(t) primer parcial de literatura española
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Un ejercicio que ayuda a comprender cómo se escribe un texto académico.TRANSCRIPT
Dentro de los estudios que se han hecho hasta ahora para explicar tanto el origen
como la evolución de la de la épica castellana, existen dos teorías fundamentales. Estas son
el neotradicionalismo y el individualismo.
La primera de ellas fue desarrollada inicialmente por el filólogo Ramón Menéndez
Pidal en 1909, y se basa en afirmar que la épica romance medieval tiene sus raíces en la
primera épica germánica, la cual era compuesta oralmente por un juglar, para cumplir la
función de hacer conmemoraciones cantadas o, más brevemente, “cantos noticieros”. Si
bien se basaban en hechos reales, iban perdiendo su cercanía a la realidad histórica a
medida que se transmitían entre músicos.
Como no hay registros de poemas épicos entre el período carolingio y el primer
manuscrito de uno de ellos, Menéndez Pidal lo justifica postulando una teoría del “estado
latente”, es decir, al igual que una semilla siempre está a punto de convertirse en una
planta, así también la épica española, transmitida oralmente por generaciones, no era
registrada en pergamino, a pesar de su popularidad. Las razones para esto se encontrarían
en que los clérigos, únicas personas con manejo de escritura en esos tiempos, o bien no
consideraron las historias dignas de ser transcritas, o bien habrían perdido el prestigio que
hubieran requerido para que tal cosa se hiciera, ya que el pergamino era muy costoso.
Además del vínculo con la épica germánica, los otros dos argumentos que encuentra
Menéndez Pidal para defender su hipótesis son los de que, primero, existen en la actualidad
textos orales cantados popularmente e ignorados por el público culto: los romances.
Segundo, el hecho de que el latín vulgar esté muy poco documentado hace suponer que los
cantos épicos se componían en ese dialecto.
El mayor sustento que recibió la teoría neotradicionalista fue el texto de los
teóricos M. Parry y Lord, publicado en 1960, que conforma un estudio detallado de la
composición de poesía oral en la Yugoslavia moderna. En estos cantos, sin apoyo de
escritura, los intérpretes hacen un trabajo de memorización mediante la ayuda de fórmulas
y frases formulares, es decir, fragmentos de texto que se repiten varias veces a lo largo de
los poemas. Aún cuando para Lord, en oposición a Menéndez Pidal, la memorización de
poemas representaba el declive de la épica tradicional, el postulado de la memorización ágil
por parte de los cantores haría innecesario el afirmar la necesidad de un apoyo escrito en la
épica recitada.
La teoría individualista, por su parte, fue promovida inicialmente por J. Bédier,
quien, en la misma época en que Menéndez Pidal desarrollaba sus postulados, se propuso
demostrar la hipótesis de que no hay más textos aparte de los que ya existen, y que por lo
tanto durante el “silencio” de poemas épicos entre el período de Carlomagno y el primer
manuscrito conocido no hubo otros cantos que no hayan llegado hasta la actualidad. Según
Bédier, la creación de los poemas no era colectiva, sino que cada poema tenía su autor
definido. En síntesis, para el autor francés la épica era individualista y erudita, y era escrita
por clérigos cultos.
A pesar del creciente apoyo que tenían las ideas neotradicionalistas con el aporte del
formulismo de Parry y Lord, un texto de 1952 escrito por P. E. Russell sobre el “Cantar de
Mío Cid” sugería que éste había sido compuesto por un especialista en leyes, ya que los
sellos y documentos aludidos en él revelan costumbres de cancillería implementadas en el
siglo XII. El resurgimiento del individualismo se hizo patente en sus principales teóricos
recientes, que fueron Alan Deyermond y Colin Smith.
El primero de ellos publicó, en 1969, un estudio acerca de “Las mocedades de
Rodrigo”, en el que concluía que el autor era un clérigo de Palencia, ya que gran parte del
poema estaba dedicado a la diócesis de esa ciudad. Además, en su texto “The singer of tales
and Medieval Spanish Epic”, de 1965, hace referencia al hecho de que en el Mío Cid se
sugiere información acerca del culto a la tumba del Cid en el monasterio de Cardeña, y al
hecho de que la mala redacción de algunas palabras haría suponer los equívocos propios de
un copista, y que algunos detalles sugieren la existencia de un escrito que sería el antecesor.
Smith, por su parte, en una introducción a la edición del Mío Cid de 1971, hace
referencia a ciertas circunstancias que hacen suponer la influencia culta en el manuscrito.
En primer lugar, tiene ciertas semejanzas con crónicas latinas del siglo XII, como la
Chronica Najarensis. Segundo, que el hecho de que aparezcan personajes históricos
menores en el poema se justificaría con la existencia de un supuesto “archivo” que habría
aportado datos al escritor al crear la obra. Tercero, el poema sería mucho más tardío que
1140, por la deformación de los personajes mayores. Por último, siguiendo las afirmaciones
de Russell, la terminología legal que abunda en el Mío Cid haría suponer que fue escrita
por un autor conocedor de leyes. Su postulado más controversial ha sido el de afirmar que
quien escribió el Mío Cid fue quien lo firmó en el final, el clérigo Per Abbat.