tabúes, eufemismos y otros. alejandro urbano acosta

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Tabúes, eufemismos y otros Alejandro Urbano Acosta Jaimito levanta la mano durante la clase para atraer la atención de la maestra y cuando ésta se da cuenta le pregunta: ¿Qué quieres Jaimito? Y éste le responde: “Permiso para ir a cagar” a lo cual la maestra le dice: “Muy bien, puedes ir pero después te vas directo a la Dirección y me esperas allí”. ¿Qué hizo Jaimito para ser castigado, seguramente? La falta de Jaimito fue utilizar la palabra cagar que al igual que muchas otras palabras del idioma castellano son innombrables en determinados ambientes. Con toda seguridad Jaimito sabía que no debía utilizar esa palabra en el salón de clases, sino decir: “Permiso para ir al baño”, pero él no podía arriesgarse a perder su mala reputación que tanto esfuerzo le había costado obtener sucumbiendo a un momento de debilidad. Esas palabras innombrables son conocidas como palabras tabú y son términos que se refieren a temas de distinto tipo, no sólo de sexo, religión, necesidades fisiológicas sino hasta de medicina, economía, aspecto social, etc., porque algunos consideran que son de mal gusto o que se refieren a situaciones que no quisieran ser enfrentadas sino disimuladas. Para evitar referirse a esas palabras tabúes se recurre entonces al uso de lo que se conoce como eufemismos que son palabras o frases que transmiten la misma idea pero de manera menos antipática o traumática porque no es lo mismo referirse en una reunión social a una mujer calificándola como puta que decir que es “de vida alegre” o de “mal vivir”; o decir que el hijo del doctor fulano es mongólico en lugar de que padece del “síndrome de Down”. En ambos casos se está diciendo lo mismo, pero sustituyendo las palabras tabúes (puta y mongólico) por otras menos duras, para algunos. En el caso de las empresas cuando tienen que subir el costo de los servicios que prestan, jamás dicen que aumentarán los precios sino que “se reajustarán las tarifas” y cuando se hace referencia a las personas viejas las llaman “adultos mayores” o de la “tercera edad” o para referirse a personas o países pobres los llaman “económicamente débiles” y así podrían multiplicarse indefinidamente los ejemplos de eufemismos. El eufemismo tiene una contra cara, el disfemismo, que consiste en referirse a personas, hechos o cosas en forma humorística, burlona o despectiva utilizando para ello expresiones peyorativas, como cuando alguien llega a una funeraria y para saber donde está el cuerpo del difunto (eufemismo de cadáver) pregunta: ¿Dónde está el fiambre? o cuando en una reunión ve que está entrando una persona de edad avanzada (eufemismo de viejo) le dice a quien está a su lado: está entrando una momia (disfemismo) o: llegó Matusalén; pero además del eufemismo y el disfemismo existen muchas otras figuras retóricas con nombres rimbombantes que muy pocos privilegiados serían capaces de memorizar lo cual, por otra parte, es absolutamente innecesario porque igualmente la gente las utiliza de manera instintiva sin tener la más pura idea de que lo está haciendo; sin embargo existen manuales y cursos diseñados especialmente para cierta clase política mediante los cuales tratan de enseñarla a utilizar estas figuras en sus discursos para tratar de impresionar al pueblo. Y conste que este no es un fenómeno venezolano, sino más bien importado de otras latitudes. Entre estas muchas figuras hay que destacar las que con mayor frecuencia utiliza el pueblo en su lenguaje habitual como son: la ironía, el sarcasmo, la atenuación y la exageración. La ironía consiste en expresar lo contrario de lo que se quiere decir aunque, generalmente, para los oyentes es evidente que la intención de que quien la utiliza es de una burla más o menos sutil como cuando alguien le dice, en presencia de otros, a un cantante muy desafinado que se cree Pavarotti: ¡Qué bien cantas! (dependiendo de la entonación o intención con que se dice, podría tratarse de hipocresía o jalabolismo) o, refiriéndose a una persona culona: ¡No tiene con qué sentarse! El sarcasmo es una burla mordaz, cruel o una expresión que envuelve una segunda intención nada oculta, como un reproche o admonición como cuando, dirigiéndose a una persona ciega le dicen “Mira bien por donde caminas”, o a un jorobado “Ponte derecho” o a una persona que llega tarde a una reunión pautada para la primera hora de la mañana: “Buenas tardes”. Cuando decimos, refiriéndonos a la ironía que “generalmente, para los oyentes es evidente que la intención de que quien la utiliza es de una burla más o menos sutil” significa que hay un tipo de personas que son incapaces de captar esas sutilezas

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Page 1: Tabúes, Eufemismos y Otros. Alejandro Urbano Acosta

Tabúes, eufemismos y otros Alejandro Urbano Acosta Jaimito levanta la mano durante la clase para atraer la atención de la maestra y cuando ésta se da cuenta le pregunta: ¿Qué quieres Jaimito? Y éste le responde: “Permiso para ir a cagar” a lo cual la maestra le dice: “Muy bien, puedes ir pero después te vas directo a la Dirección y me esperas allí”. ¿Qué hizo Jaimito para ser castigado, seguramente? La falta de Jaimito fue utilizar la palabra cagar que al igual que muchas otras palabras del idioma castellano son innombrables en determinados ambientes. Con toda seguridad Jaimito sabía que no debía utilizar esa palabra en el salón de clases, sino decir: “Permiso para ir al baño”, pero él no podía arriesgarse a perder su mala reputación que tanto esfuerzo le había costado obtener sucumbiendo a un momento de debilidad. Esas palabras innombrables son conocidas como palabras tabú y son términos que se refieren a temas de distinto tipo, no sólo de sexo, religión, necesidades fisiológicas sino hasta de medicina, economía, aspecto social, etc., porque algunos consideran que son de mal gusto o que se refieren a situaciones que no quisieran ser enfrentadas sino disimuladas. Para evitar referirse a esas palabras tabúes se recurre entonces al uso de lo que se conoce como eufemismos que son palabras o frases que transmiten la misma idea pero de manera menos antipática o traumática porque no es lo mismo referirse en una reunión social a una mujer calificándola como puta que decir que es “de vida alegre” o de “mal vivir”; o decir que el hijo del doctor fulano es mongólico en lugar de que padece del “síndrome de Down”. En ambos casos se está diciendo lo mismo, pero sustituyendo las palabras tabúes (puta y mongólico) por otras menos duras, para algunos. En el caso de las empresas cuando tienen que subir el costo de los servicios que prestan, jamás dicen que aumentarán los precios sino que “se reajustarán las tarifas” y cuando se hace referencia a las personas viejas las llaman “adultos mayores” o de la “tercera edad” o para referirse a personas o países pobres los llaman “económicamente débiles” y así podrían multiplicarse indefinidamente los ejemplos de eufemismos. El eufemismo tiene una contra cara, el disfemismo, que consiste en referirse a personas, hechos o cosas en forma humorística, burlona o despectiva utilizando para ello expresiones peyorativas, como cuando alguien llega a una funeraria y para saber donde está el cuerpo del difunto (eufemismo de cadáver) pregunta: ¿Dónde está el fiambre? o cuando en una reunión ve que está entrando una persona de edad avanzada (eufemismo de viejo) le dice a quien está a su lado: está entrando una momia (disfemismo) o: llegó Matusalén; pero además del eufemismo y el disfemismo existen muchas otras figuras retóricas con nombres rimbombantes que muy pocos privilegiados serían capaces de memorizar lo cual, por otra parte, es absolutamente innecesario porque igualmente la gente las utiliza de manera instintiva sin tener la más pura idea de que lo está haciendo; sin embargo existen manuales y cursos diseñados especialmente para cierta clase política mediante los cuales tratan de enseñarla a utilizar estas figuras en sus discursos para tratar de impresionar al pueblo. Y conste que este no es un fenómeno venezolano, sino más bien importado de otras latitudes. Entre estas muchas figuras hay que destacar las que con mayor frecuencia utiliza el pueblo en su lenguaje habitual como son: la ironía, el sarcasmo, la atenuación y la exageración. La ironía consiste en expresar lo contrario de lo que se quiere decir aunque, generalmente, para los oyentes es evidente que la intención de que quien la utiliza es de una burla más o menos sutil como cuando alguien le dice, en presencia de otros, a un cantante muy desafinado que se cree Pavarotti: ¡Qué bien cantas! (dependiendo de la entonación o intención con que se dice, podría tratarse de hipocresía o jalabolismo) o, refiriéndose a una persona culona: ¡No tiene con qué sentarse! El sarcasmo es una burla mordaz, cruel o una expresión que envuelve una segunda intención nada oculta, como un reproche o admonición como cuando, dirigiéndose a una persona ciega le dicen “Mira bien por donde caminas”, o a un jorobado “Ponte derecho” o a una persona que llega tarde a una reunión pautada para la primera hora de la mañana: “Buenas tardes”. Cuando decimos, refiriéndonos a la ironía que “generalmente, para los oyentes es evidente que la intención de que quien la utiliza es de una burla más o menos sutil” significa que hay un tipo de personas que son incapaces de captar esas sutilezas

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tanto de la ironía como del sarcasmo y por tanto de entender la intención de quien las utiliza ya que entienden cada oración literalmente, sin que esto disminuya sus capacidades en otras áreas ya que se comportan y son personas perfectamente normales. Yo he conocido a muchas personas de este tipo y hasta me atrevería a decir que todos hemos conocido alguna de ellas. Recuerdo cuando yo tenía ocho o nueve años a un plomero que estaba haciendo un trabajo en mi casa y se encontró con un sócate al lado de una tubería que él estaba instalando y dirigiéndose a mi papá le pregunta: “don Alejandro ¿este sócate tiene corriente?” y mi papá riéndose le contesta, sin voltearse: “mete el dedo para saberlo” y el hombre metió el dedo y recibió una descarga que lo sentó de culo, ante lo cual mi papá salto a ayudarlo y le pregunto qué le había pasado y el hombre le contestó: “Guá, que metí el dedo en el sócate como usted me dijo”. Para concluir con el tema (aunque no con las figuras que son muy numerosas) nos vamos a referir a otras dos bastante comunes: la exageración y la atenuación. La primera, también llamada hipérbole, es tal vez la más popular de todas las figuras y consiste en asignarle a personas, objetos o situaciones cualidades que rebasan los límites de la realidad: “Pedro tiene una voz de trueno”, “Alberto es un gigante”, “ese carro es más veloz que un rayo”, “todo se arregló en una milésima de segundo”. La atenuación, también llamada litote, consiste, en su forma más simple, en negar lo contrario de lo que se quiere afirmar: “Eso no está bien” por “eso está mal” o “no está muy saludable” por “está enfermo” o “no ganó” por “perdió”, pero también puede tratarse de una expresión que trata de minimizar la importancia de una situación o de un hecho: “Sólo murieron cinco personas” refiriéndose al volcamiento de un autobús o “sólo se fracturó las dos piernas” refiriéndose a una persona que tuvo un serio accidente, en cuyo caso hasta podría confundirse con la ironía o el sarcasmo. A veces alguien dice una frase que pretende ser una atenuación como: “No es que Pedro sea un limpio, sino que está corto de efectivo” sugiriendo que Pedro tiene su ñere-ñere y otro que conoce a Pedro le responde: “No es que Pedro sea un limpio, es que nunca tiene plata” lo cual es una ironía o “no es que Pedro sea un limpio, es que no tiene en que caerse muerto” lo cual es una exageración, igual que cuando alguien dice: ”No es que Luisa sea fea, sino poco agraciada” donde se puede estar haciendo uso de la atenuación, la ironía y del eufemismo, ya que otro que también conoce a Luisa puede retrucar: ”No es que Luisa sea fea, es que es horrenda” lo cual seguramente es una exageración o si alguien dice: “Pedro no está muy saludable” para significar en forma atenuada que está enfermo y otro le dice: “No es que no está muy saludable, es que tiene un pie en la sepultura” lo cual metafóricamente puede ser cierto, pero no deja de ser una exageración. Los políticos en general, y en particular los venezolanos, son muy proclives a utilizar frases retóricas ya sea por llamar la atención, por tener intenciones aviesas o por pura y simple ignorancia. Cuando se dieron a conocer los resultados preliminares del referendo revocatorio contra Chávez, los periodistas lograron entrevistar a Carlos Andrés Pérez, que se encontraba en Ginebra, para conocer sus impresiones acerca del mismo y el señor Pérez, con grave continente, se limitó a declarar: “No es que el aprendiz de dictador haya ganado, fue que hubo una mayoría abrumadora de votos del NO”. En esta expresión es imposible saber si CAP quiso utilizar una expresión irónica, sarcástica, reconocer la derrota minimizándola o un simple disparate como cuando pronunció en rueda de prensa internacional aquella célebre frase: “Eso ni nos beneficia ni nos perjudica, sino todo lo contrario” o la del famoso “auto suicidio”, igual ocurre con una de las incomprensibles frases pronunciadas por uno de los tantos candidatos de la oposición en las recientes elecciones presidenciales cuando proclamaba: “Voy a mejorar la inseguridad”, en el caso de que fuera electo. Para concluir, incluyo una fábula que en cierta forma tiene que ver con el contenido de lo tratado en este artículo. Lamentablemente desconozco el nombre del autor de la misma. Fábula Un Rey soñó que había perdido todos los dientes. Después de despertar, mandó llamar a un Sabio para que interpretase su sueño. "¡Qué desgracia, mi señor!" exclamó el Sabio, "Cada diente caído representa la pérdida de un pariente de vuestra majestad".

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"¡Qué insolencia!" gritó el Rey enfurecido, "¿Cómo te atreves a decirme semejante cosa? ¡Fuera de aquí!" Llamó a su guardia y ordenó que le dieran cien latigazos. Más tarde ordenó que le trajesen a otro Sabio y le contó lo que había soñado. Este, después de escuchar al Rey con atención, le dijo: "¡Excelso señor! Gran felicidad os ha sido reservada. El sueño significa que sobrevivirás a todos vuestros parientes". Se iluminó el semblante del Rey con una gran sonrisa y ordenó que le dieran cien monedas de oro. Cuando el sabio salía del Palacio, uno de los cortesanos le dijo admirado: "¡No es posible! La interpretación que habéis hecho de los sueños es la misma que el primer Sabio. No entiendo porque al primero le pagó con cien latigazos y a ti con cien monedas de oro". "Recuerda bien, amigo mío", respondió el segundo Sabio, "que todo depende de la forma en el decir. Moraleja La verdad puede compararse con una piedra preciosa. Si la lanzamos contra el rostro de alguien, puede herir, pero si la envolvemos en un delicado embalaje y la ofrecemos con ternura, ciertamente será aceptada con agrado. [email protected]

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