tipos de bautismos

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SUBSTITUTOS PARA EL SACRAMENTO Los Padres y teólogos frecuentemente dividen el bautismo en tres tipos: el bautismo de agua (aquæ o fluminis), el bautismo por deseo (flaminis), y el bautismo de sangre (sanguinis). Sin embargo, sólo el primero es un sacramento verdadero. Los últimos dos se denominan bautismo sólo por analogía, pues suplen el efecto principal del bautismo, particularmente, la gracia que persona los pecados. Es enseñanza de la Iglesia Católica que cuando el bautismo de agua llega a ser una imposibilidad física o moral, la vida eterna puede ser obtenida por el bautismo por deseo o el bautismo de la sangre. (1) Bautismo por Deseo El Bautismo por Deseo (baptismus flaminis) es una perfecta contrición de corazón, y cada acto de perfecta caridad o amor puro de Dios que contiene, al menos implícitamente, un deseo (votum) del bautismo. La palabra latina flamen se utiliza debido a que Flamen es un nombre para el Espíritu Santo, cuyo oficio especial es mover el corazón hacia el amor a Dios y concebir la penitencia por los pecados. El "bautismo del Espíritu Santo" es un término empleado en el tercer siglo por el autor anónimo del libro "De Rebaptismate". La eficacia de este bautismo por deseo para suplir el lugar del bautismo por agua, en cuanto a su efecto principal, es probada por las palabras de Cristo. Después que Él declaró la necesidad del bautismo (Juan, xiv), Él prometió gracia justificante por actos de caridad o perfecta contrición (Juan, xiv): "Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él". Ya que estos textos declaran que la gracia justificante se concede por

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este documentos describe los tres tipos de bautizos que utiliza la iglesia católica.

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Page 1: Tipos de Bautismos

SUBSTITUTOS PARA EL SACRAMENTO

Los Padres y teólogos frecuentemente dividen el bautismo en tres tipos: el bautismo

de agua (aquæ o fluminis), el bautismo por deseo (flaminis), y el bautismo de sangre

(sanguinis). Sin embargo, sólo el primero es un sacramento verdadero. Los últimos

dos se denominan bautismo sólo por analogía, pues suplen el efecto principal del

bautismo, particularmente, la gracia que persona los pecados. Es enseñanza de la

Iglesia Católica que cuando el bautismo de agua llega a ser una imposibilidad física o

moral, la vida eterna puede ser obtenida por el bautismo por deseo o el bautismo de la

sangre.

(1) Bautismo por Deseo

El Bautismo por Deseo (baptismus flaminis) es una perfecta contrición de corazón, y

cada acto de perfecta caridad o amor puro de Dios que contiene, al menos

implícitamente, un deseo (votum) del bautismo. La palabra latina flamen se utiliza

debido a que Flamen es un nombre para el Espíritu Santo, cuyo oficio especial es

mover el corazón hacia el amor a Dios y concebir la penitencia por los pecados. El

"bautismo del Espíritu Santo" es un término empleado en el tercer siglo por el autor

anónimo del libro "De Rebaptismate". La eficacia de este bautismo por deseo para

suplir el lugar del bautismo por agua, en cuanto a su efecto principal, es probada por

las palabras de Cristo. Después que Él declaró la necesidad del bautismo (Juan, xiv),

Él prometió gracia justificante por actos de caridad o perfecta contrición (Juan, xiv):

"Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y

haremos morada en él". Ya que estos textos declaran que la gracia justificante se

concede por cuenta de los actos de perfecta caridad o contrición, es evidente que

estos actos suplen la gracia del bautismo en cuanto a su efecto principal, el perdón de

los pecados. Esta doctrina se establece claramente en el Concilio de Trento. En la

sesión catorce (cap. iv) el concilio enseña que la contrición es perfeccionada en

ocasiones por la caridad, y reconcilia al hombre con Dios, antes de recibir el

Sacramento de la Penitencia. En el capítulo cuarto de la sexta sesión, al hablar de la

necesidad del bautismo, dice que los hombres no pueden obtener justicia original

"salvo por el lavado de regeneración o su deseo" (voto). La misma doctrina es

enseñada por el Papa Inocencio III (cap. Debitum, iv, De Bapt.), y las propuestas en

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contrario son condenadas por los Papas Pío V y Gregorio XII, al prescribir las

propuestas 31 y 33 de Baius.

Ya hemos hecho alusión a la oración fúnebre pronunciada por San Ambrosio sobre el

Emperador Valentiniano II, un catecúmeno. La doctrina del bautismo por deseo se

establece aquí con claridad. San Ambrosio pregunta: "¿No obtuvo la gracia que

deseaba? ¿No obtuvo lo que pidió? Ciertamente lo obtuvo porque lo pidió". San

Agustín (IV, De Bapt., xxii) y San Bernardo (Ep. Ixxvii, ad H. de S. Victore) discurre

en forma similar en el mismo sentido en cuanto al bautismo por deseo. Si se dice que

esta doctrina contradice la ley universal de bautismo hecha por Cristo (Juan, iii), la

respuesta es que el dador de la ley ha hecho una excepción (Juan, xiv) a favor de

aquellos que tienen el bautismo por deseo. Tampoco sería consecuencia de esta

doctrina que una persona justificada por el bautismo por deseo sería por tanto

dispensada de buscar después el bautismo de agua cuando esto fuera una posibilidad.

Pues, como ya ha sido explicado, el baptismus flaminis contiene el votum de recibir

el baptismus aquæ. Es cierto que algunos de los Padres de la Iglesia acusan

severamente a aquellos que se contentan con el deseo de recibir el sacramento de

regeneración, pero hablan de catecúmenos que por voluntad propia demoran la

recepción del bautismo por motivos de poco valor. Por último, debe notarse que sólo

los adultos son capaces de recibir el bautismo por deseo.

(2) Bautismo de Sangre

El bautismo de sangre (baptismus sanquinis) es la obtención de la gracia de

justificación al sufrir el martirio por la fe de Cristo. El término "lavado de sangre"

(lavacrum sanguinis) es empleado por Tertuliano (De Bapt., xvi) para distinguir esta

especie de regeneración del "lavado con agua" (lavacrum aquæ). "Tenemos un

segundo lavado", dice "que el uno y el mismo [que el primero], en particular el

lavado de sangre". San Cipriano (Ep. Ixxiii) habla del "más glorioso y gran bautismo

de sangre" (sanguinis baptismus). San Agustín (De Civ. Dei, XIII, vii) dice: "Cuando

cualquiera muere por confesar a Cristo sin haber recibido el lavado de regeneración,

vale tanto para el perdón de los pecados como si hubiesen sido lavados en la fuente

sagrada del bautismo". La Iglesia fundamenta su creencia en la eficacia del bautismo

de sangre en el hecho de que Cristo declara sobre el poder salvador del martirio en el

décimo capítulo de San Mateo: "Por todo aquel que se declare por mí ante los

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hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos" (v. 32);

y: "El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará"

(v. 39). Se señala que estos textos son tan amplios que incluyen aún a los infantes,

especialmente el último texto. Que el texto anterior también se aplica a ellos, ha sido

constantemente sostenido por los Padres, quienes declaran que si los infantes no

pueden confesar a Cristo con su boca, pueden hacerlo de hecho. Tertuliano (Adv.

Valent., ii) habla de la matanza de infantes por Herodes como mártires, y ésta ha sido

la enseñanza constante de la Iglesia. Otra evidencia del pensamiento de la Iglesia en

cuanto a la eficacia del bautismo de sangre se encuentra en el hecho de que nunca ora

por los mártires. Su opinión es bien expresada por San Agustín (Tr. Icciv en Joan.):

"Lastima a un mártir que pide por él". Esto demuestra que se cree que el martirio

perdona todos los pecados y todo castigo debido al pecado. Los teólogos posteriores

comúnmente sostienen que el bautismo de sangre justifica a los mártires adultos,

independientemente de un acto de caridad o perfecta contrición, y, como si fuera, ex

opere operato, aunque por supuesto, deben tener arrepentimiento por pecados

anteriores. La razón es que si se requiriera en el martirio la perfecta caridad o

contrición, la distinción entre el bautismo de sangre y el bautismo por deseo sería

inútil. Lo que es más, como debe concederse que los mártires infantes son

justificados sin un acto de caridad, del cual son incapaces, no hay razón sólida para

negarle el mismo privilegio a los adultos. (Cf. Suárez, De Bapt., disp. xxxix.)

Bautizo de agua: La palabra bautizo viene del griego baptidzo que significa: sumergir. El proceso del bautismo consiste en sumergir y emerger. Este procedimiento se usó para describir el bautizo de Juan y el cristiano. Dicho de una manera más sencilla, es hundir totalmente un objeto en otra sustancia, y luego sacarlo.

Se habría podido evitar muchas de las guerras denominacionales con respecto al  bautismo en agua si se hubiera traducido como sumergir. Cuando se bautiza a una persona en agua, su cuerpo es totalmente sumido en el agua y luego se saca.

Lo más asombroso del bautismo en agua es que simboliza la muerte y la resurrección de Jesucristo, y también nuestra identidad con Él. Las Escrituras se refieren a Jesús como el postrer Adán (1 Corinitos 15:21-22, 45). Jesús nos representó en Su sacrificio. Cuando una persona lo recibe como su Señor, ésta se identifica por completo con la obra de Cristo (Romanos 6:4-6). El bautismo en agua debería marcar la mente de la persona con la realidad de su unión con Cristo Jesús.

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El bautismo en agua también le da al creyente la oportunidad de testificar a otros de la experiencia de su nuevo nacimiento. Es una señal y un testimonio público de la gracia interna. El creyente ha sido crucificado, sepultado y resucitado juntamente con Cristo; a fin de gozar de una vida nueva (Gálatas 2:20; Romanos 6:4).

Jesús afirmó en Mateo 28:19: «Por tanto id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo». Creemos que es bíblico bautizar en el nombre de cada uno de los integrantes de la Trinidad.

Algunos probablemente se preguntan: “¿Cuál era el propósito del bautismo de Juan?”. Que Israel recibiera la revelación del Cordero de Dios quien quitaría el pecado del mundo (Juan 1:29-33). Jesús —el Cordero de Dios— se bautizó para cumplir todo lo que es justo ante Dios, pues Él no había cometido pecado (Mateo 3:15-17). Además, sirvió para demostrar y anunciar Su muerte, Su sepultura y Su resurrección.  

A veces, la gente confunde el bautismo en agua con el bautismo de Cristo (ser salvo). Cuando Pedro predicó acerca de la muerte, la sepultura y la resurrección de Jesús, explicó: «Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo»(Hechos 2:38). Cuando una persona nace de nuevo es bautizada por el Espíritu Santo dentro del Cuerpo de Cristo; es diferente al bautismo en agua, el cual no salva. Es la preciosa sangre que Jesús derramó en la cruz, no el agua, la que nos limpia del pecado (Efesios 1:7; Hebreos 9:22; Apocalipsis 1:5).Una persona debe ser bautizada en el Cuerpo de Cristo (salva) antes de ser bautizada en agua. Si usted no acepta primero a Jesús como el Señor de su vida ni cree que Dios lo levantó de los muertos, el bautismo en agua no tendría ningún propósito. Pues éste se realiza después de la salvación para confirmar y fortalecer su compromiso de vivir en santidad.

El agua bautismal representa un lugar de sepultura. Cuando usted es sepultado juntamente con Cristo por medio del bautismo, está proclamándole al cielo, a la Tierra y al infierno que su vieja naturaleza ya no vive en usted. Ser sepultado con Jesús significa que su viejo yo murió al pecado, así como Jesús cuando fue hecho pecado por nosotros (Romanos 6:3, 6 10-12). Por esa razón, somos sumergidos como un acto simbólico de ser sepultados.

Emerger del agua significa que somos resucitados a una nueva vida en Cristo. Lo cual quiere decir que usted permitirá que Él sea el Señor en cada área de su vida —espíritu, alma y cuerpo—. Usted ha sido comprado con Su sangre;  por tanto, le pertenece a Cristo.  Desde ese momento, usted le consultará: “Señor ¿A dónde quieres que vaya? ¿Qué deseas que diga? ¿Cómo quieres que yo sea? Que no se haga mi voluntad, sino la tuya”.

Romanos 6:11-13, se convierte en un versículo muy importante para nosotros: «Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro. No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias; ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad…».

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Cuando en obediencia a la Palabra de nuestro Padre, consideremos, creamos y confesemos que estamos muertos al pecado y vivos para Dios por medio de Jesús; experimentaremos tanto crecimiento en nuestra vida cristiana como victoria en nuestro diario vivir. Los viejos hábitos y los vestigios del pecado de nuestra antigua manera de vivir desaparecerán, nuestra mente será renovada y estaremos viviendo como Cristo Jesús.

El bautismo en agua debería ser muy significativo en su vida como creyente; pues es un tiempo en el cual se compromete a obedecer, a seguir a Jesús, y se dispone a cumplir el propósito y el plan que el Dios todopoderoso tiene para su vida. Esto no se reserva sólo para “supercristianos”. Es algo básico del cristianismo, forma parte del fundamento sólido que necesita edificar.

Entonces si usted siente que no ha sepultado a su vieja naturaleza de pecado y que no ha dedicado su vida por completo al Señor; ya no espere más, busque un lugar en donde pueda participar del bautismo en agua, ¡ y sea totalmente libre!

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Las tres clases de Bautismo

Enseña la Iglesia que existen tres clases de Bautismo: por el agua, por deseo y por la sangre.

¿Cómo sería posible que Dios en su infinito amor negara la salvación a un hombre bueno que no pidió el Bautismo simplemente porque nunca supo de él?

Aquel aforismo de que "fuera de la Iglesia no hay salvación" debe ser interpretado incluyendo a los que han amado a Dios tal como lo conocieron y han cumplido la Ley Natural inscrita en sus corazones; aquellos que no obraron en contra de su conciencia y que de haber sido Evangelizados, hubieran deseado ser bautizados. Ese es considerado el Bautismo de deseo.

De igual modo, si alguien no bautizado sufriera el martirio por causa de Cristo o simplemente fuera muerto por no actuar en contra de su conciencia, de lo cual la iglesia tiene muchísimos casos, recibiría el Bautismo de Sangre y ciertamente se salvaría.

El catolicismo reconoce tres clases de bautismos: 

Ablución: (Es rociar o sumergir en el agua) también llamado bautismo de agua, a diferencia del Bautismo de deseo y sangre es el único considerado sacramento. 

* Deseo: también llamado Bautismo de caridad. Según algunos teólogos y dada la necesidad de la salvación los catecúmenos (Personas mayores de 7 años de edad que se están preparando para el sacramento del bautismo.) o aquellas personas que querían recibir el Sacramento del Bautismo y que han muerto, alcanzan la salvación en virtud del bautismo de deseo. 

* Sangre: igualmente el bautismo de sangre implica la aceptación de la muerte por amor a la Iglesia (martirio) o por defender una virtud cristiana por parte de un NO bautizado. 

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