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Javier Matos Y o quería un disfraz de torero para ir a las fiestas del cole, pero nada, no hubo disfraz de torero, para ves- tirme de corto tuve que esperar hasta que toreé con la Sociedad de Mozos, en 2015, yo tenía veinte años. Sur- gió la oportunidad y a mis padres no les pareció mal, así que decidí aprovechar para ponerme a prueba del otro lado de la barrera. Me pasé todo el verano preparándome, lo disfruté un montón, tuve la oportunidad de conocer a un novillero y toda mi gente me apoyó. Cuando llegó el día estaba muy nervioso, pasado de adre- nalina, y sentía una gran presión y responsabilidad ante el público por hacerlo bien. Por la mañana fuimos al sorteo de los becerros, me tocó matar en segundo lugar, un animal no demasiado grande, negro, con la tripa blanca y cuernos pla- yeros. Después, como es costumbre, me fui a comer con mi cuadrilla. Entonces llegó el presidente de los mozos y nos dijo que a lo mejor no se podía matar o se restringía a un máximo de tres intentos. La tensión era enorme. A las cin- co de la tarde nos dijeron que sí podíamos matar. El primero de la tarde se lidió bien, estaba el listón muy alto, y ahora iba yo. Mi debut en la plaza, la presión era enorme, y el toro se hizo conmigo. Di un par de capotazos y creo recordar que al tercero me cogió, y a partir de ahí se me hizo cuesta arriba. Mis compañeros pusieron las banderillas (no se les dio es- pecialmente bien), luego entraron los picadores, y yo acabé con la muleta. Era la primera vez que entraba a matar, me coloqué bien, los dos primeros intentos fueron un poco la- deados, pero a la tercera lo logré. Sé que sin mi cuadrilla no hubiese sido capaz de hacerlo, sus consejos y sus ánimos en ese momento fueron muy importantes. Aquí en Cercedilla tengo una relación estrecha con varios toreros jóvenes. Antes de mi debut, una vez ya estuve a pun- to de ponerme delante de un toro, cuando fui peón de bre- ga de Manu Lucero. Ese día Manu estaba tocado del tobillo, estábamos por la mañana preparándolo todo y él vino con el tobillo como un bote y se tuvo que ir al hospital. Así que yo, que iba segundo, me tuve que preparar para torear en su lugar. Me prestaron un traje, no sabía dónde meterme, no había practicado nada y no tenía ni idea. Por suerte en el último momento Manu pudo torear. Y a Javier Montalvo y a Jesús Martínez tengo también mucho que agradecerles. Javi me ha dejado estar con él cuando ha toreado aquí, ver cómo le vestían o hacía los papeles, estar en el callejón ayu- dando a su hermano Manu. Y Jesús me enseñó y me ayudó a ponerme delante del toro en las fiestas de Cercedilla. Creo que los que más critican este mundo lo hacen desde fuera, solo por lo que ven en la plaza. Pero desde el campo hasta la plaza hay mucho trabajo: ganaderos, veterinarios, apoderados… El impacto económico debe de ser brutal, y además está el tema del turismo: es una fiesta muy lla- mativa, un reclamo. Aunque también pienso que es una tradición que tiene que modernizarse, desde sus orígenes no ha sufrido práctica- mente modificaciones y habría que darle una vuelta. Yo no sé de qué manera tendría que hacerse, solo soy un aficio- nado, pero es importante que se abra un poco para llegar a más gente. Como taurino, me gustaría invitar a las perso- nas que no conocen esta tradición a acercarse a ella, a com- prender cómo funciona, así podrán opinar con criterio. TAUROMAQUIA Fiesta de toros en El Escorial (Martín Rico,1852-58) El gusto por los toros me viene de familia: mi padre, mi abuelo y mi tío son grandes aficionados a la tauromaquia. Desde pequeño recuerdo haber visto las corridas en la tele cuando las ponía mi padre; esas tardes a su lado en el sofá, durante la Feria de San Isidro. Aún hoy seguimos haciéndolo.

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Page 1: TAUROMAQUIA · TAUROMAQUIA Fiesta de toros en El Escorial (Martín Rico,1852-58) El gusto por los toros me viene de familia: mi padre, mi abuelo y mi tío son grandes aficionados

Javier Matos

Yo quería un disfraz de torero para ir a las fiestas del cole, pero nada, no hubo disfraz de torero, para ves-tirme de corto tuve que esperar hasta que toreé con

la Sociedad de Mozos, en 2015, yo tenía veinte años. Sur-gió la oportunidad y a mis padres no les pareció mal, así que decidí aprovechar para ponerme a prueba del otro lado de la barrera. Me pasé todo el verano preparándome, lo disfruté un montón, tuve la oportunidad de conocer a un novillero y toda mi gente me apoyó.

Cuando llegó el día estaba muy nervioso, pasado de adre-nalina, y sentía una gran presión y responsabilidad ante el público por hacerlo bien. Por la mañana fuimos al sorteo de los becerros, me tocó matar en segundo lugar, un animal no demasiado grande, negro, con la tripa blanca y cuernos pla-yeros. Después, como es costumbre, me fui a comer con mi cuadrilla. Entonces llegó el presidente de los mozos y nos dijo que a lo mejor no se podía matar o se restringía a un máximo de tres intentos. La tensión era enorme. A las cin-co de la tarde nos dijeron que sí podíamos matar. El primero de la tarde se lidió bien, estaba el listón muy alto, y ahora iba yo. Mi debut en la plaza, la presión era enorme, y el toro se hizo conmigo. Di un par de capotazos y creo recordar que al tercero me cogió, y a partir de ahí se me hizo cuesta arriba. Mis compañeros pusieron las banderillas (no se les dio es-pecialmente bien), luego entraron los picadores, y yo acabé

con la muleta. Era la primera vez que entraba a matar, me coloqué bien, los dos primeros intentos fueron un poco la-deados, pero a la tercera lo logré. Sé que sin mi cuadrilla no hubiese sido capaz de hacerlo, sus consejos y sus ánimos en ese momento fueron muy importantes.

Aquí en Cercedilla tengo una relación estrecha con varios toreros jóvenes. Antes de mi debut, una vez ya estuve a pun-to de ponerme delante de un toro, cuando fui peón de bre-ga de Manu Lucero. Ese día Manu estaba tocado del tobillo, estábamos por la mañana preparándolo todo y él vino con el tobillo como un bote y se tuvo que ir al hospital. Así que yo, que iba segundo, me tuve que preparar para torear en su lugar. Me prestaron un traje, no sabía dónde meterme, no había practicado nada y no tenía ni idea. Por suerte en el último momento Manu pudo torear. Y a Javier Montalvo y a Jesús Martínez tengo también mucho que agradecerles. Javi me ha dejado estar con él cuando ha toreado aquí, ver cómo le vestían o hacía los papeles, estar en el callejón ayu-dando a su hermano Manu. Y Jesús me enseñó y me ayudó a ponerme delante del toro en las fiestas de Cercedilla.

Creo que los que más critican este mundo lo hacen desde fuera, solo por lo que ven en la plaza. Pero desde el campo hasta la plaza hay mucho trabajo: ganaderos, veterinarios, apoderados… El impacto económico debe de ser brutal, y además está el tema del turismo: es una fiesta muy lla-mativa, un reclamo.

Aunque también pienso que es una tradición que tiene que modernizarse, desde sus orígenes no ha sufrido práctica-mente modificaciones y habría que darle una vuelta. Yo no sé de qué manera tendría que hacerse, solo soy un aficio-nado, pero es importante que se abra un poco para llegar a más gente. Como taurino, me gustaría invitar a las perso-nas que no conocen esta tradición a acercarse a ella, a com-prender cómo funciona, así podrán opinar con criterio.

TAUROMAQUIA

Fiesta de toros en El Escorial (Martín Rico,1852-58)

El gusto por los toros me viene de familia: mi padre, mi abuelo y mi tío son grandes aficionados a la tauromaquia. Desde pequeño recuerdo haber visto las corridas en la tele cuando las ponía mi padre; esas tardes a su lado en el sofá, durante la Feria de San Isidro. Aún hoy seguimos haciéndolo.