talleres de reflexión pedagógica. hacia un cambio profundo de la educación

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Page 1: Talleres de reflexión pedagógica. hacia un cambio profundo de la educación

Talleres de Reflexión Pedagógica. Hacia un Cambio Profundo de la

Educación.

“El que ama a su hermano permanece en la luz y no hay en él causas de tropiezo. No amen al mundo, ni lo

que hay en él. Si alguno ama al mundo, en ese no está el amor del padre. Pues toda la corriente del mundo es: Codicia del hombre carnal, ojos siempre ávidos y gente que ostenta su superioridad, eso no viene del padre sino que viene del mundo” (1ª Carta de San Juan, Cap. 2)

Pedro Zepeda Cortes

Programa de Doctorado en Políticas y Gestión Educativa.

Universidad de Playa Ancha, (32) 2678008 - 2364677. [email protected]

Resumen

El presente trabajo tiene como objeto reflexionar en relación a los fundamentos

teóricos de los Talleres de Reflexión Pedagógica y su potencialidad como herramienta

de transformación de la realidad social al interior de las instituciones educativas y

como forma de resistencia frente a la brutal hegemonía de la economía política

neoliberal y las propuestas de cambios institucionales que esta genera.

Palabras claves: Reflexión, interpretación, significados, sentido, realidad social,

institucionalización, política, economía, ideología, neoliberalismo, igualdad y justicia

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Los Talleres de Reflexión Pedagógica constituyen un espacio de diálogo,

reflexión y acción, orientado a la creación y transformación de la realidad social de la

Escuela, cuyos principales objetivos son:

1) Análisis reflexivo de la realidad compartida.

a) Objetivación de la realidad compartida. (toma de conciencia de las

habilidades y recursos compartidos)

b) Evaluación permanente de la realidad.

2) Formulación, diseño y ejecución de acciones transformadoras de la

realidad.

3) Construcción de Conocimiento Profesional.

4) Desarrollo personal, profesional e institucional.

El análisis reflexivo de la realidad compartida implica un enfoque

fenomenológico y hermenéutico de la realidad como objeto de análisis, que define a

los sujetos humanos como trascendentes, entendiendo que cada uno otorga

significado y sentido a las cosas del mundo incluido el - sí mismo – y toda acción o

experiencia humana, siendo el ser humano totalmente objeto y sujeto a la vez. Dado

que el ego trascendental da sentido a todos los objetos, incluidos el propio cuerpo y la

personalidad, el sujeto trasciende a través de los significados y el sentido que le otorga

a las prácticas cotidianas, de esta forma los sujetos humanos estaríamos conformados

por las prácticas histórico – culturales en las cuales nos desarrollamos. Las Prácticas

histórico – culturales conforman un trasfondo de prácticas que tienen un significado,

que el profesor Martín Heidegger denomina interpretación. Este filósofo propone

hacer manifiestas ciertas características de esta interpretación a través del método

que llama hermenéutica, que consiste en dar una interpretación de la interpretación

arraigada en cada práctica. La hermenéutica implica un distanciamiento del objeto de

análisis, que son los significados que forman parte del trasfondo de las prácticas

sociales y los discursos.

Los Talleres de Reflexión Pedagógica, como práctica de mejoramiento continuo

de la Escuela, inician su acción reflexionando en relación a la naturaleza humana

sobre la base de la pregunta ¿qué es - ser - un ser humano? para conformar una

experiencia iniciática que construiría una nueva realidad caracterizada por lo que el

profesor Michael Foucault llama una hermenéutica del sujeto en el sentido de vivir en

una racionalidad reflexiva y crítica de lo que somos y de la realidad social que

construimos, guiados por el cuestionamiento de Aristóteles en relación a la función del

hombre en el cosmos.

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“El hombre es un constructor de realidades sociales y un producto social”, esta

frase nos remite al paradigma de la institucionalización y específicamente a la

siguiente pregunta ¿Qué hay antes de la institucionalización? La respuesta: hay

individuos o sujetos con un potencial de interacción social o de relacionarse entre sí,

entre un - yo – tú - recíproco, o entre un aquí y allí en el cual se asume una

reciprocidad de perspectivas que suponen una mirada compartida del mundo y de sí

mismos como sujetos humanos. Es en esta interacción social donde se construye el yo

social, entendido como aquel segmento del yo objetivado según las tipificaciones

socialmente compartidas y que se experimenta subjetivamente como distinto de la

totalidad del yo a través de nuestro diálogo interno del – sí mismo – y la conciencia

hablante como un símil de lo que ocurre externamente al sujeto. De esta forma, cobra

sentido que la realidad social tenga una totalidad que se muestra parcialmente al ser

auscultada por la razón a través de la interpretación, dado que el sujeto constructor se

muestra a sí mismo como una parcialidad. Esto explica porque nos es tan esquiva la

verdad.

La interacción social tiene como resultado las actividades humanas, que están

sujetas a la habituación, conformando así acciones o actividades habitualizadas que

permiten su reproducción con economía de esfuerzos, restringen las opciones y la

incertidumbre, constituyen la base de la institucionalización y proveen el rumbo y la

especialización a la actividad.

Las tipificaciones de actores y acciones habitualizadas constituyen a las

instituciones, construyendo un trasfondo de rutina para estabilizar sus acciones

separadas y su interacción, posibilitando de esta forma la división del trabajo, abriendo

una vía a las innovaciones que llevarán a nuevas habituaciones ampliando y/o

modificando el trasfondo de rutinas siempre en vías de la construcción de un mundo

social. De esta forma, las instituciones sociales como la Escuela, Políticas y Economía

se experimentan como si poseyeran realidad propia, como un hecho externo

coercitivo. Su objetividad se espesa, se endurece y ya no puede cambiarse fácilmente,

solamente así, este mundo social puede transmitirse como realidad histórica y objetiva

a las nuevas generaciones a través de la socialización, como un orden social dado que

proporciona una dirección y estabilidad, pero que golpea al sujeto a través del

desfiguramiento del origen de dicha realidad como un producto humano,

produciéndose la reificación de la realidad social que se experimenta como un orden

natural.

Es por las razones expresadas anteriormente que la reflexión crítica se torna

una herramienta poderosa para realizar cambios en el orden institucional dado que las

actividades habitualizadas abren un plano a la deliberación y la innovación

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¿Cómo? a través de situaciones problemáticas que no tienen solución, o no

pueden ser abordadas por las acciones habitualizadas o recetas, ya que el acervo de

conocimiento o de experiencia y el presupuesto que estas acciones constituyen e

implican no presenta una solución. Nuestra conciencia es un continuo flujo de

interpretaciones determinadas por nuestro acervo de conocimiento y experiencias

sedimentadas, por lo presupuesto, lo familiar a nuestra experiencia, por aquel mundo

dado. Es por ello que estas experiencias insolubles, al ser interpretadas por nuestro

flujo de conciencia como una experiencia nueva, tiene dos posibles salidas: se inserta

como una experiencia típica anterior o se interrumpe el flujo presupuesto de mi

experiencia provocándose con ello el cambio, al producirse el cuestionamiento y re-

explicitación de mi experiencia y de la comunidad de la cual formo parte. Por lo

anterior, en el Taller de Reflexión Pedagógica hacemos que nuestro pensamiento

teórico y de sentido común esté siempre sometido a la duda como un principio

metodológico de trabajo sobre – sí mismo- y la realidad social que construimos.

Lo dicho anteriormente, hace referencia a la institucionalización como un marco

o contexto que delimita y en el cual tiene lugar la acción social sin determinarla. En

este sentido, cobra relevancia en los Talleres de Reflexión Pedagógica el enfoque

metodológico conocido como Interaccionismo Simbólico que como teoría

microsociológica nos permite comprender el proceso mediante el cual se construyen

los significados.

Según Herbert Blumer el Interaccionismo Simbólico se funda sobre la base de tres

premisas fundamentales:

1) El ser humano orienta sus actos hacia las cosas en función de lo que estas

significan para él.

2) El significado de estas cosas se deriva de, o surge como consecuencia de

la interacción social.

3) Los significados se manipulan y modifican mediante un proceso

interpretativo.

De lo anterior se desprende que los significados son productos sociales que

orientan los actos de los sujetos a través de un proceso interpretativo que tiene

fundamentalmente dos etapas. En la primera de ellas, el sujeto se auto-indica aquellas

cosas hacia las cuales irán dirigidas sus acciones, señalando a sí mismo cuales cosas

poseen significado. Esto se concreta a través de un diálogo interno del sí mismo con

su conciencia hablante. En la segunda etapa, esta interpretación se convierte en un

proceso de manipulación de significados, o dicho de otra forma, de Reflexión en

relación a algún objeto, incluido el sí mismo como objeto social y sujeto a manipulación

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por la conciencia, de ahí que la Reflexión se constituya en una herramienta de

transformación o cambio de la realidad social y de sí mismo, al manipular y

transformar los significados socialmente compartidos y construidos en función del

contexto en el cual se encuentra inmerso el sujeto y del propósito de sus actos. De

esta forma, el sujeto construye sus objetos y a sí mismo, basándose en su propia y

continua actividad y flujo de conciencia en interacción con otros sujetos, se encuentra

en un mundo que debe interpretar para poder actuar. A través de este proceso, los

sujetos construyen y utilizan el mundo de objetos, el conjunto de significados y los

esquemas de interpretación en cada acción que emprenden en una relación dialéctica

de internalización, externalización y objetivación de una realidad social dada. Esto

último, nos hace reflexionar en cuanto a las limitaciones de la reflexión en sí misma ya

que tiene un horizonte de explicitación, o como lo llama el Profesor Alfred Schutz

“Ámbitos Finitos de Sentido”, porque la realidad está conformada por el sentido de

nuestras experiencias, no por la estructura ontológica de los objetos. Dicho de otra

manera, los “Ámbitos Finitos de Sentido” serían el conjunto de objetos, significados,

sentido y esquemas de interpretación, el estilo cognitivo de un sujeto y la comunidad a

la cual pertenece conformando la identidad cultural de dicha comunidad y el arquetipo

o modelo de entendimiento y voluntad de los sujetos. Sin embargo, dada las

limitaciones de la reflexión esta puede romper el carácter presupuesto de mi

experiencia o los Ámbitos Finitos de Sentido al poner al centro del flujo de conciencia

la “Epojé” de la actitud natural que pone entre paréntesis la duda de que el mundo y

sus objetos pueden no ser como se le parecen y cuestionar la realidad tal como se nos

presenta, al instalar la duda metódica como herramienta de transformación de la

realidad y de sí mismo y que podríamos llamar la actitud del filósofo o del individuo

reflexivo.

¿Qué sucede cuando las comunidades pierden esta actitud o modo de vida del

sujeto reflexivo?

El hombre se traiciona a sí mismo al abandonar una de sus cualidades que

quizás sea una de las más importantes de la deriva existencial de la humanidad y que

ha marcado a las grandes transformaciones que está a sufrido. Nuestra educación ha

perdido esta facultad en diversos ámbitos, desde el currículo hasta el aula de clases,

pasando por los estilos de gestión y la vida de la comunidad en general, salvo grupos

marginados sobre todo del centro de poder. ¿Por qué sucede esto o a que fenómeno

responde?

La respuesta a este fenómeno la encontramos en el sistema económico y

político que nos impusieron brutalmente en la dictadura militar y que se ha expandido

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fatalmente por todo el mundo y se ha ido acentuando en nuestro País y que es el

Neoliberalismo.

La idea fundamental que subyace a una política, cualquiera sea su fin, es la

orientación a la distribución de bienes o valores con mayor o menor justicia. Basta dar

una mirada a la historia, para dar cuenta que los principales actores de esta han sido

las más básicas pulsiones humanas, como lo son las necesidades de poseer y

dominar. Las necesidades de un conjunto de sujetos orientadas a poseer y/o dominar

bienes o valores de toda clase a través de las interacciones sociales que estos

generan son el foco de atención o el objeto de estudio de la economía como ciencia

social.

La pregunta que debemos hacernos frente a esta verdad es si es posible

construir una política que sea más justa y una economía con un enfoque más solidario.

La respuesta a esta pregunta es motivo de discusión desde hace ya varios siglos por

sabios y poderosos de diversas culturas del mundo generándose diversas propuestas.

Estas van desde aquellas que intentan manejar las pulsiones humanas más básicas a

través de las tecnologías del yo propias de la tradición filosófica grecorromana como

los cínicos, estoicos o el ascetismo, que pretendían construir sociedades más justas

dominándose a sí mismos generando una estética orientada a una moral y conducente

a una guerra filosófica de acciones aplicadas a sí mismo para transformarse en

portador de una ética y como diría el profesor Michael Foucault en un misionero

universal del género humano, hasta ideologías políticas como el socialismo,

capitalismo, liberalismo y neoliberalismo que mediante la razón, y a través de distintos

enfoques y acciones políticas, han intentado construir un orden social con más o

menos justicia en el sentido de la distribución de bienes o valores.

Uno de los problemas con la ideología neoliberal es que funda sus ideas en

principios como que el hombre es un individuo posesivo. Este principio es el

basamento de las relaciones que establece con el mundo principalmente a través de

acciones como el intercambio, la acumulación y el consumo de bienes o valores,

exacerbando antivalores como el egoísmo y la avaricia a través del principio de

maximización de beneficios y la minimización de costos o dicho de otra forma, el

principio de máxima utilidad.

Otro problema fundamental es su concepción de comunidad o sociedad, que

para ellos, son solo abstracciones, ya que la realidad y los otros son considerados por

el individuo en forma casi inexistente frente a su racionalidad instrumental, calculadora

y subjetiva.

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Para el profesor Jorge Vergara Estévez el neoliberalismo constituye un

metarrelato y una utopía debido a que sería un proyecto político irrealizable y de

soberanía de la elite del mercado.

Las ideas que se desprenden de los principios fundamentales del

neoliberalismo nos remiten al utilitarismo, en especial al principio de máxima utilidad,

el cual en la práctica y en relación a la distribución de bienes y valores sociales,

significarían el bienestar para algunos y la marginación e incluso la posibilidad de la

esclavitud de otros. Las preguntas y reflexiones en torno a esta problemática son por

un lado, qué entendemos por bienestar y por otro, en qué grado una ideología y su

proyecto político construyen una realidad en torno a una visión Darwinista de la vida.

La pregunta por el bienestar es doblemente compleja tanto en relación a la

diversidad de significados que esta puede encarnar como a su naturaleza de

fenómeno absolutamente cultural, y por ello axiológico. En una comunidad de

individuos, los objetos cobran valor en relación a las indicaciones y auto indicaciones

que hacen los sujetos para con un objeto o sujeto determinado. En este sentido, el

valor es construido por una comunidad y se constituye de esta forma en un valor

compartido o valor intersubjetivo. Si consideramos que los principios fundamentales

del neoliberalismo se relacionan con la posesión, el egoísmo y la avaricia, vemos

como estas actitudes son puestas en el centro de la valoración social. Con ello se

construyen valores relacionados con la competencia por los bienes y valores sociales,

la negación del otro y de la comunidad de la cual se forma parte, debido a que el

bienestar es asociado al acceso al consumo de bienes o dicho de otra forma, lo más

importante es satisfacer las necesidades de consumo y de placer construyéndose con

estas acciones una cultura absolutamente hedonista y con ello, el escenario ideal para

la dominación de la elite del mercado.

“En realidad, cuando el hombre permanece extraño a su propia técnica, cuando

no puede reconocer significación humana y viva en las producciones de su

actividad, cuando las determinaciones económicas y sociales lo oprimen sin que

pueda encontrar su patria en ese mundo, entonces vive un conflicto que hace

posible el síndrome esquizofrénico; extranjero en el mundo real, es relegado a

un mundo privado que ya no puede garantizar ninguna objetividad; sometido, sin

embargo, a la opresión de ese mundo real, experimenta ese universo del cual

escapa, como un destino” (Foucault 2008: 101)

¿Cuál es la salida a esta exacerbación de las pulsiones humanas más básicas

como el poseer y el placer?, ¿es posible la construcción de un universo en el cual

queramos participar?

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Dado que entendemos que las ideologías, sus modelos, proyectos políticos y

enfoques económicos construyen realidades sociales, lo más razonable es instalar un

metarrelato y utopía de la cual se desprenda un enfoque económico que se funde en

el concepto de igualdad. Esta debe ser entendida en su concepción liberal como

aquella que se caracterice por el respeto para todas las ideas del bien y cuyos

principios fundamentales - como los señala el profesor John Rawls - sean los

principios de igualdad, o igual libertad, y de igualdad de oportunidades. Del principio

de igualdad se deriva lo que podríamos llamar una democracia constitucional en

donde la regla de la mayoría estaría limitada por una carta de derecho. El principio de

igualdad de oportunidades, se relaciona con la construcción de instituciones

esencialmente justas. Para el profesor Rawls, la virtud política central es el tema de la

justicia ya que constituye el requisito fundamental de cualquier política. Esto quiere

decir que todo sistema económico y político debe satisfacer los estándares de la

justicia, y en un orden jerárquico, cumplir primero con el principio de igualdad y luego,

con el de igualdad de oportunidades.

A diferencia de los neoliberales, para el profesor Rawls las condiciones innatas,

los talentos y el esfuerzo no constituyen un merito moral, cuestionándose el por qué

la sociedad va a beneficiar a los más talentosos o capaces, ¿sería esta una sociedad

justa?, para Rawls una sociedad justa es aquella en la cual los más capaces y

talentosos ayuden a los más desaventajados.

Resulta claro que un modelo político y económico que ponga en el centro de las

valoraciones sociales los ideales de igualdad, justicia y solidaridad construiría

indudablemente una sociedad más justa y solidaria, entonces, ¿Cuál es el problema

para emprender un proyecto político de esta naturaleza? La respuesta está en las

creencias que profesan los que adhieren a la ideología neoliberal al creer que un

desarrollo humano y bienestar social justo es muy costoso desde el punto de vista de

la eficiencia económica. Con esto, se pone la eficiencia económica por sobre los

derechos humanos más básicos como lo son la igualdad y la justicia, imponiendo a su

vez, un significado de bienestar asociado a la satisfacción de las necesidades de

consumo de bienes y el placer que esto genera. Esta idea, como lo dijimos

anteriormente, alinea a la construcción de la realidad social en un camino que nos

lleva al aislamiento y desintegración social y con ello, a la perdida de la vida en

comunidad, generándose el escenario propicio para la dominación de la elite del

mercado.

La creencia más devastadora para la conservación de la vida en comunidad es

la relacionada con el mercado. Para los neoliberales, el mercado constituye un orden

espontáneo, natural, no una organización u orden creado como lo creemos nosotros, y

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debido a ello, les resulta ridículo pensar en intervenir este orden natural mediante

políticas. El mercado no puede ser intervenido, y si se lo interviene, que sea en lo más

mínimo posible. De esta creencia se desprende la idea que el mercado sería una

especie de divinidad a la cual no hay que profanar con las deliberaciones humanas,

pues ellas altearían el orden divino de este.

Las ideas que subyacen en la reflexión anterior son las relacionadas con

recuperar una visión tanto de la economía como de la política, como un proceso social

de construcción de realidades socioculturales que debiesen ser guiadas por valores

más nobles, por muy idealistas e irrealizables que estos parezcan, debido a que los

que encarnan al neoliberalismo igual lo son. La diferencia entre estas dos visiones

radica en que una de ellas está relacionada con la esperanza de una vida más justa

para todos, y la otra seria justa sólo para una parte de la humanidad o dicho de otra

forma, fundamentalmente injusta y devastadora para la humanidad.

El modelo de desarrollo de nuestro país es básicamente un patrón de

acumulación, de depredación y de injusticia social debido principalmente a políticas

neoliberales como la liberación del mercado, la privatización, la flexibilidad laboral y la

transnacionalización de los recursos naturales, en donde la concentración económica

es absolutamente brutal, grosera e inmoral generando una gran masa social expuesta

a los vaivenes del Dios mercado, una masa en su gran parte endeudada, con escasa

movilidad social, al mismo tiempo que una alta vulnerabilidad social debido a que

puedo transformarme en pobre en cualquier vuelta de la vida y por sobre todo del

mercado. Paradójicamente, en este escenario se presenta a las políticas públicas y

económicas como fuerzas orientadas a generar un sistema más equitativo o justo a

través de un enfoque más integral en el sentido de la inclusión de la dimensión

humana y bienestar de la población en el contexto del Dios mercado. Sin embargo, el

marco de acción en el cual se mueven es en el modelo de desarrollo de nuestro país

que hunde sus raíces en el neoliberalismo lo cual resulta obviamente contradictorio.

Si es el mercado es el centro gravitacional desde el cual emergen las políticas

públicas y económicas, resulta paradójico que se haga alusión a la formación de la

ciudadanía utilizando conceptos como el desarrollo personal, sociedad formada,

sociedad desarrollada, ciudadanía activa, dando a entender que es una dimensión de

formación de ciudadanía. Sin embargo, constituiría una ciudadanía activa en el sentido

de una comunidad preparada y alineada a la producción y el consumo de bienes y

fundamentalmente, orientada a formar parte de un mercado de bienes materiales,

sociales y hasta espirituales debido a que el desarrollo humano se ha condicionado y

puesto al servicio del desarrollo de un mercado como un ente divino generador de un

bienestar social.

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Es por las razones antes expuestas, que a la educación se la ha entendido como

una actividad productiva que transformaría recursos en conocimientos orientados al

desarrollo personal y profesional al servicio del mercado, sin embargo, nuestra forma

de entender a la educación es radicalmente distinta debido a que consideramos que

es una actividad de vida orientada a trasformar recursos en actitudes para ser más

justos, ser mejores personas y de esta forma contribuir al desarrollo humano. La

Educación constituiría de esta forma una actividad al servicio de la humanidad, en

este sentido, sería un bien social puesto que surge y está al servicio de un cuerpo

social que busca un bienestar en su deriva existencial y no un bien de consumo. Para

el neoliberalismo la educación está al servicio de un ente divino llamado mercado que

generaría un bienestar previamente definido como la satisfacción de las necesidades

de consumo de bienes y placer, y según nuestra visión, no es esto último lo que define

al bienestar. Este no está predefinido, está sujeto a una cultura y por lo tanto, es una

construcción humana que si tuviésemos que definirlo lo haríamos como los valores

construidos y deseados en y por una comunidad.

Siguiendo con nuestra reflexión, al ser considerada la educación como una

actividad productiva y un bien de consumo, los productos que ésta genera,

ingenuamente, son medidos a través de test o pruebas estandarizadas, tasas de

egreso versus tiempo, intentando medir la eficiencia y eficacia de las instituciones

educativas para lanzar productos – sujetos y objetos- al mercado. ¿No será más

sensato y razonable medir el grado de solidaridad que presentan los más privilegiados

para con los menos aventajados de la sociedad?

Por otro lado, se busca el funcionamiento óptimo del sistema educativo en

relación a construir el capital educativo de una economía en una concepción utilitarista

de la educación al servicio de la economía y del mercado y la pregunta que nos surge

es ¿la educación es para la vida o para la economía?

Los conceptos de eficacia y eficiencia son solo validos en el paradigma

tecnológico y científico, pero ¿cobran sentido en la vida? ¿Cuán eficaz y eficiente es la

vida en si misma? Para nosotros, la vida es un constante flujo de la conciencia que se

detiene a través del lenguaje y con ello, cobra cierto grado de objetividad, pero lo que

prima básicamente en este constante flujo de conciencia es la incertidumbre frente a la

muerte y la pregunta aristotélica por la función del hombre en el cosmos perdiendo

sentido la eficiencia y la eficacia.

A través de esta visión utilitarista de la educación es difícil dar luz al concepto de

calidad dado que esto implica develar el alineamiento de conciencias que involucra la

ideología neoliberal en función del mercado y que contribuye a la dominación de una

elite por sobre la humanidad. En esta lógica, la calidad está definida y sometida a una

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racionalidad instrumental y calculadora que deja afuera una gran parte de la

dimensión humana al ser medida por resultados asociados a los principios de

eficiencia y eficacia de la economía y el mercado, por lo tanto el concepto estaría

definido por este último y la pregunta a hacernos es ¿todo aquello que resulta eficaz y

eficiente para el mercado es justo y beneficioso para la humanidad y por lo tanto de

calidad?

Tal como se desprende de la pregunta anterior, todo lo que es bueno para el

mercado no necesariamente lo es para el conjunto de una sociedad en el sentido de la

justicia y la igualdad de oportunidades. Con esto se generan problemas de equidad y

el dilema de eficiencia –equidad cuya lógica está enmarcada en la ciega creencia en la

eficiencia y eficacia de funcionamiento de la economía y del mercado. Esta visión

podría ser reemplazada por el dilema vida – mercado, en la creencia que implica la

posibilidad de construir sociedades más justas centrando a las actividades humanas

en la vida y la problemática de la convivencia entre sujetos o no así en el mercado.

Para nosotros, el ser humano es un individuo con una necesidad básica de vivir

y no de poseer, y como diría el profesor Enrique Dussel, con una voluntad de vivir, la

cual estaría sujeta a una reflexión inherente al acto de vivir que es la búsqueda de la

respuesta a la pregunta por la otredad, o a si se prefiere, a la interrogante de

¿Podemos vivir juntos? como reflexiona en uno de sus libros el profesor Alain

Touraine.

Como lo dijimos anteriormente el hombre se ha traicionado sí mismo al alinearse

a una realidad social con una concepción parcial de – ser - ser humano, marcada y

orientada por el consumo y el placer asociado a este, alejándose de una concepción

integral del hombre. Entonces esta realidad se sedimenta y endurece y se experimenta

como una verdad tal como la presentan los sacerdotes del neoliberalismo y frente a

una verdad no queda nada más que aceptarla.

Es por ello, pese al brutal poder que posee la utopía neoliberal y a la pretensión

de verdad que ostenta, nuestra propuesta es abordar el problema de la hegemonía del

sistema neoliberal a través de los Talleres de Reflexión Pedagógica como una forma

de resistencia al interior de las instituciones educativas cuyo fin sea la construcción de

una nueva realidad con una concepción más integral del hombre.

A modo de crítica parcial frente un enfoque estratégico de cambio, podríamos

mencionar algunas cosas básicas como que la palabra estrategia tiene por fin la

victoria y las ideas que subyacen a esto están relacionadas con una visión

reduccionista y utilitarista de la vida. Lo podríamos ejemplificar con el siguiente

concepto o idea, la “articulación de audiencias”. Este concepto tiene que ver con que

la institución, cualquiera sea esta, debe responder y articularse a un contexto o

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realidad social. Si consideramos que esta realidad o contexto social está dominada por

la utopía neoliberal, obviamente, la estrategia comunicacional y de cambio que asuma

una institución estará determinada por ideas neoliberales como que el hombre es un

individuo posesivo cuya relación con el mundo es esencialmente de consumo de

bienes y el placer asociado a ello. Con esto se validan antivalores como el egoísmo y

la avaricia, reduciendo a la totalidad del Ser a un ente consumidor de bienes y placer,

conformado una cultura absolutamente hedonista y egoísta, con una marcada

fragmentación y aislamiento de social. Es por ello que el contexto neoliberal como

realidad social y la adaptación estratégica de cualquier institución a este, provocará un

cambio predeterminado por el propio contexto, generando instituciones marcadas por

las ideas básicas que construyen a la utopía neoliberal, o dicho de otra forma

estaríamos, construyendo micro espacios neoliberales en las Escuelas, legitimando,

sedimentando, endureciendo, reificando y agudizando aún más a la utopía neoliberal y

con ello empobreciendo nuestra condición de seres humanos al reducirnos a entes

consumidores de bienes y placer en una competencia descarnada por ellos y con

escasa capacidad de reflexión.

La idea tradicional de poder y control, concibe que las políticas y las estrategias

para instalarlas deban ser impuestas desde fuera a las instituciones en una visión de

oferta más que de demanda de las propias instituciones. Esta oferta no tiene otro fin

que la instrumentalización de la educación, quedando al servicio y en pro del avance y

prosperidad de la economía, las tecnologías y la mano de obra calificada, no así para

el desarrollo humano, entendido no solo como una oportunidad para desarrollar

habilidades y capacidades para vivir la cotidianidad que demanda el mundo del

trabajo, sino que brindar también la oportunidad de convivir en democracia, lo que

requiere de un desarrollo cultural, cognitivo y político. La escuela debiera desarrollar

en los sujetos una visión crítica y reflexiva del mundo social, entendiéndolo como un

producto humano, que es construido y reconstruido en la interacción con los otros y

que por lo tanto, puede ser modificado a través de espacios de diálogo, reflexión y

acción, orientado a la creación y transformación de la realidad social de la Escuela. En

este sentido, los Talleres de Reflexión Pedagógica que en este trabajo se plantean, se

sustentan en la idea de que este cambio de la Escuela trascienda a la sociedad

provocando su transformación hacia un nuevo paradigma social.

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BIBLIOGRAFÍA

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