svampa, m.- identidades astilladas

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- 1 - Maristella Svampa Identidades astilladas. De la patria metalúrgica al heavy metal * Extraído de Desde abajo. La transformación de las identidades sociales, Buenos Aires, Biblos, 2000. Porque yo viví toda esa época. A mí nadie me lo contó. Alfredo, trabajador metalúrgico, sesenta y ocho años Yo no soy peronista porque no nací en la época. Mario, trabajador metalúrgico, veintiocho años -¿Tu papá es peronista? -Nunca lo sabré, no tiene una definición... En su época fue peronista. -Y en tu caso, ¿mantenés una relación de distancia con el peronismo? -Mi caso es de distancia hacia todos. Manuel, trabajador metalúrgico y estudiante universitario, veinticinco años Introducción En uno de los viajes que realizamos juntos para visitar una fábrica metalúrgica del sur de Buenos Aires, Carlos nos deslizó el borrador de un panfleto en contra de la flexibilización laboral que estaba trabajando desde hacía cierto tiempo con algunos colaboradores, y que pensaba distribuir en todas las fábricas del sector. En la primera parte del texto se hacía una larga lista de los derechos y leyes laborales que se habían obtenido en épocas pasadas, que concluía textualmente con la siguiente frase: “Leyes que hoy nos parece tan común tenerlos y disfrutarlos y que la mayoría de las veces no valoramos ni nos preguntamos Por qué, ni cómo se consiguieron”. La frase estaba dirigida a los jóvenes trabajadores metalúrgicos quienes, según él, parecían creer que esas leyes laborales habían existido desde siempre, como si formaran parte de la naturaleza: “Se olvidan de que fueron producto de luchas sociales. Se olvidan, y a la hora de exigir lo hacen como si fuera algo normal, sin preguntar ni atender las razones”. El cambio en las actitudes de los trabajadores más jóvenes constituye una de las obsesiones centrales del trabajo de Carlos, un cuadro gremial de la Unión Obrera Metalúrgica que cuenta hoy con treinta y seis años. Cierto es que la colisión entre el marco prescriptivo de las acciones de Carlos y las actitudes de los jóvenes trabajadores que íbamos a visitar era, por momentos, casi total. Es sabido que, en la Argentina, la integración socioeconómica de la clase trabajadora fue realizada por el primer régimen justicialista, entre 1946 y 1955. Este proceso de incorporación de la clase trabajadora no fue sólo socioeconómico sino también simbólico. El discurso de los nuevos gobernantes apuntó a desvincular la idea del progreso de la imagen de un país pastoril, agrario, para ligarla a la imagen de una Argentina industrial. La idea de progreso, componente central del imaginario social argentino, se dotó de nuevos contenidos y, en ese mismo proceso, fue asociada con un nuevo actor social: la clase trabajadora. Hasta entonces, la imagen de una sociedad donde imperaba la fe en el progreso indefinido y en la movilidad social ascendente había sido encarnada, sobre todo, por los sectores medios. A partir de 1945, esta representación del país como una sociedad integrada, con una tendencia a la homogeneidad social, se haría efectiva y extensiva a los sectores populares, más concretamente * Agradezco los comentarios y sugerencias de Inés González Bombal y Danilo Martuccelli.

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    Maristella SvampaIdentidades astilladas. De la patria metalrgica al heavy metal *

    Extrado de Desde abajo. La transformacin de las identidades sociales, Buenos Aires, Biblos,2000.

    Porque yo viv toda esa poca. A m nadie me lo cont.Alfredo, trabajador metalrgico, sesenta y ocho aos

    Yo no soy peronista porque no nac en la poca.Mario, trabajador metalrgico, veintiocho aos

    -Tu pap es peronista?-Nunca lo sabr, no tiene una definicin... En su poca fue peronista.

    -Y en tu caso, mantens una relacin de distancia con el peronismo?-Mi caso es de distancia hacia todos.

    Manuel, trabajador metalrgico y estudiante universitario, veinticinco aos

    Introduccin

    En uno de los viajes que realizamos juntos para visitar una fbrica metalrgica del surde Buenos Aires, Carlos nos desliz el borrador de un panfleto en contra de la flexibilizacinlaboral que estaba trabajando desde haca cierto tiempo con algunos colaboradores, y quepensaba distribuir en todas las fbricas del sector. En la primera parte del texto se haca unalarga lista de los derechos y leyes laborales que se haban obtenido en pocas pasadas, queconclua textualmente con la siguiente frase: Leyes que hoy nos parece tan comn tenerlos ydisfrutarlos y que la mayora de las veces no valoramos ni nos preguntamos Por qu, ni cmose consiguieron. La frase estaba dirigida a los jvenes trabajadores metalrgicos quienes,segn l, parecan creer que esas leyes laborales haban existido desde siempre, como siformaran parte de la naturaleza: Se olvidan de que fueron producto de luchas sociales. Seolvidan, y a la hora de exigir lo hacen como si fuera algo normal, sin preguntar ni atender lasrazones.

    El cambio en las actitudes de los trabajadores ms jvenes constituye una de lasobsesiones centrales del trabajo de Carlos, un cuadro gremial de la Unin Obrera Metalrgicaque cuenta hoy con treinta y seis aos. Cierto es que la colisin entre el marco prescriptivo delas acciones de Carlos y las actitudes de los jvenes trabajadores que bamos a visitar era, pormomentos, casi total.

    Es sabido que, en la Argentina, la integracin socioeconmica de la clase trabajadorafue realizada por el primer rgimen justicialista, entre 1946 y 1955. Este proceso deincorporacin de la clase trabajadora no fue slo socioeconmico sino tambin simblico. Eldiscurso de los nuevos gobernantes apunt a desvincular la idea del progreso de la imagen deun pas pastoril, agrario, para ligarla a la imagen de una Argentina industrial. La idea deprogreso, componente central del imaginario social argentino, se dot de nuevos contenidos y,en ese mismo proceso, fue asociada con un nuevo actor social: la clase trabajadora. Hastaentonces, la imagen de una sociedad donde imperaba la fe en el progreso indefinido y en lamovilidad social ascendente haba sido encarnada, sobre todo, por los sectores medios. A partirde 1945, esta representacin del pas como una sociedad integrada, con una tendencia a lahomogeneidad social, se hara efectiva y extensiva a los sectores populares, ms concretamente

    * Agradezco los comentarios y sugerencias de Ins Gonzlez Bombal y Danilo Martuccelli.

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    a aquellos que fueron destinatarios principales de los beneficios econmicos y de los derechossociales implementados por el primer gobierno peronista.

    El trabajador industrial se hallaba en el corazn de esta representacin progresista deldesarrollo histrico, identificado con una Argentina industrial y moderna. Es estarepresentacin del progreso social la que todava tiene una enorme resonancia en Carlos,cristalizada en un estilo de vida muy asimilado al de las clases medias. Como resume l mismo,el trabajador metalrgico era sinnimo de la casita,,un autito, los chicos al colegio, una vezpor mes salir a comer afuera, nada del otro mundo, algo completamente elemental.... En suexpresin mnima y ms universalizable, el orgullo de trabajador metalrgico se vincula aqucon un estilo de vida y una aspiracin al consumo, asociado tanto con el trabajo del obrerocalificado como con las conquistas econmicas logradas por el sector en la poca de esplendordel gremio.

    Cierto es que el acento nostlgico que percibimos en Carlos pone en evidencia la fuerteimpronta que el imaginario propio de las clases medias tuvo sobre los trabajadores industriales,en el mismo momento en el cual comienzan a sopesarse los lmites de la pasada integracinsocial. Sin embargo, la asimilacin de un modelo cultural que remite al estilo de vida de lascapas medias tambin fue acompaada por la afirmacin de una subjetividad especfica. Enefecto, desde la perspectiva de Carlos y, naturalmente, desde la del sindicato, el trabajadormetalrgico era, hasta hace poco tiempo, el portador de una fuerte identidad social, slidamenteanclada en una especial valorizacin de la cultura del trabajo, un orgullo sindical y unavocacin poltica peronista. La subjetividad del trabajador metalrgico articulaba de maneraparadigmtica estas tres dimensiones (cultura del trabajo, conciencia poltica peronista yorgullo sindical), ninguna de las cuales pudo, verdaderamente, imponerse o anular a las otras,aunque a lo largo del breve perodo que va entre la dcada del 50 y fines de la del 80 seaposible establecer jerarquas y primados, ms temporales que estructurales. En suma, si bien noes posible hablar en sentido estricto de conciencia de clase, dado el conjunto de factoressociales y culturales que contribuyeron a debilitarla, fue particularmente entre los trabajadoresmetalrgicos donde la cultura del trabajo tuvo su mayor expresin histrica.

    Tenemos as que Carlos opera sobre la base de un conjunto de supuestos sociales,polticos y culturales, que remiten a dos procesos diferentes: el primero vincula al trabajadorcalificado con el estilo de vida de las clases medias; el segundo subraya la positividad devalores obreristas entre los cuales se destacan la justicia social y la dignidad de los,trabajadores. Durante dcadas, el peronismo sintetiz el vaivn y la tensin latente entre estosdos procesos divergentes. Hoy, su crisis y debilitamiento parecieran revelarnos una inextricableasociacin entre ambos: as, la prdida de la capacidad de consumo termina por erosionar ladbil conciencia obrera existente.

    Sin duda, esta primera hiptesis explicativa no puede ignorar el peso de una serie defactores que aluden a las transformaciones econmicas, tecnolgicas, polticas y sociales que hasufrido el sector industrial en los ltimos veinte aos. Como no lo ignora Carlos, quien est encondiciones de realizar un anlisis minucioso de los efectos desarticuladores que estastransformaciones han tenido sobre el trabajador metalrgico, sobre la accin sindical y, demanera ms amplia, sobre el compromiso poltico que lo liga al Partido Justicialista. Sinembargo, la aceptacin prctica de la separacin de estos tres niveles choca contra sussentimientos ms ntimos y sus convicciones ms profundas, generando actitudes ambivalentesy conflictos internos que dan cuenta de la distancia cada vez mayor entre sus vivenciassubjetivas y la realidad objetiva. Pero all donde Carlos percibe con mayor temor la improntarevulsiva de la desintegracin del viejo modelo es en el terreno de las nuevas bases sociales:esa masa aptica y difusa que no es ni peronista ni sindicalista y que, en verdad, tampoco seidentifica con el colectivo trabajadores. Resulta claro que las transformaciones actualesrepercuten negativamente sobre las antiguas identidades sociales; un proceso cuyasconsecuencias y desafos parecieran dejar de lado, de un solo golpe, los logros obtenidos a lo

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    largo de dcadas de historia social y poltica, para volver la tarea sindical a un incierto punto departida.

    Este artculo busca indagar sobre este proceso de erosin identitaria y de debilitamientogeneral de un grupo social que represent, por un lado, el mximo nivel de integracin social yeconmica logrado por la clase trabajadora en la Argentina y, por el otro, la mayor expresinhistrica de una cultura obrera del trabajo. Ciertamente, el quiebre del mundo obrero puede serledo de diversas maneras. Nuestra intencin ha sido dar cuenta de este fenmeno a partir de ladesarticulacin y la transformacin de aquellos ejes primarios sobre los cuales se afirm laidentidad de los trabajadores metalrgicos, tales como una concepcin determinada del trabajo,de la poltica y del consumo. Para ilustrar los cambios mayores sufridos en las representacionessociales hemos decidido analizar y contraponer el testimonio de tres generaciones detrabajadores metalrgicos. Para ello, hemos seleccionado un nmero limitado de testimonioscon un doble objetivo: por un lado, presentar acabadamente los principales contrastes existentesentre las tres generaciones; por otro, poner de manifiesto la distancia que se establece entre lavisin estructurado de los militantes sindicales y las representaciones ms difusas de lostrabajadores1. Tal perspectiva comparativa nos permitir adentrarnos en los nuevos clivajes queestructuran hoy la vida de los trabajadores metalrgicos, y que apuntan a configurar, aundbilmente, las identidades.

    En busca de perfiles sociales generacionales

    El tiempo de las identidades fuertes: la vieja generacin de metalrgicos

    Podemos considerar como representantes de la vieja generacin a aquellos trabajadoresque hoy tienen ms de cuarenta y cinco aos, cuyo universo poltico-social est profundamentemarcado por la experiencia integracionista del primer rgimen peronista, por un lado, y lavivencia de la persecucin poltica y la accin gremial llevadas a cabo por los fuertes sindicatosdel sector, por el otro. El recorrido generacional que realizaremos pondr de relieve laexistencia marcadamente contrapuesta entre, al menos, dos tipos generacionales diferentes.momentos polares que dan cuenta, in extremis, de la distancia que actualmente existe entre lasubjetividad de los militantes metalrgicos y la de los trabajadores que componen la masaobrera.

    1 Este trabajo se presenta como una continuacin y, en cierta manera, como un corolario, del realizado en loscaptulos IV y V de La Plaza vaca Las transformaciones del peronismo (Martuccelli y Svampa, 1997) dondeanalizamos las diferentes dimensiones de la crisis del actor sindical a partir del estudio de tres sindicatos, entreellos, la Unin Obrera Metalrgica. En el presente artculo el estudio se ampla y, a la vez, cambia el objeto deinters, para extenderse a las dimensiones identitarias de los trabajadores metalrgicos en general y no solamenteaquella de los militantes sindicales. Para ello, completamos el trabajo de campo realizado en 1996 en un partidodel sur de la Provincia de Buenos Aires con una nueva etapa de relevamiento y de realizacin de entrevistas enprofundidad, entre septiembre de 1997 y marzo de 1998. En el relato que presentamos aqu y con el objeto deilustrar cada una de las figuras generacionales, seleccionamos una o dos entrevistas, aquellas que sintetizan demanera emblemtico un conjunto acabado de rasgos (sociales, culturales y polticos). El trabajo de campo no fuefcil: en varias oportunidades entrevistamos a los trabajadores en su lugar de trabajo y desarrollamosconversaciones informales con delegados y directivos empresariales. Los nombres fueron cambiados a fin depreservar el anonimato de los entrevistados.Acerca de las categoras analticas utilizadas para el estudio de las identidades, vase, adems de los captulos yacitados, el captulo III de La Plaza vaca .

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    El viejo militante sindical histrico

    El viejo militante sindical presenta un discurso fuertemente estructurado que enfatizatanto el orgullo sindical como la importancia de una cultura del trabajo que cimentara ydignificara la identidad social. El nivel de integracin alcanzado por el obrero calificado lovincula al estilo de vida de la clase media argentina, con la cual comparti muchas vecesaspiraciones educativas y un nivel determinado de consumo. Aqu resulta claro que la polticaaparece como el principio articulador de las diferentes dimensiones subjetivas del trabajadormetalrgico, a partir de lo cual esta figura se dota de una identidad personal que se incorpora, asu vez, en una identidad colectiva mayor: sindicalistas que son ms peronistas que trabajadores,pero tambin sujetos populares y peronistas en tanto obreros y sindicalistas.

    Esto es lo que sucede con Alfredo, un ex delegado de sesenta y ocho aos, muyidentificado con la tradicin vandorista, ya jubilado, y con un largo historial como trabajadormetalrgico. Para Alfredo. su experiencia social como trabajador y sindicalista se confunde yse articula con su identidad peronista: Yo soy un orgulloso metalrgico, yo siempre decacuando hablaba en los congresos. Me presentaba diciendo: Soy un orgulloso argentino, unbuen peroronista y un alegre metalrgico, un orgulloso metalrgico.

    Antes que nada, a Alfredo le interesa dejar constancia de la importancia del momentohistrico en el cual la aspiracin a la igualdad y el sentimiento de dignidad encontraroncorrelato en un lenguaje poltico asequible a la experiencia de la clase trabajadora, instancia enla cual la clase trabajadora se constituye como sujeto popular a travs de la accin de Pern.Alfredo lo expresa en una larga frase, que seguramente ha repetido una y mil veces, con lamisma contundencia y el tono pico con que lo hace frente a nosotros, sin perder la emotividadde sus palabras:

    En la poca nuestra no haba nada, lo conseguimos con mucho sacrificio. Aparte de los decretos. Apartede que Pern nos dio muchas cosas. Pern lo que nos dio fue el derecho a vivir. Pern agarr un pasdormido, porque era un pas dormido, el patrn te daba una patada en la cola y te mataba con tu trabajo.Pern despert al pueblo argentino, que estaba dormido. Haba pobres y ricos, no haba clase media.Pern nos dio el derecho a poder discutir, nos dio el derecho de poder tener una heladera, de poder teneruna casa. Nos hizo ver que podamos ser gente, que podamos mandar al chico al colegio con un par dezapatos, que podamos tener una radio buena como el abogado del barrio. Pern despert a la gente, hizoconciencia. Nos hizo ver que nosotros ramos gente, no podamos ser ms lo que ramos, venamos conla cabeza gacha y entonces levantamos la cabeza con Pern. Pern despert al pueblo argentino.

    Para la gente del sindicato, Alfredo es algo as como el paradigma del viejo militantesindical. l lo sabe y seguramente por ello construye este estilo de presentacin, para encarnarun personaje que le gusta, que le va a medida. Alfredo es un duro, un curtido militantevandorista. Su relato est salpicado por nombres memorables, y el suyo emerge siempre en elcentro de alguna accin pica: cuando joven, fue boxeador aficionado, sin embargo renunci air a las olimpadas, bajo el rgimen peronista, estuvo a punto de ser candidato a diputadoprovincial, pero renunci porque le gustaba ayudar a la gente, fue delegado en varias fbricasy estuvo muy cerca de Augusto Vandor, a quien considera su maestro. En los 70, desde supuesto de delegado, se enfrent a la ultraizquierda (con esta denominacin engloba tanto alERP y los Montoneros como a Franja Morada), y un relato oscuro acerca de los sucesos deEzeiza parecen ligarlo con actividades ms pesadas. En fin, su vida parece estar marcada poruna sucesin de renuncias histricas, por la resistencia frente a las dictaduras y por losenfrentamientos con diversas facciones filoperonistas y de izquierda.

    Por supuesto, est de ms decirlo, a Alfredo le apasiona hablar del pasado, tanto cornorehye discurrir sobre el presente. En el 89, a causa de un problema cerebrovascular, tuvo quejubilarse, nos dice casi sollozando, y desde entonces percibe una mala jubilacin. Tiene unapequea casa, cerca de La Plata, donde vive con su mujer. Uno de sus hijos trabaja en el sector

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    metalrgico, pero ha seguido su consejo y no se dedica a la actividad sindical, para evitar laspersecuciones que sufri el padre.

    Alfredo, como tantos otros militantes sindicales histricos, ha adoptado una posturamuy pragmtica frente a los cambios impuestos por la gestin presidencial de Carlos S. Menemy las nuevas orientaciones poltico-sindicales del Partido Justicialista. Est lejos de aquellosotras militantes que han optado por replegarse en el mbito privado y rumian con resignacin yamargura su descontento ante el presente poltico. Para l, el peronismo de hoy no ha perdido lacapacidad para interpelarle en trminos de prcticas polticas presentes, aunque para ello tengaque hacer una relectura del pasado:

    Es otra poca. Es otra poca totalmente distinta a la que se viva con Pern. Totalmente distinta, porqueeste hombre, Menem, agarra el pas otra vez vapuleado por los militares, por malos gobiernos y entoncesno puede hacer lo que hizo Pern porque Pern ya lo hizo, y comete un error que lo estamos pagandoactualmente, que habra que ver con el tiempo si fue bueno o fue malo. Ahora no podra decir si fuebueno o fue malo. Menem dividi pas y pueblo, cosa que Pern no hizo nunca, pero era otra poca.Cuando viene Pern quiere trabajar para el pueblo, el pueblo no tena nada. Pas rico y pueblo pobre, elBanco Nacin estaba lleno de oro, oro en Brasil, oro en Norteamrica, pero nosotros andbamos enalpargatas, no tenamos nada, ramos como parias. Pern, que tiene ideas nacionales y humanas, nos dade todo, hace vivir al pueblo, lo ubica al pueblo como gente, no como cosa y tiene con qu, y tiene al ladouna mujer como Evita que le agrega a Pern otro ingrediente, consideraba lo social, nos dan casas, nosdan hospitales, colegios, mi primer zapato me lo regal el gobierno peronista, un zapato tractor,alpargatas nuevas y alpargatas viejas, las nuevas para el colegio y las viejas para andar en casa. Todo hizoPern, porque tuvo la plata para hacerlo, aparte de la idea. Era un pas muy rico, y empez a transformargente pobre en clase media, empez a poblar al pas de clase media, eso lo hizo Pern, porque tena laidea y tena la plata. Viene Menem (es ms larga la historia no? pero usted me entiende). Viene Menem,que es un delegado de Pern, un afluente del peronismo. [...] Entonces Menem tiene un problema: o siguecon el pueblo o sigue con el pas, un pas desacreditado, con fama de tramposo, una peste en todo elmundo era la Argentina. Menem tiene que elegir entre el pueblo y el pus y elige el pas y trabaja para elpas y lo pone actualmente entre los veinte mejores pases del mundo. Hay una estabilidad total, Inflacinrcord en el mundo, un pas creble, que cumple, que paga lo que debe.

    El testimonio da cuenta de una ambivalencia mayor: aunque Alfredo coloca el nfasisen el lder, en su capacidad de conducir el pas y el partido en medio de la adversidad y dereinsertar al primero nuevamente en el movimiento mismo de la historia, resulta claro queMenem ya no puede reunir todos aquellos elementos que articulaban de manera unitaria elfenmeno peronista. La fragmentacin de la experiencia peronista deviene inevitable,colocndose por encima de la fuerte estructuracin ideolgica que se percibe en el discurso deAlfredo, centrado en torno del lder. Para explicar los reveses sufridos por la clase trabajadoraen los ltimos aos Alfredo, corno tantos otros de su generacin, termina por realizar undesplazamiento de las responsabilidades:

    Toda la gente de mi generacin se ha ido jubilando, mi generacin ya tiene sesenta, sesenta y cinco,setenta aos, no hay ms en la fbrica, no estamos ms en las fbricas, estamos en casa. Jubilados,algunos con grandes problemas, algunos con menos, depende la jubilacin, y la gente que nos reemplazfue perdiendo cosas porque no las sinti las cosas que fueron perdiendo.

    En definitiva, el relato que nos hace Alfredo de su propia historia se centra en el vnculoestablecido entre el movimiento obrero organizado y el lder. En los avatares actuales de estevnculo se desliza una fractura generacional que comienza a ocupar un rol muy funcionaldentro del rgido dispositivo de creencias de Alfredo, pues permite la readaptacin y laconservacin de la matriz identitaria, a pesar de las transformaciones actuales: ayudan aexplicar el porqu de los cambios, al tiempo que no desorganizan los ejes mayores sobre loscuales reposa su identidad poltico-social. Alfredo es el que sigue hablando:

    Bueno, pas una cosa muy importante, uno agarra a los chicos y los gasta a veces: Y qu hablanustedes, si mi generacin consigui todo lo que haba, con presos, muertos, con tortura, con el apoyo deun gobierno que fue Pern, pero no fue fcil sacarle las cosas a los patrones, Pern apoyaba pero no erafcil sacarle las cosas a los patrones [...]. En ese peronismo que viv yo haba que luchar por todo, pero

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    como ellos tienen todo, pero no todos le dan valor, aunque el padre les cont lo que le cost conseguir lascosas. Generalmente, la poltica desacredita mucho a Pern y al peronismo, porque se fueron muriendomuchos dirigentes, no hubo renovacin muy Importante de dirigentes que vivieron esa poca y quehablen como hablo yo. Quedan pocos. Yo no tengo vergenza de hablar como hablo, tambin puedoaceptar alguna crtica y la analizo, si l tiene razn... No, no tens razn, porque yo viv toda esa poca,a m nadie me lo cont.

    Alfredo encarna una figura social, la del militante sindical histrico, en toda supositividad, en la cual convergen la memoria de una experiencia histrica que alude a luchaspolticas y sociales-, el recuerdo de la patria metalrgica; la voluntad de vincularseprioritariamente con el lder; aspectos que se sobreponen sobre otros ms negativos que leaporta la realidad actual: la experiencia de la fragmentacin del peronismo, a causa de ladivisin que Menem ha operado entre pueblo y pas, y la prdida de los derechos yconquistas laborales a manos de las nuevas generaciones. Por ltimo, Alfredo est mspreocupado por presentar su persona como una figura emblemtico, con la conciencia del debercumplido, que por reflexionar acerca de los problemas asociados a la imposibilidad actual deconservar el legado histrico.

    El viejo trabador integrado

    La figura que presentamos ahora tiene como correlato un trabajador metalrgico cuyaactividad y aspiraciones se han desarrollado fuera del universo sindical y poltico. Por supuestoque presenta algunas caractersticas similares al primer tipo esbozado, pero las diferencias seplantean con claridad en cuanto se comprende que el eje articulatorio de su identidad social noes la adhesin poltico-partidaria ni el orgullo sindical propiamente dicho sino una cultura deltrabajo vinculada estrechamente a la ampliacin del consumo y a un proyecto de movilidadsocial ascendente. Cierto es que el orgullo sindical es una temtica presente, pero se alude a len trminos de pasado, acotado a la poca de esplendor del gremio metalrgico. Sin embargo,esta figura comparte con el tipo anterior una misma experiencia histrica, en la cual tienen unlugar central la valoracin de la lucha y la accin colectiva.

    Antonio ilustra acabadamente este segundo caso. Trabajador calificado, con sesentaaos y cuarenta y cinco de antigedad en una fbrica autopartista mediana del sur delConurbano Bonaerense, Antonio es, sin lugar a dudas, la memoria viviente de la empresa. Estehijo de inmigrantes italianos nunca se interes verdaderamente por la poltica y, a pesar de lasimpata que desarroll en una poca con relacin al peronismo, confiesa que siempre havotado por el radicalismo. En la representacin de Antonio aparecen muy vinculadas unacultura del trabajo con una aspiracin al consumo, que constituyen los ncleos de suexperiencia vital, adems de ser precisamente la convergencia de estos dos aspectos la que losepara de generaciones anteriores. De su padre albail Antonio recuerda que agarr pocasmuy buenas, del 45 hasta el 60. Se lleg a hacer hasta dos o tres casitas para l". Pero agrega:

    Est bien, pero el italiano tena otra forma especial, no como nosotros, viste? Era muy diferente a lo quehacemos nosotros, como mis hijos son muy diferentes a lo que hago yo ahora, o a lo que hice yo. Ellostienen una forma muy diferente de pensar a la de nosotros, quin sabe, en cierta forma tienen razntambin viste? Y qu s yo, vos a veces hacs tanto sacrificio y despus tens miedo que se derrumbetodo. Cuando vos ests ah en una parte media, dirs: Si pierdo, pierdo poco, o si gano, gano ms. No sesacrifican tanto creo, como el sacrificio que hacamos nosotros antes. Me siento diferente en esostrminos, todos esos trminos. En lo otro no, porque en conducta y eso, es irreprochable eso. He tenido unpadre que ha sido ejemplar. Pero vos te dabas cuenta, por ejemplo, mi pap nunca lleg a tener un coche,no eran de salir tanto, de irse de vacaciones.

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    Para Antonio, ser obrero es algo relativo2 la tentacin de dejar la fbrica yrebuscrselas como trabajador independiente siempre estuvo presente, no slo entre susaspiraciones mayores sino tambin dentro de su horizonte de posibilidades. Pero la posibilidadde haber sido es evocada con amargura. En este pas nicamente que vos tengas laoportunidad para ponerte algo por cuenta tuya, puede ser que levantes cabeza, pero si no,siendo obrero, tanto en una empresa como en la otra, podrs ganar un pesito ms, un pesitomenos, pero de ah no vas a pasar. A pesar de ello, o precisamente por vivir los tiempos delas vacas gordas, Antonio opt finalmente por quedarse en la fbrica: Y bueno, siempre mesent cmodo, nunca estuve, digamos, mal tampoco en la empresa.

    El caso de Antonio es una ilustracin extrema de un obrero bien integrado a lossectores medios. Lo ayudan sus orgenes europeos, un salario digno que lo ha llevado aalcanzar un nivel de vida que podramos calificar de bueno y estable, y el hecho de vivir en unbarrio tradicionalmente asociado con los sectores medios, pero su experiencia social estinserta, como la de Alfredo, en el proceso histrico que tuvo al peronismo como principal actor.

    Recordemos que el peronismo surgi en una sociedad en la cual la horizontalidadnormativa del vnculo social se estrellaba contra la verticalidad realmente existente en lasrelaciones sociales. Es dentro de esta matriz dual de las relaciones sociales como es necesarioentender la fuerza igualitario y disruptiva que tuvo el. peronismo, que termin por definir losnuevos clivajes polticos que durante dcadas dividieron el campo poltico-social argentino. Entanto lenguaje poltico, el peronismo actu como un fuerte mecanismo de distincin entre lossectores populares (peronistas) y las capas medias y altas (antiperonistas). Por diversas razonesque no cabe considerar aqu, el actual debilitamiento de los elivajes polticos ha contribuido adesdibujar estas antiguas barreras de distincin. Esto es notorio en aquellos obreros calificadosque, como Antonio, comparten con los sectores medios otras dimensiones de su experienciasocial. Por ltimo, la mayor o menor cercana de Antonio respecto de los sectores medios seconsolida tambin desde la relacin de distancia cada vez mayor que se instaura con laexperiencia del peronismo histrico, a medida que se apagan los recuerdos del primer gobiernoperonista.

    Sin embargo, ms all del (no siempre explcito) sentimiento de identificacin socialque experimenta Antonio respecto de los sectores medios, el ncleo central de su vivenciasocial lo constituye hoy la sensacin de una cada social, unida a la crisis del ideario delprogreso socioeconmico, desvinculado del trabajo asalariado. Como lo expresa claramente:Si yo hubiese seguido teniendo el ritmo que yo tena antes hubiese llegado, quin sabe, a unaclase media, no una clase media alta pero s una clase media mediana. En vez, en estosmomentos yo no me siento esto, porque yo lucho, lucho y veo que estoy siempre con lo mismo.Nunca avanzo.

    Cierto es que Antonio, a diferencia de Alfredo -quien percibe una jubilacin que lo dejainsatisfecho-, contina formando parte del cada vez ms exiguo padrn argentino detrabajadores protegidos, lugar desde el cual lanza su mirada crtica:

    [Ahora] la gente siente inquietud, no se siente bien, ve cambios que pueden venir y que pueden ser malespara nosotros mismos, no males buenos. males que a nosotros nos van a perjudicar. No tanto a mi porque,ya te digo. a m me quedan cinco aos de trabajo, pero yo veo que la juventud no va a tener lasposibilidades que tuvimos nosotros, las que tenamos quince o veinte aos atrs. En estos seis o siete aosatrs ha variado muchsimo todo, para la gente del trabajo especialmente.En el lmite, Antonio comienza a padecer los efectos de las nuevas divisiones

    estatutarias entre trabajadores protegidos y trabajadores precarios", que se insertanpreponderantemente en el seno de un corte generacional.

    Ellos [los ms jvenes] se sienten un poco ms menospreciados que nosotros, pero ellos lo aceptanporque, yo me Imagino que ellos lo aceptan porque no tienen otra salida, porque si no consiguen trabajo

    2 ste es el titulo del libro de J. Parodi (1986).

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    ac, les cuesta muy difcil conseguirlo en otro lado, cosa que en la poca cuando estaba yo no era as, vosestabas en un trabajo y no te gustaba y te salas y al otro da vos conseguas trabajo. Hoy en da no te pasaesa, hoy en da vos dejs un trabajo y, quin sabe, te pueden pasar tres meses, un ao o dos aos que novas a conseguir trabajo tampoco.Sobre ese nuevo clivaje se instala tambin la idea de que los derechos y las conquistas

    sociales obtenidos pertenecen a otra poca, y desaparecern, casi sin dejar rastros, en eltranscurso de una generacin. La posibilidad de transmitir un legado social colectivo es puestaen cuestin (a pesar de que, como Alfredo, se culpabiliza a las generaciones ms jvenes dehaber entregado el patrimonio obrero, sin grandes luchas). Con ello se anulan tambin lasexpectativas de coronar una historia laboral con un ascenso social, posibilidad que desapareceentonces del horizonte discursivo de los trabajadores.

    Nada ms lejos de esta visin que una lectura de la propia historia laboral en trminosindividuales. Como en el discurso -mucho ms locuaz- de la clase media empobrecida, elfracaso es percibido como social, corno colectivo, como nacional. Y si bien el perodo deapogeo e Integracin social de la clase trabajadora industrial es temporalmente ms acotadoque el de la propia clase media en cada, desde la vivencia de los actores la evocacin delperiodo de bonanza econmica no va acompaada de representaciones sociales ambivalentes,como efectivamente sucede en otros sectores. En otras palabras, la nostalgia que los viejostrabajadores muestran por el viejo modelo nacional-popular no parece que vaya acompaadapor un (auto)cuestionarniento de aspectos importantes del mismo, corno la crtica a lossectores protegidos por el Estado o, peor an, a aquellos que vivan del Estado. Estostpicos crticos que parecen haber sido incorporados por el discurso de las clases medias, la quefue acusada junto con otros sectores (la patria sindical) de defender ciertos privilegiosestatutarios ligados a los favores del Estado populista-distribucionista, no han sidoincorporados en el discurso de los trabajadores industriales, quienes ms bien evocan esa pocaen trminos de luchas sociales y sindicales.3

    Antonio es algo as como el paradigma del trabajador calificado integrado, unaespecie rara, en proceso de extincin. Su suerte social, que aparece cada vez ms asociada a unperodo acotado de la historia del pas, marca su desacuerdo creciente con el nuevo con unto deposiciones sociales en el sector. Este desencuentro se expresa en imgenes cada vez msinquietantes y perturbadoras, que terminan por instalar a Antonio, de manera ambivalente, entredos temores mayores: la prdida de la seguridad (es, sobre todo, el temor a la cada en laprecariedad laboral, mientras que la imagen de la exclusin se halla todava muy lejos) o elmiedo creciente de encarnar la figura de un privilegiado (trabajador protegido). Aunque elprimer temor no se halla ausente (Antonio est a punto de jubilarse y parece haber tomado lasprevisiones necesarias para poder conservar su estilo de vida), el miedo a convertirse en unprivilegiado, frente a compaeros de tareas cuyo trabajo es inestable y precario, se encuentraexpresado con mayor agudeza. De ah la necesidad de instalar el terna en trminos de derechossociales mnimos y, como tal, inalienables:

    Yo no creo tampoco que una persona que trabaje se le pueda llamar privilegiado porque puedas ir a uncine o puedas salir a dar una vuelta con tu seora, yo creo que cualquier persona lo mnimo que puededesear de tener es, si vos trabajs, si sos una persona que vivs en el trabajo, creo que lo mnimo quepods pretender es... que s yo, calzarte, vestirte, poder salir una vez o dos veces aunque sea en el mescon tu seora a un cine o Ir a pasear, no creo que sean cosas de privilegio, me parece a m no cierto? Eslo mnimo.

    En fin, corno figuras histricas, Alfredo y Antonio parecen colocarse claramente en lasantpodas. Alfredo encarna, en tanto militante sindical, una de las dimensiones simblicas

    3 Aunque en un registro diferente, tambin es posible percibir una representacin crtica del pasado bienestar enlos sectores marginales, aquellos que no fueron precisamente los destinatarios directos del viejo modelo, y queconsideran que hubo una poca de derroche y abundancia que el pas vivi, sobre todo, bajo el primerperonismo, pero que persisti, aun con claros vaivenes, hasta mediados de los aos 70.

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    mayores del peronismo: a travs de ste hall la posibilidad de expresar pblicamente suexperiencia privada, a partir de lo cual se dot de una identidad politico-cultural en ruptura conotros sectores sociales, particularmente respecto de las capas medias. Antonio, en cambio,sintetiza otro de los aspectos encarnados por el peronismo: la integracin socioeconmica y laadopcin, por parte de sectores de la clase trabajadora, de un modelo cultural similar al de lasclases medias. Pero ms all de que ambos casos representan momentos polares de unfenmeno multidimensional, tanto Alfredo como Antonio conservan una memoria histrica encomn, en la que la figura de los derechos y el papel de las luchas sociales ocupan un lugarfundacional indiscutible.

    La identidad deteriorada: la generacin intermedia

    Nadie podr dejar de percibir lo trgico de esta desfuncionalizacin que consiste en el hecho de quehombres cuya existencia y autoconciencia estn ligadas a una conducta tradicional determinada que lleva sus padres, y quiz tambin a ellos mismos en su juventud, al xito y a una autoafirmacin suficiente,se vean, con el mismo comportamiento, condenados ahora al fracaso y a la decadencia, en un mundo quese ha transformado en virtud de causas ininteligibles.

    NORBERT ELIAS, La sociedad cortesana

    En esta franja generacional en la que situamos a los trabajadores que tienen entreveintisis y cuarenta y cinco aos se perciben con nitidez y mayor dramatismo los efectosdesarticuladores del final de un modelo de integracin social; nueva situacin que se expresa atravs de una figura histrica especfica: la del trabajador metalrgico crtico. El punto deconvergencia, y por encima de las banderas polticas, es la clara conciencia de la crisis que,en diferentes niveles, afronta el trabajador metalrgico, aun si muchos de ellos, desde la accinsindical, intentan recomponer ms imaginaria que prcticamente el marco de referencia en elcual se desenvolvi el modelo populista.

    El militante metalrgico crtico tradicional

    El militante metalrgico crtico tradicional se presenta como una variante histrica delactivista, en muchos de los cuales se destaca una tradicin familiar obrera y peronista. As!,resulta claro que el quiebre del modelo reviste caractersticas ms dramticas para aquellos quepertenecen a la segunda generacin de trabajadores industriales y desarrollan una activamilitancia sindical. En el imaginario de esta generacin ocupa un lugar importante el cultivo yla transmisin de una memoria colectiva, sintetizada por las luchas y conquistas logradas por elsector, que se extienden hasta el perodo democrtico del gobierno de Ral Alfonsn (en eseimaginario se mezclan, a veces indiscriminadamente, recuerdos que anan el sindicalismoantiburocrtico con el sindicalismo corporativo).

    ste es el caso de Carlos, el cuadro gremial al que hicimos referencia en las primeraspginas. A pesar de la crisis y del quiebre de la tradicin poltica, sobre todo manifiesta en lasjvenes generaciones de trabajadores metalrgicos, la visin que Carlos tiene de la clasetrabajadora argentina conserva un sentido fuerte, en el cual la identidad poltica peronistaocupa todava un lugar central.

    Sin embargo, la sensacin que experimenta Carlos -tanto como Vctor, un delegado delsector que tiene su misma edades que un mundo social y familiar, que conocen por el relato desus padres, pero que ellos alcanzaron a disfrutar, se desmorona. Se verifica as un sentimientode prdida de las referencias sociales y culturales tradicionales, cuya magnitud puede ser

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    ilustrada con la reflexin de Elas (1996, 260) que hemos puesto como epgrafe. En efecto, setrata de una desfuncionalizacin trgica que repercute de manera importante sobre lavivencia cotidiana y pone en entredicho representaciones y prcticas sociales, consideradasnormales y valoradas como exitosas hasta no hace mucho tiempo. A muchos de estostrabajadores, el sentimiento de desarraigo y de nostalgia los ha llevado a refugiarse en elrespeto de los valores y los roles tradicionales, cristalizados en el viejo paradigma transmitidopor los mayores.

    A Carlos, como dirigente del gremio, y a Vctor, como delegado gremial que conformala Comisin Interna de la fbrica en la cual trabaja, les compete la tarea de formar yconcientizar a las nuevas generaciones dscolas y despolitizadas, que constituyen la mano deobra ms numerosa y potencialmente sindicalizable, muy poco dispuestas para la accin.orgnica. En palabras de Carlos:

    El hecho de plantearse un cdigo de convivencia laboral entre los propios compaeros tiene un procesomucho ms lento. Hay que formarlos, no solamente como trabajadores, sino tambin como personas,como individuos. Nosotros lo resaltamos mucho en el curso [para delegados] que es edificarle la culturacomo trabajadores, que el compaero que est al lado no es un enemigo, no es el que te est tirando albombo, como decimos nosotros, sino un compaero que trabaja en esa planta, que tiene esa planta comoprimer empleo, con una casi nula, un gran porcentaje casi nulo de conocimiento de derecho laboral,convenios colectivos, hasta la modalidad del trato empresario al trabajador.Otro de los aspectos valorados como negativos es el espontanesmo obrero propio de

    los ms jvenes. As, Vctor cuenta:Hay una realidad, la gente joven no le da bolilla a muchas cosas, pero guarda cuando la gente joven seenoja, es difcil de manejar. Yo te digo, hay que manijearla hasta cierto punto, hay que tener una cinturabrbara, porque yo te digo tuvimos una sola vez que podamos haber parado, que fue cuando les habanmandado el telegrama [de despido] a seis compaeros, que era paro de fbrica. Los muchachos el daanterior estaban descredos. Cuando vinieron a las seis de la maana, algunos dicen: Vctor, vamos a iral fondo no?. Vamos a patear coches, queran ir a patear coches, los de armado queran ir a patearcoches. Digo: No, muchachos, hay que pensar, esto es un paro, no es nada del otro mundo, viste?.

    Son conductas que se inscriben en el registro de la confrontacin extrema del todo onada. Es Vctor el que concluye: Ellos no tienen trmino medio, no existe una media variablepara medirlos.

    Vctor y Carlos no dejan de subrayar el carcter negativo de estas acciones espontneasque, adems de desbordar los canales institucionales de negociacin y producir unadesorientacin en las estructuras orgnicas del gremio, refuerza la ya desgastada imagen delsindicato frente a los trabajadores. Mientras los ms jvenes cuestionan de qu lado est elgremio, en el sindicato se miran con desconcierto y se preguntan qu hacer con esos jvenes.

    La inflexin es importante: desde la perspectiva de Carlos, compartida con otrosdirigentes y delegados, se tratara de jvenes trabajadores que no tienen una identidadpoltica, que son antitodo, individualistas partidarios del slvese quien pueda, como aadeVictor. En el lmite, no seran verdaderos trabajadores, dado su apego al consumo, queaparece como la expresin de una estrategia individualista, propia de los sectores medios.4 Ensuma, las actitudes de reclamo y desconfianza hacia las nuevas generaciones constituye uno delos lugares comunes en el discurso de esta generacin, tpico recurrente que en algunos casospuede convertirse en el punto de partida de un repliegue identitario.

    4 Es notoria la diferencia que existe entre la percepcin del sindicato con relacin a la posicin social de estosjvenes (se les niega una identidad obrera, arguyendo que son chicos que estn en una buena posicineconmica), y aquella que tienen los directivos de una gran fbrica automotriz, donde se concentra esaproblemtica generacional. Para estos ltimos resulta obvio que estos jvenes provienen de los sectorespopulares, de un escaln ms abajo que la clase media, no slo por el nivel salarial (el promedio salarial es de500 pesos) sino por las condiciones de vida (uno de los directivos ha realizado visitas a las viviendas de lostrabajadores).

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    En efecto, esta visin extremadamente negativa que han desarrollado especialmente losmilitantes sindicales debe ser reinsertada dentro de una estrategia mayor: frente al joven apticoy consumiste que reviste la figura de la alteridad, despojado de toda subjetividad positiva, surgela necesidad de acentuar el discurso ideolgico que confirma la positividad de los viejos idealesdel trabajador metalrgico, con el objetivo expreso de asimilar, en el lmite, de subjetivar, alos nuevos trabajadores. Claro que los obstculos de tal tarea de concientizacin sonconstantes y los fracasos desalientan a ms de uno, pero sus objetivos permiten mantener, almenos imaginariamente, los ejes de una identidad astillada. En efecto, cmo no ver en estaactitud de rechazo e incomprensin hacia los obreros ms jvenes un intento derefuncionalizacin de la identidad, a partir de la cual se confirma la importancia de los ejesarticulatorios del antiguo modelo? La cultura del trabajo, el orgullo sindical, la solidaridadsocial y, por supuesto, el reconocimiento del lugar que todava ocupa el peronismoen la vida de los trabajadores, se constituyen en la contracara inevitable de la despolitizacinjuvenil v de la afirmacin individualista del consumo.

    Ahora bien, por debajo de esta visin militante, algunos delegados, como Vctor, nodejan de rescatar un aspecto positivo que caracterizara a las jvenes generaciones, aquello quepodramos denominar solidaridad afectiva, esto es, el hecho de que los jvenes expresen sussentimientos sin tanto acartonamiento. Dice Vctor:

    Lo afectivo debe ser porque hoy en da la juventud es ms expresiva, se expresa ms hoy en da si alguienest bien y se siente amigo tuyo, te da un abrazo, un beso. En cambio, antes demostrar los afectos no eralo mismo, antes uno para demostrarlo, para decirle a la madre o al padre te quiero, nosotros ramosmuy duros o peor ms atrs, o los mismos padres con nosotros, que capaz que se moran por nosotrospero no eran capaces de levantarnos y darnos un beso. Porque capaz que el padre senta que era algoindebido, pero hoy en da la gente demuestra los afectos, es ms expresiva, y en lo laboral todo locontrario, cuando pasa eso, la gente no quiere... Slvese quien pueda, -si yo hago el trabajo, que se jodanlos dems. Yo noto eso.

    En los jvenes el cambio de paradigrna es tal que las generaciones mayores noentienden cmo esa dimensin expresiva y las formas de solidaridad afectiva que ella genera noencuentren un corolario en formas de solidaridad laboral.5

    El trabajador metalrgico crtico-escptico

    A diferencia del primero, que logra recomponer su identidad deteriorada reforzando suoposicin respecto de las generaciones ms jvenes, y en virtud de la idealizacin del viejomodelo metalrgico, el trabajador metalrgico crtico-escptico parece no buscar nada, noperseguir ningn objetivo especfico, no intentar reconstituir ninguna identidad.

    As lo manifiestan los dichos y las actitudes de Mario, con apenas veintiocho aos y casidiez aos de antigedad en el sector, y el escepticismo cauto de Miguel, ex delegado de treintay un aos y uno de los pocos oficiales jvenes de la fbrica. A veces los embarga unsentimiento de orgullo, porque pueden afirmar que se desempean en el sector que en unapoca sintetiz el mximo esplendor econmico y el mayor poder sindical alcanzado por laclase trabajadora. Como lo refiere Miguel:

    Siempre me sent identificado como trabajador metalrgico [...]. Si hoy me peds una explicacin, no s.Yo he tenido la experiencia que me he ido a otro gremio y siempre trat de volver; cuando volv ac puse

    5 Dejemos terminar a Vctor: Por ejemplo, un compaero, por decir una cosa, naci el beb y a los tres dasfalleci. Estaban todos acongojados, la totalidad, pobre negro, pobre negro continuamente, todo el mundo,inclusive se hizo una colecta para llegar a l, estar de alguna forma. Pero por otro lado son terriblementeegostas, porque si bien en ese sentido son recontrasolidarios, por otro lado son terriblemente egostas. Tal vez elotro est trabajando mal, o viene descompuesto y no son capaces de darle una mano, Ah. que se joda. Tienendiferentes puntos de vista.

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    en la balanza dos trabajos, estaba trabajando despus de ah, salgo de comercio y sigo en la industria,vendra a ser gastronmica, de servicio mejor dicho porque atenda el negocio. En esa poca, el mismodinero que ganaba ac lo ganaba en el otro trabajo donde ya estaba trabajando. Yo iba a entrar a trabajarac, puse en la balanza los dos trabajos y dije: Si siempre fui del fierro voy a seguir en los fierros. Esofue lo que empez a tomar la decisin de venir a trabajar ac.Pero enseguida vuelve a ganarlo el escepticismo y la falta de expectativas: S, yo al

    ritmo que vamos mi temor es no poder afrontar los estudios de mis hijos. Se lo voy a tratar dedar de cualquier manera dentro de las posibilidades mas, pero al ritmo que vamos, al ritmo detrabajo y los cambios que se estn produciendo, es como que yo tampoco tengo muchaexpectativa para delante. Me duele decirlo pero es que ac se ve eso.

    Tanto Miguel como Mario son trabajadores que conservan un cierto orgullo sindical yuna conciencia profesional, a pesar de la erosin en la capacidad de consumo y la ausencia deexpectativas de movilidad social ascendente. Pero el punto de inflexin mayor parece estar enla relacin de desencanto que tienen con la poltica luego de la experiencia militante de los aos80, vivida en ambos casos entre 1988 y 1990. A pesar de conservar buenos vnculos con elgremio, en la actualidad ambos descreen de la posibilidad de rearticular terica y prcticamenteel viejo modelo y carecen de la voluntad poltica y de la disciplina sindical que poseen losms militantes.

    La percepcin de la existencia de un punto de ruptura que coloca entre parntesis laposibilidad misma de la disidencia es la ausencia de un proyecto poltico entre las nuevasgeneraciones, como lo expresa Mario: Anteriormente se tena un punto de referencia delpresente y un proyecto. [...] Por ejemplo, los puntos en comn que se tenan antes eran mspolticos de lo que se tiene ahora. Hoy en da se simplific mucho. No se busca. Se trata deestar ah en el presente y eso es todo lo que los une. Para Mario, tambin el peronismo entradefinitivamente en el pasado, establecindose las diferencias entre su manifestacin actual y eljusticialismo histrico. Sin olvidar sus orgenes peronistas, Mario no vacila en afirmar que yono soy peronista porque no nac en la poca. De haber nacido en la poca creo que hubiera sidoperonista. Sin duda. [...] Puede decir [soy] peronista una persona mayor, una persona que svivi el peronismo, pero una persona hoy por hoy en el presente no puede decir soyperonista. Puede decir yo fui peronista y votar al justicialismo. Pero no puede decir soyperonista y voy a votar al peronismo cuando no existe. Dej de existir ya.

    En fin, sin apostar a una despolitizacin absoluta, Mario traza claramente los lmites:La poltica nunca me atrajo lo necesario, lo justo para entenderlo y saber dnde llegar. [...] Meinteresa hasta cierto punto, saber hasta dnde me sirve. No salir a interiorizarse sino hastadnde me sirve. Sacarle provecho. Miguel, por su parte, pone de relieve el carcter cerradode la actividad poltica actual, cuando expresa que son muy pocos los lugares donde alguienquiere generar cambios, si no hay tres, los que estn ac, se encierran ah, no entra ms nadiepero tampoco generan hacia afuera una actividad. En suma, sin olvidar que no poseen losmismos rasgos identitarios, es posible afirmar la proximidad que Mario y Miguel experimentanhacia las nuevas generaciones, con quienes comparten una misma actitud de distanciamientogeneral hacia la poltica. Si bien ambos pueden reprocharles a los ms jvenes ladesinformacin y las formas extremas del desinters, han podido desarrollar una actitud decomprensin emptica para con ellos.

    Por momentos, pareciera que esta suerte de Jvenes viejos se colocaran a igualdistancia valorativa entre los mayores, a quienes no endiosan e insertan en el pasado, y losms jvenes, ante quienes no asumen estrategias pedaggicas de ningn tipo. El ocaso de lamilitancia y el conjunto de nuevas realidades polticas han dejado al descubierto una identidaddislocada en donde todo est suelto: un conglomerado de viejos fragmentos donde coexisten,como cabos sueltos, conciencia profesional, desencanto poltico, orgullo metalrgico ynostalgia de la accin sindical, elementos residuales y a la vez permanentes de la antiguasubjetividad del trabajador metalrgico.

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    El tiempo de las identidades fragmentarias: los jvenes trabajadores

    Fijate cmo es el tema de la velocidad de la lnea, porque tenamos entendido que iba a ser de noventacoches y despus de las 20.30 nos la subi el brasilero a 96 coches. Fue un caos, todos terminaranpariendo. Estuvimos al borde del motn. Ped reunin con el brasilero.Cuaderno de delegados, Comisin interna de una fbrica automotriz

    Los jvenes se encuentran entre las franjas poblacionales ms afectadas por eldesempleo. En mayo de 1995, el mes que alcanz el nivel histrico ms alto del perodo, eldesempleo juvenil en el rea metropolitana de Buenos Aires tocaba el 34,20/o (Jacinto, 1997).En octubre de 1997, los jvenes entre veinte y veinticuatro aos constituan el 19,2% del totalde los desocupados, mientras que aquellos entre veinticinco y veintinueve aos llegaban al15,3%, contra el 10,9% de desocupados registrado entre las personas mayores de veintinueveaos.6 A esto hay que aadir que los jvenes se encuentran hoy entre los ms afectados por lasnuevas modalidades de contratacin precaria.

    En la actualidad, es frecuente observar una tendencia cada vez ms marcada en lasempresas, sobre todo en aquellas de reciente instalacin, a adoptar una poltica de preferenciageneracional, orientada hacia la incorporacin de jvenes trabajadores, sin demasiadacalificacin y con escasa o ninguna experiencia laboral. Los argumentos a favor de esta polticaapuntan a subrayar que los jvenes, a pesar de la escasa o nula calificacin, son ms flexiblesque los viejos trabajadores, formados en el antiguo modelo, lo cual resulta importante en uncontexto de importantes cambios organizacionales en la esfera laboral. Por supuesto, a esto hayque agregar otros motivos menos explcitos, que se refieren a los beneficios indirectos que laempresa puede obtener con un personal juvenil poco proclive a la accin sindical y poltica.As, por ejemplo, en una conocida fbrica automotriz de la zona sur de Buenos Aires quetuvimos oportunidad de visitar, instalada desde 1992, el 65% de los trabajadores tienen entredieciocho y veintinueve aos, el 34,7 % tiene entre treinta y cuarenta y un aos, y slo el 0,3%,tiene ms de cuarenta y un aos. Si bien el promedio de edad actual es de veintinueve aos,hace cinco aos era slo de veintitrs. Actualmente, la antigedad promedio de los trabajadoreses de doce aos. Sin embargo, los directivos de la empresa han comenzado a detectarimportantes dificultades con relacin a los jvenes trabajadores: falta de disciplina laboral,escaso sentimiento de pertenencia, poco conocimiento de los riesgos laborales, aumento de losaccidentes de trabajo7 y, en los ltimos tiempos, una explosin de los problemas ligados alconsumo de droga. Ello ha conducido a una suerte de replanteamiento parcial (resultadotambin de las presiones sindicales) de esta poltica de preferencia generacional. En laactualidad, los directivos son conscientes de la existencia de un vaco generacional queresponde a la falta de obreros artesanos y oficiales con experiencia, que debieran ocupar losrangos intermedios de la pirmide laboral. La actual tendencia apunta a la incorporacin de estetipo de trabajadores ms calificados que, por lo general, rondan entre los cuarenta y loscincuenta aos, los que son difciles de hallar en una zona aluvional como la de los partidos deFlorencio Varela y Berazategui, con una escasa tradicin de especializacin laboral.8 Ensuma, en la actualidad los directivos aclaran que de ahora en ms el objetivo es descartar a

    6 Agradezco a Alejandro Pelfini la elaboracin de estos datos sobre la base de la Encuesta Permanente de Hogares,Instituto de Ciencias, Universidad Nacional de General Sarmiento.

    7 El promedio actual, segn testimonio del director de Seguridad Industrial del mismo establecimiento, es de dosaccidentes laborales anuales por operarlo.

    8 Reproducimos el discurso de los directivos, que difiere enormemente del sostenido por el sindicato del sector,que considera que, amn de las motivaciones poltico-sindicales, la empresa slo busca ahorrar lo mximoposible el costo de la mano de obra.

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    aquellos operarios muy jvenes, que todava deben ser criados, y aquellos viejos que esdifcil reeducar.

    Ahora bien, en un mbito de las caractersticas enunciadas, donde son pocos losviejos trabajadores que pueden exhibir credenciales laborales respecto de la experiencia y lacalificacin, los trabajadores parecen circular en un espacio de horizontalidad, slo quebradopor la verticalidad explcita de las jerarquas internas. No sucede lo mismo con las viejasempresas, como tuvimos oportunidad de apreciar en una visita que realizamos a una fbricametalrgica de mediano tamao, que cuenta con unos ochenta operarios y ms de cuarenta ycinco aos de antigedad en la zona. Posee una planta estable compuesta por antiguostrabajadores, entre los que hay numerosos operarios calificados, corno es el caso de Antonio,quienes son los encargados de adiestrar a los ms jvenes, recin incorporados. All la relacinentre jvenes y viejos discurre por canales ms ortodoxos: por lo que pudimos observar, existeun respeto general hacia los trabajadores ms antiguos, quienes son no slo la encarnacin delsaber-hacer sino tambin, en algunos casos (y antes que los propios delegados sindicales), losdepositarios naturales de las confidencias de los trabajadores ms jvenes. De este modo, eltejido de relaciones que se construye entre los trabajadores implica el reconocimiento implcitoy explcito de jerarquas laborales y generacionales, dentro de las cuales se inscriben lasprcticas y los valores de cada uno.

    En suma, los jvenes en general, y aquellos provenientes de la clase trabajadora enparticular, se encuentran entre la poblacin ms vulnerable del mercado laboral, hechoagravado por las escasas credenciales educativas y la rotacin constante a la cual se vensometidos a causa de los contratos temporarios. El panorama actual no parece favorecerexpectativas muy optimistas para el futuro: mientras el ritmo de trabajo aumenta en lasfbricas, el tejido de las solidaridades laborales se debilita, la amenaza de cesantas osuspensiones temporales constituye un lugar comn y hace tiempo que el trabajo asalariado hadejado de ser asociado a la posibilidad de una movilidad social ascendente.

    De los testimonios recogidos entre jvenes trabajadores decidimos concentrarnos en dosde ellos, quiz los ms provocativos, cuya nica nota comn la constituye el hecho de queambos se posicionan en las antpodas ideolgicas del modelo del militante sindical. De all eltono visiblemente crispado que su sola mencin genera en el lenguaje de delegados ysindicalistas. Sin embargo, el primero de ellos, el joven trabajador integrado, es ms unaexcepcin que la regla, pues simboliza, como Antonio, el triunfo de la experienciaintegracionista que ciertos sectores de la clase trabajadora vivieron en la Argentina y por elloexpresa el final de un ciclo social. El segundo de ellos, el joven tribal, marca una de lastendencias ms actuales en las actitudes de las nuevas generaciones y, quiz por ello, anuncia laapertura de un nuevo ciclo social.

    El joven trabaiador integrado

    Este perfil generacional aparece como el sucesor lgico y natural de la figura del viejotrabajador integrado. Se presenta as como el fruto de los logros de una generacin demetalrgicos, cuyas expectativas de vida se vinculaban a los sectores medios y entre cuyasaspiraciones estaba la de coronar un proceso de movilidad social ascendente a travs deldiploma universitario y el trabajo independiente. Ahora bien, si para las viejas generacionesser obrero era algo relativo, pues en el pasado salir de la fbrica y montar un tallerindependiente se hallaba dentro del horizonte de posibilidades, para sus herederos ser obrerodebe ser algo necesariamente relativo. Los factores que explican esta vuelta de tuerca sondiversos: el primero de ellos es que parte de estos jvenes, gracias al exitoso proceso deintegracin y movilidad social que lograron sus padres, sienten que pertenecen al gran colectivode la clase media argentina, con la que comparten estilo de vida y posibilidades educativas. El

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    segundo factor remite a los cambios operados en las representaciones sociales de lostrabajadores respecto de las posibilidades de progreso econmico y ascenso social que eltrabajo asalariado puede ofrecer: aqu resulta claro que los jvenes no desconocen las escasasperspectivas de futuro que ofrece el trabajo asalariado, en un contexto de precariedad laboralcada vez mayor. Por esta razn, el trabajo en la fbrica no parece ms que como un trnsito, unpuente que conduce a otro lugar, un lugar de pasaje facilitado por la historia laboral de lafamilia.

    El relato de Toms ilustra acabadamente. esta situacin. Tiene veinticinco aos y trabajaactualmente en la misma fbrica en la cual su padre est desde hace treinta y cinco aos. Supadre es un trabajador protegido, colega de Antonio, el viejo trabajador metalrgicointegrado que hemos presentado en las primeras pginas. Cuando Toms nos habla de loslogros econmicos de su padre, establece con naturalidad su identificacin con los sectoresmedios:

    l siempre dice que cuando l empez a trabajar, digamos que era clase media, quiz ms. l en esapoca hizo la casa, se cas, compr el terreno, todo lo que hizo lo hizo cuando recin ingres y, en esemomento, l deca que l trabajando ocho horas [y que] quiz hacia ms que en este momento [que est]trabajando doce horas, sbado y domingo, digamos por decir una cosa. Pero, clase baja no se siente, esms bien una clase media, no te digo que en casa la pasamos bien, pero siendo tres de familia y dostrabajando, se vive bastante bien.Cuando le preguntamos en qu lugar de la escala social se posicionara, Toms responde

    sin vacilaciones:Digamos que es una clase media, que me siento dentro de una clase media. Una clase media para mbastante buena, desde el punto de vista que comemos todos los das, nos vamos de vacaciones, tenemosauto, podemos pagar los impuestos, podemos de vez en cuando hacer una fiesta, a comparacin de otragente que no le alcanza, muchos obreros de ac dentro de la fbrica que no les alcanza quiz para llegar afin de mes.

    Toms subraya tambin las diferencias que l experimenta con relacin a su padre: elsacrificio y la previsin son valores asociados a la cultura del trabajo y el estilo de vida de lasantiguas generaciones. Su padre siempre fue previsor, siempre est previendo algo ms,siempre la duda o el pensar lo que puede llegar a pasar maana. [...] Yo no soy tan previsorcomo l, no s si me explico. Mi viejo por ah para comprar algo lo piensa un mes, yo paracomprar algo hoy tengo la plata, voy y lo compro y maana veo con qu afronto otra cosa,siempre trato de vivir el hoy y si es posible lo mejor que se puede. l. por su parte, como lamayora de los jvenes, tiene una relacin instrumental con el trabajo: Yo trabajo para vivir yno trabajo ms de lo necesario. Yo tengo una filosofa de vida que es trabajar lo que unonecesita. Cubrir sus necesidades y despus disfrutar la vida. No solamente el trabajo y eltrabajo y el trabajo.

    Adems de no compartir las representaciones sociales de sus mayores respecto deltrabajo y el consumo, Toms considera que, aunque sea necesario trabajar duro, esto ya noalcanza para progresar econmicamente, pues la fbrica presenta un limitado horizonte deoportunidades. La capacitacin y la formacin profesional aparecen entonces como el nicomedio a partir del cual hoy se torna posible dar el gran salto y abandonar la fbrica: Yotengo compaeros ac en la fbrica, porque cuando yo entr a trabajar, yo los conoca porquehay un muchacho que tambin es hijo de un muchacho que trabaja ac y l me deca: Pero,vas a estudiar y trabajar?. Mir, Rodrigo, le digo, vos sos tcnico mecnico, hacte uncursito de mecnica automotriz, electricidad y todo lo que tiene que ver con el auto y vas a verque si pons un tallercito por ms modesto que sea, vas a tener tu laburo, est bien, no vas aestar seguro como en una fbrica, pero vos vas a ser jefe, patrn, obrero y no vas a tener nadieque te moleste, y bueno y sigui mis consejos y empez a estudiar. Vemos tambin que enToms contina intacta la confianza en el cuentapropismo, que constituy efectivamente unasalida positiva hasta comienzos de los aos 80 (Palomino y Schvarzer, 1995).

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    La vida de Toms est estructurado en torno del estudio y el trabajo. A pesar de que suspadres estn en condiciones de mantenerlo mientras estudia, Toms, que es hijo nico, se haimpuesto una rutina agotadora: entra a trabajar a las cinco de la maana en una fbrica medianade Quilmes, de la cual sale a las quince. A las diecisiete toma el mnibus para ir hasta laUniversidad Nacional de La Plata, donde est cursando la carrera de Economa y recin regresaa la casa de sus padres hacia la medianoche. A diferencia de otros trabajadores, l noexperimenta ninguna contradiccin entre el universo social de origen (reflejado en la fbrica,pero tambin asociado a los oficios que le ense su padre) y el universo de llegada (lasaspiraciones educativas y el trabajo independiente), a partir de lo cual se autoposiciona connaturalidad dentro de los sectores medios.

    Cierto es que un trabajador como Toms apenas suscita la animosidad de los militantescrticos pertenecientes a la generacin intermedia. Indiferente, aunque respetuoso de lastradiciones obreras, joven despolitizado, aunque dispuesto a acompaar reclamos sindicales ymovilizaciones; solidario, pero tal vez un poco condescendiente en el trato con los compaerosms humildes y poco calificados, buen trabajador, pero rebelde y poco respetuoso de lasjerarquas internas, todos saben que Torns, aunque es hijo de Santiago, se que trabaja desdehace treinta y cinco aos en la empresa, slo est de paso por la fbrica y tiene su lugar enotro lado.

    El joven trabajador tribal

    Por supuesto que son muchos ms los que siguen dentro de la fbrica que los queestn con un pie afuera, como Toms, gracias a la obtencin de credenciales educativas. Lamayora de los jvenes que trabajan en la fbrica automotriz en la cual centra prioritariamentesus actividades sindicales Carlos slo poseen el nivel primario de instruccin o tienen elsecundario incompleto.9 Aunque son conscientes de que el horizonte de posibilidades laboralesse ha reducido considerablemente, no han llegado a la fbrica para quedarse. Por lo general, latentacin de realizar un buen arreglo es mayor que el temor al desempleo. El trabajo espercibido desde una ptica individualista y con un rol netamente instrumental: ya no estampoco el medio privilegiado para alcanzar un lugar en la sociedad sino slo un medio paraobtener dinero y satisfacer determinadas necesidades de consumo (la vestimenta, la salida conlos amigos, la msica). Es contra stos que la generacin intermedia desliza amargos reclamosen nombre de identidades colectivas (los trabajadores o los obreros) y de tradicionessindicales y polticas (la memoria del primer gobierno de Pern, pero sobre todo las luchasobreras de las ltimas dcadas).

    Para ilustrar esta postura, hemos elegido el testimonio de Roque, un operario calificado-especializado de veinticuatro aos que trabaja desde hace cuatro en la citada empresaautomotriz. Como tantos otros jvenes de su generacin, para Roque la poltica es unadimensin sucia y corrupta de la realidad social, considerada corno irrelevante desde elpunto de vista de sus vivencias cotidianas; el sindicato, que tiende a ser confundido con la obrasocial, poco serio en sus respuestas a las verdaderas necesidades de los trabajadores,mentiroso y en algunos casos, vendido a la patronal, orientado exclusivamente al logro desus propios intereses. Para los delegados ms militantes, Roque no slo es el caso tpico deljoven trabajador dscolo y despolitizado que se afilia y desafilia al sindicato segn el malhumor del momento, que hace un buen arreglo con la patronal y despus espera una nueva

    9 En esa planta automotriz, del total del personal jornalizado (entre los que se incluyen los administrativos), slo el22% tiene estudios tcnicos completos, el 17% ha completado el bachillerato, el 5%, estudios comerciales, y el46% slo tiene la escuela primaria completa. Informacin suministrada por la administracin de la fbrica,marzo de 1998.

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    oportunidad para reingresar a la planta. Es, sobre todo, un caso extremo de subversinidentitaria para aquellos que intentan imponer el viejo modelo del trabajador metalrgico. Enefecto, Roque, que no niega sus races sociales ni proyecta un ascenso social a partir delafianzamiento de una identidad profesional, comete el peor de los pecados posibles: reivindicapara s una identidad tribal.

    As, apenas le preguntamos con qu tipo de gente establece relaciones, Roque responde:Yo convivo hoy, porque yo soy muy cambiante, yo estaba con unos pibes que yo les digocabeza de cumbia, a la gente que escucha cumbia. Porque yo... en el heavy vos seleccions ala gente segn la msica que escucha. Vos decs me junto con los cumbia, pero est todobien. Con los cumbia ya no me trato ms, no es que estoy peleado. Una vez me pele yentonces no los trat ms. Despus tengo gente mayor que yo, menor que yo, de mi mismaedad, gente heavy, gente no heavy. La gente que junto hoy por hoy es as como yo. Eluniverso relacional de Roque es una suerte de comunidad emocional en la cual se gestan, seafirman y cambian las identidades, cada vez ms fragmentarias, relativas y flotantes en el senode diferentes tribus urbanas. A pesar de la inestabilidad y el carcter cambiante que seautoatribuye, Roque cuenta con un grupo de referencia, los heavy rock, los que parecengarantizarle una identidad tribal relativamente estable.10 Contina Roque: Nosotros le decimosla tribu, porque somos todos iguales, nosotros decimos que no somos tan... cmo se dice,cuando diferencias una gente de otra. Pero somos los que ms diferenciamos, tipo racista.Somos tipo racista nosotros. Yo veo un tipo que est conmigo y usa pantaln ancho y le digo:Che, loco, por qu uss pantaln ancho si a vos no te gusta. Si vos sos como sos, vestte comosos. Roque sonre mientras nos muestra los numerosos tatuajes que cubren su cuerpo y noshabla del atuendo que lo identifica como heavy (pantalones camuflados, remeras negrasdibujadas), aparentemente sin reparar que aquello que nos est sealando es el overol azul quecomparte con los otros trabajadores...

    El caso de Roque ilustra la apelacin a una definicin identitaria a travs de losconsumos culturales, que termina por disolver aquellos escasos elementos que remiten a unacultura popular peronista y a una conciencia obrera como ejes posibles desde los cualesorganizar una representacin colectiva del trabajo y de la identidad social. Entre aquellasfuerzas que han contribuido a la transformacin de las actitudes de los jvenes trabajadores sehallan los medios masivos de comunicacin y la consolidacin de un mercado global. Elparadigma antiguo del trabajador metalrgico -real o imaginario, poco importa- se deshacecompletamente ante la mirada indignada e impotente de delegados y sindicalistas.

    Ahora bien, la construccin de una identidad positiva ms voltil, asociadaprimariamente al consumo de la msica, nos coloca frente a la problemtica de las subculturasjuveniles, cuyas consecuencias transformadores atraviesan transversalmente la sociedad, porencima de las pertenencias sociales u orgenes especficos de clase. Esta transversalidadinquietante constituye, sin duda la base de uno de los grandes temores que asaltan a losguardianes del viejo modelo del trabajador metalrgico. En efecto, es probable que el estilo devida de Roque se separe enormemente de aquel que desarroll su padre, un ex polica peronista,o de Alfredo, nuestro militante sindical histrico, y se halle ms cerca de un joven que vive enuna gran metrpoli como Pars, Tokio o So Paulo, con quienes es capaz de compartir ununiverso expresivo en el cual se mezclan amores y rechazos que definen un ncleo vitalsimilar: gustos musicales y vestimentas comunes, el lenguaje de los sentimientos y de lasemociones, el rotundo desprecio por la poltica y los polticos, entre otros tpicos. Sin embargo,sera de una extrema simplificacin concluir que la difusin de fenmenos socialestransversales a travs de una industria cultural global implique un proceso de desdiferenciacinsocial. Al contrario, la tendencia pareciera indicar que estas prcticas sociales y culturales estn

    10 Lo cual se opone a la visin de Maffessoli, para quien uno de los rasgos caractersticos de las tribusurbanas seria el de revolotear de un grupo a otro (1988: 140).

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    en el origen de nuevas estrategias de distincin (y de discriminacin) entre diferentes grupossociales. Por ejemplo, Roque no circula por diferentes espacios sociales sino slo por aquellosque le permite su propia posicin en la estructura social, ms all de que pueda coincidir enconsumos culturales con jvenes de sectores ms encumbrados. Sus compaeros de tribu sonas como yo. Desocupados muchos, algunos estudiantes, algunas subocupados, que sos son lamayora. De los que tienen trabajo fijo soy yo. Uno recibe una pensin. No una pensin, esostrabajos bonaerenses que salieron de 200 pesos mensuales. Despus, hay tres o cuatro que sonestudiantes y despus los dems son subocupados. Roque revolotea otras tribus, perosiempre dentro de un nico universo social: Y as conocimos gente de otros barrios, que yo yaconoca, dej de conocer y los volv a conocer. Todos de clase baja, como yo. Nos juntamostodos de vuelta y con gente de otros barrios somos todos una gran tribu. Porque somos genteque tenemos los mismos pensamientos, los mismos gustos musicales. Aunque nos gusta elheavy pero no las mismas bandas. Nosotros decimos que es como una tribu o una brigada oalgo por el estilo. De los sectores medios lo separan una posicin y una funcin en laestructura social (me levanto a las cuatro de la maana para ir a laburar),11 pero tambin losespacios de diversin (no comparto discoteca como comparten ellos, los que tienen un pocoms que yo), la vestimenta, entre otros. Por otro lado, Roque todava conserva trazas delorgullo metalrgico: Siempre me gust lo que es chapero, as que metalrgico me gusta.Aparte es mejor sueldo, es uno de los mejores pagos. Aparte yo cuando estudiaba, estudiabatcnico, porque me gustaba, me gustaba ser electromecnico, tcnico mecnico. Siempre megustaba el fierrero. Ms an, cmo no ver una suerte de afinidad electiva entre el trabajometalrgico (el fierrero) y el tipo de msica que Roque escoge (el rock metlico y pesado),que le sirve de base para la construccin de una nueva identidad?

    En suma: el trabajo, para Roque. es todava un lugar desde el cual se perciben lasdivisiones sociales, pero ya no estructura, como antao, una identidad en trminos colectivos,A cambio de ello, van cobrando singular importancia los modos de apropiacin diferencial deciertos objetos de consumo (gustos musicales, vestimentas, discotecas), circunscriptos adeterminados espacios sociales (la clase baja), que a su vez se traducen en nuevos conflictossimblicos (Bourdieu, 1988), contribuyendo, de esta manera, a la renovacin de losmecanismos de clasificacin y reclasificacin constante de los grupos sociales en el seno deuna estructura social.

    Conclusin

    En una palabra, un fenmeno histrico nunca puede ser explicado en su totalidad fuera del estudio de susmomentos. Esto es cierto de todas las etapas de la evolucin. De la etapa en que vivimos como de todaslas dems. Ya lo dijo el proverbio rabe antes que nosotros: Los hombres se parecen ms a su tiempoque a sus padres.

    MARC BLOCH, Introduccin a la historia

    Hace un par de dcadas, el historiador britnico Richard Hoggart describi en Lacultura obrera en la sociedad de masas (1990) el proceso por el cual la cultura popular urbanaexistente en Inglaterra estaba siendo destruida y reemplazada por una cultura urbana de masas,

    11 Roque sigue conservando una fuerte percepcin de las divisiones socioeconmicas a travs del trabajo:as nos contaba, refirindose a otra persona que trabaja en la planta: Es el hijo de uno de los capos, que andadando vueltas por ah. Con una carpetita controlando las carroceras, cmo van, cmo no van. Creo que debe serclase media porque el padre tiene un muy buen vivir y nada ms. No creo que sea alta. Pero yo, si fuera l, no melevantara a las cuatro y media de la maana para venir a laburar ac.

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    estimulada por medios de comunicacin eficaces, centralizados y globales, una cultura menossana que la que procuraba sustituir. A pesar de la existencia de un populismo de tinteobrerista, en la Argentina carecemos de una cultura obrera clasista comparable a la inglesa,cuyos orgenes y desarrollo fueron trazados en toda su complejidad por la tradicin de lahistoria social britnica12 y cuya crisis y descomposicin posthatcherista el cine social de esepas nos muestra hoy en da con dramtica elocuencia.

    Durante dcadas el peronismo fue el lenguaje poltico que estructur la experienciasubjetiva de los sectores populares. Desde 1945, pasando por el largo perodo de proscripcinpoltica y aun durante los aos 80, con la primera gran derrota electoral del Partido Justicialista,el peronismo continu siendo en los sectores populares una estructura activa que posea lacapacidad de organizar la experiencia cotidiana, a la vez poltica y privada. La afirmacin de unsentimiento de dignidad personal encontraba su correlato en un gobierno cuyas polticaspblicas se orientaban a la integracin econmico-social de las clases trabajadoras. En estesentido, el peronismo canaliz tambin una dimensin obrerista y contracultural, expresadaentre otras cosas por la valoracin del mundo del trabajo (sobre todo del trabajador industrial),por el desprecio de los no-trabajadores, la nostalgia del esplendor populista y la proliferacinde expresiones iconoclastas en el lenguaje popular (James: 1990).

    Ahora bien, aun cuando es entre los trabajadores metalrgicos entre los cuales esposible hallar ciertos elementos comunitarios y clasistas de la conciencia obrera en laArgentina, su debilidad relativa hace improbable una primaca de la conciencia clasista sobreotras dimensiones. La existencia de una inmigracin extranjera, pero sobre todo de unamigracin interna, y la ausencia de verdaderas familias obreras (esto es, dos o msgeneraciones socializadas en una conciencia clasista) no permitieron su verdaderaconsolidacin. Por otro lado, desde una mirada retrospectiva, la brevedad histrica de la faseindustrialista en la Argentina hace posible que hoy podamos leer esta experiencia de lostrabajadores ms antiguos slo como un parntesis entre dos generaciones. En fin, la existenciade una importante movilidad geogrfica y profesional, as como la fuerte impronta delimaginario propio de las clases medias, impidieron el nacimiento de una verdadera comunidadpopular, con un estilo de vida propio, esto es, la constitucin de un grupo social cerrado yaltamente combativo, como en el caso paradigmtico de la clase obrera inglesa. En este sentido,la experiencia de los trabajadores metalrgicos no se emplaza ni en una conciencia de clasedura ni en una dimensin comunitaria fuerte, una y otra estn diluidas dentro de unaidentidad ms laxa, definida a la vez por lo poltico y por el consumo. Hoy podernos evocar suantigua articulacin a travs de la separacin actual de estos ejes, elocuentemente ejemplificadapor Alfredo y Antonio: el primero encarna cabalmente al militante sindical histrico peronista;el segundo, al trabajador industrial fuertemente asimilado al estilo de vida propio de las capasmedias.

    Durante muchos aos, a causa, entre otras cosas, de la proscripcin poltica delperonismo, se registr una fuerte articulacin entre los sectores sindicales y los sectoresurbanos. Los recuerdos de tal articulacin se perciben tanto en Alfredo como en Antonio, puesen ambos la afirmacin de la ciudadana social se entrelaza de manera indisociable con elrecuerdo de las luchas sociales y el rol central de los sindicatos a lo largo del perodo deexclusin poltica del peronismo. Las prcticas sociales estuvieron fuertemente marcadas (ysubordinadas) a una conciencia endurecida por luchas histricas y persecuciones polticas, loque llev a reforzar an ms la creencia en la existencia de identidades sociales opuestas. Comoconsecuencia de este proceso, debido al peronismo y sus avatares mayores, las identidadespolticas fueron pensadas en trminos claramente esencialistas.

    12 Vase, adems de Hoggart (1990). los trabajos de E.P. Thompson (1977), G. Stedman Jones (1989) y R.Samuel (1984).

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    En la actualidad, el peronismo ya no da cuenta, como en el pasado, de gran parte de laexperiencia pblica y privada de los sectores populares urbanos. Por supuesto, la prdida dealgunas de las dimensiones que sintetizaba la experiencia peronista se presenta tambin comoun correlato de la heterogeneidad creciente de los sectores populares, resultado de los cambiosque la estructura social argentina sufri en el ltimo cuarto de siglo. De este modo, el quiebredel mundo obrero da cuenta del carcter entrpico del peronismo. A la sombra de esa fracturase percibe con mejor dramatismo la distancia existente entre la visin estructurado de losmilitantes y aquella ms difusa y renuente de los trabajadores del sector. En aquellostrabajadores en los cuales las representaciones sociales estn fuertemente definidas por lamilitancia gremial, convergen y se entremezclan de manera casi indisociable la afirmacin deuna identidad poltica, una tradicin sindical, el orgullo de ser metalrgico y la defensa de lacultura del trabajo. Pero si la defensa de este modelo no parece plantear grandes dificultadespara un viejo militante histrico (como es el caso de Alfredo, quien puede proyectarse sobre elpresente poltico desde la accin pasada, con la tranquilidad de la tarea cumplida), esta ltimano aparece nada fcil para aquellos militantes que componen la generacin intermedia, muchosde los cuales fueron socializados en la antigua cultura poltica y antes del quiebre de latradicin obrera. La accin de estos ltimos se emplaza entre el abismo que separa dosuniversos sociales y culturales: as, la oposicin entre viejos y jvenes reenva menos a losefectos de una supuesta (y por dems siempre existente) ruptura generacional que al final deuna poca que indica el debilitamiento y la desaparicin de los marcos sociales y culturales delantiguo mundo obrero.

    Si bien no nos hemos detenido en ellas, las transformaciones que afectan al sectorindustrial y repercuten en los trabajadores son mltiples, tanto polticas, econmicas,tecnolgicas como sociales. Ahora bien, el ingreso acelerado a un modelo caracterizado por laflexibilizacin econmica y la precarizacin laboral ha tenido menos Impacto en aquellosviejos trabajadores metalrgicos en actividad, que se hallan protegidos por el antiguo marcoregulatorio. Y aunque tambin hayan registrado una cada social comparado con otras pocasmejores, lo cual repercute negativamente en su capacidad de consumo, todava mantienen casiintactos sus derechos sociales, protegidos por las antiguas convenciones colectivas. Estasituacin de privilegio contrasta con aquella que padecen otros trabajadores, especialmentelos ms jvenes, quienes a causa de los contratos promovidos y a su escaso nivel deinstruccin, tienen grandes posibilidades de entrar en una creciente zona de vulnerabilidadsocial. Ms an, la desvinculacin del trabajo asalariado con las aspiraciones de movilidadsocial ha puesto en entredicho el imaginario del progreso econmico, cuya importancia en lossectores obreros industriales no debe ser minimizada.

    De esta crisis dan cuenta los jvenes trabajadores, quienes desarrollan una relacininstrumental con el trabajo y parten de una evaluacin negativa de las posibilidades econmicasy sociales que presenta el mbito laboral. Adems de todos los obstculos enumerados antes,los jvenes ingresan al mercado laboral en una poca en la cual el debilitamiento del peronismoen la cultura popular coexiste con la fuerte afirmacin de una cultura de masas comandada porun mercado globalizado. Al debilitamiento de los clivajes polticos le sucede la cada de lasantiguas estrategias de distincin cultura. Como sintetiza con extrema lucidez Mario: Ya noexiste esa discusin si es peronista o radical. Esa diferencia no existe. Sos radical, peronista, deBoca o de River [...]. Porque el hecho de ser de River no significa que sea de clase alta, o elhecho de escuchar cumbia no hace que sea de clase baja. Son temas que ya no dividen.

    Sin embargo, a pesar de que es posible observar una enorme transgresin de losantiguos cdigos sociales y culturales, a pesar del debilitamiento de los clivajes polticostradicionales, de la crisis y el derrumbe de una ya de por s dbil cultura obrera y popular, estono significa que las nuevas formas de la cultura urbana de masas dejen de ser un lugar deproduccin de nuevos conflictos simblicos y estrategias de distincin entre las diferentesclases sociales.

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    Hemos entrado en una poca en la cual el proceso de construccin de las identidadespersonales y sociales ha sufrido cambios considerables. La Argentina no es una excepcin enello. La crisis del peronismo y el quiebre del mundo obrero nos han permitido leer este procesodesde una de las perspectivas posibles, aunque no la nica. A la sombra de la crisis delperonismo y sus dificultades de transmisin generacional en el mundo obrero pudimosadentrarnos en una de las problemticas mayores de la poca moderna: el fin de las identidadesfuertes y el ingreso a una era en la cual las identidades son ms efmeras y parciales, msfragmentarias y menos inclusivas.

    Ms an, durante mucho tiempo la presencia conflictiva del peronismo hizo que en laArgentina las identidades polticas fueran pensadas desde una perspectiva esencialista. Estavisin tena su correlato en aquella otra que afirmaba que las posiciones en la estructura socialy los roles sociales eran los que conformaban y dictaban la identidad de los sujetos. Esta dobleconcepcin por la cual se estableca la correspondencia unvoca entre lo poltico y lo social, porun lado, y las realidades objetivas dictaban las percepciones subjetivas, por el otro, ha sufridonumerosos cuestionaniientos, tericos y prcticos. La vieja generacin de trabajadoresmetalrgicos, sobre todo, en la figura de los militantes sindicales, ejemplifica claramente ladoble correspondencia que acabamos de sealar: una identidad fuertemente estructurado desdelo poltico, en donde lo personal y lo social aparecen inextricablemente unidos, expresada atravs de compromisos polticos totales"; una identidad personal centrada en el mundo deltrabajo y los roles sociales.

    El conjunto de actitudes ambivalentes que hemos registrado en la generacin intermediada cuenta de la crisis de este modelo identitario, vivido todava con el dramatismo que suponela conciencia de su desgarramiento, de las tensiones que produce la separacin cada vez msvisible entre los modelos anteriores, la realidad presente y sus vivencias subjetivas. Sinembargo, a pesar de que la referencia a la poltica constituye el punto de partida de unamilitancia activa, las divisiones ya no son concebidas en trminos esencialistas, a pesar de laimportancia asignada al mundo del trabajo, los roles sociales son pensados de manera msaleatoria. Por ltimo, en las generaciones ms jvenes percibimos claramente, como un hechoconsumado, el fin de toda referencia a lo poltico. Los modelos que cobran importancia en losprocesos de construccin de las identidades se distancian de los roles sociales y profesionales.(con los cuales se establece una relacin instrumental) y remiten cada vez ms a nuevosregistros de sentido centrados en l primado del individuo, en la cultura del yo y en losconsumos culturales, fomentados por las subculturas juveniles. Las identidades personales nose desprenden como una consecuencia o una prolongacin de identidades sociales mayores ocolectivas. Por encima de los temores de los viejos trabajadores y por debajo de los prejuiciosideolgicos de la generacin intermedia de militantes, comienza a cristalizarse en los obrerosms jvenes una tendencia a reflejarse en identidades ms fragmentarias y voltil, concompromisos ms parciales, con orientaciones ms dispersas, ms definidas por los consumosculturales, pero nunca completamente desencastradas de una matriz conflictiva de relacionessociales.