textos paniker

13
La dificultad de ser taoísta, Salvador Pániker http://elpais.com/diario/1987/09/23/opinion/559346411_850215.html Todo comenzó, o acabó, en los años sesenta, mayo de 1968, incluso antes. Era el canto del cisne de la modernidad. Aquella modernidad inefable con su arte de vanguardia, su marxismo y su psicoanálisis; aquella modernidad provinciana, patética y redentorista, la de la subversión permanente, de cuando había que estar siempre rompiendo códigos y asuntos por el estilo.Yo viví un poco el apogeo / estertor de aquella modernidad en California. Primero fueron los coléricos Allen Ginsberg y Jack Kerouac, pero también el dulce Ferlinghetti y el loco Gary Snyder. Venían de Whitman, amaban a Charlie Parker, citaban a Blake: "el camino del exceso conduce al palacio de la sabiduría". Predicaban el desbloqueo de la percepción. Guerra a las posturas squares, a la respetabilidad puritana de la clase media, pero también a la beatería escatológica de la izquierda tradicional. Finalmente, los beat abocaron en los hip, los cuales se dispersaron en comunas. Los hip se dieron a conocer en San Francisco y uno los veía merodear, allá por 1966, en Haight Street esquina Ashbury Street, y por un tiempo aquello fue el disloque: turn on, tune in, drop out. Consignas del enfebrecido Timothy Leary. Free Speech Movement. Zen approach. Joan Baez: We shall overcome. Bob Dylan: cuántos caminos tiene que recorrer un hombre antes de que se le pueda llamar hombre. Revolución cultural que, paradójicamente, hundía sus raíces en la tremenda inocencia ideológica de los norteamericanos. Para un espectador que venía de Europa aquello era lo más sorprendente: el candor sociopolítico, la falta de cinismo, la espontánea puesta en práctica de las propias convicciones. Poca teoría política bajo los movimientos contestatarios. Algunos citaban a Marcuse, pocos le habían leído. Se rechazaba globalmente, por instinto, la ideología tecnocrática, o socialista, del progreso, y se exigía el paraíso ya. Paradise now. De ahí a la droga, claro está, sólo había un paso. La droga era entonces el LSD. También las anfetaminas (speed) y la marihuana. La droga la tomabas, a veces, sin enterarte, porque te invitaban a cenar y la metían de matute entre los alimentos, y así, inesperadamente, viajabas.

Upload: lavagancia

Post on 12-Jan-2016

223 views

Category:

Documents


0 download

DESCRIPTION

paniker

TRANSCRIPT

Page 1: textos Paniker

La dificultad de ser taoísta, Salvador Pánikerhttp://elpais.com/diario/1987/09/23/opinion/559346411_850215.html

Todo comenzó, o acabó, en los años sesenta, mayo de 1968, incluso antes. Era el canto del cisne de la modernidad. Aquella modernidad inefable con su arte de vanguardia, su marxismo y su psicoanálisis; aquella modernidad provinciana, patética y redentorista, la de la subversión permanente, de cuando había que estar siempre rompiendo códigos y asuntos por el estilo.Yo viví un poco el apogeo / estertor de aquella modernidad en California. Primero fueron los coléricos Allen Ginsberg y Jack Kerouac, pero también el dulce Ferlinghetti y el loco Gary Snyder. Venían de Whitman, amaban a Charlie Parker, citaban a Blake: "el camino del exceso conduce al palacio de la sabiduría". Predicaban el desbloqueo de la percepción. Guerra a las posturas squares, a la respetabilidad puritana de la clase media, pero también a la beatería escatológica de la izquierda tradicional. Finalmente, los beat abocaron en los hip, los cuales se dispersaron en comunas. Los hip se dieron a conocer en San Francisco y uno los veía merodear, allá por 1966, en Haight Street esquina Ashbury Street, y por un tiempo aquello fue el disloque: turn on, tune in, drop out. Consignas del enfebrecido Timothy Leary. Free Speech Movement. Zen approach. Joan Baez: We shall overcome. Bob Dylan: cuántos caminos tiene que recorrer un hombre antes de que se le pueda llamar hombre.

Revolución cultural que, paradójicamente, hundía sus raíces en la tremenda inocencia ideológica de los norteamericanos. Para un espectador que venía de Europa aquello era lo más sorprendente: el candor sociopolítico, la falta de cinismo, la espontánea puesta en práctica de las propias convicciones. Poca teoría política bajo los movimientos contestatarios. Algunos citaban a Marcuse, pocos le habían leído. Se rechazaba globalmente, por instinto, la ideología tecnocrática, o socialista, del progreso, y se exigía el paraíso ya. Paradise now. De ahí a la droga, claro está, sólo había un paso. La droga era entonces el LSD. También las anfetaminas (speed) y la marihuana. La droga la tomabas, a veces, sin enterarte, porque te invitaban a cenar y la metían de matute entre los alimentos, y así, inesperadamente, viajabas.

Pero la droga acabó siendo irrelevante, y el propio Aldous Huxley, antes de morir, desaconsejaba enérgicamente su uso. Allí lo que importaba era la complejidad de un movimiento, aparentemente candoroso, que remitía a la tradición subterránea, que recogía mil genealogías dispersas, que configuraba una matriz híbrida, que hacía referencia a una cultura sin pecado original.

Era el mensaje más genuino del inimitable Alan Watts: el taoísmo subterráneo de Occidente. (Que en el fondo entroncaba con la propia tradición de la democracia norteamericana, con el espíritu de los padres fundadores, con la desconfianza instintiva hacia el Estado.) Por fin se decía en voz alta que existen mil alienaciones aparte la económica. Se ponía en solfa la ideología del progreso puro y duro, la falacia del tiempo y de la historia. Se descubría, se redescubría, que la naturaleza es más inteligente que el hombre. Y ya digo que nadie explicaba esto mejor que el finísimo Alan Watts. Elocuente, paradójico, atrayente, seductor, menudo de estatura, delgado de cuerpo, alargado de cabeza, barba de chivo, ojos vivísimos, aire de predicador callejero, el gurú tramposo, the epicure who drank much, comenzaba por no tomarse en serio a sí mismo. Decía: "cuando uno se pone demasiado serio, sea a propósito del sexo, sea a propósito de la religión, comienzan los crímenes".

Watts, más que nadie, incorporó el Zen y el taoísmo dentro de la propia tradición occidental. "El misterio de la vida no es un problema por resolver, sino una realidad que experimentar". Watts predicaba / practicaba el principio taoísta de que no hay nada más inhumano que las relaciones humanas basadas en la moral, o sea, en la abstracción. Watts había penetrado en lo más profundo de la paradoja del taoísmo / budismo, que es la paradoja de la condición humana, la trampa

Page 2: textos Paniker

ambivalente del lenguaje, el bucle extraño de la autoconciencia.

Era la voz del taoísmo (también del budismo zen): el brinco a la inocencia, la ecológica superación de las fronteras y las dualidades. Pero ya se sabe que en Occidente apenas hay tradición taoísta. Una vez escribí un artículo en esta misma tribuna (El anarquismo como taoísmo), donde explicaba que únicamente un cierto pathos libertario tiene que ver con la recuperación de la inocencia taoísta. El refinamiento coactivo, abstracto, de las sociedades con Estado, con capitalismo, con división de trabajo, con sistema monetario, donde la realidad acaba siendo sustituida por símbolos y modelos, eso exige que haya un dinamismo contrario, algo que nos permita recuperar, o al menos atisbar, la no-dualidad de lo real en sí mismo. Sólo muy recientemente, y a menudo con caricaturas burdas, reaparece en Occidente una actitud sin sentido del pecado. Donde las personas no piden disculpas por ser como son. Donde la introspección no conduce, como en san Pablo, en san Agustín, en Lutero o en Kierkegaard, a la vergüenza de uno mismo.

Pero la matriz judeocristiana es persistente. Aquí, en Occidente, todavía lo más frecuente es pensar que la moralidad sólo puede asentarse en la culpa. Quiero decir que, casi por definición, Occidente es culpa. Fisura. Autodesprecio antropológico como contrapartida de la sumisión. Escritores aparentemente rebeldes como Kafka, Faulkner, Joyce, Becket, Sartre, nos recuerdan constantemente que el mundo es hostil y el hombre es pecador. Sean o no judíos, todos siguen la tradición bíblica, la cultura del pecado, o sea, de la sumisión. El psicoanálisis cómo pesquisa de culpas enterradas en el inconsciente no pretende alcanzar la inocencia sino un mero encaje entre culpa, mente y ego.

De modo que, en Occidente, intentar ser taoísta es complicado. Faltan cómplices y sobran simplificadores. ¿Quién puede ser inocente después de Auschwitz? Recuerdo una comida en Ampurias, frente al Mediterráneo sabio, con Javier Solana, Inmaculada de Habsburgo, Xavier Rubert de Ventós y otros amigos. Solana era ya ministro español de Cultura. Así que le dije a Solana: "puesto que nadie sabe para qué sirve un Ministerio de Cultura, ¿por qué no se dedica una parte del presupuesto para diseñar un espacio cultural sin sentimiento de culpa?" Y he aquí que saltó inmediatamente Xavier Rubert de Ventós: "pero si en la vida sólo hay sentimiento de culpa y cuatro cosas más".

Era la voz de Occidente. Occidente judío, cristiano, existencial, patético, conflictuado, dualista, emprendedor: huimos de la culpa haciendo historia. Nuestro arrepentimiento es esa fuga hacia adelante que llamamos progreso. Pilares de la vieja sociedad industrial, renuncia a las pulsiones instintivas, Sigmund Freud y los grandes a priori de nuestra cultura, con o sin ministerio de la ídem.

Y ésa es la dificultad de ser taoísta, que es la dificultad de ser inocente, que es la dificultad de desaprender todo lo que hemos aprendido, que es la dificultad de liberarse de las trampas del lenguaje ordinario. Todo ello de manera crítica y no ingenua. En el bienentendido que la espontaneidad humana se alcanza cuando los verbos se hacen intransitivos, cuando, superadas las defensas del ego, uno deja que las cosas se organicen por sí mismas, suprimida la frontera entre lo natural y lo artificial, donde la inocencia también es picardía; la ciencia, arte, y todo forma parte de un proceso múltiple, disperso, creador e imprevisible, presidido por el paradigma de la autoorganización.

Page 3: textos Paniker

Teoría de la retroevolución, Salvador Pánikerhttp://elpais.com/diario/1997/06/27/opinion/867362404_850215.html

Ideologías en declive, nacionalismos en auge, fundamentalismo religioso, repliegue neonaturalista frente a los avances de la biotecnología. Uno contempla estos y otros fenómenos afines desde la perspectiva de un modelo más amplio y general. Veamos. He sostenido repetidamente que no se puede comprender mucho de lo que ocurre en el mundo si no se sustituye el concepto lineal y simplista de progreso por el concepto más caótico y complejo de retroprogreso. He expresado la idea de que toda la historia de la ciencia, e incluso de la cultura, se define por un movimiento de parcelación y alejamiento del origen que, paradójicamente, retroalimenta un impulso de recuperar el origen perdido. Cuando una ciencia se hace adulta, se hace también abstracta. A fuerza de compartimentar y parcelar la realidad para conseguir una formalización que permita su tratamiento formal (lógico, matemático, etcétera), la ciencia se aleja de su no-dualidad originaria. Ahora bien, este mismo alejamiento es el que explica que dabajo de toda la aventura del conocimiento humano lata un aliento digamos místico: devolver las cosas a esa no-dualidad originaria. Complejidad creciente y gravitación hacia el origen son entonces dos caras de un mismo proceso.Procede, pues, sustituir el mito canceroso del progreso por la noción más ambivalente de retroprogreso. Procede tomar conciencia de que allí donde el avance no es retroprogresivo los costes del progreso exceden a sus ventajas. Por ejemplo, si la sociedad informatizada no sirve para recuperar ciertas virtudes de una sociedad preindustrial no sirve para mucho. Ya se sabe, pongo por caso, que antes de inventarse el reloj y el calendario, los hombres no tenían la obsesión del tiempo que pasa y que genera angustia. Pues bien, si algún sentido tiene un mundo en informatizada sincronía es el de permitirnos recuperar la vieja sabiduría de las cosas sin tiempo, el presente de un vivir diariamente reinventado.

En la era retroprogresiva todo tiende a ser híbrido, a la vez innovador y tradicional, superado el espejismo historicista que es el espejismo del tiempo lineal. Ya dentro de este contexto, lo retroprogresivo es el verdadero meollo de la llamada posmodernidad. Porque no se trata de que hayan entrado en crisis los conceptos de razón y de progreso: se trata de que se han complejificado. La modernidad ciertamente agoniza. Pero ante esta crisis no van a servir las respuestas parciales: ni el neofundamentalismo (religioso, nacionalista, étnico), ni el posmodernismo que predica el fin de la historia. Aproximarse al origen abriéndose a la incertidumbre del futuro es la clave retroprogresiva que la época reclama. Retroprogresión, posmodernidad: balbuceos de una edad finalmente pluralista, sin discursos totalitarios, sin síntesis supremas, donde la recuperación de las formas del pasado se concilia con la irrupción de las nuevas tecnologías, con el pacto fértil entre complejidad y origen.

Suele denunciarse que Occidente, con la modernidad, apostó por la carta unidimensional del progreso; pero lo que se advierte menos es que nunca desapareció la exigencia de conciliar el progreso (secularización, racionalización, complejidad creciente) con el regreso (aproximación al inagotable origen, recuperación mística de la realidad perdida). De no ver las cosas desde este ángulo, resulta incomprensible, pongo nuevamente por caso, la resurrección de los fenómenos religiosos (y no religiosos), de creencia y mito. Quiere decirse que si el hombre no sintiera una previa necesidad de no-dualidad, si el hombre no fuese un animal intrínsecamente místico, resultaría inexplicable la tendencia, formalmente irracional, a la creencia y a la fe.

En todo caso, terminó aquella simplista identificación, que se indica en el siglo XVIII, entre devenir histórico y progreso. Dicha idea, formulada por primera vez por Condorcet, culminó con la Revolución Francesa, consagrándose el falso antagonismo entre lo nuevo (revolución) y lo antiguo (reacción). Por más que incluso los ilustrados, con el redescubrimiento de la idea de naturaleza y el

Page 4: textos Paniker

mito del buen salvaje, también compensaron su progresismo con una cierta regresión). Después, el siglo XIX fue, sin duda, el siglo de la historia. Lamarck y Darwin, aunque con distintos modelos, coincidieron en el descubrimiento de la evolución. Pero ya con el concepto de entropía comenzó la crisis del progresismo. Finalmente, en física, en biología, en psicología, en ciencias sociales, descubrimos la ambivalencia evolutiva: junto al empuje ascendente, la gravitación hacia el origen. Recordemos una idea de Konrad Lorenz: cuando se producen demasiadas mutaciones sin su correspondiente conservación * del pasado, salen monstruos: por pérdida de genes o por pérdida de tradición. Falla el mecanismo retroprogresivo.

En consecuencia, hay que evitar las simplificaciones. Resulta superficial, por ejemplo, denunciar el antagonismo entre el supuesto irracionalismo posmoderno y la línea histórica de la Ilustración. Es un cliché afirmar que la oposición al progreso se inicia con el romanticismo, se prolonga en Nietzsche y Heidegger y alcanza hasta los estructuralistas de los años sesenta. La cuestión es: ¿quién prohíbe conciliar a Nietzsche y Heidegger con el discurso de las luces? Por no disponer del modelo retroprogresivo, Habermas ha acusado a la posmodernidad de ser un mero regreso a la premodernidad. Ahora bien, nada impide la conciliación ambivalente. Un ser humano retroprogesivo se define por sentirse a la vez secularizado y resacralizado, o séase, por estar abierto simultáneamente a la aventura de la razón y al misterio del origen.

El retroprogreso es, así, un modelo de salud y de equilibrio. "Cuanto más hondas las raíces, más alto el árbol", escribía Nietzsche. El animal retroprogresivo es el que se diferencia en ambas direcciones, el que a la vez que se seculariza y se fragmenta va recuperando la raíz. En términos de psicología profunda: recuperación, primero, del inconsciente; luego, del cuerpo; luego, del medio ambiente; finalmente, de la totalidad. El animal retroprogresivo sabe que puede construir un ego fuerte y racional, y, al mismo tiempo, restaurar la conciencia mística atrofiada. (Lo que el hinduismo llama advaita)., Sabe, además, que ya no valen los sustitutivos. La política, por ejemplo, que ha sido la gran religión de la modernidad, ha entrado en una saludable crisis con el derrumbe de las ideologías marxistas. Hoy ya nadie confía religiosamente en la política como vehículo de salvación. Reducida a proporciones más modestas, la política deja el campo abierto para profundizar en lo estrictamente religioso, que es el lugar del arte y del asombro.

En resolución, el genuino progreso es retroprogreso, dialéctica ascendente/descendente, movimiento en espiral hacia la complejidad y hacia el origen, hacia lo individual y lo colectivo, hacia el espíritu y hacia la materia. Sobre este esquema, y en un momento en que la biotecnología plantea desafíos estrictamente inéditos, sería muy oportuno constituir una nueva teoría de la retroevolución.

Salvador Pániker es filósofo y escritor.

Vivir no es imposible, Salvador Paniker

Conozco a un individuo -vamos a llamarle Tomás- que va por la vida manejando un discurso sintácticamente coherente, pero que sólo tiene que ver con sus propios estados internos. Tomás habla mucho, finge interesarse por las cosas, relaciona fragmentos de racionalidad, encadena tópicos, aparenta normalidad, pero lo que dice tiene que ver exclusivamente con su paisaje interno. El mundo es para él como una mancha de Rorschach que va interpretando en función de sus estados subjetivos, sin enterarse de lo que ve.

Page 5: textos Paniker

Neurología a un lado, al caso de Tomás se le podrían aplicar algunos de los análisis del hoy casi olvidado doctor Lacan. Ya se sabe que la originalidad de Jacques Lacan estribaba en considerar el síntoma esquizofrénico como un desorden del lenguaje, y en dar una versión lingüística del complejo de Edipo. (Michel Foucault señaló que la importancia de Lacan provenía de haber mostrado que no es el sujeto, sino el mismo sistema del lenguaje, el que habla a través del discurso del paciente y a través de los síntomas de su neurosis). La esquizofrenia, y sus muchos derivados, se presentaba entonces como la quiebra de la relación entre significantes. Significante, significado y referente dejaban de estar unidos. Pues bien, se diría que Tomás padece una tal hipersensibilidad / vulnerabilidad frente al llamado mundo real que, como defensa, ha decidido manejar los significantes a su antojo, plegar la realidad a su mundo emocional. Así, por ejemplo, si el mundo real es temporal e implica responsabilidad, Tomás no resiste esa carga, y rechaza el tiempo. Tomás vive en un permanente presente que se traduce en un comportamiento hecho de momentos inconexos. Tomás llega al mediodía a su casa y va dejando los objetos que trae en cualquier parte, olvidando luego donde los ha dejado. No soporta la ilación continua del mundo real. Él ha escogido la discontinuidad instantánea que le libera de toda responsabilidad. (A señalar, dicho sea de paso, la conocida convergencia entre esquizofrenia y postmodernidad, la orientación común a vivir exclusivamente el presente).

Tomás no es ningún débil mental. En una atmósfera de invernadero, sin riesgo y rodeado de aprobación y cariño, puede ser bastante realista, percibir bien el entorno y asumir una cierta responsabilidad. Lo que ocurre es que siempre encuentra algo que le frustra, y automáticamente, se le disparan las defensas. Con todo, incluso entonces, su razón formal sigue funcionando impecablemente. Si algo puede decirse de esos enfermos fronterizos -y quizá de todos los enfermos mentales, en general- es que nunca pierden la razón. Sólo que se trata de una razón "desembragada". A ratos, Tomás me recuerda al personaje robótico de la Sala China de John Searle. Conoce el "manual de instrucciones", su lenguaje parece normal, pero no entiende nada de lo que dice y hace. Pura sintaxis, nula semántica.

Pues bien, cabe preguntar: ¿no hacemos todos lo mismo? Y la respuesta se me antoja clara: naturalmente que hacemos todos lo mismo. El algoritmo de Jacques Lacan -significante / significado- equivale a una fisura que explica una pauta bastante universal: la gente, cuando habla, no suele saber lo que dice. Pero habla, porque tiene necesidad de hablar. (La vida social es un gran síndrome. Todo síntoma puede ser considerado como el significante de un significado oculto). O sea, que sí, hacemos todos lo mismo, sólo que en grados variables de disimulo, con un cierto instinto de adaptación social y, a veces, con un desconcertante grado de habilidad. Recordemos que Sigmund Freud comparaba los sistemas filosóficos con paranoias exitosas.

El caso es que existe una equivocación generalizada: creer que entendemos algo sólo porque somos capaces de relacionar fragmentos de racionalidad. Y lo cierto es que nos pasamos la vida sin entender gran cosa de lo que sucede y apenas nada de lo que nos sucede. Funcionamos por compartimentos estancos y, como dijera Gregory Bateson, creando nuestro mundo de acuerdo con presuposiciones y expectativas. El hemisferio izquierdo del cerebro se encarga entonces de inventar los "cuentos" que a cada momento más nos "convienen". En este contexto, cabe decir también que nuestro pensamiento funciona desde paradigmas más o menos inconscientes (en conexión con el asunto clásico de las ideologías). Ello es que existe una similitud entre el concepto de paradigma y los estados normales de conciencia; en ambos casos se trata de un marco de referencia que nos hace creer en la existencia de un modo natural de ver el mundo. Lo cual es perfectamente falso. No existe un modo natural de ver el mundo.

En fin, decía que nos pasamos la vida sin entender apenas nada de lo que sucede, y de lo que nos sucede. Decía que vivimos encerrados en los "intereses creados" de nuestras redes cerebrales, relativamente ciegos frente a lo real. Y se me ocurre ahora añadir que rellenamos nuestras lagunas

Page 6: textos Paniker

con manías; que somos maniáticos a fuer de inconsistentes. Pues en algo tenemos que apoyarnos, y las manías resultan ser así como muletas, síntomas de huecos, prótesis para nuestras carencias, recursos de supervivencia, cortocircuitos emocionales, decantaciones de impaciencia, maneras de guardar el equilibrio. Cosas así. "Las manías ayudan a vivir", escribió Luis Buñuel, que estaba lleno de ellas. Naturalmente, no me refiero ahora a las manías en tanto que trastornos mentales; hablo, más bien, de su versión cotidiana y diluida, las que en lenguaje coloquial llamamos rarezas, tirrias, aficiones, etcétera. Esas manías pueden ser muy asimétricas. Don José Ortega y Gasset, apóstol de la razón vital, no soportaba los olores corporales; el ascético y agónico Miguel de Unamuno, en cambio, tomaba el sol desnudo en Fuerteventura. ¿Y por qué sería que Virginia Woolf detestaba los mariscos? Todo quisque acaba equipado con algún sistema de gustos y disgustos que son como aparatos ortopédicos.

No, no entendemos gran cosa de lo que sucede y de lo que nos sucede. Porque, en teoría, para entender algo de verdad, habría que entenderlo previamente todo. De ahí el señuelo de las síntesis totalitarias. Ahora bien, dejando a un lado las manías, cabe sobrevivir -sin síntesis totalitarias- si uno encuentra algún margen de maniobra. Algún margen para respirar. La filosofía como arte de navegar, por ejemplo. Al fin y al cabo, los filósofos, más que a "la verdad", aspiramos hoy a una cierta irónica convivencia, que diría Richard Rorty. Conscientes de nuestras modestas posibilidades, herederos de Darwin y de Buda, pero también de Wittgenstein y Dewey, somos antes terapeutas que filósofos. Nos concierne la salud. La salud física y mental.

Y junto a la filosofía como arte de navegar, la política como estrategia cotidiana, el humor como equilibrismo, la meditación como catarsis. A la postre, política, arte de navegar, meditación y equilibrismo inciden. La política sirve para ir soslayando las patologías del prójimo, y las de uno mismo, y para sintonizar con ese pequeño espacio de libertad donde la gente, mínimamente, comunica. Y es obvia la semejanza de esto con el arte de navegar, que es también el arte de pasar la maroma. Tocante a la meditación, ella es la que proporciona la indispensable dimensión de lucidez, que es la otra faz del imposible conocimiento totalitario. El caso es que, a pesar de los pesares, no estamos enteramente desprovistos de recursos -recursos para sobrevivir en un ámbito de relativismo nihilista-, y así lo tengo escrito en las últimas líneas de mi libro Filosofía y mística: "Aunque parezca extraño, vivir no es imposible".

Salvador Pániker es fílósofo y escritor.

Salvador Pániker: "La sociedad ha sustituido al filósofo por el neurocientífico"

Según Salvador Pániker, "con esa predilección por lo tecnológico de materialismo pragmático", la sociedad queda huérfana y "creamos robots amnésicos, no seres humanos completos"

Barcelona. (Irene Benedicto/EFE).- Si el filósofo no tiene suficiente voz en la vida pública, es porque los políticos y la sociedad en general "lo han sustituido por neurocientíficos", en los que se deposita ahora una gran confianza, aún más que en "sociólogos y científicos", ha denunciado

Page 7: textos Paniker

Salvador Pániker.

La filosofía rehuye "soluciones simplistas y utópicas" y, al contrario, explora "la complejidad, que requiere más imaginación, más creatividad", ha insistido en una entrevista con Efe el filósofo Salvador Pániker, fundador de la editorial Kairós, especializada en mística y ciencia de Oriente y Occidente.

"Desearía una recuperación de la sabiduría filosófica", postula Pániker (Barcelona, 1927), aunque matiza que es "muy escéptico" sobre ello, ya que "los filósofos no dan siempre en el clavo: era lo que defendía Platón y le fue bastante mal".

Sin filósofos y "con esa predilección por lo tecnológico de materialismo pragmático", la sociedad queda huérfana y "creamos robots amnésicos, no seres humanos completos", por lo que esgrime que "es un disparate suprimir las humanidades de la enseñanza".

Cuando, para romper con la dinámica de ignorar al filósofo, a Salvador Pániker se le pregunta por la actualidad política, se postula como "muy europeísta", por lo que no cree en "el dividismo", sino en las "soberanías compartidas".

"El concepto de nación se inventó en el siglo XVII para salir del feudalismo. Ahora está en crisis, hay que inventar otra cosa para entrar en una globalización imparable", ha argüido.

Aún así, considera como "extraordinario e insólito" que "el interés general y el particular puedan ir unidos, en un mundo que siempre ha estado en guerra de todos contra todos". En esa "mezcla entre socialdemocracia y liberalismo que preside la civilización occidental" reconoce la huella de pensadores como Locke.

Sobre los escándalos de corrupción, Pániker apunta que, "además de corruptos y corruptores", entiende que "en una sociedad compleja es inevitable que haya corrupción" y recuerda que la democracia es solo "el sistema de gobierno menos malo de todos".

Por lo que respecta a las nuevas formaciones políticas que anuncian "el cambio", lo interpreta como "un síntoma de vitalidad apreciable". Con pedagogía, "una nueva forma de democracia de la complejidad, de la incertidumbre pero de la creatividad, nos alcanzará, y eso es lo divertido".

Como filósofo, Salvador Pániker se defiende como "agnóstico místico", porque no cree en las "religiones institucionales", aunque tiene un "sentido de la trascendencia" que encuentra a través del arte.

Rechaza, en cambio, la etiqueta de "filósofo vitalista" que se le atribuye en internet y justifica con sencillez que no es "como tantos otros intelectuales que pasan el día quejándose", aunque comprende que "la vida puede ser muy desagradable".

En otro orden de cosas, Pániker es un firme defensor de una muerte digna, una causa por la que luchó durante dos décadas como presidente de la Asociación Derecho a Morir Dignamente de España (ADMD).

Los políticos han "soslayado" el enfrentamiento con la Iglesia, aunque concede que "el Partido Socialista ya lo hizo por el matrimonio homosexual y las células madre" cuando estuvo en el Gobierno, pero en la eutanasia prefirió contenerse.

"Hablar de la muerte sigue siendo un tabú, se considera de mal gusto" en Occidente, Aún así, los

Page 8: textos Paniker

mayores avances se han hecho en Bélgica, Holanda, Suiza y algún estado de los Estados Unidos y Australia, ya que se ha tratado como "un derecho humano de primera generación" que tiene que ver con "la libertad, ser dueño de su propio destino hasta el final".

En España, el Código Penal es lo suficientemente "flexible" para que, "si alguien ayuda a morir a otro y no tiene antecedentes penales, no vaya a la cárcel", como en el caso del tetrapléjico Ramón Sampedro, que inspiró la película Mar adentro y con quien se colaboró mucho desde la ADMD.

"Es un escándalo que la gente siga sufriendo y tenga que morir tan mal", denuncia. La implantación de los cuidados paliativos "ha dulcificado" la muerte, pero el problema "todavía no está resuelto". Y estamos preparados para dar el paso pues, según el ahora presidente de honor de la ADMD, "el 70 % de los españoles estaría de acuerdo con una ley de eutanasia activa".

Leer más: http://www.lavanguardia.com/cultura/20150808/54435709598/salvador-paniker-filosofo-neurocientifico.html#ixzz3ip7GEvye