F i l o n s .Crea que ya haba obviado esa distincincon la respuesta que ofrec cuando estabas aplicndolaantes en un caso similar. Pero, para no decir nada ms conrespecto a esto, ests seguro, entonces, de que el sonido

    no es realmente sino movimiento?H i l a s Lo estoy.F i l o n s Por lo tanto, todo lo que conviene a un

    sonido real puede atribuirse con verdad al movimiento.H i l a s . -S .Filons.Entonces tiene sentido hablar del movimien-

    to como de una cosa que es alta, dulce, aguda o grave.H ila s Veo que ests resuelto a no entenderme. No

    es evidente que estos accidentes o modos pertenecen sola-mente al sonido sensible, o sonido en la acepcin usual dela palabra, pero no al sonido en el sentido real y filosfico,

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    que, como acabo de decirte, no es sino un cierto movi-miento del aire?

    Fi l o n SParece, entonces, que hay dos clases de so-

    nido, uno vulgar, o ese que se escucha, y el otro filosfico y real.Hi l a s As es precisamente.Fi l o n SY el ltimo consiste en movimiento.Hi l a s As es como te lo dije antes.Fi l o n SD ime, Hilas, a cul de los sentidos crees

    que pertenece la idea de movimiento, al odo?

    H i l a s .Ciertamente no, sino a la vista y al tacto.F ilon SDebera seguirse, entonces, que segn t es

    posible que los sonidos reales puedan verse o tocarse, peronunca orse.

    H i l a s Presta atencin a esto, Filons; puedes burlar-te si quieres de mi opinin, pero eso no alterar la verdadde las cosas. Reconozco, ciertamente, que las inferenciasa las que me arrastras suenan algo extraas; pero t sabesque el lenguaje normal est elaborado por y para uso delvulgo; no debemos por lo tanto sorprendernos si las ex-presiones adaptadas a nociones filosficas exactas pare-cen extraas y fuera de lugar.

    F ilo n s A esto hemos llegado?Te aseguro que creo

    que he ganado un punto no pequeo, puesto que das tanpoca importancia a apartarte de las opiniones y las frasesnormales; pues una parte central de nuestra investigacines examinar si son tus nociones o las mas las que estnms alejadas de la va ordinaria y son ms contrarias alsentir general de los hombres. Pero, puedes pensar queno es nada ms que una paradoja filosfica decir que lossonidos reales nunca se oyen y que la idea de los mismosse obtiene por algn otro sentido? Y, no hay en esto nadacontrario a la naturaleza y a la verdad de las cosas?

    H i l a s Hablando sinceramente, es algo que no me

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    gusta. Y despus de las concesiones que ya he hechopuedo igual de bien9 conceder que los sonidos no tienenuna existencia real sin la mente.

    F i l o n s .Y espero que no tendrs ninguna dificultaden reconocer lo mismo de los colores.H i l a s Perdname. El caso de los colores es muy dife-

    rente. Puede algo ser ms evidente que el hecho de quelos vemos en los objetos?

    Fi l o n s Supongo que los objetos de los que hablasson sustancias corpreas que existen sin la mente.

    H i l a s . -S .Fi l o n s Y tienen colores verdaderos y reales inhe-

    rentes a ellos?H i l a s .Cada objeto visible tiene ese color que vemos

    en l.Fi l o n s Cmo! Hay algo visible excepto lo que per-

    cibimos por la vista?H i l a s N o, no lo hay.F i l o n s Y percibimos algo por los sentidos que no

    percibamos inmediatamente?H i l a s Cuntas veces he de verme obligado a repetir

    lo mismo? Te digo que no lo hacemos.

    F i l o n s Ten paciencia, buen Hilas, y dime una vezms si hay algo percibido inmediatamente por los senti-dos, salvo las cualidades sensibles. S que afirmaste queno lo hay, pero ahora querra informarme de si todava

    persistes en la misma opinin.H i l a s S, persisto en ella.Fi l o n s Te lo ruego, es tu sustancia corprea una

    cualidad sensible o est formada de cualidades sensibles?

    9 (Lo que en las eds. A y B apareca como as good se convirti enC en as well; algo que no afecta a la traduccin castellana.)

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    H i l a sVaya pregunta! Quin ha pensado alguna vezque lo estuviese?

    Filons.La razn de mi pregunta est en que al

    decir que cada objeto visible tiene ese color que vemos enl conviertes a los objetos visibles en sustancias corp-reas; lo que implica o que las sustancias corpreas soncualidades sensibles o, si no, que hay algo percibido porla vista adems de las cualidades sensibles; pero comoantes nos pusimos de acuerdo sobre este punto, y toda-va lo mantienes, es una consecuencia clara que tu sus-

    tancia corprea no es algo distinto de las cualidadessensibles.

    H i l a s Puedes sacar tantas consecuencias absurdascomo te plazca, y tratar de confundir las cosas ms evi-dentes, pero nunca me persuadirs de que he perdido el

    juicio. Entiendo claramente lo que quiero decir.

    Fi l o n s .Deseara que me lo hicieras entender tam-bin a m. Pero, puesto que no deseas que se examine tunocin de sustancia corprea, no llevar ms lejos este

    punto. Solamente dgnate de informarme si los mismoscolores que vemos existen en los cuerpos externos, o si setrata de otros.

    H i l a s Se trata de los mismos.Fi l o n s Cmo! El precioso rojo y prpura que ve-

    mos en aquellas nubes, estn realmente en ellas? O ima-ginas que tienen en s mismas cualquier otra forma que lade un vapor o niebla oscura?

    H i l a s Tengo que reconocer, Filons, que esos colo-res, tal como parecen existir a esta distancia, no estn

    realmente en las nubes. Son slo colores aparentes.F ilo n s Los llamas aparentes? Cmo distinguire-

    mos estos Colores aparentes de los reales?H i l a s .Muy fcilmente. Hemos de considerar aparen-

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    tes los que apareciendo slo a una determinada distanciase desvanecen cuando nos acercamos.

    Fi l o n s Y supongo que han de considerarse realeslos que se descubren por el examen ms preciso y cercano.

    H i l a s Exacto.F ilo n s El examen ms preciso y cercano, es el

    realizado con la ayuda10de un microscopio o el realizadoa simple vista?

    H i l a s .Con un microscopio, sin duda.Fi l o n s Pero a menudo un microscopio descubre en

    un objeto colores diferentes de los que percibe la vista sinninguna ayuda. Y en caso de que tuviramos microscopiosque aumentaran hasta un grado dado es seguro que nin-gn objeto visto a travs de los mismos aparecera con elmismo color que presenta a simple vista.

    H i l a s .Y qu quieres concluir de todo esto? No puedes argir que no hay realmente y de forma naturalcolores en los objetos porque mediante procedimientosartificiales puedan alterarse o puedan hacerse desapa-recer.

    F i l o n s Creo que de tus propias concesiones puedeconcluirse de forma evidente que todos los colores quepercibimos a simple vista son slo aparentes, como los de

    las nubes, puesto que se desvanecen con la inspeccin mscercana y precisa que nos proporciona un microscopio.En cuanto a lo que dices a manera de prevencin, tepreguntar si el estado real y natural de un objeto sedescubre mejor mediante una vista muy aguda y penetran-te o mediante una que sea menos penetrante.

    H i l a s Por la primera, sin duda.FILONS.No es evidente gracias a la diptrica que los

    microscopios convierten a la vista en ms penetrante y

    10 (En vez de (con la ayuda, en las eds. A y Bapareca con ayuda.)

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    representan los objetos como apareceran al ojo en casode que ste estuviera dotado de forma natural con unaagudeza mucho mayor?

    H i l a s As es.F i l o n s .En consecuencia, hay que pensar que la re-presentacin que ofrece el microscopio es la que mejorrevela la verdadera naturaleza de la cosa, o lo que es en smisma. Los colores que percibe, por tanto, son ms realesy genuinos que los percibidos de otra forma.

    H i l a s Confieso que hay algo de verdad en lo quedices.

    Fi l o n s Adems, no slo es posible, sino que es evi-dente que de hecho hay animales cuyos ojos estn consti-tuidos por la naturaleza para que perciban aquellas cosasque en virtud de su pequeez escapan a nuestra vista.Qu piensas de esos animales inconcebiblemente peque-

    os que se perciben mediante lentes? Debemos suponerque son todos completamente ciegos? O, en caso de quevean, puede imaginarse que su vista no tenga la mismafuncin de preservar de dao sus cuerpos que la queaparece en la de todos los otros animales? Y si la tiene,no es evidente que deben ver partculas menores que sus

    propios cuerpos, lo que les proporcionar una visin decada objeto muy