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11de febrero Jornada mundial del enfermo UNER Barcelona Excursión eucarística Permanecer oculto Cartelera recomendada Figuras que transmiten la fe Entrevista a Diana, escultora del retablo de la parroquia San Manuel González

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11 de febreroJornada mundial del enfermo

UNER BarcelonaExcursión eucarística

Permanecer ocultoCartelera recomendada

Figuras que transmiten

la fe

Entrevista a Diana, escultora del retablo de la parroquia San Manuel González

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Editorial: Manuel, Jesús, Antonio, Félix, etc.

Mensaje del papa para la Jornada mundial del enfermo

Catequesis del papa: la santa Misa (XIII)

La liturgia, encuentro con Cristo

Resonancias en nuestra Iglesia de hoy

Encuentro de jóvenes en Zaragoza

Historias de familia

Actividad formativa

Vida FER en el mundo: Barcelona

Palabras de santo

El Evangelio a la lámpara del Sagrario

Orar con el obispo del Sagrario abandonado

Cartelera recomendada

Con mirada eucarística

Cordialmente, una carta para ti

Conoce y vive

Familia Eucarística Reparadora

Desde la fe

Sum

ario

33 Lectura sugeridaAbrirse a la presencia

de Dios vivo26Bienaventurados...Orar con el obispo del Sagrario abandonado

10La liturgia, encuentro con Cristo

De Oriente viene la luzRevista y editorial fundadas por

san Manuel González Garcíaen 1907

Edita:Misioneras Eucarísticas de NazaretTutor, 15-17, 28008 - MADRIDTfno.: 915 420 887E-mail: [email protected]

Imprime:Gráficas AcerinoISSN: 2340-1214Depósito Legal: M-12242-2016

En portada: Diana, escultora responsable de la construcción del retablo de la parroquia San Manuel Gónzález, de San Sebastián de los Reyes, Madrid.

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Mª aYelén orTega lo PresTi

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aurora Mª lóPez Medina

Mª del carMen ruiz izquierdo

lucrecio serrano Pedroche

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EDITORIALManuel, Jesús,

Antonio, Félix, etc.

P uede parecer la lista de nombres entre los que elegir para un bebé o un niño próxi-mo a nacer pero no es así. Son algunos de

los nombres que se le impusieron a san Ma-nuel González el 28 de enero de 1877, tres días después de nacer, en la iglesia de San Bartolo-mé, en Sevilla, durante su Bautismo. El nom-bre completo era Manuel Jesús de la Purísima Concepción, Antonio Félix de la Santísima Tri-nidad, lo que eleva enormemente la cantidad de personas que pueden decir que llevan el mismo nombre de nuestro estimado fundador.

A finales del siglo XIX, y por muchas déca-das más, fue costumbre imponer varios nom-bres a quienes se bautizaban ya que, de esta forma, se los ponía bajo la protección y cuida-do de los santos que habían llevado ese nom-bre. Actualmente, en la mayoría de países no es tan usual dar más de uno (o dos) nombres a los recién nacidos. El Catecismo de la Iglesia Católica recuerda, al respecto, que gracias a la invocación del nombre de Dios (Padre, Hijo y Espíritu Santo) recibimos el Bautismo y que, de esta forma el bautizado es santificado y re-cibe su nombre en la Iglesia. «Puede ser el nom-bre de un santo, es decir, de un discípulo que vivió una vida de fidelidad ejemplar a su Se-ñor. Al ser puesto bajo el patrocinio de un san-to, se ofrece al cristiano un modelo de caridad y se le asegura su intercesión. El “nombre de Bautismo” puede expresar también un miste-rio cristiano o una virtud cristiana» (n. 2.146).

El nombre, nuestro nombre, es mucho más que una tarjeta identificativa. Mientras que en el ámbito civil además del nombre necesita-mos un número (de documento) que permite que seamos más fácilmente reconocibles, en nuestro ser hijos de Dios, nuestro nombre es único e irrepetible. «El nombre que hemos re-cibido es un nombre de eternidad. En el reino

de Dios, el carácter misterioso y único de ca-da persona marcada con el nombre de Dios brillará a plena luz», afirma el Catecismo (n. 2159), porque toda persona es sagrada y Dios la conoce de forma íntima y personal.

Esto ayuda a comprender la vocación en la Iglesia. Dios llama al escogido, por su nombre. Seguramente se nos vienen a la memoria in-contables pasajes bíblicos en el que Dios lla-ma para encomendar una misión: «Moisés, Moi-sés [...] anda, que te envío al faraón» (Ex 3,4. 10); «Samuel, Samuel [...] Comunícale...» (1Sam 3,4. 11); «Zaqueo, baja aprisa, pues hoy tengo que hospedarme en tu casa» (Lc 19,5). Pero, más aún, es bueno, necesario e importante, re-cordar nuestra vocación, es decir, aquellos mo-mentos en los que Dios nos ha llamado por nuestro nombre y nos ha encomendado una misión. No se trata de haber tenido revelacio-nes o visiones. El Bautismo (recordemos o no el instante debido a la edad en que lo recibi-mos) es el primer momento en que Dios nos llama por nuestro nombre y, al hacerlo, nos confirió una dignidad nueva, la de hijos de Dios, salvados y resucitados en su Hijo.

Pero en nuestra vida siempre, sin excepcio-nes, ha habido momentos en que Dios nos ha llamado por nuestro nombre, nos ha cuidado, nos ha indicado una misión, ha encaminado nuestros pasos. ¡Qué importante recordar siem-pre estos momentos! Son esos recuerdos, esas vivencias, las que dan verdadero sentido a nues-tra vida, las que explican las alegrías y justifi-can los sufrimientos. Quizás pensemos que nuestro nombre pueda haber sido producto de la elección unipersonal de nuestros padres. En realidad, es Dios mismo quien ha actuado en ellos, por ellos y con ellos para poder decirnos a cada uno: «Tú eres mi hijo» y llenarnos de su amor. »

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Jornada Mundial del Enfermo

E l papa Francisco, en su Mensaje con esta ocasión, ha señalado que «la alegría del don gratuito

es el indicador de la salud del cristia-no». Además, «los gestos gratuitos de donación, como los del Buen Sa-maritano, son la vía más creíble para la evangelización», vocación inelu-dible de todo bautizado. A continua-ción ofrecemos el texto completo.

 Queridos hermanos y hermanas: «Gratis habéis recibido; dad gratis» (Mt 10,8). Estas son las palabras pro-nunciadas por Jesús cuando envió a los apóstoles a difundir el Evangelio, para que su Reino se propagase a tra-vés de gestos de amor gratuito.

Con ocasión de la XXVII Jornada Mundial del Enfermo, que se celebra-rá solemnemente en Calcuta, India,

el 11 de febrero de 2019, la Iglesia, como Madre de todos sus hijos, so-bre todo los enfermos, recuerda que los gestos gratuitos de donación, co-mo los del Buen Samaritano, son la vía más creíble para la evangelización. El cuidado de los enfermos requiere profesionalidad y ternura, expresio-nes de gratuidad, inmediatas y senci-llas como la caricia, a través de las cua-les se consigue que la otra persona se sienta querida.

Darse a sí mismoLa vida es un don de Dios –y como advierte san Pablo–: «¿Tienes algo

«Gratis habéis recibido; dad gratis»

El próximo 11 de febrero, memoria litúrgica de la Virgen de Lourdes, la Iglesia celebrará la 27ª Jornada Mundial del Enfermo, que este año tendrá por lema la cita bíblica: «Gratis habéis recibido; dad gratis» (Mt 10,8), y que se celebrará a nivel internacional en Calcuta (India).

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que no hayas recibido?» (1Co 4,7). Precisamente porque es un don, la existencia no se puede considerar una mera posesión o una propiedad pri-vada, sobre todo ante las conquistas de la medicina y de la biotecnología, que podrían llevar al hombre a ceder a la tentación de la manipulación del árbol de la vida (cf. Gn 3,24).

Frente a la cultura del descarte y de la indiferencia, deseo afirmar que el don se sitúa como el paradigma ca-paz de desafiar el individualismo y la contemporánea fragmentación social, para impulsar nuevos vínculos y di-versas formas de cooperación huma-na entre pueblos y culturas. El diálo-go, que es una premisa para el don, abre espacios de relación para el cre-cimiento y el desarrollo humano, ca-paces de romper los rígidos esquemas del ejercicio del poder en la sociedad.

La acción de donar no se identifi-ca con la de regalar, porque se define solo como un darse a sí mismo; no se puede reducir a una simple transfe-rencia de una propiedad o de un ob-jeto. Se diferencia de la acción de re-galar precisamente porque contiene el don de sí y supone el deseo de es-tablecer un vínculo. El don es ante to-do reconocimiento recíproco, que es el carácter indispensable del vínculo social. En el don se refleja el amor de Dios, que culmina en la encarnación del Hijo, Jesús, y en la efusión del Es-píritu Santo.

Dependencia y solidaridadCada hombre es pobre, necesitado e indigente. Cuando nacemos, necesi-tamos para vivir los cuidados de nues-tros padres, y así en cada fase y etapa de la vida; nunca podremos liberar-

nos completamente de la necesidad y de la ayuda de los demás, nunca po-dremos arrancarnos del límite de la impotencia ante alguien o algo.

También esta es una condición que caracteriza nuestro ser criaturas. El justo reconocimiento de esta ver-dad nos invita a permanecer humil-des y a practicar con decisión la soli-daridad, en cuanto virtud indispen-sable de la existencia.

Esta conciencia nos impulsa a ac-tuar con responsabilidad y a respon-sabilizar a otros, en vista de un bien que es indisolublemente personal y común. Solo cuando el hombre se concibe a sí mismo, no como un mun-do aparte, sino como alguien que, por naturaleza, está ligado a todos los de-más, a los que originariamente sien-te como hermanos, es posible una praxis social solidaria orientada al bien común.

No hemos de temer reconocernos como necesitados e incapaces de pro-curarnos todo lo que nos hace falta, porque solos y con nuestras fuerzas no podemos superar todos los lími-tes. No temamos reconocer esto, por-que Dios mismo, en Jesús, se ha incli-nado (cf. Flp 2,8) y se inclina sobre nosotros y sobre nuestra pobreza pa-ra ayudarnos y regalarnos aquellos bienes que por nosotros mismos nun-ca podríamos tener.

Reflejar el amor de DiosEn esta circunstancia de la solemne celebración en la India, quiero recor-dar con alegría y admiración la figu-ra de la santa Madre Teresa de Calcu-ta, un modelo de caridad que hizo vi-sible el amor de Dios por los pobres y los enfermos.

Como dije con motivo de su ca-nonización, «Madre Teresa, a lo lar-go de toda su existencia, ha sido una generosa dispensadora de la miseri-cordia divina, poniéndose a disposi-ción de todos por medio de la acogi-da y la defensa de la vida humana, tan-to la no nacida como la abandonada

y descartada. […] Se ha inclinado so-bre las personas desfallecidas, que mueren abandonadas al borde de las calles, reconociendo la dignidad que Dios les había dado; ha hecho sentir su voz a los poderosos de la tierra, pa-ra que reconocieran sus culpas ante los crímenes […] de la pobreza crea-da por ellos mismos. La misericordia ha sido para ella la sal que daba sabor a cada obra suya, y la luz que ilumi-naba las tinieblas de los que no tenían ni siquiera lágrimas para llorar su po-breza y sufrimiento. Su misión en las periferias de las ciudades y en las pe-

riferias existenciales permanece en nuestros días como testimonio elo-cuente de la cercanía de Dios hacia los más pobres entre los pobres» (Ho-milía, 4/9/2016).

Espiritualidad del Buen samaritanoSanta Madre Teresa nos ayuda a com-prender que el único criterio de ac-ción debe ser el amor gratuito a to-dos, sin distinción de lengua, cultu-ra, etnia o religión. Su ejemplo sigue guiándonos para que abramos hori-zontes de alegría y de esperanza a la

humanidad necesitada de compren-sión y de ternura, sobre todo a quie-nes sufren.

La gratuidad humana es la levadu-ra de la acción de los voluntarios, que son tan importantes en el sector so-cio–sanitario y que viven de manera elocuente la espiritualidad del Buen Samaritano. Agradezco y animo a to-das las asociaciones de voluntariado que se ocupan del transporte y de la asistencia de los pacientes, aquellas que proveen las donaciones de san-gre, de tejidos y de órganos.

Un ámbito especial en el que vues-tra presencia manifiesta la atención de la Iglesia es el de la tutela de los de-rechos de los enfermos, sobre todo de quienes padecen enfermedades que requieren cuidados especiales, sin olvidar el campo de la sensibiliza-ción social y la prevención. Vuestros servicios de voluntariado en las es-tructuras sanitarias y a domicilio, que van desde la asistencia sanitaria has-ta el apoyo espiritual, son muy im-portantes. De ellos se benefician mu-chas personas enfermas, solas, ancia-nas, con fragilidades psíquicas y de movilidad.

Os exhorto a seguir siendo un sig-no de la presencia de la Iglesia en el mundo secularizado. El voluntario es un amigo desinteresado con quien se puede compartir pensamientos y emo-ciones; a través de la escucha, es ca-paz de crear las condiciones para que el enfermo, de objeto pasivo de cui-dados, se convierta en un sujeto acti-vo y protagonista de una relación de reciprocidad, que recupere la espe-ranza, y mejor dispuesto para aceptar las terapias. El voluntariado comuni-ca valores, comportamientos y esti-los de vida que tienen en su centro el fermento de la donación. Así es co-mo se realiza también la humaniza-ción de los cuidados.

Cultura de la gratuidadLa dimensión de la gratuidad debe-ría animar, sobre todo, las estructu-

ras sanitarias católicas, porque es la lógica del Evangelio la que cualifica su labor, tanto en las zonas más avan-zadas como en las más desfavoreci-das del mundo. Las estructuras cató-licas están llamadas a expresar el sen-tido del don, de la gratuidad y de la solidaridad, en respuesta a la lógica del beneficio a toda costa, del dar pa-ra recibir, de la explotación que no mira a las personas.

Os exhorto a todos, en los diver-sos ámbitos, a que promováis la cul-tura de la gratuidad y del don, indis-pensable para superar la cultura del beneficio y del descarte. Las institu-ciones de salud católicas no deberían caer en la trampa de anteponer los in-tereses de empresa, sino más bien en proteger el cuidado de la persona en lugar del beneficio. Sabemos que la salud es relacional, depende de la in-teracción con los demás y necesita confianza, amistad y solidaridad, es un bien que se puede disfrutar «ple-namente» solo si se comparte. La ale-gría del don gratuito es el indicador de la salud del cristiano.

Os encomiendo a todos a María, Salus infirmorum. Que ella nos ayude a compartir los dones recibidos con espíritu de diálogo y de acogida recí-proca, a vivir como hermanos y her-manas atentos a las necesidades de los demás, a saber dar con un cora-zón generoso, a aprender la alegría del servicio desinteresado. Con afec-to aseguro a todos mi cercanía en la oración y os envío de corazón mi Ben-dición Apostólica.

 Vaticano, 25 de noviembre de 2018, Solemnidad de N.S. Jesucristo, Rey del Universo

Papa Francisco

«El buen samaritano». Vincent van Gogh, 1890. Museo Kröller-Müller, Otterlo (Países Bajos).

Abramos horizontes de alegría y de esperanza

a la Humanidad necesitada de

comprensión y ternura

No hemos de temer reconocernos como necesitados e incapaces de procurarnos todolo que nos hace falta

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La santa Misa (XIII)

E vocando el día del Bautismo, el santo padre recordó que ese día se nos entrega el Padrenuestro,

la oración que hace resonar en noso-tros los mismos sentimientos de Cris-to Jesús, pues pasamos a ser hijos en el Hijo. Publicamos a continuación el texto pronunciado en la Audiencia general del 14 de marzo.

Queridos hermanos y hermanas: Continuamos con la catequesis sobre la Santa Misa. En la Última Cena, des-pués de que Jesús tomó el pan y el cá-liz del vino, y dio gracias a Dios, sa-bemos que «partió el pan». A esta acción corresponde, en la Liturgia eu-carística de la Misa, la Fracción del Pan, precedida por la oración que el Señor nos ha enseñado, es decir, por el «Padre nuestro».

Orar como hijosY así comenzamos los ritos de la Co-munión, prolongando la alabanza y la súplica de la Plegaria eucarística con el rezo comunitario del Padre-nuestro. Esta no es una de las muchas oraciones cristianas, sino que es la oración de los hijos de Dios: es la gran oración que nos enseñó Jesús.

De hecho, entregado el día de nues-tro Bautismo, el Padrenuestro hace re-sonar en nosotros esos mismos sen-timientos que estaban en Cristo Je-sús. Cuando nosotros rezamos el Pa-drenuestro rezamos como rezaba Je-sús. Es la oración que hizo Jesús y nos la enseñó a nosotros. Cuando los dis-cípulos le dijeron: «Maestro, enséña-

nos a rezar como tú rezas». Y Jesús rezaba así. ¡Es muy hermoso rezar co-mo Jesús! Formados en su divina en-señanza, nos atrevemos a dirigirnos a Dios llamándolo «Padre», porque hemos renacido como sus hijos a tra-vés del agua y el Espíritu Santo (cf. Ef 1,5).

Ninguno, en realidad, podría lla-marlo familiarmente «Abbà» –«Pa-dre»– sin haber sido generado por Dios, sin la inspiración del Espíritu, como enseña san Pablo (cf. Rom 8,15). Debemos pensar: nadie puede lla-marlo «Padre» sin la inspiración del Espíritu.

Sentirse hijosCuántas veces hay gente que dice «Pa-dre nuestro», pero no sabe qué dice. Porque sí, es el Padre. Pero ¿tú sien-tes que cuando dices «Padre» Él es el Padre, tu Padre, el Padre de la hu-manidad, el Padre de Jesucristo? ¿Tú tienes una relación con ese Padre?

Cuando rezamos el Padrenuestro nos conectamos con el Padre que nos ama, pero es el Espíritu quien nos da ese vínculo, ese sentimiento de ser hi-jos de Dios. ¿Qué oración mejor que la enseñada por Jesús puede dispo-nernos a la Comunión sacramental con Él? Más allá de la Misa, el Padre-nuestro debe rezarse por la mañana y por la noche, en los Laudes y en las Vísperas.

De este modo, el comportamien-to filial hacia Dios y de fraternidad con el prójimo contribuyen a dar for-

ma cristiana a nuestros días. En la ora-ción del Señor –en el Padrenuestro– pedimos el «pan cotidiano», en el que vemos una referencia particular al Pan eucarístico, que necesitamos para vivir como hijos de Dios.

Vivir como hijosImploramos también el «perdón de nuestras ofensas», y para ser dignos de recibir el perdón de Dios nos com-prometemos a perdonar a quien nos ha ofendido. Y esto no es fácil. Per-donar a las personas que nos han ofen-dido no es fácil; es una gracia que de-bemos pedir: «Señor, enséñame a perdonar como tú me has perdona-do». Es una gracia. Con nuestras fuer-zas no podemos: es una gracia del Es-píritu Santo perdonar. Así, mientras nos abre el corazón a Dios, el Padre-nuestro nos dispone también al amor fraternal.

Finalmente, le pedimos nueva-mente a Dios que nos «libre del mal» que nos separa de Él y nos separa de nuestros hermanos. Entendemos bien que estas son peticiones muy adecua-das para prepararnos para la Sagrada Comunión (cf. Instrucción General del Misal Romano, 81). De hecho, lo que pedimos en el Padrenuestro se prolon-ga con la oración del sacerdote que, en nombre de todos, suplica: «Líbra-nos, Señor, de todos los males, danos la paz en nuestros días». Luego reci-be una especie de sello en el rito de

la paz: lo primero, se invoca por Cris-to que el don de su paz (cf. Jn 14,27) –tan diversa de la paz del mundo– ha-ga crecer a la Iglesia en la unidad y en la paz, según su voluntad. Por lo tan-to, con el gesto concreto intercambia-do entre nosotros expresamos «la co-munión eclesial y la mutua caridad, antes de la Comunión sacramental» (IGMR, 82).

En el rito romano, el intercambio del signo de paz, situado desde la an-tigüedad antes de la Comunión, está encaminado a la Comunión eucarís-tica. Según la advertencia de san Pa-blo, no es posible entrar en comunión con el único Pan que nos hace un so-lo cuerpo en Cristo, sin reconocerse a sí mismos pacificados por el amor fraterno (cf. 1Cor 10,16-17; 11,29). La paz de Cristo no puede arraigarse en un corazón incapaz de vivir la fra-ternidad y de recomponerla después

de haberla herido. La paz la da el Se-ñor: Él nos da la gracia de perdonar a aquellos que nos han ofendido.

El banquete de los hijosEl gesto de la paz va seguido de la Fracción del Pan, que desde el tiem-po apostólico dio nombre a la ente-ra celebración de la Eucaristía (cf. IGMR, 83; Catecismo de la Igle-sia Católica, n. 1.329). Cumplido por Jesús durante la Última Cena, el par-tir el Pan es el gesto revelador que permitió a los discípulos reconocer-lo después de su resurrección. Re-cordemos a los discípulos de Emaús, los que, hablando del encuentro con el Resucitado, cuentan «cómo le ha-bían reconocido en la fracción del pan» (cf. Lc 24,30-31.35).

La Fracción del Pan eucarístico está acompañada por la invocación del «Cordero de Dios», figura con

la que Juan Bautista indicó en Jesús al «que quita el pecado del mundo» (Jn 1,29). La imagen bíblica del cor-dero habla de la redención (cf.  Esd 12,1-14; Is 53,7; 1P 1,19; Ap 7,14). En el Pan eucarístico, partido por la vida del mundo, la asamblea orante reconoce al verdadero Cor-dero de Dios, es decir, el Cristo re-dentor y le suplica: «Ten piedad de nosotros... danos la paz».

«Ten piedad de nosotros», «da-nos la paz», son invocaciones que, de la oración del Padrenuestro a la Frac-ción del Pan, nos ayudan a disponer el ánimo a participar en el banquete eucarístico, fuente de comunión con Dios y con los hermanos. No olvide-mos la gran oración: lo que Jesús en-señó, y que es la oración con la cual Él rezaba al Padre. Y esta oración nos prepara para la Comunión.

Papa Francisco

Después de profundizar en el significado de la Plegaria eucarística, como vimos el mes pasado, el papa Francisco se detuvo en la gran oración que recibimos de Jesús –el Padrenuestro– y en la Fracción del Pan.

El Padrenuestro da forma cristiana a nuestra vidaIglesia del Padrenuestro, en Jerusalén, en cuyo claustro se encuentran mosaicos con esta oración decenas de idiomas. Foto: Fallaner.

El Padrenuestro no es una oración más, sino que es la oración de los hijos de Dios

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La liturgia, encuentro con Cristo

S i el Bautismo es iluminación, la Eucaristía es vitalidad. Para ex-presar esta convicción, conteni-

da en el misterio de la cruz, los anti-guos trazaban el signo de la salvación –el madero santo– entrecruzando las palabras FOS y ZOE, «luz» y «vi-da», que son nombres del mismo Cristo (Jn 8,12; 9,5; 11,25; 14,6).

Del Bautismo…El baptisterio fue llamado en griego Fotisterion, es decir, el lugar de la ilu-minación porque al Bautismo o «la-vado se le llama iluminación… en el nombre de Jesucristo» (san Justino). De hecho, en el camino catecumenal hacia el Bautismo, el candidato, vuel-to hacia Occidente, renunciaba a Sa-tanás y a sus implicaciones munda-nas. A esta renuncia (apotaxis) co-rrespondía, como contrapunto, la adhesión a Cristo (sintaxis) mirando hacia Oriente. Las Catequesis de Jeru-salén expresan cómo la profesión de fe cara a Oriente es la contrapartida de la abjuración pronunciada miran-

do a Occidente: «Cuando hayas re-nunciado a Satán y roto el antiguo pacto con el infierno, entonces se abri-rá ante ti el Paraíso de Dios: el mis-mo que Él plantó en Oriente y de don-de fue arrojado nuestro primer padre a causa de su desobediencia. Y tú, pa-ra simbolizar esto, te vuelves de Oc-cidente a Oriente, que es la región de la luz» (I, 9).

Este gesto evoca la expresión lati-na coloquial «¡Ex oriente lux!» (la luz viene por Oriente). En efecto, la etimología de Oriente y Occidente relaciona estas dos palabras con los verbos latinos orior, ortus sum (levan-tarse, salir, vivir) y occido, occasum (caer, declinar, morir). Volverse del ocaso (Occidente) al orto (Oriente) es dar la espalda a la tiniebla para dejar que la luz se proyecte sobre el que mira hacia el levante del sol. Ahora bien, la relación entre Oriente y Cristo es tan estrecha que Ambrosio, hablando del movimiento del catecúmeno de Oes-te a Este, simplemente dirá: «Quien renuncia al diablo se vuelve a Cristo y le mira a la cara».

Esta gestualidad o conversión ha-cia la salida del sol es consecuencia de la fe: los cristianos confesamos a Cristo como la luz que ilumina des-de Oriente. El mismo Señor, en el tex-to griego de la Escritura, es denomi-nado bajo esta figura: «su nombre es

Oriente, Germen» (Zac 6, 12, LXX). A Cristo, la Escritura le relaciona con la luz del sol que nace de lo alto que viene por Oriente (cf. Mt 24,27. 30 Lc 1,78; Ap 2,28; 7,2; 22,16) y la Igle-sia le canta como Sol que alborea des-de Oriente en la antífona evangélica del Oficio de Vísperas («O Oriens») del 21 de diciembre.

Para el bautizado, Jesucristo es la Luz y la Vida, en quien «reside cor-poralmente toda la plenitud de la di-vinidad» (Col 2,9). El creyente le mira como fuente de la luz para con-vertirse en iluminado y, así, partici-

par de la luz de la vida (cf. Jn 8,12). Este gesto continúa, con toda su ex-presividad, en la noche santa de la Pascua en la celebración según el Mi-sal Hispano–Mozárabe que nos trans-mite la liturgia de la época visigóti-ca. En el Rito romano el cristiano to-ma conciencia de participar de la luz de Cristo al recibir el cirio en el Bau-tismo y al renovar sus promesas en la Vigilia Pascual.

… a la Eucaristía«La luz del sol naciente, el Este u Oriente, es en la tradición cristiana

símbolo tanto de Cristo Resucitado como de esperanza en su venida glo-riosa» ( J. Ratzinger). El Resucita-do antes de salir el sol (cf. Lc 24,1; Jn 20,1) ascendió a la derecha del Pa-dre desde el Monte de los Olivos, que está al oriente de Jerusalén (Zac 14,4; Hch 1,9-12; cf. Sal 67,33 ss. LXX). Los mensajeros angélicos co-municaron a los apóstoles que vol-vería de la misma manera que había partido (cf. Hch 1,11). Ellos recor-daron que el mismo Señor anunció su vuelta comparándola con la luz del relámpago que aparece de Orien-te a Occidente (Mt 24, 27). Por es-ta identificación de Jesucristo con la luz, los cristianos han orado hacia Oriente en su plegaria cotidiana y en la oración central que es la celebra-ción de la Eucaristía.

En este sacramento, prenda de vi-da futura, se realiza la recuperación de aquella alianza primordial cuando el hombre aún no había roto la comu-nión perfecta con Dios y tenía acceso al árbol de la vida: Plantó Yahwéh Dios un jardín en Edén, al Oriente, donde colocó al hombre que había creado (cf. Gn 2,8; cf. Gn 3,24). Si volverse hacia el Este es volverse hacia Cristo, auténtico Oriens, la oración hacia la luz expresa, también, una expectación escatológica. Esta es una convicción constante desde los primeros siglos de la Iglesia, en una tradición reputa-da como apostólica, que determinó durante siglos la construcción de las iglesias hacia la salida del Sol.

También en el siglo XXI tenemos la misma convicción, por eso, los Li-

neamenta del Sínodo sobre la Eucaris-tía (octubre 2005) afirmaban: «La concepción cósmica de la salvación que llega como “Luz que nace de lo alto” (Lc 1,78), ha inspirado la tradi-ción apostólica de la orientación de los edificios cristianos hacia el Este y la posición del altar, con la finalidad de celebrar la Eucaristía hacia el Se-ñor, como sucede actualmente entre los orientales. No se trata, en este ca-so, como frecuentemente se dice, de presidir la celebración dando la espal-da al pueblo, sino de guiar al pueblo en el peregrinaje hacia el Reino, invo-cado en la oración hasta el retorno del Señor» (n. 53).

Esta concepción cósmica de la sal-vación hace que la Iglesia, al construir edificios donde expresa su encuentro temporal con su Señor, manifieste su deseo del encuentro eterno con el Es-poso preparándose para el Banquete de Bodas del Cordero. Así, estos edi-ficios sagrados para la reunión de la Iglesia orante son un signo que nos indica el camino hacia Aquel que vie-ne y, por ello, intenta construirlos orientados.

En las iglesias cristianas el punto focal es el altar donde se actualiza el misterio de la Cruz al celebrar el ban-quete eucarístico; esta mesa santa se identifica con el árbol cuyo fruto da la vida (cf. Ap 22,1 ss.) y con la fuen-te de la luz espiritual (cf. Jn 19,30). El que vendrá con su Reino al final de los tiempos viene ahora en el sacra-mento para comunicarnos su Vida di-vina con la Luz de la gracia.

Manuel G. López-Corps, Pbro.

La celebración «hacia el Señor»:De Oriente viene la Luz (I)

Fós y Zoé son dos bellas palabras griegas que significan luz y vida. Se predica de ellas tanto en el Bautismo como en las exequias: los grandes ámbitos de esperanza. El Bautismo es la puerta de la Eucaristía y las exequias su consecuencia: encaminarnos a la Luz de la Vida.

Volverse del ocaso al orto es dar la espalda

a la tiniebla para dejar que la luz se proyecte

sobre el que mira

Cruz que se obtiene al cruzar las palabras griegas fós (luz) y zoé (vida).

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Querida Diana, ¿qué significa para ti participar en el proyecto de edifica-ción de una parroquia, concretamen-te en algo tan especial y significativo como es el retablo? ¿Cómo lo vives?Que se me confíe esta obra me pare-ce un reto muy grande, me siento pri-vilegiada. Es para mí una oportuni-dad muy buena, además se trata de un proyecto importante que es para el bien de mucha gente. Lo vivo co-mo una gran responsabilidad, me lo he tomado con mucha ilusión y estoy trabajando lo mejor que puedo. Lo que busco con las figuras es que trans-mitan fuerza, que reflejen la fe, que inviten a rezar y que dialoguen con el espectador.

Darme cuenta de que la tarea es superior a mis fuerzas, me ha llevado a pedir ayuda a Dios, a rezar mientras trabajo. Creo que en el trabajo tam-bién se transmite lo que llevas den-tro, tu experiencia de fe.

Antes de que se te confiase esta mi-sión no conocías a san Manuel, ¿qué ha supuesto para ti encontrarte con él, dejarle entrar en tu vida, en tu ta-ller? ¿Qué te llama la atención de su persona?Me ha edificado mucho su bondad, su preocupación por la compañía a Jesús en el Sagrario, el interés por-que no estuviera solo. Me parece una persona con una vida interior muy profunda, la verdad ¡es que me cayó muy bien!

D. José María Marín, el párroco de esta Iglesia, me dejó una biografía breve de san Manuel para que capta-

se el mensaje que se buscaba trans-mitir a través del retablo, y me gustó mucho. Es más, tengo ganas de leer la biografía más larga y también algu-na de sus obras.

¿Qué se te pidió reflejar en el retablo? ¿Qué no puede faltar?Me pidieron que fuese un retablo eu-carístico, que todo girara en torno a la Eucaristía y al mensaje de san Ma-nuel. Por eso, en el centro tiene un óculo grande custodiado por el Es-píritu Santo, donde se colocará a Je-sús sacramentado para la adoración eucarística. En conjunto representa el monte Calvario, por la Obra fun-dada por san Manuel, de las Marías y los Discípulos de San Juan, tam-bién porque con esta escena él com-para el abandono y la compañía de Jesús Eucaristía. A un lado de la cruz está la Virgen María y María Magda-lena, al otro, san Juan y un soldado romano.

El sagrario mide 1,70 m y lo está haciendo la empresa Santarrufina S.L. Está acompañado por un ángel y por san Manuel, uno a cada lado. Arriba de cada uno de ellos hay fragmentos del Adoro te devote. El que aparece jun-to a san Manuel dice: «En la cruz se escondía solo la divinidad, pero aquí se esconde también la humanidad; sin embargo, creo y confieso ambas co-sas, y pido lo que pidió aquel ladrón arrepentido» y el que está del lado del ángel: «¡Memorial de la muerte del Señor! Pan vivo que das vida al hom-bre: concede a mi alma que de Ti vi-va y que siempre saboree tu dulzura».

Las demás partes del Adoro te devote estarán en otros lugares de la iglesia, tales como el altar y en el ambón.

A su vez, en la parte superior, el Sagrario estará rodeado por ángeles.Aparecen también las escenas de la Anunciación y la Sagrada Familia. En este caso, D. José María me dio a ele-gir entre varias y me pareció que es-tas eran las que más ilusión me hacía trabajar.

¿Cuál te gustaría que fuese tu impron-ta, tu huella en esta obra de arte?Estoy intentando dejar huella en to-das las figuras, en todo el retablo, más que nada porque haya una coheren-cia de lenguaje. Todo tiene un estilo común. Intento, a su vez, darle un ai-re contemporáneo, que no sea dema-

siado realista, juego con los planos, con el movimiento, la expresión.

¿Cuáles son los materiales que se es-tán utilizando?La maqueta está hecha en cera. Yo modelo las figuras en escayola porque me gusta más, lo prefiero. De lo que yo voy haciendo, después se hace un molde y se pasa a resina de poliester como imitación de alabastro. Al final, se le da a las figuras una pátina que fa-vorece la textura, resalta los detalles, saca volumen. Esta segunda parte del proceso, la del acabado en efecto ala-bastro, la hace una empresa que se lla-ma «Arte Orejudo». Como puedes ver, es un trabajo de conjunto, de es-ta manera será posible tener todo lis-to para los meses de octubre-noviem-

Resonancias en nuestra Iglesia de hoy

La tarea es superior a mis fuerzaspor eso rezo mientras trabajo

«Para ese solo fin ha abierto la Liturgia la puerta de sus templos al martillo y al buril, al pincel y a la lira, al pentagrama y al órgano, para alabar, cada cual a su modo, y mover a alabar diestra y sabiamente la gloria de Dios» (OO.CC 5133). Al hilo de estas palabras de san Manuel, entrevistamos a Diana GR, la escultora que está llevando a cabo el proyecto del retablo de la parroquia san Manuel González de San Sebastián de los Reyes, Madrid.

Maqueta del retablo de la parroquia San Manuel González de San Sebastián de los Reyes, Madrid.

Diana, escultora del retablo, con una maqueta en cera de María con el Niño.

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bre, que es cuando está prevista la inauguración de la parroquia.

¿Cómo se despertó en ti el gusto por el arte? ¿Cuándo descubriste este don tan grande?Desde pequeña, en el colegio, me no-taron cualidades para el arte y le dije-ron a mi madre que me llevara a al-gún sitio para aprender. Desde los 7 años empecé a ir a academias, hacía pintura, modelado. Después decidí hacer la carrera de Bellas Artes.

Desde el principio, me atraía más la escultura, pero no estaba muy se-gura de que fuese capaz de hacerlo bien; fui viendo con el tiempo que no se me daba mal y que me gustaba mu-cho, entonces me lancé con eso. Em-pecé trabajando para otras personas hasta que pude tener mi propio taller.

Diana, tú que estás de ambos lados, es decir, que creas arte y, a la vez, lo recibes de otros, ¿cómo crees que co-munica el arte en la actualidad? ¿Qué genera en una persona del siglo XXI?Creo que el arte es necesario para el hombre y la sociedad, eleva el espíri-tu, crea cultura. Es más, percibo que hay mucho amor por el arte, se bus-ca, se valora, por ejemplo en la visita de museos, en la compra de distintas obras. En lo que se refiere al arte sa-cro, al haber menos fe en la sociedad, creo que se ha quedado un poco des-ligado del arte contemporáneo. Se ne-cesitan artistas con fe, que tengan una mirada respetuosa y que quieran ha-cer un arte sacro contemporáneo. Me parece que sería mucho más atracti-

vo y llegaría mucho más a personas que están alejadas.

A veces se imita mucho lo que se ha hecho en siglos pasados y la gen-te ha cambiado, toda aquella obra es muy valiosa y de una gran riqueza, pero las personas cambian, buscan otra cosa. Creo que es un trabajo que aún está por hacer.

¿Cuál crees que es la relación entre arte y fe?Con el arte buscas la belleza y Dios es la belleza suprema, también es un don que recibes, Él te permite parti-cipar de su acción creadora. Si aque-llo que realizas refleja belleza puedes llevar a la gente a través de ello a Dios.

¿Te gustaría transmitir algún mensa-je en especial a todos aquellos que leen El Granito de Arena?Sí, que mi deseo es que aquellos que tengan la posibilidad de acercarse a la parroquia de san Manuel, perciban su mensaje y el retablo les ayude a re-zar, ya que esa es la misión que tiene.También me gustaría comentarles que este retablo se está haciendo con el sacrificio y la generosidad de mu-cha gente, por tanto animarles a co-laborar, a ser generosos, un pequeño donativo puede hacer mucho. De he-cho, se ha calculado la superficie del retablo con un resultado de 935.200 cm2 y a raíz de eso, cada centímetro se valoró en 0,30 €. Es una pequeña (¡e inmensa, a la vez!) aportación en la que cada uno podemos poner nues-tro trocito de retablo.

Mª Ayelén Ortega Lo Presti, m.e.n.

¿Alguna vez has construido un retablo?Ahora tienes la oportunidad de contribuir con la creación de una obra que durará siglos, y que dará mucha gloria a Dios: el nuevo retablo de la Parroquia San Manuel González (San Sebastián de los Reyes, Madrid).¿Cómo? Visita nuestra web y colabora con centímetros de retablo o apa-drinando una figura. También puedes contactar con nosotros por telé-fono (911 138 460) o por mail ([email protected]).

sanmanuelgonzalez.archimadrid.es/retablo

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Todos los días se comenzó con un tiempo de oración y las actividades ayudaron a reflexionar, principalmen-te, sobre el Sínodo de los Obispos que tuvo lugar en octubre, analizando tan-to las preguntas que se hicieron a los jóvenes como el documento que los obispos entregaron al papa Francis-co. También hubo tiempo para reali-zar un cine forum con la película Lle-na de gracia, plantearnos el discerni-miento vocacional y escuchar los va-liosos testimonios de matrimonios, religiosas y sacerdotes.

Para concluir, el domingo al me-diodía, después de un hermoso pa-seo, se participó en la Misa de la co-munidad latina y en la fiesta en honor de La Purísima, que organizaron los fieles de Nicaragua.

Fueron días intensos y alegres a la vez, donde se pudo comprobar la fuer-za de la fe que nos une a todos, más

allá de distancias y países. Ofrecemos, a continuación, el testimonio de al-gunos de los participantes.

Gema (Nicaragua)El encuentro ha hecho que cada jo-ven se cuestione sobre el sentido de la vocación, es decir, lo que Dios pu-so en cada uno de nuestros corazo-nes. La actividad que más me gustó fue el paseo, porque nos hizo com-partir como hermanos. Repetiría la experiencia, pero completa, porque lamentablemente no pude vivirla to-da. La recomendaría a otros jóvenes, porque estas oportunidades nos per-miten encontrarnos con Jesús, quien es capaz de cambiarnos la vida con y por amor.

Jesús Gregorio (Venezuela)Me ha gustado mucho compartir con chicos de diferentes países. Ha sido

una oportunidad para conocer los di-ferentes estados de vida, con charlas y testimonios. También me gustó la excursión, para conocernos y com-partir como familia; visitamos la igle-sia «María, Madre de la Iglesia», don-de se explicó la obra de Rupnik. Re-petiría la experiencia, porque nos ani-ma a mirar y a aprender de Jesús, que se entrega por nosotros.

Lisbeth (Cuba)Me enteré del encuentro en una reu-nión de nuestro grupo JER. Desde un primer momento estaba decidida a participar. Ha sido una experiencia que recomendaría a todo el mundo, por-que ha sido una excelente ocasión pa-ra estar más cerca de la Palabra del Se-ñor y nos ayudó a pensar, recapacitar, como jóvenes e, incluso, a pensar en nuestro futuro y discernir los caminos que Dios nos tiene preparados.

Del 6 al 9 de diciembre, aprovechando el puente, las Misioneras Eucarísticas de Nazaret de Zaragoza organizaron un encuentro de jóvenes. Contó con 17 participantes de varios países, ya que la iglesia de San Juan de los Panetes, a cargo de las hermanas, es la sede de la comunidad latina en esa ciudad.

E ntre los participantes también había jóvenes de la JER y de otras parroquias, que quisie-

ron unirse en el gozo y la celebra-ción, en la reflexión y el crecer co-mo comunidad que se ofreció en estos días. La convivencia fue muy amena y rica, más aún por los paí-ses representados: Bolivia, Hondu-ras, Venezuela, Nicaragua, Perú y Cuba.

Encuentro de jóvenes en Zaragoza

La indescriptible alegría de sabernos

hermanos

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E l Derecho Canónico establecía que quienes eran creados carde-nales y no residían en Roma, de-

bían, en el plazo de un año, viajar a Roma para recibir el capelo rojo de manos del pontífice; de modo que es-taba previsto que, antes de que fina-lizara 1912, el arzobispo de Sevilla se trasladaría a Roma para ser recibido por el papa. Se fijó para el 2 de diciem-bre el Consistorio público en el que se incorporarían los nuevos cardena-les. Era habitual que un pequeño sé-quito de personas de confianza acom-pañara a los nuevos cardenales en es-tos actos. El arzobispo hispalense de-cidió que con él viajasen, el provisor de la archidiócesis, D. Miguel Casti-llo, el secretario de cámara, D. Euge-nio Almaraz, su hermano y también quien fue designado cronista del via-je: el arcipreste de Huelva.

Un reconocimiento de RomaY es que, desde hacía unos meses D. Manuel González había venido escu-chando cómo algunas Marías de los Sagrarios, especialmente las del gru-po de Madrid, le urgían a solicitar un reconocimiento para la Obra que vi-niera de Roma, del Vaticano. Curio-samente, años después encontrare-mos mencionado en El Granito el nombre de la que más le insistió en que se dirigiera al santo padre, Dña. Mª Luisa Mayo Albert (5/3/1920, n. 299 p. 146).

Atendiendo a la finalidad de la Obra, el acompañamiento a los Sa-grarios Calvarios, pensaron en la po-sibilidad de que el Abandonado del Sagrario pudiera acompañar a sus Ma-rías cuando estas se encontraran en su particular calvario, en la enferme-dad ¿Por qué no solicitar del papa la posibilidad de que las Marías pudie-sen asistir a la santa Misa en su pro-pia casa cuando estuvieran enfermas? D. Manuel lo encontraba un poco atre-vido, pero la insistencia era mucha.

Ante la duda decidió exponer to-do esto al Sr. arzobispo de Sevilla quien enseguida se manifestó muy fa-vorable a hacer esta solicitud y, aun más, le indicó una excelente ocasión para hacerlo: si le acompañaba for-mando parte de su séquito en el via-je que debía hacer a Roma, él mismo tendría la oportunidad de acceder a los miembros de la Curia e incluso al papa. Comenzaba así el que D. Ma-nuel calificaría como «uno de los más felices y agradables [viajes] de mi vi-da por no decir el más feliz de todos» (El Granito de Arena, 5/1/1913, n. 125, p. 3).

Camino a la Ciudad EternaGracias a la crónica oficial del viaje que D. Manuel redactó para el Bole-tín del Arzobispado (n. 733, pp 751-765)) sabemos que el día 14 de no-viembre de 1912 la pequeña comiti-va sevillana emprendió el viaje en tren

hasta Madrid. Al día siguiente el dia-rio madrileño La Época se hacía eco de la conferencia de D. Manuel Siu-rot en la sede del periódico El Deba-te señalando que en ella estuvo pre-sente el cardenal Almaraz y también el arcipreste de Huelva. El 27 de no-viembre ya estaban en Roma, tras pa-sar por Lérida, Barcelona y Marsella, y fue esa tarde cuando el cardenal le anunció que al día siguiente tendría la oportunidad de encontrarse con Pío X, durante la audiencia que ten-drían con él. D. Manuel pudo enton-ces saludar a los dos cardenales espa-ñoles que en aquel momento forma-ban parte de la Curia, el cardenal D. Rafael Merry del Val, Secretario de Estado, y el cardenal Vives Tutó, que estaba entonces al frente de la Con-gregación de los religiosos. Se dedu-ce que fue al cardenal Vives, que per-tenecía a la orden de los frailes me-nores capuchinos, a quien más insis-tió con sus pretensiones, pues D. Ma-nuel llegó a escribir que «puso a prue-ba su paciencia» (El Granito de Are-na, 5/1/1913, n. 125, p. 4).

Los nervios debieron apoderarse de D. Manuel aquel 28 de noviembre cuando pudo acercarse por vez pri-mera a Pío X. El cardenal Almaraz, tras su entrevista en privado con el papa, fue presentándole uno a uno a los miembros de su séquito. Cuando le correspondió su turno pudo escu-char al cardenal decir: «El Arcipres-te de Huelva, santísimo padre…¡el Apóstol de la Eucaristía!». Su emo-ción debió ser tan grande que apenas podía recordar, al escribir la crónica para El Granito, qué le había dicho el papa y, avergonzado, reconocía que aunque había ensayado perfectamen-

te todo lo que debía decirle en italia-no, no había podido articular ni una palabra ante el pontífice.

Audiencia con el papaEn la mañana del día 3 de diciembre el cardenal Vives hace llegar a D. Ma-nuel un mensaje urgente. Aquella mis-ma tarde iba a mantener una audien-cia con el papa y había pensado que sería buena ocasión para presentarle el documento con las preces que du-rante aquellos días había preparado (asesorado por el propio Vives), me-diante las cuales solicitaba para los miembros de la Obra el privilegio de poder asistir a la santa Misa en su do-micilio, cuando estuvieran enfermos. Urgía pues que se le hiciera llegar ese documento junto con las cartas reco-mendatorias que habían preparado los dos nuevos cardenales españoles en las que elogiaban la Obra de las Marías y se mostraban favorables a la

concesión de la gracia que solicitaba su fundador. Una vez se cercioró que todos estos papeles estaban en poder del cardenal Vives, D. Manuel se fue a visitar el Coliseo con el grupo de es-pañoles que en esos días estaban en Roma, pero es fácil comprender que no disfrutó demasiado de aquella vi-sita turística.

Su mente estaba en otro lugar, en la sala del palacio apostólico donde el papa recibía al cardenal Vives y no en las ruinas del foro romano. A las sie-te de la tarde, otro mensaje. Esta vez es del cardenal Almaraz, que deseaba verle. D. Manuel vuela hasta el despa-cho del Colegio Español que usaba el

cardenal, con la esperanza de recibir la buena noticia, y fue entonces cuan-do Almaraz le hizo entrega del docu-mento de solicitud firmado ya por el papa, que manifestaba así su asenti-miento a todo lo que el fundador de las Marías de los Sagrarios pedía pa-ra ellas y para los Discípulos de San Juan. Una reproducción de este do-cumento firmado por Pío X puede verse en el número 125 de El Grani-to, un número especial, con una bo-nita foto del pontífice en la portada, donde D. Manuel escribe su crónica de aquellos días en Roma y junto a ella el relato de las manifestaciones de júbilo que tuvieron lugar en Madrid, Sevilla y Huelva cuando regresó tras sus fructíferas gestiones en Roma.

D. Manuel nunca olvidaría como, al despedirse del papa el día 9 de di-ciembre, este, tras escuchar el agrade-cimiento del cardenal Almaraz por la concesión del privilegio a la Obra de

Con ese ánimo y alentado por el arzobispo de Sevilla, el cardenal D. Enrique Almaraz, comenzó D. Manuel González su segundo viaje a Roma. Era noviembre de 1912. Un año antes, en noviembre de 1911, Pío X había creado cardenales a D. Enrique Almaraz y D. José María Cos, arzobispos respectivamente de Sevilla y Valladolid.

¡A Roma por todo!Historias de familia

D. Manuel, por entonces arcipreste de Huelva, junto al cardenal Almaraz y un nutrido grupo de hombres reunidos en el patio del Monasterio de Santa María de la Rábida, en Palos de la Frontera.

El cardenal Almaraz presentó a san Manuel al papa llamándolo «el apóstol de la Eucaristía»

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1918

las Marías, se volvió hacia él y le dijo pausadamente «diles que las bendi-go de todo corazón a todas». En aque-lla ocasión, mucho más calmado que en la primera audiencia con el pontí-fice, atinó a presentarle su pluma pa-ra pedirle que la bendijera. Todo un símbolo pedir la bendición del papa para ese instrumento que él maneja-ba incansablemente, con la gracia de Dios, para el bien de la Iglesia.

En el Colegio EspañolEn aquellos hermosos días en Roma, D. Manuel se había alojado en el Pon-tificio Colegio Español que por en-tonces tenía su sede en el Palacio Al-temps, muy cercano a la popular y céntrica Piazza Navona. Esta residen-cia acogía a los sacerdotes diocesa-nos y a los seminaristas españoles que cursaban estudios eclesiásticos supe-riores en las universidades pontifi-cias. Había sido fundada unos años antes por el beato Manuel Domingo y Sol, con la colaboración del carde-nal Merry del Val, que siempre veló por esta institución. Los jóvenes re-sidentes mostraron mucho interés en conocer al ya famoso Arcipreste de Huelva y D. Manuel enseguida co-nectó con ellos accediendo a partici-par en sus tertulias. Contamos con los testimonios de dos de aquellos estudiantes: el pacense D. Enrique Delgado Gómez, entonces recién or-denado y que llegaría a ser obispo de Almería y de Pamplona, y D. Miguel Berger Sagastuy, un seminarista que más tarde sería doctor en Teología y Magistral en la catedral de Logroño su ciudad de origen.

El primero recordaba cómo D. Ma-nuel se presentó él mismo ante el gru-po de curiosos colegiales españoles

que le rodeaban, diciendo: «Mucho habréis oído hablar del arcipreste de Huelva y creeríais que era un hombre todo espíritu, demacrado por los ayu-nos y penitencias, consumido por los trabajos; y al verlo tan gordo y colo-rado ¡qué desengaño tan grande! ¿ver-dad? Así son las cosas de este mun-do». Tras esta presentación, los estu-diantes le pidieron que les dirigiera unas palabras y con D. Manuel se tras-ladaron a la biblioteca donde sostu-vieron una larga y agradable charla con él. Muchos años después, siendo ya obispo de Pamplona, no olvidaba Mons. Enrique Delgado que les ha-bló sobre el egoísmo y la soberbia que puede asaltar a quienes se preparan estudiando para ser sacerdotes. Bro-meando les explicaba que de tanto aprender gramática uno se puede afi-cionar a ella y estar siempre «decli-nando el pronombre de primera per-sona: yo soy... tan... y tan; de mí de-pende tal cosa y la otra, a mí me de-ben...». Tampoco olvidaba como al final les rogó que «si alguna vez nos enterábamos de que él estaba decli-nado el pronombre de primera per-sona, el primero que le viera le diera un puntapié» (Campos Giles, El

Obispo del Sagrario Abandonado1, 1950, p. 267).

D. Miguel Berger le recuerda tam-bién en la biblioteca del Colegio Español:«allí nos chifló a todos por la Eucaristía», escribirá muchos años después este sacerdote que sería Di-rector diocesano de las Marías en Lo-groño, y que contaba cómo, además, quedó impresionado entonces de «la piedad honda y el gracejo de nuestro Venerado Fundador, así como su ama-ble atractivo» (ib., p. 267).

A través de Mons. Delgado cono-cemos también una pequeña anécdo-ta que puede entenderse, bien como una muestra de la confianza con la que llegó a tratar a aquel grupo de jó-venes estudiantes o simplemente co-mo una broma pesada. Cuando en la tarde del día 3 de diciembre llegó D. Manuel, contentísimo tras haber re-cibido el documento firmado por el papa concediendo a las Marías el pri-vilegio que se denomina de «altar portátil», un grupo de residentes del Colegio Español le escondieron este documento «haciéndole ver –ade-más– que tal vez por inadvertencia lo habría roto o tirado». Al notar por vez primera una expresión de triste-

za en el rostro de D. Manuel, aquellos traviesos estudiantes no tardaron en confesarle que se trataba de una bro-ma, que se habían atrevido a hacer, precisamente por la confianza y cer-canía con la que les trataba desde que llegó al Colegio Español.

Imborrable conferenciaDe una de esas tertulias que reunían a residentes y visitantes del Colegio en aquellos días, surgió la invitación del cardenal Cos al Arcipreste de Huelva para que participara en el Congreso Catequístico de Vallado-lid previsto para el verano de 1913 (El Granito de Arena, 20/7/1913, n. 138, p. 2); y seguramente fue tam-bién durante aquel viaje a Roma cuan-do D. Manuel tuvo la ocasión de di-rigirse a los sacerdotes residentes en el «Pontificio Colegio Pío Latinoa-mericano», que en aquel momento tenía su sede en Via Gioacchino Be-lli. Una institución homóloga al Co-legio Español que acogía a clérigos y religiosos de Hispanoamérica es-tudiantes en las universidades pon-tificias. Allí impartió una conferen-cia que dejó entre los colegiales asis-tentes un imborrable recuerdo, pues

«ya sacerdotes y aún Obispos algu-nos de ellos en sus respectivas dió-cesis de América lo conservan y des-de entonces muchos siguieron con cariño sus obras y escritos difundién-dolos por aquellas tierras» (Cam-pos Giles, El Obispo del Sagrario Abandonado1, 1950, p. 267).

Si emocionante resultó para D. Ma-nuel González aquel viaje, más aún, si cabe, resultó el regreso. Tras pasar unos inolvidables días el Lourdes y visitar Pau, a su llegada a la capital de España las Marías de Madrid celebra-ron una «fiesta eucarística extraordi-naria» en el convento de las religio-sas Esclavas del Corazón de Jesús que narró para la prensa y para El Grani-to, María de Echarri (5/1/1913, n. 125, pp. 8-10), función en la que pre-dicó el cardenal Almaraz. Y qué decir de Sevilla y de Huelva, que se echó a la calle en pleno invierno para cele-brar con su arcipreste que el Amo ha-bía escuchado el clamor de aquella «Huelva de sus predilecciones», in-cluido el ofrecimiento postrero de uno de sus queridos primeros Juanitos, Jo-sé Fernández Peña, que había falleci-do en su ausencia, pero que «le man-dó hasta Roma su Viático» (ib. p. 11).

A todos los que se le acercaban pa-ra felicitarle por el feliz resultado de su viaje a Roma, les hizo D. Manuel un encargo, el mismo «que me hizo el bondadosísimo cardenal Vives cuan-do fui a darle las gracias por su eficaz participación en nuestro asunto: Yo no quiero gracias, me dijo, Dios es el que las merece. Lo único que quiero es que el arcipreste de Huelva, las Ma-rías y los Juanes españoles se encar-guen con sus campañas eucarísticas de demostrar al Sto. Padre que yo no lo he engañado»(idem). Aquel buen Cardenal, cómplice de D. Manuel pa-ra obtener un gran privilegio que en-tonces solo se concedía por indulto de la Sede Apostólica, le solicitó, cuan-do ambos se despedían, convertirse en discípulo de San Juan. D. Manuel lo contaría pocos meses después, cuan-do tras conocer su muerte el 7 de sep-tiembre de 1913, escribió en la ne-crológica del cardenal Vives para El Granito: «él mismo me pidió en Ro-ma que le señalara un Sagrario aban-donado para acompañarlo en calidad de Juan Contemplativo; y yo satisfi-ce este deseo enviándole a mi llegada a Huelva una patente de Juan primo-rosamente dibujada por una María, señalándole el Sagrario de Minas de Río Tinto» (El Granito de Arena, 20/9/1913, p. 1).

Tres veces volvería D. Manuel a Roma, pero fueron tantas las felices circunstancias que concurrieron en esta visita de 1912, que seguramente para san Manuel González y para la Obra de las Marías de los Sagrarios y los Discípulos de San Juan, esta fue la más importante e inolvidable. D. Manuel rememoró este viaje en el úl-timo capítulo de Aunque todos... yo no, precisamente el libro que dedicaría a las Marías («vuestro libro de fami-lia»), y es que, era tal su fidelidad a la Iglesia, que solo después de haber es-cuchado al santo padre bendecir a las Marías, pudo tener la sensación de que esa Obra estaba completa.

Aurora Mª López Medina

Los jóvenes sacerdotes del Colegio Español ansiaban conocer al arcipreste de Huelva

Tarjeta postal del «Pontificio Colegio Español, Roma. Diciembre de 1912». En el centro (de izquierda a derecha) los cardenales Merry del Val, Almaraz, Cos y Vives. En el grupo se encuentra, también, san Manuel González.

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La FER en el mundo: BarcelonaActividad formativa

E l día 10 de noviembre, jornada de nuestra peregrinación al San-tuario de la Virgen de la Salud,

en Sabadell, sentí muchas veces esa brisa suave, que es presencia de Dios, entre nosotros. La sentí en el almuer-zo, preparado con tanto amor por nuestras hermanas de Sabadell; en la sencilla y cordial acogida del sacer-dote que ofició la Misa y nos recordó la importante misión que tenemos las Marías y los Juanes: «Dar y buscar compañía al Jesús de todos los Sagra-rios del mundo, el más silencioso y el más abandonado».

Y la brisa siguió soplando en el rezo del rosario delante del Santísi-mo, con esos bellos cantos que ento-naron algunas de nuestras hermanas. En la explicación, hermosa, sencilla y profunda, sobre la historia del san-tuario que, con tanto cariño, nos dio Rosa. Y, después de una riquísima comida, la brisa se transformó en al-garabía en esos juegos de patio en los que participamos todos, entre risas y bailes: «Tengo una muñeca vesti-da de azul…», «Desde pequeñita me quedé…».

Oración compartidaPara acabar el día rezamos las víspe-ras en la hermosa iglesia románica de El Salvador, en Poliñá. Y, otra vez, so-plo la brisa suave en la amabilidad con que nos recibió el joven vicario, en la oración compartida, en los cantos, en

la meditación sobre el evangelio de la viuda pobre (Lc 21,1-4).

La hermana Mª Elisabeth nos re-cordó la importancia de ofrecer a Dios, cada día, pequeñas acciones como sonreír al que tenemos al lado, decirle que le apreciamos, ayudarlo en cualquier pequeña necesidad. Co-sas tan cotidianas, tan humildes, que a veces nos pasan inadvertidas, por-que pensamos que Dios espera de

nosotros cosas grandiosas. El que es fiel en lo poco, es fiel también en lo mucho (Lc 16,10).

Signo de unidadComo final dulce, muy dulce, el can-to del Padrenuestro, cogidos de la ma-no, el intercambio de besos, abrazos y palabras bonitas.

Gracias, Dios mío, porque te ma-nifiestas en lo simple, en lo humilde, en lo pequeño. Como san Manuel, acudamos al Sagrario para sentir, des-de el silencio, esa brisa suave que es el amor de Dios en nuestras vidas. Y que esa brisa, soplando de forma con-tinua, reavive el don de Dios que ca-da uno lleva dentro.

Rosa Borrás (UNER Barcelona)

Como una brisa suaveEscribo este texto contemplando la bella simplicidad de un paisaje de montaña y pienso que, la mayoría de las veces, buscamos a Dios en la grandiosidad de un milagro o en ceremonias y ritos hermosos. Pero Dios se muestra en nuestro camino de forma sutil y sencilla. Recordemos cómo Elías, en el monte Horeb, supo reconocer a Dios no en el huracán, ni en el terremoto, ni en el fuego, sino en la brisa suave que los siguió.

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C on motivo de la canonización de nuestro fundador, D. Manuel González, se planteó la propues-

ta de un acercamiento mayor a su per-sona, espiritualidad, mensaje y caris-ma eucaristizador. De ahí que, en tor-

no al día de su nacimiento, el 25 de fe-brero, se ha lanzado un trienio de con-ferencias sobre su itinerario espiritual buscando destacar su vivencia de las virtudes teologales. El curso pasado se inició este camino a través de la virtud

de la fe. En este segundo año nos acer-caremos a la virtud de la esperanza.

ProgramaViernes 22 de febrero19.00: Presentación «Acercamiento

creativo a la figura de san Manuel» (Mª del Valle Camino, Delegada general de la UNER)

20.15: Celebración eucarísticaSábado 23 de febrero10.30: Ponencia «La esperanza no

defrauda (Rom 5,5). La esperan-za como actitud fundamental de la existencia cristiana» (D. Eloy A. Santiago, sacerdote diocesano de las Palmas de Gran Canaria, doctor en teología)

12.30: Ponencia «Itinerario espiri-tual de san Manuel González des-de la esperanza - I»(Mª Lourdes Caminero, Misionera Eucarística de Nazaret)

16.30: Ponencia «Itinerario espiri-tual de san Manuel González des-de la esperanza - II (Mª Lourdes Caminero)

18.30: Mesa redondaDomingo 24 de febrero10.00: Ponencia «El Desafío de la Es-

peranza hoy» (Mª Teresa Caste-lló, Superiora General de la Con-gregación Misioneras Eucarísti-cas de Nazaret)

12.30: Celebración de la Eucaristía, en la Iglesia Convento de Santa Teresa de Jesús (casa natal)

Tendrá lugar en el CITes (Univer-sidad de la Mística), en Ávila, lugar que acogió, en 2015, el I Congreso Inter-nacional sobre la vida de D. Manuel.

en ti

esperanza

Itinerarioespiritual

San Manuel González

CITeS, Ávila22-24 de febrero+info

[email protected] 915418231

de

desde la

OrganizaUnión Eucarística Reparadora

Misioneras Eucarísticas de Nazaret

reavivael don de Dios

Contemplar al testigo para dar testimonio

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D on Manuel, obispo de Málaga, descubre e intenta remediar una de las necesidades princi-

pales de su diócesis: la falta de sacer-dotes y su escasa formación. Así, se pone manos a la obra y emprende la construcción de un nuevo seminario, no solo de un nuevo edificio sino tam-bién con un nuevo estilo formativo y una espiritualidad renovada.

Mi SeminarioComienza a expresar estas inquietu-des en el año 1918, en diversos artícu-

los de la revista El Granito de Arena. Una serie de estos artículos consistió en la publicación por partes del libro Mi Seminario. El primero de estos ar-tículos apareció el 5 de septiembre de 1918 (n. 263, p. 384), y el anuncio del libro completo, el 20 de enero de 1919 (n. 272, p. 35). Este primer librito, don-de D. Manuel expresa las preocupa-ciones y deseos de su corazón de pas-tor, lo unió posteriormente al libro Un sueño pastoral, que fue editado en 1935.

La revista, además, se convierte en un medio excepcional para infor-

mar a los lectores (muchos de ellos generosos bienhechores) acerca del avance de las obras del seminario, de los donativos recibidos, y de cómo el sueño pastoral se va haciendo reali-dad. Para esto, D. Manuel inaugura una nueva sección en el año 1919, con el título «¿Cómo va mi Semina-rio?». Allí va describiendo paso a pa-so, al ritmo de la vida, los milagros co-tidianos de la providencia, y se perci-be el fuego de su corazón de pastor, que enciende otros fuegos al calor de sus palabras.

Leemos directamente de su plu-ma: «El Granito de Arena, la revisti-lla incendiaria que vengo publicando desde el año 1907, se puso desde el primer momento al servicio de la rea-lidad de mi sueño pastoral (y valga la inmodestia, ¡qué buenos servicios le ha prestado! ¡Cuántos amigos le ha buscado!) y en ella yo he ido volcan-do mis impresiones frecuentemente […] Con respecto a las cuentas ofre-

cen una particularidad graciosa, la de tener más gastos que ingresos y a pe-sar de eso, no tener deudas… ¿Quién suplió? ¡Matemáticas del Corazón de Jesús!» (OO.CC. II, n. 2027).

Nuevos horizontesLos ecos de la lectura del libro Mi Se-minario no se hicieron esperar, y en abril de 1919, la revista Sal Terrae co-menta: «De poco más de un tirón leí-mos este nuevo libro del Sr. Obispo de Olimpo, y lo diremos con franque-za, sus primeras páginas describien-do las Diócesis sin clero, los pueblos sin pastores y las almas sin Cristo Sa-cramentado, nos llenaban de tristeza y de dolor […] Lean este libro los que entienden en la formación de los seminaristas, y esta lectura les abrirá nuevos horizontes de pedagogía ecle-siástica y les comunicará alientos pa-ra desempeñar con la mayor perfec-ción posible una misión de tan suma trascendencia» (El Granito de Arena, 5/8/1919, n. 285, p. 356).

Estos nuevos horizontes serán am-pliados por nuestro mismo santo años después, al publicar el libro Un sueño pastoral. Su primera edición fue en el año 1935. En este libro, D. Manuel mira hacia atrás y recoge los escritos y experiencias sobre el proyecto y la realización del seminario de Málaga a lo largo de 18 años. Nuestro Grani-to de Arena sigue siendo testigo y por-tavoz entusiasta de los libros de D. Manuel, y en el número especial por los 25 años de la Obra, se anuncia: «Un nuevo libro del Sr. Obispo de Málaga. Acaba de salir: Un sueño pas-toral o recristianización del pueblo por el Sacerdote-hostia. Más de 500 páginas, portada en colores, numero-sos grabados. Se vende en nuestra Ad-

ministración a 5 pesetas» (5 y 20/3/1935, nn. 656 y 657, p. 160). Al mes siguiente, lee-mos: «Apenas anunciado, nos llueven los pedidos…», y se t r a n s c r i b e e l í n d i c e (20/4/1935, n. 659, p. 292). Posteriormente se realizan dos ediciones más (1986, 1994) y se incorpora en el se-gundo tomo de las Obras Com-pletas (nn. 1912-2411).

Por dentro y por fueraLas páginas de Un sueño pas-toral nos invitan a viajar a tra-vés de los pueblos de la dió-cesis de Málaga, y a vibrar con los afanes de la cons-trucción exterior e interior de un edificio destinado a la forja de sacerdotes. El se-creto, el centro de la forma-ción, la piedra angular de todo el edificio –nos dice don Ma-nuel– no puede ser otro más que la Eucaristía, que es en el seminario «el más eficaz estímulo, el primer Maes-tro y la primera asignatura […] un lugar en que todo de ella venga, y a ella lleve y vaya, desde la roca de sus cimientos hasta la cruz de sus teja-dos» (OO.CC. II, nn. 1995-1996).

El libro está compuesto de tres partes: 1) Motivos del sueño pasto-ral, 2) El sueño pastoral, 3) Las rea-lidades. Teniendo en cuenta que es un documento valioso para la histo-ria de la Iglesia y de la España del pri-mer tercio de nuestro siglo, es posi-ble leerlo siguiendo un criterio tem-poral: el proyecto, 1919; la puesta en marcha, 1921; últimos toques, 1927; el complemento de una casa de ejer-cicios para sacerdotes, 1930; y, por

fin, el «nefasto 11 de mayo de 1931», en que las hordas pasan por el semi-nario saqueando y arrasando.

Pero también se puede leer con-siderando que es en parte un docu-mento autobiográfico, y en él vemos con claridad el pensamiento y los sue-ños de nuestro santo obispo como pastor y formador de pastores, pro-fundamente eucarístico e inquieto por llevar a todos los rincones la pre-sencia viva del Señor. Ciertamente, don Manuel quería que sus sacerdo-tes fueran «evangelios vivos con pies de curas», atentos a las necesidades de la gente, y con cierta premonición de futuros mártires anhelaba tam-bién que fueran «sacerdotes hostia». Por estos ideales trabaja con tesón y así el seminario de Málaga, junto a otros, se erigió en foco de espiritua-

Palabras de santo

Uno de los anhelos más grandes de san Manuel al ser nombrado obispo de Málaga fue construir un nuevo seminario, en un lugar adecuado y con un estilo pedagógico renovado, donde se puedan formar sacerdotes cabales, «pastores que, a imagen del Buen Pastor, estén prontos a dar la vida por sus ovejas». Gracias a su fe y empeño contagiosos, y con la ayuda de muchas personas, esta obra se pudo realizar y continúa hasta el día de hoy. Además, gracias a su pluma privilegiada recibimos también el legado de un libro en el que nos cuenta paso a paso el proyecto y la concreción de este gran sueño pastoral.

La piedra angular de un gran sueño pastoral

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Una de las fotografías que incluía la primera edición de Un sueño pastoral y mostraba el día de la entronización.

Portada de la 1ª edición realizada en 1935.

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El Evangelio a la lámpara del Sagrario

Domingo 3 de febreroIV Tiempo OrdinarioLc 4, 21-30: Jesús, como Elías y Eliseo, no solo es enviado a los judíos«Pero aun entre los mismos buenos buscadores, ¡qué pocos del todo bue-nos y rectos buscadores! Es decir, ¡Qué pocos buscadores de «sólo su Cora-zón»! Me explicaré. Veo en el Evan-gelio a unos buscar la «mano» de Je-sús, como los que le pedían que la po-sara sobre sus cabezas o sus ojos o sus dolencias para que los curara. Veo a otros buscar el «prestigio» de Jesús como sus paisanos de Nazaret pidién-dole prodigios para no ser menos que los de Cafarnaúm. Veo a éstos buscar el «poder» de Jesús para recrearse en el espectáculo de grandes milagros, como los curiosos que se le acercaban diciéndole: «queremos verte hacer un milagro». Veo a aquéllos buscar los «dineros» de Jesús para robárse-los como Judas. Pero ¡a qué pocos veo buscando su Corazón! ¡Sólo su Co-razón!» (OO.CC. I, n. 247).

Domingo 10 de febreroV Tiempo OrdinarioLc 5, 1-11: Dejándolo todo, lo siguieron«Jesús realiza sus más grandes mila-gros en un instante. En la formación de sus apóstoles emplea los tres años largos de su vida pública, los cuaren-ta días de su vida de resucitado en la tierra y la consuma con la venida y la acción del Espíritu Santo. Para curar enfermedades inveteradas, incurables, para resucitar muertos, para alimen-tar muchedumbres de miles, para atraer y convertir pecadores endure-cidos, tiene ordinariamente bastante con una palabra, una imposición de mano, una mirada, un gesto, el paso de su sombra, ¡un instante de presen-cia suya! Para hacer de un pescador de peces un pescador de hombres, ¡cuántos pasos, cuántas instruccio-nes, cuántos ejemplos, cuánta pacien-cia, cuánto tiempo! ¡Lo que cuesta un apóstol al Corazón de Jesús! ¡Lo que más le cuesta! ¡Qué estudio tan interesante seguir a Jesús en esa ela-

boración lenta, gradual, dura a veces, frustrada otras, difícil siempre!» (OO.CC. I, n. 262).

Domingo 17 de febrero VI Tiempo OrdinarioLc 6, 17. 20-26: Bienaventurados los pobres; ay de vosotros, los ricos«La dureza de los pueblos obceca-dos, la hipócrita explotación de los sencillos y débiles, el escándalo de los pequeñuelos y la tiranía de las pasio-nes, ved aquí los cuatro grandes ma-les que arrancan los ayes más senti-dos y vibrantes del Corazón de Jesús. San Lucas reúne en cuatro bienaven-turanzas las ocho que expone san Ma-teo, y ¡qué contraste forman, bajan-do Jesús de la montaña rodeado de sus apóstoles recién elegidos y de aquella muchedumbre, la esplendi-dez y dulzura que promete en las bie-naventuranzas a los pobres de espíri-tu, a los que pasan hambre y sed de justicia, a los que lloran y a los perse-guidos por causa de Él con los terri-

bles ayes de condenación que le arran-ca la tiranía de las pasiones a ellas con-trarias! «¡Ay de vosotros los ricos, porque ya tenéis vuestro consuelo!». ¡Tiranía del afán de tener! «¡Ay de vosotros los que andáis hartos, por-que sufriréis hambre!». ¡Tiranía del ansia de gozar! «¡Ay de vosotros los que ahora reís, porque día vendrá en que os lamentaréis y lloraréis!» ¡Ti-ranía de la sensualidad! «¡Ay de vo-sotros, cuando los hombres munda-nos os aplaudieren, que así lo hacían sus padres con los falsos profetas!». ¡Tiranía de la soberbia y vanidad! ¡Cuatro tiranías y cuatro malaventu-ranzas que perennemente se dispu-tan la posesión y la libertad de hom-bres y pueblos!» (OO.CC. I, n. 1602).

Domingo 24 de febreroVII Tiempo OrdinarioLc 6, 27-38: Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso«Perdonar ofensas ¿no es amar? Por eso es lo mismo el mandamiento nue-vo de amarnos como Él nos amó que esta petición verdaderamente nueva de perdonarnos para que Él nos per-done, y de que nos perdone y ame Él en la medida que nosotros perdone-mos y amemos a nuestros ofensores. Aquel mandamiento nuevo como es-ta petición nueva son la síntesis y la característica de toda la moral cristia-na y la condición esencial de todo el culto católico. ¡Sólo un Dios de po-der tan grande como su misericordia podía componer y sugerir esta mara-villosa petición!» (OO.CC. I. n. 1052).Recopilación: Sergio Pérez Baena, Pbro.

lidad y renovación sacerdotal en aquellos años difíciles.

Semillero de vocacionesLa siembra que con tanto esfuerzo se fue realizando en el seminario no tardó en dar abundantes frutos. Incluso algunos de los seminaris-tas y formadores que por allí pasa-ron están en proceso de canoniza-ción, como los beatos mártires En-rique Vidaurreta, rector del Semi-nario, y el diácono Juan Duarte. En el libro de D. Manuel encontramos también voces de los protagonis-tas de aquel sueño pastoral: semi-naristas y sacerdotes que narran sus vivencias en primera persona, nos comparten sus reflexiones y nos cuentan cómo es el día a día de su

camino de formación. Al leerlo hoy, cuando varias de sus páginas cum-plen 100 años, podríamos pregun-tarnos: ¿y qué nos dice a nosotros este libro? Una de las propuestas de don Manuel que podemos con-siderar de vital actualidad es que contribuyamos a crear una cultura vocacional con nuestro ingenio, pa-labras, obras y ayuda económica. Además, al finalizar la lectura del libro, como broche de oro nos en-contramos el consejo más valioso: no olvidar la oración. Oremos, pi-damos con fe renovada al Señor Je-sús que envíe operarios a su mies para que «no quede un solo pue-blo sin Sagrario y sin sacerdote que lleve sus vecinos a él». ¡Que así sea!

Mª Andrea Chacón Dalinger, m.e.n.

Las vidrieras de la capilla«El amor eucarístico construyó mi capilla, amplia y hermosa, con sus arcos árabes, sus góticas ventanas, su litúrgico baldaquino, y su antigua sillería. ¡Qué hermosas, qué simbólicas son esas vidrieras! Ocho amplios ventanales son los marcos que las sostienen. En ellas

el arte cristiano y eucarístico ha pintado un cuadro sen-cillo, hermoso y significativo: Un cielo azul, sin nu-

bes; en él un sol, la Hostia inmaculada, blanca como el vellón de los corderos, como los

pétalos del jazmín, como las almas de los niños; esa Hostia blanca esparce sus ra-

yos de vida sobre un campo de mies dorada, cuyas espigas se balancean por el peso de sus granos, entre el oro de las espigas, como manchas de sangre, unas cuantas amapolas abren

su cáliz de fuego completando la be-lleza del cuadro […] ¡Madre Inmacu-

lada, que sean tus seminaristas espigas alimentadas del sol de la Eucaristía, arraigadas en la tierra de la humildad y hermoseadas con las rojas amapolas del sufrimiento y la propia negación, y serán el día de mañana semillas repo-bladoras de Sagrarios, y hostias blan-cas que se inmolen en las aras de tu Hi-jo Jesús!» (OO.CC. II, nn. 2332. 2335).

Buenos buscadores de Jesús

«La pesca milagrosa». Lodewijk Toeput, 1587. Museo del Hermitage. San Petersburgo.

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Orar con el obispo del Sagrario abandonado

Amigos de El Granito de Arena: ¿somos felices? ¿Podemos ser felices? ¿En qué medida? En los

primeros días del año, cuando salu-dábamos a familiares y amigos, excla-mábamos: «Feliz año nuevo».

San Manuel González nos pregun-ta con todo acierto: «¿vamos a decir con verdad y en serio el saludo del año nuevo?».

Hoy, aquí, delante de Jesús Euca-ristía, adorándolo, dejándonos mirar por Él, preguntémonos: ¿cómo sona-ba en mí ese saludo de feliz año nue-vo? Cuando lo decía, ¿lo pronuncia-ba con verdad y en serio?

San Manuel apostilla muy bien viendo la realidad: «A juzgar por lo que se repite esa palabra [¡Felicidades! ¡Felicidades!, en días de año nuevo] y se desea lo que en ella se contiene, el mundo debería nadar en bienaventu-ranza, no digo el año presente, sino muchos más…» (OO.CC. II, n. 3097).

Así de claro lo ve él. Así de eviden-te lo vemos nosotros hoy. Y, sin em-bargo, nos encontramos con muchas personas tristes, desanimadas, ago-biadas, llenas de amargura, o deses-peradas: ¿por qué?

«Y la cosa es que, a pesar de tan-to gusto y felicidad, los desterrados hijos de Eva siguen gimiendo en este valle de lágrimas y la tan cacareada fe-

licidad no aparece por parte alguna.¿Por qué?» (OO.CC. II, n. 3097).

Desde la psicología a la psiquia-tría, desde la Nueva Era a las sectas paradisíacas (prometen el Paraíso en la tierra), desde los movimientos so-ciales a las corrientes de la filosofía, se intenta dar respuesta a esa pregun-ta: ¿Por qué cientos de personas no son felices? ¿Dónde está el camino de la verdadera felicidad? San Manuel nos responde: «¿Servís a Dios cum-pliendo sus mandamientos? Y me res-ponden que no los templos vacíos los Sagrarios abandonados, las tabernas, enloquecedoras, los cines inmorales, y los teatros disolventes, y los centros de ofensa permanente a Dios, reple-tos de hombres, de mujeres y de ni-ños… Y termino: ¿No se sirve a Dios? Pues que no se espere gozo de Dios. Los hombres no son felices, porque están desafinados. ¡Fuera de su fin!» (OO.CC. II, n. 3098).

En silencio profundo, en medita-ción continua, con el corazón vibran-te de búsqueda de la verdad, postra-dos a los pies de Cristo sacramenta-do, dejemos que resuenen estas pala-bras de san Manuel González.

Oración inicial:Oh, Cristo Eucaristía, que nos dices hoy, como a la Samaritana junto al po-

zo de Sicar: «Si conocieras el don de Dios…», sigue suscitando en noso-tros la sed de ti, sigue diciéndonos co-mo a esa mujer: «Dame de beber», para que quedemos saciados de tu agua viva, colmados por tu amor, y nos de-cidamos a dar lo mejor de nosotros mismos, en amor y servicio, cada vez que decimos: «Felicidades». PNSJ.

Escuchamos la PalabraMt 5,3-12

Breve meditaciónDios es Padre. Dios es Amor. Se ha revelado en su Hijo, Jesucristo, tra-

yendo la salvación al género humano, porque «Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al cono-cimiento de la verdad» (1Tm 2,4).

Si la necesidad más importante del ser humano es ser amado y poder amar (porque hemos sido creados por amor y para el amor), el único que puede llenar, colmar, esa necesidad es el Dios Amor revelado en Jesucristo: «Por-que tanto amó Dios al mundo, que en-tregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna» (Jn 4,16). El amor nos purifica, nos ilumina, nos une más y más al Amado (Jesucristo): «El amor

es paciencia, es benigno. Todo lo ex-cusa, todo lo cree, todo lo espera, to-do lo soporta. El amor no pasa nun-ca» (1Cor 13,4. 7. 8). «Y nosotros he-mos conocido el amor de Dios y he-mos creído en él. Dios es Amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él» (1Jn 4,16).

El amor sin límites del Dios-Amor es lo único que puede hacer dichoso, feliz. Bienaventurado el cristiano: «¡Solo Dios! ¡Solo Dios! ¡Solo Dios!» (san Rafael Arnáiz).

Las Bienaventuranzas son el pro-grama de vida del discípulo de Jesús: «Son como el carnet de identidad del

cristiano. En ellas se dibuja el rostro del Maestro, que estamos llamados a transparentar en lo cotidiano de nues-tras vidas» (GE 63).

«Las bienaventuranzas de nin-guna manera son algo liviano o su-perficial; al contrario, ya que solo po-demos vivirlas si el Espíritu Santo nos invade con toda su potencia y nos libera de la debilidad del egoís-mo, de la comodidad, del orgullo» (GE 65).

Las bienaventuranzas son don y tarea. Don porque quien nos hace fe-lices es el amor infinito de Dios. Tarea porque se nos pide la humildad de ser

«Bienaventurados los pobres en el espírituporque de ellos es el reino de los cielos»

Mt 5,3

«Feliz año nuevo: Es la palabra y el saludo de estos primeros días del año que comienza. Y o no significa nada, o significa que deseamos al que se la decimos felicidad para todo el año. Marías, Discípulos de San Juan, amigos de El Granito de Arena, ¿vamos a decir con verdad y en serio el saludo de año nuevo? ¿Sí? Pues vamos a dedicarnos este año a trabajar con verdad y en serio por dar un poquito de más felicidad a los que nos rodean» (OO.CC. II, n. 3099).

Decálogo de las nuevas bienaventuranzas• Bienaventurados los que crean, como la Virgen María, que la Palabra se

hace vida en quien dice: «Hágase».• Bienaventurados los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen en prác-

tica, sirviendo a los demás.• Bienaventurados los que se dejan llevar del amor del Espíritu Santo y lo

irradian en comunidad.• Bienaventurados quienes se humillan ante la grandeza de Dios para per-

mitirle que Él lo sea todo en el corazón del creyente.• Bienaventurados quienes se marcan el firme propósito de hacer felices a

los demás, dando gratis lo que de Dios han recibido gratis.• Bienaventurados quienes sacian su sed de infinita belleza y verdad en la

fuente inagotable de la Eucaristía.• Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque Cristo los colmará

de fortaleza, piedad y sabiduría en la misión que han emprendido.• Bienaventurados quienes, por Cristo y en Cristo, sirven en total gratui-

dad al hambriento, al sediento, al desnudo, al forastero, al encarcelado, al enfermo, porque en ellos ve el rostro de Jesús.

• Bienaventurados quienes se empeñan, desde la fe y en comunidad, por lograr una gran familia de hermanos entre todos los hombres de la tierra.

• Bienaventurados quienes, en medio de sufrimientos y calamidades, si-guen alabando a Dios, perdonando a sus perseguidores y sonriendo a cuantos se acercan a ellos.

«Jesús y la samaritana junto al pozo». Guercino, 1640. Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid.

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Cartelera recomendadamendigos de ese amor, de invocar al Espíritu Santo que nos invada con su amor derramado, de supli-car la gracia que nos libere del pe-cado y nos haga personas nuevas.

Las bienaventuranzas nos re-velan una felicidad humana que choca por las propuestas de este mundo de consumismo, hedonis-mo, superficialidad y diversión fá-cil. Son paradójicas: cuanto más pobre, más rico; cuanto más llo-ras, más serás consolado; cuanto más manso, más poseedor de la tierra; cuanta más hambre de jus-ticia, más quedarás saciado. Uno es feliz porque las promesas de Dios se cumplen siempre en quien cree en Él y se deja llenar del Es-píritu Santo: el Reino de Dios es-tá presente en quien se vacía de sí y se deja llenar del amor divino.

Jesús lo dice claro y directo: «Hay más dicha en dar que en re-cibir» (Hch 20,35). «Y bienaven-turado el que no se escandalice de mí» (Lc 7,23). «Estad alegres por-que vuestros nombres están escri-tos en el cielo» (Lc 10,20).

Impregnado de su espírituSan Manuel González estaba to-talmente impregnado del espíritu de las Bienaventuranzas, de la sa-biduría de los pobres de espíritu, de la sencillez de los limpios de corazón, de la humildad de los mansos. Su vida y sus escritos re-zuman felicidad evangélica, dicha en darse, alegría sin fin por servir al Señor.

Escuchémosle con atención y, por la gracia del Espíritu de Amor, pongámoslo en práctica en nues-tra vida. San Manuel da recetas de todo tipo para ser dichosos. «¡Amor, amor, amor! Eso es lo que hace fal-ta; que habiendo amor, habrá obras y habrá consecuencia y lógica en nuestra vida, y gloria para Dios y bien para las almas» (OO.CC. II, n. 3307). «¿Lo oyes, pobre, por-

diosero, rico desasosegado, joven melancólica, obrero triste, almas todas que sufrís desengaños, des-alientos y torturas? ¡Si supieras en-contrar la fuente en donde se apa-gan todas esas clases de sed que padecéis, cómo se secarían vues-tras lágrimas! ¡Qué feliz yo si hi-ciera ese descubrimiento a voso-tros, todos los que formáis el gran ejército de los necesitados!» (OO.CC. II, n. 3310).

«Mira por toda la redondez de la tierra, mira el cielo, y si en aque-lla o en este encuentras algo que no te ofrezca el Corazón de quien te he hablado, entonces quéjate con amargura y razón. Pero si lo encuentras, que lo encontrarás, prorrumpe en este grito: ¡Qué di-choso me habéis hecho, Dios mío, que en el Corazón de vuestro Je-sús me lo habéis dado todo! To-do, ¿lo oyes bien, alma necesita-da?» (OO.CC. II, n. 3312).

«Si no nos decidimos a poner en Dios solo la esperanza de nues-tra felicidad, o nos entretenemos en ir mendigando un poquito de felicidad en cada una de las cosas que nos rodean, no tardaremos en echar fuera de nuestro cora-zón a Dios y en entregárselo to-do entero sin condiciones y casi sin libertad a aquel miserable ido-lillo de quien esperamos tanta di-cha. En donde está Dios no ca-ben los ídolos, y viceversa» (OO.CC. II, n. 3486).

Oración finalBendito y alabado seas, Padre, por-que propicias desde la fe, que go-cemos de los bienes de este mun-do como don que viene de ti, ilu-minándonos para que no idolatre-mos a nadie ni nos construyamos falsos dioses, sino que obtenga-mos la felicidad prometida que es sentirnos infinitamente amados por ti. PJNS.

Miguel Ángel Arribas, Pbro.

de un ambiente de competitividad tanto en el ámbito personal como a nivel internacional, ellas siguieron tra-bajando a favor del bien común. Su meta no se centraba en ellas mismas, ni en su éxito o prestigio profesional, sino en el bien de su país y el progre-so de la humanidad. Por ello, sus vi-das, nos dan un ejemplo de tenacidad, generosidad, sacrificio y abnegación.

En cierta manera, esta película su-pone un reconocimiento agradecido a tantas mujeres anónimas, descono-cidas u olvidadas, que, a lo largo de la historia, han sostenido y transforma-do familias y comunidades con la fuer-za y valentía de su testimonio.

Vivir desde la gratuidadSeguramente todos, en algún momen-to de nuestra vida, hemos ansiado ser protagonistas, buscado reconocimien-to o deseado que valoraran lo que ha-cemos. Son actitudes muy caracterís-ticas de los seres humanos. Quizás es fácil hacer el bien y ayudar a otros cuando sabemos que vamos a tener recompensa, pero esta película nos invita a dar un paso más.

En el fondo, estas mujeres están poniendo en práctica el consejo que nos dio Jesús: obra en lo secreto y tu Padre, que ve en lo secreto, te recom-pensará (cf. Mt 6,4). Jesucristo se hi-zo hombre como nosotros y nos en-señó, con su vida, un nuevo modo de vivir, desde la gratuidad, forjando re-laciones de fraternidad y solidaridad.

Todos, como cristianos, estamos llamados a hacer nuestro este estilo de vida; cuánto más los que hemos recibido el carisma eucarístico repa-rador. Nuestro modelo es Jesús, ocul-to en la Eucaristía, que sigue derra-mando gracia infinita a los hombres,

aunque muchos no lo reconozcan ni agradezcan. Que el Espíritu Santo nos ayude a hacer realidad lo que san Ma-nuel González pedía con insistencia al Corazón de Jesús Sacramentado: «hacer mucho bien en torno mío y que nadie más que Tú, caiga en la cuenta».

Ana Mª Cayuso Prados, m.e.n.

El valor de quien permanece ocultoDe la mano de 20th Century Fox, Figuras ocultas narra la increíble historia real, nunca contada, de Katherine G. Johnson, Dorothy Vaughan y Mary Jackson, tres brillantes mujeres afroamericanas que trabajaron en la NASA. Conocidas como las «ordenadores vivientes», ayudaron en el lanzamiento a la órbita del astronauta John Glenn, un logro que restauró la confianza del país y dio la vuelta a la carrera espacial.

L a película nos sitúa en los años 60, en el seno de la NASA, en ple-na competición espacial entre so-

viéticos y americanos. Allí, lejos de lo que muchos podrían esperar, un gru-po de mujeres de color, dotadas de una inteligencia extraordinaria, tra-bajan como calculadoras humanas, haciendo posible, con su trabajo, que cientos de ingenieros y científicos ten-gan acierto en sus proyectos.

Basada en hechos reales, la pelí-cula tiene el acierto de dar a conocer las grandes aportaciones que estas tres mujeres afroamericanas hicieron a su país y al mundo entero, ponien-do generosamente al servicio de to-dos los dones que habían recibido. La película combina la rudeza de esce-nas cargadas de injusticia, racismo y arduo trabajo aeroespacial, con una trama más conmovedora en torno a la vida familiar de las protagonistas.

A favor del bien comúnEn medio de grandes e injustas discri-minaciones, estas mujeres nunca de-jaron de dar lo mejor de sí; en medio

Figuras ocultasDuración: 127 minutos · Año: 2016País: Estados Unidos · Género: Comedia

dramáticaDirector: Theodore MelfiReparto: Taraji P. Henson, Octavia

Spencer, Janelle Monáe, Kevin Costner, Dónde verla: DVD, plataformas digitales,

YouTube (desde 3,99€)

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Con mirada eucarística

E n aquella ocasión aquel mozal-bete, un niño de apenas 14 años, se apretó alrededor de su cintu-

ra una rancia cartuchera de cuero. Es-taba repleta de los convenientes car-tuchos que, en caso de necesidad, ha-bría de introducir en el depósito am-parado bajo el cerrojo de su fusil máu-ser. Porque era su fusil. Lo llevaba en bandolera, cruzando su cuerpo de parte a parte como si lo cruzara un ar-co iris de importancia. Porque tam-bién se sentía importante.

Hacía apenas unas horas que le habían enseñado a manejar tal arte-facto y disparó bastante bien en el blanco compuesto por unas latas de tomate vacías aupadas en unos sacos terreros. Recuerda a la perfección que el instructor le había dicho «ten cui-dado con el retroceso». Lo más que sabía era que le habían encomenda-do la alta y noble misión de matar «maquis», los que descendían de la montaña hasta el llano, el llano don-de estaba su pueblo y al que aquellos

acudirían –también se lo había dicho el instructor– a cometer fechorías.

Iban de dos en dos. A él le había tocado de compañero un hombre bas-tante mayor, que se enorgullecía de pertenecer al «somatén». A aquel ni-ño ese extraño vocablo únicamente le sonaba a tapadera de las botellas. Tendría que preguntarle a alguien al-guna vez el significado de ese trío de palabras: retroceso, maquis, somatén.

En su ignorancia, pero orgulloso, llegaron el niño y el hombre al pues-to señalado, una casa medio derrui-da en la que prendieron lumbre a su chimenea. Recuerda además que te-nía un camastro y un aparato de ra-dio que se prolongaba en una antena por el techo al igual que una trompa

metálica. La casa daba al camino nor-te del pueblo, el que comunicaba el valle con la sierra de enfrente. Era ya de noche, muy de noche.

Los ruidos de la nocheHoy ya mayor, abuelo y viudo, toda-vía recuerda perfectamente el miedo que pasó haciendo de centinela en el umbral de la puerta. Además, su com-pañero el del somatén le había dicho que le avisara si venía alguien, que él tenía sueño y se iba a echar una cabe-zadita en esa vieja banca de madera carcomida. Todo eso lo decía pegán-dole con gana a una botella de coñac que llevaba escondida en el bolsillo de su zamarra. Y le dijo más, que por allí no iba a pasar ningún maqui, y que

si pasaban los conocía a todos. Y tam-bién recitó sus nombres y sus apodos, de los que no recuerda ninguno.

Pero pasó mucho miedo escuchan-do los ruidos de la noche que en su imaginación se asemejaban a bichos destructores de todos los sentidos y a cuál peor. En esas estaba cuando lle-gó a sus oídos la voz de la radio que sonaba dentro de la casa, una voz con-soladora, acariciante, cercana. Le pa-recía la voz de su madre, a la que ha-bía perdido el año pasado y seguro que, si viviera, no hubiera consenti-do que su hijo participara en tal dis-paratada empresa.

Escuchó la voz de la radio, ora sus palabras lejanas, apenas perceptibles, ora sus canciones, algunas de las cua-les las ejecutaban los músicos en la plaza, cuando era la fiesta del pueblo. Y esa voz lo colmó de esperanza has-ta que la aurora llegó con su luz blan-ca y libre de cualquier enemigo.

Cantar con la esperanzaEste hombre, hoy solitario y con nie-tos, aprendió muy temprano a escu-char y cantar con la voz de la esperan-za. No le fue fácil la vida. Recibió es-casamente los conocimientos que pu-do proporcionarle el maestro del pue-blo. No iría a la ciudad a estudiar el bachillerato, no iría a la ciudad a cur-sar estudios universitarios. Además, por esos años ni siquiera sabía que existían tales clases de estudios.

Pero le perseguía por todas partes aquella lejana voz de la radio. Tanto le perseguía, que quiso fabricar por sí mismo esos artilugios sonoros que daban paz, compañía y sobre todo un futuro con alas. Y se hizo, por corres-pondencia, técnico en radio y fabri-có muchos aparatos, tantos que con

la venta de uno componía más y mu-chos más. Y los vendió por todas par-tes. Y después se atrevió a más, y mon-tó televisores, primero en blanco y negro y después en color, y traspor-tando la mercancía en su propio co-che le parecía que vendía ilusiones por el mundo entero.

Se casó, tuvo varios hijos. Y estos sí que fueron a la universidad. Inclu-so uno de ellos trabaja en Estados Unidos para una empresa muy im-portante. Él nunca salió del pueblo y de los pueblos de alrededor. Para él no había días de la semana, ni sába-dos ni domingos, todo era trabajar pa-ra su familia, para que los suyos tu-vieran todo lo que no pudo tener él. Aunque siempre había dentro de su alma algo que le empujaba a conti-nuar, a seguir, a no tener miedo a na-da ni a nadie, a no tener miedo a las circunstancias más adversas. En esta empresa suya lo ayudaba el ánimo de su mujer, que en su interior se con-fundía con la voz de su madre, con aquella lejana y siempre presente voz de la radio.

En la soledad de su cama –hace ya varios años que perdió a su compa-ñera– aún se pone los cascos del tran-sistor para escuchar las mismas pala-bras, las mismas músicas, distintas pe-ro las mismas, que sabe que le anun-cian la luz esperanzadora de la maña-na siguiente.

P.D. Nuestro amigo Francisco, el niño de los maquis, nos ha confesa-do que él siempre sabía que esa voz que lo alentaba –y que lo alienta– de tan diferentes formas no es otra que la voz de Dios. Y que cuando mejor la escucha es cuando va a la iglesia y se fija en el Sagrario. Teresa y Lucrecio (matrimonio UNER)

La voz de la radioOímos mucho más de lo que escuchamos. Llega hasta nosotros una cantidad inmensa de mensajes a los que no prestamos atención alguna, incluso a veces los consideramos como ruidos molestos a los que, sin más, hay que despreciar.

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Lectura sugeridaCordialmente, una carta para ti

A claró también que todos los mandamientos tienen la mi-sión de señalarnos «el confín

de la vida, el límite más allá del cual el hombre se destruye a sí mismo y al prójimo, desgastando su relación con Dios». Aquí está el gran peligro, estimado lector, porque cuando va-mos más allá de ese límite nos des-truimos a nosotros mismos como se-res humanos y también destruimos la relación con Dios y con el próji-mo. Precisamente, los mandamien-tos de la Ley de Dios pueden evitar este gran peligro. Solo una cosa es necesaria: que cumplamos lo que mandan, que acatemos sus indica-ciones.

Recordó también el pontífice que el último mandamiento del Decálogo resalta el hecho de que todas las trans-gresiones esconden una raíz común interna: los deseos perversos. «Allí empieza –dijo– a moverse el corazón y uno entra en esa ola y termina en una transgresión. Pero no una trans-gresión formal, legal, sino en una trans-gresión que hiere a uno mismo y a los demás». Es dentro del corazón, ami-go lector, donde nacen los deseos per-versos, las malas inclinaciones y esas transgresiones que tanto daño hacen a uno mismo y a los demás. Dentro del corazón está el mal.

Por la anterior razón, el papa hizo referencia a esta cita evangélica: «por-que de dentro, del corazón del hom-

bre, proceden los pensamientos ma-los, las fornicaciones, robos, homici-dios, adulterios, avaricias, maldades, fraude, libertinaje, envidia, blasfemia, insolencia, insensatez. Todas estas perversiones salen de dentro y con-taminan al hombre» (Mc 7,21-23). Comprobamos que el verdadero mal no viene de fuera, sino que procede de dentro, del interior del corazón. En consecuencia, el recorrido reali-zado por el pontífice a través del De-cálogo carecería de sentido si no ter-minase en el corazón del hombre, por-que es en él, en su interior, donde na-cen los malos pensamientos y los de-seos perversos.

Liberarse del malTodo lo anterior explica el hecho de que el papa Francisco se refiera a la necesidad de tener un corazón que sepa liberarse de esos malos pensa-mientos y perversiones. Dijo: «el punto de llegada –el último manda-miento– de este viaje es el corazón y si este, si el corazón, no está libe-rado, el resto sirve de poco. Este es el desafío: liberar al corazón de to-das esas cosas perversas y feas». Im-portante desafío, estimado lector, nos propone el papa en esta ocasión. Hay que saber liberar al corazón de todo lo que es perverso y dañino pa-ra nuestra salud moral y para nues-tra propia dicha. Ahora bien, el san-to padre nos hace una advertencia

importantísima. Debemos saber que será imposible lograr esa liberación valiéndonos únicamente de nuestra naturaleza humana, de nuestras so-las fuerzas. Imposible purificar nues-tro corazón utilizando solamente medios humanos. En este sentido, dice: «Es vano pensar en poder co-rregirse a sí mismo sin el don del Es-píritu Santo. Es vano pensar en pu-rificar nuestro corazón en un esfuer-zo titánico de nuestra sola voluntad: esto no es posible. Es necesario abrir-se a la relación con Dios, en la ver-dad y en la libertad: solo así nuestras fatigas pueden dar fruto, porque es-tá el Espíritu Santo que nos lleva ade-lante».

Dios es imprescindibleSi lo recuerdas, amigo lector, ahora ocurre lo mismo que ocurría con la sexta palabra: «no cometerás adul-terio». En aquella ocasión decía el papa que «la fidelidad es un modo de ser, un estilo de vida» que debe-rá impregnar todas las dimensiones de la vida. Pero es el caso que para lograr esto no bastan nuestras solas fuerzas, nuestra sola naturaleza, si-no que «es necesario –dijo el pon-tífice– que la fidelidad de Dios entre en nuestra existencia, nos contagie». Dios se hace necesario, más aún, im-prescindible para alcanzar determi-nadas metas, porque la naturaleza humana tiene muchas limitaciones.

Después de saber lo que dice el papa Francisco sobre el último man-damiento hemos de procurar, lector amigo, mantener limpio y puro nues-tro corazón, liberándolo de todo lo que sea perverso. Con este sincero deseo te saluda cordialmente,

Manuel Ángel Puga

Dentro del corazón...Apreciado lector: En su viaje a través del Decálogo, realizado el pasado año y a lo largo de diversas audiencias generales, el papa Francisco llegó a finales de noviembre al último mandamiento. Con tal motivo, dijo que las indicaciones «no codiciarás los bienes de tu prójimo, ni la mujer de tu prójimo» están presentes en los mandamientos sobre el adulterio y sobre el hurto. Vemos que aparecen aquí íntimamente relacionados estos dos mandamientos.

T adeusz Dajczer, sacerdote y doc-tor en teología, polaco, nos en-seña en El Misterio de la fe, de

una manera profunda y a la vez sen-cilla, cómo abrirse a la presencia de Dios vivo en el altar y en el Sagrario y qué hacer para no oponer resisten-cia a la gracia. Prologado por el arzo-bispo de Cracovia, cardenal Stanis-law Dziwisz, que fue tantos años se-cretario particular de san Juan Pablo II, esta serie de meditaciones mues-tran que la experiencia humana, la Eucaristía y la fe forman una única realidad en la que cada elemento se beneficia de los demás.

Ha sido traducido del polaco al inglés, ruso, lituano, alemán, español e italiano, posiblemente porque está impactando en la espiritualidad cató-lica de todo el mundo. Sobre todo pa-ra el hombre de hoy, extraviado en la temporalidad, puede convertirse en un extraordinario tesoro espiritual.

Contiene cuatro capítulos, con sus correspondientes meditaciones cada uno de ellos, con las que nos va aden-trando en el saboreo del gran miste-rio eucarístico, puesto que «la Euca-ristía es continuamente una tierra no descubierta, un mundo desconocido. Y al querer vivir de ella es necesario escuchar atentamente la voz de la gra-cia que nos exhorta: coloca el pie so-bre esta tierra no descubierta, da un paso, dos, tres y él te conducirá. Él, tu Dios» (p. 11).

Rocía todas sus meditaciones con ejemplos y citas de grandes santos y teólogos como Teresa de Jesús, Juan de la Cruz, Agustín, Gregorio de Niza, Teresa de Cal-cuta y Benedicto XVI, refiriéndo-se, en numerosas ocasiones al ma-gisterio de la Iglesia.

El padre Tadeusz utiliza un lenguaje tan profundo y sencillo a la vez que nos puede hacer re-cordar el estilo literario y conte-nido experiencial de san Manuel Gon-zález, apóstol cautivado por la Euca-ristía. Nos invita a adentrarnos poco a poco en el misterio, como de pun-tillas, con fe y mucha humildad ante el gran misterio del Dios escondido: «La humildad abre espacio para las gracias eucarísticas» (p. 16).

Como fruto de sus búsquedas es-pirituales, en esta obra dejó traslucir el sentimiento de su pobreza y gran-deza a la vez: «Cuando tomo concien-cia de todo esto –misterio eucarísti-co– me faltan palabras para expresar de qué manera tan miserable rindo homenaje de alabanza al que descien-de sobre el Altar. Alguien tan realmen-te presente, que gobierna el destino del mundo, que es Alfa y Omega de la Historia del hombre, que quiere co-municárseme en la medida que jamás podré comprender. Este Dios viene a mí como Amor, Redentor, el Eucarís-tico, para darme todo, para cautivar-me con Él, de tal manera que ya no

quiera, ni siquiera yo, que estoy tan sumergido en este mundo, otra cosa, solo ese Amor eucarístico» (p. 18).

Nos despierta a vivir «el sacra-mento del momento presente» y es-te no puede conciliarse con la prisa, porque en ella vivimos en el futuro y Dios se halla en el presente. Y ese des-acelerar mi vida se convierte ya en un acto de fe, que me prepara para escu-char la vendida de Dios en la Euca-ristía (cf. p. 47).

Que la lectura y meditación de es-ta obra logre alcanzar su objetivo: acercarnos a la Presencia permanen-te y viva del Dios escondido y vivir en consecuencia al amor recibido.

Mª del Valle Camino, m.e.n.

El camino de profundización en la fe ante Dios, presente en la Eucaristía, es un camino privilegiado de esperanza y amor, porque nos permite acercarnos a la fuente de la Vida y junto a la cumbre de la Verdad. Su presencia tan real y personal nos invita a una auténtica cercanía y encuentro de fe con él que desbordará en entrega a todos. Ojalá que, de una vez y para siempre, nos dejemos fascinar por el Amor eucarístico. ¡Este libro nos ayudará!

El misterio de la feSubtítulo: Meditaciones sobre la

EucaristíaAutor: Tadeusz DajczerAño: 2016 - Páginas: 112Editorial: San PabloPrecio: 10,50 €

Presencia viva y transformante

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AgendaFebrero

Asuntosde familia

1Viernes

2Sábado

3Domingo

11Lunes

25Lunes

28Jueves

FER: En 1918 san Manuel González firma la Instrucción para la fundación de los Misioneros Eucarísticos Diocesanos

Iglesia: Fiesta de la Presentación de Jesús en el Templo. El papa preside la Eucaristía en la basílica vaticana. XXIII Jornada mundial de la Vida Consagrada. Lema: «Padre nuestro. La vida consagrada, presencia del amor de Dios». FER: Experiencia carismática de san Manuel González ante el Sagrario de la parroquia de Palomares del Río (Sevilla) Iglesia: Hasta el martes 5, viaje apostólico del papa Francisco a los Emiratos Árabes

Iglesia: Memoria litúrgica de la Virgen de LourdesXXVII Jornada mundial del Enfermo. Lema: «Gratis habéis recibido; dad gratis»

FER: El año 1877 nace san Manuel González en Sevilla

FER: El año 1877 san Manuel González recibe el Bautismo en la parroquia sevillana de San Bartolomé Apóstol y recibe el nombre de Manuel Jesús de la Purísima Concepción, Antonio Félix de la Santísima Trinidad

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de la pluma de san Manuel GonzálezNuevas ediciones

Lo que puede un cura hoy 11ª edición

Primer libro escrito por san Manuel, en 1910. Traducido a siete idiomas, sigue transmitiendo la ilusión

de una vida entregada a la vocación sacerdotal 10 x 15,5 cm · 400 páginas

El abandono de los Sagrarios acompañados

8ª edición¿Puede, Jesús Eucaristía, estar abandonado en medio de muchedumbres cristianas? Pa-ra dar respuesta a este interrogante increí-blemente actual se escribieron estas páginas

13 x 20 cm · 112 páginas

10€

8€

Aunque todos... yo no 12ª edición

Libro para el curso 2018-2019

El libro de familia de la FER. La experiencia carismática de san Manuel que cambió toda su vida, contada en primera persona

13 x 20 cm · 140 páginas

9€

[email protected] · Tel: 915 420 887PedidosPedidos

Intención del papa para el mes de febreroPor la acogida generosa de las víctimas de la trata de personas, de la prostitución forzada y de la violencia.

Ejercicios espirituales en NazaretCasa de espiritualidad Santa Mª de NazaretCtra. de Burgos, km 2. Palencia - Tel: 979 72 18 [email protected]

• 13-22 de junio: P. Toni Catalá, s.j.• 16-25 de julio: P. José Mª Fdez. Martos, s.j.• 17-26 de agosto: D. Miguel Ángel Arribas

Villa NazaretToquero, 20. Málaga - Tel:952 63 32 [email protected]

• 5-14 de junio: P. Pedro Cambreleng, s.j.• 1-8 de julio: P. Luis A. Gonzalo Díez, c.m.f.

Retiros y ejercicios espirituales en Las Palmas de G.C.La Unión Eucarística Reparadora de Las Palmas invita a quienes lo deseen, a tener unos tiempos de retiro, silencio y oración. Los encuentros consistirán en un tiempo de reflexión, adoración eu-carística y Misa (de 17:00 a 20:00). Estarán dirigidos por:

• 26 de abril: D. José Miguel Bravo de Laguna, pbro.• 24 de mayo: D. Andrés Rodríguez Ojeda, Pbro.También se ofrecerán ejercicios espirituales, en las tardes del

11 al 15 de marzo de 2019 (de 17:00 a 20:00), dirigidos por el P. Juan Carlos Subirías, o.s.b. Más información: Misioneras Eucarís-ticas de Nazaret. C/ García Tello, 4; Vegueta, Las Palmas de Gran Canaria; tel: 928 31 19 01.

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Ejercicios EspiritualesPAR A JÓVENES

Casa de espiritualidadSANTA MARÍA DE NAZARET

Carretera de Burgos, s/nPALENCIA

misioneraseucarísticas

de nazaret

para + 18 añoscontacta: 639077468 644357653 [email protected]

organiza

15-17 de marzo