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Técnicas de toma de datos y análisis de ELECTROENCEFALOGRAFÍA Facultad de Biología Departamento de Fisiología Animal Jonathan González Sánchez Septiembre de 2014

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Técnicas de toma de datos y análisis de

ELECTROENCEFALOGRAFÍA

Facultad de Biología

Departamento de Fisiología Animal

Jonathan González Sánchez

Septiembre de 2014

ÍNDICE

1. INTRODUCCIÓN.……………………………………………........ Página 1

1.1.Electrogénesis cerebral……………………………………….. Página 2

1.2.Ondas de actividad del EEG………………………………… Página 5

1.3.Estructuras implicadas en la generación de ritmos

cerebrales……………………………………………………..

Página 7

2. TOMA DE DATOS PARA EEG………………………………… Página 8

2.1.Tipos de electrodos…………………………………………... Página 8

2.2.Sistemas de posicionamiento de electrodos…………………. Página 12

2.3.Tipos de montajes de electrodos……………………………. Página 13

3. TRATAMIENTO DE LA SEÑAL DEL EEG…………………… Página 16

4. ANÁLISIS DE DATOS EN EEG………………………………... Página 19

4.1.Análisis espectral o de frecuencias………………………….. Página 20

5. POTENCIALES EVOCADOS…………………………………… Página 22

5.1. Bases fisiológicas y origen neuronal…………………………

Página 23

6. APLICACIONES DE LA ELECTROENCEFALOGRAFÍA……. Página 24

7. CONCLUSIONES Y PERSPECTIVAS DE FUTURO…………..

Página 25

8. BIBLIOGRAFÍA………………………………………...... Página 26

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1. INTRODUCCIÓN

La electroencefalografía es una técnica de exploración funcional de la actividad del

sistema nervioso central (SNC) mediante la que se obtiene el registro de la actividad

eléctrica cerebral en tiempo real de manera no invasiva (Teplan, 2002).

Este registro que se denomina electroencefalograma (EEG), representa la

actividad bioeléctrica espontánea generada por las neuronas cerebrales. Está compuesto

de ritmos eléctricos y actividades puntuales que se diferencian por su localización,

frecuencia, periodicidad y propiedades funcionales (Boutros,Galderisi y Pogarell,

2011).

Debido a su capacidad para reflejar tanto la actividad normal y como patológico del

cerebro, el EEG, es una herramienta de gran utilidad para el diagnóstico clínico de

patologías como la epilepsia, encefalopatías o isquemias. (Raut y Taywade, 2012).

Los primeros indicios en el campo de la electroencefalografía se obtuvieron por Richard

Caton en 1875, año en el que publicó el primer documento describiendo la actividad

eléctrica espontánea de la corteza cerebral en experimentos llevados a cabo en animales

(Niedermeyer y Lopes Da Silva, 2005).

Su aplicación en personas emergió directamente desde el ámbito de la psiquiatría

(Boutros,Galderisi y Pogarell, 2011). Fue, precisamente, el psiquiatra Hans Berger, al

crear el electroencefalógrafo, el primero en demostrar que existía un potencial eléctrico

en el cerebro humano. Berger realizó los primeros registros en 1929 (Sanei y

Chambers, 2007).

La invención posterior del primer amplificador para el registro de potenciales

cerebrales, por Toennies (Sanei y Chambers, 2007) solventó los problemas que

presentaban la demostración y representación del potencial en el cerebro humano,

consistente en tomar, medir y registrar potenciales, cuyas oscilaciones se producen en

el rango de microvoltios (µV) debajo de la corteza cerebral (Gómez y cols., 1992).

Berger, entre 1924 y 1938, estableció las bases para la aplicación de la

electroencefalografía, siendo el primero en utilizar el término “electroencefalograma”

para describir las variaciones de potenciales eléctricos en el cerebro de las personas

2

(Boutros, Galderisi y Pogarell, 2011). Así mismo, descubrió que las ondas registradas

no eran completamente aleatorias, sino que por el contrario mostraban cierta

periodicidad y regularidad. Observó que durante el sueño se apreciaba un patrón de

ondas sincronizadas de gran amplitud y baja frecuencia, mientras que en estado de

vigilia el patrón cambiaba a uno desincronizado de baja amplitud y mayor frecuencia

(Ramos-Argüelles y cols., 2009). Esto le permitió sugerir que la actividad cerebral

cambiaba de un modo consistente y reconocible y que también se veían afectadas por

condiciones patológicas (Sanei y Chambers, 2007).

Una vez se aceptó el término de ondas cerebrales humanas, el estudio de la actividad

electroencefalográfica quedó asentado (Sanei y Chambers, 2007) Una de las primeras

contribuciones fue la determinación de algunos ritmos en el EEG, como las oscilaciones

de 10 a 12 Hz que se registran en la zona occipital de la corteza cerebral se le denominó

ritmo alfa. Pero no es hasta 1949 cuando Moruzzi y Magoun establecen las bases

fisiológicas de dichas observaciones (Collura, 1993)

A partir de 1950, los trabajos sobre el EEG tomaron diferentes caminos.

Se diseñaron nuevos electrodos, se profundizó más en los métodos de análisis de las

señales electroencefalográficas y, en los años 70, se comenzaron a investigar los

potenciales evocados visuales para poder monitorizar enfermedades mentales

(Niedermeyer y Lopes Da Silva, 2005).

Desde entonces, la historia de las señales del EEG ha estado en continua evolución,

desarrollándose tanto en el ámbito clínico como experimental.

Hoy día, los registros de EEG se obtiene usando sistemas computarizados. Los equipos

se encuentran equipados con muchas herramientas de procesamiento de señal y

memoria suficiente para realizar registros de larga duración (Sanei y Chambers, 2007).

Estos avances en la tecnología digital han permitido el desarrollo del análisis

cuantitativo de las señales del EEG, con lo que cabe la posibilidad de estudiar y

cuantificar muchos más parámetros a partir de un registro de EEG.

1.1. Electrogénesis cerebral

Todo el sistema nervioso posee la capacidad de producir actividad eléctrica. El origen

de la actividad que se registra en el EEG proviene fundamentalmente de las células

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piramidales de la corteza cerebral (Ramos-Argüelles y cols., 2009; Boutros, Galderisi y

Pogarell, 2011). La mayor parte de esta actividad es generada por la actividad sináptica

sobre estas células (Sanei y Chambers, 2007).

El registro, realizado a nivel del cuero cabelludo, es el resultado de la suma del flujo

extracelular de corriente de muchas neuronas, teniendo más relevancia aquel procedente

del flujo de corriente producido por los potenciales eléctricos de neuronas corticales

más cercanas (Boutros, Galderisi y Pogarell, 2011). Sin embargo, la magnitud de la

actividad eléctrica percibida en el EEG (µV) es mucho menor que la generada por una

sola neurona (mV), porque es filtrada y atenuada al pasar por las diferentes capas de

tejido que separan la superficie cortical del electrodo de registro (Gómez y cols., 1992).

Estos potenciales eléctricos son consecuencia directa de la existencia de dipolos

eléctricos generados por la suma de potenciales post-sinápticos excitadores (PPSE) o

inhibidores (PPSI) entre el soma y las dendritas apicales de las células piramidales

(López-Gordo, Sánchez-Morillo y Pelayo Valle, 2014) (véase figura 1).

La polaridad de los potenciales de superficie se relaciona con la localización de la

actividad sináptica dentro del cortex, puesto que los electrodos posicionados en el cuero

cabelludo detectan los campos eléctricos extracelulares generados cerca de la superficie

cortical (Gómez y cols., 1992).

De ahí que, un PPSE en una dendrita produzca una negatividad eléctrica en el área

circundante, provocando que el campo eléctrico se vuelva positivo a medida que nos

alejamos de la fuente. En cambio, un PPSI en una dendrita genera una positividad

eléctrica en su lugar de origen y se vuelve más negativo a medida que nos alejamos de

la fuente.

Por lo tanto, tantoun PPSI, cuyo origen esté en las profundidades del cortex, como un

PPSE que se produzca en el superficie cortical, generarán una negatividad sobre el

cuero cabelludo (Boutros, Galderisi y Pogarell, 2011) (véase figura 2).

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Figura 1. Esquema del dipolo eléctrico, de la corriente de iones y el sistema de

medición diferencial. La capa córnea (Stratum Corneum (SC)) representa la mayor

impedancia mientras que la originada por el gel conductor, los electrodos y cobre es

mucho menor. (Tomado de López-Gordo y col., 2014).

En ambos casos, se crea un dipolo con separación de cargas verticalmente orientadas en

la corteza. Por lo tanto, en las áreas fuente de la lámina cortical que están paralelas a la

cabellera se producen campos radiales, de mejor detección con electrodos de superficie,

ya que presentan un área máxima de detección encima de la fuente y otra, con polaridad

opuesta, en el lado contrario de la cabeza (Boutros, Galderisi y Pogarell, 2011).

Recientemente se ha constatado la contribución de eventos intercelulares de origen no

sináptico como las oscilaciones subumbrales, producidas tras los potenciales, y los picos

de calcio (Ca2+), que también producen procesos transmembrana de larga duración para

la señal del EEG. Además, se ha podido comprobar que las células de la glía producen

un efecto amplificador sobre la señal (Boutros, Galderisi y Pogarell, 2011).

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Figura 2. Generación de los campos de voltaje extracelulares de la actividad

sináptica. Relación entre la polaridad de los potenciales superficiales y el lugar de

los potenciales dendríticos post-sinápticos. (Tomado de Westbrook, 2013).

1.2. Ondas de actividad del EEG

Al realizar un registro de la actividad de EEG, podemos identificar una serie de ondas

conocidas como ritmos cerebrales. Presentan dos características que las definen:

Frecuencia: hace mención a la periodicidad con la que se repite una onda. Se

mide en hercios (Hz). Si una onda presenta una frecuencia de 1 Hz, quiere decir que se

repite 1 vez cada segundo (Talamillo García, 2011).

Amplitud: define la magnitud en el cambio de voltaje (µV) medido entre el

punto más alto y el más bajo de la onda. A mayor amplitud, más energía se ha aplicado

a la onda (Talamillo García, 2011).

Por lo tanto, podemos decir que el registro del EEG está definido por una secuencia de

oscilaciones en la diferencia de voltaje entre dos electrodos a través del tiempo.

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Las ondas registradas en el EEG han sido clasificadas con base en su frecuencia. Las

principales bandas de frecuencia, según Boutros y col. (2011), son las siguientes:

Beta (β). Son ondas que se registran en un rango de frecuencia de 14 a 26 Hz. Se

da en momentos de atención, de pánico o de resolución de problemas.

Están presentes en regiones centrales y frontales, pero también se han observado en

áreas posteriores (Raut y Taywade, 2012; Talamillo García, 2011).

Alfa (α). Las ondas que la componen tienen una frecuencia que oscila entre 8-13

Hz (Raut y Taywade, 2012). Son las ondas cerebrales más abundantes (Sanei y

Chambers, 2007). Aparecen en estados de reposo y de ojos cerrados. Predominan

en áreas posteriores y en zonas centrales y anteriores del cerebro (Sanei y Chambers,

2007; Talamillo García, 2011).

Theta (θ). Presentan una frecuencia entre 4-7,5 Hz (Raut & Taywade, 2012). Se

originan en regiones del tálamo. Juegan un papel importante en la infancia, en estados

de somnolencia y sueño, en fases 1 y 2 de ondas lentas y en la ejecución de procesos

cognitivos (Sanei & Chambers, 2007) .

Delta (δ).- Se encuentran en un rango de 0,5 a 4 Hz. Aparecen en los primeros

años de vida y va desapareciendo con el desarrollo del sistema nervioso. En el adulto,

las encontramos durante las fases 3 y 4 del sueño de ondas lentas y en procesos de

memorización (Sanei y Chambers, 2007).

Gamma (γ).- se encuentra en un rango superior a los 30 Hz. Se piensa que

reflejan el mecanismo subyacente de la conciencia. La detección de estos ritmos puede

tomarse como confirmación de algunas enfermedades cerebrales (Raut y Taywade,

2012). Además, se han asociado con procesos de comunicación y sincronización entre

las distintas zonas neuronales durante la realización de actividades mentales complejas

(Sanei y Chambers, 2007).

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1.3. Estructuras implicadas en la generación de los ritmos cerebrales

Las estructuras cerebrales implicadas en la generación de ritmos del EEG implican

principalmente al tálamo y el cortex cerebral, además de algunos sistemas moduladores

resultantes del núcleo del bulbo raquídeo, del hipotálamo posterior y de la parte basal

del prosencéfalo (Boutros, Galderisi y Pogarell, 2011).

Las neuronas de estas estructuras tienen propiedades oscilatorias propias que juegan un

papel importante en generar el comportamiento rítmico de las redes a las que pertenecen

(Steriade y col. 1990). Los circuitos responsables de que se produzca y se module el

comportamiento rítmico están formados por tres tipos de neuronas: tálamo-corticales,

tálamo-reticulares talámicas y corticales (Boutros, Galderisi y Pogarell, 2011) (véase

figura 3).

Figura 3. Esquema de las redes neurales del tálamo implicadas en las oscilaciones

coherentes y su control por las neuronas colinérgicas del bulbo raquídeo. (Tomado

de Boutros, 2011).

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Las neuronas tálamo-corticales actúan como un marcapasos, a través de un mecanismo

de retroalimentación, enviando fibras excitadoras al cortex y recibiendo fibras que

acaban sobre las interneuronas inhibitorias del tálamo, así como las fibras excitadoras

de neuronas colinérgicas mesopontinas. Lo mismo ocurre con las tálamo-reticulares,

pero ejerciendo una actividad inhibidora a través del neurotransmisor GABA (Steriade

y col., 1990; Boutros, Galderisi y Pogarell, 2011).

2. TOMA DE DATOS PARA EEG

En este apartado nos centramos en la electroencefalografía como la técnica de

adquisición inicial de datos que asentó las bases de conocimientos para posteriores

estudios neurológicos.

Como se comentó anteriormente, la electroencefalografía realiza el estudio y el análisis

de los campos eléctricos de cada región cerebral (topografía, polaridad y su variación

espacio- temporal). Para ello se requiere de la colocación de electrodos, encargados de

transformar las corrientes iónicas procedentes del tejido cerebral en corrientes eléctricas

en la superficie craneal. Estos electrodos se encuentran conectados a un conjunto de

canales independientes, permitiendo la captación y amplificación de la diferencia de

potencial entre los electrodos receptores, y dirigiendo las señales recibidas a un

dispositivo de registro. (Satherley y col., 1996; Teplan, 2002; Ramos-Argüelles y cols.,

2009; Boutros, Galderisi y Pogarell, 2011).

Aunque los electrodos pueden ser de tamaño, forma y materiales distintos, y aplicados

sobre el cuero cabelludo por diferentes medios, deben tener en cuenta algunos

principios generales en su diseño y uso, de los que hablaremos a continuación.

2.1. Tipos de electrodos

Existen varios tipos de electrodos según la forma en la que se obtiene el registro:

De Superficie, esto es, aplicados sobre el cuero cabelludo. Deben ser de

colocación y remoción fácil y rápida, indoloros y permanecer por un tiempo prolongado

en la misma posición sin problemas (Ramos-Argüelles y col., 2009).

Se han diseñado varios tipos de electrodos de superficie que pueden dividirse en tres

categorías: adhesivos, de contacto, en casco de malla y de agujas.

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- Los electrodos de agujas son de uso muy limitado y de gran complejidad. Solo se

emplean en recién nacidos y en la UCI. Pueden ser desechables o de uso múltiple

(requieren esterilización). Son utilizados para registros de larga duración y se

encuentran insertados de forma invasiva bajo el cuero cabelludo (Teplan, 2002).

- Los adheridos son pequeños discos metálicos de 5 milímetros (mm) de diámetro. Se

adhieren con pasta conductora y se fijan con un aislante. Se caracterizan por tener

resistencias de contactos muy bajas si se aplican bien.

Un ejemplo de estos electrodos son los “electrodos húmedos”. Se utilizan por

excelencia en los registros multicanal, en los que se necesita un gran número de

electrodos. Están compuestos por discos de Ag/AgCl, de menos de 3 mm de diámetro

(Arman, Ahmed y Syed, 2012).

Se caracterizan por presentar un efecto de polarización mínimo y una impedancia piel-

electrodo baja debido a la aplicación de una crema conductora prácticamente inerte

(Teplan, 2002) (a excepción de los registros a largo plazo en los que provocaría

irritación de la piel) (Taheri, Knight y Smith, 1994).

A pesar de ello, se requiere de mucho tiempo para la preparación de la piel y para la

aplicación del gel conductor (Liao y col., 2011).

El tamaño, la sensibilidad al ruido de los artefactos y el aumento del mismo por la

superficie de contacto entre la piel y el gel, han llevado a los investigadores a buscar

una solución a tales problemas, comenzando por buscar otro tipo de electrodos que

solventen esos inconvenientes (Liao y col., 2011; López-Gordo, Sánchez-Morillo y

Pelayo Valle, 2014).

Otro ejemplo son los “electrodos activos-secos”. Pueden ser utilizados en

registros de larga duración, sin necesidad de preparación previa de la piel, evitando su

abrasión. Además, no es necesario cambiar el gel, ahorrándose tiempo de preparación

(Ko, 1998).

Este tipo de electrodos es necesaria una pre-amplificación activa in situ debido a su alta

impedancia entre la interfaz electrodo/piel. El material sensor, en contacto directo con la

piel, debe ser inerte al interaccionar con el sudor para no alterar los registros.

Fonseca y col., (2007) utilizaron óxido de titanio (TiO2) como sensor, ya que, los dota

de estabilidad química, resistencia mecánica y propiedades eléctricas. Además,

manifiesta un interfaz entre el cuero cabelludo y el sensor, libre de ruidos, incluso tras

10

estar en contacto prolongado con el sudor. Se ha podido observar que pueden fijarse al

cuero cabelludo mediante un casco de goma y cargado a la interfaz del EEG, como

ocurría con los electrodos convencionales.

- Los de casco de malla (véase figura 4) de reciente incorporación. Se trata de una

especie de casco elástico en el que se introducen los electrodos. Puede encontrarse de

diferentes tamaños en función del paciente.

Figura 4.- Principio de colocación en un casco de malla (Tomado de Barea Navarro,

2009).

Su característica más relevante es la comodidad del paciente, tanto en colocación como

en registro y, por tanto, son de gran interés en estudios comparativos (Barea Navarro,

2009).

Como ejemplo se encuentran los denominados “electrodos secos”, que se

caracterizan por estar formados por un metal benigno de acero inoxidable sin ningún

electrolito de por medio (López-Gordo, Sánchez-Morillo y Pelayo Valle, 2014).

Al no necesitar de ningún gel conductor, reducen de manera considerable el tiempo de

preparación experimental, posibilita alargar los estudios y permite repetir la recolecta de

datos. Además, proporciona un mejora y comodidad para los pacientes (Estepp y col.,

2009).

Desde que estos electrodos contienen un pre-amplificador para potenciar la amplitud de

la señal de los registros, el ruido triboeléctrico (producido por la fricción entre los

11

cables) es apenas apreciable en la transmisión de señal (Taheri, Knight y Smith, 1994).

Uno de sus inconvenientes más notable es que se produce una impedancia entre la piel y

los electrodos bastante alta, por lo que se debe reducir para disminuir el efecto de las

distintas fuentes de ruidos (Ko, 1998).

- Los de contacto (véase figura 5) son unos pequeños tubos de plata clorurada unidos a

soportes de plástico. En su extremo de contacto se le coloca una almohadilla que se

empapa con una solución conductora. Su método de sujeción es mediante bandas

elásticas. Se caracterizan por su fácil colocación, aunque suelen ser molestos para los

pacientes y no sirven para estudios de larga duración (Barea Navarro, 2009).

Figura 5.- A. Esquema de un electrodo de contacto. B. Colocación de los electrodos

de contacto (Tomado de Barea Navarro, 2009).

Los Basales o Especiales son colocados sobre el cráneo sin necesidad de

realizar un proceso quirúrgico. Se utilizan para inspeccionar la base del cerebro (lóbulos

frontales y temporales del cerebro), a través de las diferentes vías de acceso, con

electrodos diseñados especialmente para ellos. Dos ejemplos serían el faríngeo y el

timpánico (Rowan, 2004; Barea Navarro, 2009).

Neuroquirúrgicos son utilizados a la hora de intervenciones quirúrgicas (Barea

Navarro, 2009).

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2.2. Sistema de posicionamiento de electrodos

Aunque se conocen varios sistemas de posicionamiento, la disposición de los electrodos

en el cuero cabelludo se ajusta a la recomendación, propuesta en 1958 por la Federación

Internacional de Sociedades de Electroencefalografía y Neurofisiología Clínica,

denominado sistema “diez-veinte” (10-20) y catalogado como el método de

posicionamiento estandar (Raut yTaywade, 2012).

Este sistema se basa en la relación entre la posición de un electrodo y el área subyacente

de la corteza cerebral (Rowan, 2004). Para ello, emplea marcas craneales que son

tomadas como puntos de referencia para la localización de electrodos (Barea Navarro,

2009).

El 10 hace referencia a que las distancias reales entre electrodos adyacentes son el 10%,

mientras que el 20 se refiere al 20% de la distancia total delantera/trasera o

derecha/izquierda, de manera que la zona que registre cada electrodo sea comparable

entre los registros realizados a diferentes individuos (Sanei y Chambers, 2007). Con

esto se consigue que haya una división del cráneo y que podamos tomar como

referencia algunos puntos para cubrir la totalidad de las regiones cerebrales (véase

figura 4) (Teplan, 2002; Arman, Ahmed y Syed, 2012).

En conjunto, se pueden 19 electrodos superficiales distribuidos por la cabeza y 2

electrodos de referencia en los lóbulos de las orejas, aunque se admite el uso de muchos

más electrodos (32, 64, 128, 256…) (Barea Navarro, 2009).

Cada sitio posee una letra para identificar el lóbulo y un número para definir la posición

del hemisferio. Por lo tanto, tendríamos la siguiente nomenclatura: F (frontal), C

(central), T (temporal), P (posterior) y O (occipital). Además, la “z” hace mención al

electrodo que se coloca en la línea media del cráneo (Oostenveld y Praamstra, 2001;

Teplan, 2002).

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Figura 6. Diagrama de representación del sistema 10-20. El cerebro es mapeado

por cuatro puntos: Nasal, Occipital (inión) y por preauriculares derecho e

izquierdo (orejas). (Tomado de Sanei y Chambers, 2007).

Por otro lado, la presencia de números se utiliza para referirnos a la parte izquierda de

la cabeza si son impares, y a la parte derecha cuando son pares (Sanei y Chambers,

2007).

Para realizar una colocación exacta de los electrodos en EEG, se toman una serie de

puntos como referencia. Primero, “nasión”, situados entre la frente y la nariz; segundo,

el “inión”, que es el punto más bajo del cráneo y el tercero, el “punto pre-auricular”,

situado en las orejas (Barea Navarro, 2009).

Para la colocación de un mayor número de electrodos siguiendo este sistema se

disponen entre los ya existentes a una distancia equidistante entre ellos.

2.3. Tipos de montajes de los electrodos

Una vez colocados los electrodos de acuerdo al sistema indicado en el apartado anterior

es importante remarcar que cada electrodo se considera un punto de registro y que, para

generar una diferencia de potencial se necesita de dos terminales, una de registro y otra

de referencia (Satherley, Jones y Bones, 1996).

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Tras dejar esas nociones en claro, lo siguiente que se necesita decidir es el tipo de

registro que se aplicará. Para llegar a una solución de cuál será el más adecuado, se tiene

que observar la cantidad de canales disponibles y las necesidades del estudio que se

quiera realizar (Rowan, 2004).

Podemos distinguir dos tipos: los registros monopolares y los bipolares (véase figura 5)

(Boutros, Galderisi y Pogarell, 2011).

El registro monopolar o referencial combina dos tipos electrodos diferentes.

Este registro solo considera relevante la señal de cada uno de los electrodos,

independientemente de la señal de los demás (Barea Navarro, 2009).

Al electrodo encargado de realizar el registro se le denomina “electrodo activo”,

mientras que al que se coloca como referencia se le denomina “referencial”. Los

electrodos que tomamos como referencia deben tener un potencial de cero voltios de

manera general. Pero cuando son llevados a la práctica, se colocan en los lóbulos de las

orejas, el mastoides o el mentón, que aunque no sean cero, reduce mucho la detección

de actividad eléctrica del cerebro (Boutros, Galderisi y Pogarell, 2011).

Otra de las alternativas para conseguir un electrodo que actúe como referencia es reunir

a todos los demás entre sí. De esta forma se podrá conseguir un punto igual al promedio

de los potenciales de cada uno de los demás electrodos. El inconveniente de esto es que

solo se podría conseguir el potencial de registro de un único electrodo (Teplan, 2002).

Para solucionar este problema, se introdujo el “sistema de Wilson” que declara que “la

interconexión entre todos los electrodos debe realizarse por medio de resistencias de

valores bajos”. De esta forma se pueden obtener tantas configuraciones de electrodos

“activo-referencial” como número de canales disponga el sistema (Barea Navarro,

2009).

El registro bipolar o diferencial. A diferencia del anterior, toma las señales

procedentes de parejas de electrodos activos, compara la actividad entre ellos y la

elimina, registrando únicamente las diferencias de tensión entre los electrodos. Gracias

a esto no se produce ninguna contaminación en los registros, pero supone una gran

pérdida de información. Sin embargo, es muy útil en aplicaciones clínicas porque ayuda

a localizar lugares en los que se origina una señal específica (véase figura 5) (Barea

Navarro, 2009; Boutros, Galderisi y Pogarell, 2011).

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En ambos tipos la mitad de los canales son conectados al hemisferio derecho y la otra

mitad al hemisferio izquierdo, de este modo la actividad eléctrica de áreas homólogas

del cerebro pueden ser comparadas a simple vista (Sanei y Chambers, 2007).

Figura 7. Registros. Ilustración de un registro referencial (izquierda) con las

referencias A1 y A2 para los electrodos del lado izquierdo y del lado derecho,

respectivamente, y un registro bipolar (derecha) con la disposición de los

electrodos vecinos en cadenas longitudinales (Tomado de Boutros, 2011).

Sin embargo, debido a la cantidad de combinaciones existentes para realizar un registro

bipolar, mucha de la información obtenida no se considera relevante. Por ello se precisa

hacer una selección de las combinaciones más interesantes. A cada una de éstas se las

conoce con el nombre de “montaje” (Talamillo García, 2011).

Los montajes son conocidos como el conjunto de pares de electrodos que se encuentran

conectados a cada canal de amplificación de señal. Según la Federación Internacional de

EEG y Neurofisiología se clasifican en Longitudinales y Transversales (Barea Navarro,

2009) (véase figura 5).

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Figura 8. A) Montaje Longitudinal, B) Montaje Transversal. Esquema de los dos

tipos de montajes bipolares más utilizados. Cada segmento situado entre dos

puntos representa un canal de registro (Tomado de Rowan, 2014)

Los Montajes Longitudinales registran la actividad de pares de electrodos que siguen

una distribución anteroposterior de cada mitad del cráneo. Mientras que los Montajes

Transversales realizan el registro de pares de electrodos que presentan una disposición

transversal, orientándose por los planos sagitales anterior, medio posterior (Barea

Navarro, 2009).

3. TRATAMIENTO DE LA SEÑAL DEL EEG

En este apartado hablaremos sobre cómo se lleva a cabo el procesamiento de las señales

adquiridas a partir de la electroencefalografía.

Como se ha comentado anteriormente, las señales registradas por el EEG se obtienen a

través de registros llevados a cabo mediante múltiples electrodos colocados sobre la

superficie del cuero cabelludo.

Normalmente, estas señales se encuentran sin procesar y aparecen con magnitudes muy

pequeñas. Por ello deben pasar por varias etapas para su depuración debido a que están

contaminadas por ruidos e interferencias de los diferentes artefactos, tanto artificiales

como biológicos, y así poder extraer la información de mayor relevancia con el estado

mental del sujeto en estudio (Sanei y Chambers, 2007).

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Los artefactos son aquellas señales eléctricas no relacionadas con la actividad eléctrica

cerebral. Pueden dividirse en dos categorías (Boutros, Galderisi y Pogarell, 2011):

Biológicos.- Tienen que ver con lo relativo al paciente e implican diferentes

señales biológicas como los producidos por el movimiento de los ojos y los párpados, el

latido cardíaco o la actividad muscular, fundamentalmente de la cara y del cuello.

Técnicos.- Son aquellos que provengan del ambiente, especialmente de la señal

eléctrica venidera de la alimentación de la máquina de EEG, electrodos, cables y demás

artilugios.

Para evitar este tipo de interferencias recurrimos al procesamiento de la señal del EEG

(véase Figura 9).

El primer paso llevado a cabo para registrar una onda en el electroencefalograma es

emplear unos aparatos conocidos como amplificadores, encargados de aumentar la

amplitud de las ondas eléctricas cerebrales. La señal que se obtiene a través de cada uno

de los canales de registro debe pasar por una serie de filtros debido a que el rango de

información de la señal presenta una frecuencia predominante entre 1 y 40 Hz. Por los

tanto, los primero filtros que se aplicarán tendrán ese ancho, lo que contribuirá a

eliminar cualquier interferencia por encima de los 50 Hz de frecuencia (Sanei y

Chambers, 2007).

El segundo paso es aplicar un algoritmo que se limita a eliminar de la señal aquellos

ruidos no deseados provocados por movimientos del paciente. Por otra parte, cuando se

trata de un ruido de origen artificial se emplea un filtro denominado “Laplaciano” que

detecta las diferencias entre los canales individuales por encima de eventos mayores.

Aplica una operación que le resta a la señal de cada electrodo la media de la señal de sus

electrodos vecinos más próximos.

Frecuentemente, uno o más de los electrodos producen una salida errónea de

información. Para poder eliminarla ese utiliza un algoritmo de limitación para que las

señales no deseadas no se tomen en consideración (Boutros, Galderisi y Pogarell, 2011)

El tercer y cuarto paso consiste en extraer las características de cada señal. Este paso se

lleva a cabo para tener una primera imagen de la actividad, aplicándole a cada canal un

banco de cuatro filtro pasabanda digitales, que presentan bandas de paso enfocadas en

18

las ondas alfa, beta, delta y theta, que son las más estudiadas en el

electroencefalograma.

De esta manera, cada señal se transforma en un conjunto de cuatro medidas de

pontencia (Nunes y col. 2012).

Figura 9.- Fases del procesamiento de la señal del EEG. En el presente esquema

se representación de los distintos pasos a seguir para el procesamiento de una

señal registrada en el electroencefalograma (Tomado de Al-Fahoum y Al-Fraihat,

2014).

19

Así llegamos a conseguir una representación más manejable y significativa de la señal

original.

Por último se requiere el acondicionamiento de la señal obtenida. Se considera la última

etapa analógica previa a su digitalización. Consiste en la conversión de señales para que

sean leídas por un microcontrolador sin ningún impedimento (Nunes y col., 2012).

Un microcontrolador es un aparato encargado de la conversión analógica/digital (A/D)

de la señal para hacer posible la transmisión de los datos a un ordenador. Este proceso la

conversión alternando un canal a la vez, y así sucesivamente en tiempo continuo. Esta

conversión ocurre gracias a la acción de las configuraciones de condensadores

electrolíticos que convierten los voltajes para la comunicación del Hardware del EEG y

el ordenador que lleva a cabo el procesamiento de los datos (Delorme y Makeig, 2004).

En el ordenador se reciben los datos, reconstruyendo las señales originales de cada

región cerebral, debido a que llegan alteradas. Aquí son pasadas por los algoritmos

pertinentes para su filtrado digital, eliminación de otros ruidos y un posterior análisis

para poder visualizar las ondas del EEG en estado original en la pantalla del ordenador.

4. ANÁLISIS DE DATOS DEL EEG

El análisis de la electroencefalografía sienta sus pilares principalmente en la amplitud,

frecuencia y distribución de la forma de las ondas. Para realizarlo debemos hacer uso de

los registros tomados del electroencefalograma. Estos están formados por señales no y

estacionarias y de cierta complejidad, cuyas propiedades quedan definidas por el

instante de tiempo en el que se analicen. Sin embargo, si solo utilizamos el análisis

visual de los registros, no se llegará a extraer toda la información contenida en las

señales electroencefalográficas (Sanei y Chambers, 2007).

En este sentido, el análisis cuantitativo del EEG (qEEG) amplía de forma considerable

el alcance de este estudio.

Hasta el momento, se utilizan multitud de análisis para la interpretación de los datos

obtenidos en el EEG, entre los que destacan el análisis en el tiempo y en frecuencia. A

continuación hablaremos de los realizados en el dominio de frecuencias, ya que las

medidas que han demostrado ser más sensibles al estado del sujeto son las realizadas en

20

esta área (Fernández Harmony y González Garrido, 2001)

4.1. Análisis espectral o de frecuencias

Una manera muy común de describir el EEG es en términos de bandas de frecuencia y

para poder realizarlo se necesita cuantificar la frecuencia. La primera persona interesada

y que propuso una solución frente a este problema fue Joseph Fourier cuyo teorema

decía que “toda señal periódica puede descomponerse en una serie de ondas seno y

coseno, que al sumarse entre ellas producen la señal original” (Urrestarazu e Iriarte,

2005)

Según su teorema “toda señal periódica se puede descomponer en un conjunto de ondas

seno y coseno, que sumadas entre sí reproducen la señal original” (Urrestarazu e Iriarte,

2005). Este método, en concreto la transformada rápida de Fourier (FFT), es el más

empleado en este tipo de análisis. Todos estos métodos asumen que no varía el

contenido en frecuencia de la señal estudiada, lo que limita su análisis a señales

estacionarias. Esta se sigue considerando su principal limitación, a pesar de haberse

desarrollado variantes como la transformada en ventana de Fourier (WFT), encargada

del estudio de cambios de frecuencias en el tiempo (Cortés, Medina y Chávez, 2007).

El análisis de Fourier está basado en la idea de que una señal continua presenta un

número finito de frecuencias y, gracias a ello, puede descomponerse en un número

finito de ondas. Para agilizar el cálculo, se emplea el algoritmo de la FFT a una serie de

muestras, aunque esto no es necesario actualmente gracias a la potencia de cálculo de

los ordenadores (Freeman y Quiroga, 2013). Si agrupamos todas esas ondas seno

extraídas de la señal del EEG, obtendremos su espectro de frecuencia. Por lo tanto, es

posible estudiar las señales electroencefalográficas en el dominio de tiempo y, además,

en el de frecuencia (Blanco y col., 1995).

A diferencia de la transformada rápida de Fourier, la WFT aplica la transformada a

periodos de tiempo sucesivos y de corta duración, para solucionar el problema en

señales no estacionarias, pero presenta ciertas limitaciones ante el análisis de

frecuencias bajas (Muthuswamy y Thakor, 1998).

Además de estos métodos que acabamos de mencionar, se han desarrollado diversos

21

métodos de análisis de tiempo-frecuencia, que permiten valorar la evolución temporal

comprendida en los cambios de frecuencia. Entre ellos se encuentra la transformada de

wavelet (TW) y la expansión de Gabor.

A diferencia del análisis de Fourier, estos separan la distribución de energía de una

señal en distintos componentes de frecuencia en el tiempo (Rosso y col., 2006) (véase

figura 10). Este análisis puede interpretarse como un banco de filtros, con un ancho de

banda proporcional a su frecuencia. De esta forma, la resolución temporal aumenta a

frecuencias altas, y la resolución de frecuencias a bajas (Samar et al., 1999)

Figura 10.- Ideas básicas de Wavelets. La Transformada de Fourier es el producto

interno de la señal y sinusoides de diferentes frecuencias. Para conseguir

resolución en el tiempo, la transformada de Gabor (o de corto tiempo de Fourier)

usa sinusoides de ventana estrechados con funciones Gaussianas. Con wavelets,

estrechando o comprimiendo una función, el tamaño de la ventana es variable y se

obtiene una comprensión entre el tiempo y la resolución frecuencial para todas las

frecuencias (Tomado de Freeman y Quiroga, 2013)

En relación a la expansión de Gabor, se considera una variante mediante la que la señal

aparece expresada como una suma ponderada de un conjunto de funciones que han sido

22

desplazadas en el tiempo y en la frecuencia a través de una función principal. Así, cada

factor puede considerarse como la energía que se encuentra en la señal en un instante de

tiempo y a una frecuencia específica (Urrestarazu e Iriarte, 2005).

Aunque los fundamentos matemáticos de este tipo de análisis se demostraron hace un

tiempo, su aplicación en señales electroencefalográficas es muy reciente (Sanei y

Chambers, 2007). Por otro lado, la TW permite observar el comportamiento de

diferentes eventos de la señal. Además, proporciona de manera simultánea información

sobre tiempo y frecuencia. A diferencia del método anterior, wavelet analiza la señal

con distintas resoluciones para las diferentes frecuencias (Cortés, Medina y Chávez,

2007).

En la actualidad, se usa de forma habitual en el análisis de señales de todo tipo, incluso

en aquellos fuera del área médica (Urrestarazu e Iriarte, 2005).

5. POTENCIALES EVOCADOS

Toda la actividad eléctrica que es generada por las poblaciones de neuronas corticales es

registrada por los electrodos que se colocan en la superficie del cuero cabelludo, como

se ha comentado a lo largo del trabajo.

Cuando se presenta un estímulo a un sujeto, ya sea visual, somatosensorial o auditivo,

en el registro del EEG se registran, de manera simultánea, unos cambios de voltaje

asociados con este estímulo. A estas oscilaciones se les conocen como potenciales

evocados (PE) o potenciales relacionados a eventos (PREs) (Sanei y Chambers, 2007).

Estos cambios de voltajes provocados por la aparición de un estímulo tienen amplitudes

bastante pequeñas, en torno a las 5µV, y no pueden observarse de manera directa en el

electroencefalograma (Pfurtscheller y Lopes da Silva, 1999).

Para poder estudiar los PEs se parte de la presuposición de que las oscilaciones

registradas se distribuyen de manera aleatoria en el tiempo. Mediante el promediado de

las oscilaciones, junto con el momento en el que se presenta el estímulo, es posible

resaltar y visualizar estos potenciales (Gómez y col., 1992). Por lo tanto, para obtenerlos

se realiza un promedio de algunos segmentos del electroencefalograma que estén

relacionados con la actividad registrada durante la presentación repetida del mismo

estímulo o parecidos. De esta manera se consigue anular aquellas oscilaciones que no

pertenezcan a la presentación del estímulo, permitiendo que la actividad eléctrica

23

asociada con la presentación repetida del estímulo crítico destaque (Pfurtscheller y

Lopes da Silva, 1999).

La señal eléctrica producida por los PREs se compone de una sucesión de picos y valles

continuada a lo largo del tiempo a los que se denomina componentes. Este nombre se

basa en los parámetros que los caracterizan que son: la polaridad (positiva o negativa),

la distribución topográfica, la latencia y el tipo de manipulación experimental. Para

nombrarlos se utiliza, en relación a la polaridad, una “N” (negativa) o una “P”

(positiva), mientras que la aparición de un dígito corresponde con la latencia, cuando el

componente alcanza su máxima amplitud (Gómez y col., 1992)

Se ha podido hacer una diferenciación en cuanto a los tipos de componentes.

Los componentes endógenos son aquellos que ocurren mucho tiempo después de la

presentación del estímulo. Mientras tanto, los estímulos exógenos son muy precoces en

el tiempo e insensibles a las manipulaciones que impliquen procesos cognitivos.

Además, aparecen ante la presentación de una característica física del estímulo externo

(Hernández Barro, 2006; Woodman, 2010).

5.1. Bases fisiológicas y origen neuronal

Como sabemos de apartados anteriores, la actividad eléctrica registrada en el EEG

proviene de los potenciales post-sinápticos de las neuronas piramidales de la corteza

cerebral (Ramos-Argüelles y col., 2009; Boutros, Galderisi y Pogarell, 2011).

Estas neuronas poseen una distribución en campo abierto, es decir, una disposición

paralela de las neuronas permitiendo la suma de todas sus corrientes al estar sus

dendritas orientadas en el mismo sentido. Esto,junto con su activación en sincronía,

favorece que dichas corrientes puedan ser detectadas por los electrodos situados a

bastante distancia sobre el pericráneo. A pesar de ello, hay estructuras cerebrales que es

posible que contribuyan a la señal, pero al poseer una distribución en campo cerrado

(disposición radial y tendencia a anular las señales) aparecen invisibles a los registro del

EEG (Gómez y col., 1992; Ramos-Argüelles y col., 2009; Boutros, Galderisi y Pogarell,

2011).

Cabe destacar que, debido a las características de la conducción de la señal eléctrica en

el cerebro, los potenciales que se registran en posiciones específicas, no tienen por qué

24

reflejar la actividad de la región inmediatamente bajo la posición de los electrodos.

Gracias a la existencia de dipolos eléctricos, una señal que se genera en una región

determinada del cortex cerebral puede aparecer como máxima sobre un punto distante

en la superficie del cuero cabelludo. Para que sea posible es necesario el uso de técnicas

que ayuden, con la aplicación de algoritmos matemáticos, a la localización de la fuente

de origen del potencial que se observa en la superficie a través de la distribución

espacial del voltaje sobre el cuero cabelludo (Gómez y col., 1992).

Por otro lado, cuando se quiere conocer la localización de los generadores neuronales de

la actividad cerebral se requiere el uso de ciertas técnicas con una alta resolución

espacial. Un ejemplo sería la resonancia magnética funcional (fMRI) (Sanei y

Chambers, 2007).

Los componentes de los potenciales evocados se caracterizan por los parámetros que

mencionamos anteriormente. La obtención de las diferencias de estas dimensiones

permite hacer inferencias sobre los procesos cognitivos subyacentes en base a que los

componentes generados por cada condición difieran entre so cuantitativa (amplitud o/y

latencia) o cualitativamente (distribución espacial) (Sanei y Chambers, 2007).

Gracias a esto nos permiten obtener cierta información sobre cualquier condición

generada en el cerebro, ayudándonos con el diagnóstico y tratamiento de posibles

desórdenes mentales y enfermedades relacionadas.

En el siguiente apartado se lleva a cabo una breve descripción sobre los campos que

puede llegar a abarcar la electroencefalografía.

6. APLICACIONES DE LA ELECTROENCEFALOGRAFÍA

La electroencefalografía es una técnica de gran utilidad para detectar enfermedades que

alteren al correcto funcionamiento del cerebro, es decir, todo fenómeno que se pueda

sospechar una causa de origen cerebral (Ramos-Argüelles, 2012).

En la actualidad se considera una técnica de gran uso para el especialista clínico, no solo

en el campo de la epilepsia, un área de gran interés en estos momentos, sino también en

otros muchos como son los estudios de las ondas del sueño, el coma y la muerte

cerebral o incluso el estudio de tumores intracraneales. La clave está en aportar al

25

especialista una orientación funcional, que unida a la información estructural que aporta

la neuroimagen, le sirvan como complemento en el diagnóstico de la patología del

paciente.

7. CONCLUSIONES Y PERSPECTIVAS DE FUTURO

Se han desarrollado nuevas técnicas para el estudio de la función cerebral en los últimos

años. Sin embargo, la electroencefalografía es la que aporta una mayor resolución

temporal y, gracias a eso, su estudio sigue siendo de mucho interés.

Con la posible digitalización de los registro del electroencefalograma, se han

conseguido desarrollar numerosas técnicas matemáticas que indagan en lo más profundo

de los diferentes aspectos del área de la electroencefalografía. A pesar de que presenta

ciertas limitaciones, está demostrando ser eficaz para tener un mejor conocimiento de la

fisiología cerebral normal y patológica, y para localizar las fuentes generadoras de la

actividad cerebral.

Actualmente, la mayoría de estas técnicas están sujetas al ámbito de la investigación,

pero sus aplicaciones en el área clínica han sido claramente definidas. Pueden llegar a

ser técnicas de gran importancia en el estudios de patologías específicas como la

epilepsia, en la que aportan una gran calidad de señal electroencefalográfica y facilitan

la identificación de alteraciones posibles. Además, pueden actuar en combinación con

otras técnicas de neuroimagen para localizar el origen de los focos epilépticos con un

mayor precisión, sin contar que todo esto posibilita una mejor actuación en el

tratamiento preventivo crisis epilépticas.

De ahora en adelante, el desarrollo de modelos matemáticos que se acerquen más a la

complejidad que presentan los procesos biológicos, de la mano de otras técnicas de este

mismo campo de estudio, hará posible un mejor conocimiento de esta materia.

26

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