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CUADERNILLO DE TEMAS TANGUEROS REDACCIÓN Daniel Antoniotti José María Kokubu Luciano Maia Carlos María Romero Sosa Raúl Lavalle Editor responsable: Raúl Lavalle Dirección de correspondencia: Paraguay 1327 3º G [1057] Buenos Aires, Argentina 1

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Page 1: Tango 2

CUADERNILLO DE TEMAS TANGUEROS

REDACCIÓNDaniel Antoniotti

José María KokubuLuciano Maia

Carlos María Romero SosaRaúl Lavalle

Editor responsable: Raúl LavalleDirección de correspondencia:

Paraguay 1327 3º G [1057] Buenos Aires, Argentinatel. 4811-6998

[email protected]

nº 2 - 2012

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ÍNDICE

Presentación p. 3

Raúl Lavalle. Horacio en un tango irlandés p. 4

Daniel Antoniotti. Acerca del che p. 7

Maximiliano Hünicken. Gardel y la sangre del tango(obra plástica) p. 14

Fernando Sorrentino. Tangos galicados p. 15

Fernando Sorrentino. Tangos anglicados p. 18

Luciano Maia. Gardel, para sempre p. 21

Alfredo Bernardi. El linyera p. 23

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PRESENTACIÓN

La idea de comenzar con este cuadernillo dedicado al tango fue bien recibida por mis amigos, que son muy generosos y me apoyan en mis proyectos. Agradezco a todos ellos y en especial a quienes aceptaron acompañarme en la Redacción.

En la noción de tango incluimos también sus afines; por ejemplo la milonga y el género campero. Podremos escribir también sobre lunfardo, sobre menciones del tango en las artes, sobre literatura inspirada en el tango. En fin, sobre tantas otras cosas relacionadas con nuestro folklore urbano, aquí y en el mundo.

Los esperamos de corazón en estas páginas. Léanlas, amigos, y anímense a escribir en ellas. Puede ser largo o corto, creativo o erudito. Hallarán amigos cordiales, que no apurarán del todo la copa del olvido.

R.L.

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HORACIO EN UN TANGO IRLANDÉS

RAÚL LAVALLE

Carlos Viván se llamaba en realidad, como saben los expertos, Miguel Rice Treacy. Es autor de ¡Cómo se pianta la vida! Dejamos para el interesado la lectura, en el excelente sitio TODO TANGO, de su vida y su obra. Aquí nada más copio el texto y señalo en él la presencia de tópicos líricos consagrados, en el siglo I a. C. por el poeta latino Horacio.

Berretines locos de muchacho raname arrastraron ciego en mi juventud,en milongas, timbas y en otras macanas,donde fui palmando toda mi salud.Mi copa bohemia de rubia champañabrindando amoríos borracho la alcé.Mi vida fue un barco cargado de hazañas,que junto a las playas del mal lo encallé.

¡Cómo se pianta la vida!¡Cómo rezongan los años,cuando fieros desengañosnos van abriendo una herida!Es triste la primaverasi se vive desteñida...¡Cómo se pianta la vidadel muchacho calavera!

Los veinte abriles cantaron un díala milonga triste de mi berretíny, en la contradanza de esa algarabía,al trompo de mi alma le faltó piolín.Hoy estoy pagando aquellas ranadas,final de los vivos que siempre se da.Me encuentro sin chance en esta jugada...La muerte sin grupo ha entrado a tallar.

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No sé si este tango tiene algo de biográfico. El lector puede quizás encontrar alguna respuesta en el artículo de Néstor Pinsón, en el mencionado TODO TANGO.1 Pero sí sé, volviendo al propósito que enuncié, que el espíritu horaciano –al menos eso es mi sentir– vive en él. En tiempos del Augusto no había champagne, pero sí vino y en la famosa oda del carpe diem se da una curiosa identificación poética: la sabiduría consiste en el vino. Sapias, vina liques2 (‘sé sabia, filtra los vinos’). El protagonista de ¡Cómo se pianta la vida! (de ahora en más lo llamaré Hibernus,3 para comodidad mía) creo que llenó su copa con toda clase de néctares.

Y nuestro Hibernus tuvo sus “amoríos”, así como Horacio tuvo a su Leucónoe4 y a su Lálage de dulce sonrisa.5 Mas también rodó por la calle de la timba, lo cual es acerbamente reprobado por el autor de “In taberna quando sumus”, de Carmina Burana. Pues en la taberna campea el juego, donde unos se animan y otros (creo que los menos) ganan:

Sed in ludo qui morantur,ex his quidam denudanturquidam ibi vestiuntur,quidam saccis induuntur.6

Es cierto que la vida se escurre pues, mientras hablamos, huye la envidiosa edad.7 Pero Mickey (creo que así lo llamaban su allegados celtas) añade que los años rezongan. No hay una única interpretación, mas yo lo leo: “No nos lamentemos mañana; disfrutemos de las sombra hospitalaria de los árboles, del murmullo de los arroyos y de las aves; bebamos y amemos non sine modo.8 Porque la vida se va rápido y mañana, cargados de años, rezongaremos por lo que no vivimos.”

Horacio más de una vez relaciona el devenir humano con las estaciones.9 También Hibernus, pues desde la vejez mira sus veinte abriles (sus primaveras, desde el punto de vista del hemisferio norte) de juventud.10 Pero esos días parecen llamados a silencio. Antes había una 1 Cf.: http://www.todotango.com/spanish/creadores/cvivan.asp. 2 Horacio, Odas 1, 11, 6. 3 Hibernus es el gentilicio de Hibernia, antiguo nombre de Irlanda. 4 Horacio, Odas 1, 11, 1. 5 Horacio, Odas 1, 22, 23.6 ‘Pero quienes se demoran en el juego: / de ellos algunos son desnudados, / otros allí son vestidos, / otros se cubren con sacos.’ 7 Horacio, Odas 1, 11, 7-8: Dum loquimur, fugerit invida / aetas. 8 La idea está en varias odas horacianas; p. ej.: 2, 3. 9 La idea está en varias odas horacianas; p. ej.: 4, 7. 10 P. ej. en La casita de mis viejos, de Cadícamo: “mis veinte abriles me llevaron lejos: / locuras juveniles, la falta de consejo”.

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milonga, aunque triste; ahora, los muchos inviernos que pesan sobre la propia frente, según cantaba Gardel con versos de Le Pera.11

Para terminar, siempre recuerdo algunos tangos donde hay imágenes del juego: “te conocí cuando entraba a fallarme la carpeta” (Cuando me entrés a fallar); “en la timba de la vida / me planté con siete y medio” (Tengo miedo); “vuelvo a vos, gastado el mazo en inútil barajar” (Las cuarenta). Pero ninguna me gusta más que “al trompo de mi alma le faltó piolín.” En fin, Hibernus murió como vivió, pero tuvo el coraje de enfrentar al destino, contra quien “nadie la talla.”

RAÚL LAVALLE

11 En Volvió una noche: “Había en mi frente tantos inviernos / que también ella tuvo piedad.”

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ACERCA DEL CHE

DANIEL ANTONIOTTI

A partir de cierta certeza respecto del origen valenciano del monosílabo che del Río de la Plata, me parecía ocioso reincidir en el tema, pero el hallazgo de una reciente investigación de una lingüista uruguaya sobre el asunto hizo trastabillar mi seguridad y me genera, debo decirlo, una duda fecunda y un acentuado escepticismo sobre mi antigua convicción.

Ya José Gobello, en la primera Lunfardía de 1953 se ocupaba del che. Citaba allí las líneas de La Celestina, esa curiosa obra del castellano Fernando de Rojas, datada, sin mucha exactitud, en los últimos años del siglo XV, en las que la partícula escrita como ce (podría ser la ç con cedilla) haría las veces de esa expresión que con una modificación fonética identificaría quinientos años después a los argentinos o a su habla en todo el mundo. Nuestro presidente también la supo rastrear en la novela picaresca de Mateo Alemán, Guzmán de Alfarache, fechada unos cien años después de La Celestina (esto es hacia 1599) y en una estrofa de Francisco de Quevedo, nacido en 1580 y cuya producción literaria significativa se dio en las primeras décadas del siglo XVII. Doy las fechas porque me parece importante, a los efectos de determinar si es efectivamente este ce el mismo che de nuestra área geolingüística.

Ce figura en el Diccionario de la Real Academia como una antigua interjección que se empleaba para llamar a una persona y en la misma entrada de ese diccionario se remite a che, expresión ésta que también está categorizada, por las autoridades madrileñas, como interjección. El que, por lo menos, nuestro che sea observado por los académicos españoles solamente en su uso interjectivo me mueve a dudas respecto de si existe, entre los académicos de nuestro idioma, un cabal conocimiento de las posibilidades comunicativas de la palabra en cuestión en la región del español dialectal rioplatense.

Para adentrarnos en el tema etimológico bien podemos remitirnos a Ángel Rosenblat, cuando da por sentado que nuestro che deviene de dicha antigua interjección española (tal vez pronunciada como tse), la que remontaría a otra interjección latina, st, documentada en Nevio, Plauto, Terencio, Varrón, Cicerón, como llamada familiar de silencio.

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Pensemos que los, en su época, popularísimos comediógrafos Plauto y Terencio recurrieron a la oralidad coloquial para sus exitosos diálogos.

Descarta de plano Rosenblat orígenes en lenguas indoamericanas, como el araucano, el aimara o el guaraní. Respecto del araucano o mapuche, vale recordar que el che, que aparece como sufijo en ese idioma, precisamente en mapuche, como en tehuelche o puelche y otras etnias patagónicas, significa ‘gente’, pero es bien cierto que no existió un contacto intenso entre el colonizador español y estas tribus.

En cambio, si reparamos en el guaraní, muy por el contrario, ya desde 1537, cuando de la asediada Santa María de los Buenos Aires de Pedro de Mendoza, parten Paraná al norte naves al mando de Ayolas e Irala, en busca de tierras más hospitalarias, para fundar y establecerse en lo que hoy es Asunción, el cruce con los aborígenes del Paraguay fue intenso en todo sentido. Se hablaba del Paraíso de Mahoma, para graficar el connubio pecaminoso de aquellos soldados del rey con las indias paraguayas, lo que derivó entonces y hasta el presente en mestizos bilingües de español y guaraní.

Es precisamente una corriente asunceña la que trae a Juan de Garay en 1580 para la llamada Segunda Fundación, que es la auténtica, la que logró continuidad histórica. Las crónicas consignan que, de los 63 fundadores de aquel contingente, eran 10 los españoles peninsulares y 53 los criollos; de entre éstos muchísimos serían mestizos, producto de la referida cruza étnica y cultural. Es cierto que entre estos pioneros hubo una sola mujer, la legendaria Ana Díaz, pero en los meses subsiguientes, llegaron muchas asunceñas con miras a la colonización. Por esta situación histórica, la de la corriente fundadora proveniente de Asunción, siempre se me generó una duda razonable (como dicen los penalistas), respecto de lo supuestamente inocuo del guaraní en el español originario de Buenos Aires.

Al respecto, conviene puntualizar que la documentación con la que se cuenta es escasa para dilucidar con justeza este tópico, pero la estudiosa de la evolución del español bonaerense Beatriz Fontanella de Weinberg estima, con fundamento en la gramática histórica comparada, que en esta primera etapa de la región es muy factible que el guaraní haya sido la lengua de las mujeres indias en el ámbito doméstico, mientras que el español era la lengua de los hombres y la del ámbito público en general. Así es que considero francamente probable que en las primeras décadas de aquella todavía pequeña aldea, entre estas mujeres (indias y también mestizas, diría yo) como entre los niños de ambos sexos que con ellas se criaban se hablase un español en el que

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habría muchos rastros e interferencias de entonación, de sintaxis y aun de léxico guaraní. Digamos de paso que Pilar García Moutón, en su libro Cómo hablan las mujeres, refiere que en distintos lugares de la América precolombina se dieron casos de comunidades en las que las mujeres hablaban entre ellas una lengua diferente de la de los hombres.

Encontré en mi búsqueda el artículo de una gran investigadora uruguaya, Virginia Bertolotti, publicado en el año 2010 en la revista Lexis de la Universidad Católica del Perú, que abona la tesis guaranítica del che en un trabajo extenso, meduloso y tal vez demasiado técnico como para resumir en esta exposición, no obstante lo cual, trataré de hacerlo con la venia y la paciencia de los lectores. En buena medida, porque hasta el presente, como ya anticipé, la tesis valenciana del che me tenía más o menos convencido, pero ante la lectura de este estudio corresponde atender los sólidos argumentos que se le contraponen. La autora señala que Rosenblat le da al che valenciano un origen castellano, aunque no aporta demasiadas pruebas y los usos que brinda a partir de documentación del siglo XVIII, se dan con el ya señalado ce.

En cuanto a la influencia valenciana en la América española en general y en el Río de la Plata en particular, el mismo Rosenblat da cuenta de la escasísima presencia de oriundos de esta región en nuestra geografía en los siglos XVI y XVII. Por esta misma razón, otro eminente lingüista, el uruguayo José Pedro Rona, tal vez el primer experto del ámbito universitario de las ciencias del lenguaje que tempranamente valorizó a la Academia Porteña del Lunfardo, se afirma en el origen guaraní de la expresión che. También subrayaba Rona que los vínculos entre Valencia y los valencianos con el Río de la Plata no tuvieron relevancia. Agreguemos que los valencianos se jactan de tener su propia lengua, que es en realidad una variante dialectal del catalán. Como muy modesta experiencia personal, puedo contar que tuve la oportunidad de estar ocho días en la ciudad de Valencia, realizando un curso sobre Cine y Literatura en la Universidad Menéndez Pelayo, y por lo que pude escuchar en ámbitos domésticos, por lo menos en la zona urbana, hoy día, todo el mundo habla castellano. Al contrario que en Barcelona, donde se escucha el catalán en todas partes.

El citado Rona agrega una atendible razón fonológica para cuestionar el origen hispánico del che, pues asegura que no se registran casos en los que el fonema haya evolucionado en ĉ. Se sabe en la fonética histórica, que el ĉ del español, en el caso de palabras de origen latino, proviene del apareamiento consonántico kt. Así nocte, octo o lacte dieron noche, ocho y leche, entre otros muchos ejemplos que se aprecian ya en el manual de gramática histórica de Menéndez Pidal.

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Por supuesto que no es ésta la única fuente de ese sonido en el español, porque en nuestro idioma hay otras muchas palabras que no tienen nada que ver con el latín, o que llegaron indirectamente por vía del francés o el italiano, o hasta americanismos como chocolate y cancha, y llevan ese fonema. Pero lo cierto es que no está fonológicamente demostrado que ese sonido o tse evolucionara, en algún caso, en un definido ĉ.

El etimólogo mexicano Guido Gómez de Silva señala que el che, que se pronunciaba tse hasta el 1500 y que por la influencia del mozárabe se transformó el sonido, como en el caso de becharse por besarse, corachón por corazón o dolche por dulce. Sin embargo, debe notarse, por un lado, que ninguna de estas variantes fonéticas se sostuvo en el tiempo; y, por otro, que estos ejemplos son del siglo XI y XII con la cultura árabe todavía en plenitud. Entonces, que la modificación se haya producido justo en el 1500, con los moriscos derrotados y en franca retirada hacia otras geografías (la expulsión definitiva fue en 1609), me parece poco probable.

Rona se afirma en la procedencia guaraní de este che, dado que

actúa como determinante posesivo del sintagma nominal. Si puedo aclarar el tecnicismo de la expresión, el che, en estos casos, sintácticamente, es el modificador directo de un sustantivo (o construcción sintáctica equivalente). Así, “che sargento” es “mi sargento”, donde “sargento” es núcleo y “che” el determinante que actúa como modificador.

Por eso es que ese che posee carácter deíctico. Y vamos a la aclaración de este otro vocablo técnico: son deícticas aquellas expresiones que completan su significado a partir de la situación del enunciador, y ese es, entre otros, el caso de los posesivos. Para ejemplificar: la expresión “mi camisa” será “tu camisa” si alguien que no sea yo se refiere a la misma prenda. En los ejemplos, “mi” y “tu” tienen la carga deíctica que no tiene “camisa”. Ya en este uso posesivo se patentiza una dirección hacia el interlocutor por parte del hablante o emisor del mensaje, lo que es característico del che rioplatense.

El primer registro escrito del che en el Río de la Plata aparece en un expediente judicial de 1683, en Colonia (fundada en 1680) en el que un gallego, le dice a un vasco: “Soy yo, abrí che.” El gallego en cuestión estaba casado con una india. ¿Sería ésta una de esas mujeres que Fontanella de Weinberg supone hablante doméstica de guaraní? Puede ser. Lo cierto es que este che ya parece jugar como un pronombre de

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segunda persona para verbo en imperativo, lo que se conservó vigente hasta nuestros días en los usos de este monosílabo.

Retomo, por mi cuenta, y brevemente la cuestión fonológica. Las fechas de los fragmentos literarios españoles que invocó Gobello (de La Celestina a los versos de Quevedo) acreditan un sostenimiento del siglo XV al XVII, al menos en su expresión gráfica, del ce, mientras que en la ortografía rioplatense, en el último siglo citado, es decir el XVII, como ya se expresó, se emplea el che. Cabe la pregunta, entonces, en cuanto a si este ce es el mismo que el che o uno y otro corren por cuerda separada, como, invocando otros argumentos, ya insinuó Bertolotti.

Existe registro en un sainete anónimo (anterior a 1821), El

valiente fanfarrón y criollo socarrón, en el que el che se combina con un nombre propio: “Che Pancha, yo no hei comido.” Aquí podría actuar como un determinante, equiparable a “mi Pancha” o como parte de una construcción apositiva de tratamiento más nombre propio: “doña Pancha”.

Es muy visitado el ejemplo de El matadero de Echeverría (escrito presuntamente hacia fines de la década de 1830): “¡Che! Negra bruja, salí de aquí antes de que te pegue un tajo –exclamaba el carnicero.”

Hilario Ascasubi también lo emplea como se aprecia en el siguiente ejemplo, en el que el che actúa como correferente del verbo en función vocativa: “¡Che! Mire: ahí viene Nicasia con mi China.”

Florencio Sánchez recurre en algún momento al che como forma expresiva que se presenta en una modalidad enfática por repetición, en la pieza La pobre gente: “¡Che, che, che!.. Vení acá… ¿Qué ha pasado?”

El análisis de las letras de tangos producidos entre 1906 y 1945, que efectúa Virginia Bertolotti, revela una presencia dominante del che que hace referencia al interlocutor, como en la consabida letra de Enrique Cadícamo para Muñeca brava:

Che, madam, que parlás en francésy tirás ventolín a dos manos,que cenás con champán bien frappéy en el tango enredás tu ilusión,sos un biscuit de pestañas muy arqueadas,muñeca brava, bien cotizada.

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En otras instancias forma parte de un sintagma nominal integrándose con sustantivos como en la conocida milonga con música de Mariano Mores y letra de Rodolfo M. Taboada, El firulete:

¿Quién fue el raro bichoque te ha dicho che Pebeteque pasó el tiempo del firulete?

Juega ese mismo papel integrado a un sustantivo en otro clásico de Cadícamo:

Che papusa oílos acordes melodiosos que modula el bandoneón.

En muchas ocasiones, el che aparece en correferencia con el sujeto de la oración, lo que le estaría dando un franco carácter de pronombre. Es decir que, a pesar de la caracterización primigenia de interjección que le da la Academia de Madrid, se aprecia en el uso rioplatense que la categoría gramatical de la expresión es la nominal (en principio con valor de sustantivo y pronombre).

Bertolotti relevó las ocurrencias del che en España y éstas son, por cierto, escasas y todas interjectivas. Así, la autora uruguaya refuta a Rosenblat cuando éste sostiene que el che interjectivo evolucionó hacia usos vocativos, pues en ese caso no existiría razón para que esto no hubiera sucedido en España. Es decir que hay una clara diferencia de categoría gramatical entre los usos peninsulares del che (donde se lo aplica sólo como interjección) y los del español rioplatense (donde vale como nombre sustantivo, pronombre e interjección).

Destaca la autora que las interjecciones tienen carácter extrapredicativo –lo cual, aclaro, las sitúa en un lugar de relativo aislamiento dentro de la oración– y que revisten significado de modalidad, es decir que expresan la actitud del hablante. Para ejemplificar, creo que un uso plenamente interjectivo sería el que le daba José Marrone, desde sus primeras apariciones televisivas, en aquel característico “¡cheee!” con estiramiento vocálico.

Las llamadas interjecciones impropias son aquellas que originalmente poseen otra categoría (sustantivo, adjetivo, verbo, adverbio) y evolucionaron a usos interjectivos. Por ejemplo: “¡Hombre! ¿Cómo me decís eso?” Algunas malas palabras que en general son sustantivos, adjetivos y verbos son un buen ejemplo de este pase

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categorial. Por poner un ejemplo con una palabrota mejorada: “¡Pucha! Me olvidé las llaves.”

La mayoría de los usos de che recopilados por la mencionada autora uruguaya están inscriptos en sintagmas con función vocativa, es decir, reclamando la atención del interlocutor. La categoría a la que se remiten debe ser necesariamente nominal, esto es nombres sustantivos, pronombres y adjetivos.

Así la autora afirma que los usos del che van de lo nominal a lo interjectivo y en el español no hay registro de que formas interjectivas hayan evolucionado a categoría nominal. O sea, que hayan sido luego sustantivos, adjetivos o pronombres, y esto me parece crucial para descartar el origen peninsular. Ejemplificando, la interjección de fastidio ufa no podría pasar a ser un sustantivo o un adjetivo, conforme a esta tendencia del español.

Las formas de expresar tratamiento en español son las mismas que para realizar la función de vocativo. Es claro, en este sentido, que la función nominal o pronominal puede ser ocupada por che. Apelando al método de las sustituciones nos encontramos con variantes como éstas:

No me digas tú tal cosa.No me digas vos tal cosa.No me digas che tal cosa.

Para la autora las formas interjectivas son un paso dentro de un proceso de cambio lingüístico en el cual aquello que tiene un carácter léxico se vuelve menos léxico. Aquello que reviste carácter nominal es más léxico que lo interjectivo.

Por lo expuesto, y para terminar, si a estas razones gramaticales y sintácticas se suman las razones geohistóricas (hubo más de guaranítico que de valenciano en la colonización española del Río de la Plata), las fonológicas (la presunta evolución del fonema al ĉ no registra antecedentes consolidados) y algunas otras, bien se le puede abrir crédito a la tesis en la que se afirma Virginia Bertolotti (la del che originado en el guaraní). Eso sí, manteniendo el expediente abierto a la espera de nuevas pruebas.

DANIEL ANTONIOTTI

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GARDEL Y LA SANGRE DEL TANGO

Gardel y la sangre del tangoObra en programa Paint

Morocho querido, vos sos auténtico Homero argentino. Ya sé que nacisteen la latina Tolosa; y yo estuve allí,casi en el zaguán de tu lares nativos.Se equivocan mis queridos hermanosorientales, cuando creen Tacuarembó.Más importante es la gloria perenneque a todos nos das. Varias ciudadesse fajaron por ser la cuna de Homeroo por ser la de Pitágoras; diz tambiénque aldeas manchegas pretendieronser el terruño del caballero Quijote. Tu facha y voz porteñas cada nochecelebra el zorzal.1

1 Me he atrevido a acompañar con mi pobre musa latina y canyengue esta bella imagen de Gardel. Pido perdón al lector, si le parece que la afeo con mis versos. [Radulfus]

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TANGOS GALICADOS1

FERNANDO SORRENTINO

Según se sabe, los primeros tangos tuvieron un origen prostibulario. Se caracterizaban por: a) carecer de letra, o b) tener una letra muy rudimentaria, más bien de propósitos mnemónicos. En este último caso, su contenido solía ser procaz y aludía de manera grosera a las consabidas actividades del burdel.

Tengo ante mis ojos el disco La mala vida, grabado por el Sexteto de la Guardia en fecha ignota (calculo que hacia 1970). Dos bandoneones, dos violines, una guitarra y una flauta evocan el sonido de los primitivos tangos de lenocinio de fines del siglo XIX y principios del XX. Algunos de sus títulos son Echále Bufach [marca de cierto insecticida] al catre, Queco [= prostíbulo], La budinera [= el culo], y otros que ni siquiera me atrevo a transcribir.

Ya hacia 1920 el tango se adecentó y entró sin escándalo en la vida corriente de los argentinos. Entonces los autores de las letras tuvieron también mayores ambiciones poéticas. Aquél con más capacidad literaria, ése con menos, éste sin ninguna, lo cierto es que cada uno procuró escribir un pequeño poema meritorio.

Más de cuatro de ellos recurren al tema de la muchacha humilde

que, habiendo abandonado el barrio natal, y convertida en mujer de triste o alegre oficio, añora sin embargo su pasado modesto: tal fue el infortunio de Estercita. Esta señorita, que fue en un pasado indefinido “la pebeta más linda’e Chiclana”, se vio obligada a olvidar su nombre: “Estercita, / hoy te llaman Milonguita, / flor de noche y de placer, / flor de lujo y cabaret” (Samuel Linnig, Milonguita, 1920). La noche, el placer y el lujo están asociados a dos palabras francesas, que en dicho tango aparecen con estas grafías: cabaret y champán, ya que en tan rumboso lugar reinan las rubias burbujas.

1 El autor publicó anteriormente esta colaboración en El trujamán, revista del CENTRO VIRTUAL CERVANTES. Agradecemos el permiso del autor para reproducir aquí el artículo, levísimamente modificado. [Nota de la Redacción]

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Del mismo año 1920 es el tango Chiqué, de Ricardo Luis Brignolo: chiqué es vocablo del argot, quizá introducido en Buenos Aires por las prostitutas francesas, y significa “simulación”.

Penoso destino el del porteño que, “sin plata y sin fe”, no logra volver a Buenos Aires porque quedó Anclao en París (Enrique Cadícamo, 1931): como no podía ser de otro modo, su ventana “da al bulevar”, y vive en Montmartre, que es un “faubourg sentimental”. Dicho sea de paso, el factor determinante del anclaje en París es sólo la falta de dinero (‘plata’) y no la falta de fe, ya que ésta, si bien mueve montañas, no sirve para atravesar el Atlántico.

Poco antes, en 1927, el mismo Cadícamo había compuesto los dodecasílabos que, en segunda persona, dedica a una exitosa colega de Estercita: Che papusa, oí. La “papusa” en cuestión es una “Muñeca, muñequita, que hablás con zeta / y que con gracia posta batís miché; que con tus aspavientos de pandereta / sos la milonguerita de más chiqué; / trajeada de bacana, bailás con corte / y por raro snobismo tomás prissé, y que en un auto camba, de sur a norte, / paseás como una dama de gran cachet”.

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Vemos que todos los versos pares tienen rima (asonante y consonante a la vez) en e; las cuatro palabras se originaron en la douce France: miché (del argot): el que mantiene una querida; chiqué (que ya vimos en Brignolo): simulación; prissé es vocablo inventado; tendría que ser prise (= pulgarada [de cocaína]); cachet: sello, rasgo característico, toque elegante.

Puesto que me propuse en exclusividad referirme a los vocablos de origen francés, dejo —sádicamente— librado al tenaz lector no rioplatense el desciframiento de términos tales como posta (adjetivo), batís (verbo), bacana (sustantivo), con corte (modo adverbial), camba (adjetivo).

FERNANDO SORRENTINO

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TANGLOS ANGLICADOS

FERNANDO SORRENTINO

En el trujamán “Tangos galicados”1 realicé una breve enumeración de vocablos que, siendo de origen francés, han ingresado, con mayor o menor metamorfosis, en las letras de muchos tangos. En rigor, la lista peca por escasez extrema, pues los ejemplos que podrían aducirse sin duda quintuplican los pocos que yo presenté.

Aunque ni remotamente podría compararse su aporte con el de los vecinos del país que empieza en Calais, también la lengua de l’île mystérieuse ha legado algunos vocablos a ciertos tangos.

La frase high-life, al ingresar en el español popular argentino, se convirtió en jailaife, jailefe, jailai o jaife: ‘individuo de apariencia distinguida’.

En Nunca es tarde (1924), especie de sermón eclesiástico lunfardesco, Celedonio Flores, en los hexadecasílabos que eran tan de su gusto, apostrofa al pecador señalándole su decadencia:

Recibiste los biandazos de la suerte mistonguera y a la nada se te fueron los momentos de esplendor. De tu percha tan debute, tan jailaife y tan diquera, perdoná que te lo bata, no te queda ni el color.

La misma actitud de ubi sunt? burlesco ante las glorias pretéritas se encuentra en Uno y uno (1929), de Lorenzo Juan Traverso (quien, por obvias razones de rima, prefiere la forma jailefe):

¿Qué quedó de aquel jailefeque en el juego del amordecía siempre: “Mucha efe me tengo pa’ tallador”?

Tan triste e irreversible es la decadencia del personaje que

ya no hay tarros de coloresni almuerzos en el “Julien”,

1 Cuando dice “trujamán”, el autor se refiere a la revista El trujamán, de la cual damos noticia en la nota de p. 15. Volvemos a agradecerle nos permita volver a publicar aquí este artículo y el que acaba de citar. En ambos casos lo hacemos con pequeñísimas modificaciones.

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ya no hay paddock en las carreras…,

donde tarros de colores significa «zapatos en armonía con el color de los trajes y sombreros» que illo tempore lucía, “al por mayor”, el ahora abatido protagonista.

En Lunes (1929), tango satírico de Francisco García Jiménez, aparecen, muy cerca, paddock y poker:

El lungo Pantaleón ata la chata, de traje fulerón y en alpargata.... Ayer en el paddock jugaba diez y diez... Hoy va a cargar carbón al Dique 3. Piantó el domingo de placer, bailongo, poker y champán.

Francisco García Jiménez, autor de Lunes

En diversos tangos pueden hallarse algunos otros términos ingleses (no demasiados): ron (= rum), gin (José González Castillo, Aquella cantina de la

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ribera); strip-tease (Homero Expósito, Siempre París); gin-fizz (Celedonio Flores, Corrientes y Esmeralda); degree, spleen (Alfredo Marino, Un cambio te viene bien); clinch, round, jailefe (Héctor Marcó, Viejito calavera).

Pero, sin duda, el más exitoso de todos estos vocablos, posiblemente debido a la facilidad de su rima y a su vaga polisemia, es spleen (siempre pronunciado, y a veces escrito, esplín).

Entre una retahíla de asonancias en í (morir, violín, París, spleen, Mimí), Homero Manzi (Ronda de ases, 1942) escribió:

Cruzaron el tango bichitos de luz, fracasos de seda, muñecas de spleen.

El mismo autor, en Viejo ciego (1926):

Puntual parroquiano, tan viejo y tan ciego,tan lleno de pena, tan lleno de spleen…

Por último, citemos a Juan Miguel Velich, cuyo admonitorio, quejoso, caótico y detectivesco Cualquier cosa (1928) comienza con esta octavilla:

Cualquier cosa resultaste para que un hombre derecho tu maldad tomara a pecho entregándose al esplín. Con tu acción me comprobaste lo que de ti suponía: que tu amor me sonreía para lograr otro fin.

Lo cierto es que, desde hace no menos de cincuenta años, en la Argentina nadie (salvo que lo haga en broma) pronuncia las palabras jailaife o esplín. Los otros vocablos —excepto degree— han tenido mejor supervivencia.

FERNANDO SORRENTINO

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GARDEL, PARA SEMPRE1

LUCIANO MAIA

A lembrança de uma marcante personalidade desaparecida, nem sempre vem acompanhada de uma emoção transcendente, íntima e coletiva a um tempo só. Tratando-se de Carlos Gardel, sucede que nós, mesmo os que não o conheceram pessoalmente (uns poucos argentinos e até brasileiros, ainda vivos, tiveram esse privilégio), permitimo-nos invadir de uma triste e, ao mesmo tempo, intranqüila saudade. Não exatamente aquela vontade de ver de novo, de que falam muitos autores, mas uma inquietante tristeza de que os tempos que engendraram o gênio de Gardel não voltarão mais, a não ser que se verifique uma mudança radical nos rumos que a vida social tomou, com profundas ressonâncias de natureza cultural, a partir, mais particularmente, do pós-guerra.

A sua figura, a sua presença, o seu modo de cantar, estão entranhados de uma aura muito pessoal e, no entanto, de intenso contágio, abrangente e comovedora. Essa realidade, cultural e psicológica, fez medrar os raros talentos, deus asas à capacidade criadora, O fenômeno Gardel perdurará na memória, não só dos que o viram cantar durante sua vida, mas também na lembrança dos que aprenderam a escutar suas vibrantes melodias, sua voz nervosa e apaixonada, prenhe de uma pulsante energia, registrada em discos, filmes, vídeos etc.

1 Agradecemos al autor el permitirnos reproducir este artículo, publicado antes en Fortaleza, en: Diário do Nordeste, 26 de agosto de 1990. Añadimos las ilustraciones. [Nota de la Redacción]

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A Argentina, país irmão que o Prata banha e acalenta, não sendo embora a terra natal de Gardel, é o seu país de adoção, o fez crescer e tornar-se um prodigioso artista em sua Buenos Aires portenha (ciudad porteña de mi único querer...) tantas vezes cantada e acariciada por suas canções, seus intrépidos tangos acompanhados de guitarras criollas.

E Buenos Aires, à época em que Gardel passeava por suas calçadas, seus bares (arrabal amargo, metido em mi vida...) podia ostentar a condição de terra que internacionalizou o gosto pelo tango e conferiu ao idioma espanhol um prestígio comparável ao que propiciou um Cervantes ou um García Lorca. É isto: Gardel representa, junto a esses nomes notabilíssimos que deram impulso e prestígio à língua espanhola, também ele, um marco histórico e de grande alcance artístico e cultural. Todos reconhecemos que não se fala de Argentina sem que nos recordemos, automaticamente, de Gardel e do tango.

Os países possuem – cada um deles – geralmente um nome que designa, identifica o seu povo e com ele se mescla nas considerações de ordem psicológica que se possam propor, porque o encarna. No caso argentino, o nome que corporifica o sentimento nacional está intimamente relacionado com uma época em que as manifestações artísticas, de modo especial as musicais, se davam num contexto de muito maior independência dos fatores alienígenas, como hoje verificamos.

Uma música que, por suas identificação com os sentimentos de um povo, se impõe naturalmente como música nacional, assim como o tango, a rumba, o samba ou o baião que não são melhores nem piores que outras. Hoje, por força da dominação alienígena, que se impõe mais pela via econômica do que pela via cultural, diz que o jazz (alguém falou, algures: aqui jaz o samba!) é música universal. Nada mais falso! seriam, então, o baião ou a rumba ou o tango menos universais que o jazz, por não contarem esses ritmos latinos com o poder de fogo de que dispõe hoje o jazz, através dos multimeios estadunidenses, dos tapes, do cinema, do rádio e da televisão, dos clips, dos dólares e, ultimamente, da internet? O ouvinte, de um modo geral, é empurrado, compelido a ouvir, a engolir o que os produtores dos multimeios bem entenderem. E o que há por trás de tudo isso? Não se discute? O ouvinte, de um modo geral, não se dá conta disso...

Era uma vez... havia música italiana, francesa, húngara e até nordestina (no Brasil). Querem hoje aqueles que se acastelaram nos multimeios, em nome de uma mentirosa internacionalização, negar o fato das diferenças culturais. Não aceitam que um cearense se identifique

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mais com o baião do que com o jazz, que a um carioca do morro agrade mais ao ouvido um batuque do que um teclado acauboizado... e assim por diante. Essa internacionalização equivale a ianquização, ora essa! O fato cultural, malgrado tudo, perdura, apesar da vidiotização, que fabrica vidiotas em série.

Voltando à trama inicial, voltando a Gardel, voltando ao nosso centro de emoções e identidades culturais, desejamos acrescentar: existe um gênio nórdico, assim como existe um gênio africano, um gênio brasileiro (ainda em formação) e assim por diante. Mais genericamente, existe um gênio indiano, um gênio anglo-saxão, um gênio latino etc. E é aqui que, lembrando o notável ensaísta romeno Mircea Eliade, aduzimos o nosso testemunho do enriquecimento do gênio latino através de Carlos Gardel, que corporifica um sentimento nacional e perdura alhures, intemporalmente.

...Alma criolla, errante y viajera, querer detenerla es una quimera..

LUCIANO MAIA

Luciano Maia, autor de este artículo,Correspondiente en Fortaleza, Brasil,de La Academia Nacional del Tango

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EL LINYERA

El linyera es un alma vagabunda, una pena saqueada y escondida que navega llevando su guarida por tristes aguas que su paso inunda.

Y cuando el agua se hace más profunda toma los rieles como voz de vida para cambiar la mano del suicida por un camino que en su piel abunda.

En el bello paisaje de los otros, sabe bien que su vía significa poco más que una pócima de nada.

Al cruzarse con uno de nosotros, en discreta distancia le dedica el adiós que transcurre en su mirada.

ALFREDO BERNARDI1

1 Cuando recibimos de este finísimo poeta argentino el soneto, inmediatamente me vino a la mente incluirlo en el Cuadernillo. La vinculación puede parecer inexistente, pero yo lo relaciono con el viejísimo tema de Ivo Pelay (letra) y Antonio Lozzi (música), La canción del linyera:

Cuando se asoma alegre el solsobre los campos del talar,junto a la víavan los linyeras.Llevando como el caracolla casa a cuestas y el azar,van los gitanostodos los días.

Recuerdo sobre todo la versión del criollísimo Antonio Tormo. Pero Bernardi y Pelay nos dan, cada uno a su modo, una mirada tierna sobre los linyeras. [R.L.]

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