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Monsieur José Carlos Bermejo Barrera Testimonios mudos. La arqueología entre la ciencia natural y la ciencia cultural In: Dialogues d'histoire ancienne. Vol. 28 N°1, 2002. pp. 93-111. Resumen •En este trabajo se trata de establecer el estatuto epistemológico de la arqueologia como ciencia basada en el estudio de los objetos, sin la ayuda del lenguaje. Se concluye que posée une doble estatuto como ciencia de procesos naturales y como conocimiento de lo simbólico. Résumé •Dans ce travail, on tente d'établir le statut épistémologique de l'archéologie en tant que science fondée sur l'étude des objets, sans l'aide du langage. La conclusion en est que l'archéologie a un double statut : de science des procès naturels, et de connaissance du symbolique. Abstract •This paper deals with the epistemological status of Archaeology as a science which is based on the study of object without the help of language. Main conclusion is that Archeology has a double status as science of natural processes and as knowledge of symbolic thought. Citer ce document / Cite this document : Bermejo Barrera José Carlos. Testimonios mudos. La arqueología entre la ciencia natural y la ciencia cultural. In: Dialogues d'histoire ancienne. Vol. 28 N°1, 2002. pp. 93-111. doi : 10.3406/dha.2002.2462 http://www.persee.fr/web/revues/home/prescript/article/dha_0755-7256_2002_num_28_1_2462

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Monsieur José Carlos BermejoBarrera

Testimonios mudos. La arqueología entre la ciencia natural y laciencia culturalIn: Dialogues d'histoire ancienne. Vol. 28 N°1, 2002. pp. 93-111.

Resumen•En este trabajo se trata de establecer el estatuto epistemológico de la arqueologia como ciencia basada en el estudio de losobjetos, sin la ayuda del lenguaje. Se concluye que posée une doble estatuto como ciencia de procesos naturales y comoconocimiento de lo simbólico.

Résumé•Dans ce travail, on tente d'établir le statut épistémologique de l'archéologie en tant que science fondée sur l'étude des objets,sans l'aide du langage. La conclusion en est que l'archéologie a un double statut : de science des procès naturels, et deconnaissance du symbolique.

Abstract•This paper deals with the epistemological status of Archaeology as a science which is based on the study of object without thehelp of language. Main conclusion is that Archeology has a double status as science of natural processes and as knowledge ofsymbolic thought.

Citer ce document / Cite this document :

Bermejo Barrera José Carlos. Testimonios mudos. La arqueología entre la ciencia natural y la ciencia cultural. In: Dialoguesd'histoire ancienne. Vol. 28 N°1, 2002. pp. 93-111.

doi : 10.3406/dha.2002.2462

http://www.persee.fr/web/revues/home/prescript/article/dha_0755-7256_2002_num_28_1_2462

Dialogues d'Histoire Ancienne 28/1, 2002, 93-111

Testimonios mudos. La arqueologia entre la ciencia natural y la ciencia cultural*

Résumés • En este trabajo se trata de establecer el estatuto epistemológico de la arqueologia como

ciencia basada en el estudio de los objetos, sin la ayuda del lenguaje. Se concluye que posée une doble estatuto como ciencia de procesos naturales y como conocimiento de lo simbólico.

• Dans ce travail, on tente d'établir le statut épistémologique de l'archéologie en tant que science fondée sur l'étude des objets, sans l'aide du langage. La conclusion en est que l'archéologie a un double statut : de science des procès naturels, et de connaissance du symbolique.

•This paper deals with the epistemological status of Archaeology as a science which is based on the study of object without the help of language. Main conclusion is that Archeology has a double status as science of natural processes and as knowledge of symbolic thought.

Solia utilizarse como criterio en los viejos manuales de Historia universal, a la hora de establecer un limite entre la prehistoria y la historia, la presencia о la ausencia de testimonios escrîtos. Ноу en dia esta criterio parece ya no estar tan de moda cuando se trata de establecer distinciones tajantes en el ámbito del conocimiento historko ; sin embargo escondía una verdad muy profunda. Y es que el documento escrito esconde en su seno algo mucho más profundo, el lenguaje, con la cual esa vieja distinción lo que venía a seňalar era la profunda interconexión existente entre historia y lengua. Cuando Hegel (Hegel, 1927) trataba en sus Lecciones sobre filosofta de la historia universal el problema del comienzo del proceso histórico utilize también el recurso a la escritura, puesto que la escritura seňala la aparición de la autoconciencia, es decir, el primer momento en la historia de la humanidad en el que el hombre adquiere conciencia de si mismo, estableciendo una distinción tajante entre el reino del ser-en si y el reino del ser-para si.

La interrelación entre historia y lenguaje posée une doble vertiente : filosófica y metodológica. En el primero de esos aspectos lo que se destaca es que el lenguaje es un componente fundamental de la condición o la naturaleza humana, mientras que en el segundo de ellos lo que se pone de manifiesto es

José Carlos Bermejo Barrera, Universidade de Santiago de Compostela.

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que en la época de Hegel, y también en la actualidad, los historiadores dependen casi exclusivamente del documente escrito, hasta el punto de que uno de ellos, Peter Burke (Burke, 2001) acaba de destacar la importancia que el testimonio visual podría tener para el historiador como si se tratase de una gran novedad.

El problema que queremos plantear a continuación es precisamente este : I Cómo es posible el conocimiento de las realidades humanas sin el conoci- miento del lenguaje ? Normalmente en historia no suele darse el caso de que desconozcamos radilcalmente el lenguaje hablado por los seres humanos objetos de nuestro estudio, lo que tampoco suele ocurrir en campos como el de la Arqueología clásica, que fluye siempre en paralelo a los dominios de la Filología clásica y la Historia antigua. Pero si que es radicalmente cierto en el campo de la Prehistoria, en donde nuestro desconocimiento de los lenguajes hablados es una dura realidad.

-I-

Durante siglos la Historia ha sido totalmente dependiente del testimonio escrito ; quizás en ello haya influido el que en sus origenes helénicos el historiador se definiese a si mismo como un testigo presencial, y es évidente que de poco vale el testimonio de un testigo mudo. Sin embargo, ya también desde la propia Antiguedad clásica los griegos se encontraron con objetos provinientes del pasado a los que era necesario dar alguna interpretación. Recordemos que Aristoteles creía que las murallas de Micenas habían sido obra de los Cíclopes, siguiendo en ello una creencia comun ; los huesos de animales prehistóricos podían interpretarse como huesos de algun héroe, como es el caso de los huesos de Teseo encontrados en la isla de Esciro (Nilsson, 1986) ; о bien el descubri- miento de antiguas tumbas podía ser utilizado como testimonio de la existencia de una población anterior, como en el caso de Tucidides, que llega a establecer un paralelismo entre los bárbaros de su época y los griegos de antaňo.

Esa presencia constante de huesos, instrumentes o construcciones extra- ňas ha sido una constante a lo largo de la historia occidental, y ha llevado al desarrollo de! coleccionismo de los mismos, un coleccionismo desarrollado totalmente al margen de la historia (Momigliano, 1984 ; Pomian, 1990). El colec- cionista puede llegar a alcanzar un conocimiento notable de las antigiiedades, puede clasificarlas y datarlas, pero no espéra obtener de ellas ningun tipo de conocimiento profundo acerca del pasado о acerca de la naturaleza humana.

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El desarrollo de la Arqueología prehistórica a partir del coleccionismo supuso un importante cambio, puesto que a partir de entonces ya no se trata simplemente de clasificar tipológicamente, sino de obtener de los objetos un conocimiento del pasado, tratando de crear una ciencia nueva, quizás indepen- diente de la historia, en cuanto a su metodo, pero no en cuanto a sus resultados, que supondrian simplemente una ampliación de nuestro conocimiento del pasado. Centrémonos en la cuestión del método y preguntémonos preci- samente si existe ese método y que tipo de conocimiento puede otorgarnos.

Lo primero que tendriamos que destacar al hablar de un objeto es su carácter material. También los documentos escritos están compuestos de materia, pero en ella guardan un mensaje, que en principio transciende a la propia materia, entendida espacialmente. Podríamos plantearnos aqui, y ello séria muy pertinente, la vieja distinción entre materia y espíritu como los dos compo- nentes de la naturaleza humana, distinción que René Descartes estableció claramente como la incompatibilidad de dos sustancias : la res cogitans y la res extensa. Es évidente que hasta ahora los historiadores han estado claramente a favor de la sustancia pensante, destacando las conexiones entre ella y sus conceptos propios, como los de espíritu del pueblo, cultura, estado, organiza- ción social... Unicamente en fechas relativamente recientes autores como Lucien Febvre o Fernand Braudel han intentado destacar los componentes espaciales del conocimiento histórico, seňalado la estrecha vinculación existente entre geografia e historia (Braudel, 1985, 1986), e incluso la existencia de lo que el propio Braudel ha llamado la "civilización material", que no es nadá más ni nada menos que el sistema de objetos entre los que se mueven las gentes de una época y una cultura determinadas en el desarrollo de su vida cotidiana.

Vamos a centrarnos, pues en el mundo de la materia extensa, en el mundo de los objetos, que es lo unico accessible al prehistoriador, y trataremos de ver cuál es su logica, con el fin de establecer los principios genéricos de la Arqueología entendida como lo que podríamos llamar ciencia natural.

Es évidente que los seres humanos poseemos un cuerpo, o quizás no somos nada más que nuestro cuerpo. Debemos partir pues de la evidencia del cuerpo a la hora de establecer un principio epistemológico que nos permita construir esta ciencia. Algunos filósofos, como M. Merleau-Ponty (Merleau-Ponty, 19943) han tratado de reconstruir la filosofia sobre esta base, y es a ellos a los que en principio deberíamos seguir, como han hecho reciente- mente algunos teóricos de la Arqueología, con mayor o menor éxito (Holtorf

y Karlsson, eds., 2000).

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El hombre tiene un cuerpo - o más bien es un cuerpo - y ese cuerpo no es algo aislado sino que esta en correlación constante con un medio fisico, del que obtiene los elementos fundamentales para su subsistencia (aire, alimentos, vestidos...). En ese sentido su relación con el medio no es diferente de la de las demás especies animales. El hombre debe buscar un equilibrio con su medio, un equilibrio ecológico, y por esa razón la Ecología puede servir como la primera base sobre la que construir esta ciencia. Es esta una perspectiva évidente para un prehistoriador, y también ha sido desarrollada recientemente por parte de los propios historiadores, que han analizado asi la historia de Occidente (Diamond, 1998), о la historia de una cul tura concreta, como la de la Grecia Antigua (Sallares, 1990). La perspectiva ecológica no se basa unicamente en el estudio de los artefactos, sino en el estudio del medio geográfico y de todo elemento que pueda permitirnos reconstruir la relación entre este y los seres humanos, como pueden ser los elementos que permiten el desarrollo de la paleoclimatologia, el estudio de la vegetación y la fauna, o el propio análisis del paisaje.

De acuerdo con esta perspectiva la Arqueología prehistórica podría ser denominada ciencia de la ecología humana, y ser por lo tanto una parte de la Biologia, que podría estar en estrecha conexión con la Antropología física, a la que corresponderia définir al ser humano como especie animal. Dicha perspectiva supondria minimizar, о por lo menos contemplar bajo una óptica totalmente diferente, las dimensiones tecnológica y social de los seres humanos, que serian unicamente estudiadas como mecanismos de adaptación al medio, desarrollados en lo que podriamos llamar una escala ampliada.

No cabe duda alguna de que esta persepctiva posée un gran interés, pero presupone dejar considerablemente de lado lo que hasta ahora se venia considerando como la materia prima con la que trabajan los arqueólogos : los objetos de todo tipo, incluyendo entre ellos las construcciones, que constituyen las evidencias que definen las llamadas culturas de la prehistoria.

La mayor parte de estos objetos tuvieron en el pasado alguna función eminentemente práctica: instrumentos de trabajo о de guerra, utensilios de cocina... Por ello otra definición de la Arqueología que hasta ahora ha sido prédominante ha sido la de la Arqueología como ciencia de la tecnologia del pasado. En este sentido, el prehistoriador es un paleo-ingeniero, que analizaria los procesos de la producción de bienes, en sentido muy amplio. Para ello nuestro arqueólogo debe partir ya no de una definición ecológica de la especie humana, sino de una definición nueva, en la que el ser humano pasa a ser

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definido como trabajador. En este sentido, una definition más bien vulgar del materialismo historko podría ser de gran utilidad para este tipo de arqueólogo. Su objeto de estudio séria el desarrollo de las fuerzas productivas, en definitiva de las tecnologias en si mismas, dejando en gran parte a un lado el problema de las relaciones sociales de production, que en principio se le escapan, en tanto que su estudio presupone sumergirse en el estudio de la estructura social. Por decirlo en términos del propio Karl Marx : el prehistoriador séria más bien experto en el estudio del valor de uso de los bienes, pero le séria casi inaccesible el valor de cambio, que es precisamente el que establece la naturaleza económica y por lo tanto social de los bienes, como dejó claro Marx en el Capital (Marx, 1946). No obstante, algunas versones del marxismo, como la desarrollada por Cohen (Cohen, 1986) a nivel general, о рог V. Gordon Childe (Gordon Childe, 1981) en el propio campo de la Prehistoria, podrian servir como base teórica para este tipo de prehistoriador paleo-tecnólogo.

Más alla de la ecología y de la tecnología nos encontramos con los objetos en si mismos, que podrian ser estudiados bajo una nueva perspectiva, comun a historiadores y arqueólogos. Y es el hecho de que los objectes trascienden su función meramente tecnológica. Habíamos dicho que el ser humano tiene un cuerpo. Ese cuerpo esta en el mundo, en el mundo fisico, en un incesante inter- cambio con él. El mundo fisico es un mundo extenso en el que el ser humano convive con otros seres y en el que se mueve constantemente entre objetos. Ese mundo fisico constituye lo que podriamos llamar, siguiendo a Edmund Husserl, el Lebenswelt, el mundo de la vida, de la experiencia inmediata, a partir del cual se desarrolla toda nuestra vida emotiva, intelectual y social (Husserl, 1991). La Arqueología, más alla de la Ecología y de la tecnología, podría definirse como ciencia del mundo de la vida, del entorno material en el que los seres humanos desarrollan sus actividades. Ese mundo de la vida posée un componente material y sensorial, un componente emotivo y social y un componente intelectual. La Arqueología séria la ciencia de lo sensorial del mundo de la vida. Su función séria la de describir el mundo en el que vivimos bajo este aspecto.

En ese mundo estamos en contacto con los elementos y ese contacto con los elementos posée una logica propia, que Gaston Bachelard (Bachelard, 1958, 1973, 1978, 1994) intenté desarrolar partiendo de la fuentes escritas. Esa logica de la materia, о dicho de otro modo, esa logica de las propiedades sensibles, tan del gusto de С. Lévi-Strauss (Lévi-Strauss, 1964), séria une de las labores que tendria que desarrollar el arqueológo. Pero dicha labor no se quedaría

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en los elementos (agua, fuego, aire, tierra), sino que abarcaria el sistema de los objetos que definen la vida cotidiana ; los instrumentes de cocina, los vestidos, el mobiliario y la decoración, la casa, etc. La estructura básica del mundo de la vida, que también podría ser definida como el conjunto de los existenciarios de M. Heidegger (Heidegger, 1951), séria el tema fundamental de la Arqueologia entendida como ciencia de los objectos, ciencia que deberia buscar sus bases filosóficas en los autores que hemos citado y que, en principio, podría definirse como un punto arquimédico entre la ciencia natural, la Biologia y la tecnologia, y la ciencia de la cultura. En este sentido la Arqueologia podría reivin- dicar, luego veremos hasta que punto, su independencia de la Historia. La Arqueologia requeriria un proceso de descolonización de su antigua potencia hegemónica. Aspiraría a liberarse de las abstracciones de la Historia : el estado, la nación, el espiritu..., e intentaria asentarse en un mundo propio : el mundo de lo material, el mundo de los objetos, que constituirian el nivel básico de nuestra vida cotidiana, de nuestro mundo de la vida.

-II-

Hemos delimitado nuestro campo de estudio. Ahora nos corresponde intentar descubrir su logica interna. Tenemos al arqueólogo instalado en su propio campo, pero i cómo actúa dentro de él ?, o dicho en otros términos : I cuál es su modo de razonar ?

Si tuviésemos que buscar la herramientas fundamentales de la mente arquelógica creo que sin duda alguna nos encontrariamos con la analogia. La analogia es su forma básica de razonar. El arqueólogo, y sobre todo el pre- historiador, se encuentra con objetos extraňos, tan extraňos que durante mucho tiempo se les atribuyó un origen sobrenatural (piénsese en las famosas "piedras de rayo"). Lo que tiene que lograr es reducir lo extraňo a lo familiar y aclarar la función de esos objetos dentro del mundo de la vida. Para ello dispone de una evidencia inmediata : su propio mundo de la vida, su entorno fisico, en el que objetos similares cumplen más o menos las mismas funciones. Partiendo de ese mundo puede ir retrocediendo en el tiempo, de las sociedades industriales a las preindustriales más próximas, para poder establacer asi una cadena que le pemita llegar hasta el pasado.

En muchas ocasiones tendra que comenzar por mirar a su propio entorno y tratar de ver cómo funciona o funcionaba en él ese mundo de la producción tradicional - no industrial - y de la vida cotidiana : vivienda, preparación

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de alimentos... Es lo que hicerion en su momento los enciclopedistas cuando recurrieron a artesanos para ver cómo eran sus máquinas y sus técnicas, sobre las que se asentaba, en definitiva, la cultura de la Ilustración. Los enciclopedistas descubrieron y la Encyclopédie es sin dudá un monumento dedicado a la técnica preindustrial) que la cultura europea del siglo XVIII tenía unos protagonistas secretos : los artesanos, cuyo papel muchas veces habia sido ensalzado por los filósofos, como Platón (Vidal-Naquet, 1981), haciendo de Dios un gran demiurgo - como en el siglo XVIII hacían los masones con su dios albaňil], a nivel especulativo, pero uniendo esa alabanza al desprecio de los artesanos reaies.

El mundo de las técnicas y el mundo de la materia en el que vivimos es un mundo complejo, posée la estructura de un sistema. Unos elementos se encadenan con otros. La fabricación de un producto dépende muchas veces de otros productos ya fabricados. Por ello arqueólogo no sólo le corresponde describir los objetos y clasificarlos (eso también lo hacían los coleccionistas), sino básicamente describir la cadena de la producción en todos sus nivelés y ver cómo esa cadena engendra una determinada civilización material, un mundo de objetos en el que desarrollamos nuestras vidas. En este análisis se va a desar- rollar una tension constante entre el présente y el pasado, entre lo proximo y lo lejano, entre lo familiar y lo desconocido, y el instrumento sobre el que descansa esa tension sera, como ya seňalamos, el razonamiento por analogia.

El razonamiento por analogia plantea numerosos problemas, puesto que no es el modelo básico del pensamiento científico, que precisamente debe tratar de evitar la analogia, la semejanza : en suma, la metafora. La analogia puede ser muy peligrosa porque es necesario establecer sus instrucciones de uso, sus reglas, con el fin de no desviarnos del seguro camino de la ciencia, segun la metafora de la que tanto gustaba Kant.

La ciencia intenta establecer relaciones entre los fenómenos de la observación ; la analogia también. Lo que ocurre es que la ciencia intenta crear un lenguaje, el lenguaje matemático, que saque a la luz las correlaciones y que évite las ambigùedades, la multiplicidad de sentidos, en definitiva la analogia. El arqueólogo intenta desarrollar un método científico, pero se encuentra con dos dificultades. En primer lugar carece de un lenguaje bien construido - sin ambigùedades - como el lenguaje matemático, y en segundo lugar se mueve exclusivamente en el mundo de las propiedades sensibles. También el fisico trata de las propriedades sensibles, es cierto, pero es que las que el estudia el arqueólogo poseen un componente vivencial inmediato, que sin dudá esta

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ausente en la fisica. El arqueólogo debe aspirar a describir el estar en el mundo de los seres humanos, utilizando la expresión heideggeriana, y en ese estar en el mundo existe un componente vivencial que no puede ser reducido a ninguna expresión matemática. Dicho componente vivencial lo percibe, además, al margen del lenguaje, que desconoce en el caso de la prehistoria, con lo cual tendriamos que asentarnos en otro mundo, el del pensamiento prepredicatico, es decir, anterior al lenguaje (habria que seňalar aquí que no debe entenderse "anterior" en sentido evolutivo). Esta pensiameno es reivindicado por Husserl y Heidegger, y tambien parcialmente descrito por Lévi-Strauss al concebir el mito como metalenguaje (y por lo tanto independiente de los sistemas lingùisticos) y por E. Cassirer ( Cassirer, 1945, 1975), al définir el hombre como un animal simbólico, siendo los símbolos también anteriores al propio lenguaje articulado, como también ha seňalado Gilbert Durand (Durand, 1989).

El mundo de lo prepredicativo es muy mal conocido en la filosofia euro- pea, que siempre ha definido al ser humano como animal racional, о también, como seňalaba el propio Aristoteles, como el "animal que posée el logos", es decir, el lenguaje. También la Psicologia, entendida durante mucho tiempo como ciencia de la conciencia, ha establecido una vinculación excesiva entre ser humano, conciencia y lenguaje. Pero desde el desarrollo del psicoanálisis de Freud y el descubrimiento del inconsciente, como ha destacado Mclntyre (Mclntyre, 1958), y ultimamente con el desarrollo de las neurociencias (Damasio, 2001 ; Searle, 2000 , Campbell, 1994 ; Gardner, 1987 ; Cairns-Smith, 2000) se pone de maifiesto que el pensamiento no puede reducirse a lenguaje, ya que existen formas de pensar entre los animales (Mclntyre, 2001), y el propio pensamiento, en definitiva, no es más que un desarrollo de los esquemas sensoriomotrices (Piaget y Garcia, 1982).

La Arqueologia entendida como ciencia de las propiedades sensibles, como descripción del mundo de la vida, podría desempeňar en esta perspectiva un papel fundamental para el conocimiento de la vida humana, estando intimamemente vinculada a otro conocimientos como la ecologia, la tecnologia, la antropologia e incluso las neurociencias y la propia filosofia, que tendra mucho que aprender de ella en tanto que ciencia de lo concreto, del mundo inmediato, que los filósofos han intentado describir desde el desarrollo del existencialismo y de las filosof ías de la vida.

Ahora bien i séria en este caso una ciencia natural ? Parcialmente si, en tanto que se entroncase con la Biologia y las neurociencias, por ejemplo, pero también habria que decir que parcialmente no, en tanto que su instrumento

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cognoscitivo fundamental séria la analogia y en tanto que se asienta en la expe- riencia inmediata, en la experiencia sensorial y emotiva de la materia. La Arqueología, paradójicamente tendría un clarísimo puente de union con la filosofia, о рог lo menos con un tipo de filisofia, la que trata de captar la experiencia de la vida en un terreno previo a las ciencias naturales, pero no inferior a ellas, puesto que séria, al fin y al cabo, aquel en que esas ciencias se asientan : hablamos de la filosofia de Husserl, Heidegger, Dilthey u Ortega y Gasset, y no de otro tipo de filosofia, como la analitica.

Ahora bien, si ese es el terreno en el que se debe asentar, i cómo habría que plantearse su relación con otro tipo de conocimiento de larga tradición ? I Cómo habría que plantearse su relación con la Historia ?

- Ill -

El problema de las relaciones entre la Arqueología y la Historia ha hecho correr rios de tinta. En ese debate, como en todos los debates apasionados y complejos, se interfieren diferentes nivelés, por lo que nuestra primera labor debería ser establecer algunas distinciones básicas, delimitando claramente lo que es el nivel metodológico, el nivel de las ideas générales sobre las que se asienta el discurso de ambas disciplinas, y el nivel epistemológico.

Metodológicamente la Historia y la Arqueología se diferenciarian, como hemos dicho, por el tipo de materiales con los que trabajan : la Historia básica- mente con los documentos escritos y la Arqueología con los objetos materiales en los que no hay grabado ningún tipo de escritura. Hay casos, como el de la Arqueología clásica, en los que puede utilizarse ambos tipos de documentos. Lo que ocurre es que en ellos se suele establecer la primacia de uno sobre el otro, dependiendo en ocasiones simplemente de la especialización del estu- dioso, privilegiando asi lo escrito sobre lo material o viceversa.

En realidad tendriamos que decir que, pesé a la primacia de lo escrito, que nos suele dar una informacióon mucho más rica, el documente arqueoló- gico no puede redurcise ni subordinarse totalmente al documento escrito, ya que nos da acceso a una realidad especifica, de la civilización material, que para ser comprendida ha de experimentarse sensorialmente, y que no puede ser reducida del todo a una expresión linguística. Nosotros percibimos el espacio con nuestros sentidos (Bollnow, 1969) y esa percepción posée una naturaleza especifica, estando directamente unida a ella la percepción de la materia, en nuestro mundo contemporáneo y en el pasado. El lenguaje puede intentar

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describirnos esa percepción, pero para que nos sea comprensible debemos recurrir a la analogia a partir de nuestra percepción inmediata. En este sentido, son los documentos arqueológicos y los monumentos los que nos pueden dar acceso a esa realidad, por lo que el testimonio escrito nunca logrará domesticarlos.

Establecer la omnipotencia del testimonio escrito séria en el caso de la Arqueología clásica una muestra infantil de imperialismo metodológico, y llev-aria a negar la identidad de otras partes de la Historia, como la Prehistoria, en la que el recurso al documento escrito es simplemente imposible.

Ahora bien, tras ese imperialismo infantil se esconde algo más profundo, como son las ideas о concepciones globales sobre las que se basa la Historia, que explican lo arraigado de ese prejuicio. La primera de ellas consiste en créer que la Historia estudia básicamente el tiempo, el devenir, el cambio, siendo el hombre un ser temporal, más que espacial, espiritual más que material. La Historia séria una ciencia del sentido interno, utilizando la expresión kantiana, mientras que las ciencias del sentido externo, de lo espacial, serian las ciencias naturales, comenzando por la Fisica.

El cambio se da en el tiempo ; si privilegiamos el cambio, la civilización material nos planteará un problema, puesto que hasta el siglo XIX fue muy reacia al propio cambio, forma parte de lo que Braudel llamaba, sin dudá alguna, la larga duración. Piensése en la gran continuidad de muchos elementos de la vida campesina, desde el Neolitico a la Revolución industrial. Lo material, como la propia materia, parece inerte, y por ello no es muy del gusto de los historiadores, aparté de por la vinculación de muchos de ellos, hasta bien entrado el siglo XIX, con los elementos llamados espirituales de la vida humana, como la nación, el estado, la cultura, etc.

Este carácter privilegiado de lo espiritual y del tiempo ha estado directa- mente vinculado al hecho de que la Historia ha sido definida básicamente como narración. El papel privilegiado que los historiadores le han concedido al tiempo se ha debido a que el tiempo es un componente fundamental del relato, como ha seftalado Paul Ricœur (Ricœur, 1983-1985). En realidad, los historiadores han confundido muchas veces el tiempo del relato con el tiempo social, e incluso con el tiempo del mundo fisico, por créer que su discurso era una expresión perfecta de la realidad, y no -como en realidad es- una aproximación parcial y tentativa de ella.

No hay ningún relato inocente. Todos los relatos poseen un sentido, y para desarrollarlo los historiadores han creado un instrumentů fundamental

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de su trabajo : la noción de acontecimiento. El acontecimiento ha sido definido por los historiadores como el átomo o el ladrillo a partir del cual se contruye la historia. Para ellos el acontecimiento es solido, posée realidad, es determi- nable en el espacio y en el tiempo, y dado que además lo atestigua uno o varios documentos, es la base solida y perdurable del conocimiento historko.

No hay duda que lo fáctico posée une carácter brutal. Un acontecimiento, una catástrofe, por ejemplo, es puntual, pero contundente. Lo que ocurre en ella en un instante puede condicionar seriamente el futuro. Y sin duda existen acon- tecimientos que han sido, son y serán decisivos. Pero el acontecimiento también es una creación del relato. Cada historiador créa un determinado tipo de acontecimientos : el historiador politico los acontecimientos políticos, el de la economía los acontecimientos económicos, y asi sucesivamente. En esa creación de acontecimientos es fundamental la selección del tipo de documentos con los que el trabaja, basada en una operación de exclusion. Hay documentos pertinentes y otros que no lo son para el estudio de un tema, es cierto. Pero también lo es que hay documentos que se excluyen del campo de interés del historiador simplemente porque no encajan en sus concepciones de lo histórico. Piénsese en la ausencia de lo econômico y social en el historicismo alemán, en la ausencia de las mujeres en la historia hasta fecha reciente. . .

Naturalmente esta vision de la historia como relato basado en el acontecimiento dificulta el estudio de documento no escrito y de la civilización material, en cuya historia hay pocos acontecimientos decisivos por haber en ella una gran continuidad, en la que más que contar relatos se describen sistemas, y en la que no suelen estar présentes otros de los ídolos de la tribu de los historiadores, utilizando la expresión baconiana : los grandes personajes.

Un relato requière un protagonista, o varios. Los historiadores han selec- cionado sus protagonistas a lo largo del tiempo y además les han dado, casi siempre, un componente heroico - no en vano la Historia nace a partir de la epopeya -, ya sea el héroe un guerrero о un rey, un lider sindical o las protagonistas de la lucha por la liberación de la mujer. En Arqueología prehistórica no hay grandes pesonajes protagonistas de ningún relato. Existieron sin duda individuos, pero desconocemos sus nombres, porque desconocemos su lengua, y esa ausencia de nombres propios es sin duda algo que caracteriza fuertemente a la Arqueología prehistórica. Pero es que además los objetos materiales que el prehistoriador estudia sólo nos dan acceso a otro tipo de mundo : el de las relaciones con el medio, el de las técnicas y el de la sensación y la imaginación de la materia, en el que los nombres propios no son

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sin dudá importantes. La Arqueología prehistórica no sólo es ciencia de lo colectivo (también la historia lo es), sino de lo anónimo. Y lo anónimo es el gran anemigo del historiador, que siempre trata de establecer la diferencia : entre naciones, culturas, pueblos o individuos.

Si la Arqueología es el saber de lo anónimo, de lo continio, si en ella no hay historia que contar, en el sentido tradicional, es lógico que en principio parezca incompatible con la Historia. La Arqueología es además un saber de lo concreto, de lo sensorial, que se enraiza en el cuerpo. En ese sentido tampoco es del agrado de muchos historiadores que quieren poner su saber al servicio de una idea, como la nación o la clase social, que se desarrolla a partir del dominio del cuerpo, a través del trabajo, la disciplina militar о el control de los diferentes aspectos de la vida por medio de las regulaciones sociales. O lo que es lo mismo, mediante la adscripción del individuo a un grupo y a una idea.

Vemos pues que la querella entre historiadores y arqueólogos va mucho más alla de una mera disputa entre colegas universitarios de distintos departa- mentos. Esconde, en cierto modo, una incompatibilidad de fondo, puesto que la Arqueología choca con algunas de las ideas générales, de los presupuestos sobre los que se asienta la Historia. Ahora bien, esto no quiere decir que la Arqueología puede ser contemplada como una alternativa a la Historia, ni que consiga superaria. Cada una de las disciplinas posée un terreno propio, y eso por dos razones. En primer lugar porque la Arqueología posée unos limites claros más alla de los cuales no puede avanzar, y porque la Historia - entendida como narración y no como ciencia - es inseparable de la existencia de las sociedades humanas, que siempre han contado historias - mitos por ejemplo - para construir su pasado.

Pero no se trata sólo de una cuestión de limites sino también de algo más profundo, y es que la Arqueología puede asentar uno de sus pies en un conjunto de ciencias naturales, que ya hemos mencionado, pero por otra parte tampoco puede dejar de definirse como una ciencia cultural, con lo que tendriamos que entrar en el tercer nivel de la distinción, que es el nivel epistemológico.

Desde el nacimiento de la ciencia moderna con Galileo, y sobre todo con I. Newton, la sociedad europea comenzó a considerar que existia un nuevo tipo de conocimiento totalmente seguro que era capaz de superar las constantes disputas entre escuelas que venian caracterizando a la historia de la filosofia. Los exitos logrados en el terreno de la Fisica, en la que el descubrimirnto de la ley de la gravitación habría permitido desentraňar el mecanismo que regia

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el funcionamiento del universe», hicieron abrigar la esperanza de que algo asi podría también ocurrir en el caso de la conducta humana, pudiéndose estable- cer una auténtica ciencia del nombre, cuyo primer exponente habría sido la obra de David Hume (Hume, 1981).

Iniciado el siglo XIX esa ciencia del hombre o antropología fue desarrol- lada en una doble dirrección ; рог un lado рог el historicismo alemán, у рог otro lado por parte de A. Comte y su nueva ciencia de la fisica social (Comte, 1975). Los historicistas entendieron que la ciencia del hombre era una ciencia de lo singular, basada en las nociones de acontecimiento y nombre propio - о lo que es lo mismo, de los grandes personajes -, por lo que incurrieron en una especie de contradicción al intentar equiparar las ciencias, basadas en leyes de validez universal, con la deseripción de acontecimientos irreptibles en el tiempo. Comte, por su parte, como buen conocedor que era de las ciencias naturales de su tiempo, intenté desarrollar la fisica social como un saber basado un una única ley de validez universal, équivalente a la ley de la gravitación, la ley de los très estadios, que explicaria el devenir histórico sin necesidad de recurrir a los grandes personajes, y destacando, frente a los acontecimientos irrepetibles, las grandes tendencias.

En la linea de Comte también Karl Marx pretendió haber descubierto la ley fundamental de la historia, al igual que habrian hecho Newton en el campo del mundo fisico y Darwin en el terreno de la vida, como seňaló el propio F. Engels en el funeral de Marx. Sin embargo hoy parece más o menos claro que esas leyes de validez universal no son taies y que no existe una ciencia general del hombre equiparable a la Fisica о a la Biologia.

Por esa razón en la segunda mitad del siglo XIX una série de filósofos pretendieron fundementar teóricamente el conocimiento histórico, al igual que habia hecho Kant con la fisica de Newton en su Critica de la Râzon Рига, desarrollando para ello un conjunto de teorias que destacaban la singularidad de lo que se podría llamar las ciencias de la cultura, y que en esos momentos fueron designadas como Geistswissenschaften, о bien como ciencias ideográficas о culturales, según los diferentes autores.

Varios filósofos seňalaron un hecho incontrovertible, y es que en el estu- dio del ser humano no podemos prescindir de la conciencia y de su correlato, el lenguaje. El hombre puede ser una frágil caňa, como decía В. Pascal, pero eso si, es una caňa pensante, una caňa que además de serlo sabe que lo es. Por ello W. Dilthey, en primer lugar (Dilthey, 1956 ; ver también Owensby, 1994) insistió en que frente a la explicación, característica de las ciencias naturales,

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en este otro campo, el de las ciencias del espíritu, ha de predominar la comprensión. Es decir, que lo fáctico debe ser entendido aňadiéndole una dimension cognoscitiva. El ser humano posée un ser, es cierto, pero también una conciencia, y esa conciencia, que es inseparable de ese ser, háce que deba ser conocido de una forma especifica, en la cual séria fundamental el lenguaje. En este mismo sentido insistió Heinrich Rickert (Rickert, 1921) al destacar que las ciencias históricas no son capaces de formulář conceptos de validez universal y que su universalidad debe buscarse en su entronque en el reino de los valores que definen cada cultura y que, por otra parte, definen a la sociedad humana en general. También en este sentido insistirá Max Weber en el desar- rollo de su sociologia comprensiva, que trata de aunar explicación y comprensión y que de nuevo destaca (Weber, 1944 ; Ringer, 1997) el hecho de que es imposible entender la conducta humana a partir de leyes naturales. Para lograrlo sera necesario aňadir la dimension cognoscitiva, que puede plasmarse en el uso de conceptos о de simbolos.

Todo esta conjunto de autores que fueron desarrollando la teoria del Verstehen (O'Heary, éd., 1996) destacan un punto clave para nuestra argumen- tación. Y es que hay una diferencia básica entre la ciencia natural y la ciencia cultural, y la Historia queda perfectamente acotada en el terreno de la ciencia cultural. La Historia no puede aspirar a ser una ciencia exacta, ni una ciencia con capacidad de predicción, sino que más bien séria une ciencia incierta, utili- zando la expresión de Bruce Mazlish (Mazlish, 1998), y estaria muy estrecha- mente vinculada al mundo de la conciencia y el lenguaje. Esta vinculación con el lenguaje va a ser la clave de la teoria hermeneutica de la Historia, desarrol- lada por Hans-Georg Gadamer (Gadamer, 1993), quien considéra el conoci- miento histórico inseparable de la idea de tradición textual. El historiador vive en una tradición cultural, definida por un corpus de textos, y el conocimiento histórico se hace posible en tanto que se inscribe en una lengua, que es a su vez una concepción del mundo, como seňaló L. Wittgenstein (Wittgenstein, 1988).

De acuerdo con estos plantemientos, aspirar al conocimiento del pasado al margen del lenguaje y la tradición textual séria un contrasentido, y en ese sentido nuestra Arqueología resultaría un poco malparada.

Es cierto que estos autores tienen razón en gran parte. Por ello la Arqueología no puede prescindir de sus aportaciones y debe asumir que el hombre si es "el animal que tiene logos", como decía Aristoteles, y que es un animal simbólico. Antes habíamos dicho que el modo básico de razonamento del arqueólogo es la analogia. En él no sólo lleva a cabo razonamientos analógicos

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sobre la tecnologia, sino también sobre el significado, sobre los símbolos y su sentido, por lo que el arqueólogo no puede prescindir del conocimiento de la cultura, o mejor dicho, de un conjunto de culturas a partir de las cuales ha de desarrollar sus comparaciones, ya sean estas culturas del pasado о culturas del présente, tal y como son observadas y analizadas por los antropólogos.

El arqueólogo compara sistemáticamente partiendo de su conocimiento de las culturas que crée semejantes a la cultura que estudia, y en ese sentido cuanto mejor conozca esas culturas más podrá refinar los matices de su compa- ración. Pero en ese propio conocimiento puede anidar una trampa, y es que mediante un numero de comparaciones abusivas el arqueólogo simplemente proyecte en el pasado los datos de una cultura que ya conoce bien, por el testimonio etnográfico o por las fuentes escritas. En ese caso, la cultura que estudia pierde su especificidad. En ese sentido, tendra que saber mantener un inestable equilibrio para el que es muy dificil establecer un conjunto de normas orientativas.

La comparación es pues su modo básico de razonamiento, y esa compa- ración se realiza a partir de la Antropologia y la Historia ; pero el arqueólogo no debe quedarse en ella. La Arqueología no es unicamente Antropologia retros- pectiva ni Historia comparada. La Arqueología también posée un terreno propio, que es el estudio de la civilización material, ligado al estudio del mundo de la vida y del pensamiento prepredicativo, en los que también puede establecer un nexo de union con las ciencias naturales. Desarrollar ese campo de estudio es una labor dificil, y una labor por hacer. El arqueólogo, como el historiador, tiene su propia lista de pecados capitales. El más grave de ellos, además de la comparación desproporcionada, es el anticuarismo, el coleccio- nismo erudito. О lo que es lo mismo, caer en la mera catalogación y clasifica- ción de objetos como fin ultimo (en lo que caen muchos arqueólogos). La catalogación es necesaria, pero es sólo un instrumento. No podemos quedarnos reducidos a ella. La labor del arqueólogo, si quiere lograr una identidad propia, ha de ser la reconstrucción de ese mundo especifico que acabamos de citar, una labor que básicamenta esta por hacer. En ella ha de estar en una tension constante entre la ciencia cultural (Historia y Antropologia) y la ciencia natural (neurociencia, tecnologia, Ecologia) debiendo lograr, al igual que en el caso de la analogia, un muy dificil equilibrio.

Reducir la Arqueología a un ciencia natural es un sinsentido. El arqueólogo no estudia primates, por lo menos a partir de un determinado momento de la Prehistoria, sino seres humanos, con nuestro mismo código genético

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y nuestra misma capacidad cerebral, y esos seres objeto de su estuaio se сагас- terizan por el desarrollo de los lóbulos frontales de su cerebro, que les permite desarrollar habilidades como la musica y el lenguaje, y por poseer una concien- cia autobiográfica, como seňala A. Damasio. La Arqueologia ne puede quedar asi reducida al ámbito de la Biología o la Medicína, sino que evidentemente va mucho más alla, aunque no pueda prescindir de los logros de esas ciencias.

Pero, el hecho de que el arqueólogo - sobre todo el prehistoriador - deba ir más alla de las ciencias naturales tampoco le debe llevar a dejarse colonizar por la Historia, cuyos conceptos básicos, como hemos visto, se diferencian claramente de los de la Arqueologia prehistórica. No tiene ningún sentido aplicar sin más a la Arqueologia prehistórica modelos lingiiísticos o hermeneú- ticos, como han hecho algunos autores, nadá más que por analogia. Si de lo que se trata es de buscar algún filósofo que citar, porque ello se considéra de buen tono en ciertos ambientes, deberiamos ir a los filósofos que hemos seňalado, pues ellos, aun partiendo de que el ser humano se define por el lenguaje, han sido conscientes de que hay pensamiento más alla del lenguaje, de que el ser humano esta inserto en el mundo a través de cuerpo y del espacio, y de que si queremos comprenderlo hemos de explorar esa realidad, que es prelinguistica, aunque en segunda instancia también puede ser formulada en el lenguaje.

En este sentido, el llamado "giro lingùistico", preconizado por R. Rorty (Rorty, 1989) y por los postmodernos en general, tiene poco interés para la Arqueologia, ya que niega la existencia del pensamiento más alla del lenguaje y establece el predominio absoluto de la linguistica y de la teoria de la literatura como ciencias a partir de las cuales ha de construirse el estudio de todas las ciencias de la sociedad - si es que se pudiese seguir hablando de ellas - y de la cultura.

Frente al postmodernismů, y aun siendo conscientes de que no existe un método científico, como quedó claro a partir de Paul Feyerabend (Feyerabend, 1981) y suele hoy reconocerse casi por unanimidad, como seňala J. Echevarria (Echevarria, 1995), lo que esta claro es que, si bien no hay ciencia, si hay ciencias quenos aportan una rica mina de conocimientos diversos, que a veces es muy dificil integrar, pero que nos dan una vision parcial, fragmentaria y provisional de la realidad (la unica de que podemos disponer como seres contingentes e históricos). De los conocimientos de esas ciencias es de donde debe partir el arqueólogo, al igual que el historiador. Ambos deberán conside- rarlos como taies, y no como meras ficciones verbales, aunque se expresen verbalmente.

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Partiendo de ses amplio conjunto de conocimientos, derivados por un lado de la ciencia natural, y por otro de las ciencias de la cultura, el arqueólogo ha de intentar hallar su propio terreno para describir y analizar ese campo que repetidas veces hemos seňalado. Al hacerlo asi contribuirá, sin dudá alguna, a un enriquecimiento de nuestro conocimiento del pasado asi como de la propia condición humana en general. Su saber ha de reivindicar un carácter específico, pero en modo alguno cerrado. La Arqueología comparte con un conjunto de ciencias naturales su interés por el estudio de la naturaleza humana, entendida en sentido físico y no simbólico. Con la Historia posée fundamentalmente un punto en común : ambas aspiran a lograr un conocimiento del pasado, y más concretamente del pasado humano, pero sus perspectivas son comple- mentarias. La Arqueología describe el mundo de lo material culturalmente codificado. La Historia describe el mundo del lenguaje, de la sociedad, cuya existencia sin ese lenguaje no es posible, y de los sistemas de comunicación social, entiendiendo que, como seňala J. Habermas (Habermas, 1999), la acción social es una acción comunicativa. Se trata de una misma realidad, pero que no puede ser agotada con un único punto de vista. Por ello Historia y Arqueología - al igual que Arqueología y ciencia natural - están en una relación de comple- mentareidad. Lo que una describe no lo puede describir la otra en su totalidad. Es en esa tension constante entre, dos mundos en donde reside la grandeza de la Arqueología.

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