tema 4 arte peleocristiano

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1 Tema 4 ARTE PALEOCRISTIANO, BIZANTINO E ISLÁMICO ARTE PALEOCRISTIANO Los años precedentes al año Cero contemplan un cierto cambio de actitud del hombre del mundo mediterráneo respecto de los asuntos temporales, para empezar a interesarse por las cuestiones referentes al Más Allá; en ciertos círculos, las preocupaciones racionalistas ceden paso a las místicas y religiosas. Nuevas religiones, sectas, ritos nacen ahora o encuentran el terreno abonado para su desarrollo. En este contexto se configura la religión cristiana. El Arte Paleocristiano comprende dos etapas: Primitiva : Iniciación en la clandestinidad. Escaso desarrollo artístico: desde el año Cero hasta el 313 (Edicto de Milán), fecha a partir de la cual el Estado reconoce la legalidad del nuevo culto, la religión cristiana y el derecho de posesión de las comunidades cristianas. Pleno Desarrollo : Arte no clandestino. Permitido, aunque no oficial por el Imperio. Abarca principalmente los siglos IV al VI. Para comprender este arte es necesario conocer la filosofía que la mueve. La base de la doctrina de Jesús se centra en el monoteísmo: creencia en Dios, divinidad de origen hebraico. Este dios goza de una superioridad abismal con respecto al hombre: el amor; la justicia, igual para todos los hombres; la esperanza de una vida eterna más allá de la muerte, la salvación; la Biblia como libro, puesto que es una religión de libro sagrado; y el cristianismo como creencia que se estructura en dogmas (verdades que hay que aceptar) y como religión en un sistema ético que tratará de llegar a todos los aspectos de la vida a través de unos preceptos, de fuerte rigor, pero con una actitud de perdón. La estética que desarrollará el cristianismo, además de tener una base bíblica, se nutre del entorno: de Platón toma la idea de belleza espiritual; de los estoicos, la idea de belleza moral; de Plotino, la idea de belleza de la luz y del mundo. Es importante tener en cuenta esta influencia para comprender al artista cristiano. Etapa Primitiva: La divulgación del cristianismo dentro del Imperio Romano se realizó a través de pequeñas células y reuniones de confraternidad, denominadas “ágapes” (que perdurarán hasta el siglo II). Estas reuniones se solían celebrar en las salas de recepción de las casas de patricios conversos, llamadas “tituli”, nombre que recibirá igualmente esta primera etapa.

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Tema 4

ARTE PALEOCRISTIANO, BIZANTINO E ISLÁMICO

ARTE PALEOCRISTIANO Los años precedentes al año Cero contemplan un cierto cambio de actitud del hombre del mundo mediterráneo respecto de los asuntos temporales, para empezar a interesarse por las cuestiones referentes al Más Allá; en ciertos círculos, las preocupaciones racionalistas ceden paso a las místicas y religiosas. Nuevas religiones, sectas, ritos nacen ahora o encuentran el terreno abonado para su desarrollo. En este contexto se configura la religión cristiana. El Arte Paleocristiano comprende dos etapas:

Primitiva: Iniciación en la clandestinidad. Escaso desarrollo artístico: desde el año Cero hasta el 313 (Edicto de Milán), fecha a partir de la cual el Estado reconoce la legalidad del nuevo culto, la religión cristiana y el derecho de posesión de las comunidades cristianas.

Pleno Desarrollo: Arte no clandestino. Permitido, aunque no oficial por el Imperio. Abarca principalmente los siglos IV al VI.

Para comprender este arte es necesario conocer la filosofía que la mueve. La base de la doctrina de Jesús se centra en el monoteísmo: creencia en Dios, divinidad de origen hebraico. Este dios goza de una superioridad abismal con respecto al hombre: el amor; la justicia, igual para todos los hombres; la esperanza de una vida eterna más allá de la muerte, la salvación; la Biblia como libro, puesto que es una religión de libro sagrado; y el cristianismo como creencia que se estructura en dogmas (verdades que hay que aceptar) y como religión en un sistema ético que tratará de llegar a todos los aspectos de la vida a través de unos preceptos, de fuerte rigor, pero con una actitud de perdón. La estética que desarrollará el cristianismo, además de tener una base bíblica, se nutre del entorno: de Platón toma la idea de belleza espiritual; de los estoicos, la idea de belleza moral; de Plotino, la idea de belleza de la luz y del mundo. Es importante tener en cuenta esta influencia para comprender al artista cristiano. Etapa Primitiva: La divulgación del cristianismo dentro del Imperio Romano se realizó a través de pequeñas células y reuniones de confraternidad, denominadas “ágapes” (que perdurarán hasta el siglo II). Estas reuniones se solían celebrar en las salas de recepción de las casas de patricios conversos, llamadas “tituli”, nombre que recibirá igualmente esta primera etapa.

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El ejemplo más significativo se localiza en Siria, en “Doura Europos”, anterior al año 232, decorada como las catacumbas y sinagogas, siendo una casa particular. Pero sin duda, serán las catacumbas las que reflejen el desarrollo e importancia del primer Arte Paleocristiano: Su datación comprende desde el siglo I hasta el V. Aunque los cristianos enterraban a sus muertos en necrópolis al aire libre cuando las comunidades eran pequeñas, a medida que éstas fueron creciendo, dieron preferencia a las catacumbas por razones económicas, ya que eran más baratas que las tumbas al aire libre. En sí, las catacumbas eran el lugar funerario de una comunidad, y estaban formadas por largos corredores o galerías estrechas con múltiples bifurcaciones. No fueron, en general, lugares de culto y reunión; los ágapes, banquetes de rito funerario cristiano, se celebraban en el exterior de ellas, en sencillas instalaciones junto a su entrada. Su estructura arquitectónica es simple: estrechas galerías a diversos niveles (hasta cuatro o cinco) o varios pisos; nichos de forma longitudinal excavados en sus paredes, reservándose los nichos que se encontraban en el entrecruzado de galerías para mártires o personas importantes y ejemplares de la comunidad (“cubículo”); también existen nichos bajo una arcada semicircular (“arcosolios”). De vez en cuando, se pueden encontrar pequeñas capillas funerarias. Sobre las losas de los nichos se grababan decoraciones pictóricas y el nombre del difunto. La iconografía reflejada en ellas es simbólica, y puede ser de dos tipos: a) De origen Pagano: (conservando su significado o midificándolo) Orfeo: guía y destino del alma (Cristo como pastor de almas) Amorcillos: imágenes de almas en el otro mundo

Cuatro estaciones: símbolo de la renovación de la naturaleza y de la vida para los cristianos Orante: de origen oriental Paloma: relacionada con el bautismo de Cristo (Espíritu Santo) Cordero: símbolo cristiano por excelencia, significando la pureza, la inocencia, la mansedumbre de hombre justo Pavo real: ave de lujo, y lugar de permanencia ideal para el difunto, símbolo de la inmortalidad Viña: alusión a Cristo en varias escrituras Pez: cuyas siglas griegas forman el acróstico de “Jesús Cristo de Dios”, Hijo Salvador (IESOS CHRISTOS THEOU UIOS SOTER)

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b) De origen en el Antiguo y en el Nuevo Testamento:

Moisés golpeando la roca y Noé saliendo del Arca, como representación de Bautismo Daniel con los leones, para significar la bajada de Cristo a los infiernos La pesca milagrosa y el tema de Jonás, como símbolo de la crucifixión y resurrección de Cristo Las bodas de Caná, para representar el ágape, la Eucaristía La adoración de los Magos La resurrección de Lázaro El Buen Pator, primero en forma de kouros griego, con una oveja sobre los hombres, tomando como punto de inspiración la estatua griega del Moscóforo, y más tarde, con barba, con una oveja sobre los hombros o rodeado de un rebaño, símbolo de Cristo salvando al fiel

La técnica pictórica es muy simple y “artesana”, frontal, sin perspectiva, de imágenes planas, donde deja de preocupar la representación física y sus cánones para preferir un tipo de pintura simbólica y expresiva.

Es un arte pictórico destinado a representar la estructura de sus creencias. Es un lenguaje convencional, nuevo y clandestino. En el fondo, es una forma de arte que no depende de los sentidos, el gusto, la inteligencia o la razón –no trata de representar, reproducir o mejorar las apariencias visibles–, sino sobre la forma, que trata de despertar en el alma emociones, de conmover la sensibilidad o crear estados nuevos de vida interior, para elevarlo hacia Dios. No busca agradar, sino sugerir a través de la forma.

En definitiva, el arte ha dejado de ser expresión de la belleza sensible para convertirse en un medio de acceder a la paz espiritual del alma. Etapa de Desarrollo: Tras el Edicto de Milán (313) y la conversión del emperador Constantino, el Cristianismo se convierte en una religión oficial. Superada la etapa de clandestinidad, se construirán al aire libre grandes edificios de culto y reunión, inspirados en la basílica romana, en las salas de recepción de casas (tituli) o en palacios. Estos nuevos edificios se llamarán Basílicas. Se caracterizan todas por la sencillez de sus materiales en el exterior, predominando especialmente el ladrillo. La riqueza decorativa estará presente en el interior. Es de planta rectangular Tiene de tres a cinco naves, a diferente altura y separadas por columnas, siendo la más amplia y alta la nave central, lo cual permite abrir en ella ventanales para solucionar el problema de la iluminación.

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Orientada de Oeste (entrada) a Este (altar hacia Jerusalén). Suele tener un ábside semicircular, apoyándose en un arco triunfal, en cuyo centro se encuentra el altar y, adosado a la pared, el presbiterio. Tiene cubierta a dos aguas en la nave central, y a una en las laterales, y un armazón de vigas de madera que pueden ser visibles o estar cubiertas por un techo artesonado. En la basílica cristiana pueden diferenciarse tres áreas:

a) Pública: se compone de un vestíbulo que da acceso a un gran atrio o a un patio; en el centro suele haber una fuente; la parte del pórtico adosada a la fachada de la iglesia se denomina nártex (lugar donde se ubicaba a los catecúmenos o no bautizados). La variante del doble nártex es propia del área bizantina.

b) Semipública: es el cuerpo de la iglesia; un lugar para los hombres, la nave del Evangelio, otra para las mujeres, la de la Epístola y al final de la nave principal, el coro. Esta parte se separa de la pública mediante una nave transversal llamada transepto.

c) Privada: la zona compuesta por el presbiterio. Los tres ejemplos más destacados son: San Juan de Letrán, San Pablo Extramuros y la Basílica de Belén, en Jerusalén. Otros ejemplos arquitectónicos fueron: Martyria: Eran lugares donde se daba culto a las reliquias de los mártires (edificios conmemorativos de un mártir). Desde un punto de vista arquitectónico, recuperan la ideología del espacio redondo como imagen del universo y de la perfección, centrada ahora en la figura del santo. Planta central, que deriva de los “Tholos” griegos, por lo que no eran aptos para celebrar ceremonias multitudinarias. Generalmente, poseen una cámara baja de forma rectangular o cruciforme, que suele albergar la tumba o reliquias del santo o mártir. Se rodea de una nave circular o poligonal, llamada deambulatorio, destinada a las peregrinaciones o, incluso a las ceremonias. Será el origen de la girola en el Románico. El ejemplo más significativo de estos edificios es la Iglesia de Santa Constanza, en Roma (hacia el año 320), de planta circular, construida para albergar la tumba de Constanza, hija de Constantino.

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Baptisterios: La construcción de estos edificios se produce como respuesta a la importancia que la comunidad cristiana concede al sacramento del Bautismo. La forma de los edificios está inspirada en las salas de las termas. Su tipología es circular, con una pila central para bautizar el neófito por inmersión, tal como siguen haciéndolo en la actualidad los cristianos ortodoxos. Hasta el siglo V, solía ser un edificio separado de la iglesia-templo; a partir de entonces, se incorpora como una sección aneja, y será excepcional que esté aislado, salvo en el arte románico italiano (Florencia y Pisa). En cuanto a la iconografía en esta etapa, asistimos al predominio de la pintura sobre la escultura; se desarrolla, principalmente, en los sarcófagos y, en menor grado, en púlpitos y capiteles. Los temas más frecuentes son: Cristo dando la Ley Cristo entre los apóstoles Triunfo de la fe Pasión de Cristo y posteriormente, entre los siglos V y VI, se incorpora la figura del Crucificado En cuanto a la técnica, aparte de los frescos, se desarrolla el mosaico, como elemento decorativo más rico para recubrir las paredes de los templos, presentando como novedad fondos abstractos, cielos azules radiantes y dorados, teselas de mármol y de vidrio. Estas características ofrecen una riqueza de colorido de brillantes tonalidades que genera la ilusión del espacio irreal, tan propio del Gótico. La escultura desempeña un papel muy secundario, quizá por la recomendación / prohibición bíblica de representar imágenes. Su nota más destacada es la ausencia de monumentalidad y, a partir del siglo IV, expresarse fundamentalmente en los sarcófagos. Éstos solían estar adosados a la pared y se decoraban por los tres lados restantes con una serie narrativa seguida, o bien interrumpida por la representación de elementos arquitectónicos, como columnas y arcos. Paralelamente se empiezan a decorar-ilustrar los libros y manuscritos sagrados (miniar), especialmente la Biblia y los Evangelios, así como los libros de liturgia. Los pergaminos reemplazan al rollo; son los llamados códices.

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ARTE BIZANTINO

Con el emperador Justiniano (527-565), Bizancio adquiere el cenit de la supremacía sobre Occidente, tras la iniciativa de Constantino de instalar la capital del Imperio en Oriente y hacer de Bizancio la nueva Constantinopla, una “segunda Roma” (324). Los emperadores en Bizancio desarrollarán un estado teocrático: el emperador es jefe político y espiritual. La interacción de la política y la religión es grandísima, existiendo prácticamente una fusión entre el poder civil y el religioso. Constantinopla y rabean se convertirán, por razones diferentes, en los centros artísticos más importantes: la una por ser la capital; la otra, a partir de 540, por estar destinada a ser la ciudad desde la cual irradiará su influencia por el ya devastado e invadido “limes” romano. En el arte Bizantino se distinguen tres etapas:

a) Hasta principios del siglo IX, y técnicamente sigue las pautas del arte Paleocristiano, con las aportaciones de la fastuosidad imperial y oriental en sus primeros momentos.

b) Durante la segunda mitad del siglo IX: superación de la crisis iconoclasta. Los defensores de las imágenes elaboran programas iconográficos con unos códigos figurativos que perviven hasta nuestros días en las iglesias ortodoxas.

c) Desde el último cuarto del siglo IX y hasta el XV. Conocida con el nombre de deuterobizantina. Comprende su extensión por los pueblos eslavos, rumanos y rusos, que son cristianizados e incluso reciben un nuevo alfabeto, el cirílico –que toma como modelo la letra mayúscula griega–, inventado por los monjes Cirilo y Metodio.

En cuanto a la Arquitectura, sus notas definitorias son: La cúpula, que adquiere las notas más variadas y ricas. Su simbología está vinculada con la bóveda celestial. Sus cúpulas están construidas mediante hiladas concéntricas en ritmo decreciente hacia la cima. Suelen ser de arco rebajado, levantadas sobre los cuadrados del crucero o bien sobre tambores circulares; la cúpula central, que fija todo el edificio, se halla aún más realzada por la abundancia de semicúpulas. Colosalismo; estructuras muy acordes con el poderío de la Iglesia y con el triunfalismo del régimen político bizantino.

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Contraste entre la sencillez y la austeridad, de los exteriores y el brillo y la riqueza decorativa de los interiores, que oculta las estructuras constructivas. El material constructivo será el ladrillo, sólo o combinado con aparejos de piedra. La tipología de iglesia que se desarrolla en la tercera etapa es de planta de cruz griega, inscrita en un cuadrado o en un rectángulo. En cuanto a la escultura, el arte bizantino cultiva poco esta manifestación, aunque cabe mencionar la denominada “escultura de encaje”, con entrelazados naturales, acanto y zarcillos de vid, y de temas zoomorfos, de peculiar origen oriental y que llegarán al Occidente medieval para expresarse en la cultura románica. La mayor riqueza la proporciona el ámbito de la pintura, especialmente los mosaicos, la pintura mural y los iconos: es en ellos donde parece centrarse la atención de los artistas. La iconografía bizantina utiliza, fundamentalmente, la imagen o figura, porque es la más digna del cosmos, ya que Dios se ha encarnado en ella (Jesucristo y María); se representa, además, con ciertos rasgos de abstracción y desmaterialización, porque los cuerpos simbolizan el alma. Además de su carácter litúrgico y su finalidad instructiva, la pintura bizantina refleja una concepción ideológica del hombre respecto al Dios-Cristo, a quien representa con la corte o milicia celestial, concebido como emperador del cielo: es el Cristo Pantocrátor, más abajo, la iglesia jerárquica: profetas, apóstoles, obispos, etc. Destaca, asimismo, la figura de María, representada en los ábsides centrales como trono de Cristo, o bien en lúdico diálogo con Cristo niño. Conviene destacar, además, las siguientes técnicas: El arte Musivario: Los mosaicos bizantinos son auténticos focos de luz, donde no podemos buscar una expresión realista y sí un espacio abierto al decorativismo. De los mejores ejemplos en este arte, destacan la iglesia de Dafní, situada cerca de Atenas, y en San Marcos de Venecia. La decoración de manuscritos y su iluminación, que tendrán gran influencia en la Europa medieval. Los iconos, forman parte del culto público o privado y de la devoción hacia María, los santos y los mártires. Técnicamente, están pintados sobre madera al “encausto”, y formalmente presentan como rasgos estilísticos imágenes hieráticas y frontales, llenas de vida interior, en espacios sin atmósfera. Alcanzarán su máxima expresión en el área rusa y durante el siglo XV, con la creación del iconostasio (pared enteramente pintada que aísla el santuario).

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No obstante, existen ejemplos significativos con anterioridad. Reflejan el alto grado de perfección que habían alcanzado los artistas bizantinos en las técnicas del esmalte y la orfebrería; ejemplo destacado puede ser la “Pala d’Oro” de Venecia, retablo confeccionado a base de esmaltes engastados en monturas de oro y plata adornadas con pedrería. Estos iconos no sólo van a tener una función litúrgica, sino que, con frecuencia, se utilizarán como presente en las relaciones reales y aristocráticas. La pintura al fresco, llenará las paredes de las iglesias para expresar en ellas los ciclos evangélicos y temas de carácter religioso, paisajes, arquitecturas, detalles extraídos de la vida diaria. Será una pintura al servicio de la liturgia; el centro de la cúpula estará reservado para el Cristo Pantocrátor, las naves acogen escenas de la vida de Cristo y el nártex suele albergar escenas de la vida de María.

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ARTE ISLÁMICO

La civilización islámica empieza a desarrollarse a partir del siglo VII. Entre sus constantes ideológicas destacan, principalmente, el rechazo de la imagen y la predilección por las fantasías de fondo naturalista y geométrico. Utilizan una gran variedad de materiales constructivos, pero siempre tienden a elegir aquellos que proporcionan una construcción más rápida y los propios de cada lugar. El empleo de la piedra es escaso, y sólo se aplicará en edificios muy importantes. Por el contrario, el ladrillo y la mampostería son los más utilizados. Los materiales decorativos por excelencia son el yeso y la escayola, que permiten enlucir las paredes y el desarrollo de la filigrana y la estilización; la madera, para puertas y mimbares o púlpitos capaces de recibir la decoración caligráfica. En la construcción, se elige el cuadrado como elemento organizador del espacio, influencia que recibe del mundo griego. El cuadrado está presente en la configuración de la Kaaba, de las mezquitas, de mausoleos, de castillos, etc. Asimismo, emplea la esfera cúbica para el desarrollo de las cúpulas, quizá porque se adecua bien a la construcción de edificios de poca altura, armónicos con el paisaje y, a la preferencia por los cielos rasos, terrazas planas, etc. Los elementos sustentantes principales son: La columna y el Pilar: ambos de herencia romana, son generalmente delgados porque soportan techumbres ligeras, la mayoría de las veces de madera. Se elige preferentemente la columna de línea corintia, ya que imita la naturaleza. Por lo demás, especialmente en España, utilizan columnas preexistentes, originarias en su mayoría de monumentos romanos e iglesias visigodas, que las hacen desiguales: Mezquita de Córdoba. El Arco: lo conjugan en todas sus expresiones, aunque el más característico es el de Herradura. Con frecuencia, aparece enmarcado en un alfiz, moldura que toca tangencialmente al arco, y en multitud de ocasiones combinan los arcos entre sí, generando un sinfín de posibilidades decorativas. La Decoración arquitectónica es de una importancia vital en Oriente: En un primer momento emplean elementos característicos de los lugares en los que se asientan: La decoración geométrica: compuesta por arabescos, lacerías y la trasposición geométrica del enredado vegetal helenístico. Estos elementos extraídos de la naturaleza pierden todo parecido con la realidad, combinándose de maneras totalmente fantásticas, en perpetua repetición simétrica.

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ARTE ISLÁMICO EN AL-ANDALUS En el año 711 se inicia la invasión musulmana de la Península, dando comienzo a una cultura de raíz oriental, que aprovecha no pocos elementos de culturas anteriores. Lo dominación musulmana subsiste hasta la conquista de Granada en 1492, de manera que en la Península coexistirán a lo largo de la Edad Media dos culturas, la islámica y la cristiana. En la evolución del Arte Hispanomusulmán se distinguen cuatro períodos. Se inicia con el período cordobés o califal en el siglo VIII, que se mantendrá hasta fines del primer tercio del siglo XI. A esta etapa corresponde el monumento más importante de la arquitectura musulmana en España, la Mezquita de Córdoba, que se construye en el solar de la antigua iglesia visigoda de San Vicente, de la que se aprovecharon numerosos elementos, así como de otras de antiguas construcciones romanas. En esta mezquita se emplean arcos de herradura de inspiración visigoda, con dovelas alternadas de piedra y ladrillo, superponiendo las arquerías para ganar en altura, procedimiento inspirado al parecer en el acueducto romano de Los Milagros de Mérida. La construcción de esta mezquita se hace en cuatro etapas de las cuales la más importante es la penúltima, del 961, cuando se emplean bóvedas de tipo califal, es decir, sin clave central. Son también monumentos importantes de este período la sinagoga del Cristo de la Luz de Toledo y el Palacio de Medina Azahara, cerca de Córdoba. Corresponde al siglo XI el período taifa, que sigue la evolución iniciada en el período cordobés, añadiendo aportaciones norteafricanas y orientales. Se crea una arquitectura fundamentalmente decorativa y artificiosa de la que es buen ejemplo la Aljafería de Zaragoza. Ya en el siglo XII se inicia el tercer período, el de las culturas norteafricanas almorávide y almohade, la primera muy enlazada con la taifa y la segunda más constructiva, con arcos de herradura apuntados y su característica decoración de red de rombos, junto a arcos polilobulados con sus lóbulos centrales verticales. Destacan la Giralda de Sevilla, el alminar de la antigua mezquita en cuyo solar se construyó la catedral gótica. A este período almohade corresponde también la introducción de construcciones militares de fuerte influencia oriental, fundamentalmente castillos, con una tipología que fue adoptada por los cristianos: plantas topográficas, torres albarranas, corachas y puertas en recodo que conducen a los distintos recintos. A finales del siglo XIII se inicia el cuarto período, el nazarí o granadino, cuya arquitectura rica en decoración, oculta la fragilidad de la construcción y cuyo monumento más importante es la Alhambra de Granada. En ella, junto a las edificaciones de sus diversas dependencias, hemos de señalar el Generalife con sus cuidados jardines.

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La arquitectura islámica influyó poderosamente en el arte cristiano, dando lugar a la aparición del estilo mudéjar, es decir, un arte cristiano profundamente islamizado en el que se aplican tanto decoraciones como estructuras arquitectónicas del mundo musulmán. ARQUITECTURA HISPANOMUSULMANA: EL PERÍODO CORDOBÉS. Después del año 750, el centro de gravedad del Islam se traslada desde Damasco a Bagdad y con el peso político pasa desde la cuenca mediterránea a la ribera mesopotámica iraquí. Los Abbasíes derrotan a los Omeyas, eliminando a todos los miembros de la familia menos a Abd-al-Rahman, que logra huir refugiándose en el Norte de África. La evasión termina en Córdoba, donde establece un emirato independiente del califato (756-929) que supone el inicio de la fragmentación política del Islam en numerosos estados. Dos siglos más tarde, en el año 929, su sucesor dinástico Abd-al-Rahman III se autoproclama califa (emir de los creyentes y sucesor del enviado de Alá), rompiendo también con la autoridad espiritual de los Abbasíes. Deurante todo este tiempo, que se prolonga aún más de un siglo, se produce el momento estelar de la cultura y el Arte de Al-Andalus que tiene en su capital, Córdoba, la ciudad más densamente poblada y más culta de Occidente. LA MEZQUITA DE CÓRDOBA: Es el mejor exponente de la brillantez de este período y una de las obras supremas de todo el arte islámico. Su palmeral de columnas, sus arquerías con dovelas de piedra blanca y ladrillo rojo que, al apearse sobre fustes oscuros, dan la impresión de estar suspendidas en el techo, y la belleza decorativa del espacio sagrado del mihrab así lo acreditan. Su configuración actual es producto de cuatro ampliaciones que, entre los siglos VIII y X, realizaron los emires y califas omeyas. Ninguno de los añadidos perjudica la unidad del conjunto. El núcleo original se debe a Abd-al-Rahman I (756-788), que levantó sobre el solar de la basílica visigoda de San Vicente, un oratorio compuesto por doce crujías transversales cortadas por once naves longitudinales, que corren en dirección al muro de la qibla. Estas naves están formadas por arquerías dobles para elevar la altura del edificio: la arcada inferior de herradura y la superior de medio punto. Tan ingeniosa solución procede del acueducto romano “de los milagros” de Mérida, como romanos son también los fustes y capiteles, reaprovechados de obras anteriores. Esta primera fase fue completada por Hixem I (788-796), que dotó al patio de tres elementos: una galería para las mujeres (saqifa), un pabellón de abluciones y el alminar junto a la puerta de ingreso. Terminada esta fase, el patio y el oratorio (harem) formaban en planta un cuadrado.

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La segunda etapa corresponde a Abd-al-Rahman II (833-848). El aumento de población y el afán de vincular su nombre a una gran obra que le sobreviviera, determinaron la ruptura del muro de la qibla, añadiendo ocho crujías al oratorio y cerrando con galerías los flancos del patio que faltaban. Columnas y capiteles siguen siendo de reaprovechamiento o acarreo de obras anteriores y sabemos que esta fase el emir puso al frente de las obras a los eunucos de su confianza Nasr y Masrur. Durante cien años no se produce ninguna modificación importante, pero a mediados del siglo X (946), el califa Abd-al-Rahman III agranda la superficie del patio, plantando olivos, laureles y cipreses, y rehace el alminar, imponiendo un modelo de torre prismática que servirá de inspiración a los minaretes almohades y a los campanarios mudéjares. Al-Hakkam II (961-966), hijo del anterior, agregó doce crujías más a la sala de oración, siguiendo el procedimiento acostumbrado a tirar y retranquear el muro de la qibla. Se encargó del proyecto un hombre de toda confianza del califa, Chafar, que lo inicia el segundo día del nuevo reinado, y realiza tres obras ejemplares: un lucernario (actual Capilla de Villaviciosa) cubierta por una cúpula nervada y acotado mediante un abanico de arcos polilobulados que se entrecruzan sin pasar por el centro; la Macsura, donde repite triplicada la fórmula anterior, y el Mihrab, concebido en forma de habitación por vez primera en el arte islámico. Para decorar estas reformas, Al-Hakkam solicitó al emperador de Bizancio, Nicéforo Phocas, el envío de un musivario (gran mosaico). La cuarta fase corresponde al poderoso ministro Almanzor (987-990). Ante la imposibilidad de seguir derribando el muro de la qibla, por la proximidad del río, ensanchó lateralmente el conjunto con ocho naves más y la parte correspondiente del patio con lo que se ganó mucha capacidad pero el mihrab quedó descentrado. Por último, hay que mencionar que en el siglo XVI, el obispo de Córdoba, Alonso Manrique, hizo empotrar un crucero catedralicio en las ampliaciones de Al-Hakkam II y Almanzor, lo que representó la ruptura del alzado del edificio y la transformación del mismo, hecho que arrancó amargas críticas del emperador Carlos V hacia el cabildo cordobés.

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EL ARTE NAZARÍ Coincidiendo con la desintegración del imperio almohade en Al-Andalus, tras la derrota de las Navas de Tolosa, aparece en escena la figura de un caudillo jiennense, Muhammad ben Nasrí (de sobrenombre Al-hamar), que funda en 1238 el reino de Granada o Nazarí. Nada más establecerse en Granada, los nazaríes inician la construcción de una acrópolis sobre la colina de la Sabika que recibirá el nombre de Alhambra. A partir de entonces, se va a construir un espacio casi mágico, de intenso cromatismo –azul del cielo, verde de vega, blanco de nieve y bermellón de las torres cúbicas que perfilan el recinto- que se convierte en una de las obras más sobresalientes de todo el arte islámico y el mejor conservado de la época medieval. Este exótico recinto, se distribuye en tres núcleos independientes: la alcazaba militar, los palacios reales y una ciudad palatina autónoma, urbanizada con calles estrechas en la que residían los dignatarios de la corte, funcionarios, artesanos… y contaba con mezquitas, cementerios y baños públicos. Es común a los edificios nazaríes la sobriedad de los exteriores mientras una profusa decoración ornamente los interiores, además de: Empleo de materiales pobres como la mampostería y el ladrillo

El arco de herradura es excepcional, sustituido por arcos peraltados de silueta acampanada y mixtilíneos de funcionalidad puramente ornamental. Esbeltas columnas de fuste delgado y cilíndrico con capiteles llenos de originalidad de dos cuerpos, uno cilíndrico con decoración de cintas y otro superpuesto, de forma cúbica con decoración –con frecuencia- de mocárabes Empleo de bóvedas de mocárabes para lograr un intenso efecto decorativo. Una delicadeza y fantasía ornamental, en sus muros, difícilmente insuperable

El primer rey nazarita, fundador de la dinastía, Muhammad I (1238-1273) levantó el circuito defensivo sobre la colina de la Sabika, situando la Alcazaba con un patio de armas para la guarnición, en el ángulo más alto y saliente de la colina ubicando su residencia sobre la torre llamada hoy del Homenaje. Previamente había realizado las obras necesarias ( todo un alarde de ingeniería hidráulica) para abastecer el recinto de agua, abriendo una acequia con caudal propio desde el río Darro. Su heredero, Muhammad II (1273-1302) aprovechará estas conducciones y tratará de dulcificar el duro hábitat castrense proporcionado por su padre con la construcción del Generalife, una huerta agropecuaria en la ladera del cerro contiguo que serviría para el abastecimiento de las cocinas reales y de lugar de reposo por lo que se levanta allí un elegante pabellón de recreo.

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Los escritores árabes lo comparan al jardín paradisíaco que Alá reserva a los justos que mueren en la “guerra santa” y los escritorios cristianos del romancero viejo lo califican de “huerta que par no tenía”. Inmediatamente, su sucesor, Muhammad III (1302-1309) construye el Palacio del Partal, incorporando la cultura del agua y de los jardines a la meseta de la Sabika. El Partal es una residencia del tipo llamado “qubba”, formado por un pabellón cubierto por una cúpula, una torre anexa y una amplia alberca delante. Era, por tanto, un palacio de recreo. El nombre de Partal resulta significativo (pórtico en árabe), y de hecho, su parte más representativa es precisamente su pórtico de entrada, precedido como es habitual por un estanque y formado por cinco amplios arcos angrelados, más alto y ancho el central. Se cubre el pórtico con un alfarje (techumbre plana de madera labrada y ornamentada) agujereado por una pequeña cúpula central. En el interior destaca una estancia central de planta cuadrada, con los zócalos alicatados, yeserías encima y cubierta con armadura de madera. Pero el esplendor de la Alhambra llega durante los dos últimos tercios del siglo XIV, bajo el mandato de los sultanes Yusuf I (1333-1354) y su hijo Muhammad V (1354-1391). Con ellos triunfará el concepto ambivalente del monumento nazarí. Sus dos principales conceptos arquitectónicos son, por un lado, la sólida Alhambra funcional, edificada a base de argamasa y ladrillo que consigue los robustos exteriores, y de otro lado, la Alhambra ornamental, que reviste los interiores de azulejos, estucos y maderas labradas, enmascarando toda la estructura y negándola, la Alhambra palatina, y de representación. Yusuf I reconstruyó las puertas y las torres de la muralla, dotándolas de una gran majestuosidad como sucede con la Puerta de las Armas y la Puerta de la Justicia. Ambas comparten la ambivalencia de tratamiento monumental en sus fachadas, junto con una disposición interior en recodo de gran funcionalidad militar. La Puerta de las Armas, emplazada junto al lienzo norte de la Alcazaba, abría el camino que desde el Darro ascendía –a través del puente del Cadí- por la ladera de la colina y tenía una función distribuidora de circulación: por un lado, hacia la Alcazaba y por otra, hacia el interior del palacio. La Puerta de la Justicia, cuya fecha de construcción está documentada epigráficamente, parece haber tenido una función de “musallah” o mezquita al aire libre. Pero la torre más sobresaliente que erigió Yusuf I fue la de Comares, concedida como residencia del Sultán, sede oficial del trono y salón de embajadores. Hoy, esta torre forma parte del conjunto monumental del llamado Palacio de Comares, surgido de la profunda reforma que en su entorno realizó su sucesor Muhammad V.

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No existe unanimidad sobre la etimología del término Comares que da nombre a la torre, aunque la versión más verosímil parece aludir a las vidrieras de colores “qamriyyas” que cubrían sus ventanas. Tiene en el exterior un fuerte aspecto militar, y por sus volúmenes, solamente se le puede comparar la torre llamada de la Vela, en la Alcazaba; ese aspecto castrense se acentúa con su remate almenado y en terraza para la guardia. Por lo que respecta al interior, conocido como salón del trono o de embajadores, el enorme grosor de los muros del torreón permite que el aparte meridional de acceso se aloje un pasillo transversal, que a la derecha termina en un mihrab y a la izquierda en una escalera de subida a las dependencias superiores y a la terraza almenada; en los otros tres lados del torreón se disponen, en el grosor de los muros, de tres alcobas en cada uno de ellos. Justamente la alcoba central del lado norte, es decir, la que queda en frente del arco de entrada al salón, con ornamentación más rica, albergaba el trono del sultán Yusuf I, según declara la inscripción poética: “Me revistió mi señor, el favorecido de Alá, Yusuf, con un traje de gloria y de favor, y me eligió para ser el solio del reino”. La decoración es la habitual en el conjunto palacial: zócalo de alicatados, paños de yeserías y, cubriendo toda la sala, una gran techumbre de madera concebida como una representación simbólica de los siete cielos del paraíso islámico, con el trono de Dios situado en el octavo cielo –en el tablero central con cubos de mocárabes-, mientras que las limas de los ángulos representan los cuatro ríos del paraíso. Se trata de la cúpula excelsa, respecto de la cual las de las alcobas serían los signos del zodíaco, mientras que la de la alcoba del sultán simboliza al sol, todo expresado en imágenes astrales, tan queridas de la poesía islámica. Muhammad V da al área de los Palacios su configuración actual. La tradición oriental aconsejaba que cada monarca se construyese su propia residencia y en cumplimiento de esa costumbre ordena: Remodelar el Palacio de Comares, quedando constituido en torno a dos patios: uno, el llamado del Cuarto Dorado que comunica con el Mexuar (sala de administración de justicia) y da paso, a través de la más soberbia fachada del recinto al otro, el Patio de la Alberca o de los Arrayanes, que tiene forma rectangular, con pórticos en los ejes menores, de arcos de medio punto, ligeramente apuntados, y decorados (angrelados y de mocárabes). Era en su día, un jardín con cuatro viviendas iguales –dos a dos- en las que residían las cuatro esposas oficiales que permite el Corán. Asociado al Palacio de Comares, está el Baño Real.

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El otro palacio es el de los Leones. De planta rectangular y con un patio porticado con una fuente en el centro que le da el nombre, sigue el esquema de patio de crucero, pero con la novedad de levantar dos templetes en los lados menores que avanzan hacia el patio y poseer, en los cuatro lados del mismo, pórticos o galerías a base de arquerías sobre columnas de mármol de fuste muy esbelto, capiteles de hojas de acanto muy estilizadas o de mocárabes y arcos que actúan de pantallas visuales y son o bien de mocárabes, o bien festoneados. Alrededor del patio, que era un jardín (de suelo hundido con respecto a los andenes de mármol que lo cruzaban), sembrado de plantas y árboles aromáticos para recreo de la vista y el olfato, se disponen las estancias palaciegas. En los ejes menores, se disponen otras salas como: Sala de Dos Hermanas: orientado al norte, servía de mexuar y tiene una soberbia cúpula de estrellas de mocárabes. Sala de los Abencerrajes: orientado al sur, también con una cúpula de mocárabes, servía de aposento a los banquetes y fiestas durante el invierno. En su piso superior se ubicaba el harén En los ejes mayores del patio se sitúan la Sala de los Mocárabes, vestíbulo de entrada al recinto palaciego y la Sala de los Reyes, al este, con alcobas y destinada a las fiestas durante el verano.