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Tratamiento de la temática de las drogas según Eloy de la Iglesia en “El Pico”

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Trabajo universitario.

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Page 1: Tratamiento de la temática de las drogas según Eloy de la Iglesia en "El Pico"

Tratamiento de la temática de las drogas

según Eloy de la Iglesia en “El Pico”

Historia de los medios audiovisuales en EspañaPeriodismo y Comunicación Audiovisual (Grupo 34)

María Fernández CarballoNIA-100061606

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El estudio y su contexto:

En los años 80, recién terminada la dictadura franquista y en un ambiente social de

anhelos de cambio, la transición hacia el sistema democrático se abría paso en las

mentes de los españoles. Por estos años, Eloy de la Iglesia decide retratar la realidad del

mundo de la droga entre los jóvenes. De una manera directa y cruda aborda este tema en

una época de incertidumbre, aunque cabe destacar que no fue pionero en representar

esta problemática mediante la cinematografía, pues ya existían antecedentes como

“Perros callejeros” (José Antonio De la Loma, 1977).

Realizando una breve retrospectiva del momento vivido en España en los 80

(sobrevolando 1983, año de estreno de “El Pico”), se podría destacar la siguiente

situación: “La España rural, pobre, atrasada, religiosa, subsistía (…). Pero España era

una sociedad urbana y moderna, cuyos problemas eran ahora los problemas de las

sociedades desarrolladas: la seguridad ciudadana, las drogas, la marginalidad social, la

tercera edad, el desempleo juvenil, el medio ambiente…” (Santos y otros, 2003: 595). Y

de esta sociedad “urbana y moderna”, Eloy de la Iglesia realiza un retrato en su realidad

más decadente.

Este director nacido en Zarautz en 1944, se encuadra dentro del “sector crítico” de la

cinematografía española de los 80 por su pertenencia al Partido Comunista (que le

enfrentó con la censura durante el franquismo), sus ideas hacia una izquierda más

radical que la del PSOE y la manera de plasmar el presente con la cámara. Con una

forma tremendista y un estilo cinematográfico simple, encaró el tema de la juventud

“perdida” de forma descarnada, en la que tiene influencia su contacto directo con las

drogas. Fue clasificado como autor de “cine quinqui”, junto al ya nombrado José

Antonio De la Loma. “El Pico” sería un caso paradigmático de este género, encargado

de representar las vivencias de los jóvenes problemáticos relacionados con la

delincuencia y con la droga.

La trama de “El Pico” se centra en dos amigos que alcanzan la mayoría de edad, Paco

(hijo de un Guardia Civil) y Urko (hijo de un político de la izquierda abertzale) que

viven en Bilbao. Los dos consumen drogas y se enganchan a la heroína inyectada. A

partir del mundo de la droga en la cual están inmersos, salen a relucir subtemas como la

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homosexualidad, el terrorismo, el conflicto vasco, la ruptura familiar… todo

ambientado en el momento de la victoria del PSOE.

De hecho, la secuencia inaugural (en el salón de la casa de Paco) es idónea para definir

el contexto fílmico: los tres hijos de la familia (entre ellos Paco) están sentados

alrededor de la mesa con su madre y su padre viendo el discurso de Felipe González.

Tras comentarios increpadores de Evaristo (padre de Paco) sobre la figura del socialista,

Paco afirma: “pues dicen que ahora, con los socialistas, la ETA va a dejar el

terrorismo”, a lo que el padre responde “¿Sí? Esos no van a dejar de asesinar hasta que

los liquidemos a todos”. Subyacen así las ideas franquistas del padre, como cuando

ironiza sobre la libertad (“¿Pero no dicen que hay tanta libertad? ¡A ver si ahora no voy

a poder decir lo que pienso!”) o después de la intervención de González sobre la victoria

socialista, a la que el padre responde con un “A ver cuánto dura”. Pero también subyace

la intención de Paco de enfrentarse al padre defendiendo de alguna manera el cambio

político. El simple hecho de no quedarse callado ante los comentarios del padre, es

significativo de una nueva generación de jóvenes que crece en un ambiente aperturista y

de libertad, hijos de la generación que protagonizó la ruptura, en ocasiones traumática,

con las normas y pautas de una sociedad tradicional.

Así, tal y como expresa la “Revista Española de Salud Pública”, “A pesar de haber

crecido alrededor de una misma experiencia histórica, no son parte de la misma

generación sino que aparecen dos segmentos distintos separados por una frontera

imprecisa. Los más jóvenes se han sentido siempre sujetos de un mundo concluido y sin

historia; situados en el seno de una realidad bloqueada, comienzan la inevitable

construcción de una identidad cultural (…) pero éste no es un proceso preciso y

consciente, sino que incluso entre los propios adolescentes percibimos una generación

sin unidad, quizás porque la tarea cultural es ingente, quizás porque la posible identidad

histórica de la nueva cultura aún no está definida (…). Se abre así una primera dualidad

entre aquellos que están construyendo la nueva cultura y aquellos que van

transcurriendo en la comodidad de una identidad que les han proporcionado unos padres

que protagonizaron el cambio. En ambos grupos el tema de las drogas ocupa un lugar

central. Conocemos bastante bien lo que hacen aquellos que han recibido de sus padres

el mensaje implícito o explícito de «transgredir» las normas y el rechazo hacia los

límites, pero apenas sabemos nada sobre los jóvenes que reivindican límites y normas

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claras sin aceptar la actitud tolerante y paternalista de la generación anterior”. (Comas,

1995: 171)

Cabe destacar que la película se desarrolla en Bilbao, una de las ciudades afectadas

económicamente por las reconversiones industriales y económicas. Es en estos lugares

(Galicia, Asturias, País Vasco…) donde empiezan a hacerse fuertes las redes de tráfico

de droga clandestinas a la muerte del Franco.

Además, “El Pico” se centra en la heroína. Esta sustancia gozaba por estos años de gran

popularidad entre los consumidores de droga: “A lo largo de los ochenta la «epidemia»

del consumo de heroína en forma de inyección ocasionó en España un gran aumento de

la mortalidad juvenil, la demanda de atención sanitaria y la delincuencia contra la

propiedad, generando intensa alarma social, y siendo la responsable de que «las drogas»

llegaran a percibirse como uno de los tres principales problemas de la población, junto

el paro y el terrorismo”. (Fuente, 2006: 507).

Al ser una de las problemáticas presentes en un sector de la juventud de la época, el

objeto de estudio se centrará en el tratamiento de las drogas en las secuencias que a la

vez, marcan puntos clave en el discurso del filme y construyen el esqueleto del

argumento, además de presentarnos el ambiente de los protagonistas.

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Representación de las drogas y contexto:

Aunque la película está centrada en la heroína, la presentación de las sustancias se hace

de manera “progresiva”: al principio de la película, después de presentarnos a Paco y a

su familia, vemos cómo éste se dedica a vender hachís a las puertas de la academia

donde estudia y también en una discoteca. Posteriormente, se va al piso de Betty, una

prostituta argentina en cuyo piso los chicos suelen ir a drogarse. Allí esnifan heroína. En

la siguiente visita a la casa de Betty, los dos amigos deciden inyectarse su primer pico.

Pese a esta progresividad, De la Iglesia no se recata en mostrar el acto del consumo de

las diferentes sustancias llevando al desagrado del espectador.

Consumo de drogas duras:

La primera vez que Paco consume drogas duras es en casa de Betty. El piso se presenta

con un sumario de imágenes del aspecto de la casa: fotografías de Marilyn Monroe,

Freddy Mercury, Mafalda… todo un pastiche de la cultura pop que es representativo, en

parte, del ambiente de apertura hacia lo extranjero y de la búsqueda de una identidad de

la juventud de la época: “Pluralidad, fragmentación, eclecticismo parecían pues, definir

la vida española. Ello era, en parte, resultado de la crisis que los grandes paradigmas

filosóficos experimentaron, en todas partes, en los años setenta y ochenta (…). Pero, en

el caso español, revelaba también y ante todo, otra realidad: el hecho mismo de que la

sociedad española de la transición constituía una sociedad plural y abierta”. (Santos y

otros, 2003: 571)

El consumo se muestra mediante un primer plano de un espejo en el cual están situadas

dos rayas de heroína. Poco a poco aparece el reflejo de Paco quien empieza a esnifar. Es

Urko quien consumirá la segunda dosis y acabará vomitando.

Es interesante el análisis de la música en la película (sobre todo en las escenas más

críticas). La música de esta escena es animada, contrastando la decadencia que se

respira en un piso en el que solamente hay jóvenes drogándose (en segundo plano, se

muestra un grupo de amigos que dejan ver jeringuillas y hacen comentarios sobre lo que

consumen): una forma irónica de destacar el consumo de drogas mediante la recreación

de un ambiente banal, pero antitético frente a la decrepitud de la situación.

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Esta secuencia aglutina uno de los subtemas que subyacen en “El Pico”: la relación de

la droga con el dinero y la prostitución. Betty explica a Urko y Paco que “es mejor

picárselo si no hay plata para comprar mucho” y poco después, una de las chicas que

están en el piso le pregunta a Betty si no tendría trabajo para ella (se deduce por

comentarios posteriores de Urko, que se trata del mundo de la prostitución).

Tras apenas cinco minutos de haber comenzado el filme, se expone la adicción de los

chicos y el círculo que les rodea cuando salen de sus casas: un ambiente moderno, de

supuesta libertad, en el que sólo existen jóvenes y drogas; todo ello de un modo conciso,

crudo e impactante.

Primer “pico”:

Volvemos a la casa de Betty, justo después de una escena en la que los padres de Paco

conversan sobre el futuro de éste. Evaristo sentencia la conversación: “A los jóvenes de

hoy les cuesta un huevo encontrar trabajo. El Ejército es un porvenir seguro”.

Acto seguido, nos encontramos con la imagen de una cuchara que alguien quema con un

mechero (una situación que choca con la afirmación previa del padre y transmite cierta

ironía). El plano se va abriendo poco a poco y vemos que es Urko quien sostiene la

cuchara y la quema mientras Paco remueve el contenido de ésta y Betty observa con

tranquilidad. Una vez preparado el pico, se muestran indecisos por el respeto que les

causa la jeringuilla. Paco intenta pincharse pero no puede y es Betty quien lo hará. A

partir de aquí todo se presenta en primeros planos: vemos cómo Betty inyecta la heroína

en el brazo de Paco al tiempo que le dice: “¿Sentís el golpeo? El corazón te está

haciendo ahora bom, bom, bom”, y en ese momento le quita la aguja; observamos la

reacción en primer plano de la cara de Paco y Urko pregunta con curiosidad por lo que

ha sentido. Paco no puede ni responder. Simplemente suspira y se deja caer en el sofá.

A esta situación de desagrado a ojos del espectador, le acompaña una música

extradiegética que provoca tensión. Junto con las palabras de Betty y el tono en que las

pronuncia, además de los primeros planos de la inyección, genera una sensación

angustia e incomodidad en el espectador. Se trata de uno de los momentos más

impactantes de la película donde nos damos cuenta del grado de drogadicción de los

protagonistas pese a su juventud y la acomodada situación de los padres.

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Síndrome de abstinencia neonatal:

La secuencia se desarrolla en la casa de “El Cojo” (quien le pasa la droga a Urko y Paco

para vender en la calle). Éste acaba de tener un hijo con Pili (también adicta a la

heroína) que se encuentra medio dormida en una silla a pesar del insistente llanto de su

hijo, lo que nos hace pensar en que está drogada. Urko bromea con los lloros del niño:

“Menudo fuelle tiene, ¿eh? No para de berrear”. Y la contestación de “El Cojo”, que en

principio se toman a broma, no les deja indiferentes: “Es que ha nacido enganchadísimo

(…) Pili no ha dejado de picarse en todo el embarazo (…) ¡Adición prenatal a la

heroína!”. La última sentencia la dirige gritando a su mujer, pero ésta sigue dormida.

“El Cojo” la despierta de bruscamente y ella trata de atender a su hijo.

Desde que los dos amigos llegan al piso, no dejamos de escuchar los llantos del bebé.

“El Cojo” les explica que va a tener que prescindir de ellos como vendedores porque

todo el mundo conoce a Paco. Esto es debido a que sale en los medios tras salvar la vida

de su padre (que es Guardia Civil) cuando unos etarras intentan matarle a tiros desde un

coche (el terrorismo es otro de los subtemas que nutren el largometraje). “El Cojo” no

corre riesgos y tampoco le entrega las papelinas a Urko. Durante todo el tiempo el bebé

sigue llorando.

“El Cojo” les regala droga a los chicos después de la “mala noticia”. Cuando la saca

vemos en primer plano la cara atenta de Pili. El padre se va a la cocina y la madre les

hace un gesto de silencio a los chicos mientras mete el chupete del bebé en la droga para

dárselo después al niño. Ése es el único momento en el que se calla. Al volver, “El

Cojo” comprende lo que ha pasado, le quita el chupete al niño que vuelve a llorar, y se

abalanza sobre su mujer empujándola y gritándole. Es el momento del clímax, en el que

la confusión es extrema mientras se mezclan el lloro del niño y los gemidos de la madre:

“¡Es que no se calla! ¡Yo no puedo más! ¡Me va a reventar la cabeza! ¡¿No lo oyes?!

¡¿No lo oyes?!”. “El Cojo” la zarandea mientras le grita “¡Pínchate todo lo que quieras,

revienta de potro, muérete de una puta vez!”. Ella le responde desesperada: “¡¿Quién

me metió a mí en todo esto?! ¡¿Quién?!”. El desconcierto llega a su punto álgido con

este diálogo en el que se increpan mutuamente y el ruido de la escena es tal que

mantiene en alerta al espectador en todo momento (y más al tener como foco principal a

un bebé).

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Paco y Urko lo ven todo, pero no dicen nada. Es más, incluso tienen algún que otro

gesto de indiferencia y hastío ante lo que está ocurriendo. Se entrevé una actitud de

“pasotismo” mientras siguen entretenidos guardando la droga sin hacer caso de lo que

exclama “El Cojo”: “¡¿Veis?! ¡¿Veis?! ¡Hay que saber controlarse!”. Ellos hacen

ademán de marcharse mientras Paco contesta: “Anda Cojo, no te enrolles, que de sobra

te conocemos todos”, y acaban por salir del piso. Mientras, el niño y la madre siguen

llorando.

En toda esta secuencia vemos la otra cara de la droga: cómo afecta a familias enteras

directa o indirectamente (incluso a bebés, como el hijo de “El Cojo” y Pili, un personaje

de la película que aumenta el impacto a la sensibilidad del espectador por su corta edad)

y cómo estos jóvenes “enganchados” no se inmutan ante una situación tan dramática,

porque su interés principal sigue siendo la droga y no el desolador panorama en el que

se encuentran.

En este momento, la figura de Paco como un chico con problemas en casa (un padre

machista y retrógrado y una madre enferma al borde de la muerte) y en su círculo de

amistades (algunos compañeros se meten con él por ser hijo de un “picoleto”), con

inseguridades sexuales (dice que “no le va ese rollo” hablando de acostarse con

hombres pero lo sigue haciendo con un escultor vasco, Mikel Orbea) y metido en un

círculo social decadente (pasa los días en casa de Betty y vendiendo droga por Bilbao

con Urko), se convierte en un drogadicto al que le da igual lo que la droga puede causar

(incluso en un recién nacido); alguien que solamente se preocupa por obtener su dosis y

evadirse de todo eso que le rodea.

Admisión de drogadicción:

Paco llega a casa con síntomas de estar padeciendo síndrome de abstinencia: tiembla, le

pica el cuerpo, respira con dificultad y se contrae continuamente. Escucha a su madre

enferma que gime de dolor y va en su ayuda. Paco se atreve a ponerle una inyección

para remitir su sufrimiento.

Es una situación completamente diferente a las anteriores, por lo tanto, representada de

manera distinta: no vemos cómo Paco pincha a su madre, aunque sí la aguja en primer

plano y el cambio en el gesto de su madre del sufrimiento a la tranquilidad. Además, la

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música no juega con la ironía mediante la contraposición, sino que es tranquila y

melancólica. Paco se comporta de manera diferente a la previamente analizada: es

cariñoso, comprensivo y está preocupado por su madre, aunque aprovecha para hacerse

con el medicamento y poder pasar el “mono”.

Decide inyectarse una ampolla y se queda dormido con el brazo sangrando cuando su

padre llega. Le pregunta a Paco por los medicamentos que faltan. Al descubrir el brazo

sangrando Paco decide no mentirle: “Yo hubiera preferido heroína, pero ya sabes, a

falta de pan… llevo varios meses inyectándome. Soy heroinómano”.

Paco se marcha de casa al verse apuntado por la pistola de su padre, que reacciona con

violencia cuando su hijo no quiere revelarle el nombre del que le suministra la droga.

Evaristo no se quita de la cabeza la idea de que alguien ha enviciado a su hijo, buscando

un culpable ajeno a los problemas que puedan afectar a Paco, sólo pensando en alguien

que le haya avocado a meterse en el mundo de la droga: una concepción egoísta en la

que él no se ve para nada involucrado.

Con la inminente quiebra del núcleo familiar que se hace realidad, nos encontramos a

un Paco solitario, que se escapa de casa sintiéndose incomprendido y falto de ayuda,

además de seguir con el “mono”.

Desintoxicación:

Paco se esconde en el estudio de Mikel, un escultor vasco homosexual con el que tuvo

esporádicas relaciones sexuales. Esta es la secuencia más “cinematográfica” de la

película, en la que se hace uso de las imágenes y los sonidos de manera no convencional

para transmitir el efecto de las drogas.

Paco se queda solo en el estudio y vemos a cámara lenta, aunque mezclada con

imágenes en movimiento a velocidad real, cómo destroza parte del mobiliario y algunas

obras. Se ensaña con una escultura de barro inacabada cuando llega Mikel que trata de

calmarlo. Paco está fuera de sí, moviéndose compulsivamente, respirando entrecortada

y ruidosamente. De fondo escuchamos esa respiración casi epiléptica y una música

aguda que transmite sensación de agobio. La voz de Mikel se superpone, lo que

incrementa la percepción de descontrol (el mismo que tiene Paco de su cuerpo por

carecer de la droga que “necesita”).

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En otra secuencia volvemos a escuchar la misma música y la respiración acelerada de

Paco mientras que éste, tumbado en el suelo, está sudoroso, pálido y tiene la cara

desencajada. Mikel está a su lado tratando de calmarle. Se superponen en el mismo

plano, varias veces, las caras de los dos. Mikel le acaricia la cara y consigue que éste

pare de convulsionar.

Son momentos agresivos y caóticos, que transmiten la necesidad y la dependencia de

Paco mediante el frenetismo de la secuencia. Desconciertan y violentan el orden de la

película (se insertan estos dos momentos entre las declaraciones de los jóvenes en los

cuarteles de la Guardia Civil sobre si conocen el paradero de Paco o quién le suministra

la droga).

Muerte de Urko:

Después de un primer intento de desintoxicación, Paco y Urko no tienen dinero y

deciden actuar desesperadamente: “Tenemos que hacer frente a las cosas como son”,

exclama Paco. Pero lejos de tratar de “desengancharse” otra vez, roba la pistola de su

padre para atracar al “Cojo”. Después de un forcejeo con éste, Urko le mata junto a su

mujer, mientras el niño llora desconsolado. Pero han conseguido su objetivo: 100

gramos de heroína.

Los volvemos a ver en casa de Betty. La imagen es desoladora y chocante: en un piso

multicolor, con una decoración algo kitsch, multicolor, vemos a Urko sin camiseta y a

Paco con la camisa desabrochada, en una postura tirada, sin fuerzas, con gesto cansado

y frágil; pálidos, delgados, demacrados. Betty llega: “Llevan cuatro días encerrados sin

parar de picarse. ¡Se van a matar, locos!” y pone la misma música que sonaba la primera

vez en ese piso. Mientras, Paco bebe leche y Urko se prepara otro pico más. Vemos en

primer plano cómo se inyecta la droga, cómo la sangre asciende por la jeringuilla para, a

continuación, volver a descender con la heroína. La cara pálida en primer plano de Urko

es fantasmal. Empieza a gemir levemente mientras tensa su gesto. Se corta a un primer

plano de su brazo, donde sigue la jeringuilla con la sangre de Urko. La combinación de

planos del gesto de Urko y de la jeringuilla introduciendo y absorbiendo el líquido, se

realiza varias veces (con las muecas cada vez más exageradas del joven).

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El momento parece interminable por la intensidad y crudeza de las imágenes,

contrapuestas con la tranquilidad de Paco (que toma aire por la ventana ajeno a lo que

ocurre a sus espaldas) y por la música. El sumario de imágenes de la casa de Betty que

se presentan al inicio de la película, se vuelven a insertar en este momento haciendo una

analogía contrastada con la primera escena analizada. Mientras vemos las imágenes

seguimos escuchando los gemidos de Urko hasta que llega un momento en el que sólo

se escucha la música: Urko, ha muerto. Le vemos de cuerpo entero, rígido y con los

músculos en tensión aún después de fallecer. Betty entra en el salón y grita al ver a

Urko. Su cuerpo sigue contraído y el brazo todavía sostiene la aguja.

La sobredosis de Urko es el momento culmen de la película. A pocos minutos del final,

la muerte se resuelve como la gran consecuencia del “juego” con las drogas en el que

participaban los dos amigos.

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Conclusiones:

La sensación predominante es el desencanto por parte de los dos chicos del momento en

el que viven. No son héroes, sino jóvenes que tratan de buscarse a sí mismos

evadiéndose de todo aquello que aborrecen: “En el desencanto emerge un nuevo tipo de

cine individualista diferente de la nueva comedia. No se trata ya de personajes

desilusionados con la política, sino de aquellos jóvenes de 15 a 20 años de edad que

apenas llegaron a conocer el franquismo. Se pasa de la cultura del rollo – engendrada en

la marginalidad antifranquista clandestina- a una cultura de la exhibición que reivindica

lo efímero, el descompromiso posmoderno del presente continuo”. (Trenzado, 1999:

322)

De la Iglesia representa las drogas sin pudor a través de primeros planos, visiones

desagradables y angustiosas que provoca el desagrado del espectador. Aunque suelen

ser escenas breves en las cuales se inyectan la heroína, el caso de la secuencia de la

muerte de Urko incrementa los minutos de visionado “del pico” que le causa la

sobredosis: se trata del gran acontecimiento que augura el final de la película y que

separa irremediablemente a los dos amigos, cuyo enlace fundamental era la droga.

Destacan las oposiciones que remiten a cierta ironía. Éstas se consiguen mediante la

música, los escenarios en los que se mueven, que llegan a ser kitsch (como, por

ejemplo, la casa de Betty), o la actitud de los propios protagonistas (el pasotismo ante

situaciones realmente dramáticas): pura evocación de la decadencia de los personajes.

La descomposición familiar y el problema de la juventud sin expectativas se deslizan en

la trama: desde la siniestra convencionalidad de la familia reunida y la imagen posterior

de Paco drogándose, al hecho del consumo de droga y también del sexo para escapar del

presente de estos jóvenes; todo nos muestra un núcleo familiar en plena obsolescencia y

la sensación de vacío de los jóvenes.

La película finaliza con una imagen metafórica: Paco y Evaristo tiran al mar el tricornio

con la heroína y la pistola. El gesto asoma cierto pesimismo pero también esperanza:

“El pasado y el futuro de nuestro país están cifrados en el cúmulo irrepetible de

imágenes atrapadas en un presente tan convulso como revelador”. (Castro de Paz, 2005:

241).

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Bibliografía:

Santos, Juliá; García Delgado, José Luis y otros. (2003) La España del siglo XX,

Madrid, Marcial Pons Historia. (1ª edición, p. 571; p. 595)

Comas Arnau, Domingo. “Explorando el papel sociocultural de las drogas en los

años 90: conclusiones de una investigación”. Cuadernos de trabajo social. Nº8,

1995 p.171

Fuente, Luis de la; Teresa Brugal, M. y otros. “Más de treinta años de drogas

ilegales en España: una amarga historia con algunos consejos para el futuro”.

Revista Española de Salud Publica. Nº 5, vol.80, 2006. pp. 505-520

Trenzado Romero, Manuel. (1999). Cultura de masas y cambio político: El cine

español de la transición. Madrid, Siglo Veintiuno de España Editores, sa.

(1ªedición, p. 322)

Castro de Paz, José Luis; Pérez Perucha, Julio; Zunzunegui, Santos Etc. (2005).

La nueva memoria: Historia(s) del cine español (1939-2000). A Coruña, Vía

Láctea Editorial (1ª edición, p. 241)

Page 14: Tratamiento de la temática de las drogas según Eloy de la Iglesia en "El Pico"

Anexos:

Anexo 1:

http://www.elpais.com/articulo/cultura/IGLESIA/_ELOY_DE_LA/Anecdotas/enganar/

tedio/elpepicul/19831004elpepicul_10/Tes [Consultado el día 18 de noviembre de 2008]

Añado, como información complementaria y curiosidad, un artículo perteneciente a “El

País” que contiene una crítica sobre “El Pico”. Se titula “Anécdotas para engañar el

tedio” y está firmada por Octavi Martí el día 4 de octubre de 1983 (día del estreno

oficial de la película “El Pico” en Madrid, aunque ésta ya había sido proyectada en el

Festival de San Sebastián):

Anécdotas para engañar el tedio

El pico produce la misma sensación que aquellas santas cenas adornadas con flores de

plástico que se encontraban en los comedores de los universitarios izquierdistas que

hace 10 o 15 años soñaban con China y Albania y pretendían redimir sus orígenes

camuflando su hogar de vivienda obrera en el extrarradio. En El pico están los tresillos

de skai, la demagogia de Encarna de noche o la supuesta poesía de El loco de la colina;

la estética de la fotonovela, esa moneda cuyas dos caras son Julio Iglesias y Miguel

Ríos; la escultura de Subirachs, y un submundo surgido directamente del de Aborto

criminal, como es el encarnado por el cojo, su esposa y un bebé heroinómano.

El argumento de la película es bien conocido: dos muchachos (uno, hijo de un

comandante de la Guardia Civil, y el otro, de un diputado abertzale) quedan

enganchados por la heroína.

En su camino para liberarse o recaer bajo la dependencia de la droga se encuentran

implicados en el tráfico de estupefacientes, la prostitución, el asesinato, los

enfrentamientos familiares, la drogadicción fetal, el peso represivo de las instituciones,

la política independentista y un largo etcétera de calamidades.

El pico no es ni más ni menos oportunista que anteriores películas de Eloy de la Iglesia.

Si de oportunismo puede hablarse, es de otro carácter, casi ontológico, al despreciar la

esencia del cine y convertirla en un autobús que sirve para recorrer un trayecto. De ahí

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las fotonovelas o la referencia a los programas radiofónicos con que arrancan estas

líneas

La mitificación del subproducto, el empeño por romper con todas las clasificaciones, el

desprecio por la llamada alta cultura y la connotación peyorativa que acompaña al

adjetivo elitista son algunos de los padres de esta película.

Ante esta tesitura, y antes de acusar al cineasta de no serlo, bueno será recapitular y

acordarse de pasados entusiasmos por productos que no son ni mejores ni peores que El

pico. Los únicos momentos vivos y reales del filme los ofrece Quique San Francisco, el

único que se adecua a su papel.

Anexo 2:

http://www.elpais.com/articulo/cultura/IGLESIA/_ELOY_DE_LA/Eloy/Iglesia/

pelicula/pico/historia/padres/hijos/provocacion/elpepicul/19831004elpepicul_9/Tes

[Consultado el día 18 de noviembre de 2008]

Ése mismo día, se publican, también en El País, las declaraciones de Eloy de la Iglesia

antes de la presentación de la película en Madrid. La polémica ya estaba servida desde

la proyección de la película en San Sebastián; De la Iglesia critica a los medios por

influir con sus críticas en la posible percepción de “El Pico” por parte de la audiencia:

Eloy de la Iglesia: “La película 'El pico' es una historia de padre e hijos, no una

provocación”

Hoy se estrena en Madrid la última película de Eloy de la Iglesia, El pico, de cuya

proyección en el reciente Festival de Cine de San Sebastián se hizo eco con abundantes

comentarios los medios de comunicación. Ante la presentación del filme al público

madrileño, el realizador puntualiza que "son los otros quienes quieren convertir mi

película en un escándalo".

No puede decirse que Eloy de la Iglesia sea un hombre comedido a la hora de elegir los

temas de su cine; tampoco puede decirse que sean, las suyas, películas aburridas.

Denunciador nato de situaciones límites, parece como si De la Iglesia se planteara en

cada película un "más difícil todavía" El pico -título que alude doblemente al pinchazo

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de heroína y al tricornio que utiliza la Guardia Civil- plantea los problemas que se les

presentan a un comandante de la Benemérita y a un diputado de la izquierda abertzale

cuando descubren que sus hijos adolescentes están prendidos en la droga dura.

"Pero yo no he hecho una película de provocación, sino una historia familiar, en clave

de melodrama, sobre lo que puede suceder cuando dos personas que ocupan cargos

como los de mis protagonistas carecen de respuesta que ofrecer a sus hijos víctimas de

la droga. He querido hablar de la imposibilidad de entendimiento entre padres e hijos, y

lo he hecho utilizando un esquema que están hartos de emplear en las cinematografías

de otros países: que los protagonistas sean personajes políticamente importantes", dice

el director. Añade Eloy de la Iglesia, que si la película nos llega precedida de una

aureola de provocación es "por culpa de determinada prensa que, en su afán de

amarillismo, se excusa en El pico para crear el escándalo, adoptando una actitud

golpista y desestabilizadora. A mí no me extraña esa reacción de la prensa ultra, pero es

todavía más repugnante en periódicos que se dicen progresistas. Me gustaría que el

público fuera a ver mi película como si nunca hubiera oído hablar de ella".