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Sumario

Editorial 3 | Saludas 4 | Maestro Juan “el Herrero” 6

Fuego de la Tierra 9 | La magia transformadora del fuego 10

El fuego visto desde la ciencia 16 | Fuego y carnaval 19

Cerámica para adolescentes 22

El fuego y los aborígenes canarios 24

Editor Fundación Colectivo Mafasca | Redacción Taller de Publicaciones de la Fundación Colectivo Mafasca | Fotografías Taller José Benito de Fotos y Diapositivas de la Fundación Colectivo Mafasca,

Ayuntamiento de Antigua, Carlos de Saá, Miguel Quesada. | Diseño y maquetación Taller de Publicaciones de la Fundación Colectivo Mafasca | Impresión Imprenta Maxorata

Prohibida su reproducción total o parcial sin la autorización expresa de su editor o autores

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Para los componentes de la Coordinadora y para todas las personas que hacen posible este evento, tras muchas semanas de reuniones e intercambio de ideas, de volver a activar después de un año todo el complejo engranaje que un acontecimiento de este calibre requiere, ha llegado la hora de poner en marcha el que es, sin ninguna duda, uno de los acontecimientos clave en la isla de Fuerteventura: la Feria Insular de Artesanía de Antigua.

Nuestros sentimientos son una mezcla de ansiedad y nerviosismo a la espera de que todo funcione correc-tamente, y una enorme ilusión porque sentimos que, una vez más, el esfuerzo merecerá la pena; por reencon-trarnos con viejos artesanos con los que hemos ido creciendo año tras año en las sucesivas Ferias, por volver a saludar a aquel visitante que nunca falta a su cita anual, por sentirnos parte de un numeroso equipo de personas que, desde el Colectivo Mafasca, el Ayuntamiento o el Cabildo, hacen posible este pequeño milagro.

Estos sentimientos, si cabe, son más intensos en esta ocasión en que vamos a estrenar, tras veintiocho edicio-nes, un nuevo recinto en el que desarrollar la Feria. El viejo emplazamiento se empezaba a quedar pequeño y se hacía necesario apostar por una nueva ubicación. Instituciones como el Ayuntamiento de Antigua y el Cabildo de Fuerteventura han jugado un papel decisivo a la hora de aportar ideas, espacios e infraestructuras para que todo esto sea posible.

Parte del éxito de la Feria radica en que siempre hemos tenido claro que este evento debe estar por encima de personalismos, protagonismos o colores políticos; que la Feria no pertenece ni al Colectivo ni a las instituciones, sino que es un patrimonio de Fuerteventura y de los que en ella habitan, de los artesanos que nos apoyan y de los miles de personas que nos visitan. Estamos convencidos de que a la Feria Insular de Artesanía le quedará todavía un largo recorrido si no se abandonan estos principios.

La revista El Gánigo nació al calor de la Feria y son muchas las historias y los reportajes que se han vertido en sus páginas. En ella han quedado para la posteridad el recuerdo de grandes artesanos y artesanas que ya nos dejaron, de rostros hoy maduros que, en los primeros números, apenas empezaban a saborear la vida, de oficios que sólo gracias al tesón y el esfuerzo de unos pocos artesanos permanecen como un patrimonio impagable y que, orgullosamente, podemos mostrar a nuestros hijos.

En esta ocasión hemos escogido como tema vertebrador de la Feria el fuego, tan unido al trabajo artesano a lo largo de la historia. Hemos querido hacer un homenaje especial a los trabajadores de un oficio tradicional muy ligado a este elemento: los herreros. Para ello hemos querido rescatar de la memoria a “maestro Tomás”, el herrero de Antigua, y a su estirpe. Podremos leer en estas páginas de qué maneras el fuego ha estado presente a lo largo de toda nuestra historia y de cómo puede modular nuestro futuro, de cómo ha sido su relación con la artesanía, con las tradiciones, y de qué manera ayuda a las nuevas generaciones a que se vayan involucrando en unos oficios que se resisten a ser olvidados.

A todos ustedes les damos la bienvenida y les pedimos encarecidamente que nos ayuden en la tarea de poner a punto el nuevo recinto, haciéndonos ver los contratiempos que, inevitablemente, irán aparejados a un cambio tan significativo. Sus sugerencias nos servirán para ir mejorando en ediciones futuras. Pero, ante todo, disfruten de la Feria, de las compras y de la charla con los cientos de artesanos que nos honran con su participación.

Editorial

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La del 2015 será posiblemente una de las citas más importantes en la historia de la Feria Insular de Artesa-nía de Antigua. Esta edición número 28 será la primera que se celebra en el nuevo recinto ferial. La necesidad de disponer de un espacio más amplio y cómodo se venía planteando desde hacía ya varios años. La cada vez mayor afluencia de visitantes y las propias características de los expositores y de sus servicios complementarios, evidenciaban que las dimensiones del entorno del campo de fútbol y del terrero de lucha ya se habían quedado muy pequeñas.

Ahora, con el traslado a la nueva superficie anexa al Museo del Queso será necesario afrontar una etapa de adaptación, porque evidentemente la Feria y sus visitantes tienen que ‘hacerse’ a la ubicación que estrenamos este año. Creemos que las ventajas compensarán este esfuerzo rápidamente, ganado en comodidad y accesibili-dad, y evitando colapsar el casco urbano de Antigua.

La concesión del Premio Insular de Artesanía a la familia del maestro don Tomás ‘el Herrero’ es un justo re-conocimiento a una labor artesana transmitida durante generaciones, especialmente importante en esta edición dedicada al trabajo artesano con el fuego.

En definitiva, por delante tenemos una edición de la Feria Insular de Artesanía que llega además con el reconocimiento del ‘Premio del Cabildo de Fuerteventura al Mérito Cultural’ a todas las personas que, bien de forma individual, bien a través de colectivos, han contribuido a asentar este auténtico foro de dinamismo social en el que cada año se convierte nuestro encuentro con los oficios y las creaciones artesanas.

Mario Cabrera GonzálezPresidente del Cabildo de Fuerteventura

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Antigua se convierte, como cada mes de mayo, en lugar de referencia en el archipiélago con motivo de la celebración de la Feria Insular de Artesanía. Durante cuatro días, miles de visitantes vienen a nuestro pueblo atraídos por la maestría y creatividad de los más de 200 artesanos llegados de todas las islas.

Gracias al trabajo incansable del Colectivo Mafasca y al impulso que desde el Ayuntamiento de Antigua se ha brindado, hemos hecho de este evento uno de los más importantes de Canarias. En la memoria de todos quedan estos 28 años de historia de una Feria que ha ido creciendo con el paso del tiempo. Producto de ese desarrollo ha sido necesario trasladarnos a unas nuevas instalaciones que nos permitirán dar cabida a más ar-tesanos y visitantes.

El valor de la tradición cultural canaria y la apuesta por la artesanía como alternativa viable para la genera-ción de empleo son los motores que nos impulsan a trabajar para fomentar esta Feria. Haciendo de ella el esca-parate ideal para que cesteros, ceramistas, caladoras, tejedoras y joyeros, entre otros, puedan dar a conocer sus nuevas técnicas y piezas exclusivas, acercándose a los consumidores y brindándoles la oportunidad de adquirir productos únicos en diseño y calidad.

Como cada año, fruto del compromiso y de la responsabilidad con la que afrontamos la celebración de la Feria, reconocemos la labor de los artesanos por su contribución al mantenimiento y difusión de los oficios. En esta edición, la comisión ha decidido otorgar el Premio Insular de Artesanía a la familia del maestro Tomás, el herrero de Antigua.

Nuevamente, sean todos bienvenidos al municipio de Antigua, a la capital de la artesanía, a nuestro pueblo que les acoge con los brazos abiertos.

Genara Ruiz UrquíaAlcaldesa de Antigua

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Siendo el fuego el motivo de la Feria de este año, nos pareció interesante rescatar un artículo del nú-mero IX de esta revista. Allá por el año 1997 dedica-mos unas letras a maestro Juan Curbelo, herrero de oficio y por tanto conocedor del arte de domeñar el metal con el fuego y el martillo impelido por la fuer-za de sus brazos. Este artesano de la forja nos dejó el 29 de mayo de 1998, a los 87 años, sin que ninguno de sus hijos siguiera sus pasos, como él los continuó de su padre Tomás, asentado en Fuerteventura y de procedencia icodense, donde a su vez Pedro Curbelo, su progenitor, fue el que le enseñó el arte de la fragua.

Maestro Juan, el herrero

Mientras el humo azulado asciende impeli-do por el aire que sale por la tobera, maestro Juan cuenta como aprendió ese arte de su padre y de su abuelo, al que ayudaba desde los doce años. “Mi

Maestro Juan“el Herrero”

Premio Insular de Artesanía 2015

Familia de maestro Tomás “el Herrero”

Andrés Santana Almeida

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abuelo era un gran forjador, yo iba a Toto con él a ayudarle cuando estaban haciendo esa carretera”. Su padre tenía la herrería en Antigua, en la “Calle vieja”, como la conocen los del lugar. También estaba allí la carpintería de maestro Leonardo Padrón y su hijo Antonio. En la antigua herrería tuvieron una fragua con un fuelle de pedales, los había igualmente con una cadena de la que se debía tirar de arriba hacia abajo. Hoy día las fraguas ya no son de cantería sino de metal y los fuelles se sustituyen por sistemas de manivela. Maestro Juan relata con orgullo como sol-dó más de doscientos ejes de coches, cuando no exis-tían aquí las soldadoras eléctricas, o de los molinos para extraer agua que hizo, como uno que queda en Agua de Bueyes, o como a base de martillazos ponía un hierro incandescente y encendía un cigarro en él.

El carbón ya ha alcanzado la temperatura ade-cuada, maestro Juan coloca entre las ascuas un tro-zo de ballesta de coche con el que dice va a forjar una pieza.

El carbón usado es mineral. “Antes una tonelada desembarcada en Gran Tarajal costaba doce duros y

medio y hoy el kilo de carbón le cuesta cerca de veinte duros”. Ahora la tarea no es mucha y como dice él “solamente hago trabajos por encargo si éstos y la per-sona me gustan”.

Con unas tenazas coge el metal incandescente y lo mantiene sobre el yunque mientras lo golpea repetidas veces con el martillo.

Lograr el punto de temperatura del metal no es fácil, es necesario conocer las tiemplas, los colores que va adquiriendo la pieza y cuando hay que su-mergirla en un líquido... Maestro Juan dice conocer cuatro tiemplas diferentes. “Yo conocí cuando estuve trabajando en Jandía a un ingeniero alemán que era un talento. ¿Quién dirá que con agua y jabón se tiem-pla una pieza de herramienta?”

Yendo y viniendo de la fragua al yunque, el me-tal va tomando la forma a base de golpes. Pronto se puede adivinar la pieza que moldea: un lapero.

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En la herrería se usan diferentes herramientas como tenazas, pinzas, cortahierros, punteros..., éstas las construye él mismo. “A un hombre que estaba ha-ciendo paredes en La Antigua con un martillo le dije que hiciese una escoda de ese mismo martillo. Me lo llevé y al día siguiente se la hice. Y todo eso a base de fuego y martillo”. Maestro Juan cuenta que ha sido mucho el hierro que ha trabajado y el carbón quema-do. Cada dos meses tenía que traer dos toneladas de carbón, que había que mandar a buscar en camellos a La Guirra o a La Torre. “Muchos trabajos he pasado, dejar en mi casa a mi mujer y diez hijos para ir a tra-bajar un mes fuera, por Ajui, en los molinos, trabajan-do desde que salía el sol hasta la misma noche. Traje una burra y cuarenta duros”.

Manteniendo el lapero en una trinca lo afila con una lima. Después vuelve a colocarlo entre las brasas, extrayéndolo de vez en cuando para apre-ciar su color. Cuando adquirió el tono adecuado lo metió en un balde con agua repetidas veces. In-trodujo de nuevo la pieza en las ascuas y esta vez, al sacarla, le vertió aceite por arriba. El objeto ya

había alcanzado el punto de dureza necesario.Maestro Juan se siente muy orgulloso de haber

fabricado cigüeñales para los molinos de agua sin la ayuda de un torno. En aquellos tiempos en los que no había bombas eléctricas para sacar el agua de los pozos obligaba a mantener los molinos en buen estado. En muchas ocasiones debía ir a arreglar un molino en un apartado lugar provisto de sus herra-mientas y una soga de palma, pues a veces era ne-cesario bajar a veinticinco o treinta metros por una tubería para reparar la avería. Y por ello le daban siete perras y media o una peseta.

En épocas de ruinas, o sea, durante los años de sequía, no quedaba más remedio que emigrar. Maestro Juan estuvo en África, en Gran Canaria y en Lanzarote. En ocasiones la estancia se prolonga-ba durante años; cuando esto ocurría se trasladaba con toda la familia. Dentro de la isla también se veía obligado a desplazarse donde le ofrecieran un puesto. En la construcción de la carretera de Pája-ra a Betancuria se encargaba de arreglar los picos, las azadas, los rastrillos... “Trabajando de sol a sol,

domingos y todo, y eso por nueve pesetas. Eso era una esclavitud. A los capataces se les oía a lo lejos los chilli-dos apurando a la gente a trabajar”.

En aquel entonces, cuando lo entrevistamos, Jua-nito Curbelo no tenía a nadie que le apurara. El tra-bajar en la fragua era una distracción para él. La in-quietud de maestro Juan por no querer que el arte de la forja se perdiera, hacía que a ratos intentara ense-ñar a su nieto los secretos de esta profesión. Pero con los años nos damos cuenta de que, si no se favorece las trasmisión de los conocimientos de nuestros ma-yores a las nuevas generaciones de majoreros, estos se pierden con el paso del tiempo. Reconocer el valor de la artesanía y las tradiciones de nuestra tierra está muy bien, pero hay que desarrollar estrategias serias que promuevan en las nuevas generaciones de ma-joreros el deseo de aprender los saberes propios de nuestra tradición, sobre los que se cierne el monóto-no progreso de la globalización.

¡Cuánto me quedó por preguntar a maestro Juan Curbelo...!

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Ya desde la sonora aurora, casi debajo de las estrellas,todos nuestros brazos ingresaron con énfasisdentro de una corriente de espigas.

El rocío resbalaba por los granos con placer,como minúsculos frutos trasparentes, caían sobre la tierra húmeda.El estremecimiento de la brisa ondulaba tiernamente el cerealcon una lección magistral.

La lucidez de la lluvia dictando una canción vegetal,había levantado innumerables torres de oro, adentrándonos en la otra orilla del mañanael verano se despertó de repente con todo su fulgor.

Sobre la era ese enorme reloj solar;los animales anduvieron por pétreas veredas circulares.

El dulce descanso se convirtió en dorado polvo de ensueño después de la jornada.

Haz tras haz, el campo colmado se entregaba a los segadorescomo si un viento definitivo aboliera sus raíces,claras voces de júbilo cantaron la gloria de la cosecha.Furtivos y errantes rastrojos luminosos se elevaron en el cielo límpido cuando se aventó el cereal.

Germinará de nuevo el grano y será llama de otra primavera.Renacerá también el recuerdo y nuestros ojos saludarán lunas, soles, mareas y vientos,en una eterna despedida de todas las cosas que se quedaron sin ella.

Fuego de la Tierra

Luz Marina Padilla

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El fuego es vida, transformación. Es progreso. El fuego y el calor que emana de él aportan magia, pasión y arte a nuestra realidad y a nuestras tradi-ciones culturales. Las islas Canarias, desde su propia formación hasta su misma identidad, son hijas del fuego sagrado de la Naturaleza. Ese que empuja a nacer, que invita a crear; ese que inventa espacios, formas e ilusiones. El descubrimiento del fuego es el legado más extraordinario que la Humanidad se ha concedido a sí misma, convirtiéndose en generador de civilizaciones, oficios y sustentos; de aprendizajes, intenciones y de bellas artes.

En Fuerteventura, tierra de oficios y artesanías hermanadas al fuego, hemos comprendido y sabido cómo hacer uso de sus bondades, también hemos aprendido a cuidarnos y a proteger nuestro entor-no de él. Dos artesanos, Guido Giovando y Marga Ramos comparten sus historias personales de fuego, hornos, cristal y transformaciones.

Cristales de colores nacidos de la arena. Cristales nobles, resistentes y a la vez frágiles que nuestros en-trevistados modelan a fuego o al calor del horno que lo alienta, para convertirlos desde su creatividad en sorpresas... en hermosas, mágicas y especiales obras

artesanas que comparten con nosotros en la Feria In-sular de Artesanía de Antigua 2015.

Guido GiovandoEncontramos el taller de Guido Giovando entre

casas blancas que miran al mar a través de azules

La magia transformadora del fuego

Juan Carlos Suárez Miguel Quesada

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ventanas. En el pueblo de Las Playitas, con el sol cui-dando el cielo para que no pierda una gota de luz, charlamos con este artesano del cristal de Murano. Guido no siempre fue artesano, hace casi una déca-da, cuando llegó a Canarias, se ganaba la vida sir-viendo copas, hasta que un amigo le mostró el oficio de transformar el cristal en arte. Hoy, después de sie-te años teniéndolo como compañero... ya no le teme al fuego, y no cesa en su afán de descubrir lo que sus manos y ese fuego, impredecible de personalidad propia, son capaces de conseguir. Dice sonriendo que su familia le ha sugerido que se dedique a “algo serio”, pero hoy día... ya aceptan lo que soy...

El taller de Guido es blanco, sobrio, de techo bajo; decorado con las piezas elaboradas días atrás. Una bombona de gas suministra el combustible que transforma en fuego, a través de un soplete coloca-do de manera que quede bajo su mirada, a la altu-ra de sus manos. Se coloca la gafa protectora, busca los útiles necesarios para elaborar una de sus copas

artísticas, que vende en las tiendas del Cabildo o en locales que descubrió viajando por Europa… algo de Fuerteventura también vendo cuando coloco alguna de mis piezas fuera de la isla…Un mechero desco-lorido provoca la llamarada… comienza el trabajo. La música nos acompaña sin querer ser protagonista de nada.

Viaja a Venecia varias veces al año para traer cris-tal, a la vez que formación sobre nuevas tendencias artísticas y de diseño de la cuna de su oficio. Nos re-cuerda que, antiguamente, este oficio se desarrollaba en otras circunstancias, no tan cómodas como ahora, ya que el fuego se obtenía de un pequeño horno ubi-cado a los pies del artesano y que éste debía avivar o no, usando un pedal que conectaba a un fuelle. Acla-ra que él sigue utilizando varillas para soplar, aunque adaptadas a las medidas de sus creaciones.

También dice Guido que Fuerteventura lo ha acogido como una familia y que siempre ha podido desarrollar su trabajo con la serenidad característica

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del aire majorero. La Feria de Artesanía de Antigua, en la que ha participado en cuatro ocasiones, sigue siendo un escaparate ideal para cualquier artesano. Sin embargo, echa de menos un espacio estable don-de no aparezca la figura del intermediario. Reconoce

que es ocupación del artesano vender su producto y agradece al Cabildo y a la FIA la facilidad para de-sarrollar el último eslabón de esta cadena: la venta.

Un trozo de cristal rojo del tamaño de un boliche cae sobre la mesa, el resto sigue recibiendo el fuego imprescindible para moldear la base de una copa. ...En ocasiones desconozco el resultado final, si ese día el fuego ha sido más intenso el cristal cambia y me sorprende… El cristal con el que trabaja es un ma-terial duro y frágil a la vez, elaborado con arena de Murano tiene una apariencia de colores intensos. Su fragilidad, color y forma son para siempre.

Guido Giovando no entiende su trabajo sin la actitud transformadora y creativa del fuego. La com-binación de estos dos elementos, cristal y fuego, da origen a bellas piezas que encontraremos en su stand en la Feria Insular de Artesanía.

Marga RamosLa tarde es densa en El Cardón, al sur de Fuerte-

ventura. Con la protección de la montaña del mismo nombre (691 m), alrededor de la plaza de la iglesia

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se encuentra la escuela, la cancha deportiva y un gru-po de casas que conforman el núcleo del pueblo. Allí, a la sombra de un gran laurel de indias, esperamos a Marga Ramos, artesana del vidrio. Las cinco de la tarde de este nuevo horario de verano, con sus pri-meros calores, aun pesa más.

Marga nos viene a buscar con su camioneta y una sonrisa amiga. La seguimos hasta la casa donde somos recibidos por un olor a brasas de carbón, en-cargadas de calentar un almuerzo tardío. Tras el ofre-cimiento del café de sobremesa nos adentramos en el taller donde trabaja con cristales, esmaltes, y con su horno de vitrofusión, protagonistas de la magia con la que hace su arte. Una mesa larga rectangular atraviesa la estancia en su lado más largo. Sobre ella, antiguos trabajos, moldes que esperan ser usados, papel de periódico, bocetos apilados… El horno nos parece grande, más cuando lo abre y descubrimos que aquellas botellas que alguna vez se llenaron de cerveza o vino, ahora están achatadas y ondulada-mente deformadas.

Le preguntamos a Marga si siempre fue artesa-na, nos responde que no, antes trabajó con niños, también en una tienda… Llegó al vidrio después de haber pasado por la arena y alguna incursión en la cerámica. Buscando todo lo que la arena podía dar encontró en el vidrio la magia… cuando introduzco mis piezas en el horno desconozco su apariencia fi-nal… es como magia… Llegó a Fuerteventura desde Manresa hace 16 años, capturada voluntariamente por los colores de la isla y la paz que desprende, y dice convencida que desea seguir viviendo en ella por mucho tiempo más.

Cuando entra en el taller el mundo se para …es mi momento, aquí soy yo misma... Antes de meter las piezas en el horno diseña, practica con esmaltes, elige moldes, pinta cristales, los pega y luego espera que el horno le dé una respuesta. Esa respuesta tarda 20 horas aproximadamente. El horno debe alcanzar una temperatura de 850º para fundir y de 750º para que las piezas tomen forma. Cuando se alcanza esa temperatura máxima tengo que hacer bajar la tempe-ratura hasta los 500º ahí puedo abrirlo, no sin antes protegerme.

Diez horas más tarde ya existe un producto que no siempre le gusta pero que ha aprendido a acep-tarlo.

Lleva participando en la FIA desde hace diez años …me encanta esta feria, en ella puedo contac-tar con el residente en la isla y recibo encargos que me permiten disfrutar creando… también vendo en La-jares piezas para los turistas pero ellos solo compran creaciones pequeñas que luego se llevan a su país; son obras que caben en un bolso…es diferente que en la fe-ria, donde puedo vender creaciones mayores… Marga no ha perdido nunca la ilusión de abrir el horno (por muchas veces que lo haya hecho) para ver la trans-formación, a través del fuego y del calor, de lo que diseñó. …cuando trabajas con el barro puedes meter tus manos en él y decidir cómo será el resultado final, en mi trabajo eso no lo puedo hacer, de ahí que para mí esto que hago es magia…

Si pasa por el stand de Marga en la Feria de Arte-sanía, pregúntele cuál ha sido el resultado de su últi-mo encantamiento. Déjese sorprender.

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Todos tenemos una experiencia que contar en torno al fuego. La mía ocurrió durante el gran in-cendio forestal que asoló las cumbres de Tenerife en 1995, en un claro del bosque a una distancia “segura” del incendio. No habían transcurrido ni diez minu-tos de nuestra llegada cuando escuchamos que los vehículos arrancaban sus motores y la gente corría dando voces de advertencia. Cuando salí de la ambu-lancia donde trabajaba como socorrista el espectácu-lo me dejó paralizado. Del plácido bosque que había visto al llegar sólo se podían apreciar las primeras filas de árboles. Tras ellos, se levantaba una enorme pantalla de humo extremadamente espesa que impe-día ver más allá. Su color naranja incandescente y el golpe de calor que llegó a mi cara mientras lo con-templaba fascinado solo podían significar una cosa: allí detrás, a pocas decenas de metros, llamas gigan-tescas estaban devorando el pinar. Mis compañeros me empujaron al interior de la ambulancia y huimos. Mientras nos alejábamos no perdí de vista aquella muralla enorme, esperando ver aparecer el fuego de un momento a otro, pero permaneció oculto.

El fuego ha marcado la historia de la humanidad desde sus comienzos más remotos hasta nuestros

días. Tiene algo de hipnótico y todos alguna vez nos hemos quedado observando el baile de las llamas en una hoguera o en una barbacoa. Prácticamente todas nuestras fuentes de energía dependen, de una mane-ra u otra, de alguna forma de fuego.

Pensemos en nuestra isla. Gran parte de la electri-cidad que consumimos la generamos quemando pe-tróleo. También utilizamos la energía del viento o la luz solar en placas fotovoltaicas, pero ambas depen-den del calor y la luz del Sol, que se genera en su “fue-go” nuclear. El petróleo y el carbón son restos fósiles de seres vivos que vivieron hace muchos millones de años y que obtuvieron su energía del Sol. Nosotros mismos dependemos de las plantas, que convierten la energía del Sol en nutrientes (nos alimentamos de plantas, o animales que comen plantas, o animales que comen animales que comen plantas…).

En algunas regiones volcánicas del planeta (tal vez en Canarias en un futuro no muy lejano) aprove-chan la energía geotérmica, que no es otra cosa que el fuego interno de la Tierra. Las centrales nuclea-res utilizan el uranio radiactivo para generar calor y electricidad, pero el uranio es un elemento que se forma en uno de los fuegos más espectaculares de

El fuego visto desde la ciencia

Felipe Rodríguez Acosta

La vida en nuestro planeta y la inmensa mayoría de nuestras fuentes de energía, dependen directa o indirectamente del sol

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nuestro universo: las supernovas, las explosiones que marcan el final de la vida de estrellas gigantes, mu-cho más masivas que nuestro Sol.

En el futuro, quizás a medio o largo plazo, apren-deremos a controlar una de las fuentes de energía más potentes: la fusión nuclear de núcleos de hi-drógeno (la misma fuente de energía que alimenta el Sol). En ese momento habremos creado pequeños soles aquí, en la Tierra, una fuente de energía limpia e inagotable. Desgraciadamente hasta la fecha sólo la hemos utilizado de forma incontrolada, en terribles explosiones termonucleares.

La artesanía siempre ha estado ligada de algu-na manera al fuego, desde el modelador de vidrio creando formas fantásticas o el herrero trabajando en la forja, hasta el ceramista que cuece sus piezas en el horno. Tradicionalmente estas tareas han utilizado el fuego generado por la combustión de diferentes materiales, un proceso explicado por la ciencia y que durante siglos fue uno de los mayores misterios por resolver.

La combustión es una reacción química, es decir, un proceso en el que los átomos que forman las mo-

léculas se reordenan y forman otras diferentes. En esta transformación siempre interviene un material que se “quema”, llamado combustible, y el oxígeno del aire. Cuando ambos se combinan se libera una cantidad grande de calor, que puede subir la tempe-ratura de los productos de la combustión y su entor-no hasta el punto de que se vuelven incandescentes y brillan con luz propia. Eso, y no otra cosa, es el fuego.

El oxígeno es tan importante como el combusti-ble. Sin él el fuego se apagaría, como cuando tapa-mos una vela con un vaso. Los artesanos saben desde tiempos remotos que el fuego se aviva y aumenta su temperatura cuando se ventila con aire. De ahí el uso de fuelles en las herrerías, por ejemplo.

Una de las combustiones más simples es la del carbón, formado básicamente por átomos de carbo-no. Cuando un átomo de carbono reacciona con una molécula de oxígeno, forman una molécula de dióxi-do de carbono “caliente”. Esto significa que esta mo-lécula saldrá disparada a gran velocidad chocando con las que se encuentran alrededor y haciendo que se muevan más rápido. Este movimiento molecular es lo que percibimos como “calor”. Estos choques, si

   C                            O2                        C  O2              H2                            O2                        H2  O

         

Un átomo de carbono (color negro) se quema con una molécula de oxígeno (rojo), produciéndose una molécula de dióxido de

carbono. Esta reacción desprende calor y luz

Dos moléculas de hidrógeno (color blanco) se combinan con una de oxígeno (rojo), dando lugar a dos moléculas de agua en una

reacción violenta que desprende calor

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son lo suficientemente violentos, pueden producir luz: una llama. Se sabe que el aumento de dióxido de carbono atmosférico generado por todo lo que que-mamos está contribuyendo al calentamiento global, el conocido como “efecto invernadero”.

Una combustión mucho más limpia es la del hi-drógeno. Como es inflamable, el hidrógeno se com-bina también con el oxígeno produciendo calor y una sustancia nada contaminante: el agua. Un coche

funcionando con hidrógeno sólo liberaría vapor de agua por su tubo de escape. El problema es que no disponemos de grandes cantidades de hidrógeno li-bre en la Tierra.

Casi todos los combustibles que utilizamos son alguna forma de hidrocarburos, que son moléculas que contienen hidrógeno y carbono. Por eso al que-marlos se libera agua en estado gaseoso y dióxido de carbono.

En nuestro uso del fuego hemos rizado el rizo de tal manera que hemos conseguido convertir el fuego en frío, que es lo que hacemos cuando enchufamos cualquier nevera o aparato de aire acondicionado a la corriente eléctrica. Decía un eminente científico que una de las formas de medir el grado de desa-rrollo tecnológico de una civilización consistía en comprobar si eran capaces de utilizar el calor para enfriar. Eso, al menos, lo tenemos conseguido.

No sabemos qué sorpresas nos aguardan a la vuelta de la esquina. El desarrollo científico y tecno-lógico es tan vertiginoso que, por mucho que elucu-bremos, la realidad siempre nos superará. Pero hay algo seguro: seguiremos sirviéndonos de alguna for-ma de fuego para abastecernos de energía. De que ese fuego provenga de una fuente limpia y renovable depende el futuro de nuestra civilización.

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En el universo simbólico de la fiesta, el fue-go ocupa un lugar destacado. Aparece de mane-ra reiterada en los distintos rituales festivos. El fuego es elemento purificador por excelencia, calienta y enardece, desafía y emociona. El fuego destruye lo viejo y anuncia lo nuevo. En la fiesta el fuego cobra un sentido simbólico singular.

En las fiestas tradicionales españolas y ca-narias, el fuego está muy presente. En las Fallas de Valencia, por ejemplo, es el fuego el princi-pal protagonista. Pero también ocurre en otras muchas fiestas del ciclo invernal (las hogueras de san Antón) y en el ciclo estival. Sobre todo, en este último caso, en la mágica noche de san Juan, en el solsticio de verano, en la que fuego y agua despliegan todo su potencial purificador y liberador.

En muchas fiestas de la geografía insular, las celebraciones lúdicas concluyen con la quema de peleles y monigotes, que suelen representar per-sonajes populares o simplemente el espíritu de la fiesta, que se pasa por el fuego como señal de que la holganza ha concluido, hasta que vuelva a reaparecer al año siguiente. En algunas fiestas

Fuego y carnaval

Felipe Bermúdez Suárez

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de las islas todavía se celebra la Quema del Haragán, justo el día último de la fiesta, con este sentido con-clusivo que indicamos.

Sucede también en el carnaval. El ritual del en-tierro de la sardina, en realidad es un ritual de fue-go, pues lo que se hace es quemar la sardina, signi-ficando que ya se acaba el carnaval. La sardina, a la que como símbolo del carnaval se llora de manera esperpéntica y bulliciosa, en realidad no se entierra sino que se quema. Es el fuego el que se encarga de destruirla y hacerla desaparecer.

Valga esta sencilla consideración como homena-je, desde la óptica festiva, al tema elegido este año para la Feria Insular de Artesanía.

Y quisiera aprovechar este valor simbólico del fuego para reiterar algo que vengo diciendo hace ya más de un cuarto de siglo, en relación precisamente con la fiesta del carnaval. A decir verdad, con poco éxito hasta el momento.

Nuestro carnaval, tal como lo estamos celebran-do en estos últimos años en las islas Canarias y, de

manera más llamativa, en Fuerteventura, necesita pasar por el fuego purificador.

Creo que Canarias es el único lugar del mundo donde el carnaval se celebra de esta forma tan dispa-ratada. En ello somos ciertamente originales y úni-cos. Pero creo que es una pena. Porque hemos des-figurado y desnaturalizado la fiesta como tal, que ha perdido su identidad como fiesta popular.

Me refiero concretamente a la costumbre, intro-ducida tan sólo hace unas tres décadas (por tanto, no estamos hablando de una costumbre tradicional, sino inventada hace poco), de celebrar el carnaval en fechas diferentes en los distintos municipios y loca-lidades insulares. Ocurre así en casi todas las islas, pero en Fuerteventura es más notorio, tal vez por ser sólo seis municipios y tan claramente definidos y di-ferenciados geográficamente.

Según esto, sólo un municipio o dos a lo sumo celebran el carnaval cuando corresponde, a tenor del calendario. Los demás municipios comienzan y terminan sus carnavales semanas después, con lo

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cual lo que sucede es que el tiempo del carnaval se prolonga durante más de dos meses. Como las tele-visiones locales y autonómicas lo retransmiten todo, tenemos carnaval durante un tiempo prolongado en exceso. A eso se añade que cada municipio progra-ma los días festivos, normalmente el lunes y martes, como les parece, y así se organiza en la isla un caos carnavalero, con repercusiones negativas para el ám-bito educativo y para el sentido mismo de la fiesta.

En el origen de esta costumbre está el hecho de que el carnaval de Santa Cruz de Tenerife surgió quince años antes que el de Las Palmas de Gran Ca-naria. En 1961 renació como “Fiestas de Invierno”, eufemismo que se empleó para lograr el permiso gu-bernativo, poniendo el Gobierno de Franco la con-dición de que se celebrara unas semanas antes del tiempo del carnaval. Así, cuando en 1976 reaparece en Las Palmas, en su tiempo natural, los carnavales de las dos capitales se celebraban en tiempos distin-tos. Pero, aunque eso se corrigió a los pocos años, dio lugar a la costumbre, que luego se extendió por todo el archipiélago, de hacer el carnaval cada municipio cuando le pareciera mejor.

Y ahí surgió el problema. La fiesta se empezó a desnaturalizar y ha perdido su sentido verdadera-mente tradicional. El entierro o quema de la sardina, que simboliza el fin del carnaval, se hace tantas veces y en tantos lugares de la isla y en tiempos tan diferen-tes, que pierde todo su sentido original.

Yo haría pasar por el fuego a ese carnaval. Y vol-vería a poner el carnaval, en todos los municipios y pueblos, cuando toca, según la fecha tradicional de la fiesta. A nadie se le ocurriría celebrar la Navidad o el Año Nuevo cuando le pareciera, sino cuando toca. Con el carnaval debería pasar lo mismo. En un es-fuerzo conjunto de las distintas administraciones y la población, se podría conseguir.

Eso sería bueno, en mi opinión, por varias razo-nes. Ante todo, porque creo que la fiesta como tal ganaría. Cada localidad y cada municipio organiza-rían su propio carnaval, con sus recursos, sus gentes, sus singularidades, sin mimetismos respecto a otros municipios y pueblos.

En segundo lugar, la fiesta ganaría en identidad. Porque cuando el tiempo festivo se prolonga en ex-ceso, se deteriora la misma fiesta. Pues, como dice la sabiduría popular, “no todos los días son días de fies-ta”. Porque hay que trabajar, hay que hacer muchas otras cosas… y la fiesta está para celebrar todo eso, pero a su tiempo.

Como tercera razón: lo agradecería el ámbito educativo y el familiar. Esos murgueros que se pasan más de dos meses seguidos de fiestas son un peligro para la paz familiar y para el rendimiento educativo y laboral. Además, la fiesta en exceso también agota. Cuando ves en la tele las caras de las mascaritas can-tando murgas el Domingo de Ramos en Corralejo o en Morro Jable, canciones que han repetido ya de-cenas de veces, más que inspirar sonrisas, inspiran pena. Se les nota cansadas, sin ánimo casi para hacer lo que hacen…

En fin, con una decisión de ese tipo se recupera-ría el espíritu de la fiesta, estoy firmemente conven-cido. Pero, para eso, hay que hacer pasar por el fuego al actual carnaval, para que de sus cenizas renazca el nuevo carnaval, que resurgirá del fuego purificador cargado de creatividad y futuro.

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En el colegio de Antigua, todos los martes y jue-ves, de 12:10 a 13:05, el grupo de 3ºC de ESO tiene un encuentro con la optativa de Cerámica Artística. Materia creativa, eminentemente práctica, que tiene como objetivos formar en conocimientos propios de un oficio, despertar su sentido crítico y favorecer el paulatino crecimiento de sus facultades creadoras.

Un grupo de 6 alumnas y 12 alumnos que, como toda juventud, se encuentra inmerso en sus utopías, conflictos emocionales y desparpajo singular, pro-pios de ese puente a cruzar que es la adolescencia.

Alumnos y alumnas que llegaron con la idea de que el trabajo con la cerámica era como jugar con plastilina, a los que los útiles y herramientas les re-sultaban extraños: botes de barbotina, rasquetas, va-ciadores, palillos de modelar varios, tacos, listones, cuerdas, moldes, peanas, etc., ajenos a su mundo tec-nológico y digital.

Chicos y chicas de 15 y 16 años que miraban con cierto repudio la “suciedad” propia de la técnica; mi-rándome en las clases teóricas con un pensamiento común en sus cabezas: “¡… me he equivocado de cla-se…este profesor no estará hablando en serio!”

Cerámica para adolescentes

Agustín Melián Betancor

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Alumnado que lentamente y con pasitos cortos se va dejando llevar. Personas que maduran su carácter según van amasando, realizando cortes y modelando el noble elemento formado por tierra y agua. Alum-nos que han creado con simplicidad, belleza justa e ingenua, y técnica razonable, las piezas que de algu-na forma se parecen a su personalidad; que mientras elaboran, levantan y construyen una nueva pieza re-crean, tal vez, su propio crecimiento personal.

Niños que se lanzan bolitas de barro, que se mo-jan a escondidas y dicen el famoso:

—¡¡Pero si yo no he sido!!Profesor que tiene ojos en la nuca y dice el no

menos famoso:—¡Tienes un negativo!Todos llegaron con la típica idea del cenicero, al-

guno incluso propuso hacer un porrón.El tiempo pone todo en su sitio y estos alumnos y

alumnas fueron aprendiendo, esforzándose y adies-trando sus manos para que hicieran caso a su mente, para lo que ellos ni se imaginaban aconteciera delan-te de sus propios ojos, para que durante apenas seis meses su criterio haya madurado y sepan ver que la pieza pide aún más trabajo, que la textura es funda-mental y no meramente estética superficial, que los esmaltes a 980 grados son más que pintura y colores, que mantener el grado de humedad es necesario para una arcilla plástica, que un espacio de trabajo debe estar limpio y ordenado, que la manufactura mal eje-cutada sale del horno rota a cachos y, sobre todo, que el trabajo continuado y el esfuerzo dan sus frutos.

Como profesor vivo todos sus éxitos, sus aciertos y los aplaudo, pues me veo participe de ellos. Con mis chicos y chicas sigo aprendiendo a enseñar me-jor, cuando la desgana aparece y se cometen errores, reflexionamos para que evolucione su sentido crítico y mi “librillo de maestrillo” me acerque al maestro que merecen mis alumnos y alumnas.

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Cuando, en alguna ocasión, dejamos volar nues-tra imaginación hacia el pasado de nuestro archipié-lago, nos pueden asaltar diferentes preguntas sobre la vida cotidiana de los primeros habitantes de Cana-rias: ¿qué sintieron al establecerse en unas islas des-habitadas?, ¿dónde buscaron refugio?, ¿de qué se ali-mentaron?, ¿cómo encendieron su primer fuego…?

Una sociedad primitiva, pero organizadaSin entrar en el debate historiográfico sobre

cuándo y, especialmente, cómo llegaron los primeros pobladores a las islas Canarias, parece claro y con-sensuado entre los investigadores que éstos, proce-dentes del norte de África y en sucesivas oleadas, se fueron estableciendo en cada una de las islas del ar-chipiélago durante el primer milenio antes de Cristo.

Estos primeros pobladores traían consigo su cul-tura, su tecnología, sus creencias y su organización social. Aunque el grado de desarrollo de estas socie-dades primitivas dependió en gran medida de cada isla, por el aislamiento insular, todas ellas tenían un sustrato cultural y social común que se puede fechar entre el final del Neolítico y el inicio de la protohis-toria.

Esto significa que los primeros canarios tenían un conocimiento profundo del fuego, tanto las téc-nicas de encendido y mantenimiento, como de los diferentes usos que se le podía dar. Pero, ¿cuáles son esas técnicas y qué usos dieron al fuego los antiguos canarios?

El arte de hacer y conservar el fuegoPodría parecer que encender y mantener un

fuego es una tarea sencilla pero, con los recursos de aquella época, la mayoría de nosotros probablemen-

El fuego y los aborígenes canarios

Gustavo Santana Góez

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te fracasaríamos porque carecemos de la destreza y la práctica necesaria en las técnicas de encendido del fuego. Por los estudios de antropología comparada y por algunos restos materiales encontrados en los yacimientos arqueológicos, se puede deducir que el fuego se encendía mediante las técnicas de frotación o de rotación entre dos trozos de madera, preferible-mente uno de madera blanda y otro de madera dura, o por la obtención de chispas golpeando pedernal u otras rocas apropiadas. El uso de una técnica u otra dependería de los recursos disponibles en cada una de las islas.

Por otra parte, mantener el fuego encendido se-ría una responsabilidad colectiva, más allá de que las tareas diarias se repartieran entre los miembros del grupo. Es bastante probable que, en sociedades dedi-cadas al pastoreo, mujeres y niños, vinculados a las tareas del hogar en mayor medida que los hombres, fueran los encargados de conservar el fuego. Para conservar el fuego, aparte de la vigilancia de éste, era fundamental el uso de madera apropiada que diera unos buenos rescoldos y les permitiera una mayor duración.

Los usos del fuego: una herramienta fundamental

Y así llegamos a la cuestión principal, ¿cuáles eran los usos que daban al fuego los antiguos ca-narios? Aunque estos usos pueden ser tan variados como las necesidades humanas, de forma genérica, el fuego podía usarse en cuatro cometidos o acciones principales: para la elaboración y conservación de los alimentos, para la iluminación y la aclimatación de los diferentes hábitats (cuevas, casas de piedra, etc.), como parte del proceso tecnológico de elabo-ración de la artesanía, y como parte de los rituales mágico-religiosos.

En cuanto a la primera, la de los antiguos cana-rios era una sociedad pastoril, donde la alimentación dependía principalmente de los recursos obtenidos de sus rebaños, complementados con la agricultura, el marisqueo, la pesca y la recolección de productos vegetales. Los restos arqueológicos, como huesos, espinas, conchas marinas y otros elementos demues-tran el consumo de la carne, la leche, y el queso de los animales domésticos y del pescado y el marisco capturado; además, esos mismos restos presentan en

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algunos casos las marcas provocadas por el fuego du-rante la elaboración. Además, se realizaba el tostado de los cereales con los que se preparaba el gofio. Por otro lado, el fuego también se utilizaba en el proce-so de conservación de los alimentos; por ejemplo, la grasa de los animales se derretía para luego conser-varla en recipientes de cerámica hasta el momento de utilización.

En segundo lugar, la forma de hábitat habitual, en cuevas, tanto naturales como artificiales, y casas de piedra, hacía necesaria la iluminación de las mis-mas. En este sentido, los yacimientos arqueológicos nos aportan pistas sobre cómo iluminaban sus vi-viendas; se han encontrado hachones de tea y lám-paras de grasa. Los hachones de tea o antorchas, se usaban tanto en el interior de las viviendas como en el exterior de las mismas y también para los trayec-tos nocturnos que pudieran hacer; sin embargo, por el posible riesgo de incendio y por la acumulación de humo, cabe suponer que en el interior de las vi-viendas estas fueron sustituidas paulatinamente por lámparas de grasa animal mezclada con musgos, lí-quenes o restos vegetales, que proporcionaban una llama más controlable y de mayor duración. Para la aclimatación de las cuevas o las casas, se ha compro-bado que encendían hogares, realizados como un pequeño círculo de piedras, pero solo en las épocas del año con clima desfavorable, ya que las tareas de cocina solían realizarse en el exterior.

En tercer lugar, la fabricación de los diferen-tes objetos de su cultura material requería en mu-chos casos la utilización del fuego. Quizá sea en la elaboración de la cerámica donde la utilización del fuego adquiere una mayor relevancia. El proceso de fabricación llegaba a su momento crítico en la fase de cocción de las piezas, ya que la arqueología no ha

hallado pruebas de la presencia de hornos cerámi-cos, lo que lleva a la conclusión de que cocinaban es-tas cerámicas al aire libre o en hoyos excavados en el suelo de manera provisional y mediante la aplicación del fuego o calor directo. En muchas ocasiones, las piezas resultantes quedaban marcadas por el fuego, como demuestran los restos encontrados en diversos yacimientos arqueológicos. También se utilizaba el fuego en la industria de los objetos de madera, es-pecialmente para dar forma y endurecer los diferen-tes objetos como los banot, garrotes y otras armas, y otros elementos, tanto funcionales como ornamen-tales.

Y en cuarto lugar, las creencias mágico-religiosas de los aborígenes canarios incluían la utilización del fuego como parte de los rituales. Pese a que los ha-bitantes de cada isla tenían sus particularidades en cuanto a las creencias religiosas, existe una vincula-ción de las mismas con la naturaleza y el mundo que les rodeaba. Estos incluían el culto a los astros, a los antepasados, a los elementos de la naturaleza y a los principios femenino y masculino para favorecer la fecundidad y la reproducción. Por los restos arqueo-lógicos y por las fuentes históricas, se puede deducir que ofrecían sacrificios de alimentos para que la fe-cundidad de la naturaleza les fuera propicia; algunas veces, dichos alimentos eran quemados como parte de la ofrenda. También era frecuente que algunos lugares simbólicos como roques, montañas o cuevas formaran parte de los rituales donde el fuego, sím-bolo de la luz y del calor, tenía un papel primordial; incluyendo los volcanes activos, como el caso del Teide, que era considerado morada de demonios y espíritus malignos. Por otra parte, el fuego era me-nos importante en los ritos funerarios, aunque hay evidencias arqueológicas de la cremación de cadáve-res en alguna de las islas.

El dominio de esta tecnología fue, sin ninguna duda, uno de los grandes avances del ser humano durante la prehistoria. Las islas Canarias, que emer-gieron del océano Atlántico gracias a los volcanes, –el fuego de la Tierra-, no quedaron al margen y aca-baron siendo habitadas por los primeros pobladores que, entre otras cosas, trajeron consigo el fuego.

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