taller 2 - el día del odio
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ºTALLER 2 (EL DÍA DEL ODIO) – Marzo 18 - 2013Tendencias Narrativas en Colombia IProfesor: Oscar Osorio
UNA NACIÓN QUE SE CONSTRUYE DESDE EL ODIO.
El día del Odio de J.A. Osorio Lizarazo puede ser visto desde distintas
aceras. Podría ser la historia de infortunios y tragedias de una mujer
campesina media en un momento particular de la historia de Colombia;
podría también ser una radiografía de los procesos de composición y
descomposición que esta nación suele padecer; puede, también, ser una
versión humanizada y sacada del anonimato de los sucesos acaecidos el
9 de abril de 1948, en el que la grandeza del magnicidio y el
protagonismo de inconsciente colectivo (masa) han invisibilizado los
dramas particulares de los hombres y mujeres que protagonizaron y
sufrieron estos hechos. En lo que respecta a la construcción literaria,
puede incluso pensarse que es una historia con líos de composición en la
medida en que tanta truculencia en la vida de Transito hace que
finalmente, hecho violento tras hecho violento, conviertan su vida en
algo inverosímil e incluso, falto de emoción (tanta desgracia termina por
generar hastío y por acabar con la capacidad de asombro).
Desde esta perspectiva, el recorrido socio-histórico que en su texto
Latinoamérica: las ciudades y las ideas Romero hace por la
conformación de las ciudades latinoamericanas se presenta como un
polo tierra que le da sentido a muchas de las acciones y genera los
elementos clave para la conexión de los distintos dramas que allí se
entrecruzan, haciéndolos posibles, verosímiles. Por Romero entendemos
por qué una madre cualquiera de extracción campesina puede de
buenas a primeras “vender” a su hija por seis pesos mensuales a la
primera mujer que encuentra con tal grado de desnaturalización1. Por 1 “Para muchos, especialmente mujeres, la esperanza de insertarse o de prosperar en la estructura se asoció a la posibilidad de introducirse en el servicio personal de alguien que perteneciera a la estructura” (Romero: 337).
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Romero, se entiende también de dónde surge este ejército de hombres
involucrados en lo violento y al que pertenecen personajes como “El
Alacrán”, “Manueseda”, el “Asoliado”, “La Cachetada” y Doña Eduvigis2;
hombres y mujeres instalados en espacios oscuros y envueltos en
acciones violentas en las que sin una aparente opción distinta, pasan
por encima de la humanidad de los otros: se roba, se vende, se engaña,
se maltrata, se abandona.
Igualmente, el texto de Romero entrega las herramientas necesarias
para dibujar en la mente del lector, la estructura geográfica y la división
socio-demográfica a la que se ve sometida la ciudad y su gente. Las
páginas de Osorio Lizarazo pintan una ciudad fragmentada en la que
personajes como Transito deben moverse con cuidado de no cruzar la
línea de los territorios que le son autorizados: primero por su aspecto
campesino que la hace ajena a la sociedad normalizada, y luego por su
condición de trabajadora sexual que la hace invisible, sin-derechos,
indeseable, peligrosa3.
Conforme avanza la trama, la novela va dejando fluir una serie de
circunstancias con las que se justifica un odio que se convierte en un
ente tan fuerte y consistente como la misma Violencia que luego se
genera. Hay un aparente artificio literario que hace coincidir y
generalizar este sentimiento, pero el texto de Romero va contando como
este fenómeno, natural en las distintas ciudades latinoamericanas, va
creciendo y se justifica tras la acumulación de frustraciones que de
forma particular afectan a los distintos grupos, pero que al final generan
la misma sensación de derrota en todos y cada uno4. Es decir, los
2 “Y hubo los que aceptaron su destino de marginales y cayeron en formas abyectas de abandono, acaso lindando con el delito: el tráfico ilegal, la prostitución, el robo o el juego robustecieron sus posiciones en las ciudades en las que el crecimiento de la población acrecentaba las posibilidades de anonimato”. (Romero: 338).3 “La sociedad normalizada visualizó el conjunto inmigrante que se filtraba por sus grietas como un grupo uniforme. Constituía a sus ojos la “otra sociedad”, cuya existencia se conocía de oídas pero cuya presencia se rehuía” (Romero: 333-334). 4 “Por eso la masa fue inestable. Sus miembros no se sintieron nunca miembros de ella, ni ella existió, en rigor, sino para sus adversarios. Nunca quisieron sus miembros formar “otra” sociedad, sino incorporarse a
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hechos que se relatan en la parte final de la novela y en la que Transito
y las gentes que la rodean se ven envueltos en la más agresiva e
inconsciente oleada de odio y violencia, no es otra cosa que el fruto
natural de este tipo de conformaciones sociales5.
Penar los hechos de El día del Odio en función de lo expuesto por
Romero, nos invita a pensar en una nación que se va construyendo y
moldeando a partir de la sensación incomoda que produce la
desigualdad. El Bogotazo es la manifestación del odio extremo y su
proceso de acumulación. Un odio que anula la posibilidad de razonar, de
ordenar el pensamiento y la acción. El día del Odio independiente de su
valoración como pieza literaria, es un importante ejercicio de mostrar un
sistema que construye sus espacios, pero que también da cuenta de sus
contradicciones y de los fenómenos que tarde o temprano generan la
explosión, el quiebre.
El día del Odio también podría ser útil para explicar otros procesos
sociales que vive y vivirá esta nación. Es el odio ante la incapacidad y la
desigualdad la que genera ciertas tendencias armadas revolucionarias
con uniforme o sin él que se manifiestan, que se imponen, se chocan o
se diluyen en los discursos, los intereses y las negociaciones; es el odio
de los desdichados víctimas de sus delitos, el que finalmente hace que
las cárceles urbanas abarrotadas hasta los techos exploten ante el
hacinamiento y los malos tratos; es el odio de los desposeídos, el que
obliga a invadir los territorios que luego se defienden y se pierden con la
vida misma; es el odio el que independiente de dónde y desde quiénes
se genere rompe con el curso de los hechos y cambia la dirección de las
historias hacia rutas mejores o peores. Un odio instalado para siempre
en una Nación construida desde este sentimiento y en el que el discurso
ésa en la que se habían introducido e insertado trabajosamente, ésa que admiraban y envidiaban, ésa que, sin embargo, los rechazaba y a la que, por desdén, agredían”. (Romero:338).5 “Las masas son formaciones sociales virtuales, y una circunstancia cualquiera puede operar como factor desencadenante de su aglutinación”. (Romero:342).
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del amor, la paz y la reconciliación, parece, por momentos, convertirse
en un simple decorado.
JORGE CAICEDO Código 1200754
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