tomando la armadura

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Tomando la armadura Efesios 6.10-18, Jesús nunca nos dijo que la vida cristiana sería fácil. De hecho, nos advirtió lo contrario. En Juan 16.33, Él aseveró solemnemente: “En el mundo tendréis aflicción”. La historia de la iglesia y el testimonio de nuestras vidas muestran que esto es así. Cada mañana, cuando usted y yo nos despertamos, estamos en una guerra. Tomados desprevenidos Una de las principales razones por la que los creyentes son derrotados, es porque el enemigo los toma totalmente desprevenidos. Estos creyentes simplemente pasan sus días sin darse cuenta de la guerra que se libra en sus vidas. Al mismo tiempo, cuestionan la Palabra de Dios diciendo: “Señor, si este Libro es todo lo que dices que es, y si el evangelio es tan poderoso como has prometido, ¿por qué, entonces, no está funcionando en mi vida?” El problema no es que a la Palabra de Dios le falta poder, sino que muchas veces no reconocemos la intensa batalla espiritual que hay alrededor de nosotros. Estamos en guerra, y es una lucha por nuestras vidas. Reconocer al enemigo En Efesios 6.10-18, el apóstol Pablo nos dice que nos preparemos vistiéndonos “de toda la armadura de Dios”. Al pensar en cómo prepararnos, debemos comenzar sabiendo contra quién estamos luchando. Pablo identifica perfectamente al enemigo en Efesios 6.12: “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes”. Pablo está diciendo aquí que nuestro enemigo es el diablo y todos sus perversos ángeles —

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como se debe tomar la armadura de Dios

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Tomando la armaduraEfesios 6.10-18,

Jesús nunca nos dijo que la vida cristiana sería fácil. De hecho, nos advirtió lo contrario. En Juan 16.33, Él aseveró solemnemente: “En el mundo tendréis aflicción”. La historia de la iglesia y el testimonio de nuestras vidas muestran que esto es así.

Cada mañana, cuando usted y yo nos despertamos, estamos en una guerra.

Tomados desprevenidos

Una de las principales razones por la que los creyentes son derrotados, es porque el enemigo los toma totalmente desprevenidos. Estos creyentes simplemente pasan sus días sin darse cuenta de la guerra que se libra en sus vidas.

Al mismo tiempo, cuestionan la Palabra de Dios diciendo: “Señor, si este Libro es todo lo que dices que es, y si el evangelio es tan poderoso como has prometido, ¿por qué, entonces, no está funcionando en mi vida?”

El problema no es que a la Palabra de Dios le falta poder, sino que muchas veces no reconocemos la intensa batalla espiritual que hay alrededor de nosotros. Estamos en guerra, y es una lucha por nuestras vidas.

Reconocer al enemigo

En Efesios 6.10-18, el apóstol Pablo nos dice que nos preparemos vistiéndonos “de toda la armadura de Dios”. Al pensar en cómo prepararnos, debemos comenzar sabiendo contra quién estamos luchando. Pablo identifica perfectamente al enemigo en Efesios 6.12: “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes”. Pablo está diciendo aquí que nuestro enemigo es el diablo y todos sus perversos ángeles —todas sus huestes demoníacas— que actúan en contra de nosotros cada día.

¿Qué es lo que quiere el diablo?

Su objetivo principal es hacernos dudar de la verdad de las Escrituras. Desviarnos, entretenernos

Veamos honestamente lo que dice la Biblia en cuanto a la guerra espiritual. Al escribir a su discípulo Timoteo, Pablo le dice que él es, en realidad, un “soldado de Jesucristo” (2 Ti 2.3, 4). Asimismo, en 2 Corintios 10.4, Pablo se refiere a “las armas de nuestra milicia” en medio de una batalla espiritual.

Tenemos que estar vestidos debidamente para la batalla. Piense en cómo se viste usted cada mañana. Todos elegimos una ropa adecuada al día.

Y, si voy a una batalla, tendré que ponerme, desde luego, mi armadura.

Ponerse la armadura

Cuando Pablo dice en Efesios 6.11 “vestíos de toda la armadura de Dios”, quiere decir exactamente eso: tenemos que ponernos siempre cada pieza de ese equipo de una manera deliberada y meticulosa. Si entramos al campo de batalla sin protección, nos convertimos en blanco fácil del ataque del enemigo.

Por tanto, miremos cada pieza que aparece en Efesios 6.13-17, para ver lo que hace y cómo podemos ponérnosla.

Imaginemos, primero, un hermoso casco, y piense que se lo pone en la cabeza, mientras dice: “Señor, elijo ponerme el yelmo de la salvación hoy para proteger mi mente. Quiero pensar sólo lo que tú pienses, Señor. Quiero darte las gracias, porque cada vez que Satanás me envíe uno de sus pensamientos, este yelmo de la salvación protegerá mi mente”.

Hay que recordar que la batalla comienza en nuestra mente; ésta es la zona de combate de Satanás. La batalla puede deslizarse después hacia nuestras emociones y acciones, pero siempre comienza con nuestros pensamientos. Por consiguiente, nuestra mente debe ser protegida todo el tiempo.

Después, una gran pieza de armadura corporal, y diga: “Señor, elijo ponerme la coraza de justicia que proteja mis emociones. Quiero sentir sólo lo que tú sientes. No permitas que reaccione de acuerdo con mis emociones, sino que responda basado en la verdad que hay en mi mente”. Esto es importante, porque muchísimas personas están a merced del temor, de la ansiedad, de las tentaciones o de otras influencias negativas. Si usted permite que le dirijan donde ellas quieren, su vida espiritual experimentará una derrota total.

En tercer lugar, cíñase el cinturón de la verdad, y diga: “Señor, elijo ponerme la verdad, porque anhelo permanecer centrado en tu Palabra. Quiero vivir en la verdad, andar en la verdad, y dar testimonio de la verdad”. Cuando estamos familiarizados íntimamente con las Escrituras, no podemos ser engañados por las mentiras de Satanás. Las falsas enseñanzas son desechadas cuando sometemos al filtro de las Escrituras todo lo que oímos.

Piense en sus pies y ore, diciendo: “Señor, elijo ponerme el calzado de la paz. Dondequiera que vaya hoy, quiero ser un pacificador. Quiero que mis pisadas sean evidencia de la paz que tengo en el Espíritu Santo”. El calzado de los soldados romanos tenía largas púas debajo de las suelas para ayudarles a plantar sus pies firmemente en el suelo. Del mismo modo, nosotros podemos, con el calzado de la paz, afianzar confiadamente nuestros pies sobre la base de Jesucristo.

Imagine ese gigante escudo romano, del tamaño de una puerta, y diga: “Señor, tomo el escudo de la fe. Quiero darte las gracias porque, no importa cuántos dardos encendidos me lance el enemigo hoy, no importa cuántas pruebas o tentaciones pueden venir, puedo estar a salvo detrás de la enorme protección de la fe”. Recuerde que la fe es una fuerza poderosa que marca la diferencia entre el fracaso y el éxito, entre la amarga derrota y la victoria.

Por último, rodee sus dedos con la Palabra de Dios, y diga: “Señor, elijo tomar la espada del Espíritu, tu santa Palabra. Padre, gracias por esta arma espiritual que penetra tan profundamente para hacer que haya convicción y arrepentimiento”. La Biblia, nuestra única arma, es a la vez defensiva y ofensiva. Nos permite desviar los golpes del enemigo, y traspasa el corazón del hombre pecador. La victoria depende de tomar la Escritura y saber bien cómo usarla.

¿Cómo ponerse esta armadura?

Por la fe. Aunque usted no pueda ver físicamente el aparejo para la batalla, puede tener la confianza de que Dios le cubrirá totalmente con su poder y con su presencia

Usted está yendo a una batalla hoy. ¿Está equipado para la misma?

Ama a tu enemigo de carne y hueso pero destruye con el Espíritu Santo a tus enemigos espirituales: