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EL TERROR ROJO EN ESPAÑA

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José Javier Esparza

EL TERROR ROJO

EN ESPAÑAUna revisión de la Causa General

Prólogo de Stanley G. Payne

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Primera edición: abril de 2007

Diseño de la cubierta: Jordi Xicart

© Áltera 2005, S. L.© José Javier Esparza© Fotos de las páginas 1 a la 7 y 10 a la 16 cedidas

por el Laboratorio Fotográfico de la BibliotecaNacional de España (Madrid)

© Fotos de las páginas 8 y 9 obtenidas en la Causa General

ISBN: 978-84-96840-04-1

Depósito legal: B-10.388-2007

ÁLTERATrafalgar, 10, 2.º 1.ª08010 BarcelonaTel. 934 519 537Fax 934 517 [email protected]

Impreso en España por Novagráfik, S. L.

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A mis abuelos.In memoriam

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Matar… matar, seguir matando hasta que el cansancio impidamatar más… Después… Después construir el socialismo.

ENRIQUE CASTRO DELGADO,

comunista, creador del Quinto Regimiento

Todo régimen muere por el suicidio en que remata y expía susculpas. Húndense las monarquías por los reyes y sus cortesanos,como hacen perecer las repúblicas sus partidarios más fanáticos.

NICETO ALCALÁ ZAMORA,

presidente de la II República (1931-1936)

El Gobierno republicano se hundió en septiembre del 36, agotadopor los esfuerzos estériles de restablecer la unidad de dirección,descorazonado por la obra homicida —y suicida— que estaban

cumpliendo, so capa de destruir al fascismo, los más desaforadosenemigos de la República.

MANUEL AZAÑA,

presidente del Gobierno (1931-1933 y 1936),

presidente de la II República (1936-1939)

A Catalunya i a Espanya s’havia caigut en aquesta bestialitat. Les vides humanes han estat imolades de la mateixa manera que,

a la selva, son imolades les vides dels animals impotents […].Afirmo amb plena responsabilitat que tots els sectors antifeixistes,

començant per Estat Català i acabant pel POUM, passant per Esquerra Republicana i pel PSUC, han donat un contingent

de lladres i assassins igual, almenys, al que han donat la CNT i la FAI.

JOAN PEIRÓ,

anarquista, vicepresidente

del Comité Central de Milicias Antifascistas

de Cataluña (1936), ministro de Industria (1937).

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ÍNDICE

Prólogo de Stanley G. Payne…………………………… 15

INTRODUCCIÓN ………………………………… 19Los hechos. • Este libro.• Por qué hay que hablar de «Terror».• Las pruebas.• La «Causa General».

CAPÍTULO I

ARMAR AL PUEBLO ……………………………… 43Las izquierdas en la calle.• La decisión de Azaña. • Las milicias ya estabanarmadas. • La UMRA lleva la voz cantante. • Golpe de mano en el Ministerio de la Guerra. • Matanzas de militares.

CAPÍTULO II

EL PODER DE LAS MILICIAS ……………………… 63La caza del hombre. • El control de los «incontrolados». • Origen de la fuerzamiliciana. • «Limpiar» la retaguardia. • Tortura, saña, violación.

CAPÍTULO III

EXTERMINIO DE LOS ENEMIGOS DE CLASE … 85El calvario de las derechas. • La persecución religiosa. • Los antecedentes del martirio. • La Cruz.

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CAPÍTULO IV

LA ALUCINACIÓN REVOLUCIONARIA ………… 101La revolución libertaria. • La tentación socialista. • La convergenciarevolucionaria. • La campaña del Frente Popular. • ¿Estaba justificada la revolución? • La revolución implícita. • Hacia el «frente unido del proletariado». • Las «alianzas obreras».

CAPÍTULO V

LA REVOLUCIÓN EN MARCHA:COMITÉS Y EXTERMINIO………………………… 133La formación de los Comités. • ¿Conspiración revolucionaria o improvisación? • Los comités, responsables del Terror. • Asaltos a prisiones.• Represalias de guerra. • Las sacas de presos. • El Estado convalida los efectos del Terror.

CAPÍTULO VI

LAS CHECAS………………………………………… 167Qué era una checa. • Cómo claudicó el Estado ante las checas. • Topografíadel Terror. • La administración de la muerte. • Las venganzas. • Saqueo y despojo.

CAPÍTULO VII

LOS TRIBUNALES POPULARES…………………… 197El desmantelamiento de la Justicia. • La Justicia revolucionaria. • Tribunalesespeciales. • La Justicia al servicio del Terror.

CAPÍTULO VIII

EL AMIGO SOVIÉTICO Y EL ORO DE MOSCÚ … 213La izquierda española ante la URSS. • El espejismo soviético. • La ayuda de Stalin. • Los nombres rusos del Terror. • El Gobierno Largo Caballero. • El oro de Moscú. • Los cien mil hijos de Negrín. • Moscú extiende su tela.

CAPÍTULO IX

LAS MATANZAS DE MADRID …………………… 237El primer organigrama del Terror. • El caso Galarza. • Conspiración para la matanza. • ¿Quién fue el culpable? • La mecánica del exterminio.• La intervención diplomática. • Las pruebas de la acusación.

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CAPÍTULO X

LA REVOLUCIÓN DOMADA ……………………… 259Contra el caos miliciano. • La sovietización del régimen. • Violación de la inmunidad diplomática. • Largo fastidia a Moscú. • Los campos de trabajo. • Policía política.

CAPÍTULO XI

LOS HECHOS DE MAYO…………………………… 285El poder en Cataluña. • Agitación anarquista. • Los hechos. • La caída de Largo Caballero. • Terror sobre el propio campo. • La aniquilación del disidente.

CAPÍTULO XII

LA ESPAÑA DEL SIM ……………………………… 305La estrategia comunista. • El nacimiento del SIM. • La arquitectura del Terror. • Las checas se refinan. • El Terror no se extingue.

CAPÍTULO XIII

EL HUNDIMIENTO ……………………………… 325El Terror se estabiliza. • La crisis socialista. • El PSOE, víctima del Terror. • La militarización de la sociedad. • Las últimas víctimas.

EPÍLOGO

LA «CAUSA GENERAL» …………………………… 337El Terror blanco. • Represión y legitimidad. • La instrucción de la «Causa General». •¿Tiene razón la «Causa General»?• Consideración final. Un balance.

APÉNDICE I

EL PROBLEMA DE LAS CIFRAS¿CUÁNTOS MUERTOS? …………………………… 355Cifras de leyenda. • Estadística entre brumas. • La discusión.

APÉNDICE II

LA QUERELLA DE LOS HISTORIADORES ……… 369

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PRÓLOGO

DESDE las primeras semanas de la guerra civil, las represionesen ambos lados se destacaron como el aspecto más horroro-

so y una de las facetas más importantes de la contienda. En seguidaempezaron a captar la atención de los corresponsales extranjeros, ylas noticias al respecto constituyeron una parte significativa de lasimpresiones en el extranjero sobre la guerra española. Puesto quelos corresponsales dedicaban más atención a las grandes ciudades,la represión en la zona republicana recibió la mayor parte de la publi-cidad durante los primeros meses, aunque ésta se equilibraría másen el porvenir.Ambos lados proyectaban estadísticas exageradas duran-te el conflicto, como las de imputar medio millón de fusilamientosal bando opuesto, exagerados cálculos que se mantendrían duran-te muchos años.

La investigación seria empezó después de la muerte de Franco, yya hay una abundante historiografía de muchos aspectos de la repre-sión, aunque de una calidad muy desigual y relativa principalmen-te a la represión franquista. En los últimos años, la nueva industriapropagandística de la «memoria histórica» ha recalcado exclusiva-mente esta última, porque una perspectiva equilibrada sería muchomenos rentable en términos políticos. Por eso es especialmente impor-tante llegar a un entendimiento más empírico y objetivo de lo quese ha presentado en estos últimos años, y de ahí la importancia deeste libro de José Javier Esparza.

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STANLEY G. PAYNE16

La moderna represión política, con el terrorismo en masa porparte del Estado o de grupos organizados, empezó con la Revoluciónfrancesa. Volvió en las revoluciones francesas de 1848 y 1871, aun-que de una forma más limitada, y se extendió con los nuevos movi-mientos revolucionarios, como el anarquismo y los diversos gruposrevolucionarios rusos. Luego, con los intentos revolucionarios y lasguerras civiles revolucionarias del siglo XX, se extendió a muchas par-tes del mundo.

La extraordinaria violencia y el altísimo índice de asesinatos delas luchas revolucionarias se derivan en primera instancia de las pro-pias doctrinas de los revolucionarios, que insisten en la «elimina-ción» «exterminio» o purga drástica del enemigo «de clase» o de ide-ología, constituyendo éste un aspecto esencial del totalitarismo delos revolucionarios. Empezando con la feroz represión de la Comunade París en 1871, las fuerzas o gobiernos contrarrevolucionarios noles iban a la zaga, y hasta superaron a los revolucionarios en el núme-ro de ejecuciones, como en los casos de Francia, de Finlandia en1918 y de España, aunque en todos estos casos se trata de contra-rrevoluciones totalmente victoriosas que tenían mucho más tiem-po y oportunidades para llevar a cabo sus represiones. Una posibleexcepción a esta generalización sería la represión zarista de la prime-ra revolución rusa de1905-06, en la que resultó menos mortíferaque la organizada por la revolución, aunque también es posible quelas estadísticas rusas sean incompletas.

¿Cuántos murieron a manos de las represiones en la guerra espa-ñola y después? Es algo que nunca sabremos de forma absolutamen-te fidedigna y detallada, a causa de la dificultad en obtener datosobjetivos y completos. Sin embargo, lo sabemos bastante bien enlos casos más cuidadosa y objetivamente estudiados, como, por ejem-plo, los de Cataluña, Levante y Ciudad Real. Aunque a veces se hadicho que el número de ejecutados igualó o superó a la cantidadtotal de muertes militares, esto no parece cierto. Descontando laparticipación militar extranjera, los datos macrodemográficos indi-can un total de 130.000 muertes militares, o tal vez un poco más,mientras que el número total de ejecutados (en ambas zonas com-binadas) probablemente no llegaría a más que 120.000. Durante la

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guerra no había tanta diferencia entre las estadísticas para ambaszonas (aunque es posible que los franquistas ejecutasen algunos más),aunque con las aproximadamente treinta mil ejecuciones que tuvie-ron lugar después del fin de la contienda, no hay duda de que losfranquistas, como vencedores, fusilaron en total a bastantes más per-sonas. Tal resultado es similar a los casos de Francia y Finlandia, yde la Rusia soviética después de 1918.

La violencia política (distinta de la actuación militar) en la gue-rra de España fue una continuación y una intensificación de la vio-lencia política que empezó en las primeras semanas de la II República,con el asesinato de aproximadamente dos docenas de personas enBarcelona a manos de los anarquistas. Luego continuó a lo largo dela historia de este régimen, con la muerte violenta de aproximada-mente dos mil quinientas personas en asesinatos políticos, insurrec-ciones y manifestaciones violentas, llegando a su apogeo en la gue-rra civil.

En este sentido, el Terror rojo fue anterior al Terror blanco, aun-que la verdad es que durante la guerra misma los dos terrores fue-ron esencialmente simultáneos. Aproximadamente la misma bru-talidad se encontraba en ambos lados, por lo cual es inútil intentardefinir «los buenos» contra «los malos». Por lo general, hubo dosbandos igualmente «malos», aunque los partidarios de la Repúblicahan intentado explicar de varios modos algo que se puede llamar la«menor culpabilidad» de las izquierdas. Uno es el de imputarlo casitodo a unos «incontrolados» que poco o nada tenían que ver con lospartidos izquierdistas o el gobierno republicano. Otro es el absur-do argumento de que fue un terror a favor del «progreso», en vez dela «reacción», razón por la cual sería menos reprensible. Una varian-te de esto último es la noción de que consistió en acciones por partede los oprimidos o más ignorantes, por lo cual también serían menoscensurables. Había ciertamente características algo diferentes cuan-do se comparan las dos represiones, aunque es dudoso que se puedadefinirlas en términos tan sencillos y categóricos como estos.

El libro de José Javier Esparza no es una obra de investigaciónoriginal, sino de síntesis y divulgación, y ofrece la ventaja de salir alpaso de los simplismos y justificaciones que acabo de enumerar.

PRÓLOGO 17

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Presenta la narración más completa hasta este momento del Terroren la zona republicana, y demuestra que éste fue casi siempre el pro-ducto de grupos políticos organizados, y en muchas ocasiones auto-rizados por el mismo gobierno republicano. Además demuestra elgrado de sadismo revelado por muchos de estos actos en la zona repu-blicana, una característica que revela un contraste parcial con el carác-ter de las ejecuciones en la zona nacional. Aunque en ésta tambiénse registraron actos sádicos —razón por la cual sería un error tratarde establecer una diferencia total con lo sucedido en la zona repu-blicana—, sí cabe caracterizar la represión nacional por una mayorsistematización y profilaxis, acentuando la eficiencia y reduciendolos excesos individuales.

Otro rasgo señalado por Esparza es la «otra represión» contra lossectores disidentes de las izquierdas mismas, menos mortífera quela ejercida contra otros sectores, pero que constituye una caracterís-tica que no se encontraba en el otro bando. Demuestra igualmenteque el argumento usado muchas veces por las izquierdas de que elTerror rojo se terminó después de los seis primeros meses no es váli-do, porque el terror continuó, aunque a un ritmo menor, durantetoda la contienda (más o menos como en la zona nacional), y cons-tituyó un rasgo notable de cualquier pequeño avance geográfico logra-do por el ejército republicano durante la segunda mitad de la gue-rra. Igualmente, cuando las izquierdas entraron en acción militarotra vez, a partir de 1944, las ejecuciones formaron parte de las acti-vidades de los maquis comunistas y anarquistas.

En conclusión, no es justificable ningún intento de identificaren estas cosas a «buenos» o «malos», pero en vista de la despropor-ción mostrada por la literatura reciente, una nueva narración de larepresión en la zona republicana es una contribución importantepara una visión más equilibrada de lo que pasó, de su verdadera his-toria, fuera de cualquier «memoria» subjetiva o falaz. Tal es el empe-ño de este nuevo estudio de Esparza, que ayudará a entender mejorlos aspectos más sanguinarios de esa guerra tan desastrosa.

STANLEY G. PAYNE

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1. Mantenemos los conceptos habituales establecidos desde la revolución rusa: rojo,el bando revolucionario; blanco, el contrarrevolucionario. Asimismo, designaremos a losbandos en liza como ellos mismos se designaron: «republicanos» los partidarios del FrentePopular, «nacionales» los partidarios del alzamiento militar.

INTRODUCCIÓN

EL 17 de julio de 1936 comienza en Melilla una sublevación mili-tar. El 19 de julio ya es evidente que ha estallado una guerra

civil. A partir de ese momento, cuando aún no puede hablarse defrentes ni de operaciones bélicas, se despliega el Terror bajo la pre-sión de los partidos y sindicatos revolucionarios. El Gobierno delFrente Popular conoce en sólo dos días tres jefes de Gobierno dis-tintos, los tres de la coalición azañista Izquierda Republicana. CasaresQuiroga, que había desempeñado un funesto papel en la escaladade violencia durante la primavera anterior, es reemplazado porMartínez Barrio. Éste, de mandato efímero, intenta una aproxima-ción a los sublevados que se salda con el fracaso; a las pocas horasserá sustituido a su vez por Giral. Y Giral, acuciado por socialistasy comunistas, decide autorizar la entrega de armas al «pueblo», esdecir, a las milicias de los partidos de izquierda, en muchos casosorganizadas desde varios meses atrás. Son las milicias las que prota-gonizarán la primera fase del Terror rojo1.

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Los hechos

Desde el mismo comienzo de la guerra, toda España vive un largoproceso de Terror político: en un lado, el Terror rojo; en el otro, elTerror blanco. Es del Terror rojo de lo que hablaremos aquí.

La zona de España gobernada por el Frente Popular vivirá unproceso de Terror político que terminará cobrándose 60.000 vidas.Primero será la caza del enemigo, con la coartada de la espontanei-dad incontrolada de las masas. Las víctimas de esa caza, sin embar-

go, no son aleatorias ni fortuitas, sino muyconcretas desde el punto de vista revolu-cionario. Son los «enemigos de clase»: reli-giosos de cualquier condición, políticos dela derecha, propietarios e industriales, mili-tares sospechosos… Pero en muy poco

tiempo, en un vértigo de sangre, la lista se amplía: ya no sólo los reli-giosos consagrados, sino también los ciudadanos de fe manifiesta;ya no sólo los políticos de la derecha, sino también sus votantes; yano sólo los grandes propietarios, sino también el labrador, el comer-ciante, el profesional liberal; ya no sólo los militares de quienes puedapensarse que simpatizan con el alzamiento, sino cualesquiera otrosque se convierten en culpables simplemente por llevar uniforme. Asólo un mes de estallar la guerra civil, el Terror de las milicias arma-das —armadas por el Gobierno, convertidas por el Gobierno en fuer-zas paramilitares y parapoliciales— se cierne sobre todo aquel quesea sospechoso de no comulgar con la revolución que se anuncia.

En esa atmósfera se desencadena una persecución religiosa sinprecedentes en la España moderna que elevará el número de cléri-gos asesinados —sacerdotes, monjas, frailes— hasta cerca de los 7.000,sin contar la elevadísima cifra de seglares que son asesinados por susconvicciones cristianas. Con el derecho arruinado, aparecen casossiniestros de venganzas personales, asesinatos y robos cometidos bajola coartada de una razón política rebajada al rango del crimen. El«paseo» se convierte en escena cotidiana:el enemigo es cazado, trans-portado al matadero, asesinado impunemente. El miedo cierra algu-nas bocas; otras, el odio.

EL TERROR ROJO EN ESPAÑA20

Las víctimas no sonaleatorias ni fortuitas: son

los «enemigos de clase»

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No hay nadie que esté a salvo. Las cárceles, donde los presos polí-ticos han sustituido a los comunes, son asaltadas, y asesinados losreclusos. Al compás de la guerra, que ya ha incendiado los frentes,las autoridades militares o civiles consienten —cuando no ordenan—sangrientas represalias cuyas víctimas se cuentan por miles. Las cár-celes comienzan a vivir el siniestro ritual de las «sacas» llegan los mili-cianos, sacan a unos presos, la autoridad los entrega, se los asesinasin la menor posibilidad de defensa. Las «sacas» se intensifican sinmengua hasta bien entrada la guerra civil. No cesarán hasta que yaapenas quede nadie a quien «sacar».

Con el pretexto de la guerra, de la cercana amenaza del enemi-go, se procede a ejecutar matanzas masivas que aún hoy sorprendenpor su cuantía. No hay pretextos ni excusas políticas para una car-nicería que los propios republicanos juzgarán como su mayor ver-güenza. Pero quizá la mayor vergüenza nosea esa, sino el hecho de que la carniceríacontinuará. No con cifras tan masivas,pero sí con un sistema depurado de Terrorcuyo mejor exponente son las checas. Entorno a las checas se desencadenan la tor-tura, la humillación, la muerte. Cuando elGobierno interviene para controlar elTerror, no lo atenúa, sino que lo intensifi-ca. Ninguna medida de orden es capaz de neutralizar la dinámicarevolucionaria que el propio Gobierno del Frente Popular ha abier-to. Así, serán las propias instituciones las que terminen enviscadasen el mundo tétrico de los asesinatos, los saqueos, el tráfico de bien-es robados a víctimas inermes, la evasión masiva del tesoro nacio-nal. Los tribunales no correrán mejor suerte: atrapados en la dis-yuntiva entre mantener el orden o legalizar la revolución, se deja-rán llevar por la corriente hasta convertir la Justicia en una parodiaque demasiadas veces se limitará a avalar formalmente el crimen.Hacia la primavera de 1937, cuando aún no se ha cumplido un añode contienda, la mayor parte de la represión ha sido ya consumada.Hablamos de una cifra que podría rondar las 50.000 víctimas endiez meses.

En diez meses la mayorparte de la represión se ha consumado: 50.000 asesinados

INTRODUCCIÓN 21

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Las matanzas de población civil, aun ejecutadas en distintas con-diciones, fueron cosa común en los dos bandos: en ambos se hizo aco-pio de presos políticos, en ambos se cazó al contrincante, en ambosse ejecutó a detenidos, en ambos hubo represalias de guerra. El Terrorrojo tuvo, sin embargo, ciertos aspectos peculiares que no encontra-mos en el «terror blanco». Uno es la programación de matanzas masi-vas, exterminadoras, como la que en pocos meses llenó las fosas deParacuellos. Otro es el sistema de los centros de tortura y asesinatodenominados «checas», dependientes unas veces de las autoridadesdel Estado republicano y otras veces de los partidos políticos del FrentePopular. Un tercer elemento singular es el ensañamiento sobre las víc-timas, tanto sobre los detenidos como sobre los cadáveres, practica-do de forma tan abundante en la zona republicana que puede hablar-se de una suerte de macabro ritual. Por último, el Terror rojo tendráuna importante dimensión económica, con redes bien organizadasde despojo y saqueo que incluso llegarán a ocupar las páginas de lospropios periódicos republicanos, como en el caso García Atadell.

Las matanzas masivas y el sistema de checas son un golpe de muer-te para la idílica imagen de una República democrática y virtuosa,ese espejismo de la propaganda que suele expresarse con el concep-to «legalidad republicana». Del mismo modo, los numerosísimoscasos de ensañamiento y salvajismo sobre las víctimas, de los queaquí sólo ofreceremos unos pocos ejemplos, arruinan por comple-to la idea propagandística de que el Frente Popular encarnaba la ilus-tración, la libertad, la modernidad. Cuando el Gobierno republi-cano intente «humanizar» la represión a través de los campos de tra-bajo, el resultado será —cierto que no en todos los casos— un uni-verso concentracionario demasiado parecido al Gulag. Detrás delTerror rojo hubo mucho odio, expresado de la manera más atávicay elemental. El ensañamiento sobre las víctimas es la demostraciónmás clara. Yes, por cierto, un capítulo sobre el cual la izquierda espa-ñola ha eludido cualquier reflexión en profundidad.

Era tal vez inevitable que este paisaje terminara desembocandoen una dinámica suicida, en una avalancha del Terror sobre símismo. En situaciones así, siempre son los grupos más decididos,más osados, más dispuestos a llegar donde haga falta, los que termi-

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nan devorando a sus aliados más débiles o con mayores escrúpulos.Aquí el grupo más decidido será el Partido Comunista de España,con el apoyo imprescindible de la Unión Soviética de Stalin. Laschecas de la República se llenan de técnicos soviéticos mientras elservicio secreto estalinista, el NKVD, campa a sus anchas. Toda lamaquinaria bien engrasada —con sangre— del Terror estalinista seaplica en España de manera implacable. Pero ahora no se orientarásólo hacia los enemigos del Frente Popular, sino que golpeará muyespecialmente a los partidos sospechosos de hacer sombra a los pro-yectos de Moscú: primero a los supuestos «trotskistas», después alos anarquistas, más tarde a los propios socialistas. La creación delServicio de Investigación Militar, el temi-ble SIM, diseñado bajo la directa inspira-ción soviética, formalizará oficialmente larepresión en una República que, conNegrín, se parecerá demasiado a una dic-tadura militarizada. El fin de la guerra esuna estampa de guerra civil dentro de laguerra civil: anarquistas y republicanos a tiros contra los comunis-tas en los barrios de Madrid. El Terror se ahoga en sí mismo.

Esta es la secuencia de los hechos que aquí vamos a detallar. Primero,el tiempo de la caza del hombre, de la persecución, en nombre deuna alucinación revolucionaria. Después, la aniquilación del ene-migo encerrado en las prisiones. Veremos también las singularida-des del Terror rojo español: las matanzas masivas, el sistema de laschecas, el ensañamiento con las víctimas, los saqueos, la función delos tribunales populares, los campos de trabajo forzado. Por último,el momento en que el Terror rojo se abate sobre sí mismo, con ladecisiva intervención soviética. Esa es la trayectoria del Terror rojoespañol.

Este libro

Este es un libro de divulgación y de síntesis. Aspira a ofrecer unavisión de conjunto de la represión política ejecutada por el Frente

El fin de la guerra es unaestampa de guerra civildentro de la guerra civil

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Popular durante la guerra civil española: lo que aquí denominamos«Terror rojo», habida cuenta de la filiación socialista, comunista yanarquista de las fuerzas políticas que protagonizaron aquellos epi-sodios, aunque los republicanos «moderados» no fueron ajenos alcrimen, como también veremos. La metodología de este trabajo res-ponde a un modelo elemental de narración cronológica, jalonadapor los hechos decisivos en la evolución de Terror. Nuestro propó-sito es construir una descripción general de los hechos sobre la basede los estudios más recientes sobre la cuestión, confrontándolos conla depuración de responsabilidades establecida después de 1939 porelrégimen de Franco a partir de la llamada Causa General.Utilizaremosel término Terror, con su mayúscula no antonomástica, pero sí exi-gida por el contexto, para señalar este acontecimiento decisivo quesin duda marcó una época de nuestra historia, del mismo modo quela tradición académica ha reservado la mayúscula para caracterizaral Terror francés de 1793; como se verá, hay numerosos puntos decontacto entreambos fenómenos, más incluso que con el Terror sovié-tico de los años veinte y treinta.

Los crímenes del Frente Popular, cometidos por sí mismo o en su nombre, son una realidad objetiva de la guerra civil. Estoscrímenes han sido ocasionalmente ocultados, enmascarados o ter-

giversados por una historiografía esencial-mente preocupada por lavar la imagen dela II República. Pero si han podido ser ocul-tados, enmascarados o tergiversados, sinembargo los crímenes del Frente Popularnunca han podido ser rebatidos. No hanpodido ser rebatidos por la sencilla razón

de que son una evidencia física: hay fosas comunes, miles de cadá-veres exhumados, centenares de asesinatos descritos por la docu-mentación oficial (incluso en la zona gobernada por el FrentePopular), miles de testimonios de testigos y de confesiones de impu-tados. Las grandes preguntas no conciernen a si hubo o no Terror,sino a cuáles fueron sus causas: ¿Cómo pudo pasar esto? ¿De dóndeviene la violencia política de la izquierda española? ¿Fue un reacciónespontánea de turbas incontroladas o formaba parte de una mane-

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Los crímenes del FrentePopular nunca

han podido ser rebatidos

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2. El colapso de la República. Los orígenes de la guerra civil (1933-1936), La Esfera delos Libros, Madrid, 2005.

3. Los orígenes de la guerra civil española, Encuentro, Madrid, 1999; Los personajes dela República vistos por ellos mismos, Encuentro, Madrid, 2000; El derrumbe de la SegundaRepública y la guerra civil, Encuentro, Madrid, 2001.

4. Cf. su monumental tomo Historia esencial de la guerra civil, Fénix, Madridejos,1996.

5. Paz, Piedad, Perdón… y verdad, Fénix, Madrid, 1997; Salvar la memoria, FES,Badajoz, 1999; Los mitos de la represión en la guerra civil, Grafite, Madrid, 2005.

6. Historia de la persecución religiosa en España 1936-1939, BAC, Madrid, 1961.7. Persecución religiosa y guerra civil, La Esfera de los Libros, Madrid, 2006.

ra de ver las cosas y de entender la política? ¿Cómo encajar una explo-sión tan violenta en el molde de una democracia supuestamente nor-mal y pacífica? ¿Cómo pudo tolerar eso un Gobierno legítimo?¿Cuándo empezó la izquierda a pensar en la guerra civil? ¿El Terrorfue obra de minorías revolucionarias o fue organizado desde el poder?¿Cómo se ejecutó materialmente el Terror Rojo? ¿Cómo se finan-ciaba? ¿Quiénes fueron sus agentes? ¿Cómo se seleccionaba a las víc-timas?

Esas son las preguntas a las que, a lo largo de la narración, quere-mos responder. Para auxilio de la reflexión existe un amplia biblio-grafía, particularmente nutrida en los últimos años, que proporcio-na materiales muy completos para entender lo que sucedió. Es irre-futable el esquema interpretativode Stanley Payne, que además intro-duce muy acertadamente en su análisis los aspectos sociales de la Españade 19362. La trilogía de Pío Moa sobre la II República es indispen-sable para entender el colapso del poder republicano, la dinámica dela tensión civil, la formación del Frente Popular y sus consecuencias3.En el mismo orden, es muy relevante el esfuerzo de Ricardo de laCierva para integrar el fenómeno de la represión dentro de la expli-cación general de la guerra civil4.En lo que concierne específicamen-te al Terror, las investigaciones de Ángel David Martín Rubio sobrelas víctimas son sencillamente decisivas5. Un capítulo fundamentaldel Terror rojo, como es el de la persecución religiosa, está más quesobradamente demostrado, primero con el estudio pionero deAntonio Montero6 y después con la exhaustiva investigación —aun-que centrada en Madrid— de José Francisco Guijarro7. Episodios

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8. Checas de Madrid, Belaqua, Barcelona, 2003; Paracuellos-Katyn, Libros Libres,Madrid, 2005.

9. Checas de Barcelona, Belacqua, Barcelona, 2005; Checas de Valencia, Styria,Barcelona, 2006.

10. La memoria oculta del PSOE, Libros Libres, Madrid, 2006; El crimen que desatóla guerra civil, Libros Libres, 2005.

11. Los gángsters de la guerra civil, Plaza y Janés, Barcelona, 2006.

concretos como la actividad de las checas en Madrid y la matanza deParacuellos se hallan perfectamente documentados en los trabajosde César Vidal8. Otro tanto puede decirse de las investigaciones deCésar Alcalá sobre las checas de Valencia y Barcelona9. La indaga-ción de Alfredo Semprún sobre los sucesos de 1936, con especial aten-ción al Partido Socialista, ofrece resultados muy importantes paraentender cómo y por qué estalló la guerra10. También es muy suges-tiva la investigación de José María Zavala sobre las tramas de corrup-ción política y económica en el Gobierno del Frente Popular11. Y enlo que concierne a nuestro trabajo, debemos reconocer de maneramuy expresa la contribución del investigador José Manuel de Ezpeleta,cuya guía por los laberintos documentales de la Causa General hasido decisiva, así como su preciso asesoramiento sobre las circuns-tancias del Terror rojo en Madrid y las matanzas de Paracuellos. Fuentestodas ellas que confirman y amplían el testimonio de quienes pro-tagonizaron aquellos hechos. Lo veremos.

En conjunto, esta línea de investigación describe el Terror rojocomo una política represiva consciente, derivada del peso determi-nante que los partidos revolucionarios adquirieron dentro del FrentePopular desde julio de 1936 o antes incluso de esa fecha.

Por qué hay que hablar de «Terror»

Una importante cuestión previa es la terminológica:¿Hablar de «Terrorrojo» no es exagerado?No:eso fue exactamente lo que ocurrió. Desdela Revolución francesa reciben el nombrede Terror las políticas orien-tadas deliberadamente al exterminio físico de un enemigo inerme.Es Terror toda política que se proponga de manera consciente la ani-

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12. J. Tulard, J. F. Fayard, A. Fierro: Histoire et dictionnaire de la Révolution françai-se, 1789-1799, Robert Laffont, Paris, 1987, p.1.113.

quilación de un sector de la población previamente definido comoenemigo. Que la ejecución de tal política sea militar o policial no esun hecho relevante. Tampoco lo es que parasu ejercicio se recurra a legislaciones espe-ciales que puedan conferir un aspecto delegalidad formal. El factor determinante,lo que permite hablar con propiedad deTerror, es la determinación política deemplear una violencia extrema sobre lapoblación o sobreun sector concreto de ella.Y conviene detenerse en el precedente dela Revolución francesa, que es el que dio origen al Terror por anto-nomasia, porque los procedimientos que allí se emplearon por pri-mera vez aparecerán después en numerosas revoluciones y, también,en la España del Frente Popular.

Por convención académica, se conoce como Terror a aquel perio-do en el que Francia fue gobernada por «un poder de excepción basa-do en la fuerza, la ilegalidad y la represión» 12. Ese periodo atravesópor dos fases distintas. En la primera todavía conviven girondinosy jacobinos. El poder crea instituciones formales de represión comoel llamado «tribunal criminal extraordinario» (agosto de 1792)pero, al mismo tiempo, las turbas asaltan las prisiones y asesinan alos detenidos, como en las salvajes matanzas de septiembre. La segun-da fase, tras la eliminación de los girondinos (junio de 1793), se carac-teriza por la rivalidad de dos instancias de represión: por un lado, elComité de Salud Pública de Robespierre; por otro, el Comité deSeguridad General de París, controlado de hecho por los sans-culot-tes, y que tiene en sus manos la dirección de la Policía y del Ejército.Bajo la presión de los elementos más extremistas, el Gobierno revo-lucionario aprueba medidas que desencadenarán una sangría bru-tal. Robespierre las justificará en la Convención del siguiente modo:«El objetivo del gobierno constitucional era conservar la República,el del gobierno revolucionario es crearla».

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Es Terror la aniquilaciónde un sector de la población definidocomo enemigo

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El resultado global del Terror en Francia superará las 100.000víctimas mortales, que ascenderían a varios centenares de miles si sesumaran las víctimas de las guerras civiles. Las sentencias de muer-te dictadas por el Tribunal revolucionario de París apenas llegan al16% de las ejecuciones; el resto —esto es, la inmensa mayoría—fueron aplicadas por vía directa. Además, aproximadamente 500.000personas pasaron en un momento u otro por las cárceles de laRevolución. Tampoco faltan —al revés:abundan— los casos de ensa-ñamiento, tortura y violencia desbocada por parte de las turbas. Eldiscurso republicano posterior tratará de presentar el Terror comouna respuesta a la violencia de la monarquía absoluta, a las provo-caciones de las provincias católicas y a las agresiones extranjeras; res-puesta, en todo caso, sólo imputable a una minoría de personas, yno al conjunto de la República.

Las similitudes con la represión ejecutada por el Frente Popularson realmente notables. En ambos casos encontramos un vacío ins-titucional, producto de una situación revolucionaria, que condu-ce a «un poder de excepción basado en la fuerza, la ilegalidad y larepresión». En ambos casos encontramos dos facciones enfrenta-das que entran a su vez en guerra intestina y donde prevalece la másdecidida a emplear la violencia. En ambos casos encontramos medi-das de corte legal —los tribunales revolucionarios— junto a matan-zas ejecutadas fuera de cualquier ley, asaltos de prisiones incluidos.En ambos casos encontramos una competencia entre distintas ins-tancias de represión, cada una de las cuales despliega su propio terror.En ambos casos encontramos una justificación «fundadora» enFrancia ya no se trataba de preservar la República, sino de crear unarepública nueva, del mismo modo que en España ya no se trataráde mantener la II República, sino de «construir el socialismo». Enambos casos encontramos una riada de muertos que sólo en peque-ña medida corresponden a las sentencias de los tribunales. En amboscasos encontramos violencia desbocada en la estela de los asesina-tos políticos. En ambos casos, en fin, encontramos una justificaciónposterior que intenta disculpar el baño de sangre aludiendo a la vio-lencia ajena, a la «provocación» de los desafectos y a la amenaza exte-rior, limitando los crímenes a «una minoría» y tratando de separar-

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los de la República virtuosa. ¿Hay o no hay razones para adjudicara la represión republicana el mismo título de Terror que la Historiaadjudicó a aquel periodo de la Revolución francesa?

Como en el caso de la Revolución francesa, también en el Terrorrojo español quedan abiertos al debate una serie de puntos que noson determinantes para el resultado final, pero que sí tienen interéspara obtener una explicación completa de los hechos. Todos esospuntos de debate giran en torno al alcance exacto de la responsabi-lidad política en el desencadenamiento de la violencia. El terror polí-tico revolucionario, cuando aparece en el contexto de una guerracivil, tiende a hacer muy frágil la frontera entre el crimen político yla acción bélica. En la guerra civil, por definición, se borran las dife-rencias entre población militar y población civil, entre combatien-tes y no combatientes, entre acción bélica y represalia política, entrefrente y retaguardia. Eso obliga a estudiar con detalle los distintoscasos de violencia para tratar de discernir cuándo cabe hablar de Terrorpropiamente dicho.

Por ejemplo, es muy importante verificar la vinculación entre laviolencia revolucionaria y el Terror; no para deslindar un conceptode otro, pues con frecuencia no es posible separarlos, sino para recons-truir la sucesión precisa de los hechos: si es la violencia revoluciona-ria la que desencadena el Terror o si, por el contrario, es una volun-tad política previa y, por así decirlo, organizada, la que desencade-na la violencia revolucionaria. El matiz es decisivo desde el puntode vista de las responsabilidades: en el primer caso, el Terror se con-vierte en una forma de organizar y objetivar una violencia preexis-tente; en el segundo, la violencia es alentada y estimulada por unpoder decidido a emplear el Terror. En este contexto, es igualmen-te importante evaluar el alcance real de los actos criminales que sue-len llamarse «incontrolados», así como acotar exactamente el signi-ficado de esta palabra. Por ejemplo, ¿a partir de qué momento esposible considerar «incontrolados» a un grupo de milicianos, arma-dos por el Gobierno, que utilizan esas armas para ejecutar por sucuenta asesinatos y robos contra personas identificadas como ene-migos del Gobierno en cuestión? ¿Dónde está el límite entre la vio-lencia incontrolada y lo que podríamos llamar «violencia corsaria»?

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13. El «terror nantés» durante la Revolución Francesa ha sido ampliamente estudia-do por Jean-Noel Bregeon: Carrier et la Terreur nantaise, Perrin, Paris, 1987. El jacobi-no Carrier, con plenos poderes, emprendió una matanza masiva de ciudadanos bretonessospechosos de no simpatizar con la República. La actividad del Tribunal Revolucionariofue simultánea a la de los «húsares americanos», partidas formadas por esclavos domini-canos a las que se concedió derecho de vida y de muerte sobre las víctimas. Se calcula queentre finales de diciembre de 1793 y finales de febrero de 1794 hubo unos 2.600 breto-nes fusilados. Carrier llevó su saña hasta el extremo de celebrar lo que se llamó «matri-monios republicanos»: las víctimas eran atadas de dos en dos, un hombre y una mujer,

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Del mismo modo, tiene interés verificar la relación real, conse-cutiva o no, entre el Terror y la mecánica de las represalias, las «pro-vocaciones» o las respuestas ante una amenaza interior o exterior.Todas las políticas de Terror suelen justificarse en nombre de talescosas. En nuestra guerra civil, los fusilamientos so pretexto de «res-puesta» a una agresión enemiga fueron cuantiosísimos. Al margende que las represalias sobre población civil son consideradas comoun crimen de guerra, lo cual las hace delictivas en cualquier caso,¿cuál es la verdadera entidad del «terror de respuesta»? ¿Se trató real-mente de respuestas consecutivas a una agresión exterior —y, portanto, fue un tipo de terror impremeditado— o, más bien, la agre-sión exterior sirvió simplemente como pretexto para ejecutar unosasesinatos prescritos de antemano?

Junto a estas consideraciones, otro punto crucial en la investiga-ción del Terror rojo español es la cuestión del documento: ¿Existealguna prueba documental que demuestreque el Terror rojo fue frutode una orientación política deliberada? Por simplificar: ¿Existe laorden, el papel, donde algún líder significativo disponga el exter-minio de los enemigos civiles? Para calibrar la importancia de estapregunta podemos pensar en el caso del nacionalsocialismo hitle-riano: todas las controversias de carácter revisionista sobre el geno-cidio judío se basan en la inexistencia de una orden firmada por Hitleren la que se disponga el asesinato masivode los judíos. Enotros casoshistóricos sí que existen tales documentos. Por ejemplo, sabemosque el exterminio de bretones y vendeanos durante la RevoluciónFrancesa fue una consigna política expresa porque hemos halladola fuente en los propios documentos revolucionarios13. Asimismo,

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ocasionalmente desnudos, y arrojados al Loira, donde se ahogaban mutuamente. El con-junto de las víctimas del Terror en Bretaña se eleva a 30.000 personas. Enemistado conRobespierre tras el intento —infructuoso— de ejecución de 132 notables de la localidadde Nantes, Carrier será a su vez guillotinado en noviembre de 1794. El caso Carrier esun perfecto ejemplo de «incontrolado» con respaldo oficial, una figura muy común enlos procesos políticos de Terror.

14. El documento en cuestión fue mencionado por primera vez en una monografíasobre la colectivización publicada por Nikolai Ivnitski en 1994. La contribución máscompleta sobre la cuestión es la ponencia del profesor Roman Sorbyn en el congreso «LaFamine génocide de 1932-1933 en Ukraine», 70.º aniversario del Holodomor, Paris-Sorbona, 23 de noviembrede 2003. Cf. «L’Holocauste ukrainien», en Aventures de l’Histoire,Allaire, marzo 2006.

tras la apertura de los archivos soviéticos, hemos podido saber queel exterminio por hambre de entre cinco y seis millones de campe-sinos ucranianos (el llamado Holodomor) en la URSS de Stalin fueuna decisión consciente del poder, según demuestra un documen-to firmado por Molotov y el propio Stalin el 22 de enero de 193314.Por el contrario, la inexistencia de un documento, aunque no com-porta la irrealidad de un hecho, sí permite cuestionar la naturalezadel mismo y, en especial, sobre quién debe exactamente recaer la res-ponsabilidad.

En el caso del genocidio judío, la ausencia de un documento elo-cuente no ha sido óbice para asentar la culpabilidad del régimen deHitler: se considera suficiente la convergencia de tres pruebas decargo que son la deliberada política antisemita del régimen, la docu-mentación oficial sobre traslados y deportaciones de judíos y el hallaz-go masivo de cadáveres en los campos de concentración, porque nin-guno de estos tres elementos hubiera sido viable sin la tolerancia oincluso la dirección de las autoridades políticas. De manera que laexistencia de un documento inequívoco e irrefutable no es condi-ción sine qua non para fijar la culpabilidad política en una tragediade estas dimensiones.

Salvando las distancias, podríamos emplear un esquema delmismo tipo para asentar la culpabilidad del Gobierno del FrentePopular en el Terror rojo durante la guerra civil: no hay una ordenformal de exterminio, pero tenemos la radical propaganda antirre-

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ligiosa y antiderechista de los partidos de izquierda, tenemos su inci-tación a la violencia desde antes de 1936, tenemos los testimoniosde quienes alentaban al exterminio del enemigo en la retaguardia,tenemos la constancia documental de sacas de presos y traslados quese saldaron con asesinatos masivos, tenemos la legislación represivaque instaura formalmente tribunales populares, tenemos la pruebamaterial de los cadáveres —cuya desaparición había sido denuncia-da, con frecuencia, ante las propias autoridades republicanas— y delas checas y establecimientos de tortura… Ninguna de estas cosashubiera sido posible sin la tolerancia o incluso la dirección de lasautoridades políticas. Lo veremos.

Las pruebas

Ante todo, hay que dejar sentada una evidencia que no debería levan-tar mayores dudas, pero que, habida cuenta del grado de propagan-da que rodea a este periodo de la Historia de España, aún se prestaa controversia, a saber: el Terror rojo existió. No fue un invento delrégimen de Franco, sino una realidad bien visible y palpable, unapráctica política ejecutada de manera consciente en la España domi-nada por el Frente Popular. Las fuentes al respecto son, todas ellas,absolutamente irrefutables.

Una primera fuente irrefutable la constituyen los supervivientes:víctimas que escaparon de la muerte en circunstancias a veces trá-gicas, a veces rocambolescas, también milagrosas. En este capítulohay centenares de testimonios. Citaremos aquí algunos casos a títu-lo de muestra. Por ejemplo, el guardia civil Camilo Sabater, fusila-do, superviviente y fugado de Barbastro el 2 de agosto de 1936. Delmismo modo, el 23 de agosto, en Badajoz, cuando los milicianosretroceden ante el avance de las columnas nacionales, sacan a 22personas encarceladas en la ermita de San José y las fusilan apresu-radamente en la carretera de Madrid; la precipitación de los mili-cianos permitió a dos de las víctimas, sólo heridas, emprender lafuga. Algo semejante le ocurrió al ingeniero Alfredo Fernández Lagan,torturado en la checa socialista de la calle de Marqués de Riscal, en

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15. No ignoramos, por supuesto, las tremendas deformaciones a que se ha visto some-tido el concepto de «memoria histórica» en la estela de las recientes acciones legislativassobre la materia. Por nuestra parte, preferimos atenernos al uso que convencionalmentese ha dado a esa expresión en el campo de la historiografía, es decir, el de fuente testimo-nial cuyo valor debe confrontarse con los hechos probados. Eso no quita importancia nicalidad a los testimonios de tal género, y con frecuencia encontramos ejemplos muy inte-resantes. Por ejemplo, en 1995 un profesor de secundaria, Aurelio Mena Hornero, delIES de Madrid «Mariano José de Larra», tuvo la excelente idea de organizar con alum-nos de 3.º de BUP un amplio trabajo titulado «La guerra de nuestros abuelos». El traba-jo destaca por su honestidad, porque incorpora testimonios de todos los campos, y tam-bién por su sencillez; es una fuente excelente para conocer cómo se vivió la guerra desdeabajo, desde la posición de los españoles de a pie. Está en Internet: http://platea.pntic.mec.es/~anilo/abuelos/portada.htm. De este documento hemos extraído los tes-timonios mencionados en este párrafo, que ejemplifican muy eficazmente la enorme masade declaraciones personales desde el final de la guerra.

Madrid, y llevado al fusilamiento en la noche del 26 de septiembrede 1936 junto a otras cuatro víctimas (José María Rodríguez Alcalá,Pablo Cáceres, Teodoro Menéndez y el capuchino padre Gregorio) ;un repentino ataque de la aviación nacional permitió al ingeniero,herido, aprovechar la confusión para huir en la oscuridad. Otras vecesse trata de condenados a los que finalmente se perdonó la vida porsu condición de extranjeros, como los seminaristas argentinos PabloHall y Atilio Parussini, que eludieron así la matanza de religiososclaretianos en Barbastro.

Otra fuente esencial son los testigos oculares. Sobre este puntolos testimonios son abrumadores: forman parte del bagaje que todoslos españoles hemos recibido de nuestros abuelos y pueden consi-derarse dentro de lo que cabalmente hay que llamar «memoria his-tórica», es decir, los recuerdos personales de las gentes que han cono-cido —o padecido— un acontecimiento histórico y que lo trans-miten a la siguiente generación15.Esos testimonios hablan, por ejem-plo, de deportaciones violentas. Así Teresa Arranz Sánchez, del pue-blo abulense de Navalperal de Pinares, cuenta la llegada de lacolumna socialista de Mangada, que había recuperado temporal-mente esa localidad. Mangada se propuso deportar a toda la pobla-ción hacia Madrid. «El pueblo se llenó de autocares —refiere la seño-ra Arranz— y muchos vecinos salieron con sábanas a la calle en señalde paz, pero de nada les valió porque fueron obligados a embarcar».

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16. Félix Schlayer: Matanzas en el Madrid republicano, Áltera, Barcelona, 2005.

Cuenta esta mujer que unos jóvenes que se negaban a ser evacuadosse atrincheraron en una casa de piedra y trataron de resistir, pero lacasa fue tomada y los jóvenes, ejecutados. Los testigos oculares con-firman también, reiteradamente, el ritual siniestro del «paseo» y lahumillación. En Salto de Bolarque (Guadalajara), Victoriana Bermejorelata que el pueblo quedó en zona republicana y los simpatizantesde la sublevación fueron detenidos por los milicianos: «Al atarde-cer les daban el paseíllo por todo el pueblo y eran fusilados a las afue-ras, y a las mujeres les cortaban el pelo al cero y las hacían barrer lascalles del pueblo para vergüenza suya». En Madridejos (Toledo) losmilicianos «cogieron a 13 hombres de los ricos del pueblo y los mata-ron». Los testimonios inciden también en la práctica de torturas: «Aun fraile de Cervera, apresado por los milicianos, le reventaron lostímpanos introduciéndole cuentas de rosario por los oídos». Etcétera.

En otras ocasiones, los testigos oculares, por su relevancia, cons-tituyen una fuente de información excepcional no sólo sobre loshechos, sino también sobre los entresijos políticos del Terror. Uncaso eminente es el del cónsul de la legación noruega en el Madridde la Guerra, Felix Schlayer, cuyo testimonio sobre las matanzas de

la capital es decisivo 16. Schlayer no sólo hablacomo testigo, sino también como protagonistade una singular odisea para tratar de salvar a milesde personas amenazadas por la represión repu-blicana. En su relato saltan, además, las eviden-tes responsabilidades de la Junta de Defensa deMadrid y de su consejero de Orden Público,Santiago Carrillo.

Si hay una evidencia poco discutible acerca del Terror rojo, esa esla que proporcionan los propios cadáveres. Desde el mismo 19 dejulio empiezan a aparecer por toda España —y en lo que conciernea nuestro estudio, en la España controlada por el Frente Popular—centenares de cadáveres en las puertas de los cementerios, en las cune-tas de las carreteras, pronto en fosas masivas a medida que se recru-dece la represión. Algunas de estas fosas se convertirán en depósito

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Desde el 19 de julio,aparecen centenares de cadáveres en las

cunetas, los cementerios...

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17. Azaña, Manuel: «La revolución abortada», incluido en Causas de la guerra de España,Crítica, Barcelona, 1986.

permanente de cadáveres durante toda la guerra, como el pozo dela mina de Camuñas, donde los milicianos irán arrojando a lo largode tres años a sus víctimas de Ciudad Real y Toledo. Otras fosas,como las de Paracuellos, son fehaciente prueba de exterminios masi-vos con un alto grado de organización. Y en el mismo capítulo hayque mencionar el testimonio forense: los informes oficiales de lasinstituciones policiales o judiciales, aún no controladas por loscomités del Frente Popular, que en las primeras semanas del Terrorrojo proceden al levantamiento de los cadáveres y a su examen yregistrofotográfico.Son especialmente abundantes las imágenes pro-cedentes de Madrid, que es también la ciudad con mayor númerode víctimas del Terror. Las fotografías hablan de tiros en la nuca,perotambién de cabezas aplastadas con piedras de gran tamaño, anteso después de la muerte; los informes forenses detallan asimismo vio-laciones y torturas, así como miembros amputados. Esta fuente grá-fica se cegará cuando el aparato institucional quede definitivamen-te bajo el poder de los partidos revolucionarios. En Gijón, por ejem-plo, el 14 de agosto de 1936 los milicianos prohíben al médico foren-se del juzgado de instrucción del distrito de Oriente seguir identi-ficando cadáveres mediante retratos fotográficos. Se trataba deborrar pistas. Lo mismo ocurrirá en el resto de España. Las muer-tes continuarán, pero ya nadie guardará la imagen de los cadáveres.

Otra fuente nada desdeñable que confirma la realidad del Terrorrojo es la que proporcionan las propias autoridades republicanas delFrente Popular, ya sea porque lo denuncian, ya porque lo estimu-lan. Un testimonio de valor decisivo es el de Manuel Azaña, presi-dente de la República, que en La revolución abortada reconoce losasesinatos masivos de «frailes, curas, patronos, militares sospecho-sos de fascismo, políticos de significación derechista». Azaña —quehará mención de estos hechos en otros muchos lugares de sus escri-tos durante la guerra— precisa en tono exculpatorio que todo estoocurría «contra la voluntad del Gobierno de la República y a favordel colapso en que habían caído todos los resortes del mando» 17.

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18. Peiró, Joan: Perill a la reraguarda, Edicions Llibertat, Mataró, 1936.

Simultáneamente, anarquistas, comunistas y socialistas no dejaránde echarse en cara unos a otros el desencadenamiento del terror. Elanarquista Peiró se muestra horrorizado por los desmanes de las mili-cias en Barcelona: «Las vidas humanas —escribe— han sido inmo-ladas de la misma manera que, en la selva, se inmolan las vidas delos animales impotentes», y afirmará que «todos los sectores anti-fascistas, comenzando por Estat Catalá y acabando por el POUM,pasando por Esquerra Republicana y por el PSUC, han dado uncontingente de ladrones y asesinos igual, cuando menos, al que handado la CNT y la FAI» 18.

Más tarde, en la primavera de 1937, tras la caída de LargoCaballero, los comunistas intentarán culpar a los anarquistas de la

oleada de asesinatos; entonces el ex minis-tro de Justicia, el líder anarquista GarcíaOliver, amenazará con «implicar a todoslos integrantes de las checas, empezandopor Margarita Nelken y sus jóvenes socia-listas unificados», y dar a conocer los crí-menes ante la prensa extranjera. El minis-

tro que sustituyó a García Oliver en Justicia, el nacionalista vascoManuel de Irujo, presentará poco después de acceder al cargo unmemorándum donde denuncia, entre otros crímenes, que «sacer-dotes y religiosos han sido detenidos, sometidos a prisión y fusila-dos sin formación de causa por miles, hechos que, si bien amengua-dos, continúan aún, no tan sólo en la población rural, donde se lesha dado caza y muerte de modo salvaje. […] Madrid y Barcelona ylas restantes grandes ciudades suman por cientos los presos en suscárceles sin otra causa conocida que su carácter de sacerdote o reli-gioso». Desde mediados de 1937, los anarquistas, fuertementerepresaliados por los comunistas, denunciarán en la prensa interna-cional «el terror comunista en España». Es una denuncia que reite-rará, ya después de la guerra, el socialista Araquistáin. Pero no hacefalta acudir a la prensa internacional: los propios periódicos del FrentePopular abundan en informaciones referentes a las checas, y no pre-

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Los comunistas intentaránculpar a los anarquistas

de la oleada de asesinatos

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19. La Causa General propiamente dicha abarca millares de páginas, depositadas enlegajos en el Archivo Histórico Nacional. Consta de informes detallados, provincia a pro-vincia, sobre responsabilidades políticas y criminales —mezcladas— del Frente Popular.Nadie ha publicado jamás estos informes de manera conjunta. En 1943 se publicó unavance: Causa General. La dominación roja en España, Ministerio de Justicia, Madrid,1943, que ofrece sólo una mínima parte de la información recopilada. Para nuestro textohemos utilizado materiales que provienen tanto de esta edición pública como del cuer-po documental no publicado. Señalaremos en cada caso a qué fuente pertenecen.

cisamente para denunciarlas, sino para ensalzar su labor. Del mismomodo se hallan numerosos ejemplos de incitaciones al asesinato enla prensa frentepopulista. También aquí,en fin, los testimonios son innumerables:orales y escritos, diarios de la época y librosde memorias. Y todos esos testimoniosdemuestran no sólo que el Terror rojo exis-tió, sino que se ejecutó con el conocimien-to y, muy frecuentemente, la connivenciade las autoridades del Frente Popular, comomás adelante veremos.

La «Causa General»

Junto a todas estas fuentes, que ya de por sí aportan pruebas irrefu-tables, hay que mencionar en lugar destacado la información queproporciona el extenso y complejo expediente de depuración empren-dido después de la guerra por el régimen de Franco, expediente cono-cido como Causa General.Enlo que concierne a su valor como fuen-te de estudio del Terror, es importante establecer una consideraciónpreliminar: si los expedientes de la represión franquista no son acep-tables en términos de una administración de Justicia convencional,por el contrario son de valor indiscutible como fuente informati-va19.

La Causa General no puede ser considerada como una referenciacabal en materia de justicia porque examina una situación excep-cional con criterios también excepcionales. La Causa General no espropiamente un sumario, una instrucción judicial; es un expedien-

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Los periódicos del Frente Popularensalzan la labor de las checas

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20. Sobre el caso Peiró, véase Albert Balcells: «El consejo de guerra contra el dirigen-te cenetista catalán Joan Peiró en 1942. Un caso representativo y a la vez singular», enHispania Nova,2, (2001-2002). Inversamente, a otras personalidades relevantes del FrentePopular, como el anarquista Cipriano Mera o el socialista Julián Besteiro, no se les apli-cará la pena de muerte. Besteiro fue condenado a treinta años de prisión; anciano y enfer-mo, morirá en la cárcel en 1940. A Mera se le conmutó la pena capital por treinta añosde prisión, de los que sólo cumplió cuatro; indultado en 1946, se exilió en Francia, dondefalleció en 1975, veintiséis días antes que Franco.

te informativo que corre paralelo a los procesos incoados por losconsejos de guerra, pero no son lo mismo.Los consejos de guerra bebenen la Causa General y en otras fuentes, pero la Causa General, por suparte, reúne informaciones que no siempre se resuelven en un con-sejo de guerra. La Causa General, en sus millares de folios, no con-figura estrictamente una documentación de carácter jurídico, sinoque persigue una finalidad mixta, política y judicial. Desde el puntode vista de la justicia, el planteamiento que adopta la Causa hacemuy difícil separar el crimen común, el crimen de guerra y el cri-men político.Esa dificultad no radica en que el crimen político poseauna cualidad especial (un crimen es un crimen en cualquier caso),sino en que el crimen político, en el contexto de una guerra civil,abarca toda la gama posible de compromiso con el bando derrota-do, es decir, que todo vencido pasa a ser culpable o, cuando menos,sospechoso, incluso al margen de sus actos.

En cuanto a los consejos de guerra, la mixtura de criterios polí-ticos y criterios penales hizo que la depuración exacta de responsa-bilidades en el Terror quedara lastrada, contaminada, por una tomade partido política en la que no será difícil que paguen justos porpecadores. Es el conocido caso del mencionado líder anarquista JoanPeiró, condenado a muerte por los vencedores a pesar de la impre-sionante masa de testimonios exculpatorios aportados por falangis-tas, religiosos, militares y otros ciudadanos. El tribunal reconocióque Peiró no sólo estaba limpio de sangre, sino que había salvadomuchas vidas. Pero como había sido ministro de la República, y esoformaba parte de los casos en los que no cabía conmutación de lapena de muerte, el tribunal lo mandó ejecutar20. He aquí, pues, auna víctima del Terror blanco, limpia sin embargo de culpa en elTerror rojo. No será el único caso, evidentemente.

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Pero si la Causa General no es una referencia cabal en materia deadministración de justicia, por el contrario sí es una referencia devalor indudable desde el punto de vista informativo. El trabajo derecopilación de testimonios desplegado en su instrucción es enor-me. El material documental aportado es muy sólido. Las declara-ciones de los testigos son, en general, muy difícilmente refutables;por otra parte, con mucha frecuencia se trata de testigos proceden-tes del bando vencido: los acusados. Y aunque no cabe excluir quealgunos testimonios pudieran ser forzados por las circunstancias delmomento, por la voluntad de arrojar sobreotros las culpas propias, por la intenciónde borrar un pasado sospechoso o por eldeseo de hacerse una buena posición en elorden de la posguerra, lo cierto es que eltrabajo de instrucción parece lo bastanteescrupuloso como para dar por válida lagran mayoría de las declaraciones, puessiempre fueron confrontadas con los hechos probados. Había fosasde cadáveres donde se dijo que las había; habían sido efectivamen-te desvalijadas las cajas cuyo robo se denunció; las checas estabandonde dijeron las víctimas. La propia documentación oficial del FrentePopular incorporada a la Causa es elocuente. Todavía hay una por-ción de historiadoresque, por simpatía hacia el Frente Popular, reba-ja la Causa General a una suerte de artificio narrativo creado por elrégimen de Franco para legitimarse por oposición al Terror rojo. Perola verdad es que el régimen no necesitaba inventar un relato: este lohabía proporcionado ya la propia realidad del Terror en la zona deEspaña controlada por el Frente Popular. Y por eso la Causa Generaldebe tomarse como una fuente informativa de valor innegable.

Quizá la mejor prueba de la validez informativade la Causa Generales el hecho de que todos los estudios posteriores sobre el Terror rojola avalan. Quienes han utilizado los legajos originales la Causa comofuente, han podido comprobar que sus informaciones se correspon-den con la realidad. Y quienes han estudiado aspectos del Terror sobrela base de otros testimonios, han comprobado asimismo que sus inves-tigaciones coinciden con las de la Causa General. Pero sobre todo:

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La «Causa General» debe tomarse como una fuente informativa de valor innegable

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quienes después han tratado de ofrecer una visión contrapuesta a lade la Causa, han podido corregir sus cálculos cuantitativos o refu-tar algunas de sus interpretaciones políticas, pero no desmentir concarácter general la veracidad del material empleado como prueba.Esta coincidencia entre fuentes primarias y secundarias es elocuen-te. Permite también construir un corpus documental muy compac-to sobre la realidad del Terror rojo, de tal manera que, en materia dehechos probados, es posible afirmar que ya lo sabemos prácticamen-te todo sobre él.

El gran debate sigue estando, no obstante, en la responsabilidadpolítica: ¿El Terror fue una política deliberada del Frente Popular,una práctica revolucionaria o, por el contrario, se trató de actos espo-rádicos de «incontrolados», como sostiene la historiografía afín alFrente Popular? Este último punto es decisivo, porque, de ser obrade incontrolados, es decir sin una voluntad política consciente y orga-nizada, la represión no podría llamarse propiamente Terror en elsentido en que suele emplearse en los libros de Historia.

De la Causa General se deduce que el Terror rojo fue deliberado,producto directo de las circunstancias políticas de la España del FrentePopular.Circunstancias que se plasmaron en una voluntad, una orga-nización, un método y un objetivo. En efecto, la Causa General noes sólo una instrucción sumarial ni sólo un relato de hechos, sinoque se vertebra en torno a una interpretación política de lo que ocu-rrió. Ese discurso, expuesto en la «Nota explicativa» que abre el texto,se sustancia en las siguientes afirmaciones:

• En julio de 1936 la dictadura comunista era una amenaza inminente.

• El Terror fue ejecutado por «agentes oficiales» del Gobierno al margen de las instituciones de Orden Público.

• El Gobierno del Frente Popular armó a las turbas.• El Frente Popular dio autoridad y armas a numerosos

delincuentes comunes.• El Terror se ejecutó con asesinatos en masa acompañados

de ensañamiento y robo.• Se persiguió a muerte a la religión.

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• La propiedad se socializó o se expolió.• Los militares fueron asesinados aunque no hubieran

participado en el Alzamiento.• La vida de cualquier persona quedaba a merced del capricho

de las checas.• La clase media fue la que aportó «mayor tributo de sangre».• El Partido Comunista fue el «verdadero árbitro» de la política

del Frente Popular.

El examen de tales afirmaciones constituye la materia fundamentalde nuestro trabajo. En las páginas que siguen se encontrará infor-mación suficiente para responderlas, también cuando la naturalezade la respuesta obligue a reformular la pregunta. Se trata, en defini-tiva, de saber qué pasó. Y aún más allá, de explorar respuestas a laspreguntas decisivas: ¿Cómo se llegó al Terror? ¿Quiénes lo alimen-taron? ¿Cómo se ejecutó?

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