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Indalecio Prieto
UEDE deshojarse la vida de Indalecio Prieto y luero si-
guiendo
la
linea
de los
años, cronológicamente,
o
siguién-
dole
en
cualquier momento
de su
actividad política, periodística
o
humana.
La
anchura
del
personaje—no
nos
referimos
a la
física,
de
elevados kilos ágiles de movimientos— es tal que nos da su dimensión
psicológica día a día \ hora a hora. Está siempre en acción y en su vida
no hay
lagunas
de
descanso. Cuando
no
escribe hace política
y
cuando
le
toca parar para reparar fuerzas se agita viviendo ese descanso. Es una
convulsión todo
él
y
n< )
repara
en
gastar energías
ni
seguir ningún
método. Se compromete en todo y con todo se apasiona. A la amistad no
le pone limitaciones y se entregó a ella co n pasión y desinterés sin
miramientos sociales. Y si tuvo que rectificar errores lo hizo sin limita-
ciones de ningún género.
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José Or t ega
y
Gasset (1883-1955).
U E
gran cinta
d e
medir tuvo para
los
hombres, igual daba
q u e
fueran
de su
ideología que de l a contraria Claro q u e
siempre miraba y s e detenía en e l valor h u -
mano de la persona. En e l a r t ículo «E l cerco
de la fe» , publ icado e l 27 de febrero d e
1957 (1) , nos
habla
d e u n a
m a dr e
,
Cecilia
Gallarzagoitia , q u e «venía d e recorrer t i e -
rras
p o r
lasq ue anduvo Francisco
d e
Javier
y
donde l a s mercedar ias d e Bérriz tienen m i -
siones: conforme pronto puede comprobar,
e r a u n a mujer excepcional, dotada d e gran
inteligencia,
de
espíritu finísimo
y d e
volun-
t a d dominadora» . L a conoció Prieto en el
«Normandie» y a través d e Ricardo Bastida,
gran amigo suyo, católico,
y a l
cual parecía
imposible igualarle
e n
bondad .
De ah í que e l
líder socialista — a l q u e s e le odió tan to como
se le admiró, cogió l os dos polos— escriba
c o n anchura d e espíritu:
« E s
impropio
d e
imbéciles
n o
reconocer
e n
campos opuestos a l nuestro altas jerar-
quías».
Y
te rmina
el
art ículo citado,
q u e
llevaba
también el subtí tulo «Catequismo»:
«Hoy
m e
están vedados todos
lo s
sepulcros
d e España . S i alguna v e z ten go acceso a ellos,
i ré a depositar ram os d e fioressobre algunos.
L o s q u e elija para m i ofrenda n o pertenece-
r á n
exclusivamente
a
personas
d e
izquier-
d a s .
Consti tuir ía ingrati tud
e
injusticia
grandes
d e m i
pa r te
n o
visi tar
e l de l
nobilí-
simo caballer o catól i co do n Ricard o Bastida.
Tampoco olvidaría
el de la
madre Cecilia
Gallarzagoitia .
Si e l
recinto dentro
d e l
cual
se
encuentra
e s
inaccesible para
m í ,
espero
q u e a lguna d e s u s discípulas n o s e nieguen a
deposi ta r e n aquel la tumba u n r amo de c l a -
veles q u e y o l e confíe».
La
misma sensibil idad
q u e
tiene Indalecio
Prieto para estos
d o s
muertos, alcanzó
a te-
nerla, llevado
de la
mano
d e l
doctor Mara-
ñ ó n , u n o d e s u s
grandes amigos, reconci-
l iándose
c o n
Ortega
y
Gasset
p o r e l q u e n o
sentía gran simpatía, escribiendo
su
artícu lo
« E n desagravio - José Ortega y Gasset», a l
fallecer éste, donde
c o n
sinceridad decía:
(1 ) Convulsiones
d e
España lU.Eddones •Oasis», S.A.
México,
1969.
F a c h a d a
d e l
Ateneo madr i leño.
5
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E n e l cen t r o d e l a fotograf ía . Largo Cabal lero ( sen tado , pres idi endo la mesa) ; det rás suyo, Pr ie to , Beste i ro y F e r n a n d o d e l o s Ríos,
d u r a n t e
u n a
r e u n i ó n
d e l
Comité
d e l
Par t ido Socia l i s ta ,
e n
d i c i e m b r e
d e 1 9 3 3 .
«Con la muerte d e Ortega y Gasset, y po r
haber nacido ambos en 1883 , he recibido la
sensación
d e q u e y a
estamos demás
e n
este
mundo cuantos somos
de su
edad,
y a l ba -
tirse
la
rama
m á s
f rondosa
v
bella
d e l
árbol
q u e entonces comen zó a arra igar , lo s recuer-
d o s d e toda u n a época, s i n duda l a m á s t r á -
gica d e España, s e apelotonan en mi magín.
S i tomo l a pluma no es con e l propósito d e
resumirlos, sino para anotar algunos
e n
rela-
ción c o n l a ilustre personalidad desapare-
cida
y
consignar públicamente
m i
arrepen-
t imiento p o r acr i tudes de qu e le hice obje to y
la s
cuales
m e
fueron perdonadas.
S o n ,
pues,
d e desagravio estos renglones míos» (2).
Observemos cómo Indalecio Prieto («don In -
d a » para s u s corre legionari os soci alis tas y
pa ra casi todos lo s españoles) n o e r a e s e león
q u e s e creían, o hicieron creer, sino u n h o m -
b r e lleno d e humanidad , q u e e n ocasiones
tuvo
q u e s e r
duro,
o m á s q u e
duro, dado
el
egoísmo
y
estrechez ment al
d e l
zafio conser-
vadurismo español.
E n l a
perspectiva
de la
(2 )
Articulo pubtcado
el 9 de
noUembre
de 1955.
historia, regul armen te,
el
ultra español lleva
todavía en su mente y en el hueco de su cora-
zón la
llama
s in
apagar
de la
Inquisición.
LA DUREZA D E L POLrTlCO Y S U
COMPROMISO
C O N LA
VERDAD
Nació Indalecio Prieto en 1883 en la ciudad
d e
Oviedo,
y
huérfano
d e
padre
m u y
niño,
s e
debatió entre la miser ia y la ignorancia. Pero
ya desde s u s primeros años aparece en él el
afán
d e
saber.
A lo s
och o años, enero
de 1891 ,
se fu e a
vivir
a
Bilbao,
c
iudad
q u e y a
tuvo
p o r
suya,
y
nada
m á s
te rminar
los
estudios
p r i -
marios
s e
puso
a
t r abaj ar para «contr ibuir
a l
menguado ingreso familiar» —nos dice— «y
m e dediqué a re par t i r entregas d e folletines,
que fue m i
primera ocupación». Estudió
t a -
quigraf ía c o n d o n Miguel Coloma v a los d ie-
cisiete años entró d e taquígtafo en el diario
« L a V o z d e
Vizcaya».
C o n
este puesto
y a f i -
liado
a l
partido socialista desde abril
d e
1899,
recibió
l a
e n t r a d a
d e l
siglo
X X
ejer-
ciendo
s u
oficio.
O y ó a
través
del
hilo telefó-
nico la a lgarabía q u e reinaba e n Madrid,
dado
q u e e l
teléfono interurbano estaba
in s -
Jecreta
el
ministro
de la
Guerra nuevas
y
trascendentales
reformas relacionadas
con la
organización
del
Ejército
,presión de las ocho regiones militaras.--Supresión de los capitanes generales y abolición d el titulo, honores y pre-
igativas anejos a su s cargos.—Supresión de los Gobiernos militares.-Supresión de la dignidad d e capitán general d e
Ejército y de la jerarquía d e teniente general.—Se suprimen la s zonas d e Reclutamiento.—Otras medidas.
'
C a b e c e r a
d e l
diar io madr i leño
«E l
Sol»,
d e l 1 7 d e
junio
d e 1 9 3 1 .
6
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talado en los bajos de la Equita t iva—luego
Banco Español d e Crédito—, a unos metros
de la Puerta de l So l madri leña. El tomó las
noticias c o n destino a l periódico de I de
enero de 1900 . Pasado l o s años escribió un
artículo anecdótico ti tulado «M i en t rada e n
el siglo X X » :
«Entréen el siglo X X t r a b a j a n d o v a l trabajo,
q u e
sigue siendo
m i
mayor consuelo,
le de-
dico ahora,
en la
medida
d e m i s
escasas fuer-
zas , e l
mismo anhelo
q u e p o r
iniciativa
d e
tres socialistas españoles plasmó
el 31 de
diciembre de 1899 en la Marsellesa de la
Paz»... «¿Cuántas ilusiones
s e m e h a n
tron-
chado desde entonces,
a lo
largo
d e
sesenta
años? S u enumeración sería interminable.
Desde luego, pese a tan tos y t a n sangrientos
desengaños mantengo
una : l a de l a paz un i -
versal»
(3).
Estos párrafos agudos
d e
Indalecio Prieto
nos sitúan para verlo ta l cual f u e y cómo lo
describe
su
coetáneo
y
compañero Santiago
Arisnea Lecea,
a
quien
el
líder socialista
e n -
cargó la recopilación de su obra esparcida e n
diarios
y
revistas
de
México
y
otro s países
d e
América v en el semanario « E l Socialista»,
edi tado
en
Toulouse.
«E l
Prieto, socialista
y
político —dice Aris-
nea—, f u e sagaz, tesonero, luchador infati-
gable en pos de su idea, exigente consigo
mismo...».
N o
dejó nunca
d e
pelear
y su voz
s e
fundió tanto
en la
plaza pública como
e n
lo s
escaños parlamentarios.
A
Prieto
se le
temió porque n o reparó e n medios cuando se
t r a t a b a
de
sacar
a la luz la
verdad.
Probando este hecho
h a y d o s
intervenciones
d e Prieto, u n a p a r l a me n ta r i a y otra en el
Ateneo d e Madrid, q u e re tra tan su carácter.
La
pa r lamenta r ia
se
refiere
a l
reintegro soli-
c i tado po r l as empre sas periodísticas para l a
adquisición de papel prensa costeado por e l
Estado
q u e ,
como decía
el
propio Prieto,
«jamás habrían d e re integrar , e l Estado c o s -
teará
la
enorme elevación
en e l
precio
del
papel «.Consiguió
q u e l a
Comisión
d e
Presu-
puestos rechazara
la
solicitud,
de l a que e ra
miembro,
y
luego intervino
en el
Pleno.
S u
ac t i tud
le
llevó
a
dis tanciarse
d e d o n
Miguel
Moya, con el que había t rabajado en «El Li -
beral»,
d e
Bilbao,
y a
enfrentarse personal-
mente con don Torcuato Luca de Te na, sena-
d o r
vitalicio,
q u e e n
vir tud
de la
cortés reci-
procidad entre ambas Cámaras, se sentó entr e
(3)
Articulo: «Hace sesenta años
- Mi
entrada
en el
siglo
XX» (1 de
febrero
de
19ó¡). Recogido D e m i
vida.
Edicio-
nes «El Sitio». México, 1965.
I nda l ec i o Pr i e t o e n u n a d e s u s ac t i t udes o r a t o r i a s .
lo s diputados d e derechas, acaudillándolos y
dedicándose a vociferar donde, p o r razones
d e l cargo, estaba obligado a callar. Insulta-
dos los
socialistas
p o r
éste, Prieto
se
levantó
y l o abofeteó. El escándalo f u e mayúsculo.
Los
periódicos
le
declararon
e l
«boicot»
a
Prieto
po r su
actitud sobre
e l
«reintegro
del
papel prensa», recibiendo
s u s
redactores
e n
Cortes instrucciones d e n o c i tar s u nombre.
Como Prieto diría c o n sorna:
« L a
orden
l e s
servía algunas tardes
a los in-
formadores d e completo descanso, p o r girar
la sesión e n to rno a intervenciones mías.
Pero
l a s
cosas habían cambiado
y la
prensa
pudo cerciorarse d e q u e , extinguida su anti-
g u a omnipotencia, n o e r a y a capaz, n i toda
junta ,
d e
matar pol í t icamente
a
nadie».
U n a mañana a principios d e abril de 1923
recibió Indalecio Prieto
en su
domicilio
d e
Madrid
la
imprevista visita
d e l
subsecreta-
r io de la
Presidencia
d e l
Consejo
d e
Minis-
tros, d o n Alonso Aguí lón . Ib a de parte d e l jef e
d e l Gobierno, d o n Manuel García Prieto, y
quería saber
de lo s
labios
d e
Prieto
s i era
cierto, co mo se decía p o r Madrid, que en su
conferencia
en e l
Ateneo pensaba atacar
a l
r ey .
Prieto n i a f i rmó n i negó q u e pensara hacer-
lo .
Dependería
d e l
t o n o
q u e
diera
a su d is-
curso, porque é l improvisaba s u s parla-
mentos
y , a
veces,
lo que no
pensaba decir
lo
decía
o a l
contrario. Total:
le d i o a
en tenderá
Gullón q u e n o podía descartarse.
«Dos horas después—nos cuenta Prieto— e l
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Sant iago Alba
y a l
general Pr imode Rivera , car icatura
d e
Fresno,
pub l i cada
e n a l
«ABC»,
d a
Madrid,
d a l 1 3 d e
s e p t i e m b r e
de 1923 .
r e y
f i rmó
u n
decreto disolviendo
la s
Cortes.
Desde aquel instante quedaba
y o
despose ído
de la
inmunidad par lamenta r ia
al
cesar
como diput ado.
El
juego est aba claro:
s e p r e -
tendía amenazarme, pues
lo s
a taques
que yo
dirigiera
a l
monarca constituirían delito
d e
lesa majestad, penado
c on
ocho años
d e p r e -
sidio. Pero
e n
palacio, donde
se
discurrió
la
treta, n o calcularon q u e esto iba a resultar
contraproducente , porque
yo no
podía
d e -
f raudar u n a expectación q u e c o n aquel d e -
creto
di so
luto
r io
había crecido
d e
modo
enorme. Desde
la
t r ibuna
d e l
Ateneo, enton-
t i .
MAESTRO.—¿Quién
f u é l a q u e
tiró
l a s
piedras?
I .A N ÑA DE L A
DERECHA.—Ella.
EL
MAESTRO.—Entonces , ¿cómo
e s
ella
la
her ida?
L A NIÑA DE L A DERECHA.—Por fas t idiarme.
C ar i ca t u r a
d a
B agar ía , a luaiva
a l a
s i tuación pol í t i ca
d a l o s
últi-
m o s
m a s a a
q u a
a n t e c e d i e r o n
a l
a l zami en t o
d e
julio
d e 1 9 3 6 .
e e s enteramente libre, m e ensañé c o n Alfon-
so
XIII».
«Concluido
e l
acto —continúa Prieto— vino
Bagaría a m i casa para hacerme u n a carica-
tura queen
«E l
Sol» querían publicar
con un
extensísimo extracto de mi discurso. Tomó
diversos apuntes
v
ninguno
le
satisfizo.
" E s
usted
m u y
difícil", observó
co n
disgusto.
"Otros lo saben a estas horas mejor q u e u s -
t e d " , argüí. Luis recogió lápices, esfuminos,
gomas d e borrar y papeles para ir al perió-
dico porque e l t iempo se le echaba encima.
"No sé qué voy a h a c e r— e x c la mó a l m a r -
char—, porque todos lo s apun tes s o n inapro-
vechables. No doy con l a verdadera fisono-
m í a d e usted". "Pues diseñe la f az de un e m -
perador romano que es l o mismo", le dije
despidiéndole».
Al d ía
siguiente
«E l
Sol» daba
la
información
teniendo e n medio la cari catura. Había dibu-
jado Bagaría
u n a
b o mb a
de
explosión
con la
mecha encendida
v
humeante .
L a
bomba
te -
n ía los rasgos de un cráneo hum ano. ¿Quién
podría negar q u e fuera e l de don Inda?
A
Prieto
se le
procesó
po r su
discurso, pero,
convocadas nuevas elecciones, volvió a salir
d ipu tado
p o r
Bilbao.
L a
investidura parla-
mentaria invalidó el proceso. Estas Cortes
fueron
l a s
úl t imas
de l
reinado
d e d o n
Alfon-
s o XIII.
Elecciones
en las que se d io la
circunstancia
q u e s e presentó a d ipu tado d o n Miguel Primo
d e Rivera y Orbaneja , marqués d e Estella,
siendo derrotado. Escribió e l general Queipo
de Llano sobre este fracaso d e Primo de Rive-
r a (4) qu e ,
considerando
a d o n
Santiago Alba
causante de su der rota , «juró repe tida s veces
e n
público
q u e s e
vengaría
d e
todos
lo s
polí-
ticos,
y
pr incipalmente
d e l
se ñor Alba;
lo qu e
andando
e l
tiempo hubo
d e s e r
principal
preocupación». ¿ Pudo s e r ésta la razón qu e l e
l
levó
a l
golpe
de
Es tado
del 13 de
septiem bre
d e l 923? Creemos q u e n o ; lo q u e s e pro ponía
con el
golpe
d e
Primo
f u e
hacer desapa recer
e l
expediente Picasso. Eran
m u y
serios
los
hechos recogidos e n éste sobre el de r rum-
bamien to de la Comandancia Militar de Me-
lilla
en 1921 .
Dema siadas responsabilidades
y a niveles m u y altos.
Dijo Prieto
e n u n
largo trabajo, «Marruecos
-
ABD-EL-KRIM»:
«Para frustrarlo — se refería a l expediente
Picasso— se sublevó e n sept iembre de 1923
e l
capitán general
d e
Cataluña, Miguel
Primo
d e
Rivera,
u n a
"sublevación
d e
real
orden", según
yo l a
denominé».
(4)
Ei
general Queipo
d e U a n o
perseguido
por la
dic tadura.
G. Queipo de Llano. Jaxier Morala. Mad-id, 1930.
8
CUENTO VIEJO REMOZADO
p o r Bagaría
Las derechas dicen
que los
disparos partie-
ron de republicanos y socialistas (De los pe-
riódicosi
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LA REPUBLICA: PRIETO, MINISTRO
D E
HACIENDA
Y DE
OBRAS PUBLICAS
Bilbao, ciudad
d e
adopción
d e
Prieto,
le co-
locó
en los
primeros cargos públicos, dipu-
tado provincial
v
concej al, para luego
te -
nerlo reiteradamente como representante
e n
Cortes. Prieto supo corresponder a Bilbao
con la fe
depositada
en él y
honró
con su
presencia
el
Par lamento español .
Su voz de
tribuno resonó fuerte y convincente. Alean-
zó, por su aus te r idad e independencia , sin
dejar nunca la disciplina socialista, «odios
africanos», aunque también la devoción d e
muchos.
E l don de su
ta lento
le
granjeó
n o
pocas envidias,
y s u s
ideas avanzadas levan-
taron
u n
gran temor. Pero
él no
miró nunca
hacia atrás
y
caminó voluntario
y
resuelto.
Sabía imponerse. Quizá
e l
escepticismo
le
invadió
n o
pocas veces,
y los
hechos
le
diero n
l a razón. Azaña nosu po compr end er la intui-
ción
d e
este hombre
q u e s e
había hecho
a
guantazos
con l a
vida. Mejor
n o s
hubiera
i do
a
todo s atendiendo
a su
escepticismo. Escep-
ticismo
q u e
decía Azaña
le
daba
u n
«acento
plebeyo». Naturalmente:
la
vida
le
había
re -
galado poco, todo tuvo
q u e
conseguirlo
él
mismo,
y
vivió dentro
d e
aquel Bilbao
m i-
nero
e
industrial donde
v i o de
todo.
Ministro d e Hacienda o d e Obras Públicas
—dos de los Ministerios m á s difíciles— no se
v i o
como otros
e n u n a
poltrona. Pero aquel
talento
en é l
innato
y s u
voluntad
d e
t raba jo
le
e m pu j a r on
a
vencer
l a s
dif icultades.
R i-
ca rdo
de l a
Cierva hace
d e l
Prieto ministro
lo s
elogios
m á s
encendidos:
le
s i túa
en la
t r iada d e grandes ministros d e Obras Públi-
c a s , pero no son de verdad dignos d e acom-
pañar le
l os dos
minis t ros
q u e
pone
a su la -
do (5 ) .
Este hombre,
t a n
na tura l
y
sencillo
e n
apariencia, tenía sello
d e
estadista:
« E n
cuanto cargo público ejerció, dejó de su paso
huella imborrable
y
beneficiosa».
N o
encon-
t ró en
esto paralelo
c o n
otros ministros
de la
República, a excepción de l a labor d e Largo
Caballero en e l Ministerio de Trabajo, de la
q u e
quedó
u n
amplio cuadro
d e
leyes labora-
les .
E n
política, gobernando,
h a y q u e
«ar rancar»
gradualmente proyectos
y
obras. Prieto
a c -
t u ó dentro d e l a s necesidades d e l momento
co n justeza v tino. E r a l a mane ra d e actuar
de un socialista, aunque n o pudiera hacerlo
plenamente. Indalecio Prieto e r a f inamente
inteligente
y
va loraba
en su
rea l idad
e l mo-
(5 )
Gnadalhorce
y
Silva Muñoz- Periódico
«E l
Alcazar»,
9
marzo
1970.
Antonio Maura
e n
c o m p a ñ í a
de *
ob i spo
d e
Madrid-Alcala,
d u -
r an t e u n a cere moni a ofic ia l, dur ant e l o s úl t imos años de l a M o-
n a r q u í a
d e D .
Alfonso XIII.
El
p r e s i d e n t e
d e l a
Repúbl ica , Niceto AJcala-Zamora.
e n
compa
ñ i a d e l
gene r a l F r anco ,
a
f inales
de 1935 .
9
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El a c o r a z a d o a le m a n « De u ts c h la n d » , e n a g u a s d e Ib iza , durante la guerra civil española.
men tó político
e n q u e s e
vivía. Pero
n i
esta
n i
otras prudencias evitaron
a la
República
el
odio
de la
extrema derecha española
y el
privilegio
d e
ciertas castas. Algo
q u e
había
muer to
en la
Europa
d e
Occidente
con la
guer r a
del 14.
El
hecho
d e
esta intransigencia
d e
nuestro
conservadur ismo n o e r a nuevo. ¿Es que en e l
1918 , como consecuencia d e l a s Juntas Mili-
tares d e Defensa, n o tuvo d o n Antonio Maur a
q u e t roquelar u n a d e s u s grandes frases:
«que gobiernen
l o s q u e n o
dejan gobernar»?
Y
Maura preconizaba desde bastantes años
antes
« la
revolución desde arriba».
Indalecio Prieto,
en
enero
de 1962, en un ar -
tículo titulado «¿Ha llegado el momento? -
La
revolución desde arriba»
(6) ,
escribía:
«Ahora s e predica la revolución desde arriba
e n todo el mundo occidental , p o r e l mismo
motivo
q u e ,
ahogado
en p ro de l o que bos -
quejó, hubo
d e
aducir Maura hace justa-
mente sesenta años: temores
de que un fo r -
midable t ras torno
la
realice desde abajo.
A
par t i r
d e
entonces
h a n
ocurrido varios tras-
torno s cuya consecuencia es la implantación
d e
regímenes comunistas
e n
gran parte
de l
mundo...» ...«El miedo
a l
comunismo
e n -
gendra
la s
predicaciones actuales. Están
su -
geridas desde
e l
Vaticano.
N o h a y
asamblea
mar iana ni josefina en la qu e , dándose d e lado
a los
temas espir i tuales para
l o q u e
parecen
exclusivamente convocadas, n o surja como
principal el de la revolución desde arriba,
aunque para anunciar lo
no se
recur ra
a
esta s
palabras .
L a
revolución
q u e s e
preconiza
es,
como cumple al tiempo presente, mucho
m á s
profunda
q u e l a
esbozada
p o r
Maura.
Asombra oír en esas asambleas v e n otras
tampoco genuinamente obreras duras pala-
(6)
Articulo incluido
en
Convulsiones d e España I I I . Edi-
ciones
«Oasis». México, 1969.
bras condenando
la
desigual distribución
d e
r iquezas
y
exigiendo
a l
respecto
u n
t ra to
m á s
justo».
Termina Prieto
s u
discurso «Pregunta
c o n -
testada» dentro d e l ar t ículo o t r aba jo c o -
mentado:
«Comencé estos renglones formulando u n a
interrogación. ¿ H a llegado e l momento de la
revolución desde arriba? Claro q u e h a llega-
d o .
Cuiden quienes vigilan
e l
reloj
en q ue n o
se les pase l a hora».
H a
llovido mucho desde
1902 a 1962 y
desde
1962 a 1981. Máxime si tomamos como
ejemplo España.
L a antorcha polí t ica d e Prieto h a cor r ido pol-
la
Europa
d e
Occidente
y es el
testigo
q u e
corre hoy por l a Europa Comunitaria. ¿Coge-
remos nosotros
la
antorcha? ¿Nos llegará?
Todo dependerá
d e q u e s e
gobierne
e n
demo-
cracia,
d e
verdad,
y de que
nadie interrumpa
lo que es ley de la
histor ia.
E l
catacl i smo
q u e
corrió España no puede volver a repetirse.
H a y q u e
tener
e 1
pulso seguro
y
gobernar
con
la inteligencia y con el corazón. L a fuerza n o
e s razón d e gobierno n i de orden.
EL
BALDIO
DE LA
GUERRA
L a
guerra «incivil»
d e
España
no la
querían
la s izquierdas españolas: n i sus formaciones
par lamentar ias ,
n i l as
ext rapar lamentar ias .
Prueba d e ello f u e e l discurso d e l líder socia-
lista Indalecio Prieto en Cuenca el 1 de mavo
de 1936 .
Este,
q u e
sabía
q u e s e
venía
h a -
blando
de la
cand ida tu ra
d e l
general Franco
para d iputado
a
Cortes
e n u n a
segunda
vuelta
p o r
Cuenca, apuntó
c o n
tacto:
« H a desaparecido de la cand ida tu ra d e
Cuenca e l nombre d e l general Franco. Yo me
fel icito since ramen te de t a l desaparición. H e
leído en la prensa manifestaciones d e este
general, según la s cuales su nombre se in-
10
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cluyóen la cand ida tu ra p o r Cuenca contra s u
voluntad, sin su autor ización. N o tengo p o r
q u é poner en duda la sinceridad d e estas
manifestaciones, aunque
h e d e
decir
t a m -
bién, n o pudiendo recatar la sinceridad m í a ,
q u e
hubiese preferido
que e sa
rectificación
del
general Franco
se
hubiera producido
con
anter ior idad
a l
justo acuerdo
de la
Junta
Provincial
d e l
Censo,
q u e l e
e l iminó
de la
candidatura».
Prieto matizó, s in embargo:
«Ahora bien,
n o
podemos negar , cualquiera
q u e s e a
nuestra representación polí t ica
y
nuestra proximidad a l Gobierno —y no l o
podemos negar porque
a l
negarlo, sobre
in -
curr ir
en
falsedad, concluir íamos
p o r
paten-
tizar
q u e n o n o s
manifestábamos honrada-
mente—,
q u e
entre
los
elementos mil i tares,
e n
proporción
y
vastedad considerables,
existen elementos
d e
subversión, deseos
d e
alzarse contra el régimen republicano, n o
tanto seguramente
p o r l o q u e el
Fren te Popu-
l a r supone en su presente realidad, sino p o r
l o que ,
predominando
en la
política
de la
nación, representa esperanza para u n futuro
próximo. E l general Franco, por su juvent ud,
p o r s u s dotes, por la red de sus amis tades e n
e l ejército, e s hombre q u e , e n u n momento
dado, puede acaudil lar
con e l
máx imo
d e
probabi l idades—todas
l a s que se
derivan
d e
s u prestigio personal— u n movimiento d e
esta guerra».
E l discurso d e Cuenca l o pronunció Prieto
bajo la preocupación d e l i nmed iato estal l ido
de un
movimiento mil i tar
-
fascista
que é l
venía anunciando
s i n que se l e
escuchara .
Y
no fue éste su único aldabonazo. Por eso a l
producirse pudo decir:
« L a
circunstancia
de no
haberse oído
m i s
consejos
n o m e
l iberara
de la
obligación
d e
ocupar
m i
puesto cua ndo
la
lucha sobrevino.
Y lo
ocupé
s in
vacilaciones
n i
remordimien-
t o s . Fu i de l os qu e
contr ibuyeron
a
impla ntar
la República y acudí a defenderla. Otra cosa
hubiese sido u n a villana cobardíá q u e jamás
m e hubiera perdonado porque habría equi-
valido a renegar n o sólo d e m i significación
política, sino incluso d e m i español ismo e n -
raizado
en mi
alma como quien
m á s
profun-
damente
lo
tenga
en la
suya»
(7) .
Prieto supo estar
en la
guer ra
y
ocupó
el
cargo d e ministro d e l Aire y Mar ina en el
Gobierno d e Largo Caballero, y después d e
(7 )
Fragmento
de un
prólogo: «Discurso
de
Cuenca
- La
de Moya», incluido en el libro De mi vida, 26 de junio de
1952.
Ediciones
«E l
Sitio». México,
1965.
Indalecio Prieto e n c o m p a ñ í a d e d o s av iadores r epublicanos .
d u r a n t e
la
guerra civil.
Defensa c o n Juan Negrín, demostrando n u e -
vamente s u s grandes dotes d e organizador
e n ambos cometidos. Nunca ocultó, n o o b s -
tante, su creencia de que l a guerra sería difí-
cil e
imposible
d e
ganar .
« S u
idea —dice
Ramón Tamames— f u e q u e sólo u n conflicto
internacional
e n
gran escala podría salvar
la
República española» (8).
Cuando el bombardeo d e Almería el 31 de
mayo de 1937 por e l crucero «Almirante
Scheer»
y
cuatro destructores alemanes,
In -
dalecio Prieto propuso buscar a la flota ge r -
mana en e l puerto donde estuviera refugia-
d a , y a
fuese Palma
d e
Mallorca, Pollensa,
Ceuta, Cádiz o Málaga y bombardear la . E l
Gobierno republicano se opuso... E l mismo
Prieto dijo: «Era la proposición d e u n pesi-
mista,
d e
quien
n o
veía posibilidad
de
ganar
mi l i t a rmente la guerra...» Quería e l enfren-
tamiento directo c o n Alemania. ¿Pensaba,
quizá,
e l
líder socialista
en la
respuesta
del
mundo? (9).
L a
guer ra
la
perdió
la
República (leamos
E s -
paña) p o r es tas y otras indecisiones. Sacrifi-
cándonos no se evitó la segunda guerra
mundia l . D e haberse adelantado otro h u -
biera sido nue str o sino. España
f u e u n
campo
d e
bata l la
d e
ensayos bélicos
y
persecucion es
mosntruosas. Hitler probó aquí
s u s
a r m a s
y
su s
procedimientos
d e
terror.
(8 ) «LaRepiibíca— LaEradeF raneo» (1931 -1970) Ramón
Tamames. Historia d e España Alfaguara VII.
(9) «El
bombardeo
de
Almería
por h
escuadra alemana».
José Miguel Noveros. TIEMPO DE HISTORIA,
Núm. 31,
junio
1977.
11
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Manuel Aznar y Zubigaray (1894-1975).
PRIETO, PERIODISTA
Y
ESCRITOR
TESTIMONIAL
Hemos dicho
q u e
Indalecio Prieto
y
Tuero
e r a
taquígrafo
d e « L a V o z d e
Vizcaya»
a la
en t rada
d e l
siglo
X X .
Después,
a l
crearse
«El
Liberal», d e Bilbao, p o r d o n Miguel Moya,
q u e
extendía
as í su
periódico
« E l
Liberal»,
d e
Madrid,
p o r
distintas provincias, Prieto
ocupó
u n
puesto
en la
redacción
de «El
Libe-
ral» bilbaíno. Está
e n
marcha
s u
vida perio-
dística en aquella cadena d e « E l Liberal»,
todavía fiel
a l
p rograma
que l e
t razó
Fer-
nanflor, u n o d e s u s principales fundadores:
«Nos pertenecemos; somos nosotros
m i s -
m o s . Ningún hombre d e Estado, ninguna
agrupac ión po l í t ica es tá sobre noso-
tros...» (10 ) . O sea : Prieto i b a a hacerse a l
mismo tiempo periodista
y
tribuno, porque
ambas actividades enlazó en pocos años.
Nosotros dejamos ahora a l Prieto periodista
y escogemos el Prieto escritor testimonial, e l
his tor iador
e n
ar t ículos
y
ensayos
q u e f u e
publicando durante
s u
exilio. Ricardo
de la
Cierva,
q u e n o
acumula muchos aciertos
h i s -
tóricos,
la
verdad
s e a
dicha,
s í
supo encon-
trar
e n
Indalecio Prieto
lo s
ingredientes
n e -
cesarios para hacer de é l un exacto como
reconocido elogio:
«Si en España existiese algo parecido a los
premios Pulitzer
( q u e n o
existe: casi todos
lo s
premios periodísticos
s o n t a n
amañados
y t a n
remejidos,
q u e
diría Unamuno, como
casi todos
lo s
premios literarios), Indalecio
Prieto
y
Tuer o sería, para este mod esto histo-
riador, el cand ida to a l pr imero d e esos p r e -
mios,
con
carácter retrospecti vo. Pasaba
d o n
Indalecio,
c o n
razón
e n
vida,
p o r s e r e l h o m -
(10)
Palabras
del
propio Prieto
en su
artículo
«L a
carcajada
de Moya», incluido en dlbro
De mi
vida, 26 dejutio de 1952.
Edciones «E l Stio». Méxco, 1965.
12
b r e mejor informado d e España. E n esta re -
copilación — s e nefiere a «Convulsiones d e
España»— se muestra ante quienes n o tuvi-
m o s ocasión d e leer en vivo s u s trabajos
como
u n o d e l o s
grandes periodistas espa-
ñoles d e todos los tiempos. Po r su intención,
por su
lenguaje
d e
acero
y d e
bolillos,
p o r
su
dardo directo,
p o r s u
cap acida d evocativa
y hasta p o r e s a característica t a n definidora
d e l gran periodismo español, q u e s e conoce
púdicamente como mala idea»
( l l ) .
En su artículo titulado «Antropometría polí-
tica
- L a
ficha
de un
perillán»
(27 de
abril
d e
1955), Prieto desnudaba moralmente a M a -
nuel Aznar. Este artículo circuló p o r toda
España, Madrid y Barcelona principalmen-
te, y
tuvo gran repercusión. Hacía Prieto
e n
su
t r a b a jo
e l
panegírico
d e d o n
Miguel Moya,
primer presidente
de la
Asociación
de la
Prensa, compa ran do su honest idad y presti-
gio con el a r r ib i smo d e l nuevo presidente
Manuel Aznar.
De la
difusión
d e
este artículo
s e
hizo
eco el
propio Indalecio Prieto,
q u e e n u n
t rabajo
t i tu lado « E l cuaderno de un ex presidiario»
(18 de
enero
d e
1956), dice:
«. . .Antropometría polít ica - L a ficha de un
peri l lán»originó
u n
curioso incidente. Fiché
a Manuel Aznar c on ocasión de habérsele
elegido presidente
de la
Asociación
de la
Prensa
d e
Madrid ,
y la
ficha interesó
a l Mi-
nisterio d e Información y Propaga nda, hasta
e l punto q u e Arias Salgado, e l ministro, e n -
vióselo a l Caudillo, quien d e e s e modo pudo
reír p o r dentro oyendo e l d i t i rámbico d i s -
curso
q u e
Aznar
le
espetara cuando
fue a
presentársele a l f rente de la cuadrilla direc-
tiva d e dicha Asociación»... «Enterado e l pe-
ril lán
de la
jugarreta, escribió
a l
ministro
u n a car ta q u e echaba lumbre, replicó Arias
Salgado
c o n
pa labras
n o
menos candentes
y
el
com bate epis to lar ,
a l
tras cender, hizo
q u e
la
biografía fuese buseadísima, yendo
d e
m a n o
e n
ma n o
p o r
Madrid
y que l a
gente
se
divirtiese
c o n l o s
azorosos amoríos
d e M a -
nuel Aznar
y l a
baronesa
d e
Alcahalí.
En f in ,
pequeños éxitos q u e n o m e vienen m a l entre
tantos
y t a n
grandes fracasos»
(1 2).
Imagine
el
lector
e l
in terés
d e
estos artícul os
d e Prieto. A todos le s daba vida y eran testi-
monio
d e
hechos históricos
de l a
contienda
v
f
de l a
vida española.
Al
recogerlos desp ués
d e
s u
muerte, ocurrida
e l
domingo
11 d e
febrero
de 1962, se ha hecho u n gran bien, y a q u e l a s
(11)
«Sesenta años
de
testimonio».
De la
Cierva.
«El
Alcázar», 7 de marzo 1970.
(12) Este trabajo figura «A guisa de prólogo» en el tornol de
Convulsiones de España
t
donde se incluye el articulo citado:
págs. 327-332.
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juventudes españolas conocerán p o r ellos
tantas y tantas verdades que se ocultaron
duran te cua ren ta años. Prieto h a sido un tes -
tig ode may or excepción
y s u
óptica
s e
exten-
d i ó a todos lo s horizontes. E r a e l hombre
veraz,
p o r
otra parte,
q u e
nunca oculta
la
verdad. Trata sie mpre
d e
penetra r
e n
ella
y
ofrecerla
co n
claridad, adornándola además
d e u n a finísima ironía. P or ej emplo, cua ndo
habla
de su
muerte , transmitida
por la BBC
d e
Londres
en
julio
de 1 961, y que é l
mismo
desmintió, o se refiere a l hecho d e romper su
par t ida
d e
bautismo:
«Apenas
lo s
falangistas hiciéronse dueñ os
d e
Oviedo,
m i
ciudad natal, realizaron
la si-
guiente hazaña q u e proclamaron gozosos.
Repasando en la Iglesia d e S a n Isidoro el
libro parroquial de 1883 dieron c o n m i p a r -
tida
d e
baut ismo
y ,
a r rancándola ,
l a
hicieron
pedazos.
M e
rompieron, pues,
el
bautismo.
(Nunca s e habrá dicho esto c o n mayor exac-
ti tud.) Afin de co mp let arm i aniquila miento ,
hicieron lo propio en e l Registro Civil con la
inscripción d e m i nacimiento. Consiguien-
temente,
n o
existo
n i he
exist ido nunca,
a l
menos cristianay civilmente. Pertenezco a la
nada ,
a lo
increado».
D o s horas antes de su fallecimiento había
escrito Indalecio Prieto ( e l que no había p a -
sado
p o r
este mundo
de los
vivos)
u n
artículo
para la revista mexicana «Siempre», de la
q u e f u e asiduo colaborador. S e t i tulaba «El
hierro y sus excelencias » , q u e se publicó e l 28
d e febrero. E r a u n trabajo emotivo y trataba
de un
libro
d e d o n
Modesto Bargalló, profe-
sor en la
Escuela
d e
Ciencias Biológicas
de l
Instituto Politécnico Nacional
d e
México.
Libro titulado
« L a
na tura leza
de l os
metales
y el
beneficio
d e l
hierro
en l os
a lquimis tas
y
metalúrgicos d e l siglo XVI», q u e l e recor-
daba «las ferreterías
d e
ayer
y los
a l tos
h o r -
n o s d e
hoy»
y
«las entrañas
de l os
montes
vizcaínos». Prieto intro duc ía en e l texto de su
artículo como
u n
recuerdo
q u e l e
viniera
d e
lo
hondo
de su
corazón,
la
estrofa inicial
d e
«Vizcava»:
«Cantábricas montañas
co n
nubes
en las
cimas,
co n
hierro
en las
entrañas
y al pie,
rugiente,
el
mar».
Algo
m á s q u e u n a
coincidencia;
e l
recuerdo
ínt imo d e u n adiós q u e perforaba e l papel.
PRIETO E N ABIERTA LUCHA
DESDE
E L
EXILIO
Nadie iguaióa Indalecio Prieto en su lucha
política desde
el
exilio con tra
e l
régimen
de l
John Fos te r Dulles (1888-1959) , sec re ta r io d e Es tado nor te -
a me r ic a n o , d u r a n te l a Adminis trac ión Eisenhower .
general Franco. F u e incansable e n esta labor
y apeló a todos lo s medios p o r d a r l a batalla
al fr anq uis mo. Hizo tod o lo posible dentro d e
u n a
actitud realista. «Ahora bien —como
af i rma
el
his tor iador
M a x
Gallo—,
el Go-
bierno franquis ta dom ina España, asegura
el
orden y sobre todo multiplica s u s aperturas
en
dirección
a
Washington»
(13) .
Cuando
M r . Kennedy sube al poder, e s investido p r e -
sidente de los Estados Unidos, Prieto lleva
tiempo luchando p o r todas l a s cancillerías.
S e
había entrevistado
c o n
Bevin
en el Fo-
reign Office, acompañado
d e
Luis Araquis-
táin, e n sept iembre d e 1 947 , y de cuya entre-
vista hizo u n a crónica leída ante lo s micró-
fonos de l a B B C de Londres; dirige u n m e n -
saje a l Papa; escribe a Eisenhower ( « E n s o -
b r e abiertfe - Carta de un ex ciudadano espa-
ñol»); apela m á s ta rde a Kennedy, también
p o r
car ta ,
14 de
dic iembre
de 1960,
poco
a n -
tes de ser investido presidente de l os Estad os
Unidos. Carta q u e publ ica con e l título «Con
prosa amarga - Car ta de un español» (14) .
Dice:
« M r . Foster Dulles, inspirador de la política
internacional d e Eisenhower —mientras
éste lo tuvo, porque luego d e morir aquel
fanático mantúvose
a la
deriva—, dijo,
con
cinismo aterrador, aunque saturado
de ve r -
d a d , q u e l o s Estados Unidos n o tienen a m i -
g os sino intereses. C o n arreglo a t a l norma,
consumaron e l sacrificio de l os españoles
amigos, a cambio d e crear nuevos intereses:
l a s
bases militares».. .
«Yo ,
señor Kennedy,
s i
pongo alguna fe en usted no es a cuénta de su
filiación política, sino de su juventud. E n
vuestra contienda electoral n o enco ntré dife-
(13) Historia
de la
España f ranquis ta . Ruedo Ibérico.
París, 1969.
(14) Conviisiones de España II .
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«libertad municipal» enraizada en la tradi-
ción española,
y
c i ta
d e
Costa:
«Mirada España a vista d e pájaro, sobre u n
mapa, c o n s u s inf ini tos municipios y aldeas ,
y m á s a ú n ,
m i r a n d o
u n
municipio sobre
u n a
proyección gráfica,
con l a s
m a n z a n a s
de l
casco y los bar r ios y caser íos d e l suburbio,
parecen
u n
tablero
d e
ajedrez; pero
n o c o n -
siderando q u e e s e tablero tiene u n a lma y
q u e e n e s a alma obran energías potentísimas
q u e n o
d imanan
d e l
Estado, sino
q u e
tienen
su
frente
en
ella misma,
y q u e
esas energías
obedecen a leyes objetivas q u e n o dependen
de la voluntad» (16) .
Prieto afirma en su es tudio queés tos « no son ,
pues, caminos d e u topías l o s q u e elegimos.
Trazáronlos
y
siguiéronlos nuestros antepa-
sados».
Se ha
detenido antes
e l
l íder
y
consec uente
social ista e n señalar l a s «Facul tades .del Es-
tado»:
«Las funciones otorgadas
a los
municipios
n o h a n d e
anular
a l
Estado. Este subsiste
como elemento coordinador, quedándole
muchas
y m u y
importantes misiones». ...«En
lo s
t iempos modernos
s e
acumulan sobre
el
Estado t a l número d e obligaciones q u e físi-
came nte carece d e fuerzas para desempeñar-
l a s . E sa acumulación exige ciertas desinte-
graciones,
d e
modo
q u e
par te
d e l a s
faculta-
d e s q u e e l
Estado absorbe,
s i n
poder
d e s -
empeñar la s per fectamente , pasen a l o s m u -
nicipios. Pero e l Es tado n o queda s i n mi -
sión...».
La
«declaración
de
pr incipios»
d e
Indalecio
Prieto para u n p r o g r a m a d e socialización d e
España
es, de
verdad,
u n a
medi tación
m u y
est imable. Est imabil ísima. Estas ideas
n i
con e l
pasar
de los
años
s e h a n
qu edado a t ra-
sadas.
Y
menos cuando vemos gobernar
con
t i tubeos,
y a ú n n o
hemos sal ido
de un
túnel
d e cuarenta años d e histor ia.
La
política
i
mpone
u n a
base
d e
sustentación
para edificar
u n
p rograma,
u n a
teoría.
L a
política q u e s e pierde en la sola administra-
ción,
o n i
siquiera alcanza
a
és ta ,
es u n a p o r -
f í a por e l poder de los cargos s in in terés n a -
cional verdadero para u n país y pueblo.
E l esbozo d e p rograma d e Indalecio Prieto se
vier te
el 1 de
mayo
de 1946 ,
cuando
el 4 de
abril se ha hecho la declaración d e París -
Londres
-
Washington condena ndo
a
Franco.
Prieto siente u n a esperanza tras los dieciséis
(16) Del
prólogo
que en 188 5
puso Joaqiin Costa
al
foll
eto
titulado «Materiales para el estudo del derecho municipal
consu etudnario»,
del que
eran autores
el
propio Costa,
don
Manuel Pedregal,
do n
Juan
S
enano
y don
Gerwsio González
de Linares.
Indalecio Prieto Tuero (1883-1962).
años d e lucha socialista p o r l a República. L e
oiremos:
«...Claro que en e l p rograma d e l Part ido S o -
cialista
h a y
puntos
q u e p o r
fundamentales ,
resultan inconmovibles y nadie, dentro d e
nuestras filas, pretende modificarlos, porque
so n p i lares d e nuestro ideario; pero conviene
q u e medi temos y a sobre e l part icular . Yo os
v o y a ofrecer e l f ru to d e m i s meditaciones
para
q u e l a s
cont rasté is
con las
vuestras
y
para q u e , cuando tengamos ocasión, exami-
nemos unas y otras, estableciendo acerca d e
ellas controvers ia a f in de i r creando, aunq ue
se a desde aquí, desde el dest ierro y a tanta
distancia, conciencia d e nuestros deberes».
...«Para esto
y o
parto, como seguramente
partiréis todos, de que e s imperioso hacer
compat ib le
el
social ismo
y l a
l iber tad.
E s a
f u e
s iempre , ade más
d e m i
deseo,
m i
preocu-
pación».
Lejos quedaban l a s esperanzas... ¿Quién
duda
q u e l a
moral pesa poco
en las
decisio-
n e s
políticas,
y
menos
en e l
orden interna-
cional? Washington venció
p o r
segunda
vez
a
España. Siguió
a
Hitler
a l
segar
s u s
liber-
tades. Indalecio Prieto murió rumiando esta
amargura . E l había recordado lo s versos d e
García Lorca puestos en los labios d e M a -
r i ana
d e
Pineda:
«libertad
de lo
alto, libertad verdadera,
enriende para nú las estrellas distantes...»
E l no ve r l a l iber tad d e España f u e s u gran
dolor .
Y e l
corazón
se lo
atravesó varias
v e-
c e s . Pero p o r verla, pese a todo, vivió l o que
vivió resistiendo años, meses y días a la
muer te . U n a muer te que l e e r a vecina desde
t iempos m u y a t r ás . • J . M. N .
15
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r í a un discurso d e este abad ,
d e l q u e pre suntamente s e
de s p r e nde r í a u n a i nque -
brantable adhesión a Fran-
co , para condenar a d o m E s -
carré
y s u
presunto separa-
tismo rojo. Lo cierto e s q u e ,
comparado
c o n
Marcet,
E s -
carré podría
s e r u n
peligroso
izquierdista. Pero también
es
cierto
q u e
aquél,
a
pesar
d e l factual acatamiento d e
l o s poderes cons t i tuidos ,
dent ro d e u n posibilismo p o -
lítico y u n supra te r rena l d i s -
tanciamiento religioso,
a s e -
guró l a s primeras piedras d e
la
ca ta lanidad montserra t i -
n a ; q u e
muchas veces estuvo
e n
línea
c o n
Vidal
i
Barra-
quer ,
u n o d e l o s
pocos,
de los
d o s , obispos q u e n o f i rmó la
car ta
por l a que se
convertía
e n Cruzada la sublevación
fascista de l 36 y que en 1943
había presidido
lo s
Juegos
Florales celebrados en el
Monasterio.
E r a l a
segunda
vez qu e l o hacía, pero ésta n o
en el
exilio
d e
Tolosa
d e
Llen guado c (1924), sin o
en la
clandestinidad
d e
Montse-
r ra t .
U n
exilio propiciado
por l a dic tadura d e Pr imo d e
Rivera y unas catacumbas
labradas
por la
d ic tadura
d e
Franco. E n definitiva, amb os
generales
se
asemejaron
e n
l o s recelos a l a perversidad
separatis ta
de l
santuar io.
E l
padre
d e u n a
posterior
fi-
gura nacional, «el Ausente»
en la
terminología mítica
d e
la época, lo t i ldaba con ro -
tundidad castrense de « t o -
ta lmente separatis ta» y Al-
fonso
X n i s e
negaba
a
visi-
tarlo mientras sondeaba la
posibil idad
de que e l
Vati-
can o removiese, e s decir des -
terrase, a incógnitos lugares,
a la
comunidad
o,
cuando
menos, a su abad Marcet p o r
manifiesta subversión sepa-
ratis ta . L a opinión d e Fran co
sobre Escarré
e r a
también
d e u n
ex t remado r igor :
«ideas liberales avanzadas»
y «extremismo regionalis-
t a » .
1947 . Las fiestas de la
Entronización
E n
estricta justicia, ambas
definiciones parecen excesi-
v a s .
Escarré
h a
sido prior
y
abad coadjutor d e Marcet,
sabe de la muerte incontes-
table
d e
veinti trés
d e s u s
he rmanos
y
reconoce públi-
camente que e l Monasterio
h a vuelto a los benedictinos
gracias
a
Franco. ¿Por
q u é
Franco propició aquel posi-
b l e foco d e catalanismo?
Acaso pensara
q u e l o s
ava ta-
r e s a que l a
guerra había
so -
metido a la comunidad y
convertido el san tua r io e n
hospital militar, sería sufi-
ciente para contar c o n l a a d -
hesión inquebrantable de los
monjes. Sorprende
u n
poco
esta actitud benevolente
q u e
Franco mantuvo durante
años respecto
a l
Monasterio.
E l
carác ter
d e
«Cruzada
c o n -
t ra e l comunismo» de l Al -
zamiento se t r a ns m ut ó e n
Cata luña e n «guerra d e c o n -
quista» y dada la superposi-
ción d e identidades ideoló-
gicas
q u e c o n
frecuencia
aplicaba e l Régimen, ambas
retóricas podían s e r m u y
bien aplicables
a
Montse-
r ra t .
E n s u
libro «Cataluña
ba jo
el
régimen franquista»,
Josep Benet constata
q u e ,
tras la caída d e Barcelona,
lo s
ocupantes
n o
hablan
ni
d e Cruzada ni de comunis-
mo, n i de
anarquismo
ni del
«mart i r io de los religiosos.
U n solo grit o d e victoria: C a -
taluña vuelve
a s e r
Esp aña».
E n
este ambiente postbélico,
pues,
se
establecen unas
re -
laciones
d e
cierta cordiali-
d a d c o n l a
ideología triun-
fan te
q u e e n
tres cruentos
años había laminado el país.
Conseguida la legitimación
p o r
parte
de l
Episcopado
es-
pañol, Franco pretendía, sin
duda , idént ico reconoci-
miento —por situarse
en el
ámbito terr i torial
de l
carde-
n a l exiliado, Vidal i Barra-
quer,
m á s
significativo—
p o r
pa r t e
de la
influyente
A b a -
d í a . M a s sería aquí donde s e
iniciaría u n lento resurgir
El p r e s id e n t e Az a ñ a , d u r a n te s u visita a Montser ra t , e n c o m p a ñ í a d e l abad mitrado , d o m
Antonio Marce t .
19
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d e l cata lanismo q u e termi-
naría provocando el airado
encono
d e l
Jefe
d e l
Estado.
E l
punto
d e
partida fueron
l a s Fiestas de la Entroniza-
ción,
el 27 de
abril
de 1947 ,
d e l a s q u e Josep Benet fue e l
principal artíf ice.
A l a s o m -
b r a d e
Félix Escalas
y C h a -
mení, u n ciudadano solvente
avalado
p o r s u
carencia
d e
problemas polít icos
y po r su
a b u n d a n c ia d e medios e c o -
nómicos, empezó
a
funcio-
n a r u n a nutridísima Comi-
sión, l lamada d e l «abad 01 i-
b a » . E l
Secretar iado
de la
misma correspondía a otra
personalidad también libre
d e
toda sospecha, Félix
M i-
llet i Maristany, m u y cató-
lico y m u y d e derechas, q u e
d e hecho dejó todas l as i n i -
c i a t iv a s
a u n e x
escolar
montserratino, Josep Benet.
Benet
h a
definido
as í a Mi -
llet: «Era u n cata lanis ta
moderado,
u n a
personalidad
católica
d e
antes
de la
guer ra
q u e huyendo de l a persecu-
ción religiosa
s e
pasó
a
zona
nacional .
E r a u n
financiero
El cardenal Vidal i B a r r a q u e r c o n e l abad Marcet , e n Mont se r r a t , du r an t e I0 9 años
d e l a Repúbl ica .
importante». Po r su parte,
Massot i Muntaner , e n «Els
c r e a d o r s
d e l
M o n t se r r a t
Modern
», lo
sitúa como
« a n -
t iguo presidente
de l a
Fede-
ració
d e
Joves Cristians
d e
Catalunya, pasado
c o n a r -
m a s y
bagajes
a l
nuevo
R é -
gimen, pero protector
de la
lengua y cultura perdidas».
A
pesar
d e t a n
acrisolados
avales, hubo q u e superar
muchas t rabas y dificulta-
d e s . Culminada l a suscrip-
ción popular para
la
adqui-
sición d e l trono, se v io la po-
sibilidad
d e q u e
idéntico
e n -
tusiasmo podía despertarse
c o n u n a
convocatoria
q u e
actuase sobre d o s vertientes
d e
segura sensibilización:
la
espiritual y la patriótica,
fervor y cul tura . Con la pr i -
mera, sobre todo,
p o r
delan-
te, el
abad
se
dirigía
en
abril
de 1946 a l gobernador d e
Barcelona
e n
estos términos:
«Puesto
q u e s e
t ra ta
d e l p u e -
b lo y de l as
clases
m á s h u -
mildes
d e l
mismo
a
quienes
deben d i r ig i r se nues t ros
desvelos
e n
este afán
d e a v i -
v a r s u
devoción
a la
Sant í-
sima Virgen
d e
Montserrat,
solicito de V. E. se digne c o n -
ceder pueda llevarse a cabo
esta propaganda también
e n
catalán, asegurándole p o r
nuestra parte la exclusión d e
todo car áct er político...».
N o
debía tenerlas todas consigo
el gobernador, Bartolomé
Barba Hernández,
p o r l o q u e
autorizó solamente
l a p r o -
paganda escrita, denegando
cualquier intento d e propa-
ganda radiada. Barba
l le-
vaba
u n a
política táctica
d e
tolerancia respecto a la len-
gu a y e l
folklore convencido
d e q u e u n a
represión indis-
c r iminada
y
cerril
n o
haría
sino exacerbar lo s án imos y
«fabricar mártires»
q u e a l -
zar ían s u cadáver contra los
represores. Lo ha explicado
é l mismo, esta calculada le -
nidad despolitizadora, en un
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« * -;. • ;<«> £ .\ .:•
f
A
' W l ? SISi í I i É t e ? - 1 í
viejo l ibro publicado
e n
1948 , «Dos años a l frente de l
Gobierno Civil d e Barcelo-
n a » .
Pero
los
agravios esta-
b a n
demasiado claros
y d e -
m a s i a do r e c i e n t e s pa r a
aceptar paños calientes
q u e ,
p o r otra parte, nada o casi
nada iban a solucionar. L as
reacciones hostiles
a su
polí-
tica «d e comprensión e inte-
La
bas í l ica
d e
Montser ra t .
gración» la s refleja Barba
Hernández
en su
obra .
E l
PSUC sale
a l
paso
d e la s m a -
niobras «catalanistas» de l
gobernador
y en una
hoja
vo-
landera viene a decir q u e ello
n o
conseguirá
el
reconoci-
miento
y
mucho menos
el
afecto de los catalanes d e s -
poseídos de su cultura, su
lengua
y su
l ibertad.
A
pes ar
d e
todo,
con sus más v sus
menos, la s Fiestas s e lleva-
ron a
efecto
v
cerca
d e
cien
m il ca ta lanes se desplazaron
e n
romería
a la
Montaña
s a -
grada. Todos contentos,
in -
cluso el Gobierno d e Madrid
q u e
envió como represen-
tante e l ministro d e Asuntos
Exteriores, Martín Artajo.
A
su
regreso, éste debió mani-
21
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nidos. Y para colmo, entre
tanto ajetreo y t a n burdas
conspiraciones masónicas
y
mancistas, nacionales
e in -
ternacionales, a Franco se le
vino encima
la
tormenta
montserra t ina .
L o s
antece-
dentes
m á s
directos
de
estas
declaraciones h a y q u e f i jar-
los en dos
momentos claves
en lo s que Escarré había h e -
c h o pa ten te su disconformi-
d a d c o n l o s gobernantes . C a -
lificarlas como
lo
hizo
e l se-
manario
« E l
Español» ,como
la voz a sueldo d e Moscú e r a
perder d e vista l a opinión es-
c a s a m e n t e f a v o r a b l e
a l
«marxismo naturalista»
del
abad.
E r a , p o r
encima
de to -
do , la misma voz que se ha-
b ía
dirigido
a l a s m á s
altas
instancias d e l Estado p i -
diendo q u e cesase l a repre-
sión, q u e s e pusiese e n liber-
tad a los
estudiantes deteni-
d o s , q u e s e
ejercieran,
s i m -
plemente , la s virtudes cris-
tianas
q u e e l
Régimen decía
defender
y
representar .
L a
misma q u e s e había dirigido
a Camilo Alonso Vega e n
mayo
de 1960 con
motivo
d e
lo s
sucesos
d e l
Palacio
de la
Música.
L os
sucesos
del
Palacio
de la
Música
S u s
ecos llegaron hasta
el
«New York Times», siempre
algún periódico extranjero
aireando lo que celosamente
silenciaba la prensa españo-
l a : Varías detenciones tras
u n
concierto
de l
Orfeón
C a -
ta lán en el Palacio de l a Mú-
sica. Entre
lo s
detenidos
p o r
agitador, e l que hoy es presi-
den te de la Generalidad,
Jordi Pujol. «Lamento
— t e -
legrafiaba escuetamente
e l
abad a l ministro de l a Go-
bernación— profundamente
detenciones
y
malos tratos
a
lo s
detenidos
e n
represión
policíaca ocasión sucesos
Orfeó Catalá doloroso e p í -
logo estancia Gobierno e n
Cataluña. Atentamente
s u -
y o , abad Montserrat». A lo
cual contestó n o menos es-
cue tamente ,
m a s d e
forma
u n
tanto cabalística, Alonso
Vega: «Hay
q u e
lamentar
siempre todo cuanto
es la-
mentab le
n o
olvidando
q u e
la
prudencia
en el
creer
y en
e l
decir
e s
indispensable
para formar y emitir recto
juicio. Suyo atentamente,
Camilo Alonso Vega, minis-
t ro de l a
Gobernación».
La
nada habitual sutileza d e
Alonso Vega ¿proponía e n
este texto
u n a
refinada
a d i -
vinación jeroglífica
o e r a u n a
dolorida respuesta a quien
n o
hacía mucho había califi-
cado
d e
«leal españolista»?.
N o podía recordar s in amar-
gura,
e l
ministro,
l o s
gritos
d e imbécil y d e t ra idor con
q u e f u e
obsequiado
e n u n a
cena e n Barcelona, e n mayo
de 1959 , en l a que se
mostró
confiado
y sin
prejuicios
r es -
pecto
al
abad. Franco comi-
sionó
a d o n
Camilo para
q u e
viajara a Roma y explicara
al Papa la conducta d e E s -
r r é . Lo cuen ta c o n bastante
d e t a l l e F r a n c o - S a l g a d o
Araujo e n s u s Conversacio-
nes..., y
pone
e n
boca
d e l
jefe
d e l Est ado estas pala bras re -
feridas
a
Pujol: «Los minis-
tros
ya se
habían marchado
y
desde l a s t r ibunas s e empe zó
a can ta r l o q u e n o estaba a u -
to r izado ( . . . ) . In te rv ino ,
como
e s
na tu ra l ,
la
policía,
q u e
hizo varias detenciones.
U n o d e l o s
principales agita-
dores fue e l señor Pujol a l
q u e c o n mandamiento judi-
cial se le registró e l domici-
l io , encontrándosele propa-
ganda separat is ta y d e agita-
ción subversiva».
N o
podía
Alonso Vega rememorar
s in
inquietud, u n a a u n a , l a s e n -
cendidas palabras q u e poco
después
de la
cena
en que lo
llamaron imbécil había d i -
c h o a
Escarré.
«Y o
tuve
c o n -
fianza
en e l
señor abad
(...) y
el
señor abad correspondió
sat isfactor iamente a m i s es -
peranzas y d i cuenta a quien
debía
y
propalé aquella
e s -
pléndida jornada llena d e
emoción
y d e
pa t r ia
y e l d is-
curso
d e l
señor abad
y
todo
ello
m e
indujo
a
felicitarle
y
darle l a s gracias, manifes-
tándole q u e p o r aquel c a -
mino podíamos coger juntos
m u y buenas cosechas». Pen -
saría seguramente
d o n C a -
milo, camino d e l Vaticano,
en las 1 30.000 pesetas q u e
El abad E sca r r é « n c o m p a ñ í a d e l cardenal Roncall i (futuro Papa Juan XXIII) , durante
u n a visi ta d e es te úl t imo a Montser ra t .
2 3
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unos meses antes d e l imper-
tine nte telegrama, justo
en el
m e s d e fe brero, hab ía conce-
dido
a l
Monasterio para
i n s -
t a l a c i o n e s s a n i t a r i a s . Y
puede q u e también rememo-
ra ra e l poco caso q u e había
hecho
a l
«informe confiden-
cial para
e l
ministro
de la
Gobernación
»
e laborado
p o r
el gobernador, Acedo Colun-
g a ,
hombre enfático,
d e
irre-
parable y violenta inconti-
nencia verbal, protagonista
d e m á s d e u n
encontronazo
con e l
abad.
E l
acto falangista
d e
Grano llers
L a «Hoja d e l Lunes» barce-
lonesa de l d í a 1 de diciembre
de 1958
publicó
u n a
amplia
información sobre u n acto
falangista celebrado e n G r a -
nollers q u e sirvió par a que e l
gobernador d isparase s u a r -
tillería pesada contra
e l re-
brote
d e
separat ismos,
«el
retoño
d e
algo
q u e
contr i -
buye
a
es tablecer
u n a
dife-
rencia entre
lo s
españoles».
E n otr as palabras , q u e Acedo
había detectado peligrosos
movimientos catalanes;
q u e
éstos s e nucleaban en torno a
Montserra t
y q u e n o
estaba
dispuesto a to lerar , p o r n i n -
guno
de los
medios,
l a s u b -
versión. Para q u e n o hubiese
duda
d e p o r
dónde iban
los
tiros, hablaba Acedo
de la
imp u n id a d
d e
Fueros conce-
didos po r e l Es tado y de
«sentimientos hondos
q u e
están e n nuestras raíces y en
nuestra a lma».
Y por s i to -
davía l a directa y c lara o r a -
toria
d e l
general pudiera
r e -
s u l t a r a m b i g u a o
a
alguien
se
le
antojase abstrusa,
c a r -
gaba la suerte en esta veró-
nica de honda raigambre
nacionalcatólica: « . . . noso-
tros q u e a ma mo s a Dios, q u e
recibimos la Santa Comu-
nión
y q u e
respetamos
lo qu e
supone
e l
sacerdocio tanto
en el orden espiritual como
en el orden español (. . .) no
estamos dispuestos a tole-
rar...». Parece s e r q u e e n u n
mo me n to
d e
debi l idad,
e l
general Gobernador (civil)
perdió terreno.
«. . . No sé si
estamos en posesión de la
verdad», confesó. M a s s e
enmendó enseguida y r e -
ma tó
c o n
esta media: «Pero
de la
verdad española
s í e s -
t a mo s
e n
posesión». Pese
a
tales arrebatos patrióticos,
enmarcados casi siempre
e n
u n a irreversible devoción f a -
langista, Franco n o tenía
demasiada buenaopinión
d e
Luis Mar t ínez d e Ga l i nsoga , du r an t e u n
t i empo Director d e « La V a n g u a r d a » .
Acedo, a l q u e reconocía, s in
embargo ,
s u
lealtad.
S i he -
m o s d e
c ree r
a
Franco-
Salgado, e l Invicto habría
d icho e n cierta ocasión:
«Acedo
e s m u y
buena
p e r -
sona
y u n
gran político, pero
a
veces dice cosas
q u e d e -
biera tener calladas». S u
épica y s u lírica y hasta su
mística falangista,
le
crea-
r o n algunos roces con el mi-
nistro de la Gobernación y
c o n l o s alcaldes d e Barce-
lona
q u e ,
aunque contaban
con e l benepláci to d e l Pardo,
n o tenían suficientemente
acredi tada para e l Goberna-
d o r s u pureza d e sangre es-
pañola . La respuesta d e E s -
car ré f u e casi instantánea.
Aprovechó la Fiesta de la
Inmaculada, ocho días
d e s -
pués, y empezó diciendo q u e
si se
acusaba
a la
Iglesia
d e
n o
cumplir como
t a l q u e m i -
rase
e l
Estado cómo cumplía
é l . Defendía la verdad q u e l a
Iglesia predicaba —Escarré
s e
mantuvo
e n
esta homilía
en el
ámb it o general izado
d e
la
Iglesia universal—
y que
«si
esta verdad
no es
agrada-
b le a l o s que
gobiernan,
q u e
cambien ellos». Es e l primer
enfrentamiento f ronta l .
Y ,
aunqu e mati zada scon c ier to
espíritu pastoral,
se
expre-
s a n y a
acusaciones
m u y c o n -
cretas, como
s e
deduce
d e u n
pár ra fo
e n e l q u e
viene
a de-
c i r q u e n o e s
suficiente
co -
mulgar c o n Cristo, sino t a m -
bién
con l as
ideas
de la
Igle-
s i a , «que so n ideas d e liber-
t a d (...), d e bienestar social».
Y
s iempre
en el
terreno,
d e -
l iberadamente superestruc-
tura l de « l a Iglesia», termina
a f i rma n d o
q u e
ésta pret end e
estar siempr e d e acuerdo c o n
todos
lo s
poderes, especial-
mente c o n e l poder d e l Esta-
d o ,
pero
q u e
ello sólo podrá
llevarse a efecto en el marco
de la
«verdad,
la
libertad
y la
justicia». Esta
vez el
tempe-
ramental Acedo había
h a -
llado
u n a
respuesta inespe-
rada. Franco tenía u n a idea
peregrina d e cómo conquis-
t a r a l o s
catalanes, conquis-
tarlos
en el
sentido
d e
atrae r,
q u e e n e l otro, en e l es tr ic ta-
mente militar, bastaban lo s
hechos d e a rma s d e l 36-39.
Decía Franco
q u e a l
«cat alán
se le
convence
con e l
ejemplo
y la
austeridad». Convencer,
¿ d e
qué?
D e l o q u e
fuere,
lo
cierto
e s q u e l a
prepotencia
d e l «entourage» franquista
q u e s e
instaló
e n
Cataluña
tenía órdenes
. m u y
concre-
t a s :
a c a b a r
c o n
todos
los in -
dicios
d e
cata lanismo,
d e -
24
7/26/2019 Tiempo de Historia 082 Año VII Septiembre 1981 OCR
http://slidepdf.com/reader/full/tiempo-de-historia-082-ano-vii-septiembre-1981-ocr 25/132
F r a n c o e n Barce lona , pasando rev is ta a l a s t r o p a s , d u r a n te u n a d e s u s b r e v e s e s t a n c ia s en l a Ciudad Condal.
gradar
u n a
cultura, sepultar
u n a lengua. Y lo ejecutaba
c o n diplomacia m á s o menos
ref inada, pero c o n objetivos
claros. E n este contexto p o -
dría incluirse el «caso Galin-
soga,
e l de l
exabrupto «todos
lo s
cata lanes
s o n u n a
mier-
d a » , patología anticatala-
nista
t a n
evidente
y
despro-
porcionada q u e l e costó e l
puesto. Pero n o sino después
d e u n a cal iente cam pañ a q u e
duró varios meses.
E l
caso Galinsoga
y el
informe Acedo
Luis d e Galinsoga, director
de «La Vanguardia», e r a , ob -
viamente, u n h o m b r e d e c o n -
2 5
7/26/2019 Tiempo de Historia 082 Año VII Septiembre 1981 OCR
http://slidepdf.com/reader/full/tiempo-de-historia-082-ano-vii-septiembre-1981-ocr 26/132
El cardenal Roncalli (futuro Juan XXIII), e n c o m p a ñ í a d e l a b a d d o m Aureli Escarré. e n
la
Biblioteca
d e l
M o n a s te r io
d e
Montser ra t .
f ianza. L o evidencia u n a
biografía delirante, servi-
l ista
y
hortera
q u e
escribió
d e Franco: «Centinela d e O c -
cidente».
E r a ,
además,
d e
e s e tipo d e aduladores o c o n -
vencidos cuyos actos trasva-
s a n e l imposible rubor d e s u s
mejillas
a la
inocencia
s o r -
prendida de los demás. Sólo
q u e
también, como Acedo,
e r a d e u n a acusada inconti-
nencia verbal c on l a que s u -
b l imaba u n a n o improbable
inclinación
a l a
violencia.
E l
21 de
junio
de 1959 n o
creía
Galinsoga q u e s e es t aba f r a -
guando s u definitiva desgra-
c ia y que s u autoinmolación
n i siquiera l e iba a s e r reco-
nocida.
S u
estentóreo grito
en la sacr ist ía de la parro-
quia d e S a n Ildefonso, c on e l
q u e
evidenciaba
s u
disgusto
p o r u n
sermón
e n
catalán,
iba a t e rminar c on s u carre ra
periodíst ica
y
polí t ica
o , m e -
j o r
dicho,
c o n
pa r t e
de s u s
cargos. Cuando
l a
cosa
s e
puso imposible,
e l
Centinela
d e Occidente s e inhibió y
dejó q u e l o defenestraran.
Incluso,
s i
hemos
d e
creer
a
Franco-Salgado,
se
expresó
e n términos bastante d e s -
pectivos par a
e l
leal biógra fo
y panegir ista: «. . . lo que le
ocurr ió n o f u e p o r hacer p ro-
paganda a m i favor, sino p o r
s u
conducta ir ref lexiva
in -
su l t ando a los cata lanes. E s
m u y
cómodo decir
q u e
todo
lo que le
pasa
e s p o r l a s c a m -
pañas q u e h a hecho a mi fa -
v o r .
Como
si
fuera
e l
único
periodista que l a s ha hecho».
Fría e imper turbable radio-
graf ía de l per iodismo de la
época. Casi ocho meses duró
la lucha de lo s cata lanes c o n -
t r a Galinsoga para hacerlo
desaparecer
de la
cabecera
de « La
Vanguardia». Para
se r
exactos, cinco. Pues, aunque
l a
pr imera octavil la redac-
t ada e n cata lán y co n e l t í -
tulo «Todos
lo s
ca ta l anes
s o n
u n a mierda, Luis de Galin-
soga» está fechada e n julio,
f u e
tirada, según testimonio
d e Jordi Pujol, e n octubre.
Boicot d e l periódico, a l q u e
s e
sumaron muchos vende-
dores, quema
d e
ejemplares,
octavillas manifestaciones...
Todo
f u e
válido para
q u e G a -
linsoga pagase la afrenta.
Estaba claro
q u e e l
cl ima
d e
per tu rbac ión y act ivismo
q u e s u act i tud había produ-
cido
n o
gustaba
en e l
Pardo
y
que se le haría pagar. Efecti-
vamente, cuando viajó a
Madrid, Franco n o quiso r e -
cibir lo
y
cuando regresó
a
Barcel ona hab ía sido cesado .
E l Gobierno, s in embargo,
n o
olvidaría fáci lmente
e l
hecho n i la claudicación
obligada. Tres meses d e s -
pués tuvieron lugar lo s suce-
s os de l
Palacio
de la
Música,
y a relatados. L a dureza e m -
pleada, especialmente
c o n -
t r a Jordi Pujol q u e t r as s e r
t o r tu rado
f u e
condenado
a
seis años d e cárcel, demues-
t r a que l a
campaña contra
Galinsoga n o s e había olvi-
dado. Pujol había sido
el
primer responsable
de la ac -
ción. U n a acción colectiva e n
26
7/26/2019 Tiempo de Historia 082 Año VII Septiembre 1981 OCR
http://slidepdf.com/reader/full/tiempo-de-historia-082-ano-vii-septiembre-1981-ocr 27/132
cuyo mani fiesto final
s e
leía:
« L a misma voluntad u n á -
nime obtendrá mediante
u n a
c a m pa ña
d e
defensa
d e
la
lengua
y de la
cul tura
c a -
talana: Escuelas catalanas,
Prensa libre
e n
ca ta lán,
Of i -
cialidad
d e
nuestro idioma.
Cataluña t iene la iniciativ a».
N o estará d e m á s reproducir
aquí
la
carta
q u e e l
párroco
increpado mossén Laquer,
dir igió
a los
pocos días
a
Lui s
d e
Galinsoga, plena
d e l m e -
j o r hum or y d e l a m á s fina
ironía.
L a
car ta
fu e
amplia -
mente difundida e n l a c a m -
paña: «Honorable señor:
e l
pasado domingo d í a 21 ,
mientras
se
ce lebraba
e n
esta iglesia
la
misa parro-
quial ,
se
presentó
en la sa-
cristía u n individuo q u e , u t i -
lizando esta tarjeta
q u e
llev a
e l
nombre
d e
usted
y que le
adjunto ,
e n
forma grosera
e
incorrecta
s e
permitió profe-
r i r unas frases soeces contra
e l
infrascrito
y
contra
sus f e -
ligreses. Como debe tratarse,
indudablemente , de un caso
d e suplantac ión d e persona-
lidad, pongo
el
caso
e n
cono-
cimiento d e usted para q u e
pueda tomar
l a s
medidas
pertinentes y evi ta r q u e e n l o
sucesivo ocurran escenas d e
esta índole,
q u e
podr ían
r e -
dunda r e n menoscabo de la
buena fama
d e
honorabi l i -
d a d y
caballerosidad
de que
goza usted entre lo s ciuda-
danos
d e
Barcelona.
Con e l
mayor afecto. Firmado:
E l
Párroco».
N i q u é
decir tiene
q u e
Galinsoga reaccionó
i r a -
c u n d a m e n t e c o n t e s t a n d o
q u e nada d e suplantac ión d e
personal idad, q u e é l mismo
e n
persona había expresado
l a
protesta . Protesta
que , en
aquellos momentos, exten-
d í a a l a s autoridades ecle-
siásticas.
L a Nota informativa reser-
vada
d e l
gobernador Acedo,
. a ú n
refir iéndose
a la
s i tua-
ción general
y
siendo exten-
siva
a
todo
el
clero catalán,
hace especial hincapié en el
abad Escarré
y e n
Montse-
r ra t a l o s q u e responsabil iza
d e
todas
l a s
manifestacio-
nes , sea de la índole q u e
sean, contrarias
a l
Régimen
y d e
a t izar ,
so
capa
d e
reli-
giosidad, el fuego separatis-
t a . Merece la pena transcri-
b i r algunos párrafos, cuyo
espíri tu
e s
idéntico
a l de l
discurso
d e
Granollers ,
y a
q u e d e l a s
mismas fechas
d a -
t a n ambos . «L a influencia d e
Montserrat s iempre
h a
sido
e jerc ida
en
defensa
d e
quie-
n e s h a n
s ido jus t ament e
c a s -
t igados
p o r s u
actuación
cont ra
el
Régimen».
Y r e -
cordaba
que en l a s
huelgas
estudianti les del 56, el «abad
Escarré escribió
u n a
carta
a l
Generalís imo pidiendo
cle-
mencia p o r l o s sanciona-
dos». De la respuesta s e e n -
cargó Carrero Blanco q u e
a t r i buyó
lo s
alborotos
a t u r -
bios manejos de l os comu-
nistas.
Por lo
cual,
a
pa r t i r
d e
entonces, e r a com ún idea de l
Gobierno
q u e e n
Montserrat
s e hacía e l juego a l comu-
nismo.
E l
informe está
h e n -
chido d e u n a pueril hoja-
rasca retoricista
y
vacua .
E
incurre
e n
desatinos
q u e u n o
n o sabe si a t r ibu i r a u n a trai-
ción
d e l
subconsciente
o son ,
senc i l lamente , exposic ión
automá t ica
d e u n
caos
m e n -
t a l . As í
cuando dice
que e l
La
e s p o s a
d e l
general Franco r indiendo cul to
a «La
More net a- ,
du r
matr imonio Franco a l Monas t e r i o d e Montser ra t .
leí
27
7/26/2019 Tiempo de Historia 082 Año VII Septiembre 1981 OCR
http://slidepdf.com/reader/full/tiempo-de-historia-082-ano-vii-septiembre-1981-ocr 28/132
padre Escarré «cree ser e l
hombre elegido
p o r
Dios
para
d a r la
libertad
a
Cata-
luña.
Nótese
q u e
Acedo
h a -
b l a d e libertad, n o d e sepa-
ración o independencia. Este
desliz terminológico
es co -
rregido m á s adelante a l ha -
blar de lo s objetivos políti-
cos de l as maniobras del
abad , q u e s e concretar ían e n
«u n cambio d e régimen para
(...) lograr u n Estado catalán
independ ien te to ta lmente
d e l
resto
d e
España» .
L a
cuestión s e enreda u n poco
m á s adelante cuando habla
d e l
s i s tema
e n q u e s e
lleva ría
a cabo e s a independencia
q u e
sería,
« u n
s is tema
d e -
mocrático, dentro d e l cual,
para garant izar
s u
pe rma-
nencia ,
y
dar le
u n
sello
aburguesado , e s preciso la
formación
d e u n
«Partit
D e-
mocratic Cristiá
d e
Cata-
lunya», q u e agrupe a l o m ás
selecto de l Pr incipado y q u e
permi ta
a
Montserra t
ser el
centro político
y
espiritual
d e l naciente Estado». L a s
publicaciones de la Abadía
tampoco podían salvarse.
T o d a s t e n í a n
u n
s ig n o
catól icoseparat is ta y esto,
para alguien q u e s e había
públicamente declarado
f e r -
viente cristiano,
y
comul-
gante diario, debía
s e r m u y
doloroso. Porque esa fe se
asentaba sobre
l a
política
d e
la
unidad
a
rajatabla, ésta
en el Imperio y éste, a su vez,
legi t imaba
s u
origen divino
p o r s u
condición
d e
martil lo
d e
he re jes . Na tura lmente
entre esas publicaciones
e s -
t a b a n
l a s
revistas «Germi-
nabit»
y
«Seria D'Or».
La
tormenta
de «Le
Monde».
E l
trueno
d e
Fraga
Liberado
de su s
obligaciones
abadiales , aunque seguía o s -
tentando
e l
título,
en 1961 ,
Escarré mantenía p o r e n -
tonces contactos bastante
frecuentes con l as fuerzas d e
la
oposición
que en lo s c in -
cuenta había
i d o
conociendo
y, en ocasiones, acogiendo.
E n
estos contactos
se
plan tea
la posibilidad de que l a Igle-
s ia definiera claramente u n a
postura d e rechazo a l Régi-
m e n franquista. Esto, e n
todo
el
Estado
e r a
imposible
y as í lo expresó Escarré q u e
entabla gestiones c o n algu-
n o s
obispos acompañadas
de l éxito q u e puede suponer-
se . Los
pasos
de la
his t or ía le
encaminaban, pues, a l c o m -
promiso definitivo.
E l a m -
biente es taba preparado.
Faltaba u n leve impulso, u n a
sugerencia. Y, como e n otros
momentos decisivos, ésta
le
vino
d e
Josep Benet
y de Al-
bert Manent. El d ía 14 de no-
viembre de 1963 , e l perió-
dico parisino publicaba la
opinión d e l abad recogida
p o r
José Antonio Nováis.
Poco después, Bergamín
q u e , como primer firmante
de la
„carta contra
la
repre-
sión
e n
Asturias, había
te -
nido q u e salir huyendo, d e -
claraba
en
Uruguay:
«Si las
declaraciones hechas
por e l
abad d e Montserrat fueran
conocidas
p o r l o s
españoles,
bastar ían para derr ibar a l
Régimen».
E l
Español
r e -
c u a d ró la af i rmación v le
añadió u n a coletilla, «vamos
a ver s i es
verdad». Cierta-
me n te
l a
profecía
d e
Berga-
m í n n o s e cumplió y e l Minis-
terio d e Información montó
u n impresionante disposi-
tivo d e p r o p a g a n d a q u e
ocupó varias páginas del
semanario v otras m á s e n
números siguientes dedica-
das a l a espontánea exaspe-
ración
de los
lectores. Junto
a l
texto íntegro,
q u e
Fraga
decidió publicar contra
el
parecer d e par te d e l Gabi-
nete q u e hubiese preferido e l
silencio, u n a vasta respues-
t a . Cuenta Franco-Salgado
q u e Franco dijo: «Fraga h a
tenido
la
iniciativa
d e
publi-
car las en
E l
Español y no
queda
m á s
remedio
q u e r e -
futar las» . De acuerdo con la
teoría
d e q u e
«nunca tuvo
España
u n
Gobierno
t a n c a -
tólico co mo
los que ha
tenido
e l Régimen q u e nació en la
Cruzada», se cargaron las
t in tas
en la
li teratura pane-
girista
de los
Papas,
de l as
al tas jerarqu ías
de la
Iglesiaosep Benet .
28
7/26/2019 Tiempo de Historia 082 Año VII Septiembre 1981 OCR
http://slidepdf.com/reader/full/tiempo-de-historia-082-ano-vii-septiembre-1981-ocr 29/132
*
española
y en e l
mar t i r io
d e
religiosos en zona roja. S e
incluían informes
d e l o s d i s -
tintos Ministerios aludidos
en la
entrevista
y la
t i rada
d e
E l Español
s e
elevó
a un a c i -
frarécord:70.000 eje mpl are s.
S u
director, Angel Ruiz
Ayú-
ca r , f ue e l
encargado
de d i -
señar la estrategia d e réplica
y d e
organizar todo
e l
mate-
rial. Ruiz Avúcar
h a
contado
la
peripecia
c o n
detalle
en su
libro «Crónica agitada d e
ocho años tranquilos,
1963-
1970». E l mismo s e encargó
de la
redacción
y
algo hace
suponer
q u e ,
bien fuera
p o r
l a s reticencias d e Franco a la
publicidad d e l hecho, bien
porq ue algo
n o
marcha ra
de l
to do bien, Ruiz Avú car s e v i o
obligado posteriormente a
autoju stificarse. Véase s i no,
u n a
nota discretamen te
a p ie
d e página en e l citado libro
q u e , bajo pretexto d e expli-
ca r e l
mecanismo censorial,
in t roduce su t i lmente
l o s
conceptos d e responsabil i-
d a d v d e
lealtad
a l
Sistema:
« E n aquella época todavía
existía censura previa
d e
Prensa. E l Español
n o l a p a -
saba,
l o q u e
t ras ladaba
a su
di rector la plena responsabi-
lidad de su contenido, in -
c rementada p o r e l hecho d e
q u e l a «empresa» e r a e l p r o -
p i o
Ministerio
d e
Informa-
ción,
a
través
d e la
Dirección
General d e Prensa. L a inde-
pendencia funcional
de l d i -
rector d e l semanar io e r a s i -
milar
a la de los
directores
d e
otras publicaciones insti tu-
cionales y superior a la de
algunas empresas privadas.
I n d e p e n d e n c i a p e r f e c t a -
mente " compat ible con la
lealtad
a la
línea política
de l
Gobierno,
v a q u e d e n o
estar
de
acuerdo
c o n
ella
lo ho-
nesto
e r a
marcharse».
La re-
sonancia
de los
asertos
d e
d o m
Escarré sorprendieron
sobre todo, según Ruiz
A y ú -
c a r , p o r proceder d e t a n alta
Camilo Alonso Vega, durante
l a s
E l ecc i ones Muni c i pa l e s
d e 1 9 6 6
magis t ra tura
de l a
Iglesia.
A h í
radicaba
la
verdadera
y
es t ruendosa novedad «va
J
q u e l o s
españoles
d e l
bando
nacional, clérigos
o
seg lares,
eran conscientes
d e q u e l u -
chaban
a l a vez por
Dios
y
p o r l a Patr ia , p o r l iberar a la
Iglesia de la persecución
marxista.. .». Para conservar
esta imagen,
el
abad
d e l V a -
l le de los
Caído s salió
a l
paso
e n unas manifestaciones a
La Voz de Albacete q u e f u e -
ro n
profusamente reprodu-
cidas
p o r
varios periódicos.
E n
ellas calificaba
a
Escarré
d e int r igante y enredador v
af i rmaba
q u e
«esta actitud
contra
e l
Gobierno
de E s -
paña q u e sostiene la fe de
los
españoles, apoya
a la
Iglesia,
y
labora
por e l p ro -
greso y l a paz , resulta indig-
n a » . C o n parecidos adjet ivos
c a l i f i c a b a
a
E s c a r r é
e l
obispo
d e
Tortosa. Pero éste
y a escogió u n medio interna-
cional para ponerse
a la al-
tu ra d e l contestatario abad,
L Avvenir,
d e
Italia. Como
español y como obispo se
l amentaba
de q ue e l
«solven-
t e» P .
Aureli Escarré hubiera
hecho esas afirmaciones q u e
lo
convertían
e n
«insolvente
y
parcial». Tres palabras
comple taban el retrato: in -
tr igante, tendencioso
y
falso .
L a car ta f u e publ icada t a m -
bién
p o r e l
Times. Veamos
ahora
u n
extracto
de l a con-
trovertida entrevista conce-
dida
a
Le
Monde:
Sobre la guerra civil.—Es-
paña sigue a ú n dividida e n
d o s partidos. Tras d e noso-
tros
n o
tenemos veinticinco
años d e p a z , sino veinticinco
años
d e
victoria.
Los
vence-
dores, incluida la Iglesia,
q u e f u e
obligada
a
luchar
a l
lado d e estos últimos, n o h a n
hecho nada para acabar
con
esta división entre vencedo-
res y vencidos.
Sobre la catolicidad del Ré-
gimen.—Este Régimen
s e
dice cristiano, pero
e l
Estad o
2 9
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C o n c e n t r a c i ó n e n M o n t s e r r a t e l 2 7 d e abril d e 1 9 4 7 , c o n a s i s t enc i a d e unas c i en m il pe r sonas . ( Fo t o pub l i cada e n «Se r r a D ' O r
e n
abril
d e
1977).
n o
obedece
a los
principios
bás icos d e l Cris t ianismo.
(...).
A l a lu z de
ésta
— la
encí-
clica Pacem
i n
Terris—
la
p r i m e r a s u b v e r s i ó n
q u e
existe
e n
España
es la del
Gobierno (...). L a fa l ta de in -
fo rmac ión es contrar ia a la
doctr ina de la Iglesia y esto
debe crear problemas d e
conciencia a los dirigentes
católicos d e u n Estado que s i
n o cambia de principios po-
líticos n o p uede decirs e cató-
lico.
Sobre Cataluña.—El Régi-
m e n
obstacul iza
e l
desarro-
l lo de la cultura catalana (...).
Hemos escrito u n a ca r ta al
^Vicepresidente
d e l
Gobier-
n o , capitán general Muñoz
Grandes, pidiéndole entera
libertad para
la
cultura cata-
lana. Hasta ahora n o hemos
re c ib id o r e sp u e s t a ( . . . ) .
Ahora quien
le
habla
es el
hombre
d e
Iglesia,
no ya el
cata lán, parael q uedef ender
la
lengua
no es
sólo
u n
deber,
s ino más bie n unane cesida d.
Cuando
la
lengua
s e
pierde,
la
religión tiene tendencia
a
perderse también. Esto h a
sucedido y a e n otros sitios...
Sobre
e l
pueblo y
la
situa-
ción social.—La legislación
es , en
general, correcta, pero
e l Gobierno n o hace aplicar
l a Ley . E l
nivel
d e
vida
se ha
elevado, pero no el nivel c u l -
tu ra l
ni el
sentido
d e l
respe-
t o mutuo. L a falta d e justi-
c i a
social
d a
miedo.
H e e s -
tado úl t imamente e n Anda-
lucía y h e podido advertirlo
p o r m í mismo(. . . ) . E l pueblo
español
e s
mucho
m á s e u -
ropeo d e l o q u e s e cree (...).
Aunque el Régimen no haga
n a d a
p o r
favorecer
e se
euro-
peísmo.
L a s repercusiones se dejaron
sentir también
en el
Monas-
terio.
U n a
comunidad divi-
dida tenía
q u e
producir,
n e -
cesar iamente , s i tuaciones d e
conflictividad hasta
e l ex-
t remo q u e llegó a pensarse
e n u n a nueva Fundación e n
Barcelona. Roma intervino y
tras u n a visita a l Vaticano
d e l abad coadjutor, Gabriel
M .
Brasó,
s e
recomendó
a
Escarré
q u e
dejase
u n a t e m -
porada
e l
Monasterio
y no d i -
ficultase
l a s
tareas
de go-
bierno
d e
Brassó. Aceptó
d e
buen grado Escarré y hasta
se conserva u n a car ta de l
mismo e n l a q u e a f i r m a q u e
f u e él quien sugirió la impo-
sibilidad d e con t inuar e n
3 0
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Montserrat. Pero a l m es s i -
guiente, marzo
de 1965, es-
cribía
a l
obispo
de
Vich
q u e
dejaba Cataluña
p o r l a s p r e -
siones
q u e e l
Gobierno
d e
Franco había ejercido sobre
la
Santa Sede. «Esta indica-
ción
de l a
Secretaría
d e E s -
tado es la única y autént ica
causa
d e m i
a le jamiento».
E l
citado director d e
E l
Espa-
ñol ,
Ruiz Ayúcar, apostilla
que l a
verdadera razón
e r a
q u e u n
«ochenta
y
seis
p o r
ciento de los monjes», exac-
tamente, le eran hostiles.
Esta afirmación porcentual,
a
pesar
d e
constatar
la
divi-
sión de la comunidad po r
aquellos días,
n o h a
sido
p o -
sible confirmarla c o n l o s d a -
to s extra ídos de l a abadía.
Ruiz Ayúcar atribuye a Es -
carré («Crónica agitada
d e
ocho años tranquilos,
1963 -
1970») incansables activi-
dades v maniobras en el ex-
r
tranjero para desestabilizar
e l
Régimen. Entre ellas,
«destacan los contactos con
Alvarez de l Vayo q u e dirigía
desde Milán
u n a
acción
te -
rrorista contra nuestra
n a -
ción». También afirma
q u e
«las primeras declaraciones
de l ex abad al llegar a Italia
fueron
a
«L'Unitá», órgano
oficial d e l Partido Comunista
italiano». Cuáles fueran
l as
causas
de l
brusco viraje
d e
Escarré,
al
cambia r
l a
volun-
tar iedad
d e s u
sa l ida
en un
destierro forzado, n o parece
haber, p o r e l momento, e l e -
mentos serios
d e
juicio
q u e
puedan aclararlas. Sólo c a -
b e n l a s conje turas . E n este
terreno,
n o
parece descabe-
llado suponer
que s i las ac-
tuaciones de Escarré habían
estado
en los
últimos años
constantemente polit izadas
y
como políticas habían sido
definidas
su s
declaraciones
a
L e
Monde, polít ica habrí a d e
s e r
también
su
salida hacia
Viboldone. D e hecho, llegó a
tener casi tanta resonancia
como aquéllas. «Para inter-
p re ta r e l hecho s in ninguna
suerte
d e
dudas tendríamos
q u e disponer de la documen-
tación
d e l
Vaticano
y de los
archivos de la E mb a ja d a d e
España
e n
Roma,
d e l
Minis-
terio d e Asuntos Exteriores y
de la
Nunc ia tu ra
d e
Madrid,
archivos evidentemente
c e -
r rados
a cal y
ca nto dur ant e
muchos años». Esta
es l a
opinión
d e
quien, posible-
mente, c o n m á s s is tematiza-
ción y cont inuidad h a estu-
d iado
la
historia
d e l
Monas-
terio, Josep Massot
i
Munta-
n e r . E l
Padre Aureli
M .
Esca-
r r é ,
abad
d e
Cataluña, murió
e n
Barcelona,
e l 21 de
octu-
b r e d e 1 9 6 8 . E l 2 4 e r a ente-
r rado e n Montserrat e n olor
d e
multitudes.
Franco s in palio
T a l afición le tenía e l Invicto
a
Montserrat
q u e
momentos
hubo en que e l gobernador
d e
turno amenazaba
a l d í s -
colo Monasterio, como si de
u n c a s t i g o s e t r a t a s e :
«Franco n o volverá a Mont-
serrat». Y volvía. 1966 fue la
última visita.
Con
Escarré
en
e l
exilio debió pensa r que er a
la ocasión propicia para r es -
t au ra r
u n
s i s tema
d e
rela-
ciones excesivamente dete-
r io rado .
E r a
dudoso
que se
restableciera la paz y ante
estas dudas l o s organizado-
r e s recurrieron a un truco
constante
e n l a s
manifesta-
ciones
d e
adhesión franquis-
t a s :
llenar
el
Monasterio
d e
autocares repletos
d e
fervo-
rosos
q u e
asegurar ían
u n a
recepción mult i tudinar ia
y
entusiasta. Pero algo empe-
zaba
a
marchar
m a l . E l
aba d
Brassó
s e
hal laba
d e
viaje
por e l extranjero, circuns-
tancia
q u e
ninguna autori-
d a d d e l séquito instalado e n
Pedralbes
s e
atrevía
a
comu-
nicar
a l
Jefe
d e l
Estado.
Por
p r ime ra
vez, e l
habi tual
r e -
frigerio
q u e e l
Caudillo
s e
hacía servir desde Pedralbes
s e
suspendió .
E l
camión
de
avituallamiento llegó hasta
la abadía, pero alguien le d i o
orden d e regresar. E n ausen-
c i a d e l
abad, Franco
fue r e -
E l d i c t ador dur an t e u n a a l ocuc i ón an t e l a s C or t e s .
31
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protestaba
por los
malos
t r a -
tos al
estudiante Joaquín
Boix Lluch.
L os
periódicos
fueron t a n rotundos con los
manifestantes
en su
juicio
d e
intenciones, como
lo s
poli-
cías
con l a
contundencia
d e
su s
porras.
P o r
ello
y
an te
la
imposibilidad
d e
acceder
a
la opinión pública se impri-
m i ó e n
Montserrat
u n i n -
forme e n e l q u e explicaban
lo s
sucesos. Esta especie
d e
pliego d e descargo a punto
estuvo
d e s e r
intervenido
p o r
la
Policía. Pero cuando
los
inspectores
se
personaron
e n
el Monasterio, y a Marcos
Taxonera había puesto
a
salvo e l folleto. Este comen-
zaba: «Con
el
cuerpo dolo-
rido
y
atacada nuestra fama
c o n p a l a b r a s c a l u m n i o -
sas...». La car ta a l inspector
jefe hacía hincapié en la
dignidad
de l a
persona
h u -
mana predicada p o r l a d o c -
trina
de la
Iglesia
y
promul-
gada en la Declaración U n i -
versal
d e l o s
Derechos
de l
Hombre, «ninguna persona
será sometida
a
tortura
ni a
penas o tratos crueles, in -
humanos
o
degradantes».
Citaba algunos trozos d e e n -
cíclicas
y de l
Vaticano
II y
exhortaba
a l
señor inspector
jefe a «que también usted
promueva para c o n l o s c i u -
dadanos
u n
t rato
q u e
esté
conforme
c o n
ellas». Parale-
lamente, se enviaba otra m i -
siva
a l
arzobispo, doctor
Modrego, explicándole
los
m o t i v o s d e l a m a r c h a .
«Creemos
q u e
an t e
la
perple-
j idad y aun e l escándalo del
pueblo, q u e identifica a la
Iglesia
co n
unas formas
d e -
t e rminadas d e poder, teñe-
m o s l a
grave obligación
d e
s e r
signos
y
salvaguarda
de l
carác ter de la persona h u -
mana (...).
C o n
este gesto
n o
queremos comprometer o f i -
cialmente a la Iglesia, pero
(...) rogamos a V . Excia. q u e
acep te e s t e compromiso
El abad Jus t y Joan Miró, «I 12 d* m a y o d e 1 9 7 5
nuest ro
q u e ,
según nuestra
conciencia, c a e plenamente
en el
ámbi to
d e
nues t ras
m á s
graves
y
perentorias obliga-
ciones pastorales...».
A c o n -
t inuación,
lo s
redactores
de l
informe pasaban
a
describir
l o s hechos . T ransc r ib i ré
par te d e esta narración, a l -
gunos párrafos
e n
catalán
p a r a n o desv i r tuar la capa-
cidad plástica
ni la
fuerza
expresiva de la misma. «Uno
de los
agentes
n o s
preguntó
a
grandes gritos q u é quería-
m o s . U n o d e nosotros c o n -
testó
q u e
l levábamos
u n a
ca r t a d i r i g ida
a l
serñor
Creix.
L o s
agentes gritaron
q u e n o querían ninguna
c a r t a d i r i g i d a
a l
seño r
m o s rápidamente. Contes-
tamos
q u e n o s
ret i raríamos
d e manera silenciosa, pero
q u e
cogiesen
la
car ta .
P o r
toda respuesta
la
fuerza
p ú -
blica comenzó a pegarnos
c o n l a s porras. Hacía exac-
tam ent e veinte segqndos
q u e
habíamos llegado».
A
part i r
d e
entonces, todo puede
r e -
sumirse
e n
esta sencilla
n a -
rración: «Aparagueren
m é s
policies uniformats i s,uni-
renalsque estaven flagellant
e ls
sacerdots
i
religiosos.
Nombrosos agents
de la Po-
licía Secreta q u e , fins a l e -
sohores, s , havien limitat a
o b s e r v a r ,
e s v a n
a feg i r
t a m b é
a i s q u e
pegaven.
Erem pegats
a m b u n
furor
estrany, a la cara a l cap, a les
espat l les,
a m b
porres, cops
d e
puny
i
puntades
d e
peu».
S i n descanso la policía si-
guió golpeando
a
diestro
y a
siniestro y golpeaba, según
e l
in forme
q u e
estoy
s i -
guiendo,
«de l a
manera
m é s
baixa, c o m l a puntada d e
peu a l baix ventre». L a s c o n -
clusiones
d e l
escrito, califi-
cado como «Información
pr ivada
a los
militantes»
y
con e l que se
solidarizaban
u n a veintena d e organiza-
ciones religiosas, eran clar as
y te rminantes , a ú n insis-
tiendo en la ausencia d e m ó -
viles políticos de l a marcha.
Véanse tres d e estas conclu-
siones, posiblement e
l a s m á s
significativas:
«L a
campaña
desencadenada p o r u n gran
número
d e
órganos
d e
pren-
sa , po r l a
radio
y la
televi-
sión,
n o
sólo
h a
recurrido
al
insulto, sino q u e h a sido c a -
lumniosa a l acusar a los
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Cu a t r o p o r ta d a s
d e l a
r evista «Se rra D'Or». Tres
d e
e l l a s p u b l i c a d a s d u r a n te
l a
Dic tadura .
sacerdotes
d e
provocadores»;
« e s sospechoso q u e l a capa-
cidad
d e
escándalo
se
mani-
fieste esta
vez con
tanta
p r o -
fusión y que no haya, e n
cambio, reacciones semejan-
t e s d e
escándalo nacional
ante las sesenta pesetas d e
salar io mínimo, ante l a de -
formación sistemática de la
información, ante lo s abu sos
legales
q u e
impiden
l os de -
rechos
d e
libre asociación,
d e
r e u n i ó n ,
d e
e x p r e -
sión, etc.»;
«si
alguno tiene
miedo
de que e l
ponerse
a l
lado
de los
oprimidos puede
or ig ina r an t i c l e r i ca l i smo,
q u e piense s i no ha or igina do
m á s a l ponerse d e l lado d e
lo s poderosos. Nosotros, c o n
nuestro gesto, hemos q u e -
r ido adoptar u n a act i tud
evangélica a favor de l os po-
bres y de l os que sufren». E n
Madrid, siguiendo
l a s
direc-
trices d e l gobernador d e
Barcelona, Acedo Colunga,
s e seguía pensando que l a s
reacciones antirrégimen d e
lo s
cura s cat ala nes eran cosa
d e u n a
minoría exaltada,
34
manejada
p o r e l
a b a d
d e
Montser ra t . Mas l o cier to e r a
que , s i n s e r un
fenómeno
g e -
neral izado, debido sobre
todo
a l a
postura correctora
d e l arzobispo, la contesta-
ción
y el
compromiso polí-
tico s e iban ampl iando a ex-
tensas parcelas d e l clero c a -
talán.
Casiá Just, tras
los
pasos
d e
Escarré
«Este señor e s peor que e l
otro», cuentan q u e exclamó
Franco cuando conoció
l a s
declaraciones
q u e
Cassiá
Just concedió
a la
Televisión
b á v a r a e n 1969. Siguiendo e l
ejemplo
d e
Escarré, cuyos
criterios n o siempre había
compar t ido,
el
abad electo
en 1966 en
sust i tución
d e
Brassó denunció
la
tor tura .
El Gobernador, a la sazón
Garicano Goñi, llamó
a
capí-
tulo a l abad . S e p rodu jo u n a
reunión bastante tensa v el
i r r i tado Gobernador c o n -
minó
a q u e
explicara
si
aque-
l l a s a f i r m a c i o n e s , c u y a
transcripción tenía delante,
eran
o n o
ciertas.
E l
Abad
respondió
que s í , que en l í -
neas generales aquello r e s -
pondía
a sus
palabras, pero
q u e é l sólo s e refería a l País
Vasco. Descartada la tor t ura
a l ámbito catalán, Garicano
Goñi pareci ó
m á s
al iviado.
Y
para reaf i rmar
s u
inocencia,
según u n testigo presencial,
mand ó ent rar
a u n
comisa rio
y
p regun tó
a los
presentes,
«a ve r , ¿tiene este hombre
cara
d e
t o r t u r a d o r ? » .
A
modo
d e
reconvención,
G a -
ricano indicó a Cassiá Just
q u e l o s
«trapos sucios
s e l a -
van en casa», a l o que e l be -
nedictino respondió que l o
har ía
si se le
permi t iese .
N o
e s t a b a el Gobierno, q u e
aquellos días había decre-
tado
el
es tado
d e
excepción
e n Euskadi, para tales p e r -
misiones. Y, según cuenta
Franco Salgado-Arau jo en
l a s
«Conversaciones»
con su
primo, éste estaba tremen-
damente i r r i tado c o n Just .
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Esto es, textualmente , l o que
el
Jefe
d e l
Estado habría
manifestado:
«E n vez de ha -
cerse
eco de
todas esas
c a -
lumnias , hubiera debido
darme cuenta d e todo ello,
aportando testigos
y
pruebas
(...)
sobre esos supuestos
abusos
q u e c o n
tanta lige-
reza se de latan (...) . Ja má s e l
clero
y la
comunidad
d e
Montserrat s e quejaron d e
ningún atropello contra
la
Iglesia católica en la época
de la Segunda República
marxista-comunista v anár -
quica. Estuvieron callados,
vistiendo
d e
paisanos
y sin
chistar lo m á s mínimo.. .» S e
pidió permiso a la Santa
Sede para procesar a Cassiá
Just, pero fu e denega do. Casi
d o s
años después,
a
poco del*
proceso
d e
Burgos,
e l
Papa
recibió
a l
abad
a
quien
c o -
mentó en tono humorístico:
«Estoy m u y contento de co -
nocerá un hombre tan famo-
s o » . Finalmente, le hizo u n a
recomendación: «Recibid
siempre a todos». E n resu-
m e n , Cassiá Just había d e -
clarado
q u e « u n
Régimen
q u e
apoya mater ia lmente
a
la
Iglesia, pero
q u e , d e u n
modo imperceptible,
la ha
amordazado durante t re in ta
años, es la tragedia de la
Iglesia espa ñola ».
U n o d e l o s
principales pi lares
d e
legi-
t imación
d e l
Estado
del 18
d e
julio,
s u
catolicismo, otra
vez
duramente cuest ionado.
Y
sobre
el
tema crucial
de la
i r r i tación d e l Gobierno, la
tor tura, declaraba q u e ésta
estaba
a la
orden
de l d í a y
q u e conocía personalmente
a algunos de los tor turados.
Al detenido, decía, «no se le
permi te dormi r y luego,
a t ado
d e
pies
y
manos,
se le
cuelga cabeza abajo desde
u n tercer piso y s e l e ame-
naza c o n cor tar l a s cuerdas ».
La
«tancada» contra
el
proceso
de
Burgos
L a sue rte esta ba echada pa ra
lo s
procesados
d e
Burgos.
De
él
saldrían contra
lo s
presos
vascos nueve condenas
a
muer te
y
casi quinientos
años d e cárcel para repartir
entre catorce etarras, impli-
cados, según la acusación, en
la muer te d e l comisario M e-
litón Manzanas.
N o
España, Europa entera
había sido aquellos días
d e
diciembre
del 70 un
hervi-
dero
d e
pasiones políticas.
A l
f inal izar
el
juicio
e
iniciar
Mario Onaindía el canto del
Eusko Gudariak, lo s etarras
habían, en parte, conseguido
t r aza r
en sus
dist intas inter-
venciones la s líneas políticas
de E T A. L o que empezó
siendo
u n
proceso contra
el
vasquismo, se convir t ió en la
calle
e n u n
proceso
al
Régi-
m e n . Y
daría lugar
a una
movilización
de l os
intelec-
tuales catalanes co n reper-
cusiones
d e
largo alcance.
Escritores, actores, directo-
r e s d e
cine, cantantes
y p r o -
fesionales d e dist inta s ram as
hasta llegar a l número d e
300 se encer raron e n Mont-
35
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serra t e n señal d e protesta.
E mp e z a ro n a llegar e l sába-
do , d í a 14 , a l
mediodía
y po r
l a ta rde ya se habían consti-
tu ido e n Asamblea. Allí p e r -
manecieron hasta
l a
mañana
d e l
lunes
e n q u e e l
abad
n e -
goció l a s condiciones de la
«rendición». Allí permane-
cieron quienes se quedaron,
la inmensa mayoría. Hubo
otros q u e prefirieron pernoc-
t a r e l sábado e n Barcelona y
cuando
el
domingo quisie-
r o n re incorporarse a l grupo
hal laron
el
Monasterio
c e r -
cado p o r l a Guardia Civil.
Tapies
y
Miró apenas
s i pe r -
manecier on media hora
en el
santuario. Miró s e sumaría
a l
manif ies to
de la
Asamblea
a l d í a siguiente, desde u n h o -
te l
barcelonés. Negaría
d e s -
pués,
en un
periódico
d e M a -
l lorca, s u adhesión, pa ra r e a -
f i r m a r l a p o s t e r i o r m e n t e .
Hacía frío,
u n
frío trem endo,
l o q u e
podía irritar
a ú n m á s
a los
sit iadores
si el
encierro
se prolongaba. L a inclemen-
c i a d e l
t iempo
n o
evitó
la lle-
gada d e algún peregrino c o n -
t u m a z q u e pasó inadvertido
algunos controles, se perdió
p o r
alguna trocha
y a l
final,
sorprendido
y
sobresaltado,
s e
encontró
c o n l a s
metralle-
t a s . E l
a is lamiento
d e l s a n -
tuar io
f u e
progresivo hasta
cor ta r
la
comunicación tele-
fónica. Recibidas la s pr ime-
r a s
adhesiones desde
T o u -
Pére Por tabel la
louse y distintos puntos de l
extranjero, durante varias
horas
f u e
imposible hablar
con e l Vaticano. L a comuni-
cación
l e fu e
cortada hasta
a l
mismo Gobernador Civil ,
justo cuando
le
decía
a C a s -
s i á Just: «Esto que le voy a
decir
se lo
digo confiden-
cialmente...». Nunca
se ha
llegado
a
saber
la
natura leza
d e l a
confidencia
q u e
Tomás
Pe layo R o s i b a a hacerle a l
abad .
C on
suspicacias
d e n -
t ro y con tensiones dentro y
fuera,
e l
abad
q u e
había
r e -
cibido a los asambleístas con
l a s
palabras, «sed bienve-
nidos
y
permaneced aquí
e l
t i empo q u e juzguéis necesa-
rio», seguía
la s
negociacio-
n e s .
Cuando
se
captó
en la
emisora de l a Guardia Civil
que se iba a
poner
e n
prác-
tica l a operación «Mano d e
pintura», a l parecer ocupa-
ción d e l Monasterio, s e deci-
d i ó q u e e r a
preferible salir.
L a
Asamblea
y a
había apro-
bado u n documento q u e s e
t radu jo
a l
castellano, inglés,
f rancés
y
alemán. Hubo
q u e
unificar
e l
contenido
de l as
distintas versiones idiomá-
ticas, pues dada
la
heteroge-
neidad
de l as
tendencias
e n
la Asamblea, s e habían in -
troducido algunas variantes
reveladoras
d e e s a
dispari-
dad . As í , en e l
texto alemán,
la palabra democracia s e a d -
jetivaba d e popular ( l a ve r -
s i ó n p u b l i c a d a p o r L e
Monde dice Etat authenti-
quement populaire), y en la
versión castellana, en la
frase «nosotros intelectuales
ca ta lanes» ,
u n
misterioso
viento barrió el gentilicio. E l
Manifiesto
se
solidarizaba
con lo s mil i tantes de ETA
«acusados d e luchar po r e l
socialismo
y po r l o s
der echos
nacionales del pueblo v a s -
c o » ; t razaba, en un rápido
análisis,
el
esquema
de la s i -
tuación polít ica e n España
—legislación represiva, s i s -
36
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Tar rade i las , s iendo pres idente d a l a Genera l idad , r ac ibe e n t u despacho of ic ia l al a b a d d e Montserrat, Casia María Just
tema político anacrónico,
tor turas y sevicias físicas y
morales, negación sistemá-
tica de la libertad d e expre-
sión
y
derechos
d e l o s p u e -
blos y de las naciones—, «que
constituyen
el
Estado espa-
ñ o l ,
ignorados
y
repr imidos
e n beneficio d e u n a pre ten-
dida unidad nacional».
F i-
nalmente, exigía amnistía
general, abolición
de l de -
creto-ley sobre bandidaje y
terror ismo
y de la
pena
d e
muer te y reconocimiento del
derecho d e autodetermina-
ción. Como « u n verdadero
desafío,
u n
desafío
s i n p r e -
cedentes
de la
intelectuali-
d a d
catalana», calificó
Le
Monde e l escrito. Desafío p o r
desafío, días antes e l capitán
general
d e
Cataluña, Pérez
Viñeta, había sido
m u v e x -
plícito: «E l Ejército no está
dispuesto
d e
n inguna
m a -
nera a permi t i r la vuel ta de l
desorden q u e y a u n a v e z
puso
l a
pat r ia
e n
peligro.
S i
e s
necesario
se
llevará
a
ca bo
u n a nueva Cruzada a f in de
l impiar nuestra patr ia
d e
hombres s in Dios y s in Ley».
Acerca de s i e ra posible la en-
t rada de los guardias en el
recinto monacal
s in
violar
derechos de la Iglesia, M a r -
c o s
Taxonera af irma
que
teór icamente
n o ,
pero
que e n
la
práct ica
e r a
totalmente
posible. E n España, después
d e l
Concordato,
lo s
edificios
jur ídicamente menos defen-
didos eran los de la Iglesia.
Aquel dice
q u e
éstos
no se
podían allanar, sino
e n
caso
d e
extrema necesidad
e n
cuya circunstancia
se le co-
municará poster iormente a l
obispo.
Al no
desar rol lar
e n
u n reglamento q u é puede e n -
tenderse p o r «extrema nece-
sidad», esto queda a criterio
d e l
Gobernador , ext remo
sobre
e l qu e no
puede deci dir
t ra tándose
d e u n
edificio
c i -
vil». L a s garant ías dadas al
abad fueron q u e n o habría
represal ias
y que no s e r e -
tendr ía la documentación,
q u e bastar ía simplemente
enseñar e l carné a la salida.
Salió primero
e l
abad
y al-
gunos monjes
y
despué s Pere
Portabella —decisivo en la
iniciativa
y
desarrol lo
de l
encierro— quien, e n c u m -
pl imiento d e l acuerdo, s e
negó
a
ent regar
s u
carné .
A
par t i r
de a h í , l a
simple exhi-
bición
d e l
mismo
f u e
sufi-
ciente.
A
pesar
d e
todo, algu-
n o s prefirieron escapar a
t ravés
de l a
montaña
y
algú n
otro optó
p o r
seguir tempo-
ra lmente
en el
Monasterio.
N o l e s faltaba razón, pues a l
poco t iempo empezaron
las
citaciones, l a s multas, las re -
t i radas d e carné y hasta a l -
g ú n q u e otro encarcelamien-
t o .
Jordi Carbonel l ,
p o r
ejemplo.
Conclusión
Ultimamente Montserrat e s
menos pródigo en hechos e s -
pectaculares como los que
aquí
s e
cuentan.
En e l
fondo
l o q u e allí se desarrolló f u e
u n a
labor
d e
suplencia,
u n a
aproximación a situaciones
y
actitudes imposibles para
organizaciones q u e , o h a -
bían desaparecido o s e m a n -
tenían
e n u n a
precaria clan-
dest in idad. L a relativa n o r -
malización de los úl t imos
años h a trasvasado respon-
sabi l idades
y
protagonis-
m o s . T a l como v a n l a s cosas,
a f i r m a r q u e n o habrá q u e
volver a las andadas, a las
«suplencias» e s u n a af i rma-
ción
q u e y o n o m e
atrevo
a
hacer . •
J. V.
37
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LIBROS
Y
REVISTAS CONSULTADOS
L ESGLESIA CATALANA ENTRE LA
GUERRA I L A P OS TGU ER R A - Jose p
M a s s o t i Muntaner.
AURELIM. ESCARRE, MONTSERRAT E S
VOSTRE. TEXTOS D E BELOSCOAIN A
VIBOLDONE- Edic ión d e M a s s o t i M u n -
taner.
E L S CREADORS D E L MONTSERRAT
MODERN.- Josep Massot i Muntaner.
HISTORIA D E MONTSERRAT- Anse lm
M . Albareda.
CATALUÑA BAJO E L REGIMEN FRAN-
QUISTA— Josep Benet.
CORONA LITERARIA OFERTA
A LA
MARE D E D E U D E MONTSERRAT.
CULTURAS E N LUCHA: CATALUÑA-
Félix Población y Javier Villán.
CULTURAS E N LUCHA: EUZKADI— Félix
P ob lac ión y Javier Villán.
M I S
C ON V ER S A C ION ES P R IV A D A S
C O N FRANCO-Franco Salgado-Araujo .
CRONICA AGITADA D E OCHO AÑOS
TRANQUILOS, 1963-1970- Angel Ruiz
Ayúcar.
D O S AÑOS A L FRENTE D E L GOB IERNO
CIVIL D E BARCELONA- Barba Hernán-
d e z .
Revistas
SERRA D O R
EL
ESPAÑOL
L E MONDE
GERMINABIT Y SERRA D OR
u \N febrero de 1955 nacía
Serra
D'Or. Una
publi-
cación embrionaria,
una circular informativa del
Coro
de
Montserrat,
de
cuatro
páginas. Un acto voluntarista
y
artesanal debido, sobre todo,
al
entusiasmo literario
y al
amor
a la
lengua
de un
traba-
jador
del
Monasterio,
un
vigi-
lante llamado Manuel Bardi-
na . Integramente en catalán
aunque
en
números posterio-
res una
elemental estrategia
posibilista la convirtiera en
bilingüe.
Con
Bardina,
dos
empleados administrativos,
dos
«lletraferits», igualmente
tocados de ala por el entu-
siasmo: Joan Espinach
y
Ramón Riera.
Con
alternati-
va s
idiomáticas irregulares
Serra
D'Or,
llega
al año 1959
en que se funde co n Germina-
bit, de antigüedad del 49 y
«órgano»
de los
antiguos
es-
colares
de
Montserrat, diri-
gida
por
Josep Benet.
En el 57
Serra D'Or había reunido ya
firmas
de
cierta resonancia
en
el
catalanismo militante,
como Joan Triadú, Maurici
Serrahima, Alexandre Cirici,
Ramón Muntanyola, Lluis
Serrahima, etc. En el 56, Jo-
sep Benet, siempre con el obje-
tivo de hacer de Germinabit
un a
revista
de
información
general
de
largo alcance,
in-
corporó a su redacción uni-
versitarios
que le
dieron otro
aire: Albert Manent, Max
Cahner, Ramón Bastardas,
qu e progresivamente arrastra-
ro n
tras
de sí un
buen número
de reconocidos hombres de la
cultura, además de los que ya
eran habituales, desde hacía
poco tiempo, en Serra D'Or.
Las dificultades de ambas re-
vistas
en
estos primeros tiem-
pos no
fueron sólo económi-
cas, sino también de índole
gubernativa.
En el 59,
Acedo
Colunga las calificaba en su
«informe confidencial»
a
Alonso Vega como peligrosos
focos
de
separatismo. Antes,
en el 57, una antología, titu-
lada «Fragmentsde poética d,
alguns literatsde tota Catalu-
ny a
gran», había motivado
un a
seria advertencia
del Go-
bernador
a su
antagonista
Escarré
que se
solventó
car-
gando
el
muerto
a la
inexpe-
riencia de un joven monje, el
hoy
abad Cassiá Just,
que fue
«fulminantemente destitui-
do». Los textos se habían im -
preso sobre
el
fondo
de un di-
bujo
de los
Paisos Catalans,
la
enseña cuatribarrada y el es-
cudo de Montserrat. Poco des-
pués de la bronca con el Go-
bernador, Escarré llamó
a
Cassiá Just
y le
dijo: «Estáis
destituido, pero
os
vuelvo
a
nombrar enseguida».
La im-
portancia
de
Germinabit
y Se-
rra D'Or en aquellos tiempos,
fue sobre todo, que introduje-
ron una
cierta normalización,
una incipiente normalización
embrionaria,
en la
anormali-
dad que cercaba la más mí-
nima aspiración catalanista.
De ahí que la protección e im-
pulso que les dio Escarré haya
sido calificado como «la apor-
tación más importante del
abad a la cultura catalana».
En la f
usión
del año 59, Ger-
minabit aportó
el
equipo lite-
rario
v
Serra D'Or el nombre.
Puede decirse que la revista re-
sultante, adquirió
un
carácter
más profesionalizado, perio-
dísticamente hablando,
con el
co n
sigi lient
e des pía z.a mi en to
de l equipo fundador. El pri-
3 8
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mer director de la nueva etapa
fue Jordi Pinell que, en tiem-
oos del abad Brassó, fue susti-
tuido por Maur M . Boix, ac-
tualmente a la cabecera de la
publicación. Serra D'Or au-
mentó su s problemas con
Fraga en Información, año
64, que
pretendía
que se
some-
tiese a censura como cual-
quier otro medio
de
comuni-
cación. A este respecto,
Brassó escribía
el
citado
año
al delegado provincial de In-
formación en Barcelona,
Jaime Delgado, reafirmando
los privilegios eclesiásticos de
Serra
D'Or,
«órgano
de la Co-
fradía de Nuestra Señora de
Montserrat ...).
Es una
publi-
cación que, en virtud del Con-
cordato, se encuentra ya lega-
lizada desde el primer mo-
mento
y no
necesita autoriza-
ción ni censura para ser edi-
tada». En otro lugar de la car-
ta, el abad Brassó, a quien
Massot i M un tañer considera
decisivo en la marcha de la
Revista, manifiesta al poeta
funcionario de Fraga su «pe-
sar por su intervención en la
tipografía
que
trabaja para
nuestra imprenta, poco antes
de
nuestra entrevista
y sin ha-
blarme para nada
de
ello».
En la
actualidad,
la
sensación
que transmiten algunos me-
dios próximos
a
Serra
D'Or es
que ésta, con sus 17.000 ejem-
plares de tirada, su carácter,
todavía
de
resistencia cultu-
ral, continúa haciendo una
labor que, en estos tiempos, ya
no debiera cotresponderle. Lo
que pone en evidencia que la
cultura catalana, a pesar del
Estado de las Autonomías de
tan abstracta formulación e
invisible realización, está
muy lejos de la normalidad.
m
m
*
i
>
U n a
vi s ta general
d e l
Monas t e r i o
d e
Montser ra t
39
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Glorias
improvisación
Felipe C. R. Maldonado
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L
volumen
que ha
suscitado
con los
recuerdos este artículo encie-
rra,
pese
a sus
cortas dimensiones
un
conjunto heterogéneo
al
que dan
unidad
el
sujeto Gustavo Durán
y la
circunstancia
nuestra guerra civil
(1).
Comprende
una
conferencia
que
leyó Durán
en
Dartington Hall Inglaterra finalizando
1939, de la que se
conserva
el
original castellano
una
versión inglesa «aproximada
y
bastante reduci-
da», y un
fragmento
con una
serie
de
apuntes asimismo
en
inglés
independiente
al
parecer
de la
conferencia
en
torno
al
mismo tema.
Es
una
lástima
que el
editor
no
haya publicado
la
totalidad
de los
textos
ingleses aunque
los
hubiera utilizado como hace cuando
lo
juzga conve-
niente para apostillar
el
original castellano.
A
título
de
apéndices
in -
cluye
el
fragmento conservado
de un
diario
de
campaña unas notas
de
agenda unas páginas sobre
la
batalla
de
Teruel debidas
a
Durán
y el
extracto
de una
carta
que
dirigiera éste
a
Hugh Thomas.
Por
último
cierra
la
miscelánea
un
capítulo
del
libro
Front de la liberté. Espagne.
1937-1938,
en el que
Simone Téry reunió
las
crónicas
que
había publi-
cado
en la
prensa francesa dedicada
la que se ha
escogido
a
Gustavo
Durán.
(1) U n a enseñanza de la guerra española. Glorias y miser ias de la improvisación de un ejérci to,
Madrid, edicio-
ne s Júcar, 1980.
Cavando tr inch eras para la d e f e n s a d e Madrid. E n es ta tarea colaboró toda la pob l ac i ón d e l a cap i t a l , du r a n t e l o s p r i mer os meses de la
guerra civil.
41
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r t j O e s mucho, desde luego, pero t a m -
ÜÉU poco ab un da esta clase d e material,
s in pretensiones autobiográficas y escrito
durante
la
contienda
o a
poco
de
haber
c o n -
cluido, cuando ideas y opiniones ganan e s -
pontaneidad aunque pierdan ponderación,
cuando
la
realidad vivida
y l a s
posturas
adoptadas
n o s e h a n
sosegado suficiente-
men t e
n i
están alteradas
po r l a
perspectiva
ni la
profunda reflexión.
A
estas circu nstan-
cias entendemos
q u e
apuntan
la s
considera-
ciones iniciales d e Durán acerca de la ver-
d a d , l a
real idad
y la
objet ividad,
a l
abordar
la
conferencia
en
Dartington Hall.
La semblanza personal q u e hace Martín-Ar-
tajo, editor d e l volumen, tiene muchos p u n -
t o s reales, como corresponde a u n conoci-
miento directo
de l
sujeto, bien
q u e
fuera
en
s u s
últimos años;
s in
embargo, cabría seña-
la r su
presencia dentr o
d e l
grupo
d e
músicos
y musicólogos —los Halffter, Salas Víu , Sa -
lazar—
q u e
acompañan
en la
residencia
d e
estudiantes a la generación poética del 27; la
ulterior aventura cinematográfica c o n E d -
g a r Neville, Benito Perojo e Imperio Argen-
tina
en los
estudios
de la
Paramount ;
sus
primeras actividades políticas, d e buena vo-
luntad,
en los
mít ines
a
favor
d e l
Frente
Po-
pular, poniendo
su
automóvil
v su
persona
c o m o chófer al servicio d e María Teresa León
y d e Alberti, viejos amigo s. P o r cierto, q u e e n
estos viajes, el de Cuenca posiblemente, co -
noció
a
otro personaje histórico-literario,
Angel González Moros, obrero ferroviario,
miembro
d e l
comité
de
Castilla
del PC v, al
cabo
d e
unos meses, comisario
d e l
tren blin-
dado
e n q u e
Durán haría
su s
primeras arma s
como combatiente.
L o s
azares comunes
d e
ambos s e verí an luego refle jados e n L'Espoir,
d e Malraux, bajo lo s nombres d e Ramos y
Manuel, Angel
y
Gustavo, respectivamente.
D e
igual modo, hubiera sido útil
u n a
sucinta
«hoja
d e
servicios»
q u e
ayudase
a
compren-
de r l a evolución d e Gustavo Durán y su p ro -
yección militar. Acaso Martín-Arta
jo
igno-
raba
lo s
datos,
p o r l o q u e
apor tamos
u n a
breve noticia
q u e
pueda servir
de
guía,
s i
alguien desea profundizar
en la
materia.
Abandonó
el
tren blindado
a l
cabo
d e
unos
meses y el mando d e l Quinto Regimiento le
encomendó la creación de la Motorizada;
quizás convenga precisar q u e n o e r a u n a
unidad d e comba te, sino de un cuerpo absolu-
tamente indispensable en la transición a
formaciones militares regulares:
se
t ra t aba
de cen tral izar a todos lo s motoristas q u e s e r -
virían d e enlace entr e los cuarteles generales
y los
puestos
d e
mando, encuadrando
a los
hombres
y
atendiendo
al
ent retenimiento
v
• /
reparación de las máquinas. N o estuvo aquí
wm
j L
m
•<
*
a
|
4
WM.
I
m
, v #
m
m
D e izquierda a d e r e c h a , en l a (o to : e l sargento Manzana, Buenaventura Durrut i y Francisco Carreño. (Agosto d e 1936).
4 2
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H a s t a
l o s
n i ñ o s c o a d y u v a r o n
a la
d e f e n s a
d e
Madrid.
L o s pr imeros cont ingentes d e l a s Br ig a d a s I n te r n a c io n a le s d e s f i l a n p o r l a s c a l l e s d e Madr id, cam ino d e l c e r c a n o f r e n te d e ba ta l la .
7/26/2019 Tiempo de Historia 082 Año VII Septiembre 1981 OCR
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M i l i c i a n o s . d e f e n s o r e s
d e
Madrid. leyendo "Solidaridad Obrera
d u r a n t e u n d e s c a n s o e n e l f r e n t e d e batalla
mucho tiempo,
y
tras cumplir
e s a
misión
organizativa,
la
entrada
en
combate
d e las
brigadas internacionales y su s conocimien-
tos de
francé s, inglés
y
alemán determinaron
su incorporación a l Estado Mayor d e l gene-
r a l
Kleber(Larz Fakeete).
A
este p erío do
c o -
rresponden, precisamente,
l a s
anotaciones
d e l
llamado «diario
d e
campaña» recogidas
en el
libro.
Estabilizado
el
f rente
d e
Madrid
e n
aquella
zona, recibió
la
orden
d e
organizar
l a 6 9 Br i -
gada Mixta, q u e tuvo como núcleo principal
e l
primitivo batallón
d e
Leones Rojos, volun-
tarios
de la
rama sindical
d e l
comercio
m a -
drikeño,
m u y
diezmado
y los
destrozados
restos d e otros d o s batallones d e milicias.
Entendemos
q u e l a s
llamadas «notas
d e
agenda» pertenecen a este período d e orga-
nización
y
acoplamiento,
q u e a l o s
pocos día s
acabó e n Cara ba ña para iniciar s u acción e n
el
J a r a ma
en los
combates
d e l
Pingarrón.
Luego habría q u e subir a Guadala jara , c u -
brir bajas
y
participar
en e l
ataque contra
Segovia, ocupando Cabeza Grande, donde
Durán caería herido.
E n
julio
del 37 le
llega-
r ía la
orden
d e
fo rma r
la 47
División
co n l a s
Brigadas 34 y 69 , qu e entró e n fuego a pr ime-
r o s d e
agosto
en
Quijorna. Cumplida
l a m i -
sión
y
apenas retirada
la
unidad
d e l
frente,
s e
produjo
e l
efímero paso
d e
Durán
p o r l a sec -
4 4
Milic ianas des f i lando p o r l a s c a l l e s de l a capi ta l d e E s p a ñ a .
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continuo a esbozar juicios, a extraer conse-
cuencias. Cuando e n e párr afo inicial afirm a
q u e n o
habla para
la
Historia,no hace retóri-
c a ,
sino
q u e
puntual iza
el
intento
d e
sinceri-
d a d subjetiva co n q u e t ra ta d e afrontar el
tema. Cuando
l o s
fragmentos intercalados
d e lo s
otros
d o s
manuscritos concretan
o
modifican algún punt o
d e
vista,
s e
pone
p r e -
cisamente
d e
manifiesto
ese
valor
de
refle-
xión
en voz
alta
q u e
tiene
la
conferencia;
reflexión inevitable tras
u n a
tremenda crisis
a la que
cada
u n o d e s u s
personajes aportó
su
grano d e arena.
Traza u n a noción retrospectiva d e l conte-
nido revolucionario q u e l a guerra del 14
tiene para España, para
la
renovación
v a m -
pliación
d e u n a
conciencia social; subraya
la
importancia ideológica q u e adquiere u n a
minoría intelectual burguesa
y su
fracaso
e n
la
política práctica; apunta
la
represión
del
34, el
triunfo
d e l
Frente Popular
v e l
enfren-
tamiento social q u e acaba e n oposición a r -
mada. Introduce aquí unas consideraciones
acerca d e l pronunciamiento, como fenó-
meno histórico,
y de las
psicosis
de
pronun-
ciamiento q u e precedió a l a guerra, en las
q u e se
aprecian opiniones altamente sugesti-
v as —sobre todo en los momentos actuales—,
\* W)
mwk
if»
wmm
porque siendo
m u y
probable
q u e p o r
aque-
llas fechas preliminares Durán compartiera
la postura negativa q u e denuncia tres años
m á s
tarde
en la
izquierda,
su
prolongada
e x -
periencia militar y la relación personal co n
Rojo, Menéndez, Laiglesia
e
incluso
con e l
q u e f u e jefe d e Estado Mayor del XX Cuerpo
d e l
Ejército durante
u n a ñ o ,
militares profe-
sionales todos ellos, le hicieron reconsiderar
los
factores
de la
situación real
v
apreciar
mejor
lo s
errores cometidos.
S in embargo, la s vivencias quedan t a n p r ó -
ximas cuando escribe s u conferencia, q u e l a
narración
de los
primeros días
d e
lucha está
marcada y determinada p o r factores e m o -
cionales, donde
el
raciocinio trata
d e
poner
orden
o d e
buscar explicaciones: «Podríamos
l lamar
a l
primer período
de la
guerra
e l pe-
ríodo
de la
desorganización organizada»
(en
otro mome nto vacila
y
escribe «or ganizac ión
desorganizada»);
y
prosigue:
« En e l
caos
aparen te d e España, ciertas leyes n o formu-
ladas, derivadas
d e l
entusiasmo
y la
espe-
ranza existentes, permitían conjugar
— r u -
dimentariamente, desde luego— lo s esfuer-
zo s
individuales...
De mí sé
decir
q u e
dura nte
la s distintas fases d e m i mando jamás me v i
ante
u n a
situación
q u e p o r s í
mismo
o con la
Ai»
m
. ; y .
T»
r
m
. v*
. * .
M
4 6
La lucha en la Ciudad Universitar ia (frente d e ba ta l la ) , e n n o v i e m b r e de 1936 .
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M D R I D
í » a ;
Y H E R u l C
Cartel original d e Contre ras . publ icado po r l a J u n ta De le g a d a d e
D e f e n s a d e Madrid.
espontánea ayuda de los demás n o pudiera
fácilmente resolver. Nunca me v i desasistido
de la
colaboración ajena. Nada parecía insu-
perable. ¿Er a la guerra o ¡o concreto d e nues-
tros ideales
l o q u e n o s
llevaba
a
obrar así?».
Esta idea q u e debió d e acosa rle mucho, como
veremos
a l
final
de la
conferencia
y q u e in -
cluso apostill ó
con el
recuerdo
d e S a n M a r -
cos (16, 18), se nos
antoja
un
auténtico
p ro -
blema
d e
conciencia
e n
Gustavo Durán,
puesto
q u e
incluye
u n a
crisis ideológica
y un
profun do sentido
de la
responsabi lidad. Este
último,
y no el
principio
de
eficacia
q u e
apunta Martín-Artajo, entendemos que es e l
factor deter minan te
de los
juicios
q u e l e me-
recen algunas conductas. P o r ejemplo, el
principio d e eficacia cabe aplicarlo a l con-
traste
q u e
Durán señala entre
la
conducta,
incluso militarmente organizada,
de
algunas
unidades «cuyos soldados h a n perdido la
guerra
sin
haber hecho nad a
p o r
ganarla»
y el
provecho obtenido p o r l a s fuerzas de Franco
aplicando
la s
ventajas
d e q u e
disponían
o las
q u e
hallaban dispuestas. Durán ilustró este
pasaje co n u n suceso q u e n o recoge en el
texto, limitándose a indicar «Anécdota d e
Arniches
y las
trincheras».
S e
trata
d e l
hijo
de l comediógrafo, arquitecto y adscrito a la
E s c e n a de la d e f e n s a d e Madrid, ( a l fondo e l Hospital Clínico), de l a película «Morir e n Madrid».
47
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d e S a n Femando v Casa Que mad a. L os espa-
ñoles q u e nombra so n todos conocidos, unos
m á s y otros menos; lo s br igadistas, e n c a m -
bio , ya no son tanto, aunque Hans Beimler,
Kleber
o
Ludwig Renn sean familiares,
con
todo
e s
fácil identificarlos
en el
libro
de An-
dreu Castells,
L as Brigadas Internacionales
de la
guerra
d e
España;
incluso el Adam c i-
tado en la hoja 10 (17-XI-36) e s Ernst Adam
Raabe, luego jefe d e Estado Mayor con D u-
rán en la 69 BM y en la 47
División.
L a s
l lamadas
Notas d e Agenda,
seis hojas
escri tas p o r ambas caras, tienen distinto
contenido; la pr imera corresponde a la úl-
t ima etapa
d e
Durán
en el
sector Oeste
d e
Madrid,
y a
estabilizado,
con e l
enemigo
en
Brúñe te , Na valaga mella v Chapiner ía ,
mient ras
la s
fuerzas
a l
mando
d e
Barceló
se
si tuaban en Valdemorillo, Villanueva del
Pardillo y Boadilla de l Monte; so n anotacio-
n e s sucintas, co n indicación d e fuerzas y a r -
mamento. L as hojas 2 a 5 son una noticia
elemental, casi
un
estadillo,
de la
tropa
v
servicios adscritos
a l
cuartel general
de la 69
B M v de l a r m a m e n t o v vestuario de los tres
batallones iniciales. L a hoja 6 sólo contiene
cinco líneas preparatorias
de la
en t r ada
en
combate en el sector d e l J a r a m a el 23 de
febrero de 1937.
Es el banco d e prueba para un mando y un
conato
de
unidad
q u e n o
está completa
ni
conjuntada. Entre lo s olivares, el fuego d e
fusilería
y
ametra l ladoras
e r a
tan intenso
q u e
a r r ancaba
la s
hojas
de los
árboles. Está
lloviendo verde; dijo alguie n,
y esa
pincelada
poética la recogió Malraux en L'Espoir, a u n -
q u e inexplicablemente la sitúa en la sierra,
donde n o encajan lo s olivos ni el terreno e n -
fangado. L a s órdenes eran severísimas, h a -
b í a q u e impedir a toda costa q u e e l enemigo
dominase la carretera de Madrid a Cuenca.
U n a tarde comenzó a f laquear uno de los
batallones y a da r l a espalda los milicianos.
Fueron ret iradas
d o s
compañías ,
se las
hizo
formar, diezm ando
s e
sacaron tres hombres
q u e
fueron fusilados
en el
acto. Vueltas
las
unidades a sus posiciones y Durán a l puesto
d e mando, pidió línea telefónica para d a r
parte
de lo
sucedido.
N o
puedo hacerlo,
la
emoción
le
había dejado completamente
afónico.
PAGINAS SOBRE LA BATALLA
D E TERUEL
Este fragmento apenas requiere comentario,
y a q u e supone u n a mínima parte d e l libro d e
Robert Payne, T h e
Civil
War in
Spain,
y su
valor intrínseco está en lo que escribiera D u-
rán v en el
hecho
d e q u e
algunas frases refle-
j a n situaciones y sucesos perceptibles sólo
para quienes ¡o vivieron. P or ejemplo, h a -
Miembros i ta l ianos d e l a s B r igadas In t e rnac iona l e s .
50
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P o r t a d a d e u n a e d ic ió n p o p u la r f r a n c e s a d e « L E s p o i r » , la gran
n o v e la d e Malraux sobre la g u e r r a d e E s p a ñ a .
ción
h o y
asequible
q u e
corrobora
l a
reivin-
dicación
q u e
hizo Durán
de su
dignidad.
L a
puntual ización q u e éste hace de su efímero
paso
p o r l o s
servicios madrileños
de l S IM,
instalados
a
espaldas
d e l
Ministerio
d e M a -
rina en su esquina c o n Montalbán, e s riguro-
samente cierta.
N o
llegaron
a
veinte
lo s
días
e n q u e abandonó el mando de la 47 División,
a poco d e haberla retirado d e l f rente d e Q u i -
jorna,
y
antes
de que s e
t ras ladara
c o n s u s
hombres a tierras d e Cuenca.
E L ARTICULO D E SIMONE TERY
Está escrito
e n d o s
t iempos
q u e
correspon-
den a dos
entrevistas separadas
p o r m á s d e
cinco meses.
L a
primera tuvo lugar
en Va-
lencia, septiembre de 1937, apenas reincor-
porado Durán a l mando de la 47 División y ,
m u y posiblemente, cuando f u e l lamado p o r
e l general Rojo para reorganizar l a un idad y
prepararla convenientemente c o n vistas a su
participación en la bata l la d e Teruel. A u n -
q u e otras personas intervengan en la conver-
sación, e s un diálogo v is a v is en e l que la
periodista trata d e f i jar a s u personaje, d e
analizar s u condición bifr onte, pero el hall d e
u n hotel y e n u n a situación relajada n o eran
l a s
condiciones
m á s
favorables,
p o r lo q u e h a
d e
cerrar
e s a
primera imagen
c o n u n a
anéc-
dota.
ü&sií;
%
&
-vi
m
mi
I
X
52
S o l d a d o s d e l Ejé rc i to d e l a República , durante u n alto e n e l f r e n t e d e ba ta l la .
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Tiros
en el
Hemiciclo
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Algunos apuntes históricos
Carlos Sampelayo
I
lo s arti l leros d e Hanriot , en e l
termi-
d or de 1793 se atrevieron a disparar
su s cañones apostados frente a la Conven-
ción, el recinto donde s e hacían l a s leyes,
desobedeciendo
l a s
órdenes
de su
jefe.
Cuentan Lamartine
y
otros cronistas
q u e
ante la p r imera voz de fuego, algunos dipu-
tados se lanzaron fuera de la sa la; pero Collot
d 'Herbois apresuróse a ocupar el sillón p r e -
sidencial. Este asiento, situado junto
a la
puerta, e r a e l q u e debía recibir los primeros
disparos.
—Ciudadanos —excl amó Collot, cubrién -
dose y sentándose—,
este es el momento de'
morir en nuestro puesto.
—¡En él moriremos —respondió la Conven-
ción en pleno, sentándo se todos par a espe rar
el golpe.
E l público d e l a s tribunas, electrizado p o r
esta actitud,
s e
levantó jur and o defender
a la
54
Convención, salió en tropel y se esparció p o r
lo s jardines , lo s patios y los barrios inmedia -
t o s , gritando:
—¡A las armas
L a Convención aprobó inmediatamente u n
decreto declarando fuera de la ley a Hanri ot.
E l diputado Amar salió escoltado p o r s u s
colegas y arengó a las tropas.
—Artilleros —les dijo— ,¿deshonraréis a la pa-
tria después
de
haber tantas veces merecido
bien de ella? ¡Ved a ese hombre; está borracho
¡Sólo un borracho puede mandar hacer fuego
contra la representación de la patria
L os artilleros, conmovidos p o r estas pala-
bras
e
in t imidados
por e l
decreto
q u e a c a -
baba d e promulgarse , se negaron a obedec er
a su jefe. Hanri ot, casi aban don ado, cond ujo
c o n
t raba jo
l a s
piezas
a la
plaza
de l
Ayunta-
miento, y Barras f u e nombrado comand ante
de la
Guardi a Nacional
y de
todas
l a s
fuerzas
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J o s é S á n c h e z Gu e r r a (18 59-1935).
El
genera l Franc isco AguHera Egea (1857-1931) .
E l insultado s e levantó y volviéndose asestó
u n gran «uppercut» en e l rostro dv'Martini-
l lo . Era e l diput ado católico Mira t.qu e había
derrotado
en la
circunscripción
d e
Sala-
manca
a
Veloz, quien reaccionó echándose
mano
a la
cintura para sacar
u n a
pistola
q u e
s iempre le aco mpa ñaba . Indalecio Prieto d io
u n
salto
y
cayó
d e
golpe,
co n su s
cien kilos,
encima
de é l ,
inmovilizándole sobre
el es-
caño
y
suje tándole
el
brazo
e n
cuya mano
blandía
ya la
pistola. Apretó
e l
gatillo, pero
se le encasquilló e l tiro. Forcejearon Prieto y
él , y fue a l f in reducido y desarmado, mien-
tras
e l
conde
d e
Romanones, presidente
de la
Alta Cámara, gritaba
co n su v o z
chillona
c a -
racterística:
—¡Aquí no se admiten pistoleros
Lo
mismo hubiera gritado
e l
dueño
d e u n a
taberna cualquiera.
«BALACERAS» E N E L
HEMICICLO
Durante
los
años
20
también,
la
Cámara
d e
Diputados
d e
México
e r a
cont inuamente
u n
campo
d e
tiro, pues
n o
pocos deba tes termi -
56
naban a pistoletazos. E n u n o d e ellos murie-
r o n
varios «padres
de la
patr ia»
y u n
perio-
dista.
Pero
e l
caso insólito
e
impresionante
e n
este
hemiciclo ocurrió
el 18 de
agosto
de 1943,
hal lándome
en la
t r ibuna
d e
prensa
e n m i -
sión informativa. Tras unas elecciones
d r a -
máticas, l a s m á s sangrientas y apasionadas
d e
todos
lo s
tiempos
en
México,
se
iban
a
discutir
lo s
dic támenes
d e l a s
Comisiones
Revisoras
d e
Credenciales.
Un a d e l a s
actas
d ic taminada
e n
contra
e r a l a d e l
diputado
d e
la
legislatura anterior Jorge Meixueiro,
a
quien lo s indios d e aquella región adoraban.
S e most raba inquieto y s e acercó a la tri buna
d e
prensa para hablar
c o n u n
célebre redac-
t o r d e l a
crónica parlamentaria
en el
diario
«Excelsior».
— Y bien, maestro, ¿qué noticias me tiene?
—le
preguntó
a l
periodista.
—Malas, Jorgito
— le
respondió
e l
periodis-
ta—.El dictamen viene
a
favor
de l
general
Leo-
poldo Gatica. Lo redactó personalmente Pan-
ch o López Serrano, presidente de la Primera
Comisión Revisora
de
Credenciales,
y
estuvie-
ron de acuerdo dos comisionados más.
Y d io lo s
nombres,
q u e n o
hacen
a l
caso.
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Alvaro d e F ig u e r o a y T o r r e s , c o n d e d e Ro má n o n e s ( 1 86 3 - 19 5 0 )
Indalecio Prieto Tuero (1883-1962).
—¿Qué cosa podía esperarse de ese miserable
López Serrano? —dijo Meixueiro—. Un
«mendigo». Siempre a disposición de l mejor
postor.
—Así es esto, Jorgito —terció otro periodis-
t a — . Yo tuve en mis manos el dictamen. Te
hace trizas. ¡Ypensar
qu e
eres
el
legítimo
ven-
cedor, pues Gatica
es un
desconocido
que ni
siquiera hizo campaña en el Distrito ¿ Qué vas
a hacer?
Meixueiro se dirigió a la curul (1 ) que ocu-
paba
u n
diputado, cuya acta
ya
había sido
aprobada. Hablaron, y llegó hasta nosotros
la voz
fuer te
d e
éste:
—¿Por
qué no le
llegaste
al
precio?
Era
cosa
de
pesos
más
pesos menos.
—Pero yo soy pobre, Raúl — s e o y ó decir a
Meixueiro—. A nadie he vendido, ni he lu-
crado
con las
conquistas agrarias.
¡N i
modo
Alguien subió a la tribuna d e oradores y de-
fendió e l dictamen de una de l a s Comisiones.
En la s galerías d e l público hubo murmullos
y gritos.
(I ) EnelCongreso mexicano los puestos de los escaños se
denominan
cu
rules, como
en el
Senado romano
de la
época
cesárea, y son sillones individuales.
—¡Aprobado ¡Aprobado —gritaban
los pre-
suntos diputados desde
s u s
curules.
Luego, lo s abrazos al nuevo diputado.
Jorgito Meixueiro sacó
su
agenda
y
escri bió
algo
que no l e
gustó
y q u e
tachó. Volvió
a
escribir,
y
cuando terminó
—ya l e
tocaba
e l
turno
en la
t r ibuna
d e
oradores para defen-
der su caso que en ese momento se discutía y
ya se había dado a conocer el dictamen ad -
verso—
d io a uno de
aquellos
d os
periodist as
su agenda, con la súplica de que se la diera a
su esposa ( l a de Meixueiro, se entiende), p o r -
q u e n o
tendría tiempo
de ir a
comer.
Luego subió uno a uno los escalones pausa-
damente, hasta llegar a la t r ibuna d e orado-
re s . Era bajito y apenas sobresalían sus
hombros
d e l
pupitre. Estaba sereno. Guiñó
un ojo a
alguien,
y a
otro
le
hizo
u n
saludo
con l a
mano izquierda.
Miró al auditori o. ¿Qué podría hacer cuando
el fallo de la Comisión le condenaba? Loca-
lizó a s u rival, e l general Gatica, y le echó u n a
mirada d e desprecio. S e hizo e l silencio.
—Esta tribuna me conoce —comenzó Me i -
xueiro, pasand o las ma n o s po r l a madera del
pupitre, como saludándole—. Esas
curules
57
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Edif ic io
d e l
C o n g r e s o
d e
D i p u t a d o s
d e
México.
me
conocen...
Ese
artesonado también
me co-
noce... y también sus galerías...
Señaló
a uno y a
otros, provocando
el
aplauso
d e l
público,
q u e as í lo
alenta ba, pues
había oído
la
lectura
d el
dictamen adverso,
y
creía
q u e l a
oratoria pudiera cambiar
la de-
r rota
p o r
victoria, dadas las 'simpatías
q u e
albergaba el orador entre lo s nuevos diputa-
d o s y a proclamados.
Volvió a mirar Meixueiro e l espectáculo d e
u n
Colegio Electoral expectante. Todos
p e n -
dientes
d e l o q u e
diría.
E l
presidente
se l im-
piaba la frente co n e l pañuelo. Sudaba por e l
calor y los nervios.
—Sí,
esas galerías
me
conocen
y...
¡son
mis
amigos —agregó
el.
orad or pa ra correspo n-
d e r a
aquel aplauso
q u e
acababan
d e
tribu-
tarle—.
Me
conocen
y
también
me
quieren
en
la
siena
de
Oaxaca;
y me
conocen
los
campe-
sinos de todo el Estado y de la República. Mi
nombre
es
pequeño como
mi
cuerpo, pero
es
conocido y bien querido. Pero ¿el de ese señor?
Y señaló despectivo a l general Gatica.que se
removía
en su
curul,
y a q u e n i l o s q u e
iban
a
d a r s u
voto
p o r é l ,
siguiendo
la
consigna
del
dictamen,le tenían afecto. En e l fondo, tod os
hubieran preferido
a
Jorgito. Pero había
q u e
cumpl i r con la disciplina d e partido.
58
El p o l í t i c o me x i c a n o J o r g e M e ix u e i r o d e f e n d ie n d o s u e l e c c ió n
a d i p u t a d o a n u l a d a , a l final d e c u y a d e f e n s a s e s u i c i d ó en e l
mis mo p o d io d e o r a d o r e s .
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Di pu t ado muer t o
a
b a l a z o s
e n
p l eno hemi c i c l o , du r an t e
u n a
s e s i ó n
d e l o s
a ñ o s
2 0 , e n
México.
Bebió agua.
S e
había crecido. Parecía
m á s
alto d e estatura física, como si se hubiera
puesto de pie sobre u n asiento o d e puntillas .
—...Pero esperar
que en
México haya justicia,
que se
respete
el
voto
del
pueblo,
es
tanto como
querer derretir
con la
lumbre
de un
cerillo
las
nieves eternas
del
Popócateptl.
La
ovación
de l a s
galerías
d e l
público
fue
clamorosa. Esta
vez ya no
aplaudían
los d i -
putados
y a
nombrados
o po r
nombrar, pues
hubiera sido i r cont ra e l part ido a l que le
debían
e l
ac ta
o
contra
el
poder mismo. Pero
todos tenían puesta
la
mirada llena
d e e m o -
ción
en la
figura
d e l
oaxaqueño.
—...Por eso, como sé que es imposible que re-
conozcan mi triunfo electoral, sólo me queda
este recurso...
Y echó man o a la pistola 4 5 , q u e esgrimió u n
instante desde l a tribuna. Todos, instintiva-
mente, esa vez s in que nos lo mandara nadie,
n o s t i ramos a l suelo, o det rás de l a s curules.
Seguro
que iba a
disparar
a
diestro
y
sinies-
•«m*» iifiHf e
#
i7^r—
K W t I s S f S n
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V
v
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T I
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A
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r
6 0
Vista parc ia l
d e l
hemi c i c l o
d e l a
C á m a r a
d e l o s
D i p u t a d o s
d e
México.
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t r o , contra e l presidente de l a Cámara , c o n -
t ra e l de la Comisión dictaminadora, contra
el
general,
y
quién sabe contra quién
m á s .
L os segundos se prolongaron angustiosos, y
de pronto u n a fuerte detonación, q u e reper-
cutió en la cúpu la y en todos lo s rincones de l
hemiciclo.
¿A
quién había matado?
Luego, el golpe seco de un cuerpo q u e c a e
sobre
el
pupitre
y el
ruido
de un
Colt
45 que
rueda po r l a escalarilla de la t r ibuna de o ra -
dore s.
Jorge Meixueiro se había suicidado.
Cumplió l a postrer promesa a sus indios de la
Mixteca oaxaq ueña.
N o
figuró
p o r
aquel
d i s -
trito u n falso representante. S e nulificaron
l a s elecciones. La
curul
quedó vacía lo s tres
años
q u e
faltaban
d e l
período legislativo.
«E L CAPITOLIO» TAMPOCO
E S INVULNERABLE
El
Capitolio norteamericano,
el 2 de
mayo
d e
1954, fue escenario también d e u n a taque a
balazos contra
lo s
diputados
que en e l
hemi-
ciclo
e n
esos momentos discutían
e l
articu-
lado d e u n proyecto d e contratación d e b r a -
ceros.
Habían invadido las galerías de la Cámara
d e Representantes m á s d e veinte puertorri-
queños
q u e u n a
hora antes llegaban
a
Wash-
ington a bordo d e u n autobús, dirigidos p o r
Lola Sebron,
u n a
guapa independentista
d e
34 años, quien, ena rbo lan do la bandera de la
estrella solitari a d e Puerto Rico, d io l a señal
para q u e dispararan s u s pistolas aquellos
veinte seguidores borincanos al mismo
tiempo q u e gritaban:
—¡Puerto Rico no es libre ¡Queremos que nos
reconozcan como nación libre
L o s representantes alcanzados po r lo s p ro -
yectiles fueron: Alvin
M .
Bentley,
Ben F.
Gensen, Clifford Davis, Kennet A. Roberts y
Georges
H .
Fallón. Casi todos
lo s
diputados,
gritando también nuestro grito y a familiar
d e «¡todos a l suelo », se tendieron rápida-
mente en el piso o debajo de los asientos,
humillando al poder legislativo m á s fuerte
de nuestros días. Pero con t ra l a s balas no hay
fortaleza
q u e
valga.
L a
sesión
de la
Cámara
f u e
suspendida, naturalmente.
L a policía civil y un i fo rmada de l Capitolio,
q u e n o
habría servido tam poc o para evi tar
la
invasión, logró detener, s i n embargo, de s -
pués d e l hecho, a la hermosa cabecilla de l
F a c h a d a de la C a m a r a d e l o s Dip u ta d o s me x ic a n a .
grupo Lola Sebron y a tres m ás de los pistole-
ros que l a seguían: Irvin Flores, Andrés Fi-
gueroa Cordero
y
Rafael Concel Miranda.
L as autoridades judiciales impusieron con-
denas
de 20, 21 y 25
años
a los
respectivos
acusados,
con
fianzas
d e
10.000 dólares
a
cada
u n o , q u e n o
quisieron
o n o
pudieron
pagar.
Hace d o s años salió de la cárcel el úl t imo de
lo s condenados, siendo recibido por los in-
dependentis tas en la isla borincana con to-
dos los honores.
COLOFON
Y, sin embargo, n o s e h a n disparado tantos
tiros en un hemiciclo, aunque sea s in vícti-
m a s ,
como
en el
español. Tanto
lo s
«soldadi-
t o s de Pavía» como lo s
tejeringos
(2) —aquel
tableteo d e metra l le ta q u e n o s puso lo s pelos
de punta a los que lo oímos p o r radio— el 23
de
febrero
de 1981 .
• C. S.
(2) Nombre de otro buñuelo andaluz, éste dulce, azucara-
do, que suele tomarse en el desayuno, postre o merienda.
Característico de la comarca de Los Pedroches (CórdobaI.
61
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O S
años
q u e v a n
desde
el
Estatuto Real
y \a Constitución de 1837 a l final del
período isabelino, supone
u n
corte
con la so-
ciedad anterior, dando entrada a nuevos
elementos sociales. Esto atañe también a la
Iglesia, en tanto q u e representaba ante e l
Estado
a l
pueblo católico, evidenciad o
en la
instancia ideológica
y en la
política,
de la
cual formaba parte como integrante activo
d e l a s instituciones reales d e poder (en las
Cortes
d e
Cádiz
e r a e l
grupo
m á s
numeroso
c o n s u s
noventa
y
seis diputados).
A la
muerte
d e
Fernando
VII v
duran te
la
Regencia d e María Cristina, se produce la
ruptura entre
e l
pueblo
y l a
Iglesia, siendo
exponente
m á s q u e
suficiente
lo s
ataques
q u e
sufre
p o r
pa r te
d e
éste
en la s
revueltas
de la
mitad
de la
década
de 1830 .
Como
se-
ñala Vicens Vives, «inc luso
la
burguesía,que
poseía
e l
aparato represivo suficiente para
evitar los desmanes de la masa, dejaba ac -
tuar
a
ésta,
co n
ojos
si no
complacientes,
p o r
lo menos escépticos».
En 1854 los
pilares
d e l
catolicismo español
s e
hallaban
en
Cataluña, Navarra, País
Vas -
co ,
Castilla
la
Vieja
y
Valencia.
M as
será
d u -
rante este período, cuando surjan
lo s
teóri-
cos y defensores d e u n a Iglesia acompasada a
los
tiempos, alejada
d e l
ultramontanismo,
considerando la necesidad d e a jus tarse a u na
nueva sociedad
que va no e r a l a de los
siglos
pasados. Esta integración
en las
estructuras
María Crist ina d e Borbón (Palermo, 1 8 0 6 . Sainte Adresse, 1878).
C ua r t a e sposa d e F e r n a n d o VI I . R e i na d e 1 8 2 9 a 1 8 3 3 . R e g e n t e d e
E s p a ñ a
d e 1 8 3 3 a 1 8 4 0 .
(Cuadro
d e F .
D e c r a e n e ,
e n e l
Museo
Municipal , d e Madrid).
> í
F e r n a n d o VII (1784-18 3 3 ) . R e y d e E s p a ñ a d e 1 8 0 8 a 1 8 3 3 . (Cuadro
d e Vicente López. Museo d e l Prado, Madrid).
d e l Estado moderno tendrá su punto álgido
en el restauracionismo a par t i r de 1875.
E n l o q u e respecta a la desamortización d e
lo s
bienes
de l a
Iglesia,
que en la
valoración
global
d e l a s
desamo rtizaci ones pr im ó sobre
los de propios y comunes, el afán desamorti-
zador
de los
bienes eclesiásticos hunde
s u s
raíces en el pensamiento de la ilustración y
en la
situación financiera
d e l
antiguo régi-
m e n . Madoz, en 1855, durante su ejercicio
como ministro
d e
Hacienda, sometió
a las
Cortes
u n
Provecto
de
Desamortización
q u e
declaraba estos bienes como objeto de des -
amortización.
Nada
m á s
conocerse
el
proyecto enviado
a
la s Cortes e n febrero de 1855 , la prensa cató-
lica
y
conservadora comenzó
s u s
ataques.
Los diputados neocatolicos, encabezados por
Nocedal, y los moderados narvaístas; p o r
Claudio Moya
no , a s í
como
l a s
jerarquías
eclesiásticas,
se
pronunciaron
en
contra
d e
ta l medida. Estos últimos remitieron 37 ex-
posiciones parlamentarias
a l a s
Cortes,
q u e
con distintas estimaciones descalificaban la
q u e
habr ía
d e
llevar
e l
nombre
d e
«Ley
d e
Madoz».
Estas exposiciones representaban en e l con-
junto total d e l a s remit idas p o r l o s ayunta-
mientos y particulares el 17,1 por 100. En el
t iempo q u e media entre la presentación del
proyecto
a las
Cortes
y e l
inicio
de los
debat es
parlamentarios sobre e l mismo, s e manifes-
taron
un 45 por 100 de l
total
d e l a s
remiti das
por los
obispos españoles. Mientras
en el
período dominado
p o r l o s
debates parla-
mentarios representan
el 55 por 100, un 10
p o r 1 0 0 m á s .
Esta diferencia
d e
diez puntos
entre ambos períodos n o muestra l a hostili-
64
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« S . S . P ío I X» . ( I lus trac ión d e F . L a por ta , pa ra la o b r a d e F e r n a n -
d e z d e
Córdoba «Mis memor ias in t imas») .
periódica q u e «sin duda h a escrito e l señor
Jaén », de q ue la Iglesia h a sufrido ahora m á s
persecuciones
que en los
tres primeros siglos
d e existencia. Justifica con un principio gene-
ral la
medida tomada cont ra
el
obispo, «ante
Dios
y
ante
lo s
hombres quizá
sea u n
acto
grande d e religión la medida q u e e l Gob ierno
h a tomado con e l obispo d e Osma, para im -
pedir mayores males
a la
Iglesia».
El conflicto entre l a Iglesia y e l Es tado n o e ra
nuevo; d o s poderes q u e coexisten a lo largo
de la historia, s e habían enfrentado en ante-
riores ocasiones, y s iempre a causa de la im-
precisión
d e l o s
l ímites
d e
cada
uno de los
poderes, inmiscuyéndose demasiado
e n
asuntos q u e concernían a u n o d e ellos d e
forma exclusiva. A juicio d e Aguirre, la expo-
sición podría haber llevado a ta l enfrenta-
miento
u n a v e z m á s ,
«pues
no se
puede
ne-
gligentemente llamar usurpadores
y
ladro-
nes a los
poderes legítimos
d e l
Estado;
(...)
q u e nosotros estamos fuera del gremio de la
Iglesia, y q u e estamos privad os d e sepultura
eclesiástica (...). Según e l señor Jaén, tiene
derecho
con su
carácter sagrado para insul-
tar a un Gobierno y a todos los poderes legí-
timos
d e l
Estado».
La Cámara eclesiástica en su momento c o n -
sideró punible
la
exposición,
ya que en la
misma había culpabilidad, quedando deci-
dido p o r unanimidad completa .
«E l obispo al citar la Bula de la Cena, bien
procedió co n alevosía y no respetando el
cuerpo legal de España, o bien es un ignorante
en lo que a derecho canónico se refiere. Por su
rango en la jerarquía eclesiástica está claro que
conocía perfectamente las observancia de tal
Bula, con la que no queda otra solución: su
intención er a provocar a los poderes de l Esta-
do . Este era el primer punto en liza, en el cual el
obispo prescindía de tal observancia de la
Bula, lo que indica un a falta de respeto a las
leyes».
La segunda cuestión s e relaciona, u n a v ez
vista la forma en q u e fu e presentada, con el
contenido de la misma, analizado p o r Agui-
r r e fu e
discutido posteriormente—entrando
e n u n a serie d e «dimes y diretes»— por el
neocatólico Nocedal.
«E l obispo de Osma —dice Aguirre— no s dice
que el
Divino Redentor detramó
su
pre.ciosa
sangre para tener bienes temporales
(la
Igle-
sia), y nos dice también que la libertad e inde-
pendencia de la Iglesia consiste en esos bienes
(...). Pues con esa libertad e independencia que
quiere el obispo de Osma, no hay más que una
línea, y muy corta hacia la libertad de cultos. Y
el
señor Jaén,
qu e
tanto defiende
al
obispo
de
Osma,
y que por
otro lado tatito abogó
por la
unidad religiosa, ¿nos quiere lle\>ar ahora
hasta
ese
punto
que tan
poco dista
de la
liber-
tad de cultos?
La libertad e independencia de la Iglesia no es
posible
qu e
nadie sostenga
qu e
consiste
en te-
El
g e n e r a l L e o p o ld o
O
Donnell (1809-1867).
69
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«Car dena l Antonelf i» (I lustra ción
d e l a
obra
d e
F e r n a n d e z
d e
Córdova «Mis Memorias Intimas») .
ne r
bienes inmuebles;
f.J por lo que es una
libertad y una independencia muy singular la
de que el
Gobierno haga cuanto quiera
la
Igle-
sia, y la
Iglesia nunca haga
lo que
quiera
el
Gobierno».
Este es e l caballo d e batalla q u e se encuen tra
en casi todas la s exposiciones de los obispos:
bienes temporales
e
independencia
de la
Iglesia.
L a
desamortización, ¿acabó
co n a l -
guno
d e
ellos?
Los
bienes quedaron
m u y
menguados, pero a ú n siguieron disfrutando
d e
algunos,
a
parte
de los
casi doscientos
millones d e reales que se asignaba a l clero
d e l Presupuesto General d e l Estado. E n
cuanto a la independencia, esto habría q u e
t ra ta r lo con sumo cuidado, p o r s u s comple-
j a s relaciones. En cierto modo, llevaba razón
el obispo d e Osma, los bienes temporales
conferían u n a independencia q u e disfruta-
ro n durante siglos —muv distinta de la que
proporc ionaban los millones d e reales p r o -
cedentes d e l Presupuesto— y q u e l e s permi-
t i ó configurarse como u n poder espiritual y
temporal dentro de la sociedad d e l antiguo
régimen.
El tercer punto se refiere a l grado d e acata-
miento d e esta dign idad eclesiástica a l orde-
namiento político d e l Bienio.
«N o faltaba más —decía Joaquín Aguirre—
que el obispo de Osma hubiese dicho: no reco-
70
E l
general Narváez (1800-1868). (Biblioteca Nacional,
d e
Madrid).
nozco
la
autoridad
de l
Gobierno
y
planifico
la
rebelión en m i diócesis para que no se obedezca
al Gobierno.»
La cuestión radicaba en los imprecisos lími-
t e s q u e separaban l a s competencias propias
d e ambos poderes, y q u e nadie se atrevió
fijar; y e n este caso concreto o se llegaba a un
conflicto o au n convenio entre ambas potes-
tades. E l obispo d e Osma siendo u n ciuda-
dano español
y u n a
jerarquía eclesiástica
co n
jurisdicción especial
n o
respetó
e l co n -
venio tácitamente establecido, entrando
e n
conflicto co n e l Estado. La medida guberna-
tiva venía a dulcif icar l o q u e tenía todas las
trazas d e der ivar en un conflicto abierto e n -
t re
ambos poderes.
E l
Gobierno progresista
es taba en l a línea de los gobiernos modera-
dos y de los
absolutis tas, cuando
se
vieron
obligados
a
proceder
d e
igual forma.
Hasta aquí el contencioso queda resuelto si
n o fuera porque Nocedal, defensor de las
prerrogat ivas de la Iglesia, introdujo algu-
n o s elementos q u e harían replicar primero a
Escosura y a Gómez de la Serna, además del
propio Aguirre.
L a s valoraciones d e Nocedal sobre el asunto
d e l obispo d e Osma, q u e la s encamina hacia
u n a polémica d e jur isprudencia , s e entre-
mezclan co n l a s opiniones sobre la desamor-
tización, e l derecho d e petición, lo s gober-
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nantesdel Bienio, la propiedad y la indepen-
dencia de la Iglesia, y e l Concordato, enri-
queciendo sobremanera el conocimiento q u e
se
pueda tener sobre estas cuestiones
f u n -
damentales. Recrimina al Gobierno la s limi-
taciones impuest as a la utilización d e l dere-
c h o d e
petición, amenazando
co n
enviar
to -
das las
exposiciones
a los
tribunales para
q u e
sean examinadas,
la
prohibición
de
ejercer
ta l
derecho contra
l a s
leves existentes tanto
l a s
reflejadas
en e l
derecho civil, como
las
votadas en las Cortes. Pero a pesar d e estas
críticas valora positivamente
e l
intento
de l
Estado
de ob v iar
toda oposición
a n te sus dic-
támenes, máxime cuando se halla e n u n p r o -
ceso d e acomodación a la sociedad q u e está
surgiendo, como resultado
de l a
en t rada
en
escena
d e
nuevas clases sociales. Aquí puede
observarse
e l
intento
p o r
parte
d e
todas
l a s
clases sociales
v
fu erzas políticas
p o r
levan-
tai
-
u n Estado q u e s e a jus tase a las condicio-
n e s
socioeconómicas existentes.
S in
embar-
go , l a s relaciones d e estas fuerzas políticas
con la
Iglesia variaban sustancialmente,
y si
los
moderados realizaron
e l
Concordato
de
1851, los
progresistas
lo
rechazan como
u n a
le y ominosa para e l Estado.
E n
este contexto
los
obispos
s e
hallan perfec-
tamente defendidos
por los
neocatólicos,
los
cuales consideran
q u e
aquéllos callaron
d u -
rante demasiado tiempo
e n u n a
actitud
c o n -
ciliadora
y
prudente,
con e l f in de
exasperar
lo s
términos,
y
afirma Nocedal
en
este punto
q u e «quizás, quizás si no hubieran callado
tanto,
n o
hubiéramos llegado
a l
caso
e n q u e
h o y
estamos».
A su
juicio
e l
obispo
de
Osma
está
en su
derecho
d e
protestar
por la Lev de
Desamortización, primero porque como
cualquier ciudadano posee
la
capacidad
j u -
rídica para ejercer
e l
derecho
d e
petición;
e n
segundo lugar, porque
su
calidad
d e
obispo
tiene unos deberes episcopales q u e le imp one
e l cumplimiento de un jura men to hecho en el
momento de su consagración, cual es el de no
permitir
en
manera alguna
q u e s e
enajenen
ni se empeñen lo s bienes de la Iglesia. Otro
punto
d e
apoyo
de la
exposición
q u e
anali-
zamos
en el
Concordato
de 1851, e l
cual
en su
artículo 4 5 previene que s i en lo sucesivo a
partir
de e sa
fecha, ocurriese alguna dificul-
t ad con
respecto
a las
propiedades
de la
Igle-
sia, la
autoridad romana
v la
Corona
se pon-
drían d e acuerdo
ad rem
amice componen-
d a m ,
para resol verla ami gab le men te .
Lo que
trascendía
era el
desprecio
d e l
Vaticano
h a -
c ia los poderes públicos españoles, pri vándo-
les de competencia para entrar e n ciertos
asuntos;
se
negaba
en
realidad
la
misma
so -
«Madr i d . E l C l e r o e n u n p a s e o m a t i n a l p o r l a Villa.». ( C o l . part i-
cular ) .
beranía
de l a s
Cortes
— v p o r
tanto
de la
nación—, dejando
e n
definitiva
a los
secre-
tarios
d e l
Vaticanoel gobierno
de los
asunt os
d e
trascendencia.
Nocedal coincide plenamente
con e l
obispo
d e Osma, hasta el punto q u e llega a decir,
dirigiéndose
a
Aguirre:
«Yo le respondo qu e sostengo todas v cada una
de las
doctrinas económicas
que se
sientan
en
la exposición de l merendó obispo de Osma. La
sostendré como particular para darle
el
gusto
al
señor ministro de Gracia y Justicia de que, si lo
tiene po r delito, me persiga a mí también por la
comisión
de ese
delito.»
L a
acti tud
de l a
derecha
n o
podía
s e r m á s
hostil;
l a
desamortización
e r a
combatida;
combatido el Gobierno, y combatida asimis-
mo la
situación política creada
en la re-
volución d e julio de 1854. Especialmente
sensibilizado ante estos ataques se encon-
traba
e l
tránsfuga Patricio
de la
Escosura,
q u e
caliíica
a la
desamortización como «ley
de la
revolución,
y
prueba
d e
ello
es la
guerra
crudísima q u e p o r todas partes se le hace,
guerra d e l q u e este debate no es más que un
episodio». Tilda
d e
facciosa
la
exposición
del
obispo
d e
Osma.
por l a
amenza explícita
d e
excomunión
o
interdicto,
la
cual aplicada
a
un Gobier no significa absolve r a los súbdi tos
d e l
ju ramento
d e
fidelidad
y
obediencia.
N o
71
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T
C andi doNoceda l ( 1821- 1885) . ( B i b l i o t eca Nac i ona l .de Madr i d ) .
h a y
duda
que l a
legit imidad
de los
gobernan-
t e s d e l
siglo
XIX se
basaba
m u y
especial-
mente en la confesionalidad d e l Estado. L a
cuestión e r a especialmente delicada, y la
medida
d e l
Gobierno
d e
desterrar
a l
obispo
es taba
en
consonancia
con l a
amenaza
q u e
pesaba sobre
lo s
poderes
d e l
Estado.
L a
exposición
en su
par t e
m á s
conflictiva
estaba redactada
de l a
siguiente manera,
d e
la cual entresacamos l o m á s significativo.
Decía
el
obispo
d e
Osma:
«No se
trata
de la con
secación
de los
bienes
matei-iales
que los
prelados españoles miran
co n
bastante indiferencia,
y que
abandonarían
en
silencio
a la
ambiciosa codicia
de los
usur-
padores (...). Si bien no usará (la Iglesia) del
hierro y el acero, porque no son estas las amias
que les
confió
el
Divino Redentor para
su cus-
todia
y
defensa, tiene
una
espada espiritual,
acaso de mejor temple qu e aquéllas, qu e desen-
vainará
si
necesario fuese, para proteger
su
propiedad contraías usurpaciones sacrilegas
de
los usurpadores (...) ¿Se dará lugar a que los
centinelas más avanzados déla Casa de Israel,
en
cumplimiento
de su
espinoso ministerio,
y
obedeciendo
a lo que se
dispone
en los
sagrados
cánones co n especialidad en los Concilios ge-
nerales
de
Constanza, sesión octava contra
Wicleff;
el de
Trento, sesión
22, cap. II, De
Reformatione, y multitud de Bulas pontificias,
señaladamente
la de In
Caena Domini;
se
dará
lugar a que los obispos esgriman esta espiritual
espada, contra
los
usurpadores
de los
bienes
de
la
Iglesia, declarándoles separados
de la
comu-
nión
de
fieles como miembros podridos, priva-
dos de la entrada en el Templo, de la participa-
ción de los sacramentos, y de la sepultura ecle-
siástica
en la
hora
de la
muerte?
(...) Pero los señores diputados son demasiado
cuerdos para
que yo
pueda presumir
que
quie-
ra n
crear
tan
grave conflicto entre
las
autori-
dades civiles y eclesiásticas, poniéndolas en
abierta pugna a unas co n otras, cuando nunca
es más necesaria qu e ahora la comunión y
buena armonía entre ellas; antes bien
me
lison-
jeo de que se
apresuren
a
negar
su
aprobación
a
un proyecto cuyas tendencias nada tienen de
católicas,
que es
también anticlerical, porque
batrena
y
destruye
la
propiedad
y la
justicia,
sin las
cuales
no
puede existir
ni aún
conce-
birse la sociedad, y que además dejaría mal
parados
a los que en la
revolución pasada
se
apoderaron
de los
bienes
de la
Iglesia
y que
sólo
han
hecho suyos
en
virtud
del
tantas veces
citado último Concordato, cuyas principales
bases se destjnyen por el presente proyecto de
desamortización eclesiástica.
(...) Y en este gravísimo pero inexñtable conflic-
to, si se
aprobase
el
proyecto
de
desamortiza-
ción
y se
tratase
de
lle\>arlo
a
cabo
sin el con-
sentimiento de la Santa Sede, volverían otra vez
las persecuciones, los destierros contra los mi-
nistros del santuario por la sola razón de que
cumplirían
con su
deber negando
¡a
absolu-
ción
en el
tribunal
de la
penitencia
a los com-
pradores
y
detentadores
de
dichos bienes.»
La exposición e s agresiva e inteligente en la
medida
q u e
acude
a los
resortes donde
la
sociedad pudiera estar sensibilizada,
la
cual
siendo en su totalidad católica, no e ra de
ext rañar
q u e
sirviera
de
revulsivo contra
la
desamort ización.
L a
pretensión
d e l
obispo
no e ra
descabellada,
y en su
misma línea
s e
hal laban n o pocos «liberales» q u e exigían se
cumpl iera
el
Concordato,
y se
consul tara
a l
Pontífice. Esto
e r a
inadmisible para
l o s p r o -
gresistas y los demócratas, incluso para el
Gobierno, puesto
q u e
suponía
u n a
cesión
d e
competencias
que l e s
incumbían exclusiva-
mente
a lo s
poderes
d e l
Estado.
Y
como
m a -
nifestara Escosura, e l obispo d e Osma con
s u s
ideas ultramontanas «quiere someternos
no a la
autoridad
de la
Iglesia,
q u e
recono-
cemos todos, sino
a la
voluntad omnímoda
d e
todo
e l que
vista sotana».
Para el clero l a desamortización suponía la
culminación
de un
proceso exasperante,
pues hacía
t a n
sólo
u n m e s — e n
febrero
d e
1855— tuvo
q u e
combat i r ardua
y
tenaz-
mente contra la l ibertad de l culto, recogida
en la
Base
2 .
a
de la
Constitución.
S e
conside-
raba atacado
p o r
todos
lo s
extremos,
y
siendo consciente
d e
ello
no
duda
e n
amena-
zar con la
utilización
de las
medidas
m á s
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Salvatore Giuliano,
u n a
leyenda siciliana
*
C . A .
C a r a n c i
#
S^\UE
lejana está,
o
parece estar, para
el
italiano «europeo»,
¡ \ J consumista y comunitario de los años 80 aquella Italia de
I la
denota,
de la
ocupación
y del
cambio
de
hace
35
años
Una Italia cerrada todavía como un pequeño mundo diferente, que
poco tenía — v quizá tiene— que ver con otros países más al norte,
donde el extranjero podía asombrarse todavía con la extremada pobre-
za, con la
violencia,
la
austeridad
y la
dureza
de la
vida,
con el
imperio
masculino,
el
honor sexual, donde
la
mafia
era una
realidad, donde
el
bandidaje, como veremos,
no era
algo insólito.
ITHODO esto
e r a
cierto
e n -
1 ^ 1
tonces
— y
sabemos
e n
q u é
medida
lo
sigue siendo
hoy— sobre todo para e l sur
d e
Italia,
y e n
particular
para Sicilia.
Pero
la
Sicilia
de 1943, la q u e
v a a presenciar l a s activida-
d e s d e
Giuliano,
es un
poco
excepcional
en la
historia
con temporánea
d e
Italia:
primera porción del país
ocupada
por los
aliados,
a u -
sencia d e u n a «resistencia»
contra
lo s
nazi
-
fascistas,
separatismo, renacimiento
d e l bandida je y de la mafia,
primera región autónoma y
primera reforma agraria
d e
la posguerra, y objeto, entre
1943
—caída
d e l
fascismo—
v 1950 —consolidación de la
v ía
política actual—
d e u n a
verdadera ca r re ra en t re
Roma y los poderes locales y
entre estos últimos, unos
contra otros,
por su
control.
Hemos alud
ido a l
bandidaje:
Giuliano e s fruto improviso,
pero n o imprevisible, de la
Italia
d e
posguerra
y de la
alta política interior
y
exte-
rior, pero también,
y
sobre
todo,
de la
historia
y la so-
ciedad local, de su civiliza-
ción particular.
Y
para
c o m -
prenderlo e s imprescindible
presentar
su
paisaje históri-
c o , sociológico y cultural , n o
m u y
diferente
de l que pro-
dujo antaño el viejo bandi-
daje mediterráneo.
E L MEDIO
Sici l ia , precisamente ,
e s
algo a sí como u n a reproduc-
ción
a
escala reducid a
de e se
m u n d o
q u e
solemos llamar
medi te r ráneo : superpos i -
ción
d e
poblaciones diversas
—muchas veces afines—, in -
vasiones extrañas incapaces
d e
penetrar
el
duro capara-
z ó n d e
esta tierra donde
l a s
gentes conocen u n a m u y r e -
cortada alegría d e vivir,
acostumbradas a u n rigor
impuesto,
s í , por las
clases
dominantes, pero, sobre to -
do , por sus
propia cultura;
donde s o n serias,sin grand es
risas, vigiladas
p o r
tabúes
férreos
y
rígidas fidelidades
y jerarquías.
El
latifundio,
e l
trigo,
e l ol i -
vo, la vid, el
contraste entre
campo
y
ciudad,
e l
numer oso
proleta riado agrícola,
la exi-
güidad
de l a s
clases medias,
lo s restos de la nobleza, s i r -
ven
como fondo
a u n a
orga-
nización social caracteri-
zada
p o r u n a
acentuada
c o n -
ciencia
d e
parentesco,
de li-
naje, donde
la
familia
in -
cluye a parientes d e sangre y
«artificiales» —piénsese
e n
la figura d e l compadre—. L a
preocupación primordi al
del
siciliano
—y del
mediterrá-
neo—
es la
defensa
de la
única institución realmente
viva
en su
conciencia,
la fa-
milia, sentida
m á s
como
«dramático nudo contrac-
tual
q u e
como agregado
n a -
tural
y
sentimental» (Hess):
es su
«Estado». Ello queda
simbolizado en la defensa
del
honor familiar
y de l
indi-
viduo,
d e l
buen nombre,
p o r
manda to de l a omertá ( h o m -
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Tras
la
aventura napoleó-
nica
(e l
Reino
d e
Nápoles
d e
Murat),
la s
revueltas políti-
c a s liberales sicilianas de
1820, 1837 y
1847-48, sacu-
d en l a isla, pero resuelven
poco.
C o n
todo,
la
historia
h a
cambiado algunas cosas,
¡y
cómo E l m á s grave golpe
fcontra
la
sociedad isleña
proviene
d e u n
reino norteño
y d e
unos revolucionarios
nacionalistas d e mentalidad
norteña: Piamonte
y los ga-
Hbaldinos. Cuando Gari-
baldi y sus «Mil» conq uist an
el
Reino
d e
Nápoles
en 1860,
Piamonte
se lo
anexiona
s in
pestañear, tras
u n
plebiscito
discutible, iniciándose
e n -
tonces u n a nueva etapa para
e l Su r d e
Italia.
Pero la ta jada n o e s t a n b u e -
na-. Los funcionarios norte-
ños se encuentran ante u n
país pobre, relativamente
atrasado
(a l
menos desde
s u
óptica burguesa
e
industria-
lista), diferente p o r civiliza-
ción e incluso p o r lengua.
Los
unitaristas indígenas
su -
reños, q u e esperaban u n a
verdadera revolución social
y
política,
v en
f rustradas
s u s
esperanzas.
Para
los del
Norte —que
lo
ignoran todo sobre
la
nota-
b l e
vida in te lectual
d e l
Reino
d e
Nápoles ante s
de la
anexión—, lo s sureños so n
«feroces bedu inos »,y Sicilia,
« ü n
pozo lleno
d e
fango».
L a
ocupación, la incompren-
sión
y la
dureza
de la
explo-
tación piamontesa provo-
cará
u n a
sangrienta guerra
d e
guerrillas
— la
«guerra
contra
lo s
bandidos»
de la
hist oria oficial—
d e
casi
c u a -
d ro años (1861-1863), q u e ,
entre otras cosas, lanzará
a l
monte a numerosos jóvenes,
y n o será la úl t ima vez (1).
(tí La giierra tendrá gran apoyo po -
pular, pero la dirigirán las clases do -
Esta guerra
y la
rebelión
d e
1866
acentúan
e l
autono-
mismo siciliano. Aunque
las
clases dominantes, q u e u n
d í a
fueron autonomistas
y
ant inapoli tanas ,
n o
dudan
ahora
e n
acercarse
a P ia-
monte, temerosas
de los re-
volucionarios locales.
E l cambio arruina la econo-
mía d e l a
isla, convertida,
como
el
resto
d e l ex
reino
d e
Nápoles, e n « u n mercado co -
lonial»
(A. de
Vitti
d e M a r -
co) . La
unificación
d e l m e r -
cado nacional rompe
el «es-
pinazo
a l
Sur» (Zitara).
E l
l i b r e c a mb i smo h u n d e
l a
modesta
e
incipiente indus-
tria. L a disgregación d e l lati-
fundio libera, sí, a grandes
masas campesinas, pero
é s -
t a s quedan s in protección
'feudal
y s in
integrarse
en el
nuevo sistema.
La
reforma
agraria
d e R o m a
queda
n e u -
tralizada p o r e l desmenu-
zamiento o por la recompra
efectuada —como
en la Es-
paña
d e
treinta años antes—
por los
burgueses
o los p ro-
pios latifundistas,
y p o r u n a
fiscalidad m á s dura.
L a
conscripción militar—de
l a q u e
antes
lo s
sicilianos
e s-
taban exentos— hace deser-
t a r a miles d e isleños y a l i -
mentará también
el
bandi-
daje.
Nace ahora el llamado «pro-
blema d e l Mezzogiorno», y a
c^ieel S u r , c o n Sicilia, n o p a -
rece haberse recuperado
del
- t rauma
de 1860 .
Para
e l Sur ,
el
Risorgimento
y la
Unidad
representan
u n a
involución.
CAMBIOS SOCIALES
Sociológicamente,
l a
disolu-
ción d e l mundo feudal se
minantes desposeídas y la Iglesia; se
Ies unirán numerosos intelectuales y
garihaldinos
de
izquierda decepciona-
dos. La guerra hizo casi cuatro mil
muertos, sin contar la s víctimas posbé-
licas.
acentúa ahora.
La
nobleza
feudal pierde mucho
de su
poder oficial tradicional.
Perdedores,
e n
mayor medi-
d a , so n lo s campesinos y, en
particular,
lo s
braceros.
Ga-
nadcpres,
la
burguesía
u r -
bana y u n a particular «bur-
guesía agraria» q u e h a id o
prosperando a l servicio d e
lo s
terratenientes,
y q u e
h a
comenzado a autonomizar-
se, a encajarse entre aqué-
llos,
a
quienes trata
d e
susti-
tuir, y los campesinos, a
quienes a su vez frena en su
ascenso social
(2) .
Para ello,
estos campesinos aburgue-
sados
s e
sirven
de los
meca-
nismos
q u e
conocen,
los del
clientelismo,
y
llegarán
a
convertirse e n hombres in -
fluyentes, respetados,
u n
poco como
s u s
antiguos
amos; en hombres d e valor,
d e
honor,
d e
gr an capacidad
d e
comuni cación, capaces
d e
servir a su grupo d e amigos y
clientes
— la
cosca
—
y, a ve-
ces , a toda la comunidad en
l a q u e
viven,
a
cambio
de y
gracias
a su
poder,
d e l q u e
pueden llegar a abusar. E s -
to s personajes h a n sido c a -
paces, además ,
d e
es tablecer
relaciones
co n
otros centros
d e
poder
e
incluso
con los re-
p re se n ta n te s
d e l
Estado,
creándose
un partito.
Pero
saben también actuar fuera
d e l Estado y enfrentarse a él
co n éxito. S e dotan as í de sus
propios mecanismos
d e p o -
d e r y continuidad. Realizan
a s í u n a
pequeña «revolución
burguesa»
a la
siciliana.
E l
Estado reconoce s u ascenso
económico, pero n o su ac -
tuación extraestatal
ni su
(2) La
«nueva clase» está formada
fundamentalmente po r
gabellott i ,
empleados de los terratenientes, por lo
general guardas, administradores, co -
bradores, guardaespaldas, a veces ex
bandoleros «regenerados», o simples
campesinos hábiles o no iletrados, a
quienes los barones absentistas ceden,
previo pago, la explotación de sus lati-
fundios
y que
suelen enriquecerse
a
costa de los campesinos.
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Í O J V J A
Sic i l ia f u e l a p r ime r a p o r c s o n d e I t a l i a o c u p a d a p o r l o s a l i a d o s . Si p a r a to d o s l o s s i c i l i a n o s s ig n i f i c o e l f in de l a g u e r r a , p a r a mu c h o s
represento también el Un — m o m e n t á n e o — d e l centralismo d e Roma. (En la fo to, so ldados es tadouni denses e n Palermo. e n 1943).
función económico
-
admi-
nistrat iva
y
jurídico
-
políti-
ca ,
consideradas ilegales.
Campesinos
(y
ciudadanos)
sicilianos
n o
dejan
de ver en
esta clase u n fruto d e su p r o -
p i a
cultura, algo comprensi-
b le para ellos. E n dialecto s i-
ciliano
h a y u n a
palabra para
designar
a
este personaje:
mañoso.
Estos caciques
d e
nuevo
cuño so n depositarios e n
gran parte d e l poder isleño
hasta
e l
advenimiento
de l
fascismo en 1922, de manera
fragmentaria y difusa hasta
su caída en 1943, y de una
manera nueva
v
vieja
a l
mismo tiempo, hasta
hoy ,
compart iéndolo,
a su
pesar,
con e l
Estado
y
ciertos parti-
dos .
La
historia reciente
d e
Sici-
li a
está marcada
por e l s is -
tema mafioso.
Y
algunos
m a -
ñosos tendrán
u n
papel deci-
sivo, m á s tarde, durante la
ocupación aliada,
y en el
caso
d e
Giuliano, como
ve-
remos.
L a imposibilidad d e Sicilia
d e seguir el r i tmo d e creci-
miento
de l
Norte,
la
explota-
ción
y la
miserabilización
desencadenan nuevas
r e -
vueltas y represiones, q u e
lanzan
al
monte
a
sucesivas
hornadas
d e
jóvenes. Otros
buscarán
la
protección
de los
mañosos. Otros
m á s , e m i -
grarán
a
América.
E l
protec-
cionismo, en 1887, produce
nuevas alteraciones sociales.
L os
Fasci
d i
Lavoratori
( « h a -
ces de
t rabajadores»,
q u e
nada tienen
que ve r con e l
fascismo posterior) exigen la
supres ión
d e l
gabellotto,
base
de l
sistema mañoso,
el
reparto d e tierras, la demo-
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mañosos —los menos afec-
tados
p o r e l
fascismo—
se
reorganizan, con la ayuda
d e l
AMGOT,
y de la
Cosa
Nostra estadounidense,
e s
decir, d e l a s «familias» m a -
ñosas
d e
allende
e l
océa-
no (4) .
Como dice Salvatore
Francesco Romano, « l a m a -
f ia es investida p o r primera
v e z d e u n a
función política
e n pago por los servicios
prestados
a los
aliados».
E n -
t r e 1943 y 1944 se
encuen-
tran
e n
Italia grupos gangs-
terianos ítalo - americanos,
algunos
de los
cuales, como
los de Luciano, Vito Geno-
vese
o
Genco Russo,
s e m a n -
tenían relacionados
con a l -
gunas cosche isleñas, como
l a de don
Caló.
S i
hasta
ahora
los
mafiosos habían
buscado la alianza con e l po-
d e r ,
desde este momento
irán identificándose, a la
amer icana , con e l poder
mismo (Gaja),
y
como hará,
h a s t a s u m u e r t e , d o n
Calógero.
E n cuanto a los negocios, los
m a f i o s o s p r o a m e r i c a n o s
acaparan el mercado negro,
protegidos por e l AMGOT.
Para ello tendrán
q u e
elimi-
n a r l a competencia de co-
merciantes
e intrallazzisti, y
la de los
bandidos, nacidos
como hongos, éstos, en un
ambien te
d e
desmorona-
miento
y
bruta l idad,
en el
q u e l a s
represiones
de la po-
licía apuntan
m á s
hacia
h u -
m i l d e s c o n t r a b a n d i s t a s
campesinos q u e hacia los
grandes capitostes de los ne -
goc ios .
Surgen
a s í l a s
banda s
de
Capitano,
de
Alfaro,
de los
hermanos Ongrao,
d e
Turri-
s i , de Trabona, d e Giuliano.
De
Roma
se
teme
el
frente
popular — la izquierda está
Lucky Luciano. Este capomafia e s t a d o u -
n i d e n s e p r e s t ó i n e s t i m a b l e s s e r v i c i o s a
la
c a u s a a l i a d a
a
t r a v é s
d e s u s
c o n e x i o -
n e s c o n l o s capimafia s ic i l i anos . E l G o -
b i e r no d e W a s h i n g t o n l e r e c o n o c i ó q u e
s u
ayuda hab i a s i do de t e r m i na n t e pa r a
u n a m á s fáci l Invas i ón a l iad a d e l a isla.
(4) Las
«familias» estadounidenses
habían conser\>ado ciertas formas,
pero habían perdido
su
carácter
tna-
fioso genuino
y se
habían convertido
en
verdaderos empresarios
más o me-
no s
legales
e
incluso
en
meros gangs-
ters.
par t ic ipando
en e l
Gobier-
n o — , l a
reforma agraria,
la
reafirmación d e l centralis-
m o .
Bajo
e l a la del
AMGOT,
la
derecha tradicional
( m o -
nárquicos, liberales, pronto
democrist ianos)
se
reorgani-
zan . Y se
organizan, ¡cómo
n o , algunos grandes mafio-
sos ,
autóno mamente,© como
colaboradores
d e e s a
dere-
cha y de los
feudatarios
en
su s querellas c o n l o s campe-
sinos:
d o n
Calógero Vizzini
será llamado a proteger el
feu do Micciché. Algunos
m a -
fiosos apoyarán
a las iz-
quierdas, pero serán elimi-
nados rápidamente.
Así , las
mafias v a n a llevar s u s a t a -
ques, junt o a la derecha,con-
t r a los
movimientos campe-
sinos, q u e toman gran auge
desde 1944 , desesperados
ante l a s reformas que no l l e -
g a n
nunca.
U n o d e s u s
líde-
res, Li Causi, será asesinado
ese mismo a ñ o . U n mañoso,
Lucio Tasca, escribirá
un li-
b r o
sintomático sobre
l a s
nuevas andaduras
de los
«hombres d e respeto»:
Elo-
g io de l
latifundio,
u n
aviso
contra las veleidades c a m -
pesinas.
Durante
u n
tiempo, además,
lo s
mafiosos
se
introducirán
también
e n l o s
ambientes
separatistas,
e
incluso
los d i -
rigirán. Luego
lo
veremos.
Junto
a las
mafias
y a las de-
rechas, utilizado p o r ambas,
aparecerá siempre, desde
ahora, e l bandolerismo, y en
especial u n a figura pronto
notoria y afamada: Salva-
tore Giuliano. Para
l o s a m i -
gos ,
Turiddu.
GIULIANO
Giuliano aparece en la histo-
r i a con e l
separatismo.
A n-
tes , su biografía e s irrelevan-
te , «normal». Nace el 2 de
noviembre
de 1922 en Mon-
telepre, pueblo pobre c o n
fuerte caciquismo,
a l su-
80
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D o n Caftógero Vlzzinl, e l m á s i m p o r t a n t e m a f i o s o d e Sici l ia e n 1 9 4 3 , e l c u a l f u e inves
tído
p o r l o s
a l iados —por cons ejo
d e
Lucky Luciano
y
o t r os maf i osos amer i canos -
c o m o c o l a b o r a d o r s u p r e m o d e l Gobierno mi l i tar a l iado e n Sici l ia.
l iano v a a dirigir s u s armas
también contra algunos
m a -
fiosos
y s u s
matones,
q u e
protegen feudos
y
haci endas.
S i n
embargo , demas iado
pronto, Giuliano
v a m o s -
trándose
m á s
p ruden te
c o n
lo s capimafia, muchos d e
ellos
y a
poderosos,
q u e so n
lo s únicos q u e pueden llegar
a
ayudarlo
o, al
menos,
a a d -
vertirlo sobre
los
movimien-
tos de lo s
carabineros,
q u e y a
le
s iguen
lo s
pasos .
C o -
mienza a abandonar e l b a n -
didaje socia l .
S e
dedica
ahora
a l
secuestro
d e
empre-
sarios urbanos,
p o r l o s q u e
pide u n rescate, conectado
quizá
c o n
algún mafioso.
E L CORONEL
GIULIANO
Y a presente d e a lgún m o -
d o en e l
pasado, refor-
zado después
de la
Unidad
en e l
siglo
XIX , e l
separa-
t ismo
v e su
opor tun idad
c o n
la ca ída d e l fascismo y el
apoyo aliado,
en 1943 .
Revi-
talizado p o r Andrea Finoc-
chiaro Aprile,
p o r
Várvara
y
Cánepa,
el
separa t i smo
e s
alentado
p o r l o s
británicos
y ,
sobre todo, p o r l o s estado-
unidenses
y por los
«grandes»
d e l a Cosa Nostra. Todos e s -
peran hacer
d e
Sicilia
«la
Malta
d e l
futuro» (Huré).
E l
coronel Poletti será
u n o d e
s u s
propulsores.
En la
isla,
e l
apoyo
a l
separa-
tismo proviene
d e l o s
secto-
r e s
nacionalistas sicilianis-
t a s , d e ciertos utopistas d e
izquierda y d e numerosos t e -
r ra ten ien tes , gabellotti
y
mafiosos, todos ellos reuni-
d o s
bajo
l a
bandera roja
y
amar i l la ,
co n l a s
tres piern as
e n
estrella, símbolo
d e
Sici-
l ia .
Ya u n poco antes d e l a o cu -
pación
d e
Sicilia, agentes
estadounidenses habían p e -
ne t rado
en la
isla para
p r e -
para r e l futuro movimiento
8 2
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L o s c a r a b i n e r o s r a s t r e a n u n pueb l o s i c i l i ano e n b u s c a d e Giul iano
Sabía q u e lo s pobres n o p o -
dían
s e r
amigos
de los
ricos,
y q u e
aquéllos debían tener
derecho
a
apropiarse
d e l a s
riquezas
d e
éstos.
S u
refor-
mismo, como aclara Lewis,
e r a
«político»
y
pretendía
adecuarse a lo que creía q u e
era l a
idea
d e l
cambio social
d e
Roma,
d e l
Norte, como
e n
s u s
primeros tiempos,
v se
había adherido
c o n
sinceri-
d a d ,
además,
a l
separatis-
m o . S u
idea central
era la
justicia para
lo s
pobres, y él
i b a a se r su
ins trumento
c o n -
t ra los «malhechores», entre
l o s q u e incluía a ladrones d e
gallinas, capimafia, políti-
co s y
feudatarios,
y m á s
tarde «rojos». Así , en su acti-
vidad,
se
cuentan ejecucio-
n e s d e otros bandidos, d e
violadores d e mujeres, d e
gabellotti,
d e
estafadores,
d e
desahuciadores , d e algún
rico
y
algún mafioso:
« Un
rico —decía— n o echa d e
menos
un
millón, pero
si a un
pobre le qui tá is u n saco d e
trigo
lo
dejá is
tai la
miser ia».
Si Giuliano aceptó alianzas
c o n
mafiosos, terratenientes
y
polít icos
f u e c o n
entera
re-
pugnancia , y con la espe-
ranza
d e
romper las
en la
primera ocasión. Pero
é l , po-
b r e
paleto,
m u y p o r
debajo
d e l o s entresijos d e l a polí-
tica nacional,
y n o
digamos
d e l a internacional, apenas
se d io
cuenta
d e
hasta dónde
se
metía
y d e
cómo
le iba a
s e r
imposible salir.
P o r
otro
lado,
la
liquidación
d e b a n -
didos d e izquierda e n otras
zonas
p o r
pa r te
d e l
Estado
o
d e l o s mafiosos, quizá lo
af ianzó en su idea d e q u e e l
camino adecuado
e ra l a co -
laboración
c o n l o s m á s
fuer-
t e s q u e decían querer lo
mismo
q u e é l .
U n
rasgo curioso
de su
personal idad
d e
siciliano
es
la atracción q u e siempre
ejerció sobre
é l i'America, es
decir, Estados Unidos, típica
de la
tradición emigran
te del
S u r . Pensó incluso e n esta-
blecerse
e n
aquel país,
y su
alianza
con e l
AMGOT
y con
lo s
funcionarios estadouni-
dense, y luego con la Cosa
Nostra,
le
pareció siempre
na tu ra l
(6).
Sobre todo ahora, a media-
d o s d e 1 9 4 7 ,
cuando
s e
creía
q u e l a izquierda i b a a vencer
e n l a s elecciones de 1948, lo
q u e asustaba a l a s derechas y
a
Washington.
ALTA POLITICA
De
cara
a las
elecciones
d e
1 9 4 8 ,
pues,
h a y q u e
hacer
a l -
(6)
Delante
de él no se
podía criticar
negativamente a Estados Unidos. En
un a ocasión mató a un sindicalista de
izquierdas porque, en un mitin, Imbía
hablado
de
«los tentáculos americanos
sobre Italia».
85
7/26/2019 Tiempo de Historia 082 Año VII Septiembre 1981 OCR
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go. El Vaticano, lo s monár-
quicos d e U m be r l o II —que
s e juegan e l cuello y quieren
c a m bi a r
d e
imagen tras
su
larga alianza
co n e l
fascis-
m o , pero q u e , s in escarmen-
t a r , insisten en su postura
reaccionaria— y los demo-
cristianos —que gobiernan,
co n De Gaspen, desde 1945,
y a los que en Sicilia se les
suman numerosos ex separa-
t is tas v e x liberales— van a
poner toda
la
carne
en el
asador, mientras que la iz-
quierda , en la euforia de la
victoria sobre el fascismo, se
muestran moderados v c o n -
ciliadores.
E n Sicilia, los restos d e l Pa r -
tido Liberal (repleto d e m a -
fiosos) y l o s monárquicos se
unen. E l democr is t iano D e
Gasperi olvida delitos y se-
pa ra t i smos
y
pe rdonan
a
demasiados bandidos v ca -
/
pimafl a , como
d o n
Caló,
q u e
deser tan d el separa t ismo y
d e l
l iberalismo
y se
pasan
e n
bloque a la Democracia Cris-
t iana. L o s curas sicilianos
(con la DCen el Gobierno, los
católicos d e l Su r y l o s térra-
tenientes
se
recuperan)
t r a -
t a n d e
influir sobre
s u s
feli-
greses m á s t ibios a t ravés d e
s u s
muje re s
y de la
confe-
sión. ¿Denominador común
e n
tanta diversidad?
E l
anti-
comunismo,
q u e v a
desde
e l
rechazo
d e l
marxismo
-
leni-
nismo hasta
la
negativa
a
cons trui r escuelas o a repar-
t i r t ierras.
De 1944 a 1948 las mafias
democr is t ianas ,
q u e h a n d e -
sart iculado e l movimiento
campesino, son elevadas pol-
la DC,
como pago,
a l
rango
d e «elemento fundamental
d e l nuevo renacer italiano»,
con la aquiescencia d e Esta-
d o s
Unidos.
L a cosa s e complica u n poco
cuando
en 1946
Roma ,
a c a -
bado e l separa t ismo, c o n -
cede
a
Sicilia
la
autonomía
regi onal . Pero ello
n o
impide
q u e l o s bandidos, lo s mafio-
sos (y muchas veces l a s fuer-
zas d e l
orden) sigan
a t a -
cando sedes comunis tas ,
ases inando a sindicalis tas y
a ter ror izando a los br aceros,
hac iendo, e n s u m a , u n a
campaña electoral a la i ta-
liana.
E l momento culminante d e
lo s a ten tados es la feroz m a -
tanza d e campesinos de Por-
te l ia della Ginestra, el 1 de
mayo de 1947 , con ocasión
de la romería q u e e n honor
del Día del
Traba jo
s e
cele-
braba siempre, incluso d u -
r an te e l fascismo, en la zona
d e Piaña de i Greci. E s e a ñ o
se celebraba, además, la vic-
toria electoral de las iz-
quierdas en abril d e ese añ o
sobre
la
coalición latifundis-
t a s - maf ias - DC; aquéllas
habían obtenido 2 9 escaños
d e
ésta
en la
Asamblea
R e -
gional insular.
E n
tres minu-
t o s h a y 6 7 v í c t i m a s (11
muer tos v 5 6 heridos), a m e -
t ra l lados p o r l a banda d e
Giuliano.
L a
repercusión
del
hecho
e s
enorme.
Pero h a y m á s responsables:
el
ministro
d e l
Interior ,
el
democr i s t i ano y siciliano
f
Scelba —y su ayudante e l
inspector
d e
policía Mesana,
antiguo «protector» d e G i u -
liano—, el príncipe Alliata,
el monárquico Marchesano,
l o s
c a p i m a f i a s B e r na r do
Matta re l la
y
Calogero Vizzi-
ni, el cardenal d e Palermo y
e l obispo d e Monreale.. . (7).
E l Ministerio d el Interior
concede pasaport es
a los e je-
cutores q u e quieran «alejar-
se ». Se dice q u e l a alegría d e
Truman e s grande . E l presi-
de n t e no r t e a m e r i c a no se
carteó, después de la matan-
za , co n
Giuliano, reconocido
(7) El inspector Ettore Messana,
hombre de Scelba, fue quien ordenó
disparar en Riesi contra campesinos
de izquierda. Saldo: 20 muertos y 50
heridos.
como ¡efe d e l Movimiento
para la Anexión d e Sicil ia a
la Confederación Americana
(MASAC).
En las
ca r ta s
p u e -
d e n leerse frases como «con-
t ra e l peligro comu nis ta en e l
Mediterráneo»,
o
«los jefa-
z o s h a n sido elegidos graci as
a m í [Giuliano] y ahora l a
mafia
m e
está utilizando»,
o
bien, «...poder irme
a
Esta-
d o s Unidos.. . Querrí a u n s a l -
v o c o n d u c t o » . A d e m á s ,
¿Scelba n o había promet ido .
acaso: «Si Giuliano hace esto
[e l a ten tado d e Portel l a ] p o r
nosotros, podrá pedirnos lo
q u e quiera»? El ex bandido
social comienza a entender
algo, pero todavía poco.
E N PAGO A L O S
S E R V I C I O S
P R E S T A D O S
En el per iodo q u e corr e entre
la autonomía (1946) y el co-
mienzo de la reforma agrar ia
(1950),
lo s
bandidos
y sus
amigos acaban c o n cua l-
quier veleidad de las iz-
quierdas : apar tados
l o s co -
munis ta s
d e l
Gobierno
e n
1947, en las elecciones n a -
cionales de 1948 la DC ob-
t iene e l 156 por 100 más de
votos
q u e en 1 9 4 7 .
Truman
v a a luchar contra la «vieja»
mafia local tradicional, para
dejar sitio a la Cosa Nostra
amer icana y a los nuevos
mafiosos indígenas ameri-
canos, y ello, con la ayuda d e
Giuliano e indirec tamente
d e
Roma.
Sobre todo desp ués
del 1 8 d e
abril e lectoral , Salvatore
cree
q u e s u
cometido
h a c o n -
c luido. E n consecuenc ia ,
pide
la
recompensa
y ,
teme-
roso por su actividad ante-
rior, garantías d e impunidad
o la salida d e l país.
Pero es u n elemento peligro-
so . Sabe demasiado. H a h e -
c h o
demasiadas cosas
q u e l a
derecha, preocupada ahora
p o r su
respetabil idad, debe
8 6
7/26/2019 Tiempo de Historia 082 Año VII Septiembre 1981 OCR
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enterrar. ¿Quién puede
a y u -
d a r a
Giuliano precisamente
ahora? De los amigos parece
n o
quedar nada. Turiddu,
q u e sigue siendo joven, pero
q u e h a
hecho
u n a
larga
e x -
periencia en tres años, in i -
c i a u n a ve rdadera c a m -
paña d e supervivencia e n -
tre 1948 y 1949, desaho-
gando
su
rabia impoten-
te contra d o s blancos. Un o ,
acer tado,
lo s
maf iosos
y
lo s
democrist ianos: intenta
secues t r a r a d o n Caló y a M a -
t rarel la,
s in
éxito; Santo
F lo -
r e s , capomaf ia democr is-
t iano d e Partinicol corre
peor suerte, pues e s acorra-
lado y muerto, con su hijo d e
tres años
y
algunos colabo-
rad ore s (1948). Otro, equivo-
cado,
lo s
carabineros:
s u
banda d e 6 0 hombres e s p e r -
seguida s in descanso. Para
«vengarsedel Gobierno»
q u e
lo ha engañado, s e ensaña
c o n lo s sufridos «números»
d e l
cuerpo
d e
Carabineros,
a jenos a los manejos de la po -
l icía rom ana ,
q u e y a n o
est án
a
salvo
n i en sus
cuarteles.
E n u n a ocasión caen d o s , e n
otra cinco, o nueve, como e n
Bellolampo. L o s secuestros,
robos y asesinatos indiscri-
minados se suceden vertigi-
nosamente , mient ras
le s i-
guen llegando algunas a r -
ma s d e l a CI A,
heredera
de la
o s s .
Pero el íantasma d e Portella,
o m á s bien, e l de sus conse-
cuencias, lo persiguen.
Scelba,
q u e e n s u d í a
había
dado e l macabro visto bueno
del 1.° de
mayo,
d a
ahora
otro para acabar
c o n e l m a -
tarife. S e crea el CFRB (o
Comando delle Forze per la
Repressione d e l Bandit is-
m o ) , dirigido p o r e l duro y
hábil coronel Luca. L a vida
d e l
bandido
h a
quedado
in -
soportablemente l igada a la
matanza d e Portella. G i u -
l iano lo sabe ya y envía fuera,
c o n s u cuñado Sciortino, u n
memorial
en e l que se de-
sahoga y en e l que hay datos
comprometedores para
m u -
chos.
Pero d e Estados Unidos le
llega
la
noticia
de que e l
memorial h a sido robado.
Esto puede s e r l a sentencia
d e muerte para Giuliano.
Mient ras
lo s
carabineros
le
d a n
caza
d e
manera tradi-
cional
y
poco eficaz,
l a
poli-
c ía se le
acerca
p o r
detrás.
S e
h a puesto precio a su cabeza ,
v el
coronel Luca entra
e n
p
G i u s e p p e G e n c o R u s s o . « s u c e s o r » d e Ca lógeno Vizz in i a l a m u e r t e d e é s t e . F u e c a n d i d a t o d e m o c r i s t i a n o en tas e l e c c i o n e s
mu n ic ip a le s s i c i l i a n a s d e 1 9 6 0 . E n s u d f a s e sirvió d e Giu l iano y a p o y ó l a c a u s a d e l a s d e r e c h a s i s l e ñ a s .
8 7
7/26/2019 Tiempo de Historia 082 Año VII Septiembre 1981 OCR
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contacto
con l os
propios
hombres d e GiuWano, espe-
cia lmente
c o n
Gáspare
P i s -
ciot ta .su cuñado. Estamos
a
fines de 1949. El ex bandido
generoso tiene lo s días c o n -
tados. Lared d e confidencias
y ayudas mutuas s e tupe.
Luca, con e l apoyo d e d o n
Caló y otros mafiosos, le si-
gue l a
pista. Luca cree
q u e e n
l o s
pueblos
s e
encubre
a S a l -
vatore: d e a h í , registros b r u -
tales, palizas, destrozos, t i -
roteos, pequeños campos d e
concentración, reparto
d e
s a l v o c o n d u c t o s f i r m a d o s
p o r Scelba a los miembros
de l a b a n d a q u e prefieran
a b a n d o n a r
a l
jefe...
S e c o n -
t r a t a a u n pistolero, « E l T u r -
c o » , para q u e mate a Giulia-
n o , pero n o consigue d a r c o n
él .
El bandido contraataca cada
v e z m á s sangr ientamente .
H a y , pues, q u e acabar con é l
d e u n a v e z .
Pero
n o
debe
s e r
detenido. E n e l juicio lo sol-
taría todo.
Así, se va deteniendo a los
peces mínimos, a s implesco-
laboradores, q u e s o n encar-
celados o puestos a salvo.
Luego, a los medianos, e n
par te
por l a
traición
de un
h o m b r e d e G i u l i a n o , F .
Mannino, «el Americano»,
ligado
a la
Cosa Nostra:
A.
Guarino, V . Ofanto, R . C a n -
dela, G. de Lisi, A . Ter rano-
va , qu e s e va n a l extranjero o
a L a
Legión. Poco después,
u n p e z gordo: G . Cuccinella,
lugar teniente d e Turiddu.
Este, aislado, a ú n espera , a
veces, u n «milagro»: ¿por
qué no a é l ?
En la pr imavera de 1950 sólo
quedan
é l y dos o
tres
m á s .
Entre ellos, Pisciotta.
Ha l l e -
gado e l momento.
Policía y carabineros olvi-
d a n p o r u n
momento
s u m u -
t u a
animosidad
y
establecen
u n plan c o n Pisciotta —que
está sa turado d e muer tes v
traiciones
y
desea salir
d e
aquello como sea—. Este
a t r ae a s u jefe a u n a casa d e
Castelvetrano. Tras charlar
y cenar, Giuliano y Gaspare
s e vana dormir . Por l a noc he
Gaspare
se
acerca
a la
cama
de su cuñado y lo mata.
Mientras é l sa le rápidamen-
te, la
policía, apostada
en los
alrededores, entra en la casa ,
viste
a l
bandido, saca
el
cuerpo a l pat io y e l capitán
Perenze le d ispara u n a r á -
faga
de
metral leta.
«L a
poli-
c ía
acaba
d e
e l iminar
a G i u -
liano».
S IC IL IA
E N
O R D E N
Pero el af fa i reGiul iano no h a
t e rminado . U n asunto t a n
podrido tiene
q u e
envolver
con su hedor a mucha gente.
H a y
demasiadas preguntas
s in respuesta. H o y conoce-
m o s y a
muchas, como hemos
visto. Otras quedarán para
siempre en p ie .
Muchos d e estos interrogan-
t es , con todo, iban a s e r plan-
teados
en e l
peligroso, para
demasiada gente, proceso d e
Viterbo, q u e juzgaría a los
restos de Ja banda d e Giulia-
n o , v e n par t icular a Pisciot-
t a . I ba a s e r una explosión.
El proceso se abre final-
mente
en 1954,
cuatro años
después de la muer te d e G i u -
liano. En l a s pr imeras sesio-
nes se sabe q u e e n alguna
ocasión Giuliano había sido
8 8
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D
r>rvr*
de un
aftc
d e
persecución.
la*
f i l ena» d e l coronel Lucca h a n m a -
tado
a l
tristemente célebre bandid**
Salvatore Giuliano.
E l
encuentro entre é*if
y lo*
"carabinier i "
se
produjo
en la
región
de CaMolvctrano. cerca de la co*ta Sureste
d« Marsala . a m i s d e ochenta kilómetro
•le la
«cna
d e
Falrrmo, donde
>e
desarro-
llaron
la
mayor parte
de aus
fechoría».
S e
cree
q u e
Giuliano trataba
d e
emigrar
en un
I
tarc a
C o n este -episodio concluye la trágica
.•ventura d e u n joven campesino «icilianc
q u e h a
tenido
en
jaque
a la»
f u t r í a s
del
(Gobierno
p o r
espacio
d e
diez alio». Mucho
«e ha
t s c r i t o
en
este tiempo sobre
s u pe r -
tona
y *u«
haiaAas. Giuliano había »al»¿d
r
-
rodearse
de la
popular aureola
de l
bandi-
d o
generoso
y
romántico, colocado
a l m a r -
te en d e la ley p or un a injusticia, defens r
•lo los
oprimidos
y
ardiente part idaria
d e
la
independencia siciliana.
L a
realidad
es ,
si n
embargo,
que en su
haber
se
calculan
alrededor
d e
trescientas muertes
y n o
todas
causadas en e l calor de l a s ref r iegas en
lo s
montes. Muchas
de s us
victimos fueron
sentenciadas y ejecutadas con l a may^r
«angre fría. L ' n año ha durado la gran
«jfvnsiva
d e l
Gobierno i tal iano contra
e l
band i da
A lo
largo
de
este tiempo
han ido
cayendo,
un.»
tras otro, U mavoria
de s us
secuaces
m á s
importantes. Vario*
d e
ello*
• e han
entregado voluntariamente
a lo* re-
presentantes
de la ley. 1.a
aventura acaba
d e
terminar ahora como tenia <jit«
t e r -
minar.
Ouranta
l o s
primeros t iempos
d o l a
o f e n s i v a
d a i
ooeonal Lucca ccn t r j
¿
banda
d o
Olul lano,
s o
prodigaron muoho
la a
fotogrsí iaa oomo asta,
an la
q u e
aparaos
ol
bandido aigulondo
c o n
unoa priaméUcos
lo a
movlrmantoa
d o
s u s
perseguidoras . (Fotoa Olfra. )
MUERTO
IULIANO
L o a h e r m an os Fr an c e s c o »
Pristo Ir lgogHo, aoouacas
d a
• l u l l a n o .
q u e a o
entroearon.
ac om p as ad os d o a u madra. a
la
Móflela.
l o a 4
A
-
* •
c a u s - e r
d e l
bandido f loaar io Oandola. lugartan.anta
d o
Oiul iano, muarto
an la
laaara
i d
Monta Montalapra.
on laa
inmodiaolonoa
d o
^alarmo, doapuéa
d a o n
e n ou e n tr o
c o n l a a
b a r i a s
da
Po de * iUHanaa. Hablo dado mue rt e
a 4 7
peraonaa. antro ollaa,
a 1 S
agantaa
d a
fo l í o l a .
El
««Rey
d e
Montelepre» —co mo l lamaban
a
Giul iano—
h a
muerto (foto
de l a
izquierda).
S u
cue r po yace
a n a l
suelo:
el
m o n t a j e
de la
pol ic ía sur t ió efecto durante
u n
t i empo,
y la
misma prensa i ta l iana
y
ex t r an j e r a
s e
hizo
e c o d e l a
«•hazaña»* d e l capi tán d e C a r a b i n e r o s P e r e n z e ( en l a fotografía,el ««ABC» recoge la muer t e d e l bandido) .
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R e c o n s t r u c c i ó n c i n e m a t o g r á f i c a
d e l a
v i da
d e
G i u l i ano: G i u l i ano muer t o , r od ea do
p o r
l o s
c a r a b i n e r o s
y la
po l i c i a .
L a
pe l í cu l a «Sa l va t o r e G i u l i ano» ,
d e
F r a n c e s c o R o s s i ,
e s
u n i n t e n t o a f o r t u n a d o d e d e s m o n t a r y a c l a r a r la vers ión of ic ia l .
a c o mp a ñ a d o a l médico o a
u n
mercado
por e l
capitán
Perenze
— s u
posterior
« m a -
tador»—,
y se
sabe
q u e e l
magis t rado
E .
Pili mantuvo
contactos c o n aquél. E n u n a
d e l a s
sesiones, Pisciotta,
q u e
h a
a me n a z a d o
c o n
decir
todo
l o q u e
sabe, lanza
q u e
lo s monárquicos y l o s demo-
cr is t ianos«
n o s
decían
q u e s i
t r iunfaban en l a s elecciones
quedaríamos libres,
y si no
t r iunfaban,
q u e
podíamos
refugiarnos e n u n a finca q u e
e l príncipe Alliata tenía e n
Brasil».
E s
demasiado.
P is-
ciotta acaba d e f i rma r s u
sentencia
d e
muerte.
Pese a las extraordinarias
medidas
d e
seguridad
— s u
propio padre
le
prepara
las
comidas
en la
celda—,
u n
café envenenado acaba co n
la
vida
d e l
cuñado
y
lugarte-
niente d e Giuliano. Estamos
en la
prisión
d e
Palermo,
feudo
d e l a s
grandes mafias.
El
res to
d e l
proceso revela
bastante poco, salvo
l o q u e
y a se sabía : q u e existía u n a
maraña d e complicidades
y q u e l a s fuerzas d e l orden
había tenido
u n a
«extraña»
actuación. Finalmente, para
el
publico,
se
sacó
e l
comodín
d e « l a
Mafia»
( co n
mayúscu-
la) ,
sobre
l a q u e
recayeron
algunas grandes culpas n o
concretadas . L o s mafiosos
democristianos como d o n
Calógeto, Michele Navarra o
Luciano Liggio,
n o
fueron
molestados. Este ú l t imo
gozó
d e
total libertad
d e m o -
vimientos durante 25 años
(hasta 1970), gracias
a q u e ,
como
s e
supo, conservaba
el
memorial d e Giuliano co n
lo s
nombres
de los
instiga-
dores de la masacre d e Porte-
l la,
luego publicados.
Años después d e l proceso,
algunos peces pequeños
y
medianos fueron elimina-
d o s :
Minasola .en
1960; Rio-
lo, en 1961.
Quizá
p o r
alguna
mafia o por la policía.
Aquí concluye la historia d e
Giuliano, quizá, durante
u n
momento,
e l
último bandido
generoso, pero no e l último
asesino
d e
campesinos
y s i n -
dicalistas. Fueron seis
t r e -
mendos años
d e l a
historia
siciliana e italiana.
Al año de la muerte d e G i u -
liano (¿coincidencia o conse-
cuencia?) comienza
la re-
forma agraria. Y en las elec-
ciones regionale s
de 1951 las
derechas, pese
a
confirmar
s u control d e l poder, pierden
signif ica t ivamente
e l 40 por
100 de los votos d e 1 9 4 8 .
Desde esos turbulentos años
la DC, a
través
d e s u s
mafio-
so s , d e su s
funcionarios
y de
la
Iglesia, controla
la
región
siciliana,
u n a v e z
apar tada
«democrát icamente»
a la iz-
quierda, aplacado e l separa-
t ismo co n l a au tonomía y
0
desviada la atención d e l p r o -
letariado
y
campesinado
co n
la
industrialización salvaje,
l a
emigración
y e l
cons umo.
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siete años
a
través
de
diversos gene-
rales.
Dos
ilustres visitantes;
el
presidente
de Chile, Salvador Allende, y el pre-
sidente
de
Cuba, Osvaldo Dorticós,
simbolizaban
dos
opciones,
dos
caminos
a
seguir: transformaciones
revol'icionarias emprendidas
por la
vía
electoral,
o
cambios profundos
logrados
por
métodos máis radicales.
El
peronismo gobernante desecha-
ría
ambas alternativas.
intensificando
el
in tercam-
b io
comercial
co n lo s
países
socialistas; negociar
la de-
pendencia
co n l a s
t ransna-
cionales nor teamericanas ,
avalada p o r e l apoyo popu-
lar y los nuevos vínculos es-
tablecidos.
El
plan
e s
lúcido.
E l
gabinete,
u n a
Torre
d e
Babel: la burguesía p o r m e -
diación d e Gelbard, dirige l a
política económica; el pero-
n ismo revo luc ionar io
h a
sido compens ado
p o r su s l u -
chas c o n l o s ministerios d e l
Interior
y
Relaciones Exte-
riores; e n bienestar social,
aparece
u n
oscuro
y
desco-
noci do person aje , José López
Rega.
« L a pr imavera democrát i -
ca» se
vive
en
profundidad.
En la universidad se licen-
cian
lo s
profesores
m á s
reac-
cionarios, entre otros, José
Martínez de Hoz, y los a lum-
n o s
colaboran
en la
e labora-
ción d e l o s planes d e estud io;
los
obreros toman fábricas
p o r
decenas exigiendo
su s
d e r e c h o s ; e l p r e s i d e n t e
Cámpora .
d a u n
discurso
an te e l a l to mando de las FF.
AA. v los
acusa
d e
haber
s e r -
vido
a los
intereses
de las
multinacionales norteame-
ricanas.
L a s
pa labras
d e Pe-
r ó n
«todo
en su
mo me n to
v
armoniosamente»
s o n d e s -
oídas
en la
práctica.
S e i m -
pone u n cambio d e rumbo y
l a presencia d e l líder en Ar-
gentina
s e
torna imposter-
gable.
E l
regreso definitivo
s e
efectivizó
el 20 de
junio
d e
1973...,
la
sangría también.
L a m á s
grande manifesta-
ción popular,
de dos o
tres
millones
d e
personas, espera
en e l aeropuerto d e Ezeiza a
Perón. Prevalecen
l o s co n -
tingentes juveniles identifi-
cados
con las
consignas «por
la patria socialista» y l le-
vando
e n
alto
l a s
banderas
d e l a s organizaciones c o m -
bat ientes .
Y
otra
v ez l a t r a -
gedia signando la jornada
argent ina .
M á s d e m i l m e r -
cenarios equipados
c o n a r -
m a s d e
todo
c a l
ibre, estable-
cen u n cerco d e sangre alre-
dedor
d e l
pa lco presidencial.
L a s
bandas a rmadas
r es -
ponden directamente
a l se-
cretar io pr ivado d e Perón,
López Rega, actúan bajo la
dirección
d e l
coronel Osin-
d e , jefe de la guardia perso-
n a l d e l
caudillo peronista.
Mientras
la
guardia preto-
riana asesina
y
tor tura ,
P e-
r ó n desciende e n u n a base
mil i tar—Morón— si tuada a
varios kilómetros
d e
Ezeiza.
E s a
misma noche habló
p o r
televisión y reprendió amis-
tosamente
a l
pueblo
por lo
acontecido, había llegado
el
mo me n to
d e
poner orden.
LA
HORA
DE LA
VERDAD
Carlos Villar Araujo, histo-
riador peronista, estima
q u e
a
pa r t i r
de la
llegada
de Pe-
r ó n comienza e n Argentina
u n a comedia d e equívocos:
«Los burócratas
de la
últi ma
C G T , a l
frente
d e s u s
bandas
d e
matones
y
esquiroles,
j u -
gaban a desempeñar el papel
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P r o p a g a n d a d e l Pa r t i do Jus t i c i a l i s t a . p r e sen t ando la c a n d i d a t u r a d e Pe r ón a la pres i -
denc i a d e l a Repúbl ica , e n a g o s t o d e 1 9 7 3 , e n l a s ca l l e s d e Buenos Aires .
d e lo s
obreros «descamisa-
dos» del 17 de octubre. L o s
empresarios nacionales
so -
brevivientes, meros provee-
dores
o
socios pobres
d e l c a -
pital extranjero,
s e
disfraza-
b a n c o n e l
lenguaje
de la
burguesía revolucionaria
del
4 5 . E l
ejército purgado
y te-
ledirigido
p o r e l
Pentágono,
hacía como
si
fuese aquel
e j é r c i t o n a c i o n a l - i n d u s -
tr ia l is ta
de los
años
c u a -
renta. María Estela Martí-
n e z ,
gracias
a l a s
brujer ías
d e
López Rega, estaba
c o n -
vencida
d e q u e
ella
era la
r e e n c a r n a c i ó n d e Ev i ta
Duarte . Y l o m á s espantoso
d e
todo: Perón
s e
creía
P e-
rón ».
Villar Araujo, s e equiv ocaba;
Perón seguía siendo Perón.
L o q u e
h a b ía c a mb ia d o
d ia me t r a lme n te es la coyun-
tura económica y social,
ob l igando a l líder justicia-
lista
a
qui tarse
la
máscara
y
desact ivar
l a s
fuerzas
q u e é l
mismo
h a
contr ibuido
a fo r -
j a r . S i alguna duda quedara
sobre esta caracterización,
basta formular la siguiente
reflexión: ¿Podría l a reac-
ción gorila haber consu-
m a d o
c o n
tanta facilidad
l a
entrega
d e l
país
a los
yankis
y e l
ap las tamien to
d e
laclase
obrera,
s i las
relaciones
d e
producción
n o
hubieran sido
exactamente iguales
el 16 de
sep t iembre
de 1955 , que e l
17 de
oc tubre
d e
1945?
¿ P o -
dría Estados Unidos haber
pene t rado t a n rápidamente
si no
hubiera empezado
a
hacerlo antes d e l 1 6 d e sep -
t iembre?
Ju l io
de 1973 ,
rumores
d e
toda índole circulan p o r A r -
gentina,
y lo
esperado
se
produce: Cámpora q u e h a -
b í a
sido «arrastrado»
p o r e l
peronismo revolucionar io ,
es derrotado mediante u n
golpe palaciego
y
obligado
a
renunci ar. Algunos romá nti-
c o s hablan d e r e n u n c ia -
miento heroico
q u e
posibili-
tará a Perón accede r a l a p r e -
sidencia postulándose como
candida to
en las
elecciones
a
celebrarse en septiembre.
¿Quién acompañará
a
Perón
en la
fórmula presidencial?
L a juve ntud peroni sta toda-
v í a
cree
en é l y
lanza
l a c a n -
dida tu ra
d e
Cámpora como
vicepresidente.
E l
caudillo
unge
con los
óleos sagr ados
a
Isabel, ella será vicepresi-
dente y heredera. L as FF.AA.,
q u e e n l a década del 50 cues-
tionaron
y se
opusieron
a la
c a n d id a tu ra
d e E v a
Perón
a
l a vicepresidencia, propi-
cian
el
encubr imien to
d e
Isabel. E l entorno (nombre
dado
p o r e l
peronismo revo-
lucionario
a la
camar i l la
lo -
pezreguista)
y ha
hecho
u n a
demostración contundente
d e su poderío al desplazar a l
sucesor const i tucional
d e
Cámpora , e l presidente d e l
Senado,
y
ubicar
en su
lugar
a l
yerno
d e
López Rega, José
Lastiri.
Sobre
u n
total
d e
catorce
m i -
llones d e electores, Perón-
Isabel, apoyados
p o r e l Pa r -
tido Comunista,
e l
Frente
d e
Izquierda Popular y otros
a g r u p a m i e n t o s m e n o r e s ,
acumulan siete millones y
medio
d e
votos.
U n
millón
y
medio
m á s q u e
Cámpora .
Laderechizacióndel proceso
e s
evidente:
l a s
organizacio-
n e s armadas marxis tas so n
declaradas ilegales, l o s f u n -
cionarios progresistas defe-
nestrados d e s u s cargos, los
gobernadores provenientes
d e
corrientes populares
in -
tervenidos. A este respecto,
el
caso
m á s
notable
s e
regis-
t ra en la
provincia
d e
Córdo-
b a ,
donde
e l
jefe
d e
policía
— c o ro n e l Na v a r ro —
d e -
pone
a l a s
autoridades legí-
timamente elegidas
por e l
pueblo. Atilio López, vice-
g o b e r n a d o r y d i r i g e n t e
obrero
d e
límpida trayecto-
r i a , n o
cree
q u e
Perón esté
a l
tanto
de lo
acontecido
en la
provincia
y
viaja
a
Buenos
Aires
a
entrevistarse
co n e l
presidente. Este se niega a
recibirlo. Cuando regresa
a
s u
terruño, Atilio López,
e s
u n cadáver político y h a d e -
cidido abandonar toda mili-
tancia. Poco tiempo después
l a
«triple
A» lo
asesinar ía .
L a
juventud peronista se deba te
e n
múltiples contradiccio-
9 4
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Isabel Martínez,
e s
bai l ar ina
d e cabaret , y u n séquito
compues to
d e
magos,
h o m -
bres
d e
farándula, mercena-
rios, lumpenes y aventure-
ros se
lanzaron
a l
abordaje
d e Argentina.
E n
d ic iembre
de 1973, el
presidente Nixon nombró a
u n ex-agente d e Inteligencia,
Robert Hil l, em ba ja do r e n
Buenos Aires. Hill, aparte d e
exhibir u n frondoso curricu-
l u m
golpista, siendo emba-
jador en España, jugó un im-
portante papel en l a s nego-
ciaciones por e l r e t o m o d e
Perón. Nada
m á s
llegar
el
regordete d ip lomát ico ,
s e
a b r a z a co n López Rega. E n
m a y o
de 1974,
aparecerán
juntos ante la s c á m a r a s d e
televisión para firmar
u n
pacto anti-drogas entre E s -
tados Unidos y Argentina. E l
discurso d e López Rega, n o
logró ocultar e l verdadero
t ransfondo d e l pacto: «Espe-
ramos exterminar
el
tráfico
d e
drogas
e n
Argentina.
H e -
m o s capturado guerr i l leros,
después d e ataques, que s e
encontraban a l tamente d r o -
gados.
L os
guerr i l leros
son
los
mayores consumidores
de drogas. Por lo tanto, esta
campaña contra l a s drogas
será, asimismo, automáti-
camente , u n a c a m p a ñ a c o n -
tra la guerr i l la».
L a
puesta
e n
ejecución
d e
es ta campaña , mane jada
desde
l a
e m b a j a d a
d e
Está-
d o s Unidos, coincide con la
súbita aparición
de los e f i -
cientes
y
bruta les escuadro-
nes de l a
muerte formulados
por e l Ministerio d e Bienes-
t a r
Social.
L a
prensa popu-
l a r de aquellos días decía:
«Mientras tanto l a s organi -
zaciones parapoliciales y en
especial l a triple A siguen
llevando
a
cabo olas
de a se -
sinatos y amenazas. Dos pro-
pietarios d e u n a librería c é n -
t r ica d e Bahía Blanca fueron
encontrados en la Hormiga,
a
unos
15
ki lómetros
d e
esta
ciudad acr ibi l lados a tiros
c o n m á s d e 1 4 0 impac tos d e
bala e n ambos cuerpos. En la
cap i t a l deTucumán ,
f u e e n -
contrado
el
cadáver
d e l a b o -
gado izquierdista Dionisio
Fagalde; 100 ki lómetros a l
sur , en la localidad d e Agui-
lares, aparecieron junto a l
camino
d o s
cadáveres
q u e
presentaban numerosos im -
pactos
d e
bala
y
evidencias
d e
haber sido torturados.
En el depar t amento S a r -
miento, Mendoza, fueron
h a -
l lados
lo s
cadáveres carbo-
E l p r e s i d e n t e de l a República Argent ina . Héc tor Campora (a la d e r e c h a de l a foto) , e n
c o m p a ñ í a d e l líder d e l Par t ido Radica l . Ricardo Balb in . (a l a izquie rda de l a foto), poco
a n t e s
d e s u
r e n u n c ia
a l
p u e s t o
d e
p r ime r ma n d a ta r io
d e l a
Nac ión ,
e n
b e n e f ic io
d e l
genera l Perón . ( Ju l io d e 1973).
nizados d e u n hombre y u n a
mujer . También en Buenos
Aires otros cinco cadáveres
calcinados fueron hallados
a l s u r d e
esta capital,
l a s v í c -
t imas, cuatro hombres
y u n a
mujer habían sido ejecuta-
dos y
luego t ranspor tad os
e n
u n rodado en e l cual fueron
abandonados. Todos estos
casos h a n ocur r ido en los ú l -
timos días».
A su vez e l
pe ron i smo
de iz-
qu ie rda ,
en el
periódico
«La
Causa Peronista»,
s e
pregun-
taba: «¿Sigue siendo peronis-
ta este Gobierno?». Mezclan-
d o sentimientos y elementos
p o l í t i c o s c o n c e p t u a l i z a -
b a n : «Mientras e l pueblo y
los peronis tas sumamos u n
m e s d e
ausencia
d e
Perón,
el
l o p e z r e g u i s m o c u e n t a
treinta días
de un
nuevo
G o-
bierno.
Y
esta ruptura está
marcada
por l a
avalancha
imperial ista;
la
misma
q u e
intentó frenar Perón el 12 de
junio y que s e desató, y a d e s -
bocada,
a su
muer te .
Esa
avalancha q u e venimos m o s -
t rando en cada número. Los
objet ivos de la o l igarquía y
el imper ia l i smo so n múlt i-
ples, pero apuntan a un
mismo f i n : acumular poder .
L o s
ganaderos quieren
m e -
jores precios, frenar u n a l e -
gislación
que l os
afecta
y
l impiar la conducción e c o -
nómica pa ra poner a s u s p e r -
soneros m á s obsecuentes».
E l
deter ioro económico
del
país
y e l
avance
de l os
mono-
polios, s o n d o s c a r a s de la
misma moneda. L a Comuni-
d a d Económica Europea re -
d u c e d r á s t i c a m e n t e s u s
compras
d e
carne argentina:
d e l millón d e toneladas q u e
adquir ía en 1970, se pasa a
unas exiguas 289.000 tone-
ladas
en 1974. La
producción
d e trigo desciende en pocos
años, unos tres millones
d e
toneladas y la deuda externa
asciende
a
9.200 millones
d e
dólares. E l úl t imo hombre
9 6
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El
nuevo p r e s i den t e
d e l a
Argent ina , Juan Domingo Perón,
y la
nueva v i cepr es i den t e
Isabel Mar t ínez
d e
Perón, juran
s u s
c a r g o s ,
e l 14 de
oc t ubr e
de 1973 .
sobre ella. Laguzzi
se
asila
en la embajada mexicana .
S u
alejamiento coincide
c o n
la ofensiva s i n precedentes
lanzada sobre
e l
sector
a c a -
démico,
por e l
mini s t ro
d e
Educación Oscar Ivanise-
vich —hombre proveniente
d e l
peronismo fascista—,
c o n e l propósito d e eliminar
a todos los elementos p r o -
gresistas
q u e
habían irrum-
pido en la Universidad A r-
gentina durante el gobierno
d e Cámpora . S e cesó a mi -
l e s de
profesores,
s e
supri-
mieron Depar tamentos
e n -
teros, como
el de
Humani -
dades, Economía y Geogra-
f ía de la Un
iversidad
de l Sur ,
e n
Bahía Blanca.
S e
liquidó
la partic ipación estudianti l
en e l
gobiern o universitario,
se obligó a los a lumnos a
presentar u n cert if icado d e
«buena conducta
y
cos tum-
bres» para ingresar
en la
Universidad,
y n o
faltaron
l o s
secuestros
y
asesinatos
d e
profesores y es tudiantes q u e
impusieron
en el
ámbito
universitario u n c l ima d e
verdadero tenor .
L o s
bajos salarios impulsa-
ron a los intelectuales a b u s -
c a r otros lugares donde ejer-
ce r su profesión c o n mayor
t r a n q u i l i d a d
y
m e j o r e s
perspectivas. Para d a r u n
ejemplo, diremos q u e l a m i -
t a d d e l personal profesional
de la
Comisión Nacional
d e
Energía Atómica , había
emigrado antes d e marzo d e
1976 .
L a
desenfrenada represión
se
basó
e n u n a
ideología
seudo-nacionalista
d e
rasgos
fascistas
q u e
hace apología
de la
a u t o r i da d
y la
famil ia
a
lo cual h a y q u e añadir c ier-
t a s
connotac iones ant ise-
mitas. En e se contexto s e
deben inscribir
l a s
pa labras
d e l decano interventor de la
Facul tad
d e
Filosofía
y Le-
tras, el sacerdote Sánchez
Abelenda: «.. .Arrancar d e
raíz
l a s
hierbas perniciosas
q u e
envenenan
la
nacionali-
dad y la familia argentina,
p o r
ello
lo s
profesores devo-
t o s de
Marx
y
Freud tendrán
que i r a
enseña r
a
Moscú
o a
París, porque
e n
Argentina
se les
acabó
la
aventura
s i o -
nista , l ibertaria
y
des t ruc-
tora
d e l o s
valores
de l a na -
cionalidad».
L a
política represiva
en la
Facul tad d e Filosofía y Le-
t ras s e c imentó en la idea d e
q u e l a s
carreras
d e
Sociolo-
g í a ,
Psicología
y
Ciencias
d e
la Educac ión formaban u n
«tipo especial d e profesio-
nal»
q u e s e
convertía
e n
«cues t ionador ideológico
nato»;
por lo
tanto
s e
separa-
r o n d e
Filosofía
y
Letras esas
/
carreras
y l a s
colocaron bajo
la
adminis t rac ión
d e
Medi-
cina.
N o
hubo Facultad
q u e n o s u -
f r ie ra el azote reaccionario.
E l
segundo ministro
d e E d u -
cación, durante e l Gobierno
d e
Isabel, Pedro Arrighi,
s e
pronunció en contra de la
Reforma Universitaria
d e
1918
pues,
a s u
juicio,
la Re-
forma
se
realizó bajo
la ins-
piración directa
de la
Revo-
lución Bolchevique
de 1917 ,
para romper
« l a p a z d e l
mundo académico»
v en
«contra de l a es tabi l idad d e
l a
nación». Como
s e
recorda-
r á , a lgunas d e l a s conquistas
l og r a da s p o r este movi-
miento fueron:
la
l iber tad
d e
cá tedra , p r ior idad de l a
misma, concurso
d e
antece-
dentes para optar a u n cargo
d e profesor, autonomía u n i -
versitaria, gobierno univer-
s i ta r io—part ic ipac ión
de e s -
tudiantes
y
profesores
en e l
gobierno
de l a
Universi-
dad—
y
gra tu idad
de los es -
tudios.
E n l o q u e respecta a los Insti-
tutos Estatales d e Investiga-
ciones,
en e l
t ranscurso
de l
Gobierno peronista se d io un
ant ic ipo
d e l o q u e
ocurrir ía
después
e n
forma
m á s
inten-
sificada: 8 investigadores de l
Insti tuto Nacional
d e
Física
y
Tecnología
d e S a n
Miguel,
provincia d e Buenos Aires,
fueron amenz ados
d e
muerte
p o r l a
«triple
A ».
Como
r e -
98
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sultado, algunos
d e
ellos
se
fueron
d e l
país
y
otros
s e
c l a n d e s t i n i z a r o n
p o r u n
tiempo. Además,
a u n
gran
número
d e
investigadores
s e
le s
cesó
o
inhabil i tó
por e l
té rmino de cinco años para
ejercer
s u
profesión,
« e s q u e
n o s e
logrará
u n
verdadero
tr iunfo contra
la
subversión
si no se
hace
u n a
verdadera
limpieza
en el
sector acadé-
mico para q u e todos l os p ro -
fesores sean cristianos
e n
pensamiento y acción».
E l
Gobierno
d e
Isabel debió
afrontar tres conflictos
g r e -
miales
q u e
sacudieron
los
cimientos mismos
d e l a p a -
rato gubernamental .
E l p r i -
mero d e ellos f u e protagoni-
zado por l o s obreros de la
empresa Ika-Renault ,
en la
ciudad
d e
Córdoba.
E l co r -
dobés es un proletariado
nuevo, nacido
en la
década
del 60,
cuando
l a
influencia
ideológica
d e l
popul ismo
p e -
ronista
h a
disminuido.
E s destacable en el avance
ideológico d e l proletariado
cordobés, la fecunda labor
de Agustín Tosco, el sindica-
lista
d e m á s
talla
q u e
diera
la
clase trab ajad ora argent ina.
L o s
mecánicos
de l a
«docta»
exigieron aumentos
d e
suel-
d o , q u e
c ue s t i ona ba n
el
acto social firmado
por l a
irigenta porteña,
e
intenta-
an
frenar
el
avance
de la de-
recha
en la
provincia luego
d el «petit» golpe d e Estado
dado
por e l
jefe
d e
policía,
coronel Navarro.
Tosco (marxista) caracteri-
zaba de la siguiente manera
e l conflicto: «Esto forma
parte
d e l
proceso
que s e i n i -
ció con el «
navarrazo»,
o sea ,
q u e
esto
es la
pretensión
d e
consumar
lo s
objetivos
q u e
tuvo e l «havarrazo», en el
sentido
d e
aplas ta r
a la
clase
obrera
y a l
pueblo trabaja-
d o r e n s u s
derechos econó-
micos, sociales, políticos y
El p r e s i d e n t e de l a República Argent ina , Juan Domingo Perón , d e c u e r p o p r e s e n t e , el 5
d e julio d e 1 9 7 4 . L e s u c e d e r í a en l a p r ime r a ma g i s t r a tu r a de l a Nac ión s u esposa , I sabe l
cul tura les .
L o q u e n o
consi-
guieron
c o n e l
«navarrazo»
lo
quieren conseguir
c o n u n a
provocación q u e está i n s -
t r um e n t a da
a
través
de la
empresa Ika-Renault
v q u e
en el
pl ano superior
de la po-
lítica está conducida por e l
minis t ro
d e
Bienes
tai- So -
cial, López Rega;
por el
ministro
d e
Trabajo, Otero;
y
c o n s e c u e n t e m e n t e
p o r
quien ins t rumenta
e l a p a -
rato político.
Es
decir,
se
t r a ta
d e
frustrar definit iva-
mente
u n
proceso
q u e
votó
el
pueblo e l 2 de marzo por l a
liberación nacional
v so-
c ia l».El enfrentamientosos-
tenido p o r l o s obreros c o r -
dobeses, tuvo éxito
en el
plano reivindicativo, pero
e l
a is lamiento
a q u e f u e
some-
tido por l a burocracia e n -
quis tada
en la CGT
nacion al,
pe rmi t ió
en un
breve lapso
d e
t iempo
la
intervención
de l
gremio
y la
obligada
clandestinización de los d i -
rigentes locales.
L a
huelga
d e
Villa Constitu-
ción duró algo
m á s d e d o s
meses.
E n
esos sesenta
y c u a -
t r o días, la cuota d e violencia
f u e m u y
elevada, siendo
las
masas f inalmente derrota-
d a s
mediante
u n a
intensa
acción represiva. Acindar,
u n a d e l a s
empresas afecta-
das por l a
huelga
v de la
cual
es
dirige nte José Martínez
d e
H o z , obtuvo de l FMI un prés-
tamo de 100 millones d e d ó -
lares,
en
momentos
en que
lo s sucesivos ministros d e
Economía
d e l
país fracasa-
b a n ro tundamente en sus
gestiones ante
el
organismo
internacional.
Esos fracasos determinaron
el
a le jamiento
d e
Gómez
Morales
y su
reemplazo
p o r
u n empresar io amante de la
magia
y
amigo
d e
López
R e-
g a :
Celestino Rodrigo.
A
poco
d e
asumir Rodrigo hizo
gala d e u n humor negro e n -
vidiable, afirmando
q u e d e -
bido al alto poder adquisi-
tivo
d e l
pueblo
se
observaba
« u n desmesurado consumo
d e
a l imentos
v
bienes dura-
bles», motivo principal
de la
creciente inflación. L a s m e -
didas dispuestas fueron
t r á -
gicas; devaluación d e l peso
c o n
respecto
al
dóla r
en un
9 9
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LA SUERTE
ESTA HECHADA
L a
burocracia sindical, lide-
rada
p o r
Lorenzo Miguel
y
Casildo Herrera, enfrenta u n
duro trance;
la
combativi-
dad de l a s masas la lleva a
adopta r la política de los he-
chos consumados
y
apoyar
su s
protestas;
p o r
otro lado,
debe disputar espacios a l
lopezregismo dentro de l pe -
ronismo v f renar la alianza
d e
otro burócrata (Calabró)
con las FF. AA.
Miguel instruye
a sus
hues-
tes en la
defensa
d e
Isabel,
Herrera avizorando
q u e l a s
«vacas gordas» se diluyen,
apuest a fuerte en los Casino s
d e l Plata y Montevideo, sus
pa l a b r a s
s o n
e locuentes :
« m e
borro».
Sectores
d e l
peronismo
b u r -
gués desean prolongar inde-
f inidamente la s vacaciones
d e
Isabel
y
compar t i r
con l a s
FF.AA.
e l
poder, hasta
l a r ea -
lización
de l a s
próximas
elecciones. Las FF . A A . pe r -
manecen expectantes,
e s ne -
cesario ajustar
la
superes-
tructura jurídica polí t ica
a
la
e s t ruc tura económica ,
dominada
p o r l o s
monopo-
lios, y p o r tanto, d a r p o r t i e -
r r a c o n
todo viso
d e
demo-
cracia parlamentaria . E l pe -
ronismo será utilizado como
«chivo expiatorio»,
y los uni -
formados
no
desean compar -
t ir el
poder
co n
nadie.
A pesar d e todo, lo s partidos
t radic ionales ins is ten, l a
Unión Cívica Radical
p o r
boca
de su
presidente
R i -
cardo Balbín, pro pug na
« u n
gobierno
d e
coalición entre
e l
peronismo,
la
UCR.laCGT
y las FF.AA., para lograr la
estabil idad
d e l
marco
de las
instituciones», Balbín,
t a m -
bién hacía mención
a l
vacío
d e
poder, «las instituciones
n o
lucen
po r l o q u e no
lucen
s u s
representantes, nunca
f u e m á s
fácil entrar
en la
Casa d e Gobierno q u e ahora
porque está vacía».
El 18 de diciembre de 1975,
se realiza el ensayo para e n -
t ra r
en la
Casa
d e
Gobierno.
L a aeronáutica s e rebela v
exige
la
renuncia
d e
Isabel
y
s u
reemplazo
por e l
general
Videla.
Al
cabo
d e
tres días
l o s
rebeldes disponen
d e a c -
t i tud
s in
recibir sanción
a l -
guna
y el
alto mand o
h a
cali-
brado l a reacción de la po-
blación ante la sublevación.
L a
asonada
f u e
dir igida
por
el
brigadier Capellini,
u n
hombre
q u e
luego pl ant ear ía
problemas al sis tema de los
detenidos desaparecidos,
y a
q u e l o s
cuerpos
de l a s
perso-
n a s
fusiladas
n o
recibían
cristiana sepultura.
Isabel está inmersa
en la res -
t ruc turac ión
de su
décimo
gabine te
v en la
designación
d e l
ministro número
55; el
salario real
h a
descendido
un 58 por 100; l a
inflación
a
fines
de 1976 ,
será
de l 1 .100
por . 100; y
todo indica
q u e
para abril
s e
producirá
la ce-
sación
d e
pagos
a l
exterior,
l a s r e señ a s de l país son de
60 0 millones d e dólares v las
deudas
a
saldar inmediata-
mente totalizan 2.000 millo-
nes de la misma moneda. E l
desprestigio d e l Gobierno e s
total,
e l
golpe
d e
Estado está
a punto . La noche del 23 de
marzo, Isabel
y s u
secretario
González, so n detenidos y
llevados
al
Aeroparque
M e-
t ropol i tano. E l preludio de l
genoc id io
h a
t e rminado,
comienza la primera parte...
Oscar Alende, presidente
de l
Partido Intransigente, sinte-
tizaría c o n claridad la etap a:
« L a
caída
de l
Gobierno
p e -
ronista demostró la insufi-
ciencia
d e u n a
doctrina
c u -
y a s limitaciones quedaron
bien perfiladas, sobre todo
en la
imposibil idad
d e p r e -
tender la equidistancia del
Estado
de los
factores
eco-
nómicos,
s u
desinterés
en
afec tar l a s causas profundas
de la dependencia, el defini-
tivo fracaso
de la
llamada
burgues ía nac ional para
c o n d u c i r
u n
proceso
d e
c a m bi o d e es t ruc turas y la
f rus t rac ión
q u e
ocasionan
l a s
burocracias vacías
de r e -
p r e s e n t a t i v i d a d . E l f inal
apareció como inevitable,
cerrándose
as í un
ciclo
en la
historia política argentina».
• A. C.
La pancar ta s in te t iza la c r is is d e l P e r o n i s mo , a n te s d e l golpe militar
101
L 0 U N I C O
ROJO QU*
ES LA
SANGRE
DE LOS
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poración a la causa de la república de R í o
Grande.
E l
cometido
de l
joven marino
f u e ,
desde
e n -
tonces, hacer presa de l os buques enemigos y
alejarlos
de l a
costa. Navegando
en un pe -
queño navio
q u e
habían bautizado «Mazzi-
n i » ,
apresaron
u n a
galera perteneciente
a un
comerciante austr íaco
y la
confiscaron para
su s
futuras operaciones bélicas, cambián-
dole
s u
nombre
por e l de
«Farropilha».
M á s
t a rde se dirigieron hacia e l su r , anc lando en
el
puerto
d e
Maldonado,
e n
Uruguay, espe-
rando vender
la
carga
d e
café confiscada
y
comprar víveres para abastecer la nave. Pero
la llegada a l Río de la Plata tiene lugar e n
momentos
d e
grave tensión política
y
pron to
lo s
garibaldinos
s e ven
obligados
a
huir ,
p e r -
seguidos
por los
navios
de la
comandancia
local.
Remontando
el r ío
Uruguay,
q u e
separa
a l
país
d e l
mismo nombre
y la
República
A r-
gentina, llega
a la
provincia
d e
Entre Ríos,
e n
l a orilla argentina. Garibaldi había resul-
tado herido
en e l
cuello durant.eel encuentro
librado
c o n s u s
perseguidores,
y e n
Guale-
guay
e s
acogido
p o r e l
gobernador Pascual
Echagüe, quien le hace atend er por su propio
médico. Si adversa le había sido su experien-
Camilo Bensode Cavour ministro
e x c e p c i o n a l
y
e f i c a z o r g a n i -
z a d o r e n in s ta n c i a s f u n d a m e n t a l e s de l a l u c h a p o r l a u n i f i c a -
ción
d e
I talia .
El a i r e me f i s to f e l i c o d e N a p o l e o n III en el r e t r a to d e Nadar
t r a d u c e , f i e l m e n t e , u n p o l í t i c o a mb ic io s o , p e r o o s c i l a n te en s u
p r o y e c c ió n e x te r io r , a p r e mia d o s i e mp r e p o r l o s g r u p o s s o c ia -
l e s q u e s u s t e n t a b a n s u p o d e r e n Franc ia .
c i a en
Maldonado,
n o
resultaría mejor
su
estancia
e n
Gualegay,
ya que s i a l
principio
se le permite moverse c o n libertad, pronto la
presión
de la
e m ba j a da
d e
Brasil ante Juan
Manuel
d e
Rosas,
y la
inminencia
d e l
esta-
llido de la guerra entre los bandos políticos
de
ambos márgenes
d e l
Plata, hacen
que l l e -
gue l a orden d e encarcelamiento. Garibaldi
se
encontraba entonces alojado
e n
casa
de l
catalán Jacinto Andreas,
u n
antiguo resi-
dente
d e l
lugar,
y
consiguió huir amparado
p o r algunos vecinos. Pronto f u e apresado y
sometido a tor tura , aunque s in lograr q u e
mencionara
lo s
nombres
d e
quienes
le ha-
bían auxiliado; finalmente liberado,
es for -
zado
a
abandona r
l a
región
y se
dirige hacia
el río
Pira t iní .en
R ío
Grand e, donde encuen-
t r a
nuevamente
a
Bento Gongalves.
A su
lado libraría
e l
combatiente italiano
numerosas batallas
por l a
república
r i o -
grandense ,
y en esa
misma provincia encon-
t r ó Garibaldi a Anita Ribeiro d a Silva, u n a
hermosa mujer criolla, quien abandonó a su
marido para convertirse en la compañera d e
aquel joven romático q u e había atravesado
e l m a r
para internarse
en las
l lanuras
de l su r
d e
Brasil.
M á s d e u n a v e z l a s
memorias escri-
t a s p o r
Garibaldi r inden emocionado home-
naje
a e sa mu j e r q u e
su po seguirle
a
través
d e
la
int r incada maraña
d e l
Matto Grosso,
q u e
combat ió
a su
lado,
le
acompañó cruzando
sierras
y
llanuras uruguayas hasta Montevi-
107
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deo , y
viajó
a
I ta l ia para morir acompañán-
dole en su derroca fuego d e u n a d e s u s múlti-
ples batallas.
E n
Brasil permanece hasta
1840 ,
para encaminarse entonces hacia
la
capital
de l a
República
d e l
Uruguay, donde
llevaría durante cierto tiempo la vida de un
inmigrante .
De su
ma t r imonio
c o n
Anita,
Garibaldi tendrá tres hijos: Menotti,
q u e
lleva
e l
nombre
d e u n
compañero muer to
e n
combate, Ricciotti
v
Teresita. Pero
en fe-
brero
de 1843
comenzó
u n
sitio
a l a
c iudad
d e
Montevideo q u e habría d e prolongarse hasta
1851 . Pronto se organizó u n ejército para re -
sistir
a las
fuerzas sitiadoras, integrado
por
muchos habi tantes
de l a
cosmopolita
c i u -
d a d . Como h a seña lado e l his tor iador u r u -
guayo Juan
E .
Pivel Devoto, siguiendo
la re-
lación de un contemporáneo, el ejército e s -
taba dirigido
p o r e l
argentino general
Paz :
« S e
calcula
e n
8.000
e l
número
d e
comba-
tientes
c o n q u e
llegó
a
contar
e l
ejército
o r -
ganizado p o r P a z . Según Andrés Lama s, a los
cuatro meses
d e
iniciado
el
sitio,
e l
ejército
d e Montevideo tenía u n efectivo d e 5.000
hombres, distr ibuidos
e n
esta forma:
1.400
negros libertos, 2.500 franceses
y
vascos,
5 0 0
i ta l ianos».
La
organización
de la
Legión
I t a -
l iana quedó encomendada
a
Garibaldi ,
y con
e l t iempo, a estos hombres q u e s e vistieron
c o n
camisas rojas
se les
l lamó,
c o n
justicia,
lo s «garibaldinos».
La aper tura l ibera l d e P í o I X n o lo g r o c o n f o r ma r a l o s h o m b r e s
q u e s e b a t í a n c o n t r a l o s a u s t r í a c o s p o r l a l ib e r a c ió n d e I talia ,
s o b r e to d o e n u n a e t a p a r e p u b l i c a n a y r e v o lu c io n a r ia .
Garibaldi prestó servicios
en la
flota
u r u -
guaya,
y
también
en el
ejército
d e
tierra
con
su Legión Ital iana, q u e l legó ades taca rse p o r
e l
valor
de sus
hombres .
L o s
intentos
del
Gobierno p o r recompensar s u s servicios f u e -
r o n
rechazados
por e l
mar ino
e n
nom br e
d e
s u s
compañeros, enfatizando
q u e s u
lucha
e ra por l a libertad y por e sa causa querían
«Por amor
a la
Pa tr ia» ,
e l 2 4 d e
abril
d e 1 8 6 1 ,
Ca v o u r
y
Garibaldi
s e
reconc i l ia ron
e n
p r e s e n c i a
d e l r e y
Víctor Manuel.
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E n c u e n t r o d e Teano en tre Gar iba ld i y e l r ey Víc tor Manuel I I , en 1860 .
l iberadas reunidas
e n
Turín,
a l
t iempo
q u e
decretaba la capi ta l idad d e Roma.
E l
resultado, pese
a
const i tu i r
u n
sensible
progreso, n o dejaba complacidos a los italia-
n o s . Venecia permanecía a ú n bajo control
austr íaco,
los
estados pontificios
n o s e h a -
bían incorporado,
y
Sabova
y
Niza habían
pasado a poder francés. N o obstante , e l
apoyo internacional prestado a l nuevo reino
d e I tal ia p o r Francia, pero sobre todo p o r
Inglaterra, hacía difícil la contraofensiva d e
Austr ia. Entretanto, Garibaldi rechazó los
honores d e general y esperó impaciente la
reanudación d e l a s acciones para completar
e l proceso de la unidad italiana. Pero Cavour
decretó
la
desmovil ización
d e l
cuerpo
de vo-
luntar ios, e n u n intento d e anu la r la obra
desar rol lada c o n gran esfuerzo por e l propio
Garibaldi . L a burguesía peninsular había a l -
canzado buena parte d e s u s propósitos y los
cuerpos n o regulares consti tuían un e le -
mento poco seguro en el futuro.
L a muer te de Cavour, luego d e u n breve p e-
ríodo d e enfermed ad, permi t ió q u e l a «cues-
t ión romana» y e l problema d e Venecia e n -
t r a r an d e nuevo e n discusión. Roma s e e n -
contraba, desde
la
caída
de la
república
e n
1849, ocupada p o r u n a división francesa q u e
prestaba respaldo a P ío I X . Porconsiguíe nte,
lo s acuerdos v desacuerdos entre u n Gari-
baldi
q u e
in tentaba
la
conquis ta
d e
Roma
y
el Gobierno d e l reino d e Italia, q u e s e m o s -
tra ba indeciso, deben medirs e a la luz de esta
ci rcunstancia . D o s sucesos d e amplia reso-
nancia europea cooperaron, finalmente, e n
la
culminación
de la
unidad i tal iana.
E l p r i -
mero
d e
ellos
f u e l a
guerra austro-prusiana,
112
paso inicial
de la
etapa agresiva
d e
Bismarck
para la unificación de Alemania; e l apoyo
italiano a Prusia facilitó la cesión d e Venecia
a l reino d e Italia e n lo s acuerdos de paz . El
segundo
f u e
otra guerra, esta
v e z
ent re
P r u -
s ia v Francia, q u e obligó a Napoleón III a
recurr ir a la s t ropas acantonadas e n Roma y
evitó, e n consecuencia, u n choque frontal d e
Italia
c o n s u s
al iados
d e l a
víspera.
La e n -
t rada d e l a s tropas d e Víctor Manuel e n
Roma se p rodu jo en l 870, y e l rey se instaló
en la c iudad, q u e s e convir t ió e n capital . E n
e s e mismo período, Garibaldi demostró, u n a
v e z má s , s u espíritu generoso d e ardiente
luchador p o r l a l iber tad al ofre cerá Francia,
duran te
la
invasión prusiana,
la
ayuda
d e s u s
voluntarios.
Finalizaba u n a larga marcha hacia la unión
d e Italia, y el nuevo estado se daba l a forma
política d e u n a monarquía consti tucional .
Quedaban
p o r
resolver,
e s
cierto, nume roso s
problemas económicos y sociales q u e debe-
r ían s e r reajustados d e acuerdo a la s nuevas
situaciones. U n o d e ellos, e l m á s difícil s in
duda, e r a e l enorme distanciamiento entre
l a s formas d e vida d e I tal ia d e l norte v e l sur
de la península.
GARIBALDI DESDE
EL
MUNDO ACTUAL
E s indudable q u e Garibaldi brilla c o n lu z
propia entre los personajes m á s destacados
d e l
siglo
X I X .
Existencia romántica
y
turbu-
lenta, e n continua lucha p o r ideales q u e c o -
braron mayor fuerza
a
medida
q u e
avanzaba
el
siglo,
la
personalidad
d e l
héroe
d e d o s
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mundos tiene mucho d e novelesco. F u e u n a
figura inquietante en t iempos d e af ianza-
miento de la burguesía; u n héroe q u e comba-
t í a po r l a libertad s in fronteras nacionales,
cuando
la
política
de su
época había optado
p o r ceñirse a objetivos m u y concretos. Para
Cavour, p o r ejemplo, Garibaldi e r a u n m a -
rino aventurero; u n guerril lero q u e hab ía d e -
sarrollado
su
afición
a la
idea revolucionaria
en las l lanuras sudamericanas; u n hombre
surgido
de la
masa popular, incapaz
d e c o m -
prender lo s sutiles mecanism os de la política
en las
cancillerías europeas. Algo
d e
esto
e r a
verdad, puesto q u e Garibaldi nunca f u e bue n
político. Pese a todo, Cavour le a d mi ra b a y le
utilizaba. Muchos historiadores
h a n
coinci-
dido
e n
af i rmar
q u e
a mb o s
s e
complementa -
ro n admirab lemente en la difícil tarea d e
realizar la unidad d e Italia, a u n mante-
niendo enconadas diferencias.
Varios hombres hicieron posible, n o obstan-
te , este proceso hacia la liberación nacional:
Mazzini, Garibaldi, Cavour,
a lo s que hay
q u e sumar otro s in cuya presencia la mate-
rialización de los ideales d e l Risorgimiento
habría , ta l vez , f racasado, y éste fue e l rey
Víctor Manuel I I . Porque si la unidad i t a -
liana tiene e n Mazzini u n a personalidad
dramát ica , q u e pasea su exilio d e u n país a
otro, luchando siempre p o r mantener vivo el
ideal republicano,
en el
entramado histórico
del Risorgi miento , la figura deslumbrante es.
claro está, Garibaldi,
el
combatiente infati-
gable,
q u e
lleva consigo
m á s
allá
d e l
Atlán-
tico el prestigio de las ideas m a s c laras a la
filosofía mazziniana: q u e l a l iber tad de una
nación n o encuentra su total significado e n
tanto existan otras patrias oprimidas.
La
causa de la unidad italiana, u n a d e l a s m á s
altas expresiones d e l idealismo político de l
siglo, contó también c o n u n hábil estadista
como Cavour. Hombre dinámico v tenaz,
culminó
s u
vida
en 1861, con e l
organismo
agotado p o r u n a extraordinaria tensión,
pero entreviendo e l adven imien to de una
nueva Italia. Y encontró, asimismo, en la fi-
gura de l r ey Víctor Manuel, e l h o mb re q u e
sup o jugar s u papel en e l momento histórico,
convirtiéndose e n cabeza de la revolución
para la unidad d e l territorio.
Garibaldi, cuya vida s e extingue en 1882, es
hombre
q u e n o
puede reducirse
a l
marco
h i s -
tórico de la unidad italiana. Ideas y accion es
garibaldinas pertenecen a l legado universal,
puesto q u e s u capacidad para desarrollar,
s in contradicciones, s u a mo r po r l a patria
natal
y por la
l iber tad
de los
pueblos,
le
llevó
a luchar e n tres países distintos. Algunas d e
la s páginas m á s extraordinar ias de l Risor-
gimiento fueron escritas po r é l , pero tam bié n
dejó pro fun da huella en la historia de l a f ra -
casada república de R ío Grande do Su l , en
Brasil,
y en la
defensa
d e l
Montevideo liberal
e n Uruguay, a l f rente de la Legión Italiana.
E r a , e n suma, u n convencido internaciona-
lista e n idea y acción, de los que e l siglo X I X
h a br in dado grandes e jemplos . Lo demostra-
rían,
s i
otros testimonios
n o
existieran,
los
monumentos
y las
calles
q u e
llevan
s u n o m -
bre , a s í como la emocionada memoria de su
figura,
en
Europa
v
América .
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« L e
Grelot», publ icab a es ta
ca r i ca tura d e Garibaldi en 1662. No obstante. ei famoso « c a -
m i sa r oj a» h a b i a o f r e c i d o g e n e r o s a m e n t e
s u
a y u d a
a la
causa
f r a n c e s a d u r a n t e la i n v a s i ó n p r u s i a n a d e 1 8 7 0 .
113
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LOS INFUNDIOS
DE AYER
OMPROBADA la
inutilidad
de las
contabulaciones
v
complots, urdidos
m ás
allá
de
nuestras
fronteras contra
Es-
paña y su Caudillo,
quedaba siempre a
disposición de los
vencidos ese arma in-
noble con pólvora
rulen ta de mentira v
rencor: el infundio.
Triturados
en el te-
rreno de las realida-
des, nuestros enemi-
gos buscaban el cena-
gal de la
calumnia,
feudo que por dere-
cho les pertenece.
¿Cuántas veces, «ra-
dies» y periódicos, in-
cluso de aquellos que
se
cubren
con
clámi-
des de
patricios,
pu -
sieron en fuga al ge-
neral Franco, y lo de-
cruzar fronteras. R e-
sultaba
m ás
cómodo.
Podía permanecer en
España, pero daba
igual porque la cosa
no tenía remedio: sus
días estaban conta-
dos. Enfermedades
misteriosas, no diag-
nosticadas de un mo-
do concreto, que los
«bien enterados»,
con informaciones
directas y confiden-
ciales
de
médicos
eminentes llamados
co n urgencia a con-
sulta, sabían entra-
ñaban mucha grave-
dad y a plazo corto.
Ciertos resonadores
extranjeros,
en
cons-
tante impaciencia
por
propagar mias-
mas, dieron mucho
vuelo a la informa-
ción.
En el
verano
de 1950,
en algunas ciudades
del Norte, e l infundio
1 *
9
j a r o n
p o r
c a m i n o s
l g - E l
General í s imo Franco, biograf iado es te verano
c o n e l
mi n i s t r o
d e l
E jé rc it o, CO IT ÍÓ C o m o r ^ u e r o
notos en b usca de re-
fugio donde ocultar-
se? Entonces se estimaba como
la mejor manera para reducir al
régimen español a escombros,
describir
a su
jefe disfrazado
y
errante, hacia el castillo de Irlan-
da, adquirido previsoramente
como escondrijo ideal para
la
hora de emergencia, o bien en
vuelo hacia un rancho, allá en
Patagonia, decuyas característi-
cas dieron m uy cumplida infor-
mación gráfica algunos libelos
de América.
toi iente general Muñoz Grandes . (Foto Lara) .
se recurrió a un nuevo infundio,
por el cual no se le imponía al
general la penosa obligación de
de pólvora. Los fra-
gua dores de la especie
n o
estaban lejos,
al
otro lado
de la
frontera. S e decía fecha, lugar y
el nombre de l cirujano, para la
LOS
INFUNDIOS
DE HOY
Pero como Franco se obstinaba
en permanecer en España y de-
jaba en ridículo a los inventores
de sus arriesgadísimas odiseas,
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/
L a e sposa d e l CaudUlo, do ña Carme n Polo, c o n s u hi ja , doña Carmen Franco, y s u niela
Carme nei la . (Foto Gyenes .)
intervención quirúrgica.
Y los
galenos,
d
esignados como
j
ueces
de ga rant ía. Ante lo s «bien ente-
rados», resultaba inútil la nega-
tiva formal, denunciándoles que
habían sido víctimas de un en-
gaño
. Le
miraban
a un o con
ojos
de
conmiseración
y se
decían
para sus adentros: «¡Si lo sabré
yo ».
EL «ENFERMO» REVIVE
Tres meses después de la pro-
clamación de l infundio sobre las
extrañas dolencias de Franco,
yo, en calidad d e cronista,
acompañaba al general, en suviaje a tierras d e soberanía en
Africa hasta Sidi Ifni, El Aaiún y
Villa Císneros
y
después
en su
triunfal recorrido por las islas
Canarias. Causaba asombro
contemplar a Franco — a quien,
aficionados a diagnosticar sobre
la
salud ajena,
nos lo
habían
pre-
sentado como extenuado y so-
metido
a
riguroso régimen
de
reposo y comida— en la inter-
pretación de un programa capaz
de rendir a un Hércules. Sin em-
bargo, lo cumplió en su integri-
dad y sin un solo fallo. En pie,
apenas alboreaba, en incesante
actividad hasta la madrugada,
infatigablecaminantebajo
el sol
de los
trópicos, siempre lúcido
en el
diálogo,
con la
atención
despierta a los problemas que su
presencia suscitaba. Cinco horas
seguidas dedicó en El Aaiún al
examen de los asuntos del po-
blado, y, en especial, a uno refe-
rente a la explotación de un ya-
cimiento de fosfatos. Otras tan-
tas el día
anterior
en
Sidi Ifni,
a l
estudio del porvenir déla locali-
dad . Lo mismo en Villa Cisneros.
No
esquivó visita, acto
ni
fiesta
de l
programa,
en el qu e se
había
llegado al aprovechamiento in -
tegral
no de las
catorce horas
de
la jornada, sino de los minutos.
EL
VIAJE
A
CANARIAS
Pero con ser abrumadora la ex-
cursión por Africa, mucho más
fuerte
lo fue la de
Canarias,
donde puede decirse, sin que en
estas palabras haya ni tilde de
lisonja, que el general fue el
único superviviente
d e
unos días
agitados capaces
de
aplastar
al
m ás
animoso.
Cien o doscientos kilómetros de
recorrido
por
cada
una de las
siete islas, con sus flecos de re-cepciones, desfiles, audiencias,
discursos y reuniones con las au-
toridades, banquetes
y la
consa-
bida fiesta nocturna. Hacía falta
un temple de acero y una natura-
leza de cuarzo para resistir
aquel vendaval promovido
por
el entusiasmo y el cariño de un
pueblo
—el más
español
de los
españoles— delirante
a la
visita
de su caudillo. Sin embargo,
Franco lo resistió co n excelente
espíritu y una entereza, bien ca-
lificada
si la
llamamos legiona-
r ia . Siempre recordaré la excur-
sión de l último día por las islas
de
Fuerteventura
y
Lanzarote.
El número final de la visita a
ésta lo constituyó una excursión
al interior para contemplar los
cultivos de la zona volcánica,
hasta
la
infernal Montaña
de
Fuego. Muchos
de los
acompa-
ñantes se declararon vencidos yrenunciaron a la expedición, e n
la que se
invirtieron
más de
tres
horas.
De regreso en Arrecife, ya de no-
che, hubo recepción en la resi-
dencia
de
jefes
y
oficiales.
Franco
le s
dirigió
la
palabra
y
conversó después con unos y
otros con tal naturalidad y loza-
nía de
ánimo, como
si en
lugar
de estar en el epílogo de un día
agobiador, empezara a vivirlo,
repuesto tras prolongado des-
canso.
A uno de los
personajes
más
cali-
ficados,
de los qu e
figuraba
en el
cortejo, le vi derrumbarse en un
sillón de la residencia, mientras
confesaba:
— El
Generalísimo
es de
hierro.
UNA
NATURALEZA
PRIVILEGIADA
La Providencia ha dotado al ge-
neral Franco
de una
naturaleza
privilegiada. Lo dicen y repitenquienes p o r vivir cerca de él
pueden afirmarlo. Uno de ellos
m e refería:
—La fortaleza de l general se
pone
a
prueba todos
lo s
miérco-
les, con ocasión de las audien-
cias, iniciadas a las once de la
mañana
y
prolongadas hasta
las
cuatro
o
cinco
de la
tarde,
sin
que
Franco
dé
señales
de
fatiga.
¿Las cinco
de la
tarde
he
dicho?
Hubo
un día en que las
concluyó
a las siete menos cuarto. A esahora, se sentó sencillamente
para almorzar,
sin
reflejar
la
menor contrariedad ni cansan-
cio.
Sobre esta facultad de resisten-
cia, y con
noticias
y
comproba-
«es w&ffiffimzmiái > i
7/26/2019 Tiempo de Historia 082 Año VII Septiembre 1981 OCR
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19513
V f i ,V ¡0
<rv<*r*n'tfrti'rfTb
ciones hechas
por el
médico
del
Generalísimo, don Vicente Gil
García,
el
redactor
de
«Arriba»,
señor García Serrano, puntuali-
zaba hace pocos meses
en una
crónica,
qu e
valía
por e l
mejor
parte facultativo, la normalidad
de las pulsaciones del general
durante
u n a
ascensión
por la
sierra de Gredos, efectuada por
entonces
co n
agilidad
y
brío
como
en los
días
de l
asalto
a los
Malmusi
y al
monte
de las Pa-
lomas.
UNA
VIDA
D E
TRABAJO
Había terminado la visita a las
islas,
y ya a
bordo
del
crucero
«Canarias» pensé que el general
se
entregaría complacido
al des-
canso. El señor Carrero Blanco
me sacó de tal error. Franco no
interrumpió un momento su
trabajo. Durante la navegación,
Tres meses despues de l a propagac ión de lo s rumo res infun dados sobre l a salud d e l
Generalís imo Franco, visitaba éste a |g unas tierras d e soberaní a española e n Af r ica y hacía
u n recorr ido tr iunfal p o r l a s is las Canarias. E n esta fotograf ía aparece el Jefe d e l Es tado
español presenc iando
e n
Santa Cruz
de l a
P a lma
un
desf ile
en s u
honor. (Foto
A B C.)
despachaba asuntos, examinaba
otros, mantenía comunicación
co n Madrid, y escribía. Una no-
che me hizo el honor de sen-
tarme a su mesa, y comprobé
que el «menú», frugal, n o estaba
en consonancia con las prescrip-
ciones que prohiben a ios hepá-
ticos la coliflor y los huevos. Por
lo demás, Franco ha mostrado
siempre u n a superior y elegante
indiferencia
por la
comida.
La
sobremesa duró hasta
la ma-
drugada.
El
Caudillo
es un
gran
conversador, y sea cualquiera el
tema abordado,
lo
anima, eleva
y abrillanta al discurrir sobre él,
con
singulares repentizadones,
anécdotas y pinceladas de su
mucha experiencia y lecturas.
Se había retirado Franco a su
camarote. Comentaba yo con el
infortunado general García
Es-
cámez la incesante actividad
del
Jefe
del
Estado,
y su
vigor espiri-
tual mantenido inalterable
hasta el final del día. El general
me atajó, jovial:
—¿Usted cree
que se ha ido a
dormir?
No,
señor. Ahora leerá
una o dos
horas antes
de
conci-
liar
el
sueño.
Y
luego,
eso sí, se
duerme como un Pepe.
Una vez
pregunté
a
persona
que
desde hace mucho tiempo tra-
baja cerca d e Franco:
—¿Usted le ha conocido alguna
ve z
enfermo?
Y m e respondió:
—Yo sé que, en
treinta
y
cinco
años, desde
la
herida
en la ac-
ción
de But,
solamente
h a
guar-
dado cama
dos
veces:
una el año
1950: la
otra,
en 1939, a
conse-
cuencia
d e u n a
gripe. Pocos
co-
nocen que el mismo día de la
conquista de Madrid, el Genera-
lísimo
se
consumía
de
impa-
ciencias en la cama, co n enfado
de los médicos, que se vieron
obligados
a
imponer
su
autori-
dad para contenerlo en el lecho.
Para bien
de
España
y
satisfac-
ción
y
alegría
de los
españoles,
el
general Franco goza de buena
salud. Q ue Dios guarde la vida
del general durante muchos
años, y no pongamos, como de-
c ía León XIII, límite a la divina
misericordia.
Joaquín ARRABAS
('ABC», 30-IX-1951.)
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corazón pinchado como un
neumático
y se le
desinfla poco
a
poco.
MADRE.—-Tienes q u e casarte
antes d e q u e acabe la película,
hija, porque a m í m e dará u n
tantarantán en el penúltimo ro -
l lo.
DIOPTRITA (secándose las lá-
grimas de l as gafas).—¿Cómo
quieres q u e m e case, s i estoy c h i -
f l ad a p o r u n ch u l ap o q u e
atiende p o r Fortunato?
MADRE.—Pues
si no te
quiere,
cázale c o n argucias femeninas.
¿ H a s p ro hado a g uiña rí e una g a-
f a ?
DIOPTRITA.—Le h e guiñado
l a s d o s .
Pero
m e h a
dicho
q u e m e
zurzan.
MADRE.—¿Y tú qué le contes-
taste?
DIOPTRITA.—Que m e zurciré
y o
misma, pues para algo
soy
costurera.
Planos de Fortunato por los cua-
tro costados, para que se le vea
bien la chulez. A Fortunato no le
gusta Dioptrita
ni pun.
Planos
del ni pu n. No obstante, la invita
una noche a la verbena de San
Belorcio para que el director de
la
película pueda lucirse retra-
tando tiovivos. A la chica, de la
emoción,
se le
llenan
de
lágri-
mas las dioptrías. Para estar un
poco bella, roba
un
traje fino
en
la
sastrería donde cose. ¡Ances-
tral argumento
que , ya en la an-
tigua Grecia, le valió a Sófocles
el primer pateo de su carrera
teatral Dioptri tase peina, sece-
pilla
lo s
dientes
m ás
visibles,
y
lava su s gafas con agua v jabón.
Ruega a su madre que haga el
favor
de no
morirse hasta
que
vuelva de la parranda y se mar-
cha con
Fortunato echando feli-
cidad
por
todos
sus
poros.
La
cámara se pone las botas retra-
LANO de un organete so-
nándole la panza, para in -
dicar al espectador lerdo
que el
film
se
desarrolla
en los
Madriles. Como la pantalla es
estrecha y no caben en ella todos
los Madriles, la cámara retrata a
un
solo Madrid, eligiendo
e l más
pobre
de
todos para
que
cueste
baratito. Dentro de este Madrid,
a mano izquierda, vive una cos-
turera q ue cose como una desco-
sida.
La
costurera
no ve
tres
en
un burro por parte de padre, y el
populacho de los contornos la
llama Dioptrita. Plano d e varias
dioptrías, jugando
a l
coro
en los
párpados de la interfecta. Bi-
plano
de
unas gafas
con
patillas.
Triplano
de
Dioptrita dándose
un porrazo en la cresta con un
farol, porser
m ás
cegata
que una
almeja. La miopicie de la chica
causa espanto entre el elemento
masculino, pues viendo esta pe-
lícula cualquiera diría
que en los
suburbios nadie
ha
visto unas
gafas en su vida. ¡Inhóspitas ba-
rriadas, en las cuales no se han
difundido
aún
adelantos
tan in-
gentes como la gafa y el catalejo
¡Tribus
del
cinturón madrileño
que, según el director de este
film, huyen despavoridos de
quien lleva gafas como si llevara
lepra
Como
el
celuloide
es
largo
y el
asunto corto.se le añade a líicp
trita
una
madre pocha, para
que
se muera cuando la cámara
tenga un rato libre. ¡Valiosísima
idea para un guión qu e ya se uti-
lizabaen tiempos de los cartagi-
neses, cuando
las
películas
se
hacían
con
placas
de
mica
y las
cámaras eran de pedernal
La
pochez
de la
madre
se agu-
diza metro a metro, pues tiene e l
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tando tiovivos y tiomuertos.
Plano de un churro crudo, tirán-
dose
de
cabeza
a una
sartén
de
aceite hirviendo.
CHURRO (dando grititos mien-
tras se fríe).— ¡Ay, Jesús , ¡qué
calentito está h o y e l baño
Plano
de una
rosquilla,
a
través
de
cuyo agujero
se ve a u na mu -
jer cañón escupiendo una bala .
Panorámica de un «pim-pam-
pum». Primer plano del «pim».
Primer plano del «pam». Primer
plano
del
«pum».
La
cámara
se
toma unas copas de anís en un
aguaducho,
y
empieza
a da r
tumbos retratándolo todo torci-
do. Gracias a esto, lo s encuadres
resultan audacísimos
y a los en-
tendidos
se les
hará
la
boca
agua. Temiendo que la cámara
se emborrache más, el director
suelta
un
chaparrón para refres-
carla. Dioptrita y Fortunato
empiezan
a
mojarse. Fortunato
chaquetea, y se marcha co-
rriendo
a
buscar
una
gabardina.
Dioptrita
le
llama
a
gritos, pero
nanai. Plano del nanai. El chico
es prudente y no quiere acata-
rrarse.
La
muchacha, mohína,
vuelve a su casa decepcionada
con
toda
la
ropa impregnada
en
líquido. Pero la s desgracias
nunca vienen solas: por si la m o-
jadura fuera poco, Dioptrita en-
cuentra a su madre agonizando
que es un
primor.
MADRE.—Como dijist e q u e n o
m e
muriese hasta
q u e
volvieras,
t e he esperado.
DIOPTRITA.—Has hecho bien.
Aguarda a q u e m e qui te el traje
para que se seque, y te traeré
otra almohada para q u e te m u e -
r a s m á s cómoda.
MADRE.—¡ P i f (Muere).
DIOPTRITA.—Peor para tí; ya
no te traigo la almohada.
La
huida
de
Fortunato,
e l
óbitode la mamá, y la mojadura del
traje, sobre todo, fastidian
a la
costurera. Harta de tanto dis-
gustillo piensa
q u e ,
para cuatro
(»La
Codorniz», 28-X-1951)
días q u e vamos a vivir, da lo
. r
r
. »• f ¿ O í . r j ¿ o ¿ '¿ 3 ¿ v a o - o - r r
NUEV LINE
E
TR NVI S
El
alcalde
d e
Madrid
h a
suprimido algunas lineas
d e
tranvías para descongesti onar l a s calles q u e estaban
congestionadas.
A
consecuencia
d e
esto
s e han
creado nuevas lineas, cuya necesidad
s e
hacía sentir
ante
el
clamor
d e l
vec indario. Ayer
s e h a
inaugurado
el
nuevo trayecto d e l disco 98. Antes la linea partia de la
calle
d e
Antonio López
y
pasaba
p o r
Gaztambide,
mientras q u e ahora comienza e n Conde d e Peñalver y
tuerce
p o r
Fuentecilla.
Ai
llegar
a
Olavide tuerce
por
Santo Domingo, sube por e l edificio Capítol, tu er ce por
e l
sépt imo piso, pa sa
por e l
«hall», ent ra
en el cu
arto
d e
baño, sale
por el
cuarto
d e
pl ancha, baja
por la
terraza,
entra
en el bar y
termina
en e l
paseo
d e l o s
Pontones.
Enhorabuena.
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(«La Codorniz», 19-VIII-1951)
mismo vivir tres. Y sale zum -
bando
de su
casa.
CAMARA (corriendo detrás d e
ella, cantando
c o n
acento
m a -
drileño):
¿Dónde vas con mantón d e M a -
[nila?
¿Dónde vas con el traje fané?
DIOPTRITA:
A mojarme u n poco en la ver-
[bena
y a quitarme la vida después.
CAMARA (corriendo detrás d e
ella mientras la música toca u n
schottis
d e
for\do) —¡Espera
mujer
No hay que
tomar
las co-
sas po r l a tremenda. Al fin y al
cabo, t u mamá y a estaba m u y
estropeadilla. Y y a encontrarás
u n novio que no haga tantos
dengues
a t u
miopicie.
DIOPTRITA (corriendo cada
v e z m á s deprisa, perseguida p o r
la cámara). — E s inútil . Yo soy
m u y terca. Y cuando s e m e mete
u n a cosa entre gafa y gafa...
Después
d e u n a
carrera tremen-
da, la
cáma ra consigue alcan zar
a Dioptrita y la sujeta po r un
brazo. ¡Menos m a l D o s buenos
azotes a la picaruela, y a casita.
¡Vaya susto qu e nos d io la gafo-
«* ALVAR-OTE
Jardines
del
Buc n Retiro)
Anoche,
en su
presentación,
ob-
tuvo
un
éxito clamotoso
el
gran
humorista
G
L
(«La Codorniz-, 30-IX-1951)
SELECCION
D E
TEXTOS
Y
GRAFICO S: FERNA NDO LARA
Y
DIEGO GALAN
C i
-
» * - ¿ ¿ r ¿ * l r j ¿ . • % . ? +*zr>¿r¿y¿ r ¿ . i ¿ , r ¿ 3 r ¿ ? i r ¿ . 5 ¿ r j i ^ r , n
—Si, señora; es una des
gracia; desde que le atrope
lió la moto, todas las corba
tas le están grandes.
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Libros
Historia crítica
de la
Inquisición en España
E.
Miret Magdalena
TT OY día
estamos planteando
con ma-
/ / yor
objetividad
el
tema
de la
Inqui-
sición española. Ante la escalada
de
violencia
que
experimenta
el
mundo
ac-
tual, tendemos
a
juzgar
de ese
injusto
Tri-
bunal siguiendo
los
estudios
que
sobre
la
violencia humana se han publicado en el
campo
de la
psicología
y de la
sociología.
Lo que
siempre quedará
sin
posible justifi-
cación
es el
problema ético
de
fondo
de
toda
violencia, y particularmente de la carencia
de sentido evangélico que ha existido en
este tipo
de
Tribunales.
Juan Antonio Llórente
Historia crítica
de la
Inquisición
en
España
ición ilustrada
libros Hiperión
N
torno
a lo
«sagrado»
frecuent emente surgió,
a
través
de la
historia,
la vio-
lencia como algo unido
a
ello; y par t icularmente o c u -
rrió esto as í en e l cristia-
nismo d e Occidente.
Bertrand Russell, con su de-
senfadado lenguaje, dice:
«Cuanto
m á s
intensa
h a
sido
la religión d e cualquier p e -
ríodo, y m á s profunda la
creencia dogmática, mayor
h a
sido
la
crueldad
y
peores
la s circunstancias. En las
l lamadas edades de la fe,
cuando lo s hombres real-
mente creían en la religión
cristiana
e n
toda
su
integri-
d a d , existió la Inquisición
c o n s u s
torturas; hubo
m u -
chas desdichadas mujeres
quemadas como brujas;
y
ocurrieron todo género
d e
crueldades practicadas
e n
toda clase
d e
gente
e n n o m -
bre de la
religión».
Y
refi-
riéndose
a
nuestra época
contemporánea ,a f i rma:
« L a
primera guerra mundial fue
completamente crist iana
e n
s u origen». Y basa su punto
d e vista crítico e n q u e «los
tres emperadores eran devo-
tos , e igualmente lo eran los
ministros
m á s
belicosos
del
gabinete inglés»
e n
aquel
tiempo.
Si alguno cree q u e este plan-
teamiento
es
producto
de
u n a mentalidad enemiga d e
la
religión,
y en
particular
contrar ia
a l
crist ianismo
p o r
venir de un declarad o agnós-
tico
q u e e s
beligerante
c o n -
tra lo religioso, se equivoca.
U n
profundo pensador cris-
tuano, como Denis
d e R o u -
gemont, años después d e
Russell, dijo algo m u y pare-
cido e n relación c o n l a s revo-
luciones violentas. Para
él,
« l a idea de revolución e s
coextensiva a l mundo in -
fluenciado por e l cristia-
nismo», como
se
deduce
d e
su obra «La aventura occi-
dental del hombre»,
según
e l
teólogo católico Leonardo
Boff.
E l
gran antropólogo
R. Gi-
rard publicó
en 1972 un es-
tudio decisivo sobre
el
tema.
S u obra expresivamente la
título.
«L a violencia y lo sa-
grado».
Para él, el sacrificio
y l a violencia tienen u n a r e -
126
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lación directa
d e
causa
a
efecto;
y lo
«sagrado» —que
v a siempre unido a lo sacrifi-
cial— tiene en su centro u n a
c a r g a d e v io lenc ia q u e
«constituye su alma», como
asegura también
el
teólogo
español contemporáneo Luis
Maldonado. Por eso los etnó-
logos ven en lo «sagrado» la
unión de dos acti tudes q u e
u su a lm e n te n o s parecen
contrarias, como son la paz y
la guerra.
Para estos pensadores de lo
religioso,
e l
factor sagrado
resulta ambiguo. Puede s u
energía orientarse
d e u n a
manera inocua; o desviarse
hacia
u n a
violencia destruc-
tiva. Este
es e l
peligro
q u e
lleva en s í misma l a religión,
y a l mismo tiempo s u v e n -
ta ja
s i es que
está bien orien-
tada, porque entonces
s e
produce
la
reabsorción
de la
agresividad
q u e
acumula
e l
se r humano, dirigiéndola
proyectivamente sobre algo
cuya dest rucción resul ta
inocua, porque n o produce
ninguna consecuencia cruel
n i injusta para otros h o m -
bres.
Lo
peligroso está
en las
religiones potentes —como
el
cr is t ianismo—en
l a s q u e ,
s i esa
fuerza agresiva
no se
sustituye «sacrifici almente»
de modo inocuo, se producen
resultados violentos, como
vemos, p o r ejemplo, en la
historia d e Occidente.
L a Inquisición fue uno de es -
to s casos d e violencia n o a b -
sorbida inocuamente, p o r -
q u e desvió s u fuerza sacrifi-
cial hacia otros hombres:
como eran los judíos conver-
sos , los moriscos o como
—más tarde— lo fueron los
herejes. Resultó
s e r u n a
fuerza negativa porque f u e
destructiva, ya que su es -
tructura misma d e «Tribu-
nal de la Fe» e r a difícil q u e
llevara hacia algo positivo.
Algunos h a n querido justifi-
car l a Inquisión sociológi-
camente ,
a l
atr ibuir
s u i m -
plantación a las costumbres
de la época. S i todo tribunal
—dicen— empleaba enton-
ces la tor tura y el castigo f í-
sico, ¿por
q u é n o i b a a h a -
cerlo también la Iglesia? Y
todavía
se
justifica
m á s s i s u
dura acti tud —añaden—
e s -
taba fundamentada en la ob-
tención d e consecuencias so-
ciales positivas, como era la
pretendida unidad religiosa
y política de la n ación, según
deseaban conseguir
lo s Re-
y e s
Católicos
a l
impla ntar la .
Pero, además, f u e implan-
tada a destiempo, cuando e n
Europa había desaparecido
y a
este «santo» Tribunal,
y
cada
vez se
justif icaban
m e -
n o s s u s procedimientos por
la s costumbres de la época
moderna.
E s u n
tema
d e
actualidad
la
publicación
de la
primera
obra crí t ica
y
documentada
q u e valientemente escribió y
publicó
e n
nuestro país,
a
principios
d e l
siglo
XIX, un
buen conocedor
de la
Inqui-
sición y se editó cuando ésta
daba ya las últimas coletadas
políticas, porque el catoli-
cismo reaccionario todavía
quería seguir manteniendo
este antievangélico Tribu-
n a l . L a
«Historia crítica
d e
la
Inquisición
e n
España»
f u e
redactada
por e l
antiguo
Secretario General
d e
este
Tribunal d e l Santo Oficio, e l
clérigo Juan Antonio Lloren-
te , quien arrostró l a s fuertes
iras de los todavía numero-
sos defensores católicos de la
violencia, y de la coacción r e -
ligiosa
e n
nuestro país.
E s
u n a obra m u y completa, y
casi s e podría calificar d e
exhaustiva, porque e n c u a -
t r o
tomos
h a
recogido
e l ac-
tual editor el texto que se
publicó e n España en 1822
—tras la edición de 1817 he-
c h a e n Francia—, c o n expre-
sivas láminas de la época s a -
cadas
de las
varias ediciones
q u e s e hicieron después (en
1868 y 1870 en España).
E s esta voluminosa obra u n
centón de datos v comenta-
rios
pertinentes,
qu e
intere-
sarán p rofundamente
al lec-
tor de la
historia,
a
pesar
d e
contener algunas exagera-
ciones, como
e n
cuanto
a l
número
d e
víctimas morta-
l e s que , según l o s actuales
especialistas en la materia,
n o
podrían
se r l a s
31.912
q u e
dice Llórente. S e h a dicho de
esta obra que es «un libro d e
consulta, a veces difícil d e
leer po r e l estilo e n q u e está
escrito,
y
porque
h a n
pasado
lo s
años».
Yo, sin
embargo,
no lo
creo
as í :
precisamente
por se r un libro d e consulta
se lee con agrado, ya que sus
var iadas y heterogéneas p a r -
tes se asimilan gustosa-
mente
si no
tomamos
su lec-
tura como la de un relato h i s -
tórico novelado,
a los qu e ta n
acostumbrados estamos en -
t r e nosotros para desgracia
de la
seriedad histórica.
Lo
q u e
quizá
sí
hubiese sido útil
es com p ie mentar la obra con
u n a introducción a la actual
publicación q u e transcri-
biese e l discurso q u e p r o -
nunció para s u ingreso en la
Academia de la Historia, po r
indicación d e Floridabla nca,
el
cánónigo Llórente,
y que
se
t i tu laba «Memoria Histó-
rica»
(1).
Espigando
en la
«Historia
Crítica», d e Llórente, se en -
cuentran multi tud d e curio-
sos e interesantes datos, es-
maltados d e pertinentes ob -
servaciones de l discutido ex
secretario de la Inquisición.
Por supuesto, q u e , como se
t ra ta d e u n a crítica, sola-
mente aport a lo s datos nega-
tivos; y , quizá, resulta con -
veniente complet ar
el
lector
la
selección negativa
q u e
hace e l au tor c o n algún co -
mentario contrario —aun-
q u e sean éstos m á s apasio-
nados quizá que lo s de l p ro -
(1)
Llórente,
L a
Inquisición
y los es -
pañoles,
Ed.
Ciencia Nueva, Madrid,
1967
127
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p i ó
Llórente— como
e l de
Menéndez Pelayo q u e hizo
ayer,
y los de hoy del
jesuita
padre Bernardino Llorca
o
d e l m á s equil ibrado de to-
dos , e l
agustino padre
De la
Pinta Llórente
(2).
L os Papas — a pesar de lo que
algunos creen— fueron
b a s -
tante opuestos a l a implan-
tación
y a l
funcionamiento
posterior
de la
Inquisición
española. E n cuestión d e Li-
bros Prohibidos,
p o r ejem-
plo , y a
pesar
de lo que
dice
Menéndez Pelayo, el rigor d e
algunos tiempos inquisito-
riales
f u e
insoportable,
de ta l
modo
q u e e l
propio Papa
S a n
P í o V — n o
obstante
su
dure-
za— tuvo q u e publicar u n
breve pontificio moderando
la s prohibiciones d e nuestro
Indice inquisitorial,
de l que
brotaban excomuniones a
mansalva, porque nosotros,
los
españoles, hemos
sido
m á s papistas q u e e l
Papa
a
partir
d e l
siglo
XV I, y no
permitimos la publicación
e n nuestro suelo d e este
Edicto papel q u e e r a m á s t o -
lerante. Había llegado in -
cluso e l Inquisidor General
Valdés
a
poner entre
las
obras prohibidas «algunas
obras repu tadas n o sólo
como católicas, sino como
pías
y
útiles».
Y l a s
delacio-
n e s
calumniosas estaban
a l
d í a , d e
modo
q u e n o
escapa-
r o n a ellas ni siquiera e l fa-
moso arzobispo d e Granada,
fray Hernando d e Tal a vera,
puesto allí después
de la
conquista
a los
moros
de esa
ciudad, por los mismísimos
Reyes Católicos. Condenada
f u e también la pr imera e d i -
ción d e l famoso libro de en -
señanza espiritual, d e l santo
español Juan
d e
Avila, titu-
lado
«Audi Filia»; a s í
como
el discutido —pero profun-
damente cristiano—
Cate-
(2 ) La Historia de los heterodoxos,
de Menández Pelayo;y los trabajos so -
bre la Inquisición de los religiosos ci -
tados.
128
cismo de l
arzobispo
d e
Tole-
d o , fray Bartolomé de Ca-
rranza; y las popula res obras
d e l
severo fray Luis
d e G r a -
nada,
«De la oración y medi-
tación»
y la
«Guía
d e
Peca-
dores»,
en las que se
quería
ver un
cierto iluminismo
místico;
d e l
mismo modo
q u e l o fueron l a s
«Obras
del
Cristiano», d e l
superior
g e -
neral
de lo s
jesuítas,
S a n
Francisco d e Borja. T a n d e -
sacertada
fu e
esta cascada
d e
condenaciones,
y tan ina -
decuada
a u n
para aquellos
tiempos, que la propia Sa nta
Teresa
se
atrevió
a
confesar:
«Cuando se qui taron m u -
chos libros d e romance q u e
no se
leyesen,
l o
sentí muc ho,
porque algunos
m e
daba
re -
creación leerlos».
Los abusos y responsabil i-
dad de los
censores fueron
t a n
drásticos
en
épocas
p o s -
teriores,
q u e e l
severo mora-
lista padre Concina delató
a
l a s
autoridades
e l
fraude
cometid o, contra la cul tura y
la justicia m á s elementales,
por lo s
jesuítas
con el
apoyo
de l Rey Fernando VI . En este
siglo XVIII tuvo "que inter-
venir nuevamente
e l
Papa
Benedicto
XIV en
sentido
to -
lerante, aunque no le hicie-
r o n caso algunos de lo s cen -
sores inquisitoriales.
Fue la
Santa Sede
la que
varias
v e -
ces
tuvo
q u e
intervenir
t a m -
bién m á s tarde, c o n motivo
de la
condenación
de los es-
critos d e l venerable padre
Palafox,
q u e f u e
arzobispo
d e
México,
y que e l
Vaticano
vindicó
y
autorizó
s u s
libros
a pesar d e nuestros inquisi-
dores.
S o n
también curiosas
las
alusiones
q u e
hace Llórente
a la
persecución inquisito-
rial d e aquellas personas y
casas q u e tenían desnudos
artísticos en sus familias, a
pesar
de que en
templos,
y
sobre todo
en e l
Vaticano,
se
exhibían desnudos artístico -
religiosos y esculturas d e
ar te
s in que
produjeran
e s-
cándalo e n nadie.
¿ E s extraño, entonces, q u e
— a
pesar
de lo s
buenos
p r o -
pósitos d e l apologista de la
Inquisición,
q u e f u e
Menén-
d e z
Pelayo— debamos
c o n -
fesar q u e nuestra deca denc ia
intelectual proviene e n gran
medida de la represión c u l -
tural existente en las épocas
sometidas a la Inquisición
española? Así lo asegura e l
nada sospechoso padre
De la
Pinta Llórente cuando dice:
« E s tu d i a d o c o n c i e n z u d a -
mente
e l
problema español,
para nosotros radican esen-
c ia lmente l a s c a u sa s d e
nuestra decadencia intelec-
tual
en un
aspecto: funda-
mentalmente en el dogma-
tismo
de las
escuelas (teoló-
gicas)... (donde)
se
momifi-
caban lo s ingenios, y la de-
fección valía
la
nota
d e
here-
j í a y
descrédito,
la
impopu-
laridad y la Inquisición». Y
está
d e
acuerdo, este investi-
gador contemporáneo de su
historia, e n subrayar con
Campomanes
q u e « e l
abuso
de las prohibiciones de l i -
bros, orde nada s po r e l Santo
Oficio,
e s u n a d e l a s
mayores
fuentes d e ignorancia e n
t
r a n par te de la nación».
s cierto q u e n o todos los
«Indices d e libros prohibi-
dos»
publicados
p o r l a I n -
quisición española, exten-
dieron
s u s
censuras
a los li-
bros intelectuales —que s in
duda escapaban po r su con -
tenido
a l
corto olfato
de la
menguada cultura de sus d i -
rigentes—. Señala p o r e s o
Menéndez Pelayo que no es -
taban prohibidos e n España
lo s
nombres
d e
Marsilio
F i-
cino, Campanella, Giordano
Bruno, Galileo, Descartes,
Spinoza y otros, q u e pusie-
r o n , n o obstante, e n guardia
al propio Santo Oficio ro -
mano, y fueron incluidos
m á s o menos severamente
entre
l o s
libros prohibidos
p o r e l
Indice
d e Roma. Los
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temas espirituales eran
e n -
t r e nosotros m á s alérgicos
q u e lo s intelectuales.
Respecto a la violencia física
y el
sometimiento tiránico
a
la
autoridad eclesiástica,
l a
Inquisición nunca prohibió
estas actitudes
q u e t a n c l a -
ramente iban contra
la paz o
contra
la
independencia
d e
q u e Jesús d io muestras r es -
pecto a los poderes profanos.
L o q u e
nuestros grandes
t e ó -
logos clásicos
d e l
siglo
XVI
defendieron,
f u e
luego
su -
plantado
y
frenado
por e l
reaccionarismo político
- re-
ligioso imperante
en l a ma-
yoría d e l clero d e comie nzos
d e l
siglo
XIX : se
permitía
ahora claramente propug-
n a r e l
regicidio, vindicar
e l
poder
de los
Papas para
d e s -
tronar
a los
reves,
se
conde-
naba toda independencia
le-
gít ima
d e l
poder civil
r e s -
pecto a l eclesiástico a l que
debía estar plenamente
so -
metido,
y se
declaraban
a b u -
s ivamente exentos to ta l-
P o r t a d a d a la pr imara adic ión d a la ««Historia d a la I n q u i s i c i ó n E s p a ñ o l a » , d a J u a n
A n t o n i o U o r a n t a .
mente
d e
cualquier ordena-
ción ciudadana
lo s
bienes
materiales
d e l
clero. Como
dice descarnadamente
L ló -
rente:
« L a
nueva Inquisición
comienza condenando
l a
doctrina de que los súbditos
no son
esclavos,
ni
rebaño
d e
bestias q u e se compran».
E n cuanto a las penas y to r -
turas
q u e
imponía
la
Inqui-
sición, Llórente obser va, co n
toda razón,
q u e
«son contra-
r ias a l espíritu d e dulzura,
tolerancia y bondad que e l
divino Fundador h a querido
imprimir
a su
Iglesia».
Y
alega multitud
d e
razones,
extraídas
d e l
Evangelio
c o n -
t r a
toda crueldad
d e
proce-
d imie n to s : o b se rv a ,
p o r
ejemplo, q u e S a n Marcos
dice q u e cuando habla Jesús
a
«las ovejas perdidas
de la
casa
d e
Israel,
n o
manda
a
lo s
Apóstoles castigarlas».
Que de la
parábola
d e l
trigo
y la cizaña s e deduce que « la
voluntad
d e
Jesús
n o e ra q u e
se
castigase
a los
herejes
d u -
rante
s u
vida».
Y d e S an Ma-
t e o
saca
la
conclusión
d e q u e
«Jesús sólo aprueba, para
la
conversión
de las
ovejas
d es -
car r iadas ,
lo s
medios
d e
suavidad inspirados por e l
amor
y la
bondad».
T a m -
poco quería Jesús «que
se
ejerciese ningún rigor contra
los
cismáticos», según
se si-
g u e d e su
actitud
con los sa-
maritanos separados total-
mente d e l judaismo oficial
e n
tiempo
d e
Cristo,
y q u e
eran
m a l
mirados
p o r
todo
judío ortodoxo.
S in
duda estamos
e n
presen-
c i a d e u n libro necesario en
lo s
estantes
d e
quien esté
in -
teresado por e l problema d e
la Inquisición, el cual tanto
h a
afectado
a
nuestra histo-
r i a en su s
aspectos conser-
vadores
y
reaccionarios,
y
s in la que no
podemos
c o m -
prender muchas cosas
q u e
h a n ocurr ido e n nuestra
Edad Moderna.
•
E. M . ML
129
7/26/2019 Tiempo de Historia 082 Año VII Septiembre 1981 OCR
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EN LA NOCHE Y EN LA NIE -
BLA.
—Raúl Pérez Torres.
P R E -
M IO CASA DE LAS AMERICAS
1 9 8 0 ,
CUENTO. 70págs.
NOTA
DE
EDITORIAL:
En el n.° 77 de TH
correspondiente
al mes de
abril
de l
presente
año , y en su
página
54, en el
trabajo
«D e
Tejero
a
Pavía»,
d e
nuestro colaborador Carlos Sampelayo,
se
hace refe-
rencia a don Jaime Torr ubi ano y Ripoll «... este último ex sacerdote anticlerical». N os comunica su
hijo, don Jaime Torrubiano y Aranda, que si bien la referencia al anticlericalismo de su padre es
cierta.no loes
la de
quefuera
ex
sacerdote, estimando
que la
errónea noticia pudiera deberse
al
hecho
de que su padre hubiera estudiado Cdoctorándose) Sagrada Teología, en una Universidad de la
Iglesia. ñ ... ; -
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