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Facultad de Filosofía y Letras TESIS DOCTORAL La disidencia religiosa en el seno del Cristianismo oriental y sus implicaciones en la primera expansión del Islam (632-661) Doctorando: J. Carlos Martínez Carrasco Directora: Encarnación Motos Guirao

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  • F a c u l t a d d e F i l o s o f a y L e t r a s

    TESIS DOCTORAL

    La disidencia religiosa en el seno del Cristianismooriental y sus implicaciones en la primera expansin del

    Islam (632-661)

    Doctorando: J. Carlos Martnez Carrasco

    Directora: Encarnacin Motos Guirao

  • Editor: Universidad de Granada. Tesis DoctoralesAutor: Jos Carlos Martnez CarrascoISBN: 978-84-9163-349-5URI: http://hdl.handle.net/10481/47611

    http://hdl.handle.net/10481/47611
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    PRLOGO

    Una casualidad y las circunstancias estn detrs del origen de esta tesis.Casualidad, porque, aunque suene tpico decirlo, me tropec con este tema casi sin

    quererlo. Cuando empec la licenciatura en Historia, all por 2005, mis intereses iban por otrocamino. Terminar la carrera, hacer el CAP, opositar y dar clases en un instituto. En ningnmomento me planteaba la posibilidad de dedicarme a eso de la investigacin. Las cosasempezaron a torcerse cuando la que hoy es mi directora, Encarnacin Motos Guirao, Encarnitaa estas alturas, se cruz en mi camino. Fue en la asignatura de Historia de la Iglesia, en unseminario que imparti el que hoy es amigo Jos Soto, sobre la cristianizacin del Imperioromano, el oriente mediterrneo y el surgimiento del islam, cuando se despert la curiosidadpor aquella poca y espacio geogrfico. No lo saba, pero en aquel trabajo que presentamosAntonio y yo donde hacamos un repaso a los textos que hablaban de Mahoma y el primerislam y cerrbamos con un retrato del emperador Heraclio como primer cruzado, estaba elinicio de un nuevo camino. A partir de ese momento y durante casi diez aos, califas yemperadores, monjes y patriarcas, seran una compaa casi constante.

    Y quizs todo se hubiera quedado ah, en un trabajillo de clase ms, entre el marasmo deasignaturas dispares que coleccionbamos a cambio de crditos que certificaran que sabamosalgo de Historia. Me desped de aquella profesora, pero la curiosidad por la poca y lospersonajes llevaba a querer saber algo ms, a saquear la biblioteca de la Facultad, pero habapoco sobre aquel Oriente que pareca tan extico. Todo en ingls o francs, muy poco casinada en castellano. Era una sensacin de orfandad la que provocaba ese hueco vaco. Nointeresaba. No preocupaba a nadie. En la licenciatura slo haba una asignatura que se ocuparade aqullo: Historia del Oriente mediterrneo medieval: Bizancio e Islamla. Otro trabajo declase me hizo buscar, un ao despus, a Encarnacin para que me echara una mano con labibliografa. Fue la primera vez que puse los pies en el Centro de Estudios Bizantinos,Neogriegos y Chipriotas, y cuando conoc a quien sera desde ese momento otro de los hitos enese nuevo camino que todava no alcanzaba a ver, Moschos Morfakidis, que sin conocerme denada me orient sobre los almogvares y el Bizancio de los Palelogos.

    La oportunidad se present con una Beca de Inicio a la Investigacin del Plan Propio de laUGR. Tena claro con quin quera trabajar, que quera hacerlo sobre el Oriente, pero sobrequ, en concreto, no. Se agolpaban demasiados temas, todos ellos igual de interesantes yllamativos. Con ese proyecto naci esta tesis: La visin inicial del islam por el cristianismooriental, siglos VII-X. Fue el primer contacto en serio con la investigacin y con un tema queme habra de acompaar durante los siguientes aos. Pero tambin me sirvi para saber quehabra un problema aadido que no tena nada que ver con lo acadmico: la correccin poltica.La obligacin de contar la historia del primer islam segn los relatos heroicos de loshistoriadores musulmanes, dejando de lado los que mostraban una imagen menos idlica de loshechos y en el peor de los casos, falsendolos para que se ajustaran al discurso oficioso. Con eltiempo me encontrara con la otra tendencia, tanto o ms perniciosa: la que presenta el islamcomo lo peor que poda pasarle a la humanidad. Los dos extremos nacen del calor de lasemociones, cuando lo ms necesario es la luz del conocimiento.

    Estaba en una tierra de nadie entre la Antigedad Tarda y la Alta Edad Media, con un pieen territorio de arabistas que suelen mirar con cierto recelo a los historiadores que nos

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    acercamos a su campo de estudio, y viceversa. Era la pata que faltaba, la del arabismo, paracompletar mi formacin. Pero los intereses de la escuela espaola no estaban en Oriente, sinocentrados en al-Andalus y sobre todo en sus ltimos siglos. Otra vez la casualidad de topar conunas personas capaces de ver un poco ms all y apoyar una propuesta de trabajo en la que serelacionaba el Oriente mediterrneo y al-Andalus. Emilio Molina primero y Lola Rodrguezdespus, estn detrs de aquel Al-Andalus y el Mediterrneo oriental con el que finalic elmster en Historia y cultura rabe y hebrea. Supuso entrar en contacto con unas disciplinasdiferentes a la ma, con todo lo que ello supone, obligando a revisar recelos e ideaspreconcebidas.

    Las circunstancias hicieron el resto. Casi al mismo tiempo de preparar el proyecto paraaquella fallida solicitud de FPU, estallaban las primaveras rabes y descubramos que en Siria,Palestina y Egipto haba cristianos. Era curioso ver la extraeza de los periodistas que cubranla informacin y los palos de ciego que daban los supuestos expertos. Conocamos ms omenos cul era la situacin actual, pero se perdan de vista los orgenes. El porqu. Ah esdonde est eso que llaman la funcin social del historiador. Las noticias de lo que estabapasando en Oriente Medio eran un soniquete constante mientras esta tesis iba cobrando cuerpoy le daban una razn de ser.

    Ha sido un camino largo que no he hecho solo. Toca cerrar este prlogo con los debidosagradecimientos a todas las personas que me han acompaado en este tiempo, que me hanaguantado y apoyado mientras la nia iba creciendo. Y en esto de acordarse de la gentesiempre se comente el pecado de la omisin, as que vayan por adelantado mis disculpas a losegos heridos. Por la oportunidad que me ha brindado la doctora Encarnacin Motos para poderllevar a cabo esta investigacin, por haberme animado y dejado trabajar con total libertad, endefinitiva, por la confianza depositada y espero no haber defraudado. Al doctor MoschosMorfakidis por el inters que siempre puso en el proyecto. En el Centro de Estudios Bizantinosencontr a tres mujeres excepcionales a las que tengo el honor de llamar amigas, Maila Garcay Yuli Papadopoulou, pero con un cario especial a Isabel, por motivos que los dos sabemosmuy bien. Tambin tengo que hacer mencin de nuevo al doctor Soto, a Pepe, por todo lopasado en estos aos. Y a mi compaero de fatigas, Daniel Hernndez, con el que hecompartido ms que un despacho en Letras, apoyndonos cuando la tesis pareca atascada.

    Pero esta tesis no habra sido posible sin los otros apoyos, el de las personas ms prximas:el de mi familia, que ha soportado todo el proceso. A mi padre y a mi madre, Pepe y Ana, a mihermano Julin, que han estado y estarn ah siempre, pase lo que pase. Ejemplos de trabajo,compromiso y constancia. A mi abuela Ana, que tambin particip en esto, a su manera. Y a miabuelo, Antonio, que ya no est pero de su tozudez han nacido no pocas pginas.

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    INTRODUCCIN

    Construir un discurso histrico obliga a partir necesariamente de un anlisis de las fuentesprimarias. Sin embargo, hay que tener en cuenta sus particularidades, eso que hemos llamadoproblemtica cultural, a la hora de evaluar su importancia e interpretar su contenido. Se tratade una contextualizacin que debe librar al historiador de las servidumbres que marcan lasfuentes, escritas en un marco ideolgico muy concreto. El otro punto de apoyo de lainvestigacin son las contribuciones que han ido apareciendo a lo largo de los aos acerca denuestro objeto de estudio. Dichos trabajos no estn exentos de un sesgo propio, lgico, mximesi tenemos en cuenta que la temtica que aqu tratamos tiene un cierto componente polmico.Por este motivo, es imprescindible partir de un estado de la cuestin, evaluando cmo han sidoabordadas las relaciones entre cristianos disidentes (o no) y el primer Islam, para entrar acontinuacin a valorar las fuentes primarias que sustentan el ncleo del relato que trataremos deconstruir en las pginas siguientes.

    1. ESTADO DE LA CUESTIN

    Deca el historiador ingls R. H. Carr que todo relato historiogrfico llevaba impresa laimagen de los anhelos y carencias de la poca en la que fue escrito. A priori esto es aplicable,como lo hace l, a los autores contemporneos, pero no es menos cierto que puede ser tambinadaptable a los cronistas tardo-antiguos y alto-medievales que nos llevan de la mano por losacontecimientos que tuvieron lugar en un Oriente mediterrneo dividido religiosa, cultural y con la aparicin del Islam polticamente. Hombres que miran a su pasado y su presente desdeuna ptica que los lleva a tomar partido por una u otra opcin, lo que nos da unos relatoscontrapuestos que permiten a los historiadores contemporneos articular una realidad pasadasiempre compleja, tal y como queda reflejada en las fuentes.

    Mucho se ha hablado acerca de la conveniencia de trabajar con los textos a travs de lastraducciones hechas a lenguas modernas, preferentemente ingls, francs, alemn y msrecientemente italiano y en ocasiones espaol, aunque en nuestra lengua an queda un largorecorrido por hacer, si bien se estn llevando a cabo interesantes trabajos en este campo. Larazn esgrimida ha sido la de que se pierden matices, apreciables slo en la lengua originalpero no en su versin; de ah que al historiador se le exija tener una considerable formacin entoda suerte de lenguas. El hecho se complica en el caso de los estudios que aqu nos ocupan: elcristianismo oriental. Lo ideal que no siempre casa con la realidad es que fusemos capacesno slo de leer en griego clsico y bizantino o en latn, sino tambin en rabe, en arameo y suvariante culta, el siraco; en copto o en geez, para toda la documentacin proveniente deEgipto y Axm, respectivamente. Y as podramos seguir hasta el hartazgo trayendo ejemplos.Quizs, esto marque una limitacin, por otra parte fcilmente salvable a travs del trabajoconjunto de historiadores y fillogos en la traduccin y estudios crticos de las fuentesprimarias.

    Lo que acabo de mencionar es una constante para los estudios histricos en su casitotalidad, rebasando las fronteras temporales. A esto habra que sumar un factor que creofundamental a la hora de explicar el modo de aproximarnos a este campo de estudio, que se

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    podra encuadrar en los estudios comparados de las religiones: los prejuicios ideolgicos quehan actuado como freno. Ligados al mbito eclesistico eran coto cerrado o as lo habamoscredo de los clrigos dedicados a escribir la Historia de la Iglesia. Las relaciones del Islamcon las comunidades cristianas englobadas en sus fronteras se haban abordado desde un puntoestrictamente confesional, sin entrar a valorar otro tipo de cuestiones ms mundanas. Pesatambin sobre ellos la sombra de la memoria del colonialismo. La recuperacin de muchasde estas obras orientales y su traduccin a lenguas occidentales datan del siglo XIX y sehicieron en el marco de instituciones fundadas para el conocimiento de las culturas de lospases colonizados. Esta es la razn principal que explica que la mayora de las fuentes hayansido vertidas al ingls o al francs al alemn o al italiano, en menor medida. No hay queperder tampoco de vista que las poblaciones cristianas que los colonizadores encontraronfueron usadas por stos como contrapeso frente a los musulmanes como justificacin para supresencia en determinados lugares, como la Francia de Napolen III en Palestina.

    En un artculo escrito en 1979 por Era L. Vranouse1 ya se pona de manifiesto la necesidadde reelaborar el discurso acerca de la conquista islmica. La Historiografa griega a fines de los70 llamaba la atencin sobre la conveniencia de incorporar las fuentes no islmicas:bizantinas, armenias, siracas, coptas o persas. Es una crtica, una puntualizacin que se hacedesde la corriente revisionista de los estudios islmicos (Revisionist School of IslamicStudies) que tuvo a Patricia Crone y Michael Cook como sus principales abanderados. Lapiedra de toque que marc el surgimiento de una tendencia nueva y diferente fue la publicacinen 1977 de Hagarism. The Making of Islamic World2. Ya en el prefacio de la obra sus autoresponen de manifiesto que buscan romper con la tradicin historiogrfica precedente y convoluntad provocadora. Dejan claro que es un libro que no buscar complacer a los musulmanes;que est escrito por infieles para infieles y basndose en testimonios de infieles3. Lahistoriadora griega Vranouse alude, por su parte, al hecho de que las fuentes islmicas son muytardas siglos IX-X y seala la escasa relevancia que se le da a la cronologa. De ah que loms idneo sea utilizar obras como la Crnica de Tefanes el Confesor o la Historia Breve delPatriarca Nicforo, junto con la de Juan de Nikiu o la de Sebeos. Lanza un dardo envenenadocontra la Historiografa occidental, que segn Vranouse se ha fiado en exceso de lostestimonios de los vencedores y sobre todo del trabajo de los arabistas4. Seala en este artculola problemtica que presentan los ind (cadena de transmisin) y la oralidad de muchos deestos relatos, cuyo resultado ms inmediato es la heroizacin de los primeros conquistadores.

    La imagen que se dibuja en muchos de estos estudios tiene bastante de irreal. Patrica Croney otros historiadores en su lnea, pecan de cierto adanismo. No es cierto que antes de lapublicacin de Hagarism las fuentes no-islmicas hubieran sido sistemticamente ninguneadasy como prueba ms que evidente, estn los trabajos de Sebastian P. Brock o la publicacin de laPatrologia Orientalis y el Corpus Scriptorum Christianorum Orientalium, con series dedicadasa los distintos mbitos lingsticos del mundo cristiano oriental. En lo referente al tema que nosocupa, es con la publicacin de Andrew Palmer, The Seventh Century in the West-SyrianChronicles (1993), con la colaboracin del citado Brock y de Robert G. Hoyland, cuando se

    1 . . , Byzantinoarabica: , , . , 3 (1979), pp. 1-28.2 P. CRONE y M. COOK, Hagarism. The Making of Islamic World. Cambridge, 1977.3 Ibid., pp. VII-VIII.4 Un buen ejemplo de construccin del relato slo con testimonios islmicos lo ofrece D. R. HILL, The terminationof hostilities in the Early Arab Conquests, A.D. 634-656, Londres, 1971, en el que se extractan pasajes de lashistorias islmicas concernientes a los pactos a los que llegaron las diversas localidades de Siria-Palestina y Egiptocon los conquistadores musulmanes. El mismo objetivo, aunque con otras motivaciones, en J. A. MORROW, Elminarete y el campanario. Los Pactos del Profeta Muhammad con los Cristianos del mundo, Nueva Orleans,2015. En este caso, al autor no lo anima un inters cientfico como a Hill, sino que persigue una justificacinreligiosa para situaciones actuales en las relaciones entre cristianos y musulmanes en el mundo.

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    ofrecen de manera ordenada los primeros testimonios escritos acerca del Islam. Es un trabajode recopilacin y traduccin al ingls que toma como base principal el corpus textual yapublicado en la PO y el CSCO, Serie Syriaca, til por lo que de antologa tiene, a lo que seaade una cuidadosa contextualizacin de obras que a veces, como el documento sobre laconquista rabe de Siria datado 637 d.C., son fragmentarias y otras, como sucede con Dionisiode Tel-Mar, son reconstrucciones a partir de diversas fuentes. Adems del valor decompilacin, la de A. Palmer habra servido para que se abordara la traduccin al ingls de loslibros III y IV de la Crnica de Zuqnn, que fue publicada por Amir Harrak en 1999.

    La corriente revisionista nace, a priori, en el mundo acadmico anglosajn desde dondese expande. Sin embargo, los primeros pasos de esta escuela? historiogrfica se dieron en laEspaa franquista de la mano de Ignacio Olage ( 1974), cuya trayectoria profesional virdesde la Historia natural a la Historia nacional. Como seala A. Garca Sanjun, sus tesis yfigura tuvieron mayor repercusin fuera que dentro de las fronteras nacionales, siendo el nicoespaol que particip en la sesin inaugural de la International Society for the ComparativeStudy of Civilisation (ISCSC) que tuvo lugar en Salzburgo (Austria) en 1961, de la mano deToynbee y Sorokin, y nombrado su vicepresidente. Y aunque ya apuntaba algunas de susteoras sobre la negacin de la conquista/invasin islmica de la Pennsula Ibrica en su obraDecadencia espaola (1950-1951), no sera hasta la publicacin en 1969 de Les arabes n'ontjamais envahi l'Espagne y en 1974 de La revolucin islmica en Occidente, cuando expondrams claramente sus tesis5. Algunas de esas teoras coinciden plenamente con las defendidas enlas pginas de Hagarism, como es el caso del desprecio absoluto que tanto el tndem Crone-Cook como Olage, manifiestan por las fuentes islmicas6.

    Estas tesis no cuajaron, sin embargo, en el mbito acadmico hasta aproximadamente dosdcadas despus. Una de las monografas ms importantes que se publicaron en los aosinmediatamente posteriores fue la de Fred McGraw Donner, The Early Islamic Conquests(1981), en la que analiza las conquistas de Siria-Palestina y Persia, basndose casi en exclusivaen las fuentes islmicas, no sin prestar atencin a fuentes de otras tradiciones historiogrficas.Es una de las obras de referencia para los estudios de la primera expansin islmica,espcialmente por la importancia que da a los condicionantes socio-econmicos de la Arabiapre-islmica para explicar el xito que tuvieron los rabes musulmanes y cmo se llev a cabola conquista y posterior poblamiento de Siria-Palestina. Trata en ella de dar una nuevaperspectiva, pero apartndose de los postulados esgrimidos y defendidos por losrevisionistas, ya que no desprecia ninguna fuente sea del origen que sea para construir surelato. En este sentido, la obra de Donner se sita en la lnea marcada por Peter Brown con lapublicacin de The World of Late Antiquity from Marcus Aurelius to Muhammad, 19717. Sinembargo, el historiador irlands no sera el primero en incluir al Islam y los rabes como parteesencial de un mundo en transformacin, como era el mediterrneo, marcando el cambio deparadigma historiogrfico, pero s el ms conocido. Ese mrito debera drsele al alemn FranzGeorg Maier, en cuya obra Die Verwandlung der Mittelmeerwelt (1969)8 dedicaba un captulo

    5 A. GARCA SANJUN, La conquista islmica de la Pennsula Ibrica y la tergiversacin del pasado. Madrid,2013, pp. 77-80.6 I. Olage afirma que slo las fuentes latinas son fiables, ya que los cronistas se limitaron a recoger con laconismolos acontecimientos, lo que contrastaba con los relatos fantasiosos de los escritores musulmanes; ms o menos losmismos argumentos esgrimidos por Crone y Cook.7 La primera traduccin al castellano de esta obra bsica para los estudios tardoantiguos: P. BROWN, El mundo enla Antigedad Tarda: de Marco Aurelio a Mahoma. Madrid, 1989 (reed. 2012).8 F. G.MAIER, Las transformaciones del mundo mediterrneo. Siglos III-VIII. Madrid, 1979.

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    a las luchas entre la Romania y la Persia sasan, la irrupcin del Islam y las consecuencias quetuvo este hecho para el Imperio romano de Oriente9.

    En esa bsqueda del tmino medio en las valoraciones de las fuentes se inserta la mayorparte de la produccin historiogrfica de la dcada de los 90' del siglo pasado. Es el caso deWalter E. Kaegi, que en 1992 publicaba Byzantium and the Early Islamic Conquests, cuyoprimer captulo se dedica precisamente a la cuestin de las fuentes y la metodologa seguida.Hace un crtica a la actitud de la corriente revisionista hacia las fuentes islmicas sealandoque si bien las crticas a los aspectos fantasiosos que stas sin duda contienen estn justificadas,no es menos cierto que las fuentes no-islmicas son parcas y su autora es dudosa. Seala conacierto que las fuentes bizantinas adolecen del mismo problema que las islmicas: tampocopertenecen a la poca que relatan, sino que son muy posteriores, del siglo IX las mstempranas, en los casos de Tefanes el Confesor y el patriarca Nicforo10.

    El mayor compendio de todas las fuentes existentes acerca del surgimiento del Islam y laprimera fase de la expansin es el que elabor Robert G. Hoyland, Seeing Islam as Others SawIt (= Viendo el Islam como otros lo vieron), un ttulo ms que indicativo de por dnde pretendeir su autor, que se complementa con un subttulo que deja poco espacio a la duda: A Survey andEvaluation of Christian, Jewish and Zoroastrian writings on Early Islam, por lo que derecopilacin y estudio tendr de los textos que dejaron las poblaciones autctonas conquistadaspor los rabes musulmanes. Pero el contenido de la obra de Hoyland es mucho ms amplio delo que el subttulo indica, ya que adems de centrarse en las citadas comunidades cristianos,judos y zorostricos, da cabida a la apocalptica islmica, a las primeras fuentes latinas que sehacen eco del Islam y a los textos chinos que dan cuenta de cmo era percibido el Islam por laelite del Imperio del Centro. Y a pesar de que Hoyland se ha formado en la escuelarevisionista de Crone, en Seeing Islam trata de demostrar cmo existen paralelismos entre loque cuentan las fuentes no-islmicas y lo relatado por los autores musulmanes. En su resea deeste libro, Michael G. Morony destaca que el texto de Hoyland podra ser ledo como unareivindicacin de la Historiografa islmica11, al tratar de contrarrestar la visin en excesonegativa de Crone, al presentar las tradiciones historiogrficas no-islmicas como un reflejo dela islmica.

    Podra incluirse a Hoyland no dentro de una corriente revisionista pura, sino en unrevisionismo menos visceral, quizs en ese punto medio entre el relato tradicional basadoexclusivamente en los relatos escritos por autores musulmanes y el rechazo de stos, para

    9 Para ser ms exactos, quizs haya que matizar estas afirmaciones. El cambio que se produce con estas dos obrasradica especialmente en el modo de enfocar la aparicin del Islam y su expansin por el Mediterrneo. Tanto elcitado trabajo de Pirenne como el posterior de Dawson sobre los orgenes de Europa, ya incluyen a los rabes yvaloran su impacto, pero lo hacen como un factor negativo, como un elemento de ruptura. Para estos historiadoresde los aos 20 y 30, el proceso del surgimiento del Islam y las conquistas fueron ms una causa de lastransformaciones que tuvieron lugar en la cuenca mediterrnea que una consecuencia de los cambios que venanoperndose en la regin desde los siglos III-IV d.C. En este sentido, pueden consultarse obras de sntesis quepretenden abarcar un amplio periodo de tiempo y una geografa que sobrepasa la del mundo mediterrneo, tanto ellibro de R. COLLINS (Early Medieval Europe, 300-1000. Londres, 1991), como los dos ltimos trabajos de Ch.WICKHAM (Framing the Early Middle Ages. Europe and the Mediterranean, 400-800, Oxford: 2005= trad. esp. deT. Fernndez y B. Eguibar, Una Historia nueva de la Alta Edad Media. Europa y el mundo mediterrneo, 400-800, Barcelona, 2008; y The inheritance of Rome. A History of Europe from 400 to 1000. Londres, 2009 = trad.esp. de C. Belza y G. Garca, El legado de Roma: una Historia de Europa de 400 a 1000, Barcelona, 2014), sonbuena muestra de cmo el Oriente, tanto cristiano como islmico, son fundamentales para entender la construccinde Europa que ya no se reduce slo a los reinos germnicos del Occidente y que la conformacin de los distintoscalifatos se inserta en el proceso histrico al mismo nivel que el Sacro Imperio Romano-Germnico, comoresultado de la evolucin social, poltica y econmica del Mediterrneo.10 W. E. KAEGI, Byzantium and the Early Islamic Conquest, Cambridge, 1992 (reimp. 2000), pp. 2-3.11 M. G. MORONY, Robert G. Hoyland, Seeing Islam as Others Saw It: A Survey and Evaluation of Christian,Jewish and Zoroastrian writings on Early Islam, International Journal of Middle East Studies 31.3 (agosto1999), pp. 452-453.

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    quedarse slo con una parte de la imagen. Tal vez sea ese el acierto de Seeing Islam y de otrasobras de este autor12, buscar los puntos de encuentro entre el Islam y los dems pueblosasentados en Oriente Medio. Quizs sea uno de los ejercicios ms interesantes en laHistoriografa occidental, siguiendo los pasos ya marcados por F. G. Maier y P. Brown, al tratarde presentar a los rabes como una parte ms del mundo mediterrneo. Se trata pues, de rompercon el paradigma del belga Henri Pirenne defendido an por algunos historiadores de laruptura del Mediterrneo como consecuencia de la irrupcin de los rabo-musulmanes. Al filodel cambio de siglo, en el ao 2004, aparece un libro fundamental en esa bsqueda de espacioscompartidos entre los dos grandes bloques culturales la Romania y el Califato: ByzantiumViewed by the Arabs firmado por Nadia M El Cheikh. Esta profesora de la AmericanUniversity of Beirut subraya la influencia que ejerci la Romania en la construccin poltica ycultural de los califatos islmicos, un influjo recproco, haciendo ver que las fuentes islmicassirven al mismo tiempo para complementar ciertos aspectos oscuros de la Historia del Imperioromano de Oriente13.

    El trabajo de Hoyland ha servido como punto de partida para otras obras similares. Este esel caso del estudio del tambin formado en Oxford James Howard-Johnston, quien en el ao2009 publicaba Witnesses to a World in Crisis, un ttulo en la lnea de su predecesor, dejandoclaro que su objeto de estudio son los testigos, es decir, quienes vivieron los acontecimientosque relatan. Introduce un concepto clave a mi juicio a la hora de evaluar no slo el contenidodel libro, sino tambin su intencionalidad. No es la primera vez que se usa el trmino crisispara aludir a la realidad del siglo VII, pero s adquiere una significacin especial cuandoaparece en el ttulo de una obra publicada en plena recesin econmica. Hay que sealar queHoward-Johnston no se centra exclusivamente en los historiadores y las obras que relatan elsurgimiento y expansin del Islam, sino que tiene un inters mucho ms amplio que abarca elOriente del 600'14 de ah el subttulo: Historians and Histories of the Middle East in theSeventh Century, en el que los rabes son una pieza ms. Es esta una de las diferencias con el

    12 Vid. por ejemplo: R. G. HOYLAND, Arabia and the Arabs. From de Bronze Age to the coming of Islam. Londres,2001.13 Entre estos trabajos, podemos destacar: N. M EL CHEIKH, The Conversion of Constantine the Great: Areading of Arabic-Muslim Sources, en C. Kadafal, G. A. Tekin y N. Necipolu (eds.), In Memoriam Angeliki E.Laiou. Trklk Bilsigi Aratirmalari, 33 (dic. 2011), pp. 69-83; Id., Muammad and Heraclius: A Study inLegitimacy. Studia Islamica, 89 (1999), pp. 5-21.14 Son fundamentales dos obras, no desde el punto de vista de la crtica de las fuentes primarias, sino como unrelato acerca de los acontecimientos que tuvieron lugar en el siglo VII. La primera de ellas, de corte clsico, esdecir, centrada ms en los aspectos polticos, son los 6 volmenes que Andreas N. Stratos escribi sobre Bizancioen ese siglo (A. N. STRATOS, , publicado entre 1965-1977, traducido al ingls yposteriormente al francs, de manera parcial: Byzance au VIIe sicle. LEmpereur Hraclius et lExpansion Arabe.Suiza, 1976). Con un enfoque completamente distinto, abord el estudio de esta centuria J. F. HALDON, Byzantiumin the Seventh Century. The transformation of a culture, Cambridge, 1990. Se trata de un trabajo en clave socio-econmica y cultural, que se aleja de la Historia ms tradicional, tratando de ir a la raz del problema con el fin deevaluar el impacto de los cambios que hubo. Tambin el libro de J. SOTO CHICA, Bizancio y los sasnidas. De lalucha por el Oriente a las conquistas rabes, 565-642 (Granada, 2012), es una muestra de la preocupacinreciente e incipiente de la Historiografa espaola por estas cuestiones, a pesar de que no se centra en exclusiva enlos aos 600, sino que comienza su estudio a la muerte de Justiniano, ca. 565 y lo detiene en la primera conquistarabe de Alejandra, ca. 642. No obstante, esta obra por enfoque y metodologa, se halla mucho ms cerca delpositivismo de Stratos que de Haldon. Su acercamiento a las fuentes sigue el marcado por la corriente revisionistade P. Crone, si bien echa mano de las fuentes islmicas para precisar cronologas u otros aspectos. Un segundoestudio de este historiador, Bizancio y la Persia sasnida: dos Imperios frente a frente. Una comparacin militar yeconmica. 565-642 (Granada, 2015), trata de hacer un balance en los dos aspectos que seala en el ttulo, pero norebasa la frontera del siglo VI, ni un cierto tono descriptivo. Con todo, se aprecia un esfuerzo de sntesis ysistematizacin de un gran caudal de datos. Entre la publicacin de ambas monografas espaolas, en el ao 2013,vio la luz un nmero de la revista francesa Travaux et Mmoires, el 17, editado por Constantin Zuckerman ytitulado Constructing the Seventh Century, en el que se publicaron trabajos de diversos especialistas en esta poca,con atencin a la conquista islmica de Egipto.

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    trabajo de Hoyland: abrir el foco para prestar atencin al contexto general. Lo ms destacado esla propia organizacin del libro, que obedece a la intencin de Howard-Johnston de elaborar undiscurso mucho ms lgico en base a las fuentes. Por este motivo, arranca de las obrascontemporneas a los hechos y en este caso, de los poemas de Jorge de Pisidia, para analizar acontinuacin la Crnica Pascual, lo que l llama la Historia de Cosroes15 o la Historia del ao682, pasando ms tarde a lo que denomina fuentes romanas suplementarias, en las queincluye las vidas de santos. Obviamente, no es ste todo el material que analiza, ya que prestaatencin adems a esas fuentes tardas en las que estn tanto la tradicin siraca occidental,Tefanes y Nicforo, como los historiadores islmicos. Ms all de su contenido, el granacierto de Witnesses radica en algo que puede parecer una minucia, pero que por esta mismarazn pocas veces se aplica: partir de las fuentes ms tempranas para construir el armazn delrelato y luego ir completndolo y complementndolo con los datos que ofrecen las demsfuentes, sean de la tradicin que sean.

    En ese intento por integrar la tradicin cultural islmica en el marco ms amplio de latradicin greco-romana y persa, se encuadra la obra de 2014 de Garth Fowden, Before and afterMuammad. The First Millennium Refocused, en el que echa mano del concepto decommonwealh que ya aplicara Dimitri Obolensky a los pueblos eslavos rusos y balcnicosbajo la influencia cultural y poltica de Constantinopla16. Habla de la reciprocidad en losintercambios culturales en este caso, entre las distintas esferas que diferencia: la Romania porun lado, la Persia sasan y el Califato17. La idea clave de este pequeo estudio en extensines que no hubo entre los siglos I-X d.C. nada que no estuviera profundamente influenciado porla Cultura Clsica, presentando como hilo conductor la filosofa aristotlica. De este modo,seala como las tres principales obras de este perodo los Evangelios, el Cdigo de Justiniano yEl Corn18; tres hitos que reflejaran ese mestizaje.

    Asimismo, en el ao 2009 vea la luz el primer volumen de la History of Christian-MuslimRelations. A Bibliographical History correspondiente a los aos 600-900, editado por DavidThomas y Barbara Roggema, con la colaboracin de los principales especialistas en la materia,como John Tolan, Juan Pedro Monferrer Sala o Johannes Pahlitzsch. Es el principal esfuerzopor sistematizar todas las fuentes que pueden servir para el conocimiento y estudio de lasrelaciones entre cristianos y musulmanes, del que hasta la fecha se han publicado nuevevolmenes, hasta el perodo comprendido entre 1600-1700 en el Sudeste asitico. Adems delresumen y la importancia de dicha fuente, lo ms importante es la orientacin bibliogrfica queaporta, ya que se sealan los manuscritos, ediciones y traducciones existentes de la obra encuestin, adems de los estudios ms importantes que se han escrito. Este repertoriobibliogrfico se ve acompaado por una serie de estudios preliminares en los que secontextualizan las obras recogidas en cada uno de los volmenes, tratando diferentes aspectosde las relaciones entre las diferentes comunidades.

    El ya citado Monferrer Sala nos ayuda a echar una ojeada a la situacin de estos estudiosen Espaa. Gracias a la labor de este profesor de la Universidad de Crdoba, los cristianosrabes han sido puestos en el mapa a travs de traducciones y ediciones de algunas de estasobras, siguiendo la estela de Joshua Blau19. Buena parte de la produccin cientfica encastellano, en el campo estudio de los rabes cristianos, ha encontrado salida en la revista

    15 Como veremos ms adelante, se trata de la Historia de Heraclio escrita por el obispo armenio Sebeos, sobrecuya autora, Howard-Johnston proyecta serias dudas.16 D. OBOLENSKY, The Byzantine Commonwealth. Eastern Europe, 500-1453. Nueva York, 1971.17 Una idea que parte de sus estudios acerca del castillo jordano de Quayr cAmra: G. FOWDEN, Quayr cAmra. Artand the Ummayad Elite in Late Antique Syria. Berkeley, 2004.18 G. FOWDEN, Before and after Muammad. The First Millennium Refocused. Princeton-Londres, 2014, p. 166.19 Vid. J. BLAU, A grammar of Christian Arabic based mainly on South-Palestinian texts from the first millennium.Lovaina, 1966-1967, como uno de los pioneros en este tipo de estudios, al sealar la existencia de un registro delrabe escrito usado por las comunidades cristianas.

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    Collectanea Christiana Orientalia, cuyo primer nmero vio la luz en 2004 y cuya publicacinanual se mantiene actualmente. A esto habra que aadir el monogrfico que public la revistaAl-Qantara en el volumen 2 del nmero 33 del ao 2012, titulado Bizantinos o rabes? Lacristiandad melquita en las tierras del Islam antes de las Cruzadas. Por otra parte, cabe aadirla labor del Centro de Estudios Bizantinos, Neogriegos y Chipriotas de Granada y el grupo deinvestigacin HUM-728, Estudios de la Civilizacin Griega Medieval y Moderna, que vienedesarrollando un proyecto de investigacin para la creacin de una base de datos con lasfuentes historiogrficas griegas de los siglos IV-VII, en el que se integra esta tesis. Sedemuestra con esto el inters creciente por estos estudios en las universidades espaolas, querebasa el marco acadmico con iniciativas como la del Centro Internacional para el Estudio delOriente Cristiano (ICSCO) ligado al arzobispado de Granada, que entre febrero y mayo de2016 organiz un ciclo de conferencias bajo ttulo de Las minoras cristianas de OrienteMedio, que permitieron una aproximacin a siracos, rabes cristianos, coptos, asirios yarmenios de personas que no tenan nada que ver con el mundo universitario.

    2. METODOLOGA

    En el apartado anterior hemos realizado una puesta al da del tema que tratamos en nuestrotrabajo, exponiendo a grandes rasgos las lneas por las que discurre actualmente lainvestigacin en este campo de estudio. Uno de los requisitos que se le piden a una tesisdoctoral es que sea novedosa, pero la novedad no vendr, en este caso, de la aplicacin de unametodologa distinta a la ya usada por otros historiadores que nos han precedido. Pretendemosque las siguientes pginas no sean una mera recopilacin de datos, fechas y nombres, ni unaacumulacin de cifras. Tampoco vamos a prescindir de ellos. No en vano, son el armazn apartir del cual construir el discurso. El eje central de las pginas siguientes ser el impacto delas diferencias religiosas en una sociedad concreta.

    Por este motivo, una de las primeras tareas que nos impusimos al comenzar esta tesis fuefijar un marco cronolgico y geogrfico que nos permitiera construir un relato coherente delproceso histrico. Decidimos por ello, centrar nuestra atencin en Siria-Palestina y Egipto, enun tiempo y coyuntura tambin concretos, como son los inicios de la expansin islmicadurante el gobierno de los cuatro sucesores del Profeta Muammad. Este lmite temporal vieneimpuesto por el propio carcter del Islam: tanto a nivel poltico como religioso est an enconstruccin. Asimismo, el estado en el que se encontraban las distintas Iglesias cristianas en elMediterrneo oriental y sus relaciones entre ellas y con el poder central se construy a lolargo del tiempo, cuando el cristianismo an no era una religin legal dentro del Imperioromano. En vista de esto, se ha decidido la divisin de nuestro trabajo en dos partes: unaprimera en la que exponemos cmo se fueron configurando ortodoxia y heterodoxia en elOriente, y otra segunda en la que abordamos el impacto que provoc la irrupcin de los rabesmusulmanes.

    Una de la cuestiones que nos preocupaba era el protagonismo casi exclusivo que losmusulmanes han tenido. Esto nos ha llevado a situar la historiografa islmica en su justamedida, evaluando los relatos a la luz de los testimonios ms cercanos a los hechos que nosocupan y no al revs. Se trata de un punto de partida que, en buena medida, lleva a que losgrandes hroes de la conquista islmica aparezcan algunas veces como comparsas de lasautoridades autctonas. En muchas ocasiones, hemos venido a reivindicar el papel de los rabescristianos y posteriormente de los cristianos que vivan en el Islam como fuentesimprescindibles. Ambos grupos se han convertido en los verdaderos protagonistas de la primerafase de la expansin islmica.

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    La labor de recopilacin y clasificacin de las fuentes se hace fundamental para un trabajode las caractersticas de ste. Por eso, uno de nuestros primeros pasos ha sido elegir un modo desistematizar un material de procedencia tan diversa, pues no nos basamos slo en fuenteshistoriogrficas y literarias de diversos gneros, sino tambin en otras arqueolgicas,epigrficas o papirolgicas. Cubrimos un amplio espectro cronolgico y de ah que sean lospropios textos y dems evidencias los que marquen el camino. Por consiguiente, evitamoscualquier apriorismo ni imagen preconcebida de qu deberan decir o callar las fuentes con lasque trabajamos.

    Otra de las cuestiones primordiales a las que hemos tenido que hacer frente ha sido la decmo referirnos a los diversos grupos cristianos. Optamos, en aras de facilitar la comprensinde nuestro trabajo, por emplear los trminos ms comnmente utilizados en los estudios.Posiblemente sea ms correcto referirnos a la Iglesia Siria Ortodoxa en lugar de hablar dejacobitas, o a la Iglesia Oriental en lugar de a nestorianos, pero tal vez esto hubiera dadolugar a confusiones, toda vez que todas las Iglesias se reclamaban ortodoxas y catlicas, esdecir, las verdaderas y universales.

    Algo similar ha ocurrido con la transliteracin de los nombres y trminos escritos concaracteres no-latinos, fundamentalmente griegos y rabes. En el primer caso, hemos optado porseguir las normas establecidas a tal efecto por el Centro de Estudios Bizantinos, Neogriegos yChipriotas de Granada. Para el rabe, optamos por el sistema de transcripcin internacional.Asimismo, trabajamos las fuentes en traducciones al francs o al ingls mayoritariamente,cotejndolas con la edicin del texto, cuando ha sido posible. Esto tambin lleva a una cuestinque podra ser balad: la necesidad de castellanizar los nombres y trminos griegos y rabes.Esa es la razn por la cual en las pginas de este trabajo se leer sasan y no sasnida, oassnida en lugar de ghassnida.

    La variedad de fuentes conlleva una variedad en la forma de contar el tiempo. Hemosoptado por escribir en primer lugar las fechas en la era universal, antes de Cristo (a.C.) ydespus de Cristo (d.C.), ofreciendo su equivalencia en la Era Selucida (AG) o en aos de laHgira (AH), siempre en aras de una mejor comprensin del discurso histrico.

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    CAPTULO I

    LAS FUENTES Y SU PROBLEMTICA CULTURAL

    Partimos de una contextualizacin de las fuentes y una propuesta de clasificacin antes deabordar el anlisis de su contenido. Conocer el medio en que fueron escritas y atender a lasnormas que rigen cada uno de los gneros a los que pertenecen, debe servirnos para valorar losdatos que ofrecen. Pretendemos no llevarnos a engaos con una interpretacin tendenciosa osesgada.

    1. NUESTRAS FUENTES: UNA CONTEXTUALIZACIN Y VALORACIN

    Como se ha podido comprobar en las pginas anteriores, la cuestin de las fuenteshistricas para el perodo que tratamos de estudiar, el de la primera fase de la expansinislmica, con el prlogo del nacimiento de la nueva religin, dista mucho de estar cerrada. Esun tema cuyo debate sigue abierto y que aqu estamos lejos de zanjar, pero en el que debemosposicionarnos. Asimismo, conviene remarcar que el perodo de tiempo abarcado en este estudiova ms all del siglo VII, pues arranca con la situacin de la Cristiandad oriental y la formacinde los grupos heterodoxos, lo que lleva a manejar otras fuentes anteriores con su propiaproblemtica, ya que una buena parte de ellas provienen del mbito eclesistico. Existen, sinembargo, algunas caractersticas comunes, pues no en vano pertenecen a un mismo marco: elMediterrneo de la Antigedad Tarda, que bebe directamente de las fuentes clsicas, como yase ha sealado.

    Hacer una clasificacin de las fuentes es un trabajo complejo, ya que como todo principioclasificatorio es por definicin arbitrario, dependiendo del criterio de cada historiador. As, elcriterio del aspecto religioso, agrupando las fuentes segn sea su autor cristiano calcedoniano,jacobita, copto, musulmn o judo, podra parecer poco operativo. Implicara por ejemplo,meter en el mismo saco a Juan de Damasco y a Eutiquio de Alejandra, acabando lassimilitudes en que ambos son melquitas. Y sin embargo, es precisamente esta clasificacin laque nos permitir ver el pasado a travs de los ojos de cada una de las comunidades queconformaban el mosaico cultural y religioso del Oriente. Quizs un buen punto de partida seacombinarla con la que propone Howard-Johnston: sealar como ncleo principal un conjuntode fuentes de primera mano, es decir aqullas que fueron redactadas en el siglo VII, y luego iraadiendo las fuentes de carcter complementario, segn la lengua en las que fueronredactadas.

    Es aqu donde tenemos que evaluar el lugar que corresponde a la tradicin islmica en esteestudio en concreto. Como se ha visto, una de las ideas centrales de buena parte de laHistoriografa es el rechazo de las fuentes islmicas como una de las bases para construir elrelato de la historia de las conquistas. Esta postura ha sido elevada al carcter de dogma, ante elque cabe un escepticismo ms que recomendable. Es un hecho indiscutible su aparicin tarda,pues las primeras crnicas datan de mediados del siglo IX, es decir, siglo y medioaproximadamente despus de los hechos que pretenden narrar; a esto habra que buscar unaexplicacin. Quizs, lo que subyace es una ausencia de sentido histrico durante el perodoformativo del Islam como entidad poltico-religiosa, entendido como la necesidad de echarmano del pasado para justificar el presente del cronista, lo que en modo alguno quiere decir

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    como seala Eduardo Manzano que se trate de un perodo carente de otro tipo dedocumentacin20. La ausencia de un relato histrico no significa que se trate de una culturagrafa: entre los aos 630-850, aproximadamente entre las primeras conquistas y la aparicinde la historiografa islmica, no existe el vaco. No se puede hablar de siglos oscuros ni deretroceso en la cultura: si no se escribe antes, es porque no se necesita articular (de momento)un discurso legitimador del poder en el naciente mundo islmico. Cuando se pongan por escritolos hechos acontecidos durante la conquista se deber a la existencia de un poder consolidado,en este caso el califato cabbs, que adems coincide con profundos cambios sociales, como losque llev aparejados el paso de la sociedad de la conquista a una organizacin social con unabase productiva y mercantil, despus de una reorganizacin administrativa. Era necesario sabersi las tierras de las que disfrutaban los descendientes de los conquistadores pertenecan a laUmma y por tanto a los califas que repartan los lotes de tierra porque eran fruto de laconquista (canwatan) o, si por el contrario, pesaba sobre ellas un pacto (sulan) con laspoblaciones sometidas y en ese caso, no haba posibilidad de reclamacin por parte de losfuncionarios califales.

    La categora de testigo de los hechos no borra de un plumazo la subjetividad de quienmira, porque no hay hechos, sino slo interpretacione que dira el filsofo alemn F.Nietzsche21. Ese testigo presencial est condicionado por su propio contexto social yeconmico, pero tambin por el cultural. Esto lo lleva a describir lo que est viendo segn unosparmetros, que no convierten su relato en ms o menos vlido, en mejor ni peor, si sequieren emplear categoras morales. Quizs, lo que hemos acabado por elevar a la categora deparadigma cientfico hayan sido los prejuicios ideolgicos de algunos historiadores actuales,obnubilados por el esplendor de una cultura o el influjo de algunos personajes, consideradossuperiores tan slo por compartir unos valores determinados. Si la Historiografa islmicaestaba supeditada a los intereses de los gobernantes que pagaban por esas historias, no esmenos cierto que la Historiografa cristiano-romana se mueve segn los mismos parmetros.La de Tefanes es una Crnica censurada o modificada siglo y medio despus de sucomposicin para adaptarla al nuevo orden mediterrneo que quera sostener la dinastamacedonia, entre los siglos IX-XI22 o la Historia Breve del patriarca Nicforo, que utiliz para(re)construir el reinado de Heraclio y sus inmediatos sucesores un opsculo escrito por Pirro osus partidarios23. No obstante, esa labor de recopilacin de tradiciones anteriores, tanto porparte de historiadores musulmanes como cristianos, ha permitido la conservacin de fuentesque de otro modo habran desaparecido.

    A estas alturas, no es necesario recordar que la historiografa romano-cristiana es subjetiva,dependiente en buena medida de los intereses del poder al que sirve y con un fuerte carizprovidencialista. Pero a pesar de esto, hay en muchos de estos historiadores toda una labor deinvestigacin y de recopilacin de fuentes que le dan a estas obras una importancia capital parael conocimiento del pasado. Es el caso de los ya mencionados patriarca Nicforo y Tefanes,pero tambin el de Eutiquio de Alejandra, que deja bien claro que su obra es un Kitb al-taral-mam al l-taqq wa-l-tadq (=Libro de Historia compilado a travs de la investigaciny la verificacin). Si hay algo que une la historiografa cristiana y la islmica es su carctermonotesta. Tomando prestado el concepto a Garth Fowden, se puede hablar de unahistoriografa monotesta, de corte providencialista, cuyos orgenes se remontan a las obras de

    20 E. MANZANO, Algunas reflexiones sobre el 711. Awraq, 3 (2011), pp. 3-20, espec. 12.21 F. NIETZSCHE, Fragmentos pstumos (1885-1889). Madrid, 2008, 7 [60], p. 222.22 T. C. LOUNGHIS, Byzantium in the Eastern Mediterranean: Safeguarding East Roman Identity (407-1204).Nicosia, 2010, p. 2, citando en n. 3: I. Rochow, Byzanz im 8. Jahrhundert in der Sicht des Theophanes, Berln1991 (Berliner Byzantinistische Arbeiten 57), pp. 48-49.23 C. ZUCKERMAN, Heraclius and the return of the Holy Cross, en C. Zuckerman (ed.), Constructing the SeventhCentury. Pars, 2013, pp. 197-218, espec. 207.

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    los historiadores romanos que ven en Roma la culminacin de la Historia. Estos historiadoresson sustituidos por Eusebio de Cesarea y sus epgonos cristianos y musulmanes, ya quepodemos establecer, en buena medida, ms similitudes que diferencias entre los gneros de laHistoria Eclesistica y la Historia de los Profetas y los Reyes: son relatos que buscan legitimarunos Estados asociados a una religin nica el Imperio y el Califato, remontndose a unpasado mtico comn tanto el Islam como el cristianismo beben de la tradicin juda que lesda mayor pedigr, al permitirles recurrir a una cadena de transmisin previa que aleja lassuspicacias que todo lo nuevo tena. La Historia slo adquiere sentido como culminacin deambas revelaciones, excluyentes la una con la otra, considerada falsa. La obra de Elas BarShinaya, obispo nestoriano de Nsibe representa el ejemplo ms acabado y perfecto de estahistoriografa monotesta. Su Cronografa es el resultado de la confluencia de los mundosislmico y cristiano, en una ciudad como Nsibe, enclavada entre los antiguos Imperios deRoma y Persia, a medio camino entre Bagdad y Damasco24.

    El gnero de la Historia Eclesistica escrito en griego tendi a convertir los asuntospolticos y sociales en disputas teolgicas que slo incumban a gentes versadas en teologacomo los obispos. Sin tener esto en cuenta, se corre el riesgo de pensar que hechos como laconquista islmica tuvieron un trasfondo exclusivamente religioso, dejando de lado lascondiciones econmicas y sociales. Durante el perodo 324-641, la identidad de la parteoriental del Imperio fue creada por una elite greco-parlante que construy una identidadpredominantemente greco-cristiana, lo cual hizo que en Occidente fueran conscientementerechazados como no-romanos. Esto es tambin lo que explica el rechazo de las poblaciones deOriente Prximo y Egipto durante el siglo VII cuando llegaron los rabes por una cuestintanto religiosa como tambin poltica: La superestructura ideolgica haba sobrevivido muchoms tiempo que su infraestructura socio-econmica25.

    Las historias cristianas y el gnero islmico del fut vendran a ser dos caras de unamisma moneda. A pesar de que muchos quieran ver en las primeras una pretendida objetividadde la que carecen por completo, ambos gneros comparten un rasgo comn: las proyeccionesdel presente hacia el pasado, con el fin ltimo de justificar el estado de cosas en el que viveninmersos tanto los tradicionistas cristianos como musulmanes. Y aplicamos este trmino deinequvoco origen en la cultura islmica a los cristianos en tanto que entendemos que escribencomo recopiladores de una tradicin determinada, de acuerdo con unas coordenadas religiosasmuy similares, dado el carcter escatolgico que tienen tanto el Islam como el cristianismo,pero tambin por ser ambas dos religiones universalistas e igualitarias, lo que les otorga unprofundo carcter intolerante hacia la disidencia. Las historias cristianas y el fut islmico sebasan en la voluntad divina como explicacin a posteriori de los acontecimientos, a los que sedota de un fuerte determinismo. As pues, en el primer caso, la derrota es achacada a lavoluntad de un Dios descontento con su pueblo; mientras que en el segundo, la conquista seproduce porque los rabes cuentan con el respaldo de Dios. De este modo, victoria y derrota seconvierten en anverso y reverso de la Historia, eslabones en una cadena providencialista quedebe llevar a la culminacin de los tiempos y la salvacin. La mirada hacia el pasado estcondicionada por el presente de quienes escriben, razn por la cual hay que sembrarlo de hitosque lo vaticinen, para presentarlo como fruto no del azar, sino del providencialismo, lo cual nodeja de ser un potente elemento de legitimacin ideolgica que permite a unos y otros mantenersu posicin social.

    Qu hace preferibles los relatos de unos a los de otros? La capacidad crtica delhistoriador, as como la voluntad de vencer los prejuicios. Quizs la pista la d el medievalistaG. Duby, quien llam la atencin sobre el nfasis que se haba puesto en las destruccionesocasionadas por los normandos en el trascurso de sus invasiones entre los siglos IX-X. Pona en

    24 G. FOWDEN, Before and after, op. cit., pp. 78-79.25 T. C. LOUNGHIS, Byzantium.., op. cit., p. 23.

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    tela de juicio esta imagen, relativizndola. Muy posiblemente afirmaba Duby el perjuicioocasionado no habra sido ni duradero ni irreversible, dada la pobreza material en la que vivala mayora de la poblacin. Ese pesimismo era fruto de la dependencia excesiva, exclusivadiramos, de fuentes eclesisticas, que vean a los normandos paganos como la quintaesenciadel Mal26. La misma situacin y estereotipo se repiten con los rabes musulmanes. Buena partede la destruccin que se les achaca, fue provocada por la sucesin de guerra civil-guerra contraPersia. Un conflicto permanente que se extendi durante los primeros treinta aos del siglo VIId.C., a lo que habra que sumar la violencia desencadenada por la querella iconoclasta, quetambin afect a los cristianos que ya vivan bajo el Califato omeya.

    Pero esta problemtica afecta a una parte considerable de las fuentes que conforman elncleo que ms arriba hemos delimitado. Cronolgicamente, la Didascalia de Jacob (ca. 634-640)27 es la primera fuente en la que encontramos una mencin a un profeta entre los rabes. Elobjetivo de esta obra es servir como base para la conversin de los judos que viven en lasciudades del Imperio y que han ayudado a los persas durante la ocupacin de las provincias deSiria-Palestina. Es una obra que est dirigida a aquellos judos que recientemente se hanconvertido como consecuencia de la poltica que contra ellos ha dirigido Heraclio. Hay queponerla pues, en la lnea del clima general de espera del fin del mundo, y de advenimiento delmesas y el Anticristo que lo deba anteceder. Por tanto, el acercamiento que se haga debe sercrtico, teniendo en cuenta que se trata de un gnero literario que tiene unas normas. El objetivoque se persegua con la Didascalia no era servir como testimonio de una realidad determinada,sino legitimar y facilitar la conversin de los judos, y lo hace mediante el recurso al midra,usando pasajes bblicos para justificar el bautismo. Por consiguiente, muchas de las cosas quese leen en ella deben ser entendidas en el contexto de la exgesis, sabiendo que para suinterpretacin hay que tener presente su procedencia: el Antiguo Testamento.

    La principal fuente es la Historia de Sebeos, ya que se trata de la nica que est completa yocupa un espacio geogrfico ms amplio; su redaccin entre 655-661 d.C. la convierte en undocumento fundamental. Sin embargo, su autora como se ha sealado es puesta en dudaactualmente, ya que no hay ninguna prueba de que realmente fuera un obispo de nombreSebeos quien la redactara. Se trata ms bien de una atribucin por parte de sus primeroseditores entre 1833 y 1855; antes de esta fecha era tenida por una Historia annima, quecreyeron haber encontrado en este texto la Historia sobre Heraclio a la que muchos autoresarmenios posteriores hacan referencia, cuestin por la cual, pretenden cambiarle el ttulo.Howard-Johnston propone llamarla en su lugar Historia de Cosroes, ya que es este personajesobre el que pivota toda la accin y, segn el historiador britnico, la figura de Heraclio sloaparece de manera accesoria28. Dejando a un lado las cuestiones acerca de autora o cambios dettulo, lo que salta a la vista es el carcter apocalptico del texto: tanto la guerra romano-persade 603-628 (con el episodio de la toma de Jerusaln), como la irrupcin de los rabes sonpresentados como signos inequvocos del fin de los tiempos. Como se ver ms adelante, eltexto de Sebeos probablemente tuviera un uso litrgico.

    El carcter fragmentario es uno de los rasgos que definen a la mayora de los registrossiracos, como ya se ha dicho refirindonos al texto datado en 637. Pero no es el nico. Existen

    26 G. DUBY, Guerreros y campesinos. Desarrollo inicial de la economa europea, 500-1200. Madrid, 1976 (2 ed.Madrid 2009), pp. 151-152.27 F. MALDONADO VILLENA y J. SOTO CHICA, La Didascalia de Jacob. Granada, 2015. [cit.: Didascalia de Jacob].Debo agradecer a los editores el haberme facilitado el acceso a la obra antes de su publicacin.28 Sobre la autora de Sebeos o un Ps.-Sebeos, vid. R. W. THOMSON y J. HOWARD-JOHNSTON, The ArmenianHistory attributed to Sebeos. Liverpool, 1999, pp. xxxiiii-xxxviii; T. GREENWOOD, The History of Sebeos, en D.Thomas y B. Roggema (ed.), Christian-Muslim Relations, vol.1, Leiden, 2009, pp. 139-144; J. HOWARD-JOHNSTON, Witnesses to a World in Crisis. Historians and Histories of the Middle East in the Seventh Century.Oxford, 2010, pp. 71-72.

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    dos textos fundamentales dentro de este ncleo de fuentes de primera mano que tambin sehallan incompletos, pero no por ello pierden su valor. El primero de ellos es la CrnicaMarontica, de la que slo se ha conservado la parte en la que se narran los califatos de cAl yMucwiya. Es en este ltimo donde se puede observar el carcter poco definido que, a ojos delos cristianos, tena el primer Islam y cmo los cristianos de las distintas Iglesias que convivanen Siria-Palestina acudan a las nuevas autoridades para tratar de solventar sus problemasintercomunitarios, convirtiendo al califa en un trasunto del emperador de Constantinopla. Lasegunda es la Historia de Juan Bar Penkaye, de la que slo nos ha llegado el final del libro XIVy el XV. Lo ms curioso del relato es el poco espacio que dedica a los orgenes de los rabes ycmo el autor se explaya cuando habla de su llegada a tierras de Mesopotamia. Son vistoscomo un castigo divino, una constante a lo largo de todo el perodo, sin excepcin. Y quizshaya que ubicar aqu la tipologa apocalptica propiamente dicha, con sus particularescaractersticas, que formara parte tambin de este ncleo central. Se trata de un tipo de escritosque rebasa las fronteras del Oriente. As, vemos traducciones tempranas del Apocalipsis delPseudo-Metodio al latn, probablemente hechas por cristianos sirios asentados en el sur de laGalia.

    La otra crnica regional, es la del egipcio Juan de Nikiu, que comparte con las siracas laslagunas en el texto (falta el relato de los aos que van de ca. 610-640/641) y como sucede constas, su valor no disminuye. Su autor, un obispo copto, habra nacido hacia mediados del sigloVII, cuando las heridas de la conquista an eran visibles. Y si bien no vivi los acontecimientosde manera directa, s tuvo acceso a los relatos orales para completar esta parte de su narracinque acaba poco despus de la muerte del patriarca monotelita Ciro y la restauracin de laIglesia copta. Pero el problema con esta fuente no proviene de que est incompleta, sino de latransmisin del texto. El manuscrito que se conserva es de procedencia etope, escrito en ge'ezy se sabe que ste es una traduccin del rabe de un original copto o griego. Una cadena detransmisin en la que no faltan las interpolaciones de traductores y copistas, las correcciones olos errores. No obstante, Egipto ofrece una ventaja sobre otras zonas: la gran cantidad depapiros que se han conservado de sta y otras pocas, que permiten tener un conocimientomucho ms detallado de las reas en el que se han encontrado los registros.

    2. UNA PROPUESTA DE CLASIFICACIN

    La mayora de las fuentes de las que disponemos pertenecen al gnero historiogrfico.Quizs por ser textos escritos en los aledaos del poder sea cual sea han tenido mejor suerte,ponindose a resguardo de los avatares de la Historia. Teniendo en cuenta el arco cronolgicoabarcado, son muy variadas las fuentes de este gnero que hemos utilizado.

    Para el primer perodo, el de los siglos IV-VI, destacamos fundamentalmente a doshistoriadores de corte clsico, como fueron Amiano Marcelino ( ca. 385) y su Res Gestae, yProcopio de Cesarea ( ca. 560'), autor de una Historia de las Guerras en las que relata lascampaas militares de Justiniano (527-565), dirigidas por Belisario y Narss, o la HistoriaSecreta, por citar dos de las ms conocidas. Complementa la visin del perodo la NuevaHistoria de Zsimo ( p. s. VI), el relato de un pagano que escribe en un medio cristianizado.Ofrecen una enorme cantidad de datos que permiten conocer los entresijos polticos delmomento, las disputas existentes entre las distintas facciones y sus relaciones con el poderimperial. Entre estos dos hitos, se intercalan toda una serie de crnicas, entre las cuales hansido fundamentales las de Juan Malalas, Zacaras de Melitene y la del comes Marcelino, por suinmediatez y el trabajo de recopilacin, fundamentales para nuestra labor de reconstruccin delmedio en que se produjo el surgimiento y consolidacin de la disidencia cristiana.

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    Pero si hay un subgnero que caracteriza este perodo es el de la Historia Eclesistica,siendo la principal la de Eusebio de Cesarea, con sus continuadores: Rufino de Aquilea,Sozmeno, Scrates y Evagrio Escolstico. Son obras cuyo contenido va ms all de lomeramente teolgico, para ocuparse de la formacin de la Iglesia como un ente poltico almismo nivel que el Imperio. Sus protagonistas son patriarcas y obispos, y relatan las luchas depoder entre stos, la formacin de las dicesis y las tensiones existentes entre el poder laico y elreligioso. Pero quizs, lo ms importante sea que se trat de un subgnero que fue adoptadotambin por las Iglesias heterodoxas, especialmente por los monofisitas sirios, con Juan defeso a la cabeza. Ellos tambin tenan que legitimar su jerarqua eclesistica, crear unatradicin propia que los situara en pie de igualdad con respecto a la Iglesia calcedoniana,ortodoxa. Son unas obras que no fueron ms all del siglo VI, cuando qued muy claro queIglesia e Imperio eran una misma cosa, unidas por la Providencia.

    Sorprende que siendo una poca convulsa, contemos con una nada desdeable cantidad decrnicas e historias para el siglo VII. De una importancia capital es la Historia de TeofilactoSimocata ( ca. 650'), que cubre los reinados de Mauricio (582-602), Focas (602-610) yHeraclio (610-641), los aos centrales que analizaremos en las pginas siguientes. Igualmenteindispensable es la controvertida Crnica Pascual, que arranca con la llegada al poder deDiocleciano (285-305) y concluye con el tratado de paz entre la Romania y la Persia sasan en628. Pero no son las nicas. La imagen se complementa con toda una plyade de obraslocales, escritas por historiadores de la periferia del Imperio, que en la mayora de los casosson la voz de las comunidades cristianas heterodoxas. Es el caso de Juan de Nikiu para Egipto,la principal crnica para la conquista islmica y los primeros aos de dominacin rabe; Sebeospara Armenia, quien adems ofrece una de las primeras referencias biogrficas de Muammad;la plyade de pequeas crnicas siracas escritas al calor de los acontecimientos, como laCrnica marontica, la Crnica melquita, a las que se debe sumar el R Mell de Juan barPenky. A estas fuentes orientales hay que aadirles algunas occidentales, como la Crnica de(Ps.) Fredegario o la annima Crnica mozrabe de 754. La Crnica bizantino-arbigafechada en 741 y tambin annima, tiene un carcter mestizo, escrita a caballo entre Oriente yOccidente, lo que le confiere un carcter especial.

    Como se ha sealado, el valor de las fuentes historiogrficas posteriores (las del siglo IXen adelante) radica principalmente en su carcter recopilatorio, ante el vaco producido por lasconvulsiones de la Iconoclastia. Por este motivo, la informacin que facilitan Tefanes,Nicforo, Eutiquio de Alejandra o Severo de Hermpolis que recopil las vidas de lospatriarcas coptos de Alejandra, pero tambin la de historiadores posteriores como Dionisio deTel-Mar, Movss Dasxurani, Miguel el Sirio ( 1199) o Bar Hebraeus ( 1286), es til noslo para el perodo de los siglos VII-VIII, sino tambin para el de los anteriores siglos IV-VI,permitiendo una confrontacin entre las tradiciones locales que representan algunos de ellos,con el discurso oficial recogido por los historiadores contemporneos. Es en este perodocuando surge la historiografa islmica, cuyos principales representantes, los ms tempranos,fueron el Fut Mir, Ifriqiya wa'l-Andalus, de Ibn cAbd al-akam, al-Balur, y su K. Futal-Buldn, para finalizar con la obra de al-abar, Tar al-rusl wa-l-mulk, que reviste uncarcter diferente con respecto a las anteriores.

    ***

    Desde el Renacimiento hasta su cristalizacin en la historiografa decimonnica, se hahecho una separacin maniquea entre Historia y Crnica, perteneciendo la primera a la altacultura en tanto que heredera de los modelos clsicos Herdoto, Tucdides, Plinio o Tcito,mientras que la segunda es un producto tpico de la baja cultura propia de un perodo descritocomo poca Oscura29. El Diccionario de la Real Academia define actualmente la voz

    29 B. CROKE, Count Marcellinus and his Chronicle. Oxford, 2001, p. 23.

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    crnica, en su sexta acepcin, como la Narracin histrica en que se sigue el ordenconsecutivo de los acontecimientos; mientras que historia sera la Narracin y exposicin delos acontecimientos pasados y dignos de memoria, sean pblicos o privados. An hoy, lahistoria tendra una mejor consideracin que la crnica. Se trata de clasificaciones hechas aposteriori, en base muchas veces a ideas preconcebidas de historiadores que deben justificar elporqu tal perodo es de decadencia o tal otro de esplendor. A veces se hace difcil hacer unadistincin entre crnica e historia cuando nos encontramos con obras como la Crnica de JuanMalalas (segunda mitad del siglo VI), por cuanto es un hbrido entre ambos gneros: hace unrelato detallado de los acontecimientos que narra, ordenados por aos. Se trata de uncontemporneo del Procopio de Cesarea, el historiador por antonomasia de poca justinianea,por lo que es difcil seguir sosteniendo esa dicotoma entre alta y baja cultura. Es la mismadisyuntiva que dos siglos ms tarde, hacia finales del VIII, se puede establecer entre Tefanesel Confesor y el patriarca Nicforo.

    La diferencia que hay entre Malalas y Procopio o Tefanes y Nicforo la que hay entrecrnica e historia reside en que los primeros de cada tndem buscan escribir una obrauniversal, arrancando desde el momento de la creacin del mundo, hasta el presente de suautor, incardinando el relato en una secuencia que indefectiblemente debe llegar al Juicio Final.La historia, por el contrario, es por definicin contempornea: en ella se narran siempre losacontecimientos que afectan a la poca de su autor. Esta es la caracterstica que une a Tucdidesy Tcito con Amiano Marcelino, Procopio, Agatas o Nicforo. Citado por Garth Fowden,Arnaldo Momigliano afirmaba que el narrar la Historia en base a los hechos de los grandespersonajes responda a la herencia clsica; que contar la Historia desde el comienzo de lostiempos eran una concesin al judasmo; pero que la ms problemtica era la concesin hechaal cristianismo de dividir en dos perodos antes y despus de Cristo tomando como referenciala Encarnacin30.

    Sin embargo, por muchas diferencias que se quieran buscar, una lectura atenta de lasdistintas obras, lleva a esa percepcin del gnero historiogrfico que en el mundo helenstico yromano era un instrumento para formar buenos ciudadanos y que a partir de los siglos IV-V,pasa a ofrecer un modelo de buenos cristianos. Y en este sentido, la Crnica del condeMarcelino es un ejemplo de militancia ortodoxa. De este modo, los grandes campeones, losgrandes hroes de la ortodoxia tal y como aparecen reflejados en esta Crnica son TeodosioI el Grande y Marciano. Los dos emperadores haban salido de las filas del ejrcito: el primerode origen hispano, el segundo de Tracia, y ambos haban luchado contra las herejas queafloraron en sus respectivos reinados. Pero junto a ellos y quizs en una posicin ms relevante,destaca la actuacin de aquellos telogos que, como Juan Crisstomo, mostraron posturasintransigentes frente a los heterodoxos31. Suceder lo mismo con la Historia Eclesistica deJuan de feso o la Crnica de Zuqnn cuando se consolide el monofisismo en la Siria-Palestinade la segunda mitad del siglo VI. Tampoco hay que perder de vista que muchos de loshistoriadores posteriores como Miguel el Sirio (s. XII) o Bar Hebraeus (s. XIII) fueron losdepositarios de la memoria de sus comunidades. Por ello, sus obras se convierten en un nexo deunin entre la tradicin siraca, fundamentalmente eclesistica, y el contexto social islmico.Tienen adems un importante carcter de recopilacin de antiguas fuentes que de otro modo sehubieran perdido, ya que su objetivo era preservar su identidad en un momento en el que laislamizacin amenazaba con borrarlos.

    No podemos dejar de lado los milagros (gr. ), como una de las seas de identidadde la cultura tardoantigua; constituyen todo un gnero literario que abarca desde la HistoriaLausiaca de Paladio hasta las vidas de santos. Ms all del contenido moralizante que sin duda

    30 G. FOWDEN, Before and after, op. cit., p. 8431 B. CROKE, Count Marcellinus..., op. cit., pp. 95-97.

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    tienen estas historias, lo fundamental es una de sus caractersticas secundarias: la necesidad deveracidad para que lo que cuentan fuera creble. Por eso, las hagiografas se convierten en lafuente principal para reconstruir la vida cotidiana en las ciudades tardoantiguas y medievales,as como la ideologa que se quiere transmitir: la religiosidad popular. Muchas de estas vidastienen un fuerte componente extravagante, es el caso de los , los locos por Dios, un tipode santidad que floreci en la Romania de los siglos V-VII, como es el caso de Basilio el Jovenpara el siglo X. Tambin hay espacio para mujeres que entran en monasterios masculinosdisfrazadas de hombres, como fue el caso de Mara de Perge. Pero el aspecto sobre el que mssuelen incidir es en el arrepentimiento y la expiacin de los pecados a travs del eremitismo,como refleja el relato de Mara Egipcaca. Tampoco quedan al margen las vidas de grandespersonajes como el patriarca alejandrino Juan el Limosnero o Teodoro de Sikeon. Junto a estosrelatos individuales, se han conservado algunas recopilaciones como las vidas de santossiracos, monofisitas, recogidas por Juan de feso; otras son annimas. La ms conocida deestas antologas es el Prado Espiritual que Juan Mosco escribi en las primeras dcadas delsiglo VII, ofreciendo un vvido fresco de la vida monstica de Egipto, Siria y Palestina.

    Los relatos hagiogrficos tuvieron como modelo las novelas griegas ms populares de lossiglos IV-V, pero aportando ciertos datos reales sobre la vida diaria de los monjes, convertidosen protagonistas nicos32. Es uno de los cambios de paradigma a los que se asiste durante laAntigedad Tarda. Con los inicios de la cristianizacin, el modelo deja de ser el hroe clsico,sus valores han dejado de ser vlidos en la nueva sociedad. Ahora es el hombre santo33, elmonje, el que lo sustituye en el imaginario popular. Son hombres de escasa cultura, pero quehablan en la misma lengua que sus interlocutores. En la Antigedad Tarda surge la veneracinde los santos, conectada con el auge del monacato o el incremento del poder de los obispos,tanto en el plano espiritual como en el terrenal. La hagiografa surge como gnero literariohbrido entre el enkomion y el panegrico, combinados con rasgos de la narrativa biogrfica.Hay un debate acerca de cul fue la primera biografa cristiana: la Vida de Constantino deEusebio de Cesarea (ca. 339) o la Vida de San Antonio escrita por el patriarca Atanasio deAlejandra34. Es una literatura de combate. Podramos aadir el Prado Espiritual35 que JuanMosco ( ca. 634) compuso en Roma o Constantinopla, hasta donde haba llegado huyendo dela conquista persa de Jerusaln (614) tras un largo viaje por el Mediterrneo oriental. No semenciona en ningn momento al Profeta Mahoma, pero en la coleccin de ancdotas acerca delas vidas de los monjes de Siria-Palestina y Egipto que compone el libro, podemos conoceralgunos aspectos de las relaciones entre los sarracenos y los eremitas y monjes itinerantes,ofreciendo un interesante fresco sobre la vida cotidiana.

    Los primeros martirologios, compuestos en el siglo IV, tienen un carcter pico en loscuales el mrtir se reviste de todas las caractersticas del hroe, sin importar demasiadoconsideraciones de tipo histrico. Junto a este subgnero heroico, tenemos el puramentehistrico, representado por las Actas de los Mrtires, conocidas ya en poca de Constantino36, ycuyo exponente ms destacado sera Eusebio de Cesarea, tanto en la Historia Eclesistica comoen la Pasin de los Diez Mrtires Egipcios que le es atribuida o en una Vida de Pnfilo, obra

    32 C. BUTLER, The Lausiac History of Palladius. A critical discussion together with notes on early EgyptianMonachism, I/II, Hildesheim, 1967 [cit.: Paladio], Paladio: pp. 195-196.33 G. CAVALLO y otros, El hombre bizantino. Madrid, 1994.34 S. EFTHYMIADIS y V. DROCHE, Greek Hagiography in Late Antiquity (Fourth-Seventh Centuries), en S.Efthymiadis (ed.), The Ashgate Research Companion to Byzantine Hagiography. Surrey-Burlington, 2011-2014 (2vols.), vol. 1: Periods and Places, pp. 35-94, espec. 35.35 J. SIMN PALMER, Historias bizantinas de santidad y locura. Juan Mosco y Leoncio de Nepolis. Madrid, 1999[cit.: Juan Mosco], Juan Mosco: pp. 43-242.36 M. DETORAKI, Greek Passions of the Martyrs in Byzantium, en St. Efthymiadis (ed.), The Ashgate ResearchCompanion..., op. cit., vol. 2: Genres and Contexts, pp. 61-101, espec. 63.

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    perdida sobre su maestro, ejecutado durante la Gran Persecucin37. En el surgimiento delsubgnero de la pasin histrica tuvieron un papel destacado los documentos oficiales, loshypomnemata, que recogan el interrogatorio ante el magistrado romano. No obstante, se hanconservado escasos documentos de este tipo38. Tampoco se puede perder de vista que el gnerodel Martirio, como tal, tiene unas normas, unos modelos y stos los da la Biblia en buenamedida. En concreto las historias del Antiguo Testamento sobre los Tres Hebreos, Daniel en elfoso, la historia de los Macabeos o el martirio por excelencia del cristianismo: el de Jess en lacruz, al que habra que unir el contado en los Hechos de Esteban, el primer mrtir cristiano.

    La estructura narrativa de la Pasin es la siguiente:1. Contexto histrico. Se abre con una mencin al/a los emperador/es reinante/s y una

    reproduccin del decreto de persecucin. En algunos casos, la lista de gobernantes esimaginaria; por ejemplo, el caso de la Pasin de San Jorge (ca. comienzos del s. V) en la quese cita a un tal Dadiano y a los 72 reyes, o los 60 Mrtires de Gaza con el emir haciendo lasveces de emperador/gobernador romano.

    2. Biografa. Es una parte completamente inventada, para la cual el autor suele servirse deelementos del folclore popular.

    3. Juicio. Constituye el ncleo de la obra. Se abre con el discurso del santo/santa ante eltribunal, en un ejercicio retrico. Se entabla un dilogo entre el/la mrtir y los perseguidores,que se convierte en una muestra de apologa del cristianismo ortodoxo frente a sus enemigos.Una parte importante del proceso en la que se recrean los autores, es la descripcin de lastorturas a las que es sometido el/la mrtir para probar la fortaleza de su fe. En ocasiones seprolongan ms all de lo estipulado por la legislacin romana o se incluyen curacionesmilagrosas y resurrecciones con el nico fin de seguir torturando al/a la mrtir. Tras la tortura,esperando a la siguiente tanda, suelen charlar con un ngel o con el propio Cristo queacostumbra a ser una voz o aparecer en forma de nio.

    4. Ejecucin. Despus de haberse recreado en un ejercicio literario gore, uno esperara unamuerte truculenta por parte del autor, pero no. En comparacin con la maldad refinada descritaen la sala de torturas, la ejecucin es de lo ms simple: se le decapita.

    5. Santificacin. Siempre hay un hombre o una mujer piadosos que recogen los restosdel/de la mrtir para darles sepultura39.

    Es indudable que las hagiografas son una fuente imprescindible para reconstruir laHistoria econmica y social de Bizancio y no slo, pero hay que ser muy cautos al valorar sucontenido. Los autores de este tipo de obras no buscaban reflejar el medio en el que sedesarroll la vida del santo con la mayor veracidad, sino resaltar la santidad del personaje encuestin. Si hablan de pobreza y dan ciertas descripciones al respecto es porque son necesariaspara la comprensin de la historia que estn narrando a mayor gloria del hagiografiado40. Enocasiones, el valor histrico no reside en lo que se cuenta en la Vida en cuestin, sino en elcontexto en el que fue escrita la obra y sobre todo del pblico al que estaba destinada. Si stecareca de conocimiento acerca del santo en cuestin, el autor poda tomarse ciertas libertadescon la historia hasta el punto de elaborar un relato completamente legendario y/o pico.Muchas de estas historias fueron puramente inventadas en los crculos aristocrticos para

    37 Ibid., p. 64.38 Ibid., pp. 64-65.39 Ibd., pp. 67-70.40 M. KAPLAN y E. KOUNTOURA-GALAKI, Economy and Society in Byzantine Hagiography: Realia andMethodological Questions, en S. Efthymiadis (ed.), The Ashgate Research Companion, vol. 2: Genres andContexts, pp. 389-418.

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    resaltar la antigedad de su cristianismo41. Ellos tambin pretendan justificar su presenterecurriendo a un pasado mitificado de resistencia y afirmacin de la fe.

    Dada la redaccin de muchos de estos textos hagiogrficos en un griego culto, conreminiscencias y citas clsicas, se podra pensar que son relatos destinados a un pblicoespecfico: la elite culta del mundo helenstico. En un principio no se tratara de muestras deliteratura popular, sino de todo lo contrario. Las hagiografas, las vidas de los santos y santascristianos, puestas al mismo nivel que los personajes de la Antigedad biografiados porPlutarco en sus Vidas Paralelas. Desde luego, una literatura moralizante, de combate contra lasherejas, buscando mostrar un ideal de vida, de comportamiento cristiano frente a lo querepresentaba el gnero en el perodo pagano: formar buenos ciudadanos, ahora buenoscreyentes, sobre todo entre las capas altas de la sociedad quienes, a la postre, eran los llamadosa gobernar. Deben regir un Imperio Cristiano y la mejor gua tica la proporcionan aqullosque supieron dar la vida por su fe o abandonarlo todo por un ideal.

    Las querellas cristolgicas hicieron necesaria la proliferacin de hagiografas, un tipo deliteratura en la que los monjes se convirtieron en los campeones de la ortodoxia fijada sobretodo en Calcedonia. Fue tras este ltimo concilio cuando se empezarn a redactar lashagiografas de determinados patriarcas de la sede constantinopolitana compuestos en base adatos extrados y reelaborados de las Historias Eclesisticas42. Esta necesidad de elevar el rangode personajes tales como Nectario o Metrfanes, responde a la reciente conversin deConstantinopla en el segundo patriarcado ms importante de la Cristiandad, slo tras Roma,pero por delante de una Alejandra que contaba con una trayectoria eclesistica mucho msprolongada y con personajes al frente de la talla de Atanasio, peso pesado de la lucha anti-arriana, o Cirilo de Alejandra, aquilatado en su lucha contra paganos y el hereje Nestorio,slo por citar a algunos de los ms importantes patriarcas alejandrinos.

    Las controversias cristolgicas convirtieron el perodo de la Antigedad Tarda en el msfructfero para la literatura en siraco, con dos tradiciones literarias bien diferenciadas: la IglesiaOriental (nestorianos) y la Iglesia Siria Ortodoxa (jacobitas o monofisitas) a las que en el sigloVII se uniran los maronitas (monotelitas) cuya produccin en siraco igual que la de losmelquitas es meramente testimonial. Los relatos en prosa, como la Vida de Abraham de Qiduny su sobrina Mara (ca. 400) tienen un fuerte componente moralizante. En las hagiografas delos siglos V-VII el componente propagandstico es ms que evidente: la controversia religiosaest en su punto lgido. Sus autores no son ningunos desconocidos, sino todo lo contrario, sonprominentes figuras de la Iglesia Siria43. La coleccin de Vidas ms importante es la recogidapor Juan de feso hacia 560, una de las fuentes ms importantes para conocer la historia delImperio romano de Oriente en la segunda mitad del siglo VI. Se trata de una recopilacin dehagiografas que pretende ofrecer un ejemplo a los sirios monofisitas perseguidos por loscalcedonianos.

    Muchas crnicas universales compuestas a partir del siglo VIII contienen materialhagiogrfico, como es el caso de la Crnica de Zuqnin (ca. 775), que inserta en su incompletofinal la historia del martirio de Kyros, converso al Islam, apstata y finalmente ejecutado porello; tambin contienen trazas de relatos hagiogrficos Jacobo de Edesa o Miguel el Sirio. Ni laIglesia Siria Ortodoxa (monofisita) ni la Oriental (nestoriana) redactaron sinaxarios: el de laIglesia melquita en siraco es una traduccin del griego44.

    Uno de los principales escenarios donde se asent el monofisismo en un primer momentofue Palestina y fueron los monjes quienes lideraron la oposicin a Calcedonia. La

    41 S. P. BROCK, Syriac Hagiography, en S. Efthymiadis (ed.), The Ashgate Research Companion..., op. cit., vol.1: Periods and Places, pp. 265-266.42 S. EFTHYMIADIS y V. DROCHE, Greek Hagiography, op. cit., p. 64.43 S. P. BROCK, Syriac Hagiography..., op. cit., pp. 259-283, espec. 259-260.44 Ibid., pp. 261-263.

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    independencia de Jerusaln con respecto a Antioqua, abri una crisis en la Iglesia palestina. Elmonje Teodosio fue nombrado anti-obispo de Jerusaln y orden a una serie de obisposcontrarios al Concilio, provocando la intervencin del ejrcito enviado por el emperador parareponer en su sede al patriarca Juvenal. El monacato palestino se mantuvo hostil hasta finalesde la quinta centuria. Hay un silencio, un vaco de fuentes escritas en griego entre mediadosdel siglo V y mediados del VI, quizs por ser pro-monofisitas y de ah que fueran destruidas lascopias conservadas en monasterios griegos, aunque son conocidas gracias a versiones siracas.El monofisismo acab por asentarse firmemente all donde el movimiento monstico tuvomayor fuerza: en Gaza y el sur de Palestina. En este perodo de los siglos V-VI, la hagiografaes un arma para propagar la fe monofisita, con los ejemplos de la ya citada Vida de Pedro elIbero (i.e. georgiano) o la Vida de Severo, ambas redactadas ca. 500-512. El cambio en lapoltica religiosa tras la muerte de Anastasio, con una decidida apuesta por la ortodoxiacalcedoniana hecha por Justino I y Justiniano I, fue acogido con gratitud por los patriarcas deJerusaln; esto signific a la postre, la marginacin del monacato monofisita palestino. Diolugar adems al auge de los monasterios ubicados en los suburbios de las ciudades de Palestina,en especial de Jerusaln, perdiendo su carcter referencial los del desierto de Judea45.

    Para el caso egipcio, la hagiografa ha sido un gnero menospreciado desde que Delahayeapuntara a que los relatos hagiogrficos coptos tienen un marcado carcter artificia. An as,forman una parte importante de la literatura copta y su traslacin a Etiopa. Existe una parteimportante de estos textos que no ha sido editada y otra que se ha perdido y slo se conoce porlas breves reseas recogidas en sinaxarios rabo-coptos o etopes, lo que da una idea delimportante caudal que supusieron durante la Antigedad Tarda y la Alta Edad Media46. Laproduccin en copto sahdico se mantuvo ms all del siglo X, cuando muchos autores habanabandonado el griego por el rabe, lo que indica que segua siendo una lengua viva, utilizada enel da a da de la comunidad correspondiente.

    El hecho de que se encuentren los mismos subgneros que en la hagiografa en griego, noindica que la copta sea subsidiaria de la primera, como propona Delahaye. Es lgico que setomen como modelo los moldes griegos en un mundo en el que la cultura helenstica es lahegemnica, si bien hay quienes han sealado unas races netamente egipcias en el desarrollodel gnero. Las primeras Vidas fueron creadas en Egipto, cfr. Vida de Antonio, de Atanasio deAlejandra o la Vida de Pacomio y otras figuras destacadas del monacato cenobtico47. Muchasde estas vidas, sobre todo las de algunos monjes, recogen las controversias religiosas quetuvieron por escenario la ciudad del Delta, aunque no haya ninguna que haga mencin explcitaa la querella origenista. Obviamente, la que dej marcas ms duraderas en la literatura en coptofue la iniciada con el Concilio de Calcedonia, periodo en el que todas las obras tuvieron unmarcado tono de lucha religiosa. Fue tambin el momento en el que comenz a redactarse unaHistoria Eclesistica en copto, que en buena medida qued incorporada en la obra de Severo deHermpolis. Sera la Historia oficial de la Iglesia egipcia contraria a Calcedonia, cuyosprincipales personajes, sus hroes, seran los patriarcas Atanasio y Cirilo48.

    Las hagiografas en rabe son en su mayora traducciones del griego, siraco o copto, frutode la rpida expansin islmica. Los melquitas sirios y palestinos fueron los primeros enabandonar su lengua de origen por la nueva, pues en 772 tenemos noticia de la primeratraduccin al rabe de una obra cristiana: el Martirio de los 40 Padres del Monte Sina. Esto nopas en otras partes, como en Egipto, donde el copto resisti al menos hasta los siglos XI-XIII,

    45 B. FLUSIN, Palestinian Hagiography (Fourth-Eighth Centuries), en St. Efthymiadis (ed.), The AshgateResearch Companion..., op. cit., vol. 1: Periods and Places, pp. 205-208.46 A. PAPACONSTANTINOU, Hagiography in Coptic, en S. Efthymiadis (ed.), The Ashgate ResearchCompanion..., op. cit., vol. 1: Periods and Places, pp. 323-343, espec. 323.47 Ibid., pp. 324-325.48 Ibid., pp. 326-327.

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    pues las primeras traducciones al copto se iniciaron hacia 1088, mientras que en Siria hubo unbilingismo siraco-rabe (tal vez facilitado por la similitud entre ambas lenguas). Sin embargo,el mejor indicio de supervivencia de esta lengua se halla en el garshn/karshn, el rabeescrito con caracteres siracos49.

    La secuencia de traduccin es griegorabe o siracorabe, siendo ms rara lagriegosiracorabe. En Egipto, la secuencia fue griegocoptorabeetope/georgianopara la conservacin de los textos hagiogrficos50. Esto implica que existan numerosasrecensiones para un mismo texto vertido al rabe, tantas como comunidades lo hubierantraducido, hecho que dificulta enormemente determinar cul y cmo era su versin original. Deaqu se deriva otra problemtica: las adaptaciones hechas por el traductor del texto a su propiocontexto, alterando aquellas partes que considerara poco convenientes o aadiendo otras dondecreyera oportuno hacerlo, sobre todo si estaban relacionados con materia religiosa sensible, esdecir, si tenan algo que ver con Calcedonia. En estas manipulaciones incluso se llegaban aproducir conversiones milagrosas como la vuelta a la fe calcedoniana del emperador Anastasioque se produce en la versin rabe melquita de la Vida de Jeremas de Saqqara51.

    Las primeras composiciones hagiogrficas originales en rabe hechas por cristianostuvieron lugar hacia mediados del siglo VIII en los monasterios melquitas de Palestina y elSina52. Estas primeras muestras de literatura rabo-cristiana son sobre todo relatos de neo-mrtires condenados por apostasa, insultos al Islam o proselitismo. Los primeros fueron elMartirio de Antonio, musulmn de Quraysh convertido al cristianismo, y el Martirio de Abdal-Mash al-Ghassani, rabe cristiano que se convierte al Islam para, arrepentido, volver a suantigua fe, por lo que ambos son ejecutados. Nace un subgnero, el del dilogo entre eldirigente musulmn y el clrigo generalmente un monje, encuentro que tiene visos de serficticio53.

    Como punto final a este recorrido por las fuentes debemos citar las de tipo jurdico,especialmente los cdigos de Teodosio y Justiniano, como los principales documentos parareconstruir las relaciones entre los grupos cristianos heterodoxos y el centro poltico. Son dosobras de recopilacin legislativa que han permitido la conservacin de mltiples edictosanteriores a los siglos VI-VI. En este mismo grupo habra que situar los cnones de todos losconcilios ecumnicos, que se convirtieron en una fuente de Derecho tan vlida como elemanado del emperador. Lo interesante de las reglamentaciones conciliares es el ordenamientointerno, ms que la cuestin teolgica, el reparto de poder dentro de la Iglesia y la bsqueda deequilibrios entre las sedes patriarcales. Asimismo, tienen aqu cabida los mltiples pactos a losque llegaron las antiguas ciudades romanas con los conquistadores musulmanes recogidos enlas crnicas islmicas. Mencin aparte merece El Corn o el Pacto de cUmar como losmodelos a partir de los cuales se organizaron las relaciones entre cristianos y musulmanes bajoel Islam.

    El da a da de la administracin tambin reporta una buena cantidad de fuentes tiles paranuestra tarea, aunque, en este caso, la mayor parte de la documentacin se circunscribe aEgipto, donde se han conservado un gran nmero de papiros que permiten conocer laorganizacin econmica y las relaciones sociales de las comunidades rurales. Las inscripcionesepigrficas halladas en el sur de Palestina vienen a suplir la carencia de papiros para estaregin, permitiendo, en la medida de lo posible, la organizacin social de determinadaslocalidades.

    49 M. N. SWANSON, Arabic Hagiography, en St. Efthymiadis (ed.), The Ashgate Research Companion, op.cit., vol. I, pp. 346-347.50 Ibid., pp. 348-349.51 Ibid., pp. 350-351.52 Ibid., pp. 353-354.53 Ibid., pp. 354-355.

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    CAPTULO II

    LOS INICIOS DE LA DISIDENCIA RELIGIOSA DENTRO DELCRISTIANISMO (SIGLOS IV-V)

    Las fronteras siempre son difusas, mxime cuando nos referimos a algo tan etreo comolas creencias religiosas. En el centro de la construccin de la identidad de las sociedadestardoantiguas, la lucha por establecer cul era la interpretacin correcta del cristianismo, la quegarantizaba la salvacin de los creyentes, involucr a todos los estratos. El panorama queencontramos durante los siglos IV-V es el de un mundo en construccin. El Imperio romano deeste perodo poco o nada tiene que ver con el modelo que representaba la Roma clsica. A suvez, la Iglesia comienza un proceso de adaptacin a las estructuras polticas romanas, de lo quese deriva su transformacin en una entidad con base territorial. Los concilios ecumnicos noslo dirimieron cuestiones teolgicas, sino tambin asuntos mucho ms terrenales. En sussesiones se establecieron los trminos sobre los que descansaron las relaciones entre patriarcasy emperadores y quin era l