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RICARDO PALMA TRADICIONES PERUANAS INDICE LOS DUENDES DEL CUZCO LOS POLVOS DE LA CONDESA EL JUSTICIA MAYOR DE LAYCACOTA RACIMO DE HORCA AMOR DE MADRE LUCAS EL SACRÍLEGO RUDAMENTE, PULIDAMENTE, MAÑOSAMENTE EL RESUCITADO EL CORREGIDOR DE TINTA LA GATITA DE MARI-RAMOS QUE HALAGA CON LA COLA Y ARAÑA CON LAS MANOS ¡A LA CÁRCEL TODO CRISTO! NADIE SE MUERE HASTA QUE DIOS QUIERE EL FRAILE Y LA MONJA DEL CALLAO POR BEBER UNA COPA DE ORO UNA EXCOMUNION FAMOSA ACEITUNA, UNA OFICIOSIDAD NO AGRADECIDA EL ALMA DE FRAY VENANCIO LA TRENZA DE SUS CABELLOS DE ASTA Y REJON

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Page 1: Tradiciones-Peruanas

RICARDO PALMA

TRADICIONES PERUANAS

INDICE

LOS DUENDES DEL CUZCO

LOS POLVOS DE LA CONDESA

EL JUSTICIA MAYOR DE LAYCACOTA

RACIMO DE HORCA

AMOR DE MADRE

LUCAS EL SACRÍLEGO

RUDAMENTE, PULIDAMENTE, MAÑOSAMENTE

EL RESUCITADO

EL CORREGIDOR DE TINTA

LA GATITA DE MARI-RAMOS QUE HALAGA CON LA

COLA Y ARAÑA CON LAS MANOS

¡A LA CÁRCEL TODO CRISTO!

NADIE SE MUERE HASTA QUE DIOS QUIERE

EL FRAILE Y LA MONJA DEL CALLAO

POR BEBER UNA COPA DE ORO

UNA EXCOMUNION FAMOSA

ACEITUNA, UNA

OFICIOSIDAD NO AGRADECIDA

EL ALMA DE FRAY VENANCIO

LA TRENZA DE SUS CABELLOS

DE ASTA Y REJON

Page 2: Tradiciones-Peruanas

LOS ARGUMENTOS DEL CORREGIDOR

LA NIÑA DEL ANTOJO

LA LLORONA DEL VIERNES SANTO

¡A NADAR, PECES!

CONVERSION DE UN LIBERTINO

EL REY DEL MONTE

TRES CUESTIONES HISTORICAS SOBRE PIZARRO

LOS DUENDES DEL CUZCO

CRÓNICA QUE TRATA DE CÓMO EL VIRREY POETA ENTENDÍA LA

JUSTICIA

Esta tradición no tiene otra fuente de autoridad que el relato

delpueblo. Todos la conocen en el Cuzco tal como hoy la

presento. Ningúncronista hace mención de ella, y sólo en un

manuscrito de rápidasapuntaciones, que abarca desde la época

del virrey marqués de Salinashasta la del duque de la Palata,

encuentro las siguientes líneas:

«En este tiempo del gobierno del príncipe de Squillace, murió

malamenteen el Cuzco, a manos del diablo, el almirante de

Castilla, conocido porel descomulgado».

Como se ve, muy poca luz proporcionan estas líneas, y me

afirman que enlos Anales del Cuzco, que posee inéditos el señor

obispo de Ochoa,tampoco se avanza más, sino que el misterioso

suceso está colocado enépoca diversa a la que yo le asigno.

Page 3: Tradiciones-Peruanas

Y he tenido en cuenta para preferir los tiempos de don

Francisco deBorja; y Aragón, no sólo la apuntación ya citada,

sino la especialísimacircunstancia de que, conocido el carácter

del virrey poeta, son propiasde él las espirituales palabras con

que termina esta leyenda.

Hechas las salvedades anteriores, en descargo de mi

conciencia decronista, pongo punto redondo y entro en materia.

I

Don Francisco de Borja y Aragón, príncipe de Esquilache y

conde deMayalde, natural de Madrid y caballero de las Ordenes

de Santiago yMontesa, contaba treinta y dos años cuando Felipe

III, que lo estimaba,en mucho, le nombró virrey del Perú. Los

cortesanos criticaron elnombramiento, porque don Francisco

sólo se había ocupado hasta entoncesen escribir versos,

galanteos y desafíos. Pero Felipe III, a cuyo regiooído, y contra

la costumbre, llegaron las murmuraciones, dijo:—Enverdad que

es el más joven de los virreyes que hasta hoy han ido aIndias;

pero en Esquilache hay cabeza, y más que cabeza brazo fuerte.

El monarca no se equivocó. El Perú estaba amagado por

flotasfilibusteras: y por muy buen gobernante que hiciese don

Juan de Mendozay Luna, marqués de Montesclaros, faltábale los

bríos de la juventud.Jorge Spitberg, con una escuadra holandesa,

después de talar las costasde Chile, se dirigió al Callao. La

escuadra española le salió alencuentro el 22 de julio de 1615, y

después de cinco horas de reñido yferoz combate frente a Cerro

Azul o Cañete, se incendió la capitana, sefueron a pique varias

naves, y los piratas vencedores pasaron a cuchilloa los

prisioneros.

Page 4: Tradiciones-Peruanas

El virrey marqués de Montesclaros se constituyó en el Callao

paradirigir la resistencia, más por llenar el deber que porque

tuviese laesperanza de impedir, con los pocos y malos elementos

de que disponía,el desembarque de los piratas y el consiguiente

saqueo de Lima. En laciudad de los Reyes dominaba un

verdadero pánico; y las iglesias no sólose hallaban invadidas por

débiles mujeres, sino por hombres que, lejosde pensar en

defender como bravos sus hogares, invocaban la

proteccióndivina contra los herejes holandeses. El anciano y

corajudo virreydisponía escasamente de mil hombres en el

Callao, y nótese que, según elcenso de 1614, el número de

habitantes de Lima ascendía a 25.454.

Pero Spitberg se conformó con disparar algunos cañonazos

que le fuerondébilmente contestados, e hizo rumbo para Paita.

Peralta en su Limafundada, y el conde de la Granja, en su poema

de Santa Rosa, traendetalles sobre esos luctuosos días. El

sentimiento cristiano atribuye laretirada de los piratas a milagro

que realizó la virgen limeña, quemurió dos años después, el 24

de agosto de 1617.

Según unos el 18 y según otros el 23 de diciembre de 1615,

entró en Limael príncipe de Esquilache, habiendo salvado

providencialmente, en latravesía de Panamá al Callao, de caer

en manos de los piratas.

El recibimiento de este virrey fué suntuoso, y el Cabildo no se

paró engastos para darle esplendidez.

Su primera atención fué crear y fortificar el puerto, lo que

mantuvo araya la audacia de los filibusteros hasta el gobierno de

su sucesor, enque el holandés Jacobo L'Heremite acometió su

formidable empresapirática Descendiente del Papa Alejandro VI

Page 5: Tradiciones-Peruanas

(Rodrigo Borgia) y de SanFrancisco de Borja, duque de Gandía,

el príncipe de Esquilache, comoaños más tarde su sucesor y

pariente el conde de Lemos, gobernó el Perúbajo la influencia

de los jesuítas.

Calmada la zozobra que inspiraban los amagos filibusteros,

don Franciscose contrajo al arreglo de la hacienda pública, dictó

sabias ordenanzaspara los minerales de Potosí v Huancavelica, y

en 20 de diciembre de1619 erigió el tribunal del Consulado de

Comercio.

Hombre de letras, creó el famoso colegio del Príncipe, para

educación delos hijos de caciques, y no permitió la

representación de comedias niautos sacramentales que no

hubieran pasado antes por su censura. «Deberdel que

gobierna—decía—es ser solícito por que no se pervierta

elgusto».

La censura que ejercía el príncipe de Esquilache era

puramenteliteraria, y a fe que el juez no podía ser más

autorizado. En la plévadede poetas del siglo XVII, siglo que

produjo a Cervantes, Calderón, Lope,Quevedo, Tirso de Molina,

Alarcón y Moreto, el príncipe de Esquilache esuno de los más

notables, si no por la grandeza de la idea, por lalozanía y

corrección de la forma. Sus composiciones sueltas y su

poemahistórico Nápoles recuperada, bastan para darle lugar

preeminente enel español Parnaso.

No es menos notable como prosador castizo y elegante. En

uno de losvolúmenes de la obra Memorias de los virreyes se

encuentra laRelación de su época de mando, escrito que entregó

a la Audiencia paraque ésta lo pasase a su sucesor don Diego

Fernández de Córdova, marquésde Guadalcázar. La pureza de

Page 6: Tradiciones-Peruanas

dicción y la claridad del pensamientoresaltan en este trabajo,

digno, en verdad, de juicio menos sintético.

Para dar una idea del culto que Esquilache rendía a las letras,

nos serásuficiente apuntar que, en Lima, estableció una

academia o clubliterario, como hoy decimos, cuyas sesiones

tenían lugar los sábados enuna de las salas de palacio. Según un

escritor amigo mío y que cultivóel ramo de crónicas, los

asistentes no pasaban de doce, personajes losmás caracterizados

en el foro, la milicia o la iglesia. «Allí asistía elprofundo teólogo

y humanista don Pedro de Yarpe Montenegro, coronel

deejército; don Baltasar de Laza y Rebolledo, oidor de la Real

Audiencia;don Luis de la Puente, abogado insigne; fray

Baldomero Illescas,religioso franciscano, gran conocedor de los

clásicos griegos y latinos;don Baltasar Moreyra, poeta, y otros

cuyos nombres no han podidoatravesar los dos siglos y medio

que nos separan de su época. El virreylos recibía con exquisita

urbanidad; y los bollos, bizcochos de garapiñachocolate y

sorbetes distraían las conferencias literarias de susconvidados.

Lástima que no se hubieran extendido actas de aquellassesiones,

que seguramente serían preferibles a las de nuestrosCongresos».

Entre las agudezas del príncipe de Esquilache, cuentan que le

dijo a unsujeto muy cerrado de mollera, que leía mucho y

ningún fruto sacaba dela lectura:—Déjese de libros, amigo, y

persuádase que el huevo mientrasmás cocido, más duro.

Esquilache, al regresar a España en 1622, fué muy considerado

del nuevomonarca Felipe IV, y murió en 1658 en la coronada

villa del oso y elmadroño.

Las armas de la casa de Borja eran un toro de gules en campo

de oro,bordura de sinople y ocho brezos de oro.

Page 7: Tradiciones-Peruanas

Presentado el virrey poeta, pasemos a la tradición popular.

II

Existe en la ciudad del Cuzco una soberbia casa conocida por

la delAlmirante; y parece que el tal almirante tuvo tanto de

marino, comoalguno que yo me sé y que sólo ha visto el mar en

pintura. La verdad esque el título era hereditario y pasaba de

padres a hijos.

La casa era obra notabilísima. El acueducto y el tallado de los

techos,en uno de los cuales se halla modelado el busto del

almirante que lafabricó, llaman preferentemente la atención.

Que vivieron en el Cuzco cuatro almirantes, lo comprueba el

árbolgenealógico que en 1861 presentó ante el Soberano

Congreso del Perú elseñor don Sixto Laza, para que se le

declarase legítimo y únicorepresentante del Inca Huáscar, con

derecho a una parte de las huaneras,al ducado de Medina de

Ríoseco, al marquesado de Oropesa y varias otrasgollerías.

¡Carillo iba a costarnos el gusto de tener príncipe en casa!Pero

conste, para cuando nos cansemos de la república, teórica

opráctica, y proclamemos, por variar de plato, la monarquía,

absoluta oconstitucional, que todo puede suceder, Dios mediante

y el trotecitotrajinero que llevamos.

Refiriéndose a ese árbol genealógico, el primer almirante fué

don Manuelde Castilla, el segundo don Cristóbal de Castilla

Espinosa y Lugo, alcual sucedió su hijo don Gabriel de Castilla

Vázquez de Vargas, siendoel cuarto y último don Juan de

Castilla y González, cuya descendencia sepierde en la rama

femenina.

Page 8: Tradiciones-Peruanas

Cuéntase de los Castilla, para comprobar lo ensoberbecidos

que vivían desu alcurnia, que cuando rezaban el Avemaría

usaban esta frase: SantaMaría, madre de Dios, parienta y

señora nuestra, ruega por nos.

Las armas de los Castilla eran: escudo tronchado; el primer

cuartel engules y castillo de oro aclarado de azur; el segundo en

plata, con leónrampante de gules y banda de sinople con dos

dragantes también desinople.

Aventurado sería determinar cuál de los cuatro es el héroe de

latradición, y en esta incertidumbre puede el lector aplicar el

mochueloa cualquiera, que de fijo no vendrá del otro barrio a

querellarse decalumnia.

El tal almirante era hombre de más humos que una chimenea,

muy pagado desus pergaminos y más tieso que su almidonada

gorguera. En el patio de lacasa ostentábase una magnífica fuente

de piedra, a la que el vecindarioacudía para proveerse de agua,

tomando al pie de la letra el refrán deque agua y candela a nadie

se niegan.

Pero una mañana se levantó su señoría con un humor de todos

los diablos,y dió orden a sus fámulos para que moliesen a palos

a cualquier bicho dela canalla que fuese osado a atravesar los

umbrales en busca delelemento refrigerador.

Una de las primeras que sufrió el castigo fué una pobre vieja,

lo queprodujo algún escándalo en el pueblo.

Al otro día el hijo de ésta, que era un joven clérigo que servía

laparroquia de San Jerónimo, a pocas leguas del Cuzco, llegó a

la ciudad yse impuso del ultraje inferido a su anciana madre.

Dirigióseinmediatamente a casa del almirante; y el hombre de

Page 9: Tradiciones-Peruanas

los pergaminos lollamó hijo de cabra y vela verde, y echó

verbos y gerundios, sapos yculebras por esa aristocrática boca,

terminando por darle una soberanapaliza al sacerdote.

La excitación que causó el atentado fué inmensa. Las

autoridades no seatrevían a declararse abiertamente contra el

magnate, y dieron tiempo altiempo, que a la postre todo lo

calma. Pero la gente de iglesia y elpueblo declararon

excomulgado al orgulloso almirante.

El insultado clérigo, pocas horas después de recibido el

agravio, sedirigió a la Catedral y se puso de rodillas a orar ante

la imagen deCristo, obsequiada a la ciudad por Carlos V.

Terminada su oración, dejóa los pies del Juez Supremo un

memorial exponiendo su queja y demandandola justicia de Dios,

persuadido que no había de lograrla de los hombres.Diz que

volvió al templo al siguiente día, y recogió la querellaproveída

con un decreto marginal de Como se pide: se hará justicia. Yasí

pasaron tres meses, hasta que un día amaneció frente a la casa

unahorca y pendiente de ella el cadáver del excomulgado, sin

que nadiealcanzara a descubrir los autores del crimen, por

mucho que lassospechas recayeran sobre el clérigo, quien supo,

con numerosostestimonios, probar la coartada.

En el proceso que se siguió declararon dos mujeres de la

vecindad quehabían visto un grupo de hombres cabezones y

chiquirriticos, vulgoduendes, preparando la horca; y que cuando

ésta quedó alzada, llamaronpor tres veces a la puerta de la casa,

la que se abrió al terceraldabonazo. Poco después el almirante,

vestido de gala, salió en mediode los duendes, que sin más

ceremonia lo suspendieron como un racimo.

Page 10: Tradiciones-Peruanas

Con tales declaraciones la justicia se quedó a obscuras y no

pudiendoproceder contra los duendes, pensó que era cuerdo el

sobreseimiento.

Si el pueblo cree como artículo de fe que los duendes dieron

fin delexcomulgado almirante, no es un cronista el que ha de

meterse enatolladeros para convencerlo de lo contrario, por

mucho que la gentedescreída de aquel tiempo murmurara por lo

bajo que todo lo acontecidoera obra de los jesuítas, para acrecer

la importancia y respeto debidosal estado sacerdotal.

III

El intendente y los alcaldes del Cuzco dieron cuenta de todo al

virrey,quien después de oír leer el minucioso informe le dijo a

su secretario:

—¡Pláceme el tema para un romance moruno! ¿Qué te parece

de esto, mibuen Estúñiga?

—Que vuecelencia debe echar una mónita a esos sandios

golillas que nohan sabido hallar la pista de los fautores del

crimen.

—Y entonces se pierde lo poético del sucedido—repuso el de

Esquilachesonriéndose.

—Verdad, señor; pero se habrá hecho justicia.

El virrey se quedó algunos segundos pensativo; y luego,

levantándose desu asiento, puso la mano sobre el hombro de su

secretario:

—Amigo mío, lo hecho está bien hecho; y mejor andaría el

mundo si, encasos dados, no fuesen leguleyos trapisondistas y

Page 11: Tradiciones-Peruanas

demás cuervos deTemis, sino duendes, los que administrasen

justicia. Y con esto, buenasnoches y que Dios y Santa María nos

tengan en su santa guarda y noslibren de duendes y

remordimientos.

LOS POLVOS DE LA CONDESA

CRÓNICA DE LA ÉPOCA DEL DECIMOCUARTO VIRREY DEL PERÚ

(Al doctor Ignacio

La-Puente.)

I

En una tarde de junio de 1631 las campanas todas de las

iglesias de Limaplañían fúnebres rogativas, y los monjes de las

cuatro órdenesreligiosas que a la sazón existían, congregados en

pleno coro, entonabansalmos y preces.

Los habitantes de la tres veces coronada ciudad cruzaban por

los sitiosen que, sesenta años después, el virrey conde de la

Monclova debíaconstruir los portales de Escribanos y

Botoneros, deteniéndose frente ala puerta lateral de palacio.

En éste todo se volvía entradas y salidas de personajes, más o

menoscaracterizados.

No se diría sino que acababa de dar fondo en el Callao un

galeón conimportantísimas nuevas de España, ¡tanta era la

agitación palaciega ypopular! o que, como en nuestros

democráticos días, se estaba realizandouno de aquellos golpes

Page 12: Tradiciones-Peruanas

de teatro a que sabe dar pronto término lajusticia de cuerda y

hoguera.

Los sucesos, como el agua, deben beberse en la fuente; y por

esto, convenia del capitán de arcabuceros que está de facción en

la susodichapuerta, penetraremos, lector, si te place mi

compañía, en un recamarínde palacio.

Hallábanse en él el excelentísimo señor don Luis Jerónimo

Fernández deCabrera Bobadilla y Mendoza, conde de Chinchón,

virrey de estos reinosdel Perú por S. M. don Felipe IV, y su

íntimo amigo el marqués deCorpa. Ambos estaban silenciosos y

mirando con avidez hacia una puertade escape, la que al abrirse

dió paso a un nuevo personaje.

Era éste un anciano. Vestía calzón de paño negro a media

pierna, zapatosde pana con hebillas de piedra, casaca y chaleco

de terciopelo,pendiendo de este último una gruesa cadena de

plata con hermosísimossellos. Si añadimos que gastaba guantes

de gamuza, habrá el lectorconocido el perfecto tipo de un

esculapio de aquella época.

El doctor Juan de Vega, nativo de Cataluña y recién llegado al

Perú, encalidad de médico de la casa del virrey, era una de las

lumbreras de laciencia que enseña a matar por medio de un

récipe.

—¿Y bien, don Juan?—le interrogó el virrey, más con la

mirada que conla palabra.

—Señor, no hay esperanza. Sólo un milagro puede salvar a

doñaFrancisca.

Y don Juan se retiró con aire compungido.

Page 13: Tradiciones-Peruanas

Este corto diálogo basta para que el lector menos avisado

conozca de quése trata.

El virrey había llegado a Lima en enero de 1639, y dos meses

más tardesu bellísima y joven esposa doña Francisca Henríquez

de Ribera, a la quehabía desembarcado en Paita para no

exponerla a los azares de unprobable combate naval con los

piratas. Algún tiempo después se sintióla virreina atacada de esa

fiebre periódica que se designa con el nombrede terciana, y que

era conocida por los Incas como endémica en el vallede Rimac.

Sabido es que cuando, en 1378, Pachacutec envió un ejército

de treintamil cuzqueños a la conquista de Pachacamac, perdió lo

más florido de sustropas a estragos de la terciana. En los

primeros siglos de ladominación europea, los españoles que se

avecindaban en Lima pagabantambién tributo a esta terrible

enfermedad, de la que muchos sanaban sinespecífico conocido,

y a no pocos arrebataba el mal.

La condesa de Chinchón estaba desahuciada. La ciencia, por

boca de suoráculo don Juan de Vega, había fallado.

—¡Tan joven y tan bella!—decía a su amigo el desconsolado

esposo—.¡Pobre Francisca! ¿Quién te habría dicho que no

volveríais a ver tucielo de Castilla ni los cármenes de Granada?

¡Dios mío! ¡Un milagro,Señor, un milagro!...

—Se salvará la condesa, excelentísimo señor—contestó una

voz en lapuerta de la habitación.

El virrey se volvió sorprendido. Era un sacerdote, un hijo de

Ignacio deLoyola, el que había pronunciado tan consoladoras

palabras.

El conde de Chinchón se inclinó ante el jesuíta. Este continuó:

Page 14: Tradiciones-Peruanas

—Quiero ver a la virreina, tenga vuecencia fe, y Dios hará el

resto.

El virrey condujo al sacerdote al lecho de la moribunda.

II

Suspendamos nuestra narración para trazar muy a la ligera el

cuadro dela época del gobierno de don Luis Jerónimo Fernández

de Cabrera, hijo deMadrid, comendador de Criptana entre los

caballeros de Santiago, alcaidedel alcázar de Segovia, tesorero

de Aragón, y cuarto conde de Chinchón,que ejerció el mando

desde el 14 de enero de 1629 hasta el 18 del mismomes de 1639.

Amenazado el Pacífico por los portugueses y por la flotilla del

pirataholandés Pie de palo, gran parte de la actividad del conde

de Chinchónse consagró a poner el Callao y la escuadra en

actitud de defensa. Envióademás a Chile mil hombres contra los

araucanos, y tres expedicionescontra algunas tribus de Puno,

Tucumán y Paraguay.

Para sostener el caprichoso lujo de Felipe IV y sus cortesanos,

tuvo laAmérica que contribuir con daño de su prosperidad.

Hubo exceso deimpuestos y gabelas, que el comercio de Lima

se vió forzado a soportar.

Data de entonces la decadencia de los minerales de Potosí

yHuancavelica, a la vez que el descubrimiento de las vetas de

Bombón yCaylloma.

Fué bajo el gobierno de este virrey cuando, en 1635, aconteció

la famosaquiebra del banquero Juan de la Cueva, en cuyo

Banco—diceLorente—tenían suma confianza así los

Page 15: Tradiciones-Peruanas

particulares como el Gobierno.Esa quiebra se conmemoró, hasta

hace poco, con la mojiganga llamadaJuan de la Cova,

coscoroba.

El conde de Chinchón fué tan fanático como cumplía a un

cristiano viejo.Lo comprueban muchas de sus disposiciones.

Ningún naviero podía recibirpasajeros a bordo, si previamente

no exhibía una cédula de constancia dehaber confesado y

comulgado la víspera. Los soldados estaban tambiénobligados,

bajo severas penas, a llenar cada año este precepto, y seprohibió

que en los días de Cuaresma se juntasen hombres y mujeres en

unmismo templo.

Como lo hemos escrito en nuestro Anales de la Inquisición de

Lima, fuéésta la época en que más víctimas sacrificó el

implacable tribunal de lafe. Bastaba ser portugués y tener

fortuna para verse sepultado en lasmazmorras del Santo Oficio.

En uno solo de los tres autos de fe a queasistió el conde de

Chinchón fueron quemados once judíos

portugueses,acaudalados comerciantes de Lima.

Hemos leído en el librejo del duque de Frías que, en la primera

visitade cárceles a que asistió el conde, se le hizo relación de

una causaseguida a un caballero de Quito, acusado de haber

pretendido sublevarsecontra el monarca. De los autos dedujo el

virrey que todo era calumnia,y mandó poner en libertad al preso,

autorizándolo para volver a Quito ydándole seis meses de plazo

para que sublevase el territorio;entendiéndose que si no lo

conseguía, pagarían los delatores las costasdel proceso y los

perjuicios sufridos por el caballero.

¡Hábil manera de castigar envidiosos y denunciantes infames!

Page 16: Tradiciones-Peruanas

Alguna quisquilla debió tener su excelencia con las limeñas

cuando endos ocasiones promulgó bando contra las tapadas; las

que, forzoso esdecirlo, hicieron con ellos papillotas y

tirabuzones. Legislar contralas mujeres ha sido y será siempre

sermón perdido.

Volvamos a la virreina, que dejamos moribunda en el lecho.

III

Un mes después se daba una gran fiesta en palacio en

celebración delrestablecimiento de doña Francisca.

La virtud febrífuga de la cascarilla quedaba descubierta.

Atacado de fiebres un indio de Loja llamado Pedro de Leyva

bebió, paracalmar los ardores de la sed, del agua de un remanso,

en cuyas orillascrecían algunos árboles de quina. Salvado así,

hizo la experiencia dedar de beber a otros enfermos del mismo

mal cántaros de agua, en los quedepositaba raíces de cascarilla.

Con su descubrimiento vino a Lima y locomunicó a un jesuíta,

el que, realizando la feliz curación de lavirreina, prestó a la

humanidad mayor servicio que el fraile que inventóla pólvora.

Los jesuítas guardaron por algunos años el secreto, y a ellos

acudíatodo el que era atacado de terciana. Por eso, durante

mucho tiempo, lospolvos de la corteza de quina se conocieron

con el nombre de polvos delos jesuítas.

El doctor Scrivener dice que un médico inglés, Mr. Talbot,

curó con laquinina al príncipe de Condé, al delfín, a Colbert y

otros personajes,vendiendo el secreto al gobierno francés por

una suma considerable y unapensión vitalicia.

Page 17: Tradiciones-Peruanas

Linneo, tributando en ello un homenaje a la virreina condesa

deChinchón, señala a la quina el nombre que hoy le da la

ciencia:Chinchona.

Mendiburu dice que, al principio, encontró el uso de la quina

fuerteoposición en Europa, y que en Salamanca se sostuvo que

caía en pecadomortal el médico que la recetaba, pues sus

virtudes eran debidas a pactode dos peruanos con el diablo.

En cuanto al pueblo de Lima, hasta hace pocos años conocía

los polvos dela corteza de este árbol maravilloso con el nombre

de polvos de lacondesa.[1]

EL JUSTICIA MAYOR DE LAYCACOTA

CRÓNICA DE LA ÉPOCA DEL DÉCIMONONO VIRREY DEL PERÚ

(Al doctor don José

Mariano Jiménez.)

I

En una serena tarde de marzo del año del Señor de 1665,

hallábasereunida a la puerta de su choza una familia de indios.

Componíase éstade una anciana que se decía descendiente del

gran general Ollantay, doshijas, Carmen y Teresa, y un mancebo

llamado Tomás.

La choza estaba situada a la falda del cerro de Laycacota. Ella

conquince o veinte más constituían lo que se llama una aldea de

cienhabitantes.

Page 18: Tradiciones-Peruanas

Mientras las muchachas se entretenían en hilar, la madre

contaba alhijo, por la milésima vez, la tradición de su familia.

Esta no es unsecreto, y bien puedo darla a conocer a mis

lectores, que la hallaránrelatada con extensos y curiosos

pormenores en el importante libro quecon el título Anales del

Cuzco, publicó mi ilustrado amigo y compañerode Congreso

don Pío Benigno Mesa.

He aquí la tradición sobre Ollantay:

Bajo el imperio del Inca Pachacutec, noveno soberano del

Cuzco, eraOllantay, curaca de Ollantaytambo, el generalísimo

de los ejércitos.Amante correspondido de una de las ñustas o

infantas, solicitó dePachacutec, y como recompensa a

importantes servicios, que le acordasela mano de la joven.

Rechazada su pretensión por el orgulloso monarca,cuya sangre,

según las leyes del imperio, no podía mezclarse con la deuna

familia que no descendiese directamente de Mango Capac,

elenamorado cacique desapareció una noche del Cuzco,

robándose a suquerida Cusicoyllor.

Durante cinco años fué imposible al Inca vencer al rebelde

vasallo, quese mantuvo en armas en las fortalezas de

Ollantaytambo, cuyas ruinas sonhoy la admiración del viajero.

Pero Rumiñahui, otro de los generales dePachacutec, en secreta

entrevista con su rey, lo convenció de que, másque a la fuerza,

era preciso recurrir a la maña y a la traición parasujetar a

Ollantay. El plan acordado fué poner preso a Rumiñahui, con

elpretexto de que había violado el santuario de las vírgenes del

Sol.Según lo pactado, se le degradó y azotó en la plaza pública

para que,envilecido así, huyese del Cuzco y fuese a ofrecer sus

servicios aOllantay, que viendo en él una ilustre víctima a la vez

que un generalde prestigio, no podría menos que dispensarle

Page 19: Tradiciones-Peruanas

entera confianza. Todo serealizó como inicuamente estaba

previsto, y la fortaleza fué entregadapor el infame Rumiñahui,

mandando el Inca decapitar a losprisioneros[2].

Un leal capitán salvó a Cusicoyllor y su tierna hija Imasumac,

y seestableció con ellas en la falda del Laycacota, en el sitio

donde en1669 debía erigirse la villa de San Carlos de Puno.

Concluía la anciana de referir a su hijo esta tradición, cuando

sepresentó ante ella un hombre, apoyado en un bastón, cubierto

el cuerpocon un largo poncho de bayeta, y la cabeza por un

ancho y viejo sombrerode fieltro. El extranjero era un joven de

veinticinco años, y a pesar dela ruindad de su traje, su porte era

distinguido, su rostro varonil ysimpático y su palabra graciosa y

cortesana.

Dijo que era andaluz, y que su desventura lo traía a tal punto

que sehallaba sin pan ni hogar. Los vástagos de la hija de

Pachacutec leacordaron de buen grado la hospitalidad que

demandaba.

Así transcurrieron pocos meses. La familia se ocupaba en la

cría deganado y en el comercio de lanas, sirviéndola el huésped

muy útilmente.Pero la verdad era que el joven español se sentía

apasionado de Carmen,la mayor de las hijas de la anciana, y que

ella no se daba por ofendidacon ser objeto de las amorosas

ansias del mancebo.

Como el platonismo, en punto a terrenales afectos, no es

eterno, llegóun día en que el galán, cansado de conversar con las

estrellas en lasoledad de sus noches, se espontaneó con la

madre, y ésta, que habíaaprendido a estimar al español, le dijo:

Page 20: Tradiciones-Peruanas

—Mi Carmen te llevará en dote una riqueza digna de la

descendiente deemperadores.

El novio no dio por el momento importancia a la frase; pero

tres díasdespués de realizado el matrimonio, la anciana lo hizo

levantarse demadrugada y lo condujo a una bocamina,

diciéndole:

—Aquí tienes la dote de tu esposa.

La hasta entonces ignorada, y después famosísima, mina de

Laycacota fuédesde ese día propiedad de don José Salcedo, que

tal era el nombre delafortunado andaluz.

II

La opulencia de la mina y la generosidad de Salcedo y de su

hermano donGaspar atrajeron, en breve, gran número de

aventureros a Laycacota.

Oigamos a un historiador: «Había allí plata pura y metales,

cuyobeneficio dejaba tantos marcos como pesaba el cajón. En

ciertos días sesacaron centenares de miles de pesos».

Estas aseveraciones parecerían fabulosas si todos los

historiadores noestuvieran uniformes en ellas.

Cuando algún español, principalmente andaluz o castellano,

solicitaba unsocorro de Salcedo, éste le regalaba lo que pudiese

sacar de la mina endeterminado número de horas. El obsequio

importaba casi siempre por lomenos el valor de una barra, que

representaba dos mil pesos.

Pronto los catalanes, gallegos y vizcaínos que residían en el

mineralentraron en disensiones con los andaluces, castellanos y

Page 21: Tradiciones-Peruanas

criollosfavorecidos por los Salcedo. Se dieron batallas

sangrientas con variadoéxito, hasta que el virrey don Diego de

Benavides, conde de Santisteban,encomendó al obispo de

Arequipa, fray Juan de Almoguera, la pacificacióndel mineral.

Los partidarios de los Salcedo derrotaron a las tropas delobispo,

librando mal herido el corregidor Peredo.

En estos combates, hallándose los de Salcedo escasos de

plomo, fundieronbalas de plata. No se dirá que no mataban

lujosamente.

Así las cosas, aconteció en Lima la muerte de Santisteban, y la

RealAudiencia asumió el poder. El gobernador que ésta nombró

para Laycacota,viéndose sin fuerzas para hacer respetar su

autoridad, entregó el mandoa don José Salcedo, que lo aceptó

bajo el título de justicia mayor. LaAudiencia se declaró

impotente y contemporizó con Salcedo, el cual,recelando

nuevos ataques de los vascongados, levantó y artilló

unafortaleza en el cerro.

En verdad que la Audiencia tenía por entonces mucho grave

de queocuparse con los disturbios que promovía en Chile el

gobernador Menesesy con la tremenda y vasta conspiración del

Inca Bohorques, descubiertaen Lima casi al estallar, y que

condujo al caudillo y sus tenientes alcadalso.

El orden se había por completo restablecido en Laycacota, y

todos losvecinos estaban contentos del buen gobierno y la

caballerosidad deljusticia mayor.

Pero en 1667, la Audiencia tuvo que reconocer al nuevo virrey

llegado deEspaña.

Page 22: Tradiciones-Peruanas

Era éste el conde Lemos, mozo de treinta y tres años, a quien,

según loshistoriadores, sólo faltaba sotana para ser completo

jesuíta. En cercade cinco años de mando, brilló poco como

administrador. Sus empresas selimitaron a enviar, aunque sin

éxito, una fuerte escuadra en persecucióndel bucanero Morgán,

que había incendiado Panamá, y a apresar en lascostas de Chile

a Enrique Clerk. Un año después de su destrucción porlos

bucaneros (1670), la antigua Panamá, fundada en 1518, se

trasladó allugar donde hoy se encuentra. Dos voraces incendios,

uno en febrero de1737 y otro en marzo de 1756, convirtieron en

cenizas dos terceraspartes de los edificios, entre los que algunos

debieron sermonumentales, a juzgar por las ruinas que aun

llaman la atención delviajero.

El virrey conde de Lemos se distinguió únicamente por su

devoción. Confrecuencia se le veía barriendo el piso de la

iglesia de losDesamparados, tocando en ella el órgano, y

haciendo el oficio de cantaren la solemne misa dominical,

dándosele tres pepinillos de lasmurmuraciones de la nobleza,

que juzgaba tales actos indignos de ungrande de España.

Dispuso este virrey, bajo pena de cárcel y multa, que nadie

pintase cruzen sitio donde pudiera ser pisada; que todos se

arrodillasen al toque deoraciones; y escogió para padrino de uno

de sus hijos al cocinero delconvento de San Francisco, que era

un negro con un jeme de jeta y famade santidad.

Por cada individuo de los que ajusticiaba, mandaba celebrar

treintamisas; y consagró, por lo menos, tres horas diarias al rezo

del oficioparvo y del rosario, confesando y comulgando todas

las mañanas, yconcurriendo al jubileo y a cuanta fiesta o

distribución religiosa sele anunciara.

Page 23: Tradiciones-Peruanas

Jamás se han vista en Lima procesiones tan espléndidas como

las deentonces; y Lorente, en su Historia, trae la descripción de

una que setrasladó desde palacio a los Desamparados, dando

largo rodeo, una imagende María que el virrey había hecho traer

expresamente desde Zaragoza.Arco hubo en esa fiesta cuyo

valor se estimó en más de doscientos milpesos, tal era la

profusión de alhajas y piezas de oro y plata que loadornaban. La

calle de Mercaderes lució por pavimento barras de plata,que

representaban más de dos millones de ducados. ¡Viva el lujo y

quienlo trujo!

El fanático don Pedro Antonio de Castro y Andrade, conde de

Lemos,marqués de Sarria y de Gátiva y duque de Taratifanco,

que cifraba suorgullo en descender de San Francisco de Borja, y

que, a estar en susmanos, como él decía, habría fundado en cada

calle de Lima un colegio deJesuítas, apenas fué proclamado en

Lima como representante de Carlos IIel Hechizado, se dirigió a

Puno con gran aparato de fuerza yaprehendió a Salcedo.

El justicia contaba con poderosos elementos para resistir; pero

no quisohacerse reo de rebeldía a su rey y señor natural.

El virrey, según muchos historiadores, lo condujo preso,

tratándolodurante la marcha con extremado rigor. En breve

tiempo quedó concluídala causa, sentenciado Salcedo a muerte,

y confiscados sus bienes enprovecho del real tesoro.

Como hemos dicho, los jesuítas dominaban al virrey. Jesuíta

era suconfesor el padre Castillo, y jesuítas sus secretarios. Las

crónicas deaquellos tiempos acusan a los hijos de Loyola de

haber contribuidoeficazmente al trágico fin del rico minero, que

había prestado no pocosservicios a la causa de la corona y

Page 24: Tradiciones-Peruanas

enviado a España algunos millonespor el quinto de los

provechos de la mina.

Cuando leyeron a Salcedo la sentencia, propuso al virrey que

lepermitiese apelar a España, y que por el tiempo que

transcurriese desdela salida del navío hasta su regreso con la

resolución de la corte deMadrid, lo obsequiaría diariamente con

una barra de plata.

Y téngase en cuenta no sólo que cada barra de plata se

valorizaba en dosmil duros, sino que el viaje del Callao a Cádiz

no era realizable enmenos de seis meses.

La tentación era poderosa, y el conde de Lemos vaciló.

Pero los jesuítas le hicieron presente que mejor partido

sacaríaejecutando a Salcedo y confiscándole sus bienes.

El que más influyó en el ánimo de su excelencia fué el padre

Franciscodel Castillo, jesuíta peruano que está en olor de

santidad, el cual erapadrino de bautismo de don Salvador

Fernández de Castro, marqués deAlmuña e hijo del virrey.

Salcedo fué ejecutado en el sitio llamado Orcca-Pata, a poca

distanciade Puno.

III

Cuando la esposa de Salcedo supo el terrible desenlace del

proceso,convocó a sus deudos y les dijo:

—Mis riquezas han traído mi desdicha. Los que las codician

han dadomuerte afrentosa al hombre que Dios me deparó por

compañero. Mirad cómole vengáis.

Page 25: Tradiciones-Peruanas

Tres días después la mina de Laycacota había dado en agua, y

suentrada fué cubierta con peñas, sin que hasta hoy haya

podidodescubrirse el sitio donde ella existió.

Los parientes de la mujer de Salcedo inundaron la mina,

haciendo estérilpara los asesinos del justicia mayor el crimen a

que la codicia losarrastrara.

Carmen, la desolada viuda, había desaparecido, y es fama que

se sepultóviva en uno de los corredores de la mina.

Muchos sostienen que la mina de Salcedo era la que hoy se

conoce con elnombre del Manto. Este es un error que debemos

rectificar. Lacodiciada mina de Salcedo estaba entre los cerros

Laycacota yCancharani.

El virrey, conde Lemos, en cuyo período de mando tuvo lugar

lacanonización de Santa Rosa, murió en diciembre de 1673, y su

corazón fuéenterrado bajo el altar mayor de la iglesia de los

Desamparados.

Las armas de este virrey eran, por Castro, un sol de oro sobre

gules.

En cuanto a los descendientes de los hermanos Salcedo,

alcanzaron bajoel reinado de Felipe V la rehabilitación de su

nombre y el título demarqués de Villarrica para el jefe de la

familia.

RACIMO DE HORCA

CRÓNICA DE LA ÉPOCA DEL VIGÉSIMO VIRREY DEL PERÚ

Page 26: Tradiciones-Peruanas

I

Mi buen amigo y alcalde don Rodrigo de Odría:

Hanme dado cuenta de que, en deservicio de Su Majestad y en

agravio dela honra que Dios me dió, ha delinquido torpemente

Juan de Villegas,empleado en esta Caja real de Lima. Por ende

procederéis, con la mayorpresteza y cuidando de estar a todo

apercibido y de no dar campo paragrave escándalo, a la prisión

del antedicho Villegas, y fecha que sea ydepositado en la cárcel

de corte, me daréis inmediato conocimiento.

Guarde Dios a vuesa merced muchos años.

EL CONDE DE

CASTELLAR.

Hoy 10 de septiembre de 1676.

Sentábase a la mesa en los momentos en que, llamando a coro

a loscanónigos, daban las campanas la gorda para las tres, el

alcalde delcrimen don Rodrigo de Odría, y acababa de echar la

bendición al pan,cuando se presentó un alguacil y le entregó un

pliego, diciéndole:

—De parte de su excelencia el virrey, y con urgencia.

Cabalgó las gafas sobre la nariz el honrado alcalde, y después

dereleer, para mejor estimar los conceptos, la orden que dejamos

copiada,se levantó bruscamente y dijo al alguacil, que era un

mozo listo comouna avispa:

—¡Hola, Güerequeque! Que se preparen ahora mismo tus

compañeros, quenos ha caído trabajo, y de lo fino.

Page 27: Tradiciones-Peruanas

Mientras se concertaban los alguaciles, el alcalde paseaba por

elcomedor, completamente olvidado de que la sopa, el cocido y

la ensaladaesperaban que tuviese a bien hacerles los honores

cotidianos. Como seve, el bueno de don Rodrigo no era víctima

del pecado de gula; pues sucomida se limitaba a sota, caballo y

rey, sazonados con la salsa de SanBernardo.

—Ya me daba a mí un tufillo que este don Juan no caminaba

tan derechocomo Dios manda y al rey conviene. Verdad que hay

en él un aire de tunoque no es para envidiado, y que no me entró

nunca por el ojo derecho apesar de sus zalamerías y

dingolodangos. Y cuando el virrey que ha sidosu amigote me

intima que le eche la zarpa, ¡digo si habrá motivosobrado! A

cumplir, Rodrigo, y haz de ese caldo tajadas, quien

manda,manda, y su excelencia no gasta buenas pulgas.

Adelante, que no hay másbronce que años once, ni más lana que

no saber que hay mañana.

Y plantándose capa y sombrero, y empuñando la vara de

alcalde, se echó ala calle, seguido de una chusma de corchetes, y

enderezó a la esquinadel Colegio Real.

Llegado a ella, comunicó órdenes a sus lebreles, que se

esparcieron endistintas direcciones para tomar todas las

avenidas e impedir queescapase el reo, que, a juzgar por los

preliminares, debía ser pájaro decuenta.

Don Rodrigo, acompañado de cuatro alguaciles, penetró en

una casa en lacalle de Ildefonso, que según el lujo y apariencias

no podía dejar deser habitada por persona de calidad.

Don Juan de Villegas era un vizcaíno que frisaba en los treinta

y cincoaños, y que llegó a Lima en 1674 nombrado para un

empleo de sesentaduros al mes, renta asaz mezquina aun para el

Page 28: Tradiciones-Peruanas

puchero de una mujer ycuatro hijos, que comían más que un

cáncer en el estómago. De repente, ysin que le hubiese caído

lotería ni heredado en América a tíomillonario, se le vió

desplegar gran boato, dando pábulo y comidilla alchichisbeo de

las comadres del barrio y demás gente cuya ocupación

esaveriguar vidas ajenas. Ratones arriba, que todo lo blanco no

es harina.

Don Juan dormía esa tarde, y sobre un sofá de la sala, la

obligadasiesta de los españoles rancios, y despertó, rodeado de

esbirros, a laintimación que le dirigió el alcalde.

—¡Por el rey! Dése preso vuesa merced.

El vizcaíno echó mano de un puñal de Albacete que llevaba al

cinto y selanzó sobre el alcalde y su comitiva, que aterrorizados

lo dejaron salirhasta el patio. Mas Güerequeque, que había

quedado de vigía en la puertade la calle, viendo despavoridos y

maltrechos a sus compañeros, se quitóla capa y con pasmosa

rapidez la arrojó sobre la cabeza del delincuente,que tropezó y

vino al suelo: entonces toda la jauría cayó sobre elcaído, según

es de añeja práctica en el mundo, y fuertemente atadodieron con

él en la cárcel de corte, situada en la calle de laPescadería.

—¡Qué cosas tan guapas—murmuraba don Rodrigo por el

camino—hemos dever el día del juicio en el valle de Josafat!

Sabios sin sabiduría,honrados sin honra, volver cada peso al

bolsillo de su legítimo dueño, ya muchos hijos encontradizos del

verdadero padre que los engendró.Algunos pasarán de rocín a

ruin. ¡Qué bahorrina, Señor, qué bahorrina!Bien barruntaba yo

que este don Juan tenía cara de beato y uñas degato... ¡Nada! Al

capón que se hace gallo, descañonarlo; que como dicela copla:

Page 29: Tradiciones-Peruanas

Arbol tierno aunque se tuerza

recto se puede poner;

pero en adquiriendo fuerza

no basta humano poder.

Tres meses después, Juan de Villega, que previamente recibió

doscientosramalazos por mano del verdugo, marchaba en traílla

con otros criminalesal presidio de Chagres, convicto y confeso

del crimen de defraudador delreal tesoro, reagravado con los de

falsificación de la firma del virreyy resistencia a la justicia.

Cuando el virrey conde de Castellar, que a la sazón contaba

cuarenta yseis años, vino a Lima, trajo en su compañía, entre

otros empleados quehabían comprado sus cargos en la corte, a

don Juan de Villegas. Duranteel viaje tuvo ocasión de frecuentar

el trato del virrey, que le tomóalgún cariño y lo invitaba a veces

a comer en palacio... Pero caigo encuenta que estoy hablando

del virrey sin haberlo presentado en forma amis lectores.

Hagamos, pues, conocimiento con su excelencia.

II

Don Baltasar de la Cueva, conde de Castellar y de Villa-

Alonso, marquésde Malagón, señor de las villas de Viso,

Paracuellos, Fuente el Fresno,Porcuna y Benarfases, natural de

Madrid, hijo segundo del duque deAlburquerque, caballero de

Santiago, alguacil mayor perpetuo de laciudad de Toro,

alfaqueque de Castilla y vigésimo virrey del Perú, entróen Lima

el 15 de agosto de 1674, ostentando—dice un historiador—

enacémilas lujosamente ataviadas la opulencia que solían sacar

otrosvirreyes. El pueblo pensó, y pensó juiciosamente, que don

Page 30: Tradiciones-Peruanas

Baltasar novenía en pos de logros y granjerías, sino en busca de

honra, y lo acogiócon vivo entusiasmo.

Sus primeros actos administrativos fueron organizar la

escuadra enprevisión de ataques piráticos, artillar Valparaíso,

fortificar Arica,Guayaquil y Panamá, y reparar los muros del

Callao, aumentando a la vezsu guarnición.

En el orden civil y en el orden religioso dictó

acertadísimasdisposiciones. Dió respetabilidad a los tribunales;

fué celoso guardiándel patronato, sosteniendo graves querellas

con el arzobispo; reformó laUniversidad; creó fondos para el

sostenimiento del hospital de SantaAna, y promulgó ordenanzas

para moderar el lujo de los coches ytumultos, para impedir los

desafíos y mejorar otros ramos de policía.

En Hacienda realizó varias economías en los gastos públicos,

castigó conextremo rigor los abusos de los corregidores, y

practicó minuciosainspección de las cajas reales. Por resultado

de ella marcharon alpresidio de Valdivia varios empleados

fiscales, se ahorcó al tesorero deChuquiavo, y confiscados los

bienes de los culpables, recuperó el tesoroalgunos realejos.

Ningún libramiento se pagaba si no llevaba elcúmplase de letra

del virrey, y con su firma al pie. Muchos de estosdocumentos

fueron falsificados por Villegas.

Hablando de tan ilustre virrey, dice Lorente:

«Oía a todos en audiencias públicas y secretas, sin tener

horasreservadas ni porteros que impidieran hablarle, y daba por

sí mismodecretos y órdenes, con admiración de los limeños, que

ponderaban nohaber observado actividad igual en el trabajo, ni

forma semejante deadministración en ninguno de los virreyes

anteriores.

Page 31: Tradiciones-Peruanas

Pocos años hace que un prestidigitador (Paraff) ofreció sacar

del cobreoro en abundancia. Establecióse en Chile, donde

organizó una Sociedadcuyos accionistas sembraron oro, que fué

a esconderse en las arcas deParaff, y cosecharon cobre de mala

ley.

Algo parecido sucedió en tiempo del conde de Castellar, sólo

que allí nohubo bellaco embaucador, sino inocente visionario.

Sigamos a Mendiburuen la relación del hecho.

Don Juan del Corro, uno de los principales azogueros del

Potosí, expusoal gobierno que había encontrado un nuevo

método de beneficiar metalesde plata, dando de aumento en

unos la mitad, en otros la tercera ocuarta parte, y en todos un

ahorro de azogue de cincuenta por ciento,solicitando en pago de

su descubrimiento mercedes de la corona. Elpresidente de

Charcas, el corregidor, los oficiales reales de Potosí, ymuchos

mineros y azogueros informaron favorablemente. El virrey puso

enduda la maravilla, y envió a Potosí comisionados de su entera

confianzapara que hiciesen nuevos experimentos prácticos.

Tres o cuatro meses después llegaba una tarde a Lima un

propio,conduciendo cartas y pliegos de los comisionados. Estos

informaban queel descubrimiento de don Juan del Corro no era

embolismo, sinoprodigiosa realidad.

Entusiasmado el virrey se quitó la cadena de oro que traía al

cuello yla regaló, por vía de albricias, al conductor de las

comunicaciones. Enseguida mandó repicar campanas y que se

iluminase la ciudad.

Esto produjo general alboroto, Tedéum en la Catedral, misa

solemne degracias celebrada por el arzobispo Almoguera,

lucidas comparsas demáscaras y otros regocijos públicos. No

Page 32: Tradiciones-Peruanas

paró en esto. Castellar dispusose llevase a la Catedral las

imágenes de la Virgen del Rosario, SantoDomingo y Santa Rosa

en procesión solemne, que atravesó muchas callesricamente

adornadas y en las que había altares y arcos de mucho

costo.Hízose un novenario suntuoso, costeando de su propio

peculio la devotavirreina doña Teresa María Arias de Saavedra

los gastos de tanmagníficas fiestas.

El virrey mandó imprimir y distribuyó entre los mineros del

Perú lainstrucción escrita por el autor del nuevo método. En

todas partes fuéobjeto de prolijos ensayos que probaron mal, e

hicieron ver que losprovechos eran tan pequeños y aun dudosos,

que no merecían la pena. Elvirrey creía hasta cierto punto

desairado su amor propio con esteresultado; y don Juan del

Corro no se daba por vencido, atribuyendo sudesventura a

ardides de enemigos y envidiosos. El de Castellar,acompañado

de todos los funcionarios y gente notable de Lima, presencióal

fin, un ensayo, y quedó convencido de que eran nulas las

ventajas, ysoñadas las utilidades del nuevo sistema que a tantos

había alucinado;pero quedó memoria—bien risible por cierto—

del entusiasmo y fiestascon que fué acogido.

Su intransigencia con arraigados abusos le concitó

poderosísimosenemigos, que gastaron su influjo todo y no

economizaron expediente paradesquiciar al virrey en el ánimo

del soberano.

El 7 de julio de 1678, cuando tenía lugar en Lima una

procesión derogativa, a consecuencia de un terrible terremoto

que en el mes anteriordejó a la ciudad casi en escombros, recibió

el conde de Castellar unareal orden de Carlos II en que se le

intimaba la inmediata entrega delmando al orgulloso y arbitrario

arzobispo don Melchor de Liñán yCisneros. Este lo sujetó a un

Page 33: Tradiciones-Peruanas

estrecho juicio de residencia, y duranteél tuvo la mezquindad de

mantenerlo, por cerca de dos años, desterradoen Paita.

Cuando en 1681 reemplazó el excelente duque de la Palata al

arzobispoCisneros, don Baltasar de la Cueva, absuelto en el

juicio, presentó suRelación de mando, fechada en el pueblecillo

de Surco, inmediato aChorrillos, que es una de las más notables

entre las Memorias queconocemos de los virreyes.

El conde de Castellar trajo al Perú gran fortuna, cuya mayor

partepertenecía a la dote de su esposa, dama española que se

hizo querermucho en Lima, por su caridad para con los pobres y

por los valiososdonativos con que favoreció a las iglesias. De él

se decía que entrórico al mando y salió casi pobre.

Las armas del de la Cueva eran: escudo cortinado; el primero y

segundocuartel en oro con un bastón de gules; el tercero en plata

y un dragón ogrifo de sinople en actitud de salir de una cueva;

bordura de plata conocho aspas de oro.

En 1682, Carlos II, en desagravio del desaire que tan

injustamente leinfiriera, lo nombró consejero de Indias.

Desempeñando este cargofalleció don Baltasar en España, tres o

cuatro años después.

III

El conde de Castellar acostumbraba todas las tardes dar un

paseo a piepor la ciudad, acompañado de su secretario y de uno

de los capitanes deservicio; pero antes de regresar a palacio, y

cuando las campanastocaban el Angelus, entraba al templo de

Santo Domingo para rezardevotamente un rosario.

Page 34: Tradiciones-Peruanas

Era la noche del 10 de febrero de 1678.

Su excelencia se encontraba arrodillado en el escabel que un

lego delconvento tenía cuidado de alistarle frente al altar de la

Virgen. Apocos pasos de él, y de pie junto a un escaño se

hallaban el secretarioy el capitán de la escolta.

A pesar de la semiobscuridad del templo, llamó la atención del

último unbulto que se recataba tras las columnas de la vasta

nave. De pronto, lamisteriosa sombra se dirigió con pisada

cautelosa hacia el escabel delvirrey; y acogotando a éste con la

mano izquierda, lo arrojó al suelo, ala vez que en su derecha

relucía un puñal.

Por dicha para el virrey, el capitán era un mancebo ágil y

forzudo, quecon la mayor presteza se lanzó sobre el asesino y le

sujetó por lamuñeca. El sacrílego bregaba desesperadamente con

el puño de hierro deljoven, hasta que, agolpándose los frailes y

devotos que se encontrabanen la iglesia, lograron quitarle el

arma.

Aquel hombre era Juan de Villegas.

Prófugo del presidio, hacía una semana que se encontraba en

Lima; ydesde su regreso no cesó de acechar en el templo al

virrey, buscandoocasión propicia para asesinarlo.

Aquella misma noche se encomendó la causa al alcalde don

Rodrigo deOdría, y tanta fué su actividad que, ocho días

después, el cuerpo deVillegas se balanceaba como un racimo en

la horca.

—¡Lástima de pícaro!—decía al pie del patíbulo don Rodrigo

a sualguacil—. ¿No es verdad, Güerequeque, que siempre

sostuve que estebellaco había de acabar muy alto?

Page 35: Tradiciones-Peruanas

—Con perdón de usiría—contestó el interpelado—, que ese

palo es depoca altura para el merecimiento del bribón.

AMOR DE MADRE

CRÓNICA DE LA ÉPOCA DEL VIRREY «BRAZO DE PLATA»

(A Juana Manuela

Gorriti.)

Juzgamos conveniente alterar los nombres de los principales

personajesde esta tradición, pecado venial que hemos cometido

en La emplazada yalguna otra. Poco significan los nombres si se

cuida de no falsear laverdad histórica; y bien barruntará el lector

qué razón, y muy poderosa,habremos tenido para desbautizar

prójimos.

I

En agosto de 1690 hizo su entrada en Lima el excelentísimo

señor donMelchor Portocarrero Lazo de la Vega, conde de la

Monclova, comendadorde Zarza en la Orden de Alcántara y

vigésimo tercio virrey del Perú porsu majestad don Carlos II.

Además de su hija doña Josefa, y de sufamilia y servidumbre,

acompañábanlo desde México, de cuyo gobierno fuétrasladado a

estos reinos, algunos soldados españoles. Distinguíaseentre

ellos, por su bizarro y marcial aspecto, don Fernando de

Vergara,hijodalgo extremeño, capitán de gentileshombres

lanzas; y contábase deél que entre las bellezas mexicanas no

había dejado la reputaciónaustera de monje benedictino.

Pendenciero, jugador y amante de darguerra a las mujeres, era

Page 36: Tradiciones-Peruanas

más que difícil hacerlo sentar la cabeza; y elvirrey, que le

profesaba paternal afecto, se propuso en Lima casarlo desu

mano, por ver si resultaba verdad aquello de estado

mudacostumbres.

Evangelina Zamora, amén de su juventud y belleza, tenía

prendas que lahacían el partido más codiciable de la ciudad de

los Reyes. Su bisabuelohabía sido, después de Jerónimo de

Aliaga, del alcalde Ribera, de Martínde Alcántara y de Diego

Maldonado el Rico, uno de los conquistadores másfavorecidos

por Pizarro con repartimientos en el valle del Rimac.

Elemperador le acordó el uso del Don, y algunos años después

losvaliosos presentes que enviaba a la corona le alcanzaron la

merced de unhábito de Santiago. Con un siglo a cuestas, rico y

ennoblecido, pensónuestro conquistador que no tenía ya misión

sobre este valle delágrimas, y en 1604 lió el petate, legando al

mayorazgo, en propiedadesrústicas y urbanas, un caudal que se

estimó entonces en un quinto demillón.

El abuelo y el padre de Evangelina acrecieron la herencia; y la

joven sehalló huérfana a la edad de veinte años, bajo el amparo

de un tutor yenvidiada por su riqueza.

Entre la modesta hija del conde de la Monclova y la opulenta

limeña seestableció, en breve, la más cordial amistad.

Evangelina tuvo así motivopara encontrarse frecuentemente en

palacio en sociedad con el capitán degentileshombres, que a fuer

de galante no desperdició coyuntura parahacer su corte a la

doncella; la que al fin, sin confesar la inclinaciónamorosa que el

hidalgo extremeño había sabido hacer brotar en su

pecho,escuchó con secreta complacencia la propuesta de

matrimonio con donFernando. El intermediario era el virrey

Page 37: Tradiciones-Peruanas

nada menos, y una joven biendoctrinada no podía inferir desaire

a tan encumbrado padrino.

Durante los cinco primeros años de matrimonio, el capitán

Vergara olvidósu antigua vida de disipación. Su esposa y sus

hijos constituían toda sufelicidad: era, digámoslo así, un marido

ejemplar.

Pero un día fatal hizo el diablo que don Fernando acompañase

a su mujera una fiesta de familia, y que en ella hubiera una sala,

donde no sólose jugaba la clásica malilla abarrotada, sino que,

alrededor de unamesa con tapete verde, se hallaban congregados

muchos devotos de losculbículos. La pasión del juego estaba

sólo adormecida en el alma delcapitán, y no es extraño que a la

vista de los dados se despertase conmayor fuerza. Jugó, y con

tan aviesa fortuna, que perdió en esa nocheveinte mil pesos.

Desde esa hora, el esposo modelo cambió por completo su

manera de ser, yvolvió a la febricitante existencia del jugador.

Mostrándosele la suertecada día más rebelde, tuvo que mermar

la hacienda de su mujer y de sushijos para hacer frente a las

pérdidas, y lanzarse en ese abismo sinfondo que se llama el

desquite.

Entre sus compañeros de vicio había un joven, marqués a

quien los dadosfavorecían con tenacidad, y don Fernando tomó

a capricho luchar contratan loca fortuna. Muchas noches lo

llevaba a cenar a la casa deEvangelina y, terminada la cena, los

dos amigos se encerraban en unahabitación a descamisarse,

palabra que en el tecnicismo de losjugadores tiene una

repugnante exactitud.

Decididamente, el jugador y el loco son una misma entidad. Si

algoempequeñece, a mi juicio, la figura histórica del emperador

Page 38: Tradiciones-Peruanas

Augusto esque, según Suetonio, después de cenar jugaba a pares

y nones.

En vano Evangelina se esforzaba para apartar del precipicio

aldesenfrenado jugador. Lágrimas y ternezas, enojos y

reconciliacionesfueron inútiles. La mujer honrada no tiene otras

armas que emplear sobreel corazón del hombre amado.

Una noche la infeliz esposa se encontraba ya recogida en su

lecho,cuando la despertó don Fernando pidiéndole el anillo

nupcial. Era ésteun brillante de crecidísimo valor. Evangelina se

sobresaltó; pero sumarido calmó su zozobra, diciéndola que

trataba sólo de satisfacer lacuriosidad de unos amigos que

dudaban del mérito de la preciosa alhaja.

¿Qué había pasado en la habitación donde se encontraban los

rivales detapete? Don Fernando perdía una gran suma, y no

teniendo ya prenda quejugar, se acordó del espléndido anillo de

su esposa.

La desgracia es inexorable. La valiosa alhaja lucía pocos

minutos mástarde en el dedo anular del ganancioso marqués.

Don Fernando se estremeció de vergüenza y remordimiento.

Despidióse elmarqués, y Vergara lo acompañaba a la sala; pero

al llegar a ésta,volvió la cabeza hacia una mampara que

comunicaba al dormitorio deEvangelina, y al través de los

cristales vióla sollozando de rodillasante una imagen de María.

Un vértigo horrible se apoderó del espíritu de don Fernando, y

rápidocomo el tigre, se abalanzó sobre el marqués y le dió tres

puñaladas porla espalda.

El desventurado huyó hacia el dormitorio, y cayó exánime

delante dellecho de Evangelina.

Page 39: Tradiciones-Peruanas

II

El conde de la Monclova, muy joven a la sazón, mandaba una

compañía enla batalla de Arras, dada en 1654. Su denuedo lo

arrastró a lo másreñido de la pelea, y fué retirado del campo casi

moribundo.Restablecióse al fin, pero con pérdida del brazo

derecho, que hubonecesidad de amputarle. El lo substituyó con

otro plateado, y de aquívino el apodo con que, en México y en

Lima lo bautizaron.

El virrey Brazo de plata, en cuyo escudo de armas se leía este

mote:Ave María gratia plena, sucedió en el gobierno del Perú al

ilustre donMelchor de Navarra y Rocafull. «Con igual prestigio

que su antecesor,aunque con menos dotes administrativas—dice

Lorente—, de costumbrespuras, religioso, conciliador y

moderado, el conde de la Monclovaedificaba al pueblo con su

ejemplo, y los necesitados le hallaronsiempre pronto a dar de

limosna sus sueldos y las rentas de su casa».

En los quince años y cuatro meses que duró el gobierno de

Brazo deplata, período a que ni hasta entonces ni después llegó

ningún virrey,disfrutó el país de completa paz; la administración

fué ordenada, y seedificaron en Lima magníficas casas. Verdad

que el tesoro público noanduvo muy floreciente; pero por causas

extrañas a la política. Lasprocesiones y fiestas religiosas de

entonces recordaban, por sumagnificencia y lujo, los tiempos del

conde de Lemos. Los portales, consus ochenta y cinco arcos,

cuya fábrica se hizo con gasto de veinticincomil pesos, el

Cabildo y la galería de palacio fueron obras de esa época.

En 1694 nació en Lima un monstruo con dos cabezas y rostros

hermosos,dos corazones, cuatro brazos y dos pechos unidos por

un cartílago. De lacintura a los pies poco tenía de fenomenal, y

Page 40: Tradiciones-Peruanas

el enciclopédico limeñodon Pedro de Peralta escribió con el

título de Desvíos de lanaturaleza un curioso libro, en que, a la

vez que hace una descripciónanatómica del monstruo, se

empeña en probar que estaba dotado de dosalmas.

Muerto Carlos el Hechizado en 1700, Felipe V, que lo

sucedió,recompensó al conde de la Monclova haciéndolo grande

de España.

Enfermo, octogenario y cansado del mando, el virrey Brazo de

platainstaba a la corte para que se le reemplazase. Sin ver

logrado estedeseo, falleció el conde de la Monclova el 22 de

septiembre de 1702,siendo sepultado en la Catedral; y su

sucesor, el marqués de CasteldosRíus, no llegó a Lima sino en

junio de 1707.

Doña Josefa, la hija del conde de la Monclova, siguió

habitando enpalacio después de la muerte del virrey; mas una

noche, concertada yacon su confesor, el padre Alonso Mesía, se

descolgó por una ventana ytomó asilo en las monjas de Santa

Catalina, profesando con el hábito deSanta Rosa, cuyo

monasterio se hallaba en fábrica. En mayo de 1710 setrasladó

doña Josefa Portocarrero Lazo de la Vega al nuevo convento,

delque fué la primera abadesa.

III

Cuatro meses después de su prisión, la Real Audiencia

condenaba a muertea don Fernando de Vergara. Este desde el

primer momento había declaradoque mató al marqués con

alevosía, en un arranque de desesperación dejugador arruinado.

Page 41: Tradiciones-Peruanas

Ante tan franca confesión no quedaba al tribunal másque aplicar

la pena.

Evangelina puso en juego todo resorte para libertar a su

marido de unamuerte infamante; y en tal desconsuelo, llegó el

día designado para elsuplicio del criminal. Entonces la abnegada

y valerosa Evangelinaresolvió hacer, por amor al nombre de sus

hijos, un sacrificio sinejemplo.

Vestida de duelo se presentó en el salón de palacio en

momentos dehallarse el virrey conde de la Monclova en acuerdo

con los oidores, yexpuso: que don Fernando había asesinado al

marqués, amparado por laley; que ella era adúltera, y que,

sorprendida por el esposo, huyó desus iras, recibiendo su

cómplice justa muerte del ultrajado marido.

La frecuencia de las visitas del marqués a la casa de

Evangelina, elanillo de ésta como gaje de amor en la mano del

cadáver, las heridas porla espalda, la circunstancia de habérsele

hallado al muerto al pie dellecho de la señora, y otros pequeños

detalles eran motivos bastantespara que el virrey, dando crédito

a la revelación, mandase suspender lasentencia.

El juez de la causa se constituyó en la cárcel para que don

Fernandoratificara la declaración de su esposa. Mas apenas

terminó el escribanola lectura, cuando Vergara, presa de mil

encontrados sentimientos, lanzóuna espantosa carcajada.

¡El infeliz se había vuelto loco!

Pocos años después, la muerte cernía sus alas sobre el casto

lecho de lanoble esposa, y un austero sacerdote prodigaba a la

moribunda losconsuelos de la religión.

Page 42: Tradiciones-Peruanas

Los cuatro hijos de Evangelina esperaban arrodillados la

postrerabendición maternal. Entonces la abnegada víctima,

forzada por suconfesor, les reveló el tremendo secreto:—El

mundo olvidará—lesdijo—el nombre de la mujer que os dió la

vida; pero habría sidoimplacable para con vosotros si vuestro

padre hubiese subido losescalones del cadalso. Dios, que lee en

el cristal de mi conciencia,sabe que ante la sociedad perdí mi

honra porque no os llamasen un díalos hijos del ajusticiado.

LUCAS EL SACRÍLEGO

CRÓNICA DE LA ÉPOCA DEL VIGÉSIMONONO VIRREY DEL PERÚ

I

El que hubiera pasado por la plazuela de San Agustín a la hora

de lasonce de la noche del 22 de octubre de 1743, habría visto

un bulto sobrela cornisa de la fachada del templo, esforzándose

a penetrar en él poruna estrecha claraboya. Grandes pruebas de

agilidad y equilibrio tuvosin duda que realizar el escalador hasta

encaramarse sobre la cornisa, yel cristiano que lo hubiese

contemplado habría tenido que santiguarsetomándolo por el

enemigo malo o por duende cuando menos. Y no seolvide que,

por aquellos, tiempos, era de pública voz y fama que, enciertas

noches, la plazuela de San Agustín era invadida por

unaprocesión de ánimas del purgatorio con cirio en mano. Yo ni

quito nipongo; pero sospecho que con la república y el gas les

hemos metido elresuello a las ánimas benditas, que se están muy

mohinas y quietas en elsitio donde a su Divina Majestad plugo

ponerlas.

Page 43: Tradiciones-Peruanas

El atrio de la iglesia no tenía por entonces la magnífica verja

dehierro que hoy la adorna, y la policía nocturna de la ciudad

estaba enabandono tal, que era asaz difícil encontrar una ronda.

Los buenoshabitantes de Lima se encerraban en casita a las diez

de la noche,después de apagar el farol de la puerta, y la

población quedabasumergida en plena tiniebla, con gran

contentamiento de gatos ylechuzas, de los devotos de la

hacienda ajena y de la gente dada aamorosas empresas.

El avisado lector, que no puede creer en duendes ni en

demonioscoronados, y que, como es de moda en estos tiempos

de civilización,acaso no cree ni en Dios, habrá sospechado que

es un ladrón el que seintroduce por la claraboya de la iglesia.

Piensa mal y acertarás.

En efecto. Nuestro hombre con auxilio de una cuerda se

descolgó altemplo, y con paso resuelto se dirigió al altar mayor.

Yo no sé, lector, si alguna ocasión te has encontrado de noche

en unvasto templo, sin más luz que la que despiden algunas

lamparillascolocadas al pie de las efigies, y sintiendo el vuelo y

el graznarfatídico de esas aves que anidan en las torres y

bóvedas. De mí sé decirque nada ha producido en mi espíritu

una impresión más sombría y solemnea la vez, y que por ello

tengo a los sacristanes y monaguillos enopinión, no diré de

santos, sino de ser los hombres de más hígados de lacristiandad.

¡Me río yo de los bravos de la Independencia!

Llegado nuestro hombre al sagrario, abrió el recamarín, sacó la

Custodiaenvolvió en su pañuelo la Hostia divina, dejándola

sobre el altar ysalió del templo por la misma claraboya que le

había dado entrada.

Page 44: Tradiciones-Peruanas

Sólo dos días después, en la mañana del sábado 25, cuando

debía hacersela renovación de la Forma, vino a descubrirse el

robo. Habíadesaparecido el sol de oro, evaluado en más de

cuarenta mil pesos, ycuyas ricas perlas, rubíes, brillantes,

zafiros, ópalos y esmeraldaseran obsequio de las principales

familias de Lima. Aunque el pedestalera también de oro v

admirable como obra de arte, no despertó la codiciadel ladrón.

Fácil es imaginarse la conmoción que este sacrilegio causaría

en eldevoto pueblo. Según refiere el erudito escritor del Diario

de Lima,en los números del 4 y 5 de octubre de 1791, hubo

procesión depenitencia, sermón sobre el texto de David: Exurge,

Domine, et judicacausam tuam, constantes rogativas, prisión de

legos y sacristanes, ycarteles fijando premios para quien

denunciase al ladrón. Se cerraronlos coliseos y el duelo fué

general cuando, corriendo los días sindescubrirse al delincuente,

recurrió la autoridad eclesiástica altremendo resorte de leer

censuras y apagar candelas.

Por su parte el marqués de Villagarcía, virrey del Perú, había

llenadosu deber, dictando todas las providencias eme en su

arbitrio estabanpara capturar al sacrílego. Los expresos a los

corregidores y demásautoridades del virreinato se sucedieron sin

tregua, hasta que a finesde noviembre llegó a Lima un alguacil

del intendente de Huancavelica donJerónimo Solá, ex consejero

de Indias, con pliegos en los que éstecomunicaba a su

excelencia que el ladrón se hallaba aposentado en lacárcel y con

su respectivo par de calcetas de Vizcaya. Bien dice elrefrán que

entre bonete y almete se hacen cosas de copete.

Las campanas se echaron a vuelo, el teatro volvió a funcionar,

losvecinos abandonaron el luto, y Lima se entregó a fiestas y

regocijos.

Page 45: Tradiciones-Peruanas

II

Ciñéndonos al plan que hemos seguido en las TRADICIONES,

viene aquí acuento una rápida reseña histórica de la época de

mando delexcelentísimo señor don José de Mendoza Caamaño y

Sotomayor, marqués deVillagarcía, de Monroy y de Cusano,

conde de Barrantes y Señor de VistaAlegre, Rubianes y

Villanueva vigésimonono virrey del Perú por sumajestad don

Felipe V, y que, a la edad de sesenta años, se hizo cargodel

gobierno de estos reinos en 4 de enero de 1736.

El marqués de Villagarcía se resistió mucho a aceptar el

virreinato delPerú, y persuadiéndolo uno de los ministros del rey

para que norechazase lo que tantos codiciaban, dijo:

—Señor, vueseñoría me ponga a los pies de Su Majestad, a

quien venerocomo es justo y de ley, y represéntele que haciendo

cuentas conmigomismo, he hallado que me conviene más vivir

pobre hidalgo que morir ricovirrey.

El soberano encontró sin fundamento la excusa, y el nombrado

tuvo queembarcarse para América.

Sucediendo al enérgico marqués de Castelfuerte, la ley de

lascompensaciones exigía del nuevo virrey una política menos

severa. Así, afuerza de sagacidad y moderación, pudo el de

Villagarcía impedir quetomasen incremento las turbulencias de

Oruro y mantener a raya alcuzqueño Juan Santos, que se había

proclamado Inca.

No fué tan feliz con los almirantes ingleses Vernon y Jorge

Andson, quecon sus piraterías alarmaban la costa. Haciendo

grandes esfuerzos eimponiendo una contribución al comercio,

logró el virrey alistar unaescuadra, cuyo jefe evitó siempre

Page 46: Tradiciones-Peruanas

poner sus naves al alcance de loscañones ingleses, dando lugar a

que Andson apresara el galeón de Manila,que llevaba un

cargamento valuado en más de tres millones de pesos.

Bajo su gobierno fué cuando el mineral del Cerro de Pasco

principió aadquirir la importancia de que hoy goza, y entre otros

sucesos curiososde su época merecen consignarse la aurora

boreal que se vió una noche enel Cuzco, y la muerte que dieron

los fanáticos habitantes de Cuenca alcirujano de la expedición

científica que a las órdenes del sabio LaCondamine visitó la

América. Los sencillos naturales pensaron, al verunos

extranjeros examinando el cielo con grandes telescopios, que

esoshombres se ocupaban de hechicerías y malas artes.

A propósito de la venida de la comisión científica, leemos en

unprecioso manuscrito que existe en la Biblioteca de Lima,

titulado Viajeal globo de la luna, que el pueblo limeño bautizó a

los ilustresmarinos españoles don Jorge Juan y don Antonio de

Ulloa y a los sabiosfranceses Gaudin y La Condamine con el

sobrenombre de los caballerosdel punto fijo, aludiendo a que se

proponían determinar con fijeza lamagnitud y figura de la tierra.

Un pedante, creyendo que los cuatrocomisionados tenían la

facultad de alejar de Lima cuanto quisiesen lalínea equinoccial,

se echó a murmurar entre el pueblo ignorante contrael virrey

marqués de Villagarcía, acusándolo de tacaño y menguado;

puespor ahorrar un gasto de quince o veinte mil pesos que

pudiera costar laobra, consentía en que la línea equinoccial se

quedase como se estaba ylos vecinos expuestos a sufrir los

recios calores del verano. Trabajilloparece que costó convencer

al populacho de que aquel charlatán ensartabadisparates. Así lo

refiere el autor anónimo del ya citado manuscrito.

Page 47: Tradiciones-Peruanas

Después de nueve años y medio de gobierno, y cuando menos

lo esperaba,fué el virrey desairosamente relevado con el futuro

conde de Superundaen julio de 1745. Este agravio afectó tanto

al anciano marqués deVillagarcía, que regresando para España,

a bordo del navío Héctor, murióen el mar, en la costa

patagónica, en diciembre del mismo año.

III

Lucas de Valladolid era un mestizo, de la ciudad de

Huamanga, queejercía en Lima el oficio de platero. Obra de sus

manos eran las mejoresalhajas que a la sazón se fabricaban. Pero

el maestro Lucas pecaba degeneroso, y en el juego, el vino y las

mozas de partido derrochaba susganancias.

Los padres agustinos le dispensaban gran consideración, y el

maestroLucas era uno de sus obligados comensales en los días

de mantel largo.Nuestro platero conocía, pues, a palmos el

convento y la iglesia,circunstancia que le sirvió para realizar el

robo de la Custodia, talcomo lo dejamos referido.

Dueño de tan valiosa prenda, se dirigió con ella a su casa,

desarmó elsol, fundió el oro y engarzó en anillos algunas

piedras. Viendo laexcitación que su crimen había producido, se

resolvió a abandonar laciudad y emprendió viaje a

Huancavelica, enterrando antes en la faldadel San Cristóbal una

parte de su riqueza.

La esposa del intendente Solá era limeña, y a ésta se presentó

elmaestro Lucas ofreciéndole en venta seis magníficos anillos.

En uno deellos lucía una preciosa esmeralda, y examinándola la

Page 48: Tradiciones-Peruanas

señora, exclamó:«¡Qué rareza! Esta piedra es idéntica a la que

obsequié para la Custodiade San Agustín».

Turbóse el platero, y no tardó en despedirse.

Pocos minutos después entraba el intendente en la estancia de

su esposa,y la participó que acababa de llegar un expreso de

Lima con la noticiadel sacrílego robo.

—Pues, hijo mío—le interrumpió la señora—, hace un rato

que he tenidoen casa al ladrón.

Con los informes de la intendenta procedióse en el acto a

buscar almaestro Lucas; pero ya éste había abandonado la

población. Redobláronselos esfuerzos y salieron inmediatamente

algunos indios en todasdirecciones en busca del criminal,

logrando aprehenderlo a tres leguasde distancia.

El sacrílego principió por una tenaz negativa; pero le

aplicarongarrotillo en los pulgares o un cuarto de rueda, y canto

de plano.

Cuando el virrey recibió el oficio del intendente de

Hancavelicadespachó para guarda del reo una compañía de su

escolta.

Llegado éste a Lima, en enero de 1744, costó gran trabajo

impedir que elpueblo lo hiciese añicos. ¡Las justicias populares

son cosa rancia porlo visto!

A los pocos días fué el ladrón puesto en capilla, y entonces

solicitó lagracia de que se le acordasen cuatro meses para

fabricar una Custodiasuperior en mérito a la que él había

destruido. Los agustinosintercedieron y la gracia fué otorgada.

Page 49: Tradiciones-Peruanas

Las familias pudientes contribuyeron con oro y nuevas alhajas,

y cuatromeses después, día por día, la Custodia, verdadera obra

de arte, estabaconcluída. En este intervalo el maestro Lucas dió

en su prisión tanpositivas muestras de arrepentimiento que le

valieron la merced de quese le conmutase la pena.

Es decir, que en vez de achicharrarlo como a sacrílego, se le

ahorcó muypulcramente como a ladrón.

RUDAMENTE, PULIDAMENTE, MAÑOSAMENTE

CRÓNICA DE LA ÉPOCA DEL VIRREY AMAT

I

En que el lector hace conocimiento con una hembra del coco,

deRechupete y Tilín

Leonorcica Michel era lo que hoy llamaríamos una limeña de

rompe yrasga, lo que en los tiempos del virrey Amat se conocía

por una mocitadel tecum y de las que se amarran la liga encima

de la rodilla.Veintisiete años con más mundo que el que

descubrió Colón, colorsonrosado, ojos de más preguntas y

respuestas que el catecismo, nariz deescribano por lo picaresca,

labios retozones, y una tabla de pecho comopara asirse de ella

un náufrago, tal era en compendio la muchacha.Añádase a estas

perfecciones brevísimo pie, torneada pantorrilla,cintura estrecha,

aire de taco y sandunguero, de esos que hacenestremecer hasta a

los muertos del campo santo. La moza, en fin, no eraboccato di

cardinale, sino boccato de concilio ecuménico.

Page 50: Tradiciones-Peruanas

Paréceme que con el retrato basta y sobra para esperar mucho

de esapieza de tela emplástica, que

era como el canario

que va y se baña,

y luego se sacude

con arte y maña.

Leonorcica, para colmo de venturanza, era casada con un

honradísimopulpero español, más bruto que el que asó la

manteca, y a la vez másmanso que todos los carneros juntos de

la cristiandad y morería. Elpobrete no sabía otra cosa que aguar

el vino, vender gato por liebre yganar en su comercio muy

buenos cuartos, que su bellaca mujer seencargaba de gastar

bonitamente en cintajos y faralares, no para másencariñar a su

cónyuge, sino para engatusar a los oficiales de losregimientos

del rey. A la chica, que de suyo era tornadiza, la habíaagarrado

el diablo por la, milicia y... ¡échele usted un galgo a

suhonestidad! Con razón decía uno:—Algo tendrá, el

matrimonio, cuandonecesita bendición de cura.

El pazguato del marido, siempre que la sorprendía en

gatuperios y juegosnada limpios con los militares, en vez de

coger una tranca yderrengarla, se conformaba con decir:

—Mira, mujer, que no me gustan militronchos en casa y que

un día mepican las pulgas y hago una que sea sonada.

—Pues mira, ¡arrastrado!, no tienes más que empezar—

contestaba lamozuela, puesta en jarras y mirando entre ceja y

ceja a su víctima.

Page 51: Tradiciones-Peruanas

Cuentan que una vez fué el pulpero a querellarse ante el

provisor y asolicitar divorcio, alegando que su conjunta lo

trataba mal.

—¡Hombre de Dios! ¿Acaso te pega?—le preguntó su señoría.

—No, señor—contestó el pobre diablo—, no me pega..., pero

me lapega.

Este marido era de la misma masa de aquel otro que cantaba:

mi mujer me han robado

tres días ha:

ya para bromas basta:

vuelvanmelá.

Al fin la cachaza tuvo su límite, y el marido hizo... una que

fuésonada. ¿Perniquebró a su costilla? ¿Le rompió el bautismo a

algúngalán? ¡Quia! Razonando filosóficamente, pensó que era

tontuna perderseun hombre por perrerías de una mala pécora;

que de hembras está máspoblado este pícaro mundo, y que como

dijo no sé quién, las mujeres soncomo las ranas, que por una que

zambulle salen cuatro a flor de agua.

De la noche a la mañana traspasó, pues, la pulpería, y con los

realesque el negocio le produjo se trasladó a Chile, donde en

Valdivia pusouna cantina.

¡Qué fortuna la de las anchovetas! En vez de ir al puchero se

las dejatranquilamente en el agua.

Esta metáfora traducida a buen romance quiere decir que

Leonorcica,lejos de lloriquear y tirarse de las greñas, tocó

generala, revistó asus amigos de cuartel, y de entre ellos, sin

más recancamusas, escogiópara amante de relumbrón al alférez

Page 52: Tradiciones-Peruanas

del regimiento de Córdoba don JuanFrancisco Pulido, mocito

que andaba siempre más emperejilado que rey debaraja fina.

II

Mano de Historia

Si ha caído bajo tu dominio, lector amable, mi primer libro

deTRADICIONES, habrás hecho conocimiento con el

excelentísimo señor donManuel Amat y Juniet, trigésimo primo

virrey del Perú por su majestadFernando VI. Ampliaremos hoy

las noticias históricas que sobre élteníamos consignadas.

La capitanía general de Chile fué, en el siglo pasado, un

escalón parasubir al virreinato. Manso de Velazco, Amat,

Jáuregui, O'Higgins yAvilés, después de haber gobernado en

Chile, vinieron a ser virreyes delPerú.

A fines de 1761 se hizo Amat cargo del gobierno. «Traía—

dice unhistoriador—la reputación de activo, organizador,

inteligente, rectohasta el rigorismo y muy celoso de los intereses

públicos, sin olvidarla propia conveniencia». Su valor personal

lo había puesto a prueba enuna sublevación de presos en

Santiago. Amat entró solo en la cárcel, yrecibido a pedradas,

contuvo con su espada a los rebeldes. Al otro díaahorcó docena

y media de ellos. Como se ve, el hombre no se andaba

conrepulgos.

Amat principió a ejercer el gobierno cuando hallándose más

encarnizadala guerra de España con Inglaterra y Portugal, las

colonias de Américarecelaban una invasión. El nuevo virrey

atendió perfectamente a poner enpie de defensa la costa desde

Page 53: Tradiciones-Peruanas

Panamá a Chile, y envió eficaces auxiliosde armas y dinero al

Paraguay y Buenos Aires. Organizó en Lima miliciascívicas,

que subieron a cinco mil hombres de infantería y dos mil

decaballería, y él mismo se hizo reconocer por coronel del

regimiento denobles, que contaba con cuatrocientas plazas.

Efectuada la paz, CarlosIII premió a Amat con la cruz de San

Jenaro, y mandó a Lima veintidóshábitos de caballeros de

diversas Ordenes para los vecinos que más sehabían distinguido

por su entusiasmo en la formación, equipo ydisciplina de las

milicias.

Bajo su gobierno se verificó el Concilio provincial de 1772,

presididopor el arzobispo don Diego Parada, en que fueron

confirmados los cánonesdel Concilio de Santo Toribio.

Hubo de curioso en este Concilio que habiendo investido

Amat alfranciscano fray Juan de Marimón, su paisano, confesor

y aun pariente,con el carácter de teólogo representante del real

patronato, se vió enel conflicto de tener que destituirlo y

desterrarlo por dos años aTrujillo. El padre Marimón,

combatiendo en la sesión del 28 de febreroal obispo Espiñeyra y

al crucífero Durán, que defendían la doctrina delprobabilismo,

anduvo algo cáustico con sus adversarios. Llamado al

ordenMarimón, contestó, dando una palmada sobre la tribuna:—

Nada de gritos,ilustrísimo señor, que respetos guardan respetos,

y si su señoría vuelvea gritarme, yo tengo pulmón más fuerte y

le sacaré ventaja—. En uno delos volúmenes de Papeles varios

de la Biblioteca de Lima se encuentranun opúsculo del padre

agonizante Durán, una carta del obispo fray PedroÁngel de

Espiñeyra, el decreto de Amat y una réplica de Marimón,

asícomo el sermón que pronunció éste en las exequias del padre

Pachi,muerto en olor de santidad.

Page 54: Tradiciones-Peruanas

El virrey, cuyo liberalismo en materia religiosa se adelantaba a

suépoca, influyó, aunque sin éxito, para que se obligase a los

frailes ahacer vida común y a reformar sus costumbres, que no

eran ciertamenteevangélicas. Lima encerraba entonces entre sus

murallas la bicoca de miltrescientos frailes, y los monasterios de

monjas de pigricia desetecientas mujeres.

Para espiar a los frailes que andaban en malos pasos por los

barrios deAbajo el Puente, hizo Amat construir el balcón de

palacio que da a laplazuela de los Desamparados, y se pasaba

muchas horas escondido tras delas celosías.

Algún motivo de tirria debieron darle los frailes de la Merced,

puessiempre que divisaba hábito de esa comunidad murmuraba

entre dientes:«¡Buen blanco!» Los que lo oían pensaban que el

virrey se refería a latela del traje, hasta que un curioso se atrevió

a pedirle aclaración, yentonces dijo Amat: «¡Buen blanco para

una bala de cañón!»

En otra ocasión hemos hablado de las medidas prudentes y

acertadas quetomó Amat para cumplir la real orden por la que

fueron expulsados losmiembros de la Compañía de Jesús. El

virrey inauguró inmediatamente enel local del colegio de los

jesuítas el famoso Convictorio de SanCarlos, que tantos

hombres ilustres ha dado a la América.

Amotinada en el Callao a los gritos de ¡Viva el rey y muera su

malgobierno! la tripulación de los navíos Septentrión y Astuto,

porretardo en el pagamento de sueldos, el virrey enarboló en un

torreón labandera de justicia, asegurándola con siete cañonazos.

Fué luego abordo, y tras brevísima información mandó colgar de

las antenas a losdos cabecillas y diezmó la marinería insurrecta,

Page 55: Tradiciones-Peruanas

fusilando diez y siete.Amat decía que la justicia debe ser como

el relámpago.

Amat cuidó mucho de la buena policía, limpieza y ornato de

Lima. Unhospital para marineros en Bellavista; un templo de las

Nazarenas, encuya obra trabajaba a veces como carpintero; la

Alameda y plaza de Achopara la corrida de toros, y el Coliseo,

que ya no existe, para laslidias de gallos, fueron de su época.

Emprendió también la fábrica, queno llegó a terminarse, del

Paseo de Aguas y que, a juzgar por lo que aunse ve, habría

hecho competencia a Saint-Cloud y a Versalles.

Licencioso en sus costumbres, escandalizó bastante al país con

susaventuras amorosas. Muchas páginas ocuparían las

historietas picantes enque figura el nombre de Amat unido al de

Micaela Villegas, laPerricholi, actriz del teatro de Lima.

Sus contemporáneos acusaron a Amat de poca pureza en el

manejo de losfondos públicos, y daban por prueba de su

acusación que vino de Chilecon pequeña fortuna y que, a pesar

de lo mucho que derrochó con laPerricholi, que gastaba un lujo

insultante, salió del mando millonario.Nosotros ni quitamos ni

ponemos, no entramos en esas honduras y

decimoscaritativamente que el virrey supo, en el juicio de

residencia, hacerseabsolver de este cargo, como hijo de la

envidia y de la maledicenciahumanas.

En julio de 1776, después de cerca de quince años de

gobierno, loreemplazó el excelentísimo señor don Manuel

Guirior.

Amat se retiró a Cataluña, país de su nacimiento, en donde,

aunqueoctogenario y achacoso, contrajo matrimonio con una

Page 56: Tradiciones-Peruanas

joven sobrina suya.Las armas de Amat eran: escudo en oro con

una ave de siete cabezas deazur.

III

Donde el lector hallará tres retruécanos no rebuscados sino

históricos

Por el año de 1772 los habitantes de esta, hoy

prácticamenterepublicana, ciudad de los Reyes, se hallaban

poseídos del más profundopánico. ¿Quien era el guapo que

después de las diez de la noche asomabalas narices por esas

calles? Una carrera de gatos o ratones en el techobastaba para

producir en una casa soponcios femeniles, alarmasmasculinas y

barullópolis mayúsculo.

La situación no era para menos. Cada dos o tres noches se

realizabaalgún robo de magnitud, y según los cronistas de esos

tiempos, talesdelitos salían, en la forma, de las prácticas hasta

entonces usadas porlos discípulos de Caco. Caminos

subterráneos, forados abiertos por mediodel fuego, escalas de

alambre y otras invenciones mecánicas revelaban,amén de la

seguridad de sus golpes, que los ladrones no sólo eranhombres

de enjundia y pelo en pecho, sino de imaginativa y cálculo. Enla

noche del 10 de julio ejecutaron un robo que se estimó en treinta

milpesos.

Que los ladrones no eran gentuza de poco más o menos, lo

reconocía elmismo virrey, quien, conversando una tarde con los

oficiales de guardiaque lo acompañaban a la mesa, dijo con su

acento de catalán cerrado.

—¡Muchi diablus de latrons!

Page 57: Tradiciones-Peruanas

—En efecto, excelentísimo señor—le repuso el alférez don

JuanFrancisco Pulido—. Hay que convenir en que roban

pulidamente.

Entonces el teniente de artillería don José Manuel Martínez

Ruda leinterrumpió:

—Perdone el alférez. Nada de pulido encuentro; y lejos de eso,

desdeque desvalijan una casa contra la voluntad de su dueño,

digo queproceden rudamente.

—¡Bien! Señores oficiales, se conoce que hay chispa—añadió

el alcaldeordinario don Tomás Muñoz, y que era, en cuanto a

sutileza, capaz desentir el galope del caballo de copas—. Pero

no en vano empuño yo unavara que hacer caer mañosamente

sobre esos pícaros que traen alvecindario con el credo en la

boca.

IV

Donde se comprueba que a la larga el toro fina en el matadero

y elladrón en la horca

Al anochecer del 31 de julio del susodicho año de 1772, un

soldado entrócautelosamente en la casa del alcalde ordinario don

Tomás Muñoz y seentretuvo con él una hora en secreta plática.

Poco después circulaban por la ciudad rondas de alguaciles y

agentes dela policía que fundó Amat con el nombre de

encapados.

En la mañana del 1º de agosto todo el mundo supo que en la

cárcel decorte y con gruesas garras de grillos se hallaban

aposentados elteniente Ruda, el alférez Pulido, seis soldados del

Page 58: Tradiciones-Peruanas

regimiento deSaboya, tres del regimiento de Córdoba y ocho

paisanos. Hacíanlestambién compañía doña Leonor Michel y

doña Manuela Sánchez, queridas delos dos oficiales, y tres

mujeres del pueblo, mancebas de soldados. Erajusto que quienes

estuvieron a las maduras participasen de las duras.Quien comió

la carne que roa el hueso.

El proceso, curiosísimo en verdad y que existe en los archivos

de laexcelentísima Corte Suprema, es largo para extractarlo.

Baste saber queel 13 de agosto no quedó en Lima títere que no

concurriese a la Plazamayor, en la que estaban formadas las

tropas regulares y miliciascívicas.

Después de degradados con el solemne ceremonial de las

ordenanzasmilitares los oficiales Ruda y Pulido, pasaron junto

con nueve de suscómplices a balancearse en la horca, alzada

frente al callejón dePetateros. El verdugo cortó luego las

cabezas que fueron colocadas enescarpias en el Callao y en

Lima.

Los demás reos obtuvieron pena de presidio, y cuatro fueron

absueltos,contándose entre éstos doña Manuela Sánchez, la

querida de Ruda. Elproceso demuestra que si bien fué cierto que

ella percibió losprovechos, ignoró siempre de dónde salían las

misas.

V

En que se copia una sentencia que puede arder en un candil

«En cuanto a doña Leonor Michel, receptora de especies

furtivas, lacondeno a que sufra cincuenta azotes, que le darán en

su prisión de manodel verdugo, y a ser rapada la cabeza y cejas,

Page 59: Tradiciones-Peruanas

y después de pasada tresveces por la horca, será conducida al

real beaterio de Amparadas de laConcepción de esta ciudad a

servir en los oficios más bajos y viles dela casa, reencargándola

a la madre superiora para que la mantenga con lamayor custodia

y precaución, ínterin se presenta ocasión de navío quesalga para

la plaza de Valdivia, adonde será trasladada en partida

deregistro a vivir en unión de su marido, y se mantendrá

perpetuamenteen dicha plaza.—Dió y pronunció esta sentencia

el excelentísimo señordon Manuel de Amat y Juniet, caballero

de la Orden de San Juan, delConsejo de su Majestad, su

gentilhombre de cámara con entrada, tenientegeneral de sus

reales ejércitos, virrey, gobernador y capitán general deestos

reinos del Perú y Chile; y en ella firmó su nombre

estandohaciendo audiencia en su gabinete, en los Reves, a 11 de

agosto de 1772,siendo testigo don Pedro Juan Sanz, su

secretario de cámara, y don JoséGarmendia, que lo es de

cartas.—Gregorio González de Mendoza,escribano de su

majestad y Guerra.»

¡Cáscaras! ¿No le parece a ustedes que la sentencia tiene tres

pares deperendengues?

Ignoramos si el marido entablaría recurso de fuerza al rey por

la parteen que, sin comerlo ni beberlo, se le obligaba a vivir en

ayuntamientocon la media naranja que le dió la Iglesia, o si

cerró los ojos y aceptóla libranza, que bien pudo ser; pues para

todo hay genios en la viña delSeñor.

EL RESUCITADO

CRÓNICA DE LA ÉPOCA DEL TRIGÉSIMO SEGUNDO VIRREY

Page 60: Tradiciones-Peruanas

A principios del actual siglo existía en la Recolección de los

descalzosun octogenario de austera virtud y que vestía el hábito

de hermano lego.El pueblo, que amaba mucho al humilde

monje, conocíalo sólo con elnombre de el Resucitado. Y he aquí

la auténtica y sencilla tradiciónque sobre él ha llegado hasta

nosotros.

I

En el año de los tres sietes (número apocalíptico y famoso por

laimportancia de los sucesos que se realizaron en América)

presentóse undía en el hospital de San Andrés un hombre que

frisaba en los cuarentaagostos, pidiendo ser medicinado en el

santo asilo. Desde el primermomento los médicos opinaron que

la dolencia del enfermo era mortal, yle previnieron que alistase

el bagaje para pasar a mundo mejor.

Sin inmutarse oyó nuestro individuo el fatal dictamen, y

después derecibir los auxilios espirituales o de tener el práctico

a bordo, comodecía un marino, llamó a Gil Paz, ecónomo del

hospital, y díjole, sobrepoco más o menos:

—Hace quince años que vine de España, donde no dejo

deudos, pues soy unpobre expósito. Mi existencia en Indias ha

sido la del que honradamentebusca el pan por medio del trabajo;

pero con tan aviesa fortuna que todomi caudal, fruto de mil

privaciones y fatigas, apenas pasa de cien onzasde oro que

encontrará vuesa merced en un cincho que llevo al cuerpo.

Sicomo creen los físicos, y yo con ellos, su Divina Majestad es

servidallamarme a su presencia, lego a vuesamerced mi dinero

para que lo goce,pidiéndole únicamente que vista mi cadáver

Page 61: Tradiciones-Peruanas

con una buena mortaja delseráfico padre San Francisco, y pague

algunas misas en sufragio de mialma pecadora.

Don Gil juró por todos los santos del calendario cumplir

religiosamentecon los deseos del moribundo, y que no sólo

tendría mortaja y misas,sino un decente funeral. Consolado así

el enfermo, pensó que lo mejorque le quedaba por hacer era

morirse cuanto antes; y aquella misma nocheempezaron a

enfriársele las extremidades, y a las cinco de la madrugadaera

alma de la otra vida.

Inmediatamente pasaron las peluconas al bolsillo del

ecónomo, que era unavaro más ruin que la encarnación de la

avaricia. Hasta su nombre revelalo menguado del sujeto: ¡¡Gil

Paz!! No es posible ser más tacaño deletras ni gastar menos tinta

para una firma.

Por entonces no existía aún en Lima el cementerio general,

que, como essabido, se inauguró el martes 31 de mayo de 1808;

y aquí es curiosoconsignar que el primer cadáver que se sepultó

en nuestra necrópolis aldía siguiente fué el de un pobre de

solemnidad llamado Matías Isurriaga,quien, cayéndose de un

andamio sobre el cual trabajaba como albañil, sehizo tortilla en

el atrio.

Dejemos por un rato en reposo al muerto, y mientras el

sepulturero abrela zanja fumemos un cigarrillo, charlando sobre

el gobierno y lapolítica de aquellos tiempos, mismo del

cementerio. Los difuntos seenterraban en un corralón o campo

santo que tenía cada hospital, o enlas bóvedas de las iglesias,

con no poco peligro de la salubridadpública.

Nuestro don Gil reflexionó que el finado le había pedido

muchasgollerías; que podía entrar en la fosa común sin asperges,

Page 62: Tradiciones-Peruanas

responsos nisufragios; y que, en cuanto a ropaje, bien aviado iba

con el raídopantalón y la mugrienta camisa con que lo había

sorprendido la flaca.

—En el hoyo no es como en el mundo—filosofaba Gil Paz—,

donde nospagamos de exterioridades y apariencias, y muchos

hacen papel por latela del vestido. ¡Vaya una pechuga la del

difunto! No seré yo, en misdías, quien halague su vanidad,

gastando los cuatro pesos que importa lajerga franciscana.

¿Querer lujo hasta para pudrir tierra? ¡Hase vistopresunción de

la laya! ¡Milagro no le vino en antojo que lo enterrasencon

guantes de gamuza, botas de campana y gorguera de encaje!

Vaya alagujero como está el muy bellaco, y agradézcame que no

lo mande en eltraje que usaba el padre Adán antes de la

golosina.

Y dos negros esclavos del hospital cogieron el cadáver y

lotransportaron al corralón que servía de cementerio.

II

El excelentísimo señor don Manuel Guirior, natural de

Navarra y de lafamilia de San Francisco Javier, caballero de la

Orden de San Juan,teniente general de la real armada,

gentilhombre de cámara y marqués deGuirior, hallábase como

virrey en el nuevo reino de Granada, donde habíacontraído

matrimonio con doña María Ventura, joven bogotana, cuando

fuépromovido por Carlos III al gobierno del Perú.

Guirior, acompañado de su esposa, llegó a Lima de incógnito

el 17 dejulio de 1776, como sucesor de Amat. Su recibimiento

público severificó con mucha pompa el 3 de diciembre, es decir,

Page 63: Tradiciones-Peruanas

a los cuatro mesesde haberse hecho cargo del gobierno. La

sagacidad de su carácter y susbuenas dotes administrativas le

conquistaron en breve el apreciogeneral. Atendió mucho a la

conversión de infieles, y aun fundó enChanchamayo colonias y

fortalezas, que posteriormente fueron destruidaspor los salvajes.

En Lima estableció el alumbrado público con pequeñogravamen

de los vecinos, y fué el primer virrey que hizo publicar

bandoscontra el diluvio llamado juego de carnavales. Verdad es

que, entoncescomo ahora, bandos tales fueron letra muerta.

Guirior fué el único, entre los virreyes, que cedió a los

hospitales losdiez pesos que, para sorbetes y pastas, estaban

asignados por realcédula a su excelencia siempre que honraba

con su presencia una funciónde teatro. En su época se erigió el

virreinato de Buenos Aires y quedóterminada la demarcación de

límites del Perú, según el tratado de 1777entre España y

Portugal, tratado que después nos ha traído algunasdesazones

con el Brasil y el Ecuador.

En el mismo aciago año de los tres sietes nos envió la corte

alconsejero de Indias don José de Areche, con el título de

superintendentey visitador general de la real Hacienda, y

revestido de facultadesomnímodas tales, que hacían casi irrisoria

la autoridad del virrey. Laverdadera misión del enviado regio

era la de exprimir la naranja hastadejarla sin jugo. Areche elevó

la contribución de indígenas a un millónde pesos; creó la junta

de diezmos; los estancos y alcabalas dieronpingües

rendimientos; abrumó de impuestos y socaliñas a los

comerciantesy mineros, y tanto ajustó la cuerda que en Huaraz,

Lambaveque, Huánuco,Pasco, Huancavelica, Moquegua y otros

lugares estallaron seriosdesórdenes, en los que hubo

corregidores, alcabaleros y empleados realesajusticiados por el

Page 64: Tradiciones-Peruanas

pueblo. «La excitación era tan grande—diceLorente—que en

Arequipa los muchachos de una escuela dieron muerte auno de

sus camaradas que, en sus juegos, había hecho el papel

deaduanero, y en el llano de Santa Marta dos mil arequipeños

osaron,aunque con mal éxito, presentar batalla a las milicias

reales.» En elCuzco se descubrió muy oportunamente una vasta

conspiración encabezadapor don Lorenzo Farfán y un indio

cacique los que, aprehendidos,terminaron su existencia en el

cadalso.

Guirior se esforzó en convencer al superintendente de que iba

por malcamino; que era mayúsculo el descontento, y que con el

rigorismo de susmedidas no lograría establecer los nuevos

impuestos, sino crear elpeligro de que el país en masa recurriese

a la protesta armada,previsión que dos años más tarde y bajo

otro virrey, vino a justificarla sangrienta rebelión de Tupac-

Amaru. Pero Areche pensaba que el rey lohabía enviado al Perú

para que, sin pararse en barras, enriqueciese elreal tesoro a

expensas de la tierra conquistada, y que los peruanos eransiervos

cuyo sudor, convertido en oro, debía pasar a las arcas de

CarlosIII. Por lo tanto, informó al soberano que Guirior lo

embarazaba paraesquilmar el país y que nombrase otro virrey,

pues su excelencia malditosi servía para lobo rapaz y carnicero.

Después de cuatro años degobierno, y sin la más leve fórmula de

cortesía, se vió destituido donManuel Guirior, trigésimo

segundo virrey del Perú, y llamado a Madrid,donde murió pocos

meses después de su llegada.

Vivió una vida bien vivida.

Así en el juicio de residencia como en el secreto que se le

siguió,salió victorioso el virrey y fué castigado Areche

severamente.

Page 65: Tradiciones-Peruanas

III

En tanto que el sepulturero abría la zanja, una brisa fresca y

retozonaoreaba el rostro del muerto, quien ciertamente no debía

estarlo enregla, pues sus músculos empezaron a agitarse

débilmente, abrió luegolos ojos y, al fin, por uno de esos

maravillosos instintos del organismohumano, hízose cargo de su

situación. Un par de minutos que hubieratardado nuestro

español en volver de su paroxismo o catalepsia, y laspaladas de

tierra no le habrían dejado campo para rebullirse yprotestar.

Distraído el sepulturero con su lúgubre y habitual faena, no

observó laresurrección que se estaba verificando hasta que el

muerto se puso sobresus puntales y empezó a marchar con

dirección a la puerta. El buho decementerio cayó accidentado,

realizándose casi al pie de la letraaquello que canta la copla:

el vivo se cayó muerto

y el muerto partió a correr.

Encontrábase don Gil en la sala de San Ignacio vigilando que

lostopiqueros no hiciesen mucho gasto de azúcar para endulzar

las tisanascuando una mano se posó familiarmente en su hombro

y oyó una vozcavernosa que le dijo: ¡Avariento! ¿Dónde está mi

mortaja?

Volvióse aterrorizado don Gil. Sea el espanto de ver un

resucitado detan extraño pelaje, o sea que la voz de la

conciencia hubiese hablado enél muy alto, es el hecho que el

infeliz perdió desde ese instante larazón. Su sacrílega avaricia

tuvo la locura por castigo.

En cuanto al español, quince días más tarde salía del

hospitalcompletamente restablecido, y después de repartir en

Page 66: Tradiciones-Peruanas

limosnas laspeluconas, causa de la desventura de don Gil, tomó

el hábito de lego enel convento de los padres descalzos, y

personas respetables que loconocieron y trataron nos afirman

que alcanzó a morir en olor desantidad, allá por los años de

1812.

EL CORREGIDOR DE TINTA

CRÓNICA DE LA ÉPOCA DEL TRIGÉSIMO TERCIO VIRREY

Ahorcaban a un

delincuente

y decía su mujer:

—No tengas pena,

pariente,

todavía puede ser

que la soga se

reviente.

ANÓNIMO.

I

Era el 4 de noviembre de 1780, y el cura de Tungasuca, para

celebrar asu santo patrón, que lo era también de su majestad

Carlos III, teníacongregados en opíparo almuerzo a los más

notables vecinos de laparroquia y algunos amigos de los pueblos

inmediatos que, desde elamanecer, habían llegado a felicitarlo

por su cumpleaños.

Page 67: Tradiciones-Peruanas

El cura don Carlos Rodríguez era un clérigo campechano,

caritativo ypoco exigente en el cobro de los diezmos y demás

provechos parroquiales,cualidades apostólicas que lo hacían el

ídolo de sus feligreses. Ocupabaaquella mañana la cabecera de

la mesa, teniendo a su izquierda a undescendiente de los Incas,

llamado don José Gabriel Tupac-Amaru, y a suderecha a doña

Micaela Bastidas, esposa del cacique. Las libaciones

semultiplicaban y, como consecuencia de ellas, reinaba la más

expansivaalegría. De pronto sintióse el galope de un caballo que

se detuvo a lapuerta de la casa parroquial, y el jinete, sin

descalzarse las espuelaspenetró en la sala del festín.

El nuevo personaje llamábase don Antonio de Arriaga,

corregidor de laprovincia de Tinta, hidalgo español muy

engreído con lo rancio de sunobleza v que despotizaba, por

plebeyos, a europeos y criollos. Groseroen sus palabras, brusco

de modales, cruel para con los indios de la mitay avaro hasta el

extremo de que si en vez de nacer hombre hubiera nacidoreloj,

por no dar no habría dado ni las horas, tal era su señoría. Ypara

colmo de desprestigio, el provisor y canónigos del Cuzco lo

habíanexcomulgado solemnemente por ciertos avances contra la

autoridadeclesiástica.

Todos los comensales se pusieron de pie a la entrada, del

corregidor,quien, sin hacer atención en el cacique don José

Gabriel, se dejó caersobre la silla que éste ocupaba, y el noble

indio fué a colocarse a otroextremo de la mesa, sin darse por

entendido de la falta de cortesía delempingorotado español.

Después de algunas frases vulgares, de haberrefocilado el

estómago con las viandas y remojado la palabra, dijo suseñoría:

—No piense vuesa merced que me he pegado un trote desde

Yanaoca sólopara darle saludes.

Page 68: Tradiciones-Peruanas

—Usiría sabe—contestó el párroco—que cualquiera que sea la

causa quelo trae es siempre bien recibida en esta humilde choza.

—Huélgome por vuesa merced de haberme convencido

personalmente de lafalsedad de un aviso que recibí ayer, que a

haberlo encontrado real,juro cierto que no habría reparado en

hopalandas ni tonsuras paraamarrar a vuesa merced y darle una

zurribanda de que guardara memoria enlos días de su vida; que

mientras yo empuñe la vara, ningún monigote meha de resollar

gordo.

—Dios me es testigo de que no sé a qué vienen las airadas

palabras desu señoría—murmuró el cura, intimidado por los

impertinentes conceptosde Arriaga.

—Yo me entiendo y bailo solo, señor don Carlos. Bonito es mi

pergeniopara tolerar que en mi corregimiento, a mis barbas,

como quien dice, selean censuras ni esos papelotes de

excomunión que contra mí reparte elviejo loco que anda de

provisor en el Cuzco, y ¡por el ánima de mipadre, que esté en

gloria, que tengo de hacer mangas y capirotes con elprimer cura

que se me descantille en mi jurisdicción! ¡Y cuenta que seme

suba la mostaza a las narices y me atufe un tantico, que en un

verbome planto en el Cuzco y torno chafaina y picadillo a esos

canónigosbarrigudos y abarraganados!

Y enfrascado el corregidor en sus groseras baladronadas, que

sólointerrumpía para apurar gordos tragos de vino, no observó

que donGabriel y algunos de los convidados iban

desapareciendo de la sala.

II

Page 69: Tradiciones-Peruanas

A las seis de la tarde el insolente hidalgo galopaba en

dirección a lavilla de su residencia, cuando fué enlazado su

caballo; y don Antonio seencontró en medio de cinco hombres

armados, en los que reconoció a otrostantos de los comensales

del cura.

—Dése preso vuesa merced—le dijo Tupac-Amaru, que era el

queacaudillaba el grupo.

Y sin dar tiempo al maltrecho corregidor para que opusiera la

menorresistencia, le remacharon un par de grillos y lo

condujeron aTungasuca. Inmediatamente salieron indios con

pliegos para el Alto Perúy otros lugares, y Tupac-Amaru alzó

bandera contra España.

Pocos días después, el 10 de noviembre, destacábase una horca

frente ala capilla de Tungasuca; y el altivo español, vestido de

uniforme yacompañado de un sacerdote que lo exhortaba a

morir cristianamente, oyóal pregonero estas palabras:

Esta es la justicia que don José Gabriel I, por la gracia de

Dios,Inca, rey del Perú, Santa Fe, Quito, Chile, Buenos Aires y

continente delos mares del Sur, duque y señor de los Amazonas

y del gran Paititi,manda hacer en la persona de Antonio de

Arriaga por tirano, alevoso,enemigo de Dios y sus ministros,

corruptor y falsario.

En seguida el verdugo, que era un negro esclavo del infeliz

corregidor,le arrancó el uniforme en señal de degradación, le

vistió una mortaja yle puso la soga al cuello. Más al suspender

el cuerpo, a pocas pulgadasde la tierra, reventó la cuerda; y

Arriaga, aprovechando la naturalsorpresa que en los indios

produjo este incidente, echó a correr endirección a la capilla,

gritando: ¡Salvo soy! ¡A iglesia me llamo! ¡Laiglesia me vale!

Page 70: Tradiciones-Peruanas

Iba ya el hidalgo a penetrar en sagrado, cuando se le interpuso

el IncaTupac-Amaru y lo tomó del cuello, diciéndole:

—¡No vale la iglesia a tan pícaro como vos! ¡No vale la iglesia

a unexcomulgado por la Iglesia!

Y volviendo el verdugo a apoderarse del sentenciado, dió

pronto remate asu sangrienta misión.

III

Aquí deberíamos dar por terminada la tradición; pero el plan

de nuestraobra exige que consagremos algunas líneas por vía de

epílogo al virreyen cuya época de mando aconteció este suceso.

El excelentísimo señor don Agustín de Jáuregui, natural de

Navarra y dela familia de los condes de Miranda y de Teba,

caballero de la Orden deSantiago y teniente general de los reales

ejércitos, desempeñaba lapresidencia de Chile cuando Carlos III

relevó con él, injusta ydesairosamente, el virrey don Manuel

Guirior. El caballero de Jáureguillegó a Lima el 21 de junio de

1780, y francamente, que ninguno de susantecesores recibió el

mando bajo peores auspicios.

Por una parte, los salvajes de Chanchamayo acababan de

incendiar ysaquear varias poblaciones civilizadas; y por otra, el

recargo deimpuestos y los procedimientos tiránicos del visitador

Areche habíanproducido serios disturbios, en los que muchos

corregidores yalcabaleros fueron sacrificados a la cólera

popular. Puede decirse quela conflagración era general en el

país, sin embargo de que Guiriorhabía declarado en suspenso el

cobro de las odiosas y exageradascontribuciones, mientras con

mejor acuerdo volvía el monarca sobre suspasos.

Page 71: Tradiciones-Peruanas

Además en 1779 se declaró la guerra entre España e Inglaterra,

yreiterados avisos de Europa afirmaban al nuevo virrey que la

reina delos mares alistaba una flota con destino al Pacífico.

Jáuregui (apellido que, en vascuence, significa residencia del

señor),en previsión de los amagos piráticos, tuvo que fortificar y

artillar lacosta, organizar milicias y aumentar la marina de

guerra, medidas quereclamaron fuertes gastos, con los que se

acrecentó la penuria pública.

Apenas hacía cuatro meses que don Agustín de Jáuregui

ocupaba el soliode los virreyes, cuando se tuvo noticia de la

muerte dada al corregidorArriaga, y con ella de que en una

extensión de más de trescientas leguasera proclamado por Inca y

soberano del Perú el cacique Tupac-Amaru.

No es del caso historiar aquí esta tremenda revolución que,

como essabido, puso en grave peligro al gobierno colonial.

Poquísimo faltó paraque entonces hubiese quedado realizada la

obra de la Independencia.

El 6 de abril, viernes de Dolores del año 1781, cayeron

prisioneros elInca y sus principales vasallos, con los que se

ejercieron los másbárbaros horrores. Hubo lenguas y manos

cortadas, cuerposdescuartizados, horca y garrote vil. Areche

autorizó barbaridad y media.

Con el suplicio del Inca, de su esposa doña Micaela, de sus

hijos yhermanos, quedaron los revolucionarios sin un centro de

unidad. Sinembargo, la chispa no se extinguió hasta julio de

1783, en que tuvolugar en Lima la ejecución de don Felipe

Tupac, hermano del infortunadoInca, caudillo de los naturales

de Huarochirí. «Así—dice el deánFunes—terminó esta

Page 72: Tradiciones-Peruanas

revolución, y difícilmente presentará la historiaotra ni más

justificada ni menos feliz.»

Las armas de la casa de Jáuregui eran: escudo cortinado, el

primercuartel en oro con un roble copado y un jabalí pasante; el

segundo degules y un castillo de plata con bandera; el tercero de

azur, con tresflores de lis.

Es fama que el 26 de abril de 1784 el virrey don Agustín de

Jáureguirecibió el regalo de un canastillo de cerezas, fruta a la

que era suexcelencia muy aficionado, y que apenas hubo comido

dos o tres cayó alsuelo sin sentido. Treinta horas después se

abría en palacio la granpuerta del salón de recepciones; y en un

sillón, bajo el dosel, se veíaa Jáuregui vestido de gran uniforme.

Con arreglo al ceremonial del casoel escribano de cámara,

seguido de la Real Audiencia, avanzó hasta pocospasos distante

del dosel, y dijo en voz alta por tres veces:¡Excelentísimo señor

don Agustín Jáuregui! Y luego, volviéndose alconcurso,

pronunció esta frase obligada: Señores, no responde.¡Falleció!

¡Falleció! ¡Falleció! En seguida sacó un protocolo, y losoidores

estamparon en él sus firmas.

Así vengaron los indios la muerte de Tupac-Amaru.

LA GATITA DE MARI-RAMOS QUE HALAGA CON LA

COLA Y ARAÑA CON LAS MANOS

CRÓNICA DE LA ÉPOCA DEL TRIGÉSIMO CUARTO VIRREY DEL

PERÚ

(A Carlos Toribio

Robinet.)

Page 73: Tradiciones-Peruanas

Al principiar la Alameda de Acho y en la acera que forma

espalda a lacapilla de San Lorenzo, fabricada en 1834, existe

una casa de ruinosoaspecto, la cual fué, por los años de 1788,

teatro no de uno de esoscuentos de entre dijes y babador, sino de

un drama que la tradición seha encargado de hacer llegar hasta

nosotros con todos sus terriblesdetalles.

I

Veinte abriles muy galanos; cutis de ese gracioso moreno

aterciopeladoque tanta fama dió a las limeñas, antes de que

cundiese la maldita modade adobarse el rostro con menjurjes, y

de andar a la rebatiña y comoalbañil en pared con los polvos de

rosa arroz; ojos más negros que nochede trapisonda y velados

por rizadas pestañas; boca incitante, como unazucarillo

amerengado; cuerpo airoso, si los hubo, y un pie que daba

piepara despertar en el prójimo tentación de besarlo; tal era, en

el año degracia de 1776, Benedicta Salazar.

Sus padres, al morir, la dejaron sin casa ni canastilla y al

abrigo deuna tía entre bruja y celestina, como dijo Quevedo, y

más gruñona quemastín piltrafero, la cual tomó a capricho casar

a la sobrina con un sucompadre, español que de a legua revelaba

en cierto tufillo ser hijo deCataluña, y que aindamáis tenía las

manos callosas y la barba máscrecida que deuda pública.

Benedicta miraba al pretendiente con el mismofastidio que a

mosquito de trompetilla, y no atreviéndose a darlecalabazas

como melones, recurrió al manoseado expediende de

hacersearchidevota, tener padre de espíritu y decir que su

aspiración era amonjío y no a casorio.

El catalán, atento a los repulgos de la muchacha, murmuraba:

Page 74: Tradiciones-Peruanas

niña de los muchos novios,

que con ninguno te casas;

si te guardas para un rey

cuatro tiene la baraja.

De aquí surgían desazones entre sobrina y tía. La vieja la

trataba degazmoña y papahostias, y la chica rompía a llorar

como una bendita deDios, con lo que enfureciéndose más

aquella megera, lagritaba:—¡Hipócrita! A mí no me engatusas

con purisimitas. ¿A quévienen esos lloriqueos? Eres como el

perro de Juan Molleja, que antesque le caiga el palo ya se queja.

¿Conque monjío? Quien no te conozcaque te compre, saquito de

cucarachas. Cualquiera diría que no rompeplato, y es capaz de

sacarle los ojos al verdugo Grano de Oro. ¿Si noconoceré yo las

uvas de mi majuelo? ¿Conque te apestan las barbas?¡Miren a la

remilgada de Jurquillos, que lavaba los huesos parafreírlos!

¡Pues has de ver toros y cañas como yo pille al alcance de

misuñas al barbilampiño que te baraja el juicio! Miren, miren a

la gatitade Mari-Ramos, que hacía ascos a los ratones y engullía

los gusanos!¡Malhaya la niña de la media almendra!

Como estas peloteras eran pan cotidiano, las muchachas de la

vecindad,envidiosas de la hermosura de Benedicta, dieron en

bautizarla con elapodo de Gatita de Mari-Ramos; y pronto en la

parroquia entera losmozalbetes y demás niños zangolotinos que

la encontraban al paso,saliendo de misa mayor, le decían:

—¡Qué modosita y qué linda que va la Gatita de Mari-Ramos!

La verdad del cuento es que la tía no iba descaminada en sus

barruntos.Un petimetre, don Aquilino de Leuro, era el

quebradero de cabeza de lasobrina; y ya fuese que éste se

exasperara de andar siempre al morro porun quítame allá esas

Page 75: Tradiciones-Peruanas

pajas, o bien que su amor hubiese llegado a extremode atropellar

por todo respeto, dando al diablo el hato y el garabato,ello es

que una noche sucedió... lo que tenía que suceder. La gatita

deMari-Ramos se escapó por el tejado, en amor y compaña de

un gatopizpireto, que olía a almizcle y que tenía la mano suave.

II

Demos tiempo al tiempo y no andemos con lilailas y

recancanillas. Esdecir, que mientras los amantes apuran la luna

de miel para dar entradaa la de hiel, podemos echar, lector

carísimo, el consabido parrafillohistórico.

El excelentísimo señor don Teodoro de Croix, caballero de

Croix,comendador de la muy distinguida orden teutónica en

Alemania, capitán deguardias valonas y teniente general de los

reales ejércitos, hizo suentrada en Lima el 6 de abril de 1784.

Durante largos años había servido en México bajo las órdenes

de su tío(el virrey marqués de Croix), y vuelto a España, Carlos

III lo nombró surepresentante en estos reinos del Perú. «Fué su

excelencia—dice uncronista—hombre de virtud eminente, y se

distinguió mucho por sucaridad, pues varias veces se quedó con

la vela en la mano porque elcandelero de plata lo había dado a

los pobres, no teniendo de prontomoneda con que socorrerlos;

frecuentaba sacramentos y era un verdaderocristiano.»

La administración del caballero Croix, a quien llamaban el

Flamenco,fué de gran beneficio para el país.

El virreinato se dividió en siete intendencias, y éstas en

distritos osubdelegaciones. Estableciéronse la Real Audiencia

del Cuzco y eltribunal de Minería, repobláronse los valles de

Page 76: Tradiciones-Peruanas

Víctor y Acobamba, y elejemplar obispo Chávez de la Rosa

fundó en Arequipa la famosa casa dehuérfanos, que no pocos

hombres ilustres ha dado después a la república.

Por entonces llegó al Callao, consignado al conde de San

Isidro, elprimer navío de la Compañía de Filipinas; y para

comprobar el grandesarrollo del comercio en los cinco años del

gobierno de Croix, bastaráconsignar que la importación subió a

cuarenta y dos millones de pesos yla exportación a treinta y seis.

Las rentas del Estado alcanzaron a poco más de cuatro y

medio millones,y los gastos no excedieron de esta cifra,

viéndose por primera y únicavez entre nosotros realizado el

fenómeno del equilibrio en elpresupuesto. Verdad es que, para

lograrlo, recurrió el virrey al sistemade economías,

disminuyendo empleados, cercenando sueldos, licenciandolos

batallones de Soria y Extremadura, y reduciendo su escolta a

latercera parte de la fuerza que mantuvieron sus predecesores

desde Amat.

La querella entre el marqués de Lara, intendente de

Huamanga, y el señorLópez Sánchez, obispo de la diócesis, fué

la piedra de escándalo de laépoca. Su ilustrísima, despojándose

de la mansedumbre sacerdotal, dejódesbordar su bilis hasta el

extremo de abofetear al escribano real quele notificaba una

providencia. El juicio terminó, desairosamente para eliracundo

prelado, por fallo del Consejo de Indias.

Lorente, en su Historia, habla de un acontecimiento que tiene

algunasemejanza con el proceso del falso nuncio de Portugal.

«Un pobregallego—dice—que había venido en clase de soldado

y ejercido despuéslos poco lucrativos oficios de mercachifle y

corredor de muebles,cargado de familia, necesidades y años, se

Page 77: Tradiciones-Peruanas

acordó que era hijo naturalde un hermano del cardenal patriarca,

presidente del Consejo deCastilla, y para explotar la necedad de

los ricos, fingió recibir cartasdel rey y de otros encumbrados

personajes, las que hacía contestar porun religioso de la Merced.

La superchería no podía ser más grosera, ysin embargo engañó

con ella a varias personas. Descubierta la imposturay

amenazado con el tormento, hubo de declararlo todo. Su farsa

seconsideró como crimen de Estado, y por circunstancias

atenuantes saliócondenado a diez años de presidio, enviándose

para España, bajo partidade registro, a su cómplice el religioso».

El sabio don Hipólito Unanue que con el seudónimo de

Aristeo escribióeruditos artículos en el famoso Mercurio

peruano; el elocuentemercedario fray Cipriano Jerónimo

Calatayud, que firmaba sus escritos enel mismo periódico con el

nombre de Sofronio; el egregio médicoDávalos, tan ensalzado

por la Universidad de Montpellier; el clérigoRodríguez de

Mendoza, llamado por su vasta ciencia el Bacón del Perú yque

durante treinta años fué rector de San Carlos; el poeta

andaluzTerralla y Landa, y otros hombres no menos

esclarecidos formaban latertulia de su excelencia, quien, a pesar

de su ilustración y delprestigio de tan inteligente círculo, dictó

severas órdenes para impedirque se introdujesen en el país las

obras de los enciclopedistas.

Este virrey, tan apasionado por el cáustico y libertino poeta de

lasadivinanzas, no pudo soportar que el religioso de San

Agustín fray JuanAlcedo le llevase personalmente y

recomendase la lectura de unmanuscrito. Era éste una sátira, en

medianos versos, sobre la conductade los españoles en América.

Su excelencia calificó la pretensión dedesacato a su persona, y

Page 78: Tradiciones-Peruanas

el pobre hijo de Apolo fué desterrado a lametrópoli para

escarmiento de frailes murmuradores y de poetas deaguachirle.

El caballero de Croix se embarcó para España el 7 de abril de

1790, ymurió en Madrid en 1791 a poco de su llegada a la

patria.

III

¿Hay huevos?

—A la otra esquina por ellos.

(Popular).

Pues, señores, ya que he escrito el resumen de la

historiaadministrativa del gobernante, no dejaré en el tintero,

pues con suexcelencia se relaciona, el origen de un juego que

conocen todos losmuchachos de Lima. Nada pondré de mi

estuche, que hombre verídico es elcompañero de La Broma[3] que

me hizo el relato que van ustedes aleer.

Es el caso que el excelentísimo señor don Teodoro de Croix

tenía lacostumbre de almorzar diariamente cuatro huevos

frescos pasados por aguacaliente; y era sobre este punto tan

delicado, que su mayordomo, Juliánde Córdova y Soriano,

estaba encargado de escoger y comprar él mismo loshuevos

todas las mañanas.

Mas si el virrey era delicado, el mayordomo llevaba la cansera

y laavaricia hasta el punto de regatear con los pulperos para

economizar unpiquillo en la compra; pero al mismo tiempo que

esto intentaba había deescoger los huevos más grandes y más

pesados, para cuyo examen llevabaun anillo y ponía además los

Page 79: Tradiciones-Peruanas

huevos en la balanza. Si un huevo pasabapor el anillo o pesaba

un adarme menos que otro, lo dejaba.

Tanto llegó a fastidiar a los pulperos de la esquina del

Arzobispo,esquina de Palacio, esquina de las Mantas y esquina

de Judíos, queencontrándose éstos un día reunidos en Cabildo

para elegir balanceador,recayó la conversación sobre el

mayordomo don Julián de Córdova ySoriano, y los susodichos

pulperos acordaron no venderle más huevos.

Al día siguiente al del acuerdo presentóse don Julián en una de

laspulperías, y el mozo le dijo:—No hay huevos, señor don

Julián. Vaya sumerced a la otra esquina por ellos.

Recibió el mayordomo igual contestación en las cuatro

esquinas, y tuvoque ir más lejos para hacer su compra. Al cabo

de poco tiempo, lospulperos de ocho manzanas a la redonda de

la plaza estaban fastidiadosdel cominero don Julián y adoptaron

el mismo acuerdo de sus cuatrocamaradas.

No faltó quien contara al virrey los trotes y apuros de su

mayordomopara conseguir huevos frescos, y un día que estaba

su excelencia de buenhumor le dijo:

—Julián, ¿en dónde compraste hoy los huevos?

—En la esquina de San Andrés.

—Pues mañana irás a la otra esquina por ellos.

—Segurito, señor, y ha de llegar día en que tenga que ir a

buscarlos aJetafe.

Contado el origen del infantil juego de los huevos, paréceme

que puedodejar en paz al virrey y seguir con la tradición.

Page 80: Tradiciones-Peruanas

IV

Dice un refrán que la mula y la paciencia se fatigan si hay

apuro, y lomismo pensamos del amor. Benedicta y Aquilino se

dieron tanta prisa que,medio año después de la escapatoria,

hastiado el galán se despidió a lafrancesa, esto es, sin decir abur

y ahí queda el queso para que se loalmuercen los ratones, y fué a

dar con su humanidad en el Cerro dePasco, mineral boyante a la

sazón. Benedicta pasó días y semanasesperando la vuelta del

humo o, lo que es lo mismo, la del ingrato quele dejaba más

desnuda que cerrojo; hasta que, convencida de sudesgracia,

resolvió no volver al hogar de la tía, sino arrendar unentresuelo

en la calle de la Alameda.

En su nueva morada era por demás misteriosa la existencia de

nuestragatita. Vivía encerrada, y evitando entrar en relaciones

con lavecindad. Los domingos salía a misa de alba, compraba

sus provisionespara la semana y no volvía a pisar la calle hasta

el jueves, alanochecer, para entregar y recibir trabajo. Benedicta

era costurera dela marquesa de Sotoflorido, con sueldo de ocho

pesos semanales.

Pero por retraída que fuese la vida de Benedicta y por mucho

que alsalir rebujase el rostro entre los pliegues del manto, no

debió latapada parecerle costal de paja a un vecino del cuarto de

reja, quiendió en la flor siempre que la atisbaba, de dispararla a

quemarropa unpar de chicoleos, entremezclados con suspiros,

capaces de sacar dequicio a una estatua de piedra berroqueña.

Hay nombres que parecen una ironía, y uno de ellos era el del

vecinoFortunato, que bien podía, en punto a femeniles

conquistas, pasar por elmás infortunado de los mortales. Tenía

hormiguillo por todas lasmuchachas de la feligresía de San

Page 81: Tradiciones-Peruanas

Lázaro, y así se desmerecían yocupaban ellas de él como del

gallo de la Pasión que, con arrozgraneado, ají mirasol y

culantrillo, debió ser guiso de chuparse losdedos.

Era el tal—no el gallo de la Pasión, sino Fortunato—, lo que

seconoce por un pobre diablo, no mal empatillado y de buena

cepa, como quepasaba por hijo natural del conde de

Pozosdulces. Servía de amanuense enla escribanía mayor del

gobierno, cuyo cargo de escribano mayor eradesempeñado

entonces por el marqués de Salinas, quien pagaba a nuestrojoven

veinte duros al mes, le daba por pascua del Niño Dios un

decenteaguinaldo y se hacía de la vista gorda cuando era asunto

de que elmocito agenciase lo que en tecnicismo burocrático se

llama buscaslegales.

Forzoso es decir que Benedicta jamás paró mientes en los

arrumacos delvecino, ni lo miró a hurtadillas y ni siquiera

desplegó los labios paradesahuciarlo, diciéndole: «Perdone,

hermano, y toque a otra puerta, quelo que es en ésta no se da

posada al peregrino».

Mas una noche, al regresar la joven de hacer entrega de

costuras, hallóa Fortunato bajo el dintel de la casa, y antes de

que éste le endilgaseuno de sus habituales piropos, ella con voz

dulce y argentina como unalluvia de perlas y que al amartelado

mancebo debió parecerle músicacelestial, le dijo:

—Buenas noches, vecino.

El plumario, que era mozo muy socarrón y amigo de donaires,

díjose parael cuello de su camisa:—Al fin ha arriado bandera

esta prójima y quiereparlamentar. Decididamente tengo mucho

aquel y mucho garabato para lashembras, y a la que le guiño el

Page 82: Tradiciones-Peruanas

ojo izquierdo, que es el del corazón,no le queda más recurso que

darse por derrotada.

Yo domino de todas la arrogancia,

conmigo no hay Sagunto ni Numancia...

Y con airecillo de terne y de conquistador, siguió sin más

circunloquiosa la costurera hasta la puerta del entresuelo. La

llave era dura, y elmocito, a fuer de cortés, no podía permitir

que la niña se maltratase lamano. La gratitud por tan magno

servicio exigía que Benedicta, entreruborosa y complacida,

murmurase un—Pase usted adelante, aunque la casano es como

para la persona.

Suponemos que esto o cosa parecida sucedería, y que

Fortunato no se dejódecir dos veces que le permitían entrar en la

gloria, que tal es paratodo enamorado una mano de conversación

a solas con una chica como unpiñón de almendra. El estuvo

apasionado y decidor:

Las palabras amorosas

son las cuentas de un collar,

en saliendo la primera

salen todas las demás.

Ella, con palabritas cortadas y melindres, dió a entender que su

corazónno era de cal y ladrillo; pero que como los hombres son

tan pícaros yreveseros, había que dar largas y cobrar confianza,

antes de aventurarseen un juego en que casi siempre todos los

naipes se vuelven malillas. Eljuró, por un calvario de cruces, no

sólo amarla eternamente, sino lasdemás paparruchas que es de

práctica jurar en casos tales, y parafestejar la aventura añadió

que en su cuarto tenía dos botellas delriquísimo moscatel que

había venido de regalo para su excelencia elvirrey. Y rápido

Page 83: Tradiciones-Peruanas

como un cohete descendió y volvió a subir, armado delas

susodichas limetas.

Fortunato no daba la victoria por un ochavo menos. La familia

quehabitaba en el principal se encontraba en el campo, y no

había que temerni el pretexto del escándalo. Adán y Eva no

estuvieron más solos en elparaíso cuando se concertaron para

aquella jugarreta cuyasconsecuencias, sin comerlo ni beberlo,

está pagando la prole, y siglosvan y siglos vienen sin que la

deuda se finiquite. Por otra parte, elgalán contaba con el

refuerzo del moscatelillo, y como reza el refrán,de menos hizo

Dios a Cañete y lo deshizo de un puñete.

Apuraba ya la segunda copa, buscando en ella bríos para

emprender unataque decisivo, cuando en el reloj del Puente

empezaron a sonar lascampanas de las diez, y Benedicta con

gran agitación y congoja exclamó:

—¡Dios mío! ¡Estamos perdidos! Entre usted en este otro

cuarto y sucedalo que sucediere, ni una palabra ni intente salir

hasta que yo lobusque.

Fortunato no se distinguía por la bravura y de buena gana

habría queridotocar de suela; pero sintiendo pasos en el patio, la

carne se le volvióde gallina, y con la docilidad de un niño se

dejó encerrar en lahabitación contigua.

V

Abramos un corto paréntesis para referir lo que había pasado

pocas horasantes.

Page 84: Tradiciones-Peruanas

A las siete de la noche, cruzando Benedicta por la esquina de

Palacio,se encontró con Aquilino. Ella, lejos de reprocharle su

conducta, lehabló con cariño, y en gracia de la brevedad diremos

que, como dondehubo fuego siempre quedan cenizas, el amante

solicitó y obtuvo una citapara las diez de la noche.

Benedicta sabía que el ingrato la había abandonado para

casarse con lahija de un rico minero; y desde entonces juró en

Dios y en su ánimavivir para la venganza. Al encontrarse

aquella noche con Aquilino yacordarle una cita, la fecunda

imaginación de la mujer trazó rápidamentesu plan. Necesitaba

un cómplice, se acordó del plumario, y he aquí elsecreto de su

repentina coquetería para con Fortunato.

Ahora volvamos al entresuelo.

VI

Entre los dos reconciliados amantes no hubo quejas ni

recriminaciones,sino frases de amor. Ni una palabra sobre lo

pasado, nada sobre ladeslealtad del joven que nuevamente la

engañaba, callándola que ya noera libre y prometiéndola no

separarse más de ella. Benedicta fingiócreerlo y lo embriagaba

de caricias para mejor afianzar su venganza.

Entretanto el moscatel desempeñaba una función terrible.

Benedicta habíaechado un narcótico en la copa de su seductor.

Aquí cabe el refrán: másmató la cena que curó Avicena.

Rendido Leuro al soporífero influjo, la joven lo ató con

fuertesligaduras a las columnas de su lecho, sacó un puñal, y

esperó impasibledurante una hora a que empezara a

desvanecerse el poder narcótico.

Page 85: Tradiciones-Peruanas

A las doce mojó su pañuelo en vinagre, lo pasó por la frente

delnarcotizado, y entonces principió la horrible tragedia.

Benedicta era tribunal y verdugo.

Enrostró a Aquilino la villanía de su conducta, rechazó sus

descargos yluego le dijo:

—¡Estás sentenciado! Tienes un minuto para pensar en Dios.

Y con mano segura hundió el acero en el corazón del hombre a

quien tantohabía amado...

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

El pobre amanuense temblaba como la hoja del árbol. Había

oído y vistotodo por un agujero de la puerta.

Benedicta, realizada su venganza, dió vuelta a la llave y lo

sacó delencierro.

—Si aspiras a mi amor—le dijo—empieza por ser mi

cómplice. El premiolo tendrás cuando este cadáver haya

desaparecido de aquí. La calle estádesierta, la noche es lóbrega,

el río corre en frente de la casa... Veny ayúdame.

Y para vencer toda vacilación en el ánimo del acobardado

mancebo,aquella mujer, alma de demonio encarnada en la figura

de un ángel, dióun salto como la pantera que se lanza sobre su

presa y estampó un besode fuego en los labios de Fortunato.

La fascinación fué completa. Ese beso llevó a la sangre y a

laconciencia del joven el contagio del crimen.

Si hoy, con los faroles de gas y el crecido personal de agentes

depolicía, es empresa de guapos aventurarse después de las ocho

de lanoche por la Alameda de Acho, imagínese el lector lo que

Page 86: Tradiciones-Peruanas

sería ese sitioen el siglo pasado y cuando sólo en 1776 se había

establecido elalumbrado para las calles centrales de la ciudad.

La obscuridad de aquella noche era espantosa. No parecía sino

que lanaturaleza tomaba su parte de complicidad en el crimen.

Entreabrióse el postigo de la casa, y por él salió

cautelosamenteFortunato, llevando al hombro, cosido en una

manta, el cadáver deAquilino. Benedicta lo seguía, y mientras

con una mano lo ayudaba asostener el peso, con la otra, armada

de una aguja con hilo grueso,cosía la manta a la casaca del

joven. La zozobra de éste y las tinieblasservían de auxiliares a

un nuevo delito.

Las sombras vivientes llegaron al pie del parapeto del río.

Fortunato, con su fúnebre carga sobre los hombros, subió el

tramo deadobes y se inclinó para arrojar el cadáver.

¡Horror!... El muerto arrastró en su caída al vivo.

Tres días después unos pescadores encontraron en las playas

de Bocanegrael cuerpo del infortunado Fortunato. Su padre, el

conde de Pozosdulces,y su jefe, el marqués de Salinas,

recelando que el joven hubiera sidovíctima de algún enemigo,

hicieron aprehender a un individuo sobre elque recaían no

sabemos qué sospechas de mala voluntad para con eldifunto.

Y corrían los meses y la causa iba con pies de plomo, y el

pobre diablose encontraba metido en un dédalo de acusaciones,

y el fiscal veíapruebas clarísimas en donde todos hallaban el

caos, y el juez vacilaba,para dar sentencia, entre horca y

presidio.

Page 87: Tradiciones-Peruanas

Pero la Providencia que vela por los inocentes, tiene

resortesmisteriosos para hacer la luz sobre el crimen.

Benedicta, moribunda y devorada por el remordimiento, reveló

todo a unsacerdote, rogándole que para salvar al encarcelado

hiciese pública suconfesión; y he aquí cómo en la forma de

proceso ha venido a caer bajonuestra pluma de cronista la

sombría leyenda de la Gatita deMari-Ramos.

¡A LA CÁRCEL TODO CRISTO!

CRÓNICA DE LA ÉPOCA DEL VIRREY INGLÉS

I

Por los años de 1752 recorría las calles de Lima un buhonero

omercachifle, hombre de mediana talla, grueso, de manos y

faccionestoscas, pelo rubio, color casi alabastrino y que

representaba muy pocomás de veinte años. Era irlandés, hijo de

pobres labradores y, según subiógrafo Lavalle, pasó los

primeros años de su vida conduciendo haces deleña para la

cocina del castillo da Dungán, residencia de la condesa

deBective, hasta que un su tío, padre jesuíta de un convento de

Cádiz, lollamó a su lado, lo educó medianamente, y viéndolo

decidido por elcomercio más que por el santo hábito, lo envió a

América con unapacotilla.

Ño Ambrosio el inglés, como llamaban las limeñas al

mercachifle,convencido de que el comercio de cintas, agujas,

blondas, dedales yotras chucherías no le produciría nunca para

hacer caldo gordo, resolviópasar a Chile, donde consiguió por la

Page 88: Tradiciones-Peruanas

influencia de un médico irlandésmuy relacionado en Santiago,

que con el carácter de ingeniero delineadorlo empleasen en la

construcción de albergues o casitas para abrigo delos correos

que, al través de la cordillera, conducían lacorrespondencia entre

Chile y Buenos Aires.

Ocupábase en llenar concienzudamente su compromiso,

cuando acaeció unaformidable invasión de los araucanos, y para

rechazarla organizó elcapitán general, entre otras fuerzas, una

compañía de voluntariosextranjeros, cuyo mando se acordó a

nuestro flamante ingeniero. Lacampaña le dió honra y provecho;

y sucesivamente el rey le confirió losgrados de capitán de

dragones, teniente coronel, coronel y brigadier; yen 1785, al

ascenderlo a mariscal de campo, lo invistió con el carácterde

presidente de la Audiencia, gobernador y capitán general del

reino deChile.

Ni tenemos los suficientes datos, ni la forma ligera de

nuestrastradiciones nos permite historiar los diez años del

memorable gobiernode don Ambrosio O'Higgins. La fortaleza

del Barón, en Valparaíso, ymultitud da obras públicas hacen su

nombre imperecedero en Chile.

Habiendo reconquistado la ciudad de Osorno del poder de los

araucanos,el monarca lo nombró marqués de Osorno, lo

ascendió a teniente general ylo trasladó al Perú como virrey, en

reemplazo del bailío don FranciscoGil y Lemus de Toledo y

Villamarín, caballero profesor de la orden deSan Juan,

comendador del Puente Orgivo y teniente general de la

realarmada.

En 5 de junio de 1796 se encargó O'Higgins del mando. Bajo

su brevegobierno se empedraron las calles y concluyeron las

Page 89: Tradiciones-Peruanas

torres de laCatedral de Lima, se creó la sociedad de

Beneficencia, y seestablecieron fábricas de tejidos. La portada,

alameda y caminocarretero del Callao fueron también obra de su

administración.

En su época se incorporó al Perú la intendencia de Puno, que

habíaestado sujeta al virreinato de Buenos Aires, y fué separado

Chile de lajurisdicción del virreinato del Perú.

La alianza que por el tratado de San Ildefonso, después de la

campañadel Rosellón, celebró con Francia el ministro don

Manuel Godoy, duque deAcudía y príncipe de la Paz, trajo

como consecuencia la guerra entreEspaña e Inglaterra.

O'Higgins envió a la corona siete millones de pesoscon los que

el Perú contribuyó, más que a las necesidades de la guerra,al

lujo de los cortesanos y a los placeres de Godoy y de su real

mancebaMaría Luisa.

Rápida, pero fructuosa en bienes, fué la administración de

O'Higgins, aquien llamaban en Lima el virrey inglés. Falleció el

18 de marzo de1800, y fué enterrado en las bóvedas de la iglesia

de San Pedro.

II

Grande era la desmoralización de Lima cuando O'Higgins

entró a ejercerel mando. Según el censo mandado formar por el

virrey-bailío Gil yLemus, contaba la ciudad en el recinto de sus

murallas 52.627habitantes, y para tan reducida población

excedía de setecientos elnúmero de carruajes particulares que,

con ricos arneses y soberbiostroncos, se ostentaban en el paseo

Page 90: Tradiciones-Peruanas

de la Alameda. Tal exceso de lujobasta a revelarnos que la

moralidad social no podía rayar muy alto.

Los robos, asesinatos y otros escándalos nocturnos se

multiplicaban ypara remediarlos juzgó oportuno su excelencia

promulgar bandos,previniendo que sería aposentado en la cárcel

todo el que después de lasdiez de la noche fuese encontrado en

la calle por las comisiones deronda. Las compañías de

encapados o agentes de policía, establecidaspor el virrey Amat,

recibieron aumento y mejora en el personal con elnombramiento

de capitanes, que recayó en personas notables.

Pero los bandos se quedaban escritos en las esquinas, y los

desórdenesno disminuían. Precisamente los jóvenes de la

nobleza colonial hacíangala de ser los primeros infractores. El

pueblo tomaba ejemplo de ellos;y viendo el virrey que no había

forma de extirpar el mal, llamó un día alos cinco capitanes de

las compañías de encapados.

—Tengo noticias, señores—les dijo—que ustedes llevan a la

cárcel sóloa los pobres diablos que no tienen padrino que les

valga; pero quecuando se trata de uno de los marquesitos o

condesitos que andanescandalizando el vecindario con

escalamientos, serenatas, estocadas yholgorios, vienen las

contemporizaciones y se hacen ustedes de la vistagorda. Yo

quiero que la justicia no tenga dos pesas y dos medidas, sinoque

sea igual para grandes y chicos. Téngalo ustedes así por

entendido,y después de las diez de la noche... ¡a la cárcel todo

Cristo!

Antes de proseguir refiramos, pues viene a pelo, el origen del

refránpopular a la cárcel todo Cristo. Cuentan que en un

pueblecito deAndalucía se sacó una procesión de penitencia, en

Page 91: Tradiciones-Peruanas

la que muchos devotossalieron vestidos con túnica nazarena y

llevando al hombro una pesadacruz de madera. Parece que uno

de los parodiadores de Cristo empujómaliciosamente a otro

compañero, que no tenía aguachirle en las venas yque,

olvidando la mansedumbre a que lo comprometía su papel, sacó

arelucir la navaja. Los demás penitentes tomaron cartas en el

juego yanduvieron a mojicón cerrado y puñalada limpia, hasta

que apareciéndoseel alcalde, dijo:—¡A la cárcel todo Cristo!

Probablemente don Ambrosio O'Higgins se acordó del cuento

cuando, alsermonear a los capitanes, terminó la reprimenda

empleando las palabrasdel alcalde andaluz.

Aquella noche quiso su excelencia convencerse personalmente

de la maneracomo se obedecían sus prescripciones. Después de

las once y cuandoestaba la ciudad en plena tiniebla, embozóse el

virrey en su capa ysalió de palacio.

A poco andar tropezó con una ronda; mas reconociéndolo el

capitán lodejó seguir tranquilamente, murmurando:

—¡Vamos, ya pareció aquello! También su excelencia anda en

galanteo, ypor eso no quiere que los demás tengan un arreglillo

y se diviertan.Está visto que el oficio de virrey tiene más gangas

que el testamentodel moqueguano.

Esta frase pide a gritos explicación. Hubo en Moquegua un

ricachonombrado don Cristóbal Cugate, a quien su mujer, que

era de la piel deldiablo, hizo pasar la pena negra. Estando el

infeliz en laspostrimerías, pensó que era imposible comiese pan

en el mundo hombre degenio tan manso como el suyo, y que

otro cualquiera, con la décima partede lo que él había soportado,

le habría aplicado diez palizas a suconjunta.

Page 92: Tradiciones-Peruanas

—Es preciso que haya quien me vengue—díjose el

moribundo; y haciendovenir un escribano, dictó su testamento,

dejando a aquella arpía porheredera de su fortuna, con la

condición de que había de contraersegundas nupcias antes de

cumplirse los seis meses de su muerte, y de noverificarlo así, era

su voluntad que pasase la herencia a un hospital.

Mujer joven, no mal laminada, rica y autorizada para dar

prontoreemplazó al difunto—decían los moqueguanos—,¡qué

gangas detestamento! Y el dicho pasó a refrán.

Y el virrey encontró otras tres rondas, y los capitanes le dieron

lasbuenas noches, y le preguntaron si quería ser acompañado, y

sederritieron en cortesías, y le dejaron libre el paso.

Sonaron las dos, y el virrey, cansado del ejercicio, se retiraba

ya adormir, cuando le dió en la cara la luz del farolillo de la

quintaronda, cuyo capitán era don Juan Pedro Lostaunau.

—¡Alto! ¿Quien vive?

—Soy yo, don Juan Pedro, el virrey.

—No conozco al virrey en la calle después de las diez de la

noche. ¡Alcentro el vagabundo!

—Pero, señor capitán...

—¡¡Nada!! El bando es bando y ¡a la cárcel todo Cristo!

Al día siguiente quedaron destituidos de sus empleos los

cuatrocapitanes que, por respeto, no habían arrestado al virrey; y

los que losreemplazaron fueron bastante enérgicos para no

andarse encontemplaciones, poniendo, en breve, término a los

desórdenes.

Page 93: Tradiciones-Peruanas

El hecho es que pasó la noche en el calabozo de la cárcel de

laPescadería, como cualquier pelafustán, todo un don Ambrosio

O'Higgins,marqués de Osorno, barón de Ballenari, teniente

general de los realesejércitos, y trigésimo sexto virrey del Perú

por su majestad don CarlosIV.

NADIE SE MUERE HASTA QUE DIOS QUIERE

CRÓNICA DE LA ÉPOCA DEL TRIGÉSIMO SÉPTIMO VIRREY DEL

PERÚ

I

Cuentan que un fraile con ribetes de tuno y de filósofo,

administrandoel sacramento del matrimonio, le dijo al varón:

Ahí te entrego esa mujer:

trátala como a mula de alquiler,

mucho garrote y poco de comer.

Otro que tal debió ser el que casó en Lima al platero Román,

sólo quecambió de frenos y dijo a la mujer:

Ahí tienes ese marido:

trátalo como a buey al yugo uncido

y procura que se ahorque de aburrido.

Viven aún personas que conocieron y trataron al platero, a

quienllamaremos Román; pues causa existe para no estampar en

letras de moldesu nombre verdadero. El presente sucedido es

popularísimo en Lima y telo referirá, lector, con puntos y

comas, el primer octogenario con quientropieces por esas calles.

Page 94: Tradiciones-Peruanas

La mujer de Román, si bien honradísima hembra en punto a

fidelidadconyugal, tenía las peores cualidades apetecibles en una

hija de Eva.Amiga del boato, manirrota, terca y regañona,

atosigaba al pobrete delmarido con exigencias de dinero; y

aquello no era casa, ni hogar, niCristo que lo fundó, sino

trasunto vivo del infierno. Ni se dabaescobada, ni se zurcían las

calcetas del pagano, ni se cuidaba delpuchero, y todo, en fin,

andaba a la bolina. Madama no pensaba sino endijes y faralares,

en bebendurrias y paseos.

A ese andar, la tienda y los haberes del marido se evaporaron

en menosde lo que se persigna un cura loco, y con la pobreza

estalló la guerracivil en esa república práctica que se llama

matrimonio. Los cónyugesandaban siempre a pícame Pedro que

picarte quiero. Por quítame allá estapaja se tiraban los cacharros

a la cabeza, a riesgo de descalabrarse, yno quedaba silla con

palo sano. A bien librar salía siempre el bonachóndel marido

llevando en el rostro reminiscencias de las uñas de suconjunta

persona.

Este matrimonio nos trae al magín un soneto que escribimos,

allá por losalegres tiempos de nuestra mocedad, y que, pues la

ocasión es tentadorapara endilgarlo, ahí va como el caballo de

copas:

Caséme por mi mal con una indina,

fresca como la pera bergamota;

trájome suegra y larga familiota

y por dote su cara peregrina.

A trote largo mi caudal camina

a sumergirse en una sirte ignota;

pronto he de hacer con ella bancarrota,

salvo que encuentre una boyante mina.

Page 95: Tradiciones-Peruanas

Un diablo pedigüeño anda conmigo;

es ¡dame! su perenne cantinela,

y así estoy en los huesos, caro amigo.

¿Qué me dices? ¿Mi afán te desconsuela?

—Dígote, don Peruétano, que digo,

que aquella no es mujer... es sanguijuela.

No recuerdo a quién oí decir que los mandamientos de la

mujer casadason, como los de la ley de Dios, diez:

El primero, amar a su marido sobre todas las cosas.

El segundo, no jurarle amor en vano.

El tercero, hacerle fiestas.

El cuarto, quererlo más que a padre y madre.

El quinto, no atormentarlo con celos y refunfuños.

El sexto, no traicionarlo.

El séptimo, no gastarle la plata en perifollos.

El octavo, no fingir ataque de nervios ni hacer mimos a los

primos.

El noveno, no desear más prójimo que su marido.

El décimo, no codiciar el lujo ajeno.

Estos diez mandamientos se encierran en la cajita de los

polvos dearroz, y se leen cada día hasta aprenderlos de memoria.

El quid está en no quebrantar ninguno, como hacemos los

cristianos convarios de los del Decálogo. Sigamos con el

platero.

Page 96: Tradiciones-Peruanas

Una mañana, después de haber tenido Román una de esas

cotidianas zambrasde moros y cristianos, gutibambas y

muziferreras, se dijo:

—Pues, señor, esto no puede durar más tiempo, que penas más

negras quelas que paso con mi costilla no me ha de deparar su

Divina Majestad enel otro mundo. Bien dijo el que dijo que si el

mar se casase había deperder su braveza, y embobalicarse.

Decididamente, hoy me ahorco.

Y con la única peseta columnaria que le quedaba en el bolsillo,

sedirigió al ventorrillo o pulpería de la esquina y compró cuatro

varas decuerda fuerte y nueva, lujo muy excusable en quien se

prometía no tenerya otros en la vida.

II

—¿Y qué virrey gobernaba entonces?—Paréceme oír esta

pregunta, que esde estilo cuando se escucha contar algo de cuya

exactitud dudan losoyentes.

Pues, lectores míos, gobernaba el excelentísimo señor don

Gabriel deAvilés y Fierro, marqués de Avilés, teniente general

de los realesejércitos y que, después de haber servido la

presidencia de Chile y elvirreinato de Buenos Aires, vino en

noviembre de 1801 a hacerse cargodel mando de esta bendita

tierra.

Avilés había llegado al Perú en la época del virrey Amat; y

cuandoestalló en 1780 la famosa revolución de Tupac-Amaru

fué mandado contropas para sofocarla. Excesivo fué el rigor que

empleó Avilés en esacampaña.

Page 97: Tradiciones-Peruanas

Durante su gobierno se erigió el obispado de Maynas y se

incorporóGuayaquil al virreinato. Se estableció en Lima el

hospital del Refugiopara mujeres, a expensas de Avilés y de su

esposa la limeña doñaMercedes Risco, y se principió la fábrica

del fuerte de Santa Catalinapara cuartel de artillería, bajo la

dirección del entonces coronel, ymás tarde virrey, don Joaquín

de la Pezuela.

Con grandes fiestas se celebró la llegada del flúido vacuno.

Tuvo elPerú la visita del sabio Humboldt, y en Lima se

experimentó una noche elalarmante fenómeno de haberse oído

con claridad muchos truenos. En esaépoca se plantaron los

árboles de la Alameda de Acho.

Como España y Francia hacían causa común contra Inglaterra

y acababa derealizarse el desastre de Trafalgar, dos bergantines

ingleses atacaronen Arica a la fragata de guerra española Astrea,

ocasionándola fuertesaverías y forzándola a buscar abrigo en la

bahía.

Tratando de dar cumplimiento a una real orden sobre

desamortización debienes eclesiásticos, tropezó Avilés con

serias resistencias, que elprudente virrey calmó dando largas al

asunto y enviando consultas ymemoriales a la corona. No fué

ésta la primera vez en que el virreyapeló al expediente de dar

tiempo al tiempo para libertarse decompromisos. En 1804

interesábase la ciudad porque el virrey dictasecierta providencia;

mas él, creyendo que la cosa no era hacedera o queno entraba en

sus atribuciones, decidió consultar al monarca. El pueblo,que lo

ignoraba, se echó a murmurar sin embozo, y en la puerta

depalacio apareció este pasquín:

Page 98: Tradiciones-Peruanas

¡Avilés! ¡Avilés!

¿Qué haces que por la ciudad no ves?

El virrey no lo tomó a enojo, y mandó escribir debajo:

Para dar gusto a antojos

he mandado hasta España por anteojos.

Respuesta que tranquilizó los ánimos, pues vieron los vecinos

que suempeño estaba sujeto a la decisión del rey.

Avilés consagraba gran parte de su tiempo a las prácticas

religiosas. Elpueblo lo pintaba con esta frase. En la oración

hábil es y en gobiernoinhábil es.

En julio de 1806 entregó el mando a Abascal.

Anciano, enfermo y abatido de ánimo, por la reciente muerte

de suesposa, quiso Avilés regresar a España. La nave que lo

conducía arribó aValparaíso, y a los pocos días falleció en este

puerto el virreydevoto, como lo llamaban las picarescas limeñas.

III

Provisto de cuerda y sin cuidarse de escribir previamente

esquelas dedespedida, como es de moda desde la invención de

los nervios y delromanticismo, se dirigió nuestro hombre al

estanque de Santa Beatriz,lugar amenisimo entonces y rodeado

de naranjos y otros árboles, que noparecía sino que estaban

convidando al prójimo para colgarse de ellos ydar al traste con

el aburrimiento y pesadumbres.

Principió Román por pasar revista a los árboles, y a todos

hallaba algúnpero que ponerles. Este no era bastante elevado;

aquél no ofrecíaconsistencia para soportar por fruto el cuerpo de

Page 99: Tradiciones-Peruanas

un tagarote como él;el otro era poco frondoso, y el de más allá

un tanto encorvado. Cuandouno se ahorca debe siquiera llevar el

consuelo de haberlo hecho a suregalado gusto. Al fin encontró

árbol con las condiciones que el casorequería y, encaramándose

en él, ató la cuerda en una de las ramas másvigorosas.

En estos preparativos reflexionó que, para no ser interrumpido

yquedarse a medio morir y tener tal vez que empezar de nuevo

la faena, lomejor era esperar a que el camino estuviese desierto.

Indias pescadorasque venían de Chorrillos, hierbateros de Surco,

yanaconas de Miraflores,cimarrones de San Juan y peones de las

haciendas, traficaban a esa horaa pequeña distancia del

estanque. No había forma de que un hombrepudiera matarse en

paz.

—¡Pues sería andrómina que, a lo mejor de la función, me

descolgase untranseúnte inoportuno! Si ello, al fin, ha de ser,

nada se pierde conesperar un rato, que no llega tarde quien llega.

En estas y otras cavilaciones hallábase Román escondido entre

el espesoramaje del árbol, cuando vió llegar con tardo paso, y

mirando a todaspartes con faz recelosa, un hombrecillo envuelto

en un capote lleno deremiendos.

Era éste un vejete español que vivía de la caridad pública, y a

quien enLima conocían con el apodo de Ovillitos. El apodo le

venía de que enuna época entraba de casa en casa vendiendo

ovillos de hilo, hasta queun día resolvió cambiar de oficio

sentando plaza de mendigo.

Ovillitos, después de dirigir miradas escudriñadoras a las

tapias y alcamino, se sentó bajo el árbol que cobijaba a Román,

y sacando unatijera, descosió dos de los infinitos parches que

esmaltaban sumugriento capote de barragán.

Page 100: Tradiciones-Peruanas

¿Cuál sería la sorpresa del encaramado Román al ver que de

cada parchesacó Ovillitos una onza de oro y que luego las

enterró al pie del árbol,después de haber permanecido gran

espacio de tiempo contemplándolasamorosamente?

—¡Qué suicidio ni qué ocho cuartos!—exclamó Román,

descendiendolistamente de su árbol apenas se alejó el

mendigo—. Pues Dios me havenido a ver, aprovechemos la

ocasión y empuñémosla por el único pelo dela calva. ¡Arbol

feliz el que tal abono tiene!

Y se puso a la obra, y desenterró poco más de cien peluconas,

de esasque bajo el Indiae et Hispaniarum Rex lucían el busto de

Carlos III oCarlos IV.

IV

Román volvió a habilitar la tienda, y su comercio de platería

marchóviento en popa. Aleccionado por los días de penuria,

puso coto a losderroches de su mujer, cuyo carácter, por milagro

sin duda de la DivinaProvidencia, para quien no hay imposibles,

mejoró notablemente.

Ovillitos enfermó de gravedad al descubrir que su tesoro se

habíaconvertido en pájaro y volado del encierro. El infeliz

ignoraba que eldinero no es monje cartujo que gusta de estar

guardado y criar moho, yque es un libertino que se desvive por

andar al aire libre y de mano enmano. Mendigos ha habido, en

todos los tiempos, que a su muerte handejado un caudal decente.

Román murió, ya en los tiempos de la república, repartiéndose

entre susherederos una fortuna que se estimó en más de

cincuenta mil pesos.

Page 101: Tradiciones-Peruanas

Una de las cláusulas de su testamento, que hemos leído, señala

duranteveinticinco años la suma de treinta pesos al mes para

misas en sufragiodel alma de Ovillitos.

EL FRAILE Y LA MONJA DEL CALLAO

Escribo esta tradición para purgar un pecado gordo que contra

lahistoria y la literatura cometí cuando muchacho.

Contaba dieciocho años y hacía pinicos de escritor y de poeta.

Mi sueñodorado era oír, entre los aplausos de un público

bonachón, losdestemplados gritos: ¡el autor! ¡el autor! A esa

edad todo el monteantojábaseme orégano y cominillo, e

imaginábame que con cuatro coplas,mal zurcidas, y una docena

de articulejos, peor hilvanados, había puestouna pica en Flandes

u otra en Jerez. Maldito si ni por el forroconsultaba clásicos, ni

si sabía por experiencia propia que los viejospergaminos son

criadero de polilla. Casi, casi me habría atrevido a darquince y

raya al más entendido en materias literarias, siendo yoentonces

uno de aquellos zopencos que, por comer pan en lugar debellota,

ponen al Quijote por las patas de los caballos, llamándololibro

disparatado y sin pies ni cabeza. ¿Por qué? Porque sí.

Esteporque sí será una razón de pie de banco, una razón de

incuestionabley caprichosa brutalidad, convengo; pero es la

razón que alegamos todoslos hombres a falta de razón.

Como la ignorancia es atrevida, echéme a escribir para el

teatro: y asíDios me perdone si cada uno de mis engendros

dramáticos no fué puñaladade pícaro al buen sentido, a las

musas y a la historia. Y sin embargo,hubo público bobalicón que

llamara a la escena al asesino poeta y que,en vez de tirarle los

bancos a la cabeza, le arrojara coronitas delaurel hechizo.

Page 102: Tradiciones-Peruanas

Verdad es que, por esos tiempos, no era yo el

únicomalaventurado que con fenomenales producciones

desacreditaba el teatronacional, ilustrado por las buenas

comedias de Pardo y de Segura.Consuela ver que no es todo el

sayal alforjas.

Titulábase uno de mis desatinos dramáticos Rodil, especie de

alacránde cuatro colas o actos, y ¡sandio de mí!, fuí tan bruto

que no sólocreí a mi hijo la octava maravilla, sino que, ¡mal

pecado!, consentí enque un mi amigo, que no tenía mucho de lo

de Salomón, lo hiciera poneren letras de molde. ¡Qué tinta y qué

papel tan mal empleados!

Aquello no era drama ni piñón mondado. Versos ramplones,

lirismo tonto,diálogo extravagante, argumento inverosímil,

lances traídos a lazo,caracteres imposibles, la propiedad de la

lengua tratada a puntapiés, lahistoria arreglada a mi antojo y...

vamos, aquello era un mamarrachodigno de un soberbio

varapalo. A guisa, pues, de protesta contra talpaternidad escribo

esta tradición, en la que, por lo menos, sabréguardar respetos a

los fueros de la historia y la sombra de Rodil notendrá derecho

para querellarse de calumnia y dar de soplamocos a la

míacuando ambas se den un tropezón en el valle de Josafat.

—¡Basta de preámbulo, y al hecho!—exclamó el presidente de

untribunal, interrumpiendo a un abogado que se andaba con

perfiles yrodeos en un alegato sobre filiación o paternidad de un

mamón. Elletrado dijo entonces de corrido:—El hecho es un

muchacho hecho: elque lo ha hecho niega el hecho: he aquí el

hecho.

I

Page 103: Tradiciones-Peruanas

Con la batalla de Ayacucho quedó afianzada la Independencia

deSudamérica. Sin embargo, y como una morisqueta de la

Providencia, Españadominó por trece meses más en un área de

media legua cuadrada. Latraición del sargento Moyano, en

febrero de 1824, había entregado a losrealistas una plaza fuerte

y bien guarnecida y municionada. El pabellónde Castilla

flameaba en el Callao, y preciso es confesar que laobstinación

de Rodil en defender este último baluarte de la monarquíarayó

en heroica temeridad. El historiador Torrente, que llama a Rodil

elnuevo Leónidas, dice que hizo demasiado por su gloria de

soldado.Stevenson y aun García Camba convienen en que Rodil

fué cruel hasta labarbarie, y que no necesitó mantener una

resistencia tan desesperadapara dejar su reputación bien puesta y

a salvo el honor de las armasespañolas.

Sin esperanzas de que llegasen en su socorro fuerzas de la

Península, nide que en el país hubiese una reacción en favor del

sistema colonial,viendo a sus compañeros desaparecer día a día,

diezmados por elescorbuto y por las balas republicanas, no por

eso desmayó un instantela indomable terquedad del castellano

del Callao.

Mucho hemos investigado sobre el origen del nombre Callao

que lleva elprimer puerto de la república, y entre otras versiones,

la másgeneralizada es la de que viene por la abundancia que hay

en su playadel pequeño guijarro llamado por los marinos

zahorra o callao.

A medida que pasan los años, la figura de Rodil toma

proporcioneslegendarias. Más que hombre, parécenos ser

fantástico que encarnaba unavoluntad de bronce en un cuerpo de

acero. Siempre en vigilia, jamáspudieron los suyos saber cuáles

eran las horas que consagraba al reposo,y en el momento más

Page 104: Tradiciones-Peruanas

inesperado se aparecía como fantasma en losbaluartes y en la

caserna de sus soldados. Ni la implacable peste quearrebató a

seis mil de los moradores del Callao lo acometió uninstante;

pues Rodil había empleado el preservativo de hacerse

abrirfuentes en los brazos.

Rodil era gallego y nacido en Santa María del Trovo. Alumno

de laUniversidad de Santiago de Galicia, donde estudiaba

jurisprudencia,abandonó los claustros junto con otros colegiales,

y en 1808 sentó plazaen el batallón de cadetes literarios. En abril

de 1817 llegó al Perú conel grado de primer ayudante del

regimiento del Infante. Ascendido pocodespués a comandante,

se le encomendó la formación del batallónArequipa. Rodil se

posesionó con los reclutas de la solitaria islita delAlacrán, frente

a Arica, donde pasó meses disciplinándolos, hasta queOsorio lo

condujo a Chile. Allí concurrió Rodil, mandando el cuerpo

quehabía creado, a las batallas de Talca, Cancharrayada y

Maipú.

Regresó al Perú, tomando parte activa en la campaña contra

lospatriotas, y salió herido el 7 de julio de 1822 en el combate

dePucarán.

Al encargarse del gobierno político y militar del Callao, en

1824, elbrigadier don José Ramón Rodil, hallábase condecorado

con las cruces deSomorso, Espinosa de los Monteros, San Payo,

Tumanes, Medina del Campo,Tarifa, Pamplona y

Cancharrayada, cruces que atestiguaban las batallasen que había

tenido la suerte de encontrarse entre los vencedores.Sitiado el

Callao por las tropas de Bolívar, al mando del general Salom,y

por la escuadra patriota, que disponía de 171 cañones,

fuéverdaderamente titánica la resistencia. La historia consigna

la, paraRodil, decorosa capitulación de 23 de enero de 1826, en

Page 105: Tradiciones-Peruanas

que el bravojefe español, vestido de gran uniforme y con los

honores de ordenanza,abandonó el castillo para embarcarse en la

fragata de guerra inglesaBriton. El general La Mar, que era,

valiéndome de una feliz expresióndel Inca Garcilaso, un

caballero muy caballero en todas sus cosas,tributó en esta

ocasión justo homenaje al valor y la lealtad de Rodil,que desde

el 1º de marzo de 1824, en que reemplazó a Casariego en

elmando del Callao, hasta enero de 1826, casi no pasó día sin

combatir.

Rodil tuvo durante el sitio que desplegar una maravillosa

actividad, unaastucia sin límites y una energía incontestable para

sofocar complots.En sólo un día fusiló treinta y seis

conspiradores, acto de crueldadque le rodeó de terrorífico y aun

supersticioso respeto. Uno de losfusilados en esa ocasión fué

Frasquito, muchacho andaluz muy popular porsus chistes y

agudezas, y que era el amanuense de Rodil.

El general Canterac (que tan tristemente murió en 1835 al

apaciguar enMadrid un motín de cuartel) fué comisionado por el

virrey conde de losAndes para celebrar el tratado de Ayacucho,

y en él se estipuló lainmediata entrega de los castillos. Al recibir

Rodil la carta u oficioen que Canterac le transcribía el artículo

de capitulación concernienteal Callao, exclamó furioso:—

¡Canario! Que capitulen ellos que sedejaron derrotar, y no yo.

¿Abogaderas conmigo? Mientras tenga pólvora ybalas, no

quiero dimes ni diretes con esos p...ícaros insurgentes.

II

Durante el sitio disparó sobre el campamento de Bellavista,

ocupado porlos patriotas, 9.553 balas de cañón, 454 bombas,

Page 106: Tradiciones-Peruanas

908 granadas, y 34.713tiros de metralla, ocasionando a los

sitiadores la muerte de sieteoficiales y ciento dos individuos de

tropa, y seis oficiales y sesenta ydos soldados heridos. Los

patriotas, por su parte, no anduvieron cortosen la respuesta, y

lanzaron sobre las fortalezas 20.327 balas de cañón,317 bombas

e incalculable cantidad de metralla.

Al principiarse el sitio contaba Rodil en los castillos una

guarniciónde 2.800 soldados, y el día de la capitulación sólo

tuvo 376 hombres enestado de manejar un arma. El resto había

sucumbido al rigor de la pestey de las balas republicanas. En las

calles del Callao, donde un añoantes pasaban de 8.000 los

asilados o partidarios del rey, apenas sillegaban a 700 almas las

que presenciaron el desenlace del sitio. SegúnGarcía Camba,

fueron 6.000 las víctimas del escorbuto y 767 los quemurieron

combatiendo.

En los primeros meses del sitio, Rodil expulsó de la plaza

2.389personas. El gobierno de Lima resolvió no admitir más

expulsados, yvióse el feroz espectáculo de infelices mujeres que

no podían pasar alcampamento de Miranaves ni volver a la

plaza, porque de ambas partes selas rechazaba a balazos. Las

desventuradas se encontraban entre dosfuegos y sufriendo

angustias imposibles de relatarse por pluma humana.He aquí lo

que sobre este punto dice Rodil en el curioso manifiesto

quepublicó en España, sin alcanzar ciertamente a disculpar un

hecho ajeno atodo sentimiento de humanidad.

«Yo, que necesitaba aminorar la población para suspender

consumos que nopodían reponerse, mandé que los que no

pudieran subsistir con susprovisiones o industria saliesen del

Callao. Esta orden fué cumplida conprudencia, con pausa y con

buen éxito. La noticia de los primeros queemigraron fué

Page 107: Tradiciones-Peruanas

animando a los que carecían de recursos para vivir en

lapoblación, y en cuatro meses me descargué de 2.389 bocas

inútiles. Losenemigos, a la decimocuarta emigración de ellas,

entendieron que suconservación me sería nociva, y tentaron no

admitirlas con esfuerzoinhumano. Yo las repelí decisivamente».

Inútil es hacer sobre estas líneas apreciaciones que están en

laconciencia de todos los espíritus generosos. Si indigna hasta

labarbarie y ajena del carácter compasivo de los peruanos fué la

conductadel sitiador, no menos vituperable encontrará el juicio

de la historiala conducta del gobernador de la plaza.

Rodil estaba resuelto a prolongar la resistencia; pero su coraje

desmayócuando, en los primeros días de enero de 1826, se vió

abandonado por suíntimo amigo el comandante Ponce de León,

que se pasó a las filaspatriotas, y por el comandante Riera,

gobernador del castillo de SanRafael, quien entregó esta

fortaleza a los republicanos. Ambos poseíanel secreto de las

minas que debían hacer explosión cuando los

patriotasemprendiesen un asalto formal. Ellos conocían en sus

manores detallestodo el plan de defensa imaginado por el

impertérrito brigadier. Latraición de sus amigos y tenientes

había venido a hacer imposible ladefensa.

El 11 de enero se dió principio a los tratados que terminaron

con lacapitulación del 23, honrosa para el vencido y magnánima

para elvencedor.

Las banderas de los regimientos Infante don Carlos y

Arequipa, cuerposmuy queridos para Rodil, le fueron

concedidas para que se las llevase aEspaña. De las nueve

banderas españolas tomadas en el Callao, dispuso elgeneral La

Mar que una se enviase al gobierno de Colombia, que cuatro

Page 108: Tradiciones-Peruanas

seguardasen en la Catedral de Lima, y las otras cuatro en el

templo deNuestra Señora de las Mercedes, patrona de las armas

peruanas.

¿Se conservan tan preciosas reliquias? Ignoro, lector, el

contenido dela pregunta.

III

Vuelto Rodil a su patria, lo trataron sus paisanos con

especialdistinción; y fué el único, de los que militaron en el

Perú, a quien noaplicaron el epíteto de ayacucho con que se

bautizó en España a losamigos políticos de Espartero. Rodil

figuró, y en altísima escala, en laguerra civil de cristinos y

carlistas; y como no nos hemos propuestoescribir una biografía

de este personaje, nos limitaremos a decir queobtuvo los cargos

más importantes y honoríficos. Fué general en jefe delejército

que afianzó sobre las sienes de doña María de la Gloria lacorona

de Portugal. Tuvo después el mando del ejército que defendió

losderechos de Isabel II al trono de España, aunque le asistió

poca fortunaen las operaciones militares de esta lucha, que sólo

terminó cuandoEspartero eclipsó el prestigio de Rodil.

Fué virrey de Navarra, marqués de Rodil y sucesivamente

capitán generalde Extremadura, Valencia, Aragón y Castilla la

Nueva, diputado a Cortes,ministro de la Guerra, presidente del

Consejo de ministros, senador dela Alta Cámara, prócer del

reino, caballero de collar y placa de laorden de la Torre y

Espada, gran cruz de las de Isabel la Católica yCarlos III, y

caballero con banda de las de San Fernando y

SanHermenegildo. Entre él y Espartero existió siempre

antagonismo políticoy aun personal, habiendo llegado a extremo

Page 109: Tradiciones-Peruanas

tal que, en 1845, siendoministro el duque de la Victoria, hizo

juzgar a Rodil en consejo deguerra y lo exoneró de sus empleos,

honores, títulos y condecoraciones.Al primer cambio de tortilla,

a la caída de Espartero, el nuevoministerio amnistió a Rodil,

devolviéndole su clase de capitán general ydemás

preeminencias.

El marqués de Rodil no volvió desde entonces a tomar parte

activa en lapolítica española, y murió en 1861.

Espartero murió en enero de 1879, de más de ochenta años de

edad.

IV

Desalentados los que acompañaban a Rodil y convencidos de

la esterilidadde esfuerzos y sacrificios, se echaron a conspirar

contra su jefe. Claraidea del estado de ánimo de los habitantes

del castillo puede dar estepasquín:

Como estuvimos estamos,

como estamos estaremos,

enemigos sí tenemos

y amigos... los esperamos.

El presidente marqués de Torre-Tagle y su vicepresidente don

DiegoAliaga, los condes de San Juan de Lurigancho, de

Castellón y de FuenteGonzález, y otros personajes de la nobleza

colonial, habían muertovíctimas del escorbuto y de la disentería

que se desarrollan en todaplaza mal abastecida. Los oficiales y

tropa, estaban sometidos a raciónde carne de caballo, y

sobrándoles el oro a los sitiados, pagaban aprecios fabulosos un

panecillo o una fruta. El marqués de Torre-Tagle,moribundo ya

Page 110: Tradiciones-Peruanas

del escorbuto, consiguió tres limones ceutíes en cambio deotros

tantos platillos de oro macizo, y llegó época en que se

vendieronratas como manjar delicioso.

Por otra parte, las cartas y proclamas de los patriotas

penetrabanmisteriosamente en el Callao alentando a los

conspiradores. Hoydescubría Rodil una conspiración, e

inmediatamente, sin fórmulas niproceso, mandaba fusilar a los

comprometidos, y mañana tenía que repetirlos castigos de la

víspera. Encontrando muchas veces un traidor en aquelque más

había alambicado antes su lealtad a la causa del rey, pasó

Rodilpor el martirio de desconfiar hasta del cuello de su camisa.

Las mujeres encerradas en el Callao eran las que más

activamenteconspiraban. Los soldados del general Salom

llegaban de noche hastaponerse a tiro de fusil, y gritaban:

—A Lima, muchachas, que la patria engorda y da colores—

palabras queeran una apetitosa promesa para las pobres hijas de

Eva, a quienes elhambre y la zozobra traían escuálidas y

ojerosas.

V

A pesar de los frecuentes fusilamientos no desaparecía el

germen desedición, y vino día en que almas del otro mundo se

metieron arevolucionarias. ¡No sabían las pobrecitas que don

Ramón Rodil erahombre para habérselas tiesas con el purgatorio

entero!

Fué el caso que una mañana encontraron privados de sentido,

y echandoespumarajos por la boca, a dos centinelas de un

bastión o lienzo demuralla fronterizo a Bellavista. Eran los tales

Page 111: Tradiciones-Peruanas

dos gallegos crudos,mozos de letras gordas y de poca sindéresis,

tan brutos como valientes,capaces de derribar a un toro de una

puñada en el testuz y de clavarleuna bala en el hueso palomo al

mismísimo gallo de la Pasión; pero losinfelices eran hombres de

su época, es decir, supersticiosos y fanáticoshasta dejarlo de

sobra.

Vueltos en sí, declaró uno de ellos que, a la hora en que Pedro

negó alMaestro, se le apareció como vomitado por la tierra un

franciscano conla capucha calada, y que con aquella voz

gangosa que diz que se estilaen el otro barrio le preguntó:—

¡Hermanito! ¿Pasó la monja?

El otro soldado declaró, sobre poco más o menos, que a él se

le habíaaparecido una mujer con hábito de monja clarisa, y

díchole:—¡Hermanito!¿Pasó el fraile?

Ambos añadieron que no estando acostumbrados a hablar con

gente de laotra vida, se olvidaron de la consigna y de dar el

quién vive, porque lacarne se les volvió de gallina, se les erizó el

cabello, se les atravesóla palabra en el galillo y cayeron

redondos como troncos.

Don Ramón Rodil, para curarlos de espanto, les mandó aplicar

carrera debaquetas.

El castellano del Real Felipe, que no tragaba rueda, de molino

ni seasustaba con duendes ni demonios coronados, dióse a

cavilar en losfantasmas, y entre ceja y ceja se le encajó la idea

de que aquellotrascendía de a legua a embuchado

revolucionario. Y tal maña dióse y atales expedientes recurrió,

que ocho días después sacó en claro quefraile y monja no eran

sino conspiradores de carne y hueso, que sevalían del disfraz

Page 112: Tradiciones-Peruanas

para acercarse a la muralla y entablar por medio deuna cuerda

cambio de cartas con los patriotas.

Era la del alba, cuando Rodil en persona ponía bajo sombra, en

lacasamata del castillo, una docena de sospechosos, y a la vez

mandabafusilar al fraile y a la monja, dándoles el hábito por

mortaja.

Aunque a contar de ese día no han vuelto fantasmas a

peregrinar o correraventuras por las murallas del hoy casi

destruido Real Felipe, no poreso el pueblo, dado siempre a lo

sobrenatural y maravilloso, deja decreer a pies juntillas que el

fraile y la monja vinieron al Callao entren directo y desde el país

de las calaveras, por el solo placer de darun susto mayúsculo al

par de tagarotes que hacía centinela en el bastióndel castillo.

POR BEBER UNA COPA DE ORO

El pueblo de Tintay, situado sobre una colina del Pachachaca,

en laprovincia de Aymaraes, era en 1613 cabeza de distrito de

Colcabamba.Cerca de seis mil indios habitaban el pueblo, de

cuya importanciabastará a dar idea el consignar que tenía cuatro

iglesias.

El cacique de Tintay cumplía anualmente por enero con la

obligación deir al Cuzco, para entregar al corregidor los tributos

colectados, y suregreso era celebrado por los indios con tres días

de ancho jolgorio.

En febrero de aquel año volvió a su pueblo el cacique muy

quejoso de lasautoridades españolas, que lo habían tratado con

poco miramiento. Acasopor esta razón fueron más animadas las

Page 113: Tradiciones-Peruanas

fiestas; y en el último día,cuando la embriaguez llegó a su

colmo, dió el cacique rienda suelta a suenojo con estas palabras:

—Nuestros padres hacían sus libaciones en copas de oro, y

nosotros,hijos degenerados, bebemos en tazas de barro. Los

viracochas sonseñores de lo nuestro, porque nos hemos

envilecido hasta el punto de queen nuestras almas ha muerto el

coraje para romper el yugo. Esclavos,bailad y cantad al compás

de la cadena. Esclavos, bebed en vasos toscos,que los de fino

metal no son para vosotros.

El reproche del cacique exaltó a los indios, y uno de ellos,

rompiendola vasija de barro que en la mano traía, exclamó:

—¡Que me sigan los que quieran beber en copa de oro!

El pueblo se desbordó como un río que sale de cauce, y

lanzándose sobrelos templos, se apoderó de los calices de oro

destinados para el santosacrificio.

El cura de Tintay, que era un venerable anciano, se presentó en

lapuerta de la iglesia parroquial con un crucifijo en la mano,

amonestandoa los profanadores e impidiéndoles la entrada. Pero

los indios,sobreexcitados por la bebida, lo arrojaron al suelo,

pasaron sobre sucuerpo, y dando gritos espantosos penetraron en

el santuario.

Allí, sobre el altar mayor y en el sagrado cáliz, cometieron

sacrilegasprofanaciones.

Pero en medio de la danza y la algazara, la voz del ministro

delAltísimo vibró tremenda, poderosa, irresistible, gritándoles:

—¡Malditos! ¡Malditos! ¡Malditos!

Page 114: Tradiciones-Peruanas

La sacrílega orgía se prolongó hasta media noche, y al fin,

rendidos decansancio, se entregaron al sueño los impíos.

Con el alba despertaron muchos sintiendo las angustias de una

seddevoradora, y sus mujeres e hijos salieron a traer agua de los

arroyosvecinos.

¡Poder de Dios! Los arroyos estaban secos.

Hoy (1880) es Tintay una pobre aldea de sombrío aspecto, con

trescientoscuarenta y cuatro vecinos, y sus alrededores son de

escasa vegetación.El agua de sus arroyos es ligeramente salobre

y malsana para losviajeros.

Entre las ruinas, y perfectamente conservada, encontróse en

1804 unaefigie del Señor de la Exaltación, a cuya solemne fiesta

concurren el 14de septiembre los creyentes de diez leguas a la

redonda.

UNA EXCOMUNION FAMOSA

I

Tiempos de fanatismo religioso fueron sin duda aquellos en

que, por sumajestad don Felipe II, gobernaba estos reinos del

Perú don AndrésHurtado de Mendoza, marqués de Cañete y

montero mayor del rey. Y no lodigo por la abundancia de

fundaciones, ni por la suntuosidad de lasfiestas, ni porque los

ricos dejasen su fortuna a los conventos,empobreciendo con ello

a sus legítimos herederos, ni porque, como lopensaban los

conquistadores, todo crimen e inmundicia que hubiera sobrela

conciencia se lavaba dejando en el trance del morir, un buen

Page 115: Tradiciones-Peruanas

legadopara misas, sino porque la Iglesia había dado en la flor de

tomar cartasen todo y para todo, y por un quítate allá esas pajas

le endilgaba alprójimo una excomunión mayor que lo volvía

tarumba.

Sin embargo de que era frecuente el espectáculo de enlutar

templos yapagar candelas, nuestros antepasados se

impresionaban cada vez más conel tremendo aparato de las

excomuniones. En algunas de mis leyendastradicionales he

tenido oportunidad de hablar más despacio sobre muchasde las

que se fulminaron contra ladrones sacrílegos y contra alcaldes

ygente de justicia que, para apoderarse de un delincuente,

osaron violarla santidad del asilo en las iglesias. Pero todas ellas

son chirinola ycháchara celeste, parangonadas con una de las

que el primer arzobispo deLima don fray Jerónimo de Loayza

lanzó en 1561. Verdad es que su señoríailustrísima no anduvo

nunca parco en esto de entredichos, censuras ydemás actos

terroríficos, como lo prueba el hecho de que antes de que

laInquisición viniera a establecerse por estos trigales, el señor

Loayzacelebró tres autos de fe. Otra prueba de mi aseveración

es que amenazócon ladrillazo de Roma (nombre que daba el

pueblo español a lasexcomuniones) al mismo sursum corda, es

decir, a todo un virrey delPerú. He aquí el lance:

Cuéntase que cuando el virrey don Fernando de Toledo vino

de España,trajo como capellán de su casa y persona a un clérigo

un tantoensimismado, disputador y atrabiliario, al cual el

arzobispo creyóoportuno encarcelar, seguir juicio y sentenciar a

que regresase a lametrópoli. El virrey puso el grito en el cielo y

dijo, en un arrebato decólera: que si su capellán iba desterrado,

no haría el viaje solo, sinoacompañado del fraile arzobispo.

Súpolo éste, que faltar no podíaoficioso que con el chisme fuese,

Page 116: Tradiciones-Peruanas

y diz que su excelencia amainó tanluego como tuvo aviso de que

el arzobispo había tenido reunión deteólogos y que, como

resultado de ello, traía el ceño fruncido y seestaban cosiendo en

secreto bayetas negras. El cleriguillo, abandonadopor su padrino

el virrey, marchó a España bajo partida de registro.

Pero la excomunión que ha puesto por hoy la péñola en mis

manos esexcomunión mayúscula y, por ende, merece capítulo

aparte.

II

El decenio de 1550 a 1560 pudo dar en el Perú nombre a un

siglo quellamaríamos sin empacho el siglo de las gallinas, del

pan, del vino, delaceite y de los pericotes. Nos explicaremos.

Sábese, por tradición, que los indios bautizaron a las gallinas

con elnombre de hualpa, sincopando el de su último inca

Atahualpa. El padreBlas Valera (cuzqueño) dice que cuando

cantaban los gallos, los indioscreían que lloraban por la muerte

del inca, por lo cual llamaron algallo hualpa. El mismo cronista

refiere que durante muchos años no sepudo lograr que las

gallinas españolas empollasen en el Cuzco, lo que seconseguía

en los valles templados. En cuanto a los pavos, fueron traídosde

México.

Garcilaso, Zárate, Gómara y muchos historiadores y cronistas

dicen quefué por entonces cuando doña María de Escobar,

esposa del conquistadorDiego de Chávez, trajo de España medio

almud de trigo que repartió arazón de veinte o treinta granos

entre varios vecinos. De las primerascosechas enviaron algunas

fanegas a Chile y otros pueblos de la América.

Page 117: Tradiciones-Peruanas

Casi con la del trigo coincidió la introducción de los pericotes

oratones en un navío que, por el estrecho de Magallanes, vino al

Callao.Los indios dieron a esta plaga de dañinos inmigrantes el

nombre dehucuchas, que significa salidos del mar.

Afortunadamente el españolMontenegro había traído gatos en

1537 y es fama que don Diego de Almagrole compró uno en

seiscientos pesos. Los naturales no alcanzando apronunciar bien

el mizmiz de los castellanos, los llamaron michitus.

Y aquí, por vía de ilustración, apuntaremos que en los

primeros veinteaños de la conquista el precio mínimo de un

caballo era de cuatro milpesos, trescientos el de una vaca,

quinientos pesos el de un burro,doscientos el de un cerdo, cien

el de una cabra o de una oveja, y por unperro se daban sumas

caprichosas. En la víspera de la batalla deChuquinga ofreció un

rico capitán a un soldado diez mil pesos por sucaballo,

propuesta que el dueño rechazó con indignación,diciendo:—

Aunque no poseo un maravedí, estimo a mi compañero más que

alos tesoros de Potosí.

Habiendo gran escasez de vino, a punto tal que en 1555 se

vendía laarroba en quinientos pesos, Francisco Carabantes trajo

de las Canariaslos primeros sarmientos de uva negra que se

plantaron en el Perú. En elpago de Tacaraca, en Ica (escribía

Córdova y Urrutia en 1840) existe hoyuna viña de uva negra,

que se asegura ser una de las plantadas porCarabantes, la cual da

hasta ahora muy buena cosecha. ¡Injusticiashumanas! Los

borrachos bendicen siempre al padre Noé, que plantó lasviñas, y

no tienen una palabra de gratitud para Carabantes, que fué elNoé

de nuestra Patria.

Page 118: Tradiciones-Peruanas

Obtenido pan y vino, hacía falta el aceite. Probablemente lo

pensó asídon Antonio de Ribera, y al embarcarse en Sevilla en

1559 cuidó meter abordo cien estacas de olivos.

Don Antonio de Ribera fué, en Lima, persona de mucho viso;

como quetenía escudo de armas en el que había pintado dos

lobos con dos lobeznosen campo de oro. Casado con la viuda de

Francisco Martín de Alcántara,hermano materno del marqués

Pizarro, y que murió a su ladodefendiéndolo, trájole ésta pingüe

dote. Tomó gran participación en lasguerras civiles de los

conquistadores, y después de la rebeldía de Girónmarchó a

España en 1557 con el nombramiento de procurador del Perú.

Ribera fué dueño de la espaciosa huerta que conocemos, en

Lima, con elnombre de Huerta perdida. Poseía una fortuna de

trescientos mil duros,adquirida haciendo vender por sus mitayos

higos, melones, naranjas,pepinos, duraznos y demás frutas

desconocidas hasta entonces en el Perú.La primera granada que

se produjo en Lima fué paseada en procesión enlas andas en que

iba el Santísimo Sacramento, y dicen que era defenomenal

tamaño.

Desgraciadamente para Ribera, la navegación, llena de

peligros ycontratiempos, duró nueve meses, y a pesar de sus

precauciones seencontró al pisar tierra con que sólo tres de las

estacas podíanaprovecharse, pues las demás no servían sino para

avivar una hoguera.

Dióse a cultivarlas con grande ahinco, cuidándolas más que a

sus talegasde duros; y eso que su reputación de avaro era

piramidal. Y para que niun instante escapasen a su vigilancia,

plantó las tres estacas en unjardinillo bien murado y resguardado

por dos negros colosales y unajauría de perros bravos.

Page 119: Tradiciones-Peruanas

Pero fíese usted de murallas como las de Pekín, en gigantes

comoPolifemo y en canes como el Cerbero, y estará más fresco

que unahorchata de chufas. Las dichosas estacas tenían más

enamorados quemuchacha bonita y ya se sabe que para hombres

que se apasionan del bienajeno, sea hija de Eva o cosa que valga

la pena, no hay obstáculo exentode atropello.

Una mañana levantóse don Antonio con el alba. No había

podido cerrar lospárpados en toda la santa noche. Tenía la

corazonada, el presentimientode una gran desgracia.

Después de santiguarse, y en chanclas y envuelto en el capote,

sedirigió al jardinillo; y el corazón le dio tan gran vuelco que

casi sele escapa por la boca junto con el taco redondo que lanzó.

—¡Canario! ¡Me han robado!

Y cayó al suelo presa de un accidente.

En efecto, había desaparecido una de las tres estacas.

Aquel día Ribera derrengó a palos media jauría de perros, y el

látigoanduvo bobo entre los pobres esclavos, que a su merced se

le habíasubido la cólera al campanario.

Cansado de castigos y de pesquisas y viendo que sus afanes no

dabanfruto, se acerco al arzobispo, que era muy su amigo, y lo

informó de sugran desventura, al lado de la cual los trabajos de

Job eran can-can yzanguaraña.

Pero no es cuento, lectores míos, sino muy auténtico, lo que

sucedió, yasí se lo dirá a ustedes el primer cronista que hojeen.

Aquel día las campanas clamorearon como nunca; y por fin,

después deotras imponentes ceremonias de rito, el ilustrísimo

Page 120: Tradiciones-Peruanas

señor arzobispofulminó excomunión mayor contra el ladrón de

la estaca.

Pero ni por ésas.

El ladrón sería algún descreído o espirt fort, de esos que

pululan eneste siglo del gas y del vapor, pensará el lector.

Pues se lleva un chasco de marca.

En aquellos tiempos una excomunión pesaba muchas

toneladas en laconciencia.

III

Tres años transcurrieron y la estaca no parecía.

Verdad es que ni pizca de falta le hacía a Ribera, quien tuvo la

fortunade ver multiplicados los dos olivos que le dejara el ladrón

y disponíaya de estacas para vender y regalar. Presumo que los

famosos olivares deCamaná, tierra clásica por sus aceitunas y

por otras cosas queprudentemente me callo, pues no quiero

andar al rodapelo con loscamanejos, tuvieron por fundador un

retoño de la Huerta perdida.

Un día presentóse al arzobispo, con cartas de recomendación,

uncaballero recién llegado en un navío que, con procedencia de

Valparaíso,había dado fondo en el Callao; y bajo secreto de

confesión le reveló queél era el ladrón de la celebérrima estaca,

la cual había llevado congran cautela a su hacienda de Chile, y

que, no embargante la excomunión,la estaca se había aclimatado

y convertidose en un famoso olivar.

Como la cosa pasó bajo secreto de confesión, no me creo

autorizado paraponer en letras de imprenta el nombre del

Page 121: Tradiciones-Peruanas

pecador, tronco de una muyrespetable y acaudalada familia de la

república vecina.

Todo lo que puedo decirte, lector, es que el comején de la

excomunióntraía en constante angustia a nuestro hombre. El

arzobispo convino enlevantarsela, pero imponiéndole la

penitencia de restituir la estaca conel mismo misterio que se la

había llevado.

¿Cómo se las compuso el excomulgado? No sabré decir más

sino que unamañana, al visitar don Antonio su jardincillo, se

encontró con laviajera, y al pie de ella un talego de a mil duros

con un billete sinfirma, en que se le pedía cristianamente un

perdón que él acordó, contanta mejor voluntad cuanto que le

caían de las nubes muy relucientesmonedas.

El hospital de Santa Ana, cuya fábrica emprendía entonces el

arzobispoLoayza, recibió también una limosna de dos mil pesos,

sin que nadie, aexcepción del ilustrísimo, supiera el nombre del

caritativo.

Lo positivo es que quien ganó con creces en el negocio fué

don Antoniode Ribera.

En Sevilla la estaca le había costado media peseta.

IV

A la muerte del comendador don Antonio de Ribera, del hábito

deSantiago, su viuda, doña Inés Muñoz, fundó en 1573 el

monasterio de laConcepción, tomando en él el velo de monja y

dejándole su inmensafortuna.

Page 122: Tradiciones-Peruanas

El retrato de doña Inés Muñoz de Ribera se encuentra aún en

elpresbiterio de la iglesia, y sobre su sepulcro se lee:

Este cielo animado en breve esfera

depósito es de un sol que en él reposa,

el sol de la gran madre y generosa

doña Inés de Muñoz y de Ribera.

Fué de Ana-Cuenca encomendera,

de don Antonio de Ribera esposa,

de aquel que tremoló con mano airosa

del Alférez Real la real bandera.

ACEITUNA, UNA

Acabo de referir que uno de los tres primeros olivos que se

plantaron enel Perú fué reivindicado por un prójimo chileno,

sobre el cual recayópor el hurto nada menos que excomunión

mayor, recurso terrorífico mercedal cual, años más tarde,

restituyó la robada estaca, que a orillas delMapocho u otro río

fuera fundadora de un olivar famoso.

Cuando yo oía decir aceituna, una, pensaba que la frase no

envolvíamalicia o significación, sino que era hija del diccionario

de la rima ode algún quídam que anduvo a caza de ecos y

consonancias. Pero ahí veránustedes que la erré de medio a

medio, y que si aquella frase como estaotra: aceituna, oro es

una, la segunda plata y la tercera mata, sonfrases que tienen

historia y razón de ser.

Siempre se ha dicho por el hombre que cae generalmente en

gracia o quees simpático: Este tiene la suerte de las aceitunas,

frase deconceptuosa profundidad, pues las aceitunas tienen la

Page 123: Tradiciones-Peruanas

virtud de nogustar ni disgustar a medias, sino por entero. Llegar

a las aceitunasera también otra locución con que nuestros

abuelos expresaban que habíauno presentádose a los postres en

un convite, o presenciado sólo elfinal de una fiesta. Aceituna

zapatera llamaban a la oleosa que habíaperdido color y buen

sabor y que, por falta de jugo, empieza aencogerse. Así decían

por la mujer hermosa a quien los años o losachaques empiezan a

desmejorar:—Estás, hija, hecha una aceitunazapatera—.

Probablemente los cofrades de San Crispín no podían

consumirsino aceitunas de desecho.

Cuentan varios cronistas, y citaré entre ellos al padre Acosta,

que esel que más a la memoria me viene, que a los principios, en

los grandesbanquetes, y por mucho regalo y magnificencia, se

obsequiaba a cadacomensal con una aceituna. El dueño del

convite, como para disculpar unamezquindad que en el fondo

era positivo lujo, pues la producción eraescasa y carísima, solía

decir a sus convidados: caballeros, aceituna,una. Y así nació la

frase.

Ya en 1565 y en la huerta de don Antonio de Ribera, se

vendían cuatroaceitunas por un real. Este precio permitía a su

anfitrión serrumboroso, y desde ese año eran tres las aceitunas

asignadas por cadacubierto.

Sea que opinasen que la buena crianza exige no consumir toda

la racióndel plato, o que el dueño de la casa dijera, agradeciendo

el elogio quehicieran de las oleosas: aceituna, oro es una, dos

son plata y latercera mata, ello es que la conclusión de la

coplilla daba en quécavilar a muchos cristianos que, después de

masticar la primera ysegunda aceituna, no se atrevían con la

última, que eso habríaequivalido a suicidarse a sabiendas. Si la

Page 124: Tradiciones-Peruanas

tercera mata, dejémosla estaren el platillo y que la coma su

abuela.

Andando los tiempos vinieron los de ño Cerezo, el aceitunero

delPuente, un vejestorio que a los setenta años de edad dió pie

para que lesacasen esta ingeniosa y epigramática redondilla:

Dicen por ahí que Cerezo

tiene encinta a su mujer.

Digo que no puede ser,

porque no puede ser eso.

Como iba diciendo, en los tiempos de Cerezo era la aceituna

inseparablecompañera de la copa de aguardiente; y todo buen

peruano hacía ascos ala cerveza, que para amarguras bastábanle

las propias. De ahí la fraseque se usaba en los días de San

Martín y Bolívar para tomar las once(hoy se dice lunch, en

gringo):—Señores, vamos a remojar unaaceitunita.

Y ¿por qué—preguntará alguno—llamaban los antiguos las

once, alacto de echar después de mediodía, un remiendo al

estómago? ¿Por qué?

Once las letras son del aguardiente.

Ya lo sabe el curioso impertinente.

Gracias a Dios que hoy nadie nos ofrece ración tasada y que

hogaño nosatracamos de aceitunas sin que nos asusten frases.

¡Lo que va de tiempoa tiempo!

Hoy también se dice: aceituna, una; mas si es buena, una

docena.

OFICIOSIDAD NO AGRADECIDA

Page 125: Tradiciones-Peruanas

Cuentan las crónicas, para probar que el arzobispo Loayza

tenía susribetes de mozón, que en Lima había un clérigo

extremadamente avaro, queusaba sotana, manteo, alzacuello y

sombrero tan raídos, que hacía añospedían a grito herido

inmediato reemplazo. En arca de avariento, eldiablo está de

asiento, como reza el refrán.

Su ilustrísima, que porfiaba por ver a su clero vestido con

decencia,llamóle un día y le dijo:

—Padre Godoy, tengo una necesidad y querría que me

prestase una barritade plata.

El clérigo, que aspiraba a canonjía, contestó sin vacilar:

—Eso, y mucho más que su ilustrísima necesite, está a su

disposición.

—Gracias. Por ahora me basta con la barrita, y Ribera, mi

mayordomo,irá por ella esta tarde.

Despidióse el avaro contentísimo por haber prestado un

servicio al señorLoayza, y viendo en el porvenir, por vía de

réditos, la canonjíamagistral cuando menos.

Ocho días después volvía Ribera a casa del padre Godoy,

llevando unenvoltorio bajo el brazo, y le dijo:

—De parte de su ilustrísima le traigo estas prendas.

El envoltorio contenía una sotana de chamalote de seda, un

manteo depaño de Segovia, un par de zapatos con hebilla

dorada, un alzacuello decrin y un sombrero de piel de vicuña.

El padre Godoy brincó de gusto, vistióse las flamantes

prendas, yencaminóse al palacio arzobispal a dar las gracias a

Page 126: Tradiciones-Peruanas

quien con tantaliberalidad lo aviaba, pues presumía que aquello

era un agasajo oangulema del prelado agradecido al préstamo.

Nada tiene que agradecerme, padre Godoy—le dijo el

arzobispo.—Véasecon mi mayordomo para que le devuelva lo

que haya sobrado de la barrita;pues como usted no cuidaba de su

traje, sin duda porque no tenía tiempopara pensar en esa

frivolidad, yo me he encargado de comprárselo con supropio

dinero. Vaya con Dios y con mi bendición.

Retiróse mohino el padre, fuése donde Ribera, ajustó con él

cuentas, yhalló que el chamalote y el paño importaban un

dineral, pues elmayordomo había pagado sin regatear.

Al otro día, y después de echar cuentas y cuentas para

convencerse deque en el traje habrían podido economizarse dos

o tres duros, volvióGodoy donde el arzobispo y le dijo:

—Vengo a pedir a su ilustrísima una gracia.

—Hable, padre, y será servido a pedir de boca.

—Pues bien, ilustrísimo señor. Ruégole que no vuelva a

tomarse eltrabajo de vestirme.

EL ALMA DE FRAY VENANCIO

Allá por la primera mitad del anterior siglo no se hablaba en

Lima sinodel alma de un padre mercedario que vino del otro

mundo, no sé si encoche, navío o pedibus andando, con el

expreso destino de dar un sustode los gordos a un comerciante

de esta tierra. Aquello fué tan popularcomo la procesión de

ánimas de San Agustín, el encapuchado de SanFrancisco, la

monja sin cabeza, el coche de Zavala, el alma deGasparito, la

Page 127: Tradiciones-Peruanas

mano peluda de no sé qué calle, el perro negro de laplazuela de

San Pedro, la viudita del cementerio de la Concepción,

losduendes de Santa Catalina y demás paparruchas que nos

contaban lasabuelas, haciéndonos tiritar de miedo y rebujarnos

en la cama.

De buena gana querría dar hoy a mis lectores algo en que no

danzasenespíritus del otro barrio, aunque tuviera que echar

mano de la historiade los hijos de Noé, que fueron cinco, y se

llamaron Bran, Bren, Brin,Bron, Brun, como dicen las viejas.

Pero es el caso que una niña, muyguapa y muy devota a la vez,

me ha pedido que ponga en letras de moldeesta conseja, y ya

ven ustedes que no hay forma de esquivar elcompromiso.

¡Ay, que se quema! ¡Ay, que se abrasa

el ánima que está en pena!

era el estribillo con que el sacristán de la parroquia de San

Marcelopedía limosna para las benditas ánimas del purgatorio, a

lo cualcontestaba siempre algún chusco completando la

redondilla:

que se queme en hora buena,

que yo me voy a mi casa.

I

El padre Venancio y el padre Antolín se querían tan

entrañablemente comodos hermanos, se entiende como dos

hermanos que saben quererse y noandan al morro por centavo

más o menos de la herencia.

Page 128: Tradiciones-Peruanas

En el mismo día habían entrado en el convento, juntos pasaron

elnoviciado y el mismo obispo les confirió las sagradas órdenes.

Eran, digámoslo así, Damón y Pithias tonsurados, Orestes y

Pílades concerquillo.

No pasaron ciertamente por frailes de gran ciencia, ni lucieron

sermonesgerundianos, ni alcanzaron sindicato, procuración o

pingüe capellanía, yni siquiera dieron que hablar a la

murmuración con un escándalocallejero o una querella capitular.

Jamás asistieron a lidia de toros, ni después de las ocho de la

noche seles encontró barriendo con los hábitos las aceras de la

ciudad. ¡Vamos!¡Cuando yo digo que sus reverencias eran unos

benditos!

Eran dos frailes de poco meollo, de ninguna enjundia,

modestos y deausteras costumbres; como quien dice, dos frailes

de misa y olla, y pareusted de contar.

Pero ni en la santidad del claustro hay espíritu tranquilo, y

aunque nomundana, sino muy ascética, fray Venancio tenía una

preocupaciónconstante.

Los dominicos, agustinos, franciscanos y hasta juandedianos y

barbones obelethmitas ostentaban con orgullo, en su primer

claustro, lasprincipales escenas de la vida de sus santos

patrones, pintadas enlienzos que, a decir verdad, no seducen por

el mérito de sus pinceles.

¡Qué vergüenza! Los mercedarios no adornaban su claustro

con la vida deSan Pedro Nolasco.

Al pensar así, había en el ánima de nuestro buen religioso su

puntita deenvidia.

Page 129: Tradiciones-Peruanas

Y esto era lo que le escarabajeaba a fray Venancio, y lo que

hizo votode realizar en pro del decoro de su comunidad.

El padre Antolín, para quien el padre Venancio no tenía

secretos, creyóirrealizable el propósito, pues los lienzos no los

pintan ángeles, sinohombres que, como el abad, de lo que cantan

yantan. Según el cálculo deambos frailes, eran precisos diez mil

duros por lo menos para la obra.

El padre Venancio no se descorazonó, y contestó a su

compañero que confe y constancia se allanan imposibles y se

realizan milagros. Y entreellos no se volvió a hablar más del

asunto.

Pero el padrecito se echó pacientemente a juntar realejos, y

cada vezque de las economías de su mesada conventual,

alboroques, limosnas demisas y otros gajes alcanzaba a ver

apiladas sesenta pulidas onzas deoro, íbase con gran cautela al

portal de Botoneros y entraba en latienda de don Marcos

Guruceta, comerciante que gozaba de gran reputaciónde

probidad, y que por ello era el banquero o depositario de

loscaudales de muchos prójimos.

Y el depósito se realizaba sin que mediase una tira de papel;

pues lahonorabilidad del mercader, hombre que diariamente

cumplía con elprecepto, que comulgaba en las grandes

festividades y que era mayordomode una archicofradía, se

habría ofendido si alguno le hubiese exigidorecibo u otro

comprobante. ¡Qué tiempos tan patriarcales! Haga usted hoylo

propio, y verá dónde le llega el agua.

Sumaban ya seis mil pesos los entregados por fray Venancio,

cuando unanoche se sintió éste acometido de un violento cólico

miserere,enfermedad muy frecuente en esos siglos, y al acudir

Page 130: Tradiciones-Peruanas

fray Antolínencontró a su alter ego con las quijadas trabadas y

en la agonía. Nopudo, pues, mediar entre ellos la menor

confidencia, y fray Venancio fuéal hoyo.

El honrado comerciante, viendo que pasaban meses y meses

sin que nadiele reclamase el depósito, llegó a encariñarse con él

y a mirarlo comocosa propia. Pero a San Pedro Nolasco no hubo

de parecerle bien quedarsesin lucir su gallardía en cuadro al

óleo.

II

Y pasaron años de la muerte de fray Venancio.

Dormía una noche tranquilamente el padre Antolín y despertó

sobresaltadosintiendo una mano fría que se posaba en su frente.

Un cerillo encendido bajo una imagen de la Virgen Protectora

de Cautivosesparcía, en la celda, débiles y misteriosos reflejos.

A la cabecera de la cama, y en una silla de vaqueta estaba

sentado frayVenancio.

—No te alarmes—dijo el aparecido—. Dios me ha dado

licencia paravenir a encomendarte un asunto. Ve mañana al

mediodía al portal deBotoneros y pídele a don Marcos Guruceta

seis mil pesos que le di aguardar, y que están destinados para

poner en el primer claustro la vidade nuestro santo patrón.

Y dicho esto, la visión desapareció.

El padre Antolín se quedó como es de presumirse. Cosa muy

seria es éstade oír hablar a un difunto.

Page 131: Tradiciones-Peruanas

Por la mañana se acercó nuestro asustado religioso al

comendador de laorden y le refirió, sueño o realidad, lo que le

había pasado.

—Nada se pierde, hermano—contestó el superior—, con que

vea aGuruceta.

En efecto, mediodía era por filo cuando fray Antolín llegaba

almostrador del comerciante y le hacía el reclamo consabido.

Don Marcos sesubió al cerezo y díjole que era un fraile loco o

trapalón.

Retiróse mohino el comisionado; pero al llegar a la portería de

suconvento, salióle al encuentro un fraile en el cual reconoció a

frayVenancio.

—Y bien, hermano, ¿cómo te ha ido?

—Malísimamente, hermano—contestó el interpelado—.

Guruceta me hatratado de visionario y embaucador.

—¿Sí? Pues vuelve donde él y dile que, si no se allana a

pagarte, voyyo mismo dentro de cinco minutos por mi plata.

Fray Antolín regresó al portal, y al verlo don Marcos entrar

por lapuerta de la tienda, le dijo:

—¿Vuelve usted a fastidiarme?

—Nada de eso, señor Guruceta. Vengo a decirle que dentro de

pocosinstantes estará aquí fray Venancio en persona a

entenderse con usted.Yo me he adelantado a esperarlo.

Al oír estas palabras, y ante el aplomo con que fueron

dichas,experimentó Guruceta una conmoción extraña, y

Page 132: Tradiciones-Peruanas

decididamente temió tenerque habérselas con un alma de la otra

vida.

—Que no se moleste en venir fray Venancio—dijo

tartamudeando—. Esposible que, con tanto asunto como tengo

en esta cabeza, haya olvidadoque me dió dinero. Sea ello lo que

fuere, pues el propósito es cristianoy yo muy devoto de San

Pedro Nolasco, mande su paternidad un criado porlas seis

talegas.

La religiosidad de los limeños suplió con limosnas y donativos

la sumaque faltaba para el pago de pintores, y un año después,

en la festividaddel patrón, se estrenaban los lienzos que

conocemos.

Tal es la tradición que, en su infancia, oyó contar el que esto

escribea fray León Fajardo, respetabilísimo sacerdote y

comendador de laMerced.

LA TRENZA DE SUS CABELLOS

AL POETA ESPAÑOL DON TOMÁS RODRÍGUEZ RUBÍ, AUTOR DE UN

DRAMA QUE LLEVAEL MISMO TÍTULO DE ESTA TRADICIÓN

I

De cómo Mariquita Martínez no quiso que la llamasen

Mariquita lapelona

Allá por los años de 1734 paseábase muy risueña por estas

calles deLima, Mariquita Martínez, muchacha como una perla,

mejorando lopresente, lectora mía. Paréceme estar viendo, no

Page 133: Tradiciones-Peruanas

porque yo la hubieseconocido, ¡qué diablos! (pues cuando ella

comía pan de trigo, esteservidor de ustedes no pasaba de la

categoría de proyecto en la mentedel Padre Eterno), sino por la

pintura que de sus prendas y garabatohizo un coplero de aquel

siglo, que por la pinta debió ser enamoradizo yandar bebiendo

los vientos tras de ese pucherito de mixtura. Marujitaera de esas

limeñas que tienen más gracia andando que un

obispoconfirmado, y por las que dijo un poeta:

Parece en Lima más clara

la luz, que cuando hizo Dios

el sol que al mundo alumbrara,

puso amoroso en la cara

de cada limeña, dos.

En las noches de luna era cuando había que ver a Mariquita

paseando,Puente arriba y Puente abajo, con albísimo traje de

zaraza, pañuelo detul blanco, zapatito de cuatro puntos y medio,

dengue de resucitardifuntos, y la cabeza cubierta de jazmines.

Los rayos de la lunaprestaban a la belleza de la joven un no sé

qué de fantástico; y loshombres, que nos pirramos siempre por

esas fantasías de carne y hueso,la echaban una andanada de

requiebros, a los que ella, por no quedarsecon nada ajeno,

contestaba con aquel oportuno donaire que hizoproverbiales la

gracia y agudeza de la limeña.

Mariquita era de las que dicen: Yo no soy la salve para

suspirar ygemir. ¡Vida alegre, y hacer sumas hasta que se rompa

el lápiz o segaste la pizarra!

En la época colonial casi no se podía transitar por el Puente en

lasnoches de luna. Era ése el punto de cita para todos. Ambas

acerasestaban ocupadas por los jóvenes elegantes, que a la vez

Page 134: Tradiciones-Peruanas

que con elairecito del río hallaban refrigerio al calor canicular,

deleitaban losojos clavándolos en las limeñas que salían a

aspirar la fresca brisa,embalsamando la atmósfera con el suave

perfume de los jazmines quepoblaban sus cabelleras.

La moda no era lucir constantemente aderezos de rica

pedrería, sinoflores; y tal moda no podía ser más barata para

padres y maridos, quecon medio real de plata salían de

compromisos, y aun sacaban alma delpurgatorio. Tenían,

además, la ventaja de satisfacer curiosidades sobreel estado civil

de las mujeres, pues las solteras acostumbraban ponerselas

flores al lado izquierdo de la cabeza y las casadas al derecho.

Todas las tardes de verano cruzaban por las calles de Lima

variosmuchachos, y al pregón de ¡el jazminero!, salían las

jóvenes a laventana de reja, y compraban un par de hojas de

plátano, sobre las quehabía una porción de jazmines, diamelas,

aromas, suches, azahares,flores de chirimoya, y otras no menos

perfumadas. Las limeñas deentonces buscaban sus adornos en la

naturaleza, y no en el arte.

La antigua limeña no usaba elixires odontálgicos ni polvos

para losdientes; y, sin embargo, era notable la regularidad y

limpieza de éstos.Ignorábase aún que en la caverna de una

muela se puede esconder unaCalifornia de oro, y que con el

marfil se fabricarían mandíbulas quenada tendrían que envidiar

a las que Dios nos regalara. ¿Saben ustedes aquién debía la

limeña la blancura de sus dientes? Al raicero. Como

eljazminero, era éste otro industrioso ambulante que vendía

ciertas raícesblandas y jugosas, que las jóvenes se entretenían en

morderrestregándolas sobre los dientes.

Page 135: Tradiciones-Peruanas

Parece broma; pero la industria decae. Ya no hay jazmineros

ni raiceros,y es lástima; que a haberlos, les caería encima una

contribuciónmunicipal que los partiera por el eje, en estos

tiempos en que hasta losperros pagan su cuota por ejercer el

derecho de ladrar. Y, con venia deustedes, también se han

eclipsado el pajuelero o vendedor de mechasazufradas, el

puchero o vendedor de puntas de cigarros, elanticuchero y otros

industriosos.

Digresiones a un lado, y volvamos a Mariquita.

La limeña de marras no conoció peluquero ni castañas sino

uno que otroricito volado en los días de repicar gordo, ni fierros

calientes nipapillotas, ni usó jamás aceitillo, bálsamos, glicerina

ni pomadas parael pelo. El agua de Dios y san se acabó, y las

cabelleras eran de lobueno, lo mejor.

Pero hoy dicen las niñas que el agua pudre la raíz del pelo, y

no estoyde humor para armar gresca con ellas sosteniendo la

contraria. Tambiénlos borrachos dicen que prefieren el licor,

porque el agua cría ranas ysabandijas.

Mariquita tenía su diablo en su mata de cabellos. Su orgullo

era lucirdos lujosas trenzas que, como dijo Zorrilla pintando la

hermosura deEva,

la medían en pie la talla entera.

Una de esas noches de luna iba Mariquita por el Puente

lanzando unamirada a éste, esgrimiendo una sonrisa a aquél,

endilgando una pulla alde más allá, cuando de improviso un

hombre la tomó por la cintura, sacóuna afilada navaja, y ¡zis!

¡zas!, en menos de un periquete le rebanóuna trenza.

Page 136: Tradiciones-Peruanas

Gritos y confusión. A Mariquita le acometió la pataleta, la

gente echó acorrer, hubo cierre de puertas, y a palacio llegó la

noticia de que unoscorsarios se habían venido a la chita callando

por la boca del río ytomado la ciudad por la sorpresa.

En conclusión, la chica quedó mocha, y para no dar campo a

que lallamasen Mariquita la pelona, se llamó a buen vivir, entró

en unbeaterio y no se volvió a hablar de ella.

II

De cómo la trenza de sus cabellos fué causa de que el Perú

tuviera unagloria artística

El sujeto que, por berrinche, había trasquilado a Mariquita era

un jovende veintiséis años, hijo de un español y de una india.

LlamábaseBaltasar Gavilán. Su padre le había dejado algunos

cuartejos; pero elmuchacho, encalabrinado con la susodicha

hembra, se dió a gastar hastaque vió el fondo de la bolsa, que

ciertamente no podía ser perdurablecomo las cinco monedas de

Juan Espera-en-Dios, alias el Judío Errante.

Era padrino de Baltasar el guardián de San Francisco, fraile de

muchascampanillas y circunstancias, quien, aunque profesaba al

ahijado grancariño, echó un sermón de tres horas al informarse

del motivo que traíaen cuitas al mancebo. El alcalde del crimen

reclamó, en los primerosdías, la persona del delincuente; pero

fuese que Mariquita meditara que,aunque ahorcaran a su

enemigo, no por eso había de recobrar la perdidatrenza, o, lo

más probable, que el influjo de su reverencia alcanzase atorcer

las narices a la justicia, lo cierto es que la autoridad no

hizohincapié en el artículo de extradición.

Page 137: Tradiciones-Peruanas

Baltasar, para distraerse en su forzada vida monástica, empezó

porlabrar un trozo de madera y hacer de él los bustos de la

Virgen, el niñoJesús, los tres Reyes Magos y, en fin, todos los

accesorios del misteriode Belén. Aunque las figuras eran de

pequeñas dimensiones, el conjuntoquedó lucidísimo, y los

visitantes del guardián propalaban que aquelloera una maravilla

artística. Alentado por los elogios, Gavilán seconsagró a hacer

imágenes de tamaño natural, no sólo en madera, sino enpiedra

de Huamanga, algunas de las cuales existen en diversas

iglesiasde Lima.

La obra más aplaudida de nuestro artista fué una Dolorosa,

que nosabemos si se conserva aún en San Francisco. El virrey

marqués deVillagarcía, noticioso del mérito del escultor, quiso

personalmenteconvencerse, y una mañana se presentó en la

celda convertida en taller.Su excelencia, declarando que los

palaciegos se habían quedado cortos enel elogio, departió

familiarmente con el artista; y éste, animado por laamabilidad

del virrey, le dijo que ya le aburría la clausura, que hartopurgada

estaba su falta en tres años de vida conventual, y que

anhelabaancho campo de libertad. El marqués se rascó la punta

de la oreja, y lecontestó que la sociedad necesitaba un

desagravio, y que pues en elPuente había dado el escándalo, era

preciso que en el Puente seostentase una obra cuyo mérito

hiciese olvidar la falta del hombre paraadmirar el genio del

artista. Y con esto, su excelencia giró sobre lostalones y tomó el

camino de la puerta.

Cinco meses después, en 1738, celebrábase en Lima, con

solemne pompa yespléndidos festejos, la colocación sobre el

arco del Puente de laestatua ecuestre de Felipe V.

Page 138: Tradiciones-Peruanas

En la descripción que de estas fiestas hemos leído, son grandes

losencomios que se tributan al artista. Desgraciadamente para su

gloria, nole sobrevivió su obra; pues en el famoso terremoto de

1746, alderrumbarse una parte del arco, vino al suelo la estatua.

Y aquí queremos consignar una coincidencia curiosa. Casi a la

vez quecaía de su pedestal el busto del monarca, recibióse en

Lima la noticiade la muerte de Felipe V a consecuencia de una

apoplejía fulminante, quees como quien dice un terremoto en el

organismo.

III

De cómo una escultura dió la muerte al escultor

Los padres agustinianos sacaban, hasta poco después de 1824,

la célebreprocesión de Jueves Santo, que concluía, pasada la

medianoche con nopoco barullo, alharaca de viejas y escapatoria

de muchachas. Más deveinte eran las andas que componían la

procesión, y en la primera deellas iba una perfecta imagen de la

Muerte con su guadaña y demásmenesteres, obra soberbia del

artista Baltasar Gavilán.

El día en que Gavilán dió la última mano al esqueleto fueron a

su tallerlos religiosos y muchos personajes del país, mereciendo

entusiasta yunánime aprobación el buen desempeño del trabajo.

El artista alcanzabaun nuevo triunfo.

Baltasar, desde los tiempos en que vivió asilado en San

Francisco, sehabía entregado con pasión al culto de Baco, y es

fama que labró susmejores efigies en completo estado de

embriaguez.

Page 139: Tradiciones-Peruanas

Hace poco leí un magnífico artículo sobre Edgardo Poe y

Alfredo deMusset, titulado El alcoholismo en literatura.

Baltasar puede dar temapara otro escrito que titularíamos El

alcoholismo en las bellas artes.

El alcohol retemplaba el espíritu y el cuerpo de nuestro artista;

era suninfa Egeria, por decirlo así. Idea y fuerza, sentimiento y

verdad, todolo hallaba Baltasar en el fondo de una copa.

Para celebrar el buen término de la obra que le encomendaron

losagustinos, fuése Baltasar con sus amigos a la casa de bochas

y se tomóuna turca soberana. Agarrándose de las paredes pudo,

a las diez de lanoche, volver a su taller, cogió pedernal, eslabón

y pajuela, yencendiendo una vela de sebo se arrojó vestido sobre

la cama.

A medianoche despertó. La mortecina luz despedía un extraño

reflejosobre el esqueleto colocado a los pies del lecho. La

guadaña de la Parcaparecía levantada sobre Baltasar.

Espantado, y bajo la influencia embrutecedora del alcohol,

desconoció laobra de sus manos. Dió horribles gritos, y

acudiendo los vecinoscomprendieron, por la incoherencia de sus

palabras, la alucinación deque era víctima.

El gran escultor peruano murió loco el mismo día en que

terminó elesqueleto, de cuyo mérito artístico hablan aún con

mucho aprecio laspersonas que, en los primeros años de la

Independencia, asistieron a laprocesión de Jueves Santo.

DE ASTA Y REJON

Page 140: Tradiciones-Peruanas

Supongo, lector, que tienes edad para haber conversado

concontemporáneos del virrey Pezuela, y que hablándote de una

hija de Eva,esforzada y varonil, les habrás oído esta frase: Es

mujer de asta yrejón.

¿Que sí has oído la frase? Pues entonces allá va el origen de

ella, talcual me ha sido referido por un descendiente de la

protagonista.

I

En una de las casas de la calle de Aparicio vivía por los años

de 1760la señora doña Feliciana Chaves de Mesía.

Era doña Feliciana lo que se llamaba una mujer muy de su

casa y que, apesar de ser rica hasta el punto de sacar al sol la

vajilla de platalabrada y los zurrones de pesos duros, no pensaba

en emperejilarse, sinoen aumentar su caudal. Dueña de una

hacienda en los valles próximos ala ciudad y de la panadería del

Serrano, tenía en el patio de su casados vastos almacenes donde

vendía por mayor harina, azúcar, aceite yotros artículos de

general consumo.

¡Qué tiempos aquéllos! En materia de trabajo nuestras abuelas

eran laromana del diablo, y cuando un hombre se casaba

encontraba en laconjunta, no sólo la costilla complementaria de

su individuo, sino unsocio mercantil que le ahorraba el gasto de

dependientes.

El marido de doña Feliciana hacía tres años que había ido a Ica

aestablecer una sucursal de la casa de Lima, quedándose la

señora alfrente de múltiples operaciones comerciales; y como si

Dios secomplaciera en echar su bendición sobre la trabajadora

Page 141: Tradiciones-Peruanas

limeña, en cuantonegocio ponía mano encontraba una ganancia

loca.

Pero no todo es tortas y pan pintado en este valle de lágrimas,

y cuandomás confiada estaba doña Feliciana en que su marido

no pensaba sino enganar peluconas, recibió de Ica una carta

anónima en que la informaban,con puntos y comas, de cómo el

señor Mesía tenía su chichisbeo, y decómo gastaba el oro y el

moro con la sujeta, y que la susodicha novalía un carámbano ni

llegaba a la suela del zapato de doña Feliciana,que aunque

jamona se conservaba bastante apetecible y no era digna deque

el perillán de su marido la hiciese ascos. Dijo la gallina de

ciertocuento:—Poner huevo y no comer trigo, ésa no va

conmigo.

El anónimo levantó roncha en el espíritu de la señora, y se dió

a pensaren la infidelidad del señor Mesía; y tanto zumbó en su

alma el tábano delos celos, que decidió remontar el vuelo, caerle

al cuello al perjuro ysorprenderlo en el gatuperio. Pero era el

caso que para ir, en esostiempos, a Ica se gastaba muchos días y

se corrían mil peligros; y comolas bodegas no podían quedar

cerradas o a merced de un dependiente,resolvióse a venderlas,

comisión que encargó a un español llamadoVilches, que era su

compadre y hombre para ella de toda confianza.

En esos tiempos las transacciones eran muy expeditivas, como

que no seestilaban muchas fórmulas, y antes de cuarenta y ocho

horas vió doñaFeliciana entrar por las puertas de su casa algunas

talegas de a mil.La señora regaló a Vilches una de ellas en

recompensa de su actividad,y desembarazada de estorbos alistó

viaje para tres días después.

Page 142: Tradiciones-Peruanas

II

Aquella noche doña Feliciana echó sus cuentas y resolvió que,

apenasamaneciese Dios, debía depositar su dinero y alhajas en

casa de uncomerciante de proverbial honradez. Pero sus celosas

cavilaciones por unlado, y por otro sus cálculos rentísticos, la

quitaron el sueño, y enello tuvo no poca ventura.

Serían las dos de la madrugada, hora de gatos y ladrones,

cuando sintióun ligero y cauteloso ruido de pasos en el traspatio.

Aguzó el oído, yse convenció de que en una puerta que

comunicaba con su dormitorioestaban aplicando lo que no en

tecnicismo de botica, sino en el de loshijos de Caco, se llamaba

entonces una ventosa. Consistía esteexperimento en abrir por

medio del fuego un boquete en la madera.

Doña Feliciana saltó con presteza del lecho, y de una esquina

del cuartotomó una asta o varilla de palo a cuyo extremo adaptó

un puntiagudorejoncillo de hierro. Era ésta el arma con que

acostumbraban salir alcampo todos los hacendados.

Así prevenida, nuestra heroína se colocó en acecho tras la

puerta.Apenas la ventosa hubo dejado expedito un gran agujero,

asomó por él unacabeza. Doña Feliciana, sin dar el quién vive,

le clavó el rejoncillo enla nuca.

El ladrón exhaló un grito de muerte, y sus compañeros

pusieron pie enpared. Entonces la señora dió voces, alborotóse

el vecindario, acudió laronda, y con universal sorpresa hallaron

moribundo al honrado Vilches,quien cantó de plano y denunció

a sus compañeros de empresa.

III

Page 143: Tradiciones-Peruanas

Todos se hicieron lenguas del arrojo de doña Feliciana, y en

Lima no sehablaba de otra cosa. De haber habido periódicos, la

habrían consagradoestrepitoso bombo en la crónica local.

La fama de su hazaña la había precedido a Ica, adonde llegó

una mañana,armada de asta y rejón, y abocándose a su marido le

dijo:

—A Lima, señor mío, y a su casa si no quiere usted que haga

en supersonita otro tanto de lo que hice en la de Vilches, y lo

deje tal queno sirva ni para simiente de rábanos.

El de Mesía tembló como azogado, mandó ensillar la mula y,

sin chistarni mistar, obedeció el precepto.

Desde entonces ella llevó en la casa los pantalones, y él fué el

másfiel de los maridos de que hacen mención las historias

sagradas yprofanas, como que sabía que le iba la pelleja en el

primer tropezón enque lo pillase madama.

Mucho cuento es tener por compañera una mujer de asta y

rejón.

LOS ARGUMENTOS DEL CORREGIDOR

I

Parece que una mañana se levantó Carlos III con humor de

suegra, yfrancamente que razón había harta para avinagrar el

ánimo del monarca.Su majestad había soñado que las arcas

reales corrían el peligro deverse como Dios quiere a las almas,

es decir, limpias, porque sussúbditos de las Américas andaban

un si es no es remolones paraproveerlas.

Page 144: Tradiciones-Peruanas

—¡Carrampempe! Pues a mí no ha de pasarme lo que a don

Enrique elDoliente que, no embargante ser rey y de los tiesos,

llegó día en que notuvo cosa sólida que meter bajo las narices, y

empeñó el gabán para queel cocinero pudiera condimentarle una

sopa de ajos y un trozo de jabalíahumado. Que me llamen a don

José Antonio.

Y don José Antonio de Areche, del Consejo de Indias y

caballero de ladistinguida orden de Carlos III, no tardó en

presentarse ante su rey, ydisertar con él largo y tendido sobre los

atrenzos del real tesoro. Ypor consecuencia de la plática entre

señor y vasallo, nos cayó comollovido por estos reinos del Perú,

en 1777 y con el título de Visitadorgeneral, un culebrón de los

finos.

El Visitador, a poco de llegado a Lima, se convenció de que la

tierraera muy rica y la comisión sabrosa y de papilla. Item,

adivinó, sin serbrujo, que los peruleros éramos mansitos de

genio y, por ende,susceptibles de soportar cuanta albarda

pluguiera a su señoria echarnosa cuestas. Y pensado y hecho, y

sin andarse con algórgoras ni brujoleos,se nos vino al bulto y

decretó impuestos, y estancos, y tarifas y qué séyo cuántas

gurruminas. ¡Dios me perdone!, pero cuentan que,anticipándose

a un municipio de estos maravillosos tiempos, estuvo en

untumbo de dado que estableciera contribución canina, sin

exceptuar deella al perro de San Roque, ni al de Santo Domingo,

ni al de San Lázaro,ni al de Santa Margarita que, según colijo,

fueron santos aficionados achuchos.

Pero tanto estiró la cuerda que, a la postre, vino el estallido,

yreventó y se armó la tremenda. El Visitador era testarudo, no

cejó unápice y siguió ajustándonos las clavijas como a guitarra

ajena. Y hubouna tal de zambomba y degollina, horca, y

Page 145: Tradiciones-Peruanas

jicarazo, que... ¡vamos!debemos tomar por especial cariño y

bendición de Dios no haber comidopan en aquel desbarajustado

siglo. Por fin de fines, los pícarosimpuestos subsistieron y, entre

gruñido y refunfuños, hubo de pagarlostodo aquel que, teniendo

ley a su pescuezo, no ambicionara ponerlo enrelaciones íntimas

con el verdugo.

A la vez que así nos sacaba roñosos maravedises para su

majestad, echósesu señoría a pesquisar a todos los empleados

que tenían manejo de fondospúblicos; y tal revoltijo y gatuperio

hallaría en el examen de algunascuentas, que plantó en chirona a

encopetados personajes responsables deéstas. Es fama que,

oyendo los descargos que le daba un empleado, dijoaburrido el

señor de Areche:

—¿Sabe usted, señor alcabelero, que no entiendo sus cuentas?

—No es extraño, señor Visitador. Yo tampoco las entiendo, y

eso que lascuentas son mías.

¡Vaya si las malditas andarían enredadas!

Entre los presos hallábase cierto corregidor, de quien decíase

que habíasido más voraz que sanguijuela para sacar el quilo a

los pueblos cuyogobierno le estaba encomendado. La causa,

entre probanzas, testigos,careos, apelaciones y demás

batiborrillo de la chusma forense, llevabatrazas de dar tela para

pleito durante tres generaciones por lo menos.Nuestro hombre

resolvió cortar por el atajo y, abocándose con elcarcelero, le

pidió resueltamente que lo dejase salir por un par dehoras,

empeñándole palabra de regresar a la prisión antes de

queexpirase el término fijado. El carcelero reflexionó que la

palabra dehonor no es cosa para empeñada, pues sobre tal

prenda no desata unusurero los cordones de la bolsa, y dijo

Page 146: Tradiciones-Peruanas

rotundamente que nones. Masdeslumbrado por el brillo de

algunas peluconas, que al descuido y concuidado le puso entre

las manos el preso, acabó por ablandarse y corrercerrojos y abrir

rejas.

II

Eran las siete de la noche. Hallábase el señor Visitador en el

salón desu casa echando una mano de tresillo con unos amigos,

y acababan dehacerle puesta real en solo de oros con estuches,

falla y reyenano, cuando entró su mayordomo y, llamándolo

aparte, le dijo:

—Un caballero quiere hablar en el instante con su señoría.

—¡Algún importuno! Que vuelva mañana. ¿No te ha dicho su

nombre?

—No, señor; pero me ha regalado dos onzas de oro porque

pasara recado,y como no era decente que esperase respuesta en

el zaguán, lo he hechoentrar en el cuarto de estudio.

—¡Y dices que te ha dado dos onzas de alboroque! Pues ha de

ser algo deimportancia lo que trae a ese sujeto.

Y volviéndose a sus tertulios, les dijo:

—Con permiso, caballeros, no tardaré en volver, y que don

Narcisojuegue por mí. ¡Es vida muy aporreada la que llevo, y no

se la doy a mimayor enemigo!

Y don José Antonio se dirigió al estudio, que estaba situado en

el patiode la casa. Esperábalo allí un embozado que, al

presentarse Areche, sedescubrió y dijo cortésmente:

Page 147: Tradiciones-Peruanas

—Buenas y santas noches.

—Así se las dé Dios. ¡Hola, hola, señor mío! ¿Cómo ha salido

de lacárcel sin mi licencia?

—No hizo falta, señor Visitador. He dado mi palabra, y sabré

cumplirla,de regresar en breve a la prisión.

—Supongo a lo que usted viene..., a hablarme, sin duda, de su

causa.

—Precisamente, señor Visitador.

—Pues tiempo perdido, amigo mío. Lo veo a usted en mal

caballo, y condolor de mi corazón tendré que ser severo; que el

rey no me ha enviadopara que ande con blanduras y

contemplaciones. En su causa haydocumentos atroces y testigos

libres de tacha cuyas declaraciones bastany sobran para enviar a

la horca diez prójimos de su calibre. Yo soy muyrecto, y

tratándose de administrar justicia no me caso ni con la madreque

me parió.

—Pues, señor Visitador, contra todo lo que dice su señoría que

hay degrave en mi proceso, poseo yo mil argumentos

irrefutables; sí, señor,mil argumentos. Y lo mejor es que seamos

amigos y nos dejemos depleitos, que no sirven sino para traer

desazones, criar mala sangre yhacer caldo gordo a escribas y

fariseos.

—¿Y por qué, si tiene tanta confianza en que han de sacarlo

airoso, noha hecho uso de sus argumentos? Ya quisiera conocer

uno pararefutárselo.

—Si el señor Visitador me ofrece no airarse y guardarme el

secreto,diréle en puridad cuáles son mis argumentos.

Page 148: Tradiciones-Peruanas

—Hable usted clara y como Cristo nos enseña. Presénteme

uno solo de susargumentos, y guarde los novecientos noventa y

nueve restantes, que nitiempo hay sobrado ni ocasión es ésta

para hacerme cargo de ellos.

Entonces el corregidor metió mano al bolsillo, y entre el

pulgar y elíndice sacó una onza de oro.

—¿Ve su señoría este argumento?

—¡Eso es una pelucona, señor corregidor!

—Pues mil argumentos de su especie tengo listos para que se

corte elproceso. Y buenas noches, señor Visitador, que las horas

vuelan y lapalabra es palabra.

Y paso entre paso, el corregidor siguió camino de la cárcel.

En cuanto al señor de Areche, refieren que volvió cogitabundo

a ocuparsu puesto en la mesa de tresillo, que en toda la santa

noche no hizojugada en regla, y que, por primera vez en su vida,

cometió dosrenuncios, prueba clara de la preocupación de su

ánimo.

III

¡Qué demonche! Yo no soy maldiciente, pero en la historia

hay hechos quelo sacan a uno de quicio.

Y la prueba de que don José Antonio de Areche no jugó muy

limpio, quedigamos, en el desempeño de la comisión que el rey

le confiara, está enque, a pesar de los pesares, su majestad se vió

forzado a destituirlo,llamándolo a España, confiscándole la

hacienda, y sentenciándolo a vivirdesterrado de la villa y corte

de Madrid.

Page 149: Tradiciones-Peruanas

Al siguiente día de la entrevista con el Visitador, fué puesto

enlibertad el preso y se sobreseyó en la causa.

¡Y tenga usted fe en la incorruptibilidad de la justicia!

Digo, ¡si fumarían en pipa los argumentos del corregidor!

LA NIÑA DEL ANTOJO

Generalizada creencia era entre nuestros abuelos que a las

mujeresencintas debía complacerse aún en sus más

extravagantes caprichos.Oponerse a ellos equivalía a malograr

obra hecha. Y los discípulos deGaleno eran los que más

contribuían a vigorizar esa opinión, si hemos dedar crédito a

muchas tesis o disertaciones médicas, que impresas enLima, en

diversos años, se encuentran reunidas en el tomo XXIX

dePapeles varios de la Biblioteca Nacional.

Las mujeres de suyo son curiosas, y bastaba que les estuviese

vedadoentrar en claustros para que todas se desviviesen por

pasear conventos.No había, pues, en el siglo pasado limeña que

no los hubiese recorridodesde la celda del prior o abadesa hasta

la cocina.

Tan luego como en la familia se presentaba hija de Eva en

estadointeresante, las hermanitas, amigas y hasta las criadas se

echaban aarreglar programa para un mes de romería por los

conventos. Y la mejormañana se aparecían diez o doce tapadas a

la portería de San Francisco,por ejemplo, y la más vivaracha de

ellas decía, dirigiéndose al legoportero:

—¡Ave María purísima!

—Sin pecado concebida. ¿Qué se ofrece, hermanitas?

Page 150: Tradiciones-Peruanas

—Que vaya usted donde el reverendo padre guardián y le diga

que estaniña, como a la vista está, se encuentra abultadita, que

se le haantojado pasear el convento, y que nosotras venimos

acompañándola por sile sucede un trabajo.

—¡Pero tantas!...—murmuraba el lego entre dientes.

—Todas somos de la familia: esta buena moza es su tía carnal;

estas dosson sus hermanas, que en la cara se les conoce; estas

tresgordinfloncitas son sus primas por parte de madre; yo y esta

borradita,sus sobrinas, aunque no lo parezcamos; la de más allá,

esa negrachicharrona, es la mama que la crió; ésta es su...

—Basta, basta con la parentela, que es larguita—interrumpía

el legosonriendo.

Aquí la niña del antojo lanzaba un suspiro, y las que la

acompañabandecían en coro:

—¡Jesús, hijita! ¿Sientes algo? Vaya usted prontito, hermano,

a sacarla licencia. ¡No se embrome y tengamos aquí un trabajo!

¡Virgen de laCandelaria! ¡Corra usted, hombre, corra usted!

Y el portero se encaminaba, paso entre paso, a la celda del

guardián; ycinco minutos después regresaba con la superior

licencia, que supaternidad no tenía entrañas de ogro para

contrariar deseo deembarazada.

—Puede pasar la niña del antojo con toda la sacra familia.

Y otro lego asumía las funciones de guía o ciceron

Por supuesto que en muchas ocasiones la barriga era de pega,

es decir,rollo de trapos; pero ni guardián ni portero podían

meterse aaveriguarlo. Para ellos vientre abovedado era pasaporte

en regla.

Page 151: Tradiciones-Peruanas

Y de los conventos de frailes pasaban a los monasterios de

monjas; y decada visita regresaba a casa la niña del antojo

provista de ramos deflores, cerezas y albaricoques, escapularios

y pastillas. Las camaradasparticipaban también del pan bendito.

Y la romería en Lima duraba un mes por lo menos.

Un arzobispo, para poner coto al abuso y sin atreverse a

romperabiertamente con la costumbre, dispuso que las

antojadizas limeñasrecabasen la licencia, no de la autoridad

conventual, sino de la curia;pero como había que gastar en una

hoja de papel sellado, y firmarsolicitud, y volver al siguiente día

por el decreto, empezaron adisminuir los antojos.

Su sucesor, el señor La Reguera, cortó de raíz el mal

contestando unno redondo a la primera prójima que fué con el

empeño.

—¿Y si malparo, ilustrísimo señor?—insistió la postulante.

—De eso no entiendo yo, hijita, que no soy comadrón, sino

arzobispo.

Y lo positivo es que no hay tradición de que limeña alguna

haya abortadopor no pasear claustros.

Entre los manuscritos que en la Real Academia de la Historia,

en Madrid,forman la colección de Matalinares, archivo de

curiosos documentosrelativos a la América, hay uno (cuaderno

3º del tomo LXXVII) códice queno es sino el extracto de un

proceso a que en el Perú dió motivo la niñadel antojo.

Guardián de la Recoleta de Cajamarca era, por los años de

1806, frayFernando Jesús de Arce, quien, contrariando la

Page 152: Tradiciones-Peruanas

arzobispal ydisciplinaria disposición, dió en permitir el paseíto

por su claustro alas cristianas que lo solicitaban alegando el

delicado achaque. Laautoridad civil tuvo o no tuvo sus razones

para pretender hacerlo entraren vereda, y se armó proceso, y

gordo.

El padre comisario general apoyó al padre Arce, presentando,

entre otrosargumentos, el siguiente que, a su juicio, era capital y

decisivo:—Laconservación del feto es de derecho natural y el

precepto de la clausuraes de derecho positivo, y por

consideración al último no seríacaritativo exponer una mujer al

aborto.

El padre Arce decía que para él era caso de conciencia

consentir en elcapricho femenino; pues una vez que se negó a

conceder tal licenciaacontecióle que, a los tres días, se le

presentó la niña del antojollevando el feto en un frasco y

culpándolo de su desventura. Añadía elpadre Arce que por él no

había de ir otra almita al limbo, que no sesentía con hígados

para hacer un feo a antojos de mujer encinta.

El vicario foráneo se vió de los hombres más apurados para

dar su fallo,y solicitó el dictamen de Matalinares, que era a la

sazón fiscal de laAudiencia de Lima. Matalinares sostuvo que

no por el peligro del feto,sino por corruptelas y consideraciones

de conveniencia o por privilegiosapostólicos para determinadas

personas de distinción, se había toleradola entrada de mujeres en

clausura de regulares, y que eso de los antojosera grilla y

preocupación. En resumen, terminaba opinando que

sepreviniese al padre comisario general ordenase al guardián de

laRecoleta que por ningún pretexto consintiese en lo sucesivo

visitas defaldas, bajo las penas designadas por la Bula de

Benedicto XV, expedidaen 3 de enero de 1742.

Page 153: Tradiciones-Peruanas

El vicario, apoyándose en tan autorizado dictamen, falló

contra elguardián; pero éste no se dió por derrotado, y apeló ante

el obispo,quien confirmó la resolución.

Fray Fernando Jesús de Arce era testarudo, y dijo en el primer

momentoque no acataba el mandato mientras no viniese del

mismo Papa; pero suamigo, el comisario general, consiguió

apaciguarlo, diciéndole:

—Padre reverendo, más vale maña que fuerza. Pues la

cuestión ante todoes de amor propio, éste quedará a salvo

acatando y no cumpliendo.

El padre Arce quedó un minuto pensativo; y luego, pegándose

una palmadaen la frente, como quien ha dado en el quid de

intrincado asunto,exclamó:

—¡Cabalito! ¡Eso es!

Y en el acto hizo formal renuncia de la guardianía, para que

otro y noél cargase con el mochuelo de enviar almitas al limbo.

LA LLORONA DEL VIERNES SANTO

CUADRO TRADICIONAL DE COSTUMBRES ANTIGUAS

Existía en Lima, hasta hace cincuenta años, una asociación de

mujerestodas garabateadas de arrugas y más pilongas que piojo

de pobre, cuyooficio era gimotear y echar lagrimones como

garbanzos. ¡Vaya unaprofesión perra y barrabasada! Lo

particular es que toda socia era viejacomo el pecado, fea como

un chisme y con pespuntes de bruja y rufiana.En España

dábanlas el nombre de plañidoras; pero en estos reinos delPerú

se les bautizó con el de doloridas o lloronas.

Page 154: Tradiciones-Peruanas

Que el gobierno colonial hizo lo posible por desterrarlas, me lo

pruebaun bando o reglamento de duelos que el virrey don

Teodoro de Croix mandópromulgar en Lima con fecha 31 de

agosto de 1786, y que he tenidooportunidad de leer en el tomo

XXXVIII de Papeles varios de laBiblioteca Nacional. Dice así,

al pie de la letra, el artículo 12 delbando: «El uso de las lloronas

o plañidoras, tan opuesto a las máximasde nuestra religión como

contrario a las leyes, queda perpetuamenteproscrito y abolido,

imponiéndose a las contraventoras la pena de un mesde servicio

en un hospital, casa de misericordia o panadería». Pareceque

este bando fué como tantos otros, letra muerta.

No bien fallecía prójimo que dejase hacienda con que pagar un

decentefuneral, cuando el albacea y deudos se echaban por esas

calles en buscade la llorona de más fama, la cual se encargaba

de contratar a lascomadres que la habían de acompañar. El

estipendio, según reza un añejocentón que he consultado, era de

cuatro pesos para la plañidera en jefey dos para cada subalterna.

Y cuando los dolientes, echándola derumbosos, añadían algunos

realejos sobre el precio de tarifa, entonceslas doloridas estaban

también obligadas a hacer algo de extraordinario,y este algo era

acompañar el llanto con patatuses, convulsionesepilépticas y

repelones. Ellas, en unión de los llamados pobres dehacha, que

concurrían con un cirio en la mano, esperaban a la puertadel

templo la entrada y salida del cadáver para dar rienda suelta a

suaflicción de contrabando.

Dígase lo que se quiera en contra de ellas; pero lo que yo

sostengo esque ganaban la plata en conciencia. Habíalas tan

adiestradas que noparece sino que llevaban dentro del cuerpo un

almacén de lágrimas; tantoeran éstas bien fingidas, merced al

expediente de pasarse por los ojoslos dedos untados en zumo de

Page 155: Tradiciones-Peruanas

ajos y cebollas. Con frecuencia, así habíanconocido ellas al

difundo como al moro Muza, y mentían que era uncontento

exaltando entre ayes y congojas las cualidades del muerto.

—¡Ay, ay! ¡Tan generoso y caritativo!—y el que iba en el

cajón habíasido usurero nada menos.

—¡Ay, ay! ¡Tan valiente y animoso!—el infeliz había liado los

bártulospor consecuencia del mal de espanto que le ocasionaron

los duendes y laspenas.

—¡Ay, ay! ¡Tan honrado y buen cristiano!—y el difunto había

sido, porsus picardías y por lo encallecida que traía la

conciencia, digno demorir en alto puesto, es decir, en la horca.

Y por este tono eran las jeremiadas.

No concluía aquí la misión de las lloronas. Quedaba aún el

rabo pordesollar; esto es, la ceremonia de recibir el duelo en

casa deldifunto durante treinta noches. Enlutábanse con

cortinados negros lasala y cuadra, alumbrándolas con un fanal o

guardabrisa cubierta por untul que escasamente dejaba adivinar

la luz, o bien encendían unapalomilla de aceite que despedía

algo como amago de claridad, pero querealmente no servía sino

para hacer más terrorífica la lobreguez. Desdelas siete de la

noche los amigos del finado entraban silenciosos en lasala y

tomaban asiento sin proferir palabra. Un duelo era en

buenromance una consagración de mudos.

La cuadra era el cuartel general de las faldas y de las pulgas.

Lasamigas imitaban a los varones en no mover sus labios, lo

cual, bienmirado, debía ser ruda penitencia para las hijas de Eva.

Sólo a laslloronas les era lícito sonarse con estrépito y lanzar de

Page 156: Tradiciones-Peruanas

rato en ratoun ¡ay Jesús! o un suspiro cavernoso, que parecía

queja del otromundo.

Escenas ridículas acontecían en los duelos. Un travieso, por

ejemplo,largaba media docena de ratoncillos en la cuadra, y

entonces se armabauna de gritos, carreras, chillidos y pataletas.

Por fortuna, con las campanadas de las ocho terminaba la

recepción: aquíeran los apuros entre las mujeres. Ninguna quería

ser la primera enlevantarse. Llamábase este acto romper el

chivato.

A la postre se decidía alguna a dar esta muestra de coraje,

yacercándose a la no siempre inconsolable viuda, le decía:

—¡Cómo ha de ser! Hágase la voluntad de Dios. Confórmate,

hija mía, queél está entre santos y descansando de este mundo

ingrato. No te des a lapena, que eso es ofender a quien todo lo

puede.

Y todas iban despidiéndose con idéntica retahila.

Cuando la familia regresaba de dar el pésame, por supuesto

que poníasobre el tapete a la viuda y a la concurrencia, y

cortaban lasmuchachas, con la tijera que Dios les dió, unos

sayos primorosos. Lo quees la abuela o alguna tía, a quienes el

romadizo había impedido ir acumplir con la viuda, preguntaban.

—¿Y quién rompió el chivato?

—Doña Estatira, la mujer del escribano.

—Ella había de ser, ¡la muy sinvergüenza! ¡Ya se ve..., una

mujer quetiene coraje para llamarse Estatira!...

Page 157: Tradiciones-Peruanas

Por más que cavilo no acierto a darme cuenta del porqué de

estamurmuración. ¡Caramba! Supongo que una visita no ha de

ser eterna, y quealguien ha de dar ejemplo en lo de tomar el

camino de la puerta, y queno hay ofensa a Dios ni al prójimo en

llamarse Estatira.

En cada noche recibía la llorona una peseta columnaria y un

bollo dechocolate. Y no se olvide que la ganga duraba un mes

cabal.

Sólo en el fallecimiento de los niños no tenían las lloronas

misión quedesempeñar. ¡Ya se ve! ¡Angelitos al cielo!

Pero entre todas las plañidoras había una que era la categoría,

el nonplus ultra del género, y que sólo se dignaba asistir a

entierro devirrey, de obispos o personajes muy encumbrados.

Distinguíase con eltítulo de la llorona del Viernes Santo. El

pueblo la llamaba con otronombre que, por no ruborizar a

nuestras lectoras, dejamos en el fondodel tintero.

Así, se decía:—El entierro de don Fulano ha estado de lo

bueno lomejor. ¡Con decirte, niña, que hasta la llorona del

Viernes Santo estuvoen la puerta de la iglesia!

Para mí sólo hay una profanación superior a ésta, y es la que

anualmentese realiza en las grandes ciudades, con el paseo o

romería que, ennoviembre, se emprende al cementerio. La

vanidad de los vivos y no eldolor de los deudos es quien ese día

adorna las tumbas con flores,cintas y coronas emblemáticas.—

¿Qué se diría de nosotros?—dicen loscariñosos parientes—. Es

preciso que los demás vean que gastamoslujo—. Y encontré

vanidad hasta en la muerte, dice el más sabio delos libros.

Page 158: Tradiciones-Peruanas

Las losas sepulcrales son objeto de escarnio y difamación en

esaromería.

—¡Hombre!—dice un mozalbete a otro chisgarabís de su

estofa, pasandorevista a las lápidas—. Mira quién está aquí... La

Carmencita... ¿No teacuerdas, chico?... La que fué querida de mi

primo el banquero, y lecostó un ojo de la cara... Muchacha muy

caritativa... y bonita, eso sí,sólo que se pintaba las cejas y

fruncía la boca para esconder un dientemellado.—¡Preciosa

corona le han puesto a don Melquíades! Mejor se lapuso su

mujer en vida.—¡Buen mausoleo tiene don Junípero! ¡Podría

sermejor, que para eso robó bastante cuando fué ministro de

Hacienda!¡Valiente pillo!—Fíjate en el epitafio que le han

puesto a don Milón,que no fué sino un borrico con herrajes de

oro y albarda de plata.¡Llamar pozo de ciencia y de sabiduría a

ese grandísimo cangrejo!—¡Granzorra fué doña Remedios! La

conocí mucho, mucho. ¡Como que casi tuve unlance con el Juan

Lanas de su marido!—No sabía yo que se había yamuerto el

marqués del Algarrobo. ¡Bien viejo ha ido al hoyo! ¡Como

queera contemporáneo de los espolines de Pizarro!—¡Pucha!

Aquí está unpatriota abnegado, de esos que dan el ala para

comerse la pechuga y quesaben sacar provecho de toda

calamidad pública.

Y basta para muestra de irreverente murmuración. A estas

maldicientesles viene a pelo la copla popular:

El zapato traigo roto,

¿con qué lo remedaré?

Con picos de malas lenguas

que propalan lo que no es.

Page 159: Tradiciones-Peruanas

El verdadero dolor huye del bullicio. Ir de paseo al cementerio

el díade finados por ver y hacerse ver, por aquello de—¿adónde

vas Vicente?,a donde va toda la gente—como se va a la plaza de

toros, por noveleríay por matar tiempo, es cometer el más

repugnante y estúpido de lossacrilegios.

Dejo en paz a los difuntos y vuelvo a las lloronas.

Los padres mercedarios, en competencia con lo que la víspera

hacían losagustinianos, sacaban el Viernes Santo en procesión

unas andas con elsepulcro de Cristo, y tras ellas y rodeada por

multitud de beatas, ibauna mujer desgreñada, dando alaridos,

echando maldiciones a Judas, aCaifás, a Pilatos y a todos los

sayones; y lo gracioso es que, sin quese escandalizase alma

viviente, lanzaba a los judíos apóstrofes tansubidos de punto

como el llamarlos hijos de... la mala palabra.

De la capilla de la Vera Cruz salía también, a las once de la

noche, lafamosa procesión de la Minerva, que, como se sabe, era

costeada porlos nobles descendientes de los compañeros de

Pizarro, quien fué elfundador de la aristocrática hermandad y

obtuvo que el Papa enviara parala iglesia un trozo del verdadero

lignun crucis, reliquia que aunconservan los dominicos.

Pero en esta procesión todo era severidad, a la vez que lujo y

grandeza.La aristocracia no dió cabida nunca a las lloronas,

dejando ese adornopara la popular procesión de los mercedarios.

El arzobispo don Bartolomé María de las Heras no había

gozado de esasmojigangas; y el primer año, que fué el de 1807,

en que asistió a laprocesión hizo, a media calle, detener las

andas, ordenando que seretirase aquella mujer escandalosa que,

sin respeto a la santidad deldía, osaba pronunciar palabrotas

inmundas.

Page 160: Tradiciones-Peruanas

¿Creerán ustedes que el pueblo se arremolinó para impedirlo?

Pues asícomo suena. ¡No faltaba más que deslucir la procesión

eliminando de ellaa la llorona!

El sagaz arzobispo se sonrió y, acatando la voluntad del

pueblo, mandóque siguiese su curso la procesión; pero en el año

siguiente prohibiócon toda entereza a los mercedarios semejante

profanación.

En cuanto a las plañidoras de entierros, ellas pelecharon por

algunosaños más.

Como se ve por este ligero cuadro, si había en Lima oficio

productivoera el de las lloronas. Pero vino la Patria con todo su

cortejo deimpiedades, y desde entonces da grima morirse; pues

lleva uno al mudarde barrio la certidumbre de que no lo han de

llorar en regla.

A las lloronas las hemos reemplazado con algo peor si cabe...,

con lasnecrologías de los periódicos.

¡A NADAR, PECES!

Posible es que algunos de mis lectores hayan olvidado que el

área en quehoy está situada la estación del ferrocarril de Lima al

Callaoconstituyó en días no remotos la iglesia, convento y

hospital de laspadres juandedianos.

En los tiempos del virrey Avilés, es decir, a principios del

siglo,existía en el susodicho convento de San Juan de Dios un

lego ya entradoen años, conocido entre el pueblo con el apodo

de el padre Carapulcra,mote que le vino por los estragos que en

su rostro hiciera la viruela.

Page 161: Tradiciones-Peruanas

Gozaba el padre Carapulcra de la reputación de hombre de

agudísimoingenio, y a él se atribuyen muchos refranes populares

y dichospicantes.

Aunque los hermanos hospitalarios tenían hecho voto de

pobreza, nuestrolego no era tan calvo que no tuviera enterrados,

en un rincón de sucelda, cinco mil pesos en onzas de oro.

Era tertulio del convento un mozalbete, de aquellos que

usaban aritode oro en la oreja izquierda y lucían pañuelito de

seda filipina en elbolsillo de la chaqueta, que hablaban

ceceando, y que eran losdompreciso en las jaranas de

mediopelo, que chupaban más que esponjay que rasgueaban de

lo lindo, haciendo decir maravillas a las cuerdas dela guitarra.

Sus barruntos tuvo éste de que el hermano lego no era tan

pobre desolemnidad como las reglas de su instituto lo exigían; y

dióse tal maña,que el padre Carapulcra llegó a confesarle en

confianza que,realmente, tenía algunos maravedíes en lugar

seguro.

—Pues ya son míos—dijo para sí el niño Cututeo, que tal era

elnombre de guerra con que el mocito había sido solemnemente

bautizadoentre la gente de chispa, arranque y traquido.

Estas últimas líneas están pidiendo a gritos una explicación.

Démosla avuela pluma.

El bautismo de un mozo de tumbo y trueno se hacía delante de

unabotija de aguardiente, cubierta de cintas y flores. El aspirante

larompía de una pedrada, que lanzaba a tres varas de distancia, y

elmérito estribaba en que no excediese de un litro la cantidad de

licorque caía al suelo; en seguida el padrino servía a todos los

asistentes,mancebos y damiselas; y antes de apurar la primera

Page 162: Tradiciones-Peruanas

copa, pronunciaba unspeach, aplicando al candidato el apodo

con que, desde ese instante,quedaba inscripto en la cofradía de

los legítimos chuchumecos.Concluída esta ceremonia, empezaba

una crápula de esas de hacer temblarel mundo y sus alrededores.

Entre esos bohemios del vicio era mucha honra poder decir:

—Yo soy chuchumeco legítimo y recibido, no como quiera,

sino por elmismo Pablo Tello en persona, con botija abierta,

arpa, guitarra ycajón.

Largo podríamos escribir sobre este tema y sobre el tecnicismo

ojerigonza que hablaban los afiliados; pero ello es

comprometedor ypeliagudo, y será mejor que lo dejemos para

otro rato, que no se ganóZamora en una hora.

Una tarde en que, con motivo de no sé qué fiesta, hubo mantel

largo enel refectorio de los juandedianos, se agarraron a trago va

y trago vieneel lego y el chuchumeco, y cuando aquél estaba ya

madio chispo, hubode parecerle a éste propicia la oportunidad

para venturar el golpe degracia.

—Si su paternidad me confiara parte de esos realejos que tiene

ociososy criando moho, permita Dios que el piscolabis que he

bebido se mevuelva en el buche rejalgar o agua de estanque con

sapos y sabandijas,si antes de un año no se los he triplicado.

El demonio de la codicia dió un mordisco en el corazón del

lego.

—Mire su paternidad—prosiguió el niño—. Yo he sido

mancebo de labotica de don Silverio, y tengo la farmacopea en

la punta de la uña. Condos mil pesos ponemos una botica que le

eche la pata encima a la delGato.

Page 163: Tradiciones-Peruanas

—¡Con tan poco, hombre!—balbuceó el juandediano.

—Y hasta con menos; pero me fijo en suma redonda porque

me gusta hacerlas cosas en grande y sin miseria. Un almirez, un

morterito de piedra,una retorta, un alambique, un tarro de

sanguijuelas, unas cuantas onzasde goma, linaza, achicoria y

raíz de altea, unos frascos vistosos,vacíos los más y pocos con

droga, y pare de contar... Es cuantonecesitamos. Créame su

paternidad. Con cuatro simples, en un verbo lepongo yo la

primera botica de Lima.

Y prosiguió, con variaciones sobre el mismo tema, excitando

la codiciadel hospitalario y halagando su vanidad con llamarlo a

roso y velloso supaternidad. Parece que el muy tunante

guardaba en la memoria estepareado:

para surgir, con adularte basta;

la lisonja es jabón que no se gasta.

Mucho alcanza un adulador, sobre todo cuando sabe exagerar

la lisonja. Apropósito de adulaciones, no recuerdo en qué

cronicón he leído que unode los virreyes del Perú fué hombre

que se pagaba infinito que locreyesen omnipotente. Discurríase

una noche en la tertulia palaciegasobre el Apocalipsis y el juicio

final; y el virrey, volviéndose a ungarnacha, mozo limeño y

decidor, que hasta ese momento no habíadespegado los labios

para hablar en la cuestión, le dijo:—Y usted,señor doctor,

¿cuándo cree que se acabará el mundo?—Es claro—contestóel

interpelado—, cuando vuecelencia mande que se acabe.—

Agrega elcronista que el virrey tomó por lisonja fina la picante y

epigramáticarespuesta. ¡Si viviría el hombre convencido de su

omnipotencia!

Page 164: Tradiciones-Peruanas

A la postre, el buen lego mordió el anzuelo y empezó por

desenterrarcien peluconas.

Y la botica se puso, luciendo en el mostrador cuatro redomas

con aguasde colores y una garrafa con pececitos del río. En los

escaparates seostentaban también algunos elegantes frascos de

drogas; pero con elpretexto de que hoy se necesita tal bálsamo y

mañana cual menjurge,llegó el boticario a arrancarle a su socio

todas las muelas que teníabajo tierra.

Y pasaron meses; y el mocito, que entendía de picardías más

que unaculebra, le hacía cuentas alegres, hasta que aburrido

Carapulcra, ledijo:

—Pues, señor, es preciso que demos un balance, y cuanto más

prontomejor.

—Convenido—contestó impávido Cututeo—: mañana mismo

nos ocuparemosde eso.

Y aquella tarde vendió a otros del oficio, por la mitad de

precio,cuanto había en los escaparates, y la botica quedó limpia

sin necesidadde escoba.

Cuando al día siguiente fué Carapulcra en busca del

compañero para darprincipio al balance, se encontró con que el

pájaro había volado, y porúnica existencia la garrafa de los

peces.

Púsose el lego furioso, y en su arrebato cogió la garrafa y la

arrojó ala acequia diciendo:

—¡A nadar, peces!

Y he aquí, por si ustedes lo ignoran, el origen de esta frase.

Page 165: Tradiciones-Peruanas

Y luego el padre Carapulcra, tomándose la cabeza entre las

manos, sedejó caer en un sillón de vaqueta murmurando:

—¡Ah pícaro! Con cuatro simples me dijo que se ponía una

botica...¡Embustero! El la puso con sólo un simple... ¡y ése fuí

yo!

CONVERSION DE UN LIBERTINO

Un faldellín he de hacerme

de bayeta de temblor,

con un letrero que diga:

¡misericordia, Señor!

(Copla popular en 1746).

En el convento de la Merced existe un cuadro representando

un hombre acaballo (que no es San Pedro Nolasco, sino un

criollo del Perú), dentrode la iglesia y rodeado de la comunidad.

Como esto no pudo pintarse ahumo de pajas, sino para

conmemorar algún suceso, dime a averiguarlo, yhe aquí la

tradición que sobre el particular me ha referido unreligioso.

I

Don Juan de Andueza era todo lo que hay que ser de

tarambana y mozotigre. Para esto de chamuscar casadas y

encender doncellas no teníacoteja.

Gran devoto de San Rorro, patrón de holgazanes y borrachos,

vivía, comodicen los franceses, au jour le jour, y tanto se le

daba de lo dearriba como de lo de abajo. Mientras encontrara

Page 166: Tradiciones-Peruanas

sobre la tierra mozas,vino, naipes, pendencias y francachelas, no

había que esperar reforma ensu conducta.

Para gallo sin traba, todo terreno es cancha.

El 28 de octubre de 1746 hallábase en una taberna del Callao,

reunidocon otros como él y media docena de hembras de la

cuerda, gente todade no inspirar codicia ni al demonio. El copeo

era en regla, y al sonde una guitarra con romadizo, una de las

mozuelas bailaba con surespectivo galán una desenfrenada

sajuriana o cueca, como hoy decimos,haciendo contorsiones de

cintura, que envidiaría una culebra, paralevantar del suelo, con

la boca y sin auxilio de las manos, un cacharrode aguardiente. A

la vez, y llevando el compás con palmadas, cantabanlos

circunstantes:

Levántamelo, María;

levántamelo, José;

si tú no me lo levantas

yo me lo levantaré.

¡Qué se quema el sango!

¡No se quemará,

pues vendrán las olas

y lo apagarán!

Aquella bacanal no podía ser más inmunda, ni la bailarina

másasquerosamente lúbrica en sus movimientos. Eso era para

escandalizarhasta a un budinga. Con decir que la jarana era de

las llamadas decascabel gordo, ahorro gasto de tinta.

La zamacueca o mozamala es un bailecito de mi tierra y que,

nacidoen Lima, no ha podido aclimatarse en otros pueblos. Para

bailarlo bienes indispensable una limeña con mucha sal y mucho

rejo. Según la parejaque lo baila, puede tocar en los extremos: o

Page 167: Tradiciones-Peruanas

fantásticamente espiritualo desvergonzadamente sensual; habla

al alma o a los sentidos. Tododepende de la almea.

Refieren que un arzobispo vió de una manera casual bailar la

mozamala, yvolviéndose al familiar que lo acompañaba,

preguntó:

—¿Cómo se llama este bailecito?

—La zamacueca, ilustrísimo señor.

—Mal puesto nombre. Esto debe llamarse la resurrección de

la carne.

II

Acababan de picar a bordo del navío de guerra San Fermín

(construídoen 1731 en el astillero de Guayaquil, con gasto de

ochenta mil pesos)las diez y media de la noche, cuando un ruido

espantoso, acompañado deun atroz sacudimiento de tierra, vino

a interrumpir a los jaranistas.Pasado éste, y sin cuidarse de

averiguar lo ocurrido en la población,volvió aquella gentuza a

meterse en el chiribitil y a continuar elfandango.

Un cuarto de hora después Juan de Andueza, que había dejado

su caballo ala puerta del lupanar, salió para sacar cigarros de la

bolsa del pellón,y de una manera inconsciente dirigió la mirada

hacia el mar. Elespectáculo que éste ofrecía era tan aterrador,

que Andueza se puso deun brinco sobra la silla, y aplicando

espuela al caballo, pardo alescape, no sin gritar a sus

compañeros de orgía:

—¡Agarrarse, muchachos, que el mar se sale y apaga el sango!

Page 168: Tradiciones-Peruanas

En efecto, el mar, como un gladiador que reconcentra sus

fuerzas paralanzarse con mayor brío sobre su adversario, se

había retirado dosmillas de la playa, y una ola gigantesca y

espumosa alanzaba sobre lapoblación.

De los siete mil habitantes del Callao, según las relaciones del

marquésde Obando, del jesuíta Lozano y del ilustrado Llano

Zapata, no alcanzóal número de doscientos once años, contados

desde la fundación de laciudad por las olas.

El terremoto, habido a las diez y media de la noche, ocasionó

en Lima nomenores estragos; pues de setenta mil habitantes

quedaron cuatro milsepultados entre las ruinas de los edificios.

«En tres minutos—dice unode los escritores citados—quedó en

escombros la obra de doscientos onceaños, contando desde la

fundación de la ciudad».

Aunque los templos no ofrecían seguro asilo, y algunos, como

el de SanSebastián, estaban en el suelo, abriéronse las puertas de

lasprincipales iglesias, cuyas comunidades elevaban preces al

Altísimo, enunión del aterrorizado pueblo, que buscaba refugio

en la casa del Señor.

Entretanto, ignorábase en Lima el atroz cataclismo del Callao,

cuandodespués de las once, un jinete, penetrando a escape por

un lienzoderrumbado de la muralla, cruzó el Rastro de San

Jacinto y la calle deSan Juan de Dios, y viendo abierta la iglesia

de la Merced, lanzóse enella y llegó a caballo hasta cerca del

altar mayor, con no poco espantodel afligido pueblo y de los

mercedarios, que no atinaban a hallardisculpa para semejante

profanación.

Page 169: Tradiciones-Peruanas

Detenido por los fieles el fogoso animal, dejóse caer el

elebronadojinete, y poniéndose de rodillas delante del

comendador, gritó:

—¡Confesión! ¡Confesión! ¡El mar se sale!

Tan tremenda noticia se esparció por Lima con velocidad

eléctrica, y lagente echó a correr en dirección al San Cristóbal y

demás cerrosvecinos.

No hay pluma capaz de describir escena de desolación tan

infinita.

El virrey Manso de Velazco estuvo a la altura de la aflictiva

situación,y el monarca le hizo justicia premiándole con el título

de conde deSuperunda.

III

Juan de Andueza, el libertino, cambió por completo de vida y

vistió elhábito de lego de la Merced, en cuyo convento murió en

olor de santidad.

EL REY DEL MONTE

QUE, ENTRE OTRAS COSAS, TRATA DE CÓMO LA REINA DE LOS

TERRANOVAS PERDIÓHONRA, CETRO Y VIDA

I

Con el cristianismo, que es fraternidad, nos vino desde la

civilizadaEuropa, y como una negación de la doctrina religiosa,

Page 170: Tradiciones-Peruanas

la trata deesclavos. Los crueles expedientes de que se valían los

traficantes encarne humana para completar en las costas de

África el cargamento de susbuques, y la manera bárbara como

después eran tratados los infelicesnegros, no son asuntos para

artículos del carácter ligero de misTRADICIONES.

El esclavo que trabajaba en el campo vivía perennemente

amagado dellátigo y el grillete, y el que lograba la buena suerte

de residir en laciudad tenía también, como otra espada de

Damocles, suspendida sobre sucabeza la amenaza de que, al

primer renuncio, se abrirían para él laspuertas de hierro de un

amasijo.

Muchos amos cometían la atrocidad de carimbar o poner

marca sobre lapiel de los negros, como se práctica actualmente

con el ganado vacuno ocaballar, hasta que vino de España real

cédula prohibiendo la carimba.

En el siglo anterior empezó a ser menos ruda la existencia de

losesclavos. Los africanos, que por aquel tiempo se vendían en

el Perú aprecio más o menos igual al que hoy se paga por la

contrata de un colonoasiático, merecieron de sus amos la gracia

de que, después decristianados, pudieran, según sus respectivas

nacionalidades o tribus,asociarse en cofradías. Aun creemos que

vino de España una real cédulasobre el particular.

Andando los años, y con sus ahorrillos y gajes, llegaban

muchos esclavosa pagar su carta de libertad; y entonces se

consagraban al ejercicio dealguna industria, no siendo pocos los

que lograron adquirir una decentefortuna. Precisamente la calle

que se llama de Otárola debió su nombre aun acaudalado chala o

mozambique, del cual, pues viene a cuento, he dereferir una

ocurrencia.

Page 171: Tradiciones-Peruanas

Colocóse en cierta ocasión en la puerta de un templo una mesa

con laindispensable bandeja para que los fieles oblasen

limosnas. Llegó suexcelencia y el virrey echó un par de

peluconas, y los oidores, y damas,y cabildantes, y gente de alto

coturno hicieron resonar la metálicabandeja con una onza o un

escudo por lo menos. Tal era la costumbre o lamoda.

De repente presentóse taita Otárola, seguido de dos negros,

cada unode los cuales traía a cuestas un talego de a mil duros, y

sacando delbolsillo medio real de plata lo echó en la bandeja,

diciendo:

—Esta es la limosna.

Luego mandó avanzar a los negros, y colocando sobre la mesa

los dostalegos añadió:

—Esta es la fantasía.

Ahora comenten ustedes a sus anchas la cosa, que no deja de

tenerentripado.

Como era consiguiente, muchas de las asociaciones de negros

llegaron aponer su tesorería en situación holgada. Los angolas,

caravelís,mozambiques, congos, chalas y terranovas compraron

solares en las callesextremas de la ciudad, y edificaron las casas

llamadas de cofradías. Enfestividades determinadas, y con venia

de sus amos, se reunían allí paracelebrar jolgorios y comilonas a

la usanza de sus países nativos.

Estando todos bautizados, eligieron por patrona de las

cofradías a laVirgen del Rosario, y era de ver el boato que

desplegaban para lafiesta. Cada tribu tenía su reina, que era

siempre negra y rica. En laprocesión solemne salía ésta con traje

de raso blanco, cubierto definísimas blondas valencianas, banda

Page 172: Tradiciones-Peruanas

bordada de piedras preciosas,cinturón y cetro de oro, arracadas y

gargantilla de perlas. Todasechaban, como se dice, la casa por la

ventana y llevaban un caudalencima. Cada reina iba

acompañada de sus damas de honor, que por loregular eran

esclavas jóvenes, mimadas de sus aristocráticas señoras, ya

quienes éstas por vanidad engalanaban ese día con sus joyas

másvaliosas. Seguía a la corte el populacho de la tribu, con cirio

en manolas mujeres y los hombres tocando instrumentos

africanos.

Aunque con menos lujo, concurrían también las cofradías a las

fiestas deSan Benito y Nuestra Señora de la Luz, en el templo de

San Francisco, ya las procesiones de Corpus y Cuasimodo. En

estas últimas eran africanoslos que formaban las cuadrillas de

diablos danzantes que acompañaban ala tarasca, papahuevos y

gigantones.

La reina de los terranovas, en 1799, era una negra de más de

cincuentainviernos, conocida con el nombre de mama Salomé, la

que habiendocomprado su libertad, puso una mazamorrería; y el

hecho es que cundiendola venta del artículo adquirió un

fortunón tal que sus compatriotas,cuando vacó el trono, la

aclamaron, nemine discrepante, por reina yseñora.

Probablemente los limeños del siglo anterior se engolosinarían

con lamazamorra, cuando los provincianos les aplicaban a guisa

de injuria elepíteto de mazamorreros. ¡Ahí nos las den todas!

Tanta deshonra hay enello como en mascar pan o chacchar

coca.

A Dios gracias, hoy estamos archicivilizados, y no hay miedo

de que nosendilguen aquel mote que nos ruborizaba hasta el

blanco de los ojos. Ala inofensiva mazamorra la tenemos

Page 173: Tradiciones-Peruanas

relegada al olvido, y como dijo miinolvidable amigo el festivo y

popular poeta Manuel Segura:

Yo conozco cierta dama

que con este siglo irá,

que dice que a su mama

no la llamó nunca mama,

y otra de aspecto cetrino

que, por mostrar gusto inglés,

dice: yo no se lo que es

mazamorra de cochino.

Lo que hoy triunfa es la cerveza de Bass, marca T y el bitter

de loshermanos Broggi. ¡Viva mi Pepa!

Impulso de blandir cachiporra

nunca a nadie inspiró la mazamorra,

que ella no daba bríos

para andarse buscando desafíos,

ni faltar al respeto cortesano

a la mujer, al monje o al anciano.

Mientras hoy, con un vaso de cerveza

a cuestas, o una copa vergonzante

de bitter de Torino, hasta al gigante

Goliath le rebanamos la cabeza

hablamos de tú a Cristo, y un piropo

le echa a una dama el último galopo.

¡La diferencia es nada!

¿Ganamos o perdemos, camarada?

Basta de digresión y adelante con los faroles.

Page 174: Tradiciones-Peruanas

Años llevaba ya nuestra macuita en pacífica posesión de un

trono tanreal como el de la reina Pintiquiniestra. Pero ¡mire

usted lo que es laenvidia!

Como nadie alcanzaba a hacer competencia a la acreditada

mazamorrería demama Salomé, otra del gremio levantó la

especie de que la terranovaera bruja, y que para hacer apetitoso

su manjar meneaba la olla, ¡quéasco!, con una canilla de muerto,

canilla de judío, por añadidura.

¿Bruja dijiste? ¡A la Inquisición con ella! Y la pobre negra,

convicta yconfesa (con auxilio de la polea) de malas artes, fué

sacada a lavergüenza pública, con pregonero delante y zurrador

detrás, mediodesnuda y montada en un burro flaco.

Y diz que lo es frío o calor bien pudo tener; pero lo que es

vergüenza,ni el canto de una uña, pues en la piel no se le notó la

menor señal desonrojo.

Entendido está que la Inquisición se echó sobre el último

maravedí de lamazamorrera, y que los terranovas la negaron

obediencia y ladestituyeron. Barrunto que entre ellos sería caso

de vacancia laacusación de brujería. No conozco el artículo

constitucional de losterranovas; pero me gusta, y ya lo quisiera

ver incrustado en el códigopolítico de mi tierra, en que tachas

peores no fueron nunca pretextopara tamaño desaire.

Mama Salomé, reina de mojiganga o de mentirijillas, no se

parecía alos soberanos de verdad, que cuando sus vasallos los

echan del tronopoco menos que a puntapiés, se van orondos a

comer el pan del extranjeroy engordan que es una maravilla, y

hablan a tontas y locas de que Diosconsiente, pero no para

siempre, y que como hay viñas, han de volver aempuñar el

pandero.

Page 175: Tradiciones-Peruanas

Mama Salomé no intentó siquiera una revolucioncilla de mala

muerte; seechó a dar y cavar en la ingratitud y felonía de los

suyos, y a talgrado se le melancolizó el ánimo, que sin más ni

más se la llevó Pateta.

II

DE CÓMO LA MUERTE DE UNA REINA INFLUYÓ EN LA VIDA DE UN

REY

Mama Salomé dejaba un hijo, libre como ella y mocetón de

quince años,el cual se juró a sí mismo, para cuando tuviese

edad, vengar en lasociedad el ultraje hecho a su madre

encorozándola por bruja, y a la vezcastigar a los terranovas por

la rebeldía contra su reina.

Cuentan que un día, sin que hubiese llegado el galeón de

Cádiz trayendonoticia de la muerte del rey o de un príncipe de la

sangre, ni fallecidoen Lima magnate alguno, civil o eclesiástico,

las campanas de laCatedral principiaron a doblar solemnemente,

siguiendo su ejemplo las delas infinitas torres que tiene la

ciudad. Las gentes se echaban a lascalles preguntando quién era

el muerto, y la autoridad misma no sabíaqué responder.

Interrogados los campaneros, contestaban, y con razón, que

ellos notenían para qué meterse en averiguaciones, estándoles

prevenido querepitiesen todo y por todo el toque de la matriz.

Llamado ante elarzobispo el campanero de la Catedral, dijo:

—Ilustrísimo señor: los mandamientos rezan «honrar padre y

madre». Laque me envió al mundo murió en el hospital esta

mañana, y yo, que notengo más prebenda que la torre, honro a

mi madre haciendo gemir a miscamparas.

Page 176: Tradiciones-Peruanas

Mutatis mutandis, puede decirse que el hijo de Salomé

pensaba como elcampanero de marras, proponiéndose honrar

con crímenes la memoria de sumadre.

Gozaba Lima de aparente tranquilidad, pues ya se empezaba a

sentir en laatmósfera olor a chamusquina revolucionaria, cuando

de pronto cundiógrave alarma, y a fe que había sobrado motivo

para ella. Tratábase nadamenos que de la aparición de una fuerte

cuadrilla de bandoleros, que, nocontentos con cometer en

despoblado mil y un estropicios, penetraban denoche en la

ciudad, realizaban robos y se retiraban tan frescos comoquien no

quiebra un plato ni cosa que lo valga. En diversas

ocasionessalieron las partidas de campo con orden de

exterminarlos; pero losbandidos se batían tan en regla, que sus

perseguidores se veían forzadosa volver grupas, regresando

maltrechos y con algunas bajas a la ciudad.

Rara era la incursión de los bandoleros a la capital en que no

sellevasen cautivo algún terranova, que pocos días después

devolvían bienazotado y con la cabeza al rape. Con las mujeres

terranovas hacíantambién lo mismo, y algo más. Una noche

hallábase la reina de regodeo enla casa de la cofradía, cuando de

improviso se presentaron los de lacuadrilla, azotaron a su

majestad, y cometieron con ella desaguisadostales que volando,

volando y en pocos días la llevaron al panteón. Eltrono quedó

vacante, no habiendo quien lo codiciase por miedo a

lasconsecuencias; lo que ocasionó el desprestigio de la tribu y

diópreponderancia a las otras cofradías, partidarias entusiastas

del Reydel Monte, título con que era conocido el negro hijo de

mama Salomé,capitán de la falange maldita.

Contribuían a dar cierta popularidad al Rey del Monte las

mentiras yverdades que sobre él se contaban. Sólo los ricos eran

Page 177: Tradiciones-Peruanas

víctimas de susrobos, y su parte de botín la repartía entre los

pobres; no había jineteque lo superase, y en cuanto a su valor y

hazañas, referíanse de éltantas historias que a la postre el pueblo

empezó a mirarlo como apersonaje de leyenda.

Tan grande fué el terror que el famoso bandido llegó a

inspirar, que losmás poderosos hacendados, para verse libres de

un ataque, se hicieronsus feudatarios, pagándole cada mes una

contribución en dinero y víverespara sostenimiento de la banda.

En vano mandó el virrey colocar en los caminos postes con

cartelesofreciendo cuatro mil pesos por la cabeza del Rey del

Monte. Y pasabanmeses y corrían años, y convencida la

autoridad de que empleando lafuerza no podría atrapar al muy

pícaro, que siempre se escabullía de lacelada mejor dispuesta,

resolvió recurrir a la traición.

Nada más traicionero que el amor. Una Dalila de azabache se

comprometióa entregar maniatados al nuevo Sansón y a sus

principales filisteos.

Pasando por alto detalles desnudos de interés, diremos que una

noche,hallándose el Rey del Monte entre la espesura de un

bosque, acompañadode su coima y de cuatro o seis de los suyos,

Dalila cuidó deembriagarlos, y a una hora concertada de

antemano penetraron en elbosque los soldados.

El Rey del Monte despertó al ruido, se lanzó sobre su trabuco,

apuntóy el arma no dio fuego. Entonces, adivinando

instintivamente que lamujer lo había traicionado, tomó el

trabuco por el cañón y lo dejó caerpesadamente sobre la infeliz,

que se desplomó con el cráneo destrozado.

Page 178: Tradiciones-Peruanas

III

MAÑUCO EL PARLAMPÁN

Si hubo hombre en Lima con reputación de bonus vir o de

pobre diablo,ése fué sin disputa el negro Mañuco.

Llamábanlo el Parlampán porque en las corridas de toros se

presentabavestido de monigote en la mojiganga o cuadrilla de

parlampanes, ydesempeñábase con tanto gracejo que se había

conquistado no pocapopulachería.

Una tarde se exhibió en el redondel llevando dentro del cuerpo

másaguardiente del acostumbrado, cogiólo el toro, y en una

camillalleváronle al hospital.

Vino el cirujano, reconoció la herida, meneó la cabeza

murmurandomalorum, y tras el cirujano se acercó a la covacha

el capellán, y oyóen confesión a Mañuco.

Vivió aún el infeliz cuarenta y ocho horas, y mientras tuvo

alientos nocesaba de gritar:

—Señores, llévense de mi consejo: tranca y cerrojo..., nada

decerraduras..., la mejor no vale un pucho..., para toda chapa

hayllave..., tranca y cerrojo, y echarse a dormir a pierna suelta...

Tanto repetía el consejo, que el ecónomo del hospital de San

Andréspensó que aquello no era hijo del delirio, sino grito de la

conciencia,y fuése al alcalde del barrio con el cuento. Este hurgó

lo suficientepara sacar en claro que Mañuco el Parlampán había

sido pájaro decuenta, y tan diestro en el manejo de la ganzúa

que con él no habíachapa segura, siquiera tuviese cien pestillos.

Item, descubrió laautoridad que el honrado Mañuco era el brazo

derecho del Rey delMonte para los robos domésticos.

Page 179: Tradiciones-Peruanas

Ya lo saben ustedes, lectores míos: tranca cerrojo.

Concluyamos ahora con su majestad el Rey.

IV

DONDE SE VE QUE PARA TODO AQUILES HAY UN HOMERO

Inmenso era el gentío que ocupaba la Plaza mayor de Lima en

la mañanadel 13 de octubre de 1815.

Todos querían conocer a un bandido que robaba por amor al

arte,repartiendo entre los pobres aquello de que despojaba a los

ricos.

El Rey del Monte y tres de sus compañeros estaban

condenados a muertede horca.

La ene de palo se alzaba fatídica en el sitio de costumbre,

frente alcallejón de Petateros.

El virrey Abascal, que había recibido varios avisos de que

grupos delpueblo se preparaban a armar un motín para libertar al

sentenciado,rodeó la plaza con tropas reales y milicias cívicas.

La excitación no pasó de oleadas y refunfuños, y el verdugo

Pancho Salesllenó tranquilamente sus funciones.

Al día siguiente se vendía al precio de un real de plata un

chabacanoromance, en que se relataban con exageración

gongorina las proezas delahorcado. Del mérito del romance

encomiástico bastará a dar una ideaeste fragmento:

Más que Rey, Cid de los montes

fué por su arrojo tremendo,

por fortunado en la lidia,

Page 180: Tradiciones-Peruanas

por generoso y mañero;

Roldan de tez africana,

desafiador de mil riesgos,

no le rindieron bravuras,

sino a dides le rindieron.

Por supuesto, que el poeta agotó la edición y pescó buenos

cuartos.

TRES CUESTIONES HISTORICAS SOBRE PIZARRO

¿SUPO O NO SUPO ESCRIBIR? ¿FUÉ O NO FUÉ MARQUÉS DE LOS

ATAVILLOS? ¿CUÁLFUÉ Y DÓNDE ESTÁ SU GONFALÓN DE

GUERRA?

I

Variadísimas y contradictorias son las opiniones históricas

sobre siPizarro supo o no escribir, y cronistas sesudos y

minuciosos aseveranque ni aun conoció la O por redonda. Así se

ha generalizado la anécdotade que estando Atahualpa en la

prisión de Cajamarca, uno de los soldadosque lo custodiaban le

escribió en la uña la palabra Dios. Elprisionero mostraba lo

escrito a cuantos le visitaban, y hallando quetodos, excepto

Pizarro, acertaban a descifrar de corrido los signos,tuvo desde

ese instante en menos al jefe de la conquista, y lo

consideróinferior al último de los españoles. Deducen de aquí

malignos oapasionados escritores que don Francisco se sintió

lastimado en su amorpropio, y que por tan pueril quisquilla se

vengó del Inca haciéndoledegollar.

Page 181: Tradiciones-Peruanas

Duro se nos hace creer que quien hombreándose con lo más

granado de lanobleza española, pues alanceó toros en presencia

de la reina doña Juanay de su corte, adquiriendo por su gallardía

y destreza de picador famatan imperecedera como la que años

más tarde se conquistara por sushazañas en el Perú; duro es,

repetimos, concebir que hubiera sidoindolente hasta el punto de

ignorar el abecedario, tanto más, cuanto quePizarro aunque

soldado rudo, supo estimar y distinguir a los hombres deletras.

Además, en el siglo del emperador Carlos V no se descuidaba

tanto comoen los anteriores la instrucción. No se sostenía ya que

eso de saberleer y escribir era propio de segundones y de frailes,

y empezaba acausar risa la fórmula empleada por los Reyes

Católicos en el pergaminocon que agraciaban a los nobles a

quienes hacían la merced de nombrarayudas de Cámara, título

tanto o más codiciado que el hábito de lasórdenes de Santiago,

Montesa, Alcántara y Calatrava. Una de las frasesmás curiosas y

que, dígase lo que se quiera en contrario, encierra muchode

ofensivo a la dignidad del hombre, era la siguiente: «Y por

cuantovos (Perico de los Palotes) nos habéis probado no saber

leer niescribir y ser expedito en el manejo de la aguja, hemos

venido ennombraros ayuda de nuestra real Cámara, etc.».

Pedro Sancho y Francisco de Jerez, secretarios de Pizarro,

antes queAntonio Picado desempeñara tal empleo, han dejado

algunas noticias sobresu jefe; y de ellas, lejos de resultar la

sospecha de tan supremaignorancia, aparece que el gobernador

leyó cartas.

No obstante, refiere Montesinos en sus Anales del Perú que en

1525 sepropuso Pizarro aprender a leer, que su empeño fué

estéril, y quecontentóse sólo en aprender a firmar. Reíase de esto

Page 182: Tradiciones-Peruanas

Almagro, y agregabaque firmar sin saber leer era lo mismo que

recibir una herida sin poderdarla.

Tratándose de Almagro el Viejo es punto históricamente

comprobado que nosupo leer.

Lo que sí está para nosotros fuera de duda, como lo está para

el ilustreQuintana, es que don Francisco Pizarro no supo

escribir, por mucho quela opinión de sus contemporáneos no

ande uniforme en este punto.Bastarla para probarlo tener a la

vista el contrato de compañíacelebrado en Panamá, a 10 de

marzo de 1525, entre el clérigo Luque,Pizarro y Almagro, que

concluye literalmente así: «Y porque no sabenfirmar el dicho

capitán Francisco Pizarro y Diego de Almagro, firmaronpor

ellos en el registro de esta carta Juan de Panés y Alvaro

delQuiro».

Un historiador del pasado siglo dice:

«En el archivo eclesiástico de Lima he encontrado varias

cédulas einstrumentos firmados del marqués (en gallarda letra),

los que mostré avarias personas, cotejando unas firmas con

otras, admirado de lasaudacias de la calumnia con que

intentaron sus enemigos desdorarlo yapocarlo, vengando así

contra este gran capitán las pasiones propias yheredadas».

En oposición a éste, Zárate y otros cronistas dicen que Pizarro

sólosabía hacer dos rúbricas, y que en medio de ellas, el

secretario poníaestas palabras: El marqués Francisco Pizarro.

Los documentos que de Pizarro he visto en la Biblioteca de

Lima, secciónde manuscritos, tienen todos las dos rúbricas. En

unos se leeFranxo. Piçarro, y en muy pocos El marqués. En el

Page 183: Tradiciones-Peruanas

ArchivoNacional y en el del Cabildo existen también varios de

estos autógrafos.

Poniendo término a la cuestión de si Pizarro supo o no firmar

me decidopor la negativa, y he aquí la razón más concluyente

que para ello tengo:

En el Archivo General de Indias, establecido en la que fué

Casa deContratación en Sevilla, hay varias cartas en las que,

como en losdocumentos que poseemos en Lima, se reconoce,

hasta por el menosentendido en paleografía, que la letra de la

firma es, a veces, de lamisma mano del pendolista o amanuense

que escribió el cuerpo deldocumento. «Pero si duda cupiese—

añade un distinguido escritorbonaerense, don Vicente Quesada,

que en 1874 visitó el Archivo deIndias—, he visto en una

información, en la cual Pizarro declara comotestigo, que el

escribano da fe de que, después de prestada ladeclaración, la

señaló con las señales que acostumbraba hacer,mientras que da

fe en otras declaraciones de que los testigos lasfirman a su

presencia».

II

Don Francisco Pizarro no fué marqués de los Atavillos ni

marqués de lasCharcas, como con variedad lo llaman

muchísimos escritores. No haydocumento oficial alguno con que

se puedan comprobar estos títulos, niel mismo Pizarro, en el

encabezamiento de órdenes y bandos, usó otrodictado que éste:

El marqués.

En apoyo de nuestra creencia, citaremos las palabras de

Gonzalo Pizarrocuando, prisionero de Gasca, lo reconvino éste

Page 184: Tradiciones-Peruanas

por su rebeldía eingratitud para con el rey, que tanto había

distinguido y honrado a donFrancisco:—La merced que su

majestad hizo a mi hermano fué solamenteel título y nombre de

marqués, sin darle estado alguno, y si no díganmecuál es.

El blasón y armas del marqués Pizarro era el siguiente: Escudo

puesto amantel: en la primera parte, en oro, águila negra,

columnas y aguas; yen rojo, castillo de oro, orla de ocho lobos,

en oro; en la segundaparte, puesto a mantel en rojo, castillo de

oro con una corona; y enplata, león rojo con una F, y debajo, en

plata, león rojo; en la partebaja, campo de plata, once cabezas de

indios y la del medio coronada;orla total con cadenas y ocho

grifos, en oro; al timbre, coronel demarqués.

En una carta que con fecha 10 de octubre de 1537 dirigió

Carlos V aPizarro, se leen estos conceptos que vigorizan nuestra

afirmación:«Entretanto os llamaréis marqués, como os lo

escribo, que, por no saberel nombre que tendrá la tierra que en

repartimiento se os dará, no seenvía dicho título»; y como hasta

la llegada de Vaca de Castro no sehabían determinado por la

corona las tierras y vasallos queconstituirían el marquesado, es

claro que don Francisco no fué sinomarqués a secas, o marqués

sin marquesado, como dijo su hermano Gonzalo.

Sabido es que Pizarro tuvo en doña Angelina, hija de

Atahualpa, un niñoa quien se bautizó con el nombre de

Francisco, el que murió antes decumplir quince años. En doña

Inés Huaylas o Yupanqui, hija deManco-Capac, tuvo una niña,

doña Francisca, la cual casó en España enprimeras nupcias con

su tío Hernando, y después con don Pedro Arias.

Por cédula real, y sin que hubiera mediado matrimonio con

doña Angelinao doña Inés, fueron declarados legítimos los hijos

Page 185: Tradiciones-Peruanas

de Pizarro. Si éstehubiera tenido tal título de marqués de los

Atavillos, habríanloheredado sus descendientes. Fué casi un

siglo después, en 1628, cuandodon Juan Fernando Pizarro, nieto

de doña Francisca, obtuvo del rey eltítulo de marqués de la

Conquista.

Piferrer, en su Nobiliario español, dice que, según los

genealogistas,era muy antiguo e ilustre el linaje de los Pizarros;

que algunos de eseapellido se distinguieron con Pelayo en

Covadonga, y que luego susdescendientes se avecindaron en

Aragón, Navarra y Extremadura. Yconcluye estampando que las

armas del linaje de los Pizarro son: «escudode oro y un pino con

piñas de oro, acompañado de dos lobos empinantes almismo y

de dos pizarras al pie del trono». Estos genealogistas se

laspintan para inventar abolengos y entroncamientos. ¡Para el

tonto quecrea en los muy embusteros!

III

Acerca de la bandera de Pizarro hay también un error que me

propongodesvanecer.

Jurada en 1821 la Independencia del Perú, el Cabildo de Lima

pasó algeneralísimo don José de San Martín un oficio, por el

cual la ciudad lehacía el obsequio del estandarte de Pizarro.

Poco antes de morir enBoulogne, este prohombre de la

revolución americana hizo testamento,devolviendo a Lima la

obsequiada bandera. En efecto, los albaceashicieron formal

entrega de la preciosa reliquia a nuestro representanteen París, y

éste cuidó de remitirla al gobierno del Perú en una caja muybien

acondicionada. Fué esto en los días de la fugaz administración

delgeneral Pezet, y entonces tuvimos ocasión de ver el clásico

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estandartedepositado en uno de los salones del Ministerio de

RelacionesExteriores. A la caída de este gobierno, el 6 de

noviembre de 1865, elpopulacho saqueó varias de las oficinas de

palacio, y desapareció labandera, que acaso fué despedazada por

algún rabioso que se imaginaríaver en ella un comprobante de

las calumnias que, por entonces, inventóel espíritu de partido

para derrocar al presidente Pezet, vencedor enlos campos de

Junín y Ayacucho, y a quien acusaban sus enemigospolíticos de

connivencias criminales con España, para someternuevamente

el país al yugo de la antigua metrópoli.

Las turbas no reaccionan ni discuten, y mientras más absurda

sea laespecie más fácil aceptación encuentra.

La bandera que nosotros vimos tenía, no las armas de España,

sino lasque Carlos V acordó a la ciudad por real cédula de 7 de

diciembre de1537. Las armas de Lima eran: un escudo en

campo azul con tres coronasregias en triángulo, y encima de

ellas una estrella de oro cuyas puntastocaban las coronas. Por

orla, en campo colorado, se leía este mote enletras de oro: Hoc

signum vere regum est. Por timbre y divisa doságuilas negras

con corona de oro, una J y una K (primeras letras deKarolus y

Juana, los monarcas), y encima de estas letras unaestrella de

oro. Esta bandera era la que el alférez real por juro deheredad,

paseaba el día 5 de enero, en las procesiones de Corpus y

SantaRosa, proclamación de soberano, y otros actos de igual

solemnidad.

El pueblo de Lima dió impropiamente en llamar a ese

estandarte labandera de Pizarro, y su examen aceptó que ése fué

el pendón de guerraque los españoles trajeron para la conquista.

Y pasando sin refutarse degeneración en generación, el error se

hizo tradicional e histórico.

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Ocupémonos ahora del verdadero estandarte de Pizarro.

Después del suplicio de Atahualpa, se encaminó al Cuzco don

FranciscoPizarro, y creemos que fué el 16 de noviembre de

1533 cuando verificó suentrada triunfal en la augusta capital de

los Incas.

El estandarte que en esa ocasión llevaba su alférez Jerónimo

de Aliagaera de la forma que la gente de iglesia llama gonfalón.

En una de suscaras, de damasco color grana, estaban bordadas

las armas de Carlos V; yen la opuesta, que era de color blanco

según unos, o amarillo segúnotros, se veía pintado el apóstol

Santiago en actitud de combate sobreun caballo blanco, con

escudo, coraza y casco de plumeros o airones,luciendo cruz roja

en el pecho y una espada en la mano derecha.

Cuando Pizarro salió del Cuzco (para pasar al valle de Jauja y

fundar laciudad de Lima) no lo hizo en son de guerra, y dejó

depositada subandera o gonfalón en el templo del Sol,

convertido ya en catedralcristiana. Durante las luchas civiles de

los conquistadores, nialmagristas, ni gonzalistas, ni gironistas, ni

realistas se atrevieron allevarlo a los combates, y permaneció

como objeto sagrado en un altar.Allí, en 1825, un mes después

de la batalla de Ayacucho, lo encontró elgeneral Sucre; éste lo

envió a Bogotá, y el gobierno inmediatamente loremitió a

Bolívar, quien lo regaló a la municipalidad de Caracas,

dondeactualmente se conserva. Ignoramos si tres siglos y medio

de fechahabrán bastado para convertir en hilachas el emblema

marcial de laconquista.

FIN

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NOTAS:

[1] La primera esposa del conde de Chinchón llamóse doña Ana

deOsorio, y por muchos se ha creído que fué ella la salvada por

lasvirtudes de la quina. Un interesante estudio histórico publicado por

donFélix Cipriano Zegarra en la Revista Peruana, en 1879, nos

haconvencido de que la virreina que estuvo en Lima se llamó doña

FranciscaHenríquez de Ribera. Rectificamos, pues, con esta nota la

graveequivocación en que habíamos incurrido.

[2] Sobre este argumento, el cura de Tinta don Antonio Valdésescribió

por los años de 1780 un drama en lengua quechua, el cual serepresentó

en presencia del rebelde Inca Tupac-Amaru.

Tschudi, Markham, Nadal, Barrancas y muchos americanistas se

empeñaronen sostener que el drama Ollanta había sido compuesto en

los tiemposincásicos, y que era, por consiguiente, un monumento

literario anteriora la conquista. Traducido en verso por un poeta

peruano, ConstantinoCarrasco, publicó el autor de estas Tradiciones un

ligero juiciocrítico, en el que se atrevió a apuntar (alegando muy al

correr de lapluma varias razones en apoyo de su opinión) que el Ollanta

era ni másni menos que comedia española, de las de capa y espada,

escrita en vocesquechuas: y que, aunque lo diga Garcilaso, que no pocos

embustes estampóen los Comentarios reales, los antiguos peruanos

estuvieron muy lejosde cultivar la literatura dramática. Tanto osamos

escribir, y se nosvino la casa a cuestas... Hasta de mal patriota nos acusó

un quechuista;y un señor Pacheco Zegarra, entre otros cultos piropos,

nos llamóignorante y charlatán. Con razones de ese fuste nos dimos

porconvencidos de que habíamos estampado un disparate de a folio.

Pero en1881, el literato argentino don Bartolomé Mitre, en un serio y

extensoestudio, con gran acopio de pruebas y con sesuda

argumentación, puso entransparencia la filiación, genuinamente

española, del drama Ollantaen su forma, en su fondo y hasta en sus

elementos lingüísticos.

[3] La Broma fué un periódico humorístico que se publicaba enLima

en 1878.

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