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Page 1: Traducido y editado por Javier Corderointernacional de 1993 (¡qué mal lo hice!). Pablito Morán me había animado para ir a pasar unos días a su apartamento de Oviedo y así poder

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Música, ajedrez y poesía

Eugenio Salomon Rugarcía

Traducido y editado por Javier Cordero

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©Eugene Salomon Página 1

Unas semanas antes de cumplir 91 años me embarqué en un nuevo viaje que me trajo de regreso a España, un periplo lleno de emociones y recuerdos que por su contenido, en cierta forma histórico y a la vez ajedrecístico, pensé digno de compartir con mis amigos del ajedrez.

Cruzar el Atlántico desde Estados Unidos en dirección a España ha sido algo habitual para

mí, lo he hecho docenas de veces. En muchas ocasiones fueron visitas relámpago de un fin de semana para poder abrazar a la familia tras un viaje de negocios que me había llevado a algún recóndito lugar de Europa (Milán, Londres, Frankfurt, París…). Otras veces se trataba de visitas más calmadas para pasar unos días de vacaciones junto a mi familia, lo que siempre aprovechaba para visitar a los amigos que dejé en el mundo del ajedrez.

Hubo viajes que jamás olvidaré. Dos de ellos estuvieron impregnados por la tristeza: con

una diferencia de 6 meses, tuve que tomar dos vuelos para asistir a los funerales de mis padres. Otros fueron experiencias increíbles, como mi estancia en Oviedo para participar en el Open internacional de 1993 (¡qué mal lo hice!). Pablito Morán me había animado para ir a pasar unos días a su apartamento de Oviedo y así poder jugar el torneo. En cierta forma fue la despedida de “dos amigos de siempre y para siempre”. Esta definición de nuestra amistad provenía de Pablo, el cual la había incluido en la dedicatoria que plasmó en uno de sus libros cuando nos reunimos en su “refugio” de la Playa de Estaño, allá por 1973.

Dos de los últimos viajes han sido muy importantes en mi vida. En marzo de 2017, Beatriz y

yo nos fuimos de vacaciones a España junto a nuestra nieta de California, de 15 años, Nina. Tras pasar por mi querido Madrid, fuimos a respirar un poco de Historia a la ciudad milenaria de Córdoba mientras visitaba a un amigo y cliente industrial. Después encaminamos nuestros pasos a la bella Sevilla, donde Nina pasó unos días maravillosos junto a otras tataranietas de mi abuelo Casimiro.

El regreso a Madrid fue ilusionante: tenía programada una reunión con mi amigo de

siempre y de todas partes, Juan José de la Cierva. Con Juanjo coincidí en La Habana durante los años 50, pero también, curiosidades de la vida, nos pudimos ver en Estados Unidos en la década siguiente ya que ambos terminamos instalándonos allí. Juanjo sí regresaría a España y allí pudimos coincidir alguna vez más. Si estás leyendo estas líneas, Juanjo, te envío un abrazo a través de las redes y, como decíamos en Cuba, “cuídate, que de los buenos quedamos pocos”.

En Madrid también me esperaba el famoso escritor Miguel Ángel Nepomuceno con el que

había concertado una entrevista. De esa reunión, que se prolongó durante 3 horas, nació la idea de publicar varios artículos sobre mi vida en la web Zenda. Todo esto cambió mi vejez, inspirándome a escribir sobre mi ajedrez dentro y fuera de las 64 casillas que lo conforman. Y es que mi vida y la de mi padre son como una larga partida de ajedrez jugada en el amplio tablero del mundo y tal vez, sólo tal vez, parte de este artículo pueda ser un día el prólogo de un libro que cuente la historia de mi padre y que también lleve por título “Música, ajedrez y poesía”.

Y así llegamos a mi último viaje a España, que comenzó el 4 de julio de 2019, en Madrid, con una "comida" familiar (se trató más bien de un banquete que de un almuerzo o una cena) en casa de mi primo hermano Miguel Rugarcía.

Estas cortas vacaciones también nos iban a servir para celebrar la increíble recuperación de

mi esposa Bea tras unos serios problemas de salud sufridos a principios de este año. Hace mucho tiempo que nos conocimos por pura casualidad en Manhattan en una fiesta de Navidad, sólo unas

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semanas después de mí llegada desde Cuba, y aquí estamos 4 hijos y siete nietos después. A veces la vida te lleva por caminos insospechados, mi plan inicial era permanecer sólo uno o dos años en New York para regresar a España y establecerme allí. Sin embargo, el destino había decidido por mí y me dio una larga y fructífera vida de 59 años en los Estados Unidos, en la que pude combinar mi amor por el trabajo familiar y profesional con una pasión duradera por el ajedrez.

Esta vez tuvimos con nosotros a nuestra nieta Chrissy, la cual pudo conocer por primera

vez sus raíces y el origen de su familia, tesoro que pudo llevar consigo guardado en su maleta de vuelta a Texas. La hoja de ruta fue rica y variada: Madrid (visitando la casa donde viví y el Instituto "Ramiro de Maeztu", donde me gradué), Toledo, Segovia y Gijón, con un recorrido por hermosas playas y espectaculares montañas verdes que representaron un precioso escenario de fondo.

En nuestra primera parada, Madrid, nos hospedamos en el mejor alojamiento que la vida

te puede ofrecer: la familia. Pasamos unos días en casa de mi cuñada Chicha (Conchita Pérez), con quien tanto hemos vivido y pasado. En el ya lejano 1952, mi hermano Roberto y Chicha se casaron en La Habana: ese día mis padres ganaron una hija y yo una nueva hermana. Sólo 10 años después Roberto libraría una cruenta batalla contra el cáncer en Topeka, Kansas, de la que no logró salir victorioso… dejó esposa y tres hijos, y una vida llena de bellos gestos tras de sí.

La Habana 1958: Robert Salomon, Chicha, Roberto (con sus dos hijos) y Juana

Roberto fue muy importante dentro de mi familia. Lo sacrificó todo para acompañar a mi padre en el exilio en 1943. En La Habana trabajó sin descanso y su aportación fue fundamental para que la familia se pudiese volver a reunir de nuevo en Cuba. Completó sus estudios de Medicina a la vez que trabajaba y aún tuvo tiempo para mostrar su lado más humano durante el monstruoso ciclón que asoló La Habana en 1944, trabajando como voluntario para la Cruz Roja. Tras su fallecimiento, Chicha y los niños regresaron a España, no en vano sus padres y los míos residían por aquel entonces allí.

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Año 1964. Por primera vez se reúnen los hijos de mi hermano y mis dos hijos mayores. Los lazos de la niñez perduran

El domingo 7 de julio no fue un día más: un tren nos estaba llevando en dirección al lugar

de nacimiento de mi pasión por el ajedrez: Gijón. Llegamos sobre las 5:00 p.m. y, después de dejar a mi esposa "Bea" (Beatriz) y a Chrissy en el Hotel Hernán Cortés, caminé un poco por la calle Corrida, el corazón de la ciudad. Es la misma calle que había recorrido cientos de veces entre los años 1942 y 1947, incluido un paseo inolvidable junto a Alexander Alekhine durante un atardecer en el verano de 1944.

Esta vez fue una caminata triste, no me dirigía al "Casino de la Unión de los Gremios" para

jugar al ajedrez, sino que iba a darle un último beso de despedida a mi prima hermana Teté, de 104 años. El más joven de los Salomon Rugarcía se despide del último superviviente de los Menéndez Rugarcía. ¡¡Recuerdos!!: durante los años 30 y 40 compartí muchas experiencias con mis cuatro primos, lo que me llevó a tener una relación muy cercana con todos ellos. Nos tocó vivir las penurias de la Guerra Civil cuando ésta nos sorprendió en casa de "Abuelito" en Gijón, mientras mis padres todavía estaban en Madrid, en ese triste (para mí) 18 de julio de 1936. Pasarían 12 años antes de que toda la familia se reuniera nuevamente en La Habana, Cuba.

Artículo de “El comercio” sobre Mª Teresa Menéndez Rugarcía

En mi primera noche en Gijón, tuve el placer de reunirme personalmente con Luis y Pedro

Méndez Castedo, con quienes había mantenido correspondencia al escribir el Prólogo de su libro "The Gijon International Chess Tournaments 1944-1965", publicado recientemente por McFarland aquí en Estados Unidos. Fue un honor haber contribuido a este libro con fotografías, anécdotas y algunas palabras de introducción a la edición en inglés.

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Realmente fui testigo directo del nacimiento del Torneo de Gijón. Mi tío, el Dr. Casimiro Rugarcía, jugaba partidas a diario con su amigo íntimo, el Dr. Pedro del Río (entonces Presidente del Casino de la Unión de los Gremios). "Tio Casi" tomaba su café expreso habitual mientras buscaba la belleza y la poesía que desde siempre han estado escondidas dentro del tablero (¡las complicadas y a la vez bellas combinaciones!). Era el año 1943, poco antes del verano, cuando apenas nos quedaban unos meses para mudarnos a Madrid... de repente, ese genio entre los organizadores del ajedrez, Don Félix de las Heras, vino a hablar con Don Pedro y con voz dominada por el entusiasmo comentó que tenía en su mano la posibilidad de que el campeón del mundo, Alexander Alekhine, viniera a Gijón si se conseguía organizar un torneo Internacional. Con sólo 14 años no

podía ni siquiera empezar a imaginar la enorme influencia que Alekhine tendría en mi vida y tampoco que yo mismo sería uno de los participantes de uno de los torneos internacionales (el IV en 1947).

Junto a los hermanos Méndez Castedo, tuve una entrevista muy agradable con Enrique

Iglesias, una conocida autoridad del ajedrez y reportero de "El Comercio". La entrevista fue publicada en este diario y en ella Enrique se refirió a mí como "Una leyenda viva de nuestro ajedrez":

El comercio: “El ajedrez de Gijón ya se lee en América”

No, Enrique, Luis y Pedro: ¡no soy una leyenda! pero tuve el privilegio de tener durante mi

juventud a tres maestros legendarios: mi padre, mi tío y Alexander Alekhine. Este artículo está dedicado a su memoria, ya que aprendí de ellos las lecciones más valiosas no sólo sobre ajedrez, sino también sobre música y poesía y, sobre todo, sobre la vida misma.

Segovia: Beatriz, Nenuca, Cristina y Chrissy… de tapeo antes del obligado “cochinillo”

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Fue una ilusión poder enseñar a Chrissy la casa donde su abuelo de Gijón, con sus dos hermanas y su hermano, pasaron la guerra civil de España (1936-1939) separados de sus padres, viviendo con su abuelito, primos y tíos. Los Rugarcía, los Menéndez Rugarcía y los Salomon Rugarcía eran nombres bien conocidos en Gijón en las décadas de 1920, 1930 y 1940.

El tatarabuelo de Chrissy fue Don Casimiro Rugarcía (nacido en Abandames -cerca de Los

Picos de Europa- en 1855), quien habiendo emigrado a Cuba siendo muy joven deshizo el camino unos años después, junto a sus cinco hijos, tras la guerra "Hispano-Americana" de 1898. Mi abuelo fue uno de tantos "Indianos" que hizo fortuna en Cuba y regresó a su Asturias natal, estableciéndose en Gijón y adquiriendo una preciosa finca de recreo en Mareo donde tantos veranos felices pasó toda la familia.

Después de esa agradable visita, al día siguiente me reuní con los "primos Rober y Espe"

(como mis hijos les suelen llamar), que nos recogieron en el hotel para hacer un recorrido por la

ciudad y distintas excursiones a Cudillero, Colunga y el "Mirador de Moriyón", uno de sus lugares

favoritos... no es de extrañar ya que su nombre completo es Roberto Moriyón Salomon. Acaba de

jubilarse como profesor titular de la "Universidad Autónoma de Madrid".

Las historias de nuestras vidas (la de Rober y la mía) se han entrelazado durante varias

décadas compartiendo vivencias increíbles:

* En el verano de 1964, tras unos días en Madrid, visité a la familia de Rober durante unas

vacaciones en Las Palmas de Gran Canaria (donde su padre administraba un banco). A los 13 años,

acababa de convertirse en "campeón infantil de ajedrez" y luego en "campeón escolar" de las Islas

Canarias, región a la que representaría en Madrid durante los campeonatos de España.

Tenerife 1964: Toni, María Pía, Mela, Rober y Beatriz

Aunque me había "retirado" de las competiciones ajedrecísticas en 1952, todavía podía

jugar a un alto nivel. Como bien recuerdo, tanto Rober como su hermano mayor, Tony, fueron

oponentes duros... y sólo entonces supe por qué: mi primer maestro, mi padre, quien regresó de

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La Habana a Madrid en 1960, también había sido su maestro durante 1961 y 1962, justo antes de

que su familia se mudase a las Islas Canarias por unos años.

* Durante 1975-1980, mientras Rober estaba haciendo su doctorado en matemáticas con

una beca en Princeton, pasamos mucho tiempo juntos. La madre de Beatriz, que por aquel

entonces vivía con nosotros, se convirtió en la “madre adoptiva” de Rober y Espe. La profunda

unión familiar de aquellos años aún perdura y confío en que siga siendo así en un futuro. Mis hijos

siempre recuerdan a sus primos mayores con el cariño de la niñez y la admiración que les causó el

Doctorado de Rober.

Rober, Chrissy y Espe

* A mediados de agosto de 1992, Rober se encontraba en Los Ángeles consultando a una

empresa de informática líder, por lo que su hijo -"Robertín"- vino a pasar unos días de vacaciones

con nosotros en el área de Palm Beach de Florida, donde vivíamos en ese momento. Ni él ni

nosotros podremos olvidar su viaje de regreso desde Miami a Los Ángeles, bajo el huracán

Andrew. Su avión fue el último que partió de Miami antes de que decidiesen cerrar el aeropuerto.

¡Conducir junto a mi esposa desde el aeropuerto de Miami hasta nuestra casa, en "City of

Atlantis", podría ser la base de una película!

* Desplacémonos hasta septiembre de 2008. Mis sobrinos habían organizado una fiesta en

Madrid con motivo de mi 80 cumpleaños. La celebración comenzó con una cena a la que estaba

invitada sólo mi familia española. Había prometido a mis hijos y nietos tener una segunda

celebración en un hermoso Resort en Florida durante el fin de semana del día de Acción de

Gracias. ¡Todos estaban felices y mi conciencia estaba tranquila!

Rober había reservado un restaurante en Majadahonda, cerca de Madrid, sólo para la

familia (+30), y cuando nos encontrábamos listos para un brindis, la puerta se abrió y por sorpresa

aparecieron nuestros 4 hijos: ¡Habían volado desde Estados Unidos sólo para la cena!... esta ha

sido una de las raras ocasiones en mi vida en que he llorado con lágrimas de alegría y orgullo.

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Según lo programado, desde Madrid nos desplazamos a Santander, Cantabria, para

encontrarnos con el famoso autor Miguel Ángel Díaz Cantolla, quien en su autobiografía "Entre Los

Picos de Europa" se refiere a mi padre como su "abuelo Salomon".

Casa de Abandames con el escudo de los Rugarcía

Conocer a Cantolla y conocer en detalle su profunda relación con mi padre llenó mi

corazón de orgullo y rápidamente nos convertimos en almas gemelas. Desde Santander fuimos a

Potes y al valle de Liébana y visitamos Abandames, el lugar de nacimiento de nuestro patriarca,

Don Casimiro Rugarcia.

Abandames (Asturias)

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Al día siguiente, realizamos una visita por todos los lugares de los Picos de Europa por los

que Cantolla había conducido a mi padre durante las dos visitas que realizó para ver a "su nieto" a

mediados de la década de 1960. Terminamos el recorrido en el "Mirador de Santo Toribio", donde

Cantolla había presenciado las lágrimas de emoción de mi padre recordando los hermosos días de

su juventud. Debo confesar que mis ojos también estaban llorosos al recordar a mi padre y su

extraordinaria vida. Dondequiera que estén los espíritus de ambos, me imagino que comparten

una amplia sonrisa mientras escribo estas líneas.

Finalmente, Cantolla se ofreció a llevarnos de Potes a Oviedo, recalcando que no aceptaría

un NO por respuesta, y así pudimos llegar con tiempo de sobra para poder asistir a la boda de

Robertín.

* En el año 2009, mi sobrino Rober y yo, que habíamos jugado como "pareja" de Bridge en

Madrid un par de veces durante mis viajes, me preguntó si me gustaría ser su pareja para jugar el

"Torneo Internacional de Bridge de Gijón", organizado por el "Real Club de Regatas de Gijón" para

celebrar su aniversario de 100 años. En mi libro" 40 años de amistad - 100 partidas de

ajedrez"(traducido por Javier Cordero y disponible en su sitio web: "Historia del Ajedrez Español")

pueden ver la foto, de 1947, en la que aparezco jugando contra F. J. Pérez en el IV Torneo

internacional de ajedrez de Gijón disputado en el Club de Regatas. En la misma página hay una

foto de la misma sala, en el mismo club 62 años después, preparada para una ronda del Torneo

Internacional de Bridge de Gijón. Sin duda, fue una experiencia única: jugar un Torneo

Internacional de Ajedrez y otro de Bridge, EN LA MISMA HABITACIÓN, ¡CON 62 AÑOS DE

DIFERENCIA! Lo hicimos muy mal, ¡pero a quién le importa!

Jardín de La Solana: Cantolla, su mujer Lupe, Bea, Mela, Rober y Eugenio

Sabiendo que íbamos a estar en Gijón para el torneo de Bridge, alerté a Miguel Ángel

(Cantolla), y él y Lupe condujeron desde Potes para compartir un almuerzo con Rober y Espe, Bea

y yo y mi hermana Mela en el restaurante La Solana, en Mareo, en una pequeña parcela de lo que

una vez fue "Villa Almendares", la finca recreativa de "Abuelito", un sitio que escondía tantos

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recuerdos. Fue la última vez que estuvimos juntos. Hace sólo unos meses, este hombre

extraordinario falleció, pero su memoria y su legado siempre permanecerán.

* Durante los 10 años transcurridos desde que Rober y yo jugamos este torneo, nuestras

participaciones en Internet y nuestro nivel de juego en los torneos duplicados han mejorado

bastante. Somos capaces de defendernos en torneos y/o contra "robots". Aquí en los EE. UU.,

donde tengo un antiguo título de Life Master en ajedrez, también puedo presumir de haber

logrado un Bridge Life Master (incluso siendo un jugador modesto de 780 puntos... el precio de no

haber comenzado a competir en torneos "duplicados" hasta los 80 años).

Continuando con el viaje, el lunes 8 cerramos nuestra visita a Gijón con una "merienda-

cena" con un grupo de más de 20 personas que comprendía cuatro generaciones, un contingente

que iba desde la viuda (de 99 años) de mi querido primo Luis hasta un bebé de sólo semanas… fue

el premio humano del viaje.

El martes 9 de julio, a las 7:00, nos pusimos en marcha de nuevo y tomamos un tren que

nos llevó de vuelta a Madrid, para terminar con una cena familiar en la que compartí mesa y

mantel con mi hermana de 97 años y su marido, mi cuñada y todos mis sobrinos y sobrinas (4

generaciones). A los ojos de mi nieta, fue un gran ejemplo de unidad familiar que ha sobrevivido al

tiempo y la distancia.

A la mañana siguiente, miércoles 10, emprendimos el regreso a casa... misión cumplida en

el reencuentro con nuestras RAÍCES.

Ahora, desearía completar la imagen de mi familia con una perspectiva histórica, los

recuerdos que han quedado grabados en mi memoria servirán a tal efecto. Permítame el lector,

pues, deambular durante un rato por mi mente:

UN PASEO POR MIS RECUERDOS

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Todo comenzó en Metz (entonces Alemania, hoy Francia), en 1895, con el nacimiento de

mi padre, Robert Salomon. Sólo el destino podía saber que terminaría uniendo su vida con una

persona que había nacido ese mismo año a miles de kilómetros: mi madre, Juana Rugarcía.

Poco después de graduarse en el "Liceo" alemán, mi padre consiguió un trabajo como

"trainee" en la firma AEG en Gijón, España. Sólo dos meses después daría comienzo la Primera

Guerra Mundial. Su pasión por la música y la natación, así como su amor por la naturaleza y las

montañas, resultó en un romance con los "Picos de Europa" (donde trabó gran amistad con el

general Miaja, "defensor de Madrid" durante la Guerra Civil española).

Tras una historia de amor típica, compartiendo su pasión por la música clásica (mi madre

era pianista de calidad), mis padres se casaron en 1920. Soy el más joven de sus cuatro hijos,

nacido el 29 de septiembre de 1928.

El tiempo comprendido entre 1920 y mediados de 1930 fueron 15 años de "la buena vida".

Para aquellos lectores interesados en la increíble historia de mi padre (modelo de mi vida),

los remitiré a sus memorias que, con la ayuda de mi hijo Henry, publicamos como un libro

electrónico en español y en inglés:

Roberto Salomon - CAMINAR Y CAVILAR - Bajo el signo de la Cruz y a la sombra de la cruz gamada.

Robert Salomon - WALKING AND WONDERING - Under the sign of the Cross and the shadow of the

swastika

LA MÚSICA

Los primeros recuerdos de mi niñez en Madrid están relacionados con la música. Solía

escuchar la música clásica que brotaba del piano de mi madre y del violoncelo de mi padre

(instrumento que le acompañó durante toda su vida), a los que siempre se unía algún amigo para

completar un cuarteto que hacía las delicias de los que escuchábamos.

La música era la gran pasión de mi padre y trató de inculcárnosla desde la infancia. Mi

hermana mayor tocaba el violín, mientras mi hermano Roberto estudió violoncelo y mi otra

hermana estudió piano... yo aún era demasiado pequeño para estudiar música por aquel

entonces. Esta actividad fue muy habitual para mis hermanos hasta que la Guerra Civil paralizó

nuestras vidas.

En su libro de memorias, mi padre menciona con frecuencia la música. Un párrafo de cierto

interés histórico se refiere al concierto de cuarteto de música clásica en el Liceo de Metz en 1907,

donde mi padre tocó el violoncelo y el amigo de su infancia y futuro ministro de Asuntos

Exteriores nazi, Joaquim Von Ribbentrop, fue el primer violín. Como lo describe mi padre: "eso fue

antes de que sospecháramos que podríamos ser miembros de diferentes razas". El programa

incluyó el primer cuarteto Tschaikowsky, con su hermoso Adage, y el famoso cuarteto imperial de

Haydn que más tarde se adaptaría a la canción "Deutschland, Deutschland uber alles!"

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Aunque nunca tuve la oportunidad de estudiar música, la tradición familiar continuó: a

medida que nuestros 4 hijos (nacidos entre 1962 y 1973) crecían, había dos reglas en la casa:

todos debían ser bilingües y debían estudiar cuatro años de piano de forma obligatoria. Después

de eso, todos tenían la opción de elegir su propio camino y escoger con qué instrumento

continuar.

Como curiosidad, cuando mi padre abandonó España para ir a Cuba en 1943 (como

condición para conseguir su liberación de un campo de concentración de "extranjeros no

documentados" en España), uno de sus primeros trabajos fue como violoncelista en la Orquesta

Filarmónica de La Habana.

Mi padre tocando el violoncelo

PRIMEROS RECUERDOS DE MI INFANCIA

Entre los años 1932 y 1935, pasábamos los veranos en Gijón con su magnífica "Playa de San

Lorenzo". Siempre correteábamos por "Villa Almendares", la finca de “abuelito”, que lleva el

nombre del famoso río de La Habana. Los veranos en “Mareo” reunían a los 8 nietos de la familia:

cuatro Menéndez Rugarcía y los otros cuatro (mucho más jóvenes) nosotros, los Salomon

Rugarcía.

Probablemente tenía 5 años cuando aprendí de mi primo Luis cómo identificar si un

"coleóptero" era macho o hembra. También me enseñó a reconocer las constelaciones de estrellas

por la noche.

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También fue en Mareo donde tuve y perdí al primer amigo de mi infancia: Alvarín, el hijo

de los guardeses de la finca. En las no muy frecuentes mañanas soleadas de Asturias, Alvarín y yo

rastreábamos el jardín y la Pomarada en busca de caracoles con los que luego poder organizar

carreras (no demasiado rápidas, por supuesto) en un camino que había en el jardín: trazábamos

dos líneas blancas, marcábamos una meta y con la ayuda de un mondadientes, competíamos con

nuestros respectivos caracoles hacia la victoria.

Mareo 1919: De pie (izda. a dcha.): Luis Menéndez (tío de Eugenio) con su hijo Luis en

brazos, Juana (madre de Eugenio), y los tíos de Eugenio "Cachita", Eugenio y Casi.- Sentados: Mª

Herminia (tía de Eugenio), abuelos de Eugenio (con Tete), Chuqui (Mª Herminia) y Luchy (Mª Luisa).

En el verano de 1935, cuando aún no había cumplido los siete años, sugerí a Alvarín que, en

lugar de recolectar caracoles para nuestras competiciones cada día, sería más eficiente recoger un

cubo lleno de ellos y así disponer de suministros para una larga temporada... supongo que fueron

los primeros vestigios de la mente planificadora tan asociada a un maestro de ajedrez o a un

futuro consultor de gestión, actividades en las que es tan importante la "habilidad para resolver

problemas". Mantener el valioso inventario fue sencillo: guardé el pequeño cubo de playa lleno de

caracoles debajo de mi cama. Unas horas más tarde, cuando mi madre entró en mi habitación

para hacer la cama, se encontró una colorida colección de "caracoles" que trepaban por las

paredes. Seguramente fue la última carrera de nuestros caracoles, pero este recuerdo de la

infancia estará conmigo para siempre.

Al relatar estos primeros recuerdos de mi infancia, me viene a la mente otra anécdota

sobre Alvarín. Unos visitantes llegaron un día (no recuerdo quién o por qué) y admirando la belleza

de la "finca de Abuelito" nos preguntaron: "¿Quiénes son los dueños?”. Recuerdo que con orgullo,

respondí: "Abuelo"; por uno de esos milagros de la mente humana, todavía recuerdo la respuesta

de Alvarín: "Eugenin, y también un poquitín de mi pá que pa eso la trabaya "("Eugenín, y también

un poco mi padre, que para eso la trabaja"). ¡Supongo que fue mi primera lección sobre

"socialismo intuitivo"!

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Durante la Guerra Civil, los republicanos tomaron la finca para que sirviera como "cuartel

general de artillería". Alvarín encontró una granada en la hierba en algún lugar y el artefacto

explotó en sus manos.

LA POESÍA

El 18 de julio de 1936, unas semanas antes de mi octavo cumpleaños, me fui a dormir a mi

hermosa habitación con vistas al "Parque de Begoña". Cuando me desperté a la mañana siguiente

no sabía dónde me encontraba, ya que ahora la habitación era oscura y sin ventanas. Supongo que

era la forma en que la familia nos protegía a nosotros, los niños, de los proyectiles del Destructor

Cervantes que volaban sobre nuestro edificio de apartamentos a medio camino entre el Océano y

el "Cuartel de Simancas".

Junto a mis tres hermanos, estaba disfrutando del verano en el apartamento dúplex donde

mi abuelo, tías y la familia de mis primos vivían en Gijón, mientras mis padres aún estaban

atrapados en Madrid.

Mis tres primas hermanas ("Chuqui, Luchy y Teté"), chicas solteras muy conocidas en Gijón,

ya que eran propietarias y maestras de la "Academia Menéndez Rugarcía", tenían más de 20 años

y de alguna manera intentaron ser para mí la madre que había perdido temporalmente por la

separación de la guerra. Nunca olvidaré a la prima "Luchy" (María Luisa) recitando, mientras me

sentaba en su regazo: "Con diez cañones por banda, viento en popa a toda vela, no cruza el mar

sino vuela, un velero bergantín". Cuando, hipnotizado por su actuación, le pregunté quién había

escrito un poema tan hermoso, ella respondió: ¡YO MISMA!... ¡La prima Luchy acababa de ganarse

mi admiración de por vida!

Ese fue el origen de mi pasión por la poesía.

En mi libro, el lector puede encontrar el relato de cómo las piezas de ajedrez con las que

Alekhine jugó en el Torneo Internacional de Gijón han viajado conmigo desde España a Cuba y a

los Estados Unidos, acompañándome durante toda mi vida… siempre han sido una inspiración

para mí.

Durante el mismo largo viaje de 72 años que me llevó tan lejos de España, siempre llevé en

mi maleta un pequeño libro encuadernado en cuero, "Las mil mejores poesías de la lengua

castellana", que me regaló mi prima (y madrina) Chuqui antes de mi partida... todavía está en mi

mesita de noche y de vez en cuando leo alguna de mis poesías favoritas: desde Núñez de Arce:

"cuando recuerdo la piedad sincera con que en mi edad primera entraba en nuestras viejas

catedrales, donde postrado ante la Cruz de hinojos, alzaba a Dios los ojos, sonando en las venturas

celestiales ", hasta la filosofía de Calderón de la Barca: "Que toda la vida es sueño".

Unos años más tarde (1941-1943), con mi padre como primer maestro, aprendí el valor del

ajedrez como una forma notable de desarrollar el poder de razonamiento. Luego mi tío, el Dr.

Casimiro Rugarcia, me enseñó cómo buscar y encontrar la poesía en el ajedrez: "Tio Casi", como le

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©Eugene Salomon Página 14

llamábamos, era un fuerte ajedrecista de club... ¡y un poeta! -en mi mesa de noche también hubo

espacio para su libro “Páginas de mi Diario”, dedicado por él-. Fue el doctor privado de Alekhine

durante su estancia en Gijón y fue quien me presentó al campeón del mundo, que desde ese día

sería mi ídolo. De Alekhine no sólo aprendí sobre ajedrez, sino que también tuve el privilegio de

recibir un consejo que influyó poderosamente en mi vida. A él, desde estas líneas, me gustaría

dedicar mi triunfo ante Rogelio Ortega lograda en La Habana 1952: ver partida.

Eugenio y Casimiro Rugarcía junto a Eugenio, Madrid años 70

Mi padre es la persona que más he admirado en mi vida, no sólo por todo lo que me

enseñó dentro de un tablero de ajedrez, sino que por su ejemplo se convirtió en mi modelo a

seguir. Fue un lector insaciable y también se adentró en el mundo de la escritura: en su libro,

“Caminar y cavilar”, menciona en varias ocasiones la música, el ajedrez y la poesía:

“El Canto a la Alegría (¡todos los hombres serán hermanos!) de Schiller, cuya poesía adoptó

Beethoven tan grandiosamente en su Novena Sinfonía -al hacerla cantar por los coros-, ha sido y es

mi leitmotiv…”

En el epilogo de su libro incluyó la hermosa poesía que le había dedicado su primera novia

de las orillas del Rhin, Elsa, en 1914:

<< Zahle nicht die bangen Stunden,

die des Lebens Nacht entsteigen!

Zahle nur,wenn sie entschwunden,

Wieviel Sterne sie dir zeigen>>

<< No cuentes las horas terribles

que surgen de la noche de la vida!

Cuenta únicamente, cuando se han desvanecido,

Cuantas estrellas te dejaron ver >>

Sobre Ajedrez y Música también escribió mientras se encontraba en la Francia ocupada por

los Nazis, tratando de evitar el ser re-capturado por la Gestapo:

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©Eugene Salomon Página 15

“AJEDREZ Y ESPERANZA—Dando lecciones de idiomas y de ajedrez ganaba para vivir. El

tiempo libre lo empleaba en excursiones y en nadar y jugar al waterpolo, y jugando al anochecer

en el Café de la Plaza al ajedrez, el mejor medio para abstraerse hacia el nirvana—lo cual se logra

también con buena música...”.

Unos meses después del fallecimiento de mi padre, tras 16 años retirado de los tableros,

decidí volver a competir en un torneo de ajedrez: el Open de New Jersey (1968). Entonces tuve

claro, y lo sigo pensando a día de hoy, que el espíritu de mi padre me acompañó durante el

torneo: jugué con una intensidad que nunca llegué a alcanzar durante toda mi carrera. La primera

partida se convirtió en la más emotiva de mi vida, tuve la impresión de que mi padre se

encontraba junto a mí y me empujó hacía la victoria. Hace tiempo le pedí a mi rival, y gran amigo,

Steve Pozarek que comentase la partida desde el prisma de sus ojos, texto traducido por mí

también amigo Javier Cordero:

Gene Salomon y la derrota más importante de mi carrera ajedrecística

Por Steve Pozarek

En 1968, era un jugador de ajedrez de 18 años con un rating de Experto y ambiciones de

convertirme en Maestro, y, justo antes del comienzo de mi segundo año en la universidad, me

inscribí en el Open de New Jersey. Mi oponente en la primera ronda no tenía elo, lo que significaba

que no había participado en ningún torneo calificado (¡en los EE. UU.!) y supuse que no tendría

mucha experiencia en el ajedrez. No parecía que la partida fuese a representar un momento

fatídico para mí, pero como leí recientemente, "El destino no tendría la reputación que tiene si

simplemente hiciese lo que parece que va a hacer".

En mi entusiasmo juvenil, no me di cuenta de ciertos indicios que demostraban que mi

oponente no era un jugador ordinario sin rating. Antes que nada, él no era un niño pequeño; era un

hombre de aspecto serio en sus 30 ó 40 años. En segundo lugar, fue anotando las jugadas de la

partida, no en la notación estadounidense habitual, sino en un idioma que no entendía del todo.

Finalmente, movía las piezas con la confianza de alguien que lo ha hecho muchas, muchas veces

antes.

Ignorando estas señales de advertencia, realicé mi primera jugada moviendo dos casillas el

peón de dama con blancas, algo que casi nunca había hecho hasta ese momento. Cuando mi rival

adoptó la Defensa India de Rey, respondí con la variante Sämisch, una línea que nunca había

jugado antes (¡y nunca he jugado desde entonces!). Después de todo, ¿cuál podía ser el daño? No

estaba calificado.

Ya en las jugadas 8 al 10, mi oponente maniobró con sus dos caballos de una manera que

me pareció inusual. Creo que lo tomé como una prueba más de su inexperiencia, pero de hecho fue

una clara indicación de mi desconocimiento de los matices de la posición. Muy poco después, me di

cuenta de que me estaba metiendo en problemas. Aturdido por el cambio repentino de los

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acontecimientos, realicé varios movimientos sin un propósito concreto, mientras mi oponente

realineó sus piezas con determinación. En la jugada 26, tenía dos peones de desventaja y mi

posición se estaba derrumbando en todos los frentes. En ese momento, abandoné; probablemente

ha sido la única vez en mi vida que inclinar mi rey ha representado una decepción para el jugador

del otro lado del tablero. Mi rival, "inexperto" y sin calificar, había calculado un jaque mate muy

bonito en 5 movimientos que yo no le permití mostrar en la partida: Ver partida.

¡Y así conocí a mi amigo de toda la vida, Gene Salomon! Cuando hice un mohín de

desencanto después de la partida, Gene consoló a mi padre (también un muy buen jugador de

ajedrez) contándole que, aunque no estaba calificado en los Estados Unidos, había sido un fuerte

maestro tanto en España como en Cuba. La única razón por la que no tenía una calificación de la

USCF era porque no había jugado ningún torneo en los Estados Unidos desde su llegada unos 10

años atrás. Realmente, no había jugado ningún torneo en más de 15 años. Sin embargo, en ese

Open de New Jersey, Gene mantuvo su juego duro durante las siguientes 5 rondas compitiendo por

el título del estado de New Jersey, perdiendo sólo en la ronda final cuando un desafortunado

malentendido sobre el calendario le obligó a jugar sin tiempo suficiente. Como resultado, obtuvo

una calificación provisional de USCF Master (un título que me llevó más de 10 años conseguir).

Steve Pozarek junto a su padre

Debido a mi asistencia a la universidad en Massachusetts y al horario extremadamente

ocupado de Gene con su vida laboral y familiar, no nos hicimos amigos de forma inmediata

después de este encuentro en 1968. Sin embargo, a principios de la década de 1970, ambos éramos

miembros del Westfield NJ Chess Club. Cuando me convertí en capitán de nuestro equipo en la

North Jersey Chess League, Gene pasó a ser uno de los jugadores más confiables y fuertes del

equipo. Muchas veces, cuando otros jugadores renunciaban a jugar debido a compromisos de

trabajo, Gene encontraba la manera de llegar al match, a menudo en días laborables por la tarde,

lo que siempre representaba una dificultad añadida para la mayoría de los jugadores. Más de una

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vez, regresó de un viaje de negocios el mismo día y aún tuvo tiempo de participar y ayudar a

nuestro equipo a ganar un match importante. A lo largo de los años, también participamos en

numerosos torneos individuales, como el World Open, el NJ Open y el US Amateur Team

Tournament. Y más de 50 años después de esa primera reunión en 1968, junto a nuestro amigo

Wayne Conover (también veterano del equipo Westfield y con muchos otros eventos compartidos),

Gene y yo aún nos reunimos mensualmente. ¡Ciertamente es una amistad muy especial

Pero volvamos al destino... y al título de este artículo.

¿Qué hubiera pasado si no hubiese sido emparejado con Gene en esa primera ronda en

1968? O, aún más interesante (y trágico), ¿qué hubiese pasado si el resultado de esa primera

partida hubiese sido diferente? En retrospectiva, dada la fuerza de juego de Gene, parece muy

poco probable que hubiese podido ganar, o incluso entablar, esa partida, pero si lo hubiera hecho,

¿se habría desanimado Gene y sus resultados en el resto del torneo hubiesen sido diferentes?

¿Habría regresado a su cómodo "retiro del ajedrez" para centrarse en su carrera y su familia?

¿Quién lo puede saber a ciencia cierta? ¡Pero sí perdí esa partida! Y dado el gran éxito de Gene en

el ajedrez durante estos años, junto con su éxito en su vida familiar y en el mundo de los negocios,

¡creo que puedo decir con seguridad que fue la derrota más importante de mi carrera

ajedrecística!

A Steve deseo dedicarle una partida que seguro le hará sonreír y cambiar el regusto

amargo que le pudo dejar nuestra partida: Salomon-Bañuls.

Tal como he hecho con Alekhine, también quisiera dedicar una de mis partidas a mi padre:

la victoria que logré ante Medina en el Torneo internacional de Gijón… no en vano, él me escribió

desde Cuba cuando se enteró de esta victoria diciéndome que estaba “orgulloso de su alumno”:

ver partida.

Por su parte, mi "Tio Casi" buscó con determinación la poesía dentro y fuera de un tablero

de ajedrez… incluso llegó a mezclar ambos lugares: su poema sobre ajedrez (que Pablo Moran

publicó por primera vez en "Voluntad" - Gijón, 24 de junio de 1973) es, en palabras del propio

Pablito, excepcional. Por eso, a mi tío también quiero dedicar una de mis partidas, sé que hubiese

sido muy de su gusto: ver partida.

Para aquellos lectores interesados en esta poesía, pueden ir al artículo, también publicado

por Pablo Morán, "Hoja del Lunes" - Gijón, 13 de diciembre de 1971, donde se refiere al libro de

poesía del Dr. Rugarcia "Paginas de mi Diario". Para leerla al completo, no tienen más que seguir el

siguiente enlace: Ajedrez romántico.

El arte del "tío Casi" fue extraordinario. En su memoria, me gustaría compartir con el lector

el retrato al óleo que pintó en el que aparece mi madre (Juanita) cuando tenía 21 años (1916) y

que cuelga con orgullo en una pared de la casa de mi hijo Gene, en Beverly Hills:

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Todo paseo tiene un final y este viaje por tiempos tan lejanos, y a la vez tan cercanos, toca

a su fin. Con él he querido desentrañar las raíces de una vida larga y llena de vivencias, tal vez le

interese a alguien, tal vez no, pero lo que es seguro es que se trata de un pequeño pedazo de la

historia del ajedrez español: cómo los golpes de timón de una vida influyeron en un tablero de

ajedrez, alejándome y atrayéndome hacía él de forma persistente.

Al andar se hace el camino,

y al volver la vista atrás

se ve la senda que nunca

se ha de volver a pisar.

Antonio Machado

Eugenio Salomon Rugarcía

20 de Octubre de 2019