travesías de jorge

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Andrés Westra Ureña La travesía de Jorge Jorge no sabía donde estaba. Los árboles tapaban el sol, un frío se colaba entre las hojas. Cada vez que caminaba escuchaba las hojas y palillos crujir, eso le daba gracia. Corría y corría para seguirlas escuchando, nadie le pedía que parara. En su escuela siempre había alguien que se burlaba de él por sus carreras individuales, pero a Jorge no le preocupaba o simplemente no se percataba. De tanto correr en esa ciudad verde, se encontró con un río, se detuvo y como si lo hubieran hipnotizado se quedó viendo al infinito y empezó a reírse. El sabía que era agua, pero sin haberla tocado sentía que estaba sumergido en ella. Un olor a tierra mojada lo invadió y decidió acostarse, viendo los rayos de sol escaparse entre las ramas como una carrera a tocar el suelo. Agarró un buen puño de tierra y se lo empezó a frotar contra el cuerpo. Cada vez más fuerte, se sentía parte del universo pero a la vez, el se imaginaba el universo diferente. En su casa, sus papás no se habían percatado de la travesía de Jorge. Para ellos, él todavía se encontraba en el centro educativo. Donde jugaban todos los niños y luego se sentaban una hora veinte minutos, sonaba el timbre y otra vez el despertar de los pequeños se escuchaba a dos cuadras del patio de juegos. A Jorge no le importaba, bueno lo único que le importaba, y lo que era su razón de existir era el timbre. Esa hermosa campanilla plateada que brillaba, y que, muy cuidadosamente del horario, sonaba como el llamado de las sirenas. Este sonido permanecía en el aire exactamente cuatro segundos, y cuando el mecanismo se detenía, las paredes resonaban un segundo extra esa hermosa mezcla de sonidos metálicos. Ese segundo extra era para Jorge el momento más orgásmico que existía. Pero donde él esta no había nada de metal, no encontraba nada brillante, más que los rayos de sol rebotar contra pequeñas gotas de rocío.

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Cuento de mi autoría que cuenta la historía de un niño con capacidades especiales

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Andrs Westra UreaLa travesa de Jorge

Jorge no saba donde estaba. Los rboles tapaban el sol, un fro se colaba entre las hojas. Cada vez que caminaba escuchaba las hojas y palillos crujir, eso le daba gracia. Corra y corra para seguirlas escuchando, nadie le peda que parara. En su escuela siempre haba alguien que se burlaba de l por sus carreras individuales, pero a Jorge no le preocupaba o simplemente no se percataba. De tanto correr en esa ciudad verde, se encontr con un ro, se detuvo y como si lo hubieran hipnotizado se qued viendo al infinito y empez a rerse. El saba que era agua, pero sin haberla tocado senta que estaba sumergido en ella. Un olor a tierra mojada lo invadi y decidi acostarse, viendo los rayos de sol escaparse entre las ramas como una carrera a tocar el suelo. Agarr un buen puo de tierra y se lo empez a frotar contra el cuerpo. Cada vez ms fuerte, se senta parte del universo pero a la vez, el se imaginaba el universo diferente.

En su casa, sus paps no se haban percatado de la travesa de Jorge. Para ellos, l todava se encontraba en el centro educativo. Donde jugaban todos los nios y luego se sentaban una hora veinte minutos, sonaba el timbre y otra vez el despertar de los pequeos se escuchaba a dos cuadras del patio de juegos. A Jorge no le importaba, bueno lo nico que le importaba, y lo que era su razn de existir era el timbre. Esa hermosa campanilla plateada que brillaba, y que, muy cuidadosamente del horario, sonaba como el llamado de las sirenas. Este sonido permaneca en el aire exactamente cuatro segundos, y cuando el mecanismo se detena, las paredes resonaban un segundo extra esa hermosa mezcla de sonidos metlicos. Ese segundo extra era para Jorge el momento ms orgsmico que exista. Pero donde l esta no haba nada de metal, no encontraba nada brillante, ms que los rayos de sol rebotar contra pequeas gotas de roco.

Jorge se estaba impacientando, no poda encontrar un ruido parecido al de aquel mecanismo glorioso. Empez a desvestirse queriendo quitarse los zapatos, sin embargo sus paps le hacan un nudo muy difcil, pues saban que su hijo le gustaba andar con los dedos al aire. Entonces recurri a sus dientes, forcejeaba cada ves ms fuerte, un diente de leche se le empez a aflojar. El nudo estaba comenzando a ceder. Finalmente logr desatarse el primer zapato, pero ahora tena que quitarse el otro. El diente le dola. Peg un grito de claustrofobia, senta que respiraba por los pies y se ahogaba. Sin ms pensarlo le meti un mordisco a las agujetas y su diente call, pero no logr su cometido. Una gota de sangre empez a bajar por su barbilla. Se quit la media que estaba libre y se limpi la boca con ella. Agarr el zapato derecho y la media y los tir con un grito de ira. El zapato call al ro y se fue con la corriente como un barquito de papel, mientras que la media qued colgada de una rama de un rbol.

Jorge continu desvistindose, con un sentimiento de impotencia. Se afloj el cinturn y con dificultad se quit los pantalones y el calzoncillo pues todava tena el zapato izquierdo, o era el derecho?. Su sexo qued al aire junto con sus piernas que estaban blancas, pues sus paps no le permitan ese tipo look donde el sol pegaba. Por ltimo, la camisa manchada con tierra hmeda sali sin ninguna dificultad, en el tirn que revent algunos botones. Agarr otro puo de tierra y lo abraz contra su pecho, algo que no haba podido sentir con la camisa. Sinti un pequeo gusano moverse entre sus manos y esto le pareci impresionante.

De pronto escuch un sonido perturbador, que primero suba la afinacin y el volumen, y luego se alejaba como un fantasma. Ese sonido ya lo haba escuchado antes. Le pareci formidable escuchar como desapareca en el bosque. Le record el momento en el que el sonido de la campanilla de la escuela se fugaba entre las paredes. Corri y corri, se tropezaba de vez en cuando pues tena un pie ms pesado y largo que el otro debido a su intento fallido de la lucha por la libertad de sus dedos. Por fin encontr la fuente del sonido. Escuchaba zumbidos de diferentes intensidades cruzar en frente de su cara. Era una carretera. Sin dudarlo, dio tres pasos al frente y se encontr en medio de la autopista. Un gran camin se acercaba a toda velocidad, se empez a escuchar el freno de compresin. Jorge estaba pasando el mejor da de su vida a pesar de la perdida de su diente. El dolor ya le haba pasado. En eso el conductor jal de la soga que se encontraba arriba de su cabeza. Jorge escuch nuevamente ese sonido perturbador, se volvi ante esta potente maquina y corri hacia l. El sonido del pito no era el mismo de la campanilla de la escuela, pero igual le pareci magnifico. Gritaba de alegra y sus dientes brillaban a excepcin de uno que se encontraba en el bosque. De pronto se sinti fuera de s. No sinti nada y todo se haba apagado. Ah estaba Jorge tendido sobre la manta negra del asfalto, desnudo y con el zapato cobijndole el pie. Su mam recibi la llamada de la escuela, dej caer el telfono y se sumergi en s misma. En ese momento sus padres supieron como era estar en los zapatos de Jorge.